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EL ANCESTRAL JUEGO DE DADOS Y ORÁCULO DEL QUECHUCAGUE O

PICHCA (CHILE)
Siglos atrás, desde antes que los españoles llegaran a América, la gente de la
vertiente occidental de Sudamérica practicaba un juego de azar que también
tenía connotaciones adivinatorias. En tiempos del Inca, luego en la colonia y
hasta principios del siglo XX, se habrían utilizado dados piramidales tanto con
fines lúdicos, así también como medio de predecir acontecimientos y hablar
con las huacas, que eran lugares sagrados donde se suponía que habitaban
espíritus y divinidades. Incluso en Perú se habrían utilizado como medio para
comunicarse con los difuntos durante los días de velorio, el cual es de
piedra de forma piramidal, con cuatro lados que poseen líneas paralelas en sus
costados. Dichas líneas aumentan progresivamente de una a cuatro y en su punta
posee un grabado en forma de cruz, que equivaldría a 5 puntos. Este dado
procedente de Curicó, fue donado al museo en el año 1891 por parte del
señor Román Bonn. Era utilizado en el juego de mesa conocido en el sur de
Chile como quechucague, mientras que en el norte del país y Perú era conocido
como pichca o huayru. Es relevante destacar que tanto la palabra pichca como
quechu significan “5” en quechua y mapudungun respectivamente, refiriendo
probablemente al número de lados del dado.
De este tipo de dados existen diversos ejemplos arqueológicos de época Inca,
entre los que destaca el hallazgo en la aldea prehispánica de Talikuna en la zona
de Caspana, región de Antofagasta. También se han encontrado varios
ejemplares en sitios incaicos de Perú como Pachacamac, Machu Pichu y Huaca
Tres Palos. Incluso hay registro de ejemplares en el noroeste argentino, en la
puna de Jujuy. Como se puede apreciar en la siguiente ilustración, estos son
prácticamente idénticos a aquel dado de nuestro museo, con el mismo tipo de
forma y marcas numéricas. Según los cronistas Martín de Murúa, Guamán Poma
de Ayala y Bernabé Cobos, era un juego masculino de práctica común en
tiempos incaicos e incluso se podían apostar animales y tierras
preferentemente en época de cosecha. Se practicaba tanto entre campesinos
como entre señores incaicos y líderes locales. Es posible que haya sido parte de
las estrategias Incas de control y relación política con las poblaciones locales, en
donde la ilusión del azar difuminaba el pragmatismo de la dominación imperial.

La forma de jugar consistía en arrojar el dado sobre un tablero en forma de


semicírculo dividido en dos mitades. En cada mitad había casilleros donde
cada jugador marcaba con fichas su puntaje, hasta que un jugador los completaba
todos y ganaba la partida. No está claro como este juego se popularizó entre los
mapuches, pero es descrito como de común práctica entre ellos tanto por el
cronista Alonso de Ovalle, así como también por el naturalista Juan Ignacio
Molina. Este último cuenta: “el quechu, que aprecian infinito, tiene una grande
analogía con el juego de tablas, pero en lugar de dados se sirven de un triángulo
de hueso señalado con puntos que echan por un arillo sostenido de dos palillos,
como era quizá el fritillo de los antiguos Romanos”.
ULAMA: UN JUEGO PREHISPÁNICO CON MUCHA HISTORIA
La cultura prehispánica, si bien ha pasado prácticamente a la historia, nos ha
dejado varias tradiciones que residen sobretodo en los
pueblos indígenas actuales. Uno de los más interesantes es el juego de pelota,
mismo que data aproximadamente de 3500 años y que en tiempos antiguos, era
considerado un auténtico deporte en la sociedad de Mesoamérica.
El estudio y descubrimiento del juego se dio a partir del descubrimiento de más de
2000 canchas, extendidas sobre todo por el suroeste de El Salvador y Estados
Unidos. Estas zonas, consideradas como auténticas joyas geológicas, dicen
mucho de etnias como lo eran la de los olmecas, los zapotecas, los toltecas, los
teotihuacanos y los aztecas.

El juego de pelota estaba basado en conceptos sociopolíticos y religiosos de la


época, puesto que sus canchas y movimientos obedecían a funciones y
significados muy arraigados en la sociedad de antaño: en él, tomaban parte las
creencias de su gente como el acceso al inframundo, los rituales para volver fértil
la tierra, la posición de los cuerpos celestes en el cielo, el culto a la guerra y los
sacrificios humanos, que también era una constante en varias culturas
mesoamericanas.

Durante la conquista, los españoles pudieron darse cuenta de que la actividad


obedecía a mucho más que a fines recreativos, pues cada partido era de hecho,
un acontecimiento social y político importante.

Fue por tal razón que una de las funciones de la Evangelización fue suprimirlo
completamente de Mesoamérica. No obstante, una forma evolucionada del juego
pudo abrirse paso a través de la influencia de España y es lo que hoy se conoce
como Ulama, algo que pocos indígenas juegan en la actualidad.

El Ulama toma el concepto original de su antepasado y consiste en golpear con la


cadera una pequeña pelota, a fin de pasarla por un aro.

EL TURMEQUÉ (ORIGINARIO DE COLOMBIA)

El juego original, de nombre Turmequé, era practicado por habitantes


prehispánicos del altiplano cundi-boyacense, quienes usaban un disco de oro de
aproximadamente 1,5 libras de peso. En la actualidad se utiliza cualquier disco
metálico de igual peso.
La idea del juego es lanzar el tejo e introducirlo en un círculo metálico (bocín) en el
cual se colocan mechas de pólvora, ganando el juego quien revienta la mayor
cantidad de mechas o quien logre introducir el tejo en el bocín.

EL SACA YUNYA (ORIGINARIO DEL PERÚ)


El saca yunya, -un juego típico del Valle del Mantaro-, es un ejemplo de ello,
frecuentemente practicado durante la época seca, cuando los infantes juegan con
semillas y granos como frijoles o judías, habas, maíz o lentejas. Para realizar esta
actividad los pequeños colocan frijoles dentro de un círculo dibujado con gis o tiza
y el objetivo es sacarlos de dicho perímetro al golpearlos con una piedra, mientras
más piezas se saquen mayor es el mérito.

PETEKA (Originario de Brasil)


La palabra peteca es un término portugués originario de Brasil, que procede de
palabras antiguas indígenas como petek en idioma tupí o petez en idioma guaraní,
y que significan golpear con la mano abierta.
La peteca era una actividad recreativa que practicaban los indígenas nativos
brasileños incluso antes de la llegada de los portugueses. Los indígenas utilizaban
una pelota que era construida con hojas de plantas, o un pequeño saco de cuero
relleno de tierra o arena, al que unían unas plumas. Este juego, como muchas
otras actividades físicas, nació y creció como un juego popular, una diversión al
aire libre, para jugar y recrearse. Aunque, como ocurre con muchos de los juegos
populares antiguos, es muy difícil averiguar con precisión su fecha de origen
primitiva. Sus características son similares a las del juego jianzi que se inventó en
China en el siglo V a.C., con la diferencia de que este se juega con los pies y otras
partes del cuerpo excepto los brazos.

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