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Este trabajo es una traducción realizada por Belén Chávez y Sweet

Poison. Ningún participante de este proyecto ha recibido remuneración


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país.
¡Disfruta la lectura!
Estos dos enemigos al aire no pueden dejar de provocarse de la
manera incorrecta en la cabina... y de la manera correcta en la cama.

Quien dijo "mantén a tus enemigos cerca" nunca tuvo que compartir
una pequeña y oscura cabina de sonido con ella. Daria Stone es la
anfitriona exasperante de "Eligiéndote a ti mismo". El nombre es casi
tan ridículo como el concepto. ¿Soltero de forma permanente? Por favor.
La mujer ha hecho una carrera al rechazar todo lo que yo represento.
Estoy buscando a la mujer adecuada que esté lista para el matrimonio
y toda una vida juntos, no una zorra sensual y obstinada que hace de mi
vida un infierno e insiste en que un esposo puede ser reemplazado por
una colección curada de juguetes de dormitorio. Y sé que está usando
esos pantalones de cuero ceñidos solo para molestarme.

El doctor Theo Chadwick es un dolor profesional en mi... lugar de


trabajo. Claro, por fuera, el hombre es hermoso, pero también está
obsesionado con encontrar a su media naranja y conseguir que su
programa de radio, "Romance verdadero", sea transmitido
simultáneamente en varios lados para poder dar falsas esperanzas a los
oyentes enamorados de todo el mundo.
Sigue presionando mis botones con su arrogante "experiencia" sobre
lo equivocada que estoy. Solo quiero verlo romperse. Tal vez así es como
terminé aquí, clavada contra una pared con mis piernas envueltas
alrededor de su cintura... ups...
¿Pueden estos enemigos poner su enemistad en espera y jugar bien en
un horario compartido para salvar su popular estación de radio? ¿O sus
chispas quemarán todo hasta los cimientos?
Para aquellos que pasan por la vida con una alegría
salvaje. Quédense con hambre, bichos raros.
Supe que este iba a ser un buen programa por la cantidad de preguntas
que recibí sobre juguetes sexuales. Ya habíamos recibido cinco de ellas
esta noche.
―Mi pregunta es… ¿puedo nombrar a mis juguetes sexuales? ―Angel
preguntó―. O, realmente, ¿debería nombrarlos?
Me incliné, envolviendo mis dedos alrededor de mi micrófono.
―¿Nombrar a tus juguetes sexuales te hace feliz?
―Me hace muy feliz. ―Ella suspiró―. Supongo que esta pregunta es
un ejemplo súper específico de este problema más grande al que me
enfrento a veces. Estoy trabajando en priorizar mi propia alegría, y
tratarla como si fuera importante.
―Es un primer paso desafiante para todos ―dije―. Nos han enseñado
a tratar nuestras propias necesidades y deseos personales como las
últimas tres tareas de nuestra lista diaria de cosas por hacer. Las tareas a
las que nunca llegas, pero luego te consuelas prometiéndote que las harás
al día siguiente.
Angel se rio.
―Y nunca las haces.
―Cierto, sí ―dije con una sonrisa―. Combatir la idea de que esto nos
vuelve egoístas es un viaje de toda la vida. Sé cuál es el mío. ¿Puedo
preguntar cuál es este problema específico con el que tú estás luchando?
Ella hizo una pausa.
―Creer que las cosas que me hacen feliz son… raras. Tontas. Frívolas.
Es como... ¿alguna vez has ido a una boda y nadie está bailando, pero
luego suena tu canción favorita y simplemente sales a la pista de baile y
te sueltas? ¿Pero luego abres los ojos y todos te miran como si fueras un
bicho raro?
Mi cara se calentó por todas partes, sabía exactamente de qué estaba
hablando.
―He estado ahí, y soy esa chica cada vez. ―Miré a los ojos a Elena a
través de la ventana, que estaba operando la mesa de mezclas en la
pequeña habitación conectada a la cabina de sonido. Se señaló a sí misma
y me dijo articulando yo también.
Le sonreí.
―Tenemos muchas reglas falsas en nuestra sociedad sobre la alegría y
la confianza. No nos gusta cuando está desordenado o descoordinado,
nos sentimos incómodos si no se ve de cierta manera, si es demasiado
ruidoso, o demasiado bullicioso, o no es el 'momento' correcto. El
momento, por supuesto, es algo que otras personas deciden por nosotros.
En especial, no nos gusta que la persona se vuelva loca en la pista de baile
si nosotros queremos hacer lo mismo, pero sentimos que no podemos.
―Eso es exactamente ―murmuró Angel―. Estoy descubriendo que me
gusta divertirme mucho. Cantar desafinadamente y bailar en mi cocina.
Comprar ropa que no combina y usarla con orgullo. Salir a cenar solo
porque sí y nombrar a todos mis vibradores Chris Evans.
―Oh, Angel ―le dije―. Si estás bailando y arreglándote y nombrando
a tus vibradores como el Capitán América, no tengo ningún consejo para
ti, solo quiero ofrecerte una sincera felicitación.
―¿Y no soy rara?
―Si rara significa ser tu yo verdadera, hermosa y auténtica, entonces
todos deberíamos ser así. No estás 'tomando' cuando exploras lo que
realmente quieres, estás 'dando'. De eso se trata elegirse a uno mismo.
―Envolví mis manos alrededor de mi taza de agua caliente con limón y
miel―. Sobre el tema de los vibradores, soy una gran defensora de la
curación que encontré a través del placer en solitario. Con eso me refiero
a placer de todo tipo, para todo tipo de cuerpos: orgasmos múltiples,
masajes, baños calientes, siestas al sol por la tarde, una larga caminata. Lo
que sea que usemos para lograr este placer no es un juguete, es un
instrumento, y cuidamos nuestros instrumentos, ¿no?
―Lo hacemos, incluso los nombramos si queremos.
La obvia sonrisa en su voz envió una chispa de satisfacción por mis
venas. Cuando era niña, merodeaba por aquí antes de la escuela, me
encantaba el parpadeo de las luces, la sensación acogedora de la cabina
de sonido, el flujo y reflujo de la voz áspera y crepitante de mi mamá
mientras presentaba su amado programa matutino inspirado en el rock
'n' roll.
Trabajar en una estación de radio era mi definición de hogar, pero ahora
que yo era la que estaba detrás del micrófono, la “experta” que respondía
preguntas en vivo, me aferré a cualquier indicativo de que era la persona
adecuada para este trabajo, y no una impostora.
―Daria, ¿puedo, mmm... está bien si soy una fan por un segundo?
Jugué con la fila de aretes que se curvaban en mi oreja.
―Puedes, pero te advierto que aún no estoy muy acostumbrada a estas
cosas.
―Okey, no estoy acostumbrada a llamar a los programas de radio y
hablar de mis vibradores.
Me reí.
―Todos estamos juntos en esto de ser vulnerables.
―Leí tu blog obsesivamente, el que empezaste después de que tu
prometido, bueno…
―¿Me dejara en el altar? ―dije a la ligera.
―Cierto. Sí, eso ―evadió ella―. Me topé con tu primera publicación
cuando yo estaba pasando por algo similar con mi novia. Habíamos
estado viendo anillos, y casas y vestidos de novia, luego descubrí que me
había estado engañando y… ―Angel se aclaró la garganta―. Después de
que terminé nuestra relación, sentí que mi corazón estaba hecho jirones, y
no podía soportar que una persona más me dijera cosas positivas, o que
debería superarlo saliendo con alguien nuevo, o que todo sucede por una
razón, bla, bla, en fin. Estaba furiosa. Las reacciones desordenadas que la
gente no quiere tener cerca. Mis amigos y mi familia pensaron que no
merecía estar tan enojada.
Asentí, jalando mis pendientes de nuevo.
―Esto es muy difícil, Angel. Preferimos que las mujeres solo expresen
emociones que permiten que todos a su alrededor se sientan cómodos y
evitan la ira en especial. Lo que te pasó es exasperante y mereces sentirlo
todo, la única manera de salir es atravesándolo, sin sofocarlo ni
reprimirlo.
―Y por eso me encantó tanto tu blog ―continuó―. Apareció en mi
vida en el momento exacto en que necesitaba ver mi propia ira reflejada
en mí. Tu voz, es como la mejor amiga que te cubre las espaldas, quien se
pone de tu lado y te defiende. Es por eso por lo que adoro este programa.
Por favor, nunca cambies.
Sonreí ante eso.
―Es muy poco probable que alguna vez lo haga, y espero que tengas
personas en tu vida que aún te apoyen en lo que sea que estés pasando, y
eso significa hacer lo que tu pequeño y extraño corazón desee.
La puerta de la sala de producción se abrió y un hombre entró. Supe
quién era incluso antes de que sus estúpidamente anchos hombros
aparecieran a la vista. Era el cambio en el aire, la forma en que cae la
presión atmosférica antes de una tormenta de verano.
El vello de mis brazos se erizó.
El doctor Theodore Chadwick presionó su cuerpo alto y delgado contra
la pared y cruzó un tobillo sobre el otro. Se ajustó los lentes de montura
cuadrada y atrajo mi mirada hacia sus ojos verde bosque. La ira ardió ahí
como un reguero de pólvora.
Tragué saliva, pero levanté la barbilla. Sabía por qué estaba aquí, y
estaba tan furiosa como él.
―Entonces, sí, volvamos a Chris Evans ―dijo Elena, hablando sobre el
tiempo muerto que había dejado pasar.
Theo arqueó sutilmente una ceja.
―Siempre eres bienvenida a llamar si necesitas escuchar esa afirmación
nuevamente ―agregué mientras mi mirada hacia Theo continuaba.
―Gracias por hacerme sentir menos sola en un momento en que estaba
realmente sola ―respondió ella.
―Conozco el sentimiento ―le dije suavemente.
―Por ser soltera de por vida ―cantó Angel.
Theo inclinó la cabeza y entrecerró los ojos.
―Por ser soltera de por vida ―repetí―. Ese es, lamentablemente, el
final de nuestro programa. No olviden pasar el rato con nosotros en
Twitter e Instagram, o pueden comunicarse con nuestro correo de voz
para dejar tus preguntas. Esta es su anfitriona de Eligiéndote a ti mismo,
Daria Stone. Gracias por escuchar la única estación de radio independiente
de Sunrise Beach, K-SUN: radio para la gente.
La transmisión en vivo terminó. Me senté y me quité los auriculares,
estirando los músculos tensos de mi cuello. Me puse de pie y dejé la cabina
de sonido, inhalando una gran y profunda respiración. Mi piel se erizó
con la conciencia del frío escrutinio de Theo, pero lo ignoré y le sonreí a
Elena, que estaba tecleando en su teléfono.
―Des acaba de llamar ―dijo―. Janis necesita reunirse con nosotros
sobre algunos cambios en el programa de última hora. ―Poniéndose de
pie, dejó caer su teléfono en su bolsillo. Estaba vestida con pantalones de
vestir negros, tirantes y una camisa sin mangas estampada con queer AF.
Tenía la piel morena clara y el cabello negro y rizado rapado en ambos
lados. Elena era puertorriqueña, se había mudado a Los Ángeles desde
San Juan para estudiar radiodifusión y se enamoró de una de las
estaciones independientes más famosas de la costa oeste: 92.1 K-SUN FM.
Ella me señaló con un dedo.
―Estuviste brillante, como siempre. Buen trabajo esta noche, Dar.
―Gracias, tú también ―toqué ligeramente su brazo―, y perdón por el
aire muerto. Me desconecté, supongo.
Su mirada se deslizó entre Theo y yo.
―Claro, sí. No hay problema, todos hemos estado ahí. Es un programa
en vivo y suceden cosas.
―Pero tener una operadora de tablero igualmente brillante ayuda.
Ella salió por la puerta con una sonrisa.
―Tú lo dijiste, niña. Theo, ¿necesitas algo de mí? ¿O viniste a ver a
Daria hablando de vibradores con nombres de celebridades?
Un músculo se tensó en su mandíbula y le sonrió a Elena
estrechamente.
―El programa de Daria siempre es… interesante, pero no, necesito
hablar con ella sobre algo privado.
Las cejas de Elena se dispararon.
―Bueno, está bien entonces. ¿Sabes dónde está Des?
―La última vez que lo vi, estaba trabajando en la programación en la
sala de descanso y bebiendo una cerveza.
Ella asintió, despidiéndose con la mano mientras se iba. Crucé los
brazos cuando la puerta se cerró, encerrándonos en el pequeño espacio.
La intimidad repentina e indeseada solo me recordó que Theo era
increíble e injustamente atractivo. El hombre parecía un príncipe azul más
estudiado: cabello castaño espeso y ondulado, corto a los lados y más
largo en la parte superior. No había ni un solo rizo cayendo sobre su
frente, era demasiado meticuloso para eso.
Siempre estaba bien afeitado y vestido, con camisas abotonadas que sus
hombros tenían la audacia de estirar por completo. Era blanco, pero su
piel estaba bronceada por las carreras en el malecón que sabía que él y
Des hacían la mayoría de las mañanas.
Theo era unos años mayor que yo, y detrás de sus lentes, esos ojos
verdes suyos estaban perpetuamente molestos, a menudo me estudiaban
de cerca, me evaluaban y me encontraban deficiente.
Intentando anticipar mi próximo movimiento.
―¿Realmente necesitabas hablar conmigo en privado, doctor
Chadwick? ¿O simplemente pasaste para mirarme con el ceño fruncido
como de costumbre?
Metió la mano en su bolsillo y desdobló una hoja de papel que reconocí.
La arrojó sobre la mesa de mezclas y alisó los bordes.
―Puedo verte con enojo a cualquier hora del día, señorita Stone, pero
en lugar de estar irritado contigo en general, estoy irritado contigo
específicamente porque le dijiste a The LA Times que mi programa era, y
cito: “anticuado y tradicional, parte de una raza moribunda de locutores
de radio obsesionados con el amor romántico en su forma más estrecha”.
Mis mejillas se sonrojaron, pero forcé una risa seca.
―¿Y qué? En ese mismo artículo, cuando te entrevistaron, describiste
mi programa como, y cito, “esencialmente una maravilla de un solo éxito, una
versión de moda del amor que no durará más allá del próximo ciclo de noticias”.
―¿Fue mi descripción de alguna manera inexacta? ―preguntó.
―¿Lo fue la mía?
Su garganta se movió.
―Janis no apreciará que dos de sus personalidades al aire estén
discutiendo entre sí en el Times, de todos los lugares.
Fruncí el ceño.
―Entonces tal vez deberías haber pensado en eso antes de hablar
mierda de mí con esa reportera.
Metió las manos en los bolsillos y se recostó contra la pared.
―Yo te diría lo mismo. Esa fue una buena cantidad de mierda que
lanzaste en mi dirección también.
La culpa se revolvió en mi estómago. Destrozar a la gente ante la prensa
no era mi estilo, pero solo habían pasado quince meses desde que mi
programa de radio, Eligiéndote a ti mismo, se había vuelto algo viral,
ganándome un intenso seguimiento de culto de los oyentes locales
prácticamente de la noche a la mañana. Antes de hablar con la reportera
del Times, solo había hecho algunas entrevistas para la prensa y todas eran
preguntas sencillas sobre mi blog y mis experiencias.
Esta reportera era diferente. Se suponía que ella debía estar perfilando a
los locutores de radio locales. En vez de eso, parecía empeñada en
enfrentarnos a Theo y a mí, acosándome una y otra vez, atacando el tema
desde una cantidad vertiginosa de ángulos.
Theo había estado bajo mi maldita piel durante tres meses.
Eventualmente, durante uno de sus ataques, cometí un desliz y hablé con
más fuerza de la que pretendía. ¿Theo tuvo la misma experiencia? ¿O solo
ofreció una versión destripadora de mi talento con facilidad mientras
mostraba su sonrisa demasiado encantadora?
Había visto esta sonrisa en los materiales de publicidad. La había visto
raramente cuando estaba con Des o Janis o Elena, pero solo por el rabillo
del ojo. El buen humor de Theo era una especie en peligro de extinción
cuando yo estaba cerca.
―Voy a arriesgarme y suponer que no estás aquí para disculparte ―le
dije―. Y prefiero correr un maratón en tacones de aguja en un día de
calor abrasador mientras bebo leche que disculparme contigo. Eso
significa que hemos vuelto a donde estábamos incluso antes de la
entrevista.
―Y… ¿dónde es eso? ―reflexionó―. Tengo curiosidad por escuchar
tus pensamientos sobre esta relación laboral nuestra.
―Yo no lo llamaría una relación, diría que los dos estamos actualmente
en una tregua.
Sus ojos se entrecerraron de nuevo.
―¿De verdad crees que las hostilidades entre nosotros dos están
disminuyendo?
―Así era antes de que vinieras aquí para pelear conmigo ―le respondí.
Dejó caer su dedo sobre el artículo.
―No hay nada anticuado o tradicional en ser un defensor de las
relaciones románticas sanas y positivas, Daria. No estoy usando mi
plataforma para obligar a la gente a caminar por el pasillo, vestida toda
de blanco. He sido presentador durante mucho más tiempo que tú, he
dado consejos a muchos más oyentes, me han lanzado todas las preguntas
complicadas sobre relaciones que puedas pensar en vivo y al aire. Si
alguna vez te tomaste el tiempo de escuchar, entenderías que no hay nada
limitado al respecto. El romance es expansivo.
Di un paso adelante y dejé caer mi dedo, justo al lado del suyo. Así de
cerca, olía a sándalo y protector solar.
―Celebrar la soltería no es una tendencia momentánea, Theo. Es
radical rechazar la noción obsoleta de que una persona solo está completa
si tiene una pareja romántica. Promover esta idea de que todos debemos
esforzarnos y encontrar a nuestra alma gemela hace que las personas
fracasen constantemente. Comparan constantemente su vida con la de los
demás y se encuentran con carencias. Mientras tanto, vivimos en una
sociedad en la que se desalienta a las personas a desarrollar la relación más
importante que jamás tendremos. La que tenemos con nosotros mismos.
Theo hizo un sonido bajo de frustración que envió un traidor escalofrío
por mi espalda. Tenía una voz hecha para la radio, toda rica, con notas
aterciopeladas y tonos profundos. Sin embargo, ese terciopelo tenía un
borde áspero a mi alrededor.
―Hablo todos los días con oyentes que se sienten solos, que creen, y
con razón, que su alma gemela está ahí afuera ―dijo―. Ya sea una
persona o tres. Ya sea que se celebre a través del matrimonio o no, la
monogamia o no. La soledad duele y encontrar el amor es la cura.
Di otro paso más cerca.
―No tienes idea de cuánto puede lastimar a la gente la mentira del amor
verdadero, Theo. Prefiero ayudar a los oyentes a enamorarse de sí mismos,
ayudarlos a celebrar las fortalezas únicas que aportan al mundo en lugar
de esperar a que alguien lo haga por ellos. Un alma gemela que tal vez
nunca se materialice.
La franja de espacio entre nosotros estaba tensa con un movimiento
restringido, como dos depredadores contemplando la misma presa.
Sus fosas nasales se ensancharon.
―Tal vez si realmente escucharas mi programa por una vez, en lugar de
pisotear por aquí…
Rodé los ojos.
―Oh, Dios, y tal vez si no fueras un idiota tan arrogante...
La puerta se abrió de par en par, revelando a Janis Hill, nuestra gerente
de estación. Theo y yo nos callamos, poniendo una distancia más
respetable entre nosotros.
―Hola, Janis ―dije nerviosa, apartándome el cabello de los ojos―.
¿Oíste el programa?
Ella resopló con una risa áspera.
―Ciertamente lo hice. Me gusta todo esto de nombrar nuestros
vibradores. Bien hecho.
Sonreí aliviada y Theo se irritó, tosiendo en su puño.
Luego ella agitó su mano entre nosotros dos con una sonrisa de
complicidad.
―Odio interrumpir esta discusión claramente importante entre dos
profesionales, pero una vez que terminen de discutir como un par de
niños pequeños sobre su juguete favorito, ¿pueden pasarse por mi
oficina? Me gustaría hablar con ustedes dos.
―¿Acerca de? ―preguntó Theo.
Janis se encogió de hombros, sonriendo como si estuviera enterada del
secreto más lucrativo del mundo.
―Oh, no es nada especial. Solo la idea más grande en la historia de la
radio. Y, es una historia graciosa, los involucra a ustedes dos. ―Giró sobre
sus talones y nos dejó durante tres insoportablemente incómodos
segundos. Hasta que su mano se enganchó en la puerta y reapareció―.
Ups, debería aclarar. Es la mejor idea en la historia de la radio y los
involucra a ustedes dos trabajando juntos. Ahora dejen de pelear y
síganme. ¡Sus malditos destinos los esperan!
Por lo general, no creía que el infierno fueran otras personas. Todo lo
contrario.
Pero el infierno era Daria Stone.
Extendí mi mano hacia la puerta, rechinando mis muelas.
―Después de ti.
Daria no se movió.
―¿Sabías acerca de esta idea de ella?
―Estoy tan sorprendido y horrorizado como tú ―admití.
Se dio la vuelta, de regreso a la cabina de sonido, y salió con un
planificador y su teléfono celular. Pasó junto a mí, pero no sin antes
lanzarme una mirada con sus brillantes ojos azules muy delineados.
Cuando Janis contrató a Daria hace tres meses, había pasado de una
amenaza teórica a mi programa a una amenaza legítima. El año anterior
a eso, había estado muy al tanto de Eligiéndote a ti mismo, que había ganado
seguidores locales apasionados aparentemente de la noche a la mañana
en una estación de Los Ángeles llamada K-ROX. Después de todo, ella era
la hija de Magnolia Stone, y Mags estaba feliz de compartir las buenas
noticias del éxito de Daria mientras tomaba un café en la sala de descanso
o al comienzo de las reuniones de personal.
Me di cuenta de la forma en que Janis se animaba con estas
actualizaciones, y no solo porque Mags era más una amiga que una
colega. El programa de Daria era diferente, vanguardista y emocionante.
Las pocas veces que lo escuché, ella había sido divertida y con los pies en
la tierra. Encantadora también, con una voz baja y sensual que se quedó
conmigo mucho después de que terminó la transmisión, y cada vez que
Mags mostraba fotos de Daria en la oficina, cuidadosamente evitaba mirar
por mucho tiempo.
Desviar la mirada era más fácil que admitir lo intrigado que estaba por
su asombrosa belleza.
Después de eso, nuestros programas pasaron el año siguiente
persiguiéndose el uno al otro en las listas locales y en las redes sociales.
Éramos competidores por los oyentes, por los fanáticos, por futuros
patrocinios y transmisión simultánea potencial.
Todo en lo que yo creía, Daria lo despreciaba. Cada actitud que ella
defendía al aire socavaba todo mi sustento.
Intentando aflojar la mandíbula, seguí a regañadientes a Daria por el
pasillo. Tenía la piel pálida y suave y una boca ancha y expresiva, a
menudo cubierta de lápiz labial rojo. Un piercing en el tabique brillaba en
su nariz, haciendo juego con la abundancia de aretes que se curvaban
hacia arriba en ambas orejas. Su cabello negro como la tinta, largo hasta
la barbilla, estaba desordenado y despeinado, como si acabara de salir de
la cama de un amante.
La mujer era más una mujer fatal que una locutora de radio: las curvas,
la confianza, y esa voz suya llena de humo y lírica. Incluso ahora,
zumbando de irritación, tuve que resistirme a mirar el balanceo de sus
caderas en los pantalones de cuero ceñidos que supuse que usaba para
fastidiarme.
Daria abrió las puertas francesas de la oficina de Janis. Tenía otras
puertas a juego en la parte trasera de la habitación que conducía a una
pequeña terraza. Las puertas traseras estaban abiertas ahora, a menudo lo
estaban, dado que Sunrise Beach tenía un clima cálido y soleado casi
constante. La estación de radio se construyó en una calle estrecha que
descendía hacia el malecón. La noche tenía el ruido ambiental ligero de
las voces de la gente, una mezcla de música, y el suave rugido de las olas
del mar. El cielo nocturno estaba iluminado por la rueda de la fortuna,
girando lentamente con los pasajeros.
En los cuatro años que llevaba trabajando aquí, había pasado más horas
en esta habitación de las que podía cuantificar. Cada pared era una
estantería empotrada llena de álbumes de vinilo, cintas de cassette, un
puñado de tocacintas y torres de CD tambaleantes. Por mucho que traté
de convencerla, Janis se negó apasionadamente a tirar su colección para
transmitir música desde una computadora portátil.
“¿Qué soy, un puto robot ahora?” era una de las frases de Janis más
comunes que se escuchaban en los pasillos de K-SUN.
―Siéntense, siéntense. ―Indicó un puf deshilachado y una silla
plegable de plástico barata. Me senté con cuidado en la silla plegable para
conservar la mayor dignidad posible, aunque Daria aún se las arregló
para hacer que la postura encorvada en el puf se viera elegante.
Janis se inclinó hacia delante y juntó las manos.
―Realmente se están convirtiendo en un gran dolor en mi trasero, ¿lo
sabían?
Abrí la boca para responder, pero Janis agitó la mano de un lado a otro
antes de que ninguno de nosotros pudiera hablar.
―Lo digo en serio ―dijo―. Y esto es difícil para mí decirlo ya que los
amo muchísimo a ambos. He sido la gerente aquí durante mucho tiempo,
y Daria, estoy segura de que Mags te ha contado mucho sobre las diversas
peleas que ocurren cuando tienes muchas personalidades importantes al
aire trabajando en espacios reducidos. La gente no se lleva bien, la gente
incluso discute de vez en cuando.
Janis soltó una carcajada.
―¿Ustedes dos? Solo han pasado doce semanas desde que Daria se
unió formalmente a la tripulación, y cada vez que están juntos en la misma
habitación, hay una pelea, y, por otro lado ―hizo una pausa, y señaló
entre nosotros―, han pasado doce semanas completas, y si hay algún
problema personal aquí, hubiera esperado que lo resolvieran ya. Así que
permítanme, como su jefa, decirles más formalmente: ya basta.
Miré mis manos, tirando de la tela de mis pantalones antes de
enganchar mi tobillo derecho sobre mi rodilla izquierda. Cuando levanté
la vista, Janis me miraba con esos ojos de halcón que siempre me
inquietaban. No había crecido con papás que se preocuparan mucho por
mí, mis intereses o mi paradero.
Janis fue la primera adulta que conocí que me golpeó con el tipo de
mirada paterna que hacía que revelaras tus secretos y mentiras.
―¿Hay algo que quieras decir, Theo? ―me preguntó.
―Lamento mi comportamiento ―dije lentamente―. En verdad, lo
hago, pero no estoy seguro de que sea tan simple como eso.
―¿Ah, sí? Dejen de molestarse el uno al otro y luego dejarán de discutir
como niños pequeños. ¿Qué tal suena eso?
Me quedé callado, temiendo que solo fuera a sonar como un
adolescente petulante siendo atrapado violando el toque de queda. Por el
rabillo del ojo, Daria parecía un poco aterrorizada y un poco asombrada.
No era una reacción poco común al particular estilo de liderazgo de Janis.
―Yo también lo siento ―dijo Daria―. Tienes razón, no es profesional
y tenemos que parar.
Janis frunció el ceño.
―Sobre todo es molesto. Maldita sea, es una estación de radio, niños.
Diviértanse un poco, ¿por qué no? Y si necesitan algún consejo gerencial
adicional mencionaré que no son enemigos, no son competidores, son
compañeros de trabajo que hacen el mismo trabajo único. Tienen más en
común de lo que creen.
Mis labios se torcieron, pero contuve mi lengua. Incluso la sugerencia
de que Daria y yo teníamos cosas en común era absurda, como si alguien
me hubiera dicho que llegar a la cima del monte Everest no era más difícil
que dar un paseo por el parque.
Daria se inclinó hacia delante en el sillón puf.
―¿Esta idea tuya...?
―¿La mejor idea en la historia de la radio? ―Janis intervino.
―S-sí, esa. ¿Tiene algo que ver con que Theo y yo nos llevemos mejor?
Janis trazó el borde de su escritorio con el dedo, su expresión cambió
de jocosa frustración a algo más serio.
―Esto saldrá en la próxima reunión de personal, pero quería hablarlo
con ustedes dos por separado. Des y Elena ya fueron informados y están
trabajando en los detalles mientras hablamos.
Los nervios se enroscaron en la boca de mi estómago. Nervios y un
temor creciente.
―Escuchen ―continuó Janis―, los ingresos de la estación han estado
escasos durante los últimos seis meses. Esta es una radio independiente,
por lo que tener medio año en el que las ganancias apestan es parte del
curso, pero ahora está siguiendo un patrón más perturbador. El tipo de
patrón que tiene a las empresas de medios más grandes y corporativas
olfateando nuestros extractos bancarios. La Junta me dijo a principios de
esta semana que han recibido algunos mensajes de interés.
―¿Interés en qué? ―pregunté, con el ceño fruncido.
Ella se recostó en su silla y se encogió de hombros una vez.
―¿Qué otra cosa? Comprarnos. Tratar de tomar K-SUN, exprimir cada
gota de espíritu rebelde e individualidad y convertirnos en una máquina
de ganancias.
Daria se movió en su asiento.
―Eso es lo que le sucedió a K-ROX en Los Ángeles. Es por eso que mi
programa fue cancelado después de solo un año. Me dijeron cuando me
contrataron que la Junta estaba considerando múltiples ofertas, pero no
esperaba que el cambio sucediera tan rápido, o que dejaran de lado la
mayoría de sus personalidades al aire para reemplazarlas con personas
un poco más…
―Déjame adivinar, ¿vainilla? ―Janis dijo con una sonrisa.
Daria coincidió con su expresión.
―No estaban realmente de acuerdo con todo el asunto del
empoderamiento.
―A muchas de esas compañías les conviene tener programas que no
presenten ideas demasiado fuera de lo común ―admitió Janis―. Llevo
mucho tiempo jugando a este juego, el tiempo suficiente para detectar los
peligros lejanos, pero estoy más preocupada ahora de lo que he estado en
años. La última vez que tuvimos un interés tan agresivo fue a principios
de la década de 2000 y las estaciones estaban siendo compradas de
izquierda a derecha. Apenas lo logramos por un pelo.
Recordé esas campañas de donaciones. Yo era solo un niño, pero he
idolatrado a Janis Hill y esta estación desde que tengo memoria. Crecí en
una casa tranquila y solitaria, una de mis niñeras me enseñó a encender
la radio; como mucha gente aquí, ella era una apasionada oyente de K-
SUN, así que esa fue la estación que escuché. Los sonidos de la música y
los locutores llenaron de calidez mi casa silenciosa.
De hecho, era fan de Mags por la mañana mucho antes de conocer el
nombre de Daria Stone, o que ella era su hija.
―Ahora creo que todo lo que realmente necesitamos es una corrección
de rumbo ―dijo Janis.
Arqueé una ceja.
―¿Un rumbo de qué?
―Un giro temporal en nuestra programación, algo un poco picante, un
poco excitante. Una nueva idea para involucrar a los miembros y hacer
que abran sus billeteras.
Lentamente me incliné hacia adelante en la silla, con el pánico creciendo
dentro de mí.
―Janis. No. Por favor, no hagas esto.
Ella sonrió.
―Janis. Sí. Está sucediendo.
―¿Alguien me quiere explicar lo que está pasando? ―preguntó Daria.
―Necesitamos reducir algunos costos y revitalizar a nuestros oyentes
―dijo Janis―. El programa de Theo ha sido increíblemente popular
durante años. Es nuestra personalidad al aire más reconocible, pero tú,
Daria, tienes un número creciente de seguidores que está arrasando en la
región.
Junté mis manos, con los dedos apretados.
―Theo, vas a hacer un programa más mañana por la noche, luego, el
jueves, combinarán sus programas y responderán las preguntas de los
oyentes y darán consejos juntos. Podemos volver a emitir episodios
antiguos fácilmente para llenar sus espacios regulares durante el resto de
la semana, reduciendo los costos de producción y personal. Des
producirá, Elena operará la mesa y ustedes serán los anfitriones en la
cabina de sonido C, ya que necesitarán más espacio. No los queremos
amontonados ahí como sardinas, ¿verdad?
Daria dejó escapar un suspiro aturdido.
―Literalmente ¿Qué mierda está pasando?
―Mis pensamientos exactamente ―dije con los dientes apretados.
Janis extendió una mano hacia Daria.
―Sé que esto no es lo que imaginaste cuando viniste a trabajar aquí,
Dar, y no pretendo hacer de esto algo permanente, lo juro. Lo que estoy
tratando de hacer es aprovechar dos de los mayores activos que tiene esta
estación. Tenemos gente en esta ciudad que planea sus días escuchando
sus programas en vivo. No estoy diciendo que no habrá una curva de
aprendizaje empinada para dar consejos y conocimientos como equipo.
Lo que trato de decir es... ―Tragó saliva―. Que creo que ustedes dos
tienen la capacidad de mantenernos a flote ahora que lo necesitamos.
El raro toque de vulnerabilidad en la voz de Janis se desvaneció tan
rápido como apareció. Ese era su estilo, después de todo. Aun así se sentía
como recibir un codazo en el diafragma, ella siempre había sido más
mentora que jefa para mí. Entendí verdaderamente todo lo que no se dijo
aquí, entendí la carga que estaba soportando mientras Daria y yo nos
disparábamos como niños en la escuela.
―Estás diciendo que corremos el riesgo de que nos jodan, pero no
estamos totalmente jodidos. Aún. Porque si Daria y yo combinamos
nuestras bases de fans igualmente obsesionadas en un... súper programa...
aumentará los ingresos y la participación. Una corrección de rumbo, por
así decirlo.
Ella asintió.
―Aquí es donde realmente entra en juego todo eso de dejar de molestarse
el uno al otro.
Escondí una mueca y le lancé una mirada de reojo a Daria. Su mirada
se dirigió a la mía y luego la apartó. La irritación me abrasó, era una
petición imposible, ni siquiera podíamos estar juntos en la misma
habitación sin pelear, y mucho menos responder preguntas sobre
relaciones mientras operábamos desde puntos de vista diametralmente
opuestos.
―Entonces… ¿el jueves, entonces? ¿Nos presentamos y hacemos todo
juntos? ―preguntó Daria, sonando confundida y miserable.
―Jueves, viernes y sábado son las nuevas noches que transmitirán
juntos. Estoy pensando en llamarlo algo así como Consejos de amor y vida
con Theo y Daria ―dijo Janis―. Y quiero que trabajen con Des y Elena para
pensar en algo entretenido que hacer durante la semana para entusiasmar
a los oyentes y que inviertan en la estación. Quiero energizar su lealtad, y
que donen como solían hacerlo. Como una competencia semanal de Daria
Stone contra Theo Chadwick, pero los oyentes están invitados a seguir el
juego. ¿Qué opinan?
―Lo siento. ¿Una qué? ―preguntó Daria.
La sonrisa de Janis se ensanchó.
―Eventos semanales a los que los oyentes pueden pagar para asistir,
que estén publicitados para que coincida con el nuevo programa. ―Ella
puso sus pies sobre el escritorio―. No me importa demasiado lo que se
les ocurra a ustedes y al equipo. Bolos, minigolf, kickball, cosas así, pero
al menos tiene que parecer que se están divirtiendo o la audiencia no lo va
a creer.
―¿Qué te hace pensar que Daria y yo podríamos tener diversión
auténtica? ―pregunté suavemente.
No me gustó, ni confié en el molesto brillo en sus ojos.
―Digamos que tengo un presentimiento.
Ella sabía cuánto íbamos a odiar esto. Un rasgo increíblemente molesto
de tener a Janis como mentora y jefa era darse cuenta de que ella tenía
razón en todo momento. Casi todas las veces.
Janis pensaba que forzarnos a trabajar juntos resolvería nuestros
problemas personales y aseguraría el futuro financiero de la estación, pero
sus instintos viscerales no podrían haber estado más equivocados en este
caso.
Me quité los lentes y me froté el puente de la nariz.
―Janis, con el debido respeto, esto va a ser un desastre. Tienes que ver
eso, ¿verdad?
―Ese voto de confianza es exactamente la razón por la que me encanta
trabajar con este tipo. ―Daria me lanzó una mirada rápida y acalorada,
que le devolví, antes de que Janis se aclarara la garganta.
»No les estoy pidiendo que se asocien y desactiven una bomba o
realicen una cirugía a corazón abierto. Esta es K-SUN. Hacemos lo que
nos da la gana, y por lo general, eso es divertirnos. ―Ella enganchó su
pulgar hacia la puerta―. Así que vayan a relajarse. Anímense. Ah, y
háganme un favor. Dejen de decir mierda el uno del otro en los periódicos.
Es malo para los negocios, pero eso ya lo saben.
Siguió un largo y pesado silencio. Por supuesto que ya lo había notado.
Sabía que la gente de la estación empezaba a darse cuenta de que Daria y
yo no nos llevábamos bien, pero pensaba, o esperaba, que lo estábamos
escondiendo del público exterior.
En vez de eso, cometí un error de novato y dejé que la reportera me
presionara hasta que le di la opinión que ella quería, lanzando una
opinión frívola que se basaba más en la frustración que en cualquier otra
cosa.
Cuando se trataba del tema de Daria Stone, mis emociones eran
incontrolables. Era un problema que no podía permitir que empeorara.
Me aclaré la garganta.
―Tienes razón, no volverá a suceder. Fue un gran error.
Daria asintió, con los ojos bajos y las mejillas sonrojadas.
―Sí. Sí, lo siento mucho.
Janis asintió también, luciendo satisfecha. Se puso de pie, rodeó su
escritorio y extendió una mano para ayudar a Daria a levantarse de la silla
que se hundía lentamente.
―Vamos, arriba.
Daria se levantó con una sonrisa de alivio.
―Gracias, y lo siento, Janis. No estoy orgullosa de mi comportamiento,
pero agradezco que lo hablemos.
Janis se encogió de hombros.
―Te conozco desde que eras una niña, Dar. Veo algo realmente especial
en ti y en Theo. Esta estación, este legado, le pertenece a cada bicho raro
que trabaja aquí, y quiero que sigas trabajando aquí. ¿De acuerdo?
Daria se mordió el labio.
―De acuerdo, prometo seguir siendo rara.
Janis se rio.
―Ahora váyanse. Otra cosa que realmente quiero es fumar un porro en
el patio y luego comprar unos churros en el malecón.
Daria esbozó una sonrisa.
―Esa es una manera única de elegirte a ti mismo.
―Oh, es la mejor manera.
Janis se dio la vuelta para buscar en su cajón el porro antes mencionado.
Los ojos azules de Daria se posaron en los míos y luché contra el impulso
de apartar la mirada.
―Supongo que te… veré mañana… pareja ―dijo, sonando forzada.
Enderecé mis lentes.
―Así parece. Yo también... te veré.
Metió las manos en los bolsillos traseros de sus pantalones y salió
tranquilamente por donde entró. Escuché el sonido de un encendedor y
la inhalación de un fumador. Janis tosió y exhaló una nube de humo.
―¿Ves? ―dijo sarcásticamente―: Se les da natural. La química, quiero
decir, Dios.
Puse los ojos en blanco y me levanté de la silla, siguiendo a Janis hacia
el patio, en donde ya estaba apoyando los codos en la barandilla con un
porro colgando de sus labios. Ella encarnaba esta ciudad y su reputación
como la alternativa bohemia y obrera, del materialismo concreto y lleno
de smog de Los Ángeles. Estaba en contra de las corporaciones y los
algoritmos, pero a favor de la radio para la gente. En los últimos treinta y
cinco años, había tomado una estación diminuta e independiente y la
había convertido en un gigante, apoyada por un feroz público local.
Janis se acercaba a los setenta y un años y tenía el cabello largo y gris
para probarlo. Era blanca, tenía el rostro surcado de arrugas y usaba lentes
redondos que le daban un aspecto de búho.
―Esta idea que tienes, oh, mentora mía ―dije secamente.
Ella exhaló y me ofreció el porro. Me negué, como siempre.
―He sido tu mentora durante cuatro años. Por eso, debes saber que
tengo las mejores ideas y siempre tengo la razón.
Me apoyé en la barandilla y sonreí.
―Eso implicaría que he estado prestando atención, pero nunca dijiste
que se suponía que debía estar haciendo eso. ¿Debería haber estado
tomando notas todo este tiempo?
Ella resopló.
―Sonríeme todo lo que quieras, sabelotodo. No cambiaré de opinión.
En el fondo, creo que sabes que tengo razón sobre este nuevo concepto.
Además, te estás sintiendo demasiado cómodo en tu programa. Sacudir
las cosas es bueno para el alma.
Me ericé ante el comentario.
―No creo que me esté poniendo demasiado cómodo en absoluto. Creo
que he estado avanzando profesionalmente y esto me llevará al caos.
Todo esto, el programa, las competencias, los eventos, será una absoluta
pesadilla.
―Entonces necesitas tener mejores pesadillas, chico ―me dijo―. Tener
que trabajar con una compañera de trabajo que no te gusta es de lo que se
trata este trabajo de 9 a 5. Menos pesadilla, más simple capitalismo
antiguo.
Miré hacia el bullicioso malecón.
―No estoy hablando de mis problemas personales con Daria. Me
refiero al hecho de que tengo un solo objetivo profesional en este
momento, y es atraer suficiente atención nacional para ser sindicado1. Así
es el programa de Mags. Es otra forma de traer fondos y emoción a la
estación. Una forma mejor y más sostenible que hacer que Daria y yo
experimentemos al aire. ¿Cómo puedo proteger mi marca, la lealtad de
mis fans, y Demi experiencia, cuando estoy conduciendo con una persona
que odia todo lo que represento?
Janis asintió y apagó el porro, expulsando una última bocanada de
humo por un lado de la boca.
―La sindicación está en tu futuro, Theo. La parte difícil es que todavía
no ha sucedido por mucho que lo hayamos intentado, y brindarte una
mayor visibilidad con este nuevo programa solo puede ayudar. Romance
Verdadero no va a desaparecer, y no se cancelará. Si alguien quiere hacer
una oferta de sindicación, la aceptaría en un santiamén, pero estoy siendo
sincera contigo, ¿de acuerdo? Tienes que aprender a comprometerte si
quieres permanecer en este negocio. Si estás abierto a eso, aprenderás de
Daria y ella aprenderá de ti. Su marca profesional pasa a ser la misma que
sus valores personales, y esos pueden cambiar con el tiempo. Cambiará
con el tiempo.
Me burlé, tratando de evitar el zumbido de ansiedad que causaban sus
palabras.

1
es la práctica de arrendar el derecho de transmitir programas de radio a múltiples estaciones de radio, sin
pasar por una red de transmisión.
―El consejo que le doy a mis oyentes es que no se comprometan. Para
defender sus propios valores, sus propias necesidades y solo
comprometerse con alguien que los haga sentir como la persona más
importante del mundo, nunca aceptando menos de lo que se merecen. Lo
último que querría es algo como mis papás…
Me detuve, frotando la parte de atrás de mi cuello. Conseguir que mi
programa cambiara no podría haber llegado en peor momento para mí,
profesionalmente. Claro, no había llegado ninguna oferta, pero eso solo
significaba que necesitaba reafirmar que yo era el experto en relaciones
románticas en esta industria, aunque también había estado soltero
durante los últimos seis meses, el tiempo más largo que había estado sin
novia en años.
Pero no podía dejar que Daria Stone me robara estos objetivos
profesionales.
―Theo ―dijo Janis―. He pasado tanto tiempo contigo estos últimos
cuatro años por lo que le dije a Daria allá atrás. Tú eres parte de mi legado.
No planeo ir a ningún lado pronto, pero cumpliré setenta y un años en
unas pocas semanas y no seré la gerente de la estación para siempre. Tú
crees en la radio independiente, crees en la comunidad, en esta
comunidad. Entiendes cuál creo que debería ser nuestro papel.
Asentí, y deslicé mi mano en mi bolsillo.
―No somos participantes pasivos en este pueblo. No solo informamos
sobre malas noticias, ponemos música y seguimos adelante. Somos la
comunidad y estamos con ellos.
―Hacemos lo correcto y ayudamos en todo lo que podemos ―agregó
Janis―. ¿Si algún imbécil corporativo nos compra? Ya no estaremos para
la gente. Estaremos para las ganancias, y eso no nos puede pasar. Tú y
Daria, Des y Elena, todos los que trabajan aquí, tienen la visión para que
siga funcionando, pero no sucederá si no empiezan a doblarse un poco.
Estar abierto a cambiar de opinión.
Volví a mirar hacia el malecón, dejando que el peso de sus palabras se
asentara sobre mí. La ansiedad estaba ahí, zumbando como un enjambre
de abejas, inquietándome.
―¿Por qué contrataste a Daria? ―le pregunté, odiando los celos que se
deslizaron en mi tono.
Ella me estudió por un momento.
―Porque es valiente y franca. Ella ayuda a las personas a aprender a
amarse a sí mismas en un mundo desesperado por no hacerlo. Tiene el
espíritu audaz de su mamá, pero es aún más compasiva que Mags. Es una
combinación ganadora y fue una elección fácil de hacer. Desearía que
nuestra situación financiera fuera mejor.
La ira brilló a través de mí.
―Yo ayudo a las personas a amarse a sí mismas también.
―Oh, sé que lo haces. ―Palmeó mi brazo―. Es por eso que ella no es
tu rival en esto.
―Entonces, ¿por qué nos conviertes en rivales literales en estas
competencias semanales? ―pregunté, con la ceja levantada―. ¿Quieres
que nos llevemos bien para un programa, pero luego nos damos la vuelta
y nos desafiamos mutuamente para ganar frente al público mientras...
jugamos al minigolf?
Janis asintió y me miró pensativa.
―La diversión añadida te hará tanto bien como el compromiso. Uno te
obliga a llevarse bien detrás del micrófono, el otro te obliga a llevarse bien
mientras haces alguna tontería. Dentro de poco, simplemente se llevarán
bien.
Le lancé una mirada exasperada.
―Tienes mucha confianza en este plan defectuoso.
―Sé lo que tengo. ―Me dio una sonrisa alegre―. Es una de las muchas
cosas que amas de mí. Ahora, ¿Ya terminamos de hablar para que
podamos conseguir un maldito churro?
Me reí por lo bajo, frotándome la frente.
―Bien, pero tú invitas esta vez.
Janis se quejó mientras iba a buscar su billetera. Me quité los lentes y
me pasé una mano por el rostro.
Dentro de poco simplemente se llevarán bien.
Era una aspiración desesperada.
Daria Stone solo sería mi rival.
A la mañana siguiente, reduje la velocidad hasta detenerme en el
semáforo a una cuadra de K-SUN. Las ventanillas de mi auto Jeep cruiser
azul estaban completamente abajo y mi música estaba al máximo.
Tamborileé con los dedos en el volante, sonriendo
la voz de mi mamá se filtraba por los altavoces.
―Es jueves, el clima es perfecto y vivimos en Sunrise Beach. ¿De qué hay que
quejarse? De nada, te lo digo. Si estás sintonizando y no tienes idea de lo que está
pasando, esto es Mags por la mañana. Soy tu anfitriona, Magnolia Stone, y
estoy aquí para ofrecerte una banda sonora de rock 'n' roll rebelde para la primera
parte de tu día, y la próxima canción va para mi única hija, mi hija favorita,
Daria Stone. Antes de conocerla como la presentadora más nueva de esta estación,
era una verdadera niña salvaje.
Ladeé la cabeza, tratando de adivinar qué canción estaba a punto de
tocar. Ella había estado hablando de mí al aire desde que era niña,
obteniendo un aprecio adicional de otros papás solteros como ella. Sabía
que yo la escuchaba, sabía y entendía los momentos de mi vida cuando
escuchar su voz a través de los parlantes de mi auto era como la luz de un
faro, llamándome a casa.
El año antes de que Jackson y yo nos comprometiéramos, me sentaba
en mi auto estacionado durante una hora después del trabajo,
reproduciendo el programa matutino de mi mamá y dejando que su voz
me calmara mientras trataba de descifrar mis turbulentas emociones.
Jackson y yo fuimos novios en la escuela. Nos graduamos juntos en la
misma universidad en Los Ángeles y luego nos mudamos de inmediato a
un apartamento del tamaño de una caja de zapatos cerca de Long Beach.
El siguiente paso para nosotros era el matrimonio porque el siguiente
paso siempre era el matrimonio.
Pero yo solo tenía dieciséis años cuando empezamos a salir y estaba
llena de las nociones de la sociedad sobre lo que tenían que ser las mujeres
en las relaciones románticas, así que, a lo largo de la escuela y la
universidad, nuestro joven amor se hizo más intenso y yo me concentré
en sus necesidades, sus objetivos profesionales, su felicidad en lugar de la
mía. Era agradable, dócil y cortés, convirtiéndome en una bola muy
enredada de lo que creía que era el verdadero amor.
Ni siquiera tener la influencia de una mamá como Mags ayudó durante
esos primeros años embriagadores, y ella consideraba el romance con la
ira que reservarías para una serpiente venenosa después de que te
mordiera.
Una vez que comencé a redescubrirme a mí misma, a mi yo auténtica,
la niña salvaje, fue cuando mi relación con Jackson se vino abajo, y me di
cuenta de que mi futuro esposo siempre había querido una muñeca
educada y flexible para ser su esposa.
En la mañana de nuestra boda, Jackson y sus padrinos de boda se
escaparon a un bar en la playa en Encinitas mientras yo me quedaba con
nuestras familias, cien invitados y docenas de proveedores. Cuando
finalmente reapareció en nuestro apartamento dos días después,
avergonzado y arrepentido, confesó que lo que pensó que era un caso
menor de pánico era en realidad que se había dado cuenta de que ya no
me amaba.
Y no lo había hecho durante mucho tiempo.
El semáforo cambió a verde cuando los primeros acordes de “The Wild
One” de Suzi Quatro resonaron a través de los parlantes.
―Oh, gracias, mamá ―dije, cantando con el viento en mi cabello, y el
sol calentando mis hombros desnudos. Pude ver la torre de radio de K-
SUN más adelante y las grandes letras mayúsculas que decían radio para
la gente. La estación estaba ubicada en un edificio blanco de un piso,
cubierto con murales vibrantes pintados por artistas locales. Justo al pasar
estaba una de las entradas al malecón, la calle estrecha cubierta de arena,
con bicicletas de playa encadenadas a las señales de alto y surfistas que
paseaban con sus tablas por encima de la cabeza.
Conduje bajo el letrero curvo de neón que decía Sunrise Beach, pasé las
palmeras envueltas en luces centelleantes y entré en el estacionamiento
sin dejar de cantar junto con Suzi. Canté por lo bajo mientras cruzaba el
lugar. Adentro, el programa de mi mamá estaba siendo transmitido por
los parlantes, pero cuando puse mis lentes de sol sobre mi cabeza, pude
verla en la primera cabina de sonido.
La luz de señal sobre la puerta parpadeó Al aire y mi mamá estaba
realizando un ridículo movimiento de guitarra con sus auriculares
todavía puestos. Abrió los ojos y me vio. La saludé, le soplé un beso e
inmediatamente comencé mi propia guitarra, caminando hacia atrás en la
sala común y cantando a todo pulmón la última parte de la canción como
si estuviera en el escenario.
Balanceé mis caderas y sacudí mi cabello de un lado a otro mientras
cantaba, moviendo mis dedos arriba y debajo de mis cuerdas imaginarias.
Entonces me di la vuelta triunfalmente y me estrellé contra el estúpido
pecho de Theo Chadwick.
Al principio, solo fui consciente de los músculos duros y su calor
corporal. Su olor me golpeó: sándalo y protector solar. Sus grandes manos
se envolvieron alrededor de mis codos con un agarre firme, y las yemas
de sus dedos presionaron mi piel. Miré hacia arriba y ese fue un error
crítico. Así de cerca, el rostro de Theo tenía todos los ángulos artísticos:
una nariz fuerte, labios tortuosamente carnosos, el corte de su mandíbula.
Aún más inquietante fue la fracción de segundo de diversión que casi
curvó los bordes de esos labios. Retrocedí rápidamente y presioné una
palma contra mi acelerado corazón.
―¿Estás bien? ―me preguntó.
―Totalmente ―le dije, sin aliento―. Prefiero entrar a la mayoría de las
habitaciones de esa manera. Tú eres el que arruinó mi solo de guitarra.
Arqueó una ceja.
―Y tú eres la que arruinó la letra.
Resoplé.
―De ninguna manera, doctor Chadwick. Me crie con Suzi.
―Yo también ―respondió―. Crecí escuchando a Mags todas las
mañanas también.
Parpadeé, sorprendida.
―¿Lo hiciste?
Él asintió y se giró hacia nuestra antigua cafetera de tamaño industrial.
Observé sus dedos desabrochar los botones de sus muñecas, y los
músculos de sus antebrazos se flexionaron mientras se enrollaba
lentamente las mangas hasta los codos. Preparó el café fácilmente y pulsó
el botón de encendido, luego se apoyó contra el mostrador, deslizando
ambas manos en sus bolsillos.
―Hubo un período cuando estaba en décimo grado que ella tocaba esa
canción todas las mañanas, alrededor de las 7:15. Me despertaba con eso
―continuó―. Se quedaba alojada en mi cerebro durante la totalidad de
mi día escolar y me encontraba cantándola durante toda mi clase de
biología.
―¿Se quedaba alojada por fortuna o por desgracia? ―le pregunté,
demasiado curiosa.
Las puntas de sus labios se torcieron.
―Por fortuna, es una canción bastante buena.
Casi digo algo increíble, como Ya sé, ¿verdad? Pero en vez de eso, me
acerqué y agarré una taza de café del gabinete crujiente. Cuando era niña,
solía hacer mi tarea en esta sala común si Mags tenía que trabajar hasta
tarde para reuniones o campañas de donación. No había cambiado
mucho: los sofás aún tenían un color extraño y estaban mohosos. Las
paredes estaban llenas de discos de vinilo, equipos viejos, bobinas de
cables de alimentación negros sin usar y varios carteles de eventos
comunitarios y conciertos en el estudio.
Una vieja máquina de discos rojo cereza a la que Janis llamaba
cariñosamente Stevie Nicks estaba en la esquina, pero solo reproducía
canciones de The Supremes.
―Cuidado, Theo. ―Vertí café en mi taza―. Puedes dar la impresión
de que realmente te diviertes de vez en cuando.
Un músculo se tensó en su mandíbula.
―Es muy divertido estar cerca de mí, pero, de nuevo, no sabes nada de
mí.
Un silencio incómodo colgaba entre nosotros. Me moví nerviosamente,
bebiendo mi café miserablemente y mi alegría matutina fue socavada por
la molesta presencia de Theo, el recordatorio de que no necesitaba que
llegáramos temprano para hablar sobre nuestro nuevo programa, el cual
necesitaba tener éxito para mantener a raya a los robots corporativos. Los
recuerdos de la reunión de ayer con Janis hicieron que mi estómago
saltara de vergüenza de nuevo.
Dejen de molestarse el uno al otro y luego dejarán de discutir como niños
pequeños. ¿Qué tal suena eso?
Tener mi comportamiento profesional descrito como el de una niña
pequeña ya era bastante angustioso. Tener esa retroalimentación viniendo
de una mujer que había admirado desde que era adolescente fue horrible.
Envolví mis manos alrededor de mi taza, aclarándome la garganta.
―¿Te, eh... te quedaste con Janis después de la reunión?
Se sirvió su propia taza, sin derramar ni una sola gota.
―Sí, aunque la hice pagar los churros. Janis Hill fácilmente me llevaría
a la bancarrota si pagara cada vez que ella tuviera un antojo de comida a
altas horas de la noche.
―¿Cuánto tiempo ha sido tu mentora aquí?
Theo vaciló.
―¿Realmente te importa?
Tragué saliva y le di una sonrisa sarcástica.
―Por supuesto que no, no me importa.
―Tampoco a mí.
Me acerqué a la mesa de reuniones y saqué una silla. Elena y Des
estarían aquí en cualquier momento, no necesitaba pasar ese tiempo tan
cerca de Theo. Tampoco necesitaba explorar los límites de una relación
laboral que me había intrigado a regañadientes durante los últimos tres
meses. Theo era un imbécil tan engreído y serio a mi alrededor, pero esas
cualidades se suavizaban con Janis y sus amigos. Escucharlo riéndose de
algo que ella decía o verlos conversando durante el almuerzo causaba una
extraña agitación en mi pecho.
Theo se sentó en la silla junto a la mía, poniendo casi un metro de
distancia entre nosotros.
―Por mucho que desprecio admitir cuando Janis tiene razón,
deberíamos intentar una tregua verdadera para seguir adelante.
Lentamente crucé una pierna sobre la otra, sus nudillos se blanquearon.
―Probablemente deberíamos hacerlo, y estar en la misma página sobre
cómo diablos se supone que debemos compartir un micrófono y colaborar
en el asesoramiento.
Sus ojos verdes se entrecerraron.
―¿Crees que realmente colaboraremos?
―¿Qué, quieres que peleemos al aire?
―Por supuesto que no ―dijo suavemente―. Aunque quiero que sepas
que estaré tentado todo el tiempo. Asumí que nos ceñiríamos a los temas
que conocemos, y evitaríamos responder preguntas que no conocemos,
posiblemente sea la mejor manera de evitar ―agitó una mano entre
nosotros―, nuestros patrones habituales.
―Así que yo tomaré todas las preguntas sobre sexo, entonces. ―Mis
labios se curvaron en una sonrisa astuta―. Las de la masturbación, el
placer en solitario, aprender a tocar tu propio cuerpo mejor que otra
persona. Juguetes, vibradores, ese tipo de cosas.
Su garganta se movió por un momento, pero su rostro permaneció
impasible.
―Esa es una suposición audaz, Daria. Yo aconsejo a las personas a
través de sus preguntas sexuales todo el tiempo. Dado mi título, es una
de mis muchas áreas de especialización.
Levanté una ceja.
―¿El doctor Theodore Chadwick tiene un título en ayudar a la gente a
follar? No tenía ni idea.
Una comisura de su boca casi se levantó.
―Mi experiencia es numerosa. La intimidad sexual es una piedra
angular crucial en muchos tipos de relaciones románticas.
―La intimidad sexual es increíblemente empoderadora ―respondí―. Y
los mensajes sociales nos dicen que solo puede ocurrir entre dos o más
personas. Yo hablo con la gente acerca de cambiar esa prioridad para
complacerte a ti mismo antes de complacer a los demás.
―No sé cómo puedes pensar que yo creo lo contrario. Oh, espera, ya
sé. ―Chasqueó los dedos―. No escuchas mi programa.
―¿Tu escuchas el mío?
―No tengo que hacerlo ―dijo―. Ya sé que es una bolsa de sorpresas
sarcástica de lo que sea que esté de moda en Twitter.
Dejé caer mis codos en mis rodillas. Theo era alto y ancho, su cuerpo
ocupaba una cantidad de espacio que distraía.
―Al igual que yo sé que el tuyo es un festival de siestas aburrido.
El calor estalló en sus ojos. Estaban pegados a los míos, agitando esas
sensaciones de aleteo en mi pecho.
―Las relaciones humanas sanas y amorosas no son nada aburridas, y
te recuerdo que, aunque tú no estés de acuerdo con eso, mi popularidad,
patrocinios y número de oyentes prueban que es verdad.
―Un número que estoy más que lista para ganarme para mi lado ―le
dije―. Describir mi programa como nada más que basura reciclada de
Internet es simplista y carece de imaginación. Lo que me falta en títulos
de lujo, lo compenso con experiencias vividas. Experiencias vividas con
las que mis oyentes se relacionan, se sienten vistos y aceptados. No puedo
decir lo mismo de ti.
Ahora era el turno de Theo de inclinarse.
―¿Por qué es tan difícil creer que yo también he vivido experiencias,
Daria? ―Su voz era baja y peligrosamente áspera―. ¿Es el hecho de que
las mujeres se han enamorado de mí y yo de ellas? ¿Que las llené con
gestos románticos y afecto sincero y honestidad genuina? ―Se inclinó una
pulgada más―. ¿O es que no puedes aceptar que mi experiencia en el
placer sexual sea mayor que la tuya?
Mi estómago se hundió. Había una parte desleal y traicionera de mi
cerebro que quería que mirara boquiabierta sus manos grandes y fuertes,
la suave piel de su garganta, y los gruesos rizos de su cabello. Encontré
que era más fácil concentrarme en pequeños aspectos de Theo Chadwick
porque asimilar su apariencia completa de príncipe azul erudito era
demasiado irritante.
―Tengo una pregunta para ti ―dije, ladeando mi cabeza―. ¿Eres un
idiota pomposo con alguien más? ¿O solo es algo especial que haces a mi
alrededor?
―Solo lo hago contigo porque eres un maldito dolor en mi…
Cliff Martin empujó la puerta de la sala común y nos envió a Theo y a
mí a retirarnos a nuestros rincones separados nuevamente. Estaba
silbando al ritmo de la canción que mi mamá estaba tocando a través de
los parlantes.
―Hola y buenos días ―dijo, luego se frotó las manos―. ¿Tú hiciste ese
café, Theo?
―Por supuesto ―respondió.
―Es mi día de suerte, tú haces el mejor café, amigo.
Theo le sonrió, revelando sus dientes blancos y rectos y un hoyuelo que
nunca había visto.
―Soy el mejor en muchas cosas, o eso me han dicho.
Tomé un sorbo de mi café y murmuré:
―La gente puede mentir, ya sabes.
La rara sonrisa de Theo se desvaneció. A mí me dijo eres un dolor en mi
trasero, a Cliff le dijo:
―Estarás en la reunión la próxima semana para comenzar a planificar
la fiesta de Janis, ¿verdad?
―Diablos, sí, lo haré ―dijo Cliff, levantando su taza―. Vamos a hacer
la mejor fiesta de cumpleaños hasta ahora.
Cliff tenía cincuenta y tantos años y parecía que definitivamente seguía
a Grateful Dead2. Llevaba siendo anfitrión aquí casi tanto tiempo como
mi mamá, con un popular programa de domingo por la noche llamado El
viaje ecléctico. Eran horas de música seleccionada al azar ligada a cualquier
extraño tema semanal que se le ocurriera.
―¿Estás planeando algo para Janis? ―pregunté.
Theo asintió.
―Su cumpleaños número setenta y uno es en pocas semanas y
habiendo planeado los últimos cuatro, puedo decirles que ella odia las
sorpresas, prefiere detallar cada cosa que quiere y luego todos hacemos
que suceda.
―Como el castillo inflable del año pasado. ―El tono de Cliff era
nostálgico.
Sonreí, a pesar de que Theo estaba ahí.
―Si ella dice: 'Quiero una horda de cebras para mi cumpleaños',
entonces tú...
―Lo coordino con una tienda de mascotas exóticas ―dijo Theo―. Y lo
sé por la vez que quiso llamas.
―También suele haber una gran fiesta de baile ―respondió Cliff―. Tu
mamá y yo armamos una lista de reproducción con Norris y Millie, así

2
grupo de rock y folk rock influido por la psicodelia, creado en 1965 por integrantes de "Mother McCree's
Uptown Jug Champions" y "The Soul Warlocks". Se dieron a conocer gracias a su estilo de composición único y
ecléctico que fusionaba elementos del rock, folk, bluegrass, blues, country y jazz.
que es como un montón de mierda rara y rock clásico con algo de música
disco.
Theo tomó un sorbo de su café.
―A Janis le encanta la disco.
Norris presentaba un programa semanal llamado Fiebre de sábado por la
noche que se describía en nuestro sitio como “fiesta de baile vintage”
combinada con “Studio 54”. Millie presentaba un popular set de viernes
por la noche llamado La cinta de mezclas, donde los oyentes enviaban las
mejores canciones de sus sudorosas y hormonales listas de reproducción
de adolescentes.
―Definitivamente puedo ayudar con eso ―le dije―. Cuenta conmigo.
Mis vibraciones generales son 'fiesta de baile rara' y 'castillo inflable'.
Cliff asintió jovialmente y caminó hacia la puerta.
―Estás dentro, hermana. Ah, y dile a Mags que su programa se siente
como un regalo del cielo hoy.
―¿Escuchaste la canción que me dedicó?
―No solo la escuché, también vi tu maravilloso solo de guitarra ―dijo,
arrastrando los pies por la puerta con su estampado tie-dye de pies a
cabeza.
Me giré hacia Theo.
―Mis habilidades son claramente apreciadas por aquí.
Se puso de pie con gracia y dejó su taza en el mostrador.
―Gracias por ofrecerte, pero no necesitamos ayuda adicional para la
fiesta, Daria.
―Pero amo a Janis, la conozco desde que era una niña. Quiero ayudar,
eso es todo.
―Estoy seguro que sí, pero estoy pensando en nuestra situación de
tregua. Cuanto menos tiempo pasemos juntos, mejor. ¿No estás de
acuerdo?
Mi teléfono vibró sobre la mesa con un mensaje que decía un nuevo
correo electrónico, y mi pulso se disparó.
―Um… sí, bien ―dije, distraída por la alerta―. ¿Has considerado
seguir el consejo de Janis y no hacerme enojar? Eso ayudaría aún más a
nuestra situación.
Su gruñido irritado hizo girar mi cabeza justo cuando Elena y Des
entraban, en medio de una conversación para nuestra reunión. Tomé mi
teléfono, con los dedos temblorosos abrí mi correo electrónico y sentí que
se me encogía el estómago cuando vi que el mensaje era de una de las
agencias literarias a las que les había enviado mi manuscrito. Aprendí
estos últimos meses que necesitaba hacer clic para abrir antes de que mis
nervios entraran en acción.

Daria: lamento decir que dejaremos pasar este manuscrito. Esa es la mala
noticia. La buena noticia es que me encantó este libro de ensayos. Tienes una gran
voz: única, divertida, y audaz. El tema es muy oportuno y contemporáneo, pero
no estamos aceptando memorias y ensayos en este momento, por lo que
declinaremos. Volver a enviarlo en un año no es una mala idea, al igual que
continuar buscando una casa literaria que se ajuste a lo que estás tratando de
hacer con este libro. ¡La mejor de las suertes para ti!

Cerré los ojos, muy consciente de que no estaba sola. Muy consciente
de que Theo estaba sentado a mi lado otra vez. Estos tipos de rechazos
eran peores que los automáticos de “no estoy interesado” que también
recibí. Cuando me decían que les gustaba, “pero” dolía exponencialmente
más. Era la esperanza que colgaba, la provocación de la brillante fortuna.
Esto no era técnicamente un rechazo total, pero aún quería que alguien
leyera mis ensayos y dijera: “¿Sabes qué? Esa Daria Stone sabe de lo que
habla”.
Especialmente porque estaba a punto de pasar mis días siendo
comparada con Theo. Tan pronto como Jackson y yo nos graduamos de
la escuela, nos mudamos a Los Ángeles y comencé a trabajar en cualquier
trabajo ocasional o pasantía mal pagada que pude encontrar en las
estaciones de radio. Tomaba clases de radiodifusión en el colegio
comunitario y ganaba dinero extra trabajando en una tienda de discos de
vinilo usados hasta que llegué a K-ROX.
Sabía cómo operar cada pieza del equipo en este lugar. Lo que no tenía
fue la educación avanzada, la experiencia y los seguidores de Theo. Me
gustaba decir que venía por su número de admiradores, porque así era,
pero incluso haber irrumpido en el escenario de la radio de repente, aún
no me hacía obtener la popularidad que él había ganado al ser el mejor
durante cuatro años seguidos.
Podía escuchar a Des y Elena detrás de mí en la cafetera. Junto a mí,
Theo se aclaró la garganta suavemente.
―¿Estás bien? ―murmuró.
―¿Qué? ―le pregunté, todavía un poco aturdida.
―Te pregunté si estabas bien, pareces alterada.
Aparté los ojos del correo electrónico y miré a Theo. La nota de genuina
preocupación en su voz era confusa.
―Estoy bien, no es nada.
Él asintió una vez con la boca apretada, hasta que Des se sentó a su lado
y le deslizó una bolsa con un olor delicioso con una amplia sonrisa.
―Traje un sándwich extra para ti, amigo.
Theo le devolvió la sonrisa, realmente radiante, luciendo cómodo y feliz
alrededor de su amigo. Su sonrisa era convincente, su sonrisa era
encantadora.
Bajé la mirada, cortando la conexión visual para que mi cerebro no
pudiera aferrarse a la imagen. Si realmente quería este trabajo, si
realmente quería que me siguieran los fans, si realmente quería publicar
un libro, tenía que concentrarme en la solución a todos esos problemas.
Tenía que ser mejor que Theo.
En todo.
Des abrió su computadora portátil y el resto de nosotros lo seguimos
con cualquier dispositivo para tomar notas que prefiriéramos. Apoyé mi
tobillo derecho en mi rodilla izquierda y presioné mi cuaderno contra mi
muslo, haciendo clic con mi bolígrafo a través de una explosión de
sensaciones ingobernables. Las que experimentaba cuando Daria estaba
cerca de mí: frustración, molestia, y algo oscuro y primitivo, un calor
abrasador en mis venas, una sensación que se estiraba y se despertaba
sacudida solo cuando ella estaba cerca.
Mis instintos naturales tendían hacia la curiosidad. Ganas de estudiar,
aprender, y desentrañar. Comprender cada complejidad de las relaciones
humanas y ayudar a otros a comprenderlas también.
Pero cada vez que estaba cerca de ella, mis emociones desafiaban mis
intentos habituales de control, por lo que esos mismos instintos gritaban
resistencia cuando se trataba del misterio de su visión del mundo y sus
experiencias.
Gritaban resistencia a la hora de aceptar que Daria era increíblemente
hermosa.
Ella no tenía idea de que la había visto esta mañana antes de que nos
estrelláramos. La vi en su Jeep azul, cantando en voz alta, con su cabello
negro volando alrededor de su rostro, y sus labios rojos en una sonrisa
permanente. Incluso la vi bailar a través del vestíbulo y por el pasillo, la
pura y desenfrenada alegría de hacerlo me cautivó por completo.
Su postura en la silla a mi lado vibró con un desafío que sabía que era
solo para mí, desde la forma en que su falda a cuadros se deslizaba hacia
arriba de sus muslos, hasta la astuta inclinación de su cuello y la curva de
sus labios.
Mi bolígrafo hizo clic-clic-clic.
Des me veía con una mirada desconcertada.
―Ustedes dos se ven como si Janis Hill acaba de vestirlos y los obligara
a hacer un programa juntos.
Le sonreí.
―¿Qué te hace decir eso? ¿Podría ser el aire general de miseria que nos
rodea?
―Desafortunadamente, sí ―dijo―. Es por eso que te traje de regalo un
sándwich grasiento para el desayuno.
Abrí la bolsa de papel con el dedo e inhalé el aroma adictivo de huevos,
tocino y queso. Desmond Davis era el director de producción de K-SUN
y se había convertido en mi mejor amigo durante los últimos cuatro años
de trabajo juntos. Pasamos muchas noches en esta sala común, comiendo
algo frito y bebiendo cerveza mientras nos preparábamos para las
preguntas de los oyentes y los temas del programa.
Tenía una gran familia extendida en Sunrise Beach, y dado que ninguno
de mis familiares estaba interesado en pasar las vacaciones juntos, ahora
las pasaba todas con Des, su esposa Susannah y sus familias combinadas.
Era casi tan alto como yo, de piel morena muy oscura, rizos cortos y barba.
Des metió la mano debajo de la mesa y le extendió una bolsa igualmente
grasienta a Daria y ella juntó las manos cuando la vio.
―Y no te olvidé, Dar. Elena y yo tomamos el desayuno en el restaurante
para discutir los cambios inesperados en el programa que Janis nos dejó
caer.
―¿Sabías que Janis estaba tan preocupada por el presupuesto y las
ofertas corporativas que llegaban? ―le preguntó Daria.
Elena levantó un hombro.
―Ha surgido en nuestras reuniones de producción, pero esto es K-
SUN, normalmente estamos en algún tipo de crisis presupuestaria. Si está
comenzando a tomar medidas de reducción de costos, cambios de
programa y ese tipo de cosas, entonces es una amenaza más aterradora
que los problemas de financiación por los que pasan todas las estaciones
independientes.
―Y haremos otros recortes, nos haremos más estrictos donde podamos,
y ajustaremos algunos programas ―agregó Des―. También estamos
viendo una campaña de donación única en un par de semanas. Está
dedicada a ser creativa en todo el asunto.
Asentí.
―Ella es extremadamente buena en eso, ha pasado la mayor parte de
su carrera tomando atajos para mantener la estación a flote.
Des colocó un codo sobre el respaldo de su silla.
―Tengo que decir que ambos están tomando esta noticia bastante bien
dado...
―Todo el mundo sabe que no se soportan mutuamente ―dijo Elena.
Daria y yo intercambiamos una mirada rápida e incómoda.
―Yo expresé mis preocupaciones una docena de veces y todo lo que
hizo Janis fue fumarse un porro y comerse un churro entero.
―Yo estoy rebosante de alegría por aquí. ―Daria tenía una mueca
sarcástica en los labios―. Pero estamos tratando de, como, tener una
tregua o lo que sea.
Des se rio entre dientes.
―¿Sí? Porque tu lenguaje corporal definitivamente no dice 'somos dos
compañeros de trabajo ansiosos por trabajar juntos'.
Froté la parte de atrás de mi cuello, sintiendo la misma ansiedad y
vergüenza que tuve anoche. Janis no se anduvo con rodeos, y habíamos
tenido muchas conversaciones durante las cuales ella me dio consejos que
me obligaron a aprender algo nuevo o a reconsiderar mi posición. No
fueron fáciles para mí, pero sucedieron ocasionalmente.
Anoche no fue eso, anoche mi supervisora expresó su propia molestia
y decepción por la forma en que Daria y yo interactuábamos entre
nosotros. Esta era una estación pequeña, un personal muy unido. Los
problemas interpersonales tenían un profundo efecto dominó aquí. Ceder
a la tentación de presionar a Daria, hasta ahora, solo era malo para mi
carrera.
Janis tenía razón, necesitaba dejarlo de lado. Podría hacer eso, ser
tranquilo y cortés, sin tener que aceptar todas sus sugerencias. Es decir, el
compromiso y el aprendizaje mutuo.
―No esperaba que Janis nos obligara a Daria y a mí a trabajar juntos
―admití―. Mi reacción inicial fue más de conmoción e ira, pero
obviamente haría cualquier cosa para ayudar a K-SUN. Estoy adentro.
Y cuanto mejor me desempeñara, especialmente en comparación con
Daria, mayores serían mis posibilidades de sindicación.
―Lo mismo aquí ―dijo ella―. No voy a desperdiciar una de nuestras
mejores opciones para mantener las puertas abiertas porque…
Arqueé una ceja en su dirección.
―¿Porque qué?
Ella frunció los labios.
―Nada, iba a decir... porque Theo y yo tendremos que adaptarnos a
una curva de aprendizaje, trabajar juntos y atender llamadas. No es una
mierda, lo juro. Janis tenía razón en todo.
Elena chasqueó la lengua.
―Ella realmente es así de molesta.
Me reí.
―Es verdad, entonces ¿cuál es el plan para mañana?
Elena estiró los brazos hacia adelante sobre la mesa.
―Desde mi punto de vista, no va a ser muy diferente. Tendremos que
averiguar cómo priorizamos y elegimos las preguntas de las personas que
llaman. Me gustaría que los dividiéramos de manera bastante equitativa,
aunque algunas se apliquen a ambos. Con las llamadas en vivo, que a
veces son comodines totales, tendrán que… ―Agitó la mano hacia Daria
y hacia mí.
―¿Comportarnos? ―sugerí.
―Ese es el espíritu ―dijo Des―. En el horario original, el programa de
Daria se transmitía los martes, jueves y sábados por la noche y el de Theo
los lunes, miércoles y viernes. Consejos de amor y vida ahora será de jueves
a sábado. Esas son las noches más calurosas, desde una perspectiva
numérica. Sé que esto no es lo que querían, pero la idea es bastante
ingeniosa.
Absolutamente no lo era. No había forma de que Daria y yo juntos
pudiéramos brindar una experiencia auditiva mejor y más fructífera que
Daria y yo separados. Apenas podíamos hacer contacto visual tal como
estaba, y mucho menos sentarnos durante horas en una pequeña cabina
de sonido, uno frente al otro con los auriculares puestos y los micrófonos
en la boca.
―La segunda parte son estas competencias que Janis quiere que hagan
con los fanáticos ―continuó Des, golpeando su bolígrafo contra la
mesa―. Cuanto más podamos involucrar a Internet con ustedes como
personalidades populares al aire, y cuanto más podamos resaltar el hecho
de que sus programas son diferentes, haciéndolos animados y
competitivos, más emocionada estará la gente por sintonizarlos.
―Y convertirse en miembros ―dijo Elena, frotándose el pulgar y el
índice juntos―. Necesitamos dinero, bebé.
―Hicimos una lluvia de ideas esta mañana durante el desayuno
―continuó Des―. Janis quiere diversión, nada serio. Un juego de
paintball, por ejemplo.
Daria esbozó una sonrisa, relajando los hombros.
―Wow, wow. Me encanta el paintball.
―¿En serio? ―le pregunté.
Ella me lanzó una mirada, de ¿qué demonios sabes? Lo cual era justo. Dije
algo similar cuando me preguntó sobre mi relación con Janis.
―Estoy de acuerdo con esa sugerencia ya que es probable que gane.
―El tono de Daria estaba cargado de falsa dulzura―. ¿Y cómo se
involucrarán los oyentes?
Elena tomó un sorbo de su taza.
―Nos gustaría ver a los miembros participando con ustedes, como una
noche en la que el personal y los miembros de K-SUN pasan el día en un
campo de minigolf o algo así. Podemos compartir fotos que tomen ese día,
dirigiendo el tráfico a su próximo programa, en donde pueden contarles
a todos sobre sus experiencias. Jugar el ángulo competitivo tanto como
sea posible.
―Tenemos paintball y minigolf, que es una tradición del malecón de
Sunrise Beach ―dijo Des―. Y juegos de arcade3, ya saben, aros y Skee-
Ball y Whac-A-Mole. Creo que será un gran momento. La mayoría de
nuestros fanáticos crecieron paseando por ese malecón todas las noches
de verano. El campo de paintball está un poco fuera de la ciudad, pero
todo lo demás sucedería en el patio trasero de la estación. ¿Hay algo más
nostálgico que jugar esos viejos juegos en el malecón con tus amigos?
Des sostuvo mi mirada por un segundo con el rostro lleno de una
amabilidad que hizo que me doliera el pecho. No mucha gente sabía sobre
la soledad hueca de mi infancia, pero él sí. No encontré un grupo de
amigos hasta la universidad, cuando comencé a sentirme más cómodo en
mi propia piel. Eso significaba que, aunque también crecí en este pueblo,
no era uno de esos niños que comían palomitas de maíz y montaban la
rueda de la fortuna diez veces en una noche durante las vacaciones de
verano.
La idea de hacer esas cosas con Daria hizo que el mismo calor se
derramara por mi cuerpo, pero menos oscuro, más como los momentos
que los oyentes me describían todo el tiempo.
Casi como si me estuviera sonrojando.
―Okey, okey. ―Daria se tocó la barbilla―. Se siente como un concurso
de radio de la vieja escuela. Son dos anfitriones jugando juegos divertidos
junto con un grupo de fanáticos del programa, y el premio es que

