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SABADO 7 de agosto de 2004

 Noticias | Política | Nota

Los intelectuales y el país de hoy

Troncoso: "Deformar la verdad históri-


ca contribuye a la crisis"  
El historiador desmitifica el pasado

Sus investigaciones lo llevaron a publicar ensayos muy diversos, que abar-


can tanto nuestros conflictos políticos como los grandes episodios del siglo
XX. La fecunda militancia en el antiguo Partido Socialista –aquel de los bri-
llantes legisladores– le despertó a Oscar Troncoso la imperiosa necesidad
por conocer, primero, la historia de su partido y los orígenes del gremialis-
mo argentino; luego, los fundamentos y razones de las ideologías opuestas.
Eso lo convirtió en un autodidacta de visión sumamente amplia, cuya labor
intelectual registraría títulos como "Los nacionalistas argentinos", primer
ensayo sobre el tema, aparecido en 1957; "Fundadores del gremialismo
obrero", testimonio de las conductas sindicales anteriores al peronismo, y
"La modernización de Buenos Aires en 1900", de reciente aparición, basado
en el copioso archivo personal del intendente Adolfo J. Bullrich.
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Troncoso buceó en los papeles y entrevistó a protagonistas, pero también
enriqueció sus escritos con preciadas vivencias, como la de haber sido testi-
go inesperado del 17 de octubre de 1945 en su condición de soldado cons-
cripto, lo que le facilitó observar de cerca los acontecimientos en el momen-
to en que se producían. Lo pone mal la deformación de los hechos históri-
cos, "porque conspira contra la interpretación correcta de la realidad que
uno está viviendo y no ayuda a resolverla". Escribió en la Revista Socialista,
Liberalis, Sagitario, Futuro, La Vanguardia, Panorama, Cuarto Poder, Redac-
ción, La Razón y Siete Días. Con Miguel Unamuno, actual director del Archi-
vo General de la Nación -a quien considera "un peronista sorprendente por
la amplitud de su visión política, social y cultural"-, compartió hasta hace
poco la dirección de la revista-libro Desmemoria. Pero el mayor aporte de
Troncoso a la historiografía argentina fue haber dirigido la Biblioteca Política
Argentina, del Centro Editor de América Latina, una colección de medio mi-
llar de libros pequeños que supo rescatar grandes textos.
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De muy joven hizo una lectura completa de don Miguel de Unamuno (el ver-
dadero), cuyo influjo lo llevó a descubrir el admirable paralelo que trazó
Dardo Cúneo en su "Sarmiento y Unamuno", un ensayo que Troncoso no se
cansa de recomendar. Su búsqueda de información le hizo dudar muchas
veces de los relatos políticos, pero a la vez lo transformó en un obsesivo ve-
rificador de datos históricos, "porque si se falsean los hechos -advierte- y se
deforma la realidad, nunca podremos comprenderla del todo y menos aún
superarla". Esa obsesión por descubrir los hechos reales comenzó hace casi
medio siglo, cuando les corrió el velo a los nacionalistas.
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-Aquel libro suyo fue un hito, del que luego partirían Enrique Zuleta
Alvarez y David Rock, para producir nuevos ensayos. ¿Por qué deci-
dió retratar a los nacionalistas cuando nadie se había ocupado de
ellos?
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-Precisamente por eso. En 1957 había elecciones de convencionales consti-
tuyentes y el semanario nacionalista Azul y Blanco tenía una fuerte repercu-
sión, lo que me preocupaba, porque sin haber estado nunca en el poder
ellos igual lograban influir en las decisiones políticas. Habían tenido un mo-
mento de esplendor en septiembre de 1930, con el golpe militar de Uriburu,
pero seguían ansiosos por la frustración de no haber podido implantar sus
ideas corporativistas. Lo que me satisface es haber sido el iniciador de dicha
temática y haber descubierto otras facetas de los personajes estudiados.
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-¿Coincide con los nacionalistas en que el período 1930-43 fue la
"década infame"?
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-Eso es cierto, pero es sólo una parte de la historia. La película es mucho
más completa. Hoy, tras la crisis de 2001, debe ponerse de relieve que en
la década del 30 a nadie se le ocurría pensar que la Argentina podía descen-
der al grupo de los países más pobres del mundo. Por el contrario, se la ob-
servaba como una de las naciones nuevas más exitosas, de similitudes con
Australia y Canadá, a las que superaba en producción de carnes y cereales
y, desde luego, en cultura.
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-¿Por qué ha vuelto a trabajar ahora con ese período?
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-Para rescatar toda la verdad histórica. Penetré en el tema hace años, cuan-
do Electra González, viuda de Sebastián Marotta, aquel dirigente gráfico au-
