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Historia de la Ciencia

Parte I. Las cosmovisiones

Aunque es esta una cuestión discutida, tradicionalmente se ha situado el origen de la ciencia al


tiempo que el nacimiento de la filosofía, en el llamado paso del mito al logos que tiene lugar en
el s. VI a.C de manos de los presocráticos. Es a partir de este grupo de pensadores dispersos por
la geografía griega desde donde podemos hablar del paulatino abandono de un saber mitológico
en favor de un saber racional.

La mitología griega, como la de todos los pueblos, constituía una primera y valiosísima
aproximación al conocimiento de la realidad, tanto natural como humana, en la que confluyen
la atemporalidad, la leyenda y la personificación de las fuerzas de la naturaleza, etc, Pero,
aunque en sí misma desvela con asombrosa profundidad numerosas verdades basadas en la
experiencia humana, no puede considerarse una explicación causal del comportamiento del
mundo, pues está llena de saltos o hiatos que solo un saber racional , como es el propio de la
filosofía, puede sortear.

La ciencia surgió, por tanto, de la mano de la filosofía, bajo la convicción de que los fenómenos
naturales podían comprenderse formando parte de un sistema ordenado y coherente, lejos ya
de la concepción mitológica según la cual el capricho de los dioses o el destino es la razón
última del comportamiento de la naturaleza

La primera incursión filosófica tuvo como objeto de reflexión a la naturaleza y, en concreto, el


 (arjé) o principio primero a partir del cual se ha configurado toda la realidad visible. No
interesa tanto atender a las diversas respuestas que dieron - el agua para Tales de Mileto, el
ápeiron de Anaximandro, el átomo de Demócrito, los cuatro elementos de Empedocles, etc.),
cuanto a la pregunta que suscitó estas repuestas. Pregunta en absoluto lejana a las tareas
científicas de hoy si nos fijamos, por ejemplo, en el interés suscitado por el Large Hadron Collider
de la Organización Europea para la Investigación nuclear (antiguo CERN) que, solo para su
construcción, reunió a cientos de universidades y laboratorios, más de 2000 físicos de 34 países
y que cuenta con un presupuesto anual de 765 millones de euros.

La historia reconoce en este grupo de pensadores el inicio de un pensamiento que


paulatinamente irá profundizando en los mecanismos que explican de modo cau sal los
fenómenos de la realidad observable.

La cosmovisión clásica
No se sabe a ciencia cierta qué pueblo o civilización propuso por primera vez el modelo
geocéntrico, pero sabemos que allá por el siglo VIII los pueblos que ocuparon Oriente Medio
(sumerios, acadios, babilonios y caldeos) ya disponían de instrumentos de medición que
presuponían este modelo. A los babilonios se atribuye la observación más antigua de un eclipse
solar (763 a.C), sabían calcular la periodicidad de los eclipses y el movimiento de los planetas y
recientes descubrimientos afirman que sus observaciones astronómicas se adelantaron
considerablemente a su tiempo. 1 En cualquier caso, se trata del primer modelo cosmológico y,
además, el más natural. Cualquier observador que se detuviera con detalle a mirar el
movimiento de las estrellas hubiera llegado a la misma conclusión: el firmamento se desplaza
con un movimiento circular y uniforme en torno a un centro estático, que es la tierra.

Así pues, aunque no es original en ellos, fueron los griegos quienes perfeccionaron el modelo
geocéntrico que alcanzó su culminación con Claudio Ptolomeo en el siglo II d.C

«Los egipcios y babilonios consiguieron sus principales éxitos en astronomía y matemáticas,


justo los campos en que también los griegos hicieron, a continuación, sus mayores avances.
En el curso de dos mil años, la observación astronómica dio lugar a un conocimiento
empírico de los movimientos estelares con el que los egipcios y babilonios fueron capaces
de determinar aproximadamente los ciclos de los eclipses solares y lunares, y de
confeccionar un calendario que sería después adoptado por los astrónomos griegos, con
correcciones basadas en sus propias observaciones. No menos importantes fueron los
logros en álgebra y geometría […] Pero de todos ellos no surge una imagen uniforme, ni los
detalles separados coagulan para formar un cuerpo único de pensamiento científico
fundamentado en una doctrina filosófica omnicomprensiva, sino que para ello hubo de
aguardarse a aquel enfoque científico del estudio de la naturaleza que sería creación de los
griegos en el siglo VI.»2

El mundo griego concebía un universo eterno, limitado y perfecto. Un universo de estructura


esférica cuyo epicentro inmóvil es la tierra y en torno a la que giran elegantemente, en esferas
concéntricas, engarzados como si se tratara de la gema de un anillo, con movimiento circular y
uniforme el sol, la luna, los cinco planetas observables (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y
Saturno) y las estrellas, que se encuentran adheridas a la esfera limítrofe del universo.

