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Documento de investigación metodológica.

VVAA INFD

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO I. EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO

“En la era moderna se siente un gran aprecio por la ciencia. Aparentemente existe la creencia
generalizada de que hay algo especial en la ciencia y en los métodos que utiliza. Cuando a alguna
afirmación, razonamiento o investigación se le denomina ‘científico’ se pretende dar a entender
que tiene algún tipo de mérito o una clase especial de fiabilidad. Pero, ¿qué hay de especial en la
ciencia, si es que hay algo? ¿Cuál es ese ‘método científico’ que, según se afirma, conduce a
resultados especialmente meritorios o fiables?”.

Alan Chalmers ¿Qué es cosa llamada ciencia?

I.1. La dimensión histórico-social del conocimiento

El ya clásico libro de Alan Chalmers “¿Qué es esa cosa llamada ciencia?” constituye uno de los más
interesantes abordajes del tema y prueba, una vez más, que la respuesta es menos sencilla de lo
que parece a primera vista. La necesidad de realizar algunas distinciones significativas nos llevará a
emprender un rodeo, ya que nuestro punto de vista asume una perspectiva sociohistórica de la
noción de conocimiento.

La ciencia moderna es un tipo de conocimiento, entre otras formas de conocimiento, generado


por los hombres en el proceso de producir la historia humana. Como tal, forma parte del acopio
cultural de la Modernidad en Occidente, afirmación que nos lleva a una breve historización. Antes
de desarrollar los hitos principales de esta historia, agregaremos algo más al respecto: la ciencia,
en el sentido moderno del término, constituye una forma específica de conocimiento que se
diferencia, por ejemplo, del saber filosófico y del saber de sentido común. Es una forma de saber
que surge en y con la Modernidad. La misma se caracteriza por un proceso de racionalización en el
que los campos de actividad se han institucionalizado y especializado constituyéndose tres
grandes áreas normativamente separadas: el campo del arte, el campo de la moral-religión y el de
la ciencia. La existencia de cada una de estas áreas implica que quienes desarrollan su actividad en
alguna de ellas tienen que conocer y reconocer cuáles son las normas y reglas que la definen. Si
tomamos en cuenta el campo del arte y en éste, la pintura, podemos notar que existen ciertas
concepciones acerca de lo que puede ser considerado producto de un saber pictórico, es decir,
existen cánones estéticos que permiten decidir si una pintura es una obra de arte o no lo es. Estos
parámetros han ido variando a lo largo de la historia. Lo mismo ha sucedido con el campo de la
religión y la moral y con el campo del conocimiento científico.

La ciencia sería impensable sin los procesos que acompañaron el desarrollo de las sociedades
industriales capitalistas. Además, no es la única forma de conocimiento válido, aunque por razones
sociológicas e históricas, es la más reconocida y legitimada en nuestros tiempos. Generalmente,
cuando se desea llamar nuestra atención para comercializar un producto, publicidad mediante, se
argumenta que ha sido fabricado bajo las más exigentes normas científico-tecnológicas. Más aún,
si ese producto se halla vinculado con nuestra salud como por ejemplo, una simple pasta dental.
No obstante, sabemos que existen diferentes tipos de saberes que tienen diversas formas de
validación. Hay un saber práctico, de sentido común, validado por las prácticas, caracterizado por
la habitualidad de las acciones cotidianas. Este saber posibilita un ahorro cognitivo ya que evita
tener que pensar un curso de acción cada vez que tenemos que resolver algún aspecto rutinario