tor de tres tomos de "El movimiento sindical argentino", me propuso conti-
nuar el libro y extender la historia de 1935 a 1945. Con sus papeles y la
formidable documentación de Diego Abad de Santillán obtuve una visión
más amplia de la vida sindical en ese período. Recuerdo que, apoyado en la
leyenda de "la década infame", escribí un capítulo sobre la desocupación y
cuando se lo mostré al gremialista Andrés Cabona, me dijo: "Mire que en
1935 no había desocupación, porque el gobierno de Justo reactivó la econo-
mía y realizó gran cantidad de obras públicas, sobre todo caminos". Me sor-
prendió una actitud tan objetiva sobre el vilipendiado general Justo, de par-
te de un dirigente de la CGT de entonces, lo que me obligaba a buscar más
datos.
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-¿Y qué encontró?
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-De todo. Por ejemplo, la importancia del intervencionismo estatal en la ad-
ministración conservadora de entonces, creadora de la comisión de control
de cambios y permisos oficiales de importación, el impuesto a los réditos,
las juntas reguladoras, el Banco Central, etcétera. Ultimamente muchos so-
ciólogos, economistas e historiadores de nivel han intensificado sus estudios
sobre esa época. Al mismo tiempo, María Cristina Tortti y Juan Carlos Por-
tantiero analizaron el socialismo de la década del 30; Juan Carlos Torre pu-
blicó "La vieja guardia sindical"; Ricardo Sidicaro, "Los conflictos entre el
Estado y los sectores socioeconómicos predominantes entre 1930 y 1943",
y Horacio J. Pereyra destacó el plan de reactivación económica de Federico
Pinedo, que preveía transformaciones sociales con un creciente intervencio-
nismo estatal.
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-¿La izquierda de entonces aportaba algo o sólo discutía?
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-Revisando la revista Izquierda, que editaban los socialistas Benito Mariane-
tti, Bartolomé Fiorini y Carlos Sánchez Viamonte, encontré proyectos sobre
cambios sociales profundos. Pero no se trataba de pura teoría, como ahora,
pues al rastrear la acción de los 40 diputados socialistas de entonces apare-
cieron propuestas concretas de reformas económicas. Rómulo Bogliolo tenía
presentado un plan para modificar el orden social vigente, que luego publi-
caría con el título "Hacia una economía socialista". Estaban los proyectos de
José Luis Pena, dirigidos al sistema monetario y financiero, y las iniciativas
de Miguel Navas, que promovían la creación de los tribunales del trabajo,
para hacer cumplir las leyes laborales.
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-¿Cómo vivía la clase obrera en esos años?
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-Mi padre era corredor de comercio y vivíamos en Caballito sur, cerca del
barrio Caferata, una zona de clase media baja. Todos mis amigos eran hijos
de obreros: albañiles, carpinteros, electricistas. Alquilaban una pieza con
baño y cocina; a veces se juntaban dos matrimonios para rentar y compar-
tir una casita. Con las necesidades básicas satisfechas, se escuchaba la ra-
dio y de vez en cuando se iba al cine. La crisis llegó atenuada, salvo excep-
ciones, y se hablaba más de la difícil situación del campo; también de una
"villa desocupación" que estaba lejos, en el puerto. Nada de eso interfería la
modesta vida barrial. Las elecciones en la Capital eran limpias y las noticias
de fraude electoral llegaban de afuera, de las provincias.
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-¿Qué recuerda de aquellos sindicalistas?
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-Eran de una moral ascética y, por un prurito de la época, soportaban los
sacrificios personales en silencio. Esto impidió medir su verdadera templan-
za, sus sueños de una nueva sociedad y el valor de sus batallas por la mo-
derna legislación social que iban conquistando paulatinamente. Años des-
pués, y todavía hoy, se creó la falsa idea de que el sindicalismo argentino
comenzó en 1945. No se dice que las concesiones de Perón a la nueva buro-
cracia sindical que lo rodeaba nada tenían que ver con aquellos pioneros.
Siempre tengo grabada la imagen de aquel gremialista que se desmayó de
hambre en la calle y cuando le encontraron cien pesos en un bolsillo, en el
hospital, dijo que no los usó para comer porque era dinero del sindicato.
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-Es frecuente escuchar que la industrialización del país empezó con
el peronismo. No se entiende, entonces, de dónde salieron los obre-
ros industriales el 17 de octubre de 1945.
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-Es que eso no es cierto. La zona donde yo vivía estaba rodeada de talleres
y fábricas de zapatos y de otros productos derivados del cuero. La industria
de la alimentación exhibía grandes plantas productoras de marcas muy po-