3
Galería o centro de videojuegos.
ganamos aún más seguidores y salvamos a la estación de una posible
adquisición corporativa. ¿Lo entendí bien?
Des abrió los brazos.
―Justo en el clavo.
―Tiene la vibra híper local que cultiva K-SUN ―dije―. Eso es lo que
nos convierte en una voz única entre otras estaciones independientes. No
informamos sobre la comunidad, somos de la comunidad. Jugar juegos en
el malecón no tiene la misma seriedad que cuando nos unimos a las
protestas afuera del Ayuntamiento, pero seguimos siendo celebridades
locales con muchos seguidores y una base de fans apasionada. Los
oyentes deberían vernos en la comunidad, disfrutando de las cosas que
hacen que Sunrise Beach sea tan especial.
Sentí el peso de la mirada de Daria, pero no se la devolví. Quise decir
lo que dije sobre lo que era esta estación, y sobre lo que debería seguir
siendo. La realidad de presentar una versión idealizada de mi relación
con Daria todavía parecía una tarea imposible.
Los labios de Elena se curvaron hacia arriba.
―¿Vas a decirle a Janis que tenía razón, Theo?
―Oh, nunca ―respondí―. Cuanto más le dices eso, más crece su
poder.
Des se puso de pie, cerró su computadora portátil y se la metió debajo
del brazo.
―Hablando de presupuestos, tengo una reunión y sé que Elena tiene
que grabar algunas promociones para el fin de semana. ¿Ambos están
bien con nuestras ideas iniciales?
―Estoy emocionada de vencer sin piedad a Theo en el paintball, así que
sí ―declaró Daria.
―Y yo tengo muchas ganas de mostrarle a Daria lo miope que es por
subestimarme.
Elena y Des intercambiaron una mirada.
―Solo, eh… sigan trabajando en eso de la tregua. ―Elena me miró―.
Theo, te veré esta noche para tu programa.
Me puse de pie necesitando espacio de la amenaza de cabello negro a
mi lado. La presencia de Des y Elena nos había forzado a una leve cortesía
y eso me hizo sentir la necesidad de huir. Contradictorio o civilizado, no
importaba.
Su presencia era como una llama ardiente y parpadeante que no debería
tocar.
Volví a llenar mi café y traté de concentrarme en lo que tenía que hacer
para prepararme para el programa de esta noche, pero cuando me di la
vuelta, Daria también estaba de pie, con las palmas detrás de ella sobre la
mesa. Me observaba con una intensidad felina, como un gato
considerando a un ratón. Su postura llamó la atención sobre la curva de
sus muslos debajo de su falda, y la pulgada de su estómago desnudo
revelada por el corte de su blusa. Era una pose de ven aquí, si me hubiera
torcido el dedo, me habría visto obligado a trabar las rodillas, pero el
fuego en sus ojos era más una provocación que una seducción.
―Trazando tu estrategia victoriosa de paintball, supongo ―pregunté.
Ella levantó un hombro lentamente.
―Algo como eso.
―¿Escucharás mi programa esta noche?
―Probablemente, siempre necesito algo para dormir.
Negué con la cabeza y solté una risa oscura.
―Será increíblemente satisfactorio vencerte en cada etapa de este
experimento desacertado.
Ella inclinó la cabeza.
―Qué engreído, doctor Chadwick. Si no me equivoco, diría que mi
presencia te ha molestado desde el principio porque ves mi creciente
popularidad como una amenaza para tu programa y tu carrera.
Entrecerré los ojos.
―No pretendamos que ese no ha sido tu objetivo final todo este tiempo.
―Tienes razón ―me respondió―. Soy una amenaza, pero buena suerte
tratando de ganar.
Una voz en mi cabeza gritaba control, control, control. Las palabras de
Janis de la noche anterior se agitaron como un mantra. Las ignoré todas,
dando pasos medidos hacia Daria hasta que las puntas de mis zapatos
rozaron las puntas de sus botas de plataforma y sus ojos azules se
agrandaron incluso cuando levantó la barbilla para sostener mi mirada.
Mantuve mis manos a mi lado para no tener la tentación de agarrar sus
muslos, deslizar mis dedos debajo de su falda y demostrar cuán
expertamente entendía las muchas definiciones de placer.
―Nunca he necesitado suerte ―dije con firmeza―. Y definitivamente
no la necesitaré una vez que nuestros oyentes elijan el amor y el romance
al final. Cuando me elijan a mí. Pero encontraré una manera de
decepcionarte fácilmente.
Supe que iba a ser un buen programa por la cantidad de oyentes que
llamaron en busca de consejos para propuestas de matrimonio.
Ya habíamos tenido siete esta noche.
Aunque la llamada de Jake tuvo un giro único: el novio al que quería
proponerle matrimonio resultó ser un actor seguido por los paparazzi,
con sus fotos salpicadas en revistas.
―Escucho tu programa todo el tiempo ―murmuró Jake con buen
humor―. No sé por qué estoy tan nervioso en este momento.
Enderecé mis lentes mientras la primera ráfaga de ideas daba vueltas
en mi cerebro.
―Una vez que empieces a pensar en propuestas, se tapará el sol,
metafóricamente hablando. Hace que sea más difícil ver algunos de los
detalles con claridad, y creo que tu suposición de que partes de la
propuesta terminarán en al menos un tabloide es justa, dado que él es una
celebridad. ―Bajé la voz―. Estar nervioso es normal y está bien. Estás
compartiendo información personal al aire. Estás en buena compañía, te
lo prometo.
La mitad del tiempo pasaba estas llamadas haciendo que la otra
persona se sintiera cómoda con cualquier pregunta vulnerable que
tuviera sobre su vida amorosa. Hubo un ajuste en pasar de escribir una
columna de consejos a responder esas preguntas al aire: se produjo una
separación natural para mí cuando estaba leyendo correos electrónicos,
incapaz de escuchar la voz de la persona y el miedo, la esperanza o la
felicidad en su tono.
Pero aconsejé a muchos estudiantes universitarios cuando enseñé en la
universidad, los ayudé a superar el estrés de los exámenes finales, sus
problemas personales, sus preocupaciones sobre el futuro. A veces sentía
que obtener un doctorado en psicología social no era necesario, trabajar
junto a los estudiantes nunca dejaba de revelar el complejo tapiz de las
experiencias humanas.
Ser el único hijo atrapado en medio del frío divorcio de mis papás tuvo
un efecto similar.
Jake se rio, relajándose.
―Cierto, y es por eso que la propuesta no puede apestar, pero cada idea
que tengo apesta y no es digna de Instagram, elegante o glamorosa.
―Dudo mucho que apeste ―le dije con una sonrisa―. Tu futuro esposo
es una celebridad. Eso hace que los hitos personales sean más
complicados, por lo que tu consideración valdrá la pena al final.
―¿De verdad lo crees? Okey, borra eso. Eres básicamente un experto
en propuestas, dah.
―No soy un experto, solo un chico que fue a la escuela por un tiempo
―dije fácilmente.
Aunque eso no fue lo que le presumí a Daria ayer. Mi experiencia es
numerosa, pero eso fue porque estábamos hablando de sexo. El tema había
activado mis instintos más básicos con una velocidad vertiginosa,
poniéndome ansioso por burlarme de ella hasta que se rompió,
sonrojándose y fuera de juego.
―Tengo una idea, basada en lo que me has dicho hasta ahora
―continué―. ¿Has considerado hacer de la propuesta un asunto
completamente privado?
―¿Qué, como... en nuestra cocina o algo así?
Sonreí.
―Supongo que tu famoso novio tiene una cocina bastante bonita,
¿verdad? ¿O tal vez un balcón o jardín privado? ¿Algún lugar que sea
significativo para ustedes como pareja?
Pude sentirlo reflexionando sobre esto, así que aproveché la
oportunidad para convencerlo un poco más.
―Sé un poquito de lo que es tener cierto escrutinio público,
especialmente aquí en Sunrise Beach. Puede hacerte sentir como si
alguien, en algún lugar, estuviera examinando tu comportamiento bajo
un microscopio, pero este es el momento en que le vas a pedir que se case
contigo. Ser su pareja para toda la vida. Es un momento de verdadera
intimidad romántica y vulnerabilidad. Para algunos, compartir eso frente
a amigos o familiares es importante, pero tal vez él solo quiera
compartirlo contigo.
Hice una pausa, y dejé que las palabras se asimilaran. Jake hizo un
sonido de huh apenas perceptible.
―Sin cámaras, sin tabloides. Sin revistas que paguen por tus momentos
privados. Solo tú y él. ―Froté mi pulgar a través de mi labio inferior―.
¿Qué opinas?
―Sabes, es una persona hogareña en la vida real. Cuando no estamos
en entregas de premios o fiestas de Hollywood, nos encanta cocinar
juntos. Voy a terminar planeando una propuesta de cocina, ¿no? ¿Cómo
eres tan bueno en esto?
Me pasé una mano por la nuca. Solo tenía 32 años, pero había tenido
tres relaciones a largo plazo. Relaciones serias con mujeres que deseaban
casarse de la misma manera que yo.
Pero nunca, ni una sola vez, le propuse matrimonio a ninguna de ellas.
―Es una idea ―dije finalmente.
Jake suspiró, más feliz esta vez.
―Puedo verlo, realmente verlo. Habría odiado algo público. Gracias por
señalarme la dirección correcta.
―Para eso estoy aquí. ―Elena hizo un gesto de termina―. Tengo que
dejarte ir para poder dar algunas actualizaciones del programa, pero
vuelve a llamar y cuéntanos cómo te fue, ¿de acuerdo? Va a ser genial.
―Absolutamente, gracias por todo ―dijo antes de que la línea se
cortara.
Me moví en mi silla, y mis extremidades comenzaron a llenarse de una
ansiedad baja y vibrante.
―Como siempre, gracias por elegir pasar las noches de los jueves aquí,
conmigo, en Romance Verdadero. En el futuro, tenemos algunos cambios de
programa nuevos y sorprendentes a partir de mañana. Durante el
próximo mes, me acompañará otra favorita de K-SUN: Daria Stone,
nuestra nueva personalidad al aire que conduce Eligiéndote a ti mismo. Nos
uniremos para un nuevo segmento que llamaremos Consejos de amor y vida
con Theo y Daria, y se transmitirá en vivo, de jueves a sábado por la noche.
Elena hizo clic en la transmisión.
―Según las reacciones inmediatas en nuestras páginas de redes
sociales, la gente está entusiasmada.
Mi presencia te ha molestado desde el principio porque ves mi creciente
popularidad como una amenaza para tu programa y tu carrera.
Exhalé a través de una creciente opresión en mi pecho.
―Y eso es porque tenemos los mejores fans alrededor. Ahora, sé que es
nuevo, sé que es diferente, nunca habíamos hecho esto antes, así que Daria
y yo también estamos haciendo algo nuevo y diferente.
Elena intervino de nuevo, chasqueando la lengua.
―No les has hablado de los juegos, Theo.
Forcé una sonrisa.
―Todos en la estación están ansiosos por esto más que yo, pero, de
nuevo, posiblemente no se estén humillando en público junto con su
compañera de trabajo.
Ella se rio.
―No será tan malo, lo juramos.
―Ya veremos eso ―dije tranquilamente―. A partir de la próxima
semana, mi coanfitriona y yo participaremos en diferentes competencias
en toda la ciudad, desde paintball hasta minigolf en el malecón. Nos
encanta el verano aquí y pensamos: ¿por qué no salir a la comunidad e
invitar a los oyentes a unirse? Además, los miembros podrán jugar en
línea o incluso jugar con nosotros en persona. Dado que Daria no está aquí
para defenderse, me gustaría dejar constancia de que tengo la intención
de ganar. Cada vez. En todo.
―Internet también tiene algunas ideas sobre tus probabilidades de
éxito. ―Elena sonrió.
―Estoy seguro de que lo hacen. Aquí es donde entra en juego toda la
parte de 'tratar de evitar la humillación pública'.
―Oh, estarás bien, pero como dijo Theo, ha pasado un tiempo desde
que la estación hizo algo como esto. ¿Recuerdas ese año que organizamos
una docena de esas fiestas de baile en la playa?
―Los llamamos Fiebre de sábado por la noche en la playa. ―Me reí de
verdad esta vez―. Ese también fue el verano que recuerdo con la resaca
más constante.
―Aún creo que deberíamos traerlos de vuelta ―dijo―. Pero ver a un
grupo de fans de K-SUN haciendo fila para jugar al minigolf será genial.
Me sentí un poco mejor ahora que el anuncio había salido, y ahora que
podía recordar a través de la bruma de mi ira hacia Daria, que había una
razón vital para hacer esto. Ella solo era una verdadera amenaza si seguía
dejándola meterse debajo de mi piel, poniendo en peligro mi enfoque.
Había un núcleo de verdad en la estrategia de Janis que no quería admitir:
cualquier cantidad de visibilidad adicional este mes solo podría aumentar
mis posibilidades de ser sindicado.
―Y con eso, llegamos al final de nuestro programa. Siempre
agradecemos sus preguntas en nuestro Twitter e Instagram, y en nuestro
correo de voz. Gracias por escuchar la única estación de radio
independiente de Sunrise Beach, K-SUN: radio para la gente.
Me recliné en mi silla y me quité los auriculares antes de dirigirme a
hablar con Des y Elena. Cruzándome de brazos, apoyé mi hombro contra
la puerta.
―¿Cómo me fue? ―pregunté―. ¿La gente está genuinamente
emocionada o estabas haciendo promoción?
Elena y Des intercambiaron una mirada.
―La gente está emocionada, y también recibimos algunos comentarios
gruñones. Algunas personas te aman pero no les gusta Daria, algunas
personas la aman pero tú no les agradas. El cambio es difícil y la gente
tiene sus lados o lo que sea, pero les recordaremos a todos en los anuncios
del programa esta semana que “los mejores” episodios seguirán al aire.
No perderán su dosis por completo.
―El cambio es difícil ―repetí―. Me alegro de que ambos estén aquí
con nosotros. Es un ajuste para Daria y para mí porque somos los
anfitriones, pero todos ustedes han estado luchando para hacer que los
milagros funcionen. Estoy agradecido.
―Cualquier cosa por K-SUN ―dijo Elena―. Tú y Dar lo resolverán.
Trabajo contigo tres noches a la semana, pero también trabajo con ella tres
noches a la semana. Son más parecidos de lo que ven, solo se les ocurren
ideas desde diferentes ángulos, eso es todo. Tienen muchos puntos en
común.
Levanté la barbilla hacia el pasillo.
―¿Janis te pagó para decir eso?
Ella negó con la cabeza, riendo.
―No lo hizo, lo juro.
Me bajé las mangas de la camisa y volví a abrochar el botón en mis
muñecas.
―Estas afirmaciones son inquietantemente similares a las que hizo
antes.
―Veremos mañana por la noche si la gran Janis Hill es capaz de
predecir el futuro una vez más ―dijo Des―. ¿Estarás por la oficina un
rato o te vas a casa?
―Me voy a casa. ―Tomé mi bolso de mensajero del suelo―. ¿Quieres
acompañarme?
Él asintió y me dio una palmada en el hombro mientras Elena
terminaba la transmisión.
―Lo hiciste muy bien esta noche ―me dijo mientras caminábamos
juntos por el pasillo―. Realmente no necesitas preocuparte por perder tu
base de fans. Elena y yo vemos todas las cosas detrás de escena. Los
números, los mensajes, el aumento de oyentes en el momento exacto en
que se transmite tu programa cada semana. Créeme, tu reino está a salvo.
Caminamos por el pasillo y salimos a la cálida noche. Sobre nuestras
cabezas, la torre de radio parpadeó y el letrero K-SUN brilló en blanco.
Tomé varias inhalaciones largas, limpiando mis pulmones del aire viciado
de la sala de sonido.
―Gracias por decir eso ―le dije―. Si no estoy demasiado cansado
después del programa de mañana, podemos tomar algo en High
Frequency. Lleva a Susannah también si está cerca.
El bar High Frequency era esencialmente una extensión de las oficinas
de K-SUN. A solo cinco minutos caminando por la calle desde aquí, era
en parte un bar playero, en parte bar de karaoke, y su cocina servía
comida grasosa hasta bien pasada la medianoche, lo que era ideal para los
empleados de la radio acostumbrados a cenar a la una de la mañana.
―Me apunto para las bebidas después del programa ―dijo Des―. Si
llevo a Susannah, ¿quieres que le pida que invite a Carly también?
Dudé, ajustando mis lentes antes de encogerme de hombros como
disculpa.
―Las chispas no estaban ahí entre Carly y yo, pero aprecio que
Susannah me haya puesto en contacto con su compañera de trabajo y haya
organizado todas esas citas dobles. Espero que no esté demasiado
decepcionada.
Des se pasó una mano por los rizos.
―Ella solo quiere que seas feliz, no se sentirá decepcionada, pero se
sorprenderá. En teoría, Carly es la mujer perfecta para ti.
―Yo también lo pensé ―admití―. No hay nada malo con tu instinto y
el de Susannah. Carly es dulce y encantadora, y tenemos mucho en
común. Han pasado seis meses desde que Stormi y yo rompimos y no ha
habido una sola cita en la que haya sentido mucho de nada. Desde que…
Me detuve, horrorizado al darme cuenta de lo que estaba a punto de
decir.
Desde que Daria empezó a trabajar aquí.
Ella ocupaba demasiado espacio en mi cerebro, jugaba con mis
pensamientos, me tenía constantemente nervioso y frustrado. Otra forma
más en la que Daria Stone estaba invadiendo mi vida. Tenía que ser la
razón por la que cada cita que tenía se sentía endeble en el mejor de los
casos porque mi motivación para volver y encontrar la indicada era
esencialmente inexistente.
―Theo ―dijo Des, con una sonrisa de complicidad en su rostro―.
Desde... ¿qué?
Me aclaré la garganta.
―Desde que Daria empezó a trabajar aquí. Su presencia afecta mi
enfoque cuando debería estar dirigiendo esa energía a las citas, es como
una especie de vampiro que odia el amor verdadero.
Claramente él estaba tratando de no sonreír.
―Imagina que eres un oyente que llama. ¿Qué consejo le darías?
Fruncí el ceño.
―Fácil, le diría que tiene un compañero de trabajo irritante, lo cual es
una queja común en todos los lugares de trabajo, pero que está dedicando
demasiada energía a la ira y la irritación cuando su energía podría gastarse
en cultivar relaciones significativas y amorosas con los demás. ―Mi ceño
se convirtió en una sonrisa irónica―. Parafraseando a Janis, le diría que
dejara de hacerlo.
Des me estudió por un momento.
―El hecho de que seas un experto en romance no significa que tengas
que estar en una relación todo el tiempo, Theo. Nadie va a pensar que eres
menos competente. Estás dando consejos en función de tu carrera, de las
actitudes y situaciones que has estudiado durante años, pero no eres un
punto de datos.
―Ser soltero no es tan bueno para mi marca, especialmente no ahora.
Él ladeó la cabeza.
―¿Estás seguro de que ese es el consejo que darías? Te he estado
escuchando durante cuatro años y normalmente les dices a tus
interlocutores que se tomen todo el tiempo que necesiten, que no se
apresuren, sino que acepten que cada ruptura es única, por lo que el
tiempo para sanar antes de seguir adelante es igual de único, tal vez
necesites más tiempo después de Stormi.
Hice una pausa.
―No fue… ya sabes, no fue así para nosotros. Al final.
―¿Cómo?
Envolví mi mano alrededor de la correa a través de mi pecho.
―No fue tan grave, o tan apasionado. Cualquiera que fuera la conexión
que creía que existía entre nosotros, obviamente se estuvo desvaneciendo
durante meses sin que me diera cuenta. Si sigo mi propio consejo, ya
estaría a medio camino de enamorarme de alguien.
Cuando Stormi rompió conmigo, admitió que nuestras ideas sobre el
amor verdadero no eran las mismas después de todo, aunque podría
haber jurado lo contrario.
Parece que en realidad solo quieres los gestos simbólicos del amor, dijo ella, y
no la intimidad real y las complicaciones y los tiempos difíciles. Me encantan los
gestos románticos dramáticos y los regalos y el lenguaje florido tanto como a
cualquiera, pero eso no puede sostener una relación para toda la vida, Theo.
Pasé los últimos seis meses soltero, rozando los bordes afilados de la
soledad que me acosaba desde la infancia. Eso hizo que fuera difícil
entender cómo el amor no podía sostenerse a través de obsequios o gestos.
Durante tantos años, podría haber sobrevivido solo con ese tipo de
alimento.
―Ya veo lo que quieres decir ―dijo Des, moviendo la cabeza―. Estás
diciendo que estarías ahí afuera, saliendo de una manera feliz y saludable,
a medio camino de enamorarte, excepto que no puedes dejar de pensar en
Daria.
Hice una pausa, a medio paso, mientras mi ritmo cardíaco se triplicaba.
Mi mente se inundó con una sola imagen por un solo segundo: Daria,
bailando bajo el sol con una sonrisa tan amplia como el horizonte.
Parpadeé sorprendido, y lo aparté de mi mente con tanta fuerza que me
sentí mareado.
Las cejas de Desmond se dispararon ante mi inusual silencio.
―No es… ―Tosí en mi puño―. No es así en absoluto. Eso es... eso es
imposible.
Levantó las palmas de las manos.
―Hay una delgada línea entre pensar en lo molesto que te pone tu
compañera de trabajo y pensar en ella, punto. O eso dice el viejo refrán.
Empecé a retroceder hacia el borde del estacionamiento.
―Como psicólogo social, puedo decirte que los sentimientos de amor
romántico y odio legítimo no están estrechamente relacionados de
ninguna manera.
Incluso yo podía oír el temblor en mi voz.
―Oh. ―Se frotó la barbilla―. Entonces quizás no la odies tanto como
crees, o tal vez ni siquiera la odias en absoluto.
Me detuve en seco, y cada contraargumento en mi cabeza se evaporó.
Des se dio la vuelta para regresar a la oficina, no sin antes apretarme el
hombro con una mirada de honesta simpatía.
―Solo piénsalo ―dijo en voz baja―. De amigo a amigo.
En el momento en que llegó a la puerta, intenté sonar casualmente.
―Lo repetiré, eso es imposible.
Solo esbozó una sonrisa.
―Buenas noches, Theo.
El sonido de la puerta cerrándose detrás de él me sacó de mi trance. Me
froté el rostro con ambas manos antes de ponerme en marcha por la acera
que me llevaría a casa.
―Imposible ―me repetí a mí mismo, sintiéndome nervioso.
No había nada en la forma en que Daria dominaba mis pensamientos
despiertos que sugiriera lo que Des estaba insinuando. Su belleza de
sirena ciertamente hacía que nuestra situación adversaria fuera más
complicada, pero los hallazgos no eran menos concluyentes: éramos polos
opuestos en todos los sentidos que me importaban, lo que significaba que
no teníamos nada entre nosotros que fundamentara y apoyara el tipo de
relación que yo quería.
El camino por delante estaba claro: una vez que dejara de pelear con
Daria, estaría listo para concentrarme en salir de nuevo.
El artículo que estaba leyendo, titulado Cómo ganar un juego de minigolf
y hacer llorar a tu oponente, era la razón por la que caminaba hacia la puerta
de K-SUN con la cabeza agachada. Me encontré buscando en Google las
palabras “éxito en el minigolf” más “necesidad de ganar” más “¿¿puedes
hacer trampa??”
Mordí mi labio inferior, escaneando la pantalla.
―Aunque no me gustaría que Theo llorara de verdad ―murmuré.
Y ahí fue cuando me encontré con el estúpido pecho de Theo. Otra vez.
O más bien, su estúpido pecho chocó conmigo.
La fuerza de eso me hizo tropezar hacia atrás y habría caído al suelo si
su brazo no se hubiera deslizado alrededor de mi cintura,
manteniéndome erguida.
―Mierda ―dijo, sin aliento―. ¿Estás bien?
Me froté la frente, frunciéndole el ceño.
―¿Caminas por nuestras oficinas, esperando estrellar tu pecho contra
mi rostro?
―Por supuesto que no ―dijo―. ¿Alguna vez caminas de una manera
normal? ¿Con el rostro hacia adelante y los brazos sin tocar una especie
de guitarra en el aire?
―¿Por qué diablos elegiría una persona moverse por la vida de una
manera normal? ―Mis palabras se hicieron más lentas cuando me di
cuenta de por qué Theo estaba sin aliento, y por qué cada centímetro de
mi cuerpo hormigueaba con deliciosa conciencia.
Él venía de correr: sus rizos estaban ligeramente despeinados, su piel
cálida y bronceada, el olor a sudor y protector solar persistía entre
nosotros. Su pecho subía y bajaba, tenía una mano en su cadera, y la otra
todavía estaba curvada alrededor de mi cintura. Solo una pulgada de
espacio separaba la parte inferior de mi cuerpo de la presión contra el
suyo.
Al igual que su rostro, sus hombros anchos y sus brazos musculosos
eran una ventaja profundamente injusta. Se pasó una mano por el cabello,
flexionando los bíceps con el movimiento.
―Tu boca está abierta, por cierto ―dijo con una sonrisa en los labios.
Apreté mis labios y le di mi sonrisa más cursi de vete a la mierda.
―Y tú todavía me estás abrazando como una cita cachonda para el baile
de graduación.
Su mandíbula se tensó, entonces su gran palma se deslizó lejos de mi
espalda baja.
―Lo siento. No debí... no debí haber hecho eso.
Dio un cortés paso hacia atrás, luciendo afligido.
Levanté un hombro.
―Bueno, estoy agradecida por no haberme caído, así que… gracias.
Ahora estoy menos agradecida de que te hayas precipitado sobre mí dos
días seguidos.
―Dejarse llevar por una de las mejores canciones para cantar en voz
alta es comprensible. ―Extendió la mano y tocó la pantalla de mi teléfono
celular―. ¿Pero no has oído que estas cosas son peligrosas?
Lo sostuve para que pudiera ver lo que estaba leyendo.
―¿Sabes qué es aún más peligroso? Las habilidades que llevaré al
minigolf para nuestra competencia.
Sus ojos se entrecerraron para leer, y su mano envolvió la parte de atrás
de la mía para mantener el teléfono firme. Fue un toque apenas visible,
demasiado ligero para siquiera ser considerado una caricia, pero aun así
envió un escalofrío de deseo pulsante a través de todo mi cuerpo.
―¿Tu plan es hacerme llorar? ―preguntó―. Qué diabólico de su parte,
señorita Stone.
Fruncí los labios.
―El titular del artículo es desafortunado, estoy más centrada en la parte
ganadora, no en la parte de llorar. No soy el monstruo sin corazón que
secretamente quiere que sea, doctor Chadwick.
Una emoción que no pude leer parpadeó a través de su mirada, pero di
un paso atrás antes de que pudiera hablar, necesitando aún más espacio.
―No estoy acostumbrada a verte tan...
Él ladeó la cabeza, claramente divertido.
―¿Cómo?
―Casual ―dije, eligiendo la palabra con cuidado―. Por lo general, eres
un poco más refinado en la oficina.
Bajó la mirada a su ropa de correr.
―Tenía la esperanza de que una carrera larga y dura en la playa me
ayudaría a guardarme los comentarios argumentativos mientras estamos
al aire esta noche.
―¿Está funcionando?
―Apenas hemos discutido, incluso cuando descubrí que planeas
hacerme llorar en público.
Mis labios se estaban curvando hacia arriba, y no para burlarme, reírme
o molestar, sino para sonreír en respuesta. Miré al suelo para ocultar
cualquier traición que estuviera pasando en mi rostro, pasé una mano por
mis propios rizos despeinados, y finalmente me encontré con sus ojos
cuando pude controlarme. Probablemente fue un truco de la luz del
verano la fracción de segundo en que pareció cautivado por mi cabello.
―Literalmente acabo de decir que me oponía a hacerte llorar en un
campo de minigolf. ―Puse mis manos en mis caderas―. Puede que no
estés discutiendo, pero estás mintiendo. Y pensé que se suponía que eras
un perfecto caballero. ¿O tus fans están equivocados sobre eso?
Me di cuenta de mi error en el mismo momento en que lo hizo Theo.
―Daria ―dijo arrastrando la palabra―. ¿Cómo sabes que mis fans
dicen que soy el perfecto caballero? Se supone que no me escuchas.
―Agachó la cabeza, tratando de sostener mi mirada―. ¿O lo haces?
―No lo hago ―le dije con firmeza―. Lo vi en línea. En tu Instagram,
probablemente. No ocultan exactamente su obsesión contigo.
―Escuchas mi programa y miras mis fotos. ―Sus ojos se arrugaron a
los lados. ¿Estaba a punto de sonreírme?―. Este es un desarrollo intrigante
en nuestra tregua.
Resoplé.
―Solo apareció una foto mientras estaba desplazando mi feed. Por
favor, deja de adularte a ti mismo, Theo.
―Lo que tú digas ―dijo―. Pero si yo soy el perfecto caballero, ¿en qué
te convierte eso?
―Definitivamente en tu peor pesadilla.
―Es tan extraño ―murmuró―. Así es exactamente como te describí
con Janis después de nuestra reunión la otra noche.
Una voz fuerte y áspera bramó a través del estacionamiento. La de mi
mamá.
―¿Es mi hija favorita la que veo ahí?
También fue algo bueno, porque la única réplica que se me ocurrió a
continuación fue enseñarle a Theo ambos dedos medios. Cada interacción
con él era sobre control y estrategia, devolverle ágilmente cada ráfaga
verbal con una respuesta precisa destinada a molestarlo.
Pero yo estaba nerviosa, fuera de mi juego. Por lo general, no cometía
ese tipo de errores, como accidentalmente casi admitir que fui yo quien
mintió todo este tiempo.
Absolutamente escuchaba su programa. Incluso antes de tener el mío,
sabía quién era el doctor Theodore Chadwick porque trabajaba en K-SUN
con mi mamá y ella elogiaba lo dulce, inteligente y encantador que era.
Romance Verdadero solo se transmitía localmente, pero eso no impidió que
su base de fanáticos creciera rápidamente en cuatro años. Solo lo había
escuchado unas pocas veces, y no recientemente, y solo para conocer
mejor a mi competencia, para comprender mejor al otro locutor de radio
en Los Ángeles que da consejos opuestos a los míos.
Era, como había dicho mi mamá, dulce, inteligente y encantador. Cálido
con sus oyentes, vulnerable cuando necesitaba serlo, y esa voz caoba suya
directamente en mis oídos siempre provocaba un calor líquido entre mis
piernas, incluso antes de que nos conociéramos en persona.
Mi mamá finalmente nos alcanzó. Según la hora, acababa de terminar.
―Hola, muñeca ―dijo, envolviéndome en un fuerte abrazo de oso. Su
cabello era negro azabache, como el mío, cortado al estilo Joan Jett con
cabello gris mezclado. Llevaba un chaleco de mezclilla que mostraba la
abundancia de tatuajes descoloridos en sus brazos―. ¿Qué haces aquí tan
temprano?
―Tengo mucho trabajo que hacer antes de mi programa con Theo esta
noche ―dije. Ella se echó hacia atrás, todavía sosteniendo mis brazos, y le
frunció el ceño a mi reacio coanfitrión.
―Te guardas todas esas mierdas románticas para ti, Theodore. Te estoy
viendo ahí, tratando de acercarte sigilosamente a mí.
Él inclinó la cabeza con una sonrisa respetuosa.
―Sí, señora. Estoy volviendo de mi carrera y luego estaré trabajando
todo el día, como dijo Daria. No te secuestraré y te llevaré a una cena a la
luz de las velas, lo juro.
Mi mamá frunció el ceño por otro segundo, hasta que finalmente se
rompió, atrayéndolo para darle un abrazo que parecía más un
movimiento de lucha libre.
―Ah, solo estoy jodiendo contigo.
―Ya lo sé, me haces esto todos los días ―dijo, todavía sonriendo.
Aparté la mirada. Otra relación confusa más de Theo: fue frío y
argumentativo conmigo desde mi primer día, pero había trabajado con mi
mamá durante cuatro años y dejaba que ella se burlara de él sin piedad.
Cuando ocurrían estos momentos, podía sentir la diferencia evidente y me
picaba la piel.
―Les va a ir muy bien hoy ―dijo mamá―. A ambos. Janis es una
especie de genio en estas cosas.
―Eso me lo ha dicho repetidas veces ―respondió Theo en un tono seco.
Mi mamá se rio.
―¿Quieres tomar un poco de café? Estoy a punto de pedirle a Daria que
se una a mí en la sala de descanso.
Theo vaciló y por un horrible momento pensé que estaba a punto de
decir que sí. Sus ojos se posaron brevemente en los míos antes de negar
con la cabeza.
―Gracias, pero aún necesito darme un baño y cambiarme. Mags, te
veré mañana. Daria, te... ¿te veo luego?
Tragué saliva a través de una oleada de nervios.
―Estaré aquí.
Theo dio media vuelta y caminó hacia la acera. Mamá envolvió su brazo
alrededor de mis hombros.
―No te preocupes demasiado por esta noche, niña. No es más que un
blandengue con algunas letras elegantes alrededor de su nombre.
La voz atronadora y desenfrenada de mi mamá llegó fácilmente a Theo,
que apenas había salido del estacionamiento.
Extendió las manos, riéndose.
―Mags. Estoy literalmente aquí, ya sabes.
―Decir que eres un blandengue es un cumplido ―le gritó ella.
Puse los ojos en blanco y comencé a llevarla de vuelta al interior de la
estación. Trabajar aquí con ella era, en su mayor parte, muy divertido,
pero de vez en cuando me hacía sentir como una adolescente otra vez, la
hija que tenía que hacer que su semi famosa mamá caminara a un ritmo
constante cada vez que salíamos: un amistoso “encantada de verte, pero
no puedo parar” o me quedaba atrapada mientras ella hablaba con los
fanáticos durante una hora.
Ella vivía para hablar con extraños, para tener largas y serpenteantes
conversaciones sobre música con su voz alta y expresiva,
independientemente de nuestros planes o citas, o incluso si teníamos
reservaciones para cenar, estábamos a punto de perderlas.
―Él realmente es un amor, ¿sabes? ―dijo mamá, pasando su brazo
alrededor de mis hombros otra vez―, y tú eres tan experta en estas cosas
como él.
Abrimos la puerta de la sala común. Mamá se acercó y le dio una patada
a la máquina de discos, la única forma en que habíamos descubierto cómo
encenderla, y la voz de Diana Ross se filtró por la habitación. Se sentó en
uno de los sofás, con la cabeza inclinada hacia atrás y los ojos cerrados.
Durante la mayor parte de su carrera, se presentó en K-SUN a las 4:30 de
la mañana para prepararse para el inicio de su programa a las 5:00.
―¿Cómo ha ido todo esta mañana? ―pregunté―. Oí tu set de glam
rock en el camino.
Ella bostezó, como un león.
―Diría que el set de hoy fue poesía pura.
Llené dos tazas con café caliente y me reuní con ella en el sofá.
―Vi a Cliff ayer y me dijo que te dijera que tu programa había sido 'un
regalo del cielo'. Sus palabras exactamente.
Ella abrió un ojo y bebió su café.
―Es como si le dijera a la gente que soy la mejor DJ de radio que el
mundo haya conocido, pero aun así no me creen. No entiendo.
Escondí una sonrisa detrás de mi taza.
―Tal vez deberíamos hacer que uno de esos hidroaviones vuele por
Sunrise Beach con una pancarta que diga que Magnolia Stone es la mejor y
no lo olvides.
―Eso me gustaría verlo. ―Se apartó el flequillo del rostro y sorbió
ruidosamente el café. Si había que creer en las fotos y los carteles antiguos,
se había hecho exactamente este corte de pelo largo en 1980 y nunca lo
cambió.
Empujé mi bota contra la suya.
―Si tienes un minuto, ¿puedes darme algún consejo?
Sus ojos se abrieron.
―¿Para qué me necesitas? Ese es tu trabajo, cariño.
Sonreí, jalando de un hilo suelto que colgaba de los agujeros de mis
jeans.
―¿Cómo fue cuando la gente empezó a pensar en ti como una especie
de experta en música? Recuerdo cuando te entrevistaban en Rolling Stone
y la gente compraba discos de bandas locales que tú personalmente
recomendabas. Los fanáticos parecían tomar lo que decías en tu programa
como una… como una verdad sagrada. Parecía que sería mucha presión
mantener ese nivel de confianza.
Su cabeza se balanceaba al ritmo de la canción en la máquina de discos.
―Supongo que, después de todo este tiempo, me importaría una
mierda si alguien pensara que no debería estar aquí, o si se enojaban
porque promocioné una banda que luego resultó ser una mierda. ¿A
quién demonios le importa?
Arqueé una ceja.
―A mucha gente le importa, mamá. A veces parece que todo el Internet
algún día podría tener una opinión sobre mí y los consejos que di. ¿Qué
pasa si, después de que todo esto termine, se acepta universalmente que
'Daria Stone nunca supo de lo que estaba hablando'?
Me estudió por un momento, juntando sus cejas oscuras.
―A mucha gente no le caía bien, y mucha gente aún no me quiere. Des
dijo que aún recibo muchos correos de odio aunque ya debería haber
quedado claro que no iré a ninguna parte. Por supuesto, gran parte de mi
carrera también ha involucrado todas las mierdas sexistas habituales, la
gente ha dicho que tengo el peor gusto musical imaginable, y que no
conocería el verdadero rock 'n' roll aunque me mordiera el trasero.
Ella me palmeó la rodilla.
―No fue y nunca será posible para mí hablar de algo tan personal y
emocional como la música sin hacer enojar a mucha gente, pero mi trabajo
nunca ha sido complacer a mis oyentes, mi trabajo es entrar en esa cabina
de sonido y tocar la música haciendo que mi corazón cante. A los que no
les gusta, bueno… ese es un problema de ellos, no es un problema mío.
―Ella hizo una pausa―. O un problema de Daria.
Tomé un sorbo de mi café, reflexionando sobre sus palabras.
―Cuando estaba en K-ROX, mi programa atrajo mucha atención muy
rápido y no he tenido tiempo de procesar o adaptarme a la realidad de
que la gente me busca para recibir consejos sobre cómo vivir sus vidas.
Cuando estaba furiosa escribiendo mi blog después de todo lo
relacionado con Jackson, no estaba tan preocupada por equivocarme.
Ahora estoy hablando con miles de personas y no soy terapeuta ni
trabajadora social, solo una chica a la que dejaron de la peor manera y
quería conectarme con otras personas que están pasando por el mismo
tipo de angustia. Theo es psicólogo al menos, esas elegantes letras
alrededor de su nombre tienen mucho peso.
Ella se burló.
―Después de lo que Jackson te hizo, tuviste que trabajar duro para
aprender a cómo amarte a ti misma de nuevo, a amarte a ti misma primero.
Ser un oído comprensivo para los oyentes, compartir lo que has pasado...
No creo que puedas hacer eso mal, y tampoco dijiste que eras terapeuta.
Estas personas que llaman siguen siendo adultos que tienen que resolver
las cosas por su cuenta, y eso no depende de ti.
Una gran parte de mí sabía que ella tenía razón. Sabía que cargar con el
peso de un nuevo foco no era un cambio de vida por el que pudiera
apresurarme por mucho que quisiera. En terapia, trabajé en las partes más
crudas de la humillación que experimenté la mañana en que me paré
frente a cien invitados a la boda con un vestido blanco esponjoso y les
expliqué que mi futuro novio y todos sus mejores amigos no asistirían a
la ceremonia.
Esa humillación seguía viviendo en el fondo de mi mente, en un
estanque poco profundo de emoción que fácilmente podría convertirse en
un maremoto si lo golpeaba de la manera equivocada. Sabía lo que era ser
dejada afuera en el frío, ser desechada como una bolsa de basura del
pasado. El resplandor de este nuevo y brillante foco me hacía sentir de la
misma manera, como si un movimiento en falso me enviara a toda
velocidad a la acera a la que pertenecía.
Mi mamá me dio un abrazo lateral y besó la parte superior de mi
cabeza.
―Estás nerviosa por esta noche, ¿verdad?
Suspiré y me encogí de hombros.
―Adivinaste, y también recibí otro rechazo por mi libro. Estoy un poco
más sensible en este momento.
―Quien quiera que te haya rechazado cometió el mayor error de su
maldita vida.
Me reí, recogiendo nuestras tazas de café vacías y llevándolas de
regreso al mostrador.
―No es nada personal, mamá. Es solo un negocio para ellos, y han sido
casi nueve meses de rechazo, por lo que podría ser el momento de tomar
todos estos no como una señal para dejar de enviar mi manuscrito.
―Daria Magnolia Stone.
Le lancé una sonrisa por encima del hombro.
―Estoy aquí, no tienes que gritar, ¿sabes?
Me clavó una mirada maternal, señalándome con el dedo índice.
―¿Qué me dijiste justo después de todo lo que pasó con Jackson? ¿El
sueño que tuviste que fue incluso más grande que estar en la radio algún
día?
Toqué el suelo con la punta de mis Doc Martens.
―Escribir un libro sobre lo que me pasó y lo que aprendí de eso. Un
libro que hubiera deseado tener en ese momento. Un libro que me hubiera
hecho sentir menos sola.
―Entonces publicar ese libro es lo que vas a hacer, pequeña ―dijo―.
O no soy Magnolia Stone, la mejor DJ de radio del mundo.
Ladeé la cabeza.
―Estás muy segura, ¿no?
Se levantó del sofá y tiró de las solapas de su chaleco de mezclilla sobre
su camisa.
―¿Te sorprende? Lo aprendí todo de ti. ―Se acercó al mostrador y me
envolvió en otro de sus jubilosos abrazos de oso.
―Te amo, mamá ―le dije, abrazándola con fuerza―. Gracias por la
plática.
―Escuché que para eso están las mamás ―dijo con un guiño.
Trabajar en estos ensayos me ayudó a crear y perfeccionar mi voz antes
de que K-ROX me diera una plataforma, cuando era una blogger que
compartía mis recuerdos más vulnerables porque conectarme con otros
sobre nuestro dolor compartido me hacía sentir vista, validada y
comprendida. Quería expresar todo lo que había aprendido de ser una
novia abandonada en el altar: que la relación que cultivamos con nosotros
mismos es vital y cambia la vida. Que deberíamos salir con nosotros
mismos primero. Valorar nuestras propias mentes, valorar nuestros
propios corazones, y honrar nuestros auténticos deseos y sueños.
Nos habían vendido una historia falsa, lo que obligaba a la gente a creer
que el amor romántico, el tipo rígidamente definido por nuestra sociedad,
debería ser nuestra única meta en la vida.
Quería declarar mi soltería con orgullo y no recibir una pizca de lástima
equivocada. Al final, el blog, el libro Eligiéndote a ti mismo, estaba enfocado
hacia un mundo en donde las relaciones románticas no fueran las únicas
celebradas.
Toqué el hombro de mi mamá para llamar su atención nuevamente.
―Oye, ¿quieres ir a High Frequency una de estas noches conmigo y
Elena? Sé cuánto te gusta echar la casa abajo cantando 'Jolene' durante las
horas de karaoke.
Volvió a la máquina de discos y la puso en marcha con la bota.
―¿Oh, tal vez? Sabes, esta semana es un poco salvaje para mí, cariño.
―¿Salvaje cómo? ―pregunté, divertida.
―Solo cosas que estoy haciendo ―dijo―. Además, he ido al karaoke
casi todas las noches en las últimas dos semanas. Necesito descansar las
viejas cuerdas vocales para mi trabajo diario. ―Se frotó las manos como
si estuviera nerviosa―. Pero deberíamos ir a cenar algo a la taquería
pronto, y te estaré escuchando esta noche, por supuesto. Te irá genial,
todo marchará sobre ruedas. ¡Te amo!
La vi salir por la puerta, todavía frotándose las manos, una señal obvia
cuando estaba mintiendo. No la había visto hacerlo en mucho tiempo,
tampoco. De repente, estaba un poco menos consumida por la idea de
sentarme en un espacio cerrado con Theo durante horas.
Tenía la ligera sospecha de que mi mamá guardaba un secreto.
―Estamos oficialmente a tres minutos ―dijo Elena, con las manos en
la mesa de mezclas―. Theo, Daria, ¿están bien? ¿Necesitan algo?
Me puse los auriculares y le sonreí.
―Estoy listo.
Al otro lado de la mesa pequeña, Daria envolvió sus manos alrededor
de una taza humeante.
―Lista para rockear, como diría Mags.
Estiré mis piernas, no acostumbrado a tener otra persona conmigo. Mis
zapatos rozaron las piernas de Daria y el breve toque zumbó a través de
mi cuerpo como una descarga eléctrica. Me aclaré la garganta y me eché
hacia atrás cuando ella se asomó por debajo de sus rizos con una sonrisa.
―¿Tendremos que poner una línea de cinta adhesiva para marcar
nuestros respectivos lados? ―me preguntó.
―Espero que no, me olvidé momentáneamente de que no estaba solo.
―¿Soy realmente tan olvidable?
―Por supuesto que no ―dije tranquilamente―. Eres mi peor pesadilla.
Eso no es fácil de olvidar, Daria.
―Así es. ―Asintió sabiamente―. Admitiste antes que sueñas conmigo.
―Dos minutos ―gritó Elena.
Incliné la cabeza.
―Ese fue un descriptor que usé. No es una situación real que estoy
experimentando. Para que yo sueñe contigo, tendría que estar pensando
en ti fuera de las horas de trabajo y eso no es algo que haya hecho nunca.
―No me había dado cuenta de que eras un mentiroso tan obvio.
Dejé caer mis codos sobre la mesa, inclinándome hacia adelante.
―¿No eres tú la que ha estado escuchando mi programa todo este
tiempo?
Ella resopló.
―Desearías que lo hiciera.
Sus brillantes ojos azules estaban pegados a los míos. Tan cerca, con
este arreglo, iba a ser imposible no tener contacto visual directo durante
la duración del programa. La intimidad me obligó a ver la deslumbrante
belleza de Daria, desde el rojo escarlata de su expresiva boca hasta el
oleaje de sus pechos llenos en su blusa sin mangas.
Mientras ajustaba la altura de su micrófono, me encontré mirando sus
dedos largos y delgados y los montones de anillos de oro que los
adornaban. Se quitó unos cuantos mechones de cabello desordenado de
la frente, y todo lo que pude hacer fue preguntarme cómo se sentirían esos
rizos contra mis labios.
La sacudida de lujuria que me provocó me habría impactado si no
hubiera experimentado el mismo calor abrasador esta mañana cuando
nos encontramos. Otra vez. La respuesta de mi cuerpo fue puro instinto,
envolviendo mi mano alrededor de su espalda y sosteniéndola contra mí.
El momento fue desafortunado, me había convencido a mí mismo que la
carrera de diez kilómetros en la playa era para quemar la ira puntiaguda
que sentía mientras esperaba el programa de esta noche.
En vez de eso, me encontré quemando un tipo diferente de energía
puntiaguda. Mis pies golpeaban la arena, y el aliento retumbaba en mi
garganta. Pasé corriendo entre turistas y surfistas, esquivé balones de
voleibol y otros corredores. Las palabras de Des cuando me fui anoche
eran una reverberación constante en mi mente, entonces tal vez no la odies
tanto como crees.
Pero cuanto más reflexionaba sobre ese concepto, Daria más se
enredaba con mis rápidos pensamientos. La adrenalina de la carrera, el
calor lánguido de la playa, todo me envió en espiral hasta que los
pensamientos de Daria se convirtieron en destellos de imágenes intensas.
Sudor en la piel, uñas en la espalda, bocas abiertas, dientes brillantes, rizos
negros envueltos alrededor de mis dedos.
Chocar con ella ocurrió en el peor momento posible. Si ella hubiera
estado dispuesta, si yo hubiera estado menos controlado, si hubiéramos
sido personas completamente diferentes, habría mantenido a Daria
caminando hasta inmovilizarla contra la pared más cercana.
―Un minuto para que salgamos en vivo ―dijo Elena, rompiendo mi
neblina.
Parpadeé, me ajusté los lentes y vi a Daria retorciéndose los anillos.
―¿Estás bien?
―Sí. Tengo estrés preprograma... no importa. Estoy bien.
Asentí.
―Es bueno escuchar eso, yo también estoy bien.
―Para ser claros, ¿estamos discutiendo todo el tiempo? ¿O no?
―Escuché que se ve mal, pero siéntete libre de expresarte como quieras.
―¿Y cuándo le diremos a Janis que esto fue una muy mala idea?
―Diez segundos. No se olviden de divertirse ―dijo Elena con una
sonrisa.
―¿Por qué todos piensan que necesitamos divertirnos? ―murmuré.
―De hecho, estoy de acuerdo con eso ―dijo Daria.
Compartimos una mirada extraña que era casi amistosa, y las luces
brillaron con al aire.
―Feliz jueves, oyentes. Soy el doctor Theodore Chadwick, viniendo a
ustedes esta noche con un completamente nuevo… ―dije, dándome
cuenta demasiado tarde de que Daria también estaba diciendo: “Hola,
chicos. Es su conductora favorita…”
Nos detuvimos, y nuestros ojos se encontraron. La irritación ardió en el
rostro de Daria, reflejando la mía.
Se sumergió de nuevo hacia el micrófono.
―Lo siento mucho por eso, oyentes. Como estoy segura de que todos
saben ahora, este es el primer episodio de Consejos de amor y vida. Theo y
yo estamos juntos en el estudio, para responder a sus preguntas, y eso
significa que habrá…
―Dificultades técnicas ―interrumpí―. Y una curva de aprendizaje
empinada. Tengan paciencia con nosotros mientras aprendemos juntos,
al aire, con las personas que sean lo suficientemente valientes como para
emprender este viaje.
Los labios de Daria se arquearon.
―Promete ser un viaje salvaje.
―Un poco accidentado, tal vez, pero estamos felices de que estén aquí.
―Extendí una mano sobre la mesa―. ¿Te gustaría presentarte primero?
Su garganta funcionó.
―Soy Daria Stone, normalmente la presentadora de Eligiéndote a ti
mismo. Solo he estado en K-SUN durante unos meses y antes de eso,
estaba presentando un programa similar en K-ROX fuera de Los Ángeles.
Mantuve un blog bastante popular antes de empezar a ser locutora.
Cuando tenía veintitrés años, mi prometido me dejó en el altar, y cuando
digo que me dejó, me refiero a dejarme vestida, maquillada, lista para que
mi mamá, todos la conocen como la presentadora de Mags por la mañana,
me acompañara por el pasillo, y él no apareció.
Un estallido de intensa incomodidad me recorrió. Conocía esta historia
de una manera un tanto imprevista e impersonal. Nunca la había oído
compartirla directamente frente a mí, sin un lugar real para mirarse
excepto el uno al otro. Con mi ceño fruncido, y mis hombros tensos, no
era un hombre propenso a la violencia, pero cada palabra que salía de su
boca me hacía fantasear con sacar a este tipo del agujero en el que se
escondía para poder sacarle la mierda del rostro.
―Desde entonces, he sido todo acerca de ese amor propio, cariño
―dijo, con su sonrisa curvándose hacia arriba―. Elegirse a sí mismo se
trata de desarrollar una conexión profunda y personal con su propio
cuerpo y mente. Extendiendo esa misma conexión a tus amigos, tu
familia, tu comunidad. Creo que todos deberíamos tratarnos a nosotros
mismos tan románticamente como lo haríamos con una pareja. Me ha
ayudado a sanar muchísimo, y ha hecho que permanecer soltera sea muy
divertido. Puedo decir con confianza que las noches de cita en las que me
invito son mucho mejores que las que involucran a otra persona.
Resoplé, moviéndome en la silla.
―Entonces, para aquellos que llevan la cuenta en casa, Daria ayuda a
las personas a permanecer solteras…
―Lo entendiste.
―Y yo ayudo a la gente a encontrar y mantener a sus almas gemelas
―dije―. Soy el doctor Theo Chadwick y he sido el presentador de
Romance Verdadero en K-SUN durante cuatro años. Antes de eso, escribí
una columna de consejos sobre relaciones en el New York Times con el
mismo nombre, pero mi experiencia real no está en la radio. Soy psicólogo
social de formación, estudio las complejidades de las relaciones humanas
y cómo nos relacionamos entre nosotros y con el mundo que nos rodea, y
para mi disertación estudié los matrimonios en crisis y los factores que
llevaron a que esos matrimonios perduren o se disuelvan. Siempre me ha
fascinado el amor, las citas y el romance. Empecé a escribir una columna
de consejos para el periódico de la UCLA mientras obtenía mi título
universitario y he estado enganchado desde entonces.
Pasaron unos segundos de incómodo aire muerto. Daria acercó el
micrófono a ella con las mejillas sonrojadas.
―Correcto, entonces, eh… somos nosotros, Theo y Daria. Claramente
aprendiendo a medida que avanzamos aquí. Y, ya saben, no estamos
tratando de ocultar el hecho de que Theo y yo a menudo tenemos ideas
de amor y conexión desde diferentes tipos de… ―vaciló―. Experiencia.
Piensen en esto como un programa de consejos más completo.
Los comentarios de Janis de la otra noche seguían resonando en mi
cerebro, haciendo demasiado ruido para la concentración que necesitaba
en este momento. Tienes que aprender a comprometerte si quieres permanecer
en este negocio. Me molestó mucho pensar que Janis escuchaba mi
programa todas las semanas y pensaba que me estaba volviendo
demasiado cómodo. Que vio agujeros o debilidades en lo que hacía que
se suponía que Daria debía arreglar mágicamente.
Asentí, estirando los hombros.
―Dicho eso, no creo que haya una razón para no llegar a la primera
pregunta, ¿verdad?
―Hagámoslo ―dijo alegremente, pero ella estaba tirando de sus aretes,
en un tic nervioso que comenzaba a reconocer.
Nos dirigimos a Elena, que estaba en el proceso de enlazar la primera
llamada. Parte del trabajo de preparación que hacíamos cada semana era
responder las preguntas que los oyentes enviaban por correo electrónico
o nuestro correo de voz, y las que eran especialmente interesantes, Elena
los invitaba a llamar durante el programa.
El resto las revisaba a medida que entraban, usando su juicio impecable
para elegir preguntas espontáneas igualmente interesantes. Esta primera
sería espontánea, lo que significaba que Daria y yo no la habíamos
escuchado.
―Tengo a Brian aquí al teléfono, dijo que su pregunta es para ustedes
dos.
Mi computadora portátil hizo ping con un mensaje entrante: usamos
una función de chat para comunicar cosas que no podíamos decir al aire.
Su mensaje para mí decía, se trata de divorcio, solo un aviso.
Elena captó mi mirada, claramente preocupada y le dediqué una cálida
sonrisa y asentí con la cabeza.
―Bienvenido al programa, Brian ―dije fácilmente―. ¿En qué podemos
ayudarte Daria y yo esta noche?
Una voz baja intervino.
―Hola, soy Brian. Gracias por tomar mi llamada. Yo, eh... bueno,
escucho ambos programas, espero que esté bien.
―Cuantos más, mejor ―dijo Daria―. No es como si fuera una
competencia ni nada.
Levanté las cejas sutilmente hacia ella.
―Pues me divorcié hace aproximadamente un año ―comenzó Brian―.
Fue bastante desastroso. No fue uno de esos amistosos, ¿saben? Y las
cosas habían estado mal entre nosotros durante un tiempo, incluso antes
de que nos separáramos.
―¿Tuvieron hijos? ―le pregunté.
―No, y estoy agradecido de que no lo hayamos hecho. No puedo
imaginarme pasando por algo así, ya ha sido bastante difícil sin tener que
explicar las cosas a los niños.
Ajusté mis lentes, pero mantuve mis ojos enfocados en la mesa.
―No puedo hablar desde la perspectiva de los papás, pero he
compartido antes sobre mi experiencia con el divorcio cuando era niño.
Cada uno es diferente, pero el que yo viví fue ciertamente muy confuso.
―Sí, puedo imaginar eso. ―El dolor en la voz de Brian era obvio―.
Es… hombre, ha sido un momento difícil para mí, de un montón de
maneras.
―Lamento escuchar eso ―dijo Daria en voz baja―. Sé lo terriblemente
dolorosa que puede ser la angustia. ―Ella hizo una pausa―. Y lamento
escuchar lo confusas que fueron las cosas para ti, Theo. Eso suena como
que fue muy aterrador.
Mi mirada voló hasta la suya. El miedo no era una emoción que usaba
en voz alta al etiquetar esos años de mi vida, pero era un sentimiento que
había escondido en los rincones más recónditos de mi mente. Mis papás
fueron indiferentes y distantes abiertamente. Ciertamente así es como
describiría sus estilos de crianza, pero detrás de puertas cerradas, tarde
en la noche cuando probablemente creían que estaba durmiendo... mis
recuerdos estaban llenos de sus voces elevadas, discusiones salvajes,
cristales rotos y portazos.
Aterrador.
―Sí, bueno... sí. ―Me aclaré la garganta. Me puse un poco nervioso―.
Gracias. Brian, ten en cuenta que tenemos muchas personas que llaman
sobre sus divorcios y han descrito sentimientos similares, no estás solo en
esto.
―Me lo imagino ―respondió―. Creo que hay consuelo cuando sabes
que otras personas se sienten miserables contigo.
Daria y yo compartimos una mueca de simpatía y una pizca de calidez
parpadeó en el centro de mi pecho ante el gesto.
―Mi pregunta es... ha pasado un año y, en muchos sentidos, he seguido
adelante. No diría que nuestra relación fue sin amor, pero estoy listo para
el amor, creo, aunque también me siento mucho más cínico acerca de estas
cosas. Como ¿cuál es el punto si el único resultado es sentirse de esta
manera? ¿Tiene sentido? ¿Vuelvo a salir o no?
Abrí la boca, preparado para responder, pero Daria saltó primero.
―No, al menos ese es mi consejo.
―Y yo iba a decir exactamente lo contrario ―dije.
Nos miramos con cautela y Brian soltó una risa seca.
―No me sorprende y esto es un poco lo que necesitaba. Daria, ¿Tu qué
piensas?
Ella se mordió el labio.
―Sin ofender a mi colega aquí, pero de todos los momentos para
abrazar la soltería, es ahora. Estás solo por primera vez en... ¿cuántos
años?
―Quince.
Los ojos de Daria se suavizaron.
―Estás afligido por la pérdida de lo que una vez tuviste, por la pérdida
de una identidad, como esposo y cónyuge. Tienes que navegar por una
nueva rutina y existencia diaria. Las películas y la televisión proyectan
esta narrativa dañina de que volver a salir es la forma saludable de seguir
adelante, pero no puedes sacudirte una relación de quince años como un
perro sacudiéndose el pelo mojado. Ahora es el momento de conocerte
mejor.
―¿Pero haciendo qué? Ni siquiera sé lo que me gusta hacer.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado.
―Es difícil separar lo que nos gusta y necesitamos de lo que quiere
nuestra pareja. ¿Y los paseos diarios? ¿O sentarte al sol sin tu teléfono y
dejar que tu mente divague? Estoy sugiriendo esas dos cosas
específicamente porque yo las usé después de mi ruptura. Realmente...
realmente me perdí durante mi relación, incluso antes de que me dejaran
en el altar. Fue como dibujar un mapa para encontrar el camino de regreso
a casa, fue muy incómodo al principio, y a veces todavía lo es. Cuando no
estamos distraídos, surgen muchas cosas que normalmente evitamos.
Brian se aclaró la garganta.
―Está bien, mmm… sí, puedo ver cómo sucedería eso. ¿Y qué te ayudó
a hacer?
Daria me miraba fijamente mientras respondía.
―Me ayudó a separar lo que realmente amaba de lo que la sociedad
nos dice que debemos amar. Me ayudó a separar mis propias metas y
sueños de los de Jackson. Ocupar espacio de nuevo y ser tan ruidosa, rara,
alegre, desordenada e imperfecta como yo quisiera.
Mis manos estaban flexionadas contra la mesa, y mi columna rígida.
Recibía muchas llamadas sobre celos en mi programa y le aconsejé a mis
oyentes que era una forma segura de perder la confianza de tu pareja.
Creía que era una emoción fea que buscaba llamar la atención y que era
fácil de manejar si sabías cómo hacerlo.
Pero me abrasaba las venas ahora, entrelazado con la misma ira de
antes. Ira porque su prometido claramente no había apreciado todas las
cosas que la hacían ser quien era. La ira de que él obviamente la había
hecho menos y la había descartado.
Ni siquiera una hora y la proximidad forzada estaba afectando mi
control.
―Quizás si pasaras más tiempo solo, te darías cuenta de que así es
como te gustaría quedarte ―dijo―. O tal vez te haría sentir emocionado
por salir de nuevo, tanto como yo misma estoy en la categoría de
permanecer soltera para siempre. De cualquier manera, creo que primero
debes trabajar en ti mismo.
―Oh, está bien ―dijo Brian―. Entiendo lo que estás diciendo, pero
sabes, tienes razón. Tener citas se siente raro en este momento, pero tener
algo que ver con alguien me hace sentir normal, así que sigo haciéndolo.
―Si puedo ofrecerte otro conjunto de consejos ―dije tranquilamente―,
si salir te hace sentir cómodo, si continúas haciéndolo, eso también podría
ser una señal de que es lo correcto para ti en el momento presente. Yo no
me alejaría de una nueva relación porque la otra fue desastrosa e hiriente.
De hecho, ahora es el momento de ser valiente y buscar el amor.
―Theo ―dijo Daria―, la valentía se ve diferente para otras personas.
Invertir en tu propio bienestar requiere mucho coraje.
―No estoy en desacuerdo, solo estoy diciendo que el poderoso trabajo
interno no ocurre en el vacío, también puede ocurrir junto a otra persona.
De hecho, creo que debería suceder. Cuanto más vulnerable eres con tu
pareja o parejas, más aprendes.
La molestia brilló en sus ojos.
―Esa vulnerabilidad comienza con la relación que construyes contigo
mismo. Las relaciones románticas y sexuales no siempre son lo que una
persona quiere, ya sea en función de su identidad, su sexualidad, o sus
preferencias. Esas personas encuentran conexión dentro de sus
comunidades, sus amistades y su familia. Lo que estás sugiriendo limita
severamente a mucha gente.
Negué con la cabeza.
―No lo estoy limitando, Daria. Le ofrezco un consejo basado en lo que
Brian nos dijo, que es que estuvo en un matrimonio exitoso y
comprometido hasta que dejó de serlo, y que las citas y las relaciones lo
hacen sentir cómodo y feliz. Si no hubiera dicho esas cosas, no le estaría
diciendo que volviera a salir. Lo estoy escuchando.
―¿Ah, sí? Porque yo también lo estoy escuchando.
―¿Sí? ¿O solo le estás diciendo lo que tú harías en la situación?
―respondí.
―Aún sigo aquí, ya saben ―dijo Brian alegremente. Su voz atravesó la
tensión, dejándonos a Daria y a mí mirando incómodamente nuestros
micrófonos con las mejillas sonrojadas―. Lo siento, sabía que esta
pregunta los pondría nerviosos a ambos.
Sentí mis muelas rechinar.
―Daria y yo somos muy apasionados con nuestras áreas de
especialización, eso es todo. No hay necesidad de que tú te disculpes,
Brian. Lo siento, nos pusimos un poco... acalorados.
La irritación que irradiaba el cuerpo de Daria consumió el reducido
espacio en el que nos encontrábamos.
―Yo también lo siento ―dijo―. ¿Algo... algo de eso resuena?
―¿Qué pasa si salgo con alguien y no estoy listo y lo lastimo?
―preguntó.
Mis ojos se encontraron con los de Daria de nuevo de mala gana, y ella
asintió hacia mi micrófono.
Incliné la cabeza hacia él.
―Ese es uno de los desafíos más difíciles que enfrentamos mientras
salimos. Desearía tener una respuesta fácil para eso, pero nunca la tendré,
el dolor es posible independientemente de si has pasado o no por un
divorcio reciente.
―Siento que lo que dijo Daria es cierto. Quiero decir, ella tiene razón
―dijo Brian―. No sé nada sobre quién soy cuando no estoy con alguien.
Debí parecer lo suficientemente aturdido como para que Daria saltara
de nuevo.
―Hablando de un sentimiento de miedo, he estado ahí y apesta.
―Entonces, ¿tengo que dar paseos y esas cosas?
Ella sonrió, pareciendo sorprendida.
―Escribir en un diario también puede ayudar. Meditación, cualquier
cosa con la que tu cerebro se calme y no lo distraigas con los medios o
Internet. Prueba cosas nuevas, prueba nuevos pasatiempos, y sé
espontáneo. Todo eso me ayudó a encontrar el camino a casa.
Trazó soñadoramente la parte superior de su taza, y sus anillos
destellaron bajo la luz.
―También me ayudó a darme cuenta de que soy más feliz sola, más
feliz sin tener citas. No digo que eso sea necesariamente lo que funcione
para ti, pero entiendo los sentimientos cínicos de los que hablaste. A
veces, cuando paso por delante de una tienda de novias, me siento
incómoda por todos lados. Me da un poco de pánico, como si estuviera
de nuevo con mi vestido y alguien me dijera que mi novio no va a llegar.
No tiene nada de malo decidir que las relaciones no son para ti. Tal vez
justo ahora, o tal vez por más tiempo que eso.
Brian se quejó.
―Es como un moretón y no puedo dejar de apretarlo.
―Se vuelve menos sensible con el tiempo, te lo prometo ―dijo.
Me froté la parte de atrás de mi cuello, sintiendo picazón e inquietud.
Había presenciado el divorcio de primera mano, así que no era lo
suficientemente ingenuo como para pensar que nunca terminaría una
relación. Tuve tres rupturas, dividí las pertenencias compartidas, cerré
cuentas bancarias compartidas, tuve conversaciones difíciles con grupos
de amigos, pero por más insoportables que fueran esos tiempos, ese
cinismo no existía para mí.
¿Cómo podría Daria querer permanecer soltera para siempre?
La idea de pasar mis días permanentemente sin pareja casi me inducía
al pánico. Los años vacíos se abrieron ante mí, años en los que sabía que
la soledad me acecharía como una jauría de perros. No necesitaba escribir
un diario ni dar largas caminatas.
Me conocía a mí mismo, me conocía a mí mismo de la forma en que lo
hacía cualquier niño que pasaba la mayor parte de su tiempo solo.
―¿Hay algo más que quisieras agregar, Theo? ―ella preguntó.
―No, parece que lo que dijiste va a funcionar para Brian ―dije con
firmeza―. Brian, no dudes en llamarnos y actualizar a los oyentes sobre
cómo va todo. Te diré que, si te preocupa volver a tener citas y lastimar a
las personas, estás muy por encima de las personas que tienen citas sin
cuidado y no consideran los sentimientos de los demás, preguntar al
respecto significa que te importa.
―Aprecio eso ―dijo―, y supongo que me siento halagado de que sea
su primera llamada. Creo que ustedes lo hicieron bien en general.
Las mejillas de Daria se enrojecieron y pude sentir mis hombros
subiendo hasta mis oídos.
―Gracias, Brian ―dijo ella―. Definitivamente actualízanos sobre
cómo te va, y buena suerte.
Una voz en mi cabeza me instaba a volver al control y la moderación,
instándome a seguir el consejo de Janis mientras estaba en una plataforma
pública con miles de personas escuchando, pero luego Daria me sonrió,
el movimiento apenas carente de arrogancia.
Se me pusieron los pelos de punta tan rápido que debería haberme
sorprendido.
Le lancé una mirada abrasadora a mi presumida colega.
―A lo largo de los años, algunas de las investigaciones que he podido
ver en la universidad, y algunos de los psicólogos con los que he
trabajado, han hablado con muchas parejas comprometidas que se
conocieron cuando uno de ellos estaba pasando por un divorcio o una
dura ruptura. La vulnerabilidad que proviene de la angustia te ayuda a
aprender mucho sobre ti mismo, como lo has compartido tan
elocuentemente. Esa nueva vulnerabilidad a menudo hace que esas
nuevas relaciones sean mucho más fuertes. Estoy feliz de que Brian haya
encontrado algo significativo en lo que dijiste, pero sí creo que las citas
nos abren, nos hacen más fuertes, nos muestran nuestros gustos y
disgustos. Eso también es significativo cuando se trata de la curación.
Ella entrecerró los ojos.
―No estoy en desacuerdo, pero a veces las personas buscan la
comodidad de la pareja antes de tomarse el tiempo para decidir lo que
realmente quieren. Eso puede ser poco saludable.
―O puede llevarlos a su alma gemela ―señalé.
―Claro ―dijo secamente―. Técnicamente, cualquier cosa puede
pasarle a cualquiera en cualquier momento. Lo que Brian compartía era
cinismo y miedo en torno al amor después de quince años con otra persona.
Un año no es nada comparado con esa cantidad de tiempo. Tiene cosas
que aprender y lanzarse de nuevo a las citas podría complicar eso.
―¿Qué te hace estar tan segura? ―le pregunté.
―¿Qué te hace a ti? ―ella dijo―. ¿O solo estás molesto porque en
nuestra primera llamada, Brian tomó mi consejo y no el tuyo?
―Y yo que pensé que habías dicho que no era una competencia.
―Theo ―dijo con dureza―. Si estás insinuando que mi falta de títulos
avanzados de alguna manera significa que estoy menos calificada…
Parpadeé sorprendido y una sensación de malestar se agitó en la boca
de mi estómago.
―Espera, lo siento. ¿Qué dijiste?
Daria dejó caer los codos sobre la mesa. Estaba tan concentrada en mí
que su boca estaba prácticamente fuera del micrófono.
―Lo que me hace estar tan segura es la experiencia vivida, el
autodescubrimiento, la interacción con la comunidad que construí en
línea mucho antes de K-ROX y, sí, así fue como mi programa se convirtió
en un éxito viral de la noche a la mañana. Así es como estoy segura.
Mi cara se sentía tan caliente como el asfalto bajo el sol de verano.
―Yo… yo no… en ningún momento pensé que no tener un doctorado
te hiciera menos calificada. Nunca, nunca he pensado eso.
Esas palabras fluyeron de mi boca al mismo tiempo que una docena de
nuestros recientes altercados me vinieron a la mente: la forma en que me
burlé de mi experiencia. El hecho de que había llamado a su programa
“tomas de moda recicladas de Internet” y había hecho alarde de mis años
adicionales de experiencia cada vez que ella presionaba mis botones. Que
era siempre.
Debajo de la voz en mi cabeza que me gritaba cierra la puta boca, estaban
los susurros agitados que había estado ignorando desde el momento en
que nos conocimos en el estacionamiento de K-SUN. Por eso luché por
mantener una moderación mesurada alrededor de Daria, porque gran
parte de mi autodisciplina estaba siendo empleada para evitar lo que
decían los susurros.
Había una razón por la que era un imbécil tan engreído alrededor de ella.
Una razón extremadamente importante por la que la alejé con conflicto y
confrontación. Una multitud de comprensiones sorprendentes chocaron
en mi cerebro.
¿Qué había dicho Des? O tal vez ni siquiera la odias en absoluto.
La voz de Elena se encendió, sonando tensa e incómoda.
―¿Saben lo que pienso? Probablemente deberíamos hacer algunas
actualizaciones del programa y relajarnos un poco.
Cerré los ojos, mortificado. Afortunadamente, Daria pudo decir:
―Eso… ¿sabes?, es una gran idea, Elena. Ya sabes cómo nos ponemos
cuando estamos... cuando nos estamos metiendo en uno de nuestros
pequeños debates.
―Ajá ―dijo Elena―. Claro. Okey, volveremos enseguida, oyentes.
La puerta se abrió, pero no era Elena la que estaba ahí. Eran Janis y Des.
Me arranqué los auriculares y me pasé una mano por el rostro. Des
parecía preocupado, pero aún compasivo.
La expresión de Janis era inescrutable. Acercó una silla y se sentó en
ella, mirándonos de un lado a otro. Ni siquiera podía mirar a Daria, no
podía mirar a mi mejor amigo, apenas podía mirar a Janis. Me quité los
lentes y me pellizqué el puente de la nariz.
―Saben, les fue bastante bien ahí por un momento ―dijo Janis―. Lo
digo en serio, debatir entre ustedes está bien y es una de las razones por
las que creo que este nuevo programa atraerá tanta atención. ―Ella me
señaló y señaló a Daria―. La siguiente parte, ¿la parte en la que tú, Theo,
provocaste a Daria a propósito? ¿Y luego tú, Daria, dijiste un montón de
mierda personal en vivo y al aire? No puede volver a suceder. ¿Recuerdan
que les dije que estábamos en una crisis presupuestaria y que
necesitábamos todas las manos en la cubierta en este momento? Eso no
nos estaba ayudando, eso nos estaba perjudicando. Sé que pueden hacerlo
mejor que eso. ¿Estoy siendo clara?
―Sí, señora ―le dije.
―Sí, absolutamente ―murmuró Daria.
―Bueno. ¿Necesitan calmarse o podemos confiar en que se manejarán
como profesionales?
Nunca, en mi vida, había sentido una combinación tan horrible de
arrepentimiento y vergüenza.
―Estoy bien.
―Igual yo ―dijo Daria.
Lancé una mirada encubierta en su dirección: parecía tan sonrojada e
infeliz como yo me sentía. El arrepentimiento se amplificó, inundando mi
sistema nervioso.
Janis se levantó de la silla con una sonrisa alarmantemente alegre.
―Me alegra oírlo. Des tiene una idea para una solución temporal.
Des se aclaró la garganta.
―Elena y yo podemos dividir las llamadas, asegurarnos de que se las
damos específicamente a Daria o a Theo. Por ahora, la otra persona no
dará ningún consejo adicional, solo escuchará. Así que será la mitad de
un programa de Daria y la otra mitad de Theo. Solo para ayudar con la
curva de aprendizaje.
Tragué con dificultad y volví a asentir, incapaz de confiar en que no
dejaría escapar lo que realmente quería decir: no estoy tan seguro de poder
hacer esto y tener éxito.
―Podemos trabajar con eso ―dijo Daria en voz baja. Sus ojos se
dispararon hacia los míos, pero yo miré hacia otro lado.
―Maravilloso. ―Janis juntó sus manos, deteniéndose para apretar mi
brazo antes de irse, llevándose a Des con ella. El gesto tranquilizador me
hizo sentir aún más como una mierda.
La voz de Elena interrumpió.
―Estaremos de vuelta en veinte segundos, la primera llamada va para
Theo.
Daria resopló y volvió a ponerse los auriculares. Yo hice lo mismo, el
aire estaba denso con una tensión incómoda. Cuando la música comenzó
de nuevo y Elena reintrodujo el programa, era imposible no enfrentarse
como dos luchadores en un ring, preparándose para entrenar.
Atrás quedaron la sonrisa astuta y la expresión burlona de Daria. En
vez de eso, la mujer frente a mí parecía fría y distante. Como si yo fuera
una mosca doméstica que la molestaba, pero no lo suficiente como para
hacer algo al respecto.
Dominé mi expresión hasta que coincidió con la suya y la temperatura
en la habitación bajó unos grados más. Con los muros levantados, la
armadura puesta, todas las emociones descarriadas recortadas y
controladas.
Así era como prefería interactuar con Daria de todos modos.
Y cualquier destello de decepción que pudiera sentir era un error.
Me senté en el muro bajo de arena afuera del Best Coast Café, con un
café helado en una mano y el batido de desayuno favorito de Elena en la
otra. El café estaba frente a uno de los mejores lugares para surfear en
Sunrise Beach. Tan temprano en la mañana, las olas estaban salpicadas de
surfistas mientras el cielo se iluminaba de un pálido rosa oscuro al azul
cerúleo tan común aquí en el verano.
Detrás de mí, camionetas de surf estaban estacionadas junto a puestos
que vendían camisetas y yogurt helado. Un grupo de skaters pasó
volando, arrastrando el ritmo suave de la canción de reggae que estaban
tocando en un parlante diminuto que colgaba de una de sus mochilas. La
pared del café frente a mí estaba pintada con un mural de la Virgen de
Guadalupe, el rojo de su túnica era tan vibrante como las rosas que se
curvaban alrededor de su cuerpo.
Elena llegó caminando desde la playa, con su traje de neopreno
enrollado alrededor de su cintura. Estaba hablando por teléfono, pero
sonrió cuando me vio.
―Sí. Ajá ―murmuró ella―. Sí, mamá. Adiós, te amo4.
Le tendí el batido y ella lo tomó con entusiasmo, dejándose caer en el
muro a mi lado.
―¿Cómo está tu mamá y cómo estaban las olas?

4
Dicho en el original en español.
Se pasó una mano por el cabello mojado.
―Las olas estuvieron bien hoy, tuve un par buenas. Mi mamá llamaba
porque tiene la extraña habilidad de conocer a todas las mujeres del área
de Los Ángeles. Está lista para tener más nietos.
―¿Cuántos tiene ya?
―Siete. Tengo dos hermanos y una hermana, y todos tienen hijos.
Todavía no ha aceptado que las relaciones no son lo mío. ―Arqueó una
ceja―. Muchas de las mujeres que me envió son muy atractivas en sus
fotos al menos, pero el matrimonio es algo importante de donde soy y la
gente en Puerto Rico vive para los nietos y las bodas. Es por eso por lo que
ella me pregunta sobre eso constantemente.
Sonreí, apoyándome en mis palmas.
―¿Alguna vez sales casualmente?
―Eso es todo lo que hago ―dijo―. Un par de noches divertidas, tal vez
una aventura cuando me apetezca. Cualquier cosa más seria que eso no
me parece bien. Me encanta estar sola, me encanta ser independiente y
hacer lo que quiero. Ver a mis amigos, trabajar en K-SUN, viajar para
surfear… todo eso es más significativo para mí. ―Empujó mi hombro―.
¿Tú qué haces cuando quieres tener sexo, pero no quieres tener una cita?
―Agrego otro a mi colección cada vez mayor de juguetes sexuales
―dije con una sonrisa―. Y básicamente hago lo que tú haces. Aventuras
casuales, aventuras ocasionales de una noche con un chico si la vibra es la
adecuada. El sexo es una forma de intimidad que me resulta cómoda, es
todo lo demás lo que parece mal. Como usar un suéter de lana que pica y
que es una talla demasiado pequeña.
Levanté un hombro, empujando mis lentes de sol en mi cabello.
―Es difícil de creer, ya que Jackson se olvidó de nuestra boda para
beber cerveza con sus amigos como un maldito imbécil, pero todo el
tiempo que estuvimos juntos él estaba realmente interesado en estos
gestos románticos ridículos y exagerados. No eran mi estilo, incluso
cuando era más joven. Flores que no me gustaban, regalos que no
necesitaba, cenas lujosas que no podíamos pagar.
―¿Cómo te propuso matrimonio? ―me preguntó―. Siempre he tenido
curiosidad, y no hablas mucho de eso en tu programa.
Hice una mueca, mi sistema nervioso se inundó con el recuerdo de ese
día.
―Me propuso matrimonio en público, frente a su familia. Le dije varias
veces que nunca quise que fuera así. Una cosa sobre Jackson es que, al
principio, estaba demasiado preocupada complaciendo a la gente para
decirle lo que yo quería, y cuando comencé a decírselo, no escuchó, y
luego, cuando me puse más fuerte, más ruidosa, me ignoró. Le dije que sí
ese día porque una parte de mí todavía lo amaba de una manera muy
superficial, y dije que sí porque sabía que se suponía que debía hacerlo, y
porque un montón de gente estaba mirando, y sentí la presión de hacerlo
especial para ellos.
Elena chasqueó la lengua.
―Ese hombre sabía lo que estaba haciendo.
Describir mi angustia después de Jackson fue difícil. No encajaba
perfectamente en ningún cuadro o definición que hubiera visto antes.
Parte del dolor ciertamente fue causado por el amor distante que una vez
sentí por él, pero era un amor superficial, un amor que nació de su
felicidad y nunca de la mía.
Gran parte del dolor estaba compuesto por la humillación y la traición
el día de nuestra boda, la ira y el arrepentimiento, la comprensión
incipiente de que había pasado tantos años con un hombre que nunca
quiso mi verdadero yo.
―Me emocioné cuando Janis me dijo que trabajaría con Daria Stone en
su nuevo programa ―dijo Elena―. ¿No sé si ya te lo he dicho?
Mis cejas se dispararon.
―¿Estás hablando en serio? Porque mi mamá hablaba constantemente
de ti antes de que me uniera a K-SUN. Me ponía nerviosa trabajar con
Elena García.
Elena se rio.
―Mags es otra cosa, y si, lo estoy diciendo en serio.
Empujé su hombro hacia atrás.
―Yo también.
Volvió a mirar hacia el océano. Podíamos escuchar los gritos de algunos
surfistas felices sobre el choque de las olas.
―Te escuché cuando estabas en K-ROX. Me gustó lo que estabas
haciendo. La gente asume que ser una mujer queer solo se trata de sexo y
de quién me atrae, pero no hay nada más lejos de la verdad. Ser lesbiana
influye en mi esencia, mi política, mi comunidad, cómo me muevo por el
mundo y cómo me tratan. Tu programa me hizo sentir más como yo. De
lo que hablas es del tipo de cosas de las que hablamos mis amigas y yo, y
muchas de ellas tienen diferentes necesidades en lo que respecta al sexo,
las citas y la monogamia también. No hay una medida única para todos.
Mordí mi labio inferior.
―He aprendido mucho acerca de cómo todos somos diferentes y he
tenido muchos grandes maestros. Mucha gente queer llama al programa
y estoy agradecida cada vez que comparten sus experiencias.
―¿Sabes quién más tiene un montón de gente queer llamando a su
programa?
Mi estómago se retorció. Me giré para mirarla, aliviada de que al menos
estuviera sonriendo.
―Déjame adivinar. ¿Theo?
―Y también tengo muchas personas en mi comunidad con almas
gemelas y sueños de boda y bebés en camino. No es tan 'tradicional' como
crees, Dar. Theo no es tradicional en absoluto. En los cuatro años que lo
conozco, la única persona con la que ha discutido obstinadamente eres tú.
Me miré las manos, con el estómago retorciéndose más y más. Era lunes
y nuestro nuevo programa combinado no había mejorado mágicamente
de ninguna manera. El resto de esa primera noche, además de los
programas del viernes y el sábado, había ido técnicamente según lo
planeado en base al cambio que Janis y Des hicieron cuando Theo y yo,
nuevamente, discutimos como niños pequeños, yo contestaba una
llamada, luego él respondía otra. De ida y vuelta, con una persona sentada
en silencio al otro lado de la mesa mientras la otra hablaba.
No estábamos peleando, que era una mejora con respecto a la primera
noche, pero era incómodo como el infierno. Porque también apenas nos
hablábamos. Mantuvimos nuestro contacto visual en el espacio reducido al
mínimo. Nuestros saludos al principio eran educados y forzados.
Y al final de cada programa, Theo asentía en mi dirección, decía un
breve “Buenas noches, Daria” y se iba de inmediato. Todo era tan
frustrante como mortificante.
―Elena ―dije―, realmente lamento cómo actué esa primera noche,
discutiendo con Theo y poniéndote en un lugar tan incómodo. Asumo
toda la responsabilidad y nunca debería haber sucedido.
Levantó su vaso ahora vacío.
―¿Es por eso que me trajiste mi bebida favorita?
Negué con la cabeza y le sonreí.
―Hubiera hecho eso de todos modos, a veces es bueno llevarle a un
amigo algo que le encanta, pero la disculpa es sincera.
Dejó su vaso con cuidado en el muro junto a ella.
―Acepto tus disculpas y te lo agradezco, pero ahora que tú y Theo se
están comportando bien, el programa es aburrido y extraño, y no en el
buen sentido.
―Ni que lo digas ―me quejé sobre mi café―. Espera, ¿estás viendo a
los oyentes decir eso también?
Ella asintió lentamente.
―La gente te ama y aman a Theo, pero juntos, o se están atacando el
uno al otro o se están comportando como dos torpes pedazos de cartón.
Ahí no hay chispa, no hay electricidad, y una parte de mí desea que
vuelvan a pelear.
Mi risa sonó tan forzada y nerviosa como me sentía por dentro, me
negué a reconocer el hecho evidente de que yo quería lo mismo. Era tan
insoportablemente contradictorio que me daban ganas de golpearme en
la cabeza.
―Yo, mmm… eso es muy gracioso ―tartamudeé―. Pero esa es una
retroalimentación útil. Sé que no me siento como yo misma al aire en este
momento y probablemente lo mismo va para Theo también. Podemos
mejorar.
―O tal vez se sientan mejor después de pintarse las caras mañana por
la noche. Esa es una manera de sacar toda esa agresión del sistema ―dijo.
Dejé caer mis lentes de sol sobre mi cara, aliviada de que Elena se
distrajera brevemente con un surfista montando una ola. Eso significaba
que no notaría el rubor en mis mejillas, el que aparecía cada vez que mi
exasperante coanfitrión entraba con confianza en mis pensamientos.
Mi momento con Theo en el estacionamiento después de su carrera era
un recuerdo que mi pequeño y sucio cerebro estaba encantado de
reproducir en bucles cada vez más eróticos. Cada segundo en el que no
estaba distraída era un segundo lleno de detalles viscerales del irritante
calor de Theo. El sonido de su respiración pesada, la ronquera en su voz,
y la fuerza obvia en sus músculos mientras me sostenía en posición
vertical.
Verme obligada a verlo a la cara en esa cabina de sonido tres noches
seguidas solo empeoraba las cosas.
Como, poniéndome más caliente.
―Puedo confirmar que lo conquistaré fácilmente en el campo de
paintball ―dije, con tanta bravuconería como pude reunir. Incluso
cuando la idea de conquistar a Theo envió un escalofrío sexy por mi
espalda.
―Hazlo, niña ―respondió Elena.
Mi teléfono sonó con un recordatorio sobre una reunión a la que había
decidido asistir en el último minuto. Me deslicé fuera del muro y sacudí
la arena de la parte de atrás de mi falda.
―Ojalá pudiera estar contigo aquí todo el día, pero tengo una reunión
temprano en la mañana para planificar la fiesta de cumpleaños de Janis.
Ella asintió, jalando su traje de neopreno y tirando de la cremallera.
―Esa Janis es una mujer maravillosa.
―Lo es ―dije―. Ojalá no me despida después de este desastre con
Theo.
Elena me tocó el codo.
―Ella también es una mujer genial que se preocupa por las segundas
oportunidades. No es que esté sugiriendo que debas aprovecharte de su
amabilidad. Mi impresión es que Janis ve algo en ti y en tu carrera y está
dispuesta a dar todo lo que tiene. Muchas de las cosas que hace no
siempre tienen sentido en ese momento, pero tiene en mente lo mejor para
ti. Confía en mí.
Sonreí débilmente y entendí que, si volvía a equivocarme al aire,
probablemente estaba justo al borde de esa amabilidad.
Tomé mi café y las llaves, asentí con la cabeza hacia el edificio K-SUN
en el fondo.
―Esto es algo aleatorio, pero ¿has notado algo, como, chiflada a mi
mamá?
―¿Más de lo que suele ser?
Sonreí.
―Sí, un poco más de lo habitual. No lo sé. El otro día estaba nerviosa
conmigo, como si estuviera mintiendo. Me pregunto si ella está
guardando secretos.
Elena ladeó la cabeza.
―Cuando veo su programa en reproducción, suena muy exagerada,
más bramidos que de costumbre.
Me reí, reflexionando sobre eso.
―Eh. Eso está bastante a la par para ella, pero si notas algo, házmelo
saber, y ten cuidado hoy.
Ella levantó su vaso.
―Gracias por esto.
―Gracias por aceptar mis disculpas ―dije, despidiéndome con la mano
mientras me alejaba. Los nudos en mi estómago se aflojaron y se
convirtieron en aleteos a medida que me acercaba al estudio. Theo me
había dicho deliberadamente que no viniera a ayudar con la planificación
de la fiesta sorpresa no tan sorpresa de Janis. Estoy pensando en nuestra
pequeña situación de tregua. Cuanto menos tiempo pasemos juntos, mejor. ¿No
estás de acuerdo?
Estuve de acuerdo, pero eso no me impediría unirme. Era una
empleada nueva, pero K-SUN había sido un segundo hogar durante toda
mi vida, y Janis era como una tía extra salada, sarcástica y fumadora de
hierba para mí. Si Theo Chadwick tenía algún problema con eso, podría
desquitarse conmigo en ese campo de paintball.
Por lo menos, sería lindo verlo intentarlo.
Unos minutos más tarde, empujé las puertas delanteras de K-SUN con el
sonido de la voz de mi mamá a través de los parlantes en la pared.
―Estás escuchando Mags por la mañana y tengo ganas de tocar Earth,
Wind and Fire todo el día. ¿Alguna objeción a eso? Llámame y avísame,
pero tendrá que ser después de este bloque de una hora de sus canciones
que ya cargué.
La saludé con la mano a través de la ventana de la cabina de sonido C,
luego me dirigí a la sala de descanso. Alguien había pegado un letrero
que decía “Janis, no entres. Estamos planeando tu fiesta sorpresa de
cumpleaños y no podemos acomodar de manera realista ninguna de tus
absurdas ideas”.
Me reí, golpeando mis nudillos contra el letrero.
―¿Tú escribiste esto, Des?
―Yo lo escribí.
Hice una pausa, a mitad de un toque, haciendo contacto visual
accidental con un Theo de aspecto serio. Estaba sentado a la mesa, con
una mano alrededor de una taza de café.
―Oh ―dije finalmente―. Es gracioso, eso es todo.
Su mandíbula se tensó, pero no respondió. Cliff y Des estaban ahí, así
que fue mejor, y mucho más profesional que la forma en que solíamos
saludarnos por la mañana, ya sea con una burla competitiva o un insulto
apenas disimulado. Sin embargo, durante los últimos cuatro días,
nuestras interacciones habían sido frías o simplemente inexistentes.
Impresionante, dado que presentamos un programa de radio completo
juntos.
El único asiento libre estaba al lado de mi helado coanfitrión. Era
probable que me ignorara por completo en este punto, así que me dejé
caer y me quité los lentes de sol con una sonrisa.
―Buenos días a todos ―dije alegremente. Des y Cliff respondieron del
mismo modo, mientras que Theo simplemente gruñó―. Sé que Theo me
mencionó antes que tenían cubierta la planificación de la fiesta de Janis,
pero ella ha hecho tanto desde que me contrató, que realmente me
gustaría tener la oportunidad de ayudar. Mientras esté bien.
―Puedo decir con seguridad que ayudarnos es la mejor idea que he
escuchado en toda mi vida ―dijo Cliff sin rastro de ironía―. Le agradará
a Janis saber que todos se enfocan en ella en todo momento.
―Y tenemos mucho que hacer. Algo de lo que Theo se estaba quejando,
así que no estoy seguro de por qué te dijo que no vinieras ―agregó Des.
Theo se movió en su silla, apretando los dedos sobre su taza. Había un
cuaderno abierto frente a él con una página de notas llenas con su letra
ordenada. Llevaba pantalones azul marino y una camisa de manga corta
de color crema que me tenía híper concentrada en la curva de sus
hombros, los diminutos músculos flexibles de sus antebrazos bronceados.
―Esto fue antes de que supiera que Janis quería que realizáramos un
gran programa ―dijo Theo sin alterarse―. Ahora me pregunto
seriamente si esto es algún tipo de broma pesada y ella realmente quiere
que le organicemos una fiesta en un Burger King.
Mis labios se crisparon.
―Cuéntamelo todo.
Parecía requerir mucho esfuerzo para que él me mirara directamente,
pero en el segundo en que sus ojos verde bosque se conectaron con los
míos, un delicioso calor se extendió por todo mi cuerpo, y tuve que
recordarme furiosamente cada cosa molesta que alguna vez me había
dicho para calmar mi sistema nervioso.
Inclinó la cabeza en mi dirección.
―Janis ha solicitado una fiesta 'retro roller disco' en honor a su
cumpleaños número setenta y uno. Le gustaría que alquiláramos esa vieja
pista de patinaje en el malecón, la que está al lado de la rueda de la
fortuna. Sus solicitudes adicionales han sido ―sacó su cuaderno para
leerlas―, todos con peluca, todos bailando, bolas disco akimbo...
Resoplé.
―¿Ella realmente dijo akimbo?
Theo casi sonrió.
―Ella realmente dijo akimbo. Para que conste, Janis nunca ha sabido
realmente lo que significa esa palabra.
―Ella cree que significa esparcidas ―agregó Des―. Lo que en realidad
está pidiendo es purpurina, destellos, confeti por todas partes y en todo.
Toqué mi barbilla.
―Saben, mi mamá probablemente sabe dónde conseguir pelucas con
brillantina en diferentes longitudes y colores.
―Ya tengo una ―dijo Cliff. Ante las expresiones desconcertadas de
Des y Theo, se encogió de hombros―. Supongo que mis vacaciones son
más divertidas que las suyas.
―Supongo que tienes razón ―murmuró Theo―. Pero cubrirás la
música, ¿no? ¿Tú y Mags?
―Oh, sí. Estoy mezclando Heart of Glass de Blondie con Cruel Summer
con algo de Tears for Fears. Mags debería ser buena para descifrar las
canciones lentas, para el patinaje de parejas.
Des se rio.
―Eso está trayendo muchos recuerdos sudorosos, aunque el patinaje
entre parejas es bastante romántico. Theo, deberías hablar de eso en un
programa alguna vez. El apretón de manos, la música, las luces, todas las
miradas persistentes.
Deslicé mi mirada hacia un lado y me sorprendió encontrar a Theo
observándome. No retrocedí, simplemente le sonreí tan lentamente como
pude.
―Te alegrará saber que soy tan buena en el patinaje sobre ruedas como
en el paintball.
―¿Y qué tan bueno es eso? ―preguntó, en voz baja.
―Significativamente mejor que tú ―susurré en tono burlón.
Una chispa estalló entre nosotros, como un motor calentándose en el
frío, pero luego parpadeó y volvió a concentrarse en Des y Cliff, quienes
estaban compartiendo una mirada que no pude descifrar.
―Cierto, entonces Cliff, parece que tú y Mags tienen la banda sonora
bajo control ―dijo Theo.
―Puedes apostarlo ―respondió.
―Y Des, ¿puedes manejar todo lo relacionado con las bolas disco?
―El tema es akimbo y estoy aquí para eso ―dijo Des con una sonrisa.
―Daria, ¿tú y Elena podrían encargarse de la comida? Janis solicitó
específicamente un “tema arcade gourmet”.
Me reí, encantada.
―Entonces, algo como nachos, pero ¿elegantes?
―Esa es básicamente su dieta ahora, y jura que es por eso que llegó a
los setenta ―la voz de Theo tenía verdadero afecto. Una vez más, me sentí
plagada de curiosidad sobre su vida: las notas de dolor en su voz fueron
obvias cuando compartió sobre el divorcio de sus papás durante nuestro
programa el jueves por la noche. Si bien mi mamá era claramente una gran
parte de mi vida, Theo rara vez mencionaba a sus propios papás―. Si
puedes proporcionarle la mejor comida arcade, a un precio muy alto, ella
te amará para siempre.
―Esto no viene del presupuesto de K-SUN, ¿verdad? ―pregunté, con
el dedo al aire.
―Oh, no ―dijo Des―. Janis hace todo lo posible para su cumpleaños
todos los años y lo paga ella misma porque incluso si no estuviéramos en
una crisis presupuestaria aterradora, esto nos llevaría a una. La
planificación de fiestas ni siquiera es técnicamente un tema del personal.
Es solo…
―Algo de Janis ―dijo Theo―. Porque ella es, bueno, quien es.
Hubo un cómodo silencio durante unos segundos, y Cliff y Des se
pusieron de pie para irse. Cliff hizo una profunda reverencia, con su larga
cola de caballo gris cayendo sobre su hombro.
―Como siempre, ha sido un placer. La fiesta es en tres semanas,
¿verdad? ¿En sábado por la noche?
Des asintió y deslizó una mano en su bolsillo.
―Tal vez Theo y Daria puedan presentar un programa en vivo desde
la pista de patinaje.
Theo debe haber puesto la misma cara de disgusto e incomodidad que
hice yo porque Des hizo un gesto con la mano y dijo:
―Estoy bromeando, chicos. No vamos a hacer que compitan entre sí en
patines retro ni nada.
Me reí débilmente.
―Cierto, no, por supuesto que no.
Cliff salió por la puerta, dejando a Des escudriñándonos a los dos.
―¿Está todo listo para el paintball mañana? Siempre que obtenga una
foto antes de empezar, y tal vez una después cuando estén todos cubiertos
de pintura, esa debería ser la mayor parte del contenido que necesitamos,
y luego ambos saltan a la transmisión de noticias para una entrevista
rápida una vez que hayan terminado. Sus oyentes ya están haciendo
apuestas sobre quién va a ganar.
Theo se aclaró la garganta.
―Estoy listo, gracias.
―Igual yo ―dije―. Podemos intentar exagerar con la salpicadura de
pintura. Por el bien del contenido en el que se puede hacer clic. Tenemos
que mantener satisfechos a esos fans hambrientos.
Des se encogió de hombros.
―O podrían hacerlo porque realmente se están divirtiendo con su
compañero de trabajo y disfrutando de su trabajo al mismo tiempo. Solo
una nota de su productor.
Theo volvió a gruñir. Presioné mis labios en una sonrisa sombría, mi
cuerpo estaba tenso, y mi cerebro lleno de pensamientos ansiosos. Hace
unas semanas, habría dado una ovación de pie a la noticia de que Theo y
yo habíamos encontrado nuestro camino hacia un semi silencio ahogado,
pero ahora que lo teníamos, añoraba esa energía que faltaba entre
nosotros, todas las burlas, la estrategia, las búsquedas constantes para
superarnos.
Si hubiera sido una llamada, reflexionando sobre un tipo sexy y
molesto, les habría dicho que hicieran lo que le sugerí a Brian que hiciera
la otra noche: meditar o escribir en un diario o ir a una caminata larga con
solo tus pensamientos como compañía. Habría dicho algo como cuanto
menos te distraigas de lo que realmente quieres, más te dirán tu mente y tu cuerpo
lo que realmente desean.
Todo el domingo me negué rotundamente a seguir mi propio consejo.
Pasé la mañana en una intensa y sudorosa clase de spinning, donde mis
únicos pensamientos eran cuándo terminará esto y todo duele. Seguido de un
largo, borracho y soleado brunch con algunos amigos. Más tarde, llené
cada momento libre de mi día restante con programas de televisión y
podcasts, cualquier cosa para ahogar los pensamientos que clamaban por
mi atención.
Mi voluntad se desvaneció alrededor de las dos de la mañana, cuando
todavía estaba dando vueltas y vueltas en un lamentable intento de
dormir. Esos mismos pensamientos detectaron el eslabón débil en mis
barricadas mentales y abrumaron mis sentidos con fantasías de Theo. En
mi cama, bajo mis sábanas, con su gran cuerpo cubriendo el mío y sus
caderas moviéndose sinuosamente entre mis piernas.
Los dos desnudos. Los dos jadeando, arqueándonos, buscándonos.
Esos gruñidos de frustración que hizo se convirtieron en gruñidos de
placer, con su boca en mi oído, y sus dientes mordiendo mi piel mientras
me follaba sin sentido.
―¿Terminamos aquí?
Me di la vuelta, aturdida, para encontrar a Theo todavía en la silla a mi
lado, frotándose la sien con dos dedos y mirándome de cerca. Estábamos
muy solos y la puerta de la sala de descanso estaba muy cerrada.
Apoyé la barbilla en mi mano.
―Si tú lo dices.
―Maravilloso ―murmuró, cerrando su cuaderno y alcanzando su
teléfono.
―Entonces, ¿qué harás tú para la fiesta de Janis? ―pregunté―. Todos
parecen tener una tarea excepto tú.
Hizo una pausa en sus movimientos y se dio la vuelta en su silla hasta
quedar frente a mí. Era como en la cabina de sonido, excepto que no lo
era. No había mesa entre nosotros.
Y no había nadie más alrededor.
―Estoy manejando toda la logística, y su regalo ―dijo.
―¿Qué le vas a dar? ―le pregunté, genuinamente interesada.
Su garganta se movió, y sus ojos saltaron entre los míos.
―Quiero construirle una despensa comunitaria para colocarla afuera
de la estación de radio. Ella ha apoyado la despensa de alimentos de
Sunrise Beach durante décadas. Todas las noticias locales últimamente se
han centrado en las crecientes tasas de inseguridad alimentaria en
nuestros vecindarios. Hay otros refrigeradores y despensas en Sunrise
Beach donde la gente los llena y puede obtener comida gratis, y es
realmente un esfuerzo comunitario.
Mis cejas se dispararon.
―Hay una despensa comunitaria fuera del Best Coast Café. La vi
cuando estuve ahí esta mañana con Elena. Eso es… ―increíblemente amable
y compasivo de tu parte―… totalmente lo que Janis querría. Una fiesta de
patinaje sobre ruedas con tema disco seguida de ayuda mutua basada en
alimentos para la comunidad.
Sus labios se curvaron ligeramente.
―Radio para la gente. Comida para todos. Nadie puede decir que Janis
Hill no se muestra como ella misma todos los días de su vida.
Me reí y el sonido me sorprendió probablemente tanto como a Theo.
Tracé los pendientes en mi oído, sopesando los pros y los contras de lo
que quería compartir a continuación: un recuerdo repentino, pero
vulnerable.
―Janis fue a verme la mañana después de mi boda. La boda que no fue.
Estaba en el departamento que compartía con Jackson, aunque él aún no
había regresado a casa y mi mamá estaba en el supermercado. No
teníamos comida porque se suponía que nos iríamos de luna de miel ese
día. Yo estaba mayormente en estado de shock. Agotada y ansiosa.
Completamente mortificada.
Sus ojos no se apartaron de los míos.
―Y llegó Janis caminando por la acera hacia mi puerta con una mirada
totalmente normal en su rostro. Como si fuera un domingo normal por la
mañana. Ella me vio crecer, alimentó mi amor por la radio, incluso me
ayudó a obtener pasantías en Los Ángeles, pero aun así abrí esa puerta y
le dije, “Janis, no puedes estar aquí ahora”.
Sus ojos se arrugaron a los lados.
―Probablemente no le gustó eso.
Negué con la cabeza, acomodándome en mi silla.
―Ella simplemente irrumpió, teniendo a Mags como mamá mientras
crecía, ya estaba bastante acostumbrada a eso, pero entonces ella… ―Mi
garganta se apretó ante el recuerdo―. Sabes, ella tomó mi mano. Me llevó
a nuestro pequeño patio trasero y me sentó al sol. Me dio un vaso de agua
helada y una caja de pañuelos, luego se agachó frente a mí y encendió, oh,
Dios, el porro más grande que había visto en mi vida. No para mí, para
ella.
Theo estaba al borde de una sonrisa. Aún así, su risa baja y áspera puso
los pelos de punta en mi nuca.
―Tomando mi mano, me dijo “lo siento, chica. Los hombres son una puta
basura”. Me hizo reír. Como ese tipo de risa descontrolada que surge
cuando todo tu mundo se parte en dos, y luego eso se convirtió en unos
enormes y gigantescos sollozos. Janis me dejó llorar en su hombro durante
una hora, y cuando mi mamá apareció con las compras, nos preparó a las
dos un brunch que nunca olvidaré.
Finalmente él sonrió. Solo duró un parpadeo.
―Me alegro de que ella estuviera ahí en tu peor día. Es una excelente
compañera cuando todo se ha ido a la mierda, y parece que así fue.
―Sí ―le dije, chasqueando los labios―. Todo eso para decirte que estoy
deseando que llegue esta fiesta, y si... quieres, si necesitas... ayuda para
construir esta despensa, puedo hacerlo contigo. Es importante, no solo
para Janis sino para todos en este vecindario.
Volvió a mirar su cuaderno, con sus dedos jugando con los bordes.
―Gracias, yo te aviso.
Sabía lo que estaba colgando entre nosotros dos. No nos habíamos dado
cuenta, ni hablado, ni siquiera peleado por lo que sucedió nuestra primera
noche del programa combinado, como la mirada de decepción en el rostro
de Janis cuando se paró en esa puerta.
La siguiente parte, ¿la parte en la que tú, Theo, provocaste a Daria a propósito?
¿Y luego tú, Daria, dijiste un montón de mierda personal en vivo y al aire? No
puede volver a suceder.
Ofrecerle una disculpa era ofrecerle a Theo una vulnerabilidad para la
que aún no estaba lista, incluso si le acababa de contar una historia sobre
una risa histérica y sollozos provocados por nuestra jefa. Una disculpa se
sentía demasiado íntimo de una manera que no podía identificar.
Tampoco era como si él se hubiera disculpado por ser un imbécil
conmigo. Necesitaba dejar de recordar la mirada de contrición en su
rostro, y lo sorprendido que estuvo cuando juró que nunca vio mi consejo
como “menos” porque carecía de títulos avanzados.
No anticipé sentirme tan culpable como para dejar que la esencia de
nuestras discusiones diarias saliera al aire, y no anticipé que Theo se vería
tan afectado.
―Entonces... ¿estás listo para el paintball mañana? ―le pregunté―.
Supongo que pasarás la noche mentalmente preparándote para ser
destruido por mi increíble talento y habilidades.
Deliberadamente mantuve mi tono ligero y bromista, pero vi que su
expresión se endurecía y su mandíbula se apretaba.
―Me estoy preparando principalmente para fingir mi mejor intento de
divertirme auténticamente contigo para que nuestros oyentes se mantengan
emocionados y, en última instancia, le den a la estación el dinero que
necesita. Me portaré lo mejor posible, así que no tienes que preocuparte.
Levanté una ceja.
―¿Este es tu mejor comportamiento?
―¿Cuando se trata de ti? Sí. ―Se inclinó hacia adelante, dejando caer
los codos sobre las rodillas y juntando las manos―. ¿Tienes algún
problema con eso?
―En absoluto ―dije, levantando la barbilla―. No sabía que tu mejor
comportamiento era ignorarme. Es aburrido.
Hablé demasiado rápido, y demasiado honestamente. Casi le entregué
mi reina a mi demasiado inteligente oponente.
―¿Estás molesta porque no estoy discutiendo contigo sin parar?
―Por supuesto que no ―dije despreocupadamente―. Es solo una
observación.
Sus ojos verdes buscaron los míos. Me di cuenta de lo cerca que estaba,
lo cerca que estaba su rostro, y que el calor de su cuerpo estaba calentando
mis piernas. Fácilmente podría haberme tocado, podría haber puesto sus
palmas sobre mis rodillas y abrirme completamente.
―Daria ―dijo, con voz áspera―. Dos veces he puesto mi carrera en
peligro al ceder a cualquier impulso inmaduro que provoques en mí. Dos
veces. Estamos a punto de ser forzados a tener una competencia mañana
por la noche, y estoy haciendo todo lo que puedo para resistirme a pelear
contigo por eso. Entonces, sí, tal vez esto sea, de hecho, aburrido, pero
¿qué más quieres de mí?
Abrí la boca para responder. Y la cerré. Mordí mi labio inferior mientras
una docena de deseos diferentes luchaban entre sí dentro de mi cuerpo.
Todos eran inútiles y estúpidos: Theo siempre sería Theo, y eso
significaba que tenía que dejar de querer algo de él. No solo era mi
exasperante compañero de trabajo, que eso ya era bastante complicado,
sino que defendía públicamente todo lo que yo ya no quería.
Mientras que Theo quería gestos románticos, yo quería sexo casual.
Mientras que Theo quería relaciones comprometidas, yo quería
independencia y libertad. En el dibujo del diagrama de Venn5 de lo que
Theo y yo teníamos en común, la única cosa en la que coincidíamos era
los presentadores de un programa de radio semanal.
―No quiero nada de ti en absoluto ―insistí―. Como dijiste, ambos
tenemos carreras y objetivos que se cumplen mejor separados, no juntos.
Estoy bien manteniendo la cabeza baja para superar este programa
combinado de cualquier manera que pueda. Al menos hasta que podamos
volver a ser como eran las cosas.
―Suena bien para mí ―dijo.
―Genial.
―Excelente.
Le di a Theo mi sonrisa más falsa.
―Lo mejor, doctor Chadwick.
Parecía que estaba a punto de irse finalmente, pero luego se acercó una
pulgada más e hizo la voz más grave.
―Las conversaciones irían mejor entre nosotros dos si no insistieras en
provocarme para discutir.
―¿Estás bromeando? Tú eres el que me provocó al aire hace cuatro
noches. ¿O ya lo olvidaste?
Su enfoque cayó en mi boca por un solo segundo antes de volver a
subir.

