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A principios de 2022, un total de 10 

lobos rojos  fueron liberados de su


cautiverio en refugios de vida silvestre en el este de Carolina del Norte
(Estados Unidos), como parte de una aceleración ordenada por los tribunales
del programa de recuperación a largo plazo del Servicio de Pesca y Vida
Silvestre destinado a restaurar estos animales en peligro crítico. La acción se
realizó tras meses de cuidadosa planificación y colaboración entre zoológicos,
santuarios de vida silvestre y biólogos que gestionan la recuperación del
lobo rojo.

En total, tres parejas reproductoras y una manada familiar de cinco lobos


rojos fueron liberados en los Refugios Nacionales de Vida Silvestre de
Alligator River y Pocosin Lakes, tras pasar previamente varias semanas en
corrales de aclimatación aislados en la zona. Una de las duplas estaba
conformada por una hembra salvaje y un macho nacido en cautividad con la
esperanza de que se unieran como pareja. Las liberaciones casi duplicaron el
número de lobos rojos conocidos en la zona, hasta una veintena.

Sus primeros pasos en la naturaleza fueron registrados por las cámaras de


seguimiento para que el mundo los viera, y fueron aclamados por los grupos
conservacionistas como un "nuevo comienzo" para el atribulado Programa de
Recuperación del Lobo Rojo, que tras décadas de crecimiento constante había
experimentado un declive en los últimos años.

Una camada de seis cachorros de lobo rojo, nacida en el Refugio del Río
Alligator poco después dio otra señal de esperanza. Los cachorros parecen
crecer y prosperar e incluso, se los ha visto retozar en los bosques y campos
del refugio y aullar junto a sus padres.

Pero intentar recuperar una especie al borde de la extinción no está exento de


dificultades, como bien saben quienes participan en el proceso; de hecho, los
altibajos dramáticos han marcado la última década en la que el "lobo de
América" lucha por recuperar su posición en una región en la que una vez fue
libre. De los 10 lobos nacidos en cautividad liberados este año, seis han
muerto y tres han sido devueltos al cautiverio, un desafortunado golpe para el
programa.

Es un recordatorio de que "la conservación es un reto increíble", sostiene


Regina Mossotti, quien ayuda a dirigir el programa de conservación del lobo
rojo de la Asociación de Zoos y Acuarios.

El duro camino de la recuperación 


El 13 de septiembre se cumplió el 35º aniversario de la reintroducción inicial
de lobos rojos, en la que ocho cánidos nacidos en cautividad fueron liberados
en Carolina del Norte como un experimento inédito de rewilding (o
reintroducción en la vida salvaje) de un depredador autóctono oficialmente
declarado extinto. 
Tras un comienzo accidentado, a medida que los biólogos de campo aprendían
más sobre el comportamiento de los lobos rojos en la naturaleza y
desarrollaban estrategias innovadoras para gestionar su recuperación, la
población creció (con un máximo de 100 animales en numerosas manadas, en
2012) y se mantuvo estable durante varios años más.

Pero la invasión de los  coyotes  en la región provocó un aumento de las


muertes por disparos: los lobos rojos jóvenes suelen parecerse mucho a los
coyotes en tamaño y coloración, varios de ellos vagaban por el paisaje durante
la temporada de caza de ciervos. Las consiguientes restricciones, la reacción
de la población local, el aumento del número de muertes y la reducción
forzosa de las estrategias de gestión que habían tenido éxito contribuyeron a
que la población de lobos rojos cayera en picada.

Tres de los 10 lobos rojos liberados este año murieron por


disparos, principal causa de muerte de los lobos rojos. Estos
incidentes son investigados por las fuerzas del orden. En más de 20 años no
ha habido ningún juicio por caza furtiva de lobos rojos, a pesar de los cientos
de casos (en Estados Unidos, los lobos rojos son animales protegidos por el
Gobierno federal y matar uno podría ser castigado con fuertes multas). Las
razones son complejas y frustrantes para algunos conservacionistas que creen
que una aplicación más estricta de la ley podría disuadir a los cazadores
furtivos y ayudar a la recuperación de la especie.  

Al menos dos murieron por presuntos choques con vehículos y otro por causas
desconocidas. Otros tres fueron devueltos a la cautividad después de
comportarse de una manera que provocó "dudas sobre su potencial para
sobrevivir en la naturaleza", e incluyó "la proximidad a las personas y al
desarrollo... a pesar de los repetidos esfuerzos de disuasión".

Se desconoce el paradero del último lobo, ya que su collar de seguimiento por


GPS ya no funciona, y se teme que esté muerto.

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