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10 LEYENDAS DE GUATEMALA

1. El Sombrerón

Se le conoce como Tzipitío, Tzipe, Sombrerón o Duende.


La palabra tzi viene del quiché y se traduce como perro.
Aunque podría provenir del náhuatl tzitzimitle, que significa
demonio. El Tzitzimite es “un hombrecito muy pequeño,
vestido de negro, con un gran cinturón muy brillante. Tiene
un sombrero negro, pequeñ o también, y unas botas con
tacones que hacen ruidito”. A este personaje le gusta
“subirse a los caballos y hacerles nudos en la cola y en las
crines. Estos nudos, que son así de menuditos, ‘cuesta un
bigote’ deshacerlos’”.

Al Tzizimite también le agrada perseguir y molestar a las mujeres de pelo largo y ojos
grandes. Cuando le gusta alguna muchacha, no la deja ni a sol ni a sombra: se le aparece
en las noches cuando está dormida, y después de haberle enredado el pelo, le baila y le
canta con su guitarra. De acuerdo con la idea popular, el Tzizimite tiene la altura de un
dedo de la mano y cabe escondido en la almohada. Es un espíritu juguetón y doméstico.
Su sombrero es tan grande que tiene que arrastrarlo, recorriendo a la hora del crepúsculo
ciudades y campos. Cuando encuentra a la mujer de sus amores, amarra sus mulas al
primer poste que encuentra, descuelga su guitarra que lleva al hombro y empieza a cantar
y bailar.

2. La Llorona

La Llorona, a quien describen como una mujer vestida de


blanco, se aparece, por lo regular, en lugares con alguna
afluencia de agua como ríos, lagos o lagunas. Las
personas narran que era una mujer que sufrió un delirio
mental y ahogó a sus hijos. Como castigo de Dios, vaga por
la eternidad buscándolos, y hay más de alguien que
escucha su terrorífico grito “¡Ay mis hijos!”. En la actualidad,
dicha narración se ha ido transformando y adaptando como
un tipo de denuncia hacia el maltrato que reciben las
mujeres. Según narraciones de habitantes de Amatitlán, La
Llorona era una mujer que era víctima constante de
violencia por parte de su esposo, hasta que llegó el día en que los golpes fueron tan
severos que acabaron con la vida de la pobre mujer. El marido, para ocultar su crimen, la
lanzó al Lago de Amatitlán, y luego huye con sus hijos hacia la capital. El alma de la pobre
madre no descansa en paz, por lo que siempre se le escucha gritando desconsolada en
búsqueda de sus hijos.
3. La Siguanaba

El nombre de Siguanaba se deriva de tziguán, que significa


barranco en quiché. La Siguanaba se hace seguir por los
hombres y luego de una larga persecución, los pierde en
algún barranco. No muestra la cara, pero lo hace cuando ya
se ha “ganado” —arrebatado el alma— al hombre quien se
perturba al ver que es de caballo. Cuentan en la colonia El
Incienso, zona 3 capitalina, que Juan, un albañil que emigró
del Quiché, cada vez que recibía el pago de la semana, se lo
gastaba en licor. Un día, rumbo a su casa, ubicada cerca del
tanque que abastecía de agua a la referida colonia, iba
caminando rápidamente bajo los efectos del alcohol. Un
vecino interrumpe su andar y le pregunta: “Vos, Juan, ¿a
dónde vas con tanta prisa?”, a lo que él responde apenas
articulando palabras: “Mirá, esa hermosa mujer me está
llamando, voy a ver para qué me quiere. ¡Está rechula!”. El vecino se quedó pens ando
que Juan estaba viendo visiones. Al otro día, encontraron al pobre Juan ahogado en un
lugar que los lugareños llaman “la presa”. Esta es la leyenda de la mujer que llama a los
hombres borrachos y mujeriegos para “ganárselos” y perderlos por los barrancos.

