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Calidez Hostilidad
Si cruzamos los grados de autoridad y calidez nos salen cuatro estilos parentales:
En estos cuatro estilos hay fronteras difusas, es decir, puede haber familias que no estén
en ninguno de estos extremos.
Respecto a la autoridad, nos paramos en las siguientes cuestiones:
• Puede haber familias en donde hay normas o que no las hay en absoluto.
• Si hay normas pueden ser más o menos amplias, más o menos restrictivas,
estrictas.
• Que se puedan aplicar con flexibilidad o con mucha rigidez.
• Si se adaptan a la edad de los hijos o es idéntica en el tiempo.
Cuando estudiamos la autoridad puede parecer que a simple vista lo mejor es conseguir
el punto medio, sin embargo, a medida que avanzamos, podemos ver que lo más
importante es cómo la autoridad se combina con la calidez.
En el grado de calidez, podemos estudiar cómo es ser un padre cálido, un padre afectivo.
El padre cálido es alguien que dedica tiempo a jugar con sus hijos, disfruta de su
compañía, se interesa por los asuntos del niño (no solo por los que le interesan a él), se
preocupa de sus problemas (aunque sean tonterías), les afecta (les quiere como son) y
existe una comunicación entre ellos.
En otro extremo está el padre hostil, que es una persona distante, es fría, no accesible,
trato rutinario, no se preocupa por ellos salvo en lo que él espera de ellos.
En el tema de la calidez, lo mejor no es el término medio, cuanta más calidez, mejor. La
mucha calidez nunca va a dar problemas en la educación. Muchas veces nos encontramos
con padres que se preguntan si quieren mucho a sus hijos. Esto no es un problema, ya
que acercarse a la calidez nunca es un problema (cuanto más mejor), sino como se
combina la calidez con la autoridad. La clave es cómo se combina la autoridad y la calidez.
Según estos autores lo ideal es acercarse lo más posible al estilo autoritativo (es lo +
eficaz).
¿Cómo podemos diferenciar autoritativo de autoritario?
En los dos es común tener mucho control. En el autoritativo el control se combina con un
trato cálido, afectivo, cariñoso, amable, cercano… y en el autoritario se combina con un
trato frío, distante, no afectuoso. Esa combinación (autoridad, calidez) distinta produce
una gran diferencia, hace que la autoridad se produzca de manera distinta, ya que el
grado de calidez afecta al tipo de autoridad.
Esta autoridad es diferente en que los padres autoritativos ponen normas que están
dirigidas al servicio de sus hijos, al servicio de la familia en general, porque hay cariño, las
personas son lo primero, por encima de las normas. Las normas son importantes porque
hay mucha autoridad, pero son un medio, el fin son las personas. Por eso, las normas son
flexibles, se adaptan a las necesidades de las personas (porque las personas están por
encima de las normas). El padre autoritativo lo que desea es fomentar la libertad y la
responsabilidad de sus hijos y por eso las normas se van suavizando a medida que el hijo
crece. Cuando no se cumplen las normas no hay castigos severos porque el cariño lo
matiza. La clave que nos marca el tipo de autoridad es que el fin son las personas.
El padre autoritario establece reglas que son un fin en sí mismas, no están orientadas al
servicio de los hijos. Las reglas tienen como fin la idea que el padre tiene de un hijo
perfecto. Por lo tanto, no se quiere al hijo tal y como es, sino en la medida en que se
acerca a la idea del padre de hijo perfecto. Por eso, las reglas son las reglas y están para
cumplirlas. En este contexto, la libertad, la personalidad de los hijos… no son dimensiones
amadas, son dimensiones que no cuentan o cuentan poco, que hacen difícil desarrollar
lo que se quiere hacer. El padre autoritario sí intenta educar a su hijo en la
responsabilidad, pero se olvida que sin libertad es imposible porque solo me puedo hacer
responsable de aquello que acepto libremente. También en esta autoridad el castigo
tiende a ser más duro, más severo, porque la mala conducta ha ido contra las normas y
son lo primero y, además, el padre no tiene el freno de la calidez afectiva o del cariño
para madurar el castigo.
