Está en la página 1de 7

LAS GRANDES COSMOVISIONES SOBRE

EL UNIVERSO

Cosmología es la parte de la física que estudia el universo, su origen, su evolución y su estructura.


También se llama así a cualquier hipótesis sobre estos asuntos.
Por tanto, una cosmovisión es una especie de plano del universo que el ser humano necesita para
orientarse en la complejidad de la existencia. Ese plano proporciona, en primer lugar, una imagen o
representación objetiva de la estructura de la realidad y una idea acerca de cuál es el sentido de
esa realidad.

1. LA VISIÓN DEL MUNDO FÍSICO EN LA ANTIGÜEDAD

Desde la antigüedad se desarrollaron diferentes modelos cosmológicos, para poder juzgar con
imparcialidad estos modelos hay que hacerlo sabiendo situarse en el tiempo en que ocurrieron los
hechos, y usar los conocimientos que tenían los hombres de entonces.
Con el desarrollo de la Geometría entre los griegos, empezaron los primeros intentos de aplicarla al
movimiento de los cielos, especialmente para explicar las trayectorias caprichosas de los planetas,
que a veces parecían detenerse e incluso retroceder, para después seguir hacia adelante. Así
surgieron los modelos matemáticos -en este caso geométricos- que intentaban explicar las
observaciones, lo que constituye el comienzo de la ciencia tal como se entiende hoy.
 Los presocráticos
Los presocráticos heredaron algunas características de las cosmologías de Oriente Medio. Estos
primeros filósofos creían que todos los seres han surgido a partir de un elemento o conjunto de
elementos primigenios al que denominaron arjé. Esta materia originaria comenzó a producir el
mundo por sí misma, sin necesidad de un agente exterior que la pusiera en movimiento.
 Los pitagóricos
Estos pensadores opinaban que el universo es esférico y está constituido por varias esferas
concéntricas. Sus razones para asignar tal forma al cosmos eran ajenas a los criterios que hoy
consideraríamos científicos: para ellos, la esfera era el más perfecto de los cuerpos geométricos de
tres dimensiones.
Dividían el universo en tres zonas o regiones, más nobles y perfectas cuanto más alejadas del
centro, el cual estaría ocupado por la Tierra. Los pitagóricos sostenían, además, la creencia de que
los cuerpos celestes describen órbitas circulares y se mueven con una velocidad uniforme.
El pitagórico Filolao de Crotona (449-350 a. C.), contemporáneo de Sócrates, fue una especie de
precursor del heliocentrismo, pues desplazó a la Tierra del centro del universo para situar en él un
fuego en torno al cual giraban la Tierra misma, el resto de los planetas, que definían como “astros
errantes”, e incluso el Sol.
 El atomismo
En el siglo V a. C, Demócrito y su maestro Leucipo propusieron una cosmovisión mecanicista que
imperará también en la modernidad. Según estos autores, todos los seres están compuestos de
átomos y vacío.
Los átomos, partículas minúsculas e indivisibles, tienen variadas formas y son infinitos. Se mueven
sin cesar en el espacio vacío, por lo que chocan y se entrelazan entre sí fortuitamente, originando
los distintos seres.

1
Esta visión mecanicista del universo supone que este no se rige por un plan trazado por una
inteligencia trascendente ni tiene una finalidad inmanente que haga inteligibles los procesos
naturales.
 El universo de Aristóteles a Ptolomeo

 Aristóteles
Hasta la Edad Moderna, la física y la astronomía estuvieron dominadas por la perspectiva
aristotélica del universo, esta visión se puede describir del siguiente modo:
 El cosmos está formado por múltiples esferas cristalinas y concéntricas en las que están
incrustados los cuerpos celestes. La Tierra es esférica y está quieta en el centro del
Universo (geocentrismo). La esfera exterior contiene las estrellas fijas; más allá no hay
nada.
 La esfera de la Luna divide el universo en dos zonas: el mundo supralunar y el mundo
sublunar. En el mundo sublunar reinan la fugacidad y el cambio, mientras que los seres
celestes, que están más allá de la Luna, son eternos e inmutables, casi divinos.
 Los seres del mundo sublunar están compuestos de cuatro elementos: tierra, agua, aire y
fuego. Cada elemento tiende a buscar su lugar natural en el universo por el camino más
corto. El elemento tierra, por ejemplo, se mueve hacia el centro del cosmos, lo que explica
el fenómeno de la gravedad.
 El movimiento rectilíneo vertical es el movimiento natural en el mundo sublunar, pero los
astros —hechos de un quinto elemento: el éter— describen movimientos circulares y
uniformes.

