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CAPILLA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

HORA SANTA 5

“SANTISÍMA TRINIDAD”
GUÍA: La Iglesia dedica el siguiente domingo después de Pentecostés a la celebración del día de
la Santísima Trinidad. Un misterio es todo aquello que no podemos entender con la razón. Es algo
que sólo podemos comprender cuando Dios nos lo revela. El misterio de la Santísima Trinidad -Un
sólo Dios en tres Personas distintas-, es el misterio central de la fe y de la vida cristiana, pues es
el misterio de Dios en Sí mismo.

Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los apóstoles. Después de
la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando
experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés,
comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los católicos creemos que la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en
tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas
es enteramente Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad,
la misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un sólo Dios. Además, sabemos
que cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras
dos, pues hay una comunión perfecta entre ellas.

Con todo, las personas de la Santísima Trinidad son distintas entre sí, dada la diversidad de su
misión: Dios Hijo-por quien son todas las cosas- es enviado por Dios Padre, es nuestro Salvador.
Dios Espíritu Santo-en quien son todas las cosas- es el enviado por el Padre y por el Hijo, es
nuestro Santificador. Un solo Dios en tres Personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Nos ponemos de rodillas para realizar en silencio de manera personal e interior nuestro acto de
adoración inicial.

CANTO Y EXPOSICIÓN

GUÍA: En los cielos y en la tierra sea por siempre alabado.


TODOS: El corazón amoroso de Jesús Sacramentado.

GUÍA: Creemos en ti Señor…pero aumenta nuestra fe. Padre Nuestro, Ave María y gloria al
Padre. Alabemos y demos gracias en cada instante y momento.
TODOS: Al Santísimo y dignísimo Sacramento.
GUÍA: En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado.
TODOS: El corazón amoroso de Jesús sacramentado.

GUÍA: Esperamos en ti Señor…pero aumenta nuestra esperanza. Padre Nuestro, Ave María y
gloria Padre.
Alabemos y demos gracias en cada instante y momento.
TODOS: Al Santísimo y dignísimo Sacramento.
GUÍA: En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado.
TODOS: El corazón amoroso de Jesús sacramentado.
GUÍA: Te amamos Señor…pero aumenta nuestra caridad. Padre Nuestro, Ave María y gloria
Padre. Alabemos y demos gracias en cada instante y momento.
TODOS: Al Santísimo y dignísimo Sacramento.
GUÍA: En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado.
TODOS: El corazón amoroso de Jesús sacramentado.

TODOS: Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te
amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Mas no pudiendo hacerlo ahora
sacramentalmente, ven a lo menos Espiritualmente a mi corazón. (Pausa en silencio para
adoración) Y Como si ya te hubiese recibido, me abrazo y me uno enteramente a TI. No permitas,
Señor, que me separe de Ti Amén.
GUÍA: Acto de preparación:
TODOS: Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser
tu quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido.
Quiero y propongo firmemente enmendarme y confesarme a su tiempo. Ofrezco cuanto bueno
hiciere en satisfacción de mis pecados. Confió en tu bondad y misericordia, que me perdonaras y
me darás gracia para nunca más pecar. Amen

CANTO
TODOS: ¡Oh Dios mío, trinidad adorable, ayúdame a olvidarme por entero para establecerme en
ti!
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti
mismo, que identifiques mi alma con todos los movimientos de tu alma; que me sustituyas, para
que mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como adorador, como
reparador y como salvador...
¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí, para que se haga en mi alma una como
encarnación del Verbo; que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que él renueve todo
su misterio.
Y tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has
puesto todas tus complacencias.
¡Oh mis tres personas mi único Dios, mi todo, mi dicha, soledad infinita, inmensidad en que me
pierdo! Me entrego a vos como una presa; sepultaos en mi para que yo me sepulte en vos, en
espera de ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

GUÍA: Nos ponemos de pie.

PARTICIPANTE: Del Evangelio según San Mateo. 28,16-20.


Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verlo le
adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: “Se me ha dado
todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar
todo lo que yo les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo”. Palabra del Señor.
TODOS: Gloria a ti Señor Jesús.

GUÍA: Reflexión
Es una de las verdades fundamentales de nuestra fe que Dios nos ha hecho templos suyos. Que
Dios vive en nosotros. Que nos ha constituido en morada suya. Los textos de la Palabra de Dios,
en el Evangelio o en los apóstoles, son abundantes. Nos dice Jesús: “Mi Padre amará al que me
ame a mí, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada” (Juan 14,23). Comentará San Juan:
“Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios y Dios en él” (1Juan 4,16). El apóstol
San Pablo no ahorra expresiones fuertes. “¿No saben que son templos de Dios, y que el Espíritu
de Dios habita en ustedes?”. Y nos dice, sobre todo para animarnos a perseverar castos: “¿No
saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, y que, por lo tanto, no se pertenecen?”, porque
“ustedes son templo de Dios vivo” (1Corintios 3,16; 6,19; 2Cor.6,19).
Esta presencia de Dios en nosotros es totalmente diversa e infinitamente superior a la presencia
de Dios en todas las cosas, ya que todas están llenas de su presencia “y desnudas ante sus ojos”
(Hebreos 4,13), lo mismo la flor que nos embriaga con su perfume como la estrella lejanísima que
titila en el azul oscuro de la noche. Nuestro ser es un templo mejor que el de piedra tallada o de
cemento armado. Dentro de nosotros está el Padre engendrando a su Hijo.
En el Hijo estamos nosotros naciendo del Padre. Y con el Espíritu Santo amamos ardientemente y
sin cesar al Padre y al Hijo, en todo metido dentro de la vida íntima de Dios. En el cielo no
tendremos más de lo que tenemos aquí; sólo que cambiará el modo en que lo viviremos: lo que
ahora poseemos en fe, entonces lo poseeremos y disfrutaremos en gloria “¡Veremos a Dios tal
como es Él!” (1Juan 3,2). La Eucaristía, al darnos a Jesús, “en quien habita toda la plenitud de la
Divinidad” (Colosenses 2,9), nos une de modo especialísimo con la Trinidad Santísima, porque
toda la Vida de Dios, trasvasada al Cuerpo de Cristo, se adentra en nosotros y nos invade por
completo. Y ante el Sagrario, y con Jesús en nuestras manos, podemos decir igual que en la Misa:
“¡Por Cristo, a ti, ¡Dios Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria!” …
TODOS: Mi Señor Jesucristo, que, al hacerme uno contigo, me metes en la vida íntima del mismo
Dios, y me haces gozar, ya en la tierra lo que en el cielo será mi felicidad eterna. Tú estabas
siempre en el Padre, amándonos sin cesar en el Espíritu Santo. Y, asimismo, me haces a mí amar
a ese Dios, Uno y Trino, Que vive en mi corazón y se hace especialmente mío cuando te recibo a
ti en la Sagrada Comunión. ¡Gracias, ¡Señor, por la infinita benignidad de un Dios que me da la
misma vida y la misma gloria suya!
GUÍA: Aclamaciones.
LECTOR: Dios Uno y Trino, misterio de amor.
TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Trinidad Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Padre Eterno, Padre nuestro celestial.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Señor Espíritu Santo, huésped de nuestro corazón.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
LECTOR: Plenitud de la Divinidad, que moras en Jesús.
TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Jesús, que nos has revelado al Padre y al Espíritu Santo.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Jesús, que nos haces hijos de Dios en ti.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Jesús, que nos das el Espíritu Santo.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Espíritu Santo, que nos haces templos tuyos.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Trinidad Santísima, gozo verdadero del corazón.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

LECTOR: Trinidad Santísima, Tú serás nuestra gloria eterna.


TODOS: ¡Quédate conmigo, Señor Dios!

GUÍA: Señor Jesús….