pulares, la industria textil hacía rato que se había desarrollado, la carne se
faenaba en grandes frigoríficos. Existían casi cien mil obreros metalúrgicos,
además de los trabajadores de las industrias del cemento, los cigarrillos, las
bebidas, la pintura, las máquinas herramienta, entre otras más pequeñas,
que fueron creciendo gracias a las barreras aduaneras que las protegían y a
la restricción de las importaciones. El Estado tendía caminos para aumentar
el transporte de las materias primas y los productos terminados. Se amplia-
ban la refinería de YPF y la flota de buques petroleros, se ponía en marcha
la Fábrica Militar de Acero del Riachuelo, que producía planchas y barras es-
peciales para la industria privada. Todo esto se acrecentó al iniciarse la Se-
gunda Guerra Mundial, por el cierre de los mercados externos.
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-¿Cómo influía el contexto internacional?
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-Con una inmigración como la nuestra, se puede comprender la repercusión
que tuvieron en esa década el fascismo italiano y la Guerra Civil Española.
Los principales partidos políticos se pronunciaron contra el fascismo y en fa-
vor de la República Española. También lo hicieron los sindicatos, a través de
sus periódicos. El diario Crítica, de Natalio Botana, fue un baluarte republi-
cano que albergó a los primeros intelectuales que llegaban exiliados. Eran
continuos los actos de solidaridad para enviar ayuda al pueblo español: has-
ta los chicos buscaban en la calle marquillas de cigarrillos para hacer gran-
des bollos de papel plateado y enviarlos a la industria de guerra republica-
na. Ese era el tema de discusión diaria, no porque se mirara más hacia fue-
ra, sino porque las noticias eclipsaban los hechos locales. Esto es funda-
mental para comprender lo ocurrido en 1945.
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-¿Qué otra cosa se distorsionó?
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-No se aclara, por ejemplo, que los partidos habían sido disueltos por la dic-
tadura y que la militancia se hacía en la calle, donde ocurrían cosas todos
los días. No era una pelea entre peronistas y antiperonistas, como se suele
decir, sino entre militantes antifascistas y los grupos de choque de la Alian-
za Libertadora Nacionalista, que actuaban con ayuda de la policía y ocupa-
ban la calle. Había balazos, muertos y heridos. La liberación de París fue tan
festejada que al año siguiente, en 1945, el gobierno militar prohibió por de-
creto celebrar públicamente el triunfo aliado y la caída de Hitler y Mussolini.
En ese momento la Unión Democrática, que era la unión de casi todos los
partidos, aparecía como la única salida para evitar que las elecciones legiti-
maran el continuismo de un régimen militar de tendencia fascista. Hay que
situarse en la época y valorar la enorme gravitación del contexto internacio-
nal para comprender lo que significaba entre nosotros el temor al fascismo.
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-Ese año la calle también fue testigo del 17 de octubre...
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-Pude ver todo de cerca, porque era conscripto. Estaba en el Comando de
Defensa Antiaérea, en el piso 13 del Ministerio de Guerra, o sea detrás de la
Casa de Gobierno, y ese día me iban a dar de baja, pero la suspendieron y
me tuve que quedar por allí. Uno de los oficiales que entraban y salían era
el mayor Francisco Filippi, yerno del general Pedro Pablo Ramírez, presiden-
te hasta el año anterior. Recuerdo que en la cafetería había fotografías de
Hitler y Mussolini. Desde un balcón, vi llegar los primeros grupos, que no
eran tan numerosos, como se dijo después, con banderas argentinas y fotos
de Perón vestido de coronel. Me fui a la plaza a caminar entre la gente y
como era conscripto me pedían que le hiciera la venia a los retratos de Pe-
rón, pero en un clima muy pacífico, porque la gente estaba sentada en el
pasto. Me miraban con simpatía, dado que los uniformes militares caían
bien. Era un día caluroso, casi agobiante, y la mayoría estaba de traje,
como se usaba entonces para ir al centro. Había mucha curiosidad por los
movimientos en la Casa Rosada y cuando se vio salir un auto con banderitas
inglesas, le abrieron paso respetuosamente. Era el embajador británico Da-
vid Kelly, que acababa de entrevistarse con el presidente Farrell.
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-¿No era demasiado respeto en una manifestación de protesta?
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-Es que la gente fue en forma pacífica a pedir que volviera Perón. Años des-
pués, me sorprendería la fantasiosa descripción que hicieron algunos escri-
tores conocidos y muchos interesados en quedar bien políticamente. Se
dijo, por ejemplo, que cuando el escuadrón policial disolvía a los manifes-
