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32 JUAN CARLOS IGLESIAS ZOIDO

única salvedad de que los nombres de las partes varían en algunos casos: TTpooí.p.iov,
áTrayyeXía, ftepaícocris1 y émXoyOb o TTaXiXXoyta.
Con todo, Aristóteles considera inapropiado mantener esta división cuatripartita en
todos los géneros75, ya que los discursos tenían que ajustarse al contenido que realmente
les correspondía. Así. por ejemplo, si la SifiyqCTis* se emplea para presentar ante un audi­
torio hechos que ya han sucedido, ¿cómo puede utilizarse en el género deliberativo cuyo
tiempo predominante es el futuro?76. La intención última es perfeccionar y simplificar los CAPÍTULO IV
procedimientos habituales en las TÉxvai precedentes y, en ciento sentido, continuar la
crítica platónica de los aspectos más controvertidos de la actuación retórica.
EL CONCEPTO DE ttlcjtls* EN LA RETÓRICA GRIEGA CLÁSICA
5. Desde nuestro punto de vista, y retomando las ideas platónicas esbozadas al
comienzo, creemos que existe una coincidencia fundamental entre ambas exposiciones.
De hecho, las palabras platónicas, más que defender un planteamiento tripartito del dis­
curso. están en la línea de los dvayKaia pópia aristotélicos. Mientras que Aristóteles
dice que sólo hay dos partes necesarias del discurso, considerando las demás de un modo
4.1. LA NORMATIVA DEL SIGLO V A. DE C. Y LA PRÁCTICA ORATORIA
accesorio. Platón habla de un discurso en el que realmente hay un solo cuerpo. La cabeza
y extremidades no significan una defensa del proemio y epílogo, sino que van en la línea 1. Es bien conocida la relación entre Tucídides y el movimiento sofístico77. Los sofistas
de considerar al discurso como un todo coordinado y, a la vez, subordinado a unos plan­ coincidían en un interés común: la enseñanza de los procesos de argumentación. La habili­
teamientos más profundos en los que se tengan en cuenta elementos como las caracterís­ dad para la oratoria se había convertido en el principal instrumento para desenvolverse en la
ticas del orador, el tema tratado, o el tipo y condicionamientos del auditorio al que se vida ciudadana, aportando recursos tan importantes como las áinrXoyíai o la argumenta­
dirigen los discursos. En este sentido, el discurso como £ojov se acerca más al papel pre­ ción por el eíkós*. Las parejas de discursos contrapuestos, cuyo origen se atribuye a Protágo-
dominante que ocupa la mems- en Aristóteles y los tres pilares sobre los que se basa:
ras. son conocidas por la mayor parte de los autores del periodo78. Incluso se especula sobre
Xóyo?, tiQos1 y 7rá0os\ la posibilidad de que éste fuera un procedimiento empleado en las antiguas réxvai para ilus­
En resumen, las ideas platónicas y aristotélicas sobre el discurso y sus partes son de trar sus ideas79. Por su parte, el razonamiento por lo elkósl fundamental en el desarrollo de la
gran interés para nuestro estudio. Como veremos más adelante, los discursos tucidi- retórica, permite generalizar la argumentación y transformarla en esquemas previsibles. Su
deos constituyen realmente un todo en el que es difícil establecer una compartimenta- evolución a lo largo de la segunda mitad del siglo V se encuentra en la base de la polémica
ción desde la perspectiva de la tradicional. Esta clasificación de las partes del sobre la preeminencia de lo verosímil sobre lo verdadero80.
discurso, aunque presente en ejemplos realmente emblemáticos, resulta en muchos
casos inútil para la obra tucididea. De este modo, además de constatar la inexistencia 2. Entre los solistas, destaca la influencia de Gorgias sobre el estilo de la obra tuci­
de algunas de sus partes —como la óifiyqais—, suele ocurrir que el proemio, cuando didea81. Las fuentes antiguas82, que atestiguan su influjo sobre la retórica ateniense, dejan
no existe unaóia3oXf|, queda restringido a una simple presentación del tema en cues­ entrever ciertas dudas sobre las innovaciones del rétor siciliano83. Mientras que Diodoro
tión. mientras que el epílogo suele ser una continuación de los elementos argumentati­ afirma que fue Gorgias el introductor de las figuras que luego recibirían su nombre,
vos del discurso. A ello hay que unir el que, además, el entorno del discurso —los otros, como Aristóteles o Dionisio de Halicarnaso, cuestionan su autoridad. De hecho.
engarces— porporcionan una información de gran importancia para entender de
manera más adecuada el contexto y desarrollo del mismo. Todos estos elementos han 77 Cf la bibliografía aportada por LUSCHNATT: Thukxdides, cois. 1146-1151. Se destacan de manera
de tenerse en cuenta al estudiar los discursos del historiador, en cierto modo, emparen­ especial las obras de W. NESTLE, «Thukvdides und die Sophistik», Nene Jahrbiicherfiir das Klassisehe Alter­
tados con la imagen platónica del £qiov: un discurso con una forma bien trabada y nan, Gesehiclite und deutsehe Litcratur und jlir Piidat’Of’ik. 1914. pp. 649-85 y F. R1TTELMEYER, Thukxdi­
des und die Sophistik, Leipzig, 1915. Con respecto a los discursos, Cf pp. 112-160.
dependiente de una visión clara de los procesos de persuasión y de su adecuación a los 78 Cf RITTELMEYER. Sophistik, pp. 130 ss.
contextos concretos que puedan presentarse. 7'1 Cf L. SPENGEL, l'vi’ayioyfi Texi’ói\ sive Artium Seriptores, oh initiis usque od editas Aristotelis
de Rhelorien libros. Stuttgart. 1928, p. 33, n.50; A. GERCKE, «Die alte Tcxi'n ' Pirropiief| und ihre Gegner»,
Mermes 32 (1897) 341-59 y C. NATAL!, «Ansióte et les méthodes d’enseignement de Gorgias», en B. CAS-
S1N (ed.). Positions de la SophistUpie, París, 1986, 105-116.
80 GOEBEL. Mnemosxne 42 11989) 45 ss.
81 FINLEY, «The Origins of Thueydides* Style», Essays on Thukxdides, Cambridge, 1967, pp. 55-117.
82 D. S. XII. 53; D. II. Lxs. 3; Arisl. Rh. 1404 a 24, 1402 a 23; Soph. El. 183 b 37; Pl. Pltdr. 216 b, 267
a; Cié. Orol. 12.39, 13.40. 52.175
81 Con relación al efecto producido en el auditorio con sus antítesis, repeticiones y aliteraciones Cf M.
75 Cf. COPE. Introduction, pp. 334-5. GARCÍA TE1JF.1RO, «Retórica, oratoria y magia», en MOROCHO. Drama y Retóriea, pp. 143-4 y J. de
76 Este problema es resuelto por lu Rh.AL, la cual, en el capítulo 30, distingue tres tipos de nmiyyi Xío ROMILLY, Mustie and Rlietorie iu Aneient Greeee, Cambridge (Massachussets) y Londres, 1975, pp. 3 ss.
según ésta se refiera a hechos pasados, presentes o futuros.
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LA ARGUMENTACIÓN EN LOS DISCURSOS 35
Platón ya distingue un uso temprano de la antítesis, que él consideraba como algo típico
de los antiguos sofistas y diferente de las antítesis manieristas de Gorgias. Esto, según (pertenecientes a los libros I-IV) se caracterizan por un mayor racionalismo y profundi­
Finley84, puede confirmarse a través de las obras tempranas de Sófocles y Eurípides, en dad a la hora de hacer un análisis político. Todo ello mostraría una influencia directa del
las que se observan abundantes y conscientes antítesis, que no llegan a tomar la forma ambiente cultural de la época de Periclcs.

