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MIQUEL LACASTA

Hacia una ciudad relacional | Una introducción

En un artículo en el diario El País del pasado 14 de Mayo de 2011, Manuel Gausa reclamaba
una Ciudad Reactivada. Concretamente el título del artículo Hacia una Barcelona Reactivada,
buscaba una nueva ctitud ante el modelo de ciudad Barcelonés, profundamente agotado en su
propio ciclo de éxito. La habitual brillantez de Gausa daba en una clave aparentemente
léxico/estética para replicar la falta de ideas que parecía detectarse entre los actores habituales
de la ciudad. Tal clave consistía en activar el prefijo “re” a una serie de verbos-proclamas que
permitirían ver la ciudad de Barcelona y por extensión cualquier ciudad plural y de tamaño
intermedio en el mundo, con otra mirada, con otra visión, con otra actitud.

Más concretamente Gausa clamaba por concitar una actitud revitalizadora capaz de crear un
urbanismo más empático y creativo. Estas actitudes re- se resumían en el reciclaje urbano, la
renaturalización central, la revitalización económica y social, la reconexión urbana y territorial y
el research urbano.

El texto de Gausa concluía con una proclama final: hoy la ciudad debe proyectarse
internacionalmente como un entorno innovador y emprendedor, productivo y creativo; un
entorno inductor capaz de generar auténticos referentes para una nueva sociedad del ocio y
del conocimiento: de la interacción positiva (con el medio, con la sociedad, con la cultura y la
tecnología) y de una nueva convivencia sensible más sostenible.

Es remarcable el éxito del prefijo re- para definir la realidad contemporánea.

Parece que hay un cierto relato posible, una trama que la ciudad concita, que se escribe con el
prefijo re- o en todo caso, que dicho prefijo es capaz de enlazar las actitudes más adecuadas
para encarar el devenir de la ciudad futura.

En el fondo el prefijo re- viene a significar una cierta aceptación del pasado y a la vez una
indudable fuerza impulsora capaz de situar una idea re- en otra dimensión, en algo a veces
totalmente nuevo (sin que la idea de lo nuevo esté implícita en el prefijo en cuestión). La idea
de reciclar por ejemplo significa transformar una realidad inservible, y tras una transformación
de su naturaleza profunda, impulsarla hacia un nuevo ciclo, dotarla de algo substancial y volver
a convertirla en útil; es decir, se aprovecha lo pasado en pos de una lógica futura
transformada. Baste notar que hasta no hace mucho las grandes transformaciones venían
precedidas de la necesaria aniquilación de lo anterior, así el movimiento moderno por ejemplo.

Unos años antes Nicolas Bourriaud escribía Estética Relacional,[1] un ensayo donde se
precisa el sistema de ideas y el funcionamiento de un nuevo paradigma artístico destinado a
interactuar en la esfera de las relaciones sociales, dando respuesta a una cierta obsesión del
arte contemporáneo por lo interactivo, es decir por la capacidad de activar una relación entre
varios actores a partir del catalizador de la obra misma.

En esencia Bourriaud retoma el pensamiento de Félix Guattari desarrollado varios decenios


más atrás, cuando todo hay que decirlo, apenas despegaba la sociedad de redes, que tuvo la
lucidez de rechazar la figura del autor en favor de la recuperación de lo colectivo. Guattari no
creyó que fuera posible aislar el inconsciente en el lenguaje, sino que había que remitirlo a todo
el campo social, económico y sobretodo político. Me atrevería a decir que también al campo
cultural y al campo tecnológico para completar las cinco esferas de la realidad.
En otras palabras, ante la objetivación de los comportamientos sociales de la modernidad, y
por tanto la posibilidad de controlar y manipular estos,[2] la idea de la estética relacional retoma
un cierto situacionismo estético fundado en la subjetivación de parámetros sociales básicos y
una lógica autoorganizativa y lejana a la idea de equilibrio.

Más aún, la aparentemente inocua estética relacional emparenta la idea de comportamiento


relacional con las ciencias de la complejidad enunciadas en los años 60 y principios de los 70
para abrir un panorama no por enormemente complejo, menos apasionante.

En la digresión de Bourriaud se hace patente el uso de otra palabra que empieza por re-, lo
relacional, si bien en esta ocasión no aparece como prefijo, sino de manera substancial al
significado del concepto. A nadie se le escapa que relacional viene de relación, de interacción,
en definitiva de intercambio.

Bourriaud se remite al ámbito del arte contemporáneo y no solamente de manera acertada,


sino que con brillantez, posiciona la producción contemporánea del arte en el magma de una
sociedad red donde la obra se construye narrativamente a medida que más y más individuos
intervienen en ella y codifican algún tipo de significado que se suma a otros anteriores. Es de
esta forma que la idea de autoría se diluye en el ámbito de una muti-intervención.

Es necesario hacer hincapié que en la base de la idea de la estética relacional de Bourriaud


está la idea de los intervinientes, más que los hacedores, y la manera cómo es posible crear
una obra completa de arte, según los cánones, a partir de una inteligencia común, fundada en
el intercambio, es decir en la relación entre como mínimo dos intervinientes.

Si aceptamos esta idea como viable, posible e incluso como consecuencia lógica de una
sociedad que funciona enteramente en red en el arte contemporáneo, ¿podríamos ampliar el
foco y pensar que hacer ciudad, algo mucho más poderoso, complejo e interesante, puede
definirse en términos relacionales? ¿Es decir, puede hablarse con propiedad de una ciudad
relacional y por tanto de un urbanismo relacional, una especie de urbanismo-re, e incluso de
una arquitectura relacional?

A día de hoy, un planteo definido por una clara transformación de los avejentados instrumentos
del urbanismo, a favor de una concepción de la ciudad más dinámica, más fluida y más
operativa, parece no solamente acertado sino que me atrevería a decir que necesario.

[1] BOURRIAUD Nicolas, Estética Relacional, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2006

[2] Podría llegarse a decir que el gran proyecto de la globalización ha consistido precisamente
en desarrollar un sistema capaz de configurar la trazabilidad de los comportamientos sociales
objetivos con la finalidad de controlar y manipular estos
Ciudad Relacional | Dominio público, ámbito privado

Si la ciudad relacional existe, sería interesante acotar el espacio dónde podemos hablar de lo
relacional en términos urbanos y dónde no, dónde se puede reflexionar y proponer un proyecto
que sujeta las cuerdas principales que atan al individuo con una organización extremamente
compleja como lo es la ciudad, o dónde estás ataduras se desvanecen.

