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Pasión y peligro…
Mentira, sí lo sabía.
Tú.
—Paulo Coello—
CAPÍTULO 1
Estaba en la parte favorita de mi apartamento, sentada sobre el alfeizar
grande de la ventana que me regalaba una hermosa vista hacia la ciudad. A
veces me tranquilizaba el silencio y pasividad, pero en otras ocasiones
disfrutaba del ajetreo de las calles de Londres. La noche había entrado y ni
siquiera sentí el tiempo al sumergirme en las páginas de aquel libro que devoré
como hambrienta.
«Ladrón de recuerdos» era el título, escrito por un autor de moda que usaba
un seudónimo para identificarse.
Para mis padres no era de su agrado el tenerme lejos y, mucho menos que
prescindiera de su dinero y comodidades, viviendo una vida lejos de los lujos
que ellos podían darme, pero trataban de respetar la decisión que tomé desde
el día en que pude valerme por mí misma tras pasar un par de años
dependiendo de máquinas para sobrevivir o de los cuidados de mi madre.
Por María Montés —tía paterna de Dalia— nos enteramos de que muchos de
los chef del famoso restaurante salieron de Joddy´s, así que esperábamos correr
con la misma suerte y unirnos pronto a Casa Gambino.
Respondió Dalia y negué, sobre todo porque tras ese mensaje me envió
muchos emoticonos de diablillos.
Perdí la memoria total años atrás, tras un atentado que sufrió alguien de mi
familia y en el que me vi envuelta para mi muy mala suerte. Tuve
un accidente cerebrovascular que me ocasionó demencia; creo que mi destino
era morir esa noche, pero por alguna razón se torció y sobreviví, aunque
renaciendo en alguien muy distinta y no solo por la carrera que quería sino
también porque desde que desperté y fui capaz de valerme por mí misma, ya
no me sentí parte de los Black Stone por mucho que lo intenté.
Eso no significaba que no quisiera a mis padres y hermano, claro que lo hacía.
Sin embargo, la conexión entre nosotros —o al menos de mi parte— ya no fue
la misma desde que comencé a tener consciencia.
Mi madre fue quien estuvo a mi lado en todo momento y por eso aprendí a
amarla mucho antes que a papá o a Dasher —mi hermano—. Laurel Stone fue
la primera en entender que habíamos vuelto al punto de partida —aunque con
más complicaciones que una mamá primeriza y su recién nacido—, donde
aprendía a conocerme al mismo tiempo que yo a ella y así a veces olvidara que
nada de lo de su anterior hija volvería, trataba de hacerme sentir cómoda a su
lado.
Con mi padre y Dasher fue más complicado, puesto que ellos me seguían
tratando como si nada hubiese pasado, hablaban de anécdotas del pasado con
la esperanza de que recordara algo de ello y eso en lugar de ayudarme…me
dolía. No lo sentía justo porque pretendían saber todo de mí e implantaban
cosas en mi cabeza que ya no eran mías.
—Ya no soy ella, deja de hablarme como si me conocieras —le dije una vez a papá
cuando sacó un álbum de fotos en lugar de leerme un cuento como el doctor había
recomendado que hicieran todas las noches.
Habían pasado siete meses desde mi última operación, esa que resultó exitosa.
Aprendí a hablar bien cuatro meses después de eso, caminar todavía se me
dificultaba, pero ya era consciente de mis sentimientos, comenzaba a tener más
raciocinio y tomar decisiones propias ya no se me dificultaba.
Esa noche entendí que ya quería al hombre que herí con mis palabras sin
pretenderlo, porque cuando vi sus ojos brillosos por las lágrimas, mi corazón se
rompió.
—Papá, lo siento —pedí arrepentida y me limpié una lágrima. Tras el dolor que vi
antes llegó el asombro al escucharme llamarlo de esa manera, porque sí, era la
primera vez que me refería a él por lo que era—. No quise dañarte, es solo que me
duele que me hables de alguien que ya no soy y te niegues a conocer a tu nueva
hija.
Abigail, mi prima, me había dicho meses atrás que no tuviera miedo de decirle a
papá lo que me sucedía y lo incómodo que era para mí que me recordara a esa
Essie, incluso le enseñó a mi hermano a que me conociera y por lo mismo ya me
llevaba mejor con él.
Pero nunca me atreví a decirle nada a mi padre hasta en ese instante, cuando me
cansé de que mi vida siguiera siendo una eterna noche oscura, donde mi rumbo no
tenía sentido, ya que caminaba en la dirección de otros y no en la que yo quería.
—Es-es la primera vez que me llamas papá —señaló él con titubeos y me cohibí.
—Lo sé, pero desde que conseguí esta nueva razón sé que lo eres y no solo porque
me lo han enseñado así sino también porque lo siento —aseguré.
Me tomó desprevenida cuando me acunó entre sus brazos y me apretujó con fuerza,
comenzó a besarme la cabeza y a repetir la palabra «lo siento tanto». Después de
estar triste se mostró feliz, eufórico y mi corazón se aceleró con emoción.
No le mentí, sabía que era mi padre porque lograba sentir ese amor tan inmenso
que me profesaba. Yo era su estrellita y me gustaba mucho que me llamara así a
pesar de no demostrárselo. Y desde ese día todo cambió entre nosotros, puesto que
al fin entendió que esa Essie entre sus brazos era alguien nueva, renació y
necesitaba crear sus propios recuerdos.
—Londres fue mi casa por un par de años y te aseguro que es un excelente lugar
para comenzar de cero —Recomendó Abby cuando le comenté mi decisión, ella se
convirtió en una gran amiga aparte de ser mi familia y admito que era con la que
mejor me llevaba.
Mi vida en esa ciudad inglesa era lo más real que tenía después de despertar de
la inconsciencia, el nuevo comienzo que tanto añoré desde que vivía en
Estados Unidos —el país que me vio nacer y crecer, el mismo que me dio todo
y también me lo quitó todo—. En Londres vi una oportunidad de encontrar mi
identidad, de forjarme a mí misma y así pareciera egoísta o malagradecida, en
ese país al fin respiré tranquila y crecí a pasos agigantados, avancé como se
suponía que tenía que avanzar rodeada de mi familia, pero lo cierto era que no
sentía ya a esa familia como mía por mucho amor que me dieran.
«Si te animaras a conseguirte un tío guapo, no pasarías por esas noches tan
difíciles». Recordé a Dalia decirme eso y sonreí.
Los tíos guapos como ella los llamaba, no estaban en mi lista de prioridades
por el momento… ¡Carajo! Ni siquiera sabía lo que era besar o tener sexo, es
más, no tenía ni la menor idea de si era virgen. Y si sabía todas esas cosas era
gracias a mamá, que sin ningún pudor me instruyó y explicó situaciones que,
para mi pobre cerebro de bebé fueron bochornosas.
Y claro que conocía a muchos chicos guapos, Oliver era uno de ellos, pero él no
contaba porque le gustaban los hombres igual o más que a Dalia, así que no me
daría lo que según nuestra amiga, yo necesitaba. Sin embargo, nadie llamaba
mi atención como para querer experimentar todo lo que veía en la tele o leí en
ese libro que mi amiga me convenció de comprar cuando fuimos a la librería.
Esa noche me dormí pensando en lo que imaginaba que era conocer a alguien
que te provocara más insomnio que un medicamento y te dejara sin la
estabilidad emocional que solo un libro podía provocar.
____****____
Al día siguiente Dalia pasó por mí para irnos a nuestro nuevo trabajo. Me
sentía emocionada por iniciar una nueva aventura y conocer a otras personas
con la misma pasión que nosotras. Aprendí a cocinar gracias a Aiden, otro de
mis primos y hermano de Abby, quien utilizó la cocina para acercarse a mí sin
tener idea de que me llamaría tanto la atención y terminaría por quererlo
como carrera.
La cocina por supuesto sería nuestro campo, pero era necesario que también
nos familiarizáramos con el área de etiquetado, la bodega, las oficinas y la
zona de control de calidad.
Joddy´s era una compañía bastante grande para ser nueva, y tenía a muchos
empleados; era también como una especie de prueba para los chef que
ansiábamos entrar a un restaurante cinco estrellas para adquirir experiencia.
—¿Dónde está? —inquirió Dalia, noté que le hacía ojitos a William y negué.
—¡Uh la la! —expresó Dalia con coquetería. Ella tendía a ser una sin vergüenza
en muchas ocasiones— ¿Y se puede saber qué hace ese guaperas por aquí? —
preguntó con más interés del que debía y temí que ese posiblemente sería su
primer y último día en Joddy’s.
William la miró con sorpresa, pero incluso así fue muy amable en responderle.
—En serio, gracias por el recorrido que acabas de darnos, William. Estamos
muy emocionadas por comenzar —le dije y me sonrió.
—¿Y quién te dijo que quiero una relación con Izan o qué él quiere una con
cualquier mujer? —inquirió más divertida que antes y la miré con el ceño
fruncido.
—No lo creo, es solo que tiene una historia y desde entonces nunca se le ha
visto con pareja —explicó.
—Como sea —dije entonces, regresando del camino equivocado por el que me
estaba yendo.
Minutos más tarde María llegó y nos saludó muy contenta de vernos. Ella se
había convertido en una gran chef desde diez años atrás y la mayoría del
tiempo trabajó en Casa Gambino como la jefe de cocina, pero según me
comentó su sobrina, le ofrecieron mejores beneficios y paga cuando
nació Joddýs y desde entonces se convirtió en la cocinera estrella de la
compañía.
Joddy’s Healthy Food nació para crear alimentos sanos para los deportistas o
personas que querían llevar una vida saludable, pero que no tenían tiempo
para cocinar y, debido a que por un tiempo fui una consumidora asidua de
ellos, sabía que preparaban la mejor comida que alguna vez comí. Un poco
costosa, sí, pero deliciosa y por lo mismo iban creciendo día con día.
Para muchos ese trabajo podía ser común, pero ahí en esa cocina encontré a
varios chef populares y otros famosos, cosa que nos sorprendió en demasía.
Por esa razón no nos sorprendió comenzar como ayudantes.
Dalia había trabajado en la zona de empaquetado, por eso desconocía la
presencia de esas personas que creímos que solo veríamos como dueños de sus
propios restaurantes o en hoteles cinco estrellas.
—¡Madre mía! Qué recompensa tan buena la que estoy teniendo por haberme
portado bien esta semana —exclamó Dalia de pronto.
Imité la acción de ambas y giré la cabeza, justo en ese instante dos hombres
estaban entrando a la cocina vestidos igual que nosotros, el primero era un
señor de aproximadamente cincuenta años, de estatura media, un poco
delgado y cabello canoso, pero estaba completamente segura de que fue el
segundo tipo quien hizo que Dalia reaccionara como niña malcriada a punto de
cumplir un capricho. No podía decir mucho de él puesto que por el vestuario
no apreciaba sus rasgos, sin embargo, esa altura de alrededor de un metro
ochenta —o más— y su postura, me indicaba que debajo de esa bata había
músculos y detrás de esas gafas y mascarilla, un rostro atractivo.
—Si ya lo conocen, por favor díganme que detrás de esa mascarilla no hay un
chico sin dientes —musité bajo y Dalia no pudo evitar reírse.
Fue como si ella no estuviera de acuerdo en que ese chico tomara las riendas
de la compañía.
—¡Vale, tía! Pero déjame disfrutar de que Essie al fin muestra interés por un
chico, aunque sea en uno equivocado —pidió Dalia.
La miré con el ceño fruncido y entrecerré los ojos, era la segunda vez que
insinuaba algo de Izan y no estuve segura de si lo dijo porque el chico era uno
de esos que consideraban un peligro, o porque ella había puesto sus ojos en él.
—Sigue por favor, cariño. Corta eso un poco más delgado —me pidió María
asentí.
Cogí otra zanahoria para hacerla en finas julianas y seguí con mi trabajo, sin
embargo, tuve que ser más cuidadosa, ya que minutos después escuché la voz
de dos hombres a mis espaldas y me puse nerviosa de una manera que nunca
esperé. Fue como si cuerpo y sentidos percibieran algo que mi mente no. ¿Una
señal buena o mala? No lo sabía, lo único que sí podía asegurar es que mis
vellos se erizaron y mi mente trató de hacer clic con algo que no logré encajar.
¡Maldita cabeza!
—Oye, déjame ver —pidió de pronto el señor Charles y agradecí tener puesta
una mascarilla que cubriera mis mejillas rojas por la vergüenza.
Ellos al no ser parte de la cocina debían usar guantes para entrar, así que no le
importó que mi sangre lo manchara un poco.
—El que aquí haya profesionales no significa que no pasen estás cosas, niña.
No te disculpes por un accidente —pidió siendo amable—. Salgamos de aquí y
te llevaremos a un área adecuada para revisarte y tomar la decisión de llevarte
a un hospital si es necesario.
Hasta en ese instante supe que se quedó cerca y si alguien me hubiese dicho
que el día que conociera a un tipo que llamara mi atención me pasaría eso, juro
que habría preferido no hacerlo.
—Mejor deja que yo me encargue de ella —pidió él y por el tono de voz que
utilizó intuí que no lo decía como opción.
Mis nervios se alocaron más y sobre todo cuando el chico se quitó el gorro
permitiendo que viera su cabello negro. Lo llevaba recortado de los lados,
desde el frente hacia la nuca y un poco más largo del medio, pero no fue hasta
que se arrancó la mascarilla y las gafas que deseé que la tierra en verdad me
tragara por el bochornoso momento que acababa de ofrecer frente a él y los
demás.
Verlo fue entender por qué ningún hombre llamó mi atención antes, él era
hermoso de una forma que se podía considerar pecado, porque de seguro
incitaba a pensamientos perversos. De ojos oscuros y cejas pobladas, nariz
recta y perfilada con una argolla en un lado de ella. Sus labios gruesos y
rosados me indicaban que eran el delirio de muchas personas y la combinación
de su piel blanca los hizo resaltar junto a esa dentadura perfecta que mostró
cuando le dijo algo más al señor Charles que no escuché.
—¿Te llamas Essie? —inquirió con interés al caminar más cerca de mí y tuve
que alzar la cabeza para verlo.
Sí, tenía que medir un metro ochenta o más y calculaba que era de mi edad o
un par de años mayor.
Y su voz… ¡Dios mío! No sé en qué hechizo acababa de caer, pero debía ser uno
poderoso escondido en ese tono melodioso y oscuro que acarició mis tímpanos
y recorrió mi torrente sanguíneo como el más letal de los venenos.
La salida de la cocina daba de inmediato con unos escalones y los subí a su lado
hasta que pasamos por el área de control de calidad y luego llegamos a una
oficina. Había archiveros por todos lados y un pequeño escritorio con dos
sillas.
—Esto de verdad es vergonzoso —me atreví a decirle cuando haló la otra silla
y la puso frente a mí para luego sentarse.
Cerré las piernas como estúpida, como si él me hubiera insinuado otra cosa.
Me corté el dedo índice justo entre la yema y la uña, pero como dijo el señor
Charles, no era una herida profunda y no necesitaría puntos de sutura; bastaba
con desinfectarla, parar el sangrado, que por fortuna ya había disminuido, y
aplicar una crema cicatrizante junto a una gasa para protegerla.
Ese chico lo sabía y lo hizo tal cual, pero me dejó en jaque cuando al poner
alcohol sopló con delicadeza para evitar un poco el escozor. No obstante, ese
se esfumó cuando los nervios se apoderaron de mí. Su acción se sintió bastante
íntima y no sabía si era porque su belleza me tenía embobada.
No hablé durante los minutos que dedicó a auxiliarme y me atrevía a decir que
tampoco respiré, pues lo que me estaba pasando era irreal.
—Es una suerte que haya sido un corte superficial —dijo cuando estaba
terminando de pegar el esparadrapo.
—Menos mal —aseguré con ironía y con la otra mano me saqué las gafas.
¡Mierda!
—Lo estoy, aunque muy avergonzada con usted y los demás —respondí.
—Fue algo superficial, pero como usted dijo, la sangre es muy escandalosa —
confirmé y me sonrió.
Charles iba sin máscara y descubrí que se veía como un señor bastante amable
y comprensivo. Entabló una pequeña plática conmigo y de soslayo vi a Izan
llevarse la mano a la barbilla y quedarse pensativo. Aunque de vez en cuando
volvía a poner su atención en mí y se quedaba viéndome por demasiado
tiempo con expresión un tanto incrédula, situación que me ponía muy
nerviosa.
—En serio, muchas gracias por lo que hizo por mí —añadí y se me cortó la
respiración cuando se puso de pie.
—No me trates de usted, eres solo dos años menor que yo. Tienes veintidós y
me haces sentir viejo —Alcé una ceja por la sorpresa de que supiera mi edad.
—¿Cómo sabes mi edad? —quise saber y retrocedí un paso cuando sentí que se
acercó mucho a mí.
Por una tonta razón que estaba descubriendo con él, no me molestaba que
invadiera mi espacio personal, pero tenerlo tan cerca era como alzar la cabeza
viendo al cielo para poder mirarle el rostro y por lo mismo prefería alejarme.
Pero parecería una loca a punto de obsesionarse y más con ese tono de voz que
estaba utilizando conmigo.
—No —susurré.
Ya no usaba guantes, así que vi los tatuajes en ella y sabía que si corría la
manga de su bata descubriría que el arte en su piel seguía y temí que querría
descubrir hasta donde terminaba.
—Me alegra que estés bien —aseguró y con sutileza me zafé de su agarre.
Miré el reloj inteligente en mi muñeca izquierda para confirmar que eran las
diez de la mañana, el momento para coger nuestro primer descanso.
—Dime que todavía tienes dedo —pidió en cuanto llegué a su lado y reí.
—Tía Mari se fue a las oficinas principales del otro lado, la llamaron para que
atendiera algo así que no tomará su descanso —avisó y asentí, luego me dejé
guiar por ella hacia el cuarto de descanso— ¿Quién te ayudó con eso? —quiso
saber señalando mi dedo.
Pasamos del área de las mesas en donde todos aprovechaban para descansar
un rato y me guio hasta los baños de mujer. Solo había dos cubículos en esa
área, a parte de los casilleros donde las mujeres dejábamos nuestras
pertenencias.
Debido a que la compañía tenía varias áreas de trabajo y solo dos para
descanso o para tomar el almuerzo, salíamos a horas distintas, por esa razón
solo fuimos nosotras al entrar al baño y casilleros.
Dalia se sentó en una de las bancas de madera y me pidió que tomara lugar a su
lado.
—Sí —respondió.
Pero con gusto comenzó a decirme todo lo que sabía de Izan Gambino.
—Según tía Mari, hay muchas chicas de aquí que han intentado acercarse a él
con la intención de que ese monumento se cuele entre sus piernas sin
importarles las reglas, pero Izan las manda a tomar por culo.
—Nunca he escuchado nada de él con tíos, puede ser que sea reservado en eso
—respondió.
No lo juzgaría si decían que era gay y mucho menos comentaría que era un
desperdicio por serlo, ya que cada quien amaba a quien se le diera la gana. Sin
embargo, no deseé que lo fuera y su manera de cuidarme con mi accidente me
dio una pequeña esperanza por muy absurdo que pareciera.
—Tía Mari dice que Izan estuvo viviendo un tiempo en el exterior y allí tuvo
una novia. Su primer amor según las malas lenguas y la mía que no es tan
buena —añadió haciéndome reír y entendí por qué encontré raro que el acento
de él fuese distinto al de los londinenses—, pero algo pasó entre ellos que hizo
que la tía lo dejara y él cayó en depresión por causa de la ruptura. Y cuando te
hablo de depresión no lo digo de manera literal sino en serio, sus padres
tuvieron miedo de que tomara una decisión fatal y lo pusieron en control
psicológico por lo mismo. Desde entonces Izan ya no volvió a enredarse con
nadie y creo que lo hace más por su salud mental. Y si acaso se le ha visto con
alguna chica es pasajero. Acostones de una noche o máximo una semana, mas
nunca una mujer que tome en serio.
—Por eso y por su familia, pero ese es otro tema del cual no debemos hablar y
menos aquí —me recordó.
Recordé que Dalia me había mencionado que había cámaras por todos lados, e
imaginé que por eso fue su advertencia.
Seguimos hablando de la familia Gambino por el resto del descanso y vaya que
me enteré de muchas cosas. Dalia aprovechó el tiempo cuando trabajó en la
compañía para las vacaciones y se nutrió de mucha información con la ayuda
de su tía.
Los Gambino eran una familia italiana de cuatro, con raíces norteamericanas
—aunque no me dijo de qué país exactamente—. El padre era italiano de
nacimiento, la madre una mezcla; tenían dos hijos, ambos hombres e Izan era
el menor. Al mayor no lo conocían, ya que nunca visitaba Londres; según mi
amiga prefería Italia y le dejaba a su hermanito reinar en Londres.
De vez en cuando miraba hacia la puerta con la ilusión de que un tipo alto,
tatuado y guapo volviese a entrar, razón por la que me regañé en muchas
ocasiones durante el resto del día, ya que si bien el chico me impactó con su
belleza y esa aura atractivamente peligrosa, también entendía que Dalia no
estaba equivocada: Izan no era el indicado para que llamara mi atención de esa
manera. Y entendía sus ganas de protegerse después de la decepción amorosa
que atravesó y por lo mismo sabía que se volvió frío, un punto enorme y
suficiente para alejarme.
Mi caso era similar, perdí mis recuerdos y toda mi vida con el atentado,
situación que me llevó a alejarme de mi familia y algunas personas que dijeron
ser mis amigos, no quise estar con nadie a mi alrededor que ya me conociera
porque esa dejó de ser mi vida y necesitaba comenzar de cero con gente que
desconociera todo de mí para hacerlo más fácil.
Nada.
A mis veintidós años solo recordaba haber vivido tres y el primero fue un
desastre total.
—Para ser el primer día, no estuvo mal —dijo Dalia cuando salimos de la
cocina.
Izan ya no llevaba bata, no. Solo una camisa negra y lisa de mangas cortas que
me dejó ver sus brazos totalmente tatuados. Su pantalón casual era gris oscuro
y le ajustaba perfecto en las piernas, calzaba zapatos del color de la camisa y
supe que no me equivoqué antes: ese chico tenía músculos muy bien definidos,
hombros anchos y una cintura estrecha donde de seguro también había
músculos que no creí que fueran fáciles de hacer y, ya que estaba de lado
también noté que tenía un trasero que cualquier mujer envidiaría, incluida yo.
O no quiso.
Pero fue su amago de sonrisa lo que me bastó para comenzar a entender que la
próxima herida ya no sería en mi piel.
____****____
—¿Hasta mañana? ¿Es en serio? —inquirió Dalia cuando nos subimos al coche
y rodé los ojos.
—No sé tú, pero conmigo ha sido amable. Así que no le veo nada de malo al
haberme despedido de él —me defendí y la tonta se rio de mí.
—Es obvio que es amable contigo, quiere llevarte a la cama así que tiene lógica
que no sea borde como lo es con todo el mundo —largó y su comentario me
molestó mucho por la burla ponzoñosa incluida.
—¿Te molesta tanto? —espeté y no la dejé responder— Y no creo que sea así
conmigo solo por llevarme a la cama. Confío en mí misma y en mi capacidad
de llevarme bien con los chicos sin que haya sexo de por medio —apostillé y
me miró con sorpresa—. Además de que pienso que tú te empeñas en ver solo
el lado malo de él, ¿o ya has intentado saludarlo y no solo comértelo con la
mirada? Porque eres guapa y bien podrías darle un buen polvo.
—No, Dalia. Creo que lo juzgas mal y el hecho de que sea hombre no significa
que no lo incomode tu forma de mirarlo, porque he visto cómo lo desnudaste
con la mirada hoy y pueda ser que por eso Izan sea borde contigo.
—Me cago en la puta, Essie —se quejó cuando al fin me callé y solté el aire que
había retenido.
Dalia iba cogiendo con fuerza el volante sin dejar de ver a la carretera, con el
rostro colorado e incrédula por mi reacción y todo lo que le solté.
Y de verdad ni yo creía aún esa reacción que tuve, desconocí esa necesidad que
me embargó de defender a ese chico sin siquiera conocerlo; aunque era de las
que pensaba que no era bueno tachar a nadie de nada solo por lo que otros te
decían, no obstante, no era de defender a personas que apenas conocía.
Y no era la primera vez que la veía desnudar a un chico con la mirada, pero
nunca me importó ni lo vi como algo grave hasta ese día.
—Y, aunque tienes razón en todo lo que me dijiste, no dejo de pensar en que
estás siendo muy territorial con ese chulo —Rodé los ojos.
Con el tiempo aprendí algunas de sus jergas, aunque muchas veces todavía me
quedaba buscando señal hasta entenderle.
—¡Ya! Está bien, Essie, lo siento y te lo repito, tienes razón en lo que me dijiste
y discúlpame por lo que insinué. Solo te pido que tengas cuidado, cariño y que
recuerdes que yo conozco un poco más de ese tío a diferencia de ti.
Ladrón de Recuerdos trataba sobre Megan, una chica que tras un accidente
perdió la memoria y años después al estar recuperada conoció al amor de su
vida, pero las teorías que se formaban en mi cabeza con cada párrafo leído,
cada vez me decían que Jessi —el chico que la tenía loca— también era el
causante de aquel hecho que robó sus recuerdos.
Le pregunté cómo estaba ella, papá y mi hermano como casi siempre lo hacía.
Papá obviamente estaba a su lado así que también lo saludé y les conté parte
de mi día omitiendo que estaba trabajando.
Con mamá era con la que más charlaba y me divertía, ella siempre tenía una
pregunta fuera de lugar o incluso bochornosa la mayoría de las veces, pero ya
me había acostumbrado y su forma de ser me alegraba hasta en los peores
momentos.
La primera vez que me dijo lo del ajuste se arrepintió y hasta lloró pidiéndome
disculpas creyendo que me había ofendido, yo en cambio me reí de eso. No me
molestó ni lo tomé como una broma de mal gusto, al contrario, me gustaba
que fuera tan espontánea y olvidara lo que me pasó. Eso me hizo sentir
normal.
—No sé por qué por un momento creí que me dirías que me alejara de ese
chico porque solo me rompería el corazón —dije con burla y ella rio.
—No, hija mía. Soy mujer y fui joven, tengo los pies bien plantados en la tierra y sé
que el desamor lo vas a vivir tarde o temprano. Además de que te amo con toda mi
alma y no te mentiré jamás o te encerraré en una burbuja por más que me duela lo
que atravieses. Como madre tengo la esperanza de que sigas mis consejos siempre
para que no sufras tanto, pero si no lo haces… puedo prometerte que estaré allí para
ti, para consolarte y para hablar mal del cabrón que no te valore.
—Sí, Estrellita. Lo soy —se mofó haciéndome reír—, así como tú también lo eres
y sé que te he dado un buen ejemplo como mujer y con tu padre te hemos mostrado
lo que es tener un amor sano, y si alguien te ofrece menos que eso, confío en que lo
dejarás para esperar al chico o a la chica que te dará tu lugar como reina —añadió
y sonreí feliz de tenerla como mi madre.
¡Carajo! Ni siquiera lo había visto por completo cuando hizo que mis nervios se
alocaran, su presencia bastó. Fue química como dijo mamá y ya estaba en mí
controlarme para no desilusionarme o seguir en ese camino sin freno alguno.
____****____
Evité hablar de él con Dalia para que no me juzgara ni tachara de nada por un
interés que al parecer era solo mío, pero sí estuve atenta a escuchar todo lo que
algunos compañeros de trabajo decían de su familia.
María se perdía cada vez que Izan estaba en su oficina y Dalia bromeaba con su
sospecha de que a su tía le gustaban los yogurines. Y me reí cuando dijo tal
cosa, aunque por dentro sentí una punzada de decepción porque podía ser
cierto.
Hasta pensé en que esa era la razón por la que el chico mandaba por un tubo a
las chicas que se le acercaban —como aseguró Dalia—. Podía ser que tuviese
algo a escondidas con María, quien era una mujer en sus cuarenta muy
hermosa, soltera y de buenas curvas, ya que invertía su tiempo libre en
cuidarse, así que no me parecía raro que los hombres, ya fueran mayores o
menores, babearan por ella.
—Oliver vendrá por mí, necesita que le ayude a comprar algo para su chico —
avisé.