del manierismo de Agatón85. Ambos trágicos adquirieron su estilo en un período en el 3. En estos años, se produce una enorme evolución en los recursos y procedimientos
que este recurso era algo común. De este modo, parece claro que la llegada de Gorgias de la oratoria ática. Por ello, no ha de extrañar que el principal interés de Antifonte91 con
pudo ser más tardía de lo tradicionalmente admitido y su influencia no sería tan decisiva respecto a los discursos tucidideos resida en la información que proporciona sobre el
y determinante: ni un hombre puede introducir un cambio tan radical como se le atri­ desarrollo de los elementos argumentativos en la Atenas de finales del siglo V. De
buye. ni un año (427 a. de C.) puede marcar una frontera divisoria entre dos modos de hecho, Antifonte —al igual que ocurre con Tucídides— es un magnífico testimonio en el
escribir prosa. que aparecen prefigurados algunos de los elementos analizados de manera más sistemá­
tica en las retóricas del siglo siguiente.
Con estas afirmaciones, Finley se opone a Blass86. El filólogo alemán, siguiendo a
Diodoro. consideraba a Gorgias como el creador de la prosa antitética que tanto influiría Frente al planteamiento de Solmsem92 en el sentido de que las pruebas racionales se
encuentran subordinadas, tanto lógica como estructuralmente, a las antiguas pruebas
sobre los discursos de Antifonte y, muy especialmente, sobre los tucidideos. Evidente­
naturales, Gagarin93 considera que en los discursos de Antifonte no hay un predominio
mente, si. a pesar de esa llegada tardía de Gorgias, se mantiene su influjo sobre los dis­
de las moréis* arexvoi. Antes bien, al igual que piensa Goebel94, las moréis* evrexvoi
cursos del historiador, hay que considerar que las intervenciones que se corresponden
desempeñan un importante papel. Las líneas generales que se pueden trazar sobre la teo­
con la primera época de la guerra —antes de la llegada del siciliano— son anacrónicas y ría de la argumentación en Antifonte muestran, por una parte, una clara correspondencia
no reflejan las auténticas palabras de los oradores. La postura de Blass ya fue rebatida en con lo que Platón consideraba en el Fecho la teoría común de finales del siglo V, y, por
el siglo pasado por Norden y Drerup87. Norden encontró los prototipos de las figuras gor- otra, una prefiguración de las teorías que luego serán desarrolladas de manera sistemática
gianas en Heráclito. Drerup intentó demostrar que el estilo antitético de las Tetralogías por los manuales del siglo IV a. de C. En este sentido, Antifonte constituye un testimonio
proviene de la herencia sofística y no de Gorgias, quien no sería creador sino embellece­ en la esfera judicial paralelo al que proporciona Tucídides en la deliberativa. Además, no
dor. Por lo tanto, estas apreciaciones sobre el estilo nos llevan a hablar más bien de una hay que olvidar que Marcelino (Vit. Time. 20) señaló que el historiador fue alumno del
influencia de las corrientes sofísticas existentes en la juventud de Tucídides, cuyo rastro rétor, a quien dedica un encendido elogio (VI,68).
ya se vislumbra en obras anteriores al 42788.
4. Finalmente, dentro del ámbito oratorio dirigiremos la atención a Andócides95.
Toda esta polémica con relación a la posible influencia de Gorgias en la composición Vivió en el paso del siglo V al IV a. de C. y fue un claro partidario de la oligarquía en el
de la obra del historiador es de gran importancia con respecto a sus discursos. Si se parte marco de una Atenas democrática. Esta particularidad marcó toda su existencia, pues,
de una redacción tardía de éstos, como actualmente se admite de manera mayoritaria89, * vinculado a la mutilación de los Mermes y condenado al ostracismo, su vida fue un conti­
es preciso determinar con claridad cuál es la base del conocimiento retórico de Tucídi­ nuo ir y venir con la intención de recuperar la posición y el honor perdidos. En este con­
des: la que existía en la Atenas del comienzo de la Guerra del Peloponeso o la que cono­ texto se pronunciaron sus dos discursos deliberativos conservados: Sobre su propio
ció el historiador a la vuelta de su exilio. Finley llega a la conclusión de que los discursos regreso y Sobre la paz eou los lacedemonios. Estos discursos96 constituyen uno de los
tucidideos son un reflejo de la oratoria ateniense que el historiador conoció antes de ser pocos testimonios de la oratoria deliberativa ática en el paso del siglo V al IV. Además,
condenado al exilio. En consecuencia, las palabras puestas en boca de corcirenses, corin­ tal y como Kennedy destaca, y al igual que ocurre con el estilo97, se percibe una evolu­
tios, Pendes, etc. no son anacrónicas, sino una manifestación de la oratoria de aquel ción coincidente con la disposición cronológica de sus discursos: la escasa elaboración
momento, independientemente de una mayor o menor aproximación a lo realmente pro­ del Sobre su propio regreso (eirca 408 a. C.), su perfeccionamiento en el judicial Sobre
nunciado. De ahí que muchos de los datos que se obtienen del análisis de los discursos de
nuestro autor pueden retrotraerse a los años del comienzo de la Guerra del Peloponeso. 91 Uno de los estudios más interesantes sobre la argumentación de los discursos de Antifonte es el tra­
De otro modo, habríamos de circunscribirnos a los años finales del siglo V a. de C. En bajo de GOEBEL, Early. Cf fragmenta y testimonia de los escritos técnicos de Antifonte en RADERMA-
este sentido, se afirma" que los discursos que debieron pronunciarse antes de su exilio CHER, A 5 B.X. 1-15. pp. 76-81. Con respecto a su método de enseñanza Cf. O. NAVARRE. Rhétorique. pp.
121-154.
92 F. SOLMSEM, Antiphonstudien, Berlín. 1931.
84 FINLEY. Essays. pp. 62 ss. 93 Cf. M. GAGARIN, «The Nature of Proofs ¡n Anliphon», CP/t. 85 (1990) 22-32.
85 Platón ¡mita el estilo gorgiánico en el discurso que pronuncia Agatón en Sym. 194 E4-197 E8. 94 GOEBEL, Early, pp. 13-54.
86 BLASS, Beredsamkeit, vol. I, p. 34. 95 Para un estudio detallado Cf. BLASS, Beredsamkeit, vol. 1. pp. 280-295 y JEBB. Orators, vol. I, pp.
87 E. NORDEN. Die Antike Kunstprosa, Leipzig, 1898, vol. 1. pp. 17-41 y E. DRERUP, «Theodorus 71-87. De gran importancia ha sido el trabajo de G. A. KENNEDY, «The Oratory of Andócides», AJPh 79
11958) 32-43. Cf. también A. LÓPEZ El RE. «El orador Andócides» SPhS 5 (1981) 233-253 y «Estilo y vida en
von Byzanz» Jalirbücher für klassische Pliilologie, Supplcmenlband 27 (1902) 219-372. Cf. también «Die
Anfange der rhelorischcn Kunstprosa», Jahrbiicher fiir khissiche Pltilologie, Supplcmentbund 27. (I9()| j 054. el orador Andócides», Faventia 3 (1981) 59-81.
255. 9,1 El discurso Sobre su propio regreso, aunque se pronuncia ante la asamblea, tiene como finalidad la
88 Cf LÓPEZ EIRE, en Morocho (ed.), Drama y Retórica, pp. 41 -2. defensa de una cuestión privada. Se trata de unaSr|[nyyopía, pero no de un discurso propiamente deliberativo.
97 Cf. S. S.KINGBURY, A Rlietorical Study ofthe Style ofAndócides, Baltimore, 1899, p. 10 y LÓPEZ
89 FINLEY. Thucydides, pp. 76 ss.y RAWLINGS, Símame, pp. 250 ss.
" FINLEY. Thucydides, pp. 36-73. EIRE, Faventia 3 (1981) 73-74.