Otro aspecto para estudiar entre el autoritativo y autoritario es la comunicación entre el
padre y el hijo. El padre autoritativo tiene mejor comunicación que el autoritario y esto
se refiere a las normas. En el padre autoritativo cada norma tiene su razón de ser y su
finalidad. Si cada norma tiene su razón de ser, cuando el hijo crece las normas se les
pueden explicar y el dar su punto de vista sobre ellas. Si no está de acuerdo se puede
llegar a un acuerdo para modificarlas. Es decir, en el caso del autoritativo las cosa no se
hacen porque lo digo yo, sino porque tienen un objetivo.
El padre autoritario, no hay explicación que valga, ya que las normas son las normas en sí
mismas. No hay ningún motivo para justificarlas. En este caso la comunicación respecto
a las normas se limita a enunciarlas (te he dicho mil veces que...).
En conclusión:
• No se trata de elegir entre amor y disciplina, entre calidez-autoridad.
• No se trata tampoco de conseguir un punto medio entre autoridad y afecto.
• Autoridad y afecto son compatibles en su gado más alto (autoritativo).
• Cuando compatibilizas en el grado más alto, la autoridad es esencialmente
distinta de la autoridad sin calidez afectiva.
Por lo tanto, lo más recomendable es las dos cuestiones en sus grados más altos.
• Los padres más eficaces en la educación de sus hijos los quieren como son, les
respetan, tratan con ellos, los escuchan, se comunican.
• Y porque les quieren ayudar ponen unas normas, se las explican, les exigen que
las cumplan y hacen excepciones cuando lo ven conveniente. --> Estilo parental
autoritativo.
Estilos parentales permisivos – indiferentes
El padre permisivo no pone reglas porque quiere mucho a sus hijos. El padre indiferente
no pone reglas por falta de preocupaciones.
El padre permisivo pone muy pocas reglas, no sigue su cumplimiento. No se
despreocupan de sus hijos están implicados y preocupados por ellos. Pero los quieren
tanto que no quien reglas. Tiende a respetar al máximo la libertad y responsabilidad, su
individualidad. En general, el padre permisivo quiere mostrar a sus hijos su amor
incondicional.
Nos encontramos entre el otro extremo de la falsa oposición, el padre permisivo, que se
decide por la calidez sin límites. El autoritario se decide por la autoridad sin límites. El
padre permisivo no está despreocupado. Optan por el amor incondicional y abandona el
control. A esta elección del padre permisivo se puede sugerir que el amor a los hijos tiene
dos manifestaciones, primero el trato cariñoso, afectuoso, confianza, es decir, manifestar
el cariño y segundo, el cuidado efectivo, quiere al bien de los hijos. No significa decir lo
que hay que hacer siempre, pero en algunas ocasiones es conveniente. A medida que
crecemos es gradual. Ni nunca, ni siempre (en ocasiones)
La educación tiene que enseñar gradualmente a incorporarse a ese mundo de normas, si
se acostumbran a hacer lo que les da la gana no se les educa en la vida real, no se les
prepara para ella.
El cuidado efectivo es cuidar a la persona plena. Educar la libertad con lo social (normas
del mundo)
Hay que educar al hijo para la vida real, en la que además de derechos, hay deberes y hay
libertad, pero hay que ajustarla a las normas, si no se educa en estos valores se enseña
una imagen falsa de la persona y de la vida real (sociedad). Por eso, amor y exigencia o
amor y control no se excluyen, son compatibles. Es más, se necesitan. Porque la autoridad
necesita del afecto para ser una autoridad al servicio de la persona, para ser plenamente
humana. El afecto necesita de la autoridad porque el cariño que educa necesita educar
también en la sociedad real, (derechos-deberes, libertad-normas) sino en vez de educar
en el existo social está educando en la frustración social. Se necesitan por la respuesta al
padre autoritario y al padre permisivo.
