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Desde sus orígenes los seres humanos intentaron apropiarse del mundo que los rodeaba,
al tiempo que pretendieron ordenarlo y explicarlo. Para ello fueron construyendo
distintas formas de saber de acuerdo a las exigencias que se les fueron presentando,
como la lucha por su supervivencia, que incluía la cuestión de su seguridad (tanto frente
a los fenómenos naturales, a las bestias salvajes e incluso ante otros grupos de seres
humanos) como la necesidad de procurarse la alimentación (en un principio por la caza
y la recolección, más adelante, con el desarrollo, fueron capaces de producir sus propios
alimentos). Así, al dar respuesta a estos problemas lograban apropiarse de aquella parte
del mundo que les resultaba necesario para vivir. Simultáneamente, se vieron forzados a
poner orden en el mundo que los circundaba, por las amenazas que debían afrontar en
un contexto que se les presentaba de manera caótica. Para ello comenzaron a elaborar
una serie de ideas que fueron conformando diversas cosmovisiones2, muy sencillas en el
origen aunque con el paso del tiempo se fueron complejizando, que suponían que el
universo estaba gobernado por fuerzas sobrenaturales a las que debían adaptarse o tratar
de contentar. Más adelante, al constatar que existían ciertas regularidades en los
fenómenos naturales los seres humanos sintieron curiosidad por conocer las causas y de
esa manera buscaron explicar, al menos, algunas de las complejidades que les
presentaba el mundo que habitaban, lo que derivó en la construcción de un nuevo tipo
de conocimiento, más sistemático que los anteriores.
1
Agradezco a Luciano Carenzo por su atenta lectura y las ideas aportadas.
2
na cosmovisión implica una manera particular de ver e interpretar el mundo. En definitiva representa
U
la perspectiva que una determinada cultura o persona se forma del universo que habita.
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Existen muchas otras formas de conocimiento como la filosofía, el arte, la astrología, la política, etc.
Cada una de las formas de conocimiento tiene una finalidad y un objeto de estudio que, en alguna medida,
lo distingue del resto, aunque no deben considerarse como compartimentos estancos, sino que entre ellos
se establecen, muchas veces, relaciones que hace que se retroalimenten o entren en conflicto.
En relación con ello es necesario reconocer que, en tanto que es fruto de la actividad
humana, todo conocimiento se da en un contexto particular. En este sentido señalamos
que todo conocimiento está determinado por una multiplicidad de dimensiones, aunque
por una cuestión de síntesis podemos detenernos en dos: la contextualización histórica y
la contextualización cultural. Por un lado, respecto de la primera, decimos que el
conocimiento está históricamente determinado porque varía según en el momento en el
que nos situemos. Por solo citar ejemplos variados el saber sobre el cosmos de los
primeros seres humanos que salieron de las cavernas no era el mismo que el que
pudieron tener los griegos en el siglo V aC, ni el que pudieron obtener los europeos
luego de la revolución copernicana y mucho menos del que poseen actualmente los
científicos de la NASA. Pero la diferencia no se basa simplemente por la mera
acumulación del conocimiento (por lo que en el siglo XXI sabríamos infinitamente más
que en cualquier tiempo remoto), ni solo por simples cuestiones técnicas (como que por
el desarrollo de la técnica óptica los telescopios actuales potencian la capacidad de
observación de una manera imposible para nuestros pares de la antigüedad). Si bien no
es desdeñable la propiedad acumulativa del conocimiento, como tampoco lo es la
capacidad que provee el desarrollo tecnológico, estos aspectos están, a su vez,
íntimamente ligados a la otra dimensión, la cultural. En este sentido afirmamos que el
conocimiento está determinado por la cultura en tanto que esta implica una
cosmovisión, es decir una serie de valores compartidos por un grupo humano a partir de
los que se relaciona con el mundo. Por ejemplo, la cultura de los porteños varía
sensiblemente de la de los habitantes de Tokio o de la de los esquimales. Podemos
pensar la cultura como los lentes con los que apreciamos la realidad4, pero no debe
tomarse esta propiedad como distorsionadora de la realidad misma sino, por el
contrario, como la herramienta que hace posible la apropiación del universo.
