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Apuntes críticos al concepto "ideología" en Ludovico Silva


Humberto Zavala

¿Qué nos dice Ludovico Silva sobre el concepto de Ideología? ¿Cómo es que llega a
tales formulaciones y qué hay de cierto que Marx y Engels tengan un papel especial en
ello? ¿Qué importancia tiene para Ludovico Silva el aferrarse a tal conceptualización?

Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua y se
ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la gravedad.
Karl Marx. La Ideología Alemana.

Introducción

Prolífico escritor y poeta, Ludovico Silva (1937-1988) fue siempre un fiel tributario de
la palabra escrita (a la cual entendió en su doble papel de portadora de ideología y de
crítica a las ideologías), cualquiera que sea el punto de partida para introducirse en su
obra ensayística o de su relación con la literatura marxista, la problemática de la
Ideología (en singular y mayúscula) siempre estará presente.

Sus preceptos acerca de la ideología aparecen en sus primeras publicaciones de


inspiración marxiana, La Plusvalía Ideológica (1970) y Teoría y práctica de la
ideología (1971), desde entonces ocupa un lugar sobresaliente en sus trabajos
ensayísticos, convirtiéndose probablemente en el aspecto más celebrado y el menos
ubicado bajo el ojo de la crítica.

Refiere el escritor y editor Gabriel Jiménez Emán, en el prólogo a la más reciente obra
(póstuma) que se haya publicado de Ludovico Silva, El combate por el nuevo mundo.
Cultura, contracultura y alienación en Latinoamérica (Fábula Ed., 2017):

El concepto de plusvalía ideológica dio a su autor un impulso significativo para


desarrollar esta noción en obras suyas posteriores […] y proyectó a Ludovico
inmediatamente como a uno de los principales marxistas latinoamericanos, entrando a
formar parte de los pensum de estudio en varias universidades latinoamericanas y
europeas. (p. 6)

Y quien en vida del filósofo fuera uno de sus habituales contertulios y ocasional
polemista, Juan Nuño, nos dirá en el prólogo a la primera edición de La Plusvalía
Ideológica:

De los varios méritos que posee la obra de Ludovico Silva sobre La plusvalía
ideológica, no es el menor haber sabido evitar la trampa analítico-estructural por cuanto
ha dotado al estudio del concepto marxista de «ideología» de una dimensión histórico-
dialéctica que forma la parte más documentada y extensa de la obra (capítulos I al IV)
(p. 31)
La teoría de la ideología y su correlativa plusvalía ideológica del tronco ludoviqueano
gozan de gran autoridad en el campus universitario y en numerosas publicaciones
académicas, no solo entendida como formulación teórica novedosa, sino por su
correspondencia con el pensamiento de Marx, si bien no abunda dicha formulación
como referencia en el debate político –a pesar de las implicaciones políticas de dicha
teoría– se debe a razones que irán cobrando su lugar en el desarrollo de este ensayo, de
momento comencemos por las breñas de su construcción y la suerte que ha corrido ante
la crítica.

El concepto de La ideología («esa tenebrosa metafísica»)

El ambiente político e intelectual que encontró a Ludovico Silva estudiando la obra de


Marx estuvo marcado por el impacto de la revolución cubana en Latinoamérica, la crisis
de las direcciones políticas de la izquierda nacional (PCV, MIR, FALN) tras las derrotas
en el frente guerrillero, los recientes tumultos internacionales de los años 68’-70 en
Tlatelolco, Praga, París, Córdoba, así como el proceso de Renovación Universitaria en
el país. [1]

Pero el influjo específico sobre su concepción de la Ideología no provino directamente


de la fuente de Marx y Engels en La Ideología Alemana como tantas veces afirmó el
propio Silva, dado que ya su lectura de la misma estuvo mediatizada por la lectura del
filósofo Federico Riu, a su vez inspiradas en la corriente muy en boga del “marxismo
occidental”; Sandro Brito Rojas apunta que:

Al regresa a Venezuela (Ludovico Silva) comienza a interesarse más por el estudio de la


ideología a raíz de su participación en un seminario sobre Sartre impartido por Federico
Riu, el cual le impulsará a estudiar detenidamente La Ideología Alemana (1845), y en
general, la obra de Marx. A partir de entonces desarrolla su comprensión sobre la
ideología y no tardará en ubicar a ésta como forma de expresión del concepto de
alienación, a su parecer, nodal en la obra de Marx. [2]

De este modo, el concepto de Ideología se convierte en el tema central en Teoría y


práctica de la ideología (1971) y La Plusvalía Ideológica (1970), en esta última (como
bien señalara Nuño) cuatro capítulos están dedicados a la genealogía del vocablo en la
obra de diferentes autores que van desde Destutt De Tracy hasta Sartre y Althusser
pasando por Marx y Engels.

