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60. EL USO PRÁCTICO DE LA RAZÓN EN KANT

I. LA RAZÓN PRÁCTICA Y EL CONOCIMIENTO MORAL

I.1. Concepto de Razón Práctica

I.2. El “factum de la moralidad”

I.3. Tipos de principios o leyes


prácticas

II. CRÍTICA DE KANT A LAS ÉTICAS


MATERIALES
II.1. Definición de ética material

II.2. Los preceptos de toda ética


material son hipotéticos,
empíricos, condicionales

II.3. Las éticas materiales son


heterónomas

III. LA ÉTICA FORMAL DE KANT


III.1. Formalismo de la ética
kantiana
III.2. Autonomía de la voluntad
III.3. El deber por el deber. El
rigorismo kantiano

IV POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA


IV.1. Postulado de la libertad

IV.2. El "Sumo Bien": 


postulados de la inmortalidad
del alma y de la existencia de
Dios
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I. LA RAZÓN PRÁCTICA Y EL CONOCIMIENTO


MORAL

I.1. Concepto de Razón Práctica


      La conducta moral tiene que ver con la Razón
porque está sometida a principios y vinculada con lo
universal, y sólo la Razón es capaz de permitir este
vínculo. La Razón tiene una doble vertiente: Teórica
y Práctica; no se trata de dos razones sino de dos
usos distintos de la misma razón. La Razón Teórica
se ocupa de conocer cómo son las cosas; la Razón
Práctica se ocupa de cómo debe ser la conducta
humana; no le interesa el ser sino el deber ser. La
Razón Teórica formula juicios (proposiciones con la
forma  "A es B") y la Razón Práctica imperativos
o mandamientos (preceptos con la forma “debes
hacer X"). Obras de ética: "Crítica de la Razón
Práctica" y “Fundamentación de la Metafísica de las
costumbres”.

I.2. El “factum de la moralidad”


     Punto de partida de la reflexión de Kant sobre el
conocimiento: la existencia de conocimiento
universal y necesario (conocimiento a priori); la
"Crítica de la Razón Pura" intenta mostrar las
condiciones transcendentales, a priori, de dicho
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conocimiento. Punto de partida de la reflexión ética


kantiana: en la experiencia moral hay algo análogo a
aquel dato fundamental de la esfera del
conocimiento: el "factum de la moralidad", el hecho
moral; este hecho consiste en la existencia del
deber: todos los hombres tienen conciencia de estar
sometidos a prescripciones morales, se sienten
obligados a hacer ciertas cosas y a evitar otras. Esta
conciencia del deber es conciencia de una
determinación de la voluntad que posee
características análogas a las de la experiencia de
conocimiento: la universalidad y la necesidad. Kant
creerá que cuando un sujeto vive el deber lo vive de
forma incondicionada: si está mal matar está mal en
toda circunstancia y en todo tiempo, no hay
excepciones, el mandato se vive como teniendo
absoluta necesidad. La ética kantiana es un intento
de entender el factum de la moralidad (la
determinación universal y necesaria de la voluntad)
y sus condiciones de posibilidad (los "postulados de
la razón práctica" expresan dichas condiciones); del
mismo modo que la teoría kantiana del conocimiento
es la investigación de las condiciones de posibilidad
de la ciencia.

I.3 Tipos de principios o leyes prácticas


       Principios prácticos: proposiciones que
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expresan cómo se han de comportar los seres


racionales; Máximas: cuando dichos preceptos
expresan cómo nos comportamos habitualmente
dadas tales o cuales circunstancias; hay máximas
buenas y malas. Voluntad: facultad que sirve para
poner en movimiento al sujeto, facultad que mueve
a la acción. Se llama fundamento de determinación
de la voluntad al motor que impulsa a la voluntad a
la acción. En los seres humanos hay dos posibles
motores de la acción: la razón o la inclinación;
“inclinación" es toda determinación empírica, toda
determinación de la conducta que tiene como
fundamento la constitución empírica del sujeto,
deseos corporales fundamentalmente; toda acción
hecha por inclinación es acción hecha para el bien
del sujeto, por su propia felicidad, por egoísmo. El
hombre no está dirigido necesariamente a realizar el
bien, por ello el deber se le presenta como un
mandato, con carácter constrictivo, imperativo:
¡debes hacer X! Los imperativos o mandatos pueden
ser hipotéticos o categóricos; los imperativos
hipotéticos mandan una acción porque ésta es un
buen medio para la realización de un fin. Los
imperativos categóricos mandan la realización de
una acción porque esa acción es buena en sí misma
(o mandan evitar una acción porque dicha acción es
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mala en sí misma). Todos los imperativos tienen la