—Obvio que sí, de hecho creo que me quedaré con ellos esta noche y antes de
que sueltes una de tus payasadas, le advertí a Oliver que no quería servir de
mal tercio, pero aseguró que por hoy se portarán bien.
Dalia se rio de lo que dije y sabía la razón: ni yo creía que Oliver fuera a
cumplir.
Había leído sobre gemidos y parejas que hacían el amor —aunque evitaba las
lecturas con escenas eróticas siempre que podía—, pero escucharlos era otro
nivel y terminé con un trauma luego de quedarme con Oliver y Arthur una
noche tras una de sus fiestas. Los tontos no pudieron aguantar las ganas e
hicieron lo suyo sin importarles que tenían a un alma inocente en la otra
habitación.
Por supuesto que Oliver le contó a Dalia lo sucedido y por un rato fui la burla
de ellos, claro está que hasta yo terminé riéndome de mi ingenuidad.
Desde esa noche traté de evitar dormir en casa de Oliver, pero cuando debí
hacerlo ya no me tomaron desprevenida y mejor dormí con los audífonos
puestos.
—Prepara una buena playlist, cariño, porque a esos dos les encanta echar
un quiqui cada que tú llegas —recomendó.
Y sí, no dudaba en que fueran a follar por mucho que Oliver prometiera lo
contrario.
No sé si lo hacía por probarme o porque en verdad creía que María tenía algo
con Izan. Y al principio me afectó que dijera tal cosa, sin embargo, con los días
me hice a la idea de que podía ser cierto así que mejor lo acepté.
—Claro que no, porque esto solo lo comento contigo, con nadie más —aseguró
y asentí.
El día transcurrió normal, tranquilo. Sin metas esa vez, ya que el día anterior
habíamos sacado una orden de dos mil platos preparados para un
supermercado.
—Deberían estar por llegar, ya que se fueron desde la mañana —avisó él.
Dalia murmuró algo y me miró, tenía los ojos achicados así que deduje que
estaba sonriendo con picardía, puesto que esa respuesta de William le daba
más realce a sus sospechas.
Oliver iba muy guapo como siempre y el cabello rubio y largo esa vez se lo
había recogido en una coleta pegada a la nuca.
—Mi vida, qué hermosa estás —exclamó y le sonreí para luego darme la vuelta
y que me apreciara mejor.
Nuestro uniforme era un pantalón negro ajustado —para las mujeres— y una
chaqueta filipina blanca con negro como las tradicionales. Y no importaba que
usáramos una bata por higiene cuando estábamos en la cocina, siempre
debíamos vestir el uniforme oficial de un chef.
Oliver decía que soñaba con verme vestida así y al fin se le estaba cumpliendo.
Aunque me puse más roja que un tomate en el momento que las puertas
del Lamborghini se abrieron y me permitieron ver a María saliendo del lado del
copiloto y a Izan del lado del piloto.
¡Mierda! El coche tenía los vidrios tintados y cerrados, por lo mismo asumí
que estaba solo y Oliver también, puesto que se sorprendió tanto o más que yo
al ver al chico alto —más que él— vestido con pantalón negro y camisa blanca
junto a unas gafas de aviador, pasar por su lado.
—Luciendo bien el uniforme, eh —murmuró María hacia mí con mucha
diversión y no supe si reír o llorar.
—Lo siento, no sabía que estaban dentro —dije para ambos y ella rio.
Por alguna razón Izan no siguió a Mari de inmediato y sentí que se quedó
viendo a Oliver por demasiado tiempo.
Carraspeé incómoda.
—Oliver, él es Izan, nuestro jefe —me animé a decir y mi amigo asintió hacia
él sin demostrar que en su mente ya estaba desnudando a semejante ejemplar
vestido similar a mí—. Izan, Oliver es mi mejor amigo —terminé y en ese
momento sentí su mirada en mí, aunque las gafas no me permitieran ver sus
ojos.
—Algo —respondió divertido Oliver y miró un detalle del coche de Izan del
cual me percaté hasta ese instante.
Tenía tres rayas en la parte de abajo de la puerta, eran los colores de la bandera
italiana.
Obviamente el tipo sabía la belleza que poseía y demostró que así como podía
ser amable para unas personas y borde para otras, también se le daba el ser un
engreído.
—Bien, los dejo seguir con su camino —añadió entonces Izan y ambos
asentimos. Comenzó a caminar hasta pasar por mi lado—. Te veo, luego —dijo
hacia mí y me regaló una sonrisa que me dejó más idiota de lo que ya estaba.
—¿Izan? —lo llamó Oliver y solo en ese instante noté que había estado viendo
mi reacción ante ese chico— Mi novio cumple años mañana y sería bueno que
nos acompañaras a la fiesta si te apetece y no tienes nada mejor que hacer —lo
invitó tomándome por sorpresa.
Izan lo miró y alzó las cejas, pero luego puso su atención en mí.
—¿Tú irás? —me preguntó y sentí que mi cerebro estaba comenzando a fallar
de nuevo porque no logré mover la lengua para responder.
—Por supuesto que irá, no se lo perdería por nada —respondió Oliver por mí y
volví a ponerme roja.
—Será en el Café A Little Peace que está una calle abajo de Eckington Llanerch —
indicó mi amigo.
No respondí.
No pude.
CAPÍTULO 3 {1}
{Primera Parte}
Me metí al coche de Oliver todavía sin creerme lo que acababa de pasar. Con
muchas preguntas dándome vuelta en la cabeza y dudas que pronto me
provocarían una tremenda jaqueca.
—¿Por qué invitaste a Izan a la fiesta de Arthur cuando eres tan cerrado con
las personas que recién conoces? —dije, pudiendo hablar al fin— ¿Y cómo es
eso de excelente producto nacional? —añadí más con tono de reclamo.
—¡Dios! Lo siento, Oli. No quería pegarte fuerte —dije y sobé justo donde le
golpeé.
—¡Oh mierda! Yo creí que era algo del momento, pero ese suspiro y esa carita
de tontuela me están diciendo que ya escuchas las campanas de boda, te ves
caminando hacia el altar y hasta ya pensaste en el nombre que vas a ponerle a
tus hijos —exclamó riéndose.
—Dalia opina que Izan es amable conmigo solo porque quiere llevarme a la
cama —le dije rato después con un tono de tristeza que no esperé.
—Bueno, pues aprovéchalo, amor y deja que te dé la follada de tu vida para que
te enteres por ti misma que en la cama, los gemidos de placer y dolor son
fáciles de confundir.
Por supuesto que él también se rio, justo en ese momento llegamos al centro
comercial y estacionó el coche, pero no nos bajamos.
Oliver tenía toda la razón, corría el mismo riesgo con todos por muy buenos
que parecieran ser.
—Y a veces, los tipos que se te presentan con las mejores intenciones resultan
ser los más cabrones, cariño. Al menos con Izan sabes a lo que te arriesgas y si
llegase a suceder, no te decepcionará tanto como con uno que te bajó el cielo y
las estrellas antes de bajarte las bragas.
Me recosté en su hombro y reí, sus palabras iban cargadas de la más pura
verdad.
—Pero también te puede sorprender, amor. Porque por muy cabrones que
seamos los hombres, siempre hay alguien capaz de volarnos la cabeza y
cuando llega, no hay poder humano que impide que caigamos como unos
idiotas. Y con esto no quiero decir que tú serás la caída de ese tipo ni que te
ilusiones más, solo quiero que tengas claro que no debes dejar de vivir por
miedo.
—No me jodas, Oliver. ¿¡Viste eso!? —inquirí y asintió con una risita.
—Al menos ya te advertí que la tiene grande y con eso ya te evité una
decepción —se mofó y negué divertida.
Seguimos hablando unos minutos más dentro del coche y, junto a la plática
que tuve con mamá, logró que ya no me sintiera tan tonta por lo que Izan me
provocaba, ambos aseguraban que era normal y que al ser la primera vez que
alguien me afectaba, los sentimientos tendían a volverse más intensos.
Al final del día salí del centro comercial con varias bolsas en mano y un gato
negro de felpa bajo el brazo.
____****____
Ese día el Café cerró para poder decorar el lugar con globos y adornos dorados
y negros; Oliver había pensado hasta en el más mínimo detalle para agasajar a
Arthur y me sentía emocionada. Una voz en mi interior me susurraba a cada
momento que esa emoción se debía a otra cosa o a una persona en realidad,
pero la ignoré.
La fiesta estaba prevista para comenzar a las siete de la tarde y justo a las
cuatro Oliver insistió en que quería maquillarme y peinarme, pasé del peinado,
ya que no me gustaba recogerme el cabello porque eso permitía que las
cicatrices en mi cabeza se vieran. Había una en especial que sobresalía en mi
sien derecha y solo podía ocultarla con el cabello suelto.
Él y Dalia sabían que fui sometida a operaciones en la cabeza, pero nunca les
hablé del motivo real y menos de que perdí la memoria. Terminé por contarles
una mentira y en ocasiones me sentía mal por ello, mas trataba de olvidarlo.
Y mis labios seguían viéndose gruesos incluso con el labial en color melocotón
que lucía un poco más pálido que mi piel.
—¡Mierda! Hasta yo me he enamorado de ti al verte así —halagó Arthur al
verme salir de la habitación cuando la hora irnos llegó.
Oliver escogió el atuendo también por mí, así que iba vestida con un enterizo
supercorto y con un poco de vuelo que lo hacía confundir con un vestido. No
tenía escote por lo que se cerraba justo en mi cuello y de mangas largas. Era
azul marino con detalles de florecillas blancas y un cinturón para dar mejor
forma. Las sandalias de plataforma beige, altas y con agarre negro en los
tobillos fueron lo único que elegí yo, ya que incluso los aretes de aro grande
eran a elección de mi amigo.
Yo era más baja, así que incluso con plataformas de diez centímetros, Dalia
seguía siendo más alta. Y, en ningún momento le comenté que Oliver había
invitado a Izan a la fiesta y no fue por lo que opinaba sino más bien porque
mientras las horas pasaban, perdía las esperanzas de que el chico se hiciera
presente. A lo mejor tuvo que hacer otra cosa más importante, o planes más
interesantes, que asistir a una fiesta de gente que recién conoció.
Y Oliver lo notó, de hecho estuvo a punto de decirme algo al respecto, pero con
disimulo le pedí que lo dejara para después, entendiendo de inmediato que no
quería que Dalia se enterara y soltara algún comentario que me amargara la
noche. Así que terminó por ofrecerme un trago de sandía el cual juraba que era
lo más exquisito que probaría en mi vida después del sexo y, tras los ruegos de
él y Dalia, cogí el vaso con líquido rosado y demasiado hielo.
—¿¡Pero qué coño hace tía Mari aquí!? —No quise mirar hacia donde ella lo
hacía porque mi intuición me dijo quién la acompañaba— ¿Y con Izan? —
confirmó.
Escucharla fue como que me vertieran una baldada de agua fría encima, pues
que María lo acompañara confirmaba un poco más las sospechas de Dalia. Y
eso significaba que tenía que dejar mi entusiasmo por ese chico sí o sí, ya que
era un hombre comprometido y jamás me metería en una relación siendo la
tercera en discordia.
Nunca.
3- PARTE 2
{Segunda Parte}
Tenía el tercer trago en la mano así que le di un gran sorbo tras escucharlos.
Oliver le explicó a Dalia que conoció a Izan un día antes en la salida de nuestro
trabajo y que yo se lo presenté, aunque le dio una razón vaga de por qué lo
invitó. Luego se disculpó con nosotras para ir a recibirlos y ambas asentimos.
No tenía por qué sorprenderme, ya que había ciertos ricos que se creían
inalcanzables, pero lo hizo. No imaginaba a Izan viniendo de una familia así.
Decidí no seguir tocando ese tema y opté por terminar el trago. Pensaba pedir
otro, pero antes tenía que ir al baño así que me puse de pie con la intención de
pedirle a Dalia que me acompañara y me mareé.
—Bien, cariño mío. Como que ya bebiste suficiente, eh —señaló Dalia y negué.
La mujer iba muy bella enfundada en un vestido negro con brillantes que se
ajustaba perfecto a sus curvas, con unas sandalias de tiras transparentes,
cabello recogido en un moño y maquillaje suave.
En ese atuendo lucía más joven que con el uniforme de trabajo y parecía como
si acababa de escaparse de una fiesta de gala importante, solo que se llevó al
príncipe con ella y este como todo un caballero le puso el saco sobre los
hombros para evitar que la dama pasara frío.
—Hombre tía, que acaso vuestra fiesta estaba aburrida y por eso decidisteis
buscar la diversión en otro lado —inquirió Dalia al besar a Mari una vez en
cada mejilla— y, hola guapo —añadió como saludo a Izan— ¿o tendré que
llamarte tío muy pronto? —soltó antes de besarlo igual que como hizo con
María.
Quise matarla por imprudente, pero me limité a negar. Oliver hizo lo mismo.
—Ustedes los españoles ya llaman así a todo el mundo —respondió Izan con
un gesto sardónico que trató de pasar como sonrisa.
—Estás preciosa, nena —halagó Mari cuando llegó cerca. Me abrazó como
saludo y luego besó mi mejilla.
Esa fragancia tenía un efecto relajante en mí y junto a los tragos que ingerí, la
reacción se intensificaba.
—Luces preciosa, por cierto —añadió y luego dio un beso muy cerca de la
comisura de mis labios.
Creo que musité un gracias cuando se alejó y rápido busqué con la mirada a
Dalia. Por fortuna, María le estaba diciendo algo y eso impidió que se diera
cuenta del acercamiento de Izan. Oliver por su parte estaba sonriendo con
picardía y diciéndole algo a Arthur que no supe en qué momento llegó.
—Siento mucho llegar tarde y con una invitada inesperada —dijo Izan más
para mí—. Tuvimos que atender un evento y nos escapamos tan pronto como
pudimos. Feliz cumpleaños —añadió para Arthur y le tendió la mano junto a
una botella que se veía muy fina.
—¿No hubiese sido mejor que vinieras a bailar con Mari? —pregunté en
cuanto me tomó de la cintura y yo puse las manos en sus hombros tratando de
mantener una distancia prudente.
Fuego en fuego.
Tragué con dificultad al escuchar aquella estrofa y más cuando Izan me apretó
contra su duro y cálido cuerpo, eliminando cualquier distancia entre nosotros.
—¿Por qué con ella si con la que quiero bailar es contigo? —inquirió.
Ya había dicho que el chico era alto, pero tenerlo tan cerca y ambos de pie, me
hizo pensar en que me equivoqué con mis cálculos.
Los tatuajes en su cuello lucían con un color fresco, y muy bien cuidado, y el
tono que usó al hacerme esa pregunta hizo que una corriente eléctrica se
concentrara en mi ombligo.
Dicen que estamos fuera de control y algunos dicen que somos pecadores.
Amaba esa canción y cuando estaba a solas la cantaba a todo pulmón, pero ahí,
entre los brazos de ese chico, olvidé la letra y quizá hasta cómo se respiraba.
—No creo que sea celosa, nunca me ha parecido así. Pero si lo es, celará a su
pareja, no a mí, Essie —aseguró. La voz de Izan en ese instante me pareció
más melodiosa que la de Sam y con eso ya estaba diciendo mucho.
La ilusión revoloteando en mi pecho me hizo sentir más tonta y sobre todo por
la sonrisa que no pude ocultar.
Jamás le dije que él olía así, aunque considerando que notó mi reacción al
saludar a María, intuí que no era necesario.
Sus labios rosados y brillosos me tentaron a dar mi primer beso, pero fue su
sonrisa suave y mirada intensa la que me hizo pensar en que me sería fácil
entregarle a él mis primeras veces en todo.
Sin embargo, mi cerebro gritó que era muy pronto y lo hizo tan fuerte, que giré
el rostro cuando creí que se acercó más a mí.
El corazón me iba a mil por hora y apreté su camisa entre mis manos con la
esperanza de mantener los pies sobre el suelo, ya que ese simple acto me hizo
subir a las nubes.
Recordé los consejos de Oliver y los de mi madre y pensé en lo fácil que era
comprenderlos cuando Izan no estaba cerca, pero era llegando y el miedo se
hacía presente, arrasando con la valentía que tenía lejos de él. Y podía parecer
algo infantil de mi parte o quizá lo típico de la etapa adolescente, aunque
llegado a ese punto reconocía que una chica de quince años tenía más valor
que yo cuando de relaciones se trataba.
La luz de la luna lo bañaba haciéndolo ver peligroso y sexi. Él era como de esos
chicos que veías en la TV o redes sociales, siempre impecables, misteriosos e
inalcanzables.
Hasta que te seguían sin darte cuenta. Fuera para lo que fuera que él lo hizo.
Mi pecho subía y bajaba, empuñé las manos para que dejaran de temblar y por
un instante me sentí congelada con su mirada intensa. Nunca lo creí posible en
la vida real, pero estaba comprobando que Izan era como un ser oscuro bañado
por la luna y en efecto, reafirmando lo que dije antes, también misterioso,
peligroso y con un encanto que seducía sin decir ni una sola palabra.
Bien, no era eso con lo que quería comenzar, pero, ya que estábamos en esas
tenía que aprovechar a que todo quedara claro.
Al principio Izan frunció el ceño con sorpresa, luego sonrió. Lo hizo de verdad
y no como los gestos que tenía con las demás personas, dándoles simplemente
una mueca educada o irónica.
—Si te refieres a que si follamos, la respuesta es no. María es solo una persona
importante en mi compañía y me ayuda en todo lo que necesito —respondió
sin titubear, sin una pizca de inseguridad—. Pero ambos preferimos que crean
que tenemos algo más allá del trabajo —admitió.
—¿Entonces? —insistí.
Dio un paso más, así que solo las puntas de sus zapatos y mis sandalias nos
separaban.
—Me gustas para follar —respondió y su sinceridad fue como una bofetada en
ese instante—, también para conocerte. Me encantas para presumir, Essie
Black —añadió y alcé la mirada hacia la de él—. Me fascinas como para pasar
los días a tu lado, las tardes, las noches —añadió con una seguridad increíble.
Si ese chico utilizaba esa labia para llevar a las chicas a la cama, le aplaudía. Ya
que decía justo lo que queríamos escuchar.
—Es muy pronto para que asegures eso —señalé y me tomó de una mano.
—No para mí, pequeño Ónix —susurró observando mis labios como si no
soportara las ganas de devorarlos, eso y su forma de llamarme me dejaron
descolocada.
Izan parecía más temeroso que yo por lo que fuera a suceder luego de ese beso
que nos dimos y la intimidad que estábamos compartiendo, misma que para
mi entender, se lograba solo con tiempo de convivencia y no con química
como mamá lo aseguró.
—Mi cerebro me dice que es muy pronto, pero mi corazón está emocionado —
fui sincera y me sonrió, esa vez sí mostró su dentadura blanca y perfecta.
Y no le mentía con mi respuesta, pues desde que lo conocí era como si todo el
tiempo quisiera saltar al vacío y mientras mi mente me rogaba para que me
detuviera porque era una locura, mi corazón me convencía de que tenía alas y
se podía volar.
Pero le correspondí una vez más, besándolo y confirmando que así no fuera
adicta a nada, con sus labios sería otra historia.
—Alguien va a vernos —musité dándole un beso casto para finalizar y puse las
manos en su pecho.
Y no dije lo que dije solo por hacerlo, pues Izan con esa forma de ser suya
podía conseguir lo que quisiera, ya que en efecto, tenía las palabras correctas
que toda mujer quería oír por muy dura o fría que fuera. Era casi imposible no
salir afectada.
—De seguro te llevas a muchas chicas a la cama con esa labia que tienes —dije
y rio satírico.
—Me las llevo a la cama con menos, sin decir ni un hola a veces —se mofó y no
supe si reír o llorar.
Me senté erguida en ella e Izan me siguió para quedar de pie y frente a mí.
—No te mentiré, Essie. Eres la primera chica a la cual no quiero solo follar y si
crees que voy muy rápido y deseas conocerme un poco más, lo aceptaré —
admitió y eso me sorprendió—. Pero no pongas en duda lo que digo y
demuestro contigo —soltó en un tono autoritario que no esperé luego de que
fuese tan dulce.
Tras eso decidí ser sincera con él y no irme por las ramas.
CAPÍTULO 4
Al principio sus labios solo tocaron los míos, probándome, haciéndome sentir
una presión cálida contra mis labios fríos y segundos después succionó para
convertirlo en un beso casto.
Mi corazón galopaba intentando huir a toda costa, pero Izan no era una
persona fácil de evadir e incluso con mis nervios enloquecidos, fui capaz de
sentir la suavidad de su gesto. Mis labios estaban resecos y no pude moverlos.
Había leído cientos de veces, y visto mucho más, el instante en que una chica
recibía su primer beso; existían libros con descripciones tan buenas, que
logras sentir lo que la protagonista sentía, pero jamás se compararía a la
explosión de sentimientos que se arremolinaba en mi interior al vivirlo en
carne propia. La respiración se me cortó y una corriente eléctrica y fría me
recorrió de pies a cabeza hasta acentuarse en mi vientre como mariposas
traviesas.
Y en ningún momento cerré los ojos, así que vi cuando Izan se alejó para medir
mi reacción y al ver que estaba petrificada me cogió de las mejillas,
acunándolas con ternura y acercándome, de nuevo, poco a poco a su boca.
Puse las manos en sus muñecas, pero no para apartarlo sino más bien para
tener un apoyo y no ceder ante el temblor de mis piernas. Izan tampoco cerró
los ojos, me miró y mordió mi labio inferior sin dañarme, solo provocando un
pinchazo que se concentró directo en una parte que no esperé y que me
avergonzaba admitir.
Gemí.
Y eso fue todo lo que bastó para cerrar los ojos en ese instante y que ese
ejemplar hermoso de calientes músculos, preciosos tatuajes y gestos, se
adueñara de mi boca como si fuese solo suya. Izan haló mi labio logrando que
los abriera y aprovechó la ocasión para besarme de verdad.
Humedeció mis labios con su saliva y si ya me adoraba con las caricias, con la
boca logró algo inefable, pues me tomó de una forma majestuosa, haciéndome
flotar de inmediato a esa nube en la que casi siempre me mantenía tras
conocerlo. Volví a gemir en el instante que su lengua se adentró hasta
encontrar la mía y comencé a corresponderle con torpeza, sin embargo, llegó
un momento en que actué como si mi ser lo reconociera y el instinto se hizo
cargo, pues devolví el beso cual experta, haciendo que él también gimiera en el
proceso y vaya que ese sonido ronco me llevó a un frenesí total.
Necesitaba más de él en todos los sentidos que podía admitir y en los que
todavía no.
Sus besos eran adictivos y en algún momento se volverían nocivos, mas en ese
instante me parecieron la gloria misma. Nuestras lenguas danzaban al mismo
compás, chupaba mis labios y se lo devolvía hasta que después de lo que
pareció una eternidad, la respiración nos abandonó y ambos necesitamos del
aire para poder sobrevivir a ese arrebato que amenazó con consumirnos hasta
el alma misma.
Izan bajó las manos de mis mejillas hacia mi cuello y presionó su frente con la
mía, respirando de manera agitada y sonriendo como un niño feliz por lo que
acababa de lograr.
Sentía su fragancia por cada parte de mi cuerpo al igual que el beso que
acabábamos de darnos y sus caricias.
—Qué boca tan peligrosa tienes, hermoso Ónix —musitó y de paso volvió a
darme otro beso casto— y créeme que después de probarla definitivamente no
te querré solo para follar. —Lo miré a los ojos y me sorprendió cuando besó mi
frente— ¿Me quieres tú solo para eso?
Dalia mencionó algo de su pasado, sobre una chica que lo abandonó y al ver y
sentir que esa pregunta no la hizo solo por hacerla, intuí que a lo mejor él
también había sido usado por alguien a quien amó con su vida.
Levantó los pulgares para acariciarme la mandíbula y sonrió sin mostrar los
dientes —solo logrando que una hendidura única en él se formara a los lados
de su boca, como otros hoyuelos—, satisfecho con mi respuesta.
¡Dios mío! Quise llorar por lo que ese chico estaba provocando en mí tan
pronto.
Izan parecía más temeroso que yo por lo que fuera a suceder luego de ese beso
que nos dimos y la intimidad que estábamos compartiendo, misma que para
mi entender, se lograba solo con tiempo de convivencia y no con química
como mamá lo aseguró.
—Mi cerebro me dice que es muy pronto, pero mi corazón está emocionado —
fui sincera y me sonrió, esa vez sí mostró su dentadura blanca y perfecta.
Y no le mentía con mi respuesta, pues desde que lo conocí era como si todo el
tiempo quisiera saltar al vacío y mientras mi mente me rogaba para que me
detuviera porque era una locura, mi corazón me convencía de que tenía alas y
se podía volar.
Pero le correspondí una vez más, besándolo y confirmando que así no fuera
adicta a nada, con sus labios sería otra historia.
—Alguien va a vernos —musité dándole un beso casto para finalizar y puse las
manos en su pecho.
—Para —rogué, sintiéndome por primera vez como una chica hermosa en
extremo, de esas que para muchos era inalcanzable. Pero como tonta seguí su
boca, tal cual metal a un imán, cuando se alejó de mí.
Y no dije lo que dije solo por hacerlo, pues Izan con esa forma de ser suya
podía conseguir lo que quisiera, ya que en efecto, tenía las palabras correctas
que toda mujer quería oír por muy dura o fría que fuera. Era casi imposible no
salir afectada.
—De seguro te llevas a muchas chicas a la cama con esa labia que tienes —dije
y rio satírico.
—Me las llevo a la cama con menos, sin decir ni un hola a veces —se mofó y no
supe si reír o llorar.
Me senté erguida en ella e Izan me siguió para quedar de pie y frente a mí.
—No te mentiré, Essie. Eres la primera chica a la cual no quiero solo follar y si
crees que voy muy rápido y deseas conocerme un poco más, lo aceptaré —
admitió y eso me sorprendió—. Pero no pongas en duda lo que digo y
demuestro contigo —soltó en un tono autoritario que no esperé luego de que
fuese tan dulce.
Tras eso decidí ser sincera con él y no irme por las ramas.
____****____
Y algo me dijo que para tocar ese tema era demasiado pronto, sin embargo,
también tenía claro que si quería que las cosas comenzaran bien, incluso
cuando no existía la seguridad de que fuera duradero, debíamos colocar los
puntos sobre las íes, así ambos sabríamos a lo que nos enfrentábamos con lo
que sea que estuviéramos comenzando.
—Es cierto, no te mintieron. Estuve en una relación antes, ya amé con locura y
me entregué en cuerpo y alma a esa persona, Essie Black —aceptó y sentí una
punzada en el pecho, ya que la pasión e intensidad con la que dijo cada
palabra, incluso mi nombre, fue sorprendente—. Y no tenerla me devastó al
punto de la locura, quise morirme y no me avergüenza admitirlo, porque no
me avergüenza haber amado a pesar de perderla. Sin embargo, no es por eso
que solo tengo deslices. Haber amado antes no es la razón por la que las chicas
que le siguieron a ella solo han sido acostones pasajeros —aseguró.
Me mordí el labio con fuerza al verlo a los ojos y ser consciente de la seriedad
que lo cubrió al hablar de su pasado. Noté el dolor, Izan aún sufría por esa
chica.
Se acercó a mí, su pelvis rozó mis rodillas. Esa vez el acercamiento fue más
íntimo.
—Hasta la médula —aceptó—, tengo el mismo miedo que tú. Pero cuando te
conocí y me miraste a los ojos, supe que debía arriesgarme una vez más,
incluso si tú me lo rompes luego peor que ella.
—¡Joder, Izan! —me quejé y en ese instante fui yo quien presionó la frente a la
de él y recargué las manos en sus anchos hombros.
El chico tenía una capacidad increíble de hacerme sentir cada palabra que salía
de su boca y eso me intimidó, pues comprendí que tenía mucha razón. Así
como Izan me podía hacer pedazos, yo también a él.
Siguió con un rastro de besos hasta mi cuello logrando que mi piel se erizara y
se detuvo solo cuando besó el lóbulo de mi oreja y su respiración jugó con ella.
—Solo besos, Essie. Hasta que estés preparada para dar el siguiente paso
conmigo —añadió en un susurró tortuoso que me puso los vellos de punta.
