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La Revolución Industrial

Con el nombre de Revolución Industrial se designa el conjunto de


cambios económicos y tecnológicos que transformó la sociedad agraria y
artesanal del Antiguo Régimen en las modernas sociedades industriales,
dotadas de una dinámica de crecimiento económico sostenido. Aunque el
hombre ha gobernado la naturaleza y «fabricado» objetos desde la más
lejana antigüedad, la producción industrial propiamente dicha (es decir,
la fabricación a gran escala de bienes mediante máquinas movidas por
energía inanimada) no comenzó hasta mediados del siglo XVIII en
Inglaterra, marco de inicio de la Revolución Industrial.

Desde entonces, la industria ha evolucionado enormemente, y la


perspectiva temporal ha permitido a los historiadores señalar en su
desarrollo distintas fases, para cuya acotación suele emplearse, entre
otros criterios, el predominio de ciertas fuentes de energía, materias
primas o sectores industriales. Se han propuesto diversas
periodizaciones de la industrialización de los países capitalistas más
desarrollados, esencialmente los de Europa occidental y América
anglosajona. Aunque algunos autores han acuñado para tiempos
recientes expresiones como «Tercera Revolución Industrial» (e incluso
Cuarta), únicamente las etapas denominadas «Primera Revolución
Industrial» (o «Revolución Industrial» a secas) y «Segunda Revolución
industrial» gozan del favor casi unánime de los especialistas.
La Primera Revolución Industrial abarcaría aproximadamente desde
mediados del siglo XVIII hasta 1870, mientras que las transformaciones
que caracterizan la Segunda Revolución Industrial se produjeron
principalmente entre 1870 y la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Aunque el primer periodo comprende un fenómeno primordialmente
británico, su éxito se propagó rápidamente a parte del continente
europeo, por lo que por extensión se denomina también «Revolución
Industrial» a los diversos procesos nacionales de industrialización
iniciados más tardíamente en otros países.

Que se califique de «Revolución» lo que parece un tranquilo avance


evolutivo no sorprende cuando se tiene en cuenta que los medios de
subsistencia de la especie humana y sus estructuras económicas apenas
habían experimentado cambios sustanciales desde el Neolítico. De
hecho, se ha hablado de «Revolución neolítica» para indicar la
trascendencia que tuvo para el devenir de la humanidad, a partir del
9000 a.C., el paso de una economía de caza y recolección a otra fundada
en la agricultura y la cría de ganado, con consecuencias lentamente
verificadas pero importantísimas: aumento y sedentarización de la
población, establecimiento de aldeas, excedentes que impulsan el
trueque y aparición de formas primitivas de organización social.

Algo parecido ocurrió con la Revolución Industrial: a mediados del siglo


XVIII, la economía del Antiguo Régimen seguía siendo
fundamentalmente agrícola, y la producción de bienes de consumo,
artesanal. El trabajo artesanal apenas si había variado desde la Baja
Edad Media, mientras que la agricultura, cuyos rudimentarios métodos
no habían evolucionado en los últimos mil quinientos años,
proporcionaba a los campesinos los alimentos justos para la subsistencia
y para pagar tributos a la nobleza, dueña de las tierras. Pero en las
décadas siguientes, la aplicación de una serie de innovaciones técnicas
(que sustituyeron el trabajo manual por la máquina y la energía humana
y animal por la inanimada) aumentó considerablemente la capacidad de
obtención y transformación de materias primas y de fabricación de toda
clase de productos a menor coste, y se implantó un nuevo sistema de
producción, la fábrica (frente al antiguo taller artesanal), responsable de
los grandes flujos migratorios del campo a la ciudad.
Manifestación obrera en Chicago (1886)

De este modo, lo que parecía solamente una mutación o


perfeccionamiento del sistema productivo acabó afectando al conjunto
de la sociedad. Campesinos pobres y artesanos arruinados, junto con
sus familias, pasaron a hacinarse en los suburbios de las grandes
ciudades, en cuyas fábricas eran explotados por patronos sin escrúpulos
y sometidos a jornadas interminables a cambio de un mísero salario;
conforme avanzaba la industrialización, su número aumentó hasta
constituir una nueva clase social: el proletariado.

Al mismo tiempo, la burguesía propietaria de fábricas, minas y demás


medios de producción incrementaba exponencialmente sus ganancias y
su poder económico y político, y el capitalismo mercantil de los siglos
previos, basado en los intercambios comerciales, dejaba paso a un
capitalismo industrial, basado en la producción de bienes, que quedaría
definitivamente implantado como sistema económico. Es decir, por la
misma época en que el Antiguo Régimen se veía políticamente superado
tras el primer triunfo de la burguesía sobre la aristocracia en la Revolución
Francesa, una revolución económica y tecnológica, la Revolución
Industrial, originaba o consolidaba tanto los estratos de la actual
sociedad burguesa (burguesía y proletariado) como el sistema
económico del mundo contemporáneo, el capitalismo liberal.

Organizándose en sindicatos y apoyándose en la huelga como medida de


presión, la clase obrera lograría, tras largas y cruentas luchas, suavizar
progresivamente su penosa situación y arrancar derechos laborales a los
gobiernos burgueses, mientras nuevas ideologías políticas (socialismo,
comunismo, anarquismo) aspiraban a remediar las perversiones e
injusticias del sistema o a destruir su fundamento: la propiedad privada
de los medios de producción. A largo plazo, la Revolución Industrial
llevaría a una mejora general en los niveles de vida (visualizable hoy en
el abismo que separa el Tercer Mundo de los países industrializados),
pero también a las contradicciones, conflictos y desequilibrios (desde los
sociales a los ecológicos) inherentes al desarrollo del capitalismo.

La Primera Revolución Industrial


La Revolución Industrial se inició en Inglaterra durante la segunda mitad
del siglo XVIII, y desde allí se extendió a diversas áreas del continente
europeo. Entre los principales factores que propiciaron el caso británico,
convertido en el modelo paradigmático, deben destacarse un crecimiento
demográfico relativamente importante, un sector agrícola adecuado y un
comercio exterior pujante. Fue precisamente este comercio colonial,
muy notable desde el siglo XVII, el que permitió la acumulación de
capital necesaria para la inversión industrial y, en unión con un mercado
interior en expansión, el que absorbió el aumento de producción
derivado de la industrialización.

Sentadas estas premisas, la Revolución Industrial se caracterizó en Gran


Bretaña por una serie de avances tecnológicos y organizativos,
centrados especialmente en el subsector textil del algodón. Un dato
significativo nos indica el crecimiento de esta rama industrial: entre
1785 y 1850, la producción de telas se multiplicó por cincuenta. La
causa principal de este desarrollo fue el empleo de máquinas, en una
sucesión de desafíos y respuestas que es característica de la producción
industrial.

