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Tema: Una amistada con Dios

Título: El Eterno

Introducción:

Versículo:

1. Juan 15:13-17

Propuesta: Veremos 3 características de la amistad que Dios nos da, y que todas estas
son únicas.

Puntos:

1. Es Sacrificada
La primera característica que se nos presenta es aquella que marca
nuestra amistad con Dios, porque sin esta no podríamos llamarnos sus
amigos, ni siquiera podríamos dirigirnos a el de manera directa.
El describe a los apóstoles cual es la mayor muestra de amor. Es
interesante ver que los griegos, desde la época de Aristóteles e incluso
más atrás, hablan de la amistad y del valor moral del sacrificio por un
amigo. Sin embargo, lo que Cristo está enseñando acá es mayor que
cualquier sacrificio que se pueda hacer.
Muchas veces hablamos de ser como Jesús, pero hay cosas que nosotros
no podemos imitar, podemos replicar quizá el sentir como por ejemplo la
abnegaciones Cristo (Filipenses 2:5-8), pero lo que hizo Jesús en la cruz,
el dar su vida por nosotros para llevar nuestros pecados (Romanos 5:8)”
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros”, es lo que hace único este
sacrificio.
Es una característica de la amistada que nos da Jesús. ¿No sería
comparable a la de los mártires de la iglesia que han muestro por causa
del evangelio? No, su sacrificio es loable y lleno de amor a Dios, pero, a
pesar que a veces incluso el dolor físico podríamos verlo como mayor al
que padeció cristo, fue Jesús quien fue desamparado por Dios (Mateo
15:34) “Y a la hora novena, exclamó Jesús a gran voz, diciendo: ¡Eloi,
Eloi!, ¿lama sabactani?, que interpretado quiere decir: ¡Dios mío, Dios
mío!, ¿por qué me has desamparado?”. Cargo nuestros pecados y nos dio
vida eterna. Y es esa la grandez de su sacrificio.

2. Es Desinteresada

Genesis 1:1 “en el principio creo Dios los cielos y la tierra”, Salmos
147:4-5 “Cuenta el número de las estrellas, y a todas ellas les pone
nombre. Grande es nuestro Señor, y muy poderoso; su entendimiento es
infinito.”, Salmos 62:11 “Porque dijo: Con el poder de mi mano lo he
hecho, y con mi sabiduría, porque he sido prudente; quité los territorios
de los pueblos, y saqueé sus tesoros, y derribé como valientes a los que
estaban sentados”, Isaías 10:13 “Una vez habló Dios; dos veces he oído
esto: que de Dios es el poder,”

A que quiero llegar con esto. Dios creador, omnipotente, omnisciente,


omnipresente, ¿necesitaba acaso algo de nosotros? ¿había algo que
nosotros pudiésemos aportar para hacerlo más grande o sumar a su
infinidad? La respuesta es no, sin embargo, Él nos escogió, Él nos
extendió la mano y nos hizo sus amigos. “Nosotros estamos en Cristo, no
porque lo sostengamos, sino porque él nos sostiene.”

Yo no recuerdo cómo me hice amigo de muchos de los presentes, y no


porque no valore su amistad, sino porque fue tan orgánico que ni sentí el
cómo entraron a mi vida. Pero una cosa es segura, los dos intervenimos.
Yo soy amigo de tal persona porque lo escogí y el me escogió. Pero la
amistad con Cristo es porque él me escogió, siendo yo incapaz de elegirlo
a ÉL (Romanos 3:10-12) “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;
no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. todos se desviaron, a
una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera
uno.”

(…)

El fundamento del amor por nosotros nunca está en nosotros, siempre


está en él, porque incluso aparte de su amor por nosotros Dios es amor.
Es amor en su misma esencia. El carácter incondicional y soberano de
este amor divino se manifiesta también en pasajes como los siguientes:
“No por ser vosotros más que todos los pueblos os han querido Jehová y
os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los
pueblos; sino por cuanto Jehová os amó … os ha sacado con mano
poderosa” (Deuteronomio. 7:7-8). “Por mí, por amor de mí mismo lo
haré” (Isaías. 48:11). “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor,
y hazlo; no te tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre
es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Daniel. 9:19). “Yo
sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia” (Oseas 14:4). “Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo
murió por nosotros” (Romanos 5:8). “Según nos escogió en él antes de la
fundación del mundo, para que fuéramos santos” (no: “porque previó que
íbamos a ser santos” Efesios 1:4). “En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y
envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan. 4:10).
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan. 4:19).

