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EXPLORACIONES PSICOANALITICAS

Donald W. Winnicott

EXPLORACIONES
PSICOANALITICAS I

Editado por
Clare Winnicott
Ray Shepherd
Madeleine Davis

~
PAIDOS
Buenos Aires
Barcelona
México,
Título origin•al: Psychoanalytic Explorations (Parte I, caps. 1 a 38)
Karnac Books, Londres
© 1989 by the Winnicott Trust
ISBN 0-946439-68-00

Traducción de Leandro Wolfson


Revisión técnica y establecimiento del vocabulario:
Lic. Jorge Rodríguez CUBA) y Dra. María Lucila Pelento

Cubierta de Gustavo Macri


Ilustración: pintura de técnica mixta de Patricia Ures

150.195 Winnicott, Donald


CDD Exploraciones psicoanalíticas.- 1• ed. 4° reimp.-
Buenos Aires : Pcidós, 2006
360 p. ; 22xl4 cni.- (Psicología profunda)

Traducción de: Leandro Wolson

ISBN 950-12-4147-5

1. Psicoanálisis r.' Título

la. edición, 1991


3a. reimpresión, 200-1
4a. reimpresión, 2006

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los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes. la reproducción parcial
o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento
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Defensa 599, Buenos Aires
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www .paidosargentína.com.ar

Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723


Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

Impreso en Gráfica MPS,


Santiago del Estero 338, Lanús, en julio de 2006
Tirada: 1000 ejemplares

ISBN 950-12-•!147-5
INDICE

Prefacio................................................................... 9
Una reflexión sobre D.W.W.,por Clare Winnicott .......... 13

Primera parte. Psicoanálisis: teoría y práctica

l. Desilusión temprana (1939) .. .. . . . . . .. . . . .. . .. .. . . . .. ... .. 34


2. Saber y no saber: un ejemplo clínico (sin fecha) .. . .. 38
3. Ur,a cuestión técnica (sin fecha)......................... 41
-4. El juego en la situación analítica (1954) .. . . . . .. .. . . .. . 43
5. Fragmentos concernientes a algunas variedades
de confusión clínica (1956) . . .. . . . .. . . . . . .. . .. .. . .. .. . . .. . . . 46
6. La excitación en la etiología de la trombosis
coronaria (1957) ............................................... 51
7. Alucinación y desalucinación (1957) ....... ............. 57
8. Ideas y definiciones (década de 1950) .. .. .... .. .. . . .... 61
9. Psicogénesis de una fantasía de ser pegado (1958) . 64
10. Nada en el centro (1959) .................................... 68
11. El destino del objeto transicional (1959) ............... 72
- 12. Notas sobre el juego (sin fecha) ........................... 79
13. La psiconeurosis en la niñez (1961) .. .. ... . . . ... .. . . . . . . 84
14. Nuevas observaciones sobre la teoría de la
relación parento-filial (1961) .............................. 94
15. Nota sobre un caso vinculado a la envidia (1963) .. . 98
16. Las perversiones y la fantasía pregenital (1963) ... 102
17. Dos· notas sobre el uso del silencio (1963) ............. 104
18. El miedo al derrumbe (¿ 1963?) ........................... 111
19. Importancia del encuadre en el modo de
tratar la regresión en psicoanálisis (1964) ............. 122
20. El trastorno psicosomático
l. Aspectos positivos y negativos de la
enfermedad psicosomática (1964) ....................... 130
II. Nota adicional sobre el trastorno
psicosomático (1969) ......................................... 143
21. La psicología de la locura: una contribución
psicoanalítica (1965) ......................................... 148
22. El concepto de trauma en relación con el
desarrollo del individuo dentro de la familia (1965) 161
23. Notas sobre el repliegue y la regresión (1965) ...... 182
24. Nuevos esclarecimientos sobre el pensar de
los niños (1965) ................................................ 186

7
25. Comentario sobre la neurosis obsesiva y "Frankie"
(1965) ···························································· 193
26. Nota sobre la relación entre la madre y el feto
(1960) ........................................................... 197
27. Ausencia y presencia de un sentimiento de culpa,
ilustrada con dos pacientes (1966) . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . 200
28. Sobre los elementos masculino y femenino
escindidos
I. Los elementos masculino y femenino escindidos
que se encuentran en hombres y mujeres (1966)... 207
II. Material clínico (1959-1963) .......................... 223
III. Respuesta a comentarios (1968-1969) ............ 229
29. El concepto de regresión clínica comparado con
el de organización defensiva (1967) . . . . . .. . . . . ... . . . ... 233
30. Apéndice a "La localización de la experiencia
cultural'' (1967) ............................................... 242
31. El jugar y la cultura (1968) ............................... 246
32. La interpretación en psicoanálisis (1968) ............ 250
33. El pensar y la formación de símbolos (1968) .. . .. ... 256
34. Sobre "El uso de un objeto" ............................... 261
l. El uso de un objeto y el relacionarse mediante
identificaciones (-1968) ...................................... 263
11. Un.sueño de D.W.W. vinculado con la reseña
de un libro de Jung (1963) ................................. 273
III. Notas tomadas en el tren, 2da. parte (1965) ... 276
IV. El uso de la palabra "uso" (1968) .. . . . . . . . . ... . . . . . 279
V. Ejemplo clínico de "El uso de un objeto" (1968) .. 281
VI. Comentarios sobre mi artículo "El uso de
un objeto" (1968) ............................................. 284
VII. El uso de un objeto en el contexto de
Moisés y la religión monoteísta (1969) ................ 287
35. Desarrollo del tema del inconsciente de la madre,
tal como se lo descubre en la práctica
psicoanalítica (1969) ........................................ 294
36. La experiencia de mutualidad entre la madre y
el bebé (1969) .................................................. 299
37. Sobre las bases del self en el cuerpo
l. Bases del self en el cuerpo (1970) .................... 311
II. Otros dos ejemplos clínicos (1970) .................. 323
38. Individuación (1970) ........................................ 336
-;

Bibliografía ................................... ,. . .. . . . . .. . .. . . . 343


Indice analítico ................................................ 300

8
PREFACIO

C~ndo Donald Winnicott falleció, en 1971, dejó más de un


centenar de conferencias y artículos inéditos, de mucha o poca
extensión. Además, muchos de sus artículos publicados en
antologías y revistas no eran de fácil obtención. Nuestro propó-
sito ha sido reunir este material en libros en los que él figure
como autor; y como la naturaleza de sus trabajos variaba mucho
de acuerdo con los distintos públicos a que estaban destinados,
resolvimos que también estas colecciones de artículos fuesen
acordes, en lo posible, a los públicos para los que fueron escritos.
Los reunidos en el presente volumen -y en el que constitu-
ye su complemento- son los que hemos considerado de mayor
interés para psicoanalistas y psicoterapeutas, que fueron, en
verdad, los destinatarios de la mayoría de ellos. Fue ésta la
última recopilación de artículos en la que trabajamos junto a
Clare Winnicott antes de su muerte, en abril de 1984; por ende,
nos recuerda vívidamente todo cuanto compartió con nosotros
a fin de hacer posible esta tarea. Parece lógico que esta colección
se inicie, pues, con una reflexión suya sobre Donald Winnicott
comó persona.
Luego de la muerte de Clare Winnicott, mientras se estaba
desocupando su casa de 49 Lower Belgrave Street, se encontra-
ron otros trabajos (entre ellos, una serie de trabajos breves),
algunos de los cuales fueron incluidos aquí.
Sólo se han introducido mínimas correcciones en el texto de
los artículos para esta edición. Naturalmente, las dificultades
fueron mucho menqres cuando un trabajo ya había sido pubii-
cado, pero· en uno o dos casos en que pudimos contar con el

9
manuscrito original, preferimos esa vers1on a la ya impresa.
Antes de morir, el propio Winnicott procuró hacer nuevas
recopilaciones de su obra. Con esta finalidad preparó (probable-
mente en 1968, o a comienzos de 1969) dos listas separadas de
artículos, que entre muchas otras cosas incluían todo el mate-
rial posteriormente reunido en uno de sus libros póstumos,
Playíng andReality (1971).* El presente volumen contiene los
siguientes trabajos pertenecientes a esa lista:
"La excitación en la etiología de la trombosis coronaria"
(1957)
"La psiconeurosi_s en la niñez" (1961)
"Aspectos positivos y 1;1egativos de la enfermedad psicosom á-
tica" (1964)
"Nuevos esclarecimientos sobre el pensar de los niños"
(1965)
"El concepto de trauma en relación con el desarrollo del
individuo dentro de la familia" (1965)
"La psicología de la locura" (1965)
"El concepto de regresión clínica comparado con el de orga-
nización defensiva" (1967)
"El uso de la palabra_ 'uso' " (1968)
"La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé"
(1969). .
Además de estas listas, tras la muerte de Winnicott se
hallaron dos pilas de trabajos que él había dispuesto en orden.
Contenían la mayor parte de los incluidos en las listas, y unos
pocos más, de los cuales hemos publicado aquí "El miedo al
derrumbe'' (¿1963?). Había asimismo algunos trabajos que lle-
vaban escritas en la parte superior de la primera hoja la leyenda
"Perténecen al libro", y es probable que Winnicott haya con tem-
plado la posibilidad de incorporarlos (aunque luego no lo hizo)
a Playing and Reality. Esos trabajos son:
"Apéndice a 'La localización de la experiencia cultural' "
(1967)
"La interpretación en psicoanálisis" (1968)
"El pensar y la formación de símbolos" (1968)
Aparte de estos artículos, otros escritos en 1969 y 1970 (no
incluidos, por lo tanto, en las listas mencionadas) cumplen con

* Trad. cast.: Realidad y juego, Buenos Aires, Graníca, 1972. [T.]

10
los más estrictos criterios que aconsejarían su incorporación a
este libro. Entre ellos se encuentran:
"Bases del self en el cuerpo" (1970)
"Individuación" (1970).
Aparte de estas consideraciones, que ya se deslizan de lo
comprobado a lo que es materia de especulación, no tenemos
modo de saber qué proporción del material aquí ·reproducido
Winnicott habría estimado digno de ser publicado o reimpreso,
como tampoco si habría o no dejado dicho material en el estado
en que lo encontrarnos y en que figura aquí. No obstante, han
transcurrido dieciséis años desde su muerte y nos parece que en
este lapso el interés por su obra se ha acrecentado en vez de
disminuir. Sin duda, sus contribuciones principales al pensa-
miento psicoanalítico ya son conocidas, pero en la actualidad
parece apropiado reproducir aquí, aunque sea a veces en forma
de apuntes, sus trabajos en torno de conceptos como los de
"jugar", "la escisión 'de los elementos masculinos y femeninos"
y "el uso de un objeto".
En cuanto al resto del material presentado aquí, podría
llamárselo fragmentario, ya que buena parte de él está formado
por lo que Winnicott llamaba "retazos" de historiales clínicos.
Muchos habían sido utilizados por él, sin duda, para la enseñan-
za; otros posiblemente habían sido separados para ilustrar
algún punto en particular, en caso de que surgiera la necesidad.
Cada uno de ellos tiene algo que decirnos.
El resultad'o de todo esto son dos libros de artículos de
desigual extensión y contenido, y también desparejos en cuanto
a su presentación formal. Creemos que nuestrajustificación por
haberlos recopilado radica no sólo en lo que eUos aportarán a la
bibliografia, sino además en lo que pueden revelarnos sobre el
desarrollo de las ideas de Winnicott y su crecimiento a través de
la e:x.:periencia.

RAY SHEPHERD
MADELEINE DAVIS
Londres, enero de 1987

11
UNA REFLEXION SOBRE D.W.W.

Clare Winnicott

¡Oh esas horas de la niñez, en que por detrás de las


figuras había algo más que el mero pasado, y lo que
teníamos ante nosotros no era el futuro! Cierto es que
crecíamos, y hasta nos apurábamos a veces para llegar
a ser adultos, en parte para bien de aquellos a quienes
sólo les quedaba su adultez. Pero cuando estábamos a
solas nos entregábamos a la eternidad: allí nos quedá-
bamos, en.ese lugar que desde el principio mismo había
sido establecido para un acontecer puro, en la brecha
que se abría entre el mundo y el juguete.
Rainer Maria Rilke

Hace unos años, los editores de un libro sobre los objetos y fe-
nómenos transicionales1 me invitaron a que escribiera algo
personal sobre D.W.W.Mepareceque, si bien el tema de la zona
transicional estaba entonces naturalmente en primer planQ, lo
que escribí en esa oportunidad es decisivo para entender la
totalidad de lo que hizo.
Comencé por plantearme dos interrogantes: ¿qué tenía
D.W.W.que volvió inevitable para él la exploración del área
transicional, y tornó su uso de esa área clínicamente fructífero?
Mi tentativa de responder a estos interrogantes dio por resul-
tado la contribución que hice entonces, y que reproduciré aquí
con pocas alteraciones.
Sugiero que las respuestas no se han de hallar simplemente
estudiando el desarrollo de las ideas de D.W.W. a medida que
él fue avanzando, sino en esencia en el tipo de personalidad que
funcionaba por detrás de esas ideas. Parecería que yo sostuvie-
ra, entonces, que esos conceptos surgieron fácil y naturalmente
de su propia manera de vivir, y en un sentido esto es cierto, pero
es sólo la mitad de la historia. El resto se vincula con los períodos

' Between Reality and Fantasy, ed. por Simon A. Grolnick y l.eonard
Barkin, Nueva York y Londres, Jasan Aronson, 1978.

13
de duda, confusión e incertidumbre a partir de los cuales
emergieron a la postre la forma y el significado.
A D.W.W. podían entusiasmarlo las ideas ajenas, pero sólo
era capaz de utilizarlas y de edificar a partir de ellas una vez que
habían pasado por la refinería de su propia experiencia.. Por
desgracia, al llegar ese momento él con frecu~ncia ya había
olvidado sus fuentes, y su falta de reconocimiento podía enaje-
narle (como de hecho sucedió) la buena voluntad de algunas
personas. Si bien es cierto que las ideas de otros lo enriquecieron
como clínico y como ser humano, lo que lo absorbió y lo hizo
lidiar hasta el fin de sus días fue en realidad la elaboración de
las ideas basadas en su propia práctica clínica. Este fue el
proceso creador que lo envolvió por entero. En su labor clínica,
D.W.W. sefijócomometaentraren cada nueva situación sin las
defensas que le daba su propio saber, de modo de quedar
expuesto en el mayor grado posible al impacto de la situación
misma. Desde su punto de vista, ésta era la única posibilidad de
acceder al descubrimiento y al crecimiento, tanto en su caso
como en el de sus pacientes. Este enfoque era algo más que una
postura teórica: era una disciplina esencial, que sumaba a su
vida una dimensión tan vital para él como el aire puro.
A veces se·pregunta por qué razón en sus escritos D.W.W.
pareció preocuparse fundamentalmente por explorar el ámbito
de la primera relación entre dos personas. Estrictamente ha-
blando, esto no es cierto: escribió sobre una vasta gama de
temas, entre ellos los de la adolescencia y la delincuencia, así
como sobre otras cuestiones de interés médico y sociológico; y la
mayor parte de su práctica psicoanalítica se llevó a cabo con
adultos. Sin embargo, tal vez sea válido afirmar que probable-
mente su principal contribución resulte estar en el estudio de
las relaciones más tempranas y su aplicación a la etiología de la
psicosis y de los mecanismos psicóticos presentes en todos
nosotros. Opino que este estudio siguió dicha dirección a partir
de dos fuentes. En primer lugar, D.W.W. trajo consigo al
psicoanálisis todo lo que había aprendido y seguía aprendiendo
de la pediatría, y en segundo lugar, por la época en que él
ingresó al psicoanálisis el ámbito de estudio que en ese momen-
to se abría era el concerniente a las primeras experiencias de
vida. Dada su personalidad, su formación y su experiencia
anterior, así como su afán de descubrir, parece inevitable que
haya concentrado sus investigaciones en la esfera, hasta en ton-

14
ces comparativamente inexplorada, de la primerísima infancia
y la niñez. No obstante, son muchos los que admiten que sus
hallazgos tienen consecuencias que van mucho más allá de ese
campo de estudio inmediato. Hay quienes han manifestado la
opinión de que arrojan luz sobre todas las esferas del vivir ..
Según he sugerido, la clave fundamental del trabajo de
D.W.W. sobre los objetos y fenómenos transicionales ha de
encontrarse en su propia personalidad, su manera de relacio-
narse y de hacer que los demás se relacionaran con él, y en todo
su estilo de vida. Quiero decir que fue su capacidad para el
juego, que jamás lo abandonó, lo que lo condujo inevitablemen-
te hacia el ámbito de investigación que conceptualizó como ob-
jetos y fenómenos transicionales. No es mi propósito examinar
aquí en detalle su obr.a, pero parece importante apuntar que,
según sus propios términos, capacidad de juego equivale a
calidad' del vivir. En sus propias palabras; "jugar siempre es
una experiencia crea~iva, y es una experiencia en el continuo
espacio temporal, una forma básica de vivir". 2
Esta calidad del vivir impregna en todos sus planos y
aspectos el experienciar y el relacionarse, incluso en el complejo
nivel que D.W.W. describe en su artículo "El uso de un objeto",
don de "la moción destructiva es la que crea la condición de
exterioridad"; y en otro lugar: "este carácter de 'ser siempre
destruido' hace que la realidad del objeto sobreviviente se
sienta como tal, fortalece el tono emocional y contribuye a la
constancia del o!Jjeto";3 Para él, la destrucción del objeto en la
fantasía inconsciente es como un proceso de depuración que
facilita, una y otra vez, el redescubrimiento del objeto. Es un
proceso de purificación y renovación.
Dicho esto, debo agregar que veo mi contribución como un
intento de arrojar alguna luz sobre la capacidad de juego de
D.W.W. Sin duda, el lector conoce suficientemente sus escritos
para saber que no hablo de los juegos reglados (games ), sino de
la capacidad de operar en el área intermedia, sin límites, en la
que la realidad del afuera y la del adentro se confunden en la
experiencia de vida.Na die sacará la conclusión, así lo espero, de
que D.W.W. vivía.en un estado de elación permanente; estaba

• "Playing: A Theoretical Statement" (1968}, en Playing and Reality,


Londres, Tavistock; Nueva York, Basic Books, 1971; Penguin, 1974.
• Véase, Playing and Reality, y el capítulo 34 del presente volumeii.

15
muy lejos de ser éste su caso. A menudo le parecía difícil vivir,
se sentía desanimado, deprimido y muy descontento, pero con
el tiempo lograba, de una manera completamente pE;irsonal,
superar esas experiencias y no permitir que lo invadieran el
resentimiento o los prejuicios. En los últimos años de su vida se
vio llevado a tratar con la realidad de su propia muerte, cosa que
hizo también progresivamente y de acuerdo ~con su propio
método. Yo siempre lo había instado a escribir su autobiografía,
convencida de que su estilo era muy indicado para ese trabajo.
Se entregó, pues, a la tarea, pero no escribió más que unas
cuantas páginas. Como era típico en él, utilizó este ejercicio
para hacer frente a su problema inmediato de vida, que era el
problema de su muerte. ·sé que procedió así porque llevaba
consigo un cuaderno, del que sólo tuve conocimiento con poste-
rioridad a su muerte.
La biografía se habría titulado Poca cosa, menos que nada,
y al dorso de la tapa se lee:

T.S.Eliot: "Un estado dti total simplicidad


que cuesta simplemente todo".
T.S.Eliot: "Lo que llamamos el principio es a menudo el fin y
establecer un fin es establecer un comienzo.
El fin es el lugar donde empezamos".*

Súplica

D.W.W.: ¡Oh Dios! Haz que esté vivo cuando me muera.

Luego de estas palabras comienza a escribir y da una


descripción imaginaria del fin de su vida. Citaré sus palabras:

He muerto.
No fue particularmente agradable, y me ha parecido que llevó un
buen tiempo (pero apenas fue un momento en la eternidad).
Había habido ensayos (rehearsals) (es una palabra difícil de dele~
trear, he comprobado que me había olvidado de la "a"; el coche fúnebre
[hearse ] era frío, inamistoso).
Y llegado el momento, yo lo sabía todo acerca de mi pulmón lleno
de agua. Mi corazón no podía superarlo, pues ya no podía circular
suficiente sangre por los alvéolos, y había a la vez falta de oxígeno y

* Fragmento de la obra de Eliot "The Four Quartets". [T.)

16
ahogo. Pero debo reconocer que mi carrera ha sido larga: no hay que
refunfuñar, como decía nuestro viejo jardinero...
Veamos un poco. ¿Qué estaba ocurriendo cuando mon'? Mi súplica
había sido oída. Estaba vivo en el momento de morir. Eso era todo lo
que yo había pedido, y lo obtuve. (Esto me produce remordimientos,
porque tantos de mis amigos y contemporáneos murieron durante la
Primera Guerra Mundial, y nunca pude desembarazarme de la idea de
que estar yo con vida era como una faceta de algo cuyas otras facetas
las constituían las vidas de ellos: un cristal enorme, un cuerpo con
integridad y forma intrínsecas.)

Continúa explicando luego cuán difícil le es a un hombre


morir cuando no tuvo un hijo que lo mate imáginariamente y
pueda sobrevivirlo, "proporcionándole así la única continuidad
que los hombres cono.cen. Las mujeres son continuas". Plantea
este dj}ema refiriéndose al rey Lear y a su relación con la hija
que tenía que haber sido un varón.
Confío en que esta.s citas permitirán formarse una idea de la
capacidad de D.W.W. para hacer frente,jugando, a la realidad
del adentro y el afuera. Este es el juego que le permite al
individuo soportar la realidad, de modo de poder evitar la
renegación y realizar tan plenamente como sea posible la
experiencia del vivir. Para retomar sus propios términos: "Se
puede decir que el jugar tiene un punto de saturación, que
depende de la capacidad de contener una experiencia" .4 Estaba
ávido de experiencia y habría aborrecido perderse la experien-
cia interior delª realidad de su propia muerte; por lo tanto, la
tuvo imaginariamente. En la conversación evocaba a menudo el
día de su muerte con ánimo divertido, pero yo sabía que
procuraba habituarme, y al mismo tiempo habituarse él, a la
idea de que ese día habría de llegar.
He comenzado por el fin de su vida; retrocederé ahora hasta
su comienzo y recordaré ciertos detalles de su infancia y de los
años que él y yo pasamos juntos. Me conformaré con evocar lo
que puede servir para ilustrar el tema del jugar, ya que éste
ocupó un lugar central en su vida y su obra.
Ubicaré, ante todo, el medio en que creció: un medio inglés,
típicamente provinciano, en Plymouth, en el condado de Devon,
alejado de Londres no sólo por la distancia en kilómetros sino

• "Playing: A Theoretical Statement", ob. cit.

17
también por sus costumbres y convenciones. Cada vez que sa-
líamos de Londres en auto para ir a Plymouth, siempre se
excitaba sobremanera cuando llegábamos al paraje donde la
tierra, a -ambos lados de la carretera, cambia de color para
tomar el tinte rojo de Devon. La riqueza de ese suelo le traía de
vuelta la riqueza de sus primeros años, con los que nunca había
perdido contacto. Naturalmente, al regreso estaba igualmente
contento de dejar todo aquello detrás. Pero se sentía orgulloso
de ser devoniano, y de que hubiera en el mapa de Devon una
aldea llamada Winnicott -que, en realidad, nunca habíamos
hallado, aun cuando siempre tuvimos la intención de encontrar-
la-. Bastaba saber que estaba allí.
La casa de los Winnicott era una vasta mansión, llena de
vida y actividad, aunque había lugar para todos en el gran
jardín y en la casa, y nunca faltó el dinero. Había un huerto,
árboles frutales, un campo de croquet, un court de tenis y un
estanque, y grandes árboles que rodeaban toda la propiedad.
También había un árbol especial en cuyas ramas Donald se
instalaba para hacer sus tareas escolares antes de concurrir a
la escuela de pupilos. De los tres niños de la familia, Donald era
el único varón, y sus hermanas (que aún viven en la casa) eran
cinco y seis años mayores que él, respectivamente. Sin ninguna
duda, los padres ocupaban el centro de la vida de los niños; de
ellos emanaban la estabilidad y la vitalidad del hogar. La madre
era vivaz y comunicativa, capaz de mostrar sus sentimientos y
expresarlos libremente. El padre, Frederick Winnicott (que
más tarde llegó a ser "Sir"), era alto y esbelto; había en él una
especie de tranquila dignidad y una ponderación algo pasadas
de moda, así como un profundo sentido de la diversión. Todos
cuantos lo conocieron lo consideraban un hombre muy inteli-
gente, de juicio certero. Ambos progenitores tenían sentido del
humor.
Enfrente, del otro lado del camino, se alzaba una segunda
mansión de los Winnicott, en la que vivían el tío Richard (el
hermano mayor de Frederick), su esposa y cinco hijos: tres
varones y dos chicas. Los primos habían sido criados casi como
una sola familia; nunca estuvieron, pues, faltos de compañeros
de juego. Una de las hermanas de Donald ha dicho hace poco
que en su casa jamás se oyó la pregunta: "¿Qué podemos
hacer?". Siempre había algo que hacer, y espacio para hacerlo,
y alguien con quien hacerlo de ser necesario. Pero lo que es más

18
importante, a los niños les sobró siempre vitalidad e imagina-
ción para hazañas de todo tipo. En la familia de Donald todos
eran músicos, incluso los padres, y una de sus hermanas ha
llegado a ser una pintora notable. También había nifieras e ins-
titutrices, pero su presencia no parece haber obstaculizado en
demasía las energías naturales de los niños. Acaso sería más
justo decir que éstos lograron soslayar esos posibles obstáculos.
De pequeño, Donald debió ser muy apegado a su niñera; una de
las primeras cosas que recuerdo haber hecho junto con él en
Londres fue ir a su casa para estar seguro de que estaba bien y
de que vivía desahogadamente. Descubrimos que la persona
más importante en la vida de aquella mujer era por entonces
(1950) un sobrino que se llamaba ... Donald. ·
No cabe duda de q'ue desde su más tierna edad Donald Win-
nicott supo que se lo quería y conoció en su hogar una seguridad
a la que llegó a considerar natural. En una casa tan amplia ha-
bía múltiples oportunidades para entablar muchas relaciones,
y suficiente espacio para que las inevitables tensiones se aisla-
ran y resolvieran dentro de su propio marco. A partir de esa
posición básica, Donald tenía la libertad de explorar todos los
espacios exjstentes en torno de él en la casa y el jardín y lle-
narlos con fragmentos de sí mismo para edificar así, progresi-
vamente, su. mundo. Esa capacidad de estar cómodo en la propia
casa (to be at home ) le fue muy útil a lo largo de toda su vida.
"Home is in my heart" ("Mi casa está en mi corazón"), dice una
canción popular, y es lo que Donald debía sentir y que le dio esa
inmensa libertad que le permitía sentirse en todas partes como
en su casa. Cuando viajábamos por Francia solíamos detener-
nos en pequeñas posadas ubicadas a la vera del camino, y yo
siempre me preguntaba a mí misma: "¿Cuánto tiempo aguan-
tará antes de ir a ]a cocina?" (porque la cocina era, por supuesto,
el centro del establecimiento). Casi siempre él encontraba
enseguida la manera de llegarse hasta allí. Adoraba las cocinas;
cuando era niño, su madre se quejaba de que pasaba más tiempo
con la cocinera en la cocina, que en el resto de la casa.
Como Donald era, con mucho, el más joven de la familia
(hasta el menor de sus primos de la vereda de enfrente era
mayor que él), y también porque se lo quería tanto y porque era
realmente adorable, parece que en su casa -de modo especial
su madre y sus hermanas- se esforzaron deliberadamen:te por
no mimarlo. Si esta actitud no le impidió sentirse amado, en

19
cambio lo privó, creo, de cierta intimidad, de una cercanía cuya
necesidad experimentaba. Pero como Donald y sus hermanas
poseían (y estas últimas todavía la poseen) la capacidad natural
de comunicarse con niños de cualquier edad, o poco menos,
entre 'los ni:fios y los adultos debió de haber un alto grado de
comunicación en casa de los Winnicott. Todos eran dueños,
claro está, de un irresistible sentido del humor, lo-..cual sumado
a la alegría y al sentimiento de seguridad que les proporcionaba
su ambiente, significaba que nunca se producían "tragedias"
entre ellos, sino tan sólo divertidos episodios. No hace tanto
tiempo, una gotera en el tanque de agua del techo provocó una
inundación y serios daños, pero todos los miembros de la familia
se sintieron mucho más excitados y divertidos que alarmados
por el insólito incidente. -
Querría citar otra página de las notas autobiográficas de
Donald, pero antes precisaré que eljardín de los Winnicott tenía·
cuatro niveles. El inferior era el campo de croquet; luego venía
una rápida pendiente (el Monte Everest para un niño pequeño)
que llevaba al estanque; en seguida una pendiente más suave,
que iba hasta la cancha de tenis, y por último algunos escalones
facilitaban el acceso a la casa.

Aquella cuesta; que va del campo de croqueta la parte llana donde


se encuentra el estanque, y en la que en otro tiempo había un inmenso
macizo de cortaderas entre los fresnos llorones (a propósito, ¿conocen
ustedes el ruido excitante que hacen las cortaderas en una cálida siesta
de domingo, cuando la gente se ha tendido sobre las mantas, al borde
del estanque, para leer o dormitar?), aquella cuesta está, como se dice,
cargada de historia. Allí eché mano al mazo de croquet de mi pertenen-
cia (con un mango de 30 cm, pues yo no tenía más que tres años) para
aplastarle la nariz a la muñeca de cera de mis hermanas. Aquella
muñeca se había convertido para mí en una fuente de irritación, pues
mi padre no dejaba de hacerme bromas con ella. Se llamaba Rosie, ymi
padre, parodiando una canción popular, me decía(con una voz que me
exasperaba):

"Rosie le ha dicho a Donald


te amo
Donald le ha dicho a Rosie
no lo creo."

(Los versos eran quizás a la inversa, no me acuerdo.) Así pues, yo·


sabía que tenía que destrozar aquella muñeca, y gran parte de mi vida

20
se basó en el hecho indiscutible de que yo bahía cometido realmente ese
acto, sin haberme conformado con desearlo y proyectarlo.
Probablemente me sentí un tanto aliviado cuando mi padre, encen-
diendo varios fósforos seguidos, calentó luego lo bastante la nariz de
cera como para poder remodelarla. Y el rostro volvió a ser un rostro.
Aquella primera demostración del acto de restitución y reparación me
impresionó, ciertamente, y tal vez me hizo capaz de aceptar el hecho
de que yo, un lindo chico inocente, me había vuelto efectivamente
violento, de manera directa con la muñeca e indirecta con aquel padre
de buen talante que comenzaba a penetrar entonces en mi vida cons-
ciente.

Otra página extraída del cuaderno:

Como mis hermanas l:!ran mayores que yo cinco y seis años, en


cierto sentido yo era como un hijo único con varias madres y un padre
que durante mi infancia se hallaba muy absorbido por los asuntos de
la ciudad y los suyos propios. Dos veces alcalde, recibió luego un título
de nobleza y desde entonces pasó a ser ciudadano de honor de
Plymouth, que no fue ciudad sino más tarde. Era consciente de ciertas
lagunas de su educación (había tenido algunas dificultades escolares)
y siempre decía que por esa razón no se había presentado al Parlamen-
to; limitase a participar en la política local, bastante viva a la sazón en
aquel Plymouth lejano.
Mi padre tenía una fe (religiosa) sencilla; un día, como yo le
formulara una pregunta que habría podido arrastramos a una discu-
sión interminable, se contentó con decirme: "Lee la Biblia, y allí
encontrarás la respuesta exacta". Así fue como me dejó que me las
arreglara solo, ¡gracias a Dios!, para resolver el problema.
Pero cuando otro día (tenía yo 12 años) entré para almorzar
diciendo "¡Maldición!", mi padre pareció apenarse como sólo él podía
estarlo y le reprochó a mi madre que no vigilara más de cerca mis
amistades. El incidente lo decidió a enviarme al colegio, cosa que hizo
cuando cumplí trece años.
DeciJ; "maldición" no es una blasfemia muy terrible que digamos,
pero mi padre tenía razón. Mi nuevo amigo no era muy recomendable,
y las cosas habrían podido tomar un mal giro si se nos hubiera dejado
en completa libertad.

Lo cierto es que·la amistad entre ambos niños debió inte-


rrumpirse allí mismo, y esta demostración de fuerza por parte
de su padre desempeñó un importante papel en el desarrollo de
Donald. Citaré sus propias palabras: "De manera que mi padre
estaba allí para matar y para ser muerto, pero es seguro que

21
durante mis primeros años me dejó con harta frecuencia al
cuidado de mis muchas madres, y las cosas nunca volvieron a
endereza:rse por completo".
Donald partió, pues, para la Leys School, en Cambridge, y
allí se halló en su elemento. Se sentía encantado, ya que por las
tardes estaba libre: corría, andaba en bicicleta, nadaba,jugaba
al rugby. Formaba parte de los scouts de su escuela, tenía ami-
gos, cantaba en el coro, y todas las noches les leía una historia
en voz alta a sus compañeros de dormitorio. Leía extremada-
mente bien; años después, también yo disfrutaba de ese talento;
siempre compartíamos algún libro que él me leía en voz alta. Me
acuerdo de unas vísperas de Navidad; sentados en el piso
(nunca usábamos sillas), leyó durante toda la noche, tan apasio-
nante era el libro. Leía con entonación teatral, y saboreaba
cabalmente la escritura.
Donald me describió su partida para la escuela. Toda la
familia estaba allí para presenciarla; él agitaba una mano y se
sentía muy desdichado por tener que partir, hasta el momento
en que desaparecieron de su vista pues el tren se hundió en un
largo túnel de las afueras de Plymouth. Durante el cruce del
túnel tuvo el pensamiento fijo en la idea de la partida, pero una
vez del otro lado se olvidó de sus parientes y comenzó a
entusiasmarse con la idea de ir a la escuela. A menudo bendijo
a ese túnel por haberle permitido manifestar con toda sinceri-
dad su tristeza hasta el momento en que el tren se hundió en él.
Tengo en mi poder una carta que le escribió a su madre desde
la escuela, que muestra qué clase de interacción existía entre
los integrantes.de la familia:

Queridísima mamá:

El día 2 de setiembre t.odos los scouts auténticos piensan en su


madre, ya que es el aniversario del nacimiento de la madre de Baden
Powell.
Así que cuando tú recibas esta carta, yo estaré pensando especial-
mente en ti, y lo úrúco que espero es que la recibas por la mañana.
Pero si quieres complacerme de veras, te molestaré para que me
hagas un pequeño favor. Antes de dar vuelta la hoja quiero que subas
a mi dormitorio y tomes el pequeño paquete que está en el armario de
la derecha ... Bien, ¡;ya lo has abierto? Espero que te guste. En caso
contrario, puedes cambiarlo en lo de Pophains, sólo que si lo haces
debes preguntar por la vendedora número 1, que está enterada de esto.

22
Tuve un feriado magnífico, y nunca te agradeceré lo suficiente todo
lo que hiciste, y tu donación a los scouts.
Tengo un hogar hermoso, y lo único que desearía es estar a la altura
de él. Sin embargo, haré todo lo posible, trabajaré duro, y por el
momento es todo cuanto puedo hacer.
Mándales mi cariño a los demás. Gracias a papá por sus juegos de
billar, y a Vy K (sus hermanas) porque de tan simpáticas y tontuelas
me hicieron reír. Pero como es el día de mi Madre, casi todo mi amor
te lo envío a ti.

De tu hijo que te quiere,


Donald.

Entre quienes lean este breve resumen de los primeros años


de la vida de D. W.W. y sus relaciones familiares no faltarán los
que piensen, quizá, que todo es demasiado hermoso para ser
cierto; Sin embargo, es la verdad: todo era muy hermoso, y por
más que lo intentase no podría presentarlo bajo ninguna otra
luz. Donald era, en 'lo más profundo de él mismo, un ser
auténticamente feliz, y su capacidad de obtener placer fue
siempre lo bastante fuerte como para permitirle triunfar sobre
las contrariedades y las decepciones que debió sobrellevar. Por
lo demás, en cierto aspecto la calidad de sus primeros años y su
apreciación de éstos lo enfrentaron con un problema serio, cual
fue el de liberarse de su familia para establecer por separado su
propia vida y su identidad, sin sacrificar · nada de aquella
riqueza de los primeros años. Necesitó mucho tiempo para
lograrlo. ~
Habiéndose fracturado la clavícula en el campo de deportes,
Donald hubo de pasar algún tiempo en la enfermería de la
escuela. Fue entonces cuando se consolidó su deseo de llegar a
ser médico. Al referirse a aquella época solía decir: "No me podía
imaginar que por el resto de mi vida estaría obligado a depender
de los médicos cada vez que me lastimara o enfermara. El mejor
medio de salir del paso era convertirme yo mismo en médico. A
partir de ese momento la idea ya no me abandonó, aunque sé
que mi padre esperaba que yo entrara en sus prósperos negocios
y que a la larga lo sucediera al frente de ellos".
Uno de sus compañeros de escuela, Stanley Ede (que siguió
siendo amigo suyo toda la vida) se quedaba con frecuencia en la
casa de los Winnicott y era bien conocido por la fa],llilia. A los
dieciséis años, de vuelta eri la escuela· tras haber visitado su

23
hogar, Donald le escribió 1a siguiente carta a su amigo, quien
todavía no había vuelto a la escuela:
Querido Stanley:
Muchísimas gracias por la larga y encantadora carta que me
enviaste en la semana. Es muy gentil de tu parte que te hayas tomado
tantas molestias y quieras ...
Papá y yo hemos tratado conscientemente, y qui'zá también in-
conscientemente, de descubrir cuál es la ambición del otro con respecto
a mi futuro. Por lo que él había dicho, yo estaba seguro de que lo que
más anhelaba era que yo fuese a trabajar en su negocio. Y así, también
conscientemente o no, yo fui encontrando argumentos a favor de esa
idea, y no quise pensar mucho en ninguna otra cosa para no desilusio-
narme. Aprendí a gustar de la actividad comercial con toda mi alma,
intenté entrar en ella y complacer a mi padre y quedar yo mismo
contento.
Cuando ayer llegó tu carta, tal vez tú previste que yo me iba a
decepcionar. Pero (te digo lo que siento) yo estaba tan entusiasmado
que de pronto parecieron estallar y brotar todos los sentimientos
acumulados por mí durante muchos años sobre los médicos. Tú'sabes
bien que durante mucho tiempo yo he querido ser médico -más o
menos con la intensidad con que Algy quería entrar en un monaste-
rio--, pero siempre tuve mi~do de que a mi padre no le gustase, de
modo que jamás se lo mencioné y, como Algy, hasta llegó a desagradar-
me la idea. ·
Esta tarde nos fuimos a caminar doce kilómetros con Chandler por
la Carretera Romana, y nos contamos mutuamente todo lo que sentía-
mos; yo, en particular, le conté lo· que ahora te estoy diciendo. ¡Oh
Stanley!

Tu
todavía sobrio y veraz,
aunque en apariencia ebrio,
pero devoto
amigo.

Donald
Parecería ser que Stanley, quien era un año mayor que
Donald, le ofreció hablarle por primera vez al padre de la
cuestión de su futuro, y lo hizo. Hay una postal dirigida a
Stanley en la que Donald manifiesta: "¡Infinitas gracias por
haberle dicho a mi padre lo·que le dijiste, y en el momento en que
lo hiciste! Le escribí una carta que, según creo, casi lo con-
venció".

24
Cuenta Donald que un día, armado de todo su valor, fue en
busca del director del colegio para comunicarle su decisión. El
headmaster lanzó un gruñido, miró largamente a Donald, lo
caló de parte a parte y terminó por decirle con lentitud: "Un
muchacho no muy brillante, pero puede andar". Donald se
inscribió, pues, en el Jesus College de Cambridge, donde siguió
los cursos de biología. Su cuarto del colegio era muy popular; a
sus compañeros les gustaba reunirse allí, pues Donald había
alquilado un piano y tocaba permanentemente. Además, tenía
una buena voz de tenor.
Pero estalló la Primera Guerra Mundial. J?onald pasó su
primer año de estudiante de medicina como ayudante de enfer-
mero en Cambridge; los colegios se habían transformado en
hospitales militares. Un paciente suyo, que iba a seguir siendo
un amigo fiel, evoca el recuerdo que conserva de aquellos
momentos: "La primera vez que lo vi fue en el hospital, en
Cambridge, en 1916. ~ra un estudiante de medicina al que le
encantaba cantar canciones cómicas, el sábado a la noche, en la
sala de guardia. Cantaba 'Apple Dumplings' y a todos nos
levantaba la moral".
Fue para él una fuente de profunda pena y de conflicto ver
a sus amigos partir inmediatamente para el ejército, mientras
a él se lo eximía por ser estudiante de medicina. Varios de sus
amigos íntimos murieron al comienzo de la guerra, y esto iba a
signar toda su vida. Siempre tuvo, en efecto, el sentimientó de
que le incumbía,µna doble responsabilidad: la de vivir no sólo
por él mismo sino además por los que habían muerto.
La siguiente carta de un amigo que ya se había incorporado
al ejército y estaba siguiendo un curso para oficiales en Oxford
ilustra el tipo de relaciones que a la sazón mantenía en Cam-
bridge. La carta fue escrita en el Exeter College y está fechada
el 28 de noviembre de 1915:
¿Qué haces el sábado a la hora del té? ¡Te diré lo que harás! Vas a
organizar un buen Té de Cambridge para ti, para mí y para Southwell,
del Caius (se refiere al Caius College de Cambridge), a quien ya
conoces, supongo. Es un tipo excelente, y está en comisión. Si no lo has
conocido todavía, tendrías que hacerlo; de todos modos, ya me has oído
hablar de él. ¿Te las arreglarás? Olvídate del fútbol, etc., o yo me
olvidaré de ti la próxima vez que te vea. ¿Lo intentarás? ¡Muy bien,
hombre! Sé que esto es aprovecharse de ti, pero sé también que tú eres
un tontitoynoteimportará. ¡Necio!;,pontealegre,hijode... ,yconsigue
bastante comida.

25
Donald no podía permanecer en Cambridge, y no estuvo
satisfecho hasta que no hubo afrontado, también él, el peligro.
Oriundo de Plymouth, quiso naturalmente entrar en la marina.
Solicitó ingresar como cirujano practicante, su solicitud fue
aceptada y fue destinado a un destructor. Era uno de los más
jóvenes a bordo y el único oficial médico, pese a su falta de
formación, pero había, por suerte, un asistente experimentado.
En el comedor de los oficiales fue blanco de bromas de todo tipo.
La mayoría de los oficiales provenían de las escuelas navales del
gobierno de Su Majestad y pertenecían a familias de tradición
naval. Les asombraba.mucho que el padre de Donald fuese un
"comerciante"; para ellos era una novedad, y la explotaron a
fondo. Donald, por su parte, parece haber sacado el mejor
partido de su compañía. A menudo contaba divertido las chan-
zas que se cruzaban en la mesa. Aunque el navío fue atacado por
el enemigo y hubo algunos heridos, Donald tenía mucho tiempo
libre, que pasó, al parecer, leyendo las novelas de Henry James.
Concluida la guerra, Donald se dirigió directamente al
Hospital St. Bartholomew's, en Londres, donde prosiguió su
formación médica. Se sumergió por entero en la medicina y en
la experiencia que estaba .viviendo: escribió artículos para la
revista del hospital, participó en la vida social cantando y
bailando. En los feriados solía irse a esquiar. También se
precipitaba, a última hora de la tarde, a ver y oír la primera
representación de alguna ópera, las más de las veces en zapa-
tillas, de pie en el fondo del "gallinero".
Es difícil ubicar en el tiempo las amistades femeninas de
Don al d. Estuvo muy vinculado a algunas amigas de sus herma-
nas; después, a otras jóvenes a las que conoció en Cambridge, en
casa de sus amigos. Más de una vez estuvo a punto de casarse,
paso que sólo dio (por primera vez) a la edad de veintiocho años.
Tuvo algunos grandes profesores en el hospital; siempre
recordaba que Lord Horder le enseñó que es más importante
escuchar lo que dice el paciente y anotar con cuidado la historia
de un caso que formular simplemente preguntas. Habiendo
obtenido el doctorado, permaneció durante un año en el servicio
de urgencia del St. Bartholomew, trabajando día y noche; pero
nada lo habría hecho privarse de esa experiencia que contenía
el desafío de lo inesperado y le brindaba la clase de estímulo que
a él tanto le' complacía.
Mientras estudiaba, Donald cayó enfermo, afectado de un

26
absceso en el pulmón. Se quedó en el St. Bartholomew como
paciente durante tres meses. Un amigo que fue a verlo allá
recuerda su visita en estos términos: "Era una vieja y gigantes-
ca sala de hospital, de techo tan alto que las camas, en apreta-
das hileras, los pacientes y las visitas parecían pequeñísimos.
Donald se divertía intensamente,· encontraba apasionante ser
uno más en medio de la multitud, y decía: 'Estoy convencido de
que todo médico tiene que haber estado en el hospital como
paciente por lo menos una vez en su vida'".
Siempre había tenido la intención de llegar a ser clínico ge-
neral y ejercer en una zona rural, pero un día un amigo le prestó
un libro de Freud y descubrió el psicoanálisis. Sintió que ahí
estaba el camino y decidió quedarse en Londres para hacerse
analizar. Durante su formación se interesó especialmente por
el trabajo con los nifios; una vez obtenido su diploma, pasó a ser
consultor en un servicio de medicina (la especialidad de pedia-
tra no existía todavía por entonces). En 1923 obtuvo dos puestos
hospitalarios, uno en el Queen's Hospital for Children y otro en
el Paddington Green Children's Hospital. Este último lo ocupó
durante cuarenta afios. La evolución de su trabajo en Padding-
ton Green constituye por sí sola toda una historia. Innumera-
bles colegas de todo el mundo acudieron a visitarlo, y, en razón
de la orientación que tomaron con el correr de los años sus
intereses y técnicas, su clínica terminó por convertirse poco a
poco en una clínica psiquiátrica. La llamaba su "snack-bar
psiquiátrico", o la clínica donde se trataba la hipocondría de los
padres. En1923 se instaló en Harley Street y comenzó a ate.nder
a pacientes privados.
Al comienzo Harley Street lo intimidaba, pues sólo tenía
unos pocos pacientes. Así, para impresionar al dignísimo porte-
ro que recibía a los clientes de todos los médicos del edificio,
hacía ir allí, pagándoles el pasaje, a algunas madres y niños que
veía en el hospital. Por supuesto, no sólo para impresionar al
porterÓ procedía de ese modo; Donald escogía los casos que
presentaban para él un interés particular y a los que quería
dedicar más tiempo, a fin de poder comenzar a explorar con ellos
los aspectos psicológicos de la enfermedad.
La presión que ejercía sobre él el número de sus pacientes en
el hospital tiene que haber sido un importante incentivo, con-
duciéndolo a examinar a fondo cómo utilizar el espacio creado
en la relación médico-paciente de una manera lo más económica

27
posible para la tarea terapéutica. En sus escritos ha mostrado
cómo llegó a ello. Hay, sin embargo, un detalle que no menciona
y que yo observé en Paddington Green y también en el trabajo
que efectuó con los otros niños evacuados en Oxfordshire
durante la última guerra. Se esforzaba por volver significativa
la visita de un niño dándole a éste, cuando concluía, alguna cosa
para llevarse, que luego podría utilizar y/o destruir o tirar.
Donald se munía de un trozo de papel y lo plegaba para hacer,
las más de las veces, una flecha o un abanico, con el que jugaba
un momento, para dárselo en seguida al niño, al tiempo que le
decía hasta luego. Jamás vi que un niño rechazar.:i ese gesto.
Aquel simple acto simbólico contenía acaso en germen las ideas
que Donald desarrollaría en el artículo sobre "el uso de un
objeto" que escribió hacia el fin de su vida. Tal vez estaba
conectado, asimismo, con el concepto de objeto transicional.
En el intento de dar una idea de la capacidad de jugar de
D.W.W., que considero central tanto en su vida como en su obra,
me he dejado llevar por una secuencia histórica o biográfica,
cuando en modo alguno era ésa mi intención. Aquí no se trata
.de escribir una biografía. Mi propósito es mostrar la relación
que Donald había establecido con la gente en diferentes esta-
dios de su vida 'y en diferentes situaciones. Tengo ahora que
abandonar la perspectiva histórica, que hasta aquí me ha
protegido, y presentar a Donald en su relación conmigo y en
nuestra vida común. Ahora "él" pasará a ser "nosotros"; ya no
podré establecer una diferencia entre él y yo.
Hace muchos años, un amigo que pasaba algunos días en
casa miró en torno de él, pensativo, y dijo: "Usted y Donald
juegan". Recuerdo haberme sentido sorpre:p.dida y haber pen-
sado que eso arrojaba una nueva luz sobre nosotros. Desde
luego, nunca habíamos decidido jugar; no había en nuestra
conducta nada consciente, nada deliberado. Vivíamos así, sim-
plemente, pero yo entendía bien qué quería decir con ello
nuestro amigo. Jugábamos con las cosas (nuestras posesiones)
adquiriéndolas, reordenándolas, descartándolas según nuestro
estado de ánimo. Jugábamos con las ideas haciendo con ellas
malabarismos al azar, a sabiendas de que no teníamos la menor
necesidad de estar de acuerdo, a que éramos lo bastante fuertes
para no sentirnos heridos uno por el otro. En rigor, el problema
de herirse el uno al otro jamás se nos planteó, pues operábamos
dentro del área del juego, donde todo está permitido. Ambos

28
teníamos la capacidad de disfrutar, de obtener placer, que podía
intervenir en las circunstancias más inverosímiles y llevarnos
a imprevisibles hazañas. Con posterioridad a la muerte de
Donald, un amigo norteamericano escribió, a propósito de
nosotros: "Dos seres locos que se deleitaban uno al otro y
deleitaban a sus amigos". A Donald le habría agradado ese
testimonio que recuerda tan bien sus propias palabras: "En
verdad, somos pobres si sólo somos cuerdos".5
Muy pronto en nuestra relación tuve que hacerme a la idea
de que Donald actuaba y siempre actuaría de una manera.
completamente imprevisible en nuestra vida privada, excep-
ción hecha de su puntualidad en las comidas y de la constancia
con que iba a buscarme a la estación cuando me ausentaba.
Aquella irnprevisibilidad tenía sus ventajas, en el sentido de
que, en la vida diaria, ·nunca podíamos caer en la rutina y dar
al otro por sentado. Lo que podíamos dar por sentado era algo
más fundamental, que sólo podría yo describir como nuestro
mutuo reconocimiento y aceptación de la identidad separada
del otro. En efecto, la fuerza de nuestra unidad residía en este
reconocimiento, que incluye implícitamente la aceptación de
las mociones inconscientes crueles y destructivas que DonaH
estudió en "El uso de un objeto", artículo que marca el desarrollo
último de sus teorías. Nuestra identidad separada nos dejaba la
libertad de seguir cada cual con sus propios asuntos, de tener
nuestros propios pensamientos, de poseer nuestros propios
sueños y, así, de fortalecer la capacidad de cada cual para
experimentar las~ alegrías y las penas que compartíamos.
Algunas cosas contaban particularmente para nosotros; por
ejemplo, las postales de Na vi dad que Donald dibujaba cada año
y que ambos pintábamos por centenares, despiertos hasta las
dos de la mañana los días que precedían a las fiestas. Me
acuerdo de haberle sugerido una vez que el dibujo quedaba
mejor tal cual -estaba, en blanco y negro; -pero Donald me
respondió: "Sí, ya sé, pero me gusta pintar". Estaban también
sus interminables squiggles, sus garabatos, que formaban par-
te de su rutina cotidiana. En ellos jugaba consigo mismo; hacía

5
"Primitive Emotional Development" (1945), en Collected Papers:
Through Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres, Tavistock, 1958; Nueva
York, Basic Books, Londres, Hogarth Press, 1975. [Trad. cast.: Escritos de
pediatr(a y psicoanálisis, Barcelona, Laia, 1979.J ·

29
dibujos a veces terroríficos y a veces divertidísimos, dotados a
menudo de una fuerte integridad. Si yo tenía que pasar la noche
en alguna otra parte, me enviaba por correo un dibujo que
recibía por la mañana; mi papel en todo aquello consistía en
disfrutar y apreciar sus producciones, cosa que no dejaba de
hacer, aunque algunas veces habría deseado que no fuesen
tantas.
El conocimiento y valoración que Donald tenía de la música
era una alegría para ambos, pero fue de especial importancia
para mí, ya que gracias a él aprecié muchas cosas nuevas.
Donald siempre testimonió su gran predilección por Bach, pero
hacia el fin de su vida se sintió completamente hechizado por los
últimos cuartetos para cuerdas de Beethoven. Era como si la
sutileza y la abstracción contenidas en el idioma musical de
aquellas obras lo ayudaran a recoger y a realizar en sí mismo la
rica cosecha de toda una vida. En un plano muy distinto, le
gustaba sobremanera escuchar a los Beatles, de quienes había
comprado todos los discos. Nunca tuvo suficiente tiempo para
dedicarse al piano, pero a menudo se precipitaba sobre él para
tocar un instante, entre dos pacientes. Invariablemente cele-
braba el fin de una jornada de trabajo con un estallido musical
fortissimo. Yo conocía mejor que él a los poetas, lo cual le
agradaba, pues.le gustaba que yo le recitara, a su pedido, un
soneto de Shakespeare o alguna pieza de Dylan Thomas o de
T.S. Eliot. Sentía un afecto muyparticularpor''The Owl and the
Pussycat", de Edward Lear, que jamás se cansaba de oír y que
terminó por saber de memoria.
Nuestra forma predilecta de celebración, o simplemente de
relajación, consistía en vestirnos e ir a cenar despaciosamente
a la luz de los candelabros en un restaurante que no quedaba
lejos de casa. En los primeros tiempos, a veces bailábamos
también en ese mismo lugar. Recuerdo una noche en la que,
mirando en tomo de esa sala, dijo: "¿No somos afortunados?
Todavía tenemos cosas para decirnos uno al otro".
Durante años, no nos perdimos num;a dos programas de
televisión: "Ven a bailar", donde se hacía un despliegue de toda
suerte de bailes de salón, y "El partido del día", los sábados, en
el que se volvían a proyectar los mejores partidos de fútbol o
rugby, o de tenis en el verano.
Creo que los únicos momentos en que Donald se sintió irri-
tado contra mí fueron aquellos en que me lastimé o caí enferma.

30
Detestaba tenerme como paciente, no ya como su mujer y
compañera de juegos. Bien lo mostró el día en que me lastimé
un pie y se me comenzó a hinchar, completamente magullado.
Como en la casa no había vendas de gasa, Donald me dijo que
iría en busca de una y que yo debía permanecer acostada hasta
su regreso. Su ausencia duró dos horas. Regresó, contentísimo,
con un brazalete de oro que había comprado para mí; pero se
había olvidado de la venda.
Siempre me he entregado a especulaciones sobre cuál habría
sido el "objeto transicional" de Donald. El no parecía haber
conservado al respecto un recuerdo preciso, hasta el día en que,
bruscamente, logró establecer contacto con aquel objeto. A
comienzos de 1950 me envió una carta en la que rrie describía
esa experiencia:

La n~~he pasada he sacado en limpio, soñando, algo completamen-


te inesperado de lo que d.ecías. Súbitamente quedaste vinculada a la
cosa más próxima a mi objeto transicional de que tengo noticia. Era
algo de lo que yo siempre había tenido conocimiento, pero cuyo
recuerdo había perdido, y en ese momento preciso tomé conciencia de
ello. Era una muñeca, muy de mis primeras épocas, llamada Lily, que
pertenecía a la menor de mis hermanas. Yo la quería mucho, y me sentí
desconsolado el día en que se cayó y se rompió. Después de Lily, he
aborrecido a todas las muñecas. Pero siempre supe que antes de eso
Lily fue quelque chose (algo, en francés) que sólo me pertenecía a mí.
Retrospectivamente, sabía que debía tratarse de una muñeca, pero
nunca se me ocurri4 que no era exactamente como yo, una persona, es
decir, que era una especie de otro yo, un no-yo femenino, parte de mí
y sin embargo distinto de mí, y absolutamente inseparable de mí. No
sé qué ocurrió con esa muñeca. Si te quiero como he querido a aquella
muñeca (¿debo decirlo?), entonces te quiero con toda mi alma, y creo
que así es.Naturalmente, te quiero de mil otras maneras, pero esto que
acaba de sucederme es completamente nuevo para mí. Me he sentido
enrique1:ido y, una vez más, con el ánimo adecuado para retornar mi
artículo sobre los objetos transicionales (pospuesto en octubre). (¿No te
molestan, no es cierto, estas reflexiones a propósito de ti y del OT?)

No querría dar al lector la impresión de que Dona1d y yo sólo


compartíamos experiencias al margen de nuestro trabajo.
Nuestro trabajo fue lo que nos aproximó en primera instancia,
lo que permaneció en el centro de nuestras preocupaciones y nos
ligó uno al otro de manera indisoluble. En una carta de diciem-
bre de 1946, Donald me dice: "En mis momentos de libertad he

31
adelantado la comunicación que debo dirigir en febrero a la
Sociedad Psicoanalítica; he pasado mucho tiempo trabajando
en ella. A decir verdad, tú y mi trabajo están asociados en gran
medida. Tú produces el efecto de hacerme más penetrante, más
productivo, y esto es horrendo, porque cuando estoy privado de
ti me siento como paralizado, incapaz de toda acción, incapaz de
originalidad".
En rigor, cada uno de nosotros era indispensable para el
trabajo del otro. Cuando Donald vivía, nuestros respectivos
trabajos pertenecían a esferas diferentes, lo cual ensanchaba
los límites de nuestra existencia común. Con el curso de los años
tuvimos la dicha de reunir alrededor de nosotros un extenso
círculo de amigos, que pasó a ser parte integrante de nuestra
vida y de nuestro trabajo. Este vínculo recíproco era muy fuerte
para todos; creó una verdadera comunidad de intereses, condi-
ción preliminar de toda vida creativa. Hemos tenido mucha
suerte con quienes compartieron nuestra vida; les debemos
mucho, y hemos disfrutado enormemente su compañía.
Nunca dejó Donald de estar en contacto con el mundo de sus
sueños, ni de proseguir su propio análisis; era la corriente
profunda de s~ vida, el ~compañamiento orquestal del tema
principal. Aquí es pertinente citar un poema suyo que lleva por
título "Sleep" (Dormir):

Let down your tap root


to the centre of your soul
Suck up the sap
from the infinite source
ofyour unconscíous
And
Be evergreen. *

Para concluir, querría contar un sueño que tuve a propósito


de Donald dos años y medio después de su muerte.
Soñé que estábamos en Londres en nuestra tienda favorita,
cuya escalera circular conduce a todos los pisos. Subíamos y
bajábamos, tomando cosas aquí y allá para llevarles corno
regalos de Navidad a nuestros amigos. Nos embargaba una

* Desciende por tu raíz primaria/hasta elcentro de tu alma/Chupa la savia/


de la fuente infinita/de tu inconsciente/ Y/ Conserva tu verdor.[T.]

32
verdadera fiebre de gastar, a sabiendas de que terminaríamos,
como siempre, por guardar muchas cosas para nosotros. Brus-
camente tomé conciencia de que, al fin y al cabo, Donald estaba
vivo, y pensé, aliviada: "Ahora ya no tengo que preocuparme por
las postales de Navidad". Luego estábamos sentados en el
restaurante, bebiendo como de costumbre nuestro café matuti-
no (efectivamente; siempre salíamos los sábados a la mañana
para ir a tomarlo). Estábamos frente a frente, con los codos
apoyados sobre la mesa. Lo miré fijamente a los ojos y le dije:
"Donald, hay algo que tenemos que decimos; es una verdad que
debemos decimos. ¿Qué es?". El hundió entonces, sin pes-
tañear, su mirada tan azul en mis ojos y dijo: "Que esto es un
sueño". Lentamente respondí: "Oh, sí, es cierto. Estás muerto.
Hace un año que estás. muerto". El repitió mis palabras: "Sí,
hace un año que estoy muerto".
Y así" es como a través de aquel sueño de juego pude
experimentar como un~ realidad la vida y la muerte, la suya y
la mía.

33
l. DESILUSION TEMPRANA

Fechado el 24 de octubre de 1939

Nuestros pacientes, que tanto nos enseñan de lo que llega-


mos a saber, con frecuencia manifiestan con c1ar1dad que han
enfrentado la desilusión por cierto en una fecha muy temprana.
No tienen dudas al respecto, y en relación con esta idea pueden
alcanzar un grado de tristeza cada vez más profundo.
El análisis prosigue, pero hay que trabajar muchísimo hasta
que esa desilusión pueda ser descrita verbalmente con esa
actitud. No hay manera de abreviar este proceso, pero es
interesante registrar los resultados individuales a medida que
se presentan.
A menudo la queja planteada es que la madre amada e
idealizada le enseñó al niño a ser insincero. Parecería que la
sinceridad es algo que está muy próximo a los fundamentos de
la naturaleza humana, y aquí expresaré por qué pienso que no
es tan fundamental y cómo creo que puede ser ulteriormente
analizada. Pero sea cual fuere su origen, lo cierto es que el niño
pequeño -estaba por escribir el bebé- puede sufrir un fuerte
impacto al descubrir que no es bueno ser sincero.
¿Cómo ocurre que al niño se le hace entender tan precozmen-
te que la sinceridad no sólo no es la mejor política, sino que ni
siquiera es buena?
En dos palabras, la beba está ahí acostada chupándose el
pulgar y pensando cosas, y alguien viene y le saca el pulgar de
la boca. Ella tendrá que aprender a seguir con sus pensamientos
sin que el acompaña"'.!liento orgástico cumpla su obvio papel.

34
No hay duda de que lo que confiere eficacia a la acción
parental en este caso es la culpa que siente el bebé por los
elementos destructivos del contenido de su fantasía. Podría
decirse, entonces, que en un extremo de la escala hay una culpa
mínima y un máximo de interferencia parental, en tanto que en
el otro extremo la culpa es máxima (a causa de los elementos
destructivos) y produce inhibición, siendo pues escasa o nula la
necesidad de la interferencia parental. En términos aproxima-
dos, cabe sostener que en el primero de los extremos menciona-
dos hay un ocultamiento de las partes obvias del funciona-
miento orgástico, con tensión provocada por el funcionamiento
oculto, mientras que en el otro extremo hay una inhibición más
completa del funcionamiento corporal, un divorcio más seguro
entre el material de la fantasía y la vida instintiva del cuerpo.
Con respecto a los sentimientos conscientes, nos encontra-
mos aquí con una vasta gama que se extiende desde el intento
desesperado de ser sincero (un intento que jamás tiene éxito),
pasando por la posesión de un mundo fantaseado secreto, el
sentimiento de irrealidad vinculado con la fantasía y su repu-
dio, hasta la imposibilidad de aceptar como propio cualquier
contenido fantaseado que se inmiscuya.
Una paciente mía está muy próxima a finalizar su aná1isis,
pero no puede ponerle término, y una de sus dificultades para
ello es ésta: por fin puede decirme "gracias", por fin puede creer
que me está agradecida, pero no puede tener la certeza de que
yo sea capaz de aceptar plenamente su gratitud. Es capaz de
sentir todo esto en términos muy primarios. Ha tenido avidez
del pecho, lo ha amado, lo ha querido apresar, lo ha desgarrado
y lastimado, lo convirtió en algo viejo y exhausto. Ahora quiere
darle algo a la madre. Siente que tiene dentro de sí color, valor
y vida, pero por alguna razón no cree que yo acepte el movimien-
to perfecto que eUa haría.
Es capaz de tomar contacto con las partes destructivas de su
fantasía. En la transferencia ha experimentado el odio con una
intensidad mayor que la que he visto en cualquier otro paciente.
También es capaz de contarme sus fnnciones orgásticas, mos~
trarme la terrible intensidad de su chupeteo del pulgar, el
placer que le producen sus meneos y contorsiones, sus eróticas
funciones excretorias. Pero hay algo notable: al masturbarse
nunca usa las manos, e insiste con suma vehemencia en que no
hay ninguna acción manual perdida u olvidada. "¿Por qué

35
usaría mis manos --declara- si puedo lograr que todas las
partes de mi cuerpo estén vivas, excitadas y gratificadas sin
recurrir a ellas?" O también: "¿Para qué me voy a frotar los
genitales si puedo extraer tanto placer (incluso genital}
chupándome el dedo?", etcétera.
Desde el inicio del análisis ha quedado claro que las manos
tienen gran importancia en esta paciente. Ha sufrido inhibicio-
nes en su función manual pero se las ha arreglado para conse-
guir empleos que implicaban fundamentalmente trabajar con
las manos; y en los últimos tiempos ha conseguido una l.lama-
tiva liberación de su capacidad para usarlas (en trabajos de
jardinería, dactilografía, etc.).
-Resulta evidente que esta paciente no puede hacerle saber
a su madre que se masturba con las manos, o sea, que en su
fantasía las manos de hecho roban y matan, y que ella hasta
cierto punto disfruta de ese modo. Sabe por cierto que le gusta
destruir con las manos, conocimiento éste que se remonta a su
niñez temprana; pero algo le falta en cuanto a su capacidad de
sincerarse con la madre y hacérselo saber a través de su
masturbacwn (aunque podía hacérselo saber rompiendo pape-
les en forma compulsiva, o haciendo líos y revoltijos con las
cosas, vale decir, en forma desafiante).
Es posible que de hecho la madre contribuyera a crear esta
dificultad, no necesariamente sacándole a la niña las manos de
sus-genitales, sino más probablemente quitándole las manitas ·
de fa boca y dándole una palmada en ellas. Esta pauta perduró
y quizá fue ello lo que le impidió a la niña recurrir jamás a sus
manos en una masturbación genital. Desde luego, no puedo
estar seguro de esto, y lo cierto es que madre e hija tuvieron una
buena pelea porque la beba se rascaba la piel. (No pude llegar
a determinar en este caso la importancia relativa de la excita-
ción anal.)
Creo posible hacer ahora el análisis de la sinceridad.
Esta joven mujer quiere que yo reciba un don de su interior,
a cambio de lo que he hecho. Es un don perfecto, y ella no cree
que yo pueda creer en él. Así es: no creo.
Lo principal es que si yo (su madre) no pude tolerar lo que
sinceramente trató de mostrarme cuando era bebé con sus
actividades orgásticas manifiestas, ¿cómo podré tolerar ahora
las cosas malas que sin duda contendrá el don de su interior? De
hecho, mantuvo en secreto una buena porción de material

36
fantaseado, bueno y malo, para que yo (su madre) no lo conocie-
ra, y en tanto esto es así no puede ver con alegría su capacidad
de gratitud.
O sea, ella sabe que en realidad le es imposible restaurarle
a la madre un pene bueno; el pene ha sido robado y lastimado.
Pero algo puede hacer para llenar el agujero del cuerpo de lama-
dre con ciertas porciones preservadas del pene, que incluso han
sido amorosamente desarrolladas, siempre y cuando logre ma-
nejar la dificultad original en cuanto al secreto de lo que robó.
La extrema sinceridad ha sido una de las causas de la ruina
de esta persona en su vida, y la haría muy feliz ~1 alivio de esa
sinceridad compulsiva, alivio que podría proporcionárselo un
análisis exitoso de su fracaso original en encontrar una madre
capaz de tolerar su sin~eridad.

37
2. SABER Y NO SABER: UN EJEMPLO CLINICO

Sin fecha

La paciente, una mujer de treinta y cinco años que hace


algunos años que se analiza, sólo en los últimos tiempos ha
comenzado a darse cuenta de lo enferma que estuvo. La índole
de su enfermedad era tal que ella no necesitaba enterarse; y
siempre insistía en asegurarme que el análisis había comenza-
do mucho tiempo arites de que viniera a verme, y que el
tratamiento conmigo no había hecho sino proseguir, en medida
algo mayor que si lo hubiera hecho sola, lo que de todas maneras
siempre había podido hacer ella misma hasta cierto punto.
En particular, nunca reconoció que había sido inconsciente
de todo. Cuando por obra del análisis sobrevinieron en ella
cambios muy considerables, al tomar conciencia de lo que hasta
entonces era inconsciente para ella siempre decía: "Siempre lo
supe"; y es seguro que no mentía, ya que por su carácter era una
persona extremadamente honesta.
Dio un paso importante en el conocimiento de sí misma
cuando me quiso informar que, en oportunidad de rendir un
examen, ante una pregunta del examinador contestó: "Eso lo sé,
pero lo olvidé". Esto había sucedido el día anterior y lo tenía
escrito en un papel, pese a lo cual en el momento de relatármelo
cometió un error y me dijo que había contestado: "Eso no lo sé,
pero lo olvidé". Ella no podía creer que hubiese cometido tal
error conmigo, y le disgustó que yo se lo señalase. Sin embargo,
era la primera vez que admitía no saber. En cierto sentido,
constituía un gran avance respecto de lo que le dijo al examina-

38
dor. Le dijo: "Esto lo sé, y cuando esté tratando pacientes podré
utilizar este saber; y el hecho de que no lo recuerde al hablar con
usted carece de importancia". A mí, en cambio, me dijo: ''Lo sé
secretamente".
En otras palabras, en su forma original de hablar había una
personalidad escindida, gracias a la cual ella podía ser desho-
nesta y guardar secretos sin darse cuenta. Sabía y no sabía. En
el análisis, por ejemplo, era capaz de decirme: "Yo no sueño, y
por lo tanto no le escondo nada", y al mismo tiempo decirme:
"Por supuesto que sueño, sueño todas las noches, y toda mi vida
es un sueño; pero como usted no sabe qué uso darle a estos
sueños, no se los cuento". Era capaz de pre·servar de cien
· maneras esta característica suya: una escrupulosa honestidad
que se escindía en dos o más partes.
La importancia de esta interpretación del desliz verbal de la
paciente se corroboró cuando luego comentó: "Anoche lo engañé
a mi hermano diciéndole que yo no tenía cigarrillos. ¡Si le
hubiera dicho que tenía, me los habría sacado todos!". Que esta
paciente hubiera sido capaz de engañar a su hermano era todo
un logro, y la interpretación según estos lineamientos vino a
ratificarlo. Manifestó: "Esta noche iré con mi tía a una conferen-
cia sobre los sueños, que da el doctor Crighton Miller". Para ella,
esta relación con su tía era un modo de destruirme, ya que
durante dos meses no me había traído ningún sueño; cuando la
enfrenté con esto, dijo que yo no sabía qué uso darles a los
sueños. Estábamos en un punto de transición: primero me
indicó, según la vieja costumbre, que no soñaba, y esto era casi
sincero, como lo habría sido antaño; pero pronto debió vérselas
con el hecho de que sí estaba soñando y retaceándome sus
sueños, con lo cual me engañaba. Era así una sola persona total
que me engañaba, en lugar de ser dos personas que me decían
dos clases de verdades.
Después continuó diciendo que siempre había engañado a
su padre; y tengo motivos para pensar que ésta fue la forma en
que el padre, pese a sus muchos defectos -o tal vez gracias a
ellos-, le resultó realmente útil a ella. Por otro lado, le había
resultado imposible engañar a su madre, lo cual parece conec-
tarse con el engaño a que su madre la sometió a ella. Quiero
decir con esto que su madre fue in capaz de saber y reconocer que
engañaba a su hija. A lo largo de todo el análisis siempre
estuvieron en primer plano las reprimendas de la madre cómo

39
recuerdo encubridor de una gran decepción. Sabíamos que era
importante el engafio vinculado con el hecho de haber quedado
embarazada y tenido un hijo cuando la paciente contaba tres
años de ·edad; pero sólo ahora comprendíamos la importancia de
que la madre fuese incapaz de reconocer que, en ciertas circuns-
tancias, podía engañar a un niño. A partir de esto, a la paciente
se le ocurrió que podría ser sabio a veces engañar a un niño, y
que yo, en el análisis, podría engañarla a fin de protegerla de los
factores externos susceptibles de interferir en el análisis.

40
3. UNA CUESTION TECNICA

Sin fecha

Recientemente he aprendido a adoptar, en mi práctica


analítica, el siguiente procedimiento.
Cuando se revela la fantasía presentada en el material
transferencial, me pregunto: ¿cuál es y dónde se encuentra el
funcionamiento corporal orgástico concomitante? Y,per t;ontra,
cuando en la situación analítica hay un funcionamiento corpo-
ral orgástico, me pregunto: ¿qué contenido fantaseado me está
queriendo comunicar el paciente r:on esta manera de funcionar?

Al tratar de ampliar esta enunciación de un procedimiento


técnico, no sé por dónde empezar. Los puntos que tracé por
debajo de mi enunciación anterior representan los meses que,
según espero, dejará transcurrir todo el que la lea a fin de
indagar en su propia conducta clínica, y ver en qué medida
actúa o no actúa ya como yo lo estoy haciendo en este aspecto
particular.
Presumiendo que hayan pasado esos meses, intentaré ahora
ampliar el tema, que, debo admitirlo, no es ni original ni
revolucionario.
Una de mis pacientes tiene una manera de hablar caracte-
rística. Cuando trabaja duro (p. ej., en el propio análisis) hace
enorme cantidad de gesticulaciones con la boca y con todo
aparato vocal. Habla en voz muy alta, y poco a poco ha
..v ...u,,.;1v conciencia de que disfruta, hasta urí: grado casi doloi-o-

del funcionamiento de su "departamento de lenguas".

41
En el curso del análisis surgieron fantasías de todo tipo
acompañadas de sentimientos de una enorme intensidad.
Un día, en una época en que era consciente de sus ideas de
robo y toda clase de actos de amor, celos, odio y venganza, yo
tenía sumo interés en verla media hora antes del horario
convenido. Estaba seguro de que ese horario era conveniente
para ella, y además me iba a evitar tener que interrumpir su
sesión a raíz de circunstancias ajenas a mi control. Por lo tanto,
corrí el riesgo y fui a buscarla. Sabía que estaría almorzando en
determinado restaurante, de modo que me encaminé hacia allí
y procuré hablarle.
La encontré comiendo; lo hacía como un animal salvaje,
mientras leía el periódico. Fue muy difícil penetrar en ese
caparazón invisible y lograr que advirtiera mi presencia.
La angustia y la furia que este proceder mío suscitó fueron
muy grandes. Yo había descubierto el funcionamiento corporal
orgástico oculto que me era escondido en el análisis, pero sin el
cual el material de la fantasía, por más que fuese intensamente
vivenciado, jamás se tornaría del todo real o personal. Poco a
poco llegué a comprender que la clave había estado todo el
tiempo en la voz de la paciente, la parte de ella que intentaba
ser sincera _pese a su resuelta determinación de mantener
apartada (en su relación conmigo) la fantasía y su concomitante
corporal.
El-análisis siguió esta línea y produjo un material que reveló
con claridad las experiencias de chupeteo del pulgar de la
paciente (placer orgástico, desafío, sentimientos de culpa, inhi-
bición) y su masturbación manual, inhibida desde hacía largo
tiempo y cuya idea misma había sido repudiada por ella.

42
4. EL JUEGO EN LA SITUACION ANALITICA

Fechado el 5 de noviembre de 1954

De.seo examinar algunos aspectos del juego en el análisis de


adultos. Si en el análisis de niños el juego es algo casi siempre
notorio, en el de adultos uno supone más bien que podrá dejarlo
de lado y confiar en los sueños y alucinaciones y en el fantaseo.
De vez en cuando se oye hablar de pacientes adultos atendi-
dos en un período difícil de su vida, a quienes se les entregan los
juguetes propios <}el análisis de niños para que los manipulen
durante un lapso, lo cual le permite al analista interpretar en
los períodos en que guardan silencio. Lo que aquí me ocupa no
es la incorporación de material lúdico a la sesión .sino el
reconocimiento de la importancia del juego -que es diferente
de la fantasía y del sueño- en el análisis de adultos.
Me fue dado un ejemplo por un candidato al que supervisaba.
Su ,paciente le dijo: "Acabo de encontrar un atajo para llegar
más rápido al análisis", y al describir ese "atajo" dijo que había
pasado por un lugar en que jugaban los chicos. El candidato
interpretó. correctamente que su paciente podía valorar el
· juego. Corno había tenido episodios violentos, era muy impor-
tante que en el análisis no se descuidasen ciertas cosas, como el
sentido del humor, ya que la única esperanza de que ese
individuo transitara por su análisis sin que fuera necesario
, apelar al manejo hospitalario durante ciertos períodos (como de
hecho había sucedido en una oportunidad, antes del inicio del
cui.cui::ms, la ofrecía el hecho de que fuese capaz dejugar. ·
Tras la interpretación que le formuló el candidato, su pacien-

43
te se inclinó y cambió de lugar la alfombrilla que estaba a los
pies del diván, haciendo algunas asociaciones referidas a este
fragmento de juego. En estas circunstancias, es comprensible
que el carididato prefiriera no continuar con el tema del juego y
en cambio se sumiera en el material de la asociación libre, que
de hecho era importante en sí mismo.
En cierta ocasión una de mis pacientes, que siempre tomaba
un café antes de entrar a la sesión, no pudo hacerlo y cayó presa
del nerviosismo que le provocaba la idea de querer ese café y de
que por este motivo desperdiciaría toda la sesión. Estoy seguro
de que habría dos o más caminos diferentes para manejar esta
situación. En esta oportun_idad yo le hice un café, y luego vimos
la enorme diferencia existente entre la relación suya con el café,
la taza y el platillo, la bandeja y el azúcar, y su relación con la
idea de querer café, respecto del sueño (dream), que podría
haber surgido allí mismo, de que yo le sirviera un café. Pasó a
ser un juego, y un ejemplo. de introducción de material lúdico en
el análisis de adultos.
Más o menos por la misma época, un paciente varón me dijo:
"He pensado en comentarle que me gusta entrar y salir de aquí,
porque es un juego. Está to.do ese asunto de la rutina, y de evitar
encontrarse con otros pacientes, todo eso". Fue ésta una decla-
ración sorprendente, viniendo de un sujeto incapaz de jugar,
que acudía al análisis por sus dificultades para mantener
amistades, ya que hablaba siempre en tono solemne y monótono
y sin juego a la vista. Había un motivo para que hiciera tal
confesión, y es que en la sesión previa habíamos estado tratando
el tema del juego; y ya estábamos en un momento del análisis
en que yo podía hacerle notar que, en vez dejugar, lo que él hacía
era masturbarse regularmente, y que su fantaseo quedaba
limitado a su masturbación. Esta interpretación, dicha en el
momento oportuno, hizo que empezara a liberarse y jugar, y lo
tornó muy consciente de la soledad en que había pasado toda su
infancia, excepto cuando se oganizaban juegos con reglas fijas.
No había podido jugar porque compartir su fantasía significaba
una pérdida muy grande para él.
U no o dos días más tarde descubrimos un juego sobre el cual
él nada sabía. Comprobamos que había tenido durante toda su
infancia una hermana imaginaria de la que estaba violenta-
mente celoso, aun cuando jamás había sentido celos de sus dos
hermanas reales, una mayor y otra menor que él. Pudo ver que

44
esta niña imaginaria, una criatura prácticamente perfecta que
mantuvo estrecha relación con su padre -lo cual él, por ser
varón, jamás había logrado-- representaba su self femenino.
Desesperado, intentó muchas veces en su ni:fiez, vestirse como
nena, pero esto nunca terminó de satisfacerlo a raíz de que
siempre llevaba consigo esa niña idealizada a la que odiaba y,
por supuesto, también amaba de manera narcisista.
Por cierto siempre he tenido como costumbre introducir en
el análisis de adultos el recuerdo del juego, a menudo aportando
elementos para dibujar, y siempre hubo facetas lúdicas, inter-
cambios humorísticos, etc.; pero sólo en los últimos tiempos he
podido reconocer las muy importantes diferencias que existen
entre estos episodios lúdicos, por un lado, y los sueños y
fantasías, por el otro. Algo importante y evidente es que si bien
en el ju~go uno debe renunciar a muchas cosas que no pueden
compartirse con otras personas, hay muchas otras que puede
ganar gracias a la superposición de la fantasía ajena con la
propia. Así pues, habrá una experiencia compartida, aunque
ella se limite únicamente a un área del fantaseo total.

45
5. FRAGMENTOS CONCERNIENTES A ALGUNAS
VARIEDADES DE CONFUSION CLINICA

Fechado el 13 y 22 de febrero de 1956

Una característica importante de la conducta obsesiva es


que implica confusión. ¿Por qué razón en el estado de salud
puede ponerse orden en cualquier embrollo, mientras que en la
enfermedad el orden compulsivo es también fútil?
La clave: En la enfermedad obsesiva la confusión es una
defensa organizada. Se mantiene inconscientemente un cierto
grado de confusión para ocultar este hecho muy simple: el
triunfo de lo malo sobre lo bueno, del odio sobre el amor, de la
agresión sobre la capacidad para la preservación, etc.
De este modo, nunca se logra imponer orden. Pero puede
existir un embrollamiento casi consciente cuando parecería que
se lo logra.

¡Cuántas idas y vueltas


da el amante que corteja!

Clínicamente nos encontramos con esto: la confusión como


defensa, organizada, -sólo se altera merced al análisis del
sadismo oral, que a su vez altera el balance interior de las
fuerzas, de modo que disminuye el simple hecho de la desespe-
ranza que la confusión debe esconder. En el curso de este
proceso, puede ayudárselo al paciente si se le informa que su
confusión es una defensa. Esto le permite aceptar mejor la

46
utilidad de las obsesiones, que, no obstante, no se "curan" por
ello.
La relación entre depresión y obsesión es de este tipo: a) Las
personas deprimidas y las obsesivas no se toleran unas a otras.
b) Un paciente pasa de la depresión a la obsesión y viceversa; en
general, se siente más real en el estado depresivo, pero sus
fatuas obsesiones le pueden proporcionar un alivio temporario
de ese estado de ánimo.
La pregunta que se plantea es: ¿qué es lo que hace que un
paciente deprimido pueda de vez en cuando ser obsesivo, o que
un paciente obsesivo se deprima temporadamente, en tanto
que hay otros individuos que permanecen siempre en una u otra
categoría diagnóstica?
Esta pregunta pone 'de relieve que la depresión, como estado
clínico, n,o es la "posición depresiva". La posición depresiva y la
imposibilidad del paciente para alcanzarla subyacen por igual
en los estados de depresión y de obsesión.
Lo que nos interesa es la capacidad del paciente para tolerar
el estado de ánimo. El temor a las defensas antidepresivas
puede contribuir a que se adopten técnicas obsesivas, pues
cuando la depresión, como estado de ánimo, es severa, lo
opuesto a ella no es la defensa maníaca sino la manía. ("Severa
como modalidad" quiere decir que hay un al to grado de repre-
sión de la agresión o de amor cruel.)
El depresivo desprecia al obsesivo porque éste huye de sus
propios sentimientos. El obsesivo no soporta la capacidad que
tiene el depresivo para mantener su estado de ánimo; mantener
un estado de ánimo implica esperanza, y de hec}:io el ánimo
depresivo tiende a irse espontáneamente con el tiempo. Sin
embargo, cuando el individuo se encuentra en el punto más bajo
de la fase depresiva, es necesario preservarlo del suicidio.
La depresión implica, entonces, esperanza. ¿Qué clase de
esperanza? Sugiero lo siguiente: la esperanza de recibir sostén
durante un período, mientras tiene lugar la reelaboración, vale
decir, una recomposición o reordenamiento interno, en el lla-
mado mundo interior. Sólo en este caso la recomposición deja de
ser fútil.
En el caso de la posición depresiva, habrá una acumulación
de "recuerdos" de un buen quehacer materno en la época de los
primeros logros. En el caso del obsesivo habrá en cambio una
acumulación de "recuerdos" de adiestramientos, enseñanzas,

47
inculcación de la moral. La comparación de estos dos estados
nos lleva, me parece, a contrastar dos tipos de quehacer mater-
no temprano.
Un terna colateral a 'éste es la complicación que el analista
debe reconocer cabalmente cuando se presenta, a saber: el
hecho deque la confusión organizada sea un estado de la madre,
correspondiente a las defensas organizadas contra la depresión
sobre las que he escrito en otro lugar .1 ·-
Es preciso analizar la confusión como defensa organizada si
se pretende que el paciente llegue hasta aquello que se em;uen-
tra siempre en el centro del individuo, un caM primario a partir
del cual se organizan las muestras de la autoexpresión indivi-
dual. En términos de las etapas iniciales del desarrollo se trata
del estado primario de no-integración, sobre el cual ha llamado
nuestra atención Glover con su teoría de los núcleos yoicos.2
Encontramos granalivio en nuestra labor cuando al despejarse
la confusión como defensa organizada el paciente puede alcan-
zar este caos primario central. Por supuesto, esto sólo puede
lograr.se en un ambiente de una clase especial, al que he
denominado "preocupación maternal primaria", cuando la
madre que sostiene está en alto grado identificada con el bebé
que es sostenido. En este punto del análisis algunos pacientes
parecen necesitar que se los sostenga efectivamente, de alguna
manera simbólica, con una cuota de contacto físico. La falla
ambiental en estas circunstancias implica que el self no inte-
grado caiga para siempre, y el afecto que a ello corresponde es
una angustia de intensidad psicótica. Aquí, más que en cual-
quier otra fase del análisis, el paciente debe correr un riesgo
para avanzar hacia la integración.
Al escribir estas notas paso deliberadamente de un extremo
al otro, describiendo la confusión organizada, compleja y com-
parándola con el estado de no-integración primario. Las confu-
siones intermedias tienen su importancia. Ejemplo de ello es la
que puede sobrevenir en cualquier etapa si se le plantea a la
actividad mental del individuo una demanda que sobrepasa sus

1 "The Manic Defenceff (1935) y "Reparation in Respect of Mother's

Organised Defence against Depression" (1948), en Collected Papers: Through


Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres, Tavistock, 1958; Nueva York, Basic
Books, 1975; Hogarth Press, 1975.
2
E. Glover,qn the Early Development o{ the Mind, Londres, Imago, 1956.

48
alcances en ese momento, ya sea porque tiene al mismo tiempo
otros múltiples problemas o porque la tarea trasciende lo que es
acorde al estado de desarrollo y organización de su yo.

II

Hace mucho que estoy interesado en la relación entre el


concepto de posición depresiva, el estado de ánimo depresivo y
las emociones denominadas pesar, tristeza, sentimiento de
pérdida.
Fue una paciente la que me enfrentó con este problema. El
cuadro clínico era el siguiente: la paciente no se hallaba en ese
momento en la posición depresiva aunque estaba cerca, vale
decir, no había una experiencia integradora de una persona
total reÍacionada con un objeto parcial y un objeto total, a los que
se reconociera relacio:p.ados entre sí.
El análisis había llegado a un punto en que la paciente· se
encontró con el estado de confusión original correspondiente a
la no-integración, lo cual implica un grado considerable de
confianza en el factor ambiental, o sea, el analista en la
transferencia. Una enfermedad de mi esposa motivó que en ese
momento se interrumpiera el análisis. Al principio la paciente
abordó la situación con una falsa ben evo Iencia, pero después de
dos días esto se vino a pique y ella entró en confusión, que esta
vez fue una conf~sión desintegrada o incluso un estado confu-
sional organizado, y no el estado de confusión primario propio
de la no-integración. Al retomar tras un intervalo de cuatro
días, no pudo en un principio reiniciar el análisis; estaba muy
preocupada por la situación real. Sólo al final de la sesión ella
llegó a la etapa en que el análisis pudo continuar según los
viejo$ cánones. Al día siguiente le volvió gradualmente la
confianza y esto la llevó a un fragmento de actuación que la
sorprendió a ella misma, durante la cual ocurrieron ciertas
cosas que me mostraron que ella tenía el recuerdo corporal de
ser repentinamente defraudada. Sufrió una angustia suma-
mente aguda, y cu,ando pasó, admitió que era una reacción
tardía frente a mi abandono de cuatro días atrás, una reacción
que le habría sido imposible tener a ella por sí misma. Al día
siguiente su confianza se ha.bía restaurado poi: completo y se
repitió la actuación en el transcurso de la sesión.

49
Debe repararse en que en la actuación del día anterior no
había habido rigidez, que es la reacción más primitiva; lo que
hubo fue una no integración que pasó a ser desintegración. En
la segunda oportunidad, la reacción fue mucho más madura.
Bajo la influencia de procesos inconscientes, la paciente mostró
con suma claridad que era una bebita acongojada, que extendía
sus brazos y experimentaba nn sentimiento de pérdida.No llegó
a sentir pesar, aunque estuvo cerca. El sentimiento de pérdida
estuvo por cierto agudamente presente y sustituyó a la angus-
tia. Tras recobrarse, volvió a la confiada relación conmigo que
había hecho posible este fragmento de actuación. En este caso
pudo avanzar en su descubrimiento y en la reacción frente a mi
repliegue. Lo importante es que en un momento de mi repliegue
ella pudo reaccionar con un sentimiento de pérdida, lo cual
podía compararse con el estado de repliegue de su madre, e1cual
en ningún momento posibilitó·dicha reacción. En la relación con
la madre, había habido simplemente un estado de repliegue
distribuido en forma más o menos uniforme, mientras que
conmigo había experimentado mi repliegue en cierto momento
y había reaccionado con un agudo sentimiento de pérdida.
Allí, entonces, estuvo cerca del pesar. Al mismo tiempo,
recuerdo que esta paciente no se hallaba en un estado de
desarro11o yoico· que hiciera posible la experiencia cabal de la
posición depresiva. Sin duda, la experiencia del pesar dependía
en alguna medida no sólo de mi conducta sino también de la
conformación, en el interior de la paciente, de la idea de un
objeto bueno. Esto se vinculaba estrechamente con su capaci-
dad para sostener por un momento la idea de la madre cuando
ésta se había replegado, permitiendo así que el sentimiento de
pérdida cobrara realidad.

50
6. LA EXCITACION EN LA ETIOLOGIA DE LA
TROMBOSIS CORONARIA

Notas para una conferencia pronunciada ante la


Sociedad de Investigaciones Psicosomáticas,
en el University College de Londres,
el 5 de diciembre de 1957

A. Características del t-rastorno psicosomático


La trombosis coronaria es un buen ejemplo de un trastorno
psicosomático.
1. Puede ser una enfermedad puramente física.
2. Puede convertirse en una enfermedad física.
i. alteraciones en las arterias
ii. trombosis
3. No es una enfermedad que afecte a la clase obrera sino a
1a clase profesional.
4. Se vincula eon la tensión emocional.
5. No mantiene un vínculo particular con ninguna categoría
psiquiátrica de diagnóstico (aunque tal vez esté ligada a
la depresión).
6. Forma parte del vivir personal en un ambiente, o sea, de
una experiencia de relación.
7. El hecho de que no sea fatal en lo inmediato posibilita que
el paciente recurra a la tendencia como acicate para
alterar una modalidad de vida que le resulta inviable y se
ha convertido en un hábito.
Pero esto no es todo. Queda en pie el problema esencial de la
fisiología.

B. Bibliografía sobre la trombosis coronaria


En la bibliografía sobre la trombosis coronaria, la psicología
del sujeto queda circunscrita a los tres aspectos siguientes:

51
l. El efecto de la enfermedad sobre el paciente, quien debe
amoldarse a una limitación de su capacidad física máxi-
ma, y sabe cómo será probablemente su muerte.
2. Los. factores que predisponen a la enfermedad, con una
descripción del ambiente y del lugar que en él ocupa el
paciente, habida cuenta de los factores tensionantes. Por
lo general, se admite que el individuo ~s en alguna
medida responsable de su ambiente y de continuar vi-
viendo en él si es difícil.
3. Una incipiente comprensión del conflicto emocional,
como algo opuesto a la simple tensión emocional.

C. Abordaje psicológico
Hay tres tipos de abordajes psicológicos:
l. El enfoque estadístico, tal cual se aplica a la úlcera
gástrica o la hipertensión arterial. Implica nociones pre-
concebidas enunciables y cuya importancia o falta de
importancia puede probarse.
2. El enfoque que incluye terapia, como las observaciones de
Hambling sobre la hipertensión. 1
3. (En el otro extremo) el psicoanalista que habla en térn:ii-
nos del análisis del paciente, en cuyo transcurso van y
vienen los trastornos psicosomáticos, que, según a menu-
do se comprueba, están relacionados con la fantasía
inconsciente, las defensas contra la angustia, las intro-
yecciones masivas de situaciones traumáticas, las tensio-
nes y tiranteces propias de toda clase de adaptaciones a
la realidad, etc., etc., y también con el beneficio secunda-
rio de la enfermedad.

