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¿Qué nos dice Ludovico Silva sobre el concepto de Ideología? ¿Cómo es que llega a
tales formulaciones y qué hay de cierto que Marx y Engels tengan un papel especial en
ello? ¿Qué importancia tiene para Ludovico Silva el aferrarse a tal conceptualización?
Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua y se
ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la gravedad.
Karl Marx. La Ideología Alemana.
Introducción
Prolífico escritor y poeta, Ludovico Silva (1937-1988) fue siempre un fiel tributario de
la palabra escrita (a la cual entendió en su doble papel de portadora de ideología y de
crítica a las ideologías), cualquiera que sea el punto de partida para introducirse en su
obra ensayística o de su relación con la literatura marxista, la problemática de la
Ideología (en singular y mayúscula) siempre estará presente.
Refiere el escritor y editor Gabriel Jiménez Emán, en el prólogo a la más reciente obra
(póstuma) que se haya publicado de Ludovico Silva, El combate por el nuevo mundo.
Cultura, contracultura y alienación en Latinoamérica (Fábula Ed., 2017):
Y quien en vida del filósofo fuera uno de sus habituales contertulios y ocasional
polemista, Juan Nuño, nos dirá en el prólogo a la primera edición de La Plusvalía
Ideológica:
De los varios méritos que posee la obra de Ludovico Silva sobre La plusvalía
ideológica, no es el menor haber sabido evitar la trampa analítico-estructural por cuanto
ha dotado al estudio del concepto marxista de «ideología» de una dimensión histórico-
dialéctica que forma la parte más documentada y extensa de la obra (capítulos I al IV)
(p. 31)
La teoría de la ideología y su correlativa plusvalía ideológica del tronco ludoviqueano
gozan de gran autoridad en el campus universitario y en numerosas publicaciones
académicas, no solo entendida como formulación teórica novedosa, sino por su
correspondencia con el pensamiento de Marx, si bien no abunda dicha formulación
como referencia en el debate político –a pesar de las implicaciones políticas de dicha
teoría– se debe a razones que irán cobrando su lugar en el desarrollo de este ensayo, de
momento comencemos por las breñas de su construcción y la suerte que ha corrido ante
la crítica.
Nuestra opinión —y ya lo dijimos al comienzo de este ensayo— es que con ese vocablo,
como casi con ningún otro en nuestro siglo, se ha cometido un exceso semántico. Que
un vocablo tenga mil significados distintos y matices diversos, es cosa que no preocupa
a nadie hasta el momento en que se pretenda hacer un uso científico de ese vocablo. (p.
80)
Ludovico asumirá, haciendo una ecléctica conexión entre lo propuesto por Hans Barth
en su libro Ciencia e Ideología y los análisis de Marx y Engels, que el equívoco en
torno al vocablo reside en sus orígenes, este aparece «tormentosamente, como un
semillero de equívocos» con el propio Destutt de Tracy al asignarle el valor de una vaga
science des idées que empuñaría la burguesía revolucionaria para una reforma educativa
enfrentada al monopolio educacional y cultural que tanto interesaba a Napoleón
Bonaparte, de ahí su lapidaria acusación a esta como: á cette ténébreuse metaphysique.
Por lo cual, «El esfuerzo de Marx será poner un poco de orden en el asunto» (p. 48)
Como lo que preocupa a Ludovico Silva es la proliferación de sentidos que pueda caber
en el vocablo porque su propósito expreso es el de elevarlo a categoría científica y a
objeto de investigación, para hacerlo cree preciso depurarlo, ¿qué mejor atajo que
hacerlo a partir de la vieja dicotomía que se presenta en la tradición sociológica entre
Discurso y Verdad, es decir, entre Ideología y Ciencia?
Como Ludovico Silva era un lector perspicaz y políglota que presumía haberse leído
directamente los tomos de Marx-Engels Werke, Dietz, Berlín, vols. I-XXXIV, no podía
pasar inadvertido a su sagacidad una obra póstuma de dichos autores titulada La
Ideología Alemana, donde un parágrafo nos avisa que se tratará «La ideología en
general y la ideología alemana en particular», o sea que algo sobre la ideología (en
general) tenían que decir allí.
La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los
hombres es su proceso de vida real. Y si en toda ideología los hombres y sus relaciones
aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso
histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina
responde a su proceso de vida directamente físico.
Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del
cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. (Subrayados nuestros)
En su obra La Plusvalía Ideológica, Ludovico repasa esta cita casi palabra por palabra:
«Y así, como en la cámara oscura se forma un reflejo invertido de la realidad física,
también en la mente del hombre tiene lugar la formación de un «reflejo» de la realidad
histórica (…): este «reflejo» es la ideología» (p. 51), reconoce en ellas una
caracterización “neutral” y ambivalente (tanto para uso de ideologías conservadoras
como para una revolucionaria), y también que en cualquier caso toda ideología está
determinada por la realidad histórica, para luego advertir «Pero sólo hasta este punto
nos es útil la analogía de Marx» (p. 52)
La explicación tan esperada nos la proporcionará acto seguido al reseñar cuál era la
verdadera polémica de Marx en La Ideología Alemana, allí (según Ludovico) «Marx
habla desdeñosamente de los «ideólogos». ¿Qué hacían los «ideólogos» y por qué
fueron llamados de esa manera?» (p. 54) De manera que el verdadero objetivo de las
críticas de Marx y Engels no iba ya dirigido a los “ideólogos alemanes” con nombres
propios y existencia concreta, es decir, no se trataría entonces de una controversia
contra las implicaciones políticas del pensamiento especulativo personificado por un
grupo de rimbombantes filósofos alemanes (neohegelianos de izquierda), sino una
controversia contra “los filósofos” e “ideólogos” en general, y por supuesto contra las
abstracciones “ideología” y “filosofía”.
Una y otra vez Ludovico Silva se hace acompañar de citas de La Ideología Alemana
para sustentar su concepción de Ideología, en uno de sus más célebres empeños por
graficarlo observamos:
Esto es: la ideología de las sociedades guarda con respecto a la historia de las mismas y
su proceso material de vida una relación semejante a la que guarda la imagen que se
produce en la retina con respecto a la realidad física inmediata. (p. 79)
Pero no puede mostrarnos (porque no existe) una sola referencia en los textos citados a
“la ideología de las sociedades”, o a una huraña “realidad físico-natural” (¿puede
hablarse de una realidad física no natural?) Por este motivo, redoblando la apuesta, en
su libro Teoría y práctica de la ideología, asumirá sin ambages que:
Las ideas de la ideología no son tales ideas. No son ideas, son creencias; no son juicios,
son prejuicios; no son resultado de un esfuerzo teórico individual, sino acumulación
social de las «idées reçues» o lugares comunes; no son teorías creadas por individuos de
cualquier clase social, sino valores y creencias difundidos por la clase económicamente
dominante. [3]
Nosotros —dicen allí Marx y Engels— no partimos de lo que los hombres dicen, se
representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o
imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; esto es lo que
hacen los «ideólogos» y «la Filosofía»; nosotros partimos —concluyen— del hombre
que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, exponemos también el
desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida»
Cf. Marx-Engels, La ideología alemana, ed. cit., p. 26
Ahora contrastemos con la versión traducida por Wenceslao Roces (de acuerdo con el
original en Marx-Engels Werke, Dietz, Berlín) donde reza:
Cualquiera podrá notar en la primera parte de este “ligero retoque” no solo la ausencia
de términos (como «alemanes» junto a «filósofos») o inclusión de otros (como «los
ideólogos»), o el cambio gramatical del estilo impersonal afirmativo («se parte») hacia
el pretérito indefinido plural en negación («Nosotros no partimos»); sino lo que es más
importante, el cambio de sentido que supone toda esta operación.
Si dichas palabras se leen inmediatamente después del citado pasaje sobre la analogía de
la “inversión” que ocurre en la cámara oscura, que ilustra lo que serían las ideologías
(en general), ¿Qué otra cosa quiso expresar el original con el sintagma consecutivo
«totalmente al contrario de lo que ocurre en la ideología alemana», y por qué otro
motivo Ludovico lo suprimiría?
Por si el lector no termina de convencerse, una vez culminado este pasaje se lee que
estas «formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres»
(nuevamente la ideología) «son sublimaciones de su proceso material de vida» y es esto
lo que contrapone a la ideología alemana (en particular), en tanto esta se empeña en
“invertir” dicha relación de la conciencia hacia el mundo terrenal, es decir que ni Marx
ni Engels están teorizando sobre la ideología (en general) ni están polemizando con las
abstracciones “ideología” y “filosofía”, sino con el método especulativo hegeliano como
la expresión filosófica concreta que a la ideología le otorgaron los ideólogos alemanes.
Para ser precisos debemos recordar que Ludovico Silva acepta verbalmente los
conceptos de Marx y Engels acerca de la “determinación histórica” de toda formación
ideológica, pero acto seguido advierte que Marx «dejó algunos puntos incompletos, o
sólo pergeñados. Y aún hoy en día el asunto está lejos de ser aclarado, y persisten más
que nunca los múltiples usos y la equivocidad del vocablo» (p. 48) y es este el justo
servicio que nuestro heterodoxo publicista ha llegado a legarle a la causa emancipatoria,
una precisión conceptual para ideología y una categoría alternativa a ideología
revolucionaria: conciencia de clase (o crítica o revolucionaria).