Tragué con dificultad y disfruté del roce suave de nuestras mejillas y el picor
de su barba incipiente en mi piel cuando regresó para verme a los ojos.
—No hagas que me arrepienta de esta amistad —ironicé lo último, pero hablé
un poco cohibida.
Izan negó con una sonrisa victoriosa y se mordió el labio inferior arrastrando
con malicia los dientes en él, los hoyuelos se formaron en sus mejillas y
suspiré embobada.
—No lo harás —aseguró.
____****____
Admito que esa noche no dormí y nada tuvo que ver Oliver y sus hormonas
alocadas.
Tampoco dormí bien las noches que le siguieron a esa fiesta de cumpleaños
que terminó conmigo teniendo una amistad muy íntima con Izan Gambino, el
chico que fácilmente me llevaría a una locura total.
Tras estar un largo rato hablando en el patio del Café, nos despedimos luego
de intercambiar números telefónicos y que María le enviara un mensaje de
texto para que se marcharan. Y no, no me hizo sentir cómoda tal cosa, pero
Izan con esa boca suya me convenció de que no había ninguna otra mujer con
la que quisiera tener algo tan íntimo como lo que crecía entre ambos y le creí,
tan segura de mí misma y de él.
Oliver tiene planes esta noche en su apartamento, algo tranquilo, y me pidió que te
invitara por si quieres pasar el rato con nosotros.
Escribí al número de Izan justo cuando tomé mi último descanso, dos horas
antes de ir a casa, pero me detuve en enviarlo en el momento que María entró
a los casilleros y me encontró sentada en uno de los bancos de madera del
lugar.
—¿Cumpliste tus horas? —dije, sabiendo que los viernes nos íbamos
temprano solo si ya teníamos nuestro horario completo de la semana.
—No, pero tengo que cubrir un evento fuera de la ciudad e Izan ya me espera
—informó tranquila y me sonrió cuando se acercó a su casillero para tomar
sus pertenencias—. Todavía debemos ir a casa para ducharnos y coger las
maletas —añadió y traté de ocultar mi sorpresa.
—¡Oh! Se van todo el fin de semana —intuí con una sonrisa amarga y borré el
mensaje que estuve a punto de enviarle a Izan.
—No, cariño. Nos vamos toda la semana. Volveremos hasta el otro viernes, así
que confío en vosotras para que desempeñéis mis labores de la mejor manera.
Tomad esta oportunidad con Dalia porque de aquí puede depender que os
tomen en cuenta para un lugar en las cocinas de Casa Gambino —recomendó
con emoción y traté de sonreír de la misma manera.
—Que disfrutes tus días —solté sin pensar cuando llegó a mí y se despidió con
un beso en mi mejilla.
¡Joder! Creo que ni Judas fue tan hipócrita como yo en ese momento y no me
sentí para nada orgullosa.
—Por supuesto que sí, guapa. Haré mi mejor intento —soltó con una sonrisa
pícara que quise borrar.
Izan me había asegurado que ellos no tenían nada más que una relación de
trabajo y que sí, preferían que los demás creyeran lo contrario —y hasta ese
momento me di cuenta de que no indagué en las razones para al menos
comprender y no hacerme películas tontas—, pero ver esa emoción en María
no era nada grato y me abstenía de decir o reclamar algo porque no acepté más
que una amistad con Izan.
Esa noche fui a casa de Oliver, pero no disfruté como lo esperé y al llegar a mi
apartamento hablé con mis padres, saludé a mi hermano que estaba de visita
en casa de ellos y luego me quedé un largo rato charlando con mamá,
contándole más de mi semana y admitiéndole solo a ella lo que me estaba
sucediendo con cierto chico del que todavía no le decía su nombre. No sé ni
porqué no quería decírselo aún, a lo mejor lo sentía muy precipitado o todavía
creía que no era real.
Era final de semana laboral nuevamente y lo agradecía, ya que esos días fueron
bastante pesados. Justo el miércoles Izan me envió un mensaje —
saludándome— que no correspondí y hubiese querido decir que fue porque
estaba demasiado atareada y lo olvidé, pero sería una gran mentira.
William me llevó hasta las oficinas del otro lado de la compañía, donde se
encontraban las principales y las de contaduría, así que el tramo que
caminamos fue un poco largo, pero me distraje viendo las otras áreas de
trabajo y saludando a mis compañeros. Subimos unos escalones hacia la
segunda planta y de inmediato escuchamos unos gritos en la oficina del final
del pasillo.
—¡Joder, María! ¡Detente! —le exigió él, ella siguió como si no hubiese
escuchado nada.
Ninguno de los dos dijo nada y tratamos de hacer como si jamás hubiésemos
sido testigos de aquella pelea. Firmé todos los documentos que me pidió y tras
eso me llevó a la oficina de contaduría que quedaba justo a un lado de donde
vimos salir a Mari.
Olivia, una de las contadoras, nos recibió con una sonrisa y me hizo entrega de
una tarjeta que me serviría como llave para entrar a la compañía cada mañana
y, me explicó algunas cosas que todavía hacía falta que supiera, como la forma
en la se derivarían mis días de enfermedad y vacaciones. Pero acepto que
mientras ellos hablaban, no podía dejar de pensar en Mari e Izan, en su
evidente pelea y en la frustración de él al dejarla marcharse.
Al terminar con Olivia, William me dijo que eso era todo y podía volver a mi
puesto, iba a acompañarme de nuevo hasta mi lugar solo por cortesía, pero le
dije que no era necesario, ya que conocía el camino de regreso. Asintió y me
despedí de ambos y cuando abrí la puerta para irme, la de al lado también lo
hizo y me topé de frente con Izan Gambino y su actitud misteriosa.
—Necesito mucho, pasa por favor —respondió y su tono fue un tanto lleno de
fastidio y cansancio a la vez. Me hizo una seña con la mano y se apartó para
dejarme entrar en lo que imaginé que era su oficina—. Tomen un descanso
ahora mismo —demandó hacia Olivia y William quienes presenciaron nuestro
encuentro.
No lo creí porque conmigo jamás fue así, pero en ese instante lo sospesé
mejor.
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Seguía manteniendo ese tono gélido y me giré para verlo con mi ceño fruncido.
Estaba bien si no pasaba por un buen momento, pero no me gustó que se
desquitara con su personal y menos conmigo.
Estaba parado con las piernas medio abiertas, usaba un pantalón oscuro y una
camisa Polo en color negro de mangas cortas, se cruzó de brazos y sus bíceps
lucieron en todo su esplendor. El cabello lo tenía desordenado e imaginé que se
debía a su reciente pelea.
Me regaló un gesto satírico que pretendió ser una sonrisa y alcé la barbilla
para demostrarle que no me iba a intimidar.
—Y no quise responderte —añadí, fui capaz de ver que le sorprendió mi
respuesta y negó a la vez que descruzó los brazos para dar un paso hacia mí.
Siguió acercándose más, tanto, que me obligó a alzar la cabeza para verlo
mejor y él inclinó el rostro para que nuestras miradas se alinearan.
—¿Qué te hice? —quiso saber y subió una mano para acariciarme, pero lo
detuve al cogerlo de la muñeca y bajé nuestros brazos.
—Sé que te fuiste con María toda la semana, así que no deseaba interrumpir.
—Ella y yo no…
—No, no debo, sin embargo, veo que lo necesitas —señaló y me alejé. En ese
instante me crucé de brazos y sonrió irónico al notar que no lo quería tan cerca
de mí—. Me fui con ella por algo del trabajo, Essie y ahora mismo estábamos
discutiendo porque hizo un trato sin mi consentimiento solo porque cree que
sabe de esto más que yo —siguió explicando y me mostró la molestia que
seguía sintiendo—. Me propasé en ciertas cosas que le dije, por eso la seguí
cuando se fue molesta, ya que incluso si sé que ella cometió un error, no debí
hablarle así.
Al menos era capaz de admitir que se equivocó y eso hablaba en bien de él.
—Ella habla de ustedes juntos como si lo que tienen es más que una relación
laboral o de amistad y no me gusta sentirme como si me encuentro en el medio
—admití.
—No estás en ningún medio —aseguró y puse una mano en su pecho cuando
llegó tan cerca como para abrazarme.
—La otra vez te dije que nos conviene que crean que entre María y yo hay algo
y no te mentí, pequeño Ónix —Escucharlo decir ese mote aceleró mi corazón,
pero me calmé para no dejar que las emociones tomaran el control sobre mí—.
Quiero mantener a mi familia alejada de mi verdadero interés personal porque
en el pasado fue por ellos que perdí a la mujer que amé. Así que no pienses lo
que no es y confía en mí —confesó y pidió. La sorpresa me golpeó de lleno.
Ella me insinuó cosas de esa familia, me hizo verlos como una especie de
realeza, pero de esa que dejaba mucho que desear y que Izan me dijera eso fue
como un golpe fuerte de la realidad.
—¿Tan mala es tu familia? —quise saber y puse las manos en sus muñecas
para quitarlas de mi cintura, pero él se negó.
Ladeé el rostro cuando acercó su boca a la mía, no obstante, el beso que dio en
mi mejilla surtió el mismo efecto, sobre todo cuando dio otro en mi sien y
luego me abrazó por los hombros. Lo hizo con fuerzas, como necesitando un
apoyo o reconfortarse, como si con abrazarme así conseguiría seguir adelante.
Con el cabello recogido me era difícil cubrir las cicatrices de las operaciones o
la que dejó el proyectil, pero mi trabajo exigía que lo recogiera así que opté por
esconder las más grandes y sabía que tarde o temprano, si me seguía
acercando a ese chico, llegaría a notarlo.
Odié mi emoción, pero más odié que intentara evadirme de esa manera.
—Te extrañé mucho —dijo y me tomó de las manos, se las llevó a la boca para
besarme en los nudillos de ambas y me sorprendió ver que cerrara los ojos y
soltara un suspiro.
Hizo sentir esa declaración como si me conociera de años y dejó de verme por
mucho tiempo.
—Igual no iré a cenar contigo —recalqué, solo para que entendiera que esa vez
no me convencería con su palabrería bonita.
Izan volvió a verme, esa vez sonriendo con felicidad genuina, como si no
estuviera declinando su invitación deliberadamente y me dejó ir en cuanto me
zafé de su agarre otra vez.
—Soy tu jefe y tengo acceso a tu información, así que sí, sé dónde vives —
confesó cuando abrí la puerta y lo miré incrédula.
—Y eres libre de demandarme por eso, pequeño Ónix, pero igual pasaré por ti
a las siete —advirtió.
—No abriré la puerta, así que pierdes tu tiempo —aseguré y caminé fuera de la
oficina dispuesta a marcharme de una vez.
Cuando me fui del trabajo todavía iba con esa sonrisa idiota que un chico de
cabello negro y actitudes peligrosas me provocó.
Por supuesto que me envió un mensaje de texto para recordarme que pasaría
por mí a las siete, pero lo dejé en visto solo para darle a entender que no me
importaba y no iría con él a ningún lado por muchas ganas que tuviese de
verlo.
Dalia por alguna razón iba seria, pensativa y creí que hasta de malhumor
mientras me llevaba a casa, por lo mismo evité sacarle conversación, no fuera
ser que termináramos peleando.
—¿Tienes planes para esta noche? —preguntó cuando aparcó en la entrada del
edificio donde se encontraba mi apartamento.
Suspiró fuerte cuando asentí y noté que no estaba bien. Y no tenía planes, pero
si ella estaba con su humor de perros, prefería mantenerla lejos, sin embargo,
no me gustaba verla tan inquieta.
—¿Vas a decirme qué te pasa? Porque si es así, puedo dejar mis planes a un
lado —respondí, demostrándole que no toleraría nada contra mí si ese era su
objetivo.
—Solo quiero a mi amiga, poder estar con ella como en los viejos tiempos ¿o
no has notado que últimamente estamos muy alejadas y es casi como si nos
habláramos por necesidad? —inquirió y rodé los ojos.
Pero tenía razón, estábamos así desde que Izan apareció en nuestras vidas. O
en la mía para ser exacta.
—No me apartes esta vez, Essie. En serio quiero estar contigo —suplicó y sentí
que había algo que todavía no me decía o no era capaz.
—Vamos adentro, te duchas y salimos a comer por allí. Has dejado algo de
ropa antes —la animé y fue gracioso verla actuando como una niña cuando se
irguió con rapidez y besó mi mejilla antes de salir del coche.
Rebusqué en mi armario algo para usar esa noche mientras Dalia tomaba una
ducha; no era la primera vez que se quedaba conmigo así que tenía ropa en mi
casa para esas ocasiones en las que no quería despegarse de mi lado.
Oliver tenía razón en algo, nuestra amiga podía ser una venenosa y soltar
comentarios salidos desde sus sentimientos más oscuros en algunas
ocasiones, pero también era incondicional y estaba cuando la necesitábamos.
Solo teníamos que saber llevarla y comprender su actitud para que todo
fluyera de maravilla, aunque eso no significaba que de vez en cuando nos
peleáramos y le dijéramos unas cuantas verdades.
Cuando ambas estuvimos listas nos fuimos por allí a recorrer la ciudad y
buscar algo de comer, Londres era una ciudad bella y de noche mucho más.
Al pasar por una calle —luego de salir de un restaurante— vimos que estaban
inaugurando un club nuevo y mi amiga se empecinó en que quería conocerlo
sin importarle la enorme fila que teníamos que hacer. Me dejé convencer y
mientras esperábamos agradecía que la noche estuviese cálida y aproveché
para preguntarle qué le sucedía.
—Me metí a cotillear donde no debía con mi familia y ahora estoy metida en
problemas, tía —confesó y sonrió tratando de restarle importancia a lo que
fuera que descubrió—. Así que mientras espero las consecuencias, necesito
estar rodeada de las personas que me queréis de verdad y no me mentís —dijo
y me abrazó por los hombros.
—Lo haces parecer como si tu familia fuera la peor de todas, Dalia. Como si tu
castigo fuera la muerte —señalé y se encogió de hombros.
—Los Montés son como los Gambino en muchas cosas, guapa. La diferencia es
que los últimos tienen más poder y pasta que los primeros —bufó y su mirada
se perdió por un segundo.
No mentía, pero tampoco creí que fuera eso lo que deseaba en ese instante.
El lugar estaba rodeado de mesas para dos o grupos más grandes, también de
sofás de cuero acomodados en media luna con mesas de centro. Vi una especie
de pódium donde una Dj pelirroja gozaba con su consola y más allá una
segunda planta con lo que intuí era la zona VIP del lugar. Había otra barra
exclusiva para ellos y solo un barandal de hierro impedía que la gente cayera
desde arriba, aunque pensé que eso de nada serviría con personas borrachas
hasta la médula y con su nivel de estupidez muy elevado.
—¡Me cago en la leche, tía! —bufó Dalia alzando la voz para que pudiera
escucharla— ¡Que María se está pasando, en serio! —se quejó y con la mirada
y barbilla me indicó que viese hacia donde ella lo hacía.
Izan rio y negó cuando María le dijo algo, luego ella le señaló a alguien en la
pista y me giré viendo al bartender antes de que mi suerte fuera grande y lo
hiciera enfocarse en nosotras.
Por alguna razón Dalia hizo lo mismo que yo y a pesar del maquillaje noté que
había perdido un poco de color.
Se abrió camino entre la multitud y la seguí como si fuese una niña castigada
con su madre muy molesta por delante, un chico alto y rubio se nos metió por
el medio y me quedé detrás de él todavía cogida de la mano de Dalia. Traté de
caminar para adelantarme, mas me fue imposible y sentí la necesidad de
dirigir mi vista hasta aquella segunda planta una vez más; María observaba en
ese momento al privado e Izan por alguna razón logró vernos entre tanta
gente, ya que su mirada se encontró con la mía, seguía con los codos en el
pasamano, sosteniendo el vaso de su bebida con ambas manos, serio, frío y
con una mirada oscura que nunca vi en él antes.
Dalia no habló en todo el camino y lucía pálida incluso con maquillaje, cosa
que me comenzó a preocupar más de la cuenta. También estaba más callada
que de costumbre y eso tenía luces de alarma por todos lados.
—Gracias por cambiar tus planes esta noche para pasarla conmigo —dijo e iba
a decirle algo cuando vi su móvil iluminarse y lo escuché sonar con una
llamada entrante.
Tras eso volvió a besarme, señal que tomé claro: ella no quería seguir
hablando.
—Así que ese hijo de puta no pudo si quiera acompañarte hasta la puerta de tu
apartamento —largó con ironía y fruncí el ceño sin entenderle.
Al parecer Izan era menos responsable que Dalia porque iba conduciendo
luego de beber, llevaba el cabello alborotado, sin saco, solo la camisa manga
larga medio doblada hasta arriba de las muñecas y desabotonada hasta el
pecho.
—No, ninguna de las dos y vi claro al imbécil rubio con el que saliste del club
—dijo y la comprensión surcó mi rostro, también la sorpresa de que creyera
que iba con ese chico.
En definitiva Izan tenía que estar achispado cuando me vio en el club como
para no percatarse de que Dalia iba frente a mí halándome como una niña que
podía perderse con facilidad.
Apresuré el paso y quise correr en el momento que escuché que golpearon una
puerta con más fuerza de la necesaria.
Jamás subí los escalones con tanta rapidez y sabía que al siguiente día mis
piernas y pompas iban a doler mucho, mas no me importó y en el camino
saqué las llaves de mi apartamento. Vi la gloria cuando tuve la puerta frente a
mí y abrí como si el diablo me fuera persiguiendo, aunque ese diablo era más
rápido que yo y detuvo la puerta justo cuando intenté cerrarla en sus narices.
—¿Buenas noches, Izan Gambino? —largó molesto.
—Y sé que no hay un tipo en tu cama, pero odio la imagen que acabas de poner
en mi mente —añadió.
—¿Quién era ese imbécil? —demandó y me cogió del rostro cuando quise ver
hacia otro lado para que no notara mi sonrisa.
—Ten en cuenta que no somos nada —recordé más para mí que para él.
No le bastó y siguió dando besos castos por toda esa longitud de mi piel hasta
posar sus labios en mi barbilla. Casi enterré las uñas en sus bíceps con
desesperación cuando busqué un apoyo ante esa remolino de sensaciones que
me estaba haciendo vivir y él gruñó, pero no de dolor. El chico de palabras
certeras luchaba por sobresalir por encima del frívolo y eso logró que cediera
un poco, sobre todo cuando sus manos subieron a mi torso, cerca de mis
pechos y se detuvo sin llegar a tocarlos.
Izan parecía conocer mi cuerpo, era casi como si hubiese trazado un mapa en
él y se lo hubiera aprendido de memoria.
—Solo quiero hacer las cosas bien, conocernos antes de llegar a las salidas o a
algo más —me justifiqué y salió del hueco de mi cuello mostrándome esa
sonrisa pícara.
¡Carajo! A veces era como un león hambriento y otras como un gatito perezoso
y eso comenzaba a derretirme incluso más.
Los sentimientos me estaban golpeando duro y rápido con ese chico pelinegro.
—¿Te estás dando cuenta de lo que nos provocamos sin conocernos? ¿De lo
que me hiciste sentir la primera vez que nos vimos? —interrogó desesperado,
pero no me dejó responder— Porque lo que te dije antes no es una mentira,
Essie Black. Vi tus ojos el día que me conociste y ellos me mostraron que te
hice sentir mucho, tal cual tú a mí. Así que no me pidas hacer las cosas como
son correctas porque me salen mejor cuando me dejo llevar y rompo las reglas.
—Izan, por Dios —chillé con voz lastimera cuando buscó mi boca y logró
darme un beso casto.
—¡Joder, Izan! —exclamé con la boca seca y el rostro rojo por la vergüenza.
—Quiero poner tus mejillas rojas, pero de pasión y no por vergüenza —añadió
y seguí sin saber qué decir—. Voy a volverte un ángel entre mis brazos y un
demonio cuando me coloque entre tus piernas.
Dejé de respirar.
5- PARTE 3
{Tercera Parte}
Abrí y cerré la boca buscando una respuesta, las palabras correctas, buscando
mi voz. Miré a Izan y pensé en todo lo que me estaba haciendo sentir desde que
lo conocí.
Los nervios exagerados y la falta de aire que experimentaba cada vez que lo
tenía frente a mí, ya no se debían a la ansiedad que sufrí cuando recobré la
conciencia y comencé a conocer un mundo nuevo. El corazón acelerado
siempre que recordaba sus palabras cuando me encontraba sola no era más el
producto de mi pánico.
Y sí, era muy pronto. Apenas tenía tres semanas de conocerlo, pero lo más
cierto de todo eso era que incluso en ese poco tiempo, había sentido más de lo
que sentí en tres años.
Así que la respuesta la tenía más que clara y en el fondo de mi alma supe que
esa vez dejaría que mi corazón me convenciera de que podía volar y no me
importaba que mi cerebro me mostrara un vacío tenebroso en el cual podía
caer.
En ese instante el león que Izan demostraba ser hizo su aparición dejando al
gatito en un oscuro rincón.
Y no era la primera vez que me besaba, pero juro que lo que sentí en ese
instante era nuevo. Su boca cálida me embriagó y culpé al leve sabor del
alcohol junto a la menta que lo recubría. Sus labios tenían la capacidad de
abrazar los míos con fiereza y aún así mantuvo la acción dentro de lo delicado
y suave.
Esos labios gruesos parecían acolchonados y recubiertos por la más rica seda,
mordió mi labio y el picor que me provocó me obligó a abrir la boca, la lengua
de Izan estuvo lista a visitarme como si el mordisco que me dio hubiese sido el
toque en la puerta y mi jadeo la invitación a que pasara.
Y esa lengua traviesa jugó con la mía hasta que la sonsacó a aventurarse en
aquella cavidad dulce y cálida que me confirmó que los besos podían ser una
droga mortal.
Gemí cuando Izan chupó mi lengua y las imágenes que formó en mi mente me
sonrojaron. Era de los dos en mi cama, yo con la falda enrollada en la cintura y
él entre mis piernas demostrando que lo mismo que hizo con mi lengua, lo
podía hacer en otro lugar.
—Te juro que necesito demostrarte que no quiero solo follarte —dijo con la
frente presionada a la mía, dándome besos castos entre las palabras mientras
llevaba mis manos a su nuca y enterraba los dedos entre las partes más largas
de su cabello.
Mi respiración era dificultosa y sentía que mi pecho subía y bajaba con rapidez
por los golpeteos locos de mi corazón.
—Pero lo pones difícil cuando te aferras así a mí —añadió y miró hacia abajo.
De alguna manera mi camisa se había subido hasta cerca de mis pechos
logrando que mostrara más piel en mi abdomen, el diminuto piercing en mi
ombligo brilló con la luz del apartamento y solo porque la falda era larga y se
enredó en medio de mis piernas, mi tanga no se notó a causa de la posición de
mi pierna desnuda.
—Lo siento —musité con el rostro caliente y moví la pierna para zafarla de su
agarre firme.
—El descontrol —dije minutos después y cuando puse ambos pies en el suelo
las piernas me temblaron.
Lo arropé de nuevo con las manos en su nuca y enterré los dedos en su cabello.
Montada en su cintura me sentí como si era capaz de llegar a cielo y me
sonrojé con lo que pensé luego de eso, y más con la respuesta arrogante que
ese tonto pelinegro me dio en seguida.
—Sí, pequeño Ónix, soy grande —aseguró con una sonrisa lujuriosa y
petulante.
CAPÍTULO 6 {1}
{Primera Parte}
Sus manos en mi cintura y espalda eran otro nivel de efusión del cual me haría
adicta pronto, porque con cada toque vehemente de ese chico yo subía alto y
caía profundo. Era como si Izan quisiera unirme a él, tatuarme en su cuerpo y
entonces entendí por qué las mujeres soñaban con estar entre sus brazos.
Y me hizo sentir incluso más especial cuando rato después de nuestra sesión
de besos, me abrazó y comenzó a platicarme de sus días y a preguntarme de
los míos. Noté su interés en conocerme y con música de fondo, mientras
acariciaba mi espalda, le hablé sobre lo poco que recordaba de mi vida, sobre
los recuerdos que creé tras perder la memoria.
La mañana nos cogió entre charlas y risas, el sueño se ausentó porque ninguno
de los dos estaba dispuesto a separarse y terminamos pidiendo el desayuno a
domicilio. Nos dimos un «hasta pronto» solo cuando Izan recibió una llamada,
algo de la compañía en lo que necesitaban que estuviera presente.
—No sé, me lo pensaré —respondí con una sonrisa y suspiré a la vez que cerré
los ojos cuando se inclinó para besarme.
Negué y me quedé viendo por dónde se fue, sonriendo como tonta al darme
cuenta de que incluso queriendo hacerme la difícil, Izan sabía obtener lo que
se proponía conmigo.
Hablé un rato más con mi amigo y me demostró lo feliz que estaba por la
decisión que tomé, el tonto hasta se puso a planear una salida de cuatro y me
hizo prometerle que se lo cumpliría a la brevedad posible y tras terminar de
charlar, dormí como una bebé, pero incluso en sueños, un tipo de cabello
negro, ojos oscuros, piel blanca y cuerpo esculpido por los dioses junto a un
rostro perfecto, me visitó como la representación inmejorable de Morfeo.
Y por supuesto que Izan estuvo puntual tocando mi puerta justo a las siete de
la tarde como lo prometió, sonriendo satisfecho cuando le abrí la puerta y
tomé su mano al invitarme a partir.
Todo era de vidrio, incluidas las defensas de la terraza que nos separaban del
abismo y me sentí vulnerable.
—¿Qué piensas al estar aquí? —cuestioné al ver la enorme altura, todos abajo
parecían hormigas de las más pequeñas que existen.
Sus labios estaban rosados por la bebida fría y vestía con un pantalón sencillo
en color negro junto a una camisa blanca y lisa que acompañó con una
chaqueta de cuero oscura. Todo el medio de su cabello estaba largo y se había
recortado más de los lados. Lucía como un chico rebelde obligado a ir casual a
la cena.
—No era necesario venir aquí si le tienes miedo a las alturas —dije a modo de
regaño y en ese instante me regaló una sonrisa traviesa con mordida de labio
incluida.
—Simplemente trato de vencer mis miedos día con día, Essie. No permito que
ellos me detengan y mientras estoy aquí diciéndote esto, envío mi pánico a lo
profundo y sonrío porque estás a mi lado, aunque esté pensando que el suelo
debajo de mis pies puede llegar a romperse.
—Ibas muy bien hasta que dijiste lo último —me quejé con la urgente
necesidad de irme, de ponerme en tierra firme.
—Me siento como una estrella —dije tras minutos de silencio. Por primera vez
le encontraba sentido al apodo que me dieron mis padres—. A veces la más
brillosa y otras la más opaca. Y tengo miedo también, miedo de ser fugaz en
algún momento y volver a estrellarme por no encajar.
—Essie, yo…
Por primera vez dije esas palabras en voz alta a alguien que no era parte de mi
familia.
6- PARTE 2
{Segunda Parte}
No sé si Izan era consciente de lo que hacía, pero tuve miedo de que quebrara
el vidrio por la fuerza bruta que ejerció con la mano, al punto de que sus
nudillos se volvieron blancos.
—¿No…no recuerdas nada? ¿Ni una pizca de tu vida antes de esos ci…tres
años? —inquirió entre dientes y sus ojos brillaron con algo que confundí con
tristeza, ira, dolor y hasta empatía.
—Ni una pizca y para ser sincera contigo, tampoco deseo recordar.
Le sonreí y pensé en que, si quería tener algo bonito con él, debía mostrarle
ese lado mío para que no se sorprendiera cuando no le hablara de mi niñez o de
cualquier anécdota pasada de las que las parejas se contaban. Así que tomé la
decisión de contarle esa parte de mi vida.
Aiden también se había negado, pero tras saber la versión de mis padres le
supliqué que me contara la suya.
—Essie era demasiado valiente como para permitir que me dañaran frente a
ella —me dijo en su momento, hablando de aquella chica en pasado, sabiendo que
yo no era más la prima con la que casi creció.
Las lágrimas inundaron sus ojos grises, yo solo lo observé paciente, esperando.
—Essie era una chica con sueños que todos sabíamos que cumpliría y justo cuando
estábamos esperando nuestra comida, nos detalló todo lo que tenía planeado
hacer. Sadashi se sorprendió y la halagó porque con diecisiete años su vida ya
estaba casi resuelta.