Puede rastrearse 88 menciones de la palabra ideología en El estilo literario de Marx


(1971), el mismo ocupa en Marx y la alienación (1974) dos apartados “Estructura y
apariencia social. La ideología y su relación con el método de Marx” (p. 43) y “3.5
Quinta determinación: la alienación ideológica” (102) así como todo un capítulo del
Antimanual (1975), “La Ideología o la comedia de las equivocaciones”.

Ludovico vuelve a ella en una voluminosa compilación de citas de Marx y Engels


Teoría de la Ideología en 1980, previamente acompañada en ese volumen por un
resumen de la genealogía del concepto en seis páginas trazada esquemáticamente en tres
momentos: el de Destutt De Tracy, el de Marx y Engels, y el de los marxismos
contemporáneos.
El vocablo Ideología ha venido abriendo desde su aparición en la Francia del siglo
XVIII hasta nuestros días un enorme abanico semántico, por mencionar un ejemplo, en
su obra La Ideología, una introducción (1995) el crítico anglosajón Terry Eagleton
enumera para este vocablo 16 significados desde la A hasta la P. visto desde este ángulo
se hace cuesta arriba formular una teoría para La ideología, esto sin entrar en el detalle
sobre cuál sería la importancia de formularla.

Nuestra opinión —y ya lo dijimos al comienzo de este ensayo— es que con ese vocablo,
como casi con ningún otro en nuestro siglo, se ha cometido un exceso semántico. Que
un vocablo tenga mil significados distintos y matices diversos, es cosa que no preocupa
a nadie hasta el momento en que se pretenda hacer un uso científico de ese vocablo. (p.
80)

Ludovico asumirá, haciendo una ecléctica conexión entre lo propuesto por Hans Barth
en su libro Ciencia e Ideología y los análisis de Marx y Engels, que el equívoco en
torno al vocablo reside en sus orígenes, este aparece «tormentosamente, como un
semillero de equívocos» con el propio Destutt de Tracy al asignarle el valor de una vaga
science des idées que empuñaría la burguesía revolucionaria para una reforma educativa
enfrentada al monopolio educacional y cultural que tanto interesaba a Napoleón
Bonaparte, de ahí su lapidaria acusación a esta como: á cette ténébreuse metaphysique.
Por lo cual, «El esfuerzo de Marx será poner un poco de orden en el asunto» (p. 48)

Como lo que preocupa a Ludovico Silva es la proliferación de sentidos que pueda caber
en el vocablo porque su propósito expreso es el de elevarlo a categoría científica y a
objeto de investigación, para hacerlo cree preciso depurarlo, ¿qué mejor atajo que
hacerlo a partir de la vieja dicotomía que se presenta en la tradición sociológica entre
Discurso y Verdad, es decir, entre Ideología y Ciencia?

Bajo esta operación discursiva finalmente dejaría de ser un término asumido y


disputado frente al campo de la reacción (quienes detentan la ideología dominante) por
quienes luchan contra ella, ¿pero esto qué tiene que ver con la teoría de Marx y Engels?

De La Ideología Alemana a La “inversión” ideológica ludoviqueana

Como Ludovico Silva era un lector perspicaz y políglota que presumía haberse leído
directamente los tomos de Marx-Engels Werke, Dietz, Berlín, vols. I-XXXIV, no podía
pasar inadvertido a su sagacidad una obra póstuma de dichos autores titulada La
Ideología Alemana, donde un parágrafo nos avisa que se tratará «La ideología en
general y la ideología alemana en particular», o sea que algo sobre la ideología (en
general) tenían que decir allí.

Esto es lo que dicen Marx y Engels al respecto:

La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los
hombres es su proceso de vida real. Y si en toda ideología los hombres y sus relaciones
aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso
histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina
responde a su proceso de vida directamente físico.
Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del
cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. (Subrayados nuestros)
En su obra La Plusvalía Ideológica, Ludovico repasa esta cita casi palabra por palabra:
«Y así, como en la cámara oscura se forma un reflejo invertido de la realidad física,
también en la mente del hombre tiene lugar la formación de un «reflejo» de la realidad
histórica (…): este «reflejo» es la ideología» (p. 51), reconoce en ellas una
caracterización “neutral” y ambivalente (tanto para uso de ideologías conservadoras
como para una revolucionaria), y también que en cualquier caso toda ideología está
determinada por la realidad histórica, para luego advertir «Pero sólo hasta este punto
nos es útil la analogía de Marx» (p. 52)

El problema, según Ludovico, estriba en que Las analogías no explican: «Nosotros


creemos en el valor de la analogía de Marx en tanto Marx la propone sólo como una
analogía. Son otros los que la han tomado por una explicación.» (p. 52)

La explicación tan esperada nos la proporcionará acto seguido al reseñar cuál era la
verdadera polémica de Marx en La Ideología Alemana, allí (según Ludovico) «Marx
habla desdeñosamente de los «ideólogos». ¿Qué hacían los «ideólogos» y por qué
fueron llamados de esa manera?» (p. 54) De manera que el verdadero objetivo de las
críticas de Marx y Engels no iba ya dirigido a los “ideólogos alemanes” con nombres
propios y existencia concreta, es decir, no se trataría entonces de una controversia
contra las implicaciones políticas del pensamiento especulativo personificado por un
grupo de rimbombantes filósofos alemanes (neohegelianos de izquierda), sino una
controversia contra “los filósofos” e “ideólogos” en general, y por supuesto contra las
abstracciones “ideología” y “filosofía”.