Es por ello que cabría mencionar brevemente ciertas características donde se da la ciudad
relacional. Se podría pensar que la idea de ciudad relacional abarca todo el conjunto físico de
lo que denominamos ciudad pero eso no es así. No es así porque estamos hablando en
definitiva de modelos de relación entre individuos en esta ciudad relacional, y todos sabemos
que hay una división, no siempre clara y definida, pero siempre determinante en la naturaleza
de cada individuo.

Por cada ciudadano que seamos capaces de identificar, sea este habitante o simplemente
usuario de una ciudad, sea habitual o esporádico, siempre vamos a encontrar una dimensión
privada y una dimensión pública del individuo en cuestión. Es decir, hay una dimensión en que
la ciudad relacional influye poderosamente pero que siempre quedará vetada para la reflexión y
que solamente es imaginable a partir de conjeturas: esta dimensión cerrada a lo relacional es la
dimensión privada. Lo relacional no solamente es necesario sino que es suficiente para la
construcción de la dimensión privada de un individuo pero es excluyente de la idea de
relacional en términos urbanos.

Para clarificar de partida los límites del terreno sobre el que reflexionamos, hay que identificar
una lógica anti-urbana, una no-ciudad, en cada ciudad relacional, y esta no-ciudad coincide
como un guante a una mano con la dimensión privada de cada individuo. Siendo esto así,
¿Cuál es el espacio propio de la no ciudad en la ciudad?, o dicho al revés, ¿Cuál es el reino de
los relacional dentro de la ciudad?

Como punto de partida, y aun a riesgo de que estos límites deban ser más tarde transformados
o incluso destruidos, deberíamos hablar del espacio nuclear de la vivienda como la forma
urbana que no debe dar entrada a la ciudad relacional. El espacio doméstico de lo privado se
conforma como aquel lugar en que no es que no tengamos una lógica relacional, sino que esa
lógica la ejercemos entre iguales, entre lo que metafóricamente podríamos llamar, nosotros
mismos. La unidad familiar, sea esta formación la que se entiende en términos no solamente
legales, sino amparada por el uso social, es el lugar donde consideramos que si bien
lógicamente se dan relaciones, y a veces de altísima intensidad, estas se formatean entre
individuos conocidos, idealmente entre individuos que libremente han decidido fusionar ambas
esferas privadas en una sola e individuos en estado de formación e información de esa
compleja esfera privada, como en el caso de hijos que forman parte de esa fusión de la
dimensión privada.

Traducido a la jerga de los arquitectos, el espacio por antonomasia donde se desarrolla esa
dimensión privada es el espacio doméstico, aquel para el cual hay que pedir permiso –no
solamente por educación, sino legalmente, para entrar-, y formado por individuos libres que
tienen como proyecto la fusión en una, de sus respectivas dimensiones privadas.

El hogar, pero también la habitación de un hotel, ciertos espacios especiales que por su
significación llevan a pactos entre desconocidos para fusionar sus esferas privadas de forma
momentánea y/o parcial como un quirófano, un alberge, el despacho de un abogado, etc.,
todos estos espacio forman parte de esa no-ciudad dentro de la ciudad relacional.

Todo lo demás, edificios de pública concurrencia, espacios públicos, es decir vacíos urbanos
programados con usos específicos y predeterminados, e incluso la delgada interface entre el
espacio propio de la dimensión privada y la dimensión pública, es decir las fachadas de los
edificios residenciales, hoteleros, sanitarios y tanto otros, forman parte de la dimensión pública
de los individuos y por tanto de la ciudad relacional.

En este sentido todos aquellos espacios de representación de una relación entre individuos
iguales y en principio desconocidos entre sí, estarían en la base de la cosificación de lo
relacional, constituirían ya sean estos espacios llenos, o vacíos, la expresión física de la ciudad
relacional.

De todas formas, eso no quiere decir que no exista una relación entre el espacio doméstico y el
espacio urbano, que en alguna medida no se tenga o incluso se deba forzar algún tipo de nexo
entre ambos espacios y que en definitiva no se puede entender uno sin el otro. Lo que aquí
estamos intentando determinar son los límites de la ciudad relacional como lugar sobre el que
operar en términos de proyecto urbano, es decir la naturaleza de los espacios que deben dar
satisfacción no solamente a un restringido sector de la sociedad, sino que afectan por definición
a todos los ciudadanos.

Por eso pensar la ciudad relacional es pensar lo múltiple, y eso, aunque parezca evidente,
supone en gran medida una desamortización del pensamiento dualista. De una manera rotunda
la dualidad entre el positivo de una cierta concepción esencialista de la ciudad y la arquitectura,
y la negatividad radical nietzcheana-anticapitalista propia de Benjamin, Lefebvre, Jameson,
Tafuri y tanto otros, queda diluida. En otras palabras, la ilusión de una unidad perdida que debe
ser recobrada del lado del sujeto o del lado de la sociedad,[1] queda superada por un punto de
partida de lo múltiple como primera situación, como texto inicial, como punto de arranque para
entender el hecho urbano y la lógica arquitectónica.

Esta dualidad quebrada y reemplazada por una recreación en lo múltiple acarrea


necesariamente una reflexión sobre una realidad de la que somos parte integrante y por tanto
participes de los acontecimientos y de la emisión de singularidades. Igualmente la ciudad
relacional estructura una lógica donde los principios no están pre-establecidos, sino que se
desarrollan a partir de construcciones reflexivas que se mueven y se transforman con habilidad
para llegar a gestionar la realidad de manera cuanto menos digna, y en todo caso muy lejos del
maniqueísmo entre el bien y el mal o aún peor sometida a una estructura bien entretejida de
prejuicios. En definitiva, la ciudad relacional desarrolla toda una estratagema ética y estética
sobre lo superficial y lo aparente, no tanto en contraposición a lo profundo y lo esencial, sino
como constatación de que todo lo que podemos decir que se da consistentemente en el ámbito
de lo urbano, aparece en un instante, en la superficie del tiempo, emerge y se hace visible, es
decir se vuelve aparente, o mejor, se estructura desde su apariencia y en muchos casos
inmediatamente después, se transforma en otra cosa. Esta fluidez de lo aparente y lo
superficial no deja con la sensación de que ese algo ha desaparecido, algo que sabemos que
es totalmente falso pues simplemente ha adquirido otra naturaleza.

