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TEMA 2.

2: El rito hispánico-visigótico o mozárabe

1. Introducción: Evolución etimológica de la acepción de “Rito”

El término “rito” siempre ha sido una palabra con sentido religioso unida a la liturgia. Ésta fue
utilizada por los cristianos, pero sus usos se remontan a épocas anteriores como la de la Vulgata
(biblia en latín). Inicialmente el “rito” era entendido en la Iglesia como una forma de ejercer ciertas
prácticas litúrgicas (aspersión del agua o añadir vino al agua). Luego comenzó a utilizarse para
describir toda la ceremonia del culto (misa, bautismo) o también para describir la liturgia al completo
(rito romano).

Con el papa Celestino III, a finales del siglo XII, se comenzó a usar el término para referirse a leyes
que debían ser respetadas, tratando así de imponer de forma más evidente el rito Latino.
Posteriormente el término comienza a referirse tanto a las leyes como a la comunidad, disciplina y
liturgia, y aparece el concepto de “iglesia particular”. Ya el siglo XVI se estabiliza el uso de “rito”
asociado a iglesias particulares: rito Latino, rito Armenio y rito Griego, aunque es cierto que seguirá
apareciendo en diversos Códigos Canónicos y Motu Propio con las otras dos acepciones del término.
(En el primer párrafo de la página 3 del artículo explica esto de forma más detallada, por si alguno lo
considera necesario)

2. Factores decisivos en la cristianización de la península Ibérica y la formación del rito


hispánico

Organizar la historia de la liturgia hispánica resulta complicado ya que la mayor parte de las fuentes
conservadas se corresponden a copias, realizadas en los siglos VII-XII de fuentes de los siglos VII-
VIII. Esto supone una pérdida de las notaciones originales ya que los copistas posteriores no eran
conocedores de las mismas.

La liturgia hispánica está muy relacionada con la expansión del cristianismo en la península Ibérica,
cuyas provincias fueron de las primeras de la zona occidental en ser cristianizadas. Este hecho estuvo
favorecido por:

- Grandes y antiguas comunidades judías en la península, ampliadas por el exilio de los judíos
de Roma y la dispersión de judios causada por las guerras judaicas (ss. I-II).
- Gran población militar en el limes cántabro.
- La romanización peninsular facilita la comunicación de todo el Mediterráneo.
- Conversión al catolicismo de los suevos que fundaron el primer reino independiente católico
en Gallecia (s.VI).

Realmente el culto cristiano y judío tuvieron el mismo origen y aunque se fueron separando, el culto
cristiano mantuvo numerosos elementos “gentiles”. Ambas comunidades tenían una gran relación y
prácticas litúrgicas comunes. Tras el Concilio de Jerusalén y la integración de los gentiles en la
comunidad cristiana, hay una separación de éstos de las sinagogas y desarrollan sus propios cultos
(más importantes: celebración del domingo en lugar del sábado, conmemoración de la Última Cena y
la lectura de las Sagradas Escrituras). Además de estas influencias judías, el rito cristiano también
adoptó elementos prerromanos y romanos, ya que contenían sistemas de recitación y organización
musical.

La caída del Imperio romano de Occidente (476) y la conversión al cristianismo de los invasores
germanos asentados en Hispania, supone el asentamiento de la Iglesia Hispana ligada a la tradición
latina. En el Concilio IV de Toledo (633) se puede ver como ya existía un liturgia consolidada en la
península aunque existían numerosos “libelli” redactados por los Obispos visigodos. Se crearon
comunidades eucológicas entre las que destacan la de Sevilla, con los obispos Leandro e Isidoro,
Tarragona con San Braulio de Zaragoza y la de Toledo, la más importante, con San Eugenio, San
Ildefonso y San Julián, Éste último se encargó de organizar las fórmulas litúrgicas que estuvieron en
práctica desde el año 700 hasta el siglo XI. En general la liturgia hispana fue rica y variada y
podemos observar esto en algunos escritos como De ecclesiastics officis, de San Isidoro y Regula
monachorum de San Martín y San Fructuoso de Braga.

