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Ivana Arias

El problema del Estado para los feminismos latinoamericanos y el avance las nuevas derechas

En la corta historia de los movimientos feministas, aunque intensa, las ideas feministas han ido
evolucionado ante las problemáticas que oprimen a las mujeres, y a medida que estas últimas han
ido desvelando las viejas tradiciones. En un primer momento, los movimientos femeninos
europeos y anglosajones buscaron ganar batallas dentro de las instituciones conformadas bajo los
principios ilustrados del siglo XVIII para poder lograr la “igualdad” con sus pares masculinos.
Lograron acceder al derecho a votar y poder desarrollarse en cargos profesionales que antes sólo
ocupaban mayoritariamente los hombres. Pero a medida que, las mujeres lograban “emanciparse”
o que eso parecía, dentro de los mismos feminismos se escucharon criticas ante las
contradicciones existentes. Entre ellas aparece la voz de una Emma Goldman anunciando la
paradoja de la cuestión, “pero opino que la emancipación como es interpretada y aplicada
actualmente, fracasó en su cometido fundamental. Ahora la mujer se ve en la necesidad de
emanciparse del movimiento emancipacionista si desea hallarse verdaderamente libre” (Goldman
2010). Considera el hecho de que la opresión de la mujer sigue persistiendo, aún con la libertad de
votar, porque el problema es todo el sistema económico-político liberal fundado por la
modernidad, además es patriarcal. No hay posibilidad de depurar la política, “La política es el
reflejo del mundo industrial, cuya máxima es: bendito sea el que más toma y menos da; compra lo
más barato y vende lo más caro posible, la mancha en una mano, lava la otra” (Goldman 2010). A
esto, se le suma la remuneración paritaria y el doble esfuerzo que deben realizar las mujeres para
competir con los hombres en el ámbito profesional. En pocas palabras, las instituciones no logran
dar respuestas cuando el problema de fondo es el modelo capitalista.

Hoy en día no nos encontramos en una situación más favorable, de hecho, persisten todo tipo de
opresión. Nos encontramos con un sistema económico que ha logrado que, un reducido grupo de
personas, concentrara la mitad de las riquezas del mundo. Acumulando no sólo riqueza sino
también poder sobre la vida y muerte de los demás habitantes de la tierra, en donde la mujer no
es exenta a esto. De hecho, siguen siendo altos y alarmantes los números de femicidios y de
violencia contra el cuerpo de las mujeres. Sometidas aún a bajos salarios, a la carga de los trabajos
domésticos, la imposibilidad de ocupar cargos públicos, la prohibición de elegir sobre su cuerpo,
entre otras. Aún con las pequeñas conquistas sociales dentro del campo estatal, el patriarcado no
sede sus privilegios.

A raíz de esta realidad, entonces podríamos decir que sigue vigente, de alguna manera, lo que
postulaba Emma Goldman en 1906. Pero es en este punto donde quisiera agregar una
problemática que es muy importante tener presente en nuestros contextos latinoamericanos
diferente a lo que padecen las mujeres del Norte, y por ello es que hay que buscar diferentes
respuestas.

Es Rita Segato, quién nos alerta sobre una “fe estatal” en las luchas feministas latinoamericanas y
de que esta creencia surge justamente por las influencias de esos feminismos del Norte (Segato
2016).Esto es un problema porque nos impide pensar en otras soluciones para cambiar en
profundidad la cuestión, al no tener en cuenta nuestra propia realidad latinoamericana. Segato
analiza la relación entre Estado-sociedad en América Latina y observa que es diferente a las del
Norte, “En nuestros espacios, el Estado republicano, heredero de la administración ultramarina, ha
mantenido la exterioridad colonial con relación al territorio nacional y a la sociedad” (Segato
2016).Continua diciendo que es por esta razón la elites que administran nuestros estados han
mantenido esas prácticas de apropiabiliadad de los espacios, y los cuerpos como anexiones a
estos. Y esto se le suma el pacto de empresa y estado. Por lo tanto, resulta iluso pensar que el
Estado generen políticas o ejecuten adecuadamente las existentes para defender la violencia
sobre el cuerpo de las mujeres. Aunque nos encontramos con la tensión de que tampoco tenemos
que renunciar en la búsqueda de conseguir reformas dentro del campo estatal, ya que es una
herramienta importante, sobre todo frente al avance de las nuevas derechas que ponen en jaque
tanto al Estado como a los grupos históricamente oprimidos, entre ellos las mujeres,
descendientes afroamericanos, pueblos indígenas y la comunidad LGTBIQ. En los discursos de las
nuevas derechas se repiten la necesidad de reducir al máximo las facultades del Estado para quitar
los obstáculos que supuestamente este le coloca al Mercado, para seguir beneficiando aún más la
concentración de riqueza en aquellos pequeños sectores y sus privilegios. Y esto es un gran
problema porque no sólo acumularían más riqueza y poder, sino que también sus discursos son
misógamos, violentos y homofóbicos. Atacan constantemente a los movimientos feministas y a la
perspectiva de género. Sus pretensiones no son para nada ir en contra la apropiabilididad propia
del patriarcado. Y que cada vez, pareciera que consiguen más adeptos y apoyo, retrasando los
pequeños logros en materia de derechos humanos que se han cosechado en los últimos tiempos.
Por lo tanto, me parece que no hay que subestimar estos grupos porque lo peligrosos que son nos
presentan.

En conclusión, nos enfrentes a viejos problemas y a nuevos problemas, que en realidad en el


fondo es más de lo mismo. El Estado se presenta como un problema para los feminismos
latinoamericanos, pero a la vez nos es indispensable en este contexto donde las nuevas derechas
toman cada vez más fuerza. Pero al mismo tiempo hay que tener cuidado de que esta “fe estatal”
nos impida imaginar otras posibles formas de combatir el orden patriarcal.

Referencias
Goldman, Emma. Marxists Internet Archive. enero de 2010.

Segato, Rita Laura. La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de Sueños , 2016.

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