Una y otra vez Ludovico Silva se hace acompañar de citas de La Ideología Alemana
para sustentar su concepción de Ideología, en uno de sus más célebres empeños por
graficarlo observamos:

Esto es: la ideología de las sociedades guarda con respecto a la historia de las mismas y
su proceso material de vida una relación semejante a la que guarda la imagen que se
produce en la retina con respecto a la realidad física inmediata. (p. 79)

Pero no puede mostrarnos (porque no existe) una sola referencia en los textos citados a
“la ideología de las sociedades”, o a una huraña “realidad físico-natural” (¿puede
hablarse de una realidad física no natural?) Por este motivo, redoblando la apuesta, en
su libro Teoría y práctica de la ideología, asumirá sin ambages que:

Las ideas de la ideología no son tales ideas. No son ideas, son creencias; no son juicios,
son prejuicios; no son resultado de un esfuerzo teórico individual, sino acumulación
social de las «idées reçues» o lugares comunes; no son teorías creadas por individuos de
cualquier clase social, sino valores y creencias difundidos por la clase económicamente
dominante. [3]

El problema estriba en que para llegar a dichas conclusiones hubo de “invertir” el


sentido atribuido por Marx y Engels al fenómeno de la ideología, cincel en mano,
moldeando utilitariamente las citas originales. [4] Ya esto fue uno de los focos que
criticara en 1979 el sociólogo Rafael Ramírez en su libro La intelectualidad impotente.
Crítica de la obra de Ludovico Silva:

Queremos que se vea la rigurosidad con que Ludovico incorpora la cita,


entrecomillándola correctamente, situando dentro de guiones sus propios comentarios y,
finalmente, indicando el sitio exacto del texto a donde podría irse a buscar. Pues bien
nosotros nos tomamos la molestia de hacer esa búsqueda, a pesar de que la mayoría de
los lectores siempre confía en la buena fe de estas referencias bibliográficas y queremos
presentarle a los lectores el resultado de nuestro pequeño esfuerzo. [5] (p. 32)

En efecto, Ramírez procede a cotejar un pasaje de la edición en castellano de La


Ideología Alemana traducida por Wenceslao Roces (Pueblos Unidos, 1968), con el
mismo pasaje citado por Ludovico Silva en La Plusvalía Ideológica, aunque advirtiendo
al inicio de El estilo literario de Marx: «en algunas ocasiones me he permitido hacer
algunos leves retoques (...) sin que ello implique en modo alguno la pretensión de
“corregir” a tan preciso y límpido traductor» (p. 25), a continuación observaremos en
qué consiste y cuál es el propósito de este “leve retoque”:

Nosotros —dicen allí Marx y Engels— no partimos de lo que los hombres dicen, se
representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o
imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; esto es lo que
hacen los «ideólogos» y «la Filosofía»; nosotros partimos —concluyen— del hombre
que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, exponemos también el
desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida»
Cf. Marx-Engels, La ideología alemana, ed. cit., p. 26

Ahora contrastemos con la versión traducida por Wenceslao Roces (de acuerdo con el
original en Marx-Engels Werke, Dietz, Berlín) donde reza:

Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del


cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que
los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado,
pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancado de aquí, al hombre de carne y
hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancado de su proceso de vida real,
se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso
de vida.
Cf. Marx-Engels, La ideología alemana, ed. cit., p. 26

Cualquiera podrá notar en la primera parte de este “ligero retoque” no solo la ausencia
de términos (como «alemanes» junto a «filósofos») o inclusión de otros (como «los
ideólogos»), o el cambio gramatical del estilo impersonal afirmativo («se parte») hacia
el pretérito indefinido plural en negación («Nosotros no partimos»); sino lo que es más
importante, el cambio de sentido que supone toda esta operación.

Si dichas palabras se leen inmediatamente después del citado pasaje sobre la analogía de
la “inversión” que ocurre en la cámara oscura, que ilustra lo que serían las ideologías
(en general), ¿Qué otra cosa quiso expresar el original con el sintagma consecutivo
«totalmente al contrario de lo que ocurre en la ideología alemana», y por qué otro
motivo Ludovico lo suprimiría?
Por si el lector no termina de convencerse, una vez culminado este pasaje se lee que
estas «formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres»
(nuevamente la ideología) «son sublimaciones de su proceso material de vida» y es esto
lo que contrapone a la ideología alemana (en particular), en tanto esta se empeña en
“invertir” dicha relación de la conciencia hacia el mundo terrenal, es decir que ni Marx
ni Engels están teorizando sobre la ideología (en general) ni están polemizando con las
abstracciones “ideología” y “filosofía”, sino con el método especulativo hegeliano como
la expresión filosófica concreta que a la ideología le otorgaron los ideólogos alemanes.