En los siglos VI-VII se crea una liturgia propia denominada hispana, visigótica o mozárabe, que
mantendrá su existencia más allá de la invasión musulmana. Toledo y Sevilla contribuyeron de forma
importante al desarrollo del rito. En Galicia se da una excepción ya que desde la invasión de los
suevos se adopta el rito romano. Posteriormente con el Concilio IV de Toledo se unificó la liturgia en
todas las iglesias del reino, prohibiendo expresamente el rito romano en Galicia, adherida al reino de
Toledo. Éste será el principal centro litúrgico y allí se compondrán numerosas obras entre las que
podemos destacar un “libro de misas” y otro “libro de oraciones” de San Julián.

3. Tradiciones litúrgicas tras el asentamiento mozárabe

La liturgia hispánica ya contaba con un repertorio propio que afortunadamente sobrevivió al desastre
de Guadalete (711). Este conjunto de obras fue ampliado posteriormente por las nuevas misas y santos
que comienzan a llenar el calendario. En el siglo VIII encontramos a compositores como Toledo
Cixila, “sanctimoniis eruditis”, aunque es cierto que los más relevantes serían San Vicente de
Córdoba y Salvo, Abad del monasterio riojano de Albelda.

Durante los siglos IX, X y XI los mulsulmanes dejaron a los cristianos celebrar la liturgia en sus
iglesias y esto se mantuvo en todo el territorio hasta su prohibición total. En la actualidad tenemos
algunos códices de la época, copiados en los “scriptoria” (el lugar donde se copiaba en los
monasterios), donde los elementos pirenaicos, relacionados con los avatares carolingios, van
desapareciendo paulatinamente a la vez que se adoptan modelos pre-gregorianos. Esto desembocará
en la implantación del rito romano en el siglo IX.

En puntos como Asturias o Navarra la tradición visigótica se mantiene como seña de identidad y
cómo elemento para mostrar su negativa hacia la implantación del rito romano. En la sociedad
andalusí también se mantiene el rito visigodo pese a la buena acogida de los cristianos por parte de la
cultura musulmana. Esta lenta pero dilatada presión del sector musulmán a los cristianos, hace que
estos últimos migren hacia el norte de España, creando así dos asentamientos mozárabes con dos
tradiciones litúrgicas diferenciadas.

- Tradición toledana: más conservadora y practicada en el territorio musulmán (con supuesto


orgien en Sevilla pero trasladada principalmente a León).
- Tradición castellano-leonesa: con centros en Santo Domingo de Silos, Sahagún, catedral de
Burgos, etc.
- Tradición riojana: en el monasterio de San Millán de la Cogolla donde se crea el pacto
monástico entre monjes migrantes.

A mediados del siglo XI el rito hispánico comienza a ser sustituido por el rito romano a causa del
Concilio de Coyanza (1050). Algunos miembros del clero opusieron resistencia esto obligando al rey
Alfonso VI a convocar un concilio general de sus reinos.

En los siglos IX y XI, la producción y circulación de libros no fue muy amplia. Tampoco podemos
hablar en esta época de escuelas monásticas pero sí de espacios institucionales donde se transmitían
conocimientos de la cultura escrita (liturgia de las horas, canto, meditación “lectio divina”, redacción
de diplomas relacionados con el señorío del monasterio). Gracias a estos centros se conservaron
recursos de la cultura visigótica, localizados principalmente en Castilla y León (Burgos, La Rioja,
Palencia). Algunos de estos monasterios intercambiaron de forma frecuente sus escritos antes de hacer
inventario de los mismos, por lo que realmente no sabemos el origen de muchos de ellos.

A finales del siglo XI e inicios del XII se produce una mezcla entre tradición e innovación, resultando
en seis manuscritos para la lectura del Antiguo y Nuevo Testamento en la misa del Liber Comicus y
Liber Misticus, propios de la liturgia visigótico-mozárabe. En la liturgia romana, los leccionarios y
oficieros serían los equivalentes a los anteriores, que también contaban con una mezcla entre liturgias
y añadían elementos visigótico-mozárabes.