En este magma que es la ciudad relacional, donde todo es susceptible de pasar de solido a
gas, de liquido a solido, de gas a líquido, y así sucesivamente, donde todo tiene la capacidad
de transformarse en lo múltiple, múltiples naturalezas, múltiples interacciones, múltiples
espacios y múltiples tiempos, también deben darse múltiples propuestas. Para acercarnos a lo
que podríamos llamar una ciudad red, basada en las relaciones y capaz de religar no
solamente intelectualmente, sino, emocionalmente al individuo con su entorno urbano próximo,
debemos dejar de refugiarnos en relatos simples capaces de satisfacer nuestra ansiedad ante
la naturaleza compleja de lo urbano. Debemos confrontarnos sin pánico a lo complejo, producto
de lo múltiple, y asumir que no hay soluciones totalitarias, sino aproximaciones operativas que
tienen como único fin hacer avanzar la ciudad relacional dentro de una lógica de la multiplicidad
en el dominio de lo público, de lo compartido y de lo social.

*La imagen de este post proviene de http://www.visualcomplexity.com/vc/


[1] DE SOLÀ-MORALES, Ignasi, Los artículos del Any, Fundación Caja de Arquitectos,
Barcelona, 2009, pp. 137, publicado primero en la revista Any en el número llamado Anymore
por Cynthia C. Davidson, Massachusetts: The MIT Press, 2000 a partir de la conferencia
impartida en París en 1999
Las cinco esferas de la ciudad relacional

Hablar de ciudad es hablar de absolutamente todo. No creo que sea necesario remitirse a las
innumerables estadísticas que simplemente dibujan un presente cimentado a nivel global sobre
una realidad urbana en todas sus facetas posibles. Dicho de otra forma, si algo ocurre de
interesante en el planeta, la posibilidad que ese algo se dé en un contexto urbano es
simplemente abrumador. En pocas palabras, todo es urbano, o como decía Manuel Vicent la
raza humana es eminentemente una raza urbana.

La pertinencia de mezclar la idea de ciudad y las lógicas de lo relacional es tan básica como
que en términos antropológicos hay tres modelos básicos de relación estructural, es decir, de
maneras de relacionarse realmente fundamentales, la descendencia, la transcendencia y la co-
residencia. La descendencia se instaura en la familia, el núcleo original de relaciones co-
sanguineas y/o más contemporáneamente emocionales y que tantos modelos alternativos está
suscitando actualmente. El segundo modelo, la trascendencia, se funda en los credos
metafísicos y las iglesias, es decir en la voluntad inmanente de ser humano por trascender su
propia naturaleza.

Por último está la co-residencia, y este modelo de relación estructural se fundamenta en la


polis, es decir en la ciudad.

En el ámbito de la polis, se configuran varios modelos de relación que podríamos diferenciar


entre el devenir y el acontecer.

Mientras que podríamos considerar que el devenir conlleva una lógica relacional ligada a un
ámbito de relaciones programadas, extensas –ya sean en el tiempo o en la cantidad de
individuos que acoge-, una lógica única y excepcional, el acontecer podría estar referido a las
relaciones cíclicas de pequeño formato, repetitivas y domésticas. En este ámbito también
podría incluirse el tipo de relaciones que acontecen de forma inesperada, sorprendentemente,
sin mediación de los habituales poderes que operan en la ciudad.

Es decir, para que quede claro, en la ciudad cabe un devenir en forma de partido de futbol por
ejemplo, es decir un espacio de relaciones extenso, masivo, programado, algunas veces único,
y excepcional. A su vez, la ciudad también acoge un acontecer personal, intersubjetivo, micro
como pudría ser un primer beso en un banco de una apartada plazoleta urbana, es decir algo
no programado, pequeño, repetitivo y doméstico –aunque no por ello falto de grandeza en lo
personal-.

Avancemos un poco más, aunque sea a costa de dar un paso atrás en el tiempo.

La idea de lo relacional se sitúa en la encrucijada entre prácticas teóricas, prácticas históricas


y prácticas arquitectónicas.[1]

En clara referencia a la emergencia de una lógica relacional desde la que pensar la arquitectura
y la ciudad, Solà-Morales ya escribe en 1999, por lo menos desde Foucault sabemos que las
cosas no son más que el cruce de sus relaciones y que el conocimiento al que podemos
acceder dependerá, en todo caso, de nuestra habilidad para detectar el máximo número de
flujos relacionados que se entrecrucen en un evento.

Es decir, las cosas, -podríamos tranquilamente incluir la ciudad y la arquitectura en el término


cosa, son relaciones. En este sentido la naturaleza de la ciudad y la arquitectura se escribe a
partir de operaciones que dependen de nuestra propia intención, de la intriga que guía nuestras
pesquisas. Según las intrigas, se organizarán nuestros instrumentos, la jerarquía de los
documentos que decidiremos utilizar y la narración que acabaremos escribiendo.[2]
En definitiva si la historia de la ciudad se escribe gracias a una determinada concentración en
un núcleo de relaciones al que se concede el privilegio de la atención,[3] como no vamos a
creer que la ciudad es el territorio propio de lo relacional por excelencia.

La idea de la ciudad relacional pretende acometer recorridos transversales, hacer reverberar


microhistorias, componer recortes a través de fisuras no exploradas, en plena concurrencia
abierta con otros relatos de signo opuesto o, por lo menos, diferente.

En todo caso esta idea debería funcionar exactamente como una caja de herramientas. No
tiene nada que ver con el significante. Es preciso que sirva, que funcione y que funcione para
otros, no para uno mismo, tal como Gilles Deleuze le espetaba a Michel Foucault en una
entrevista publicada en el número 49 de la revista L’Arc, en 1972.

