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En un mundo machista los hombres no son los enemigos.

Escrito por María Cristina López Bolívar

Hombres que cuidan, protegen, quieren, expresan sus emociones, desprecian sus

privilegios, profanan los roles que se les otorga socialmente, apoyan y resisten ante una

sociedad patriarcal y machista son hombres aliados de la feminidad. Esta tesis es un

llamamiento a no perder de foco que el machismo más que una cuestión de géneros es

una patología estructural que carcome las entrañas mismas de las instituciones sociales,

políticas y económicas que por acción u omisión sostiene la exclusión y la invisibilización

de lxs cuerpxs feminizadxs como el principal foco del trabajo enajenante y explotador,

fundamento del Estado, a saber: el trabajo reproductivo (maquila de cuerpxs) y sus

derivados es decir, trabajos de cuidado, trabajos domésticos, trabajos donde exigen “el

instinto maternal”, el “carisma”, “la ternura” y “la docilidad” sean características propias

de las trabajadoras.

Toda profesión de cuidado o trato con la otredad exige del devenir mujer un

carácter materno de manera implícita, ejemplo de ello son el trabajo de las profesoras, de

las enfermeras, de las vendedoras, de las empleadas domésticas. También se pide de

otras labores la fuerza, el liderazgo y el autoritarismo que suelen asignarles a los

hombres. Así, estructuralmente el patriarcado se traslapa tras roles y modelos de

conducta esperados en las mujeres y los hombres que asumen determinados trabajos y,

en personas que se espera los exijan. En consecuencia, a todxs nos afecta esta estructura

machista toda vez que demanda actitudes de nosotrxs que oprimen nuestro ser auténtico
en el mundo. Por tanto, el machismo no es cuestión de géneros y poco o nada ayuda a la

erradicación del mismo una encarnada “guerra de géneros”.

Cada persona tiene maneras propias y únicas de asumir su vida que son

invisibilizadas cuando somos reducidos a ser “una cuestión de género” y a sentir rechazo

por otrxs a partir de esta categoría. Sin embargo, más acá del género hay que fortalecer la

tesis de que el problema del machismo no son los hombres cis* sino su estructura

ampliamente represora de toda persona que no asuma la dicotomía machista de su estela

de “géneros binarios” y su consiguiente caracterización.

He visto mujeres llorar por “hombres” golpeadores, misóginos y defenderlos. He

visto como mujeres se sienten incompletas si no tienen el cariño de un “hombre”. Esas

mismas mujeres cuyos deseos corresponden a una sobre codificación de la máquina

capitalista (Deleuze y Guattarri, 1998), patriarcal y misógina son las que señalan que una

mujer soltera no es una mujer plena como tampoco lo podrían ser aquellas que no quieren

ser madres o no son cisgénero.

Esas mujeres, las mismas que dicen que hay que soportar todo tipo de maltratos

por razones sexo-afectivas son víctimas-aliadas del machismo al llevarlo en sus ovarios y

posesionarse desde allí como mujer cisdeterminadas en su ser por la estela patriarcal. Es

cierto que hay grados de alienación en las víctimas que reproducen el machismo de
manera inconsciente que no les permite ver que ningún maltrato es soportable en una

relación. No obstante, también hay mujeres deliberadamente conscientes de ser aliadas

del machismo. Mujeres con cargos políticos pueden ser verdugas absolutas de políticas

del cuidado, de la reivindicación del derecho a una maternidad libre, de otras formas de

ser mujer no cis, por ejemplo, y que, a lo sumo, lo que exigen es la conservación de la

familia heteropatriarcal como la primera y más retrógrada institución base de la sociedad

machista.

A las mujeres aliadas del machismo hay que hablarles desde el cuidado y sobre la

deconstrucción de la mujer patriarcal y la fuerza del devenir mujer para que ellas mismas

comprendan desde su ser/cuerpx que toda fuerza reactiva que aplica el sufrimiento, la

humillación, el maltrato y la opresión sobre las propias carnes violenta el propio ser y lejos

está del amor que potencia, amplía y fortalece la libertad.

El feminismo como resistencia práctica contra la opresión femenina no puede ser

un soso discurso de clase. Tampoco una pueril exigencia sobre derechos ante el Estado.

Cabe decir aquí que el feminismo de Estado es insuficiente porque olvida que la

emancipación de la mujer tiene que ser económica, cultural, educativa y no solo política.

Se reconoce el feminismo de Estado como toda tendencia que aboga por la

eliminación de las desigualdades entre hombres y mujeres fundando instituciones cuyo


principal objetivo es mejorar las condiciones de las mujeres como colectivo político. Dice

Celia Valiente, a propósito de El Feminismo de Estado en España (2006), que este

también es conocido como “feminismo institucional”, “feminismo oficial” y a las mujeres

que están en estas instituciones se les reconoce como “feministas de Estado”.

Asumo que esta categoría puede desconocer los diferentes matices existentes en

el feminismo. Sin embargo, también logra mostrar el quid por el cuál muchas mujeres

pueden sentir cierto rechazo, apatía o indiferencia por el feminismo al privilegiar el

mejoramiento de las condiciones sociales para un colectivo y no para toda la comunidad

(pueblo, oprimidxs, explotadxs, locxs, lxs nadie, etc.) que, también sufren la crueldad de

las desigualdades sociales.