Tragué con dificultad cuando fui capaz de sentir su impotencia y dolor, la culpa que
lo atormentaba por no haber podido impedir el trágico final de aquella chica con
tantos sueños.
—Tu padre te entrenó desde muy niña para que supieras defenderte y te volviste
una excelente tiradora, Essie —Sonrió melancólico—. No existía arma que la
pequeña y sabionda Estrellita de la familia no pudiera manejar —añadió y la
opresión en mi pecho se volvió insoportable—. Tuve que darte una esa noche y no
para que te divirtieras con el tiro al blanco, te aterrorizó la razón, pero en cuanto te
dije que Sadashi llevaba a nuestra hija en su vientre, tomaste la decisión de
ayudarme.
» Cuando llegaron a nuestro rescate tuvimos que seguir luchando por nuestras
vidas y tú como la chica valiente que eres no te diste por vencida ni un instante.
Peleaste por mi esposa y mi hija y al final, sin ninguna duda decidiste dar tu vida a
cambio de la mía.
Lloré junto a Aiden mientras me relató los detalles de aquel día, lo hice por la prima
que él perdió, por la niña soñadora que quería ser una gran trabajadora social y
ayudar a los niños de la fundación de sus padres. Me lamenté por la chica que tanto
amaban y a la cual se aferraron.
Ese día viví el luto junto a él porque al fin entendió que en mí, ya no había más de
aquella Estrellita que iluminó sus noches con consejos sabiondos.
—Según los médicos, tuve que haber muerto esa noche y de hecho, todos
creyeron que lo hice hasta que uno de los hombres de la familia de mi padre se
dio cuenta de que tenía pulso, leve, pero fue una esperanza —seguí diciéndole
a Izan—. En ese instante me llevaron a un hospital donde solo me
estabilizaron para poder trasladarme a uno más especializado. Estando allí fui
sometida a operaciones que no aseguraban mi supervivencia, sin embargo,
mis padres se aferraron hasta lo más mínimo para no dejarme ir.
Sentí los dedos de Izan limpiándome una lágrima y cogí aire para no seguir
llorando.
—La hija del matrimonio Black Stone murió aquella noche al defender a su
primo, Izan. Cuando recobré la conciencia se los demostré porque estaba viva,
pero no era más Essie Black Stone y ni siquiera sabía quién era en realidad. Los
escuchaba hablar y no entendía, quería hablar y no podía. No sabía hacerlo.
—Mi cerebro era nuevo, por lo tanto tenía que aprender a hablar otra vez, a
comer, a caminar, a escribir, a todo. Sufrí de pánico y ansiedad cuando toda la
familia llegó a verme, veía tantos rostros felices y sonrientes y yo solo
necesitaba estar sola porque me abrumaba, porque no conocía a nadie.
» Sin embargo, le pedí a mamá que no dejara que nadie más me visitara porque
odiaba que me sonrieran y se mofaran de conocerme cuando yo ya no era
aquella chica, cuando ni yo misma me conocía…
Me limpié las lágrimas y alcé una mano para que Izan no se acercara cuando
quiso consolarme, él lo comprendió de buena manera y mantuvo sus distancia,
dejando que me recompusiera y tomara la decisión de seguir o parar.
Callé cuando vi que llamó a un mesero y este le entregó dos vasos, me dio uno
y al dar un sorbo sentí el alcohol, pero lo bebí porque necesitaba mucho de eso.
—Lo hicieron, se alejaron de mí, incluso mi hermano y mi padre. Pero poco a
poco le pedí a mamá que me hablara de todos, ella hasta hizo un árbol
genealógico y no tienes idea de lo inmenso que era —dije y reí entre
lágrimas—. No obstante, mi madre fue paciente y me enseñó y habló sobre
cada uno de ellos. Y cuando estuve preparada me di la oportunidad de
conocerlos, fue un fracaso total.
—Porque ellos insistían en hablar de una Essie que ya no existía y odiaba sus
anécdotas con aquella chica, me sentía presionada a recordarla. Hasta que una
de mis primas llegó de un largo viaje y me visitó.
» Y fue mi prima la que me animó a hablar con papá y decirle lo que necesitaba
para que no se siguiera equivocando y así le dolieran mis palabras, fui clara
con él. Desde entonces todo mejoró y mi familia siguió el ejemplo de Abigail al
darse la oportunidad de conocerme. Y Aiden, mi primo, el chico por el cual
perdí los recuerdos, fue quien me enseñó a cocinar como método de
acercamiento sin saber de que a causa de eso nacería mi pasión. Sin embargo,
ya no sentí que encajaba con ellos, no de la manera que quería, no cuando noté
que todos se privaban de hablar del pasado para no lastimarme.
» De forma inevitable dejé de ser parte de ellos y por lo mismo decidí venir a
estudiar aquí cuando logré ser totalmente independiente, porque necesitaba
encontrarme, saber quién soy en realidad y crear mis propios recuerdos con
personas nuevas para no agobiarme con la idea de que conocieron a Essie
Black Stone y que, en algún momento esperarán algo de ella en mí.
—No, Izan. No quiero mi pasado ni nada a nadie que me recuerde que tuve
uno. Y de hecho, no quiero volver a Estados Unidos en un tiempo. O al menos
no hasta que logre encontrar mi nueva yo, mi propia identidad —aseguré.
Nos miramos a los ojos unos segundos luego de mi respuesta rotunda y sentí
como si quisiera rebatir mi decisión, como si quisiera convencerme de que no
era malo saber mi pasado, pero tras ello lo vi asentir, fue como si estuviera
aceptando.
—¿Qué pasó con la persona que te…? —Negó al no poder terminar la pregunta
y puse mi mano sobre la de él.
Conocí el odio y su amargo sabor cuando fui más consciente de que alguien me
obligó a perderlo todo y a renacer. Y odiaba profundamente a esa persona
incluso sin conocerla.
6- PARTE 3
{Tercera Parte}
Los días fueron pasando y solo dejé de ver a Izan en horas de trabajo, pero
incluso cuando nos cruzamos en la compañía, ese chico tuvo una sonrisa
coqueta para mí junto a un saludo que pretendía ser educado y ocultar lo que
hacíamos después de salir del trabajo, cuando Izan aparecía en mi
apartamento o íbamos a cenar a cualquier lugar por allí.
Sentí que tras haberle hablado de mi pasado todo fluía mejor entre ambos
porque justo después de eso Izan comprendió mis miedos y me ayudó a
sentirme más segura de los pasos que dábamos en nuestra relación.
Dalia me cachó una o dos veces sonriéndole con malicia a nuestro jefe, pero
solo me frunció el ceño y negó. Habíamos hablado en nuestras horas de
descanso o comida, mas no preguntó nada al respecto y tampoco me dio
mucha explicación cuando le cuestioné sobre cómo le iba con su familia o qué
había pasado la noche que salimos a comer y al club.
—Hoy no puedo, quedé de hacer algo para Oliver, ya que él no puede porque
tiene que estar en el Café —mentí con descaro.
Izan acababa de decirme que consiguió unas películas de esas con las que
las chicas lloraban y quería probar si yo tenía un corazón frío o de plano no
tenía uno, ya que ya habíamos visto algunas de ese tipo y me reía en lugar de
llorar cuando notaba que sus ojos se ponían brillosos en algunas escenas.
Había descubierto que mi chico era bastante sensible, incluso cuando él quería
demostrar que tenía un corazón de piedra.
—¿Otra vez? —inquirió y la miré sin entender— Que me has dicho lo mismo el
lunes, Essie. ¿Me estás evitando?
—¡No! —me apresuré a decir, sintiéndome una perra con ella— Claro que no,
Dal. Mira, podemos hacer algo mañana si te apetece, pero hoy no puedo
porque ya me comprometí —expliqué, evitando mencionar a nuestro amigo al
sentir esa punzada de culpa.
—Me apetece, pero mi padre tiene una comida con unos clientes y necesita
que su familia lo acompañe —explicó y cuando se sentó frente a mí noté que
estaba usando más maquillaje del que ella acostumbraba.
—¿Está todo bien? —quise saber como algo casual, ya que había descubierto
que si le preguntaba eso en tono preocupado o serio, me rehuía.
Dalia bufó antes de ponerse de pie para marcharse y me dio una sonrisa
fingida.
Pero no la vi más, no volvió a la cocina y justo media hora antes de salir del
trabajo, me avisó que saldría más tarde, puesto que todavía no tenía su horario
completo, cosa que me extrañó porque habíamos entrado y salido juntas toda
la semana. Sin embargo, no la cuestioné y le dije que estaba bien y pediría un
Uber.
Lo hice tal cual y dos horas después estaba en mi apartamento, hablando con
mis padres y luego tomando una ducha. Izan me había enviado un mensaje
avisando que llevaría algo de comer y ya me sentía un tanto desesperada por
verlo.
Así que cuando el timbre sonó corrí como niña emocionada, aunque me detuve
en la puerta respirando profundo para que no notara que había estado
impaciente esperándolo.
—¿Has corrido para abrir la puerta? —inquirió en tono burlón y sentí que me
puse roja.
Izan me besaba con pasión, pero había momentos en los que se volvía rudo,
como incapaz de seguirse conteniendo más y era con esos besos que mis
piernas temblaban y mi centro dolía.
Mi amiga estaba de pie bajo el marco de la puerta que seguía abierta y la miré
asustada. Izan solo se limitó a verla con su rostro inexpresivo.
—Así que era por esto que te negaste a vernos, que usaste a nuestro amigo
como excusa —dijo herida y muy enojada.
—Dalia, yo…
—¡Qué facilita me saliste, tía! ¡Mira qué pronto te abriste de piernas al jefe! —
su acusación fue bastante grosera y me lastimó— ¡Y qué estúpida eres para
caer tan fácil!
—Cuida tu tono —exigió Izan con voz gélida, nunca lo escuché así y menos lo
vi con esa actitud.
Dalia lo miró fúrica y vi su intención de decirle algo, pero por alguna razón se
contuvo.
Izan parecía tranquilo, pero podía jurar que por dentro luchaba contra un
torbellino, Dalia en cambio se veía a punto de tirársele encima.
—¡Cuida tus malditas palabras! —exigió ella— Y sí, es una mujer que ignora
totalmente a la bestia que está dejando que se meta entre tus piernas —Izan
rio irónico, pero no era esa risa que siempre tenía para mí.
La que le dio a Dalia era muy fría, con una promesa implícita en ella.
—De nuevo, Dalia Montés. Ese sería su problema, tienes a una mujer como
amiga, no a una niña.
Izan bufó con fastidio y dejó la bolsa de comida en una mesita de café en la
sala. Dalia me observó furiosa, como una hermana decepcionada de encontrar
a su hermanita haciendo lo que le pidió que no hiciera.
—Izan tiene razón, Dalia. No te refieras a mí como una niña inocente, ya que,
que seas mi amiga no te da el derecho a insinuar que soy idiota.
—No te lo dije por la idea arraigada que tienes de que solo lo que tú opines
importa. —señalé con dureza y vi cuánto la lastimé, pero no me detuve, ya que
necesitaba aclarar ese punto— ¿Te has acostado con Izan o solo le insinuaste
que querías hacerlo y no te paró bola?
La sorpresa que ocasionó esa pregunta de mi parte fue evidente en Dalia, Izan
solo sonrió sardónico y la miró esperando una respuesta al igual que yo. La
retó a que hablara ella antes hacerlo él.
—Se está acostando con María —respondió ella en cambio, alzando la barbilla.
—Está claro, gilipollas. Sales todas las noches con ella y no creo que sea a por
un café.
—Eres tan tonta —respondió él con burla, esperando más de ella que eso—.
Yo te veo salir a ti con los socios de tu padre y no por eso intuyo que te estás
revolcando con ellos —añadió y Dalia perdió el color.
No pudo decir nada más, aunque lo intentó. Dalia abrió y cerró la boca y
cuando sus palabras no pudieron salir y sus ojos se pusieron brillosos por las
lágrimas, se dio la vuelta para marcharse. Miré a Izan un tanto sorprendida al
notar que él la siguió viendo de forma iracunda, sabiendo desde antes de
pronunciar esas palabras, que iba a lastimarla y no le importó, tampoco lo
culpé, ya que mi amiga no fue la mejor con él.
Sin decir nada corrí detrás de Dalia y la llamé, por supuesto que no me hizo
caso y siguió su camino como alma en pena.
La seguí porque sentí la necesidad de saber qué le sucedía, pues fui consciente
de que las palabras de Izan llevaban algo implícito que solo ella entendió y
cuando la alcancé la tomé del brazo para detenerla y solo porque mis reflejos
eran buenos, según lo que mi padre aseguraba, logré contener su mano en el
instante que quiso abofetearme.
—No creo que hablen de él solo por hablar, Essie. Izan no es lo que parece.
Algo me hizo pensar que no se debía a lo que acababa de descubrir sino más
bien a lo que Izan dijo sobre ella y los socios de su padre.
Me acerqué con precaución y la cogí de las manos haciendo que también me
viera, sus ojos verdes estaban más pálidos por el llanto y se mordió el labio
para luego lanzarse sobre mí y abrazarme con fuerzas mientras lloraba con
dolor.
—No, amiga. Tienes razón, he sido un perra contigo y me he dejado llevar por
mis problemas —continuó y no quise detenerla porque sentí en ella la
necesidad de hablar—. Mari no me ha dicho nada respecto a Izan y de hecho
ha negado que tengan algo cuando lo he insinuado. Simplemente estoy en un
punto donde odio a los hombres y me he guiado por eso para alejarte a ti
también de ellos.
Me separé de ella para que me viera a los ojos y le limpié las lágrimas.
Pero no quiso hablar sobre eso por más que le pregunté y no quise seguir
insistiendo, ya que vi lo mucho que le afectaba. Solo le prometí que estaría
para ella en el momento que decidiera contarme todo y la hice prometerme
que no tardaría en hacerlo.
Estuvimos ahí por un rato, puesto que no quiso subir cuando la invité a mi
apartamento excusándose con que ya la había cagado mucho y, en lugar de
eso, me animó a mí a ir con Izan.
Asentí en respuesta.
Aunque no dije más cuando unió su boca a la mía, devorándome como lo hizo
antes de que Dalia llegara, solo que en ese momento sentí más necesidad que
antes, un deseo contenido que le estaba costando mucho trabajo seguir
soportando.
Y juro que si seguía besándome así, esa noche comprobaría si seguía siendo
virgen o ya no.
CAPÍTULO 7 {1}
{Primera Parte}
Nada.
Eso es todo lo que podía pensar cuando Izan me tenía entre sus brazos
devorándome la boca como lo hacía.
Era un ángel inocente como lo aseguró cuando me pidió ser su novia, pero dos
meses después de haber comenzado nuestro noviazgo, me estaba convirtiendo
en un Gremlin enfadado que no dejaba la cara de culo incluso comiendo.
Dos meses hirviendo a fuego lento entre los brazos de un novio que solo se
mofaba de lo que sabía hacer con las mujeres, pero siempre me dejaba con
calentones tremendos cuando se iba de mi apartamento.
—¿Y qué pasa si en realidad el gilipollas se quita las ganas con otra? Porque
venga, tío. Que un calentón como los que se dan con nuestra amiga no se
apaciguan solos por muchos baños con agua fría que te des, eh.
—Serás bruja —dijo Oliver hacia Dalia mientras nos tomábamos un té frío en
el Café de nuestro amigo.
—Que no soy bruja, maricón. Que solo soy sincera. O no estás viendo que
nuestra amiga, la que nunca ha probado una polla ahora mismo no la calienta
ni el sol con las rabietas que hace luego de verse con el guarro ese.
—Bien, ya basta. Estoy aquí, así que dejen de hablar como si no los escuchara
—me quejé parándolos de una buena vez—. No les he confiado mi vida privada
para que la destrocen a como se les dé la gana —zanjé.
Las cosas estaban mejor entre ella y yo, y de hecho, luego de nuestro
enfrentamiento dos meses atrás, un día de la nada pareció que su odio por Izan
desapareció y, aunque no eran los mejores amigos, se trataban con respeto en
las ocasiones que se encontraron. Sobre todo cuando Oliver continuó con sus
tradicionales reuniones de viernes e invitaba a Izan.
Dalia después de asegurar que Izan solo se quería aprovechar de mí, comenzó
a insinuar que a lo mejor me estaba usando para tapar sus verdaderos gustos y
junto a Oliver casi la mato por cizañosa, pero admito que seguí sus consejos en
un intento por hacer caer a mi chico y casi termino llorando esa noche, cuando
luego de invitarlo a pasar el rato en mi apartamento y vestirme con la ropa que
consideraba más sensual, él se fue a mitad de la película que veíamos. Justo
cuando llevé un cuenco con palomitas de maíz y lo puse en la mesa frente al
sofá.
El short de mezclilla que usaba era cortísimo y flojo, así que cuando me incliné
para poner el refrigerio en su lugar, las perneras se subieron hasta el principio
de mis nalgas, dejando que viera más piel de lo que le había permitido. Y sonreí
victoriosa al escucharlo carraspear y acomodarse el pantalón, pero luego Izan
se excusó con que recibió un mensaje por parte del gerente del
restaurante Casa Gambino diciéndole que les urgía su presencia.
Me sentí terrible, casi como una abusadora y al siguiente día me negué a verlo
inventándole que saldría con Dalia en un día de chicas. La verdad era que me
avergoncé y no quería verlo, ya que sabía que la noche anterior —y mi
bochornoso momento— se reproducirían.
—¡Me cago en la puta, Oli! —chilló Dalia entre risas, tratando de ayudarme.
Y ni siquiera podía pelear con Dalia mientras se reía y me subía los brazos en
un intento por parar mi ataque. Oliver llegó con un menú para darme aire y
deseé estrangularlos.
—Amor, te juro que no lo dije en mal plan. Solo busco maneras de que te
desahogues y dejes ya esa rabia —se excusó riendo sin cesar.
En el almuerzo había estado con Izan y fue una de esas veces en las que
terminé enfadada sin que él supiera que lo estaba. Me había enviado mensajes
que no respondí con la frecuencia que me los envió y agradecía que no lo vería
al día siguiente luego del trabajo, ya que debía ir a una cena con sus padres que
habían llegado de Italia para ver cómo iban los negocios en Londres.
Ese domingo me dormí tarde y confieso que si no hubiese hablado con mis
padres hasta que el sueño me venció, a lo mejor habría probado lo que Oliver
insinuó.
Total, era mejor así y tenía la excusa perfecta, ya que nadie a excepción de
Dalia y María sabían de mi relación con él.
Izan por supuesto que notó que lo ignoré y en cuanto nuestras miradas se
cruzaron por accidente, negó y sonrió con picardía, luego siguió en lo suyo con
William y su padrino y se marchó cuando terminaron de hablar.
—En serio, amiga. Necesitas que ese tío te folle con urgencia —dijo Dalia
cuando nos quedamos solas en la mesa.
—Que irónico que ahora me digas eso y dos meses atrás te molestaste porque
acepté ser su novia y juraste que solo quería llevarme a la cama —señalé y ella
negó.
La sonrisa que Izan me dio ni el más malvado de los hombres la superaba, era
un gesto que prometía mucho sufrimiento, o gozo dependiendo del caso. Y
algo me gritó que yo obtendría ambos si no huía de inmediato.
—¿¡Qué carajos haces aquí!? —chillé con una mano en el pecho, tratando de
calmar mi corazón.
—Izan, hay cámaras y alguien puede querer usar estos baños —advertí
cuando caminó hacia mí.
Me fui hacia la puerta con la intención de abrirla porque sabía que él no iba a
entender, pero me tomó del brazo y me empotró en ella en su lugar.
—Vi un letrero en la puerta avisando que está fuera de servicio —informó con
seriedad, aunque sentí también el tono pícaro y me miró de manera intensa—.
Y las cámaras las manipulo a mi antojo —añadió.
Tragué con dificultad cuando me cogió del cuello sin hacerme daño y sentí que
mi pecho dolía por el palpitar acelerado de mi corazón.
Pero no fue una sonrisa cálida sino más bien una de depredador al que no le
importaba los ruegos de su presa.
—Estás con el hijo de puta del cual depende quién se queda y quién se va —me
recordó con voz oscura.
Me dio un beso casto con mordida de labio incluida y por inercia mis ojos se
cerraron. Eran los besos de mi novio, pero ese definitivamente no era mi chico
dulce. Al contrario, tenía frente a mí a un tipo bastante parecido al que Dalia
intentó venderme cuando recién lo conocí. Un cabronazo al que no le
importaba romper las reglas.
—Dalia está cubriendo tu puesto en este instante, así que deja ya de tanta
excusa —ordenó y respiré sin soltar el aire—. Mejor dime por qué estás
enojada conmigo —pidió y volvió a besarme, uniendo sus labios a los míos en
un beso apretado.
—Yo no…
—¡Mejor te digo qué no me has hecho! —bufé y gruñí cuando en ese momento
no pudo contener más esa sonrisa estúpida que otras veces me derritió.
—¡Izan! —lo llamé cuando me cogió de las muñecas y las subió a la altura de
mi cabeza, logrando que presionara las palmas en la puerta y cuando notó que
iba a bajarlas, con una sola mano me contuvo en esa posición.
—¿Estás enojada conmigo por aquella vez en la que te senté sobre la isla de tu
cocina y el vestido se te subió por accidente, haciéndome ver las braguitas
blancas que cubría ese coñito que tienes y, me fui cortando esa sesión de besos
que teníamos? —preguntó y tragué con dificultad porque arrastró los labios
por mi cuello.
Con la mano libre recorrió mi brazo y lo detuvo cerca de mi pecho, justo debajo
de mi axila. Lo que acababa de recordar fue la primera vez que sentí unos
deseos incontrolables porque llegara más allá de los besos.
—¿O es por esa otra vez mientras cocinábamos juntos y sin querer pasaste
frente mí para coger un cuchillo y en el proceso me rozaste este pequeño,
redondo y delicioso trasero? —Gemí cuando volvió a presionar su pelvis y mis
ojos se abrieron desmesuradamente al sentirlo más duro.
Mi respiración por increíble que fuera se aceleró más en el instante que bajó la
mano de mi torso a la cintura y subió la filipina para tocarme el abdomen sin
tela de por medio. Al parecer tenía ganas de portarse como un agente policial y
con su pie metido en el medio de los míos hizo que me abriera.
—¿O estás molesta por ese día que usaste ese traicionero short de mezclilla y
me paseaste el trasero en la cara? —Me mordí el labio y sentí las manos
ancladas arriba de mi cabeza cuando Izan bajó ambas manos con lentitud.
—¡Dios! —exclamé.
—Porque si es por todo eso… —continúo y jadeé justo en el instante que uno
de sus dedos descubrió la humedad que me cubría. La que él me provocó—
¡Mierda, Essie! —bufó y bajé las manos de inmediato a la altura de mi pecho,
sosteniéndome de la puerta al sentir que mis piernas cederían— Si estás
molesta por todo eso, créeme que yo también.
Era la primera vez que sentía esa sensación en mi vientre y deseé gritar en el
instante que Izan invitó a uno más de sus dedos al festín que se desarrollaba
en medio de mis piernas. El fuego me recorrió las venas, pero el hielo no
abandonó mi piel; las piernas me temblaron, sin embargo, no cedieron, al
contrario, le exigieron a mis caderas que se movieran, que se uniera al vaivén
de aquella mano traviesa.
Gemí sin poderlo evitar cuando Izan se ocupó de mis dos pechos, jugando con
las piedras duras entre su dedo pulgar e índice.
Y no sé de dónde salía tanto líquido, pero fui capaz de sentirlo humedecer toda
la mano de mi chico aventurándose en mi pantalón.
—Mírame —pidió. No reconocí su voz oscura, pero estaba segura de que era él
cuando le obedecí y vi su rostro majestuoso, aunque sus ojos penetrantes me
aseguraron que se estaba conteniendo—. Te juro que no te enfadaré más así y
después de esto, voy a probar cada centímetro de tu piel.
Izan movió sus dedos en círculos ociosos, luego de arriba hacia abajo siendo
suave en mi parte más sensible y duro cuando la profundidad se lo tragaba. Me
besó en cuanto vio mi necesidad de gritar y llevé la otra mano a su cintura
apretándolo con fuerza y descansé la cabeza en parte de su hombro y pecho.
Meneé las caderas en un intento por buscar más fricción de su parte y las
ganas de llorar se hicieron presentes, no por dolor, fue más por la intensidad
que me embargaba y no sabía cómo manejar.
Logré caminar con él a una de las bancas de madera cerca de los casilleros
cuando me obligó a hacerlo y solté tremendo suspiro en cuanto se sentó y me
llevó hasta su regazo.
Gruñó cuando aplasté su enorme dureza y sentí que mis mejillas se coloreaban
de rojo.
—¿Tú no quieres que yo…? —No supe cómo terminar esa pregunta e Izan se
rio de ello.
—A lo que voy es, que antes de hacer todo eso, de cumplir todas esas fantasías,
primero quiero hacerte el amor, Essie Black —continuó—. Y obviamente no
aquí, sino en tu cama, luego de comerte ese coño que me hace agua la boca.
—Me vuelves loco, Essie y más con esos ruiditos que haces cuando estás al
borde de la locura —Quise separarme de él porque en serio sentía vergüenza,
pero me abrazó de la cintura para no dejarme ir—. No quise tocarte antes
porque sabía que no me iba a conformar y no deseaba que creyeras que los
rumores sobre mí eran ciertos, porque al menos contigo no lo son —aseguró.
Abrí los ojos con sorpresa cuando me cogió de las nalgas con sus grandes
manos y me restregó en su regazo. Su dureza tocó mi centro y gracias a la
humedad exagerada que me hizo tener minutos antes, gemí porque me volví
más sensible.
—He tenido que huir antes de ceder a mis deseos más oscuros contigo —
admitió— y te confieso que conmigo va a ser todo lo contrario a lo que te
imaginas o hayas leído.
Miré hacia abajo y carraspeé antes de volver a observarlo a los ojos y hablar.
Izan arrugó el entrecejo y luego sus ojos se abrieron un poco más, recordando
quizá mi historia y entendiendo lo que no pude vocalizar. Su mirada de pícara
cambió a avergonzada.
—No estoy segura de si antes tuve sexo o no —logré decirle cogiendo valor y
me miró con dulzura.
Izan ya las había visto y tras contarle mi historia dejé de agobiarme con que las
notara.
—Esconde…
Él podía ser el jefe, pero yo seguía siendo una empleada y no deseaba que
hablaran de mí por dejar que el tonto me encerrara en el baño para darme el
único, y hasta el momento, mejor orgasmo de mi vida.
—Hija de su… —Me detuve antes de terminar lo que diría. Todavía incrédula
porque esos dos se aliaron y sobre todo, porque Dalia le hubiera dicho a Izan
ese bendito apodo que ella y Oliver me pusieron.
—¿Me arriesgué a todo por nada? —Alcancé a escuchar que le dijo a Izan.
Dalia abrió la boca incrédula y divertida, Izan por su parte tomó mi ofensa
como halago y me lanzó un beso.
CAPÍTULO 8 {1}
{Primera Parte}
Pude ir al baño antes de salir del trabajo, así que limpié toda prueba de lo que
sucedió en los casilleros, aunque las imágenes en mi mente no lo permitieran
y menos el mensaje que recibí por parte de Izan, que por cierto, todavía me
sonrojaba al recordarlo.
¿Es normal que mientras trabaje no quiera apartar los dedos que tengo cerca de mi
nariz?
Por cierto, Essie Black, no tienes idea de cómo me empalmo solo con tu olor.
Eres un cerdo.
Fue todo lo que pude responderle e imaginé que se carcajeó con mi respuesta,
aunque admitía que yo también tendía a ser una depravada, puesto que sentí
que volví a humedecerme solo con imaginarlo oliéndose los dedos después de
tocarme.
Lo soy, sobre todo en este momento, que he probado tu sabor y quiero correrme. Te
sientes deliciosa incluso en mis dedos, Essie Black.
Me quedé sin palabras, sin pensamientos, en total silencio y con las manos
temblorosas cogí mis cosas para irme al coche de Dalia. Pero con cada paso
que di comprobé que aquel mensaje lejos de parecerme asqueroso, se convirtió
en una prueba de que incluso con palabras escritas, Izan lograba que mi
cuerpo reaccionara a él de una forma que no creí que llegaría a experimentar.