de nuestras vidas. Como podemos inferir, esto también cambia históricamente. Pensemos por
ejemplo, en la acción rutinaria de viajar en colectivo: en principio sabemos que es una actividad
cotidiana que comienza a existir solo a partir del invento de este medio de transporte. Para tomar
un colectivo es necesario saber qué aspecto tiene este transporte (por ejemplo, no se parece a un
taxi); saber cuál nos lleva al punto geográfico al que deseamos ir; qué hacer para subir (esto es,
por dónde pasará, cómo haré para que se detenga, una señal de algún tipo); dónde está la
“parada” y cómo la reconocemos para que el colectivo se detenga y nos deje en nuestro destino
(presionaremos un timbre, avisaremos al chofer, etc.). De esta manera, podemos ir
descomponiendo todo un curso de acciones que no necesitamos pensar demasiado cada vez que
tomamos un colectivo. Ya tenemos un saber sobre esa práctica. Si en cambio nos trasladamos a
otra provincia o país, seguramente, tendremos que aprender algunos detalles diferentes que nos
demandarán un mayor esfuerzo, hasta que nos habituemos al nuevo lugar. Disponemos asimismo
de un saber de carácter reflexivo de mayor o menor sistematicidad, según sea filosófico o
religioso; se trata de formas de conocimiento que también detentan un sistema de normas para su
ejercicio. Finalmente, en nuestra cultura hemos desarrollado un tipo de saber que denominamos
conocimiento científico cuyas reglas y procesos de validación son diferentes de las del sentido
común Muchos y diferentes estudiosos han abordado estas cuestiones, nosotros expondremos
solo algunos de estos aportes que nos parecen, sintetizan bien aquello que queremos trasmitir
aquí, y sobre los que hay consenso prácticamente generalizado.

El conocimiento de sentido común

El hombre, al no tener un “ambiente específico de su especie”3, esto es, una conducta basada en
una organización biológica instintiva, no guarda en relación con el ambiente una relación fija sino
adaptativa, de apertura al mundo. De alguna manera podemos decir que el “hombre se produce a
sí mismo” en la medida en que se externaliza mediante su actividad. Ahora bien, esta
“autoproducción” es siempre social y requiere de un saber de orden práctico sobre los objetos y el
medio social. “El homo sapiens es siempre, y en la misma medida, homo socius”4. Su apertura al
mundo le posibilita actuar en múltiples contextos en forma adaptativa, en interacción con un
ordenamiento social. No obstante, la existencia del orden institucional que confiere un grado
significativo de estabilidad al sujeto humano implica también, un cierto grado de clausura.
Siguiendo la perspectiva de estos autores, apertura y clausura constituyen las dos caras de una
misma moneda: a la vez que el hombre transmite a las nuevas generaciones lo ya instituido tiene
la capacidad de crear nuevas instituciones e introducir cambios en su medio. El orden social no es
dado por la “naturaleza”, sino que es producto de la actividad humana, de su externalización
concebida como necesidad antropológica5.

Según vimos, el hombre desarrolla un cúmulo de conocimientos significativos, prácticos, que le


permite desarrollar las actividades cotidianas con economía cognitiva al restringirse las múltiples
opciones que podrían presentarse en relación con cursos de acción posibles. Berger y Luckmann
llaman “habituación” a la resultante cognitiva del proceso histórico-social mediante el que se
instituye una “pauta” naturalizada que se repite en relación con un objetivo. Consideremos la

siguiente situación: cuando un/a docente completa el libro de temas, lo hace teniendo en cuenta
unas normas pre-establecidas, aprehendidas y naturalizadas en su práctica cotidiana.

El hombre construye históricamente un conjunto de instituciones, a partir de la tipificación


recíproca de acciones habitualizadas para diferentes tipos de actores. Por ejemplo, tal tipo de
actividad habitualizada (es decir ya constituida en curso de acción rutinizado y utilizado con
eficacia) se instituye a partir del momento en que los sujetos que interactúan en una situación
común internalizan que ese tipo de actividad deberá ser realizada de ese modo, por un tipo de
sujeto también definido como adecuado para tal actividad. Si deseamos consultar sobre las
dificultades que presenta un/a alumno/a en su aprendizaje quizás recurramos a sus profesores, a
un/a psicopedagogo/a pero no al arquitecto que se ocupa de la remodelación de la escuela. El
profesor, el psicopedagogo tienen ciertos saberes, ocupan un lugar respecto de la situación
planteada, que es distinto al del arquitecto.