36 JUAN CARLOS IGLESIAS ZOIDO
LA ARGUMENTACIÓN EN LOS DISCURSOS 37
los Misterios {circo 399 a. C.). y, finalmente, una cierta madurez retórica en su interven­
ción deliberativa mas importante: Sobre la paz con los lacedemonios {circo 392 a. C.). base para demostrar que el cucos' siciliano no era más que una trampa dialéctica, y que la
Su diferencia con respecto a Antifonte, y en lo que coincide la crítica desde Blass a probabilidad racional desarrollada en la Atenas del siglo V a. de C. debía de tratarse de
Kennedy98, era que sus discursos no son obra de un profesional de la oratoria. Tampoco se un desarrollo nativo que representara la influencia de nuevas y racionales vías de pensa­
le conocen colecciones de proemios, ni ningún tipo de manual retórico como era habitual miento. El progresivo incremento de elementos racionales, cuya principal manifestación
en aquel momento. Andócides, más bien, representa un tipo de oratoria a la que entonces es el uso de la probabilidad, se observaría a lo largo de la obra euripidea. Así, obras más
y siempre ha pertenecido la mayor parte de oradores públicos, que emplean los recursos tempranas {Alcestis o Meclea ) representan un estilo no racional, propio de una retórica
más usuales para su auditorio sin un mayor estudio que ampliara su talento natural. Sus preliteraria, que se iría perfeccionando.
discursos buscaban sobre todo la formulación más adecuada y no pretendían lograr una Frente a los estudios de finales del XIX y principios del XX, Goebel103 consigue
intervención ajustada a las reglas del arte. La clave para centrar la posición del orador se demostrar que ciertos discursos euripideos104 utilizan técnicas retóricas, modelos de
encuentra en este último punto: la forma que adopta, tanto en su disposición como en la argumentación y posibles esquemas de disposición. Su planteamiento más interesante es
expresión de sus principales argumentos, con respecto al público al que se dirige. Es decir, que, frente a lo que pensaba Tietze, el argumento basado en lo probable no se desarrolla
aunque el orador muestre que no es un experto en el arte retórico, sigue los procedimien­ en Eurípides desde su desconocimiento. Por el contrario, el testimonio procedente de
tos comunes empleados en la asamblea, que facilitaban su labor, y que, en general, serían Cretenses™5, fechado alrededor del 430 a. de C.106, y único ejemplo de un empleo del
accesibles incluso a oradores que no tuvieran una profunda formación retórica. Eticos* en el que aparece el término técnico, es uno de los más antiguos conservados. Este
testimonio, según Goebel, prueba que el eíkós* era un recurso bien conocido por Eurípi­
El interés de Andócides para el estudio de los discursos tucidideos tiene mucho que
des antes del 427 a. de C. Progresivamente se iría introduciendo en las intervenciones de
ver con esa mayor simplicidad de sus intervenciones, en las que se reflejarían con clari­
los personajes de manera más sutil y, consiguientemente, menos obvia. La asimilación
dad los procedimientos habituales empleados por los oradores asamblearios. Es decir, el
progresiva del Eticos* llegará a convertirse más adelante en un objeto de parodia: después
valor de sus discursos no radica en la mejor o peor plasmación de una normativa elabo­
de un entusiasmo original, se produciría una progresiva asimilación en el marco del pen­
rada, sino en el hecho de que son exponentes de los argumentos y recursos empleados en
samiento ateniense.
el día a día de la asamblea ateniense. Por ello son especialmente significativas sus argu­
mentaciones basadas en la Trapaaiceufi de las naciones en contienda (And. III, 13-16 y Aparte del valor que la crítica le ha otorgado a las obras de Eurípides con relación al
28-32). De hecho, algunas de las reflexiones sobre la Súvapis* tienen puntos en común origen de la retórica en Atenas, Finley107 ha destacado los puntos de contacto existentes
con respecto a los discursos tucidideos. Ambos fueron contemporáneos y sus vidas estu­
tanto con los discursos tucidideos, como con la normativa recogida por el Estagirita (Rh.
vieron marcadas por hechos e influencias similares108. La comparación entre ambas
1359 b 34 ss.). Todo ello señala líneas complementarias de estudio que, en gran medida,
obras permite determinar qué elementos de sus discursos se corresponden con lo que era
confirman la validez general de algunos datos decisivos de la obra tucididea.
común en la Atenas del 431 a. de C. y cómo Tucídides representa la oratoria de los años
6. Mientras que los discursos de Antifonte y de Andócides proporcionan un punto de que describe109. Sin embargo, hay que tener en cuenta una cuestión a la hora de realizar
comparación dentro del ámbito oratorio, dramaturgos como Eurípides o Aristófanes nos este tipo de comparaciones: Cuando existen similitudes entre dos autores, podría no tra­
muestran, integrados en el marco de sus composiciones, elementos de gran interés para tarse de una imitación de uno con relación a otro, ni siquiera que se estuviera siguiendo
conocer el desarrollo de los procedimientos intelectuales y retóricos en esta época". la misma fuente, sino que ambos estuvieran usando expresiones convencionales. En el
Desde antiguo, la crítica ha dirigido su atención sobre Eurípides como un autor cla­ caso de la retórica este es un hecho evidente y bien conocido (Arist. Soph. Elench. 183 b
ramente influido por el movimiento retórico dominante en Atenas en la segunda mitad 36). Así. las afinidades entre Tucídides y Eurípides no tienen que ser, por fuerza, fruto de
del siglo V a. de C100. E. Schwartz101 consideraba que los discursos presentes en las tra­
gedias euripideas podían proporcionar una evidencia complementaria en la tarea de 103 G. H. GOEBEL, Early. pp. 266-373.
104 Los pasajes estudiados por Goebel son los siguientes: Ale. 629-72 y 675-705; Med. 465-519 y 522-
reconstrucción de la retórica griega de aquellos años, convirtiéndose en un testimonio
75; Cre/.; Hipp. 902 ss.; Andr. 147-80 y 184 ss.; Hec. 1120 ss.; Tr. 906 ss.; El. 1011 ss.
crucial a la hora de intentar demostrar que hubo una retórica formal en Atenas antes de la 105 Fragmento editado por W. SCHUBART y U. VON WILAMOW1TZ. Berliner klassiker Teste V 2,
introducción de la retórica siciliana. Por su parte, F. Tietze102 toma a Eurípides como Berlín. 1907. pp. 73-9. también D. L. PACE, Greek Literary Papiry I. Cambridge-Londrcs, 1942, pp. 70-7. Cf.
también, de manera general, las ediciones que recogen todos los fragmentos conservados de la obra, como C.
AUSTIN. Nova Fragmenta Euripidea in Papirys Reperta, Berlín. 1968, pp. 49-58. y R. CANTARELLA. Euri­
pide: I Cretesi, Milán, 1963.
% Cf. también el capítulo «Oratoria», en P. E. EASTERLING y 13. M. W. KNOX (eds.), Historia de la 100 Con relación a la cronología euripidea, Cf FlNLliY. Essays.. pp. 7-8.; GOEBEL, Early, pp. 266 ss.
Literatura Griega (Cambridge Univcrsity), tr. esp.. Madrid, 1990, pp. 541-570. especialmente pp. 547-548. 107 J. H. FINLEY. «Eurípides and Thucydides», Essays, pp. 1-54.
J) También, en el ámbito del teatro, Esquilo nos ofrece uno de los testimonios más tempranos sobre la 108 FINLEY, Essaxs, p. 1. afirma que es posible que ambos autores se encontraran en la corte de Arquc-
retórica judicial en el llamado juicio de Orestes de Eumenides (circo 458 a. de C.). Cf. GOEIíHIEarlv, pp. 55- lao. Cf R. H1RZEL, «Die Thukydideslegende» Mermes 13 (1878) 46-9.
73; KENNEDY. Persuasión, pp. 41 y ss. 109 Las claras correspondencias entre los discursos pronunciados por Pericles y la' AQqvaítüV IloXtreía
100 Cf.. entre otros, M. LECHNER. De Euripide Rhetorum Discípulo. Berlín, 1874; 1 h. MI LEER, Eurí­ indica que, al menos en ciertos casos, Tucídides atribuye al estadista ideas que fueron, aparentemente, lugares
pides Rheloriáis, Golinga, 1887 y J. T. LEES, Aimuarós Aóyos in Eurípides. Ncbraska. 1892. comunes de discusión en aquellos años. Cf F. TAEGER. Thukydides, Stuttgarl. 1925. pp. 174-88. Los pasajes
101 SCHWARTZ, Commeniatio. relacionados se pueden consultaren FINLEY, Essays, p. 4. n. 8. Con respecto a los discursos Cf especialmente
102 F. TIETZE, Die euripideisclien Reden und ihre liedeutunv, Breslau. 1933. las pp. 17-8; 22-24; 30-35; 40-44; 49-50.
38 JUAN CARLOS IGLESIAS ZOIDO
LA ARGUMENTACIÓN EN LOS DISCURSOS 39

la imitación de un rétor u orador concretos, sino el simple seguimiento de unas reglas


4.2. La ttlcttls* en el siglo IV A. de C.
que la retórica hubiera codificado. Se hablaría, entonces, de herramientas de la retórica
del siglo V a. de C. En este sentido. Finley110 llega a la conclusión de que numerosos
Si en el siglo V los principales testimonios proceden de la práctica oratoria o del
pasajes euripideos muestran que ideas y formas argumentativas atribuidas por Tucídides
campo del teatro, en el siglo IV contamos con un tratamiento sistemático de los procesos
a sus oradores eran bien conocidas en la Atenas del momento en que esos discursos fue­
argumentativos por parte de las dos grandes retóricas conservadas, la aristotélica y la
ron realmente pronunciados. En especial, los argumentos basados en eikos*111, tó aup-
anaximenea.