Para ser precisos debemos recordar que Ludovico Silva acepta verbalmente los
conceptos de Marx y Engels acerca de la “determinación histórica” de toda formación
ideológica, pero acto seguido advierte que Marx «dejó algunos puntos incompletos, o
sólo pergeñados. Y aún hoy en día el asunto está lejos de ser aclarado, y persisten más
que nunca los múltiples usos y la equivocidad del vocablo» (p. 48) y es este el justo
servicio que nuestro heterodoxo publicista ha llegado a legarle a la causa emancipatoria,
una precisión conceptual para ideología y una categoría alternativa a ideología
revolucionaria: conciencia de clase (o crítica o revolucionaria).

Si los ideólogos alemanes empleaban una terminología revolucionaria para postular la


necesidad moral de trocar la “conciencia actual” por una conciencia humana, Ludovico
realiza la misma operación mudando «ideología revolucionaria» por «conciencia
crítica» o revolucionaria, Marx y Engels ironizaban con que a dichos filósofos ni se les
pasaba por la cabeza preguntarse por la relación entre la filosofía alemana con la
realidad alemana, y que al limitarse a combatir «frases» de este mundo no sabían oponer
otra cosa que «otras frases» en lugar de combatir el mundo real existente, en suma:
querer hacer la revolución destruyendo las ideas «erróneas» y no el orden social que les
sirve de base.

Ideología, ciencia y utopía

Llegados a este tramo del recorrido, no nos es lícito perder de perspectiva que Ludovico
planteaba una polémica contra las esclerosadas concepciones sobre “filosofía marxista”
de la Academia de Ciencias de la URSS y sus expositores (Kussinen, Konstantinov,
Rosental), y además contra otra lectura que pesaba sobre el marxismo promovida por
Althusser, salvando algunos acuerdos con este último, como el de contraponer
«filosofía» a «ciencia», optando por atribuirle a Marx un carácter «científico» (no
filosófico); pero a contramano de Korch quien ponía un signo desigual entre «método
científico» y «práctica revolucionaria» (entendiendo Korch que Marx se ubicaba en el
segundo, pero no en el primero) Ludovico opta por ubicarlo en lo primero
invisibilizando lo segundo, este Marx sería un científico social cuyos aportes
contribuyen a la causa revolucionaria, no lo verá como un político revolucionario que se
sirve de un método científico para develar las condiciones de emancipación del
proletariado. Lo cierto es que todos los anteriores nos quedarán debiendo una adecuada
síntesis dialéctica que muestre las múltiples mediaciones entre filosofía, ciencia y teoría
revolucionaria.

Para Ludovico Silva, secundando al filósofo húngaro György Lukács, lo ortodoxo no


está en defender tales o cuales proposiciones teóricas de Marx sino en seguir «su
método», por eso a lo largo de su obra encontramos referencias a la doctrina de Marx
como una denuncia científica de la alienación capitalista, desenmascaramiento del
fetiche de las mercancías y crítica de las ideologías de las clases dominantes, cosa que
no deja de ser cierto, pero si solo nos quedamos con esta cara “negadora”, la propuesta
teórica de Marx queda por la mitad, afuera la mitad más importante, la “afirmación” del
programa para la transformación comunista del mundo:

Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases


sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción, 2) que la
lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado, 3) que esta
misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases
y hacia una sociedad sin clases. [6]

Es cierto que Ludovico menciona dicha transformación como parte importante del
corpus doctrinal legado por Marx, y también nos cita muchas veces la Tesis XI, y
encima piensa no solo que tal transformación es posible sino que es deseable, que esta
se logrará por intermedio de una lucha social revolucionaria, incluso dedica uno de sus
libros (Teoría del Socialismo) a describir cómo será a su parecer dicha sociedad futura,
pero ¿qué –según él– motoriza estas luchas? A esto responde con firmeza: una utopía
concreta (o relativa), lo que proponen Mannheim, Kolakowski y Marcuse, pero a
Ludovico le parece que esta es una opinión también compartida por Marx.

Si esto fuese así ¿en qué sentido entender, pues, al «socialismo científico» en
contraposición con el «socialismo utópico» de acuerdo con la fraseología de Engels?
Edgardo Lander en su trabajo Contribución a la crítica del marxismo realmente
existente interviene sobre este punto desde un análisis de la multiplicidad de lecturas
realizadas sobre la obra de Marx (por el marxismo realmente existente), advirtiendo
algunas «tensiones no resueltas» en el interior de la teoría, básicamente remite al
paralelo que traza Gouldner entre la tradición del marxismo científico (determinista,
objetivista, historicista) y del marxismo crítico (libertario, subjetivista, utopista),
cuestión esta que merece su propio desarrollo en otro artículo, más lo que encontramos
en la formulación de Ludovico no son paralelos sino líneas cruzadas de todo tipo.

