0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
11 vistas2 páginas
Jorge se volvió adicto a la marihuana a los 14 años después de probarla por curiosidad. Su adicción empeoró y comenzó a consumirla a diario, lo que afectó su rendimiento académico y su relación con su familia. Sus padres lo echaron de casa al descubrir su adicción y ahora se encuentra internado en un centro de rehabilitación para tratar de dejar la marihuana.
Jorge se volvió adicto a la marihuana a los 14 años después de probarla por curiosidad. Su adicción empeoró y comenzó a consumirla a diario, lo que afectó su rendimiento académico y su relación con su familia. Sus padres lo echaron de casa al descubrir su adicción y ahora se encuentra internado en un centro de rehabilitación para tratar de dejar la marihuana.
Jorge se volvió adicto a la marihuana a los 14 años después de probarla por curiosidad. Su adicción empeoró y comenzó a consumirla a diario, lo que afectó su rendimiento académico y su relación con su familia. Sus padres lo echaron de casa al descubrir su adicción y ahora se encuentra internado en un centro de rehabilitación para tratar de dejar la marihuana.
Mi nombre es Jorge Gómez López y tengo quince años. Yo me volví adicto a la
marihuana cuando tenía catorce años. En una tarde amarga y dura, me encontraba escribiendo en mi cuaderno algunos apuntes de las clases que me dictaban en el colegio. En aquel momento, recordé haber escuchado por parte de mi padre que un hermano de él llamado Jacinto consumía marihuana desde que se jubiló de su antiguo trabajo. Luego, él contó que mi tío se tuvo que internar en el hospital para intentar desintoxicarse de aquella droga. Yo recuerdo que tuve conversaciones con ese tío en donde él me decía que esa sustancia no hacía daño. Gracias a ello, tuve la curiosidad de probar aquella droga. Entonces, decidí que dejar mi cuaderno en la mesa y me trasladaría hacia el mercado del distrito de Magdalena del Mar caminando. Al llegar, vi a una persona vagabunda que estaba sentada en una vereda. Era un hombre de cincuenta años que tenía un pequeño negocio de marihuana. Se dedicaba a venderlo en la calle, ya que lo había echado de su casa por ser tan adicto a esa sustancia. Al llegar hacia donde estaba él, el comerciante decidió ofrecerme un cigarro, pero yo le negué con la cabeza y decidí seguir caminando hacia otra dirección. Sin embargo, al intentar irme hacia otro lado, el comerciante se acercó a mí y me dijo que al menos lo probara. Aquella droga no era una simple sustancia para mí, sino que se había convertido en un detonante para los problemas familiares. Al instante, le quité el cigarro y empecé a consumir marihuana. Al principio, el olor era muy fuerte que me desagradó. Cuando cogí el cigarro, empecé a fumar, lo que ocasionó que saliera el humo. Luego de un rato, me empezó a gustar demasiado que lo decidí comprar. El señor me cobró dos soles por el cigarro y yo le di esa cantidad. Al llegar a casa, empecé a fumar de nuevo y mi madre me vio. Me preguntó de dónde había sacado ese cigarro y le dije que no se metiera en mis asuntos. Al día siguiente, estaba fumando de nuevo. No podía dejar aquel cigarro. En ese instante, cogí un incienso, un encendedor y una vela. Puse los tres objetos en una mesa y utilicé el fosforo para encender la vela. La encendí para ocultar el olor a marihuana, porque a mamá le fastidiaba el olor a esa sustancia. Luego, me dirigí a la escuela para continuar estudiando. En la escuela, mis compañeros me dijeron que eran consumidores de marihuana y me presionaban para seguirla consumiendo. Yo andaba indeciso, pero gracias a la presión social, pues decidí que la iba a seguir utilizando. Además, no creía que iba a ser peligroso hasta que al día siguiente sucedió. En la mañana, tuve una alucinación muy extraña donde veía a mi tío Jacinto fumando marihuana. Cuando me di cuenta que era una alucinación, pues pestañeé los ojos. De repente, no tenía ganas de comer, aunque mi madre me había dejado un sándwich de jamón y queso en la cocina para que lo comiera. Luego de mucho rato, me fui a la báscula que estaba en mi cuarto para pesarme y me di cuenta que había subido de peso. No comprendía por qué había subido un kilo más. Luego, me encontraba un estado de relajación. Pensaba que nadie notaría mi peso. En la tarde, había decidido que iba a comprar más cigarros de marihuana o algún alimento que contuviera tal droga. Al llegar a la vereda donde me atendió el señor, aquel hombre me dijo que ya no vendía cigarros, porque las autoridades policiales le habían confiscado lo que vendía. Ahora solo vendía pasteles con cannabis o marihuana adentro para que no descubrieran lo que llevaba dentro. En ese momento, me dijo que ahora ya no le quedaban pasteles de cannabis. Me entristecí demasiado por la necesidad que tenía de consumir la droga. Al día siguiente, me fui a la escuela y mis compañeros me dijeron que habían entregado las notas. En mi caso, saqué cero ocho en un examen importante de matemática. Después, la profesora de esa materia me dijo que no prestaba atención y que debería estar más atento. Al llegar a mi casa, me deprimí por no tener la droga, porque me sentía dependiente de ella. Durante varios días, me dediqué a comprar marihuana y la conseguía. A raíz de ello, la consumía todos los días. En los siguientes días, mi corazón se aceleraba. De vez en cuando me iba a la farmacia para comprar alcohol para olvidar mis problemas académicos o familiares. Al tomar aquella sustancia, me daban ganas de vomitar. También tenía mucha sequedad bocal y los ojos se me ponían rojos. Cuando tenía que estudiar para algún examen se me dificultaba memorizar y jalaba los exámenes. Al mismo tiempo, empezaba a tener mareos constantes y tuve una mayor sensibilidad a la música y a todos los sentidos como la vista, el tacto, el gusto, la audición y el olfato. En las noches, tenía momentos de ansiedad o pánico que no me dejaban dormir tranquilo. Luego de unas semanas, mis padres notaban el olor a marihuana y yo les confesé que consumía aquella droga que me hacía olvidar mis problemas académicos. Me dijeron que me fuera de la casa, porque no iban a mantener a un chico drogadicto como yo. Me ofendí y comencé a sentirme triste. Mi padre me dio una cachetada e inspeccionó mi habitación. Allí encontró varios cigarros de marihuana que me los había conseguido en otros locales clandestinos de Magdalena del Mar. Al día siguiente, ellos me internaron de inmediato y ahora me encuentro en un internado terapéutico donde quieren desintoxicar mi adicción al cannabis. Me siento solo en aquel lugar y extraño los días donde era libre de consumir aquella sustancia. También quiero regresar a mi casa para comenzar mi vida de cero y poder dejar la droga de una vez por todas.