(¡)épov y tó Síkcuov. Y. sobre todo, el empleo del eíkós* con relación al futuro, sir­
viendo de intrumento al hombre de estado para la TrpóyvüXJig. 1. La morís* en la Rh.Al presenta un tratamiento que, aunque coincide con el aristo­
télico en una serie de puntos, se caracteriza por una mayor simplicidad. Anaxímenes
7. Las comedias de Aristófanes son otro punto de referencia inexcusable. En gene­ divide el sistema de ttíoteis* de un modo similar al aristotélico: por un lado, e£ crimúv
ral, como destaca Murphy112. la retórica en el ultimo tercio del siglo V no había sido estu­ TL0V XÓyiüV Kai TlüV TTpá^EüjV KCti TÚ)V ávGpCüTTüJV y, por otro, ettíGetoi TOIS*
diada en conexión con la comedia por la actitud negativa que parecía anidar en la obra XEyopévois* Kai tois* TrpaTTopévois*. Esta clasificación equivale, a grandes rasgos, a
aristofdnica con respecto al nuevo movimiento. De hecho. Blass"3 señala que, en oposi­ la de moTeis* evtexvoi y cítexvoi. Además, en la determinación de las ttíoteis* técni­
ción a lo que ocurre en el ámbito de la tragedia, la comedia se dedicó a atacar este tipo de cas, existe la posibilidad de que elementos de la naturaleza humana puedan emplearse
educación. Sin embargo, en los últimos años, la consideración de Aristófanes como autor como base de argumentaciones racionales. Así, por ejemplo, en el tratamiento del eL
consenador, aristocrático y enemigo de la nueva cultura que se estaba desarrollando en kós*, se considera que los rráQq pueden ser fuentes de un razonamiento de tipo entime-
Atenas ha sido renovada a la luz de los nuevos estudios sobre el papel jugado por la mático.
sofística114. Parece claro que Aristófanes, aunque se resistió a aceptar las nuevas ideas, Dentro de las ttíoteis* inventadas hay una gradación entre las más especulativas
fue influido conscientemente por ellas. De hecho, según de Carli115, Aristófanes prestó (eíkós* y TTapdSEiy|ia) y las que conducen a la verdad de manera más unívoca (indicios
atención al estudio del lenguaje y de los procesos de persuasión, sin por ello dejar de y refutación). Su empleo tiene lugar en la sección del discurso denominada (3e(3aíioois*,
parodiar los excesos cometidos por los sofistas. Así, por ejemplo, sus críticas contra combinándose con lo justo, legal, conveniente, etc. en función de alcanzar un acuerdo
Eurípides estaban motivadas por mezclar la retórica con la tragedia. (ópoXoyía). Con todo, la importancia de esta parte del discurso es menor que en la
obra aristotélica. Se presta una mayor atención a partes como el proemio y el epílogo
Pero estas parodias y críticas no hacen más que reflejar un buen conocimiento de los
—fundamentales para preparar a un auditorio o a los jueces y considerados como e£üj
manuales de retórica del siglo V. Y no sólo se observa a través de estas estimaciones
toü TrpdypaTos* por Aristóteles— además de procedimientos como la TTpoKQTáXri^is*.
negativas, sino que en sus obras se destaca un número considerable de intervenciones
que pueden equipararse a discursos. De hecho. Murphy señala una lista de quince discur­ 2. Frente a la Rh.Al, la concepción aristotélica sobre la argumentación y sus elemen­
sos1^ que parecen seguir la práctica habitual de los oradores y que aportan datos tanto tos es fruto de un estudio complejo que pretende analizar las causas y consecuencias de
con respecto al género judicial como con respecto al deliberativo. La clara organización la persuasión. Como es bien sabido, la visión que Aristóteles tiene de la retórica rompe
de los discursos y la frecuente aparición de lugares comunes demuestra el Ínteres y cono­ con el sistema dominante en su época117. Frente a un estudio del discurso basado en sus
cimiento de los principios del arte. Con lodo, hay una diferencia fundamental con otros partes (pópia Xóyou), el filósofo concibe una estructura en la que este aspecto, sin dejar
autores del período: Aristófanes es un poeta cómico y su intención última es utilizar los de ser fundamental, sólo es una sección dentro de un esquema más amplio. La conse­
conocimientos retóricos para entretener y divertir a su público. cuencia inmediata es que la retórica comienza a organizarse básicamente en tres niveles:
inventio o creación de los argumentos que fundamentan una tesis118, dispositio o disposi­
ción en la que se organiza el discurso, y tdoculio o forma lingüística que adoptan las
ideas. Teniendo en cuenta esta estructura119, Aristóteles habla de un sistema argumenta­
tivo en el que el concepto ttíotis* ocupa un lugar central, hasta el punto de que su trata­
110 FINLEY. Essays, pp. 49-54. miento y estudio se consideran como el principal objetivo de cualquier manual retórico
111 Cf. entre otros casos, los siguientes: lia. 288. El. 947, 1036; Hec. 271. 282. 1207: Heracl. 1314; Ion (Rh. 1354 a 13 y b 21). Sin embargo, la simple determinación del contenido de este tér-
594-611: Hipp. 1008; Or. 532.. J. T. Lees cita también los siguientes pasajes en los que Eurípides hace uso de
TCKpfipio: Ale. 634.653; Amlr. 677: £/. 1041, 1086; Hec. 1206; He!. 920; Heracl. 142; /. A. I 185; Tr. 961,962,
970. 117 Cf en este sentido F. SOLMSEM. «The Aristotelian Tradition in Ancient Rhetoric» AJPh. 62 (1941),
112 Ch. T. MURPHY. «Aristophanes and the Art ol Rhetoric», AJPIi (1941) 69 ss. 35-50 y 169-190.
113 Cf. BLASS. Beredsamkeit, vol. I, p. 45. 118 Cf Rh. ad Herenitnn 1,2,3: inventio est e.xcoi’itatio rerum veraruni aut veri similiiun quae caitsam
! 14 Una bibliografía sobre esta polémica se encuentra en E. de CAREL Aristafane e la sofistica, Floren­ prohahilcin reddant.
cia. 1971. pp. IX-XI. 119 Cf SOLMSEM, AJPh. 62 (1941), 169-90, en especial, el análisis que hace sobre la influencia de la
! 15 Cf. CARLI, Aristofane. pp. 26-39. ratio aristotélica sobre los posteriores sistemas retóricos, tanto con respecto a las diversas partes del discurso,
li<‘ Cf MURPHY, AJPh (1941), 81, n. I. Un análisis detallado del primero de ellos se encuentra en A. como a la concepción de la retórica como un sistema formado por cinco partes: inventio, dispositio, elocutio,
LÓPEZ EIRE. "Política, Retórica y Parodia en la Comedia Arislolanica (Acli. 497-556)», en MOROCHO adió y memoria. Las tres primeras se corresponden con las que indica Aristóteles.
GAYO. iJrama y Retórica, pp. 41-42.