D. Apelación a la fisiología
A esta altura tendría que ser posible tomar un manual de
fisiología del estante y buscar en él las alteraciones correspon-
dientes a la excitación, ya que la trombosis coronaria es un
trastorno del sistema excitatorio.
Me parece que para ello se precisaría una nueva orientación
de la fisiología, que la ligue con los nuevos trabajos de los

1 John Hambling, "Emotions and Symptoms in Essential Hypertensíon" y

"Psyc::hosomatic Aspects of Arterial Hypertension", British Journal ofMedical


Psychology, vols. 24 (1951) y 25 (1952).

52
etólogos y también de algunos neurofisiólogos y endocrinólogos.
La fisiología que yo aprendí era fría, vale decir, era dable
verificarla mediante el examen cuidadoso de una rana o de un
preparado de pulmón o corazón. Se ponía todo el empeño en
suprimir variables tales como las emociones, y siempre me
pareció que tanto los animales cuanto los seres humanos eran
tratados como si estuviesen permanentemente en un estado
neutral en lo que respecta a su vida instintiva. Es posible
apreciar el proceso civilizador que coloca a un perro en un
constante estado de frustración. Considérese la tensión im-
puesta a un perro para que no secrete siquiera orina en la vejiga
hasta que se le dé alguna indicación de que ha llegado la
oportunidad para la descarga de la vejiga. ¡Cuánto más impor-
tante será permitir que-la fisiología se complique con la emoción
y el conQicto emocional al estudiar la ·forma en que opera el
cuerpo humano! •
El estudio del problema de la trombosis coronaria corno
trastorno psicosomático nos exige conocer la fisiología de la
excitación. Esto puede ser, en verdad, complejo, pero no basta.
Además, necesitamos saber qué pasa en el cuerpo cuando la
excitación "se enfría", vale decir, cuando no alcanza el clímax.
Pienso que en la bibliografía no se ha logrado examinar la
trombosis coronaria poniéndola bajo el alto poder del microsco-
pio, en gran medida porque faltó la oportunidad. Como conse-
cuencia, la psicopatología sigue siendo oscura. Se observará que
los factores externos adversos, por reales que sean, se convier-
ten en tensiones internas cuando se examina a un paciente.

E. Fisiología de la excitación
Local .. . .. . .. . . . . . . . . . . Preparación (placer previo)
General ............ :.. Clímax
Relajación
(Esto sólo entraña una experiencia puramente personal, o
sea, no implica una relación.)
A ello debe añadirse el factor relacional, todo lo vinculado al
intento de conectar.la experiencia instintiva con otros tipos de
amor y con la ternura.
A esta altura necesitamos algún tipo de diagrama, que
pueda modificarse más adel~nte, donde se dé cuenta del grado
de excitación que necesita disiparse.

53
Preparación

A. (Clímax) B. Demora C. Demora


Relajación Recuperación sin Excitaciones
clímax •·desplazadas
(dormir, paso del Congestiones
tiempo) Catástrofe
Relajación

Es preciso tener en cuenta la edad del sujeto, ya que una


persona joven, de 20-30 años, puede tolerar la tensión mejor
que otra de 40-50. Una persona joven puede incluso sufrir un
enorme malestar físico y mental a causa de la imposibilidad de
alcanzar el clímax, sin que a ello se le agregue el traumatismo
de un accidente físico con cambios irreversibles, como la trom-
bosis de una arteriola.
En la falla de primer grado (B) la excitación local se apaga,
o el clímax queda representado en general por el dormir, o por
j
un partido de golf, o por-una pelea con la cocinera.
¡ En el grado siguiente (C) se produce una situación suma-
mente compleja, primero con alternancia de congestiones y
excitaciones desplazadas, y luego con alguno de los estados
psíquicos que llamamos anormales de acuerdo con la. constitu-
ción del individuo.

(histeria)
depresión
despersonalización
Catástrofe ..• ... .. . desintegración
sentimiento de irrealidad
o una mezcla
tensión generalizada
(defensas caóticas)

Sólo el paso del tiempo cura esta fase, en la cual hay


impotencia o frigidez, y probablemente la imposibilidad de
masturbarse, o bien la masturbación sólo es posible si arrastra
consigo mecanismos perversos y regresivos.

54
F. Elaboración del tema de la excitación
Queda claro que no me refiero a
l. La elación, que es un estado psíquico, una cuestión de la
mente, ni tampoco a
2. La defensa maníaca contra la depresión, con un estado
depresivo potencial del cual se reniega (hipomanía), ni
tampoco a
3. La faz maníaca de la psicosis maníaco-depresiva.

La excitación es la condición previa de la experiencia instin-


tiva. Hay muchas zonas del cuerpo en que la-excitación se
produce en forma local, pero en el caso de la personalidad
integrada las excitacíones locales son parte de la conformación
de un estado general de excitación, y la satisfacción puramente
local de una de las localizaciones instintivas importantes frus-
tra a la persona total, que esperaba un mayor resultado -es-
peraba, en verdad, una experiencia total, sobre la base de su
experiencia anterior-. ·
En las referencias a la masturbación adolescente muy a
menudo se pasa por alto esta cuestión de la participación total,
de tal modo que no se sabe si la descarga local de la tensión
instintiva fue buena o mala para el cuerpo íntegro (esto dejando
por entero de lado la presencia o ausencia de angustia o de
sentimiento de culpa).
Cuando la excitación local pasa a formar parte de la excita-
ción del cuerpo entero, y de la excitación total de una persona,
aún necesitamos saber si este fenómeno integra o no una
relación, y en caso afirmativo, si el otro objeto es una cosa o es
otro ser humano total.
En un extremo, no hay impedimentos externos, ninguna
razón exterior por la cual la excitación no pueda alcanzar el
clímax, seguido de la relajación. En el otro extremo, existen
todas las razones para que le sea difícil a un individuo llegar a
un clímax personal satisfactorio y oportuno, ya que debe armo-
nizarlo con la necesidad similar que otro individuo tiene de un
clímax oportuno. Salvo cuando dos personas románticas están
mutuamente enamoradas, rara vez prevalecen las condiciones
para que las dos satisfacciones se den al mismo tiempo.
Todo esto es muy obvio, pero no estoy seguro de que se le
haya prestado suficiente atención a la fisiología de la impoten-
cia Y de la frigidez; más a menudo, se declara que la satisfacción

55
del instinto es buena, en un sentido fisiológico., al nroducir un
estado de liberación general de la tensión -estado al que se
denomina normal-. ·
En los .hombres y mujeres que quieren coríeétar sus expe.
riencias instintivas con el enriquecimiento de su relación, el
estado de cosas corriente es que muchas excitÍiciones deben
quedar no correspondidas y necesitan encontrai:J~ manera de
disiparse. Aquí nos aproximamos a la fisiología dé un trastorno
psicosomático como la trombosis coronaria.

56
7. ALUCINACION Y DESALUCINACION

Escrito para un seminario realizado el


3 de octubre de 1957

Una mujer tuvo el siguiente sueño, según su propio relato:

Me desperté de un sueño gritando (supongo que sin emitir sonido


alguno). Estaba en una habitación, cuando un niño de unos seis años,
de otras épocas, vino corriendo hacia mí en busca de ayuda. Me di
cuenta enseguida de que era una alucinación y esto me aterrorizó y
comencé a gritar a toda voz. Mientras él retrocedía le tiré un almoha-
dón, luego apareció en la puerta alguien parecido a mi nodriza, como
si viniera a averiguar qué pasaba. Me pregunté si también ella vería
al pequeño, pero en es; parte del cuarto estaba bastante borroso. Pensé
más bien que lo iba a levantar en brazos. 'I'erúa la esperanza de que W.
escuchara mis gritos y acudiera, pero ya por entonces me había dado
cuenta de que yo no estaba emitiendo ningún sonido en realidad. Esto
acrecentó mis temores, y fue en este estado que me desperté, todavía
muy desorientada. No supe dónde o cuándo, aunque sentía el tictac del
reloj. Me quedé aterrada durante un rato, hasta que a la larga pude
recobrarme lo suficiente como para salir a orinar. ·

Hubo asociaciones de la paciente sobre el sueño; ella pensa-


ba que se vinculaba con una interpretación que yo le hice
respecto de la desalucinación. La paciente me describió este
sueño como la pesadilla más espantosa de las muchas que había
tenido.
Las asociaciones que le suscitó el sueño y el lugar que ocupó
en el análisis aclararon en gran parte su función. Deseo referir-

57
me en particular a este asunto de la relación entre la alucina-
ción y la desalucinación. Quisiera exponer sobre esto una idea,
para que ustedes la discutan.
A menudo me parece que hay una dificultad que no hemos
abordado, y es que a veces decimos que un paciente alucina, y
consideramos esto como una prueba de psicosis, y otras veces
nos referimos a pacientes que alucinan (especialmentg niños)
sin pensar siquiera que puedan estar enfermos. Tal vaz estén
cansados y, por lo tanto, se percatan de alucinaciones que,
cuando están más alertas, esconden o confinan dentro del tipo
de objetos que de hecho pueden percibir en su ambiente. La
mayoría de los niños alucinan libremente, y por cierto yo no
diagnosticaría ninguna anormalíé!ad si una madre me cuenta
que en el pasillo de su departamento hay una vaca y que su nene
de cuatro años tiene grandes dificultades a raíz de este impedi-
mento. Ese mismo chico tiene toda una serie de objetos imagi-
narios que deben ser tratados con el debido respeto; por ejem-
plo, uno llamado "Fluflú'', que la mayor parte del tiempo se la
pasa bajo una silla y que él mezcla vagamente con la idea de
Jesús. No necesito dar ejemplos,ya que cualquiera que esté en
contacto con niños pequeños sabe que los niños que alucinan
espontáneamente no están por fuerza enfermos.
Podríamos formular la siguiente pregunta: ¿hay alguna
diferencia entre la alucinación que indica enfermedad y la que
no tiene ese significado? Probablemente la respuesta sea que
tenemos varias maneras de distinguir entre la alucinación
normal y la patológica. Quisiera referirme a una posible dife-
rencia entre ambas, y al hacerlo deseo reconocer la ayuda que
me brindó en forma directa la doctora Margaret Little. En rigor,
creo que el tipo de debate que estoy promoviendo aquí se vincula
con el examen de su artículo sobre la transferencia delirante. 1
Para sugerir una respuesta a este interrogante, apelo a lo
que, según creo, es un nuevo elemento valioso para la compren-
sión de la desalucinación. Durante años quise encontrar la
clave del uso especial que hacen a veces los niños y adultos de
lo negro. Hay personas a las que les gusta el negro, y aun les

1 Margaret I. Little, "On Delusional Transference (Transference

Psychosis)", Intemational Journal o(Psycho-Analysis, vol. 39 ( 1958); reimpre-


so en Little, Transference Neurosis and Trans{erence Psychosis, Nueva York y
Londres, Jason Aronson, 1981.

58
parece el mejor de los colores; pero lo negro denota también algo
malvado, aterrador, traumático. En ocasión en que yo era
director de un Departamento Médico, organicé un debate sobre
la palabra "negro", y si bien la respuesta que yo esperaba no se
produjo, estuvo a punto de darla el doctor Robert Moody, un
analistajunguiano. Me refiero al conocido fenómeno por el cual,
.por ejemplo, hay personas que ennegrecen un cuadro qué han
pintado. Sé de un paciente, internado en este momento en un
hospital psiquiátrico, que pinta realmente bien pero siempre
ennegrece sus obras; a veces alguna puede rescatarse, y enton-
ces él no pone objeciones a que se la enmarque y se la cuelgue
en la pared, aunque creo que por entonces ya no ·sabe si es suya.
Un chico esquizofrénico que fue paciente mío no hizo otra
cosa durante mucho ti!:3mpo que ennegrecer completamente las
hojas de papel. Poco a poco se puso en evidencia que, desde su
punto d~ vista, bajo el color negro había una figura. A veces des-
corría el velo, y pintaba o dibujaba y me permitía ver lo que de-
bía desalucinarse; pero le resultaba traumático que le quitaran
un dibujo para exponerlo -tan traumático que en verdad nadie
pudo hacer jamás algo tan terrible como forzarlo a ello-.
Sugiero que en algunos casos advertimos que la alucinación
es patológica a raíz de que contiene un elemento compulsivo,
que puede explicarse del siguiente modo: algo ha sido desaluci-
nado y, secundariamente, el paciente alucina para renegar de
la desalucinación. Es complejo, porque primero se vio algo,
luego se desalucinó algo, y luego sobrevinieron una larga serie
de alucinaciones para llenar el hueco, digamos así, que produjo
la escotomización.
El sueño que relaté ilustra muy bien esto. El caso se simpli-
. fica por el hecho de que 1a paciente no es psicótica, aunque tuvo
que volverse psicótica en la transferencia a f.n de alcanzar un
recuerdo muy afligente, de cuando ella tenía alrededor de dos
años de edad. El análisis ya había recorrido un largo trecho, y
con el fin de reunir la fuerza necesaria para hacer frente a este
trauma, la paciente debió hacer una regresión muy profunda.
En otros términos, debió ser capaz de abordar sus tempranas
dificultades con la madre para luego poder pasar a usar al padre
como tal, y tolerar ei trauma terrorífico de quedar expuesta a él.
En el contexto real, el padre había estado haciéndole psicotera~
pía a la niña, por decirlo así, ofreciéndole un lindo pene blando
para que jugara, de modo de compensar el precoz retiro del

59
pecho por parte de la madre. Súbita e imprevistamente, la niña
se excitó sexualmente con el padre, y el resultado fue catastró-
fico. Dejaré de lado el resto de la descripción del caso y agregaré
simplem~mte que cuando la paciente llega ahora a ese momento
traumático (en el cual se reúnen, en realidad, múltiples trau-
mas), a lo que llega es a una desalucinación del genital excitado.
En el sueño, el chico que se aproxima es alucinado en forma
compulsiva, en una tentativa última de renegai"del espacio que
quedó frente a la paciente en el momento en que ella desalucinó
el genital excitado.
En un sueño que tuvo hace muchos años todo esto se pre-
figuraba, pero sólo en los últimos tiempos pudo alcanzarse el
sentimiento correspondiente a esta sucesión de fenómenos-la
percepción, la escotomización, la alucinación compulsiva-.
Cuando la paciente vino a verme por primera vez, en vez de un
niño pequeño aparecía una luz brillante, lo cual estuvo a punto
de lanzarla por un falso camino· espiritualista, el mismo, en
realidad, que siguieron los restantes miembros de la familia
-todos los cuales tenían que habérselas, como mi paciente, con
diversos aspectos de la anormalidad del padre, a su vez deriva-
da de una seducción sufrida por él en su niñez temprana,
posiblemente cuando tenía alrededor de dos años-.
Mi tesis, pt¡.es, es que a veces notamos un tipo especial de
alucinación que es compulsiva y aterradora, pese a que lo
alucinado no constituye, en sí mismo, una amenaza. La clave,
me atrevo a sugerir, es que debe mantenérsela para :renegar de
la escotomización o de la desalucinación. Tiene que haber un
momento muy importante, según que el trauma emocional
haya sido real o_ soñado.

60
8. IDEAS Y DEFINICIONES

Probablemente de comienzos de la década de 1950 1

VERDADERO SELF. FALSO SELF

Estos términos se emplean para describir una organización


defensiva en la cual se asumen prematuramente las funciones
de cuidado y protección maternas, de modo tal que el bebé o el
niño se adapta al ambiente al par que protege y oculta su
verdadero self, o sea, la fuente de los impulsos personales. Es
similar a la función que Freud, en un comienzo, asignaba al yo,
vuelto hacia el mundo, entre el ello y la realidad externa.
En los casos característicos, el verdadero self aprisionado es
incapaz de funcionar, y estando así protegido queda limitada su
oportunidad para una experiencia viva. La vida se vive a través
del falso y sumiso self, y clínicamente, el resultado es el
sentimiento de irrealidad. Otros autores han empleado, para
describir estados similares, la expresión "Yo Observador".
La espontaneidad y el impulso auténtico sólo pueden prove-
nir del-verdadero self, y para que ello ocurra alguien tiene que
hacerse cargo de las funciones defensivas del falso self.

OBJETO TRANSICIONAL. FENOMENOS TRANSICIONALES

El "objeto transicional" tuvo como finalidad conferir signifi-

' Este trabajo se encontró en un archivo que tenía por título "I<!,eas".
(Comps.] · ·

61
cación a los primeros signos de aceptación de un símbolo por el
bebé en desarrollo. Este precursor del símbolo es, a la vez, parte
del bebé y parte de la madre. A menudo es de hecho un objeto,
y la adicción del niño a este objeto real es admitida y permitida
por los padres. Pero a menudo no existe tal materialización; sin
embargo encontramos que, posteriormente, ciertos fenómenos
tienen la misma significación; por ejemplo, observar atenta-
mente, pensar, distinguir entre los colores, ejercitar movimien-
tos y sensaciones corporales, etc., etc.
La madre misma puede convertirse en un objeto transicio-
nal, o a veces el pulgar del niño; formas degeneradas son, entre
otras, el balanceo, ei golpearse la cabeza contra algo sólido, el
chupeteo sumamente compulsivo, etc., y más tarde la pseudo-
logia fantastica y el robo.
En condiciones favorables, este objeto cede gradualmente su
lugar a una gama cada vez más amplia de objetos, y a toda la
vida cultural.

REGRESION (A LA DEPENDENCIA)

Por lo general, en los escritos psicoanalíticos el término


"regresión" se aplica a la posición de los instintos. La regresión
se da desde la experiencia erótica genital a la experiencia
erótica o fantasía pregenital, o bien a puntos de fijación que
pertenecen a la vida infantil, en la cual naturalmente predomi-
na la fantasía pregenital.
También es un término apropiado para describir aquel
estado de un adulto o niño durante la transferencia (o en
cualquier otra relación dependiente) en el cual abandona una
posición avanzada y restablece una dependencia infantil. Típi-
camente, en la regresión de esta índole se pasa de la indepen-
dencia a la dependencia. En este empleo del término, indirecta-
mente se introduce el ambiente, ya que la dependencia exige un
ambiente que atienda a ella. En cambio, en el otro uso del
término "regresión" no hay referencia implícita a un ambiente.
También se utiliza el término "regresión" para describir el
proceso, observable en un tratamiento, de un desprendimiento
gradual del falso self o protector, hasta aproximarse a una
nueva relación en 1a cual ese self protector se deposita en el
analista.

62
M1\.DRE SUFICIENTEMENTE BUENA

Este término se emplea para describir la q.ependencia propia


de la primera infancia. Implica que en todos los casos los
cimientos de la salud mental debe ponerlos la madre, quien, en
caso de ser sana, la tiene como para atender a las necesidades
de su bebé a cada minuto. Lo que el bebé necesita, y lo necesita
absolutamente, no es ninguna clase de perfección en el queha-
cer materno, sino una adaptación suficientemente buena, que
es parte integral de una.relación viva en la que la madre se
identifica temporariamente con el bebé. Para poder hacerlo en
el grado necesario, la madre necesita estar protegida de la
realidad externa, de modo de poder gozar de un período de
preocupación (materna primaria), siendo el bebé el objeto de su
preocupación. Para ser capaz de perder este alto grado de
identificación al mismo ritmo en que el bebé transita de la
dependencia a la independencia, la madre tiene que ser sana, en
el sentido de no ser proclive a una preocupación mórbida.

63
9. PSICOGENESIS DE UNA FANTASIA DE
SER PEGADO

Fechado el 11 de marzo de 1958

El artículo de Freud, "P.egan a un niño", trajo a primer plano


el tema de la fantasía de ser pegado. La·extrema complejidad de
la organización que yace tras estas fantasías es patente, como
lo es también su diferencia en los varones y las niñas. La idea
de que una fantasía de esta clase está sobredeterminada forma
parte de la tesis; .además, se da por sentado que la crueldad así
organizada debe estar, por cierto, asociada a una fijación en la
fase anal. Según mi experiencia, estas fantasías -que son
extremadamente comunes Y adoptan innumerables formas-
deben ser examinadas en forma individual, ya que si bien
existen denominadores comunes, nunca puede establecerse
una regla práctica _aplicable a todos los casos.
En esta breve nota quisiera describir la historia de una
fantasía de ser pegado que persistió durante todo un largo
análisis, y cuya elucidación sólo sobrevino al final, tantas eran
las tendencias que confluían en este significativo detalle, cada
cual con su importancia. Desde el principio la paciente dejó bien
en claro que su análisis no podría considerarse un éxito si no
aclaraba esta peculiar idea perversa, tan importante para ella
y que se le había presentado recurrentemente durante toda la
vida como solución sexual, pese a lo cual jamás había sido
actuada. Este era en verdad un detalle importante, ya que pudo
verse que en la fantasía misma no había sufrimiento.
Había habido en su niñez temprana un proceso de desarrollo

64
que dio por resultado esta composición escénica. Desde el inicio
del análisis sabíamos que en una cierta etapa del desarrollo de
la paciente, correspondiente a la época en que tenía alrededor
de cinco años, las palizas eran aplicadas por una tal señora
Stickland, y era obvio que el palo[stick] que tenía esa señora era
importante. No se trataba de una idea mía, sino que la paciente
misma lo consideraba fundamental. En una de las vicisitudes
del tema, la madre de la paciente sacaba un palo de su ropero;
pero el tema presentaba innumerables variaciones. En una
época se creyó que había habido un episodio en que el padre le
había pegado en un mo1A1snto de excitación sexual; pero esto
resultó ser un error, una fantasía encubridora por detrás de la
cual había un episQdio sexual en que la niña había descubierto
al padre en circunstancias incómodas. A la postre, la paciente
y yo coinc~dimos en que no existía prueba alguna de que hubiera
habido una paliza real, ni siquiera como juego infantil.
Antes de venir a verrpe esta paciente había tenido un largo
análisis y también otro más breve, y en el curso de diez años de
análisis conmigo había sobrellevado una regresión muy profun-
da. En ella, adoptó ciertas características inconfundiblemente
infantiles, y al llegar al fondo de la regresión se hallaba en un
estado de regresión casi total: apenas si le quedaban unos restos
de yo sano en contacto con la realidad e}!:terna. En esa etapa-
como he relatado en otro lugar-, yo visjtaba a ]a paciente en su
domicilio, y hasta manejaba sus asuntos y le compraba la
comida. En la fase de regresión más profunda, había una
persona que la ayudaba en los quehaceres domésticos que le
preparaba la comida y se hacía cargo de las tareas de la casa. A
la larga la paciente salió de su regresión e hizo un avance que
tuvo muchas interrupciones imprevistas, cada una de las cua-
les resultó sumamente penosa tanto para ella como para mí,
dada la tensión a que este tratamiento nos sometía a ambos.
Lo interesante fue que en el curso de esa regresión profunda
y del avance subsiguiente, la fantasía de ser pegado fue lo único
que permaneció constante, a pesar de pertenecer a un estadio
avanzado del desarrollo. Cada vez que en la paciente surgía una.
tensión sexual, obten.fa alivio con la fantasía señalada. Era
quizá su única descarga sexual segura, ya que desde los comien-
zos mismos del tratamiento el contacto sexual con hombres
había perdido significado para_ ella. Debe advertirse de paso
que, por razones que a la postre resultaron clarísimas, esta

65
paciente no había tenido experiencias homosexuales manifies-
tas, aunque atraía hacia sí a la clase de mujeres que hubiesen
podido llegar a mantener este tipo de relación con ella. La falta
de experiencias homosexuales formaba parte de su extrema
desesperanza en relación con su madre, la misma que aparecía
también en la fantasía de ser pegada.
Sobre el final del tratamiento trajo para analizar esta misma
constelación inmodificada; tanto ella como yo sabíamos que el
análisis no llegaría a su fin si no se la resolvía. Finalmente se
allanó el camino para su mejor comprensión, gracias a un
material que exigió la interpretación de que la idea de ser
pegada estaba suplantando la extrema desesperanza de esta
paciente en cuanto a comunicarse con su madre en un nivel
anal. Durante toda la vida, la paciente había manipulado sus
flatos, llegando a ser en verdad una especialista al respecto;
pero todo fue inútil y tuvo un período de profunda depresión
asociada con el reconocimiento cabal de la absoluta desesperan-
za que como bebé había sentido en lo que respecta a poder
entablar comunicación con su madre de este modo. Por supues-
to, a esto le siguió una desesperanza aún más profunda de poder
comunicarse en el nivel oral, pero en este caso el fracaso fue tan
hondo e involucró procesos tan primitivos, que el yo de la
paciente no el?taba lo bastante organizado como para que
pudiera experimentar pesar o desesperanza. En este caso, sólo
pudo sentir que la boca y el apetito se le habían ido junto con la
madre -quien la destetó y la dejó en manos de una niñera
cuando ella tenía dos meses-.
La paciente pensaba que su fantasía de ser pegada se
vinculaba con una fijación. Puede afirmarse que nada habría
alterado esta ide·a suya si no se le hubiera podido interpretar,
a partir del material de una sesión, que la fijación era de la
madre. El factor inmodificable era el sadismo reprimido de ésta.
Durante la vida de la madre su masoquismo había sido eviden-
te; siempre constituyó un elemento importantísimo, que afectó
de hecho a su esposo y a todos sus hijos. Podría decirse que se
había casado y había tenido hijos como una experiencia mai:=6-
quista, transformada a veces en un autocastigo más evidente
aún, con elementos suicidas. El sadismo subyacente emergió en
su vejez y se puso particularmente de manifiesto en su manera
de tratar a una mujer que la atendía con devoción y que era,
bastante notoriamente, de tipo homosexual.

66
Luego de esta interpretación y de la sesión que le dio sentido,
pareció sobrevenir un cambio en el vínculo que esta paciente
había mantenido durante toda su vida con la fantasía de ser pe-
ga~a. Tal vez sea posible conectar el detalle de que nunca había
~enido la.sensación de ser lastimada con este hecho de que lo que
-estaba operando eran el masoquismo y la fijación materna.
Cabe mencionar que a lo largo de todo el análisis la relación
de la paciente con el inconsciente reprimido de 1a madre había
. tenido importancia, como también su relación con la madre co-
mo organización defensiva contra la angustia. La desesperan-
za en esa relación no era sino otra ~xpresión del hecho de que su
madre, como persona, no estuviera disponible para ella.-aun-
que lo estuvo cuando la paciente fue unos años mayor,. llegando
a ser de hecho una buena amiga suya, triste y sufriente-.
Hay un punto más para mencionar, y es que la propia fijación
anal de la'j:>aciente tuvo importancia, pero es preciso notar que
clínicamente no habría sido posible ningún cambio en este ca so
hasta incluir como significativa la fijación materna en ese nivel.
Repasando el material, no creo que de conocer esto el analista
hubiese podido haber abreviado el análisis formulando esta
clase de interpretación en un momento anterior. Pienso, en
verdad, que la interpretación referida a la fijación anal y el
sadismo reprimido de la madre no-hubiera podido formularse
hasta el final del análisis de esta paciente, y opino esto sobre la
base de que sólo entonces surgió en el análisis el material para
dicha interpretación.
~

67
10. NADA EN EL CENTRO

Fechado el 19 de junio de 1959

La paciente, una actriz de treinta años, vino a analizarse en


un estado bastante afable. Me contó muchas cosas que le
estaban pasando en su vida. Tenía una personalidad atractiva,·
y daba amplias muestras de que la gente gustaba activamente
de ella. Estoy en condiciones de afirmar que éste era un ejemplo
de la principal defensa de esta paciente.
La sesión anterior se había sentido muy insatisfecha. No
había podido encontrar nada particular que la hiciera reaccio-
nar. Había terminado un trabajo y aún no había empezado
ninguno nuevo, no tenía nada pendiente, y por delante s~ le
presentaba una laguna de varias semanas en las que quizá
nada se atravesase en su camino. Se la veía agitada, atemori-
zada de esa situación producida por el hecho de no tener nada
frente a lo cual reaccionar. Como ella misma dijo, quizás al
volver a casa encontrase una invitación a cenar o un mensaje de
su agente artístico, y entonces ella volvería a estar bien de
nuevo, feliz y animosa y bien encaminada. Pero en la sesión
anterior había llegado a experimentar un malhumorado desa-
liento, y la irritaba intensamente que yo pareciera estar en
favor de eso. Parecía reprocharme que yo no adoptase la actitud
que ella adoptaba consigo misma, la actitud también de sus
padres y sus amigos, la de decir: "¡Por Dios, consíguete un
trabajo, haz algo, :r_nuévete!", etc.
Esta chica había trabajado mucho desde los diez años,

68
cuando comenzó a actuar. En los comienzos del tratamiento
pasó un período internada en un hospital psiquiátrico, donde
pudo deprimirse, y esto tuvo un inmenso valor para ella; pero
entonces no estaba empantanada, todo el tiempo estuvo enfren-
tando la depresión. Sentía que sabía adónde iba. Ahora, en
cambio, que está a punto de recobrar la salud, se siente invadida
por el terror y la desorientación.
Lo verdaderamente difícil en el análisis de esta paciente era
ocuparse del comer y de la fantasía de comer, o sea, del erotismo
y el sadismo orales que complican otros tipos de relación de
objeto. La sesión anterior llegó a irritarse tanto conmigo que en
un momento tosí y no lo pudo soportar; de todos modos, ella
sabía que su irritación conmigo obedecía a causas desconocidas.
Pudo referir que en algún lugar de su mente había tenido la idea
de un ~l;>é, señalando que el análisis no era bueno porque no la
había embarazado. No obstante, éste era sólo un aspecto de la
:frustración general que le producía el análisis, que en verdad
había sido permanentemente fructífero y productivo.
En oportunidad de la sesión a que hago referencia, ella se
hallaba en su estado habitual de defensa maníaca, en el que
todo andaba bien y todo el mundo gustaba de ella, aunque tanto
ella como yo sabíamos que esto era precario y que por detrás
había algo más.
Lo notable fue lo que aconteció cuando le hice una cierta
interpretación. Ella misma había señalado que su felicidad se
debía a que le habí~n estado ocurriendo algunas cosas, pero que
por debajo era la misma. Le interpreté que si no le sucedía nada
a~te lo cual pudiera reaccionar, ella llegaba al centro de sí
misma, donde sabía que no había nada. Le dije que esa nada en
el centro era su hambre tremenda. Ese agujero en el centro, que
era ella, equivalía a un hambre por todo, que abarcaba su vida
entera e incluía su vacío anterior a la fecundación, así como su
deseo sexual y oral.
Tan pronto le resultó claro el rumbo de mi interpretación
(que no era del todo novedosa), se quedó dormida, y permaneció
así alrededor de veinte minutos. Cuando se despertó y comenzó
a impacientarse por haberse quedado dormida y haber perdido
la sesión, yo retomé otra vez la interpretación, tras lo cual ella
repentinamente volvió a dormirse, hasta el fin de la hora. Al
despertar dijo: "Me quedé pegada al diván". Saltó del divárr, y
luego se sentó y comenzó a ponerse los zapatos, porque pese a

69
haberse dormido, sabía que había llegado el momento de irse,
y se levantó. Al llegar a la puerta ya había recobrado la atractiva
vivacidad que era habitual en ella.
Esta paciente se quedaba dormida con frecuencia, pero por
lo común esto se debía a que estaba físicamente agotada por
haber trabajado demasiado, hasta altas horas de la noche, como
es propio de la vida de una actriz. Esta vez su dormir tenía un
carácter nuevo -pensé-, que ella describió como "quedarse
pegada al diván'\ Supuse que el dormir represen taba una clase
particular de resistencia a la interpretación. La esencia de la
interpretación era que existía un self disociado que era nada,
era un hueco, un vacío; y cuando revivía este vacío ella no era
otra cosa que un hambre gigantesca. Esta era la primera vez, en
el curso de cuatro años de análisis, que habíamos encontrado
juntos una enunciación satisfactoria de su verdadero self y, al
mismo tiempo, de su apetito.
Estoy atendiendo, al mismo tiempo, a un hombre que es mé-
dico y que también tuvo que descubrir en sí una nada central.
Durante largo tiempo esto se manifestó en el análisis como un
estado de empantanamiento que le resultaba muy alarmante.
Tuvimos que abordarlo en varios niveles. En uno de ellos,
cuando fuimos eliminando gradualmente todas las interferen-
cias de modo tal que él ya no tenía nada ante lo cual reaccionar,
se convirtió en un objeto en el espacio, ignorante del tiempo y de
su posición. En tres sesiones sucesivas, en el curso de esta
semana, llegó a diferentes enunciaciones de esto mismo, que es
para él parte de su búsqueda de un self que pueda sentir corno
real. Con gran dificultad elimina toda la cuantiosa cantidad de
cosas de su vida frente a las cuales reacciona y supera exitosa-
mente. Esto incluye su relación con la familia y la esposa, quien
sin duda le crea grandes dificultades a raíz de que se amolda
exactamente a la pauta de la madre del paciente. La eligió por
eso mismo, como ahora lo sabe muy bien. En este paciente, en
particular, tuvo vital importancia que yo reconociese que en su
centro no había nada. Debió descartar incluso su potencia, pues
era reactiva. No sólo no cree que haya allí algo que pueda
llamarse "yo": sabe que en el centro no hay nada, y sólo esto le
resulta tolerable. Si yo le diera alguna esperanza de que allí hay
algo, tendría que destruirme.
Fue interesante el giro positivo que comenzó a experimentar
este paciente cuando pudo autoestablecerse en grado suficiente

70
como una nada. Al final de estas tres sesiones, ~n las que este
tema fue cabalmente reelaborado y durante las cuales pudo
mantenerse en ese estado de sernada[nothingness], se expresó
del siguiente modo.
Dijo que se sentía como si le hubiesen envuelto las piernas
en forma apretada, y describió a continuación el efecto que esto
tenía sobre sus genitales y su capacidad para orinar. Gran
cantidad de material disponible avaló la siguiente interpreta-
ción: me estaba contando, en términos físicos, de qué manera su
madre le había transmitido, cuando él era muy pequeño, que
desde el punto de vista de ella él era una nena y no un varón.
Esto tiene fundamento, ya que era el segundo hijo varón, y la
actitud de los padres hacia él en todo momento había traiciona-
do su deseo de tener un~ nena como segundo hijo. Le pude decir
que la madre lo envolvía con el pañal de un modo que habría sido
más apropiado para una niña, tal vez como una toalla higiénica
que no le dejaba libertad para orinar. Y cuando le señalé que la
cosa habría sido diferente si él hubiese sido un chico nacido en
una choza en medio de la selva, enseguida captó el sentido de mi
interpretación y, a través de ésta, la idea de un niño con libertad
para orinar. Por lo que recordaba, era la primera vez que sentía
su pene como propio. Parecería que éste va a ser el comienzotle
su potencia, esa potencia que nunca tuvo a pesar de tener una
familia.
Aquí un hombre debió llegar a su nada central de un modo
diferente que en el primer caso: en el suyo, lo que surgió no fue
el hambre sino el deseo de orinar. Ambos casos pueden, tal vez,
compararse a los fines de la discusión.

71
11. EL DESTINO DEL OBJETO TRANSICIONAL

Trabajo preliminar para una charla pronunciada en


la Asociación de Psicología ·y Psiquiatría Infantil,
de Glasgow, el 5 de diciembre de 1959

Aunque ya muchos de ustedes están bien familiarizados con


lo que he dicho acerca de los objetos transicionales, quisiera
ante todo volver a enunciar mi concepción al respecto, para
luego pasar a mi tema principal de hoy, que es la cuestión de su
destino. Enunciaré, pues, cuál es a mi parecer la significación
de los objetos transicionales.
A mi entender, a estos objetos los encontramos en diversos
procesos de transición. Uno de ellos se vincula con las relaciones
de objeto; el bebé se lleva el puño a la boca, luego el pulgar, luego
hay una mezcla del uso del pulgar y de los demás dedos, y escoge
algún objeto para manipularlo. Poco a poco comienza a usar
objetos que no son parte de él ni de la madre.
Otra clase de transición tiene que ver con el pasaje de un
objeto que es subjetivo para el bebé a otro que es objetivamente
percibido o externo. Al principio, cualquier objeto que entabla
relación con el bebé es creado por éste --o al menos ésa es la
teoría a la que yo adhiero-. Es como una alucinación. Se da
cierto engaño y un objeto que está a mano se superpone con una
alucinación. Como es obvio, aquí tiene suprema importancia la
forma en que se conduce la madre o su sustituto. Habrá madres
que son buenas y otras que son malas en lo que atañe a
posibilitar que un objeto real esté exactamente allí donde el

72
bebé alucina un objeto, de modo tal que el bebé se haga la ilusión
de que el mundo puede ser creado y de que lo que es creado es
el mundo.
En este punto, ustedes estarán pensando en la expresión de
la señoraSechehaye, "realización simbólica",1 o sea, el convertir
al símbolo en algo real; sólo que desde nuestro punto de vista,
al ocuparnos de la primera infancia, pensamos que lo que se
convierte en real es la alucinación. De hecho, esto pone en
marcha la capacidad del bebé para el uso de símbolos, y si el
crecimiento prosigue su marcha el objeto transicional resulta
ser el primer símbolo. En este caso el símbolo es al mismo
tiempo la alucinación y una parte objetivamente percibida de la
realidad externa.
De todo esto se deduce que estamos describiendo la vida de
un bebé,,que significa asimismo la relación que el ambiente tiene
con él, a través de la madre o de su sustituto. Nos estamos
refiriendo a una "pareja de crianza", para emplear la expresión
de Merrill Midd1emore. 2 Nos referimos al hecho de que no existe
eso denominado bebé, pues cuando vemos a un bebé en esta
temprana etapa sabemos que vamos a encontrar los cuidados
del bebé, cuidados de los cuales el bebé forma parte.
Esta manera de enunciar el significado del objeto transicio-
nal nos fuerza a utilizar la palabra "ilusión". La madre posibi-
lita al bebé tener la ilusión de que los objetos de la realidad
externa pueden ser reales para él, vale decir, pueden ser
alucinaciones, y~ que sólo a las alucinaciones las siente reales.
Para que a un objeto exterior se lo sienta real, la relación con él
debe ser la relación con una alucinación. Ustedes coincidirán
conmigo en que esto hace estallar un antiguo enigma filosófico,
· y tal vez ya estén pensando en esos dos tercetos, uno de Ronald
Knox:

¿La piedra y el árbol


siguen existiendo
cuando no hay nadie en el patio?

1
M. A. Sechehaye, Symbolic Realization, Nueva York, International
Universities Press, 1951.
• M. P. Middlemore, The Nursing Couple, Londres, Hamish Hamilton,
1941. .

73
y la rép1ica:

La piedra y el árbol
siguen existiendo
mientras los observa su seguro servidor, ... *

El hecho es que un objeto exterior carece de ser para us.tedes


o para mí salvo en la medida en que ustedes o yo lo alucinamos,
pero sí somos cuerdos pondremos cuidado en no alucinarlo salvo
en los casos en que sabemos qué se tiene que ver. Por supuesto,
si estamos cansados o anochece, cometeremos algunas equivo-
caciones. En mi opinión, con su objeto transicional el bebé se
halla todo el tiempo en ese estado en que le posibilitamos ser, y
aunque es algo loco, no lo calificamos así. Si el bebé pudiera
hablar, diría: "Este objeto es parte de la realidad externa y yo
lo creé". Si alguno de ustedes o yo dijéramos esto, nos encerra-
rían, o tal vez nos practicarían una leucotomía.
Esto nos da un significado de la palabra "omnipotencia" que
realmente necesitamos, porque cuando hablamos de la omnipo-
tencia de la primera infancia no sólo queremos decir omnipoten-
cia del pensamiento: pretendemos señalar también que el bebé
cree en una omnipotencia que se extiende a ciertos objetos, y
quizás abarque a la madre y a algunos otros integrantes del
ambiente inmediato. Una de las transiciones es la que va del
control omnipotente de los objetos externos a la renuncia a ese
control, y eventualmente al reconocimiento de que hay fenóme-
nos que están fuera del control personal. El objeto transicional
que forma parte tanto del bebé como de su madre adquiere un
nuevo carácter, el de una "posesión".
Creo que durante el período en que el bebé utiliza objetos
transicionales se procesan otras transiciones. Por ejemplo, la
que corresponde a. las capacidades en desarrollo del niño, su
creciente coordinacíón y el paulatino enriquecimiento de su
sensibilidad. El sentido del olfato está entonces en su apogeo y
probablemente nunca en la vida alcance otra vez esa intensi-
dad, excepto quizás en el curso de episodios psicóticos. También
la textura tiene el mayor significado que jamás pueda alcanzar,
* Los puntos suspensivos reemplazan la firma, "Dios", que figura en el
terceto reproducido.El contexto exige esa omisión, ya que aquí es cualquier ser
humano el que confiere existencia a los objetos al alucinarlos. Obviamente los
tercetos, relacionados con la controversia sobre la filosofía de Berkeley, son
bien conocidos por el público de habla inglesa, para lo cual esta aclaración
resultaría superflua. (T.]

74
y lo seco y lo húmedo y también lo frío y lo cálido poseen un
significado tremendo.
Junto a ello, debe mencionarse la extrema sensibilidad de
los labios infantiles y, sin duda, del sentido del gusto. La
palabra "repugnante'' nada significa todavía para el niño, y al
principio ni siquiera le preocupan sus excreciones. El babeo y
baboseo característicos de la primera infancia cubren al objeto,
haciéndonos acordar del león en su jaula del zoológico, que casi
parece ablandar al hueso con su saliva antes de poner fin a su
existencia mediante un mordisco y comérselo. ¡Qué fácil resulta
imaginar los muy tiernos y acariciadores sentimientos del león
hacia ese hueso que está a punto de aniquilar! Así pues, en los
fenómenos transicionales vemos surgir la capacidad para los
sentimientos tiernos,.al par que la relación instintiva directa
sucumbe a la represión primaria.
De ~sta man.era, apreciamos que el uso que hace el bebé de
un objeto puede artipularse, de una forma o de otra, con el
funcionamiento corporal, y en verdad es inimaginable que un
objeto tenga significado para un bebé si no está así articulado.
Este es otro modo de decir que el yo se basa en un yo corporal.
He dado algunos ejemplos con el único propósito de recordar-
les todas las posibilidades que existen, según ilustra el caso de
sus propios hijos y de los niños que ustedes atienden. A veces
vemos que la madre misma es utilizada como si fuese un objeto
transicional, lo cual si persiste puede dar origen a grandes per-
turbaciones; por ejemplo, un paciente del que me ocupé recien-
temente utilizaba el lóbulo de la oreja de la madre. Como uste-
des conjeturarán, en estos casos en que es utilizada la madre,
es casi seguro que hay algo en la madre misma-una necesidad
inconsciente.de su hijo o hija- a cuya pauta se amolda el niño.
Tenemos luego el uso del pulgar o de otros dedos, que puede
perdurar, y puede haber o no simultáneamente un acariciarse
con cariño una parte del rostro o alguna parte de la madre o de
un objeto. En algunos casos estas caricias continúan y se pierde
de vista el chupeteo del pulgar o de otros dedos. Con frecuencia
sucede, asimismo, que un bebé que no empleaba la mano o e]
pulgar para la gratificación autoerótica use, sin embargo, un
objeto de alguna clase. En tales casos, habitualmente el interés
del bebé se hace extensivo y pronto otros objetos se vuelven
importantes para él. Por alguna razón, las niñas tienden a
persistir con los objetos suaves hasta que usan muñecas, y los

75
varones tienden a adoptar más prontamente objetos duros. Tal
vez sería más apropiado decir que el varón que hay en los niños
de ambos sexos pasa a los objetos duros, y la niña que hay en los
niños de ambos sexos tiende a conservar su interés por la
blandura y la textura, que a la larga se articulará con la
identificación materna. A menudo, cuando hay un neto objeto
transicional desde época temprana, éste persiste aunque el
niño de hecho se aplique en mayor medida a nuevos objetos,
menos importantes; tal vez en momentos de gran congoja,
tristeza o deprivación vuelva al objeto original o al pulgar, o
pierda por completo la capacidad de utilizar símbolos y sustitu-
tos.
Quisiera dejar el tema en este punto. El cuadro clínico
muestra una variedad infinita, y sólo podemos hablar fructífe-
ramente de las consecuencias teóricas.

EL TRANSITO DEL OBJETO TRANSICIONAL

Hay dos enfoques de este tema:


A. Los viejos soldados nunca mueren, sólo desaparecen. El
objeto transicional tiende a ser relegado al limbo de las cosas a
medias olvidadas que se amontonan en el fondo del cajón o en
la parte posterior del estante de los juguetes. Sin embargo, lo
usual es que el niño lo sepa. Por ejemplo, un varoncito que ya ha
olvidado su objeto transicional tiene una fase regresiva luego de
padecer una deprivación, y vuelve a él. Más tarde habrá un
retorno gradual a las otras posesiones, adquiridas con posterio-
ridad. El objeto_ transicional puede ser, entonces,
i. suplantado pero conservado
ii. gastado
iii. entregado (lo cual no resulta satisfactorio)
iv. conservado por la madre-como reliquia de una preciosa
época de su vida (identificación)-
v. etc.
Todo esto se vincula con el destino del objeto en sí.
B. Llego ahora al punto principal que quiero exponer para su
debate. No es una idea nueva, aunque creo que lo era cuando la
referí en mi artículo original. (Ahora que me ocupo de esto, temo
que ustedes lo encuentren demasiado obvio, salvo, por supues-
to, que no estén de acuerdo conmigo.)

76
Si es cierto que el objeto trans"icional y los fenómenos tran-
sicionales están en la base misma del simbolis~o, creo que
podemos sostener con derecho que estos fenómenos marcan el
origen, en la vida del bebé y el niño, de una tercera zona de
existencia, tercera zona que, según creo, ha sido difícil acomo-
dar dentro de la teoría psicoanalítica, la cual tuvo que edificarse
en forma gradual según el método de la ciencia, que es el de
poner piedra sobre piedra. ·
Puede resultar que esta t•]rcera zona sea la vida cultural del
individuo.
¿Cuáles son e~tas tres zonas? Una, la fundamental, es la
realidad psíquica o interior del individuo, el inconsciente si
ustedes prefieren (no el inconsciente reprimido, que sobreviene
muy pronto pero, decididamente, más tarde). A partir de esta
realidap psíquica personal es que el individuo "alucina" o "crea"
o "piensa" cosas o las "concibe". De ella están hechos los sueños,
aunque éstos se revisten de materiales recogidos en la realidad
exterior.
La segunda zona es la realidad exterior, _el mundo que
paulatinamente es reconocido como DISTINTO DE MI por el
bebé sano en desarrollo que ha establecido un self, con una
membrana limítrofe y un adentro y un afuera; el universo en
expansión, a partir del cua1el hombre se contrae [contracts], por
decirlo así.
Ahora bien, los bebés y los niños y los adultos traen hacia
dentro suyo la realidad exterior, como ropaje para revestir sus
sueños, y se proyectan en los objetos y personas externos
enriqueciendo la realidad exterior mediante sus percepciones
imaginativas.
Pero pienso que encontramos en verdad una tercera zona,
una zona del vivir que corresponde a los fenómenos transiciona-
les del bebé y en verdad deriva de éstos. En la medida en que el
bebé no haya llegado a los fenómenos transicionales, pienso que
su aceptación de los símbolos será deficiente y su vida cultural
quedará empobrecida.
Sin duda, ustedes apreciarán lo que quiero decir. En térmi-
nos algo burdos: vamos a un concierto y escuchamos uno de los
últimos cuartetos de cuerdas de Beethoven (como ven, soy una
persona refinada). Este cuarteto no es un mero hecho ex.terno
producido por Beetho\ien y éjecutado por los mtlsicos; ni tampo-

'l7
co es un sueño mío, que a decir verdad jamás habría sido tan
bueno. La experiencia, sumada a mi manera de prepararme
para ella, me permite crear un hecho glorioso. Lo disfruto
porque, como digo, yo lo he creado, lo aluciné, y es real y estaría
de todos modos allí aunque yo no hubiese sido concebido.
Esto es loco. Pero en nuestra vida cultural aceptamos la
locura, exactamente como aceptamos la locura del niño que
afirma (aunque no pueda expresarlo con sus balbuceos): "Yo lo
aluciné y es parte de mi madre, que estaba ahí antes de que yo
viniese al mundo".
De ello inferirán por qué pienso que el objeto transicional es
esencialmente distinto del objeto interno de la terminología de
Melanie Klein. El objeto interno es una cuestión de realidad
interior, y se vuelve más y más complejo a medida que transcu-
rre cada momento de la vida del bebé. El objeto transicional es
para nosotros un pedazo de su frazadita, pero para el bebé es
representativo tanto del pecho de la madre como del pecho
intemalizado de la madre.
Repárese en cuál es la secuencia cuando la madre está
ausente. El bebé se aferra a su objeto transicional. Luego de un
cierto tiempo la madre internalizada se diluye y el objeto
transicional deja de tener significado. En otras palabras, el
objeto transicíonal es simbólico del objeto interno, al que la
presencia viva de la madre mantiene vivo.
De igual manera, quizás, un adulto puede hacer el duelo por
alguien, y en el curso de su duelo deja de disfrutar de las
actividades culturales; la recuperación será acompañada de un
retorno a todos los intereses intermedios (incluidas las expe-
riencias religiosas) que enriquecen la vida de un individuo sano.
Pienso, entonces, que los fenómenos transicionales no
"pasan", al menos no cuando hay salud. Pueden convertirse en
un arte perdido, pero esto forma parte de la enfermedad de un
paciente, de u.na depresión, y es algo equivalente a la reacción
frente a la deprivación en la infancia, cuando el objeto y los
fep.ómenos transicionales pierden en forma temporaria (o a
veces permanente) su sentido o son inexistentes.
Me gustaría mucho conocer sus reacciones frente a esta idea
de una tercera zona del experienciar, su relación con la vida
cultural y, según he sugerido, el hecho de que derive de los
fenómenos transicionales de la infancia.

78
12. NOTAS SOBRE EL .JUEGO

Sin fecha 1

I
Lo característico del juego es el placer
Observaciones con crías de animales, incluido el ser humano.

II
La satisfacción en el juego depende del uso de símbolos, aunque,
en la base, la moción [drive] proviene de1 instinto [instinct].
Símbolos: Esto hace las veces de aquello.
Si aquello es amado, esto puede ser usado y disfrutado.
Si aquello es odiado, esto puede ser golpeado, dañado, mata-
do, etc., y restaurado, y vuelto a dañar.
O sea: la capacidad de jugar es un logro en el. desarrollo emo-
cional de cada niño.

III
El juego como logro en el desarrollo emocional individual
A. La tendencia heredada que impulsa al niño hacia ade-
lante,

y (a raíz de la extrema dependencia del bebé humano)


1
Estas notas manuscritas fueron halladas en un archivo que Winnicott
había titulado "Ideas". Es probable que sean anteriores a la época (fines de la
década de 1960) en la cual se volvió habitual en él el uso del derivado verbal
"playin.g" [(el) jugar] en lugar del sustantivo "play'' [(E!l) juego], que es el
término que utiliza aquí preponderantemente. [Comps.]

79
B. la provisión ambiental de condiciones que atiendan a las
necesidades del bebé y el niño pequeño, de modo tal que
el desarrollo no se in tenumpa por las reacciones frente a
cualquier intrusión (frío, calor, sostén deficiente, mani-
pulación defectuosa, hambre no satisfecha, etc.),
y

C. el juego se inicia como símbolo de la confianza del bebé y


del niño pequeño en su madre (o madre sustituta).

IV
El juego es una elaboración imaginativa en torno de las fun-
ciones corporales, relacionada con los objetos y con la angustia.
Gradualmente, a medida que el niño se vuelve más complejo
como personalidad y tiene una realidad personal o interior, el
juego pasa a expresar mediante materiales externos las relacio-
nes y angustias internas. Esto conduce a la idea de que el juego
es expresión de identificaciones con personas, animales y obje-
tos del ambiente inanimado.

V
El juego es primordia)mente una actividad creadora (como en
el sueño), que se realiza
l. en fundón de lo que efectivamente existe (el propio
cuerpo y los objetos que están a mano)
2. en condiciones en que el nifio tiene confianza en alguien,
o se ha vuelto confiado en general gracias a que ha tenido
una experiencia adecuada de buenos cuidados.
En cambio, los cuidados inadecuados, al generar desconfian-
za, reducen la capacidad para el juego.

VI
Productos del juego
Además del elemento esencial del placer, eljuego le permite
al niño practicar
a. la manipulación de objetos
b. el manejo de la capacidad de coordinación, las habilida-
des, juicios, etc. ·
c. el control sobre una zona limitada; si bien el niño com-
prueba que su poder para autocontrolarse es limitado, al
mismo tiempo descubre los ilimitados alcances de su ima-
ginación.

80
A través del juego el niño se ocupa en forma creativa de la
realidad externa. A la postre esto produce un vivir creador y
lleva a la capacidad de sentirse real, y de sentir que la vida
puede ser usada y enriquecida. Sin el juego, el niño es incapaz
de ver creativamente el mundo, y en consecuencia se ve arroja-
do de vuelta al sometimiento y a un ~entimiento de futilidad, o
bien a la explotación de las satisfacciones instintivas directas.
El juego cumple una función vital, especialmente para el
manejo de la agresión y la destructividad, cuando el niño tiene
la capacidad de disfrutar la manipulación de símbolos. En el
juego un objeto puede ser
destruido y restaurado
dañado y arreglado
en~uciado y vuelto a limpiar
matado y revivido
con el l<igro adicional de la ambivalencia en lugar de la escisión
del objeto (y del self) ~n bueno y malo.

VII
Desarrollo de la capacidad para el juego (socialización)
Del juego procede
a. el jugar junto con otros, beneficiándose en el ejercicio de
b. eljugarrespetando reglas, ya sean las del propio niño, las
de otros, o normas compartidas
c. el jugar juegos reglados de antemano
d. una mayor complejidad permisible en lo que respecta a
dirigir y ser dirigido.

VIII
Psicopatología del juego
A. la pérdida de la capacidad asociada a la desconfianza, la
angustia asociada a la inseguridad;
B. ~stereotipia en las pautas de juego (angustia en lo tocan te
a la libre fantasía);
C. huida hacia el ensueño diurno (un estado manipulable
que se halla a mitad de camino entre el sueño genuino y
el juego);
D. la sensualizacwn, en la cual el instinto se manifiesta en
forma elemental junto con la incapacidad de simbolizar;
E. la dominación, en la que un niño sólo es capaz de jugar a
juegos cuyas reglas fija él mismo, aunque incluya a ·otros
niños que deben sometérsele;

81
F. la imposibilidad dejugar a unjuego reglado (niños in-
quietos, deprivados) a menos que esté regido por reglas
estrictas y haya un conductor;
G. la huida hacia el ejercicio físico, desde la gimnasia hasta
la necesidad de una práctica repetitiva, aunque sólo sea
para evita!' la inercia.

IX
Relación con la masturbación en la adolescencia
En la fase correspondiente a esta edad puede ser muy
delgada la línea que separa la masturba.,iéu física con fantasía
inconsciente y la actuación compulsiva de una fantasía mastur-
batoria como parte de la tentativa (en gran medida inconscien-
te) de vencer el conflicto o la culpa que produce la masturbación
real.

X
Cerca de la adolescencia
El juego ayuda en esta fase de sexualidad indeterminada
porque en el actuar y el vestirse de diversas maneras hay
infinitas posibilidades para las identificaciones cruzadas (tra-
vestismo legítimo).
También, expresándolo en tipos de carácter,
marimacho (niña) pash (ídolo célebre)
tipo maternal o idólatra (varón) relación homosexual

XI
Adolescencia (temprana)
Las tensiones instintivas se vuelven intensas, a punto tal
que puede perderse la capacidad de juego, siendo reemplazada
por la masturbación compulsiva (sobre todo en los varones).
En esta fase, en particular, hay una proclividad a la actua-
ción compulsiva de la fantasía masturbatoria que desplaza al
juego.
En la cultura propia de las escuelas públicas, lo típico es que
se exploten los juegos reglados para distraer a los varones de los
conflictos que emanan de las tensiones sexuales y de la compul-
sión masturbatoria. Con las niñas esta treta no tiene tanto
éxito, ya que sólo funciona con aquellas que están identificadas
con el varón. Las niñas identificadas con la mujer han sido
comparativamente descuidadas en el suministro social, y atra-

82
viesan períodos de intensa depresión (a los catorce años, por
ejemplo), tal vez compitiendo infructuosamente con las que
siguen una carrera profesional, que parecen gozar de acepta-
ción general y de éxito.
En el caso de los varones maternales en cuanto al carácter
de sus identificaciones típicas, es previsible que sufran bastan-
te allí donde la cultura local les tiene reservada la participación .
en juegos reglados y en torneos, pero no acepta que tengan una
vida personal. Los que protestan se conviert"en en fracasos
clínicos a esta edad, y deberán esforzarse luego para obtener el
reconocimiento social; a modo de compensación se juntan en
grupos que los aíslan de la sociedad.

XII
Adoles_cencia
Lo característico del juego de la adolescencia es que los
"juguetes" son los asuntos mundiales.
l. "Juegan" con la polí~ica mundial, y se posesionan, y hacen
avergonzar a los adultos preocupándose verdaderamen-
te, o bien
2. "juegan" a que son padres y madres, en el sentido de
mantener relaciones amorosas y quizá casarse y tener
hijos, o bien
3. "juegan" mediante construcciones imaginativas en las
que se convierten, o aprenden lo necesario para conver-
tirse, en artistas, músicos, filósofos, arquitectos, fanáti-
cos religiosos, etc., o bien
4. '~uegan" a juegos reglados, volviéndose profesionales en
ellos o compitiendo por campeonatos mundiales, o bien
5. "juegan" a la guerra yendo a pelear o haciendo cosas que
terminan envolviéndolos en verdaderos riesgos; si son
delincuentes, "juegan" a los ladrones convirtiéndose en
· ladrones, o bien
6. no consiguen jugar por haber perdido la capacidad para
ello, y enton,ces recaen en
i. la parálisis (introversión o no-vivir esquizoide), in-
cluidos el permanecer en la cama, ingerir drogas, los
estallidos maníacos o los impulsos suicidas
ii. la explotación del instinto y una intensa vida de fan-
tasía (en el mejor de los casos, es la vi,da extravertida).

83
13. PSICONEUROSIS EN LA NIÑEZ

Trabajo presentado en el Congreso Ortopsiquidtrico


de Escandinavia, Helsinki, 8 de setiembre de 1961

Originalmente anuncié que el título de mi trabajo sería "El


niño neurótico". Pensamos, sin embargo, que estas palabras (al
menos en la lengua inglesa) son una expresión popular pero no
una terminología diagnó.stica. En verdad, con frecuencia se
comprueba en· el tratamiento analítico que los denominados
"niños neuróticos" son en parte psicóticos. Hay un elemento
psicótico oculto en el niño neurótico, y puede ser indispensable
alcanzar y tratar dicho elemento psicótico si se quiere corregir
el estado clínico del niño.
Para que mi tarea fuese un poco más sencilla, decidimos
modificar el título de la charla y optar por "Psiconeurosis en la
niñez". De manera, entonces, que trataré de formular para us-
tedes algo que es distinto de la psicosis. No obstante, queda en
pie una dificultad, y es que hay dos modos posibles de abordar
la cuestión incluso con este título simplificado. ¿Hablaré sobre
los orígenes de la psiconeurosis, orígenes que siempre se en-
cuentran en la niñez del individuo sometido a estudio, o sobre
el estado clínico de los niños que en sí mismos, en ese momento,
durante su niñez, son psiconeuróticos? Creo que no tengo que
ser demasiado meticuloso en lo que respecta a este dilema.
Voy a describir, pues, la psiconeurosis, y a diferenciarla de
otros estados psiquiátricos .. Por supuesto, en psiquiatría no
existen claras fronteras entre los distintos estados clínicos, pero

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si queremos llegar a alguna parte necesitamos simular que
existen. La alternativa principal frente a la psiconeurosis es la
psicosis. Digamos que en la psicosis hay un trastorno que afecta
la estructura de la personalidad. Puede mostrarse que el pa-
ciente está desintegrado o irrea1, o desconectado de su propio
cuerpo o de lo que los observadores llamamos "realidad exter-
na". Las perturbaciones psicóticas pertenecen a este orden. Por
contraste con ellas, en la psiconeurosis el paciente existe como
persona, es una persona total que reconoce objetos totales, está
bien alojada dentro de su propio cuerpo y tiene bien establecida
la capacidad para las relaciones objetales. Pero aun hallándose
en esta ventajosa situación, el individuo se halla en dificulta-
des, y estas dificultades surgen de los conflictos resultantes de
su experiencia de relaciones objetales. Naturalmente, los con-
flictos más graves son los vinculados con la vida instintiva, vale
decir, c~n las diversas excitaciones y concomitantes corporales
·que tienen como fuente la capacidad (general y local) de excita-
ción del cuerpo.
Tenemos, por lo tanto, dos series de nifi.os, aquellos cuyos
primeros estadios de desarrollo fueron satisfactorios y han pa-
decido perturbaciones que llamamos psiconeuróticas, y aque-
llos otros cuyos primeros estadios de desarrollo fueron incom-
pletos, y esa incompletud domina el cuadro clínico. Así que lo
que ocurre con la psiconeurosis es que se trata de un trastorno
de los nifi.os suficientemente sanos como. para no volverse
psicóticos. .,
Desde luego, esta divisi6n de los estadios clínicos en dos
categorías es demasiado simple. Hay tres complicaciones que
debo mencionar si ustedes han de quedar satisfechos con mi
exposición.
l. En algún punto entre la psicosis y la psiconeurosis está la
depresión. En la depresión, la estructura de la personalidad se
encuentra relativamente bien establecida. Podemos abordar
· esta complicación diciendo que hay depresiones más bien psic6-
ticas; en las que forman parte del cuadro ciertos estados como
los de despersonalización, y otras depresiones que son, a los
fines prácticos, psiconeurosis. En cualquiera de los dos casos, el .
paciente se ve en aprietos en lo tocante a los impulsos e ideas
destructivos conectados a la experiencia de las relaciones obje-
tales. Me refiero a la experiencia de relaciones objetales en las
que se producen excitaciones, o sea, aquellas más vitales e in-

85
tensas que los sentimientos que pueden describirse como tier-
nos, y en las que se incluye el clímax u orgasmo.
2. La segunda complicación proviene de que en algunos
pacientes hay una expectativa persecutoria, que puede datar
incluso de la primerísima infancia.
3. La tercera complicación tiene que ver con el estado al que
a veces se denomina "psicopatía". Quiero decir que los niños con
una tendencia antisocial merecen una clasificación propia, ya
que pueden ser en esencia normales, o psiconeuróticos, o depre-
sivos, o psicóticos. Lo cierto es que su sintomatología debe con-
siderarse en función de su capacidad de causar fastidio. La ten-
dencia antisocial representa el S.O.S. o cri de cceur del niño
que, en una u otra etapa, ha sido deprivado del suministro
ambiental correspondiente a la edad en que no le fue brindado.
Esa deprivación alteró la vida del niño causándole una .congoja
intolerable, y tiene razón en clamar por que se reconozca el
hecho de que "las cosas iban bien, y luego empezaron a dejar de
ir bien" para él, y que esto constituye un factor externo, ajeno al
control del niño.
Un niño así se empeñará en retornar, a través de la depriva-
ción y de esa congoja intolerable, al estado preexistente a la
deprivación, cuando las ·cosas no iban tan mal para él No
podemos clasificar este estado -que puede conducir a la deHn-
cuencia o a la reincidencia en el delito-junto con los demás que
hemos rotulado psicosis, depresión y psiconeurosis.
Confío en que coincidirán conmigo en que ante todo yo debía
trazar este mapa psiquiátrico, para luego proceder a enunciar
mi tesis de que la psiconeurosis es un estado de los niños (o
adultos) que han alcanzado, en su desarrollo emocional, una
relativa saJud mental. El individuo ha sido criado a lo largo de
las primeras etapas que corresponden a la dependencia extre-
ma, y ha atravesado las otras, algo posteriores, en que la
deprivación provoca traumas, y ahora está en condiciones de
tener sus propias dificultades. Estas dificultades son en esencia
propias de la vida y de las relaciones interpersonales, y en
general la gente no se lamenta de ellas porque constituyen sus
dificultades propias, vale decir, no son el resultado de fallas
ambientales o de la negligencia.
Así concebida, la psiconeurosis cobra forma y puede descri-
bírsela con bastante claridad. Yo diría que Anna Freud brinda

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un buen cuadro en The Ego and the Mechanisms of Defence, 1
libro que probablemente todos ustedes conozcan.
Tal vez se pregunten en qué edades estoy pensando cuando
hablo de los orígenes de la psicosis y de la psiconeurosis.
Respecto a la psicosis, pienso en la primerísima infancia como
etapa de extremada dependencia, cuando apenas tiene sentido .
en psicología hablar de un bebé, pues la presencia y actitud de
la madre forman parte viva de lo que podría denominarse el
"bebé potencial" en proceso de convertirse en bebé. Al referirme
a los orígenes de las angustias depresivas, pienso en la etapa
posterior de la infancia, cuando la'dependencia se vuelve menos
grave. Al referirme a la edad en que la deprivación 11eva al
establecimiento de la tendencia antisocial pienso aproximada-
mente en el período que va de los 10 meses a los 2-3 años, y en
esto coincido con John Bowlby, cuya obra todos ustedes conocen.
Luego, cuando llego al punto en que aparece la psiconeurosis,
me refiero a la edad del deambulador, * a la época en que el
pequeño avanza a toda máquina dentro de la familia en direc-
ción al complejo de Edipo -siempre y cuando sea lo bastante
sano como para llegar a él-.
Pero no quiero que ustedes me hagan aferrarme demasiado
rigurosamente a estas edades. Estamos hablando de etapas,
más bien que de edades. Las etapas de la infancia y la dependen-
cia reaparecen luego, y lo mismo ocurre con todas las etapas pos-
teriores; de modo tal que no existe una edad que se correspon-
da exactamente con una etapa, y en la pubertad es mucho lo que
tiene que volver a ponerse sobre el tapete si el niño o niña ha de
llevar adelante su temprano desarrollo hasta llegar a la vida
adulta.
Estamos, pues, en los 3-4-5 años de edad. E1 varoncito o la
niña se ha desarrollado bien, en sus juegos y sueños es capaz de
identificarse con cualquiera de sus progenitores, y junto al
juego o al sueño está la vida de los instintos y las excitaciones
corporales. Damos por sentada una evolución satisfactoria del
uso de símbolos. Gran parte de la vida del niño permanece
inconsciente, pero en tanto el niño se vuelve más y más auto-
1
Londres, Hogarth Press, 1937 [trad. esp.: El yo y los mecanismos de
defensa, Buenos Aires, Paid6s, 1950.J
* "Toddler age": por lo general, esta expresión inglesa se utiliza para
designar el pj:!rfodo en que el niño apenas empieza a caminar (entre el año y el
año y medio, aproximadamente); no obstante, Winnicott 'la emplea con una
extensión temporal mucho más amplia, como se verá. [T.]

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consciente, en esa misma medida la diferencia entre lo cons-.
ciente y lo inconsciente se torna más neta. La vida inconsciente,
o la realidad psíquica del niño, se manifiesta principalmente
mediante la representación simbólica.
Tenemos que hacer ahora una formulación general sobre los
niños en la edad de la deambulación, referida a aquellos que
viven en su hogar, y en un hogar bueno.
Sabrán ustedes que ésta es la edad en que, en caso de ser el
niño sano, se establece y forma su pauta la psiconeurosis.
Analizando pacientes de toda edad, encontramos que los oríge-
nes de la psiconeurosis se hallan en este período de los 2-3-4-5
años. Ahora bien, ¿qué pasa si observamos directamente al
deambulador mismo? ·
Debemos decir con claridad que el deambulador sano, niño
o niña, presenta todos los síntomas psiconeuróticos posibles.
(Para no tener que aclarar en todo momento si es "él" o "ella",
me referiré al niño.) Se muestra vital y físicamente activo, pero
a la vez se lo ve pálido y de1!aído, a punto tal que su madre piensa
que se le fue toda la vida que tenía. Es dulce y cariñoso, pero
también cruel con el gato, y con los insectos puede conducirse co-
rno el peor de los torturadores del mundo. Es tierno pero tam'."
bién dañino, le pega una patada a la panza de la madre si ve que
empieza a crecer de tamaño, le dice al papá que se vaya de la
casa, o quizás se complote con él para despreciar a las mujeres.
Tiene rabietas que pueden resultar muy embarazosas si se
producen en medio de una elegante avenida; tiene pesadillas, y
cuando la madre se acerca a consolarlo le espeta: "¡Vete de aquí,
bruja, quiero que venga mamá!". Tiene miedo de esto y de
aquello, aunque es muy osado, temerario. Si encuentra un pelo
en la comida, o ésta no tiene el color acostumbrado, o no ha sido
cocinada por su madre, despertará en él grandes sospechas ... y
a
hasta es posible que se rehúse comer en casa y en cambio
engulla vorazmente todo lo que le ofrecen su tía o su abuela.
Es muy probable que vea toda clase de personas o anime.les
imaginarios en el corredor del departamento, o de niños imagi-
a
narios los que hay que acechar al sentarse a comer. Es más
fácil aceptar estas ideas delirantes que procurar que alcance la
cordura.
De vez en cuando, el niño nos dice que nos quiere, o ha::e un
gesto espontáneo que lo indica. Una mezcla de todo.
En esta etapa del desarrollo, el niño está elaborand•l una

88
relación entre su capacidad de soñar, o su vida imaginativa
total, y eJ ambiente confiable disponible. Por ejemplo, si a la
ma."'í.ana siguiente el padre está presente en la mesa en el
momento del desayuno (me refiero a Inglaterra), se sentirá
seguro como para soñar que a papá lo atropella un auto o que,
simbólicamente, el ladrón le pega un tiro al marido de la
acaudalada dama para quedarse con su cofre de joyas. Pero si
el padre no estuviese pres en te, un sueño así le resulta demasia-
do aterrador y genera en él sentimientos de culpa o un estado
depresivo. Y así sucesivamente.
Debo ahora procurar enunciar qué es lo que pasa en estos
casos.
Aun en el más satisfactorio de los ambientes posibles, el niño
tiene.impulsos, ideas y sueños en los que se plantea un intole-
rable conflicto: entre el amor y el odio, entre el deseo de
preservar y el deseo de destruir, y, de un modo más complejo,
entre las posiciones heterosexual y homosexual respecto de la
identificación con los' padres. Estas angustias son previsibles:
forman parte de la historia e implican que el niño está vivo-.
No obstante, él halla insoportables algunos aspectos de
dichas angustias, y por lo tanto comienza a erigir defensas.
Estas defensas se organizan, y hablamos entonces de psiconeu-
rosis. La psiconeurosis es la organización de las defensas contra
la angustia del tipo que estoy mencionando.
Desde luego, el chico puede regresar a la dependencia
infantil y a pautas infantiles, perder las características fálicas
y genitales propias de la fantasía y el juego que se dan con
excitación, o volver a una existencia oral o del tracto alimenta-
rio, y hasta perder sus tempranos logros en materia de integra-
ción y su capacidad para las.relaciones objetales; puede incluso
llegar a perder el íntimo contacto establecido entre su psique y
su cuerpo. No hablaremos entonces de psiconeurosis.
Manteniéndonos estrictamente dentro de nuestro tema,
diremos que en la psiconeurosis el niño no pierde nada de su
temprano desarrollo integrador, pero se defiende de la angustia
de diversas maneras, que la señorita Freud ha descrito con
claridad en el libro que he mencionado.
En primer lugar, está la represión: surge un tipo especial de
inconsciente, el inconsciente reprimido. Gran parte de la vida
del deambulador tiene lugar bajo la represión y se torna in-
consciente. El inconsciente reprimido es, por·supuesto, moles-

89
to, ya que la represión implica. un oneroso expendio de energía,
y además lo reprimido siempre es proclive a reaparecer en una
u otra forma, en un sueño o tal vez proyectado en fenómenos
exteriores. Sea como fuere, el beneficio debe medirse por la
menor proclividad del niño a la angustia clínica o manifiesta.
Un aspecto particular de la represión es la inhibición del ins-
tinto, una pérdida de una parte de la mocióp instintiva en
relación con los objetos, que equivale a un serio empobrecimien-
to de la experiencia vi~al del niño.
En segundo lugar, pueden aparecer fantasías reprimidas y
crear perturbaciones en la forma de un trastorno psicosomá tico,
los llamados "síntomas de conversión", cuyo contenido fanta-
seado se ha perdido; o bien en la forma de angustias hipocon-
dríacas sobre ciertas partes del cuerpo, o del alma; y no hay
solución frente a tal sintomatología a no ser que se recupere el
contenido fantaseado perdido. 2
En tercer lugar, se organizan ciertas fobias. Por ejemplo, el
temor a los lobos, o bien a las ratas si éstas se encuentran más
cerca de casa. Una fobia de esta índole puede resguardar muy
bien al niño de la rivalidad con sus hermanos, por ejemplo, y del
temor a los odiados hermanos.
En cuarto lugar, puede· organizarse una tendencia obsesiva
para hacer frente a la confusión e impedir el peligroso retomo
del impulso destructivo. En el perfeccionismo, el odio contra el
mundo es el que lleva a querer dar vuelta todas las cosas. Este
es un pobre sustituto de la secuencia sana -1) impulso e idea
destructivos; 2) sentimiento de culpa; 3) reparación o actividad
constructiva-, pero al neurótico tiene que servirle.
Tal vez ustedes puedan agregar a esta lista varios tipos más
de formación de pautas psiconeuróticas. En cada caso, la pauta
de las defensas va dirigida contra la angustia en el nivel del
complejo de Edipo y está determinada, en alguna medida, por
las características del ambiente; pero la moción que lleva a la

• Se me ocurre que quizás esté usando la palabra "fantasía" [fo.n.tasy] de un


modo que no les resultará familiar a algunos de ustedes. No estoy hablando del
fantasear {fan.to.sying], ni de una fantasía imaginada [contriued fantasy].
Hablo del conjunto de la realidad personal o psíquica del niño, que en parte es
consciente pero en su mayoría es inconsciente, incluido aquello que no se
verbaliza ni se figura ni se escucha de un modo estructurado porque es
primitivo y se halla próximo a la raíz casi fisiológica de la cual emana. -
D.W.W.

90
formación del síntoma psiconeurótico proviene de los conflictos
fundamentales del individuo entre el amor y el odio, conflictos
que indican un desarrollo emocional sano en cuanto a la estruc-
turación y la fuerza del yo, y también indican un fracaso del yo
en cuanto a tolerar las consecuencias de las tensiones del ello o
instintivas.
Y la principal defensa es la represión. Esta es la razón de que
el psicoanálisis, en su forma clásica, sea el tratamiento de
pacientes con un yo sano, en la medida en que han enfrentado
la ámbival en cia mediante la represión y sin un quebran tamien-
to de la estructura yoica; y la labor principal en el análisis del
paciente con síntomas psiconeuróticos consiste en traer a la
conciencia el inconsciente reprimido. Esto se logra a través de
la interpretación, día tras día, de la relación del paciente con el
analista en tanto esta relación va evolucionando gradualmente
y, al hacerlo, revela la pauta de la propia historia del paciente
en el plano del complejo de Edipo, y a los 2-3-4 años de edad.
¿Qué papel cumple el ambiente en estas cuestiones? Ya he
indicado el papel vital que cumple en el comienzo de la etapa de
la máxima dependencia; me he referido a ese período especial
en que el niño pequeño puede fácilmente convertirse en un niño
deprivado, y confío en haber podido mostrar, de varias mane-
ras, que en la etapa del complejo de Edipo tiene un valor in-
menso que el niño pueda seguir viviendo en un ambiente
hogareño estable, en el cual se sienta seguro para jugar y soñar,
y pueda convertir su impulso de amor en un gesto efectivo en el
momento apropiado.
El ambiente es algo que damos por sentado. En esta etapa de
las primeras relaciones triangulares la tarea del niño alojado en
una institución es distinta que la del niño que vive en su hogar,
con sus padres y hermanos. Además, un buen hogar absorbe
gran cantidad de dificultades, lo cual se vuelve patente cuando
el hogar se destruye o lo perturba alguna enfermedad, en espe-
cial una anormalidad psiquiátrica de los padres. No obstante,
para remitirme estrictamente a mi tema, que es el estudio de las
psiconeurosis, necesito destacar que es aquí, precisamente
aquí, cuando abordamos las tensiones y tiranteces internas, los
conflictos, sobre todo inconscientes, que pertenecen a los reinos
de la realidad psíquica personal de cada individuo.
El paciente que padece una psiconeurosis requiere asisten-
cia personal de una índole tal que vuelva posible el aminora-

91
miento de las fuerzas de la represión y la liberación de la energía
personal para el impulso no premeditado.
La enfermedad psiconeurótica puede calibrarse según la
rigidez de las defensas, de las defensas contra la angustia co-
rrespondientes a la experiencia real e imaginaria de las relacio-
nes triangulares, así como entre personas totales.
Como saben, el ambiente se suma al cuadro-de la psiconeu-
rosis determinando en parte la naturaleza de la pauta defensi-
va. Sin embargo, la psiconeurosis no tiene su etiología en la con-
dición ambiental sino en los conflictos personales que són pecu-
liares del individuo-. En contraste con ello, el niño antisocial lo
es claramente como resultado de la deprivación. Asimismo,
comprobamos para nuestra sorpresa que en fa etiología del más
grave de los trastornos psiquiátrico~, la esquizofrenia, una falla
en los cuidados brindados en la primerísima etapa de la depen-
dencia infantil absoluta es aún más importante que el factor
hereditario.
En la práctica, esta concepción de la psiconeurosis se ve
desdibujada por el hecho de que corrientemente no atendemos
pacientes que sean, por así decir, casos "puros" de psiconeuro-
sis. Por otra parte, como nos enseñó Melanie Klein,3 el ori-
gen de la imposibilidad def niño para evitar las organizaciones
defensivas psiconeuróticas radica en las fallas del desarrollo en
etapas anteriores. Pero esto no debe complicarnos. Para salir
del paso tenemos que hablar como si las enfermedades fuesen
psiconeurosis, trastornos afectivos, o psicosis, o tendencia anti-
social.
Surge la pregunta: ¿qué es la normalidad? Bueno, podemos
decir que el individuo sano ha podido organizar sus defensas
contra los intolerables conflictos de su realidad psíquica inter-
na, pero en contraste con la persona afectada de psiconeurosis,
la sana se halla relativamente libre de una represión masiva y
de la inhibición del instinto. Además, en la salud el individuo
puede recurrir a toda clase de defensas y pasar de una clase a
otra, y de hecho no manifiesta en su organización defensiva la
rigidez propia de la persona enferma.

• "The Oedipus Complex in the Light ofEarly Anxieties" (1945), en Melanie


Klein, Contributions f.o Psycho-Analysis, 1921-1945, Londres, Hogarth
Press,1948. [Trad. cast. en M. Klein, Obras completas, t. 1, Buenos Aires,
Paidós, 1989.]

92
Dicho esto, quisiera sugerir que cltnicamente el individuo
realmente sano está más cerca de la depresión y la locura que
de la psiconeurosis. La psiconeurosis es aburrida. Es un a1iv:io
que un individuo pueda ponerse loco y ponerse serio, y disfrutar
del alivio que brinda el sentido del humor, y poder flirtear con
la psicosis, por decirlo así. En el arte moderno experimentamos
la anulación retroactiva de los procesos que constituyen la
cordura y las organizaciones defensivas psiconeuróticas, y el
principio de que lo más importante es la seguridad.
Permítaseme agregar unas palabras acerca del vasto tema
de la adolescencia. En el período de la adolescencia, la puqcrtad
es una amenaza que luego crece y domina la escena. Una
descripción del adolescente se parecería a la de un niño de 2-3-
4-5 años: un conjunto de tendencias contradictorias entre sí. A
.raíz de la maduración gradual de los instintos, por unos años el
adolescente se halla en un estado en que no puede aceptar
soluciones falsas. Esto pone de manifiesto nuestra dificultad
para tratar adolescentes, el hecho de que debamos tolerar su
negativa a salir de las dudas y dilemas. La única solución para
la adolescencia es la maduración que trae el tiempo y que
convierte al adolescente en un adulto.
De modo que la psiconeurosis entra en el cuadro de la ado-
lescencia como una amenaza de soluciones falsas procedentes
del interior del individuo, inhibiciones, rituales obsesivos, fo-
bias y síntomas de conversión, defensas contra la angustia
asociadas a la v.ida instintiva que ahora amenaza de otra
manera. Forma parte del problema mundial que hoy presenta
la adolescencia el hecho de que debamos ver cómo cada .1iño
defiende resueltamente su derecho a no encontrar una solución
falsa, ya sea mediante la psiconeurosis o la aceptación de los
diversos tipos de ayuda que nosotros irnpotentemente les
ofrecemos.
La psiconeurosis que persiste en la vida adulta es claramen-
te considerada y sentida como una molestia y una anormalidad,
y lo único que aquí necesito decir sobre la psiconeurosís adulta
es que su etiología se remonta al período de la niñez que va de
los 2 a los 5 años, en que por primera vez se establecen rela-
ciones interpersonales y se desarrolla la capacidad del niño
para identificar~e con la vida instintiva de sus padres.

93
14. NUEVAS OBSERVACIONES SOBRE LA TEORIA
DE LA RELACION PARENTO-FILIAL

Parte de un debate sobre artículos de


Phyllis Greenacre y Winnicott que tuvo lugar en el
22º Congreso Psicoanalítico Internacional,
Edimburgo, 1961 1

He aguardado con entusiasmo el debate de estos dos artícu-


los y el amplio tema que ellos introducen.
Por supuesto, es importante para mí que haya un cierto
grado de acuerdo entre la Dra. Greenacre y yo. Por ejemplo,
ambos damos por sentados los procesos madurativos innatos
del bebé, y los vemos dentro del marco de su dependencia. Aquí
no seguiré ocupándome de la contribución de la Dra. Greenacre.
Ella ha desarrollado en forma muy interesante la amplísima
temática de los procesos de maduración, dentro de la cual yo he
elegido ocuparme del tema de la dependencia.

1
Los dos trabajos que fueron objeto de debate durante el Congreso se
hallarán en International Journal of Psycho-Analysis, vol. 41 (1960). El de
Winnicott también figura, con el título "The Theory of the Parent-Infant
Relationship", en The Maturational Processes an<i. the Facilitaling Environ-
ment, Londres, Hogarth Press; Nueva York, Iternational Universities Press,
1965. [Trad. cast.: El proceso de maduración en el nilio, Barcelona, Laia, 1975.J
El debate del cual han sido extraídas estas observaciones contiene comentarios
de Greenacre y de muchos otros analistas, y culmina con una réplica de
Winnicott no publicada aquí, que se puede hallar en Intemational Journal of
P:.-ycho-Analysis, vol. 43 (1962).

94
Con repecto a mi propia contribución, lo que me interesa es
que el tema no sea el psicoanálisis, sino "psicoanalistas que
debaten algo muy importante para ellos". Cuando vemos
madres con sus bebés en una clínica de atención infantil,
algunos de los bebés que vemos ya están enfermos, en el sentido
de que cuando crezcan no podrán ser aceptados para un trata-
miento psicoanalítico clásico. Desde luego, puede ser que física-
mente sean sanos. Tal vez el problema, tal como yo lo planteo
con mis limitaciones, sea éste: ¿es el bebé un fenómeno que
pueda aislarse, al menos hipotéticamente, para su observación
y conceptualización? Sugiero que la respuesta es negativa.
Cuando repasamos nuestros análisis de niños y de adultos,
tendemos a ver mecanismos más que bebés; si contemplamos
un bebé, vemos un bebé mientras es cuidado y atendido. Los
procesos de integración y de separación, de llegar a vivir en el
cuerpo· y de relacionarse con objetos, son todas cuestiones de
maduración y logro. A la inversa, el estado de no estar separado,
de no estar integrado, de no relacionarse con las funciones
corporales o con los objetos, es un estado muy real; debemos
creer en estos estados que corresponden a la inmadurez. El
problema es: ¿cómo hace el bebé para sobrevivir a ellos?
Mientras preparaba este comentario, aJcancé una compren-
sión más profunda que antes sobre la función parental en lo
tocante a este problema de cómo sobreviven los niños a la
inmadurez. Vi con mayor claridad que antes que al presentarle
al nifío el mundo en pequeñas dosis, vale decir, al adaptarse a
las necesidades yoicas de su bebé, la madre le da tiempo para
que amplíe sus capacidades, con el desarrollo que trae la
maduración. En un debate como éste, donde hay que conferir un
importante lugar al estado de dependencia del niño, debemos
por cierto habérnoslas con lo paradójico. Por ejemplo, el bebé
sólo sabe cómo permitir, o no permitir, la unión parental que
produjo su propia concepción. No sabe al principio cómo supo-
ner que el coito parental pudo haber precedido a su existencia.
Pero a la larga el esquema corporal del bebé llega a incluirlo
todo. En un ambiente suficientemente bueno, el bebé paulati-
namente comienza a encontrar la manera de incluir dentro de
su esquema corporal a los objetos y fenómenos que no son "parte
de mí'', y así evitar las heridas narcisistas. Si el crecimiento se
ve facilitado en forma estable, se conservan la omnipotencia y
la omniscienciajunto con la aceptación intelectual del p·rinci-

95
pío de realidad. En una formulación teórica psicoanalítica,
decimos que el bebé experimenta una angustia insoportable de
la que se recupera mediante la organización de defensas. De ello
se desprende que el buen desenlace de un análisis no depende
de que el paciente comprenda el significado de las defensas, sino
de que mediante el análisis, y en la transferencia, pueda reex-
perimentar esa angustia insoportable a raíz _pe la cual se orga-
nizaron las defensas.
En los llamados casos fronterizos tiene que descubrirse no
sólo la angustia insoportable sino además el efectivo• derrumbe
clínico de la infancia, la extensión indebida de la omnipotencia,
la aniquilación que instaurG la herida narcisista. Todo esto
confiere, a mi juicio, un vivo colorido al cuadro de la relación
parento-filial y a nuestra manera de ver el cuidado efectivo de
un bebé. La palabra "amor" no es lo bastante específica, y la
palabra "separación" es muy burda para el uso que pretende-
mos darle. El progenitor se ocupa todo el tiempo, según la edad
y el estado de maduración del bebé, de impedir el derrumbe
clínico; a partir del cual sólo puede haber recuperación median-
te la organización y reorganización de las defensas. Con su
cuidado de cada minuto, sienta las bases de la futura salud
mental del bebé. He ahí la tremenda tarea parental. Su magni-
tud queda ref,lejada en la duración de un tratamiento psicoana-
lítico y en el tiempo duran te el cual se extiende la enfermedad
mental por más que el paciente reciba el mejor cuidado psíquico
posible. Y, en líneas generales, los padres siempre han tenido
éxito en esta tarea esencial y enorme que les incumbe; y el
motivo de ello reside en que a tal fin lo único que necesitan es
ser ellos mismos, ser y hacer exactamente lo que quieren ser y
hacer; haciendo esto, salvan a sus hijos de las reorganizaciones
espasmódicas de las defensas y de la congoja clínica que yace
por detrás de dichas reorganizaciones.
En el psicoanálisis del caso que ha sido bien seleccionado
para un análisis clásico, el sufrimiento clínico aparece bajo la
forma de angustia, asociado con recuerdos y sueños y fantasías.
Pero como analistas tratamos pacientes que necesitan que los
derrumbes clínicos de su infancia sean recordados reviviéndo-
los en la transferencia. En todos los casos, el alivio sólo se
obtiene reviviendo la angustia insoportable original o el de-
rrumbe·psíquico original. El derrumbe está asociado a un factor
ambiental que, como yo digo, no pudo en· su momento ser

96
recogido dentro del área de la omnipotencia infantil. El bebé no
conoce ningún factor externo, bueno o malo, y de lo que padece
es de la amenaza de aniquilación. Si el tratamiento tiene éxito,
el paciente se vuelve capaz de localizar el trauma o falla am-
biental y experienciarlo dentro del área de la omnipotencia per-
sonal, disminuyendo así la herida narcisista. De este modo,
como analistas nos vemos envueltos repetidamente en la fun-
ción de fallar, y no nos es fácil aceptar esta función si no
consideramos sus aspectos positivos. Sólo convirtiéndonos en
padres que les fallan a sus hijos alcanzamos el éxito terapéutico.
Este no es sino un ejemplo más de las múltiples.paradojas de la
relación parento-filial.
Me gusta recordarme a mí mismo que sí alguien tiene un hijo
enfermo y las cosas no van bien, podemos sugerirle a ese padre
cómo cqnducirse en forma terapéutica, mientras que no pode-
mos decirle cómo debe actuar en su condición de padre si todo
anda bien. Si todo an.da bien, simplemente las cosas suceden
como deben suceder. Lo que podemos hacer entonces es estu-
diar lo que sucede y evaluar como corresponde esta función
parental, reconocerla y apoyarla, y tomar los recaudos para que
nada interfiera con ella si es que existe.
Pensé en hacer este comentario en lugar de un resumen de
mi artículo, y dejar el tema en ese punto.

