EL

SER HUMANO
EN
DEVENIR
Hacia una
Jörgen Smit nace en Mayo de 1916 en Bergen, Noruega. Estu-
dia Filología antigua en Oslo y Basilea. Durante 25 años ejerce profundización
como maestro de clase en la Escuela Waldorf de Bergen.
Paralelamente, realiza una intensa actividad pronunciando meditativa del educar
conferencias sobre Antroposofía general. Durante un período,
forma parte de la Junta Directiva de la Sociedad Antroposófica
en Noruega. En 1961 contribuye a la fundación del Seminario
Rudolf Steiner de Järna en Suecia, donde ejerce la dirección del
Seminario Pedagógico. En 1975 es llamado a formar parte de la
Junta Directiva de la Sociedad Antroposófica General en
Dornach, Suiza. En un primer período, dentro de la Escuela
JÖRGEN SMIT
Superior Autónoma para la Ciencia Espiritual, lleva la dirección
de la Sección para la Aspiración Espiritual de la Juventud y más
tarde, además, la de la Sección Pedagógica. Fallece el día de
Pentecostés, 10 de Mayo de 1991.

75
 Título original:

DER WERDENDE MENSCH.

Zur meditativen Vertiefung des Erziehens

Verlag Freies Geistesleben

Stuttgart 1990

Traducción:

Miguel López Manresa

publicado como
No. BCL04
dentro de la serie
CUADERNOS PARA EL AUTODESARROLLO

por

CUADERNOS PAU DE DAMASC

www.cuadernospaudedamasc.cl

Primera edición: Barcelona, España - 1992

Segunda edición: Limache, Chile - 2009

2
nos vincula con el mundo espiritual. Queda, pues, muy poco
tiempo hasta el momento en que se produzca la gran batalla
decisiva, ¡esa decisión de importancia histórica!