5
Un diagrama de Venn usa círculos que se superponen para ilustrar similitudes, diferencias y relaciones
entre conceptos, ideas, categorías o grupos. Las similitudes entre los grupos se representan en las partes de los
círculos que se superponen, mientras que sus diferencias se representan en las partes que no lo hacen.
―Créeme, Daria. No he olvidado ni un maldito segundo lo que pasó
esa noche, pero lo que quiero saber es por qué estás sentada aquí
mintiéndome.
Entrecerré los ojos.
―¿Sobre qué podría estar mintiéndote? En todo caso, he estado
minimizando mis habilidades con el paintball.
Ahí estaba. Ese gruñido salvaje que hacía en mi presencia,
presumiblemente porque lo hacía enojar, pero la energía que vibraba de
su cuerpo era un tipo diferente de frustración: una sexualidad controlada
y enrollada que no hubiera esperado de él.
―Creo que estás mintiendo sobre lo que realmente quieres. ¿Qué pelee
contigo por algo estúpido, es realmente lo que quieres, Daria? ―Su mirada
se dirigió a mis labios y se quedó ahí―. Porque si no lo es, deberías
decirlo.
Tragué saliva.
―No hay nada más que quiera de ti.
Nos miramos el uno al otro por lo que parecieron mil años, pero
probablemente fueron solo dos segundos. El aire crepitaba a nuestro
alrededor, como solía hacer siempre, pero esta tensión tenía un toque más
sexy. Una cualidad seductora que tenía mis dedos ansiosos por apretar
mis manos en su camisa y besar esa mirada engreída de su rostro.
―Okey, entonces deja de provocarme para que pelee contigo ―dijo con
voz espesa.
―Tú deja de molestarme ―susurré.
Theo volvió su expresión a neutral y se levantó para ponerse de pie,
llevándose su cuaderno y teléfono con él. Parpadeé rápidamente -
acalorada, nerviosa, conmocionada- y volví a cruzar las piernas.
―Te veré mañana por la noche ―dijo, y si su voz tenía un eco de dolor
y decepción, no me detuve en eso.
―Sí, nos vemos ―le respondí.
No se detuvo en la puerta, no dio la vuelta para otra sesión de combate
verbal o un último golpe. Simplemente se fue, y la puerta se cerró
silenciosamente detrás de él.
Una ola de arrepentimiento se apoderó de mí con la misma rapidez: me
arrepentí de haberle contado esa historia sobre Janis. Me arrepentí de
haberle revelado que me sentía rechazada por su falta de atención
argumentativa, y me arrepentí especialmente de esa tórrida fantasía a la
que cedí anoche, la que terminó conmigo sacando mi vibrador favorito y
llegando al clímax con la fantasía de Theo follándome por detrás sin
piedad.
En el mejor de los casos, Theo era un rival en el lugar de trabajo del que
tenía que desconfiar.
En el peor de los casos, era una distracción feroz.
Y de cualquier manera, burlarse de él o tentarlo amenazaba su carrera,
la mía y el futuro de esta estación de radio. Así que él tenía razón al final.
Definitivamente habíamos terminado aquí.
Miré el letrero afuera del campo de paintball ubicado a unos pocos
kilómetros del centro. Los campos se extendían en todas direcciones
desde la calle, con piezas gigantes de metal, montones de llantas y equipos
tipo gimnasio esparcidos y cubiertos de salpicaduras multicolores.
Un letrero neón decía 10 cosas que pinto sobre ti.
―¿Estás seguro de que un lugar llamado 10 cosas que pinto sobre ti es el
principal establecimiento de paintball de Sunrise Beach? ―pregunté en
mi teléfono.
Janis se rio.
―Según las críticas. Aparentemente, está de moda entre los
adolescentes del área local.
―Daria y yo somos del área local, pero no somos ni por equivocación
adolescentes.
―Cuéntale eso a tus berrinches diarios en la sala de descanso.
Tragué un suspiro.
―Mensaje recibido. ¿Y cómo estuvo la llamada con All Star Media?
¿Son malas noticias o peores noticias?
―No están interesados en sindicar tu programa, Theo ―dijo―. No
pueden hacer que los números funcionen y no ven que Romance Verdadero
encaje con su programación en este momento. Son fanáticos y esta
conversación no fue un tipo de llamada infernal y eterna.
Mis dedos se apretaron en mi teléfono.
―Solo un aplastamiento momentáneo de mis sueños.
―Así es como yo lo diría ―dijo―. Lo siento, chico. ¿Querías que lo
endulzara más?
―No, está bien ―murmuré―. Hemos hecho esto con suficiente
frecuencia ahora, y sé que los disfrutas tanto como una endodoncia.
―Gran parte de esta mierda es el tiempo. Así fue cuando el programa
de Magnolia se hizo nacional. Será así para ti, pero mira, no está ayudando
que tu primera semana de programa con Daria no energizara exactamente
nuestra base. Elena me dijo que ustedes dos son como un cartón
incómodo, en cuanto a química.
Incliné mi cabeza hacia atrás contra la pared de ladrillo del edificio.
―No estoy en desacuerdo con ella, pero estoy haciendo todo lo posible
para apegarme tanto a mi marca como a mis valores, al mismo tiempo que
me adhiero a la situación actual, no es exactamente emocionante. También
podríamos ahorrar dinero reduciendo nuestros programas individuales a
la mitad y volviendo a ser anfitriones separados.
Janis se quedó en silencio por un momento.
―Entonces, ¿crees que están listos para comenzar a responder
preguntas juntos de nuevo? ¿Listos como si no se fueran a arrancar la
cabeza a mordiscos mientras la luz de al aire está encendida?
Oí acercarse a Daria mucho antes de verla. Entró al estacionamiento en
su Jeep, con las ventanas abajo y la música a todo volumen. Apagó todo,
abrió la puerta y saltó del auto con sus rizos salvajes azotados por el
viento y sus piercings brillando al sol. Sus pantalones cortos de mezclilla
desteñidos revelaron sus muslos fuertes y curvos, sus caderas se
balanceaban mientras paseaba en mi dirección. Con la barbilla levantada,
hombros hacia atrás, y una sonrisa suelta jugando en sus labios.
―¿Theo? ¿Sigues ahí? ―preguntó Janis.
Dudé.
―¿Qué me preguntaste?
―La dinámica que falta en este momento es la dinámica en la que tú y
Daria interactúan entre sí. Debatir un poco. Un poco en desacuerdo.
Simplemente no al nivel que pasó en la primera noche. Eso no es como el
cartón en absoluto. Si eso funcionara, sería fuego. Si ustedes dos se
relajaran. En este momento, están emitiendo una energía realmente
aburrida.
―Ya veo lo que quieres decir ―le dije, con mi enfoque fijo en los ojos
azules de Daria, el destello de sus dientes al sol, sus hombros lisos y
desnudos, y la plata reluciente de sus aretes contra el contraste de su
cabello azabache―. No estoy del todo seguro de si eso es posible todavía.
¿Podemos ver si eso funciona después de esta idea tuya de competencia?
―Tiene que ser posible más temprano que tarde.
Bajé la mirada al suelo cuando llegó Daria.
―Sí. Entiendo. ¿Puedes decirles a Des y Elena que aquí estamos y que
haremos todo lo que pidieron?
―Solo si prometes divertirte ahí fuera.
Levanté la vista para encontrar a Daria parada directamente frente a mí,
tan hermosa y desafiante como siempre.
―No hago promesas cuando se trata de mi nivel de diversión.
―No te olvides de sonreír en esas fotos ―gritó y luego colgó.
Daria levantó una ceja.
―Theo.
―Señorita Stone.
―¿Terminamos con esta locura?
Extendí una mano hacia la puerta principal. Ella giró sobre sus botas de
plataforma y entró. Me quedé atrás por un segundo, tomando una serie
de inhalaciones más y más profundas para recuperar mi control. La
conversación de ayer con Daria me sacudió. Su oferta de ayudarme a
construir una despensa de alimentos fue demasiado sincera y amable. El
recuerdo que compartió de llorar con Janis a causa de su cobarde
prometido evocó una chispa de ternura tal que casi me acerco a ella.
Y lo peor de todo, lo que más complicaba todo, fue la forma en que me
acusó de ignorarla, mientras que su lenguaje corporal era todo calor y
coqueteo: esos labios entreabiertos, sus pupilas dilatadas, la forma en que
seguíamos inclinándonos más y más cerca el uno del otro.
Estaba loco cuando le pregunté a Daria qué quería realmente. Incluso si
hubiera querido besarme tan desesperadamente como yo quería besarla,
parecía tener suficiente sentido común para saber lo desastroso que sería.
Por supuesto que la estaba ignorando, era eso o seguir discutiendo sin
otra razón que mis propias frustraciones de mierda.
Era eso o arrastrarla al armario más cercano y follarnos hasta perder la
conciencia.
Anoche me metí en un pozo sin fondo buscando obsesivamente cada
columna de consejos, publicación de blog y programa de radio en vivo
donde discutí los pros y los contras de los romances en el lugar de trabajo,
y cada vez que le aconsejé a la persona que surgirían complicaciones
cuanto más tiempo decidieran mantener el romance en secreto. Que
podrían perder sus trabajos, perder la confianza de sus compañeros,
afectar la profesionalidad del lugar de trabajo.
En cada ocasión, animé a la persona a dejar que su amor floreciera
abiertamente y no en secreto y si al final del día no estaban dispuestos a
hacer eso, era poco probable que su relación durara.
Todo eso era cierto cuando se trataba de esta atracción intensa y fuera
de control que sentía por Daria.
No prosperaría besar a una mujer que se complace en ser mi rival
directa.
No prosperaría besar a una mujer que declaraba estar orgullosamente
soltera de por vida, que criticaba la esencia misma del amor verdadero y
la existencia de almas gemelas.
No tenía sentido rendirme a esta lujuria cuando yo siempre querría más
de lo que ella podría dar.
En el interior, Daria estaba de pie frente a un adolescente de aspecto
hosco con una mata de cabello rojo brillante y pecas que cubrían su piel
pálida. Sostenía una máscara y un rifle de paintball con una confianza
tranquila.
―Aquí está el tipo con el que se supone que debo competir hoy
―dijo―. Theo, este es Aidan, nuestro guía turístico.
Aidan se encogió de hombros como si ambos fuéramos una molestia e
inferiores.
―Bienvenido a 10 cosas que pinto sobre ti, la principal experiencia de
paintball en Sunrise Beach y en toda el área metropolitana de Los Ángeles.
Observé el equipo sucio y los alrededores poco iluminados.
―¿En serio?
―Quiero decir, probablemente ―dijo Aidan, su voz era el tono bajo y
aburrido de los adolescentes en todas partes―. Esta señorita dijo que es
como una experta o algo así. ¿Tú qué tal?
Yo dudé.
―Completamente novato.
Aidan me lanzó un mono de camuflaje con cremallera y una máscara y
luego me entregó el mismo rifle que sostenía Daria.
―Justo ahí hay un vestidor. El mono ayuda a mantener lejos la pintura
de tu ropa y la máscara es para que tu cara no explote y esas cosas.
Daria apretaba los labios, pero sus ojos brillaban de alegría.
―Agradezco la atención a la seguridad y la protección de mi rostro ante
explosiones inminentes y similares.
Me pasé una mano por la boca, tapando mi propia sonrisa. Aidan
frunció el ceño y se encogió de hombros de nuevo.
―¿Se van a cambiar o qué?
Pasé junto a él y empujé la puerta, esperando hasta que Daria entró. La
puerta se cerró, dejándonos en un vestidor similarmente deteriorado con
puertas de metal rojo. Ella dejó su rifle contra la pared y sacudió su mono.
―¿Debería…? ―pregunté, girándome para darle la espalda.
Se sentó en el banco y comenzó a quitarse las botas.
―Puedes, especialmente si tu objetivo es mantener ese título tuyo de
perfecto caballero, pero no me quitaré nada excepto los zapatos. Esto se
pone sobre tu ropa.
Sacudí mi propio mono y comencé a ponérmelo, mirando la larga
cremallera en el frente, esperando que ocultara el hecho de que toda la
sangre en mi cuerpo se precipitaba hacia el sur. Cuanto más se burlaba de
mí Daria por mi comportamiento caballeroso, más me moría de ganas de
abrir la cerradura de esa puerta y rechazar esas suposiciones cortesanas.
―¿Y de dónde sacaste todas estas impresionantes habilidades en el
paintball? ―le pregunté.
Deslizó la parte inferior del mono sobre sus pies, saltando un poco para
acomodar la tela y me miró a través de un desorden de rizos oscuros.
―Alrededor de un año después de que Jackson se fue, aún estaba en
Los Ángeles, haciendo una pasantía en K-ROX, pero ganando dinero
trabajando en Atomic Records, vendiendo vinilos antiguos. Había dos
mujeres ahí que formaban parte de un equipo de paintball que competía
en uno de los campos locales. Su equipo se llamaba The Miss Fortunes y
me reclutaron para jugar. Fue muy divertido y totalmente rudo.
Hizo una pausa, levantando una correa sobre cada hombro.
―Fue clave para volver a estar en contacto con quien realmente era por
dentro, salir de una relación y volver a ser yo misma. Es un juego
competitivo con muchas carreras, gritos y disparos con tus amigos, por lo
que ahogó todo el ruido, y me empujó de nuevo a ser una niña, cuando
no estaba tan cohibida por expresarme.
Sentí ese tirón en mi pecho, el mismo que había tenido ayer. Esto tenía
menos que ver con la ternura y más con la forma en que sus palabras me
mostraban algo que sospechaba que me había perdido.
―Estoy seguro de que disparar a las cosas también ayudó con algo de
tu ira ―le dije.
Sus labios se curvaron.
―Dado que eres psicólogo, las estrategias de afrontamiento que he
elegido probablemente sean evidentemente obvias.
Negué con la cabeza.
―Los seres humanos, la naturaleza humana, y cómo nos relacionamos
entre nosotros, siempre creí que éramos demasiado misteriosos y
complicados para ser tan obvios.
Daria se apartó el cabello de los ojos.
―¿Por cuántas rupturas graves has pasado?
Me recosté contra los casilleros.
―Tres.
―¿Theo Chadwick el rompecorazones? ―me preguntó.
―Mis tres novias a largo plazo terminaron conmigo ―dije―. Aunque
es amable de tu parte asumir lo contrario.
Creí ver sus mejillas sonrojarse, incluso en la penumbra.
―Bueno…está bien, pero eso es solo porque eres el doctor del amor. El
caballero perfecto y un partidazo en todos los sentidos. ―Ella se encogió
de hombros―. O lo que sea, realmente no me importa.
Ladeé la cabeza, luchando contra la diversión.
―'¿Un partidazo en todos los sentidos?'
Ella puso los ojos en blanco.
―La lectura más breve de tus páginas de redes sociales muestra un
millón de comentarios con oyentes que dicen “Theo Chadwick es el hombre
más perfecto que existe, encierra sí o diablos sí”.
Me aclaré la garganta a través de un estallido de celos.
―Tú también tienes una buena cantidad de admiradores en línea.
Daria se acomodó las botas y se puso de pie, alcanzando la parte
inferior de la cremallera.
―Sí, me va bien en la sección de comentarios. Mi pregunta es, ¿cómo
lidiaste con tres rupturas separadas?
Crucé un tobillo sobre el otro, y metí las manos en los bolsillos del mono
de camuflaje.
―Manejo el final de mis relaciones de la misma manera que manejé las
entrevistas que hice con parejas para mi tesis. Examinando errores de
comunicación, patrones, donde nuestros valores y objetivos finalmente no
se alinearon. Diferencias en el estilo de comunicación. Cualesquiera que
hayan sido las razones para terminar nuestra relación, trato de estudiar
con un ojo académico y mejorarme. Mi alma gemela está ahí afuera, pero
sigo creyendo que debería ser lo mejor que puedo cuando la conozca.
Daria no tuvo una respuesta inmediata a eso, me miró de cerca hasta
que quise moverme.
―¿Cuáles fueron sus razones para dejarte?
Empujé la pared con una leve sonrisa.
―¿Y por qué te diría algo así, Daria?
Ella frunció el ceño, luchando con su cremallera atascada.
―Valió la pena intentarlo, ¿no?
Alguien, presumiblemente Aidan, golpeó la puerta.
―¿Están ustedes dos bien ahí dentro? ¿O están, como, muertos?
―Nos estamos mentalizando para una competencia ―respondí.
―Como sea ―dijo Daria, con la voz amortiguada por su cabello
mientras miraba hacia abajo y jalaba de la cremallera―, es por eso que
voy a parte el trasero hoy y ni siquiera sudar, doctor Chadwick.
Levanté una ceja, entendiendo que cada pequeño detalle personal que
compartíamos tenía que ser inmediatamente envuelto en insultos o
amenazas.
―Serás mi desgracia, ¿verdad?
―No serás tan genial e informal más tarde cuando te tenga rogando
por misericordia.
Cerré la brecha entre nosotros y alcancé la diminuta pieza de metal que
le causaba tantos problemas.
―¿Puedo intentarlo?
Ella miró hacia arriba, con los labios entreabiertos, y sus ojos azules
muy abiertos. Asintió con la cabeza.
―¿Estás tratando de meterte en mi cabeza para que sea fácil contigo?
El metal finalmente cedió bajo mis dedos. Sostuve su mirada, tirando
lentamente de la tela para cerrarla mientras la cremallera subía
suavemente a lo largo de su cuerpo.
―Como de costumbre, Daria, has hecho demasiadas suposiciones
sobre lo que puedo y no puedo hacer bien. ¿Alguna vez se te ocurrió que
he jugado mucho paintball con Des y sus primos? ¿O que lo jugamos tanto
que ahora es una tradición de Acción de Gracias en su familia?
―Pero dijiste que eras un novato total.
―La gente puede mentir, ya sabes ―dije, haciendo eco de sus palabras
del otro día―. No me opongo a una ventaja táctica. ―La mano que
sostenía su cremallera llegó a su cintura, envolvió sus dedos alrededor de
los míos y la liberó, arrastrándola hacia arriba el resto del camino.
Ella sonrió.
―Si ese es el caso, entonces cualquier indulgencia que te iba a mostrar
ha sido reemplazada por una agresión total.
―Es dulce que pensaras que alguna vez podrías ganarme ―le dije
bruscamente.
Otro golpe en la puerta nos hizo separarnos, aunque no rompimos el
contacto visual. Daria levantó su máscara y su arma a su lado, y yo hice
lo mismo. Pasó junto a mí, murmurando algo que sonaba como maldito
idiota. De vuelta en el vestíbulo, Aidan bostezaba mientras revisaba su
teléfono.
―No morimos ni nada ―dijo Daria.
―Genial. ―Bostezó―. Oh, mmm, olvidé decirles algo. Son los de esa
estación de radio, ¿verdad?
―Sí, K-SUN ―respondió Daria―. Un tipo llamado Desmond Davis se
puso en contacto para hacer una promoción cruzada ya que Theo y yo
técnicamente estamos aquí, disparándonos con pintura para nuestros
trabajos. Queríamos coordinar algunas ofertas y pases gratis para los
premios de los oyentes, e incluso haremos una transmisión rápida en vivo
desde el campo en aproximadamente una hora. ―Miró el reloj de la
pared.
―Ajá ―dijo Aidan―. Sí, lo que sea, mi jefe Kyle dijo que está bien.
¿Quieren que les tome una foto ahora?
Me di la vuelta y descubrí que estábamos parados frente a un mural
con salpicaduras de pintura gigantes.
―No hay tiempo como el presente.
Aidan extendió su teléfono, con la cámara frente a nosotros.
―¿Pueden pararse a menos de 2 metros de distancia?
Janis gritando no te olvides de sonreír resonó en mis oídos. Miré de reojo
a Daria, cuyo lenguaje corporal suelto y confiado se volvió rígido.
Los dos son como un cartón incómodo, en cuanto a química.
Tragando tanto mi orgullo como pude, me moví al lado de Daria y
extendí el brazo que no sostenía una pistola de pintura. Ella me miró
boquiabierta como si me hubieran brotado tres cabezas de lagarto
separadas.
―Tenemos que hacerlo por el contenido ―susurré por un lado de mi
boca.
Su cautela era obvia, al igual que cualquier debate interno que estaba
teniendo al verme tratando de abrazarla de lado. La entendía, yo estaba
igual de desconcertado. Eventualmente, se deslizó tan majestuosamente
como uno podía mientras vestía camuflaje. Miramos hacia adelante, y
coloqué un brazo a su alrededor con tanta delicadeza que mis dedos
prácticamente flotaron sobre la punta de su hombro. Su brazo se curvó
alrededor de mi cintura con el mismo movimiento apenas visible. Existía
una brecha completa de diez centímetros entre nosotros.
Y aun así.
Y aun así, mi nariz se llenó con el aroma de Daria, que era floral y cálido,
una flor tropical en una playa bañada por el sol. Mi cuerpo cobró vida con
su cercanía, desde mis dedos doliendo por tocarla, hasta mi pene
endureciéndose ante la tentación de sus curvas. Ella se movió sobre sus
pies y el espacio entre nosotros desapareció, y su cadera presionó la mía.
Si me volteaba y agachaba la cabeza, podría haber rozado mis labios a
través de su cabello.
―Oh... entonces, ¿whisky? ―dijo Aidan.
Formé una sonrisa y esperé que pareciera auténtica.
―Esas parecen estar bien, supongo. Porque son como compañeros de
trabajo, así que todo el mundo sabe que es raro ―entonó, ya de nuevo
desplazándose por la pantalla. Daria y yo nos separamos para ponernos
las máscaras. Cada músculo de mi cuerpo estaba ondeando por la tensión.
No había mentido, jugaba paintball a menudo con Des y con su familia,
aunque en otro campo, pero no era tan competitivo cuando lo hice.
Sin embargo, de pie en este lúgubre vestíbulo junto a mi seductora rival
en el lugar de trabajo, mis únicos pensamientos eran necesito ganar.
―Oh, cierto, ¿entonces lo que iba a decir antes? ―añadió Aidan y un
aluvión de gritos se filtró desde el exterior―. Esta mujer llamada Janis, ¿es
su jefa?
―Ajá ―Daria y yo arrastramos las palabras al unísono.
―Ella cambió el juego hoy, y no competirán entre ustedes. Están en el
mismo equipo y pelearán contra otro grupo que comenzará en cinco
minutos.
―¿No puedo dispararle a Theo con pintura? ―Daria preguntó, con su
voz amortiguada por la máscara.
―No, le dispararán a otros. ―Aidan tomó un trozo de papel y lo miró
con los ojos entrecerrados―. Ella dijo algo como… “diles que si están
enojados por eso, no me importa, y yo estoy a cargo, así que tienen que
hacer lo que digo, pero si parecen desanimados por eso, recuérdales que
creo en ellos y esa mierda”. ―Dejó caer el papel―. Ella es una especie de
mujer rara.
Dejé escapar un suspiro de frustración.
―Eso suena como nuestra jefa.
Daria se levantó la máscara y me lanzó una mirada irónica.
―Mira el lado positivo, dijo que cree en nosotros.
―Y también dijo mierda ―dije.
Un grupo de cinco personas ruidosas que ya estaban vestidas entraron
al vestíbulo y vitorearon agresivamente cuando nos vieron.
―Disculpa, pero ¿Jugaremos dos contra cinco? ―pregunté.
―Sí, porque Janis dijo que ella estaba a cargo ―dijo Aidan
malhumorado.
Daria me inmovilizó con una mirada preocupada.
―Bueno, mierda de hecho.
No sabía con quién estaba más enojada, si con Janis y su Tengo una razón
secreta para todas las excentricidades.
O el hijo de puta mentiroso y sonriente parado a mi lado. El que me
miraba como si yo fuera una ecuación de cálculo que le encantaba resolver,
todo mientras me sostenía solo con su mano, y sus dedos vagaban con
confianza a lo largo de mi cuerpo como si me hubiera subido la cremallera
cien veces antes.
Es dulce que pensaras que alguna vez podrías ganarme.
No importaba contra cuántos equipos jugáramos. Todavía iba a tirarle
bolas de pintura al doctor Theodore Chadwick en la maldita cara.
Estábamos parados afuera bajo un cielo del sur de California que
comenzaba a oscurecer en los mismos bordes del horizonte, pero era
junio, nos quedaban al menos dos horas de sol, y ese mismo sol me
calentaba las manos y el asfalto sobre el que estábamos parados. A mi
lado, Theo tenía su máscara levantada en la parte superior de su cabeza,
con sus ojos verdes intensos detrás de sus lentes.
―Todos ustedes han hecho esto antes, pero repetiré las reglas y las
pautas de seguridad. ―Aidan señaló el grupo de jugadores detrás de él,
todos tipos jocosos y excitados que sonrieron como idiotas cuando vieron
que competían contra una mujer―. Sus máscaras permanecerán puestas
en todo momento. Si la presión de aire en sus rifles baja, hágamelo saber
y lo arreglaré. Si no, deberían poder disparar durante la próxima hora. Un
disparo, un golpe y tus brazos se levantan. ―Aidan se encogió de
hombros―. Eso significa que estás fuera. Theo y Daria, realmente no sé
qué quieren hacer si uno de ustedes es golpeado.
―El otro sigue jugando, Aidan ―dije dulcemente―. Y no vamos a ser
golpeados.
El equipo contrario de amigos recitó algunas burlas sin sentido en mi
dirección. Junto a mí, Theo dejó caer su cabeza hacia la mía, poniendo su
boca en mi oído, y su cálido aliento estremeció mi garganta.
―Dejaré que tú le dispares a cada uno de estos idiotas. ¿Cómo suena
eso para la estrategia del juego? ―él susurró.
―¿Estás seguro? ¿Ni siquiera quieres uno de ellos? ―susurré de vuelta.
Nuestros ojos se encontraron, y sentí un destello de camaradería en mi
pecho.
Uno de los amigos gritó:
―El otro equipo puede chuparme las bolas, hombre.
Un músculo hizo tictac en la mandíbula de Theo.
―Me quedo con ese.
Aidan levantó un megáfono.
―Theo y Daria, empiecen por ahí. Este equipo comienza detrás de la
pila de neumáticos. Tienen pleno uso del campo, las únicas reglas son no
disparos al rostro, no disparar a la gente más de una vez a propósito, nada
demasiado de cerca. Sesenta segundos y luego empiezan.
Todos en el campo se pusieron en movimiento frenético. Theo y yo
corrimos hacia nuestro punto de partida detrás de una larga fila de
camiones oxidados. Rodeamos el primer auto, y el polvo voló detrás de
nosotros. Me agaché detrás del segundo, tratando de tener visión.
―¿Los ves? ―le pregunté a Theo, que estaba detrás del tercer auto.
―No todavía. ―Su rifle estaba contra su hombro, y el dedo curvado
alrededor del gatillo―. Sabes, estaba hablando por teléfono con Janis
cuando llegaste aquí.
―Oh, déjame adivinar. ¿Ella no dijo una mierda sobre cambiar las
reglas sobre nosotros en el último segundo?
Llevaba su máscara, pero escuché la sonrisa en su voz.
―Por supuesto que no, y sé por qué está haciendo esto.
Un destello de movimiento me llamó la atención.
Estiré el cuello.
―Mira allá.
Theo se agachó a mi lado.
―Apuesto a que se esconden detrás de esas paredes de ladrillo. ¿Lo
ves?
Seguí su dedo y esperé. Un grupo de rifles ondeaba sobre la parte
superior de la pared, al azar, como si estuvieran moviéndose en posición
sin darse cuenta de que estaban parcialmente expuestos.
―Aficionados ―murmuré―. Sigue mi ejemplo.
―¿O tú podrías seguir mi ejemplo?
―¿Realmente vamos a pelear por esto cuando te dije que yo tenía más...
Un jugador salió de la nada, voló a través del espacio entre los autos
número cuatro y cinco y se zambulló en el suelo. Me incorporé a medias,
empujé a Theo a un lado y le disparé al tipo en la pierna.
―Aw, hombre, mierda ―gritó el tipo. Se subió la máscara y miró la
salpicadura amarilla.
―Levanta las manos, idiota ―canté―. Estás fuera.
Estaba ocupada jactándome, y con razón, lo que significaba que no
estaba prestando atención a mi periferia. En un momento estaba de pie
con la mano en la cadera, y al siguiente Theo estaba agarrando la parte
delantera de mi mono jalándome hacia el suelo. Un zumbido pasó
volando por mi oído seguido por el golpe sordo de una bola de pintura
que caía apenas a unos centímetros de distancia. Aturdida, miré hacia
arriba para ver a Theo ponerse de pie, apuntar y disparar.
Hubo un grito estrangulado y luego un “Hijo de puta”.
Jadeando, toqué la pierna de Theo.
―Le diste al idiota.
―Dos menos, faltan tres ―dijo con severidad, ofreciéndome una mano.
La tomé, demasiado energizada y llena de adrenalina chispeante para
recordar mi orgullo. Me levantó con facilidad y se fue hacia la pared de
ladrillos. Yo lo seguí, saltando sobre algunos troncos, antes de descender
para deslizarme junto a él detrás de una choza semi quemada.
―¿Cuál diablos es el tema de este lugar? ¿Basura al azar? ―le pregunté.
―Creo que en el otoño se convierte en uno de esos campos de maíz de los
gritos ―dijo.
―Dada nuestra situación actual de campo de idiotas, no estamos tan
lejos.
Incluso amortiguada a través de la máscara, la risa áspera de Theo hizo
que mi estómago se hundiera.
Empujé su pierna de nuevo.
―¿Qué estabas diciendo sobre Janis?
Escaneó el área antes de girarse hacia mí.
―Ella insistió en que nosotros aprendamos el verdadero significado del
compromiso y trabajemos juntos desde el principio. Es como su versión
de un episodio de Plaza Sésamo sobre el valor del trabajo en equipo,
excepto que tiene más armas y metal oxidado.
Puse los ojos en blanco con tanta fuerza que probablemente me lastimé
un músculo.
―Oh, maldición, tienes razón.
―A veces la tengo. La mayoría de las veces la tengo.
―¿Ah, sí? ―me burlé―. ¿No eligió nuestro primer contacto, Brian, mi
consejo sobre el tuyo al final? Tienes toda esta experiencia académica de
comprender a los seres humanos y fuiste demasiado terco para reconocer
que nuestro amigo Brian estaba desconsolado y no estaba en condiciones
de empezar a tener citas.
Sentí el fuego de su mirada a través de la visera de plástico. Lo sentí y
lo quitó de inmediato.
―¿Sigues obsesionada con Brian? ―preguntó―. Porque apostaría
cada dólar que tengo a que dentro de seis meses él estará en una relación
sana y amorosa con alguien nuevo. No todas las personas le dan la
espalda al amor verdadero porque las quemó. No todas las personas se
dan por vencidas como lo hiciste tú.
Me levanté tan rápido que me mareé.
―¿Qué diablos acabas de decirme?
―Dije... ―Entonces Theo maldijo, me pasó un brazo por la cintura y
nos llevó a los dos a la esquina de la choza. Lo empujé lejos, levanté mi
rifle y le di al imbécil que entraba en el pecho segundos antes de que le
disparara a Theo.
―Hijo de puta ―se lamentó el tipo, levantando los brazos, pero ya
estaba acechando por el campo, demasiado enojada como para
preocuparme por exponerme.
Theo se pegó a mi lado un segundo después.
―De nada, por cierto ―espeté.
―No recuerdo haberte pedido que le dispararas a ese tipo.
―No recuerdo haberte pedido que emitieras un juicio sobre la vida que
he creado.
Una bola de pintura pasó volando junto a nosotros y explotó a menos
de medio metro a nuestra derecha. Agarré a Theo por el brazo y lo arrastré
hasta el suelo, donde ambos caímos con fuerza sobre nuestros estómagos.
―¿Los ves? ―pregunté, estirando mi cuello.
Theo empujó mi codo con el suyo y señaló en silencio con su dedo. No
teníamos ni un gramo de cobertura, pero el tipo que nos apuntaba era un
tirador horrible.
―Sácalo ―me susurró.
Levanté mi rifle, lo puse en mi punto de mira y disparé. Un segundo
después, su pierna explotó en pintura azul.
―Maldita sea ―maldijo Theo.
―Te lo dije.
Siguieron dos segundos de silencio amistoso, y luego Theo se obligó a
ponerse de pie y echó a correr hacia la pared de ladrillos.
―Espera, no he terminado de discutir contigo ―siseé, corriendo tras su
forma ancha. Se colocó detrás de otro edificio destartalado con hileras de
pequeñas puertas naranjas, como la fachada de un viejo Motel 6 6 . Me
estrellé contra la pared junto a él.
―Para que conste, Daria, no recuerdo haberte pedido que me acusaras
de ser un imbécil elitista durante una transmisión en vivo ―dijo con
amargura―. Janis está aquí, obligándonos a jugar un juego de niños
cuando sé que nunca funcionaremos porque te niegas a disculparte
cuando se trata de mí.
Me burlé.
―¿Tienes la capacidad de admitir que a veces te equivocas, Theo?
¿Tienes la singular habilidad de disculparte conmigo por todas las
estupideces que has dicho estos últimos tres meses también?
Una ramita se partió a nuestra derecha. Theo se movió, arrastrándome
contra su pecho y cayendo en un hueco semi oscuro. Su fuerte brazo rodeó
mis pechos, apretado como un tornillo. Su cuerpo vibró muy levemente,
y sus dedos agarraron mi hombro. La parte inferior de su cuerpo se alejó
de mí incluso cuando mis propias caderas deseaban inclinarse hacia atrás,
buscando su firme longitud. Esa fue la única razón por la que me distraje
cuando el último jugador que quedaba pasó junto a nosotros,
directamente a la vista.
Theo levantó su rifle al mismo tiempo que yo levanté el mío, nuestras
manos chocaron con tanta velocidad que las bolas de pintura que
expulsamos salieron disparadas. La mía se estrelló contra un árbol
mientras que la de Theo golpeó el costado del neumático al lado del
último jugador. Él se dio la vuelta, balanceando el arma, buscándonos.

