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I
ANÁLISIS PSICOPEDAGÓGICO DE LOS ALUMNOS
DE EDUCACIÓN SECUNDARIA OBLIGATORIA CON
PROBLEMAS DE COMPORTAMIENTO EN EL
CONTEXTO ESCOLAR
II
UNIVERSITAT AUTONÒMA DE BARCELONA
FACULTAT DE PSICOLOGÍA
DEPARTAMENT DE PSICOLOGÍA DE LA SALUT I
PSICOLOGÍA SOCIAL
Dirigida por
III
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
II.MARCO TEÓRICO
IV
2.1. Delimitación del concepto factor de riesgo
V
3.3.1.3. Trastorno Disocial
VI
4.3.1. Instrumentos
OBJETIVOS E HIPÓTESIS
1. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
1.1. Objetivos
2. HIPÓTESIS LA INVESTIGACIÓN
III.METODOLOGÍA DE INVESTIGACIÓN
METODOLOGÍA Y DISEÑO
1. MODALIDAD DE ESTUDIO
VII
1.1. Perspectiva cuantitativa
IV ANÁLISIS DE DATOS
2.1.1. Fiabilidad
2.1.2. Validez
VIII
V.CONCLUSIONES
CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
1. CONCLUSIONES DE LA INVESTIGACIÓN
V. RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
1. BIBLIOGRAFÍA CITADA
VII. ANEXO
IX
INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN
Queremos dejar claro, que en ningún momento, en el presente trabajo, intentamos encontrar
nuevos factores de riesgo ni comprobar la incidencia de los mismo frente a los problemas de
comportamiento en el contexto escolar. Tomamos como punto de partida aquellos factores de
riesgo que la bibliografía actualizada destaca como significativos ante la citada temática.
Por otra parte, la elección de las pruebas, todas ellas ya estandarizadas y por tanto
previamente fiabilizadas y validadas, para ser incluidas en una batería diagnóstica ha
requerido una nueva fiabilización y validación de la propia batería y muy especialmente el
poder determinar si este conjunto de pruebas que constituyen la citada batería son capaces de
discriminar los factores de riesgo que deseamos diagnosticar.
Este objetivo nos ha llevado a confeccionar un diseño experimental en la que hemos utilizado
un grupo de alumnos “control” que no presentaban problemas de comportamiento en el
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contexto escolar y otro experimental al que le hemos llamado “clave” que en su totalidad
presentaban problemas de comportamiento en el citado contexto. El conocimiento de los
factores de riesgo específicos de nuestro problema a partir de la literatura científica, el diseño
experimental utilizado, junto con el estudio estadístico de las propiedades del instrumento de
medida, nuestra batería, es lo que nos ha permitido llegar a las conclusiones del presente
trabajo de investigación.
Mediante la experiencia profesional y vistos los resultados del presente estudio, estamos
convencidos que los problemas de comportamiento que presentan los alumnos del primer
ciclo de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) pueden ser prevenidos o corregidos
mediante un diagnóstico preciso de los factores de riesgo que nos indiquen el tipo de
intervención multidisciplinar que requiere su tratamiento.
Este intento es una aportación novedosa a la literatura educativa que hace referencia a
nuestro contexto educativo, puesto que hasta ahora sólo disponemos de investigaciones
realizadas allende nuestras fronteras, sobre todo en el ámbito anglosajón y estadounidense,
por estudiosos que han investigado adolescentes y sistemas educativos cuyas características,
estimamos, no facilitan una extrapolación absoluta con la realidad y condicionantes de
nuestros alumnos y las específicidades de nuestro sistema educativo.
Esta carencia de una literatura propia y específica de nuestro ámbito nos ha obligado a
un esfuerzo bibliográfico encaminado a sistematizar lo hasta ahora producido por nuestros
colegas educadores, psicólogos y pedagogos que han iniciado el tratamiento del tema.
También hemos recurrido a nuestra experiencia personal, que las circunstancias han
hecho extensa en el tiempo y profunda en las vivencias, para que nuestras reflexiones se
ajustasen lo máximo posible a la realidad que todos nosotros podemos encontrar cuando
realizamos nuestra tarea educativa con los alumnos de ESO.
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Cuando el comportamiento presenta aspectos o situaciones insistentemente
problemáticos o desajustados, nos encontraremos, posiblemente, ante una conducta
problemática. Sin embargo, no todo episodio conductual concreto considerado como
problema es expresión o síntoma de una conducta que debe ser tenida, en su globalidad,
como “conducta problemática”.