En su doble acepción epistemológica y política, el marxismo como doctrina compleja


entraña cierta suma de tensiones, pero encuentra las vías para resolverlas en relación
dialéctica con la materialidad del campo de estudio específico en que se desenvuelve,
donde ni de manera apriorística ni en relación de la teoría consigo misma podría
hacerlo. De allí que reducir la doctrina de Marx a un mero «método» resulte cuando
menos problemático, peor si se simplifica hasta la deformación afirmando que este
método de Marx era el de la «abstracción», como lo hace Ludovico Silva cuando
lapidariamente declara que en realidad Marx «le inventa hechos concretos a la
dialéctica» por intermedio de la abstracción, pero por cuestión de espacios este no es el
lugar para desarrollar esta idea hasta el final.

Recordemos que esta «ciencia» inaugurada por Marx, habiendo previamente superado
la filosofía de la historia de Feuerbach y Hegel, no fue explicada por él en términos
formales, sino aplicada a un campo de estudio específico, el de la formación social
capitalista y sus leyes, lo que tiene esto de «científico» es que no se conformó con una
impugnación moralista del capitalismo, ni se dejó arrastrar por la pasión revolucionaria
de abolirlo, sino que basándose en el método dialéctico pone al descubierto la
contradicción entre valor de uso y valor de cambio, la teoría del valor-trabajo, las
formas de extracción de la plusvalía por los capitalistas, en fin, una comprensión cabal
del Capital en tanto que relación social histórica, y un aspecto de la misma (por cierto
muy actual) que son sus recurrentes crisis, no como algo exterior o excepcional al
sistema, sino como parte de su funcionamiento orgánico.

Pero la labor «científica» de Marx no se detiene allí, sino que a continuación se interesa
por extraer de sus descubrimientos las pertinentes conclusiones estratégicas y
programáticas, y no todo se lo va a revelar in vitro ningún «método científico», como
piensan quienes le atribuyen cierto determinismo económico, en Marx tanto la guerra
civil como las revoluciones políticas y sociales son pensadas como laboratorios que
señalan errores y aciertos, avances y retrocesos de las clases en pugna, pero por más
importante que sea el rol del pensamiento para el movimiento consciente, por más
importante que sea el papel desempeñado por los ideales y objetivos posibles en una
determinada lucha, no son las utopías concretas lo que mueve a los trabajadores a una
lucha sangrienta y difícil, sino las condiciones, necesidades y objetivos concretos el
verdadero motor del acontecimiento revolucionario.

De circunstancias objetivas surgen además las diferentes configuraciones de lo posible,


a diferencia de lo que suponen los reformadores utopistas que se contentan con la
condena a la realidad material a partir de su contraste con el mundo posible, Marx
comprendía que ninguna clase se traza objetivos para los cuales no se encuentra en
condiciones de alcanzar, de ahí que extrajera de la Comuna de París de 1871 bases
concretas para la actualización del programa político socialista de la clase obrera en su
momento, otro aspecto sobre lo cual la «teoría de la denuncia» no nos dice ni fu ni fa.

Ahora bien, la oposición irrestricta entre ciencia e ideología llevará a Ludovico por
caminos sinuosos, al punto de desprender el fenómeno religioso del campo «ideológico»
y reubicarlo en el campo contrario, como «creador de conciencia social», «en
determinadas circunstancias»:

En el ensayo inicial de mi libro Teoría y práctica de la ideología, titulado “Teoría


marxista de la ideología” y publicado en México en 1971, yo clasificaba a la religión
como un elemento netamente ideológico, y siempre en todo caso ideológico. Hoy
encuentro que semejante caracterización es injusta en ciertos casos. Tal vez obró en mí,
de modo inconsciente, la pesada herencia de mi educación jesuítica, que tuve que
desprender de mí a desgarrones. No: la religión puede ser en determinadas
circunstancias, un agente anti-ideológico, un agente creador de conciencia social. En mi
país, Venezuela, existe por cierto un nutrido grupo de sacerdotes católicos
revolucionarios y marxistas, que entienden su misión evangélica como el llevarle a los
miserables de la sociedad la “buena nueva” (eso significa “evangelio” en griego) de que
tienen que luchar, adquirir conciencia de clase para poder exigir, violentamente si es
preciso, su derecho a participar de la riqueza social. [7]

