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Derechos humanos, el Leitmotiv de la política populista.

Lukas Romero

Introducción
Pensar en un mundo sin democracia se nos es difícil a nosotros, las personas del siglo XXI. Miramos
con extrañeza y rechazo a los países que públicamente rechazan la opinión de algún género o una
parte de la población por sus creencias o nacionalidad. Atesoramos mucho la libertad que tenemos
como ciudadanos, como si de la tierra se tratase de un sólo país dónde todos somos libres e iguales.
Hablamos de las violaciones de los derechos humanos en otros países y defendemos a los países que
entran en guerra, pero sólo a los de Europa, obviamente. Yémen, el Congo, Afganistán y Palestina
(entre otros) son guerras invisibilizadas, para ellos los derechos humanos y nuestras protestas en
contra a la guerra no corren. Es como si Medio Oriente fuese un punto censurado en nuestro mundo
perfecto. Ya hablar de África es manejar un lenguaje demasiado alienígena para algunos, nos
olvidamos de los que en verdad necesitan una mano en cuanto a temas de derechos humanos
necesitan.
Me quiero dar la libertad de citar la canción que hace unos años me abre los ojos a esta situación y la
cual es el puntapié inicial para desarrollar este trabajo en particular.

“Comienza mi jornada cuando sale el sol / Tengo 12 años, vivo en la desolación / Acá, en otra
dimensión / Mis pequeñas manos son la producción / Miles de juguetes con los que podrán jugar /
Allá, niños como yo (...) Con indiferencia los puedes contemplar / Como máquinas robotizadas
produciendo sin parar / Es un claro ejemplo más / De cuál es al dios que hay que adorar / El fin
justificará los medios (...) Cómo cambiaría completamente la situación / Si fuera a tu hijo a quien
dedicase esta canción / No tiene amparo, a nadie le interesa / Al bolsillo de los precisos de la
empresa” (Los hijos bastardos de la globalización).

Con esta misma idea de la desigualdad, Boaventura comienza su texto, expresa que los derechos
humanos son el “lenguaje de la dignidad humana”, pero nosotros no somos usuarios activos de
dicha dignidad, ya que los discursos de los derechos humanos son sólo politiquería. Es alarmante la
pregunta que se hace ¿los derechos humanos son eficaces para la lucha de los excluidos, los
explotados y los discriminados, o si, por el contrario, la hacen más difícil? (Santos, p.29). Lo expuesto
no es para nada alocado ya que en 1933 Adolf Hitler en su discurso “Llamamiento del gobierno del
Reich al pueblo Alemán” decía “En política exterior, entenderá el gobierno nacional que su principal
misión consiste en la defensa de los derechos vitales de nuestro pueblo, unida a la reconquista de su
libertad. Dispuesto a acabar con la situación caótica que Alemania atraviesa”(Discursos, p.3); es
decir, 15 años antes de la creación de los derechos humanos como ley fundamental Hitler ya
hablaba de los derechos vitales del pueblo. Quién sabe con qué barbaridades nos encontraríamos si
siguiéramos tirando del hilo de los discursos con los derechos humanos como protagonista.
Pero aquí nace otra pregunta, si Hitler ya hablaba de los derechos vitales y hoy en día utilizamos el
concepto de derechos humanos, debemos preguntarnos ¿Quienes son poseedores de los derechos
humanos? La respuesta simple es: Los humanos; pero cómo definimos quienes entran en esa
categoría. El ensayo ¿Derechos humanos para quiénes? Reflexiones sobre algunas cuestiones
embarazosas trata de responder esta pregunta, aclara que hay dos alternativas: 1. Caracterizamos a
hombres y a mujeres por su capacidad de racionalidad y de proponerse planes de vida, o 2. Basarlo
en netamente facultades biológicas. Cualquiera de las dos opciones dejan a los niños y a personas
con dificultades intelectuales severas de lado. Entonces ¿Hay humanos de distintas categorías? ¿Si
los podemos eximir de los derechos humanos, los podemos eximir también de los derechos civiles
de cada país? Así también ¿Podemos categorizarlos como no-ciudadanos?