INDICE

El camino de ejercitación del maestro . . . . . . . . . . . . . 4

El despertar de la conciencia en lo etérico . . . . . . . . . 23

Las cuatro cualidades de lo etérico en el

sendero de autodesarrollo del maestro . . . . . . . . . . . . 42

La acción esencial de la noche en el

desarrollo de los niños y jóvenes . . . . . . . . . . . . . . . 58

74 3
 EL CAMINO DE EJERCITACIÓN DEL MAESTRO
Al hablar del "camino de ejercitación del maestro" considera-
remos en primer lugar dos aspectos en su formación como tal:
Por una parte, el conocimiento preciso de la materia correspon-
diente que el maestro quiere transmitir a los alumnos. El
profesor de matemáticas ha de dominar su materia, ha de haberse
ejercitado en el pensar matemático y ha de ponerse al día
constantemente. Y por otra parte, necesita un método pedagógi-
co que le permita ofrecer algo a sus alumnos. Junto al conoci-
miento preciso de la materia se ha de dominar y ejercitar la
transmisión de la asignatura.
Con frecuencia se pone en duda la importancia que para la
práctica pedagógica tiene la visión del mundo y del hombre, por
ejemplo, la Antroposofía, que va mucho más allá de lo hasta
ahora mencionado.
Una mirada a las principales corrientes pedagógicas de los
siglos XIX y XX nos permite documentarlo. Entre otras, hay dos
corrientes fáciles de descubrir. Por un lado destacan nítidamente
los pedagogos que afirman que lo importante no es tanto los
conocimientos específicos o una técnica pedagógica concreta,
sino mucho más la actitud general ante la vida y la concepción
del mundo del maestro y el modo en que dicha concepción fluye
en la pedagogía. Eso es lo que sucede con los pedagogos
anclados en una confesión religiosa, o con los que rechazan todo
tipo de confesión religiosa, tildándola de supersticiosa y la
sustituyen por directrices éticas con forma conceptual. Estos
contenidos confesionales religiosos o conceptuales éticos no
religiosos, se consideran como "lo más importante", como algo
que debería ser la columna vertebral de toda actividad peda-
gógica
Por otra parte aparecen pedagogos que afirman exactamente
lo contrario. A saber, que la actitud ante la vida y la visión del
mundo del maestro no desempeñan ningún papel en la práctica,
que éstos están en cierta manera en otro nivel. Son pedagogos
que dan ejemplos como el siguiente para justificar su afirmación:
4 73
Nos vemos situados en un campo de batalla, en un espacio de
libertad en el que tenemos la oportunidad de despertar en la
superficie a una espiritualidad más pura, que puede irse saturan-
do y condensando por la colaboración con los Ángeles, Arcánge-
les y Arcai.
Abramos ahora la primera conferencia del "Estudio del
Hombre"20 y leamos: "La tarea del maestro consiste en contri-
buir a que los niños aprendan a dormir adecuadamente. Por lo
general los niños duermen mucho mejor que los adultos, a
excepción de los casos con trastornos específicos. Por eso no me
refiero a ese dormir, sino a que los niños han de aprender a
establecer la correcta relación con los Ángeles, Arcángeles y
Arcai; ayudándoles el maestro a que no ingresen vacíos en la
noche, sino que desde su pensar, sentir y querer, lleven a ella
los frutos del amor y de la entrega. Es un triple aprendizaje del
dormir correcto, mediante el cual puede afluir desde la noche
una nueva corriente hacia el día siguiente"
Si nos hemos hecho una imagen clara de esa relación con la
Tercera Jerarquía, se proyecta una nueva luz desde allí a la gran
acción inauguradora de Rudolf Steiner al fundar la Escuela. La
fundación espiritual de la Escuela como fuente fundamental de
todo el movimiento escolar Waldorf debiera realizarse en la
colaboración con los Ángeles, Arcángeles y Arcai.
Esa inmensa perspectiva se nos presenta precisamente en el
siglo en el que los grandes y pequeños seres ahrimánicos hacen
todo lo posible por cortar definitivamente la relación del hombre
con el verdadero mundo divino espiritual. En la mencionada
conferencia "¿Qué hace el Ángel en nuestro Cuerpo Astral?"
hay una frase trascendental. Rudolf Steiner nos dice allí que esa
colaboración con los Ángeles ha de lograrse ya antes de que
empiece el tercer milenio y "el tercer milenio comienza eviden-
temente con el año 2000". Por eso no se detiene y da por
supuesto que en el año 2000 ya tiene que haber sucedido lo que
20.- Rudolf Steiner, El estudio del ser humano como Fundamento de
la Educación. 14 conferencias. 1919 (GA. 293). Ed.Rudolf Steiner.-
Madrid/ Edit.Antroposófica, B.Aires / Cuadernos Pau de Damasc
Chile
ción del Ángel que actúa y teje en nuestro cuerpo anímico, existe
un camino en línea recta, un camino directo y seguro que
podemos recorrer."
Así pues, se habla primero de las grandes imágenes ideales
que el Ángel quisiera pintar en el cuerpo anímico del hombre -
y allí el hombre puede colaborar. Y surge así la pregunta: ¿De
qué modo accede el hombre a su Ángel? El camino directo y
seguro es ese ejercicio: el despliegue imaginativo ante el curso
del destino, de tal modo que el conjunto - que también actúa en
el pensar y desde el cual emerge naciente cada cristalización de
pensamiento - se capte en ese campo interior. Se trata de
acercarse lentamente a la posibilidad de la libertad en la que uno
actúa desde la comprensión y no se deja llevar por el azar, sino
que colabora en el tejido del destino, trabajando conjuntamente
con el Ángel sumergido a su vez en su sabia dirección. Del
mismo modo, con el poder religioso y ético de erguirse podrá
colaborar con los Arcai y con el aprender a hablar en el sentido
más profundo podrá hacerlo con los Arcángeles.
Eso es válido para el maestro. Está claro que los niños no
pueden hacer esos ejercicios, pero necesitan al adulto que se
halla en ese camino para poder hallar la vinculación con su
Ángel, lo que hace que se les vaya haciendo cada vez más
interesante como maestro.
El maestro que ha sido fortalecido por la noche, actúa
estimulando y lo que hace en la clase adquiere una tonalidad
muy distinta. Aprende a percibir cada vez con mayor precisión
lo que allí afluye desde la noche. ¿Quién no ha experimentado
alguna vez que en una clase uno ha conseguido algo de un modo
incipiente y que al próximo día - con la noche de por medio - los
niños entran en el aula como si salieran de un baño regenerador
y uno puede establecer relación con los espacios estrellados de
la noche! Y a la inversa, ¿quién no ha padecido la terrible
situación de que una clase no le ha salido bien y que acto
seguido se cuelan las emociones, los niños se pelean y el maestro
empieza a vociferar? Comienza el remolino descendente ligado
a los seres ahrimánicos.
72
"Tómese un maestro excepcionalmente aplicado, con cualidades,
talento, sin demasiada práctica o que no ha tenido una forma-
ción. Cuando un "maestro nato" entra por primera vez en la
clase, desde el primer momento establece una relación espontá-
nea con los niños y puede verse cómo los niños quieren aprender
de él, cómo algo fluye recíprocamente entre él y los niños. Si se
preguntara a un maestro así por su concepción del mundo o por
su imagen del hombre, es muy probable que ese maestro ex-
traordinario dijese bastantes incongruencias sobre el tema,
porque no se ha formado en esa dirección. ¡Y a pesar de todo es
un maestro extraordinario! Con ello se demostraría que la
concepción del mundo y el conocimiento del hombre no tienen
mucho que ver con la práctica pedagógica.
Otro ejemplo: Supongamos que un maestro que ha estudiado
mucho, que conoce a fondo todos los sistemas pedagógicos
posibles, que ha superado los exámenes en la Universidad con
brillantes calificaciones, entra en una clase escolar y todo
funciona mal. Los niños no están interesados en absoluto en lo
que él dice. Su extenso conocimiento no le sirve de nada. Es
totalmente incapaz de establecer una relación con los niños.
Estos son ejemplos en los que se basan muchos pedagogos
convencidos de que la concepción del mundo y el conocimiento
del hombre están separados de lo que parece ser lo realmente
práctico en la pedagogía y que se halla a otro nivel.
Otros añaden, quizá irónicamente: "La concepción del mundo
y el conocimiento del hombre están bien en discursos o en
artículos de revistas pedagógicas. Ahí se pueden decir cosas
sobre Pestalozzi o sobre la dignidad humana, y después se va al
asunto, a lo propiamente práctico.
Quien se encuentra con estas manifestaciones habrá de
admitir por de pronto que no van del todo desencaminados. No
habría que descartarlas con demasiada ligereza. Pero a esas
posturas pueden contraponerse los resultados de una serie de
encuestas publicadas en periódicos escandinavos realizadas en
los últimos años, donde, con cuestionarios y entrevistas, se
preguntaba a miles de jóvenes: "¿Qué piensas sobre el futuro?
5
¿Qué esperanzas tienes para la vida futura? ¿Cómo te imaginas
la vida después del 2000 ?". Sorprendentemente, el 75% de los
jóvenes miraba el futuro sin esperanza y más o menos decían:
"No creo en un futuro, lo único que veo es un agujero negro,
creo que todo va a hundirse y que no habrá más posibilidades de
vida en el próximo siglo."
¡El 75% de los jóvenes encuestados era de esa opinión!
Ahora bien, siempre hay jóvenes que ven el futuro de un modo
algo melancólico o hipocondriaco, por lo que en una encuesta
podría contarse con un 10% de ese tipo, pero ¡ un 75% ! Nunca
antes se ha dado algo así, pues corresponde a la naturaleza del
joven tener una disposición optimista y esperanzadora. Cuando
se es joven uno se entusiasma con facilidad. Es cierto que las
esperanzas se vienen abajo o demuestran haber sido ilusorias,
pero pronto aparecen otras nuevas. Un joven sano se enfrenta al
mundo con energía y entusiasmo. Sin embargo hay ahora entre
esos jóvenes un 75% que ven el futuro sin esperanzas, como un
negro abismo. A contrarrestarlo no ayuda ningún conocimiento,
ninguna técnica pedagógica del maestro, independientemente de
cuantas actitudes individuales se hayan podido lograr. El
problema subyace mucho más profundamente, afecta al núcleo
vital más íntimo del ser humano. Un joven sin futuro está
paralizado en toda su actitud ante la vida, lo que acarrea
consecuencias tanto para el pensar y el sentir como para la
voluntad.
El desarrollo humano conlleva de un modo más o menos
inconsciente un esperanzado mirar hacia adelante, una entrega
amorosa al aprender trabajando y al trabajar aprendiendo, por
la que el hombre avanza más allá de sí mismo, transcendiendo su
situación presente. A pesar de todas las dificultades, obstáculos,
fracasos y derrotas que puedan sobrevenir, el futuro es obvia-
mente claro y prometedor, y despierta la voluntad de entrar en
acción entusiasta. Pero cuando el futuro se contempla negro y si
esperanza, lo único que puede ocurrir es que el poder de
desarrollo interior se debilite.
¿Cómo se comporta el pensamiento cuando es alcanzado por
6 71
sentido figurado, sino como imagen opuesta, invertida, como lo
cóncavo lo es de lo convexo. ¿Qué sucede así? Se está ante una
plétora de posibilidades de cosas que podrían haber pasado, y de
esa globalidad surge una que fue la que realmente pasó. Con ello
se adquiere toda una nueva posición frente al destino, que ya no
es algo que transcurre de forma lineal o puntual, en el que
primero sucede esto y luego le sigue aquello, con una necesidad
ineludible que se limita rodar hacia delante. No. Uno se halla
inmerso en un conjunto, como si fuera dentro de una enorme
cúpula de la que emerge lo particular que ha sucedido en la
realidad. Rudolf Steiner describe ese proceso en la mencionada
conferencia del modo siguiente:
"Pero no solemos hacer eso en la vida común, porque no
acostumbramos a preguntarnos: ¿Qué es lo que se ha evitado
con esto o aquello? No solemos preocuparnos de las cosas que
se han evitado, y que si hubieran sucedido habrían cambiado
nuestra vida profundamente. Tras esas cosas que de algún modo
se han apartado de nuestra vida se encuentra muchísimo de lo
que nos educa a convertirnos en hombres despiertos. ¿Qué
multitud de cosas podrían haberme pasado? Si cada noche me
planteo esa pregunta y me imagino acontecimientos que podrían
haber provocado esto o aquello, se vinculan a esas preguntas
observaciones de la vida que provocan lucidez en nuestra
autodisciplina. Eso es algo que puede generar un comienzo y
que por sí mismo nos llevará cada vez más lejos, hasta llegar a
que ya no sólo averigüemos qué importancia tiene en nuestra
vida el que, por ejemplo, hubiéramos querido salir a las diez y
media de la mañana y que en el último momento se presentó
alguien que nos retuvo. En principio nos enojó mucho que nos
retuviera, pero no nos preguntamos qué hubiera sucedido si
realmente hubiéramos salido a la hora planeada. No nos
preguntamos: ¿Qué es lo que cambió ahí por el hecho de haber
sido retrasados? Ya hablé aquí en otra ocasión sobre estas
cosas con mayor detalle. Desde la observación en negativo de
la imagen de nuestra vida que nos puede dar testimonio de la
sabia dirección que subyace en nuestra vida, hasta la observa-
imaginación, sino que se deja notar también en el conjunto de las
conexiones del destino de cada ser humano y en la actividad que
surge de la fantasía moral.
En la conferencia "¿Qué hace el Ángel en nuestro Cuerpo
Astral?"19 expone Rudolf Steiner cómo el Ángel quisiera pintar
y trazar poderosas imágenes ideales en nuestro cuerpo anímico.
Pero en el siglo XX sólo puede hacerlo si el hombre "participa".
Sin ello, no llega a efectuarse. El hombre ha de llevar algo del
día consigo al dormirse, algo en donde él haya empezado ya a
"colaborar en esa pintura", y entonces el Ángel puede fortalecer
los gérmenes y desplegar las imágenes ideales en el cuerpo
anímico, haciéndolas poderosas. Cuando esto se ve obstaculiza-
do porque el hombre no realiza parte de la labor durante el día,
esa actividad se desplaza a otra región y surgen horrendas
caricaturas. No vamos a entrar en más detalles al respecto, pero
si se sigue leyendo la conferencia, nos encontraremos al final
una sorprendente aseveración que fácilmente se pasa por alto.
Allí se habla de un ejercicio, un ejercicio de imaginación, que es
a su vez uno de los múltiples ejercicios kármicos: Hay que
imaginarse interiormente lo que podría haber sucedido en el
curso de un día, pero que no ha llegado a suceder.
Se puede hacer una retrospección del día teniendo en cuenta
lo que ha pasado en realidad, lo que uno ha hecho, etc. En ese
ejercicio se trata de penetrar en lo esencial. Pero acto seguido
hay que desplegar la propia imaginación y suponer qué es lo que
ha sucedido. En principio esa es una proposición aparentemente
absurda: Si no ha pasado nada ¿Porqué he de intentar imaginár-
melo? Quizás hasta llegue a olvidar el ejercicio. ¿Qué sucede
cuando un realmente hace el ejercicio? Se tiene por un lado el
curso de lo que ha ocurrido en realidad y por otro se representa
muchas imágenes concretas de lo que podría haber sucedido y de
cuán distinto hubiera sido entonces el curso de las cosas. Se
tiene así una imagen de la vida en negativo, no negativo en
19.- Conf. de 9 de Octubre de 1918, (incluida el GA. 182).
Publicada dentro del Cuaderno “Cristo y nuestro ángel en la
actualidad”. Cuadernos Pau de Damasc Chile.
70
esa paralización? En todos los casos se hace superficial, pues si
uno piensa que todo se va a pique es que observa los hechos sólo
desde fuera y no se interesa realmente por nada. A nivel del
sentir, - donde uno, por cierto, está siempre unido con el mundo
y confluye con él - cuando el mundo le parece negro, el hombre
comienza a relacionarse sólo consigo mismo. ¿Y la voluntad? O
bien permanece totalmente paralizada, careciéndose de toda
iniciativa, o bien - si se es más colérico - la voluntad comienza
a hervir llegando a convertirse en brutalidad, desembocando en
violentos actos instintivos y vandálicos.
La problemática que aquí se nos presenta tiene que ver con
la energía del desarrollo más íntimo del hombre y nos lleva a
plantearnos la pregunta: ¿Es que los maestros, padres o educado-
res pueden ayudar a los niños y jóvenes en todo lo que ha de
aprenderse?
Un área así tendría prioridad ante todos los conocimientos y
habilidades en los que el maestro ha de ejercitarse, pues si el
pedagogo es capaz de descubrir la fuerza evolutiva interna en el
ser humano, sin duda alguna habrá esperanza de futuro en los
niños.
Observemos la esencia del ser humano. En la ciencia
pedagógica corriente hay dos grandes apartados en los que se
hace un mayor o menor hincapié dentro de la educación: El de
la investigación hereditaria y el de la sociología.
La investigación genética tiende a considerar que en los
genes, en lo puramente corporal, ya está todo predeterminado y
que sólo le hace falta desplegarse. Los sociólogos, por el
contrario, ven la necesidad del fundamento hereditario, pero
acentúan mucho más las influencias ambientales. Lo que un
hombre es, resulta de las influencias de su entorno, de los
padres, de la sociedad...
Aplicando este último punto de vista, por ejemplo, a Mozart,
se llega a la afirmación extrema de que todo ser humano podría
llegar a ser un Mozart, si creciera en las mismas condiciones
ambientales que él.
Aquí comienza a resultar absurda esa concepción; tanto como
7
la opinión contraria de que el hombre sea un mero producto de
sus genes. En ambos casos, se reduce y se extingue completa-
mente el ser humano. En el primer caso, el ser humano se
convierte en un simple amasijo de moléculas en las que ya no
aparece la cualidad humana. Igualmente sucede si se nos remite
exclusivamente a las influencias del entorno en las que ha
vivido.
En estas observaciones se deja de lado algo que subyace en
la pregunta existencial que el hombre maduro podría siempre
plantearse: ¿Qué provecho saco yo en este momento de mi
situación en la vida?
Alguien se encuentra en una situación concreta de su vida, en
la que quizá tenga muchas dificultades. Está claro que lleva
consigo ciertos factores dados (heredados) y que hay condiciona-
mientos externos, pero nos apartaríamos completamente de la
realidad si a aquello que desde el interior nos determina, le
añadiéramos solamente lo que influye en el hombre desde fuera,
pues en toda situación concreta surge siempre la pregunta de
¿cómo puedo tomar en mis manos el material de mi vida y
moldearlo yo mismo para desarrollarme a un nivel superior y
superarme así a mí mismo?.
Claro que siempre es posible no hacerlo, con lo que me
quedaría como estaba y sería aproximadamente un producto de
lo que viene del cuerpo y de lo que influye, determinándome,
desde el entorno. Así acabo convirtiéndome, aunque aún no del
todo, en una cosa, perdiendo mi propia esencia humana.
Intentemos ahora esclarecer estos dos aspectos, tomando el
ejemplo de un niño pequeño. La mayoría de los niños, antes de
poder erguirse, tiene la fase del "gatear". Hay excepciones en las
que el niño pasa directamente del estar sentado al erguirse, pero
no es frecuente. La mayoría de los niños tienen una fase de
"gateo" más o menos prolongada, en la que se arrastran por el
suelo desarrollando con ello una gran habilidad, antes de que den
muestras de tener ganas de erguirse. Casi podría pensarse que
van a quedarse así para siempre, pero finalmente llega ese
ponerse de pie, que requiere dos condiciones previas.
8 69
que actúa avivándose como una llama en los niños es precisa-
mente ese constante crecer un poco más allá de sí mismo. Por
eso no es tan importante que al principio sea uno débil en esa
facultad. Lo básico es reconocer de qué se trata, esforzarse al
máximo posible y la facultad crecerá, haciéndose cada vez más
poderosa. La actividad imaginativa es precisamente adecuada
para establecer un puente de unión con las entidades espirituales.
Pero si se permanece en la superficie, existe el peligro de que la
imaginación sea la mera expresión de una fantasía arbitraria. En
esa región aparentemente tan lejana, la imaginación es tan
necesaria como en las matemáticas. Un gran matemático posee
siempre fuertes energías imaginativas, porque ha de vislumbrar
el máximo posible de virtualidades y sólo a partir del conjunto
de todas las posibilidades es capaz de hallar lo específico con
mucho cuidado. Sin imaginación puede llegar como mucho a ser
un maestro en el cálculo aditivo. Si en las matemáticas lo
particular procede sólo del conjunto, ¡tanto más habrá de hacerlo
en las otras esferas del pensamiento! En el camino hacia las
particularidades concretas, no ha de llegar a perderse nunca la
acción del conjunto.
Existe aún otro campo en el que lo particular se ha de
entender desde lo global; es la región de las conexiones del
destino con la que va ligada la posibilidad de la libertad, la