—¿Y qué hice, guapa? ¿Ayudarle a tu novio para que te bajara un poco el
estrés? Pues, venga, ya está. A la próxima dejo que te mueras de coraje.
—¡Ya, Dalia! Deja el drama y responde —pedí. Aunque tenía claro que la
dramática fui yo.
—Pero sí admitirás que tienes a la mejor amiga del mundo —me chinchó y
negué, pero una sonrisa se me escapó y eso fue todo lo que ella necesitó para
confirmar que la creía la mejor y, aunque no lo vocalizara, me gustó un poco lo
que hizo.
Solo un poco.
Alcanzó su bolso que iba en los asientos traseros y sacó su móvil para
revisarlo.
Había escuchado un poco de los padres de Izan gracias a los comentarios que
hacían los trabajadores en la compañía, pero nunca lo escuché a él hablando
de ellos cuando estábamos juntos. Izan se concentraba más en mí, le gustaba
que le hablara de mis lecturas y también sobre Luna —mi gato—,
platicábamos de las películas que queríamos ver o incluso de los planes que yo
tenía para mi futuro, algunas veces me conversaba de cómo nació Joddy’s
Healthy Food y de otras compañías que pensaba abrir junto a su familia, sin
embargo, se reservaba mucho todo lo que tenía que ver personalmente con sus
padres y hermano y, siempre supuse que se debía a que todavía resentía lo que
sea que hicieron para que su exnovia lo dejara. Así que nunca insistí en el tema.
Y solo supe que sus padres estaban en Londres hasta un día antes, cuando me
avisó que no nos veríamos luego del trabajo porque iría a cenar con ellos.
—¿Son malas personas? —inquirí y la forma en que Dalia alzó las cejas me
demostró que la tomé por sorpresa.
—Son una pareja siciliana bastante tradicional, de esas muy apegadas a sus
costumbres o ideas. Demasiado anticuados a veces. Así que para algunas
personas eso es malo —respondió de una forma bastante inteligente.
—¿Y para ti lo son? —quise saber y noté un poco de tensión en ella que quiso
apaciguar con una sonrisa.
—A ver, guapa. ¿Qué sucede? ¿Por qué esta curiosidad por los padres de tu
novio? —No sé si en realidad tuvo interés en mi curiosidad o si me estaba
evadiendo, de cualquier manera opté por dejarlo pasar.
—¿No te parece extraño que Izan me haya dicho que sus padres están en la
ciudad hasta ayer?
Podía ser así como me lo explicó Dalia, pero sentía algo en mi interior que no
me dejaba estar tranquila y si no lo hablaba con Izan era porque no deseaba
que me tachara de intensa o algo así.
En mi caso, mis padres ya sabían que estaba saliendo con un chico y por
supuesto que a mi padre la idea no le gustó. Mamá sin embargo se emocionó
como una adolescente y me hizo contarle todo sobre cómo sucedió, aunque
ella sabía parte de la historia. Y todavía no les decía su nombre con la excusa de
que quería mantener algo solo para mí, pero les prometí que cuando
considerara que lo que tenía con Izan iba más en serio, se los presentaría y
tendrían que viajar para conocerlo de forma personal.
A Izan ya le había hablado sobre mis padres y todo lo que les contaba de él y
demostró cierta emoción por conocerlos también, más a mamá, con la excusa
de querer comprobar quién era más madura, si ella o yo.
Pero de su parte nunca escuché que dijera algo de sus padres y yo en la misma
ecuación, así que muy en el fondo tenía miedo y esa era la verdadera razón de
no decirle a mis padres su nombre, pues de alguna manera eso me hacía sentir
que no era yo la que me estaba apresurando con nuestra relación.
—O es todo lo contrario, cari —dijo Dalia tomándome de la mano y la miré con
confusión—. Tal vez en realidad eres demasiado importante para Izan, por eso
no desea que su familia sepa de ti.
Su respuesta me impactó mucho, fue como si entre sus palabras hubiera algo
escondido, casi como cuando tenía que leer un libro entre líneas para
descubrir algo que la escritora o escritor no quisiera decir todavía, pero sí
quería que los lectores lo intuyéramos. Y en ese instante presentí que no era lo
único que Dalia me había dicho de esa manera y lo peor de todo es que nunca
presté atención.
Ella nunca me explicó bien lo que sabía de la vida pasada de Izan. Solo soltó
algunas cosas para picar mi curiosidad y no la vi con intenciones de saciarla.
—Eso no es algo mío para decir, Essie —La miré entrecerrando los ojos.
—Hay muchas cosas que no son tuyas para decir y me las has dicho —le
recordé.
—Vale, amiga, que tampoco soy tan cotilla, eh. —Trató de bromear, de
desviarme del tema y por una vez en la vida decidí recurrir al chantaje con ella.
—Creí que éramos amigas —Sus ojos se abrieron demás por mi tono
acusativo—, pero me doy cuenta que no.
—¡Ya, Essie! ¡Basta! —me cortó y me tomó de los hombros— Me debo regir
bajo la omertà incluso en asuntos personales —dijo exaltada y no
comprendí—, solo puedo decirte, y confiando en que no lo repitas incluso con
tu novio, que Izan solo te protege al no hablar de su familia o mencionarte con
ellos.
—Pero ¿por qué, joder? Dame una razón siquiera —le exigí.
Saber que mi novio tenía una exnovia a la cual amó con locura era una cosa,
pero enterarme en ese instante que la perdió porque murió y, a manos de su
hermano, me supuso un impacto que me dejó fuera de juego por unos
minutos.
—¿Dalia, tú…?
Me hizo una señal con el dedo sobre sus labios para que me callara y luego vi
que la pantalla de su móvil se iluminaba con el nombre de Papá. Respondió de
inmediato y presionó el botón del volumen para asegurarse que estuviera bajo
y yo no escuchara a su receptor.
—Me preocupas, amiga. Dime por favor qué sucede y cómo puedo ayudarte —
supliqué y sonrió un poco triste.
____****____
Cenamos entre risas y charlas, le conté lo que me pasó esa tarde en los
casilleros y el grito que dio iba tan cargado de emoción, que me sorprendió que
los vecinos no reclamaran por eso.
No le dije nada de lo que Dalia me confesó porque lo último que nuestra amiga
me dijo me dejó pensando. Ella podía ser una dramática, pero no sentí que me
dijera esas cosas solo por decirlo, así que respeté su confianza.
No, estoy viendo una peli con Oliver. ¿Qué tal tu cena?
Izan me escribió justo a las diez de la noche y mi conversación con Dalia volvió
a hacerse presente en mis pensamientos, pero traté de ignorarla porque no era
momento para saciar mi curiosidad, aunque me propuse hacerlo cuando la
oportunidad con Izan se diera.
Aburrida.
Jadeé al recibir sus tres mensajes seguidos y sobre todo con el último.
Izan en modo depravado era otro nivel de adrenalina que nunca experimenté,
aunque tampoco me sorprendía, ya que desde un principio supe que ese chico
era un paquete completo.
Cerdo.
Oliver se despidió de mí rato más tarde, con una sonrisa pícara en el rostro.
—Creí que ibas a dormir aquí conmigo —señalé, sabiendo que ese era el plan
original suyo.
Cogí una parte de mi camisa y la halé para olerla, creyendo que tenía mal olor,
pero no. El aroma de mi fragancia se sentía bastante fuerte aún.
Estaba segura de haberme duchado bien cuando llegué del trabajo, pero el
comentario de Oli me tomó por sorpresa y me avergoncé. Así que fui más
meticulosa a la hora de enjabonarme y usé más exfoliante corporal del que
estaba acostumbrada, también me lavé el cabello usando una mascarilla que
olía delicioso y cuando me sentí muy limpia, salí y me sequé el cuerpo
dispuesta a meterme a la cama con el cabello húmedo sin importarme que al
siguiente día mi cabeza pareciera un nido de pájaros.
Me fui hacia la mesita donde había dejado el móvil y comprobé que tenía un
mensaje de Oliver y otro de Izan.
Espero que como mi mejor amiga y tras el sacrificio que acabo de hacer de irme a
dormir solo, mañana me cuentes hasta el más mínimo detalle de esta noche.
Bloqueé el móvil y caminé hacia la puerta sabiendo que no podía negar que
acababa de leer su mensaje. Iba solo con mi albornoz puesto y el cabello medio
húmedo y sin peinar. Mi cabeza comenzó a conectar los hechos desde que
Oliver tomó la decisión tan repentina de marcharse y entonces comprendí
todo: el tonto no sonrió por estar escribiéndose con Arthur, de seguro Izan le
escribió tras que yo le dijera que estaba conmigo y mi amigo, al igual que
Dalia, se alió con él para planearlo todo.
¡Dios!
8- PARTE 3
{Tercera Parte}
Mi chico ya se sentía parte de mi espacio, así que entró sin que lo invitara y
solo lo miré sin saber cómo reaccionar cuando me tomó de las mejillas y unió
su boca a la mía.
—Vamos a tener serios problemas si sigues aliándote con mis amigos para
hacerme estas cosas, Izan Gambino —advertí cuando se separó de mí solo
para cerrar la puerta.
—¿Qué cosas, Essie Black? —inquirió irónico y comenzó a jugar con el lazo
que cerraba mi albornoz.
—No, pero… ¡Dios! —No terminé lo que iba a decirle porque con el dorso de los
dedos Izan acarició mis pezones al percatarse de lo duros que estaban.
—Izan —supliqué y puse las manos en las suyas cuando sentí que estaba a
punto de desatar el nudo que impedía que viera mi desnudez.
Y no mentía, sabía que si en ese momento le decía que no quería hacer nada
me respetaría y se marcharía, pero yo no iba a decirle que no. Mi decisión
estaba tomada desde antes que me encerrara en el baño esa tarde —en los
casilleros de la compañía—, incluso quise que todo se diera antes, sin
embargo, en su intento por demostrarme que no quería solo acostarse
conmigo, me llevó a una desesperación total.
—Sé gentil —dije como respuesta, recordando lo que le dije esa tarde.
Entonces fui yo la que cogió el nudo del lazo y lo desató, respondiéndole de esa
manera que quería que me probara, que ya estaba preparada para dar ese paso
con él.
Sin que Izan lo supiera le estaba diciendo que no tenía miedo a nada y que lo
deseaba todo con él a mi lado y, casi me cohibí cuando el albornoz se abrió
mostrándole todo el medio de mi cuerpo, desde mi cuello hasta mi abdomen,
pasando por mi vientre y mis piernas, pero su mirada hambrienta logró que
me sintiera única y hermosa, pues esos ojos oscuros me devoraron con
vehemencia y cuando vi que su garganta se movió mostrándome su dificultad
para tragar, fue como que Izan me entregara el valor para coger las solapas del
albornoz y terminara de sacármelo, enseñándole lo duros que estaban mis
pezones cafés y lo eriza que ponía mi piel solo con su mirada ávida.
—No tienes ni la más mínima idea de lo que provocas en mí, ¿cierto? —dijo
cuando se atrevió a alzar la mano de nuevo y con la punta de los dedos
comenzó a acariciar mi barbilla y bajó a mi cuello, arrastrando los dedos hasta
que llevó la yema del índice sobre la punta de mi pezón derecho y lo tocó
haciendo círculos.
—Sí, tengo una leve idea —susurré y sonrió satisfecho cuando se percató a
dónde miraba.
Gemí en su boca cuando unió sus labios a los míos, barriendo la lengua en mi
interior de inmediato. Sabía a menta y esa mezcla entre frescura y calidez fue
una sensación maravillosa.
Di un pequeño grito cuando buscó mi otro pecho y llevó una de sus manos muy
cerca de mi sexo desde atrás.
Yo era tan pequeña para su enorme cuerpo, que manipularme como lo hacía le
resultaba fácil.
Recibí gustosa su boca cuando encontró la mía, más excitada que antes con la
vista que me dio y terminé de acostarme bien para regodearme con aquella
lengua y sus caricias. El ardor en mi entrepierna incrementó cuando una vez
más su boca se adueñó de mis pechos y sentí la humedad brotar como agua de
un nacimiento nuevo. Empuñé la sábana en mis manos en el instante que Izan
bajó sus besos a mi abdomen y acarició el piercing en mi ombligo de una forma
que no creí que provocara más fluidos en mi sexo.
Gemí con fuerzas cuando llegó a mi vientre y deseé gritar en el instante que su
labio inferior quedó cerca del inicio de mi abertura. Alcé la cabeza y descubrí
que en efecto, Izan tenía la espalda tatuada y cada músculo en ella se lució con
los movimientos que hizo cuando metió los brazos por debajo de mis piernas y
las abrazó hasta abrirlas más.
—Al fin mi sueño se hace realidad —dijo viéndome con una sonrisa lasciva y
no dejó de mirarme en el instante que sacó la lengua para probarme.
Los dedos de mis pies se encogieron hasta casi enterrarlos en la cama, sembré
la cabeza y los codos en el colchón, apreté los ojos con fuerza y me mordí el
labio para no gemir en el instante que Izan movió la lengua de arriba hacia
abajo y tras eso cerró los labios sobre mi manojo de nervios y lo succionó, casi
como si fuese un botón al que podía sacarle miel.
Me arqueé cuando sentí sus manos arropar mis pechos y si no hubiese estado
tan perdida con lo que me hacía sentir, me hubiese reído por haber creído que
lo que me hizo esa tarde con sus dedos era lo mejor del mundo.
—Voy a probarte toda —fue la única advertencia que Izan me dio antes de
elevar mis piernas y exponer más allá de mi perineo.
Grité más fuerte cuando un lengüetazo recorrió más abajo del perineo y mis
caderas se descontrolaron en el momento que aquel pulgar se movió suave y
preciso en mi botón. En lugar de pedirle que parara quise suplicarle que me
diera más, pero no fue necesario, ya que Izan entendió y movió su dedo justo a
la entrada, introduciéndose solo un poco, lo suficiente para que mi torrente
sanguíneo se convirtiera en lava y la erupción en mi entrepierna amenazara
con arrasar con todo a su paso.
Cogí a Izan de la cabeza entre los espasmos que no cesaban y entre gemidos le
supliqué que parara, que me permitiera reponerme. Así que subió dando besos
de regreso hasta llegar a mi boca, haciendo que sintiera mi sabor en sus labios.
Me besó hasta que sintió que mis espasmos se calmaron y secó la humedad en
mi entrepierna con su pantalón, justo cuando se rozó para hacerme saber
cómo lo tenía, para suplicarme que me recuperara pronto porque el amigo
dentro de su pantalón se encontraba impaciente por demostrarme que lo que
hizo con sus dedos y su lengua, no era en nada comparado a lo que él haría
conmigo.
—Lo soy —concedió y se fue hasta mi pecho para chupar mi pezón y con la
lengua lo acarició.
Imagino que las ganas de terminar de probar esa primera vez hicieron que me
recuperara en un santiamén y le demostrara que quería más.
Izan era de piernas gruesas y muy bien definidas, bañadas con una fina capa
de vello. Tragué con dificultad cuando tomé la cinturilla de su bóxer y noté un
círculo húmedo en medio.
En los libros que yo leí casi siempre narraban en lo sexual solo a la mujer, en la
realidad estaba descubriendo que ver la humedad de un hombre era más
excitante. Los ojos de Izan se cerraron en una mirada oscura y su mandíbula
hizo un movimiento apretado que dejó que se marcara más en el hueso en ella,
pero fue su sonrisa socarrona lo que me advirtió que al bajar ese bóxer,
encontraría una virilidad digna de alardeos.
Con cuidado terminé de bajar el bóxer y me quedé sin saber cómo respirar ante
semejante magnitud. Juro que si cogía aquella longitud sobrepasaría su
ombligo por varias pulgadas y me harían falta más que dos manos para
poderla cubrir en totalidad.
Izan no solo era alto, también grande como aseguró, enorme según mis ojos y
si resultaba que yo todavía era virgen, sabía que después de esa noche tendría
que faltar al trabajo al menos una semana.
—Mira cómo me tienes, Essie Black —dijo él con voz ronca al verme
congelada.
Con la mano cogió cerca de su corona y con el pulgar esparció el líquido claro y
viscoso que salía del orificio en la punta, separó un poco el dedo y la liga que se
formó no aceptó abandonarlo.
Erótico.
Eso fue lo que pensé al verlo jugar con el líquido preseminal, viéndome con el
rostro duro y arrogante, deseando darme a probar todo eso de lo que era
dueño: esa longitud enorme un poco más morena que él, adornada con una
saco pesado, cargado de todo lo que se contuvo durante esos dos meses. Tenía
vellos también, pero muy bien recortados, dándole un toque varonil.
—No te asustes, Ónix, te juro que contigo tiendo a ser inofensivo y muy
necesitado de mimos —dijo al inclinarse para besarme y terminar de sacarse
la ropa.
—Estoy limpio, pero por más que quiera sentirte piel a piel, la decisión es tuya
—aseguró.
Todo lo que ese hombre hacía estaba resultando ser un espectáculo para mí y
agradecí estar tan húmeda. Izan lucía desesperado por enterrarse hasta lo más
profundo de mi ser, pero cumplió su palabra y se contuvo el tiempo suficiente
para besarme y acariciarme, para volver a provocar aquel ardor en mi
entrepierna y casi hacerme suplicar de nuevo.
Jugó con su longitud en mi sexo y ya no fueron sus dedos los que esparcieron
la humedad, me provocó a tal punto de ser yo la que lo contuvo de las cadera y
lo instó a introducirse poco a poco. Ser llenada con su grosor y tamaño me dio
miedo al principio, pero supo relajarme y llevarme al borde de la locura.
Se introdujo dos pulgadas y salió una para luego repetir el proceso, logrando
así que mis fluidos nos lubricaran y el ardor se aminorara. No dejó de besarme,
no se desatendió de mis pechos ni de mi cuello, menos de los lóbulos de mis
orejas y cuando me sentí completamente llena, apretada e invadida de una
forma deliciosa y aquella intromisión dejó de doler, la verdadera faena llegó.
—Eres tan perfecta, Essie —declaró, mi respuesta fue mover las caderas y
nunca esperé que un movimiento como ese pudiera descontrolar a un hombre
él, pero lo hizo.
Nos besamos y tocamos, nos tragamos los gemidos y nos deleitamos con el
choque de nuestros cuerpos, nos unimos y separamos desafiando a todo a
nuestro alrededor. Mis pechos rozaban el suyo, besé sus tatuajes, acaricié y
arañé su espalda. Izan tatuó sus manos en mis piernas, en mis pompas, en mi
cintura.
Cada roce, cada fricción me obligó a querer más, así que saqué la pierna en
medio de las suyas y me abrí para que su magnitud llegara más allá de lo
posible, Izan se recargó en las rodillas, yo entrelacé los talones cuando
encontré un punto en sus movimientos que me obligó a gritar con desenfreno
y entonces todo miedo a su tamaño desapareció. Incluso en esa posición logré
marcar mi vaivén y cuando Izan me besó con sonrisa incluida, entendí que
estaba viendo cumplida su promesa.
Pues justo ahí en ese instante, antes de gritar a causa del orgasmo, descubrí
que sí, yo era un ángel entre sus brazos y me estaba convirtiendo en un
pequeño y perverso demonio con él entre mis piernas.
—Espero que ese ego tuyo sea tan insaciable como mis ganas de seguir
probando otras posiciones que he leído —dije y comenzó a reírse con
verdadera diversión.
En efecto, Izan solo fue gentil la primera vez. Ya luego probó la resistencia de
mis huesos y músculos con unos empujes bestiales que no me creía capaz de
soportar, pero que terminé resistiendo como una campeona.
Y solo paramos hasta que mis piernas no pudieron más y él descargó todo lo
que se contuvo durante dos meses y un poco más.
CAPÍTULO 9 {1}
{Primera Parte}
La verdad es que no creía que él estuviera más loco de lo que yo me sentía por
él, pero no iba a meterme con esa plática en ese momento, ya que había algo
más rondando por mi cabeza.
Tonto tal vez, pero Izan era el único que podía ayudarme.
—No lo es, aunque sonó así —acepté y me levanté hasta sentarme a un lado de
él en la cama.
—No abuses de tu suerte —le advertí y chillé cuando se lanzó sobre mí hasta
tumbarme y meterse en medio de mis piernas.
—Tengo curiosidad de saber si mi primera vez fue contigo —dije antes de que
sus besos me nublaran la mente.
—Sé que no quiero ni me importa recordar mi pasado, pero admito que ese
pequeño detalle sí es importante para mí o más que importante, es una
pequeña obsesión —me apresuré a explicarme y él asintió comprensivo.
—Sí, Essie Black —concedió, pero alcé una ceja al no entender si ese sí era de
comprensión o aceptación—. Tu primera vez ha sido mía…conmigo —afirmó.
Solté el aire que no sabía que contuve, sintiendo paz al confirmar que al menos
eso no lo olvidé porque en realidad no pasó antes.
—Ah, no te dolió porque te lo hice bien —se mofó con un orgullo igual de
grande que su…— y sí sangraste, pero poco, lo noté solo yo. Tienes suerte de
haber caído en manos de este experto —añadió con arrogancia.
—Es una suerte que tu pene sea tan grande como tu ego —solté.
Lo dicho antes, él era como un gatito juguetón, pero al llegar cerca de mis
piernas se convirtió en león.
____****____
Pero incluso con mi maltrato prometió portarse bien y solo mimarme hasta
que el dolor pasara, algo que le fue muy difícil de cumplir cuando se metió a la
ducha junto a mí y lavó todos los restos de nuestra primera vez y las que le
siguieron hasta que sus preservativos se terminaron.
—¡Idiota! —le dije, pero me reí también por las locuras que soltaba.
Estaba solo en pantalón y descalzo, recostó las caderas en la isla y cogió la taza
de café a su lado. Todavía tenía el cabello húmedo y su barba incipiente le
hacía un poco más de sombra en la mandíbula esa mañana al no haberse
afeitado.
Y si Izan no usó mi cepillo de dientes fue solo porque tenía uno nuevo
guardado por ahí.
En la posición que estaba tuve que abrir las piernas y pasarla por encima de
una de las suyas para pegarme a su cuerpo. Quedaba un poco más bajo que su
estatura normal, pero aun así seguía sacándome una cabeza de diferencia.
—Dime por favor que valió la pena, que no me vine a dormir solo a mi casa
pensando en Arthur…espera, ¿estás en tu apartamento? —preguntó dejando de
lado su parloteo y dándose cuenta de que no me encontraba en mis minutos de
descanso.
—Así de dura fue mi noche —me limité a responder y mi amigo me regaló una
sonrisa amplia y depravada.
—¡Oliver! —advertí.
—Se sabe mover y no creo que en tu vida hayas visto algo de ese tamaño —
concedí y su boca se abrió con exageración.
Por supuesto que me pidió detalles y solo le di unos bastante vagos, ya que no
estaba dispuesta a ventilar mi intimidad por mucha confianza que le tuviera,
pero a él pareció bastarle y pegó grititos de emoción al relatarle parte de mi
noche. Terminé de cocinar con él acompañándome a través de la pantalla y
serví dos platos. Izan se estaba tardando con su llamada y a cada momento
veía hacia la puerta de entrada.
—Sí, es solo que me molesta que me interrumpan cuando saben que estoy
ocupado —dijo y forzó una sonrisa para luego tomarme la mano y besarme los
nudillos.
—No, Essie. Ha sido porque nos merecíamos este día para nosotros solos
después de la follada que nos hemos dado.
Carraspeé y sentí las mejillas calientes, así que tomé un sorbo de jugo para
apaciguar la pena.
Fruncí el ceño al parecerme extraño lo último, ya que una vez mencionó que
no tenía mejores amigos.
—No, vive con Joanne. La señora que cuida mi casa y de ella —Volví a fruncir
el ceño e Izan rio de mis gestos sorpresivos—. Ven conmigo y entenderás todo
—propuso.
—Ahora mismo.
—¡Wow! A menos que el pueblo esté cerca y quieras hacer un viaje del día,
entenderé tu prisa, vaquero —dije y se bajó del taburete de la isla para llegar
hasta mí.
Con agilidad me giró en el asiento y abrió mis piernas para meterse en el
medio y, me dio un beso casto antes de cogerme de los lados del cuello.
—Quiero que nos vayamos toda la semana, que nos olvidemos del trabajo y del
mundo por unos días, Essie Black.
—Izan, tú eres el jefe, pero yo soy una trabajadora que debe ser responsable.
No puedo irme solo así —razoné y lo cogí de las muñecas.
—He querido tenerte solo para mí desde que te conocí, Essie. No me lo niegues
—pidió y fui capaz de ver en sus ojos una súplica que no pudo vocalizar.
—Sabes que sí confío en ti, Izan Gambino, pero me gustaría que tú también
confiaras en mí —le dije y besé su barbilla.
—Dime —respondió Izan tras besar mi mano, la cual llevaba entrelazada con
la suya y con la otra sostenía el volante, y aceptar una llamada. En la pantalla
de su coche apareció un número privado.
—Tu madre está hecha una furia —Escuché que le dijo un tipo con acento
italiano.
Anoté ese punto en mi lista mental para investigar y me di cuenta que ya iba
creciendo mucho.
—Dile a mis padres que no se preocupen por mí, me desconectaré del mundo
por unos días y que no se molesten en buscarme porque no me encontrarán.
Miré las calles para no concentrarme en él, puesto que tenía muchas
preguntas, pero no iba a presionarlo, dejaría que Izan escogiera el momento
para hablarme de lo que quisiera.
—Perdón por lo del idioma, a la hora de discutir Filippo prefiere usar una
lengua que maneje a la perfección —dijo Izan minutos después atrayendo mi
atención.
Lo miré, su perfil era delicado incluso con sus rasgos varoniles, iba serio, pero
no molesto, es más, su gesto era como si tuviese una sonrisa orgullosa
escondida y pensé que a lo mejor se debía a que haría lo que él quisiera y no lo
que le impusieran.
—Digamos que sí, su padre era el abogado de mi familia así que nos criamos
juntos porque donde sea que Flaviano Torrisi estuviera, encontrabas a Filippo.
Y Flaviano siempre estaba en casa —recordó con humor—. Ahora Filippo
tomó el lugar de su padre, el viejo murió hace dos años, pero se encargó de
dejarnos a un excelente sustituto —añadió y noté que habló con estima.
Estar ahí era como entrar a una película de época, esas donde las parejas se
cortejaban con poemas, donde se enviaban cartas. Miré a Izan
imaginándomelo como un chico de siglos pasados y sonreí. Él era demasiado
rebelde para esos años y tratar de verlo sin tatuajes era como desnudarlo.
Sentí una punzada en el pecho, pero la ignoré y miré hacia la casa frente a la
que se estacionó.
Era de dos plantas, con paredes de ladrillos desiguales y terrosos. Una pared de
la segunda planta era blanca y el techo estaba cubierto de hiedra con hojas
color oro y fuego. Vi algunas flores plantadas enfrente y me quedé embobada
por la belleza antigua. Fue tanto mi asombro que ni siquiera sentí cuando Izan
salió del coche y llegó a mi puerta para abrirla.
—Y nunca había escuchado una verdad tan absoluta —dijo una señora de
cabello blanco y rellenita.
Salió de la casa a recibirnos, vestida con una falda color Vinotinto que le
llegaba abajo de las rodillas y un suéter de lana blanco muy adecuado para el
clima fresco. Usaba medias y zapatos bajos. Tenía quizá sesenta y cinco años y
su rostro adornado por arrugas denotaba la sabiduría que la acompañaba.
—Essie, te presento a Joanne Wilson. Joanne, ella es mi novia Essie Black —La
sorpresa de la señora Wilson fue palpable cuando Izan hizo esa presentación.
Pero la sonrisa cálida que me regaló fue suficiente para hacerme saber lo feliz
que le sentó la noticia.
—¡Carajo, Joanne! Con esa expresión le harás creer a mi chica que soy todo un
cabrón —se quejó Izan.
—Y sabrá que todavía recibes nalgadas si sigues con ese vocabulario —le
advirtió ella con un amor innegable.
No conocía a la familia de Izan, pero entendía porqué huía a esa casa cuando el
estrés lo ahogaba. Y lo antiguo del lugar solo era una fachada, ya que al entrar
noté el lujo que esperaba de un chico como él, sin embargo, supo adecuar todo
para que siguiera manteniendo la magia del pueblo. Y la paz que respiré era
tan deliciosa que deseé quedarme ahí para siempre.