TODOS: Tú nos revelaste al Padre y, resucitado, nos diste el Espíritu Santo para que permanezca
siempre con nosotros. Guárdanos en la gracia divina, tesoro de tesoros con que nos enriqueces
en este mundo y nos das como causa y medida de la gloria celestial.

GUÍA: Madre María,….


TODOS: la llena de gracia, la Hija predilecta del Padre, la Madre verdadera del Hijo y la Esposa
más querida del Espíritu Santo. Te llamamos la Madre de la Divina Gracia, porque nos diste a
Cristo, fuente de la Gracia de Dios. ¡Guárdanos siempre el tesoro divino que llevamos dentro!

CANTO

TODOS:
Padre Bueno, Creador Todopoderoso, te adoro.
Hijo del Padre, Redentor nuestro, te adoro.
Espíritu Santo, Tú que procedes del Padre y del Hijo, te adoro.
Santísima Trinidad digna de toda gloria y agradecimiento, te adoro.

GUÍA: Oh, Santísima Trinidad, te adoro y te alabo.


Sé que no soy digno de alabarte y glorificarte, porque soy un pecador y no puedo acercarme
ahora a tú Santísima Majestad. Yo soy de boca y corazón impuro.
Frecuentemente, en mis pensamientos, palabras y obras no soy justo ni tengo amor; a menudo
mancho tu Santidad y tu Gloria.
Vivo en un pueblo de bocas sucias. Las maldiciones, mentiras, violencia, malas palabras,
destrucción de vidas, desarreglos, prendieron en muchos de mi pueblo.
No somos dignos de exclamar Santo, Santo, Santo, Señor limpia mi boca y mi corazón y la boca y
el corazón de mi pueblo. Que desde ahora puedan levantar a tu majestad el canto solemne de
alabanza y gloria.
Limpia mi corazón y mi alma, limpia a mi pueblo para que te aclame constantemente:
TODOS CANTANDO:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios, Señor Dios, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y
la tierra de vuestra gloria.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

GUÍA: Te adoro, misterio de la Santísima Trinidad, con todo mi corazón y mi alma, entendimiento
y voluntad. Deseo ahora abismar el misterio de la vida en el misterio del amor, de la misericordia y
el perdón. Jesús, ahora aparta de mí todo aquello que me impide para que pueda abismarme en el
misterio de tu vida con el Padre en el Espíritu Santo. Yo no deseo comprender el misterio, pero si
deseo vivir en él y por él. Santísima Trinidad, haz que mi corazón cante con toda la Iglesia.
TODOS CANTANDO:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios, Señor Dios, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y
la tierra de vuestra gloria.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

GUÍA: Jesús, te adoro con el Padre, en el Espíritu Santo y deseo permanecer reverenciándote día
y noche. Deseo comprender con el corazón que Tú, Oh Santísima Trinidad, estás presente en
toda criatura y en cada hombre. Haz que mi corazón salte de alegría, haz que mi alma cante con
entusiasmo, haz que mi cuerpo se acalore con santidad entusiasta, haz que toda mi vida sea
testigo de tu presencia. Haz que mi corazón, desde ahora, sea libre para que Tú ocupes el primer
lugar. Haz que se aparten de mí los falsos dioses y todo aquello que se apoderó de mi corazón.
Bendito seas, Jesús, en el Padre, por el Espíritu Santo, porque elegiste mi cuerpo para Tú
morada. Dadme la gracia de tener conciencia que ésta es la verdad, y que por ello y de ella vivo.
TODOS CANTANDO:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios, Señor Dios, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y
la tierra de vuestra gloria.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