97
15. NOTA SOBRE UN CASO VINCULADO A
LA ENVIDIA

Fechado en enero de 1963

El paciente al que voy a referirme está en análisis conmigo


desde hace alrededor de tres años, después de tres tratamientos
anteriores con otros terapeutas; en total lleva en análisis
alrededor de veinticinco afios. Se avizora el fin del tratamiento,
aunque todavía no hemos fijado la fecha.
Tendido en el diván como de costumbre, dijo: "Bueno, hoy es
un día en el que no sé qué va a pasar". La sesión del día anterior
fue importante, porque en ella no hubo sentimientos. Luego
comenzó a contarme, con mucha emoción, la conducta de un
colega mío que a menudo aparece en el material que trae a
sesión. Lo llamaré el Dr. X. Es un pediatra que odia la psicolo-
gía. El paciente lo describió -correctamente, por lo que sé-
como una persona arrogante, presuntuosa, insustancial, dema-
siado segura de sí misma, autoritaria, etc., y dijo: "Lo envidio".
Se sorprendió un poco por esto, ya que él, según sus propias
palabras, era una persona que carece de confianza en sí misma,
modesta y sensible.
Después que dedicara algunos minutos a expresar sus sen-
timientos hacia el Dr. X., le interpreté que lo estaba utilizando
para manifestarme sentimientos a mí. A pesar de que a esta
altura del análisis ya el paciente tenía un grado de insight
considerable, no se había dado cuenta de eso, pero -dijo-creía
que mi interpretación era correcta. Pasó otros varios minutos

98
contándome lo contento que e~aba por haber dejado de autoa-
nalizarse y haber puesto la tarea en mis manos. Esto sólo lo
había podido conseguir en los últimos tiempos. Me recordó que
hacía poco que había llegado a sentirse contento por comprobar
que yo era algo más que una proyección de sus propias capa-
cidades.
Le interpreté, además, que me odiaba por ser la persona en
la que él depositaba toda su seguridad y comprensión. Reaccio-
nó frente a estas interpretaciones reiterándome que sentía
alivio de poder dejar el análisis en mis manos, y continuó
hablando de su odio hacia mí, pero luego interrumpió esto para
decirme: "Tengo la nariz tapada y me duele el estómago, y estoy
luchando con la idea de levantarme e ir hasta donde dejé el saco,
para sacar el frasco d~ efedrina". También lleva en el saco
. píldoras. para la indigestión y otras cosas más.
A fin de lo que relato resulte inteligible, es preciso acotar que
en la sesión del día an~rior había hecho referencia a todo esto
como parte de su hipocondría, que está muy asociada a una
identificación materna muy desarrollada. A su vez, esto debió
desprenderse de una vasta idea delirante que siempre tuvo,
según la cual él era en realidad una mujer. El hecho dejugar a
ser mujer con una identificación femenina que es mucho más
flexible. se hizo presente en el análisis, y yo le interpreté que su
hipocondría era precursora de la fantasía de fecundación.
En esta ocasión tuve que hacer uso de la interrupción, en la
que él aludió a estas cuestiones que nos llevaron a la sesión
anterior, interpretándole que al hablar estaba tratando de
destruirme como varón, pero se encontraba en el camino con esa
hipocondría, vinculada a la posibilidad de que él estuviera
enamorado de mí como hombre. Esto tenía detrás una larga
historia. Además, en la primera parte de la sesión el paciente
me había mencionado que en el manejo de su hija adoptaba un
rol maternal.
Continué interpretándole que con su identificación con la
mujer y su búsqueda de un hombre (que en su caso nunca lo
había llevado a una práctica homosexual franca, pero sí lo había
aproximado bastante), evidentemente estaba en busca del
hombre al que quería castrar. Esta interpretación 1e resultó
interesante pero no pudo sentirla en profundidad. Hablamos
de 1factor tiempo en la reacción ante la interpretación, que tiene
que ir de la mano de esa otra cosa que es el tamizar las inter-

99
pretacicnes que pueden estar equivocadas y separarlas de las
correctas. Me arriesgué a repetir la interpretación en función de
su padre. Le dije que si ahora él comprobase que su padre había
sido fuerte y útil, eso lo complacería tanto que el descubrimiento
de que a ese padre él lo quería castrar, por ser el padre potente
del triángulo edípico, no le haría ninguna gracia.
Durante un rato dijo que esto era intelectualmente razona-
ble, pero en lo profundo no lo aceptó. Más adelante manifestó
que lo cierto es que el Dr. X. era arrogante, presuntuoso y va-
nidoso, y aunque eso era exactarp.ente lo que a él le disgustaba
en la gente, en realidad lo adl!'iraba. A continuación elabora-
mos juntos lo siguiente: era forzoso admitir que el Dr. X. había
sido introducido para da:r empuje a la idea de la potencia del
analista. El Dr. X., un hombre joven, daba la impresión de ser
potente, y el paciente temía que yo fuese un viejo cansado y
débil, que precisaba ese empuje. A fin de llegar a envidiarme
tenía que convertir a su analista en un Dr. X analista. Era
evidente que él admiraba al Dr. X. analista, y en esto se basaban
la identificación materna, la posición homosexual y la hipocon-
dría que, en potencia, era una fantasía de embarazo.
Des.cubrí entonces que mi interpretación anterior había
producido en él toda una s~rie de ideas secundarias frente a las
cuales había reaccionado. Entre ellas estaba la noción de que él
debía atravesar una fase homosexual en relación conmigo, vale
decir, una nueva fase homosexual, haciendo caso omiso de los
ejemplos anteriores de ello en el análisis, y esta perspectiva lo
llenaba de tedio. Descubrí esto al interpretarle que para él era
penoso sentir amor y la urgencia de castrar al Dr. X analista, ya
que allí la ambivalencia era grosera. Esto lo llevó a comentar
que, según él pensaba, iba a tener que sobrellevar una fase de
homosexualidad en la transferencia. Ya era casi capaz de
aceptar el hecho de que él estaba buscando un Dr. X. analista
potente con el fin de tener una figura paterna para castrarla, y
que en su huida del conflicto que esto le causaba era probable
que organizara una fase homosexual.
Esto arrojó una luz considerable sobre su pauta de compor-
tamiento en la adolesceneia y los comienzos de la virilidad, así
como sobre gran parte dei material de su vida posterior, en que
se empeñó en ser heterosexual para escapar a la homosexuali-
dad. (La desesperanza acerca de todo ello lo había llevado a la
mayor explotación posible de su idea delirante fundamental, la

100
de ser unamujer, qu.e parece haber tenido precoces raíces en su
desarrollo eihociona.1.)
Así pues, la envidia ·que este paciente sentía hacia mí tenía
muchos aspectos. Correspondía al extremo placer que le causó
al fin entregar el análisis a otra persona distinta de él mismo,
y ebtener las interJi)retaciones necesarias sin tener que decirle
al analista lo que debía enunciar. Además, correspondía al
hecho de que pocos meses atrás había reconocido mi existencia
como persona separada, sobre la que él podía proyectar su pro-
pia capacidad analítica, su funcionamiento maternal y pater-
nal, y sus facultades intelectuales. En relación c;on todo esto, él
me odiaba por serle necesario y porque, a su juicio, yo era el
único al que podía usar de este modo, hasta llegar finalmente a
dejar en mis manos toda la responsabilidad como analista suyo.
Para, que su envidia alcanzase su apogeo me tenía que dar el
empuje.'del Dr. X., y luego estaba la trampa en la que él podía
haber caído sin las int~rpretaciones adecuadas, de que evitaba
la castración o el odio apelando a ese ámbito intermedio en el
que encontraba complacido un analista potente y se enamoraba
de él.

101
16. LAS PERVERSIONES Y LA FANTASIA
PREGENITAL

Trabajo inconcluso escrito en 1963

El principal propósito de este trabajo es puntualizar el nexo


que parece haber entre la fantasía pregenital de fecundación y
las perversiones.
En cierta oportunidad ·un estudiante me dijo: "El conferen-
cista Fulano vuelve aburridas incluso las perversiones". Me
resultó muy gracioso. Este chiste puede servir para introducir-
nos en un tema que es en algunos aspectos irritante, por cuanto
nos lleva a discutir cuestiones cotidianas que en realidad nos
involucran a todos, y que es mejor hacer a un lado salvo cuando
su examen puede contribuir al interés de la ciencia.
El postulado es que si en la genitalidad madura hay una
relación directa entre la potencia y la fecundación, en la inma-
dura hay innumerables fantasías que a la postre se transfor-
man en una idea de fecundación; además, estas fantasías
.pregenitales son las que en el estado de salud proporcionan el
margen imaginativo en torno del hecho contunden te del bebé en
el útero.
De este postulado emana la idea de que en el individuo
inmaduro pueden persistir las fantasías pregenitales de fecun-
dación con carácter sintomático, y exageradas por un bloqueo
relativo en el proceso de desarrollo; ellas son entonces, hasta
cierto punto, sustitutos de la cosa real. Por otra parte, en la
homosexualidad masculina se explotan estas fijaciones prege-

102
nitales ya que representan lo más próximo al embarazo a que
puede llegar un hombre.
En cierta medida, esta idea ya ha sido bien formulada en la
literatura, pero parecería que aún queda espacio para un
ulterior desarrollo del tema. Por ejemplo, KJein puntualizó que
la potencia plena del varón (niño u hombre) exige que esté
presente la moción de angustia claramente descrita en lo que
ella llamó "la posición depresiva en el desarrollo emocional".
Por el lado de la mujerien la medida en que predominan las
angustias hipocondríacas, el interior del cuerpo, por oposición
al interior del útero, es el lugar donde se espera. que crezca el
bebé. El bebé uterino es un milagro que tranquiliza a los padres,
quienes habían previsto un producto del mundo interno de
objetos y fuerzas en cbnflicto, o un bebé anal al que se debía
limpiar,y enseñarle a ser y a conducirse como uno humano, o
una masa amorfa a la que se debía dar forma lamiéndola,
traerla a la vida y conservarle su vida. De esta manera pasamos
de la normalidad a la depresión en nuestra descripción de los
padres.

103
17. DOS NOTAS SOBRE EL USO DEL SILENCIO

Escritas en 1963

En el caso que trataré aquí no estoy tomando notas, aunque


me doy cuenta de que un día mi°paciente me manjfestará su
deseo de que 1ci hubiese hecho. Intenté tomarlas en las primeras
etapas, pero comprobé que interferían en mi análisis de esta
mujer al hacer que se enfatizaran demasiado los detalles en la
mente consciente. La reacción inconsciente, o menos conscien-
te, quedaba así distorsionada.
Repasando las dos últimas semanas del tratamiento, pienso
que una descripción podría ser valiosa como referencia para
una fecha posterior, y que 1a clase de cosas que sucedieron
ilustran la pauta de este análisis. Además, las reacciones de la
paciente son menos violentas que en una etapa anterior, de
modo tal que yo puedo incluso cometer errores o "manchones'',
como se los llama en este tratamiento, sin correr gran riesgo de
que la paciente tenga una reacción verdaderamente seria o se
busque otro analista.
En la actualidad, la base del tratamiento es mi silencio. Toda
la semana pasada permanecí en Wl silencio absoluto, salvo por
un comentario que hice muy al principio. A la paciente esto le
parece un logro suyo, mantenerme silencioso. Hay muchos
len~ajes para describir esto, y uno de ellos consiste en que una
interpretación es un pene atravesando súbitamente el campo,

104
y el campo es el pecho con un bebé incapaz de habérselas con la
idea de un pene. El pecho es aquí un campo más que un objeto
para chupar o comer, y en las asociaciones de la paciente estaría
representado por un almohadón en vez de estarlo por una
fuente de alimento o de gratificación instintiva.
La semana pasada fue quizás, en este aspecto, la más
"exitosa" de todas, y la paciente se mostró encantada de que yo
desempeñara ese rol, que contrarresta con su meticuloso estu-
dio de Henry James. En Henry James encuentra un analista
varón que se ocupa de palabras y tiene una comprensión muy
particular y abarcadora, pero es soltero.
Esta semana casi perfecta concluyó de una manera extraña.
Yo no tenía idea alguna de que hubiese habido alguna pertur-
bación, pero el lunes la: paciente me informó que lo que yo había
hecho al final de la sesión del viernes la molestó mucho. En
consecuencia, durante el fin de semana habían retornado,
moderadamente, todas sus viejas defensas. Parece ser que en el
momento en que ella se levantaba se produjo un sonido como el
de un papel que alguien arruga. El lunes pudo hablarme de esto
y de su reacción, pero no antes de haber encontrado la manera,
menos delirante, de quejarse de mí. Desde mi punto de vista,
resulta clarísimo que ella no puede creer en mi conducta
perfecta durante la semana, y al final tuvo una idea delirante
de algún tipo que indicaba que yo me pongo sumamente impa-
ciente en este rol de no hablar. Ella dice que al conseguir que yo
no hable me convierte en una mujer, me castra, me vuelve
impotente, etc., etc., y entiende muy bien que yo no pueda
soportarlo; incluso llegó a pensar que yo estoy celoso de ella al
darle lo que necesita, porque jamás lo tuve para mí.
En otro nivel, ese ruido significó para ella que yo me estaba
masturbando, lo cual era otra prueba de mi incapacidad para
tolerar el permanecer sin hacer nada. La única base real de esa
delusión que yo puedo descubrir sería que al final de la hora a
veces me meto en el bolsillo el pañuelo que tengo entre las
manos. No obstante, no estoy seguro de que en esta ocasión haya
habido alguna base real para esa idea delirante.
El lunes sí dije dos cosas, y las dije no porque me fuera difícil
mantenerme en silencio, sino porque creía que debían ser
dichas. Ella me pidió que le hiciera saber lo que yo pensaba
hacer durante el verano y-las próximas Navidades, por las
modificaciones que debían introducirse en los horarios, e insis-

105
tió en que realmente quería tener una respuesta. Mi intención
fue contestarle: "No estoy en condiciones de darle la respuesta
que usted me pide", pero en cambio le dije: "Usted quiere una
respuesta a algo que no estoy en condiciones de dar". Como lo
formulé así, ella entendió que la estaba reprendiendo, que le
estaba diciendo que no debía preguntar esa clase de cosas. Volví
a interpretarle cuando me dijo que se creía capaz de tolerar al
menos un pedacito de interpretación de mí. Hice referencia a un
sueño de la semana anterior y le puntualicé que un objeto sólido
de gran tamaño en medio de un material vinculado a una de-
licada decoración ornamental representaba lo!, hechos o la
realidad externa estallando en la fantasía. Esta era otra versión
del pene a través del pecho y de otros modos de hablar similares.
El problema de esta interpretación es que c;on ella yo no hacía
sino repetir una interpretación que la paciente misma había
formulado. Ahora ella disponía de dos "manchones", y el lunes
sintió que se encontraba en la misma situación en que había
estado cerca de los comienzos del análisis, cuando no regresó.
Había vuelto a estudiar mis artículos sobre la madre común y
corriente subrayando los pasajes relevantes, y sabía que yo
realmente comprendía lo que ella necesitaba. ''La única expli-
cación --dij<>---' es que usted no es capaz de hacer lo que sabe
necesario, y todo el asunto es falso. El motivo -continuó
diciendo- debe ser que usted no soporta que se Io convierta en
mujer, o cualquier otra cosa que el silencio signifique para
usted". Y ya me había manifestado que en ese momento Henry
James había asumido todo el funcionamiento masculino y que
en el análisis lo que ella necesitaba era pura y absolutamente
un quehacer materno. Para atender a ello, se muestra extrema-
damente regresiva y dependiente en la sesión analítica, aunque
en su trabajo puede funcionar bien la mayor parte del tiempo.
En esta etapa su vida privada se limita casi exclusivamente a
la gran actividad que despliega en su cuarto, y que incluye su
lectura y estudio de Henry James, cuya biografía está leyendo
con voracidad.
En primer término, yo debía aceptar mi situación como
alguien que no dice nada. Esto me fue extremadamente difícil
en la mañana del martes, no porque me importase estar callado
sino porque podía entender lo que estaba sucediendo, y no hay
nada más difícil de soportar para un analista que la transferen-
cia delirante del paciente. Esto surtió en mí el efecto de produ-

106
cirme un cosquilleo en la garganta que, empero, pude ocultar;
y admito que si hubiese podido pronunciar tres palabras el
cosquilleo habría desaparecido. El no poder hablar produce en
mí un efecto curioso, al demandarme una escucha distinta de 1a
habitual. Hasta cierto punto, yo siempre escucho con la gargan-
ta, y mi laringe va sigúiendo los sonidos que oigo en el mundo
y, en particular, la voz de alguien que me habla. Esta ha sido
siempre una característica mía, y en una época fue un síntoma
serio.
Después de media hora la paciente me dijo: "Me siento muy
diferente ahora que pude decir todo eso, y estoy. en condiciones
de soportar que usted diga algo; más aún, creo que lo necesito".
El alivio que esto me trajo fue grande, y yo tenía bien en claro
que ello no se debía a ·mi silencio, del cual más bien yo estaba
disfruta,.ndo. La razón de mi alivio fue que pude empezar a hacer
algo con respecto a la idea delirante de la paciente, aunque
desde luego no pude hacer mucho. En esta clase de análisis es
esencial aceptar ciertas ideas no verdaderas sobre uno mismo.
Este permiso para hablar me dio la oportunidad de interpre-
tar que el problema estaba en lo acontecido al final de la sesión
del viernes, con muy poca base real; para la paciente hal;>ía
resultado más sencillo hablar acerca de los dos "manchones" del
lunes, que destruían el análisis, por lo demás bueno, durante el
cual yo permanecía en silencio. Corrí un riesgo y dije que la
forma en que yo había transmitido mi información acerca de las
vacaciones le dio..a entender que la estaba censurando. Además,
no hay muchos motivos válidos para formular una interpreta-
ción que ya había formulado la propia paciente. Por consiguien-
te, estas dos cosas tenían una base real, en comparación con lo
cual lo sucedido al final del viernes aparecía endeble y casi por
completo un producto de sus expectativas. Mediante la técnica
del silencio yo podría haber establecido las condiciones para que
la paciente misma resolviese el problema del viernes; todo lo
que ella precisaba era tiempo y oportunidad, sin que "el pene se
cruzase en el campo de su pecho". A la sazón, la paciente ya casi
había vuelto a poder considerar mi silencio como algo que yo
podía darle a raíz de su necesidad. Debe subrayarse, empero,
que conservó la fuerte idea delirante de que en realidad no soy
capa,z de permanecer en silencio. A la postre, con el fin de
ayudarme, formuló una interpretación sobre mi incapacidad.
para estar callado, consistente en que si yo hacía algo bueno por

107
ella me ponía celoso, ya que nadie lo había hecho jamás por mí.
En el curso de estos quince días sucedieron muchísimas
cosas, y confio mucho en la técnica del silencio; estoy dispuesto
a seguir empleándola, salvo en la medida en que la paciente no
pueda creer en ella.
Ocurre que conozco, con un grado razonable de certeza, una
interpretación aplicable a toda esta fase. No.obstante, es nece-
sario que espere hasta que la propia paciente la formule. Como
ella ha dicho: "Con mi historia, en la que un padre excitable
interrumpía constantemente lo que hubiese entre la madre y el
bebé en su experiencia mutua, necesito llegar por mí misma a
la interpretación". Desde luego, coincide con esto que en ciertos
momentos una interpretación es necesaria porque la paciente
precisa algo más de lo que en ella misma tiene para ver. Sea
como fuere, en esta fase es perfectamente capaz de llegar a com-
prender lo que necesita, y de hecho casi lo ha alcanzado la
última semana. Intentaré enunciar esta interpretación:
La paciente se halla en un punto de transición muy delicado
entre el comer y el ser comida, esto último como reacción
taliónica; y en tal comer y ser comida, dicha dualidad es
simplemente una expresión de la identificación mutua del bebé
y la madre -o de la falta de diferenciación de ésta respecto del
bebé-. Figura en mis escritos (:y la paciente los ha leído) la
etapa en que el bebé de doce semanas alimenta a la madre con
el dedo mientras toma el pecho; y la paciente me ha dicho que
siente como si me trajera algo para alimentarme. Sin embargo,
pienso que ella está tratando de alcanzar la idea de ser comida
por la madre, y siente que su madre le falló en esta área de
experiencia. Tuvo, por supuesto, la experiencia del temor a ser
comida taliónicamente, pero faltó la base de esto, que es ser
comida simplemente porque cualquier cosa que siente un bebé,
también la madre lo siente.

II

En general, hay varios problemas pendientes. Por debajo de ..


todo lo demás está el problema que surge del no hablar. Yo rara
vez hago una interpretación, y el análisis prosigue mejor sobre
la base de que no diga nada en absoluto. Sin embargo, esto trae
complicaciones, porque se vuelve cada vez más evidente que

108
uno de los propósitos de la interpretación es plantear los lfr,.ites
de la comprensión del analista. El fundamento parL no inte,·-
pretar, y de hecho para no emitir ningún sonido, es la premisa
teórica de que el analista realmente sabe lo que está acont..:cien-
do. Probablemente, hasta la fecha puedo decir que sé lo que edá
aconteciendo en este análisis, y por tal razón continúo con mi
política de no hablar, que es por cierto lo que la paciente me pide.
])entro de este marco, hay dos temáticas. Más en la super-
ficie está toda la cuestión de las relaciones triangulares, como
entre personas totales; el complejo de Edipo, Electra, etc. Esta
temática se inició con "cabello rubio", etc., e incluyó la idea de
que yo estaba celoso de las relaciones sexuales de la paciente
con hombres, y también que mi esposa está celosa de su relación
conmigo (los paraguas en el pórtico; mi esposa puede llevarse su
paraguas por error, etc.). Hay en torno de este tema gran
cantidad de material y mucha actuación, que ha formado parte
cuantiosa de este análisis.
Todo esto se ve alterado por el hecho de la otra temática, que
podría designarse como la de la fatalidad o el destino. De este
modo, todo lo de naturaleza edípica queda dentro o fuera del
ámbito de la fatalidad. La principal enunciación acerca de la
fatalidad sobrevino antes de los feriados de Pascuas, cuando el
problema interpersonal en su conjunto fue formulado en térmi-
nos de la mitología griega, hasta tal punto que yo estudié La
tragedia en Sófocles, de Bowra, para estar preparado. La frase
operativa fue "no un peón del destino sino un agente del des-
tino". Después de Pascuas la misma temática reapareció con
otro lenguaje: "Siempre fui un objeto parcial", "Por primera vez
puedo decir que soy una persona muy neurótica; el acento recae
en la palabra persona". Aquí la interpretación, en caso de
haberla formulado, tendría que haber sido que un objeto parcial
no puede experimentar la omnipotencia. No obstante, lapa-
ciente no está preparada para ser una persona total que expe-
rimenta la omnipotencia, y no tiene suficiente confianza en el
ambiente facilitador como para extraer fuerza del yo materno.
Aquí interviene el analista de muy buenos modales de quien,
sin embargo, no se puede esperar confiablemente que se con-
duzca bien, salvo en un sentido negativo, o sea, que no se
conduzca mal.
La principal interpretación, que no puede formularse a raíz
de las circunstancias, es que la omnipotencia infantil que

109
evidentemente la paciente no experimenta en relación con la
madre ha sido íntegramente proyer.tada en la mitología griega
y ahora, desde el feriado, en la historia antigua de Irlanda, los
druidas, las raíces del cristianismo en Irlanda, la cruz irlandesa
que es ·un círculo. Reformulémoslo: para esta paciente, que ha
tenido una experiencia insuficiente de vivir omnipotente, el
complejo de Edipo y todas las relaciones triangulares -y de
hecho, todas las relaciones- quedan fuera de· la omnipotencia
proyectada (objetos parciales interrelacionados) o de lo contra-
rio son víctimas de la fatalidad, están atrapadas por el destino,
o sea, hay en ellas una total proyección de la omnipotencia
infantil de la paciente.

110
18. EL MIEDO AL DERRUMBE

¿Escrito en 1963? *

FORMULACION PRELIMINAR

Mis experiencias clínicas me han llevado en los últimos


tiempos a una nueva comprensión, según creo, del significado
del miedo al derrumbe.
Mi propósito aquí es enunciar con la mayor simplicidad
posible esto que es nuevo para mí y quizá para otros que
trabajan en psicoterapia. Naturalmente, si hay alguna verdad
en lo que he de decir, ya los poetas del mundo se han ocupado
de ella; pero lo'S destellos de inteligencia que nos brinda la
poesía no nos absuelven de la penosa tarea de ir apartándonos
paso a paso de la ignorancia en dirección a nuestra meta. En mi
opinión, un estudio de este limitado ámbito lleva a reformular

* Este trabajo fue publicado en lnterno.tional Journo.l of Psycho-Analysis


(1974) .. La fecha en que fue escrito es incierta; hay algunas pruebas de que
había sido preparado para una conferencia que Winnicott pronunció en la
Clínica Davidson de Edimburgo en 1963, donde finalmente leyó otro trabajo;
mts o menos por esta misma época Winnicott utilizó el mismo material para
el posfacio a su artículo "Classification" (1964), incluido en The Maturational
Processes and the Facilitating Environment, Londres, Hogarth Press; Nueva
Yoik, International UniversitiesPress, 1965. En su artículo "La psicología de
la locura" (cap. 21 de este volumen), fechado en 1965, Winnicott volvió a
abordar una dificultad con la que ya se había topado al plantear la idea que
subyace en "El miedo al derrumbe", a saber, si es o no posible experienc_iar un
derrumbe o colapso total de las defensas. [Comps.]

111
varios otros problemas que nos intrigan por cuan to no logramos
en la clínica el éxito que quisiéramos. Al final señalaré las
ampliaciones de la teoría que propongo para su discusión.

VARIACIONES 1NDMDUALES

El miedo al derrumbe es un rasgo significativo en algunos de


nuestros pacientes, pero no en otros. Si esta observación es
correcta, de ella puede extraerse la conclusión de que el miedo
al derrumbe se vincula con la experiencia previa del individuo
y con factores ambientales aleatorios. Al mismo tiempo, cabe
suponer que hay en este miedo un común denominador que
indicaría la existencia de fenómenos universales; son éstos, en
verdad, los que vuelven posible para cualquiera de nosotros
conocer empáticamente lo que siente un paciente cuando pre-
senta este miedo en forma aguda. (De hecho, lo mismo puede
decirse de cada detalle de la locura de una persona loca. Todos
lo conocemos, aunque tal vez ese detalle particular no nos
moleste.)

APARICION DEL SIN'TOMA

No todos los pacientes nuestros que presentan este miedo lo


manifiestan al comienzo del tratamiento. Algunos sí lo hacen,
pero otros tienen tan bien organizadas sus defensas que sólo
cuando ya se han hecho progresos considerables en el trata-
miento el miedo al derrumbe pasa a primer plano como factor
dominante.
Por ejemplo; un paciente puede presentar diversas fobias y
una organización compleja para tramitarlas, de manera:: tal que
la dependencia no surge prontamente en la transferencia. A la
larga la dependencia pasa a ser la protagonista principal, en
cuyo caso los errores y fallas del analista se vuelven la causa
directa de fobias localizadas, y por ello del estallido del miedo al
derrumbe.

SIGNIFICADO DE "DERRUMBE"

He empleado deliberadamente el término "derrumbe"


[breakdown] porque es bastante vago y puede significar varias

112
cosas.* En general, dentro de este contexto puede entendérselo
como una falla de la organización de las defensas. Pero de
inmediato nos preguntamos: ¿defensas contra qué? Y esto nos
lleva a un significado más profundo del término, ya que necesi-
tamos emplear la palabra "derrumbe" para describir ese estado
de cosas impensable que está por debajo de la organización de
las defensas.
Se advertirá que si bien es útil pensar que en el ámbito de las
psiconeurosis lo que subyace en las defensas es la angustia de
castración, en el ámbito de los fenómenos más psicóticos que
estamos examinando lo que se aprecia es un derrumbe del
establecimiento del self unitario. El yo organiza defensas con-
tra el derrumbe d.e la organización yoica, que es la ~menazada,
pero nada puede organizar contra la falla ambiental, en tanto
y en cuanto la dependencia es un hecho viviente.
En 'otras palabras, lo que estamos examinando es una
inversión del proceso de maduración del individuo. Esto me
exige reformular brevemente las primeras etapas del creci-
miento emocional.

CRECIMIENTO EMOCIONAL, PRIMERAS ETAPAS

El individuo hereda un proceso de maduración. Esto lo lleva


adelante en la medida en que exista un ambiente facilita~or, y
sólo en esa medida. El ambiente facilitador es en sí mismo un
fenómeno complejo que demanda un estudio por sí; lo esencial
es que tiene una- suerte de crecimiento propio, y que se adapta
a las cambiantes necesidades del individuo en crecimiento.
El individuo pasa de la dependencia absoluta a la dependen-
cia relativa y de ésta avanza hacia la independencia. En la
salud, esta evolución tiene lugar a un ritmo tal que no deja a la
zaga al desarrollo de la complejidad de los mecanismos psíqui-
cos, ligado al desarrollo neurofisiológico.
Puede describirse el ambiente facilitador como un sostén
que evoluciona hacia una manipulación [handling], a que se la
le agrega la presentación del objeto.
En un ambiente tal, el individuo tiene un desarrollo que
puede ser clasificado como una integración a la que se agrega

* Entre otras acepciones, tiene las siguientes: "quiebra" o "quebrantamien-


to", "colap~o", "desperfecto" o "avería'\ "malogro", "fracaso". (T.]

113
una residencia [índwelling] (o relación psicosomática ), seguida
de la relación con el objeto.
Esta es una grosera y exagerada sin:;>lificación, pero puede
bastar ~n este contexto.
Se observará que en esta descripción el avance en el desarro-
llo se corresponde estrechamente con la amenaza de un movi-
miento retrógrado (y las defensas contra esta.amenaza) en la
enfermedad esquizofrénica.

DEPENDENCIA ABSOLUTA

Debe recordarse que en la época de la dependencia absoluta,


en que la madre cumple la función de yo auxiliar, el bebé aún no
ha separado lo "distinto de mí'' de lo que es "parte de mí'' -lo
cual es imposible que suceda en forma independiente del
establecimiento del "mí"-.

AGO:t\TJAS PRIMITIVAS

A partir de este esquema es posible enumerar las agonías


primitivas (la palabra "angustia" no es suficientemente inten-
sa en este caso). He aquí f;l.lgunas:
a
l. Retomo un estado de no-integración. (Defensa: desin-
tegración.)
2. Caer para siempre. (Defensa: autosostén.)
3. Pérdida de la relación psicosomática, falla de residencia.
(Defensa: despersonalización.)
4. Pérdida del sentido de lo real. (Defensa: explotación del
narcisismo primario; etc.)
5. Pérdida de la capacidad para relacionarse con los objetos.
(Defensa: estados autistas, relación exclusiva con los fe-
nómenos del self.)
Y así sucesivamente.
LA ENFERMEDAD PSICOTICA COMO DEFENSA

Es mi intención mostrar aquí que lo que vemos en la clínica


es siempre una organización defensiva, incluso en el autismo de
la esquizofrenia infantil. La agonía subyacente resulta impen-
sable.
Es erróneo pensar en la enfermedad psicótica como en un
derrumbe: es una organización defensiva relacionada con una

114
agonía primitiva, y que habitualmente . logr~ su propósito
(excepto cuando el ambiente facilitador ha sido, no deficiente,
sino atormentador, que es quizá lo peor que le puede suceder a
un bebé humano).
ENUNCIACION DE LA TEMATICA FUNDAMENTAL

Estoy ya en condiciones de enunciar mi principal afirma-


ción, que resulta muy simple. Sostengo que el miedo clínico al
derrumbe es el miedo a un derrumbe ya experienciado. Es el
miedo a la agonía original '-iua dio lugar .a la organización
defensiva desplegada por el paciente como síndrome mórbido.
Esta idea puede serle o no de utilidad inmediata al clínico.
No podemos apresurar a nuestros pacientes. Sin embargo,
podem9_s detener su avance a raíz de una ignorancia genuina;
cualquier pequefio fragmento de comprensión tal vez nos ayude
a mantener el ritmo d_e las necesidades de un paciente.
De acuerdo con mi experiencia, hay momentos en que el
paciente necesita que se le diga que el derrumbe, el miedo, el
cual está destruyendo su vida, ya tuvo lugar. Es un hecho
escondido en el inconsciente, que se lleva de aquí para allá. En
este caso el inconsciente no es el inconsciente reprimido de la
psiconeurosis, ni el inconsciente de la formulación freudiana
acerca de esa parte de la psique que está muy próxima al
funcionamiento neurofisiológico. Tampoco es el inconsciente de
Jung, que yo designaría así: todas las cosas que pasan en
cavernas subte~áneas, o (en otras palabras) la mitología del
mundo, donde se produce una connivencia entre las realidades
psíquicas internas del individuo y de la madre. En este contexto
particular, inconsciente significa que la integración yoica no es
capaz de abarcar algo. El yo es demasiado inmaduro como para
recoger todos los fenómenos dentro del ámbito de la omnipoten-
cia personal.
Aquí podría preguntarse: ¿por qué sigue preocupándose el
paciente por esto que pertenece al pasado? La respuesta ha de
ser que la experiencia original de la agonía primitiva no puede
convertirse en tiempo pasado a menos que el yo sea capaz
primero de recogerla dentro de su experiencia presente y su
control omnipotente actual (presumiendo que la madre/analis-
ta cumpla la función de auxiliar de soporte del yo). .
En otros términos, el paciente debe seguir persiguiendo ese

115
detalle del pasado que todavía no fue experienciado, que adquie-
re la forma de una búsqueda de ese detalle en el futuro.
A menos que el terapeuta pueda operar con éxito sobr~ la
base de que ese detalle es ya un hecho, el paciente tendrá que
seguir temiendo encontrar lo que busca compulsivamente en ~i.
futuro.
Por otro lado, si el paciente está en condiciones de aceptar de
algún modo esta extraña especie de verdad· -que eso que
todavía no ha sido experienciado sucedió, empero, en el pasa-
do-, queda abierto el camino para experienciar la agonía en la
transferencia, como reacción frente a las fallas y errores del
analista. El paciente podrá tramitar estos errores si las dosis no
son excesivas, y podrá dar cuenta de cada falla técnica del
analista como contratransferencia. Dicho de otro modo, poco a
poco el paciente recoge la falla original del ambiente facilitador
dentro del ámbito de su omnipotencia y de la experiencia de
omnipotencia que corresponde al estado de dependencia (hecho
transferencia}).
Todo esto es muy arduo, penoso y lleva tiempo, pero de
cualquier manera no es fútil. Lo fútil es la alternativa, que
ahora pasaremos a examinar.

LA FUTILIDAD EN EL ANALISIS

Debo dar por sentada la comprensión y aceptación del


análisis de las psiconeurosis. Basándome en este supuesto, diré
que en los casos que estoy examinando, el análisis empieza bien,
y sigue bien; no obstante, lo que ocurre es que el analista y el
paciente entran en connivencia y pasan unos buenos ratos
haciendo un análisis psiconeurótico, cuando en rigor la enfer-
medad es psicótica.
Una y otra vez la pareja analítica se muestra complacida por
lo que ambos logran juntos. Fue válido, fue inteligente, fue
cómodo, a raíz de la connivencia. Pero cada presunto avance
termina en una destrucción. El paciente lo rompe y se pregunta:
¡;y ahora qué? Lo cierto es que el avance no fue tal: fue un nuevo
ejemplo del juego a que se entregó el analista, de hacer que el
paciente postergase la cuestión fundamental. ¿Y quién puede
echarle la culpa al paciente o al analista? (a menos, desde luego,
que pueda haber un analista que mantenga al pez psicótico en
el extremo de una larguísima línea de pesca psiconeurótica, y

116
confíe en evitar que al final el pez sea atrapado gracias a alguna
treta del destino, como la muerte de uno de los dos, o la falta de
dinero). ·
Debemos suponer que tanto el paciente como el analista en
verdad desean que el análisis termine, pero ... ¡hete agu.í que no
hay final posible a menos que se toqq.e fondo, a menos que lo
temido sea experienciado! De hecho, una de las salidas para el
paciente consiste en sufrir un derrumbe (físico o psíqLti:::<>), y
esto puede funcionar muy bien. Sin embargo, la solución no es
suficientemente buena si no incluye la comprensión y el ín.sight
analíticos del paciente; y lo cierto es que muchos de los pacientes
a quienes aquí me refiero son personas valiosas que no pueden
darse el lujo de derrumbarse, en el sentido de tener que ser
llevadas a un hospital psiquiátrico.
La finalidad de este artículo es llamar la atención hacia la
posibilid~d de que el derrumbe ya haya sucedido, cerca de los
inicios de la vida del in<Jividuo. Este necesita "recordarlo", pero
no es posible recordar algo que no ha sucedido aún, y esta cosa
del pasado no ha sucedido aún porque el paciente no estaba allí
para .que sucediese. La única manera de "recordar", en este
caso, es que el paciente experiencie por primera vez esta cosa
del pasado en el presente, vale decir, en la transferencia. Esta
cosa pasada y futura pasa a ser entonces un asunto del aquí y
ahora, y es experienciada por el paciente por primera vez. Este
es el equivalente del recordar, y el resultado equivale al levan-
tamiento de la reP.resión en el análisis del paciente psiconeu:ró-
~

tico (el análisis freudiano clásico).

OTRAS APLICACIONES DE LA TEORIA

Miedo a la muerte
No s~m necesarias muchas modificaciones para transferir la
tesis del miedo al derrumbe a un miedo específico a la muerte.
Este miedo es quizá más corriente, y está incorporado a las
enseñanzas religiosas sobre un más allá, como para negar el
hecho de la muerte. •
Cuando el miedo a la muerte es un síntoma significativo, la
promesa de un más allá no brinda alivio, y la razón de ello es que
el paciente busca compulsivamente la muerte. De nuevo, lo que
busca es la muerte que ya sucedió pero no fue experienciada.

117
Cuando Keats decía encontrarse "a medias enamorado de
una muerte tranquila", estaba -según ia idea que aquí expon-
go- anhelando el sosiego que tendría si pudiese "recordar" que
había muerto; pero para recordar, se. debe experienciar la
muerte en el presente.
La mayoría de mis ideas se inspiran en mis pacientes, y debo
reconocer mi deuda al respecto. A uno de ellos le debo la frase
"muerte fenoménica". Lo sucedido en e1 pasado fue la muerte
como fenómeno, pero no como la clase de hechos que nosotros
observamos. Muchos hombres y mujeres se pasan la vida
preguntándose si para ellos sería una solución el suicidic, o sea,
entregar el cuerpo a una muerte que ya le ha sobrevenido a la
psique. Sin embargo, el suicidio no es una respuesta, sino un
gesto desesperado. Ahora comprendo por primera vez 1o que me
quiso decir una paciente esquizofrénica (que se suicidó) cuando
me dijo: ''Todo lo que le pido es que me ayude a suicidarme por
la razón correcta, y no por una razón equivoc~da". No lo logré,
y se mató desesperada de hallar una solución. Su propósito
(ahora lo veo) era lograr que yo enunciase que ella había muerto
en su temprana infancia. Creo que sobre esta base, ella y yo
habríamos conseguido que ella postergase la muerte del cuerpo
hasta que la vejez se cobrara su tributo.
Así concebida, como algo que le aconteció al paciente pero
cuando éste no era lo bastante maduro para experienciarlo, la
muerte tiene el sentido de una aniquilación. Es algo así como el
desarrollo de una pauta tal que la continuidad del ser se vio
interrumpida por las reacciones infantiles del paciente ante la
intrusión de factores ambientales, posibilitada por las fallas del
ambiente facilitador. (En el caso de la paciente a que aludí, los
problemas empezaron en fecha muy temprana, ya que hubo un
percatamiento prematuro, suscitado antes de nacer por el
pánico de la madre, a lo cual debe añadirse que el nacimiento se
complicó debido a una placenta previa no diagnosticada.)

Vacío
Mis pacientes me muestran, asimismo, que es posible ver a
través de estos mismos lentes el concepto de vacío.
En algunos pacientes es menester experienciar el vacío, y
este vacío pertenece al pasado, a la época anterior a aquella en
la que el grado de madurez hizo posible experienciar el vacío.
Para entender esto es preciso pensar, no en un trauma, sino

118
en que no pasara nada cuando algo provechoso podría haber
pasado.
A un paciente le es más fácil recordar un trauma, que
recordar que nada pasó cuando podría haber pasado. En ese
momento el pacíen te no sabía que podría pasar, y por ende nada
pudo experienciar, salvo advertir que algo podría haber sido.

Ejemplo
Ilustrar.é esto con una frase del tratamiento de un paciente,
una joven mujer que yacía inútilmente en el diván sin decir otra
cosa que "¡En este análisis no pasa nada!".
En la etapa que estoy describiendo, la paciente había propor-
cionado material en forma indirecta, de modo tal que yo estaba
enterado de que probablemente ella estuviera sintiendo alguna
cosa. Pµde decirle que e1la había estado experimentando senti-
mientos' y su gradual desaparición, de acuerdo con una pauta
propia de ella, que la c\esesperaba. Esos sentimientos se vincu-
laban con la sexualidad y la feminidad. No se manifestaban
clínicamente.
En la transferencia, yo era en ese momento la causa (o casi)
de que su sexualidad femenina se viniera a pique; cuando esto
fue adecuadamente formulado, tuvimos en el presente un
ejemplo de lo que ya le había acontecido a ella innumerables
veces. En su caso (lo simp1ificaré en aras de la descripción)
había un padre que al comienzo, cuando ella era pequeña, rara
vez se hacía pres~nte en el hogar y cuando venía no quería saber
nada con el self femenino de su hija, ni le daba nada a modo de
estímulo masculino.
Ahora bien, el vacío es un requisito previo del anhelo de
recibir algo dentro de sí. El vacío primario significa, simplemen-
te, "antes de empezar a llenarse'>. Para que este estado sea
significativo, se precisa una madurez considerable.
En el tratamiento, el vacío es un estado que el paciente in-
tenta experienciar, un estado del pasado que no puede recordar-
se a menos que sea experienciado en el presente por primera
vez.
En la práctica, la dificultad reside en que el paciente siente
temor ante el carácter atroz de ese vacío, y a manera de defensa
organiza un vacío controlado no comiendo o no aprendiendo, o
bien la llena cruelmente con una avidez compulsiva que lo hace
sentirse loco. Si es capaz de alcanzar el vacío mismo y tolerarlo,

119
gracias a su dependencia del yo auxiliar del analista, puede
iniciarse la incorporación como función placentera; puede en-
tonces comenzar un comer que no es una función disociada (o
escindida) como parte de la personalidad; asimismo, de este
modo pueden comenzar a aprender placenteramente algunos.
de nuestros pacientes que no lograban hacerlo antes.
La base de todo aprendizaje (así como del comer) es el vacío
pero si ésta no fue experienciada como tal"'al comienzo, se
convierte en un estado temido, aunque perseguido compulsiva-
mente.

No-existencia
El afán de no-existencia personal puede examinarse de la
misma forma. Se comprobará que en este caso la no-existencia
es parte de una defensa. La existencia personal está represen-
tada por los elementos proyectivos, y el individuo intenta
proyectar todo lo que pudiera ser personal. Puede tratarse de
una defensa relativamente compleja, cuya finalidad es evitar la
responsabilidad (en la posición depresiva) o la persecución (en
lo que yo llamaría la etapa de autoafirmación, o sea, la etapa del
YO SOY, con el corolario inherente YO REPUDIO TODO LO
QUE SEA DISTINTO DE MI. Aquí conviene recordar como
ejemplo el juego infantil en el que un niño le dice a otro: ''Yo soy
el rey del castillo, tú eres un sucio* bribón").
En las religiones, esta idea puede presentarse en el concepto
de ser uno con Dios o con el Universo. Puede verse refutada esta
defensa en los escritos y enseñanzas existencialistas, donde se
hace un culto del existir, en una tentativa de contrarrestar la
tendencia personal a la no-existencia que forma parte de una
defensa organizáda.
En todo caso puede haber un elemento positivo, o sea, un
elemento que no sea una defensa. Cabe sostener que sólo a
partir de la no-existencia, la existencia puede comenzar. Es
sorprendente advertir cuán precozmente (aun antes del naci-
miento, y por cierto en su transcurso) puede ser movilizado el
apercibirse o un yo prematuro. Pero el individuo no puede
desarrollarse a partir de una raíz yoica si ésta se halla divorcia-
da de la experiencia psicosomátiea y del narcisismo primario.

* Sobre este término, véase la nota del autor en la pág. 142 [T.]

120
Precisamente en este punto se inicia la in telectualízación de las
funciones yoicas. Cabe apreciar que todo esto es temporalmente
muy anterior al establecimiento de algo que sea dable denomi-
nar el self.
RESUMEN

He intentado mostrar que el miedo al derrumbe puede ser el


miedo a un hecho pasado que aún no ha sido experienciado. La
necesidad de experienciarlo es equivalente a la necesidad de
recordar que se presenta en el análisis de psiconeuróticos.
Esta idea es aplicable a otros miedos conexos·, y he mencio-
nado el miedo a la-muerte y la búsqueda de vacío.

121
19. IMPORTANCIA DEL ENCUADRE EN EL
MODO DE TRATAR LA REGRESION
EN PSICOANALISIS

Escrito para un seminario de estudiantes de


tercer año del Instituto de Psicoanálisis,
9 de julio de 1964

He dado mis tres seminarios oficiales intentando hablar


sobre el psicoa~álisis sin permitir que se entrometiesen indebi-
damente mis propias ideas. Sin embargo, me han manifestado
el deseo de que en este seminario no oficial hablase sobre mis
ideas personales, y en particular sobre la regresión.
Naturalmente, esto abre ante nosotros un territorio muy
vasto. Debo limitarme a decir lo esencial, tratando de enunciar
algo que pueda ser comprendido y debatido.
Tal vez mi finalidad principal sea contrarrestar algunas de
las concepciones erróneas que tan fácilmente se generan en
torno del modo de tratar la regresión. La equivocación más
importante que se comete es considerar que la regresión es una
manera fácil de zafarse del trabajo analítico.
Quiero dejar bien en claro que es un hecho afortunado
cuando la cuestión de atender la regresión no ocupa un lugar
importante en un análisis.
Queda entendido que yo adhiero a los principios básicos del
análisis,y que intento seguir los establecidos por Freud, que me
parecen fundamentales para toda nuestra labor. En cierto

122
contexto, Freud se ocupó del material producido por el paciente
y dedicó g-.can parte de su obra al enorme problema de cómo debe
abordarse ese material.
Sin embargo, en algunos casos se advierte al final (o incluso
al comienzo) que el encuadre y su mantenimiento son tan im-
portantes como la forma de encarar el material. En pacientes
con determinado tipo de diagnóstico, la provisión y el manteni-
miento del encuadre son más importantes que la tarea interpre-
tativa. Si esto ocurre, uno siente un desafío, y es muy posible
que lo más acertado sea que ponga fin al tratamiento sobre la
base de que no es capaz de atender las demandas del paciente.
En los casos corrientes, uno saca provecho del trabajo reali-
zado por los padres, y en particular por la madre, en la niñez
temprana y la infancia del paciente. A la madre no le fue muy
dificil amoldarse a las necesidades de su bebé porque sólo tuvo
que hacerlo durante un período relativamente breve, unos
pocos meses, y por lo general a las madres les gusta hacer esto.
Saben que con el tiempo recuperarán su independencia.
Pero cuando tenemos que ocuparnos de un paciente que no
recibió este temprano tratamiento suficientemente bueno, no
es seguro que podamos corregir lo que ha sido defectuoso. Por
cierto, las exigencias que se nos plantean son severas. No es
como si conociéramos de inmediato las demandas que se nos
formularán. Al principio podemos atenderlas con facilidad. Es
como si el paciente poco a poco nos sedujera para entrar en
connivencia con el bebé que hay en él, y que de un modo u otro
recibió atención inadecuada en las primeras etapas.
La razón de este inicio solapado es que sólo paulatinamente
el paciente comienza a tener esperanzas de que sus demandas
serán atendidas. Es a partir de su evolución que se produce este
gradual aumento de su necesidad de que se lo provea de un
ambiente especial. En el tipo de casos de que estoy hablando,
nunca se trata de brindar satisfacción en el sentido corriente de
sucumbir a una seducción. Lo que siempre sucede es que si uno
proporciona ciertas condiciones el trabajo puede llevarse a
cabo, y si no las proporciona el trabajo no puede llevarse a cabo
y sería mejor no intentarlo siquiera. El paciente no se muestra
dispuesto a trabajar con nosotros a menos que le proporcione-
mos las condiciones necesarias.
Permítaseme que dé un ejemplo grosero. Una paciente mía
acudió a un analista y muy pronto entró en confianza y empezó

123
a permanecer todo el tiempo hecha un ovillo sobre el diván,
tapada con una manta, sin que sucediera más nada. El analista
la increpó: "¡Arriba, siéntese! ¡Míreme y hábleme! No crea que
va a quedarse allí sin hacer nada, pues entonces, ¡nada va a
· pasar!". La paciente se dijo a sí misma que estaba bien que el
analista hiciera eso, que reconociera sin vueltas que no era
capaz de atender sus necesidades básicas. Entonces ella se sen-
tó y charló con él, y se entendieron muy bien sobre la base de su
común interés por el arte moderno. Miraron libros juntos y con-
versaron sobre temas muy profundos. La cuestión era desemba-
razarse de este analista, y ella siguió con él hasta que pudo en-
contrar a otro.que no la instara a moverse un poco. No quedó re-
sentida con ese tratamiento fallido, pues el analista jamás si-
muló que podía hacer lo que era incapaz de hacer. Tal vez no
estaba en condiciones de atender las necesidades de esta mujer,
que, una vez puestas en marcha, podrían llegar a ser impe-
riosas.
Por supuesto que la paciente no se dio cuenta de todo esto;
tuvo un insight limitado, pero suficiente para aprender cómo
debía elegir un nuevo analista que adoptase una actitud distin-
ta y al menos intentase atender sus necesidades básicas.
Me sentiría muy contento si mis palabras sobre este tema
llevaran a otros analistas a actuar a conciencia como lo hizo
éste, transmitiéndole al paciente lo antes posible que sus
necesidades no serán atendidas.
Citaré, a manera de contraste, otro caso, pero antes quiero
decir que si uno intenta atender necesidades del tipo que estoy
describiendo en un paciente, poco a poco las demandas que éste
plantea al analista se vuelven mayores, y llega un momento en
que le da a entender algo por el estilo de esto: "Ya es hora de que
usted se decida: o va hasta el final, o se retira. No me importa
que me diga ahora que no está en condiciones de hacerlo 1 pero
si sigue avanzando, yo le entregaré algo que es muy mío y me
volveré peligrosamente dependiente de usted, y sus errores
tendrán una enorme importancia".
Con frecuencia ésta es una cuestión de vida o muerte, y el
analista sensato detendrá el análisis en este punto, sabiendo y
reconociendo abiertamente que es incapaz de hacer lo que viene
después, que es lo que el paciente le está solicitando. El paciente
no lo culpará por ello.
A título ilustrativo mencionaré un detalle del análisis de

124
una paciente con una enorme área de su personalidad sana y a
la que, sin embargo, el análisis la conduce inevitablemente a
esa profunda dependencia que es tan peligrosa. Esta mujer está
más allá del punto de no retorno.
Llega a mi consultorio un viernes -el día en que se saca
provecho del trabajo de toda la semana-. En esta paciente hay
una clara pauta semanal, y este viernes se caracterizaría por la
calma después de la tormenta, incluida alguna preparación
para el fin de semana.
En el caso de esta paciente, ciertas cosas tienen que perma-
necer siempre igual. Las cortinas han de estar corridas; la
puerta de la habitación, cerrada pero sin llave, de modo tal que
pueda entrar directamente; la disposición de los objetos en el
cuarto debe ser siempre la misma, aunque hay algunas varia-
cienes q\:l.e corresponden a la relación transferencial. En el
momento de que hablo, el objeto constante se halla situado en
una determinada posición sobre el escritorio y tengo acumula-
dos junto a mí algunos papeles esperando que ella me los pida
de vuelta.
Este viernes, a despecho de mi meticulosa inspección previa
del cuarto, he dejado los papeles encima del otro objeto en vez
de colocarlos a mi vera. La paciente entra y ve estas modifica-
ciones, y cuando yo llego a la escena me encuentro con la
catástrofe. Desde el mismo instante en que entro a la habitación
veo lo ocurrido y sé que tendré mucha suerte si podemos re-
cuperarnos de esta catástrofe en unas cuantas semanas.
Quizás esto ilustre en qué forma un paciente se sensibiliza
con respecto al encuadre y sus detalles. En otro análisis tal vez
haya modificaciones permanentes; el paciente las advertirá o
no, serán o no importantes, pero no provocarán una catástrofe.
Esta paciente, en cambio, no podía hacer otra cosa frente a sus
reacciones que dejar que se produjeran. Tras su reacción inicial,
que fue irrazonable al máximo, empezó a volverse razonable y
a la postre terminó preguntándome qué tenía ella para que la
gente se condujera tan mal. Me pidió que habláramos en defi-
nitiva sobre esto: ¿qué había hecho ella para que yo cometíese
tal error -un error que quebró por entero el proceso analítico
y la evolución de ella, y uruinó la labor de toda la se-
mana-? ·
Pude en este caso, antes de que concluyera la sesión, co1wer-
sar sobre este asunto en la forma en que ella me lo había

125
solicitado, lo cual es algo bastante diferente de formular una
interpretación. Este fue un resultado favorable, que no siempre
se dará. Con una paciente tan sensibilizada como ésta bien
podía haber ocurrido que tuviera durante el fin de semana un
episodio suicida, o abandonara el análisis, o realizara una
actuación de la que fuese muy difícil recuperarse, como casarse
con quien no le convenía. Todas estas cosas me sucedieron en mi
práctica profesional; de ahí que me interese transmitir lo difícil
que es hacer bien esta tarea. Ese día, en particular, pude decirle
a la paciente que, por lo que yo sabía, ese error catastrófico que
yo había cometido tenía una motivación inconsciente. Imagina-
ba-le dije-algunas de las razones que me llevaron a cometer-
lo, pero, en mi opinión, era un problema mío y no una reacción
ante algún aspecto de ella.
Gracias al material que teníamos entre manos, continué
mostrándole que ella habría preferido mucho más que mi
catastrófico proceder hubiera sido una reacción ante algo de
ella, pues de ese modo todo el asunto quedaría bajo su control
y ella tendría alguna esperanza de provocar un cambio en mí a
raíz de un cambio sobrevenido en ella misma.
A partir de allí, la paciente recondujo la cuestión a ciertos
procederes de su padre que ella siempre se había empeñado en
explicar comQ reacciones frente a aspectos de ella, hasta que
debió admitir que eran peculiaridades del padre que databan de
antes de su nacimiento y, en verdad, podían explicarse sobre la
base de la historia familiar de él.
Al final pude decirle: "Lo cierto es que yo soy así, y si usted
continúa conmigo comprobará que vuelvo a hacer cosas simila-
res con una motivación inconsciente, porque así soy yo".
Doy este ejemplo porque si bien me salvé por un pelo, lo hice
sin tener que engañar a nadie, tan sólo declarando mis propias
imperfecciones. Fácilmente se observa que uno no puede permi-
tirse con ligereza cometer estas equivocaciones con pacientes
más enfermos. Por "más enfermos" quiero decir pacientes que,
junto a su porción enferma, tienen una personalidad menos
sana. La porción enferma es tan enferma en uno como en otro,
y el analista no puede en modo alguno menguar su adaptación
a las necesidades del paciente por el hecho de saber que éste
cuenta con una cuantiosa porción de personalidad sana. Es con
la porción enferma que uno trata, y ésa está tan enferma como
es posible.

126
Lo sorprendente es que si uno tiene un paciente que atravie-
sa una de estas fases, puede adaptarse de una manera muy
minuciosa a sus necesidades durante un período; o sea, en la
hora que le está asignada, uno puede tener una confiabilidad
profesional muy diferente de la poco confiable personalidad
propia. Con el tiempo, empero, la poca confiabilidad propia
comienza a filtrarse, y uno de los peligros es que cuando el
paciente empieza a mejorar, en el sentido de permitirle a uno
aminorar la vigilancia, es probable que uno se tome vacaciones,
por decirlo así, y se mande toda una exhibición de los propios
impulsos. A nadie se puede culpar por ser así, pero esto puede
echar a perder un caso que ibabien.
Todo apunta, pues, al hecho de que esta labor no sólo es difícil
sino que absorbe un gran monto de la. propia capacidad de ca-
tectizar; y si bien es posible llevar al mismo tiempo dos, o quizá
tres casos, no podrá con cuatro. En general, sólo es posible tener
un paciente por vez con este grado máximo de enfermedad.

PRINCIPIOS

La teoría de este trabajo depende de ciertos principios que ya


han sido formulados; una vez formulados, puede apreciarse que
son en gran medida obvios.
La formulación básica es que el desarrollo emocional es un
proceso de mad~ración al que se le añade el crecimiento basado
en la acumulación de experiencias.
El proceso de maduración es lo heredado. No se vuelve
efectivo sino en un ambiente facilitador. El ambiente facilitador
tiene que ser estudiado en· relación con los pormenores del
proceso de maduración. Este inc1uye la integración en diversas
formas, como las siguientes:
l. -La residencia de la psique en el soma.
2. La relación con el objeto.
3. La interacción de los procesos intelectuales con la expe-
riencia psicosomática.
A éstos y otros detalles del proceso madurativo les corres-
ponden los tres aspectos siguientes del ambiente facilitador:
l. Sostén.
2. Manipulación.
3. Realización.

127
El funcionamiento del ambiente facilitador se inicia casi con
un ciento por ciento de adaptación, cifra que rápidamente
disminuye como consecuencia de las crecientes necesidades del
bebé. Estas necesidades incluyen la oportunidad para relacio-
narse con el objeto a través de la agresión.
Antes de esto viene la satisfacción erótica mediante una
realización exitosa. En su crecimiento emocional el bebé tran-
sita de la dependencia absoluta a la dependencia y en dirección
a la independencia. En las primeras etapas no se percata de su
dependencia y se relaciona con objetos subjetivos.
Un aspecto importante del crecimiento es el pasaje del
relacionarse con objetos subjetivos al reconocimiento de objetos
que se hallan fuera del ámbito de la omnipotencia, o sea, que son
objetivamente percibidos pero no explicados sobre la base de la
proyección. En esta zona de cambio se presenta la mayor
oportunidad para que los componentes agresivos cobren senti-
do para el individuo. El cobrar sentido de los componentes
agresivos conduce a la experiencia de la rabia del bebé (vincu-
lada con el concepto kleiniano de la envidia del pecho bueno) y,
en el caso favorable, lleva a la fusión de los componentes
agresivos y eróticos que desemboca en el comer. En la salud,
para 1a época en que el comer se establece como parte de la
relación con los objetos, se ha organizado una existencia fanta-
seada que es paralela al vivir real y conlleva su propio sentido
de lo real.
¿Tiene el bebé un yo desde el principio? No es posible dar una
respuesta directa a este interrogante, por la razón de que al
comienzo el yo del bebé es débil y poderoso a la vez. Será
extremadamente débil si no hay un ambiente facilitador. No
obstante, en casi todos los casos la madre o figura materna
brinda el soporte del yo, y si lo hace suficientemente bien el yo
del bebé será fuerte y tendrá su propia organización. La madre
está en condiciones de brindar este soporte al yo del bebé
merced a su capacidad y disposición para identificarse tempo-
rariamente con él.
Importa distinguir la capacidad de la madre para identifi-
carse con su bebé, conservando por supuesto su autonomía, y el
estado en que el bebé no ha emergido aún de la dependencia
absoluta. Sólo gradualmente el bebé separa lo que es "distinto
de mí" de lo que es "parte de mf'; y una importante etapa del
desarrollo emocional es aquella en la cual se vuelve capaz de

128
reconocer el hecho de la dependencia y puede tener un self sólo
relativamente dependiente, en vez de depender en forma abso-
luta del estado temporario en que la madre entra en colusión*
con el bebé de manera tal que éste, a raíz de la colusión de su
madre, tiene un yo y una organización yoica y un cierto grado
de fuerza y flexibilidad yoicas.

* Según D. W. utiliza colusión en un sentido diferente del que aparece en


"El miedo al derrumbe".. [T.] ·

129
20. EL TRASTORNO PSICOSOMATICO

I. ASPECTOS POSITIVOS Y NEGATIVOS CENTRALES


DE LA ENFERMEDAD PSICOSOMATICA

Originalmente una conferencia pronunciada en la Sociedad


de Investigaciones Psicosomáticas, 21 de mayo de 1964 1

Presentación preliminar
l. El término "psicosomático'' es necesario porque no existe
ninguna palabra simple apropiada para describir ciertos esta-
dos clínicos.
2. El guión articula y separa a la vez los dos aspectos de la
práctica médica que son objeto de permanente examen en
cualquier análisis de este tema. 2
3. El término describe con precisión algo inherente a este
trabajo.
4. El psicosomatista se jacta de su capacidad para montar
dos caballos al mismo tiempo, con un pie en cada una de las
monturas y ambas riendas en sus diestras manos.
5. Debe encontrarse algún agente que tienda a separar los
dos aspectos del trastorno psicosomático, a darle lugar al guión.
6. Este agente es, de hecho, una disociación del paciente.
7. En el trastorno psicosomático, la enfermedad no reside en

1 Publicado, en su forma actual, en International Journal of Psycho-

Analysis (1966). Copyright© Institute of Psycho-Analysis;


• Se refiere al guión que en el idioma inglés separa los dos términos psycho-
somatic. [T.]

130
el estado clínico, tal como se manifiesta en una patología
somática o en un funcionamiento patológico (colitis, asma,
eccema crónico). Lo que constituye la verdadera enfermedad es
la persistencia de una escisión en la organización yoica del
paciente, o de disociaci9rie.s m,µ.Jtiples. · .. -•-· · · ·· -- - -
....8. Este estado mórbido del pácíeñte es en sí mismo una
orga,niz,ªción defensiva con determinantes muy poderosos,
es
razón por la cual mÜy común que .médícos'·bíen1nformados:
bien intencionados y hasta excepcionalmente bien equipados
fallen en sus empeños por curar a pacientes con un trastorno
psicosomático.
9. Si no se comprenden las razones de esta tendencia a
fracasar en esos casos, los médicos se descorazonan. Entonces
el tema de la psicosomática se convierte en objeto de indagación
no clínica, o de indagación teórica, la cual es relativamente
sencillá porque el teórico se mantiene al margen y no está
presionado por la responsabilidad que le plantean los pacien-
tes. Justamente el teórico es quien más probabilidades tiene de
perder contacto con la disociación y a caer fácilmente en la
visión desde ambos ángulos. ..
Deseo poner de relieve que las fuerzas que operan en el·;
paciente son de una enorme intensidad. El dilema del psi coso-:\
matista profesional es real, por cierto.
Es preciso mencionar en esta etapa de la argumentación una
o dos complicaciones:
a. Algunos médicos no están en realidad en condiciones de
montar los dos caballos. Se sientan en una de las monturas y al
otro caballo lo llevan de las riendas, o pierden contacto con él.
Después de todo, ¿por qué habrían de ser los médicos más sanos,
psiquiátricamente hablando, que sus pacientes? No han sido
seleccionados con fundamentos psiquiátricos. Es menester
tomar en cuenta, junto con las disociaciones en la personalidad
de los pacientes, las disociaciones del propio médico.
h. Los pacientes pueden tener más de una enfermedad. Un
sujeto con una tendencia al espasmo coronario como consecuen-
cia de la confusión emocional puede tener asimismo las arterias
calcificadas, o una mujer con fibroma y menorragia puede ser
sexualmente inmadura. Y así siguiendo. En general, son los
hipocondríacos los que no se someten a un examen médico
cuando tienen cáncer de mama o hipemefroma, y son los pacien-
tes.físicamente enfermos los que manifiestan su necesidad de

131
psicoanálisis o de hipnotismo. Y en aquellos que fastidian
permanentemente a una serie de médicos para que los exami-
nen, rara vez el examen físico descubre algo. De este modo los
médicos se desorientan, y se cuentan sorprendentes episodios
de negligencia, algunos de los cuales nos vemos forzados a con-
siderar ciertos.
c. Muchos pacientes no escinden su atención médica en dos
sino en muchos -fragmentos, y en calidad de médicos nos encon-
tramos cumpliendo la función de alguno de esos fragmentos. He
utilizado (en 1958) la expresión "dispersión de agentes respon-
sables" para describir esta tendencia. Estos son los pacientes
que se citan en la casuística de los trabajadores sociales, cuando
se comprueba que para aliviar los padecimientos de una familia
han intervenido veinte, treinta o más instituciones. Los pacien-
tes con disociaciones múltiples explotan también las escisiones
naturales de la profesión médica, por ejemplo:

siquiatría
psicoanálisis
Üpsicoterapia

homeopatía
osteopatía
[
curación por la fe

diversos servicios auxiliares

Lo psicosomátíco como tema


En muchos sentidos, lo psicosomático es un tema curioso,
pues si úno asciende hacia la esfera de la intelectualización y
pierde contacto con el paciente real, pronto descubre que el
término psicosomático deja de cumplir una función integrado-
ra. Uno enseguida se pregunta: ¿por qué existe esta especiali-
dad? ¿Acaso no concierne a todos los aspectos del crecimiento
humano, salvo quizás el del comportamiento? Me veo envuelto
en la misma clase de consideraciones que traté de esclarecer, en
el propio beneficio, en "La mente y su relación con el psique-·

132
soma" (1949),2 ya que fue al escribir ese artículo que caí en la
cuenta de la confusión que existe a raíz del uso de la frase
"trastorno psíquico", la cual no incluye en rigor el caso de un
niño con un ataque de ira, ni el de una persona c~m una
enfermedad física fatal pero que no pierde la esperanza.
Sugiero que todo intento intelectualizado de volver sencillo
lo psicosomático queda al margen de la maraña clínica que,
precisamente, nos empantana en nuestro trabajo efectivo. Nos
vemos envueltos en tentativas de construir una teoría, cuando
deberían ser teorías (en plural). Mi propósito no es enunciar una
verdad definitiva sino expresar mi opinión a fin de que haya
material para ser considerado.
Como ya he dicho, a mi entender el elemento que otorga¡'
cohesión a nuestro trabajo en el terreno de lo psicosomático es\
l~sci~ión _J2.ªtol~g'!<,!::t_ q1:1_e. pr~~tica ~l paciE3nte -~n la pro~sión '
amoíental. Esa escisión sepªra por cierto el ~~j~;,3,_q9 fi~j~Q_g~Ja ·,
cuidad.o ·a-e··ra-psique del cuidado del soma.
es
co~prensión in.telectual, y lo que más Importante, separa el '
. . . . . . ,, . .;;,, .
·ahora·
.....•s'i tomo un caso.de iós
ciüi t:r.ato
y procuro describir
este dilema, corro el riesgo de echar a perder mi tratamiento, ya
que por más que enuncie con sumo cuidado lo que debo informar
no podré cuidar a mi paciente, quien tal vez lea lo que informo.
La solución, en el caso de un paciente cualquiera, no ha de
hallarse en un presentar informes cada vez más cuidadosos; la
solución sólo puede darla el éxito del tratamiento, el cual, si se
le da tiempo, puede desembocar en que el paciente ya no
necesite más de esa escisión que genera el dilema médico al que
me refiero. Como actualmente ejerzo la profesión, tengo que ser
muy cuidadoso en la presentación de mi material ilustrativo.
Imaginemos que tengo entre mis lectores un paciente que
padece alguna variedad de ese trastorno que llamamos psico-
somático. Es probable que no le importe ser mencionado, no es
ése el problema aquí. El problema es que no me sería posible dar
una elucidación aceptable de algo que todavía no se ha vuelto
aceptable para el paciente dentro de su economía interna. En
cada caso real, sólo es útil la continuación del tratamiento, y con
el correr del tiempo el paciente cuya existencia postulo puede
llegar a aliviarme del dilema en que me coloca su enfermedad,
2
En Collected Papers: Through-Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres,
Tavistock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1975; Londres, Hogarth
Press,1975.

133
el dilema que es el tema de este artículo. Y si hay algo que
aborrecería tener que hacer sería seducir al paciente para que
coincida conmigo en mi enunciación, lo cual implicaría el
abandono del psique-soma y la huida hacia una connivencia
intelectual.
Me pregunto si estaré empezando a transmitir mi idea de
que en la práctica existe una dificultad real insuperable, la
disociación del paciente, que como defensa organizada mantie-
ne separada la disfunción somática del conflicto psíquico. Si se
le da tiempo y circunstancias favorables, el paciente tenderá a
recuperarse de esa disociación. Sus propias fuerzas integrado-
ras tenderán a hacerle renunciar a la defensa. Debo procurar
llegar a una formulación que evite el dilema.
Se habrá advertido claramente que yo distingo entre el
auténtico ~as<> psjc9~~lllá,~i'!.S>..Y E:il pr<>bl~lll~_dfoi_c_é>,..~~~i ~niver:
sal de un compromiso funcional en los procesos emocionale~i"'y
conflictos psíquicos. No necesariamente 1lamaré"piso'c:osorñaH-
co" el caso de una.paciente cuya dismenorrea está relacionada
con los componentes anales de la organización genital, ni
tampoco el de un hombre que, en determinadas circurístancias,
se ve urgido a orinar. Estas son cosas de la vida y del vivir. Pero
sí puede rotularse de psicosomático al paciente que sostiene que
un deslizamiento de vértebras se debe a una sequía; un paciente
así merecería nuestra atención en este artículo.

Material ilustrativo
Cuando acudo en busca de ejemplos clínicos, me veo por
supuesto abrumado por una gran masa de material. A partir de
este lugar de la exposición de mi punto de vista debe de haber
un centenar de maneras de proseguir.

Caso de anorexia nerviosa. Los casos de anorexia presentan


ciertos denominadores comunes, aunque a veces la niña puede
ser casi normal y otras veces ella (o él) puede estar muy
enferma. Un niño puede casi morir de inanición durante una
perturbación propia de una fase pero luego recobrarse espontá-
neamente, mientras que en otro ejemplo menos peligroso el
niño tal vez quede convertido en un enfermo psiquiátrico para
siempre.
Describiré brevemente el caso de una niña de diez años que

134
está en análisis. Se encuentra ñsicamente bien debido a que
ingiere la comida como remedio. No come nada en absoluto si
sabe que es comida. Como ustedes imaginarán, esta niña es
muy suspicaz ante cualquier charla que se entable entre los
. doctores y su analista, pero al mismo tiempo confía absoluta-
mente, y a conciencia, en que los médicos, el analista y el equipo
de enfermeras colaborarán estrechamente. Las escisiones son
múltiples; las enfermeras y médicos son clasificados por la
paciente en los que comprenden y los que jamás comprenderán.
Todos los involucrados se afanan por eludir el momento en que
la lógica aparece en escena y vuelve manifiesta la existencia de
la disociación en la niña. Entre todas las cosas posibles, lo peor
sería forzar esta situación. Un médico le dijo a la chica: "Estás
perdiendo el tiempo, tendrías que dedicarte a tus lecciones
escolares". Esto le produjo una amenaza de angustia extrema-
damente intensa, y si esta situación pudo salvarse fue sólo
porque poco tiempo después de este episodio peligroso la niñ.a
tenía una sesión de analisis. Ella sabía que podía confiar en que
el analista habría de prohibir las lecciones, pero no necesité
hacer nada porque al poco tiempo encontró a uno de los otros
médicos, "el que comprende" y, desde luego, éste prohibió las
lecciones y encarriló de nuevo todo el asunto. Era de esperar, sin
embargo, que una de las enfermeras de la sala y una de las
mucamas dijeran algo falto de tacto, o sea, algo que pasara por
alto la disociación de la paciente. Creo que ya nadie, en quince
kilómetros a la redonda de esta niña, le diría que tiene que
comer, hasta tal punto su enorme necesidad de que la dejen
tranquila en este aspecto se ha vuelto conocida y, a regañadien-
tes, aceptada.
He aquí otra manera de describir este aspecto del caso.
Durante varios meses, las sensaciones, agonías y sueños de esta
paciente aparecieron en el análisis bajo la forma de un material
urgente, relacionado con el vientre. Había todo un mundo de
objetos dentro de ella y cayendo enfrente de ella. En un sueñ.o
aparecían armarios para ficheros de metal y aun puertas de
acero con agudos filos, que le producían fuertes dolores de
vientre. Nada de esto se modificó con las interpretaciones
relativas a los objetos internos. Un día, después de varios años,
comentó que tenía un dolor de cabeza. Este era, ¡al fin!, un
cambio respecto del estado de disociación, ya que era dable
aceptar que el dolor de cabeza estaba asociado á la confusión de

135
ideas y de responsabilidades. Le interpreté que me estaba
contando una enfermedad de su mente, con lo cual dejé de for-
mar parte de un equipo psicosornático y me deslicé hacia el rol
de psic_oterapeuta. Esto persistió, y ya hace varios meses que
casi no me comunica nada relacionado con la cuestión del vien-
tre. En su calidad de enferma psíquica, me puede ofrecer
material que yo le interpretaré en la terminología de los objetos
internos, si me siento inclinado a hacerlo, y puedo trabajar con
ella sobre la naturaleza de la fantasía que tiene respecto de su
interior, y qué es lo que puede descubrirse ahí, y cómo se puede
llegar, y qué puede hacerse con eso. En cambio, en la f'ase previa
había una fuga hacia los síntomas delirantes del vientre y una
renegación del contenido psíquico.
Si esta paciente se encontrase en este momento aquí y leyera
el artículo, se sentiría incómoda, porque se daría-cuenta de que
los médicos que cuidaban de ella eran amigos de su analista. Los
pacientes psicosomáticos siempre se quejan de que los diversos
médicos que los atienden no cooperan entre sí, pero se angus-
tian si de hecho ellos se reúnen para discutir el caso. Misericor-
diosamente, mis colegas pediatras no suscriben del todo este
punto de vista de un psicólogo dinámico o psicoanalista, de
modo que en efecto hay una escisión en el ambiente médico, lo
cual le hace sentir a la niña que, cualquiera sea el bando en el
que ella esté incluida, en un momento dado, en el conflicto
interno generado por la disociación, tendrá aliados.3
En la práctica profesional de los psicosomatistas, lo que
necesita el psicoterapeuta es la cooperación de un médico clínico
no demasiado científico. Esto suena horrible, y supongo que
r-- suscitará opo~ición; pero debo decir lo que pienso. Si estoy
\ analizando a un paciente psicosomático, lo que deseo es tener
\ del otro lado a un científico que se haya tomado vacaciones de la
\ ciencia. Lo que se precisa es más bien ciencia-ficción y no una
l aplicación rígida y compulsiva de la teoría médica sobre la base
t_ de la percepción de la realidad objetiva.
Una paciente adulta. Una mujer de mediana edad que se

' 1965-66: Desde que fue escrito lo anterior, en 1964, la enfermedad de la


paciente se ha modificado: ahora es un caso psicosomático. Padece una grave
perturbación en su desarrollo emocional y está usando el análisis para el alivio
de su conflicto y agonía psíquicos, sin recurrir a la defensa psicosomática.
(Nota posterior: esa paciente sigÜió bien.)-D.W.W.

136
psicoanaliza conmigo ha dependido de muchos, además de su
analista, en el curso del tratamiento. Enumeraré unos pocos:
La familia G.P. y un grupo de ginecólogos y patólogos.
·Su osteópata.
Su· dermatólogo.
Sus ex analistas.
Su masajista.
Su peluquera, en especial la otra, la que le cura su ocasional
alopecía sin cargo.
Un espiritista clarividente.
El sacerdote que la atiende a ella en especial.
La nodriza de sus hijos, escogida con sumo esmero como para
que sea suficientemente idónea en el cuidado de los nifios y, por
ende, capaz de convertirse en una nodriza mental para ella.
El mµy particular garaje en que deja el auto.
Etcétera.
Aquí estamos ante una "dispersión de agentes responsables"
como corolario de una desintegración activa en la economía de
la personalidad de esta paciente. En su análisis, la integración
ha consistido en una anulación retroactiva gradual de esa
dispersión organizada de agentes terapéuticos y de la disocia-
ción múltiple de su personalidad, mediante la cual se defendía
de ia pérdida de identidad en la fusión con su madre. ¿Queda
claro que al comienzo la paciente apelaba a todos estos recursos
asistenciales de manera disociada? Revoloteaba de uno al otro,
y como padecía ~n esencia una disociación múltiple, jamás
estaba en contacto, en un mismo momento y lugar, con cada uno
de esos aspectos de su cuidado que ella había organizado.
Ahora bien, en el curso del tratamiento sobrevino un gran
cambio. Observé de qué manera todos estos agentes se asenta-
ban paulatinamente hasta pasar a ser aspectos de la transfe-
rencia. Cuando ella se aproximó a este logro pudo por primera
vez amar a alguien. su marido. La escisión de su personalidad
se vinculaba con una necesidad suya de salvar su identidad
personal y evitar quedar mezclada con la madre. Fue un día de
fiesta para mí cuando me llamó por teléfono equivocadamente,
siendo que lo que quería era llamar al carnicero.4

• En caso de que esta paciente lea lo que aquí está escrito, deseo declarar
que esta descripción no sólo es inadecuada en todos los aspectos, sino que ni
siquiera es precisa.Pero la empleo para ilustrar una idea. (Nota posterior: esta
paciente siguió bien:) .:.....n.W.W.

137
Un caso de colitis. Para balancear las cosas, comunicaré un
resultado menos feliz en un tercer caso. U na niña se analizaba
conmigo a raíz de su colitis ~por cierto un buen ejemplo del tipo
de trastorno que se presenta juntamente con la escisión que
estoy procurando describir-. Por desgracia yo no me di cuenta
con la debida anticipaci.ón de que en este caso la enferma era la
madre. La madre de·Ja niña era la que tenía la escisión esencial,
y la colitis la padecía la hija. Pero el hecho es que fue a esta
última a quien trajeron al tratamiento.
Me estaba yendo muy bien con la chica, y pensé que contaba
con la cooperación de su madre, quien por cierto me había
mostrado una actitud cordial. Cuando cumplió ocho años, dije
que ya podía ir a la escuela, tal como la niña quería, y esto
produjo un cambio en la actitud inconsciente de la madre. La
chica fue a la escuela pero pronto se enfermó gravemente.
Me enteré entonces de que la madre tenía también ocho años
cuando se negó a seguir concurriendo a la escuela, lo cual, a su
tumo, se vinculaba con la psicopatología de su propia madre. No
podía permitir, aunque era inconsciente de esto, que su hija
-quien estaba destinada a vivir de nuevo su propia vida- se
saliera de la pauta.
Tras la inesperada interrupción del tratamiento me enteré
de que la niña había sido llevada a varios médicos clínicos y
también estaba al cuidado de lin pediatra, y también, en un
período cercano al término de mi mediación, concurría a lo de un ·
hipnotizador y a lo de otro psicoterapeuta. No pasó mucho
tiempo antes de que le extirparan quirúrgicamente el colon, y
yo renuncié al caso, sin que mi desaparición se advirtiese
demasiado. Ni siquiera me despidieron. No obstante, tres
meses antes tenía el caso bajo total control, según parecía, y
creía contar con la confianza plena de la familia; con la de la
niña sin duda contaba, en la medida en que era un ser autóno-
mo. Por desgracia, precisamente no lo era.
No sé en qué terminó todo, ni tengo el valor de preguntarlo.
Mi error fue tratar a la niña siendo que la enfermedad se
nallaba en la madre, e incluía la esencial disociación psicoso-
mática que es el tema de este trabajo. No es que yo me desinte-
resase de la psicopatología de la madre, conocida por su hija y
que fue todo el tiempo un elemento importante en el trabajo que
hicimos ésta y yo; pero olvidé la poderosísima necesidad in-
consciente que existe en una madre de esta índole de diseminar

138
la responsabilidad entre varios agentes y mantener el statu
quo, del cual en este caso la enfermedad somática de la niña
formaba parte integral. La madre podría tener el cuerpo sano
en la medida en que la enfermedad estuviese en su hija.

Recapitulación. La multiplicación de los ejemplos clínicos


no beneficiará a la argumentación. No hay esfera alguna del
desarrollo de la personalidad que se salve de quedar involucra-
da en un estudio del trastorno psicosomático. En una tortícolis
puede ocultarse una grave amenaza de desintegración; una
erupción cutánea insignificante tal vez esconda una desperso-
nalización; el rubor quizá sea lo único que se manifieste del
fracaso infantil en entablar una relación humana ·por interme-
dio del acto de orinar -tal vez porque nadie lo contempló y
admiró a uno en la fase de potencia de la micción-. Por otra
parte, él suicidio puede condenarse en una placa indurada sobre
el maléolo externo, P.roducida y mantenida por continuos gol-
pes; los delirios de persecución quizá se limiten clínicamente al
uso de anteojos oscuros, o a una manera especial de desviar la
mirada; una tendencia antisocial, consecuencia de una grave
deprivación, tal vez se manifieste simplemente como enuresis;
la indiferencia ante la propia invalidez o ante una dolorosa
enfermedad quizá sea el alivio que encuentra una organización
sexual sadomasoquista; la hipertensión crónica puede ser el
equivalente clínico de un estado psiconeurótico de angustia o de
la perduración de un factor traumático -p. ej., amar a un
progenitor que. . es un enfermo psiquiátrico-. Y podríamos
continuar, pero todo esto es bien conocido.
Mi opinión es que en sí mismas estas cosas no constituyen un
trastorno psicosomático, ni justifican el empleo de un término
especial o la creación de un "Grupo Psicosomático" como espe-
cialidad profesional dentro de la medicina clínico-quirúrgica.
Lo que dota de sentido a un agrupamiento de este tipo es la
necesidad de los pacientes de tener a los médicos en dos o más
lados de una cerca, a raíz de una necesidad interna; necesidad
interna que es parte de un sistema defensivo muy bien organi-
zado y vigorosamente mantenido, en el cual las defensas se
levantan contra los peligros que emanan de la integración y del
logro de una personalidad unificada. Estos pacientes necesitan
que este.mos divididos (aunque en esencia unidos en el lejano
trasfondo que ellos no pueden permitirse a sí mismos conocer).

139
Durante largo tiempo me intrigaron nuestros fracasos en lo
que atañe a clasificar los trastornos psicosomáticos y nuestra
imposibilidad de enunciar una teoría unificada de este grupo
mórbi<;lo. Al encontrar un modo de decirme a mí mismo en qué
consiste el trastorno psicosomático, me encuentro también de
inmediato con una clasificación, que presentaré por el valor que
pudiera tener; pero antes permítaseme reformular mi tesis
principal, ligándola con la teoría de la maduración en el desa-
rrollo del individuo.

~ El elemento positivo de la defensa psü:osomática


- La enfermedad .psicosomática es el negativo de un positivo,
que es la tendencia a la integración, en varios de sus significa-
dos, e incluyendo lo que designé (en 1963)5 como despersonali-
zación. El positivo es la tendencia heredada de cada individuo
a alcanzar la unidad de psique y soma, una identidad experien-
cia} del espíritu o psique y la totalidad del funcionamiento
corporal. Hay una tendencia que lleva al bebé y al niño hacia
un cuerpo en funcionamiento sobre el cual y a partir del cual se
desarrolla una personalidad en funcionamiento, completa, con
sus defensas contra la angustia de todo grado y tenor. En otras
palabras, como ya dij o Freud hace muchas décadas, el yo se basa
en un yo corporal. Podría haber agregado que en el estado de
salud el self conserva esta aparente identidad con el cuerpo y
su funcionamiento. (Toda la compleja teoría de la introyección
y la proyección, así como las conceptualizaciones en torno de la
expresión "objeto interno", constituyen un desarrollo de esta
temática.)
A esta etap~ del proceso de integración podría denominárse-
la etapa del "YO SOY'' (Winnicott, 1965).6 Me gusta este nombre
porque me recuerda la evolución de la idea del monoteísmo y la
designación de Dios como "el Gran YO SOY". En términos de los
juegos infantiles, a esta etapa se la celebra (aunque a una edad

'"The Mentally Ill in Your Caseload~, en The Maturational Processes and


the Facüitati_ng Enuironment, Londres, Hogarth Press, 1965.
• Diversos capítulos de The Maturationa.l Processes and the Facilitating
Enuironment y de The Fa.mily and Individual Deuelopment, Londres, Tavis-
tock, 1965. [Trad. cast.: La familia y el desarrollo del individuo, Buenos Aires,
Hormé, 1967.]

140
más avanzada. que la que tengo en mente ahora) mediante el
juego de "Yo soy el rey del castillo, tú eres un sucio bribón". La
disociación psicosomática altera precisamente el significado de
"Yo" y de "Yo soy". ·
La escisión entre psique y soma es un fenómeno retrogresivo
que recurre a residuos arcaicos para establecer una organiza-
. ción defensiva. En contraste con ello, la tendencia a la integra-
·. ción psicosomática forma parte de un movimiento progresivo en
¡ el proceso de desarrollo. "Escisión" es aquí el sustituto de
; "represión", que es el término apropiado para una organización
más compleja.

Clasificación
Si lo anterior es válido, debería ser posible clasificar las
enferm.edades psicosornáticas de acuerdo con la teoría de los
procesos madurativos, incluyendo dos ideas principales:
l. Un estado de nQ-integración primario, con tendencia a la
integración. El resultado depende de
• el refuerzo yoico de la madre, basado en su capacidad de
adaptación, que confiera realidad alyo del bebé en su de-
pendencia;
• la falla materna, que deja al bebé carente de los elemen-
tos esenciales para que operen los procesos madurativos.
2. La integración psicosomática o el logro de la "r.~-~jd,.J:mciat
de la psique en el soma, seguido del usufructo de
la úñidád
ep
psfoósci:m.ática ·1a· experiencia.
En el proceso de integración, el bebé (en un desarrollo sano)
se afirma en la posición del "YO SOY" o del "rey del castillo" en
el desarrollo emocional, en cuyo caso no sólo el usufructo del
funcionamiento corporal refuerza el desarrollo yoico, sino que el
desarrollo yoico refuerza el funcionamiento corporal (influye en
el tono muscular, la coordinación, la adaptación a las variacio-
nes de temperatura, etc., etc.). La falla evolutiva en estos
aspectos tiene como resultado una "residencia,, incierta, o bien
conduce a la despersonalización; en !a :;;;:edida enque dicha
residencia es un atributo que puede perderse. Aquí empleamos
el término residencia para describir el hecho de que la psique
reside en el sorna personal, o viceversa.
En la posición de "YO SOY" o del _"rey del castillo", el
individuo, por motivos internos o externos (y el bebé. sigue
siendo sumamente dependiente), puede o no ser capaz de supe-

141
rar la rivalidad que esto engendra ("tú eres un sucio7 bribón").
En la salud, la rivalidad se convierte en un estímulo adicional
para el crecimiento y las ganas de vivir.
Por consiguiente, el trastorno psicosomático se relaciona con
• un yo débil (que en gran medida deriva de un quehacer
materno que no ha sido suficientemente bueno), con una
instauración endeble de la residencia en el desarrollo
personal,
y/o
• el repliegue respecto del YO SOY y del mundo (que se ha
vuelto hostil para el individuo a causa de su repudio de lo
DISTINTO DE MI) hacia una forma especial de escisión
que está en la mente pero que sigue lineamientos psico-
somáticos.
(En este caso, un detalle ambiental efectivamente persecu-
torio puede determinar que el individuo se repliegue a alguna
forma de escisión.)
De manera que la enfermedad psicosomática implica una
escisión en la personalidad del individuo, con un débil nexo
entre psique y soma, o bien una escisión mental organizada
como defensa contra la persecución generalizada del· mundo
repudiado. No obstanté, queda en pie en la persona enferma
una tendencia a no perder por completo el nexo psicosomático.
Aquí radica, entonces, el valor positivo de la participación
somdtica. El individuo valora el nexo psicosomático potencial.
Para comprender esto debe recordarse que la defensa se orga-
niza no sólo a modo de una escisión que protege contra la
aniquilación, sino también como protección del psique-soma
frente a una huida hacia una existencia intelectualizada o
espiritual, o hacia proezas sexuales compulsivas que harían
caso omiso de los redamos de una psique edificada y man tenida
sobre la base del funcionamiento ·somático.
Hay una complicación más. Naturalmente, cuando la perso-
nalidad está disociada, el individuo explota las disociaciones
presentes en su ambiente. Ejemplo de ello sería el uso dado a la
tendencia de la madre a la desintegración o la despersonaliza-
ción, o a la discordia entre los padres, o al quebrantamiento de

• Aquí este adjetivo implica: "Tú no eres (como yo) un bebé de útero capaz
de alcanzar la integración y la autonomía, sino un producto excretorio de tu
madre, sin forma o proceso maflurativo". -D.W.W.

142
la unidad familiar, o a los antagonismos (en especial los incons-
cientes) entre la familia y la escuela Análogamente, se hace uso
de las escisiones a que ya he aludido en lo tocante a la atención
médica.
Aquí podemos retomar mi idea principal, que es que la
existencia de un grupo "psicosomático" (o psíquico y somático)
de médicos depende de la necesidad que tienen los pacientes de
que nosotros nos escindamos a los fines prácticos, pero perma-
nezcamos teóricamente unidos por una disciplina y una profe-
sión comunes.
Nuestra difícil tarea consiste en formarnos una idea unifica-
da del paciente y de la enfermedad sin aparentar hacerlo de un
modo que se anticipe a la capacidad del paciente para lograr su
integración unitaria. .A menudo, muy a menudo, debemos con-
tentarpos con dejarlo al paciente salirse con la suya y manejar
la sintomatología, en una relación complementaria con nues-
tros pares, sin intentar curar la verdadera enfermedad: la
escisión de la personalidad del paciente, organizada a partir de
su debilidad yoica y mantenida como defensa contra la amenaza
de aniquilación en el momento de la integración.
La enfermedad psicosomática, como la tendencia antisocial,
tiene este aspecto alentador: que el paciente está en contacto
con la posibilidad de alcanzar la unidad psicosomática (o la
personalización), y la dependencia, aunque su estado clínico sea
un ejemplo activo de lo opuesto por la escisión, las diversas
disociaciones, eJ persistente afán de escindir la atención médica
y el autocuidado omnipotente.

II. NOTA ADICIONAL SOBRE EL TRASTORNO


PSICOSOMATICO

Fechado el 16 de setiembre de 1969

Se ha señalado que las enfermedades crónicas de la piel


están relacionadas de un modo poco claro con el trastorno
psicótico de la mente. Es obvio que algunas enfermedades
crónicas están físicamente determinadas. En líneas generales,
lo que se postula es que la irritación o molestia crónica de la piel
pone de relieve la membrana que sirve de límite al cuerpo, y por
ende a la personalidad; ·y en esto subyace la amenaza de

143
despersonalización y de pérdida de las fronteras corporales, así
como de la angustia impensable, casi física, correspondiente al
· proceso inverso al que llamamos integración.
Un ejemplo de esta angustia impensable es ese estado en que
el cuadro no tiene marco, en que no hay nada que contenga el
entrelazamiento de fuerzas en la realidad psíquica interior; en
términos prácticos, no hay nadie que sostenga..al bebé.
Una mujer de mediana edad que es paciente mía ha llegado
al pleno reconocimiento de este ·estado de cosas en sí misma,
agregando además al cuadro clínico ciertos detalles que revis-
tieron valor para mí como observador. Admitió que sus diversas
variedades de pruritos crónicos (algunos espontáneos, otros
producidos o intensificados por la forma en que ella se rascaba)
eran procedimientos para mantenerse en su propio cuerpo, y no
eran los unicos. Podría decirse que sólo hace poco tiempo se
percató de la amenaza de despersonalización. Sabe que algo
pasa con su piel y se ha interesado por una enfermedad crónica
de la piel que padece una amiga, pero también adopta una
técnica de descanso con la cual no descansa nunca. Cuando está
en la cama,jamás permanece quieta; tampoco tendida, a raíz de
su dificultad para respirar, que persiste porque fuma demasía,.
do. Siempre se acuesta en· una posición exagerada, de modo de
ser físicamente consciente de sí misma. Se coloca de tal manera
que todos sus músculos están en tensión. Me manifestó: "No
puedo evitarlo. A lo sumo, llego a preguntarme por qué hago
estas cosas, y hasta comprendo a qué se refiere todo esto, pero
no lo puedo parar".
Me trajo este material un día en que estaba contándome que
se había sentido distanciada de su· familia porque no pudo
asistir a una linda ceremonia familiar, un rito religioso vincu-
lado con un recién nacido, y pensaba que no había podido
participar a raíz de que todo eso se conectaba con el momento
de la separación entre un bebé y su madre. A esto asoció una
idea repentina que se le cruzó (mientras se dedicaba a una fútil
práctica obsesiva), de que dejaría el análisis porque no conducía
a ninguna parte. Fácilmente reconoció en esta etapa que ella no
quería que el análisis la condujese a ninguna parte, y que para
hacer ese gesto tenía que olvidarse de lo que me había dicho la
sesión anterior: que en los últimos tiempos había dado un buen
paso adelante, por cierto, y que .durante un período pudo vivir.
realmente en el presente. En otras palabras, durante algunas

144
semanas sus síntomas principales se habían mantenido en
suspenso. A causa de la disociación esencial de su naturaleza,
ella sabe que está muy enferma cuando lo está, y sabe que está
bien cuando está bien, pero no puede conectar entre sí estos dos
estados: para poder conectarlos, tiene que pensar que yo estoy
al tanto de ambos.
Relacionaba esto con una falla correspondiente a la etapa en
que la madre se sienta a trabajar feliz, ocupada en sus cosas
pero disponible para su criatura, mientras ésta juega. En el
punto extremo de esa experiencia de una falla de la relación
madre-bebé y de los recuerdos consiguientes, estaba un grito
que jamás podía experienciar. Al repasar cualquiera de las
sesiones de esta paciente, se impone siempre la certeza de que
si pudier~ gritar sanaría. El gran no-suceso de cada sesión es el
gritar. Por supuesto, de nada sirve alentarla a que lo haga, ni
tampoco·tendría valor introducir algo aterrador o dañino para
provocarle el grito. Normalmente ella sabe que ese no-gritar es
el tema que subyace en todo el material que ella produce, pero ...
¿cómo podría modificar esta situación? Se siente atrapada,
como me dijo en una oportunidad, y recordó el grito más grande
que había pegado en su vida, cuando al regresar del entierro de
su madre se encontró con una carta en que la propietaria de la
casa en que vivía le comunicaba una trivialidad. Por el peculiar
momento en que recibió esta carta, fue lo bastante persecutoria
como para casi logr-ar arrancarle un grito, y constituyó un alivio
llegar a él, aunque fuese por un motivo equivocado. Esta
paciente es demasiado sensata como para organizar, como
hacen otros, una situación paranoide y luego gritar por el temor
al peligro. Con ella era preciso adoptar un enfoque diferente.
Tomemos la situación en que, de niña, ella jugaba mientras
su madre estaba ocupada en alguna actividad, por ejemplo
cosiendo: he ahí la pauta positiva en que tiene lugar el creci-
miento. En cualquier momento la niña puede hacer un gesto, y
la madre trasladará su interés de la costura hacia ella. Si la
madre está preocupada por algo y al principio no se da cuenta
de la necesidad de la niña, ésta no tiene más que ponerse a gritar
para que se ocupe de e11a. En la pauta negativa que se halla en
la raíz de la enfermedad de esta paciente, la niña gritó pero la
madre no apareció. Dicho de otra manera, el grito que está
anhelando es su último grito antes de perder la esperanza.
Desde entonces, de nada le valió gritar, ya que la finalidad del

145
grito quedaba fallida. En este punto, lo mejor que puede hacer
el analista es brindar comprensión, ya que así comienza a
modificarse la pauta negativa que detuvo el crecimiento emo-
cional de la paciente y comienza a apuntarse hacia la pauta
positiva en la que había grito. Desde luego, la comprensión
profunda del analista sobre la base del material presentado por
esta paciente llevó a que gritase, o sea, a que gritase de nuevo,
esta vez con esperanza.
¿Qué pertinencia tiene esto respecto de la primera parte de
nuestra formulación, vinculada a la interacción psicosomática?
La siguiente: el no_.suceso del grito, el no-gritar, es en sí mismo
una negación o una tachadura de una de las cosas muy impor-
tantes que conectan psique y soma: gritar, vociferar, aullar,
protestar airadamente. Cabe predecir ya que al poder gritar
esta paciente tendrá un inmenso fortalecimiento de la acción
psicosomática, en tanto que aminorará su necesidad de recurrir
a la experiencia, algo artificial, de interacción psicosomática tal
como ha sido descrita.
Se plantea, naturalmente, la siguiente cuestión: ¿era nece-
sario, en realidad, que esta paciente gritara en la sesión analí-
tica? La respuesta podría ser afirmativa; pero lo cierto es que
ella ya había tenido un sueño en el que se producía el grito. Este
sueño le trajo alivio clínico en la vigilia; o sea, antes de contár-
melo, me refirió que había podido cantar en una reunión
comunitaria, algo que durante años no había podido hacer; al
mismo tiempo, durante la situación transferencia} pudo emitir
unos ruidos, y levantar la voz y protestar (en forma civilizada,
en este caso) por el hecho de que yo llegué tarde a la sesión, y ella
temió que estuviera enfermo o me hubiese olvidado de ella. La
clave de la situación es, pues, el sueño; pero éste sólo se volvió
posible como resultado del análisis, al recobrar la esperanza en
cuanto a la posibilidad de gritar, retomándola en aquella época
anterior al momento en que ella enfermó (en un instante de su
infancia, o a lo largo de un período), cuando la pauta positiva se
trocó en negativa.
Clínicamente junto con estos cambios en la dirección de una
interpretación psicosomática se incrementó su interés por la
foTII1a de su cuerpo y la textura de sus ropas. La prueba directa
del éxito logrado en esta esfera del análisis será que pueda
relajarse en la cama y, en su vida de vigilia, vivir en el aquí y

146
ahora en lugar de hacerlo en una brecha entre el pasado y el
futuro.
En la sesión anterior yo le había interpretado: "Lo que está
obstaculizando el camino es ese no-gritar, o sea, el miedo a no
ser escuchada o la desesperanza en cuanto a que el grito sea
capaz de surtir efecto". En la presente sesión me expresó:
"Cuando usted me dijo eso, pensé que era cruel. ¿Qué necesidad
tenía de decirme algo tan terrible?" Yo había sumado eso a mi
falla en la transferencia, particularmente por el hecho de no
estar disponible para ella cuando llegó, la sesión previa. Ahora
agregó: "En realidad fue bastante sagaz. Usted se da cuenta, lo
que importa no es que háya una reacción física ante el gnto, sino
la comprensión. Lo que usted me dijo fue terrible. Pero lo cierto
es que usted sabía, y yo no, y ésta es la única manera posible de
corregir la inoperancia de mi último grito".
El r~sto de la labor realizada durante esta sesión tuvo que
ver con la necesidad que tenía la paciente de tratar el tema de
la separación, simplemente en cuanto a la cicatriz que dejó en
ella y en su madre. La parte que las había unido faltaba en
ambas. En el caso de esta paciente, esta forma de separación
tenía que explorarse a fondo, tras lo cual podrá darse otra vez
(como hemos visto) una exploración de la separación en térmi-
nos de rabia, y del morder y otras formas de agresión. En ese
punto la paciente sabe que se convierte en una persona total y
que la madre se convierte en una persona total, y ambas pueden
separarse sin cic~trices y sin las mutilaciones que durante toda
su vida esta paciente consideró obvias, y que operaban en su
fantasía de ser una ciudadana de segunda categoría por el
hecho de ser mujer.
Luego de esta sesión pudo contemplar la posibilidad de
romper con su analista y que aun así ambos permanecieran
íntegros, conteniendo cada cual algo del otro y siendo capaz de
identificarse con el otro. Pero estas complejas cuestiones por
ahora se encuentran muy lejos del tratamiento de esta paciente
y del momento presente, en el cual la separación significa para
ella cicatrices y brechas.