De hecho, según Dora Barrancos, anarquista y feminista argentina, las mujeres

anarquistas, por ejemplo, en la Argentina de finales del siglo XIX y principios del siglo XX,

no abrazaron tan precozmente el feminismo como las mujeres de la alta sociedad. Las

anarquistas, la mayoría de ellas obreras o cercanas a la causa obrera, exigieron su

independencia, su emancipación, su libertad al amar más acá de los convencionalismos

sociales; de aquí su grito de “Ni Dios, ni patrón, ni marido” proclamado por la icónica y

valerosa Virginia Bolten.


Dora Barrancos menciona que la relación entre feminismo y anarquismo ha estado

presente desde el origen de éste último y sus anales teóricos en el siglo XIX al pugnar por

relaciones basadas en la libertad –como autodeterminación– de cada persona que se

expande solo en una comunidad que cesa de instaurarse a partir de la explotación y la

dominación[1].

En este sentido, para algunas mujeres desde el Estado no se puede establecer

relaciones de igualdad entre hombres, mujeres, niñxs, sexualidades disidentes y agentes

sociales en general, toda vez que él es el fundamento y garantía del sostenimiento de las

desigualdades entre las personas. En consecuencia, el Estado no puede sino reducir, a lo

sumo, las relaciones de desigualdad a partir de la aceptación de unos derechos (libertades

otorgadas por el establecimiento), pero no establecer relaciones completamente libres

(libertad como facultad individual) e iguales (fortaleciendo unas condiciones económicas

generosas para todxs).

(concepto de feminismo:) El feminismo como práctica que reivindica la

emancipación y la liberación de lxs cuerpxs feminizadxs (de aquí que el feminismo

abiertamente cis es un discurso excluyente que desconoce las diferentes maneras de ser

mujer) tiene que ser la realización del devenir mujer libre de toda violencia coercitiva en

todos los escenarios sociales y, en cuyo origen la materialización de una comunidad libre

de opresión es necesaria.
Sin que se trate de coherencia, pero sí de cohesión, el feminismo en su práctica

tendría que tender a la negación de toda institución social. La realización de la

corporalidad asumida como mujer exige el aniquilamiento de las relaciones de opresión y

dominación que gesta el Estado bajo la concepción del derecho y su abstracción de base y

fundamentalista: la propiedad privada como factor determinante de la pobreza y la

mercantilización de la reproducción.

Cuando las mismas instituciones crean “espacios” para la mujer se circunscriben

en un plano amplio de una democracia pluralista. Sin embargo, ni la democracia ni un

contexto ético pueden potenciar el rol de la mujer dentro del Estado sino es a costa de la

supervivencia del propio patriarcado. El origen del argumento radica en una contradicción

entre lo que se “debe” hacer y lo que “se puede” realizar.

Por supuesto es un “deber” la inclusión de todos los agentes sociales en una

sociedad idealmente democrática. En cualquier caso, el deber con toda y su retórica de la

obligación no es vinculante porque las condiciones de posibilidad que le preceden tanto

económicas como jurídicas son mendigantes ¿es viable la inclusión de lxs cuerpxs

feminizados en el Estado coautor de la pobreza, principal factor determinante de los

embarazos adolescentes?, ¿es posible la inclusión de las mujeres en el Estado que niega el

derecho a una maternidad escogida?, ¿es permisible la inclusión en el Estado que


precariza la vida de las mujeres en diferentes esferas sociales al reducirlas a un rol y

objeto puramente sexual-reproductivo?

Hay que decir que no se asiste en este texto a opiniones comunes como que son

los victimarios y no las víctimas los responsables directos de las relaciones de abuso, no.

Tampoco es una mera crítica al machismo en ciertos feminismos y una salvaguarda a los

hombres traidores del patriarcado, ni una invitación a que los hombres “defiendan” la

feminidad porque no necesita de defensores sino de agentes críticos contra el

patriarcado. Este escrito es un intento por llevar la discusión a un nivel estructural donde

la violencia machista no es solo cuestión de géneros sino, ante todo, un problema

afincado en el mismo origen de las instituciones de la sociedad que estableció el trabajo

doméstico y reproductivo como fenómeno normalmente violento, enajenante y

explotador de todx cuerpx feminizadx.

No se trata de ser o no feminista. Lo que se trata es de no seguir siendo o dejar de

ser machista, cómplice de la institucionalidad patriarcal. No se puede exigir desde un

discurso del privilegio que se hagan instituciones de cuidado solo para las mujeres cuando

tantos otrxs cuerpxs ni siquiera se lo pueden pensar. También cabe hacer autocrítica a

ciertos feminismos que reivindican el autoritarismo al subordinar y disminuir la

importancia de corporalidades disidentes y/o animales ciñendo su discurso al biopoder y

sus ya famosas formas de exclusión-excepción desde la nuda vida[2].