Así, a la introducción definitiva de la lanzadera volante de John Kay a


mediados del siglo XVIII, siguieron una serie de invenciones, a menudo
casi anónimas, que evitaban el estrangulamiento del proceso productivo:
máquinas de cardar y de hilar (la Spinning Jenny de James Hargreaves), el
telar hidráulico, la hilandera mecánica y el telar de Edmund Cartwright,
inventado en 1785. De este modo se entró progresivamente en una fase
de producción masiva de hilo y tejido que contó con la oposición de
numerosos operarios manuales, que temían por la pérdida de sus
puestos de trabajo. Todavía a principios del siglo XIX los obreros que
tejían en telares manuales superaban en número a los operarios de los
telares mecánicos de las fábricas, a pesar de que se era consciente de la
mayor productividad de estos últimos. En 1813 había unos 2.400 telares
mecánicos en Inglaterra; a mediados de siglo, su cifra alcanzaba los
250.000. Con una u otra forma de producción textil, la superioridad
británica en el sector era manifiesta.
Máquina de vapor

Resultó también fundamental la aparición de una nueva forma de


aprovechar la energía: la máquina de vapor. Alimentada mediante
carbón mineral (combustible que empezó a ser explotado a gran escala
debido al agotamiento de los recursos forestales), la máquina de vapor
permitió por fin disponer de una energía independiente de las fuerzas de
la naturaleza; los molinos de viento y las ruedas hidráulicas, supeditadas
al azar meteorológico y al caudal de las aguas, no podían asegurar un
flujo constante de energía. Inventada por el herrero inglés Thomas
Newcomen en la primera década del siglo XVIII, la máquina de vapor fue
luego perfeccionada por una serie de continuas mejoras que culminaron
con la feliz idea de James Watt: en 1769 patentó un diseño que, al margen
de resolver la dispersión de la energía y gastar menos combustible,
transformaba el movimiento alternativo y rectilíneo en otro continuo y
circular.

Fue sin duda la innovación técnica más trascendente de la Revolución


Industrial; a partir de entonces, la máquina de vapor se convirtió en una
fuente energética casi inagotable, que además podía instalarse en un
espacio relativamente pequeño. La aplicación del vapor revolucionó la
industria textil (que ya no necesitó de los ríos para mover las cada vez
mayores máquinas de hilar o tejer), la minería y la siderometalurgia,
además del mundo de los transportes. Desde aquel momento las
fábricas ya no dependieron de la energía hidráulica y pudieron
establecerse en las regiones más pobladas y mejor comunicadas,
posibilitando la concentración de la industria y las finanzas en una
misma área, lo que dio origen al nacimiento de las grandes ciudades
industriales.

Las máquinas y el nuevo tipo de energía exigían, y a la vez hicieron


posible, una organización distinta. La fábrica fue la respuesta a esta
situación. La fábrica industrial no solamente suponía un centro de
trabajo mayor y más concentrado: era un sistema de producción
cualitativamente distinto. En los antiguos talleres artesanales, los
artesanos gozaban de la respetabilidad de quien conoce un oficio y de
una relativa independencia; desarrollaban una labor especializada y
tenían el control del proceso global de producción. La fábrica, en cambio,
se caracterizó desde el principio por la neta separación de funciones
entre patronos y obreros. El empresario aportaba los medios de
producción, supervisaba la fábrica e imponía una férrea disciplina; a los
trabajadores, cumpliendo sus órdenes, se les asignaba una fase del
proceso de fabricación («división del trabajo»), que ejecutaban de forma
repetitiva y mecánica; reducidos a mano de obra no cualificada o a
prolongaciones deshumanizadas de la máquina, los obreros vendían sus
fuerzas en interminables y rutinarias jornadas.

Fotograma de Tiempos modernos (1936), una cáustica mirada sobre la deshumanización del


trabajo

Con cierto retraso respecto del subsector algodonero, también la


siderurgia vivió un gran desarrollo en esta etapa. Mejoras sucesivas en
los procesos de coquización, refinamiento e inyección permitieron, en
una evolución que abarca más de una centuria, abaratar notablemente
los costos de producción del hierro dulce; las sucesivas innovaciones
posibilitaron un suministro constante a unos precios cada vez más
baratos sin necesidad de acudir a la importación de lingotes de hierro
sueco y ruso. Estimulada por la demanda de maquinaria y, a partir de
1830, por la eclosión del ferrocarril, la producción creció enormemente:
de las apenas 70.000 toneladas de hierro producidas hacia 1790, se
pasó a 2,7 millones en 1852.

Ya hacia el final de esta primera etapa de la Revolución Industrial, la


aparición del ferrocarril fue otro de los acontecimientos de mayor
impacto. Necesitada de un transporte económico y eficiente para el
hierro y el carbón (productos voluminosos y pesados), la industria había
estimulado, desde principios del siglo XIX, los progresos en ese campo.
Richard Trevithick (1771-1833) y George Stephenson (1781-1848)
diseñaron las primeras locomotoras impulsadas con vapor, prototipos
que terminaron por convertirse en todo un símbolo de la Revolución
Industrial.
En 1801 Richard Trevithick construyó un «carruaje de vapor» con el que
transportó pasajeros por las calles de Londres; tres años más tarde, una
de sus locomotoras accionadas por vapor arrastró una carga de diez
toneladas a una velocidad de 8 km/h. En 1830 circuló el primer tren
regular de pasajeros entre Manchester y Liverpool; la locomotora The
Rocket, diseñada por Stephenson, arrastró el convoy a 30 km/h. La
prensa inglesa, alarmada, se preguntó si el organismo humano podría
resistir tales velocidades. Desde el principio el ferrocarril triplicó la
velocidad de las diligencias de caballos y elevó su capacidad de carga a
niveles ni siquiera imaginados.
La locomotora The Rocket (1829), de Stephenson, prestó servicio
en la línea Manchester - Liverpool (Museo de la Ciencia, Londres)
La creación y crecimiento de la red ferroviaria en las décadas siguientes
tuvo efectos sumamente relevantes: facilitó los transportes de
mercancías y la movilidad de la población (consolidando el crecimiento
de las ciudades y la articulación del mercado interior), estimuló la
demanda de carbón, maquinaria y productos siderúrgicos y contribuyó a
configurar y difundir el capitalismo financiero y empresarial al precisar
de grandes capitales para su construcción. El vapor también se había
aplicado tempranamente a la navegación tanto en Gran Bretaña como
en Estados Unidos; en 1807, el estadounidense Robert Fulton completó la
travesía Nueva York - Albany a bordo de su barco de vapor Clermont. El
diseño de Fulton quedaría superado con la sustitución de las ruedas de
paletas por hélices, pero por el momento el vapor, aunando sus fuerzas
con la vela en buques mixtos, permitió cruzar más rápidamente el
Atlántico (1819) e inaugurar la primera línea regular de pasajeros entre
Estados Unidos e Inglaterra (1840).
Los dos sectores, el textil y el siderúrgico, fueron los pilares en que se
asentó esta primera fase de la Revolución Industrial. Sus efectos fueron
tan trascendentes como visibles. La estática sociedad agraria fue
sustituida por una sociedad industrial con rasgos modernos: crecimiento
económico autoalimentado, urbanización, nueva demografía; vapor,
máquinas y fábricas; humos, ruidos y hacinamiento. Tales eran los
elementos que configuraban el paisaje de las ciudades industriales de la
época (tan vivamente descritas en las novelas de Charles Dickens), en cuyo
anárquico urbanismo podía leerse la nueva situación social: insalubres y
superpoblados suburbios obreros crecían junto a las fábricas, mientras
lujosos palacetes edificados en amplias y ajardinadas zonas residenciales
reflejaban el éxito y poder de la burguesía liberal.