GUÍA: Una antigua leyenda cuenta de un rey, en un país muy lejano, que quería comprender el
misterio de Dios. Así que un día llamó a todos los sabios de su reino y les dijo:
– “Voy a premiar a aquel de ustedes que pueda darme una explicación razonable sobre el misterio
de Dios.”
Todos trataron… habían sacerdotes, consejeros y nobles de la corte… hablaron por horas, pero
ninguno pudo darle una explicación que satisficiera al rey.
Dentro de su reino vivía un humilde pastor, el más humilde de sus súbditos… y a sus oídos llegó
la preocupación del rey. Así que esa misma tarde se dirigió al palacio y pidió una audiencia con su
majestad.
Cuando le anunciaron al rey que aquel pastor humilde quería verle para explicarle el misterio de
Dios, la corte estalló en una gran carcajada. Pero los consejeros más íntimos del rey le recordaron
que ya todos lo habían intentado y ninguno había podido darle una explicación satisfactoria, así
que no tenía nada que perder.
Se anunció al pastor y éste entró en la corte real… no había duda que contrastaba notablemente
dentro de la corte. Todos vestían de lino fino con adornos en oro y plata, especialmente el rey, con
su cetro y su corona. El pastor, en cambio, traía su ropa de trabajo, sucia y maloliente.
El pastor se acercó, hizo una reverencia ante el rey y le dijo:
– “Vengo a mostrarle a su majestad el misterio de Dios, pero antes, es necesario que el rey haga
algo… que intercambie sus vestiduras por las mías.”
Todos se miraron sorprendidos, pero una vez más le dijeron al rey que si ya había llegado hasta
allí, hiciera como pedía el pastor, después de todo, no tenía nada que perder. Así que el rey
accedió, se puso las vestiduras humildes del pastor, y este se vistió con la ropa del rey.
El pastor prosiguió diciendo:
– “El misterio de Dios es como lo que su majestad acaba de hacer… Dios se humilló,
despojándose de su naturaleza divina para asumir la nuestra y, así, ofrecerse Él mismo por
nuestros pecados.”
Hermanos… esta pequeña historia nos muestra lo que Dios hizo por nosotros… cómo Él, siendo
Dios, se humilló tomando nuestra naturaleza humana y se hizo hombre… nació, no en cuna de
oro, sino en un humilde pesebre rodeado de animales… vivió como uno más entre nosotros… y
cuando llegó Su Hora… se ofreció mansamente como Cordero Pascual… para liberarnos de
nuestros pecados… y que nosotros, un día, también pudiéramos llegar a ponernos la vestidura de
la vida eterna…

CANTO

TODOS: Jesús, te glorifico con el Padre y el Espíritu Santo en nombre de mi nación, con todos los
bautizados que conscientemente viven y aceptan tu Presencia y que glorifican tu Amor, con todos
los bautizados que por el bautismo son templos tuyos, pero con el pecado se han manchado y te
echaron. Haz que también ellos vuelvan. Especialmente te presento aquellos que maldicen,
injuriando a tus más grandes seguidores, pero de esto ellos no son conscientes. También aquellos
que conscientemente insultan la santidad y la alteza de tu nombre, de tu amor, bondad y verdad,
sin saber realmente lo que hacen. Libera a mi pueblo del espíritu maligno de la injuria y blasfemia
para que cada corazón sólo a Ti te dé gracias y gloria para que te bendiga y exalte.

Padre, te ruego en nombre de tu Hijo Jesucristo, a quien nos enviaste, que fue concebido por el
Espíritu Santo para que nos salves y liberes, sanes nuestra alma y corazón, para que nos limpies
la conciencia y el subconsciente y para que finalmente seamos capaces de ser tu pueblo santo,
sacerdocio real y santa nación.
Padre te lo pedimos en nombre de tu Hijo, en el Espíritu Santo, que nos dijo: todo lo que me pidan
en mi nombre el Padre os lo dará. Haz que la bendición baje sobre todos los presentes, sobre
nuestras familias, sobre la Iglesia y el mundo que ha sido creado, salvado y santificado por Ti, con
la fuerza del Espíritu Santo, quien vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.

TODOS: Bendito sea Dios.


Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su Gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

GUÍA: Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de Tú pasión; Te
pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de Tu redención. Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amen.

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