4. Proceso de implantación del rito romano en la península Ibérica

El concilio de Burgos de 1080 significó para Castilla el abandono del rito mozárabe y la implantación
del rito romano. Este hecho no supuso un momento decisivo, sino que simplemente finalizó algunos
cambios de la historia de la liturgia castellana. Anteriormente y bajo el reinado de Fernando I, el rito
romano había quedado asentado en algunos monasterios de Castilla. Los reyes de Aragón y Navarra
también abandonan la tradición mozárabe incluso antes que en Castilla, ya que recibieron amenazas
de los papas Alejandro II y Gregorio VII. Finalmente el rey Alfonso VI, después de haber estado
resistiendose a introducir el rito romano romano en el reino, lo incorpora por la presión de Gregorio.

En 1080, Burgos no era considerada capital del reino, ni poseía la población o prestigio que sí tenían
otras ciudades. Sin embargo, su posición social y económica estaba creciendo exponencialmente al ser
la ciudad un lugar de paso de importantes rutas comerciales. También Burgos sería un lugar de paso
del camino de peregrinación hacia Santiago de Compostela, convirtiéndose el lugar de hospedaje.
Otro característica de la localización de Burgos que afectó en su relevancia fue que constituía un lugar
de paso entre los monasterios de Silos y Oña y el de Nájera a Cerdeña. Esto resultaba en que las
reuniones de los abades se realizaban en Burgos. Los documentos que tenemos de esta época nos
muestran la buena relación existente entre los obispos de dichos monasterios.

Por los tiempos de anarquía y desorden de la iglesia en esta época, se pretende centralizar la vida
eclesiástica y la liturgia. Como consecuencia se solicita la abolición de la liturgia hispánica. El rito
romano se comienza a introducir en España en el monasterio de San Juan de la Peña. El rito hispano
se cantó por última vez en Aragón en 1071 y en 1076 en Navarra.

A mitad del siglo XI comienza la suplantación del rito hispánico por el romano. Los reyes de
Navarra, León y Castilla facilitaron la entrada de nuevos monjes y aceptaron las reformas de los papas
Urbano II y Gregorio VII. Esta implantación del rito romano comenzó en 1050 con el Concilio de
Coyanza, donde se permite a catedrales y abadías adoptar el nuevo rito. El clero local se mostró reacio
a esta nueva implantación y el rey Alfonso VI de León y Castilla tampoco ayudó en el proceso. En
1080 se convoca el concilio en Burgos y suceden diversos actos en oposición al rito romano. En Léon,
por el apego de algunas mujeres a este rito se permite mantenerlo de forma excepcional.

Un caso importante sería el de la ciudad de Toledo, que durante su conquista (1085), se plantea el
mantener el rito hispánico, ya que la mayoría de la población se negaba a abandonarlo. Finalmente se
concede esta excepción a seis parroquias y se justifica en que “son gentes de las dos religiones”. A
partir de este momento, el rito hipánico sólo se mantendrá en comunidades cristianas bajo dominio
musulmán (mozárabes).

Es en esta época cuando el monje Guido d’Arezzo consigue plasmar por primera vez una notación
diasistemática, que mostrará los intervalos melódicos del canto gregoriano. Por desgracia este sistema
no llegó a tiempo para salvar las melodías mozárabes. Desde este momento, la tradición visigóticas
también va desapareciendo ya que en la mayoría de pactos se obligaba al clero y a la población
mozárabe a renunciar a ésta.

En Cataluña la entrada del rito romano fue en el siglo XX. El libro más antiguo conservado es un
fragmento de un misal mixto, con antífonas y lecturas, Los Sacramentarios de Vich y Ripoll, libros de
la misa romana con influencias hispánicas, donde el paso de un rito al otro fue bastante progresivo.
Sin embargo en Aragón, la sustitución de un rito por otro fue brusca y obligó a copiar modelos
extranjeros del sur de Francia. Por algunos decenios, el único elemento conservado fue la caligrafía
visigótica.