147
21. LA PSICOLOGIA DE LA LOCURA:
UNA CONTRIBUCION PSICOANALITICA

Trab°ajo preparado para la Sociedad Psicoanalítica


Británica, octubre de 1965

La práctica del psicoanálisis durante treinta y cinco años no


puede sino dejar sus huellas. En mi caso, hubo cambios en mi
formulación teórica que traté de enunciar a medida que se iban
consolidando en mí. Con frecuencia, lo que yo descubría ya
había sido descubierto, y hasta mejor enunciado, por Freud o
por otros psicoanalistas, o por poetas y filósofos, lo cual no me
ha disuadido de continuar escribiendo (y de leer ante algún
público, cuando dicho público existe) la última criatura de mi
cerebro. _
En este momento estoy enfra_scado en la idea de que la teoría
psicoanalítica tiene algo que aportar con respecto a la teoría de
la locura, o sea, la locura que se presenta clínicamente ya sea
bajo la forma del miedo a la locura, o como alguna otra especie
de manifestación insana. Trataré de enunciar esto, aunque
termine comprobando que sólo estoy enunciando algo que es
(psicoanalíticamente) obvio.
Nosotros tenemos la única formulación realmente útil que
existe sobre la forma en que el ser humano se desarrolla
psicológicamente desde el ser inmaduro y absolutamente de-
pendiente que es al comienzo hasta el adulto maduro y relati-
vamente independiente. La teoría es demasiado compleja y
resulta difícil enunciarla de modo sucinto, y sabemos que hay

148
grandes lagunas en nuestra comprens1on. No obstante, la
teoría existe, y con ella el psicoanálisis ha hecho una contribu-
ción que goza de aceptación general, aunque habitualmente no
es reconocida.
A menudo se ha dicho, con referencia a la teoría psicoanalí-
tica, que en el desarrollo del niño normal hay un período de
psiconeurosis. Sería más correcto sostener que en el apogeo de
la fase del complejo de Edipo, antes de que se inicie el período
de latencia, es previsible que se presenten toda clase de sínto-
mas en forma transitoria. En rigor, a esta edad la normalidad
puede describirse en función de esa sintc.natología, de modo tal
que la anormalidad se asocia con la ausencia de algún tipo de
síntoma o la canalización de la sintomatología en una dirección
única. En esta fase no son las defensas mismas las que consti-
tuyen la,,anormalidad, sino su rigidez. Las defensas en sí no son
anormales, y el individuo las organiza a medida que emerge de
la depedencía hacia una existencia independiente, basada en el
sentimiento de identidad. Esto pasa a primer plano de una
manera nueva y significativa en la adolescencia.
Es en esta fase cuando la provisión cultural, tal cual se
manifiesta en el ambiente inmediato del niño o en las pautas
familiares, altera la sintomatología, aunque desde luego no
produce las mociones y angustias subyacentes. Lo que en este
contexto se llaman "síntomas" no tendría que ser denominado
así en la descripción de un niño, ya que la palabra síntoma
connota patologíª. Cabe mencionar dos cuestiones colaterales.
Una de ellas; muy interesante, es expuesta por Erik Erikson,
quien muestra que una comunidad puede moldear lo que aquí
llamamos sintomatología en direcciones que a la larga resultan
valoradas positivamente por dicha comunidad. 1 La segunda
tiene que ver con el efecto de una ruptura del ambiente inme-
diato del niño en esta etapa, que lo vuelve incapaz de desplegar
toda la variedad de síntomas apropiados, o lo obliga a adecuarse
a algún aspecto del medio o a identificarse con él, perdiendo así
experiencia personal.
A este amplio ámbito de manifestaciones pertenecientes al
período de prelatencia es aplicable la temática de la sintomato-
logía perversa polimorfa de la niñez, descrita por Paula Hei-

1 Erik H. Erikson, Chüdhoo4 and Society, Nueva York, Norton,. 1950.

[Trad. cast.: Infancia y sociedad, Buenos Aires, Hormé, 1959.]

149
mann, 2 manifestaciones que denominaríamos síntomas si se
presentaran clínicamente cuando el individuo ya ha alcanzado
la edad en que, según se presume, es un adulto. Es comprensible
que surgiera la idea de que, según la teoría psicoanalítica, todos
los niños son psiconeuróticos, pero un examen más atento
revela que esto no forma parte de la teoría. No obstante,
podemos diagnosticar enfermedad en niños d~ esta edad, y a esa
enfennedad habría que llamarla psiconeurótica porque no es
psicótica; y comprobarnos que la base de nuestro diagnóstico no
es la observación de la sintomatología sino una evaluación
cuidadosa de la organización defensiva, en especial su rigidez
generalizada o localizada.
Con la extensión posterior de la teoría psicoanalítica debido
a los nuevos trabajos sobre la psicología del yo y sobre el estadio
de dependencia absoluta del niño respecto de su madre, etc.,
hemos llegado a una nueva temática. Alcanzamos diversas
teorías que conectan la práctica psicoanalítica con la terapia de
la psicosis. En este contexto se entiende por "psicosis" la
enfermedad que tiene su punto de origen en las etapas del
desarrollo individual anteriores al establecimiento de la pauta
de la personalidad individual. Es obvio que el auxilio del yo
recibido de la figura o figuras parentales es de suprema impor-
tancia en esta primerísima etapa que, empero, puede describir-
se en función del infante individual, a menos que haya una
deformación producida por una falla ambiental o una anor-
malidad.
El psicoanálisis ha llegado ahora a ocuparse de la etiología
de la enfermedad que está dentro del territorio de la esquizofre-
nia(adviértase_que en este contexto es preciso saltar por encima
de los problemas que plantea la etiología de la tendencia
antisocial y de la depresión, cada una de las cuales exige un
tratamiento por separado).
Hay una enorme resistencia, en especial entre los psiquia-
tras que no son de orientación psicoanalítica, a considerar que
la esquizofrenia es psicológica, vale decir, que al menos teórica-

• Paula Heimann, "A Contribution to the Re-evaluation of the Oedipus


Complex; The Early Stages", Intemational Joumal of Psycho-Analysis, vol.
33, 1952; también en Melaníe Klein y otros, New Directions in Psycho-
Analysis, Londres, Kamac Books, 1977. [Trad. cast.: Nuevas direcciones en
psicoanálisis, Buenos Aries, Paidós, 1965.)

150
mente puede ser objeto de prevención y de curación. En cual-
quier caso, los psiquiatras tienen sus propios problemas. Cada
uno de ellos debe atender una inmensa cantidad de casos
graves, y está siempre amenazado por la posibilidad de que se
suicide alguno de los pacientes que se encuentran bajo su
cuidado inmediato; además, están los pesados fardos asociados
con la responsabilidad por la certificación acerca del estado del
paciente, y con la prevención del asesinato y el maltrato de
niños, por ejemplo. Por otra parte, el psiquiatra debe hacer
frente a la presión social, ya que todos los individuos que tienen
que ser protegidos de sí mismos o ai.;lados de la sociedad quedan
inevitablemente a su cuidado, y en definitiva no.puede negarse
a atenderlos. Puede rehusarse a atender un caso, pero eso
significará que tendrá que hacerlo algún otro colega. No cabe
esperar.que la psiquiatría acoja con beneplácito el estudio de un
paciente psicótico individual, siendo que dicho estudio parece
mostrar que la etiologí_a de la enfermedad no depende totalmen-
te de la herencia, aunque la herencia y los factores constitucio-
nales son a menudo importantes.
Sea como fuere, la tendencia imperante en el estudio psico-
analítico de la psicosis apunta a la teoría de un origen psicoló-
gico. Curiosamente, parecería que en la primerísima etapa de
las psicosis, o sea, cuando 1a dependencia es absoluta, no sólo
opera el factor hereditario sino también un factor ambiental.
Dicho en otros términos, las tensiones y sobrecargas internas
propias de la vi,pa e inherentes al vivir y al crecer parecen
encontrarse, típicamente, en la normalidad relacionada con la
psiconeurosis -que sería la evidencia de una falla-, mientras
que al profundizar en la etiología del psicótico, uno se encuentra
con dos tipos de factores externos: la herencia (que para el
psiquiatra es algo externo) y la distorsión ambiental en la fase
de dependencia absoluta del individuo. En otras palabras, la
psicosis está vinculada con las distorsiones en la fase de forma-
ción de la pauta de la personalidad, en tanto que la psiconeuro-
sis corresponde a las dificultades experimentadas por indivi-
duos cuyas pautas de personalidad pueden darse por sentadas,
en el sentido de que están constituidas y son suficientemente
sanas.
La extrema complejidad de la teoría o teorías sobre el desa-
rrollo de la primera infancia ha llevado a la gente a formuiar nn
interrogante que es semejante a éste: "¿Son todos los niños

151
neuróticos?", La nueva pregunta es:" ¿Todo bebé está loco?". No
es posible responder a esta pregunta en unas pocas palabras,
pero en primera instancia la respuesta tiene que ser sin duda
negativa. La teoría no hace suya la idea de que exista una fase
de locura en el desarrollo infantil. Sin embargo, hay que dejar
abierta la posibilidad de que se formule una teoría en la cual
cierta experiencia de la locura (cualquiera se,~ el significado
atribuido a esta palabra) sea universal; esto implicaría que, por
más que un niño esté muy bien atendido en su muy témprana
infancia, es imposible suponer que no haya habido oportunida-
d.es de que su personalidad, tal como está integrada en un
momento dado, sufriera una tensión excesiva. Debe concederse,
no obstante, que en líneas generales hay dos tipos de seres
humanos: los que no arrastran consigo una experiencia signifi-
cativa de derrumbe o quebrantamiento psíquico en su muy
temprana infancia y los que sí la arrastran, y por ende deben
huir de dicha experiencia, flirtear con ella, temerle y, hasta
cierto punto, estar siempre preocupados por esta amenaza.
Cabe afirmar, verdader.amente, que esto no es justo.
Importa enunciar ese hecho: el estudio psicoanalítico de la
locura, sea cual fuere el significado de ésta, se realiza principal-
mente sobre la base del análisis de los llamados "casos fronte-
rizos". No es probable que los progresos en la comprensión de la
psicosis provengan del estudio directo de enfermos muy grave-
mente quebrantados por la locura. Así pues, la labor actual de
los analistas está sujeta a la crítica de·que lo que es válido para
un caso fronterizo puede no serlo para un caso de derrumbe o de
locura organizada. De todos modos, por el momento es preciso
trabajar en lo que se pueda como desarrollo natural de la
aplicación de la técnica psicoanalítica a los aspectos más pro-
fundamente perturbados de la personalidad de nuestros pa-
cientes.
Parece improbable que haya alguna locura que corresponda
enteramente al presente. Esta manera de concebir la locura
recibió una importante corroboración de los trabajos sobre la
parálisis general progresiva. Esta enfermedad es causada por
una perturbación orgánica del cerebro, pese a lo cual es posible
hallar en la psicología del paciente una enfermedad que le
pertenece específicamente a él y a ~-u carácter y personalidad,
cuyos detalles derivan de su historia temprana. Así también un

152
tumor cerebral puede producir una enfermedad psíquica, que
es como si estuviera latente en el individuo pero sólo pudo
volverse manifesta a raíz de la enfermedad orgánica.

Caso cltnico. Un chico al que atiendo fue llevado al hospital


porque en la escuela los demás niños habían empezado a
intimidarlo. El desarrollo de esta tendencia a ser intimidado fue
en él gradual y constante, y precisamente ese desarrollo cons-
tante hizo pensar en que tal vez existiera una causa física de
enfermedad. Pocos meses después del momento, indefinido, en
que comenzó el problema, ya era una persona que provocaba
persecución y castigos. Padecía de un quiste en la "silla turca"
y a medida que éste fue aumentando de tamaño y dando origen
a presión intercraneal con papiledema, se convirtió en un caso
paranoide cabal. Extirpado el quiste, poco a poco volvió a ser
como era antes de la enfermedad, ajeno a toda tendencia
paranoide. El quiste no pudo empero ser totalmente extirpado,
y después de unos años la enfermedad retornó junto con un
nuevo aumento de tamaño de aquél.
En la actualidad, Ronald Laing y sus colaboradores están
haciéndonos observar que la esquizofrenia puede ser el estado
normal en un sujeto que ha crecido o está creciendo dentro de
un ambiente dominado por personas con rasgos esquizofréni-
cos. El material clínico de Laing es muy convincente, aunque
hasta ahora no ha hecho extensiva la argumentación lógica por
él utilizada a un examen de la misma cuestión en términos de
la relación paren't.o-filial tal como se da en el período de depen-
dencia absoluta o casi absoluta. Si ampliara su obra en esta
dirección, estaría próximo a una elucidación significativa de la
etiología de la esquizofrenia. Entretanto, está haciendo obser-
vaciones importantes sobre ciertos pacientes esquizofrénicos, y
su labor puede ser aplicada ya al campo del manejo-tratamiento
de algunos enfermos mentales a quienes se rotula de esquizo-
frénicos.
En mi artículo "La psicosis y el cuidado del niño",3 que
produje en 1952, me sorprendí a mí mismo al afirmar que la
esquizofrenia es una enfermedad generada por una deficiencia
ambiental, o sea, una enfermedad que depende más que la

• En Collected Papers: Through Paediatrlcs to Psycho-Analysis, Londres,


Tavistock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1975; Londres, Hogarth Press,
1975. .

153
psiconeurosis de determinadas anormalidades del ambiente.
Cierto es que hay asimismo poderosos factores hereditarios en
algunos casos de esquizofrenia, pero debe recordarse que desde
una perspectiva puramente psicológica los factores heredados
son ambientales, o sea, externos a la vida y la experiencia de la
psique individual. En dicho artículo yo me aproximaba más a
una enunciación sobre la locura de lo que pretendo hacer aquí
y ahora. ·
En mi enfoque de esta temática central pero muy simple,
deseo incorporar también la idea del miedo a la locura. Este
miedo es algo que domina la vida de muchos de nuestros·
pacientes. Sobre es.te tema, he escrito algo que puede conside-
rarse como un axioma: la locura temida es una locura que ya ha
sido experienciada. 4 En mi opinión, este enunciado contiene
una verdad importante, pero no es del todo verdadero. Es
preciso modificarlo, lo cual me llevará al punto central del
presente trabajo.
Prosiguiendo con el tema en estos términos, diré que una
proporción significativamente grande de personas -algunas
de las cuales están bajo atención analítica o psiquiátrica-
viven en estado de miedo que puede reconducirse a un miedo a
la locura. Tal vez cobre la forma de un miedo a la incontinencia,
o a gritar en público, o tal vez el individuo sienta pánico -o
miedo al pánico, que es peor aún-; puede experimentar asimis-
mo la sensación de una catástrofe inminente, así como otros
diversos miedos graves, cada uno de los cuales contiene un
elemento ajeno a la lógica. Por ejemplo, un paciente puede estar
dominado por un miedo a morirse que nada tiene que ver con el
miedo a la muerte, sino que es exclusivamente un miedo a
morirse sin que en ese momento haya nadie presente, o sea,
nadie preocupado por él de un modo directamente derivado de
las primerísimas relaciones parento-filiales. Estos pacientes
pueden organizar su vida de manera de no quedar nunca a
solas.
Al tratar de recibir lo que estos pacientes quieren comuni-

• "Classification: Is There a Psycho-Analytic Contribution to Psychiatrlc


Classification?n (1959-1964), en The Maturational Processes and the Facilita-
ting Environment, Londres, Hogarth Press; Nueva York, Intemational Uni-
versities Press,1965. Véase también el capítulo 18 del presente volumen, "El
miedo al derrombe". ·

154
carnos cuando le damos una oportunidad (como lo hacernos es-
pecialmente en el psicoanálisis), nos encontramos con un miedo
a una locura que vendrá. Es valioso para nosotros, aun cuando
no lo sea de hecho para el paciente, saber que el miedo no es a
una locura que vendrá sino a una locura que ya ha sido
experienciada. Es el miedo a un retorno de la locura. Cabría
esperar que una interpretación de acuerdo con estos lineamen-
tos mejoraría la situación, pero en verdad es improbable que
cause algún alivio en el paciente, salvo en la medida en que a
éste pueda aliviarlo la comprensión intelectual de lo que proba-
blemente sobrevendrá en el curso ulterior del análisis. La razón
de que no obtenga alivio es que a él le interesa recordar la locura
experienciada. De hecho, puede insumir mucho tiempo recor-
dar y revivir ejemplos de locura, que son como recuerdos
encubridores. El paciente tiene necesidad de recordar la locura
original¡ pero ocurre que ésta corresponde a una etapa muy
temprana, antes de que se hubieran organizado en el yo los
procesos intelectuales-capaces de abstraer las experiencias ca~
talogadas y presentarlas a la memoria consciente para su uso.
En otras palabras, la locura que tiene que ser recordada sólo
puede serlo reviviéndola.
Como es natural, cuando un paciente intenta revivir la
locura se presentan enormes dificultades, una de las cuales es
encontrar un analista que comprenda lo que está pasando. En
el estado actual de nuestros conocimientos, es muy difícil para
un analista recordar, ante esta clase de experiencia, que la
finalidad del paciente es llegar hasta la locura, o sea, enloquecer
dentro del encuadre analítico, y que eso es para él lo más
próximo al recordar. A fin de organizar el encuadre para ello, a
veces el paciente tiene que enloquecer de una manera más
superficial, o sea, tiene que organizar lo que la Dra. Little
denomina una "transferencia delirante",5 y el analista debe
acep~ar esa transferencia delusional y entender cómo opera.
Por ejemplo, una niña que asiste a la escuela trae al análisis
la idea de que le dan demasiada tarea para el hogar y se siente
sobreexigida. Lo trae como un material muy urgente, que

• Margaret I. Little, "On Delusional Transference (Transference


Psychosís)", International Jau.mal ofPsycho-Analysis, vol. 39 (1958); reimpre-
so en Little, Tra.nsference Neurosis and Transference Psychosis, Nueva York y
Londres, Jason Aronson, 1981.

155
contribuye a hacerle sentir un.e. agonía extremada, con fuertes
dolores de cabeza y horas enteras en que se la pasa gritando. Me
ha podido confesar que, en rea.lidad, su maestra no le exige de-
masiado, y también que no es tanta la tarea para el hogar. No
es siqu1era posible que al foterpretarle yo mencione la idea de
una maestra estricta que agobia a su alumna. En términos de
la maestra y la tarea para el hogar., lo que esta paciente me está
diciendo es que yo la agobio, y cualquier palabra que provenga
de mí, incluso una interpretación correcta, es una persecución.
La finalidad del ejercicio es que sin llegar a enloquecer dema-
siado en el sentido secundario de la palabra, esta paciente
puede alcanzar la .re-experiencia de la locura original, o al
menos llegar a una agonía tan extrema que esté próxima a la
locura original.
En un caso como éste, cualquier tentativa del analista por
obrar con cordura o con lógica destruye el único camino de
regreso que el paciente puede forjarse hacia esa locura que
necesita recuperar mediante la experiencia, ya que no puede
recuperarla mediante d recuerdo. Así pues, el analista tiene
que ser capaz de tolerar sesiones enteras, y aun largos períodos
de análisis, durante los cuales no es aplicable la lógica a nin-
guna descripción de la transferencia. El paciente se halla, en
estos casos, sometido a la compulsión de llegar a la locura, com-
pulsión, que surge a partir de cierto impulso básico de los
pacientes a convertirse en normales. Compulsión que es leve-
mente más intensa que la necesidad de apartarse de ella. De ahí
que, fuera del tratamiento, no hay ningún resultado natural. El
individuo está atrapado para siempre en un conflicto, mantiene
un delicado equilibrio entre el miedo a la locura y la necesidad
de estar loco. A veces es un ali vio que acontezca la tragedia y el
paciente enloquezca, pues si se da cabida a una recuperación
natural, habrá "recordado" hasta cierto punto la locura origi-
nal. Sin embargo, esto nunca es del todo así, aunque puede ser
cierto en grado suficiente como para que el derrumbe dé lugar
a un alivio clínico. Se apreciará que si en un caso así se pretende
abordar el derrumbe con una urgencia psiquiátrica de curar, la
finalidad de aquél se pierde por completo, ya que al derrumbar-
se el paciente perseguía un fin positivo y su colapso no es tanto
una enfermedad como un primer paso hacia la salud.
, A esta altura es menester recordar la premisa básica de la
' teoría psicoanalítica, según la cual las defensas se organizan en

156
torno de la angustia. Cuando tenernos ante nosotros a un en-
fermo, lo que apreciamos clínicamente es la organización defen-
siva, y sabemos bien que no podremos curarlo mediante el
análisis de las defensas, aunque gran parte de nuestra labor se
dedique precisamente a eso. La cura sólo sobreviene si el
paciente puede llegar hasta la angustia en torno de la cual se
organizaron las defensas. Pueden presentarse muchas versio-
nes subsiguientes de esto mismo, y el paciente llegará a ellas
una tras otra, pero sólo curará si alcanza el estado de derrumbe
original.
Ahora es necesario tratar de explicar por qué está incorrec-
tamente enunciado el axioma según el cual el miedo a la locura
es el miedo a la locura que ya ha sido experienciada. Ante todo,
hay un punto sobre el cual tenemos que ser bien claros, y es que
la frase "miedo a la locura" por lo común remitiría al miedo que
cualquiera podría o debería tener al pensar en la locura; no sólo
el horror de la enfermedad misma, con todos los padecimientos
psíquicos que entraña, sino también los efectos sociales que
tiene el derrumbe psíquico-que la comunidad teme, y por ende
odia- sobre el individuo y aun sobre su familia. Tal es el
significado obvio de las palabras aquí empleadas; por lo cual se
vuelve indispensable acotar que, en este estudio en particular,
se las utiliza de un modo distinto. Empleamos esas mismas
palabras para describir lo que nos es dable descubrir sobre la
motivación inconsciente de pacientes que hace mucho que están
en análisis, o que por uno u otro medio (tal vez por el paso del
tiempo y el proce'so de crecimiento) han podido llegar a soportar
y superar angustias inconcebibles en su situación original.
En segundo lugar, esa enunciación es errónea aun dentro del
marco especial en que se la utiliza en este capítulo. No es
verdaderamente válido decir, que el paciente está tratando de
recordar la locura que sucedió ya y en tomo de la cual se
organjzaron las defensas. La razón reside en que en el sitio
original donde se organizaron las defensas la locura no fue
experienciada, ya que, por la naturaleza misma de lo que aquí
se examina, el individuo no estaba en condiciones de experi-
mentarla. Surgió un estado de cosas que implicó un derrumbe
de las defensas, defensas que eran apropiadas para la edad del
individuo y el marco dentro del cual se mueve. Aquí hay que
tener en cuenta si hubo una figura parental que ofreciera un
soporte yoico, y si éste fue o no confiable. En el caso más simple

157
posible, hubo una fracción de segundo durante la cual se
experienció la amenaza de la locura, pero en este nivel la
angustia es impensable. Su intensidad desborda toda descrip-
ción y de inmediato se organizan nuevas defensas, de modo ta],
que en verdad, la locura no llega a experienciarse. Pero, por otro
lado, la locura es, potencialmente, un hecho.
Trataré de ofrecer una analogía. Vi cómo plantaban en una
escudilla el bulbo de un jacinto y pensé: "Encerrado en ese bulbo
hay un aroma maravilloso". Por supuesto, sabía que no hay en
el bulbo ningún sitio en el que pudiera encerrarse un aroma. Si
se sometiera el bulb'l a una disección no se obtendría la expe-
riencia del aroma d,e los jacintos, por más que se alcanzara el
punto apropiado. No obstante, hay en el bulbo un aroma
potencia] que, a la larga, cuando se abra la flor, se transformará
en su fragancia característica.
Esta no es más que una analogía, pero puede ofrecer una
imagen de lo que estoy procurando enunciar. Una parte impor-
tante de mi tesis es que si la locura o derrumbe de las defensas
originales pudiera experienciarse, sería indescriptiblemente
dolorosa. Lo más cerca que podemos estar de eso nos lo brinda
lo que conocemos sobre la angustia psicótica, como
a. desintegración
b. sentimientos de irrealidad
c. falta de capacidad de relacionarse
d. despersonalización o falta de cohesión psicosomática
e. funcionamiento intelectual escindido
f. caída perpetua
g. terapia electroconvulsiva en la que el pánico es el senti-
miento generalizado. que puede incluir cualquiera de los
elementos anteriores.
Sin embargo, si observarnos podremos apreciar que toda vez
que alcanzamos clínicamente estas cosas, sabemos que hay allí
cierta organización yoica capaz de sufrirlas, lo cual implica
seguir sufriendo como para percatarse del sufrimiento. Hay que
suponer que el núcleo de la locura tiene que ser mucho peor, por
el hecho de que al individuo le es imposible experienciarla, ya
que por definición carece de una organización yoica para conte-
nerla y, por tanto, experimentarla.
Quizás sea útil recurrir a un símbolo X, y decir que el bebé
o niño pequeño cuenta con una organización yoica apropiada a
su estadio de desarrollo, y entonces algo ocurre como reacción

158
ante una intrusión (un factor externo al que se le dio cabida a
través de un funcionamiento fallido del ambiente) y se genera
ese estado de cosas llamado X. Este estado puede dar lugar a
una reorganización de las defensas, ya sea en una oportunidad
o en muchas, o incluso en oportunidades sucesivas que van
creando una pauta. La organización defensiva nos brinda e1
cuadro clínico y sobre esa base formulamos el diagnóstico. A su
vez, la organización defensiva depende hasta cierto punto, en
cuanto a sus características, de una contribución del ambiente.
Lo absolutamente personal del individuo es X.
Llego así a un intento de reformulación de mi axioma
original. El sujeto que en el curso del tratamiento alcanza estos
estados se empeña repetidamente en alcanzar X, pero por
supuesto sólo puede aproximarse a ello tanto como se lo permita
su nueva fortaleza yoica sumada al soporte yoico que recibe en
la transferencia. La prosecución del análisis signjfica que el
paciente continuamente se afana en alcanzar nuevas experien-
cias en la dirección de X, y por lo que he descrito estas experien-
cias no pueden rememorarse como recuerdos: deben ser vividas
en la relación transferencia}, y clínicamente se presentan como
locuras localizadas. Al analista lo sorprende permanentemente
comprobar que el paciente es capaz de enloquecer más y rrnis,
durante unos minutos o durante toda la hora, dentro del
encuadre del tratamiento, y a veces su locura desborda los
límites de la sesión. Se requiere de considerable experiencia y
coraje para saber dónde está parado uno en esas circunstancias,
y apreciar el valor que tiene para el paciente acercarse cada vez
más a la X que le pertenece únicamente a él. Pero si el analista
no es capaz de contemplar las cosas de este modo, sino que por
temor, o por ignorancia, o por los inconvenientes que le trae
tener entre manos a un paciente tan enfermo, tiende a desper-
diciar estos sucesos del tratamiento, no podrá curar al paciente.
Continuamente procurará modificar la transferencia deliran-
te, o llevar al paciente de un modo u otro hacia la cordura, en vez
de posibilitar que la locura se convierta en una experiencia
manejable a partir de la cual el sujeto pueda tener una recupe-
ración espontánea. Vistas así las cosas, la psiquiatría basada en
la satisfacción de necesidades sociales y en el tratamiento de
gran cantidad de pacientes se halla, en la actualidad, en una
fase en la que está batallando contra un enemigo equivocado,
corno lo pone de relieve la obra de Ronald Laingy sus colabora-

159
dores. No importa que a veces discrepemos con su teoría, o con
la forma en que la exponen; de todas maneras, la tesis que
sostengo en este artículo me fuerza a acoger con beneplácito
muchas de las enunciaciones de estos profesionales que traba-
jan en el mismo campo.
Es lamentable que la teoría que aquí propongo, por más que
sea correcta, no pueda por cierto dar origen a un progreso
psicoterapéutico inmediato. Quienes se enc·uentran con esta
problemática en su práctica psicoanalítica no hallarán en este
detalle de teoría una posibilidad de mejorar su labor mañana
mismo. A lo sumo, en verdad, podrá darles cierta comprensión
y desde luego conducirlos a mayores profundidades. Sin embar-
go, hay algunos casos en que el paciente sigue tratando de
obtener ayuda de nosotros sin que podamos alcanzar un punto
final satisfactorio, y por supuesto esos casos son de diversa
especie; sugiero que una de esas especies puede comprenderse
mejor sobre la base de la tesis que expongo, y la ventaja reside
en que si el analista comprende lo que está pasando, puede
soportar las considerables tensiones propias de este tipo de
tarea.
Desgraciadamente, sólo hay un modo de eludir dichas ten-
siones, y es merced a u11: mejor diagnóstico que permita evitar
tomar aquellos casos que, inevitablemente, nos obligarán a
sumergimos ·en esas aguas profundas. Entonces, si de hecho
encontramos un método por el cual pueda evitarse tomar en
tratamiento estos casos, debemos ser sinceros y admitir sin
ambages que, incluso en nuestra teoría, necesitamos la ayuda
de la psiquiatría, a la que en algún sentido despreciamos porque
no se basa en la psicología, o sea, por sus tratamientos físicos.
Se me ha ocurrido, aunque puedo estar equivocado, que la
aceptación general de esa idea que estoy promulgando, en caso
de llegar hasta la literatura que lee el público inteligente,
brindaría algún alivio. Aunque es imposible hacer pronósticos,
me parece que el miedo al derrumbe está muy generalizado, y
si se aceptase la idea de que el derrumbe al que se teme es un
derrumbe que ya hizo lo peor, existiría al menos la posibilidad
de limar los filosos bordes de ese miedo.

160
22. EL CONCEPTO DE TRAUMA
EN RELACION CON EL DESARROLLO DEL
INDIVIDUO DENTRO DE LA FAMILIA

Fusión de dos versiones similares de un ensayo escrito


en marzo y mayo de 1965

El vasto campo que abarca el término "la familia" ha sido


estudiado de muchas maneras. Aquí in ten taremos relacionar la
función de la familia con la idea de trauma, lo cual implica
estudiar el trauma como concepto de la metapsicología. El nexo
entre ambas ideas es que la familia brinda al niño en crecimien-
to una protección~contra el trauma.
Primero abordaré el problema del trauma des~e el ángulo
clínico, y luego examinaré brevemente la teoría del trauma.

UN TRAUMA QUE AFECTO A UNA PACIENTE

Intérvine en el análisis y manejo del caso de una niña que se


acercaba a la pubertad, y que padecía una incapacidad física
entretejida con su perturbación emocional. Tuve la fortuna de
que esta niña estuviese bajo una buena atención pediátrica
durante el período en que se necesitó U:n tratamiento paralelo
de carácter físico. Pude mantener contacto estrecho con ella
mientras estuvo internada en el hospital. ·
A raíz de la particular situación e]) que me encontraba, fui
informado por la niña de que Ún perverso estaba visitando la

161
sala de niños, pese al cuidado habitual que se pone en un buen
hospital infantil. Me resultó difícil creerlo, y al principio tendí
a compartir la sospecha de la propia niñ.a en el sentido de que
había tenido alucinaciones. Sin embargo, comuniqué de inme-
diato lo que ella me había contado, y a la postre quedó en claro
que todo lo que me había contado había sucedido realmente.
Naturalmente, quise que la niña volvier~ a su casa, pues,
como de pronto se tornó obvio, la familia y el hogar de un niño
son los que mejor pueden protegerlo de un trauma. Ahora bien,
la propia niña no estaba en condiciones de considerar la posibi-
lidad ya sea de ser trasladada al hogar o a otro hospital de las
cercanías. De hecho, lo único que estaba a mi alcance era
primero recuperarme del trauma yo mismo y luego dejar que el
hospital se hiciera cargo del problema a su modo. Una vez es-
tablecidos los hechos, el hospital pronto tomó medidas y se
restableció el sentimiento de seguridad.
El material que la niña estaba produciendo a la sazón evi-
denciaba que se encontraba en la etapa prepúber. Por ejemplo,
un dibujo significativo mostraba a una niña cándida, con un
vestido de manga larga, a quien un leopardo negro estaba
enseñando a bailar; la niña tenía los brazos extendidos, en la
mano derecha llevaba dos manzanas que acababa de tomar
para comerlas, y en la izquierda un pájaro azul. El contraste
entre la niña inocente y el leopardo potencialmente siniestro
era llamativo; esta hermosa figura describía la visión previa de
la sexualidad que es dable encontrar en esa fase presexual.
Fue en esta etapa del desarrollo de la niña que apareció en
su vida el perverso, y todos los chicos del hospital quedaron en
peligro. Podrí~ decirse que sólo ella comprendió el peligro; los
demás, en general, se excitaron, manifestaron su temor a los
fantasmas o interpretaron cualquier ruido como proveniente de
un hombre que estaba trepando por la ventana, y ésta fue su
manera de tratar el asunto. Mi paciente se hallaba en una
situación especial por la posibilidad de informarme sobre todos
los pormenores; debe señalarse que, aunque por cierto confiaba
en sus padres, no pudo decirles nada de lo sucedido a ellos. En
un comienzo ni siquiera pudo contárselo a las enfermeras, y
cuando al fin se lo dijo a una, ésta tomó el asunto a la ligera y
no lo comunicó a la jefa. También el progenitor de uno de los
otros niños lo tomó a la ligera.
En verdad, es casi imposible pensar que un perverso pueda

162
ingresar de noche en la sala de niños de un hospital. La reacción
natural consiste en renegarlo, o, alternativamente, en entre-
garse a una actividad reactiva frenética. Los padres se atreven
a dejar a sus hijos en los hospitales sólo gracias a un proceso de
idealización de éstos y de su personal; y mi larga experiencia en
hospitales de niños me dice que los médicos, enfermeras y
personal auxiliar no sólo se conducen de una manera confiable,
sino que procuran reproducir las condiciones que se dan en la
familia, destinadas a proteger a los niños de cualquier trauma
severo. Pero ... hete aquí que esta protección de los traumas
severos no incluye la protección frente a traumas más sutiles,
que para los niños y bebés pueden ser peores que aquellos otros
traumas severos que conmocionan a los adultos cuando ocasio-
nalmente ocurren. En la familia, los tabúes contra el incesto
que generalmente operan impiden que se produzca u.n trauma
severo del tipo del que aconteció en este caso.
Mi pequeña paciente comentó: "Esto no es justo". Yo coinci-
día totalmente con ella, y se lo dije. No supo poner en palabras
la naturaleza cabal del trauma, el hecho de que la dulce
inocencia propia de la fase del desarrollo emocional en que ella
estaba, y que muy adecuadamente describió en su dibujo como
un ''ballet", fuese arruinada por la introducción prematura de
la sexualidad de un hombre, vale decir, de una segunda persona
percibida objetivamente. La imagen subjetiva del leopardo se
trocó súbitamente en lo que la niña llamó "un hombre· que se
pone molesto". Pudo añadir que ta] vez él fuese una persona
muy humana, qu'e posiblemente se sintiera sola, pero por derto
Je resultó molesto en el contexto del trauma y de su experiencia
al respecto.
Estoy en condiciones de agregar que la "inocencia" de esta
niña no se vio dañada debido, en gran parte, al contacto estre-
cho que mantenía conmigo, un profesional en quien sabía que
podía c;:onfiar tan to en los aspectos más graves como en los leves.
No puedo afirmar, en cambio, que los otros niños no hayan sido
dañados. Y, por supuesto, el factor constante que le permitió a
ella creer en mí y usarme fue el hecho de que tuvi ese a su familia
y de que confiase absolutamente en todos sus miembros.
Si mi paciente no se vio afectada en forma negativa, también
se debe a que en su análisis ha sido el trauma muy sutil, y no el
severo, el significativo y el que ella pudo utilizar. Para ilu,strar

163
esto daré un ejemplo de una sesión típica en la que hubo un ·
anticipo.

La paciente se acostó en el diván como de costumbre y comenzó a


hablaren voz muy baja de esto y de aquello. Según suele ocurrirme con
ella, tenía que acercarme bastante para poder oírla. En esos momentos
ella es muy sensible a cualquier cambio que se produzca en la habita-
ción, y yo me cuido de introducir cambios que pudieran molestarla. En
muchos aspectos, la paciente necesita tenerme bajo su control, y debo
prestarle suma atención. Atiendo a sus necesidades avivando o redu-
ciendo el fuego para que la temperatura sea exactamente la que ella
quiere, o bien abriendo o cerrando la ventana, o quizás ofreciéndole
pañuelos descartabl~s u otros objetos cuya existencia ella conoce. Si las
condiciones se aproximan.a la perfección, empieza a querer hablarme,
pero no hay ningún :material que yo pueda usar, y sé (por experiencia)
que si yo hablo la perturbaré. Si digo algo, no importa qué, por ejemplo
"Tú necesitas que yo esté bajo tu control, como si una parte tuya ... ",
antes de haber terminado de decirlo ya se ha puesto frenética, se ha
encogido sobre sí misma y retrafdo, y se ha vuelto inconsolable. Grita
y llora, y a todas luces ha ftido herida profundamente. Hay envuelto en
esto un factor temporal de modo tal que no puedo detenerme hasta
saber que la fase quedó atrás; es preciso permitir que llegue a su
término natural.
Me ayuda mi comprensión teórica de lo que la Dra. Margaret Little
llama la "transferencia delusional". 1 No me veo obligado a traer nada
severo, como la cuestión de este perverso y su invasión de la sala de los
niños. Lo único que necesito es aceptar el rol que me ha sido asignado.
De esta manera, dentro del ámbito de una fuerte transferencia positi-
va, la niña resulta herida y alcanza la congoja y el llanto, que por sí sola
no podría alcanzar. Al fin la fase se resuelve sola y la paciente me
puede decir: "Parecía enojado conmigo cuando me dijo ... "

Por entonces, la niña estaba saliendo de un episodio paranoi-


de que seguía la siguiente pauta:

l. Yo me amoldaba a su idea de una persona que está bajo


su control omnipotente y es casi una parte de ella.
2. Me "movf' apenas, y de inmediato quedé fuera de su
control.

' Margaret I. Little, "On Delusional Transference (Transference


Psychosis)",lntemational Journal ofPsycho-Analysis, vol. 39 (1958); reimpre-
so en Little, Transference Neurosis ami Transference Psychosis, Nueva York y
Londres, Jason Annson, 1981. .

164
3. La parte siguiente fue inconsciente: ella me odió.
4. Estaba segura de que yo era un perseguidor.
5. Vio que esto había sido una delusión.
6. Pudo entonces, en muy pequeña medida, alcanzar (3) el
odio que me tenía a mí (en quien confiaba) a raíz de mi
mínima excursión fuera del ámbito de su omnipotencia.

En esta experiencia, la paciente se había sentido real gracias


a su congoja y llanto. Siempre siente espanto, pero durante un
cuarto de hora sintió espanto por algo.
Ya había llegado el momento de poner término a la sesión
(que en esta oportunidad se había prolongado diez minutos
más) y de que la paciente se preparase para irse. Esta clase de
sesiones, en las que siente la mayor congoja, le producen cierta
satisfacción, en tanto que otras le parecen irreales, sobre todo
si se há 'permitido disfrutar de alguna actividad y me ha hecho
disfrutar a mí, obteniendo así la falsa impresión de que todo
anda bien en ella. No 'to.do anda bien.
Y después que se fue, me di cuenta de que desde el principio
ella sabía que esto podía suceder. Cuando comenzó la sesión
dijo: "Me gustaría que fuera uno de los momentos en que
mami ta venía a buscarme". Yo conocía bien este signo y estaba
preparado para lo que iba a suceder, aunque no podía prever
qué forma tomaría la desilusión de esta jornada. Mi tarea
consistía en primer lugar en cooperar con su proceso de ideali-
zación mía, y luego compartir el peso de la responsabilidad por
la quiebra de esa'idealización a raíz de su odio--eonvertido para
ella en la delusión de que yo estaba enojado con ella-. Un poco
ella logra la ambivalencia de esta manera.
Se apreciará que este trabajo lleva más atrás del problema
derivado de las visitas del perverso, salvo que las palabras "Esto
no es justo" suministren un nexo. No es justo que el objeto
idealizado (subjetivo, casi) ponga de manifiesto su independen-
cia, su separatívidad, su libertad respecto de su control omnipo-
tente.
Si este análisis tiene éxito, ello se deberá a una larga serie
de esos pequeños traumas puestos en escena por la paciente, y
que incluyen fases de transferencia delusional.

165
LA EXPERIENCLA. TRAUMATICA EN UNA MUJER

A ningún analista le será difícil encontrar ejemplos de estos


hechos en su tarea clínica corriente. He aquí otro, correspon-
diente a mi práctica clínica de la misma semana.
Una mujer adulta tiene una defensa muy bien organizada
contra la esperanza. En un análisis previo y en el que está
haciendo conmigo, nada se hizo consciente jamás. Todo cuanto
ocurre ya había sido previsto por ella. El cuadro está dominado
totalmente por una desesperación inalterable, de modo tal que
esta mujer, potencialmente valiosa, acepta la derrota como un
hecho y vive permanentemente en un estado de moderada
depresión. Sabe qúe "el análisis no puede tener éxito".
Esta situación se inició cuando al término de su niñez
temprana, excepcionalmente feliz, murió súbitamente su padre
y de inmediato su madre cayó en la melancolía. Esta melancolía
ya estaba sin duda presente en la actitud excepcionalmente
vivaz, risueña e imaginativa de esta mujer hacia su única hija,
que perduró hasta que falleció su esposo. Luego, su melancolía
continuó hasta su propia muerte. En la sesión que he escogido
para comentar sucedió algo nuevo: la paciente sostuvo que la
principal interpretación que le hice debía ser correcta y sin
embargo ella no lo había previsto; por consiguiente, la interpre-
tación fue "traumática", en el sentido de que rompió las defen-
sas. Este trauma benigno era un reflejo del nuevo sentimiento
de la paciente sobre el trauma maligno.
A la sazón yo la estaba atendiendo sólo una vez por semana.
La semana anterior a esta sesión ella tenía que venir en un
horario distinto de1 habitual; pero vino a la hora de costumbre,
y cuando en la puerta le comunicaron que se había equivocado,
se retiró. Una semaria más tarde, en la sesión a que aludo,
comenzó refiriéndose a esto, y dijo que la persona que la atendió
en la puerta la había mirado con ojos críticos, casi como
diciéndole: "Usted ha desobedecido".
Continuó comentando cuánto simpatizaba con esa persona,
que era casi siempre la que la recibía a la entrada. Prosiguió con
el material depresivo corriente. Se había puesto contenta-di-
jo- de poder irse y no tener sesión. Comunicó asimismo otras
cosas, la peor de las cuales era ésta: su amigo había reaccionado
de una manera terrible ante algo que ella había dicho, vincula-
do con un niño adoptivo que era feliz, pero a quien no se le había

166
informado que era adoptivo. Mi paciente le dijo a su amigo:
"Bueno, espero que pronto logren decírselo al chico", tras lo cual
su amigo se enojó muchísimo y achacó sus palabras a la actitud
psiquiátrica ante la vida propia de las personas sometidas a un
psicoanálisis. El malhumor del amigo había durado largo tiem-
po y era intolerable para ella. Lo mencionó como algo absoluta-
mente devastador, pero ella siempre tenía este mismo humor
triste que reduce todo a lo mismo: algo potencialmente bueno,
y basta maravilloso, pero [que es] por supuesto arruinado.
El material que traía esta paciente incluía otros ejemplos de
ello. Uno tenía que ver con una nueva versión. de ese mismo
incidente, que la llevó a un intento de suicidio. Había ido de
buena fe a pedir en la universidad que le dieran otra oportuni-
dad de hacer un trabajo especial, porque la habían reprobado en
el exam~n, a raíz del peso que le significaba la melancolía de la
madre; e irnprevistamente, la acusaron de solicitar privilegios
indebidos. Esto nos condujo a una nueva versión del momento
del trauma original, cuando después de la muerte del padre
acudió a ver a su madre esperando encontrar la mujer risueña
de costumbre, y en cambio se vio ante una nueva persona, hosca
e irrazonable, y que ya no mantenía con ella (quien a la sazón
tenía seis años) ninguna relación especial.
Se advertirá que, corno yo ya me había habituado a prever en
este análisis, el nuevo material no era, en rigor, nuevo; la
paciente sabía ya todo esto desde siempre, pero ese día tuvo
ganas de brindarme un cuadro más claro de lo que siempre
había recordado con claridad.
En ese momento sobrevino mi interpretación, que no hizo
más que conectar esos ejemplos de traumas con el episodio de
la puerta de mi casa, donde según e11a la persona en lugar de
hacerla pasar, le comunicó que se había equivocado. En este
punto mi paciente experienció su primer "trauma" analítico, o
"trauma benigno", si se me permite la expresión. Estaba pasma-
da: ¡ella no había establecido esa conexión! Se daba cuenta de
que ésta era válida, pero no pudo "asumirla" de inmediato.
Ahora veía lo que no había visto antes, o sea, reconoció que
en el centro del episodio de la puerta de mi casa había habido
una delusión: de hecho, la persona que la recibió la atendió cor-
dialmente, pero ella vio en su mirada una prohibición y acusa-
ción, y reaccionó como lo. haría ante un perseguidor .. (Esa
persona me subrogaba en la transferencia, y de hecho en la

167
sesión siguiente, cuando yo me mostraba comprensivo como de
costumbre y por cierto no estaba enojado, ella dijo también al
llegar a este punto que, por una u otra razón, le molestaba que
yo fuese cordial con ella.)
Es posible ahora ver la pauta, la misma pauta que he
descrito antes con respecto a la sesión de la niña. Esta paciente
adulta venía con todas las defensas bajas, "iabiendo" que se le
iba a permitir la entrada. La persona que la atendió en la puerta
estaría dentro del ámbito de su omnipotencia, formaría parte
del "ambiente previsible promedio"; pero no fue así. Hubo
entonces un odio inconsciente hacia esa persona. Lo consciente
fue la delusión de que esa persona la había criticado, y de ello
la paciente escapó conjúbilo, contenta de irse.
Había experienciado ahora, en la "transferencia delusional",
la persecución que es un paso necesario hacia la experiencia del
odio por un objeto bueno, esencia de la desilusión. Quizá por
primera vez en una década de análisis, había logrado modificar
las defensas, originalmente organizadas en relación con el
súbito e impredecible cambio que se produjo en la madre luego
de la impredecible muerte de su padre.2

UN EJEMPLO SIMILAR

Añadiré aquí un tercer ejemplo que vino a mis manos cuando


estaba escribiendo estos apuntes.
En un caso que estoy observando desde afuera, una mujer
fue corno de costumbre a su analista y oprimió el botón del
timbre. Se ha,llaba en un estado especial, vinculado con la
esperanza, siendo que esa persona es por lo regular desesperan-
zada. Evidentemente, el timbre no sonó en un principio, de
modo que volvió a oprimirlo, y en esta ocasión alguien vino a
abrir. Al entrar a sesión le dijo a su analista: "¡Asi que usted

• Little, "Delusional Transference"; W. R. Bion, "Attacks on Linking",


Intemational Joumal o/ Psycho-Analysis, vol. 40 (1959); también en Bion,
Second Thoughts, Londres, Heinemann Medícal Books Ltd., 1967. [Trad. cast.:
Volviendo a pensar, Buenos Aires, Hormé, 1972.J Winnicott hace referencia al
valor del concepto de Little en "Dependence in Infant-Care, in Child-Care and
in the Psycho-Analytic Setting" (1963), incluido en The Maturaüonal Proces-
ses and the Facüitating Environment, Londres, Hogarth Press; Nueva York,
Intemational Universities Press, 1965. ··

168
estuvo todo el tiempo aquí, mientras yo esperaba <". Y afc.era!"
(implícitamente le estaba diciendo: "¡Usted me od;¿'). La ana-
lista no sabía qué había pasado, y se me comunica (tal vez
erróneamente) que respondió: "¿Se da cuenta de lo que me está
diciendo?" (de hecho, un reproche). A causa de esto la paciente
cayó en la desesperación.
Repasando este material, puede verse que la anaiista (tal
como lo comunicó la paciente) no supo interpretar sigui,:ndo los
lineamientos de la transferencia delusional. Podría haberse ca-
llado, o podría haber dicho: "Usted me odió cuando el timbre no
sonó y nadie acudió a abrirle; pero nada supo sob_re.este odio que
me tiene, y lo que vio fue un odio mío hacia usted".
En esta ocasión, hice el experimento de transmitirle a la
paciente este fragmento de información externa a su análisis.
El resultado fue que recordó haber sentido un odio muy intenso
y amargo hacia su analista tan pronto traspuso la puerta de
calle y se encaminó hacia la sala. No podría habérmelo contado
porque no se dio cuenta de esto, pero en todo caso "habría sido
tan loco ... " (trailsferencia delusional).
Aquí opera el mismo mecanismo que en los otros casos
mencionados. En cada uno de ellos se sufrió un trauma, y el odio
se manifest6 clínicamente como una delusión de ser odiado.

LA CONSULTA TERAPEUTICA

Otro tipo de experiencia clínica que para mí estableció un


nexo entre la idea de la familia y la de trauma proviene de un
estudio que estoy llevando a cabo S-Obre lo que denomino la
Consulta Terapéutica. Estoy tratando de mostrar que en un
tipo muy corriente de casos de psiquiatría infantil hay posibili-
dades de efectuar una psicoterapia profunda y eficaz haciendo
un uso cabal de una entrevista, o de un número limitado de
ellas. Si mi tesis es correcta, se vuelve urgentemente necesario
poder diagnosticar los casos según que les sea o no aplicable este
tratamiento. En este tipo de casos el niño puede estar muy
gravemente perturbado desde el punto de vista clínico.
Un denominador común de estos casos es la existencia de
una familia en funcionamiento, o al menos de una situación
familiar. En verdad, es improbable que este tipo de terapia
rápida pueda operar cuando uno de los pá.dres padece una

169
enfermedad psiquiátrica grave, o si el hogar ya ha sido desfrui-
do o carece de una confiabilidad intrínseca.
Dicho de otro modo, en tales casos el trabajo principal lo hace
la familia y dentro de la familia; lo que hace el terapeuta es
producir en el niño un cambio cualitativamente preciso y
cuantitativamente suficiente como para permitirle a la familia
volver a funcionar, en relación con el niño. Una vez enunciada
esta idea, es fácilmente aceptada. Estos casos son importantes
por cuanto guardan estrecha conexión con la terapia que todo el
tiempo se lleva a cabo, con uno u otro nifio, en una familia en
funcionamiento, independientemente de que reciba ayuda
profesional especializada o psiquiátrica.

BREVE DESCRIPCION DE UN CASO DE PSIQUIATRIA INFANTIL

Cuando Phyllis tenía 16 años me la trajeron a causa de


dificultades de personalidad que todavía no se habían organiza-
do en una pauta mórbida. En el transcurso de una entrevista
psicoterapéutica significativa, Phyllis dijo: "Siempre siento que
estoy parada o sentada sobre un chapitel de iglesia. Miro a mi
alrededor y no encuentr9 apoyo en ninguna parte, simplemente
hago equilibrio". A todas luces, esta angustia puede relacionar-
se con un temor a algo poco confiable durante la experiencia de
Phyllis cuando niña; puede estar referida a algún tipo de falla
de sostén por parte de la madre, en una época en que Phyllis era
inmadura, en el sentido de ser dependiente.
Ahora bien, ocurre que yo había atendido ya aPhyfüs cuando
era pequeña, en rigor cuando tenía un año y nueve meses, y su
madre estaba nuevamente embarazada de seis meses; y tomé
notas del caso en esa ocasión. En esa época se interrumpió su
desarrollo regular y en verdad Phyllis nunca se recuperó bien.
Al año y nueve meses le comunicaron que tenía que ir a
quedarse con su abuela (con quien mantenía una buena rela-
ción) mientras naciera el nuevo niño. Cabe presumir que, a esa
edad, también pudo apreciar los cambios físicos en el cuerpo de
su madre. Dos días después que le comunicaran esta noticia,
reaccionó negándose a comer durante una semana y con gritos
incesantes. A partir de entonces fue una criatura nerviosa e
irritable, presentando algunos problemas para su manejo. Fue
así que comenzó su enfermedad.

170
Parecería que aquí estaban operando varios factores:
l. Phyllis era muy niña aún para hacer frente al embarazo
de su madre y todo lo que éste significaba. Transmitir informa-
ción a un nifio de un año y nueve meses no es sencillo; o bien no
recibe ningún mensaje, o bien el que recibe es un mensaje de
cambio total en la actitud de los padres, o de súbita desilusión.
2. Tal vez sus padres no manejaron bien esta cuestión,
aunque en general se conducían de manera sensible y podía
contarse con ellos.
3. Anunciarle a la criatura el cambio ya previsto por ella a
raíz de las alteraciones en la figura de su madre diciéndole ''Te
tendrás que ir a ... " no fue quizás un buen método, tornando aún
más difícil que lo normal, para un niño de esta edad, tramitar
el embarazo de su madre identificándose con ésta. Veo en mis
apuntes. que poco después yo informaba que Phyllis estaba
intentando, en verdad, parecerse a su mamá: había surgido en
elJa una compulsión a caminar pavoneándose con el vientre
hacia afuera, en una torpe imitación de su madre.
Sea cual fuere la causa, lo cierto es que en la época en que su
madre quedó embarazada, Phyllis sufrió una gran perturba-
ción. Cabe presumir que se percató de que existía la amenaza
de una "angustia impensable'', esa angustia primitiva o arcaica
que los bebés bien atendidos no experimentan efectivamente,
hasta que ya están dotados como para hacer frente a la falla
ambiental mediante el autocuidado (quehacer materno intro-
yectado). Dichas.angustias incluyen:
caída perpetua;
desintegración;
despersonalización;
desorientación.
Me enteré de la reacción de esta niña ante esa amenaza a su
existencia en la época en que tenía un año y nueve meses, y fue
interesante para mí que Phyllis me diera, a los 16 años, su
versión más compleja de cómo se había percatado de dicha
amenaza. Toda la vida había sentido que estaba "simplemente
haciendo equilibrio". Las palabras "sobre el chapitel de un
campanario de iglesia" no añaden nada de significación gene-
ral, pero el hecho de que estuviera "parada o sentada" posible-
mente derivase de sus experiencfas efectivas en el regazo de la
madre antes de cum,plir los. dos años, más o menos por la.fecha
en que nació su hermanita.

171
Este ejemplo muestra que, al construir su familia, los padres
ejercen por cierto una gran influencia en el desarrollo emocio-
nal de sus hijos. Cometen errores, pero también planifican,
meditan acerca del mejor modo de presentarles ciertas ideas a
los niñ.os pequeños en el lenguaje más conveniente, y de mil
maneras protegen a sus hijos de sufrir traumas. En el caso de
que aquí nos ocupamos hubo un trauma localizado, y surtió un
efecto en la personalidad de la niña. Los pad;es habían hecho
todo lo que pudieron para enmendar lo sucedido tantos años
atrás, pero necesitaban ayuda. Esta les fue brindada mediante
una entrevista psicoterapéutica con la niña, en la cual su
problema personalsalió a la superficie del modo en que ella
quiso. Esto es hacer la anamnesis con la mediación del niño, el
único modo de usar realmente un historial clínico en el proceso
terapéutico. Puede decirse que un tratamiento completo, en el
que el trabajo principal realizado se relaciona con la neurosis de
transferencia (o psicosis), es una larga anamnesis.
En este caso los padres habían cargado con el peso de la
enfermedad de la niña durante ocho años, y se mostraban capa-
ces de continuar cargándolo y dispuestos a ello, pese a que
ambos tenían considerables dificultades personales. No obstan-
te, necesitaban sin duda una cierta cuota de ayuda, gracias a 1~
cual la niña Sf:l volvió capaz de usar aquello que su familia podía
ofrecerle a través de su funcionamiento normal.

BREVE DESCRIPCION DE OTRO CASO DE PSIQUIATRIA INFANTIL•

He aquí la reacción de una niña algo mayor al nacimiento de


una hermanita.'Esa niña, de 8 años, pudo ponerme en contacto
con la reacción que tuvo lugar a los 3 años, cuando sufrió un
trauma debido a una concatenación de circunstancias. Por
ciertas razones (que no es preciso exponer aquí) su madre
enfe.rmó físicamente y también contrajo una grave depresión
cuando nació su hermanita. En verdad, durante algunas sema-
nas, por esa época esta niña debió experimentar el rechazo de

• Descrito en detalle como el Caso 17, "Ruth", en Winnicott, Therapeutic


Consultations in Child Psychiatty, Londres, Hogarth Press; Nueva York,
Basic Books, 1971. [Trad. cast.: CUnica psicoanalttica infantil, Buenos Aires,
Hormé, 1980.] ·

172
su muy buena madre, ya que durante un tiempo ésta quedó tan
perturbada que llegó a odiar a su nueva beba y a su primera hija.
En este período la beba fue cuidada dentro de 1a familia
principalmente por el padre, pese a lo cual sufrió un eclipse
materno.
Una pesadilla (que me fue relatada en una sola consulta
terapéutica, cuando tenía 8 años) la retrotrajo a esa fecha,
cuando tenía 3. La figura 1 muestra cómo se encaminó ella hacia
la madre con el nuevo bebé, llevando "latas de alimento para
bebés" y preparada a hacer frente a la nueva situación mediante
varias identificaciones cruzadas-p. ej., siendo la mamá, sien-
do la beba, y ayudando ella misma a que la beba creciera-.
El rechazo que sufrió a raíz del trastorno puerperal de la
madre invirtió esta $ituación, y la figura 2 la muestra en el
momepto de convertirse en una niña deprivada. Un síntoma de
su estado fue su compulsión a robar; al principio robaba latas de
alimento para bebé~, por las cuales desarrolló una peculiar
aficción.
Así pues, el primer dibujo ilustra la pesadilla y el segundo su
recuerdo de ser efectivamente "deprivada", o sea, de perder
súbitamente el contacto con su madre. El tamaño del bebé
disminuye, como consecuencia de que el alimento para bebés no
alcanza su objetivo; y por detrás de la niña deprivada hay agua,
agua venenosa que amenaza con reducir de tamaño (10 opuesto
a crecer) a la beba, a la madre y a ella misma. El agua eran
lágrimas amargas, lágrimas que no podían fluir de los ojos
tristes, y también corresponde a la enuresis que durante un
tiempo pasó a ser un síntoma manifiesto.
La primera figura, la pesadilla, muestra la esperanza, y la
segunda la desesperación debida al rechazo, para el cual la
pequeña no estaba en absoluto preparada. A consecuencia de la
enfermedad psicosomática y depresiva de la madre, esta fami-
lia falló en cuanto a proteger a la niña del trauma en el momento
del nacimiento de la beba, de modo tal que su capacidad para
identificarse con la madre sufrió un quebranto.
En este caso la familia actuó bien con la beba, y también, a
la larga, se ocupó de la niña, salvo por lo que respecta a una
parte en la que necesitó mi ayuda especializada. Bastó con una
entrevista, luego de la cual la familia siguió adelante en su
función de cuidar de estas dos niñas y de un tercer hijo, cuando
~~ . .

173
-~· _.:....... •• H

Fígura 1

Detalle de ]a figura 1 reproducido en tamaño natural

174
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Figura 2
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Detalle de la figura 2 reproducido en tamaño natural

175
COMENTARIO GENERAL

La familia promedio está todo el tiempo evitando o resolvien-


do las perturbaciones que padece tal o cual hijo, por lo general
sin rect;trrir a la ayuda profesional. Es sin duda un error que el
psicoterapeuta usurpe el funcionamiento total de la familia,
ex..:epto que ésta se halle condenada al fracaso a raíz de algún
d<? > ::to inherente. Si la familia funciona, el objetivo del terapeu-
b': e\,: ,e ser capacitar al niño traído al tratamiento para que
h.,;.g&. uso de aquello que, en verdad, la familia puede hacer
mejor y más económicamente que nadie, a saber, el amamanta-
miento psíquico general durante todo el veríodo que se extiende
hasta que tiene lugar la recuperación.
BREVE DESCRIPCION DE OTRO CAS0 4

El siguiente caso ilustra la capacidad de un nmo para


fonnular su problema personal. El desempeño escolar de un
niño de características esquizoides comenzó a degradarse, pese
a su alto nivel de inteligencia. En la escuela lo toleraban,
aunque su comportamiento se volvió cada vez más extraño. Fue
derivado a mí por su médico clínico debido a que cada vez le
costába más volver a la escuela, y cuando tenía que hacerlo
desarro1laba una enfermedad indefinida, con fiebre.
Sus padres lo acompañaron para que viniera a verme en una
única consulta terapéutica, en cuyo transcurso me formuló su
problema básico bajo la forma de una "idea abstracta", abstraí-
da de algo que había pintado (figura 3).

Figura 3
• Descrito en detalle como el Caso 9, "Ashton", ~n Therapeutic Consulta-
tions in Chüd Psychiatry, oh. cit.

176
Le interpreté que esta figura constituía su manera de mos-
trarme una aceptación y rechazo simultdneos. El resultado fue
como si se hubieran abierto unas compuertas para dejar paso a
la corriente. A partir de esta consulta rica y provechosa: (desde
mi punto de vista), el chico comenzó a mejorar clínicamente y
maduró en todos los aspectos.
La cuestión es que esta clase de trabajo, llevado a cabo en
una sola entrevista, $ólo es posible si la familia del niño
funciona y, en este caso, en colaboración con la escuela. La
familia (ayudada por la escuela) hizo casi toda la tarea antes y
después de la entrevista psicoterapéutica; pero fue menester
este esclarecimiento puntual que los padres· no estaban en
condiciones de brindar -y en verdad, el niño tampoco les
habría dado la oportunidad de hacerlo-. En un aspecto, su
madre le había fallado en la infancia, y luego fue demasiado
tarde para que hiciese lo que no había sabido hacer en el
momento oportuno. Tanto ella como su marido podían hacer
bien todo lo demás, y' lo hacían.
He aquí un ejemplo efectivo de la confianza de un niño en su
familia y en cada uno de sus padres, que le permitió hacer uso
de mí y ahondar de inmediato en sus problemas personales, de
estructura de la personalidad.
En la temprana infancia de este chico había habido traumas
que los padres no pudieron evitar, y que de hecho casi lo
convirtieron en un caso de esquizofrenia infantil. En lugar de
ello, se volvió un esquizoide, una persona con una creciente
necesidad de trAtar de resolver un problema. Este y otros pro-
blemas semejantes habrían quedado irremediablemente irre-
sueltos en él si se hubiera convertido en un caso de esquizofre-
nia infantil, o quizás en uno de esos extraños deficientes
mentales que muestran retazos de brillo intelectual.

DE LO ANORMAL A LO NORMAL

La consulta terapéutica es eficaz si hay una familia que


funciona, pero la ayuda profesional es indispensable para
permitirle al niño o niña usar a la familia que facilita sus
procesos madurativos.
Esto se conecta, a todas luces, con el trabajo realizado por la
familia (;n funcionamiento con aquellos de sus miembros que de

177
tanto en tanto necesitan, y reciben, atención individual. Tam-
bién se conecta con esa parte del funcionamiento de la familia
que tiene que ver con el principio de realidad y el proceso de
desilusión; por ejemplo, los ajustes personales vinculados con la
llegada de algún hermanito, etc., etc. Esto tiene su punto
culminante en el complejo de Edipo, el ajuste individual al
hecho de la triangulación de las relaciones interpersonales.
En lo tocante a las etapas anteriores de integración y otros
procesos madurativos del individuo, la madre (en particular)
desempeña el rol de ser la que desilusiona al bebé; y la base de
su labor en este aspecto reside en la etapa inicial en la cual
(mediante una adaptación especial) le da a cada bebé la ilusión
de la experiencia de omnipotencia. El éxito de la función
desilusionante de la madre y la familia ha de medirse por la
capacidad del niño para la ambivalencia, pero el fundamento
·de la ambivalencia es esta experiencia de omnipotencia en re-
lación con un objeto. El reflejo ambiental de la ambivalencia
entraña la idea de trauma, lo cual nos lleva a considerar cuál es
la naturaleza del trauma.

LA NATURALEZA DEL TRAUMA

La idea de trauma implica tomar en cuenta factores exter-


nos; en otras palabras, corresponde a la dependencia. El trau-
ma es una falla relativa a la dependencia. Es aquello que
quiebra la idealización de un objeto por el odio de un individuo,
reactivo frente a la falla de ese objeto en lo que atañe a cumplir
su función. 5
Por lo tanto, el significado de un trauma varia según la etapa
de desarrollo emocional del niño. Así tenemos:

A. Al principio el trauma implica un derrumbe en el ámbito de


confiabilidad del "ambiente previsible promedio", en la etapa de
dependencia casi absoluta. Dicho derrumbe se manifiesta en una falla,
o falla relativa, en la instauración de la estructura de la personalidad
y de la organización yoica.
B. La desadaptación es la segunda parte de la función materna,

• Winnicott, "Weaning" (1949), en The Child, The Family and the Outside
World, Penguin, 1964; Reading, Mass., Addíson-Wesley, 1987.

178
siendo la primera la de dar al niño la oportunidad de una experiencia
de omnipotencia. Normalmente, la adaptación de la madre resulta en
úria fálla adaptativa gradual, y esto des.emboca en la función familiar
de introducir gradualmente el principio de realidad para el niño.

Así pues, un estudio del trauma exige al investigador estu-


diar la historia natural del ambiente con respecto al individuo
en desarrollo. El ambiente es adaptativo y luego desadaptativo;
el tránsito de la adaptación a la desadaptación se vincula
íntimamente con la maduración de cada individuo, y, por ende,
con el paulatino desarrollo en el individuo de los complejos
mecanismos psíquicos que le posibilitan, a la larga, pasar de la
dependencia a la independencia.
Hay, pues, un aspecto. normal del trauma. La madre está
siempre "traumatizando" dentro de un marco de adaptación, y
así el bebé pasa de la dependencia absoluta a la dependencia
relativa. Pero si el resultado difiere del de un trauma, ello se
debe a la habilidad de la madre para percibir la capacidad que
tiene su hijo en cada momento de emplear nuevos mecanismos
mentales. El sentido de lo "distinto de mí" en el bebé depende de
que la madre opere en este campo del cuidado materno. 8 Los
progenitores en su conjunto, y luego el funcionamiento de la
unidad familiar, prosiguen este proceso de desilusión del niño.7
Clínicamente, es frecuente comprobar que una madre no
puede destetar a su hijo. Se lamenta de que el niño "no quiere
dejar el pecho". Bien puede suceder que la madre se halle en una
fase depresiva, eh la cual el odio (tanto activo como pasivo) no
esté al alcance de su conciencia o en condiciones de ser usado en
las relaciones. De hecho, la madre no puede cumplir su papel en
el proceso de desilusión, del cual el destete es una expresión.8
Dicho de otro modo, una madre sana o normal es capaz de
suscitar la ambivalencia en la relación con el objeto, y de poder
utilizarla apropiadamente.
La misma dificultad puede presentarse bajo la forma del
rechazo de un niño a ir a la escuela, siendo la madre., por lo

• Joan Riviere, "On the Genesis of Psychical Conflict in Earliest Infancy",


lnternational Journal of Psycho-Analysis, vol. 17 (1936).
7
Winnicott, "The World in Small Doses" (1949), en The Child, The Family
and the Outside World, ob. cit.
• Winnicott, "Weanfo.g", ob. cit.

179
común, iW-1orantt': cle1 papel que desempeña. El niño puede ser
consciente de q 1.1e lo que él no puede soportar es la incapacidad
de la madre para hacer frente al hecho de perderlo.

C. En su acepción más popular, el término "trauma" implica el


derrumbe de la fo, El bebé o niño ha construido una capacidad de "creer
en algo",9 y ocun-e que la provisión ambiental primero se amolda a esto
y luego falla. De este modo, el ambiente lo persigue;·a] penetrar en sus
defensas, El od:i o 1·eacti vo del bebé o niño quiebra el objeto idealizado,
y es dable que esto sea experiencíado como un delirio de ser perseguido
por los objetos buenos. Si la reacción ~s de rabia o de odio apropiados,
e1 término trauma no corresponde. En otras palabras, cuando hay una
rabia apropiada la falla ambiental no ha sobrepasado la capacidad del
individuo de habérselas con su reacción.
D. Cuanto mayor sea la integración alcanzada por el niño, más
gravemente puede ser herido por un trauma-herido o sometido a un
sufrimiento, por oposición a impedirle alcanzar la integración-. A la
larga, en el complejo de Ed;po, en las inten-eladones del ti pode ]as que
se dan entre tres personas totales, el niño necesita durante un período
experienciar la confiabilidad personal de sus padres, a fin de usar toda
su dotación (mecanismos de proyección y de introyección), y de modo
que pueda establecerse en ese período la realidad psíquica personal o
interna que convierte a la fantasía en una experiencia comparable a la
efectiva relación con el objeto. Una exposición total de este tema
debería incluir el concepto de los fenómenos transicionales. 10 El resul-
tado de este crecimiento del individuo es su capacidad para la ambiva-
lencia.
E. En definitiva, el trauma es la destrucción de la pureza de la
experiencia individual a raíz de la intrusión de un hecho real demasia-
do súbito e impredecible, y del odio que genera en el individuo, odio
hacia el objeto bueno, que no se experiencia como odio sino, en forma
delirante, como ser odiado.

LA FAMILIA

La madre del bebé es la que, con mayor probabilidad, hará


lo que éste necesita de su ambiente, por el simple hecho de la

• Winnicott, "Morals and Education" (1963), en The Maturational Proces-


ses and the Facilita.ting Enuironment, oh. cit.
"'Winnicott, "Transitional Objects and Transitional Phenomena" (1951},
en Collected Papers; Through Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres, Tavis-
tock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1975; Hogarth Press, 1975.

180
relación total que mantiene con el bebé. Del mismo modo, la
familia es la que ha de suministrar, con mayor probabilidad, lo
que corresponde· a esto en la vida más compleja del niño o
adolescente. Otros grupos sociales limitados continúan lo que
inició la familia, y el niño sano en maduración se vuelve cada vez
más capaz de participar en la preservación de la estructura y el
funcionamiento del grupo.
Puede considerarse que el funcionamiento de la familia
impide el trauma, siempre y cuando se admita que el significado
de la palabra "trauma" cambia con el crecimiento del niño desde
la infancia hasta la madurez plena, con su crecimiento desde la
dependencia hacia la independencia. Sobre esta base, es posi-
ble estudiar a la familia, no sólo como una actitud estructura-
da de los progenitores, los parientes cercanos y los hermanos,
sino tap:ibién como algo que en parte es producido por las
necesidades urgentes de los niños mismos, necesidades que
emanan de su depen_dencia y del hecho de que los procesos
madurativos del individuo sólo se realizan en un ambiente
facilitador.

181
23. NOTAS SOBRE EL REPLIEGUE Y
LA REGRESION

Escrito para un seminario en diciembre de 1965

Para llegar a esa sesión de un miércoles de modo tal que se


entienda, debo hacer referencia a lo sucedido el día anterior. El
martes la paciente ya estaba desilusionada y quedándose falta
de afecto. Recurrió a dos· cosas: la formalidad del médico que
había sido extraordinariamente bueno con ella en Estados
Unidos, y una oración poco feliz de un libro de Searles. Una
característica de esta sesión es que si bien ella quedó absorbida
por estas cuestiones de tal modo que el mundo entero, yo
inclusive, quedó incluido en ellas, de tanto en tanto emergía de
su capullo para decirme -fijando en mí su mirada de un modo
que es típico de ella, y que corresponde a la buena relación que
tiene con su buena enfermera-, "Usted sabe que estoy encan-
tada con usted, ¿no es cierto?" Obviamente, se debatía con otros
sentimientos vinculados conmigo a los que no era capaz de
llegar, pero que en alguna medida encontró en relación con los
dos médicos.
El miércoles fue uno de esos días característicos que por
cierto alarman a los inexpertos. Ella era una persona muy
distinta, aunque yo estoy bien familiarizado ya con su manera
de ser cuando es esta persona muy distinta. Podría decirse que
estaba indignada y tenía "a Dios de su lado". La palabra
correcta para describir la sesión del miércoles es "repliegue" o
"retraimiento".

182
Este fue el primero de los puntos para el debate: en el caso de
esta paciente es extremadamente importante que yo compren-
da la diferencia entre regresión y repliegue. Desde el punto de
vista clínico, los dos estados son prácticamente iguales; se verá,
no obstante, que hay una enorme diferencia entre ellos. En la
regresión hay dependencia, y en el repliegue, una independen-
cia patológica. En esta escuela de análisis aprendí que el
repliegue es algo que es bueno posibilitar, y tal fue el rasgo
importante de la primera parte del análisis, dando por resulta-
do que pasaran muchas horas en las que no se hizo nada en
absoluto. El proceso fue silencioso, y vinculado con lo que
acontece en la• dependencia extrema. Cuando sobrevino el
retraimiento como otro rasgo importante, la paciente siempre
se enojaba mucho cuando yo lo confundía con una regresión, o
no advertía que al retraimiento hay que tratarlo de otro modo.
Hay algo más difícil, y es que en la práctica profesional uno en
verdad está atento al pasaje del retraimiento a la regresión, a
medida que el paciente se vuelve capaz de reconocer lo que hay
de positivo en la actitud de uno. Se entiende que en el retrai-
miento la expectativa es que el ambiente será persecutorio.
Sea como fuere, ese miércoles la paciente estaba retraída al
máximo, totalmente escondida debajo de dos mantas y metida
la cabeza entre dos almohadas. De repente, emergió de allí con
la máxima furia posible de su parte, lo cual es mucho decir, y
siguió así hasta el final de la hora, comenzando por criticarme
que la hubiera dejado retraerse, y pasando luego a todos los
defectos de mi técnica que fácilmente podía enumerar, hasta
que por último se incorporó y se fue--era más o menos la hora-
diciendo que por cierto jamás volvería a perder su tiempo de
esta manera.
En el pasado hubo otros episodios aún más hirientes que
éste, pero nunca, creo, uno en que hubiese un sentimiento tan
real y auténtico de su parte. Por supuesto, yo no me defendí de
ningún modo (o así lo espero); dejé eso de que había puesto
término a su análisis y la acompañé hasta la puerta, viéndola
entrar al coche junto con la enfermera que viene con ella, y
partir. El único que me hizo un gesto amistoso de despedida con
la mano fue el chofer.
Este fue el segundo de los puntos para el debate : la reacción
extrema en una transferencia delirante, y la necesidad de
soportarla. Pienso que sin duda uno !l~cesita un alto grado de

183
confianza en sí mismo para recibir todo esto sin decir ni una
palabra a modo de autodefensa. Por suerte, en este caso no
había peligro de suicidio, de modo tal que pude pensar: "Y bien,
si pasa lo peor, la paciente habrá terminado conmigo". Sabía,
sin embargo, que ella no tenía nadie más a quien acudir; pero
aun así podría haberse derrumbado apunto tal de visitar a toda
una serie de terapeutas marginales, de los cuales conoce unos
cuantos. ~.
Al día siguiente,jueves, mevi recompensado en este caso: la
paciente volvió a entablar conmigo una relación afectuosa. Todo
su contacto con las mantas y almohadones fue distinto. Eviden-
temente, se hallaba ~n un estado en que operaba la cooperación
inconsciente en el análisis, así que pudo relatarme sueños que
tenían validez. A la postre dijo que se sentía sumamente
culpable por lo acontecido, hasta tal punto que para el fin de
semana iba a traerme dos duraznos. Esto brindó el próximo
punto para el debate.
Aquí había dos cosas. En primer término, comenté con ella
la cuestión de los regalos que se les hace a los analistas, ya que
yo sabía que ella está perfectamente al tanto de lo escrito en la
materia. Le señalé la diferencia entre el neurótico y el psicótico
en este aspecto. Le recordé que ella prácticamente ignoraba lo
que es una psiconeurosis. Si un paciente neurótico me trae un
regalo, yo suelo rechazarlo, porque sé que después voy a pagar
por él un precio mucho mayor. En cambio, en el caso de un
psicótico (y al decirle esto mi propósito era incluir las angustias
depresivas, que no están plenamente al alcance de esta pacien-
te), entiendo que los regalos se vinculan a un daño ya causado.
En otras palabras, casi siempre los acepto, y compruebo que no
hay mayor diferencia eritre aceptar dos duraznos y aceptar una
actitud de cooperación o afectuosa. Desde luego, me interesó el
hecho de que los dos duraznos representasen simbólicamente
los pechos idealizados, pero me contenté con dejar el asunto en
ese punto y me sentí, creo, recompensado.
La segunda cuestión tenía que ver con la capacidad de la
paciente para referirse, a esa altura, a su espantosa conducta.
Repasando la sesión anterior dijo que había estado "cortante"
en sus observaciones, lo cual era una descripción correcta, Me
recordó, y se recordó a sí misma, que cuando se siente así puede
lacerar a cualquiera que se encuentre próximo, y heri!lo real-
mente.

184
Relató un sueño relacionado con saltar del noveno piso de un
edificio de departamentos (sus padres viven en el noveno piso de
un edificio) hasta mi departamento -que probablemente esta.
ba en la planta baja-, aparentemente sin sufrir ningún daño.
Al día siguiente volvió en el mismo estado de ánimo y
actitud, trayéndome un chocolate Bittra, lo cual me pareció un
progreso respecto de los duraznos ·y la idealización a ellos
aparejada. Hubo otro sueño de saltar desde un avión, en apa•
riencia algo exhibicionista y que no causaba ningún daño, y
también otro en el que había, en algún lugar, un hombre, y por
más que ella se empeñaba no lograba que é~ 1s prestara aten•
ción; sin embargo, estaba resuelta a que él advirtiera su presen•
cia, aunque para eso tuviese que ponerse una de esas polleras
modernas que se usan.por encima de las rodillas. Hasta la fecha
se burló de todo lo que fuese atraer a un hombre, porque
-decí~:._ todo eso de nada sirve si el hombre no está atraído de
antemano.

185
24. NUEVOS ESCLARECIMIENTOS SOBRE EL
PENSAR DE LOS NIÑOS

Conferencia introductoria pronunciada en un congreso


para docentes realizado en el Centro de Devon para el
Adelanto de la Educación, 3 de enero de 1965

Mi contribución no será tanto un aporte efectivo sobre el


tema específic;:o del pensar, sino más bien un comentario sobre
el pensar como función desde la perspectiva de la psiquiatría
infantil. Se me perdonará que ignore los escritos de quienes se
dedicaron particularmente al tema del pensar. Tengo la espe-
ranza de que lo que voy a decir los ayude a relacionar las otras
cosas que escuchen con la teoría general del desarro1lo de Ja
personalidad humana, de la persona humana. Hay una teoría
general, que debe dar cabida a todo, incluido lo que todavía no
se conoce ni se vislumbra, y luego están los estudios específicos
sobre el pensar, algunos de los cuales serán tratados en este
congreso.
Estaba pensando que ... tal vez ustedes podrían haber pro-
gramado su congreso de acuerdo con el uso que se le da a la
palabra "pensar". Cuando pienso en qué me he metido, quedo
consternado. Me doy cuenta de que lo primero que hago es dar
unos rodeos mentales con la esperanza astuta de salir del paso
aprovechando una distracción. Pero luego me encuentro a mí
mismo dando vueltas en mi pensamiento al significado de la
palabra "pensar". De pronto empiezo a concebir una manera de
exponer lo que quiero decir. De vez en éuando pienso en algunas

186
palabras que sería mejor no pronunciar, y tomo nota mental de
esto: ¡la próxima vez -me digo-piénsalo bien antes de aceptar
esta clase de invitaciones! Sin embargo, sería impensable que
no cumpliera con mi obligación y me excusara con el pretexto de
que tengo gripe o gota. De modo que me zambullo en esto, a
pesar de la advertencia del poeta:pensar es llenarse de tristeza.
No hay alternativa, debo refl,exionar sobre esta cuestión, sin
pretender agotar su examen. Luego tendré que admitir lo que
se opine de mi esfuerzo, y admitirlo de buena gana. Más tarde,
por supuesto, me acordaré de todas las cosas que no me vinieron
a la mente. ¡Cuánto mejor habría sido haber anticipado y pre-
visto las críticas que me harán ustedes!
Supongo que podríamos considerar cada uno de estos signi
ficados de la palabra "pensar"* y tratar de aplicarlos a un niño
de un año. ·
Perisar [Think]: reconocer (corresponde a distintas clases de
madurez) 1
Dar rodeos mentales [Think round] : tratar de eludir astu-
tamente (1 año y animales)
Dar vueltas en el pensamiento [Think around] : examinar
amorosamente (± 6 meses)
Concebir [Think up] : crear en ausencia de una reflexión
propia (2 años y animales)
Pensar {Think] : no hablar (5 años, latencia)
Impensable[Unthinkable]: miedo al superyó (aparece con la
formación del superyó)
Pensar [Thiñk] : ver con amplitud (desarrollo de un signifi-
cado a lo largo de la vida)
Reflexionar [Think out]: practicar una disección mental de-
liberada (consúltese a Piaget)
Agotar el examen [Think through] : completar una tarea de
pensar limitadi:i (madurez)
Opinar [Think of] : emitir un veredicto luego de una debida
consideración(± 2 años)

*Indicamos aquí entre corchetes las diversas frases verbales y otros


derivados del verbo "to thinkn que emplea Winnicott; no todos admiten ser
traducidos al castellano con expresiones derivadas de "pensar'. [T.J
1 Las palabras que aparecen entre paréntesis en esta lista fueron agrega-

das a mano por Winnicott en la copia dactilografiada de la conferencia.


[Comps.J

187
Acordarse [Think ofl: recordar (antes de 1 año)
Venir a la mente[Think of]: rememorar (después de 1 año)
Anticipar [Think forward] : predecir consecuencias (muy
temprano)

Un niño de un año tal vez no pueda concebir, pero por cierto


piensa. Usa su cerebro, en la medida en que tiene uno, pero sólo
pronnncia tres palabras, o quizás una sola. Tal vez piensa con
las palabras que comprende pero que no puede usar. Aquí reina
la oscuridad. Sería tonto perder tiempo en discutir sobre la
fecha en que un niño ya piensa; es mejor, sin duda, comparar el
pensar con otras funciones que llevan una vida paralela. Pode-
mos encontrar funciones que algunos llamarán pensar, en tanto
que otros se abstendrán de incluir en esa categoría.
No trataré de exponer aquí un pensar original. Simplemente
uso las ideas que han llegado antes a mí, y que ya he utilizado
,:::;:.-~nferencias· y escritos. He comprobado (sin pretender ser
·original) que debemos partir de la base de que nada de lo que ha
sido registrado-al menos desde el nacimiento, y probablemen-
te desde algo antes-se pierde. Naturalmente, lo que no ha sido
registrado no puede ser objeto de consideración (y hay mucho
para decir sobre la forma en que las cosas, o sucesos, o sensacio-
nes, sólo pueden ser registradas a medida que son experiencia-
das). Existe algo así como un despertar prematuro del yo, y por
otro lado algunos bebés parecen advertir tardíamente todo lo
que no sean sus propias sensaciones y su funcionamiento. Los
niños autistas presentan en grado extremo esta tendencia a ser
y a permanecer introvertidos.
Dividiría en dos partes lo que quiero exponer:
l. La catalogación (en el estado de salud), y
2. la explotación de la mente como defensa.

l. CATALOGACION

Parecería que en el estado de salud to.do lo registrado se


cataloga, categoriza y coteja. Esto no es pensar, estrictamente
hablando, pero involucra al aparato electrónico usado para
pensar. Cabe presumir que en el pensar propiamente dicho hay
un encauzamiento deliberado de la mente hacia una tarea
mental específica, que tiene alguna finalidad limitada, aunque
tal vez prk· un corto lapso: Quizá la palabra "deliberado" deba

188
reformularse en forma tal de dar cabida a la motivación cons-
ciente e inconsciente.
No tengo más que mirar en tomo y encuentro esto mismo
enunciado mejor de lo que lo he hecho yo:
Sabemos muy poco acerca del ordenamiento precognitivo del
oens-amiento incipiente, pero sospecho que podríamos averi-
guar algo más sobre sus características explorando con más
intensidad, mediante técnicas como la electromiografía, las
posturas íntimas y movimientos expresivos del cuerpo. Entre-
tanto, según era dable esperar, los creadores literarios nos
suministran ejemplos de enunciados nominalmente discursi-
vos que, al ser examinados, muestran algunos de los rasgos del
simbolismo representacional y, a veces, huellas de una matriz
más rica, tal vez más confusa, de la cual surgieron sus palabras
e imágenes. 2
Podría confeccionarse una lista de los atributos del bebé
"humano:
Funcionamiento corporal sensoriomotor
Elaboración imaginativa del funcionamiento corporal (fanta-
sía)
añádase:
Facultad de catalogación, categorización y cotejo

Recuerdos a. jamás conscientes


b. conscientes museo
galería de arte
(privada)
exposición
teatro

La función de cotejo se desarrolla con vida propia y permite


hacer predicciones. Esto pasa a estar al servicio de la necesidad
de preservar la omnipotencia. En forma paralela, la elaboración
de la función, enriquecida por los recuerdos, se traslada a la
imaginación creadora, el sueño y el juego (también al servicio de
la omnipot~mcia).
De esta manera el pensar se genera como un aspecto de la
imaginación creadora. Está al ·servicio de que sobreviva la
experiencia de omnipotencia. Es un elemento de la integración.
Algunos bebés se especializan en pensar y procurarse pala-

• D.W. Harding, "The Hinterland ofThought", en Experience into Words:


Essu.ys on Poetry, Londres, Ghatto. and Windus, 1963.

189
hras; otros se especializan en experiencias auditivas, visuales
o sensib1es de otra índole, así como en los recuerdos y en la ima-
ginación creadora de tipo alucinatorio, y tal vez no se procuren
palabras. No está en cuestión aquí que unos sean normales y los
otros anormales. Pueden producirse desentendimientos en el
debate a raíz de que una persona que habla pertenece a la clase
pensante y verbalizante, en tanto que otra pertenece a la cla-
se que alucina en el campo visual o auditivo en vez de expresar
su se1f con palabras. De algún modo, las personas de palabras
tienden a sostener que eilas son las cuerdas, en tanto que las
que ven visiones no saben cómo defender su posición cuando se
las acusa de dementes. Los argumentos lógicos les pertenecen,
en realidad, a los verbalizadores, mientras que el sentimiento
o la sensación de certidumbre o verdad o de lo "real" les
pertenece a los otros.
El psicoanálisis tuvo grandes dificultades para amoldarse a
las necesidades de aquellos que primero ven y oyen, y después
piensan. Los junguianos, por el contrario, han tendido a abas-
tecer a quienes concP.ptualízan sin malabarismos verbales, y
algunos opinan que no son tan buenos en lo que respecta a la
lógica y a la realidad compartida.
Por lo tanto, mi primera idea se vincula con el desarrollo del
pensar a partir de la catalogación, la categorización y el cotejo,
funciones que se inician por cierto muy temprano, aunque les
lleva tiempo alcanzar toda su complejidad.