Para ordenar por consiguiente esta compleja caja de herramientas que supone la idea de
ciudad relacional se han ordenado aquí por lo que se ha venido en llamar esferas, una serie de
espacios todavía genéricos pero que tienen en común un fuerte acento en el campo que
adjetiva cada esfera. No hace falta decir que en la estela de la famosa imagen creada por Peter
Sloterdijk, la agrupación de diferentes esferas constituye una espuma que en este caso sería la
ciudad en sí misma.

En primer lugar nos encontramos con una de las esferas más evidentes de la ciudad la esfera
política, un homenaje a la raíz lingüística de la idea de polis, y una manera de retomar el pulso
tantas veces perdido entre ciudad y política, cuando en realidad siempre se tiene la sospecha
de si no son la misma cosa.

En segundo lugar y necesariamente ligada a la anterior la esfera social. La ciudad es relación


social o no es nada.

La siguiente esfera remite a una cierta razón marxista de base que si bien no está
precisamente de moda en la actualidad, todavía mantiene una vigencia aplastante a saber:
toda relación social esconde una relación económica. En este sentido y en el sentido que la
ciudad puede también ser definida como una agrupación de intereses económicos la lógica
relacional también se desarrolla en una esfera económica.

Del producto de todo lo anterior, inductivamente, se puede entender que hay una manera
propia de operar en lo relacional. Es por ello que enseguida podemos empezar a hablar de una
esfera cultural en el ámbito de lo relacional urbano.

Por último, pero no menos importante, el desarrollo de habilidades propias capaces de


convocar una relación jerarquizada, entre individuos libres, capaces de generar beneficios de
esa relación y codificando significados propios y ajenos a otras maneras de relacionarse,
conlleva necesariamente la aparición de una tecnología propia, de herramientas y aparejos
encuadrados en una esfera tecnológica de la ciudad relacional.

En definitiva una lectura panóptica de la categorización propuesta de la ciudad relacional, la


esfera política, la esfera social, la esfera económica, la esfera cultural y la esfera tecnológica
no ofrece una realidad hipercompleja en la que cada conjunto de relaciones se estructura en
miles de posibilidades en el interior de la esfera misma, y cada esfera interacciona con las otras
mediante millones de opciones.

Si intentamos encontrar un modelo parecido a la configuración descrita, pronto caeremos en la


cuenta que la ciudad comparte un mismo tipo de configuración con el descrito en la teoría de
redes distribuidas. Sin descubrir más que lo evidente cabe destacar que el fenómeno urbano no
es más que un tipo de internet físico, un modelo de relación de todo con el todo.

*La imagen de este post proviene de la obra del artista surcoreano Lee Jang Sub
[1] Este texto de Ignasi de Solà-Morales es una de las joyas de la teoría de la arquitectura
capaz de colocar en su sitio el discurso de la arquitectura contemporánea en apenas 12
páginas. DE SOLÀ-MORALES, Ignasi, Los artículos del Any, Fundación Caja de Arquitectos,
Barcelona, 2009, pp. 117-128, publicado primero en la revista Any en el número llamado
Anymore por Cynthia C. Davidson, Massachusetts: The MIT Press, 2000 a partir de la
conferencia impartida en París en 1999

[2] Esta última idea, también presente en el mencionado texto de Ignasi de Solà-Morales,
proviene de Paul Veyne y su conocido Comment on écrit l’histoire de 1971

[3] Op. cit. DE SOLÀ-MORALES, p.125


PROPUESTAS PARA UNA CIUDAD RELACIONAL

Si la ciudad relacional la podemos imaginar como una espumadera compuesta por esferas
interactuando, siguiendo la tesis de Peter Sloterdijk según la cual la vida es una cuestión de
forma, y que vivir, configurar esferas y pensar son expresiones diferentes de lo mismo, -todo
ello aplicable de forma precisa a la idea de ciudad- la determinación de las lógicas propias de
cada esfera de lo relacional parece una manera de profundizar en el concepto.

Si además asumimos que con ello solamente intentamos abrir la puerta a nuevas ideas, más
que cerrar teorías sobra la ciudad, el riesgo o incluso el pánico a proponer ideas sobre la
ciudad aminora. Por tanto lo que sigue es un ejercicio propositivo abierto, des-prejuiciado y
contundente de lo que una ciudad puede llegar a promover desde el punto de vista de lo
relacional.

ESFERA POLÍTICA

Reclamar el lugar regional-geográfico que se corresponde con la dimensión relacional

La dimensión relacional de una ciudad abarca mucho más territorio que el estrictamente
determinado, en términos legales, por fronteras administrativas. Además como en cualquier
red, la interacción entre diferentes nodos-ciudades, agranda el desarrollo y los puntos de
conexión del territorio. Desgraciadamente la mayoría de las ciudades intermedias no tienen
reconocidos legalmente los límites sobre los que realmente tienen influencia y eso menoscaba
la capacidad de crear políticas activas y sobre todo eficientes. Ya que el hecho
urbano/relacional no va a cambiar, sino todo lo contrario, va a aumentar en extensión e
intensidad, es necesario que se desarrolle el instrumental adecuado para que una ciudad o un
grupo de ciudades pueda atribuirse la capacidad política y por tanto legislativa y ejecutiva sobre
unos límites que van más allá de su realidad municipal. Un plan de planes debería ser una de
esas herramientas para la gestión de lo público, dejando a un lado localismos y/o rencillas
vecinales.

Promover la constitución viral de movimientos participativos focalizados

Inmersos en una sociedad red, es inútil conducir los grupos sociales emergentes a través de
los canales asociativos tradicionales, como se ha visto recientemente en Egipto, Túnez,
España y Gran Bretaña. La antaño llamada sociedad civil, puntal político de una sociedad
estructurada, se expresa mediante la tecnología de contacto y acceso que significa hoy un
internet contextual, de forma mucho más rápida abierta y efectiva. En lugar de intentar
contraprogramar un modelo de comportamiento capaz de organizarse de manera difusa, en
una ciudad relacional se debería promover el desarrollo de movimientos participativos
estructurados por temáticas interrelacionadas, con el fin de evitar el exceso de participación sin
fines concretos y la consiguiente disipación de energía creativa y propositiva. La ciudad
relacional debería poder traducir los espacios virtuales de discusión en espacios reales de
participación y ser capaz de estar presente tanto en las ágoras virtuales como en las reales.