A partir de 1830, y sobre todo desde 1840, empezaron a constatarse los


primeros signos de desarrollo industrial fuera de Gran Bretaña. En el
continente, la Revolución Industrial se extendió principalmente a tres
naciones: Francia, Bélgica y Alemania; en el resto del mundo, los
Estados Unidos de América iniciaron por esos años su despegue
industrial. Sus respectivos procesos de industrialización no podían ser, ni
de hecho lo fueron, estrictamente los mismos que en el pionero modelo
inglés; pero, a pesar de las décadas iniciales de retraso, hacia 1870 era
evidente que las distancias se acortaban con rapidez. A la vez, en esos
años se observaba ya el agotamiento de las industrias que se habían
modernizado más tempranamente.

La Segunda Revolución Industrial


A partir de 1870, el panorama varió sensiblemente. Los cambios
afectaron a todo el complejo industrial. Desde el punto de vista
organizativo, las empresas cambiaron de tamaño y de carácter. Las
empresas clásicas, creadas por emprendedores capitalistas imbuidos del
liberalismo predicado por Adam Smith, vieron disminuir su importancia.
Por contra, el gran volumen de las inversiones necesarias para las
nuevas industrias impulsó la participación en las mismas de las
entidades bancarias. Se inició así la creación de enormes corporaciones
financiero-industriales, a menudo con una clara vocación monopolística;
frente a las ingenuas suposiciones de Adam Smith, la libre competencia
condujo a que, en un ejercicio pérfido o natural de su libertad, los
competidores intentasen acabar con la competencia. Su poder
económico alcanzó tales cotas que algunos países hubieron de legislar
contra su expansión.

En el marco supranacional, la hegemonía inglesa dejó paso a una


encarnizada competencia entre diversas naciones. Francia y Alemania, y
también los Estados Unidos y Japón, se convirtieron en potencias
industriales de primer orden, capaces de socavar, con éxito en muchas
ramas, la superioridad de los británicos. En la espectacular expansión de
esta etapa y en la necesidad tanto de obtener materias primas como de
exportar los bienes resultantes se ha visto la principal motivación del
coetáneo imperialismo colonialista, aunque este punto es aún discutido
por los historiadores.
Expansión de la Revolución Industrial en Europa

Pero donde el último cuarto del siglo XIX se nos aparece más innovador
es en el campo tecnológico. De hecho, la importancia que alcanzó la
ciencia en los avances técnicos figura entre los rasgos más relevantes de
la Segunda Revolución Industrial. El papel de la ciencia en la Primera
Revolución industrial había sido secundario: las invenciones de aquella
etapa fueron relativamente simples y producto más del ingenio de
personalidades individuales abocadas a la experimentación práctica que
de elaboraciones teóricas; las fuentes energéticas más utilizadas
(carbón, vapor) no eran nuevas, como tampoco las materias primas
esenciales. A partir de 1870, en cambio, se produjeron notables avances
en la tecnología científica: se introdujeron materias primas que
requerían un proceso previo de transformación para su empleo (petróleo
o caucho), se generalizaron los laboratorios de investigación y surgieron
industrias mucho más tecnificadas. Nuevos materiales, nuevas materias
primas y nuevas fuentes de energía reemplazaron con ventaja a las ya
conocidas, mientras algunos sectores industriales recientes se situaban a
la cabeza de la producción.

Uno de los rasgos más sobresalientes de estas décadas finales del siglo
fue la sustitución progresiva del hierro por el acero, una aleación de
hierro y carbono dotada de mayor dureza y plasticidad. Aunque conocido
y producido desde hacía siglos, el acero sólo pudo ser obtenido a bajo
coste a partir de las sucesivas invenciones y mejoras de Bessemer,
Siemens-Martin y Thomas-Gilchrist, introducidas entre 1856 y 1879. El
aumento de la producción fue entonces extraordinario: hacia 1890 la
producción de acero superaba ya a la de hierro, y las 125.000 toneladas
fabricadas en 1861 se habían multiplicado por ochenta en vísperas de la
Primera Guerra Mundial. Las inversiones requeridas para el montaje de
plantas originaron grandes concentraciones industriales (United Steel en
Estados Unidos; Krupp y Thyssen en Alemania).

La industria química, considerada ya en aquella época como básica, se


desarrolló también de forma muy importante. Los conocimientos de
química orgánica permitieron la elaboración de tintes, colorantes, fibras
artificiales e incluso de las primeras sustancias plásticas, como el
celuloide y la baquelita. Con la introducción del método Solvay (debido
a Ernest Solvay), la fabricación de sosa cáustica a partir del amoníaco
redujo su coste y permitió su aplicación a la industria del jabón, textil,
papelera y del cristal. En Alemania tuvo particular realce la producción
de abonos minerales como los fosfatos, el ácido fosfórico y la potasa,
con amplias repercusiones sobre la agricultura, al mejorar el rendimiento
de las cosechas.

En lo referente a las fuentes y formas de producción de energía, la


Segunda Revolución Industrial estuvo marcada por dos aportaciones que
se revelarían esenciales en el siglo XX: el motor de combustión interna y
la producción industrial de energía eléctrica. La irrupción del motor de
explosión, a partir de 1860, facilitó la explotación completa de todos los
derivados del petróleo, al tiempo que permitió el desarrollo de un sector
nuevo, el petroquímico, que aprovechaba para calefacción doméstica e
industrial lo que hasta el momento se consideraban desechos o residuos
inutilizables. El empleo del petróleo como combustible en los barcos de
transporte y de guerra, con un destacado rendimiento, supuso su
introducción en un mercado que hasta el momento utilizaba el carbón
como única fuente de energía; su apogeo no llegaría hasta el siglo
siguiente, con la popularización del automóvil.

Aunque la producción de electricidad tenía como objetivo inicial la


iluminación, bien pronto se evidenciaron sus múltiples ventajas: el
motor eléctrico era ideal por su flexibilidad y sencillez de uso, y la
electricidad, además de económica, podía transportarse con facilidad.
Este último aspecto tuvo importantes consecuencias, pues, con la
electricidad, las fábricas pudieron al fin alejarse de las fuentes de
energía. Mientras la rueda hidráulica estaba sujeta a los ríos, y la
eficacia de la máquina de vapor dependía en buena medida de su
proximidad a los yacimientos de carbón, la energía eléctrica hizo posible
que la localización industrial obviara estas condiciones.

Las aplicaciones de la energía eléctrica fueron múltiples: la iluminación


(desde que el estadounidense Thomas Edison patentó en 1879 la lámpara
de filamento incandescente), las comunicaciones a larga distancia
(telégrafo eléctrico, teléfono, radio), los transportes (ferrocarriles y
tranvías) o los procesos químicos de la industria. Su difusión originó
grandes compañías de material eléctrico (Philips en Holanda, A.E.G. en
Alemania, General Electric y Westinghouse en Estados Unidos) y dio
gran relevancia al cobre, empleado como conductor; Estados Unidos,
Chile y México fueron los principales productores. La electricidad se
convirtió en la energía alternativa para el desarrollo industrial de
aquellos países que no poseían importantes yacimientos de carbón y, en
cambio, disponían de condiciones naturales para instalaciones
hidroeléctricas (Canadá, Italia, Suiza).