Y en este hecho tenemos uno de los grandes objetivos finales de este estudio: ser
capaces de establecer métodos de diagnóstico psicopedagógico para poder establecer si los
desajustes conductuales de un alumno de ESO corresponden a la existencia de un auténtico
problema. Así, en caso de que la cuestión sea respondida de modo afirmativo, con los
instrumentos de evaluación que presentaremos trataremos de llegar al posible origen
patológico de esa conducta.
Con todo ello, nos será dado intervenir con carácter terapéutico o -lo que
consideramos más deseable- preventivo, en favor de los alumnos que presentan y sufren
personalmente estas situaciones o están en situación de riesgo de padecerlas, los compañeros
que a menudo son sujetos pasivos y receptores de las consecuencias, y los agentes educativos
que puedan ver afectada su labor por estas situaciones.
Una de las variables que vamos a atender en este estudio es la confluencia, en los
alumnos que nos ocupan, de dos etapas pertenecientes a ámbitos en principio diferenciados,
puesto estos alumnos protagonizan un doble momento de transición.
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La psicología evolutiva nos enseña que, como personas en evolución, sufren los
desequilibrios, las dudas y las incertidumbres propios de la adolescencia.
Así, inicialmente especificaremos y situaremos cuáles son las actuaciones que es dado
considerar como problemas de comportamiento, junto con su incidencia en el ámbito
educativo, y determinar cuáles de ellas son constitutivas de “comportamientos problemáticos
en el contexto escolar”. Para ello describiremos los rasgos generales de estos
comportamientos y los confrontaremos con los parámetros de lo que se define como la
“normalidad”.
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Una vez en condiciones de llevar a cabo la parte empírica de nuestro trabajo,
presentamos la misma, sus resultados y conclusiones que nos avalan nuestras finalidades
desde la óptica científica.
Todo ello tiene la pretensión de convencer a quienes reciban nuestro trabajo de una
afirmación en la que vamos a insistir a lo largo de las páginas que siguen y que ya hemos
destacado en los párrafos iniciales de esta introducción: es indispensable la utilización del
diagnóstico como primera e imprescindible estrategia de intervención ante los problemas de
comportamiento de nuestros alumnos del primer ciclo de la ESO.
El legislador desea que el alumno sea tratado como “persona individual con
características específicas que obliguen a tener en cuenta sus características psíquicas”. Y en
esa atención es fundamental disponer de los medios para poder paliar los déficits o anomalías
que le afecten perturbando su correcta evolución como persona.
Las páginas que siguen son nuestra aportación a esta empresa y muy especialmente a
un fenómeno tan preocupante en la actualidad como son los problemas de comportamiento
en el contexto escolar .
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I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
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I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
Es frecuente encontrar alumnos que no se integran en las dinámicas educativas por causas
diferentes en cada caso, a pesar de que el resultado final sea el mismo: los problemas de
comportamiento en el contexto escolar.
Los esfuerzos de los diferentes agentes educativos consiguen que buena parte de estos
alumnos, de manera progresiva, se integren en su proceso de escolarización; pero,
desafortunadamente encontramos a un porcentaje importante de alumnos que no llegan a
conseguir esta integración.
Éste último colectivo de alumnos al que hemos hecho referencia anteriormente son niños y
niñas que, después de estar recibiendo un tratamiento específico por parte de sus tutores,
miembros del EAP, maestros del Programa de Educación Compensatoria, y en algunas
ocasiones, por parte de recursos externos ( Centro de Salud Mental Infantojuvenil –CSMIJ-,
educadores de calle, etc.), su estado de inadaptación en la escuela no se soluciona, sino que,
al contrario, se suele agravar.
El incremento progresivo de esta problemática hace que por un lado se deterioren las
dinámicas de trabajo de los centros educativos afectando tanto a los profesionales docentes
como al resto de alumnos que desean seguir una escolarización adecuada. Por otro lado, este
tipo de problemática está generando una bolsa social de jóvenes que no terminan su
escolarización obligatoria o que en su defecto no acreditan ningún tipo de formación
académica; con las consecuentes repercusiones en su proyección laboral, social y posible
deterioro psíquico.
