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Sí es verdad, en fin, que somos propietarios de un depósito lleno de genes, deberíamos conocerlo,
como el cajón de los calcetines, para ponernos cada día el que nos diera la gana. Acabo de enterarme
de que tenemos un gen de la ataxia, o de la ataraxia, prácticamente sin usar. Algunos insectos deposi
tan sus huevos en el cuerpo de un mamífero, que constituye la despensa de la larva cuando sale. Se ve
que a nosotros nos han colocado en este cuerpo para que lo devoremos poco a poco. Si no fumas y lo
consumes con prudencia viene a durarte más o menos una vida, Y no te proporciona sólo proteínas o
grasas como la mayoría de los organismos, sino que gracias a la especial configuración de su cerebro
te provee también de pasiones, ideología y todo aquello, en fin, que nos hace tan desdichados o feli
ces mientras el hígado resiste. Se trata, pues, de un cuerpo con tal variedad de usos y tan manejable
que más que una despensa parece un sistema orgánico personal. Sin embargo, el descubrimiento de
estos genes de la ataxia, igual que el hallazgo de un casquete polar en Plutón, pone de relieve, a la vez
que muestra nuestra ignorancia, nuestra condición de extranjeros en un territorio carnal y cósmico
que cada día nos sorprende.
JUAN J osé M illas, «El cuerpo», Cuerpo y prótesis.
En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocu
paba toda una ciudad, y el mapa del imperio toda una provincia. Con el tiempo, esos mapas
desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio que tenía
el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la Cartografía, las
generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a
las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas las minas
del mapa, habitadas por animales y por mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las disciplinas
geográficas.
J orge Luis Borges, D el rigor en la ciencia.
La presencia de una tierra así, que remite a mi memoria más antigua, a ese ámbito donde la infancia
asienta su conocimiento mítico del mundo, de las cosas, marca de forma irremediable mi lejano y
primigenio aprendizaje de lo imaginario. Lo marca, al menos, con la referencia de esa misteriosa
dualidad de ser consciente de estar habitando un mundo verdadero que, a la vez, es fabuloso: un
mundo en el que tú tienes todas las certezas pero cuyo prestigio está cimentado en la mentira de ía
ficción y el sueño. De esa consciencia, de esa recatada lucidez, parte mi aprendizaje de lo imagi
nario, de la propia metáfora que envuelve secretamente a la palabra que nombra la tierra de m i in
fancia.
Luis Mateo D íEZ, R elato de B abia.
122 APRENDICES Y MAESTROS
cano, 2 0 0 3 ), tomaré aquí tres grandes enfoques sobre eí origen del conoci
miento: racionalismo, empirismo y constructivismo (Richardson, 1988), si
bien sólo los dos últimos han dado lugar a verdaderas teorías psicológicas
del aprendizaje.
zaje, sino que, en cierto sentido, no podría existir ninguna» (Fodor, 1979,
p. 188 de la ed. cast.).
En las últimas décadas ha habido diversas áreas de la psicología que se
han impregnado fuertemente de esta creencia en la existencia de estructuras
cognitivas innatas (véase, de nuevo, la figura 3 .1 ), por lo que sin duda se
puede hablar de un resurgir del innatismo, en parte ligado al desarrollo de la
investigación genética, tanto en humanos como en otras especies. Estas in
vestigaciones han mostrado que en efecto ciertas conductas, y en especial
ciertas alteraciones del funcionamiento cognitivo, se hacen más probables
en presencia o ausencia de determinadas combinaciones genéticas (véanse
Blakemore y Frith, 2 0 0 5 ; Marcus, 2 0 0 3 ; Pinker, 2 0 0 2 ; Ridíey, 1999, 2003).
De hecho, el impacto de esas investigaciones excede a veces el ámbito cientí
fico, dando lugar a espectaculares titulares en los medios de comunicación
sobre el supuesto descubrimiento de un gen del autismo, la esquizofrenia, el
lenguaje, la homosexualidad o la sensibilidad musical, que supuestamente
demostraría el origen innato no sólo de cada una de esas conductas diferen
ciales, sino, por extensión, de los procesos psicológicos que hay tras ellas.