El desarrollo industrial desde la «Gran Guerra»


Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la evolución de la
economía durante los dos decenios del período de entreguerras (1918-
1939) mostró dos caras contrapuestas, separadas por la profunda crisis
que se inició con el «crack» financiero de 1929. Las variaciones de la
producción industrial de los Estados Unidos, convertidos en la primera
potencia económica a partir de la «Gran Guerra», pueden servir de guía
para observar el desarrollo de la industria durante esta etapa. Durante
los años veinte, la economía norteamericana registró un ingente
crecimiento en la fabricación de electrodomésticos (la producción anual
se multiplicó por diez) y de automóviles (la producción aumentó un 300
por 100 entre 1922 y 1929). También la industria de la construcción se
mostró pujante. Por contra, sectores ya antiguos, como el textil, el de la
extracción de carbón o el de los ferrocarriles, manifestaron un notorio
declive.
Con la crisis financiera de 1929, la producción industrial se hundió de
forma alarmante en la mayoría de las naciones, en especial en las más
poderosas. En el verano de 1932, la industria mundial apenas se
mantenía en el 60 por 100 del nivel alcanzado tres años antes; en el
caso norteamericano, únicamente al final de la década de los treinta fue
equiparable a la de 1929. Desde el punto de vista de la tecnología
industrial, el período de entreguerras se caracterizó por el desarrollo y la
mejora de procedimientos ya conocidos con anterioridad. Quizás la
novedad más importante fue la progresiva introducción en muchas
ramas de la industria, como técnica organizativa, de la producción en
serie, exitosamente aplicada desde 1908 por Henry Ford en sus factorías
automovilísticas.
Cadena del montaje del Ford T

Las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)


significaron en cambio un desarrollo sin precedentes para la industria. La
evolución de la media anual del crecimiento de la producción corrobora
este hecho. En los inicios de la Revolución Industrial, la tasa fue del 1,5
por 100. Durante la Segunda Revolución Industrial, y hasta mediados
del siglo XX, dicha tasa aumentó hasta el 3 por 100, y entre los años
1948 y 1971 llegó al 5,6 por 100. A este incremento contribuyeron no
sólo las potencias industriales tradicionales (Europa, Estados Unidos,
Japón, la URSS), sino también otras naciones de la periferia capitalista y
algunos países del bloque socialista.

La clave de la época inmediatamente posterior a la Segunda Guerra


Mundial radica en los impresionantes avances de la investigación
científico-tecnológica, que se ha convertido en un elemento esencial del
crecimiento industrial. El énfasis tecnológico se orientó a la fabricación
de gran cantidad de nuevos productos que favorecieron la extensión del
consumo a cada vez más amplios sectores sociales. Las innovaciones
que más impactaron en esos años derivan del auge de la electrónica, del
desarrollo de nuevos materiales plásticos y de la progresiva
automatización del proceso productivo. Esta última, secuela lógica de la
producción en serie, fue organizativamente decisiva, al permitir el
ensamblaje de las cadenas productivas en un desarrollo continuo. De
esta manera, muchos trabajos industriales vieron reducida la
participación del hombre al mero control del proceso.
Sin embargo, bajo esta apariencia de bienestar y progreso visible sobre
todo en las sociedades occidentales, calificadas de "opulentas" por el
economista John Galbraith, se escondían graves desequilibrios y
debilidades que las «crisis del petróleo» de la década de 1970 (y las
acaecidas cíclicamente con posterioridad) se encargaron de mostrar. La
crisis de 1973 marca un punto de inflexión; el aumento de los precios
del petróleo coincidió con un estancamiento de la demanda
internacional, y los países ricos necesitaron transformar los procesos de
trabajo para seguir compitiendo. El incremento de los salarios, el de los
precios del suelo en las áreas urbanas y las mejoras en las condiciones
de trabajo representaban un alto coste empresarial que dio lugar a un
traslado («deslocalización» en la jerga neoliberal) de fábricas hacia
países del Tercer Mundo, donde la mano de obra era abundante y mucho
más barata, y a la mecanización e implantación de nuevas tecnologías
que han refinado hasta la sofisticación la automatización de tareas, con
la consiguiente supresión de muchos empleos. Desde entonces, el
modelo de la industria mundial se encuentra sometido a una profunda
revisión estructural que aún hoy se sigue viviendo.
La primera revolución industrial abrió un período de crecimiento sin
precedentes y una transformación profunda de los sistemas de trabajo y de la
estructura de la sociedad. El origen de la revolución industrial hay que buscarlo
en la coincidencia de muchos factores interrelacionados  y de signo diferente
(económicos, técnicos, ideológicos y demográficos) que se dieron en la
Inglaterra de mediados del siglo XVIII. Este país se convirtió durante mucho
tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo.
Los cambios más significativos son:
 
 superación epidemias
 
aumento de la población:   avances en la medicina
 mejoras en la alimentación

 mejoras en la higiene (red de alcantarillado).

 sistemas de agua potable

 mantenimiento de la natalidad
Este aumento de la población trajo como consecuencia una emigración del campo
a la ciudad porque disminuyó la ocupación en las labores agrícolas mientras crecía
la demanda de mano de obra en las ciudades. Así las antiguas comunidades
rurales se transformaron en conglomerados urbanos.

   en la agricultura  posibilitó la
aumento de la
productividad comercialización de los excedentes que se

podían comercializar a otros mercados, y

redujo las necesidades de mano de obra

agrícola estimulando la emigración del

campo a la ciudad.
movimientos   de población 
 del campo a la ciudad: La urbanización

 de Europa a otros continentes: Canadá -

Estados Unidos
Todos estos avances que acabamos de señalar trajeron consigo un
importante crecimiento de la demanda que hizo necesario utilizar nuevas
técnicas a fin de aumentar la producción. Este hecho se produjo tanto por el
crecimiento de la población, al lograr superar las epidemias y enfermedades
gracias a una serie de mejoras en la  alimentación, la higiene y los avances en
la medicina. También  la actividad comercial desarrollada por Gran Bretaña
durante el siglo XVIII aumentó de una forma muy considerable el número de
consumidores extranjeros.
La primera revolución industrial se inició en Inglaterra en la segunda mitad
del siglo XVIII y después durante la primera mitad del siglo XIX se iría
extendiendo, aunque no de forma homogénea ni simultánea, al resto de los
países europeos, especialmente a Bélgica, Francia y Alemania.
En Inglaterra concurrían una serie de factores que posibilitaron su despegue
económico y su desarrollo industrial antes que en otros países europeos. Entre 
ellos cabe destacar:
 Disponía de capitales acumulados, como consecuencia de su expansión
colonial,  para poder invertirlos en la creación de  industrias.
 Contaba con una gran red de vías fluviales que facilitaban el transporte
de mercancías por el interior de su territorio.
 Tenía una importante fuerza naval debido a su expansión comercial.
 Mantenía una red comercial internacional que le proveía de materias
primas y  de mercados a los que exportar sus productos.
 Se consolidó una mentalidad burguesa dominada por el espíritu de
empresa y la búsqueda de beneficios.
La revolución industrial consistió básicamente en la sustitución
de las viejas herramientas artesanales por máquinas más
productivas, y la energía animal y humana por la máquina de
vapor. Estas invenciones se aplican a la industria.

l inicio de la Revolución Industrial fue en Inglaterra dado que ese


país presentaba las condiciones económicas, políticas, sociales y
tecnológicas necesarias para ese gran cambio. Hacia el siglo XIX, la
Revolución Industrial ya era parte de las sociedades de Europa, de
Estados Unidos y Japón.

Ver además: Industrialismo
Características de la Revolución Industrial
Entre las principales características de la Revolución Industrial, se
destacan:

 La producción industrial a gran escala, especialmente de alimentos.

 El dominio de la burguesía sobre la economía y la política, sustituyendo el


poder absoluto de la nobleza y dando origen a la clase
social del proletariado.