Diagramatizar surcos de pensamiento innovador y cruzar iniciativas colaborativas

La agilidad para el desarrollo de ideas innovadoras de una ciudad relacional debe


corresponderse con su capacidad para registrar esas ideas y hacerlas crecer en un entorno
colaborativo. La ciudad debe ser capaz de desarrollar infraestructuras de colaboración y
desarrollo de talento con la forma de una red de espacios multidisciplinares para crear
ecosistemas económicos, laboratorios de ideas para la discusión entre iguales y promover la
cultura del emprendedor de forma efectiva. Estos espacios de evolución del talento son
fundamentales para la supervivencia de las ciudades en un futuro mucho más próximo de lo
que suele pensarse.
ESFERA SOCIAL

Sedimentar nichos sociales específicos en la ciudad

En el desarrollo de nuevos grupos sociales se suele perder la vitalidad inicial a medida que
estos maduran debido a la fuga de talento hacia otras inquietudes más reconocidas por la
sociedad, promoviendo un anquilosamiento fulminante de lo que en un principio eran iniciativas
o movimientos innovadores. La falta de infraestructuras para la relación o simplemente el hecho
de no dejar sedimentar nuevos nichos sociales en infraestructuras existentes diluye y frustra
una extraordinaria cantidad de energía y talento, concentrado normalmente, pero no
exclusivamente, en las capas más jóvenes de la sociedad. Es necesario no solamente
parametrizar estos nuevos grupos sociales sino que además es básico ofrecer la posibilidad de
que maduren y reviertan en la sociedad, dándoles el tiempo y el espacio para que sedimenten.

Contaminar con acciones intuitivas

Hay que dejar que otras formas de la inteligencia tomen la iniciativa. Según el Dr. Howard
Gardner[1] hay 8 tipos de inteligencia diferentes y habitualmente solamente somos capaces de
operar con la inteligencia analítica. La ciudad relacional es ante todo, también una ciudad
intersubjetiva donde la intuición o lo que de otra forma se llama a veces la subjetividad tiene
que poder expresarse y aglutinar nuevas formas de conocimiento. Todos hemos experimentado
el hecho de que la razón ha dado argumentos a la intuición. Si una ciudad fuera capaz de hacer
aflorar la intuición de sus ciudadanos se produciría una autentica explosión de creatividad.

Dimensionar la capacidad (el caudal) de microclimas sociales en desarrollo

Solemos referirnos al conjunto de ciudadanos como una masa homogénea de individuos que
tienen en común solamente el espacio físico donde viven. Todos sabemos que la ciudad es
mucho más que eso, y por ello es necesario dar con la forma de codificar los diferentes
microclimas sociales que constantemente se dan en el seno de una ciudad y determinar
consensuadamente su importancia, su fuerza, o incluso su potencia para hacer una ciudad
evolutiva. Para ello es básico dimensionar el caudal de los movimientos sociales emergentes,
tanto en intensidad intelectual, como en cantidad aglutinadora, tanto desde un punto de vista
meramente productivo, como desde su capacidad de intercambio con otros microclimas
sociales que permiten el refuerzo mutuo.

ESFERA ECONÓMICA

Perfeccionar los mecanismos propios de los agentes urbanos

En cualquier entorno urbano hay ámbitos relativamente desligados de la condición física de la


ciudad y otros estrechamente vinculados con el devenir de lo urbano. Estos últimos para ser
realmente efectivos deben contar con los mecanismos más apropiados para su desarrollo
debido a la alta incidencia que sobre la condición de ciudad van a tener. Reglamentar es
necesario pero a la vez es básico flexibilizar constantemente reglas de comportamiento que en
su aplicación demuestran su obsolescencia. La agilidad con la que los agentes urbanos
principales, tanto públicos como privados, deben perfeccionar constantemente sus
mecanismos de intermediación entre sus intereses y la realidad se vuelve fundamental en la
ciudad relacional.

Definir metodologías de barbecho productivo

De la misma manera que la ciudad relacional debe estar atenta a los sectores productivos
emergentes y con capacidad de dinamizar económicamente un futuro próximo, debe ser capaz
de transformar otros sectores productivos que muestran síntomas de fatiga, o que se han
vuelto obsoletos, normalmente a una velocidad mucho mayor que la prevista. Es por ello que
una ciudad relacional debe poder aplicar una cierta metodología para disminuir drásticamente
la actividad de aquellas áreas económicas improductivas o dañinas para el desarrollo de otras
áreas emergentes y más estratégicas. No se trata tanto de eliminar como de dar un tiempo, un
barbecho, para que ese tejido productivo se reinvente o se renueve de forma que en un futuro
sea capaz de asumir los retos de la ciudad relacional.

Hacer expeditivos los nichos con alta capacidad evolutiva

De forma opuesta a lo mencionado anteriormente, la ciudad relacional debe ser capaz de


fomentar de forma expeditiva el microclima económico para que las actividades con alta
capacidad evolutiva y por tanto que están en condiciones de estructurar un alto valor añadido a
su actividad desde el punto de vista urbano, tengan el éxito y el apoyo necesario. Sin dilaciones
y sin esperas. Hay que entender que las ciudades que no tengan la agilidad suficiente para el
desarrollo de microeconomías de la innovación perderán múltiples oportunidades para el
desarrollo de una economía relacional. El espacio físico que ocupa la ciudad ya nos es un
derecho, sino un privilegio que la ciudad relacional debe cuidar con esmero y entre muchas
otras actitudes, dar respuestas ágiles a lógicas innovadoras debería formar parte de su
protocolo de actuación.

ESFERA CULTURAL

Prodigar la bifurcación de marcos culturales

Las tradiciones son marcos culturales que permiten vehicular la aspiración de los individuos a
construir un cierto sentido de pertenencia. Sin embargo solemos confundir lo tradicional con lo
inmóvil. Es cierto que una dosis de tradición significa una recreación artificial de actos y
conductas de otros tiempos, pero también es cierto que las tradiciones que no han caído en un
folclorismo inamovible, en algunos casos han evolucionado hacia una masiva respuesta
ciudadana y han visto revitalizados sus procedimientos y su aceptación social. Es por ello que
la bifurcación de ciertos marcos culturales, unos hacia una preservación de las esencias y otros
hacia una evolución de sus señas de identidad enriquecen los múltiples aspectos de lo cultural
y activan la capacidad de crear interrelaciones.