posibilidad de obrar desde la comprensión o desde la arbitrarie-
dad.
¿Qué sucede en los nexos del destino? ¿Cómo vive en ellos
el Ángel de cada ser humano? El Ángel no crea el karma, porque
éste lo han elaborado entidades divinas de rango muy superior.
Pero la entidad angélica individual que está cerca de nosotros
vive en nuestra sustancia kármica, nos conduce y acompaña, y
en la conciencia del Ángel se halla siempre presente el conjunto.
Él sabe cómo en este o aquel caso ha de producirse lo particular
que conviene que suceda en ese momento, y lo único que hace
es introducir e indicar cuáles son los siguientes pasos en el
sendero del destino. Por eso su acción no se limita al círculo de
los grandes y pequeños ritmos en relación con el pensar y la
un pensar superficial que tiende siempre a desembocar en una
determinada definición, a fenecer en un punto. Uno entonces
suele sumar todos esos puntos que pueden introducirse hasta en
el ordenador. La imaginación no puede introducirse en el
ordenador, pero sí las múltiples informaciones minúsculas, los
pedacitos aislados que luego podrán relacionarse con la enorme
capacidad combinatoria del ordenador, con plena independencia
de la actividad del hombre capaz de conducirle a su Ángel. A
esto último se oponen de nuevo los seres elementales ahrimáni-
cos que por la noche provocan que el hombre sea más superficial
al día siguiente, y piense de manera cada vez más disgregada.
Cuando nos esforzamos en desarrollar la capacidad imaginati-
va, la fantasía exacta, entramos en relación con elevadas
entidades que nos dotan de energías ético-religiosas. Ahí
también lo fundamental es el esfuerzo. A veces podemos
vivenciar en nosotros y en nuestros colegas un cierto desánimo
con respecto a la capacidad de ser imaginativos; un cierto
lamentarse porque no se tiene suficiente imaginación, por que no
se nos ocurre nada. Eso sucede cuando nos hallamos ante una u
otra tarea en la clase y sabemos que habría que desarrollar
imágenes con la fantasía exacta, pero no logramos producir
nada. En esa situación hay que confiar en que lo decisivo es el
esfuerzo. No se trata de que uno produzca magníficas imágenes,
sino sobre todo de que haya un pequeño esfuerzo intenso con el
que uno intenta vivificar en sí mismo el poder de la imaginación.
Si lo hacemos, descubriremos cosas sorprendentes. La más
pequeña tentativa realizada con esfuerzo actúa ya de forma
estimulante y nos acompaña en el sueño para ser fortalecida allí
por los Angeles. Al día siguiente, ese esfuerzo vigorizado actúa
como estímulo en los niños y despierta en ellos lo que había de
importante en el tema.
Es evidente que un maestro dotado espontáneamente para
ello, que por naturaleza posea gran capacidad imaginativa, será
al principio más interesante para los niños que el que dé las
clases de una forma reseca y monótona. Pero cuando no recorre
el camino ejercitándose, pronto verá agotada su genialidad. Lo
68
En primer lugar, la figura humana ha de estar constituida de
manera que permita el erguirse. Si uno estuviera mutilado, por
más que se esforzara, no podría levantarse. Hay pues, una
condición por parte del cuerpo: es necesaria una figura humana
lo suficientemente sana, que nos da la posibilidad de erguirnos,
porque la postura erecta no es algo que se produzca
automáticamente. El niño podría seguir gateando si, junto a esa
posibilidad, no se despertase el poder para erguirse.
El niño está rodeado de adultos que caminan erectos. En él
existe una gran energía imitativa que lo percibe todo, y que
percibe el andar erguido. Ahora bien, ¿tiene que imitarlo? Es
necesario que hayan ciertas condiciones previas del entorno y
del cuerpo, pero luego se produce lo sorprendente: el niño se
yergue realmente y da los primeros pasos. Ha avanzado a un
nuevo nivel con respecto a lo que era antes. En estas dos fases se
manifiesta una poderosa fuerza evolutiva en el niño que desde
entonces constituye una base para el resto de su vida.
Es natural que muchos no se acuerden de ese punto de su
biografía, aunque hay quienes son capaces de evocar esa época,
esa primera vez que se pusieron de pie y la exultante alegría que
ello les produjo. Pero aunque uno no se acuerde, puede observar
a los niños y sentir y vivenciar con ellos lo que sucede en ese
momento. Podríamos comparar ese proceso con otro, con lo que
sucede cuando no se deja que el niño se levante por sí solo, sino
que se le dan unos "andadores", para que se vaya manteniendo
en pie con su ayuda. Por desgracia suele suceder que padres
impacientes no pueden esperar el momento justo de maduración
y le dan al niño unas andaderas con marco, ruedas y correas, que
no le permiten levantarse por sí solo; se le coloca en el carrito y
el niño mueve los pies, aunque no pueda estar de pie ni andar.
Da vueltas con ese aparato y nos da la impresión de que está
andando. ¿Qué es lo que sucede ahí? Nos encontramos con una
anticipación del desarrollo, ¡con inmadurez! Eso puede tomarse
como imagen de leyes profundas en la vida posterior, tanto en el
niño como en el joven y el adulto. Primero tiene que haberse
vivido siempre un determinado nivel antes de llegar a la
9
maduración y a la capacidad de ascender a otro nuevo. Sólo
entonces puede penetrarse en ese nivel de forma totalmente
interior y seguir desarrollándose hacia el siguiente. Aquí vemos
la facultad de maduración del hombre en etapas de desarrollo.
Piaget, el famoso pedagogo y psicólogo suizo, recopiló en sus
investigaciones un amplio material con el que pudo observar
muchos de estos niveles, en relación con las distintas habilidades
en el desarrollo infantil. Los resultados de su investigación
abrieron los ojos a muchos pedagogos, porque descubrieron que
habían hablado al niño de nueve años como si tuviera doce.1
Habían ignorado completamente los niveles de desarrollo
infantil, por ejemplo, en lo referente a la relación entre el pensar
y el hablar, y habían pasado por alto que el niño de once años
atraviesa un determinado umbral en el que se modifica la
relación entre su pensar y el habla y se halla tan entretejido con
ella, que palabra, percepción sensorial, imaginación y concepto
forman un todo viviente, no pudiendo separarse con la misma
precisión como en los adultos. La diferenciación consciente
entre la palabra y su concepto abstracto correspondiente se
desarrolla claramente después de los once años.
Naturalmente que hay excepciones en esas leyes evolutivas,
es decir, hay un margen de variación entre intervalos más o
menos prolongados (uno a dos años). Las investigaciones de
Piaget permitieron a esos maestros considerar los estadios
evolutivos del niño.
Otros pedagogos, sin embargo, no se mostraron impresiona-
dos por ellas. Aunque Piaget hubiera demostrado la existencia de
ciertos umbrales del desarrollo, ¿qué le impide al maestro
rebajar ese umbral? ¡Se puede adiestrar a los niños!.2
En realidad esos maestros tienen razón. Es posible rebajar
esos umbrales en el desarrollo del niño, pero con ello se produce
algo totalmente paralelo a lo que sucede con las andaderas: se
adelanta artificialmente un paso en el desarrollo del niño,
1.-.- Véase: Jean Piaget, "Six études de psychologie".
2.- "Adiestrar" en el sentido de adiestramiento o doma de animales
a los que se les podría enseñar a hacer cualquier cosa (N. del T.)
10
desprendiendo para poder aprender el pensar que cada uno de
nosotros ejerce aquí en la Tierra como hombre entre los
hombres."
Ahora bien, hemos mencionado una restricción. Los niños
vuelan hacia su Ángel hasta el momento en que son devorados
por el materialismo. Después ya no se entregan directamente a
su Ángel. ¿Y cuándo es que se los traga el materialismo? ¿Se
producía eso antiguamente en los años de la pubertad o en una
edad posterior? ¿Acaso no se adelanta cada vez más ese umbral
y el ataque del materialismo comienza hoy ya con el primer
aprender a pensar? Si por todas partes los aparatos de televisión
entran ya en la habitación de los niños y les rodea la nivelación
y superficialidad sistemáticas, serán con toda seguridad engulli-
dos por el materialismo. Rudolf Steiner añade esta observación
casi marginalmente en sus exposiciones. Eso lo hacía a princi-
pios de siglo. Esa pequeña observación habría que convertirla
hoy en una gran parte de la temática. Uno de los principales
ataques contra toda posibilidad de futuro de la humanidad se
produce cuando se ve perjudicada hasta sus fundamentos en este
estadio inicial. Por eso vemos que el adulto no solo tiene tareas
a realizar en la escuela, sino ya en la etapa del jardín de infancia.
Hay que proteger la incipiente captación del mundo que cente-
llea en el niño y permitir que se desarrolle, para que surjan
pequeños gérmenes nuevos. Lo que tiene validez para el niño
pequeño lo tiene también para los más mayorcitos y los jóvenes,
y hasta para los adultos, con la única diferencia de que en cada
caso se va manifestando en etapas metamorfoseadas. En el curso
global de la vida, el ritmo circulatorio del día y de la noche que
va cimentándose debiera constituir el trasfondo de toda actividad
pensante.
Observemos ahora con mayor precisión esa capacidad
imaginativa. Lo que en ella es fundamental es que la imágenes
se correspondan exactamente con la esencia (de la cosa que se
está representando) y que estén vinculadas a un conjunto, a un
todo. De esa globalidad ha de emerger lo específico, pues sin
ello ya no estamos hablando de capacidad imaginativa, sino de
67
comprensión del sentido de las cosas se ve trastornada por el
pensar superficial de lo cotidiano. El niño se ve confrontado por
doquier con representaciones y asociaciones exclusivamente
materialistas y carentes de espíritu, perdiéndose así la inicial
apertura infantil, quedando postergada la vinculación viva con
el mundo. Si el niño ingresa luego en la escuela, el maestro se
halla desde la primera clase ante la gran tarea de poner en
movimiento en el alumno la capacidad interior de crear imáge-
nes, al margen de todo lo que sea mera información exterior. Los
niños habrían de vivir en esa actividad interior en la que el alma
entera, con plena fantasía, participa y se siente implicada en lo
que le aporta la clase. Está claro que la imaginación ha de ser
"cierta", es decir, exacta, coincidiendo plenamente con la
verdadera naturaleza de la cosa que se está tratando. De ese
modo se ejercita ya germinalmente la profundidad del pensa-
miento. Para completar el proceso, se agregan las actividades
motrices, pictóricas y de dibujo. ¿Qué sucede entonces por la
noche cuando los niños se duermen? Las jóvenes almas llevan
consigo frutos al mundo espiritual y entran así en contacto
directo con sus Angeles.
Volvamos a considerar a los niños de tres años en los que se
alumbra por primera vez el sentido del mundo. En la conferencia
ya mencionada, Rudolf Steiner nos dice sobre ellos:
"Es tan hermoso ver cuando el niño ha aprendido a pensar
con tanta inmediatez, de un modo que la mayoría de nosotros no
pudríamos ni imaginar! El pensamiento del niño, en el momento
en que ha aprendido a pensar, está lleno de espiritualidad. Qué
espléndido es comprobar cómo antes de llegar a ser devorados
por el materialismo, los niños que duermen parecen mecerse en
las alas de sus Angeles, y cómo se unen con ellos durante el
sueño." Todos los niños pequeños que acaban de aprender a
pensar vuelan directamente hacia sus Angeles al dormirse y las
fuerzas de esa vinculación intervienen luego con más intensidad
en el día siguiente. "Por eso podemos decir: en el sueño
buscamos, con el idealismo y la espiritualización del mundo del
pensamiento, aquellos mundos de los que nos hemos ido
66
produciéndose así un proceso que resulta ser funesto para la
esencia del ser humano: ¡Falta de madurez!
Saber hacer algo o poder hacerlo no significa que uno esté
maduro para ello. Si falta la madurez necesaria se llega a un
saber artificial que quizás uno pueda exponer en un examen,
pero sin que uno esté del todo interiormente presente. La
respectiva madurez no es algo determinado rígidamente, ya que
cada hombre se desarrolla de forma distinta poseyendo su propia
madurez. Pero en la manera de madurar hay cualidades esencia-
les que son fundamentales en todos los casos.
En cada impresión sensorial nos abrimos al mundo. En
realidad, en cada impresión sensoria hay algo de amor. Al
contemplar un cielo azul, un prado verde, nos sumergimos en él,
nos extendemos amorosamente en él. Luego comienza a resultar-
nos un poco excesivo y rechazamos un poco la impresión.
Cuando alguien nos habla, primero escuchamos amorosamente
lo que nos tiene que decir, pero de repente se nos hace excesivo
y uno se distancia, quiere alejarse un poco de la impresión; uno
se comporta de un modo "antipático".
En toda relación con el mundo tenemos esas dos cualidades:
Primero el abrirnos y unirnos con el mundo, y acto seguido el
afirmarnos frente a él. Ambas se corresponden. Entre esas dos
polaridades surge una delicada interacción, condición previa de
la que puede surgir el desarrollo de algo nuevo.
También encontramos esas dos tendencias en lo anímico.
Quisiera citarles, con una metáfora un tanto singular, la actitud
de "goma" y la actitud de "arcilla" (la actitud elástica y la actitud
plástica respectivamente). Si se toma una pelota de goma y se
presiona, la presión se ve respondida desde dentro y se vuelve al
volumen anterior, no quedando huella; lo mismo sucede con la
tendencia del ser humano en la que él se afirma a sí mismo
independientemente de lo que actúe sobre él desde fuera.
Si se toma, por el contrario, una bola de arcilla húmeda, se
puede presionar y la impresión permanece. Del mismo modo
existe también una tendencia en el ser humano por la que se deja
marcar fuertemente por el mundo circundante. Está claro que no
11
encontraremos a ningún ser humano que sea exclusivamente lo
uno o lo otro, pero hay en quien predomina la actitud "elástica",
en los testarudos a quienes se puede hablar sin que en ellos
quede una sola señal o huella. Se quedan como son, indepen-
dientemente de su edad. Hay otros que en gran medida son
réplica de lo que el padre, la madre o el maestro les han incu-
lcado. Cuando alguien les dice algo, eso les llega muy hondo y
les deja una huella permanente. Incluso cuando reciben otra
impresión después, ésta se posa sobre la anterior, de manera que
siempre tienen nuevas impresiones y todas permanecen.
Naturalmente que todo ser humano ha de tener algo de ambas
actitudes, sino quiere correr el riesgo de deshumanizarse. En la
medida en que adopta exclusivamente la actitud "plástica" el ser
humano no llega a desarrollarse en su exclusividad, como
individuo, y permanece como producto del mundo externo. En
tanto que no haga otra cosa que afirmarse a sí mismo, en la
actitud "elástica", tampoco se producirá desarrollo alguno,
puesto que el hombre permanece entonces como era.3
Toda evolución conveniente del ser humano es tan solo
factible cuando se aúnan las dos cualidades. Primero se comien-
za tomando algo de fuerza; hay ciertas fuerzas que ya están en
uno mismo, pero uno se interesa por lo que ocurre fuera y en ese
proceso uno deja de tenerse en cuenta, adoptándose un poco la
actitud "plástica". Pero uno no se queda ahí, sino que elabora la
impresión con intensa actividad propia, realizando un proceso en
tres fases: primero ha de tener lugar un intenso desarrollo de uno
mismo, después uno ha de retirarse y abrirse al mundo en
completa entrega; pero no puede permanecer en esa apertura
durante mucho tiempo, por lo que empieza a elaborar lo recién
adquirido. Con ello se ha alcanzado una nueva etapa. Ese hecho
puede percibirse en todo desarrollo como una fuerza que emerge
del ser humano.
3.- Véase la conferencia de Rudolf Steiner del 10 de marzo de 1910:
"El Hombre Positivo y el Hombre Negativo", incluida en el ciclo:
"Senderos de las Vivencias del Alma" (G.A.059)
12
con los Arcángeles. Esa cálida interioridad del lenguaje lleno
espíritu es para los Arcángeles algo parecido a lo que es el aire
para nosotros. Así como nosotros necesitamos el aire para
respirar, los Arcángeles precisan los frutos del habla del hombre
impregnada de alma y espíritu; y vivencian un amargo desenga-
ño cuando nada asciende hacia ellos de las almas que acaban de
entrar en el sueño.
Las almas humanas que llegan al mundo espiritual "con las
manos vacías" se vinculan de nuevo con los seres elementales
ahrimánicos, se fortalecen en su superficialidad e ingresan en el
día siguiente hablando de modo más romo y carente de espíritu.
Se pone así en movimiento una circulación que va descendiendo
con la actividad de los seres ahrimánicos; mientras que con el
lenguaje lleno de ánimo y de espíritu, se establece la vinculación
con los Arcángeles y se pone en marcha una circulación ascen-
dente, preñada de futuro.
También en la esfera del lenguaje existen herencias que
proceden de vidas terrenales anteriores y que no han sido fruto
del presente. Pero lo importante son los nuevos gérmenes que se
planten hoy, pues sin ellos desaparecen también las antiguas
herencias. Necesitamos una nueva relación consciente con el
elevado reino de los Arcángeles que nos contemplan a nosotros
y a los niños con esperanza: ¿qué traen consigo las almas? Por
pequeño que sea nuestro esfuerzo, provoca que afluyan impulsos
auxiliadores de los seres espirituales en el interior del hombre,
que resuenan en su capacidad verbal.
Las dos facultades, el poder de erguirse y el del hablar, son
el fundamento para el desarrollo de la tercera fuerza, la capaci-
dad del pensar. En los niños muy pequeños los pensamientos
universales emergen en el mismo momento en que comienzan a
captar el significado de las cosas de la forma más sencilla. El
niño ya no se sitúa en el mundo solo, sino que busca una
vinculación interior e imaginativa con el sentido del mundo. Es
evidente que en los albores de ese surgir de los pensamientos
universales, sería absurdo hablar de materialismo, pero el hecho
es que con enorme rapidez la prístina pureza de esa primera
65
inacabado, un mero parloteo o el monólogo solitario. El habla
genera la unión del mundo interior con el exterior.
Ahora bien, el habla se halla actualmente muy afectada por
los espíritus ahrimánicos superficiales que pretenden alisar el
lenguaje a fin de que sólo refleje superficie, de que tenga un
mero carácter señalizador y permanezca vacío y sin cualidad.
¿Qué sucede cuando el habla se vacía y alisa? En esa vacuidad
se infiltra la emoción, brutalidad, bramido y grito. Cada vez que
se le extrae cualidad al lenguaje, se abren las esclusas de las
emociones turbias que saturan el habla.
Si contemplamos la región verbal, descubrimos que no hay ni
certidumbre ni seguridad sobre la que construir, sino que en cada
momento hemos de esforzarnos de nuevo en aprender a hablar.
No se trata sólo del primer aprender a hablar del niño, cuando
uno empieza a nombrar la mesa, la silla, el suelo, sino de la
colaboración de las honduras anímicas del hombre con lo que
vive ahí fuera en las otras personas. Incluso cuando dominamos
la lengua materna y hemos aprendido lenguas extranjeras,
podemos ponernos a prueba y preguntarnos: ¿Puedes realmente
hablar de modo anímico y espiritual, o es tu lenguaje una mera
superficie? ¿Efectúas sin darte cuenta frecuentes monólogos y
crees que llegas a los otros? ¿Vive en tu habla profundidad de
ánimo, interioridad, idealismo? ¿Habla en ella el interés por el
gran universo espiritual en su conjunto? Y cuando en ella palpita
el calor, el entusiasmo, hay que poner a prueba también si no se
trata sólo del entusiasmo por lo que uno habla, ¡entusiasmo por
el monólogo! Por de pronto parece ser mucho mejor que el
hablar aburrido y liso, pero sería una ilusión creer que en ella
vive una relación más intensa con el mundo. Es natural que el
maestro se entusiasme e interese por la cosa que expone; pero su
gran tarea consiste, no sólo en que él mismo se entusiasme, sino
en que despierte entusiasmo en los alumnos, lo que ya es más
difícil. Los alumnos han de introducirse en el proceso por el que
desarrollan en el habla y con ella una relación viva con el
entorno. Si eso se consigue, las jóvenes almas llevan consigo
frutos al mundo espiritual al dormirse, entrando así en relación
64
Igual como el niño se yergue y con ello alcanza una nueva
etapa, también puede erguirse el adulto y, por decirlo así,
observarse desde arriba y decirse: "Has vivido de una manera
determinada, pero no puedes seguir como hasta ahora." Se
despierta y abandona el nivel en el que se encontraba. Pero eso
ocurre sólo con los tres pasos descritos en los que uno se abre a
lo nuevo y a esa apertura permite que le siga el proceso de