Sin embargo, el hecho comprobado de que, por ejemplo, la alteración de un
gen del cromosoma 7 esté implicado en un trastorno específico del lenguaje,
como el D L E (o deterioro del lenguaje específico), que produce serias difi
cultades para el uso correcto de las reglas gramaticales del lenguaje (concor
dancias de número, de tiempo, construcción de frases, etc.) (véase Ridley,
1999, cap. 7), no significa que ese gen contenga ya, como una estructura
preformada, las reglas gramaticales del lenguaje, sino que ese gen es parte de
un dispositivo, no sólo genético sino también ambiental, que hace posible el
desarrollo de la capacidad de comunicarse a través del lenguaje, del mismo
modo que el fusible estropeado, que impide el funcionamiento de un televi
sor, no contiene la programación de todas las emisoras y canales. Los genes
no son semillas de funciones cognitivas en espera de la energía necesaria
para activarse, de modo que sus productos estén ya preformados y sean in
mutables (finalmente de la semilla de un rosal enano sólo puede salir un ro
sal enano, más o menos enano, más o menos frondoso, dependiendo de las
«condiciones ambientales», pero ninguna otra cosa que no sea un rosal ena
no). Com o vimos en el capítulo 1, los genes pueden entenderse como rece
tas codificadas» para producir las proteínas que conforman los organismos:
«la información genética que se transmite de generación en generación con
siste básicamente en las recetas para sintetizar las adecuadas proteínas» (Mar
tínez y Arsuaga, 2 0 0 2 , p. 105-106, énfasis de los propios autores). Pero las
recetas, aunque claramente restringen el producto final, al pautar los ingre
dientes necesarios y la forma de cocinarlos, no se comen; hay que cocinarlas
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animales (cerdos, pollos, etc.) en tareas circenses (como vemos nadie, ni los
cerdos, se libran de la expansión de la cultura del aprendizaje)— cuentan
cómo algunos de esos animales se negaban en redondo a someterse a las le
yes del aprendizaje asociativo y por más que se les reforzaba, moldeaba, cas
tigaba e incluso forzaba, no lograban aprender conductas tan adaptativas
como meter una moneda en una hucha o encestar una pelota en una canas
ta. Además, los estudios etológicos, basados en el estudio de la conducta
animal en su am biente natural, han lim itado la relevancia de muchas
investigaciones de aprendizaje animal hechas en laboratorio, al mostrar que
las diferentes especies — recordemos aquí a la hormiga tunecina y su parti
cular G PS—- no sólo tienen dispositivos específicos para ciertas conductas^
sino que mientras unas aprenden ciertas conductas con suma facilidad, a
otras, como les pasaba a los cerdos o a los pollos de los Breland, o tal vez a
muchos aprendices de matemáticas, esos mismos aprendizajes les resultan
claramente contra natura y se resisten a adquirir esas representaciones o co
nocimientos, por más que el experimentador, en el caso de los cerdos, o el
maestro, en el de los aprendices, se empeñen.
Esto ha abierto un fuerte debate entre los defensores de procesos genera
les de aprendizaje, urbi et orbi, acordes con el principio asociacionista dé
equipotencialidad, y en suma de un aprendizaje basado sólo en la experien
cia, y quienes defienden mecanismos de aprendizaje específicos, que estarán
restringidos, si no determinados, por el bagaje genético de cada especie (Ga-
llistel, 2000 ). Puede ser útil recuperar aquí la distinción que establece Pre-
mack (1995) entre causalidad arbitraria y natural, según la cual habría dos
formas esenciales de adquirir representaciones. Una de ellas, estudiada tradi
cionalmente en las investigaciones de aprendizaje animal y humano, estaría
basada en detectar relaciones causales arbitrarias mediante procesos asociati
vos, de forma que tenderían a representarse juntos aquellos sucesos que
tienden a ocurrir juntos o contiguam ente. Pero un segundo sistema de
aprendizaje se basaría en establecer relaciones causales naturaleSi que no de
penderían tanto de la regularidad de los sucesos como de ciertas restriccio
nes a priori en el procesamiento dé esos sucesos, basadas en programas «es
pecíficos», tales como los que debe tener la cebra para representarse a los
leones o los que tienen los niños para diferenciar los sonidos «lingüiformes»
de los que no lo son (Mehler y Dupoux, 1990).
Com o refleja la tabla 3 .1 , ambas formas de causalidad, o de aprendizaje,
tienen caractérísticas bien diferenciadas. Mientras que el aprendizaje de su
cesos arbitrarios se atendría básicamente a los principios del aprendizaje aso
ciativo, de acuerdo con la tradición «humeana» de la causalidad (Premack,
1995), ios aprendizajes «altamente específicos» o «naturales» no respetarían
LAS TEORÍAS DEL APRENDIZAJE... 131
Tabla 3.1. Diferencias entre el aprendizaje causal arbitrario y natural según Pre-
raack (1995) (adaptado de Kummer, 1995).
\Generalidad de contenidos' El programa acepta todos ios suce El programa acepta sólo' suce
(clases de hechos) sos percibidos, dada, una mott- sos muy específicos..
. . vación adecuada. .