3. Nos da propósito

No solamente una amistad con Jesús nos da salvación mediante su


sacrificio (muerte y resurrección) también recibimos un propósito. Este
“he puesto” es encargar, para llevar fruto, estos son los efectos de la
gracia divina que vemos en Gálatas 5:22-23 “Mas el fruto del Espíritu es
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley.” Es hermoso ver como Dios nos
da este nuevo propósito y es mediante estas buena obras, frutos de
nuestra relación con Jesús no son un fin en sí mismas sino como medio
para la conversión de otros, y de esta manera para la gloria de Dios, a
través del sendero indicado en Mateo 5:16 “para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Juan 15:15
Mateo 28:19-21

El término os he puesto traduce un verbo gr. en el tiempo aoristo: “os puse”. Beasley-Murray lo traduce
“os aparté” para una misión, basándose en el uso en el v. 13 donde Jesús “apartó” su vida a favor de otros.
El mismo verbo griego también se traduce “constituyó” (ver Núm. 8:10; 27:18; Isa. 49:6; Hech. 13:47; 1
Tim. 1:12; 2 Tim. 1:11; Heb. 1:2). En relación con la idea de una misión, Jesús vuelve a la analogía de la
vid y el propósito del labrador al decir para que vayáis y llevéis fruto. El verbo vayáis también sugiere el
salir para realizar una misión y esa misión es de llevar fruto. La cláusula para que vuestro fruto
permanezca parece referirse a la conversión de personas salvadas para la eternidad más bien que la
santidad personal del discípulo. La obediencia en ir y [página 327] llevar fruto les daría base para pedir
con la confianza de que el Padre oiría y contestaría: a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre
él os lo dé . La oración aceptable del discípulo nunca tendrá el carácter de un mandato, ni demanda, sino
como la apelación de uno que es humilde, débil y obediente al que es soberano y omnipotente. Nótese la
relación estrecha entre el discipulado, la oración eficaz y el llevar fruto.

Fue Cristo quien había elegido a estos hombres para sí de entre el mundo de tinieblas (véase sobre
versículo 19), a fin de que fueran sus seguidores y como tales dieran fruto, y esto no sólo por un tiempo o
a ratos sino permanentemente. Para este fin también los había elegido; es decir, los había apartado del
mundo y les había prometido darles las habilidades requeridas. Como se ha indicado antes, el dar fruto se
refiere a la producción de los efectos de la gracia divina, como los mencionados en Gá. 5:22—amor,
gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, autocontrol—; Ef. 5:9; Col. 1:6; He.
12:11; y Stg. 3:18. Pero ante 4:36 y 12:24, pasajes en los que el término “frutos” indica almas salvadas
por la eternidad, no está desde luego fuera de lugar señalar que las buenas obras en las que Jesús piensa se
mencionan no como fin en sí mismas sino como medio para la conversión de otros, y de esta manera para
la gloria de Dios, a través del sendero indicado en Mt. 5:16 (“para que vean vuestras [p 581] buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”). Estamos totalmente de acuerdo con el Dr. F.
W. Grosheide que la elección de la que habla este pasaje no es para un oficio determinado sino la que
corresponde a todo cristiano.337 Todos los creyentes son escogidos de entre el mundo (versículo 19) para
producir frutos (versículos 2, 4, 5, 8). Aunque esto es un acto que ocurre en el tiempo, tiene su base en la
elección “antes de la fundación del mundo” (Ef. 1:4; cf. Jn. 17:24). El permanecer en Cristo se
recompensa con el dar frutos, y a través del dar frutos, también con la oración contestada. El verdadero
discípulo pide frutos, porque estos frutos complacen a Dios. Pide a Dios que le dé lo que esté de acuerdo
con su voluntad. Pide esto; no como si él mismo (el discípulo) tuviera algún mérito, sino solo sobre la
base de los méritos de Cristo y en total armonía con su revelación (en consecuencia, en el nombre de
Cristo). En consecuencia, el versículo 16 concluye con las palabras: para que todo lo que pidiereis al
Padre en mi nombre, él os lo dé. Aquí se da el pensamiento de 15:7; véase sobre ese versículo. En el
versículo 16, sin embargo, no encontramos el impersonal “se te hará”, sino el muy personal, “El … lo
dé”. El Padre ama al Hijo; por ello, ama a aquellos que hacen lo que el Hijo les pide.

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