elaboración. Cuanto más fuerte sea esa fuerza evolutiva en el ser
humano, tanto más difícil le será ver negro el futuro. Uno ha
percibido en sí mismo el infinito poder evolutivo de la humani-
dad, por muy oscuro que pueda estar el entorno, siempre podrá
decirse: "esto es sólo lo dado, la materia; ahora bien, he de
preguntarme ¿qué es lo que hago yo con ella?" Y entonces se
tiene la fuerte convicción de que existe ese poder evolutivo,
porque uno lo ha sentido en sí mismo y sabe que existe y está
activo. Existen todos los grados posibles en los que el hombre
puede percibir esa energía evolutiva. Puede que sólo sea tan solo
un sentir intuitivo, pero que claramente le dice: "Tú puedes
seguir adelante, tú no estás terminado ni acabado, no estás
condenado a someterte a todo tipo de influencias, tú puedes
apelar constantemente a nuevas fuerzas de tu interior para
sobreponerte y llevar a cabo tus tareas."
Eso puede irse haciendo cada vez más consciente. El ser
humano descubre su manantial eterno para el que toda situación
de la vida en la Tierra no es más que un material de trabajo, una
prueba, una oportunidad para que del ser humano imperfecto se
desarrolle el verdadero ser humano.
Por el contrario, cuanto menos se utilice ese poder evolutivo
tanto más se dependerá de la situación externa sin esperanza; en
ese caso uno se ve sometido a las oscuras perspectivas del
presente: la contaminación ambiental, el hambre en el mundo,
las guerras, etc. Uno mismo carecerá de esperanza y, de ese
modo, se desparramará la fuerza evolutiva del ser humano y de
las comunidades humanas. En eso consiste una de las enferme-
dades anímicas más terribles del presente. Lo que nos hace
retroceder también a nuestra pregunta del principio: "¿Qué
13
puede hacer un maestro en la escuela frente a esa desesperanza
cada vez más extendida?"
Es obvio que el maestro ha de haberse provisto del conoci-
miento de su especialidad y ha de saber igualmente cómo
transmitirlo a los niños. Pero ambos tienen que sumergirse en la
esencia evolutiva del ser humano; sólo así puede el maestro
apoyar al niño en su desarrollo. No se trata simplemente de que
el maestro les imbuya un contenido, porque entonces los trataría
como si fuesen de arcilla, pero puede motivarles a despertar el
interés en trabajar independientemente lo que les viene dado.
Sólo entonces surge una verdadera madurez y de acuerdo con la
edad apropiada. Ese poder de maduración permite también
soportar dolores y resistencias y, en cierta medida, provoca un
estado de felicidad interior. Sólo cuando los niños y jóvenes
sean capaces de poner en acción esa fuerza, podrá seguir
ayudándoles el maestro.
Es en este punto donde desempeña un rol central el camino
de ejercitación antroposófico, porque las fuerzas que inconscien-
temente actúan en el niño al aprender a andar, a hablar y a
pensar, son las mismas que utiliza el adulto cuando avanza
conscientemente hacia niveles superiores de su desarrollo. El
niño y el joven no saben nada de la efectividad de las fuerzas del
desarrollo, pero el adulto puede tomar posesión de ellas cons-
cientemente y cultivarlas por sí mismo.
Está claro que el empleo de la energía del desarrollo en el ser
humano es posible en todas las situaciones profesionales y de la
vida. Lo especial en el caso del maestro es que ese elemento
humano general se dirige hacia el trabajo pedagógico. Examine-
mos por un momento el sendero de ejercitación.
El primer tipo de ejercicios consiste en el incremento de
fuerzas imaginativas interiores. En la vida corriente, en la
ciudad, nos invaden, por ejemplo, miles de impresiones a través
de la publicidad, en la televisión, en los periódicos, etc. ¿Qué
hacer frente a ello? Desarrollar la correspondiente fuerza interior
en la que se excluyen todas las impresiones sensoriales exterio-
res. Uno se ejercita en la construcción consciente de una imagen
14
encadenada al organismo físico etérico y se hace accesible a los
instintos animales, permaneciendo horizontal.
Todo el proceso educativo se halla hondamente sumergido en
la relación que se establece con los Arcai. Ellos no intervienen,
simplemente fecundan lo que les llevamos como pequeños dones
al dormirnos. Y en ese esfuerzo, el maestro ha de preceder a los
niños. Cada vez que se supera a sí mismo, aunque sea un poco,
está presente ese poder de erguirse, y cada vez que se deja llevar
por la corriente y su acción simplemente "se desliza", se
aproxima a las entidades ahrimánicas por la noche. ¡Un verdade-
ro drama! No se trata aquí de la cantidad ni de la magnitud de los
actos, ¡sino de su cualidad! Si el maestro se ha esforzado en
ejercer ese "levantarse a sí mismo" ético-religioso, se hallan
presentes en él las excelsas energías del calor espiritual, de la
entidad del yo, y ello repercute inmediatamente en los niños.
No todo habría de quedarse en esa estimulación. Los niños
han de ser también ayudados a llegar ellos mismos a ese camino.
Eso sucede cuando el tema de la clase libera el sentir de los
impulsos y placeres fortuitos ligados al cuerpo y conduce a los
niños a contenidos a los que pueden prestar atención con amor;
y también cuando se realiza cualquier actividad artística. De ese
modo, el poder de erguirse de la voluntad, en constante colabo-
ración con los Arcai, puede liberarse lenta y gradualmente de la
existencia exclusivamente ligada a lo corpóreo.
El aprender a moverse del niño y el poder de erguirse ético-
religioso del adulto es la base sobre la que puede desplegarse
auténticamente el habla. Una vez más no se trata del lenguaje
como algo acabado, sino del proceso que conduce de la incapaci-
dad de hablar al aprender a hacerlo. Frente al poder de erguirse
surge ahí una cualidad distinta, totalmente nueva. Hay que
abrirse y ser capaz de acoger lo que vive en el mundo y en los
demás, y entrar en relación con ello. Mas también hay que dar
expresión a lo que vive en el alma y que no habría de permane-
cer cerrado en el interior, sino que ha de darse a conocer. En
ambas direcciones, del hombre al mundo y del mundo al hombre
ha de producirse movimiento, pues sin ello surge un lenguaje
63
 Volvamos a la superficie de lo cotidiano. Si el alma durante
un día ha hecho algo en dirección a la verticalidad, ya no se
introduce en el sueño con las manos vacías, sino con los frutos
de esa fuerza y de ese calor, acercándose con ello a los Arcai.
Estos últimos, que no pueden hacer nada si el hombre no les
aporta nada, pueden entonces fortalecer las energías religiosas
y éticas del hombre. Y el ser humano se introduce en el nuevo
día con un nuevo impulso dinámico, mucho más intenso y
superior al que él mismo sería capaz de generar por sí solo.
Aunque sea todavía incipiente, el patrimonio religioso-moral del
hombre va así creciendo. Y entonces ya no sólo nos hallamos
con el pequeño ritmo de día y noche, sino con el mayor ritmo
que transcurre de vida terrestre a vida terrestre. Hay muchas
personas, niños incluidos, que mantienen vivas esas fuerzas
fortalecedoras de los Arcai, fuerzas que en su caso no proceden
de la actual vida terrestre, sino de la anterior.
No obstante orientemos la mirada en particular a los nuevos
gérmenes que surgen en esta vida, y que se desarrollan en el
pequeño ritmo de día y noche, para luego dedicarnos al gran
ritmo. Si los niños poseen esa herencia ético-religiosa de vidas
precedentes, hay que acogerla con agradecimiento como si fuera
un prodigio. Pero lo nuevo no se edifica por sí mismo en los
niños, el maestro y el adulto han de prestar su ayuda y su
estímulo.
Vislumbramos así una nueva dimensión profunda en las
exposiciones de Rudolf Steiner sobre la práctica docente,
particularmente en las conferencias básicas que pronunció al
fundar la Escuela Waldorf. En el primer septenio, pensar sentir
y querer son todavía una especie de amalgama, luego se produce
la primera liberación de fuerzas. ¿Seremos entonces capaces de
estimular el sentir en la clase de tal modo que se funda con lo
que piensa el niño? Los sentimientos y la voluntad inicialmente
unidos a lo físico se van liberando poco a poco, se desprenden,
de tal modo que lo pensado puede ser sentido, creándose con
ello un fundamento para la actividad procedente de la compren-
sión del futuro adulto. Si eso no se logra, la voluntad permanece
62
interior, de manera que interiormente se pinta la imagen clara e
intensamente, con colores y formas, mas con tal claridad e
intensidad que la impresión de esa imagen llegue a ser más
fuerte que lo que se ve exteriormente. Por ejemplo, uno observa
con los ojos abiertos una rosa, con sus hojas verdes y su flor
roja. Luego se cierran los ojos e interiormente se intenta pintar
la rosa. Acto seguido se comparan ambas impresiones en su
intensidad: la calidez del rojo y el verde pletórico de savia que
se percibe con los ojos abiertos, equiparándolos con los que
surgen en el interior cuando se ha pintado una rosa con los ojos
cerrados.
Sin embargo, muchos hombres del presente no están en
situación de imaginarse interiormente la rosa policroma, sólo la
vivencian en gris, porque dependen tanto de impresiones
externas que su fuerza imaginativa interior está paralizada, si
bien ello no implica que no puedan desarrollar esa facultad,
porque puede ejercitarse. Para ello, es necesario mirar el rojo de
la rosa, cerrar los ojos y empezar a "sentir" cómo es el rojo. Si
se lo quiere pintar interiormente, primero seguirá siendo gris.
Por ello hay que profundizar repetidamente la percepción, ya que
lo decisivo es que, al no sentir nada en las impresiones sensoria-
les y vivenciar indistintamente las cualidades del rojo, del verde,
del azul, etc., acaba creando en sí mismo un estado anímico
igualmente gris. Pero si en cada impresión sensorial uno se
siente partícipe profunda y diferenciadamente - puesto que cada
impresión tiene un eco propio y específico - se puede crear una
imagen interior llena de sentimiento.4 Con ello nos hemos
referido a uno de los primeros pasos en el camino de ejercita-
ción de una intensa vida interior. Pero ¿qué significa esto para el
maestro?
Cuando los niños entre la primera y la doceava clase tienen
al maestro ante sí, en cualquier asignatura, éste representa, por
4.- Una descripción de este ejercicio se encuentra en un contexto
más amplio en la conferencia de Rudolf Steiner: "La Vivencia
contemplativa de la Actividad del Pensar y del Habla" pronunciada
el 20 de abril de 1923, incluida en el ciclo: "Was wollte das Goe-
theanum und was soll die Anthroposophie?". (G.A. 84)
15
así decirlo, al mundo entero, y el niño quiere acogerlo con ganas.
Pero cuando el maestro conforma su clase sólo de manera
informativa o superficial, los niños se sienten desnutridos.
Cuando el niño cumple los siete años despierta en su alma la
tierna virtualidad de poder desarrollar imágenes interiores, tanto
en el recordar como en la imaginación, y esa capacidad es
distinta de la que tenía antes de los siete años. El niño también
tenía memoria e imaginación antes de esa edad, pero todavía se
hallaban presentes en las vivencias sensoriales del cuerpo.
Después del séptimo año de vida, se emancipan esas fuerzas
y entra en vigor un nuevo sistema de leyes. Desde entonces el
niño puede crear algo en su interior, independientemente de las
impresiones sensoriales externas, y en ese mundo interior puede
aprender mucho. Eso comienza muy ligera y tiernamente en la
primera clase y ahí el maestro puede empezar con las lecciones.
Para ello ha de trabajar antes en cada objeto de la lección de
manera que lleve consigo una imagen interior de ese objeto.
Entonces puede hablar de otro modo a los niños, surgiendo así
una clara vitalidad en el aula, donde se puede observar cómo los
niños escuchan de otra manera. Si el maestro ha leído algo en un
libro y quizás lo ha aprendido de memoria, sin tener presente esa
imagen interior, puede contarle a los niños todo lo que quiera,
pero no les llegará. Se verán quizás algo motivados, es probable
que haya algún estímulo exterior que durará un rato para
evaporarse después. Pero si en cada cosa que cuenta el pedagogo
ha trabajado la imagen viva interior, se puede ver, cómo los
niños comienzan a respirar de forma distinta. Viven en la cosa
y puede verse literalmente cómo esas imágenes comienzan a
crecer en su interior.
Mas eso sólo nos muestra un primer estadio, porque el
maestro podría caer en una terrible tentación: el darse cuenta de
cómo sus palabras influyen en los niños resulta enormemente
fascinante y peligroso. El ve cómo toda la clase ante sí recibe sus
maravillosas imágenes y comienza a contar y contar empezando
a deleitarse en sí mismo. Se trata, pues, de un primer estadio en
el que el maestro da alimento al alumno. Luego ha de seguirle la
16
lo moral, de la conciencia ética, igual como lo hace en la
situación exterior de equilibrio físico. Al aprender a andar se
introduce en el hombre la naturaleza moral humana, e incluso
la impregnación religiosa de la naturaleza humana."
Permanezcamos ahí por un momento para establecer con
claridad que aquí no estamos hablando de una posición vertical
fija y estable, que también poseen el papagayo o el pingüino.
Esos animales, sin embargo, no se ponen de pie, se hallan
encadenados en su postura y con ello manifiestan una similitud
caricaturesca con el hombre. Lo decisivo en el niño es el poder
levantarse a la postura erecta, primero al gatear y luego en la
progresiva conquista del poder de erguirse. Primero yace
aplastado en la superficie y se arrastra por ella, hasta que un día
describe: "Ha llegado el momento de levantarse." Con ello se ha
alcanzado una nueva etapa superior del poder verticalizador
mediante el calor interno.
"Fuerzas realmente sublimes son las que actúan cuando el
niño pasa del movimiento horizontal al andar vertical. Si
seguimos la pista de esas fuerzas por la nebulosidad de la
conciencia infantil nos conducen a descubrir la relación
superior que existe entre el hombre y las entidades que conoce-
mos como Principados o Arcai."
¿Quiénes son los Arcai, también llamados Espíritus de la
Personalidad? En el estado saturnal (de nuestra evolución
planetaria) pasaron por su etapa humana de maduración gracias
a sus experiencias con el calor y recorrieron más tarde la ulterior
evolución planetaria en etapas cada vez superiores. Cuando la
humanidad llegó a la Tierra, recibió como don de los Espíritus
de la Forma (y no de los Arcai) la sustancia, el arquetipo del yo,
la virtualidad del yo.18 Pero los Arcai, conocidos también como
Espíritus del Tiempo, actúan en esa sustancia que les es afín,
estimulando, fecundando e incluso acompañando el erguirse del
niño pequeño, el erguirse moral del adulto y toda situación
corporal, anímica y espiritual en la que el hombre se sitúe a sí
mismo en posición vertical.
18.- Rudolf Steiner. La Ciencia Oculta, un bosquejo. (GA 013)
61
nueva espiritualidad purificada. Sin chocar con esa resistencia,
el hombre podría permanecer en una relación cálida y crédula
con el mundo espiritual, pero el espíritu y la materia se entre-
mezclarían en un estado onírico. Esos espacios espirituales de la
conciencia serían más originarios, más cercanos a lo divino, pero
la espiritualidad que actúa en ellos no sería veraz.
El hombre que se ha despertado en la superficie descubre en
el interior de sí mismo la nueva espiritualidad purificada - que
en un principio no deja de ser muy tenue. Y sólo con su
ejercitación y fortalecimiento puede condensarse y saturarse
cada vez más. ¿Cómo se efectúa ese proceso? Haciendo que al
principio algo se ponga en movimiento en la superficie, trabajan-
do sobre algo. Cuando el hombre se propone no vivir más en la
superficie y comienza a trabajar en sí mismo, se levanta por
encima de la superficie gracias a una capacidad espiritual de
erguirse y supera aquello que había sido antes cuando de algún
modo todavía "gateaba".
Este proceso está emparentado con el que vivencia el niño
pequeño, aunque éste no lo haga partiendo de la pura espirituali-
dad, sino inconscientemente, cuando supera su estado y se pone
en pie. Son las mismas fuerzas a un nivel superior las que actúan
en el adulto cuando se yergue moralmente. En esas fuerzas
palpita algo intensamente calórico, una energía interior. El calor
especial presente en ese levantarse interior hay que distinguirlo
de otros tipos de calor, por ejemplo, de los que actúan horizon-
talmente. Mencionemos al respecto un pasaje de una conferencia
que pronunció Rudolf Steiner el 28 de Abril de 1923 en Praga:17
"Los procesos de combustión" - y por tanto el calor - "en el
hombre son muy distintos de los que tienen lugar en el animal.
Cuando la llama del ser orgánico actúa horizontalmente,
aniquila lo que procede de la conciencia (ética), no puede
introducir lo que de moral procede de la conciencia. Que en el
caso del hombre se vea impregnado por la conciencia ética se
debe a que la llama volitiva en el hombre se alza verticalmente
sobre el suelo terrestre. El niño se sumerge en esa envoltura de
17.- Op.cit. GA. 224. (véase nota 16).
60
siguiente etapa en la que ha de retirarse en beneficio de los
niños. Primero se tiene algo, se puede dar a los niños: afirmación
de sí mismo. Después sigue el segundo grado en el que se retira.
Pero tampoco ha de permanecer anclado en esa etapa, pues ha de
seguirle aún una tercera: la elaboración, a partir de las fuerzas
mismas de los niños. Los niños han de poder hacer algo con lo
que les viene dado. Quizás se realice justo al día siguiente, por
medio de ejercicios de recordación, artísticos, etc. Los niños han
de poder hacer algo después con cada cosa que se les da para
elaborarlo, ya que de no hacerlo adquirirán una inadecuada
dependencia y una indolencia interior. ¿Cómo alcanza el maestro
ese grado? No es algo fácil para él, porque en cierto modo ha de
"deslizarse en el interior" de los niños. Con ello no nos referimos
a una especie de experiencia mística, sino a algo muy concreto.
¿Cómo se llega a conocer a los niños? Primero hay que
observar con precisión cómo se comportan, su apariencia, cómo
se mueven, hablan, etc. La primera necesidad, pues, consiste en
una observación psicológica minuciosa. El segundo paso es el
sentir compartido en el que uno se compenetra con el sentimien-
to en lo que en cada momento sucede. Pero eso es sólo una parte
del asunto, la otra parte se suele descuidar con demasiada facili-
dad, a diferencia de lo dicho al principio que ya suele estar
formado en la mayoría de maestros diligentes. El maestro ha de
preguntarse: ¿Cómo era yo cuando tenía la edad que tiene el
niño? ¿Me es posible retroceder al nivel en el que yo tenía siete
años y descubrir en el interior justo lo esencial de esa edad?
Para ello hace falta un posterior y largo camino de ejercita-
miento. En este caso ya no se ejercita la fuerza imaginativa
incrementada en el interior, sino que hay que elaborar lentamen-
te y a fondo la propia vida. Dado el caso de que un maestro
tuviera veinticinco años y mirase retrospectivamente a la época
en que tenía dieciocho, ¿cómo podría elaborar eso? Primero ha
de evocarse a sí mismo con exactitud y volver a revivir lo que
entonces ocurría. Pero eso no basta, pues ahora ha de intentar
contemplar esa situación desde arriba, como si fuera un extraño.
Tiene que tomar distancia frente a sí mismo y preguntarse por lo
17
esencial y lo accesorio. Se trata, en este caso, de un ejercicio
fundamental en el camino de conocimiento antroposófico.
Muchos hay que intentan practicar este ejercicio, pero sólo
consiguen el primer nivel, el de la recordación; mas son incapa-
ces aún de decidir qué era lo esencial y lo accesorio, y no
avanzan.
¿Cómo se adquiere la capacidad de distinguir entre lo
esencial y lo accesorio? Hay una llave con la que uno puede
abrirse paso a esa pregunta. Tomemos un ejemplo: alguien se
encontraba en una situación social difícil en la que un amigo le
había ofendido y uno se sentía profundamente herido. Quizás
pueda ver cómo se decía a sí mismo: "Esto no es justo, no es
verdad lo que me ha dicho, no me dejaré ofender". Si hizo eso -
supongamos que lo hubiera hecho - la ofensa estaría superada.
¿Qué fue en este caso lo esencial? ¿El contenido de la ofensa o
la fuerza con la que se la pudo superar? El contenido de la
ofensa no juega ningún papel frente a la fuerza de superación.
¡Ahí está la clave! Cuando en la retrospección uno se pregunta
sobre lo esencial, hay que fijarse en las fuerzas que se desarrolla-
ron en cada situación concreta de la vida. Con ello se topa uno
con lo esencial, que tiene un significado mucho más profundo
que el acontecimiento externo del momento
Una vez alcanzada esa etapa, se le añade la siguiente: se