Lo que en esta cita se observa de rectificación respecto de la anterior actitud hacia el


fenómeno «religioso», paradójicamente obedece a una constante en la lógica de
entender al marxismo como una limitada «teoría de la denuncia», veamos, partiendo del
importante hecho objetivo de que se presenta en medio del proceso de radicalización
social en Latinoamérica de los años 60, 70 y 80, hallándose elementos de ruptura en el
interior de las instituciones religiosas dando nacimiento a nuevas subjetividades como la
de la Teología de la Liberación, en lugar de estudiar dichas circunstancias
determinadas para comprender el carácter de la ruptura y de las concepciones que de
allí se desprenden, lo que se cambia es la actitud hacia la religión, ya no será más vista
como unilateralmente ideológica sino que puede ser concebida como anti-ideológica, si
su denuncia y su lucha apunta (incluso mediante la violencia) a la justa condena contra
las desigualdades y oprobios del sistema capitalista, al margen de su contenido
filosófico o político-programático en específico.

Pero el momento cumbre de las fórmulas teóricas ludoviqueanas sin lugar a dudas
pertenece al constructo conceptual llamado Plusvalía Ideológica:

Nuestra tesis es que la base de sustentación ideológica del capitalismo imperialista se


encuentra en forma preconsciente en el hombre medio de esta sociedad (…) Habría que
añadir que la forma como el capitalismo suministra esa ideología es pocas veces la de
mensajes explícitos doctrinales, en comparación con la abrumadora mayoría de
mensajes ocultos, disfrazados de miles de apariencias y ante los cuales sólo puede
reaccionar en contra, con plena conciencia, la mente lúcidamente entrenada para la
revolución espiritual permanente. Y no sólo el hombre medio, sin conciencia
revolucionaria, vive inconscientemente infiltrado de ideología, sino también todos
aquellos revolucionarios que, como decía Lenin, se quedan en las consignas o en el
activismo irracional, pues tienen falsa conciencia, están entregados ideológicamente al
capitalismo, sin saber que lo están (…) Todo aquel que, en su taller interior de trabajo
espiritual, obedezca a una conciencia falsa, ilusoria, ideológica, y no a una conciencia
real y verdadera, será eso que llamamos un productor típico de plusvalía ideológica
para el sistema capitalista. Y tanta más plusvalía ideológica producirá cuanto más
revolucionario sea, si lo es sólo en apariencia (Pp. 201-202)

Para realizar una apretada síntesis del concepto, la plusvalía ideológica comienza a
plantearse como una simple analogía con el plusvalor materialmente confiscado al
trabajador por el capitalista en la teoría de Marx, pero dicha analogía se plantea
trascender objetivamente el plano estrictamente analógico cuando la categoría marxista
que le sirve de base («plusvalía») es puesta frente a la ideología en relación dialógica,
esto es, a partir de la afirmación de que no solo las formas de conciencia ideológica se
desprenden de la determinación social, sino que estas pueden incidir sobre la sociedad,
una reciprocidad entre ambas abre la puerta para dejar pasar la noción de producción de
Plusvalía ideológica como algo más que una simple analogía.

¿De cuál Marx lo extrae? ¿Acaso de aquel Marx que escribió: «La teoría se realiza en
el pueblo sólo en la medida en que es la realización de sus necesidades»? No, sino de
ese otro Marx que silenciosamente habita bajo la piel de Saussure porque a estas alturas
comprenderemos que hay un Marx para todo y todos a su vez se harían asimilables al
Marx… que este Ludovico presenta, esto último también fue parte de las críticas
sostenidas por Ramírez, rastreando desde la crítica genética el pensamiento de
Ludovico, su deuda con Kant, Fitche, Freud, Weber, Comte, Lukács, Adorno y
Marcuse.

Desde ese particular procedimiento funcional encontramos en el pensamiento de


Ludovico sobre la ideología injertos de la teoría del inconsciente de Freud, pasados por
la interpretación de Adorno y Marcuse, así que cuando afirma que es en la pre
consciencia la región destinada a alojar la ideología, cuando señala con Adorno el papel
que tendría la industria cultural como productora de ideología, y cuando absorbe de
Marcuse su énfasis en el peso de la ideología sobre el inconsciente individual reprimido,
lo que en el fondo rehabilita es el idealismo subjetivista de Fitche/Kant expresado en la
fórmula del primero: «se puede mostrar en la conciencia su fundamento explicativo de
la experiencia» que Freud se apropia, donde la admisión de las experiencias sensibles
no se reconocen como un asunto objetivo, sino únicamente pasada por el método
trascendental del pensamiento.

Estas combinaciones son las que darán origen a una lectura muy singular de Marx en
Ludovico; conforma un momento de su análisis reconocer la alienación en Marx como
un fenómeno económico basado en la separación de los productores ante sus medios de
producción y los productos de su trabajo y no como una vaga categoría filosófica, es
similar a reconocer la objetividad de la extracción de plusvalía en el proceso de
producción descrito por Marx, pero allí no se detiene su proposición, a partir del
momento en que se concibe la Plusvalía ideológica como algo más que una analogía,
debemos desprender de ella la conclusión lógica a la que llegó también Ludovico,
haciendo factible la alienación ideológica, y lo que queda ante nuestros ojos es una
teoría de la plusvalía desarraigada de sus fundamentos materialistas en beneficio de una
posición intelectualista frente al orden existente.