Hacer inteligibles ciertas sub-marcas (tendencias) urbanas

En toda ciudad plural coexisten múltiples sub-marcas culturales, movimientos marginales,


respuestas sociales a determinados aspectos de la cultura. La supuesta marginalidad de estas
sub-marcas viene dada por el hecho de que se mueven en los márgenes de lo establecido
como cultural, más que por una voluntaria pertenencia a un mundo underground. Digamos que
se sitúan en los márgenes de la cultural oficial. En muchos casos la proliferación de
movimientos, grupos y sub-grupos hace ininteligible la escena cultural de base, la cultura
emergente de la ciudad, probablemente futura expresión cultural de sectores más amplios. Una
ciudad relacional debe no solamente dar cabida a estos movimientos culturales emergentes,
sino hacerlos explícitos, explicables y comprensibles. Hablar de estos movimientos es hablar
de las señas de identidad propia, es hablar de los aspectos más avanzados de la ciudad.

Transformar hyper escenarios conocidos en micro escenas emergentes

Toda expresión cultural necesita de infraestructuras para su desarrollo. En cualquier ciudad


plural las infraestructuras que dan cabida a la cultura más masiva suelen estar cubiertas. Sin
embargo en pocas ciudades está resuelto el problema de dar cabida a las escenas emergentes
de sub-marcas culturales que operan en los márgenes de la oficialidad. Un uso inteligente de
los grandes escenarios culturales a la vez que la transformación de aparentes no lugares
culturales en micro escenas, provocaría la estabilización de un grueso cultural de base, que
funcionaría como sustrato nutritivo de expresiones culturales más maduras. Estos escenarios
culturales codifican nuevas relaciones entre ciudadanos, especialmente entre jóvenes, que
modelan nuevas maneras de relacionarse con la ciudad y por tanto nuevas lecturas del hecho
urbano.

ESFERA TECNOLÓGICA

Desarrollar tecnologías de mapeo y formalización punto a punto de los flujos urbanos

El inminente internet de las cosas, es decir la interconexión entre millones de objetos


cotidianos, de nuevo va a revolucionar la lógica de los comportamientos sociales más básicos.
El concepto es muy simple y consiste en dotar a todos los objetos imaginables de dispositivos
de localización en una primera fase, y en una segunda fase de dispositivos que permitirían la
interacción de cosas con cosas, es decir se podría decir que las cosas hablan entre ellas. El
internet de las cosas, no solamente permitiría eliminar stocks y hacer desaparecer los robos,
sino que mediante tecnologías de mapeo tendríamos una relación exacta del comportamiento
relacionales de las cosas y de las personas a la vez y en tiempo real, lo que permitiría
formalizar mejor aquellos espacios en la ciudad donde se han detectado modelos de relación
específicos.

Cultivar ecosistemas exuberantes

La recreación en un punto de múltiples modelos de relación diferentes, coexistiendo


pacíficamente, da como resultado la aparición de un ecosistema de relaciones. La tecnología
nos puede permitir mapear, registrar y estudiar detenidamente la riqueza, fluidez y pertinencia
de las interacciones entre las personas y su espacio circundante. De estos estudios hay que
sacar las conclusiones necesarias para en el futuro poder diseñar mejores espacios urbanos,
mejores edificios públicos, mejores ciudades relacionales. La idea es cultivar plazas, calles o
edificios que permitan una mayor fluidez natural de las relaciones entre ciudadanos y hacer
crecer ecosistemas de relaciones que aporten riqueza semántica al hecho urbano.

Sembrar plataformas cruzadas de tiempos/datos

Con la tecnología necesaria es incluso posible plantearse la idea de sembrar plataformas de


tiempos y datos que permitan obtener una idea clara de la eficiencia de una ciudad. Hasta
ahora no se habla de ciudades productivas o eficientes, solamente se habla de trabajadores
productivos o eficientes. La ciudad tiene muchos aspectos que permiten una mejora substancial
de la manera en cómo se usa y qué tipo de servicios es capaz de dar de la forma más dinámica
y acertada posible. La posibilidad de perfeccionar un modelo urbano es viable si podemos
estructurar una interface legible del grado de perfectibilidad de los diseños urbanos aplicados y
esta interface solamente puede ser provista de plataformas que cruzan datos prefijados que
configuran una gráfica de su uso en el tiempo. No se trata de re-formalizar la ciudad, se trata de
aprovechar la pequeñas mejoras que constantemente se realizan en una ciudad para mejorar
su ergonomía, es decir su adaptación al cuerpo social que conforman el conjunto de
ciudadanos.

Estas propuestas para una ciudad relacional abordan puntos de interés necesarios pero no
excluyentes. El hecho de hacer interactuar propuestas de una esfera con otra promovería en
una segunda reflexión una exponencial de derivadas de las propuestas iniciales que puede ser
muy sugerente. Igualmente, y como se ha comentado, la aportación de otras propuestas en
cada esfera, todavía daría más fuerza y claridad a la tesis de una ciudad relacional
intrínsecamente viva.

[1] GARDNER, Howard, Multiple Intelligences, Basic Books, Nueva York, 1993
Una Ciudad Relacional | Epílogo

Hay dos maneras básicas de entender la ciudad, por un lado existe la manera tradicional de
leer la ciudad como una yuxtaposición regulada, intencionada si acaso, de objetos macizos,
mayoritariamente infranqueables, lo edificios. De otro lado existe la contraria, es decir, aquella
que llega a concluir que la forma de lo positivo, de lo edificado, viene íntimamente reglado por
el uso y la potencialidad de lo negativo, de lo vacío, del schwarz plan.[1]

En la primera reflexión el vacío que se configura entre los objetos edificados vendría a ser las
calles, los parques, las aceras y las plazas. Esta manera con mayor o menor interés, de forma
más banal o más intelectualizada ha representado la manera tradicional de entender la ciudad.
El vacío es el negativo, el agujero, la excrecencia entre los objetos urbanos, ya sean edificios
de oficinas, iglesias o torres de apartamentos.