plantea la pregunta de cómo fue posible que surgiera una
situación determinada. Y ahí se destacan con mayor intensidad
los otros seres humanos. Si se hubiera estado solo no habría
surgido la situación descrita y no habrían podido desarrollarse
nuevas fuerzas; por tanto, los demás fueron necesarios e
indispensables para ese proceso. Con ello se reconoce la enorme
importancia que tienen los demás para el propio destino.
En la retrospección de su vida todo ser humano tiene en
primer lugar una imagen falsa, aunque también natural: y es que
opina que él mismo es un centro alrededor del cual se agrupan
los demás. Uno se ve a sí mismo siempre como el gran punto
central frente a los demás, que sólo aparecen como comparsas en
la periferia. Sólo cuando uno se ha ejercitado en la retrospec-
18
En ese caso nos dormimos e ingresamos en los profundos
espacios de la noche con las manos vacías, espiritualmente
hablando, sin frutos, sin resultados del día. Al recorrer la noche
y despertar de nuevo, puede decirse que en el aspecto ético y
espiritual, no estamos en el mismo lugar que el día anterior, sino
que somos peores. ¿Cómo ha sido eso posible? ¿Qué sucede por
la noche? Cuando nos introducimos en ella con las manos
vacías, seres elementales ahrimánicos se precipitan sobre el
alma, que no se defiende ante ello porque la superficialidad del
día la ha emparentado con ellos. Se ha generado un poder de
atracción entre el alma y las entidades ahrimánicas, ambos se
pertenecen mutuamente.
¿Cuál es la gran tarea mundial que han de cumplir los seres
ahrimánicos? Han de provocar el alejamiento de lo divino y
crear la superficie no penetrada por lo divino. La superficie se
crea sólo gracias a la separación de lo espiritual y ontológico,
negando el espíritu. Uno de los rasgos distintivos de los seres
ahrimánicos es que ellos crean espiritualmente, pero negando el
espíritu. Sin esa resistencia ahrimánica la evolución del mundo
no avanzaría.
Así pues, el alma que se ha hecho y ha permanecido superfi-
cial se vincula cada vez más con las entidades ahrimánicas al
dormirse y con cada despertar penetra en la vida cotidiana,
impregnada cada vez más por ellas. De ese modo, en un proceso
descendente que se va enroscando como un remolino, en un
círculo vicioso, el alma se va haciendo cada día algo más
ahrimánica.
Ahora bien, eso no es algo exclusivamente negativo. Con el
incremento de las fuerzas ahrimánicas se va creando la densidad
y solidez de la negación del espíritu, el materialismo. Es
necesaria en el acontecer universal, porque cuando se ha
condensado y hecho suficientemente impenetrable el ser
espiritual más íntimo del hombre entra en colisión con ella. El
hombre despierta y descubre la superficie y no quiere permane-
cer en ella. Ella constituye la resistencia suficientemente
saturada y condensada ante la cual el alma se despierta a una
59
 LA ACCIÓN ESENCIAL DE LA NOCHE EN EL
DESARROLLO DE LOS NIÑOS Y JÓVENES
En la conciencia vigílica de la mañana hasta el momento de
dormirnos por la noche, nos hallamos en una determinada
superficie de la existencia del mundo. Esa superficie se halla
insertada en una profunda realidad espiritual que, sin embargo,
ignoramos con nuestra conciencia vigílica cotidiana. Pero lo
formidable es que precisamente en ese delgado estrato superfi-
cial es donde se da la posibilidad de la libertad y de la propia
ética independiente, mientras que en la realidad espiritual más
profunda que satura el universo ahí fuera y el propio cuerpo aquí
dentro, rige la inexorable y férrea necesidad espiritual.
Cada vez que nos dormimos, el yo y el cuerpo astral salen de
los órganos sensoriales físicos y etéricos, y al mismo tiempo una
parte del cuerpo astral penetra más hondamente en la oculta
realidad espiritual del cuerpo. Cuando nos despertamos, esa
parte de lo astral vuelve a ascender y la otra se sumerge dentro
de nosotros, permitiendo que volvamos a situarnos en la
superficie de las percepciones sensoriales habituales.16
Surge entonces la pregunta. ¿Qué llevamos con nosotros de
esa delgada superficie a esos profundos espacios siderales, y qué
traemos de esas vastedades estrelladas a la minúscula superficie
de la conciencia vigílica? Si observamos con mayor detalle esa
franja, veremos que no sólo contiene la posibilidad de la
libertad, sino también la eventualidad de ser personalmente
arbitrario, la capacidad de no hacer nada esencial a lo largo del
día, llenándolo todo él de banalidades.
Qué sucede entonces al dormirnos, cuando no hemos hecho
nada esencial durante el día, cuando sólo ha regido la arbitrarie-
dad personal, cuando hemos permanecido sólo en la superficie,
y nos hemos hecho superficiales nosotros mismos sin
percatarnos de que únicamente vivimos en esa capa periférica?
16.- Véase: Rudolf Steiner, "El Alma Humana en su Relación con las
Individualidades Divino-Espirituales". 11 conferencias, 1923,
(GA.224)- no traducido; así como “El ser humano y su destino”, 7
conferencias, 1923. (GA.226).Edit.Rudolf Steiner, 2018
58
ción, se reconoce el verdadero significado de los demás, y con
ello el punto central del propio yo, inicialmente grande, comien-
za a empequeñecerse hasta desaparecer del todo, mientras los
puntos de la periferia crecen cada vez más. Pero la desaparición
del propio centro representa sólo una fase transitoria. Uno se
interesa cada vez más por lo que vive en los demás, hasta que
uno mismo desaparece. Y entonces es justificada la pregunta:
"¿Soy yo sólo centro, estoy solamente en mi interior? ¿Acaso no
estoy igualmente en los demás? Comienza así a vivenciarse un
nivel superior del propio "yo" en los demás y se siente que uno
no está separado de ellos. Ese aspecto superior actúa a lo largo
de toda la vida y justo ahora comienza a alborear lentamente.
Esa es, pues, la segunda faceta del camino de ejercitación que
podemos resumir así:
Primero la retrospección: recordar lo que sucedió y luego
objetivarlo y mirarse desde arriba; acto seguido preguntarse por
lo esencial y lo accesorio, para posteriormente desarrollar la
atención en las fuerzas del propio desarrollo y más tarde
encontrar lentamente la unidad superior del propio yo.5
Esa retrospección ha de realizarse examinando la propia vida
hacia atrás hasta llegar a la edad de los niños a los que uno tiene
que enseñar. De esa manera se llega a los niños desde dentro y
no desde fuera. El maestro vivencia lo esencial de una determi-
nada edad y cómo lo vivencian los niños a él.
Esta es la condición previa para que el maestro pueda
recogerse. Primero ha de haber desarrollado intensas fuerzas
interiores para tener algo que ofrecer. Luego ha de replegarse y
deslizarse en el interior de los niños. Con ello crea un espacio en
el que los niños podrán entonces moverse con independencia
dentro de la materia que el maestro les ha transmitido.
El camino de ejercitación del adulto, su desarrollo espiritual
5.- Con respecto a este ejercicio, véase el capítulo "Paz interior" en
la obra "¿Cómo se alcanza el Conocimiento de los Mundos Superio-
res? de Rudolf Steiner (G.A. 010); así como la conferencia de Rudolf
Steiner: "Impulsos Sociales y Antisociales en el Hombre" pronun-
ciada el 12 de Diciembre de 1918, incluida en el ciclo: "La Exigencia
Social Fundamental de Nuestra Época" (G.A. 186).
19
con los dos pilares que fortalecen las fuerzas internas y la
elaboración retrospectiva de la propia vida, son puestos al
servicio del desarrollo del niño. El maestro descubre con ello la
importancia de esos dos pilares que naturalmente pueden ser
aplicados a otros oficios, de acuerdo con cada situación. Mas si
sólo se realizara la retrospección de la vida, tendría una com-
prensión profunda del niño, pero no podría enseñarle nada. Por
otra parte, si sólo hubiera ejercitado las fuerzas imaginativas
interiores, tendría mucho que contar a los niños, pero no les
dejaría libres. Ambos aspectos se corresponden mutuamente
como la mano izquierda con la derecha. Cuanto más se ejerciten
esas fuerzas, tanto menos contemplará el ser humano un negro
futuro sin esperanza.
Cuando un ser humano se encuentra en una situación difícil
de la vida con tensiones sociales fuertes y en un mal estado
físico, se puede constatar que, en principio, cada situación no
superada suele tener por lo menos dos causas por las que no
logra superarse. Por una parte, uno es interiormente demasiado
débil y perezoso, desarrolla muy poca iniciativa espiritual, muy
poca imaginación creativa. Por otra parte apenas llega a
comprender la propia situación, conoce muy poco la propia
relación con los demás y con el mundo. Con frecuencia es
posible que no llegue a encontrarse un camino directo y fácil.
Pero siempre se puede hacer algo y aplicar los dos pilares del
camino de ejercitación: Primero el fortalecimiento de la fuerza
espiritual interior, sin la cual no se avanza, pero que puede
volverle a uno egoísta si es la única que se cultiva. Por eso
después ha de seguirle el segundo pilar, el de la elaboración
retrospectiva de la propia vida, en la cual, uno va tomando poco
a poco distancias ante si mismo, penetrando cada vez más en los
otros, en el mundo. Entonces todo comienza a respirar: 1)
Fortalecimiento de la propia actividad. 2) Compenetrarse en el
sentimiento de los demás. Y de ese modo el conjunto asciende
paulatinamente hasta convertirse en una fuerza creciente.
Pero ¿qué es lo que contiene esa fuerza? Lleva el futuro
dentro de sí, porque el hombre puede hacerse desde entonces una
20
maestros hemos de interesarnos por todo lo que existe en el
mundo y por todo lo que tenga que ver con los seres humanos.
Como maestros hemos de interesarnos por todo, por el mundo
y por lo humano." (El sanguíneo transformado que con su
energía imaginativa se integra en todo lo que hay en el mundo y
en todos los seres humanos).
"El tercer elemento a tener en cuenta es que el maestro ha de
ser un hombre que en su fuero más íntimo nunca establece un
compromiso con lo que no es verdadero. El maestro ha de ser un
hombre íntimamente veraz, sin comprometerse nunca con lo
falso, pues de no hacerlo veríamos cómo se infiltra la falsedad
en nuestra clase por muchos canales, especialmente con el
método." (El melancólico transformado por el camino esotérico).
Y el cuarto aspecto, mucho más fácil de decir que de hacer,
consiste en "la regla dorada de la profesión docente: El maestro
no ha de resecarse ni quedarse encharcado, ha de desplegar un
estado anímico lubrificado y fresco." (El flemático transforma-
do).
Así pues, cuando ha de obrar hasta en el cuerpo etérico, el
hombre en devenir irradia a través de los cuatro temperamentos.
Y ahí se ha de ser humilde, porque, ¿qué es lo que se está
haciendo cuando se empieza a transformar el cuerpo etérico? Se
ha de desarrollar el Espíritu de Vida, que quedará plenamente
conformado en un lejano futuro planetario. Y por ello nos
hallamos en el principio más incipiente. Pero lo decisivo no es
que uno ya haya alcanzado algo, sino ¡que haya empezado!
Porque las primeras transformaciones, por minúsculas que sean,
dan ya una nueva coloración a toda la situación de la vida y
pueden ejercer una acción saludable en el encuentro con los
alumnos.
57
se queda como es, sino cuando se la transforma. Y eso sucede
también con los otros temperamentos. El hombre en devenir ha
de intervenir siempre para vencer las unilateralidades.
Si el colérico retiene un poco su horadar y golpear e introdu-
ce conciencia en la región volitiva, su energía entonces no se
desperdicia, sino que se transforma. Se convierte así en el mejor
expositor de los verdaderos procesos de la historia, porque
penetra profundamente en los procesos de devenir del mundo. Y
se convierte en hombre de iniciativa.
Si el sanguíneo comienza a purificar sus sentimientos de
modo que sus antiguos sentimientos callan, entonces el mundo
le habla como si fuera un eco. El responderá con interés por el
mundo y actividad imaginativa interior, y se integrará en el
mundo.
El melancólico que sea capaz de orientarse hacia el futuro, no
se queda pegado a sus propias y evidentes deficiencias. Cuando
uno se enfurece demasiado consigo mismo es que hay un cierto
factor egoísta en juego, porque uno presupone que, de antemano,
ya tendría que ser bueno. Si el melancólico se orienta hacia el
futuro, contempla entonces sus defectos objetivamente y sigue
abriéndose camino hacia delante, hacia la verdad sin compromi-
so alguno, con la capacidad de ahondar y el sentido de responsa-
bilidad que le son propios.
Y el flemático, que de lo contrario generaría nerviosismo
futuro, si transforma su temperamento manejará la objetividad
y elevará la plétora de vida, que hasta entonces permanecía a
nivel inferior en los jugos corporales, a la corriente vivificadora
de la actividad pensante, introduciéndola en la plenitud de vida.
Después de estas observaciones captaremos con otros oídos
las últimas frases de las conferencias del curso de "Metodología
y Didáctica15" de Rudolf Steiner:
"El maestro es un hombre de iniciativa global en lo grande
y en lo pequeño." (El colérico transformado, el elemento
metamorfoseado del Éter Calórico).
"Lo segundo, mis queridos amigos, consiste en que como
15.- GA. 294. Conferencia del 6 de Septiembre de 1919.
56
imagen del futuro - aun cuando no se vean los pormenores -
puesto que esa es la fuerza formativa de la humanidad. La puedo
encontrar en mí mismo y en ello me considero unido a los demás
seres humanos. De la conjunción de los dos ejercicios resulta
una inquebrantable esperanza de futuro, que no se produce si
sólo se realiza uno de los dos ejercicios. Vive en la oscilación
entre ambos, en la fuerza que permite al ser humano erguirse.
Así como uno se levanta de nuevo en una situación determi-
nada de la vida, del mismo modo puede aplicarse esa fuerza al
encuentro con los niños. En ellos existen infinitas fuerzas
escondidas que pasan desapercibidas y que podrían ser desperta-
das lentamente, paso a paso, y no con demasiada rapidez,
evitando de ese modo que se conviertan en "andadores mecáni-
cos".
Si situamos esas exigencias ante nosotros, vemos lo que nos
falta en el presente. Lo que falta no son los conocimientos
específicos que podrían ser procesados millones de veces en los
ordenadores, ni las habilidades concretas; lo que falta es la
suficiente conciencia y el suficiente ejercicio de esa fuerza
evolutiva maduradora en el ser humano y en la humanidad.
Si miramos a los políticos y nos preguntamos: ¿Es que tienen
poca inteligencia? ¿Es quizás esa la causa de tantas situaciones
precarias en el mundo? ¿Les faltan conocimientos? Veremos que
no es ese el caso, porque, salvo excepciones, poseen un alto
coeficiente intelectual y enormes conocimientos. Lo que les falta
realmente es la madurez interior de las fuerzas de desarrollo, el
sentido para lo esencial. Estas están todavía muy subdesarrolla-
das, especialmente en los países industriales altamente civiliza-
dos.
Aquí nos hallamos con grande tareas para el futuro. pero el
individuo aislado no puede resolverlas, porque sólo pueden
realizarse como fruto de la colaboración. Aquí les corresponde
a las escuelas Rudolf Steiner una particular tarea. No sólo el
maestro individual ha de recorrer su sendero evolutivo y de
ejercitación, sino también todo el claustro de la comunidad
escolar. Todavía se está hoy muy lejos de dominar esta situación,
21
incluso en las Escuelas Waldorf que, por cierto, están a menudo
muy alejadas de ello. También aquí nos hallamos con un campo
de ejercitación para el futuro.
Con lo antedicho he intentado mostrar cómo la concepción
del mundo y el conocimiento del hombre no han de considerarse
superficialmente, sino que han de desarrollarse y practicarse en
el camino de ejercitación. Sólo entonces la concepción del
mundo y el conocimiento del hombre pueden alentar el progreso
cuando afluyen en la práctica de la vida.
22
muy contados." Ahí la oportunidad es prácticamente nula. Los
coléricos con su forma de ser impulsiva apenas llegan a recorrer
un sendero esotérico.
Con ello hemos descartado tres temperamentos y sólo nos
queda el melancólico. En su aspiración indagadora de conoci-
miento verdadero y profundo, llega a un desarrollo esotérico.
Pero en él se produce un interesante revés.
El melancólico todavía no desarrollado tiende a ver tan solo
las desgracias de este mundo: El mundo es malo y lastimoso, y
lo mismo pasa con los seres humanos. Al poco tiempo de
recorrer el camino esotérico, la mirada comienza a invertirse y
el melancólico descubre el mal y la miseria propias. Horadando
hasta el trasfondo más profundo del alma descubre las terribles
faltas que hay en él. Comienza a reprenderse y hasta a enfurecer-
se consigo mismo; se ve incapaz así de adelantar en el camino
esotérico.
Lo decisivo, pues, es que al principio, ninguno de los cuatro
temperamentos está preparado para seguir un desarrollo esotéri-
co; en un principio no son más que obstáculos. La individualidad
eterna del hombre ha de empezar por adecuarlos trabajando
sobre ellos.
Supongamos que el flemático, a pesar de su temperamento,
comienza a llevar una vida meditativa y despierta a la seriedad
de la vida. Ejercita por tanto el autoconocimiento y observa los
últimos recodos de su existencia, sin excitarse y sin enfurecerse
contra sí mismo como hace el melancólico. Con una cierta
objetividad, imprescindible para todo desarrollo esotérico,
descubre sus propias deficiencias. La cualidad flemática se
transforma en la objetividad universal del Éter Acústico en el
que aparecen los hechos tal como son en el presente. En el
mencionado ciclo de conferencias, Steiner comenta que cuando
el flemático realiza un proceso de desarrollo anímico - lo
evidente parecería que no realiza ninguno - posee las mejores
predisposiciones para la rigurosa evolución antroposófica. O sea
que habla de una rehabilitación del flemático, y hasta podría
decirse que del maestro - pero sólo cuando la materia prima no
55
neo le gusta enzarzarse en conversaciones humorísticas e
interesantes, pero salta de un objeto a otro, y se le hace aburrido
permanecer en una sola cosa. El melancólico calla, le parece
superfluo hablar de nada, cuando en el fondo todo no deja de ser
miserable. El colérico se despacha con afirmaciones y directri-
ces, anuncia lo que quiere hacer ahora y lo que los demás
debieran hacer. ¿Cuál es la facultad del flemático cuando habla?
La enseñanza neutral, la capacidad de dar una exposición bien
dispuesta sobre cualquier tema, preparada o sin preparar. ¡La
facultad de instruir! Y ahí se ve de repente una de las disposi-
ciones profesionales. La profesión docente tiene ya una tonali-
dad verde, y es bueno prestar atención a que ese temperamento
profesional no permanezca sin ser trabajado.
Todo maestro Waldorf habrá de esforzarse en no dejarse
llevar y en transformar su temperamento, sobre todo cuando
aspira a un desarrollo esotérico. ¿Qué sucede entonces cuando
un flemático quiere emprender un desarrollo esotérico? En el
ciclo "¿Qué Significado tiene el Desarrollo Esotérico del
Hombre para sus Envolturas y para sí mismo?"14, Rudolf Steiner
expone que el flemático será difícil que llegue a convertirse en
un esotérico; y continúa: "Pero supongamos que el flemático se
convierte en esotérico...". Se encuentra con grandes obstáculos.
¿O es que Rudolf Steiner le tiene ojeriza a los flemáticos? Pero
veamos lo que dice sobre el sanguíneo y sus posibilidades de
seguir el camino esotérico. El sanguíneo se hará esotérico con
mucha rapidez, la misma rapidez con la que también dejará de
serlo en algún momento. Llega a tener grandes vivencias, y
luego sigue haciendo otras cosas. Rudolf Steiner concluye al
respecto: "De modo que, en cuanto a temperamento, el sanguí-
neo es el peor material para el desarrollo esotérico". El
flemático se consolará de tener junto a sí al sanguíneo entre los
mal esotéricos. Pero ¿qué pasa con el colérico? ¿Está bien
predispuesto para lo esotérico? Rudolf Steiner prosigue: "Algo
distinto sucede con el temperamento colérico. En su caso casi
nunca llegará a convertirse en esotérico, a lo sumo en casos
14.- GA.145. 3ª conferencia.
54
EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA
EN LO EtéricO
Este es un tema que reviste un especial valor. Mas antes
habría que decir que un problema específico de nuestro tiempo,
una situación casi enfermiza, es la escisión que hoy encuentra
todo hombre en sí mismo entre las vivencias de su interior y el
mundo externo que él considera de índole material. Lo que uno
vivencia en lo físico-material tiene un carácter propio, como si
fuera algo ajeno, contrapuesto a las cualidades espirituales y
mentales. Y a la inversa, allí donde aparece lo espiritual y lo