Desarrollo
Para comenzar a crear una idea sobre quiénes pueden o no ser usuarios de estos derechos, me gusta
acercarme más a Ciudadanía y clase social de Marshall ya que él indica que la igualdad humana está
ligada a un terreno, pero aún así, esta igualdad es netamente de derechos, como especie, y no como
clase. Entonces podríamos decir que los niños y personas con cierto grado de discapacidad sí son
beneficiarios de derechos, pero que por ningún motivo son iguales al resto de la población, ahí ya
depende si tienes o no dinero. Entonces podríamos empezar a hacer una especie de diagrama de
flujo en cual los derechos son una especie de pasos o escalones en los que vas subiendo o bajando
según tus calidades. Boaventura sentencia esta realidad cuando enumera las tensiones que tienen
en sí los derechos humanos, en uno de los incisos manifiesta que existe una tensión entre el
reconocimiento de la igualdad con el reconocimiento de la diferencia. En el cual los derechos
humanos aceptan y normalizan el que las personas no son iguales a otras en razón del estrato
económico. Lo cual tiene una gran contradicción, ya que en el artículo 25 de los derechos humanos
dice “1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia
médica y los servicios sociales necesarios;” y claro, tenemos hospitales a los que todos podemos
asistir, pero este artículo, según lo que expresa Boaventura, acepta que hay quienes mueren
esperando una cama por no poder pagar una clínica y hay quienes son atendidos con todas las
comodidades, como en verdad debería ser. Entonces ¿En verdad somos iguales?
Esta pregunta en realidad nunca será respondida sin entrar en conversaciones incómodas y de las
cuales no queremos escuchar la verdad. Pero la respuesta de las preguntas anteriores: los niños y
personas con discapacidades sí son usuarios de derechos, así también pueden llegar a tener la
calidad de ciudadanos. Ya que en Chile, los ciudadanos son los mayores de 18 años y que no hayan
sido condenados a penas aflictivas.
En el entretanto que los niños esperan a ser parte de la ciudadanía en algún lado debe tener un
proceso de educación cívica dónde ellos sean preparados para ser buenos ciudadanos. En el debate
que tuvimos con mi compañera Javiera Donoso dimos con una serie de características que debería
tener un ciudadano activo: Lo más importante es que debe ser consciente que es un agente de
cambio, como ciudadano tiene deberes y derechos, entre ellos está la capacidad de votar, el cual
también es un deber, ya que es ahí dónde la ciudadanía puede elegir quién gobernará. Por otro lado
creemos que la ciudadanía va estrechamente relacionada con el territorio en el que convive, esto de
cara a la participación, ya que la participación que tienen los ciudadanos en la capital no es la misma
que tendrá alguien que vive en un pueblo en sur u otra persona que resida en una ciudad norteña.
Todos tienen realidades distintas, y aunque no se defina en el papel, creemos que tienen deberes de
participación distinta según la localidad de la cual son parte.
Ahora que sabemos cuál es el arquetipo de ciudadano que esperamos debemos preguntarnos cómo
vamos a enfocar la educación para que los niños comprendan el por qué se les espera esto. Además,
cómo haremos para que ellos tomen esa dirección. Por un lado tenemos la visión de Edda Sant
quién en Educación política para una democracia radical cita a los autores de la educación
democrática quienes creen que los jóvenes deben actuar como ciudadanos activos y decidir en
conjunto de los adultos el futuro de la democracia. Dentro de esta clasificación entran las
juventudes, como “La Jota” o “las juventudes comunistas de Chile”. Además, están incluídos allí
también quienes no son militantes pero sí se manifiestan en luchas ciudadanas, como puede ser la
revolución pingüina del 2006. Personalmente no comparto del todo la idea de una militancia juvenil
pero sí comparto la participación juvenil en las manifestaciones ciudadanas. Creo que en ese proceso
de enseñanza se debe aclarar y comprender las palabras Boaventura cuando dice “los derechos
humanos son la única gramática y el único lenguaje de la oposición disponibles para confrontar las
“patologías del poder ``”. Esta postura no es la única, claramente, en la otra esquina tenemos la
opinión de Wayne Ross y Kevin Vinson, quienes en su escrito “La educación para una ciudadanía
peligrosa” señalan lo peligroso que puede ser incluir la política en el aula, ya que puede dar pie al
control social desde las escuelas. Este miedo es más que comprensible después de tener como
prueba el Kindergarten Alemán de 1940 en el cuál “pedagogos progresistas tenían que emigrar o