4. El Wiin

Sobre leyendas relacionadas con el diablo, en el


municipio de El Asintal, Retalhuleu, cuentan que hay
hombres que invocan al diablo en rituales llevados a
cabo en el cementerio de la localidad, que consisten en
oraciones y danzas, en las que giran el cuerpo hacia
delante y hacia atrás. Cuando el diablo aparece, le
puede conceder a la persona el don de la
transformación, para que le permita robar animales de
patio, objetos de valor o molestar a las mujeres,
especialmente, a las solteras o a las casadas que se quedan solas porque el esposo
emigró hacia Estados Unidos. A ese hombre se le conoce como El Wiin. Algunos
lugareños lo han visto transformado en forma de perro, sentado en medio de la carretera.
Se le reconoce por sus ojos que no son de humano ni de animal, sino dos bolas de fuego
que atemorizan a quien lo ve.
5. El Cadejo

Es el espíritu que cuida el paso tambaleante de los borrachos.


Guardián de los hijos de Baco, “es un animal en forma de perro
negro, lanudo, con casquitos de cabra y ojos de fuego. Su tarea
es perseguir y cuidar que no les pase nada a los ‘bolos’ que se
quedan tirados en las calles. Sigue a los que están en peligro y
los deja cuando este ya ha pasado”. Pero si bien El Cadejo es
un espíritu protector, debe tenerse cuidado con él, pues al beber
demasiado y con frecuencia, “lo puede ‘trabar’, pues si se lo
encuentra a uno tirado y le lame la boca, ya lo ‘jodió’ para
siempre, pues entonces uno jamás se compone. El Cadejo acostumbra a seguir por
nueve días al hombre que le ha lamido la boca y no lo deja en paz. No es un espíritu
perjudicial. No ataca, sino solo en casos extremos, por lo que no es motivo de pánico
encontrarse con él. Hay plegarias específicas para atraer la gracia protectora de El
Cadejo. En Petén aparece como cadejo blanco, que cuida a las mujeres. Por esa zona El
Cadejo “es un chucho blanco, lanudo y grande, que acompaña a las mujeres cuando van
a acarrear agua”.

6. La Tatuana

Es una de las más bellas leyendas del folclore narrativo de


América. Según versiones del folclor histórico, La Tatuana
era una mujer real que vivió en época colonial y en la
década de 1830, durante el gobierno de Rafael Carrera,
según la obra Leyendas populares de aparecidos y ánimas
en pena de Guatemala, de Celso Lara (2002). Era una bruja
condenada por la Inquisición a ser quemada viva en la Plaza
Mayor de Santiago de Guatemala, que fue arrestada por
orden del Capitán General y encerrada en una bartolina. “La
Tatuana pidió una gracia: que le fuera entregado un pedacito
de carbón. Así lo hicieron los soldados. Al tener en sus
manos el trozo de carbón, dibujó en la pared un barquito, se subió en él y voló por entre
los barrotes. Al entrar los guardias para llevarla a la hoguera, lo único que encontraron fue
un terrible hedor a azufre. Se la ‘había ganado’ el diablo”, se expone la obra. Era una
bruja que dominaba todas las artes de la magia negra y era amiga del demonio. En el
siglo XIX la leyenda tenía plena vigencia. El historiador Antonio Batres Jáuregui hizo mofa
de ella diciendo que era uno de esos espantos que no solo quitaba el sueño a los niños
sino también a los adultos.
7. La gitana Vanushka

Las leyendas también se han inspirado no solo en


eventos del más allá, sino en la pena o dolor de un
personaje que vivió en la realidad, como el caso de la
gitana Vanushka, en Quetzaltenango. Cuentan que ella
era una hermosa mujer, alta, de tez blanca y ojos
claros, y que se estableció en el país junto con su
familia de gitanos que entretenían a la población con
espectáculos circenses. A una de las presentaciones
asistió el hijo del gobernador de la región, quien se
enamoró de ella. Le prometió casarse y formar una
familia, pero, al final, la abandona. Muere acongojada por el despecho amoroso y como
recompensa, la Virgen del Rosario le concede el don de abogar por los enamorados para
les ayude a encontrar el amor verdadero, que ella no gozó. La tumba de la gitana
Vanushka, en el Cementerio General de la ciudad altense, es muy visitada por los
enamorados, quienes le llevan flores.