mental, permanece anclado en una cierta interioridad subjetiva
y no acaba de penetrar en el mundo físico-material; quedando así
aislado. El empeño de la Antroposofía en abrir un camino de
conocimiento que conduzca hacia lo espiritual en el hombre y
desde allí a lo espiritual en el cosmos 6, es decir, su esfuerzo en
superar esa escisión, sólo puede prosperar cuando se vive lo
espiritual de un modo tan intenso y concreto que se capaz de
llegar hasta lo físico y entrar en acción en lo físico-material; o
sea, cuando no se ignora lo físico-material y se logra liberar el
espíritu que hay en ese elemento. Pero desde lo que es esencia
y espíritu sólo se puede llegar a lo físico-material a través de la
esfera de lo etérico; y desde lo físico-sensorio hasta la liberación
del espíritu que activamente le subyace se llega sólo a través de
esa misma región de lo etérico que, aunque limita directamente
con el mundo sensorio-físico, no es captable por la conciencia
habitual. De ahí la especial importancia del despertar de la
conciencia en lo etérico. Cuando desaparece o se amortigua la
conciencia de ese ámbito, vivimos escindidos, en la esquizofre-
nia.
Aunque en realidad emanan del mundo espiritual, etérico,
porque sin él no existirían en absoluto, los pensamientos surgen
en nuestra conciencia como meras sombras, como pensamientos
en el interior. Por otra parte nos hallamos con todo el ámbito de
6.- Véase: Principios orientativos de la Antroposofía, un camino de
conocimiento. (GA 026) Cuadernos Pau de Damasc Chile. 2022
23
las percepciones sensorias: ese mundo también procede de las
fuentes de lo esencial-espiritual y se aproxima al hombre desde
el exterior, pero no es algo que se presente a la conciencia como
algo vivo, sino que muere convirtiéndose en mero espectro
cuando acogemos las percepciones aisladas vinculadas solamen-
te con representaciones de los objetos. Y por ello no vivimos en
una realidad espiritual, no vivimos en nuestro interior en la
esencia espiritual del pensar, y en lo exterior tampoco vivimos
lo esencial-espiritual del mundo sensorio, vivimos simplemente
en la escisión entre las meras imágenes de la percepción sensoria
y las sombras de los pensamientos: en ambos lados no hay más
que tinieblas en comparación con la verdadera realidad. Lo
grandioso, sin embargo, es que podamos alcanzar la verdadera
realidad, aunque no sin esfuerzo: no la conseguimos a cambio de
nada.
Sólo salimos del reino de las sombras y las siluetas con
nuestra facultad del conocer investigador. El conocer mismo no
es mera sombra, aunque al principio aparezca así a la conciencia.
Pero en sus fundamentos, es algo profundo que realiza de
manera inadvertida una actividad viviente. No obstante, por sí
solo, eso no lleva a ningún resultado si la fuerza del conocimien-
to no se fortalece interiormente, lentamente, a través del
ejercicio. Aunque al principio, no se alcance todavía nada
concreto con ello, lo que sí se producirá es un fortalecimiento
progresivo que permita a esa fuerza percibirse a sí misma como
realidad espiritual en las fronteras del reino de las sombras. Esto
sucede al principio en el pensar formativo, que no se limita a
reproducir la imagen de algo, sino que "realiza" interiormente el
proceso formativo creador: desde el movimiento fluctuante hasta
la forma ya configurada.
Si al ejercitarnos nos quedamos en la faceta del pensamiento
formativo, éste tiende a que se lo vuelva a perder. Hay que
trabajar al mismo tiempo en el otro aspecto, en las meras
imágenes de la percepción sensoria con el fin de llegar a sus
fuentes. Tanto en el pensar como en el percibir, las fuentes
originarias se hallan en el reino de lo etérico. Sólo están separa-
24
verdosa es la que ha generado el nerviosismo de nuestra época.
Podemos entonces decirnos: Bueno, así eran los maestros a
principios de siglo, pero nosotros no somos así. Los maestros
Waldorf no son precisamente flemáticos con respecto al espíritu.
Pero ¿es verdad que no ha quedado ningún reto de esa flema
general? Un ejemplo: En una escuela Waldorf se produce una
situación caótica y confusa justo antes de las vacaciones
estivales; hay conflictos y muchas cosas se contraponen y
embrollan. Un observador serio diría con razón: Lo que debiera
suceder ahora es que todo el consejo escolar reflexionase y se
impregnara de verdadero autoconocimiento, para modificar a
fondo las situaciones desagradables. Eso es lo que haría falta
para la posterior existencia de la escuela. Pero ¿qué sucede? Los
maestros se marchan de vacaciones, luego regresan y la escuela
sigue adelante como si no hubiera pasado nada. No se cree ya
necesario deliberar más ni cambiar demasiado. Eso se debe tan
solo a una cierta flema, ¡a ese estar barnizado con una pátina
verde!
Otro caso: Existe una recomendación que da Rudolf Steiner
a los maestros de la primera Escuela Waldorf, para cuando uno
se halla frente a la clase y se ve desbordado por la insolencia de
un alumno. Ahí nos dice que debiéramos tomárnoslo como un
chaparrón por el que se ha visto sorprendido sin paraguas. Uno
se moja, se sacude un poco el agua y todo se ha olvidado. Dar
ese consejo era necesario para la asamblea escolar de entonces.
Pero ¿es necesario hoy? ¿Acaso no nos "sacudimos el agua de
encima" con demasiada facilidad?
¿A quién no le pasa que se ve desbordado en clase por uno u
otro alumno? Luego se sienta en casa, se echa un poco, se toma
luego un café y al día siguiente se halla puntualmente ante la
clase como si nada hubiera sucedido. Allí está puntual, pero con
una puntualidad sin esfuerzo. El sanguíneo, el melancólico y el
colérico quizás hayan de esforzarse un poco para llegar a ser
realmente puntuales. Al flemático no le hace falta, llega en punto
sin esfuerzo, puede decirse que es patológicamente puntual.
¿Qué sucede con el hablar del maestro a la clase? Al sanguí-
53
porque en la clase puede haber niñas muy afectuosas y obedien-
tes que nunca dan motivo de reprensión, pero que a la larga se
ven más perjudicadas que el niño desvergonzado a quien se está
gritando, porque tienen un miedo atroz no a que se las reprenda
a ellas, sino a que puedan serlo otras personas. La repercusión de
todo ello se extiende por toda la clase, generando enfermedades
metabólicas.
La melancolía del maestro genera enfermedades cardíacas en
la vida del futuro adulto. El sanguíneo disminuye la alegría de
vivir, genera una falta de vitalidad. Se puede ver así cómo se
introducen cuatro corrientes patológicas en los niños. Con el
maestro flemático experimentan en su vivacidad algo así como
espacios vacíos, sin aire. Donde algo tendría que haber o
suceder, no hay nada ni pasa nada. Cuando son adultos, se
vuelven nerviosos y neurasténicos. A ello le agrega Steiner: "El
alma del niño siente asfixia anímica cuando el maestro es
flemático. Y cuando luego examinamos en la vida porqué ciertas
personas son nerviosas o neurasténicas, al retroceder a su
infancia nos encontraremos con que el trasfondo de esos
síntomas patológicos se halla en el temperamento flemático de
un maestro que no se supo dominar con su autoeducación y que
tendría que haber hecho cosas importantes con el niño. Gran
cantidad de fenómenos culturales enfermizos se pueden esclare-
cer de ese modo. ¿Porqué se hallan hoy tan extendidos el
nerviosismo y la neurastenia? Ustedes dirán que, según lo
antedicho, habría que suponer que la mayor parte de los
docentes de la época en que fueron educados los que hoy son
nerviosos estaba constituida de maestros flemáticos. ¡Pues yo
les diré que así es!" Y entonces comienza a matizar diciéndonos
que naturalmente había todo tipo de maestros, algunos
melancólicos, otros sanguíneos, unos coléricos y otros realmente
flemáticos. Pero por encima de todas esas disposiciones de
temperamento se extendía una tonalidad que los teñía todos de
una especie de verde, de una suerte de flema, la flema frente al
espíritu. Sobre los cuatro colores azul violáceo, amarillo, rojo y
verde, se extendía una verdadera pátina de verde y esa flema
52
das en la conciencia humana. Si hemos alcanzado un pensar
activo, formador, habrá que integrar ese nuevo paso a las
percepciones sensoriales puras.
Un ejemplo nos permitirá esclarecer lo descrito hasta aquí.
Estamos sentados en un banco fuera en el bosque, en un paisaje;
cerramos los ojos e intentamos meditar intensamente. Durante la
meditación olvidamos completamente que estamos sentados en
el banco, pero al final de la meditación surge de nuevo el mundo
circundante. Y en ese momento se puede hacer un descubrimien-
to en relación a las percepciones sensoriales: si ante nosotros hay
algunas hojas que susurran ligeramente, mientras estamos
sentados normalmente en el banco, ese susurro es muy ligero;
pero al volver de una meditación intensa, ese tenue sonido se
convierte en un poderoso bramido que apenas dura unos dos
segundos, volviendo luego a sonar como es habitual. ¿Qué ha
sucedido ahí? De una manera súbita, en un momento fugaz se ha
vivido directamente en la percepción sensorial, sin que haya
imágenes muertas, sin representaciones objetuales. En base a esa
vivencia se puede constatar cómo se hallan amortiguadas las
cualidades de las percepciones sensorias habituales.
Veamos otro ejemplo. Supongamos que, al dormirnos,
rozamos la manta y de repente suena un rugido. En la frontera
entre el dormir y el estar despierto, en la que nos apartamos un
poco del cuerpo, desaparece la palidez, la ordenación de las
representaciones objetuales y por ello se vivencian las impresio-
nes sensorias de un modo mucho más intenso. Los niños
vivencian eso no pocas veces y algunos se asustan, porque no
saben qué es lo que les pasa. Y ahí es muy útil que los adultos
sepan realmente lo que sucede.
Así pues, tenemos dos elementos: por una parte un incremen-
to de la efectividad del pensar activo que se eleva hasta el pensar
formativo; por el otro lado el ascenso de las imágenes muertas
de las percepciones sensorias a su fuente de origen, al reino
elemental activo. Y acto seguido los dos comienzan a actuar
conjuntamente, como si respiraran. Con cada paso adelante en
el pensar formador, se fortalece y se amplía la absorción de las
25
verdaderas cualidades en el mundo de las percepciones, y
viceversa. Ese rugido en la realidad del mundo de las percepcio-
nes sensorias, en el mundo elemental, desaparece al momento
siguiente si el pensar formador no lo absorbe. Cuando ambos
empiezan a actuar conjuntamente, comienza una nueva respira-
ción, aunque ya no en el aire, sino entre el pensar y la percepción
sensorial. Ambos se fortalecen mutuamente.
En esa actividad, el hombre vivencia el mundo etérico, el
propio cuerpo etérico, aunque al principio sólo como si fuera
desde un minúsculo extremo. Yo expresaría plásticamente ese
hecho (y no sólo plásticamente) diciendo: Lo etérico que rodea
la cabeza es lo primero que uno capta. Ese "cabo", sin embargo,
tiende rápidamente a desaparecer de la conciencia, si no
interviene un fortalecimiento. Quisiera indicar algunas posibili-
dades de producir esa vigorización.
Si uno cree que puede avanzar en el ámbito de la percepción
y del pensamiento y al mismo tiempo considera que toda su vida
personal no va a verse afectada, se equivoca del todo. Porque ese
"cabo" al que se ha logrado tener acceso no sólo se relaciona con
lo etérico próximo a la cabeza, sino con todo el cuerpo etérico
del hombre, que es un organismo de tiempo y vive en toda la
biografía. Si uno no comienza entonces a trabajar con su propia
vida, la conciencia en ese extremo etérico permanece débil y
disminuida. Ahora bien, se puede intentar fortalecerla haciendo
una retrospección de la propia vida, en orden inverso, situación
tras situación, año, tras año, hasta llegar a la infancia; mirándolo
todo entonces desde una posición más elevada, es decir, no vol-
viendo a darle vueltas a lo personal, sino mirando hacia abajo,
como si se tratara de otra persona, con la misma objetividad,
distinguiendo lo esencial de lo accesorio. Así nos vamos
familiarizando paulatinamente con las verdaderas fuerzas
formativas de nuestra Biografía. Cada vez que se trabaje de esta
manera con un fragmento de la vida, se produce una repercusión.
El pequeño extremo de "pensar-percibir" comienza a crecer, se
hace más grande y poderoso, y desde ese extremo comienza a
fluir una luz que penetra en la elaboración de la vida que
26
pero eso suele suceder únicamente en una minoría: el colérico
que se intensifica convirtiéndose en un verdadero dictador
inhumano y megalómano; el melancólico que desemboca en la
esquizofrenia paranoide y en la manía persecutoria; el sanguíneo
que se vuelve un neurótico histérico y que es incapaz de asumir
cualquier responsabilidad, hasta llegar al oscilar errático entre
pensamientos sin sentido y la enajenación; o el flemático que se
aproxima a la idiotez. Lo que en todos los casos extremos se
observa enseguida es su aspecto inhumano y obstructor.
Examinemos, sin embargo, no ya los casos extraordinarios,
sino a las personas más o menos coléricas, flemáticas, sanguí-
neas o melancólicas, que no han trabajado sobre su temperamen-
to, sino que lo dejan transcurrir tal cual. Entonces no tenemos al
dictador megalómano, sino al colega difícil que siempre nos
arrolla sin mala intención y sin darse cuenta, que hace siempre
lo que quiere, es decir, que despliega una cierta brutalidad cortés
e inconsciente. Hay poco del tirano, pero apunta en esa direc-
ción. El melancólico que sin padecer manía persecutoria, se halla
siempre quejumbroso, y se lamenta siempre de algo, que lo halla
todo siempre digno de lástima y tiene prevención ante todo lo
que haya de suceder, prefiriendo que no sucediera; o el flemático
que sencillamente no se da cuenta de nada.
En una conferencia de Rudolf Steiner13 hallamos una
conmovedora exposición en las que nos describe los cuatro
temperamentos y nos muestra en qué medida pueden perjudicar
a los niños si el maestro no los trabaja.
¿Cómo actúa el temperamento colérico no transformado?
Provoca que los niños se vuelvan temerosos, que tengan
pequeñas vivencias traumáticas que se acumulan y que quizás
vuelven a emerger después de 30 o 40 años como enfermedades
metabólicas. El maestro da rienda suelta a su temperamento
colérico, y tal vez no dé bofetadas, pero le habla con aspereza al
niño, vocifera y da bofetadas anímicas y de algún modo quiebra
el alma infantil. Con ello no solo daña a ese niño concreto,
13.- 8 de Abril de 1924. Incluida en. "Metodología de la Enseñanza
y Condiciones vitales de la Educación" (GA. 308).
51
está convencido, al principio, de que cuando llegue a auténticas
intensificaciones de la conciencia, a verdaderos pensamientos
reales, será capaz también de conformar y transformar todo el
resto de su vida siguiendo esos logros? Y luego uno descubre
que la cosa no funciona. Uno se apercibe con claridad de las dos
corrientes en el hombre que al principio no confluyen. Una de
ellas es la corriente del conocimiento en la que ya puede haberse
trabajado algo con la vivificación de lo intelectual-muerto; y la
otra es la corriente de la vida moral, que impregna la relación
que yo mantengo con los hombres y el mundo. Es muy importan-
te percibir que en el presente no coinciden del todo en la
mayoría de los casos. Se puede conocer a una persona bondado-
sa y amable con un comportamiento ético en la vida, y cuando se
descubren sus pensamientos, son pensamientos obtusos y de
poca enjundia. Y es evidente que esa forma de vivir bienhechora
y amorosa no puede proceder de esos pensamientos obtusos.
Pero aún más perturbador es el caso contrario: Un hombre
altamente inteligente, elevado a una sabiduría y a conocimientos
que quizás es también capaz de expresar magníficamente, a
quien luego se le ve realizar actos manifiestamente carentes de
toda ética. Algo no cuadra. Esa es una experiencia importante
que nos hace preguntarnos: ¿Cómo se llega a una plena confor-
mación de la vida en la que ambas corrientes no se contradigan?
Porque por un lado nos hallamos con un presente en los esfuer-
zos cognoscitivos o con una carencia de ellos, y por otro con lo
que hemos traído de la vida terrestre anterior, de tal modo que la
bondad, el amor y la elevada moralidad sencillamente están
presentes de una manera espontánea, como un hecho. La tarea
consiste entonces en hacer que ambas realidades entren en
sintonía, porque se trata de convertirse en un hombre completo
y llegar a configurar la vida cotidiana también a partir de la vida
del conocimiento. Si uno intenta hacerlo, experimenta que los
temperamentos son el mayor obstáculo.
Por de pronto, los cuatro temperamentos que uno lleva
innatos y que se desarrollaron en la infancia y la juventud
generan obstáculos. En los casos extremos no es difícil verlos,
50
estamos realizando. Y se ve en seguida que si no trabajo en mi
vida, ese pequeño cabo permanece siempre minúsculo y desapa-
rece una y otra vez. Ese sería el primer paso.
El paso siguiente en el camino de fortalecimiento consiste en
la comprensión del "Organismo de Tiempo". El saber abstracto
que se pueda tener sobre él ¡todavía no es la realidad del
organismo temporal! ¡Hay que experimentarlo directamente!
Debe empezarse con lo más próximo. Imaginémosnos por un
momento la situación presente, la conferencia de esta noche, y
supongamos que fueran las siete de la mañana y que estuviéra-
mos todos sentados aquí , mientras yo hablo, La situación sería
completamente distinta y la conferencia también, aun cuando
dijera las mismas palabras. Habría una disposición anímica
matutina, recién despertados del sueño antes del desayuno. Pero
el hecho es que hemos recorrido el día entero, hemos tenido
conferencias y coloquios y nos movemos hacia la noche.
Imaginemos ahora que fuese la una de la madrugada. Nuevamen-
te sería una situación del todo diferente.
Todo lo que sucede es lo que es, no solamente por el conteni-
do del momento, sino por su posición en el organismo de tiempo.
¿En qué lugar estoy en el discurrir del día y la noche? ¿Qué es
lo que me espera? ¿Qué queda detrás? Uno está siempre inserto
en ciclos, pequeños, grandes y aún mayores: el pequeño ciclo
día-noche, el mes entero, el de todo el año. Podríamos imaginar-
nos también que estamos en Marzo. Toda la situación volvería
a ser distinta, nos encontraríamos en otro punto del organismo
estacional. Se puede pensar en esto rápidamente, entenderlo y
decir: "Es verdad", y luego dejarlo estar para seguir trotando de
momento a momento, sin sentir de verdad la realidad del
organismo de tiempo. Se tiene que ejercitar el sentimiento de
que uno se encuentra inserto siempre en ciclos temporales
mayores y menores, y que lo pequeño, el momento, sólo tiene su
significado y su valor por su relación con el todo.
Si uno se sale del organismo de tiempo se produce nerviosis-
mo. El nerviosismo también surge por otras razones. Cuando el
yo deja correr todas las fuerzas anímicas y todo lo que ondea y
27
se agita, y no lo hace suyo, ya sean pensamientos, sentimientos,
deseos, impulsos, apetitos, etc., el cuerpo anímico (astral) se
debilita y adormece. El cuerpo anímico tiene una gran abundan-
cia en sí mismo, pero si el yo no lo impulsa y no comienza a
trabajar en él, el cuerpo anímico se amodorra y ¿cuáles son las
consecuencias?, que el cuerpo anímico ya no puede inspirar al
cuerpo etérico y ahí también se adormece. ¿Qué significa ese
amodorramiento? que acaba haciéndose alérgico. Cuando se es
alérgico, es que hay una cierta debilidad frente a las influencias
externas. Cuanto más fuerte se es, tanto menos alérgico. El
cuerpo etérico débil no acaba de adueñarse del cuerpo físico, el
cuerpo físico se sale fuera un poco, aunque no del todo, porque
de hacerlo nos moriríamos. Pero cuando el cuerpo físico sale un
poco hacia afuera surgen el nerviosismo y distintos tipos de
enfermedades. Lo físico comienza a agitarse y se autonomiza. Lo
contrario sucede cuando el yo, aunque sólo sea un poco, trabaja
en las propias fuerzas anímicas, en los impulsos y apetitos, y
genera algo a partir de ellos: los convierte en más humanos y se
hace más verdadero en el pensar, sentir, querer y en todas las
inclinaciones, en todo comportamiento. Ese es el hombre en
devenir.
No se trata de llegar a la perfección, no hace falta llegar a ser
tan perfecto como el ideal, sería un completo error pensar así y,
por otra parte, tampoco sería alcanzable. De lo que se trata es de
comenzar a invertir la voluntad, pues ella posee ya en sí misma
la fuerza del hombre en devenir. Inmediatamente, el cuerpo
anímico se hace más fuerte y más enérgico. Su plenitud es la
misma, pero todo se hace distinto en él si esa fuerza inspiradora
procede del yo, comenzando así el "venir a ser hombre", (la
