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Revolución industrial

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Coalbrookdale de noche (Philipp Jakob Loutherbourg, 1801). La actividad incesante y la


multiplicación de las nuevas instalaciones industriales, y sus repercusiones en todos los ámbitos,
transformaron irreversiblemente la naturaleza y la sociedad.

Máquina de hilados en una fábrica francesa del siglo xix.

La Revolución industrial es la segunda de las transformaciones productivas verdaderamente


decisivas que ha sufrido la humanidad, siendo la primera la Revolución Neolítica que transformó la
humanidad paleolítica cazadora y recolectora en el mundo de aldeas agrícolas y tribus ganaderas
que caracterizó desde entonces los siguientes milenios de prehistoria e historia.

La transformación de la sociedad preindustrial agropecuaria y rural en una sociedad industrial y


urbana se inició propiamente con una nueva y decisiva transformación del mundo agrario, la
llamada revolución agrícola que aumentó de forma importante los bajísimos rendimientos propios
de la agricultura tradicional gracias a mejoras técnicas como la rotación de cultivos, la introducción
de abonos y nuevos productos (especialmente la introducción en Europa de dos plantas
americanas: el maíz y la papa). En todos los periodos anteriores, tanto en los imperios hidráulicos
(Egipto, Mesopotamia, India o China antiguas), como en la Grecia y Roma esclavistas o la Europa
feudal y del Antiguo Régimen, incluso en las sociedades más involucradas en las transformaciones
del capitalismo comercial del moderno sistema mundial,18 era necesario que la gran mayoría de la
fuerza de trabajo produjera alimentos, quedando una exigua minoría para la vida urbana y el
escaso trabajo industrial, a un nivel tecnológico artesanal, con altos costes de producción. A partir
de entonces, empieza a ser posible que los sustanciales excedentes agrícolas alimenten a una
población creciente (inicio de la transición demográfica, por la disminución de la mortalidad y el
mantenimiento de la natalidad en niveles altos) que está disponible para el trabajo industrial,
primero en las propias casas de los campesinos (domestic system, putting-out system) y enseguida
en grandes complejos fabriles (factory system) que permiten la división del trabajo que conduce al
imparable proceso de especialización, tecnificación y mecanización. La mano de obra se
proletariza al perder su sabiduría artesanal en beneficio de una máquina que realiza rápida e
incansablemente el trabajo descompuesto en movimientos sencillos y repetitivos, en un proceso
que llevará a la producción en serie y, más adelante (en el siglo xx, durante la Segunda revolución
industrial), al fordismo, el taylorismo y la cadena de montaje. Si el producto es menos bello y
deshumanizado (crítica de los partidarios del mundo preindustrial, como John Ruskin y William
Morris), no es menos útil y sobre todo, es mucho más beneficioso para el empresario que lo
consigue lanzar al mercado. Los costos de producción disminuyeron ostensiblemente, en parte
porque al fabricarse de manera más rápida se invertía menos tiempo en su elaboración, y en parte
porque las propias materias primas, al ser también explotadas por medios industriales, bajaron su
coste. La estandarización de la producción reemplazó la exclusividad y escasez de los productos
antiguos por la abundancia y el anonimato de los productos nuevos, todos iguales unos a otros.

La Revolución industrial iniciada en Inglaterra a mediados del siglo xviii se extendió sucesivamente
al resto del mundo mediante la difusión tecnológica (transferencia tecnológica), primero a Europa
Noroccidental y después, en lo que se denominó Segunda revolución industrial (finales del siglo
xix), al resto de los posteriormente denominados países desarrollados (especialmente y con gran
rapidez a Alemania, Estados Unidos y Japón; pero también, más lentamente, a Europa Meridional
y a Europa Oriental). A finales del siglo xx, en el contexto de la denominada Tercera revolución
industrial, los NIC o nuevos países industrializados (especialmente China) iniciaron un rápido
crecimiento industrial. No obstante, la influencia de la revolución industrial, desde su mismo inicio
se extendió al resto del mundo mucho antes de que se produjera la industrialización de cada uno
de los países, dado el decisivo impacto que tuvo la posibilidad de adquirir grandes cantidades de
productos industriales cada vez más baratos y diversificados. El mundo se dividió entre los que
producían bienes manufacturados y los que tenían que conformarse con intercambiarlos por las
materias primas, que no aportaban prácticamente valor añadido al lugar del que se extraían: las
colonias y neocolonias (África, Asia y América Latina, tanto antes como después de los procesos de
independencia de los siglos xix y xx).

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