Más que conclusiones, apertura…

Ludovico Silva empleó todo un arsenal conceptual y todo su intelecto para intentar
construir un concepto de Ideología que se adaptara a su necesidad de desenmascarar el
rol que desempeña en nuestra (in)conciencia los discursos que circulan cotidianamente a
través de la industria cultural, y que le sirviera a su vez para alumbrar el compromiso
que los intelectuales y las prácticas contraculturales tendrían para la causa de los
oprimidos.

El resultado de su operación discursiva fue una concepción de ideología que se


enunciara con independencia de toda forma ideológica concreta, por ejemplo nunca
pudo mencionar el caso de ideologías tales como la desarrollista, liberal, nacionalista,
socialcristiana o socialdemócrata, entre otras que plantaron su pie en el país,
constituyendo así un tipo de pensamiento que no se distingue claramente de otras
formas de conciencia, carente de lenguaje concreto y de significación relativa; le
resultará desaconsejable vincularlas con los determinados individuos, partidos o
instituciones que las formulan por el riesgo de profanar el discurso científico con la
política, opina que esta entidad abstracta «vive y se desarrolla» en todos los tipos de
sociedad de clases sin distinción alguna, propone el constructo Plusvalía ideológica
como un modo de apropiación por parte de la industria cultural capitalista para captar
lealtades de los individuos por la vía de mensajes ocultos dirigidos a la región del
preconsciente, que solo puede ser revertido mediante la prédica científica y la praxis
contracultural.

No se trata ya de que la revolución en permanencia se repliegue consciente o


inconscientemente frente a fenómenos ideológicos que de manera expresa u oculta
limiten o repriman el desarrollo de una conciencia revolucionaria, puesto que en ello
juega un papel fundamental la lucha contra el monopolio de la comunicación, contra las
instituciones conservadoras y las distintas vertientes del colonialismo en la experiencia
cotidiana; sino de la sustitución de las masas, los partidos, la política y las consignas,
por la ocupación de espacios mass-mediáticos por parte de la «prédica científica» o la
promesa propagandística de «utopías relativas», en manos de los intelectuales en tanto
administradores del saber científico.

Clausurar, como proponía Ludovico, el uso genérico del término Ideología (como no
sea el de conciencia reificada o fetichizada) lejos de impedir la decadencia ideológica de
finales del siglo XX, tan solo contribuyó a un mayor repliegue ideológico de la
subjetividad revolucionaria frente a la moda posmoderna, por otro lado una acepción tan
unilateral imposibilitaría la comprensión de aportes claves en el campo de la filosofía
del lenguaje, como el estudio del signo ideológico por Volóshinov (Bajtín), en la
actualidad es precisamente su polifonía la que posibilita a la crítica cultural y literaria un
marco conceptual fértil, como asegura el filósofo esloveno Slavoj Žižek (2003) en
acuerdo con Fredric Jameson: «se puede afirmar categóricamente la existencia de la
ideología en tanto matriz generativa que regula la relación entre lo visible y lo no
visible, entre lo imaginable y lo no imaginable, así como los cambios producidos en
esta relación» (p. 7)

Lo elemental para una concepción marxista de la ideología, indistintamente de la


terminología utilizada para llamar al tipo de conciencia que subvierte las formaciones
ideológicas fetichizadas, es partir de un examen crítico de las condiciones históricas
concretas que le dieron origen, junto a su desenvolvimiento objetivo, considerando sus
valoraciones expresadas o implícitas no en base a lo que ellas afirman de sí o se
representan idealmente, sino concatenada a sus intereses materiales.

En el caso de la teoría de la ideología desarrollada por Ludovico Silva, creemos haber


encontrado una doble vertiente ideológica, tanto en el sentido genérico que sigue siendo
fértil como categoría de análisis (en efecto, Ludovico Silva es portador de un discurso),
como en el sentido de que su discurso se presenta bajo la forma concreta de «inversión
intelectual» del mundo real y objetivo, con toda las implicaciones que se desprenden de
este hecho y a las que ya hicimos referencia. Con esta apertura (más que conclusiones)
reafirmamos la vigencia del debate ideológico, así como la importancia que en él cobra
el lenguaje como conciencia práctica e instrumento de la política profana, o como diría
la admonición del lingüista soviético Volóshinov (Bajtín): «El signo ideológico será la
arena de la lucha de clases». (p. 47)

Punto Fijo, 14 de agosto de 2020

* Fotografía: Ludovico Silva y Luis Britto García en la Facultad de Derecho de la UCV,


