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ÍNDICE
Prólogo a la edición castellana de Ágnes Heller (1977)
Prefacio de György Lukács (1971)
Primera Parte: PARTICULARIDAD, INDIVIDUALIDAD, SOCIALIDAD Y GENERICIDAD
I. Sobre el concepto abstracto de vida cotidiana
II. Descomposición de los conceptos de «hombre particular» y «mundo»
Descomposición de la categoría «mundo»
Descomposición de la categoría «hombre particular»: la particularidad
Las características particulares
El punto de vista particular
Las motivaciones particulares (los afectos particulares)
La particularidad como comportamiento general.
Descomposición de la categoría de «hombre particular» Individualidad
Individuo e historia
Comportamiento particular e individual
III. El hombre particular y su mundo
El hombre particular como miembro de una clase
Hombre particular y grupo
Hombre particular y masa
Hombre particular y comunidad
La consciencia del nosotros
Segunda Parte: LO COTIDIANO Y LO NO COTIDIANO
I. La heterogeneidad de la vida cotidiana
La objetivación del «hombre entero»
Pensamiento cotidiano y no cotidiano
Vida cotidiana y estructura de la sociedad
La homogeneización
II. De la cotidianidad a la genericidad
El trabajo
El trabajo como «work»
El trabajo como «labour»
Perspectiva histórica del trabajo
Actividad de trabajo y particularidad
El trabajo y la consciencia cotidiana
homogeneización mediante el trabajo
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Agnes Heller
La moral
La regulación de las motivaciones particulares
La elección (decisión) de valor
La constancia
La frónesis
Los sistemas de motivación de las acciones del particular
Moralidad y legalidad (la consciencia)
Normas abstractas y concretas
La alienación de la moral
Moral cotidiana y no cotidiana (la catarsis)
La religión
La comunidad ideal
Las representaciones colectivas
Religión y alienación
La relación de la religión con las objetivaciones genéricas para-sí
La religión como factor regulador de la vida cotidiana
Política, derecho y Estado
Actividad política y actividad cotidiana
El influjo de la política sobre la vida cotidiana en general
La ideología política
Estado y derecho
Los juristas y el pensamiento jurídico
La función del derecho: extinción del derecho y del Estado
Crítica de la teoría del «dejar correr»: la democracia socialista
Ciencia, arte y filosofía
Las ciencias naturales y el saber cotidiano
Las ciencias sociales como ideologías científicas.
La tecnología social. La manipulación
La indispensabilidad del arte
La belleza en la vida cotidiana
La filosofía
III. La libertad
El concepto cotidiano de libertad
Los conceptos filosóficos de libertad
Conceptos «especiales» de libertad
Conflictos entre libertad cotidiana y libertad genérica
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Sociología de la vida cotidiana
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Agnes Heller
I. El saber cotidiano
El contenido del saber cotidiano
Los portadores del saber cotidiano. El saber «transmitido» y el
saber «añadido»
El saber personal
El secreto
El carácter antropológico del saber cotidiano
La percepción cotidiana
Sobre el pensamiento cotidiano en general
El pensamiento anticipador. La fantasía
La verdad cotidiana
Pensar y percibir. La carga afectiva del pensamiento cotidiano
La actitud natural
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Sociología de la vida cotidiana
El espacio cotidiano
Derecha e izquierda
Arriba y abajo
Cerca y lejos
El límite
El punto fijo en el espacio: la casa
El tiempo cotidiano
La irreversibilidad
El límite (la muerte, la generación)
La medida y la división del tiempo
El ritmo del tiempo
El momento
El tiempo vivido
Las colisiones de la vida cotidiana
La disputa
El conflicto
La enemistad
El idilio
Los factores de la satisfacción cotidiana
Lo agradable
Lo útil
III. La personalidad en la vida cotidiana
La relación de la personalidad con la estructura de la vida cotidiana
La individualidad como para-sí de la personalidad
El para-nosotros de la vida cotidiana
La felicidad
La vida sensata
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Agnes Heller
ANEXO
VALOR E HISTORIA 2
2
“Valor e Historia” y “La Estructura de la vida cotidiana” son dos trabajos de A. Heller,
incluidos originalmente como primer y segundo capitulo en el libro ”Historia y vida cotidiana -
Aportación a la sociología socialista”, título en alemán: Alltag und geschichte. (1970).
Traducción de Manuel Sacristán sobre la primera edición en alemán de Hermán Luchterhand
Verlag GmbH, Neuwied y Berlín.
3
Extracto del libro “La Revolución de la Vida Cotidiana”,Ed. Península, 172, en 1982.
Previamente, apareció en la revista “Praxis”, (1-2-1969), pág. 65-67.
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Agnes Heller
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La edición original húngara fue publicada en 1970 por Akadémiai Kiadó de Budapest con el
título A mindennapi élet. Ágnes Heller, 1970. Traducción autorizada por la autora a partir de
las versiones alemana e italiana por J. F. Yvars y Enric Pérez Nadal. Primera edición en
Español; diciembre de 1977.