Estilo de padres indiferentes
Son los que ni controlan, ni tampoco son afectuosos con sus hijos. Se suele decir que son
laxos (amplios, manga ancha) por falta de implicación. A veces se da cuando los padres
carecen de interés, no están preocupados por ello y entonces no hay exigencia. Aparece
también, cuando hay padres que sí quieren ocuparse de sus hijos, pero por falta de
tiempo se acaban desentendiendo. No hay conflicto entre padre e hijo, simplemente no
se preocupan.
También aparecen casos que son más habituales de padres indiferentes cuando canalizan
el interés, la preocupación de sus hijos a través del trabajo. Si hay preocupación por lo
hijos, pero se canaliza en el trabajo, es decir, el padre pone su papel de padre en
conseguir cosas materiales, darles lo necesario y no queda tiempo para lo demás. En este
tercer ejemplo, sí puede haber conflicto de prioridad, porque aquí los padres dan
prioridad a las cosas materiales antes que al trato con los hijos. En la educación, en el
desarrollo de la persona, lo más importante es la educación de la conducta mucho más
que vivir cómodamente. Aquí se puede incentivar la preocupación por los hijos.
Los estudios de los investigadores acerca de esto han puesto de relieve las grandes diferencias
en la personalidad de los hijos según el estilo parental.
En general, son los que logran la mayor adaptación social, es decir, son personas fáciles de tratar.
Son amigables con otros hijos y cooperativos con los adultos. Habitualmente, son menos sumisos,
más resueltos (decididos) y orientados al logro. Tienen más confianza en sí mismo y autoestima,
tienen más control personal (adecuado a su edad) y son más competentes social y
académicamente.
Los estudios suelen atribuir la causa de estas características de estos niños al resultado del
ambiente equilibrado en el que el niño se siente querido y respetado y a la vez se le enseña a
comportarse, no solo teóricamente (decir lo que está bien y lo que está mal), sino sobre todo de
modo práctico, es educado en hábitos.
En los otros estilos de parentalidad, en los estudios, los hijos puntúan más bajo en estas
características. En el estilo autoritario y en el permisivo hay un rasgo común de rebeldía y
agresividad en la conducta de los hijos.
Hijos de padres autoritarios:
En general, suelen ser más dependientes, más temerosos, más retraídos, irritables y apocados
(temerosos, asustadizos). La agresividad es frecuente en este estilo y esta agresividad se
encuentra inhibida o como mucho el hijo la manifiesta hacia sí mismo, debido a la tensión que
tiene por la presión que ha soportado para que controle sus reacciones emocionales. Es lógica
esa dependencia y carácter temeroso porque no se le ha enseñado a vivir por sí mismo, sino bajo
la protección y las decisiones de sus padres.
En general, son socialmente poco competentes, les falta empatía, actúan por impulsos
incontrolados (lo que se llama impulsivos). Son muy indulgentes con ellos mismos (todo lo que
hacen les parece bien, son poco exigentes) son muy conformistas. Esto se debe a que con
frecuencia la permisividad se traslada de padres a hijos. Si el padre es permisivo, el hijo es
permisivo, indulgente con sí mismo. No han aprendido a controlarse, a adaptarse a los demás, no
han aprendido a exigirse. En general, se observa que dejan rienda suelta a sus impulsos, tal y
como les dejaban sus padres y les parece bien todo lo que hacen o se disculpan fácilmente si lo
hacen mal, como sus padres hacían con ellos.
Son los que salen pero puntuados. La tendencia a actuar según los propios impulsos e incluso a
veces los más destructivos (violencia, agresividad…) en este grupo es muy alta, sobre todo si la
frialdad de los padres ha llegado al extremo de la hostilidad. En este caso, los índices de
delincuencia son muy altos.
Existen otros estudios que son patológicos asociados a los estilos parentales. Por eso, orientar la
educación familiar nos evita de problemas.
Lo explicado hasta ahora no es patológico, sino que son las personalidades de cada uno de los
hijos según sus padres.