Llegados a este tramo del recorrido, no nos es lícito perder de perspectiva que Ludovico
planteaba una polémica contra las esclerosadas concepciones sobre “filosofía marxista”
de la Academia de Ciencias de la URSS y sus expositores (Kussinen, Konstantinov,
Rosental), y además contra otra lectura que pesaba sobre el marxismo promovida por
Althusser, salvando algunos acuerdos con este último, como el de contraponer
«filosofía» a «ciencia», optando por atribuirle a Marx un carácter «científico» (no
filosófico); pero a contramano de Korch quien ponía un signo desigual entre «método
científico» y «práctica revolucionaria» (entendiendo Korch que Marx se ubicaba en el
segundo, pero no en el primero) Ludovico opta por ubicarlo en lo primero
invisibilizando lo segundo, este Marx sería un científico social cuyos aportes
contribuyen a la causa revolucionaria, no lo verá como un político revolucionario que se
sirve de un método científico para develar las condiciones de emancipación del
proletariado. Lo cierto es que todos los anteriores nos quedarán debiendo una adecuada
síntesis dialéctica que muestre las múltiples mediaciones entre filosofía, ciencia y teoría
revolucionaria.
Es cierto que Ludovico menciona dicha transformación como parte importante del
corpus doctrinal legado por Marx, y también nos cita muchas veces la Tesis XI, y
encima piensa no solo que tal transformación es posible sino que es deseable, que esta
se logrará por intermedio de una lucha social revolucionaria, incluso dedica uno de sus
libros (Teoría del Socialismo) a describir cómo será a su parecer dicha sociedad futura,
pero ¿qué –según él– motoriza estas luchas? A esto responde con firmeza: una utopía
concreta (o relativa), lo que proponen Mannheim, Kolakowski y Marcuse, pero a
Ludovico le parece que esta es una opinión también compartida por Marx.
Si esto fuese así ¿en qué sentido entender, pues, al «socialismo científico» en
contraposición con el «socialismo utópico» de acuerdo con la fraseología de Engels?
Edgardo Lander en su trabajo Contribución a la crítica del marxismo realmente
existente interviene sobre este punto desde un análisis de la multiplicidad de lecturas
realizadas sobre la obra de Marx (por el marxismo realmente existente), advirtiendo
algunas «tensiones no resueltas» en el interior de la teoría, básicamente remite al
paralelo que traza Gouldner entre la tradición del marxismo científico (determinista,
objetivista, historicista) y del marxismo crítico (libertario, subjetivista, utopista),
cuestión esta que merece su propio desarrollo en otro artículo, más lo que encontramos
en la formulación de Ludovico no son paralelos sino líneas cruzadas de todo tipo.
Recordemos que esta «ciencia» inaugurada por Marx, habiendo previamente superado
la filosofía de la historia de Feuerbach y Hegel, no fue explicada por él en términos
formales, sino aplicada a un campo de estudio específico, el de la formación social
capitalista y sus leyes, lo que tiene esto de «científico» es que no se conformó con una
impugnación moralista del capitalismo, ni se dejó arrastrar por la pasión revolucionaria
de abolirlo, sino que basándose en el método dialéctico pone al descubierto la
contradicción entre valor de uso y valor de cambio, la teoría del valor-trabajo, las
formas de extracción de la plusvalía por los capitalistas, en fin, una comprensión cabal
del Capital en tanto que relación social histórica, y un aspecto de la misma (por cierto
muy actual) que son sus recurrentes crisis, no como algo exterior o excepcional al
sistema, sino como parte de su funcionamiento orgánico.
Pero la labor «científica» de Marx no se detiene allí, sino que a continuación se interesa
por extraer de sus descubrimientos las pertinentes conclusiones estratégicas y
programáticas, y no todo se lo va a revelar in vitro ningún «método científico», como
piensan quienes le atribuyen cierto determinismo económico, en Marx tanto la guerra
civil como las revoluciones políticas y sociales son pensadas como laboratorios que
señalan errores y aciertos, avances y retrocesos de las clases en pugna, pero por más
importante que sea el rol del pensamiento para el movimiento consciente, por más
importante que sea el papel desempeñado por los ideales y objetivos posibles en una
determinada lucha, no son las utopías concretas lo que mueve a los trabajadores a una
lucha sangrienta y difícil, sino las condiciones, necesidades y objetivos concretos el
verdadero motor del acontecimiento revolucionario.