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PREFACIO5
Los estudios sobre aquello que constituye la esencia de la vida cotidiana no han
tenido una larga prehistoria. Henry Lefebvre ha redactado un trabajo
monográfico sobre este conjunto de cuestiones; yo mismo he tratado sobre ello
en lo que se refiere a diversos aspectos relativos a la génesis de la posición
estética. Agnes Heller arranca de estos trabajos preparatorios, remitiéndose
ampliamente a ambos, pero según un método implícitamente crítico.
Sin embargo, la carencia de una vasta «literatura» no significa en absoluto que
tal conjunto de problemas sea meramente periférico o de importancia
secundaria. Sino más bien todo lo contrario. Cuando intentamos comprender o
hacer comprensible efectivamente en el sentido del método marxiano la
totalidad dinámica del desarrollo social, nos encontramos con él cada vez que
el razonamiento llega realmente al nudo de la cuestión. Más todavía, desde un
punto de vista negativo ha quedado demostrado desde hace tiempo que en el
hombre, considerado particularmente, la ligazón inmediata con los momentos
de desarrollo de la economía o del ser y devenir social completamente
desarrollados puede clarificar solamente conexiones abstractas y, en su
abstracción, extrañas a la vida. El decisivo estado de condicionamiento en que
se encuentra la totalidad de las expresiones vitales, de los modos de vida,
etcétera, del hombre, no puede ser descrito de un modo realista con una
combinación inmediata entre principios causales puramente objetivos y el
mundo de sus efectos concretos. Las ciencias sociales de nuestros días, en
cambio, desprecian a menudo esta zona intermedia concreta, aquella en la que
se encuentra el nexo real, considerándola como un mundo de mera empiria
que, en cuanto tal, no es digno de un análisis científico en profundidad
destinado a examinar las constituciones internas.
Pero cuando se reflexiona con la mirada puesta en la realidad, resulta, por el
contrario, que solamente a través de la mediación de una esfera tal pueden ser
comprendidas científicamente las interrelaciones e interacciones entre el mundo
económico-social y la vida humana. Los hombres —en su particularidad— se
adaptan a las formas sociales que sus fuerzas productivas hacen nacer cada
vez concretamente. En la medida en que tales adaptaciones se realizan, como
de costumbre, inmediatamente en actos particulares, esto se verifica
precisamente en actos particulares de hombres particulares, en el interior de
grupos concretos de un proceso social conjunto concretamente determinado.
No sólo los impulsos que provocan los actos particulares son originados cada
vez por el ser-así concreto de cada conjunto económico-social, sino también el
campo de acción real de las decisiones entre alternativas realizables en tales
actos está cada vez determinado —como campo de acción concreto— del ser-
así de socialidades concretas. Por consiguiente, ya que los hombres que
trabajan, que consumen los productos del trabajó, en una palabra, la mayoría
de los hombres que forman parte inmediatamente de la sociedad que así
funciona sobre base económica, por consiguiente, éstos, en la mayoría de sus
modos particulares de reaccionar a las pretensiones de la propia socialidad,
reaccionan en cuanto hombres particulares de manera particular; el ser de cada
sociedad surge de la totalidad de tales acciones y reacciones.
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Prefacio de György Lukács. Redactado poco antes de su muerte en junio de 1971.
Traducción de J. F. Yvars y E. Pérez Nadal.
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Primera parte
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Sin embargo, por diferentes que puedan ser las cosas concretas y los sistemas
concretos de usos, en líneas generales se puede decir que es necesario saber
«usar» —en mayor o menor medida— las cosas e instituciones del mundo en
el que se nace.
.«En mayor o menor medida»: esta precisión no es irrelevante. No todos
aprenden a usar las cosas e instituciones, a orientarse en el marco de los
sistemas de usos en igual medida. Sin embargo, cada uno debe adquirir una
capacidad media, debe tener un mínimo de capacidad práctica en las cosas
más importantes, sin lo cual es imposible vivir. Hay que añadir que tal
adquisición tiene lugar «naturalmente». Y aunque no es fácil, aunque presente
diversos grados de dificultad para las diversas personas, todo hombre normal
es capaz de cumplir, y en efecto cumple, tal operación. Pero volveremos
después sobre el concepto de normalidad.
La apropiación de las cosas, de los sistemas de usos y de instituciones no se
lleva a cabo de una vez por todas, ni concluye cuando el particular llega a ser
adulto; o mejor, cuanto más desarrollada y compleja es la sociedad tanto
menos está concluida) En épocas estáticas y en las comunidades naturales
(por ejemplo, en una comunidad de siervos de la gleba de la Alta Edad Media),
una vez alcanzada la edad adulta, se estaba ya en posesión del «mínimo» de
la vida cotidiana. Lo que seguía, era sólo una acumulación de experiencias de
vida, en el campo del trabajo o de la comunicación, pero ya no era puesta en
duda la capacidad de reproducirse por parte de los particulares. Nótese, sin
embarco, que. incluso en tales sociedades, la adquisición perdía cualquier
valor cuando el particular era sacado de su ambiente natural. Por ejemplo, el
que era reclutado en el ejército debía aprender muchas cosas nuevas para
llegar a ser un buen soldado y reproducirse como particular.