6
Empresa hotelera con una cadena de moteles económicos en los Estados Unidos y Canadá.
Pero antes de que pudiera vernos en el edificio, la puerta decrépita en
la que nos habíamos apoyado se abrió.
Con gritos ahogados, caímos hacia atrás en la oscuridad.
La puerta se cerró de golpe detrás de nosotros. Theo agarró la manija,
pero no se movió.
Tiré mi máscara al suelo.
―¿Estamos encerrados aquí? Además, ¿qué hay aquí?
Él intentó empujar de nuevo, golpeando la superficie y pidiendo ayuda.
Yo busqué una ventana, un pestillo, una llave, parecía ser un viejo armario
de suministros o de servicios públicos. Había una ventana polvorienta, en
lo alto de la esquina derecha, que nos dejaba en penumbra. Salté arriba y
abajo, tratando de alcanzarla.
―Daria, ¿tienes tu teléfono? ―me preguntó con voz tensa.
Palpé mis bolsillos.
―Mierda, no. ¿Tú?
Arrojó su máscara al suelo junto a la mía y se pasó una mano por el
cabello.
―No, lo dejé con nuestras cosas en el vestidor. ―Se dio la vuelta,
luciendo enojado, y golpeó su mano contra la puerta varias veces, gritó, y
nada.
Señalé nuestra única fuente de luz tenue.
―¿Puedes llegar a esa ventana?
Sus manos pudieron hacerlo fácilmente: las agitó y durante unos diez
segundos completos gritamos alguna variación de ayuda, estamos
atrapados. Gritamos hasta quedarnos roncos, pero fue en vano.
Presioné mis hombros contra la pared y suspiré.
―Bueno, no podemos quedarnos atrapados aquí por mucho tiempo. El
juego terminará en treinta minutos y el imbécil restante o nuestro mejor
amigo Aidan nos rescatarán. No eres claustrofóbico ni nada, ¿verdad?
Estaba de pie con las manos apoyadas en las caderas, mirando a la
puerta como si pensara que podría aparecer un agujero solo por pura
furia.
―No, no lo soy, pero no quiero quedarme atrapado aquí contigo.
Hacía un poco de calor y había mucho olor a humedad. Dejé mi rifle,
deslicé las mangas de mi mono por encima de mis hombros y desabroché
todo hasta mis caderas.
―Lo mismo digo, doctor Chadwick. Con nuestra suerte, el equipo de
K-SUN realizó ingeniería inversa de cada espacio disponible en este
campo para garantizar que termináramos atrapados hasta que
resolviéramos nuestra mierda.
Se pasó una mano por el rostro antes de bajarse su propio mono. Su
camiseta gris se veía suave y gastada y tenía el molesto efecto de adherirse
a cada músculo de su pecho. Un silencio incómodo flotaba entre nosotros
en el aire bochornoso, lleno de nuestras discusiones sin terminar, la
terquedad persistente, todas las formas menores en las que nos habíamos
atacado el uno al otro hoy.
Encerrada en esta habitación, cada vez me resultaba más difícil no dejar
escapar la primera de muchas disculpas porque mi suposición era que
Theo haría lo mismo, que una vez que empezáramos a explorar una
tregua tentativa, una real esta vez, lo que sucediera a continuación entre
nosotros sería la verdadera complicación.
Se giró hacia mí, su cuerpo grande y delgado ocupó todo el espacio,
absorbiendo todo el aire.
―¿Qué? ―le pregunté, tocando nerviosamente mis aretes.
Sus cejas se levantaron.
―Nada.
Tragué.
―Tengo algunos puntos más que destacar de nuestro desacuerdo
anterior. Estoy feliz de…
Theo cerró la corta distancia que nos separaba en dos largas zancadas.
Mis hombros golpearon la pared dura y mi barbilla se levantó para
mantener nuestro contacto visual. Su gran mano derecha aterrizó junto a
mi rostro, luego, su mano izquierda en el otro lado, de manera efectiva
me encerró por todos lados.
―Estamos encerrados en una habitación al azar en un campo al azar en
medio de la nada y todavía quieres pelear conmigo ―dijo en un susurro
grave―. Esta nueva forma de trabajo ha sido una pesadilla desde el
principio, y va a ser una pesadilla hasta el final, ¿no es así?
Mis ojos buscaron los suyos, sorprendida de sentir tanta lujuria como
irritación.
―Eres el doctor Theodore Chadwick y te pavoneas por la estación
proclamándote como una especie de 'experto' en romance y gestos
reflexivos y haciendo que la gente se desmaye con tus consejos sobre el
amor verdadero. Sin embargo, ninguno de los comportamientos que has
exhibido a mi alrededor podría llamarse caballeroso, has sido frío y
desdeñoso desde el primer día que llegué.
Sus ojos se cerraron como si tuviera dolor, un gesto totalmente
inesperado. Mis dedos se retorcieron a mis costados, colgando ahí aunque
estaban desesperados por tocarlo. Theo se quitó los lentes y los metió en
su bolsillo. Cuando sus ojos se abrieron, cualquier restricción que este
hombre empleó en mi presencia se había quemado.
Mi estómago cayó al suelo, y mis rodillas se volvieron gelatina. Él puso
el nudillo de su dedo índice en el hueco de mi garganta y tragué saliva
con tanta fuerza que probablemente lo sintió, luego trazó con mucho,
mucho cuidado la longitud de mi cuello, la presión hormigueaba contra
mi piel.
Y cuando finalmente llegó a mi barbilla, presionó ligeramente, hasta
que mi cara se inclinó hacia arriba otra pulgada.
―Por mi vida que no puedo entenderte, Daria. Cuando estoy peleando
contigo, soy un imbécil engreído irritándote sin parar, pero cuando hago
lo mejor que puedo para evitar confrontaciones contigo, que es, te
recuerdo, lo que nos han pedido que hagamos en nuestro lugar de trabajo,
entonces me estás diciendo que soy aburrido y que te estoy ignorando.
―Sumergió su cara cerca de la mía, hasta que su exhalación se mezcló con
mi inhalación―. ¿Qué quieres?
Mi pecho subía y bajaba mientras Theo no se movía.
―Yo no… yo no lo sé.
―Estás mintiendo.
―No sabes una mierda, Theo ―susurré con dureza.
―Daria ―gruñó―. Has pasado tu carrera asesorando a las personas
sobre cómo escuchar sus cuerpos, sus verdaderas necesidades, libres de
las presiones sociales. Has pasado tu carrera diciéndole a la gente que
tome el placer con ambas manos y lo reclame como suyo por derecho. Sé
que mientes porque sabes lo que quieres. ¿No es así?
Su nudillo dejó mi barbilla, solo para ser reemplazado con toda su
palma, ahuecando mi mejilla. Las puntas de sus dedos se deslizaron por
mi cabello, enviando ondas de excitación por todo mi cuerpo.
―Bien, lo sé ―admití―. Pero lo que quiero es muy, muy, muy
jodidamente estúpido.
―No puede ser más estúpido que lo que yo quiero ―dijo―. Paso cada
segundo que estamos juntos queriendo besar esa sonrisa sexy de tu
hermoso rostro.
Mis labios se abrieron en un jadeo de sorpresa.
―Paso cada momento que estamos en la misma habitación queriendo
follarte en la superficie plana más cercana. En una mesa, un escritorio, una
silla, el maldito suelo, Daria, y luego me voy a casa y me duermo y ahí estás
tú, en mis sueños, desnuda y gimiendo y suspirando y corriéndote. ―Sus
caderas empujaron hacia adelante, inmovilizándome hacia atrás. Su boca
se cerró tan cerca―. Créeme, entiendo qué es querer lo que no debo
querer. Entiendo qué es querer lo que nunca podré tener.
En un estallido de deslumbrante claridad, me di cuenta de lo acertado
que estaba Theo. Negarle a mi cuerpo lo que era sexy y placentero había
sido el patrón antiguo e hiriente de mi pasado. De la persona que fui con
Jackson, solo queriendo cosas después de que él dio una indicación de que
él también las quería. No solo buscaba la validación a través de él cuando
estábamos juntos, también buscaba la aprobación de mis propias
necesidades a través de él. Si Jackson dice x, entonces eso significa que debería
querer y.
Ahora, en este momento, el delicioso peso del cuerpo de Theo me
presionó contra la pared: con sus hombros abiertos y redondeados hacia
mí, sus largos dedos enredados en mi cabello, y su pulgar acariciando mi
mandíbula. Este hombre, este hombre inteligente, controlado y
disciplinado, estaba viendo mi boca con pura lujuria.
Dejé de pensar en los complicados valores de Theo, mi floreciente
carrera, todos esos manuscritos rechazados y concursos de radio
competitivos.
De hecho, dejé de pensar por completo y permití que el volumen de mis
sentidos físicos aumentara por completo. Todos esos deseos secretos y
nocturnos, la atracción ilícita y desesperada que había sentido hacia Theo
desde el primer momento en que lo vi. Debajo de la ira latía el corazón
puro de la pasión.
Y había dejado de negarme la pasión hace mucho, mucho tiempo.
Agarré la tela suave de su camiseta y apreté los dedos de mis pies.
Nuestras bocas flotaban a un centímetro de distancia, con los ojos fijos en
nuestra discusión no verbal más intensa hasta el momento.
Besé a Theo. Mis labios encontraron los suyos firme pero rápidamente.
Aun así, el fuego que ardía a través de mis terminaciones nerviosas lo
consumía todo. Por un solo beso. Sorprendida, susurré:
―Eso es lo que realmente quiero, ¿okey?
Se movió tan rápido que apenas comprendí que había pasado de estar
de pie a ser arrastrada alrededor de su cintura, pero ahí estaba yo, con mis
piernas alrededor de sus delgadas caderas, y sus manos agarrando mis
muslos.
―¿Es esto lo que quieres, Daria?
―Sí ―exhalé―. Aunque me enfurezcas todos los días.
Su boca se torció hacia un lado.
―Puedes dejar de fingir que no lo disfrutas.
Agarré su rostro.
―¿Quieres callarte y bes…?
Theo capturó mi boca en un beso tan abrasador que mis labios se
abrieron en un gemido, pero no mostró piedad conmigo, devorándome
deliberadamente, barriendo su lengua contra la mía mientras un sonido
como una tormenta que se acercaba retumbó desde su pecho. Este beso
era crudo y casi salvaje, pero no descuidado, sus labios eran tan hábiles
como exigentes, tomando todo lo que quería de mí.
Y yo estaba más que feliz de ceder. En la oficina, él era un pináculo de
control altamente competente y abotonado. Sin embargo, aquí estaba él,
empujándome contra una pared con mis piernas alrededor de su cintura,
besándome como si fuera un experto en el pecado, y yo fuera su
estudiante ansiosa y dispuesta.
Profundizó el beso con un gemido hambriento y agarré su cuello entre
mis manos, tirando de él más cerca, dejándolo violar mi boca hasta que
mi cuerpo temblaba por la excitación. Sus labios recorrieron mi cuello,
mientras plantaba beso tras beso deliberado a lo largo de mi garganta, y
sonreí a través de una serie de suspiros sin aliento.
―A ti también te gusta discutir conmigo ―murmuré―. Puedes
admitirlo, no lo usaré en tu contra ni nada.
Su risa peligrosa vibró a través de mi piel mientras su boca caliente
encontró mi oído y su lengua trazó el caparazón una y otra vez mientras
los escalofríos sacudían mi cuerpo.
―Oh dios, Theo ―susurré.
Rodó sus caderas entre mis piernas, arrastrando su gruesa erección
sobre mi clítoris en círculos sinuosos.
―¿Sientes eso? ―dijo contra mi oído, dándome otra serie de
embestidas bruscas, cada una desencadenando una ola de placer
ondulante.
―Sí ―siseé, con la cabeza hacia atrás.
―Así de duro me pongo cada jodida vez que peleas conmigo, Daria.
―Reclamó mi boca, nuestros labios se sentían magullados en este beso
furioso y frustrado―. Y no puedo entender por qué o cómo, solo que cada
vez que abres esa irritante boca tuya, me dan ganas de arrastrarte a mi
cama y follarte durante tres días seguidos.
Raspé mis dientes a lo largo de su mandíbula.
―Oh, cuánta arrogancia.
Se echó hacia atrás una pulgada, con sus fosas nasales dilatadas.
―Por lo que sé, no sabes una mierda, Daria.
Nos miramos con los labios hinchados y el cabello despeinado, y luego
volvimos a alcanzarnos al mismo tiempo, con nuestros labios chocando,
y nuestros gemidos lo suficientemente fuertes como para que cualquier
jugador de paintball que pasara descubriera nuestro escondite.
Me detuve por un momento febril, pero solo para poder quitarme la
blusa y el sostén, su respuesta fue agarrarme con fuerza y hacernos girar,
dejándome caer sobre la pequeña mesa empujada en la esquina. Mi
espalda desnuda golpeó la superficie áspera y sus labios se movieron de
nuevo, bajando por mi cuello con la lengua y trazando mi clavícula.
Mientras mis dedos se enredaban en su cabello, sus manos se levantaron
para ahuecar mis senos. Mi espalda se inclinó, con todo mi cuerpo tenso
y retorcido.
―Me equivoqué acerca de los tres días ―medio susurró, medio gruñó.
Con los ojos cerrados, chupó mi pezón entre sus labios, girando la lengua,
la presión en una línea directa a mi clítoris―. Te follaría por una semana
seguida, y cuando fuera hora de que te fueras, me arrodillaría y te rogaría
que te quedaras.
Me tenía extendida sobre una mesa mientras devoraba mis pechos, y
yo no estaba sonrojada por la deliciosa fantasía de disfrutar de un gruñido
de Theo durante una semana de sexo. Ese era actualmente el único tipo de
intimidad que permitía en mi vida libre de relaciones.
No, eso no era lo que estaba provocando mi rubor.
Theo era el tipo de hombre que siempre querría más de mí, y eso estaba
provocando un motín de mariposas gigantes en mi vientre. Estar
semidesnuda con mi compañero de trabajo en un campo de paintball se
sentía menos prohibido que permitirme dar más a un hombre, alguna vez.
Pero ese tren de pensamientos dispersos fue interrumpido por sus
dientes, raspando mi pezón y jadeé agarrando su rostro. Hizo una pausa,
fijando sus ojos en los míos.
―¿Te gusta eso? ¿O no?
―M-me encanta ―le dije, empujando su rostro hacia abajo. Gruñó su
aprobación y chupó mi pezón de nuevo, más fuerte esta vez, dejando que
sus dientes mordisquearan suavemente a un ritmo que hizo que mi centro
se apretara. Debió sentir mi necesidad, deslizando su mano por mi cuerpo
y tocándome entre las piernas.
La tela de mis jeans y ropa interior estaba entre mi clítoris y su palma,
pero él no parecía ver eso como algo malo. Con un giro diabólico en sus
labios, puso la cantidad perfecta de presión contra mi sexo usando la
palma de su mano. El empujón constante y directo hizo que mis ojos se
pusieran en blanco.
―Daria.
Theo giró la cabeza y besó el interior de mi rodilla y luego mi muslo
interior. Hundí mis dientes en mi labio inferior, moviendo mis caderas.
―Daria, mírame.
Mis ojos se abrieron de golpe ante su tono severo. Con el corazón en la
garganta, me apoyé en los codos y vi cómo Theo se inclinó hacia delante
y rozó su boca con la mía. Cuando movió la maraña de rizos que habían
caído sobre mi rostro, el corazón en mi garganta se quedó completamente
inmóvil, pero luego empujó su palma sobre mi clítoris de nuevo, y un
gemido tembloroso salió de mi boca.
―Conoces tu cuerpo ―dijo con voz ronca―. Cada vez que escuchaba
tu programa, tú… les decías a tus oyentes sobre aprender…
―A cómo hacerse correr ―susurré―. Cómo follarse a sí mismos.
Agarró mi rostro y presionó su frente contra la mía. Giró la palma de
su mano y mis piernas comenzaron a temblar.
―Entonces dime dónde y cómo quieres mi mano. ¿Aquí, así?
Negué con la cabeza, y la boca totalmente seca.
―Fóllame con los dedos, Theo.
Su mandíbula se abrió y su respiración se convirtió en jadeos cortos y
ásperos. Con los ojos cerrados, hizo exactamente eso, su mano grande y
cálida se deslizó más allá de todas esas capas para acunar mis pliegues
resbaladizos. Lo besé con avidez, gimiendo su nombre a través de su
minucioso examen de mi humedad, sumergiendo la yema de un dedo
dentro. Burlándose.
―Mierda, estás tan mojada ―gruñó en mi boca―. ¿Más o menos? Dime.
―Más ―jadeé―. Sabes que puedo soportarlo.
Su mano aterrizó en el centro de mi pecho, empujándome hacia abajo y
su otra mano trabajó entre mis piernas, primero uno y luego dos dedos
empujándose profundamente dentro de mí.
―Mierda, Theo, sí ―grité. Un segundo después, su boca estaba de
nuevo sobre mis pechos, jugando con mis pezones mientras movía
lentamente sus dedos hacia adentro y hacia afuera. Podía sentirlo
mirándome, estudiando mis reacciones, toda esa curiosidad académica
aprendiendo cada una de mis respuestas―. Me gusta rápido, por favor.
― Jesús, Daria ―siseó―. ¿Así?
Asentí sin palabras, con sus gruesos dedos empujando a través de la
tensión de mis paredes internas. Miré a Theo, que se había despojado de
todo vestigio de cortesía, concentrado en follarme con los dedos hasta el
orgasmo en medio de esta habitación.
Su cabello caía desordenadamente sobre su frente, y el sudor le perlaba
la garganta. Los músculos de su antebrazo se agruparon y se ondularon
mientras trabajaba en mi coño. Deslicé mi propia mano entre mis piernas
y encontré mi clítoris, sabiendo que con la más mínima presión, el
orgasmo enrollado bajo en mi vientre me devastaría.
No pensé que fuera cínico asumir que nunca volveríamos a hacer esto.
Que Theo y yo necesitábamos furiosamente hacernos correr el uno al otro
para encontrar algún tipo de equilibrio profesional. Por nuestra propia
naturaleza, no teníamos futuro juntos, era una realidad a la que necesitaba
aferrarme.
Eso significaba que, si iba a llegar al clímax con sus dedos dentro de mí,
entonces sería testigo de la fantasía que había estado dando vueltas en mi
cabeza durante las últimas dos semanas.
―Theo ―suspiré―. Quiero verte tocarte mientras me tocas.
Su cuerpo se quedó completamente inmóvil, aunque no sus dedos. Esos
mantuvieron un movimiento de empuje constante que hizo que toda la
parte inferior de mi cuerpo temblara en el borde. Trabajando con la
garganta, lentamente se bajó la cremallera, liberando su pene, con el puño
envuelto alrededor de la base.
Y dulce santo infierno, por supuesto que Theo Chadwick era
encantadoramente guapo con hombros eternos, besaba como un experto,
y tenía una polla que objetivamente podría describir como hermosa.
―No es justo ―gemí, con los ojos pegados a su gruesa longitud, a la
suave piel moviéndose con su puño, y el líquido preseminal formando
gotas en la punta. Levanté la vista para notar que sus labios se contraían,
como si estuviera luchando contra una sonrisa, hasta que su cabeza se
inclinó hacia atrás en el primer golpe completo. Aproveché la
oportunidad para recorrer con mi lengua las cuerdas de su cuello,
saboreando la sal y su piel.
Y luego lo vi mover su puño arriba y abajo de su pene, y sus dedos
metiéndose dentro de mí con la misma velocidad. Presioné mi pelvis
hacia adelante hasta que su palma estaba rozando contra mí. Envolví mis
piernas con fuerza alrededor de su cintura y monté su mano: nuestros
labios se cerraron, nuestros ojos se encontraron, y los sonidos de nuestra
respiración jadeante llenaron la habitación.
―Daria ―dijo, dándome un beso rudo―. Daria, Daria, Daria. ―Sus
caderas se sacudieron y las mías rodaron, y una vez que nos besamos de
nuevo no nos detuvimos. Nuestros movimientos eran un poco
descuidados y descoordinados, pero eso hacía que lo que estábamos
haciendo fuera aún más desesperado, éramos dos personas tan
apasionadas la una por la otra que no éramos más que manos itinerantes,
órdenes susurradas y suaves gruñidos de placer.
Me estiré entre nosotros y envolví mis dedos alrededor de su polla,
colocando los míos sobre los suyos, apretando y acariciando juntos. Era
todo pesado, acero aterciopelado, y los sonidos estrangulados que hizo
hicieron que mis músculos internos se tensaran, y se apretaran más. Su
palma presionó mi clítoris, sus dedos acariciaron y jugaron con cada
terminación nerviosa en lo más profundo de mí. Un grito se formó en mi
garganta, un grito tan poderoso como el orgasmo que comenzaba a
estallar.
―Theo ―grité―. Me voy a... tú vas a... fuerte, más fuerte, sí. ―Me corrí
en una ola de luz resplandeciente, dejé caer mi rostro sobre su pecho y
grité de éxtasis, mis caderas se movieron contra las suyas a través de
intensas réplicas. Estaba tan excitada que seguí masturbando a Theo en
serio: dejó caer su mano y la deslizó alrededor de mi nuca, sosteniéndome
contra él mientras se corría con un grito áspero, gimiendo mi nombre en
mi cabello.
Aún estábamos abrazados y levanté la cabeza de su pecho justo a
tiempo para que me besara. Sus labios se inclinaron sobre los míos con la
misma urgencia que antes, como si no nos hubiéramos unido en esta mesa
con una ferocidad que me hizo temblar de pies a cabeza. Su lengua se
encontró con la mía mientras retiraba lenta y suavemente sus dedos de mi
sexo. Yo solté su polla, inmediatamente lamentando la pérdida, pero él
siguió besándome, deslizando sus manos alrededor de mi cintura.
―Daria ―se estremeció―, ¿qué acaba de pasar entre nosotros?
Nos miramos el uno al otro en la penumbra, y supe que teníamos
expresiones iguales de completo y total shock. Como si un terremoto que
partiera el suelo se hubiera extendido, sacudiendo poderosamente cada
objeto pesado a nuestro alrededor.
―Yo no… yo no lo sé ―admití. A diferencia de antes, esta vez estaba
diciendo la verdad. Lo que experimenté con Theo, lo que sentí, fue una
verdadera devastación. Fue tan sexy y eufórico como extrañamente
íntimo: la forma en que nos vimos deshacernos, llegando al clímax juntos
en una oleada de adrenalina, ira y lujuria.
Theo no solo admitió haber escuchado mi programa, sino que
recordaba la frecuencia con la que hablé sobre volver a aprender lo que
quería mi cuerpo. Reconoció que yo tenía todas las claves de mi propio
placer y estaba ansioso por saber cuáles eran.
Era noche y día por la forma en que interactuamos en la estación, que
era esencialmente un duelo obstinado y argumentativo donde cualquier
muestra de vulnerabilidad era un signo de debilidad.
Y este momento de puro deseo no sucedió con el extraño más sexy del
bar sino con un compañero de trabajo que me hace enojar constantemente.
Cuyos únicos objetivos en la vida parecían ser discutir conmigo al aire y
casarse con su alma gemela.
Apareció el sonido de pesadas botas, como si alguien estuviera
arrastrando los pies de un lado a otro en el pasillo directamente afuera de
la puerta.
―Sí, no sé dónde están ―dijo la voz del quinto y último jugador.
Theo y yo nos pusimos en marcha: limpiar, abrochar, abotonar. Tiré de
mi blusa hacia abajo y las mangas de mi mono hacia arriba y estaba casi
abrochada de nuevo cuando Theo alcanzó mi cremallera y suavemente la
cerró por completo, mirándome como si fuera una especie de milagro
hermoso, pero confuso.
Sacó los lentes de su bolsillo y estaba buscando su máscara cuando la
pesada puerta se abrió y la luz se derramó alrededor de la silueta del
cuerpo de Theo. Parpadeé, mirando por encima de su hombro para ver al
mismo jugador final levantar su rifle y dejar escapar un odioso grito de
supuesta victoria.
Mis manos volaron hacia adelante, abriendo la boca para gritar que no
estábamos usando nuestras máscaras, pero ya le había disparado a Theo
en la parte posterior de la pierna, y la pintura voló hasta cubrir la mayor
parte de la mitad inferior de su mono.
―Qué demonios ―siseó Theo, torciendo la cintura y maldiciendo de
nuevo cuando vio lo que pasó. Afuera, el último jugador estaba
concentrado en un ridículo baile de la victoria, uno que involucró más
movimientos de cadera de los necesarios en cualquier lugar.
Yo jalé furiosamente mi máscara y alcancé mi rifle. Theo dijo mi
nombre, pero lo ignoré y me acerqué al impulsor de la cadera y le sonreí
cuando se dio la vuelta y me vio.
―Oh, mierda…
Apunté y disparé, magníficamente complacida de haber logrado darle
directamente en el pecho. Aidan corrió por el campo con un silbato y su
fiel megáfono.
―Brazos arriba, imbécil ―le dije al tipo en el suelo. Él gimió, agitando
una mano débil. Giré para encarar a Aidan, quitándome la máscara y
haciendo una reverencia tan elegante como pude.
―La última mujer en pie ―canté.
―Genial ―dijo Aidan arrastrando las palabras―. Supongo que tú y
Theo son los ganadores. Ahora pueden decirle a esa señora Janis, la que
dijo que creía en ustedes o lo que sea.
Solté una risa salvaje, y cuando volví a mirar a Theo, él estaba apoyando
su hombro contra el marco de la puerta del armario donde acabábamos
de besarnos y jadear a través de un placer increíble.
Pero ese recuerdo prohibido no fue la razón por la que de repente sentí
como si las luciérnagas estuvieran bailando dentro de mi cuerpo.
Era la sonrisa de Theo, su verdadera sonrisa, la que iluminaba el cielo
que se oscurecía a nuestro alrededor, con hoyuelos y todo. Tampoco era
para nadie más. Estaba dirigida directamente a mí, provocando mi propia
sonrisa tonta en respuesta.
Levantó la barbilla hacia el tipo en el suelo, con sus ojos verdes fijos en
los míos.
―Pero ¿qué dirías tú, Daria Stone, sobre ese tema, si Janis fuera una
oyente, llamando?
Apoyé una mano en mi cadera, y mi sonrisa se volvió descarada.
―Yo diría que eso era una mierda porque creí en mí misma todo el
tiempo.
―Lo hiciste ―dijo en voz baja, con la sonrisa todavía plasmada en su
rostro.
Y en el fondo de mi pecho, una pequeña parte de mi corazón, una parte
a la que le había dado la espalda hace años, se estremeció al despertar.
Me senté en el borde del escritorio de Janis, con el cuaderno
descansando en mi muslo, y la vi sacar cajas viejas y polvorientas con una
leve diversión.
―¿Y estás segura de que no quieres mi ayuda? ―le pregunté.
Ella arrojó su gruesa trenza sobre su hombro.
―La última vez que pedí ayuda fue en 1989, chico. Además, solo estoy
buscando un montón de carteles viejos. Estoy a punto de cumplir setenta
y un años, por el amor de Dios, no es como si fuera una vieja decrépita.
Me pasé una mano por la boca, ocultando mi sonrisa.
―Sacaste esa conclusión de un ¿puedo ayudarte?
Levantó un dedo medio orgulloso en mi dirección, pero luego exclamó:
―Mierda, creo que hay una bolsa de hierba vieja aquí. ―La levantó y
la olió, luego frunció el ceño―. En realidad, son tiras de papel verde.
Me puse de pie y se la arrebaté de las manos, tirándola a la papelera.
―Tienes un problema.
Resopló, indicando las cajas abiertas a su alrededor con cosas como
notas de reuniones de personal, 1996 garabateadas en el costado.
―Tú dices problema, yo digo posibilidad.
―¿Qué posibilidad es esa?
―Todos ustedes sabrán cómo administrar este lugar cuando me haya
ido. ―Ella puso los ojos en blanco ante mi “comprensible” mirada de
sorpresa y horror―. No cuando esté muerta, Theo. Cuando me retire. Si
quien quiera que sea el gerente de la estación quiere entender por qué
tomé una decisión allá por los noventa, tendrá acceso a mi cerebro a través
de todo esto. Aunque mi esperanza es que todos seguirán aquí. Aunque
tal vez no Mags. Cuando la imagino jubilada, la imagino uniéndose a un
club de motociclistas. ¿Y tú?
Tratar de imaginar a Magnolia Stone jubilada y conduciendo una
motocicleta era peligrosamente cercano a una persona a la que estaba
haciendo todo lo posible por no pensar. Aunque, honestamente, en
realidad no era un gran esfuerzo mental ver a qué se refería Janis.
―Ella me parece una mujer del camino ―dije encogiéndome de
hombros―. Pero mientras el resto de nosotros estemos aquí, con suerte
quien quiera que te reemplace descubrirá que somos una fuente mucho
más interesante para tu legado que las notas de la reunión de 1996.
Janis se agachó, refunfuñando en una caja abierta tan mohosa que podía
olerla desde aquí.
―Supongo que eso me hace sentir cómoda, pero también existe el riesgo
de que nos dejes y vuelvas a tu cómoda vida académica.
Enderecé mis lentes.
―Ese riesgo ha estado en el nivel de no amenaza durante años. Además,
si mi asesor se hubiera salido con la suya, estaría envuelto en algún
programa de posdoctorado o comenzando una práctica privada en alguna
parte, y ninguna de esas cosas me interesa. Podría estar en funciones
incómodas de vino y queso, tratando de charlar con un decano, o podría
pasar las noches hablando con los oyentes sobre el romance, y que aman
la radio tanto como yo.
Disfrutaba la investigación, siempre disfruté el ambiente de un salón
de clases y trabajar con estudiantes, pero comenzar esa columna de
consejos había desatado un interés que solo creció. Sabía que necesitaba
salir de las reuniones académicas sofocantes y volver a hablar con la gente
cuando trabajé en mi tesis y esperaba hablar con esas parejas todos los
días sobre todas las demás tareas.
Janis desenrolló un cartel y graznó de alegría. Al entregármelo, me dijo:
―Aquí tienes, en caso de que necesites recordar por qué estoy
obligando a toda la estación a gatear como monos en un barco que se
hunde en este momento.
Lo sostuve: era de una protesta en 1998. El cartel decía Sunrise Beach no
representa a las grandes empresas.
―Fue entonces cuando todas las empresas independientes de esta
ciudad estaban siendo amenazadas o simplemente arrebatadas ―dijo con
una mueca de dolor―. Nunca me había sentido tan asustada, la idea de
que la radio comunitaria se convierta en una mercancía es todo en lo que
he estado en contra. No podemos permitir que K-SUN se convierta en otra
propiedad de un gran monstruo corporativo.
Volví a enrollar el póster, sintiendo que el peso del miedo de Janis se
asentaba en mis entrañas. De hecho, había un futuro en el que podrían
despojar a esta estación de su espíritu, y avanzar sin las cosas que la
hicieron grande. Necesitaba el recordatorio diario de que esta amenaza
acechaba en el fondo, que, a pesar de todas las bromas de Janis, estaba
poniendo su confianza en que todos nosotros haríamos lo mejor posible.
―Menos trajes, más tie-dye, es el legado que juro mantener aquí
cuando te hayas ido ―dije finalmente―. Aunque no muerta. Recién
jubilada y viviendo calle abajo.
―Oh, ¿Yo te dije todo eso?
Esbocé una sonrisa.
―Es uno de tus dichos favoritos y lo sabes. Una vez me dijiste que los
trajes y las corbatas deberían prohibirse permanentemente en esta ciudad.
Ella asintió con aprobación y se inclinó de nuevo hacia su tarea.
―Soy una mujer increíblemente sabia, Theo. Nunca me dejes olvidar
eso.
―Lo prometo ―le dije solemnemente.
―Además, volviendo a ese rollo de la muerte, nunca voy a morir.
Escondí una sonrisa.
―Otra cosa que me has dicho un millón de veces.
Ella olfateó.
―Si muriera, te perseguiría. No porque te extrañe ni nada, sino más
bien con fines atormentadores.
―Estoy deseando que llegue.
Janis hizo una pausa para asentir antes de desaparecer en sus cajas de
nuevo. Nunca fue una líder abiertamente vulnerable, era más del tipo feliz
e inspiradora con sus acciones y su lealtad intensa e inmediata. En un
millón de formas diferentes, describir a K-SUN como “su” legado era
hacerle un favor flaco a Janis y sus valores fundamentales, que eran la
comunidad por encima de todo.
Durante los últimos treinta años, lo que defendimos, y lo que seguimos
defendiendo, provino de los legados perdurables de cada una de las
personas que adornaron nuestras ondas de radio.
Ahora pasaba la mayoría de las vacaciones y ocasiones felices con Des
y Susannah y sus familias extendidas, pero en mi primer año trabajando
en K-SUN, estaba, como de costumbre, solo en Nochebuena. Estuve
merodeando por los pasillos, completando cada tarea menor que pensé
que me mantendría ahí, en el calor y la charla.
Janis, que se iba inusualmente tarde, no me dijo tan amablemente que
dejara de joder y luego me llevó a buscar comida a High Frequency. Una
tradición que aún mantenemos, y la historia de origen de cómo finalmente
se convirtió en mi mentora descarada y un poco gruñona.
Me senté frente a ella en esa mesa, jugando con el salero y el pimentero,
y admití que ni mi papá, y su nueva familia, ni mi mamá, y su nueva
familia, me invitaron durante las vacaciones. Ella asintió y procedió a
mirar a lo lejos como un capitán de barco canoso, luego finalmente dijo
“oh, que se jodan”, lo que me sobresaltó con una carcajada agradecida, un
momento que atesoro hasta el día de hoy.
―¿Cómo te va con la planificación de la fiesta? ―me preguntó con voz
apagada.
Tomé mi cuaderno para escudriñar mi lista.
―Va bien, tengo una consulta para los dueños de la pista de patinaje.
Cliff y Mags están haciendo una lista de reproducción para la fiesta…
―¿Cuáles son las vibras?
―Blondie se encuentra con Bananarama y con Tears for Fears.
Ella negó con la cabeza con una risa.
―¿Cómo es que lo saben?
Sonreí.
―Te conocen bastante bien en este momento. ―Volví a mirar la lista―.
Des y Elena se encargan de la decoración y el brillo. Daria se… ―Me
detuve, y vacilé―. Daria se ocupa de tus solicitudes de comida gourmet.
―¿Ella es consciente de mi devoción por los nachos?
―Todos somos conscientes y lo respetamos.
Se puso de pie y trató de levantar la caja de cartón medio colapsada con
notas antiguas de reuniones que estaba rebuscando. Me quedé quieto,
observando con cautela su lucha.
―Janis.
―No lo necesito.
Abordó el problema desde un ángulo diferente, tratando de empujarlo,
pero los lados seguían sobresaliendo. Me puse de pie y me acerqué a ella.
―Yo puedo…
Ella me frunció el ceño, pero la expresión apenas se registró. Había
estado intercambiando todo tipo de miradas furiosas y ceñudas con Daria
durante casi cuatro meses y…
Fóllame con los dedos, Theo.
Golpeé la caja con mi zapato.
―¿Quieres que me quede aquí y vea cómo estás en apuros?
―Sí ―dijo remilgadamente―. Es parte de mi proceso.
―Me sorprende que tu terquedad solo haya aumentado a medida que
envejeces ―señalé―. No es que seas una vieja decrépita ni nada.
―Ajá. Así que crees que soy una bruja ―dijo triunfalmente.
Me reí, pasándome una mano por el rostro.
―Con quien quiera que te establezcas en tus años crepusculares tiene
mucho trabajo por delante.
Ella entrecerró los ojos.
―¿Establecerme? ¿Qué demonios te ha pasado?
Levanté un hombro.
―Nada, solo estoy comentando sobre su estado actual de soltera y que,
en la jubilación, muchas personas descubren que están listas para volver
a salir con todo su nuevo tiempo libre. Tú podrías ser una de esas
personas.
Pasó junto a mí todavía refunfuñando, pero la expresión de su rostro
me hizo dar vueltas, preocupado. Janis había sido la primera en adoptar
Romance Verdadero y lo escuchaba todas las semanas. La mitad de nuestro
tiempo juntos la pasamos repasando sus llamadas favoritas, hablando
sobre las personas que encontraba más interesantes, y en las raras
ocasiones en que estaba luchando con mi propio problema de relación,
ella era mejor que la mayoría para compartir sabiduría sobre relaciones.
Pero en los cuatro años que llevaba de conocerla, nunca, ni una sola vez,
mostró interés romántico en nadie y por lo poco que había compartido,
ese siempre había sido su caso. Me molestó más de lo que quería admitir,
porque ella era una persona tan llena de vitalidad, tan dispuesta a abrazar
las mejores cosas de la vida, que mi cerebro no podía soportar pensar en
ella como si estuviera sola. No cuando tenía tanto para dar.
―¿Qué ocurre? ―le pregunté―. ¿Estás molesta porque te pregunté
sobre eso?
Ella frunció el ceño.
―Por supuesto que no, ser entrometido con las relaciones de las
personas es totalmente lo tuyo.
Me burlé.
―No es ser entrometido, soy...
―Theo ―dijo, con un tono casi cortante―, la forma en que funciona el
amor para las personas no es una receta que puedas aplicar en todos los
ámbitos, especialmente para mí. No fue lo mío cuando era joven, no fue
lo mío cuando era de mediana edad, y seguro como el infierno que no es
lo mío ahora.
Tragué grueso.
―Me preocupa pensar en ti estando sola, eso es todo.
―Bueno, ¿Y quién dijo que estaba sola?
Extendí mi mano.
―Tú lo hiciste, en este momento.
Se dejó caer en su silla, y pateó sus pies sobre el escritorio.
―Creo que esa es tu definición, no la mía, chico. Aprecio tu
preocupación, pero nunca he estado sola o triste. Tengo mis amigos, tengo
esta estación, tengo esta comunidad. Tengo tanto amor que me llena hasta
arriba. E incluso si lo estuviera, esas no son cosas malas. Nos pasan a todos
en un momento u otro, pregúntale a Daria.
Me froté la nuca y miré al suelo.
―Yo… bueno, ella y yo…
―Creo que ahora la escucho venir ―dijo, usando sus pies para empujar
su silla más hacia la izquierda y más cerca de la puerta―. No me di cuenta
de que ella todavía estaba aquí.
Mi estómago se desplomó en el mismo instante en que capté el sonido
de la voz teñida de humo de Daria, cantando una canción de rock
tintineante de los años sesenta que reconocí del set de Mags esta mañana.
Incluso cuando una sensación de pelea o corre pegaba mis pies al suelo, no
pude evitar sonreír cuando sus pasos calzados con botas se acercaron,
cómo parecía hacer cuando cantaba, bailaba o tocaba la guitarra en los
pasillos, las oficinas y el estacionamiento.
―Hola, Dar ―dijo Janis.
Su canto vaciló y un segundo después apareció en la puerta,
sonriéndole a Janis.
―¿Te gusta mi imitación de Grace Slick…? oh… Theo. Mmm. Hola.
Asentí y me aclaré la garganta.
―Haces una excelente Grace.
Sus dos manos se levantaron para agarrar el marco de la puerta.
―Gracias, lo he estado perfeccionando para la noche de karaoke en
High Frequency. Se suponía que iría con mi mamá esta noche y cantaría
los coros en 'We Built This City' pero ella me abandonó. ―Daria volvió la
mirada hacia Janis―. Hablando de eso, ¿te ha parecido Mags más chiflada
de lo normal? Esta es la segunda vez que me rechaza en estas semanas
cuando normalmente se necesitaría una visita a la sala de emergencias
para evitar que ella vaya al karaoke, y solo como una visita de lesiones
corporales graves. Cualquier cosa menos y aparecería con una de esas
batas de papel con todos los cables colgando.
Janis juntó las manos y se rio.
―Oh, el amor de una mamá.
Daria levantó una ceja.
―De hecho, su verdadero amor siempre ha sido el whisky barato y
escuchar rock 'n' roll en bares bulliciosos.
Debajo de la agitación de mi cuerpo inspirada por Daria había una
punzada aguda, justo sobre mi corazón. Era fácil bromear sobre la
adoración maternal de Magnolia porque era muy obvio que literalmente
movería montañas, y felizmente, por su hija. Esto me pasaba cada vez que
los papás de Des me adoraban, o Janis me hacía reír, o veía a Mags abrazar
a Daria con tanta alegría exuberante como una persona podría encarnar.
Cuando era joven, antes del divorcio, mis papás discutían tan fuerte
que solía apretujarme en el rincón más alejado de mi habitación con las
manos sobre los oídos. Fue un débil intento de hacerme más pequeño,
desear que el suelo se abriera y me dejara en un lugar cálido y amoroso.
Pero mis papás mostraban su estoicismo snob con orgullo alrededor de
sus amigos igualmente ricos; incluso cuando era niño, sus fiestas se
sentían huecas e incómodas, nada más que una manera sutil de aumentar
el dinero y los logros de los demás.
Tal vez si hubieran sido tan fríos y distantes cuando discutieron, me
hubiera sentido menos como si yo hubiera sido el problema. Sin embargo,
esas ruidosas peleas contrastaban directamente con lo fríos que eran
conmigo. Yo era el niño al que no pudieron amar cuando estuvieron
juntos, y el hijo que no parecieron querer cuando finalmente se separaron.
La pasión en esos argumentos era prueba de que sí sentían cosas.
Simplemente nunca sintieron nada por mí.
―Me alegra que estés aquí. Los dos ―dijo Janis, sacándome de mis
pensamientos―. Daria, ¿tienes un segundo o vas a ir a algún lugar
elegante? Porque lo pareces.
Ella movió sus hombros dramáticamente. Llevaba un vestido rojo corto
y grandes aros dorados en las orejas.
―Oh, ¿te refieres a esta cosa vieja?
Muy a regañadientes me permití asimilar completamente la apariencia
de Daria, reacio porque sabía que solo serviría para torturarme más tarde,
la piel suave de sus muslos desnudos, sus rizos oscuros, sus dientes
brillantes contra su lápiz labial.
Habían pasado dos días desde que Daria y yo desatamos tres meses de
irritación y frustración sexual en ese armario. Ahora era un hombre
suspendido en un estado permanente de anhelo desesperado por mi rival
de cabello negro.
―Desde que cancelaron mis planes de karaoke, llamé a Elena y me
reuniré con ella y algunos amigos para bailar en el Scarlet Lounge. ―Sus
labios se curvaron en una sonrisa, incluso cuando sus ojos se clavaron
nerviosamente en los míos―. Pero tengo un segundo para charlar.
―Entra, entonces. Será rápido. Quiero hablar sobre su programa
mañana ―dijo Janis―. ¿Y puedes levantar esa caja del suelo y llevarla a
mi mesa auxiliar, Dar?
Le lancé a Janis una mirada exasperada.
―¿Es en serio?
Ella sonrió. Malvadamente.
―Te dije que tengo un proceso.
―¿Eh, Theo?
Me di la vuelta ante la pregunta de Daria, moviéndome rápidamente
tan pronto como vi que luchaba por levantarla.
―Permíteme, podemos hacerlo juntos ―le dije, deslizando mis manos
debajo de la parte inferior.
Daria frunció el ceño por encima del hombro.
―¿Es este otro de tus ejercicios secretos de trabajo en equipo?
Janis silbó, con los ojos en el cielo.
―Todos son episodios de Plaza Sésamo ―le susurré a Daria. Ella
resopló y el rostro se le iluminó, pero entonces nuestros dedos se
encontraron debajo de la caja y su respiración se aceleró, y mi pulso se
triplicó.
―¿A las tres, supongo? ―sugirió.
Asentí mientras ella contaba, y nos paramos como uno solo, moviendo
torpemente la caja a la mesa de Janis. La presencia inesperada de Daria
hizo que los recuerdos surgieran debajo de la barrera que había
construido apresuradamente para mantener la concentración. Durante las
últimas cuarenta y ocho horas, me había resultado alarmantemente fácil
dejarme atrapar por la vorágine de deseo que me invadió esa noche,
sacándome de mis amarras y dejándome irremediablemente perdido en
la tormenta.
Entiendo qué es querer lo que no debo querer. Entiendo qué es querer lo que
nunca podré tener.
Tomé mi teléfono para llamarla una docena de veces, y cada vez me
congelé antes de presionar marcar. Demonios, casi me metí en su oficina
ayer, aunque no tenía ningún plan real excepto besarla hasta dejarla sin
sentido. Años de estudio. Horas de entrenamiento. Tres relaciones serias,
cientos de citas, más llamadas de oyentes de las que podía contar de
manera realista.
Nada de eso importaba. Toda mi experiencia desapareció. Un momento
caliente y frenético con Daria y yo ya estaba deshecho. De repente, no
tenía idea de qué decir cuando saber qué decir era cómo me ganaba la
vida.
Todo lo que se me ocurrió fue algo como: Sé que eres mi compañera de
trabajo. Sé que eres mi rival profesional. Sé que desprecias todo lo que amo, pero
te he besado ahora, sentí la presión de tus labios contra los míos, y las vibraciones
de cada suspiro y gemido. Sé cómo suenas cuando te desmoronas por completo, y
sé lo hermosa que te ves en medio del éxtasis total.
¿Cómo le decía a una mujer con la que no podía dejar de discutir que
me hacía sentir completamente vivo?
―¿Escucharon la reproducción de su entrevista después del paintball?
―preguntó Janis.
Parpadeé, ligeramente aturdido, y logré pasar junto a Daria para
pararme frente al escritorio de Janis.
Ladeé la cabeza hacia la silla plegable de plástico.
―Puedes tomarla esta vez.
Daria frunció los labios.
―¿No me toca el puf? Qué amable de tu parte.
―Entonces mi plan funcionó ―dijo Janis con una sonrisa.
―¿Qué plan? ―pregunté bruscamente.
―Creo que se refiere a la vez que no pudimos dispararnos con pintura
―dijo Daria con tristeza.
Janis estaba buscando algo en su computadora, y sus ojos brillaban
detrás de sus lentes.
―Un pequeño cambio de planes de última hora nunca le hace daño a
nadie. Tal vez si los primeros tres shows hubieran ido bien, hubiera estado
bien dispararse pintura uno encima del otro, pero lo último que
necesitaban ustedes dos era una cosa más por la que pelear.
Lancé una mirada encubierta a Daria. Ella metió un rizo detrás de su
oreja, cruzó las piernas, y las volvió a cruzar. Casi como si estuviera tan
nerviosa por estar en mi presencia como yo lo estaba en la suya.
―El gerente del lugar de paintball dijo que nuestra promoción conjunta
estuvo bien. Muy bien ―continuó Janis―. Y vimos el pequeño aumento
en los oyentes cuando ustedes dos llamaron, algo que a nuestros
patrocinadores les encantó.
Aparté mis ojos de estudiar el perfil de Daria.
―Disculpa, ¿qué dijiste?
Janis pulsó un botón.
―A la gente le gustó y nos hizo ganar dinero. Ahora cállate y escucha.
Habíamos llamado durante la retransmisión del lunes por la noche del
noticiero de esa mañana. Como locutora de la noche, Elena dirigía ese
programa, apareciendo ocasionalmente para recibir divertidas
actualizaciones en vivo o para conectarse con las noticias que también
transmitimos en español.
―Son los expertos en amor favoritos de todos, Daria Stone y el Doctor Theo
Chadwick, llamando desde... espera, ¿de qué competencia se trata?
―Actualmente estamos en la principal experiencia de paintball en el área de
Los Ángeles, 10 cosas que pinto sobre ti ―dijo Daria, su voz crepitaba un
poco sobre la línea―. Antes de que les digamos cómo nos va, ¿cómo van todas
esas apuestas en línea?
Elena se rio.
―Bueno, no es genial para Theo. Nuestra encuesta en Twitter lo muestra
perdiendo por mucho. En Facebook no le fue mucho mejor, y recibimos muchas
descripciones coloridas de cómo Theo iba a perder en Instagram.
Miré a Daria de nuevo, con un nudo en el pecho cuando descubrí que
ella ya me estaba mirando. Esa parte de la noche fue borrosa, solo
recordaba a Daria empujando el teléfono entre nosotros y sintiendo una
oleada de gratitud por haber recordado que necesitábamos hacer nuestro
trabajo. El resto de esto era un recuerdo de sentirme confuso y afectuoso,
tanto que tuve que cruzar los brazos sobre el pecho para evitar
envolverlos alrededor de ella y abrazarla.
―Solo quiero decir, en este momento difícil y emotivo, que estoy eternamente
agradecido a las siete personas que pensaron que podría ganar hoy.
Ese era yo, la voz sonaba áspera y asombrada.
―Por mucho que me hubiera encantado dominar a Theo en el campo de
paintball…
Ante esto, Daria arqueó una ceja imperceptiblemente y mi polla se
contrajo.
―Janis cambió las reglas en el último minuto, así que terminamos teniendo
que enfrentarnos a un equipo de cinco jugadores, y aunque solo éramos nosotros
dos… Theo, ¿quieres decirlo?
―Tú dilo ―respondí, en un tono más bajo e íntimo del que estoy seguro
que pretendía.
―¡Ganamos! Derrotamos al otro equipo de la mejor manera posible.
―Y Daria me defendió al final ―agregué.
―Cualquier cosa por mi coanfitrión ―dijo, en un tono burbujeante y feliz
que me calentó desde adentro hacia afuera. No me había dado cuenta de
lo mucho que me dolía ser el receptor de algo así: la voz que usaba cuando
hablaba con sus amigos, con Janis, con su mamá.
Por mucho que respondiera a los bordes agudos y sexys de sus desafíos,
cada nervio de mi cuerpo se volvió loco cuando dijo eso.
Janis presionó un botón y la reproducción terminó.
―Esa fue una radio muy buena, la quiero mañana por la noche. No más
responder preguntas de la forma en que lo hemos estado haciendo.
Siempre que puedan estar en desacuerdo con los demás con respeto, no
hay razón para que no tengamos la misma reacción de la audiencia
nuevamente, solo que más grande. ―Apretó los dedos frente a su cara―.
¿Hay alguna razón legítima por la que no puedan lograr eso?
Daria y yo nos quedamos en silencio. Estaba tratando frenéticamente
de encontrar una manera de decir lo contrario de las palabras que
zumbaban en mi cabeza. Historia divertida. No puedo dejar de pensar en lo
que se siente al tomar los exuberantes y hermosos pechos de Daria en mi boca
mientras la follo con los dedos hasta el orgasmo, y me preocupa que exista la
posibilidad de que tanto mi enfoque como mi comportamiento se vean afectados
por eso. ¿Alguna sugerencia?
―Estoy bien con eso ―se adelantó Daria―. ¿Y tú, Theo?
Forcé una sonrisa.
―Absolutamente. La curva de aprendizaje se siente menos empinada.
―Deberíamos estarla aplastando cuando juguemos Skee-Ball en el
malecón la próxima semana. ―Daria se levantó y se bajó el dobladillo de
su vestido corto―. Ahora, si no te importa, tengo una cita con la pista de
baile.
―Mátalos, Dar ―dijo Janis con un guiño―. Y buen trabajo por el lunes
por la noche. Casi sonó como si se hubieran divertido de verdad juntos.
Mantuve mi atención fija en Janis.
―Incluso nos acordamos de sonreír en todas las fotos.
―Resulta que nuestra actuación de improvisación no es tan mala ―dijo
Daria alegremente―. Theo, ¿te veré mañana?
Asentí, pero no hablé. No podía confiar en que mi voz no estuviera llena
de anhelo obvio. Estaba bien vestida, luciendo hermosa y brillante, y
quería tomar su mano y arrastrarla a una cena a la luz de las velas que
probablemente ella odiaría.
Janis tosió y cerró un cajón de golpe. Lentamente, me giré hacia ella y
capté el final de la cautela en sus ojos.
―¿Qué pasa?
Ella frunció.
―Oh, nada. Estoy feliz de ver que mi plan funcione. Como siempre.
Me reí, un poco nervioso, y esperaba no estar sonrojado.
―Sí, bueno, ¿no es hora de unos churros? ¿O no tienes un porro tan
largo como mi brazo para fumar?
Se iluminó como si lo hubiera olvidado.
―Es noche de perritos calientes de dos dólares en el malecón en este
momento.
―Bueno, entonces nos espera la mejor comida gourmet de Sunrise
Beach ―le dije, siguiéndola hasta la puerta.
Pero no me perdí la forma en que seguía mirándome, como si tuviera
un nuevo secreto que estaba tratando de descubrir.
Me acosté en el sofá de mi oficina en la semioscuridad, con los pies
levantados y mi computadora portátil en equilibrio contra mis muslos. A
través de la ventana trasera, las luces de neón rosas de la rueda de la
fortuna brillaban sobre la alfombra. Apagué la transmisión de la radio
para poder disfrutar de los sonidos ambientales del malecón en verano:
una mezcla de juegos de arcade, risas de niños, música en vivo y el
susurro más suave y dulce de las olas del mar.
Era jueves por la noche y tenía que estar en la cabina de sonido con
Theo en quince minutos. Así que, naturalmente, estaba ignorando mi
propio consejo y aferrándome a las distracciones.
Estas vinieron en forma de una montaña de correos electrónicos de
admiradores que Des me había enviado. La nota en la parte superior decía
apreciarás algunos de estos.
En cuanto a las distracciones, este tipo era difícil de superar. Sonreí,
golpeando mis pies al ritmo de la canción que alguna banda estaba
tocando afuera. Los correos electrónicos variaban en intensidad: algunos
fueron breves y directos (me encantó el episodio de anoche sobre la
autenticidad. ¡Gracias por acompañarme en el turno de noche!) y otros fueron
más pesados (escuchar a las otras personas que llaman me hace sentir menos
solo).
Aun así, me sentí aún más como recibir una flecha directamente en el
corazón (también solía hacerme más pequeña para mi novio. Me tomó un año
completo después de que rompimos para encontrar el camino de regreso a mi yo
interior. Había ignorado esa voz durante tanto tiempo. Parece que finalmente
estás escuchando la tuya también).
Estos correos electrónicos también tuvieron el efecto adicional de
aliviar el dolor del rechazo de mi quinto manuscrito, este de la segunda
agencia literaria más grande del país. Una agencia que había trabajado
con algunos de mis autores favoritos en los últimos años. Peor aún, el
mensaje fue frío e impersonal, probablemente viniendo de un interno que
solo copió y pegó mi nombre y el título del libro en los espacios en blanco
apropiados en la plantilla de “gracias, pero no gracias”.
Casi me hizo anhelar la esperanza colgante del último. Al menos
admitió que le gustaba lo que tenía que decir, incluso si no encajaba bien
en ese momento.
Reconocí este patrón de pensamiento, esta búsqueda obsesiva de
validación de fuentes externas en lugar de mi propia brújula interna.
Después de que Jackson se fue, pasé el primer año atrapada en la lucha
por recuperar por completo mi yo auténtico mientras también estaba
desesperada por que alguien, cualquiera, me dijera: no te preocupes, Daria,
no hay nada malo en ti a pesar de que fuiste rechazada públicamente, y humillada
frente a tus seres queridos por un hombre al que ni siquiera amabas tanto.
Un año seguido de terapia semanal hizo un gran trabajo al diluir el
poder de esos pensamientos intrusivos, pero cinco años más tarde, y
después de aún más terapia, seguía sorprendida por la fuerza con la que
estos sentimientos de no ser suficiente podían regresar.
No importaba cuántas veces me dijera que yo era la experta de mis
propias experiencias. Realmente, realmente quería que alguna agencia
literaria elegante me llamara por teléfono mientras apretaba mi
manuscrito contra su pecho, gritando algo como eureka, ¡Ella lo tiene!
Mirando el momento, me incliné por completo en esta forma específica
de auto sabotaje y abrí la nueva cuenta de Twitter para mi programa
combinado con Theo. La semana pasada, Elena muy amablemente me
guio a través del ambiente general de nuestros oyentes más ruidosos:
Theo y yo no éramos necesariamente malos juntos, pero la incomodidad y
el silencio forzado eran descaradamente obvios. Al hacer clic en la
publicación que vincula el programa de esta noche, me sorprendió ver
muchos comentarios amables y de apoyo mezclados con el ruido habitual
de Theo Chadwick, ¿quieres casarte conmigo?
En la parte inferior, en un comentario que ya obtuvo una gran cantidad
de Me gusta, un usuario escribió: ¿Cómo diablos K-SUN investiga a estas
personas? Por un lado tienes a un tipo que se anuncia a sí mismo como psicólogo,
pero nunca ha tenido clientes, y por el otro a una señora que suena así de cercana
a la venta de cristales y aceites esenciales. ¿Se supone que debemos creer que estos
dos saben de lo que están hablando?
―Oh, mierda ―murmuré. Mi rostro se calentó como un camión de
bomberos tan rápido que fue incómodo. Podía escuchar la sangre
corriendo en mis oídos y mi estómago dando vueltas como una gimnasta.
Fue en ese momento exacto que Des tocó la puerta, sobresaltándome de
mi mini crisis.
―Oye, estamos por empezar, ¿estás bien? ―preguntó, acercándose a
donde yo estaba acostada en el sofá. Coloqué mis pies en el suelo,
empujándome hacia un asiento.
―No te enojes, pero me metí…
―No digas Twitter.
―-Eh, Twitter.
Recogió la computadora portátil con una mano mientras se frotaba la
barba con la otra.
―¿Quieres decir que tenías que leer a este idiota que afirma que eres
una hippie que no sabe una mierda?
―Debería haberme apegado a todos los buenos correos electrónicos.
―Me puse de pie y arreglé todas las prendas que se habían arrugado en
el sofá―. Que fueron encantadores, gracias.
Dejó mi computadora portátil con una sonrisa burlona.
―La mayoría son encantadores.
Señalé la pantalla.
―Pero algunas personas piensan que Theo y yo somos unos completos
fraudes. Eso no es bueno para ninguna de nuestras carreras si ese es el
consenso de Internet. No grita exactamente, llama a nuestro programa y
confía en mí con tus problemas personales.
Seguí a Des, que caminaba rápidamente por el pasillo hacia nuestra
cabina de sonido.
―No es el consenso de Internet, es el consenso de un solo imbécil, y
nunca escaparemos de eso. Nunca escaparás de eso, sin importar qué tan
rápido se vuelva popular tu programa.
Dentro de la cabina, saqué mi asiento y agarré mis auriculares. Theo
brillaba por su ausencia.
―Tienes razón, tienes razón ―dije con un suspiro―. Y gracias por
decirlo. Hasta que comencé como anfitriona en K-ROX, no tenía idea de
cuánto se me quedaría atascada la opinión de un 'usuario aleatorio de
Twitter' sobre mí, y me refiero a atascada.
Él asintió, con expresión empática.
―Es normal reaccionar de esa manera. No lo hace menos jodido, y
definitivamente no significa que tenga razón. ¿Has hablado con Mags al
respecto?
Le sonreí.
―Sí, pero probablemente puedas imaginar su respuesta.
―¿Fue, a quién le importa una mierda Internet?
―Eso fue exactamente ―dije con una risa.
Des se movió ligeramente para darle más espacio a Elena cuando entró,
sonriendo y con un movimiento rápido.
―¿Has hablado con Theo al respecto?
―¿Hablar con Theo sobre qué?
Se me puso la piel de gallina ante el sonido de la voz grave de Theo,
que entró en la habitación luciendo tan inmaculado como siempre,
excepto por las puntas de sus rizos, que aún estaban húmedos. Su olor
esta noche era un jabón amaderado, y su rostro estaba ligeramente
sonrojado.
―Lo siento, llego tarde ―dijo―. Tuve otra carrera larga en la playa y
no quería someterlos a cómo olía después.
Des se rio mientras yo sonreía débilmente. Dado el estado salvaje y
desenfrenado de mis hormonas la última vez que vi y olí a Theo después
de una carrera, no me habría importado en absoluto.
―Está bien ―dijo Des fácilmente―. Elena y yo necesitamos verificar
algo realmente rápido antes de que salgan en vivo. ¿Estarán bien si los
dejamos solo por unos minutos?
Theo y yo balbuceamos nerviosamente respuestas algo similares. Des
ladeó la cabeza y entrecerró los ojos por un segundo, pero luego asintió y
cerró la puerta detrás de él, encerrándonos a nosotros.
Theo colocó mi taza favorita frente a mí, el vapor se elevaba
suavemente desde el borde.
Lo miré, sorprendida.
―¿Qué es esto?
Se dejó caer pesadamente en su silla, fijando sus ojos en los míos. Y un
tipo diferente de rubor se abrió paso a lo largo de todo mi cuerpo.
―Agua caliente con miel y limón.
Envolví mis dedos alrededor de su calor reconfortante.
―Gracias. Yo... me olvidé de hacerlo.
Sus cejas se unieron.
―Vi tu taza en la cocina, al lado de la tetera.
Tomé un sorbo perspicaz, y mi boca se llenó con la alquimia medicinal
del vapor, la miel dulce y los cítricos agrios. Dejé que una sonrisa creciera
lentamente.
―¿Cómo lo supiste?
―Preparas esa bebida antes de cada programa. En esa misma taza
exacta. ―Tiró del borde de su cuaderno, rasgando una esquina―. Pensé
que lo apreciarías.
Una vez, Jackson pasó una semana entera prometiéndome una noche
romántica en la ciudad. Los dos trabajábamos muchas horas y no nos
habíamos visto mucho, y él juraba una y otra vez prepárate, estoy a punto
de compensarte, cariño.
Era ese tipo de promesas que nunca me gustaron: sus grandes gestos
me parecían poco sinceros, pero a medida que avanzaba la semana, una
parte de mí se emocionaba un poco. Seguía jurando que me llevaría a tener
la mejor comida que jamás había comido, y me conmovió extrañamente
que notara algunos de mis gustos y disgustos.
Y luego continuó y me llevó a un restaurante que odiaba, uno nuevo y
de moda que servía comida que objetivamente no me gustaba. Esa era una
opinión que compartía a menudo, se la había dicho muchas veces y, o no
me había escuchado o realmente no le importaba, ese era el misterio sin
fin de Jackson. Aunque no escuchar, para mí, era lo mismo que no
importar.
La noche empeoró por el hecho de que decidí que era mejor no decir
una palabra y sonreí cortésmente durante una comida que odié, le
agradecí gentilmente por una semana mientras él se pavoneaba, y
mientras tanto, comenzaba a preguntarme si él alguna vez realmente me
conoció.
Dejé la taza de nuevo.
―Te lo agradezco mucho. Ayuda a mi garganta, pero también ayuda a
mi nerviosismo previo al programa, así que gracias. No pensé que notaras
cosas como esa sobre mí.
La suave mandíbula de Theo se tensó y dirigió una mirada disimulada
a la sala de mezclas, que aún estaba vacía.
―Todo lo contrario, de hecho. Me doy cuenta de muchas cosas sobre ti.
Paso cada segundo que estamos juntos anhelando besar esa sonrisa sexy de tu
hermoso rostro.
Excepto por nuestro extraño encuentro en la oficina de Janis anoche, me
estuvo evitando durante los últimos dos días. Aunque realmente no podía
culparlo, yo había hecho lo mismo, y supuse que era por la única
explicación racional e intelectual que existía para lo que pasó entre
nosotros en el campo de paintball.
Fue un error. Un error sexy, profundamente satisfactorio y algo tabú,
pero un error, no obstante, lo que significaba que no podía volver a
suceder.
― Entonces, ¿de qué estaba hablando Des cuando entré? ―preguntó.
―Oh, bueno, leí el comentario de un troll sobre nuestro programa en
Twitter. Des pasó y me atrapó en medio de la reacción y pensó que lo
entenderías.
Arqueó una sola ceja.
―¿Qué dijo el troll?
Pasé mi dedo arriba y abajo de mis aretes.
―Mmm… cuestionó si teníamos o no el derecho de dar consejos porque
no fuimos investigados adecuadamente por verdaderos profesionales o
algo así, que obviamente tú eres un psicólogo sin pacientes, y dijo que yo
solo estaba aquí para vender cristales y aceites esenciales.
Theo se pellizcó el puente de la nariz. Al principio, pensé que estaba
enojado, pero vi que le temblaban los hombros y escuché el suave
retumbar de su risa.
―¿Te estás... crees que esto es divertido? ―le pregunté.
―Sí. Sí, y no es porque crea que es verdad, es porque esta persona es
claramente un pedazo de mierda.
Resoplé.
―Oh. Okey.
―Para que conste, claramente me estás contagiando. Antes de trabajar
contigo, no me refería a los comentaristas aleatorios de Twitter como
pedazos de mierda, pero es exactamente lo que tú dirías. ―Levantó
ambas cejas―. ¿No es así?
Ladeé la cabeza, pensando.
―Espera. Claro, este tipo apesta. Ni siquiera me gustan los cristales.
―Y no importa. ―Se inclinó hacia adelante, con los brazos sobre la
mesa―. Nuestros oyentes llaman por su propia cuenta y claramente
aprecian el consejo que les ofrecemos porque los siguen pidiendo. No es
como si nos sentáramos, comenzando nuestros programas anunciando
que somos genios perfectos con vidas perfectas que siempre lo han hecho
bien.
Levanté un solo dedo.
―Aunque técnicamente estoy de acuerdo con el noventa por ciento de
lo que dijo, usted, doctor Theodore Chadwick, desperdicia sus años de
riguroso entrenamiento académico y experiencia en cualquier
oportunidad que tenga.
No me había dado cuenta de que todavía me aferraba al dolor de
nuestra primera noche en vivo juntos, pero el tono malhumorado de mi
tono era obvio en el espacio reducido.
Theo se quedó completamente inmóvil.
―Daria... Daria, lo siento.
Mi mirada voló hacia la suya.
―¿Qué dijiste?
Lanzó esa misma mirada disimulada por encima del hombro antes de
inclinarse más cerca y bajar la voz.
―Nuestro primer programa juntos, lo que dijiste, la forma en que te
hice sentir. Como si tu derecho a estar en este programa, o a hablar desde
tu experiencia fuera inferior en comparación con mi entrenamiento. Yo…
―Hizo una mueca―. Fue algo horrible y lo siento. Lo mismo con lo que
dije en el Times. Esa reportera, me hizo enojar y me presionó hasta que
dije algo estúpido y muy falso. No debería haber sucedido y no lo dije en
serio.
Dejé escapar un suspiro largo y ligeramente tembloroso.
―Yo también lo siento. Yo fui la imbécil esa primera noche, hablando
mierda de ti otra vez en público. No te mereces eso, y tuve la misma
experiencia con esa reportera.
―¿Ella también te presionó?
Asentí.
―Creo que nos acostumbramos a los ciber anzuelos, pero en realidad
no importa. Tampoco lo dije en serio, no eres parte de una raza en
extinción.
Las puntas de sus labios se torcieron.
―Tú tampoco eres un montón de temas de moda de Internet.
Esta vez fui yo quien se disolvió en una risa que sonaba ligeramente
histérica.
―Oh, Dios, qué jodido desastre hicimos.
Nuestros ojos se encontraron a través de la mesa. En los pocos segundos
entre el final de mi oración y Elena corriendo hacia la sala de mezclas,
entendí que el verdadero error no fue lo que pasó entre nosotros en ese
armario.
El verdadero error fue permitirme ser vulnerable con Theo por primera
vez.
―Oh, bebé, okey, ustedes dos están en vivo en veinte segundos. ¿Todo
bien? ―preguntó Elena, deslizándose en su silla.
Ambos nos pusimos los auriculares y nos pusimos en la posición que
necesitábamos. Abrí mi computadora portátil y agarré mi té, sonriéndole
tímidamente a Theo mientras mi estómago seguía dando vueltas hacia
atrás.
Él me devolvió el gesto justo cuando las luces de Al aire se encendieron,
y acercó el micrófono, ampliando su sonrisa.
―Bienvenidos de nuevo a otra semana de Daria Stone y yo intentando
curar los problemas de su relación. Me gustaría decir que los extrañamos
a todos, pero lo que realmente sucedió es que Daria y yo estábamos
demasiado ocupados experimentando la emoción eufórica de la victoria
en el campo de paintball.
Me reí suavemente.
―Eufórica es exactamente como la describiría.
El calor estalló en sus ojos. Mi cuerpo recordaba la euforia real de esa
noche: el áspero empuje de sus dedos, su pene latiendo en mi puño, su
ansiosa boca abierta y vagando sobre mi piel.
―Sí, bueno, soy bastante descriptivo cuando quiero serlo ―dijo.
Tropecé un poco.
―Es, eh… escuchen, si sonamos un poco aturdidos, es porque todavía
estamos muy emocionados. Nunca pensé que sería tan satisfactorio
dispararle pintura a cinco tipos en un campo.
―Y yo que pensé que todavía estabas enojada porque no pudiste
dispararme a mí ―dijo Theo.
―Dejé ir ese sueño y ahora me estoy enfocando en pulir mis
habilidades de arcade, y esa es realmente la transición perfecta a la
actividad de Theo y Daria de la próxima semana. ―Hice clic en mi
computadora portátil para ver el correo electrónico que Des nos envió con
las actualizaciones de los boletos―. El miércoles por la noche, pueden
venir a jugar mientras pateo el trasero de Theo en Skee-Ball, pinball…
Theo empujó su lengua en su mejilla.
―Tan segura. Seguirá siendo tu perdición, Daria. Recuerda lo que te
digo. Aunque por lo que dijo Des, aparentemente muchos de ustedes
quieren venir a verme ganar.
Mis ojos se abrieron.
―Mmm… sí, está casi agotado. El malecón nos permite alquilar toda la
sala de juegos para un evento privado de forma gratuita.
―Estamos muy agradecidos ―dijo Theo, con el rostro cada vez más
serio―. Esta comunidad ha visto a K-SUN subir y bajar con crisis
presupuestarias y recesiones económicas, y ustedes continúan
apareciendo y comprometiéndose con la radio independiente por encima
de todo.
―Radio para la gente ―dije―. Siempre.
Compartimos una mirada amistosa que envió una sacudida de
conciencia a través de mí, aparté los rizos de mi frente y traté de no
interpretar demasiado la diversión que estaba teniendo.
Después de que Elena nos interrumpiera con algunos anuncios de la
estación, abrió la puerta de la cabina de sonido.
―Theo, ¿adivina quién llamó porque quería hablar contigo? Raquel y
Ted.
Su rostro se iluminó.
―¿La relación del trío?
―Sí. Tienen algunas buenas noticias que quieren compartir. ¿Está bien
si los ponemos en la parte superior?
―Por favor ―dijo―. Me encantaría saber de ellos.
―¿Quiénes son esos? ―yo pregunté.
Se frotó la mandíbula, con una sonrisa jugando en sus labios.
―Disfrutarás de su historia, es quizás la más romántica que he
escuchado.
―¿Qué…? ―comencé a preguntar, intrigada, pero luego Elena nos
trajo de regreso.
―Los fanáticos de Romance Verdadero ciertamente reconocerán a estos
dos primeros ―dijo Theo cálidamente―. Rachel y Ted, estoy tan feliz de
tenerlos nuevamente. ¿Pueden darles a todos un resumen de cómo nos
conocimos y qué ha estado pasando desde entonces?
Estudié los ángulos sueltos de su lenguaje corporal, la forma en que una
sonrisa nunca abandonaba su rostro, y el afecto en su tono. Este era el
doctor Theo Chadwick que iluminaba la radio con su encanto, carisma y
honestidad, el Theo que rara vez podía ver.
―Hola, Theo, qué bueno hablar contigo otra vez. Soy Rachel, para
todos los oyentes, llamamos por primera vez a Romance Verdadero hace
unos dieciocho meses. Ted y yo siempre hemos compartido un mejor
amigo llamado Skyler. Todos nos conocimos en la universidad. Ted y yo
terminamos juntos, pero nuestra amistad con Skyler se mantuvo y solo se
hizo más fuerte. Por lo general, él estaba soltero y, básicamente, nunca nos
separábamos. Nosotros…
―Nos amábamos ―dijo Ted en voz baja―. Y estábamos enamorados
el uno del otro antes de que tuviéramos un nombre para la intensidad de
lo que estábamos sintiendo. Cuando llamamos a Theo, ya nos habíamos
admitido que estábamos enamorados de nuestro mejor amigo
compartido.
Agarré el micrófono.
―¿Puedo preguntar cómo fue eso?
―Brutal ―dijo Rachel―. Una parte de mí ya sabía que Ted amaba a
Skyler y eso me dio el valor para decir algo, pero también era un gran
riesgo decirle a mi alma gemela que también estaba enamorada de otra
persona.
Theo me miraba con atención, supe que captó mi estremecimiento ante
el término alma gemela.
―Era un gran riesgo ―dijo él suavemente―. Aquí están unas personas
entregadas a la honestidad y la confianza en su relación, y ambos estaban
honrando esa confianza al decir la verdad, y amenazándola al mismo
tiempo. Los oyentes a menudo me preguntan cómo deberían saber que
están enamorados. Por supuesto, realmente no puedo darles una
respuesta ya que es un sentimiento demasiado grandioso y misterioso
para definirlo, pero, para mí, lo que estás describiendo, Rachel, es cómo
yo describiría el amor. Honestidad, vulnerabilidad, confianza. ―Su
garganta tragó―. Autenticidad, sobre todo.
Abrí la boca para responder, pero me detuve. Rachel y Ted no eran una
historia teórica, eran personas reales que compartían algo profundamente
íntimo con nosotros. Podría usar esta pregunta como trampolín para
pelear con Theo, al aire, nuevamente, o podría sentarme con mi
incomodidad y escuchar el resto de lo que tenían que decir.
Pero no pude evitar mi primera reacción precipitada: había tenido muy
poca exposición a parejas como Ted y Rachel en mi vida. A lo que sí tuve
exposición fue a mi relación con Jackson, donde cuanto más demostraba
las cualidades de autenticidad y honestidad, menos me amaba. Tanto así
que optó por humillarme públicamente como su salida.
La idea de arriesgarme a sufrir tanto daño nunca más me atrajo tanto
como sumergirme en una piscina llena de caimanes hambrientos.
De la línea llegaron algunos susurros ahogados. Theo se veía
dulcemente tímido, con los ojos llenos de esperanza, y todo en lo que
podía pensar era en la cruda emoción en su rostro la otra noche cuando
dije que su infancia con papás divorciados sonaba aterrador.
―Oh, hola, ¿estoy en la línea? ―vino otra voz.
La sonrisa que brilló en el rostro de Theo avergonzó al sol de California.
―¿Eres Skyler?
―Sí. Hola, estoy un poco nervioso.
―Estar en la radio es estresante ―dijo Theo.
―Nuestra noticia realmente increíble es que le aclaramos a Skyler que
estamos completamente enamorados y dedicados a él ―agregó Rachel―.
Y luego sucedió lo mejor, que es que él dijo que también nos amaba, y
todos tuvimos una primera cita hace un año esta semana y hemos estado
viviendo juntos, como un trío, desde entonces.
―¿Como una pareja de tres personas? ―aclaré.
―Sí ―dijo Skyler―. Mis papás tardaron un segundo en entender la
jerga, pero ahora viajan en sus cruceros de jubilación, alardeando de la
suerte que tienen de tener un yerno y una nuera.
Theo estalló en carcajadas, y el sonido envió escalofríos por mi espalda.
―No puedo decirte lo feliz que estoy en este momento. Fuiste valiente
y abierto y el amor hizo que todo sucediera. Felicidades, estoy… bueno,
estoy encantado.
Mordí mi labio inferior mientras una ola de vergüenza me invadía. En
una entrevista con un periódico importante, llamé a Theo anticuado
cuando estaba aquí, apoyando un trío queer que se oponía a las mismas
normas sociales que a menudo a mí me enfurecían en mi programa.
Theo debe haberme sorprendido haciendo una mueca, arqueó la ceja
con el tono más sutil de te lo dije, pero carecía del sarcasmo de nuestras
interacciones pasadas, era más sincero y curioso que otra cosa.
Flip, flip, flip hizo mi estómago.
―Theo y yo tenemos una tendencia a estar en desacuerdo en muchas
cosas ―dije, buscando con los ojos los suyos―, pero una cosa que sí
tenemos en común es celebrar la valentía en todas sus formas. No hay acto
de valentía demasiado pequeño o insignificante.
―Estoy totalmente de acuerdo ―dijo con aspereza.
―Estamos más felices de lo que nunca creímos posible, y obviamente,
nuestra relación se ve diferente a otras ―dijo Rachel―. Aunque hemos
conocido a más personas con situaciones similares a las nuestras de lo que
inicialmente esperábamos.
―Es bueno recordar que los actos de valentía están ocurriendo a
nuestro alrededor ―dijo Theo.
―Y que realmente no conocemos la situación de nadie hasta que la
explican ―continuó ella―. Pero, por supuesto, tenemos muchos familiares
y amigos y, no sé, gente en el supermercado que no nos entiende. No
quieren estar cerca de nosotros, o directamente nos odian. Ahora que
hemos pasado nuestro primer año juntos, ¿cómo manejamos estas
expectativas? Me importa menos la sociedad en general. Es más como…
hombre, quiero que mi hermano me apoye de nuevo.
Cerré los ojos, con el corazón roto por la pérdida del apoyo de las
personas que amaban tanto.
―Por supuesto que quieres eso. Estás feliz y enamorada. Mereces que
esta relación sea apreciada y adorada de la forma en que tú la aprecias y
la adoras.
Theo inclinó la cabeza.
―Daria, ¿por qué no respondes a esta?
―¿Yo? ¿No son lo tuyo las expectativas románticas?
―Sí, lo son ―dijo simplemente―. Pero ¿no es vivir la vida con valentía
un poco ¿Lo tuyo?
Una risa nerviosa se derramó de mis labios.
―Por supuesto, solo…
Theo esperó expectante. Pensé en la influencia de mi mamá, e incluso
de Janis, esas primeras semanas después de la boda. Las dos mujeres en
mi vida que pasaron cada día con un hambre salvaje y alegre, y que nunca,
ni una sola vez, sofocaron su apetito por más.
Durante toda mi relación con Jackson, anduve de puntillas tomando
bocados de vida del tamaño de un ratón, con cuidado de asegurarme de
no molestar a nadie a mi alrededor mientras lo hacía.
―Al final del día ―dije, inclinándome hacia adelante en mi silla―, su
trabajo es amarse tan audaz y hermosamente como puedan. El mundo es
un lugar mejor porque ustedes tres se abrieron a hacer lo correcto a pesar
de todas las formas en que a nuestra cultura le encanta crear límites
arbitrarios basados en un montón de tonterías. Su autenticidad atraerá a
otros como ustedes, atraerá a otras almas valientes hacia ustedes. Estas
son las personas que los amarán todo el camino de regreso. No a pesar de
su relación, sino debido a ella. Porque cada decisión valiente deja espacio
para que otros hagan lo mismo.
Tragué alrededor de un nudo en mi garganta.
―Realmente, realmente espero que personas como tu hermano y otras
personas importantes en tu vida comiencen a ver eso.
Hubo una breve pausa. Casi dije más, aunque solo fuera para llenar el
aire muerto, pero luego Skyler dijo:
―Gracias, Daria. Este es el tipo de consejo con el que podemos trabajar:
cosas que podemos hacer, y eso es quererse y atraer a otras personas que
hagan lo mismo. Obviamente no estuve en la primera llamada que
hicieron Ted y Rachel, pero he sido un gran admirador de la estación
desde que estaba en la universidad. De todos los lugares para llamar y
hablar sobre cosas como esta, K-SUN ha sido la más acogedora. Ah, y
Theo, mi mamá quiere que te diga que mi hermana es soltera.
Theo se rio entre dientes, y sus mejillas se sonrojaron.
―Es bueno saberlo, gracias.
―Sean honestos conmigo aquí, chicos ―dije―. ¿Theo recibe muchas
llamadas preguntándole sobre citas?
―Incluso recibimos una propuesta una vez ―intervino Elena.
―Theo ―exclamé, con la boca abierta.
Él se frotaba la nuca tímidamente.
―Eso fue hace unos años. Elena hace un trabajo mucho mejor ahora al
descartar ofertas de matrimonio.
―Y les estamos muy agradecidos a los dos ―dijo Rachel―. Gracias por
permitirnos compartir nuestras felices noticias. No podríamos haberlo
hecho sin ustedes.
Elena desconectó la llamada y alegremente envió el programa a algunos
comerciales.
Me moví en mi silla, quedándome quieta cuando vi el rostro de Theo.
―¿Qué pasa?
―Lo que dijiste, sobre la valentía y el amor mutuo y la autenticidad
―dijo en voz baja―. Ese fue un excelente consejo. Pensé que sentirías una
conexión con ellos. A pesar de que están, ya sabes, en una relación.
―¿Por qué pensaste eso?
―Porque están orgullosos de quienes son ―dijo―. Igual que tú.
―Oh, bien. ―Me aclaré la garganta a través de un estallido de
nervios―. Ahora sé lo equivocada que estaba al llamarte tradicional o lo
que sea.
No escuché su respuesta. Se abrió la puerta de la cabina de sonido y
apareció Des, con una gran sonrisa.
―Mierda, ¿estamos en problemas otra vez? ―preguntó Theo.
Des negó con la cabeza.
―Esta no es mi sonrisa de mierda, estás en problemas. Es mi sonrisa donde
se han estado escondiendo todo este tiempo. No sé exactamente qué pasó, pero
lo que sea que tengan que hacer para fingir que se llevan bien y parecer
que se divierten está funcionando. Sigan así.
Golpeó la palma de su mano contra el marco de la puerta y nos dejó,
deteniéndose para charlar con Elena al salir.
Me volví hacia Theo y me ajusté los auriculares.
―¿Crees que esto es algún tipo de señal del apocalipsis? Y, si es así,
¿deberíamos advertirle a la gente?
―Sabes, en algún momento pensé que había escuchado muchos gritos
en las calles ―dijo Theo―, pero yo no estaría demasiado preocupado.
Queda mucho tiempo para que caigamos en nuestros patrones de
conflicto habituales.
―Correcto ―dije―. Espero ansiosamente provocar una discusión en
un futuro cercano.
Su sonrisa parecía forzada.
―Lo mismo digo, señorita Stone.
Y claramente imaginé el destello de dolor en sus ojos antes de que
tomáramos nuestra siguiente llamada.
Un día después, estaba de regreso en la cabina de sonido para mi
próximo programa con Daria, mirando una lista de locutores de radio que
habían sido recientemente sindicados a nivel nacional. Programas de
entrevistas, programas de noticias, música: abarcaba toda la gama, y
había muchas personas que presentaban programas de llamadas como yo.
Incluso hubo algunos con programas que llevaban menos tiempo que
Romance Verdadero ya sindicados y que se escuchaban en las estaciones y
en la transmisión de radio por Internet en todo el país.
Suspiré con irritación, tratando de recordar lo que había dicho Janis:
que estas cosas se trataban de tiempo, que este tipo de números no se
daban de la noche a la mañana, que cuatro años era poco en comparación
con otros anfitriones considerados titanes de la industria.
Pero su razonamiento constante y racional palideció en comparación
con los pensamientos que giraban en círculo en mi cerebro. Me reí cuando
Daria me contó sobre el comentario de mierda de ese usuario de Twitter
cuestionando si merecíamos dar consejos o no, pero eso fue
principalmente porque la idea de que la rebelde y atrevida Daria Stone
vendiera cristales era demasiado divertida para ignorarla.
Sin embargo, la otra parte, la parte en la que el troll dijo que yo era
claramente un psicólogo sin pacientes, echó raíces feas y viciosas en mi cabeza
que habían crecido del tamaño de un bosque por la mañana.
No leía reseñas por una razón, porque no necesitaba un millón de
opiniones diferentes sobre por qué no pertenecía… por qué no pertenecía
aquí, a K-SUN. Aquí, a la radio. Aquí, ofreciendo consejos sobre el amor
cuando todas mis relaciones románticas habían terminado en fracaso.
A pesar de todas mis poses, deseaba admitirle a Daria que a veces me
sentía como un fraude, y cuanto más analizaba en exceso cada ruptura
por la que había pasado, más se sentían las palabras de mi última novia
cada vez más proféticas en lugar de descriptivas: Parece que realmente solo
quieres los gestos simbólicos del amor y no la intimidad real o las complicaciones
o los tiempos difíciles.
Después de que Janis anunciara que haría que Daria y yo trabajáramos
juntos, mi miedo más secreto, el que nunca me atreví a compartir, se
refería menos al impacto de Daria en mi marca y programa, aunque eso
siempre fue una preocupación flotando en el fondo.
No, mi miedo más secreto era que Daria Stone expusiera todo lo que yo
no sabía sobre el amor.
Como si leyera mi mente, mi teléfono vibró con una alerta automática
de uno de los muchos sitios de citas en línea que había usado en el pasado.

¡Han pasado 117 días desde la última vez que iniciaste sesión y te extrañamos!