En esta línea, una de las reflexiones contemporáneas más interesantes viene a proponer que
una concisión formal bien definida de la arquitectura, es decir, una definición precisa del
positivo, es una pre-condición para un compromiso político, social y cultural con la ciudad. [2]
Esta forma de lo construido se entiende como algo resolutivo por sí mismo, algo entendido
como absoluto en tanto que sigue siendo, aún haber estado separado de lo otro, del espacio de
la ciudad. Una arquitectura capaz de marcar los límites e imponer sus lógicas a la ciudad desde
sí misma, desde su condición autónoma, capaz de sobrevivir incluso sin su soporte
fundamental, ni su organización extensiva, ni su gobernabilidad. Esta idea tan atractiva como
áspera se fundamenta en la convicción que la forma de la arquitectura tiene como finalidad
última la acción de separar y de ser separada revelando así la esencia de su forma política en
el conjunto de lo que denominamos ciudad. La ciudad es una composición de partes
separadas.

La idea de partes separadas se relaciona con la idea de archipiélago como forma estructurante
de la ciudad. El archipiélago describe por tanto una condición donde las partes están
separadas y a la vez unidas por el sustrato común de su yuxtaposición. Las partes que
conforman este archipiélago están en constante relación, unas con otras, unidas por el mar que
las envuelve y las delimita. En definitiva la arquitectura estructura un marco para la ciudad
mediante el despliegue estratégico de formas arquitectónicas específicas que actúan como
envolvente, y estos actúan a su vez como límites a lo urbanizado.

Es interesante contextualizar dentro de esta reflexión, algunas ideas de Pier Vittorio Aureli, en
tanto que pueden servir para marcar ciertos acentos en la idea prácticamente opuesta a esta
inicial, que supone la ciudad relacional. En particular la diferencia esencial que establece entre
el concepto de ciudad y el concepto de urbanización. Mientras la idea de ciudad viene definida
política y formalmente por la arquitectura, la idea de urbanización tiene que ver con una
dimensión histórica instigada por el capitalismo a base de proyectos de ciudad ejemplares que
en realidad funcionan como representaciones –más o menos bienintencionadas- de lo que
debería ser una ciudad. En pocas palabras es importante separar lo que la ciudad realmente
es, de la mera representación de la misma. Por otro lado también puede servir para el propósito
de reflexionar sobre la ciudad relacional, la diferencia entre la idea de proyecto y la idea de
diseño. La idea de diseño, refleja meramente la práctica capacidad de construir alguna cosa,
una especie de management de lo construido, mientras que la idea de proyecto indica la
estrategia mediante la cual una cosa será producida, será brought into presence,[3] llevada
hacia lo presencial y hecha realidad.

Si hablamos de ciudad y hablamos de proyecto desde estas consideraciones iniciales, bien


podríamos hablar de ciudad relacional y de arquitectura relacional.
En buena medida la idea de ciudad relacional es la opuesta a la idea de arquitectura absoluta
de Aureli, si bien habría puntos de encuentro en los extremos. La oposición más evidente es
que mientras Aureli habla de lo construido como constitutivo esencial de la ciudad, en la ciudad
relacional se hablará de lo vacío, de las plazas, las calles, los parques, pero también de los
descampados, los patios interiores de manzana, los pasajes, etc., de todo aquello en definitiva
que quedaría en blanco al hacer el schwarz plan al que nos referíamos antes.

Podría decirse que en la ciudad relacional lo esencialmente constitutivo del proyecto de ciudad
es el espacio urbano ya sea este de carácter público o no. Esto es cierto en gran medida pero
deberíamos primero aclarar que es espacio urbano en primer lugar, y después ver que
categorías –espacio público, espacio privado pero también publico/privado, etc.- forman parte
también del código genético de la ciudad relacional.

El espacio urbano, al que como primera intuición relacionamos con lo vacío en una ciudad,
vendría a tener un perfil eminentemente sociológico en tanto que es aquel espacio donde
libremente, individuos que no se conocen -en la mayoría de las ocasiones-, se relacionan. Es
decir se reconocen como iguales y establecen algún tipo de relación entre ellos o entre ellos y
los objetos urbanos que los rodean. Por tanto el espacio urbano es un espacio-tiempo
diferenciado para un tipo especial de reunión humana, la urbana, en que se registra un
intercambio generalizado y constante de información y se vertebra por la movilidad.[4] Es más,
la ecuación completa es que en el espacio urbano se desarrolla una triangulo relacional entre
los otros, la configuración física del espacio urbano en cuestión y uno mismo. Por ejemplo, para
los partidos de futbol improvisados de la infancia eran necesarios una serie de individuos,
algunos de los cuales los podría conocer y otros no, un espacio más o menos grande, plano,
sin obstáculos y con algunos elementos del mobiliario urbano como referencia para delimitar
una portería o los límites del terreno de juego y evidentemente uno mismo como jugador o
espectador. En tanto que espacio que ha dejado una huella en el recuerdo, es evidente que con
ese espacio desarrollamos una poderosa relación, de forma que pasó a formar parte de nuestra
ciudad relacional.

En definitiva la ciudad relacional se basa en la lógica de un espacio, el espacio urbano, que


tiene por vocación principal la de convocar individuos, acoger, ni que sea puntualmente o
esporádicamente, a ciudadanos y una vez convocados provocar múltiples relaciones entre ellos
en el marco del espacio y el tiempo urbanos. Principalmente, como remarca Delgado a partir
del libro de Erving Goffman Behavior in Public Places: Notes on the Social Organization of
Gatherings de 1963, el espacio público también podría ser definido como espacio de y para las
relaciones en público, es decir, para aquellas que se producen entre individuos que coinciden
físicamente y de paso en lugares de tránsito y que han de llevar a cabo una serie de acomodos
y ajustes mutuos para adaptarse a la asociación efímera que establecen.[5]

Otra definición esta vez de Lyn Lofland todavía más clara y explícita vendría a definir el espacio
urbano como espacio de acceso del público –espacio, por tanto público- como aquellas áreas
de una ciudad a las que , en general, todas las personas tienen acceso legal. Me refiero a las
calles de la ciudad, sus parques, sus lugares de acomodo públicos. Me refiero también a los
edificios públicos o las zonas públicas de edificios privados. El espacio público debe ser
distinguido del espacio privado, en el que este acceso puede ser objeto de restricción legal.[6]