5. El “Liber Ordinum”

El Liber Ordinum es una recopilación de textos rituales, pontificales y misas votivas de difuntos. La
técnica de recopilación se puede remontar al siglo X, denominada técnica de los libros místicos. Por
las secciones que contiene podría ser heredero del “Libellus officialis”, del Concilio IV de Toledo,
con secciones añadidas de origen romano-galicano.

La liturgia de los monasterios hispánicos se plantea sobre el principio de la oración contínua


(universa laus), practicado por todos los monjes. La imposibilidad de esta oración continua obligó a la
comunidad a organizar las oraciones comunes en las diferentes horas canónicas en las que los
romanos dividían el día y la noche. Originalmente la oración monástica consistía en el rezo diario de
los ciento cincuenta salmos bíblicos, pero poco a poco se fue adaptando a los momentos más
importantes del horario civil (oración cada tres horas durante el día y una vigilia que unifica los tres
rezos de la noche. En total, los rezos quedan organizados de la siguiente forma:

- Ad matutinum (al anochecer)


- Ad nocturnos (a media noche)
- Ad matutinum (al amanecer)
- Ad tertiam (a media mañana)
- Ad sextam (a medio dia-meridie)
- Ad nonam (a media tarde)
Los “liber ordinum” para el uso de la liturgia monástica son los manuscritos de San Prudencio de
Monte Latruce (inicio siglo XI). Éstos son recopilatorios en los que cada cúal escogió entre varios
“ordines” ya existentes en la época visigótica. La composición de las ceremonias fue revisada y
ampliada en el siglo X por el Antifonario de León (detalla lo externo de las ceremonias a seguir por
los ministros de culto) y posteriormente por el Liber ordinum del oficio De resurrectiones domini.

El Ordo cathedralis conformaba un conjunto de oraciones litúrgicas públicas realizadas en las


iglesias que debían realizar a diario los clérigos. Dicho oficio estaba conformado por la Oración de la
Mañana y la de la Tarde. El XI Concilio de Toledo añade una hora canónica más, resultando en la
ejecución de la Tertia, Sexta y Nona del Officium monasticum.

Officium matutinum compuesto por (esto aparece más detallado en página 18 del artículo de Rafael):

- Matutinum ferial
- Matutinum dominical
- Matutinum festivo

Officium vespertinum compuesto por:

- Rito de la luz
- Salmodia
- Conclusión
- Procesión

6. Reformas del rito Hispánico desde el cardenal Cisneros hasta el s. XX

En 1495 el cardenal Cisneros, en la catedral de Toledo, trató de restablecer el antiguo oficio mozárabe
en la capilla del Corpus Christi con ayuda de capellanes que celebraban a diario el culto según el rito
mozárabe. Cisneros también editó, recopiló y ordenó algunos libros litúrgicos, ya que cada iglesia
celebraba la misa y los oficios de forma diferente. Finalmente ordenó la impresión de un nuevo misal
y breviario en el que se transcribieron melodías conservadas en notación cuadrada. Esto permitió una
reconstrucción aproximada de la liturgia visigótica.

Se conservan manuscritos de los siglos IX-XI con casi todo el canto mozárabe o hispánico escritas en
notación neumática (sólo indica el intervalo y no puede leerse). Sólo tenemos veintiún cantos
conservados en notación aquitana, procedentes de un manuscrito del siglo XII.

Ya en siglo XVIII el cardenal Lorenzana realiza una nueva edición y corrección de los misales de la
reforma de Cisneros, que ya se habían terminado, sin modificar el texto del mismo. No es hasta el
siglo XX, con la intención de adaptar el Rito hispánico al nuevo Concilio Vaticano II, que no se
vuelve a revisar el Misal. con la intención no sólo de mantener la celebración en Toledo, sino también
de devolver la pureza a los textos y el orden de celebración.

Posteriormente el papa Juan Pablo II amplió los permisos para usar esta liturgia en cualquier lugar de
España. Tras nueve años de revisión de manuscritos y arduos trabajos, consiguen restituir el Misal
Hispánico eliminando todos los agregados de épocas posteriores e incorporando todo aquello que se
había perdido.

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