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Teniendo en cuenta las consideraciones hechas anteriormente y tomando como punto de
referencia el sistema de clasificación del DSM-IV, las conductas perturbadoras se ubican
dentro de la sección que hace referencia a los Trastornos de inicio en la infancia, la niñez y
la adolescencia. En esta sección, además de otros trastornos propios de estas etapas se
encuentra los que ya hemos citado en el párrafo anterior bajo la denominación de:Trastorno
por déficit de atención y comportamiento perturbador; en el que se incluye:
Trastorno por déficit de atención con hiperactividad, que se caracteriza por síntomas
manifiestos de desatención y/o impulsividad-hiperactividad. Se presentan subtipos para
especificar la presentación del síntoma predominante: tipo con predominio del déficit de
atención, tipo con predominio hiperactivo-impulsivo, tipo combinado.
Trastorno disocial, que se caracteriza por un patrón comportamental que viola los derechos
básicos de los demás o las principales normas o reglas sociales propias de la edad del sujeto.
Trastorno por déficit de atención no especificado, que incluye trastornos con síntomas
prominentes de desatención o hiperactividad-impulsividad que no satisfacen los criterios del
trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
Vistos estos subapartados del DSM-IV, el diagnóstico clínico de una conducta perturbadora
sólo debe aplicarse cuando el comportamiento en cuestión sea sintomático de una disfunción
subyacente del individuo y no constituya simplemente una reacción ante el contexto social
inmediato.
Fuera de este criterio queda un vacío diagnóstico para aquellos alumnos que aún presentando
problemas de conducta no pueden ser considerados sus comportamientos como un trastorno
clínico. Por otro lado, aquellos sujetos que sí cumplen los criterios de trastorno clínico, si
bien le podemos dar la denominación diagnóstica los factores de riesgo que lo han podido
determinar no se conocen, situación que nos cuestiona la funcionalidad última del
diagnóstico, que es tener una pauta precisa para el tratamiento del problema. A título
ilustrativo, nos podemos encontrar con varios sujetos que presenten un trastorno disocial,
pero que la causa de uno sea puramente social debido a que su entorno familiar esté muy
desestructurado con modelos delincuenciales; y que por el contrario, otro caso, su entorno
sea totalmente estructurado pero la causa de sus conductas tenga un origen de carácter
biológico por padecer una trisomía XYY. Como es evidente, si bien las conductas que han
determinado el diagnóstico de Trastorno Disocial pueden ser las mismas, el tratamiento que
requerirán tendrán que ser básicamente diferente.
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3.Formulación del problema
Como podemos deducir del apartado anterior, y centrándonos en la literatura científica, ésta
nos confirma la existencia de un gran abanico de factores de riesgo que son predisponentes de
los problemas de conducta.
Estos factores de riesgo, los paradigmas teóricos los clasifican en cuatro grandes apartados
diferenciados pero en muchas ocasiones totalmente interrelacionados, como son: el social, el
pedagógico, el psicológico y el neurobiológico.
Cada uno de estos ámbitos puede ser o no, según las circunstancias de cada sujeto, un
elemento, circunstancia o influencia de los factores específicos, predisponentes y/o
desencadenantes de la etiología de la conducta perturbadora
Estos factores pueden ser muy variados, y en ocasiones bastante difíciles de identificar
incluso por el propio sujeto que presenta las conductas. La interrelación, el grado y la
presencia o ausencia de todos o algunos de dichos factores incidirán de forma única en cada
uno de nuestros alumnos.
En este sentido, nos preguntamos: ¿ para poder tratar con objetividad las conductas
perturbadoras en el ámbito escolar, será necesario conocer los factores que pueden tener un
papel determinante en la etiología de este tipo de comportamiento?
Ante esta incógnita quizás deduzcamos que el ámbito diagnóstico pueda ser la respuesta. Pero
teniendo en cuenta las características de estos alumnos, la siguiente cuestión a plantearse es: ¿
qué hay que diagnosticar? ; ¿cómo? ; ¿todas las pruebas estandarizadas se adaptan a este
perfil de alumnado?
Algo que inicialmente parece sencillo, se nos complica. Por tanto: ¿se crea la necesidad de
encontrar un instrumento diagnóstico adaptado que lo convierta en funcional y preciso?
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PLANTEAMIENTO DEL
PROBLEMA
Problemas de comportamiento en el
contexto escolar
SÍNTOMAS DEL
PROBLEMA
SITUACIÓN
ACTUAL
1 2 3 4
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El poder reducir o eliminar los citados factores de riesgo a través de un diagnóstico preciso
nos ayudará, por tanto, a mejorar o a terminar con estos comportamientos en aquellos
alumnos que ya presentan el problema; pero, ¿podemos prevenirlos?.