Con el tiempo, estas instituciones adquieren carácter de externalidad, objetivas, que preexisten a
los sujetos y se les imponen (Durkheim)6. Existe, entonces, un conocimiento práctico que hace a la
existencia misma de la sociedad (instituciones), en la medida en que ella puede existir solo a partir
del conocimiento que los individuos tienen de los significados que le dan vida, de los acuerdos y
tipificaciones producto de las interacciones que presuponen ya un conocimiento. El mismo es la
externalización constante del hombre, que se objetiva en sus producciones e instituciones. Este
conocimiento práctico es lo que todos sabemos sobre el mundo social, que se estructura tanto en
el tiempo como en el espacio. Es decir, es una realidad histórica, que se nos presenta como una
realidad ordenada. El lenguaje es el medio que la objetiva y le confiere significado y sentido. Se
presenta también como una realidad intersubjetiva, a través de compartir con otros el
“conocimiento de sentido común” en las rutinas de la vida cotidiana.

La realidad de la vida cotidiana se da por establecida como realidad. No requiere verificaciones


adicionales sobre su sola presencia y más allá de ella. (...) Aún cuando pueda abrigar dudas acerca
de su realidad, estoy obligado a suspender esas dudas puesto que existo rutinariamente en la vida
cotidiana. (...) El mundo de la vida cotidiana se impone por sí solo y cuando quiero desafiar esa
imposición debo hacer un esfuerzo deliberado y nada fácil. La transición de la actitud natural a la
actitud teórica del filósofo o del hombre de ciencia, ejemplifica este punto Hay pues, una
dimensión de la realidad que se impone como conocimiento de sentido común que todo científico
debe, en tanto que sujeto humano, deconstruir y reconstruir teóricamente a través de modelos
abstractos. Debemos agregar que el hombre necesita legitimar sus instituciones mediante
sistemas de creencias, concepciones del mundo, que le confieren estabilidad. No es posible en
este momento explicitar los mecanismos ideológicos de estos sistemas; sin embargo haremos
siempre referencia a ello y a lo largo de este trabajo podremos desarrollar sintéticamente algunos
de estos aspectos.

Lenguaje y Socialización

“(...) Si yo hablo de los seres vivos, los seres vivos como seres vivos no tienen deseo del futuro,
pero los seres humanos sí”.
Humberto Maturana 8

Bien sabemos que nuestra humanidad solo existe en tanto disponemos del lenguaje oral y escrito,
médula de la cultura, entendido este término en un sentido antropológico9. Como lo hemos
explicitado anteriormente, el lenguaje es el medio que objetiva y confiere significado y sentido a la
realidad. Cada uno de nosotros va construyendo su realidad en la interacción que lleva a cabo con
otros sujetos en diferentes contextos situados de actividad, compartiendo experiencias, vivencias,
creencias, intereses, motivaciones, conocimientos sobre mundo concreto e imaginado, haciendo
posible la construcción de una red de significados que da lugar al lenguaje. Es el lenguaje el que
permite la comunicación y el conocimiento de los diferentes campos en donde desarrollamos
nuestras actividades, y el que nos posibilita la construcción de nuestros mundos mentales.

Desde la más temprana infancia vamos co-construyendo nuestra realidad en relación con otros
sujetos y objetos en diferentes contextos sociales. Mediante el proceso de socialización
establecemos interacciones con otros sujetos y objetos en diversos espacios sociales: el lugar
donde vivimos, el club del barrio, los amigos, la escuela, etc. Estos espacios sociales se caracterizan
por responder a unas metas y estar orientados por unas reglas de juego, por roles y funciones de
sus miembros. Cada uno de nosotros pasa y ha pasado una gran parte de su vida en la escuela.
Aunque 10 Nos remitimos a Bruner, J., Realidades mentales y mundos posibles, Barcelona, Gedisa,
1991.

podemos sentirnos muy cómodos tal como en el club de barrio, hay normas y reglas que rigen las
interacciones en la escuela que no necesariamente son las mismas que compartimos en el club. La
actividad social se lleva a cabo en el marco de diferentes espacios sociales institucionalizados.

