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VVAA INFD
PRIMERA PARTE
“En la era moderna se siente un gran aprecio por la ciencia. Aparentemente existe la creencia
generalizada de que hay algo especial en la ciencia y en los métodos que utiliza. Cuando a alguna
afirmación, razonamiento o investigación se le denomina ‘científico’ se pretende dar a entender
que tiene algún tipo de mérito o una clase especial de fiabilidad. Pero, ¿qué hay de especial en la
ciencia, si es que hay algo? ¿Cuál es ese ‘método científico’ que, según se afirma, conduce a
resultados especialmente meritorios o fiables?”.
El ya clásico libro de Alan Chalmers “¿Qué es esa cosa llamada ciencia?” constituye uno de los más
interesantes abordajes del tema y prueba, una vez más, que la respuesta es menos sencilla de lo
que parece a primera vista. La necesidad de realizar algunas distinciones significativas nos llevará a
emprender un rodeo, ya que nuestro punto de vista asume una perspectiva sociohistórica de la
noción de conocimiento.
La ciencia sería impensable sin los procesos que acompañaron el desarrollo de las sociedades
industriales capitalistas. Además, no es la única forma de conocimiento válido, aunque por razones
sociológicas e históricas, es la más reconocida y legitimada en nuestros tiempos. Generalmente,
cuando se desea llamar nuestra atención para comercializar un producto, publicidad mediante, se
argumenta que ha sido fabricado bajo las más exigentes normas científico-tecnológicas. Más aún,
si ese producto se halla vinculado con nuestra salud como por ejemplo, una simple pasta dental.
No obstante, sabemos que existen diferentes tipos de saberes que tienen diversas formas de
validación. Hay un saber práctico, de sentido común, validado por las prácticas, caracterizado por
la habitualidad de las acciones cotidianas. Este saber posibilita un ahorro cognitivo ya que evita
tener que pensar un curso de acción cada vez que tenemos que resolver algún aspecto rutinario
de nuestras vidas. Como podemos inferir, esto también cambia históricamente. Pensemos por
ejemplo, en la acción rutinaria de viajar en colectivo: en principio sabemos que es una actividad
cotidiana que comienza a existir solo a partir del invento de este medio de transporte. Para tomar
un colectivo es necesario saber qué aspecto tiene este transporte (por ejemplo, no se parece a un
taxi); saber cuál nos lleva al punto geográfico al que deseamos ir; qué hacer para subir (esto es,
por dónde pasará, cómo haré para que se detenga, una señal de algún tipo); dónde está la
“parada” y cómo la reconocemos para que el colectivo se detenga y nos deje en nuestro destino
(presionaremos un timbre, avisaremos al chofer, etc.). De esta manera, podemos ir
descomponiendo todo un curso de acciones que no necesitamos pensar demasiado cada vez que
tomamos un colectivo. Ya tenemos un saber sobre esa práctica. Si en cambio nos trasladamos a
otra provincia o país, seguramente, tendremos que aprender algunos detalles diferentes que nos
demandarán un mayor esfuerzo, hasta que nos habituemos al nuevo lugar. Disponemos asimismo
de un saber de carácter reflexivo de mayor o menor sistematicidad, según sea filosófico o
religioso; se trata de formas de conocimiento que también detentan un sistema de normas para su
ejercicio. Finalmente, en nuestra cultura hemos desarrollado un tipo de saber que denominamos
conocimiento científico cuyas reglas y procesos de validación son diferentes de las del sentido
común Muchos y diferentes estudiosos han abordado estas cuestiones, nosotros expondremos
solo algunos de estos aportes que nos parecen, sintetizan bien aquello que queremos trasmitir
aquí, y sobre los que hay consenso prácticamente generalizado.
El hombre, al no tener un “ambiente específico de su especie”3, esto es, una conducta basada en
una organización biológica instintiva, no guarda en relación con el ambiente una relación fija sino
adaptativa, de apertura al mundo. De alguna manera podemos decir que el “hombre se produce a
sí mismo” en la medida en que se externaliza mediante su actividad. Ahora bien, esta
“autoproducción” es siempre social y requiere de un saber de orden práctico sobre los objetos y el
medio social. “El homo sapiens es siempre, y en la misma medida, homo socius”4. Su apertura al
mundo le posibilita actuar en múltiples contextos en forma adaptativa, en interacción con un
ordenamiento social. No obstante, la existencia del orden institucional que confiere un grado
significativo de estabilidad al sujeto humano implica también, un cierto grado de clausura.
Siguiendo la perspectiva de estos autores, apertura y clausura constituyen las dos caras de una
misma moneda: a la vez que el hombre transmite a las nuevas generaciones lo ya instituido tiene
la capacidad de crear nuevas instituciones e introducir cambios en su medio. El orden social no es
dado por la “naturaleza”, sino que es producto de la actividad humana, de su externalización
concebida como necesidad antropológica5.
siguiente situación: cuando un/a docente completa el libro de temas, lo hace teniendo en cuenta
unas normas pre-establecidas, aprehendidas y naturalizadas en su práctica cotidiana.