La estructura y las trayectorias de los cuerpos celestes se suponían circulares porque la


circunferencia era considerada imagen de la perfección: «Aun más, esta noción circular es

1 Mathieu Ossendrijver, de la Universidad Humboldt de Berlín, revela en un estudio publicado en la revista Science
que aquella civilización ya utilizaba elementos geométricos para calcular la posición de Júpiter adelantándose 1500
años a su tiempo. Uno de los fragmentos de las tablillas encontradas en Irak detalla el procedimiento para calcular
el desplazamiento de Júpiter en un plano eclíptico como el área bajo una curva que relaciona tiempo y velocidad.
2 S. SAMBURSKY. El mundo físico y los griegos. Alianza Editorial (Madrid, 1999)
necesariamente primaria. Pues lo perfecto es naturalmente anterior a lo imperfecto, y el círculo
es algo perfecto. Esto no puede ser dicho de la línea recta»3

Sin embargo, el movimiento los planetas no confirmaba este modelo. Planeta, ( πλανήτη) en
griego significa ¨vagabundo¨. Este nombre se le atribuyó a aquellos cuerpos celestes que dibujan
una trayectoria en forma de bucle y aparentemente errática con respecto a la esfera de las
estrellas fijas y con movimientos de ritmo diverso. Este movimiento, llamado movimiento de
retrogradación, fue un verdadero quebradero de cabeza para los filósofos griegos. ¿Cómo
explicar el movimiento de bucle de los planetas si, según la trayectoria de su órbita, este debía
ser uniforme y circular?

Eudoxo (†355 a.C) discípulo de Platón, fue el primero en dar solución al movimiento
aparentemente errático de estos seres que llegaron a ser considerados dioses o incluso dotados
de vida.

Eudoxo ideó un sistema geométrico de esferas homocéntricas compuesto por 27 e sferas


reunidas en siete grupos en torno a su centro común, la Tierra.
La esfera más externa es la esfera de las estrellas fijas, que con
su rotación produce el movimiento diario. El resto de esferas,
encajadas unas en otras, se reparten los diversos movimientos.
Las dos últimas esferas giran en sentido opuesto y a velocidad
uniforme e igual. La combinación de estas produce una
trayectoria que Eudoxo llamó Hipópede o leminiscata y que
permitía una explicación posible a este movimiento de
retrogradación dentro del modelo esférico. Aunque finalmente
su explicación no tuviera éxito, por este sistema geométrico,
Eudoxo de Cnido ha sido considerado el padre de la astronomía
matemática.

3 ARISTÓTELES, De Caelo, 269a 19-21


Aristóteles, también discípulo de Platón, contribuyó al desarrollo de este modelo ofreciendo
una explicación unitaria de la totalidad del cosmos. En efecto, el universo estaba constituido por
un único elemento de naturaleza divina, el éter, perfecto, inalterable y sin peso del que estaban
compuestos tanto los cuerpos celestes (donde había mayor concentración de éter) como las
esferas que los sostenían, manteniendo sus movimientos de uniformes y circulares. Pero, en la
tierra no era uno, sino cuatro los elementos, otrora descritos por Empédocles y de los que estaba
constituida la realidad (tierra, agua, aire y fugo) fruto, a su vez de la combinación de las
cualidades frio, caliente, húmedo y seco; A esta diferencia, había que añadir, además las
diversas transformaciones que sufrían los seres terrestres (generación y corrupción) y los
movimientos discontinuos, con trayectorias rectilíneas, ascendentes y descendentes.