40 JUAN CARLOS IGLESIAS ZOIDO
LA ARGUMENTACIÓN EN LOS DISCURSOS 41
mino presenta dificultades, incrementadas por las relaciones con otros aspectos de la
retórica aristotélica, como el papel desempañado por el f|0os* y el Trá0os\ de toda una nueva corriente interpretativa de la retórica aristotélica. Tradicionalmentc129, *
3. Definición de irían$ Grimaldi'20, en un polémico artículo, intentó establecer las se consideraba que las trotéis* evtexvol se dividían en tres apartados: los que corres­
diversas connotaciones de este término. Desde su punto de vista, dejando de lado el ponden al Xóyos*, q0os* y irdOos*. En el Xóyos* (que básicamente no sería más que el
Trpdypa o asunto del discurso) se incluyen las argumentaciones de tipo lógico y racional,
papel que desempeña como parte central del discurso, hay tres:
cuyas principales manifestaciones son el EvOúpqpa (= silogismo retórico) y el Trapá-
1. La morís entendida como base de argumentación. En este caso hemos de partir ÓEiypa (= inducción retórica). El f|0os* y el ttóGos* eran considerados como dos tipos de
de la conocida división entre Triaras evtexvol y arexvot. Las primeras se inventan a ttíoteis* en las que, al entrar enjuego elementos como el carácter o los sentimientos, pre­
través de un método (Rh. 1355 b 37 ss.). mientras que las segundas preexisten. En ese dominaba lo irracional o, por lo menos, un modo de argumentación claramente diferen­
proceso de invención es fundamental la existencia de una base argumentativa —«source ciado del anterior (e¡¡cu tgov aTToScLÍÍEüJv). Desde el punto de vista del filósofo, estaría
material Cor demonstrative proof» en palabras de Grimaldi'21—, constituida por tres dirigido especialmente a la parte menos instruida del auditorio, aquella a la que una argu­
apartados: q0os, ttóQos. Xóyos120
122. 121 mentación cercana a la dialéctica produciría menos efecto.
2. Aristóteles también denomina morís a la forma que adopta ese material retórico. Frente a esta interpretación, Grimaldi considera que con el término morís* Aristóte­
Es en este nivel en el que se ubican elementos como el ev0úp.qp.a y el rrapd8eiyp.a. les tiene en cuenta tres niveles distintos: el primer nivel —fuente material de pruebas
Ambos actúan como los intrumentos lógicos que construyen una argumentación proba­ demostrativas— no sólo esta constituido por el Xóyos*, sino también porqBos* y mí0os*.
ble dirigida al enjuiciamiento de los oyentes123. Es decir, tres tipos de fuentes a partir de las que se puede formar un mismo tipo de argu­
mentación entimemática. En el segundo nivel, las ttíoteis* como modo de argumenta­
3. Finalmente, el término morís también es usado para designar el estado mental de
ción estarían constituidas por Ev0úp.qp.a y TrapáÓEiypa. Esta concepción se contrapone a
convencimiento producido en el auditorio'24.
la visión tradicional, que considera los tres tipos de ttíoteis* técnicas como dos modos
La respuesta a esta triple interpretación de Grimaldi no se hizo esperar, aunque en independientes de demostración retórica: un modo lógico o entimemático (a partir del
diferente sentido, a través de autores como Wikramanayake125 o Lienhardt126. El primero Xóyos*), y un modo no lógico (a partir de f]0os* y míOos*). De este modo, ahora, dejando de
intentó refutar las anteriores conclusiones analizando el uso de ttíotis* a lo largo de toda lado el uapáÓEiypa por su menor importancia a la hora de ordenar la argumentación de
la Rh.. La tesis que defiende es que sólo se pueden distinguir los dos últimos sentidos tipo lógico, el EvOúpqpa se convierte en el instrumento básico al que recurren los tres
señalados por Grimaldi. pues, cuando el filósofo se refiere a las «fuentes» empleadas, tipos de ttíoteis*.
siempre usa un circunloquio'27. Por el contrario. Lienhardt128 llega a distinguir hasta seis En resumen, lo que Grimaldi ofrece es una distinción entre Base - Forma - Efecto. Es
significados diferentes dependiendo del contexto en el que se encuentra el término, aun­ decir, hay un nivel que actúa como fondo o base (Xóyos*, fi0os\ ttóOos*) que ha de ser
que su sentido básico es el que Grimaldi citaba en tercer lugar: «estado de mente produ­ ordenado siguiendo una forma (EvOúpqpa o TrapáSEiypa) y que tiene como finalidad
cido en el auditorio». producir un efecto (ttíotis* o convicción).
Como podemos observar, en la determinación del contenido de ttíotis*, Grimaldi Grimaldi, con esta interpretación del término ttíotis* no hace más que retomar las
destaca por su referencia a las fuentes sobre las que se basa la argumentación del dis­ ideas enunciadas por Solmsem'30, quien creía haber recobrado el verdadero sentido de la
curso. Este es un aspecto de fundamental importancia, ya que ha propiciado la apertura teoría aristotélica sobre las ttíoteis* y los procesos argumentativos en la retórica a través
de su interpretación de De Oratorc 2.27.115. En este pasaje. Cicerón ofrece una visión
120 W. M. A. GRIMALDI. -A Note on ihe moréis in Arisiotle’s Rhetorio», AJPIi. 58 (1957), 188-92. del discurso entendido como algo unificado:
121 Cf. GRIMALDI. A7/J/i. 58 (1957). 190. Otras definiciones paralelas: <» so urces íor inducing bclief» (p. Ita ornáis vatio dicendi tribus ad persuadendum rebits est ni.xa: ut probemus vera
191) o «sources for rhetorical demonsiralion» (p. 191). Cf. también W. M. A. GRIMAI 1)1. Aristotle: Rhetoric esse, cjuae defendimus; ut conciliemus eos nobis, ijui audiunt; ut ánimos eoruni, ad
l. A Conimentary, Nueva York. 1980. p. 349: «ihe arcas on wich the rhctoricians musí concéntrale in seeking
material for his deductive. inductive argumenta. cjuenicumc¡ue causa postulabit motum, vocemus.
122 Cf. Rh. 1356 a 1 y ss.: tüv 6c óiá toü XÓ70U Tropifopcvu.iv moremu rpía ri'óq écrnv. La vatio dicendi (discurso) representa en sí misma la concurrencia de vatio probandi
123 Cf. Rh. 1354 a 14: 1355 a 4, 27: 1355 b 35; 1356 a 1. 14, 21; 1358 a 1; 1303 b 5; 1365 b 20, 1366 a (análisis lógico del tema), vatio conciliandi (íjOos*) y ratio comnovendi (Trd0os*). Para
18.27: 1375 a22; 1377 b 12: 1388 b 30; 1391 b26: 1393 a 22. 23: 1403 b 7, 9; 1414 a 37; 1414 b 8, 9, 10, 11;
1416 b 33; 1417 b 20: 1418 a 18 y 1418 b 7. 9. 23. Cf. G. E. WIKRAMANAYAKE, «A note on the ttlotcict in Solmsem, este pasaje no es más que una interpretación ciceroniana de lo que es el dis­
Aristotle' s Rhetoric». AJPh. 82 (1961) 193. curso para Aristóteles: una unidad cuya capacidad de persuasión se cimenta en la combi­
124 Cf Rh. 1367 b 29 ss.; 1377 b 25 y 1394 a 10. nación de las tres ttíoteis*.
125 G. E. WIKRANAMAYAKE. AJPh. 82 (1961). 193-6.
126 C/. J.T. LIENHARDT, -A note on the meaning oí TTÍOT19 in Aristotle’ s Rhetoric»», AJRIi 87 (1966), 4. Contradicciones Planteadas: La interpretación de ttíotis* como fuente de entime-
446-454.
