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HORA SANTA
“PERDONAR”
GUÍA: ¡El perdón no es fácil! Pedir perdón no es fácil porque somos orgullosos, y perdonar
tampoco es fácil, porque estamos heridos. Así puede pasar que no nos pidamos perdón y esa falta
de pedir y dar perdón se acumule en resentimiento. El resentimiento es tomar veneno y esperar
que el otro se muera. Y si no es fácil lidiar con el perdón cuando estamos bien, con resentimiento
es muchísimo más difícil. Pero tenemos que perdonar. No hay opción. Jesús nos dice que seamos
«misericordiosos como nuestro Padre Celestial es misericordioso. Y también lo decimos
constantemente en el Padre Nuestro: «Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden». Si nosotros no perdonamos, ¡Dios no nos puede perdonar!
GUÍA: Nos ponemos de rodillas para realizar en silencio de manera personal e interior nuestro
acto de adoración inicial.
CANTO
TODOS:
El ángel del Señor hace sus rondas junto a los que le temen y los guarda.
Gusten y vean cuán bueno es el Señor ¡dichoso aquel que busca en él asilo!
Teme al Señor, pueblo de los santos, pues nada les falta a los que le temen.
Los ricos se han quedado pobres y con hambre, pero a los que buscan al Señor nada les falta.
Vengan, hijos, y pónganme atención, quiero enseñarles el temor del Señor.
¿Cuál es el hombre que anhela vivir y desea gozar días felices?
Mi Dios, yo creo, adoro, espero y os amo, os pido perdón por los que no creen, no adoran, no
esperan y no os aman; Jesús…….
Tú compartiste nuestra vida humana, alegrías y penas, y, sin acusarnos, por amor, cargaste con la
responsabilidad de nuestras culpas para redimirnos. Ayúdanos a seguir tu ejemplo desde nuestra
situación de pecadores redimidos. Ante Ti, Señor, nos sentimos sinceramente responsables de un
mundo al que pertenecemos, que estamos contribuyendo a forjar, y con el que estamos
comprometidos especialmente por tu amor. Avergonzado de mis obras, fruto del olvido o rechazo
culpable de tus enseñanzas, te pido perdón y ayuda. Perdón, Señor, perdón.
GUÍA: Momento de silencio para recordar nuestras acciones de esta semana que nos han
separado de Dios, de nuestra familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, de mi
comunidad………y pedimos perdón en silencio.
CANTO
PARTICIPANTE: También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre:
Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y
allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a
faltarle.
Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para
que apacentase cerdos.
Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo
aquí perezco de hambre!
Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a
misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu
hijo.
Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano,
y calzado en sus pies.
Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era,
y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las
danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido
bueno y sano.
Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido
jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él
el becerro gordo.
Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado. Palabra del Señor.
GUÍA: Dios es Padre y nos ama tanto que nos busca y nos perdona cualquier cosa siempre y
cuando estemos dispuestos a volver a Él. Su amor y su misericordia no conocen límites. El único
límite se lo podemos poner nosotros, si es que nos negamos a recibirlo.
El relato toca de manera tan aguda diversos aspectos de nuestra vida y llega tan hondo al corazón
que por momentos podemos identificarnos con el hijo menor, en otros con el hermano mayor o
incluso en algunos con el mismo padre que espera paciente la vuelta del hijo perdido, estalla en
alegría con el reencuentro y sufre la incomprensión de su primogénito.
El mensaje de reconciliación que transmite esta historia es un bálsamo divino a cualquier herida
que podamos tener; es una llamada a la conversión, a entrar en nosotros mismos, a abandonar el
pecado y a volver con confianza a los brazos de un Padre que nos ama entrañablemente; es
también una invitación a perdonar y vivir la reconciliación entre nosotros; es, en fin, una fuente de
alegría inacabable porque Jesús nos está revelando el rostro de Dios en el que encontramos una
mirada de amor y misericordia que nos llena de paz.
¿Estoy dispuesto a perdonar todo, como Dios perdona todo? Reflexionemos en silencio.