—¡Oh Dios mío! —exclamé cuando vi bajar por los escalones de madera oscura
a un gato blanco con ojos bicolor.
Era grande, con un pelaje esponjoso y de un blanco tan impoluto que parecía
un sueño. Tenía un ojo celeste y el otro marrón y mi mayor sorpresa fue
cuando se lanzó a los brazos de Izan en busca de sus mimos.
—Hola, preciosa —ronroneó él y lo miré embobada cuando la besó y rascó su
cabeza.
La gata —que descubrí que lo era gracias a Izan— maulló feliz de recibir los
mimos de ese chico y la comprendí a la perfección.
O sea, Izan era un chico tan frío y serio que nadie creería que le pusiera un
nombre tan… ¿inocente? A una gata, así que me fue imposible no reírme.
—¿En serio se llama Nube? —dije cuando me miró con el ceño fruncido por mi
risa. Me acerqué a ellos y acaricié a la gatita.
—Créeme que también me reí con ese nombre y me gané que me impusieran la
ley del hielo por más de una semana por eso, así que si no quieres correr con la
misma suerte, no te rías —advirtió, pero lo hice incluso más que antes.
—Quiero mostrarte la casa antes de que comamos algo —dijo y perdí el buen
humor, él lo notó.
9- PARTE 3
{Tercera Parte}
Tenía una cama gigante con dosel, un escritorio pequeño con una
computadora bastante sofisticada, libreros y muebles de madera para guardar
la ropa pequeña. Entre lo antiguo también vi modernidad, sobre todo en el
enorme closet con puertas de espejo. El suelo estaba alfombrado y todo olía a
Izan.
Mi bolso con ropa yacía en una silla acolchonada y en la ventana noté la hiedra
que adornaba el techo.
Joanne me invitó a dar un paseo por la casa mientras Izan se cambiaba de ropa
y Nube me siguió y se puso muy feliz cuando la cogí en brazos, tenía un collar
en el cuello que no noté antes por su pelaje y vi que decía Noche, lo cual me
confundió puesto que esperaba su nombre, aunque supuse que eso era algo de
la dichosa Helena y después de la reacción de Izan, opté por no preguntar
nada.
Nube era una gata muy hermosa y mimada al igual que mi Luna.
Izan me explicó que Filippo le había pedido un favor para dejarlo tranquilo
toda la semana y se lo haría porque se lo prometió.
—¿Viene mucho?
—¿Izan alguna vez trajo a su exnovia aquí? —pregunté sin rodeos y sus ojos
azules se abrieron más.
—No creo que debas preocuparte por eso —recomendó, pero vio algo en mi
rostro, a lo mejor la necesidad que le mostré por saber la respuesta a esa
pregunta—. De una manera u otra, él siempre la lleva a sus lugares especiales
—concedió y se dio la vuelta dejándome más confundida que antes.
Y muy celosa.
Al principio le tuve miedo al pasado de Izan, pero con los días dejé de temerle
porque él me hizo sentir segura, sin embargo, unas dos semanas antes el
temor volvió al darme cuenta de que callaba algunas cosas e incluso sentía
como si me quisiera ocultar.
De un rato a otro sentí que me estaba asfixiando en esa casa tan bella y sin
consideración alguna por Joanne caminé a la puerta principal y salí con la
intención de dar un paseo y pensar bien lo que estaba pasando. Las hermosas
calles de piedra y tierra me distrajeron durante varias cuadras, también las
majestuosas casas, pero lo más increíble de mi caminata fue encontrar un
bosque y lamenté no ir con el calzado o la ropa adecuada para adentrarme en
él, así que me conformé con acercarme a un enorme árbol y sentarme sobre el
pasto. Saqué el móvil para llamar a mis padres y maldije cuando vi que ya
estaba a punto de apagarse.
Resignada me recosté en el árbol y miré la hermosa vista. Ese pueblo era ideal
para inspirarse y escribir sagas completas, lastimosamente era de las que
prefería leer antes de ponerme a imaginar escenarios, aunque no tenía
problema en crear películas en mi cabeza con respecto a Izan y todo lo que lo
rodeaba.
Dos horas después cuando me sentí más relajada decidí volver a la casa de
Izan, pero en el camino me di cuenta de que me había alejado bastante, ya que
estaba oscuro cuando estuve en la puerta principal y me quedé con la mano
alzada a punto de golpearla en el instante que se abrió y encontré a chico con
el ceño fruncido y la mirada molesta.
—Para asfixiarme primero debería pasar contigo —dije sardónica y pasé por
su lado para subir los escalones e irme a la habitación.
Nube salió a encontrarme y tuve que ignorarla, ya que no quería discutir con
Izan donde Joanne pudiera escucharnos y menos que la señora se sintiera
culpable por lo que me dijo.
Estando en el bosque analicé lo que debía hablar con él de una vez por todas y
hasta pensé en hacerlo esa noche de manera tranquila, pero con ese
recibimiento que me dio entendí que no sería posible.
—Me quedé sin pila y te busqué para que habláramos, pero llamé a tu oficina y
no abriste. Joanne tampoco estaba a la vista así que me fui sin avisar por esa
razón y sí, Izan, quería respirar un poco porque sentí que me estaba ahogando,
pero no por tu presencia sino por la falta de ella —espeté cuando dejé mi móvil
cargando.
—Te dije que haría algo para Filippo y no escuché porque tenía los audífonos
puestos.
—¡No hablo de hoy! —bufé— Hablo de todas esas veces en las que has estado
conmigo solo cuando te conviene y cuando no, huyes y te cierras. Me refiero a
tu manera de excluirme y hacerme sentir que no soy tan importante o que me
escondes, a cuando callas en preguntas sencillas aun cuando yo te confié una
parte de mi vida muy importante con la idea de que eso serviría para que
tuviéramos algo real, sincero —le reproché y lo vi maldecir.
—¿Qué no es fácil para ti? ¿Dejarla ir? ¿Aceptar que tienes a otra novia? —dije
con la voz quebrada, porque decirlo en voz alta dolía más que pensarlo.
—¡No quiero sentir que compito con una muerta, joder! —exclamé frustrada,
alzando la voz y sus ojos se abrieron con sorpresa— Primero era María y ahora
es tu ex, Izan.
—¡Mierda! Cállate, Essie. No digas eso —exigió y me tomó del rostro sin
importarle que lo apartara de mí.
—No seas tonta, mujer —pidió y me besó con fuerza—. Jamás en mi puta vida
me arrepentiré de pedirte que seas mi novia —aseguró sobre mis labios—. Que
pusieras tus ojos en mí es lo mejor que me ha pasado desde que Helena murió
—siguió y me alejó para que me encontrara con su mirada, mi corazón se
volvió loco— y escúchame bien, Essie —exigió—. No te escondo, nena, jamás
lo haría —susurró en tono suplicante y la sangre comenzó a correrme
helada—. Solo quiero protegerte de mi mundo, ya que en el pasado perdí un
amor por creer que mi familia no la dañaría.
Tenía una lucha interna y sus ojos lo demostraban, él quería decirme mucho,
pero la inseguridad o el miedo no se lo permitían.
—Confía en mí, Izan, por favor —dije y lo tomé también del rostro, me miró
debatiéndose en qué hacer—. Te juro que sabré callar —aseguré.
—Mi familia es una de las más poderosas de Turín, Italia —comenzó y tragué
con dificultad—. Son sicilianos de nacimiento, herederos de la Cosa Nostra —
añadió y mis latidos se aceleraron de una manera que creí que mi corazón se
iba a detener.
El peligro que Izan tenía grabado en el aura iba más allá de lo que pude haber
imaginado.
CAPÍTULO 10 {1}
{Primera Parte}
Y ahí estaba yo, sobre el regazo de uno de sus miembros, todavía incrédula de
lo que me estaba confesando.
Izan me lo permitió.
—¿Qué tan implicada está tu familia con la mafia? Digo, aparte de que
pertenecen a ella porque nacieron dentro de la organización —dije y me miró.
Y me tuve que poner de pie para comenzar a caminar de un lado a otro, puesto
que sentí que el aire comenzó a faltarme y la taquicardia que me atacó era muy
parecida a como cuando estaba entrando en un ataque de pánico.
O sea, que Izan fuera parte de la mafia ya era jodido, pero que también fuera el
hijo de un Don lo llevaba a niveles de jodido que nunca creí conocer. Sin
embargo, traté de respirar profundo para calmarme porque fui yo la que pedí
que fuera sincero conmigo.
—¿Entonces lo que hacías para Filippo no era nada de Joddy’s Healthy Food?
Espera… —lo detuve antes de que me respondiera— Dime por favor que no
estoy trabajando para lavar dinero —supliqué y me sentí incluso más estúpida.
—Lo que hacía para Filippo fue un seguimiento y, aunque no lo creas y sea
difícil incluso de intentar creerlo, no, Essie, no estamos lavando dinero con la
compañía. Nada donde yo me encuentre es ilícito, digamos que es mi regla
personal para colaborar con ciertos asuntos de la Cosa Nostra.
Me fui hacia la ventana y la abrí, necesitaba aire con urgencia antes de que mi
presión arterial me hiciera caer.
Izan aseguró que nada de donde él se encontraba era ilícito, pero recordé que
siempre lo vi rodeado de computadoras de más de un monitor, la que estaba en
el escritorio de la habitación era la única solo de uno, sin embargo, lucía tan
sofisticada que ni siquiera me atreví a mirarla.
Dalia me había dicho que fue el hermano de Izan quien la asesinó y tras saber
la verdad detrás de ese chico, mi mente se llenó con escenarios macabros del
porqué la chica corrió con esa suerte.
—Nunca pude decirle, Essie. Helena murió el día que yo me enteré de la verdad
detrás de mi familia —aseguró con dolor y me aparté para verlo—. Y no tienes
idea de cuánto odié a mis padres durante años por lo que me escondieron. A mi
hermano sobre todo, ya que yo lo vi siempre como mi héroe, como el tipo más
grandioso del mundo —Su voz se quebró y se mordió el interior de la mejilla
cuando sus ojos se volvieron brillosos.
—Esa noche presentí que algo estaba mal, ¿sabes? Había pasado todo el día en
comunicación con Helena y de repente no respondió más mis mensajes y
tampoco mi hermano cuando le llamé para que me llevara a buscarla. Mis
padres se habían mantenido inquietos, mi padre se encerró en su oficina y se
la pasó recibiendo y haciendo llamadas. Le pregunté a mi madre qué pasaba y
me dijo que no era momento para explicarme nada.
Para ese momento Izan dejó de retener sus lágrimas y yo dejé caer las mías
junto a las suyas, ya que logré sentir el dolor de ese hombre, el sufrimiento que
cargaba en el alma por haber perdido a la mujer que amó.
Me puse en cuclillas hasta meterme entre sus piernas y lo abracé al verlo tan
destruido, pero mi abrazo lo desarmó de una forma increíble y sin vergüenza
alguna comenzó a llorar en silencio.
Y de alguna manera perder a Helena le sirvió a Izan para que sus padres lo
dejaran tranquilo y no lo obligaran a meterse en la mafia más de lleno, ya que
según él, era su herencia ser el Sottocapo de la familia Gambino, un rango que
su hermano se ganó después de asesinar a una inocente.
—No hay manera de que lo de nosotros sea una relación normal ¿cierto? —dije
y me sentí terrible al volver a poner miedo en sus ojos, pero me fue inevitable.
Tenía que ser sincera conmigo misma y con él, ya que estar con el hijo de un
Don significaba correr peligro siempre y más si Izan se involucraba en cosas
de la mafia así fuera de lejos y, dudaba que eso fuera algo que se pudiera evitar.
—No quiero tener que huir y tampoco ser una prueba más para que tu
hermano escale en la organización —confesé sincera e Izan cerró los ojos con
impotencia—. Y sé que tampoco puedo pedirte que no te involucres en nada
que tenga que ver con la Cosa Nostra, no soy una estúpida romántica con
sueños de libro —admití y lo vi sonreír con dolor, pero también comprensivo.
Era como si de alguna manera él supiera que yo reaccionaría así al saber su
verdad, pero le agradecí que no me lo ocultara hasta que ya fuera tarde para
mí.
No dijimos más y caminé hasta la silla donde estaba mi bolso para cogerlo y
salir de esa habitación en la que la tensión y el dolor me estaban ahogando.
Salí sin mirar atrás porque sabía que flaquearía al verlo en el suelo y no
necesitaba eso. Quería pensar las cosas a solas, sin verme inducida a tomar
una decisión por su dolor y la bruma del momento. Necesitaba ser sensata más
por mi bien y no por el gusto de nadie más, así que no me importó dónde me
metería a dormir esa noche, solo el espacio que podía hacer mío.
La habitación era más pequeña que la suya, pero muy bien acomodada, con el
espacio suficiente para estar cómodos. Y tras cerrar la puerta me quedé unos
minutos con la espalda presionada en ella, tratando de que mi corazón se
calmara, pero también asegurándome de que no me hubiera seguido.
No lo hizo.
Tiré el bolso en el suelo y luego me tumbé bocabajo sobre la cama, llorando sin
control alguno porque mi cuento estaba a punto de acabar y no tendría un final
feliz como los otros. Y no sé si era justo para Izan o no, pero debía pensar en
mí y en lo que me convenía y nunca me vi envuelta con un mafioso e Izan lo
era por muy alejado que quisiera estar de eso.
Hui de casa para tener un nuevo comienzo, pero no uno donde tendría que huir
para siempre.
Me metí al baño a tomar una ducha cuando mi llanto se hizo más fuerte y me
quedé por casi dos horas sentada bajo la regadera. Quería llamar a mamá para
que me aconsejara, o Oliver, pero no podía, esa vez iba a tener que callar, ya
que hablar era exponer a mi chico y no lo arriesgaría por más que necesitara la
opinión de un tercero.
Mi chico.
—Hasta la médula —aceptó—, tengo el mismo miedo que tú. Pero cuando te conocí
y me miraste a los ojos, supe que debía arriesgarme una vez más, incluso si tú me lo
rompes luego peor que ella.
—¡Joder, Izan! —me quejé y en ese instante fui yo quien presionó la frente a la de él
y recargué las manos en sus anchos hombros.
Y acepté.
Y que en ese instante sintiera más miedo de perderlo que de vivir una vida
peligrosa a su lado, me hizo al fin comprender mis sentimientos hacia él.
Me había enamorado de Izan en solo unas semanas y estaba segura de que mis
sentimientos iban más allá del primer amor, tan intensos que me daba miedo
decirlo en voz alta, pero que me otorgaron el valor para salir de la cama y
caminar de regreso a la habitación de ese chico pelinegro.
Respiré profundo para controlar los efectos de mi llanto y con las manos
temblorosas toqué con suavidad al ver que por la rendija de abajo la luz
interior se filtraba, pero no hubo respuesta alguna ni la primera o la segunda
vez que toqué.
Ni siquiera en la tercera.
Apreté los labios para ocultar un puchero y cerré los ojos dejando que mis
lágrimas cayeran. Me lo merecía, me gané que no quisiera verme tras dejarlo
con su dolor y pensando en que me iba a rendir con nosotros, así que no insistí
más y me di la vuelta.
Pero también era cierto que nunca debí haber salido de esa habitación en
primer lugar y, si sobreviví a una bala en la cabeza no era por ser débil. Viví
por valiente, porque no dejé que la muerte me llevara así me convirtiera en
otra persona y no huiría más, aunque Izan me echara de su habitación.
Así que me giré y tomé el pomo rogando para que la puerta no tuviera llave,
temblé y mi corazón se alocó cuando el clic sonó suave, abrí con lentitud y la
luz de la habitación me cegó un poco al haber estado en el pasillo oscuro por
mucho tiempo.
Debía ser la media noche y rogué para que la señora Wilson estuviera dormida.
Tenía el cabello húmedo, la nariz roja y los ojos un poco hinchados, así que
confirmé que no la pasó mejor que yo al irme, el desastre en su habitación ya
me lo había hecho saber, pero su aspecto y el vaso con alguna bebida
alcohólica en el escritorio me lo confirmó. Levanté la mano para zafar uno de
los auriculares y grité cuando me cogió de la muñeca con fuerzas, dañándome
hasta que abrió los ojos y se percató de que era yo, aflojando su agarre de
inmediato.
El alivio en sus orbes marrones casi me hizo llorar de nuevo, era como si
agradeciera que yo estuviera ahí de nuevo, pero no se lo terminaba de creer.
Nos miramos por unos segundos que me parecieron eternos y cuando mi
cerebro decidió funcionar de nuevo, le ordenó a mi brazo que se zafara de su
agarre y continuara con su misión, así que obedecí hasta llegar al auricular y
cogerlo para ponerlo en mi oído.
Pasan los días, mis ojos se secan y pienso que estoy bien.
Soy un desastre sin ti aquí, sí, soy un desastre desde que te fuiste.
—¿Piensas en ella con esta canción? —me atreví a preguntar y me miró a los
ojos.
Estaba serio, frío, pero juraba que por dentro eran un volcán a punto de hacer
erupción.
—No pienso en ella desde que estoy contigo —dijo con voz ronca y sentí su
aliento alcoholizado. También la verdad en sus palabras.
Pero no puedo.
—¿Demasiado pronto para qué? —quiso saber con la voz ronca y me tomó del
cuello, viéndome al rostro, cada detalle de él hasta concentrarse en mis
labios— ¡Respóndeme, joder!
Sus ojos se abrieron con total sorpresa, dándome a entender que jamás esperó
que dijera esas palabras y supe que lo asusté, lo hice más de lo que él me asustó
a mí con su verdad.
—No es pronto, Essie —dijo sobre mi boca y solo se separó para sacarme la
camisa de tirantes delgados que hacía juego con mi short de algodón,
dejándome desnuda al no usar sostén. Volvió a unir su boca a la mía en un beso
casto y seco y me cogió de la cintura hasta enganchar mis piernas a la suya—.
No puede ser pronto cuando yo también siento lo mismo —aseguró.
No usaba ropa interior, solo me coloqué el pijama sin pensar en que volvería a
esa habitación por él.
—Yo también te amo, Essie Black —susurró en mi boca y bajó sus besos
húmedos a mi cuello.
Quizás ambos estábamos locos por caer tan pronto en las garras del amor,
pero justo en ese instante, con sus besos bajando por mi abdomen luego de
que me halara a la orilla de la cama, no me importó. Simplemente dejé que me
abriera las piernas y besara el interior de ella hasta que llegó a centímetros de
mi sexo.
Esa lengua diestra bailó con mi manojo de nervios y me humedeció hasta que
le supliqué con las caderas que hiciera más fricción porque quería explotar, sin
importar que el pueblo escuchara su nombre dicho de una manera
pecaminosa. Y me lo concedió, Izan Gambino con dos de sus dedos arrastrados
a mi interior me hizo estallar de una forma que tuve que coger la almohada y
morderla con fuerzas para ahogar mi grito cuando lo llamé.
La cama era alta y en esa posición quedaba justo a la altura de su pelvis, así
que con la respiración todavía acelerada vi cuando se quitó el bóxer y de la
mesita de noche sacó un preservativo y se lo colocó esparciendo el líquido en la
punta. Tenía la boca brillosa por mi culpa y se la limpió con el dorso de la
mano.
Se tomó la longitud con la mano y con la otra abrió mis pliegues para
acariciarme de esa manera.
No sé cómo lo lograba, pero Izan podía tener la mirada dulce mientras sus
gestos se mantenían seductores y lo amé más por eso.
—Te amo —dije con menos miedo, pero con más pasión y jadeé cuando se
introdujo al menos tres pulgadas. Hacían falta dos tercios y poco más para que
estuviera completo.
—No volveré a dejarte —dije en sus labios y gruñó al envolver sus brazos en
mis caderas y con las palmas en mi coxis me restregó de una forma deliciosa.
Lo sentía por todo el cuerpo y no solo porque era grande sino también porque
esas vez ambos nos tomábamos habiéndonos declarado el amor que ya
sentíamos el uno hacia el otro. El sudor que nos recubrió ayudó a que la
fricción de cuerpos fuera placentera y no paramos hasta que enterré ambas
manos en su cabello y lo besé gritando en su boca, explotando en un orgasmo
que se lo llevó conmigo, acompañándome con sus gruñidos de placer y ambos
jurándonos que nos amábamos.
Y mi felicidad en ese momento estaba entre los brazos de ese guapo pelinegro
que no tuvo miedo de declararme su amor y confiarme sus secretos más
peligrosos. Incluso cuando era posible que lo dejara.
Sin embargo, al estar ahí, sobre el cuerpo de Izan luego de que me enseñara
cómo montarlo, ambos sudando y jadeando, me reí. Y lo hice con una carcajada
sonora.
Entrelacé mis manos con las suyas para que me sirvieran de apoyo y admiré la
combinación de su piel lechosa con la mía dorada. Lo oscuro de la tinta de sus
tatuajes lograba que se viera incluso más blanco y ese cabello negro
alborotado lucía único.
—Creo que durante todo este tiempo he estado leyendo los libros equivocados
y viendo películas para adolescentes —dije y chillé cuando me cogió de la
cintura y me tumbó en la cama sin salirse de mí.
—¿No soy cómo tus chicos literarios? —preguntó y negué, viendo embobada
todos sus movimientos.
La longitud entre sus piernas tenía más venas que sus brazos y me pregunté si
también la ejercitaba en el gimnasio, pero omití preguntar eso para no parecer
tan tonta.
Había una descripción muy precisa en los libros que sí se apegaba a él: su
cuerpo sí tuvo que haber sido esculpido por los dioses, y por uno goloso. Ya
que, esa espalda ancha y cintura delgada junto a esos brazos definidos, ya
lucían sexis, pero que se los combinaran con ese trasero y piernas gruesas…
¡Joder! Izan tenía que ser el favorito de ese dios y sobre todo al darle ese rostro
angelical que muchas veces lo hacía parecer inocente, pero bastaba estar a
solas con él para que se quitara el glamour inocuo y mostrara uno lujurioso.
—Sí lo eres por detalles como este —Señalé con la barbilla lo que hacía, pues
estaba limpiando con cuidado los estragos de nuestro desenfreno— o por tus
palabras tan exactas en el momento indicado. Y no, ya que, a pesar de que eres
delicado conmigo, me follas en lugar de hacerme el amor —le expliqué lo
mejor que pude y bufó una sonrisa.
Tras eso dejó la camisa a un lado y me tendió la mano para que me sentara y
quedara más cerca de él.
Primero me dio un beso de labios apretados sin cerrar los ojos y cuando se
separó me miró con delirio y sonrió efusivo para luego volver a besarme.
Sus labios eran tiernos, delicados, volviendo el beso una caricia suave, fuerte y
poderosa que me cortó la respiración y se me metió en los poros. Era como si
Izan me estuviera venerando y tocando el alma, convirtiendo mi sangre en
lava corriendo desaforada por mi torrente sanguíneo. Un beso que se me
impregnó más que los tatuajes en su piel, que se me grabó hasta en el tuétano
de los huesos.
Un beso cargado de una ternura más intensa que la más fuerte de las
tormentas. Y que pudo haber durado segundos, pero que lo recordaría
eternamente.
—Ves cómo te puedo hacer el amor sin que haya sexo de por medio —susurró
venéreo en mis labios y lo miré a los ojos. Mi corazón era raudo y no creí que
pudiera respirar más—. Y, aunque no lo creas, soy delicado contigo, amor, ya
que todavía no te follo como quisiera, pero ya me lo pedirás tú. Vamos a tu
ritmo —aseguró y con una sonrisa socarrona volvió a apoderarse de mi boca.
—Perdóname por haberte dejado —dije de pronto entre el beso, con la urgente
necesidad de sacar eso de mi sistema.
Izan negó, pero me subí a su regazo y lo cogí de las mejillas haciendo que me
viera a los ojos. Los suyos eran pequeños, pero esas cejas de cazador le daban
el aire misterioso y peligroso que me cautivó desde que lo conocí.
—Me dolió que lo hicieras, pero también te comprendo, Essie. Así que no pidas
perdón por eso, solo no vuelvas a irte —suplicó.
—No, Izan. Después de esta noche te he aceptado con todo lo que arrastras, así
que no volveré a huir, te lo prometo —dije y vi el brillo agradecido en su
mirada.
Era más increíble para mí escucharlo decirme eso que sentir el amor que
sentía por él.
Sin embargo, esa vez Izan me demostró lo encantador que era siendo delicado
y que la fiereza no solo residía en él sino también en mí, ya que terminé
suplicándole porque me tomara con rudeza y comprobé que prefería que me
hiciera el amor de otras maneras.
Amaba ser el ángel entre sus brazos y el demonio cuando lo tenía entre mis
piernas.
____****____
Desde esa noche que denominé noche de la verdad, nuestros días mejoraron y
se volvieron perfectos. Izan terminó por contarme que la familia de Dalia era
asociada de la Cosa Nostra y que mi amiga nunca me lo dijo porque debían
respetar la omertà y, ya estaba metida en muchos problemas como para seguir
violando las reglas y de paso ponerme en peligro.
Izan vio mi preocupación por Dalia cuando hablamos de ella y tras comentarle
lo que mi amiga medio me insinuó, me confesó que una de las razones por las
que Dalia y él se llevaban mejor, era porque pudo salvarla de un castigo que la
española se ganó por hurgar donde no debía, al creer que su padre no estaba
tan implicado con la mafia.
Saber cosas de organizaciones criminales no me sentaba bien, pero me
ayudaba a conocer dónde me estaba metiendo y dónde no podía hurgar. Y noté
el miedo de Izan al responder cada pregunta que le hice, pero él no tenía idea
de cuánto valoraba que fuera sincero conmigo a pesar de los riesgos.
Sin embargo, me hizo ver que no me lo diría todo, ya que existían cosas que
prefería guardárselas, puesto que en su mundo el conocimiento no siempre
salvaba vidas y la ignorancia sí. También me prometió —otra vez— que no me
pondría en peligro y que prefería mi odio por ausentarse o callar, antes que
arriesgarme de alguna manera.
Y así, los días fueron transcurriendo más rápido de lo que deseaba e Izan se
portó a la altura como un excelente anfitrión y amante, me llevó a conocer el
pueblo y hasta tuvimos una caminata en el bosque cercano a su casa. Y
confieso que ese momento fue uno de los mejores en mi experiencia, ya que a
mi chico le encantaba la adrenalina y me mostró lo mejor de ella cuando al
entrar a una zona casi inexplorada, me hizo el amor a lo salvaje, empotrada a
un árbol, demostrándome que se le daba perfecto ser un cazador sexi.
Pero también me dio lo cálido y romántico, sobre todo en esas tardes que en
lugar de salir se quedó conmigo, ambos acostados en un sofá grande, con Nube
echada a nuestro lado y recibiendo mimos mientras yo leía algún libro. Izan se
rio una vez cuando vio que había escogido uno de mafia, aunque ya luego me
explicó lo que era solo ficción y lo que se asemejaba un poco a la realidad.
Igual tuvimos momentos traviesos, sobre todo uno cuando aseguró que me iba
a enseñar a conducir y que de preferencia tenía que aprender con un coche
mecánico. Le dije que no podía hacer eso, ya que su Lamborghini llevaba la
palanca de cambios en el volante y no donde normalmente debía ir, así que
tuvo la excusa perfecta para llevarme a la habitación y enseñarme a hacer los
cambios en su palanca. Terminé sonrojada y caliente al ver lo desvergonzado
que era y le aseguré que con esa voz ronca, mirada oscura y rostro
pecaminoso, en lugar de meter la primera velocidad me iría de una vez por la
quinta o sexta.
Pero me convenció fácil para jugar su juego y guiada por su mano lo tomé de la
corona de su erección e hice lo que tendría que hacer con una palanca de
verdad —y admito que la suya era más grande que la de un coche antiguo, o al
menos así la veía yo—. Sin embargo, con cada velocidad que simulaba, él se
iba quitando una prenda de su ropa y una de la mía, mi calor se volvió
asfixiante y me urgía cambiarme de bragas. La clase terminó con un choque
esa tarde.
Uno delicioso donde sus caderas y las mías fueron las únicas implicadas.