127 Cf WIKRAMANAYAKE. AJPIi. 82 (1961), 194. mas, contrapuesta a la mantenida tradicionalmente, precisa una explicación detallada que
128 J. T. LIENHARDT, AJPh 87 (1966), 446-454.
I2V Cf E. M. COPE, Introduclion, pp. 99-100. E. MARX, .«Aristóteles’ Khctorik». ÜSG 52 (1900), 286-
288: KENNEDY, Persuasión, pp. 95-99 y Classical Rhetoric aiul its Clirislian aml Secular Tradition frota 130 F. SOLMSEM. <« Aristotle and Cicero on the Orator’s Playing upon the Feelings», CPI¡. 33 (1938),
Ancienl lo Modera Times, Londres, 1980. pp. 68-70. J. SPRUTE. Uie Pnthymcmtheorie der ahsioielischen 390-404. (= Klcinc Schrifien. Hiklesheim, 1968,vol. 11. pp. 216-30.). Cf. también la introducción de J. WISSE,
Rhetorik, Gotinga, 1982, pp. 58-67. Pillos and Patitos froni Aristotle lo Cicero, Amsterdam, 1989, pp. 1-4,
42 JUAN CARLOS IGLESIAS ZOIDO
LA ARGUMENTACIÓN EN LOS DISCURSOS 43
intente solucionar las aparentes contradicciones que, a este respecto, se observan a lo
largo de toda la obra. Grimaldi131 parte de la idea, ya enunciada con anterioridad, de que el En este línea, especialmente trabajada en los últimos años, se encuentran los estudios
entimema es el centro de todo el sistema de ttíotcisl a la vez que su principal instrumento de Conley, Wisse o Racionero135. Estos autores, desde perspectivas diferentes, retoman
metodológico de integración. Al igual que el silogismo científico organiza las fuentes del una idea esbozada en la Rh. y que ya destacaba Grimaldi136: si el lugar común es la prin­
cipal unidad a partir de la cual se construyen razonamientos entimemáticos en el ámbito
conocimiento, así el silogismo retórico (=ev0úpr|p.a) puede organizar las fuentes de la
de la ttlqtis* lógica (Xóyos*), en el campo del f|Oos* y el uáQog su función sería desempe­
convicción. Cuando Aristóteles llama al entimema acopa rfjg more(09 {Rlt. 1354 a 15 y
ñada por otra unidad, la TTpÓTaais*. Llegados a este punto, los autores intentan explicar,
ss.) se refiere a un elemento que es capaz de contener y dar forma a las tres fuentes argu­ de un modo más concreto, el proceso que siguen los elementos irracionales o casi irra­
mentativas. Grimaldi considera que no hay una base sólida para pensar que el entimema cionales para introducirse, a través de la TTpÓTaais\ en el campo de lo racional. Las difi­
tiene su fuente únicamente en los aspectos lógicos del tema. Según esta interpretación, cultades tienen su base en el hecho de que Aristóteles muestra el comienzo del camino,
toda demostración retórica que se dirige a completar el juicio del oyente en el área de la pero no su desarrollo. Así, al comenzar el tratamiento de las pasiones, muestra su método
acción humana demanda una presentación que reúna tanto el intelecto (Xóyos*) como las de análisis:
facultades apetitivas (f)0os* y 7iá0os*). Consecuentemente, los instrumentos de tal demos­ Rh. 1378 a 24 y ss. [Refiriéndose a los distintos tipos de 7rá9q] ... Aei 8é SLaipeTu
tración. ya sean deductivos, ya inductivos, deben integrar estos elementos. TTepi EKdOTOV 6¿S* Tpíd' XéyCü 8’ 0L0V TTEpi Ópyf¡S\ 7Tí¿9 T€ SiaK6Lp.€V0l ÓpyíXoi
elaí, Kai rícnr ei(ú9aaiv ópyí£ea0ai, kql ¿ttí ttoíols.
Grimaldi no puede obviar la insistencia de Aristóteles en el sentido de primar el
ámbito más racional y de que el entimema. como silogismo retórico, es su instrumento Es decir, Aristóteles provee un método para analizar las pasiones, estableciendo una
distinción entre tres aspectos: en qué estado se encuentran los que son objeto de una
deductivo. No obstante, aunque el entimema aparece identificado con la prueba lógica y
pasión o sentimiento, contra quiénes se dirige y por qué asuntos. Racionero137 interpreta
claramente separado de las otras dos en algunos pasajes (Rh. 1418 a 1- b 4), en otros {Rh.
este distinción indicando que «establece los criterios generales de donde se obtienen los
1375 a 25 ss.) es difícil establecer una absoluta identificación entre el entimema y la enunciados retóricos relativos a las pasiones, de manera que, en este sentido, dibujan el
demostración (dnóóeifis) para indicar una representación absolutamente lógica del marco de una tópica global...... Sin embargo, aunque se asocia el funcionamiento de las
tema132. Evidentemente, el punto al que se pretende llegar es que el entimema, como TTpoTdaeis* con el de los tóttol, no se indica con claridad la manera en que esto puede
modo retórico de demostración, no es exclusivamente racional133, sino que también ha de llegar a producirse, aspecto que será analizado en el capítulo siguiente.
incluir la consideración del f|0os y el rráOos*. La retórica, entendida como un instrumento
5. Tras analizar los diferentes sentidos del término ttlcttis*, señalando como más
que prepara para la praxis, debería mostrar un cuadro en el que se unieran los tres ele­
acertada la triple interpretación de Grimaldi, el aspecto más importante es que fj0os y
mentos. Y esta situación ha de producirse en el entimema, al constituir el centro del pro­
ttgíOos*. junto con Xóyos*, pueden convertirse en fuentes de razonamientos de tipo entime-
ceso retórico aristotélico134. mático. Esta nueva visión del funcionamiento de las Triareis* y de la forma que pueden
adoptar es especialmente útil para un replanteamiento del papel que desempeñan los dos
5. El r¡6og^' el iráQog como fuente de razonamiento: Toda esta teoría, que coloca al
primeros elementos, tradicionalmente considerados irracionales, en los procesos argu­
entimema como centro del sistema argumentativo y que ofrece una visión de las 17107619
mentativos estudiados por el Estagirita. Sin embargo, junto con todo lo ya señalado, hay
como fuente generadora de razonamiento en función del entimema, ha de ser completada que destacar una importante laguna: la inexistencia de una investigación complementaria
con un estudio que determine con claridad el modo en que las fuentes teóricamente irra­ que, más allá del estudio de los planteamientos teóricos de los manuales, demuestre, de
cionales (r)6ogy 710805*) pueden actuar como base de razonamiento para el entimema. un modo práctico, a través de los discursos conservados, la existencia de auténticos argu­
mentos racionales cuya base esté constituida por el f|0os* y el TíáGos*. En este sentido, se
131 W. M. A. GRIMALDI. Studies in llie Plülosophy ofAristntle ’.v Rhetoric, Wiesbaden, 1972. abre un campo de investigación de fundamental importancia para conocer mejor no sólo
132 De hecho, en Rh. 1376 a 29-32 se nos indica que el enlimeina puede ser derivado a partir de tópicos la retórica y oratorias del siglo IV a. de C., sino que también el sistema de persuasión
que se relacionan con el q0o?. En Rh. 1368 b 1-5 es clara la presencia de las fuentes tanto del TTpáyim como del
empleado en la Grecia del siglo V a. de C.
fyJo? y el irdOo?.
133 La comparación con la Ética Nicomaquea es especialmente útil. Así, en El. Nic. 1098 a 3 y ss. se
afirma que la naturaleza del hombre con relación a la acción conlleva dos elementos: intelecto y apetito. El uno
es directivo, el otro está sujeto a dirección y es capaz de obedecer unas reglas determinadas. Ambos son nece­
sarios. En El. Nic. 1102 a 27 y ss. encontramos que el alma del hombre entendida como responsable de la
acción humana se basa en dos factores a la hora de actuar: viwg y ópcfis*. Si teniendo en cuenta todo esto, vol­
vemos la mirada al principio de la praxis, observamos que ésta es el resultado de ambos elementos. De este
modo. 77060?, ti9o? y Xóyo? se encuentran íntimamente unidos en esa praxis.
134 En esta dirección es como se puede entender una cita como Rh. 1377 b 16-24. en donde Aristóteles
dice que óófen y TTpoTÓoei? son útiles para probar: tenemos a nuestra disposición opiniones generalmente
aceptadas y afirmaciones preposicionales sobre el lema en cuestión en cualquiera de los tres niveles de la retó­
rica. A partir de esas opiniones y proposiciones se forman los entimemas
135 T. CONLEY, «TrdOq and ttíotci?: Aristollc Rhel. II, 2-11», /termes 110 (1982), 300-315: Q. 136 GRIMALDI, Sliulies, pp. 130 ss.
RACIONERO. Aristóteles: Retórica, Madrid. 1991. i ’7 Cf. RACIONERO. Retórica, p. 311. n. 10.