CANTO
PARTICIPANTE: ¿Se puede perdonar a alguien que nos hiere, sobre todo a aquellas personas
que son más cercanas? ¡Por supuesto que sí! Tenemos que tener en cuenta que, como dice
Nuestro Señor «no sabían lo que hacían». Tal vez creemos que esa persona nos hiere porque es
mala, o porque nos odia. Pero, generalmente, la explicación es mucho más sencilla: no saben. Si
no perdonamos, le atamos las manos a Dios para que nos pueda perdonar.
PARTICIPANTE: ¿Por qué cuando estamos enojados acusamos constantemente a quien nos
hirió? ¿Por qué buscamos pelea? ¿Estamos tan libres de pecado que creemos que podemos
acusar a quien nos hirió? ¿Creemos que vamos a conseguir la benevolencia del otro repitiéndole
mil veces las cosas que nos hizo? Más bien es una táctica espantosa si queremos la paz.
¿Quién es el acusador? En la Biblia se llama “acusador” al demonio, si acusamos no nos
parecemos a Jesús, ¡nos parecemos al diablo! ¿A quién nos queremos parecer? ¿Al Príncipe de
la Paz o al príncipe de este mundo?
CANTO
PARTICIPANTE: ¿Cómo perdonamos? El perdón no significa que tenga que olvidar la ofensa
recibida. El perdón no tiene que ver con tu memoria. El perdón tampoco tiene nada que ver con
los sentimientos. ¡Jesús pidió perdón por sus torturadores desde la Cruz! Tal vez, si la ofensa fue
muy grave, nos vamos a acordar de la ofensa que nos hicieron hasta el último momento de
nuestras vidas. Perdonar significa «seguir dando». Perdonar significa «donarse otra vez». Cristo le
da su perdón a alguien que manifiestamente no lo merece. Tan buen ladrón fue que a último
momento «se robó el Cielo». Cuando perdonamos, no podemos seguir con «cara de víctimas»,
mucho menos con «actitud de víctimas». Si el perdón es real y completo, no volveremos a hablar
del tema nunca más, ni con el ofensor, ni con nadie, exceptuando con nuestro confesor. Eso
significa perdonar: dejar atrás una ofensa y hacerlo de una vez y para siempre.
CANTO
TODOS: Señor nuestro, Jesucristo, que has querido permanecer en el Sacramento hasta la
consumación de los siglos para dar a tu Padre una gloria infinita y a mi pobre pecador el aliento de
la inmortalidad; y que te has expuesto a todos los ultrajes de los impíos antes de abandonar a tu
Iglesia; concédeme la gracia de llorar con verdadero dolor los ultrajes y descuidos que contra ti yo
he cometido.
GUÍA: Cada participante se pondrá de pie y dirá en voz alta al compañero de su lado la frase que
tiene en sus manos.
TODOS:
Señor Jesucristo, columna de unidad y rey de la fraternidad.
Envíanos cada mañana una ráfaga de tu espíritu.
Derriba los muros de separación levantados por el egoísmo, el orgullo y la vanidad.
Aleja de nuestra casa las envidias que siembran discordias.
Líbranos de las inhibiciones. Sosiega los impulsos y cólmanos de serenidad.
Haz surgir en nuestras intimidades corrientes sensibles y cálidas para que nos perdonemos
y nos comprendamos, nos estimulemos y nos celebremos como hijos de una misma madre.
Retira de nuestro camino las rivalidades y aversiones rompe los bloqueos para que seamos unos
con otros abiertos y leales, sinceros y veraces.
Crezca la confianza como árbol frondoso a cuya sombra todos nos sintamos felices.
Y así seremos ante el mundo el argumento sensible y profético de que tú, oh Jesús, estás vivo
entre nosotros. Amén.
CANTO
GUÍA: Finalizamos cantando la oración de Jesús nos enseñó. Tomados de nuestras manos .
TODOS: En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado, el corazón amoroso de Jesús
Sacramentado.