forma “debes hacer X" (o "hay que hacer X") o "no
debes hacer X"; pero para saber si el imperativo es
hipotético o categórico no basta la mera expresión
gramatical, es preciso saber cuál ha sido el
fundamento de determinación que el sujeto ha
tenido en la realización de la acción: si ha seguido el
precepto "debes hacer X"  para la realización de un
fin suyo (o para evitar algo no querido por él),
entonces para él, propiamente, dicho mandato es un
imperativo hipotético y se expresa así: "debes hacer
X si quieres conseguir Y". Si lo ha hecho
exclusivamente por la propia acción, entonces el
mandato es para él categórico y su expresión es
"debes hacer X". Los imperativos hipotéticos son
imperativos de la habilidad cuando el fin para el
cual se prescribe una acción como buena es un fin
meramente posible (fin no común a todos los
hombres). Los imperativos hipotéticos son
imperativos de la prudencia cuando el fin es un
fin real (un fin común a todos los hombres, la
felicidad).

II. CRÍTICA DE KANT A LAS ÉTICAS


MATERIALES
II.1. Definición de ética material
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     Hasta Kant las éticas habían sido materiales,


frente a todas ellas, su ética es formal. No se debe
confundir ética material con ética materialista: lo
contrario de una ética materialista es una ética
espiritualista, lo contrario de una ética material es
una ética formal (la de Sto. Tomás es material, pero
no materialista sino espiritualista, puesto que pone
como Bien Supremo algo espiritual, Dios). Son
materiales aquellas éticas según las cuales la bondad
o maldad de la conducta humana depende de algo
que se considera bien supremo: los actos serán
buenos cuando nos acerquen al bien supremo, y
malos cuando nos alejen de él. Toda ética material
parte de que hay bienes, cosas buenas para el
hombre y, por tanto, comienza por determinar cuál
es (de entre todos ellos) el bien supremo o fin último
del hombre; y una vez establecido tal bien supremo,
la ética material establece las normas o
preceptos adecuados para alcanzarlo.

II.2. Los preceptos de toda ética material son


hipotéticos, empíricos, condicionales
       Esto quiere decir que no valen absolutamente,
sino sólo de un modo condicional, como medios para
conseguir un fin; si no se quiere dicho fin, entonces
el mandato no es tal para el que no lo quiere. Kant
creerá que los imperativos hipotéticos nunca
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pueden ser expresión de una experiencia moral


porque la experiencia moral es sometimiento a un
precepto universal y necesario, pero los imperativos
hipotéticos no pueden ser universales y necesarios:
los de la habilidad porque describen una acción como
buena para la realización de un fin meramente
posible; pero tampoco los de la prudencia pues lo
que sea la felicidad para cada uno depende de su
constitución empírica; incluso aun cuando
pudiésemos encontrar algo que diese a todos los
hombres la felicidad, el modo de realizar ese algo
dependerá de cuestiones empíricas, fácticas: en
unas circunstancias necesitaremos ciertos medios y
en otras otros. La experiencia empírica sólo puede
fundamentar imperativos particulares y contingentes
(que valen para casos particulares, pero no siempre,
y que no son necesarios sino contingentes), y los
preceptos morales deben ser universales y
necesarios. Lo empírico no puede dar universalidad y
necesidad, luego no puede fundamentar una
prescripción universal y necesaria; las éticas
materiales, al extraer su contenido de la experiencia,
fundamentan sólo determinaciones empíricas, a
posteriori, y no pueden expresar el factum de la
moralidad.
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II.3. Las éticas materiales son heterónomas


        La heteronomía se contrapone a la autonomía;
un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad
para darse a sí mismo sus propias leyes (y la
capacidad para realizarlas) y es heterónomo
cuando las leyes no descansan en él mismo, cuando
le vienen de fuera; las éticas materiales son
heterónomas porque describen una acción como
buena sólo de forma condicional, describen una
acción como buena porque es un buen medio para la
realización de un fin querido por el sujeto. En las
acciones heterónomas el sujeto se tiene que someter
a la realidad, es ésta la que impone sus condiciones;
el sujeto tiene que plegarse al orden del mundo.

