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E
l fascinante papel de las los valientes obtenían —de los hom- de las diademas destinadas a alabar
coronas, cuya trayectoria bres— tal galardón, representado por las proezas de las legiones romanas
atraviesa la Historia, se coronas de apariencia sencilla, pero se multiplicaban en cada combate e
remonta a los albores de la que con el tiempo se transformarían incluso estaban protegidas por la ley,
civilización. Desde la Antigüedad los en joyas esplendorosas. que permitía a sus merecedores por-
césares de Roma se ceñían de laureles, tarlas en su funeral o recibirlas des-
los bárbaros germanos de preciosos
El premio de los valientes pués de su muerte.
metales y refulgente pedrería; y supe- Ser héroe: he aquí la condición ne- Por lo tanto, las coronas eran bas-
rándolos a todos ellos en grandeza y cesaria para ser coronado en el Imperio tante apreciadas por los romanos, que
gloria, el propio Hijo de Dios quiso ser romano, no con el fatuo laurel de los las consideraban una recompensa mu-
coronado de espinas. césares, sino con la condecoración de cho más valiosa que cuantías de oro
¿Qué representarán para Dios y los auténticos combatientes, de aque- o de plata. Más tarde, esta tendencia
para los hombres estas singulares llos que escribieron la historia de la acabó por influenciar a la cristiandad
joyas? Ciudad Eterna a sangre y hierro, arries- naciente.
gando sus vidas en el campo de batalla.
Coronados por el Altísimo Para estos impetuosos militares
La corona en la
Entre los israelitas era habitual el fue cuando aparecieron las primeras civilización cristiana
uso de coronas florales, como sím- coronas elaboradas. Aclamados por De manera que resulta natural que
bolo de la alegría y adorno festivo en la multitud a su regreso de la guerra, con la llegada del cristianismo algo de
banquetes y solemnidades.1 Aunque los vencedores recibían la distinción aquellas costumbres —purificadas y
también se distinguían como insig- que merecían sus hazañas: al primer sublimadas por la sangre del Reden-
nia de la realeza, otorgada directa- soldado que escalara las murallas de tor— fueran adoptadas por los monar-
mente por Dios a sus dilectos: «He una ciudad asediada se le concedía la cas bautizados. Éstos terminaron por
ceñido la corona a un héroe, he exal- corona muralis; al primero que inva- vincular bajo el simbolismo de la co-
tado a un elegido de entre el pueblo» diera el terreno enemigo, la corona rona la gloria de los que combaten, la
(cf. Sal 88, 20). vallaris; al que conseguía una victoria honra de los que gobiernan y el signo
Ahora bien, mientras que en el marítima, la corona navalis; al gene- de la predilección divina.
pueblo judío los amados del Señor ral que liberara a un batallón sitiado, Para los primeros emperadores ca-
eran ensalzados por Él, en Roma sólo la corona obsidionalis. Las categorías tólicos de Occidente, la corona repre-