Preocupado por explicar esta diversidad entre el universo y la tierra, Aristóteles dividió el
cosmos en dos grandes regiones. La región supralunar o celeste, que sigue el modelo estructural
de Eudoxo: esferas homocéntricas que transmiten su movimiento de unas a otras por
rozamiento, desde la esfera más externa o esfera de las estrellas fijas hasta la esfera de la luna,
que constituye en límite de la región supralunar y el comienzo de la región sublunar o terrestre.
En esta esfera, el movimiento de rotación de las esferas precedentes provoca la mezcla de
elementos causando la generación y corrupción de los cuerpos. Estos elementos se encuentran
organizados según su peso o posición natural. Así, si se encontraran en estado puro, se
organizarían a modo de esferas concéntricas, siendo la tierra el elemento central sobre el que
se situarían por orden, el agua, el aire y el fuego. Esta ordenación de los elementos permite
explicar los movimientos ascendentes y descendentes de
los cuerpos de la región sublunar de acuerdo a una
concepción finalista o teleológica, según la cual, cada
sustancia tiende a ocupar el lugar que le es natural.
Como el mundo está poblado de seres de diversas
convinaciones y mezclas de estos elementos, aquellos
seres que por su estructura elemental sean más ligeros
(mayor cantidad de aire o fuego) tenderán a ocupar una
posición superiór describiendo una trayectoria rectilinea
ascendente, mientras que aquellos cuerpos compuestos
por más proporción de tierra y agua describiran
movimientos descendentes de trayectoria rectilínea.

Sin entrar por ahora en el detalle de su explicación naturalista, la cosmología de Aristóteles


ofrecía una visión de conjunto donde todos los elementos están sistemáticamente ordenados.
No obstante, el problema de la retrogradación de los planetas seguirá sin solución.

Finalmente, el astrónomo Claudio Patolomeo, seguramente influenciado por el modelo


eudoxiano, encontró en la combinación de esferas, una solución que culminaría el modelo
geocéntrico hasta que, agotadas sus posibilidades, fuera definitivamente sustituido por el
modelo copernicano allá por el siglo XVI.

Ptolomeo, para explicar las variaciones de velocidad y dirección del movimiento de los
planetas, la Luna y el Sol encontró la solución, siguiendo a Hiparco de Nicea, en la combinación
de los movimientos producidos por la superposición de dos esferas , un movimiento a través de
una línea circular alrededor de la tirra (deferente), y otro, en un círculo más perqueño llamado
epiciclo, cuyo centro sería la defernte.

Epiciclo
Planeta

Planeta

Deferente

Retrogradación

Planeta

Este modelo descrito en la gran obra de Ptolomeo, El Almagesto, se impuso frente a otras
concepciones como la de Aristarco de Samos cuyas obsevaciones le llevaron a postular el Sol
como centro del universo. Probablemente, los motivos de que se adoptase el modelo
aristotélico-ptolemáico eran mas filosóficos que
empíricos, aunque también, prácticos. De un lado,
la idea de un universo de orden geométrico, cuyo
centro estático era la tierra y cuyas causas
estaban sistemáticamente expuestas y remitian,
en última instancia, a Dios como motor inmóvil y,
de otro, su buena capacidad predictiva fueron la
causa de su prevalencia. Tanto es así, que dicho
esquema permaneció casi inalterable unos 1400
años, si añadimos el modelo Aristotélico, unos
1800 años No obstante, este modelo no estuvo
exento de problemas pues su desarrollo obligó a
añadir progresivamente nuevos epiciclos y
deferentes, dando como resultado un sistema extraordinariamente complejo.

Por último, es necesario citar aquí las claves o presupuestos filosóficos que subyacen a este
primer modelo cosmológico:

En primer lugar el orden, el modelo aristotélico-ptolemáico presupone la existencia de un


cosmos (orden) un universo cuya estructura está ordenada, donde cada elemento está
integrado en la totalidad y tiene su finalidad propia.

En segundo lugar, los seres que pueblan la realidad poseen un dinamismo interno que
responde a su naturaleza. Cada ser tiende a desarrollarse y cumplir su finalidad y su lugar propio
dentro del conjunto, más allá de los movimientos que pueda realizar un cuerpo por fuerzas
externas que lo empujen aquí o allá, la razón última del dinamismo de los seres se encuentra en
su propia naturaleza, que les impulsa a cambiar.

La realidad es, además, cognoscible. El ser humano, desde su sola razón es capaz de penetrar
la estructura profunda que explica el funcionamiento causal del cosmos. Por ultimo, atendiendo
a esta capacidad exclusivamente humana por la que este orden se hace inteligible y, también a
la posición central de la tierra con respecto al resto de seres celestes, la perspectiva desde la
que se aborda el estudio de la realidad es antropocentrica. El universo entero parece hecho a la
medida del hombre, que puede, como observador desde una posición privilegiada comprender
su naturaleza.

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