 Eratóstenes
Eratóstenes (s. lll a. C.) midió el tamaño de la Tierra con bastante aproximación mediante un
ingenioso procedimiento. Había vivido muchos años en Syenne, la actual Assuán, en Egipto. Allí
comprobó que todos los 21 de marzo (equinoccio de primavera), al mediodía, el Sol se reflejaba en
el fondo de un pozo, es decir, que el Sol estaba justo en la vertical. Por esa razón, en ese momento
los obeliscos no producían sombra. Al irse a vivir a Alejandría, que está en el mismo meridiano
pero más al sur, observó que no ocurría lo mismo. Allí, los obeliscos daban una pequeña sombra
ese día a las 12, lo que sólo se podía explicar por la curvatura de la Tierra, ya que los rayos solares
tenían la misma dirección en las dos ciudades.
Por otro lado, para explicar los movimientos planetarios, que no parecen ser circulares ni tener una
velocidad uniforme, Claudio Ptolomeo (siglo II d. C.) ideó un complejo sistema: cada planeta
describía una órbita circular (epiciclo) en torno a un centro (epicentro) que, a su vez, giraba sobre
una segunda órbita (deferente) alrededor de la Tierra.
 Hiparco de Rodas
Hiparco de Rodas (s. II a. C.) hizo el primer catálogo de estrellas de la Historia. Realizó una
clasificación de más de mil estrellas, según su brillo, en seis magnitudes, que, con algunos
retoques, es la que se sigue usando hoy.
 Ptolomeo
Ptolomeo (s. II d. C.) fue el último gran astrónomo de la antigüedad. Reunió todos los
conocimientos astronómicos que se tenían hasta entonces en un modelo del sistema solar que se
puede resumir en los siguientes postulados:
 La Tierra es esférica.
 La Tierra está en el centro del Universo
 Los cielos son esféricos y se mueven circularmente en torno a un eje fijo.
 Los planetas se mueven en epiciclos y deferentes.

2
La combinación de ambos movimientos circulares permitía explicar los aparentes movimientos
erráticos de los planetas. Ahora bien, Ptolomeo no confirió realidad física a su sistema, que para él
era solo un modelo geométrico útil para hacer cálculos y predicciones.
Este sistema de epiciclos y deferentes, llegó a convertirse en su gran inconveniente, pues, a base
de sumar nuevos artificios, el modelo se complicó en exceso.
El modelo aristotélico-ptolemaico perduró hasta la Edad Moderna en Occidente e incluso los
árabes lo adoptaron, llamándolo Almagesto ('el más grande').
El legado científico griego se conservó gracias a los monjes cristianos y a los eruditos árabes, que
copiaron y tradujeron muchas obras de los sabios de la Antigüedad. Esto propició que, a partir de
los siglos IX y X, la cultura renaciera en la Europa cristiana, tras el declive propiciado por la
disolución del Imperio romano.
Con la fundación de las universidades y la recuperación de la ciencia antigua, hacia el siglo XIII se
asistió a una cierta eclosión de la ciencia experimental, que preparará la decisiva revolución
científica de la modernidad.
Este modelo perduró durante 1.300 años, hasta que Copérnico dio un giro total al punto de vista,
poniendo al Sol en el centro.