CAPÍTULO I

LA ARGUMENTACIÓN EN LOS DISCURSOS DE TUCÍDIDES:


ELEMENTOS BÁSICOS DE ANÁLISIS

1. El análisis de la argumentación en Tucídides tiene como base metodológica la


concepción aristotélica de las mcrreis* évrexvoi, que dependen de un proceso de inven­
ción y tienen tres fuentes relacionadas con los factores de la comunicación
(mensaje/emisor/auditorio)1: a partir del Xóyos*, a partir del q0os* y a partir del ttóGos*.
El Xóyos* remite al tema del discurso (rrpaypa), o, más concretamente, al conjunto de
aspectos que conciernen a un tema. Así, en el caso del tema de la guerra, la argumenta­
ción a partir del rrpayp.a toma como base el número de hombres y naves con que cuenta
una nación o la intendencia precisa para comenzar una campaña. En el tema de las alian­
zas, el orador puede argumentar teniendo en cuenta la proximidad o lejanía de sus posi­
bles aliados, la potencia que podrían aportar e, incluso, qué enemigos se ganaría como
contrapartida.
El f)0os* es un parámetro que permite elaborar un razonamiento tanto a partir de
características personales (<j>pói/r)ors*, áperq y eúi'oia) que hacen a^iómcrros* a un ora­
dor, como a partir de características genéricas. En el primer caso, el énfasis recae sobre
Rh. 11, I, mientras que en el segundo caso sobre Rli. II, 12-17, en donde el Estagirita ana­
liza los caracteres de los hombres según la edad (joven, maduro o viejo), los estados de
fortuna (rico/afortunado), etc. Esta visión puede completarse en el ámbito deliberativo
con aquellos elementos que se desprenden del análisis de los distintos regímenes políti­
cos (Rli. 1,8). De este modo, el estudio de los comportamientos desarrollados por una
comunidad en un régimen democrático u oligárquico serían susceptibles de ser emplea­
dos con una finalidad argumentativa.
Finalmente, con respecto al Trá0os\ Aristóteles considera que el análisis del temor, el
valor, la envidia o la compasión forma parte de un estudio psicológico en el que los rrá0q
muestran un mecanismo de luncionamiento común a todos los hombres. Sus diversos
aspectos han de ser tenidos en cuenta por quienes pretendan conseguir una respuesta
emocional de su auditorio o especulen sobre las consecuencias o alcance último de cada

••

i [7sla tripartición de los elementos básicos de la comunicón fue recogida y ampliada por K. BUI1LER:
Spracluheorie. Me Darstelliuii-sfunklíon der Sprache, Sluttgarl, 1965. pp. 24-33. Como señala GR1MALDI,
Studies, p. 136: «thc basie buildings hlocks of the art are the audicnce, the speaker, subject matter open to deli­
bera! ion and the source material hoth logical and psychologieal wich will enable the audience under the infor-
med direetion of thc speaker». CJ. también A. HELLW1G. Rlietorik p. 59.
48 JUAN CARLOS IGLESIAS ZOIDO
LA ARGUMENTACIÓN EN LOS DISCURSOS 49

uno de los Trd0r|. De este modo, el orador utiliza la cercanía de un mal o la gravedad de
tanto el orador como su auditorio, comparten. Evidentemente, al tratarse de un entimema
sus consecuencias como elementos básicos para generar temor o argumentar sobre su
y no de un silogismo, esas ideas generales son sólo probables. Su contenido es discutible
base. O. en el caso de la compasión, han de tenerse en cuenta los males que aquejen a
y, de hecho, ésta es la base que permite el debate oratorio: la misma premisa puede ser
quien habla.
útil para quien defiende una posición y para el que defiende la contraria. El segundo ele­
2. La retórica previa asignaba cada uno de estos elementos a las partes estructurales mento, premisa menor, estaría formado por aquellos casos y situaciones concretas que
del discurso. Así. el proemio sería el lugar más indicado para desarrollar el riGos*, el epí­ son útiles para establecer una conexión lógica entre los planteamientos probables de la
logo para el TráBo* y, la argumentación del discurso se basaría de manera preferente premisa mayor y las afirmaciones de la conclusión, por lo que proporciona la estrategia
sobre el Xóyog. Lo cierto es que este cuadro muestra una oratoria en la que el cuerpo con la que el orador consigue que los componentes del auditorio admitan una conclusión
argumentativo se estructura básicamente sobre el TTpáypa o tema del discurso. Sin no compartida previamente. De este modo, la premisa menor es un elemento decisivo
embargo, esta situación no es la habitual en la oratoria ática y, de hecho, el propio Aris­ que determina la persuasividad del mensaje. La conclusión muestra la idea resultante
tóteles señala la tendencia a tratar aspectos que se encuentran fuera del asunto. que apoya las intenciones del orador, representa lo que éste busca demostrar y es el
punto de desacuerdo entre orador y auditorio.
El problema es que la crítica, a la hora de analizar la argumentación de los discursos,
se ha dejado llevar por dos tendencias: por una parte, el análisis de los planteamientos 5. Una vez determinado el instrumento, el problema es conocer cómo las tres ttlcttels-
generales que estructuran el discurso y. por otra, un estudio de aspectos concretos de la técnicas pueden actuar como fuentes de entimemas. En este sentido, es fundamental el
argumentación. Así. en unos casos, nuestro conocimiento se limitaba a comprobar qué modo expositivo que sigue Aristóteles en su descripción de los Trá0q. Cada uno de ellos es
pensaba el orador sobre temas como la paz. la guerra o el elogio de la ciudad, mientras analizado teniendo en cuenta una tríada de preguntas: Troia/TÚvas/mos, es decir, cuáles
que. en otros casos, se analizaban elementos fácilmente individualizables como ocurre son, a quiénes afectan y de qué modo. A partir de ese sistema, el Estagirita proporciona un
con tópicos como lo justo, lo conveniente, etc. Esta situación ha cambiado en los últimos medio de obtener las premisas necesarias que forman parte de los razonamientos.
años al prestarse mayor atención a los procesos argumentativos en la retórica y oratorias Pero, ¿hasta qué punto son útiles esas upoTaaeis* para construir argumentaciones de
áticas. En este sentido, son emblemáticos los nombres de Grimaldi, Sprute o Goebel, tipo entimemático? Conley4 muestra el modo en que esas premisas pueden llegar a inte­
quienes han estudiado lairíoTis* y sus elementos constitutivos, entre los que destaca el grarse en el campo de la argumentación racional: Las diferentes TrpoTáocis* tienen la fun­
entimema. De hecho, como señala Grimaldi, lo que diferencia al entimema del silo­ ción de proporcionar una conexión entre la afirmación defendida por el orador y los
gismo. aportándole un valor decisivo, es el carácter probable de sus premisas, indepen­ dalos existentes, siempre que se trate de una conexión asumida lógicamente por el audi­
dientemente de que falte o no alguno de los elementos que constituyen el razonamiento. torio. Se forma un silogismo racional que da a los hechos una visión que los hace más
convincentes. Por ejemplo, una premisa del tipo «la gente actúa de un modo X cuando se
3. El estudio del entimema como elemento básico de la morís- se ha enfrentado tam­
encuentra en una situación Y» puede servir como base para fundamentar una argumenta­
bién a una cierta ambigüedad en el tratamiento aristotélico a lo largo de las diversas paites
ción a favor o en contra de una persona. En definitiva, se convierte en lugar a partir del
de la Rh. y a su reducido estudio por parte de la Rii.Al.. Hood2, autor de uno de los análisis
cual se pueden crear entimemas. Sin embargo, esta explicación no deja de ser un intento
más útiles, considera que el entimema ha sido malinterprelado, al relacionarlo más con el
parcial, ya que se limita al campo del ttó0os, dejando de lado el pOos*. En este sentido
sistema de la lógica aristotélica que con su epistemología, en cuyo contexto funciona como
sigue a autores como Banvick5 o M. H. Wómerh que consideraban que Xóyos, q0os y
el principio generador del discurso. La epistemología aristotélica reconoce lo probable como
TTÚOog podían tomar, de manera separada, una forma entimemática7. Wisse8 aporta una
una fuente válida de referencia y permite que las reglas de la retórica sean establecidas a par­
solución ecléctica que intenta integrar las diferentes opiniones al respecto. Así, el íj0os y
tir de la comprensión de sus causas: Una causa material, que es la ocasión y tema del dis­
el ttcíOos* en la retórica aristotélica pueden actuar como fuente de entimemas, tal y como
curso: una causa formal, que es el propio entimema como medio para descubrir y organizar
indicaba Grimaldi. pero no en exclusiva. La existencia de esta posibilidad no excluye
la prueba: una causa eficiente, que es la habilidad del orador para descubrir la prueba; y una
otros tipos de manifestaciones, lo cual es especialmente claro en el apartado del q0os*.
causa final, que es el descubrimiento de la prueba apropiada. La actividad esencial de la
Frente a una visión únicamente entimemática de este tipo de ttíotis*, se ofrece una con­
retórica es la interacción dinámica de causas materiales y formales llevadas a cabo por el
cepción más amplia de los procesos argumentativos en Aristóteles.
orador con la intención de demostrar algo. Con este planteamiento, el entimema se convierte
en el elemento central que estructura todo el discurso3.