No tuve tiempo de reaccionar porque Daria abrió la puerta de la cabina


de sonido y se detuvo sorprendida de verme. Se quitó un desorden de
rizos de la frente, haciendo que sus largos aretes plateados se balancearan.
―Estás aquí temprano ―dijo.
Levanté la vista de mi teléfono, arqueando una ceja.
―O tú estás aquí tarde.
Sus labios se fruncieron en una sonrisa.
―Eso quisiera, doctor Chadwick. Finalmente salimos de la maldita
perrera, por así decirlo. Estoy haciendo todo lo posible para mantenerlo
así.
―¿Quieres decir porque logramos permanecer agradables durante
toda una transmisión de radio?
―Sí. ―Ella chasqueó los labios―. Aunque, para ser honesta, esperaba
más una tormenta de ranas o un enjambre de langostas en mi camino a
casa.
―Creo que noté algunas langostas merodeando por la puerta de mi casa
anoche.
Sus ojos brillaron con diversión, y entonces vio la taza de agua caliente,
limón y miel que le había preparado. Sabía que la había visto por la
ondulación del movimiento sobre sus hombros y el movimiento casi
imperceptible de los músculos de su garganta.
No estaba seguro de por qué me importaba tanto que ella parecía
complacida de que la trajera, pero también que confiaba en que yo lo haría
de nuevo.
Se sentó con gracia y jaló la taza hacia ella con una sonrisa más tímida
que su habitual sensualidad. Al contrario de lo que Des dijo anoche, no
estaba fingiendo llevarme bien con Daria o divirtiéndome. Escuchar la
alegre historia de amor de Ted, Rachel y Skyler me levantó el ánimo por
las nubes, y luego Daria se sentó ahí, con los ojos fijos en los míos, y dijo
que cada decisión valiente deja espacio para que otros hagan lo mismo.
Si me hubieras preguntado hace diez días si Daria era capaz de escuchar
una llamada como esa, una llena hasta el borde de romance real y tres
almas gemelas, sin poner los ojos en blanco, habría dicho que de ninguna
manera. Hubiera asumido que ella pensaría que era cursi o demasiado
hermoso.
Pero en un espacio tan pequeño era imposible disimular nuestras
reacciones. Había visto a Daria enojada, aburrida, molesta y frustrada,
todo en el transcurso de un programa, y sabía que ella había visto lo
mismo en mí.
Ayer, todo su cuerpo se iluminó cuando escuchó su historia y se
mantuvo resplandeciente y brillante mientras les ofrecía un consejo tan
perfecto para su situación que me quedé atónito.
Eso tenía que explicar por qué me sentí tan decepcionado
inmediatamente después, cuando ella bromeó acerca de provocarme en
discusiones futuras. No importaba lo que ocurriera entre nosotros dos en
el armario, una experiencia de la que todavía no habíamos hablado. Toda
nuestra relación se basaba en disputas sin sentido.
Por lo tanto, fue igualmente inútil para mí sentir que era un paso atrás
para nosotros, en lugar de un paso adelante. Porque cuando se trataba de
Daria, ¿Hacia qué demonios estaríamos avanzando?
―Gracias por hacer esto para mí ―dijo, señalando su bebida―. No
sabía que podría haberte pedido que me hicieras la combinación perfecta
de vapor, miel y limón todo este tiempo.
Levanté un hombro.
―Sí, bueno, lo del doctorado es todo un ardid, he estado esperando que
alguien reconozca que tengo tanto talento para hervir agua como para el
paintball.
Sus labios se torcieron.
―Pero aun así tuve que defender tu honor al final.
Presioné una palma contra mi pecho.
―Y aún estoy agradecido.
Mi teléfono volvió a sonar y Daria frunció el ceño cuando vio el mensaje
en la pantalla.
―Aparentemente Match.com te extraña. ¿O son todas las mujeres con
las que estás chateando ahí?
Le di la vuelta a mi teléfono, ocultando la pantalla.
―Es el sitio web. No las mujeres.
―Estoy segura de que un experto en citas y romance es un producto de
moda en un sitio como ese.
―Especialmente un partidazo como yo ―dije con una sonrisa irónica.
Ella ladeó la cabeza.
―Al menos ahora puedo decir con certeza que no eres un caballero.
―¿Y qué te hace decir eso? ―pregunté, y mi mente se llenó con
demasiados recuerdos sucios para el lugar de trabajo.
―Conducta antideportiva en el campo.
Solté una carcajada.
―Nombra una cosa que hice que rompió las reglas.
Sus labios se abrieron, con su pecho subiendo y bajando. Dejé que mi
mirada viajara por su elegante garganta hasta el bulto de sus pechos en
su suéter holgado, y la redondez de su hombro expuesta contra la tela
acordonada. Recordé claramente cómo fue tomar sus pezones entre mis
labios, y sentir la respuesta electrificada de su cuerpo cuando los rozaba
con los dientes.
―No importa ―dije con voz espesa―. Yo puedo pensar en algunas
reglas rotas.
Con las mejillas sonrosadas, se retorcía de un lado a otro en su silla.
―Eso es gracioso. Yo también puedo.
Todavía estábamos solos, quedaban diez minutos para entrar al aire. La
temperatura en la habitación estaba subiendo lentamente, manteniendo
el ritmo de la tensión. Desabroché el botón manteniendo el puño cerrado
y comencé a enrollar la tela hasta los codos.
Asentí hacia mi teléfono de nuevo.
―Sé que no tienes citas.
―No, no tengo.
―Pero ¿alguna vez usas estos sitios para algo temporal?
Forcé las palabras a través del rechinamiento de mis muelas traseras.
Imaginar a Daria deslizándose directamente sobre un grupo de otros
hombres estaba despertando unos celos inquietantes en mí.
Ella negó con la cabeza y arrugó la nariz.
―No es mi estilo. Estoy demasiado ocupada probando personalmente
todos los vibradores y juguetes sexuales enviados a mi programa por
parte de empresas que buscan oportunidades publicitarias.
Mis dedos se crisparon.
―¿Realmente los calificas a todos?
Su sonrisa fue una revelación lenta y sexy.
―Mi lema personal es que la vida es demasiado corta como para no
probar todos los juguetes sexuales de élite que llegan a mi escritorio.
Tratando de no sonreír, le dije:
―Como investigador, ¿puedo preguntar cómo es tu sistema de
calificación?
Curvó la mano al aire como si estuviera describiendo la marquesina de
un teatro.
―Me hizo correrme como un tren de carga en treinta segundos.
Tosí una carcajada.
―¿Y qué más?
―Flotar a través de una estratosfera de orgasmos múltiples ―dijo
soñadora―. Ese es como todos los botones.
―Esto es muy esclarecedor, gracias.
―De nada. ―Metió la mano en su cabello y acarició sus aretes―.
Entonces, eh, coanfitrión a coanfitrión, ¿estás activamente… teniendo
citas en Match.com?
―No, no lo hago ―dije con firmeza―. Y no he estado en 117 días,
según la alerta.
Ella asintió, lamiendo su labio inferior.
―¿Por qué no?
Elena y Des irrumpieron en la sala de producción, lo que significaba
que nuestro breve momento de privacidad había terminado, pero aun así
me incliné sobre la mesa y mantuve mis ojos clavados en los de ella.
―No he estado en ese sitio de citas, ni en ningún sitio de citas, porque
he estado muy distraído.
―¿Por qué?
―Por ti.
Sus dientes se hundieron en su labio inferior.
―Theo.
Nada más. Solo mi nombre, murmurado en un tono lleno de tanto
cariño que era difícil recordar nuestros meses de animosidad. El sonido
de eso, el puro dolor de eso, me hizo desear alcanzar su mano y decir “Sé
que no tienes citas con nadie, pero realmente me encantaría llevarte a una.
Inmediatamente”.
Cuanto más abría a estos sentimientos complicados, más me obligaba a
admitir que habían existido desde el primer momento en que nos
conocimos. Había estado ansioso por clasificar mi interés por Daria como
mera curiosidad profesional, convertida en oponente estratégico,
convertida en compañera de trabajo irritante. Esas primeras semanas que
estuvo aquí en K-SUN, nuestra leve indiferencia se convirtió lentamente
en debates pasivo-agresivos, que se transformaron en burlas sarcásticas y
luego argumentos en toda regla.
Así que fue difícil para mí aceptar que la primera mañana que nos
conocimos en el estacionamiento de K-SUN bajo un sol deslumbrante, sus
bonitas fotos no fueron rival con su impresionante belleza.
Y cuando me estrechó la mano con su habitual sonrisa sensual, la
llamarada de sensaciones que atravesó mi cuerpo me dejó
momentáneamente sin palabras.
Elena remendó su voz para llamar nuestra atención.
―Cuenta regresiva de cinco minutos para la transmisión. ¿Se sienten
bien los dos? ¿Necesitan algo?
―Estoy perfecta, gracias ―dijo Daria―. Un pajarito me dijo que el
oleaje de hoy fue increíble.
Elena sonrió.
―Las olas estaban asesinas. ¿Por casualidad oíste el programa de tu
mamá esta mañana?
―No, me lo perdí. Espera, ¿compartió otro de mis momentos
vergonzosos de la infancia?
Elena se puso los auriculares, con sus dedos moviéndose sobre la mesa
de mezclas mientras nos preparaba para ir en vivo.
―Mags le preguntó a los oyentes qué se podía hacer el día de San
Valentín en Sunrise Beach.
Fruncí el ceño.
―¿No se dio cuenta de que podía venir a preguntarle al experto en
romance?
―¿Ella no se dio cuenta de que apenas es junio? ―Daria dijo con una
voz igualmente sorprendida―. ¿Y por qué diablos…
―¿Podría Magnolia estar saliendo con alguien? ―pregunté―. Ella se
opone con bastante estridencia, pero tal vez eso explica por qué canceló
sus planes contigo dos veces mientras buscaba consejos sobre corazones
cubiertos de chocolate y cartas de Cupido.
Daria se estremeció visiblemente.
―No sé… ¿supongo? La última persona con la que supe que ella estaba
oficialmente fue mi papá, pero él ni siquiera se quedó para el ultrasonido
de ocho semanas antes de desaparecer para siempre.
Mi frente se arrugó.
―No sabía que él no estaba en tu vida en absoluto, siento escuchar eso.
Ella agitó su mano como si no fuera gran cosa.
―Gracias, pero está bien. De verdad. Técnicamente, él es la mitad de la
razón por la que existo, pero él no es la razón por la que estoy aquí. Estoy
aquí porque mi mamá me crio con la ayuda de nuestra familia y la gente
de esta estación de radio, e incluso de Janis. ¿Tiene sentido?
Pensé en el niño solitario que fui, escuchando la voz de Magnolia en la
radio de mi cocina mientras picoteaba mi desayuno y trataba sin éxito de
atraer la gélida atención de mi papá.
O el hecho de que una vez que hice amigos en la universidad y luego
en la escuela de posgrado, pasé una serie de cumpleaños y días festivos
con familias que nunca fueron la mía biológica. Pensé en Janis
invitándome a cenar en Nochebuena. Jugando fútbol en un patio trasero
con Des y Susannah en Acción de Gracias, rodeados de montones de
comida y primos.
―Tiene mucho sentido ―le dije.
Compartimos una sonrisa vacilante y un calor líquido se extendió por
mi clavícula, mis hombros y hasta la punta de mis dedos.
―Pensé que ella hablando de eso también era muy raro ―dijo Elena―.
Pero sé que has estado preguntando por ella, así que pensé en decírtelo.
Por cierto, estuvieron en llamas en el programa de anoche.
―¿En llamas? Eso se siente un poco exagerado ―dijo Daria con una
sonrisa.
Elena puso los ojos en blanco.
―Principalmente quiero decir que no discutieron torpemente, pero es
un paso y funcionó para nuestros oyentes. Hubo mucho, mucho amor
para ustedes a través de Internet hoy. Incluso hubo una mención sobre el
programa en el Twitter de K-ROX.
Daria y yo intercambiamos una mirada.
―Pero ahora solo transmiten programación sindicada ―dije.
―Todo lo que puedo decir es que sea lo que sea lo que estaban haciendo
anoche, sigan así ―dijo―. Estarán conectados en cinco segundos.
Las cejas de Daria volaron hacia arriba y articuló ¿de verdad?
Yo me enderecé los lentes y le respondí ¿el apocalipsis?
Las luces de Al aire parpadearon mientras Daria se reía.
―Hola oyentes, feliz viernes ―cantó en el micrófono―. Perdón por
esos primeros segundos ahí. Theo hace bromas ahora.
―Siempre he hecho bromas, tú decidiste ignorarlas.
―Eso es exactamente lo que diría alguien que nunca hace bromas.
Me reí mientras la señalaba con el dedo medio, lo que solo la divirtió
más.
―El doctor Theodore Chadwick, experto en romance, me está
señalando con el dedo medio aquí en la sala de sonido.
Arqueé una ceja.
―Y yo que pensé que este espacio era sagrado.
―Pensaste mal, supongo.
Agité una mano a través de la mesa.
―Para que quede en el registro, y para las personas que nos sintonizan
en casa, nunca he sido el tipo de persona que molesta a alguien de manera
flagrante, pero eso es lo que obtengo por pasar tanto tiempo con Daria y
Magnolia.
Ella se burló.
―Disculpa, pero mi mamá y yo somos más que mujeres que se
expresan a través de mostrar el dedo medio, también maldecimos como
marineros.
―Mis disculpas por la descripción inexacta ―dije con una sonrisa
arrepentida―. Ahora pasemos a nuestro programa, la verdadera razón
por la que estamos aquí con todos ustedes un viernes por la noche. ¿A
quién tenemos primero, Elena?
―Nuestra primera llamada es Sami ―dijo.
Daria acercó el micrófono a su boca.
―Sami, estás con Theo y conmigo. ¿En qué podemos ayudarte?
Sami dejó escapar un suspiro nervioso.
―Hola, Daria, hola, Theo. Sé que esto es cursi, pero soy un oyente de
K-SUN desde hace mucho tiempo, llamo por primera vez.
―Vivimos para lo cursi. Sigue así ―dijo Daria―. Entonces, ¿qué pasa?
―Mmm, bueno, acabo de dejar a mi novio hace una semana y me siento
como una basura total. No estábamos destinados a ser, y él era algo así
como lo peor. Es solo que, esta es mi quinta relación fallida. Cada vez soy
menos y menos feliz, pero cada vez, también estoy creciendo y
aprendiendo y estableciendo más límites. No es como cuando tenía veinte
años, siendo una versión falsa de mí misma para que mi novio siguiera
queriéndome.
Daria tarareó un sonido de comprensión.
―Pasé mucho tiempo asegurándome en tener la aprobación y
admiración de mi novio. Con el tiempo, su opinión y su aprobación se
volvieron más importantes para mí que si estaba o no honrando a mi
verdadero yo y mis propias necesidades. Es tan engañoso. Tampoco creo
que nuestras parejas estén siempre haciendo esto maliciosamente, aunque
algunos de ellas lo hacen, pero es fácil caer en patrones de
comportamiento aprendidos, especialmente si eres mujer y sientes la
presión de ser cortés, dócil y agradable.
―Feliz, servicial y con ganas de complacer ―agregó Sami.
―Y perfecta ―dije.
Sami y Daria se quedaron en silencio. Hice una pausa, no queriendo
entrometerme demasiado en sus experiencias, pero había hablado en voz
alta sin darme cuenta.
Daria apoyó la barbilla en la mano.
―Sí. Perfecta. Espera, ¿tienes más que decir al respecto, Theo?
Enderecé mis lentes.
―El perfeccionismo no discrimina cuando se trata de género, y las
personas de todos los géneros a menudo se sienten atrapadas por
tendencias perfeccionistas, pero hay una forma específica en que el
perfeccionismo afecta a las mujeres en las relaciones: apariencia física,
perfecta. Situación de vivienda, perfecta. Comportamiento en la cita,
perfecto, y cómo se ve esa 'perfección' en cada uno de esos escenarios es
bastante problemático. Solo quería agregar que también se interpone en
el camino de la verdadera intimidad, no hay autenticidad cuando la
perfección se interpone en el camino.
Siguió un silencio pesado y entonces Daria dijo:
―Oh, Dios, sí. Gracias, Theo.
―Mira, ese es mi problema ―dijo Sami―. Cada chico con el que he
estado, una vez que dejé de ser perfecta, me dejaron.
―Lamentablemente lo mismo por aquí ―dijo Daria, pero a través de
su sonrisa desconcertada, pude ver las líneas tensas como paréntesis en
su boca. Con cada alusión a Jackson, mi presión arterial se disparaba y no
había encontrado una manera de manejar esa reacción. Necesitaba
hacerlo, ya que Janis no nos había dado una fecha de caducidad para este
experimento, y no tenía ganas de terminar en la sala de emergencias.
―Desearía que hubiera una bola mágica que pudiera agitar y que
pudiera decirme si realmente quiero tener una relación con alguien o no
―dijo Sami―. Muchos de mis amigos están felizmente emparejados y mis
papás obviamente están enamorados, pero la mayoría de los días
realmente quiero relajarme, hacer lo mío y no lastimarme una y otra vez.
―Ella suspiró―. Lo siento, esa es mi larga y divagante preparación para
mi pregunta.
―¿Y cuál es? ―Daria preguntó suavemente.
―¿Cómo descubriste lo que realmente querías después de que te
dejaron en el altar?
Daria volvió a bajar la boca hacia el micrófono y me vi obligado a seguir
observándola: el brillo dorado de su piercing en el tabique, el largo
movimiento de sus pestañas oscuras, y la curva de sus labios color fresa.
―Debo comenzar especificando que las cosas que me ayudaron son
únicas en mi propia vida. Según sus experiencias, su sexualidad e
identidad, la química de su cerebro, podría ser diferente. O podría ser
similar, pero nunca quiero parecer que tengo todas las respuestas cuando
no las tengo, y estoy hablando un poco por Theo aquí, pero estoy segura
de que él siente lo mismo.
―Absolutamente ―dije―. Nunca hay una talla única para todos
cuando se trata de dar consejos.
Las agudas palabras de Janis de la otra noche resonaron en mi cerebro:
la forma en que el amor funciona para las personas no es una receta que puedas
aplicar en todos los ámbitos.
Lo sabía, por supuesto que lo sabía, pero era preocupante que sintiera
que tenía que decírmelo. Preocupante de la misma manera que Daria
había llamado anticuado mi programa.
¿Realmente me veía tan estricto e inflexible?
―Tuve suerte ―continuó Daria―, de encontrar un terapeuta que me
ayudó a procesar lo que sucedió el día de la boda, mis sentimientos de
conmoción, traición y mortificación, y alivio también. Esa fue una
pregunta difícil de navegar. Con el tiempo, comenzó a hacerme muchas
preguntas para las que no tenía respuestas. Preguntas sobre mis metas y
sueños, mis niveles de comodidad y necesidades. Tampoco había ninguna
presión por tener respuestas, pero cada vez que me preguntaba algo, me
tomaba el tiempo para pensarlo realmente y procesarlo. Fue entonces
cuando comencé a escribir mi blog. Fue entonces cuando comencé a
enamorarme de mí misma con tanta pasión como la que había puesto en
mi relación anterior. Me llevé a mí misma a un montón de citas. Me
compré flores. Puse pequeñas notas de afirmación en mi espejo para que
las viera cuando me despertara.
Daria se mordió el labio inferior, y juntó las cejas.
―Ninguno de estos causó cambios inmediatos o realizaciones
dramáticas. Era solo yo meditando, o haciendo largas caminatas sola, o
escribiendo en mi diario. Con el tiempo, recordé quién había sido desde
siempre y pude vivir de nuevo sin escuchar esa voz crítica en mi cabeza,
sin sentirme culpable o preocuparme obsesivamente por lo que la gente
pensara de mí. Aún hay días buenos y días malos.
Las líneas de su rostro se suavizaron, y sus labios se curvaron en una
dulce sonrisa.
―Pero cinco años después, la relación que he desarrollado conmigo
misma es la más satisfactoria que he tenido.
Tragué saliva un par de veces, con la garganta apretada. Aparte de mis
ambiciosas metas profesionales, mi sueño era el matrimonio. Cuando tenía
novia, mi nivel de comodidad generalmente estaba ligado al suyo, y
cuando estaba soltero, ese nivel de comodidad se desplomaba. Mis
necesidades eran amor, compañerismo, y cariño. Mis necesidades eran un
compromiso de por vida con otra mujer llena de confianza y honestidad.
Solo anhelaba un romance que fuera real. Entonces, ¿por qué diablos
quería a Daria con una desesperación que hacía imposible el pensamiento
racional? Si le admitiera todas estas necesidades, ¿me diría alguna vez que
no tengo una relación verdadera conmigo mismo?
―Eso es… wow, eso suena como mucho trabajo duro ―dijo Sami
aturdida―. Pero me gustan esas ideas. Siento que algunas de estas cosas
las he estado evitando, para ser honesta.
―He estado ahí, créeme. Todos los días es difícil ―dijo Daria―.
Aunque vale la pena. Theo, ¿algo que quisieras agregar?
―No, nada ―respondí, tan aturdido como Sami―. Creo que es un
excelente consejo.
―Pero ¿qué pasa si hago todas estas cosas y luego me doy cuenta de
que, ya sabes, en realidad quiero estar con alguien? ¿Hay alguna
esperanza para mí?
Daria arqueó una ceja en mi dirección.
―Ahora eso suena como una pregunta para Theo.
Me froté la sien con el pulgar, dándole vueltas a una respuesta en mi
mente.
―Mi esperanza de que la gente se enamore ha sido mi propia versión
de la estrella del norte. Trazo cada decisión de mi vida en torno a esa
esperanza. Entonces sí. Si después de haber pasado más tiempo
entendiendo lo que estás buscando, decides que quieres comenzar a tener
citas de nuevo, entonces tengo plena fe en que encontrarás al indicado
para ti, que encontrarás a la persona que ame a tu auténtico yo tal como
tú amarás al suyo.
La reacción física de Daria a lo que dije fue difícil de descifrar: estaba
acariciando nerviosamente sus aretes, pero también podía sentir su pie y
su pierna temblando junto a los míos debajo de la mesa. No parecía
enfadada ni molesta. Sin embargo, parecía inquieta de una manera que
nunca había visto.
Sami se rio un poco.
―Realmente te mantienes optimista, ¿no?
Sonreí en respuesta.
―Era joven cuando mis papás se divorciaron, pero eso no impidió que
tuviera un efecto profundo en mi perspectiva del amor. Ver un
matrimonio derrumbarse así convertiría a mucha gente en cínica y eso es
comprensible, pero en vez de eso, me convirtió en un psicólogo social,
estudiando las relaciones como mi trabajo antes de este, y aprendí que el
amor realmente prevalece.
Solté una carcajada.
―Sé lo cursi que suena. Y… ―Fijé mi mirada en la de Daria―, y me
refiero al amor en la forma en que Daria también lo mencionó. He hablado
con personas que sobrevivieron a traumas que les cambiaron la vida, que
sufrieron pérdidas increíbles, se divorciaron, perdieron trabajos, lucharon
con el dinero y se sintieron muy, muy solas. Con el tiempo, el amor volvió
a entrar en su vida. Para muchos de ellos era amor romántico, aunque a
menudo decían que nunca les pasaría a ellos, pero yo pienso…
Los ojos de Daria buscaban los míos y me resultaba difícil
concentrarme.
―Creo que un aspecto del que Daria ha hablado tan bien es de todos
los tipos de amor en este mundo, desde la amistad hasta la familia y la
comunidad, y el amor a uno mismo.
Sus labios se curvaron.
―El más difícil de todos.
Asentí.
―Muy cierto. Tal vez de ahí viene mi optimismo. He estado soltero
durante los últimos seis meses y todavía me siento esperanzado.
Daria bajó la mirada y mis dedos se apretaron en el micrófono.
―¿Algo de eso resuena contigo, Sami?
―Lo que tú y Daria dijeron lo hizo. Por lo menos, me está ayudando a
comprender que tengo trabajo que hacer conmigo misma y que no es
egoísta hacerlo, y reconocer que, de cualquier manera, soy muy
afortunada de tener todo tipo de amor en mi vida. Yo… me siento muy
agradecida.
―Además, ya no tienes un novio basura ―reflexionó Daria.
Sami se rio.
―Eso hace que la vida sea más agradable.
―Estoy tan feliz de que podamos ayudar ―continuó Daria―. Por favor
llámanos con actualizaciones, y diviértete teniendo un romance contigo
misma.
Elena cortó la llamada y puso un anuncio para darnos un minuto para
respirar.
Me aclaré la garganta, captando la atención de Daria.
―Estuviste muy bien con Sami. Eso... bueno, fue realmente agradable.
Nosotros dos justo ahora.
Ella se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja.
―Lo que dijiste sobre el perfeccionismo… ―Asintió―. Realmente me
atrapó. Estuviste... genial. No es de extrañar que todas estas personas
amen tu programa.
―No es de extrañar que todas estas personas amen el tuyo ―murmuré.
Hablando de distracciones.
Le había dado mucha mierda a Daria por mantenernos discutiendo en
lugar de llevarnos bien, no debería haber estado tan ansioso por presionar
el tema, el más mínimo indicio de su dulce y vacilante respeto me hizo
ver estrellas como un personaje de dibujos animados después de recibir
un golpe en la cabeza.
Como le dije a Sami, no creía que la verdadera intimidad fuera posible
sin la verdadera honestidad, pero no importaba cómo progresara esta
relación con Daria, si éramos coanfitriones amistosos o dos personas que
tenían sexo desesperado y furioso en los armarios. Nuestros seres
auténticos estaban en desacuerdo permanente.
Y por primera vez en mi vida, no pude encontrar en mí mismo que me
importara.
Eran poco después de las 2:30 de la mañana cuando deslicé mi llave en
la puerta principal de K-SUN y entré. La estación estaba casi
completamente a oscuras, aunque el edificio todavía zumbaba con una
energía ambiental brillante.
Theo y yo terminamos nuestro programa a las 11:00 y luego The Mix
Tape estuvo al aire hasta la 1:00, pero los productores y los ingenieros se
habían ido a casa o se habían ido a High Frequency para tomar una copa.
Caminé en silencio por los pasillos vacíos, y mis oídos captaron el
sonido bajo de la transmisión que se ponía todas las noches desde ese
momento hasta que mi mamá y el resto del equipo del programa matutino
llegaban antes del amanecer. Era una lista de reproducción seleccionada
por Cliff para personas que trabajaban en el turno de la noche o que se
levantaban a horas intempestivas. Lo llamaba Echoes, y en su mayoría
eran ritmos techno espeluznantes y de ensueño que nunca dejaban de
ayudarme a dormir cuando lo necesitaba.
Y esta noche, lo necesitaba.
Me sentí miserable durante dos horas, hecha nada más que un manojo
de nervios inquietos hasta que finalmente me levanté, me puse ropa al
azar y caminé hasta aquí en un escaso intento de despejarme la cabeza.
Después de la llamada de Sami, el resto del programa transcurrió sin
incidentes. Excepto que eso era algo bueno. Algo grandioso. Cuando Theo
y yo salimos de la cabina de sonido, Des mencionó que nuestros números
subieron y que oficialmente vendimos entradas para la noche de arcade
de la próxima semana. Janis pasó, nos dio un fuerte abrazo y gritó: “¡Sabía
que podían hacerlo!” sobre su hombro.
Me dejó con una sensación de diversión aturdida, y eso, combinado con
la respuesta sonrosada de mi cuerpo al cumplido anterior de Theo, fue la
fuente de mis sacudidas y vueltas.
Porque se suponía que no debía divertirme siendo coanfitriona con
Theo, se suponía que no debía estar escuchando, aprendiendo o
desarrollando un ritmo de ida y vuelta de compartir las ondas de radio
con él que se estaba volviendo relajado y cómodo.
Se suponía que debía apretar los dientes y superar la nueva
programación hasta que el presupuesto de K-SUN volviera a estar seguro
donde debía estar, todo mientras me enfocaba en demostrarle mi propia
experiencia a Theo cada vez que tuviera la oportunidad. Así fue como iba
a hacer crecer mi base de oyentes para Eligiéndote a ti mismo mientras
atraía a un elegante agente literario al mismo tiempo. Todo esto me había
quedado muy claro hace dos semanas.
Ahora yo era un desastre súper cachondo que apenas dormía.
No fue un buen aspecto.
Tarareando suavemente por lo bajo, doblé la esquina y me detuve a
medio paso. Una luz dorada brotaba de la puerta abierta de la oficina de
Theo, puse mi pie levantado en el suelo lo más silenciosamente que pude
mientras la sangre se precipitaba en mis oídos. Se oyó el sonido del hielo
contra el cristal, y luego la voz aterciopelada de Theo dijo:
―¿Daria? ¿Eres tú?
Con las extremidades pesadas y el corazón acelerado, cerré la distancia
restante entre el pasillo oscuro y la luz cálida, miré alrededor de la puerta
y tuve que recordarme a mí misma que debía respirar.
Theo estaba recostado en su sofá con pantalones de chándal azul
marino y una camiseta gris de aspecto desgastado adornada con el
logotipo de una de las antiguas campañas de donación de K- SUN. Estaba
descalzo, sin lentes y con una ligera barba en la mandíbula.
Incluso sus rizos se veían más despeinados de lo normal, como si se
hubiera despertado y decidido hacer que el cabello de recién levantado
fuera sexy.
Paso cada momento que estamos en la misma habitación queriendo follarte en
la superficie plana más cercana. Una mesa, un escritorio, una silla, el maldito
suelo, Daria.
―¿No podías dormir? ―me preguntó.
Mi boca se secó.
―Solo estaba un poco… excitada es todo. ¿Cómo supiste que era yo?
Un lado de su boca se levantó.
―Estoy familiarizado con el sonido de tus Doc Martens ahora. Además,
tienes un estilo distintivo de caminar.
Me apoyé contra la puerta.
―¿Ah, sí? ¿Cuál es ese estilo?
―Audaz ―dijo después de un segundo―. Como si estuvieras en
camino a un lugar emocionante pero no te apresuraras a llegar ahí.
El contacto visual que compartimos envió una descarga eléctrica a
través de mi sistema, su mirada viajó lentamente a lo largo de mi cuerpo
de una manera apenas tímida de altiva, entonces su rostro estalló en una
sonrisa completa.
―Daria. ¿Qué diablos llevas puesto?
Miré mi atuendo y me reí, luego hice un mini giro en la entrada para
que Theo pudiera obtener una imagen completa.
―¿Dónde está la desconexión para ti? ¿Son las botas combinadas con
estos pantalones cortos de color rosa neón estampados con bigotes? ¿O es
la camisa de David Bowie que compré en la parte trasera de la camioneta
de un tipo en el malecón que es cinco tallas más grande para mí?
Theo apretó los labios en un intento ineficaz de ocultar una sonrisa.
―Cada uno de los artículos, por separado, son únicos. Así que verlos a
todos juntos así es sorprendente.
Me encogí de hombros.
―No esperaba compañía. ¿Qué haces aquí tan tarde, a todo esto?
Suspiró y se pellizcó el puente de la nariz.
―Tampoco podía dormir. Me fui a casa y todo… ―Se desvaneció―.
Tuve la ridícula idea de que el trabajo me mantendría entretenido, pero
estoy demasiado cansado para abrir mi computadora portátil.
―¿Pero no estás lo suficientemente cansado para dormir?
―Exacto ―dijo en voz baja―. Algo acerca de esta estación se siente
como un consuelo para mí.
Entré de lleno en el calor de su oficina antes de que pudiera detenerme,
Theo empezó a sentarse, haciéndome sitio en el sofá, pero le hice señas
para que no se moviera. En vez de eso, me senté en la mesa de café, con
las rodillas pegadas a los cojines y la parte superior de mi cuerpo vuelta
hacia él. A mi lado había un vaso de whisky medio vacío con un cubito
de hielo derritiéndose, lo recogí con una mirada inquisitiva y él asintió.
―Hay más si quieres ―dijo.
Agité el hielo y tomé un sorbo. Mis ojos permanecieron pegados a su
rostro mientras sus ojos permanecían en mis labios.
―Gracias ―dije, balanceando el vaso en mi muslo―. Cuando era niña,
este lugar se sentía como un segundo hogar. Cuando me mudé con
Jackson a Los Ángeles para poder ir a la escuela, extrañaba este edificio
físico casi tanto como extrañaba a Sunrise Beach en su totalidad.
―Estoy seguro de que todos aquí también te extrañaron.
Volví a mirar el vaso en mi pierna. No me había dado cuenta de lo
tentador que era tener el cuerpo grande y delgado de Theo estirado a unos
centímetros de la punta de mis dedos. Nunca lo había visto tan relajado e
indulgente. Fue un tentador recordatorio de lo que ocurrió entre nosotros
en ese armario, de las muchas formas en que su infame control se rompió
cuando me empujó contra la pared y reclamó mi boca como si fuera suya.
―¿Alguna vez sientes resaca después de un programa? ―preguntó,
sacándome de mis pensamientos. Inmediatamente miré el whisky, pero
se rio en voz baja―. No, no por beber. Más por compartir tantos pedazos
de nosotros mismos con perfectos extraños y grandes franjas de Internet.
―Oh. ―Sonreí―. Sé exactamente de lo que estás hablando, y sí, lo he
sentido. Lo sentí esta noche. Zumbando, pero no de una manera
agradable, más como un poco de picazón y al límite. Me preocupaba
haber compartido demasiado o haber dicho algo incorrecto.
Él asintió mientras yo hablaba y una mata de rizos cayó sobre su frente.
―No me importa ser tan abierto con nuestros oyentes porque ellos
están siendo abiertos con nosotros. Se siente como un intercambio
uniforme de vulnerabilidades, así que estoy dispuesto a compartir, pero
es un riesgo.
―Puede ser usado en nuestra contra ―le dije―. O podríamos lastimar
a alguien con nuestras palabras. Es... ―Ladeé la cabeza, pensando―. Hay
un precio que pagamos por ser tan vulnerables.
―A veces es un precio más alto de lo habitual.
Tracé el borde del vaso con mi dedo.
―¿Cómo se siente tu resaca de vulnerabilidad?
Dejó escapar un largo suspiro, y le entregué el vaso.
―Agotado, como si pudiera dormir por un día. Tendré un dolor de
cabeza por la tensión si es malo. Zumbando, como dijiste.
Esbocé una sonrisa.
―Es como andar desnudo y no de la manera totalmente sexy.
Me miró por un segundo.
―Cuando me dijiste que lloraste con Janis después de tu boda, no te
respondí nada. De hecho, creo que tuvimos una discusión
inmediatamente después.
Aparté el cabello de mis ojos.
―Oh. No estaba preocupada por eso. Quería decírtelo, así que lo hice.
Su ceño se arrugó, se incorporó con gracia para sentarse en el sofá,
pasando el brazo por el respaldo y señalando el espacio recién abierto a
su lado. Un calor suave y delicioso se acumuló en mi estómago desde el
segundo en que vi su luz encendida. El aire aquí estaba denso con la
misma tensión que flotaba entre nosotros antes de nuestro beso.
Hipnotizada, me moví hacia el sofá, giré la parte superior de mi cuerpo
para mirarlo y descubrí que estaba apenas a un pie de distancia de mí.
―Sé que preguntaste antes por qué mis novias anteriores me habían
dejado ―dijo.
―Theo ―dije rápidamente―, no es necesario que…
―Está bien. Creo que es importante como… como coanfitriones. Un
intercambio justo ―dijo con cuidado―. Me entregué apasionadamente a
mis tres relaciones serias, pero, en retrospectiva, fueron más cómodas que
ardientes. No está mal. Sin duda es lo que mucha gente está buscando. Me
concentré demasiado en poner en práctica lo que había aprendido y lo que
aconsejaba a la gente, incluso probablemente exagerando con los gestos
románticos. Quería que todo significara algo para ellas. Quería que cada
día y momento entre nosotros fuera positivo. Feliz. Cuando mis parejas
estaban infelices, estresadas o preocupadas, llenaba la casa de flores y
regalos, pero…
―¿Pero qué? ―Incliné la cabeza para llamar su atención.
Su garganta tragó saliva.
―Lo que aprendí es que me buscaban para escuchar. No para estar ahí
con un ramo y una solución, sino para sentarme con su incomodidad y
amarlas a pesar de todo. Incluso evitaba las discusiones.
Mis cejas se dispararon.
Él se frotó la frente.
―Lo sé. Impactante, pero lo hice. Cuando Stormi rompió conmigo, dijo
que sentía que me dejaba llevar por el romance con demasiada facilidad
y que estaba demasiado ansioso por ignorar las cosas difíciles, las
conversaciones complicadas y los compromisos que requieren trabajo.
Todos los altibajos emocionales que vienen con amar a alguien
auténticamente. Parece que puedo dar ese consejo en mi programa, pero
no... hacerlo en la vida real. Con mujeres reales que merecían que alguien
estuviera ahí para ellas.
Miró hacia la mesa, acariciando su labio inferior con el pulgar.
―He estudiado intimidad emocional y comunicación saludable toda
mi vida, y al final de cada relación, me dijeron que aparentemente soy una
mierda. ―Me miró a través de sus rizos alborotados y sentí que el ritmo
de mi corazón cambiaba de patrón―. Mi mayor preocupación es que todo
lo que le digo a la gente en ese maldito programa es endeble. Nada más
que una mentira en un bonito envoltorio de radio.
―Oh, Theo ―le dije―, lo siento. Sé lo que es tener las palabras de
despedida de otras personas atrapadas en tu cabeza. Es una puta mierda.
Sus fosas nasales se ensancharon.
―Para que conste, creo que Jackson es un imbécil.
Mi rostro se calentó ante el borde áspero de su voz.
―Sé que él lo es, pero tú no lo eres. Eres una persona que hace lo mejor
que puede y aprende en el camino. Esa es la parte horrible y hermosa de
ser humano. Además, mira a Rachel, Ted y Skyler. Tu consejo les ayudó a
encontrar el camino hacia una relación amorosa a pesar de que era
aterrador y difícil de lograr. Tu consejo no es endeble, simplemente no
has…
Me detuve, dándome cuenta demasiado tarde de lo que había estado a
punto de decir.
―¿No has qué? ―preguntó, sonando vagamente divertido.
Pasé una mano por mi cabello y murmuré:
―Encontrado a la mujer adecuada.
―No te sentarás en este sofá y me dirás que crees en las almas gemelas
ahora, ¿verdad?
Le lancé una mirada suplicante.
―Estoy diciendo que la forma en que tus novias se sintieron fue
importante y válida. También puedes sentirte diferente cuando estés con,
ya sabes... la indicada. No es que eso signifique que puedes asfixiarla con
flores cuando te apetezca.
Sus labios se torcieron.
―Una exageración en el mejor de los casos.
―Pero, ya sabes… aprendes, creces, y cambias. Cuando sea la correcta,
tal vez esas conversaciones complicadas no se sientan tan difíciles y tal
vez los compromisos sean un poco más fáciles. Me imagino que los
altibajos emocionales también se sentirían más naturales.
Terminé de hablar, mis manos cayeron sobre mi regazo y me di cuenta
de que Theo me estaba estudiando con aprecio abierto y afectuoso. Me
retorcí unos centímetros hacia atrás en el sofá, tirando de los cordones de
mis botas para darle algo que hacer a mis dedos.
―¿Qué? ―pregunté sin aliento―. ¿El color químico de estos
pantalones cortos te está dando alucinaciones o algo así?
―Tú, Daria Stone, me diste consejos sobre el amor.
Me burlé.
―Eso no es ni remotamente lo que pasó aquí. Solo estaba ofreciendo
palabras…
―¿De sabiduría?
―No, simplemente viejas y aburridas palabras.
―¿Como... una sugerencia?
―Lo único que sugeriría es que le pidas a Janis que invierta en un sofá
más cómodo para ti.
―Es casi como si me estuvieras dando una guía basada en la pregunta
que te hice. Algunos llaman a eso ayudar. ―Él se tocó la barbilla.
―Oh, Dios, cállate. ―Tomé el whisky y lo terminé. Con una sonrisa
perpleja, Theo se puso de pie, tomó el vaso y caminó hacia su escritorio.
Lo volvió a llenar y, mientras me devolvía el vaso, lo sujetó con fuerza,
manteniéndolo quieto mientras yo trataba de liberarlo.
―Gracias, Daria ―dijo, mirándome a los ojos―. En serio. Olvidé que
por eso la gente llama a nuestro programa. El desahogo me ayuda a
sentirme un poco más ligero, y tus simples y aburridas palabras son
apreciadas.
Soltó el vaso y lo presioné contra el centro de mi pecho, viéndolo
sentarse con los hombros más sueltos.
―De nada ―logré decir a través de un nudo en la garganta―. Si ayuda,
paso mucho tiempo con miedo de que todos los consejos que doy también
sean endebles. Todavía no te he dicho esto, pero si nos desahogamos esta
noche... Escribí un libro. Un libro de ensayos, como una memoria. Sobre
lo que me pasó el día de la boda y todo lo que aprendí de ello. Es
Eligiéndote a ti mismo, en forma de capítulo.
La sonrisa encantada de Theo me tomó por sorpresa. Casi lo besé.
―Espera, ¿hablas en serio?
―Sí. He estado enviándolo a los agentes durante, mierda, ¿nueve
meses?
―Daria, es un logro increíble ―dijo―. ¿Le has dicho a alguien más
aquí?
Negué con la cabeza.
―Mi mamá lo sabe, por supuesto, pero... no es exactamente algo por lo
que gritar. Sobre todo, porque actualmente vivo en Cuidad Rechazo.
Recibo muchos correos electrónicos de nos encanta tu voz.
―Otra vez. Imbéciles ―dijo Theo.
―Eso es lo que dijo mi mamá. ―Tomé un sorbo de whisky y luego le
entregué el vaso a Theo―. Pero, eh… supongo que quería que supieras
que mi miedo secreto es que soy un fraude, sentada detrás de un
micrófono. Porque en este momento nadie que lea lo que tengo que decir
en forma escrita cree que merece ser publicado.
Hizo una mueca de simpatía.
―Que me dejaran así, como lo hizo Jackson, me hizo sentir inútil
―dije―. Ya no me siento así a menudo, pero los rechazos semanales han
llegado mucho a ese punto de activación recientemente.
Él asintió, con la comprensión amaneciendo en su rostro.
―Y luego te dije que tu programa era una maravilla de un solo éxito.
Ahora era mi turno de hacer una mueca.
―Sí, bueno, yo también dije muchas cosas malas que estoy segura de
que golpearon algunos de tus puntos desencadenantes.
Miró el vaso ahora medio vacío, haciendo girar el líquido ámbar.
―Tus palabras merecen ser publicadas, pero tus consejos y
experiencias tienen peso por sí solos. Cuando el agente adecuado para ti
encuentre tu manuscrito, se sentirá más fácil.
Tomé una gran bocanada de aire, lento y constante. La afirmación de
Theo no resolvió ni pudo resolver el lío de emociones que sentía en torno
a mi libro, pero los músculos de mi pecho se relajaron algunos grados
útiles y agradecí el respiro.
―Ya me desahogué ―dije con una sonrisa agradecida―. Gracias por
tus…
Él arqueó una ceja.
―¿Simples palabras aburridas?
Mi sonrisa se amplió.
―Sí, sí, está bien, veo tu punto.
Él me devolvió el gesto antes de volver a mirar sus manos.
―Durante los últimos dos años, Janis y yo hemos estado tratando de
distribuir Romance Verdadero, como el programa de tu mamá.
Profesionalmente, es todo lo que siempre he querido: ser confiable a
escala nacional, expandir el alcance de la influencia de K-SUN, recordarle
a la gente que la radio independiente no es intrascendente o una reliquia
antigua. Es la columna vertebral de cualquier comunidad cultural
vibrante y cuanto más luchamos por nuestro espacio en la radio, más
mantenemos lo que es legítimamente nuestro.
La pasión en su voz me hizo inclinarme, compelida, igual que cuando
nos sentamos en la sala de descanso y habló sobre lo que hacía que esta
estación fuera tan única: no solo informamos sobre la comunidad, somos de la
comunidad. Eso, combinado con su idea de construir una despensa de
alimentos para nuestros vecinos, pintó este lado de Theo que ahora estaba
empezando a ver: una persona tan ferozmente dedicada a la causa como
yo.
Sus ojos verdes se deslizaron hacia los míos.
―He estado tan concentrado en mantener mi marca y mi experiencia
porque supuse que en cualquier momento recibiríamos la llamada, y
sigue sin suceder.
Hice una mueca.
―Estás pasando el rato en Ciudad Rechazo también, ¿eh?
―Parece que sí ―suspiró―. Incluso Janis me dijo, esa noche que nos
dio la noticia sobre nuestro nuevo programa, que pensó que me estaba
poniendo demasiado cómodo, que necesitaba una coanfitriona como tú.
Es... ―Tragó saliva―. Entiendo sentirme como un fraude. ¿De qué sirven
todos esos años de intenso estudio, todas estas horas respondiendo
preguntas, todas mis relaciones románticas, si el público en general piensa
que no sé de lo que hablo?
―El público en general también es un imbécil ―le dije, dándole un
codazo en la rodilla.
Una sonrisa cruzó su rostro.
―Sin embargo, es horrible ―continué―, exponerte, una y otra vez,
solo para que te rechacen. Sentir que no perteneces tiene mucho sentido.
Hay mucha competencia en nuestra industria, y no solo como ha sido
entre tú y yo. Es una manera segura de sentirse como una mierda.
Se frotó la parte de atrás de su cuello, su sonrisa era cada vez más
tímida.
―Tal vez deberíamos comenzar a vender cristales después de todo.
Experimenté un ataque de rubor completo: era el dulce silencio de la
estación, la revelación tentativa de Theo, la forma en que sus miedos
secretos reflejaban tan de cerca los míos. Me picaban los dedos con la
necesidad de encontrar a este público en general y exigir que lo trataran
mejor, ¿no podían ver que sería maravilloso?
Retorcí mis dedos en mi regazo.
―¿Alguna vez has pensado en... elegirte un poco?
Se quedó quieto.
―¿Como... salir a cenar a la luz de las velas?
―Ese es un ejemplo súper específico, me refiero a pasar un tiempo
planeado a solas. Tal vez te ayudaría a resolver algunas de tus preguntas
sobre la relación o a procesar algunos de los rechazos. Esto es realmente
difícil, Theo.
La franqueza de su rostro se cerró, como una lámpara que se apaga.
―He pasado mucho tiempo solo, Daria. Preferiría no convertirlo en una
prioridad cuando el amor y el compañerismo son todo lo que siempre he
querido.
Mis ojos se entrecerraron.
―Okey. Creo que podría ayudar, es todo. Si vamos a seguir siendo
coanfitriones por Dios sabe cuánto tiempo nos hará Janis, ¿hay algún daño
en probar algunos de mis consejos para nuestros oyentes? Ya están
entusiasmados con estas competencias semanales, y está esta ruta de
senderismo llamada Rose Point Lookout que solía hacer cuando me mudé
a casa por primera vez. Es ideal para entrar en un cierto tipo de espacio
mental. Podría darte direcciones o…
―¿Y qué espacio mental es ese? ―preguntó.
―Aprender sobre uno mismo, entender lo que quieres a pesar de lo que
digan los demás.
―Ya he hecho ese trabajo ―dijo secamente―. Pero gracias por la
sugerencia.
Theo se estaba cerrando de nuevo y me estaba poniendo los pelos de
punta. Él me dio la bienvenida aquí y me dio whisky y luego desnudó
una pequeña parte de su alma.
El giro rápido me estaba dando un latigazo emocional.
―Genial ―dije suavemente―. Bueno, se está haciendo tarde, así que
probablemente debería…
Su mandíbula se apretó.
―Si hiciera lo que dijiste, ¿aceptarías hacer algo romántico?
―¿Qué, como salir en una cita a una cena a la luz de las velas? ¿Quién
me va a llevar, un chico al azar que recoja en un bar?
―Yo sería el que te llevaría ―gruñó suavemente.
La piel de gallina se estremeció por mis brazos. Su expresión cambió de
nuevo, y un anhelo intenso y hambriento se grabó en sus rasgos. Tenía
una idea de dónde provenía el latigazo ahora.
―Theo ―comencé―, si esto es sobre el otro día, lo que pasó entre
nosotros, lo siento si sentiste que estaba evitando hablar de eso, pero creo
que es obvio que necesitábamos quemar cualquier energía espinosa y
argumentativa que existiera entre nosotros dos. Fue solo una cosa de una
sola vez. ¿No?
Mi cuerpo estaba revuelto incluso antes de que terminara de hablar:
tenía el estómago revuelto, la boca seca, un sudor frío en mi piel.
¿Cualquiera de estos síntomas por sí mismos era una reacción física al
estrés o a los nervios, pero juntos? Era una forma segura de hacerme saber
que estaba mintiendo.
Theo parecía decididamente amotinado.
―No, no sabía que algo así fuera obvio ―dijo en un tono cortante―.
Cuando estábamos atrapados en esa habitación, nos vimos obligados a
decirnos la verdad, Daria. Lo único obvio para mí es que cada vez que
discutimos, es porque no estamos siendo honestos el uno con el otro.
―¿En serio? Porque discutimos constantemente. Eso no puede ser una
señal saludable, Theo. No puede ser bueno que cada vez que hablamos,
terminemos mintiéndonos.
Se inclinó más cerca, negándose a perder el contacto visual.
―Buscas una pelea conmigo cada vez que no quieres acercarte
demasiado. Sé que lo estás haciendo porque yo también lo he estado
haciendo. Así que me voy a desahogar de lo que debí haber dicho hace días.
Lo que pasó entre nosotros en esa habitación cambió todo para mí. Nunca
he deseado a alguien más de lo que te deseo a ti. Eres tan asombrosamente
hermosa, eres impresionante.
Extendió la mano y colocó unos rizos detrás de mi oreja.
―No puedo dejar de pensar en ti, Daria. ¿Por qué crees que no duermo
por la noche?
Como si todo el aire hubiera sido succionado hacia el cielo nocturno
estrellado, parecía que no podía recuperar el aliento. Theo estaba, de
nuevo, despertando emociones que había dejado de sentir hacía años.
Despertando emociones ahora que hice una carrera diciendo que no me
importaba. Porque no lo hacía.
Excepto que ¿por qué mi estúpido corazón estaba tratando de salirse de
mi pecho?
Lamí mis labios secos.
―Qué… lo que le dijiste a Sami esta noche sobre la autenticidad y
encontrar parejas que amen tu verdadero ser. Si lo que hicimos en ese
campo no fue algo de una sola vez, entonces ¿qué fue eso?
Su ceño se arrugó.
―No lo sé, y ya no me importa tratar de definirlo.
―Theo ―dije, exasperada―. Queremos cosas completamente opuestas
en nuestras vidas. ¿Cómo podríamos alguna vez explorar lo que sea esto
sabiendo que siempre estaremos en desacuerdo? Además, somos
compañeros de trabajo. Más que eso, somos coanfitriones en una estación
de radio con una crisis presupuestaria que se avecina en el horizonte.
Tenemos que cuidarla. Si no, esto no termina bien para nadie.
La irritación vibró en sus ojos verde bosque.
―¿Realmente esperas estar soltera para siempre? Entiendo por qué has
evitado las relaciones desde Jackson, lo entiendo. ¿Pero vas a darle la
espalda a cualquier cosa romántica que se te presente por el resto de tu
vida?
―Sí ―dije, incluso cuando un rugido de nervios subió por mi pecho―.
Quiero decir… Theo, es lo que soy. Tengo un programa de radio completo
basado en eso. Un programa, un seguimiento en línea, un maldito libro que
escribí para ayudarme a procesar los peores años de mi vida. No puedo
descartar eso solo porque no tiene sentido para ti.
―No te estoy pidiendo que descartes nada y no necesito el recordatorio
de lo complicados que son mis sentimientos por ti para nuestra actual
situación laboral. Lo sé… ―Se pasó una mano por el cabello―. Decirte
esto es un riesgo para mí, profesionalmente. Lo sé.
Mis sentimientos por ti. La parte de mi corazón que Theo había
despertado estaba haciendo más que parpadear para despertarse. Era
como si toda una rutina de porristas se estuviera realizando dentro de mi
caja torácica, y yo estaba a una voltereta hacia atrás de subirme al regazo
de Theo y rogarle que me besara.
Suavicé mi tono, sintiendo como si todo mi cuerpo se estuviera
derritiendo en un charco de deseo y confusión.
―Te prometo que no estoy mencionando estas complicaciones para ser
una idiota. Theo, sé lo que quieres en la vida, lo sé porque se lo cuentas a
nuestros oyentes todas las semanas. Has construido la misma marca e
imagen en torno a estos sueños románticos de compromiso que yo tengo
en torno a la soltería. ¿De verdad vas a salir con una mujer como yo que
nunca se va a casar? ¿Quién no quiere ni siquiera estar en una relación?
¿Cómo es eso justo para ti?
Sus ojos buscaron los míos, con el pecho subiendo y bajando con cada
respiración frustrada. Sus dedos se flexionaron contra sus muslos, y su
cuerpo ondeó con un movimiento contenido. Mis palabras flotaron en el
tenso espacio entre nosotros, pero cada parte de mí dolía de deseo por
este hombre.
―Maldita sea, Daria ―susurró finalmente, y luego tomó mi rostro entre
sus manos y me besó.
Sabía por qué lo hacía, podía sentirlo vertiendo su pasión, confusión y
lujuria en la firme presión de sus labios contra los míos.
Inclinó la cabeza, profundizando un beso que ya tenía mi cabeza dando
vueltas. Las puntas de sus dedos se deslizaron por mi cabello y su pulgar
acarició mi mejilla. Su boca se movió vorazmente sobre la mía hasta que
no estuve segura de dónde terminaba yo y empezaba él.
El beso me abrió de par en par, abrumándome con las señales que mi
cuerpo me había estado dando todo este tiempo sobre mi rival de radio.
Mis sentimientos por él eran una contradicción. Eran aterradores. Estaban
absolutamente fuera de cualquier diagrama de mierda de Venn en el que
imaginé que existíamos.
Pero la única forma de negar cuáles eran estos sentimientos era mentir,
volver a envolverme en las mismas restricciones que me mantenían
educada y perfecta cuando estaba con Jackson.
Si me comprometía a honrar a mi yo auténtico, tenía que admitirle a
Theo que no estaba solo en este riesgo.
Rompió el beso, alejándose lo suficiente como para que pudiera ver la
pizca de pánico en sus ojos. Sus labios se abrieron en una exhalación
temblorosa.
―Daria. Daria, estoy tan…
Le tapé la boca con la mano.
―No ―susurré―. Si no lo digo ahora, me volveré loca. Yo también
siento algo por ti, Theo, y estoy tan confundida como tú, pero también
estoy dispuesta a correr el riesgo. Sea lo que sea esto. No más mentiras.
Retiré mi mano lentamente y él me miró a los ojos durante un largo e
íntimo segundo. La sonrisa ligeramente torcida que iluminó su rostro
habría enviado mi corazón dando vueltas en mi pecho si ese no hubiera
sido el caso todo este tiempo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que no era la carrera académica
de Theo o los años de experiencia o la base de fans obsesionada lo que me
hizo sentir como un fraude en las últimas semanas.
Era que pasaba mis programas diciéndoles a los oyentes que estaba tan
harta de este asunto del “romance” cuando yo había querido tan
tontamente, tan obviamente, al doctor Theodore Chadwick todo el tiempo.
No más mentiras.
El alivio, la necesidad, el deseo que se disparó a través de mi cuerpo ante
la admisión de Daria fue abrumador. Yo era psicólogo y no era ajeno a la
investigación, pero durante casi cuatro meses había estado ignorando
franjas completas de evidencia que indicaban un hecho evidente.
No la deseaba por nuestras complicaciones. La deseaba a pesar de estas
complicaciones, y estaba dispuesto a arriesgar más de lo que jamás
hubiera creído posible para besarla una vez más.
Pasé mi mano por su cabello y rocé mis labios sobre su sien.
―¿Estás segura? ―susurré.
―Sí. ―Sus dedos se retorcieron en mi cuello―. Sí. ―Su boca encontró
la mía de nuevo, besándome con urgencia―. Estoy muy, muy segura.
Tuve a Daria boca arriba en ese sofá ni un segundo después. Alcancé
detrás de mi cabeza y me quité la camiseta, lanzándola sobre mi hombro.
El calor estalló en sus ojos, su mirada viajó por mi pecho y se amplió a
medida que bajaba. Aproveché su distracción para enganchar su pie
izquierdo y desabrochar los cordones, tirando de su pesada bota.
Se presionó sobre sus codos con una sonrisa sexy.
―Puedo hacer eso, ¿sabes?
Mantuve mis ojos en ella mientras quitaba suavemente el otro zapato
de su pie.
―¿Qué tal si te quitas esa camiseta?
Ella frunció los labios, luciendo adorablemente desafiante.
―¿Qué tan mandón eres, por cierto?
Igualé su expresión insolente, bajando mis caderas entre sus piernas
abiertas y presionando mi pecho contra el suyo. Ella se arqueó debajo de
mí, nuestros labios bailaron cerca, pero sin tocarse. Deslicé mi mano
debajo de su camiseta y patiné mi palma hasta ahuecar su pecho desnudo,
su pezón se endureció bajo mis dedos, siseé y llevé mi boca a su oído.
―Eso depende, Daria. Vas a decirme cómo hacer que te corras con mi
lengua, y luego voy a hacer eso otra vez ―le besé el cuello―, y otra vez
―le besé la mandíbula―, una y otra vez. Si eso me hace mandón, que así
sea. ―Le pellizqué la barbilla y acerqué nuestros rostros―. Ahora quítate
la maldita camiseta.
Capturó mi boca con un gemido ahogado y sus dedos se enredaron en
mi cabello mientras su lengua acariciaba la mía. Movió sus caderas debajo
de mí, instándome a moverme, a frotarme contra ella en un ritmo que
coincidía con el movimiento de sus labios. Una mano dejó mi cabello y
recorrió mi cuello, la curva de mi columna vertebral, deslizándose debajo
de mis pantalones de chándal, sus uñas mordieron mi piel, arrancando
una maldición irregular de mi garganta. Retrocedí justo a tiempo para
verla sonreír con indulgencia.
―Lo siento. ―Ella hizo un puchero―. ¿Qué dijiste de nuevo?
Dejé escapar una risa forzada que terminó en un gruñido, mordiendo
su garganta más fuerte de lo que pretendía, pero ella suspiró y me hizo
quitarle la camiseta sin mucha delicadeza. Presioné mi frente contra la
suya y no miré hacia abajo, sabía que una vez que viera su cuerpo
semidesnudo bajo el mío, no habría vuelta atrás. En vez de eso, volví a
rodear su pezón con el pulgar en círculos lentos que hicieron que sus
pestañas revolotearan y sus uñas se clavaran en mis hombros.
―Lo entiendo ―dije en voz baja―. Vas a hacer que trabaje por ello de
la misma manera que me haces trabajar por ello en cada pelea y discusión
que hemos tenido. ¿Verdad?
Combiné el movimiento de mi pulgar con el movimiento de mi lengua,
lamiendo arriba y abajo la oreja de Daria. Ella estaba temblando debajo
de mí, gimiendo mi nombre entre respiraciones jadeantes.
―Eso se siente... Dios, tan bien.
Bajé mi boca hasta su pezón, usando tanto mi lengua como mi pulgar
para provocar su pico sensible. Dando vueltas y vueltas, cada grito
desesperado y agudo que hacía enviaba llamas de excitación a través de
todo mi cuerpo. Mi polla estaba dura hasta el punto del dolor, cada
sentido y cada gramo de concentración se vertieron en este único
movimiento, este único punto.
Cuando dejé caer mi pulgar y chupé su pezón en mi boca, Daria agarró
mi cabello como un tornillo. Sonriendo alrededor de su piel, curvé mi
mano por su suave vientre y debajo de esos ridículos shorts. Su coño
estaba resbaladizo por la excitación y cuando mi dedo índice tocó su
clítoris, gemí más fuerte que ella.
Vigilando de cerca sus reacciones, rodeé suavemente el manojo de
nervios y fui recompensado con su brillante sonrisa sin aliento.
―Daria ―le dije, impotente para no sonreír en respuesta―. Jugaré
cualquier juego de dormitorio que quieras. En todos los sentidos que
necesites. Solo dilo. ―Levanté la cabeza de sus hermosos pechos y clavé
su mirada en la mía―. Pero no voy a jugar para evitar la verdad de lo que
está pasando entre nosotros.
Una pieza más de su pared exterior se vino abajo, lo vi en la forma en
que sus ojos azules se suavizaron y lo sentí en la caricia de sus dedos sobre
mi frente. No estaba resentido con ella por eso, necesitábamos paredes
altas para poder negar plausiblemente la vertiginosa atracción entre
nosotros, pero estaba buscando un intercambio equitativo, igual que
cuando presentamos nuestro programa, un pequeño indicio de
vulnerabilidad a la vez.
No necesitábamos desnudar nuestras almas por completo, pero quería
un reconocimiento compartido del riesgo que ella prometió tomar.
―Okey ―susurró, besándome suavemente―. No más bromas. Solo yo.
Empecé esos círculos en su clítoris de nuevo. Ella se estremeció,
enroscando sus manos alrededor de mis bíceps.
―Solo me gustas tú ―dije.
―Tú también me gustas. ―Ella hundió los dientes en su labio
inferior―, y puedes darme órdenes todo lo que quieras. Por favor.
Rocé mi boca sobre su oreja.
―Entonces sé una buena chica y muéstrame cómo te corres.
Ella siseó, sus pezones estaban duros, y su pecho sonrojado.
―Theo.
―Quítate los pantalones cortos ―le ordené―. Quiero que veas lo que
estoy haciendo.
Lo hizo esta vez, ansiosamente, revelando la dulce curva de sus
caderas, sus largas piernas, los finos rizos oscuros que cubrían su
montículo, y mi dedo, metido entre sus pliegues. Ella se retorció bajo mi
toque, con los brazos sobre su cabeza. Envolví mi otra mano alrededor de
la parte de atrás de su cuello, apretando firmemente, y mi nombre salió
de sus labios en una carrera sin sentido.
―¿Es esto lo que te gusta? ―le pregunté, mirando su hermoso cuerpo
desnudo con total asombro―. ¿Quieres que te diga qué hacer mientras yo
digo las cosas más sucias que puedas imaginar?
Ella asintió y susurró:
―Sí, pero necesito más.
―¿Quieres que te folle con la boca?
Una sonrisa descarada apareció en su rostro, luego me agarró la cabeza
y trató de empujarla por su cuerpo. Me reí entre dientes contra su piel y
mordisqueé el lóbulo de su oreja. Atrapé sus dos muñecas y las sujeté
sobre su cabeza, nuestros dedos se entrelazaron en la almohada. Todavía
con mis pantalones de chándal, balanceé mi erección contra el sexo
desnudo y resbaladizo de Daria, y ambos gemimos por el impacto.
―Mierda, te sientes increíble debajo de mí ―le dije con un beso―.
¿Estabas tratando de decirme algo antes?
Ella tarareó a través de una risa sin aliento. Sus muñecas se torcieron
bajo mis manos, y sus piernas se envolvieron alrededor de mi cintura
mientras la parte inferior de su cuerpo se movía con la mía. Podría
haberme quedado aquí, así, para siempre, ni siquiera completamente
desnudo, solo nosotros dos en este sofá suspendidos en un dulce y
creciente placer que hizo que mi piel se sintiera eléctrica. Daria separó mis
labios con su lengua, absorbiéndome, llenándome con su sabor, su olor,
su anhelo inscrito en cada aliento que compartimos. Me eché hacia atrás
para recuperar el aliento y supe que estaba aturdido. Ella también, con los
labios hinchados y los ojos entrecerrados.
―Lame mi clítoris ―murmuró, luego cerró los dientes alrededor de mi
labio y tiró. El gruñido que surgió de lo profundo de mi pecho era más
animal que humano―. Ahora.
Solté sus muñecas para agarrar su rostro y besarla con fuerza.
―Esta boca inteligente tuya también es sucia, ¿eh?
Ella levantó una sola ceja.
―Supongo que no más que la suya, doctor Chadwick.
El puro instinto se hizo cargo, enviándome a moverme por su cuerpo,
ahuecando sus pechos, besando cada centímetro de ella. Era poesía bajo
mis manos, toda su piel pálida y sonrojada, sus dedos tirando de mi
cabello, su cabeza echada hacia atrás y su cuello expuesto.
Esta era la vulnerabilidad que quería ver en ella: la liberación, la
confianza, la franqueza. Era extraño pensar que nos habíamos ganado
esto a través de meses de discusiones, pero la intimidad había crecido
junto con la atracción en cada mirada acalorada y atisbo de comprensión.
Cuando finalmente, finalmente llegué a su coño, abrí sus piernas y
presioné mi rostro contra sus pliegues, inhalando su cálido aroma.
―Daria ―susurré, sacando mi lengua para probarla―. Dulce Cristo,
¿por qué luchamos contra esto durante tanto tiempo?
―¿Porque no podemos tomar nuestro propio consejo? ―dijo,
lanzándome una sonrisa que envió mi corazón ya acelerado a toda
marcha.
Cerré los ojos y froté mi boca a través de sus pliegues, a lo largo de la
parte interna de sus muslos, amando la forma en que podía sentir los
músculos de sus muslos tensándose y flexionándose. Rodeé su abertura
con mi dedo índice, sumergiéndome una pulgada y luego retrocediendo.
―Oh, sí, así ―gimió.
Hice lo que me dijo, con entusiasmo, luego rodeé su clítoris con mi
lengua de la misma manera que la había estado tocando antes, y su
espalda se arqueó fuera del sofá.
―¿Es algo que te gusta?
Ella no respondió verbalmente, pero retorció sus dedos en mi cabello y
me dirigió de nuevo a su clítoris. Estaba más que feliz de complacerla, me
habría quedado ahí durante horas si ella me hubiera necesitado. Lamí mi
lengua contra ella mientras trabajaba mis dedos profundamente dentro,
retorciéndolos. Enrollándolos. Empujando mis caderas contra el sofá
porque lamer a Daria hasta el orgasmo era más caliente que cualquier cosa
que hubiera experimentado antes.
Ella era todo necesidad, todo deseo, meciéndose hacia arriba y en mi
lengua cuando quería que fuera más fuerte, rogándome cuando me
necesitaba más rápido. Gritando mi nombre cuando encontré cierto lugar
en lo más profundo de ella.
―Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios ―cantó, tan sin aliento que era apenas
más que un susurro―. Estoy cerca, Theo. Eres tan jodidamente bueno en
esto, mierda.
―Muéstrame ―exigí, lamiéndola con la presión rápida y firme que le
gustaba―. Te tengo, Daria.
Se apoyó en un codo y metió los dedos en mi cabello, mirándome con
ojos luminosos y rizos salvajes. Envolví mis labios alrededor de su clítoris
y chupé, agitando mi lengua y acariciando ese lugar que amaba con dos
de mis dedos. Se corrió como un fuego artificial en el cielo,
convulsionando contra mí con tanta fuerza que tuve que presionar mi
mano contra su estómago para poder lamerla durante cada segundo de
su orgasmo y las réplicas que la mantuvieron temblando y jadeando.
Ni una sola vez aparté la mirada de ella. Ni una sola vez pude apartar
la mirada. Mantuve mi rostro enterrado entre sus muslos, saboreando su
placer, mientras aplastaba mi polla contra los cojines. Cada terminación
nerviosa vibraba con la necesidad de correrse, cada músculo estaba
apretado y adolorido, y yo estaba tan sintonizado con las reacciones de
Daria que necesité toda mi fuerza de voluntad para no llegar al clímax
junto con ella.
Cuando su cuerpo finalmente se asentó, deslicé suavemente mis dedos
para liberarlos, arrastrándome por su cuerpo desnudo para encontrar a
una Daria muy bonita y relajada mirándome con satisfacción petulante.
Empujé mi nariz contra la suya. La besé, gimiendo mientras lamía
profundamente dentro de mi boca.
―Theo ―murmuró―, si te dijera que todos tus títulos académicos de
lujo son una mierda porque eres realmente un experto en cunnilingus,
¿serías capaz de aceptar el cumplido sin volverte completamente
arrogante?
Tarareé contra su piel, presionando beso tras beso deliberado a lo largo
de su cuello.
―Sigue usando palabras de cinco sílabas en la cama conmigo, Daria, y
te demostraré que soy un experto tantas veces como quieras.
Ella suspiró.
―Sabía que se te subiría a la cabeza.
―Hay muchas cosas que se me suben a la cabeza en este momento ―le
dije, besando su sien―. La sensación de ti en mi lengua, tu sabor, cada
dulce sonido que hiciste. ―Tenía los ojos cerrados, y una sonrisa
soñadora jugando en sus labios. A ella le gustó esto―. Me encanta que me
mostraste lo que necesitabas y cuándo. Experto o no, estoy aquí para
aprender, y lo digo en serio.
Estaba demasiado cautivado con la elegancia de su perfil para darme
cuenta de lo que estaba planeando. Solo que en un abrir y cerrar de ojos,
yo era el que estaba de espaldas, mirando con asombro cuando Daria se
sentó a horcajadas sobre mí y me sujetó las manos. Mis caderas se
levantaron involuntariamente, buscando más de ella. Todo de ella. Bajó la
cabeza para provocarme con un casi beso, provocando un gruñido de
frustración en mí cuando se alejó bailando.
―Yo también estoy aquí para aprender ―susurró, besándome en el
pecho. Acariciando su mejilla contra el vello de mi pecho. Ella se movió
más abajo, y más abajo, finalmente liberando mis manos para que pudiera
arrastrar sus uñas por mi caja torácica. Me estremecí, siseando un suspiro
mientras sus uñas se arrastraban por mi piel. La observé con el corazón
alojado en mi garganta: sus curiosos ojos azules, su lengua rosada, su
trasero levantado detrás de ella al aire.
―Daria ―jadeé.
Lentamente me quitó los pantalones de chándal con una sonrisa tan
astuta y seductora que tuve que apretar los dientes para no rogar,
envolvió sus dedos alrededor de la base de mi polla y apretó, viajando
hacia arriba.
―Oh, joder ―gruñí.
―Eso es lo que quería preguntarte ―dijo―. ¿Puedo usar mi boca
contigo, Theo?
―Por favor ―escupí.
Ella no bromeó ni se entretuvo. Tomó mi longitud entre sus cálidos y
húmedos labios con una codicia que rugió a través de mí. Me deseaba con
la misma ferocidad, la misma hambre, que yo la deseaba, y el
conocimiento de eso era vertiginoso. Deslicé mis manos en sus rizos
enredados y bajé su boca hacia mi polla, mis muslos ya temblaban.
―Cierra los ojos ―dijo―, y piensa en cómo quieres follarme, Theo.
Necesito correrme otra vez, pero te quiero dentro de mí cuando suceda.
Mi cabeza cayó hacia atrás de placer solo con esa vaga imagen, pero
cuando su boca descendió de nuevo, con la lengua plana contra el costado
de mi polla, dejé que todas las sucias fantasías pasaran por mi mente.
Daria me chupó la polla y tarareó, y yo le retorcí el cabello, recordando
con qué frecuencia, en medio de una discusión, solo quería arrastrarla a
mi escritorio y follarla sin sentido.
―Arriba ―logré decir―Ponte de pie, y sube a mi escritorio.
Daria se sentó sobre sus rodillas, limpiándose la boca con una sonrisa.
Levanté una ceja y ella se puso de pie, caminando desnuda y confiada
hasta el borde de mi escritorio. Se reclinó sobre él, mostrando cada curva
y hoyuelo para que mis ojos se deleitaran, y me di un festín, tomé un
condón y me acerqué a ella mientras sus ojos se agrandaban y sus labios
se abrían con un temblor. Alcancé su rostro, besándola con fuerza, luego
tomé sus caderas y la hice girar rápidamente, sus palmas aterrizaron en
el escritorio.
―Oh, sí ―suspiró. Su cabeza cayó hacia atrás contra mi hombro. Pateé
sus pies y tomé su lóbulo de la oreja entre mis dientes, trabajando en el
condón al mismo tiempo.
―Pasé demasiado tiempo queriendo follar nuestro camino a un
acuerdo después de cada pelea ―susurré y mis manos se deslizaron
desde sus caderas hasta su estómago, para palmear y apretar sus senos―.
Demasiado tiempo deseándote así, inclinada para mí, necesitándolo tan
desesperadamente como yo.
―Estoy aquí ahora ―dijo, arqueándose hacia mí―. Así que tómalo.
Enterré mi cabeza en el hueco de su cuello, raspándola con mis dientes.
Daria se estremeció y empujó su trasero hacia atrás con tanta fuerza que
dejé escapar una risa de dolor, pero miré hacia abajo y vi la cabeza de mi
polla en su entrada y todo el humor se escurrió de mi cuerpo. Apreté sus
caderas con fuerza y besé la parte de atrás de su cuello.
―¿Sí? ―pregunté.
―Ahora ―exigió ella.
Sonreí.
―Me vas a matar, Daria Stone. ―Luego me deslicé dentro de ella, y los
tensos músculos de su coño apretaron mi polla. Una euforia de todo el
cuerpo se apoderó de mí, y golpeé mis caderas hacia adelante,
sentándome completamente dentro de ella mientras gritaba mi nombre.
―Oh, Theo, gracias a Dios ―suspiró, poniéndose de puntillas mientras
yo me mecía contra ella―. Así es como me encanta. Así... así... así.
Metí mis dedos en su cabello, inclinando su cabeza hacia atrás, con mis
muslos golpeando contra sus piernas cuando comencé a moverme.
―¿Qué hay de esto que te encanta? Dime.
―Duro. Me gusta…
Le empujé el rostro contra el escritorio y volvió a gritar.
―Más duro. Más. Sabes que puedo soportarlo ―suplicó. Sus manos se
dispararon hacia adelante, con sus dedos revolviéndose a través de los
archivos y libros en mi escritorio. Un frasco de bolígrafos y una pila de
papeles cayeron al suelo y el escritorio tembló con cada uno de mis
empujones. Agarré su pierna derecha y levanté su rodilla, agarrándome
del costado del escritorio mientras montaba a Daria tan rudamente como
le gustaba. Demonios, tan rudo como a mí me gustaba.
Le admití en un estallido de aterradora vulnerabilidad que mis
relaciones, aunque serias y comprometidas, eran más tibias que ardientes.
No me había dado cuenta de que necesitaba lo ardiente, anhelaba esta
intensa lujuria que exigía que la clavara en este escritorio y la follara con
una pasión que bordeaba la obsesión.
Me incliné sobre ella, agarrando su cabello e inclinando su cabeza hacia
atrás para poder presionar un lado de mi rostro contra el suyo. Se dio la
vuelta y me dio un beso húmedo lleno de nuestros propios gemidos.
Envolví mi mano suavemente alrededor de su cuello y me moví aún más
rápido.
―Jesús, Theo ―jadeó―. Eres tan bueno, es tan bueno.
Podía sentir el orgasmo construyéndose en mi cuerpo como una
tormenta. Con cada embestida, me hundía más profundamente dentro de
su coño, sus músculos tensos revoloteaban a medida que se acercaba a su
segundo clímax. Dejé que la mano que no sostenía su cuello se deslizara
entre sus piernas y encontrara su clítoris de nuevo. Ella gimió.
―Cometí un error antes ―respiré en su oído―. Prometí que te
arrastraría a mi cama y te follaría durante una semana seguida, pero
¿cómo podría tener suficiente de lo que tenemos aquí?
Su cabeza cayó hacia atrás contra mi hombro. Un rubor rojo intenso
cubrió su pecho y garganta. Sentí una gota de sudor deslizarse por mi
columna vertebral, y todo dentro de mí se enroscó con fuerza.
―Es perfecto, eres... perfecto, oh, Dios, oh...
Le tapé la boca con la mano y gritó contra ella, corriéndose tan fuerte
que no pude contenerme ni un segundo más. Un orgasmo desgarró mi
cuerpo, mis caderas se movieron contra las suyas, y mi rostro se presionó
contra su cuello. Mi visión se atenuó, la nitidez del clímax me quitó la
capacidad de hacer cualquier cosa excepto gemir su nombre como una
maldita oración.
Ella comenzó a caer hacia adelante y pasé un brazo sobre su pecho,
atrapándola y sosteniéndola contra mí. Nos quedamos así por un minuto,
hasta que nuestra respiración se hizo más lenta. Envolvió su mano
alrededor de la mía, apretando con fuerza, provocando una lánguida
felicidad en mi pecho.
―Perfecto caballero ―murmuró, con una risa cálida y un poco áspera.
Me reí entre dientes, presionando mis labios en su mejilla por un largo
segundo.
―No puedes mantenerte alejada de mis comentarios de Instagram,
¿verdad?
―Como si nunca hubieras mirado mis selfies.
―Quizás. ―Besé su mejilla de nuevo―. Está bien, todo el tiempo.
Empezó a empujarme en el pecho, pero me incliné y la levanté en
brazos, moviéndonos a ambos para que pudiéramos colapsar en el sofá.
Me deshice del condón y me dejé caer sobre los cojines, gratamente
sorprendido de tener a Daria desnuda subiéndose a mi regazo. Aparté el
cabello de sus ojos mientras ella trazaba mis labios con sus dedos. Tomé
la punta de uno entre mis dientes y lo mordí.
Ella arrugó la nariz.
―Theo Chadwick el hablador sucio. ¿Quién lo iba a saber?
Tomé su muñeca, dándole la vuelta y dejé caer mis labios hasta su
punto de pulso, sonriendo mientras recorría su brazo. La piel de gallina
se estremeció a través de su piel.
―Solo contigo.
Escuché su respiración entrecortada.
―¿En serio?
Mis ojos volaron hasta los suyos y asentí.
―No más mentiras, ¿recuerdas?
Otro cambio ocurrió en sus ojos. Otro ablandamiento. Tracé la serie de
brillantes aretes que se curvaban en la parte superior de su oreja.
―Me gustan estos. ¿Hay alguna razón por la que tienes tantos de ellos?
―Bueno, siempre he sido una chica de los noventa en el fondo.
Sonreí, acariciando mi pulgar arriba y abajo de su oreja.
―No esperaría menos de alguien criada esencialmente por Magnolia y
Janis.
Daria se inclinó hacia mi toque como un gato buscando una caricia.
―Después de todo lo que pasó con la boda, trabajé tan duro para
aprender a conocerme y amarme de nuevo que me di cuenta de que
merecía una condecoración.
―Condecoración ―susurré, frotando uno de los aretes entre mi pulgar
y mi dedo índice―. Te queda bien, Daria.
Sus ojos estudiaron los míos y descubrí que era demasiado fácil
perderse en cada tono de zafiro.
―No más mentiras, ¿verdad?
Tragué y asentí con la cabeza.
Se mordió el labio inferior.
―Tener sexo es fácil para mí, es todo lo demás que tiendo a evitar. Lo
evité, desde hace cinco años, pero lo que acaba de pasar, lo que acabamos
de hacer… No me había sentido tan cerca de alguien ni había tenido sexo
así en… ―Vaciló―. No estoy segura.
Me quedé quieto, no queriendo poner en peligro este raro momento,
pero cuando su mirada se encontró con la mía, la preocupación ahí era
extremadamente real. Besé su palma de nuevo, y mantuve mis labios ahí
mientras hablaba.
―No estoy seguro si me he sentido así antes tampoco.
La deslumbrante verdad de eso me golpeó, sacando el aire de mis
pulmones. Todo el análisis diligente posterior a las relaciones que tuve
durante los últimos diez años y Daria me mostró en un instante lo que me
había perdido, cada vez. Cualquier conexión poderosa que existiera entre
nosotros dos, e incluso yo tenía miedo de etiquetarla, debe haber estado
ausente en mis relaciones antes.
Tenía que ser una noche gloriosa con Daria y me enganché.
La preocupación en sus ojos se transformó en cautela y todo lo que
dijimos, todo lo que discutimos antes de tener sexo volvió a mi memoria.
¿De verdad vas a salir con una mujer como yo que nunca se va a casar?
―¿Qué... ―Me aclaré la garganta―. ¿Qué significa eso para ti?
―No lo sé todavía ―dijo simplemente―. Pero eso no cambia lo que
dije, acerca de correr el riesgo contigo.
Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello, con la mejilla apoyada en
mi pecho, y me quedé boquiabierto por el afecto. Enrollé mis brazos
alrededor de su espalda, y acaricié con mi palma arriba y abajo de su
columna. Tenía que estar bien con No estoy segura. Porque el riesgo era
real para los dos, y ni siquiera habíamos abordado el tema de K-SUN, y
eso iba a ser...
―Mierda, ¿escuchas eso? ―ella siseó.
Nuestros programas nocturnos básicamente garantizaban que nunca
estuviéramos aquí cuando llegaba el equipo al amanecer para comenzar
a preparar la transmisión de Magnolia, pero conocía los sonidos de la
estación al despertarse: los interruptores de luz, las pisadas de los zapatos
en el pasillo, el zumbido del equipo y los dispositivos electrónicos que se
encendían para el día. Daria buscó a tientas su teléfono y volvió a maldecir
cuando vio la hora.
―No creo que los nuevos coanfitriones de K-SUN deban ser
descubiertos después de haber pasado parte de la noche juntos ―le dije
suavemente, preocupado porque de alguna manera pudiera herir sus
sentimientos, pero no necesitaba hacerlo, ella ya se estaba poniendo esos
ridículos shorts y pasándose su camiseta de David Bowie por la cabeza.
Hice lo mismo con mis pantalones de chándal, pasando una mano por
mi cabello y encontrando mis lentes. Daria recogió sus botas y caminó de
puntillas hacia la puerta de la oficina, pero justo cuando giraba
silenciosamente la perilla, un estallido de voces llenó el pasillo exterior.
Me estiré y presioné la puerta para cerrarla, llevándome un dedo a los
labios.
Sus hombros temblaban de risa que apenas podía reprimir, le tapé la
boca con la palma de la mano y susurré:
―¿Puedes deslizarte por la ventana trasera? Podría ser la forma más
fácil de evitar que nuestros compañeros de trabajo nos vean con un brillo
sexual increíblemente obvio.
Bajó mi mano y me susurró:
―Gracias por el gran consejo, doctor Chadwick. Estoy tan feliz de
haber llamado esta noche.
―Qué boca tan inteligente ―gruñí contra su oído, girándola hacia la
ventana trasera detrás de mi escritorio que daba al malecón y la playa.
Ella me lanzó una sonrisa por encima del hombro, jalando la ventana
hacia arriba y mirando hacia afuera y una cálida brisa del océano entró
flotando, atrapando las puntas de su cabello.
Otra comprensión encajaba en su lugar, más evidente por la emoción
de nuestro sexo espontáneo, el humor astuto de Daria, e incluso la
adrenalina que corría por mis venas ante el riesgo de meterme en
problemas por hacer algo prohibido. Eran casi las cinco de la mañana y
mi hermosa rival estaba saliendo por la ventana de mi oficina después de
que compartimos una cita secreta.
Me estaba divirtiendo. Diversión imprevista e inesperada.
Daria deslizó una pierna por la ventana, todavía sosteniendo sus botas.
―Creo que puedo hacerlo sin ser vista. ¿Prometes no delatarme con la
jefa?
Acaricié la curva de su pómulo con mi pulgar.
―Esa es una promesa que puedo cumplir fácilmente.
Ella me dedicó una sonrisa llena de dientes, dándose la vuelta para irse.
Detuve su movimiento a mitad de camino, atrayéndola hacia mí para
darle un último y abrasador beso, y sus brazos rodearon mi cuello,
sosteniéndome cerca, con sus dedos temblando ligeramente contra mi
piel.
―Gracias ―me dijo―, por ser honesto conmigo esta noche. Ese... es el
tipo de cosas que significan mucho.
Asentí y apreté sus dedos.
―Gracias por ser tú misma, Daria.
La sonrisa en su rostro se ensanchó, y me guiñó un ojo deslizándose por
la ventana y cayendo suavemente al suelo. Solo se detuvo por un segundo
para atarse las botas, y luego estaba caminando por la hierba hacia la
arena fresca con la facilidad de un lugareño de Sunrise Beach.
Podía ver la rueda de la fortuna, ahora oscura, y el mismo borde del
malecón. Más allá, la espuma blanca de las olas y un puñado pálido de
estrellas antes del amanecer.
Y a la derecha, más allá de la bahía llena de veleros que se mecían
suavemente, podía distinguir los primeros rayos rosados del amanecer.
Theo me estaba llamando.
Mordí mi labio inferior, pero nada detuvo la enorme sonrisa que cruzó
mi rostro cuando vi su nombre en la pantalla. Mi corazón comenzó a latir
en un patrón del que solo podía culpar a Theo, porque era algo así como
oh, chica, estás en tantos jodidos problemas.
Miré por la puerta de la tienda en la que estaba a punto de entrar, Elena
ya estaba adentro pero lejos del frente. Aun así, salí del malecón para
pararme en el pequeño callejón, apoyándome contra una pared con un
colorido mural de palmeras de aspecto psicodélico.
―Esta es tu anfitriona, Daria Stone, hablando. ¿Con qué preguntas
candentes sobre el amor puedo ayudarte esta noche?
Se rio, y el sonido aterciopelado y retumbante vibró contra mi oído.
―Gracias por atender mi llamada, Daria. ¿Algún consejo para alguien
obligado a trabajar en espacios reducidos, tres noches a la semana, con
una mujer en la que no puede dejar de pensar?
Tarareé por lo bajo.
―¿Ha pasado algo entre ustedes dos?
―Tuvimos el mejor sexo de mi vida en el escritorio de mi oficina.
Cada músculo de mi cuerpo todavía me dolía por ese sexo de la manera
más deliciosa.
―Verás, tenía problemas para dormir antes, pensando en ella todo el
tiempo, y desde nuestro sexo caliente en la oficina, cualquier cosa que
implique dormir, concentrarse o respirar es una causa perdida.
Mordí la punta de mi pulgar.