2. EL PENSAR COMO MADRE SUSTITUTA, COMO NIÑERA

Mi segunda idea tiene que ver con la forma en que puede ser
explotado el intelecto del bebé. Ante todo, el intelecto es un
aspecto de la función de catalogación, categorización y cotejo,
que permite disponer de los recuerdos hasta tanto se pierden en
la. represión primaria o secundaria. Luego el intelecto tiene un
funcionamiento propio, que depende de la calidad del aparato
electrónico y también del modo en que va cobrando forma el
desarrollo emocional del individuo.
La explotación del intelecto puede comenzar muy precoz-
mente con el surgimiento de la conciencia en un yo prematuro.
Una paciente me dice: "Cuando nací, me senté y empecé a dar
lecciones: 'Tú tienes que hacer esto de este modo'". Esta es su

190
pauta de vida. De hecho, cuando tenía un año de edad, dijo:
''Haré lo que quiera", y considera su vida como un corolario de
esta declaración de filosofía personal.
Para mostrar lo que quiero decir, tomaré el cuadro, simpli-
ficado, de un bebé que es alimentado por la madre. El bebé se
halla en una etapa de muy grande dependencia, y la mamá
desempeña bien su cometido, adaptándose a las necesidades
del bebé; puede hacerlo a raíz de su capacidad para entregarse
temporariamente a esa única tarea: el cuidado de su bebé. Está ·
íntimamente identificada con éste, y puede ponerse en su
pellejo, por decirlo así.
La adaptación es un hecho, y muy próxima a un ciento por
ciento, pero declina rápidamente de acuerdo con el desarrollo
del bebé, que brinda a la madre más y más libertad. ¿Y qué es
lo que ~e desarrolla en el bebé? Es su inteligencia.
El bebé piensa para sí (mientras pega sus gritos) que todo
está en orden realmente, pues los ruidos que vienen desde fuera
de la escena le indican que algo se está acercando que va a
atender a sus necesidades. Además, tiene sus recuerdos. Tal vez
grite, pero no está acongojado, porque conserva la esperanza, ya
que sabe (sumando dos más dos) que el alivio está cercano
-alivio de su necesidad imperiosa y de una sensación de
amenaza contra su omnipotencia-. Este aumento de la com-
prensión de lo que está pasando por parte del bebé tiene como
consecuencia que la madre disponga de una mayor capacidad
para fallar en su adaptación a las necesidades del bebé,
Un bebé sortea la cuestión pensando, mientras que otro la
sortea con la fantasía y disfrutando de la experiencia imagina-
riamente, hasta que se vuelva real.
Si ahora tomamos el caso de un bebé cuya madre tiene una
falla de adaptación demasiado rápida, comprobaremos que el
bebf sobrevive gracias a su mente. La madre explota la facultad
del bebé de reflexionar y cotejar y comprender. Si el bebé tiene
un buen aparato psíquico, este pensar se convierte en un susti-
tuto del cuidado y la adaptación maternos. El bebé "se trata
como una madre" a sí mismo mediante la comprensión, median-
te una exagerada comprensión. Es un caso de "Cogito, ergo in
mea potestate sum " (Pienso, luego soy en toda mi potestad).
En el caso extremo, la mente y el pensar del bebé le han
permitido a éste, que ahora está creciendo ~ &dquitiendo una
pauta evolutiva, prescindir de los aspectos más impor~tes del

191
cuidado materno que todos los seres humanos necesitan, o sea,
la confiabilidad y la adaptación a las necesidades básicas. Como
el whisky, la propia comprensión es más confiable que lo que fue
la figura materna.
Esto trae como resultado una inteligencia desasosegada en
algunos cuyo buen cerebro fue explotado, una inteligencia que
oculta un cierto grado de deprivación. En otras palabras, para
aquellos cuyo cerebro fue explotado existe siempre la amenaza
de un derrumbe, que lleve de la inteligencia y la comprensión al
caos mental o a la desintegració11 de la personalidad. ·
La inteligencia y el pensar pueden medirse, usarse y valo-
rarse, pero debe tenerse presente que aquélla puede ser explo-
tada y ocultar cosas tales corno la deprivación y la amenaza de
caos. Clínicamente, un derrumbe parcial está representado por
una organización obsesiva, en la cual la desorganización siem-
pre acecha a la vuelta de la esquina.
En el desarrollo emocional de un individuo, avanzar signifi-
ca pasar del estado de desorganización al de integración, del
caos a la comprensión, de la ignorancia al conocimiento y el
poder de predecir, de la dependencia a la independencia. El
pensar es uno de los aspectos del proceso integrativo, previo a
la participación plena.·
Para repetir mi segunda idea: si bien el pensar es un aspecto
de la imaginación creadora del individuo, puede resultar explo-
tado dentro de su economía como defensa contra la angustia
arcaica, el caos y las tendencias a la desintegración, o los
recuerdos de un derrumbre desintegrador relacionado con la
deprivación.
En un sentido positivo, el pensar forma parte del impulso
creador, pero hay otras opciones que tienen ciertas ventajas
sobre aquél. Por ejemplo, el pensar lógico lleva mucho tiempo y
quizá no llegue a su objetivo, en tanto que un destello de in-
tuición es instantáneo .y llega allí de inmediato. La ciencia
necesita ambas vías para seguir adelante. Aquí nos estamos
procurando palabras, estamos pensando y tratando de ser lógi-
cos -y así incluimos un estudio de lo inconsciente que produce
una vasta extensión del campo de la lógica-; pero al mismo
tiempo es menester que seamos capaces de procurarnos símbo-
los y de crear imaginativamente y en un lenguaje proverbial: es
preciso que seamos capaces de pensar en forma alucinatoria.

192
25. COMENTARIO SOBH.E LA NEUROSIS
OBSESIVA Y '"PRANKIE"

Versión escrita de las observaciones efectuadas


·en el curso del debate que tuvo lugar en el 24 2 Congreso
Psicoanalítico Internacional, Amsterdam,
julio de 1965 1

En el debate hice dos comentarios separados, uno vinculado


con la naturaleza de la neurosis obsesiva y el otro con el caso que
se discute.
Con referencia a la teoría de la.neurosis obsesiva, traté de
formular un concepto acerca del funcionamiento intelectual
escindido, que a ~mi juicio constituye un rasgo esencial de un
caso cabal de neurosis obsesiva. Los conflictos pertenecientes a
la personalidad se han localizado en este caso en un ámbito
intelectual escindido. Como consecuencia de dicha escisión, lo::;
empeños y actividades del neurótico obsesivo jamás pueden
llevar a ningún resultado. Lo mejor que puede pasar es que, por
un tiempo, el obsesivo establezca una suerte de orden en lugar
de la idea de la confusión. Esta es una alternancia interminable,
y debe contrastársela con la tentativa universal de los seres
humanos por ordenar las cosas de modo tal de experienciar
algún tipo de estructuración de su personalidad o de la sociedad
como defensa frente a la experiencia del caos. Aquí sí hay

1 Tomado de International Journal of Psycho-Analysis, vol. 47 (1966),

donde se hallará un resumen del trabajo debatido y otros comentados'.

193
posibilidades de obtener algún resultado; ya que la tarea no se
emprende en el área escindida de la personalidad.
En lo que respecta al caso que se discute, Hmité mis obser-
vaciones al estudio del inicio del tratamiento de Frankie, tal
como fue comunicado con toda fidelidad de detalle por la
analista de niños que lo atendió. 2 Como preámbulo a mis
observaciones, recordé que si podemos hoy discutir en detalle
este caso, debemos agradecérselo al informe de la analista, y en
verdad la descripción de este tratanüento ha sido bien utilizada
durante más de una década en la enseñanza de la técnica·
psicoanalítica. Procuré mirar con ojos críticoc; su manejo en la
primera entrevii;ta:

Frankie comenzó su primera sesión construyendo un hospital que


se dividía en un "departamento de señoras", un "departamento de
bebés" y un "departamento de hombres". En el vestíbulo, había un
chico solitario de 4 años, sentado totalmente solo en una silla situada
en posición elevada.

Los pormenores ulteriores de este juego mostraron que ése


era el sitio donde nacían los niños, y según nos informa la
analista de Frankie, el juego se repitió en su análisis durante
muchas semanas. Manifestó que esto "trasuntaba la intensidad
de la furia del chico contra su madre y su hermana". Sin duda
alguna, el material justificaba esta presunción y las interpreta-
ciones consecuentes. El detalle que yo escogí para discutir es
que al principio el chico estuviese "sentado totalmente solo en
una silla situada en posición elevada". Pensé que podía dársele
a este detalle la máxima significación posible, dado que fue lo
que el niño llevó al análisis a la edad de 5 años y medio. En una
atmósfera en la que había madres y bebés, si bien separó a los
recién nacidos de sus madres, estaba presente la idea de que las
madres (y también los padres) se preocupaban como seres
humanos por los bebés. Esto se aplica al sostén del bebé en el
útero por parte de la madre, y, en general, a los cuidados
posnatales que le prodiga. Evidentemente, Frankie quería
dejaren claro que, desde su punto de vista, él estaba sentado en
una silla situada en una posición elevada; en otros términos, era

• Véase Berta Bornstein, "The Analysis of a Phobic Child", en The Psycho-


Analytic Study of the Child, vol. 3-4, Londres, !mago, 1949.

194
scstenido por uria cosa, por un artefacto o como quieran llamar-
lo. Esta cosa es una función escindida de la madre, que no forma
parte de la actitud de ésta. Llamé la atención sobre el hecho de
que este detalle pudiera tener gran significación en este caso,
. siendo posiblemente, más que ninguna otra cosa, lo que el chico
quería transmitir a su analista. Hay material que viene en
apoyo de esta idea, ya que la analista escribe que

El nacimiento de Frankie había sido planeado, el embarazo trans-


currió sin sobresaltos y ella (la madre) se sentía feliz y contenta en
espera de que llegara su primer bebé. El parto fue normal, el niño nació
sano, no obstante lo cual desde el primer momento.que ella lo tuvo
entre sus brazos, se sintió enajenada respecto de él. El llanto del
. pequeño le produjo el sentimiento de lo siniestro. Muy distintos fueron
sus sentimientos respecto de su segunda hija.

En un examen ulterior de esto, hay lugar para pensar que en


la primera relación deJa madre con su niño interfirieron rasgos
inconscientes derivados de la relación que e11a tenía con su
hermano. Sugerí que el caso en su conjunto podría describirse
tomando como centro este detalle, incluyendo asimismo la fobia
básica a los ascensores. Nada puede hacer un niño si es soste-
nido por una función escindida, salvo pensar si la mecánica del
asunto funciona bien o mal. Habrá una alternancia de estados
de elación (o algún equivalente) y otros en que sentirá que se lo
deja caer; por cierto, la descripción del posterior análisis de este
paciente cuando,..era un hombre joven no contradice esta idea.
Fui más allá aún, y sostuve que si bien en estos análisis se había
hecho un muy buen trabajo, la cura de este hombre no sobreven-
dría si no se atendía a ese primer detalle de su análisis a los 5
años y medio, y si no se llegaba, dentro del encuadre de la
transferencia, a su desvalimiento al verse cuidado por un_a
función materna escindida en lugar de serlo por una madre.
Este comentario se funda en la teoría de la relación materno-
filial que tiene en cuenta la existencia de un estadio de depen-
dencia absoluta, o sea, un estadio anterior a aquel en que el bebé
ha discernido a la madre como algo separado de los pormenores
de los cuidados que ella le provee.3 En la historia de todo bebé,

• Winnicott, "The Theory of the Parent-Infant Relationship" (1960), en The


Maturational Processes and the Facilitating Environment, Londres, Hogarth
Press; Nueva York, International'Universities Press, 1965. ·

195
tiene que llegar un momento en el cual, desde su punto de vista,
surge la idea de un reconocimiento de la madre que provee.
Como es natural, si hay una escisión ambiental, o sea, si las
necesidades propias de la crianza son atendidas por una madre
y por algún artificio mecánico, la tarea inherente al bebé de
reconocer que los detalles de su cuidado son expresión del amor
de una persona no sólo se vuelve más difícil, sino de hecho
imposible. De un modo u otro, el analista tiené en la transferen-
cia la pesadísima tarea de corregir la escisión ambiental que, en
la etiología del caso, tornó imposible la síntesis para elbebé.
Admito que al criticar así estos dos análisis, estoy tratando
de usar de manera efectiva el riquísimo material proporcionado
por los dos analistas, con la intención de formular una sugeren-
cia que pudiera ser constructiva, ya sea en este caso o en otro
similar.

196
26. NOTA SOBRE LA RELACION ENTRE
LA MADRE Y EL FETO

Sin fecha; escrito probablemente a mediados de la


década de 1960

Hay muchas formas de poner en palabras la relación de una


madre con el bebé que porta y lleva consigo. En primer lugar,
por supuesto, está la simple formulación biológica.
En los escritos psicoanalíticos hay copiosas referencias a las
fantasías conscientes e inconscientes de la madre acerca de su
hijo. A menudo encontramos que el término "bebé" es equipara-
do al pene, a las heces, al dinero o al mobiliario, a las almohadas,
etc., etc. También escuchamos decir que la madre se identifica
con su bebé, y que identifica al bebé con uno u otro de sus
progenitores; y es posible que se explique, según estos linea-
mientos, el amor, odio y temor del bebé.
La relación entre la madre y el feto puede también enunciar-
se con provecho en los siguientes términos: si la capacidad
biológica de la madre para producir un bebé vivo real y total se
representa con un 100 %, se podrá describir con un porcentaje
aproximado su capacidad psicológica. Con esto quiero.decir que
ninguna madre es ciento por ciento capaz de producir en su
fantasía un niño vivo total. Algunas, incluso, apenas tienen un
50 % de esta capacidad; y es dable imaginar su confusión cuando
se ven ante un bebé que, según les dicen, ellas han traído al
mundo, y en lo cual, sin embargo, no creen totalmente: Para•

197
ellassóloesamediashumano, a medias vivo, a medias completo
o a medias sano. Se podría caer en pedazos si no lo mantuvieran
sujeto con la ropa. Quizás el vientre está lleno de aire en vez de
tripas, o quizá no tenga nada adentro, salvo pis y caca. O bien
puede.ocurrir que tenga una de las malformaciones bien cono-
cidas: agua en el cerebro, fisura en el paladar, pie deforme, o los
llamados estigmas de degeneración. Podría ser un monstruo.
En cualquier caso, no es "él" ni "ella", s:ir.10 ESO.
Y si el bebé efectivamente nace con un defecto o deformidad,
el daño que ello causa a la madre y el padre tal vez sea llamativo,
ya que constituye lo opuesto a la tranquilidad frente al temor de
ser incapaz de producir un ser ciento pot ciento humano. Sé de
un caso en que la enfermedad de un hombre databa del momen-
to en que su esposa había dado a luz a un monstruo.
La lactancia brinda a la madre (y vicariamente al padre) una
segunda oportunidad. El amamantamiento y la crianza perso-
nal le hacen sentir a una madre que su hijo es real-quiero decir
en el caso de que previamente lo hubiese dudado a raíz de no
contar con un ciento por ciento de capacidad para producir un
bebé en la fantasía-.
Los abortos suelen ser testimonio de esto. Supongamos que
un aborto de tres meses-representa un 33,3 % de esa capacidad.
Si la embara.zada está en análisis, y su analista no logra dar a
tiempo con la interpretación de las fantasías que ella tiene
sobre su interior (y sobre el interior de los otros), la paciente
puede abortar casi como un acto de sinceridad. Es como si nos
estuviera diciendo que sería una falsedad que ella continuase
con el embarazo y produjera un bebé completo. La única
esperanza reside en que el analista pueda traer al análisis las
fantasías acerca del interior,y enfrentar así al interior biológico
desde la perspectiva de su función secundaria como depósito de
una fantasía conscientemente repudiada.
La clave para el análisis de este aspecto de la maternidad es
la interpretación de la relación de la fantasía con el funciona-
miento orgástico (principalmente oral) en la situación transfe-
rencia}. De esta manera, el mundo interior de la fantasía llega
a sentirse real, como algo que no es preciso mantener secreto,
algo de lo cual el individuo puede apropiarse;y al mismo tiempo,
el analista asiste a la desaparición de la compulsión previa de
la paciente a ubicar dentro del vientre el material de la fantasía
postincorporativa.

198
La función biológica puede entonces proseguir sin perturba-
ciones, y la madre llevar su fet'o a término sin necesidad de
enfermarse, ni siquiera en el triste casó de dar a luz un bebé
deforme.

199
27. AUSENCIA Y PRESENCIA DE
UN SENTIMIENTO DE CULPA, ILUSTRADA
CON DOS PACIENTES

Sin fecha; escrito probablemente en 1966 1

En el curso del tratamiento analítico de una mujer que ha


necesitado ahondar muy profundo en las primerísimas fases de
su vida, hemos arribado a una etapa en la cual mis errores se
vuelven cada vez más significativos -errores que de hecho
cometo, y a mi modo de ver todos los analistas tienen que
cometer errores, o fallar de una u otra manera-. Sin duda, la
pauta de la falla del analista, si es que está libre de una pauta
fija propia, corresponderá a la pauta según la cual el propio
ambiente del paciente le falló a éste en una etapa significativa.
El problema radica en que merced al mismo trabajo sensible
que a veces podemos hacer durante un período limitado, tal vez
podamos dar al paciente algo mejor que lo que obtuvo en un
comienzo, aunque por supuesto sólo como sucedáneo. No tene-
mos al paciente a nuestro cuidado durante las veinticuatro •
horas, como los padres a su hijo o la madre a su bebé. En cierto j
1 Este trabajo fue hallado entre los papeles de Winnicott junto con su · !
conferencia "The Ahsence of a Sense of Guilt" (1966), incluida en su libro
Deprivation and Delinquency, Londres y Nueva Yorlc, Tavistock, 1985.
[Comps.J [Trad. esp.: Depriuación y delincuencia, Buenos Aires, Paidós, 1991.]

200
sentido, uno aprende a temerle a las etapas finales de ese
periodo en que ha hecho un trabajo muy sensible adaptándose
a las necesidades del paciente. El final sobreviene cuando los
restantes intereses de uno atraen su atención apartándola de
ese paciente, que deja de estar entonces en la situación de "hijo
único", deja de ser el motivo de nuestra preocupación. En ese
momento el paciente sufre una conmoción y se desmorona, y la
falta es nuestra. Lo único que podemos hacer es reconocer e1
hecho cuando éste nos desafía. Las dificultades provienen
justamente de ese buen trabajo sensible que acabamos de
ejecutar. Hemos despertado esperanzas. El paciente pudo dejar
que desplazáramos a un progenitor o una figura parental
insatisfactoria. Por supuesto que cuando fallamos la falla es
peor porque cuando tenemos éxito lo que hicimos fue mejor.
Estoy en este punto precisamente con una paciente, y el
resultado es afligen te tanto para ella como para mí. Por más que
me repito a mí mismo que a la larga yo tenía que ser el que
fallase, no puedo evitar sentirme espantosamente mal, porque
fácilmente me doy cuenta de que el error que cometí podría
haberse evitado. En este caso particular, me permití dejarme
engañar, en un momento en que la paciente parecía casi normal
y tenía ganas de hablar de mi obra y de mi vida; y pese a todo
lo que sé y creo, caí en la trampa y, a la postre, en ese estado en
que ánhelaba tener a alguien con quien hablar de mí, hice una
o dos referencias a otras inquietudes que yo tenía. Al principiq,
desde luego, esto le pareció fascinante a la paciente, quien se
alegró de saber que yo estaba vivo y de conocer mi vida personal
y mis otros intereses. Pronto, empero, comenzó la reacción,
como yo bien sabía desde el momento mismo en que abrí la boca.
Pocos días más tarde la paciente estaba totalmente destruida,
y la culpa había sido mía. Debió sobrellevar una agonía tremen-
da, y en varias oportunidades podría haber llegado a suicidarse
tan sólo por evitar esa agonía. Quienquiera que no participe en
este trabajo podría suponer que allí acabó el problema: la
paciente se habría enojado mucho conmigo por ser exactamente
· como su madre, sólo que peor, ya que en un principio había sido
mejor. Pero no fue esto lo que sucedió. Esta paciente ingresó en
un estado en que se sintió aborrecible: nadie podría hacerle a
ella una cosa como ésa, salvo como reacción frente a algún·
atributo espantoso de su persona, que ilevaba a los demás a
actu,ar de la peor manera posible.

201
Como se ve, se había fabricado una situación en la que ex-
perimentaba muy fuertes sentimientos de culpa, en torno de los
cuales fácilmente podría organizarse su vida si es que no se
suicidaba a modo de expiación. Podía ser un caso de cilicio de
penitente, sin resultado alguno. Como analista suyo, tuve la
oportunidad de llegar a conocer con sumo detalle esto que le
pasaba, y pude ver que lo que en realidad ella no toleraba es que
yo hubiese cometido un error o le hubiese fallado, no porque ella
fuese aborrecible, sino por algo mío, algo de lo que ella no puede
percatarse pues está fuera de su esfera de influencia. Es eso lo
que ella no puede manejar, como lo ilustra toda su vida.
Si se me permite simplificar un poco, diré que lo que yo hice
mal fue exactamente equivalente a lo que hizo mal su madre al
quedar embarazada e interrumpir así la relación con ella como
hija única. La cuestión no fue bien manejada, y además la
madre debió atender a ese embarazo bastante temprano, o sea,
antes de que mi paciente cumpliera un año. A esa tierna edad,
un bebé aún no posee toda la gama de las defensas, y en reaHdad
ni siquiera ha llegado a acordar que hay un universo más allá
de aquello de lo que él es el eje. Justamente entonces la madre
se halla en el proceso de presentarle al niño los duros hechos que
se llaman Principio de Realidad. Dicho de otra manera, cuando
esta niña tenía un año nada en absoluto podía saber sobre la
unión de sus padres, en todas sus formas, algo que en cambio sí
podría haber transmitido a los dos o tres años, identificándose
con uno u otro de sus padres en alguna variante del acto de
unión.
Así pues, mi falla fue algo que ella debió tratar de incluir
dentro del ámbito de su propia omnipotencia, y sólo pudo ha-
cerlo tomando muy buen conocimiento de sus propias ideas e
impulsos horribles, y sintiéndose culpable, con lo cual se explicó
lo que yo había hecho como una retribución. Es cierto que esta
paciente a menudo había querido destruirme, pero en su máxi-
mo grado de realidad esto tenía que ver con los aspectos muy
primitivos de su amor, donde amor es relación de objeto. Es algo
que puede convertirse en el comer y en ideas de incorporar lo
valorado. Mi falla había desviado a la paciente de esta cuestión
fundamental, de modo tal que ahora quería matarme, pero no
como parte de su amor, sino como reacción por haber yo
quebrado sus procesos de crecimiento. Tal vez.con este ejemplo
se vea que la paciente no sentiría culpa alguna por matarme

202
hoy, pues yo tengo que sermatado,yellanoseríasinounagen-
te del destino. Donde estaba en proceso de desarrollarse un au-
téntico sentimiento de culpa erajustamente en ese punto en el
que ella era casi capaz de ver que, al amarme, me comería, y las
ideas que giraban en torno de esto implicaban mi destrucción.
Estaba aproximándose a eso, que siente real cuando lo alcanza.
Al fallarle, yo le hice lo mismo que sus padres; y la madre, por
habérselo hecho tan tempranamente, provocó que durante toda
la vida ella procurase, sin éxito, sentirse culpable.
Una y otra vez había podido montar teatralmente el espec-
táculo del remordimiento en torno de la compu,lsión destructi-
va, pero esto jamás fue sentido corno real, aunque por cierto la
destrucción podía ser bien real. De ahí puede verse qué quiso
decir una paciente que vino a verme hace unos quince años y
cuyas p_rimeras palabras fueron éstas: "Quiero que me ayude a
encontrar mi propia maldad". Esta mujer había vivido en un
ambiente muy terribie desde el comienzo, y le llevó muchos años
de análisis alcanzar ese punto en que pudo conocer su maldad,
que habría hallado en sí misma en un ambiente bueno.

II

Quisiera.. considerar ahora un tipo de paciente algo diferente,


a fin de tratar de ver desde un nuevo ángulo el significado del
sentimiento de culpa. Se trata de una mujer a quien probable-
mente se le diagnosticaría una esquizofrenia potencial. En el
curso del tratamiento se vuelve esquizoide en fases recurrentes,
aunque durante gran parte del tiempo se parece más a una
psiconeurótica. No le gustaría comprobar que yo digo esto, pues
ella valora la parte esquizoide de su personalidad y desprecia la
psiconeurótica. Como ustedes comprenden, la psiconeurosis
está muy próxima a cosas tales como la ambivalencia y el
compromiso, y todo eso que llamamos salud. La vida sólo es
posible sobre la base del compromiso. El método democrático es
un compromiso compartido, y lo mismo la socialización. La
parte esquizoide de la enfermedad de esta mujer la hace
menospreciar todo compromiso. Hay una suerte de idealización
que es esencial para que se sienta bien. Uno de los resultados de
e1lo es que su enfermedad la lleva a salirse ~on la suya, y es lo
bastante inteligente como para realizar esta tarea en grado

203
sorprendente. Si sigue su propio camino, no hay compromiso y
entonces es capaz de esperar.
En esta mujer el sentimiento de culpa puede ser absoluta-
mente avasallador. No tiene nada que ver con la idea de lo que
la sociedad considera bueno o malo, y ella abandonó ~u religión
porque, tal como le fue presentada, la iglesia parecía suminis-
trarle un sentido de los valores arbitrario. En lo que se siente
abrumada por la culpa es en creer que se ha traicionado a sí
misma. Piensa que sería mejor seguir enferma el resto de sus
días y no mejorar, si esto trajera implícita la aceptación de un
compromiso. Todo ello la vuelve una persona muy incómoda.
Entre otras cosas, tuvo grandes dificultades sexuales, a partir
de su convicción de que si realmente amase a un hombre, éste
se apartaría de ella. Poco a poco se avino a que un hombre se
enamorara de ella, incluso uno que a ella le gustaba mucho.
Hubo una larga serie de encuentros que culminaron en algo que
verdaderamente -según uno podría pensar- puede desembo-
car en un matrimonio. Entre estas dos personas ha habido
alguna experiencia sex-ual. Como es dable imaginar, en un caso
como éste no hay ninguna culpa asociada a mantener o no
relaciones sexuales. El punto en que esta mujer sintió una culpa
extrema fue cuando sobrevino la posibilidad de que quedase
embarazada: A partir de entonces retiró su buena voluntad
sexual y gradualmente empezó a organizar la quiebra de la
relación.
Sus sueños mostraron que, si quedase embarazada, sólo
podía ser con alguien que fuera exactamente la persona adecua-
da, y que ella aún no ha encontrado. Ha sido una lucha para ella
llegar siquiera a concebir la posibilidad de que esa persona
adecuada no aparezca jamás. Lo cierto es que la persona
adecuada habría sido un hombre del pasado, en circunstancias
ordinarias su padre, alguien que ingresaría en su vida a raíz del
amor que su madre sentía por el hombre de mi paciente. El
hombre adecuado ingresaría en su vida como una complicación
dentro de una relación básica con la madre, relación que, en el
caso de esta mujer, era defectuosa. Los padres mantenían un
vínculo problemático, y en todo caso su padre había querido un
varón y jamás mostró interés en ella como niña en absoluto. De
todos modos, pues, el hombre adecuado no apareció, y ella se
quedó esperando, no un compañero para casarse, sino lo que
perdió, el primer asunto amoroso de~tro de la familia. Tal vez

204
no pueda encontrar un hombre que esté dispuesto, en primer
lugar, a cumplir el papel que se le ha asignado, el de ser el
hombre adecuado, manteniendo el sexo como tabú, y además
quiera cambiar gradualmente hasta convertirse, con el correr
del tiempo, en un marido.
Doy esto como ejemplo del tipo de.sentimiento de culpa feroz
y absoluto que se vincula con la catastrófica autotraición. Las
enseñanzas moralistas resultan bastante endebles en compa-
ración con esto. El moralista común y corriente, puesto ante
esta mujer, diría que le falta un sentimiento de culpa. Puede
demostrarse que es ladrona, mentirosa y tramposa, y que no
tiene ni el más mínimo sentimiento de culpa en lo que respecta
a las relaciones sexuales extramatrimoniales. Jamás se le
ocurriría preocuparse si un hombre que a ella le interesa resulta
estar e~sado.
Sin embargo, se comprueba que toda la pauta de vida de esta
mujer está regida por un sentido de los valores absolutos, que
le permite de un vistazo reconocer si una pintura abstracta es
verdadera o falsa. Quiero dar este ejemplo porque yo, verbigra-
cia, puedo mirar un cuadro abstracto y no saber cómo empezar
siquiera a juzgarlo, pues no toca nada que sea particularmente
mío. Esta paciente, en cambio, no duda nunca, su juicio es
inmediato y ocurre que guarda estrecha correspondencia con el
juicio de los críticos ~e arte comunes sumamente sensibles.
Para esta paciente, una línea falsa dentro de una pintura
abstracta es algo mucho peor que.inmoral: es preciso encontrar
otro lenguaje para describirlo, o rechazar el cuadro. Por otro
lado, un cuadro abstracto que le parece auténtico tiene inmenso
valor.
En consecuencia con ello, como es dable imaginar, esta
paciente sólo puede empezar a existir y sentirse real en un
medio donde la arquitectura y todos los demás aspectos del
ambiente no humano sean de una alta calidad. Es muy emba-
razoso y difícil encontrar algo así; algunos de los mejores
momentos que ella pasó transcurrieron en un monasterio donde
no había nada feo. Supongo que si mejora podrá vivir, como hace
la mayoría de nosotros, entre tantas cosas sórdidas; pero se
apreciará que cuando mira hacia el futuro ella no puede decir:
"Quiero estar bien", precisamente porque ello implicaría la
pérdida de esas cosas sagradas a cambio de todo lo feo, desorde-
nado y sórdido. ·

205
28. SOBRE LOS ELEMENTOS
MASCULINO Y FEMENINO ESCINDIDOS

El 2 de febrero de 1966, Winnicott leyó en la Reunión Científica de


la Sociedad Psicoanalítica Británica un trabajo titulado "Los elemen-
tos masculinos y femeninos escindidos que se encuentran en hombres
y mujeres en la clínica: inforencias teóricas". Posteriormente lo incluyó
como una sección del capítulo 5 en su líbroPlaying and Reality (1971).
El presente capítulo comienza con una reproducción de dicho
trabajo (sección I). En la sección II se reúnen tres fragmentos de
material clínico, el primero escrito en 1959 y los dos restantes en 1963,
que se hallaron dactilografiados en el archivo de Winnicott rotulado
"Ideas". Todos ellos se refieren al mismo tema que el trabajo que
acabamos de mencionar, y es probable que Winnicott los utilizara en
sus cursos, así como en sus reflexiones previas sobre el tema de la
disociación entre los elementos masculino y femenino. Se encontrará
más material clínico sobre este paciente en los capítulos 10 y 15 del
presente libro.
La sección III agrupa la parte principal de la respuesta de Winni-
_cott a comentarios efectuados con motivo de su trabajo, que preparó
paraPsychoanalytic Forum. Los comentarios pertenecían a Margaret
Mead, MasudKhan, Richard Sterba, Herbert Rosenfeldy DecioSoares
de Souza. Aunque tanto estos comentarios como las respuestas de
Winnicott datan de 1968-69, aparecieron en Psychoanalytic Forum,
junto con el trabajo original, en 1972.

Los compiladores

206
I. LOS ELEMENTOS MASCULINO Y FEMENINO ESCINDIDOS
QUE SE ENCUENTRAN EN HOMBRES Y MUJERES

Trabajo leído en la Sociedad Psicoanalítica Británica


el 2 de febrero de 1966

La idea de que los hombres y las mujeres tienen "predispo-


sición a la bisexualidad" no es nada novedosa, dentro o fu.era del
psicoanálisis.
Aquí trato de utilizar lo que aprendí sobre la bisexua1idad en
análisis que avanzaron, paso a paso, hasta cierto punto y se
concentraron en un .detalle. No se hará intento alguno de
rastrel:\r los pasos gracias a los cuales un análisis obtiene ese
tipo de· materiales. Puede decirse que, en general, hace fa1ta
trabajar mucho, antes de que ese tipo de material adquiera
significación y exija prioridad. Resulta difícil ver cómo se podría
evitar esa labor preliminar. La lentitud del proceso analítico es
una manifestación de una defensa que el analista debe respe-
tar, como respetamos todas las defensas. Si bien el paciente es
quien constantemente· enseña al analista, éste debería conocer
teórica mente los aspectos referentes a los rasgos más profundos
o centrales de la personalidad, pues de lo contrario no podrá
reconocer las nuevas exigencias impuestas a su comprensión y
técnica -y hac:.erles frente- cuando, a la larga, el paciente
logra llevar temas profundamente enterrados al contenido de la
transferencia, con lo cual ofrece oportunidad para una interpre-
tación mutativa. Al interpretar, el analista muestra cuánto o
cuán poco es capaz de recibir de la comunicación del paciente.
Como base para la idea que deseo ofrecer en este capítulo,
sugiero que la creatividad es uno de los denominadores comu-
nes de hombres y mujeres. No obstante, en otro lenguaje, la
creatividad es prerrogativa de las mujeres, y en un tercero es
una característica masculina. En los párrafos que siguen me
ocuparé del último de los tres.

DATOS CLJNICOS

Caso ilustrativo .
Me pr¿pongo ettrpezar por un ejemplo clínico. Se refiere al

207
tratamiento de un hombre de mediana edad, casado, padre de
famil:Í.a, profesional de éxito. El análisis se desarrolló según los
lineamientos clásicos. El hombre ha tenido un prolongado
análisis; y yo no soy en modo alguno su primer psicoterapeuta.
El y cada uno de nosotros, terapeutas y analistas, trabajamos
mucho, y se produjeron muchos cambios en su personalidad.
Pero sigue habiendo algo que, según afirma, hace que no pueda
detenerse pues sabe que no ha llegado a lo que buscaba. Si se
malogra el sacrificio será demasiado grande.
En la fase actual del presente análisis se ha llegado a algo
que es nuevo para mí. Tiene que ver con la forma en que enfoco
el elemento no masculino de su personalidad.

Un viernes el paciente llegó e informó más o menos lo acostum~


brado.
Lo que me llamó la atención ese dia fue que habló sobre la envidia
del pene. Uso la expresión adrede, y debo pedir que se acepte que era
adecuada en ese caso, en vista del material y de su presentación. Es
evidente que la expresión envidia del pene no se aplica por lo común a
la descripción de un hombre.
El cambio, correspondiente a esta fase en especial, aparece en la
forma en que la manejé. En.esta oportunidad le dije: "Estoy escuchan-
do a una niña. Sé muy bien que usted es un hombre, pero yo escucho
a una niña, y estoy hablando con una nifia. Y a esa niña le digo: 'estás
hablando de la envidia del pene'".
Deseo destacar que esto nada tiene que ver con la homosexualidad.
(Se me ha señalado que mi interpretación, en cada una de sus dos
partes, podría considerarse vinculada con el jugar, y estaría tan
alejada como es posible de la interpretación autoritaria, que es lo más
próximo al adoctrinamiento.)
El profundo efecto de esta interpretación me hizo ver con claridad
que en cierta forma mi observación era oportuna, y en verdad no
estaría relatando ese incidente en este contexto si no fuese porque el
trabajo que comenzó ese viernes rompía un círculo vicioso. Me había
acostumbrado a una rutina de buen trabajo, buenas interpretaciones,
buenos resultados inmediatos, y a la destrucción y desilusión que
aparecían en cada oportunidad debido al reconocimiento gradual, por
el paciente, de que algo fundamental había sin ser tocado: el factor
desconocido que hacía que ese hombre se dedicara a analizarse desde
hacía un cuarto de siglo. ¿Su trabajo conmigo correría el mismo destino
que el realizado con otros analistas?
·· ·En esta oportunidad se produjo un efecto inmediato en forma de
aceptación intelectual y alivio, y luego hubo efectos más distantes. Al

208
c::1bo de una pausa el paciente di_:o: "Si le hablase a alguien sobre esa
nena, me diría que estoy loco".
Las cosas habrían podido quedar así, pero en vista de los sucesos
posteriores me alegro de haber ido más lejos. Mi observación siguiente
me sorprendió, y decidió la cuestión: "No se trata de que usted le haya
contado eso a nadie --eontinué diciéndole--; soy yo quien ve una niña
y oye hablar a una niña, cuando lo cierto es que en mi diván hay un
hombre. Soy yo quien está loco".
No tuve que seguir desarrollando este punto, porque ruo en la tecla.
El paciente declaró entonces que en ese momento se sentía sano en un
ambiente loco. En otros términos, había sido liberado de un dilema. A
contin:iadón expresó: "Nunca pude decir (sabiendo que soy un hom-
bre): 'Soy una niña'. Mi locura no es ésa. Pero usted lo dijo, y al hacerlo
les habló a mis dos partes".
Esa locura mía le permitía verse desde mi posición como una niña.
El sabe que es un hombre, y jamás ha dudado de eso.
¿Resulta obvio lo que ocurría alu'? Por mi parte, he tenido que pasar
por una profunda experiencia personal para llegar a la comprensión
que estoy seguro de haber alcanzado ahora.
Este coro plejo estado de cosas posee una realidad especial para este
hombre porque él y yo llegamos a la conclusión (aunque no podamos
a
demostrarla) de que su madre (que ya no vive) vio una niñita cuando
lo vio a él, recién nacido, antes de poder pensar que era un varón. En
otras palabras, el hombre tuvo que adaptarse a la idea que se había
formado su madre, de que su bebé era y seguiría siendo una nena. (Mi
paciente era el segundo hijo; el primero había sido un varón.) Tenemos
muy buenas pruebas, por el análisis, de que en la primera etapa de su
crianza la madre lo sostenía y manejaba en todo tipo de maniobras
físicas como si no'Vi.ese que era un varón. Sobre la base de esa pauta,
el armó más tarde sus defensas, pero era la "locura" de su madre la que
veía a una niña donde había un varón, y eso fue trafdo al presente
cuando dije "Soy yo quien está loco". Ese viernes se fue profundamente
conmovido, sintiendo que ése era el primer cambio significativo en el
análisis desde hacía mucho tiempo (si bien, como dije, hubo continuos
progresos, en el sentido de que realizaba un buen trabajo).l
Querría dar más detalles en relación con ese incidente del viernes.
Cuando volvió, el lunes siguiente, me dijo que estaba enfermo. Me
resultó muy claro que tenía una infección, y le recordé que su esposa
la tendría al día siguiente, cosa que suceruó. Ello no obstante, estaba
invitándome a que interpretase su enfermedad, que había comenzado

1 Para un examen detallado del rol especular de la madre en e] desarrollo


del niño, véase "Mirror-Role ofMothe:r and Family" (1967), en Playing a.nd
Reality, Londres, Tavistock; Nueya York, Basic Books, 1971; Penguin, 1974.
~D.W.W.

209
el sábado, como si fuese psicosomática. Trataba de decirme que el
viernes por la noche había tenido relaciones sexuales satisfactorias con
su esposa, de modo que el sábado habría debido sentirse mejor, a pesar
de lo cual enfermó y se sintió mal. Yo conseguí dejar a un lado la
dolencia fisica y hablar de la incongruencia de que se sintiera mal
después de las relaciones sexuales que, según sentía, habrían debido
constituir una experiencia curativa. (En verdad habría podido decir:
"Tengo gripe, pero a pesar de eso me siento mejor iñteriormente".)
Mi interpretación continuó según los lineamientos del viernes.
"Usted piensa -dije- que debería sentirse complacido de que una
interpretación mía haya liberado una conducta masculina. Pero la
niña de la que hablé no quiere que el hombre se libere, y en verdad ese
hombre no le interesa. Desea que la reconozcan en toda su plenitud, a
ella y a sus derechos sobre el cuerpo de usted. Su envidia del pene
incluye en especial la envidia que le tiene a usted como hombre. -Y
seguí diciendo:-El sentirse mal es una protesta proveniente de su self
femenino, de esa ·nena, porque ésta siempre esperó que el análisis
descubriese que usted era, y en realidad siempre había sido, una mujer
(y 'estar enfermo' es un embarazo pregenital). Para esa niña, la única
terminación del análisis en que puede confiar es el descubrimiento de
que usted es en verdad una nena." A partir de esto, uno podía empezar
a entender el motivo del convencimiento de este paciente en cuanto a
que el análisis jamás podrí~ terminar.2
En las semanas posteriores surgieron muchos materiale's que
confirmaron la·validez de mi interpretación y mi actitud, y el paciente
sintió que ahora podía entender que su análisis había dejado de ser
inevitablemente interminable.
Más tarde advertí que la resistencia del paciente se había conver-
tido en una negación de la importancia de mi frase: "Soy yo quien está
loco". Trató de dar por entendido que era mi forma de decir algo, una
figura retórica que era dable olvidar. Pero descubrí que era uno de esos
.ejemplos de transferencia delirante, que desconciertan a pacientes y
analistas por igual; y la médula del problema del manejo se encuentra
precisamente en esa interpretación --que, lo confieso, estuve a punto
de no permitirme hacer.

Cuando me concedí tiempo para pensar en lo que había


ocurrido, me sentí confundido. No había en esto ningún concep-
to teórico nuevo, ningún nuevo principio de técnica. En rigor, mi
paciente y yo habíamos recorrido antes el mismo terreno. Y sin

1 Confío en que se entienda que no estoy sugiriendo que la muy real

enfermedad física de este individuo, una gripe, fue provocada por las tenden-
cias emocionales coexistentes con las físicas. -D.W.W.

210
embargo había algo nuevo, en mi actitud y en la capacidad de
él de usar mi trabajo interpretativo. Decidí rendirme a lo que
eso pudiese significar para mí mismo, y el resultado se encon-
trará en este trabajo que presento.

Disociación
Lo primero que advertí fue que hasta entonces nunca había
aceptado del todo la disociación total entre el hombre (o la
mujer) y el aspecto de la personalidad que tiene el sexo opuesto.
En el caso de este paciente la disociación era c.asi completa.
Me encontraba, pues, ante un arma antigua dotada de un
nuevo filo, y me pregunté hasta qué punto eso podría afectar, o
ya había afectado, el trabajo que realizaba con otros pacientes,
hombr~s y mujeres, o muchachos y chicas. Resolví, por consi-
guiente, estudiar ese 'tipo de disociación dejando a un lado, pero
sin olvidarlos, todos los otros tipos de escisión.

Los elementos masculino y femenino


en hombres y mujeres 3
En este caso había una disociación que estaba a punto de
derrumbarse. La disociación, como defensa, dejaba paso a una
aceptación de la bisexualidad como atributo de la unidad o self
total. Me di cuenta de que me encontraba ante lo que se po-
dría denominar un elemento femenino puro. Al principio me sor-
prendió que sólo hubiese podido llegar a él mediante la ob-
servación del material presentado por un paciente masculino.4
A este caso le corresponde otra observación clínica. Parte del
alivio que siguió a nuestra llegada a la nueva plataforma de
nuestro trabajo juntos provenía de que ahora podíamos explicar
por qué mis interpretaciones, de buenos fundamentos, respecto

3
Por ahora continuaré empleando esta terminología ("elementos masculi-
no y femenino"), pues no conozco otros térnúnos descriptivos apropiados. Por
cierto, "activo" y "pasivo" no son correctos, y debo proseguir mi argumentación
con los términos de que dispongo. -D.W.W.
• Aquf lo lógico sena continuar el trabajo que este hombre y yo hicimos jun-
tos con otro similar referido a una paciente nena o mujer. Por ejemplo, una
joven paciente evocó un antiguo material perteneciente a su temprana laten-
cia, cuando ella anhelaba ser un varoncito. Había dedicado mucho ti~mpo y.
energía a su voluntad de tener un.pene. No obstante, lo que necesitaba era u ria'

211
del uso de objetos de las satisfacciones eróticas orales en la
transferencia, de las ideas sádicas en relación con el interés del
paciente por el analista ~orno objeto parcial o como persona con
pechos o-pene; por qué mis interpretaciones, repito,jamás eran
mutativas. Se las aceptaba, sí, pero ... ¡;y después qué? Al llegar
a la nueva situación, el paciente experimentó un muy vívido
sentimiento de relación conmigo. Tenía que ver con la identi-
dad. El elemento femenino separado, puro, encontraba una
unidad primaria conmigo como analista, y ello le otorgaba el
sentimiento de que empezaba a vivir. Este detalle me afectó,
como se verá en mi aplicación de lo que descubrí en este casv a
la teoría.

Agregado a la sección clínica


Resulta gratificante revisar los materiales clínicos actuales
teniendo en cuenta este ejemplo de disociación, el elemento
niña escindido en un paciente masculino. El tema puede volver-
se muy pronto enorme y complejo, de manera que es preciso
elegir unas pocas observaciones para su mención especial.
a) Se puede descubrir, con sorpresa, que se está tratando con
la parte escindida e inténtando analizarla, en tanto que lo
principal de la persona en funcionamiento aparece sólo en
forma proyectada. Esto se parece a 1o que ocurre en el trata-
miento de un chico cuando se descubre que se está tratando a
uno u otro de los padres por delegación. Pueden atravesársele
a uno, en el camino, todas las variedades posibles de este tema.
b) Es posible que el elemento del otro sexo esté escindido por
completo, de modo tal que un hombre, por ejemplo, no pueda

cierta comprensión especial: la de que ella, que obviamente era una nena y se
sentía feliz por serlo, al mismo tiempo (con una parte suya disociada del orden
del 10 por ciento) sabía, y siempre había sabido, que era un varón. A esto se
asociaba la certidumbre de haber sido castrada y por ende privada de su
potencialidad destructiva; y junto con esto estaba su asesinato de la madre y
toda su organización defensiva masoquista, que era central en la estructura de
su personalidad.
El hecho de suministrar ejemplos clínicos me hace correr el riesgo de
distraer la atención del lector de mi tema principal; además, si mis ideas son
ciertas y universales, cada lector tendrá casos personales que ilustren el lugar
que ocupa la disociación, en vez de la rep~sión, en lo tocante a los elementos 1
masculino y femenino de hombres y mujeres;·~D.W.W. ·

212
establecer nexo alguno con la parte escindida. Ello rige en
especial cuando la personalidad, en otros sentidos, es sana y
está integ-rada. Cuando la personalidad que funciona ya está
organizada en múltiples escisiones, se carga menos el acento en
el "yo estoy sano" y por lo tanto se presenta menos resistencia
contra la idea de "yo soy una niña" (en el caso de un hombre) o
"yo soy un varón" (en el caso de una niña).
e) En el plano clínico es posible encontrar una disociación
casi total del otro sexo, organizada desde muy temprano en
relación con factores exteriores, y unida a disociaciones poste-
riores organizadas como una defensa que se basa, en mayor o
menor medida, en identificaciones cruzadas. La realidad de
esta última defensa organizada puede oponerse a que el pacien-
te reviva, en el análisie, la escisión reactiva temprana.
(En ese sentido existe un axioma: que el paciente siempre se
aferrani" a la explotación de los factores personales e internos,
que le ofrecen cierta m~dida de control omnipotente, antes que
dar cabida a la idea de una reacción burda frente a un factor
ambiental, ya se trate de una distorsión o de una falla. La
influencia ambiental, mala o incluso buena, entra en nuestro
trabajo como una idea traumática, in tolerable porque no funcio-
na en e1 ámbito de omnipotencia del paciente. Compárese la con
la afirmación del melancólico de que es responsable de todos los
males.)
d) La parte escindida del otro sexo tiende a mantenerse
siempre en una misma edad o a crecer con lentitud, mientras
que las figuras re~lmente imaginativas de la realidad psíquica
interna de la persona maduran, se interrelacionan, envejecen y
· mueren. Por ejemplo, un hombre que depende de mujeres
jóvenes para mantener vivo su self-niña escindido, puede llegar
a ser capaz, poco a poco, de utilizar para ese fin especial a nenas
algo mayores, muchachas en edad de casarse; pero si vive hasta
los noventa años es improbable que las muchachas así emplea-
das lleguen a tener treinta. Ahora bien: en un paciente mascu-
lino, la nena (que oculta el elemento nena puro, de formación
temprana) podría tener características de nena, sentir orgullo
de sus pechos, experimentar envidia del pene, quedar embara-
zada, no contar con genitales externos masculinos e incluso
poseer órganos sexuales femeninos y gozar de exp~riencias
sexuales femeninas.
es
e) Un problema importante én este terreno la valor~ción

213
de todo esto en términos de salud psiquiátrica. El hombre que
inicia a jovencitas en experiencias sexuales puede muy bien
estar más identificado con la nena que consigo mismo. Ello le
confiere una capacidad para esforzarse por despertar el sexo de
la nena y satisfacerla. Paga por ello con la obtención de muy
poca satisfacción masculina, y también con su necesidad de
buscar siempre una nueva nena, siendo esto lo contrario de la
constancia del objeto.
En el otro extremo se encuentra la enfermedad de la impo-
tencia. Entre ambas está toda la gama de la potencia relativa,
mezclada con distintos tipos y grados de dependencia. Lo nor-
mal dependerá de la expectativa social del grupo social en un
momento dado. ¿No podría decirse que en el extremo patriarcal
de la sociedad el coito es violación, y en el extremo matriarcal
el hombre con el elemento femenino escindido, que debe satisfa-
cer a muchas mujeres, es muy buscado, aunque al hacerlo se
aniquile?
Entre esos dos extremos está la bisexualidad y una expecta-
tiva de experiencia sexual que no llega a ser óptima. Ello va
acompañado por la idea de que la salud social es moderadamen-
te depresiva -salvo durante las vacaciones-.
Resulta interesante ei hecho de que la existencia de ese ele-
mento femenino escindido impida en la práctica la experiencia
homosexual. En el caso de mi paciente, en el momento crítico
siempre huía de las proposiciones homosexuales, porque (vino
especialmente a verme para decírmelo) la práctica de la homo-
sexualidad habría establecido su masculinidad, de la cual (por
el elemento femenino disociado de su self) nunca quiso darse por
enterado.
(En el individuo normal que practica la bisexualidad, las
ideas homosexuales no chocan de esa manera, en gran parte
porque el factor anal [que es un aspecto secundario] no ha logra~
do supremacía sobre la felación, y en la fantasía de una unión
de felación no tiene importancia el sexo biológico de la per-
sona.)
f) Parece que en la evolución del mito griego los primeros
homosexuales fueron hombres que imitaban a las mujeres de
modo de llegar a una relación lo más próxima posible con la
diosa suprema. Ello correspondía a una era matriarcal, luego de
la cual surgió un sistema de dios·es patriarcales, con Zeus a la
cabeza. Zeu.s, símbolo del sistema patriarcal, inició la vigencia

214
de la idea del joven amado sexualmente por el hombre, acom-
pañada por la relegación de las mujeres a una posición social
inferior. Si ésta es una exposición veraz de la historia del
desarrollo de las ideas, proporciona el eslabón que necesito para
unir mis observaciones clínicas sobre el elemento femenino
escindido, en el caso de pacientes masculinos, con la teoría de la
relación con el objeto. (En las pacientes mujeres el elemento
masculino escindido no tiene menos importancia para nuestro
trabajo, pero lo que debo decir acerca de la relación de objeto sólo
puede sostenerse respecto de uno solo de los dos ejemplos
posibles de disociación.)

RESUMEN DE OBSERVACIONES PRELIMINARES

En nuestra teoría debemos dar cabida a la existencia de un


elemento masculino y-uno femenino, tanto en los varoncitos y
hombres como en las nenas y mujeres. Ambos pueden encon·
trarse escindidos uno del otro en muy alto grado. Esta idea nos
impone un estudio de los efectos clínicos de tal tipo de disocia-
ción y un examen de los elementos masculino y femenino
destilados, en sí mismos.
Ya presenté algunas observaciones sobre lo primero, los
efectos clínicos; ahora deseo examinar lo que denomino elemen-
tos masculino y femenino destilados (no las personas masculina
y femenina).

ELEMENTO MASCULINO PURO Y ELEMENTO FEMENINO PURO

Especulación sobre el contraste entre los tipos de


relación de objeto
Comparemos y contrastemos los elementos masculino y
femenino sin mezclas, en el contexto de la relación de objeto.
Debo decir que el elemento que llamo "masculino'' actúa, al
relacionarse, tanto en forma activa como pasiva, basadas am-
bas formas en el instinto. En el desarroUo de esta idea hablamos
de la moción instintiva del bebé respecto del pecho y la alimen~
tación, y luego respecto de todas las experiencias vinculadas con
las principales zonas-erógenas, y de las mociones y satisfaccio-

215
nes subsidiarias. Sugiero1 en cambio, que el elemento femenino
puro se relaciona con el pecho (o con la madre) en el sentido de
que el bebé se convi,erte en el pecho (o en la madre), en el sentido
en que el objeto es el sujeto. Y ~n esto no veo moción instintiva
alguna. '.
(También es necesario recordar el uso de la palabra "instin-
to" en la etología; no obstante, dudo mucho d~ que la impronta
sea algo que afecte en algún grado al recién nacido humano.
Aquí y ahora, afirmo mi creencia. de que todo el tema de la
impronta es ajeno al estudio de las tempranas relaciones
objetables de lus niños. Por _cierto que nada tiene que ver con el
trauma de la separación a los dos años, momento en que se ha
supuesto que alcanza fundamental importancia.)
El término "objeto subjetivo" ha sido empleado para descri-
bir el primer objeto, el objeto aún no repudiado como fenómeno
"distinto de mí". En esta capacidad de relación del elemento
femenino puro· con el "pecho" hay una aplicación práctica de la
idea de objeto subjetivc,, y esa experiencia allana el camino al
suj9to objetivo-es decir, la idea de tener un selfy el sentimien-
to de realidad que nace de la sensación de poseer una iden-
tidad-.
Por c~mpleja que resulte, a la larga, la psicología del sentido
del selfy ~el establecimiento de una identidad a medida que un
bebé crece, n:ingún sentido del self emerge si no es sobre la base
de la relación con el sentido de SER[sense of being]. Este sen-
tido de ser es anterior a la idea de ser-uno-con, porque hasta
entonces no hubo otra cosa que identidad. Dos personas sepa-
radas pueden sentir que son una, pero aquí; en el lugar que
estoy examinando, el bebé y el objeto son uno. Es posible que
el término "identificación primaria" haya sido empleado preci-
samente para esto que describo, y yo pretendo demostrar la
importancia vital de esta primera experiencia para la iniciación
de todas las posteriores experiencias de identificación.
Tanto la identificación proyectiva como la introyectiva sur-
gen de ese lugar en el que cada uno es e1 otro.
En el crecimiento del niño, a medida que el yo comienza a
organizarse, eso que llamo relación de objeto del elemento
femenino puro establece lo que quizá sea la más simple de las
experiencias, la experiencia de ser. Aquí hay una verdadera
continuidad de generaciones; el ser se transmite de una gene-
ración a otra por la vía del elemento femenino de hombres y

216
mujeres, y de bebés varones y mujeres. Creo que esto ya se dijo,
pero siempre en términos de mujeres y chicas, lo cual confunde
la cuestión. Se trata de los elementos femeninos tanto en las
mujeres como en los hombres.
Por el contrario, la relación de objeto del elemento masculino
presupone separación. En cuanto se dispone de una organiza-
ción del yo, el bebé asigna al objeto la cualidad de ser "distinto
de mí" o separado, y experimenta ~atisfacciones del ello que
incluyen la rabia relativa a la frus Lración. La satisfacción de las
mociones acentúa 1a separación del objeto respecto del bebé, y
lleva a la objetivación del objeto. A partir de entonces, del lado
del elemento masculino, la identificación necesita basarse en
complejos mecanismos mentales, a los que es preciso dar tiempo
para que aparezcan, se desarrollen y se establezcan como parte
de la dotación del nuevo bebé. Pero del lado del elemento
femenino, la identidad exige tan poca estructura mental, que
esa identidad primaria puede ser una característica presente
desde muy temprano: y los cimientos para el simple ser pueden
quedar establecidos (digamos) desde el momento de nacimien-
to, o antes, o poco después, o desde el instante en que la mente
se libera de las trabas para su funcionamiento debidas a la
inmadurez y a las lesiones cerebrales vinculadas con el proceso
del nacimiento.
Es posible que. los psicoanalistas hayan prestado una aten-
ción especial a este elemento masculino o aspecto instintivo de
la relación de objeto, pero pasaron por alto la identidad sujeto-
objeto sobre la que llamo la atención aquí, y que es la base de la
capacidad de ser. El elemento masculino hace, en tanto que el
femenino (en los hombres y mujeres) es. Aquí entrarían los
varones del mito griego que trataron de ser una sola cosa con la
diosa suprema. Y también es una manera de formular la en-
vidia, profundamente arraigada, que las personas masculinas
sienten respecto de las mujeres cuyo elemento femenino los
hombres dan por sentad~, a veces en forma errónea.
Según parece, la frustración es inherente a la búsqueda de
satisfacción. A la experiencia de ser le es inherente algo distin-
to: no la frustración sino la mutilación. Deseo estudiar este
detalle específico.

Identidad: niño y pecho


No·es po$ible formular lo que aquí llamo relación del ele-

217 ·
mento femenino con el pecho sin el concepto de madre suficien-
temente buena y no suficientemente buena.
(Tal observación es más cieria aún en esü~ ijmbito que en el
terreno comparable que abarcan los términos de "objetos tran-
sicionalt:s" y "fenómenos transicionales". El objeto transicional
representa la capacidad de la madre para presentar el mundo
de tal modo que el niño no tenga que saber al comienzo que dicho
objeto es creado por él. En nuestro contexto inmediato podemos
asignar una importancia total al significado de adaptación,
pues la madre o bien le da al bebé la oportunidad de sentir que
el pecho es él, o bien no se la da. En este caso el pecho es un
símbolo, no de hacer sino de ser.)
Esto de ser una proporcionadora suficientemente buena del
elemento femenino es cuestión de sutilísimos detalles de mane-
jo, y al examinar estos aspectos puede recurrirse a los escritos
de Margaret Mead y Erik Erikson, quienes describen las formas
en que los cuidados maternos en distintos tipos de culturas
determinan, a una ed;-1d. muy temprana, las pautas de las
defensas del individuo, así como proporcionan los esquemas
para la sublimación posterior. Se trata de asuntos muy sutiles,
que estudiamos en relación con esta madre y este niño.

La naturaleza del factor ambiental


Vuelvo ahora a la consideración de la primerísima etapa en
que se establece la pauta por medio de las sutiles formas en que
la madre maneja a su hijo. Debo referirme en detalle a este
ejemplo tan especial de factor ambiental. O bien la madre tiene
un pecho que es, de modo que e1bebé también puede ser cuando
él y ella no se encuentran aún separados en la mente rudimen-
taria del niño; o bien la madre es incapaz de efectuar esa con-
tribución, en cuyo caso el bebé tiene que desarrollarse sin la
capacidad de ser, o con una capacidad de ser mutilada.
(En el terreno clínico hay que encarar el caso del bebé que
debe arreglárselas con una identidad referida a un pecho que es
activo, un pecho de elemento masculino, pero que no resulta
satisfactorio para la identidad inicial, que necesita un pecho
que es, no uno que hace. En lugar de "ser como" ese bebé tendrá
que ''hacer como", o se le hará a él, lo cual equivale a lo mismo,
desde nuestro punto de vista.)
La madre capaz de hacer esa cosa tan sutil a que me refiero
no produce un niño cuyo self "femenino puro" tenga envidia del

218
pecho, pues para él el pecho es el selfy el self es el pecho. Envidia
es un término que se podría aplicar a la experiencia de una falla
atormentadora del pecho corno algo que ES.

Confrontación de los elementos masculino y femenino


Estas consideraciones me han embarcado en una curiosa
exposición sobre los aspectos masculino puro y femenino puro
del niño o niña. He llegado a una situación en que debo decir que
la relación de objeto, en términos de ese elemento femenino puro,
nada tiene que ver con la moción (o instinto). La relación de ob-
jeto respaldada por la moción instintiva corresponde al elemen-
to masculino de la personalidad no contaminado por el femeni-
no. Esta argumentación me sume en grandas dificultades, y sin
embargo parece que en una formulación de las etapas iniciales
del desarrollo emocional del individuo es necesario separar (no
a los vaiones de las mujeres, sino) al elemento no contaminado
de los varones del elemento no contaminado de las mujeres. La
formulación clásica en lo que respecta a encontrar y usar el
erotismo anal, el sadismo oral, las etapas anales, etc., nace de
considerar la vida del elemento masculino puro. Los estudios de
la identificación basados en la introyección o incorporación son
estudios de la experiencia de los elementos masculino y feme-
nino ya mezclados. El examen del elemento femenino puro nos
lleva a otra parte.
El estudio del elemento femenino puro, destilado e inconta-
minado, nos conduce al SER, única base para el áutodescubri-
miento y para el sentimiento de existir (y después a la capacidad
para desarrollar un interior, para contener, para hacer uso de
los mecanismos de proyección e introyección, y para relacionar-
se con el mundo en términos de introyección y proyección).
A riesgo de repetirme quiero volver a decir que cuando el
elemento femenino del bebé o paciente varón o mujer encuentra
el pecho, lo que se ha encontrado es el self. Si se pregunta, "¿qué
hace el bebé mujer con el pecho?", la respuesta es que ese
elemento femenino es el pecho, participa de las cualidades del
pecho y la madre, y es deseable. Con el correr dél tiempo,
deseable significa comestible, y ello quiere decir que el niño
corre peligro por ser deseable, o en lenguaje más refinado, por
ser excitante. Ser excitante implica: capaz de hacer que el
elemento masculino de alguien haga algo. Así, el pene .de un

219
hombre puede ser un elemento femenino excitante, que provoca
en la nena la actividad del demento masculino. Pero (es preciso
aclararlo) ninguna nena o mujer es así; en el estado de salud
existe una proporción variable de elemento femenino en una
nena y en un varón. Además intervienen factores hereditarios,
de modo que sería muy verosímil encontrar a un varón con un
elemento-nena más fuerte que la nena que está a su lado, quien
tal vez tenga en menor proporción un elemento femenino puro
potencial. Agréguese a esto la capacidad variable de las madres
para transmitir la deseabilidad del buen pecho o de la parte de
la función materna que el buen pecho simboliza, y se verá que
algunos niños y ní_ñ.as están condenados a crecer con una
bisexualidad desequilibrada, cargada en el sector erróneo de su
constitución biológica.
Esto me recuerda la pregunta: ¿cuál es la naturaleza de la
comunicación q~e ofrece Shakespeare al delinear la personali-
dad y el carácter de Hamlet?
Hamlet versa principalmente sobre el espantoso dilema en
que se encontró el príncipe; para él no había solución debido a
la disociación que tenía lugar en él como mecanismo de defensa.
Sería gratificante encontrar a un actor que representase a
Hamlet teniendo esto en cuenta. Pronunciaría el primer verso
del famoso soliloquio en una forma especial: «ser o no ser ... "
Diría, como si" tratase de llegar al fondo de algo imposible de
sondear: "Ser... o ... ", y en ese momento haría una pausa, porque
en realidad el personaje Hamlet no conoce la alternativa. Al
cabo, terminaría con la posibilidad más bien trivial:« ... no ser",
y entonces se encontraría lanzado a un viaje que tal vez no lleve
a parte alguna. "¿Qué es más noble para el espíritu: /sufrir los
golpes y dardos de la agraviante fortuna / o tomar las armas
contra un mar de calamidades/ y haciéndoles frente acabar con
ellas?" (acto III, escena primera). Aquí Harnlet ha pasado a la
alternativa sadomasoquista, y dejado a un lado el tema inicial.
El resto de la obra es una prolongada elaboración de la formu-
lación del problema. Quiero decir que en esa etapa se lo muestra
en busca de una alternativa frente a la idea de "Ser". Trata de
hallar un camino para formular la disociación que se ha produ-
cido en su personalidad entre sus elementos masculino y feme-
nino, que hasta el momento de la muerte de su padre habían
coexistido en armonía, como aspectos de su persona ricamente

220
dotada. Sí, es inevitable que escriba como si me refiriese a una
persona, no a un personaje teatral.
Tal como yo lo entiendo, este difícil soliloquio resulta difícil
porque ni el propio Hamlet tenía una clave para su dilema, pues
dicha clave residía en su cambio de estado. Shakespeare tenía
la clave, pero Hamlet no podía recurrir a la obra de aquél.
Si se mira la obra de esta manera, parece posible utilizar el
cambio de actitud de Hamlet respecto de Ofelia, y su crueldad
para con ella, como una descripción de su implacable rechazo de
su propio elemento femenino, ahora escindido y entregado a
ella, en tanto que su mal acogido elemento masculino amenaza
con adueñarse de toda su personalidad. La crueldad hacia
Ofelia puede representar una medida de su renuencia a aban-
donar su elemento femenino escindido.
Así pues, la obra (si Hamlet hubiese podido leerla o verla
representada) le habría mostrado la naturaleza de su dilema.
La obra dentro de la obra no logró hacerlo, y yo diría que fue
puesta en escena por é) para dar vida a su elemento masculino,
amenazado al máximo por la tragedia entretejida con él.
Podría entenderse que el mismo dilema, presente en el
propio Shakespeare, nos indica cuál es el problema que está por
detrás del contenido de sus sonetos. Pero ello equivaldría a
pasar por alto el rasgo principal de los sonetos -es decir. la
poesía-, y aun a cometer un agravio contra ellos. En verdad,
como insiste en especial el profesor L. C. Knights ( 1946), resulta
demasiado fácil olvidar la poesía de las obras cuando se escribe
acerca de los dramatis personae como si fuesen personajes
históricos.

RESUMEN

l. !le examinado las consecuencias que tiene para mí, en mi


obra, mi nuevo grado de reconocimiento de la importancia de la
disociación en algunos hombres y mujeres, respecto de esos
elementos masculino y femenino y de las partes de sus persona-
lidades construidas sobre esos cimientos.
2. Examiné los elementos masculino y femenino artificial-
mente disecados, y descubrí que por el momento vinculo el
primero con el impulso relacionado con los objetos (y también
con esto mismo puesto en voz pasiva), en tanto qué la caracte-

221
rística del elemento femenino en el contexto de la relación de
objeto encuentro que es la identidad, que proporciona al niño la
base para ser y, más adelante, para el sentido del self. Pero es
aquí, e.n la absoluta dependencia respecto de la provisión
materna de esa cualidad especiai por medio de la cual la madre
atiende o no el temprano_ funcionamiento del elemento femeni-
no, donde podemos buscar los cimientos de la experiencia de ser.
He escrito que, por lo tanto, "carece de sentido usar la palabra
'ello' para designar fenómenos no abarcados, catalogados y ex-
perimentados, y en su momento interpretados, por el funciona-
miento del yo".5
Y ahora deseo decir: "Después de ser ... hacer y ser hecho.
Pero primero ser."

NOTA AGREGADA, ACERCA DEL·TEMA DEL ROBO

El acto de robar corresponde al elemento masculino que


existe en niños y niñaE;. Se plantea el interrogante: ¿qué ele-
mento femenino_ hay en niños y niñas que sea equivalente a
esto? La respuesta puede ser que en relación con ese elemento
el individuo usurpa la posición de la madre, y su asiento o sus
ropas, con 1o _cual obtiene la deseabilidad y seductividad roba-
das a la madre.

1
"Ego lntegratíon in Child Development" (1962), en The Maturational
Processes and the Facilitating En.víronment, Londres, Hogarth Press; Nueva
York, International Universities Press, 1965;:

222
II. MATERIAL CLINICO

Fechado en 1959

Después de un largo fin de semana en el cual el paciente


debió habérselas con la realidad externa, vino lleno de todo eso,
pero su interés por esos detalles comenzó a desvanecerse muy
pronto. Dijo: "Parecería que hubiese pasado mucho tiempo
desde 1a sesión del jueves". Yo acoté: "Sí, mucho tiempo desde
·: que le vino.la idea sobre el pafial". A esta altura ya estaba de
· vueita metido en la sesión deljueves; y comentó que en realidad,
pese a todo lo que había sucedido, no lo abandonó el sentimiento
vinculado con esos tres últimos días de análisis. A partir de allí
siguió, lenta pero claramente, la línea iniciada la semana
anterior. Se desarrolló la temática de la forma en que él
explotaba su selffemenino. Siempre había estado bien al tanto
del elemento homosexual, y ya antes había transmitido muchas
fantasías compulsivas de ser una mujer. Pero ahora abordó un
aspecto nuevo del problema, que parecía fructífero. Produjo una
idea de tal especie que no había salida, ninguna posibilidad de
modificar nada.
En mi interpretación, le dije a la postre que si él fuese un
bebé a quien la madre estuviese tratando del modo que había-
mos reconstruidp la semana anterior, no existiría absolutamen-
te ninguna salida para él, ninguna alternativa, salvo la de ex-
plotar cada partícula de sí mismo para ser, y querer ser, mujer.
Cualquier cosa parecida a una protesta en esa temprana etapa
habría sido por entero fútil.
Poco a poco llegó a la idea de desembarazarse de su madre
y de toda la actitud de ésta en relación con el pañal, pero lo
impottante es que él me estaba trayendo su absoluto desvali-
miento. Por supuesto, podía habérselas con la situación mági-
camente, abandonar su cuerpo y liberarse así del pañal. Pero
fisicamente no le quedaba ninguna opción, ninguna. Darse
cuenta de esto le resultó muy doloroso, pero lo llevó a poder
desarrollar el tema de que había en él un elemento al cual lo
sentía femenino. Respecto de todo esto, la posición de sus
genitales no era sino un;:t inc:ómodacomplicación, algo en. lo que
él no podía creer; y le recordé la pistola de juguete que, en el

223
sueño, había dejado sobre la cama en la planta baja mientras
pasaba a su lado para subir hasta el altillo.
De aquí pasamos a la relación con su madre en términos de
mujer e hija, y él desarrolló esta temática respecto de la relación
que mantiene con su amante actual, con quien su impotencia no
reviste importancia, y en realidad es un obstáculo parecido al
que sería su potencia, ya que lo principal en esa relación es que,
por el carácter de ésta, es una relación entre dos mujeres.
En la segunda de las tres sesiones de esta semana, el
paciente prontamente volvió al análisis y a este nuevo elemen-
to, su capacidad para considerar- su self femenino. Abordaba
con cierta lentitud los detalles e hice alguna interpretación re-
cordándole la alternativa; que era absolutamente negativa, en
el sentido de que no había posibilidad alguna de que él la
considerara. La alternativa significaba la eliminación de su
madre en una etapa infantil muy temprana, y él no estaba en
condiciones de hacer eso, salvo mágicamente, lo cual no sirve
para nada. Por un breve instante el paciente procuró seguirme,
pero luego dijo que esa nueva posición en la que se hallaba, con
respecto a su selffemenino, era de enorme importanéia para él,
y precisaba tiempo para estar en ella y descubrir lo que allí
hubiera. Surgieron cosas·muy sutiles, como por ejemplo que
descubrió que no quería tocarse el pecho, y en ese momento dijo:
"Oh, él pensará que me estoy manoseando los senos". Obvia-
mente, se estaba experienciando en grado extremo a sí mismo
como mujer, y antes jamás se había permitido a sí mismo llegar
a esa posición. Muy a menudo sentía que debía reorganizar sus
defensas o resistencias, y evadirse de esa curiosa posición. En
ocasiones lanzaba vituperios contra su analista anterior, una
mujer, porque no había sido capaz de atenderlo en eso que había
en él y que ahora él descubría que era tan importante. Y no es
que eso fuese realmente inconsciente.
Di cabida durante toda la hora a su exploración de estos
fenómenos, y uno de los puntos a los que llegó fue su formulación
de algo muy difícil en su relación con la esposa. Cuando se casó
con ella, no había imaginado que se iba a encontrar con que ella
tenía una perversión que se correspondía exactamente con
aquello que fácilmente podría convertirse en una perversión en
él. A su esposa la excitaba mucho sexualmente cualquier
manifestación de su selffemenino que él hiciera -p. ej., que se
hartara de comida durante un día feriado para tener la panza

224
grande-. Estaba allí el gran peligro, y el origen del temor suyo
hacia su esposa. Este fue, quizás, el detalle inesperado más
significativo que surgió de la experiencia de esa sesión.
La tercera sesión fue por la mañana, y vino después de haber
tenido una experiencia en su casa durante ]a noche. Había
comprobado que ahora su espo~a lo atemorizaba mucho menos.
Sucedieron cosas exasperantes, pero él estaba menos exaspera-
do. Rápidamente recobró la atmósfera de las dos sesiones
anteriores, y hubo una pausa. En ese momento me acudió a la
mente la palabra ''burla". Lo escribo así porque creo que podría
entablarse un útil debate sobre el tipo de cosas que voy a
describir, y que concierne a los procesos inconscientes del
analista. Y o estaba bien preparado para dejar caer la idea de la
burla, pero observando el entorno vi exactamente dónde enca-
jaba. Tenía que ver con fa actitud de su esposa, y por ende de su
madre, respecto de las manifestaciones de su self femenino.
Dejé que esta idea desapareciese, y luego, al examinar la
situación, noté que podía insertar una interpretación sobre la
burla. Me ayudó el material (p. ej., el secreto que guardaba
sobre este aspecto suyo). Me permití formular la interpretación
que estaba en mi mente, y que era que, según el punto de vista
de él, el peligro era que su mujer (o su madre) se burlase del self
femenino de él. ·

Fechado en 1963

El paciente llegó muy tarde, lo cual es muy inusual. Estaba


furioso, lleno de un odio inmenso hacia su esposa, con todos los
detalles. Tal vez lo más difícil fue cuando en medio de todo eso
ella dijo: "Lo siento, estuve espantosa" y él tuvo una reacción
sexual que debió disimular e irse de ese lugar lo antes posible.
Parece probable que el conflicto en torno de esto sea el res-
ponsable de gran parte de su congoja. Con su amante estuvo
jugando un poco como lo haría con su hija, pero ella interpretó
que él la odiaba, y esto lo volteó. De lo que se percató es que él
había estado pensando en la autodestrucción.
Toda la sesión fue un embrollo, y ninguna de mis interpre-
taciones sirvió para nada. El paciente estaba exasperado. Lo
que sí fue bastante positivo, a la larga, fue que le interpretase
que el análisis había proseguido sobre la relación que él tenía
con su esposa, pero que aquí y ahora, no importa lo que hubiese

225
sido en otros tiempos, él estaba elaborando su exasperación con
su madre y su absoluto desvalimiento en lc- tocante al trato con
ella, salvo mediante ese método con el que ahora casi había
perdido contacto pero que tan importante había sido la seroana
anterior: la explotación cabal de su self femenino.
A la postre él sintió que yo realmente había atendido a la
situación cuando dije que su relación en el hogar era parecidí-
sima a la relación con su madre, por cuanto iio había hombre,
y entonces él no podía acudir a mí y que esto de nada servía: no
había ningún hombre a quién acudir. Imposible que hubiera un
padre sobre cuyas rodillas uno pudiera sentarse para mirar a la
madre, etc. ·
Esto era exactamente lo que el paciente necesitaba, pero me
llevó la sesión entera llegar hasta allí, y en ese transcurso hice
muchas interpretaciones falsas -muchas de ellas muy saga-
ces, cada una me hacía quedar más en ridículo (el tema de la
burla)-.
Dicho sea de paso, ef,taba ese otro tema curioso: este hombre
pensaba que si practicaba el coito con su esposa, por más que él
quedase satisfecho y su esposa quedase satisfecha, no podría
ser, porque ello habría significado serle infiel a su amante, con
la cual empero mantenía una relación endeble como hombre y
mujer -y de_ hecho había renunciado por el momento a ella
porque le resultaba insatisfactoria y era, en verdad, una rela-
ción entre dos mujeres-. Al fin elaboramos juntos que él tenía
miedo de saldar cuentas con todos respondiendo con un coito,
por temor de que yo fuese llevado por un camino falso. ¿Podía él
confiar en que yo me diese cuenta de que él no estaba en el punto
del desarrollo en que una cosa así tendría sentido? En la
transferencia, por lo tanto, la cosa es que él trata con su esposa
que es su madre, y esto me deja fuera y vuelve imposible que él
llegue hasta mí como hombre.

Fechado en 1963

El paciente llegó y me describió las diversas perturbaciones


neuróticas que predominaban. Parecía como si estuviéramos
ocupándonos de algo nuevo, lo cual siempre lo complace. Si yo
digo algo nuevo o útil, o que de alguna manera es cierto, cobra
co~fianza en mí, y esto produce de inmediato un efecto benéfico
· a causa de que le es imposible creer en un padre fuerte si no

226
experiencia efectivamente algo que apoye dicha creencia. Algo
bien conocido ya en este caso es que el efecto inmediato de
cualquier interpretación, con tal que tenga algo de bueno, es
mucho mayor que lo que se justificaría por la interpretación en
sí. Más tarde, por supuesto, pagamos por ello, y se instaura la
desilusión cuando se aprecia la limitada mejoría resultante del
trabajo realizado. Ha sucedido decenas de veces, y ambos
conocemos perfectamente esta pauta.
En esta oportunidad la tarea tuvo que ver con el síntoma
principal, o tal vez debería decir el que se presenta con mayor
claridad: su extremo embarazo por tener que usar antAojos.
Esto tiene una larga historia, y el tema ha estado en suspenso,
ya que se ha trabajado mucho sobre él y las diversas maneras
en que los anteojos simbolizan objetos parciales, en particular
los pechos. Este es el tinico síntoma declarado por el paciente
que él río le contó a su esposa.
En esta particular ocasión había razones para señalarle que,
en las circunstancias descritas, los anteojos eran un símbolo
fálico, y era la primera vez que aparecían de este modo. Desde
luego, también son símbolos del pecho. La sesión podría haber
proseguido según estos lineamientos, y no habríamos tenido
dificultad en llenar el tiempo desarrollando ese tema. Pero hoy
el paciente me ha contado, como al pasar, un sueño que me
encaminó en otra dirección. Había sofiado que estaba bailando
sobre el agua y se preguntaba por qué ninguna otra persona
podía hacerlo, ya que se hundiría. Me contó este sueño de un
modo tal que fácilmente podría haberse perdido en medio del
resto del material de otro tipo. Al interpretarle le señalé que
éste era un ejemplo de cómo traía al análisis una y otra vez
sin_tomatología bastante obviamente neurótica como una ma-
nera de defenderse de una angustia de otra índole muy diferen-
te, una angustia psicótica. Le dije que, desde mi punto de vista,
lo importante de esa sesión era el sueño, que indicaba una
negación del caer para siempre, o tal vez de ahogarse o de lo que
esto simbolice.
El paciente fue tomado por sorpresa ya que yo fui más allá
de su defensa. Al principio se fastidió, pero muy pronto su
fastidio se trocó en una gran satisfacción pues sentía que yo
había dicho algo nuevo, importante y útil. Como de costumbre,
exageraba el resultado obtenido, a raíz de que al hacerle una
· foterpretacíón significativa yo le demostraba que había por lo -

227
menos un hombre vivo y potente, como analista. El dijo que esto
se vinculaba de algún modo con beber whisky; no entendía por
qué, si él padecía angustia ante una posible desintegración y
caída y despersonalización, cómo podía ser que produjera exac-
tamente los mismos s-íntomas recurriendo al whisky. Se lo
interpreté como u.na tentativa suya de asumir el control de
todas las angustias de desintegración produciéndolas en forma
ordenada y conocida mediante la acción del alcohol, lo que
incluye la recuperación del estado de embriaguez.
Al día siguiente no pude atenderlo. Se sintió molesto, pero
esto no perturbó el análisis; tal vez contribuyó a que él faltase
al otro día, ~l miércoles. El jueves vino y me dijo que había sido
sumamente· importante que le hiciera la interpretación del
lunes. El martes había estado en una fiesta donde se reunieron
muchos espectros del· pasado; en otras palabras, se había
encontrado con figuras homosexuales significativas, pertene-
cientes a su peligrosa etapa homosexual, cuando él tenía entre
veinte y veinticinco años. Se sintió muy falso e incómodo al
presentarle a su mujHr un ex ca.xnarada homosexual. Si yo
hubiese postergado la interpretación de esas angustias más
profundas hasta después de la reunión con esa gente, no es
probable que hubiésemos llegado hasta donde llegamos el
lunes. A la in.versa, había sido muy importan te para él el martes
sentir que "de esto se ocupó el lunes mi analista".
De ahí pasamos a una disección de lo que había sido negado
en el sueño en que bailaba sobre el Danubio Azul. Resultó que
hundirse en el agua significaba para él entregarse a sus ideas
delirantes, a la locura. En la sesión del jueves, esto significaba
conocer que él era femenino en un sentido mucho más profundo
que antes. En· esta posición, sintió inesperadamente que me
tenía cariño y que se encontraba lo más próximo posible a estar
enamorado de mí. Esto quería decir que ahora era capaz de
amar a alguien, y explicaba por qué jamás se había abandonado
antes en la posición homosexual; siempre en el momento crítico
se retraía de la homosexualidad, y fue así, huyendo, como tuvo
tres matrimonios.
Todo esto 1e pareció muy real, y lo comparó con el trabajo que
habíamos-hecho -el cual era indudablemente correcto- sobre
las tempranas relaciones objetables infantiles, que dio por
resultado,justo antes de entrar en la fase actual, que él llegara;
de un modo algo cauteloso, a mostar un interés oral por el

228
genital masculino. A lo largo del análisis de este hombre la idea
de la felación había sido muy extraña y remota respecto de su
caso, algo de lo cual se podía hablar pero sin que él sintiera que
tenía algo que ver con él.

III. RESPUESTA A COMENTARIOS

Escrito en 1968-1969

Mi primera reaccióQ al leer los comentarios sobre mi artículo


es sentirme complacido de que las cuestiones que he planteado
hayan e'stimulado el debate. Les estoy agradecido a los partici-
pantes por la molestil:!- que se tomaron.
No es mi intención tratar de responder en detalle, porque me
parece que es el lector el que debe juzgar. Después de leer lo
escrito, quisiera hacer las tres series de comentarios siguientes:

A
En mi trabajo ocupa un lugar central la experiencia clínica
mía en este caso único que describo. Originalmente había
pensado en brindar varias experiencias comparables que ilus-
trasen estas cuestiones no sólo en otros pacientes sino además
en pacientes defotro sexo. No obstante, era evidente que una
cantidad excesiva de material clínico me habría apartado de lo
principal que yo quería decir, volviendo demasiado largo el
artículo.
Por supuesto, estoy al tanto de la aceptación universal de la
bisexualidad en la teoría psicoanalítica. Llamé la atención
sobre el alto grado de disociación que puede encontrarse respec-
to de las identificaciones masculina y femenina. Tampoco esto
tiene nada de novedoso. El punto fundamental de mi comunica-
ción se refería al modo en el cual, tal como yo lo veo, es preciso
abordar el factor ambiental en lo tocante a la transferencia.
Podría decirse que el paciente estaba en busca del tipo adecuado
de analista loco, y que para atender sus necesidades yo debía
asumir ese rol. Este especial detalle es el que yo consid~ré la
parte importante del artículo: una cuestión vinculada al m'anejo

229
de la transferencia y a la tensión de los sentimientos contra-
transferenciales producidos por la aceptación del rol asumido.

B
Por cierto, el hecho de que yo pasase del material clínico a la
discusión teórica puede haber provocado confusión. Tan pronto
uno entra en el campo de la teoría deja atrás tierra firme y se
pone en relación con todos los que han escriio sobre el mismo
tema -aunque desde luego uno no pretende o espera estar en
contacto con toda la bibliografía-. Sin embargo, lo que se
necesita es una enumeración de los restantes mecanismos
empleados cuando. un paciente manifiesta características se-
xuales diversas de las que su sexo biológico justifica. Hay toda
una gama, desde un alto grado de complejidad hasta los fenóme-
nos bás_icos, incluida la manipulación muy temprana, y más allá
t~davía, la herencia. Entre los mecanismos complejos ha de
hallarse una identificación cruzada que puede ser, casi en su
totalidad, una organización defensiva. Por otro lado, las propias
identificaciones cruzadas pueden estar determinadas por las
expectativas provenientes del medio. Para contribuir con algo
en la situación familiar, el varón o la niña tal vez necesiten
explotar las características sexuales que no son biológicas.
En mi paciente teníamos el caso extremo de la necesidad
inconsciente de su madre de tener una niña, lo cual determinó
el tipo de manipulación a que sometió a su bebé en las primerí-
simas etapas. E1 resultado, para mi paciente, fue que si bien
conservó la certidumbre acerca de su identidad masculina,
llevó consigo, hasta ese momento del análisis que describo, la
convicción de que para mantener una relación con su madre
debía ser una nena. En otras palabras, la locura estaba en este
caso en la madre y no en el paciente, aunque clínicamente éste
se había sentido loco y no podía liberarse de la psicoterapia que
se veía compelido a continuar aun sabiendo que no ofrecía
esperanzas. Lo llamativo fue que mi manipulación de la trans-
ferencia, en lo que respecta a ser yo un analista loco, logró
liberarlo de esa terrible fijación a la psicoterapia.

e
Luego de considerar estos detalles teóricos, dejé que mis
pensamientos me llevaran al concepto de los elementos mascu-

230
lino y femenino en varones y nenas. Comprobé que está manera
de pensar, más bien nueva para mí, me enriquecía mucho, de
modo que al considerar esta clase de problema ya no seguí
pensando en varones y nenas, o en hombres y mujeres, sino en
función de los elementos masculino y femenino que les pertene-
cen a ambos. Esto me hizo ver que los términos "activo" y
"pasivo" no son válidos en este ámbito. Activo y pasivo son dos
facetas de la misma cosa cuando se adopta algún otro tipo de
consideración que va más profundo y es más primitivo. En un
intento de formular esto, me vi en la situación de comparar ser
con hacer. En el extremo, descubrí que estaba examinando un
conflicto esencial de los seres humanos, que debe operar en
fecha muy temprana: el que existe entre ser el objeto que
también tiene la propiedad de ser, y, en contraste con ello, una
confrontación con el objeto que implica actividad y relación de
objeto basada en el instinto o la moción.
Esta resultó ser una nueva formulación de lo que antes
intenté describir como el objeto subjetivo y el objeto que es
percibido objetivamente; y pude reexaminar, en mi propio
beneficio, el enorme efecto que tiene sobre el bebé humano
inmaduro la actitud de la madre, y más adelante de los dos
progenitores, en cuanto a adaptarse a su necesidad. En otros
términos, me encontré reexaminando el tránsito hacia el prin- .
cipio de realidad desde ... ¿desde dónde? Nunca me satisfizo el
uso de la palabra "narcisista" en relación con esto, pues el
concepto íntegro de narcisismo excluye las enormes diferencias
resultantes de la.. actitud general y la conducta de la madre. Me
quedaba, pues, la tentativa de enunciar en forma extrema el
contraste entre ser y hacer.

La base de este ulterior comentario fue separar, de la idea


global de varones y niñas y de hombres y mujeres, la idea de dos
principios básicos, los que yo llamo elementos masculino y
femenino. Supongo que es aquí donde provoco confusión, pero a
esta altura de la argumentación no puedo retractarme, y
prefiero dejar que quede esta etapa a mitad de camino. Lo que
sí quiero hacer es explorar más a fondo. Quiero penetrar más
allá de todas las complicaciones de sexo cruzado, identificacio-
nes cruzadas y aun expectativas cruzadas (cuando un bebé o
niño sólo puede contribuir con uno de los padres aportándole un
sexo que no es el biológico), e ir a ese higar'por el cual me siento

231
atraído y hacia el cual me siento impulsado. Qui ero alcanzar de
una manera nueva un concepto que, sin duda, tiene raíces en los
escritos de otros analistas.
Quiero llegar a una enunciación de un dilema básico del
relacionarse:
a) El bebé es el pecho (u objeto, o madre, etc.); el pecho es el
bebé. Esto· se halla en el extremo de la falta lnicial de estable-
cimiento, por parte del bebé, de un objeto como "distinto de mí",
en el lugar en que el objeto es ciento por ciento subjetivo, donde
(si la madre se adapta suficientemente bien, pero no en otro
caso) el bebé experienda la omnipotencia.
b) El bebé es confrontado por un objeto (pecho, etc.) y
necesita "entenderse" con él, contando con capacidades limita-
das (inmaduras) del tipo de las basadas en los mecanismos
mentales de las identificaciones proyectivas e introyectivas.
Aquí debemos señalar, nuevamente, que la experiencia de cada
niño depende del factor ambiental (actitud de la madre, su
conducta, etc.).
Dentro del marco de este concepto, que se ocupa de un
problema humano universal, puede verse que bebé= pecho es
una cuestión de ser, no de hacer, en tanto que en términos de
confrontación, el bebé y su encuentro con el pecho implica un
hacer.
En psicopatología, algunos de los mayores bloqueos a la
participación de los instintos-o mociones- se generan cuando
paciente= objeto se cambia violentamente en que el paciente
confronta al objeto y es confrontado por éste, lo cual implica
pasar de una defensa cómoda a una posición de angustía de alto
grado y a un súbito percatamiento de la inmadurez. No puedo
evitarlo, pero en esta precisa etapa parecerá que he abandona-
. do la escalera (elementos masculino y femenino) gracias a la
cual trepé hasta el lugar donde experiencié esta visión.