Ahora bien, la oposición irrestricta entre ciencia e ideología llevará a Ludovico por
caminos sinuosos, al punto de desprender el fenómeno religioso del campo «ideológico»
y reubicarlo en el campo contrario, como «creador de conciencia social», «en
determinadas circunstancias»:
Pero el momento cumbre de las fórmulas teóricas ludoviqueanas sin lugar a dudas
pertenece al constructo conceptual llamado Plusvalía Ideológica:
Para realizar una apretada síntesis del concepto, la plusvalía ideológica comienza a
plantearse como una simple analogía con el plusvalor materialmente confiscado al
trabajador por el capitalista en la teoría de Marx, pero dicha analogía se plantea
trascender objetivamente el plano estrictamente analógico cuando la categoría marxista
que le sirve de base («plusvalía») es puesta frente a la ideología en relación dialógica,
esto es, a partir de la afirmación de que no solo las formas de conciencia ideológica se
desprenden de la determinación social, sino que estas pueden incidir sobre la sociedad,
una reciprocidad entre ambas abre la puerta para dejar pasar la noción de producción de
Plusvalía ideológica como algo más que una simple analogía.
¿De cuál Marx lo extrae? ¿Acaso de aquel Marx que escribió: «La teoría se realiza en
el pueblo sólo en la medida en que es la realización de sus necesidades»? No, sino de
ese otro Marx que silenciosamente habita bajo la piel de Saussure porque a estas alturas
comprenderemos que hay un Marx para todo y todos a su vez se harían asimilables al
Marx… que este Ludovico presenta, esto último también fue parte de las críticas
sostenidas por Ramírez, rastreando desde la crítica genética el pensamiento de
Ludovico, su deuda con Kant, Fitche, Freud, Weber, Comte, Lukács, Adorno y
Marcuse.
Estas combinaciones son las que darán origen a una lectura muy singular de Marx en
Ludovico; conforma un momento de su análisis reconocer la alienación en Marx como
un fenómeno económico basado en la separación de los productores ante sus medios de
producción y los productos de su trabajo y no como una vaga categoría filosófica, es
similar a reconocer la objetividad de la extracción de plusvalía en el proceso de
producción descrito por Marx, pero allí no se detiene su proposición, a partir del
momento en que se concibe la Plusvalía ideológica como algo más que una analogía,
debemos desprender de ella la conclusión lógica a la que llegó también Ludovico,
haciendo factible la alienación ideológica, y lo que queda ante nuestros ojos es una
teoría de la plusvalía desarraigada de sus fundamentos materialistas en beneficio de una
posición intelectualista frente al orden existente.
Ludovico Silva empleó todo un arsenal conceptual y todo su intelecto para intentar
construir un concepto de Ideología que se adaptara a su necesidad de desenmascarar el
rol que desempeña en nuestra (in)conciencia los discursos que circulan cotidianamente a
través de la industria cultural, y que le sirviera a su vez para alumbrar el compromiso
que los intelectuales y las prácticas contraculturales tendrían para la causa de los
oprimidos.
Clausurar, como proponía Ludovico, el uso genérico del término Ideología (como no
sea el de conciencia reificada o fetichizada) lejos de impedir la decadencia ideológica de
finales del siglo XX, tan solo contribuyó a un mayor repliegue ideológico de la
subjetividad revolucionaria frente a la moda posmoderna, por otro lado una acepción tan
unilateral imposibilitaría la comprensión de aportes claves en el campo de la filosofía
del lenguaje, como el estudio del signo ideológico por Volóshinov (Bajtín), en la
actualidad es precisamente su polifonía la que posibilita a la crítica cultural y literaria un
marco conceptual fértil, como asegura el filósofo esloveno Slavoj Žižek (2003) en
acuerdo con Fredric Jameson: «se puede afirmar categóricamente la existencia de la
ideología en tanto matriz generativa que regula la relación entre lo visible y lo no
visible, entre lo imaginable y lo no imaginable, así como los cambios producidos en
esta relación» (p. 7)
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Debord, Guy (1967): La sociedad del espectáculo. Digitalizado para Lectulandia (08-
01-2012)
Silva, Ludovico (2017; presentado por Gabriel Jiménez Emán): El combate por el
nuevo mundo. Cultura, contracultura y alienación en Latinoamérica. Fábula Editores, Ira
Edición Digital.
.................. (2011) El estilo literario de Marx. Fundación para la Cultura y las Artes.
Caracas, Venezuela
REFERENCIAS ELECTRÓNICAS
Brito Rojas, Sandro (2012). Ludovico Silva y Bolívar Echeverría, dos aproximaciones
del marxismo crítico latinoamericano al estudio de la ideología. Disponible en:
https://www.ifch.unicamp.br/formulario_cemarx/selecao/2012/trabalhos/
7383_Rojas_Sandro.pdf (última consulta 10/08/2020)
Marx, Karl. Carta a Joseph Weydemeyer (Londres, 5 de marzo de 1852). Disponible en:
https://www.marxists.org (última consulta 10/08/2020)
ANEXO GRÁFICO
NOTAS AL PIE