8. La creación del hombre, según los mayas

Un mito antropogénico narra la aparición del ser


humano, quien puede ser creado a partir de cualquier
materia viva (planta o animal) o inerte (polvo, lodo o
arcilla). Por l o general, están vinculados a los mitos
cosmogónicos.

Al principio de los tiempos, según el Popol Wuj, se


dispuso hacer el hombre y se buscó el material que
debía entrar en su carne. Los Progenitores, los Creadores y los Formadores se reunieron,
discutieron, reflexionaron y pensaron cómo debía ser el aparecimiento de la humanidad
en la superficie de la tierra. Luego de dos intentos fallidos, el primero, con barro, y el
segundo, con madera de tz’i t e’ y cibaque, el tercero, es exitoso con maíz. Decidieron y
descubrieron que la carne del hombre debía ser de las mazorcas amarillas y mazorcas
blancas, provenientes de Paxil-Cayalá — lugares legendarios que brindaron a la
humanidad frutos naturales, base de su subsistencia y desarrollo económico—. La diosa
Ixmucané molió el maíz en piedra y con la masa resultante moldeó a los seres humanos,
pensantes y con la capacidad de adorar a los dioses. Los dirigentes B’alam K’i t ze’,
B’alam Aq’a b’, Majukutaj e Iq’i b’alam son los hombres hechos de maíz, los primeros
seres humanos creados.

La importancia del maíz surge en tiempos precolombinos y prevalece en la actualidad. Por


ello, a los guatemaltecos, de manera coloquial, se le llama “hombres de maíz”.
9. El mito del diluvio

En la visión clásica del mito de la inundación, según los


mayas, el protagonista era un ser monstruoso con forma de
cocodrilo celeste y que arrojaba por su boca un copioso
torrente de agua, cargado de elementos con los que
produjo la inundación de la tierra. Luego de ser decapitado
y detenida la inundación, sobre su cuerpo se colocaron los
cuatro árboles del mundo para levantar y sujetar el cielo.
Las fuentes coloniales aclaran que, después, un ser
sobrenatural pisó la espalda del reptil. Esta acción se ha
interpretado como una fecundación que marcaba el
comienzo de un nuevo tiempo. La secuencia de l mito es
decapitar, que representa la muerte y fin del caos, y la
acción de pisar, reorganización del nuevo mundo. Los
señores mayas prehispánicos, al subir al trono, se
visualizaban como héroes míticos que mataban al saurio, responsable de la inundación —
caos— y como fundadores de un nuevo mundo. El degollamiento del caimán cósmico,
que simboliza el fin del caos, fue marcado en el año 3298 antes de Cristo, “una muerte
necesaria para el ordenamiento del cosmos”.

Dios GIII, sentado sobre un cocodrilo, para representar el mito del fin de la inundación o
caos, y reorganización de un nuevo mundo. Foto Prensa Libre: tomada de Mito del diluvio
en las ceremonias de entronización de los gobernantes mayas.

10. El Dueño del Cerro

Es una de las manifestaciones sobrenaturales más


importantes en Mesoamérica, con fusión de elementos
de la cosmovisión indígena autóctona y de la cultura
hispánica. En Guatemala, los indígenas mayas de las
tierras altas creen, según la tradición oral, en la
existencia de un Dueño o Guardián del Cerro. Entre las
comunidades mayas se encuentra ampliamente
difundido el concepto de que hay un espíritu en cada elemento de la naturaleza; así, hay
un espíritu o dueño del maíz, de los diferentes cuerpos de agua o de los animales.
También, las colinas, los cerros, montañas o volcanes tienen su espíritu, siendo el
“dueño” de cada uno de esos espacios, un personaje que no pertenece al mundo de los
hombres, pero mantiene contactos de diversa índole con él. Sus características varían en
cada región, pero, en general, es hombre, habla el idioma local, no tiene aspecto
definido, pero tiene apariencia de ladino rubio y de ojos azules, con vestuario elegante,
aunque también puede aparecer en forma de culebra gigante o con cuernos.

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