232
29. EL CONCEPTO DE REGRESION CLINICA
CO¡v.[PARADO CON EL DE ORGANIZACION
DEFENSIVA

Trabajo leído en un Simposio de Psicoterapia realizado


en el Hospital McLean de Belmont, Massachusetts,
27 de octubre de 1967 1

Me es necesario aclarar mi posición desde el principio. En


este trabajo no tomo como punto de partida la experiencia
clínica especializada, relativa al manejo hospitalario de pacien-
tes esquizofrénicos. Debe partirse de la base de que mi expe-
riencia clínica con adultos es la de un psicoanalista que, le guste
o no le guste, se ve envuelto en el tratamiento de pacientes
fronterizos, y de aquellos que quizás imprevistamente se vuel-
ven esquizoides durante el tratamiento.
En mi ejercicio de la psiquiatría infantil, empero, he tenido
a mi cuidado toda clase de casos y he visto cómo surge el autismo
o la esquizofrenia en los niños; y quizás esto justifique que haya
aceptado la invitación de ustedes, que para míha sido un honor.
Necesito que se me permita deambular por el campo teórico,
aliviado del peso de la casuística, que corresponde más a la
práctica profesional que a la mesa de conferencias. Creo que

1 Publicado en Eldred y Vanderpol, comps., Psychotherapy in the Design.ed

Therapeutic Milieu, Intern1:1,tion1:1,l Psychiatry Clinics, vol. 5, n. 1, Boston,


Little, Brown, 1968. ·

233
podemos adoptar este curso de acción sin apartamos por ello de
la fuente de nuestra labor, que debe ser siempre los seres huma-
nos que vienen a vernos, o son traídos, debido a las dificultades
de la vida.
Me pareció una buena idea aprovechar esta oportunidad
para discernir, un poco para mí mismo, la interrelación entre
dos ideas: una, la esquizofrenia como regresión, y la otra, la
esquizofrenia como organización defensiva. Podría ocurrir que
al ejercitar mis escalas y arpegios de este modo, ofrezca mate-
rial para el debate. No me interesa ser original ni citar a otros
autores o pensadores (ni siquiera a Freud).
En bien de quienes se ven llevados por su trabajo en la
dirección de los tratamientos físicos, permítaseme decir que
aquí los pasaré por alto, debido simplemente a que no importa
lo que se sepa o se descubra sobre la bioquímica, o la neuropa-
tología, o la farmacología de la esquizofrenia, lo cierto es que
igualmente tendremos allí a los pacientes, personas como
nosotros, en cada caso con una historia sobre el comienzo del
trastorno y una buena ca.rga de afanes y sufrimientos persona-
les, y con un ambiente que es lisa y llanamente malo o bueno,
o bien generador de confusión en grado tal que puede resultar
incluso desconcertante referirlo.
Lo que he de decir, pues, no será nada a favor ni en contra del
especialista en los aspectos físicos del trastorno; y si no hago
mención al trabajo del psicólogo puro o académico, también en
este caso debe entenderse, pura y simplemente, que lo que me
ocupa está en otro lado.
Para someter a examen la teoría de la esquizofrenia es
preciso contar con una teoría operativa del crecimiento emocio- .i
. nal de la personalidad. Por sí sola esta cuestión es tan vasta que
yo no podría hacerle justicia en una breve reseña. Lo que debo
hacer es dar por sobrentendida la tPoría general de la continui-
dad, de una tendencia innata al crecimiento y la evolución
personal, y la teoría de la enfermedad mental como una deten-
ción en el desarrollo. Este último rubro trae aparejada la idea
de una dinámica que lleva a la cura; o sea, si se remueve lo que
obstaculiza el desarrollo, el ser humano individual crecerá
como consecuencia de las fuerzas poderosas inherentes a sus
tendencias heredadas.
También puedo afirmar que la formulación del desarrollo
infantil y del niño como una progresión de zonas erógenas, que

234
nos ha servido para el tratamiento de los psiconeuróticos, no es
tan útil en el contexto de la esquizofrenia como la idea de una
progresión de la dependencia (al principio casi absoluta) a la
independencia-tema del cual me he ocupado con cierta exten-
sión en varios artículos-.2
Aquí rendimos cabal tributo a la provisión ambiental, por
ejemplo a la naturaleza de la madre al presentarle el mundo a
su bebé, quien no conoce otra cosa. Al principio, debe concedér-
sele al factor ambiental pleno valor, sólo inferior a las tenden-
cias heredadas del bebé. A medida que el niño adquiere autono-
mía y una identidad, y se siente real, y percibe objetivamente al
ambiente corno un fenómeno separado, en esa misma medida el
ambiente (en la salud) q:1eda relegado cada vez más a un
segundo lugar, salvo por eI hecho de que en la enfermedad
-p. ej., l!i esquizofrenia-, debe recordárselo siempre, el am-
biente puede continuar sierul,o un factor adverso a raíz de la falla
del individuo en cuanta a obtener suficiente autonomía.
No sería posible ahondar más aquí y ahora en la teoría
esencial del desarrollo personal, aunque nada sería más perti-
nente en relación con nuestro tema.
Para mí, la clave del conflicto que subyace en la enfermedad
que titulamos psiconeurosis se halla en el individuo. Como es
bien sabido, el analista de un paciente psiconeurótico debe
empeñarse en analizar lo inconsciente reprimido del paciente.
En contraste con ello, cuando hay esquizofrenia el analista, o
quienquiera trate~al paciente o maneje el caso, debe empeñarse
en elucidar una escisión en la· persona del paciente, el caso
extremo de una disociación. La escisión ocupa el lugar de lo
inconsciente reprimido del psiconeur6tico.
He intentado aclarar mis ideas sobre este tema particular-
m~mte en "Las psicosis y el cuidado de los niños", donde ofrezco
un esquema de mi idea acerca de la escisión básica en la

'Véase "Psychoses and Child Care" (1952), en Collected Papers: Through


Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres, Tavistock, 1958; Nueva York, Basic
Books, 1975; Londres, Hogarth Press, 1975; y los tres artículos siguientes de
The Matura.tional Processes and the Facilitating Environment (Londres,
Hogarth Press; Nueva York, International Universities Press, 1965): "The
Theory ofthe Parent-Infant Relationship" (1960 ); "From Dependence Towards
lndependence in the Development of the Individual" (1963); "Dependence in
Infant-Care, in Child-Care and in the Psycho-Analytic Setting" (1963). ·

235
enfermedad psicótica; pero clínicamene la escisión, al ser par-
cial, puede aparecer en diversas formas de disociación, como el
Verdadero Self y el Falso Self,3 y la vida intelectual escindida
del vivir psicosornático.4
Como es obvio, la naturaleza de la disociación, tal como se
presenta clínicamente, puede estar influida por la naturaleza
de las expectativas del ambiente, de modo tal 9.ue un individuo
puede padecer las expectativas patológicas de su medio. Tal vez
los padres querían un hijo del otro sexo, por ejemplo, o un genio,
o un chico que no tuviera impulsos agresivos. Estas expectati-
vas patológicas pu~den reforzar las disociaciones potenciales
del sujeto.
Todo esto es bien sabido y aceptado. Lo que sigue es menos
seguro, pero continuaré utilizando un lenguaje dogmático.
La escisión de la persona aconteció y se organizó a raíz de
una falla ambiental. Hubo una falla en el ambiente previsible
promedio. En mi terminología, un bebé es cuidado habitual-
. mente por una madre '"suficientemente buena". Y bien, o la
madre suficientemente buena debió fallar (quizá se enfermó), o
no era suficientemente buena. No estoy repartiendo culpas sino
buscando cuál es la etiología.
Estas cuestiones son· más aplicables, evidentemente, a la
esquizofrenia.infantil y de la niñez, pero debemos encontrar la
manera de aplicarlas a la esquizofrenia de los adolescentes y
adultos, aun cuando al parecer las cosas hayan andado bien en
la niñez y el trastorno sólo se manifestó clínicamente en una
edad posterior. Lo cierto es que la dependencia temprana sigue
teniendo sentido, en especial en la adolescencia, y quizás en
forma disfrazada a lo largo de toda la vida. (Ejemplo: la
dependencia de un individuo respecto de un credo religioso tal
vez no se manifieste hasta que alguna experiencia vuelva
insostenible dicho credo.)
Para mí, uná madre suficientemente buena, y padres sufi-
cientemente buenos y un hogar suficientemente bueno, b-r:1n-
dan en verdad a la mayoría de los bebés y niños pequeños la ex-
periencia de nunca haber sido dejados caer en forma signifí-

• Véase "Ego Distortion in Terms ofTroe and False Self"' (1960), en The
Maturational Processes and the Facilitating Environment, oh. cit.
• Véase "Mind and Its Relation to the Psyche-SomaD (1949), en Collected
Papers: Through Paediatrics to Psycho-A:nalysis, ob. cit.

236 .
cat iva. De este modo, los niños promedio tienen la oportunidad
de edificar su capaddad de creer en sí mismos y en el mundo
-construyen una estructura sobre la base de la acumulación de
la confiabilidad introyectada-. Ellos son dichosamente igno-
rantes de su buena fortuna, y les cuesta entender a aquellos de
sus compañeros que llevan consigo para toda la vida experien-
cias de angustia impensable y un déficit en la esfera de la
con fiabilidad introyectada. Es entre estas últimas personas que
la enfermedad, cuando se proquce, suele tomar la forma que
designamos como esquizofrénica, en lugar de llamarla psico-
neurótica o depresiva.
Pese a mi decisión de prescindir de todo cuanto no sea in-
dispensable para la exposición de mi temática principal, debo
insertar aquí una nota, vinculada con el hecho de que las fallas
en la confiabilidad del ambiente en las etapas tempranas
produc~n en el bebé fracturas de la continuidad personal, a raíz
de las reacciones ante lo impredecible. Estos sucesos traumáti-
cos comportan una angustia impensable, o el máximo dolor.5
Llegado a este punto, debo confesar que en una época yo
pensaba que la esquizofrenia y los tipos esquizoides de trastor-
no clínico eran regresiones, de manera que me sumé a la cacería
en busca de los puntos de fijación. Esta fue una secuela de la
correspondiente caza de brujas en la tentativa de establecer la
etiología de las psiconeurosis en sus diversas manifestaciones.
Mi actitud cambió cuando vi que debía concebir dos clases de
regresión. Una de ellas es simplemente un retroceso en la
dirección opuesta al movimiento progresivo del desarrollo; se
ven aparecer características regresivas y se reconoce que han
quedado bloqueados los mecanismos del crecimiento indivi-
dual. El otro tipo de regresión es muy distinto, aunque clínica-
mente puede ser semejante; en este segundo tipo el paciente
hace la regresión debido a que una nueva provisión ambiental
le posibilita la dependencia.
Me acuerdo de una señora, nada fuera de lo común, que a
pesar de su gran angustia y su insomnio iba bastante bien,
hasta que por fin encontró una empleada doméstica buena y
confiable; entonces se metió en la cama, dispuesta a disfrutar de

• Véase "Ego Integration in Child Development" (1962), en The Maturatic-


nal Processes and the Facilitating Enuironment, ob. cit.

237
la situación. Sustitúyase la "empleada doméstica" por una
"enfermera psiquiátrica", y el disfrute se convierte en la "depre-
sión esquizoide" sumada al dinero que hay que pagar por ella.
En otras palabras, en mi estudio de los fenómenos esquizoi-
des noté que utilizaba el término "regresión" con el sentido de
regresión a la dependencia. Ya no me preocupó más que el pa-
ciente hubiera o no dado un paso atrás en lo que atañe a las
zonas erógenas.
Esto me hizo ver que la enfermedad de un paciente es una
expresión de los elementos sanos de su personalidad, cuando la
regresión c.;t:i relacionada con la provisión ambiental. Quiero
decir que una cosa es que un paciente simplemente sufra un
derrumbe, y otra que lo sufra porque alguna nueva provisión
ambiental le ofrece cuidados confiables. Un ejemplo particular
es el del paciente esquizoide que atraviesa una fase regresiva
porque la larga fase preparatoria del análisis le ha dejado el
sentimiento de que existe algo seguro que puede ser usado en
forma positiva. 6 Cierto es que el uso que da el paciente a esta
nueva oportunidad para la dependencia es complejo; de todas
maneras, el trabajo realizado, y el uso que se ha hecho del
trabajo realizado, indican que está operando en el paciente un
elemento sano de "yo observador". Puede dejarse caer entonces
la defensa de falso self, y exponer (con un alto riesgo) el
verdadero self en la transferencia psicótica.
A partir de entonces (y me avergüenza haber condensado ca-
si hasta el absurdo lo que quiero decir) comencé a considerar la
esquizofrenia, y en especial la enfermedad del caso fronterizo,
como una sofisticada organización defensiva. Aquí hay un nexo
directo con Freud, y su temática central, la de que los síntomas
significan algo y poseen valor para el paciente-aunque al prin-
cipio él se refería a las manifestaciones psiconeuróticas-.
A este movimiento mío hacía la comprensión teórica (un
movimiento lento, podrá pensarse) contribuyó mi vasta expe-
riencia con lo que siempre denominé esquizofrenia infantil. Al
observar a niños y bebés que enferman de un modo tal que nos
obliga a emplear la palabra "esquizofrenia" (aunque ésta fue
originalmente aplicada a adolescentes y adultos), lo que vemos

• Véase "Metapsychological and Clinical Aspects ofRegression within the


Psycho-Analytical Set-Up" ( 1954), en Collected Po.pers: Through Paediatrics to
Psycho-Analysis, ob. cit.

238
con daridad es una organización con miras a la invulnerabili-
dad. Cabe presumir que se presentarán diferencias según la
etapa del desarrollo emocional en que se encuentre el adulto,
niño o bebé que enferma. Lo común a todos los casos es esto: el
bebé, niño, adolescente o adulto no tiene que volver a experien-
ciar jamás la angustia impensable que está en la raíz de la
enfermedad esquizoide. Inicialmente, esta angustia impensa-
ble fue experienciada en un momento en que falló la confiabili-
dad del suministro ambiental, cuando la personalidad inmadu-
ra se hallaba en la etapa de dependencia absoluta.
El niño autista, que ya ha recorrido casi todo el camino hacia
la deficiencia mental, no sufre más; ha alcanzado, o casi, la
invulnerabilidad. Los que sufren son sus padres. La organiza-
ción con miras a la invulnerabilidad tuvo éxito, y es ella la que
se evidencia clínicamente junto con rasgos regresivos que, en
rigor, rio son esenciales dentro del cuadro.

Se apreciará que esta teoría incluye la idea del trauma,


palabra con la que quiero significar una experiencia para la cual
las defensas yoicas fueron insuficientes en la etapa del desarro-
llo emocional en que a la sazón se hallaba el individuo, o en el
estado del paciente. El trauma es una intrusión del ambiente,
y una reacción del individuo a esa intrusión, previas al desarro-
llo en el sujeto de los mecanismos que vuelven predecible lo
impredecible.
Después de las experiencias traumáticas, prontamente se
organizan nuevas defensas, pero en el milésimo de segundo
anterior a ello el individuo ve quebrada su continuidad existen-
cial (tal como quedó registrada en su computadora personal),
por la reacción automática ante la falla ambiental.
En otro lugar7 he señalado las diversas variedades de expe-
riencia de angustia "impensable" o "psicótica". Puede clasificár-
selas de acuerdo con la cuota de integración que sobrevive al
desastre:

7
"Ego lntegration in Child Development", ob. cit.

239
No se conserva la integración Desintegración

Se conserva cierta integración Caída interminable


Desparramarse en todas las
direcciones
Escisión somática: cabeza y cuerpo
Ausencia de orientación
Pérdida de una relación directa
con los objetos

Se conserva la integración Ambiente físico impredecible en


lugar de "ambiente previsible
promedio".

El resultado del trauma es por fuerza una cierta distorsión


del desarrollo. Se aprecia, en comparación con ese espanto, lo
que sería la rabia normal y sana. La rabia o ira implicaría la
supervivencia del yo y la conservación de la idea de otra
experiencia, en la cual no hubiera tenido lugar el "dejar caer".
Clínicamente, es habitual que aparezca como característico el
llamado estado de "pánico". Un estudio directo del pánico es
inconducente, porque el pánico es en sí mismo una defensa. Lo
productivo es considerar el pánico como un espanto organizado
en torno de una situación fóbica cuya finalidad (en la organiza-
ción defensiva) consi~te en proteger al individuo de nuevos
ejemplos de impredecibilidad. Un quehacer materno suficiente-
mente bueno es aquel que permite al bebé no verse obligado a
enfrentar lo impredecible hasta ser capaz de dar cabida a las
fallas ambientales.
De esto se infiere un importante corolario, que nos incumbe
a todos los que nos dedicamos a la psicoterapia de pacientes de
cualquier edad. Brindamos ayuda suministrando una confiabi-
lidad que el paciente puede usar, en el sentido de que puede
anular con ella las defensas erigidas contra lo impredecible y las
calamitosas consecuencias relacionadas con la experiencia del
espanto.
Si tenemos éxito, posibilitaremos que el paciente abandone
la invulnerabilidad y se convierta en una persona que sufre. Si
alcanzamos el éxito, la vida se volverá precaria para alguien
que había comenzado a conocer una cierta estabilidad y una
cierta liberación del dolor, aun cual}.do esto le significaba la fal-
ta de participación en fa vida y qt.iizás una deficiencia mental.

240
Al principio asistimos aparentemente a una mejoría clínica,
pero al proseguir, cuando el paciente llega a establecer una gran
dependencia con nosotros, nuestros errores y fallas se convierten
en nuevos traumas. Aprendemos que es previsible que aumente
la sensibilidad del paciente, y empezamos a preguntarnos si lo
que nos motiva es la bondad o la crueldad. Comprobamos que
nuestras inevitables fa!\as, específicas y limitadas, a menudo
provocadas por el mismo paciente, le dan a éste oportunidad de
sentir rabia hacia nosotros y expresarla. En lugar de traumas
acumulativos8 lo que obtenemos son experiencias acumulati-
vas de rabia, en las que e1 objeto (el terapeuta y su consultorio)
sobrevive a la ira del paciente. El tratamientó de los casos
fronterizos no puede estar nunca exento de sufrimiento, tanto
del paciente como del t.erapeuta.

• Véase M. Masud R. Khan, ªThe Concept of Cumulative Trauma", en The


Psycho-An.alytic Study of the Child., v~l. 18, Londres, Hogarth Press, 1963;
también en Kha_n, The Ptiuac.y of the $el/, Londres, Hogarth Presa, 1974.

241
30. APENDICE A "LA LOCALIZACION DE LA
EXPERIENCIA CULTURAL"

Fechado el 18 de diciembre de 1967

Desde que escribí el artículo "La localización de la experien-


cia cultural"1 fui sintiendo gradualmente una necesidad impre-
vista de algo que correspondiese a la experiencia cultural pero
estuviese localizado dentro y no fuera. La redacción de este
apéndice a dicho artículo se basa en el material que me presen-
taron los pacientes, aunque al tratar de ilustrar lo que quiero
decir me fundo en mi experiencia personal.
Tal vez valga la pena mencionar que tengo una gran necesi-
dad de sentarme sobre el suelo, en un rincón oscuro de mi
habitación, y quedarme dormido. Así sucedió mientras trataba
de averiguar qué era lo que yo quería formular. Me quedé
dormido pensando que quizás al despertar- .1ancontrase algún
caso que pudiera ejemplificar en forma apropiada el juego del
garabato, y lo que resultó de esto me sorprendió. El sueño que
tuve me dijo qué era lo que yo intentaba formular, y al desper-
tar, antes de abrir los ojos, estaba convencido de que iba a estar
mirando hacia la ventana; no obstante, supe desde luego, tan
pronto me puse a pensar, que estaba sentado mirando hacia el
otro lado. Me concedí un largo rato para obtener la sensación

1 "The Location of Cultural Experience" (1967), en Playing and Reality,

Londres, Tavistock; Nueva York, Basic Books,1971; Penguin, 1974.

242
plena de esta experiencia especular. A la postre, cuando sentí
que ya había pasado el tiempo suficiente -y lo supe con certeza
al sentir que si abría los ojos vería la ventana-, me di el lujo de
la plena experiencia del despertar, y me encontré mirando
hacia el otro lado, de espaldas a la ventana.
Ahora tenía bien en claro a qué se refería lo que pasaba por
mi mente, y me dirigí enseguida al otro cuarto para dictar algo
que lo formulase.
En mi artículo anterior enuncié la necesidad de un espacio
potencial para localizar el juego y la experiencia cultural en
general Deliberadamente quise dar la impresión de que ese
espacio potencial, en caso de existir, quedaría füera de la línea
divisoria entre lo interno y lo externo. Ahora quisiera referirme
al espacio potencial q1:1e queda dentro de esa línea.
En el sueño que me ocupó intensamente durante el rato que
me queclé dormido, yo estaba viviendo una experiencia en una
zona que Hamo "mi club". Es algo que descubrí hace poco.
Apenas unos años atrás caí súbitamente en la cuenta de que
durante muchos años había estado viviendo en una especie de
comunidad situada en el lado onírico de la vigilia, pero que no
era sin embargo material onírico. U na vez que recordé esta
clase de sueños pude remontarme hasta sus inicios, aunque
hasta la fecha en que comencé a recordarlos jamás los había
traído a la conciencia.
Esta manera de soñar se inició quizá treinta o cuarenta años
atrás, y la Hamo "mi club" por dos razones. Una es que por esa
época yo dejé de~pertenecer al [club] Ateneo y la otra es que la
clase de sueños a que me refiero siempre versaron sobre.un club.
Recuerdo la época en que estaba soñando y viajé hasta la costa
meridional y allí descubrí, probablemente entre las colinas de
las tierras bajas del sur, una gran casa que parecía vacía, o al
menos inaccesible para mí. Muy gradualmente, con el curso de
los años, este lugar de mis sueños se fue convirtiendo en una
comunidad en la que pude ingresar. Sus habitantes crecieron,
desarrollaron relaciones, cambiaron, y en general este club me
dio un enorme sentido de estabilidad, que guarda gran corres-
pondencia con el uso que hace la gente de un club como el
Ateneo.
Jamás intenté hacer uso de este material, salvo para aludir
a él humorísticaipente a veces cuando alguien me preguntaba
en qué había estado soñando, y yo respondía: "Estuve en mi

243
club''. En la experiencia que tuve inmediatamente antes de
dictar estas palabras, corría una aventura sumamente vívida,
en la que salía del club con amigos de toda clase para visitar un
lugar que quedaba fuera de él. La noche anterior había tenido
un suéño en el que füamos en varios grupos, usando diversos ·
automóviles, a otro club donde presuntamente yo tenía que
pronunciar una conferencia. No me gustó nada comprobar que
llegábamos tarde, y que se esperaba que concurriéramos vesti-
dos como para una velada nocturna y la anfitriona se lamentaba
de mi andrajoso aspecto.
Habitualmente la vida en el club y sus alrededores no es
desagradable, pero en esta oportunidad me puse contento de
despertar, ya que mi conferencia ni siquiera iba a ser buena
teniendo en cuenta la confusión que rodeó los preparativos. La
muy vívida excursión en la que partíamos del club, experiencia-
da antes de resolver escribir al respecto, era en alguna medida
continuación de lo acontecido en el club la noche previa.
Cuando reflexiono un poco sobre el asunto, veo que tiene
cierta relación con el sueñ.o profundo, parecida a la que tiene lo
que normalmente llamamos el fantaseo de los niños, en especial
porque ese soñar es hasta cierto punto manipulado, y por cierto
jamás va a contener las grandes excitaciones y angustias
propias de up. verdadero sueño.
En esta clase de soñar hay una muy definida continuidad
temporal, y en lo que respecta a su localización, debo situarlo,
con respecto a la línea que separa la vigilia del soñar, del lado
del dormir. Sin duda, guarda relación con el mundo de fantasía
en desarrollo de un novelista.
Es como si merced a esta experiencia yo supiera cómo sería
ser John Galsworthy mientras La saga de los Forsyte se de-
sarrollaba en forma continua en su mente en el curso de varios
años, con personajes que tenían una personalidad y caracterís-
ticas, y aun enfermedades, bien definidas. Y pude entender
muy bien la necesidad de un autor de escribir estas experiencias
y publicarlas en forma de novela. Nuestro espíritu se sobreco-
ge al pensar qué tipo de club, o algo que correspondiese a un
club, habrá poblado la mente de un Tolstoy, y cuán grande debe
haber sido la necesidad de escribir de ese hombre, de· modo tal
que los personajes pudieran crecer y evolucionar y morir, y no
convertirse en un tremendo bloqueo de la vida psíquica del
autor.

244
En mi caso, no hay ninguna riqueza particular ni nada que
merezca ser escrito, y sin embargo esta historia, por su con tin ui -
dad misma y por las cosas sorprendentes que suceden en ella,
me brinda una novela permanente que puedo leer sin leer, o
escribir sin escribir. Noté que un exceso de té o de café intensi-
fica mucho mi proclividad a vivir en esa zona cuando me quedo
dormido, con lo cual quiero decir que el sitio en que vivo en
relación con toda la gente de mi club-y bien contento estoy de
tenerlo- es el dormir posible, pero sujeto a la amenaza del
desvelo. Sé, no obstante, que debo dar cabida al material onírico
que sólo acude en un sueño verdaderamente profu~do, cuando
la mente no tiene necesidad de estar activa y cr·eativa y contro-
lando, en la forma en que la ayuda a estar la cafeína.
Pienso que esta idea no es de particular importancia para el
analista, salvo en cuanto lo haga abstenerse de analizar esta
clase de sueños cuando le son comunicados, del mismo modo que
en el análisis de niños se abstiene de analizar el fantaseo, o la
capacidad infinita del niño para escribir historietas. Así pues,
uno sabe que debe aguardar el material proveniente de un
estrato más profundo antes de usar el material como una
comunicación que viene de lo inconsciente.

245
31. EL JUGAR Y LA CULTURA

Conferencia pronunciada ante el Grupo Imago,


12 de marzo de 1968

Mi idea es que los psicoanalistas no han efectuado una


formulación satisfactoria en lo concerniente a la experiencia en
cuestiones culturales. Quizá ni siquiera se ha intentado abor-
dar directamente este problema particular. Sería importante
para mí que me dieran referencias acerca de cualquier intento
en tal sentido, ya sea en la bibliografía psicoanalítica o de otro
campo conexo. Sin duda, mucho se ha escrito sobre la realidad
psíquica tal como la experiencia el individuo vivo; análogamen-
te, mucho se ha escrito sobre la relación de objeto y la relación
total del ser humano con el amb1ente o con la realidad externa
compartida.
Algún intento de acercarse a aquello que me interesa aquí se
encuentra en las observaciones sobre la relación de objeto a
través del afecto, en comparación con la basada por una moción
instintiva. La expresión negativa "niño carente de afecto" llama
la atención acerca de la importancia de la capacidad para los
sentimientos de carácter afectuoso. El concepto de sublimación
lleva al analista hacia aquello que pretendo estucliar. También
puede decirse que el juego está muy próximo al tema de mi
investigación. No obstante, en Jo·que respecta al juego hay en la
bibliografía psicoanalítica una estrecha conexión con el instinto
modificado por el desplazamiento, etc.
Puede afirmarse que el enfoque ortodoxo ha llevado al

246
estudioso de la metapsicología a una formulación completa del
ser humano y de la experiencia del vivir. Mi tesis es que por
alguna razón (que merece un estudio en sí misma), la formula-
ción de la existencia humana por parte de los psicoanalistas no
le hizo lugar a la experiencia cultural. Aquí partiré del supuesto
de que la experiencia cultural sobreviene como extensión direc-
ta del juego de los niños y, en verdad, de los bebés desde su
nacimiento, o quizás antes.
Obviamente, hay una íntima asociación entre el juego y la
idea de la fantasía y el sueño. Jugar también remite a jugar
juegos reglados y a cosas tales como la imaginación acth a, en
la cual hay un intento deliberado por emplear los elementos
sorpresivos que suscita la imaginación.
Cuando asisto a u;n concierto y me encuentro allí con un
colega psicoanalista, a veces me pregunto si sabemos tanto
como qüisiéramos sobre la experiencia que ambos estamos com-
partiendo. Hay por cierto una diferencia intrínseca entre ir a un
concierto y soñar; tampoco hay dudas de que ninguno de
nosotros va a un concierto simplemente para sentarse cerca de
otra persona o porque está enamorado de la pianista. Nos
hallamos en una experiencia viva que tiene derecho a ser
considerada una cosa en sí. Esta observación puede hacerse ex-
tensiva a la siguiente pregunta: ¿Para qué vivimos? ¿Cuál es la
motivación básica?
Posiblemente comprobemos que es en esa zona de la expe-
riencia cultural donde la mayoría de nosotros vive la mayor
parte del tiempo mientras estamos despiertos, y si trasladamos
esta idea a la niñez vemos de inmediato que estamos hablando
del jugar.
· Sin duda alguna, el concepto de objeto transicional y de
fenómenos transicionales me llevó a querer estudiar esa zona
:intermedia que tiene que ver con la experiencia del vivir, y que
no es ni sueño ni relación de· objeto. Al mismo tiempo que no es
ni lo uno ni lo otro, es también ambas cosas. Esta es la paradoja
esencial, y en mi artículo sobre los fenómenos transiciona]es la
parte más importante (en mi opinión) es cuando sostengo que
tenemos que aceptar la paradoja, no resolverla. Los objetos y los
fenómenos transicionales son universales y variables. El estu-
dio de los fenómenos transicionales suministra un fundamento
valioso al investigador del crecimiento y desarrollo hum~nos,
no sólo porque lo introduce en la infinita variabilidad de los

247
seres humanos, sino también porque tiene sus propios límites,
y hay semejanzas entre los elementos, y éstas pueden ser cla-
sificadas. En otras palabras, tiene algunas de las característi-
cas deJjugar, por cuanto el niño que juega utiliza materiales de
la realidad externa o compartida para la expresión del material
onírico. Allí está el sueño personal, pero dos niños pueden
construir casas similares porque existe un dep.ominador común
en los materiales de construcción empleados y también por los
elementos arquetípicos del soñar. No hay dos niños iguales, ni
siquiera dos gemelos. Con todo, los niños pueden asemejarse
entre sí, y en cualquier caso de hecho se asemejan por cuanto
tienen habitualmente dos ojos, una nariz, una boca, etc.
Sugiero que si echamos una mirada a la filosofía y pasamos
por alto momentáneamente los detalles, enormemente signifi-
cativos, del contenido, podemos ver operar una dinámica que yo
llamaría la no aceptación de la paradoja inherente. Para mí la
paradoja es inherente. En lo tocante al objeto transicional, -
consiste en que aunqu,~ el objeto estaba allí para que el niño lo
encontrase, fue creado por el niño. Aquí se podría hacer referen-
cia a los versos jocosos de Ronald Knóx,*yen la teología aparece
esto mismo en la interminable discusión en torno de la pregun-
ta: ¿hay un Dios? Por más que Dios sea una proyección, ¿no ha-
brá un Dios que me creó de tal modo que yo tengo en mí el ma-
terial para dicha proyección? Desde el punto de vista etiológico
-si se me permite usar una palabra que normalmente se refie-
re a las enfermedades-, la paradoja debe ser aceptada, no re-
suelta. Lo importan te para mí debe ser esto: ¿hay algo en mí que
me lleva a tener la idea de Dios? ... pues de lo contrario, la idea
de Dios carece para mí de valor (excepto como superstición).
Este problema apunta directamente al meollo de la dificul-
tad que tenemos algunos de nosotros respecto del concepto
raigal de Melanie Klein, si bien algunas de las formulaciones de
Bion tienden a allanar el camino hacia una solución de un
incómodo conflicto en torno de principios básicos. Es posible
aplicar el énfasis con que Melanie Klein habla de la proyección
y la introyección si, como base, se da cabida al elemento creativo
del individuo, que debe ser fundamental para éste, aunque
puede no serlo para el observador. Desde el punto de vista

* Véase pág. 73-4. [T.]

248
etiológico, todo lo que el bebé logra surge de su vivacidad o
condición de estar vivo [aliveness], incluido el tema del funcio-
namiento cerebral. Aquí tiene valor la idea de la dependencia
absoluta, ya que la capacidad potencial del bebé para la activi-
dad creadora no se vuelve efectiva a menos que la figura ma-
terna (en forma sutil, cambiando junto con las capacidades de
desarrollo del bebé) reciba las proyecciones y pueda devolver-
las. Las proyecciones no tienen lugar si no está eso, ahí, que las
reciba.
Al abordar este tema, que me ha interesado durante dos
décadas, he postulSldo un espacio potencial entre el bebé y la
figura materna, que es donde se localiza el juego. Este espacio
potencial sólo cobra significación como resultado. de las expe-
riencias de vida del bebé. No es heredado -lo heredado puede
o no dar como resultaao el logro de un lugar para la experiencia
deljué'go en el caso de cualquier bebé vivo-.
· Para mi sorpresa, he comprobado que eljuego y el jugar y los
fenói-henos transicionales forman la base de la experiencia
cultural en general, y por ende lo que indagaba concierne a la
mayor parte de nuestras vidas. Incluso en este preciso momento
estamos aquí en ese espacio potencial, y sin un quehacer
materno suficientemente bueno, este debate nos resultaría
ajeno.
Por consiguiente, en mi formulación del jugar he considera-
do fundamental que:
El jugar es siempre excitante.
Es excitante; no por el trasfondo instintivo, sino por la pre-
cariedad que le es inherente, ya que siempre se ocupa de la
filosa arista que existe entre lo subjetivo y lo que es percibido
objetivamente.
Lo que es válido para el juego, lo es asimismo para la Pasión
según San Mateo que dentro de unas semanas presentarán en
.el Fe~tival Hall, donde estoy casi seguro de que me encontraré
con colegas.

249
32. LA INTERPRETACION EN PSICOANALISIS

Fechado el 19 de febrero de 1968

De tanto en tanto es importante considerar los principios


básicos de la técnica ps.icoanalítica y tratar de reevaluar la
significación de los diversos elementos que comprende la técni-
ca clásica. Se concederá, en general, que una parte importante
de la técnica psicoanalítiéa es la interpretación, y aquí tengo el
propósito de estudiar una vez más esta porción particular de lo
que hacemos.
El término "interpretación" implica que se utilizan pala-
bras, y algo más: que el material proporcionado por el paciente
es verbal. En su forma más simple, tenemos la regla básica, que
aún sigue vigente, aunque muchos analistas ni siquiera instru-
yen a sus pacientes sobre este detalle. A esta altura, después de
más de medio siglo de psicoanálisis, los pacientes ya saben que
se espera de ellos que digan lo que les viene a la mente sin
guardárselo. Asimismo, hoy se admite en general que una
buena parte de la comunicación de paciente a analista no es
verbal.
Tal vez esto se advirtió en primer lugar con respecto a los
matices del habla y las diversas maneras en que ésta incluye,
por cierto, mucho más que el significado de las palabras utiliza-
das. Poco a poco los analistas se encontraron con que interpre-
taban los silencios y movimientos, así como toda una gama de
detalles de conducta que estaban fuera del reino de la verbali-
zación. No obstante, siempre ha habido analistas que prefirie-

250
ron mucho más limitarse al material verbal del paciente.
Cuando este material sirve, presenta obvias ventajas, por
cuanto el paciente no se siente perseguido por la mirada del
observador.
En cierta oportunidad le interpreté a un paciente silencioso,
un hombre de 25 años, el movimiento de sus dedos mientras
mantenía las manos entrelazadas sobre el pecho. Me contestó,
"Si usted empieza a interpretar esta clase de cosas, tendré que
trasladar esta actividad a alguna otra cosa que no se vea". En
otros términos, me estaba señalando que a menos que él
verbalizase su comunicación, yo no tenía por qué hacer ningún
comentario.
También podría explorarse el vasto tema de las comunica-
ciones que el analista no verbaliza directamente, o incluso el de
sus errores de verbalización. No es preciso desarrollar dicho
tema aquí, pues es obvio, pero digamos que se inicia con el tono
de voz del analista y la forma, por ejemplo, en que puede o no
trasuntar una actitud moralista en una formulación que, en sí
misma, podría decirse que no es sino una interpretación. Ya se
ha explorado la cuestión de los comentarios interpretativos, y
por cierto se los discutió con holgura en innumerables horas de
supervisión. Tal vez no haya necesidad, en este momento, de
proseguir el estudio en esa dirección.
El propósito de la interpretación debe incluir el sentimiento
del analista de que se ha hecho una comunicación que debe ser
reconocida como tal. Esta es quizá la parte importante de toda
interpretación, pei'o ocurre que este simple propósito a menudo
queda oculto debajo de un montón de otras cuestiones, tal como
las consignas referidas al uso de símbolos. Como ejemplo podría
tomarse una interpretación del tipo de "los dos objetos blancos
de su sueño son dos pechos", etc., etc. Tan pronto el analista se
embarca en esta clase de interpretación, deja atrás el suelo
· firme y· se interna en una zona peligrosa, donde usará sus
propias ideas, las que pueden estar equivocadas desde el punto
de vista del paciente en ese momento.
En la forma más sencilla, el analista devuelve al paciente lo
que éste le ha comunicado. Bien puede suceder que el analista
piense que esta ocupación es fútil, porque si el paciente le ha
comunicado algo ... ¿cuál sería el objeto de decírselo de vuelta?
Salvo, por supuesto, que la finalidad sea hacerle saber que ha

251
oído lo que él dijo y que trata de captar correctamente su
significado.
Al dar una interpretación, se le da al paciente la oportunidad
de que le corrija lo que mal entiende. Algunos analistas aceptan
tales correcciones, en tanto que otros asumen, en su papel
interpretativo, una posición casi inexpugnable, de manera tal
que si el paciente pretende hacerle una corrección, el analista
tiende a pensar en la resistencia del pacieñte y no en la
posibilidad de que la comunicación haya sido errónea o inade-
cuadamente recibida.
Aquí estamos discutiendo acerca de diversas variedades de
psicoanalista, ya que_ hay muchas, y sin duda una de las tareas
del analizando es llegar a saber cómo es su analista, y qué
espera, y qué lenguaje utiliza, y qué clase de sueños interpreta,
etc., etc. Esto no deja de ser natural, ya que se parece a lo que
sucede con el niño que debe llegar a saber qué clase de padres
hay que puedan ser usados como tales. Sin embargo, en un
debate entre analistas tiende a darse por sentado que muchos
pacientes son incapaces de aprovechar a aquellos analistas que
les requieren una adaptación mayor que cierto monto; o dicho
a la inversa, son incapaces de aprovechar a aquellos analistas
que no pueden o no quieren adaptarse, más que en un cierto
monto, a las necesidades del paciente.
El principio ·que estoy enunciando es que el analista refleja
lo que el paciente le ha comunicado. Esta simple enunciación de
lo que es la interpretación puede ser importante, por el hecho
mismo de que es simple y elude las tremendas complicaciones
que surgen cuando se piensa en todas las posibilidades clasifi-
cables dentro de la necesidad interpretativa. Si se enuncia este
mismo principio· simple, de inmediato exige elaboración, y
sugiero qu~ la elaboración que exige es del siguiente tipo. En el
ámbito limitado de la transferencia del día de hoy, el paciente
posee un conocimiento preciso de un detalle, o de una serie de
detalles. Es como si hubiera una disociación correspondiente al
punto que alcanzó el análisis hoy. Es útil recordar que de este
modo limitado, o a partir de esta posición limitada, el paciente
puede dar al analista una muestra de la verdad, o sea, de algo
que es absolutamente verdadero para él; y si el analista se la
devuelve, la interpretación es recibida por el paciente cuando ya
ha emergido, hasta cierto punto, de esa zona limitada o situa-
ción disociada. En otras palabras, la interpretación puede

252
incluso ser formulada a la persona total, en tanto que el
material para ella provino de sólo una parte de la persona total.
Como persona total, el paciente no habría sido capaz de brindar
el material para la interpretación.
Así pues, las interpretaciones forman parte de la construc-
ción del insight. Un detalle importante es que la interpretación
ha sido formulada algunos minutos, o incluso segundos, des-
pués de ser presentado el material que puede dar lugar al
insight. Por cierto, dentro de la misma sesión. Una interpreta-
ción correcta formulada mañana, desi)ués de una supervisión,
de nada sirve, a raíz de este poderoso factor temporal. Dicho de
otra manera, desde una zona limitada el paciente ·tiene insight
y brinda material para una interpretación; el analist~ toma esa
información y la devuelve, y el paciente a quien la devuelve ya
no está en esa zona de insight con respecto a ese particular
elemento·'o constelación psicoanalítica.
Teniendo en cuenta este principio, cabe pensar que reflejarle
al paciente lo que él ha dicho o transmitido no es una pérdida de
tiempo, sino que en rigor puede ser lo mejor que el analista está
en condiciones de hacer en el análisis de ese paciente ese día en
particular.
Esta manera de concebir las cosas suscita cierta oposición,
pues a los analistas les gusta ejercitar las habilidades que
adquirieron, y sobre cualquier cosa que surja tienen mucho
para decir. Por ejemplo, un paciente más bien silencioso le
cuenta al analista, en respuesta a una pregunta suya, muchas
cosas sobre sus pñncipales intereses, vinculados a la caza de
palomas y a la organización de esta actividad deportiva. Es
entonces sumamente tentador para el analista usar ese mate-
rial, que es más de lo que a menudo obtiene en dos o tres
semanas, y sin duda podría referirse -habida cuenta de que el
paciente es hijo único- a que quiere matar a todos los bebés no
nacidos, o bien-habida cuenta de qúe la madre del paciente fue
una enferma depresiva que se suicidó- podría hablar sobre las
fantasías destructivas inconscientes de la madre. Sin embargo,
lo que el analista sabía era que todo ese material acudió como
respuesta a una pregunta suya, y no lo habría obtenido si él no
lo hubiese provocado, tal vez simplemente por sentir que estaba
perdiendo el contacto con el paciente. Por lo tanto, no era un
material para la interpretación, y el analista debió guardarse
todo lo que pudo imaginar respecto del significado simbólicó de

253
la actividad que el paciente le describía. Después de un rato, el
análisis vuelve al silencio, y es el silencio del paciente el que
contiene la comunicación esencial. Las claves de dicho silencio
sólo irán apareciendo lentamente, y no hay nada que el analista
pueda 'hacer en forma directa para conseguir que el paciente
hable.
Huelga mencionar que con frecuencia el paciente produce un
material que el analista puede provechosamente interpretar en
otro sentido. Es como si pudiera aplicar los procesos intelectua-
les suyos y del paciente para avanzar un poco. Lo principal es
que le refleje al paciente el material presentado, quizás un
sueño. De todas ~aneras, ambos pueden jugar a utilizar el
sueño para alcanzar un insight más profundo. Aquí se esconde
un gran peligro, porque esta interacción puede ser placentera y
aun excitante y hacerlos sentir a ambos muy gratificados. Pero
el analista sólo puede llevar al paciente hasta una cierta
distancia del punto en que ya se encuentra.
Un ejemplo sería el siguiente. Una pacientecuentaun sueño
recurrente, que ha predominado en su vida: Se está muriendo
de hambre y le queda una naranja, pero advierte que ésta ha
sido mordida por una rata. Ella tiene fobia a las ratas, y el hecho
de que una rata haya tocado la naranja le impide comerla. Se
siente muy acongojada. Ha sido proclive a tener este sueño toda
su vida. Desde el punto de vista del diagnóstico, se halla en la
categoría de una niña deprivada. El analista no necesita hacer
nada en lo que respecta a este sueño, pues el trabajo ya ha sido
hecho en el soñar mismo, y luego en el recordar y el comunicar.
El recordar y el comunicar son resultados del trabajo realizado
en el tratamiento, y tienen el carácter de una bonificación
suplementaria como consecuencia de una mayor confianza. La
cuestión puede dejarse allí, y el analista esperará a que surja
más material. En el caso particular que describo, el analista
tenía una razón externa para no esperar, pues no iba a haber
oportunidad de nuevas sesiones. Formuló, pues, la interpreta-
ción, corriendo el riesgo de echar a perder el trabajo ya realiza-
do, pero abriendo asimismo la posibilidad de que la paciente
pudiera avanzar de inmediato. Es una cuestión de criterio, yen
este caso el analista sintió que el grado de confianza era tal que
podía proseguir, y~hasta cometer un error. Dijo entonces: la
naranja es el pecho de su madre, que fue una madre buena
desde su punto de vista, pero es la madre que usted perdió. Las

254
ratas representan el ataque suyo al pecho y el ataque del pecho
a usted. El sueño se relaciona con el hecho de que sin ayuda
usted queda varada, ya que si bien sigue en contacto con el
pecho original, que le pareció bueno, no puede hacer uso de él a
menos que se la ayude a pasar a la próxima etapa, en la que
excitada, usted ataca el pecho para comerlo, del mismo modo
que comería una naranja.
Sucedió que en esta oportunidad la paciente fue capaz de
usar la interpretación de inmediato, y produjo dos ejemplos;
uno de ellos ilustró la relación que había tenido con la madre
antes de perderla, y el otro era un recuerdo de la época en que
efectivamente perdió a su madre. De este modo, la paciente
consiguió un alivio emocional y hubo un notorio y positivo
cambio clínico.
Cualquier analista puede dar innumerables ejemplos de
interpretaciones que sus pacientes pudieron usar y les permi-
tieron avanzar respecto del punto donde estaban cuando pre-
sentaron el material específico de la sesión. Sin embargo, este
ejemplo particular pone de relieve, de un modo simple, la
dinámica esencial de una interpretación que va más allá de
reflejar el material presentado.
No obstante, en la formación de candidatos nunca se desta-
cará lo suficiente que es mejor adherir al principio de reflejar el
material presentado, en vez de pasarse al otro extremo, el de las
interpretaciones "inteligentes" que, por más que sean exactas,
pueden llevar al paciente más allá de lo que permite la confian-
za transferencia}, de modo tal que cuando el paciente deja al
analista, la casi milagrosa revelación que representa la inter-
pretación se convierte de pronto en una amenaza, pues toca un
estadio del desarrollo emocional que el paciente todavía no ha
alcanzado, al menos como personalidad total.

255
33. EL PENSAR Y LA FORMACION DE SIMBOLOS

Sin fecha; escrito probablemente en 1968

En los últimos tiempos se dirigió nuestra atención (]o· hizo


Bion, notab1emente)1 hacia el proceso del pensar y su vínculo
con la metapsicología psicoanalítica.
Aquí quiero examinar un solo aspecto de esta vasta temáti-
ca, y al hacerlo dejaré de lado muchos aspectos del pensar
estrechamente vinculados al tema que he escogido, y que es la
relación entre el pensar y la formación de si'mbolo.
Ya en un artículo mío previo, "La mente y su reiación con el
psique-soma", de 1949,2 se incluía una formulación acerca del
origen ontológico del pensar. En ese artículo enuncié la idea de
que el pensar comienza como una forma personal que encuentra
el bebé para habérselas con la falla gradual de adaptación de su
madre. El pen·sar forma parte del mecanismo merced al cual el
bebé tolera tanto la falla en la adaptación a su necesidad yoica
como la frustración del instinto generadora de tensión-tensión
[sic}, particularmente la primera.
Una patología de este proceso, que igualmente procuré
señalar en dicho trabajo, sobreviene cuando existen una adap-
tación atormentadora y una falla de adaptación (debido a la

1
Véase Wilfred Bion, Second Thoughts, Londres, Heinemann Medical
Books Ltd., 1967.
2
En Collected Pa.per.<1: Through Pa.edia.trics to Psycho-Analysis, Londres,
Tavistock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1975; Londres, Hogarth Press,
1975. .

256
actitud inadecuada de la madre) tales, que se incrementa la
necesidad de pensar; y de hecho se produce una escalada (para
emplear un término moderno) en la necesidad de pensar, a
punto tal que el pensar se convierte en una función esforzada,
o bien adquiere una nueva función. Escribí:" ... comprobamos
que el funcionamiento mental se vuelve una cosa en sí, que re-
emplaza prácticamente a la madre buena y la torna innecesa-
ria". Y agregaba: "Clínicamente, esto puede ser paralelo a una
dependencia de la madre real y a un falso crecimiento personal
basado en el sometimiento".
Se advertirá que en mi opinión, el pensar o el funcionamien-
to mental necesita ser estudiado en estos casos en su psicopato-
logía, o sea, como algo que ha perdido su condición de aspecto
especial del fucionami~nto de la psique (cf. el psique-soma) y ha
adquirido una función nueva o secundaria.
En ios casos a que me refiero,.el pensar se ha escindido de la
asociación psique-soma y ha asumido una parte del rol de la
madre. Hubo un cambio de la dependencia. La dependencia
respecto de la madre probó ser relativamente insatisfactoria, y
la dependencia respecto de la mente y el pensar ocupó el lugar
de la confianza en la madre suficientemente buena. Más allá de
esto, hay un grado extremo de escisión (o de desesperanza
acerca de la integración) que contribuye a que no exista ningu-
na relación entre el pensar y la función del quehacer materno
bueno. Hasta el pensar falla.
Aquí quiero explorar un poco más esa zona en la que esta
defensa conserva cierto grado de éxito: el pensar actúa como
sustituto del cuidado materno y se desarrolla un falso selfbajo
la forma de un intelecto explotado. La defensa no falló del todo.
En el artículo a que aludí ("La mente y su relación con el
psique-soma"), relataba el caso de un niño que se estaba desa-
rrollando de acuerdo con estos lineamientos y que concebía un
estado ideal: el de ser mentalmente deficiente. El corolario es
que en la economía del bebé existe todo el tiempo una tensión,
por más que la defensa intelectual haya tenido éxito: el indivi-
duo anhela una alternativa, y al no encontrarla en el cuidado
materno y la dependencia, debe generarse en la economía
mental de ese niño una tendencia a la alternativa de pérdida de
la capacidad intelectual, o pérdida de la mente y del funciona-
miento mental.
(Se verá que éste es un ·ejemplo de "castración" pri~aria

257
basada en la pérdida de una función yoica. Más conocido es el
hecho de que la auténtica angustia de castración encuentre
expresión secundaria en la idea de la pérdida del intelecto; cf.
la AFANISIS, de Jones.) 3
El fundamento de mi ulterior estudio es, pues, la forma en
que el bebé en desarrollo normalmente piensa y da cabida a las
fallas adaptativas, así como la forma en que una provisión
ambiental atormentadora o no suficienteme·nte buena explota
el pensar del bebé y aun lo obliga a tomar el lugar de algún
elemento del ambiente previsible promedio.

MATERIAL CLINICO INTRODUCTORIO

El caso que me llevó a pretender conectar el pensar con la


formación de símbolos es el de una mujer que se aproxima al
final de un largo y tedioso análisis con una colega. Mi participa-
ción en este análisis tiene un carácter secundario. Al producirse
la interrupción del análisis por las vacaciones, la paciente, que
es maestra, decidió tomar un curso de repaso de cerámica. Su
reacción frente a dicha interrupción presentó dos aspectos:
a. Actividades prove_chosas en la cerámica.
b. Desesperanza en cuanto a su capacidad para planificar
sus responsabilidades docentes del próximo ciclo lectivo. Se
lamentaba de que no podía pensar. Este no era un rasgo nuevo;
en rigor, en una época su incapacidad para hacer uso de su
intelecto, que era muy bueno, constituyó el principal problema.
Es posible describir con precisión el estado de esta manera
durante las vacaciones a raíz de un incidente que, según ella,
fue realmente una parte de su análisis, aunque aconteció
mientras se había ido afuera con otra persona (X).
La paciente estaba tomando el desayuno en la cama, cuando
al incorporarse para llevar la bandeja a la cocina tiró todo al
suelo, rompiendo unas valiosas piezas de porcelana y haciendo
un lío terrible por todas partes. Este episodio la trastornó
profundamente y se sintió exasperada al máximo.
Ella misma se dio cuenta (pero sólo cuando me tuvo a mí con

• Véase Ernest J enes, "Early Development of Female Sexuality" (1927), en


Papers on Psycho-An.alysis, Londres, Balliere, Tindall and Cox, 1950.

258
ella, porque sabía que estaba apelando a una serie de ideas
delirantes) de que se quejaba de lo siguiente:
l. Había sido una falta de Y, porque Y le dio a X esa bandeja
resbaladiza.
2. Ella gritó pero X no la escuchó, pues estaba ausente de la
casa.
3. De cualquier modo, X tendría que haber estado cuidándo-
la, y entonces el accidente no habría sucedido.
4. Si su analista hubiera venido en el momento del accidente
y se hubiera hecho cargo y la hubiese consolado, entonces el
episodio en su conjunto se habría convertido en_ una parte del
análisis, y no habría sido una experiencia desperdiciada.
5. Un buen analista se habría ocupado de estar con ella
cuidándola, se habría .llevado la bandeja y no habría habido
ningún incidente.
Pero·'como esta mujer no estaba loca y podía pensar, se dio
_a s( µt~!:JDµl:las_ siguientes explicaciones:
L S'ería absurdo esperar que un analista cuidase a un
paciente suyo durante las vacaciones (del analista).
2. De cualquier modo, no es probable que su analista hubiera
aparecido exactamente en el minuto oportuno.
3. Si hubiese aparecido, tal vez habría podido aclarar el lío
y consolar a la paciente, o en todo caso habría enunciado la
necesidad que ésta tenía de una experiencia de esa índole, lo
cual habría modificado la pauta de experiencias previsibles que
la paciente arrastraba desde su infancia.
4. Una analista realmente buena habría estado presente,
brindándole a la paciente cuidados especiales, y en tal caso no
habría habido ningún incidente desafortunado. La paciente
habría podido sentirse confiada en su ambiente y en el la misma,
a punto tal de ser capaz de enfurecerse por la falla ambiental
de su infancia y su niñez temprana.
De hecho, esto es lo que realmente estaba aconteciendo, ya
que la paciente pensaba que todo ese suceso formaba parte del
análisis (el cual comenzaba a tener éxito) y correspondía a las
vacaciones.
Este caso da lugar a la consideración general de que el éxito
de un análisis debe incluir la idea delirante de la falla, la
reacción del paciente ante el análisis como una falla. Es preciso
dar cabida a esta paradoja. El analista tiene que aceptar este rol
de analista que falla, así como acepta todos los restantes roles

259
que surgen de las neurosis y psicosis de transferencia del
paciente. Muchos análisis fracasaron al final porque el analista
no pudo dar cabida a una falla delirante, debido a su propia
necesidad de probar la validez de la teoría psicoanalítica me-
diante la cura de un paciente. El psicoanálisis no cura, aunque
es verdad que un paciente puede hacer uso de él y lograr, con un
proceso adjunto, un grado de intégración y socialización y
autodescubrimiento que no podría 0 no sabña obtener sin él.

260
34. SOBRE "EL USO DE UN OBJETO"

Este capítulo incluye materiales relacionados con el tema del "uso


de un objeto", concepto que Winnicott concibió cerca del fin de su vida.
Su formulación más importante al respecto fue la que hizo en la
conferencia que pronunció el 12 de noviembre de 1968 en la Sociedad
Psicoanalítica de Nueva York; posteriormente ésta se publicó en
International Journal of Psycho-Analysis, vol. 50 (1969), y en una
versión levemente distinta en su libro póstumo Playing and Reality
(1971). Hemos creído conveniente para el lector reproducir aquí esta
última versión, como sección I.
El resto del capítulo contiene escritos que se vinculan expresamen-
te con el desarrollo de este concepto, así como uno de sµs últimos
trabajos, en el cual lo emplea. En su mayoría, estos escritos permane-
cían inéditos, excepción hecha de la sección III, donde se reproducen
algunas de las notas apuntadas por Winnícott en 1965, cuando volvía
a su casa desde Dartingron Hall, donde había estado reflexionando y
departiendo acerca del tema de la libertad y el control en las escuelas
progresivas. Si bien estas notas ya fueron recogidas en un volumen
anterior, Deprivation and Delinquency (1984), * volvemos a publicar-
las aquí porque en ellas está la primera referencia que hemos podido
hallar- al "uso de un objeto" como tal. No obstante, si se tiene en cuenta
el relato que hizo Winnícott de un sueño en 1963 y la carta a un colega
que acompañó dicho relato (ambos incluidos aquí en la sección II), es
evidente que ciertos aspectos de dicho concepto se le habían hecho
explícitos tiempo atrás.
Winnicott relacionó ese sueño con su reseña del libro de Jung,
Memories, Dreams, Reflections (véa.se el cap. 57 de Exploraciones psi-

* Trad 1 cast.: Deprivaci6n y delincuencia, Buenos Ain'JS, Paidós, 1991. (T.J

261
coanaltticas II). La sección IV contiene un breve artículo "El uso de la
palabra uso", escrito en febrero de 1968, y al cual él le asignaba cierta
importancia, pues lo incorporó a las listas de trabajos suyos que
deseaba publicar, confeccionadas en 1968. La sección V es un ejemplo
clínico-utilizado por Winnicott para su conferencia de 1968 en Nueva
York, y va seguida de los "Comentarios sobre mi artículo 'El uso de un
objeto'" como sección VI. Estos comentarios fueron preparados como
respuesta en relación con el debate que tuvo lugar al término c!e rucha
conferencia, y en particular a una observación del Dr. Bernard Fine,
quien adujo que Winrricott había pasado por alto la importancia del
"componente libi<linal de las mociones instintivas y su capacidad de
contribuir a la supervívencia del objeto". Redactados en diciembre de
1968, cuando Winnicott recién comenzaba a reponerse de la enferme-
dad que lo afectó después de su conferencia en Nueva York, estaban
sólo parcialmente dactilografiados; los había terminado a mano, y es
probable que si hubiese pensado en publicarlos los habría pulido un
poco.
La última sección de este capítulo contiene un trabajo inconcluso y
casi no corregido por él, "El uso de un objeto en el contexto de Moisés
y la religi6n monoteísta'', escrito en enero de 1969. Aquí Winnicott
vincula su concepto con ]a obra de Freud, lo cual le permite situar en
el proscenio de la vida del bebé al padre, cosa que es raro encontrar en
e1 resto de su obra teórica.
Hay otros dos artículo.s que, si bien no fueron incorporados a este
grupo, podría decirse que al menos en parte correspondería que
estuvíesen eri él. Uno de ellos es una charla titulada "El amamanta-
miento como comunicación", leída en ausencia de Winnicott (a raíz de
su enfermedad) en un congreso de la Fundación Nacional para el Parto
el 28 de novíembre de 1968, e incluida posteriormente en su libro
Babies and Their Mothers (1987)*; en esa charla Winnicott destacó el
valor que tenía para el bebé el amamantamiento, en función de la
supervivencia c;iel pecho. El otro trabajo, titulado "El lugar de la
monarquía", escrito en 1970, también analiza la monarquía en cuanto
a su valor para la supervívencia; se lo hallará en el volumen Home is
Where We Start From (1985).

Los compiladores

• Trad. cast.: Los bebés y sus madres, Buenos Aires, Paidós, 1990. (T.]

262
L EL USO DE UN OBJETO Y EL RELACIONARSE MEDIANTE
IDENTIFICACIONES

Basado en un trabajo leído en la New York


Psychoanalytic Society, el 12 de noviembre de 1968

En este capítulo me propongo presentar para su debate la


idea del uso de un objeto. Me parece que el tema de la "relación
de objeto" ha recibido ya nuestra plena atención; en cambio, la
ide~ del "uso de un objeto" no fue muy considerado, y es posible
que ni siquiera se la haya estudiado específicamente.
Este trabajo sobre el uso de un objeto nace de mi experiencia
clínica y sigue una línea de desarrollo directa que me es propia.
Por su,puesto, no puedo afirmar que la forma en que se desarro-
llaron mis ideas no haya sido igual a la de otros, pero deseo
señalar que hubo en ellas una secuencia, y el orden que exista
en ésta corresponde a la evolución de mi trabajo.
Lo que quiero decir en este capítulo es muy sencillo. Aunque
surge de mi experiencia psicoanalítica, no diría que nació de mi
experiencia psicoanalítica de hace dos décadas, porque enton-
ces no poseía la técnica necesaria para posibilitar los movimien-
tos transferenciales que deseo describir. Por ejemplo, sólo en los
últimos años me fue posible esperar y seguir esperando la
evolución natural de la transferencia que proviene de lacre-
ciente confianz-a del paciente en la técnica y el encuadre psico-
analíticos, y evitar la ruptura de ese proceso natural mediante
interpretaciones. Se advertirá que hablo de la elaboración de
interpretaciones, y no de éstas como tales. Me aterra pensar
cuántos cambios profundos impedí o demoré en pacientes de
cierta categoría de clasificación debido a mi necesidad personal
de interpretar. Si sabemos esperar, el paciente llega a una
comprensión en forma creadora y con inmenso júbilo, y ahora
disfruto de ese júbilo más de lo que solía gozar con el sentimien-
to de haber sido "inteligente". Creo que interpreto fundamen-
talmente para que el paciente conozca los límites de mi com-
prensión. El principio que me guía es que el paciente, y sólo él,
conoce las respuestas. Nosotros podemos posibilitarle o no que
abarque lo que se sabe, o se percate de ello con aceptación.
Frente a esto se encuentra la labor interpretativa que el
analista debe llevar a cabo, y que distingue el análisis del

263
autoanálisis. Si se quiere que esa tarea de interpretación del
analista tenga efecto, se la debe vincular con la capacidad del
paciente para colocar al analista fuera de la zona de los
fenómenos subjetivos. Se trata, pues, de la aptitud del paciente
para usar al analista, cosa que constituye el tema de este
trabajo. En la enseñanza, como en la alimentación de un niño,
se da por sentada la capacidad para usa.r objetos, pero en
nuestra labor es necesario que nos preocupemos por desarrollar
y establecer esa capacidad y por reconocer su falta, cuando es un
hecho concreto.
En el análisis de casos fronterizos aparece la posibilidad de
observar los delicados fenómenos que proporcionan indicios
para una comprensión de los estados verdaderamente esquizo-
frénicos. Con el término "caso fronterizo" m·e refiero a aquel en
el cual el núcleo de la perturbación del paciente es psicótico,
pero el paciente posee una organ:ización psiconeurótica sufi-
ciente, que siempre puede presentar alteraciones psiconeuróti-
cas o psicosomáticas cuando la angustia psicótica central
amenaza con irrumpir en forma grosera. En tales casos, es
posible que el psicoanalista entre en connivencia durante años
con la necesidad del paciente de ser psiconeurótico ( en oposición
a ser loco), y de que se lo trate como tal. El análisis funciona bien
y todos se sienten satisfechos. El único inconveniente es que
nunca termina. Se le puede poner fin, y el paciente movilizar
incluso un falso self psiconeurótico para terminar y expresar
gratitud; pero en rigor sabe que no se ha producido cambio
alguno en el estado (psicótico) subyacente, y que el analista y él
han tenido éxito en su connivencia y han provocado un fracaso.
Y aun este fracaso puede tener valor si analista y paciente lo
reconocen. Este último tiene ahora más edad, y han aumentado
sus posibilidades de muerte por accidente o enfermedad, de
modo que es posible eludir el suicidio. Más aún, mientras duró
resultó divertido. Si el psicoanálisis fuese un modo de vida,
podría decirse que ese tratamiento hizo lo que se suponía que
debía hacer. Pero no es un modo de vida. Todos abrigamos la
esperanza de que nuestros pacientes, una vez que terminen con
nosotros, nos olviden y descubran que el vivir mismo es la
terapia que tiene sentido. Aunque redactamos trabajos sobre
estos casos fronterizos, en nuestro fuero interno nos sentimos
preocupados cuando la locura sigue sin ser descubierta y en-

264
frentada. En un trabajo sobre clasificación traté d€ exponer esto
en forma más amplia. 1
Quizá deba extenderme un poco más para ofrecer mi punto
de vista sobre la diferencia que hay entre la relación de objeto
y uso del objeto. En la primera el sujeto permite que se
produzcan ciertas alteraciones en el self, del tipo de las que nos
llevaron a inventar el término "catexia". El objeto se ha vuelto
significativo. Han actuado mecanismos de proyección e identi-
ficación, y el sujeto se ha vaciado en la medida en que parle de
él se encuentra en el objeto, aunque enriquecida por el senti-
miento. Junto con estos cambios hay ciecto grado de participa-
ción física (por leve que fuere) con miras a ·1a excitación, en
dirección del clímax funcional de un orgasmo. (En este contexto
omito de modo deliberado toda referencia al aspecto del relacio-
narse que es un eJercicio de las identificaciones cruzadas,
porqile pertenece a una fase de desarrollo posterior y no ante-
rior a la que me ocupa en este trabajo, es decir, al apartamiento
respecto de la autocontención y la relación con objetos subjeti-
vos, y la aproximación al reino del uso de objetos.)
La relación de objeto es una experiencia del sujeto que puede
describirse como si éste estuviese aislado. Pero cuando hablo
del uso de un objeto doy por sentada la relación de objeto, y agre-
go nuevos rasgos que abarcan la naturaleza y conducta del ob-
jeto. Por ejemplo, si se lo desea usar, es forzoso que el objeto sea
real en el sentido de formar parle de la realidad compartida, y
no un manojo de proyecciones. Creo que esto es lo que constituye
la sustancial diferencia que hay entre la relación y el uso.
Si ello es así, se sigue que el estudio del tema del relacionarse
es un ejercicio mucho más sencillo para los analistas que el del
uso, puesto que aquél puede examinarse como un fenómeno del
sujeto, y al psicoanálísis siempre le agradó poder eliminar todos
los factores ambientales, salvo en la medida en que pueda
concebirse al ambiente en términos de mecanismos proyectivos.
Pero cuando se examina el uso no hay escapatoria: el analista
debe tener en cuenta la naturaleza del objeto, no como proyec-
ción, sino como una cosa en sí.
Por el momento puedo dejar las cosas así: el relacionarse es

1 1959-1964; incluido ea The Ma.turationa.l Processes and the Facilitating

Environment, Londres, Hogarth Press; Nueva York, Intemational Uníversí-


tíes Press, 1965. ·

265
descriptible en términos del sujeto, en tanto que e1 uso no puede
describirse si no se acepta la existencia independiente del obje-
to, su propiedad de haber estado presente todo e1 tiempo. Ya se
verá que precisamente estos problemas nos ocuparán cuando
estudiemos la zona hacia la cual he intentado llamar 1a atención
en mi trabajo sobre lo que denomino fenómenos transicionales.
Pero ese cambio no se produce en forma mecánica, por el solo
proceso de maduración. Este es el detalle que me interesa.
En términos clínicos: dos bebés se alimentan a pecho; uno se
alimenta del self, pues el pecho y él todavía no se han convertido
(para el bebé) en fenómenos separados; el otro se alimenta de
una fuente que es "distinta de mí", o de un objeto que puede
tratarse con libertad sin que ello produzca efecto alguno sobre
el bebé, a menos que el objeto sea vengativo. Las madres, como
los analistas, pueden ser buenas o no suficientemente buenas;
algunas saben llevar al bebé de la relación al uso, y otras no.
En este punto deseo recordar que el rasgo esencial del
concepto de objetos y fenómenos transidonales (según mi pre-
sentación del tema) es la paradoja y la aceptación de la para-
doja : el bebé crea al objeto, pero éste ya estaba ahí, esperando
que se lo crease y que se lo denominara objeto catectizado. Traté
de llamar la atención hacia este aspecto de 1os fenómenos
transicionales al afirmar que las reglas del juego consisten en
que sabemos que nunca desafiaremos al bebé a que responda a
la pregunta: ¿creaste tú eso o lo encontraste ahí?
Ahora estoy en condiciones de pasar a la forrnuJación de mi
tesis. Parece como si temiera llegar a eso, tal como temo que una
vez formulada la tesis el objetivo de mi comunicación haya
terminado, dado que es tan sencilla.
Para usar un objeto es preciso que el sujeto ·haya desarrolla-
do una capacidad que le permita usarlos. Esto forma parte del
pasaje al principio de realidad.
No es posible decir que tal capacidad sea innata, ni dar por
sentado su desarrollo en un individuo. El desarrollo de la
aptitud para usar un objeto es otro ejemplo de ql!.e el proceso de
maduración depende de un ambiente facilitador. 2

• Al elegir Los procesos madurativos y el ambiente fo.cilitador como título


de mi libro publicado en la Biblioteca Psicoanalítica Internacional (1965), yo
evidenciaba hasta qué punto influyó en mí [el trabajo presentado por] la Dra.
Phyllis Greenacre en el Congreso de Edimburgo (1960). Por desgracia, no
incluí en el libro el reconocimiento de este hecho. -D.W.W.

266
En la secuencia puede decirse que primero viene la relación
de objeto y al final el uso del objeto; pero la parte intermedia es
quizá la más difícil del desarrollo humano, o la más molesta de
las tempranas fallas que luego hacen acudir en busca de cura.
Lo que existe entre la relación y el uso es la acción del sujeto de
colocar al objeto fuera de la zona de su control omnipotente, es
decir, de percibir al objeto como un fenómeno exterior, no como
una entidad proyectiva, y en rigor reconocerlo como una entidad
por derecho propio.3
Este pasaje (de la relación al uso) significa que el sujeto
destruye el objeto. Sobre esa base el filósofo de gabinete podría
argumentar que por consiguiente no existe, en la práctica, el
uso de un objeto: si éste es exterior, es destruido por el sujeto.
Pero si el filósofo abandona el sillón de su gabinete y se sienta
en elsuelo con su paciente, comprobará que hay una posición
intermedia. En otras palabras, descubrirá que después de "el
sujeto se relaciona eon el objeto" viene "el sujeto destruye al
objeto" (a medida que se vuelve externo); y después puede venfr
"el objeto sobrevive a la destrucción por parte del sujeto". Pero
puede haber supervivencia o no. El sujeto le dice al objeto: "Te
destruí'', y el objeto se encuentra ahí para recibir la comunica-
ción. De ahí en adelante el sujeto dice: "¡Hola, objeto!", "Te
destruí'', ''Te amo", ''Tienes valor para mí por haber sobrevivido
a tu destrucción por mí'', "Mientras te amo, te destruyo constan-
temente en mi fantas(a (inconsciente)". Aquí comienza la
fantasía para el individuo. Entonces el sujeto puede usar el
objeto que ha sobrevivido. Importa destacar que no se trata sólo
de que destruye al objeto porque éste es ubicado fuera de la zona
de control omnipotente. Asimismo, interesa señalar esto desde
otro ángulo, y decir que es la destrucción del objeto la que lo
coloca fuera de la zona de control omnipotente del sujeto. De
esta forma, aquél desarrolla su propia autonomía y vida, y (si
sobrevive) ofrece su contribución al sujeto de acuerdo con sus
propiedades.
Para decirlo con otras palabras, gracias a la supervivencia
del objeto, el sujeto puede entonces vivir una vida en el mundo
de los objetos, cosa que le ofrece inmensos beneficios; pero es
preciso pagar un precio, en la forma de una aceptación de la

• En mi comprensión de este ·punto influyó en mí W. Clifford M. Scott


(comunicación personal, circa 1940). -D.W.W.

267
destrucción que se va dando en la fantasía inconsciente vincu-
lada con la relación de objeto.
Permítaseme repetirlo. El individuo puede llegar a esta
posición en las primeras etapas del crecimiento emocional sólo
por medio de la supervivencia real de objetos catectizados que,
al mismo tiempo, pasan por el proceso de quedar _destruidos
porque son reales, y de volverse reales porque son destruidos
(por ser destructibles y gastables). ·
A partir de entonces, cuando se ha llegado a esta etapa, los
mecanismos proyectivos colaboran en el acto de percibir qué hay
ahí, pero no son la razón de que el objeto se encuentre ahí. En
mi opinión, esto se aparta de la teoría que tiende a concebir la
realidad exterior sólo en función de los mecanismos proyectivos
del individuo. ·
Ya casi he concluido mi formulación: pero no del todo, porque
no puedo dar por sentada la aceptación del hecho de que el
primer impulso del sujeto en la relación con el objeto (percibido
objetivamente, no subjetivo) sea destructivo. (Antes usé la
palabra "ir al frente", en un intento de dar al lector la posibili-
dad de imaginar algo en ese-momento, sin señalar el camino con
demasiada claridad.)
El postulado centrai de mi tesis afirma que si bien el sujeto
no destruye· al objeto subjetivo (material de proyección), la
destrucción aparece y se convierte en un aspecto central cuando
el objeto es percibido de manera objetiva, tiene autonomía y
pertenece a la realidad "compartida". Esta es la parte difícil de
mi tesis, por lo menos para mí. ·
En general, se entiende que el principio de realidad lleva al
individuo a la ira y la reacción destructiva, pero mi tesis dice que
la destrucción desempeña un papel en la construcción de la
realidad colocando al objeto fuera del self. Para que así suceda,
es menester que existan condiciones favorables.
Se trata, sencillamente, de examinar el principio de realidad
con una lente de gran potencia. Según lo entiendo yo, estamos
familiarizados con el cambio gracias al cual los mecanismos de
proyección permiten al sujeto trabar conocimiento con el objeto.
Esto no es lo mismo que afirmar que el objeto existe para el
sujeto debido al funcionamiento de sus mecanismos de proyec-
ción. Al principio el observador emplea palabras que parecen
tener vigencia para ambas ideas al mismo tiempo, pero si las
escudriñamos vemos que las dos ideas no son en modo alguno

268
idénticas. Precisamente hacia este aspecto orientamos nuestro
estudio.
En el punto del desarrollo que estamos examinando el sujeto
crea al objeto, en el sentido de que encuentra la exterioridad
misma; y hay que agregar que esta experiencia depende de la
capacidad del objeto para sobrevivir. (Tiene importancia que
"sobrevivir'', en este contexto, signifique ~'no ser retaliativo".) Si
estas cosas ocurren en un análisis, el analista, la técnica y el
encuadre analíticos aparecen como sobrevivientes o no de los
ataques destructivos del paciente. Esta actividad destructiva
es el intento del paciente por colocar al analistl,l fuera de la zona
de control omnipotente, es decir, en el mundo. Sin la experien-
cia de máxima destructividad (objeto no protegido), el sujeto
nunca coloca al analista afuera, y por lo tanto jamás puede
hacer"'otra cosa que experimentar una especie de autoanálisis,
usando al analista como una proyección de una parte del self.
Por consiguiente, en-términos de alimentación, el paciente sólo
puede alimentarse del self y no le es posible usar el pecho para
engordar. Incluso puede llegar a disfrutar de la experiencia
analítica, sin que se produzcan cambios fundamentales en él.
Y si el analista es un fenómeno subjetivo, ¿qué ocurre con la
eliminación de los desechos? Hace falta una nueva formulación
en términos del producto [output]. 4
En la práctica psicoanalítica, los cambios positivos que se
producen en esta zona pueden ser muy profundos. No dependen
del trabajo inte.rpretativo, sino de la supervivencia del analista
a los ataques, lo cual implica e incluye la idea de la inexistencia
de una cualidad retaliativa.
Al analista puede resultarle muy difícil soportar estos
ataques,5 en especial cuando se expresan en forma de ideas
delirantes o de manipulaciones que en los hechos lo obligan a
hacer cosas técnicamente malas. (Me refiero a cosas como no ser
digno de confianza en momentos en que ésta es lo único que
interesa, así como al hecho de sobrevivir entendiéndolo como
mantenerse vivo sin tomar actitudes de retaliación.)

• La próxima tarea para quien trabaje en el campo de los fenómenos


transicionales es refonnularel problema en términos de productos de desecho.
-D.W.w.·
• Si el analista sabe que el paciente porta un revólver, este trabajo, me
parece, no puede hacerse. -D.W.W.

269
El analista siente deseos de interpretar, pero ello puede vul-
nerar el proceso y parecerle al paciente una especie de autode-
fensa mediante la cual aquél rechaza su ataque. Es mejor
esperar a que la fase haya terminado, y luego discutir con el
paciente lo que ha ocurrido. No cabe duda de que eso es legítimo,
pues como analista uno tiene sus propias necesidades; pero en·
ese momento la interpretación verbal no es.el rasgo esencial y
acarrea sus propios peligros. Lo fundamental es la superviven-
cía del analista y que la técnica analítica se mantenga intacta.
Imagínese cuán traumática puede resultar la muerte real del
analista cuando se encuentra en curso este tipo de trabajo. Pero
incluso su muerte no es tan mala como la aparición en élde un
cambio de actitud que lo lleve a la retaliación. Se trata de riesgos
que el pacienté simplemente debe correr. Por lo general el
analista pasa por estas fases de movimiento en la transferencia,
y después de cada fase surge la recompensa en términos de
amor, reforzado por la presencia de la destrucción inconsciente
como telón de fondo.
Me parece que la idea de una fase de desarrollo que en lo
esencial implique la supervivencia del objeto no afecta la teoría
sobre las raíces de la agresión. De nada sirve decir que un bebé
de pocos días envidia el pecho; en cambio, es dable afirmar que,
cualquiera sea la edad que tenga el bebé, si empieza a permitir
al pecho una ubicación exterior (fuera de la zona de proyección),
ello significa que la destrucción del pecho se ha convertido en un
rasgo característico. Me refiero al impulso real de destruir. Una
parte importante de lo que hace una madre consiste en ser la
primera persona que hace pasar al bebé por esta primera
versión, de las muchas que encontrará, de un ataque al cual se
sobrevive. Lo hace en el momento correcto en el desarrollo del
niño, dada su relativa debilidad, de modo que se pueda sobre-
vivir a la destrucción con bastante facilidad. Sin embargo, aun
así es una cuestión engañosa; a una madre le resulta demasiado
fácil reaccionar en tono moralista cuando su bebé muerde y
lastima.6 Pero este lenguaje relativo a "el pecho" es pura jerga.
Está involucrado todo el ámbito del desarrollo y el manejo del
bebé, donde la adaptación se vincula con la dependencia.

• En verdad, el desarrollo del bebé sufre una enorme complicación si por


·· aéaso éste nace con un diente, con lo cual el ataque de la encía al pecho jamás
puede intentarse. -D.W.W.

270
Se entiende, entonces, que si bien la palabra que empleo es
destrucción, esta destrucción real corresponde a la falla del
objeto en lo tocante a sobrevivir. De lo contrario, la destrucción
sigue siendo potencial. Hace falta emplear el término "destruc-
ción", no por el impulso destructivo del bebé, sino por la
posibilidad de que el objeto no sobreviva, lo cual significa
también un cambio cualitativo, un cambio de actitud.
La manera de ver las cosas que corresponde a mi exposición
en este capítulo permite un nuevo enfoque de todo el tema de las
raíces de la agresión. Por ejemplo, no hay por qué atribuir a la
agresión innata más ce lo que le corresponde junto a todo el
resto de lo que es innato. Sin duda, la agresión innata debe
variar en un sentido cuantitativo de un individuo a otro, tal
como ocurre con todo, lo que se hereda. En cambio, son grandes
las variaciones que surgen de las diferentes experiencias de
distintos bebés recién nacidos, según que se los haga pasar o no
por esta fase tan difícil. En verdad, estas variaciones en el
campo de la experiencia son inmensas. Más aún, los bebés a los
que se ha hecho transitar bien por esa fase tienden a ser más
agresivos en el terreno clínico que quienes no transitaron bien
por ella; para estos últimos la agresión es algo que no puede ser
contenido, o algo que solo es posible conservar en la forma de
una posibilidad de ser objeto de ataque.
Se impone una nueva formulación de la teoría de las raíces
de la agresión, pues la mayor parte de lo que ya escribieron los
analistas se formuló sin referencia a lo que se investiga en este
capítulo. En la teoría ortodoxa siempre está presente el supues-
to de que la agresión es una reacción producida al toparse con
el principio de realidad, en tanto que aquí el impulso destruc-
tivo es el que crea la cualidad de exterioridad. Este es el
elemento central en la estructura de mi argumentación.
Permítaseme observar por un instante el lugar exacto que
ocupan ese ataque y esa supervivencia en la jerarquía de las
relaciones. La aniquilación es más primitiva y muy distinta.
Aniquilación significa "no hay esperanzas"; la catexia se mar-
chita, porque ningún resultado completa el reflejo de modo de
producir el condicionamiento. Por otra parte, el ataque con ira
relativo al encuentro con el principfo de realidad es un concep-
to más sutil, posterior a la destrucción que postulo aquí.No hay
ira en la destrucción del objeto a la que me refiero, aunque sí,
podría decirse, alegría ante la supervivencia del objeto. A partir

271
de ese momento o fase, el objeto siempre es destruido en la
fantasía. Esta cualidad de "ser siempre destruido" hace que la·
realidad del objeto sobreviviente se sienta como tal, fortalece el
tono del sentimiento y contribuye a la constancia del objeto.
Ahora se lo puede usar.
Quiero terminar con una nota sobre el usar y el usó. Cuando
hablo del "uso" no me refiero a la "explotacióp." del otro. Como
analistas, sabemos qué es ser usado, lo cual significa que
podemo_s visualizar el final del tratamiento, aunque todavía
falten varios años. Muc::hos de nuestros pacientes se presentan
· con este problema ya resuelto: pueden usar los objetos, a
nosotros y el análisis, tal como usaron a sus padres y hermanos
en el hogar. Pero otros necesitan que sepamos darles la capaci-,.
dad de usarnos. Para ellos> ésa es la tarea analítica. A fin de
atender esa necesidad tendremos que conocer lo que digo aquí
sobre nuestra supervivencia a su destructividad. Se ha levan-
tado un telón de fondo para la destrucción inconsciente del
analista, y nosotros sobreviviremos a ella o de lo contrario
estaremos ante otro análisis interminable.

RESUMEN

La relación de objeto puede describirse en función de la


experiencia del sujeto. Describir el uso del objeto implica
considerar la naturaleza del objeto. Ofrezco para su debate las
razones por las cuales, en mí opinión, la capacidad para usar un
objeto es más sofisticada que la capacidad para relacionarse con
objetos; además, la relación puede ser con un objeto subjetivo,
en tanto q:ue el uso implica que el objeto forma parte de la
realidad exterior.
Es posible observar 1a siguiente secuencia: 1) el sujeto se
relaciona con el objeto. 2) El objeto está a punto de ser -hallado
por el sujeto, en lugar de ser colocado por éste en el mundo. 3)
El sujeto destruye al objeto. 4) El objeto sobrevive a la destruc-
ción. 5) El sujeto puede usar al objeto.
El objeto siempre es destruido. Esta destrucción se convierte
en el telón de fondo inconsciente del amor a un objeto real, es
decir, un objeto que se encuentra fuera de la zona de control
omnipotente del sujeto.
El estudio de este problema implica enunciar el valor posi-

272
tivo de la destructividad. Esta, más la supervivencia del objeto
a la destrucción, colocan al objeto fuera del ámbito de objetos
creados por los mecanismos mentales proyectivos del sujeto. De
ese modo se crea un mundo de realidad compartida, que el
sujeto puede usar y que puede realimentarlo con una sustancia
"distinta de mí".

II. UN SUEÑO DE D.W.W. VINCULADO CON


LA RESEÑA DE UN LIBRO DE JUNG

Relato enviado junto con una carta a un colega,


escrita el 29 de diciembre de 1963

Este fue uno de los sueños significativos de la larga serie que


tuve antes, durante y después del análisis. Estos sueños apare-
cen como resultado de la labor realizada, y cada uno de ellos
saca partido de un nuevo crecimiento del yo o de un nuevo
esclarecimiento. El que voy a contarles tuvo particular impor-
tancia para mí a raíz de que me aclaró el misterio de un
elemento de mi psicología al que el análisis no había podido
llegar: la convicción de que yo estaré perfectamente bien si
alguien pudiera abrirme la cabeza en dos partes (de adelante
hacia atrás) y sacar algo que hay allí (tumor, absceso, seno,
supuración) y se hace sentir en el centro, por detrás de la raíz
de la nariz. ~
Llevó bastante tiempo soñar este sueño, sin duda veinte
minutos, y entre él y su análisis ocuparon alrededor de dos
horas esa noche. No fue una pesadilla, porque en ningún
momento puso en peligro la capacidad de mi yo para tolerar la
tensión.
Hay una enormidad de detalles personales que pueden
pasarse por alto. Puedo describir el sueño en función de su
metapsicología sin perder nada, pues una vez soñado y acepta-
do, ya ha hecho su tarea, por así decir, y el resultado queda
permanentemente en mí.
El sueño puede relatarse dividiéndolo en sus tres partes:
l. Había una destrucción absoluta, y como yo formaba parte
del mundo y del conjunto de las personas, era destruido. (Lo
importante, en las primera$ etapas, era de qué modo en el sueño

273
la destrucción pura se liberaba de todas las morigeraciones,
como la relación con el objeto, la crueldad, la sensualidad, el
sadomasoquismo, etc.)
2. Lq.ego había una destrucción absoluta y era yo el agente
destructivo. Se planteaba, pues, para el yo este problema:
¿cómo integrar estos dos aspectos de la destrucción?
3. Aparecía entonces la parte tres y yo me despertaba en el
sueño, y al hacerlo sabía que había soñado tanto la parte 1 como
la 2. Por consiguiente, había resuelto el problema usando la
diferencia entre los estados de vigilia y del dormir. He aquí que
yo estaba despierto, en el sueño, sabiendo que había sc:5.ado con
haber sido destruido y con haber sido el agente destructor. No
ex1stía disociación, de modo que los tres yoes estaban totalmen-
te en contacto. Recordaba haber soñado con el yo 2 y con el yo
l. Esto me hacía sentir inmensamente satisfecho, por más que
la labor realizada me había planteado enormes exigencias.
Ahí comencé a despertarme.
Lo primero que supe fue que tenía un fortísimo dolor de
cabeza. Podía ver mi cabeza escindida de lado a lado, con una
negra brecha entre la mitad derecha y la izquierda. Me acudían
y me despertaban las palabras "dolor de cabeza que me parte",
y capté que la descripción era apropiada; esto me permitió ir
despertándome poco a poco, y en el curso de media hora el dolor
de cabeza había desaparecido. Mientras lo soportaba, me acu-
dió el sueño completo, y junto con él la convicción de que ahora
conocía un importante significado del número tres. Yo tenía
estos tres selves esenciales: el yo 3 podía recordar que había
soñado, sucesivamente, con que era el yo 2 y el yo l. Sin el yo 3,
yo habría quedado escindido, resolviendo el problema alterna-
damente con sadismo y masoquismo, usando la relación de
objeto, o sea, relacionándome con objetos percibidos en forma
objetiva.
En la tercera parte del sueño, y al despertar, tuve un agudo
percatamiento de que la destructividad corresponde a la rela-
ción con los objetos que están fuera del mundo subjetivo o de la
zona de la omnipotencia. En otros términos, primero está la
creatividad propia del estar vivo, y el mundo es sólo un mundo
subjetivo; luego está el mundo percibido objetivamente y la
destrucción absoluta de él y de todos sus detalles.
Mientras el sueño me rebasaba, antes de despertarme por
completo, también me percaté de que estaba soñando un sueño

274
paraJungy para algunos de mis pacientes, además de soñarlo
para mí. Al parecer, Jungno mantuvo contacto alguno con sus
impulsos destructivos primitivos, idea que se ve corroborada en
sus escritos. Al jugar, cuando era un niño pequeño, construyó y
destruyó una y otra vez; pero no se describe a sí mismo jugando
constructivamente en relación con haber destruido (en· la
fantasía inconsciente). En mi reseña, vinculé esto con una
dificultad que quizás haya tenido a causa de haber sido cuidado
por una madre depresiva (si es que esto fue así).

FRAGMENTO DE LA CARTA QUE ACO:MPAÑABA EL RELATO


DEL SUEÑO

Le adjunto mi Sueño.
Se refiere a un estrato profundo de la destructividad, aunque
[también] a una manera algo complicada (al estilo del yo) de
hacerle frente.

Zona de experiencia
de omnipotencü•,,
o sea, de no destrucción.

Esta línea separa el funcionamiento dentro de 1a zona de omnipo-


tencia y fuera de ella. En lo que parece un simple pasaje por encima
de la línea, es el lugar de la destrucción del 100 por ciento.

275
En la salud, al bebé lo ayuda que le sean dadas (por su mamá
-común y corriente) zonas para la experiencia de omnipotencia
mientras experimenta haciendo excursiones más allá de la
línea de separación, hacia la tierra baldía de la realidad destrui-
da. Esta tierra baldía luego muestra tener rasgos propios, de
valor de supervivencia, etc., y sorprendentemente el niño
comprueba que la d(,stru.cción total no sigrúfica destrucción
total.

III. NOTAS TOMADAS EN EL TREN,


SEGUNDA PARTE

Escritas en abril de 1965

DESARROLLO DEL TEMA DEL CONTROL

Axioma: No conviene hablar del control, salvo un comenta-


rio sobre el 'diagnóstico del niño o el adulto que puede quedar
bajo control (cf. el párrafo pertinente en mi trabajo para la
conferencia) ..
La madurez (reiativa) del individuo, tal corno se detecta en
la historia y la calidad de su relación con el objeto de amor
primario que él ha establecido, será un factor importante
cuando se considere la cuestión del diagnóstico de las personas
bajo control. Sugiero que la siguiente especulación podría
resultar provechosa: ·

¿Qué puede hacer un ser humano con un objeto? Al principio


la relación es con un objeto subjetivo. Sujeto y objeto se separan
y apartan poco a poco; iuego aparece la relación con el objeto
percibido de manera objetiva. El sujeto destruye al objeto.
Este proceso se divide en tres fases: 1) el sujeto conserva al
objeto; 2) el sujeto usa al objeto; 3) el sujeto destruye al objeto.

1) Esta es la idealización.
2) U so del objeto: es una idea compleja y sofisticada, un
logro del crecimiento emocional sano que sólo se alcanza
con el tiempo y la buena salud.

276
Entre tanto, adviene:

3) que aparece clínicamente como un rebajamiento del


objeto desde la perfección hacia algún tipo de maldad. (Se
lo denigra, ensucia, desgarra, etc.) Esto protege al objeto,
porque sólo el objeto perfecto es digno de ser destruido.
Esto no es una idealización, sino una denigración.
A medida que el individuo crece, la destrucción puede ser
representada adecuadamente en la fantasía (inconscien-
te), que es una elaboración del funcionamiento corporal y
de todo tipo de experiencias instintivas.
Este aspecto del crecimiento posibilita af individuo pre-
ocuparse por la destrucción que acompaña la relación de
objeto y experimentar un sentimiento de culpa por las
iq.eas destructivas que acompañan al acto de amar.
Basándose en esto, el individuo descubre la motivación
del esfuerzo constructivo, el dar y el remediar (]o que
Klein llamó la reparación y la restitución).

En este caso, el problema práctico deriva de la distinción


entre:

1) deteriorar el objeto bueno para hacerlo menos bueno y,


por ende, menos sujeto a ataques; y,
2) la destrucción que está en la raíz de la relación de objeto
y que (cuapdo el individuo es sano) es encauzada hacia la
destrucción que acontece en lo inconsciente, en la reali-
dad psíquica interior del individuo, en su vida onírica, sus
actividades lúdicas y su expresión creativa.

Esta última clase de destrucción no necesita ser controlada.


Lo que hace falta, en este caso, es suministrar las condiciones
que posibiliten el constante crecimiento emocional del indivi-
duo, desde su más temprana infancia hasta que, en su búsqueda
de una solución personal, pueda disponer de las complejidades
de la fantasía y el desplazamiento.
En cambio, las acciones compulsivas de denigrar, ensuciar
y destruir -que corresponden a la destrucción que está en la
raíz de la relación de objeto-implican una alteración del objeto
con la intención c;le hacerlo menos excitante y menos digno de
ser destruido. Estas acciones requieren la atención de la socie-

277
dad. Por ejemplo, la persona antisocial que entra en una galería
de arte y tajea un cuadro de un gran maestro antiguo no actúa
impelida por el amor a ese cuadro ni, en realidad, es tan des-
tructiva como el amante del arte que preserva el cuadro, lo usa
plenamente y lo destruye una y otra vez en sus fantasías
inconscientes. No obstante, el primero ha cometido un acto de
vandalismo aislado que afecta a la sociedad, obligándola a
protegerse. Este ejemplo casi obvio sirve, quizá, para demostrar
que existe una gran diferencia entre la destructivídad inheren-
te a la relación de objeto y la destructividad derivada de la
inmadurez de un individuo.
Del mismo modo; la conducta heterosexual compulsiva tiene
una etiología compleja y no se asemeja ni de lejos a la capacidad
de un hombre y una mujer de amarse sexualmente, cuando han
decidido fundar un hogar para su eventual prole. El primer caso
incluye el elemento de deteriorar lo perfecto, o de ser deteriora-
do y perder la cualidad de perfecto, en un esfuerzo por reducir
la angustia.
En el segundo caso, dos personas relativamente maduras
han hecho frente a la destrucción, la preocupación y el senti-
miento de culpa que llevan dentro, y han quedado en libertad de
programar el uso constructivo del sexo, sin negar por ello los
elementos en bruto que rodean la fantasía del acto sexual total.
Uno descubre sorprendido cuán poco saben el amante
romántico y el adolescente heterosexual acerca de la fantasía
del acto sexual total, consciente e inconsciente, con su rivalidad,
su crueldad, sus elementos pregenitales de destrucción cruda y
sus peligros.
Quienes enarbolan la bandera de la educación progresiva
tienen que estudiar estas cuestiones. De lo contrario, caerán
con excesiva facilidad en el error de confundir la heterosexua-
lidad con la buena salud, y aquélla les parecerá conveniente
cuando la violencia no asoma o se muestra tan sólo como el
pacifismo irracional y reactivo de los adolescentes, que tiene
poco que ver con las crudas realidades del mundo actual en el
que, algún día, esos adolescentes entrarán como adultos compe-
titivos.

278
IV. EL USO DE LA PALABRA '-1JSO"

Fechado el 5 de febrero de 1968

Nos acostumbramos tanto a las palabras a través del u.so que


les damos, y este uso nos embota hasta tal punto, qu.:~ dr, vez en
cuando necesitamos tomarlas una por una y contemplarlas
para determinar, en la medida de nuestras posibilidades, no
sólo cómo se generaron mediante la poesía de la etimo1ogia, sino
también la forma en que ahora las estamos usando.
~legí examinar la palabra "uso" pues quiero ver qué es lo que
quise decir cuando, al término de u.ria conferencia pública,
declaré:. '.'y quizás el mayor cumplido que puede hacérsenos es
que som~s a la vez encontrados y usados". 7
Si bien al decir esto estaba hablando en términos generales,
por el contexto en que fue dicho puede advertirse que me refería
concretamente al uso que el paciente puede hacer de un analis-
ta, y me refería asimismo al prototipo, el uso que el bebé hace
de su madre en una experiencia sana con ella.
Al describir un tratamiento psicoanalítico prolongado, cabe
afirmar en verdad que el paciente ha usado todo el tiempo al
analista, en especial si dentro de la palabra "usar" incluimos el
"hasta gastarlo". Sin embargo, en el análisis de ciertos pacien-
tes hay un mom~nto o lugar en que puede sostenerse que, si
hasta entonces el paciente no usó, en cierto sentido, al analista,
de ahí en adelante lo hace. Algo ha acontecido en el paciente que
vuelve correcto este cambio de lenguaje. A ello le sigue de cerca
la correspondiente alteración en la experiencia del paciente,
que ahora encuentra que es utilizado. Esto puede provocarle
gran satisfacción y ser una buena recompensa por los años de
tanteo a ciegas que puede llegar a parecer un análisis.
Admito que para muchos pacientes estas cuestiones no
resultan muy significativas, en tanto que para otros este cam-
bio es, precisamente, el que tanto se buscaba. Como sucede tan
a menudo al examinar un mecanismo psicoanalítico, se trata de

• "Communication between Infant and Mother, and Mother and lnfant,


Compared and Contrasted" (1968), en Winnicott, Ea.bies a.nd Their Mothers,
Readirig, Mass., Addison-Wesley, 1987. ·

279
una cuestión de diagnóstico; y si nuestros diagnósticos fuesen
mejores nos ahorraríamos, y les ahorraríamos a nuestros pa-
cientes, mucho tiempo y desesperación.