El acabamiento del machismo pasa por el acabamiento de toda institución

autoritaria (disculpen el pleonasmo), de todo Estado, de todo modelo político-

económico-social que requiera la explotación de lxs cuerpxs para su beneficio porque

ninguna institucionalidad ha mostrado que puede acabar con el trabajo reproductivo (sea

para la producción de obrerxs o de carne para su consumo) como el principal foco del

capitalismo, partiendo así del desconocimiento de que la construcción de una comunidad

femenina surca espacios que van más allá del género.

Pero no solo esto. Las corrientes feministas contemporáneas tendrían que

fortalecer la articulación de sus propuestas con movimientos antiespecifistas, ácratas,

ecologistas, ambientalistas, en definitiva, con todxs aquellxs que sientan el problema de

lxs cuerpxs que sufren como origen de su resistencia vital.

Me llama la atención la reflexión que realiza Silvia Rivera Cusicanqui sobre “la

mujer tejedora”, en la cual menciona que nosotras como mujeres tendríamos que

experimentar en nuestro ser la respuesta a la pregunta ¿qué significa ser mujer?,

específicamente ¿qué significa ser mujer en el mundo andino? Estos cuestionamientos

tocan el punto más sensible de esta reflexión porque el ser mujer no tiene que reducirse a

asumir un rol políticamente asignado, biopolíticamente administrado y socialmente

exigido, todo lo contrario. Ser mujer es una experiencia que comulga con nuestro estar en
el territorio, con nuestro ser para el mundo en un experenciar el cuerpx en las originarias

relaciones con las otredades. Tampoco el ser hombre comulga necesariamente con el

machismo sino en cuanto se asume en su ser social, político y económico como sujeto del

privilegio. De aquí que algunas masculinidades no pueden ser tenidas como machistas

por su mero devenir hombre.

La invitación es a cuestionar la significación del género como un papel

subsiguiente a los propios modos de expresión en los cuales asumir la lucha de un mundo

sin dominación es un llamado que nos convoca a todes y ante el cual somos aliades,

cómplices creadorxs de relaciones vitales, cuidadoras, solidarias, amorosas, en un mundo

donde el machismo funge como herramienta de opresión de lxs cuerpxs que en su

vulnerabilidad, unicidad y devenir animal/corporalidades-disidentes/mujer/hombre/

individuo/singularidad/ han de ser cuidadxs de la mano dura del patriarcado.

*Es un neologismo que intenta presentar a lxs individuxs cuya identidad de género

coincide con su sexo biopolíticamente dado.


Referencias bibliográficas:

-Barrancos, Dora, “Mujeres de “Nuestra Tribuna”: el difícil oficio de la diferencia”,

Mora, nº 2/noviembre, 1996, 125-143.

------------(1990) Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de

principios de siglo. Buenos Aires: Contrapunto.

-------------(2005) entrevista. Recuperado 02-2021 de https://www.lai.fu-

berlin.de/es/e-learning/projekte/frauen_konzepte/projektseiten/frauenbereich/

barrancos/transcrip/transcrip2/index.html

-Deleuze, G., & Guattari, F. (1998). El antiedipo. Barcelona: Paidós

-Quintana Porras, Laura (2006)De la Nuda Vida a la 'Forma–de–vida'. Pensar la

política con Agamben desde y más allá del paradigma del biopoder. En: Dossier: Lógicas

del poder. Miradas críticas. (Méx.) vol.19 no.52 México sep./dic. Recuperado: 02-2020 de:

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952006000300003
-Rivera Cusicanqui, Silvia (2018) Un mundo ch'ixi es posible: ensayos desde un

presente en crisis. Buenos Aires: Tinta limón.

---------------------------------(2019) entrevista. Recuperado el 02-2021 de:

https://www.elsaltodiario.com/feminismo-poscolonial/silvia-rivera-cusicanqui-producir-

pensamiento-cotidiano-pensamiento-indigena

-Rouco Buela, Juana(1924) Mis proclamas, Santiago de Chile: editorial Lux.

Recuperado el 02-2021 dehttp://ideasfem.wordpress.com/textos/e/e09/.

-Valiente, Celia (2006) El feminismo de Estado en España:el Instituto de la Mujer

(1983-2003)España: Universitat de València.

[1] La exigencia de la libre asociación política y la eliminación de todas las

relaciones de explotación y dominación fueron las consignas de las mujeres anarquistas

del siglo XIX, incluso, dentro de los mismos movimientos sindicales o libertarios, sin
sujetarse a una postura feminista, pero sí como anarquistas, como mujeres anarquistas. A

este hecho lo llama Dora Barrancos: contra-feminismo del feminismo anarquista.

[2]La nuda vida es un concepto utilizado por Agamben para mencionar que hay

vidas que las formas de poder totalitario reducen a su condición orgánica siendo

despojadas de todo reconocimiento político. Es la vida limitada a ser pura vida separada

de todo contexto y no atendida como forma de vida, así se puede disponer de la misma

para excluirla. Para ampliar este concepto recomiendo el artículo de Laura Quintana De la

Nuda Vida a la 'Forma–de–vida'. Pensar la política con Agamben desde y más allá del

paradigma del biopoder (2006).

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