III. LA ÉTICA FORMAL DE KANT


III.1. Formalismo de la ética kantiana
      La ética kantiana presenta tres características
principales: proponer un criterio de legitimidad de la
máxima exclusivamente formal, defender la
autonomía de la voluntad en la experiencia moral
y mantener que las acciones buenas sólo son
aquellas que han sido hechas por deber.
      La ética kantiana se llama ética formal, y se
contrapone a la ética material. La materia del
imperativo es lo mandado (así, en el imperativo
"debes ser veraz" la materia es la instrucción de
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decir la verdad); la forma es el grado de


universalidad o particularidad que tiene el
imperativo: siempre, algunas veces, nunca. Pues
bien, la característica esencial de la ética kantiana
consiste en indicar que una máxima describe
propiamente una acción moral cuando cumple un
requisito puramente formal: que pueda ser
universalizable.
En la ética kantiana no es la materia de la voluntad
(lo querido) sino la mera forma de la legitimidad
universal de su máxima lo que constituye el
fundamento de determinación de dicho arbitrio (de la
voluntad). Un requisito puramente formal como es el
de la posibilidad de la universalización puede servir
como criterio para separar todas las conductas en
dos grupos: las conductas buenas y las malas. Si la
máxima de conducta se puede universalizar entonces
esa máxima describe una acción buena, en caso
contrario la acción es mala.

III.2. Autonomía de la voluntad


           La heteronomía se contrapone a la
autonomía; un sujeto es autónomo cuando tiene la
capacidad para darse a sí mismo sus propias leyes (y
la capacidad para realizarlas); por el contrario, es
heterónomo cuando las leyes no descansan en él
mismo, cuando le vienen de fuera; las éticas
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materiales son heterónomas, la ética kantiana es


autónoma al afirmar que sólo las acciones morales
son autónomas. Kant considera que sólo allí donde
encontramos acción moral encontramos libertad:
cuando nos conducimos moralmente el fundamento
de determinación de nuestra voluntad no nos viene
de fuera, del mundo, o de la religión, sino de
nosotros mismos: es nuestra razón la que nos da el
criterio de la conducta buena, somos nosotros
mismos los que nos determinamos. No es la
necesidad física, ni las exigencias de orden político,
ni Dios ni los sacerdotes quienes deben ordenar
nuestra conducta, sino nuestra propia conciencia
─o razón práctica─. En la experiencia moral somos
autónomos porque la ley a la que nos plegamos está
en nosotros mismos. La autonomía de la voluntad
defendida por Kant enlaza con el carácter ilustrado
de su pensamiento: la Ilustración es el paso a la
mayoría de edad, la exhortación a la autonomía del
sujeto, a la independencia de su juicio y conducta
sólo sometida a las indicaciones de la Razón, Razón
que no le es ajena, sino que le pertenece a él y a la
Humanidad entera.

III.3. El deber por el deber. el rigorismo


kantiano
           Para Kant el fundamento de las acciones
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buenas es el deber, no la inclinación. El deber es la


"necesidad de una acción por respeto a la ley". Para
que una acción sea buena no basta que sea
conforme al deber, además ha tenido que ser hecha
por deber.  El rigorismo kantiano implica dos
cuestiones: el deber por el deber, incluso aunque
vaya en contra de mi felicidad y de la felicidad de las
personas que quiero y el carácter universal de la
bondad o maldad de una acción: si está mal mentir
está mal bajo cualquier circunstancia; aceptar una
excepción implicaría aceptar las condiciones del
mundo en la determinación de la voluntad, por lo
tanto, la heteronomía. El imperativo categórico
prescribe una acción como buena de forma
incondicionada, es decir, manda algo absolutamente.
Declara la acción objetivamente necesaria en sí, sin
referencia a ningún propósito extrínseco; solo el
imperativo categórico es imperativo de la moralidad.
Kant dio varias formulaciones generales del
imperativo categórico, entre las que destacan la
“fórmula de la ley universal” ("Obra sólo según una
máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que
se torne ley universal") y la “fórmula del fin en sí
mismo” ("Obra de tal modo que uses la humanidad,
tanto en tu persona como en la persona de cualquier
otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca
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solamente como un medio").