II

En este punto es pertinente preguntar: ¿qué estado precedió


al uso del analista por parte del analizan-do? ¿Sería posible
describir no sólo la libélula sino además el proceso de la
metamofosis y aun la crisálida misma? Por cierto que eso sería
bueno.
¿No ocurr~ acaso que antes del pasaje hacia el uso, el
paciente (sujeto) protege al analista (objeto) de ser usado? En el
caso extremo, el sujeto queda con un objeto ideal, o con un objeto
idealizado, perfecto e inalcanzable.
En un caso. más complejo, existe un uso por desgaste, o sea,
el odio puede expresarse en ese desgaste. Pero el sentimiento de
desgaste es propio del objeto protegido. El observador es el que
decide si un ejemplo de no-uso trae aparejado un sentimiento de
odio; y en este estadio de mi exposición sólo me interesa el no-
uso tal como surge automáticamente de la protección del objeto
por el sujeto.
Aquí está el sujeto y allí está el objeto, pero en la experiencia
del sujeto no puede haber uso alguno del objeto. En la práctica,
el analizando es incapaz de usar al analista, de modo tal que la
principal tarea de éste es capacitarlo para que sea capaz de
usar, con su corolario: ser capaz de ser usado.
Evidentemente, los ejemplos más conspicuos de este estado
de cosas han de ser los innumerables casos con los que jamás nos
topamos, porque el síntoma del paciente le impide hacer uso
alguno de un analista. Junto a ello, encontramos muchos tra-
tamientos que constituyen una extensión infinita del no-uso,
que prosigue en forma indefinida por temor a confrontar el
problema en sí -que es la incapacidad para usar y ser usa-
do-. Los analistas deben compartir con esos pacientes la res-
ponsabilidad por los tratamientos que pertenecen a esta cate-
goría de problemas.
Con frecuencia sucede que estudiamos los casos extremos
para inteligir los problemas comunes que de hecho se vuelven
agudos y aun dominantes en ciertos momentos o ciertas fases de
un tratamiento, pero que no necesitan ser sopesados con mu,.

280
chos otros factores cuando se describe al sujeto de un historial
clínico. Pacientes relativamente sanos pueden llegar a una
época de crisis en su tratamiento con respecto a la cual puede
decirse que lo único que importa es resolver este problema:
¿Cómo puede llegar el sujeto a ser capaz de usar al objeto, y a
ser usado?

V. EJEMPLO CLINICO DE
"EL USO DE UN OBJETO"

Presentado en la Sociedad Psicoanalítu:a de


Nueva York, 12 de noviembre de 1968

Voy a referirme a un hombre casado de 50 años, una persona


eruditS:'a quien se tiene en gran estima en los círculos académi-
cos. Es sumamente s~nsible y, sin duda, no muy satisfactorio
como marid9 en el plano ñsico. No obstante, hay entre él y su
esposa una muy buena comprensión, y comparten el hogar, 1a
familia y las actividades culturales.
Este hombre se caracteriza por ser muy poco agresivo y por
una proclividad a autorreprocharse cuando las cosas salen mal.
Junto a su falta de agresividad, tiene una obstinación que le ha
ofrecido una alternativa, de manera que alcanzó altas posicio-
nes en su trabajo. Conoce su falta de agresividad, pero le gusta
ser como es. De llada valdría que alguien le dijese que fuera más
agresivo. Por otro lado, presenta ciertos síntomas que le moles-
tan mucho; los dos principales, interrelacionados, son los si-
guientes:
l. Sabe que es capaz de mostrarse sumamente creativo en su
campo particular, pero ha tenido escasos logros, por cierto
mucho menores de lo que él es capaz de lograr. Se inclina a
llenar su tiempo con tareas administrativas, como para no
advertir el hecho, para él penoso, de que no crea. No obstante,
como en una etapa previa pudo funcionar bien dentro de un área
limitada, es una persona bien conocida.
2. Lo fastidian unas compulsiones imprevisibles que cobran
la forma de blasfemias. Es como si al pensar en todo lo sagrado,
santo o puro, debiera escupirle encima o mancillarlo. Es en gran
parte víctima de la fobia al pecado contra el Espíritu Santo.
A medida que el análisis de este hombre llega más y más

281
profundo, uno advierte que su padecimiento se debe a una
reacción ante una pauta ambiental cuya insuficiencia radicaba
en un padre débil y una madre fuerte. Su padre no le suminis-
traba el control de la agresión y debía suplírse1o la madre, de
modo que él debió usar la violencia de la madre pero con el
corolario de verse imposibilitado de µsar a su madre corno
refugio. En la actualidad, el síntoma de esto es el insomnio.
Cuando uno llega a ayudarlo, este individúo siente de inme-
diato que el analista y el psicoanálisis, a través de su teoría, lo
están invitando a que sea agresivo, cosa que él no quiere ser. Es
muy proclive a entender mal las interpretaciones y a recons-
truir lo dicho como una incitación a cometer una agresión
efectiva. Poco a poco se está produciendo un cambio, gracias a
su capacidad para soñar y, en el sueño, llegar a la agresividad
más que al masoquismo.
El día que escogí para una descripción algo más minuciosa,
vino disculpándose por no haber hecho su "tarea para el hogar".
Yo ya sé lo que esto significa: comprobará que la ha hecho, pero
en forma inconsciente, y no debió apelar a su pronta defensa de
retrabajar de modo consciente o deliberado sus sueños, e inte-
grar las sesiones anteriores de análisis mediante el empleo de
su muy fino intelecto.
Enseguida se llega, por lo común, a una situación vinculada
con su renuencia a mostrarse agresivo, si es eso lo que el
analista pide de él. En este caso citó a [William] Blake: ''Temo
la furia de mi viento [wind] ''t y pasó a ocuparse de todos los
miedos primitivos de agresión a la madre que tenía Blake, y de
cómo se las ingenió para sublimar, quizás, incluso ese viento al
que tanto temía. Esto lo llevó a declarar que había estado
pensando en qué era mejor que dejase de tratar de analizar sus
dificultades y, como Blake, pudiera encontrar un modo de usar
la vida que resolviese su problema personal, en la medida en
que es capaz de resolverlo un hombre de su edad. ¿Cómo podría
él hacer para recuperar los impulsos y temores primitivos de la
primera infancia? Esto condujo a consideraciones sobre el Dios
del hombre común del siglo XVII en comparación con el Dios de
nuestros días.
Le siguió una descripción de Cromwell, su medio social y la
verdadera índole de Dios en la época de Cromwell. Mencionó el
caso de un hombre al que se le ocurrió una idea malévola y un
pájaro dejó caer su excremento sobre su cabeza, el cual se volvió

282
tan hediondo que el hombre murió tres días después. Para este
individuo de la época de Cromwell, Dios podía ser usado como
sustituto del padre recio ausente, pero en la actualidad la idea
de un Dios violento sólo podría considerarse un fenómeno
subjetivo, y por ende no tenía utilidad alguna. Todo lo que a él
le restaba era retrotraerse al triste hecho de que su padre era
débil y la reciedumbre la tenía su madre. Nunca, pues, podría
entenderse con ese padre ;il que había odiado. Sobre todo esto
se sentía desesperanzado:
Volvíamos ahora a la situación en que nos encontrábamos
antes: allí estaba Blake, o un hombre como Blake. Existían dos
opciones. La primera era que él nunca lanzase flatos [breaks
wínd], reteniendo así la creencia de que su viento es infinita-
mente poderoso y destructivo, o sea, generador de un ambiente
vengativo. A la otra opción estE; hombre-Blake no podía alcan-
zarla: no,,era capaz de lanzar un flato corriendo los riesgos del
caso y tal vez descubriendo que el mundo y la gente que lo
rodeaba no se habría alterado por ello.
Mi paciente está en esa situación en la que siempre protege
a la madre porque debe preservarla para poder descansar o
relajarse. Ignora en absoluto, entonces, si su madre sobrevivirá
a su acto impulsivo. Un padre fuerte le permite a un niño correr
el riesgo, porque el padre está allí en medio o preparado para
enmendar las cuestiones o impedir con su reciedumbre que
sucedan.
Como es habitual en estos casos, para mi paciente el resul-
tado fue que debió-adoptar el autocontrol de los impulsos en una
etapa muy temprana, antes de estar en condiciones de hacerlo
sobre la base de una figura paterna introyectada. Esto implicó
que se inhibiese. Debió inhibir toda espontaneidad e impulso,
no fuera que alguna partícula de impulso resultase destructiva.
Esta inhibición masiva necesariamente involucró su gesto
creativo, de manera tal que quedó inhibido y falto de agresivi-
dad y de creación.
Después de esto miré en torno y, por supuesto, me encontré
con la "tarea para el hogar" de este individuo. Me había traído
un sueño sin caer en la cuenta de ello; de haber caído en la
cuenta, habría sido demasiado deliberado, consciente e intelec-
tual. Lo que había relatado -esa historia de Cromwell-fue
como por azar, casi como si formase parte de esos diálogos
amistosos que se dan al comienzo de algunas sesiones. Conside-

283
rado como un sueño, Cromwell era un hombre violento que de
hecho le cortó la cabeza a la figura paterna, el Rey. El paciente,
que sabe mucha historia, pudo llenar los vacíos en el relato de
Cromwell mostrando qué bien expresaba éste el sueño que él
trajo sin saberlo, ese sueño en el que él, en su condición de
Cromwell, había hecho frente a la re~ia figura paterna (de
hecho, bajo la forma de un Dios del siglo XVII y del director de
su escuela) y había castrado a esa figura paterña -la ejecución
del Rey-. En la historia las cosas no anduvieron tan bien desde
el punto de vista de Cromwell, aunque es probable que, ~i se lo
toma en forma global, el acto de Cromwell fuese beneficioso
como proceder político, y no constituyese un caso claro de
motivación destructiva. En lo que atañe a mi paciente, aún debe
reelaborarse esto que representa la supervivencia de la monar-
quía, o en todo caso del régimen político que tal vez se vio
favorecido por la desenfrenada agresividad de Cromwel1.
Mi paciente sigue trabajando todavía en la dirección señala-
da en el sueño, donde él mismo estará en la posición de
Cromwell, en vez de esos torpes actos compulsivos de provoca-
ción que jamás pueden producir un Dios vengativo para un
individuo del siglo XX que es agnóstico y que nunca podrá
modificar el hecho de que. su padre, un hombre adorable, era en
verdad el mie~bro débil de la pareja parental.

VI. COMENTARIOS SOBRE MI ARTICULO


"EL USO DE UN OBJETO"

Fechado el 5 de diciembre de 1968

COMENTARIO I

En mi opinión, la idea principal incorporada a este artículo


obliga a reescribir un área importante de la teoría psicoanalíti-
ca. Lo enunciaré del siguiente modo:
El Dr. Fine se refirió a la teoría libidinal, claramente enun-
ciada por Hartmann-Kris-Loewenstein y en El yo y los mecanis-
mos de defensa de Anna Freud, etc. Seguimos enseñando lo
vinculado con las etapas libidinales y las zonas erógenas a raíz
de la verdad que contiene esta parte de nuestra teoría. También

284
enseñamos que en la salud se produce una fusión de las
mc.::iones libidinales y agresivas (aunque aquí podemos meter-
nos en dificultades, porque en rm comienzo las mociones agre:-
si.vas se asocian con el erotismo muscular y no con la ira o ef
odio).
Mi cuidadosa investigación, en muchos casos de larga dura-
ción y en una cantidad verdaderamente cuantiosa de material
breve de psiquiatría infantil, me muestra que la parte de
nuestra teoría que se relaciona con la fusión no es solamente
acertada, sino también equivocada. Y es sobre el punto en que
está equivocada que procuro hacer una contrfüución.
:Hay una fase anterior a aquella en la cual cobra sentido el
concepto de fusión. En el desarrollo temprano del individuo no
se trata de fusión, porque lo que ahí existe, en la actividad que
caracteriza lo vivo del bebé, se inicia como una unidad o como
algo unitario. Para ir rápidamente a la idea que quiero trans-
mitir podría utilizarse con provecho la idea del fuego que sale de
la boca del dragón. Cito a Plinio, quien (al rendir tributo al
fuego) escribe: "¿Quién puede decir si en esencia el fuego es
constructivo o destructivo?"ª. De hecho, el fundamento fisioló-
gico de aquello a lo que me refiero es el primer aliento y los
subsiguientes, la respiración externa.
El trabajo que presenté da al psicoanálisis la oportunidad de
repensar este tema. En esa etapa vitalmente importante, lo
vivo "destructivo" (fuego-aire o de otra índole) del individuo es
simplemente un síntoma de estar vivo, y nada tiene que ver con
su ira por las frustraciones inherentes al toparse con el princi-
pio de realidad.
Como he procurado enunciar, la moción es destructiva. La
supervivencia del objeto conduce al uso del objeto, y éste, a la
separación de dos fenómenos:
l. la fantasía, y
2. la ubicación efectiva del objeto fuera del área de las
proyecciones.
Por lo tanto, este muy precoz impulso destructivo cumple
una función vital positiva (cuando opera, por la supervivencia
del objeto), a saber, la objetivación del objeto (el analista en la
transferencia). A esta tarea se la elude en la personalidad

• Véase B. Fanington, Greek Science, Ú>ndres, Pelica.p. Books, 1953.

285
esquizoide o el caso fronterizo, y presumiblemente en la enfer-
medad esquizofrénica (véase e1 Comentario II).
Advierto que en todo esto puede haber un defecto, pero si soy
capaz de aclarar lo que quiero decir, de todos modos podrá
debatírselo.
En la práctica el resultado puede tener gran importancia,
echando luz incluso sobre la característica de los adolescentes
según la cual lo bueno no es lo que se recibe·gracias a la bene-
volencia de los padres, sino aquello que la destructividad indi-
vidual del adolescente obliga a ser. Aquí, como sucede con la
madre y el bebé, la tarea de los padres y de la sociedad consiste
en sobrevivir, lo cual incluye sobrevivir en condiciones no
vengativas, o sea, contener lo que el adolescente individual trae
consigo sin dejarse provocar ni siquiera cuando hay provoca-
ción. Pero ésta es una aplicación de mi nuevo (así lo creo)
principio sobre la capacidad de usar un objeto, a la que el sujeto
llegó a través de experiencias que comprenden la supervivencia
del objeto.

COMENTARIO II

Me doy cuenta de que lo que resulta difícil de captar es esta


idea de un primer impulso destructivo. Y es esto lo que requiere
atención y discusión. A modo de ayuda, quiero puntualizar que
me estoy refiriendo a cosas tales como la avidez.Necesito incluir
cosas tales como la expiración, la salivación, la combustión y
ciertas experiencias sensibles, como la extremada sensibilidad
sensorial en los minutos inmediatamente posteriores al naci-
miento, así como determinadas características del olfato, fenó-
menos que son para el bebé intolerablemente reales, o poco
menos, aun en condiciones suficientemente buenas de sostén y
manipulación. En este preciso punto es necesario admitir que
la oscuridad tiene un valor superior a la falsa claridad.
Es probable que Rilke, al utilizar los términosRaum [espa-
cio, cosmos] y Welt [mundo], expresara esta misma idea con
relación al ambiente. Raum es un espacio infinito en el cual el
individuo puede operar sin tener que pasar por la riesgosa
experiencia de la destrucción y la supervivencia del objeto; Welt,
en cambio, es el mundo en cuanto ha sido objetivado por el
individuo, por la supervivencia, y ha de ser usado.

286
VII. EL USO DE UN OBJETO EN EL CONTEXTO
DE MOISES Y LA RELIGION MONOTEISTA
Fechado el 16 de enero de 1969

En "Análisis terminable e interminable". una obra maestra


de clara y antidogmática formulación que Freud produjo en sus
últimos años, se empeña, a mi parecer, en usar aquello que sabe
cierto (por sus experiencias analíticas) con el fin de tapar lo que
no sabe: Casi escribo "lo que todau(a no sabe", pues nos resulta
tan difícil creer que nos haya dejado la tarea de seguir avanzan-
do en las investigaciones que vuelven posible su invención del
psicoanálisis y, sin embargo, no pueda participar cuando damos
un paso adelante.
La primera parte de Moisés y la religión monoteísta es un
bello ejemplo de una idea expresada con fuerza, claridad y
convicción, pero sin hacer propaganda, más aún, con humildad.
En la última parte, se aprecia que desea reafirmar su creencia
en la represión y (a mi entender), propasándose en su preten-
sión, quiere declarar la importancia del monoteísmo como
consecuencia de la verdad universal del amor al padre y la
represión a que ésta es sometida en su forma original y desnuda
(la del ello). Pero el lector sabe que esta argumentación no
resiste un examen detenido. No es que Freud se equivocase en
cuanto al padre y al lazo libidinal que se reprime; sólo que hay
que advertir que una buena proporción de personas en el mundo
no llegan al complejo de Edipo. Nunca avanzan hasta ese punto
en su desarrollo emocional, y por ende la represión de la figura
paterna libidinizada tiene escasa relevancia para ellos. Si se
examina a las personas religiosas, carece sin duda de veracidad
afirmar que sólo quienes alcanzaron el complejo de Edipo
adhieren a los principios monoteístas. Gran parte de la religión
está Hgada a una cuasi psicosis y a los problemas personales
emanados de esa gran zona de la vida del bebé que tiene
importancia antes del logro de una relación triangular como la
que se da entre personas totales.9

• Melanie Klein trató de sortear esta dificultad usando toda la termi~olog(a


del complejo de Edipo para describir las luchas internas por el poder, como la

287
Freud trabajaba en desventaja: sólo podía aplicar el psico-
análisis tal como éste había evolucionado hasta el momento en
que él escribía esto. Nadie podría culparlo por ello, en espe-
cial porque él siempre se avino a que algún poeta o filósofo, o su
propia intuición, allanaran el camino para aquellos fenómenos
que la metapsicología de la época aún no había abarcado.
Hacia el final de "Análisis terminable e interminable",
Freud expresó sus propias insatisfacciones á la vez que mani-
festó generosamente la satisfacción que le producían los escri-
tos de Empédocles. Este notable pensador (nacido circa 495
a.C.) de un período también notable en el nacimiento y evo-
lución de la ciencia enunció la existencia de un estado de "amor-
discordia", tanto en el hombre cuanto en el universo, enuncia-
ción que estaba lo más próxima posible a la formulación freu-
diana del instinto de vida-muerte. A Freud esto le complace.
Es mi propósito proponer que el griego Empédocles quizá dio
un paso más adelante que Freud, al menos en un aspecto
importante. (Como advertencia para el lector, debo decir que
jamás estuve enamorado del instinto de muerte, y me haría feliz
aliviarlo a Freud de tener que cargar por siempre con él sobre
sus hombros de Atlas. Para empezar, el desarrollo de la teoría
a partir del axioma de que la materia orgánica tiende a volver
al estado ino:rgánico tiene muy poco valor lógico. No hay entre
ambos conjuntos de ideas una relación clara. Además, esta
parte de la metapsicología jamás dejó contenta a la biología,
siendo que en general hay espacio para una mutualidad entre
biología y psicoanálisis en todo el recorrido, hasta llegar al
punto del instinto de muerte.)
Siempre cabe la posibilidad de que la formulación del instin-
to de muerte fi.iese uno de esos puntos en ~ue Freud estuvo pró-
ximo a una enunciación amplia pero no pudo hacerla por el mo-
tivo de que, si bien sabía todo lo que nosotros sabemos sobre la
psicología humana, remontándose a la represión del ello con re-
ferencia a los objetos catectizados, no sabía, en cambio, todo lo
que en las tres décadas posteriores a su muerte habrían de en-
señarnos los casos fronterizos y los esquizofrénicos. El psico-
análisis iba a aprender que es mucho lo que les acontece a los be-

que se libra entre elementos que no han adquirido forma humana. Esto fue útil,
pero no llegó---eomo debemos hacerlo nosotros al ocuparnos de estas cuestio-
.nes-- hasta una enunciación con respecto a la cual Freud trabajaba en
desventaja. -D.W.W.

288
bés asociado con la necesidad y no con el deseo, ni con los re-
presentantes (pregenitales) del ello que reelaman satisfacción.
En otras palabras, dentro del marco de su propio, muy
disciplinado, funcionamiento mental Freud no sabía que hoy
tenemos que enfrentamos con este problema: ¿Qué sucede con
la presencia efectiva del padre y con el papel que cumple en la
experiencia de la relación entre él y el niño, y er,tre el niño y él?
¿Qué efectos surte esto en el bebé? Pues es diferente que el
padre esté o no esté, sea o no capaz de entablar una relación,
sea sano o demente, libre o rígido en su personalidad.
Si el padre se m1.:ere, esto es significativo, así como el mo-
mento exacto de la vida del bebé en el que se mú.ere; y también
hay muchas cosas que tener en cuenta sobre la imago del padre
en la realidad interna.de la madre, y el destino que le cabe allí.
En el presente nos encontramos con que todas estas cuestiones
acudeni'•para su revivencia y corrección en la relación transfe-
rencia), y que no deben ser tanto interpretadas cuanto expe-
rienciadas. -
Ahora bien, en todo esto hay algo que posee una especial
relevancia, y que tiene que ver con el yo frimaduro -al que
la madre fortaleció adaptándose suficientemente bien a las ne-
cesidades del bebé (lo cual no debe confundirse con el con-
cepto de su satisfacción de las mociones instintivas del
bebé)-.
A medida que el bebé pasa del fortalecimiento del yo, gracias
al refuerzo del yo de la madre, a tener una identidad propia
-o sea, a medida que la tendencia heredada a la integración lo
lleva adelante en un ambiente suficientemente bueno o en un
ambiente previsible promedio-, la tercera persona comienza a
desempeñar, o así me parece, un gran- papel. El padre puede
haber sido o no un sustituto materno, pero lo cierto es que en
algún momento se siente que él está allí en un rol distinto; y
sugiero que es entonces cuando al bebé probablemente lo use
como patrón de su propia integración, al convertirse por mo-
mentos en una unidad. Si el padre no está allí presente, el bebé
tendrá que tener esa misma evolución pero le resultará más
ardua, o tendrá que usar alguna otra relación bastante estable
con una persona total.
De este modo, puede apreciarse que tal vez el padre sea para
el niño quien le brinde el primer atisbo de integración y de
totalidad personal. Es fácil pasar de este juego mutuo de

289
introyecciones y proyecciones al concepto, importante en la
historia universal, de un dios único, del monoteísmo, y no de un
dios único para mí y otro dios único para ti. 10
Es fácil suponer que, dado que la madre comienza siendo un
objeto parcial o un conglomerado de objetos parciales, también
el padre es captado por el yo de igual manera. No obstante,
opino que en un caso favorable el padre comienza como totali -
dad (o sea, como padre, no como sustituto materno) y más tarde
es dotado de un objeto parcial signficativo, que comienza como
un todo en la organización yoica y la conceptualización mental
del bebé.
¿Acaso no podría decirse que "poéticamente" Freud es.taba
preparado para esta idea: no la de que el monoteísmo tuviera
sus raíces en la representación reprimida del padre, sino la de
que ambas ideas -la de tener un padre y la del monoteísmo-
constituían las primeras tentativas tendentes a reconocer la
individualidad del hombre, de la mujer, de cada :individuo?
(Recuérdese que los griegos tenían esclavos, lo cual desmerece
nuestra estima de las asombrosas intelecciones de sus grandes
pensadores, en especial los de los siglos próximos a la fecha de
nacimiento de Empédocles. La ciencia debió aguardar varios
siglos antes de volver· a empezar sobre la base del derecho
universal a ser libre, o a ser un individuo autónomo integra-
do.)11
Puedo apuntalar mi tesis citando a Freud, quien escribió
que, según Ernpédocles, el poder del amor "aspira a aglomerar
en una unidad las partículas primordiales de los cuatro
elementos" (tanto en el universo como en el hombre); en tanto
que el poder de la discordia "quiere deshacer todas esas mez-
clas, etc., etc.". Tenemos aquí, pues, la noción de que la actividad
del yo aglomera, lo cual no es relación con el objeto. Hoy yo
llevaría aún más allá mi argumentación, con un aporte que
estimo indispensable agregar a este dualismo dephilia (amor)
y neíkos (discordia). 12 Creo que ahora puede darse un paso más
allá.
Pero antes de describir este detalle, deseo referirme a unn
nota a pie de página de Freud. Soy bastante adicto a sus notas

1• Véase Moses and Monotheism, Standard Edition, vol. 23, pág. 128.
11
Farrington, ob. cit.
12
Véase "Analysis Terminable and Interminable", Standard Edition, vol.
23, pág. 246.

290
al pie y a sus citas, que quizá nos permiten ir más allá que él en
cuanto a la teoría prevaleciente en la época en que escribió.
Remito a: "Breasted (1906) lo llama [a Amenhotep o Ameno-
fis] 'el primer individuo en la historia humana' ".13 A mi juicio,
aquí Freud enuncia la tesis que yo me empeño en presentar a
mi trabajoso modo. Uno siente que Freud no se sentía capaz de
incorporar esto al texto principal porque no podía tratarlo en
función de la represión, los mecanismos de defensa y la interac-
ción del ello, elyo y el superyó. Pienso que Freud habría acogido
con beneplácito nuevos trabajos que otorgásen sentido al co-
mentario de Breasted, en •manto a la existencia de un universal
en el desarrollo emocional del individuo, a saber: la tendencia
integradora que puede dar a dicho individuo carácter unitario.
Ahora me siento libre de hacer el aporte que, según pienso,
posiblemente sea un adelanto respecto de la posición de Freud.
Esto que quiero manifestar es la culminación de una tendencia
de mi pensamiento, y ahora veo muestras de esa tendencia en
mis artículos de una aécada atrás. (Véase, por ejemplo, "Raíces
de la agresión", en The Child, the Family and the Outside
World, el único capítulo ·nuevo en el libro; también está im-
plícita en el engorroso título de mi libro The Maturational
Processes and the Facilitating Environment.)
Recientemente traté de dar vida a mis ideas en un artículo
leído ante la Sociedad Psicoanalítica de Nueva York (el 12 de
noviembre de 1968), pero por los trabajos de los comentaristas
(Jacobsen, Ritvo y Fine) aprendí que en modo alguno me había
expresado con c1aridad, de modo tal que esta idea, tal como fue
entonces expuesta, resultó a la sazón inaceptable. He sometido
dicho artículo a una revisión. 14 Le puse por título "El uso de un
objeto"; mi propósito era enunciar que en el desarrollo emocio-
nal de todo bebé hay una época de dependencia, en la cual el
comportamiento del ambiente forma parte integral del desarro-
llo de.1 niño, y no puede omitírselo. O sea, no es posible enunciar
el desarrollo de un bebé, que depende del apoyo yoico de una
figura materna o paterna, dejando de lado los factores ambien-
tales. Esto equivale simplemente a decir que es cierto que en
el comienzo el bebé no ha alcanzado una percepción, reconoci-

13
Moses and Monotheism, ob. cit., pág. 21.
•• Véase la sección I de este c¡ip(tulo. [Comps.]

291
miento y repudio de lo "DISTINTO DE MI". Esto es algo que mi
labor clínica me obliga a pensar.
Para ejemplificar lo que quiero decir, examiné la primera
etapa .de las mociones en el bebé, y discerní una aguda distin-
ción entre el destino (en lo que hace a la pauta de la personali-
dad) de un bebé cuyos primeros esfuerzos fueron aceptados y
otro frente a cuyos primeros esfuerzos se reaccionó. Esta formu-
lación recuerda la posición paranoide de Kfein, pero con esta
diferencia: que aquí se considera que el ambiente corre parí
passu con los pulsos de vida del individuo. La retaliación ocupa
el lugar de los temores taliónicos.
Aquí es indispensable repensar algo que hemos llegado a
aceptar (porque es válido en el análisis de los casos "analiza-
bles"), a saber, que uno de los fenómenos integradores en el de-
sarrollo es la fusión de lo que aquí me permitiré a mí mismo lla-
mar instintos de vida y de muerte (de amor y de discordia, en
Empédocles). El eje de mi argumentación es que la primera mo-
ción es, en sí misma, una sola, es algo que yo 1larno "destrucción"
pero también podría haber llamado moción combinada de amor
y discordia. Esta unidad es primaria. Es lo que sale a relucir en
el bebé por los procesos naturales de maduración.
No es dable enunciar esta unidad mocional sin hacer refe-
rencia al ambiente. La moción es potencialmente "destructiva",
pero que lo sea o no dependerá del objeto: ¿el objeto sobrevive,
o sea, conserva su carácter, o reacciona ? En el primer caso, no
hay destrucción, o no mucha, y en un segundo momento el bebé
puede percatarse (y de hecho, gradualmente se percata) de un
objeto investido al que se le suma la fantasea de haberlo
destruido, herido, dañado o provocado. En este grado extremo
de provisión ambiental, el bebé prosigue siguiendo una pauta
de desarrollo de su agresividad personal que sirve de telón de
fondo a una continua fantasía (inconsciente) de destrucción.
Aquí podemos-emplear el concepto de reparación de Klein, que
conecta el juego y el trabajo constructivos con este telón de fon-
do de una fantasía (inconsciente) de destrucción o provocación
-tal vez no se haya dado todavía con la palabra apropiada-.
Ahora bien: la destrucción de un objeto que sobrevive, un objeto
que no ha reaccionado ni desaparecido, conduce a su uso.
En el otro extremo, el bebé que enfrenta una pauta de
reacción o de retaliación ambiental sigue adelante de un modo
muy distinto. Para este bebé, la reacción ambiental es la

292
realidad de lo que debe ser su propio impulso provocador (o
agresivo o destructivo). Esta clase de bebé jamás puede expe-
rienciar esta raíz personal de la agresión o fantasía destructiva,
o hacerla suya, o ser movido por ella; y por consiguiente, jamás
puede convertirla en la destrucción inconsciente en su fantasía
del objeto libidinizado.
Como se ve, estoy tratando de reescribir una porción limita-
da de nuestra teoría. Este impulso:
provocativo
destructivo
agresivo
envidioso (Klein)
no es un fenómeno vinculado al principio de placer-dolor. Nada
tiene que ver con la ira ante las frustraciones inevitables asocia-
das con el principio 'de realidad. Precede a ese conjunto de
fenómenos, que son ciertos para los neuróticos pero no para los
psicóticos .15
Para avanzar hacia una teoría viable de la psicosis, los
analistas deben abandonar totalmente la consideración de la
esquizofrenia y la paranoia con referencia a la regresión respec-
to del complejo de Edipo. La etiología de estos trastornos nos .
lleva inevitablemente a etapas que preceden a la relación
triangular. El extraño corolario es que en la raíz de la psicosis
hay un factor externo. 16 Y a los psicoanalistas les resulta difícil
admitir esto después de todo el trabajo que se tomaron para
llamar la atención sobre los factores internos al examinar la
etiología de las'psiconeurosis.

1
' Aquí puedo acudir a Bettellieim en busca de apoyo. Me resulta difícil
1 .
leerlo porque él lo dice todo, y uno nunca puede estar seguro de que cualquier
'
1 cosa que uno diga no haya sido dicha antes por él. No obstante, es preciso leerlo,
porque puede estar exactamente en lo cierto, o más cerca de ello que otros
autores. Esto se aplica, en especial, a sus primeros capítulos de The Empty
Fortress, Nueva York, Free Press, 1967; Londres, Collier-Macmillan Ltd.,
1967. -D.W.W.
16
Véase Winnicott, "Psychoses and Child Care" (1952), en Collected
Papers: Through Paediatrics to Psycho-4nalysis, Londres, Tavistock, 1958;
Nueva York, Basic Books, 1975; ·Londres, Hogarti'l Press, 1975. ·

293
35. DESARROLLO DEL TEMA DEL INCONSCIENTE
DE LA MADRE, TAL COMO SE LO DESCUBRE EN
LA PRACTICA PSICOANALITICA

Escrito en junio de 1969 1

En esta comunicación quiero continuar con la idea con tenida


en mi trabajo de 1948, "La reparación con referencia a la
defensa organizada de· Ja madre contra la depresión". Ese
trabajo se basó en la formulación de la posición depresiva en el
desarrollo del individuo, de Melanie Klein. Este concepto me
resultó válido y útil, y más adelante, en 1954, escribí un
artículo, "La posición depresiva en el desarrollo emocional
normal", donde daba mi propio punto de vista sobre lo que había
querido decir la señora Klein. Dicho artículo fue comentado
favorablemente por ella.2
En el primero de los trabajos mencionados, yo llamaba la
atención acerca de una observación clínica corriente en la
práctica de la psiquiatría infantil: en el sanatorio un niño se
muestra particularmente vivaz, encantador, bien vestido, pro-
clive a desplegar sus habilidades y lo que parecería ser su
capacidad creadora, todo lo cual contribuye a un clima de

1 Este artículo fue escrito para International Journal of Psycho-Analysis,

aunque no fue publicado. [Comps.]


1 Los dos trabajos mencionados forman parte de Collected Papers: Through

Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres, Tavistock, 1958; Nueva York, Basic


Books, 1975; Londres, Hogarth Press, 1975.

294
felicidad tal, que si uno está. esperándolo al niño advierte que lo
hace bien predispuesto. Sin embargo, en el trasfondo hay una
depresión, o una suerte de parálisis o desvalimiento, que es la
principal sintomatología en el hogar del niño e indica que algo
anda mal, en algún aspecto, desde el punto de vista de la madre.
Me llevó algunos años darme cuenta de que estos niños me
entretenían, como también pensaban que debían entretener a
su madre, para hacer frente a1 estado depresivo de esta última.
En el sanatorio enfrentaban o evitaban mi depresión, o lo que
podría ser el tedio; mientras aguardaban mi llegada, pintaban
hermosos dibujos coloreados y hasta escribían poemas para
sumarlos a mi colección. No tengo dudas de que en muchos de
esos casos caí en el engaño, hasta darme cuenta a la postre de
que esos niños estaba:ti enfermos y me estaban mostrando una
organización de falso self, en tanto que en su casa la madre
debía vérselas con la otra cara de esto, a saber, la incapacidad
del niño para seguir contrarrestando, durante las veinticuatro
horas, el estado de la ~1adre.
En realidad, ésta debía soportar el odio correspondiente al
sentimiento del niño de que era utilizado y había perdido su
identidad. El caso típico que se amolda a esta descripción es el
de una nifia. En cambio, la correspondiente enfermedad e-.1 un
varón vuelve más probab1e que haga una regresión en la
institución donde se lo atiende, se muestre afeminado, pegado
a su madre, y se chupe el pulgar. Hay varios tipos de cuadros
clínicos, pero en todos los casos existe una organización de falso
self, que es lo u'.iejor que puede producir el niño estando en
contacto con una. madre proclive al estado depresivo.
Escribí que estos niños in ten tan permanentemente volver al
punto de partida, y siempre, cuando llegan a ese punto -o sea,
el punto en que la madre no está deprimida-, están agotados
y necesitan descansar, imposibilitados de seguir adelante con
su vida. Comprobé que si bien estos niños eran a menudo
sumamente creativos, esto tendía a diluirse en el curso de su
desarrollo y no establecía las raíces para la ambición del
adolescente o la carrera profesional y los logros del adulto.
Para poder avanzar una etapa más en la comprensión de
estos niños, me fue necesario conocer de modo más íntimo la
deformación de la posición depresiva inherente a tales casos. En
síntesis, lo que enuncié fue que estos niños hacen la reparación,
no de su propia destructividad o de sus tendencias a la destruc-

295
ción, sino i;le las tandencias destructivas de su madre. El logro,
para estos niños; significa el logro de una enmienda de algo que
no anda bien en la madre, y por ende ningún logro constituye
nunca p.:,.rn el 1os un avance personal. Son como las danaides de
la mitologfa griega, condenadas a transportar agua en baldes
agujereados. En el análisis de estos niños es preciso llegar a al-
go nuevo, •.:<,.e es la destructividad presente en la realidad
psíquica. i,t'.:f:'.na de cada niño, destructividad que de hecho le
pertenece a él y no a la madre. En otros términos, es preciso
alcanzar el sentimiento de culpa innato del niño, con lo cual se
llega a aliviarlos por el uso del juego y el trabajo constructivos
y de la actividad créadora, que entonces, en un caso favorable,
quedan directamente relacionados con la agresividad, el odio, la
destrucción y la ambivalencia personales.
La próxima etapa en el desarrollo de estas ideas fue conse-
cuencia del análisis efectivo de niños y adultos, y de las dificul-
tades que plantean en tales casos la transferencia y la contra-
tran sferencia. Apunté al pasar que si se examina el material de
una sesión o de una fasEi.en la que el paciente da ejemplos muy
cargados de destrucción (lo cual debe considerarse un logro), es
dable ver que el material anterior a ello contenía algún ejemplo
de actividad constructiva. Podría decirse que el paciente llegó
a lo constmctivo sabiendo, aun cuando no se percatase de ello,
que pronto aparecería la destrucción, o también que gracias al
arribo del momento constructivo el paciente pudo llegar luego
al momento destructivo. En otro lugar he procurado dar ejem-
plo;, b)mados de mi labor clínica.3
Mayor significación tiene el gradual descubrimiento por el
paciente de que todo empeño constructivo, incluida la recons-
trucción del selfy el esfuerzo por obtener la salud personal, no
deriva, de hecho, en un sentimiento de logro. Esto es desconcer-
tante para el analista y desalentador para el paciente. Siempre
parece que el éxito, en vez de llevar al paciente a una nueva
posición, simplemente lo retrotrae al punto de partida; y ni
hablar de un progreso ulterior, ya que el paciente quedó agotado
por su esfuérzo de llegar hasta ese lugar desde el cual podría
empezarse de nuevo. En estos casos, es necesario recordar que
uno de los posibles factores es que todo empeño tendente a la

0
Véase,esp. "Aggression, Guilt and Reparation" (1960), en Winnicott,
Home is Where We S/Jl.rt From, Nueva York, Norton; Londres, Penguin, 1986.

296
recuperación está referido al odio de otro, en particular de la
madre. Por supuesto, en la transferencia, cuando estas cuestio-
.• nes están maduras para la interpretación, es preciso que el
analista se sitúe en la posición de la madre. El analista com-
prueba de que su deseo genuino de que el paciente mejore no
actúa como elemento reconfortante sino por un lapso limitado
o en un ámbito circunscrito. A la larga, el paciente sabe, en
forma delirante, que el analista quiere empujarlo hacia atrás en
su desarrollo emocional, de nuevo al estado interior de no
nacido, o que de uno u otro modo desea destruir los puntos
positivos logrados por el paciente en su crecimiento.
Estas fases del análisis son difíciles, y el paciente requiere
contar con gran confianza en el aspecto mecánico del procedi-
miento analítico para llegar al estado delirante en que el
analist¡:1 le es hostil. En los casos favorables, el paciente podrá ·
usar otras figuras del ambiente. Tal vez el niño se queje de una
maestra o de una escuela que lo persiguen, y uno averigua que
en realidad la maestra se muestra normalmente permisiva con
él. De este modo el paciente puede elaborar un enorme senti-
miento persecutorio y comunicarse con el analista sin llegar a
estar demasiado loco. Esto mismo, aplicado directamente a la
idea delirante de que el analista le es hostil, se le vuelve
intolerable al paciente a causa de su locura.
Cabe imaginar que muchos pacientes hacen cuanto pueden
a fin de provocar al analista para que los odie, de manera de
llegar a este e-Gtado con la idea delirante cuidadosamente
disimulada por una observación correcta; y el paciente usará los
errores técnicos del analista y los explotará con creces para
poder ser perseguido sin perder el sentido de estar cuerdo. El
paciente necesita llegar a lo que, en su forma más simple, es el
odio de la madre; y en esto nos encontramos en nuestro trabajo
con tqdos los grados posibles. Lo que resulta muy claro es que
hay una enorme diferencia según que se considere el odio de la
madre, o que se trate del odio reprimido e inconsciente. Dicho
de otro modo, los niños parecen capaces de tramitar el hecho de
que se los odie, lo cual, desde luego, no es sino otra forma de decir
que son capaces de enfrentar la ambivalencia que siente y
muestra la madre, y hacer uso de dicha ambivalencia. Lo que
jamás pueden usar satisfactoriamente su desarrollo emocional
es el odio reprimido e inconsciente de la madre, que ellos

297
encuentran en sus experiencias del vivir como formaciones
reactivas: en el momento en que los odia, la madre les muestra
una ternura especial. El niño no tiene modo alguno de tramitar
este fenómeno.

298
36. LA EXPERIENCIA DE MUTUALIDAD ENTRE
LA MADRE Y EL BEBE

Escrito en 1969 1

Annque se conoce desde siempre que el manejo de un bebé


por parte de la madre incluye un grado casi infinito de sutiles
detalles, hubo de transcurrir mucho tiempo para que la teoría
psicoanalítica abarcase este ámbito de 1a experiencia viva. No
es dificil descubrir algunas de las razones de este retardo.
En sus comienzos el psicoanálisis tuvo que poner de relieve
la potencia de los sentimientos, y de los sentimientos conflicti-
vos, y exploró las defensas levantadas contra ellos. Con respecto
a la niñez, se ocupó durante algunas décadas del complejo de
Edipo y de todas las complicaciones que surgen de los senti-
mientos de varones y niñas que se convierten en personas
totales relacionadas con personas totales.
Gradualmente comenzó a inmiscuirse en las experiencias de
los niños más pequeños, exploró los conflictos internos del
psiquismo y desarrolló los conceptos encubiertos por palabras
y disposiciones de ánimo, así como las persecuciones desde
adentro y desde afuera. Frente a quienes atribuían lo.s trastor-
nos a influencias ambientales, el psicoanalista estuvo siempre
del lado del individuo.

'Publicado en Anthony y Benedek, comps., Parenthood: lts Psychology and


Psychopathology, Boston, Little, Brown; Londres, ,J. and A. Churchill, '1970.

299
Ocurrió después poco a poco lo inevitable, y los psicoanalis-
tas, aportando su singular convicción en la importancia de los
detalles, tuvieron que dedicarse al estudio de la dependencia, es
decir, d~ los estadios tempranos del desarrollo infantil, en los
cuales la dependencia de la criatura humana es tan grande que
ya no puede soslayarse la conducta de quienes representan al
ambiente.
Entramos de lleno ahora en el estudio específico de estas in-
fluencias mutuas muy tempranas, y sabemos que por ello debe-
remos enfrentar cierta resistencia, que no expresará ya la
represión y la angustia de nuestros oponentes, sino un senti-
miento según el cual estaríamos entrometiéndonos en un ámbi-
to sagrado. Es como si se sometiese al proceso analítico una obra
de arte. ¿Puede uno estar seguro de que la apreciación cabal de
la obra de arte no será destruida por la luz inquisidora que se
lanza sobre el cuadro? Con razón se podría argüir que estos fe-
nómenos muy tempranos deberían dejarse de lado; personal-
mente, considero que nuestras hipótesis acerca de estas intimi-
dades no son una lectura apropiada para artistas o para madres
jóvenes. La clase de cosas que pueden ser examinadas cuando
observamos estos fenórn,mos tempranos no pueden enseñarse.
Sin embargo, no deja de ser curioso que a ciertas personas (en-
tre ellas, los padres y las madres) les guste leer acerca de estas
cosas, sobre todo después de que han pasado por la experiencia.
Nosotros, como psiquiatras, tenemos otra razón para seguir
examinando las sutilezas de la relación parento-filia1. Debemos
tener presente que esta área de investigación puede aclarar la
etiología de ese grupo de trastornos denominados psicóticos o
esquizoides, es decir, distintos de los trastornos afectivos y de
los psiconeuróticos. De hecho, cuando en un tratamiento psico-
analítico o en otra psicoterapia nos encontramos momentánea-
mente ante procesos esquizoides en nuestros pacientes, sabe-
mos que hemos de tratar en nuestro consultorio los mismos
fenómenos que caracterizan las experiencias de las madres y los
bebés. Podemos allí inferir las inmensas necesidades del lac-
tante dependiente y también, en la contratransferencia, los
procesos de respuesta masiva que nos muestran, hasta cierto
punto, qué les sucede a los padres cuando tienen un hijo. Como
psiquiatras, por lo tanto, no tenemos otra alternativa que
perseverar e intentar describir lo que vamos hallando, sin apre-
suramos a encerrar nuestros puntos de vista en cónsejos para

300
madres, padres, educadores, etc. La difusión deberá quedar re-
servada a los colegas, quienes tratan eventualmente con pa-
cientes que desarrollan una dependencia casi absoluta.
Antes, cuando se refería a bebés, el analista sólo podía
hablar en términos de mociones eróticas y agresivas. Afortuna-
damente, ésa es una etapa superada del psicoanálisis, aunque
para desaparecer haya necesitado casi medio siglo. Entonces
los instintos pregenitales, el erotismo oral y el anal, y las reac-
ciones frente a la frustración lo eran todo, sin contar algunos
agregados infundados vinculados a la conducta agresiva natu-
ral o las ideas destructivas, la agressivité. Este abordaje fue
valioso y continúa siéndolo; pero el analista que se ocupa ahora
de la naturaleza del bebé debe empeñarse en ver qué otra cosa
hay para ver. A un a~alista ortodoxo le están reservadas al-
gunas sorpresas,
·.:,.
si extiende la mirada.

EL OBJETO SUBJETIVO

Para estudiar cómo adquiere el bebé humano la capacidad


de objetivar, es necesario aceptar que al principio tal capacidad
no existe. Esto implica que el teórico tendrá que abandonar
algunos principios que lo enorgullecían con razón durante estos
años, desde que Freud proporcionara los conceptos de complejo
de Edipo, de sexualidad infantil, y en suma la técnica psicoana-
lítica para la investigación, que no es otra cosa que la técnica
psicoanalítica para la terapia.
En esta nueva área, la idea de un individuo relativamente
independiente del medio (una de las mayores contribuciones
psicoanalíticas) habrá de ser modificada, e incluso abandonada.
Cuando se dice que un bebé es dependiente -y al comienzo lo
es absolutamente- se deduce que el ambiente no puede ser sino
significativo, ya que coTlstituye una parte del bebé.
Un. bebé no es simplemente lo que uno puede postular
evaluando el potencial del bebé. Un bebé es un fenómeno com-
plejo, que incluye ese potencial pero también el ambiente. Para
comprenderlo, observemos a un niño de dos años. Podemos de-
cir: este niño no es el mismo desde que nació el nuevo bebé. En
muchos casos llegamos a diagnosticar pautas de enfermedad, y
éstas (traducidas como rigidez de las organizaciones de defen-
sa) exigen tratamiento. La existencia de pautas de enfermedad
no debe hacernos soslayar la: realidad de que ese niño es un· niño

301
con un hermano o hermana menor. Con el mismo potencial, este
niño sería diferente si fuera el menor o el único hijo, o si el bebé
hubiera nacido muerto. Nadie objetaría esta idea en términos
de un nifio de dos años, lo que por supuesto no altera el hecho
de que es posible brindar una psicoterapia eficaz para la
psicopatología del niño. La psicopatología, siri embargo, es una
cosa diferente de la salud y del efecto sobre elnifio de innume-
rables rasgos del ambiente que pertenecen al niño, quien no
está lejos de la dependencia absoluta y apenas si ha avanzado
un corto trecho en su largo trayecto hacia la independencia.
Ahora bien, si retrotraemos los argumentos a las etapas muy
tempranas, cuando existe una dependencia casi absoluta, es tal
la significación del ambiente para el bebé que no podemos des-
cribir al bebé si no describimos el ambiente.
El estadio de dependencia absoluta o casi absoluta corres-
ponde al estado inicial del bebé, cuando aún no ha separado lo
DISTINTO DE MI de los que es PARTE DE MI, pues no está
equipado todavía para esa tarea. En otras palabras el objeto es
un objeto subjetivo, no percibido objetivamente. Aun si es repu-
diado, "puesto fuera", el objeto sigue siendo un aspecto del bebé.
¿Cómo sobreviene el próximo estadio? Su desarrollo y esta-
blecimiento no pueden ser atribuidos a tendencias heredadas
del bebé (hacia la integración, la búsqueda de objeto, la relación
psicosomática, etc.). Nunca sucede de esta manera por más que
las tendencias heredadas por el bebé sean perfectamente bue-
nas. El desarrollo tiene lugar debido a la experiencia del bebé
con respecto a la conducta adaptativa de la madre (o madre sus-
tituta). La conducta adaptativa de la madre hace posible que el
bebé encuentre afuera del self lo que necesita y espera. Por
medio de laexperiencia deun quehacer materno suficientemen-
te bueno el bebé pasa a la percepción objetiva, siha heredado la
tendencia y, además, si ha recibido la dotación perceptual y la
oportunidad para eUo.
Con el objeto de comprender qué papel desempeña la madre
es necesario tener un concepto equivalente al que he descrito en
"Preocupación maternal primaria".2 Traté allíde mostrar que
podemos intuir que ha habido desde la antigüedad, y en todo el

• En Collected Papers: Through Paediatrics to Psycho-Analysis, Londres,


Tavistock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1975; Londres, Hogarth Press,
1975.

302
mundo, un quehacer materno suficientemente bueno, y apoya-
mos esta intuición en algo que les ocurre a las mujeres durante
el embarazo y persiste algunas semanas después del nacimien-
to, siempre que un trastorno psíquico no lo interfiera al provo-
car un cambio temporario en su naturaleza.
Además, es menester pensar que en un bebé coexisten al-
guna capacidad ·de objetividad con la incapacidad general de
objetivar, según un movimiento de avance y retroceso en esta
área del desarrollo.
COMUNICACION

Para ayudar a esclarecer nuestro concepto pensemos en


términos de comunicación, y hagámoslo mediante un ejemplo.
Desde el nacimiento se observa que un bebé toma su alimen-
to. Digamos que el bebé encuentra el pecho y succiona e ingiere
una cantidad suficiente para satisfacer el instinto y para crecer.
Esto es así tanto para el bebé cuyo cerebro se desarrollará bien
como para aquel cuyo cerebro está afectado o dañado. Lo que
debemos averiguar es si la comunicación se establece o no con
el proceso de alimentación, y en qué consiste. Es difícil saber
algo con certeza acerca de estos temas por medio de la observa-
ción infantil, aunque parece que algunos bebés miran el rostro
de su madre de manera significativa ya en las primeras sema-
nas. Sin embargo, a las 12·semanas los bebés nos suministran
suficiente información como para suponer, con bastante segu-
ridad, que la comunicación es un hecho.
Ilustración 1. Aunque el ritmo de desarrollo de los bebés normales
varía considerablemente (en especial si se lo mide por un fenómeno
observable), puede decirse que a las 12 semanas son capaces de este
juego: colocado al pecho para mamar, el bebé mira el rostro de la madre
y levanta la mano hasta ponerle un dedo dentro de la boca, como si
estuviera alimentándola.

Puede ser que la madre haya ayudado al establecimiento de


este juego, pero aunque así fuera, ello no invalida la conclusión
que yo extraigo del hecho de que esta clase de juego pueda
ocurrir.ª

•Véase "Getting to Know Your Baby" (1944), en The Chüd, the Family and
the Outside World.

303
Mi conclusión es ésta: aunque todos los niños toman alimen-
to, no existe una comunicación entre el bebé y la madre excepto
hasta que se desarrolla una situación de alimentación mutua.
El bebé.alimenta, y la experiencia del bebé incluye la idea de que
la madre sabe lo que es ser alimentada.
Si esto ocurre con toda evidencia a las 12 semanas, puede
también ser válido (si bien no necesariamente), de alguna
manera que nos resulta oscura, en una etapa más temprana.
Así pues, realmente presenciamos una mutualidad que es
el comienzo de una comunicación entre dos personas; para el
bebé significa un logro en el desarrollo, que depende de aquellos
procesos heredados que lo llevan hacia el crecimiento emocional
y, a la vez, de la actitud·y la capacidad de la madre para hacer
real lo que el bebé está preparado para alcanzar, para descu-
brir, para crear.4
El hecho de que los bebés se alimenten es muy significativo
para la madre, y al bebé la ingestión de alimento le resulta
gratificante en términos de satisfacción instintiva. Pero 1a
comunicación entre el bebé y la madre implica algo más: una
experiencia que depende de la mutualidad resultante de las
identificaciones cruzadas.
Melanie Klein, desarrollando ideas freudianas, ha hecho
total justicia al terna de las identificaciones proyectivas e
introyectivas, desarrollo que nos permite edificar esta parte de
la teoría en la cual la comunicación tiene mayor significación
que en la llamada habitualmente "relación de objeto".5
Al ofrecer esta ilustración, no he querido alejarme demasia-
do del concepto de relación de objeto, familiar en la vieja teoría,
porque deseo conservar los puentes que llevan de ésta a la
nueva. Sin embargo, reconozco que coincido con lo declarado por
Fairbaim en 1944: la teoría psiconanalítica estaba poniendo el
acento en la satisfacción de las mociones a expensas de lo que
él llamó "búsqueda del objeto". Porque entonces Fairbain, como
yo ahora, estaba transitando los senderos en los que la teoría

• Esto tiene relación directa con el término de Sechehaye, "realización


simbólica", que significa posibilitar que una cosa real se convierta en un
símbolo significativo de mutualidad dentro de un encuadre especial. Véase M.
A. Sechehaye, Simbolic Realization, Nueva York, International Universities
Press, 1951. -D.W.W.
'Melanie Klein, The Psycho-Analysis ofChildren, Londres, Hogarth Press,
1954. fTrad. cast.en Obras completas, t. 2. BQenos Aires, Paidós, 1987.)

304
psicoanalítica debe ser desarrollada o modificada, si el analista
se propone enfrentar los fenómenos esquizoides en el trata-
miento de pacientes. s
Aquí es menester referirse al hecho obvio de que la madre y
el niño llegan de diferente forma al punto de la mutualidad. La
madre ha sido 1J,na vez un bebé y recibido cuidados;. ha jugado
a la mamá, quizá tuvo la experiencia de ]a llegada de hermani-
tos, acaso cuidó nifios pequeños en su familia o en otras. La
madre pudo oír hablar de cómo se cuidan los niños, incluso leer
libros al respecto, hasta llegar a formarse una opinión bastan-
te definida sobre lo que está bien y lo que está mal en el manejo
de bebés.
El bebé, por el contrario, es bebé por primera vez, jamás ha
sido madre y por supuesto no ha recibido instrucción. Su único
pasaporte ante la barrera de la aduana es la suma de los rasgos
heredados y las tendencias innatas hacia el crecimiento y el
desarrollo.
Es decir, mientras que la madre puede identificarse con el
bebé, haya éste nacido o se esté gestando todavía, y en una
forma muy sutil y compleja, el bebé aporta tan sólo una
capacidad en desarrollo para lograr las identificaciones cruza.:
das en la experiencia de mutualidad que se hace un hecho. En
esta mutualidad, entonces, es fundamenta] la capacidad que
tenga la madre para adaptarse a las necesidades del niño.7

LA MUTUALIDAD NO RELACIONADA CON LAS MOCIONES

Es posible ahora penetrar en las profundas aguas de la


mutualidad que no se relaciona directamente con las mociones
o la tensión instintiva. En ese sentido puede darse otro ejemplo.
Mucho de lo que conocemos sobre experiencias infantiles
muy tempranas se deduce del análisis de niños más grandes y
de adultos que atraviesan una fase, de duración variable, en la

• Véase W.R.D. Fairbairn, Psycho-Analytic Studies of the Personality,


Londres, Tavistock, 1952, pág. 88: "dado que sólo las estructuras yoicas pueden
buscar las relaciones con objetos" (el subrayado es mío). -D.W.W.
• Aquí tiene importancia la palabra "necesidad", asf como "moción" la tiene
en el ámbito de la satisfacción del instinto. En cambio, la palabra "deseo" está
fuera de lugar, ya que corresponde a un grado de sofisticación que no puede
presumirse en:esta etapa de inmadurez que estamos e~aminando. -D.W.W.

305
que la regresión a la dependencia es la principal característica
de la transferencia. En estos casos la tarea analítica tiene dos
aspectos. El primero es el descubrimiento positivo en .la trans-
ferencía de tipos precoces de experiencia en la más temprana
relación con la madre, que fueron malogrados o distorsionados
en el pasado histórico del propio paciente. El segundo es el uso
que éste hace de las fallas técnicas del terapeuta. Estas fallas
producen rabia, lo que es valioso, porque esarafüa trae el pasado
al presente. En el momento de la falla (o falla relativa) inicial la
organizaciónyoica del bebé no estaba suficientemente prepara-
da para una cuestión tan compleja como es la de tener rabia
acerca de una cuestión concreta.
A los analistas con una moral analítica rígida. que no pernú-
ten el contacto, mucho de lo que ahora estamos describiendo les
pasa inadvertido. Por ejemplo, nunca se enteran de que el
analista, si se adormece por un momento o su mente vagabun-
dea (como suele ocurrir) en alguna fantasía propia, tiene un leve
sobresalto. Este sobre,3alto es el equivalente a una falla de
sostén (holding), hablando en términos madre-hijo. La mente
ha abandonado al paciente. (Estos casos nos producen tensión.
Hay largos períodos de quietud, a veces a una temperatura
ambiente superior a la que el analista elegiría para trabajar.)

Ilu.stración2. 8 Un niño de 6 años fue capaz, en una sola sesión de consulta


terapéutica, de darme información precisa acerca de cómo su madre se dormía
con él en los brazos cuando tenía 14 meses.
Este fue el mejor modo aproximado de infonnarme de que por entonces
la madre sufría un transtorno depresivo que comenzó con una prop.ensión a
dormir.
En la te:nninología de este artículo, el niño experienció una serie de fallas
de comunicación en aquellos puntos en que la madre se retraía.
Gracias .a la comprensión de la comunicación del niño, con esta sola
sesión pude hacer que retomara su desarrollo. Cuando lo volví a ver un año
más tarde era un muchachito travieso que vino a "consultarme" por su
hermano menor. El mismo tuvo la idea de traerme al hermanito. Recordaba
el t".rabajo que habíamos realizado juntos.

• Descrito en detalle como Caso 4, "Bob", en Thempeuti.c Con.sultati.on in Child


P.sychiatry, Londres, Hogart Press; Nueva York, Basic Books, 1971, también publicad,
en Jntemational ,Journal of' Ps:ycho-Analísi.s, vol. 46 (196.5), con el título • A Cü nic,.11
Study ofthe efl'ect of a Failure of the Average Expectable Envíronme11t. ~11 n Chi(,¡ 's
· Mental Fun~tio1üng".

306
Ilustración 3. Una mujer de 40 años, casada, madre de dos hijos,
no había logrado una recuperación satisfactoria después de analizarse
durante seis años con una colega, por lo que ésta y yo resolvimos ver
qué resultado tendría que se analizara con un hombre, y así comenzó
un segundo tratamiento.
He elegido para la descripción un detalle que se relaciona con la
absoluta necesidad que esta paciente tenía, de tanto en tanto, de
establecer contacto conmigo (paso que había temido dar con la analista
mujer por las implicaciones homosexuales).
Se trataron muchas experiencias íntimas muy tempranas, princi-
palmente las relaciones con el amamantamiento y el manejo infantil.
Hubo episodios violentos. En uno de ellos llegamos a estar juntos, con
la cabeza de ella en mis manos.
Sin que nos lo propusiéramos, fue como un balanceo. El ritmo era
más bien rápido, alrededor de 70 por minuto(frecuencia cardíaca). Me
costó algún esfuerzo adaptarme a este ritmo. Sin embargo, allí estába-
mos, en una· mutualidad que se expresaba con un leve pero persistente
movimiento de balanceo. Nos estábamos comunicando sin palabras el
uno con el otro. Esto tenía lugar en un nivel del desarrollo que no
requería que la paciente tuviera más madurez de la que ella había
advertido poseer en la regresión a la dependencia de esta fase de su
análisis.
Esta experiencia, que se repitió a menudo, fue decisiva para la
terapia, y la violencia inicial, como más tarde pudo comprobarse, sólo
fue un preparativo y un dificil desafío de la capacidad del analista para
atender a las diversas técnicas de comunicación de la temprana
infancia.

Tal experieñcia de balanceo compartida ilustra lo que quiero


referir acerca de los primeros estadios del cuidado del bebé. Las
mociones instintivas del bebé no están específicamente involu-
cradas. Lo más importante es una comunicación entre el bebé
y la madre en términos de la anatomía y fisiología de los cuerpos
vivos. El tema puede ser fácilmente elaborado, y los fenómenos
significativos serán los datos elementales de manifestación de
vida, tales como el latido del corazón, los movimientos de la
respiración, el calor del aliento, los movimientos que indican la
necesidad de cambiar de posición, etc.

CUIDADO BASICO

Estas técnicas primitivas, de las que la intercomunicación es


un producto colateral, llevan naturalmente a interacciones aún

307
más primitivas o fundamentales, que tienen el carácter de las
comunicaciones silenciosas; es decir, la comunicación solamen-
te se hace sonora cuando fracasa.
Aquí me encuentro, creo, en la región a que alude la frase de
Hartmann, el "ambiente previsible promedio", aunque no po-
dría asegurar que Hartmann se refiriera a estas muy tempra-
nas comunicaciones silenciosas.
Lo que tengo que decir aquí está contenido en el término
"sostén" (holding ). Si se toma este término en su acepción
amplia, permite abarcar todo lo que una madre hace. por el
cuidado físico del bebé, incluyendo el apartamiento momentá-
neo del bebé cuando ha llegado el momento de que sea sostenido
por adecuados materiales no humanos.
Considerando estos asuntos, es necesario postular en la
madre un estadio en el que estaría (temporariamente) identifi-
cada con su bebé, de manera tal que, sin pensarlo, sabe en
general lo que éste necesita. En la salud, la madre hace esto sin
perder su propia idenbdad. 9
En otros lugares me ocupé de los procesos de desarrollo en el
bebé que necesitan, para volverse efectivos, el sostén de la
madre. La comunicación "silenciosa" es de tal confiabilidad que,
en definitiva, protege al bebé de las reacciones automáticas
ante la intrusión de la realidad externa, reacciones que rompen
la continuidad existencial del bebé y constituyen traumas. Un
trauma es aquello ante lo cual el individuo carece de defensas
organizadas, y por ello le produce un estado confusional, segui-
do quizá por una reorganización de las defensas-defensas más
primitivas que aquellas que fueron suficientemente buenas
antes de que se produjera el trauma-. 1º
El examen de un niño que es sostenido muestra que la
comunicación es o bien silenciosa (la confiabilidad está garan-

• En un caso psicopatológico, puec!e estar tan identificada con el bebé que


pierda su capacidad maternal, y, suponiendo que todavía le quede algo de
cordura, pondrá al bebé al cuidado de una nodriza. De este modo ella recibe
vicariamente un buen sostén, y es dable ver en esto una búsqueda natural de
aquello que obtiene el paciente, en la transferencia analítica, en las fases de
regresión a la dependencia. -D.W.W.
'º Masud Khan ha desarrollado este aspecto del trauma en "Ego Distortion,
Cumulative Trauma, and the Role of Reconstruction in the Analytic
Situation", lnternational Journal of Psycho-Analysis, vol. 45 (1964); también
en The Privaey of the Sel{. Londres, Hogarth Press,197 4. -D.W .W.

308
tizada) o bien trs.urnáti,;:"' (;: ,·educiendo la experiencia de una
angustia impensable o arcaica).
Esto dividiría el mundo de los bebés en dos categorías:
l. Los bebés que no han sido significativamente "dejados
caer" en la infancia, y cuya creencia en la confiabilidad los lleva
hacia la adquisición de una confiabi}idad personal, la cual es un
ingrediente importante dei estado que puede ser denominado
''hacia la independencia". Estos bebés tienen continuidad exis-
tencial, conservan la capacidad para avanzar y retroceder (en
el sentido del desarrollo) y 11egan a ser capaces de afrontar todos
los riesgos porque están bien s.segurados.
2. Los bebés que han sido significativamente "dejados caer"
en una oportunidad o dentro de una pauta de fallas ambientales
(relacionada con el eqtado psicopatológico de la madre o madre
sustituta). Estos bebés llevan consigo la experiencia de una
angustia impensable o arcaica. Saben lo que es estar en un
estado de confusión ~guda o conocen la agonía de la desintegra-
ción. Saben qué significa que se los deje caer, qué significa la
caída perpetua, o escindirse en la desunión psicosomática. En
otras palabras, han experimentado Un trauma, y sus persona-
lidades tienen que edificarse alrededor de la reorganización de
las defensas que sigue al trauma, defensas que necesitan
retener rasgos primitivos tales como la escisión de la persona-
lidad.11
Por supuesto, los seres humanos suelen ser diferentes de los
prototipos extremos. Aquellos que han comenzado bien -se-
guramente, la 'mayoría-- pueden ser dejados caer en etapas
más tardías y sufrir traumas de alguna clase. Inversamente,
bebés que fueron dejados caer gravemente en las primeras
etapas pueden ser casi .¡curados" de sus desastrosos comienzos
merced al cuidado terapéutico en etapas posteriores.
Esta clasificación en dos casos extremos es, empero, valiosa
para·quienes estudian la naturaleza humana. Lo es especial-
mente para el psiquiatra o el psicoterapeuta, desde el momento
en que un estudio de la etiología y la psicopatología de los
estados esquizoides y de los rasgos especiales de la transferen-
cia esquizoide o psicótica lleva directamente a la reorganización
de las defensas de carácter primitivo posterior a los estados
11 Los estados fóbícos son organizaciones poco estructuradas de las defen-

sas contra las fallas de la defens·a. -D.W.W. ·

309
confusionales agudos experimentados en 1a temprana infancia;
éstos siguen a los traumas en e1 área en la cual el l;>ebé (para un
desarrollo sano) debe tener la confiabilidad asegurada, área
que es tasi cubierta por la acepción amplia del término "sostén".
Pero el sostén confiable de un bebé es algo que necesita ser
comunicado, y esto depende de las experiencias del bebé. En
este caso la psicología implica comunicación en términos fisicos,
cuyo lenguaje es la mutualidad en 1a experiencia.
37. SOBRE LAS BASES DEL SELF EN EL CUERPO

I. BASES DEL SELF EN EL CUERPO

Escrito en 1970 1

Mi propósito al escribir este artículo es explorar un material


clínico que esclarece la interrelación que existe entre el niño que
crece y su cuerpo. Obviamente, éste es un tema muy amplio, y
la especialización en una esfera cualquiera lleva en forma
automática a descuidar otras esferas. Sin embargo, puedo
tomar el término "personalización", que he utilizado en otro
contexto, y ver de qué manera lo ilustra en detalle la labor
clínica de la psiquiatría infantil y el psicoanálisis.
Adopté el término "personalización'' como una especie de
versión positiva de "despersonalización", el cual ya ha sido
usado y sometido a discusiones bastante completas. Aunque
son varios los significados que se le atribuyen, en general se
vinculan con la pérdida de contacto de un nifio o paciente con su
cuerpo y el funcionamiento de éste, y ello implica la existencia
de algún otro aspecto de la personalidad. Con el término
"personalización" se pretendía llamar la atención sobre el hecho
de que en lo tocante al desarrollo, la residencia en el cuerpo de
esta parte de la personalidad, y un firme enlace entre lo que allí
haya y lo que llamamos psique, representa un logro en el estado

•Publicado en Nouvelle Reuue de Psychanalyse (primavera 1971) y en In-


temational Joumal of Child Psychotherapy (1972).

311
de salud. Este logro es gradual, y no es un signo malsano sino
por el contrario un signo de salud que el niño sea capaz de usar
las relaciones en las que tienen máxima confianza para, a veces,
desintegrarse, despersonalizarse y aun, por un momento, aban-
donar el impulso casi fundamental a existir y a sentirse exis-
tente.
Así pues, en el desarrollo sano ambas cosasJnarchanjuntas:
el sentimiento de seguridad en una relación, conservando la
oportunidad para la anulación tranquila de los procesos de
integración, y al mismo tiempo facilitando la tendencia general
heredada por el niño hacia la integración y (como destacaré en
este artículo) en lo referente a la residencia en el cuerpo o
habitarlo, y el funcionamiento corporal.
El avance evolutivo está muy asociado con esta residencia,
así como con otros aspectos de la integración, pero es en todo
sentido aterrador para el individuo en cuestión si no le queda
abierta la posibilidad de un retorno a la dependencia total. Y
esto es particularmente, válido en el campo clínico entre los 2 y
los 5 años de edad, tras lo cual, en lo que respecta a la expe-
riencia clínica, el retorno a la dependencia queda desdibujado
en toda una serie de complicaciones. En la adolescencia hay otro
período durante el cual; a raíz de las vastas implicaciones del
nuevo y rápido avance en materia de enfrentar al mundo y
habérselas con él, vuelve a presentarse la necesidad de tener
abierta la ruta de regreso a la dependencia. Clínicamente, es
dable que esto se manifieste en la prepuberta<l, cuando el
adolescente tiene entre 12 y 14 años; más adelante la dependen-
cia puede quedar entremezclada muy fácilmente con esa depen-
dencia natural libre de elementos regresivos en lo que hace a los
padres, y que apunta hacia el estado adulto, a la que se
denomina "estar enamorado", así como con todas las clases de
posibles experiencias que circundan dicho enamoramiento.
El término "personalización", que yo he utilizado en mi
propio beneficio, tal vez no sea aceptable en líneas generales
pero a mí me permitió reunir ejemplos de mi labor clínica que
son pertinentes para este aspecto del logro en el desarrollo
humano. Desde mi punto de vista, un caso importante es el que
he publicado en detalle en otro sitio,2 y sobre el cual no me pro-

• Caso 1, "Iiro", en Therapeutic Consultations in Child Psychiatry, Lon-


dres, Hogarth Press; Nueva York, Basíe Books, 1971.

312
pongo entrar en pormenores en este contexto. Aquí deseo re-
ferirme al caso en mi propio idioma.

HISTORIAL CLINICO

Me remito a una entrevista significativa con Iiro, un nifi.o de


9 años y 9 meses. He comentado a menudo esta entrevista co-cno
un ejemplo de comunicación con un nifio, porque entre él y yo no
existía ningún lenguaje común. Intercambiamos dibujos sobre
la base deljµego del garabato, y teníamos un intérprete. A pesar
de ésas desventajas, el niño logró comunicarme su particülar
necesidad, vinculada con su desarrollo y tambi_én con una
complicación en la actitud de la madre respecto de un defecto
físico del niño. ·
Iiró~estaba en tratamiento permanente en el Departamento
de Ortopedia a raíz de una sindactilia. Según el cirujano,
cooperaba muy bien, casi demasiado; el cirujano se preguntaba
cómo podía ser. El chico había sido sometido a innumerables
operaciones en las manos y en los pies. En ]a sindacti1ia, 'los
dedos de las manos y de los pies están unidos entre sí y no existe
ningún claro indicio para el cirujano que, en medio de ese caos,
quiere crearle dedos al niño. Es una enfermedad hereditaria, e
Iiro era el único, en una familia bastante numerosa, que había
heredado el problema. En parte, la urgencia por recurrir a la
habilidad quirúrgica del ortopedista derivaba de que la madre
había estado afectada por el mismo mal, y sólo le era posible
aceptar a este chico si hacía todo lo posible para curarlo de esa
deformidad de la que se sentía responsable. Al hacer para este
niño todo cuanto estaba en sus manos, la madre comprobó que
le había tomado más cariño que al resto de sus hijos. He aquí,
entonces, una situación clara: el niño me fue derivado de la sala
de ortopedia, y era un chico alegre, inteligente y simpático, que
estaba sin embargo, junto con su madre, en la búsqueda
permanente de mayor ayuda ortopédica, pidiendo en verdad
una cirugía plástica mejor que la que el cirujano podía efectiva-
mente ofrecer.
El interés de este caso radica en que, en un nivel más
profundo, el niño estaba comunicando una cosa distinta de su
necesidad de ser normal para tocar la flauta. Si bien indicaba
que tenía se~tido que la citugía hiciese todo lo posible (por más

313
que ignoraba, desde luego, el tremendo sentimiento de culpa de
su madre), lo que necesitaba era esto: ante todo, debía estar
seguro de ser querido tal como lo era cuando había nacido, o en
algún inicio teórico de su existencia. Si se lo aceptaba con su
defomíidad-lo que implicaba que era normal nacer con manos
y pies como los suyos-, podía seguir adelante y prestar toda
cooperación a su madre y al cirujano. Comunicó esto sin una
motivación consciente, sino a través de su gran amor por los
patos, y en el primer dibujo en donde vio la pata palmeada de
un pato. En un momento posterior de la entrevista pudo usar
una anguila t.:omo símbolo de su temprano estado, antes de que
cobrara relevancia.la cuestión de los brazos y piernas, o de los
dedos de las manos y los pies.
El examen de este caso da lugar a varios puntos de interés
teórico. Es evidente que un niño ignora en un comienzo una
disparidad como ésta. Poco a poco, con el correr del tiempo tiene
que reconocer el hecho de su deformidad. Es posible que Iiro
jamás la hubiese reconocido hasta la entrevista conmigo, a los
9 años y 9 meses. El niño debe ser capaz de amoldarse a la
actitud de su madre y de otras personas respecto de su malfor-
mación, y a la larga será menester que se considere a sí mismo
anormal. No obstante,. en un principio su propia forma y
funcionamiento somáticos deben representar para el niño la
normalidad. Tal como es en un comienzo, así se lo debe aceptar,
así se lo debe querer. La cuestión es que pueda ser querido sin
sanciones.
Es muy fácil trasladar estas observaciones al examen de las
necesidades de los niños que no son deformes. Ser querido en un
comienzo significa ser aceptado, y desde el punto de vista del
niño constituye una deformación que la madre adopte una
actitud de esta índole: 'Te quiero si sos bueno, si sos limpio, si
sonríes, si te tomas toda la sopa", etc., etc. Estas sanciones
podrán venir más tarde, pero el esquema de normalidad que el
niño tiene en un principio depende en gran medida de la forma
y funcionamiento de su cuerpo. Se pensará que sin duda estas
cuestiones corresponden a una edad posterior, cuando el nifio
ya se ha convertido en una persona relativamente compleja. No
obstante, no puede soslayarse la observación de que estas
cuestiones son propias de los primerísimos días de vida del niño.
Es verdaderamente en el comienzo cuando el niño necesita ser
aceptado como tal y cuando se beneficia con dicha aceptación.

314
Un corolario sería que casi todos los nifios han sido aceptados en
las últimas etapas previas al nacimiento, o sea, cuando hay una
. buena predisposición para éste, pero el amor les ha sido mani-
festado como un cuidado físico-el cual, tratándose del feto en
el útero, es por lo general, aunque no siempre, adecuado-. En
estos términos, la base de lo que llamo personalización -o la
ausencia de una especial proclividad a la despersonalización-
se establece aun antes del nacimiento, y es por cierto una
cuestión significativa una vez que el niño debe ser sostenido por
personas de las que hay que tener en cuenta, además de sus
reacciones fisiológicas, su participación emocional. El inicio de
esa parte del des~rrollo infantil que yo llamo personalización,
y que también podría designarse como la residencia de la psique
en el soma, se ha de hallar en la capacidad de la madre, o de la
figura matei;na, para sumar su participación emocional a la que
es originalmente física y fisiológica. ·
Para el desarrollo de este tema podrían seguirse muchos
caminos. Mi método consistirá en utilizar otro ejemplo clínico,
elegido a causa de que está accesible en mi mente.
Me viene a la memoria uha consulta que tuvo conmigo en
1968 una chica llamada Jill, de 17 afio s. Usó esta consulta en
forma positiva, y de hecho le posibilitó seguir adelante en su
desarrollo, que se había detenido. Una carta de su madre previa
a la consulta me informó de lo siguiente:

Jill se ha sentido un poco perdida. Parecería como si sus problemas


fuesen principalmente sociales o educativos. Sus quejas públicas y
manifiestas se relacionan, sobre t.odo, con su uposición frente al
mundo". Le cuesta hacer amistades; se siente tonta, y le falta el sentido
de una finalidad. Yo pienso que estas quejas suyas están enmascaran-
do tal vez un resentimiento más profundo sobre su familia o falta de
familia, o sobre mí,- por diversas razones que ella no es capaz de
expresar. Son "ellos", sin duda, los que de algún modo fallaron en
cuanto-a dotarla de confianza en sí misma, de manera tal que en vez
de sumarse a los de su edad en la batalla que libran por la libertad, Jill
está, por así decir, parada en la puerta, posiblemente esperando
todavía que se le supla lo que le falta antes de poder avanzar.

Y la madre añadía estas notas biográficas:

Nació en 1950; tomó el pecho hasta los nueve meses, y aunque era
una beba chiquita, tenía una avidez satisfactoria. Cuando Jill tenía 3

315
años de edad murió su padre (que era de la generación de mi padre).
No creo que a Jill le haya sido ocultado o mitigado el impacto de esta
muerte.Durantelargotiempohizoreferenciaaellayalefectoquetuvo
sobre ambas. Hacía con frecuencia dibujos que representaban las dos
situaciohes: la suya y la mía. Tenía, y todavía tiene, un abuelo y varios
tíos, péro en su vida cotidiana no ha contado en forma permanente con
ninguna figura masculina realmente importante.
Daba ~a impresión de ser una pequeña más o menos feliz, a menudo
alegre. Tenía muchos recursos en lo tocante al juego imaginativo.
Cuando ella tenfa 12 años yo sufrí un derrumbe (una depresión grave)
y durante diez meses estuve internada en un hospital psiquiátrico.
Ella jamás habló mucho sobre esa é¡:;::>ca.. E.n una oportunidad, in terro-
gada al respecto, dijo: "Yo sabía, por supuesto, que tú volverías".

ENTREVISTA

Lo que sigue es mi descripción de la entrevista, dictada a


partir de las notas que tomé unas horas después.
Jill, 17 años de edad. Consulta: 2/7/1968.
Primera y única hija. El padre murió cuando ella tenía 3
años. Se sumó a la familia Torrimy (adoptado), a quien en una
oportunidad atendí en una consulta; tenía entonces 6 años, y
ella 8. El padre de Jill era treinta años mayor que la madre.
Jill vino a ia consulta sola. Era una muchacha muy delgada,
con un vestido largo de pana gris. Podría habérsele dado 13
años. Una de las primeras cosas que me dijo fue que tenía cerca
de 18; evidentemente, la cohibía parecer tan delgada.
Al principio hubo un período algo flojo durante el cual ni eHa
ni yo sabíamos con certeza qué uso dar al otro. Pasé por los
preliminares de costumbre en cuanto al motivo por el que había
venido. ¿Vino porque la mandaron, o porque ella misma quería
ser ayudada? Me dijo que sólo tenía problemas en los estudios,
y le preocupaba su trabajo en el colegio. Cuando debía escribir
un ensayo se le producía un bloqueo mental, y esto la deprimía
mucho. Describió con cierto detal1e la forma en que, al recoger
material para un ensayo y tener que armar todos los elementos,
pronto arribaba a un punto a partir del cual no podía proseguir.
Le hubiese gustado ir a la universidad, pero pensaba que su
solicitud iba a ser rechazada porque no se sentía segura de
querer entrar-después de todo, no sería sino una continuación
de lo que sucedía en el colegio-. En otras palabras, volvería a
ser retenida por el bloqueo de su funcionamiento mental.

316
No tenía muchas amigas o amigos, por más que iba al se-
cundario. Parecía pensar que los temas que estudiaba no valían
fa pena, realmente. Uno de ellos era el arte, y la obsesionaba
esta pregunta: ¿Hay algún arte que sirva para algo?
Le hablé un poco sobre ella misma y su medio; le dije que
sabía que estaba viviendo con su madre y sin padre, y también
que la madre me había contado acerca de sus depresiones (las
de la madre) y acerca del trastorno que ocasionó en la vida de Jill
el derrurnbre que había sufrido cuando ésta tenía 12 años (diez
meses en el hospital).
Jill estaba tratando de decirme esto: siempre pensaba que
las cosas anduvieron realmente bien en su vida, hasta que hubo
algún incidente, o más probablemente algún acci..dente, a partir
del cual sintió una falta de confianza en que el resultado final
pudiera ser satisfactorio. Comenzó a describir esto. Dijo que
siempre había sentido que podía acurrucarse como una manera
eficaz de defenderse, pero desde el accidente ya no tenía con-
fianza en esta defensa. Conversamos al respecto, y pareció claro
que, según ella pensaba, había una parte sobresaliente de ella
que corría peligro en el medio en que estaba, pero dejaría de
correr peligro si ella se acurrucaba. Como es natural, uno
imagina un pene y la angustia de castración, pero este lenguaje
parecía demasiado burdo para describir lo que estaba aconte-
ciendo en la mente de esta chica. Pude explorar este ámbito sin
causar dafio, y me quedó la impresión de que no era una manera
suficientemente buena de describir su angustia.
En un momento pasamos al juego del garabato. Pensé que
ella se sentiría más cómoda si hacíamos algo juntos, y por cierto
así pareció suceder. De modo que seguimos adelante como si
fuéramos dos niños, y con toda naturalidad.
l. A mi primer garabato ella lo convirtió en una suerte de
cisne.
2. A su primer garabato yo lo transformé én la cabeza de una
chica, con el cabello tan largo, más o menos, como el de Jill.
3. Con mucha imaginación, ella modificó mi siguient~ gara-
bato hasta hacer un perro, visto desde abajo, en un ángulo
curioso.
4. A su próximo garabato lo transformé en lo que ella llamó
"un potrillo".
5. Con el siguiente mío no pudo hacer nada. Dijo: "Ya tiene
demasiadas cosas". Esto se corresponde con algo qµe ella:había

317
dicho sobre la vida: lo compleja que puede llegar a ser en algún
momento, al agolparse toda clase de posibilidades.
6. Con el suyo siguiente yo hice un florero. Coincidió en que
tenía la forma reconocible de un florero de vidrio, y pareció ali-
viada al ver que llegábamos a algo más simple y circunscripto.
7. Del mío siguiente sólo dijo: "Esa es una silla moderna".
l.
l.
8. Convertí al siguiente suyo en una especie de perrito, lo
1
!. cual llevó a comentar que la familia de Jill tenía en la casa un
border terrier.
9. Al mío lo cambió en una obra de arquitectura, una sala de
conciertos de tipo '.'ll.odemo. Jill había trabajado en un estudio
de arquitectu,ra durante algunos meses, en tareas menores,
pero evidentemente le gustaba la idea de trabajar en arquitec-
tura.
10. Al suyo siguiente yo lo convertí en un par de anteojos
como los míos,
Mientras suc~día todo esto, charlábamos aquí y allá. Me
comentó que sus sueñ◄!>S no eran lindos: algo así como caerse en
la calle, o por las escaleras. Las piernas no la sostenían, etc. Me
dijo que, en verdad, su pierna izquierda era un centímetro más
corta que la derecha, lo cual no se notaba, por más que usaba
una minifalda muy corta, pero sin duda tenía gran significado
para ella.
Mencionó que en un sueño había sentido como si le faltase
una extremidad. Cuando volvimos a ocuparnos de su dificultad
para concentrarse, le dije que, al examinarse a sí misma, sentía
que en caso de recoger todos los fragmentos y echar una mirada
para ver cómo podía armarlos, algo iba a faltar, del mismo modo
que cuando recogía material para un ensayo. Enlacé esto con el
hecho indudable de que había tenido que vivir sin padre.
Aparentemente, no manifestaba ningún sentimiento sobre la
muerte de su padre, salvo que la irritaba que hablasen de él las
personas que lo habían conocido, sintiéndose muy excluida en
tales ocasiones: era algo que ellos habían conocido y ella no.
Fue aquí cuando me dijo que su defensa (el acurrucarse) se
había derrumbado después de un accidente en la calle. También
tuvo otro accidente en el cual se le rompieron los dientes de
adelante obligándola a cecear, lo cual la cohibía. Comentó que
había sido algo muy estúpido: ella estaba vaciando una carre-
tilla, en tanto el perro andaba husmeando porque se había
escapado un conejo. De pronto el perro se asustó y ella se dio

318
vuelta para reprenderlo, pero se le escapó de las manos la
manija de la carretilla y le rompió los dientes. Dijo: "Es irónico:
yo estaba.enojada con el perro, y terminé lastimándome yo".
Este accidente la conmocionó bastante y sin duda trastornó
también a la madre por el hecho de haberle cambiado el aspecto
de su rostro. En esto yo reconocí la existencia de un factor
verdaderamente externo, como lo fue la muerte de su padre
cuando tenía 3 años. Dijo que el padre era, de todos modos, muy
viejo.
Por un rato examinamos sus sentimientos respecto de ser
varón o mujer. Había tenido muchas ganas de ser varón desde
que llegó Tommy, cuando ella tenía 7 u 8, hasta que tuvo 10;
ahora probablemente preferiría ser mujer. Quise pescar la
envidia al pene de ',l'ommy, pero ella simplemente dijo que
conocía muy bien las diferencias entre varones y chicas antes de
que ll~gara Tommy. Debe subrayarse que Tommy fue siempre
un chico muy difícil. Jill continuó diciendo que cuando tenía 12
su. madre se enfermó. Le pregunté si había soñado que era
varón, y su respuesta fue terminante: no lo había soñado. Tenía
algunas amigas, tal vez tres chicas.
Aquí vino la parte significativa de la C-Onsulta, su dibujo de
una extremidad faltante en el sueño, lo que ella siempre había
sentido de sí misma. Más tarde volvió sobre esto y se refirió al
color. Era como un muñón en una pierna, con la carne de color
malva. pálido, igual que la carne de un melgacho (disección
biológica). Era un color de muerte. Al referirse a esto dijo que
pt)nsaba más bien en una extremidad arrancada de una dente-
llada por un animal salvaje, que en una herida provocada en un
accidente. Esto me hizo acordar del perro de su accidente, en el
que "irónicamente» fueron sus propios dientes los que saltaron
por el golpe.
A la postre hice una interpretación diciéndole que, a mi
juicio, esto era lo más cerca que ella podía llegar de su reacción
ante la muerte del padre. No lo recordaba como persona ni hizo
el duelo por su pérdida, pero cuando él murió, un fragmento de
la vida de ella se había muerto junto con él, y por ende había algo
faltan te. Al mismo tiempo, podía decirse que ella le arrancó algo
a dentelladas, pues debíamos recordar la importancia de sus
dientes, mencionados por ella en conexión con el accidente de la
carretilla. Le señalé que las criaturas de 3 años suelen jugue-
tear con los dedos del padre, o la cadena de sti reloj o alguna otra

319
de sus pertenencias mordiéndola aquí y allí; y podía presumirse
con bastante seguridad que ella había sido propensa a jugar así
con su padre. La muerte y desaparición de éste le hizo pensar
si, en vez de haber estado jugando a que lo mordía, quizá lo
habría mordido realmente, y el resultado de esto fue nna
fantasía de que le cortaban el dedo, o lo que fuere.
Pudo aceptar que esto merecía ser considerado.
En definitiva, expresó cierta sorpresa por su dibujo de la
extremidad que teníamos ahí delante para mirar, y que tanto
había contribuido a poner de relieve este tema central: su
sentimiento de que en cualquier examen de sí misma, se habría
encontrado algo faltante. Resultó qué la extremidad que había
sido arrancada de este modo era la izquierda, la que ellá tenía
más corta.
Al final hicimos una suerte de resumen y analizamos el
posible valor de la entrevista, así como la eventualidad de que
pudierl:l haberla perturbado. Por último, se mostró muy opti-
mista; dijo sencillamente: "Me alegro de haber venido. Adiós",
y se retiró en un clima de cordialidad.
Le hice el comentario de que la palabra apropiada era
"triste". Si ella podía librarse de la angustia sobre lo que le es-
. taba faltando, tal vez descubriría que lo correcto era decir que
es muy trist~ para una niña que su padre muera cuando ella
tiene 3 años.

COMENTARIO

Este caso puede emplearse para ilustrar de qué manera,


aunque una niña no sepa que tiene una extremidad más corta
que la otra, llega un momento en que la actitud de sus padres
y de los médicos -y en particular de su madre, con angustias
hipocondríacas que ocasionalmente se consolidaban en una
enfermedad depresiva- la obliga a aceptar el hecho de que algo
anda mal en alguna parte.
En este caso, la malformación era tan leve que podría
habérsela pasado por alto completamente. Sin embargú, al
acudir a la consulta para mejorarse a si misma y a su ~- ersona-
lidad por no haber tenido un padre, con el detalle de que lo había
perdido a los 3 años, cuando de acuerdo con la saga famfüar ella
estaba muy encariñada con él, Jill elaboró este hecho insignifi-

320
cante en un sueño donde un animal salvaje le arrancaba una
pierna. El mismo mecanismo operaba en su vida psíquica, y
hasta la consulta había sido incapaz de avanzar en su creci-
miento emocional o intelectual Ocurrió que después de ésta fue
capaz de retornar dicho desarrollo, y el seguimiento mostró que
en verdad se había logrado una eficaz psicoterapia.
En el ser humano en desarrollo la integración adopta una
amplia variedad de formas, una de las cuales es el estableci-
miento de una relación de trabajo satisfactoria entre la psique
y el soma. Esto se inicia antes de la época en que es preciso
añadir los conceptos del intelecto y la verbalización.
La base del self se establece por el hecho de que el cuerpo,
estando vivo, no sólo tiene forma sino que además funciona. Las
observaciones pertinentes a esto que yo he llamado personali-
zación (a fin de conectarlo con el trastorno denominado "desper-
sonalización")3 se han efectuado primordialmente en el estudio
directo de los bebés y sus madres, tal como interactúan en forma
natural. Como útil 'agregado a tales observaciones, quiero
llamar la atención sobre la ayuda que pÚede prestar el estudio
de niños con anormalidades físicas. En este artículo sólo había
espacio para dos ejemplos, pero ellos pueden bastar para
ejemplificar de qué modo los detalles clínicos son capaces de
echar luz sobre tales fenómenos complejos. Dada la naturaleza
de muchas anormalidades físicas, el bebé no puede percatarse
de que son anormalidades; más aún, tiende a suponer que lo que
está ahí presente es normal: normal es lo que está ahí. Suele
suceder que el'bebé o niño s_e percate de la malformación o
anormalidad al percibir hechos no explicados, como por ejemplo
a través de la actitud de los que componen su ambiente inme-
diato, o de alguno'? de éstos.
Un ejemplo muy complejo sería el su.ministrado por la
deficiencia mental, donde es justamente el aparato encargado
de l~s percepciones complejas el que está invalidado por la
misma deformidad causante de la distorsión ambiental. Aquí
no me ocupo de un caso así. Creo que seria posible extraer un
único principio de estos casos con aplicación casi universal, y al

• ''Primitive Emotional Development" (1945) y "Mind and Its Relation to


the Psyche-Soma" ( 1949), en Collected Papers: Through Paediatrics to Psyclw-
Analysis, Londres, Tavistock, 1958; Nueva York, Basic Books, 1975; Londres,
Hogarth Press, 1975.

321
efecto puedo emplear el mensaje que me transmitió Iiro, a quien
escogí como primer caso. De hecho, lo que me dijo al comentar
su sindactilía congénita fue: "Cooperaré con cualquiera que me
ayude a corregir mi anormalidad, siempre y cuando yo sea
primero aceptado y amado como soy". Ser aceptado y amado
"como soy'' significaba, para liro, "como me llegué a conocer a mí
mismo al conocer mi cuerpo, antes de que la gente me viera como
un anormal; y la gente tenía razón, porque, según poco a poco
pude yo mismo ver y comprender, soy deforme".
De este modo, incluso un bebé deforme puede crecer y
convertirse en un niño sano, dotado de un self no deforme y de
un sentido de su se1fbasado en la experiencia de vivir como una
persona aceptada. Las distorsiones del yo pueden provenir de
las actitudes distorsionadas de quienes cuidan del niño. La
madre está permanentemente presentando y volviendo a pre-
sentar el cuerpo del bebé a la psique y viceversa, y fácilmente
se puede ver que esta sencilla pero importante tarea se vuelve
difícil en caso de que el bebé tenga una anormalidad que haga
sentirse a la madre avergonzada, culpable, aterrada, excitada,
desesperanzada. En tales circunstancias, ella hará lo mejor que
pueda, y no más.
Un corolario de esto ·es que el psicoterapeuta no necesita
decir: el niño no puede recibir ayuda a causa de su anormalidad
física. El self, el sentido del selfy la organización yoica del niño
pueden estar todos ellos intactos, ya que se basaron en un
·cuerpo que era normal para el niño en su período formativo.
Con respecto a este artículo, lo principal tiene que ver con la
palabra "self'. Me pregunté si podría escribir algo acerca de este
término, pero desde luego tan prontomepuseahacerlo descubrí
que hay mucha incertidumbre, incluso en mí propiamente,
sobre su significado. Comprobé que había escrito lo siguiente:
Para mí el self, que no es el yo, es la persona que soy yo y
solamente yo, que tiene una totalidad basada en el funciona-
miento del proceso madurativo. Al mismo tiempo, el self se
divide en partes y en verdad está constituido por ellas. Estas
partes se aglutinan en una dirección interior-exterior en el
curso del funcionamiento del proceso madurativo, auxiliadas
según el caso (en un grado máximo al comienzo) por el ambiente
humano, que sostiene y manipula, y, de una manera viva,
facilita, El self se halla naturalmente ubicado en el cuerpo, pero
en ciertas circunstancias puede disociarse del cuerpo, o el

322
cuerpo de él. Esencialmente, el self se reconoce 2. sí mismo en los
ojos y la expresión del rostro de la madre, y en -el espejo que
puede llegar .a representar al rostro de la madre. A fa larga, el
self llega a establecer una relación significativa entre el niño y
la suma de identificaciones que (luego de una ·su.ficit:nte incor-
poración e introyección de representaciones mentales) se orga-
niza en la forma de una realidad psíquica interna viva. La
relación entre el niño o niña y su propia organización psíquica
interna se modifica según las expectativas desplegadas por el
padre y la madre y por aquellos que se han vuelto significativos
en la vida exterior del individuo. El self y la vi.da del self es lo
único que otorga sentido a la acción o al vivir, desde ,~1 punto de
vista del individuo que ha crecido hasta entonces, y continúa
creciendo, desde la dependencia y la inmadurez hacia la inde-
pendencia, así como a la capacidad de identificarse con objetos
de amo'r maduros sin perder la identidad individual.

