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Maestría en Estudios de Lectura y Escritura

Taller de Lectura y Escritura

Profesor: Dr. Luis Aguirre

ARTÍCULO CIENTÍFICO

Bases Historiográficas Para Un Estudio De La Literatura Catamarqueña

Graciela CÓRDOBA

“Más nacidos para la contemplación que para la acción, más cercanos a la


ensoñación que a lo pragmático, hemos vivido (los catamarqueños) como
pensando que el progreso le pertenece a otro y que los días son todos iguales”.
César Augusto Vera Ance (2008)

10 de mayo de 2021
BASES HISTORIOGRÁFICAS DE LA LITERATURA CATAMARQUEÑA 2

Resumen

La literatura catamarqueña parece desprendida de cualquier centro. A la hora de participar en


encuentros de estudios literarios del NOA hemos advertido la ausencia casi profana de nuestra
provincia en estas disciplinas. Esto se debe quizás al desconocimiento de la tarea de nuestros
académicos, ya sea porque sus obras no alcanzaron un reconocimiento en la región o porque
simplemente no fueron difundidas de la manera más conveniente. Este artículo consiste entonces
en presentar a la sociedad de estudiosos de la región el panorama histórico de nuestra literatura
provincial realizado por la Universidad Nacional de Catamarca entre 1990 y 2006. Los
postulados de esa investigación se asentaron en la necesidad de dar respuesta a criterios
planteados desde la teoría literaria y la noción de periodización de la historia. Entendemos que la
investigación de nuestros intelectuales pretendió cumplir con la intención de definir y ampliar el
canon local para visibilizar autores omitidos en la cultura del NOA, ámbito al que sin lugar a
dudas pertenecemos los catamarqueños. Esperamos que nuestro trabajo permita a nuestros
escritores catamarqueños, los tradicionales y los contemporáneos, ser reconocidos y significados
en el ámbito de los estudios literarios de la región.

Palabras clave: investigación, historia, literatura, canon, NOA, Catamarca.


BASES HISTORIOGRÁFICAS DE LA LITERATURA CATAMARQUEÑA 3

Introducción

Sabemos que en el estudio de la literatura confluyen diversos métodos que se desarrollan


bajo el abrigo de diversas metodologías, y esto conduce a diferentes críticas y formas de
acercamiento a los textos. Nos encontramos así con críticas marxistas, psicoanalíticas,
deconstruccionistas, sociológicas, etcétera. Es Roland Barthes quien presenta en Ensayos críticos
(2003) dos tipos de crítica posible: la que se realiza desde estas posiciones ideológicas diversas y
la positivista que
[…] limita voluntariamente sus investigaciones a las circunstancias de la obra, olvidando
que su objeto es la literatura, no el secreto biográfico de su autor, y además porque basa
su trabajo en la búsqueda de fuentes: se trata de relacionar la obra estudiada con otra
cosa, con algo distinto de la literatura […] (339-340)
El positivismo, al que también junto con Barthes consideramos una ideología como las
demás, ha marcado el modo de historiar la literatura a comienzos del siglo XX, cuando la
preponderancia de los estudios históricos en la interpretación de las obras literarias constituyó un
hecho irrefutable.
Por esta razón las Historias de la Literatura en su mayoría son fruto de esta ideología
positivista, lo que a nuestro modesto entender, no significa un hacer inútil.
El motivo de nuestro trabajo es reflexionar acerca de la Historia de las Letras en
Catamarca, ingente esfuerzo realizado por un grupo de docentes de la Universidad Nacional en
las dos últimas décadas del siglo pasado, y que fuera publicado con el subsidio de la Secretaría
de Ciencia y Técnica de la UNCa. en cuatro tomos que vieron la luz entre 1991 y 2006.
El grupo de intelectuales estaba conformado por profesionales que dictaban sus cátedras
en los departamentos de Letras y de Historia. Conformaban este equipo junto con su directora,
María Rosa Calás de Clark, los profesores José Horacio Monayar, Martha Grimaux de Blanco,
Juana Collado de Sastre y Judith Moreno de Fedeli, del área de las Letras, y Luis Varela Dalla
Lasta, Norha Trettel de Varela y Gabriela de la Orden de Peracca, versados en Historia; varios
años después, en el último de los tomos, se incorporan Ariel Arturo Herrera y Pablo Javier Sosa,
especialistas en literatura.
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No tuvo la difusión que sus autores esperaban y han terminado sus volúmenes
abandonados en oficinas cerradas y sufriendo el deterioro del tiempo. Hay escasos ejemplares y
tal vez ninguno haya llegado a las demás universidades de la región.