 El desarrollo de nuevas industrias como la textil, la siderúrgica (metales) o


la minera.

 La sustitución del hierro por el acero, un material más duro y resistente.

 El desarrollo del comercio a nivel mundial (debido a la gran capacidad de


producción y a las innovaciones en el transporte por tierra y marítimo).
Causas de la Revolución Industrial

El proletariado es un amplio sector social de pocos recursos económicos.

La Revolución Industrial se produjo por la interacción de una serie de


factores que primero tuvieron lugar en Inglaterra y luego en todo el
mundo:

 La revolución agrícola. Hasta el siglo XVIII la actividad agrícola era muy


similar a las prácticas de la Edad Media. Se estilaba el trabajo manual y la
tracción con animales, poca propiedad privada (los campos eran más bien
abiertos o de propiedad del municipio) y producción escasa debido al
sistema de “barbecho” (consistía en dejar descansar la tierra entre cada
cosecha, para que se regeneren los nutrientes del suelo).
La Revolución Industrial introdujo cambios: comenzó a utilizarse
maquinaria para el trabajo de la tierra, los campos se volvieron propiedad
privada y se reemplazó el viejo sistema de cultivo por “sistema de rotación
Norfolk” (consistía en rotar las variedades de cultivos, de modo que no se
saturaran siempre los mismos nutrientes del suelo).
 La revolución demográfica. Debido a los cambios en la alimentación y
en la calidad de vida (que pasó del campo a la ciudad), a partir del siglo
XVIII se rompió con la tradicional estructura social que solía mantener la
misma cantidad de pobladores durante largos períodos de tiempo.
La Revolución Industrial introdujo cambios que impactaron en el
crecimiento de la población, como la disminución de la mortalidad (debido
a la mayor producción de alimentos), el mayor desarrollo de la medicina
(gracias al descubrimiento de la vacuna) y el consecuente incremento de
la tasa de natalidad.

 Las revoluciones burguesas. A partir de mediados del siglo XVIII la


burguesía comenzó a demandar el dominio del poder político y
económico que hasta entonces estaba en manos de un rey y de la
nobleza, lo que dio origen a la Revolución francesa y de las Trece
Colonias (norteamericana), entre otras.
La Revolución Industrial no habría sido tal sin el empoderamiento del
sector burgués, que introdujo grandes cambios: la creación de
emprendimientos y la circulación del capital, el desarrollo de la industria
mediante la propiedad privada, los avances tecnológicos, el comercio y la
economía capitalista. Además, los burgueses fomentaron la creación de
significativos inventos. A la par, surgió una nueva clase social: el
proletariado, la clase obrera que carecía de propiedades o medios de
producción.
Primeras industrias de la Revolución Industrial

A partir del impulso burgués, se generó un crecimiento comercial sin precedentes.

La interacción de los diversos factores logró fortalecer el desarrollo de


tres industrias clave para la expansión de la Revolución Industrial:

 La industria minera. A partir del siglo XIX, el carbón vegetal que


provenía de la madera fue sustituido por el carbón de coque o mineral. A
la par, se desarrolló un lado perverso: la explotación y la esclavitud del
hombre para trabajar en los yacimientos mineros. Debido a lo estrechos
que resultaban los caminos hacia el interior de las minas, surgió la
explotación infantil en el sector minero.

 La industria siderúrgica. El hierro y el acero fueron las


principales materias primas de la época, que se utilizaron para la
producción de herramientas agrícolas, maquinas textiles, locomotoras,
rieles de ferrocarril y barcos. Era posible trabajar el hierro por el uso de
hornos industriales que funcionaban a muy altas temperaturas gracias al
combustible del carbón mineral.

 La industria del transporte. Hasta el siglo XVIII, el sistema de transporte


se basaba en medios de tracción animal, viento, remo, entre otros. En el
siglo XIX, se pasó del transporte con caballos al ferrocarril, gracias al
surgimiento de la máquina a vapor y al desarrollo de la industria
siderúrgica que permitió elaborar las locomotoras y los rieles. El ferrocarril
revolucionó el comercio y el traslado de personas.

 La expansión comercial. A partir del impulso burgués, se generó un


crecimiento comercial sin precedentes que impactó en todo el mundo.
Debido a la creación de importantes inventos, como el ferrocarril y el
barco a vapor, el comercio mundial se desarrolló para transportar nuevas
materias primas o vender productos en países alejados.

Inventos clave de la Revolución Industrial

La máquina de vapor fue patentada en escocia por James Watt en 1762.


Las tecnologías aplicadas a la producción marcaron un cambio
radical para las industrias, debido a que el trabajo manual fue
reemplazado por la fabricación en serie. Son invenciones clave que
desencadenar la revolución fueron:

 La máquina de vapor. Patentada en 1769 por James Watt (Escocia),


resultó el invento más importante de la Revolución industrial. Los
primeros usos fueron en el transporte (permitió fomentar el comercio), la
industria textil (permitió realizar producción en serie a través de
maquinarias) y la metalúrgica (permitió trabajar el hierro y el acero para
elaborar transportes y maquinarias industriales).

 El alumbrado público a gas. La instalación de lámparas a gas en las


calles revolucionó a las ciudades, que se convirtieron en lugares más
seguros para transitar al estar iluminadas en horarios en los que ya no
había luz solar. A fines del período de la Revolución Industrial, las
ciudades se habían transformado y las poblaciones se habían duplicado o
triplicado.
Consecuencias de la Revolución Industrial

El uso de combustibles en las fábricas contaminaba el aire.

Los grandes conglomerados urbanos multiplicaron la


concentración de contaminantes propios de las ciudades:
residuos orgánicos y contaminantes atmosféricos provenientes de las
estufas.

Además, tanto en la primera como en la segunda etapa de la


Revolución Industrial, la producción en fábricas dependió en gran
medida del uso de combustibles, con la
consecuente contaminación del aire. Por otro lado, la producción
excesiva de mercancías comenzó a tener como efecto una más
rápida producción de residuos.

Antes de la organización de los sectores de trabajadores, no


existían leyes que regularan el trabajo del proletariado. Dado que
había un amplio sector de la población sin recursos económicos,
muchas personas aceptaban trabajos en cualquier condición. Por
eso, las jornadas laborales eran tan largas que se tornaban
insalubres, además de que estaba permitido el trabajo infantil.

La legislación del trabajo y las organizaciones de los trabajadores, así


como las nuevas ideologías (socialismo, comunismo) fueron las
fuerzas que impulsaron cambios en estas condiciones. Sin
embargo, en algunos países los niveles de explotación que se
observaban en el siglo XVIII siguen aún vigentes.

Referencias:

 “La primera Revolución industrial” (video) en La cuna de Halicarnaso.


 “La Revolución industrial en 7 minutos” (video) en Academia Play.
 “Insdustrial Revolution” en Encyclopaedia Britannica.
 “ The Industrial Revolution” en Khan Academy.
 “Primera Revolución Insdustrial” en Economipedia.

¿Cómo citar?

"Revolución Industrial". Autor: Julia Máxima Uriarte.


Para: Caracteristicas.co. Última edición: 22 de mayo de 2020.
Disponible en: https://www.caracteristicas.co/revolucion-industrial/.
Consultado: 01 de junio de 2022.

