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El yo y el nosotros: del Iluminismo a Hegel *
Rubén L. Vasconi
Durante los siglos XVIN y XIX se configuraron, en el pensamiento curopeo, dos
grandes concepciones de la sociedad y 1a politica de las cuales sigue viviendo el mundo
contemporéneo.
John Locke, Kant, Rousseau y los iluministas franceses, entre otros, inspirados todos en
el giro impreso a la filosofia por Descartes, elaboraron los axiomas fundamentales del
liberatismo que toma como principio de la vida social el ideal de la auronomia det sujeto libre.
En el siglo siguiente, Hegel primero y después, desde una Optica algo diferente, Marx,
esarrollaron otra idea de sociedad, fundade ahora, no en el principio de la autonomia del yo
sino la solidaridad del nosotros.
Ambas concepciones, dominando ya una ya la otra pero siempre en Aspero conflicto,
siguen vigentes. En la base de cada una de elas encontramos una idea diametralmente opuesta
del hombre.
El objeto de este articulo seré presentar los supuestos bisicos de cada una de estas
visiones. No voy a referitme en detalle a las ideas particulares de los autores. Los tomaré, en
general, como grandes concepciones del hombre y la vida social y me detendré en aquellos
aspectos de su pensamiento que siguen teniendo real significacién ahora para nosotros.
1. Ser yo y pertenccer
Partiremos, para comprenderios, de una doble evidencia, accesible a todes en la vida
cotidiana, Cada uno de nosotros se siente a sf mismo como un yo, un individua con nombre
propio y por lo tanto, distinto de los demas,
Pero, al mismo tiempo, cada uno de nosotros se siente que pertenece a su familia, a su
patria, a su grupo profesional o ideolégico y sobre la base de esta evidencia puede decir:
nosotros (nosotros los docentes, nosotros los argentinos, nosotros los...)
Tenemos Ia evidencia de ser yo y, en cuanto tal, distnto de los ottos y como distinto,
distante, ya que ef ser yo me fuerza a la soledad, pero esta soledad es la condicién de mi
fibertad. Cortando todos los lazos que me atan al projimo me hago duefio de mi vida de la que
puedo disponer a mi antojo.
El sentimiento de pertenencia, en cambio, saca a luz el carcter comunitario de mi ser y
este nosotros al que pertenezco se me revela como un hogar acogedor que me protege aunque al
‘mismo tiempo me ata porque me compromete. Como miembro de esta comunidad encuentro la
seguridad, pero al mismo tiempo mi libertad ha disminuido. Perteneciendo a mi familia, « mi
patria, a mi grupo, estoy atado por lazos de lealtad, ya no dispongo a mi antojo de mi vida. La
seguridad del nosotros acogedor ha suplantado la libre soledad del yo,
Pero ambas, ser yo y pertenecer, son evidencias. Ambas aparecen como dimensiones
insuprimibles aunque contrapuestas de nuestro ser. Y. en cuanto contrapuestas, cabria la
posibilidad de afincarse en una de ellas como la que expresa nuestro ser més profundo y