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Por otra parte, el origen de la ternura está en la liga infantil con la madre, ya
que en relación con la madre el niño aprende a recibir y dar ternura. Muchos
adolescentes tienen un tabú a la ternura, evitan expresarla en el medio de los
de su grupo de edad y en cada oportunidad se muestran duros,
desconsiderados y crueles, es como si para ellos ser tierno fuera equivalente
a mostrarse femeninos y les pusiera en peligro de no poder afirmar su
masculinidad.
Hay otro aspecto acerca de las raíces infantiles de la violencia y del crimen:
las culturas, las subculturas y las familias, difieren en cuanto a los métodos
que ponen en juego para suprimir la conducta inaceptable de los niños. Un
patrón de disciplina consiste en hacer uso de la humillación, es decir, suscitar
en el niño sentimientos de venganza y minusvalía. Otro patrón se basa en
forma predominantemente de suscitarle sentimientos de culpabilidad. En el
desarrollo humano, la vergüenza precede en la aparición a la culpa y se
acompaña del impulso a desaparecer o hacer desaparecer al ofensor. El
sentimiento de culpa emerge más tardíamente hacia los cuatro años y se liga
con el impulso a la expiación. En el joven y en el adulto sensibilizados,
especialmente a través de experiencias infantiles de humillación y de
vergüenza, la violación puede desencadenarse por motivos aparentemente
triviales, porque alguien "me miró feo" le hizo "quedar en ridículo", etc.
La infancia de ciertos jóvenes que cometen homicidios "sin sentido",
trascurrió en el seno de una familia desintegrada que no les ofreció la
oportunidad de identificarse con modelos positivos estables, sino solamente
pobreza emocional y violencia primitiva. Aunque muchos de estos jóvenes
fueron en realidad abandonados por sus madres, muestran una peculiar
renuencia a culpar a la madre de su abandono y tienen en cambio la fantasía
de que su madre es buena y que el verdadero villano es su padre, cruel o
ausente.
En otros casos, es aparente que la madre no supo o no pudo dar apoyo y
mantener en el niño viva la fe y la esperanza de que sus deseos serían
satisfechos. Una consecuencia es que en el curso de su desarrollo estos niños
no adquieren un sentimiento firme de identidad y su conducta moral es débil
y está mal integrada.
Es frecuente que la víctima del homicida juvenil sea un hombre adulto,
símbolo del padre, y también es frecuente que la víctima haya suscitado en el
homicida una reacción desproporcionada a un regaño o a un comentario
derogatorio.
Sin embargo, no obstante, el trasfondo de desintegración familiar y de
violencia que rodea a muchos niños, éstos no se vuelven homicidas. ¿Cómo
lograron evadirse de las consecuencias? No conocemos la respuesta; en
términos muy generales, el papel principal del padre es apoyar los controles
internos y reforzar las inhibiciones sociales del niño y el de la madre es darle
ternura y recibirla. No cabe duda de que con base en disposiciones biológicas
hay grandes diferencias en las respuestas de los niños y las circunstancias
que les rodean y que las mismas experiencias adversas influyen en diferentes
niños en formas distintas.
En algunos casos criminales, el exhibicionismo desempeña un papel
importante. El delincuente necesita demostrar a la sociedad símbolo de
imagen paterna, que tiene la fuerza necesaria para desquitarse del mal que le
hizo cuando fue niño.
Conclusiones
1. Las aportaciones de la psiquiatría forense a la criminología se refieren
básicamente a la búsqueda de explicaciones a los enigmas del crimen y del
criminal y a la importancia de la aplicación de la psicoterapia en la
rehabilitación del crimina