murieron en campos de concentración. Estos fueron reemplazados por pedagogos racistas,
ideólogos nacionalistas. (...) Cuerpos rebosados de salud, competencia, ánimo, patriotismo, son los
objetivos educativos dominantes. Endurecimiento y juegos de lucha contribuyen a la potencia física,
métodos autoritarios de dirección de grupos tienen como meta la obediencia y seguimiento a Hitler
(“El Líder”).” (Huber, pp. 334-335). Francisco Franco y Augusto Pinochet son un suma y sigue de las
maniobras de control de la educación, el miedo es real y justificado, pero tampoco podemos
limitarnos y esperar que llegado sus 18 años los nuevos ciudadanos descubran cómo funciona todo
de un momento a otro. Además, el acompañamiento de la familia siempre estará sesgado, es la
escuela, creo yo, el lugar dónde dar una vista general a lo que es la educación cívica. Creo que es
importante recordar que durante el gobierno Nazi y en las dictaduras, las personas murieron
solamente por pensar, acto que no puede volver a ocurrir, ni para derechas ni para izquierdas. No
seremos iguales en clase social, pero sí en capacidad de pensar y creer lo que queremos. Esto, como
todo, tiene un límite, el cuál es no transgredir la libertad de otro ser humano.
De la mano con lo que comento sobre la educación cívica a lo largo de la escuela me veo en la
obligación de preguntarme ¿Qué podríamos hacer nosotros desde nuestra vereda, desde la historia?
Creo que el rol fundamental que la historia tiene en este proceso es lo que Boaventura explica sobre
los procesos históricos. Es parcialmente un error estudiar la historia de adelante para atrás, ya que
no siempre los caminos ni la decisiones que se han tomado son las “naturales” u “obvias”, los
cambios históricos dan como resultado nuevas ideas que surgen de debates o de debates para
encontrar un mejor camino. No hay una regla general de cómo gobernar o cómo deben ser las
sociedades actuales. No podemos hacer la vista gorda a los países que nos acompañan en este
camino, si la gran mayoría se decantó por la democracia será por algo, pero no es fruto de que se
hayan puesto todos los sistemas de gobierno en una balanza y hayamos elegido, sino que es un
camino de tropiezos dónde como sociedad encontramos el sistema que mejor funcionó. Y esta
afirmación es fácilmente cuestionable, los modelos capitalistas han exprimido tanto a la sociedad
que ideas como la dictadura del pueblo son compartidas por muchos. Es decir, el modelo que mejor
nos ha funcionado hasta ahora, es cuestionado no por la herramienta en sí misma, la cuestionamos a
raíz de los modelos económicos que la acompañan.
Es ahí dónde entra el rol de la historia, en palabras del ex presidente Lagos “para nunca más vivirlo,
nunca más negarlo”. Si olvidamos las vejaciones que la clase baja sufre por culpa de los modelos
económicos que controlan el mundo, difícilmente vamos a poder mejorar como sociedad. Marshall
en su texto Ciudadanía y clase social coincide en lo expuesto anteriormente, los derechos y
beneficios de la sociedad están ligados a tu estrato social, el cual se mide por escalones. Esta
realidad escalafonada dónde existen humanos de primera o segunda categoría sólo puede resistir
porque así lo hemos querido, en sus palabras, la ciudadanía es la arquitecta de su propia
desigualdad. Es también en esta realidad dónde el texto nos relata que la idea es que el estado
obligue a la clase trabajadora a subir el primer escalón de esta cadena, pero que el resto de los pasos
que quedan para poder seguir subiendo. Se basa en un estudio psicológico y un estudio económico
en el cual se espera que todos los hombres se puedan convertir en caballeros. En otras palabras,
estamos en una sociedad donde el pobre es pobre porque él no quiere seguir subiendo escalones.
No vivimos en una sociedad dónde la clase obrera es ahogada por las deudas, la creación del crédito
destruye las economías a largo plazo de la sociedad, la posibilidad de ahorro es casi nula y la entrada
al mundo del endeudamiento comienza desde muy temprana edad. Eso, creo yo, también es
educación cívica; el cómo funciona el mercado, los bancos y cómo comprender el sistema, que a
pesar de que los cálculos digan una cosa, no está hecha para que todos seamos de clase alta, ya que
retomando la idea inicial, los derechos y las leyes asumen que van a existir humanos de otra
categoría.
Es importante recalcar también que todas estas enseñanzas que la historia puede realizar a lo largo
del proceso escolar de los jóvenes nunca puede nacer desde el resentimiento, por lo que no
ayudaríamos a dar una visión general de las cosas, tan sólo nos quedamos a la altura de la enseñanza
del hogar la cual es sesgada.