Sentido común
El sentido común involucra un conjunto de saberes que surgen de la vida cotidiana para
resolver problemas que son de carácter práctico. Su finalidad está orientada a resolver
cuestiones que tienen su origen en situaciones particulares. Posee un fin eminentemente
pragmático. Por lo tanto es valorado según el beneficio que conlleva su uso sin
preocuparse por la causa de ello. En tanto que pretende resolver problemas singulares,
despreocupándose de las cuestiones de carácter universal, el sentido común es un tipo
de conocimiento disperso, asistemático y fragmentado. Consecuentemente no es
consciente de los límites de la validez de sus creencias ni del éxito de sus prácticas por
lo que podemos agregar que es un saber acrítico y, además, incompleto. Encontramos
4
Por una cuestión de simplificación en este artículo llamamos realidad al mundo exterior de los sujetos
sin negar la complejidad que conlleva este concepto.
un ejemplo de sentido común en el campesino que abona la tierra para mejorar sus
cultivos aunque no puede explicar las causas del provecho que esto le ocasiona,
simplemente lo hace en virtud de la efectividad de un saber que a su vez es transmitido
intergeneracionalmente. En este sentido el filósofo de la ciencia Ernst Nagel señala que
“cuando se comprenden las razones de la eficacia del abono como fertilizante, de modo
que se vincula la regla en cuestión con principios biológicos y con la química del suelo,
se toma conciencia de que dicha regla sólo es de validez restringida, pues se comprende
que la eficiencia del abono depende de la persistencia de condiciones que el sentido
común, generalmente, desconoce” (Nagel, 2006: 22).
Otra característica propia del sentido común es el carácter impreciso del lenguaje, lo que
puede derivar en que la misma persona emita juicios contradictorios o inconexos, como
que la misma taza de agua a 45ºC está fría para preparar café al mismo tiempo que está
caliente para beber en un día de verano.
Conocimiento mítico-religioso
El saber mítico-religioso tiene una finalidad totalmente distinta a la del sentido común.
Una característica propia es la fe en la existencia de entidades sobrenaturales con las
que los seres humanos se relacionan de diversas maneras. Su propósito es dilucidar el
sentido de la vida5 que se encuentra vinculado a esas entidades suprahumanas. De esta
manera adquieren significado toda una multiplicidad de fenómenos que los seres
humanos no pueden explicar por sí mismos. Por ejemplo, el relato bíblico de la creación
del mundo y de los seres humanos por Dios tiene como finalidad brindar sentido a la
vida humana en el marco de la concepción judeo-cristiana. Por otro lado, en la medida
en que las religiones avanzan en su institucionalización se produce una sistematización
del conocimiento religioso, que deriva en el surgimiento de la teología y en la
institución del dogma. El dogma es un conjunto de afirmaciones esenciales de un
sistema de pensamiento que se consideran ciertas y que no pueden cuestionarse pues
ello implicaría poner en duda el sistema mismo. Por ejemplo para el catolicismo la
creencia en que Jesucristo es hijo de Dios es una verdad revelada a partir de la que se
sostienen el resto de sus creencias por lo que no se puede poner en duda si se es
creyente, es una cuestión de fe. Por otro lado, al interior de las religiones adquieren
fundamental importancia aquellos individuos que tienen la posibilidad de comunicarse
con las entidades sobrehumanas o quienes manejan el lenguaje de los textos y símbolos
sagrados como los sacerdotes o los chamanes.
Características de la ciencia
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Una parte importante de la filosofía también comparte esta preocupación por el origen y el sentido de la
vida, aunque su explicación está basada en la naturaleza del ser humano y no en entes sobrenaturales
(como pueden ser la idea de Dios o la creencia en espíritus).
El conocimiento científico es uno más entre los conocimientos que elaboró el ser
humano pero, a partir de la modernidad, fue tomando cada vez más importancia hasta
adquirir el lugar que ocupa en las sociedades contemporáneas, las que están sujetas a
múltiples cambios que, en gran medida, se deben a las aplicaciones prácticas de los
avances científicos. A diferencia de la mera utilidad práctica que caracteriza al sentido
común o de la búsqueda de sentido del saber mítico-religioso, la ciencia se preocupa por
brindar una explicación sistemática a una serie de fenómenos de un área determinada de
la realidad. Si bien no hay un consenso unívoco con respecto a una definición de ciencia
sí es posible presentar las características básicas que se requieren para el ejercicio de la
actividad de científica.
Dri, Rubén (2005). Los modos del saber y su periodización. Buenos Aires: Ed. Biblos.