Cuanto más dinámica es la sociedad, cuanto más casual es la relación del
particular con el ambiente en que se encuentra al nacer (especialmente
después de la llegada del capitalismo) tanto más .está obligado el hombre a
poner continuamente a prueba su capacidad vital, y esto para toda la vida,
tanto menos puede darse por acabada la apropiación del mundo con la mayor
edad.! El particular, cuando cambia de ambiente, de puesto de trabajo, o
incluso de capa social, se enfrenta continuamente a tareas nuevas, debe
aprender nuevos sistemas de usos, adecuarse a nuevas costumbres. Aún
más: vive al mismo tiempo entre exigencias diametralmente opuestas, por lo
que debe elaborar modelos de comportamiento paralelos y alternativos.
Resumiendo, debe ser capaz de luchar durante toda la vida, día tras día,
contra la dureza del mundo.
No obstante, la sociedad más dinámica, la sociedad «pura», si bien obliga al
hombre a una lucha continua contra la dureza del mundo, le ofrece, al mismo
tiempo, varias alternativas. Quien vive en una comunidad restringida, todavía
seminatural, o se apropia de su vida cotidiana, que se le da acabada desde su
nacimiento, o está destinado a morir. Sus posibilidades de movimiento son
extremadamente limitadas, Pero desde que ha surgido la «sociedad pura», el
«mundo acabado» en el que el hombre se encuentra al nacer no es idéntico al
mundo con el que se encuentra en contacto directo. Después de haberse
apropiado de los usos de este mundo más inmediato (después de haber
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alcanzado la edad adulta), tiene varias ocasiones para escoger por sí mismo
su ambiente directo (los amigos, el tipo y el puesto de trabajo, la familia,
etcétera), (en resumen, puede escoger un «pequeño» mundo suyo
relativamente nuevo (aunque dentro de límites precisos más o menos amplios)
Prescindiendo del momento y del modo en que el hombre se apropia de las
diversas capacidades (manipuladoras y orientadoras), éstas son
posteriormente ejercitadas siempre y con continuidad. Lo que, obviamente, no
quiere decir «cada día». Las mujeres de determinadas épocas y capas deben
aprender costura, ya que de otro modo no pueden desarrollar su función de
mujeres de una determinada capa en una determinada época. La costura
forma parte de su figura de mujeres adultas, de su auto-reproducción, y en
este sentido tiene un carácter de continuidad; pero naturalmente ellas no
cosen vestidos cada día. Entre las capacidades ejercitadas con continuidad,
algunas son cotidianas en el estricto sentido del término (comer, vestirse, ir al
trabajo, etcétera), otras, por el contrario, son características de una fase
determinada (o de ciertas fases) de la vida del particular (por ejemplo,
siguiendo con la mujer: el cuidado de los hijos).
En el ámbito de una determinada fase de la vida el conjunto, (el sistema, la
estructura) de las actividades cotidianas está caracterizado, por el contrario,
por la continuidad absoluta, es decir, tiene lugar precisamente «cada día».
Éste constituye el fundamento respectivo del modo de vida de los particulares.
La delimitación «en el ámbito de una determinada fase de la vida» es aquí
extremadamente importante, incluso cuando se examinan las comunidades
naturales». En estas últimas, en efecto, el sistema de los conjuntos se modifica
necesariamente con las diferentes edades de las personas (la edad contribuye
a determinar el tipo de función del particular en la división del trabajo de la
comunidad, de la tribu o incluso de la familia).
En las sociedades «puras» y especialmente al nivel actual de la producción, el
puesto asumido en la división del trabajo —ya «casual» respecto al nacimiento
— puede ser cambiado incluso en el ámbito de una de las fases «naturales»
de la vida (juventud madurez, etcétera), y en consecuencia puede también
verificarse una reestructuración más o menos relevante del conjunto cotidiano.
Además las catástrofes han creado siempre la posibilidad de un cambio radical
en la vida cotidiana (por ejemplo, una mujer que se convierte en viuda).
A partir del Renacimiento estos cambios radicales, creciendo numéricamente,
preparan las revoluciones sociales, que a su vez sacuden y cambian los
fundamentos del modo de vida de todos los particulares. Sin embargo, las
revoluciones sociales forman el modo de vida en un sentido que va más allá de
la esfera de la vida cotidiana; la modificación de ésta representa en aquéllas
sólo un momento, aunque no irrelevante.
Por consiguiente, como hemos dicho, el conjunto de las actividades cotidianas
en el ámbito de una determinada fase de la vida está caracterizado por una
continuidad absoluta. Pero también aquí es necesario hacer una precisión,
aunque en verdad no muy importante: sólo la tendencia fundamental, general,
es continua de un modo absoluto. Puede suceder que se caiga enfermo
durante unas semanas o unos meses, o bien estar algunas semanas de
vacaciones.
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