4 Cf. CONLEY, Hermes 110 (1982).
4. Pero, ¿en qué consiste el entimema y cuál es su funcionamiento? Consta de tres s K. BARWICK. «Dic Gliederong der rhetorischen Tcchne und die horazischc Epislulu ad Pisones».
panes. El primer elemento, la premisa mayor, serían aquellas ideas generales que todos, Ilennes 57 (1922) pp. 1-62 y Philolopus 110 (1966) pp. 212-245 y 111 (1967) pp. 47-55.
(l Cf. M. H. WÓRNER. «ePalhos* ais Über/cugungsmitlei in der Rhctorik des Aristóteles» en 1. CRÁ-
MER-RÜGENBERG (ed.) Patitos, AJ'fekl. Gefühl. Friburgo-Munich, 1981. consúltese también su obra,
recientemente aparecida Das Eiliisehe in der Rhetorik des Aristóteles Friburgo-Munich, 1990.
: M. I). HOOD. Aristotle's kiilliymcnw: it.v Theory muí Application lo Disidióse, l IMI. 1084 7 Cf con la postura de Grimaldi, quien consideraba que en el entimema se producía la combinación de
3 Un magnífico análisis del papel del entimema en la retórica clásica en F. COR'I LS (iAHAlJI)AN. los tres tipos de ttíotci?.
"Lisias 24. Uciura aristotélica de la argumentación», en Acias de los IX .lomadas de lilolopía (¡riepa, Cace- 8 Cf WISSE. Etilos aiul Patitos, pp. 9-28.
res. 1994 (en prensa) y «Formas y funciones dd entimema en la oratoria ática». CPC (1994) (en prensa).
50 JUAN CARLOS IGLESIAS ZOIDO

Evidentemente, la base del problema se encuentra en el hecho de considerar de qué


modo elementos como los Í]8t) y los ttú0t|. supuestamente irracionales, pueden integrarse
en un razonamiento entimemático. El problema se resuelve si, por ejemplo, con respecto
al TidOosL consideramos el ejemplo práctico de los discursos tucidideos: en este caso no
son <j>ó3o? y ©úpaos* en sí mismos, sino sus causas y modo de funcionamiento los que
proporcionan premisas con las que se construyen argumentaciones de tipo entimemático. CAPÍTULO II
Y su funcionamiento está íntimamente ligado al apartado del upaypa, la más lógica de
las trotéis* aristotélicas. El sistema general resultante muestra que Xóyos*, r¡6os* y tríGos*
pueden convertirse en tres fuentes de premisas mayores de silogismos retóricos. EL TEMA DEL DISCURSO (TTpayfia):
6. Pero no sólo pueden actuar como fuentes, sino que lo más interesante es que de
nuevo aparecen Xóyos*, f|6os* y ttúOos*. pero como objetivo o función del entimema. En 2.1. El papel del -rrpaypa en la argumentación del discurso
efecto, el razonamiento elaborado tendría como objetivo ya el desarrollo estrictamente
lógico del tema, ya la búsqueda de la credibilidad o áfiomoría, ya la incitación de los 1. A pesar de que Aristóteles señaló {Rh. 1414 a 31-b 18) que el tema, junto con sus
iiáOri del auditorio. De este modo, el entimema basado en aspectos estratégicos haría diversos componentes y ramificaciones, tenía que constituir la parte esencial de cual­
avanzar el tema del discurso; el que se basara en los caracteres de los hombres haría más quier intervención oratoria, la práctica cotidiana había marcado un camino diferente.
creíble la postura del orador y menos aceptable la del contrario; y, finalmente, el enti­ Resultaba más fácil, o más útil, la utilización de elementos que se encontraban fuera del
mema que se basara sobre el funcionamiento de los TTÚGq ayudaría a la excitación de los ámbito del asunto o, en palabras del Estagirita, ¿fio too Trpáyparos*. Los elementos que
mismos de una manera complementaria a otros elementos no entimemáticos como las se apartaban del tema habían demostrado sus ventajas. Y en un ámbito tan utilitario
exhortaciones, los imperativos, etc. como el de la asamblea o, en su caso, los tribunales de justicia, efectividad era la palabra
clave. Alcanzar el éxito empleando los rudimentos oratorios que fueran precisos era la
7. Lo que es comúnmente aceptado en la normativa retórica y en la oratoria práctica consigna de cualquier orador que pretendiera medrar en una sociedad como la ateniense
también ocurre en los discursos deliberativos de Tucídides, en los que no sólo se com­ de finales del siglo V y comienzos del IV a.C. En consecuencia, recursos tan productivos
prueba la presencia de aspectos externos al tema, sino que incluso el fjQos* y el TráGos* como los que proceden del ámbito del rjQos* y del TráGos* jugaron un papel decisivo a
están en la base de algunos de los procesos argumentativos más relevantes. La conse­ costa de invadir esferas reservadas al rrpaypa.
cuencia es que las argumentaciones tucidideas, de un modo similar al señalado por Aris­
De hecho, no puede establecerse una diferencia tajante entre las diversas trotéis*•
tóteles. se construyen tanto a partir de elementos claramente racionales, como a partir de Por el contrario, existen decisivos puntos de contacto entre ellas, ya que la división tri­
aspectos considerados tradicionalmente como «irracionales» o externos al asunto. partita propuesta por Aristóteles en función de los tres elementos básicos de la comuni­
cación retórica (emisor, mensaje, oyente) no aparece indefectiblemente en todos los
casos y situaciones. Es más. las alteraciones de la regla son frecuentes. Un orador puede
emplear entimemas y ejemplos basados en aspectos del rrpdypa de un tema deliberativo
para provocar, así, respuestas emocionales como el miedo o la compasión. Esto es lo que
ocurre con las premisas e ideas generales que conforman el grueso del tema de la paz, al
estar íntimamente relacionadas con los procesos que siguen dos rrdOq concretos como
son 4)0(309 y eXeos*: el temor a los cambios de fortuna es una de las ideas básicas para
alcanzar la paz y, a la vez, inspirar el temor y la compasión en el auditorio. Todo ello
conforma un camino de ida y vuelta en el que, a veces, las premisas propias del Trpdypa,
que tradicional mente se consideraban constituyentes básicos de los entimemas e inde­
pendientes de las otras trotéis*, no son más que una parte de la estructura argumentativa.
Por lo tanto, es difícil llevar a cabo un estudio aislado del upay^ia, sin tener en cuenta las
circunstancias ¿fio toü TrpáyqaTos* de las que hablaba Aristóteles {Rh. 1354 a 12 ss.).
No obstante, incluso en los casos en los que la credibilidad del orador o el juego
sobre las pasiones del auditorio demostraban ser el camino más adecuado, era imposible
vaciar de contenido el discurso y ofrecer sólo un ejercicio de habilidad retórica. El tema
tratado se mantiene en todo momento como una parte decisiva e ineludible de la estruc­
tura persuasiva del discurso. Qué decir sobre una cuestión dada, cómo enfocar el trata­
miento del Trpaypa, en qué argumentos centrar el esfuerzo persuasivo, fueron preguntas

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