1972 (les acompaña un estudiante en la mesa), fotografía conservada por Livio Agüero,
tomada de un post de Facebook de Freddy Castillo Castellanos, 5/12/2012
https://www.facebook.com/photo.php?
fbid=4558951405915&set=a.2142166347799&type=3&app=fbl (Restaurada por
Fósforo Martin)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Debord, Guy (1967): La sociedad del espectáculo. Digitalizado para Lectulandia (08-
01-2012)

Eagleton, Terry (1995). Ideología, una Introducción. (Editorial Paidos, 1997)


Engels, F. y Marx, M. (1932): La ideología alemana. Digitalizado para EpubLibre (07-
01-2016)

Ramírez, Rafael (1979): La intelectualidad impotente, Crítica de la obra de Ludovico


Silva. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Caracas,
Venezuela.

Silva, Ludovico (2017; presentado por Gabriel Jiménez Emán): El combate por el
nuevo mundo. Cultura, contracultura y alienación en Latinoamérica. Fábula Editores, Ira
Edición Digital.

.................. (2017): La Plusvalía Ideológica. Fundación para la Cultura y las Artes.


Caracas, Venezuela

.................. (2011) El estilo literario de Marx. Fundación para la Cultura y las Artes.
Caracas, Venezuela

.................. (2009): Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos. Monte


Ávila Editores Latinoamericana. Caracas, Venezuela

.................. (2007): Teoría de la ideología / Contracultura. Fundación Editorial el perro


y la rana. Caracas, Venezuela

................... (1982): Teoría y práctica de la ideología. Editorial Nuestro Tiempo, 11ª.


Edición.

Volóshinov, Valentín (1929): El marxismo y la filosofía del lenguaje. Los principales


problemas del método sociológico en la ciencia del lenguaje. Ediciones Godot, 2009.
Buenos Aires, Argentina.

Žižek, Slavoj (Comp. 2003): Ideología, un mapa de la cuestión. Fondo de Cultura


Económica. DF, México.

REFERENCIAS ELECTRÓNICAS

Brito Rojas, Sandro (2012). Ludovico Silva y Bolívar Echeverría, dos aproximaciones
del marxismo crítico latinoamericano al estudio de la ideología. Disponible en:
https://www.ifch.unicamp.br/formulario_cemarx/selecao/2012/trabalhos/
7383_Rojas_Sandro.pdf (última consulta 10/08/2020)

Marx, Karl. Carta a Joseph Weydemeyer (Londres, 5 de marzo de 1852). Disponible en:
https://www.marxists.org (última consulta 10/08/2020)

Zavala, Humberto (2019): Ludovico Silva o la discordancia de los tiempos de las


teorías críticas (La Izquierda Diario Venezuela, 24-11-2019). Disponible en:
https://www.laizquierdadiario.com.ve/Ludovico-Silva-o-la-discordancia-de-los-
tiempos-de-las-teorias-criticas (última consulta 10/08/2020)

ANEXO GRÁFICO
NOTAS AL PIE

[3] Ludovico Silva (1982): Teoría y práctica de la ideología. Editorial Nuestro Tiempo,


Décima Primera Edición. (P. 21)

[4] Esto a pesar de su aseveración en la edición de El estilo literario de Marx, donde


advierte: «Si bien algunas de las versiones de textos de Marx aquí analizados han sido
realizadas especialmente para este libro, la mayor parte de las veces se emplean las
traducciones de Wenceslao Roces. En algunas ocasiones me he permitido hacer
algunos leves retoques a las versiones de Roces, a fin de destacar ciertos rasgos
estilísticos, sin que ello implique en modo alguno la pretensión de «corregir» a tan
preciso y límpido traductor de Marx.» (p. 25)

[5] Rafael Ramírez (1979). La intelectualidad impotente. Crítica de la obra de


Ludovico Silva. Ediciones de la Biblioteca de la UCV. Caracas, Venezuela. Allí
Ramírez focaliza otros problemas de “método” en la obra de Ludovico Silva, tales
como, amalgama de planteamientos centrales del pensamiento de Marx y Engels con
teorías enfrentadas por los propios Marx y Engels (Pp. 76-78), esconder o escamotear
las verdaderas fuentes teóricas empleadas para sus razonamientos (Pp. 69-75), plantear
de contrabando como cuestiones, conclusiones propias (Pp. 36-38), parafrasearse a sí
mismo para decir que ha resumido el pensamiento de Marx (Pp. 35-36).

[7] Ludovico Silva. Teoría de la ideología / Contracultura (El perro y la rana, 2007,


374-375) / El combate por el Nuevo Mundo (Fábula, 2017, p. 26)

(Venezuela, Punto Fijo, 1987) Licenciando en Educación, opción Letras. Maestrante en


Literatura Hispanoamericana en la UNEFM. Es docente de educación media.
Columnista de La Izquierda Diario Venezuela. Milita en la Liga de Trabajadores por el
Socialismo (LTS).

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