―No soy una experta, pero parece que tu única opción es volver a verla.
Problemas, problemas, problemas.
―Qué gracioso, estaba pensando justo lo mismo.
― ¿Así que estamos de acuerdo? ―bromeé.
―Se sabe que ocasionalmente sucede.
Un grupo de patinadores pasó volando por el malecón con música a
todo volumen detrás de ellos desde un altavoz que colgaba de una de sus
mochilas.
―¿Estás en el malecón? Déjame adivinar ―dijo―, ¿estás practicando
para nuestra competencia pública el miércoles?
―Difícilmente, estoy afuera de The Wig Shack…
―¿El que está al lado de The Fry Shack?
―El mismo, Elena y yo definitivamente cenaremos solo papas fritas
después de comprar algunos disfraces para la fiesta de Des para Janis. Lo
llamaron para una reunión de planificación para la campaña de donación
de la próxima semana, así que nos rogó que nosotras fuéramos a comprar
un montón de pelucas, bisutería y decoraciones que pudiéramos
encontrar con el tema de bolas disco akimbo.
Mencionar la campaña de donación tuvo un efecto negativo en Theo
que pude sentir a través del teléfono. Janis envío una actualización del
presupuesto esta mañana y su tono fue neutral, lo que en la jerga de Janis
significaba sombrío. Los números para nuestra recaudación de fondos del
segundo trimestre simplemente no fueron suficientes, incluso con su
creatividad reorganizando tantos montones de dinero como fue posible.
Por primera vez en cinco años, la junta de K-SUN autorizó el uso de
nuestras escasas reservas, y para compensar el resto, estábamos lanzando
la campaña de donación de emergencia.
Enterrado en un correo electrónico lleno de malas y peores noticias
hubo un rayo de esperanza que no creí posible. Los números de la
segunda semana de Consejos de amor y vida fueron más altos de lo
esperado, incluso más altos que los del programa de Theo. Des y Elena
estaban recibiendo el doble de llamadas y correos electrónicos con
preguntas de los oyentes, y las entradas para nuestro evento de noche de
arcade se agotaron.
Contra todo pronóstico, tal vez estaba, más o menos, un poco...
¿funcionando?
Y eso significaba que nadie podía enterarse de que nos acostamos hace
dos días.
―Estoy seguro de que encontrarás las mejores y más escandalosas
pelucas y Janis te adorará por ello, el brillo es su lenguaje de amor ―dijo
Theo―. Aunque estoy llamando por una razón verdadera y no solo para
coquetear contigo.
―Ah, sale tu sinvergüenza interior.
―Prefiero perfecto caballero, como sabes ―dijo suavemente―. La ruta
de senderismo de la que me hablaste. ¿Cómo se llamaba de nuevo? Iba a
recorrerla mañana. ―Hizo una pausa―. Según tu consejo.
―Oh ―dije, metiendo mi cabello detrás de mi oreja―. Mirador de Rose
Point. Está a unos veinticinco minutos de la estación. ¿Quieres que te
envíe un mensaje de texto con las instrucciones para llegar al comienzo
del sendero?
―Eso me gustaría ―dijo―. Y esto no te quita de hacer algo romántico
conmigo, así que ya sabes.
―Si se trata de algo parecido a pétalos rojos, esparcidos en forma de
corazón, estoy jodida.
La sonrisa en su voz era obvia.
―Entendido. No habrá pétalos en el lugar. ¿Podrías colarte en mi
oficina? Dejaré la ventana abierta para ti.
Me reí, aunque solo fuera para ocultar lo desesperadamente que quería
hacerlo. Asomé la cabeza por el costado de la pared y entré en la tienda.
Elena estaba mirando afuera con una expresión burlona.
―Tengo que colgar. ¿Me envías un mensaje cuando llegues al mirador
mañana?
―¿Cómo sabré que estoy ahí?
―Lo sabrás cuando lo veas. Y, Theo... gracias por llamar.
―Gracias por responder.
Deslicé mi teléfono en el bolsillo trasero de mis jeans. Me inundó el
alivio, no me di cuenta de que estaba esperando a que habláramos, una
sensación que no experimentaba desde los primeros días de salir con
Jackson, pero después de que Theo me folló hasta dejarme completamente
estupefacta en las primeras horas del amanecer de ayer, no pudimos
hablar correctamente, pero fuimos coanfitriones de nuestro programa esa
noche con una energía relajada, aunque sabía que ninguno de los dos
había dormido realmente.
Aparte de la mirada intensa disimulada o el rubor raro, nos
mantuvimos profesionales, excepto cuando Des lanzó su brazo alrededor
de los hombros de Theo después de que terminamos, arrastrándolo a
tomar unas copas en High Frequency, Theo me dio una mirada de
despedida llena de tanto anhelo que la sentí hasta los dedos de los pies.
Abrí la puerta de The Wig Shack y me puse los lentes de sol en el
cabello. Este lugar era una institución del malecón: era principalmente
una tienda de disfraces de Halloween, pero permanecía abierta todo el
año con una variedad de ropa de fiesta, joyas de plástico y las pelucas
sobrantes de Halloween que no vendieron en octubre.
Elena se iluminó cuando me vio e inmediatamente lanzó un objeto
morado a mi pecho.
―¿Qué es esto? ―le pregunté con cautela.
―Tu nuevo look ―dijo, chasqueando la lengua―. Necesitamos un
desfile de moda y tú eres la modelo de esta noche.
Me abaniqué el rostro con la monstruosidad púrpura.
―He estado esperando toda mi vida para hacer un montaje loco con
peluca. ―Cuando llegué a Elena, la agarré por los hombros―. Los sueños
realmente se hacen realidad.
―Estás hablando mucho y no modelando mucho ―dijo, levantando
una ceja―. Ya reuní algunos de los mejores con más brillo.
―Genial. ―Caminamos hasta la pared del fondo, cubiertas de grandes
espejos y tantas pelucas colgadas de ganchos que me mareé con solo
mirarlas―. ¿Sabemos si Janis tiene la intención de cambiar a todas estas
posibilidades durante la noche? ¿O son para que las usen sus amistades y
familiares?
―Mi impresión es que Janis quiere que demos vueltas por la pista
mientras las usamos ―dijo Elena y se pasó los dedos por los lados
afeitados de la cabeza―. Ya conseguí uno naranja para mí.
―Es un gran color en ti. ―Tomé una peluca larga hecho de oropel
plateado arrugado y lo puse sobre mis rizos―. ¿Dónde está la pasarela
otra vez?
Elena aplaudió.
―Espera, necesitamos música para esto. ―Puso en cola un número de
baile funky en su teléfono y lo apoyó sobre una mesa blanca baja―.
Déjame ver lo que tienes.
La tienda estaba completamente vacía y no habíamos visto a ningún
empleado y aunque incluso estuviera llena con gente dando vueltas, no
habría dudado en modelar media docena de pelucas brillantes para mi
amiga. Con las manos en las caderas, me pavoneé lo mejor que pude hacia
los espejos, con el oropel volando alrededor de mis hombros, y me di la
vuelta para encontrar a Elena luchando por no reír.
―¿No soy elegante? ―le dije, agitando mi mano a lo largo de mi
cuerpo―. ¿No me veo como la definición de aplomo?
―El oropel te hace parecer una extraterrestre elegante.
Incliné mi cabeza y dejé que ella la arrancara.
―¿Así que eso es un sí?
―Oh, sí, este es el estilo de Janis.
Modelé una de un amarillo resaltador, una verde lima elegante y la
monstruosidad morada, que era más linda de lo que parecía. Entre
pavoneos, recogimos luces de bola disco brillantes, palos luminosos de
colores del arcoíris y boas de plumas rosas que llevábamos alrededor del
cuello mientras íbamos de compras.
―Oh, hola, lo siento, estuve en la parte de atrás por demasiado tiempo.
Me di la vuelta y la peluca cayó de mi cabeza. De pie frente a nosotras,
con una etiqueta con su nombre que decía The Wig Shack, estaba Aidan, el
adolescente pelirrojo del campo de paintball.
―Oh, hola ―dije―. Aidan, ¿verdad?
Me chasqueó los dedos.
―Te vi la semana pasada con tu compañero de trabajo.
―Fui la última mujer en pie victoriosa ―le dije, luchando por liberarme
de todas las plumas, brillos y lentejuelas que cubrían todo mi cuerpo―.
¿Trabajas también aquí?
―Sí, estoy tratando de ahorrar para un auto ―dijo arrastrando las
palabras y empezó a cargar nuestros artículos para la fiesta con el
entusiasmo de un sonámbulo―. Le conté a todos en el trabajo cómo tú y
ese tipo quedaron atrapados en el armario.
―¿Les dijiste qué? ―farfullé.
―¿Con quién diablos te quedaste atrapada en un armario? ―preguntó
Elena―. ¿Con Theo? Porque eso suena como un desastre hilarante
esperando a suceder.
Cada vez que abres esa irritante boca tuya me dan ganas de arrastrarte a mi
cama.
Me ocupé en abrir mi cartera y agarrar mi billetera para pagar.
―Desastre es como lo describiría. Caímos en uno de los viejos edificios
en el campo y la puerta se cerró detrás de nosotros, no fue como si
estuviéramos ahí por tanto tiempo…
―Fue como media hora ―dijo Aidan, a traición.
Elena empujó mi brazo con el suyo.
―Dar, omitiste la mejor parte de la historia cuando llamaste a la
estación esa noche. ¿Cuánto tiempo les tomó comenzar a discutir?
Una educada sonrisa se congeló en mi rostro.
―No tanto. ―Eso no fue una mentira―. Pero fue el tiempo suficiente
para que, no sé… nosotros trabajáramos a través de algunas de nuestras…
―Agité mi mano al aire―. Cuestiones fundamentales.
Tampoco era mentira.
Ella se encogió de hombros amablemente.
―Funcionó, los programas posteriores han sido magníficos. No me
extrañaría que Janis descubriera cómo planear algo así. Realmente los
obligó a llevarse bien.
Me reí nerviosamente. Aidan me entregó nuestras bolsas gigantes
llenas de ropa de fiesta y me dio un pequeño asentimiento.
―Nos vemos, supongo.
―Gracias por la ayuda ―le dije por encima del hombro mientras
volvíamos a salir a un malecón lleno de turistas y lugareños. Le lancé una
mirada de reojo a Elena y se me hizo un nudo en el estómago. Lo que pasó
entre Theo y yo en ese armario, y en su oficina, era nuevo para mí. Era
muy confuso y más que un poco aterrador, incluso si Elena y yo no
trabajáramos juntas, aún no estaría lista para contar algo tan delicado y
frágil.
Pero aun así. Trabajábamos juntas y éramos amigas más allá de eso, y
lo que pasó entre Theo y yo podría empeorar las cosas para K-SUN si las
cosas iban mal. Si yo fuera una oyente llamando a mi programa con esta
pregunta, los instaría a honrarse a sí mismos y decir la verdad. En vez de
eso, le mentí directamente a la cara a Elena.
―Oye, ¿estás bien? ―me preguntó, levantando una de las bolsas más
alto―. ¿Necesitas que lleve algo?
―Oh, no, estoy bien ―le dije mientras cuatro personas en patines
pasaban a nuestro alrededor, dejando el olor a protector solar a su paso―.
Me alegra saber que piensas que el programa está mejorando, parece que
está generando algunos ingresos muy necesarios en este momento.
―Sé que te dije que era más interesante cuando tú y Theo discutían al
aire, pero eso era más que nada una broma ―admitió―. Ustedes dos
llevándose bien es mucho más divertido. Las preguntas han sido
interesantes, ambos son encantadores, y toda la química fácil que tenían
en sus propios programas se está duplicando. El programa está siendo
mencionado por otras estaciones en Los Ángeles, y no solo por K-ROX.
Hacia el norte, pasando San Francisco e incluso una estación en Portland.
Son todas cosas locales, pero la gente quiere sintonizar. ―Dejó caer su voz
de locutora―. Consejos de amor y vida con Theo y Daria.
―Aún sigue siendo solo temporal, ¿verdad? ¿Una forma de aumentar
algunos índices de audiencia y recaudar dinero?
Se colocó los lentes de sol en su lugar.
―¿Sería tan malo seguir haciendo algo que está funcionando? Parece
que ambos lo están disfrutando.
―Lo hacemos ―dije, aturdida―. Estaba pensando en nuestras marcas.
Ese tipo de cosas. ¿Es inteligente, a largo plazo, cuando somos más
famosos por nuestros programas separados y opiniones diametralmente
opuestas?
―Sí, quizás. ―Se encogió de hombros tranquilamente―. Excepto que
en realidad no te opones tanto. Espera, espera. ¿Puedo entrar aquí y
comprar manteles? Des me envió un mensaje de texto diciendo que
necesitaba un poco.
Elena me dejó con las bolsas y yo me apoyé en una palmera alta,
disfrutando del cálido sol de verano en mi rostro a través de las hojas
verdes y temblorosas. Tomé algunas respiraciones largas y uniformes
hasta que mis nervios se calmaron. En el espacio de una salida para
comprar bolas disco, el gran peso de lo que Theo y yo hicimos, lo que
estábamos haciendo, se asentó firmemente sobre mis hombros.
Quería vender mi libro y quería que mi programa de radio fuera famoso
por sí solo, pero también quería que K-SUN prosperara y haría
literalmente cualquier cosa para que eso sucediera.
Y por extraño que fuera admitirlo completamente ahora, también
quería a Theo. Desesperadamente.
―Okey, estoy de vuelta. ―Elena reapareció con una bolsa de plástico,
recogió la mitad de nuestras otras cosas y volvimos a caminar por el
malecón―. Nunca pensé que tendría el tipo de jefa que, en mi tiempo
libre, saldría voluntariamente a comprar barras luminosas y manteles
para sus fiestas de cumpleaños demasiado dramáticas.
Negué con la cabeza con una sonrisa.
―Ella siempre ha sido otra cosa. Theo está construyendo una despensa
comunitaria afuera de la estación como regalo de cumpleaños.
―Oh, a ella le encantará eso. Ha querido aumentar la cobertura de la
estación sobre la inseguridad alimentaria en Sunrise Beach, realmente
comenzar a presionar a los funcionarios electos. ―Pasamos por puestos
que vendían churros, papas fritas crujientes y pretzels, el aire olía a pan
frito, mantequilla y sal―. Esto fue unos dos años antes de que tú vinieras
a trabajar para nosotros, pero ¿conoces esa organización comunitaria, The
Rivera Center?
―Por supuesto ―le dije―. Son un grupo de defensa de los adolescentes
queer y transgénero, ¿verdad?
Elena asintió.
―Me involucré justo después de mudarme aquí porque tienen un
programa de tutoría para niños que hablan español y cuando yo era
nueva en K-SUN, el centro pasó por esta terrible crisis presupuestaria.
Perdió toda esta financiación, perdieron su edificio, incluido el lugar en
donde llevaban a cabo sus programas. Estábamos informando sobre eso
en la estación, y Janis sabía que yo tenía una conexión personal ahí. Les
permitió usar nuestra sala de descanso durante tres meses, sin cargo,
mientras averiguaban cómo recuperar su financiación, y organizamos
una recaudación de fondos para ellos también.
―Recuerdo eso ―dije en voz baja―. Mi mamá dijo que trabajar ahí fue
uno de sus momentos favoritos, ya que el personal se triplicó de la noche
a la mañana.
Ella se rio.
―Creo que todos extrañamos realmente que el personal y los niños de
The Rivera Center estén ahí todos los días. Fue entonces cuando me enteré
de que Janis Hill era auténtica. Sin tonterías ni palabras falsas ni
actuaciones. Lo que ella decía, lo hacía.
Le sonreí a Elena, con mi corazón apretándose con esa sensación de
hogar.
―Radio para el pueblo.
―Radio para todas las personas ―repitió, pero frunció el ceño―. Oye,
¿Esa de ahí no es Mags?
Giré sobre un pie, con los brazos llenos de bolsas, y a través de un
estallido de plumas rosadas pude ver el característico cabello negro de mi
mamá. Estaba saliendo de High Frequency.
―Diablos, sí, es ella. ―Sonreí, luego levanté mi voz para gritar―.
¡Mamá! ¡Hola, mamá!
Estaba distraída por algo, sin dar indicios de haber escuchado una
palabra de lo que dijimos.
―Para una mujer que pasa la mayor parte de su vida gritando, uno
pensaría que sería mejor para escucharlo ella misma ―dije. Caminamos
hacia ella, a través de grupos de personas que se interponían en el camino.
Cuando finalmente se separaron, grité―: ¡Magnolia Stone!
Ella se volteó entonces, y nos vio, y nunca había visto un desastre tan
complicado de sentimientos cruzar su rostro generalmente alegre.
―¿Se encuentra bien? ―Elena dijo en voz baja.
―Yo no…
Pero me di cuenta de que mi mamá no estaba sola. Estaba de pie junto
a una mujer de su misma edad. De pie y sosteniendo su mano.
―Bueno… mierda ―dije―. Theo tenía razón, mi mamá está saliendo
con alguien.
Las cuatro nos quedamos una frente a la otra, congeladas en el lugar.
La gente salió del bar y pasó junto a nosotras, empujando nuestros
paquetes llenos de boas de plumas, pero mi mamá seguía sin palabras.
No había soltado la mano de la otra mujer, tenía más o menos la edad y
la altura de mi mamá. Bonita, con piel bronceada clara y cabello rubio
oscuro en una trenza larga y gruesa.
Me estaba sonriendo nerviosamente, pero sus ojos oscuros se abrieron
cuando vio a Elena.
―Pensé que eras tú ―exclamó―. Elena, ¿verdad? ¿De la estación de
radio? ¿Cómo estás?
Elena se subió los lentes de sol y ladeó la cabeza.
―Oh, Martha. ―Ella se adelantó para darle un largo abrazo―. Tanto
tiempo, que bueno verte de nuevo.
Cuando le lancé a mi mamá una mirada divertida y curiosa, parecía tan
nerviosa como lo estaba Martha.
Mi mamá había sido orgullosamente soltera durante toda mi vida;
según ella, a Magnolia Stone le importaba una mierda cualquier hombre,
pero verla intercambiar una tímida sonrisa con Martha, mientras sostenía
su mano como si su vida dependiera de ello, explicaba las últimas
semanas de su extraño comportamiento: su agenda repentinamente
ocupada, su euforia magnificada, preguntar a sus oyentes sobre el Día de
San Valentín, sobre todas las cosas, pero ella no me lo dijo, y nos lo
contábamos todo.
Aunque tampoco era como si yo estuviera planeando contarle sobre
Theo todavía.
Elena tocó mi codo.
―Le estaba contando a Daria cuando la gente del Centro Rivera trabajó
en nuestras oficinas durante esos tres meses. Daria, conocí a Martha
Rosales a través del programa de mentores, ella es una de las consejeras
ahí.
―Oh, genial ―dije brillantemente, estrechándole la mano―. Mi mamá
aún habla con cariño de esa época. ¿Fue así como se conocieron?
Mi mamá no pudo contener la sonrisa en su rostro.
―Técnicamente, sí. Aunque nos encontramos haciendo karaoke aquí
hace unos meses.
Martha bajó la voz.
―Tu mamá me pidió que hiciera un dueto con ella en ' Ain't No
Mountain High Enough'.
Me quedé boquiabierta.
―Mamá. ¿Cantaron Motown juntas?
Ella se frotó la parte de atrás de su cabello.
―Martha tiene una voz deslumbrante, sonamos bien en el escenario.
Intercambiaron una mirada que decía mucho, una mirada que envió un
escalofrío por mi espalda y me hizo cerrar la garganta.
―Bueno... ya me estaba yendo ―dijo Martha con cuidado―. Elena, fue
maravilloso verte de nuevo, y Daria, un placer conocerte por fin. Escucho
tu programa, por cierto. Me encanta.
Mordí mi labio a través de una sonrisa, de repente sintiéndome tan
tímida como parecía mi mamá.
―Eso significa mucho para mí, pero también escuchas Mags por la
mañana, ¿verdad?
Ella presionó una palma contra su pecho.
―Todos los días.
―Oh, hago lo mejor que puedo ―dijo mi mamá―. No es gran cosa.
―Lo dice la mujer que rutinariamente se describe a sí misma como la
mejor DJ de radio de todos los tiempos ―bromeé.
―Como catorce veces al día ―agregó Elena.
Martha rio dulcemente, besó a mi mamá en la mejilla y le dijo:
―Eso creo. ¿Me llamas después?
―No me lo perdería ―dijo mi mamá, y mientras miraba a Martha,
luciendo terriblemente enamorada, Elena y yo intercambiamos
expresiones gemelas de ¿qué diablos acaba de pasar?
Cuando se dio la vuelta, me puse las bolsas en la cadera y dije:
―¿Eh, mamá?
―Me puedo ir ―dijo Elena lentamente.
Mamá agitó su mano al aire.
―Por favor, Elena. Eres de la familia para mí, quédate. ¿Quieren
sentarse ahí en esa mesa de picnic? Lo siento, estoy tan… ―Se sonrojó,
una reacción física que nunca antes había visto en ella―. Estoy un poco
sorprendida y avergonzada.
La seguimos hasta el banco de picnic en un trozo de césped arreglado
frente al océano, espantó a un par de gaviotas que graznaban sobre un
perrito caliente a medio comer y se sentó. Dejé mis bolsas sobre la mesa y
fui a sentarme en el mismo banco, justo al lado de ella.
―Mamá ―le dije, tomándola de la mano―, ¿de qué tienes que
avergonzarte? Martha parece maravillosa.
Jugó con sus brazaletes de cuero y me dio otra sonrisa tímida.
―No quería que te enteraras así, como si estuviera guardando un
secreto grande y vergonzoso cuando en realidad solo estaba esperando el
momento adecuado para decírtelo, pero Elena tiene razón, nos conocimos
cuando ella estaba trabajando en la estación durante esos tres meses.
Rápidamente nos hicimos amigas, especialmente porque la veía en el
karaoke de vez en cuando. Martha tenía pareja y era serio, así que, aunque
yo sentía…
Ella respiró hondo.
―Maldita sea, me sentí tan agitada a su alrededor, pensé que era como,
no sé. ¿Ardor de estómago, tal vez? Era la primera vez que me atraía
alguien además del papá de Daria, hacía casi treinta años. E incluso eso
fue, ya saben, un poco dudoso para mí, ya que terminó siendo un maldito
imbécil.
Envolví ambas manos alrededor de su antebrazo.
―Eso es bastante comprensible, mamá. Lo amabas y él te dejó para criar
a una niña por tu cuenta.
Ella resopló.
―Fue su maldita pérdida, le dije que sabía que ibas a ser una chica y
una verdadera pateadora de traseros. Le dije que debería quedarse y ser
tu papá porque iba a ser muy divertido. ―Miró a Elena y levantó su
pulgar hacia mí―. Ella es muy divertida, y por lo que puedo decir, obtuvo
el 100% de mis genes.
―Nunca lo dudaría ―dijo Elena.
Los ojos de mi mamá volvieron a posarse en sus manos. Tiró del cuero,
vacilando de nuevo.
―No quería que te decepcionaras de mí, Dar. Por salir de nuevo. Por...
por enamorarme.
La emoción se hinchó en mi pecho.
―¿Estás enamorada? ―Parpadeé―. Espera, ¿Que me decepcionara? ¿Por
qué? Mamá, yo…
―Porque esto de las citas no es realmente lo tuyo ―explicó―. Solíamos
estar juntas todo el tiempo por estar solteras, y eso me encantaba. Estoy
muy orgullosa de ti por lo que aprendiste después de Jackson, y por tu
programa y cómo le hablas a la gente sobre amarse a sí mismos primero.
Ese es un trabajo importante, es quién eres. No quería que pensaras que
era una hipócrita.
Me eché hacia atrás, y una sensación fría e incómoda se extendió por
mi piel. Odiaba que mi propia mamá pensara que no apoyaría que se
enamorara porque yo había pasado tantos años descartándolo.
Pero era cierto, muy incómodamente cierto, que desde que Jackson se
fue, estuve rodeada de personas que también volvían a aprender a amarse
a sí mismas. Como todos los que conocí a través de mi blog y luego
Eligiéndote a ti mismo. O estaba rodeada de mujeres como Elena, Janis y mi
mamá: que habían trabajado duro para cultivar su independencia por
encima de todo.
Fue solo cuando vi a Theo por primera vez, y luego, más tarde, cuando
lo escuchaba mientras tomaba llamadas, que se hizo más difícil descartar
estas historias porque significaba que estaba descartando a la gente y
nunca, nunca me propuse hacer eso.
¿Era realmente tan inflexible?
Envolví mis brazos alrededor de su cuello y presioné mi rostro contra
su hombro como solía hacer cuando era niña. Después de un segundo,
ella me devolvió el abrazo y me acarició el cabello.
―No es posible que Magnolia Stone sea hipócrita ―le dije con
firmeza―. No me importa lo que hagas. Quiero saber más sobre lo que
sientes por Martha y cuándo vamos a pasar más tiempo con ella, siempre
y cuando te parezca bien.
La sonrisa que brilló en el rostro de mi mamá era su verdadera sonrisa.
Esa sonrisa de mierda, la vida es demasiado corta, me importa una mierda, que
me había llevado a través de algunos de los peores momentos de mi vida.
―Diablos, ya comencé una agenda de cosas divertidas que todas
podríamos hacer juntas.
Elena apoyó la barbilla en la mano.
―Martha ya es básicamente un miembro honorario de K-SUN.
Deberías llevarla a la fiesta de cumpleaños de Janis en la pista de patinaje.
El rubor en el rostro de mi mamá se profundizó.
―Le pregunté, y ella ya dijo que sí.
Empujé la rodilla de mi mamá con la mía.
―Entonces, los aleteos. No fue acidez estomacal, ¿eh?
―Claro que no ―me respondió―. Todo lo que sabía era que pensaba
en ella sin parar, y quería estar con ella todo el tiempo, y me encantan
todas las cosas interesantes y divertidas que dice. Ella es... es muy
hermosa.
Las palabras silenciosas e intensas de Theo de la otra noche ondularon
a través de mis pensamientos y enviaron un calor burbujeante a través de
mis extremidades: ¿cómo podría tener suficiente de lo que tenemos aquí?
―Sabes, Dar, lo gracioso es que básicamente he salido conmigo misma
durante treinta años ―me dijo―. Me encantó y no cambiaría ese tiempo
por nada. Me conozco, me respeto y confío en mis instintos. Por eso,
cuando comencé a tener sentimientos por Martha, supe que debía prestar
atención porque nunca había experimentado algo así. Si no hubiera
pasado todo ese tiempo escuchando aquí ―hizo una pausa y se tocó la
sien―, me lo habría perdido.
Me acerqué y le apreté la mano.
―Oh, mamá. Estoy tan feliz por ti.
Le lanzó una mirada curiosa a Elena.
―No estoy muy segura de lo que esto significa para mi sexualidad.
Elena apretó la otra mano de mi mamá.
―Pasamos toda nuestra vida aprendiendo cosas nuevas sobre nuestra
identidad y sexualidad. Lo que significa que puedes tomarlo a tu propio
ritmo, Mags. ¿Sabes lo que quiero decir?
Mi mamá se aclaró la garganta.
―Sí, creo que sí.
Lancé mis brazos alrededor de ella de nuevo.
―¿Podemos finalmente cenar? Me has abandonado tres veces en las
últimas tres semanas, y ahora quiero saber todas las citas que tú y Martha
tuvieron.
Ella gritó y aplaudió.
―Bien, entonces. Es una noche de perritos calientes de dos dólares en
Shady Sandy's, así que...
Empujé una de las bolsas en sus manos.
―Si llevas todas estas pelucas, yo invito los perritos calientes.
Elena colocó muy suavemente la peluca rosa fuerte en mi cabeza,
enviando otra lluvia de brillo por todo mi cuerpo.
―Nuevo plan, tú te pones esto toda la noche y yo las invito a ambas a
cenar.
Mi mamá chasqueó la lengua.
―No se puede conseguir un trato mejor que ese. ―Nos pusimos de pie,
juntando nuestras cosas, y golpeó mi cadera con la suya―. Escuché tu
transmisión y la de Theo esta mañana después de terminar mi
presentación. Están empezando a sonar bien juntos, ya te dije que él es
solo un gran blandengue.
En ese momento, solo podía recordar el inesperado afecto que me
mostró esa noche en su oficina: sus labios en mi sien, sus dedos en mi
cabello, la forma en que me llevó al sofá con facilidad. Besó el interior de
mi muñeca como si el acto fuera sagrado para él, y luego me miró a los ojos
como si estuviera literalmente deslumbrado.
Los ramos de flores y las tarjetas Hallmark no me convencían y
probablemente nunca lo harían, pero Theo, al quitarme el cabello de la
frente con ternura con esa sonrisa tímida y torcida, hizo que todo mi
cuerpo se sintiera como oro líquido.
Si no hubiera pasado todo ese tiempo escuchando aquí, me lo habría perdido.
―Sí, realmente lo es ―dije, tropezando un poco―. Creo que se podría
decir que estamos encontrando nuestro ritmo.
Mamá echó su brazo alrededor de mis hombros.
―Lo que sea que estén haciendo, está funcionando.
Y mientras las tres caminábamos por el bullicioso malecón hacia el
aroma de los perros calientes chisporroteando en una parrilla, todo en lo
que podía pensar era en el último capítulo que escribí en mi manuscrito,
el capítulo que imaginé uniría los temas de mis ensayos en un pequeño
lazo ordenado. Declarar que planeaba estar soltera permanentemente no
me hizo sentir nerviosa o preocupada en ese momento. Al contrario, de
hecho, me hizo sentir segura.
Aún creía que era absurdo pensar que tenía un alma gemela por ahí,
deambulando y esperando que yo la encontrara. Durante los últimos
quince meses de ser anfitriona de Eligiéndote a ti mismo, solo conocí a
personas que creían lo mismo.
Pero no podía quitarme de la cabeza la valiente historia de amor de
Rachel, Ted y Skyler. No podía dejar de pensar en Sami, que se había
quemado antes, pero seguía sintiendo curiosidad por el amor, y ahora mi
mamá, que encarnaba tanto la independencia con un orgullo feroz, y
miraba a Martha como si colgara de la luna.
Estaba tan acostumbrada a pensar en el amor romántico como una
contradicción directa a mis valores, pero tal vez 'contradicción' era una
descripción demasiado rígida para algo tan maravillosamente vasto y
misterioso.
Daria tenía razón sobre el mirador panorámico en esta caminata: lo
supe tan pronto como llegué a la cima de la colina final y pude disfrutar
de la magnífica vista frente a mí.
Después de diez kilómetros en línea recta, siguiendo un sendero
trillado que se elevaba sobre la ciudad, finalmente llegué a la cima, bajo
un sol feroz, y quedé hipnotizado al instante.
Todo el horizonte se abrió frente a mí: la costa rocosa se extendía hacia
la derecha y había un grupo de focas tomando el sol en un pequeño
afloramiento. El cielo era del mismo color aguamarina que el océano. Se
fundieron el uno con el otro hasta que fue imposible saber dónde
terminaba el agua y empezaba el cielo.
Me hizo sentir como una mota de polvo frente a una naturaleza
grandiosa e imponente y tenía la ligera sospecha de que ese fue el objetivo
de Daria: llevarme a un lugar que pudiera maravillarme con su belleza.
Le envié una foto desde arriba con un mensaje que decía: Tenías razón
sobre la vista.
Pero cuando finalmente regresé a mi auto, otras dos horas más tarde, la
poesía de la belleza natural se había desvanecido, solo para ser
reemplazada por hambre, cansancio y sudor. Estuve solo con mis
pensamientos durante cuatro horas y media y todo dentro de mi cabeza
se sentía tierno y expuesto. A una cuadra de mi casa, me pasé una mano
por el rostro y giré mi auto calle abajo, fantaseando con comida, cerveza
y una ducha.
Y Daria, y luego Daria en la ducha.
Entonces, cuando estaba ingresando en mi camino de entrada, soñando
con agua tibia cayendo en cascada por el cuerpo desnudo de Daria, creía
completamente que ver su Jeep azul estacionado frente a mi casa era un
espejismo total.
Excepto que ahí estaba ella, luciendo como una visión literal para los
ojos adoloridos con una camiseta sin mangas suelta, pantalones de yoga
y sandalias, intentando escabullirse por mi patio delantero como una
linda bandida.
Salí de mi auto con un silbido y una sonrisa, girando las llaves de mi
auto alrededor de mi dedo.
Ella hizo una mueca, empujando sus lentes de sol en su cabello oscuro.
―Estaba tratando de ser misteriosa.
―Estamos a plena luz del día, el sol aún no se ha puesto.
―No todas mis ideas están increíblemente bien pensadas.
Detrás de ella, acurrucada frente a la puerta de mi casa, había una bolsa
de plástico blanca.
―Daria. ¿Me trajiste un regalo?
―No.
Arqueé una ceja.
―De acuerdo… sí. Lo hice, pero no es gran cosa.
Me acerqué unos pasos y sus ojos se posaron en mis labios.
―¿Qué me trajiste?
―Esa caminata es increíble pero asesina, especialmente la primera vez.
Pensé que apreciarías un burrito de pollo de La Isla Bonita. También un
poco de Gatorade y hay un paquete de Tylenol ―sus labios se curvaron
hacia arriba―. Y una cerveza fría.
Un mechón de cabello voló sobre su rostro. Lo atrapé, colocándolo
detrás de su oreja.
―Este es el regalo perfecto, algunos incluso lo llamarían romántico.
Su garganta tragó.
―Realmente no creo que darle Tylenol a alguien sea tan romántico,
pero tú eres el experto.
Me agaché, y presioné mi nariz contra la suya. Ella se puso de puntillas
y me besó, dulce al principio, hasta que agarró mi camiseta a puñados y
deslizó su lengua en mi boca. Dejé escapar un gemido bajo de pura
felicidad, deslizando mis palmas arriba y abajo de su espalda mientras el
beso se hacía más profundo. Y más profundo.
En algún lugar de mi cabeza, sabía que esta exhibición pública era un
verdadero riesgo: Theo Chadwick y Daria Stone no podían estar
besándose abiertamente en una tranquila calle lateral en Sunrise Beach,
pero como con todo cuando se trataba de Daria, mis propios límites
seguían erosionándose por segundos.
Cuando finalmente nos separamos, susurré:
―¿Estás teniendo ideas románticas al ser la coanfitriona de nuestro
programa?
Se rio, bailando cuando traté de tirar de ella hacia atrás.
―Sigue así, Chadwick, y ese será el último regalo que recibas de mí.
Estudié su lenguaje corporal suelto y cómodo y el ligero rubor en sus
mejillas. No estábamos en el estudio, o en una cabina de sonido, o incluso
corriendo por un campo de paintball. Estábamos en mi casa, y de repente
estaba desesperado por que se quedara.
Ladeé la cabeza hacia la puerta principal.
―¿Puedo convencerte de que te sientes atrás conmigo por unos
minutos? Debo advertirte que estaré inhalando el burrito mientras eso
sucede.
Ella extendió las manos.
―¿Ni siquiera me vas a ofrecer la mitad?
Levanté la bolsa mientras abría la puerta principal.
―Esto fue un regalo, Daria.
Estaba agradecido de haberme dado la vuelta en el último segundo. No
tenía control sobre cómo me hacía sentir el sonido de su risa encantada y
sabía que estaba escrito en todo mi rostro. Una vez medí cada interacción
con Daria como las escaramuzas que eran, llenas de victorias estratégicas
y retiradas ocasionales.
Ahora, un momento como este era una victoria: su coqueteo fácil y sus
sonrisas caprichosas mejor que cualquier otro triunfo.
Daria me siguió al interior mientras yo encendía las luces de mi
pequeña casa, dejé la comida en el mostrador de la cocina y le planté un
rápido beso en la mejilla.
―El patio está atrás, siéntete como en casa ―le dije―. Vuelvo
enseguida.
Sus ojos se abrieron mientras miraba alrededor de mi casa, con los
dedos arrastrándose por la pared. La escuché decir:
―Santos jodidos estantes, Theo.
Sonreí para mis adentros.
―Estuve en la escuela durante mucho tiempo ―dije por encima del
hombro. Una vez en mi habitación, me deshice de mi ropa sudada para
caminar y me puse una limpia, luego regresé a la cocina para encontrarla
en mi sala de estar, mirando mis libros y luciendo adorablemente
asombrada.
Cada músculo de mi cuerpo dolía por ir hacia ella, llevarla a la ducha y
continuar donde lo habíamos dejado en mi oficina, pero ella admitió
abiertamente que el sexo era más fácil que cualquier tenue conexión que
hubiera entre nosotros hoy.
Tenía muchas, muchas ganas de explorar esa conexión.
Me ocupé en la cocina mientras ella continuaba sacando algunos de mis
viejos libros de texto, hojeándolos con una sonrisa tonta, exclamando
cuando algunas hojas y notas adhesivas caían al suelo.
―A veces olvido que eras psicólogo social antes de ser locutor de radio.
Abrí la cerveza y la dividí en dos vasos.
―Soy mejor locutor de radio que psicólogo, créeme.
―¿Esta colección de vinilos es toda tuya? ―me preguntó.
―La influencia de Janis ―respondí.
Su voz sonó apagada.
―También tienes muchos libros que no son de psicología.
Me quedé quieto, pero luego agaché la cabeza por la puerta.
―Yo fui un ávido lector de niño. Los libros y K-SUN me ayudaron a no
sentirme tan solo. ―Ante su mirada inquisitiva, le dije―: Estuve solo
cuando mis papás se divorciaron, nunca pensaron en organizar citas para
jugar o cosas así cuando yo era más joven, y no tenía hermanos ni primos
cercanos. Las cosas cambiaron en la preparatoria y la universidad, pero
hasta entonces… ―Levanté un hombro.
Pasó el dedo por el lomo de una novela gastada y me miró fijamente.
Lo que sea que ella iba a decir fue interrumpido por mi entrega de un
plato y un vaso, y se iluminó, empujándose para ponerse de pie.
―Me diste la mitad de tu burrito.
Acaricié con mi nudillo la parte delantera de su garganta y levantó la
barbilla.
―Por supuesto, podía ver que querías.
―¿Soy tan obvia cuando quiero algo?
Nuestros labios se rozaron.
―No siempre, habría sido más obvio si hubieras escogido una
discusión sin sentido por la comida primero.
Una sonrisa traviesa se extendió por su rostro y levantó su dedo medio
entre nosotros, viéndose tan linda como el infierno.
―Me gustabas más antes de que hicieras todas estas bromas, Theo.
Agarré su dedo y la besé con fuerza en la boca.
―Te gusto más ahora.
Salió al patio con las caderas balanceándose y una sonrisa altiva. La
seguí con entusiasmo entrando en el espacio soleado con una alegría
relajada llenando mis miembros. Nos estiramos juntos en un banco largo
que construí debajo de un rocío de ramas con flores rosadas y dos
palmeras. Separé mis piernas para que mis pies quedaran como corchetes
en sus caderas, mientras que sus piernas encajaban fácilmente entre las
mías. Apoyamos nuestros platos de comida y vasos de cerveza en la
pequeña mesa de cristal junto a nosotros.
Daria y yo nos enfrentamos de la forma en que lo hemos hecho tantas
veces durante los últimos tres, casi cuatro meses, primero en varios
enfrentamientos y desacuerdos, y ahora a través de la intimidad de ser
coanfitriones. Aunque era diferente. Nosotros éramos diferentes.
Dejé caer mi mano en su tobillo y apreté, acariciando mi pulgar a lo
largo de su piel, y sentí un correspondiente zumbido de placer eléctrico
esparcirse a través de mí, ella echó la cabeza hacia atrás para arrastrar los
dedos por los pétalos rosas y me alegró ver el juego de luces y sombras en
su rostro a través de las hojas de palma. Mientras tanto, los sonidos de los
pájaros, los asadores de mis vecinos y la gente tocando música a todo
volumen en sus autos entraban y salían.
―¿Sabías que los regalos se consideran uno de los cinco lenguajes del
amor? ―le pregunté.
Me miró por encima de su cerveza, pero con menos cautela, con una
curiosidad más sincera.
―¿Cómo es eso?
―Es un concepto interesante ―dije―, y se relaciona con la visión del
mundo de ambos, lo creas o no. Se trata de cómo las personas se conectan
de manera diferente entre sí, y no solo a través del amor romántico. Uno
de los lenguajes más populares es recibir un regalo, siempre que sea
sincero. Les digo a los oyentes que dar regalos sinceros tiene el mismo
peso.
Ella inclinó la cabeza.
―La primera noche me llevaste té. ¿Fue eso una... cosa del lenguaje del
amor?
Dudé un momento. Ese impulso no vino de ninguna parte analítica de
mi cerebro. Solo registré la necesidad, como que Daria necesitaba algo y yo
quería ser quien satisficiera esa necesidad, por pequeña que fuera.
―Sí, pero no lo pensé de esa manera en ese momento. Quería llamar tu
atención, quería hacer algo que apreciaras. Porque dejé pasar tres días
después de besarte en ese maldito armario y me sentí, literalmente, sin
palabras.
Sus labios se separaron.
―Oh ―dijo, sin aliento―. Incluso si ese no es un lenguaje de amor,
llevarle el té a alguien después de haber tenido relaciones sexuales con
equipo de paintball debería agregarse a la lista.
Apreté su tobillo.
―Estoy de acuerdo.
―¿Qué más hay ahí? ―preguntó, sacando un trozo de pollo marinado
de su burrito y metiéndoselo en la boca.
Indiqué el patio.
―Tiempo de calidad, pero no pasar el rato solo para decir que lo hiciste,
se trata de darle a alguien toda tu atención, escuchar, ser sincero. Ser
abierto, ese tipo de cosas.
Ella asintió, masticando lentamente.
―Me gusta eso.
Tomé nota mental de que le gustaba, pero no me sorprendió: Daria
había sido traicionada el día de su boda, dejada por una persona en la que
se suponía que podía confiar. Su vida se trataba de estar ahora. Estar para
sí misma y para los demás con toda su atención.
―Y luego están las palabras de afirmación ―dije. Llevé su mano a mi
boca y besé su palma―. Eso es algo así como… estoy agradecido de que
me hayas recomendado ir a esta caminata hoy, para estar a solas con mis
pensamientos y lograr algo que fue un desafío físico. Fue un buen consejo.
El consejo correcto. Cuando lo sugeriste por primera vez, me cerré y dije
que no como un imbécil y lamento haberlo hecho cuando estabas tratando
de conectarte conmigo.
Una tranquila comprensión apareció en su rostro.
―Y qué si te dijera algo como… la noche que me dijiste que sentías algo
por mí, independientemente de todos los riesgos, significó más de lo que
puedo decir. Porque fuiste honesto. Honesto y valiente, y no puedo dejar
de pensar en ello. ¿Te sentirías afirmado?
Terminó con una dulce sonrisa, pero aun así sostuve su mirada y dije―:
Sí, de verdad.
Daria se mordió la punta del pulgar, sin dejar de sonreír.
―Me gusta esto.
Era tan hermosa, bañada por la luz del sol, enmarcada en flores. Tan
vulnerable como nunca la había visto.
―A mí me gustas tú ―dije en voz baja.
Dejó su plato y se movió, arrastrándose a lo largo del banco hasta que
pudo tocar mi rostro y besarme. Mantuve mis manos a mis costados, feliz
de dejar que deslizara sus palmas arriba y abajo de mi pecho, sus labios
cálidos y tentadores. Mi fuerza de voluntad se disparó en apenas tres
segundos. Enrollé mis brazos alrededor de su cintura y la atraje hacia mí,
dejando que mi boca vagara lenta y dulcemente por su cuello.
―Tú también me gustas ―susurró de vuelta.
Mi cuerpo brillaba con sensaciones como el sol de verano arriba. Al
mismo tiempo, me sorprendió descubrir que la euforia que llenaba mi
pecho ante las palabras susurradas por Daria era un sentimiento
completamente nuevo para mí. Me sentaba detrás de un micrófono todas
las semanas y me declaraba un experto, pero aquí estaba yo, dándome
cuenta de que había estado mintiendo sobre todo lo que sucedió antes de
este momento.
El gentil “tú también me gustas” de Daria fue suficiente para que
comprendiera que yo, el doctor Theodore Chadwick, no sabía nada sobre
enamorarme.
Daria tarareó por lo bajo cuando mis labios alcanzaron su clavícula.
―¿Es uno de los regalos?
―Lo es ―mordí su cuello, y ella jadeó, tambaleándose―. El contacto
físico es uno de los lenguajes de amor más poderosos, en mi humilde
opinión.
―Sí, tenías que decir eso.
Me eché hacia atrás, pellizcándole la barbilla.
―Si mi memoria no me falla, tú me besaste primero, Daria.
―Si mi memoria no me falla a mí, tú me follaste en el escritorio de tu
oficina.
Me reí, arrastrándola contra mí y besando su cabello.
―Tienes razón, soy un sinvergüenza, pero solo cuando se trata de ti.
Se dio la vuelta y se acomodó cómodamente en mi regazo.
―¿Cuál es el número cinco, entonces?
―Acciones de servicio ―aparté los rizos de su frente. Ella giró la cabeza
y besó mi palma―. Acciones sobre promesas vacías.
Ella se mordió el labio inferior.
―Que mi prometido no se presentara el día de nuestra boda es uno de
los ejemplos más dramáticos de promesas vacías, pero él siempre fue así,
y no es para darle demasiado crédito, pero en muchos sentidos fue víctima
de la presión social para comportarse de cierta manera en la relación como
yo. Éramos jóvenes, le encantaban estos llamativos gestos románticos y le
gustaba que sus amigos y familiares dijeran que era un tipo tan romántico,
un alma vieja, pero eran gestos sin verdadera sinceridad, más actuación
que otra cosa. Es por eso que me molestó tanto. Solo quería que me viera
y me amara por lo que era, y no por lo que él quería que fuera.
Dudé sobre mi respuesta. Éramos dos piezas de ajedrez en lados
opuestos de un tablero, acercándonos cada vez más al centro con cada
revelación personal.
―Sentarme contigo estas últimas semanas y escuchar a las personas
que han sido traicionadas, heridas, avergonzadas. ―Tragué saliva―.
Engañadas y presionadas. Nunca quise parecer ingenuo en mi programa,
solo esperanzador. Con algunas de las personas con las que hemos
hablado recientemente, puedo ver por qué ha sido tan importante para ti
señalar cómo priorizamos el amor romántico sobre todos los demás tipos.
No es solo una crítica, está justificada. Un felices para siempre al estilo de
Hollywood atraerá más atención que cualquier otra cosa y eso
automáticamente deja atrás muchas vidas e historias que deberían
celebrarse igualmente.
Sus ojos buscaron los míos. Sus dedos vagaron por mi frente, colocando
un mechón de cabello en su lugar.
―Theo. Tenías razón, el otro día. Descubrí que mi mamá está saliendo
con alguien. Está saliendo de nuevo después de todos estos años de estar
en contra como yo lo estuve.
Mis cejas se dispararon.
―¿Hablas en serio? Pero pensé que a Magnolia Stone no le importaba
una mierda ningún hombre.
―No es un hombre ―dijo con una sonrisa―. ¿Recuerdas a Martha
Rosales, del Centro Rivera?
―La recuerdo. Ahora que lo pienso, parecía que se hicieron amigas
durante ese tiempo. ¿Es con quién está saliendo?
―Sí, y es serio. Han estado cantando duetos de karaoke juntas.
Me senté un poco más derecho y pasé un brazo por sus muslos para
mantenerla cerca de mi regazo.
―Entonces obviamente se van a casar. Tu mamá no canta a dueto con
cualquiera.
Ella sonrió.
―Eso es lo que dije. Sabes, me sorprendió cuando las vi juntas solo
porque ella había era inflexible sobre su estado de soltera que yo, y no me
lo había contado aún y nosotras no… ―Hizo una pausa―. No nos
guardamos secretos la una a la otra. Por lo general.
Escuché las palabras tácitas dando vueltas en “por lo general”. Lo que sea
que floreciera entre nosotros dos, sucedía en secreto. Ambos teníamos
suficiente autoconciencia para entender cómo eso no podía continuar por
mucho más tiempo.
Lo que venía después de eso, sin embargo, era completamente
impredecible. Así que no tocaba el por lo general, eligiendo en su lugar
disfrutar de la simple comodidad de Daria Stone acurrucada en mi regazo
y sus dedos jugando ociosamente con mi cabello.
Ella se mordió el labio, frunciendo el ceño.
―Mi mamá pensó que me decepcionaría porque estaba siendo
“hipócrita”. Sus palabras. Ella pensó que la vería feliz y claramente
enamorándose y me enojaría. Lo que dijiste me recordó cómo me sentí en
ese momento, casi como lo opuesto a ti. Nunca quise parecer anti amor en
mi programa. Simplemente critico lo mal que nos puede hacer sentir
cuando no nos amamos a nosotros mismos. ―Ella olfateó, con su brazo
deslizándose alrededor de mi cuello―. Un montón de gente parece
pensar que tú y yo sabemos de lo que estamos hablando tres noches a la
semana. Aun así me preocupa.
Me reí, aliviado.
―He estado pensando mucho en eso también.
―¿Algún consejo, doctor Chadwick?
―Ninguno en absoluto.
Ella robó mi vaso de cerveza y tomó un sorbo.
―Bueno, no eres de ayuda.
―Ahora sonamos como los trolls que comentan en nuestras
publicaciones de Twitter.
Daria dejó el vaso y se giró hasta quedar completamente frente a mí.
―Digamos que una chica quiere saber cuál de los lenguajes del amor,
o como se llamen, te gusta… ¿Qué tendría que hacer para saber eso?
Reprimí una sonrisa.
―Ella podría preguntarme, muchos oyentes me considerarían un libro
abierto.
Ella apretó sus labios, un poco de nerviosismo brilló en sus ojos, y eso
hizo que mi corazón rebotara contra mi caja torácica. Daria se comportaba
con una confianza audaz que me cautivó desde el principio. Sin embargo,
no podía negar que ver este otro lado suyo, este lado de tropezar con algo
nuevo era igual de cautivador. Experto en romance o no, sentí que yo
también estaba dando tumbos.
―Está bien ―dijo finalmente―. ¿Cuáles son los tuyos?
Alcancé su cabello, frotando un rizo oscuro entre mis dedos. Tiré de él
hasta que parte de la tensión alrededor de su boca desapareció,
curvándose en su lugar en una sonrisa.
―Todos funcionan para mí de diferentes maneras, pero si tuviera que
elegir los más significativos... actos de servicio, igual que tú. Tiempo de
calidad. Pasar tiempo juntos, estar ahí para otra la persona, realmente
escucharla y ser responsable, eso, para mí, es amor, y no solo romántico
sino de todo tipo, en todos los sentidos. Para mí, mucho de lo que hablas
en tu programa es cómo pasar tiempo de calidad con nosotros mismos,
para dar a nuestros propios mundos internos la atención total que
merecemos. Aprecio eso sobre el consejo que das.
―Es importante que lo sepa ―dijo―. Por las razones normales como
coanfitriones. No por nada más.
―Claro ―bromeé―. También me gusta conocer los tuyos por las
mismas típicas razones de ser coanfitriones.
Compartimos una sonrisa que rápidamente se volvió tonta, pero mi
corazón aún latía como un boomerang.
―Entonces, hablando de tiempo de calidad contigo mismo… ¿cómo
estuvo la caminata de hoy? Y felicidades por llegar a la cima. No es fácil.
―Fue brutal ―le dije.
Ella tarareó en acuerdo.
―Y hermoso. Puedo ver por qué te ayudó.
―Empecé a hacer esa caminata cuando me mudé a casa hace unos
meses, pero hice algo similar los primeros años después de Jackson,
cuando necesitaba obligarme a sentarme con mis pensamientos y
redescubrir mis necesidades y deseos más íntimos. Solía llorar cuando
llegaba a la cima. Por, no sé, ¿puro alivio? Sentarme con todos estos
pensamientos y recuerdos confusos fue realmente terrible y luego, más
tarde, esclarecedor ―ella inclinó la cabeza―. ¿Y tú?
Presioné mi cabeza contra la pared.
―Era un niño cuando mis papás se divorciaron, solo tenía cinco años,
y pasaba la mayor parte de mi tiempo en la nueva casa de mi papá. Su
oficina estaba detrás de esas pesadas puertas de caoba que siempre
estaban cerradas, y yo jugaba frente a esas puertas o leía. En las raras
ocasiones en que él salía, me miraba como si hubiera olvidado que yo
existía y luego le ladraba a una niñera o a la nana para que fuera a
recogerme.
Me pellizqué el puente de la nariz cuando una ola de vergüenza antigua
y familiar se apoderó de mí.
―Solía rogar por estas migas de su atención. Lo que sea que me arrojara
nunca fue suficiente, pero eso fue porque yo era un niño que mis papás
no querían. Eran, son, muy ricos y me cuidaron en un sentido material.
Me encontré resistiéndome...
Hice una pausa, recogiendo mis pensamientos dispersos.
―Sí, resistiéndome a hacer parte del trabajo interno del que hablas, como
estar solo con mis propios pensamientos en una ruta de senderismo, y eso
es porque fui un niño muy solitario, y mentalmente encajo mis talones y
trato de no volver nunca más ahí. ¿Algo de eso tiene sentido?
Daria estaba completamente callada, pero asintió, con sus ojos azules
muy abiertos, y su mano envuelta firmemente alrededor de la mía.
―Me atrajo la psicología social porque quería entender por qué el
matrimonio de mis papás se vino abajo. Por qué no rebosaban de amor
incondicional como los papás y tutores de mis amigos. Eran gente fría.
Antes del divorcio, había tanta furia e ira entre ellos, pero solo por la
noche cuando pensaban que yo estaba durmiendo. Podía... podía oírlo.
Sus peleas, sus gritos roncos, los vidrios rompiéndose y las puertas
cerrándose, fue…
―¿Aterrador? ―ella ofreció.
Apreté su mano.
―Sí. Nunca vi ese lado de ellos durante el día, excepto que solo me hizo
sentir que necesitaba andar de puntillas y no despertar su ira. De alguna
manera era peor que estuviera tan escondido, como una figura en las
sombras que estaba esperando constantemente para saltar y asustarme.
Más tarde, a medida que crecí, solo hizo que me interesara más en el amor.
Estudiarlo, encontrarlo, tenerlo, casarme con alguien que sintiera por mí
lo que yo sentía por ella. Parecía el antídoto de cómo me criaron.
Me acarició el cabello en la sien.
―Lamento mucho que te haya pasado eso. Lamento tanto que todo te
haya resurgido hoy en la caminata.
Respiré hondo y me sorprendió encontrarlo más fácil que antes.
―Sabes, es el desahogo, como habíamos dicho. Se siente bien decirlo
abiertamente. Yo nunca...
Me detuve, con una verdad deslumbrante haciéndose obvia. Entre la
larga caminata y la presencia tranquilizadora de Daria, debe haber estado
esperando el momento adecuado para saltar.
―En todas mis relaciones pasadas, nunca entré en tantos detalles sobre
mi vida mientras crecía. Mis novias sabían que tenía papás con los que no
era muy cercano, pero eso fue... ―Me froté la arruga de la frente―. Eso
fue todo.
―¿Estabas preocupado de que si eras demasiado vulnerable, te
dejarían como tus papás?
Negué con la cabeza.
―Mis papás no me dejaron.
―Supongo que quise decir, como, emocionalmente. Parece que te
abandonaron. Te dejaban solo, lo cual no es muy divertido para un niño.
Esta revelación se apoderó de mí como un abrigo de lana: cálido y
pesado, pero con picazón en los bordes.
―Sí ―dije, frotando ese mismo pliegue en mi frente―. Supongo… que
sí, me dejaron, y no debería haber estado tan preocupado. Todas esas
novias me dejaron al final de todos modos.
―Eso jodidamente apesta.
Solté una carcajada, sorprendido.
―Sí, apestó.
―Ese es básicamente el tema de mi programa. El amor apesta.
Todavía me estaba riendo, apretándola contra mi pecho y envolviendo
mi brazo alrededor de sus piernas.
―Lo sé. Es por eso por lo que tu programa es malo para mi negocio.
―Lo dice un sinvergüenza absoluto.
Tiré del borde de su oreja entre mis dientes y gruñí.
―Los sinvergüenzas pueden creer en el amor.
―No pueden, solo pueden tentar a las damas intelectuales y bien
educadas en las salas de estar para poder cautivarlas durante las
competencias.
―Daria ―dije arrastrando las palabras, besando su cuello de nuevo―,
tú me cautivaste en el sofá de mi oficina. La tentadora seductora de esta
historia eres tú.
Se sentó a horcajadas sobre mí con una mirada de pura picardía,
rozando sus labios sobre los míos, dijo:
―Te traje un regalo y fue una especie de gran cosa, si no lo recuerdas.
Este trato injusto está fuera de lugar.
Mis manos patinaron por sus costados.
―Ah, entonces lo admites después de todo.
Estaba girando los ojos a la mitad cuando sonó su teléfono. Daria
suspiró y revisó la pantalla, arrugando la nariz ante lo que vio ahí.
―Me tengo que ir. Me reuniré con Elena para probar algunas recetas
de comidas gourmet para la fiesta de Janis.
―¿Nachos elegantes?
―Los más elegantes ―dijo. Volvió a tocarme el cabello y me besó con
dulzura, con tanta dulzura que me hizo doler de una forma totalmente
distinta a la anterior―. Lo que hablamos, todo lo que dijiste, es mucho
para compartir y luego estar solo. ¿Quieres venir conmigo? ¿O quieres
que vuelva más tarde y te haga compañía?
Ya estaba negando con la cabeza.
―No, estoy bien. Por extraño que suene, creo que me gustaría seguir
solo el resto de la noche, tal vez pensar en algunas de las cosas de las que
hablamos, aunque quiero volver a verte pronto. Muy pronto.
Inmediatamente, si es posible.
Ella se sonrojó.
―Mmm… sí, sí. Me gustaría eso. Hay esta cosa de la estación de radio
el miércoles por la noche. Solo un montón de gente genial pasando el rato
y jugando pinball o lo que sea. Puedes acompañarme si quieres.
Empujé un poco hacia adelante, atrapándola antes de que cayera hacia
atrás y envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura. Me puse de pie,
llevándola conmigo y nos llevé de regreso a la casa, con una sonrisa
arrogante.
―Así que la charla basura antes de competir frente a todos nuestros
oyentes ya está comenzando, ¿eh?
―No es hablar mal de ti si sé que voy a ganar ―dijo, apretando las
rodillas alrededor de mis caderas―. Estos son hechos, bebé.
La presioné suavemente contra la primera pared a la que llegamos.
Acaricié su cuello arriba y abajo, disfrutando el delicioso peso de su
trasero en mis manos y la gloriosa forma en que encajé entre sus piernas.
―Chica arrogante y su maldita boca inteligente ―le susurré al oído―.
¿Qué voy a hacer contigo?
Ella rascó sus uñas a lo largo de la base de mi cuero cabelludo, haciendo
que mi piel temblara.
―No lo sé, Theo. ¿Tal vez podrías admitir humildemente la derrota el
miércoles por la noche?
―No hay una oportunidad en el infierno ―le dije con una sonrisa―,
pero no te preocupes. Cuando pierdas, te lo compensaré.
―¿Llamarías a eso un acto de servicio?
Me reí, y rocé mis labios a través de su cabello. Ya no estábamos
sentados bajo el sol, pero todo a mi alrededor se sentía dorado.
Cuidadosamente la dejé en la puerta principal, pero no antes de besarla
tan fuerte y durante tanto tiempo que ella estaba sin aliento cuando
finalmente la solté.
Sus ojos se abrieron y me aseguré de sostener su mirada mientras decía:
―Gracias por hoy. Por el regalo. Por tu tiempo. Por escuchar.
―Gracias a ti por confiar en mí ―respondió ella.
Me apoyé en la puerta y la vi subirse a su Jeep, subir el volumen de la
música y alejarse rugiendo por la calle. Mientras la veía, me di cuenta de
que no sabía nada sobre el amor, pero sí sabía un par de cosas sobre la
esperanza. Podía reconocerla flotando en el centro de mi pecho, y podía
reconocer que estaba empezando a sentirla cada vez que Daria estaba
cerca, e incluso cuando no lo estaba.
Las probabilidades estaban en nuestra contra en todas las formas
imaginables, pero eso hacía que esta esperanza fuera aún más atractiva.
También hacía que esta esperanza fuera aún más peligrosa.
Janis y yo nos paramos afuera de la sala de juegos más famosa de
Sunrise Beach, Retro City, y aunque ambas estábamos animadas en el
momento, era por razones completamente diferentes.
Ella estaba sentada en la parte superior de una mesa de picnic,
comiendo una canasta de nachos del malecón con un entusiasmo que solo
había visto en personas a las que se les informaba que habían ganado un
gran premio de dinero.
Mientras tanto, yo estaba recostada contra la pared en un intento de
calmarme inútilmente. Era un esfuerzo ridículo: Theo debía llegar en un
minuto y el equipo de porristas que se había instalado alrededor de mi
corazón estaba realizando una rutina de piso.
Sobre mi cabeza colgaba una flecha rosa y amarilla iluminada con
bombillas, que conectaba con un letrero neón que resplandecía con: Retro
City. La música latía a través de las puertas de vidrio, y adentro, las voces
de la gente subían y bajaban, mezclándose con las melodías tintineantes
de los juegos.
Los propietarios eran fanáticos desde hacía mucho tiempo y devotos de
la estación, y nos ofrecieron todo el espacio gratis esta noche. K-SUN no
había tenido un verdadero evento comunitario en más de un año.
Me asomé por encima del hombro y vislumbré rápidamente a la
multitud que había adentro. En medio había una pista de baile
improvisada donde mi mamá era la DJ de esta noche. Reconocí sus
exuberantes movimientos de baile como su versión de guitarra de aire, y
sonreí cuando llamó a uno de los bailarines para que la acompañara.
La otra bailarina era, por supuesto, Martha, que parecía tan sonrojada
y feliz como mi mamá. Capté la mirada de Elena junto a la mesa de air
hockey y ladeé la cabeza hacia las tortolitas. La mano de Elena voló a su
boca al verlas, y con la otra presionó su pecho. Para mí, ella articuló algo
como son demasiado jodidamente lindas.
Tenía razón, eran demasiado jodidamente lindas.
Lo que parecía ser un pequeño grupo de oyentes notó que me asomaba
y se puso en movimiento: saludando, sacando teléfonos celulares,
dándose codazos con miradas de emoción. No lo creí posible, pero era
innegablemente cierto. Las entradas se agotaron. El lugar estaba lleno, y
escuché a Janis decir que fue porque querían vernos a mí y a Theo.
Giré la cabeza hacia Janis, que se lamía la salsa de queso amarillo
brillante de los dedos y me guiñó un ojo.
―Pareces nerviosa, chica.
Enganché un pulgar sobre mi hombro.
―Es mucha gente ahí adentro. Cuando empezaste a hablar sobre
querer que Theo y yo saliéramos a la comunidad, organizando estas
noches de competencia, no tenía idea de que terminaría siendo tan
popular como esto.
Sus ojos brillaron con picardía.
―¿Ya hablaste con Des? El equipo está trabajando en los detalles de la
campaña de donación de la próxima semana, y él dijo que a ti y a Theo se
les pidió que usaran su poder estelar para el bien. Las entradas para la
noche de minigolf que Des está planeando se están vendiendo como pan
caliente, y pensó que podrías regalar algunas entradas al aire durante la
donación. Resulta que Theo y tú son bastante populares juntos. ¿Quién
demonios iba a saberlo? ―Dio un pequeño saludo como si fuera la
maldita Reina―. Espera. Yo lo hice. Yo lo sabía.
La evalué de arriba abajo.
―Theo me dijo que cada vez que alguien admite que tenías razón sobre
una de tus ideas completamente locas, tu poder crece exponencialmente
o algo así.
Janis hizo una pausa para considerar esto.
―Theo tiene razón ―dejó la cesta en el suelo y dejó caer los codos sobre
las rodillas―. No te imaginé como una persona con miedo escénico.
Observé las palmeras de los alrededores, con sus hojas de un verde
oscuro contra el cielo azul pálido.
―Todavía siento la presión a veces, o todo el tiempo. Sabía que mi blog
era popular, pero fue difícil para mí sentir realmente el volumen de lectores
de la forma en que sentí la oleada de oyentes inmediatamente después de
lanzar mi programa de entrevistas en K-ROX. Tener seguidores en esa
cantidad se siente... difícil de manejar. E inmerecido, de alguna manera.
Ella se encogió de hombros.
―Empezaste a hablar de algo que mucha gente no habla y por eso te
respondieron tan rápido. Había un espacio abierto al que entraste
directamente, e hiciste que la gente se sintiera vista, y esa mierda es
contagiosa.
Miré por encima del hombro a la gente que había adentro.
―Todos los días estoy como... ¿hoy es el día en que todos se dan cuenta
de que he estado fingiendo todo este tiempo?
Ella se rio.
―Tú y todos los demás en este planeta. Dar, tu único trabajo cuando
estás detrás de ese micrófono es ser fiel a ti misma. La opinión de nadie
más importa porque nadie más tiene la visión del mundo, la personalidad
y la experiencia de vida únicas que, combinadas, te convierten en una
gran locutora de radio. Nadie más puede decir que son Daria Magnolia
Stone, y es por eso que, cuando descubrí que K-ROX te había dejado ir,
me moví para contratarte tan rápido. ―Janis puso su mano en medio de
su pecho―. Lo sabía aquí.
Me suavicé.
―¿En tu corazón?
Janis frunció el ceño.
―No, me refiero a este gran par de tetas que tengo.
―Aww ―suspiré.
Tiró la cesta de nachos vacía a la papelera y se puso de pie, limpiándose
las migas de las manos.
―Siempre fuiste una estrella, Daria, y Theo también. Cuando me di
cuenta de que la mierda iba a salir mal en cuanto al presupuesto, pensé
en ustedes dos de inmediato. Sabía que, combinados, sus poderes de
estrellas tenían el potencial de hacer que la gente se entusiasmara con K-
SUN nuevamente. Siempre y cuando dejaran de pelear por cada pequeña
cosa. ―Ella ladeó la cabeza hacia la sala de juegos muy completa detrás
de nosotras―. Dejaron de pelear y mira lo que pasó.
Quiero volver a verte pronto. Muy pronto. Inmediatamente, si es posible.
―Sí ―dije débilmente―. Solo teníamos que resolver nuestra mierda.
Su teléfono sonó y frunció el ceño ante la interrupción.
―Vuelvo enseguida, es el tablero.
―Okey ―le respondí, sintiendo un aleteo de inquietud, pero me di la
vuelta justo a tiempo para ver a Theo acercarse. Mi estómago se hundió y
dio vueltas como la vieja montaña rusa de madera por la que pasaba en
el malecón para llegar a mí, pero entonces mis ojos se encontraron con los
suyos verde bosque, y esos labios carnosos se curvaron en una sonrisa
encantadora, y tuve que apoyarme contra la pared.
Hace dos días, me presenté en la casa de Theo con comida y cerveza
porque recordé el costo mental y físico que solía tener esa caminata, y no
pude resistir el impulso de hacer algo por él, pero entonces llegó Theo, que
se las arregló para lucir devastadoramente guapo incluso después de
caminar diez kilómetros en un día de verano, y él estaba tan
adorablemente complacido conmigo, tan malditamente lindo, sobre todo,
que lo seguí adentro de su casa sin apenas pensarlo dos veces.
Una vez más, me encontré navegando por la misma encrucijada
conflictiva: ¿cómo era posible que me sintiera como mi yo auténtica con
Theo cuando los sentimientos que despertaba en mí eran tan diferentes
de lo que juré que quería?
La única solución que tenía era temporal: seguir los instintos en los que
trabajé tan duro para volver a confiar. Esos instintos se llenaban de alegría
cada vez que pensaba en el hombre que caminaba hacia mí en este
momento.
Detrás de las puertas de vidrio, podía escuchar la risa y la música de la
comunidad que había salido hoy para apoyarnos, que eran oyentes
devotos de nuestro programa, que llamaban para compartir verdades
vulnerables para que otros pudieran sentirse vistos y escuchados.
Quería hacer lo correcto por ellos, necesitaba hacer lo correcto por ellos.
Mi única y desesperada esperanza era que el gran riesgo que Theo y yo
asumíamos al salir en secreto no arruinaría el tenue éxito que K-SUN
necesitaba en este momento.
Theo cerró la distancia restante, y mi cuerpo zumbó con una brillante
felicidad. Lo vi tomar nota de Janis cerca, pero claramente distraída en su
teléfono. Aun así, vi cómo apretaba la mandíbula y deslizaba las manos
en los bolsillos, su postura se volvía más rígida.
―Llegó temprano, señorita Stone.
―Lo hice ―murmuré―. Con mi maldita boca inteligente y todo.
Se pasó una mano por la mandíbula, atrayendo mi atención a sus
antebrazos bronceados, y el rastro de vello dorado ahí.
―Pasaré toda la noche queriendo besar esa boca, pero sin poder
hacerlo. ¿Quizás puedas compensarme más tarde?
Chasqueé mi lengua.
―Veo más acciones de servicio en su futuro, doctor Chadwick.
Su risa era profunda y grave en los bordes. Mi núcleo se tensó ante mi
último recuerdo de Theo atendiéndome, cuán posesivo se veía mientras
su boca recorría mi cuerpo. Sus manos firmes y pesadas presionando mis
rodillas para abrirlas, y su hábil lengua deslizándose a través de mi sexo,
saboreando todo de mí. Dulce Cristo, ¿por qué luchamos contra esto durante
tanto tiempo?
Janis terminó su llamada telefónica y se acercó a nosotros. Theo se
enderezó aún más, echó los hombros hacia atrás y le dio a su mentora una
sonrisa tensa.
―Eso no parecía una buena noticia ―le dijo él sombríamente.
―¿Cuándo me llama un miembro de nuestra junta con buenas noticias?
―ella le respondió―. Pero están sucediendo cosas más importantes que
los informes de ingresos. ¿Y eso es preguntarte si estás preparado para
perder tremendamente ante Daria hoy?
Sus labios se torcieron en los extremos.
―¿Cuál es la base de estas suposiciones?
―Todas las encuestas que Elena realizó esta mañana en línea ―dijo
Janis―. Los oyentes no creen que tengas lo necesario para ganar, me
temo.
Le lancé a Theo mi sonrisa más altanera, y su sonrisa de respuesta fue
igual de engreída.
―Como mi mentora y jefa, tu confianza en mis habilidades ha sido una
inspiración. Diría gracias por creer en mí, pero las palabras gracias parecen
casi trilladas.
Ella le dio una palmada en el brazo.
―Elegiste a la mentora equivocada, chico, y no seas tan listo.
Theo apretó a Janis por los hombros en una rara muestra de afecto entre
los dos, pero tuvo sentido una vez que dijo:
―¿Qué está pasando con la amenaza de compra?
Ella frunció el ceño hacia el malecón, viendo el océano.
―El asunto del dinero realmente no es bueno. Sin embargo, la campaña
de donaciones de la próxima semana debería ayudar. Al igual que todas
estas grandes ventas de boletos, y no sé cuánto Des y Elena han hablado
contigo sobre los números, pero el programa realmente está despegando.
He estado recibiendo buenos correos de nuestros patrocinadores
publicitarios, y eso es decir algo.
Él se balanceó sobre sus talones para mirar a través de las puertas; vi su
mirada de genuina diversión hacia la multitud ahí, aunque había líneas
de tensión en su boca.
―Es una excelente noticia ―logró decir Theo―. E inesperada, por decir
lo menos.
Janis se inclinó para agarrar la manija de la puerta.
―Estoy más preocupada de lo que he estado en años, aunque estoy
muy orgullosa de cómo cada persona en la estación ha ofrecido todo tipo
de soluciones creativas. Eso es lo que me mantiene activa todos los días y
me ayuda a dormir por la noche. Eso es lo que les falta a estas grandes
corporaciones hambrientas de dinero. Creatividad. Imaginación ―abrió
la puerta―. Solo tienen energía porque la han comprado, pero en mi
experiencia nunca es tan poderosa como la que tenemos nosotros, y esa es
que un montón de bichos raros estén dispuestos a jugar Skee-Ball juntos
porque aman esta ciudad y esta estación de radio. Las personas son más
poderosas que las ganancias al final. Ahora vamos a divertirnos un poco.
Theo le sostuvo la puerta y asintió hacia mí para que la siguiera, pero
no antes de que compartiéramos una mirada más emotiva que nuestro
coqueteo de hace unos minutos.
Su vulnerabilidad el lunes me dejó conmocionada con un deseo feroz
de protegerlo a toda costa, y me dio una comprensión mucho más íntima
de la forma en que fue abandonado por las dos personas que debían
amarlo más.
Solía rogar por esas migas de su atención. Lo que sea que me arrojó nunca fue
suficiente, pero eso fue porque yo era un niño que mis papás no querían.
No solo estábamos arriesgando nuestras florecientes carreras y
reputaciones profesionales. Estábamos arriesgando lo que Janis identificó
correctamente como lo más importante en este mundo: nuestra gente.
Nuestra comunidad. Para Theo, K-SUN era su familia tanto como para
mí.
Solté un suspiro tembloroso, y el momento pasó. La sonrisa de Theo se
volvió completamente malvada y me lanzó un guiño que cualquiera
podría haber visto.
A mi cuerpo no le importaba. Sentí que mi corazón saltaba, bailaba y
giraba.
Y cuando entré en una sala de juegos llena hasta el tope de fanáticos
emocionados, de repente tuve más en común con los oyentes enamorados
de Theo que con los míos.
Seguí a Daria adentro de la sala de juegos de Retro City y quedé
felizmente atónito, aunque no sorprendido, por la cantidad de personas
ahí para una noche de comida, música y juegos antiguos. Janis no estaba
mintiendo, nuestros oyentes aparecieron cuando pedimos ayuda.
Sin embargo, el hecho de que todos estuvieran aquí porque amaban mi
programa con Daria fue una lección de humildad en otro nivel.
En la esquina más alejada, vi a Mags, un equipo estéreo y una pequeña
pista de baile con gente que ya estaba bailando. Había un bar improvisado
y bocadillos en el malecón, y la sala en sí estaba llena de juegos, desde
Skee-Ball hasta Pac-Man. Había una intensidad en la energía, pero de
buena manera, provocada por la multitud tranquila, los sonidos
tintineantes del juego, y las máquinas que derramaban grandes
cantidades de boletos en el suelo.
Debería haber sido imposible sentir una oleada de nostalgia en la
escena frente a mí. Eso implicaría que mi infancia estuvo llena de
recuerdos como este cuando fue exactamente lo contrario, pero la
nostalgia estaba ahí, un dolor agridulce enroscado en mi pecho que me
hizo pensar en esos primeros días dulces de vacaciones de verano cuando
era niño.
Sospeché que estas sensaciones embriagadoras eran un efecto
secundario de estar con Daria, que en ese momento mostraba una bonita
sonrisa y estrechaba la mano de una fan emocionada. Estuve siguiendo
su consejo desde la caminata del lunes, como le sugirió a innumerables
oyentes en las últimas semanas, no tenía que hacer nada dramático. Di
algunos paseos serpenteantes, bajé a la playa a ver el atardecer dos noches
seguidas, observando cada ola y apreciando lo inevitable de cada cresta
de espuma blanca.
Dejé que mis pensamientos se dispersaran sin distracciones y perseguí
algunos recuerdos que normalmente evitaba. Ahí es donde descubrí mi
ira, no fue particularmente dramático, simplemente estaba ahí, una parte
de lo que yo era, un ruido ambiental como el sonido de un ventilador de
techo en un día caluroso.
La astuta observación de Daria desató esta emoción. Mis padres me
habían dejado. No físicamente, sino emocionalmente, despojando mis
años formativos de afecto y amor. Abandonándome para tener
discusiones horribles por la noche e ignorarme durante el día.
Enterré esta ira en el estudio académico y una fría aceptación. Hasta la
mitad de la puesta de sol de la noche anterior, cuando uno de esos
recuerdos rebeldes chocó con fuerza contra este núcleo de animosidad
silenciosa, y caminé a casa hirviendo.
Por segunda vez en tantas semanas, tuve que admitir que Stormi tenía
razón al acusarme de estar más preocupado por el simbolismo romántico
que por la sustancia. No es de extrañar que todas mis parejas sintieran
que yo estaba constantemente acercándome con cajas de chocolates para
arreglarlo. Ni siquiera me permití reconocer mis propios recuerdos
difíciles y complicados, y mucho menos las partes difíciles y complicadas
de estar en una relación.
Para usar el idioma de Daria, me elegí a mí mismo durante unos días,
me permití momentos de tranquilidad en lugar de ruido y distracción, y
me encontré con algo importante.
Daria se giró entre la multitud, buscándome como si pudiera sentir que
estaba pensando en ella. Su sonrisa fue un parpadeo cauteloso, y entendí
el intento de moderación. Apenas mantuvimos nuestras interacciones
profesionales en el punto álgido de nuestra hostilidad. Ahora la energía
entre nosotros ardía al rojo vivo con un tipo diferente de pasión, y estaba
forzando los límites absolutos del comportamiento adecuado.
Empecé a moverme hacia ella entre la multitud y vi grupos de fans que
me miraban. Incliné mi cuerpo hacia ellos, levantando mi mano en un
gesto, y en cambio, Des se abalanzó, envolviéndome en un abrazo y
palmeándome la espalda.
―Finalmente llegaste a la sala de juegos ―dijo―. Sé honesto. ¿Hablé
demasiado? ¿Tus expectativas son demasiado altas? Cuando mi papá y
yo solíamos venir aquí para jugar en la mesa de air hockey todos los
sábados, yo estaba en sexto grado y las cosas pueden parecer más geniales
en ese momento.
Negué con la cabeza.
―Para nada. De hecho, no creo que hayas hablado lo suficiente.
Se rio con una mano en el pecho.
―Les preguntaré a mis primos si deberíamos cambiar de paintball a
Pac-Man cada Día de Acción de Gracias.
Empujé su codo con el mío.
―Des, lo que hiciste aquí, toda esta gente, vendiendo las entradas... es
increíble.
―Tomaré el cumplido porque soy un gran organizador de eventos,
pero el poder estelar es todo de ti y Daria. Elena y yo tuvimos que
empezar a pedirles a algunos de los asistentes de otros departamentos que
nos ayudaran a llenar la bandeja de entrada que configuramos porque
están recibiendo muchos correos electrónicos de admiradores, y eso sin
contar las preguntas que llenan el correo de voz y cada uno de nuestros
sitios de redes sociales. Si sigue así, tendremos que crear un nuevo sistema
porque estamos casi al límite de la capacidad de nuestra gente para
manejarlo.
Se me puso la piel de gallina en la nuca.
―¿Es realmente tan intenso? Sé que nos sentimos abrumados la semana
pasada, pero pensé que fue un poco de casualidad.
Tomó un trago de su cerveza y se encogió de hombros.
―En este punto, llamaría a esa casualidad un patrón. ―Apretó mi
hombro con un brillo comprensivo en sus ojos y bajó un poco la voz―.
Sus programas separados ya eran increíblemente populares. Así que, por
favor, no lo tomen a mal, pero hay algo en ustedes dos juntos que resuena
en esta audiencia. Quiero decir, ahora que no se están mordiendo la
cabeza cada dos oraciones.
Una sensación de flotar, extracorpórea, recorrió mis venas. Janis tenía
razón. Estuve muy seguro y demasiado cómodo en mi programa durante
demasiado tiempo, porque a pesar de que tenía un gran número de
seguidores devotos, no se parecía en nada a la vibra nerviosa de la
multitud antes de un concierto en esta sala.
Y ciertamente nunca tuvimos que pedir ayuda a personas de otros
departamentos solo para clasificar los correos electrónicos de los oyentes.
Esta era la popularidad que había estado buscando, el tipo de
sindicación nacional casi garantizada si el momento era el adecuado, y
este aumento de popularidad coincidía con mi atracción por Daria que, al
igual que nuestro programa, también aumentaba a un ritmo sorprendente
todos los días.
―Por qué… ―Me aclaré la garganta―. ¿Por qué crees que es? No me
quejo, simplemente tengo curiosidad.
Se pasó la mano por el cabello, mirando a todas las personas en la
habitación con satisfacción.
―Lo que hace que tú y Daria sean tan populares es que eres firme en
tus convicciones. Creo que Daria te ayuda a dar mejores consejos porque
tienes que ser más reflexivo y escuchar su perspectiva, pero creo que lo
mismo se aplica para ella. No pretendo sonar demasiado como Janis, pero
ese tipo de carisma al aire es lo que llamamos radio malditamente buena.
No había una sola palabra para describir el tumulto de emociones que
burbujeaba a través de mi sistema nervioso. Estaba de acuerdo con
nuestra química al aire: ahora que no estábamos constantemente
nerviosos el uno con el otro, nuestros programas eran divertidos y
relajados a la vez que atractivos. Me encontraba pensando en algo que
Daria dijo durante días, y estudiando cómo su opinión encajaba
perfectamente con la mía. Estudiar cómo no lo hacía, pero no de una
manera que fuera mala.
Esa fue la parte buena de este alboroto emocional. La parte complicada,
la parte en la que mis terminaciones nerviosas estaban en grave confusión,
era el todo problema de cada vez que mi coanfitriona me sonríe, mi corazón
intenta perforar mi pecho y olvido mi propio nombre.
―Esto es difícil de admitir, dada la frecuencia con la que describí
trabajar con Daria como una “pesadilla” y “un desastre esperando a
suceder”.
―No extraño esos días.
Sonreí.
―Estaba equivocado. Me estoy divirtiendo. Divirtiéndome muchísimo.
Y no solo porque estamos a punto de pasar una noche jugando juegos de
arcade por nuestro trabajo.
Des se encogió de hombros con buen humor.
―No quiero adelantarme, pero a este ritmo, Janis podría intentar
convencerlos a ambos de que sigan trabajando juntos más allá de la crisis
presupuestaria.
Sabía que hacía allá era a donde se dirigía la conversación. Lo sabía
porque era físicamente imposible para Janis Hill ser sutil, y ella estuvo
entusiasmada con nosotros desde esa entrevista de paintball.
Aun así, me tropecé.
―Oh... ¿por qué? ¿En serio?
―Se están llevando bien y todo esto ―indicó a la multitud que nos
rodeaba―. Está pasando por eso. No puedo pensar en una razón por la
que no.
Mi mirada se posó en el rostro de Daria entre la multitud. Mags se había
unido a ella y ambas charlaban animadamente con algunos fans. El
cabello negro de Daria brillaba bajo el reflejo de luces multicolores, y sus
dientes brillaban mientras sonreía.
―Theo, ¿estás bien? ―preguntó Des, y cuando me giré al escuchar su
voz, era obvio que mientras yo miraba a Daria, él me miraba a mí. No era
una mirada crítica. Aún, pero era el tipo de mirada curiosa que solo un
mejor amigo puede darte, como si estuvieran así de cerca de olfatear todo
lo que les has estado ocultando.
Por primera vez, había estado ocultando mucho de todo el mundo.
Plasmé una sonrisa en mi rostro.
―Estoy distraído por los nervios de la competencia. Janis me dijo que
Internet predice que perderé en todos los ámbitos, y se me está metiendo
en la cabeza. Si se hace realidad, Daria nunca me dejará olvidarlo de la
manera más molesta posible.
Se relajó y señaló un gran marcador que no noté cuando entré. El
personal debe haber dejado que la estación se apoderara de él para las
travesuras de esta noche. En letras de molde blancas, decía, THEO VS.
DARIA con dos grandes ceros debajo de nuestros nombres.
―No le digas a Daria, pero sé que vas a ganar ―dijo. Se inclinó hacia
atrás y se llevó las manos a la boca para gritar―: ¡Bienvenidos a la noche de
juegos de K-SUN!
La multitud aplaudió y vitoreó. Yo froté la parte de atrás de mi cuello,
y mis ojos se conectaron con los de Daria. Me evaluó con una mirada
imperiosa y articuló prepárate para perder, Chadwick.
Chica engreída. Boca inteligente.
Ni siquiera habíamos comenzado, y yo ya estaba perdido por ella.
Des se apresuró a hacer que nos moviéramos a nuestro primer juego, el
acertadamente titulado Super Shot.
Aproximadamente la mitad de la multitud estaba jugando juegos de
arcade o pasando el rato en el bar improvisado, pero había un grupo
central de fanáticos que nos seguían con entusiasmo mientras Des nos
empujaba a Daria y a mí por los hombros para pararnos frente a las dos
redes de baloncesto, entregándonos una pelota a cada uno.
―Estoy seguro de que están familiarizados con el Super Shot ―dijo―,
o como todos los niños lo conocen... aros de arcade.
La estridente ovación de la multitud en este juego me hizo sonreír en
respuesta, algo sobre la experiencia compartida de las noches de arcade
en este mismo malecón, el símbolo icónico de Sunrise Beach que nunca
nos podrían quitar, sin importar cuántos turistas pasaran. No fue parte de
mi infancia, pero me sentí conectado a tierra en este momento de la misma
manera.
Daria golpeó ligeramente mi bola con la suya, me guiñó un ojo, y me
sentí conectado de nuevo.
―Cuando suene el timbre, ambos tendrán dos minutos para hacer
tantas canastas como puedan ―continuó Des―. El anfitrión con más
gana, luego pasaremos a la siguiente. Nuestra primera serie de juegos de
esta noche es más una ronda rápida para poner a prueba los reflejos de
Theo y Daria, y en esa nota, volveré enseguida. Ah, y toda la siguiente