Con el tiempo, estas instituciones adquieren carácter de externalidad, objetivas, que preexisten a
los sujetos y se les imponen (Durkheim)6. Existe, entonces, un conocimiento práctico que hace a la
existencia misma de la sociedad (instituciones), en la medida en que ella puede existir solo a partir
del conocimiento que los individuos tienen de los significados que le dan vida, de los acuerdos y
tipificaciones producto de las interacciones que presuponen ya un conocimiento. El mismo es la
externalización constante del hombre, que se objetiva en sus producciones e instituciones. Este
conocimiento práctico es lo que todos sabemos sobre el mundo social, que se estructura tanto en
el tiempo como en el espacio. Es decir, es una realidad histórica, que se nos presenta como una
realidad ordenada. El lenguaje es el medio que la objetiva y le confiere significado y sentido. Se
presenta también como una realidad intersubjetiva, a través de compartir con otros el
“conocimiento de sentido común” en las rutinas de la vida cotidiana.
Lenguaje y Socialización
“(...) Si yo hablo de los seres vivos, los seres vivos como seres vivos no tienen deseo del futuro,
pero los seres humanos sí”.
Humberto Maturana 8
Bien sabemos que nuestra humanidad solo existe en tanto disponemos del lenguaje oral y escrito,
médula de la cultura, entendido este término en un sentido antropológico9. Como lo hemos
explicitado anteriormente, el lenguaje es el medio que objetiva y confiere significado y sentido a la
realidad. Cada uno de nosotros va construyendo su realidad en la interacción que lleva a cabo con
otros sujetos en diferentes contextos situados de actividad, compartiendo experiencias, vivencias,
creencias, intereses, motivaciones, conocimientos sobre mundo concreto e imaginado, haciendo
posible la construcción de una red de significados que da lugar al lenguaje. Es el lenguaje el que
permite la comunicación y el conocimiento de los diferentes campos en donde desarrollamos
nuestras actividades, y el que nos posibilita la construcción de nuestros mundos mentales.
Desde la más temprana infancia vamos co-construyendo nuestra realidad en relación con otros
sujetos y objetos en diferentes contextos sociales. Mediante el proceso de socialización
establecemos interacciones con otros sujetos y objetos en diversos espacios sociales: el lugar
donde vivimos, el club del barrio, los amigos, la escuela, etc. Estos espacios sociales se caracterizan
por responder a unas metas y estar orientados por unas reglas de juego, por roles y funciones de
sus miembros. Cada uno de nosotros pasa y ha pasado una gran parte de su vida en la escuela.
Aunque 10 Nos remitimos a Bruner, J., Realidades mentales y mundos posibles, Barcelona, Gedisa,
1991.
podemos sentirnos muy cómodos tal como en el club de barrio, hay normas y reglas que rigen las
interacciones en la escuela que no necesariamente son las mismas que compartimos en el club. La
actividad social se lleva a cabo en el marco de diferentes espacios sociales institucionalizados.
Así es como se va construyendo nuestra realidad, en interacción constante con esta diversidad de
espacios sociales donde coexisten una serie de normas, valores y creencias diferentes. En este
mundo, la realidad puede significar para cada uno un algo diferente y el lenguaje es el medio que
utilizamos para poder comunicarla a otros.
Según J. Bruner10 hay muchas cosas que desconocemos de nuestro propio lenguaje, pero lo que
no podemos negar es que para poder comunicarnos con los demás sujetos, para poder llegar a
algún tipo de “transacción” o “negociación”, es necesario compartir un marco de referencia. Los
miembros de una comunidad comparten las mismas reglas sintácticas que permiten formar y
comprender lo que expresan: existe una gramática social que hace posible la interacción con el
otro. Referirse a alguien respecto de algo, requiere un cierto tipo de “negociación”, una cierta
solidaridad en esa referencia conjunta. En esta interacción y negociación constante, cada uno de
nosotros va construyendo diferentes tipos de conocimientos. Aprendemos a hablar y en este
proceso, compartimos significados con quienes interaccionamos en nuestra vida cotidiana. Hay un
conocimiento “sensible” que surge de la percepción, de la negociación de significados con los
demás, de la situación y del contexto donde se desarrolla la interacción. En este tipo de
conocimiento está presente prioritariamente la dimensión procedimental por sobre la dimensión
conceptual. Es decir, aprendemos a relacionarnos con nuestros profesores sin que ello signifique
que seamos expertos en psicología, sociología, etc. Lo mismo sucede cuando nos relacionamos, en
una reunión, con personas desconocidas. Las normas aprendidas en el entorno cotidiano en el
marco de una determinada cultura nos posibilitan responder adaptativamente al contexto. No
obstante, este conocimiento que se construye en la vida cotidiana al iniciar la escolaridad será
enriquecido progresivamente con la construcción de otro tipo de conocimiento. Aprendemos a
situarnos en un nuevo espacio con normas y reglas, aprendemos a escribir, a leer, a diferenciar
entre el recreo y la hora de clase; la realidad va adquiriendo nuevas características, pasaremos de
la matemática y la lengua a las ciencias sociales, en una misma jornada. La realidad se conforma
como un todo donde comienzan a diferenciarse diferentes tipos de saberes. Los saberes que
vamos co-construyendo en el contexto escolar con pares y docentes están altamente
“institucionalizados”. Por lo general, no asistimos todo el día a la escuela sino durante una parte
de la jornada, la que está organizada La realidad se sistematiza de forma bastante distinta
estableciendo un marco de acciones diferentes a las llevadas a cabo en el contexto familiar.
témporo-espacialmente en recreos, materias, etc.11
Hasta aquí hemos hablado de lo que llamamos conocimiento práctico como constructos
cotidianos, negociados e intersubjetivos, cuyo medio es el lenguaje. Cabe ahora establecer el
carácter específico del conocimiento científico, en relación con su carácter de constructo
intersubjetivo.