Me reí al enviarlo y ver que las dos palomitas se pusieron azules, sobre todo al
notar que solo estuvo en línea para leerme y enseguida se desconectó,
segundos después escuché pasos rápidos subiendo los escalones y solo rogué
porque no fuera Joanne la que entrara por la puerta de la habitación.
Para mi suerte no era ella, pero el cazador que apareció en su lugar me provocó
más nervios y hasta temor, no obstante, mi cuerpo actuó reconociéndolo y en
lugar de bajarme del banco ancho y acolchado, tomé una posición más sexi:
encorvé la espalda, recosté los pechos en la cama y separé las piernas,
dejándole ver el camino que estaba tomando mi mano izquierda.
—Espero que no necesites de juegos previos esta vez —dijo y llegó a la mesita
de noche para sacar un preservativo—, porque yo estoy a punto de correrme
con esta vista —aseguró.
Me sorprendió haber perdido el pudor con tan poco tiempo y que sin
vergüenza alguna le respondí llevándome la mano dentro de las bragas,
tocándome por primera vez para un fin erótico.
—Quiero que te pongas detrás de mí, bajes mis bragas y te deslices poco a poco
—concedí.
Y pude haberme corrido solo con esa sonrisa de satisfacción que me regaló. Y
que sin dejar de verme con los ojos entrecerrados y mirada febril, rompió el
paquete plateado y se colocó el condón, sacando su erección por encima de la
cinturilla elástica de su pantalón deportivo, pero antes de eso me mostró —
jugando con su dedo en la punta— que no estaba más seco que yo y juro que
nunca me había provocado tanto ver a un hombre jugando con ese líquido
viscoso y transparente, como me provocó él.
Gemí y no solo por mi toque sino también por lo erótico de sus gestos cuando
caminó detrás de mí y acarició mi espalda hasta llegar a mis bragas y bajarlas.
Se colocó en mi entrada teniendo la suerte de ser alto y que incluso conmigo de
rodillas en el banco, quedara justo a la altura de su pelvis.
Vi que le excitaba verme tomar el control y exigir lo que deseaba de él, por lo
mismo estaba luchando para no correrse antes que yo. Me tomó del cuello y
me obligó a echar la cabeza hasta atrás, mi estatura y la suya permitió que me
besara desde esa posición y gemí en su boca justo cuando no logré contenerme
por más tiempo.
Ebullí ante el choque de sus caderas, el toque de sus manos en mis pechos y su
lengua dentro de mi boca y, segundos después regresé a mi posición inicial
hasta enterrar el rostro en la cama y grité de placer cuando el orgasmo me
arrasó, provocando también el de Izan.
Y luego de eso Izan no se fue más a atender lo que sea que Filippo le pidió, se
quedó conmigo, consintiéndome y dejándose consentir, hasta que horas
después decidimos ducharnos por separado y así poder estar listos para
cuando Joanne llegara a avisarnos que la cena estaba lista.
—¡Ya, Izan! Apresúrate —lo regañé cuando salí del cuarto de baño.
—Seguiremos en unas horas —prometí y sonreí a la vez que negué al ver que
él se mordió el labio y me miró lascivo, satisfecho por mi respuesta.
Lo dejé en el baño y me fui a buscar la ropa que usaría, riéndome aún de las
cosas que ese chico me alentaba a hacer. Escuché cuando abrió la ducha y
minutos después el sonido se apaciguó en su cuerpo. Revisé mi móvil al estar
lista y le respondí un mensaje a papá, también le envié uno a mis amigos para
reportarme. Oliver pidió una actualización y solo le respondí con un
emoticono de cara sensual a lo que me devolvió otro con los ojos en blanco.
De pronto vi que el móvil de Izan comenzó a vibrar con una llamada entrante y
leí Línea Principal, pero lo dejé estar, ya que mi chico había sido claro con que
no respondería más, alegando que era Filippo el que le llamaba. Sin embargo,
me puse nerviosa porque tras una llamada llegaba otra e imaginé que algo
importante estaba pasando y por eso necesitaban contactarlo con tanta
urgencia.
—¡Joder contigo, Izan! —Escuché que dijo una voz ronca, varonil y bastante
molesta.
—Lo siento, no soy Izan. Pero él ya viene —me apresuré a decir y hubo
silencio total del otro lado de la línea— ¿Hola? —dije y solo escuché una
respiración pesada.
—¿Nadie que me importe o nadie importante? —lo hostigó el tipo y tragué con
dificultad.
Era bastante claro que quería sacar Izan de sus casillas, que de cierta manera
disfrutaba eso y sin saberlo ayudé a que lo consiguiera.
Así que avergonzada me aparté de Izan y caminé hacia la puerta. No tenía caso
que me quedara, lo obligué a responderle a alguien que no quería y tenía que
enfrentarse a eso.
—Nadie importante —dijo Izan entre dientes y sentí una punzada de dolor en
el pecho que me cortó la respiración obligándome a detener el paso—. Ahora
dime lo que putas quieres y me dejas tranquilo —exigió.
Tanto, que cuando bajé todavía iba sin respirar hasta que me encontré con
Joanne y me saludó amable, avisándome que estaba a punto de subir para
pedirnos que fuéramos al comedor, ya que la cena estaba servida. Nube iba
detrás de ella y me acurruqué para cogerla en brazos.
—Intuyo que Izan bajará en un momento, así que voy a esperarlo. Mientras
iré afuera por un poco de aire fresco —avisé y ella asintió con una sonrisa
cálida.
—¿Te pasa algo? —preguntó con suavidad antes de que me diera la vuelta,
medio giré el torso para verla y me escondí un poco entre el cuerpo de Nube—
Luces pálida y como si estuvieras a punto de vomitar. Te puedo preparar un té
si lo necesitas —ofreció y negué.
Y no sé cuánto tiempo estuve ahí afuera, con Nube entre mis brazos como si se
tratara de un gato de felpa, acariciándola y acariciándome con su pelaje en mis
mejillas y ni siquiera me importó lo fría que se volvió la noche, creo que era
más congelante pensar en lo fácil que se podía romper una burbuja tan
perfecta.
—¿Essie? —me llamó Izan y me giré para verlo— Tenemos que irnos —avisó
y lo miré con el ceño fruncido.
—¿El tipo que te llamó quería avisarte eso? —inquirí con la esperanza de no
haber cometido un grave error.
—El tipo que me llamó solo quería joder, se trataba de mi hermano —explicó y
comprendí mejor su enojo y odio—. Y no, no me avisó él sino María —añadió y
asentí.
—Voy por mis cosas —comuniqué entonces al ver la necesidad que tenía de
marcharse y pasé por su lado, pero me detuvo tomando mi brazo cuando
estuve cerca.
—Tuve que decir eso, pequeño Ónix —explicó y tragué con dificultad cuando
puso una mano entre mi nuca y cuello, luego besó mi frente y asentí.
—Me basta con que no me ocultes porque tienes una prometida por allí —
intenté bromear.
Izan me tomó con ambas manos entre el cuello y la barbilla y me hizo verlo.
Nube maulló en mis brazos y le exigió atención, así que la puse en los suyos y
me fui a recoger mis cosas.
Diez minutos después íbamos pasando por el puente del río Bybrook, Joanne
lamentó que nos fuéramos así y nos preparó la comida en unos depósitos
plásticos para que comiéramos en el camino si nos daba hambre. Nube se puso
triste al quedarse sola y deseé llevarla conmigo, pero omití decirlo en voz alta
porque si fue un regalo de Helena para Izan, no sería correcto prácticamente
adueñarme de ella.
—Solo ruega para que mi destino no cambie —espetó entre dientes y presionó
el volante con demasiada fuerza, tanto, que sus nudillos de blancos cambiaron
a morados.
—¡Joder! ¿¡Cómo me pides eso cuando ambos sabemos, y tú más que yo, que
no estamos hablando de la competencia de una compañía de comida!? —
satiricé molesta.
Su calma en esos momentos no me hacía gracia y menos me tranquilizaba. No
sé si se debía a que conocía menos su mundo que él, pero me imaginé los
peores escenarios y más tras haberme pasado toda una tarde por la web,
leyendo cada artículo sobre Italia y sus mafias e incluso buscando libros sobre
eso.
Y por todo ello supe que si lo culpaban de algo, el castigo no se podía tomar a la
ligera y odié verlo con esa tranquilidad fingida, ya que sabía que por dentro él
también esperaba lo peor.
—Te prometo que voy a… —Se quedó en silencio de pronto y miró por el
retrovisor.
Creo que fue el instinto quien me dijo que esa mirada no fue solo como medida
de seguridad del código de conductor y mi piel se erizó, puesto que íbamos en
una carretera sola —a excepción del coche frente a nosotros—, en la oscuridad
de la noche.
—¡Oh, mi Dios! —exclamé asustada cuando Izan puso una mano en mi pecho
para retenerme contra el asiento en el momento que un coche nos impactó por
atrás.
Al mismo tiempo encendieron una luz cegadora y grité cuando Izan aceleró y
golpeó al coche de enfrente, haciendo el espacio suficiente para que le
permitiera meterse al otro carril de sentido contrario.
Por puro instinto me cubrí el rostro y me congelé justo al ver que un tipo chocó
contra el parabrisas.
Izan acababa de arrollar a alguien y pude jurar que se trataba de uno de los
motociclistas.
Estaba haciendo trizas su lujoso coche, pero por supuesto que eso no le
importó y lo vi tomar el volante con más fuerza, presionando el embrague a
cada instante y haciendo los cambios a la vez.
—¡Estos hijos de puta saben que si llego a Londres voy a defenderme porque
no soy un maldito pentito! ¡Y quieren evitarlo a toda costa! —largó y supe de
qué me hablaba solo porque fue lo último que investigué.
Volví a gritar cuando otro impacto llegó, Izan logró bajar la cabeza y con
horror vi el proyectil atravesar el respaldo de la cabeza del asiento. Me quedé
observando ese agujero y sentí ganas de vomitar.
—¡Joder, amor! ¡Lo siento! ¡Lo siento! —repitió angustiado y quise sentarme,
pero me detuvo de inmediato— ¡Quédate ahí, Essie, por favor!
Tenía las manos con sangre al cogerlo y me di cuenta que los vidrios de la
ventana se me habían incrustado, pero no me importó y solo maldije porque
estaba temblando demasiado y no encontraba el maldito nombre, ya que
ese Línea Principal ocupaba todo el registro reciente.
Hizo un giro que podía lucir fantástico en las películas, pero no se sentía así.
—¡Merda! ¡No somos nosotros, Izan! —le explicó él— ¿¡Dónde estás!?
Pero de nada me servía saber disparar cuando no tenía el valor suficiente para
atacar algo que no fuera de cartón o madera y menos lo lograría en
movimiento.
—¡Quédate abajo, Essie Black! —suplicó Izan y golpeé con el pie la guantera
frente a mí haciendo que se abriera y revelara otra pistola.
Mi respiración era un fiasco, mi presión arterial se había ido a las nubes y todo
el cuerpo me temblaba, pero tomé el arma sin dudar justo cuando dos
motocicletas nos acotaron.
CAPÍTULO 12
Izan me observó con sorpresa, impotencia y también con ira, pero supe que lo
último no iba dirigido a mí. Mi pobre chico se sentía en un dilema porque
ansiaba defenderme, defenderse y deshacerse de esos idiotas que nos
amenazaban. Aguantar hasta que los refuerzos que prometió Filippo llegaran.
Su coche le rogaba porque acelerara un poco más, diciéndole así que podía
aguantar lo que se nos venía encima.
Por lo que entendí, no pretendía matarnos, pero sí llevarnos hacia algún lugar
y por lo mismo no disparó teniendo la oportunidad.
—Tú sabes manejar, yo sé disparar. Así que déjamelo a mí y acelera por favor
—supliqué hablando bajo y le extendí la mano sobre la pierna para que me
entregara su arma.
—Si haces esto no habrá vuelta atrás, Essie. Tengo que asesinarlos, no puedo
permitir que se vayan con vida, no cuando te han visto y avisarán que eres mi
debilidad. Te pondrán una diana sabiendo que así me controlarán —dijo y una
línea de sangre comenzó a descender de su sien derecha y me asustó más que
estar siendo amenazada con una metralleta, pero no me podía dar el lujo de
saber cómo estaba— y no quiero que estés en peligro. Prometí que no te
expondría y pienso cumplir mi palabra —aseveró.
—Somos una pareja, Izan Gambino. Tú me cuidas, yo te cuido. Así que sácame
de aquí mientras protejo tu espalda —supliqué y vi el orgullo que le causaron
mis palabras a pesar del miedo que sentía.
Imaginé a esos tipos como blancos de tiro porque era la única manera que me
atrevería a dispararles.
Papá me había dicho que siempre que quisiera confundir a alguien y pedir
ayuda, que gritara esa palabra. No importaba si solo éramos mi victimario y
yo, de alguna manera escucharme lo confundiría o asustaría y ambas
reacciones me salvarían la vida o me darían la oportunidad de sobrevivir.
No se equivocó.
Apunté primero al del lado de Izan, metiendo la mano con el arma detrás de la
nuca de mi chico y disparé sin dudar directo a su casco. El impacto no lo
mataría porque el objeto parecía blindado, pero resquebrajaría el vidrio y eso
le impediría ver.
No me equivoqué.
Si hubiera sido inteligente, se habría marchado con el casco roto, pero cometió
un error que le costaría la vida, ya que sin dudarlo saqué el torso del coche para
asegurarme de que nadie me pusiera una diana en el trasero.
«—Cuando tu talento es nato, no importa nada, amor. Podrás creer que lo habrás
olvidado, podrás estar en las peores tempestades o en la oscuridad más profunda y
justo allí, entenderás que no siempre lo controlas tú, hay momentos en que él
también te controla».
Nada.
Pero era solo porque entré en shock y ni siquiera podía asimilar lo que acababa
de hacer. Actué en automático cuando Izan me suplicó que entrara de nuevo al
coche y aminoró la velocidad para tomarme de una pierna. Subió el respaldo
del asiento en cuanto me senté en él y habló, mas no lo escuché.
Había soltado una de las armas cuando saqué el torso para deshacerme del
otro tipo, así que solo una yacía en mi mano ensangrentada. Las imágenes de
lo que hice continuaban reproduciéndose una y otra vez y me dejé abrazar por
Izan cuando me haló hacia él.
No eran de madera.
Me quedé en su costado y no cerré los ojos solo porque cuando lo hacía las
imágenes eran más vividas, pero ni siquiera me percaté de que Izan había
tomado otro camino y entramos a una residencia muy lujosa y cuando me bajé
ayudada por él, vi que otros coches nos escoltaban y solo pensé en que ya era
tarde, de nada servía.
«Jamás hagas lo que no quieres que te hagan a ti» dijo la voz de mi padre en mis
pensamientos. No le obedecí, puesto que no quería que nadie me volviera a
disparar en la cabeza, pero yo sí le disparé a dos personas esa noche hasta
robarles la vida, no los recuerdos.
Era más bajo que Izan, rubio y de tez blanca, tal vez unos pocos años mayor
que él. Vestía formal y lucía atlético. Me observó con sorpresa, yo ni siquiera lo
saludé, seguía actuando en automático.
—¿Dime que sabes quiénes han estado detrás de esto? —exigió Izan entre
dientes sin responderle a su pregunta. Sentí que el tipo me siguió observando
sin poderse creer que una extraña estuviese ahí, siendo testigo de lo que eran y
hacían— ¡Filippo! —gritó el pelinegro.
Abrió una puerta grande de madera y me hizo entrar junto con él.
—Lo sé, pero tampoco tenemos pruebas —explicó Filippo, nuestras miradas
se cruzaron solo por un instante y lo vi apretar los labios, como si quisiera
sonreír sabiendo que no era el momento para socializar.
El tono que Izan usó con él fue apático, pero imaginé que la situación lo
ameritaba.
—Arma el equipo —le pidió Izan entonces y puso una mano en mi espalda
para hacerme caminar.
Me hizo subir unos escalones que se encontraban junto a la entrada y me guio
hasta una habitación grande y moderna, muy distinta a la acogedora que tenía
en Castle Combe.
Era irónico que en nuestro tiempo juntos nunca hubiera conocido su casa
hasta que la situación lo demandó, pero después de lo que me enteré de él,
supe por qué me ocultó tantas cosas y evitó otras.
—No diré nada porque no habrá palabras que te hagan sentir mejor —dijo y se
sentó a mi lado—, pero sí necesito que me perdones, Essie —añadió y lo miré
sin entender—. Esta noche al fin he entendido que mi amor te dañará siempre
y por más que desee evitarlo.
—Que soy igual o más tóxico y mortal para ti, que la mierda que mi familia
distribuye —explicó—. Y ahora con ese ataque he descubierto que es cuestión
de tiempo para que la mafia y mis enemigos te persigan.
—Eso ya lo sé, Izan —bufé soltando más lágrimas, porque vi en sus ojos el
amor que decía sentir por mí, pero también el miedo de perderme y la
desesperación por protegerme—. Yo no regresé a tu habitación en Castle
Combe creyendo que lo nuestro será un cuento de hadas, que esa magia nos
alcanzará y nos librará de peligros reales —Jadeé para coger aire, ya que el
llanto me lo estaba robando—. Volví a ti sabiendo que puedo convertirme en tu
talón de Aquiles así como tú eres el mío, mas no me pienso dar por vencida…
¡Acabo de asesinar por ti, joder! —exclamé permitiendo que el llanto se
apoderara de mí y vi sus lágrimas caer— Y tú me confiaste tu vida incluso sin
estar seguro de que yo sabía usar esas armas.
Ambos lloramos y por primera vez descubrí que un beso salado también podía
ser dulce. Besé a ese hombre con una desesperación devastadora, queriendo
impregnarle mi amor, tatuarme en su piel y convertirme en la marca más bella
de su cuerpo.
Y ahí entre sus brazos me hizo olvidar lo que acababa de hacer, me obligó a
entender que por él yo iba a ser capaz de volver a matar.
Acepté que por Izan sería capaz de convertirme en la más despreciable de las
asesinas sin llegar a sentir culpa por robar vidas. Porque ya estaba perdida de
amor por él y me perdí también en su cuerpo.
Izan Gambino era mi perdición y todavía no me creía que todo hubiera pasado
tan rápido.
____****____
Eran las tres de la madrugada cuando el móvil de Izan comenzó a vibrar con
demasiada insistencia. Me había logrado dormir tras darnos una ducha luego
de hacer el amor y solo abrazada a él dejé de darle vueltas a lo sucedido.
Izan había querido aclarar algunas cosas sobre esa noche, pero se lo impedí
porque me sentí incapaz de volver a revivir todo, así que calló y optó por
abrazarme por la espalda y sobar mi cabello hasta que el sueño me venció. No
obstante, todo llegó de golpe a mi mente en el instante que mis ojos se
abrieron; tenía el corazón acelerado gracias al susto que me dio ese aparato.
—Voy para ahí ahora mismo —dijo Izan tras unos minutos y cortó la llamada,
pero no se salió de la cama, solo recargó los codos sobre sus rodillas y miró al
suelo.
—¿Qué ha pasado? —le pregunté preocupada y me miró con los ojos cargados
de brillo y de pronto se haló el cabello para luego caer al suelo de rodillas y
presionarse el pecho con una mano, luchando también por respirar.
Corrí hacia él, cayéndome por poco y lo tomé del rostro para que me viera,
pero negó y me abrazó con fuerzas.
—Mi padre, Essie —dijo entre lágrimas y me rompió el alma escucharlo así.
—¿Amor, qué pasa? —le pregunté cuando alzó la cabeza y vio al techo, luego
cerró los ojos con fuerza y comenzó a respirar profundo.
Solo necesitaba que él entendiera que yo era su realidad, que estaba ahí frente
a él para que saliera de ese momento horrible que estaba atravesando.
Eso me ayudó a mí siempre, los toques de mamá me mantuvieron con los pies
sobre la tierra cuando un ataque me llegaba y la lavanda me relajaba, así que
esperé a que fuera igual con Izan. Necesitaba traerlo de regreso porque así la
realidad en ese instante fuera jodida, al menos era mejor que la fantasía en la
que el pánico lo había introducido.
Sus ojos ya no estaban rojos por las lágrimas sino también por la furia que lo
embargaba y eso me asustó demasiado.
—Han hecho creer a la mafia que me vendí con la policía y eso desencadenó un
paro cardiaco en mi padre. Le enviaron a la policía una información que solo
yo manejaba y eso los llevó a incautar dos buques de carga, perdiendo en el
proceso millones de euros. Pero no es eso lo que mató a mi padre, sino el creer
que yo los traicioné… ¡Mierda! ¡Padre murió creyendo que los jodí, Essie! ¡Se
fue creyéndome un arrepentido! —gritó llorando a mares.
Yo lo hacía con él, porque logré ver su dolor y no solo por perder a su padre
sino porque el señor Gambino se fuera sin saber la verdad.
—Mi madre me necesita y sé que me van a seguir, pero debo estar con ella —
aseguró.
—¡Carajo, Izan! Si la mafia a la que perteneces cree que eres un arrepentido,
serán ellos los que querrán joderte y no solo tus rivales —reflexioné.
Con lo poco que estudié en esos días aprendí algo de ellos y sabía que la misma
mafia lo castigaría sin darle la oportunidad de defenderse, de probar que no
fue él quien los vendió.
—¡Izan! ¡Te han conseguido la tregua! —gritó Filippo y tocó la puerta con
insistencia.
—¡Izan, tengo miedo por ti! —le dije al seguirlo hasta el armario.
Cogió una camisa blanca y lisa y se la colocó para luego buscar una gorra y una
sudadera.
—Essie, escúchame bien —pidió y me cogió del rostro—. Necesito que vayas a
Estados Unidos un par de semanas —soltó y mi cuerpo se volvió un témpano
de hielo.
—¿¡Qué!? ¡No, Izan! —dije y lo cogí de las muñecas— Quiero estar contigo.
—Y yo quiero que estés conmigo, pero con esto que ha pasado solo confío en
tu familia para que te cuide. Deberé viajar a Italia y si alguno de los hombres
que te ha visto aquí habla, entonces querrán dañarte y no lo permitiré —
aseguró.
—Izan, no…
—Diles que te rompí el corazón y te fuiste para no tener que verme porque no
me soportas en este instante —dijo y negué. Era muy tonto de mi parte irme
por algo así y mis padres me conocían.
Además, si les decía el nombre de Izan papá sería capaz de investigarlo y tras
lo que descubrí, no deseaba que lo hicieran porque entonces me exigirían que
me alejara de él y, aunque tendrían razón, yo ya no podía estar lejos de ese
chico.
No había vuelta atrás, debía dejarlo marcharse porque entendía que quisiera
estar con su madre. Ya le habían quitado la oportunidad de ver con vida a su
padre y así me aterrara lo que haría, supe que hubiese actuado igual en su
lugar. Así que tomada de su mano lo dejé guiarme y minutos más tarde estaba
dejándome en manos de Paulo Montés, el padre de Dalia.
—Ten cuidado —le dije a Izan luego de que me diera un último beso—. Y por
favor no tardes —le supliqué.
Me miró unos segundos y asintió, luego se acercó para besar mis mejillas
mojadas y no dejó de hacerlo hasta secarme las lágrimas con sus labios.
—Puedo, pero solo por encima. —explicó y asentí. Dio un suspiro antes de
continuar—. Hubo una cena a la que fuimos como invitados de honor, era para
celebrar el cumpleaños de un socio de papá. En ese momento no quería creer
que él estaba tan inmiscuido en este mundo, así que salí a caminar con la
excusa de tomar un poco de aire fresco cuando lo vi salir a él de esa casa junto
a otro tipo y dirigirse hacia un establo —El corazón se me aceleró al intuir por
dónde iba la cosa.
» Nunca debí hacer eso, pero ya me conoces, soy bastante imprudente. Así que
continué mi camino hasta llegar al establo. Me paralicé al escuchar súplicas, al
oír a papá pidiendo clemencia y me asomé demasiado asustada al pensar que
él estaba en peligro. No fue así. Mi padre solo intercedía por otra persona, no
obstante, el tipo con el que salió de la cena no obedeció y cumplió su cometido.
Le limpié las lágrimas y limpié las mías. También recordé a Izan mencionando
ese apodo y el tono altivo que utilizó con él, demostrándome solo con eso que
no le era grato.
» Pero Izan notó que yo no era feliz al lado de Rinaldo, vio mi agonía y a pesar
de todos los encontronazos que habíamos tenido porque lo juzgué sin
conocerlo, usó sus influencias como hijo del Don de su familia y logró que su
padre le exigiera a Rinaldo que me dejara en paz, asegurando que yo no
hablaría puesto que de hacerlo, me convertiría en una pentita y mi familia
pagaría las consecuencias.
—No escogí esta vida, amiga. Mi padre pertenece a ella desde antes de que yo
naciera, así que me condenó. Tía María lo disfruta, mi madre y yo nunca —
juró y la abracé al saber que ambas necesitábamos de eso.
—Lo sé, cari. Los hijos no escogemos esto, aunque a algunos sí les guste —
señaló y me separé de ella para verla.
—No te diré que Izan es una santa paloma, Essie, el tío tiene su lado oscuro y
ha hecho cosas terribles también, pero ahora sí te puedo asegurar que lo ha
hecho porque le ha tocado hacerlo. Su hermano en cambio nació para disfrutar
la maldad y si tu chico es terrible, te juro que su hermano es despreciable —
soltó con asco y pensé en lo que le hizo a Helena.
Quise preguntarle algo más, pero en ese instante mi móvil sonó y respondí de
inmediato al ver que era Izan.
—Siento tanto lo que estás pasando, Izan —le dije—. Quisiera estar ahí
contigo, no separarme de tu lado y ser tu apoyo en un momento tan duro.
—Eres mi mayor apoyo así no estés físicamente conmigo, pequeño Ónix —aseguró
y sonreí, aunque no me viese.
Hablamos unos minutos más y tras eso cortó para llevar a su madre a firmar
unos documentos y que así les dieran el cuerpo de su padre. Avisándome
también que Filippo estaría pendiente de mí por si necesitaba algo.
El miedo de que algo malo le pasara seguía, sin embargo, que hubiera una
tregua me tranquilizaba un poco.
Pasé el resto del día hablando con Dalia y nos pusimos al corriente sobre todo
lo que estaba pasando y no nos pudimos contar antes, hablé también con mis
padres y por supuesto que notaron mi tristeza; les comenté que las cosas no
andaban bien con mi relación y mentí con que creía que mi novio me estaba
siendo infiel. Papá me puso las cosas fáciles cuando me pidió que fuera a
verlos y les dije que lo pensaría solo para no ser tan obvia.
Por la noche cené con los padres de Dalia y ella, María nos acompañó a pesar
de que dijo que estaba bastante ocupada con ciertos asuntos que debía resolver
lo antes posible e imaginé de qué se trataba. Filippo también se nos unió,
aunque no por mucho tiempo, llegó más bien para asegurarme de que todo
estaba bien dentro de lo que cabía y que estaría para mí en lo que necesitara.
—Yo también, pero espero que podamos hacerlo mejor cuando esto se calme
—dije con esperanza.
Él tenía las manos metidas en los bolsillos de su pantalón casual e hizo una
mueca que aparentaba ser sonrisa. Iba a ir hacia el hospital y me prometió que
Izan estaba protegido.
—Yo también espero eso —aseguró—. Seguiré pendiente de ti, Essie —añadió
como despedida y asentí—. Y también de ti si lo necesitas —dijo hacia Dalia y
vi con sorpresa que mi amiga se puso nerviosa.
Carraspeé para que espabilara, luego de eso le dije que me adelantaría hacia
dentro de la casa porque necesitaba agua. Filippo sonrió entendiendo mi
objetivo y Dalia me miró entrecerrando los ojos, pero solo me encogí de
hombros y me marché enseguida.
—¿Puedo hacerte una pregunta imprudente? —le dije sin rodeos y me miró
con sorpresa.
Tal vez no debía preguntar nada y menos sobre el pasado amoroso de Izan, ya
que no era mi asunto ni sucedió en mi presencia, pero la curiosidad me
mataba.
—Sí, Essie, pero no debes preocuparte por ella. No existe la posibilidad de que
interfiera en vuestra relación —aseguró con humor oscuro y no me atreví
reír—. Se parecía mucho a ti, por cierto —añadió y entonces fui yo la que se
sorprendió —. Y te confieso que al principio pensé que Izan solo se fijó en ti
por eso, por el parecido que tienes con ella y todavía lo tengo a prueba, eh —
soltó y las manos se me pusieron heladas.