IV. POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA


       El Idealismo Trascendental acaba negando la
posibilidad de tener un conocimiento de la realidad
en sí misma, y por ello de los temas fundamentales
de la Metafísica: Dios, alma, libertad...; sin embargo,
Kant no negará todo acceso a lo metafísico, sólo
negará el acceso intelectual, el conocimiento
científico, pues sólo hay conocimiento científico de
los fenómenos. Pero para Kant hay otra experiencia
que puede vincularnos con la realidad plena, con lo
metafísico, y esa experiencia es la experiencia
moral. Y ello a partir de los llamados postulados
de la Razón Práctica o proposiciones que no
pueden ser demostradas desde la razón teórica pero
que han de ser admitidas si se quiere entender el
"factum moral"; estos postulados se refieren a la
existencia de la libertad, la inmortalidad del alma, y
la existencia de Dios. 

IV.1. Postulado de la libertad


        La razón teórica no puede demostrar la
existencia de la libertad pues sólo es capaz de
alcanzar el mundo de los fenómenos, en el que todo
está sometido a la ley de la causalidad y a la
necesidad natural. Sin embargo, desde la
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perspectiva de la razón práctica, será posible la


defensa de la existencia de la libertad en tanto que
la libertad es la condición de posibilidad de la
acción moral. Las conductas que no se hacen
libremente no son ni buenas ni malas, y el sujeto
que las realiza no es responsable moralmente de
ellas. La libertad es definida como la capacidad de
los seres racionales para determinarse a obrar según
leyes de otra índole que las naturales, esto es, leyes
que son dadas por su propia razón; libertad
equivale a autonomía de la voluntad. La libertad
es la ratio essendi (la condición de la posibilidad) de
la moralidad; la moralidad es la ratio cognoscendi (lo
que nos da noticia de la existencia de) de la libertad.
Las afirmaciones kantianas nos obligan a pensar que
el hombre pertenece a dos mundos o reinos: al
reino fenoménico, en donde todo está sometido al
rigor de la causalidad, y al reino nouménico en
donde las leyes que rigen son las leyes morales (la
esfera de la libertad).

IV.2. El "Sumo Bien" (o SUPREMO BIEN)


      Es la síntesis entre la virtud y la felicidad. Su
realización última es la condición de posibilidad de la
moralidad. Kant creyó que siempre que el
fundamento de determinación de nuestra conducta
sea la felicidad nuestra conducta no es moral en
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sentido estricto (aunque pueda ser conforme al


deber), pero no pudo olvidar el extraordinario valor
que la felicidad parece tener en la esfera humana.
Ello aparece precisamente en su concepción del
Sumo Bien. Nuestra conducta moral carecería de
sentido si no existiese la posibilidad de realizar la
santidad (la perfección absoluta de una voluntad por
el cumplimiento perfecto de la virtud); en éste
mundo no podemos realizar la santidad, luego debe
existir otra vida en donde adquiera el cumplimiento
perfecto el apetito moral. Postulado de la
inmortalidad del alma: el supremo bien parece
servirnos para acceder a la inmortalidad del alma,
pues la virtud necesita de un tiempo infinito para su
realización plena. Postulado de la existencia de Dios:
en este mundo no coincide la realización de nuestra
felicidad con la realización del bien (hay seres
buenos e infelices, y malos y felices) por tanto
debemos pensar que existe Dios (pues sólo una
entidad absoluta puede hacer que coincidan las leyes
que rigen la realización de la felicidad con las leyes
que rigen la conducta moral).

            En sentido estricto los postulados de la


razón práctica no se pueden demostrar pues no cabe
ciencia de lo metafísico; pero, aunque los
argumentos anteriores no son demostraciones
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objetivamente válidas, tienen una validez subjetiva


ya que los postulados sirven para que tenga sentido
la experiencia moral. Los objetos a los que se
refieren no dan lugar a conocimiento sino a fe
racional: fe porque de ellos sólo cabe un
convencimiento subjetivo, pero racional porque no
vienen dados por urgencias de la revelación sino de
la propia razón.

BIBLIOGRAFÍA.

 Cassirer, Ernst. Kant, vida y doctrina. FCE. México 1993.

 Reale, G., y Antiseri, D. (2007) Historia del pensamiento filosófico y


científico, S. Pablo, Bogotá

 Kant, I. Crítica de la razón práctica. Alianza Madrid 2000.

 -----Id. Fundamentación de la metafísica de las costumbres.


Espasa-Calpe Madrid 1998

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