verdadera humanización). Inmediatamente el cuerpo anímico
puede inspirar con más intensidad al etérico, y éste se hace
menos alérgico, más poderoso y capaz de sujetar al cuerpo
físico, ordenándolo, sanándolo, curándolo. Aquí tenemos una
fuerza fundamental que procede de lo que Rudolf Steiner llama
el "Ocultismo Higiénico". Desde las fuerzas espirituales más
28
que retoña y brota, y por otro lado lo que perece, marchita y
fenece. Al principio, uno contempla los dos procesos con los
sentidos bien abiertos, para que luego surjan una serie de
sentimientos. Es decir, que uno ha de sentir algo, lo que no
quiere decir que se induzca o instigue sentimientos. Se trata más
bien de crear un espacio de resonancia en el que realmente
puedan emerger sentimientos a través de los cuales hablan los
hechos del mundo. Y así hallamos en el libro: "Uno verá cómo
emergen en su interior nuevos tipos de sentimientos y pensa-
mientos que hasta entonces le eran desconocidos." Al principio
uno se sorprende, porque había tenido sentimientos de toda
índole, pero en esa ocasión son distintos. ¿Qué son entonces esos
nuevos sentimientos? No son nebulosos ni turbios, tienen formas
bien concretas. Todos los sentimientos antiguos se hallaban
enturbiados por lo personal, uno siente la propia situación con
intensidad, lo relaciona todo consigo mismo y con ello tiñe todo
lo demás. ¿Quién no conoce la situación en la que uno sale a
pasear por el bosque en un espléndido día primaveral, y se siente
sobre todo a sí mismo, en esa maravillosa sensación de vida que
se tiene al pasear. Esos son los antiguos sentimientos; los nuevos
generan un órgano de resonancia a través del cual es el mundo
el que habla. En esa relación con el mundo vive toda la región de
lo sanguíneo. En la región de lo flemático emergen sonoridades
más profundas en relación con el mundo.
Examinemos ahora, después de esta primera familiarización
con las cualidades del pensar vivificado, del sentir purificado y
de la voluntad con sentido, la difícil cuestión de la transforma-
ción de los cuatro temperamentos.
¿Porqué habría que transformarlos? ¿Es que no pueden
permanecer como están?
En el sendero del conocimiento se llega a un grado donde
surge una pregunta que más allá de planear sobre nosotros, se
convierte en interrogante existencial: ¿Cómo se vinculan al resto
de mi vida y a la relación con mis semejantes esas grandes
verdades que he adquirido sobre el yo y el mundo? Ahí la
mayoría vivencian desengaños de enorme magnitud. ¿Quién no
49
mismo y en el mundo.
Muy distinto es el moverse en la esfera del Éter Calórico. Ahí
no hay que incrementar la actividad volitiva interior que ya
existe con exuberancia. La región del Éter Calórico rebosa de
tendencias volitivas, impulsivas, la vida colérica de la voluntad
transcurre, más bien se impele a sí misma, hacia delante, sin
pensárselo antes. La tarea en este campo consiste no en vivificar
algo que estaba muerto, sino en retener y canalizar algo viviente,
impulsivamente volitivo. Y es la actividad que se ha despertado
en el pensamiento formador la que ha de verter su luz ahí dentro,
en la vida volitiva que, de otro modo, transcurre de una manera
salvaje e impulsiva. Hay que proyectar la conciencia en la
voluntad. Pero eso significa que la idea se convierte en ideal. ¿Y
qué sucede cuando la idea no se convierte en ideal? Que las
ideas se esclerotizan en representaciones del pasado. Las ideas
sólo pueden mantenerse vivas cuando viven en el hombre entero;
entonces se convierten también en gérmenes de futuro e introdu-
cen sentido en la región de la voluntad. La realización en el
futuro sólo es posible cuando lo colérico se redime al ser
retenido e iluminado por un rayo de la conciencia que ha
recobrado vida.
¿Qué sucede en la región intermedia, en lo flemático y lo
sanguíneo, donde la circulación de los jugos y el intercambio de
las inspiraciones y espiraciones ofrecen el fundamento para el
sentir? No hay que despertar nada muerto ni esclarecer la vida
volitiva con la conciencia, sino objetivar y purificar los senti-
mientos. La vida afectiva suele ser demasiado personal y por ello
se halla enturbiada. Uno vive únicamente en sí mismo. Cuando
uno es capaz de purificar los sentimientos y convertirlos en
órganos de aprehensión, surgen en la región del Éter Lumínico
"sentimientos de una nueva índole".
En el libro ¿Cómo se Alcanza el Conocimiento de los Mundos
Superiores?, después de los primeros capítulos introductorios,
nos hallamos con la sección: "Las Etapas de la Iniciación". El
primer grado, la "Preparación", comienza con meditaciones que
contemplan por un lado lo que está en proceso de venir a ser, lo
48
íntimas del hombre en devenir, se despiertan fuerzas curativas.
Primero en el propio ser y, desde ahí, actúan irradiando también
en el organismo social.
Cuando una fuerza invoca al "hombre en devenir", el cuerpo
etérico se ve fortalecido desde el yo y esa fuerza se intensifica.
El "cabo" empieza a ensancharse y hacerse más resistente.
El camino de fortalecimiento que le sigue es muy importante:
todo hombre del presente tiene de antemano la actitud siguiente:
Se imagina a sí mismo en la Tierra como algo pequeño, mi-
núsculo y dotado de una vida anímica totalmente subjetiva,
mientras que fuera hay un universo cósmico gigantesco, con
estrellas lejanas, pero uno no tiene nada que ver con ello. Aun
cuando aquí en la Tierra me cultive moralmente, el mundo
estelar, concebido astrofísicamente, no tiene relación alguna con
esa mi actividad. Si se tiene esa idea, es evidente que uno
permanece pequeño y débil, y no ha descubierto lo decisivo: que
ese "algo" que despierta en lo etérico, no sólo está en mí. ¿Y
dónde más puede estar? Se halla simultáneamente en el entorno
más lejano, en la periferia. En lo físico, los objetos están
situados unos junto a otros. En cierta manera se puede delimitar
todo cuerpo físico, incluso allí donde haya transiciones, en el
aire, en el calor, etc. Pero eso no es ya el caso con el cuerpo
etérico. ¿Cómo habría que concebir el cuerpo etérico en relación
con todo el mundo etérico? ¡En una relación tan íntima como la
que mantiene la cabeza física con el resto del organismo! La
cabeza está algo apartada, se mantiene para sí, pero también
existe el cuello que establece un nexo con el resto del cuerpo, sin
el cual la cabeza no podría subsistir. El cuerpo etérico del
hombre es también algo independiente, aunque de un modo
parecido a como la cabeza física lo es del resto del organismo
físico. ¿A qué correspondería el "resto del organismo" en el caso
de nuestro cuerpo etérico? ¡Sería todo el mundo etérico exterior!
Todo cuerpo vital humano es como una pequeña cabeza que
pertenece al organismo entero que constituye el gran cosmos. No
29
hay nada en el cuerpo etérico aquí que no actúe al mismo tiempo
como fuerza periférica en el universo. Lo físico se halla en un
punto, lo físico pesa. Lo etérico está siempre en el entorno y
desde allí actúa y succiona.
Al producirse el primer despertar en lo etérico, el mundo
sideral se halla inadvertidamente presente allí donde el pensar y
el percibir se vivifican, aunque al principio uno todavía no lo
sepa. La totalidad se halla presente sin que nos demos cuenta y
a partir de ahí ha de producirse un nuevo fortalecimiento. Esa
vida en la Totalidad ha de aflorar a la conciencia, ha de ejercitar-
se. Uno ha de sentirse inmerso en la periferia de los astros, en
ese gigantesco perímetro abovedado, igual como se siente uno en
el propio cuerpo etérico.
En una poesía de Novalis existen unas palabras que al
principio se sienten como simple belleza poética, hasta que se
cae en la cuenta de la profunda verdad que contienen:
Se deshará el orbe estrellado
en áureo licor de vida,
y libando en él deleitosos
seremos astros luminosos.
Lo que aquí se dice no es sólo poético, sino también cierto.
La bóveda etérica de la periferia se hace consciente, lo minúscu-
lo se convierte en estrella y convive con lo inmenso. Es la
realidad del despertar en lo etérico.
Hasta aquí he intentado hablar de algunos caminos de
fortalecimiento: Trabajar sobre la propia vida, vivenciar el
organismo temporal, la labor que el yo realiza en los miembros
constitutivos y sus repercusiones, y finalmente el nexo con la
periferia del círculo cósmico.
En este punto quisiera incluir un pequeño examen de la
30
tente oscilación entre el pasado y el futuro: avanzando un poco
hacia delante con deseos y grandes planes, para luego mirar
hacia atrás con cierta nostalgia, riéndose y llorando, oscilando de
aquí para allá. Ahí se manifiesta la relación del hombre con el
mundo, el alternativo interés ahora por el mundo, ahora por sí
mismo. En esa región actúa el Éter Lumínico.
Esas cuatro cualidades básicas del cuerpo etérico humano -
el Éter Vital encargado de la configuración creadora que llega
hasta la plasmación de la forma, el Éter Acústico o Sonoro que
tiene entre sus manos ese discurrir confluente y de interpenetra-
ción mutua, el Éter Calórico como voluntad orientada hacia el
futuro, y el Éter Lumínico que manifiesta la relación con el
mundo - existen también como cualidades en el gran éter
cósmico. Pero en la conciencia humana aparecen tan solo cuando
ella misma se ha intensificado y ampliado con el proceso del
pensar fortalecido meditativamente.
Así pues, cuando el maestro emprende el camino de la
autoeducación y se ejercita para ayudar mejor a los niños, para
poder servir mejor al hombre en devenir, se le presentan dos
grandes tareas íntimamente emparentadas.
Una de ellas consiste en conquistar cognoscitivamente esas
regiones para la propia conciencia, con el fin de saber poco a
poco qué es lo que lleva entre manos cuando se relaciona con el
mundo y con el hombre en ciernes, pudiendo así ser realmente
objetivo.
La otra, de mayor trascendencia, consiste en elaborar y
transformar lo que uno mismo lleva consigo de esos cuatro
dinamismos para adecuarse al verdadero encuentro humano con
los alumnos de la clase.
Si se quiere lograr un conocimiento de esas cuatro cualidades
básicas, hay que tener en cuenta que el moderno sendero
cognoscitivo antroposófico comienza siempre en el polo
cefálico, en la región de las representaciones muertas. Ahí
interviene la acción de la individualidad, del verdadero yo, y
empieza a conformar el pensamiento de modo nuevo y viviente.
Uno aprende a conocer el aspecto Éter Vital de lo etérico en uno
47
llega a la forma fija, ya que riega, fluye y discurre por todo el
cuerpo asociándose y disociándose en las combinaciones
químicas, un intercambio fluente. Hablando en imagen, la
coloración interior es verde, un verde benefactor, flemático. Y
si lo enfocamos desde el punto de vista cronológico, lo flemáti-
co se halla exactamente en medio, en el presente. El colérico
tiende siempre a ignorar el pasado e inconscientemente a
disolverlo; lo que pasó ayer carece de interés, ¡lo importante es
lo que hagamos ahora, hacia delante, hacia el futuro! El
melancólico olvida el futuro y mira sobre todo hacia el pasado.
El flemático chapotea y flota en el presente mismo y no se
interesa ni por el pasado remoto ni por el lejano futuro, más bien
se orienta hacia lo que sucede en el presente en los propios
jugos. Aquí en la zona intermedia, donde no se producen
conformaciones definitivas ni intenciones de futuro, en esa
actividad de lo acuoso vive el Éter Acústico (o Éter Químico).
Pero esa región intermedia se halla impregnada también por
los ritmos respiratorios de todo el hombre aéreo. En los flujos de
la respiración, el péndulo oscila con más intensidad que en los
movimientos de los fluidos. En el hombre acuoso se evidencian
solamente ligeros movimientos pendulares que fluyen en oleadas
rítmicas, pero no se preocupan del mundo, tienden a resonar más
en sí mismos. Mas el flujo respiratorio discurre totalmente hacia
fuera y luego se concentra del todo hacia dentro, bien uniéndose
con el mundo circundante, bien retrayéndose totalmente sobre sí
mismo en el movimiento siguiente. ¿Qué sucede cuando se
interioriza del todo, cuando inspiramos y retenemos la respi-
ración? Algo se anquilosa en nosotros, generando una especie de
forma cerrada que se aproxima a la configuración cefálica. No
llega a la formación de la cabeza (que no podríamos resistir),
puesto que lo espiramos acto seguido hacia fuera. Junto con la
espiración discurre un elemento que se halla germinalmente en
esa formación, de donde podría surgir algo en el mundo, es ¡lo
sanguíneo!
El temperamento sanguíneo vive también en el presente, pero
no de forma tan integral como el flemático, sino más en intermi-
46
llamada cuarta dimensión. No deja de ser algo meramente
abstracto el seguir simplemente contando, la cuarta, la quinta, la
sexta dimensión..., lo que con las matemáticas aún se presta a
especulaciones sin necesidad de contar para nada con un mundo
espiritual. También se la puede contemplar de forma abstracta
diciendo: Tres dimensiones en el espacio corriente, luego se le
añade, por ejemplo, el tiempo como cuarto eje de coordenadas;
y así tenemos cuatro ejes con los que podemos contar. Pero no
es de ese significado del que quiero hablar, sino del significado
esotérico de esa dimensión, y ahí sucede algo bien distinto.
¿Dónde se halla lo tridimensional, los tres ejes de coordenadas
del espacio? Solamente en lo físico-terrestre en el que se
vivencia el mundo del espacio. Sólo ahí es posible esa exteriori-
zación de las tres dimensiones y con ello lo cristalizado, lo
mineral. Pero lo tridimensional no es lo originario, no es lo
primero, sino que desciende desde el mundo espiritual en tres
etapas hasta que se cristaliza en el mundo del espacio
tridimensional. ¿Y cuántas dimensiones hay entonces en el
mundo espiritual superior? Allí no existe ningún mundo espacial
en tres dimensiones, los arquetipos son de índole puramente
espiritual. ¿Cuántas dimensiones hay en el mundo espiritual
inferior? Sólo una, una dimensión que irradia linealmente, pero
que no es una línea que se adhiera a lo físico tridimensional. Es
una línea procedente de lo espiritual que vive en voluntad
unidireccional. Y en progresivo descenso desde el mundo de los
arquetipos, bajamos al siguiente escalón, al mundo etérico
elemental. ¿Cuántas dimensiones encontramos en él? ¡Dos! Nos
hallamos con imágenes vivientes con carácter de superficie, pero
no con superficies como las que vemos en lo tridimensional,
como sería una pared o una pintura. No se trata de eso, sino de
pura actividad. Si descendemos desde los arquetipos nos
hallamos con la primera actividad y luego con la segunda
actividad viviente. ¿Dónde están las superficies? En la periferia
global del mundo etérico, una periferia que, actuando desde allí,
ejerce su actividad formadora, aunque en superficies, sin
tridimensionalidad, todavía sin forma fijada. Allí donde surge la
31
forma sólida, ésta se ha precipitado, separándose del nexo de
fuerzas motrices, convirtiéndose en algo espacial-tridimensional,
físico-mineral.
32
activo el Éter Calórico en todo el cuerpo aunque tiene su zona
principal de acción en la actividad motriz de las extremidades.
La estructura de las extremidades depende de la cabeza y del
polo de Éter Vital del cuerpo etérico, pero su actividad depende
del Éter Calórico. Si miramos en dirección al futuro, todo se
hace rojizo, impregnado de voluntad y calor, allí hay valor para
el actuar, allí se es ¡colérico! El arquetipo del temperamento
colérico se asienta sobre todo en la sección de las extremidades
del cuerpo etérico.
Tenemos ante nosotros, pues, dos polos del cuerpo etérico, el
Éter Vital del polo cefálico y el Éter Calórico del polo extremi-
dades, aunque cada uno de ellos impregne también al otro. Ahí
donde haya actividad opera el Éter Calórico. En ambas regiones
polares desaparecen también las fronteras del cuerpo etérico. En
la cabeza las fuerzas formativas cósmicas confluyen desde las
inmensas lejanías hasta el cerebro. En las extremidades, por el
contrario, irradian fuerzas hacia el futuro, generando gérmenes
para el porvenir.
Ahora bien, habrá quien diga que esta exposición no coincide
con las diversas descripciones que nos da Rudolf Steiner. Porque
él nos dice más o menos12 que en la región de la cabeza lo
etérico se encaja del todo con lo físico, y que sólo en la región
de las extremidades sobresale un poco hacia fuera. Él mismo nos
llama la atención sobre el hecho de que hay que diferenciar dos
puntos de vista en la investigación de la ciencia espiritual. Uno
de ellos mira desde fuera y penetra en otro cuerpo etérico,
viéndolo de un color parecido al de la flor de melocotón; el otro
vivencia el propio cuerpo etérico desde dentro, y percibe en
color azul violáceo esas infinitas irradiaciones que confluyen en
la cabeza desde arriba y que, en las extremidades, se extienden
en un color rojizo hacia fuera, preñadas de futuro.
¿Y qué hallamos en la zona intermedia? Entre ambos polos
del cuerpo etérico se encuentra todo el movimiento de los
fluidos corporales, el circular de la sangre, la linfa y de todos los
jugos corpóreos. Allí no hay productos finales, porque nunca se
12.- Op. cit. (GA. 145), 4ª conferencia.
45
cuatro modalidades de éter, el Éter Vital, que posee la intensa De ese modo nos hallamos con la siguiente línea evolutiva:
energía llena de sentido espiritual capaz de actuar hasta en la
formación física. El Éter Calórico, el Éter Lumínico y el Éter Punto, 0____ ____6 Punto,
Acústico no pueden hacerlo. Así pues experimentamos una estrella Intuición
honda veneración ante esas fuerzas supremas y a la vez una
cierta nostalgia que contempla el producto muerto de los grandes Línea, 1____ ____5 Línea,
poderes cósmicos del pasado. Nuestro juicio se convierte en el revelación Inspiración
del típicamente melancólico. Por eso, el hombre que posea ese
temperamento y que, por ello, vive mucho en la cabeza, suele Actividad 2____ ____4 Imagen
tender a contemplar básicamente el pasado. Se queda apegado a sin reposo, Imaginación
lo que fue. Todo lo que ha tenido lugar deja tan hondas huellas en superficie
que uno permanece en la ponderación de cómo ha sucedido todo 3
eso, de cuáles han sido las causas, etc. Está orientado hacia el T
pasado. La melancolía (como temperamento) genera una especie R
de estado anímico azul violáceo en la zona de la cabeza. Pero ahí Cruz
sólo actúa un pequeño extremo del cuerpo etérico global, y la Muerte
totalidad del cuerpo etérico no tiene nada específicamente Espacio tridimensional
orientado hacia el pasado, sino que se halla impregnado de una
poderosa vida de gran magnitud, que posee en sí mismo pasado, "Cero" en el mundo espiritual superior, podría decirse
presente y futuro.11 también "punto", "estrella". En el mundo espiritual inferior
Y ahora dirijamos la mirada al polo opuesto, apartemos todo "línea", que irradia revelándose en ese campo unidimensional.
el pasado y tengamos ante nosotros el futuro, ¡sólo el futuro!, Luego el mundo etérico de la vida, el mundo de superficies de
pero no sólo una mera representación del futuro, una especie de actividad, sin reposo. Y finalmente se produce lo tridimensional,
prognosis del porvenir, porque eso ¡sería de nuevo un producto la cruz, la muerte, sólo posible en lo físico sensorial. Es el
encogido del pasado! En la actividad meditativa debiéramos descenso de una actividad a lo físico-sensorial. Es el descenso de
dirigir nuestra mirada más bien hacia el verdadero futuro y nos una actividad creadora.
encontraríamos con ¡la voluntad, el querer hacer, el valor, el Y entonces comienza la línea ascendente de la evolución de
calor! Estamos vivenciando el otro aspecto del cuerpo etérico, el la conciencia, llegando así a la cuarta, quinta y sexta dimensión,
Éter Calórico. Y así como el Éter de Vida impregna todo el mas no como nuevos ejes que se agregan, sino como ascenso a
cuerpo etérico cuando se halla activo en toda formación de los niveles superiores, donde en cada escalón desaparece una
estructuras, de la cabeza a los pies (no existiría ningún esqueleto dimensión de exteriorización. En el primer paso ascendente
si no estuviera activo el Éter Vital), aunque despliegue su verda- desaparece una de ellas y todo se hace plano, se convierte en
dera actividad en la región cefálica, del mismo modo se halla Imagen. Luego desaparece otra y llegamos a la línea, a la
11.- Véase: Rudolf Steiner, "¿Qué Significado tiene el desarrollo Inspiración. Se extingue luego una más y nos hallamos en el
oculto del hombre para sus envolturas y su ego?" (10 conferencias punto, en la Intuición, de pleno en lo interior, puramente
del 20 al 29 de Marzo de 1913. GA.145) Editorial Científico- ontológico.
Espiritual, 2013. Buenos Aires.