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 Socialismo

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 Karl Marx

 Revoluciones Burguesas

 Modernidad

Comunismo

 Ludismo

Fuente: https://www.caracteristicas.co/revolucion-industrial/#ixzz7Uwiu49EAvL
A REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
1. La Revolución Industrial
Significado
Las sociedades preindustriales

2. El proceso de industrialización
La Primera Revolución Industrial. 
Extensión de la Primera Revolución Industrial
La Segunda Revolución Industrial

3. Consecuencias de la Revolución
Industrial
Económicas
Sociales

1. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Significado:

Se denomina Revolución Industrial al proceso iniciado en el siglo XVIII en Inglaterra,


por el cual la humanidad pasó de unas formas de vida tradicionales basadas en la
agricultura, la ganadería y la producción artesanal, a otras fundamentadas en la
producción industrial y la mecanización, Ello propició un acelerado proceso de
urbanización que alteró profundamente las estructuras económicas, sociales, así como
la mentalidad de los hombres.
La Revolución Industrial fue relativamente rápida, se produjo prácticamente en tan sólo
una
centuria. Su importancia es equiparable a la de la Revolución Neolítica.
Sin embargo, el proceso de industrialización no fue simultáneo ni adquirió las mismas
características en todos los lugares. En la actualidad existen en el mundo zonas poco
industrializadas, que coinciden normalmente con las más pobres del planeta.

Las sociedades preindustriales


Antes de que el proceso de industrialización se iniciase, los hombres producían y
vivían
de manera muy parecida a como lo habían hecho sus antepasados.

Las sociedades preindustriales presentaban los siguientes rasgos:

- La población crecía lentamente: las tasas de mortalidad eran muy elevadas,


aunque se
compensaban con altas tasas de natalidad.

- La economía era agraria: la principal fuente de riqueza provenía de la agricultura y


la
ganadería. La industria tenía poca importancia y era de carácter artesanal. Los
excedentes
alimentarios eran escasos.

- Los intercambios comerciales eran limitados, predominando los realizados a


larga
distancia, por barco. Las comunicaciones terrestres eran malas y escasas. Los medios
de
transporte lentos y primitivos.

- El desarrollo urbano era escaso. Predominaba el hábitat rural y las ciudades


grandes y
medias eran poco numerosas.

 LA PRIMERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

La Revolución industrial consistió en un conjunto de profundos cambios que


convirtieron una economía exclusivamente agrícola y comercial en una economía
industrializada. estos cambios fueron posibles gracias a la aplicación de nuevas
máquinas en la industria, que permitieron producir más en menos tiempo y ahorrar en
los costes.
Este proceso se inició en Gran Bretaña hacia 1760, aunque no cobró importancia
hasta 1870. más tarde se extendió  a otros países europeos (Alemania, Bélgica…).
Esta fase se conoce como primera Revolución industrial.

Las causas o factores que dieron lugar a la revolución industrial fueron los
siguientes:

1. Revolución agrícola:

El rendimiento agrícola aumentó gracias a la aplicación de nuevas técnicas de


producción ( como el uso de fertilizantes), a la utilización de un nuevo instrumental
agrícola (sembradoras…) y  a la concentración de las propiedades para explotarlas de
una forma más racional y rentable.

Además se mejoró la calidad del ganado y aumentó el número y tamaño de los


animales.
la revolución agrícola proporcionó alimentos para la población y abundantes materias
primas para la industria.
2. El crecimiento de la población.

A lo largo del siglo XVIII tuvo lugar un crecimiento sostenido de la población, aunque el
ritmo aumentó a partir de 1740. La causa de este incremento fue la disminución de la
mortalidad, debido a las mejoras en la alimentación y la higiene. el aumento
demográfico ocasionó una mayor demanda de productos agrícolas e industriales y
proporcionó una mano de obra numerosa y barata para la industria.

3. La expansión comercial y de los transportes

El comercio exterior británico obtuvo importantes beneficios gracias a los intercambios


con las colonias, y también fue la causa del crecimiento de ciudades como Londres,
Liverpool, manchester y Glasgow. el comercio interior se benefició de la mejora de los
medios de transporte, especialmente de los canales y de las carreteras. el desarrollo
del comercio produjo un excedente económico que contribuyó a financiar la expansión
industrial.

LAS PRIMERAS INDUSTRIAS Y LA REVOLUCIÓN DEL VAPOR

La Revolución industrial se inició en la industria textil, a la que siguió la siderúrgica, y


sólo fue posible gracias a la máquina de vapor.

1. La industria textil. Las innovaciones técnicas fueron constantes y permitieron la


mecanización del hilado y del tejido. Lo más importante, sin embargo, fue la nueva
organización del trabajo, que produjo la transformación de la manufactura (las
actividades industriales se realizaban a mano y con herramientas muy básicas) en
industria, caracterizada por la concentración de los trabajadores y las máquinas en
fábricas que pertenecían a un empresario.

Spinning Jenny

2. La industria siderúrgica. Se transformó gracias a la utilización de una nueva


fuente de energía, el carbón mineral o hulla, que sustituyó al carbón vegetal, y al
empleo de altos hornos. la industria siderúrgica proporcionó máquinas y herramientas
para la agricultura, la industria y los transportes.

3. La máquina de vapor. Ideada por James Watt, fue el invento más destacado de los
comienzos de la Revolución industrial. su repercusión fue enorme, ya que se pudo
emplear en la industria textil, la minería y la siderurgia. Posteriormente, se utilizó en los
barcos de vapor y, sobre todo, en el ferrocarril. Este último originó una revolución en
los transportes, al permitir que las comunicaciones fuesen regulares y rápidas,
conectar comarcas alejadas e impulsar el desarrollo del comercio y de la industria
siderúrgica.

EL DESARROLLO DEL GRAN CAPITALISMO ( Segunda Revolución Industrial)

A partir de 1870, se produjo en Europa, EEUU y Japón un fuerte desarrollo de la


actividad económica. Este período es conocido históricamente con el nombre de gran
capitalismo, o segunda fase de la Revolución industrial.

Factores del capitalismo industrial:

El capitalismo industrial se diferencia de la primera Revolución Industrial en el


surgimiento de nuevos factores que contribuyeron al crecimiento económico entre
estos factores destacan los siguientes:

a) Nuevas fuentes de financiación:


Hasta ese momento, para financiar las industrias se habían reinvertido los beneficios
empresariales. Sin embargo, para la instalación y renovación de las fábricas, que
exigían una maquinaria cada vez más compleja, eran necesarias grandes cantidades
de dinero. estas se consiguieron a través de los préstamos que la banca concedía a
las empresas, y también mediante la unión de capitales particulares, que dieron lugar
a sociedades de diversos tipos; entre ellas, la más habitual fue la sociedad anónima
( empresa perteneciente a numerosas personas que poseen participaciones(acciones)
y a cambio, reciben una parte proporcional de los beneficios.)

b) Concentraciones empresariales:
La concentración empresarial consistió en la unión de varias empresas con el fin de
limitar la competencia entre ellas. Para lograr este objetivo, los empresarios debían
evitar la superproducción (que provocaría un abaratamiento de los precios), establecer
precios fijos y buscar nuevos mercados.
La concentración empresarial adoptó dos formas:

1. Concentración vertical: las empresas que fabricaban productos diferentes, pero


complementarios, se fusionaban para controlar todo el proceso productivo (desde la
obtención de las materias primas hasta la distribución del producto).