parte es una sorpresa.
Mi cabeza se giró ante la frase, toda la siguiente parte es una sorpresa, pero
Daria enganchó su brazo alrededor del costado del juego y sonrió,
frunciendo los labios de color rojo oscuro.
―No es demasiado tarde para admitir humildemente la derrota.
Puedes decirles a los oyentes ahora si quieres. Podría ser una mejor
imagen que, ya sabes, suplicarme clemencia más tarde.
Levanté una ceja y bajé la voz para que solo ella pudiera oírme.
―¿Todavía crees que puedes manejarme, Daria Stone?
Ella le dio a mi cuerpo otra de esas lecturas lentas, y mis dedos se
apretaron sobre la pelota.
―Ya deberías saber que absolutamente puedo.
El juego de arcade frente a nosotros no era el único que jugaríamos esta
noche, y ella también lo sabía. Estaba rodeado de gente que gritaba y
vitoreaba y luces intermitentes, y Daria seguía siendo lo único en lo que
podía pensar. La forma en que sus uñas se sentían, arrastrándose por mi
costado, sus dedos enganchando y tirando de mi ropa, su cálido aliento
recorriendo mi piel, su lengua deslizándose…
―Y he vuelto ―dijo Des, quien tenía el brazo extendido para presentar
a una oyente. Ella era alta, de nuestra edad, y tenía el cabello largo y rubio
recogido hacia atrás, llevaba una combinación de pantalones cortos y
sandalias que era esencialmente el uniforme de Sunrise Beach. Una
brillante sonrisa se dibujó en su rostro cuando nos vio―. Entonces, ella es
Misty y es miembro de K-SUN ―dijo Des.
Me acerqué para estrecharle la mano.
―Theo Chadwick. Encantado de conocerte.
Daria hizo lo mismo.
―Hola, soy Daria. Gracias por venir esta noche para nuestra noche de
juegos K-SUN.
Misty asintió con la cabeza.
―Soy una gran admiradora de ustedes dos. Gran. Comencé
escuchando el programa de Theo religiosamente, luego, cuando Daria se
unió a la estación y comencé a sintonizarla, me obsesioné totalmente,
totalmente ―ella aplaudió―. Así que pueden imaginar lo emocionada que
estaba cuando Des me informó que había ganado el concurso para
pedirles un consejo en persona.
Des se inclinó hacia adelante.
―Esa era la sorpresa. ¿Están preparados?
Miré a Daria, quien se encogió de hombros afablemente.
―Diablos, sí ―dijo ella―. Solo estoy como un cuatro mil por ciento
más nerviosa porque no estamos en la seguridad anónima de nuestra
cabina de sonido. ¿Qué podría salir mal?
Des y Misty compartieron una mirada de complicidad.
―El gancho es… estarán respondiendo la pregunta de Misty mientras
juegan.
Me reí detrás de mi mano.
―¿De quién fue la idea? ¿De Janis?
―Toda mía, en realidad ―dijo Des―. Ustedes dos son expertos en dar
consejos, al aire, en público, con muy poca preparación previa. Así que
pensé… ¿no sería aún más divertido que lo hicieran espontáneamente y
mientras juegan?
―Oh, mierda ―dije, todavía riéndome―. Además, podemos maldecir
ya que no estamos al aire, lo que significa que puedo decirle a nuestro
ilustre director de programas, Desmond Davis, que es un dolor en el culo.
Apretó mis hombros y me giró hacia el juego.
―Te encantará, te lo prometo, y Daria, las probabilidades de Internet
están a tu favor esta noche, así que te dejo ir primero. Tú y Theo son libres
de responder de un lado a otro sin importar quién esté jugando.
Daria le hizo señas a Misty con una cálida sonrisa.
―Estamos haciendo esto por K-SUN, ¿verdad?
La pequeña multitud detrás de nosotros aplaudió mientras la gente se
acercaba a empujones para rodearnos. Des levantó la mano al aire y Mags
cortó la música. Aunque la habitación todavía estaba llena de ruido, ahora
era considerablemente más fácil escucharnos a Daria y a mí responder a
la pregunta de Misty sobre el amor mientras apuntaba a una canasta.
―Misty, nena, ¿cuál es el tema de tu pregunta? ―preguntó Daria,
girando la pelota entre sus manos.
―Quiero preguntar acerca de las almas gemelas ―dijo alegremente.
Daria se quedó inmóvil, y sus ojos se clavaron en los míos. Hace tres
semanas, este tema habría sido terreno fértil para una discusión. Hubo
una pausa importante entre la respuesta de Misty y la de Daria, pero un
destello de sonrisa apareció en su rostro.
―Misty, vas con todo esta noche.
Misty apretó los labios y asintió.
―Me vendrían bien algunos consejos de mis locutores de radio
favoritos.
Daria le tocó el brazo suavemente.
―Si nuestras respuestas suenan totalmente locas porque estamos
tratando de vencernos en el basquetbol, te prometo que te daremos una
mejor antes del final de la noche.
―Eso suena bien ―dijo Misty, y se volvió hacia Des―. Creo que están
listos.
―Haz tu pregunta y luego sonará el timbre para Daria ―dijo Des.
Ella respiró para tranquilizarse.
―Durante la mayor parte de mi vida, he creído que hay una persona
ahí fuera, esperando encontrarme o que yo la encuentre. He salido con
mucha gente, pero parece que nunca funciona y estoy empezando a
preocuparme de que sigo envejeciendo y cada vez es más difícil encontrar
a la persona indicada, pero el año pasado, dejé ir esa idea. Empecé a salir
de forma más informal. Si no había buena química, no me emocionaba
tanto.
Ella se encogió de hombros.
―Y está este chico, siempre hemos sido amigos, y ahora estamos
saliendo. Nos lo pasamos bien, y él me hace reír, pero a veces me aterrorizo
tanto. ¿Qué pasa si estoy tan ocupada jugando que pierdo mi
oportunidad? ¿Debería quedarme con el chico con el que estoy saliendo?
¿O deberíamos romper para que pueda tomarme más en serio la
búsqueda de mi alma gemela?
Daria y yo volvimos a mirarnos a los ojos, pero su mirada carecía de la
cautela que normalmente había antes de una discusión. Parecía un poco
intrigada, un poco coqueta, muy divertida.
Eché los hombros hacia atrás y me enderecé los lentes, dándome cuenta
de que no éramos las mismas personas que éramos hace tres semanas,
discutiendo al aire sobre cada pregunta.
Era casi como si estuviéramos hechos para presentar juntos un
programa sobre el amor.
Incliné mi cabeza hacia Misty.
―Dejaré que mi coanfitriona hable primero ya que está en la canasta.
―Con mucho gusto tomaré la iniciativa ―se jactó―. Des, puedes
iniciar el reloj de cuenta regresiva. Estoy rea...
El timbre sonó y Daria maldijo. Su primer lanzamiento falló por
completo en la canasta, pero los siguientes dos entraron sólidamente con
un swich. Dirigió una sonrisa de suficiencia en mi dirección antes de lanzar
la pelota de baloncesto de nuevo.
Y falló.
―Mierda ―dijo, riendo―. Como sea, Misty ―comenzó, manteniendo
un flujo constante de movimiento―, si estás disfrutando de este amigo
tuyo y te hace reír, no veo ningún problema aquí en absoluto. Quiero decir
a quién le importa, pero no lo digo de una manera sarcástica, quiero decir
literalmente: ¿a quién le importa?
Sus siguientes tres lanzamientos entraron directamente: swish, swish,
swish. Hubo un puñado de aplausos y los ojos de Daria eran de un azul
brillante y deslumbrante.
―La vida es demasiado corta para poner un montón de etiquetas y
restricciones a lo que te da alegría. Parece que encontraste a esta persona
que te hace reír después de que dejaste de preocuparte tanto por estas
cosas del alma gemela, y eso, para mí, dice que no lo necesitas.
―Espera, ¿no necesitas un alma gemela? ―preguntó Misty.
Daria falló dos canastas, pero encestó las dos siguientes, con treinta
segundos todavía en su timbre.
―No estoy diciendo ―swish, swish―. Es este binarismo, sí o no, pero
nuestra cultura nos dice que ignoremos el desarrollo de una relación sana
con nosotros mismos para centrarnos en este concepto de alma gemela que
creo que es realmente dañino. ―Daria estaba un poco sin aliento ahora―.
Se nos dice que necesitamos enamorarnos algún día para descubrir la
verdadera felicidad.
El timbre sonó una advertencia de diez segundos. Nerviosa, disparó
canastas lo más rápido que pudo, la mayoría de ellas enloqueciendo,
mientras su risa se desbordaba. Escondí una sonrisa detrás de mi mano,
cautivado por su encanto sin aliento. Levantó las manos en señal de
victoria cuando sonó el timbre y le hizo una reverencia cursi a la multitud.
Jadeando, se enfrentó a Misty.
―Es esta narrativa falsa de que la felicidad es un secreto muy bien
guardado que solo las personas casadas llegan a conocer, y la clave de esa
felicidad es encontrar un alma gemela misteriosa, que está vagando por
el planeta. ―Daria se encogió de hombros―. Ya sea que decidas seguir
saliendo con este chico o no, vale la pena pensar si crees que encontrar a
esta persona mágicamente mejorará tu vida, o si tú has sido la magia todo
el tiempo.
Misty ladeó la cabeza con una expresión pensativa y Daria me lanzó la
pelota de baloncesto. Se apartó el cabello de los ojos y dijo:
―El marcador está en veinticuatro, Chadwick. ¿Crees que puedes
vencerlo?
Riendo por lo bajo, pasé junto a ella y murmuré:
―Mírame.
Hubo otra ronda de vítores y aplausos cuando tomé mi posición.
Habían pasado años, por supuesto, pero algunas cosas realmente eran
como andar en bicicleta. Des hizo sonar el timbre, retrasando dos minutos
el reloj.
―Y… ahora ―gritó.
Mi primer tiro entró en la canasta con un susurro y el público vitoreó.
No pude evitar sonreír, estirando el cuello y lanzando tres más, uno tras
otro, mientras ordenaba mis pensamientos sobre la pregunta de Misty.
Desde una perspectiva macro, estuve de acuerdo con la respuesta de
Daria. Fue la perspectiva personal la que me hizo híper concentrarme en
la sensación de la pelota debajo de mis dedos para evitar que temblaran.
Sabía lo que era correcto para mí, y eso eran las etiquetas, el
compromiso, el alma gemela. Podría ser paciente, especialmente porque
cuanto más tropezábamos Daria y yo con nuestros desacuerdos, más
confianza construíamos. A pesar de nuestra conversación sobre los
lenguajes del amor y lo que ella apreciaba, me resultó evidente que
valoraba la confianza por encima de todo.
Quería que ella confiara en mí, y también quería creer que, con el
tiempo, ella querría el mismo tipo de compromiso a largo plazo que yo
quería. Era demasiado fácil olvidar su fuerte postura anti matrimonial
cuando estábamos solo nosotros dos, besándonos en un banco bajo el sol,
sin una sola astilla de realidad en nuestro camino.
―Okey, Misty ―dije, sosteniendo la pelota frente a mi rostro―, esto no
te va a sorprender, pero soy un gran creyente de las almas gemelas. Si
bien estoy de acuerdo con mucho de lo que dijo Daria, si tú lo estás
diciendo en serio, creo que es hora de dejar a tu amigo.
Con un ojo en el reloj, y otro en la canasta, hice los siguientes dos tiros
con más aplausos. Podía sentir el peso de la atención de Daria en mi piel,
pero sabía que, si me arriesgaba a mirar, perdería mi ventaja.
―Aunque él realmente me hace reír ―dijo Misty.
Swish. Swish. Swish. Me quedaban treinta segundos.
―Entonces, ¿cómo sabes que no es con quien se supone que debes
estar?
Ella arrugó la nariz.
―Supongo que pensé que se sentiría más dramático. Más como fuegos
artificiales, o esta necesidad desesperada de verlo todo el tiempo. A veces
pasamos una semana o dos sin conectarnos. ¿No necesitaría estar con él
constantemente si fuera mi alma gemela?
Hice canasta tras canasta mientras el reloj avanzaba, confiando en la
memoria muscular para poder concentrarme en Misty.
―Eso depende de ti. La identidad y orientación de cada persona es
diferente, así que si te gusta esta persona y te gusta cómo se siente,
quédate. Las relaciones son ecosistemas únicos, lo que sostiene al tuyo
nunca será lo mismo que sostiene a otro, pero...
Quedaban dos segundos. Lancé la pelota hacia arriba con una mano y
se hundió cuando sonó el timbre.
―Solo tú y tu amigo tienen la autoridad para decir eso, si no te gusta
cómo se siente, vete.
Miré el marcador y observé los puntos. Frotándome la mandíbula con
una mano, le di a Daria la sonrisa más lenta y satisfecha que pude lograr.
―¿Qué era eso que estabas diciendo acerca de reconocer humildemente
la derrota? Podrías querer intentarlo ya que te acabo de ganar por la
impresionante cantidad de diez puntos.
Des se estaba riendo y la multitud aplaudía y bullía a nuestro alrededor.
Daria parecía coquetamente amotinada, con los ojos entrecerrados
mientras intentaba no sonreír.
Volví a señalar con el pulgar el marcador.
―¿Y bien?
―Hiciste esto antes del paintball también ―dijo―. ¿Qué, tú y Des se
escabullen aquí los fines de semana y juegan al baloncesto sin parar?
Levanté un hombro.
―Es más como que jugué baloncesto de verdad durante toda la
preparatoria, estaba en un equipo y todo.
Ella puso los ojos en blanco, pero no me perdí la llamarada de aprecio
en su rostro, y el movimiento casi sensual de su cabello. Hizo una
reverencia tan sarcástica que me eché a reír.
―Bien hecho, señor. Conseguiste vencerme una vez.
Des dio la vuelta y pasó su brazo por mis hombros.
―Olvidé decirle a Daria que Theo era una estrella menor de baloncesto
en la preparatoria.
Su mandíbula cayó.
―Tú sabías eso.
Él negó con la cabeza con una sonrisa.
―Vengan todos. Tenemos a Theo con una victoria hasta ahora, pero
aún nos quedan dos juegos más en esta ronda rápida.
―Y Misty para ayudar ―dijo Daria, recogiendo una de las suaves Skee-
Balls de madera y sopesándola en su mano―. Siento que todavía tienes
algunas preguntas sobre lo que debes hacer.
Misty cerró un ojo y se pellizcó los dedos.
―Unas pocas.
―Te tenemos ―le prometí, luego me giré para mirar el juego frente a
mí. No estaba totalmente a oscuras: lo había jugado un puñado de veces
a lo largo de mi vida, pero la forma en que Daria balanceaba el brazo de
un lado a otro, como si se estuviera relajando en el montículo del
lanzador, me tenía un poco nervioso.
Des me arrojó mi propia pelota y se enfrentó a la multitud. Le di a Misty
una sonrisa amistosa y le hice señas para que se acercara.
―Dinos la verdad ―le pedí―. ¿Nuestras respuestas estuvieron
demasiado locas, como dijo Daria? Estás haciendo una pregunta reflexiva
con muchas capas y no nos gustaría que no obtuvieras la respuesta
completa que estás buscando.
Ella me devolvió la sonrisa.
―La única razón por la que tengo más que quiero preguntar es porque
ambos mencionaron muchos puntos válidos.
Arqueé una ceja hacia mi coanfitriona.
―Hemos escuchado que tenemos una tendencia a hacer eso a veces.
―O muchas veces ―dijo Misty emocionada.
Des nos interrumpió.
―El Skee-Ball es rápido, así que podemos hacer un par de rondas.
Mejor dos de tres, ¿de acuerdo?
Las bolas bajaron retumbando por la pendiente y una serie de luces
blancas iluminaron la rampa. A mi lado, Daria lucía una media sonrisa
sexy que envió una descarga similar de electricidad corriendo por mi
columna. Estábamos lo más lejos posible de una cita, pero eso no impidió
que sintiera un placer alegre que fijó una sonrisa permanente en mi rostro.
―¿Cómo está tu ego? ―le susurré a Daria por un lado de mi boca―.
¿Magullado? ¿Abollado? ¿Roto?
―Bésame el trasero ―susurró ella.
No respondí verbalmente. Sin embargo, le di la misma lectura lenta que
ella me dio antes, demorándome en la curva de su trasero en esos jeans
ajustados de cintura alta que tenía la intención de quitarle más tarde esta
noche.
Y consideré las mejillas rojas y brillantes de Daria como una victoria
adicional.
―Y... ahora ―dijo Des.
Nuestras Skee-Balls golpearon la pendiente al mismo tiempo: la de
Daria voló hacia arriba y se hundió en el círculo de diez mientras que la
mía golpeó el cincuenta.
―Reconozco un golpe de suerte cuando lo veo ―dijo Daria.
―¿En serio? ―Mi siguiente golpeó el círculo cuarenta―. Porque yo
solo puedo ver a una mala perdedora.
Rodamos dos veces más, entrando en un surco, y los boletos de papel
comenzaron a caer al suelo.
―Okey, Misty ―dijo Daria―. Querías profundizar más y estamos aquí
para eso.
Misty nos miraba jugar con una amplia y brillante sonrisa.
―¿Las almas gemelas son reales o falsas?
―Reales ―dije con firmeza, al igual que Daria dijo―: Falsas.
Hicimos un contacto visual apresurado y sobresaltado, y nuestras dos
bolas fallaron.
Misty agitó la mano y se rio.
―Lo siento, lo siento. Debí haber sabido que no era un buen comienzo.
Lo que quiero decir es, ¿cómo puedo averiguar lo que significa para mí?
Creo que lo que ambos están tratando de decir es que se basa en el
individuo, lo entiendo y eso es útil, pero entonces, ¿cómo sé qué creer?
―Saliendo contigo misma ―dijo Daria, justo cuando agregué―:
Saliendo con otras personas.
Hicimos una pausa y compartimos una mirada ligeramente irritada. Al
mismo tiempo, hicimos rodar la novena y última bola, pero ambos
estábamos distraídos.
Daria ganó por diez puntos, pero no se dio la vuelta y se jactó de ello.
El juego se reinició, las nueve bolas se recargaron y Des gritó:
―¡Juego número dos!
Moví una mano entre nosotros dos, tragando un suspiro.
―Daria, te toca.
Metió la mano debajo de su cabello y tiró de sus aretes, la única muestra
real de sus nervios que había visto en toda la noche, pero se lo quitó de
encima, le sonrió a Misty y lanzó su primera bola directamente al círculo
cincuenta.
Mientras la multitud vitoreaba, ella y yo comenzamos el mismo ritmo
nuevamente: rodar la pelota, hundir la pelota, agarrar la pelota.
―Entonces ―dijo Daria―, la última pregunta sobre las almas gemelas
es realmente una pregunta sobre si quieres terminar en algún tipo de
relación romántica. No puedes saber eso hasta que te tomes el tiempo de
conocerte realmente a ti misma para que puedas honrar lo que realmente
quieres. No es lo que te dice la sociedad que deberías querer. Real, o falso,
realmente no importa. Lo que importa es si sabes lo que hay en tu propio
corazón, y no vas a conseguirlo yendo a un montón de citas.
Negué con la cabeza.
―No estoy de acuerdo. Por lo que te escuché decir, has querido esto
toda tu vida, Misty, y entiendo cómo la cultura y la sociedad juegan en
eso, pero ¿y si te sientes así porque es un objetivo auténtico? No creo que
necesites más tiempo para resolverlo por tu cuenta. Creo que salir y tener
citas demostrará que es una prioridad. Además, aprenderás lo que estás
buscando en una pareja, lo cual es invaluable.
Daria levantó la barbilla. Se revolvió el cabello, y anotó cincuenta
puntos, seguidos, venciéndome cómodamente por segunda vez y
negando nuestra necesidad de una tercera. Esta vez giró, pero solo para
mirarnos a Misty y a mí con las manos apoyadas en las caderas.
―Theo ―comenzó―. Realmente no creo que Misty pueda
comprometerse a estar con alguien si no se ha comprometido consigo
misma. Es la base con la que crece toda relación sana, y no solo romántica.
Desarrollar esa relación personal es otra variación del compromiso, y el
compromiso es básicamente tu tema.
―¿Mi tema? ―pregunté, desconcertado.
Sus hombros se suavizaron.
―Ese es el término académico, ¿supongo?
―No solo se considera académico, sino que también lo usé
personalmente cuando defendí mi tesis ―le respondí―. Incontables
veces. Tal vez incluso... docenas.
―Así es como te convertiste en doctor.
Me encogí de hombros.
―Yo no hago las reglas, pero, aunque el compromiso es mi tema, si
Misty ya ha hecho ese trabajo y quiere esto para su vida, entonces creer
en la existencia de su alma gemela es solo otra variación del
empoderamiento. Está eligiendo lo que ella quiere, por encima de todo, y
eso es básicamente… tu tema.
Des estaba de pie junto a nosotros, luciendo como un excitable árbitro
en una noche de pelea amateur.
―No es por romper esto, pero, eh... Daria ganó.
Ella hizo otra reverencia a la multitud, a quienes les encantaba esto. A
través de un hueco entre la gente, vi a Janis con Elena, riéndose mientras
compartían un trago con Cliff Martin. Ella me vio, levantando su copa y
le devolví un saludo fingido.
―Eso significa que están empatados ―dijo Des―, y entrando en la
ronda más importante hasta el momento. Air hockey.
Toqué el hombro de Des, deteniéndolo por un momento.
―Misty, antes de ir a hacer nuestro próximo juego de niños…
―No significa que sea menos ganadora ―intervino Daria.
―... ¿alguna de las cosas que dijimos fue tu tema? ―terminé.
Misty miró hacia el techo, como si la respuesta viviera de ahí.
―No sé, podría ser que este tipo con el que estoy saliendo sea un
ejemplo difícil. Por un lado, es fácil cuando pasamos el rato, pero no hay
fuegos artificiales ni mucha pasión. Es como... ¿él es el problema? ¿Soy yo
el problema? ¿O soy más feliz estando sola? Si no estoy tan concentrada
en la presión de '¿estoy haciendo esto bien?', me siento mucho menos
estresada.
―Eso es realmente bueno ―dijimos Daria y yo. Al unísono.
―Wow ―dijo Misty―. ¿Terminan las oraciones del otro ahora?
―No hay oportunidad en el infierno ―dijo Daria, negando con la
cabeza―. Solo fue una casualidad, aunque conozco lo suficientemente
bien ahora a Theo que puedo decir que nos encanta cuando nuestros
oyentes están libres de estrés.
―Es el objetivo ―dije―. Reprimir preguntas como esta, o preocuparse
sin parar sin algún tipo de válvula de escape, puede hacer que sea más
difícil ver lo que realmente quieres.
―Sí, eso es cierto ―dijo Misty, siguiendo a Des que nos llevó a la mesa
de air hockey blanco brillante―. Escucharlos en la radio a veces se siente
como una mini sesión de terapia.
Des nos entregó unos mazos pequeños y planos para defender nuestra
portería. Ahora había un número uno debajo de nuestros dos nombres en
el gran letrero, y una especie de risa descuidada amenazaba con escapar
cada vez que Daria y yo hacíamos contacto visual.
El extraño consejo de Janis de la noche en que cambió nuestros
programas volvió a mi memoria, y la expresión de suficiencia que usó esta
noche de repente tuvo mucho más sentido: uno te obliga a llevarse bien detrás
de un micrófono. El otro te obliga a llevarse bien mientras haces alguna tontería.
Dentro de poco, simplemente se llevarán bien.
Maldita sea, ella siempre tenía razón.
―Este es bastante sencillo ―dijo Des―. El primero en llegar a diez,
gana, pero sigan hablando porque realmente quiero escuchar qué más
tienen que decir sobre Misty.
Dejó caer el disco sobre la mesa diminuta y Daria se abalanzó hacia
delante y lo golpeó con fuerza.
Justo en mi portería.
Tomé el disco y ladeé la cabeza.
―¿Eso fue hacer trampa?
Ella imitó el movimiento.
―¿Eres solo un mal perdedor?
Pero a mitad de la oración, dejé caer el disco y lo estrellé contra su arco,
empatando en el primer minuto. Sus ojos se abrieron, con su cabeza
inclinada hacia atrás en una carcajada.
―Okey ―dijo ella con los ojos en blanco―. Jodidamente hagámoslo,
Chadwick. Y Misty, sigue haciendo esas preguntas.
―En realidad ―dije mientras Daria y yo intercambiábamos golpes del
disco de un lado a otro― ¿puedo hacerte una pregunta, Misty?
―Por favor, claro ―dijo.
―Tan pronto como te dije que te alejaras de tu amigo, lo rechazaste. Lo
que me dice que probablemente te gusta más de lo que crees. ¿De verdad
te estás divirtiendo con él?
Yo anoté un gol, y luego Daria anotó otro mientras Misty reflexionaba
sobre mi pregunta.
―Cuando me dijiste que rompiera con él, todo mi cuerpo estaba como
oh, diablos, no ―admitió.
―Mira, no creo que ninguno de los dos sea un problema ―dijo Daria―.
Cada vez que confiamos en una limitación rígida para darnos alegría o
amor, de cualquier tipo, creo que nos está preparando para el fracaso.
Como el debes encontrar a tu alma gemela para lograr la felicidad de por vida.
Es lo mismo que debes casarte y tener hijos o debes encontrar la carrera de tus
sueños inmediatamente.
El disco rebotó alrededor de la mesa con un golpe. Durante unos
furiosos minutos, Daria y yo estuvimos enfrascados en un tira y afloja que
no terminaba, hasta que finalmente logré acertar en su portería.
―Jódeme la cara ―siseó―. Espera, ¿cuál es el puntaje?
―Nueve a seis, yo arriba ―dije.
Me inmovilizó con una mirada a través de la mesa que era tan
adorablemente desafiante que estuve tentado de voltear la mesa, tirar de
ella contra mi cuerpo y besarla frente a todos.
Daria se aprovechó de mi desconcierto y hundió su disco en mi
portería.
―Creo que ahora son las siete a nueve ―dijo remilgadamente.
Esbocé una sonrisa.
―¿Terminaste de hacerle entender a Misty o puedo decir algo también?
―Oh, ¿no estás de acuerdo con lo que dije?
―Todo lo contrario, yo también me opongo a esas limitaciones, por
supuesto, pero en el caso de la pregunta de Misty, quisiera agregar que
perseguir el verdadero amor romántico a pesar de todas esas definiciones
rígidas es, parafraseando a Daria, valiente como el infierno. Se necesita
coraje para seguir buscando lo que es genuino, enterrado debajo de todo
lo que es falso.
El disco flotaba entre nosotros fácilmente, casi sin pensar. Ninguno
había hecho gol, porque Daria me miraba fijamente, paralizada, y yo
estaba igual de cautivado por su interés.
―¿Qué pasa? ―invité.
―¿Crees que decirles a nuestros oyentes que el matrimonio es el único
tipo de compromiso que quieres, es abrazar tu propia versión de una
limitación rígida? ―me preguntó.
Se me hizo un nudo en la garganta, mi mente zumbaba en respuesta a
lo que se habría sentido como un golpe directo hace dos semanas, pero la
sincera curiosidad entrelazada a través de su tono marcó la diferencia.
Hizo esta pregunta, este momento, demasiado íntima para este entorno
extremadamente público.
Quería sentarme con ella en algún lugar privado y separar cada cosa
que dijimos esta noche como hilos sueltos de un suéter, y deshacerla hasta
que encontráramos un término medio.
―Yo no… ―comencé.
―Ella tiene un punto ―dijo Misty―. Aunque todo en Daria se trata de
permanecer soltera para siempre, así que…
El disco entró traqueteando en mi portería. Miré hacia abajo,
sorprendido, y supe que Daria estaba igual de sorprendida.
―Nueve contra ocho ―murmuré.
―…esa también es una limitación rígida ―terminó Misty.
Levanté una ceja inquisitiva hacia Daria, quien parecía estar
genuinamente dándole vueltas a esa declaración en su mente.
Probablemente fue mi imaginación, pero toda la habitación se sentía en
silencio, incluso los juegos. Solo se oía el clack-clack-clack del disco y el
soplo de aire generado sobre la mesa.
Antes de que Daria pudiera responder, y yo estaba desesperado por
escuchar su respuesta, Misty se frotó las manos como esperando.
―Voy a tratar de resumir todo porque ambos me han dado mucho que
considerar. Lo que me están diciendo es... que no hay nada de malo en
estar con este tipo...
―Correcto ―dije.
―...porque la vida es demasiado corta para no divertirse…
―Absolutamente ―dijo Daria.
―...y como todavía no sé realmente qué tipo de relación quiero, esta
podría ser la que funcione para mí...
―Sí ―dije enfáticamente―. Solo tú sabes lo que funciona.
Misty ladeó la cabeza.
―...porque al final del día, basar mi felicidad sobre unas limitaciones
de mierda que no funcionan para mí es el verdadero problema, no si creo
o no en las almas gemelas. Si soy lo suficientemente valiente, encontraré
mi magia de cualquier manera.
―Exactamente ―dijimos Daria y yo al mismo tiempo, y con la misma
cantidad de fuerza. Tanto es así, que tan pronto como terminé de hablar,
estaba golpeando el disco directamente en la portería abierta de Daria.
―¿Acaban de estar de acuerdo? ―preguntó Misty.
―¿Theo me acaba de ganar? ―preguntó Daria, girándose hacia Des.
―Claro que lo hizo ―dijo Des a los ruidosos aplausos del pequeño
grupo de fanáticos que nos habían seguido de un juego a otro―. La cuenta
oficial hasta ahora es Theo dos, Daria uno, pero la noche es joven, y más
tarde hay solicitudes para que participen en Pac-Man, tal vez algo de tenis
de mesa, y no podemos dejar que se vayan sin saber cuál de ustedes
domina en la máquina de pinball.
Dejé caer el mazo sobre la mesa, sacudiendo mis dedos. Mi sonrisa no
pudo ser contenida, pero tampoco la de Daria, e incluso ahora vi su rostro
sonrojarse y supe que el mío estaba haciendo lo mismo.
Una persona se abalanzó sobre mí: Misty. Sus brazos me rodearon en
un rápido abrazo y luego se giró e hizo lo mismo con Daria.
―Gracias, gracias, gracias.
―¿Estás segura de que nos lo merecemos? ―preguntó Daria―. Tal vez
deberías llamar la semana que viene para que Theo y yo podamos hacer
un rebobinado, libre de todos los discos y bolas.
―No, ¿estás bromeando? Fue mucho más divertido verlos en acción,
en persona. Son realmente geniales juntos. ―Miró a Des―. ¿Crees que K-
SUN seguirá haciendo estos eventos comunitarios con Daria y Theo?
Des pasó una mano por su cabello y se encogió de hombros.
―Sé que me encantaría, y los miembros parecen emocionados. Solo
depende de nuestros coanfitriones. Ya están trabajando juntos sin parar,
siempre y cuando no les importe verse aún más.
Misty se rio y yo también, aunque sonaba nervioso incluso a mis oídos.
Los hombros de Daria se tensaron incluso cuando era todo sonrisas para
los fans. Podía adivinar por qué, fácilmente, y tenía mucho que ver con la
frecuencia con la que ella y yo ya nos veíamos en secreto.
La abundancia de nueva empatía que sentí por todos esos oyentes con
llamadas sobre romances en el lugar de trabajo fue asombrosa. Había sido
arrogante con mi consejo, instándolos a declarar su nueva relación con el
mundo porque las consecuencias de mantenerlo en privado solo
continuarían acumulándose. Esto era definitivamente cierto para mí y
Daria.
Pero la idea de poner en peligro esta dulce y tentativa felicidad entre
nosotros me hizo querer mantenerlo en secreto para siempre, y lo sabía.
Aun así lo seguirá haciendo.
―¿Podemos tomarnos una foto? ―preguntó Misty.
Daria asintió, acercándose a mí y a Des.
―Vengan, todas estas personas que voluntariamente me vieron perder
ante Theo.
Des nos puso semi organizados bajo una pancarta que decía: K-SUN.
Radio para el pueblo. Hablar con los fanáticos y conocer a los oyentes en
persona era una de mis partes favoritas de este trabajo, pero las caras y
los nombres se desdibujaron cuando Daria se acercó a mí para la foto.
―Doctor Chadwick ―dijo, con los ojos brillantes.
Incliné la cabeza.
―Señorita Stone.
―Todos acérquense ahora ―dijo Des, agitando la mano. Janis, Mags y
Elena estaban junto a él, observándolo con expresiones complacidas.
Mags se tapó la boca con las manos y gritó―: ¡Buen trabajo, cariño! ¡Qué
manera de pegarle a Theo a pesar de que perdiste!
Daria resopló.
―Gracias, mamá. Te amo.
Su brazo se deslizó muy suavemente alrededor de mi cintura, y mi
brazo se deslizó muy suavemente alrededor de sus hombros. Casi todos
los compañeros de trabajo que teníamos estaban en esta sala, la mayoría
de ellos viendo esta muestra de camaradería profesional.
Nos quedamos perfectamente quietos, sonriendo a la orden de Des.
Era mi corazón el que no obedecía, golpeando en mi pecho,
probablemente cambiando mi expresión amable en algo completamente
tonto. Estaba inundado por el sentimiento más poderoso, rodeado de mis
admiradores, rodeado de mis compañeros de trabajo, perfectamente
como en mi hogar con esta familia que encontré y que había improvisado
porque la mía nunca me quiso.
Y en mis brazos, Daria, mi hermosa rival y encantadora coanfitriona. La
mujer de la que me estaba enamorando, tan rápido que debería haber sido
aterrador.
Este sentimiento que corría por mis venas era de lo que Daria había
estado hablando toda la noche.
Mágico. En su totalidad. Mágico
Theo y yo apenas atravesamos la puerta principal de mi casa.
Se cerró de golpe, dejándonos en la semioscuridad de mi pasillo
delantero. Él me tenía clavada a la pared un segundo después, con sus
labios chocando con los míos. Gruñó e inclinó mi cabeza hacia atrás,
dándole un mejor acceso para abusar de mi boca. Su lengua barrió el
interior, acariciando rítmicamente la mía, hasta que me tenía sin fuerzas
por la necesidad.
―Estuve deseando esto, estuve deseándote a ti, toda la maldita noche,
Daria ―susurró con fervor.
Inclinó la cabeza, besándome con una aspereza que revelaba la
profundidad de ese deseo. Una profundidad que fácilmente igualaba la
mía. Mientras sus labios bajaban por mi cuello, tomé su gruesa erección y
me acerqué, tan loca de lujuria que hubiera caído ansiosamente de rodillas
si Theo no me hubiera apretado la muñeca con un siseo.
―¿Este eres tú compensándolo como prometiste? ―jadeé.
Apartó mis pies de una patada para poder empujar el duro músculo de
su muslo entre mis piernas. Sus grandes manos aterrizaron en mi trasero,
apretando posesivamente mientras yo jadeaba su nombre. Sus manos me
alentaron a mecerme y lo hice, porque en el momento en que tropezamos
adentro, la conexión entre mi cerebro y mi cuerpo se desvaneció por
completo.
Su boca se cernió sobre mi oído.
―Una promesa es una promesa, aunque estoy más de humor para
hacerte suplicar clemencia.
Empecé a sonreír, pero rápidamente se convirtió en un gemido cuando
Theo presionó su muslo con más fuerza contra mi sexo, masajeando mi
trasero, besándome hasta el mareo y sin sentido. Nos quedamos
atrapados en la sala de juegos durante otras dos horas después de que
terminó nuestro juego de air hockey: dos horas de competencia y
coqueteo, sin poder tocarnos. A medida que avanzaba la noche, solo se
volvió más engreído, lo que solo me hizo más insolente, hasta que cada
interacción entre nosotros se convirtió en un desafío largo y sexy.
Lo observé toda la noche. Su diversión fue obvia, sus sonrisas
encantadoras y su cuerpo estaba relajado. Se movió con confianza y sin
esfuerzo entre los fanáticos y los oyentes, quienes lo miraban
boquiabiertos con expresiones deslumbrantes.
Los entendí completamente. Mi cuerpo estuvo en un estado de rubor
permanente desde que se acercó a mí en el malecón.
Pero mientras tanto los fanáticos como los juegos se disputaban su
atención, él solo tenía ojos para mí. Lo sentí como una llama contra mi
piel, siguiendo mis movimientos, estudiando mis reacciones.
Ya había pasado la noche sintiéndome adorada por Theo, y él ni
siquiera tuvo que usar sus manos, lo que nos llevó directamente a este
momento frenético en el pasillo, conmigo apretada contra su pierna y
nuestras bocas unidas en un beso lleno de gemidos y mordiscos.
Clavé mis dedos en su camisa y la jalé con fuerza.
Él recibió el mensaje.
Theo se arrancó la camisa con la misma sonrisa arrogante que uso en la
sala de juegos. La piel de gallina se esparció por mi piel, y me mecí,
impotente, arriba y abajo de su muslo, cada presión proporcionaba una
deliciosa fricción de la tela rozando mi clítoris, aunque nada apagaba el
implacable latido que golpeaba entre mis piernas.
Pasé mis uñas por su pecho delgado, mirando con asombro cómo los
músculos de su estómago se flexionaban y saltaban bajo mi toque. Él
dobló las rodillas y me levantó en alto sin apenas esfuerzo, luego nos llevó
por el pasillo, mirándome a través de mis rizos ligeramente despeinados.
―¿Dónde está tu superficie plana más cercana? ―preguntó.
―C-cocina ―susurré.
―Perfecto ―el pasillo terminó y se giró hacia la pequeña mesa de mi
cocina, dejándome suavemente sobre el borde. Agarró la parte de atrás de
mi cuello, manteniendo nuestros rostros cerca―. Necesito hacer que te
corras en este momento o voy a perder la cabeza.
Saqué mi lengua y lamí su labio inferior. Su boca se curvó con malicia
y un estruendo salvaje salió de la parte posterior de su garganta.
―Entonces ponte de rodillas y demuestra que puedes manejarme
después de todo ―murmuré, sabiendo que la provocación rompería lo
último de su control.
Y lo hizo, tiró de mis caderas hasta el borde de la mesa y mi espalda
golpeó la superficie. Me quitó los zapatos y los jeans ajustados del cuerpo
con los dedos temblorosos. Esos mismos dedos se enroscaron en mi ropa
interior y la arrastraron por mis piernas. Observé todo esto en un
aturdimiento sexual, mi núcleo ya se tensaba en anticipación por su hábil
boca en mi piel resbaladiza. Él cayó de rodillas y curvó la parte superior
de su cuerpo hacia el mío, apoyó mis piernas sobre sus anchos hombros
dorados, flexionando sus fuertes músculos.
Theo se quedó mirando mi coño, y un músculo se tensó en su
mandíbula, sus dedos se apretaron alrededor de mis muslos,
manteniéndome abierta para su escrutinio decadente. Cuando sus ojos se
movieron para encontrarse con los míos, el calor abrasó mi piel, luego
descendió, y en el momento en que su rostro se presionó contra mi coño,
gimió con tanta fuerza que sentí las vibraciones a través de mi centro. Su
lengua me lamió con firmeza, solo una vez, y mi espalda se inclinó sobre
la mesa.
―Oh, Dios ―gemí. Metí mis dedos en su cabello, y la otra mano
empujándose por detrás para sostenerme en el borde. Theo cumplió su
palabra: en un minuto estaba rogando misericordia, pero solo porque
estaba a punto de establecer mi propio récord personal para el clímax más
rápido. Me excitó hasta el punto del dolor durante horas, por lo que su
lengua, lamiendo mi clítoris, envió espirales de placer intenso y
alucinante a través de mí.
Me lamió con entusiasmo, aplanando su lengua para hacer círculos
firmes y rápidos. Mis caderas subieron una y otra vez, y cada vez que lo
hacían, Theo gruñía con aprobación, finalmente usando la fuerza de sus
brazos para levantar la parte inferior de mi cuerpo de la mesa.
Me corrí tan duro y tan rápido que mi visión se nubló y grité su nombre
hasta que mi voz se volvió ronca.
―Jesús… Cristo ―dije, completamente sin aliento y temblando―.
Creo... creo que te has probado a ti mismo.
Acarició su rostro a lo largo de la parte interna de mi muslo y me
mordió, haciéndome saltar.
―Aún no he terminado contigo.
―¿Ah, sí? ―pregunté lentamente.
―¿Podemos jugar con algunos de tus juguetes? ―me preguntó.
Mis cejas se dispararon con sorpresa.
―Oh, sí. Sí. Seguro que podemos.
Él asintió, luciendo decidido. Me levantó de la mesa y se dirigió hacia
el estrecho pasillo que conducía a mi dormitorio.
―¿Supongo que tu guarida de placer es por aquí?
Me burlé.
―Cada habitación de mi casa es una guarida de placer. Me tomo esa
mierda en serio.
―Sé que lo haces, Daria ―murmuró en mi oído y un escalofrío me
recorrió la espalda―. He pasado demasiado tiempo fantaseando sobre
cómo te ves cuando usas estos juguetes que te entusiasman, y no hay
suficiente tiempo para verte hacerlo en la vida real.
Abrió con el hombro la puerta de mi dormitorio, yo extendí la mano y
encendí la luz, él tarareó con aprobación antes de tirarme hacia atrás sobre
la cama, y con esa misma sonrisa altiva, se quitó el resto de la ropa como
si supiera que yo estaba mirando, y de hecho, lo hacía. Chasqueó los
dedos y dijo―: Quítate la blusa, Daria.
Hice lo que me dijo, pero cuando me puse de pie, me incliné y apreté
los dientes alrededor de la piel de su pectoral. En el gran espejo del
tocador, pude disfrutar de la vista de un Theo muy desnudo gimiendo,
con la cabeza hacia atrás, mientras besaba su pecho, acariciando y
tentando su polla. Era gruesa y pesada en mis manos, su piel estaba cálida,
y cuando le lamí la garganta, sabía a sal.
Envolvió su mano alrededor de la mía, moviéndolas juntas arriba y
abajo de su longitud. Sentí cada caricia como si se moviera dentro de mí,
cada respiración áspera se deslizaba por mi piel.
―Muéstramelos ―exigió, quitando mi mano de su polla. No tuvo que
aclarar qué. Tiré de él hacia un cajón grande y lo abrí, revelando mis
juguetes sexuales, pero también estaba lleno de todo tipo de objetos de
cuidado personal, cosas que hacían que mi cuerpo se sintiera amado,
abrazado, complacido: aceite corporal, velas, y lociones.
A lo largo de los años, aprendí que la masturbación, los masajes y los
baños largos tenían un propósito similar para mí. Me enseñaron sobre mi
cuerpo: sus gustos, sus aversiones, sus hermosas peculiaridades. Me
enseñó a amar mi cuerpo, a adorarlo, a darle lo que pedía sin juzgar. A
veces mi cuerpo pedía suaves cobijas de chenilla y un buen libro. A veces
pedía porno caliente y vibradores rápidos. Había una lección cada vez,
incluso si esa lección era simplemente para escuchar.
Seguí su mirada hambrienta mientras miraba todos los coloridos
juguetes, dispuestos en un bonito patrón. Tocó algunos de ellos, con
reverencia, y los dedos de mis pies se enroscaron en mi alfombra de felpa.
Tenía la sensación de que la lección de hoy era algo así como prepararme
para el viaje de mi vida.
Agarré la mano de Theo y la apoyé en uno de mis consoladores
favoritos. Era púrpura y curvo y vibraba en una extraordinaria gama de
patrones y velocidades. Una idea ardió en mi cerebro.
―Theo, he tenido esta fantasía.
Sus ojos se elevaron bruscamente.
―Dime.
Me lamí los labios, y una excitación embriagadora se enroscó en mi
vientre.
―Fóllame con esto ―le dije, tocando el consolador― y lame mi clítoris.
Otra vez.
Sus dedos se cerraron con fuerza alrededor del vibrador.
―Daria ―gruñó―. Súbete a la cama.
Me mordí el labio.
―¿Así que eso es un sí?
Dejó caer la cabeza y me besó.
―Ve.
Y fui. Me arrastré por mis suaves sábanas escarlatas y supe que Theo
estaba mirando.
―De espaldas ―dijo―. Y abre las piernas.
Él estaba ahí un segundo después, estirando su gran cuerpo desnudo
junto al mío, con un consolador en una mano y una pequeña botella de
lubricante que tenía en el cajón en la otra. Apliqué unas gotas en mis
dedos y cubrí el juguete con ella. Levanté mi rostro para poder besar a
Theo. Besarlo y sentir sus labios firmes inclinados sobre los míos, con sus
dedos sujetando mi rostro. Necesitaba un segundo para ordenar mis
pensamientos, y pareció sentir eso. Él estaba, después de todo, en mi casa,
en mi dormitorio, en mi cama.
Escuchando lo que yo quería. Recordando lo que yo necesitaba.
Dándome una intimidad que no había experimentado antes, ni con
Jackson, ni con ninguno de los hombres que ocasionalmente traía a casa
para tener sexo que era placentero, pero en última instancia sin sentido.
Para mí, este tipo de sexo con una pareja era el epítome de lo
significativo. Como declaré esta noche entre el baloncesto y el air hockey,
desafiando las limitaciones y las definiciones rígidas.
Fue mágico.
Nos separamos con un suspiro compartido y tembloroso. Con los ojos
cerrados, envolví mi mano alrededor de la suya, y juntos arrastramos la
punta del consolador por el centro de mi cuerpo hasta que descansó entre
mis piernas.
―¿Qué se siente bien? ―preguntó suavemente. Hizo una muesca en el
juguete en mi entrada. Con el ceño fruncido, y lentamente, muy
lentamente comenzó a deslizarlo adentro. La intrusión contundente,
guiada por su mano, se sintió increíble. Mi boca se abrió en un grito
silencioso y mis ojos se cerraron. Sentí su palma pasar sobre mi frente,
apartando los rizos de mi rostro, y el tierno gesto solo aumentó el deseo
que me atravesaba.
Empujó el juguete unos centímetros más, mordí mi labio y gemí.
―Una baja... baja velocidad al principio.
Theo hizo clic en él, y las suaves vibraciones resonaron a través de mi
sexo. Incliné mis caderas hacia arriba, ya buscando más. Mis ojos se
abrieron a tiempo para ver sus labios curvarse maliciosamente.
―¿Como esto?
Asentí y jadeé.
―Más profundo, por favor. ―Observé mi cuerpo mientras su mano
metía el resto del consolador hasta el final, hasta la empuñadura. Apenas
habíamos hecho nada y mis células sentían la necesidad de detonar. Mis
dedos se aferraron a los fuertes hombros de Theo y un grito de placer se
formó en mi garganta. Comenzó a mover el juguete hacia adentro y hacia
afuera, follándome con mi consolador en un ritmo frustrantemente
constante que hizo que mi cabeza se agitara de un lado a otro.
Su cálido aliento acarició el caparazón de mi oído, lo único que me
conectó a tierra a través del éxtasis que se acumulaba rápidamente.
―Eres tan hermosa, justo así ―murmuró―. Nunca había visto algo tan
jodidamente sexy.
Antes, podría haber bromeado o soltado una serie de palabras bonitas
y afirmativas para el hombre increíblemente guapo que me estaba
follando con un consolador como si hubiera pasado años practicando para
este mismo momento, pero habíamos intercambiado palabras por deporte
durante toda la noche, y finalmente, felizmente, no tenía nada que decir.
Yo era pura sensación, un cuerpo flotando en un mar de euforia, así que
cuando Theo subió el vibrador una sola velocidad, desencadenando una
ráfaga de mini orgasmos, simplemente empujé sus hombros tan fuerte
como pude y dije:
―Por el amor de Dios, ahora, Theo.
No dudó ni un segundo en darme lo que le pedí. Volvió a colocarse
entre mis piernas y curvó su lengua suave y húmeda alrededor de mi
clítoris.
Grité.
No pude evitarlo. La profunda penetración más las vibraciones más la
dulce caricia de su lengua fue la combinación de sensaciones más
exquisita que jamás había experimentado en mi vida. Él sonrió, pero no
se detuvo, lamiendo mi clítoris y follándome con el juguete. Pasó todo un
minuto antes de que un agudo y penetrante segundo orgasmo me hiciera
gritar de nuevo en mi almohada. Me retorcí, y convulsioné. Theo presionó
su mano en mi estómago y me mantuvo quieta hasta que la última ola se
desvaneció.
Me dejé caer en la cama como una muñeca de trapo. Me tapé el rostro
con las manos y traté de calmar mi respiración y una gota de sudor rodó
entre mis pechos. Después de quitarme el consolador con mucha
delicadeza, subió lentamente por mi cuerpo, centímetro a centímetro,
beso a beso, hasta que pudo lamer esa gota de sudor con un profundo
suspiro de satisfacción.
―Daria ―respiró, en un tono lleno de asombro―. Eres una maravilla.
Eres un milagro. ―Su boca siguió viajando, hasta que la longitud de su
cuerpo se presionó contra la mía. Su peso, su piel cálida, era un delicioso
alivio. Sus caderas me presionaron contra el colchón y sus manos se
curvaron por mi cintura, ahuecando mis pechos, acariciando mi garganta.
Arrastró su nariz por mi mandíbula, y besó mi mejilla. Abrí los ojos y tomé
su rostro. Su sonrisa torcida era demasiado adorable después de un
orgasmo que literalmente me hizo añicos.
―Hiciste realidad una de mis fantasías ―dije, acariciando suavemente
sus labios con mi dedo.
Su sonrisa creció.
―Verte con uno de tus vibradores era mi propia fantasía. Gracias por
confiar en mí con eso.
Tarareé por lo bajo.
―Gracias por ser confiable. Yo no… ―Me aclaré la garganta―. Theo,
toda esta noche es nuevo para mí. Haces que sea fácil abrirme. Haces que
sea fácil ser yo misma.
Sus labios rozaron mi sien.
―Nunca me cansaré de estar cerca de ti, Daria. Simplemente de la
forma en que tú eres.
Mi corazón se sentía como si estuviera en llamas y la emoción se
apoderó de mi garganta, arrastré mis manos por su espalda, ondulada con
músculos, hasta que pude apretar su trasero. Él siseó y se meció contra mi
clítoris todavía sensible, lo que envió un aluvión de réplicas que me
atravesaron.
―Te quiero, Theo, justo así. Quiero más... más de ti.
Sus ojos buscaron los míos, y volvió a mover las caderas, apretándose
hacia abajo, y se sintió tan condenadamente bien. Porque aún estaba sensible
y adolorida, y aún necesitaba sentir cada centímetro de él dentro de mí. Era
dulce y sensual, un movimiento lento y constante, con nuestros cuerpos
aferrándose juntos. Mordí su labio inferior y dije:
―Por favor, fóllame.
Él capturó mi boca en un beso que rápidamente se volvió rudo y
palmeó mis pechos, haciendo rodar mis pezones contra sus palmas. Grité
contra su boca y pasé mis dedos por su cabello, luego reemplazó sus
palmas con su boca caliente, chupando, lamiendo y raspando con sus
dientes.
―¿Cómo? ―preguntó con voz estrangulada―. Tus fantasías son mis
fantasías, Daria Stone.
―Justo así. ―Suspiré―. Y estoy limpia y protegida también, con un
DIU. Estoy bien sin condón si tú lo estás.
Una onda de choque atravesó su cuerpo. Tomó mis manos y las sujetó
sobre mi cabeza, y nuestros dedos se entrelazaron en las sábanas.
Susurrando mi nombre como una oración, empujó tranquilamente su
polla dentro de mí, introduciendo poco a poco, centímetro a centímetro.
Era grueso, estirándome, llenándome profundamente y luego aún más
profundo hasta que mis dedos de los pies se curvaron. Mis caderas se
elevaron para encontrarse con él, instándolo a continuar, y nuestros
cuerpos se movieron juntos con una indulgencia que se convirtió en un
frenesí perverso. Gemí con cada golpe deliberado de su polla, y cada roce
de su pelvis contra mi clítoris.
No pasó mucho tiempo hasta que Theo me estaba follando más duro, y
más rápido. Su boca se quedó en mi oído y cada gruñido ronco y
respiración pesada solo me calentaba más. Mi tercer orgasmo estaba
cerca, estimulado por sus profundas caricias y su ritmo constante, pero
también me cautivó verlo desmoronarse frente a mis ojos: su cuerpo
temblaba, mientras sus dientes rozaban mi piel.
―Puedo sentirte al límite, Daria ―dijo, con nuestros cuerpos chocando.
Mis caderas se movían con cada impulso de su polla―. Puedo sentirte.
Tan jodidamente cerca. Tan hermosa.
―Theo ―gemí. Estaba al borde del clímax por tercera vez y no estaba
segura de poder sobrevivir―. Por favor, oh, Dios. Eres tan bueno, eres tan
bueno, eres tan...
Soltó mis manos y empujó hacia arriba, alcanzando un ángulo nuevo y
perfecto. Arqueé mi espalda justo afuera de la cama, y su lengua estaba
ahí, corriendo entre mis senos, subiendo por mi garganta.
―Una maravilla ―jadeó―, eres una maravilla y un milagro. ―Luego
maldijo por lo bajo y me besó. Su polla se hundió entre mis piernas y me
corrí en una serie de largas ondas que me dejaron sin aliento. Envolví mis
brazos alrededor de su espalda y lo sostuve cerca mientras su respiración
se volvía áspera.
―Daria, mierda ―maldijo. Se estremeció y gimió durante su clímax, y
seguí abrazándolo fuerte con una sonrisa gigante y satisfecha en mi
rostro. Sus labios se movieron sobre mi rostro y besó el espacio entre mis
cejas, luego la punta de mi nariz y mi cabello. Una sensación cálida y
lánguida inundó cada miembro, desde la parte superior de mi cabeza
hasta la punta de los dedos de mis pies. Él levantó la cabeza lo suficiente
para que nuestras miradas pudieran encontrarse y se rio suavemente,
apartando mi cabello hacia atrás y pasando su mano por mi frente.
―¿Estás bien? ―preguntó, con los labios arqueándose.
―Estoy en otra estratosfera, muchas gracias ―le dije―. Y lo digo
literalmente. Muchas gracias.
Theo esbozó una sonrisa infantil.
―¿Crees que fue ingenuo de mi parte declarar que el sexo que tuvimos
en mi oficina fue el mejor de mi vida cuando aún no había experimentado
el singular éxtasis de lo que sea que pasó aquí?
Me levanté sobre mis codos y le robé un beso.
―Los juegos de arcade como juegos previos es lo que pasó.
La risa retumbó desde su pecho, alcanzó las sábanas al final de la cama
y las arrastró suavemente hacia arriba y sobre nuestros cuerpos desnudos,
pasando su mano por mi espalda y enrollando su brazo alrededor de mi
cintura. Nos acostamos de costado uno frente al otro, soñadores y
satisfechos, y el dulce afecto en sus ojos hizo que los dedos de mis pies se
tensaran nuevamente por una razón completamente diferente.
Por un momento, no hablamos, algo raro en nosotros dos. Me rendí a
la tentación de seguir tocándolo, trazando con mis dedos la forma de su
rostro, su mandíbula fuerte, la curva de sus pómulos, y su boca astuta.
Theo parecía feliz con mi exploración, mirándome con gratitud en sus
ojos, y me dolió el corazón con el recuerdo de la soledad de su infancia, el
frío despido de sus papás, y sus años de estudio sobre el amor porque se
lo habían negado a una edad tan crucial.
Su palma se movió en grandes y relajantes caricias arriba y abajo de mi
espalda, me acurruqué más cerca y él besó la punta de mi nariz.
―¿Qué pensaste sobre la pregunta de Misty esta noche?
―Creo que Misty lo hizo muy bien ―dije con una sonrisa―, pero al
final… realmente me gustó el consejo al que llegamos. Juntos.
―Sin limitaciones ni definiciones rígidas ―repitió suavemente―. En lo
que puedo trabajar, por ti. Me gustaría trabajarlo contigo.
Mi respiración se aceleró. Para dos personas que a menudo juraban
públicamente que se oponían a las etiquetas estrictas, ciertamente
habíamos elegido líneas duras sobre las que apoyarnos: solo matrimonio
versus soltería para siempre. Lo que Theo dijo justo antes sacudió los
mismos cimientos a los que me aferré desde el momento en que mi mamá
tuvo que desabrocharme el vestido de novia.
Perseguir el verdadero amor romántico a pesar de todas esas definiciones
rígidas es, parafraseando a Daria, valiente como el infierno. Se necesita coraje
para seguir buscando lo que es genuino, enterrado debajo de todo lo que es falso.
―Me gustaría trabajar para ser más abierta también ―susurré, y lo
decía en serio.
Una sonrisa iluminó su rostro, suavizando las líneas de su frente.
―Estoy descubriendo que nuestros oyentes nos aman más porque
claramente no sabemos lo que estamos haciendo. Eso es más identificable
que un experto, o eso estoy aprendiendo.
―Oh ―dije, suspirando mientras me acariciaba el cabello―. ¿Entonces
me estás diciendo que el experto en amor y romance no es un experto
después de todo?
―Realmente no lo soy ―dijo suavemente―. Te prometí un gran gesto
romántico el otro día y esa promesa no se ha cumplido.
―Theo ―le dije, besando su mejilla―, esta noche jugamos con nuestros
fans y compañeros de trabajo, y en un momento me reí tanto que lloré,
luego me hiciste correrme tres veces. Esta es mi idea de un gesto
romántico, lo lograste en el primer intento.
Su sonrisa se ensanchó.
―Permíteme bañarte con estos gestos específicos todos los días de la
semana. Incluso dos veces al día, si te sientes más romántica.
Aparté los rizos de su frente mientras mi corazón daba vueltas en mi
pecho, haciéndome saber con cada respuesta física posible que lo que
sentía por Theo Chadwick era tan genuino como parecía.
Y cuando el sueño me reclamó unos minutos después, fue con mi
cabeza pegada a su pecho, sus fuertes brazos sosteniéndome fuerte y el
ritmo de los latidos de su corazón como una canción de cuna en mi oído.
Finalmente entendí la verdadera definición de la palabra regalo.
No tenía nada que ver con la forma en que alguna vez colmé a mis
parejas con regalos sinceros pero que en última instancia carecían de
significado, y tenía todo que ver con despertarme con el peso suave y
reconfortante de la cabeza de Daria sobre mi pecho, con su cabello oscuro
esparcido por todas partes, y su respiración tranquila sincronizada con la
mía. Me giré para presionar mis labios contra esos rizos negros, inhalando
su aroma floral. Ella se movió, pero no se despertó, y la gratitud se
apoderó de mí con tanta fuerza que se me hizo un nudo en la garganta.
Anoche, tuvimos sexo tan caliente e íntimo que sabía que se quedaría
grabado en mis recuerdos para siempre. Aun así, no tenía la esperanza de
dormir aquí, por mucho que lo quisiera. Ella era honesta sobre sus límites
más que cualquier otra cosa, y no era difícil imaginar que probablemente
tenía uno sobre pasar la noche.
Pero en vez de eso, nos abrazamos, y Daria se acurrucó a mi lado como
si hubiéramos hecho esto cientos de veces antes.
Ciertamente se sintió así para mí.
Pasé mis dedos lentamente por su columna, feliz de permanecer debajo
de las sábanas en su dormitorio alegre y bañado por el sol. Ella gruñó
adorablemente, moviéndose, luego levantó la cabeza con una expresión
adormilada.
―Buenos días ―dije arrastrando las palabras, apartando el cabello de
sus ojos.
Ella frunció el ceño, adormilada.
―Ahora hay una mirada que conozco bien.
Sus labios se fruncieron.
―Estoy enojada porque también te ves súper sexy cuando te levantas
por la mañana y lo encuentro profundamente injusto.
Su voz sonaba áspera por el sueño, con el cabello revuelto, y su cuerpo
desnudo cálido contra el mío. Acaricié un lado de su cuello, levantando
una ceja ante la marca de un mordisco.
―Considéralo como una venganza por todos esos meses que usaste
esos pantalones de cuero para distraerme ―le dije con una sonrisa.
Ella se burló.
―Nunca hice algo así en mi vida, Theodore Chadwick.
Nos di la vuelta con facilidad, amando el sonido de su risa sorprendida
y la sensación de ella ahora debajo de mí. Tomé su rostro entre mis manos
y la besé, nuestros labios se movieron tan dulce y lánguidamente como
los rayos del sol deslizándose por el suelo. Me tomé mi tiempo con su
boca, moviéndola sin prisas. Dejé que el momento se desarrollara entre
nosotros sin límites ni vacilaciones. Pude sentir sus labios curvarse en una
sonrisa. Pude sentir la felicidad suelta en su cuerpo, y cuando finalmente
me retiré, la mirada de cálido afecto en su rostro me abrió el corazón de
par en par.
―Está bien ―admitió―, tal vez me puse esos pantalones para
distraerte un poco.
―Solo un poco, ¿eh? ―bromeé.
Volvió a besarme, bajándome la cabeza mientras vibraba de risa.
―Tenías razón, tal vez yo soy la sinvergüenza.
―Una muy, muy, muy hermosa ―le susurré al oído.
Daria se mordió la punta del pulgar, y sus ojos de zafiro buscaron los
míos.
―Sobre lo de anoche ―comenzó, y mi corazón se detuvo, pero ella
levantó la mano y me acarició la mejilla―. No he pasado la noche con
alguien en más de cinco años, y tampoco he dejado que nadie se quede a
dormir aquí.
―¿En cinco años? ―murmuré, mientras mi corazón latía
caóticamente―. ¿Quieres que yo...
Ella negó con la cabeza firmemente.
―Si quisiera que te fueras, me habría sentido cómoda pidiéndotelo, y
sé que lo habrías entendido, pero quería que te quedaras conmigo, Theo.
Quiero que sigas quedándote.
―Me gustaría eso ―dije con voz ronca―. Quedarme contigo. ―Hice
una pausa, y me di cuenta de que me estaba sonrojando―. Se sintió
diferente contigo. Despertar contigo esta mañana fue extraordinario. Tú
eres extraordinaria.
―Tú también lo eres ―susurró―, y por eso creo que esto se siente
diferente. Me haces sentir segura y cómoda, Theo.
La profundidad de la emoción en su voz baja no se parecía a nada que
hubiera escuchado antes de ella. Al igual que sus dedos temblorosos sobre
mi piel, y su garganta trabajando en un trago delicado. Su promesa de
anoche surgió en mis pensamientos: me gustaría trabajar para ser más abierta
también.
Bañado por la luz de la mañana con Daria en mis brazos, de repente no
parecía tan tonto esperar que tropezáramos en nuestro camino hacia algo
más.
Empujé mi nariz contra la suya.
―¿Puedo prepararte el desayuno?
Ella arqueó una ceja.
―Theo. Me hiciste correrme tres veces anoche, incluso una vez con mi
vibrador. Si alguien hará el desayuno, seré yo.
Rocé mis labios a lo largo de su mandíbula.
―Y lo haría de nuevo, con o sin desayuno.
Daria empujó juguetonamente mis hombros, balanceando sus piernas
sobre la cama y parándose completamente desnuda y hermosa frente a
mí. Rodé sobre mi costado, asombrado y excitado y ya alcanzándola para
jalarla hacia atrás. Ella me apartó la mano con un manotazo y se puso la
camiseta extragrande de David Bowie de la otra noche.
―Vamos ―gritó por encima del hombro―, permíteme algunas
“ofrendas de servicio” contigo.
Me pasé una mano por el rostro con una risa, reacio a dejar el paraíso
de su cama, pero físicamente incapaz de resistirme a sus órdenes. Me puse
los calzoncillos, encontré mis lentes y me pasé una mano por el cabello.
―¿Qué fue eso de nuevo? ―pregunté, siguiéndola a su cocina.
Golpeó una sartén y una espátula encima de la estufa.
―Tengo que pasar tiempo con tus afirmaciones y esas cosas.
Pasé un brazo alrededor de su cintura y tiré de su espalda contra mi
pecho.
―Sabes que me pongo duro cuando hablas de lenguajes de amor
―gruñí, mordisqueándole la oreja.
Ella se rio.
―Una chica le llevó Tylenol a un chico lindo una vez.
Le di un fuerte beso en la mejilla y luego me senté en la parte superior
de su barra, observándola encender su cafetera y sacar huevos, tocino,
queso y colocarlos junto a un plato de bollos debajo de una cubierta de
vidrio. Tenía baldosas en blanco y negro en el piso y electrodomésticos de
color azul claro, los mostradores y el refrigerador estaban cubiertos de
cuadros y obras de arte.
―¿Qué me estás preparando? ―pregunté, levantando mi barbilla hacia
la sartén.
Cubrió la sartén con mantequilla, rompió dos huevos y echó unas tiras
de tocino.
―En las noches de programas, especialmente si estoy conectada, mi
cena tardía suele ser un sándwich de huevo frito con queso y tocino en un
bollo. Lo habría hecho para ti anoche, pero estaba demasiado ocupada
quedándome dormida en tu pecho impresionantemente ancho.
Mis labios se curvaron en una sonrisa.
―Prometo ser menos impresionante la próxima vez.
―Más te vale, porque estás a punto de descubrir lo deliciosos que son
mis sándwiches de huevo. ―Giró sobre sus pies descalzos y bailó hacia
mí con una humeante taza de café. Antes de que pudiera alejarse, agarré
la parte delantera de su camiseta y la jalé hasta que estuvo de pie entre
mis piernas, con una bonita sonrisa.
Metí un mechón de su cabello detrás de su oreja.
―¿Me creerías si te dijera que preparo exactamente la misma cena
después de los programas nocturnos?
Daria se iluminó.
―Janis tuvo razón todo el tiempo. Tenemos cosas en común.
Me reí suavemente.
―¿Crees que finalmente hemos aprendido una lección vital sobre el
trabajo en equipo y el compromiso?
Ella ladeó la cabeza.
―Eso depende. ¿Le pones salsa picante a tus sándwiches de huevo
frito?
―Te aseguro que sí, lo hago ―susurré ferozmente.
Caminó de espaldas a su refrigerador con una mirada lasciva, luego
abrió la puerta y agarró una botella roja con una mano, lanzándomela.
La atrapé, divertido, y la sostuve.
―Esta es exactamente la que yo uso también.
―Bueno, ¿adivina qué? ―canturreó, rociando queso sobre los huevos
burbujeantes―, cuatro meses de animosidad terminaron por un
sándwich.
―Tal vez algunas otras cosas ayudaron también ―dije con un guiño.
Ella se mordió el labio, con las mejillas sonrosadas, y colocó los bollos
en un horno tostador.
―Puedo pensar en algunos ejemplos notables de... compromiso.
La miré sobre mi café, observándola moverse alrededor de su cocina
con facilidad, sirviendo los sándwiches y lamiendo la grasa de tocino de
sus dedos. La vida doméstica ordinaria y pacífica de esta mañana no
podía ser ignorada, especialmente en comparación con la noche anterior,
que estuvo llena de luces intermitentes y fanáticos entusiastas, luego
lujuria urgente y juguetes sexuales.
Que pudiéramos deslizarnos juntos en la dicha de amanecer juntos y
andar con los pies descalzos solo unas horas después, me hizo doler con
una felicidad que luché por definir completamente.
Daria inclinó la cabeza hacia la otra habitación y dijo:
―Ve a sentarte en el sofá y te lo llevaré.
La obedecí, no sin antes robarle un beso. Su sala de estar tenía una gran
puerta corrediza de vidrio que, como la mía, conducía a un patio soleado.
Sus paredes estaban pintadas de amarillo claro y en ellas colgaban fotos
antiguas de surf y carteles de K-SUN. Las luces blancas envolvían sus
florecientes macetas y una pequeña palmera. Me acomodé en su sofá,
junto a un cuenco lleno de tickets de entradas. Con un dedo, saqué una
de las cajas naranja debajo de la mesa para revelar un montón de registros
ligeramente polvorientos.
―Tú también tienes una colección de vinilos increíble ―le dije por
encima del hombro.
―La influencia de Magnolia Stone ―dijo, y la sonrisa en su voz era
obvia. Apareció un segundo después, equilibrando nuestra comida y su
propia taza de café. Tomé un plato de delicioso desayuno mientras ella se
acurrucaba a mi lado en el sofá, entrelazando sus piernas con las mías.
Daria me miró con una timidez inusual cuando tomé mi primer bocado
de bollo tostado, queso derretido y tocino crujiente.
Gemí tan fuerte que se echó a reír.
―¿Así que lo hice bien? ―ella bromeó.
Empujé su pie con el mío.
―Daria Stone, eres absolutamente asombrosa en todos los sentidos.
Ella apretó los labios, luciendo complacida consigo misma, luego partió
un trozo extra de tocino y me lo tendió. Acerqué su muñeca a mis labios
y presioné un beso sobre su punto de pulso, y luego arrebaté el mordisco
de sus dedos con mis dientes.
Ella chasqueó la lengua.
―Tan coqueto.
Siguió mi mirada a la foto enmarcada en su mesa de café: era Mags de
apariencia más joven sentada en la cabina de sonido de K-SUN, con
audífonos y una sonrisa gigantesca dirigida a una niña con cabello largo
y oscuro que sostenía el micrófono.
La tomé, acariciando con el pulgar la imagen.
―¿Esta eres tú?
―Seguro que sí ―Daria giró la cintura y tomó otra foto de detrás del
sofá―. Echa un vistazo a esta.
Tomé el marco en mis manos y sonreí.
―Santa mierda. Esas son Janis y tu mamá en las protestas de 1998 sobre
las corporaciones que arrebataron todos los negocios independientes.
Magnolia llevaba un megáfono y Janis sostenía el cartel que me dio el
otro día: Sunrise Beach no representa a las grandes empresas. Ella, por
supuesto, sostenía esto con una mano mientras que con la otra levantaba
un dedo medio desafiante.
Había sido más sencillo evitar las raíces profundas de mi conexión con
Daria: mis años de amistad con Mags; el hecho de que Janis, mi mentora,
era esencialmente la tía gruñona y malhablada de Daria; nuestra devoción
compartida por este pueblo, esta estación de radio y todas las cosas que
la hacían un lugar tan especial. Había demasiados hilos que nos unían y,
hasta hace poco, descartarlos hizo que fuera más fácil ignorar mis
crecientes sentimientos por ella.
―Solo eres unos años mayor que yo ―dijo―, y pasé muchas mañanas
con mi mamá en el estudio, mientras ella grababa su programa. A medida
que fui creciendo, incluso me dejó elegir algunas de las canciones.
Probablemente hubo días en los que estabas escuchando su programa en
casa, mientras yo también estaba ahí escuchando.
Mi mirada se elevó para encontrarse con la suya.
―¿Fuiste responsable de que tocara “The Wild One” todas las mañanas
durante una semana seguida?
Ella se encogió de hombros alegremente, con los ojos en el techo.
―Tal vez.
Tragué alrededor de un nudo en mi garganta.
―¿No sería eso algo?
Daria colocó su plato ahora vacío sobre la mesa y se giró hacia mí. Nos
acomodamos un poco hasta que sus pies estuvieron en mi regazo y mi
mano apretó la suya.
―¿Puedo hacerte una pregunta personal? ―me dijo.
―Siempre.
―¿Por qué realmente dejaste la academia para convertirte en locutor
de radio? No puedo dejar de pensar en cuánto invertiste, y todo ese
tiempo dedicado que tuviste que dejar para venir a K-SUN.
―De alguna manera, era mucho a lo que renunciar ―admití―, pero
solo tenía veintiocho años cuando comencé a ser anfitrión, por lo que en
su mayoría me siento agradecido de haber elegido la carrera que quería y
no en la que me sentía presionado por mis asesores, mis profesores e
incluso amigos en el campus.
Hice una pausa, apretando ligeramente su tobillo.
―Estudiar las relaciones humanas fue fascinante para mí por lo que
sucedió con mis papás, pero una vez que comencé a escribir esa columna
de consejos, descubrí que lo que más disfrutaba era conectarme con
personas normales sobre sus preguntas sobre el amor. Personas que
estaban tan confundidas, esperanzadas y curiosas como yo. Eso,
combinado con el hecho de que había estado obsesionado con la radio
desde que era un niño, hizo que aceptar la oferta de Janis fuera la decisión
más fácil que jamás haya tomado. Hablar con nuestros oyentes cada
semana me hace sentir menos solo.
Ella asintió y acarició con su pulgar mis nudillos.
―Eso tiene mucho sentido para mí, y entiendo sobre no querer
sentirme sola. Presentar nuestro programa también hace eso por mí.
―¿Siempre quisiste ser como tu mamá?
―Oh, sí. ―Ella se rio―. Nunca hubo ninguna duda en mi mente sobre
en dónde estaba destinada a estar. De vuelta en Los Ángeles, hice todos
los trabajos de la estación que pude por la experiencia, hasta que el
productor de K-ROX estuvo dispuesto a arriesgarse con una chica molesta
que acababan de abandonar y que quería gritar sobre el amor propio.
―Estoy agradecido de que lo hayan hecho ―dije.
Apoyó el otro codo en el respaldo del sofá y acomodó su cabeza contra
él.
―La radio también lo es todo para mí ―dijo en voz baja―. Las
estaciones independientes son como esta voz en el desierto. Es tu canción
favorita que suena en el momento exacto en que enciendes la radio. Es
una compañía amistosa en viajes largos por carretera y comodidad en
medio de la noche.
Tarareé mi aprobación en voz baja y dejé que mis ojos se desplazaran a
sus carteles enmarcados, y la presencia constante de la playa en el fondo
de todos ellos.
―La radio es como la constante de una ola del océano. Escuchas una
canción que solías amar o escuchas una historia al aire que te hace sentir
visto, y es como si regresaras a un momento específico en el tiempo, sin
importar lo que estés haciendo en el presente.
Ella me sonrió, toda calidez y tierno afecto, y me di cuenta de que este
era el único lugar en el que siempre quise estar. Ese reconocimiento
suavizó los bordes de los objetivos a los que me aferré durante años:
sindicación nacional, mayor fama, un matrimonio feliz. No era que no los
quisiera. Lo hacía, pero me pareció bien liberar algo de mi propia urgencia
porque el simple hecho de estar aquí, con Daria, empezaba a parecer
suficiente.
Incliné la cabeza cuando mis ojos se posaron en el pequeño escritorio
azul en la esquina, al lado de su palmera. Encima había una computadora
portátil, una gran pila de papeles y una serie de cuadernos de aspecto
gastado. Ella me vio mirando y se cubrió los ojos con una sonrisa tímida.
―Daria ―dije―, ¿es ahí donde escribiste tu libro?
Ella resopló pesadamente.
―Ajá, sí. Aunque escribí una buena parte aquí en el sofá, y en el suelo.
Algunas partes las escribí en la cama, en cafeterías y en la playa. Me tomó
dos años transformar mis publicaciones de blog desordenadas,
emocionales y de flujo de conciencia en ensayos y fue… ―Vaciló,
mordiéndose el labio―. Fue lo mejor y lo más difícil que he hecho. Sé que
tú y yo hemos hablado antes sobre las resacas de vulnerabilidad, pero ver
mis pensamientos, miedos y opiniones más íntimos esparcidos sobre una
pila de hojas es lo más expuesto que me he sentido. A veces no puedo creer
que haya enviado ese lío de sentimientos a los agentes. Para que lo lean.
Me moví hacia atrás contra la almohada del sofá y torcí mi dedo. Con
un atisbo de sonrisa, ella trepó por mi cuerpo hasta que estuvo sentada a
horcajadas sobre mi regazo, sus manos aterrizaron en mi pecho desnudo
mientras deslizaba mis palmas por sus muslos, deteniéndome justo
debajo de la curva de su trasero.
Arqueó una ceja coqueta, pero yo solo levanté un hombro lentamente.
―Te extrañé y estabas demasiado lejos.
Me dedicó una sonrisa descarada.
―Es tan obvio que te gusto.
La acerqué a mí hasta que nuestros rostros quedaron a escasos
centímetros de distancia.
―Lo dice la mujer que no puede dejar de darme comida.
Trató de parecer astuta durante todo un segundo, pero me agarró el
rostro y me dio un largo y fuerte beso.
―Me gustas mucho, Theo Chadwick.
―Eres tan obvia ―susurré contra su mejilla.
Ella se rio, pero la sostuve fuerte, necesitaba mirarla a los ojos.
―Y para volver a lo que estabas diciendo sobre tu escritura, solo quiero
reiterar el consejo que te he escuchado dar innumerables veces a nuestros
oyentes. A la gente le encanta el desorden y aman aún más un desorden
caliente. No hay lugar para el perfeccionismo en la autenticidad, y eres la
persona más auténtica que conozco. Exponer todos tus sentimientos de
esa manera es increíblemente valiente.
Ella trazó el contorno de mi boca con las yemas de sus dedos, pensativa.
―Me preocupa haber escrito algo en ese libro que me haga cambiar de
opinión dentro de tres años. ¿Qué pasa si descubro que estoy equivocada
en todo? Entre más tiempo pasamos siendo coanfitriones, más siento que
lo estamos inventando todo sobre la marcha.
Le aparté el cabello del rostro y acaricié los aretes que le subían por la
oreja.
―Creo que es probable que dentro de tres años hayas cambiado de
opinión. No porque no seas una experta en tus propias experiencias, pero
desde que comenzamos a ser coanfitriones, me siento cada vez más como
un aficionado total.
Sus manos volaron para cubrir sus ojos.
―Oh, Dios, ¿entonces no soy solo yo?
―No, en absoluto ―dije entre risas―. Cada vez que estoy contigo,
aprendo algo nuevo, o contradigo algo que dije antes, o analizo un valor
anterior. Por mucho que me resistí a aceptar esto, estoy empezando a
entender que tal vez seamos aficionados para siempre.
Ella sonrió.
―Ninguno de nosotros sabe qué diablos estamos haciendo.
―Pero lo intentamos de todos modos ―dije, acercándola para besarla
y me sorprendió, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello y
derramando una pasión en este beso que era más emocional que sexual.
Sonrió contra mis labios, profundizando el momento y deslizando sus
dedos en mi cabello. Le di todo lo que quería: sin muros, sin barreras, sin
vacilaciones. Se recostó para quitarse la camiseta y luego estaba desnuda
y hermosa en mi regazo, alegre y abierta.
Solo pude mirar a Daria con total asombro, sin saber cómo me había
equivocado tanto con esta mujer que era tan increíblemente adecuada
para mí, y mientras mis labios vagaban tranquilamente por su garganta,
y ella suspiraba mi nombre con dulzura, lo único que realmente sabía era
lo desesperadamente que quería que nos quedáramos así para siempre.
Dos semanas después
Pasé mis manos por la máquina de discos rojo cereza en la sala de
descanso mientras hacía ruidos tranquilizadores, como si fuera un perro
negándose a tragar una pastilla.
―Vamos, Stevie Nicks ―canturreé―. Sé que puedes hacerlo.
Le di una patada en el mismo lugar de siempre.
Nada.
―Oye, déjame intentarlo ―dijo Theo, viniendo detrás de mí. Su voz
aterciopelada de locutor tenía solo un toque de ronquera. Con una sonrisa
astuta y una patada en el momento oportuno, la máquina de discos se
encendió y comenzó a reproducir The Supremes, como de costumbre.
Apunté mi dedo a su pecho.
―Parece que hoy tienes el toque mágico.
Me lanzó un guiño que triplicó mi ritmo cardíaco. Cuando se volteó
hacia la mesa, levantó la mano y agarró la pelota de tenis que Des le había
arrojado al aire.
―¿Y si no me hubiera dado la vuelta? ―preguntó, tirándola de regreso.
―Tenía fe en ti. ―Des estaba sentado en una silla en la mesa con las
piernas apoyadas en el borde. Elena se sentó junto a la ventana en una
pose similar, mirando con nostalgia el cielo azul brillante afuera. Era
sábado, y aunque teníamos un programa esta noche, el clima cálido de
julio y las vibraciones del fin de semana estaban fracturando nuestro
enfoque.
Theo se acomodó en la silla a mi lado y atrapó el siguiente lanzamiento.
Lo tiró de regreso, Des asintió hacia las tazas humeantes frente a nosotros
y dijo:
―Beban, ustedes dos. Deben estar contagiándose el resfriado en la
cabina de sonido, y no quiero que suenen nasalmente durante la
transmisión.
Jugué con mis aretes y evité mirar directamente a Theo.
―Pero no estoy enferma y no creo que Theo lo esté tampoco.
―Bueno, suenas rana como el infierno ―dijo Elena―. Suenas toda
rasposa en la reproducción y tenemos oyentes preguntando por tu salud.
Una dulce dama incluso se ofreció a dejarte sopa de fideos con pollo.
Theo obedientemente tomó un sorbo.
―Podrían ser todos estos eventos comunitarios, estoy haciendo
muchos gritos victoriosos.
Levanté una ceja.
―¿Victoriosos? Gané la competencia de minigolf la semana pasada.
Él levantó un dedo.
―Por un punto, Daria.
―Eso todavía se llama ganar.
Des se rio, frotándose las palmas de las manos.
―No tenía idea de que iba a ser tan divertido verlos pelear por todo
Sunrise Beach. Incluso anoche llevé a Susannah al minigolf porque había
olvidado lo divertido que era. Janis no ha dado luz verde para ningún
evento adicional, pero tengo la sensación de que eso va a cambiar.
―Los fanáticos quieren más Theo y Daria ―dijo Elena, levantando su
propia taza hacia nosotros―. Gran momento.
Theo atrapó la pelota de tenis y la apretó.
―Entonces es una suerte que Daria y yo estemos tan igualados.
Giré mi taza en un círculo, derramando agua caliente por el asa.
―Seguro que sí.
La competencia de minigolf que Des planeó había sido tan exitosa como
nuestra noche de juegos y recaudó aún más dinero. Los fanáticos de K-
SUN se arremolinaron alrededor de los campos durante horas,
disfrutando de bebidas, comida y música proporcionada por mi mamá,
por supuesto. Greg's Golf House tenía una temática de dinosaurios, los
greens estaban llenos de criaturas prehistóricas gigantes que todos
conocíamos y amábamos cuando éramos niños. La pintura descarapelada
no se había actualizado desde los años ochenta, y lo mismo ocurría con
todo el establecimiento, por lo que mi mamá seleccionó la lista de
reproducción de la noche en torno a una colección de clásicos de la era del
new wave.
Después de que terminó la noche, Theo y yo no salimos de su cama
durante horas. Lo empujé sobre su espalda y lo monté en una rutina lenta
y sexy que nos hizo jadear a los dos mientras nos corríamos, y por la
mañana, cuando me desperté un poco adolorida y muy satisfecha, su
inteligente boca recorrió tranquilamente mi cuerpo desnudo hasta que su
cabeza estuvo entre mis piernas, y su lengua me lamió hasta un orgasmo
impresionante.
Habían pasado dos semanas desde la primera mañana que pasamos
juntos, cuando preparé el desayuno y me sonrojé por la presencia de un
Theo con el torso desnudo en mi cocina, con el cabello despeinado por el
sueño y una media sonrisa fácil.
No habíamos pasado una noche separados desde entonces.
Era cierto que presentamos nuestro programa con voces roncas y
rasposas, pero no fue por resfriados o gritos de victoria. Era la
combinación de nuestro sexo caliente, que solo se estaba poniendo más
caliente.
Y el adorable hecho de que nos quedábamos despiertos demasiado
tarde, hablando durante horas.
―Janis se divirtió tanto jugando al golf que me dijo que está
considerando pedir que su cumpleaños setenta y dos se celebre ahí ―dijo
Theo con una sonrisa afable―. Hablando de eso, ¿suena como si todo
estuviera listo para el próximo viernes?
―Pelucas, brillantina, señalización, listo ―confirmó Elena.
―Comida chatarra gourmet, listo ―dije.
―La música está casi lista, el lugar es seguro ―respondió Des―.
¿Cuándo vas a montar la despensa comunitaria?
―En un par de días, en su cumpleaños real ―dijo Theo―. Solo necesito
encontrar uno de esos moños cómicamente grandes para colocarlo
encima.
Mi teléfono sonó con un número que no reconocí, así que lo silencié,
volteándolo sobre la mesa.
―Tengo uno de esos. ¿Puedo llevártelo si aún quieres que te ayude a
armarlo?
Theo se movió incómodo en su silla.
―Por supuesto. Sí. Eso es, eh... eso sería genial.
―Genial ―dije casualmente. Posiblemente casualmente―. Podemos
encontrar un momento en el que te vea después del trabajo. O durante el
trabajo, quiero decir. Durante todas esas horas de trabajo que pasamos
juntos.
―Sí. ―Su tono era cuidadoso―. Las muchas horas de trabajo.
Mi teléfono vibró con un mensaje de texto y lo puse en mi regazo para
ver quién me llamaba y me enviaba mensajes de texto.
―Nunca pensé que vería el día en que Daria Stone y Theo Chadwick
se llevarían de maravilla e incluso construirían despensas de alimentos
juntos ―dijo Des y Theo le tiró la pelota de tenis un poco más fuerte. Des
se rio, pero aun así lo captó―. Estos son tiempos extraños, de hecho.
Mi estómago se revolvió nerviosamente. Esta era una cosa común
ahora. Había una felicidad relajada en el aire de la estación: el presupuesto
estaba mejorando lentamente, el clima era hermoso, Theo y yo habíamos
establecido una química atractiva al aire. Nuestra popularidad estaba en
una trayectoria ascendente constante que estaba revitalizando a toda la
base de fans de K-SUN, que solo se prestaba en la atmósfera de ensueño.
Y al mismo tiempo, Theo y yo escondíamos un secreto de nuestros
amigos más cercanos, familiares y compañeros de trabajo, y sentí una
presión creciente que me agobiaba. En parte culpa, en parte confusión, en
parte preocupación de que iba a cometer un desliz y besar a Theo en la
boca cada vez que me hacía reír en el trabajo.
Era tan insostenible como estúpido, pero seguimos caminando de
puntillas.
Mi miedo más profundo era que estábamos empezando a usar el hecho
de que éramos coanfitriones para protegernos de los problemas reales
entre nosotros, los que habían generado tanta animosidad profesional al
principio, pero parecía imposible filtrar nuestros deseos y necesidades
opuestas cuando, en ese momento, todo entre nosotros era tan encantador.
Mi teléfono vibró por segunda vez. Hice clic para abrir los mensajes de
texto mientras Elena y Theo iban y venían con la logística del alquiler de
patines para la fiesta.