II. OTROS DOS EJEMPLOS CLINICOS

Sin fecha; escrito probablemente en 1970 4

Estos ejemplos clínicos y las consideraciones teóricas a que


dan lugar me hacen pensar en otros dos casos, que pueden
ampliar adecuadamente el tema de la personalización y de la
residencia psicosomática. Uno de ellos se refiere a una joven con
una discapacidad grave, y el otro a una niña sana de piel negra.
Esta contribución debe llegar a su fin con estos dos casos,
aunque la elucidación del problema gen.eral sólo está en sus
comienzos.

HANNAH, 18 AÑ'OS

Hannah me fue derivada por una organización de servicios


sociales voluntarios. La asistente social principal me escribió lo
siguiente:

• Estos ejemplos se hallaron junto con el artículo precP.dente en.tre los


papeles deWint)icott. [Comps.) .

323
Nacida con una espina bífida leve (o saa, con una protuberancia del
tamaño de una nuez en la parte inferior de la columna), que fue
aumentando con los años; han sido afectados los pies y piernas, y tiene
dislocación de cadera, aunque no hidrncefalia. Al parecer, Hannah no
recibió ningún tratamiento hast-,.1os 4 años, cuando fue internada en
un hospital al que acudió pensancfo que iba a una entrevista previa a
una operación de rutina, sin que n.l ella ni su madre tuvieran idea de
que iba a ser internada. La madre piensa que mucbas de las dificulta-
des de Hannah tuvieron su origen en esto.
A los 10 años se le practicó una ileostomía. Tanto sus progenitores
como la niña resultaron muy afectados; la madre no estaba suficiente-
mente preparada para lo que iba a pasar. Al regresar al hogar, cuando
Hannah fue a ver al médico privado que la atendía, éste di.10 delante
suyo: "Sos como un varoncito ahora, ¿no, Hannah?, sólo que lo tienes
en un lugar equivocado". Después de la operación tuvieron grandes
trastornos porque la niña se ensuciaba encima, ante lo cual el hospital
dispuso enemas diarias que le serían realizadas por la enfermera del
barrio; y esto continuó durante meses, hasta que los padres protes-
taron.
En 1961, 1962 y 1963 hubo nuevas internaciones para tratar las
piernas y pies. En enero de 1964 la propia Hannah pidió ser internada
en el hospital para que le extirpasen la protuberancia de su columna,
que según ella había aum~ntado demasiado de tamaño yno le permitía
usar polleras ajustadas. En esta época Hannah era muy consciente de
que quería téner un cuerpo perfecto, motivo por el cual soportó un
tratamiento intensivo en sus pies y piernas, y deseaba· que le endere-
zaran la espalda. Fue una operación importante, que duró dos horas,
y la dejó a Hannah muy postrada luego. Lamentablemente, estas ope-
raciones no fueron para ella un éxito total. Se le aconsejó usar cali-
bradores, pero se ha negado. Hace poco le preguntó a su cirujano si po-
dría amputarle ambas piernas, para ponerse otras artificiales que lu-
cieran perfectas, pero le contestó que no. Desde entonces usó un nuevo
tipo de calibrador que se ajusta sobre la pierna y la hace parecer nor-
mal; pero como se articula en la rodilla y el tobillo y sólo llega un poco
por encima de las ~odillas, en realidad no ha cumplido con los requisi-
tos. Hannah sigue sintiendo intensamente que es una inválida, y ha
hablado largamente con su madre al respecto, diciéndole que su caso
es peor que el de alguien más discapacitado, porque la gente espera de
ella que sea normal. Todavía la fastidian mucho sus piernas y procura
ocultarlas usando pantalones, botas altas, etc. Pienso, además, que no
haresueltosussentimientosvinculadosconlaileostomía,yellamisma
ha manifestado su deseo de hablar con un psiquiatra.
Nuestra organización asistencial se ha mantenido en estrecho
contacto con la madre de Hannah y en un momento le brindó muy
intenso apoyo. Ha sido una madre maravillosa para la niña, permitién-

324
dole hablar con ella de sus sentimientos; pero, como señaló el otro día,
piensa que en realidadHannah necesita alguna otra personaconquien
conversar.

Lo que sigue es un relato de la entrevista que Hannah tuvo


conmigo, dictado a partir de las notas que tomé en ese momento.

CONSULTA 1/10/68

Hannah vino a verme sola; la consulta fue dispuesta por la


institución de servicio social voluntario.
Familia intacta.
Hannah: 18 años.
Hermana: 24 añós.
Hablamos de diversas cosas. Había venido directamente de
la escuela de bellas artes.
Padre: gerente d'e una tienda. Fue dibujante, y tal vez esto
influyó para que Hannah decidiera concurrir a la escuela de
arte.
Antes de ponerme a trabajar con Hannah, planteé la cues-
tión de la motivación. Le dije que quizás había venido simple-
mente porque la mandaron, o quizás ella misma quería venir.
Después de pensarlo un poco dijo: "Bueno, ambas cosas".
Tras una pausa, noté que estaba mirando un cuadro colgado
en la pared, así que introduje el tema de la pintura y el dibujo.
Supongo que ella se había dado cuenta de que estaba mirando
el cuadro, porque dijo: "Es gracioso, pero yo voy a una escuela
de arte". Comentó que "en realidad no era mala para el arte".
Pese a su edad, pensé en usar la técnica del garabato, al menos
como movimiento de apertura, y se enfrascó en eso muy rápida-
J ..
mente, revelando ser una dibujante pausada y meticulosa. Me
pidió que le pasase su cartera, donde estaban sus anteojos, y
conversamos sobre su anillo, que h~bíacomprado por 2 chelines
y 6 peniqu.es aunque su valor era de 5 libras. Así pudimos
rápidamente tomar contacto a través de la interacción. Usamos
hojas de cuarto de pliego (en vez de las hojas de medio cuarto de
pliego que uso con niños más pequeños), ya que me parecieron
más apropiadas teniendo en cuenta que era una estudiante de
arte y que ya tenía 18 años.
l. Convirtió mi garaba_to en un pez atrapado en una red. En
la boca tenía un anzuelo.

325
2. Yo convertí su garabato en una planta.
3. Al mío lo convirtió cuidadosamente en un dibujo abstrac-
to, logrando poco a poco algo que la satisfizo. Comentó su
imposil:?ilidad de definir en qué consistía la belleza. Observó que
en un dibujo abstracto se puede cometer un asesinato sin ser
castigado. Dijo que seria lindo si tuviera color, o fuera hecho en
una hoja de gran tamaño.
4. Al suyo lo convirtió en el rostro deformado de un hombre,
o tal vez de una mujer. La llamó Celia, por alguna razón
personal.
5. Yo empecé a convertir el suyo en una sirena. Me ayudó, así
que al final el dibujo fue la resultante del esfuerzo de ambos. Le
hablé de la sirena de Copenhague. Me preguntó cómo había
surgido la leyenda de la sirena. Le señalé que la idea de la sirena
había sido mía, aunque partió de su garabato, y ella dijo: "¡Ah,
sí!, lo había olvidado".
Aquí corríamos el peligro de empantanamos en el tema de
la sirena que yo había introducido, siendo que el garabato no
exigía por cierto esa idea. En lugar de ello, siguió con algo que
tenía más importancia para ella, vinculado al placer que obtie-
ne .en la escuela de arte.
Comentó que las escuelas matan, y que ella tenía dificulta-
des porque si bien la enseñanza mata la originalidad, lo cierto
es que cuando empezó la escuela de arte era incapaz de dibujar
nada y ahora sí podía hacerlo. En esto se encuentra en un
conflicto mental no resuelto.
Tal vez con el juego del garabato ya estábamos contribuyen-
do a la comprensión de su conflicto central.
6. Hice el mí<;> deliberadamente con una forma circular. Dijo:
"Yo no puedo ver otras cosas que no sean personas; y bueno,
haré de vuelta otra persona", y la llamó Phil (nombre que puede
designar tanto un varón como una mujer). "Papá -siguió
diciendo- odia a las chicas con cabello largo. Yo odio a la gente
de pelo corto. Me parece que el pelo largo queda bien. Decidida-
mente el N2 6 es un varón." El N2 6 tenía que ver con varios chi-
cos que conoce. "Tienen el pelo largo, y eso nada tiene que ver
con que quieran ser mujeres. ¿Por qué arman tanto escándalo
con los varones de pelo largo? Mire lo que pasaba en la Edad de
Piedra. Nunca salí con ninguno; o más bien, una vez salí con
uno."
De allí en más me 1as ingenié para llevarla hacia la idea del

326
soñar. "Mis sueños son en su mayoría aterradores. Tuve uno la
otra noche. Era sobre mamá. Le parecerá tonto. Todos los
sueños son ridículos. Cuando estoy despierta me pregunto cómo
puede ser que haya soñado esos sueños bobos, pero al dormirme
me invaden de vuelta. En ese sueño mamá decía que estaba por
morirse. Todo el mundo lo sabía. Me decía: '¡Ponme en mi ataúd
antes de ir al colegio!'. Así que allí se quedaba ella, en el living,
en su ataúd. Cada vez que yo en traba tenía miedo de encontrar-
la muerta."
7. Ilustró este sueño sobre la madre que se moría.
A partir de allí siguió hablando sobre las dos tendencias
opuestas que había en su relación con la madre. Se llevaba
mejor con ella desde que iba a la escuela de arte, pero hubo una
larga etapa en que las cosas anduvieron muy mal, y mencionó
las edades de 13, 15 y 16. "Todo eran puras peleas vulgares.
Sobre cosas que no tenían importancia." Un ejemplo: "¿No te
das cuenta de que la silla tiene que estar puesta allí, y no aquí?",
al que añadió este comentario general: ''¡Cuando uno piensa que
podría ponc:rse rabiosa por lo que pasa en el mundo, y se dedica
a rabar por el hecho de que la silla esté aquí en vez de estar
allí!". Agregó: "En realidad no soy del tipo de personas peleado-
ras. Hoy en día terminamos riéndonos".
Acerca del padre: "¡Oh, él es incapaz de matar una mosca!".
Obviamente, había algo en él que Hannah despreciaba, y algo
de la madre que admiraba.
Uno tenía la impresión de que en la raíz de las discusiones
con la madre había un lazo homosexual sofocado, o tal vez
totalmente inconsciente, entre ella y la madre, al que no podía
dársele una salida satisfactoria. Por lo que pude averiguar,
entre ella y su hermana mayor no había intimidad.
Continut1 diciendo sobre los suefios: "No son lógicos. Son
como otra vida. ¿Qué p::,tsa cuando uno se muere? Cuando uno
se duerme, es como si se muriera, y entonces vienen los.sueños:
cielo o infierno".
Tras una pausa dijo: 1'Así que yo me voy al infierno, pero no
maté a nadie".
En ese momento saqué el tema de su espina bífida y su esta-
do general a raíz de su malformación congénita. Le señalé que,
a mi entender, ella estaba explotando en el mayor grado posible
su sentimiento de culpa y su responsabilidad por las cosas, y le
indiqué cuánto le gustaría que sus trastol"nosfuerafi verdade-

327
ramente naturales, producto de las cosas agresivas y destruc-
tivas y odiosas que había en su propia naturaleza. Le sugerí que
lo difícil para ella era que el trastorno fundamental nada tenía
que vel:' con ella, en absoluto. Era el producto de lo que la gente
llama "la voluntad de Dios" o la obra del puro azar.
Cooperó conmigo, a punto tal que por un momento se situó
de este lado de la argumentación y se refirió a que no es justo que
la gente nazca en tales condiciones que no pueda volverse
normal. Examinamos la lógica del sentimiento de inculpar a
Dios.
Se refirió al final del sueño. Se despertó para ver si su madre
estaba con vida. "Realmente había muerto en el sueño." Presu-
mo q'ue, en verdad, ésta era también la muerte de ella.
No me fue posible tomar nota de todo lo que hablamos sobre
este tema. Lo que sé es que terminé enunciando un sentimiento
positivo. Me sentía tan atraído por esta persona tan linda pero
tan deforme, que pensé que debía poner en palabras mis
sentimientos. Por cierto, no pasé por alto la deformidad que
hacía que ella fuera de baja estatura y torpe al caminar, y que
por supuesto le había originado un largo período de incontinen-
cia; no obstante, le dije con toda espontaneidad y sinceridad:
''Tienes un lindo rostro'?,
Al términ.o de la consulta, Hannah se fue sintiendo, creo, que
no habíamos estado hablando de una deformidad sino de una
persona, de ella, estudiante de una escuela de arte, con todas las
intenciones de forjarse una vida propia. Si se fue aliviada, fue
gracias a la forma algo inusual en que llegamos hasta su
resentimiento por la injusticia de haber nacido con una malfor-
mación congénita grave.
Imagino que el dibujo de la madre en el ataúd fue un rasgo
significativo de la consulta, ya que la puso en íntimo contacto
con la idea de la muerte y la venganza, todo ello dentro de un
marco que daba cabida al amor en la relación con su madre.
En la carta que dirigí a la institución asistencial, escribí lo
siguiente:
Es imposible saber hasta qué punto una sola visita que Hannah me
haya hecho pueda serle de alguna utilidad. Vino con gran dificultad a
causa de sus problemas en las extremidades inferiores, pero de un
modo u otro pudo superar la nieve congelada y quedarse conmigo una
hora. Probablemente ten4ríamos que haber estado dos horas, pero no
pude dar cabida a esto dentro de mi programa de actividades.

328
Establecimos un contacto muy bueno de cierto tipo, que consistió en
que yo no intenté en absoluto abordar con ello las cuestiones prácticas
que, en su caso, revisten tanta importancia. De todos modos, en este
aspecto ella cuenta con mucho asesoramiento. Me pareció más impor-
tante dejar que se desarrollara entre nosotros una relación en la que
su personalidad pudiera florecer hasta donde le fuese posible. Me
encontré con que Hannah está sorprendentemente bien integrada.
Tiene un semblante bastante bueno, y esto prueba ser un indicador
preciso de lo que ella es. Quizá lo que no ha podido lograr es llegar hasta
el resentimiento por la injusticia que representa haber nacido con una
malformación congénita. ¿Con quién va a enojarse uno?
Enseguida me di cuenta de quP le interesaban los cuadros, ya que
estaba contemplando uno que colgaba de una de mis paredes. De ahí
que siguiéramos nuestra relación sobre la base del dibujo y el inter-
cambio de dibujos,jugandoal principio como si fuéramos dos criaturas.
Según ustedes están informados, ella asiste a una escuela de arte,
y por lo,tanto le interesaba la diferencia entre que se le enseñase a
dibujar con precisión, y tener la libertad de usar el lápiz sobre el papel
en forma espontánea, si.n ninguna obligación de dibujar bien. Juntos
llegamos a algunas cosas significativas, incluido un sueño aterrador
que, según creo, fue importante para ella poder comunicarlo a alguien.
Sin embargo, con toda razón se defendió de que sus dibujos fueran
examinados para ver qué ideas contenían, ya qqe el dibujar se vincula
para ella con el placer y la autoexpresión, y no con brindar material
para la interpretación.
No necesito comentarles nada más en este momento sobre la
paciente, ya que no es lo que ustedes pretenden de mí. Para obtener
algún indicio sobre el proceder futuro, creo que yo tendría que esperar
a ver qué clase de,efecto surte en Hannah esta consulta. Deberíamos
esperar unas semanas. Mi impresión inmediata es que Hannah no
necesita asistencia psiquiátrica y que se las puede arreglar sola. No
obstante, tal vez quiera volver a visitarme, tal vez dos o tres veces al
año, para tener alguien fuera de la familia que siga su progreso
-aparte del que pueda hacer en el aspecto físico--. Yo lo dejaría más
bien en el aire. Fue muy agradable trabajar con Hannah, porque hay
en ella, algo muy auténtico.

La institución, luego de recibir una carta de la madre de


Hannah, me respondió lo siguiente:
Dijo la madre que esa misma tarde, teniendo en cuenta la nevazón,
trató de disuadir a Hannah de que concurriera a verlo, pero ella insistió
en ir. La emocionó mucho que usted le enviase directamente la
citación. También le sugirió a Hannah que no fuese a trabajar esa
¡· mañana, y se quedara en la casa hS:Sta que llegase la hora de acudir a

329
su consult01io, pero Hannah se negó, como se negó a tomar en cuenta
la sugerencia de su madre de que se cambiase su vieja remera y sus
pantalones por una ropa más adecuada. A esto Hannah le replicó: "El
quiere verme como soy, ¿no es así? Entonces, iré vestida así".
Cuando volvió de la entrevista con usted, los padres le inquirieron
cómo le hal;>fa ido, y ella les contestó: "Es muy simpático", sin agregar
nada más. La madre comenta que no intentó insistirle, ya que nuestra
institución le había advertido de antemano que tal vez la chica no
quisiese contar na.da; de todas maneras, la sorprendió bastante su
respuesta, ya que cada vez que Hannah había ido a ver a un médico por
su estado físico, después le había pasado a su madre un informe casi
palabra por palabra de lo que dijo ella y de lo que dijo el médico .•. Desde
que tuvo la entrevista con usted, dejó de quejarse sobre su situación,
como antes, pero continúa insistiendo en usar pantalones y hace poco
se negó a concurrir a un baile. Sospecho que la madre esperaba que
usted la tocase con la varita mágica.
Respondiendo a preguntas de 1a madre, la asistente social le dijo
que usted había disfrutado el encuentro con Hannah y estaba di spues-
to a verla de nuevo, y que teniendo en cuenta todo lo que la chica había
pasado usted consideraba que estaba muy bien integrada. La madre
manifestó cierta ambivalencia respecto de la posibilidad de que Han-
nah vol viese a verlo, pero estuvo de acuerdo en planteárselo a la propia
Hannah cuando llegasen las vacaciones.
Nos interesaron sus comentarios sobre el padre y la hermana. En
todo este largo tiempo desde que conocemos a la familia hemos recogido
la impresión de que el padre ha sido muy excluido y se mantiene en la
periferia. La asistente social sostiene que también la hermana, que es
peluquera, está bastante fuera del asunto, y que la relación intensa se
da entre Hannah y su madre.

En mi respuesta escribí:
Me satisface mucho saber que Hannah se negó a contar lo que había
pasado entre ella y yo. No me agradalia pensar que la visita que me
hizo fue una de las tantas que efectuó a un médico sobre su estado
físico. Confío en que no se la presione en absoluto a que diga lo que pasó,
porque además le seria muy difícil relatarlo por más que quisiese.
Hasta yo mismo lo he olvidado, aunque si Hannah y yo volviésemos a
estar sentados juntos en el consultorio, lo recordarla.
Creo que 1o importante es que nuestro encuentro fue el de dos
personas, y no el de un médico con una paciente que tiene una
malformación. Pueden ustedes dejar confiados que la relación de ella
conmigo siga su curso. Es muy probable que en algún momento ella
manifieste su deseo de volver a verme, en cuyo caso yo haré todo lo
posible por a.comodarme a su pedido. Quizá no necesite volver a verme,

330
lo cual sería más satisfactorio aún, pues indicaría una independencia
que, se~n creo, ella está en concliciones de manejar -aunque desde
luego, en lo que respecta a su malformación tiene que depender de la
atención quirúrgica especializada-.

U nas semanas más tarde, recibí una nueva carta, esta vez de
la asistente social;

Charlando con la madre de Hannah, dijo que ahora había trabado


amistad con una chica mayor que ella, que había terminado el colegio
secundario y ahora concurría a su misma escuela de arte. Aparente-
mente, la amistad con esta chica empe.;ó antes de ir a verlo, pero se
negaba a tener actividades comunes con ella fuera del hogar. En
cambio, después de la entrevista con usted comenzó a concurrir, junto
con esa chica, a una iglesia muy moderna, cuyo vicario es un hombre
joven que en vez de los servicios religiosos tradicionales hace una
especie,. de tertulia de preguntas y respuestas en un bar, donde
estimula a los jóvenes para que le pregunten todo lo que se les ocurre.
Hannah está asistiendo allí regularmente con esta chica y también
resolvióseguiryendoalaescuelavespertina-queyahabfainiciado-
para ver si logra, como su amiga, tener acceso a las materias del C.G.E.
La madre estaba contándonos todo esto, y de pronto se interrumpió
y elijo: "Bueno, tal vez esto sea el resultado de la visita de Hannah al
Dr. Winnicott, porque jamás habría hecho cosas así en el pasado". Me
preguntó luego si tenía que hablar con Hannah para saber si le
gustaría volver a verlo, y le contesté que era mejor dejarlo librado a la
propia Hannah.

Seis meses más tarde me enviaron un informe de segui-


miento:

Pensamos que le gustaría saber cómo le va a Hannah. Nuestra


asistente social vio a la madre la semana pasada y ésta le dijo que había
mejorado lenta pero constantemente desde que lo vio a usted el año
anterior.
Ha empezado a interesarse por su indumentaria y ha dejado de
usar pantalones todo el tiempo; ahora usa vestidos y polleras. También
usa botas altas, aunque por supuesto están muy de moda. Además,
concurre por su propia decisión a un Colegio Superior de Tecnología,
a fin de seguir las materias del C.G.E. para poder luego continuar a
pleno con el curso de arte de su propia escuela.
Sigue saliendo y haciendo amistades con adolescentes normales y,
en verdad, tiene una intensa vida social, lo cual contrasta notablemen-
te con la forma eh que acostumbraba esconderse en la casa y se negaba

331
a mezclarse con otros jóvenes. Está siempre de buen ánimo y alegre, y
ha dejado de quejarse permanentemente por su estado.

Luego de un último seguimiento (dos años después) fui


informado de lo siguiente:

De una cosa estoy segura: Hannah parece haberse beneficiado


enormemente con la visita que le hizo. A menudo·habla de usted, y
desde entonces se la ve mucho más segura. Parece haberle contado, en
particular, a la madre de los dibujos que usted le hizo hacer ... ¡y hasta
formuló su propia interpretación!

Este resultado favorable no es forzosamente una consecuen-


cia directa de la consulta, aunque puede sostenerse razonable-
mente que el trabajo que hicimos o no hicimos juntos en ese
único contacto profesional no produjo daño alguno.
El corolario importante es que si bien el estado físico de esta
joven continuó siendo dE:plorable y desagradable, y necesitando
correctivos ortopédico~, la actitud de Hannah ante su discapa-
cidad cambió, de modo tal que pudo avanzar en aquellos
procesos de desarrollo en los que su personalidad había queda-
do seriamente detenida.
Un factor d·e peso fue la pronta cooperación de la madre, a la
que no fue necesario que yo viera ni le dijera qué hacer o qué
actitud adoptar.
Lo esencial, a mi juicio, es que esta chica se sintió querida y
aceptada como lo fue antes de verse obligada, un poco brusca-
mente, a reconocer que padecía una discapacidad física congé-
nita ínvalidante y desagradable a la vez.

MOLLIE, 8 AÑOS

El otro caso es el de Mollie, una niña de 8 años, que cuando


tenía un año había sido adoptada por una buena familia donde
ya había una niña de 3 y, después de su adopción, nació un varón
que ahora tiene 3 años.
Durante el primer año, o los primeros dos años, los padres
adoptivos no se percataron de que habían llevado con ellos a una
criatura muy inquieta, gravemente afectada por los continuos
cambios de manejo que caracterizaron su primer año de vida.
·: · Toda la familia extensa quería a Mollie y la aceptaban por

332
entero, pero es innegable que la constante persecución a que
Mollie sometía al pequeño tenía un efecto adverso sobre el
desarrollo de su personalidad.
La madre consultó en una Clínica de Orientación Infantil y
le dijeron que tenía que encontrarle a Mollie algún lugar fuera
del hogar-una escuela de pupilos o algún otro hogar adopti-
vo-. La madre pensaba que esto era un error; la propuesta la
horrorizaba y acudió á verme para conocer mi impresión. El
cambio podía tal vez ser beneficioso para su niño más chico, pero
acabaría con toda esperanza de lograr que la inquieta Mollie
zuviese algun tipo de integración social
En la consulta terapéutica conmigo sucedieron nmchas
cosas que aquí debo omitir. Hubo fases difíciles, a raíz de la
extrema agitación de Mollie. Lo que deseo relatar es el giro
imprevisto que tomaron los acontecimientos después de que
jugamos durante alrededor de una hora al juego del garabato.
Evidentemente, Mollje fue cobrando confianza, y en determina-
do momento introdujo de pronto un nuevo tema, vinculado con
el hecho de que ella había descubierto que tenía la piel negra
(sus padres verdaderos eran etnológicamente africanos), en
tanto que su familia adoptiva era inglesa y la tenía blanca.
Es menester tener en cuenta que Mollie era una chica con
grandes dificultades para dejar que su madre pasase a la sala
de espera, y continuamente acaparaba la atención de la madre
dándole un beso o un abrazo afectuoso, y, en general, eviden-
ciando un genuino amor por ella, aunque' exagerado clínica-
mente por la a~gustia.
Habíamos llegado al dibujo N!! 19 en nuestro juego, en el que
el
aparecían tres chanchitos: padre, la madre y el bebé. Pudo
contarme que sus compañeros. de escuela le habían gritado
-como suelen hacerlo los niños- "chanchita adoptiva". De
pronto tomó el dibujo entre sus manos y dijo: "Voy a dibujar mi
trasero". El N9 20 fue el dibujo de su trasero, al principio lim-
pio y sin ninguna marca, pero casi enseguida tomó el lápiz y le
hizo unos trazos agresivos en una y otra nalga, mientras
verbalizaba lo siguiente: "¡Oh, cómo me gustaría set blancal"
(igual que el niño al que perseguía).
Podría pensarse que estaba presentan do un cuadro de incon-
tinencia, pero yo sabía que ésta no era la interpretación correc-
ta. Lo que Mollie estaba ilustrando era la denigración. Líi idea
de los chanchitos la condujo mentalmente al comer y a una

333 '
fantasía canibalística, y de inmediato hizo que las nalgas
resultasen poco atractivas. En otras palabras, las convirtió en
chanchitos malos, chanchitos que nadie querría comer.
Tuve que usar muy prontamente esta comunica.ción impre-
vista, porque Mollie parecía abrigar muy endebles esperanzas
de ser comprendida, y por cierto en sumen te consciente no tenía
idea de lo que me estaba diciendo e ilustrando.
Dije: "Has dibujado las dos mejillas del rostro de tu madre,
y al mismo tiempo los dos pechos. Los bebés blancos y la madre
blanca quieren comerse unos a otros, y eso significa. que se
quieren. Pero entonces surgen temores sobre el comer y ser
comido, y las cosas buenas deben ensuciarse para. que no sean
destruidas. Pero primero viene el comer, el canibalismo y la
destrucción".
Al seguir dibujando comentó: "Sí, soy negra, pero me gusta
más el blanco". El dibujo N2 21 fue del cuerpo de una madre y
una mezcla de destrucción de sus pechos con u.na denigración
del cuerpo como defensa, aunque fuera sacrificando su carácter
prístino. Para ella, por tener la piel negra, el blanco constituye
una idealización; en cambio, para los niños blancos, el blanco es
una fase inicial muy natural. Y el1a se siente deprivada de esa
fase, como si tuviera que partir en desventaja.
Estaba luéhando por habérselas con eso que sólo gradual-
mente había llegado a descubrir sobre sí misma. Su familia la
aceptaba enteramente como era, y en realidad era una chica
hermosa para la edad que tenía, con una piel perfecta.
Como para mostrar que sabía de qué se la había deprivado,
en el dibujo N 9 22 se mostró a sí misma dándo1e una foroz patada
a su madre. "Le di una patada a mamá", dijo, tras lo cual se
angustió y se abalanzó a los brazos de la madre para reestable-
cer el contacto afectivo.
Hubo algunas referencias indirectas a cuestiones sexuales
colaterales: el trasero del padre; mi diván la hizo pensar en un
médico que venía a verla a ella o al padre --conjeturé que
probablemente había visto cómo le ponían al padre una inyec-
ción intramuscular de penicilina cuando estuvo enfermo-; el
lápiz que estaba usando tenía un capuchón, y en un momento
se lo sacó y dijo que le estaba sacando los pantalones; también
se refirió a un "culito desmido". Había mucho material para
proseguir indagando aquí, ya fuese en nuevas sesiones o en una
conversación con la madre. De todos modos, yo sabía que

334
estábamos frente a los mismos factores dinámicos que llevan a
las adolescentes con anorexia nerviosa a dibujar mujeres her-
mosas pero con la cara cubierta de puntos. Las mismas conside-
raciones teóricas llevan a explicar el acné de los adolescentes.
El conflicto radica en la esfera de la denigración como defens&,
y la blancura o luminosidad es expresión de una idealización,
salvo en la medida en que puede ser una experiencia adecuada-
mente reelaborada en las primeras etapas del desarrollo del
niño, cuando éste vive en un mundo subjetivo, antes de volver
externo al objeto pateándolo, mordiéndolo, desgarrándolo o
<trruinándolo de algún otro modo.
Mollie procuraba dar cuenta del efecto especial que habfa
tenido en ella el descubrir que su piel era negra, haciéndole
sentir que había sidq deprivada de una característica esencial
del muy temprano desarrollo de la personalidad y de la realiza-
ción del self. _
Aunque Mollie acepta su condición, se siente entorpecida
por tener que residir' en una piel negra, y no por el aspecto que
eso le pueda dar en el presente, sino por lo que significaría en
cuanto a las primeras etapas de su experiencia.

335
38. INDIVIDUACION

Conferencia pronunciada en la División Médica de la


Sociedad Psicolól{ica Británica, octubre de 1970

Nunca me ha gustado esta palabra [individuación] y jamás


la usé. Si acepté esta invitación a hablar en un simposio es
porque siempre me ronda la idea de que puedo aprender algo.
U na mirada al Oxford Dictionary me informa de que esta
palabra goza de respetabilidad desde hace por lo menos tres-
cientos años, y ha sido utilizada en debates filosóficos. De todas
maneras, no puedo avenirme a ella, tal vez por motivos infan-
tiles -la raíz, "individ", incluye la "d", y entonces si uno sigue
adelante y usa la "u'', pienso que tendría que seguir en la forma
habitual y producir "individualización" y no "individuación",
así como se dice "civilización" y no "civilación"-. Desde luego,
es posible que en el idioma alemán este término junguiano
tenga pleno sentido.
Pero lo que ustedes quieren de mí no es filosofía, sino que
enuncie de qué manera un individuo llega a serlo, si es que en
verdad alcanza dicha etapa.
Estamos refiriéndonos a los procesos madurativos hereda-
dos por el bebé y niño, y reconocemos que estos procesos no
permiten al varón o niña seguir adelante salvo en cuanto existe
un ambiente facilitador; y la formulación del ambiente facilita-
dor y de sus atributos esenciales nos lleva a un interesante, pero
complejo y dificil, territorio. Yo he escrito ·en mi propio lenguaje
sobre todo esto, y no tengo dudas de que algunas de las palabras

336
que utilizo en mis escritos los irritan tanto a ustedes como a mí
me irrita ésta que examinamos. Ahora bien: no estamos discu-
tiendo sobre palabras, sino sobre un proceso evolutivo. Diré de
inmediato que fue útil, a mi entender, que Jung llamara
nuestra atención sobre el hecho de que los seres humanos-sal-
vo en la medida en que estén atrapados en la rigidez de sus
propias defensas- crecen, por cierto, en todos los aspectos,
hasta el momento de su muerte. La formulación de Freud puede
haber dado la impresión, durante algunas décadas, de que si no
hubo desarrollo hasta los 5 años, o hasta el final de la pubertad,
cuando el- varón o la niña pasan de la adolescencia al estado
adulto, no lo habrá más. Pero todos sabemos que esto es
absurdo.
El bebé (varón o piña) hereda un proceso evolutivo. Para
describir lo que sucede no sólo debemos conocer este proceso
evolutivo'sino además la provisión ambiental. Cualquierinten-
to de describir a un bebé en desarrollosuigeneris e ipso facto tie-
ne que fallar. Si somos sensatos, ni lo emprenderemos.
Como es obvio, el ambiente debe reunir ciertas característi-
cas básicas. Tierie que haber en algún lugar de él un ser
humano, no creemos en el mito de Rómulo y Remo porque un
lobo, sencillamente, no cuenta con la dotación mental para
identificarse con un bebé humano.
Temo que ustedes estén bien familiarizados con lo que diré
a continuación, sea cual fuere el lenguaje empleado. He aquí mi
formulaci6n.
Al principio"el bebé vive en un mundo subjetivo. Existe en
forma precaria, en dependencia de la figura materna humana.
Aquí, y en ninguna otra parte, hay una experiencia de omnipo-
tencia. En otras circunstancias, se le da el nombre de omnipo-
tencia a un sentimiento o a una idea delirante, pero en el
comienzo teórico el bebé vive en un mundo onírico mientras está
despierto. Lo que hay allí cuando está despierto se convierte en
material para sus sueños. Más tarde debe haber una neta
alternancia entre dormir y estar despierto, y el mundo del bebé
deja de ser subjetivo.
Si pensamos en el niño que va camino a la objetividad (el
encuentro con el Principio de Realidad), la naturaleza le posi-
bilita una posición intermedia, como lo muestran claramente
los casos en que un bebé emplea un objeto transicional. La
naturaleza se la posibilita; pero nosotros debemos proveérsela.

337
Un objeto tal hace las veces del bebé y de la madre al mismo
tiempo. Es ambos, aunque no es ni uno ni 1a otra. De este modo,
la vida es una pirámide invertida, y el punto en el cual se apoya
la pirámide invertida es una paradoja. La paradoja requiere
ser aceptada como tal, no necesita ser resuelta. Esto es locura
permitida, locura que existe dentro del marco de la cordura.
Cualquier otra locura es un fastidio, una enfermedad.
Así pues, el paso del tiempo junto con la acumulación de
experiencia personal contribuyen a las condiciones esenciales
para que el proceso heredado de crecimiento lleve al varón o a ·
la niña a tener una existencia separada, una existencia liberada
de la fusión pero que aun así puede dar cabida a la recexperien-
cia de estar "fusionado con" (que entonces se llama regresión).
Concedemos un período de tiempo (semanas, meses, años) y
esperamos que se produzca una segunda oportunidad, de
manera tal que el niño pueda re-ejecutar las principales expe-
riencias en su hogar durante la adolescencia. Si la primera
experiencia tuvo realidad, tanto más probable es que 1a tenga
también la segunda.
Pero la condición previa es clara. Esa condición previa tiene
que ver con la madre, y con ambos padres, y con la familia y la
familia extensa y el rriedio social circundante, incluida la
escuela, etc. ·
Para obtener la característica esencial, hay que examinar a
la madre o figura materna. Al comienzo se necesita que ella se
encuentre en un estado especial, que yo (empleando nue\7amon-
te un término descriptivo propio) llamé "preocupación maternal
primaria", un estado en que la mujer se haya podido permitir
orientarse temporariamente hacia el bebé al que poco a poco
reconoce como un hecho dentro del marco físico que ella le
brinda. Ha podido dejar·de lado termporariamente las identifi-
caciones masculinas de su self, y ha sido ayudada por el sis tema
endocrino y por sus propias experiencias como bebé. Con un
bebé esto avanza en forma natural, con otro el rnecanismó cruje
0 se rompe. Depende de la salud psiquiátrica de la madre que
sepa que la identificación materna es temporaria y, con el
tiempo, es posible recuperarse de ella. La madre se ve afectada
en su experiencia total en la relación con el hombre, quien
temporariarnente le presta su self de mujer.
El varoncito o la nifia que se desarrolla en el ambiente que
este tipo de madre es capaz de proveer puede vivir, durante un

338
período adecuado, en un mundo subjetivo en el que no se
entromete el mundo de la realidad externa. Surge en el bebé un
sentido de predecibilidad, y así es como pueden echarse los
cimientos de las delicadísimas primeras etapas del crecimiento
de la personalidad. Comienza a cobrar carácter una línea de
vida personal. La profilaxis, en el contexto de la salud mental,
consiste en esta temprana etapa en suministrar una facilita-
ción suficientemente buena.
Todo lo cual suena increíblemente complejo, pero a un grupo
como éste cualquier formulación simplificada le resultaría in-
satisfactoria, o aun un agravio a la inteligencia.
Lo principal a que se debe habituar el principiante es que, si
bien todo niño o niña que viene al mundo con vida trae en su
pañal, por así decir, el cetro de un primer ministro, ese cetro
puede permanecer como algo que podría haber sido pero no fue.
Puede convertirse en un talento oculto, quedar el varón o la niña
ocultos en una constitución falsa, una falsa personalidad basa-
da en el sometimiento y en ser bueno. Ser bueno de esta forma
es un trastorno del carácter.
Ninguna descripción de estas cuestiones, por más que se la
reduzca para amoldarla al Principio de Realidad que es un reloj,
puede omitir la referencia al papel de la agresión. Permítaseme
decir que no iremos muy lejos de nuestro examen del tema de la
agresión si no vemos su valor positivo. Una manera de verlo es
observar cómo se separa el niño de la madre y del ambiente en
general. Es axiomático que no existe relación alguna con un
objeto subjetiv'ó: el mundo sólo está allí para relacionarse con él
en la medida en que es percibido objetivamente y es exterior al
niño, según decimos. Ese mundo exterior puede ser traído
adentro, introyectado o incorporado (o sea, comido) mediante
un proceso mental.
Lo que procuro transmitir es que no iremos a ninguna parte
en nuestro estudio de la agresión si en nuestra mente la
tenemos inextrincablemente ligada a los celos, la envidia, la ira
ante la frustración, la operación de los instintos que denomina-
mos sádicos. Más básico es el concepto de la agresión como parte
de un ejercicio capaz de llevar al descubrimiento de los objetos
externos. Muestro el dibujo de una niña, es un dibujo común y
corriente, pero si ustedes hubieran estado a1lí sabrían que re-
presenta el punto culminante de la aventura en la confiable
situación de una consulta terapéutica en la que la pequeña rom-

339
pió con su gravosa dependencia clínica de la madre. Hubo un
gran despliegue de afecto que parecía auténtico, y durante unos
segundos la niña (de 8 años) colocó a su madre allí fuera dándo-
le una patada. Naturalmente, se asustó, y pronto necesitó
recobrar a la madre disponible, accesible, que le respondiera sin
venganza.
Comprenderán lo que quiero decir, y permitirán esta simpli-
ficación exagerada, si hago referencia a los dos mundos que le
aguardan a cada niño; y que ustedes y yo hayamos nacido en uno
u otro establece una diferencia fundamental.
Uno: el bebé patea el pecho de su madre; a ella le complace
que su bebé esté vivo y pateando, por más que le duela y no per-
mita que se la lastime de puro gusto. Dos: el bebé patea el pecho
de su madre, pero esta madre tiene la idea fija de que un golpe
en el pecho produce cáncer; reacciona desaprobando la patada,
con lo cual anula todo lo que ella pueda significar para el bebé.
Este se ha topado con una actitud moralista, y no podrá explorar
el patear como modo de colocar al mundo donde debe estar, o
sea, afuera.
Es imposible entonces para el niño o niña comenzar a pre-
ocuparse por él otro, ya ·que el código. moral de la madre ha
quedado constituido como un obstáculo frente al desarrollo
natural en el niño de un sentido de lo correcto y lo incorrecto, así
como de la culpa y el pesar.
Estos dos mundos son tan distintos como el día y la noche.
Cualquier debate sobre la "posición paranoide" en la cultura
pura es fútil si no se toma en cuenta primero, y se da cabida
después, a la provisión ambiental.
Cuando, en la recomposición que hace el bebé del caos
potencial de la vida,ya ha sido establecida la exterioridad, se ha
abierto el camino para un enriquecimiento personal sin límites,
basado en la experiencia personal y el uso de los mecanismos
mentales habitualmente denominados proyección e introyec-
ción. Junto con el crecimiento de la vida mental imaginativa,
esto pone en marcha al niño en una vida de interrelación que se
hace a partir de la base real de una existencia personal.
Una formulación como ésta que yo he tratado de efectuar
podría construirse en términos de la anormalidad que, en
diversas etapas, provocan las distorsiones ambientales que
fragmentan la línea de vida personal.
Admito que es más sencillo concentrarse en la evolución que

340
sigue la vida cuando todo sigue bien, o sea, cuando el bebé, niño,
adolescente y adulto descubre que la vida es una experiencia
personal y no una serie organizada de reacciones frente a la
patología del ambiente.
Cuando cada niño o niña vive su propia vida, aunque se
involucra imaginativamente con otras personas, con el otro
sexo y con la sociedad, podemos comprobar que el crecimiento
no significa otra cosa que la vida y el vivir, y que la vida no tiene
término, salvo la muerte. Aquí nos referimos al sentimiento de
realización, pero si yo me realizo debo recordar que para llegar
hasta allí tuve que trepar por sobre los cadáveres de mis amigos
muertos en la batalla, o a quienes el accidente o la enfermedad
hicieron que se realizaran a través de aquellos de sus semejan-
tes qµe los sobrevivieron.
Supongo, sin embargo, que hasta cierto punto al individuo
siempre le queda la tarea de ser cada vez más independiente,
aunque conservando la cueva para volver arrastrándose a
metei'Be en ella. Por consiguiente, un término como "individua-
lización" (o aun "individuación") podría ser aplica.ble a lo largo
de toda la vida.

341
RECONOCIMIENTOS

Agradecemos a las siguientes publicaciones y entidades la


autorización que nos dieron para reproducir materiales que ya
habían sido publicados previamente:
Por los artículos de revistas y periódicos: British Journal of
Medical Psychology; British Journal of Psychology; British
Medical Journal; British Medical Students' Journal; Child
Care News; lr¡.ternational Journal of Child Psychotherapy;
International Journal of Psycho-Analysis; The Lancet; Nature;
New Society.
Por los artículos de libros: Churchill-Livingstone; Free
Association Books; The Hogarth Press; Methuen and Co.; The
Pergamon Press; Tavistock Publications.
Vaya nuestro especial agradecimiento a la Squiggle Foun-
dation [Fundación Garabato] por la ayuda que nos brindó para
la transcripción de las cintas grabadas. Deseamos agradecer
asimismo al Sr. B.E. Eaden, de la Biblioteca de la Cambridge
University, por su generosa asistencia y su cortesía.

LOS COMPILADORES

342
INDICE ANALITICO

abandono represión de la, 47-8


del niño por su madre, 66 y relación con el objeto, 127
del paciente por ,il anallsta, 50 alcohol, ingestión de
aborto, 198-9 para controlar las angustias de desin-
acting o~t. u~ase actuación tegración, 227-8
actitud desafiant,i, 35-6, 41 alimentación del niño, 107-9, 303
actrices, 68 almohadas, 183-4
actuación alucinación, 57-60, 72-3
de la fant.asfa mast1:.rbatoria, 82 y pensamiento lógico, 189-90, 192
del recuerdo d,, haber sido desairado, amamantamiento, 198-9, 265
50 ambiente, 73, 79, 178-80, 202-3, 218
y errores del analista, 125-6 atormentador, 114-5, 218, 257
adaptación como condición previa del individuo,
de la madre al bebé, 62-3, 123, 127, 337-9
178-9, 191,218,302 como parte del desarrollo del niño,
decreciente, 12'! 29().1, 301
del analista al paciente, 125-6, 163; confiabilidad del, 88, 90, 149
200,252 derrumbe del, 149, 178
del paciente al analista, 252 eacisión del, y enfermedad psicosomá-
y desadaptaci6nl 179 tica, 132, 134-5
y exteriorización del objeto, 302 esquizofrenia en el, 152-3
adentro, el, 198-9, 219 expectativas patológicas del, 230,
adolescencia, 81-3, 91.-3 235-6
acné en la, 334-5 facilitador, 110, 113, 126-7
destructividad en la, 285 falla del, 48-9, 97, 112,118, 235-7, 239,
fase de sexo indeterminado en la, 82 257
identificaciones homosexuales en la, identificación con el, 149
82 importancia del, en los comienzos,
masturbación en la, 54-5, 81-2 234-5
nueva ejecución en la, 337 impredecible, 239
organiiación defensiva en la, 149 reacción del, y pérdida de la agresión,
pacifismo reactivo de la, 278-9 291-3
adopción, 332-3 se vuelve menos importante con la
afecto, u~ase cariño autonomía, 234-6
uiase también connivencia psicoso- BOBtén en el análisis y en el, 48-9
mática tensión en el, y trombosis coronaria,
agonías primitivas, 113-5 51-2
agresión, 46, 80, 270--1, 339-40 y desarrollo del self, 322--3
falta de, 281-3 y posición paranoide, 291-2, 339-40
ÍU$ión de la, con componentes _eróti- y regresión a la dependencia,· 62-3,
cos, 127, 285 123
rafees de la, 269-'fl, 291-3 ambiente previsible promedio, 167-8, 178

343
ambivalencia falla del, 97, 112, 115-6, 200, 240-1,
de la madre, 179, 297-8 259-60, 305-6
1ogt"O de la, 81, 165, 178, 180 importancia de que no tome represa-
y ¡:,s;cone?-TilSis, 89-90 lias, 268-9
ami::-tad, 44-5 incapacidad del, para dar cabida a la
amcr, 196,205,311,314 falla, 259-60
al objeto que sobrevive, 266, 271-2 interno o externo al ámbito de omnipo-
primitivo, 203-4 tencia, 164-8, 201-3, 263
sin sanciones, 313-4, 332 irritación del pac:iente provocada por
ame.,.- ::mei, represión del, 47-8 su tos, 68
análisis, 44-5, 115-7, 122-6 . potencia del, 98-101, 227
connivencia en, 115-7, 123, 133-4, 264 procesos inconsdentes del, 225
contacto físico en el, 48-9, 305-7 separación del, 147
de los sueños, 244-5 · su abandono del paciente, 50
de un niño cuya .madre está deprimi- su aceptación de regalos, 183-5
da, 295. . . su adaptación, 163, 200, 252
destrucción y actividad c9nstructiva su capacidad de investidura, 126
en el, 296 su confiabilidad profesional, 126, 163,
enfoque erróneo de la parte escindida 240-1
en el, 212-3 su desplazamiento del progenitor in-
errores en el, 104-6 satisfactorio, 200
falta de u.n sentido de logro en el, 296 su evitación de los casos fronterizos,
falla ambiental en el, 48-9 159-60
falla del, 264 su existencia como persona separada,
frustración en el, 69 98-9, 101
futilidad en el, 115-7, 208 su necesidad de interpretar, 263
influencia ambiental como idea su receptividad ante las comunicacio-
traumática en el, 214 nes del paciente, 207, 251
interminable, 208, 210, 264, 271~2 su tolerancia de la locura, 156, 158-60
juego en el, 43-5, 194-5 supervivencia del, 268
lentitud del, 207. sus visitas en el domicilio del paciente
necesidad del conocimiento teórico y compra de alimentos para éste,
para el, 207 65
no-uso en el, 280 y eliminación de los desperdicios, 268
re-experienciación de la angustia in- y la mutualidad con el paciente, 307
tolerable en el, 95-7, 155-6, 158-9 y transferencia delirante, 106, 164,
regresión profunda en el, 65 183-4, 210
retraimiento y regresión en el, 182-4 vllase también pacientes; terapeuta;
silencio en el, 104-10, 253 transferencia
usodejuguetesydepapelylápiz enel, anamnesis, 25, 171-3
43-5 angustia, 88-9, 95-9, 156, 170, 333
/ ambiente de sostén, 48-9 de castración, 257,316
y autoanálisis, 263, 268 impensable, 144, 157, 171, 237, 239,
véase tambilfn analista; psicoanálisis; 309-10
psicoterapia; terapeuta primitiva o arcaica, 171, 309-10
analista psicótica, 48-50, 157, 227-8, 263
actitudes del, 251 y masturl>ación, 54-5
ataques del paciente al, 268 y pérdida de la capacidad para el jue-
capacidad del paciente para usar al, go, 81
263 aniquilación, 97, 118, 142-3, 270-1
como soporte del yo, 115-6, 158-9 anorexia nerviosa, 134-5
confianza en el, 48-9 anormalidad física, 312-33
dependencia del, 124 adaptación a la, 313, 320-1, 332
errores del, 200-3, 240-1 anteojos, 227
exigencias planteadas al, 123-4 apogeo, ullase clímax
experiencia.•• de la madre con el bebé, Asociación de Psicología y Psiquiatría In-
300 fantil, 72
falta de confiabilidad del, 126 asociación libre, 43-4

344
\
Ateneo, Club, 243 a su esposa Ciare, 30-1
ausencia de la madre, 78 a su madre, 22
autismo, 114-5, 187, 239 casos
babeo, baboseo, 77 chica con anorexia nerviosa, 134-6
Bach, Johann Sebastian, 28-9 chica con colitis, 137-8
balanceo, 61-2 chica perturbada por un pervertido,
Balint, Michael, 131 161-6
Barkin, Leonard, ln chica que revivió su locura original,
Beatles, los, 30 156-6
bebé,191 chico con esquizofrenia, 58-9
amamantamiento del, 265 chico con sindactilia, 312-3
anal, 103 chico con tumor cerebral, 152-3
atribut.os del, 188 chico cuya madre se fue a dormir,
con defectos congénitos, 197-9 306-6
en el útero, 102 chico que hacía dibujos abstractos,
enfermedades tempranas en el, 94-5 176-7
fantasías de la madre sobre el, 197 Frankie, 193-6
mundo subjetivo d~l, 337-9 hombre callado, 250
no puede describírselo por separado, hombre tarente de acometividad,
301 281-4
que alimenta a la madre jugando,
0
hombre con elemento femenino diso-
107-9 ciado, 208-13
que observa el rostro de la madre, 303 hombre con nada en el centro, 70-1
que patea el pecho, 339-40- hombre que empezaba a jugar, 44-5
su capacidad para SER, 218 hombre que envidiaba al analista,
su creencia· en la confiabilidad, 98-105
309-10, 338-9 Mollie, de 8 años, 332-5
su destructividad, 269 muchacha de 17 aí'los cuyo padre
su temprana capacidad para objeti- murió en fecha temprana, 314-20
var, 302 muchacha de 18 años con espina bífi-
su uso de la madre, 278-85 da, 323-32
varón, tratado como niña, 70,209 mujer a la que se le ordenaba moverse,
vivacidad del, 285, 337 123
Beethoven, Ludwig van, 28-9, 76-8 mujer con escisión psicosomática,
Bettelheim, Bruno, 29311 136-7
Biblia, 21 ,. mujer con fantasía de ser pegada,
Bion, W.R., 248, 256 64-7
bisexualidad, 207, 211-2, 214-5, 229 mujer con inhibición del funciona-
Blake, William, 282-3 miento de la mano, 35-7
bloqueo mental, 316 mujer con nada en el centro, 68-71
boca,41,66, 72,74 mujer con transferencia delirante,
Bornstein, Berta, 193-5 165-8
Bowlby, John, 86 mujer con una parte masculina diso-
Bowra, M., 108-9 ciada, 21111
bulbo del jacinto, 157 mujer incapaz de alcanzar a sentir
burlas, '225-6 verdadera culpa, 202-3
búsqueda del objeto, 304-5 mujer incapaz de gritar, 144•6
café, 43-5 mujer incapaz de pensar, 258-60
caída perpetua, 48-9, 158-9, 171,227,239 mujer próxima a la posición depresi-
caos primario, 47-9 va, 48-50 ·
capacitación y quehacer materno tempra- mujer que encontró su malicia, 202-3
no, 47-8 mujer que estaba comiendo en el res-
caricias y fenómenos transicionales, 75-6 taurante, 41-2
carií'lo, 74, 182-4, 246 mujer que experienció la vaciedad,
cartas 119
a D.W.W., de un amigo, 24 mujer que ner:¡esitaba contacto físico,
cartas de D.W.W. 307 .
a Stanley Ede, 23-4 mujer que necesitaba un marco per-
manente, 124-6

345
mujer que no sabía que sabía, 38-40 confusión, 46-50, 308-10
mujer que no transigía, 202-5 congoja, véase desazón
mujer que quería café, 43-5 Congreso Ortopsiquíátrico Escandinavo,
mujer que requería silencio, 104-10 84
mujer HUe se retrajo, 182 Congreso Psicoanalítico Internacional,
mujer que se suicidó, 118 94-5, 193-4
mujer que soñó con la naranja y la connivencia
rata, 253-4 de la madre con el bebé, 128·9
mujet" que soñó con una alucinación, del paciente con el analista, 133-4
57, 59-60 connivencia psicosomática, 146, 157, 311,
mujer que tocó dos veces el timbre, 314
167-9 pérdida de la, 113
niña deS años deprivada al nacer una y procesos madurativos, 127
hermana, 172-6 uéase también personalización
Phyllis, de 16 años, que apenas man- constancia del objeto, 270-1
tenía el equilibrio,_ 170-1 consulta terapéutica
11éase también pacientes menciona- anamnesis recogida del niño en la,
dos . 171-3
castración, 284 permite al niño hacer uso de su fami-
angustia de, 203-4, 257 lia, 176-7
del analista, _99-1 O1 única, 169
catalogación, 188 contacto ffsico en el análisis, 48-9, 305-7
catexia, 264, 270-1, 288 continuidad del ser
celos interrumpida, 118, 239
de una hermana imaginaria. 44-5 contratransferencia, 115-6, 229
ideas del paciente sobre l,os, 105, contribuir con algo, 230
107-9 control, 74, 80, 125-6
Centro de Devon para la Promoción de la uéase también omnipotencia
Educación, 186 conversar, 41, 44-5
cerebro, 191 cooperación inconsciente, 183-4
tumor en el, 152-3 coordinacíón, 74-80
ciencia, lógica e intuición en la, 192 creación, 192
clavícula, 23 del infante, 72-3
clímax, 53-6, 85 creatividad, 207,295
Clínica Davidson, 111 inhibición de la, 281-3
coito parental, ideas del bebé sobre el, crecimiento a lo largo de toda la vida, 336,
95-6 341
colapso, 11éase derrumbe creencia edificada sobre la confiabilidad
colitis, niño con, 137-8 introyectada, 237
comer, 42, 68, 87, 119, 127, 334, 339-40 Cromwell, Oliver, 283·4
y ser comido, 107-9 crueldad, 28-9, 87
complejo de Edipo, 86, 89-90, 99-100, cuerpo, 84, 321
108-9, 148, 178, 185, 287, 293, Péase tambíén funcionamiento corpo-
299,301 ral
compulsión, 142-3, 277-8 culpa, sentimientos de, 201•5
a robar, 172-3 de un paciente con espina bífida, 328
comunicación, 303-10 de una paciente por estar enojada,
pérdida de la, 65-6 183-4
verbal y no verbal, 250 e inhibición del funcionamiento corpo-
concepción, idea del bebé sobre su propia, ral orgástico, 34, 42
95-6 relativos a ideas destructivas, 276•8
confiabilidad, 237, 240-1, 308-10 y masturbación, 54-5
confianza,255,311 cultura, véase experiencia cultural; provi-
como base del juego, 79-81 sión cultural; vida cultural
en la familia, y capacidad para hacer cura en psicoanálisis, 259-60
uso del analista, 163, 177 chanchos, 333
y regresión, 238 _chapitel de una iglesia, 170-1
conflicto, 52-4, 84-5, 88-9 chocolate, 184-5
confrontación, 231-2 dánades, 295

346
dañar, 27-8, 180 y no-integración, 48-50
Dartington Hall, 261 desliz verbal, 38-40
défecto ffsico, véase anormalidad ffsica desorientación, 171. ,239
defensa rnanfaca, 47-8, 69 despersonalización, 54-5, 113, 139, 311
defensa (s), 46--8, 88, 112-5, 149, 207 amenaza de, 142-4
acurrucarse como, 316 como angustia psicótica, 157,171
esquizofrenia como, 113, 238-9 destete, 179
rigidez de las, 90-2, 148-9 destino, 108-10
y angustía intolerable en la infancia, destrucción, 202-3, 266-9, 271-8, 291-2,
95-7, 157-9, 308-10 296
deficiencia mental, 321 del objeto, 15, 276
demencia, 112 destructividad, 28-9, 74, 80, 285-6
denigración, 276-8, 282, 333-5 culpa por la, 276-7, 295
dependencia, 86, 235-6, 312 miedo a la, 283
absoluta, 91-2, 178, 196 y exterioridad, 15, 266-8, 271, 274
en la transferencia, 112 diagnóstico, 158-9; 280
etapas de la, 86-7, 113, 127 dibujos o pinturas abstractos, 176-7, 205,
falta de percatamiento inicial de la, 326
127 dientes, 318-9
grado de, 179 Dios, 120, 248, 283-4, 328
peli~osa, en el análisis, 124 disociación, 119, 235-6
progresión a partir de la, 234-5 en la enfermedad psicosomática, 130,
regresión a la, 62-3, 124 134-5, 137, 142-3, 14.5
relativa, su reconocimiento, 128-9 entre los aspectos masculino y femeni-
temprana, 94-6, 290-1 no, 211-4, 229
y trauma, 178 dispersión de los agentes responsables,
deposiciones, 74 131, 137-8
depresión, 46-9, 54-5, 66, 294-5 dolor de cabeza, 134-5
de los padres, 102-3 de D.W.W., 273-4
valor de la, para el paciente, 68 dormir, 31, 69, 242-3, 282
y dependencia, 86 duraznos, 183-5
y destructividad, 85 Ede, Stanley, 23-4
y pérdida de los denómenos transicio- elaboración imagínativa del funciona-
nales, 78 miento del cuerpo, 80, 188, 276
y suicidio, 47-8 elemento femenino, 216, 219
deprivación, 78, 81, 172-4, 191, 334-5 en ·1a personalidad de un paciente
y tendencia antiéocial, 85-6 masculino, 208-12, 214, 223-6
derrumbe, 111-2, 155-7, 188 y homosexualidad, 214-5
ambiental, 178 elemento masculino, 215-9
mi.edo al, 111-2, 159-60 elementos masculino y femenino escindi-
revivido en la transferencia, 97 dos, 212-4
total, 151, 155 Eliot, T.S., 16, 30
ya experiencíado, 114-7, 151 ello, 221-2
desadaptación, 178 embarazo, 69, 198-9, 203-4
demasiado rápida, 191 de la madre y reacción del niño, 170-1,
y adaptación, 179 201-3
desafio, véase actitud desafiante fantasía de, en un paciente varón,
desalucinación, 58-60 99-101, 210
desarrollo, 113, 192 Empédocles, 287-91
véase también crecimiento encuadre del análisis, 122, 124-6
desazón, 85-6 enfermedad
desesperación, 118, 169 génesis de la, por el nacimiento de un
por el rechazo materno, 165, 175 hennanito, 170
deshonestidad, 34, 38-9 enfermedad esquizoide, 203-4, 239, 309-10
desilusión, 34-7, 163-8, 178-9 enfermedad mental, 234-5
desintegración, 113, 137, 191, 311 enfermedad obsesiva, 46-8, 89, 192-4
amenaza de, y tortícolis, .139 véase tambi<fn. neurosis obsesiva
como angustia psicótica, 157, 171, enfermedad psicosomática, véase tmst.or-
239, 309-10 no psicosomático

347
engaño, 39-40 expexiencia psicc.,sornática, rafa del yo en
enqjo, véase rabia la, 120
enseñanza, 176-7, 179 experiencias religiosas y objetos transicio-
ensueño diurno, 81 nales, 78
uéase tambiht. fantaseo extremidad fracturada, 317-20
enuresis, 139, 173-4 fajas, 30
envidia, 98-101, 217,269 falso self, 61-3, 238, 256-7, 294-5, 338-9
y ambiente atormentador, 218 falla, 48-9, 97, l J.2, 118, 235-7, 239,257
Erikson, Erik, 149, 218 de la madre, 141-2, 145
erotismo, su fusión con la agresión, 127 del am\lísis, l~--
e?TOres en el análisis, 104-6 del analista, 102, 112, 115-6, 200,
esci$ión, 38-40, 81, 140-3, 235-6, 309-10 240-1, 259-60, 305-6
de la cabeza respecto del cuerpo, 239 el trauma como, 178
del elemento masculino o femenino, gradual, en la adaptación, 178
207-32 familia, 205
en el cuidado ambiental, 196 y terapia, 170, 176-8
entre el sadismo y el masoquismo, 274 y trauma, 161-81
véase también elementos masculino y fantaseo, 44-5, 89n
femenino fantasía, 34-7, 41-2, 44-5, 81-2, 89, 188,
escindidos; intelecto escindido 276-9
esclavos en la Grecia antigua, 289 canibalística, 334
escotomización, 59-60 - de la madre .sobre el bebé, 197
espacio entre el médico y el paciente, 26-8 de ser golpeado, 64-7
espacio potencial, 242-3, 248 del bebé, 191
espejo, 242 destrucción del objeto en la, 267,
esperanza, 47-8, 142-3, 165 270-1, 291-2
espina bífida, 323-4 preg.,,nital de fecundación y embara-
Espíritu Santo, 282 7.0, 99-103
esposa, 70, 224-5 su gén<.>sis en el uso de objetos, 266-7
esquizofrenia, 150, 1_53-4, 235-6, 238 su separación respecto del objeto ex-
como defensa, 113, 238 tl,mo, 285, 291-2
como organización defensiva, y regre- fan tasfa de set· pegado, 64-7
sión, 233 fase prepuberal, 162
etiología de la, y psicoanálisis, 150 fecundación, 99-100, 102
sus efectos en el ambiente, 152-3 uéase también embarazo
terapia de la, y confiabilidad, 240-1 felación, 215, 228
y falla temprana en el cuidado, 91-2 fenómenc,s transicionales, 13-4, 61-2, 74-8,
estado de ánimo, 46-8 247-
estado unitario, logro del, 289-91 y paradoja, 247
excitación, 51-6 feto, fantasías de los progenitores sobre el,
en la relación con ·el objeto, 264 197
producida por el hecho de ser deseado, fiereza, 282
219 fijación, 66
y clímax, 53-6 Fine, Bemard, 261, 290-1
y vida instintiva, 85 fisiología, 51, 54-5
existencialismo, 120 flatos y comunicación con la madre, 65-6
experiencia, 28-9, 53-6, 126, 248 fobia6, 89, 112, 282
de la locura, 151 Fondo Nacional para el Parto, 262
de la mutualidad, 304-5 fra2ada, 78
de la omnipotencia, 115-6, 178,337 F1·eud, Anna, 86, 284
del derrumbe, 115-7, 151 Freud, Sigmund, 148, 233, 262, 287•91,
erótica, y elemento masculino, 216 304-5
psic06omática y raíz del yo, 120 "Análisis terminable e interminable",
registro de la, 187 286-7
sexual, 214 M<>~és y fo religió" mo,.otetsur., 287
. y juego, 15, 32-3, 44-5 "Pegan a un niño", 64
experiencia cultural, 242-7 primereontactodeD.W.W. con la obra
experiencia instintiva, 276 de,26

348
su idea de que el crecimiento se detie- hermanas
ne al llegar a la adultez, 336 imaginarla$, 44-5
y el instinto de muerte, 288 hipocondría, 26, 89, 98-100, 131
y el significado atribuido a los sínto- y fantasías de embarazo, 102-3
mas, 238 histeria, 54-5
y la fuga en la salud, 67 historial clínico, uéase anamnesis
yla función del yo, 61-2 hogar bueno, 90
y lo inconsciente, 114-5 homosexualidad, 65; 102, 214-5
y los principios del psicoanálisis, 122 en un paciente masculino, 101, 223,
y yo corporal, 140 228
frigide:i:, 54-6 y el mito griego, 215
frustración, 54, 217 vi!ase tambi¿n identificación homose-
fuego que brota de la boca del dragón, 285 xual; posición homoseitual
funcionamiento corporal, 34-7, 188 honestidad compulsiva, 35-40
orgástico, 41 Horder, Lord, 25
su identidad con la psique, 140 Hospital de Niños de la Reina, 26
y desarrollo del yo, 141-2 Hospital de Niños Paddington Green, 26-8
y objetos transicionales, 74 Hospital McLean, 233
funcionamiento oral y fantasía, 198-9 Hospital $t. Bartholomew, 25
fusión h06pitales, 161-2
de 18$ mociones libídinales y agresi- trabajo de D.W.W. en, 25-6
~as, 127,285, 291-2 humor, sentido del, 19-20, 91-2
de los instintos de amor y de muerte, su valor en el análisis, 43-5
291-2 idealización, 165, 178, 203-4, 276, 280
fase previa a la, 285 identidad, 140, 212-3, 216
fusión (m.erging), 137 pérdida de la, 137
futilidad e incapacidad para jugar, 80 y el elemento femenino, 216-7
Galsworthy, John, 244-5 11i!ase tambitfn identificación
garabatos identificación, 264
de D.W.W., 28-9 de la madre oon el bebé, 48-9, 62-3,
de Hannah, 326-7 128-9, 191, 304-5, 308
de Jill, 316-8 de las niñas con la madre, 75-6
de Mollie, 333-4 de los niños pequeños con sus progeni-
de un niño con sindactilia, 313 tores, 87-8
generaciones, continuidad de las, 216-7 de los varones con la madre, 82
Glover, Edward, 47n del analista con el paciente, 48-9
golpearse la cabeza, 6i-3 del hijo con la madre, 171, 175
gratitud, incapacidad para la, 35-7 del hombre con la mujer, 214
Greenacre, Phyllis, 94-5 del niño con el ambiente, 149
gritar, 145-6 elementos masculino y femenino en
Grolnick, Simon A., 13n la, 217,219
Grupo !mago, 246 masculina, 82
grupos sociales, 180 masculina y femenina, 99-101, 338-9
guerra y adolescencia, 83 patológica de la madre, 308
gusto, sentido del, 74 primaria, 216-7
hacer . proyectiva e introyectiva, 216, 219,
y deshacer, 46 230, 304-5
y ser, 221-2, 230-1 yjnego,80
Hambling, John, 52 11éase también identíficación cruzada;
Hamlet, elemento femenino escindido en, identidad
220-2 identificación cruzada, 82, 212-4, 230, 264,
Harding, D.W., 188 303
Harley Street, 26 para enfrentar el nacimiento de un
Hartmann, Heinz, 259 hermanito, 171-2
Heimann, Paula, 149 identificación homosexual, 82, 88
herencia, 219 ileostomía, 323-5
herida narcisista, 95-7 ilusión, 72-3
herir, vi!ase dañar y omnipotencia, 178

349
imaginación, 18-9, 341 de ]a desesperanza con respecto a la
11t1ase también elaboración imaginati- madre, 226
va de la envidia del pene, 208,210
impotencia,_54-6, 214 de la idea delirante de ser odiado,
impronta, 216 166-9
incesto, 162 de la identidad del Dr. X., 98-9
inconsciente, Jo, 76-7, 87, 114-6, 192 de la l9Cura del analista, 209
reprimido, 88, 235-6 de la nada en el centro, 69
véase también cooperación incons- de la necesidad,,,de realzar la potencia
ciente del analista, 99-100
incorporación, 219, 339-40 de la realidad que estalla en la fanta-
fantasías de, 198-9 sía, 105
ideas de, 202-3 de las identificaciones masculina y
indi\'.iduación, 336 femenina, 99-101
inexistencia, 120-1 de los celos del analista, por el pacien-
infancia, etapas de la, 86-7 te, 105, 107-8
infante, 73-4, 86, 95-6 del deseo de castrar, 99-100
es conceptualmente inseparable de su del desliz verbal, 38-40
cuidado, 94-6 del dolor de cabeza de una chica con
su alimentación de la madre, 107-9 anorexia, 134-6
su creación del objeto y de] mundo, 72 del hecho de no haber ningún hombre,
inhibición, 232, 283 226
del funcionamiento corporal orgásti- del movimiento de los dedos del pa-
co, 34, 42 ciente, 251-2
del funcionamiento de la mano, 35-7, del odio al analista, 98-9
42 del sadismo reprimido de la madre, 66
inmadurez, 95-6 del sueño de la naranja y la rata, 254
instintos, 52-6, 84-5, 215-7, 219 relacionada con el juego, 208
de vida y de muerte, 187, 291-2 sobre el beber whisky, 228
explotación de ]os, 80-1 . sobre el comer y el ser comido, 107-8
posiciones de los, 62-3 sobre el gritar, 146-7
véase también experiencia instintiva; sobre el hecho de ser censurado,
ten1,iones instintivas 106-8
Instituto de Psicoanálisis, 122 sobre el ser femenino escindido, 210,
integración, 113, 127, 142-3, 189-90, 239 223ysigs.
tendencia heredada a la, 302 sobre la agresividad, 282
y enfermedad psicosomática, 139-40 sobre las burlas, 225
intelecto, 189-91 sobre los sfotomas neuróticos como
escindido, 157, 193-4, 235-6 defensa, 227
y el psique-soma; 127, 142-3 intimidad, 19-20
interferencia parental con el funciona- introyección, 219, 339-40
miento orgástico del cuerpo, 34-7 intrusión, 118, 158-9
interpretación, 107-9, 198-9, 207, 226-7, ira, ut1ase rabia
251-5, 263 irrealidad, sentimientos de, 54-5, 114-5,
amenazadora para el paciente, 252-5 157
de la relación entre el paciente y el ,Jacobsen, Edith, 290-1
analista, 90 James, Henry, 25, 104, 106
del sadismo oral, 46 Jesus College, Cambridge, 24
discriminación de la, 99-100 Jones, Ernest, 257
imprevista, 165-8 juego, 14, 16, 27-9, 43-5, 79-83, 246
mutativa, 169, 174 de Frankie, en el análisis, 194-5
peligro de ]a, 268-9 excitación en el, 248-9
sólo puede basarse en el material, 67, ]a interpretación como, 208
253,263 permisibilidad en el área del, 27-8
y revlvencia, 155-6 y elaboración imaginativa del funcio-
interpretaciones mencionadas namiento corporal, 80, 188
de la aceptación y rechazo simull.á• y experiencia, 15, 32-3
neos, 176 véa~e tcimbién garabatos

350
jugar,u4asejuego su adaptación a las necesidades del
juguetes en e1 análisis de adultos, 43-4 bebé, 62-3, 95-6, 127, 140, 178-9,
Jung, Carl Gustav, 114-5, 261,273,336 191,218,231,302
junguianos, 189-90 su ambivalencia, 297-8
Keats, John, 118 su capacidad de tener un pecho que
Khan,Masud,206,240n,308n SEA, 217-20
King Leo.r, 16 su capacidad psicológica para produ-
Klein, Melanie, 78, 91-2, 102 cir un bebé, 197
concepto de envidia en, 127 su confusión, 47-8, 197
y el complejo de Edipo, 287 su connivencia con el bebé, 128-9
y la creatividad básica, 248 su depresión, 295
y la identificación proyectiva e intro- su funcionamiento escindido, 194-6
yectiva, 304-5 su identificación con el bebé, 62-3,
y la posición depresiva, 294 128-9, 191, 308
y la posición paranoide, i91-2 su identificación patológica, 308
y la reparación y restitución, 277-8, su melancolfa," 165
291-2 su necesidad inconsciente, 75-6
Knights, L.C., 221-2 su odio reprimido, 179, 297-8
Knox, Ronald, 73, 248 su preocupación patológica, 62-3,
labios, 74 145-6
lágrimas, 173-4 su reacción moralista, 269, 339-40
Laing, Ronald, 152-3, 159-60 su rechazo del niño, 172-6
Lear, Edward, 30 su retraimiento, 50
lenguaje preverbal, 192 su sadismo reprimido, 66
leones, 74 suficientemente buena y no suficien-
Leys School, 21 temente buena, 62-3, 217-8,
Llttle, Margaret, 58, 155, 164, 167n 235-7, 265
locurn, 73, 78, 148-60 supervivencia de la, 269
miedo a la, 148, 153-4, 156-7 trastornos del puerperio en la, 172-3
uialle tambi4n derrumbe; esquizofre- y discapacidad del niño, 312-3, 320,
nia; psicosis 322-3
llanto, paciente que llega al, 164 y engaño del niíio, 39-40
madre y quehacer ma temo, 304-5
ausencia de la, 78 maduración, uétJlle proceso madurativo
brinda al bebé la experiencia de omni- maldad, péa.s,¡ triunfo de lo malo
potencia, 178 manía, 47-8
como objeto traiisicional, 61-2, 74-6 manipulación del bebé, 218
como parte del bebé, 86 y ambiente facilitador, 113, 127
confianza en la, y capacidad para ju- manos
gar, 79 inhibición del funcionamiento de las,
desesperanza del paciente con respec- 35-6, 42
to a la, 65 mantas, 183-4
desilusiona al bebé, 178-9 masoquismo, 66
enajenada del bebé cuando éste nace, masturbación, 44-5, 54-5, 81-2, 105
194-5 e inhibición del funcionamiento de la
enfermedad de la, que se presenta en mano, 35-7, 42
el niño, 138 Mead,Margaret,206,218
falla de la, 108-9, 141-2, 177, 194-6 médicos, 23-4, 26
nuevo embarazo de la, 170-1, 201-3 y enfermedades psicosomáticas,
permite al bebé crear el mundo, 72, 130-1, 136
303 melancolía, 165,214
presenta el mundo al bebé, 234-5 membrana limítrofe, 76-7
protección de la, por el paciente, 283 memoria, 47-8, 50, 188
miedo
que trata al hijo varón como niña, 70,
a la locura, 148
209,223 a la muerte, 117-8
soporte yoico brindado por la, 127-9, a las alucin11ciones, 57
140 . .
al derrumbe, 111-2
véase también angustia; temor

351
moción destroctiva, 15, 28-9, 285, 293 duro y blando, 75-6
uéase tambren destructividad escisión del, 81
mociones, 285, 291-2 fu.era del ámbito de omnipotencia,
monoteísmo, 289 127, 267-8
Moody, Rober.t., 58 fuera del control omnipotente, 266,
moral, instauración de la, 47-8 271-2, 274
movimiento perfecto, 35-7 idealizado, y odio, 165
muerte, 15-7, 153•4, 165-8, 269 imaginario, 58
de D.W.W., 32-3 interno y objeto transicional, 78
instinto de, 288 objetivación del, -e85
miedo a la, 117-8, 153-4 protección del, 276, 280
mujeres, 16 · que no es "parte de mín, incluido en el
mundo interno, 47-8 esquema corporal, 95-6
mundo onírico, 31,337 separatividad del, en la satisfacción
muñecas, 19-21, 30-1, 75-6 de las mociones, 217
música, 28-9 · subjetivo y objeto objetivamente per-
mutualidad, 303-10 cibido, 72,127,231, 265-8, 276
nada ante lo cual reaccionar, 68- 70 subjetivo, y elemento femenino, 216
nada en el centro, 68-72 superviven~a del, 266-7, 271-2, 286,
narcisismo, 114-5, 120-1, 231 291-2
uéase tambibt herida narcisista uéase también búsqueda del objeto;
necesidad constancia del objeto; presenta-
y deseo, 288, 304-5 ción del objeto; relación con el
y moción, 304-5 objeto; relaciones de objeto
negrura, 58 objeto bueno, 50
neurosis obsesiva, 193-4 objeto transicional, 13-5, 27-8, 61-2, 72-8
véase tambUn enfermedad obsesiva; y ambivalencia, 180
tendencia obsesiva y paradoja, 247-8, 26ó, 337
niñas, 75-6, 82, 295 y transiciones, 72-4
niñeras, 18-9, 57 véase también fenómenoo transicio-
niño nales
enfermedades del, 137-8 observación de bebés, 303, 321
evacuación del, en tiempos de guerra, obsesiones, véase enfermedad obsesiva;
27-8 neurosis obsesiva; tendencia ob-
importancia del padre para el, 288-9 sesiva
inhibición del funcionamiento corpo- odio,46,89,225,280
ral orgástico en el, 34-7 como idea delirante de ser odiado o
posibilidad de su existencia por sepa- perseguido, 169, 180
rado, 337 del paciente en la t.ransferencia, 35-6,
su ajuste a la anormalidad física, 98-9, 101, 164-5, 167-9
313-4, 320-1, 332 hacía el objeto bueno, y desilusión,
su capacidad de objetivar, 301 167-8, 178-80'
su reacción ante el nacimiento de un reprimido en la madre, 179, 296-8
hermanito, 170-2, 301 oídos, 74
y alucinaciones, 57-8 olfato, 74
y depresión de la madre, 294-5 omnipotencia, 74-5, 95-7, 108-11, 188-90,
uéase también bebé 212,14, 231
niño de 2 a 4 años, síntomas neuróticoe en ámbito de, del paciente en el análisis,
el,87-8 164-8, 201, 268
nivel anal, 65-6 experiencia de, 115-6, 178, 337
nivel oral, pérdida de la comunicación en y agonía primitiva, 114-6
el, 66 orientación, falta de, 68, 70
no-integración, 47-9, 140 orinar, 70-1
normalidad en la fase edípica, 91-2, i48-9 Oxfordshire, 27-8
objetivación,217,285 pacientes, 200·1, 251-2, 278-80, 296-8
objeto fragm~ntos enfermos de, 126
destrucción del, 266-7, 271-2, 276, su aprovechamiento de los· :factores
291-2 internos, 212-4

352
su rabia por las fallas del analista, 305-6 su valor para una paciente, 39-40
su u.so del analista, 263, 278-80 padres, 97, 171
sus exigencias regresivas, 123 de adolescentes, 285-6
sus regalos, 183-5 sus fantasías sobre el niño no nacido,
uéase también. análisis; ana1ista 102-3
pacientes fronterizos, 151,238, 240-1, 263 palabras, 187, 189-90, 192
pacientes mencionados pánico, 158-9, 240
aliviado de dajar el análisis al analis- panza, 198-9
ta, 98-9 de la que caen c05as, 134-5
anoréxica, 134-5 pañales, 70, 223
hombre cuya madre lo había tratado pañuelos, 104
corno una niña, 70, 209, 223 papel usado en las sesiones, 27-8, 105, 124
hombre que descubría su self femeni• paradoja, 95-7, 248, 259-60
no, 224-6 y fenómenos transicionales, 247-8,
hombre que encontraba una unidad 337
primaria con el analista, 212-3 parálisis general d~I demente, 152-3
hombre que tiene una tarea hogareña, paranoia, 152-3, 163-8
282-3 "pareja de crianza", 73
mujer que confundió el horario de su "parte de mf'l"distínto de mf'
sesión, 166-7 no separados, 291-2, 301-2
mujer que deseaba controlar al analis- repudio a lo "distinto de mí", 120,
·•ta, 125 291-2
mujer que experiencia agonía en v~ separados, 113
de rabia, 20 l Po.11i6n según San Maleo, de Bt.ch, 248-9
mujer que necesita separarse de la pecho, 78, 104, 217-9, 269
madre y del analista, 147 ataque al, 35-6
mujer que necesita un quehacer ma- idealizado, simbolizado por duraznos,
terno, 106 184-5
mujer que presenta cambios luego de uifrzse también amamantamiento
la interpretación, 254 pediatría, 14, 26
mujer que siente cariño y rabia por el pene,36-7,59,70-1, 104,219,316
analista, 182-4 envidia del, 208, 318-9
mujer que tirll al suelo la bandeja del pensar, 186-92, 256-7
desayuno, 258-60 vt!ase tambit!n cerebro; intelecto
niña pertutbada por las palabras del pérdida, 48-50, 78
analista, 163-4 perfeccionismo, 89
niña que tiene uo vfnculo homosexual perros, 52, 318-9
con la madre, 327 persecución, 85, 120-1, 139, 183-4
niño que establece una mutualidad ut!ase también paranoia
con el analista mediante el balan- perseguidor
ceo, 307 mujer que abría la puerta como, 167-8
niño que pateaba a su madre en el personalización, 140, 311, 314, 321
dibujo, 334, 339-40 11/!ase ta.mbién residencia de la psique
uéose también casos en el soma; connivencia psico-
padre, 16 somática
de un paciente incapaz de controla¡· }c. perversiones, 102-3, 161-2, 224-5
· agresión, 282 pesadillas, 57, 87, 273
descubierto en su excitac.ión sexual, pesar, 48-50
59,65 Piaget, Jean, 187
en los sueños de niños, 88 piel
introyectado, y autocontrol, 283 enfermedades de la, 139, 144
muerte del, 317-20 rascarse la, 36-7
muerto de una paciente, 165-8 placer, 42, 79
paciente que esperaba el amor del, placer previo, 53-4
205 Plinio, 285
potente, del triángulo edípico, 99-100 Plymouth, 17, 21-2, 25
que rechaza el self femenino de la hija, poesía, 111
119,205 posición depresiva, 47-9, 102, 120-1, 295

353
posición hornosexu,,1, 88 quehacer materno, 47-8, 106
poskión paranoide, 291-2, 339-40 suficientemente bueno, 240-1, 302
potencia, 70-1, 99-102, 139, 224 rabia, 127, 183-4, 225
práctica privad,¡ del psicoanálisis, 26 ante la falla ambiental, 180, 201,
preocupadón 240-1
por la d.istrucción, 276 de D.W,W., 15, 30
preocupadón materna primaria, 48-9, en la transferencia, 305-6
302,337 rabietas, 87
prea<:upaci6n por el otro realidad, 265-7
bloqu<:ada a raíz de la actitud de la ext.erna, 76-7, 80
n .. , ..:,· .. , 339-40 tJéo.se también principio de realidad;
u¿,:..~e :rct:,bitr, culpa sentirse real
pres.,nt.ación del objeto, 113 realidad psíquica interna, 76-80, 87
Prímem GUetTa Mundial, 16, 24 crecimiento de la, 180
principi(> de realidad, 95-6, 178, 202-3 figuras imaginarias en la, 214
y agresión, 338-9 y fantasías de embarazo, 102-3
y agresión niactiva; 270-1 · realización y ambiente facilitador, 127
y uso de Wl objeto, 266-8 "realización simbólica", 72
proceso madurativo, 94-6, 112, 127, 140-2, recuerdo
322-3 y revivencia en la transferencia, 117,
heredado, 126, 234-5 155
y ambiente facilitador, 113, 126, 181, uéo.se memoria
266,336 regalos del paciente al analista, 183-5
progenitores, véc.se padrt!s regla básica, 250
pl'<lvisión cultural, 149,218 regresión, 62-3, 88, 182, 237-8
proyección, 120-1, 127,219, 264-8, 3:19-40 como reexperienciación de la fusión,
el Malista.como, 98-9, 268 337
y creatividad básica, 248 en el análisis, 122
prurito, 144 en una paciente mujer, 58, 65
pseu.dologia. fanta.stica, 11éa.se seudolog(a retraimiento en la, en el análisis,
fantástica 182-4
psicoanálisis, 148, 250, 264, 299-300 relación
clásico, 89-90 · entre el progenitor y el bebé, y la
necesidad ele que sobreviva la técnica paradoja, 95-7
en el, 269,296 entre la madre y el feto, 197-9
su ab,in\aje dr, la angustia, 97 fosti ntiva, 74
y bíologfa, 288 triangular, 287,293
y cura, 2:,9-60 relación con el objeto, 113, 127, 264-5
y etiologfa del trastorno psicótico, 150, es impulsada por el instinto y no por el
290 afecto, 246
y expetia ncia cultur<!l, 246-7 falta de, en la angustia psicótica,
uéase ta.mbié1t análisis 114-5, 239
pskología objetivamente percibido, 276, 339-40
de la trombosis coronaria, 51-2 subjetivo, 127, 276
psiconeur()i!Ís, 84-93, 150-1, 235-6 y elementos masculino y femenino,
organización de la, en el trastorno 215-7, 219,230
psicótico, 263 y omnipotencia, 178
síntomas de la, en el niño sano de 2 a relaciones de objeto, 72, 84-5, 88-9
5 años, 87, 148 relaciones personales, 53-6, 341
p¡;icoterapia, 240-1 tempranas, estudio realizado por
psiq\le D.W.W. sobre las, 14
y funcionamiento ffsico, 140 y trombosis coronaria, 51
psiquiatría, 150 relaciones triangulares, 90, 108-9, 287
pubertad, 86-7 relajación, 53-4
véase lambi<ln adolescencia religión, 21, 287
pulgar reparación, 21, 277-8, 291-2, 295
chupeteo del, 34-7, 42, 61·2, 75•6 repliegue, v,ase :retraimiento
y objetos transicionales, 72, 75-6 represalia, 268-9, 286, 291-3

354
represión, 47-8, 74, 88-9, 117, 189-90 seudología fantástica, 62-3
residencia de la psique en el soma, 113, sexualidad
127, 141-2 biológica y otras características se-
resistencia, 69 xuales, 230
respiración y destl'llctividad primaria, 285 uso const.TUctivo de la, 277-8
restauración del pene dañado, 36-7 y expectativas sociales, 214
restaurantes, 42 Shakespeare, 30, 220-2
retrauniento, 182-4 significado, 74, 78
rigidez, 50 silencio, 104-9, 253
de las defensas, en las psiconeurosis, símbolos, 76-7, 87,227
90-2 pérdida de la capacidad para el uso de,
Rilke, Rainer Maria, 13, 286 75-6
Ritvo, S., 290-1 y juego, 79-80
rivalidad entre hennanos, 89 y objeto transicional, 61·2, 72-3
robo, 62-3, 221-3 y palabras, 192
Rómulo y Remo, 337 simpatía del paciente hacia el analista,
Rosenfeld, Herbert, 206 48-50 .
rostro, 75-6 sindactilía, 312-3
saber, 38-40 síntomas, 87, 172-3, 238, 280-1
sadismo oral, 46, 68 . sintomatologfa, 142-3, 148-9, 227
sadismo reprimido de la madre, 66 sobrecarga y trombosis coronaria, 51-2
saliva, 74,. socialización, 81, 203-4
salud, 91-2, 214 Sociedad de Investigaciones Psicosomáti-
ambivalencia en la, 203-4 cas, 51, 130
capacidad para el uso del objeto en la, Sociedad Psicoanalítica Británica, 31,148,
276, 278-9 206-9
identidad del self y el cuerpo en la, Sociedad Psicoanamica de Nueva York,
140,311 261-2, 290-1
y rabia, 240-1 Sociedad Psicológica Británica, 336
y regreE1ión, 238 soñar, el, 39-40
salud mental del bebé, 338-9 sostén, 48-9
satisfacción en el juego, 79 y ambiente facilitador, 113, 127
Scott, Clifford, 266n y cuidado ffsico del bebé, 308-10
Searles, H.F., 182 Souza, Dccio Soares de, 206
Sechehaye, M.A., 72 "Soy el rey del castillo", 120-1, 140-2
secretos, 35-9 Sterba, Richard, 206
self, 47-8, 69-70, 216, 219 streS8, uéase sobrecarga
bisexualídad del, 211-2 sublimación, 246, 282
definición del, 322-3 sueños, 146, 188,244-5,282
definición por una membrana limítro- véase también trabajo del sueño
fe, 76-7 sueños mencionados
del bebé, 128-9 de Ciare W., 32-3
sostén del, 113, 142-3 de D.W.W., 30,243, 273-4
su base en el cuerpo, 321 de pacientes femeninas de D.W.W.,
su identidad con el cuerpo, 140 57, 59, 134-5, 146, 172-5, 184-5,
uéase también falso self; verdadero 253, 317-9, 327-8
· self de pacientes masculinos ele D.W.W.,
sensualidad en el bebé, 74 224, 227-8
sentirse real, 46, 73, 189-90, 202-3 sufrimiento
a través de la desazón en el análisis, como resultado de la integración, 180
164 e invulnerabilidad en la esquizofre-
yjuego,80 nia, 239
separatividad, 28-9, 217 en casos fronterizos, 240-1
ser, 216-9 ir.:iicidio, 47-8, 118, 139, 167-8, 201, 225
continuidad del, 118, 239 y falla del análisis, 264
y hacer, 221-2, 230-1 Talión, 107-9, 291-2
tarjetas de Navidad, 28-9
Betel! y animales imaginarios, 44-5, Sf!, 87
temor·•:.
Servicio de Ayuda Hogareña, 65
a la manía, 47-8

355
primitivo a la agresión, 282-3 triunfo de lo malo, 46
y compulsión, 115-9 trombosis coronaria, 51-6
ujase tambijn angustia¡ miedo unidad primaria, 212-3, 285
tendencia antisocial, 85-6, 139, 277-8 universo, 76-7
tendencia 'obsesiva, 89 llSO de un objeto, 15, 27-9, 261-93
tensión, 53-6, 65, 82 vacas, 58
y funcionamiento corporal orgástico, vaciedad, 69, 118-9
34, 53-4, 255 varones,70, 75-6,82,295
r;jase tambUn sobrecarga verbalización, 250.,
tensiones instintivas, 82 verdadero self, 61-2, 69-70, 238
teoría, necesidad de la, 207 versos jocosos, 73
terapeuta, 176, 240-1 vida cultural, 76-8
v,ase tambijn analista vitalidad, 18-9
terapia electroconvulsiva (TEC), lói:: .9 vivacidad, 248
Thomas, Dylan, 30 y destructividad, 285
Tolstoy, León; 244-5 voz, emisión de la, 41
tomar notas durante la sesión, 104 Winnícott, aldea de los, 17
tos, 68 Winnicott, Ciare, 13-26
trabajo del sueño, 254, 273 Winnicott, Donald W., 13-26
transferencia amigos de, 16, 21, 23-5
analista como esposa y madre en la, su "club•, 243-5
226 su dolor de cabe-~a, 273-4
analista como madre en la, 2.96 su estudio de las relaciones persona-
confianza en la, e interpretación, les tempranas, 14
254-5 su familia, 17-20, 22-33
confianza en la, y no-integración, 48-9 su muerte, 32-3
delirante, 58, 155, 164--5, 167-9, 183-4, su primer contacto con la obra de
210 Freud, 26
dependencia en la, 112 su nbia, 15, 30
disociaciones traídas a la, 137 su trabajo en hospitales, 25-6
evolución de la, 263 sueños de, 30, 243, 273-4
experiencia temprana descubierta en sus garabatos, 29
la, 305-6 u,ase tambijn cartas de D.W.W.
locura del analista en la, 229-30 Winnicott, Richard, 18-9
miedo al derrumbe en la, 115-7 Winnicott, Sir Frederick, 18-9
odio en la, 35-6 yo, 74, 120-1, 140-2, 187, 289
positiva, 163 auxiliar, 127-8, 150, 157
revivencia de la angustia intolerable de la madre, 110
en, 95-7 del bebé, 127
y cues~iones profundamente enterra- derrumbe de la organización del, 112,
das, 207 158-9
transigencia, 203-4 desarrollo del, 50, 89, 141-2
trastorno psicosomático, 51-6, 89, 130-43 distorsiones del, 321-3
trauma, 161-81, 239-41, 308 núcleos del, 47-8
travestismo, 44-5, 82 Yo Observante, 61-2, 238
tres ámbitos del vivir, 76-7 YO SOY, 120-1, 140-2
tristeza, 48-50, 320 Zeus, 215
v,ase tambUn pesar

356

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