tantes éstos se reagrupaban enseguida, pero la policía no actuó ese día por-
que los militares adictos a Perón la habían neutralizado. También hay quie-
nes insisten con "las gigantescas multitudes que invadieron la ciudad". Sin
embargo, éstas sólo se vieron en los años siguientes, cuando se celebraba
la fecha con la plaza llena y se publicaban grandes fotos en los diarios. Lo
más increíble es la paradoja de los escritores revisionistas, que construye-
ron una historia oficial a través de la propaganda del gobierno peronista.
Por suerte, con los años, los investigadores más serios esclarecieron las co-
sas, especialmente los autores extranjeros como Potash, Rouquié, Page,
Rein, Rock, Buchrucker, Snow, Waldman y otros.
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-Usted también escribió en otros medios partidarios e independien-
tes. ¿Qué ideas quiso dejar estampadas?
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-Traté de comprender la época que me tocaba vivir, que fue de grandes
transformaciones, y de reflejarla tal cual era, porque la Argentina vive de-
formando la realidad histórica para satisfacer intereses políticos circunstan-
ciales y así no se construye un marco nacional. Se transita de crisis en cri-
sis. En la medida de mis posibilidades, pretendo dar testimonio del presente
en su continuidad con el pasado, porque la mejor contribución a la unidad
del país es el compromiso con la verdad y la búsqueda del consenso en los
asuntos esenciales. En cuanto a ideas, siempre expresé mi fervorosa adhe-
sión a la democracia, aun con todos sus defectos, en la creencia de poder
construir una sociedad socialista evolutiva, al estilo de la que vemos hoy en
España. Mi oposición a Perón radicaba en el autoritarismo de su régimen y
en que las modificaciones sociales y económicas que se produjeron eran
oportunistas, sin bases sólidas, otorgadas como concesiones graciosas del
poder.
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-¿Su labor editorial más importante fue la famosa "colección negri-
ta" del Centro Editor?
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-Quien merece mi homenaje de admiración es el creador de esa editorial,
José Boris Spivacow, cuya pasión irrefrenable por difundir las nuevas ideas
lo impulsó a lanzar ediciones económicas de títulos importantes. Lo acom-
pañaban Elena Chio- zza, Beatriz Sarlo, Haydée Gorostegui de Torres, Jorge
Lafforgue, Susana Zanetti, Luis Gregorich, Carlos Altamirano, Josefina Del-
gado, Amanda Toubes, Ricardo Figueira, Graciela Montes, Graciela Cabal y
otros intelectuales de nivel. Entre 1982 y 1993 publicamos 485 libros de au-
tores prestigiosos y jóvenes desconocidos de todas las corrientes, desde el
conservadurismo hasta el trotskismo, con riquísima información sobre el
país. Títulos como "El drama de la democracia argentina", de José Luis Ro-
mero; "Los sindicatos en el poder 1973-1976", de Juan Carlos Torre; "Auto-
ritarismo y democracia, 1955-1983", de Marcelo Cavarozzi; "Comporta-
miento y crisis de la clase empresaria", de Dardo Cúneo; "Las primeras le-
yes obreras", de Juan Panettieri; "El fenómeno insurreccional y la cultura
política", de María M. Ollier; "Los nuevos movimientos sociales", de Elizabe-
th Jelin; "Juventud y familia en una sociedad en crisis", de María Ester Cha-
pp; "Madres solteras adolescentes", de Anahí Viladric. Esa colección fue mi
aporte más importante, es cierto, lo que me enorgullece.
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-¿Qué le sugiere la presidencia de Kirchner?
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-Poco antes de las elecciones asistí a una reunión en la que Kirchner fue
acosado con preguntas sobre la organización del Estado, la situación econó-
mica, la relación con las empresas privatizadas, etcétera. Sus respuestas no
eran improvisadas: respondían a un pensamiento coherente, en la línea de
un izquierdista moderado y actualizado, naturalmente, con tics peronistas.
Al salir nos entregaron un ejemplar de "Después del derrumbe", libro de
Torcuato Di Tella con un reportaje a Kirchner, donde ampliaba los temas
tratados. Todo concordaba con mi forma de pensar y eso me convenció de
que estaba frente a un buen candidato. Hoy me parece positivo su go-
bierno, a pesar de que me molesta la abundancia de enfrentamientos áspe-
ros con quienes no coinciden con su actuación, como también las disputas
políticas internas en un momento de crisis como el actual y las actitudes pú-
blicas de exagerado populismo. Pero siento que debo apoyarlo, por su lucha
contra la desocupación y por su arremetida contra los focos de corrupción
en la Corte Suprema, en las empresas privatizadas sin control estatal, en la
policía, en la negociación con el FMI y, en general, porque coincido con los
fines que persigue.
.
Por Hugo Gambini

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