Así es como se va construyendo nuestra realidad, en interacción constante con esta diversidad de
espacios sociales donde coexisten una serie de normas, valores y creencias diferentes. En este
mundo, la realidad puede significar para cada uno un algo diferente y el lenguaje es el medio que
utilizamos para poder comunicarla a otros.

Según J. Bruner10 hay muchas cosas que desconocemos de nuestro propio lenguaje, pero lo que
no podemos negar es que para poder comunicarnos con los demás sujetos, para poder llegar a
algún tipo de “transacción” o “negociación”, es necesario compartir un marco de referencia. Los
miembros de una comunidad comparten las mismas reglas sintácticas que permiten formar y
comprender lo que expresan: existe una gramática social que hace posible la interacción con el
otro. Referirse a alguien respecto de algo, requiere un cierto tipo de “negociación”, una cierta
solidaridad en esa referencia conjunta. En esta interacción y negociación constante, cada uno de
nosotros va construyendo diferentes tipos de conocimientos. Aprendemos a hablar y en este
proceso, compartimos significados con quienes interaccionamos en nuestra vida cotidiana. Hay un
conocimiento “sensible” que surge de la percepción, de la negociación de significados con los
demás, de la situación y del contexto donde se desarrolla la interacción. En este tipo de
conocimiento está presente prioritariamente la dimensión procedimental por sobre la dimensión
conceptual. Es decir, aprendemos a relacionarnos con nuestros profesores sin que ello signifique
que seamos expertos en psicología, sociología, etc. Lo mismo sucede cuando nos relacionamos, en
una reunión, con personas desconocidas. Las normas aprendidas en el entorno cotidiano en el
marco de una determinada cultura nos posibilitan responder adaptativamente al contexto. No
obstante, este conocimiento que se construye en la vida cotidiana al iniciar la escolaridad será
enriquecido progresivamente con la construcción de otro tipo de conocimiento. Aprendemos a
situarnos en un nuevo espacio con normas y reglas, aprendemos a escribir, a leer, a diferenciar
entre el recreo y la hora de clase; la realidad va adquiriendo nuevas características, pasaremos de
la matemática y la lengua a las ciencias sociales, en una misma jornada. La realidad se conforma
como un todo donde comienzan a diferenciarse diferentes tipos de saberes. Los saberes que
vamos co-construyendo en el contexto escolar con pares y docentes están altamente
“institucionalizados”. Por lo general, no asistimos todo el día a la escuela sino durante una parte
de la jornada, la que está organizada La realidad se sistematiza de forma bastante distinta
estableciendo un marco de acciones diferentes a las llevadas a cabo en el contexto familiar.
témporo-espacialmente en recreos, materias, etc.11

En el contexto escolar, los saberes se legitiman mediante instrumentos y procesos administrativos,


pedagógicos y didácticos. La lógica de legitimación de los saberes escolares no es la misma que la
lógica de legitimación del conocimiento científico. Para poder ser profesores, debimos pasar por
diferentes instancias de aprendizaje. Estas instancias han respondido a requerimientos
administrativos, organizacionales, curriculares, etc. Nuestros estudios de profesorado han
respondido a un plan de estudios elaborado por el Instituto Superior de Formación Docente,
supervisado por el Ministerio de Educación de la jurisdicción, legitimados por la práctica y
reconocimiento profesional.

Hasta aquí hemos hablado de lo que llamamos conocimiento práctico como constructos
cotidianos, negociados e intersubjetivos, cuyo medio es el lenguaje. Cabe ahora establecer el
carácter específico del conocimiento científico, en relación con su carácter de constructo
intersubjetivo.

El conocimiento científico comparte el carácter de constructo, si bien no es una práctica


cotidiana salvo en el momento en que el sujeto actúa como investigador científico. También es
intersubjetivo y su medio es el lenguaje. Además, como ya hemos advertido, no es un
conocimiento neutro desde el punto de vista ideológico, sino que tiene una historia.

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