2. Concentración horizontal. Las empresas dedicadas a una misma actividad


industrial (por ejemplo, varias siderurgias) se asociaban para evitar la competencia.

Estas agrupaciones terminaron dando lugar a monopolios: concesión otorgada por la


autoridad competente a una empresa para que lleve a cabo, en exclusiva, una
actividad industrial o comercial.

c) Internacionalización del mercado:


Se incrementaron las relaciones comerciales entre los países de todo el mundo,
aunque de un modo desigual, ya que las potencias industriales comercializaban sus
productos manufacturados, y el resto de los países suministraba las materias primas.
El desarrollo del comercio internacional se vio favorecido por el crecimiento de la
producción industrial, por la abundancia de metales preciosos (oro y plata)-
procedentes, sobre todo, de América del Norte, australia y África del Sur- y por el
progreso de las comunicaciones gracias al desarrollo del barco de vapor y del
ferrocarril y a la aparición del automóvil

d) Avances técnicos:
Se produjeron importantes avances técnicos, como el convertidor de Bessemer
utilizado para mejorar la producción de acero. Asimismo, se emplearon nuevos
metales como el níquel y el aluminio.
Entre los inventos más destacados están: teléfono, motor de explosión, cinematógrafo,
el dirigible…

Cinematógrafo de los hermanos Lumière.


e) Nuevas fuentes de energía:
La electricidad y el petróleo complementaron y , en ocasiones, sustituyeron al carbón.

La electricidad se desarrolló gracias a que Edison inventó la bombilla y a que Berges


descubrió que podía obtenerse electricidad en centrales hidroeléctricas, a partir de la
fuerza del agua. Tuvo numerosas aplicaciones: alumbrado, comunicaciones (teléfono,
telégrafo) y transporte (tranvías eléctricos)

El petróleo adquirió importancia cuando empezó a utilizarse como combustible en los


medios de transporte. el primer pozo fue perforado en Estados unidos en 1859. el
siguiente paso fue la creación de compañías dedicadas a la extracción y refinado del
crudo.

f) Nuevas ramas industriales


Entre las nuevas ramas industriales destacan las siguientes:

- Industria química: Ofrecía una gran diversidad  de productos (abono, fibras


artificiales, productos farmacéuticos, explosivos, colorantes sintéticos…)

- Industria eléctrica: Fabricaba material eléctrico empleando grandes cantidades de


cobre y plomo. durante esta época surgieron sociedades destacadas como Philips,
Siemens, AEG y General electric.

- Industria alimentaria: la técnica del enlatado permitió la conservación y el envasado


de todo tipo de alimentos en latas herméticamente cerradas.

EXPANSIÓN 2ª REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

A los países que ya habían conseguido industrializarse en la primera fase de la


Revolución industrial (Gran Bretaña, Francia, Bélgica), se unieron en  esta segunda
etapa otros países como Alemania, Rusia, EEUU y Japón. Sin embargo no todos los
países consiguieron crecer al mismo ritmo y nivel:

Gran Bretaña, que había sido la pionera de la primera industrialización perdió el


liderazgo al quedar anticuadas sus instalaciones y su maquinaria. a ello se unió la falta
de inversiones en las nuevas industrias (química y eléctrica)

Alemania conoció una expansión industrial espectacular debido a la utilización de las


nuevas tecnologías, al desarrollo de las nuevas industrias, al desarrollo de la industria
pesada, al fomento de concentraciones industriales y a las medidas favorables
adoptadas por el Estado, todo ello unido a una importante financiación bancaria.

Otros países. Bélgica y Francia continuaron su industrialización, aunque este último


país lo hizo de forma lenta. Rusia  consiguió industrializarse, aunque tardíamente.
Estados Unidos se convirtió en la potencia hegemónica de la economía mundial.
Japón logró industrializarse gracias a la intervención del Estado, que aportó capital y
medios técnicos.
3. CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL:

A) ECONÓMICAS: EL LIBERALISMO ECONÓMICO.

Con la Revolución industrial y el desarrollo del capitalismo se impuso un nuevo


sistema para regular la economía. Se trata del liberalismo económico, que se basaba
en la libertad de actuación en todos los sectores de la economía, tal y como refleja la
frase laissz faire, laissez passer (dejad hacer, dejad pasar). El representante más
destacado del liberalismo económico fue Adam Smith.

Los principios básicos del Liberalismo económico son los siguientes:

- El trabajo es la única fuente de riqueza.

- El interés personal favorece el interés de la colectividad (si un empresario produce


para enriquecerse a sí mismo contribuye, a la vez, a aumentar la riqueza del país)

- la actividad económica se regula por la ley de la oferta y la demanda, que influye en


la producción, los precios y los salarios. Así, si los compradores (mercado) solicitan
(demandan) un bien determinado, la producción del mismo aumenta. Igualmente, el
incremento de la demanda de un producto (sobre todo si es escaso repercute en la
subida de los precios y viceversa. La misma ley se aplica a los salarios: cuanto mayor
sea la oferta de mano de obra, más bajos serán los salarios y al contrario.
- Los gobiernos no deben intervenir en los procesos de producción e intercambio de
bienes. La empresa privada ha de funcionar sin obstáculos y tener la máxima iniciativa
individual.

- El intercambio de productos debe ser libre, sin limitaciones por parte del estado
(librecambismo)

La aplicación del Liberalismo económico, y en especial la no intervención del Estado


en la economía, favorecía a los empresarios capitalistas, que pudieron actuar sin
ningún tipo de restricciones (despido libre, salarios bajos). Esta situación originó
graves injusticias sociales, que desembocaron en el nacimiento del movimiento obrero.

B) SOCIALES:

Durante el siglo XIX se produjo un espectacular aumento de la población europea


debido al descenso de la tasa de mortalidad, fruto de los avances en la prevención de
enfermedades (descubrimientos en bacteriología) y al incremento de las medidas
higiénicas.

No obstante, a partir del último tercio del siglo, la población europea se estabilizó a
causa de la disminución de la tasa de natalidad.

La sociedad de clases:

El enriquecimiento de la burguesía durante la Revolución industrial trajo consigo la


progresiva desintegración de la estructura social característica del Antiguo Régimen.
Surgió una nueva sociedad en la que ya no era decisivo haber nacido en uno u otro
estamento, sino poseer dinero y riqueza, que se convirtieron en los signos de identidad
para clasificar a cada persona en una categoría social determinada.

Se consolidó de esta forma, la sociedad de clases, caracterizada por:

- La movilidad social y la desaparición de los privilegios.


- el auge de la burguesía, que se convirtió en el grupo dominante en los ámbitos
político, social y económico.
- La aparición y el rápido desarrollo de una nueva clase social, el proletariado
urbano, constituida por los obreros industriales.
- La pertenencia a una u otra clase según se dispusiera de los medios de producción
(burguesía), o solo de la fuerza de trabajo, que se vendía por un salario (proletariado).