Hola Daria, soy Joanne Campbell de Keller Literary Group. Lamento los
mensajes de texto, pero supuse que no contestaste a un número que no
reconociste. He tenido tu manuscrito en la parte superior de mi pila durante
algunas semanas, pero finalmente lo leí y me encantó. Me encantaría hablar
contigo si tienes un minuto.

La sangre se agolpó en mis oídos. Nueve, casi diez meses de revisar


obsesivamente mi bandeja de entrada solo para decepcionarme y ahora,
aquí estaba. A una agente literaria le encantó mi libro de ensayos donde
declaraba con orgullo que tenía la intención de estar soltera para siempre,
y yo estaba sentada al lado del hombre con el que me despertaba durante
las últimas catorce mañanas, a menudo de mi lado con el brazo de Theo
alrededor de mí y su rostro enterrado en mi cabello.
Su voz interrumpió mis pensamientos dispersos.
―¿Daria? ¿Estás bien?
Tragué saliva.
―Necesito hacer una llamada rápida, regresaré enseguida y no dejen
que Elena regale la peluca rosa brillante porque ya es mía.
Agarré mis cosas y salí de la sala, caminando a toda velocidad hacia mi
oficina. Cerré la puerta y presioné mi teléfono contra mi pecho, llenando
mis pulmones con inhalaciones lentas hasta que mis nervios se calmaron.
Rodeé mi escritorio y abrí mi correo electrónico, chillando contra mi mano
cuando vi el mensaje de Joanne en la parte superior de mi bandeja de
entrada personal. La línea de asunto: Consulta sobre tu manuscrito.
Un correo electrónico, una llamada telefónica, un correo de voz y
mensajes de texto. Yo era una novata literaria total, pero sabía lo suficiente
como para saber que estas eran buenas señales.
Me aferré al recuerdo de hace unas semanas, de mi mamá en la sala de
descanso recordándome con su habitual estilo bullicioso que escribir este
libro había sido mi sueño durante cinco largos años. Mi relación con
Jackson, desde el principio hasta el dramático final, se sintió como una
larga traición a los mensajes sobre el amor verdadero con los que me
bombardearon desde la pubertad.
Escribir sobre esa traición me salvó.
Presioné devolver la llamada en mi teléfono y lo coloqué en mi oído.
Sonó dos veces y luego una voz amistosa dijo:
―Hola, soy Joanne Campbell. ¿Esta es la Daria Stone de K-SUN?
Eso me hizo reír.
―Lo soy, pero no sabía que eras una fan.
―Reciente ―admitió―. Una vez que encontré tu manuscrito, comencé
a sintonizar ese programa que haces. El programa de consejos con ese otro
tipo, ¿Theo?
―Ese mismo ―dije, mordiéndome la uña del pulgar―. Ser locutora de
radio es tan glamoroso como siempre lo has imaginado. Pasamos mucho
tiempo comiendo burritos en nuestro escritorio y grabando programas en
nuestros pantalones de pijama.
―Me encanta eso ―dijo ella, sonando divertida― Y me encanta tu voz.
Tu estilo de escritura es fresco y joven, y divertido. Suenas como la mejor
amiga de todos que los lleva a un bar después de que un tipo horrible
rompió con ellas y les dice que el amor verdadero es una estafa, mientras
los llena de tragos de tequila.
Miré hacia el techo, abrumada.
―Wow, mmm… es genial escuchar eso. Estoy un poco ilusionada, para
ser honesta. Juro que no soy tan torpe.
―Bueno, solo lamento que me haya tomado tanto tiempo comunicarme
contigo. Hemos estado atrasados en la adquisición de nuestras memorias,
pero las cosas finalmente están avanzando, y me encantaría programar
una llamada real para hablar contigo sobre la representación y escuchar
cuáles son tus intereses. Juro que todos los demás manuscritos de
autoayuda que llegan a mi escritorio son todos iguales. Quiero algo más
atrevido. Quiero un libro de autoayuda con dientes. Alguien firme en sus
convicciones, como tú.
Tocaron a mi puerta y la cabeza de Theo se asomó. Levanté un dedo.
―Me encantaría hablar contigo sobre la representación.
―Genial ―dijo ella―. Mi asistente se pondrá de acuerdo contigo para
programarse y discutiremos esos detalles, pero Daria, me encantó este
libro y todo lo que tenías que decir. Quiero vivir en un mundo donde se
aliente a las personas a amarse a sí mismas primero. Verlo en la página, la
forma en que lo presentaste fue extremadamente persuasivo. Tu defensa
de ser soltera como una opción y una preferencia fue tan poderosa cuando
se nos dice que el matrimonio es nuestra única opción para la felicidad
interior.
―Gracias, eso significa mucho ―dije con voz temblorosa, mientras los
recuerdos de lo que había escrito al final hacía que me sudaran las manos.
Los temores que compartí con Theo desde esa mañana en mi cocina
volvieron rápidamente a mi mente: ¿Qué pasa si pongo algo en ese libro y he
cambiado de opinión? ¿Qué pasa si lo leo dentro de tres años y descubro que
estaba equivocada?
―Así que mi asistente te llamará y luego hablamos, ¿de acuerdo?
―Suena increíble, sí, gracias ―balbuceé. Joanne colgó y dejé mi teléfono
en el escritorio a través de oleadas de nerviosismo en todo el cuerpo.
―Santa mierda ―susurré. Theo volvió a tocar, atrayendo mi atención
hacia la puerta. Le hice señas para que entrara cuando algunas de esas
preocupaciones fueron ahogadas por una emoción electrizante que me
hizo sonreír como tonta.
―Oye, ¿estás bien? ―me preguntó―. Basándome en esa sonrisa, ¿Me
atrevo a decir que son buenas noticias?
Miré a su alrededor: la puerta estaba abierta y cualquiera de mis
compañeros de trabajo podía escuchar.
Pero tal vez este libro ya no tenía que ser un secreto.
―Era una agente llamada Joanne, que casualmente trabaja para una de
las mejores agencias literarias del país ―dije lentamente―, y ella leyó mi
manuscrito, y le encantó. Quiere... ―Tragué saliva y se me hizo un nudo
en la garganta―. Theo, ella quiere programar una cita para hablar sobre
la representación.
Demasiado tarde me di cuenta de que mis ojos estaban inundados de
lágrimas. Independientemente del final y de lo que pueda significar, para
mí, para el libro, para el hombre guapo que estaba frente a mí, había algo
muy gratificante en lo que dijo Joanne. Había escrito ese libro porque
necesitaba sentirme vista y ella me había visto. Mi yo auténtico, mi rabia
y alivio, mi humillación y sanación, todo estaba ahí y ella lo describió como
poderoso.
―Daria ―dijo Theo, con la voz ronca por la emoción―. Esto es
increíble. Eres... ―Miró por encima del hombro mientras nuestros
compañeros de trabajo pasaban―. Esta es una noticia brillante y estoy
muy feliz por ti, y orgulloso. Orgulloso de... conocerte. Tu historia, tu voz,
lo que le das a la gente, es demasiado importante para quedarse en una
pila de hojas en un cajón en algún lugar. Merece ser leído.
Exhalé una risa que sonaba agitada.
―Ha sido un largo viaje, encontrar mi camino a casa de nuevo.
Se quedó congelado en la puerta, y yo me quedé congelada en mi
escritorio. Sus dedos se cerraron alrededor de la puerta, con la mandíbula
apretada. Quería saltar a sus brazos y sabía que él quería ser el que me
atrapara.
―Sé que lo ha sido ―dijo―. Has trabajado tan duro. Es... me ha hecho
pensar en muchas cosas últimamente. ―Dio un paso más adentro, con un
desastre de emociones complicadas escritas en su rostro―. Daria, ¿crees
que deberíamos…?
―Toc, toc ―dijo Janis, apareciendo detrás de Theo con una expresión
ligeramente apagada―. Lo siento, Dar, ¿estás bien? ¿A quién tengo que
matar?
Me reí de nuevo, presionando los talones de mis manos en mis ojos.
―No, no, estoy bien. Mejor que bien. No hay necesidad de matar.
Acabo de recibir una noticia increíble hace como tres segundos.
Janis lanzó su pulgar sobre su hombro.
―¿Quieres pasar por mi oficina y contármelo? De hecho, te estaba
buscando a ti y a Theo para hablar de algunas cosas. Si tienen un minuto.
―¿Cuándo no tengo un minuto para mi mentora favorita? ―él dijo―.
Aunque, que Dios me ayude, si en esta reunión me das una lista de
animales exóticos que quieres en tu fiesta de cumpleaños, encontraré tu
alijo de hierba y lo arrojaré al océano.
Ella soltó una carcajada.
―Ja. ¿Y qué, drogar a todos los peces? Es una total mentira, Theo. Amas
demasiado a los animales.
Sus labios se torcieron.
―No voy a organizar un grupo de flamencos para que se pongan
patines.
―Un grupo de flamencos se llama extravagancia y no te estoy pidiendo
que hagas eso ―resopló―, pero vamos, todos tenemos que hablar de
verdad. Se trata de sus destinos de nuevo.
Habían pasado cinco semanas desde la noche en que Janis nos arrastró
a su oficina para anunciarnos su idea para nuestro nuevo programa
combinado. La última vez nos encontró en medio de una discusión,
furiosos el uno con el otro por las entrevistas del Times. entré aquí y ni
siquiera podía hacer contacto visual con mi rival de cabello negro.
Hoy entramos en su oficina momentos después de que ella
interrumpiera la gloriosa noticia de Daria sobre su libro. Una noticia que
la hizo brillar como una constelación en el cielo. Una noticia que la hizo
tan dolorosamente hermosa que yo estaba a unos segundos de sugerir que
dijéramos a la mierda y le contáramos a todo K-SUN que estábamos
saliendo, al diablo con las consecuencias.
―¿Cuál es tu buena noticia, Daria? ―preguntó Janis―. Y Theo,
asegúrate de que la puerta esté bien cerrada, ¿quieres?
En lugar de sentarse detrás de su escritorio como de costumbre, estaba
apoyada contra el frente, y en lugar de extraños muebles disfrazados de
sillas, sacó dos de verdad para que nos sentáramos. La inusual formalidad
hizo que una nerviosa anticipación creciera en mí.
Daria olfateó y se apartó el cabello del rostro. Sus mejillas aún estaban
sonrosadas, con sus ojos color zafiro aún más brillantes de lo normal.
―Escribí un libro de ensayos, como unas memorias, usando las
publicaciones de mi blog y todo lo que aprendí de Jackson dejándome en
el altar. Se lo envié a los agentes hace como diez meses y supuse que no
iba a recibir respuesta, pero acabo de hablar por teléfono con una agente
a la que le encantó mi manuscrito.
Janis aplaudió.
―Maldita sea. Bien por ti, chica. Cuando la vida te da un prometido de
mierda, tomas esos limones y los conviertes en un lucrativo negocio de
libros.
―Como dice el clásico refrán ―dije, escondiendo una sonrisa.
Las manos de Daria volaron a su rostro.
―Estoy completa y totalmente abrumada. Como sea, ¿para qué
necesitabas vernos a mí y a Theo? ¿Algo con el programa?
Otra cosa más que cambió tan dramáticamente que resultaba risible. No
solo nos llevábamos bien al aire, obviamente nos estábamos divirtiendo.
Mi mente se llenó con un flujo constante de recuerdos de las últimas dos
semanas: Daria, desnuda y debajo de mis sábanas, repitiendo las
preguntas de los oyentes con una sonrisa somnolienta. Daria, acostada en
el columpio de mi porche con la cabeza en mi regazo y mis dedos en su
cabello mientras yo señalaba las estrellas. Daria, descalza y vestida solo
con mi camiseta, sentada en el suelo con mis viejos libros de texto de
psicología esparcidos a su alrededor, haciendo una lluvia de ideas sobre
futuros episodios temáticos basados en cosas que había leído.
Janis también notó su tono alegre, ladeando la cabeza con los ojos
entrecerrados. Debajo de ese exterior canoso de capitana marina había
una líder que no se perdía nada, y yo era muy consciente de que nuestra
relación secreta estaba viviendo en un tiempo prestado.
―Su programa es oro ―dijo Janis―. Mejor que el oro. La junta está
feliz, nuestros oyentes están encantados y ustedes dos se están
convirtiendo en celebridades locales verdaderas en la ciudad. No podría
estar más impresionada con la forma en que lo lograron.
Enganché mi tobillo sobre mi rodilla.
―¿Y nuestras finanzas?
Sus labios se adelgazaron.
―Mejor. Todavía no estamos fuera de peligro, pero en nuestra última
reunión, la Junta confiaba en que no tendremos que rendirnos ante una
compra corporativa. Por ahora. ―Agitó sus manos frente a ella―. Esta
mierda es cíclica. Nos mantendremos alerta y seguiremos luchando, pero
no quiero hacer menos cuánto de eso se debe a su arduo trabajo.
Janis se aclaró la garganta y juntó las manos frente a ella.
―Recibí una llamada de All Star Media ayer. Es la compañía que
sindicó el programa de Magnolia en su momento. Estaban preguntando
por su nuevo programa. Dado el aumento repentino de la popularidad y
el hecho de que están ganando terreno rápidamente a nivel regional,
querían consultar sobre la compra del programa para sindicarlo en su
plataforma de transmisión por Internet. Eso significa que cualquier
persona con conexión a Internet en Estados Unidos podría escuchar sus
programas semanales. Ven el potencial de Consejos de amor y vida para
convertirse en un gran éxito y quieren aprovechar la oportunidad antes
de que alguien más lo haga.
―¿Qué? ―pregunté atónito―. Quieren… alguien quiere sindicarnos…
¿A nosotros? No a nuestros programas individuales…
―No ―interrumpió Janis―. Esta fue una oferta para ustedes dos,
siempre y cuando el programa continúe en su formato actual. La gente
llama, responden sus preguntas sobre el amor y mantienen una presencia
súper activa en las redes sociales. No afecta que sean celebridades locales
o que nos quedemos en la comunidad. Lo que sí afecta es su crecimiento
y su alcance además de eso.
Me lanzó una mirada perspicaz: sabía que había estado esperando esta
conversación durante años y ahora que Daria y yo estábamos trabajando
juntos, había llegado en cuestión de semanas.
―Esto sería bueno para la estación, ¿verdad? ―preguntó Daria,
sonando aturdida.
Janis vaciló.
―Significa dinero mucho más estable, más prensa, más atención. Es
más fácil obtener y conservar miembros cuando sus DJ y anfitriones
favoritos son populares. No voy a mentir, cuando tu mamá fue sindicada,
las cosas cambiaron mucho por aquí, pero el centro de atención sobre
ustedes solo crecerá localmente. Esto significaría que también crecería a
nivel nacional. Habrá muchos más ojos en ustedes y muchas más
opiniones sobre ustedes, y una plataforma más grande para administrar,
además de una base de fans más grande.
Un temor lento y progresivo se extendió por mis miembros.
―Janis, lo que sea que creas que podría ser…
Levantó la mano, pero había una amabilidad tan intensa detrás de esos
lentes que mi respiración se aceleró.
―Les traigo esta decisión y la pongo en sus manos por completo. Tengo
toda la confianza de que podrían manejarlo. Escuchar su programa estas
últimas semanas ha sido una alegría absoluta. Son divertidos, son
interesantes, juegan con las preguntas y entre sí y... ―se frotó las palmas
de las manos otra vez, y me di cuenta de que estaba viendo su tic nervioso
por primera vez―, me han hecho sentir muy orgullosa.
―No entiendo ―dijo Daria.
―Sé que ustedes están saliendo ―dijo Janis―. Y no soy una experta
en estas cosas, pero estoy segura de que hacer crecer su programa
exponencialmente podría ser una gran presión, y ni siquiera hemos
hablado de lo que eso significa aquí, en K-SUN. Lo que significaría para
los coanfitriones estar, ya sabes, involucrados románticamente. Desearía
poder decir que no habrá escrutinio, pero por supuesto que lo habrá.
Todo el aire abandonó mi cuerpo, dejé caer los codos en las rodillas y
me froté las manos por el rostro, el estrés en guerra con el alivio.
―Están saliendo, ¿verdad? ―dijo Janis.
Mis ojos se deslizaron hacia los de Daria y vi la misma colisión de
emociones en conflicto. Nuestro secreto la había pesado tanto como a mí.
Ella se mordió el labio, pero me dio un breve asentimiento.
―Sí, estamos saliendo ―le dije con voz ronca.
Janis finalmente esbozó una sonrisa.
―No se preocupen, no estoy enojada, así que pueden dejar de lucir
como si estuvieran a punto de vomitar en la alfombra, pero es una
situación delicada, y entiendo el lugar complicado en el que esto los
coloca.
Miré de un lado a otro entre Daria y Janis.
―Espera, ¿no estás enojada con nosotros?
Ella se encogió de hombros, pareciéndose un poco más a la capitana.
―Tal vez si hubieran estado haciendo esto durante seis meses. Me
dolería, sobre todo, que no me lo dijeran, y sí, por supuesto que estaría
enojada. Este es un maldito lugar de trabajo, no un antro, por mucho que
haya estado tratando de manifestar esa energía aquí durante años, pero
los conozco a ambos lo suficiente como para saber que no harían eso a
propósito.
―¿Cómo sabes eso? ―preguntó Daria.
―Tienen mucha integridad. Ambos la tienen, y yo confío en ustedes.
De eso se trata todo esto de construir una comunidad, pero no puedo
protegerlos del personal, que podría estar molesto o preocupado y tendría
todo el derecho de estarlo. Tampoco puedo protegerlos del público, y
tendrán tantas opiniones sobre su relación como briznas de hierba.
―¿Qué pasa con la Junta? ―pregunté.
Ella frunció el ceño.
―A la mierda la Junta. Me siento un poco responsable. Yo los obligué a
trabajar juntos, a pasar todo ese tiempo extra juntos, así que no puedo
estar demasiado enojada.
―¿Pero cómo lo supiste? ―le pregunté cuidadosamente―. No le
hemos dicho a nadie.
Janis miró entre nosotros con una mirada exagerada de sorpresa.
―No estoy segura de cómo decirlo bien, pero es extremadamente,
extremadamente obvio. ―Ella extendió su mano―. No es obvio de la
forma en que lo era cuando estaban peleando, pero si pensaban que esto
era un secreto, no lo es.
Daria y yo no habíamos dicho una palabra, ni siquiera estaba seguro de
haber tomado una respiración completa. Mis emociones lucharon entre la
sorpresa, el alivio y una vergüenza discreta.
―Si hicimos algo poco profesional o hicimos que la gente se sintiera
incómoda, háznoslo saber. Nosotros… esto no fue… ―Agité mi mano
entre nosotros, sintiéndome demasiado cohibido para una persona que se
gana la vida dando consejos―. Nos gustaría disculparnos.
―Sí, por favor ―dijo Daria con firmeza.
Janis negó con la cabeza.
―No, no es nada de eso. Son solo, como, sus rostros.
―¿Nuestros rostros? ―pregunté.
―La forma en que se miran el uno al otro.
Una vez más, por millonésima vez, Daria me había reducido a nada
más que a un novato, un aficionado. Si una persona que llamara hubiera
admitido que se estaba enamorando de su compañero de trabajo y no
podía decir nada al respecto, le habría aconsejado absolutamente que no
lo hiciera evidente en su rostro.
―Esta es una excelente retroalimentación, gracias ―dije.
Janis resopló.
―Te dije que se relajaran y se divirtieran y parece que se tomaron esa
sugerencia gerencial a la perfección, pero nada de esto resuelve la
pregunta de qué vamos a hacer al respecto. A mi modo de ver, tienen dos
opciones. Optamos por la sindicación, su programa recibe mucha
atención, la estación gana más dinero, o no optamos por la sindicación...
aún... se mantienen locales, construyen una base aquí, y ganamos menos
dinero al principio, más dinero en el futuro.
Mi frente se arrugó.
―La sindicación es enorme, es todo lo que nosotros, es todo lo que yo
he querido que sucediera desde que llegué aquí por primera vez. Parece
un sí obvio. Necesitamos el dinero, ¿no?
Hablé sin mirar a Daria. Sin embargo, Janis lo hizo, y lo que sea que vio
hizo que las arrugas se apretaran alrededor de su boca.
―Sí y no, la complicación son sus vidas personales. Creo que pueden
informar a los oyentes que están saliendo, sabiendo que perderán a
algunas personas, o que podrían perder la oferta de sindicación. O
pueden seguir ocultándolo, pero les garantizo que saldrá a la luz de
alguna manera, y entonces habrán mentido cuando ambos están bastante
metidos en todo el asunto de la honestidad. Absolutamente perderán
gente porque construyeron su confianza y la rompieron.
―No seríamos la primera pareja en presentar un programa de
entrevistas ―dije―. ¿Por qué eso arriesgaría la oferta?
La palabra pareja tenía un sabor extraño en mi lengua porque Daria y
yo no habíamos tenido ninguna conversación sobre nada de esto: lo que
queríamos, a dónde íbamos, quiénes éramos el uno para el otro. Una
rápida mirada a su perfil con los ojos muy abiertos confirmó mis peores
temores. Una voz dentro de mi cabeza me instó a detener esta reunión,
me instó a arrastrar a Daria a un lugar seguro y discutir lo que queríamos
antes de que todo se descontrolara.
―Arriesga la oferta porque las cosas, ya sabes… ―Janis se encogió de
hombros―. Las cosas podrían complicarse, o algo. No es que estén juntos,
es más bien lo que pasa si…
El agua helada inundó mis venas.
―Lo que pasa si llegamos a romper. ―Apenas pude forzar las palabras
con los dientes apretados. La agonizante pérdida que sentí ante la mera
sugerencia de no estar con Daria fue escalofriante. Si en algún momento
necesitaba un indicador de lo perdido que estaba por Daria Stone, el
hecho de que la palabra romper tuviera puntos negros bailando en mi
visión habría sido suficiente.
―Sí, que podrían romper ―respondió Janis simplemente―. Dar, ¿estás
bien? No has dicho nada en un minuto.
―Estoy bien, mi cabeza da vueltas es todo. Entre la llamada de la
agente y esta… esta noticia, no estoy segura de qué pensar. ―Sus manos
revoloteaban nerviosamente en su regazo―. Incluso con todo lo que
dijiste, la sindicación nacional sigue siendo lo mejor para K-SUN,
¿verdad?
Me giré bruscamente ante la angustia en su voz.
―Déjame ser clara aquí ―dijo Janis―. Lo mejor para mis empleados es
lo mejor para K-SUN. Me importa una mierda si a la gente no les gusta su
programa porque están saliendo. Me importa una mierda si creen que eso
nos hace quedar mal. No me han importado las opiniones de un montón
de extraños durante mucho tiempo. Ahora, ¿desde una perspectiva de
resultados? Sí, hacer que otro programa sea grande hace que todo sea más
fácil. ¿Desde una perspectiva personal? Obligar a dos personas a las que
quiero mucho a ocupar un puesto en el que no quieren estar solo para
ganar un poco de dinero extra nunca será una opción para mí.
Ella levantó el dedo cuando vio mi rostro.
―No te hagas el listo, Theo. Ambos sabemos que habría dividido Amor
y Consejos de vida si alguno de ustedes hubiera estado sufriendo realmente.
Esa primera semana fue tan horrible que casi lo hice, pero me alegro de
no haberlo hecho. ―Suavizó su voz―. Habrá un nivel adicional de
escrutinio y presión en su relación. Eso es todo en lo que quiero que
piensen antes de darme su decisión.
Me pasé una mano por la boca y miré al suelo. Daria debe haber
parecido igualmente perturbada porque lo siguiente que supe fue que
Janis estaba tocando mi brazo.
―Tienen un programa esta noche, ¿verdad?
Mierda.
―Sí. ¿Por qué?
Sus ojos se movieron entre nosotros.
―Ambos han estado trabajando muy duro, y acabo de dejar caer un par
de bombas. ¿Por qué no se toman la noche libre y hago que Elena toque
una compilación de sus viejos programas o algo así?
―Seguro, como sea. ―Todavía estaba aturdido, hasta que vi el ceño
fruncido de Daria, y su rodilla temblando nerviosamente, y mi corazón se
hundió―. Esa es probablemente una idea inteligente.
―Gracias ―dijo Daria rápidamente. Ella se empujó para ponerse de
pie―. Vamos a hablarlo. Aprecio tu comprensión.
Giró sobre sus talones para irse, pero Janis la detuvo, moviéndose de
un lado a otro sobre sus pies.
―No soy muy buena en todo lo relacionado con los sentimientos, como
estoy segura de que Theo te ha dicho ―dijo Janis.
Asentí.
―Las dos veces que expresaste algún tipo de ternura a mi alrededor,
me hiciste jurar guardar el secreto.
Su rostro se iluminó.
―Exactamente, y empiezo esto haciéndoles jurar a los dos guardar el
secreto de nuevo. Lo del trabajo, la oferta de sindicación, sé que es
complicado. No quiero hacerlo sin mencionar que apoyaré cualquier cosa
que decidan hacer. Los amo a los dos. ―Ella tosió en su mano―. Mucho.
Si se hacen felices el uno al otro, entonces la persona que los molesté
recibirá un puñetazo en la garganta. De mi parte.
Todo el cuerpo de Daria se suavizó y el fantasma de su verdadera
sonrisa apareció en su rostro. Le dio a Janis un abrazo muy rápido, aunque
Janis solo le dio unas palmaditas en la espalda. Todo en lo que podía
pensar era en la historia que Daria me contó, de Janis sentada con ella bajo
el sol mientras lloraba durante horas después de la boda.
―Yo también te amo, Janis ―dijo―. Lamento hacerte compartir tus
sentimientos, pero me alegro de que hayas mencionado los puñetazos en
la garganta.
―Puedes compensarme trayendo esos flamencos que Theo mencionó a
mi fiesta.
Daria sonrió, luciendo mucho más como ella misma. Aunque cuando
se dio la vuelta para irse, vi que esa sonrisa se desvanecía, y vi que sus
dedos se cerraban en puños a su costado.
Me moví para seguirla, pero me detuve en la puerta y me giré hacia
Janis, que me estaba estudiando con una sonrisa irónica.
―Yo también te amo, lo sabes.
Sus cejas se levantaron.
―Entonces tráeme más animales exóticos.
―No lo haré.
―Entonces supongo que no me amas.
Solté una carcajada, girando la cintura para ver a Daria girando a la
derecha por el pasillo.
―Theo.
―¿Sí? ―murmuré, distraído.
―Tú y Daria sacan lo mejor de cada uno en su programa y es por eso
por lo que All Star Media me llamó tan rápido. Aun así, no quiero que
jamás pienses en eso como una “prueba” de tu talento y tu habilidad de
una forma u otra. Has sido el rostro de esta estación durante cuatro años
porque amas a la gente y amas a esta ciudad, y eso no es algo que se pueda
medir en signos de dólar.
Froté la parte de atrás de mi cuello.
―Gracias ―le dije bruscamente.
Ella asintió, y ladeó la cabeza en la dirección en la que se fue Daria y
dijo:
―Ahora ve a buscarla.
Golpeé mi mano contra la puerta e hice exactamente eso.
La puerta de la oficina de Daria estaba entreabierta. En el momento en
que la alcancé, la escuché decir: “¿Theo?”.
Me deslicé hacia adentro. Estaba acurrucada en su sofá, tirando de sus
aretes de plata.
―¿Puedo unirme?
Ella asintió, distraída, pero palmeó el lugar a su lado.
―Daria ―dije en voz baja―. Tu libro, lo hiciste. Sé que eso fue
demasiado con Janis, pero lo hiciste.
―Finalmente lo hice. ―Tragó saliva―. Y ese libro, mi programa, toda
mi marca, se basa en el hecho de que tenía la intención de no volver a
tener una relación nunca más. Es por eso por lo que a esta agente le gustó
mi manuscrito. Dijo que yo era firme en mis convicciones, y ahora tenemos
esta increíble oportunidad de carrera, pero definitivamente significa que
todos se enterarán de nosotros. ¿Cómo se ve eso, cuando soy la llamada
experta en estar soltera, pero he estado saliendo con mi coanfitrión en
secreto?
Junté mis manos con fuerza.
―Cada vez que te vendes de esa manera, siento que te estás
subestimando, Daria. No he leído tu libro, pero me he sentado contigo
durante semanas, escuchándote con los oyentes, y eres es más que eso. Tu
historia es más que eso. ¿Quién dice que el final de ese libro no puede
cambiar?
Una línea se formó entre sus cejas.
―Es fácil para ti decirlo. Tuviste cuatro años para establecerte en esta
industria mientras yo apenas estoy comenzando. Que salgas con tu
coanfitriona está literalmente dentro de tu marca. ¿Pero para mí? Me hace
parecer un fraude.
La inquietud se deslizó por mi columna vertebral.
―¿Cuándo nuestras marcas se convirtieron en el centro de esta
conversación? Vine aquí para preguntarte qué querías hacer con nosotros,
no para comparar la investigación de mercado sobre cómo se desarrolla
nuestra relación en la satisfacción del oyente.
La irritación brilló en sus ojos.
―No pretendas que esta oferta nacional no significa nada para ti y tu
carrera. Esto es por lo que has estado trabajando tan duro, una de las
razones por las que peleamos tanto cuando vine aquí por primera vez es
porque me veías como una amenaza profesional.
Me pellizqué el puente de la nariz y suspiré. Había pasado un tiempo
desde que volvimos a caer en nuestros viejos patrones, pero la fuente de
estos conflictos era la misma: no nos decíamos toda la verdad. Nos
escondíamos de lo que era difícil, y si mis parejas anteriores sentían que
huía de compromisos y conversaciones difíciles, esta era mi oportunidad
de mostrarle a Daria lo contrario.
Empujé la mesa de café hacia atrás y me arrodillé frente a ella,
poniéndome a la altura de sus ojos. Envolví mis manos alrededor de las
suyas y apreté. Ella dejó escapar un largo suspiro y se relajó hacia
adelante, presionó su frente contra la mía. Mi ritmo cardíaco se desaceleró
inmediatamente.
―Soy yo ―dije en voz baja―. Soy solo yo y estoy aquí contigo, igual
que he estado todas las noches durante las últimas dos semanas.
Cualesquiera que sean los riesgos profesionales que asumamos, estoy
dispuesto a asumirlos juntos.
Giró la cabeza y me besó en la mejilla durante unos dulces segundos.
―Lo siento, yo también estoy aquí contigo, lo prometo. Con riesgos y
todo.
Incliné la cabeza hasta que capté su mirada.
―Olvídate del programa, y olvídate de tener que tomar una decisión
sobre cualquier cosa en este momento. ¿Qué te da miedo?
―Esa llamada de esa agente y lo que dijo Janis me está molestando
―admitió―. Quiero que mi libro sea publicado, incluso quiero seguir
haciendo nuestro programa juntos.
―Yo también quiero seguir haciendo nuestro programa juntos ―dije,
mientras una tenue esperanza florecía en mi pecho.
―Pero de repente, me di cuenta de lo mucho que estaría exponiendo
mi vida de nuevo y que habría muchos ojos críticos sobre lo que estamos
haciendo. La última vez que me sucedió, estaba de pie con un vestido de
novia, teniendo que informarles a cien invitados que aparentemente el
novio no vendría. Tuve que quedarme ahí, mortificada, mientras la gente
me hacía preguntas para las que no sabía las respuestas, y luego algunas
de esas mismas personas me culparon a mí de que él no apareciera,
después tuve que llamar a Jackson y rogarle que me dijera dónde estaba
y que dijera que no era digna de que me amara. Ya no más.
La cantidad de violencia desenfrenada que sentí hacia este hombre
podría haber impulsado un motor a reacción.
―Finalmente dejé de ser tan dócil a sus necesidades mientras ignoraba
las mías. Dejé de actuar y dejé que mi verdadero yo brillara, y él me dijo
que era demasiado para amar. Demasiado ruidosa, demasiado rara,
demasiado alegre, demasiado codiciosa. ―Se secó las mejillas, pero su
barbilla estaba levantada, con expresión orgullosa―. Me hizo un gran
favor. Yo no lo amaba, no realmente. Nuestro matrimonio habría sido un
desastre. Sin embargo, aún es difícil para mí recordar que en el momento
en que comencé a ocupar mi propio espacio, me dejaron de la manera más
vergonzosa posible.
Le alisé el cabello hacia atrás y le acaricié la sien con el pulgar; todos los
músculos me dolían por la gravedad de su historia.
―Me da miedo poner nuestro nuevo programa y nuestro nuevo
―agitó su mano―, nuestro nuevo nosotros en un escenario nacional
porque creo que Janis tiene razón. Tendríamos que revelar que estábamos
saliendo porque el hecho de que se sepa por alguna otra fuente solo nos
hará ver como unos mentirosos, pero tú y yo queremos cosas diferentes.
¿Cómo podemos declarar esto a nuestros fanáticos cuando ni siquiera lo
hemos definido nosotros mismos? Cuando ni siquiera estoy segura…
―¿Segura de qué?
―¿Qué pasa si no quiero casarme nunca? ¿Qué pasa si el compromiso
a largo plazo no funciona para mí, así que nos separamos y eso arruina
nuestro programa, y todo aquí en K-SUN se vuelve horrible? ¿Y si
destrozamos este lugar perfecto, esta pequeña familia que significa tanto
para los dos? Hay riesgo y luego hay ruina.
Sentí como si un puño se cerrara alrededor de mi garganta. Pensé en las
elecciones más valientes, las que Daria y yo tuvimos el privilegio de
escuchar en la cabina de sonido que compartíamos ahora. No había lugar
para la perfección en este momento, solo la honestidad. En el pasado,
habría llenado esta habitación con rosas o habría llevado a Daria a una
cena a la luz de las velas después de planear lo que quería decir durante
días.
En vez de eso, estaba arrodillado sobre una alfombra que no había sido
renovada en veinte años, junto a una mesa cubierta con contenedores de
comida para llevar y notas de programas, mientras en el pasillo mis
compañeros de trabajo discutían en voz alta sobre el mejor lugar para
comprar el almuerzo antes de la campaña de donación.
Pero esta era Daria. Sabía lo que le importaba.
Nunca había sido el entorno.
―Entiendo todos esos miedos, Daria. realmente lo hago. Son serios y
perder este lugar que amamos también me preocupa. No quiero perderlo,
pero tampoco puedo perderte.
Se mordió el labio, con las mejillas sonrosadas.
―¿Qué te da miedo?
Se me hizo un hueco en el estómago.
―Me da miedo que solo quiera más de ti, y tú solo quieras menos. Cada
vez que busqué el amor, también me dejaron. Mis papás, sobre todo.
Pensé que el amor incondicional era algo que tenías que ganarte, y traté
de ganármelo siendo perfecto y reservado y nunca pidiendo mucho.
Entiendo lo que es que ocupes tu espacio y que te digan que no lo mereces.
―Oh, Theo ―dijo, alcanzando mi rostro.
Tomé su mano y besé su muñeca en su lugar, manteniendo mis ojos en
los suyos.
―Tú me enseñaste que no sé nada sobre enamorarse. Contigo,
finalmente entiendo lo que es el verdadero amor, y es mucho más aterrador,
emocionante y hermoso de lo que podría haber imaginado. Cualquier cosa
romántica que sentí antes es una pálida comparación de cómo me siento
cuando estoy cerca de ti.
Besé su muñeca de nuevo.
―Daria, no puedes ser cuantificada. No puedes ser estudiada ni
medida. No podría destilar la magnificencia de quién eres en un consejo
conciso, aunque lo intentara durante cien años. Eres una maravilla, y te
amo. Estoy enamorado de ti.
Su sonrisa fue una revelación. Su respiración se aceleró, y sus ojos
brillaron.
―¿Qué dijiste?
Deslicé mis manos alrededor de sus caderas y la jalé más cerca.
―Estoy enamorado de ti...
Daria me besó, arrojó sus brazos alrededor de mi cuello y se hundió
contra mi cuerpo. Cuando sus labios se inclinaron sobre los míos, pude
sentir su sonrisa, pude sentir la alegría en sus miembros, nuestra
respiración se entremezcló. Deslicé mis manos por su espalda y me relajé
en un momento que fue perfecto sin la presión de la perfección. Dejé que
mi corazón cantara mientras ella me besaba con una pasión dulce y sin
aliento que era adictiva.
―Tú vales cualquier riesgo ―susurró, con ambas manos presionadas
contra mi rostro. Conociendo su historia, no esperaba que me devolviera
esas mismas palabras; de hecho, como todo lo que compartí con ella
recientemente, guardármelo para mí era la carga.
Mi amor por Daria merecía florecer a la luz del día.
―Theo, quiero estar contigo y quiero mantener nuestro programa. Solo
tenemos que averiguar de qué manera. No importa qué decisiones
tomemos, siempre que las tomemos juntos y seamos honestos, sé que
puede funcionar.
―Estoy de acuerdo, y si sirve de algo, tengo demasiada confianza en
esta comunidad que hemos creado aquí para pensar que estaríamos
realmente arruinados. No creo que sea posible. ―Rocé mi boca contra la
suya. Ella separó los labios, y me robó un beso―. ¿Qué necesitas para
tomar nuestra decisión?
―Necesito tiempo ―dijo con firmeza―. Unos días sola con mis propios
pensamientos, escuchando mi propio corazón.
Asentí.
―Eso definitivamente puedo hacerlo.
―¿Tú qué necesitas? ―me preguntó.
Sostuve su mirada, llenando la mía con tanta confianza obvia como
pude reunir.
―Todo lo que necesito es que vuelvas a mí cuando hayas terminado.
Ella envolvió sus brazos a mi alrededor.
―Volveré a ti, Theo, y eso es una promesa.
Pero una hora más tarde, después de que Daria se fuera y yo les diera
como excusa a Des y Elena que Janis nos había dado la noche libre, me
encontraba justo donde comencé hace tantas semanas. De pie en la terraza
detrás de la oficina de Janis y mirando el malecón, con mis pensamientos
consumidos por una sola mujer.
Me aferré a la confianza. Me aferré a la esperanza. Me aferré a la
emoción en su voz cuando me susurró que valía cualquier riesgo.
La ansiedad también estaba ahí, puntiaguda y afilada debajo de la
superficie. Estaba tan absorto en el momento, dejando al descubierto mi
corazón y mi amor con total honestidad, que no me detuve a pensar ¿y si
estoy haciendo todo esto mal? Si no era un experto en el amor, tampoco lo
era en esta parte: poner mi corazón en posición para ser roto.
―¿Sigues aquí? ―Janis apareció a mi lado, tomando una postura
similar a la mía, mirando las luces brillantes de la rueda de la fortuna.
―Solo necesitaba…
―Te escucho.
Estuvimos en silencio por un minuto hasta que dije:
―Daria y yo vamos a hablar en un par de días sobre la oferta.
―Tenemos unos días ―dijo―. No estoy preocupada por eso, aunque
podría estar un poco preocupada por ti.
No respondí.
―Te he conocido a través de un par de relaciones, Theo. Esta es la
primera vez que te veo enamorado.
Exhalé un suspiro irregular.
―Le dije a Daria lo mismo. ―Le di un codazo en el brazo―. ¿Este fue
tu plan todo el tiempo?
―¿Qué, que te enamoraras de tu coanfitriona?
Le lancé una mirada irónica.
Ella resopló con indignación.
―Mentí antes cuando dije que era extremadamente obvio que se veían
enamorados durante las últimas semanas. Lo supe hace cuatro meses,
cuando ella llegó aquí por primera vez.
Me giré para mirarla, atónito.
―Estuve en la boda de Daria, la boda que no fue ―dijo―. Realmente
no conocía al chico con el que estuvo desde la preparatoria, pero sabía que
antes de que se juntaran, ella era un petardo total. Era joven, solo una niña,
pero con esta confianza que venía directamente de Mags. Incluso entonces
me di cuenta de que iba a ser una gran personalidad de la radio.
Janis se aclaró la garganta.
―Cuando tuvo que darles a todos la jodida noticia sobre su novio, la vi
parada ahí como una reina, aunque sabía que le estaba costando mucho.
―Apoyó su mano en mi brazo―. Sabía que, si Daria alguna vez se
enamoraba, tendría que ser de alguien tan extraordinario como ella, y la
última vez que revisé a esa persona eras tú. Ya que he sido tu mentora por
un tiempo, soy una experta en tus mejores cualidades.
Mi pecho se sentía demasiado apretado, pero aun así logré pasar un
brazo alrededor de sus hombros.
―Con esta es la cuarta vez que muestras emoción a mi alrededor, ya
sabes.
―Y será la última si le dices a alguien.
―Me lo llevaré a la tumba, a la que iré mucho antes que tú,
aparentemente.
―Porque nunca voy a morir. ―Se agachó y levantó un plato blanco,
trayendo consigo el olor a azúcar en polvo y masa frita―. Bueno, ¿quieres
estos churros que compré para ti en caso de que estuvieras triste?
Me reí y le arrebaté el plato.
―No estoy muy triste, pero me comeré esto. Gracias.
Janis hizo su habitual encogimiento de hombros ante mi gratitud
mientras yo desmenuzaba pedazos del churro y disfrutaba del simple
placer de la comida azucarada del malecón en una calurosa noche de
sábado. Era gracioso la forma en que el amor continuaba apareciendo, una
y otra vez. Podrías vivir en una casa fría con papás estoicos recibiendo el
mínimo de afecto y luego, años más tarde, podría aparecer en todos los
lugares en los que nunca pensaste mirar.
El amor era así de persistente.
Tres días después
Me senté con las piernas cruzadas en la parte trasera de mi Jeep,
rodeada de flores, a punto de perder el interés de la única agente a la que
parecía gustarle mi libro.
―¿Por qué la llamada temprana? ―preguntó Joanne―. ¿Está todo
bien?
Froté un pétalo rosa entre mi pulgar y el índice.
―Todo está bien, pero esa es la razón por la que estoy llamando. ―Miré
hacia el techo―. Cuando escribí los ensayos que leíste, tenía la intención
de permanecer soltera por el resto de mi vida, no estaba mintiendo en ese
último capítulo, pero aún no conocía a Theo.
Mi cara se puso caliente, solo decir su nombre en voz alta me hizo
sonrojar.
―¿Theo Chadwick, tu... coanfitrión en la radio? ―me preguntó con
curiosidad.
―Sí, el mismo. Eso no es de conocimiento público todavía, así que
confío en que te lo guardarás para ti ―dije a la ligera.
―Por supuesto, eso no es un problema. Estoy bastante sorprendida.
―Bueno, yo también ―murmuré―. Quiero ser honesta contigo. Si mi
libro se vende, no puedo publicarlo con el último capítulo tal como está.
No es la realidad y no es verdad. Sé que elegirte a ti mismo es más que ser
soltero, pero me esfuerzo mucho en el ángulo de la soltería permanente, y
no sería correcto cuando claramente estoy en una relación con alguien.
Me mordí el labio inferior, pensé en la autenticidad, la valentía y el
cambio.
―He estado sentada con este problema durante unos días y yo… creo
que el libro sería más fuerte con este nuevo final. Creo que es más fuerte
porque aún me amaba a mí misma primero, antes de conocer a Theo, y
marcó toda la diferencia para mí. Quiero que la última parte del ensayo
sea esta experiencia aquí, de enamorarme de mi coanfitrión y descubrir
que tenía razón en tantas cosas. Y, como solo soy humana, también me
equivoco en algunas cosas.
Hubo una pausa larga y ponderada, luego Joanne dijo:
―Tendría que ver estas nuevas páginas, por supuesto, y asegurarme
de que la voz aún coincida con el tema general, pero estoy de acuerdo
contigo, la perfección está pasada de moda. Los lectores quieren sentir
que la persona que escribió su libro es un ser humano lleno de defectos.
―Tengo algunos de esos. ―Hice una mueca cuando me pinché el dedo
con una espina―. Si te envío un nuevo capítulo, ¿lo leerás?
―Me encantaría. Podemos modificar algo del principio, dejar en claro
que elegirte a ti mismo tampoco niega elegir amar a otra persona. Lo cual,
para ser justos, fue el tema del libro todo el tiempo.
Mi mamá caminó por el estacionamiento para recoger la ronda final de
ramos de flores para mi gran gesto romántico, su cabello negro ondeaba
detrás de sus hombros, su velocidad para caminar siempre establecida en
rápida como el infierno.
Incliné mi cabeza hacia atrás en un largo suspiro.
―Si aún no lo has descubierto, doy consejos para ganarme la vida, pero
no sé lo que estoy haciendo.
Joanne se rio.
―Gracias por decirme la verdad, Daria, y si estás reescribiendo el final
de tu libro por este tipo, eso me dice que debe ser algo maravilloso.
No puedes ser cuantificada. No puedes ser estudiada ni medida. No podría
destilar la magnificencia de quién eres en un consejo conciso, aunque lo intentara
durante cien años.
―No sabes cuan maravilloso ―le dije en voz baja―. Gracias por
arriesgarte conmigo. Escribiré como el viento, lo prometo.
Joanne y yo colgamos cuando mi mamá abrió la parte trasera de mi Jeep
con una sonrisa triunfante. Recogió el ramo de rosas de mis pies, pero fue
atacada por las mismas espinas.
―Mierda, mierda. ―Chupé la punta de mi dedo índice en la boca y miré
los pétalos rojos―. ¿Por qué la gente siempre habla y habla de estas cosas
cuando pueden lastimarte?
Aparté algunos rizos de mi rostro y cayó una lluvia de hojas.
―No tengo ni idea. ¿Sabes lo que no puede hacerte daño? Una buena
mezcla de música a la antigua.
Una sonrisa se dibujó en su rostro, metió la mano en su bolsillo y sacó
la cinta que grabó la noche anterior, con mi mínima ayuda, usando un
reproductor de casete dual que compró en una venta de garaje y una pila
de casetes que Janis le prestó de su poderosa colección.
―¿De verdad crees que a Martha le va a gustar? ¿No es demasiado
cursi?
―Mamá ―le dije―, si la mujer no estaba obsesionada contigo antes, lo
estará ahora.
Ella asintió para sí misma, recuperando la confianza, y dejó caer la cinta
en su bolsillo. Ella sabía que yo estaría aquí temprano esta mañana y
prometió pasar y ayudar en los treinta minutos que tenía mientras se
transmitían noticias durante su programa. Una de las mejores partes de
tener una mamá que se levantaba regularmente al amanecer era la extraña
cantidad de lugares que conocía en Sunrise Beach que vendían flores
frescas y jarrones a las horas más extrañas.
Extendí mis manos hacia adelante y ella me ayudó a salir, enviando aún
más pétalos y hojas al suelo. Con los brazos rebosantes de ramos de flores,
dejamos el Jeep y nos dirigimos a la oficina de Theo.
Era un equipo mínimo tan temprano por la mañana, pero todos los
asistentes de producción con los ojos adormilados con los que nos
topamos echaron un vistazo a las flores y dijeron: “¿Son para tu novio,
Theo?”
―Realmente pensé que estábamos haciendo un buen trabajo al
mantenerlo en secreto ―murmuré por un lado de mi boca.
Mamá frunció el ceño.
―¿Cuál es tu definición de 'buen trabajo', niña?
En el interior, parecía como si hubiera estallado una bomba floral en la
oficina de Theo: jarrones llenos, montones de hojas, racimos de flores en
cada superficie plana. Toqué la pequeña tarjeta blanca en mi bolsillo,
todavía en blanco.
―¿Cuánto tiempo tienes hasta que llegue Theo? ―preguntó ella,
dejando caer los últimos ramos en el escritorio―. Aplasté algunas de las
flores aquí. ―Ella apuntó―. Y aquí. Algunas de estas no se ven bien y eso
probablemente se deba a mis botas.
Escondí una sonrisa.
―Solo tengo una hora, pero todo lo que tengo que hacer es tomar esto
―indiqué la pequeña catástrofe de los pétalos de flores―, y arreglarlos
de tal manera que transmita soy una estúpida enamorada de ti.
Mamá me dio un abrazo lateral.
―No he tenido muchas oportunidades en esta vida para transmitir que
soy una estúpida enamorada de ti, pero si alguien puede lograrlo, eres tú.
Arqueé una ceja.
―¿Qué tipo de energía crees que está emitiendo esa mezcla de
canciones?
Ella se sonrojó.
―Oh, diablos, probablemente tengas razón. Tengo suerte de que
Martha sea tan paciente con el hecho de que yo no sé nada sobre esto de
tener una novia. Hay algo liberador en tener casi sesenta años y darte
cuenta de que no sabes una mierda, que nunca supiste una mierda y
nunca la sabrás.
Me hundí en el suelo y puse un puñado de margaritas en mi regazo,
colocándolas al azar en un jarrón.
―Voy a comenzar a considerar seriamente usar Soy Daria Stone y
ninguno de nosotros sabe una mierda como mi despedida del programa.
―Levanté el jarrón para que lo viera―. ¿Crees que estas margaritas dicen
que estoy deseando ser coanfitriona de un programa de radio contigo?
Mamá se encogió de hombros.
―Seguro, ¿Por qué no?
Le dije a Theo que necesitaba un par de días para pensar, y abracé ese
tiempo con entusiasmo. Incluso caminé el largo sendero de diez
kilómetros que él recorrió el otro día, pasando tiempo en el mirador
mientras las revelaciones se estrellaban sobre mí como las olas rompiendo
contra la costa.
Esa llamada de Joanne sacudió una explosión de nervios emocionados,
y cuando Janis nos dijo que recibimos una oferta para la sindicación
nacional sacudió una explosión de inseguridades, pero en un día lleno de
sorpresas y cambios, Theo diciéndome te amo fue lo que más sentido tuvo.
Era más que te amo. Lo supe porque mi mente grabó lo que dijo como si
estuviera haciendo su propia mezcla.
Eres una maravilla y te amo. Estoy enamorado de ti.
Había lenguajes de amor, y luego estaba Theo, poniendo su corazón y
sus miedos y sus vulnerabilidades más profundas en la línea porque sabía
que yo apreciaría ese tipo de apertura, por encima de todo. Su honestidad
no eliminó nuestras diferencias o nuestros desafíos por delante. Confiaba
en que resolveríamos las cosas juntos.
Decidir que llenar su oficina de flores era un regalo insignificante en
comparación con todo lo que me había dado, pero era la mejor opción que
tenía para mostrarle la forma en que él hacía sentir mi corazón: rebosante
de amor.
La idea se me ocurrió anoche en medio de una mezcla de canciones con
mi mamá. Después de dos días de estar sola, conduje hasta la casa de mi
infancia, me arrastré hasta el sofá y me acosté con la cabeza en su regazo
como solía hacerlo cuando era niña. Ella no se inmutó, simplemente me
acarició el cabello con una mano mientras grababa casetes con la otra. Al
principio, supuso que yo estaba ahí para beber la botella de champán que
compró por las noticias sobre mi agente.
En vez de eso, le derramé toda la historia de Theo y yo, como si
estuviera teniendo un monólogo interior porque aprendí de mis oyentes
que era más fácil averiguar qué hacer a continuación cuando nuestros
pensamientos desordenados salían a la luz del día.
A la mitad de la narración, supe exactamente lo que tenía que hacer.
Ayudó que mi mamá sospechara que estábamos saliendo todo el tiempo,
lo que confirmaba la descripción de Janis de nuestro evidente anhelo.
La mano de mamá aterrizó suavemente en la parte superior de mi
cabeza mientras luchaba por someter otro ramo. Levanté la vista y ella me
apartó el cabello de la frente.
―No hay duda en mi mente de que le va a encantar todo ―dijo con
firmeza.
Suspiré, cerrando los ojos.
―Realmente espero eso. Realmente, realmente espero que podamos
resolver las cosas juntos.
Ella se agachó a mi lado.
―No te dije esto anoche y debería haberlo hecho. ¿Recuerdas cuando
tú y Jackson se tomaron esas fotos de compromiso?
Hice una mueca.
―Vagamente, me sentí profundamente infeliz ese día.
―Tal vez si no fuera tu mamá, habría podido mirar esas fotos y no
sentir que mi corazón se estaba partiendo en dos ―dijo―, pero yo soy tu
mamá. Cuando las vi, parecías su accesorio. Parecías su acompañante. Con
solo veintidós años y sentías que tenías que vivir tu vida para otra persona
en lugar de ti misma.
Mi estómago se retorció ante el recuerdo de ese sentimiento, un
recuerdo lejano, pero poderoso.
―Supe que lo que tú y Theo tenían era serio esa noche en la sala de
juegos ―continuó―. Es difícil de describir, pero fue como si su lenguaje
corporal juntos irradiara esta alegría. Estaban tan sincronizados el uno con
el otro, tan en sintonía. ―Ella chasqueó los dedos―. ¿Sabes qué? Tú y
Theo lucían como suena una gran canción. ¿Eso tiene sentido?
―Perfecto sentido ―susurré, demasiado abrumada por la emoción.
―Lo más importante, niña, te veías como tú misma. ―Besó la parte
superior de mi cabeza y se abrió paso a través de otro grupo de rosas―.
Así es como sé que él es el indicado para ti. ―Miró su reloj―. Oh, mierda,
tengo que volver. Te diría buena suerte, pero no la necesitarás, lo juro.
Salió disparada por la puerta de la oficina de Theo a la misma velocidad
que entró, dejándome vibrando de amor y con las mejillas empapadas de
lágrimas, luego solté una exhalación lenta, agarré mis tijeras y me puse a
trabajar.
La siguiente hora pasó en un borrón. Colgué una guirnalda de flores
alrededor de su puerta y apilé una docena de ramos de flores en su
escritorio. Las flores silvestres salpicaban los alféizares de sus ventanas, y
su mesa de café era todo gruesos tallos de girasoles que se balanceaban
en sus jarrones. Esparcí pétalos de rosa en un camino desde la puerta
hasta su escritorio y desde su escritorio hasta su sofá, dejando un rocío en
los cojines, pero todavía estaba a mitad de camino, mi cuerpo era un
desastre de cortes y suciedad, y su oficina un torbellino floral, cuando su
voz aterciopelada resonó en un saludo por el pasillo.
―Oh, Dios, es temprano ―siseé. Me puse de pie demasiado rápido,
esparciendo pétalos y flores, y traté de limpiar lo mejor que pude. Empujé
la tarjeta en el ramo de margaritas, dándome cuenta demasiado tarde de
que no había tenido la oportunidad de escribir nada en ella.
Estaba recogiendo todas las hojas del suelo cuando Theo apareció en la
puerta. Me detuve a mitad de camino y de repente agradecí que esta
posición me permitiera ver el panorama completo de emoción que
apareció en su rostro cuando vio las flores: sorpresa, alivio, gratitud, amor.
Ni siquiera habían pasado tres días completos desde la última vez que
nos vimos, y mis rodillas estaban débiles por extrañarlo.
Dio un paso hacia adentro y cerró la puerta.
―Daria ―dijo con voz ronca―. ¿Qué... qué es esto?
―¿Creo que lo llaman un gesto romántico?
Sus ojos verdes volaron hacia los míos.
―Nadie me compró flores antes. Por lo general, era al revés.
Dejé caer las hojas y me rasqué la nuca, sintiéndome orgullosa y tímida
en igual medida. Alcanzó el ramo de margaritas y la tarjeta en blanco.
―Se suponía que eso llevaría un mensaje para ti, pero…
Su ceja se arqueó.
―¿Pero qué?
Me retorcí los dedos con nerviosismo.
―Llegaste temprano antes de que pudiera escribirlo.
Su mandíbula se tensó.
―¿Qué iba a decir?
―Esta mañana hablé con esa agente, Joanne, y le dije que no quería que
tratara de vender el libro todavía porque necesitaba reescribir
dramáticamente el final.
Un extremo de su boca se levantó.
―¿Ah, sí?
―Esta cosa salvaje sucedió cuando escribí un final declarando que iba
a ser soltera de por vida, hasta que me enamoré de mi coanfitrión del
programa de radio. Un coanfitrión que también fue mi antiguo enemigo.
―Incliné la cabeza hacia un lado―. Realmente, es un final mucho mejor
solo por el drama.
Una onda de movimiento atravesó su cuerpo. Dejó la tarjeta y dijo:
―Ven aquí.
Cerré la distancia entre nosotros fácilmente, deteniéndome cuando las
puntas de mis botas tocaron las puntas de sus zapatos. Había sombras
debajo de sus ojos y barba en su mandíbula, un solo rizo caía sobre su
frente. Era tan guapo que dolía, especialmente cuando esa media sonrisa
se convirtió en una sonrisa completa que me dejó sin aliento.
―¿Puedes por favor decir todo eso de nuevo? ―preguntó.
―Estoy enamorada de ti...
Sus labios estaban sobre los míos antes de que terminara, pero no me
importó ni un poco. Era un beso de cuerpo completo, un completo asalto
a mis sentidos. Envolví mis brazos alrededor de su cuello mientras sus
manos me apretaban contra su pecho, y nuestros labios se movían
hambrientos.
―Te amo, Theo ―dije cuando finalmente nos separamos. ―Te amo con
todo mi corazón. Sé que mientras crecías, sentiste que tenías que rogar
por un poco de amor de tu familia, y no quiero que te sientas así nunca
conmigo.
Sus ojos se arrugaron a los lados.
―¿Es por eso que llenaste mi oficina hasta el borde con flores?
―Sí, y aunque has estado cambiando de opinión sobre algunas cosas,
sé que sigues siendo un romántico empedernido. No soy del tipo de chica
de flores, pero puedo ser el tipo de chica que te las compra.
Su mano se curvó alrededor de la parte de atrás de mi cabeza y me
mantuvo quieta mientras besaba mi frente, inhalando por un largo y dulce
segundo.
―Te amo, Daria. Muchísimo. ―Se deslizó, pero solo para dar un paso
más en su oficina y girarse lentamente. El sol de la mañana se filtraba por
las ventanas, haciendo que su oficina pareciera un campo boscoso―. Hay
regalos ―dijo Theo en voz baja―, y luego hay regalos.
Yo era todo grandes sonrisas cursis, mientras lo veía estudiar cada ramo
con una curiosidad académica que ahora conocía bien.
―Antes de conocerte ―dijo, inclinando la cabeza para examinar un
ramo de lavanda―, nunca quise admitir que no tenía mucha relación
conmigo mismo. Nunca habría admitido que mis propias reglas sobre el
amor se volvieron tan restrictivas. No quiero que nunca dejemos de
aprender el uno del otro, Daria.
Mi corazón no era más que volteretas ahora.
―Secretamente creía que había terminado de aprender. Entonces te
conocí, Theo, y descubrí que no hay nada fraudulento en ser un trabajo
en progreso como cualquier otro ser humano confundido que llama a
nuestro programa. Nuestros nombres significan algo para la gente, pero
eso no significa que no merezcamos cambiar. No hay fin a lo que nos
estamos convirtiendo. No hay llegada. Luchar para que las personas se
amen a sí mismas es mi objetivo en la vida, pero eso no significa que no
pueda amarte completamente a ti también.
Dio un paso adelante, con cuidado de no aplastar ningún pétalo, e
inclinó la cabeza para otro beso. Este fue más suave, más dulce. Nos
tomamos nuestro tiempo, rodeados de girasoles, bebiéndonos el uno al
otro con un beso que se sintió como el comienzo de todo.
Cuando nos separamos, sacó una hoja de mi cabello con una sonrisa
perpleja.
―Gracias por volver a mí.
Tracé su mandíbula con mis dedos.
―Gracias por saber que lo haría.
Sentí que su mirada se posó en la bolsa de provisiones junto a la puerta,
básicamente lo único que no estaba cubierto de flores. Tocó el borde con
su zapato.
―¿Qué es esto?
―Todavía construiremos la despensa comunitaria hoy, ¿verdad?
Su sonrisa brilló en su rostro, calentando cada centímetro de mí.
―No hay falsas promesas ―susurré―. Y esto es importante. Para Janis.
Para la estación. Para nuestros vecinos.
Tomó mi barbilla y presionó un beso firme en mi boca.
―Te amo tanto.
Los dedos de mis pies se curvaron en mis Doc Martens. Él tomó la bolsa
y luego mi mano.
―Vamos, me estaba instalando afuera, y tenemos que tomar decisiones
sobre nuestros trabajos.
Era lo suficientemente temprano para que todavía hubiera brisa y
fresco, el sol estaba bajo en el cielo. Las gaviotas volaban por encima y el
océano brillaba a la luz de la mañana. El malecón estaba vacío de turistas,
pero lleno de lugareños. Caminamos hacia el costado del edificio, a la
pared en la que uno de los amigos de Elena pintó un mural de discos de
vinilo con los colores del arcoíris. Apoyada contra ella había una caja con
un cobertizo exterior angosto sin ensamblar en su interior.
Metí la mano en mi bolso y le lancé a Theo una navaja. Él cortó los lados,
abrió la caja y colocó las piezas en el estacionamiento.
Saqué las instrucciones y me reí cuando vi lo increíblemente simples
que eran.
―Aquí dice que podremos construir esto en diez minutos o menos.
Se frotó la parte superior del cabello.
―Podría haber comprado la más fácil de armar, pero en mi defensa, esto
fue cuando ni siquiera podíamos encender la cafetera sin pelear por eso.
Toqué mi barbilla.
―Eh, ¿hablas de nosotros?
Me guiñó un ojo en respuesta y me entregó una de las piezas laterales
largas.
―Entonces ―dije, juntando la mitad del techo―, ambos hemos tenido
unos días para considerar nuestras opciones y lo único que
definitivamente quiero es seguir haciendo nuestro programa combinado.
¿Y tú?
Sus ojos se dispararon hacia los míos, llenos del mismo alivio y gratitud.
―Yo también. Quiero seguir trabajando contigo, Daria, pero he estado
pensando mucho en la oferta de sindicación nacional y yo... ―Tomó
aire―. No quiero hacerlo todavía.
Retrocedí para hacer contacto visual.
―Espera, ¿estás hablando en serio? Pensé que eso era lo que querías
para tu carrera.
Se frotó la nuca, y sonrió un poco tímidamente.
―Una cosa que he aprendido a través de todo esto es lo fácil que ha
sido para mí buscar la validación externa de que pertenecía. Fui el niño
que creció con unos papás que no me amaban, y luego el experto en el
amor con novias que solo me dejaban. Solo quería que alguien dijera, todo
lo que pasaste, todos esos años de estudio, toda esa soledad y dolor, fue por una
razón.
Theo sostuvo con fuerza el costado de la despensa mientras que yo
deslizaba el primer panel de la puerta en las bisagras. Agarré un
destornillador mientras él sostenía la puerta para que apretara los pernos.
―Decir eso en voz alta es difícil de creer. Les he dicho cientos de veces
a las personas que llaman que es imposible encontrar la felicidad cuando
tu validación solo proviene de fuerzas externas.
Moví la puerta, probando las bisagras, pasándole el destornillador para
que lo usara en el otro lado.
―Es difícil, pero es normal ―dije gentilmente―. Solo estás luchando
contra décadas de mensajes que te dicen lo contrario.
Terminó el otro lado y cerramos la puerta juntos. Sonreí cuando hizo
clic con fuerza, y mi mirada se elevó para encontrarse con la suya. Usé la
punta de mi bota para levantar la estantería de alambre del interior.
―La cosa es que Janis tiene razón. Sindicar nuestro programa es mucho
dinero, pero también mucha presión y mucho escrutinio en nuestra
relación. Hace un mes, no lo habría dudado, pero ahora... ―Metió la mano
en mi cabello con una sonrisa, y sacó otra hoja de uno de los ramos―. En
este momento, prefiero concentrarme en nosotros dos y mantener a
Sunrise Beach en el centro.
Lancé un suspiro gigante que no me di cuenta de que había estado
conteniendo.
Él arqueó una ceja.
―¿Sientes lo mismo?
―El crecimiento tan exponencial de mi base de fans el año pasado ya
ha sido estresante ―admití―. Me gusta estar en Sunrise Beach y cultivar
estos fanáticos primero, no quiero solo crecer por crecer. No significa que
no esté interesada en hacerlo el futuro, solo que no en este mismo instante.
Theo colocó el primer estante en la despensa y yo deslicé el segundo y
el tercero.
―Entonces no crezcamos ―dijo en voz baja―. Hasta que estemos
listos.
―Hasta que estemos listos ―repetí.
Me incliné para alcanzar el cuarto y último estante, pero Theo me jaló
contra su pecho para abrazarme, presionando su rostro contra mis rizos
mientras mis brazos se cerraban alrededor de su cuello. Me apretó con
fuerza, inclinándose hacia atrás para que mis pies colgaran del suelo y me
eché a reír. Salpimenté su rostro con besos hasta que me dejó caer de
nuevo, luciendo una sonrisa natural que coincidía con la mía.
―¿Estás seguro de esto? ―le pregunté.
―Pasé gran parte del último mes sintiéndome un fraude y un
aficionado. ―Rozó sus labios en mi sien―, Pero no ahora. No tomando
esta decisión contigo. Daria, nunca he estado tan seguro de nada en mi
vida.
―En eso, definitivamente estamos de acuerdo ―susurré.
Colocamos el cuarto estante y retrocedimos para admirar nuestra obra.
―Es una belleza ―declaré.
―Seguro que lo es ―dijo, mirándome.
El sonido de los zapatos crujiendo sobre el asfalto nos hizo girar para
encontrarnos a Janis dirigiéndose hacia nosotros. Grité y le lancé a Theo
el gran moño que había encontrado, lo pegó a la parte superior, y luego
se apoyó casualmente contra la pared con los brazos cruzados.
―Buenos días ―gritó Janis cuando nos alcanzó―. Hoy es el dichoso
día de mi cumpleaños, en caso de que no lo supieran.
―Estaba muy consciente ―dije con una risa―. Mi mamá quería que te
dijera que dejó una canasta de regalo y está en tu escritorio. Tiene un tema
de marihuana y comida chatarra.
―Setenta y uno ―vitoreó―. Cuanto más comes frituras de maíz, más
tiempo vives. Es un dicho muy conocido.
Theo sonrió.
―Nadie ha dicho eso antes.
―Y sin embargo, aquí estoy, sabelotodo ―dijo con cariño. Caminó
alrededor de la despensa, estudiándola con una sonrisa encantada―.
Vaya, vaya, vaya... ¿qué me trajeron?
Theo colocó su palma encima, luciendo guapo y orgulloso.
―Feliz cumpleaños, oh, mentora mía. Daria y yo construimos una
despensa de alimentos para la estación de radio. Un esfuerzo comunitario,
perfecto para un lugar que encarna la comunidad. Lo mantendremos
lleno de comida y nuestros vecinos pueden tomar lo que necesiten.
Ella lo miró como si él hubiera inventado un nuevo tipo de aperitivo
del malecón.
―¿Cómo supiste que este sería un regalo perfecto?
Se encogió de hombros con buen humor.
―Has sido mi mentora durante mucho tiempo. Eso significa que
básicamente soy un experto en tus mejores cualidades.
Una emoción pasó entre los dos que era en parte respeto mutuo, en
parte afecto bromista y en parte el amor crujiente que Janis derramaba
alrededor de este mundo como confeti.
―Me encanta muchísimo ―dijo, con la voz quebrada. Theo le pasó un
brazo por los hombros y me guiñó un ojo cuando ella no miraba.
―Entonces, ¿qué novedades hay, niños? ¿Descubrieron un plan de
juego? ―preguntó mientras abría y cerraba las puertas de la despensa con
una sonrisa llena de dientes―. Mierda, realmente podemos meter mucha
comida aquí.
―Esa es la idea ―dijo Theo cálidamente―. Radio para la gente.
Comida para todos. Ponle un nombre.
Su cabeza asomó por detrás de la puerta.
―Yo lo llamo ser parte de la resistencia.
Los ojos de Theo se deslizaron hacia los míos. Su sonrisa se sentía como
un secreto solo para mí.
―Eso también. Menos trajes, más tie-dye, y a tus preguntas anteriores,
sí. Tenemos un plan.
Janis asintió hacia la puerta principal.
―Entonces pongámonos en marcha. Esos destinos los están esperando
de nuevo.
―¿Cuántos destinos tenemos? ―le pregunté.
Ella se encogió de hombros.
―¿Doce? No sé. Yo no hago las reglas.
Y cuando nos dimos la vuelta para seguir a nuestra jefa al interior, Theo
me pasó un brazo por los hombros y me atrajo hacia él. Enterró su boca
en mi cabello y susurró:
―Y tú eres mi destino, Daria Stone.
Sabía que iba a ser un buen programa. No por la cantidad de propuestas
de matrimonio, sino por mi hermosa coanfitriona.
Era el primero desde que Janis nos informó de la oferta de sindicación,
y el primero desde que declinamos cortésmente la oferta, eligiendo nutrir
nuestra base local primero. Significaba menos dinero, y le revelaríamos
nuestra relación a nuestros oyentes esta noche.
Pero Janis no se inmutó al final. Teníamos una base de miembros cada
vez mayor gracias a Consejos de amor y vida y una comunidad de radio
recién energizada gracias a nuestros eventos; no era perfecto, pero nunca
lo sería.
Seguiríamos luchando porque entendimos que teníamos derecho a
estar al aire.
Daria y yo nos sentamos uno frente al otro en la mesa, los con
auriculares y micrófonos frente a nosotros, como siempre. La diferencia
ahora era que tenía metido mi pie entre los suyos debajo de la mesa, a
salvo de la vista. De vez en cuando apretaba sus pies contra los míos con
una sonrisa reconfortante.
El estallido de un corcho de champán nos sobresaltó a ambos. Era
Elena, riendo mientras las burbujas se derramaban por su mano. Des
sostenía copas debajo, atrapando la mayor cantidad de líquido posible
antes de que goteara al suelo.
―¿Champagne ya? ―preguntó Daria―. Maldita sea, Janis realmente
celebrará su cumpleaños toda la semana, ¿no es así?
―Estoy justo aquí, ya sabes, y sí, lo haré ―dijo. También estaba en la
sala de mezclas con Des y Elena, con los pies apoyados en el sofá y una
sonrisa pacífica en su rostro arrugado―. También pensé que podría
ayudar con cualquier nerviosismo previo al programa.
Mis ojos se deslizaron hacia los azules brillantes de Daria, maquillados
con delineador oscuro. Su cabello negro estaba salvaje y rizado, sus aretes
brillaban, sus labios rojos se curvaban en una sonrisa de complicidad.
―¿Qué nervios? ―musité―. Nunca he estado tan tranquilo y
preparado.
Janis ladró un ja. Des y Elena entraron en la cabina de sonido con sus
copas, animándonos con sonrisas tontas.
―¿Decirle a todo el mundo que nos enamoramos es la peor idea? ¿O
una idea brillante? ―preguntó Daria.
Elena echó un vistazo al tablero.
―Lo averiguaremos pronto, ya que están a cinco minutos.
―Y después, siempre está la colección de fan fiction extremadamente
extraña y muy erótica que ustedes dos han estado recibiendo ―dijo Des
con seriedad―. He estado guardando los mejores para una lectura
cuando estemos ebrios durante la próxima fiesta navideña de K-SUN.
―Jesús. ―Me reí, frotándome la mandíbula―. Quizás los oyentes no
se sorprendan tanto, como dijo Janis.
―Sí, porque todo el personal aquí estaba conmocionado ―dijo Elena en
el tono más seco imaginable.
Después de hablar con Janis, hablamos con quien quiera que estuviera
en el edificio esa mañana, y continuamos haciéndolo cada vez que
encontrábamos a alguien nuevo. Cliff nos miró con la boca abierta, y dijo:
―Yo pensé que habían estado saliendo todo este tiempo.
Des y Elena ya lo habían adivinado, aunque Daria y yo de todas
maneras nos disculpamos. Se lo tomaron con calma, pero aún así
estaríamos cocinando la cena para ellos la próxima semana, con Susannah
y los papás de Des asistiendo también. Porque como Des dijo más tarde,
dándome un largo abrazo y una mirada significativa, mis papás se mueren
por conocer a la mujer de la que te enamoraste, al aire, con miles de personas
escuchando en tiempo real.
―¿Quién diablos está acaparando el champán? ―gritó Janis. Entró en
la cabina de sonido y robó la botella directamente de las manos de Elena.
―Todos, por favor, entren en la cabina de sonido más pequeña del
mundo mientras grabamos ―dije, extendiendo mis manos sobre la mesa.
Desde el pasillo llegó un bramido que conocía bien.
―¿Nos lo perdimos? ―gritó Magnolia.
Daria puso los ojos en blanco.
―Mamá, estoy aquí. No tienes que gritar.
Magnolia apareció en la puerta, sonrojada, sonriente y tomada de la
mano de Martha.
―¡No nos lo perdimos! Pareces lista para el rock and roll, pero ese ha
sido el caso desde que naciste, niña.
Janis bebió su champán.
―Evitamos la adquisición corporativa nuevamente, así que qué mejor
manera de celebrar que hacemos lo que queremos haciendo esto. Las
reglas están hechas de todos modos, todas ellas. Esa es otra pieza de
sabiduría que puedes recordarme que he dicho de vez en cuando, Theo.
―Sí, señora ―le prometí.
Debajo de la mesa, Daria golpeó su pie contra el mío.
―Mierda, están a un minuto ―dijo Elena.
La multitud se disipó en la otra habitación y ocuparon sus puestos
mientras Daria y yo nos poníamos los auriculares. Encontré su mano
debajo de la mesa y la apreté. A través de la ventana, la comunidad que
nos había aceptado, amado y animado, nos miraba simplemente porque
podían, y simplemente porque se los pedimos.
No provenía de una familia biológica que se presentara para mí de esta
manera. Tenerlo aquí, tener este tipo de amor incondicional apretado para
ver mi transmisión de radio, era un tipo de magia que hacía que todo
valiera la pena. Ellos habían aparecido, y yo estaba permanentemente
agradecido.
―En diez ―dijo Elena.
Esta vez practicamos sobre quién iría primero. Entonces, cuando las
luces de señal se encendieron, me incliné hacia el micrófono.
―Buenas noches y feliz jueves. Ha pasado casi una semana desde que
estuvimos aquí en vivo, así que gracias por aguantarnos durante nuestro
descanso no programado. Se debió principalmente a mi debilitante
derrota ante Daria en el campo de minigolf la semana pasada. Una derrota
presenciada por muchos de nuestros miembros.
Daria sonreía, linda y arrogante, con la barbilla apoyada en la mano.
―Pero… con toda seriedad, antes de que lleguemos a las llamadas de
esta noche, necesitamos revelar algunas noticias personales que creemos
que son importantes. Nos confían todas las noches sus miedos y sus
secretos y lo menos que podemos hacer es ser honestos con todos ustedes.
La sonrisa de Daria se amplió, y estuve brevemente encantado. Mi
oficina todavía estaba llena de flores, todavía llena de Daria mostrándome
la extensión de su amor, y hasta dónde llegaría para encontrarme a mitad
de camino en esta relación. Nunca conocí un gesto romántico tan sincero.
Nunca he conocido a nadie que me llene de tanta esperanza, pero a estas
alturas, debería estar menos sorprendido por el hecho de que Daria fuera
extraordinaria.
―Daria y yo a menudo hemos estado en lados y puntos de vista
opuestos, incluso antes de que compartiéramos un programa ―dije
tranquilamente―, pero en el transcurso de trabajar más estrechamente
juntos, de escucharla, y aprender, de jugar al paintball y al air hockey y
perder terriblemente en el minigolf…
Ella se rio suavemente, pero sus ojos brillaban.
―Me enamoré perdidamente de mi coanfitriona.
Hice una pausa lo suficiente para que ella dijera:
―Aquí Daria, y solo quería agregar que yo también me enamoré
perdidamente de mi coanfitrión.
Hubo movimiento en la otra habitación. Todos nos estaban dando una
versión ridículamente emocionada de un pulgar hacia arriba o una
guitarra de aire.
―No fue planeado ―continuó―. Y aunque Theo se trata del romance,
mis fans de toda la vida saben que salir con él y amarlo no estaba en las
cartas para mí. ―Daria sostuvo mi mirada―. Hasta que lo estuvo.
―Resulta que han estado llamando todas las noches para obtener
consejos amorosos de expertos, pero no sabemos nada en absoluto ―dije.
Ella se rio.
―Somos humanos desordenados, imperfectos y contradictorios que
cambian de opinión y crecen, incluso cuando no está de acuerdo con
nuestros planes. Sabíamos que mentir sobre eso no le servía a nadie,
especialmente a nosotros. Sabíamos que teníamos que revelarlo. Theo y
yo hemos aprendido mucho de todos ustedes: son vulnerables y honestos
cuando llaman, compartiendo más de lo que podríamos pedir. Aprendí
que cualquier cosa que haya sentido en los últimos cinco años, ya sea
rabia, confusión o curiosidad, decirlo en voz alta generalmente significa
que alguien más siente lo mismo. Mantenerlo en secreto lo convierte en
algo vergonzoso cuando me siento todo menos avergonzada de amar a
Theo.
Compartimos una sonrisa por dos segundos de aire muerto, pero a
ninguno de nosotros nos importó.
Me incliné de nuevo hacia el micrófono.
―No hay perfección ni pretender con autenticidad. Vamos a
equivocarnos y cambiar de opinión, y aprender cosas nuevas y comenzar
todo el ciclo de nuevo. Es el consejo que les daríamos a todos, y
necesitamos vivir ese consejo nosotros mismos.
―Y esto no va a ser un programa sobre nosotros saliendo ―dijo ella
riendo―. Solo necesito dejar eso claro. Nada sobre el formato o de lo que
hablemos será diferente. Incluyendo que nuestra relación no significa que
estaremos de acuerdo cuando demos consejos.
Le dediqué una sonrisa torcida.
―Nunca decepcionaríamos a nuestros oyentes comenzando a estar
unánimemente de acuerdo porque estamos enamorados. Esa es nuestra
promesa para todos ustedes.
―¿Chicos? ―Elena intervino―. Siento mucho interrumpir este
hermoso momento, pero tienen un oyente que llamó, como de inmediato,
y creo que querrán saber de él.
Levanté una ceja hacia Daria. Ella se encogió de hombros y dijo:
―Sí, conéctalo.
―¡Hola, soy Rachel! ―vino una voz alegre―. Ah, y Ted y Skyler
también están conmigo.
―¿Cómo están ustedes tres? ―pregunté, felizmente sorprendido―.
¿Están siendo valientes con su nueva relación?
―Sí, realmente lo somos ―dijo―, y por eso llamamos. ¡Porque tú y
Daria también hicieron algo valiente!
Desde el fondo de la llamada llegaron muchos gritos tontos. Las manos
de Daria volaron a sus mejillas sonrosadas, con una sonrisa brillante e
impresionante.
Sostuve su mirada.
―Sí, hicimos algo valiente, y ella valió cada riesgo.
Me di cuenta de que iba a ser un buen programa cuando no era un
programa en absoluto, sino una fiesta retro en una pista de patinaje para
celebrar el cumpleaños de mi jefa rara y gruñona.
Si Theo y yo alguna vez lo hacíamos, sería así. No estábamos a más de
un minuto a pie de la pista de patinaje que habíamos alquilado para la
fiesta de Janis. Estaba justo al lado de la icónica rueda de la fortuna de
Sunrise Beach, que giraba rosada en el crepúsculo llena de gente. Según
el tema bolas disco akimbo, usé mi peluca magenta brillante, una falda negra
corta y calcetines hasta la rodilla estilo años setenta que sabía que se
verían geniales con los patines blancos.
El problema era que Theo me arrastró detrás de la estación de
salvavidas abandonada, y su mano estaba actualmente deslizándose por
esa falda negra corta.
―Vamos a llegar tarde ―suspiré, levantando mi pierna más arriba de
su cadera. Tomé su rostro y estrellé mis labios contra los suyos, con mi
lengua acariciando hasta que él me presionó aún más fuerte contra la
madera crujiente. El aire sofocante de la noche acarició mi piel mientras
su palma acariciaba mi muslo, sus dedos buscaban y jugaban.
―El tiempo es una construcción social, Daria ―susurró, sonando
divertido y excitado al mismo tiempo. Su boca recorrió la columna de mi
garganta―. Pensé que ya no nos estábamos limitando a definiciones
rígidas.
Me reí.
―¿Te gusta el concepto del tiempo?
Su pecho retumbó. Podía sentir sus labios curvarse en una sonrisa a lo
largo de mi mandíbula.
―Siéntete libre de discutir conmigo al respecto. Estoy disponible para
una discusión.
Lo inmovilicé con una mirada astuta.
―Esto del patinaje sobre ruedas es una fiesta. No es una competencia.
―Lo sé.
―Entonces, ¿por qué estás arrastrando los pies? ―pregunté, subiendo
mis dedos por su pecho―. ¿No es porque creas que soy... mejor que tú en
el patinaje?
―Eso es... solo una construcción social.
―Oh, Dios, estás preocupado.
Las grandes manos de Theo apretaron mis caderas mientras rodaba
seductoramente entre mis piernas.
―¿Importa? Soy bueno en muchas cosas.
Tarareé por lo bajo.
―Una cosa era tener un sinvergüenza por coanfitrión, y ahora tengo
uno por novio.
Su gran cuerpo se quedó inmóvil contra el mío, y usó su dedo para
levantar mi barbilla.
―Daria Stone, ¿qué me dijiste?
Jugué con mis pendientes.
―Te llamé mi novio, porque eso es lo que eres, ¿no?
Sus labios se torcieron en la penumbra.
―Estoy desesperadamente enamorado de ti y hace dos días, en el
programa de radio que presentamos juntos, declaré ese amor para todos
los que escuchaban en la ciudad.
Tragué.
―Así que... ¿entonces eres mi novio?
Él atrapó mis labios en un beso abrasador que se convirtió en una risa
baja y sexy.
―Todo lo que sé es que será mejor que mi novia saque todos sus
juguetes sexuales esta noche cuando lleguemos a casa.
―No prometo nada ―le susurré al oído, mi corazón tan ligero y
optimista que se sintió a segundos de salir flotando de mi pecho.
Agachó la cabeza para atrapar mi mirada.
―Nada me haría más feliz que llamarte mi novia. Nada me haría más
feliz que ser tu novio. ―Levantó mi mano a sus labios para darle un
beso―. Quiero reiterar eso antes de que regresemos a tu casa y te tenga
en la cama conmigo durante horas.
―Eso me gustaría mucho, mucho ―murmuré―. La parte de ser tu
novia, y la parte de tener sexo durante horas.
Theo besó mi frente, entrelazó nuestros dedos y comenzó a caminar
hacia la pista con una sonrisa diabólica.
Después de que Rachel me hizo sonrojar de la cabeza a los pies,
llamándonos para decirnos que habíamos sido valientes, el resto de ese
programa fue mejor de lo que ninguno de nosotros imaginó. Llegaron
algunos correos electrónicos malhumorados, personas que pensaban que
nuestras citas no eran profesionales o simplemente una artimaña de
marketing, pero la reacción general fue positiva y de apoyo. Incluso
recibimos una avalancha de correos de admiradores que apreciaban la
honestidad con la que hablamos sobre el crecimiento y el cambio mientras
estábamos a la vista del público. Su aprobación fue una feliz sorpresa,
aunque no necesaria.
Me recordó, una vez más, que nuestros oyentes nunca quisieron que
Theo y yo fuéramos representaciones perfectas de nuestros puntos de
vista opuestos, sino humanos defectuosos y serios, listos para escuchar
cuando los tiempos eran difíciles.
Caminamos por el malecón: el océano rugía a nuestra izquierda, los
surfistas pasaban con sus tablas, y había multitudes de turistas ruidosos
y gente en patinetas. La cálida noche tenía el aroma de protector solar y
comida frita, más aún cuando llegamos a Debbie's Roller Rink, en donde
el personal de K-SUN y los muchos amigos de Janis estaban dando
vueltas en patines, con los colores del arcoíris y cubiertos de brillo. Bolas
disco colgaban de los postes del medio, proyectando el suelo en un suave
remolino multicolor.
Cliff era el DJ y cumplió su palabra: una canción de Tears for Fears
cargada de sintetizadores flotaba al aire cálido del verano. A la derecha
estaban las estaciones que Elena y yo preparamos con la comida favorita
de Janis y un pastel de cumpleaños gigante. En la parte trasera de la pista
estaba nuestra pancarta: 92.1 K-SUN. Radio para el pueblo.
Janis pasó patinando junto a nosotros con una peluca amarilla brillante.
―Agarren sus patines, ustedes dos ―gritó por encima del hombro―.
¡Nuestros destinos nos aguardan en la pista de patinaje!
Theo sacudió la cabeza con una carcajada, reposicionando suavemente
mi falso cabello rosa. Me pavoneé bajo sus dedos confiados, amando este
afecto nuevo y abierto del que nunca me cansaría.
―¿Deberíamos lanzar una moneda para ver quién le dice a Janis que
tenía razón sobre nosotros todo el tiempo? ―pregunté.
―Nunca, será insoportable ―murmuró―. Además, necesito comenzar
a pensar en un regalo para el cumpleaños del próximo año y declarar que
tiene razón sobre nuestros verdaderos sentimientos románticos es el tipo
de regalo que le encanta.
Theo apartó un último mechón de cabello de mis ojos y luego adopté
una pose.
―Entonces, ¿qué piensas de mi estilo retro de pista de patinaje?
Bajó la boca, respirando sus siguientes palabras contra mi mejilla.
―Creo que eres asombrosa, Daria Stone. Incluso podría reunir el coraje
para invitarte a salir esta noche.
―¿Ah, sí? ¿Qué tenías en mente?
Él ladeó la cabeza.
―¿Alguna vez has jugado al paintball?
―Ya veo, me buscas para defender tu honor. De nuevo.
Él mostró una sonrisa de suficiencia.
―Cambié de opinión. Nuestra cita será en la sala de juegos donde
ganaré, nuevamente, en todo.
Me puse de puntillas para recibir un beso.
―No puedo creer que hablara mal de su novia de esa manera, doctor
Chadwick.
Nuestros amigos y compañeros de trabajo pasaron junto a nosotros en
un borrón de gritos y color. Las luces de la rueda de la fortuna se
mezclaron con las bolas disco y enviaron una luz brillante que se refractó
sobre la pista de patinaje como diamantes. Janis pasó volando de nuevo
mientras, en la esquina, podía ver a mi mamá y Martha codificando juntas
mientras se reían. Elena bailaba con gracia con sus amigas, luciendo aún
más ruda con su larga peluca morada, y Des y Susannah patinaban en
pareja como profesionales justo en medio.
Encontramos un banco para ponernos nuestros patines. Theo levantó
uno de mis pies y luego el siguiente en su regazo, apretando los cordones
con una mano alrededor de mi tobillo.
―¿Este es el trato para tu novia? ―pregunté.
―Es el trato para Daria ―dijo simplemente. Cuando terminó, bajó la
cabeza y besó cada una de mis rodillas antes de dejar mis pies en el suelo
y los hice rodar de un lado a otro, sintiendo el movimiento de las ruedas.
Entonces enganché mi dedo en la camisa de Theo y tiré de él cerca.
Había una última cosa que necesitaba decirle a mi coanfitrión.
―¿Recuerdas la pregunta de Misty, la noche que estuvimos en la sala
de juegos? ―le pregunté.
―Recuerdo todas mis victorias cuando estoy contigo ―me dijo
suavemente.
Acaricié su mejilla y mordisqueé su mandíbula, haciéndolo reír.
―Ahora, ¿quién es el engreído?
Siguió besando mi cuello, provocando un delicioso escalofrío.
―Le dijimos muchas cosas a Misty esa noche. ¿Qué parte en particular?
Me eché hacia atrás para atrapar su mirada.
―Estuvo de acuerdo en que recibimos muchos mensajes sobre el amor
que pueden ser falsos, pero que se necesita coraje para alcanzar lo que hay
genuino debajo de eso. No he dejado de pensar en eso, especialmente
porque estábamos hablando de almas gemelas.
Theo se quedó inmóvil.
―Nunca podré apoyar el concepto de almas gemelas en esa forma en
que lo hacen las tarjetas de felicitación de Hallmark que es dañina porque
perpetúa la mentira de que solo eres una persona completa si estás casado
con otra.
Puso mechones de mi cabello detrás de mi oreja y me miró como si
realmente fuera una maravilla.
―Creo en el poder de elección ―continué―. Elijo amarme a mí misma,
todos los días. Elijo amar a mi mamá, amar a Janis y Elena y Des. Amar
esta extraña estación de radio y esta vibrante ciudad costera y te amo a ti,
Theo Chadwick. Te elijo y te elegiría una y otra vez. No sé si eso es lo que
es un alma gemela, pero sé que se siente como si estuviéramos destinados
a estar juntos.
Me tomó el rostro con ambas manos, inclinó mi cabeza hacia atrás y me
besó. Fue dulce y rápido, y todavía estaba aturdida y sin aliento después.
―Yo también te elegiría a ti, Daria. Cada hora de cada día. Creo que lo
supe desde el primer momento en que nos conocimos.
Levanté una ceja.
―¿Incluso cuando discutíamos sin parar?
Su mirada se detuvo en la mía.
―Mi corazón supo mucho antes que el resto de mí que tú eras la
elegida.
La música cambió a algo brillante y alegre, y los labios de Theo se
curvaron en una sonrisa torcida. Se puso de pie sin esfuerzo, patinando
hacia atrás y llevándome con él. Con el sol poniente, las coloridas luces
disco, y la brisa del mar en su cabello, era demasiado encantador y guapo
para expresarlo con palabras.
Así que no dije nada, feliz de patinar de la mano alrededor de la pista
rodeado de música, rodeada de nuestra comunidad, rodeada de los
sonidos del malecón. Él y yo ya habíamos compartido tantas palabras en
este punto, y realmente, Theo tenía razón.
Nuestros corazones sabían lo que querían todo el tiempo.
Nunca podríamos ser expertos en un sentimiento tan salvaje y
misterioso como el amor porque era tan salvaje y misterioso como la vida
misma. No significaba que no debiéramos ser codiciosos por cada
segundo y cada lección, ansiosos por ocupar nuestro espacio con pasión
ruidosa, desordenada y jubilosa.
Nunca iba a entenderlo por completo, así que bien podría subir el
volumen de la música y bailar mientras estaba aquí. O, como esta noche,
también podría patinar en una pista de patinaje con mi familia de la radio,
cubierta de brillo, bajo un montón de luces disco girando.
Y de la mano de Theo, que amaba cada parte ruidosa, desordenada y
jubilosa de mí. Como yo amaba cada parte de él.
Solo éramos humanos, después de todo.
Dos años después
Daria se veía especialmente hermosa con sus audífonos esta noche.
―¿Planeabas terminar nuestra primera transmisión sindicada a nivel
nacional con una pregunta de propuesta de matrimonio? ―ella preguntó.
Me reí, negando con la cabeza.
―No puedo evitarlo si la gente quiere mi consejo de compromiso.
Llámalo mi especialidad.
―Los vibradores son, sin duda, todavía mi especialidad ―dijo―.
¿Cierto, oyentes? ¿Deberíamos hacer otra encuesta para ver quién de
nosotros tiene la mejor experiencia con su especialidad? ¿O deberíamos
hacerlo a la antigua y llevar esto a la sala de juegos?
―Mi pérdida más reciente y humillante en la máquina de pinball será
vengada.
Ella se encogió de hombros.
―Ya lo veremos.
Debajo de la mesa, Daria enganchó sus pies alrededor de mi tobillo con
una sonrisa descarada. Tomé su mano, le di un apretón a sus dedos.
―Pero volviendo a la pregunta original de Daria, no tenía ningún plan.
Eso no significa que Daria y yo no estemos en la luna en el estudio en este
momento. Esta es la primera noche de Consejos de amor y vida en K-SUN
como programación sindicada, y ya hemos escuchado de nuevos
fanáticos en todo el país.
―Es fácil usar palabras como sueño hecho realidad ―agregó Daria―,
pero lo decimos en serio. Esperamos que sigan sintonizándonos todos los
jueves, viernes y sábados por la noche para escucharnos a Theo y a mí
hablar con las personas que llaman sobre el amor, el sexo y las relaciones
y tal vez pelear un poco, pero solo un poco.
Arqueé una ceja.
―¿Cuál es tu definición de poco?
Hace dos años, Daria bromeando sobre una discusión al aire habría sido
nuestra realidad concreta: la cabina de sonido llena de una tensión
incómoda, nuestras conversaciones agudas y forzadas. Ahora, ella y yo
nos sentábamos aquí tres noches a la semana y teníamos conversaciones
con los oyentes que se sentían tan fáciles como respirar e igual de vitales.
Pero esa fue la razón por la que esperamos tanto, aprendiendo a estar
juntos como pareja y como coanfitriones en Sunrise Beach, donde nuestros
seguidores locales celebraron nuestra relación y Des ahora tenía varias
carpetas llenas de fan fiction que recibimos.
Cuando Janis nos llevó a su oficina hace un mes para darnos la noticia
de que All Star Media había regresado con otra oferta de sindicación, esta
vez decir que sí se sintió bien. Significaba trazar un nuevo curso para
nuestras carreras y ampliar la base de apoyo para K-SUN, aunque en el
centro nada había cambiado. Aún éramos dos seres humanos, que
dábamos consejos los mejor que podíamos y aprendíamos el uno del otro
todos los días.
Ayudó que unos meses después de la fiesta de cumpleaños de Janis en
la pista de patinaje, la agente de Daria vendió su manuscrito, con nuevo
final y todo, y su libro se publicó en tres meses, ya con mucha bombo y
platillo anticipado.
La respuesta que obtuvo de sus primeros lectores fue unánime: la
historia imperfecta de Daria sobre elegirse a sí misma después de la
traición los hizo sentir vistos en un mundo que a menudo los ignoraba.
Ella y yo llevaríamos Consejos de amor y vida de gira en otoño para que yo
pudiera apoyarla en la gira de lanzamiento de su libro.
No es que necesitara mucha ayuda de mí. Daria era tan divertida y
verdadera con sus lectores como lo era con sus oyentes y su influencia
siguió creciendo.
Mis ojos se dispararon hacia el reloj, consciente de nuestra limitación
de tiempo. Daria apretó los labios y apenas ocultó su emoción. Tramamos
este plan espontáneo juntos esta mañana, sentados en la playa con un café,
con su espalda presionada contra mi pecho y mis brazos rodeándola
mientras observábamos las olas romper contra la orilla. Habíamos
comprado una casa hace un año, no muy lejos de K-SUN y el malecón, y
discutimos la mayoría de las decisiones importantes de nuestra vida en
ese mismo lugar.
Y este era más importante que la mayoría.
Le guiñé un ojo a mi hermosa coanfitriona.
―Lamentablemente, se nos acabó el tiempo para esta noche, pero
volveremos mañana con más Consejos sobre el amor y la vida. Ah, y
olvidamos mencionar que de ahora en adelante nos despediremos de
nuestro programa de manera un poco diferente.
Daria tocó su micrófono.
―Así es, lo haremos. Ahora estás escuchando a Daria Stone-Chadwick.
―Y yo soy el doctor Theodore Chadwick-Stone ―dije con una
sonrisa―. Gracias, como siempre, por sintonizar 92.1 K-SUN, radio para
la gente.
Nos quitamos los auriculares y esperamos, con los ojos cerrados.
Escuché a Elena decir:
―¿Qué diablos?
Y luego a Des, empujando la puerta de la sala de mezclas, diciendo:
―Oye, ¿qué dijeron?
Y, por último, Janis, que rugió en la cabina de sonido con:
―¿Qué demonios está pasando aquí?
Daria levantó las manos al aire y exclamó:
―¡Theo y yo nos casamos en secreto durante el fin de semana!
La breve pausa se vio rápidamente eclipsada por el descenso de lo que
se sentía como toda la estación entrando en la habitación, sonando tan
conmocionados como felices. Des no podía dejar de abrazarme y Elena
estaba tratando de conseguir champán.
Janis, mientras tanto, asentía con la cabeza hacia Daria y hacia mí como
si finalmente se diera cuenta de que habíamos logrado ocultarle un
secreto… literalmente el primero.
―Bien hecho, ustedes dos ―dijo―. Bien hecho. Normalmente tengo
razón en todo, pero no lo vi venir.
En la conmoción, nadie vio a Daria escabullirse, pero técnicamente era
mi trabajo llevar a todos al pasillo, para que se movieran hacia la sala de
descanso. Acepté más felicitaciones y muchos abrazos y apretones de
manos. En medio del caos, pasé un brazo por los hombros de Janis
mientras compartíamos una sonrisa.
―¿De verdad te casaste el fin de semana pasado? ―me preguntó―.
Porque ahora tengo que luchar para encontrar suficiente hierba para
hornearte mi propia versión de un pastel de bodas. Podría llevar semanas.
―Eso no es necesario ―le dije―. Regálanos una extravagancia de
flamencos y estaremos a mano.
La emoción ondeó en su rostro, y esta vez no intentó ocultarla.
―Probablemente pueda hacer eso por las dos personas que más amo
en este mundo.
Mi corazón dolía de felicidad, y aún no habíamos llegado a la mejor
parte.
―¿Hay fotos? ¿Video? ¿Se fugaron? ―preguntó Des, caminando hacia
atrás con nosotros hacia la sala de descanso.
―¿Qué vestía Daria? ―Elena gritó, todavía en su misión de champán.
Deslicé mis manos en mis bolsillos con un encogimiento de hombros de
disculpa.
―Verán, esa es la cosa…
―Ya voy, ya voy, lo juro ―dijo la voz sensual de Daria, un poco sin
aliento por correr. La observé caminar por el pasillo con su nuevo atuendo
arreglado a toda prisa: un vestido blanco corto, un velo de gasa y sus
botas, por supuesto.
Incluso en la oleada caótica de nuestro anuncio sorpresa, el mundo se
silenció a mi alrededor cuando mi esposa se acercó con su rostro lleno de
alegría y sus ojos azules cálidos con su habitual afecto bromista.
Daria Stone era mi lenguaje de amor. Ella era la mujer que me desafiaba
todos los días, que me hacía pensar, y que me cambió de un experto a un
aficionado y luego a un hombre perdidamente enamorado. Ella me dio la
valentía para cambiar de opinión y el coraje para conocerme mejor.
Que la mamá de Daria nos casara a los dos en la playa al amanecer fue
la decisión más fácil de mi vida. Nada me preparó para el momento en
que nos declararon oficialmente marido y mujer, ni años de estudio, ni
dar consejos, ni contemplar las preguntas de las personas que llamaban.
Era un aficionado, una vez más, tan abrumado por el amor por mi novia
que ninguno de nosotros pudo contener las lágrimas.
No era que no hubiéramos querido a nuestra comunidad con nosotros,
pero dado lo que le sucedió a Daria en su anterior intento de boda, ella
quería que nuestra ceremonia fuera privada e íntima, un momento solo
para nosotros dos.
Nuestra primera ceremonia.
Alcancé su mano y la apreté. Ella sonrió, levantando la mano para
arreglar su velo.
―Sí, hay fotos ―dije―. Sí, también hay video. No, no nos fugamos.
Mags nos casó en la playa al amanecer y Martha fue nuestra testigo, y en
cuanto al resto…
Daria abrió la puerta de la sala de descanso. Magnolia y Martha habían
transformado el espacio en una recepción de bodas, si la recepción de una
boda se celebrara en una estación de radio un poco deteriorada junto al
malecón. Había guirnaldas de luces blancas, un buffet de comida de High
Frequency y, tan pronto como nos vio, Mags encendió la máquina de
discos con una ovación.
―¿Estamos listos para la boda sorpresa de Theo y Daria? ―gritó
mientras el personal se volvía loco. Ninguno más que Des, cuando
descubrió a Susannah y sus papás esperando adentro, ya sentados.
―Theo ―dijo, jalándome para darme otro abrazo―, esto es increíble.
Lo hiciste. Encontraste a la indicada… y fue Daria todo este tiempo.
―Estoy bastante seguro de que lo habría sabido antes si te hubiera
escuchado desde el principio ―admití.
Él sonrió, golpeando mi hombro.
―Ahora, ¿quién es el experto en amor?
―Ciertamente yo no ―le dije―. Me sentaré contigo y tus papás
después y te mostraré el video, lo prometo.
A mi lado, Daria vibraba de felicidad, ya haciendo un poco de guitarra
de aire de pura emoción. Mags levantó el pulgar y dijo:
―¿Están listos para hacer la maldita cosa o qué?
Me aclaré la garganta y me giré hacia Janis.
―¿Cómo te sentirías acerca de acompañarnos a Daria y a mí por el
pasillo? Es solo una recreación, así que nada demasiado serio.
―O emocional ―agregó Daria.
Sus cejas se dispararon hasta la línea del cabello.
―¿Quieres que yo lo haga?
―Después de todo, eres la razón por la que estamos juntos en primer
lugar ―le dije―. ¿O ya olvidaste tu desacertado experimento?
Janis se rio.
―Nunca olvido ninguna de las cosas increíbles que he hecho, chico,
pero da la casualidad de que haría cualquier cosa por ustedes dos.
Cualquier cosa en el mundo. ―Movió los codos y se giró para mirar a
Magnolia―. Vamos a encontrarnos con sus destinos. Otra vez.
Capté la mirada de Daria. Ella articuló te amo, y luego estábamos
caminando por el pasillo falso con Janis mientras nuestros compañeros de
trabajo nos animaban, esta familia nuestra que se había vuelto más fuerte
en los últimos dos años: Mags y Martha estaban felizmente felices, y Janis
mantenía a K-SUN a flote mientras nuestro apoyo local seguía creciendo,
nuestros miembros apasionados continuaron eligiendo la radio para la
gente en lugar de las corporaciones.
Des y yo aún pasábamos las noches en esta misma habitación,
planeando nuestros programas con Elena. Aunque Daria también estaba
ahí ahora, sentada a mi lado con su sonrisa astuta, haciéndome reír cada
vez que podía.
Llegamos a Magnolia al final del pasillo. Estaba usando un montón de
cajas apiladas llenas de discos, como un podio improvisado. Janis nos
soltó, pero se quedó cerca en el frente, dándome un asentimiento lleno de
seis años de recuerdos.
Y finalmente estaba frente a Daria, con una ceja arqueada con diversión
felina mientras levantaba su velo.
―¿Está lista para nuestra segunda boda, señora Stone-Chadwick?
Ella inclinó la cabeza.
―Creo que deberíamos hacer esto todos los fines de semana, ¿y tú?
Mags levantó las manos y la habitación se quedó en silencio.
―Gracias por asistir a la recreación sorpresa de la boda de Theo y
Daria. Tengan en cuenta que habrá karaoke inmediatamente después, y
baile.
―Yo cantaré los coros en We Built This City ―prometió Daria.
―Eso es porque eres increíble, niña ―dijo Mags―, pero todos ya saben
que estos dos se casaron durante el fin de semana, por lo que ya son
marido y mujer.
La sala estalló en aplausos, y los ojos de Daria brillaron. Tener una boda
cada fin de semana empezaba a parecer una idea brillante.
―Sin embargo, deseaban compartir sus votos matrimoniales con todos
ustedes, los cuales escribieron. ―Mags tocó el hombro de Daria―. Tú vas
primero, cariño.
Daria exhaló un suspiro tembloroso.
―Theo. ―Su voz se quebró un poquito―. Prometo elegirte, todos los
días. Para aprender de ti. Para crecer contigo. Amarte con todo mi
corazón, ya sea que estemos juntos en una ruta de senderismo o sentados
en la cabina de sonido C, hablando con los oyentes durante horas. Me has
mostrado de qué se trata el verdadero amor y has cambiado mi vida para
siempre.
Ella me miró expectante, y aunque habíamos dicho exactamente estos
votos hace solo cinco días, esto se sintió diferente: declarar nuestro
compromiso frente a las personas que más amamos.
―Daria ―le dije―, eres tan magnífica para mí como el primer
momento en que nos conocimos. No pensé que fuera posible amarte más
cada día, pero aquí estoy, amándote más que nunca. Cada mañana juntos
se siente como un nuevo comienzo. Cada momento, una promesa y cada
sonrisa tuya se siente como el mejor regalo. Ser tu esposo es un honor.
Hubo una pausa, y luego Mags gritó:
―Ya saben lo que eso significa, amigos. ¡Tiempo de fiesta! ―Se apagó la
máquina de discos y se encendió música de baile―. Y pueden besarse
ahora.
La habitación estalló en una fiesta, pero no escuché nada. Tomé el rostro
de mi esposa y la besé tan ardientemente como lo había hecho en esa
playa. La besé hasta que ella se rio, envolviendo sus brazos alrededor de
mi espalda y abrazándome fuerte.
―Nuestra historia de amor estaba destinada a ser, Theo ―dijo,
besándome una vez más―. Casarse dos veces demuestra que es verdad.
―No podría estar más de acuerdo ―murmuré.
El verdadero romance no era nada como lo imaginé. Estaba cantando
junto a K-SUN con Daria mientras lavábamos los platos por la noche. O
tomando un baño de burbujas juntos mientras discutíamos sobre una
pregunta del oyente.
O en la simple alegría de ver la puesta de sol sobre Sunrise Beach desde
lo alto de la rueda de la fortuna.
Y era más que eso: era compartir un trago con Des y Elena a las dos de
la mañana después de un programa. Era ver a nuestros compañeros de
trabajo llenar nuestra despensa comunitaria con alimentos para nuestros
vecinos. Era Janis, que se quedaba hasta tarde para ayudar con una colecta
de donativos y pedirnos pizza, o la forma en que Magnolia podía tocar
cierta canción durante su presentación y el rostro de Daria se llenaba de
amor cuando la escuchaba.
Era todo esto y más, siempre más, nunca menos, y en el centro de todo
estaba Daria Stone. Mi antigua rival. Mi esposa. Mi destino.
Ella había sido la magia, todo el tiempo.
(La noche después de su boda en la playa al amanecer)
Me balanceé sobre una roca, descalza y todavía con mi vestido blanco
suelto, y esperé a que mi nuevo esposo me dijera cuándo podía entrar en
la acogedora cabaña que habíamos alquilado en Big Sur después de
nuestra boda al amanecer.
El océano era de un bonito y deslumbrante azul, chocando con un
pequeño trozo de playa debajo de la cabaña, el sol apenas comenzaba su
largo ascenso hacia el horizonte. A través de las ventanas, pude ver a Theo
trabajando duro en cualquier adorable tarea que había emprendido. No
llevaba el saco del traje, tenía la corbata suelta y las mangas arremangadas
hasta los codos.
Y en su mano izquierda, llevaba la delgada banda de oro que le había
puesto en el dedo hace menos de ocho horas.
Mis labios se dibujaron en una sonrisa cuando lo atrapé mirando el
anillo con una mirada afectuosa que ya conocía bien. Era la mirada con la
que lo sorprendía cuando pensaba que no me daría cuenta, como cuando
le contaba una historia divertida mientras preparaba la cena, o cuando me
encontraba cantándole a las plantas de nuestra casa, o después de
responder una pregunta emocional de un oyente.
Theo nunca me dijo que la devoción afectuosa y descarada era un lenguaje
de amor, pero aprendí desde el principio de nuestra relación que era el
suyo.
Dio la vuelta al lado de la cabaña, caminando hacia mí, y mi estómago
se hundió con anticipación. Todavía podía escuchar sus votos de antes, y
sentir su peso en mi piel como una caricia: Cada mañana juntos se siente
como un nuevo comienzo. Cada momento, una promesa y cada sonrisa tuya se
siente como el mejor regalo. Ser tu marido es un honor.
Teníamos algo mucho más divertido y público planeado para nuestra
familia de K-SUN, pero por ahora, la intimidad de una boda privada al
amanecer seguida de unos días apartados en la costa era el tipo de
romance que una chica como yo podía apreciar. Theo entendió cómo el
que me dejaran en el altar me había moldeado y cambiado, sin embargo,
dos años de su devoción amorosa silenciaron esos recuerdos de manera
tan significativa que cada vez me resultaba más difícil recordar esas viejas
heridas y humillaciones.
Todo lo que recordaba ahora era la comunidad que me amó a través de
eso. La estación de radio que se arriesgó conmigo y me permitió conocer
a tantos oyentes que querían amarse a sí mismos con una pasión feroz. Y
Theo, por supuesto, que se veía tan devastadoramente guapo con su traje
de novio ligeramente desaliñado que me sonrojé en mi noche de bodas.
Era el tipo de hombre que siempre estaba presente para las personas que
amaba.
―Gracias por su paciencia, señora Stone ―dijo en voz baja.
―Es señora Stone-Chadwick para ti ―respondí, envolviendo mis
brazos alrededor de su cuello.
Un sonido de puro placer retumbó en su pecho.
―Mi error ―dijo, y luego se inclinó para tomarme en sus brazos―. ¿Me
permites compensarte? Es lo menos que puedo hacer como tu marido.
Una deliciosa emoción recorrió mi espina dorsal. Nada había cambiado
entre nosotros desde esta mañana. Y, sin embargo, todo había cambiado.
Tenía menos que ver con los bonitos anillos de plata que adornaban mi
dedo anular izquierdo y más con la forma en que elegir este tipo de
compromiso se sentía tan dulce como sumergirse en un baño caliente en
un día helado. Reconfortante, seguro, curativo. Eufórico.
Y calentándome por todas partes.
―Tu nueva esposa es bastante exigente, o eso he oído ―dije sin aliento,
sonriendo mientras me llevaba hacia la cabaña.
Pasó su nariz a lo largo de mi línea del cabello.
―Si eres más exigente de lo que eras como mi novia, no sobreviviré.
―Pobre esposo ―canturreé―. Te llenaré de electrolitos y barras
energéticas.
Él subió las escaleras y abrió la puerta con el hombro.
―Sigue llamándome esposo, Daria, y nunca los necesitaré.
Abrí la boca para devolverle el coqueteo, pero de repente estábamos en
el pequeño y acogedor dormitorio. Y ahora estaba claro para mí lo que
Theo había estado haciendo aquí.
El espacio se había transformado.
―Theo ―respiré―. Esto es…
Me dejó en el suelo con cuidado y se oyó un swish cuando el dobladillo
de mi vestido tocó el suelo. Se lo dije no una vez, se lo dije un millón de
veces: nunca quise ver pétalos de rosa en forma de corazón en nuestra
cama. Aunque todavía le daba ramos de flores silvestres cada vez que
podía, solo para ver cómo su rostro se iluminaba de alegría.
Pero esto no era así.
Las ventanas del piso al techo dejaban entrar la vista, haciéndonos
sentir como si estuviéramos rodeados por una hermosa costa rocosa por
todos lados. Docenas de velas parpadeantes, apiladas en mesas y
tocadores, bañaban la habitación con un hermoso brillo. La cama con
dosel estaba cubierta con las luces de hadas más delicadas que jamás
había visto, y el mismo patrón adornaba el techo, dando la apariencia de
estrellas tenues. En pequeños frascos cerca del espejo había racimos secos
de lavanda, y cuando incliné la cabeza para examinarlos de cerca, Theo se
aclaró la garganta.
―Los guardé desde el día que llenaste mi oficina con flores ―dijo en
voz baja.
Mi cabeza se volteó hacia él en total sorpresa.
―¿Lo hiciste?
Su garganta se movió.
―Eres el amor de mi vida, Daria. Me quedo con todo lo que me das.
Mi corazón saltó en mi pecho. Era divertido, incluso después de dos
años, la forma en que este hombre continuaba mostrándome que yo no
era una experta en absoluto, y que era una persona mucho mejor por eso.
Planeaba estar sorprendida y encantada por Theo por el resto de mi
vida.
Lentamente, me dirigí hacia mi esposo, sosteniendo su mirada, rodeada
de luces parpadeantes y olas del océano. Mis dedos temblaban mientras
acariciaba su rostro y sus labios mientras se curvaban en una sonrisa.
―Quise decir cada palabra en la playa esta mañana ―susurré―. Me
refiero a cada voto, cada promesa. ―Tomé su mano y la presioné sobre
mi corazón, y luego estuvo sobre mí. Jalándome hacia él para un beso
abrasador que me robó el aliento y curvó los dedos de mis pies contra el
suelo.
Nos separamos solo para que pudiera girarme suavemente, empujando
el cabello de la parte de atrás de mi cuello y presionando sus labios ahí.
―Daria ―respiró, una y otra vez, con su boca trazando entre mis
omóplatos mientras sus dedos bajaban por la cremallera de mi vestido de
gasa. Cada centímetro de piel revelada lo hizo gemir, tenía sus manos
alisando mi cuerpo mientras la tela flotaba suavemente hacia el suelo,
acumulándose a mis pies. Su aliento me abrasó, ardiendo en la base de mi
columna. Sus dedos se curvaron alrededor de mis muslos, tirando de mí
para darme la vuelta.
Lo hice, ya tensa por la necesidad, ya desesperada por querer al hombre
de rodillas frente a mí, todavía parcialmente vestido y mirándome con
más amor del que creía posible. Y cuando me empujó a acostarme boca
abajo en la cama, doblada por la cintura y abierta para él, lo hice con
entusiasmo.
Con el rostro enterrado, cedí a la tentación de sentir: las suaves sábanas
contra mi piel desnuda, el aire cálido y fragante, y el sonido de Theo
moviéndose detrás de mí. Sus fuertes manos recorrieron la parte posterior
de mis muslos, extendiéndome otra pulgada. Sus dientes mordisquearon
la curva de mi trasero, y salté, empujando hacia atrás por más.
Su risa baja era áspera como el papel de lija, y su aliento rozaba mi piel.
Con manos firmes, inclinó mis caderas hacia arriba, dejándome abierta y
expuesta a él. Sus dedos agarraron mis nalgas, separándolas,
apretándolas posesivamente. Hizo el mismo gruñido de placer antes de
empujar su rostro entre mis piernas y gemir.
―Te esperé toda mi vida ―susurró, deslizando su lengua a lo largo de
mi piel resbaladiza―. Mi esposa. Mi todo. ―Lamió suavemente mi clítoris
y mis dedos se enroscaron en las sábanas―. Deberías prepararte para ser
adorada todos los malditos días, Daria.
Empujó su lengua profundamente dentro de mí, y grité.
―Pero yo… yo ya me siento adorada por ti ―jadeé.
Me folló con su lengua, adentro y afuera, mientras su dedo índice
rodeaba mi clítoris. Mi cuerpo comenzó a temblar, y cada vez que Theo
disminuía la velocidad de sus movimientos, seguía inclinando la mitad
inferior de mi cuerpo hacia arriba, más arriba, más fuerte contra su rostro.
Se echó hacia atrás y me dio la vuelta, dejándome verlo quitarse el resto
de su ropa de boda hasta que no tenía nada más que una sonrisa diabólica.
Luego enroscó sus manos alrededor de mis piernas y bajó su boca hacia
mi clítoris, dándome caricias largas y firmes mientras yo tiraba de su
cabello.
―Ya te sientes adorada, pero siempre quieres más, Daria ―susurró,
mirándome a los ojos―. Por eso te amo. Siempre puedes pedir más, y yo
siempre estaré listo para dártelo.
Con mi propia sonrisa, me senté a medio camino, apoyando mis piernas
sobre sus hombros para poder agarrar su cabello con más fuerza,
meciéndome sensualmente contra su lengua, montando su rostro, viendo
sus ojos cerrarse en puro placer mientras me apretaba contra su boca.
Mi cabeza cayó hacia atrás.
―Tan bueno. ―Suspiré―. Eres tan jodidamente bueno.
Su lengua se movía rítmicamente con mi cuerpo, cada círculo de mi
clítoris apretaba mi centro, enviando ondas de éxtasis increíble a través
de cada miembro. Lo vi agacharse y agarrar su gruesa y dura polla,
acariciándola de arriba abajo. Él sabía lo que me encantaba, sabía que
verlo tocarse mientras me daba placer era una de mis fantasías favoritas.
―Oh, Dios, Theo ―gemí―. Folla tu mano más rápido.
Gruñó, azotando mi clítoris mientras acariciaba su polla. Yo me mecí y
rodeé mis caderas, mientras su puño se sacudía arriba y abajo,
flexionando los bíceps con el esfuerzo. Mi orgasmo se sintió como un
relámpago real: grité, cayendo hacia atrás, mientras Theo me lamía con
pericia a través del pico intenso y las réplicas lentas y ondulantes.
Pero mi esposo tenía razón. Siempre quería más. Así que antes de que
pudiera levantarse del suelo, me senté y empujé su cuerpo ancho y
desnudo sobre la suave alfombra. A horcajadas sobre sus caderas, caí
hacia adelante para darle un beso abrasador, sus manos se enredaron en
mi cabello, sus labios estaban hambrientos y firmes.
Nos separamos, con nuestro aliento mezclándose.
―Te amo tanto ―murmuré, apartando el cabello de su frente. Su
sonrisa era la misma de esta mañana, la que había estallado en su rostro
cuando dije: “Sí, quiero”.
No podía esperar ni un segundo más. Me senté, tomando su polla
completamente dentro de mí, tan profundamente que ambos gemimos
con absoluto alivio. Sus manos se cerraron alrededor de mis caderas,
levantándome hacia arriba y hacia abajo, con la mandíbula apretada, y la
respiración entrecortada.
―Oh, mierda, Theo ―siseé―. Sí, tan bueno, tan jodidamente bueno.
Pel se incorporó para sentarse y yo curvé las piernas alrededor de su
cintura. Se sentía tan profundo que no podía pensar, solo podía
deleitarme, desconcertada con la unión física de nuestros cuerpos.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello y lo monté duro y rápido,
desesperada por llegar al clímax juntos.
Sostuvo mi cara con una mano, con su pulgar presionando mi labio
inferior. Nuestros ojos permanecieron entrelazados, con los labios
bailando juntos.
―Tan hermosa, eres tan hermosa ―siguió jadeando, y una gota de
sudor se deslizó por su sien. Mi cabeza cayó hacia atrás de nuevo, y su
boca se hundió, con su lengua deslizándose por mi garganta como si
nunca tuviera suficiente de mi sabor―. Puedo sentir lo cerca que estás.
―Juntos ―canté―. Juntos, por favor.
Ni un segundo después, llegamos en una avalancha de gritos y un beso
descuidado y estremecedor que se disolvió en una carcajada sin aliento.
Nos derrumbamos sobre la alfombra, mirando las luces centelleantes,
hasta que nos volvimos a mirar el uno al otro. El asombro compartido
hizo que mi corazón diera las mismas volteretas hacia atrás que se habían
convertido en una rutina diaria desde ese primer juego de paintball.
Había sido amor todo el tiempo, por supuesto.
Theo me apartó el cabello del rostro y besó la punta de mi nariz.
―Hicimos algo muy valiente hoy.
Le sonreí.
―Lo hicimos, nuestros oyentes estarán muy orgullosos. ―Me
acurruqué de lado, y sentí el suave metal de su anillo de bodas en mi
piel―. ¿Cómo te hace sentir eso?
―Preparado para enfrentarme al mundo. ¿Y a ti?
Presioné un dulce beso en los labios de Theo.
―Lista para hacer lo mismo.
Querido lector:
Gracias por sintonizar K-SUN FM-radio para la gente. Espero que
hayas disfrutado de tus anfitriones, los tortolitos Theo y Daria.
Si no es obvio (y creo que lo es), RIVAL RADIO es mi libro de "aflojar y
divertirse". Ya he hablado bastante del agotamiento creativo que sufrí en
2021 (una experiencia que comparten muchos otros escritores), que
incluía la incapacidad de aprovechar la alegría libre y alocada que supone
contar historias. Así que cuando me senté a redactar la idea de una
historia que había estado preparando durante unos seis meses -algo sobre
enemigos que se ganan la vida dando consejos sobre el amor y que se
enamoran el uno del otro- dejé de lado algunas de mis técnicas habituales
y me permití sentir el camino con curiosidad en lugar de juicio. El hecho
de que RIVAL RADIO contenga muchas de mis cosas favoritas no es una
coincidencia: emisoras de radio, equipos desordenados, jefes gruñones
pero adorables, nostalgia, ciudades de playa. Y todos sabemos que
escribir bromas picantes entre enemigos y amantes es la cereza del pastel.
Así que es difícil reducir una lista de escenas favoritas, pero voy a
intentarlo: todas las escenas entre Janis y Theo (cuando ella le dice que es
extraordinario al final, me vuelvo loca cada vez); la escena del paintball,
que fue la cosa más alegre y disparatada que he escrito nunca y que se
basó totalmente en mi intenso amor por 10 Things I Hate About You; la
relación de Daria con Mags y el enamoramiento de Mags con su amiga
Martha; cuando Theo le explica los lenguajes del amor a Daria mientras
están sentados en su patio trasero (después de que ella intente escabullirse
tras dejarle comida); cada vez que discuten -y no puedo recalcarlo lo
suficiente-; cuando Theo ve cómo Daria se aleja después de tener sexo en
su oficina y ve el amanecer; Daria llenando su oficina de flores y todos sus
compañeros de trabajo ya adivinando que estaban estúpidamente
enamorados; juguetes sexuales; cuando están jugando al air hockey en la
sala de juegos y accidentalmente se ponen de acuerdo el uno con el otro;
la máquina de discos llamada Stevie Nicks; cuando les dicen a sus oyentes
que se han enamorado y Rachel llama para decirles que han hecho algo
valiente... ¡Okey, eso es como todo el libro!
Escribir el romance de Theo y Daria me dio mucha alegría. Espero que
a ustedes también les haya dado un poco. Cuando se trata de esto de ser
un humano, ninguno de nosotros somos expertos. Así que espero que
puedan cantar un poco, bailar mucho y patinar bajo bolas disco mientras
se comen un churro, porque la vida es demasiado corta para no hacerlo.
Con cariño.

Kathryn.
RIVAL RADIO no existiría sin el apoyo de mi increíble comunidad.
Estoy iluminando las ondas con mi abundante agradecimiento a Faith, mi
mejor amiga y editora de desarrollo, la María de mi Stede. Por fin somos
libres. Que dure mucho tiempo nuestro viaje.
Jessica Snyder, mi editora de historias y líneas, que tiene un don para
la trama, las apuestas y los detalles que no deja de asombrarme (y siempre
deja comentarios divertidísimos esparcidos por el manuscrito). En este
libro ha habido menos mensajes de voz con falta de sueño que en el
anterior, pero si los hubiera habido, sé que ella los habría escuchado, y
habría respondido siempre con sugerencias amables y brillantes.
Jodi, Julia y Bronwyn, mis lectoras beta, que siguen impresionándome
con su capacidad para detectar las lagunas, los problemas de ritmo, los
matices de los personajes y todas las piezas que faltan para completar un
libro. Trabajar en RIVAL RADIO con las tres ha sido muy divertido esta
vez y estoy muy agradecida de poder llamarlas mis amigas.
Mel y Lizette, mis lectoras de sensibilidad, que fueron muy amables al
ofrecer comentarios y notas sobre Des y Elena, respectivamente. Gracias
por aportar perspectiva y fundamento a estos personajes que amo y por
compartir vuestras experiencias. Cualquier error cometido en este texto
es mío.
El gigantesco y magnífico sistema de apoyo que me ayuda en cada libro:
las Hippie Chicks (que son literalmente las mejores), Joyce y Tammy
(también literalmente las mejores), Lucy, Claire, Pippa, LJ, Avery y
Stephanie, que siguen siendo algunas de las mejores personas de nuestra
comunidad romántica, y Tim, Rick y Dan, que son directamente
responsables del hermoso libro que tenéis en vuestras manos. Cuando
digo que no podría hacer esto sin todos ustedes, lo digo absolutamente en
serio.
Para mis padres y mi hermano, los defensores originales de la radio
independiente (¡WXPN!). En muchos de mis recuerdos favoritos mientras
crecía, WXPN está sonando de fondo.
Y, por último, para Rob, mi esposo, mi alma gemela, mi bicho raro
favorito. Alerta de spoiler: estoy estúpidamente enamorada de ti y
probablemente te esté haciendo una mezcla de música y/o llenando tu
oficina de ramos de flores mientras hablamos. Gracias por estar siempre
dispuesto a pasar por esta vida juntos. Ahora vamos a perseguir algunos
amaneceres…
Soy una aventurera hippie a la que le encanta escribir romances
apasionados. Mi especialidad es la tensión sexual a fuego lento con
muchos diálogos ingeniosos y mucho corazón.
Empecé a escribir en la primaria, escribiendo sobre Star Wars y Harry
Potter e inventando historias de amor en mis diarios. Y culpo a mi
obsesión por el romance lento de mi similar obsesión por The X-Files.
Soy una chica nacida y criada en Filadelfia, pero me fui al norte de
California justo después de la universidad, donde conocí a mi
adorablemente barbudo esposo. Después de vivir ahí durante ocho años,
decidimos embarcarnos en un épico viaje por carretera de seis meses,
recorriendo el país con nuestra pequeña furgoneta, Van Morrison.
Dieciocho estados y 17.000 millas después, hemos vuelto a mi ciudad
natal, Filadelfia, por un tiempo... pero sé que la próxima aventura está a
la vuelta de la esquina.
Cuando no me paso las mañanas (tempranas) escribiendo escenas de
amor tórridas con una fuerte taza de café, puedes encontrarme al aire
libre: haciendo senderismo, acampando, viajando, haciendo yoga.
STRICTLY PROFESSIONAL
Edward Cavendish III y Roxy Quinn no podrían ser más diferentes. Él
es un educado y adinerado hotelero de Inglaterra. Ella es una artista del
tatuaje con el ceño fruncido. Pero cuando una noche de desamor los une,
su química -y conexión- es electrizante. La posibilidad de verse
románticamente no es una opción, hasta que se encuentran de nuevo en
circunstancias estrictamente profesionales.

NOT THE MARRYING KIND


Fiona planea casarse con su alma gemela cuando cumpla 30 años. Por
desgracia, acepta organizar un concierto benéfico con Max, un chico malo
y engreído que jura que nunca sentará la cabeza. Pero cuando saltan
chispas románticas entre estos dos amigos, ¿dejarán que sus reglas se
interpongan en el camino del amor verdadero?

BOHEMIAN
El tímido y nerd Calvin hereda la librería de su abuelo en el pintoresco
Big Sur, pero no sabe si vender la librería o aceptar el reto de mantener
vivo el legado literario de la tienda. Cuando una sesión de fotos de estilo
bohemio trae a Big Sur a la famosa supermodelo Lucia Bell, saltan chispas
entre estos dos opuestos totales.

LANDSLIDE
Gabe Shaw tiene la vida perfecta en Big Sur. Es el propietario de la
tercera generación (y camarero) de The Bar, el único lugar de esta pequeña
ciudad donde los extravagantes lugareños pueden beber en paz.
Romántico empedernido, a Gabe solo le falta una cosa: su alma gemela. Y
cuando una repentina tormenta atrapa a una sexy y divertida
maquilladora llamada Josie en Big Sur, una noche de ardiente pasión se
convierte en mucho más. Lástima que Josie no crea en el enamoramiento.

RIPTIDE
Avery Dacosta es una ambiciosa promotora inmobiliaria que quiere
construir un hotel de lujo en la última playa virgen de Playa Vieja. Y no
tiene tiempo para Finn Travis, el relajado surfista hippie que decide
protestar contra este hotel -y su lugar de trabajo- cada día.
Desgraciadamente, Finn no solo es el hombre más irritante que ha
conocido, sino que es muy sexy. ¿Podrán estos dos enemigos convertidos
en amantes encontrar un punto medio?

SEXY SHORTS (VOLUMEN 1)


Una colección dulce y sucia de catorce historias cortas y sexys.

BEHIND THE VEIL


La detective privada Delilah Barrett no está en absoluto preparada para
su nueva misión: buscar un raro manuscrito robado que está oculto en la
glamurosa alta sociedad de Filadelfia. ¿La única trampa? Delilah debe ir
de incógnito como un falso matrimonio con su nuevo compañero Henry
Finch, un bibliotecario devastadoramente guapo. Pero a medida que el
peligro se intensifica... también lo hace la tentación de dejar que su falso
deseo se convierta en real.

UNDER THE ROSE


Para infiltrarse en una sociedad secreta, la detective privada Freya
Evandale y el agente del FBI Sam Byrne deben ir de incógnito como un
par de ladrones en un mundo peligroso de alianzas cambiantes. ¿Pero
podrán estos rivales de toda la vida cerrar el caso... sin enamorarse?
IN THE CLEAR
Mientras persiguen a un famoso ladrón de libros en Londres, dos
detectives privados trabajan juntos mientras esquivan el peligro a cada
paso. Pero ¿podrán Abe, serio y distante, y Sloane, encantadora y
misteriosa, resistirse a la atracción que sienten el uno por el otro? ¿O la
tentación apasionada pondrá en riesgo el caso y sus carreras?

WILD OPEN HEARTS


La alegre reputación hippie de Luna se ve arruinada cuando su
multimillonaria empresa se ve envuelta en un escándalo. Y solo un
fornido motorista que rescata perros puede ayudarla. Mientras estos
opuestos se entregan a su electrizante atracción, ¿sus diferencias los
mantendrán separados? ¿O aprenderán a confiar en sus salvajes
corazones?

ON THE ROPES
El exboxeador profesional Dean Knox-Morelli se sorprende cuando su
nueva vecina es Tabitha Tyler, su amiga de la infancia y la mujer de la que
ha estado enamorado en secreto durante años. Pero cuando la coqueta
directora de cine Tabitha intenta tentar a Dean en una sexy aventura de
verano, ¿conseguirá finalmente a la chica? ¿O solo hará las maletas y lo
dejará con el corazón roto?

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