2. LA VISION DEL MUNDO FÍSICO TRAS LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA

La revolución científica de los siglos XVI y XVII provocó un cambio radical en la visión del universo.
Nicolás Copérnico (1473-1543), Johannes Kepler (1571-1630) y Galileo Galilei (1564-1642) son los
artífices de esta transformación.
Copérnico recuperó la hipótesis heliocéntrica. Sacando a la Tierra del centro del universo y
colocando en su lugar al Sol, lograba explicar con simplicidad los fenómenos astronómicos sin
prescindir del dogma pitagórico de la circularidad y uniformidad de los movimientos celestes.
El sistema copernicano chocó, ciertamente, con una gran resistencia, ya que contradecía los textos
bíblicos. La verdadera razón por la que su modelo se rechazó es que implicaba arrinconar toda la
física aristotélica.
Johannes Kepler fue el primero en liberar a la astronomía del prejuicio de la uniformidad y
circularidad de los movimientos celestes. Estableció que las órbitas de los planetas son elipses,
con el Sol en uno de sus focos, y que cuando el planeta está más cerca del astro rey, su velocidad
aumenta.
Kepler prescindió de las esferas cristalinas que en las cosmologías anteriores llevaban incrustados
los planetas. Esto permitió dar cuenta de unos objetos celestes cuyas órbitas atravesaban todo el
sistema solar: los cometas. Pero, entonces, ¿qué sostiene a los planetas en sus órbitas, evitando
que salgan despedidos por el espacio? Su respuesta fue la fuerza motriz del Sol, que actúa como
un gigantesco imán, manteniendo a los planetas en sus posiciones y moviéndolos por sus órbitas.
Esta explicación preludiaba la noción newtoniana de gravedad.
Galileo Galilei, contemporáneo de Kepler, nació y desarrolló sus investigaciones en Italia. Se le
considera el iniciador del llamado método científico, al aplicar leyes y fórmulas matemáticas a las
observaciones que hacía. Las aportaciones más importantes de Galileo pertenecen al campo de la
mecánica, es decir, la explicación del movimiento de los cuerpos. Describió matemáticamente la
trayectoria de un cuerpo en caída libre, la parabólica de un proyectil, la del péndulo, etc.
Su principal contribución a la Astronomía fue el uso del telescopio. Parece que fueron los
holandeses los inventores, que ya habían usado en secreto anteojos con fines militares; sin
embargo, Galileo fue el primero que dirigió al cielo los que él fabricó, con los que descubrió
montañas en la Luna, cuatro satélites alrededor de Júpiter y que la Vía Láctea no era una nube
celeste sino un conglomerado de miles de estrellas.
En 1610 publicó su obra “Siderius Nuncius” (El mensajero celeste), en la que describía el cielo tal
como lo veía a través de su telescopio, dando por supuesto el sistema copernicano del Sol en el

3
centro. Sus enemigos vieron la ocasión de vengarse de él, y denunciaron el libro ante la Inquisición
como incompatible con algunos pasajes de la Biblia, en la que, en un lenguaje propio del tiempo en
que fue escrita, se habla del movimiento diurno del Sol a través del cielo.
¿Cuáles eran los argumentos de Galileo? Movido por su genial intuición, aportaba unas pruebas
que, bien miradas, no resultaban todavía demasiado concluyentes, e incluso alguna era errónea.
Las principales eran:
a) Su descubrimiento de que había lunas que giraban alrededor de Júpiter: eso demostraba
que La Tierra no era el centro de todo lo que se movía en el firmamento. Galileo animaba a
observarlas a través de su telescopio, pero todavía era muy rudimentario y no tenía la
posibilidad de variar el enfoque, por lo que cualquier pequeño defecto de miopía etc. no se
podía ajustar. Por otra parte, el que hubiera lunas girando alrededor de Júpiter no implicaba
necesariamente que la Tierra girase alrededor del Sol.
b) Las fases de Venus indican claramente que este planeta gira alrededor del Sol. La prueba era
irrefutable. Sin embargo también se podía explicar con el sistema de Tycho Brahe (el Sol gira
alrededor de la Tierra, y los planetas, Venus incluido, giran alrededor del Sol), al que se
aferraron los teólogos. Por tanto tampoco era una prueba del giro de la Tierra alrededor del
Sol.
c) Las mareas serían producidas por la composición de las fuerzas centrífugas en el movimiento
de rotación y traslación de la Tierra. Galileo se empeñaba en que debería haber una sola
marea al día, cosa que cualquier marinero desmiente. Posteriormente se demostró que esta
prueba era errónea, ya que la causa de las mareas no es la fuerza centrífuga, sino la atracción
gravitatoria de la Luna y el Sol sobre los océanos.
d) El sistema heliocéntrico era más sencillo que el de Ptolomeo.
Galileo también insistía, como se hace hoy día, en que no había que interpretar las Sagradas
Escrituras literalmente: “Las Sagradas Escrituras nos enseñan cómo ir al cielo, no cómo
funciona el cielo”. Sin embargo, en 1616, Galileo fue conminado a enseñar la teoría heliocéntrica
sólo como hipótesis, es decir, como suposición, mientras no hubiera pruebas más evidentes que la
demostraran, y a no atacar a cualquiera de los defensores de otros sistemas aún probables.
Galileo, buen católico, se comprometió oralmente a obedecer aquella orden, y no hubo necesidad
de sentencia pública.
Pasaron diecisiete años y en 1633 Galileo publicó una nueva obra, Diálogos, en la misma línea que
la anterior. Denunciado de nuevo ante la Inquisición, fue condenado formalmente, por el delito de
desobediencia, a renunciar públicamente de sus ideas, y a ser desterrado a su villa de Arcetri, en
Florencia, donde siguió investigando hasta su muerte, nueve años después.
En este proceso, el tribunal eclesiástico no supo delimitar el campo religioso del científico.
Curiosamente, el tribunal se equivocó en lo que era su especialidad, la interpretación de las
Sagradas Escrituras, y acertó en lo que no lo era, el método experimental, que exige tratar una
teoría como hipótesis hasta que esté suficientemente demostrada. Y Galileo se equivocó en su
especialidad, el método científico, y acertó en lo que no lo era, en la interpretación de las Sagradas
Escrituras.
Fue Isaac Newton (1642-1727) quien culminó la revolución científica al unificar la mecánica y la
nueva astronomía heliocéntrica.
Newton incorporó una visión atomista de la naturaleza: el espacio vacío es una especie de
receptáculo de la materia, de la cual, por lo tanto, se diferencia. El espacio es infinito, homogéneo,
no existen lugares privilegiados: no hay un centro, derecha ni izquierda. La materia, en cantidad
finita, no ocupa la totalidad del espacio.
Hay que destacar, además, su explicación de la gravedad. Hasta entonces, la gravedad se
consideraba la propiedad de un lugar, el centro del universo. Una vez que la Tierra quedaba
desplazada de ese centro, se planteaba la dificultad de explicar por qué los objetos caen.
Newton abandonó completamente los conceptos de la vieja física. Explicó que la órbita elíptica de
los planetas —como sucede con la trayectoria parabólica de los proyectiles— es el producto de
combinar dos movimientos rectilíneos del planeta: el movimiento uniforme en línea recta por la
inercia y el movimiento uniformemente acelerado por la atracción gravitacional del Sol.