44 33
 Así pues, el despertar en lo etérico sucede allí donde la
conciencia de lo tridimensional se eleva a ese siguiente nivel, allí
donde desaparece un grado de exteriorización y donde todo
deviene superficie, no la superficie de un objeto, sino un plano
de imagen viviente y activa. ¿Dónde se halla esa superficie? Al
respecto existe una reveladora y sugerente indicación de Rudolf
Steiner7. ¿Dónde emergen las Imaginaciones? Exactamente allí
donde suelen surgir los recuerdos, en la intimidad más profunda,
como si fuera en una superficie en la que uno se ve inmerso, ahí
está el campo, el estrato de la Imaginación. ¿Y qué es eso? ¡No
pueden ser meras visiones! Toda visión viene de fuera, como si
fuese un cuadro, uno no hace más que mirarla, y toda clase de
errores y engaños pueden infiltrarse en ella. La Imaginación, sin
embargo, se produce cuando aparece auto-actividad, uno se
vivencia a sí mismo en la actividad creadora de la Imagen. Pero
al mismo tiempo la Imagen se halla en otro sitio. ¿Dónde? ¡En
la lejanía infinita, en la inmensa periferia! Esa es la cuarta
dimensión, en la que uno es minúsculo y a la vez enorme, donde
uno se halla simultáneamente en la pequeña superficie y en la
gigantesca superficie circundante de la periferia, en el mundo
sideral.
Cuando no nos preocupamos del mundo estelar desaparece
también esa diminuta superficie interior de la Imaginación,
porque sólo se la puede captar cuando al mismo tiempo se la
vivencia como poder universal en la periferia. Ese es el misterio.
¿Y qué hay que hacer entonces? ¡Elevarse por encima del
pequeño cuerpo personal propio! Lo que no quiere decir
perderse a sí mismo, porque en ese acto libre uno puede regresar
en todo momento a lo tridimensional y controlar la vinculación.
Cuando uno se pierde, se hacen posibles toda clase de engaños
e ilusiones. Hay que ser capaz de producir una y otra vez ese
retroacoplamiento hasta el punto de la cruz en lo tridimensional.
Con ello se preserva la propia libertad.
Precisamente ahí, en la superficie fronteriza entre la segunda
7.- Véase: "El significado de la Antroposofía en la vida espiritual del
presente." (G.A.nº 82)
34
al cerebro? Experimentamos ya la profundidad del mundo
espiritual, intuimos la propia entidad superior, que no se
presenta así como así, sino que va haciéndose perceptible
paulatinamente en el campo de actividad dentro del propio
cuerpo etérico. Ahora bien, el propio cuerpo etérico nunca puede
considerarse aislado del éter cósmico global en el que se halla
inserto. No es un mero cuerpo físico menos denso, sino que se
relaciona incesante e indisolublemente con el éter cósmico, con
la esfera de actividad universal de entidades superiores, sin la
cual no existiría.
Se desarrolla entonces esa actividad interior viva, una
actividad que al principio no abarca todo el cuerpo etérico, sino
sólo una especie de extremo, de "cabo", el cuerpo etérico de la
cabeza. Eso puede sentirse durante la actividad meditativa como
una especie de desprendimiento en la esfera cefálica. Se
consigue así esa viviente actividad interior en el cuerpo etérico,
en el cerebro y paralelamente a él. Al mismo tiempo, por una
especie de sendero fronterizo, se capta cuál es la relación con las
representaciones habituales que se adhieren al cerebro, y se
descubre que el cerebro y las representaciones comunes son
productos finales, surgidos de la esfera de actividad del gran éter
cósmico. Ninguna circunvolución cerebral se habría producido
si no hubiera confluido esa actividad etérico-cósmica y confor-
mado la cabeza en su conjunto.
¿Con qué disposición anímica vivenciamos eso? Con un
estado de ánimo doble: Por un lado sentimos la más honda
veneración y devoción frente a los poderosas fuerzas universa-
les, frente a la Sabiduría que confluye en esa maravillosa
formación del cerebro, que nos da la posibilidad de representar-
nos las cosas; y por otra parte nos embarga la melancolía, porque
nos hallamos ante un producto de contracción, un producto
terminal, de camino hacia la muerte. Con profunda devoción se
vislumbra un portentoso pasado cósmico del que todo ha surgido
y se siente a la vez melancolía porque nos hallamos en un punto
final. ¿Qué energía etérica es capaz de llegar a la formación
física, a convertirse en producto final? El éter supremo entre las
43
réplica son tan solo señales indicadoras que nos señalan hacia
algo real que hay ahí. No son la cosa misma, porque el hecho
espiritual mismo sólo puede vivenciarse directamente.
¿De qué manera se experimenta la diferencia entre un hecho
físico-sensorial y una representación? En el reino físico-sensorio
uno puede toparse con un objeto y sabe con precisión: aquello
con lo que he chocado es una realidad, tanto si la entiendo como
si no. Pero muy distinto es el asunto cuando sólo tengo la
representación de una mesa, ¡me falta la vivencia de realidad!
En la actividad meditativa uno se ve tocado por hechos
espirituales, es como si chocara con ellos. Pero nunca vienen de
fuera. Mas ¿qué es un hecho espiritual? Es una entidad o una
relación entre seres; en el mundo espiritual no existe nada
exteriorizado. Tiene carácter de hecho y emerge como tal en la
actividad meditativa. Si me hago una representación de ello con
la cualidad propia de las representaciones habituales, al momen-
to desaparece el sentimiento de ingravidez, de hallarse desligado
del cuerpo físico. Siento la representación que no es más que una
imagen refleja de otra cosa, como si estuviera asentada en la
cabeza, ligada al cerebro, diríamos "pegada" a él; término aún
bastante débil, porque al pegar algo, quizás se pueda despegar
alguna parte, con lo que la representación de algún modo flotaría
por encima. Pero en este caso no puedo hacerlo. Se halla tan
firmemente fijada al cerebro como la fuerza de la gravedad lo
está a la materia. Naturalmente que no podemos pensar en la
gravitación, en la fuerza de la gravedad, sin pensar al mismo
tiempo en la materia; y viceversa, al pensar en la materia se sabe
que está ligada indisolublemente con la fuerza de la gravedad.
Del mismo modo las representaciones habituales se hallan
ligadas al cerebro, a la cabeza.
Y es entonces que interviene la acción de la individualidad
eterna, apartando esas representaciones y dirigiendo toda la
atención hacia el movimiento y la vida que allí surge desde el
núcleo íntimo del propio ser.
¿Qué vivenciamos en este primer grado de experiencias
espirituales, en comparación con las representaciones adheridas
42
y la cuarta dimensión (ver dibujo de la parábola) se suceden
acontecimientos que se extienden antes del nacimiento y llegan
más allá de la muerte. Inmediatamente antes de nacer descende-
mos desde el mundo espiritual superior, atravesando el mundo
espiritual inferior y el mundo elemental, y justo antes de penetrar
en el mundo físico tridimensional nos encontramos con nosotros
mismos. Entonces se despliegan ante nosotros todas las intencio-
nes espirituales de la vida que va a comenzar y nos hallamos
como si fuera ante un inmenso panorama de la vida. Inmediata-
mente después de la muerte, se desprende el cuerpo físico y se
despliega todo el panorama de la vida que acabamos de finalizar.
Así pues, ¡un panorama antes de la vida terrestre y otro después
de ella! Nos hallamos circunscritos por ese vasto doble panora-
ma de la vida con nuestras intenciones espirituales más íntimas,
en el que no habríamos de imaginarnos los miles de pormenores,
es decir, que todo estuviera ya predestinado desde antes de
nacer, lo que sería un craso error. Lo que hallamos son las
intenciones espirituales y lo espiritualmente esencial, que nos
sale al paso en forma de Imagen después de la muerte.
Lo mismo sucede cada mañana al despertar y cada noche
inmediatamente después de dormirnos: un panorama del día por
venir y un panorama del día transcurrido. En lo pequeño nos
hallamos circunscritos por esa actividad-imagen que el Ser
ejerce desde la periferia.
Pues ¿qué es una imagen? Si es una verdadera imagen es que
un ser se está expresando en ella. De algún modo tiene facciones
espirituales observables. No es una imagen absurda o amañada
arbitrariamente, es un rostro esencial que muestra lo que aún ha
de venir y lo que ha sido. No desaparece durante el día, sino que
vive en el organismo de tiempo inmediatamente por debajo de la
superficie de las sombras y abstracciones, y al comenzar ese
despertar en lo etérico, se puede hacer que aflore a la conciencia
en todo momento. ¿En dónde me encuentro ahora? ¿Cuál es el
objetivo espiritual? Una portentosa Imagen resume todo eso y
con ella me hallo inserto en ese organismo de tiempo que sigue
avanzando.
35
 Cuando uno cae fuera de los nexos del espíritu, se produce la
angustia. Y esa angustia es lo que impregna toda la humanidad
del presente, porque nos hemos salido de ese organismo espiri-
tual de tiempo, nos hallamos perdidos y de algún modo esparci-
dos como gotitas aisladas en los cuerpos individuales. ¿Qué
pasará? ¿Voy a perecer? ¿Se extinguirá el mundo entero en el
momento siguiente? ¡Es el miedo!, un miedo que emerge de un
agujero oscuro, negro y profundo. Y no se puede vencer el
miedo simplemente reprimiéndolo. El coraje se genera con lo
espiritual, con la actividad espiritual que nos permite hallar un
nuevo nexo dentro de la realidad espiritual, en la que se capta
ese organismo de tiempo en la conciencia. ¡Uno se despierta en
él! Pero incluso cuando el hombre logra algo en esa dirección,
vuelve a perder ese nexo con demasiada facilidad. Cuando pasea
por la calle como persona minúscula y piensa en el universo,
todavía le satura la mera imagen de un cosmos totalmente
mecánico y exclusivamente material, transmitida por los periód-
icos y medios de comunicación, una imagen en la que todo lo
que sucede en la Tierra es absolutamente insignificante. Si nos
imaginamos con exactitud e intensidad esa concepción astro-
física del mundo y se piensa luego que la Tierra y la humanidad
podrían quedar aniquiladas en el momento siguiente, ¿qué
importancia tendría esa extinción para el universo considerado
astrofísicamente? ¡Ninguna en absoluto! Uno piensa que todo
seguiría adelante como si nada hubiera sucedido. ¡Nada de nada!
La humanidad moderna tiene, pues, una imagen del mundo que
aniquila toda su propia existencia. Y eso engendra miedo en el
inconsciente.
Por ello, toda esa imagen astrofísica que vive en nuestra
conciencia como un gran bloque macizo ha de ser puesta en
movimiento, elevada e introducida en el organismo de tiempo,
pero no en un tiempo astrofísico que no es más que un eje de
coordenadas hacia el infinito que hipotéticamente se limita a
extender hacia delante y detrás la repetición de lo mismo de
siempre, sino en el verdadero organismo de tiempo. ¿De dónde
procede? Lo encontramos expuesto en la "Ciencia Oculta, un
36
LAS CUATRO CUALIDADES DE LO EtéricO EN EL
SENDERO DE AUTODESARROLLO DEL MAESTRO
Los primeros pasos en el camino meditativo de conocimiento
conducen a un fortalecimiento del pensar. Sea cual sea el
contenido de la meditación, consiste en permanecer en una
imagen determinada o en palabras y pensamientos, en ser capaz
de moverse con lentitud y precisión de un pensamiento a otro, de
modo que el conjunto viva en la conciencia, en un organismo
interior de tiempo. Los pensamientos se convierten en formacio-
nes totalmente impregnadas de vida, que se hallan en movimien-
to y expresan con ello su propia entidad. Eso no sucede con las
representaciones habituales, porque son réplicas de algo distinto,
y si queremos que sean claras hay que poderlas retener. En el
sendero meditativo del conocimiento el hombre se eleva desde
el fundamento de las representaciones muertas hacia un pensar
vivo y formativo.10
Lo que ahí despierta lentamente a la acción es la individuali-
dad eterna. Y en el breve período de esa actividad interior se
aparta todo lo que proviene del cuerpo físico, todas las percep-
ciones sensoriales. Eso sucede también, por ejemplo, con las
sensaciones táctiles, provocando un sentimiento de ingravidez.
Dentro de la actividad meditativa, las representaciones
habituales querrán también emerger. Pero hay que tener bien
claro que lo que uno ha vivenciado tiende a ser retenido en
forma de representaciones. Nos hallamos en una región fronteri-
za en la que esa actividad interior busca relacionarse con las
representaciones ordinarias y si comparamos la cualidad de la
vida puramente meditativa con la que es propia de la actividad
formadora de representaciones, aprenderemos a comportarnos
adecuadamente en este terreno. Cuando intentamos imprimir la
vivencia meditativa en representaciones, percibimos una especie
de representaciones-reflejo; y descubrimos que esas imágenes-
10.- Véase más detalladamente: Jörgen Smit, El Sendero Meditativo
de Conocimiento de la Antroposofía, en el libro "Ejercitar la Liber-
tad". Stuttgart 1988.
41
humanidad y su evolución tal como intenté ilustrar en el ejemplo
de la "Ciencia Oculta". Se descubre entonces lo esencial en la
propia individualidad, lo realmente ontológico en el hombre en
transformación constante; pero si sólo existiera eso, también
sería falso, porque sólo es verdadero cuando vive simultánea-
mente en el Todo.
Es así también que se manifiesta como hecho realmente
vivenciado: Se encuentra a Cristo en el interior, en cada hombre
individual, pero a la vez como Cristo cósmico en la inmensidad,
en los demás hombres y en toda la humanidad. No se lo puede
encontrar sólo en uno de los lados. Él actúa confluyendo desde
la periferia y a la vez desde el interior más profundo del corazón.
Hasta aquí he intentado describir algunas líneas básicas de
ese camino que nos lleva a superar la escisión entre realidad
interior y exterior; y me parece evidente que aquí es donde se
hallan también las fuentes del arte educativo, porque es un arte
que trata precisamente del hombre en devenir. ¿Cómo podemos
ayudar al niño si no logramos hacer consciente en nosotros al
hombre que está en constante proceso de venir a ser, al hombre
en devenir? Sólo desde ese manantial podemos también ofrecer
alguna ayuda y estimulo a los niños y a la juventud.
40
bosquejo" de Rudolf Steiner 8. En ella podemos trabajar con los
grados evolutivos planetarios: Saturno, Sol, Luna, Tierra. Desde
los fundamentos primordiales, espirituales, esenciales, desde el
mundo espiritual superior, la evolución desciende gradualmente
hasta el punto central donde son también posibles las tres
dimensiones en lo muerto y cristalizado; para que luego, en un
gran impulso ascendente hacia el futuro, todo lo que se nos dio,
regaló, elaboró y desarrolló con las etapas descendentes, pueda
ser conducido de forma nueva y transformada en el hombre en
devenir. Podemos preguntarnos entonces: ¿A qué sentimiento
corresponde la etapa Saturnal dentro de todo ese gran organismo
de tiempo en el que las siete etapas en su interrelación confor-
man una unidad? El estado anímico de Saturno corresponde a la
primavera, a la primavera del cosmos. ¿Y cuál es la disposición
interna de la evolución Solar en la que se despliegan y cobran
vida los gérmenes que se sembraron en la primera etapa evoluti-
va Saturnal, en aquel primigenio cosmos de calor? Es el verano,
verano cósmico. ¿Y qué estado de ánimo vive en la evolución
Lunar? Algo empieza ahí a decaer, a escindirse y surgen proble-
mas. ¿La época Lunar es realmente la disposición otoñal! Y
luego le sigue nuestra época Terrestre. Es el invierno cósmico y
planetario. Paisaje nevado, paisaje glacial - visto desde el punto
de vista cósmico - el mundo cristalizado, muerto, tridimensional.
¡Noche cósmica invernal! Imaginemos que estamos contem-
plando un paisaje nevado magnífico y hermoso, y supongamos
que no tenemos ni idea de que bajo la nieve y en las desnudas
ramas de los árboles se hallan ya preformados los gérmenes de
la próxima primavera, ¡el invierno sería terrible y letal!. Pero el
invierno es enormemente bello como fase de transición, cuando
se sabe que bajo esa gélida cubierta se hallan ya los gérmenes de
la siguiente primavera; puedo esperar con calma, disfrutar del
paisaje nevado, antes de que llegue la nueva primavera.
¿Qué es entonces la imagen astrofísica del mundo? Es una
incisión momentánea de invierno, en la que nos hemos olvidado
de todo el pasado de primavera, verano y otoño, y creemos que
8.- GA. nº 013.
37
sólo existe hielo, nieve e invierno, y en la que ignoramos la
existencia de los gérmenes de la primavera por venir. Es un
lapsus que a su vez expresa algo erróneo. Porque es una media
verdad, ya que todos los pormenores en la descripción del
paisaje glacial son ciertos. Y no se puede superar ese engaño
diciendo: "Los cristales de hielo no existen", porque existen,
pero han de ser rescatados e incluidos en el gran organismo de
tiempo, en la conciencia de la primavera, del verano y del otoño
cósmicos. Entonces ve uno la actual imagen de la muerte, pero
a su vez percibe por doquier, bajo la superficie, los gérmenes de
la siguiente primavera. Así se vence el miedo y se adquiere la
inquebrantable certeza del aspecto ontológico y espiritual de ese
organismo de tiempo. Pero eso hay que ejercitarlo. Y por ello el
estudio profundo de la "Ciencia Oculta" de Rudolf Steiner es
fundamental para el despertar de la conciencia en lo etérico.
Eso hay que prolongarlo e integrarlo en las Épocas Cultura-
les. Ahí vuelve a surgir una enfermedad propia de nuestra época:
y es que carece de historia, es decir, sabemos millones de cosas,
incontables pormenores del pasado, y a pesar de ello no son más
que una media verdad, porque no se los eleva al nivel de la gran
secuencia séptuple de las Épocas Culturales: de las Épocas
Protoindia, Protopersa, Egipcio-Babilónica, Grecolatina.
Nosotros nos hallamos en la Quinta Época que será seguida por
una Sexta y una Séptima. Nos encontramos recorriendo un
camino en el que cada cosa en particular y cada momento
concreto posee su pleno valor, pero que halla su sentido interior
sólo gracias a la globalidad, al círculo entero.
Y de los grandes ritmos temporales se desemboca en los
minúsculos: en la vida de uno mismo. Mi propia vida diminuta
desde el nacimiento hasta la muerte es un organismo de tiempo,
una totalidad. En el momento yo me hallo en un sitio determina-
do. Si yo tengo dieciocho años o tengo setenta ¿qué quiere decir
eso? ¡Que precisamente ese sitio es el que se destaca y sobresale
hasta en lo físico! Toda la vida restante está también presente, en
el trasfondo, encima, debajo, alrededor, en la periferia, en la
superficie que está presente en mi y me penetra, a la vez que
38
actúa en las más remotas lejanías del cosmos. La vida entera está
presente en cada momento, pero puntos concretos sobresalen: el
decimoctavo año del joven o el septuagésimo del anciano. ¿Qué
es lo que permanece en el trasfondo en el joven? Todo lo que
aún ha de venir. Eso se halla presente con especial intensidad en
el restante organismo de tiempo. ¿Qué es lo que vive con
especial intensidad en el organismo etérico de alguien de setenta
años, del que ha envejecido físicamente? ¡Todo el período de su
juventud!
Hay un magnífico pasaje en el Primer Drama Misterio de
Rudolf Steiner 9, donde Juan Tomasius, el pintor, pasa por una
serie de pruebas internas. Allí vivencia el punto cero de las
sombras y las abstracciones, en el que se siente a sí mismo como
una nada y en el que poco a poco asciende a ese lento despertar
en lo etérico mediante el poder cognoscitivo indagador. Ahí
percibe a dos personajes que en lo físico conoce como el anciano
profesor Capesio y el joven Dr. Strader. Pero en ese estado, la
imagen se amplía y ¡percibe como joven al profesor que es un
anciano en lo físico, y al joven Dr. Strader lo percibe como un
anciano! Ha sido el aspecto complementario, lo que en lo físico
sobresale en un punto, en el organismo temporal en su conjunto
invoca con especial intensidad el aspecto opuesto. La prueba del
yo atraviesa todas las fases de ese conjunto lleno de sentido - el
hombre en devenir.
Como niños pequeños, cuando aprendemos a andar, hablar y
pensar, el hombre en devenir es, sin que lo sepamos, el más
fuerte en nosotros. Pero ese hombre en devenir actúa bajo la
superficie en ese campo de actividad etérica a lo largo de toda la
vida a partir del ser más íntimo de lo divino. Por ello, al desper-
tar la conciencia en lo etérico, percibimos muchos estratos,
muchos campos que tienen la propiedad de fortalecerse mutua-
mente. Lo magnífico es que uno percibe al mismo tiempo lo
grande y lo pequeño, uno se encuentra en sí mismo, a aquél que
se va transformando en la propia biografía, y uno encuentra la
9.- El Portal de la Iniciación. Incluido en: "Cuatro Dramas-Misterio
1910-1913 (G.A. nº 014)
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