Contigüidad requerida Sólo se aceptan los sucesos muy El programa acepta sucesos
próximos éntre sí. muy'separados en e! tiempo
o en el espado. •¡
esas leyes asociativas (en el reconocimiento de los leones por las cebras no
hay segundo ensayo ni fase de extinción que valga), sino que responderían a
otros principios específicos de los dominios causales implicados. Según esta
idea, los animales recurrirían al sistema de aprendizaje arbitrario — estricta
mente asociativo y sometido a loa principios de correspondencia y equipo-
tencialidad— en ausencia de aprendizajes o representaciones específicas para
ese dom inio,:pero en la mayor .parte de sus contextos naturales — Jos am
bientes páralos que ese organismo, según la idea de la: ingeniería inversa de
Pinker (1997), es la respuesta— aprenderían bajo la restricción de esas repre
sentaciones específicas. Esta misma idea sería aplicable a los aprendices hu
manos, con el agravante de que la cultura ha hecho, evolucionar tanto el am
biente que. nos rodea que*, á pesar de los esfuerzos,; a veces bastante
especulativos, de la nueva psicología evolucionista (Carruthers y Garruthers,
2000; Cosmides y Tooby, 2 0 0 0 ; Gagenstad y Simpson, 2007; Pinker, 2002)
es difícil saber para qué ambiente fuimos seleccionados, cuál es la pregunta,
o mejor aún, el cuestionario de preguntas múltiples al que supuestamente
responde la mente humana. Pero en todo caso, debemos aceptar que hay
procesos del aprendizaje humano compartidos con otras especies, como los
estudiados por los conductistás-i- Pero también deberemos, aceptar que si cer
dos, palomas, gatos y cabras difieren entre sí: en el aprendizaje,: aunque ten
gan también procesos comunes, mayores, deben ser sus diferencias con el
aprendizaje humano. Tal como; he intentado argumentar en el capítulo an
terior, los procesos del aprendizaje humano no son sólo producto de la evo
132 APRENDICES Y MAESTROS
lución de la especie, sino también de la cultura. Debe haber, por tanto, otros
procesos, más recientes en la filogénesis o en la cultura, que nos diferencian
claramente de otros animales, que son los que nos permiten adquirir esas;
conductas típicamente humanas que constituyen precisamente nuestro acer
vo cultural (lenguaje simbólico, deseos e intenciones, humor e ironía, crea
ción artística y científica, etc.). Esos procesos son los que estudia el enfoque
constructivista del aprendizaje, al que nos referiremos a continuación. Corno
no podía ser menos, la complejidad de nuestro mundo social y cultural sólo
puede ser adquirida mediante un sistema de aprendizaje complejo, dotado de
diversos procesos de aprendizaje útiles para metas y fines distintos.
Pero si la idea de que todo el aprendizaje podía ser explicado por unas
mismas leyes se ha visto desbordada por los hechos, y sobre todo por la apa
rición de teorías constructivistas que se muestran más adecuadas para afron
tar esos hechos, otro tanto sucede con el principio de correspondencia, se
gún el cual el aprendizaje nos proporciona una copia de la realidad. La idea
de que nuestro conocim iento es siempre un reflejo de la realidad no es ya
sostenible. Tomemos un ejemplo sencillo. La figura 3.3 presenta una situa
ción qüe muchos de nosotros hemos Visto realm ente en más de una situación]
jugando a la peonza (uno.de esos aprendizajes casi extinguido en nuestra
cultura) o viendo a un lanzador dé martillo en un campeonato de atletismo!:
¿Qué és lo que realm ente sucede? (Aquí invitó al lector a intentar su propia
respuesta, antes de seguir leyendo):.1Hagamos, por tanto, un punto y apárte
antes de seguir juntos. •: • •: y ■ P ;,;: ■: : : ••
¿Qué pasaría? Pues sí grabáramos en vídeo la escena y la pasáramos a cá
mara lenta] lo que! veríamos es que la bola salé disparada con una trayectoria
rectilínea y tangente! al punto de ruptura ^respuesta ¿¿h ¿Qué es sin embargó
lo que nosotros aprendemos (y posiblemente vemos)? M ucha gente tiende a
creer que sucederá lo representado en las respuestas a o ¿(P ozo, 1987; Pozo
y Carretero, 1992), reflejando no lo que «realmente» sucede, sino un mode¿
lo o teoría implícita sobre él movimiento de los: objetos muy arraigado en
nuestra m en te, qüe hemos elaborado a partir dé nuestra experiencia con los
objetos, basado en la ;indiferéüciación entre fuerza y movimiento (Pozó;
1987); Ese modelo intuitivo1o: teoría!implícita és Una verdadera construc
ción intelectual. N o podemos haberlo extraído de la realidad, porque, dé
hecho* los objetos no se mueven así én esa situación. D e hécho, puede que
incluso no seamos conscientes dé habernos fijado nunca en una situación
como esta. Tal vez un racionalista:diría qüe‘ en realidad ése modelo consti
tuye nuestro conocim iento iniiáto e inmutable sobre el movimiento de los
objetos. Pero lo cierto es que tampoco es así: la física newtoniana y quienes
han logrado aprenderla proponen una explicación: coherente con el movi-
LAS TEORÍAS DEL APRENDIZAJE... 133
Figura 3.3. Imagina que alguien tiene una bola de metal sujeta al final de una
cuerda y está haciéndola girar muy deprisa por encima de su cabeza. En el di
bujo se ve la bola desde arriba. La circunferencia indica el camino seguido por
la bola, y las flechas, la dirección en que se mueve. La línea del centro es la
cuerda a la que está sujeta la bola. Supongamos que la cuerda se rompe cuando
la bola está en el punto indicado en el dibujo. Dibuja el camino que seguirá la
bola. : :
El lector puede intentar resólver ésta séncilla tarea — que estudian los aprendi
ces de ciencia al comienzo de la Educación Secundaria, con 13 o 14 años— so
bre el movimiento inerte de un objeto (a partir de McCloskey, 1983). La tarea
es más instructiva si se resuelve antes de analizar las posibles opciones de res
puesta. : i; ; .