Concepciones y motivos

A la hora de emprender nuestra revisión la opción proyectada fue entre hacer una
presentación del trabajo como un modo de reivindicar el esfuerzo de este grupo de profesores
universitarios o plantarnos frente a esta investigación con una serie de cuestionamientos para
determinar su calidad o su implicación.
Lo primero que surgió fue la necesidad de establecer una definición del objeto de estudio:
esto es el concepto de ‘historia literaria’. Por eso fue necesario desmenuzar cada uno de sus
componentes. Cuando se habla de historia literaria debemos, por un lado, distinguir qué se
entiende por ‘historia’; por otro, confrontar la noción de ‘literatura’, y finalmente, intentar
combinar ambos términos de manera coherente.
Para definir qué es historia acudimos al diccionario de la RAE que entre otras acepciones
indica que se trata de una narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de
memoria, públicos o privados. Se puede entender también como el conjunto de conocimiento
legado de una época a otra.
El concepto de literatura vive inmerso también en un proceso de crisis. A partir de
diferentes lecturas y teorías sobre el texto, se ha llegado a proponer que todo elemento escrito, es
decir todo texto, puede llegar a ser considerado como literatura, idea que no compartimos en toda
su amplitud.
De la combinación de los términos de historia y literatura nace nuestro objeto de estudio.
Se ha convenido generalmente que la historia de la literatura tiene como meta el conocimiento de
los textos literarios, sus relaciones con una tradición literaria, su agrupamiento en géneros, su
filiación en movimientos y escuelas, las conexiones de todos estos fenómenos con la historia de
la cultura y la civilización.
Podemos decir también que la historia de la literatura se basa en la descripción temporal y
diacrónica de los autores, estudia el hecho literario inserto en el tiempo y pone énfasis en las
conexiones entre la producción literaria y la historia general, en la sucesión y en la relación
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causa-consecuencia, y atiende a las fuentes subyacentes en cada obra y a las influencias de unos
autores sobre otros.
Es claro que existe la necesidad de vincular la literatura, el hecho o el texto literario con
el acontecer temporal, que se hace patente en la historia. De este modo se articula con la cultura
de cada época, instaurando lazos con sus antecedentes históricos, literarios y culturales.
Pero he aquí una contradicción, porque de ser así se podría suponer que los hechos
culturales avanzan y tienen una temporalidad similar a los hechos de la historia. Cosa que no es
cierta, porque los aconteceres políticos o económicos corresponden al pasado, pero los hechos
artísticos siempre atañen al presente, no se sustituyen unos a otros en el tiempo; la literatura no
se desarrolla en sentido lineal, sino que oscila de modo irregular y discontinuo.
La dificultad, entonces, sería cómo concebir esta historia y en base a qué elementos, es
decir, cómo valorar y pesar una obra literaria que es, en definitiva, un objeto estético.
Seguido a estas definiciones surgieron interrogantes sobre las motivaciones de la
investigación catamarqueña. ¿Qué intereses llevaron a quienes fueron nuestros docentes en la
Universidad a realizar esta indagación? En esa época no existía en el diseño de la carrera de
Letras una materia que tenga que ver con lo que ahora llamamos Literatura Regional, entonces
¿por qué esta urgencia por rescatar a nuestros escritores del olvido?
Herederos del positivismo tradicional, formados y formadores en los planteos formalistas
y estilísticos, y recién entrados a los nuevos métodos estructuralistas, este grupo de profesionales
intentó rematar sus carreras docentes con esta investigación que fijara un planteamiento
ideológico desde la universidad.
Aquí surgen nuevamente las palabras de Barthes:
La universidad necesita de una ideología que se articule en una técnica suficientemente
difícil como para constituir un instrumento de selección: el positivismo le proporciona la
obligación de un saber vasto, difícil, paciente; la crítica inmanente –al menos eso le
parece– sólo pide, ante la obra, una capacidad de asombro, difícilmente mensurable…
(2003: 344)
Quiere decir esto que a pesar de lo que pudiera parecer a simple vista, estas críticas no
son autónomas, no están distanciadas, y sería absurdo poner en duda los beneficios de cualquiera
de ellas. Ambas se apuntalan y se entremezclan, por formación, por hábito, y sobre todo, porque
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dependen de una institución, la universidad, que despliega una larga tradición, tiene normas
propias y a la vez necesita una ideología.
Esto fue lo que en definitiva concibieron los hacedores de la Historia de las Letras en
Catamarca porque trabajaron con lo que entendieron un necesario contexto histórico y también
con una crítica que al decir de Barthes (2003) pide ante la obra capacidad de asombro, algo
similar a lo que ya habían señalado los formalistas rusos o la estilística. Esto significa que no
practicaron la obediencia a una simple linealidad cronológica, sino que ofrecieron al lector la
posibilidad de adentrarse en la calidad del texto y proporcionarle además de un encuadre
histórico, las herramientas necesarias para la valoración de las obras elegidas.
El mismo Barthes escribe que la crítica debe conectar la obra con el tiempo en que se
comenta, y ello sólo es posible a través de un lenguaje que le proporciona una época, es decir,
con el sistema formal de escritura elaborado por el autor según su propio tiempo. En el caso de
nuestros estudiosos se encontraban abrevando en las aguas del estructuralismo, estando
embebidos de formalismo y estilística. En definitiva, la crítica no se puede escapar de una
ideología determinada, ya que su objeto, según Barthes, no es el mundo, es el discurso de otro, la
crítica es un discurso sobre un discurso: es un lenguaje segundo o meta-lenguaje que se ejerce
sobre un lenguaje primero o lenguaje-objeto:
De ello se deduce que la actividad crítica debe contar con dos clases de relaciones: la
relación entre el lenguaje crítico y el lenguaje del autor analizado, y la relación entre este
lenguaje–objeto y el mundo. La frotación entre estos lenguajes es lo que define la crítica
y le da tal vez una gran semejanza con otra actividad mental, la lógica, que se funda
también enteramente en la distinción del lenguaje–objeto y del meta–lenguaje (Barthes,
2003: 349).
De algún modo los investigadores catamarqueños han hecho suyo este precepto
bhartesiano a la hora de pensar y concretar su vasto proyecto.

Referencias bibliográficas

Barthes, R. (2003 [1964]). Ensayos críticos. Ed. Planeta.


Calás de Clark, M. R. (1991-2006). Historia de las Letras en Catamarca. Ediciones Color. S.A.
Vera Ance C. A. (2008). Panorama de las letras en Catamarca. [Conferencia dada en ocasión del
130º aniversario de la creación de la Escuela Normal “Tomás Godoy Cruz”, Mendoza, Argentina.]

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