4
La gravedad es la que tira de los objetos que caen hacia ella y también la que tira de los planetas
hacia el Sol, curvando sus trayectorias por el espacio. Ambos fenómenos —explicó Newton—
tienen la misma causa física. Ya podía hablarse de una fuerza universal, que actúa allí donde hay
masas, según la famosa ley de la gravitación universal.
Estas nuevas teorías proporcionan una serie de rasgos de la cosmovisión de la ciencia en la Época
Moderna:
 Mecanicismo: La naturaleza es una gran maquinaria. Sus partes o elementos, puramente
materiales, se mueven y actúan unos sobre otros de acuerdo con las leyes de la nueva física.
 Determinismo: Conocerlas leyes naturales permite predecir acontecimientos futuros. Todo
sucede necesariamente; en el reino de la naturaleza la libertad no existe.
 Fenomenismo: Se abandona la búsqueda de las esencias de las cosas para concentrarse en
la descripción y explicación de los fenómenos.
 Deísmo: La naturaleza es autónoma, no necesita a Dios para su explicación.
Esta será la visión del mundo físico que se consolidará en el momento culminante de la Edad
Moderna: la Ilustración. Su principal exponente filosófico fue el alemán Immanuel Kant (1724-
1804).

3. LA COSMOVISIÓN DE LA CIENCIA ACTUAL

Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la física newtoniana entró en crisis. Albert
Einstein (1879-1955), partiendo de la inexistencia del éter y de la velocidad de la luz como una
magnitud constante, reinventó la física. Einstein, en efecto, acabó con los conceptos de espacio y
tiempo absolutos, lo que hacía imposible observar movimientos también absolutos. De este modo,
la concepción mecanicista del mundo físico recibió un duro golpe.
Otro descubrimiento propiciado por la teoría de la relatividad, y que ha modificado la imagen que
tenemos del universo, es que este se expande. Así se deducía de las ecuaciones de Einstein. En
1929, el astrónomo Edwin Hubble (1889-1953) demostró que, efectivamente, las galaxias se están
separando.
Si las galaxias se están alejando cada vez más, cabe pensar que en algún momento anterior
estuvieron más juntas. Esta fue la hipótesis lanzada por el sacerdote belga y físico Georges
Lemaitre (1894-1966), que postuló la existencia de un «átomo primitivo» en el que toda la materia
del universo habría estado concentrada antes de empezar a expandirse. Con posterioridad, a este
momento se le ha llamado big bang.
La hipótesis del big bang quedó contrastada cuando, en 1964, Arno Penzias y Robert Wilson
descubrieron accidentalmente una radiación de fondo de microondas en todo el universo, que era
algo así como un residuo de la onda expansiva de la gran explosión inicial.
Estas nuevas y complejísimas hipótesis son un claro ejemplo del impacto de las teorías científicas
en la cultura y la cosmovisión de toda una época, pese a que muy contadas personas estaban en
condiciones de entenderlas realmente y a que suponían una ruptura con los conceptos del sentido
común y con teorías físicas firmemente aceptadas durante dos largos siglos.

5
Anexo 1º

Anexo 2º

6
Anexo 3º

También podría gustarte