i : f = : : '1 •i ■? : ; ;V
.; •;V ■ •: ; íí V;
: U ' i ' i - ' - : . /. ' I ■: • ■
134 APRENDICES Y MAESTROS
miento real de ese objeto y, por tanto, contraria a esa intuición, que en con
secuencia puede ser modificada. Debemos asumir, por tanto, que se trata dé
un modelo construido o elaborado a partir de nuestra experiencia, pero no
extraído directamente de ella. Es lo que dicen las teorías constructivistas del
aprendizaje.
Es aventurado pensar que una Coordinación de palabras (otra cosa no son las
lósbfías) pueda parecerse mucho al universo. También es aventurado pensar qué:
de esas coordinaciones ilustres, alguna — siquierad e modo infinitesimal— no se
parezca un poco más que otras.
jpjx' ese cuadro diciendo que los modelos de aprendizaje asociativo se basan
en un enfoque.elementista, analítico* que descompone cualquier ambiente en
un conjunto de elementos asociados entre sí con distinta probabilidad, de
modo que aprender es detectar con la mayor precisión posible las relaciones
de contingencia entre esos elementos o hechos, por lo que los procesos de
aprendizaje consisten esencialmente en mecanismos de cómputo, de. esas
contingencias (Pearce y Bouton, 2 001), de modo que los conocimientos o las
conductas así generados se corresponden con el ambiente, en el sentido.de
que son un reflejo de él. En cambio, las teorías constructivistas asumen un
enfoque más holista, organicista y estructuralista, de manera que vinculan el
aprendizaje al significado que el aprendiz atribuye a los ambientes a ios que
se enfrenta, en función de las estructuras cognitivas.y conceptuales desde las
que interpreta ese ambiente. Todo aprendizaje se basa en los conocimientos
previos del sujeto, que son específicos de dominio y propios de cada sujeto y
además es un proceso de construcción personal, por lo que no: puede ser un
reflejo del mundo. En el enfoque constructivista, sujeto y objeto se constru
yen mutuamente, por lo que no es sólo que la representación que el sujeto
tiene del mundo sea una construcción personal, sino que, a su vez, cada per
sona se construye a partir de la interacción con diferentes mundos y objetos,
de tal modo que las estructuras cognitivas. desde las que nos representamos
el mundo son, en buena medida, el resultado de ese proceso de aprendizaje
y constructivo, No construimos sólo los objetos, el mundo que vemos, sino tamc
ihiénda mirada:con la que lo yernos. Nos construimos también; a nosotros
Cinismos en cuanto sujetos de conocimiento. ;,
No obstante, el formato necesariamente estático y simplificado, de la. tay
hía 3 .2 así como el énfasis que vengo haciendo, en diferenciar estos enfoques
pueden conducir a que se perciban como mutuamente excluyen tes. Por tan-
vtOj afirmar que en algunos contextos o, tareas el aprendizaje puede ser. un
(proceso constructivo e intencional no supone negar la importancia de los
aprendizajes asociativos, ya que no todos los aprendizajes pueden ser inten-
¡ cionales — ¿aprende, asida:ya famosa, hormiga? ¿o para el caso; nosotros en
dmuchas. ocasiones?-— , ya que ambas formas de aprender: no se excluyen sino
:¡que al contrario se requieren mutuamente (Pozo ,1989), si bien eso tampoco
evita la necesidad: de diferenciarlos conceptualmente. De hecho, más que
: pensar en estas, dos formas de aprender — asociar y construir— en términos
ícde teorías excluyentes,, debemos pensar en modelos que nos ayuden a inte-
; grarlas teóricamente, sin diluir una en lao trac