Es interesante subrayar que en el momento en que acotamos el espacio urbano como espacio
público, enseguida surgen consideraciones del ámbito del derecho, y por tanto podría parecer
que la constitución del espacio urbano proviene de una interpretación de la legalidad, más que
de una forma propia basada en la tradición y la innovación de la arquitectura o el diseño
urbano. Nada más lejos para referirnos a la ciudad relacional. Es bien cierto que el estatus legal
de cada espacio en la ciudad es uno de los objetos de discusión importantes en tanto que
codifican la propiedad de ese espacio y por tanto sus responsabilidades, su mantenimiento e
imputan los costes de construcción, pero también es cierto que aquellos espacio híbridos entre
públicos y privados son en la ciudad relacional, espacios especialmente interesantes.
La idea de dar un paso más allá entre la dicotomía clásica entre espacio público y espacio
privado, no en cuanto a la propiedad o a las restricciones legales, sino más bien en cuanto al
uso que el ciudadano puede desarrollar, es una de las propuestas de valor de la ciudad
relacional. Ya viene siendo hora que la categoría de espacio público de uso privado o el
espacio privado de uso público, así como espacios de aproximación de lo público a lo privado o
viceversa, tengan un papel relevante en la construcción de la ciudad. Me refiero al uso de
espacios como las cubiertas de los edificios, grandes superficies urbanas totalmente sin uso
público y poco privado, las plantas bajas de ciertos edificios residenciales vallados y auto-
encarcelados, la definición consensuada entre agentes urbanos, es decir, técnicos, promotores
y representantes del poder público, para definir adecuadamente las pieles de los edificios, o la
posibilidad de crear calles de acceso público en espacios privados que permitan una mayor
permeabilidad de las manzanas y los bloques urbanos, la imbricación entre espacios privados
apoyados por plazas o parques públicos o al revés, espacios públicos que son apoyados y
subrayados por espacios privados. La infinidad de combinaciones y la apertura de categorías
de lo urbano se hace patente en la ciudad relacional. Solamente de esta manera, atendiendo a
una legalidad más compleja y sofisticada, daremos pie a la aparición de una ciudad más rica en
relaciones, espacios y acontecimientos.

Una de las ideas fundamentales de la ciudad relacional es reorientar el objetivo último de la


idea de ciudad hacia los individuos. El desarrollo desaforado del capitalismo consumista de las
últimas décadas parece haber desplazado del foco principal al sujeto por antonomasia de la
ciudad, el ciudadano. Una especie de autojustificación parecía ser el motor de muchas
operaciones urbanas donde el montaje financiero y las expectativas de beneficio, disfrazadas
de los argumentos más sofisticados que puedan imaginarse daban patente de corso a algunas
operaciones de dudosa calidad urbana. Como reacción asistimos a una consolidación de la
cultura del no, donde toda operación urbana está injustificadamente bajo sospecha, y esconde
otros intereses políticos que exigen modelos de participación desorganizados y estructurados a
partir de los prejuicios y no del bien común. Un sistema urbano basado en la relacionalidad
debe huir de la manipulación maniquea de los intereses, provengan de donde provengan y abrir
sus reflexiones a la aportación de actores tradicionalmente lejanos al urbanismo clásico como
son los geógrafos, los sociólogos, los matemáticos, los científicos, los antropólogos, etc.

La ciudad relacional quiere volver a colocar al ciudadano en el centro de interés de la ciudad y


aprovechar esta re-focalización para invitarlo a ir un poco más allá de su relación automatizada
con la ciudad. Hacerle ver las infinitas posibilidades que tiene a su alcance para desarrollar su
faceta humana y urbana, haciendo un uso más intensivo de la ciudad y sobre todo, haciendo
hincapié en un uso más emocional de la misma. En definitiva el ser urbano debe ayudar al
desarrollo de una cierta cosificación del espacio urbano, una transformación de lo vacío en
cosa emocional y tangible a través de un uso pleno y dejar de exigir derechos sobre lo urbano
sin asumir antes los deberes inherentes al hecho de vivir en colectividad. La ciudad relacional
se construye con ciudadanos responsables que devienen ciudadanos exigentes.

La idea de cosificación proviene del concepto que acuñó Lukács en Historia y Consciencia de
Clase de 1923 en el cual utiliza la categoría weberiana de racionalidad, abstracción,
cuantificación y la fusiona, por otro lado, con las categorías marxistas de trabajo abstracto y
de valor de cambio. Esta fusión de categorías acaba definiendo la cosificación en el sentido
estricto del término como convertir en cosa algo que no lo es. Más ampliamente el concepto de
cosificación parte del análisis marxista de las raíces económicas de la alienación, que se
encuentra en las relaciones de producción propias del capitalismo. Con el
término cosificación, que también se traduce como reificación, Lukács demuestra los alcances
de la enajenación. Ésta no se restringe al proceso de producción de mercancías. La categoría
lukacsiana de cosificación extiende el análisis de la alienación y el fetichismo de la mercancía
de Marx al ámbito de la subjetividad humana, de las relaciones sociales y de la cultura.

Es decir, la ciudad relacional debe cosificar el espacio urbano en beneficio del sujeto que lo
utiliza con intensidad, y esa cosificación no debería consistir en una alienación subyugante en
el sentido Marxista, sino todo lo contrario, en una transformación positiva, en cosa emocional,
en narración personal y relato colectivo de una realidad común.

La ciudad relacional debe procurar hacer de los individuos agentes y actores vivos en el
desarrollo de la misma, emocionalmente implicados y capaces de usar la ciudad en beneficio
propio tanto a nivel intelectual como a nivel vivencial.

[1] Un schawarz plan consiste en dibujar a una escala relativamente grande todo aquello que
constituye un sólido en la ciudad. Con esta técnica se consigue que toda la trama urbana de
vacíos urbanos se pueda visualizar de forma inmediata.

[2] AURELI, Pier Vittorio, The Possibility of an Absolute Architecture, The MIT press,
Cambridge, 2011

[3] Op. cit. AURELI, p XIII

[4] DELGADO, Manuel, El espacio público como ideología, Los libros de la catarata, Madrid,
2011, p. 17

[5] Idem p.17

[6] LOFLAND, Lyn, A World of Strangers: Order and Action in Urban Public Space, University of
California Press, San Francisco, 1985, p. 19

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