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Mat:AF:5107
Bill of Rights. https://www.dipublico.org/3664/bill-of-rights-ley-que-
declara-los-derechos-y-libertades-de-los-ingleses-y-establece-el-orden-de
sucesion-de-la-corona-inglaterra-1689/
Acusando ante el Tribunal Real por delitos para cuyo conocimiento era
únicamente competente el Parlamento, y celebrando otros procesos ilegales y
arbitrarios.
En los últimos años personas corrompidas, partidistas e inhabilitadas han sido
elegidas y han formado parte de jurados y que, especialmente, personas que no
eran propietarios libres han intervenido como jurados en procesos por alta
traición, exigiendo fianzas excesivas a personas sujetas a procedimientos
penales, para no conceder los beneficios contenidos en las leyes relativas a la
libertad de las personas, aplicado castigos ilegales y crueles.
Que las elecciones de los miembros del Parlamento deben ser libres.
Que las listas de los jurados deben confeccionarse, y éstos ser elegidos, en
buena y debida forma, y aquellas deben notificarse, y que los jurados que
decidan la suerte de las personas en procesos de alta traición deberán ser
propietarios.
Que todas las condonaciones y promesas sobre multas y confiscaciones hechas
a otras personas, antes de la sentencia, son ilegales y nulas.
Reclaman, piden e insisten en todas y cada una de las peticiones hechas, como
libertades indiscutibles, y solicitan que las declaraciones, juicios, actos o
procedimientos, que han sido enumerados y realizados en perjuicio del pueblo,
no puedan, en lo sucesivo, servir de precedente o ejemplo.
Es un documento que proclama que todos los hombres son por naturaleza
libres e independientes y tienen una serie de derechos inherentes de los cuales
no pueden ser privados. Fue el antecedente directo de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 realizada por la Revolución
francesa y de la Carta de Derechos de los Estados Unidos, que entró en vigencia
en 1791 en la forma de diez enmiendas a la Constitución de Estados Unidos.
al «gozo de la vida»
al «gozo de la libertad»
a la «felicidad»
a la «seguridad»
Los artículos ocho a once, establecen las bases del debido proceso (juicio justo),
la prohibición de castigos crueles o anormales y el juicio por jurados.
Influencia
Artículo 3La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los
demás. Por ello, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre tan sólo
tiene como límites los que garantizan a los demás Miembros de la Sociedad el
goce de estos mismos derechos. Tales límites tan sólo pueden ser determinados
por la Ley.
Artículo 4La Ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la
Sociedad.
Nada que no esté prohibido por la Ley puede ser impedido, y nadie puede ser
obligado a hacer algo que ésta no ordene.
−Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, salvo en los casos
determinados por la Ley y en la forma determinada por ella. Quienes soliciten,
cursen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias deben ser castigados; con
todo, cualquier ciudadano que sea requerido o aprehendido en virtud de la Ley
debe obedecer de inmediato, y es culpable si opone resistencia.
Artículo 9 Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas,
siempre y cuando su manifestación no perturbe el orden público establecido
por la Ley.
En estos tres aspectos Locke acierta grandemente, de tal forma que sus ideales
en cuanto al derecho natural de las personas, la división de poderes y su
concepto de sociedad política están siendo aplicados de gran manera en
nuestro país y en gran parte del mundo, de modo que han trascendido y
ayudado al desarrollo y la visión y misión de los pueblos en todos los ámbitos.
Según sus ideas, el Estado tiene como misión principal proteger tres derechos
naturales: la vida, la libertad y la propiedad privada de todo cuanto un hombre
haya trabajado y pueda utilizar, ya que la propiedad tiene un límite; a estos tres
derechos se añade un cuarto: el derecho a defender estos derechos, así como
cualquier otra libertad individual de los ciudadanos, que el ciudadano cede al
Estado mediante un consenso recogido por escrito o constitución.
También sostiene que el gobierno debe estar constituido por un rey y un
parlamento. El parlamento es donde se expresa la soberanía popular y donde
se hacen las leyes que deben cumplir tanto el rey como el pueblo.
Anticipándose a Montesquieu, a quien Locke influyó, describe la separación
del poder legislativo y el ejecutivo. La autoridad del Estado se sostiene en los
principios de soberanía popular y legalidad. El poder no es absoluto, sino que
ha de respetar los derechos humanos.
Al Estado le confiere funciones de decisión en controversias entre los
individuos, en el contexto de la pluralidad y la tolerancia, puesto que se dan
diversidad de opiniones e intereses entre los hombres, fruto de las distintas
vías individuales de búsqueda de la felicidad, por lo que el desacuerdo y los
conflictos son inevitables.