En otro orden de cosas, poseer la información detallada del proceso diagnóstico que hemos
planteado nos permitirá poder decidir de forma fundamentada cual debe ser nuestro segundo
nivel de intervención, considerando el propio diagnóstico como el primero.
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II. MARCO TEÓRICO
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1. EL PROBLEMA DE COMPORTAMIENTO EN EL CONTEXTO ESCOLAR
Esta delimitación primaria de los conceptos tiene importancia como punto de partida,
ya que la aparición o no de problemas de comportamiento tiene que ver con la motivación
real, la calidad con que esa motivación es percibida por el autor de la conducta, y el modo en
que -a partir de sus capacidades cognitivas y físicas, su aprendizaje o entrenamiento, e
incluso su repertorio de valores morales- reaccione a lo percibido.
Tras aclarar los aspectos definitorios, es obvio que, para que podamos hablar de
“personalidad problemática”, habrá que trazar los posibles límites entre lo “no problemático”
y lo “problemático”, lo que conlleva el problema de afrontar los parámetros de la
“normalidad” y la “ausencia de normalidad”, situaciones difícilmente definibles y que en
muchos extremos están sujetas a un alto grado de subjetividad.
En este sentido, la personalidad no problemática, normal y en consecuencia
“correcta”, vendría definida en lo cotidiano y a grandes trazos como aquella que se expresa
mediante una conducta comprensible, consistente -es decir, con coherencia en sus
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componentes y manifestaciones y equilibradamente estructurada- y controlada, es decir,
dominada y dominable por el individuo de quien es manifestación externa dinámica.
Volvemos ahora a encontrarnos con los mismos problemas que al principio, porque la
comprensibilidad, la consistencia y la controlabilidad pueden adoptar matices diferenciados
en los que las variables provocadas por el entorno y por el sujeto activo o pasivo resultan
determinantes y los “parámetros rígidos y absolutos” no tienen cabida ni aportan soluciones,
lo que nos lleva, como en tantas otras cuestiones, a la necesidad de una atención
personalizada por parte del sistema educativo y sus agentes.
Debemos distinguir, pues, entre los problemas cotidianos y normales y los problemas
más serios que tienen un carácter más frecuente o incluso permanente; y esto no resulta
sencillo: “no existe una clara distinción entre las características de un niño problema y las de
los otros”, y “no hay síntomas absolutos de desajuste”. El mismo autor añade que
“necesitamos saber cómo establecer una distinción entre los diferentes problemas (normales y
no-tan-normales) que acosan a los niños”. Para ello, añade, no nos queda otro remedio que
tener en cuenta que “parece más provechoso preguntarse cómo un niño desarrolla su
conducta en general que limitar la cuestión a cómo desarrolla una conducta problemática
como tal”.
En este sentido, una aportación interesante es tener en cuenta que un niño calificado
como “problema” no lo es en su totalidad, y se trata, más concretamente, de un niño con
“determinados problemas que le hacen estar en condiciones de inferioridad”, citas todas ellas
extraídas de (Martín, 1992:14-17).
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consiste en concebir la “normalidad” y la “anormalidad” como los extremos de un
continuum, en el que la normalidad se convierte, casi imperceptiblemente, en anormalidad y
viceversa. De este modo es posible discernir a partir de la intensidad o de la frecuencia con
que aparezcan comportamientos problemáticos, lo que nos proporciona un esquema
sistemático muy útil y nos damos cuenta de que no nos encontramos ante fenómenos de
ruptura, sino de colocación en una misma coordenada.
Del mismo modo en que no hay ruptura entre un “volumen alto” y uno “bajo”, y
podemos circular entre uno y otro hasta obtener el adecuado, no hay ruptura entre lo que se
considera “problemático” y “no problemático”, y esto nos puede animar a la posibilidad de
variar la ubicación de una conducta o del comportamiento global del individuo en esa línea
continuada.
Esto en modo alguno contradice lo que hemos apuntado en los apartados anteriores,
cuando hablábamos de lo problemático como contraposición con lo no problemático.
Para justificarnos, volvemos a insistir en la dificultad de establecer cuantificaciones o
especificaciones que determinen y concreten lo normal y lo anormal y, en gran medida, no
tenemos otra opción que basarnos -como partida para posteriores desarrollos- en
percepciones intuitivas que en gran parte dependen de nuestra propia experiencia,
condicionada por nuestra inclusión o pertenencia a un determinado contexto. Es por ello, que
debemos atender los límites extremos de las situaciones y seguir el hilo que los une.
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