Conclusión
Para terminar esta reflexión y este proceso de pensar en voz alta para luego plasmarlo en un texto
puedo sacar en limpio una serie de ideas interesantes. La primera es que la ciudadanía está muy
ligada a los derechos humanos, pero los derechos humanos no están ligados al terreno o al espacio
geográfico como lo es la ciudadanía, por lo que se generaría un orden jerárquico.
La segunda idea que puedo sacar en limpio es que a pesar de ser los arquitectos de nuestra
desigualdad, hemos sido nosotros también los que aceptamos que las guerras de Europa son la
únicas “importantes”, los conflictos de Oriente Medio nos importan menos porque quizás son
humanos aún más bajos que nosotros. Esto me hace pensar que al igual que existen muchas
izquierdas las cuales buscan objetivos distintos, puede también existir más de una clase baja. Puede
que dentro de este imaginario que hemos creado como sociedad aceptamos que nuestros países al
no tener guerras activas somos más civilizados que los países que sí lo están, nos hace sentir “menos
mal”, llegamos a sentir algo de pena por ellos.
La tercera idea es sacada de la segunda, ya que no es necesario que los países estén en guerra para
ser inferiores a nosotros. Actualmente tenemos una llegada constante de extranjeros provenientes
de Venezuela o Haití, a ellos les acuñamos la delincuencia y los felicitamos cuando consiguen cargos
de trabajos altos, como si por algún motivo tuviera más mérito de su parte. Olvidamos que Chile
también exporta delincuencia a Europa y que aparecemos en la TV cada vez que un chileno logra
algo en el extranjero, somos igual de inferiores en ese país como lo es un haitiano acá en Chile. Me
causa algo de angustia el que lo tengamos presente en nuestra sociedad y no nos preocupemos o
hagamos un mea culpa.
Por último, me gustaría señalar un punto del debate que tuve con mi compañera que nos llevó
mucho tiempo resolver y que tampoco llegamos a un acuerdo, la realidad que estamos pasando y
esta posible solución o aporte que la historia puede hacer a la educación cívica le atañe a la escuela
roles que quizás no debería tener, tal vez la educación cívica sí debería partir de la casa con los
valores de dejar de lado el resentimiento. Comparto la idea de que se espera mucho de los
profesores, son casi como un salvador quien resuelve los problemas que un estudiante tenga, pero
los problemas que existen hoy son problemas que deben ser solucionados como sociedad. Creo no
estar en lo correcto con darle la responsabilidad de la educación cívica a la escuela si la sociedad
cambiara la perspectiva y tomaran cartas de cara a las actitudes que pueden entorpecer el proceso
de educación.

Bibliografía
- Hitler, A. (2016). Discursos (1933-1938). No se conoce: Kamerad.
- Villavicencio, L. (2008). ¿DERECHOS HUMANOS PARA QUIÉNES?
REFLEXIONES SOBRE ALGUNAS CUESTIONES EMBARAZOSAS. Revista de
Derecho, (XXI), 33-51.
- Huber, A. (-). El kindergarten Alemán. No se conoce: No se conoce
- Lagos, R. (2004). PARA NUNCA MÁS VIVIRLO, NUNCA MÁS NEGARLO. Centro
de estudios Miguel Enriquez. Archivo Chile Recuperado de
http://www.archivochile.com/Derechos_humanos/com_valech/gob_otros_estado/
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- de Sousa Santos, B. (2014). Derechos humanos, democracia y desarrollo. Bogotá,
Colombia: Colección dejusticia.
- Sant Obiols, E. (2021). Educación política para una democracia radical.. Revista
departamento de Ciencia Politica, (20), 138-157.
- Marshall, T. (1991). Ciudadanía y clase social. Madrid, España: Alianza editorial.
- Wayne, E. (2012). La educación para una ciudadanía peligrosa. Enseñanza de las
ciencias sociales, (11), 73-86.

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