EL MOVIMIENTO OBRERO

La desaparición de las antiguas formas de organización y protección de los


trabajadores (gremios), unida al desarrollo del liberalismo económico y, por tanto, a la
ausencia de intervención del Estado en la economía, dejó a los trabajadores a merced
de la voluntad de los empresarios. Estos establecieron unas condiciones de trabajo
que pueden resumirse en:

a) Jornadas laborales muy largas, en ocasiones de hasta 16 horas, bajo una disciplina
durísima (cualquier infracción o descuido se penaba con multas, que reducían aún
más el salario).
b) Ausencia total de seguridad e higiene en el trabajo, lo que ocasionaba
enfermedades crónicas (en las minas, en la fábrica con productos tóxicos…) y
continuos accidentes laborales.

c) Trabajo infantil. Los niños trabajaban en las minas y en las fábricas en las mismas
condiciones que los adultos.

d) Bajos salarios, en general, y en particular en el caso de las mujeres y los niños. Los
empresarios pagaban salarios bajos porque abundaba la mano de obra a causa del
crecimiento de la población; y se empleaban máquinas, que realizaban el trabajo que
antes habrían desempeñado varios trabajadores.

e) Despido libre, sin derecho a indemnizaciones ni al cobro de desempleo.

f) Inexistencia de vacaciones y de seguridad social, que cubriera los períodos de baja


por enfermedad y la propia asistencia médica.

g) Prohibición a los obreros de asociarse para defender sus derechos, lo que


dificultaba su lucha para mejorar su situación laboral.

Los comienzos del movimiento obrero:

Poco a poco, los obreros empezaron a ser conscientes de la necesidad de unirse y


actuar para modificar sus pésimas condiciones laborales. Surgió así el movimiento
obrero.
Las primeras reacciones contra esta situación se produjeron en el Reino Unido, y las
protagonizaron grupos de obreros que destruían las máquinas como forma de
protesta. Este movimiento se denominó ludismo. En 1812 se promulgó una ley en la
que se establecía la pena de muerte para quien atentara contra las máquinas.
El movimiento obrero avanzó a partir de la creación de las Trade Unions,
asociaciones locales de trabajadores de un mismo oficio que trataban de obtener
mejores condiciones de vida y trabajo. estas asociaciones fueron consideradas
ilegales por el Gobierno y, por tanto, perseguidas.
Las reivindicaciones de los trabajadores para conseguir reformas comenzaron a llegar
al Parlamento británico. Destacó el movimiento conocido como cartismo, llamado así
porque una asociación de trabajadores envió al Parlamento la denominada Carta del
Pueblo (1838), con peticiones políticas favorables a los obreros. El Parlamento
rechazó sus demandas y sus principales líderes fueron encarcelados.

También otros movimientos criticaron los problemas sociales generados por la


industrialización. Entre ellos figuraba el socialismo utópico, una corriente ideológica
opuesta al capitalismo, que pretendía lograr la intervención del Estado en la economía
para mejorar las condiciones de los trabajadores. El socialismo utópico no se
desarrolló porque fracasaron los intentos de aplicarlo.

Saint-Simon proponía una revolución social que mejorara las condiciones de vida de
las clases más humilde.

Charles Fourier propuso una nueva sociedad basada en cooperativas de producción


(falansterios) donde los obreros pudieran vivir y trabajar.

Robert Owen fundó una cooperativa en su fábrica de Escocia (New Lanark), con
escuelas, economatos, etc., y redujo la jornada laboral de los trabajadores.

EL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO

Desde mediados del siglo XIX, el movimiento obrero adquirió un nuevo auge gracias al
desarrollo de nuevas formas de lucha, a la aparición de ideologías de tendencia
anticapitalista y a las nuevas formas de organización de los trabajadores. De entre
todas ellas destacaron:

- El progreso del sindicalismo, por el que los obreros se asociaban para organizar la
lucha o la negociación de los empresarios y con el Estado, con el fin de obtener
mejores condiciones laborales.

- El uso de la huelga general como medio de presión. Sin embargo, tanto las huelgas
como los sindicatos se consideraban ilegales, por lo que los sindicatos tuvieron que
llevar a cabo sus actividades en la clandestinidad hasta que se legalizaron, en casi
todos los países de Europa, a finales del siglo XIX.

- La aparición y la propagación de dos ideologías revolucionarias, el marxismo y el


anarquismo, que deseaban la destrucción del capitalismo, al que consideraban
responsable de la explotación de la clase obrera.

- La fundación de las Internacionales obreras.

Marxismo y anarquismo

El marxismo es una teoría política y económica basada en el pensamiento de


Friedrich Engels y Karl Marx y desarrollada en El capital, obra de este último.
La ideología marxista propugnaba un cambio en las relaciones económicas, sociales y
políticas a través de la lucha de clases. La clase obrera debía enfrentarse a la
burguesía, lograr su desaparición y conquistar el poder implantando la dictadura del
proletariado. Una vez alcanzado el poder, se desmontaría el sistema capitalista y se
colectivizarían los medios de producción, es decir, se pondrían al servicio de toda la
comunidad. De esta forma se transformaría la estructura de la sociedad, porque se
llegaría a implantar una sociedad sin clases en la que ya no habría opresores ni
oprimidos.

Marx y Engels

El anarquismo es una teoría política basada en el pensamiento de Pierre-Joseph


Proudhon, aunque su máximo representante fue Mijail Bakunin. el anarquismo se
oponía a cualquier forma de gobierno, pues el solo hecho de gobernar suponía una
coacción y una injusticia; por esta razón, defendía la libertad del individuo, la
desaparición de todas las autoridades y la supresión de la propiedad privada de los
medios de producción.
Su organización social ideal se basaba en las comunas, pequeñas agrupaciones libres
de personas que se autoabastecerían y en las que no existiría la propiedad privada.
Los métodos de los anarquistas para obtener su sociedad ideal fueron diversos. Si
bien la mayoría eran pacíficos, algunos lucharon con métodos violentos y atentaron
contra personalidades políticas y miembros del Gobierno, como el zar Alejandro II y el
rey Alfonso XIII de España.

Mijail Bakunin

LAS INTERNACIONALES OBRERAS


Las internacionales obreras surgieron en la década de 1860, cuando los líderes
obreros de distintos países europeos, conscientes de que los problemas que
afectaban al proletariado eran los mismos en todas las naciones, se plantearon la
necesidad de asociarse para que sus reivindicaciones y su lucha tuvieran más fuerza.
Así, por ejemplo, se pretendía acabar con la costumbre de la patronal de contratar
obreros de otro país cuando había una huelga en un sector concreto (minero,
siderúrgico…) o una huelga general. El objetivo era crear un clima de solidaridad entre
los trabajadores.

Durante esta época se desarrollaron dos Internacionales obreras:

1. La Primera Internacional o Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) se


fundó en Londres en 1864, pero desapareció muy pronto (1876) a causa,
principalmente, de la persecución que sufrió por parte de los gobiernos de los países
por los que se extendió, que reprimieron con dureza las huelgas y manifestaciones
obreras, y también por disputas entre marxistas y anarquistas sobre los métodos de
lucha. Así, los marxistas deseaban intervenir en la vida política  a través de los
partidos políticos, y los anarquistas creían que se debía actuar por medio de los
sindicatos. Finalmente, los anarquistas fueron expulsados de la Internacional.

2. La Segunda Internacional se fundó en París en 1889. Su principal reivindicación


fue conseguir la jornada laboral de ocho horas y para ello estableció el 1 de mayo
como día internacional de protesta. La Segunda Internacional también desapareció
pronto, debido a la creciente tensión política que existía en Europa y que acabó
desembocando en la Primera Guerra Mundial. El estallido de la contienda supuso el
fracaso de la Internacional, ya que los obreros de cada país se pusieron de parte de
sus respectivos gobiernos en la guerra anteponiendo, así, los intereses de sus países
a sus intereses como clase, lo que los desunió a escala internacional.

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