Las ideas de Montesquieu rompieron con ello, proponiendo una nueva separación de
poderes del Estado. Concretamente en tres partes: el ejecutivo, el legislativo y el
judicial. Tres poderes en tres ramas independientes y en tres áreas de responsabilidad
distintas. Tres poderes en el que ninguno mandara sobre el resto. En un sistema de pesos
y contrapesos.
De acuerdo con la teoría de Montesquieu, el legislativo, el Parlamento, es elegido por el
pueblo. Y el Parlamento, de acuerdo con la mayoría imperante, elige a su vez al
Gobierno (ejecutivo), y elabora las leyes (legislativo).
Unas leyes que los jueces deben administrar y aplicar en nombre del pueblo (judicial),
donde reside la soberanía de la nación. Decía Montesquieu “que los jueces debían ser la
voz muda que pronuncian las palabras de la ley”.
La teoría de la separación de poderes fue tratada por varios pensadores del siglo XVIII,
como el estadounidense Alexander Hamilton, el enciclopedista francés Jean Jacques
Rousseau, y el británico John Locke, quien, anticipándose a nuestro protagonista,
describió antes la separación del poder legislativo y el ejecutivo y el hecho de que la
autoridad del Estado debía sostenerse sobre los principios de soberanía popular y
legalidad, pero su formulación práctica fue obra de Montesquieu.
Cabe señalar que sus ideas tuvieron una influencia decisiva en la gestación y formación
del sistema político democrático de los Estados Unidos y, posteriormente, en la
Revolución Francesa.
Unas ideas que hoy compartimos y aplicamos diariamente en un sistema democrático al
servicio del pueblo para el pueblo y por el pueblo.
En La paz perpetua, Kant que entiende “la política como aplicación del derecho y la
moral” La conexión entre leyes morales y las leyes estatales es directa: la legitimidad de
una y de las otras residen en que se basan en los deseos racionales del pueblo; el
contrato social se fundamenta en una coalición de voluntades individuales de toda la
nación. Las leyes estatales deben ser ni más ni menos que la voluntad del pueblo; así
pues, si se acepta que se nos gobierne, se debe aceptar racionalmente obedecer todas las
leyes que ese Gobierno apruebe. De la misma manera las leyes que imponga un gobierno
exterior como una fuerza de ocupación carecen de legitimidad.
Para Kant el poder que en el Estado da efectividad a la ley no admite
resistencia (es irresistible), y no hay comunidad jurídicamente constituida sin tal
poder, sin un poder que eche por tierra toda resistencia interior, pues ésta
acontecería conforme a una máxima que, universalizada, destruiría toda
constitución civil, aniquilando el único estado en que los hombres pueden
poseer derechos en general. De ahí se sigue que toda oposición contra el
supremo poder legislativo, toda incitación que haga pasar a la acción el
descontento de los súbditos, todo levantamiento que estalle en rebelión es el
delito supremo y más punible en una comunidad, porque destruye sus
fundamentos.
Este momento, representado por las ciudades griegas, nos muestra el Espíritu
en su unidad primigenia, aún indiferenciado y no desarrollado. Es un momento
de felicidad dada por la armonía entre el todo (la ciudad) y las partes (los
ciudadanos), donde los individuos entienden su destino como una expresión
directa del destino colectivo y donde, como lo dice Hegel de una manera
inspirada por la Antígona de Sófocles, la ley humana y la ley divina coinciden.
Los hombres viven aquí de acuerdo a las costumbres heredadas que forman la
base de una ética espontánea y evidente, aún muy distante de la moral reflexiva.
Este estado o momento representa una especie de infancia de la humanidad:
feliz en la inmediatez natural de sus vínculos y en sus certidumbres aún no
cuestionadas. Pero esta felicidad de la armonía primigenia no puede durar, ya
que su precio es la falta de desarrollo. Por su naturaleza, el Espíritu busca
profundizar en su propio contenido y tal como Adán, y con las mismas
consecuencias, no puede dejar de comer del fruto del árbol de la sabiduría. De
esta manera se rompe el encanto del Jardín del Edén y un abismo se abre entre
la ley divina y la ley humana. Los hombres se individualizan y entran en conflicto
unos con otros: la comunidad original se quiebra.
Así se enfrentan las familias y luego las ciudades entre sí, cada una de las cuales
quiere afirmar su ley y sus peculiaridades como universales y busca por ello
someter a las demás. La guerra se hace inevitable, pero el Espíritu no retrocede
ni ante la guerra ni los sufrimientos. Tanto por las divisiones y desgarramientos
internos como por los conflictos externos pierden las viejas costumbres su
legitimidad natural y espontánea, su validez evidente e incuestionada. La
infancia queda así atrás y se entra en la fase de la juventud, activa, desafiante y
conflictiva. De esta manera se adentran los hombres en una larga peregrinación,
en un estado social caracterizado por la división y el extrañamiento. El Espíritu
entra en el reino de la alienación.