—Es solo mi opinión, Essie. No tienes por qué ponerle atención —aseguró y
negué. Me apresuré a abrir la botella y le di un trago al sentir la garganta
seca—, pero te pareces demasiado a Helena y temo que Izan no esté
enamorado en serio de ti sino del recuerdo que le provocas, de que vea a su
chica en ti y por lo mismo se ha obsesionado contigo —añadió y la respiración
se me dificultó.
—Yo…no creo que sea así —dije y ella sonrió con dulzura y pena.
—¿No te parece que todo avanzó muy rápido entre vosotros? —cuestionó y
tragué con dificultad— Y entiendo que eso pueda pasar, cariño, pero lleváis
juntos dos meses o poco más y él te trata como si tuvierais una vida y hasta te
puedo jurar que ya te habrá dicho que te ama y es eso lo que no veo bien,
porque Izan ve en ti al amor de su vida, al verdadero, a la chica que le
arrebataron y si me atrevo a ser tan directa es porque él me confesó que verte a
ti es como tener a Helena de nuevo y le dejé claro que no considero justo que
haga eso. Porque él ama al recuerdo que le provocas, no a la grandiosa mujer
que eres —zanjó—. En cambio tú te has enamorado de él sin inmiscuir tu
pasado, se nota que lo amas.
O sea, estaba segura de que yo lo amaba y temía que fuera muy rápido, pero
Izan me trató siempre de una manera muy especial y creí que por eso mis
sentimientos por él se desarrollaron muy pronto y, que María dijera eso me
dolía porque también tenía mucha lógica.
Sicilia me daba la bienvenida una vez más y confieso que jamás quise volver y
menos para una ocasión como esa. La muerte de Alonzo Gambino, el Don de la
familia, un hombre que a pesar de todo me amó y me protegió a su manera.
—No tardes —pidió Filippo cuando les informé que me quedaría unos
minutos más, luego de que mi padre terminara de ser sepultado y nuestros
acompañantes comenzaran a irse.
Entendí que de cierta manera nadie quería estar más tiempo del debido en la
mansión, puesto que temían que en cualquier momento llegaran a
reclamarme para darme el castigo que merecía por lo que según ellos hice, ya
que ni siquiera les importaba el dinero que perdieron si no la traición que
cometí y la forma en la los expuse.
Sonreí de lado con ironía y negué. A pesar de que mis padres nos amaban por
igual, padre siempre soñó con que yo ocupara su lugar y su mirada
decepcionada cuando le dije que jamás lo haría, todavía la recordaba. Sin
embargo, aceptó mi decisión, demostrándome que siempre sería más
importante para él que cualquier otra cosa.
—Me duele como nunca sabrás, el perderte y que te hayas ido creyéndome un
arrepentido —susurré a la nada.
Ni siquiera hablamos por última vez, no tuve la oportunidad de decirle que así
odiara esta vida, jamás sería capaz de traicionarlo… ¡Mierda! Ni siquiera era
capaz de traicionar a mi hermano incluso después de lo que me hizo.
Se paró a mi lado y miró las rosas rojas que adornaban la sepultura de papá.
—Así que también jugó con los N’dragheta —dije y reí irónico—. Sabes,
Grazia —comenté y la miré—. Mi tranquilidad es debido a que no me importa
colaborar con la mafia y si lo hago con mi familia es solo porque la valoro, así
estemos jodidos por dentro —expliqué y ella asintió, sabiendo que era
consciente de que no me llevaba bien con mi hermano—. Pero cometen un
grave error al subestimarme y sobre todo, al tocar a la única persona que me
importa incluso más que mis padres o mi jodido hermano.
—Me alegra que sepas calcular tus pasos y entiendas hasta dónde puedes
llegar conmigo —dije y sonrió entre divertida y sorprendida.
—El cachorrito —repetí con una risa burlona y me giré un poco para acercar
mi rostro a ella y hablarle en el oído—. El cachorrito sabe usar las garras
cuando tocan lo que no deben —admití, pero también fue una advertencia.
Volví la mirada hacia la tumba de papá y pensé en mi siguiente paso solo por
unos segundos.
—Lleva a esa persona a los establos y avisa a los demás para que estén
presentes. Te quedarás cerca de mí, Grazia y si intuyes que hablará con todos
los presentes entonces evítalo hasta que puedas cortarle la lengua —demandé
y sentí su mirada sorprendida.
No hubo doble sentido en mis palabras y menos con ella. Grazia también
entendió eso, ya que me conocía de años y sabía que, a pesar de mi fama, no
era de los hombres que se acostaba con una y con otra al estar en una relación
seria. Y lo mío con Essie iba más allá de eso.
—No está siendo fácil —confesé mirando a donde estaba sepultado mi padre.
Fruncí el ceño incrédulo, era la tercera vez que hacía eso y luego de hablar con
Grazia comencé a sospechar la razón y eso me bastó para perder los
escrúpulos que seguía teniendo.
Decidí llamar a Aleph antes de que girara sus órdenes y le pedí que esperara
por mí.
Pero no era solo una mujer hermosa, también manejaba un poder que todos en
la mafia deseaban. Un puente que todo hombre poderoso que me rodeaba
necesitaba, pues era la sobrina consentida del capo de capos en la Cosa Nostra,
pero también la nieta del capo de la mafia calabresa. Con Lorenza se abrían
con facilidad las puertas de dos mundos y por lo que sospechaba, alguien ya
había conseguido lo que ella podía dar.
—Me alegra verte, Izan —dijo y me abrazó para luego darme un beso en cada
mejilla.
—Bien, entonces te dejo seguir con tu camino, pero cualquier cosa que
necesites no dudes en decirme, estaré encantada de ayudar a mi familia —dijo
y la miré alzando una ceja, ella sonrió tímida en respuesta y tras eso bufé una
sonrisa y negué.
—Te veo luego, Lorenza —me despedí sin decir más y me incliné para besar
sus mejillas de nuevo.
Esa mansión se convirtió en una especie de prisión para mí años atrás, en ella
viví mis peores momentos y los continuaba viviendo según comprobaba.
Filippo abrió la puerta de madera de la oficina que perteneció a padre y respiré
profundo antes de entrar.
—No cierres —le pedí a Filippo luego de entrar y ver su intención de cerrar.
Aleph se encontraba en un extremo de la mesa larga que sirvió para que padre
se reuniera con sus colegas cuando estaba vivo, su vestimenta negra era
similar a la mía, con la diferencia que su camisa dejaba al descubierto su cuello
y los tatuajes en él.
Me hizo una seña con la mano para que me sentara en el extremo opuesto de la
mesa y opté por quedarme de pie y cruzar los brazos a la altura de mi pecho.
Sonrió de lado al ver mi desafío y negó.
Estaba sentado, así que se había llevado una mano a la barbilla y cuando me
escuchó alzó las cejas sin poder creer lo que le decía.
—Ella no es la única que puede mover ese lado de la mafia ni tú el único con
conexiones en Calabria —dije y sonrió de lado al entender lo que quise
insinuar.
—Me gusta cuando hablas como un Gambino, ya sabes, cuando sacas ese lado
tuyo al que te niegas a ceder —dijo y Donato nos miró sin entender.
—Vaya, gracias por eso —largó Aleph— ¡Mierda, Izan! No sé por qué insistes
en hacerme de lado cuando solo busco ayudarte.
—Está bien, pero recuerda que Alonzo también era mi padre, así que cédeme
cinco minutos con ese hijo de puta —pidió.
—Por supuesto que los tendrás, sobre todo cuando es tu maldita culpa que
estuviera cerca de mí —solté y su sorpresa fue grande al entenderme.
—Izan…
—Lo siento, fue solo una bofetada pequeña —dijo y medio sonreí.
Me metí las manos en los bolsillos delanteros del pantalón y solté el aire
viendo hacia el techo, recordando cada paso que di con ella, cada consejo que
seguí creyendo que porque mi hermano la puso a mi lado como mi consigliere,
me respetaría tanto como yo a ella. Pero ahí estábamos, con mi padre muerto,
Essie con un trauma por lo que se vio obligada a hacer y yo como
un pentito ante la mafia.
—Lo soy, pero mi bondad termina cuando sobrepasan mi límite y solo tengo
uno, María —dije y me miró con terror— y Aleph ha sido el único en cruzarlo
antes de ti cuando me arrebató a Helena —añadí y sin reparo presioné más su
barbilla haciéndola chillar. No me importó su dolor y la halé hasta poder
susurrar en su oído—. Te hubiera perdonado todo, menos que te metieras con
Essie —solté.
Le hice una seña con la cabeza a Grazia para que la castigara por
mí, la calabresa sonrió feliz y se acercó con toda la intención de
golpearla en el rostro con una de sus botas que parecía bastante
pesada.
El hombre era mayor que Aleph por dos años, pero a sus treinta ya
se le conocía como un tipo duro y astuto, así que no me extrañaba
que se llevara tan bien con mi hermano como para convertirse en
su hombre de confianza.
Él, Donato, Filippo, Grazia y yo éramos los más jóvenes del grupo,
los demás eran personas ya mayores y con bastante experiencia.
—Tómate los minutos que quieras, solo deja algo para Grazia, es
su derecho —dije y me di la vuelta para salir de ahí cuando sentí
un sudor frío en la frente.
Caminé a paso rápido fuera de ahí y al coger el blazzer saqué el
móvil para hacer esa llamada a la que tanto me negué, pero que ya
era más que necesaria y mientras esperaba a que me respondieran
respiré profundo, rogando para no desvanecerme.
Vi cuando le abrió la boca, pero no creí que lograra tanto, por eso
me sentí inquieto cuando Aleph decidió quedarse con ella.
____****____
Aleph era unos centímetros más bajo que yo, su cabello rubio
oscuro cuando el mío era negro como la noche y sus ojos claros a
la par de los míos marrones. Éramos agua y aceite, sin embargo,
durante un tiempo nos complementamos como los mejores
compañeros, amigos y hermanos.
Dormir no fue tan fácil sin embargo, ya que por las noches las pesadillas
llegaban a mí, recordándome una y otra vez lo que tuve que hacer para salir
con vida y proteger a Izan mientras él me cuidaba a mí.
Con Izan las cosas no marchaban tan bien y a mi regreso, sabía que debía
enfrentarlo de una vez por todas, ya que no quise hacerlo por teléfono y quería
respetar su luto además.
Mi amigo lo hizo chiste, sin saber lo que iba implícito en esa confesión.
Dalia le había dicho que me marché en un arranque de enojo que tuve con
Izan, para castigarlo y no ponerle fácil que nos reconciliáramos y por supuesto
que Oliver me llamó para pedirme una explicación. En teoría tomé a bien
manejar el hecho de que Izan viera a su ex en mí, en la práctica me dolía que
eso fuera real.
—¿Invitaste a alguien más? —preguntó Oliver cuando el timbre de casa
sonó.
—No —aseguré.
—Sí y papá ha viajado esta mañana a Italia, pero tengo miedo, Essie —
confesó y entendí la razón.
Sin embargo, se negó a hablar frente a Oliver y la comprendí. Los negocios
en los que su familia estaba implicada no eran algo de lo que se podía estar
hablando así sin más y fingió desconocer mucho de la situación para que
nuestro amigo no preguntara nada. Así que con él nos dedicamos a atenderla y
consolarla, hasta que le pedí que se fuera a mi cama y se quedara a dormir
conmigo.
—Sé que hay algo más detrás de todo esto, no me creas tonto, amor —me dijo
luego de avisar que se marcharía, pero que estaría pendiente de nosotras.
—Oli, yo…
—No es solo eso, necesito comentarte algo, pero no te alarmes, solo quiero que
tengas cuidado con esto —dijo y fruncí el ceño.
—Dime —pedí.
¿Era posible que la gente que nos atacó con Izan supieran ya de mí?
—Gracias por avisarme. Estaré pendiente —fue todo lo que le dije a Oliver
y colgué.
Tras eso me fui a ver a la habitación para asegurarme de que Dalia seguía
dormida y en seguida le llamé a papá.
—¡Jum! Te llamo tan seguido como a ella, papá —le recordé y me sonrió.
—Papá, iré directo al grano. —le dije luego y asintió— ¿Por qué uno de los
tipos que trabaja para ti está aquí abajo, cuidando mi apartamento como un
centinela? —inquirí y, ya que estaba bebiendo agua, se atragantó con ella.
Si bien era cierto, el tipo no es que estaba a la deriva, pero Oliver tenía un
buen ojo con los extraños y yo lo reconocí en cuanto mi amigo me dijo dónde
buscar.
—¿Qué pasa, papá? ¿Por qué pones a alguien para que me cuide? —quise
saber.
—Bien, Estrellita mía. Iré al grano igual que tú conmigo —dijo y me preparé
para lo que diría—. A pesar de todo eres mi hija y así tú nos reconozcas desde hace
poco tiempo, yo te conozco de toda la vida y hay muchas cosas en ti que no han
cambiado y sé que tu visita no se debió solo a que tienes el corazón roto —soltó y
suspiré.
Tengo un guardaespaldas.
Lo sé.
—¿Pero por qué le hicieron algo tan atroz? —pregunté sin poder entender
los alcances de ese mundo.
—No lo sé, cariño, eso es lo que papá está tratando de averiguar en Italia
—dijo sorbiéndose la nariz.
Esa noche no pude dormir por pensar tantas cosas y analizar muchas
otras. Estaba viviendo situaciones para las que creí que estaba preparada, pero
tras asesinar a aquellos hombres y dudar del amor de Izan, me estaba
replanteando circunstancias en mi vida que no creí que eran necesarias hasta
que la muerte tan cruel de María me hizo tocar fondo.
Tras eso llamé a William para avisarle que no podía presentarme más al
trabajo debido a que tuve que viajar a mi país y no volvería pronto. Obviamente
Izan había dejado todo arreglado para que no tuviera problemas al regresar,
pero dado que papá decidió ponerme un guardaespaldas, lo sucedido con
María y el ataque que sufrí con el pelinegro, consideré que lo mejor era poner
distancia con lo que tuviera que ver con la mafia.
Incluso si alejarme del mayor peligro era algo casi imposible para mí de
hacer.
Así que aprovechando mi día libre fui a la escuela culinaria, un mes atrás
había pospuesto mi curso y era momento de retomarlo para volver a la
normalidad que no extrañaba, pero que necesitaba en ese instante.
Iba tan distraída cuando llegué al Café de Oliver, luego de hacer lo que
tenía que hacer en la escuela, que no me di cuenta que justo cuando crucé para
entrar por la puerta, él iba saliendo y fue muy amable al sostenerme a mí, en
lugar de aferrarse al vaso de café que llevaba en su mano y que lo hice tirar con
mi descuido.
—Perdóname, en serio —dije avergonzada, llevándome una mano a la
boca porque a pesar de la situación, me dio risa.
—Tanto así —confirmé. Alzó una ceja y me miró con diversión— ¿Me
permites reponerlo? —pedí y vi su intención de negar— Por favor, el dueño
del Café es mi amigo, así que no pienses que lo pagaré —dije.
Usaba gafas de sol, así que noté que miró al suelo solo porque inclinó la
cabeza, luego regresó su mirada hacia mí y bufó una sonrisa.
Era alto y delgado, pero atlético según lo que su suéter de lana y cuello alto me
dejó ver y cuando abrió la puerta para mí, noté tatuajes en sus manos.
Te recargaban de energías.
CAPÍTULO 16
Me la pasé el resto del día en el Café de Oliver, incluso le ayudé a
preparar algunos platillos y le enseñé a hacer otros nuevos.
Estando en la cocina recordé por qué elegí dedicarme a eso:
cocinar me calmaba la mente, me relajaba de una forma
inexplicable.
—Te amo a ti, Essie —dijo de pronto sobre mis labios y traté
de alejarme, pero Izan volvió a besarme sin querer darme
tregua—. Quiero que lo tengas claro siempre —añadió y llevé las
manos a su pecho para separarlo de mí.
Alcé la mirada para verlo a los ojos y juro que me perdí en él.
____****____
—¿Termina bien?
—No lo sé, depende. Si eres de los que se pone triste con las
pelis románticas, entonces creo que el final te destrozaría —me
burlé.
«No te diré que Izan es una santa paloma, Essie, el tío tiene su
lado oscuro y ha hecho cosas terribles también, pero ahora sí te puedo
asegurar que lo ha hecho porque le ha tocado hacerlo. Su hermano en
cambio nació para disfrutar la maldad y si tu chico es terrible, te juro
que su hermano es despreciable».
—No, Essie. Yo no tengo amigos y ella era una traidora que merecía cada
cosa que le sucedió —aseguró y lo desconocí totalmente—. Ya que no solo me
falló a mí y te puso en peligro a ti, sino que jugó a la inteligente vendiéndole
información nuestra a la Camorra y a la policía y, gracias eso mi padre murió,
me vi obligado a exponerte y consiguió que un capo de los N’dragheta fuera
apresado —aseguró—. María sufriría el mismo destino por mi mano o por la
de otra persona.
Busqué una bata de satén para cubrirme y traté de respirar con control
porque saber todo eso era algo que no esperaba.
—Odio que me veas así, Essie, pero te prometo que así me duela, no voy a
mentirte y prefiero que me ames o me dejes, mas siendo quien soy, no
fingiendo ser alguien totalmente diferente contigo solo para que me aceptes
—aclaró.
Qué idiota fui al pensar que alguien que fuera parte de la mafia pudiera ser
un inocente.
—Los estamos investigando y si resultan ser parte del boicot que inició
María, correrán el mismo destino —soltó sin más y negué.
—Lo siento por ti, pero no cederemos en esto y así yo lo haga por
complacerte, ni mi familia o los N’dragheta les dejarán pasar la traición. La
mafia no se maneja así, Essie. Aquí no existe la clemencia y menos las
segundas oportunidades.
—Piensa en que solo hice lo que hice para limpiar mi nombre y así poder
ser libre para verte y amarte sin impedimentos —explicó y me mordí el labio
cuando el llanto me obligó a hacer un puchero— y te juro por mi vida que
llegaré al fondo de todo para comprobar que ni tu amiga ni su padre tienen
algo que ver con lo que hizo María, mientras tanto estará a salvo —añadió y
me alejé cuando se acercó a mí.
—Sé que me has dicho todo lo de María, Dalia y su familia porque confías
en mí y sabes bien que no voy a fallarte en eso —aclaré y negó—, pero acabo
de descubrir que hay verdades que es mejor no saberlas y las tuyas son unas de
esas —solté y vi la tristeza que opacó sus hermosos rasgos.
—Te estoy terminando porque no puedo con tus verdades en este instante
—confesé y sin vergüenza alguna dejó escapar sus lágrimas.
—¡Joder! No puedo creerlo —dijo herido y cerré los ojos dejando que mis
lágrimas siguieran corriendo libres.
Y desee correr detrás de él para detenerlo, pero en ese momento mis pies
no me respondieron y me anclé en mi lugar, llorando y pensando en todo lo
que me había dicho, deseando que alguien me dijera si estaba haciendo bien o
errando al dejarlo marcharse.
____****____
Estaba enseñándole a la chica de cocina una manera más fácil de cocer los
huevos para los emparedados y me lavé las manos para seguir a mi amigo
hacia el mostrador del Café.
—Él lo dijo, no yo. Así que deja de regañarme, amor —pidió Oliver y
sonreí avergonzada.
—No te miente, así que tranquila —pidió él con diversión—. Soy Erick
Llanerch y es un placer conocer a semejante chef tan talentosa —halagó y
sentí cierto orgullo cuando se refirió a mí de esa manera.
Demás está decir el orgullo y satisfacción que sentí al ser elogiada de esa
manera por un chef tan importante y juro que casi me muero de alegría
cuando me pidió trabajar de su mano en el restaurante que tenía en la ciudad.
Un lugar que rivalizaba en excelencia con Casa Gambino y experimenté
sensaciones agridulces cuando tocó ese tema por mera coincidencia del caso y
el mundo culinario.
Dalia seguía en España y había evitado hablar con ella porque no sabía
cómo actuar después de saber lo que Izan me confesó, pero sí le envié algunos
mensajes de texto, ya que me era fácil apoyarla de esa manera, aunque me
sentía hipócrita y a veces culpaba a Izan por obligarme a serlo.
Sin darme cuenta en esa semana había vuelto a aquellos días de mi vida en
donde no sabía ni quién era o qué quería, en donde las horas pasaban y las
desperdiciaba porque no las estaba viviendo.
Mis noches volvieron a ser oscuras y solitarias, sentía que de nuevo no
encajaba y ya nada me estaba alegrando. Me estaba volviendo a perder y me
aterroricé de eso, pero me daba más horror sentir que dependía demasiado de
Izan y por lo mismo prefería enfrentarme sola a nuestra ruptura hasta que
lograra encontrarme de nuevo conmigo misma por mi cuenta.
No respondas por favor, solo ve esta noche al restaurante donde te confesé quién
soy y lo que atravesé, si todavía crees que algún día me perdonarás por ser tan
insegura.
Leí muchas veces ese mensaje tan largo y cuando cogí el valor suficiente lo
envié.
Y no me haría ilusiones porque Oliver me dijo algo muy cierto, podía ser
tarde y, aunque no tenía la intención de darle a Izan o darme falsas
esperanzas, sí quería hablar con él y aclararle muchas cosas, ya que el amor
que le tenía me hacía difícil dejarlo de lado así de fácil.
Justo a las siete estaba terminando de vestirme, había pedido un Uber para
las siete treinta así que todavía me quedaba un poco de tiempo, el mismo que
ocupé para mimar a Luna y contarle lo que pensaba hacer esa noche.
Faltando diez a las ocho estaba entrando al restaurante, siendo guiada por
la recepcionista a la mesa, las manos me sudaban y el corazón me latía como
loco con la expectativa de lo que iba a suceder. A las ocho treinta le pedí a la
mesera una copa de vino y vi el móvil con la esperanza de recibir algún
mensaje, a las nueve me avergoncé porque la mesera llegó a preguntarme si
todavía iba a ordenar algo.
A las nueve con diez minutos decidí salir a la terraza de vidrió, con la
garganta seca y ardiente, con un dolor en el pecho y la mente perdida. Quince
minutos después me concentré en las estrellas y pensé en lo que Oliver me
había dicho esa tarde y justo a las diez de la noche volví a ver a mi espalda.
Izan, mi pelinegro, el hombre del que me enamoré como loca y al cual
desprecié por no decirme la verdad, no estaba ahí.
No llegó.
Era tarde.
Él.
—Desconocido—
CAPÍTULO 18
Tenía un mes exacto trabajando en A Piece of Heaven, el restaurante de Erick
Llanerch. Y fue la mejor decisión que pude haber tomado; entre la escuela
culinaria y el trabajo con él mis días estaban volviendo a la normalidad y poco
a poco sentía que respiraba más tranquila y por mí misma, para mí sobre todo.
Sola y sin depender emocionalmente de otra persona para sentirme feliz.
Pero no había sido fácil, hubo días después de mi ruptura con Izan en los
que me tiré a llorar por toda la noche, deseando escribirle y decirle que,
aunque lo entendiera, también odiaba que no hubiese llegado aquella noche. Y
no lo odiaba a él, me odiaba a mí por jugar de esa manera con él. Luego de eso
comencé a ser consciente de la lección que me dio, pues el chico me demostró
que así me amara como me amó, porque de eso no tenía ninguna duda, ya que
me lo demostró de todas las maneras habidas y por haber, supo elegirse así
mismo antes que a una chica insegura que solo lo estaba haciendo sufrir con
sus indecisiones, incluso amándolo.
Así que le aplaudí, incluso con lágrimas en los ojos lo hice, porque me
enseñó que cuando se tomaba una decisión se debía mantener sin importar lo
que doliera, porque era mejor eso que vivir con alguien que te hiciera perder la
estabilidad emocional con la duda de ahora sí y mañana no.
—No, tú aprendes rápido, querida. Solo te digo las cosas una vez y es
como si te conectaras a mi mente de inmediato —señaló y negué divertida.
Erick era un hombre muy respetuoso que nos trataba a todos como sus
iguales, sus compañeros y no como sus trabajadores. Y era muy bonito de su
parte cuando halagaba en público, pero era sumamente cuidadoso si diría
algún comentario personal para que nadie se sintiera celoso o se tomara como
que en realidad medía nuestras capacidades.
—¡Por supuesto! Mis clientes especiales soñarán por la noche con este
platillo —aseguró feliz y orgulloso.
—Siempre había tenido la idea de que estas personas celebraban este tipo
de cosas en los clubes —mencioné al recordar cuando papá comentaba sobre
que tenía que cerrar alguno de sus clubes por celebraciones especiales de
personas influyentes.
—No, Essie. Hay cierto tipo de personas influyentes que no pueden poner
sus pies en clubes. Eso los denigraría —explicó y lo miré con el ceño fruncido.
Desde que volvió de España solo nos habíamos visto dos o tres veces
gracias a las reuniones de Oliver y Arthur. De lo contrario trataba de evitarla a
toda costa usando como excusa mi trabajo o el curso, ya que no me sentía
cómoda al estar con ella sabiendo lo que sabía y sin poder decirle nada. Aunque
sí le escribía mucho, sobre todo cuando me ganaba la desesperación por saber
si se encontraba bien.
Por mensaje de texto era más fácil comunicarme con mi amiga sin sentir que
mi amor por ella me traicionaría, ya que el que seguía sintiendo por Izan era
más fuerte.
—Tengo unos minutos libres y quería escucharte —le dije cuando respondió
mi llamada.
—¡Al fin, cari! Joder, ese tipo parece que te explota —se quejó y me reí.
—¿¡Qué pasa con él!? ¿¡Qué te ha hecho!? ¿¡Dónde estás, Dalia!? —le pregunté
con el corazón en la garganta.
—Ni que lo digas, Essie —concordó y respiré profundo—, pero bien. A lo que
quiero llegar es a que Filippo ha estado cerca de mí últimamente y hace unas horas
me invitó a salir —confesó emocionada.
Yo me quedé en silencio, sin poder procesar un pensamiento coherente, ya
que todo lo que imaginé fue que podía ser posible que esa solo fuera una
táctica de Filippo para estar más cerca de ella y así investigarla mejor y odié
que la usara de esa manera, porque Dalia se escuchaba emocionada y me dolía
que solo fueran a jugar con sus sentimientos de ser así.
—Essie, Erick pide que vayas a cambiarte la Filipina por una limpia y te
arregles un poco, ya que los invitados piden conocer a la chef que le ayudó esta
noche —me avisó, Diane.
Era la misma chica que llegó a llamar a Erick horas antes para que se
encargara de preparar la zona donde estarían esas personas importante. Y me
puse muy nerviosa con esa solicitud, pero obedecí de inmediato. Corrí hacia
los vestidores del restaurante y cogí una Filipina limpia entendiendo a la
perfección la razón de que Erick recomendara tal cosa, pues no daría buena
impresión si llegaba frente a esas personas oliendo a comida y sucia de harina.
—Querida, ven aquí —me llamó Erick con emoción al verme entrar en la
zona ejecutiva.
Habían retirado las demás mesas, dejando solo una circular que decoraron
de una forma sutil pero elegante, Erick estaba de pie cuando lo vi, charlando y
riendo con los seis hombres en esa mesa, dos de ellos me daban la espalda.
Era el hombre del Café de Oliver, con el que choqué y a quien terminé
preparándole mi café especial.
—Es un placer conocerte, Essie. Soy Aleph Vander Werf —se presentó y
asentí.
—Bien por ti, Erick. Al parecer ahora sí serás una competencia —comentó
otro de los hombres que parecía ser de la misma edad de Aleph y se presentó
conmigo. Ellos eran a los que vi de espalda en cuanto entré.
Y todos eran muy educados y para nada pretenciosos, algo que agradecí.
—Ha sido un placer conocerlos y espero que sigan disfrutando de lo que les
queda de la velada —les dije cuando Erick me autorizó para marcharme y tras
sus respuestas me di la vuelta agradecida de poder volver a la cocina.
Me sentía rendida, así que rogué para que no se quedaran por mucho tiempo,
ya que quería volver a mi apartamento lo más pronto posible, puesto que ese
día había resultado ser uno lleno con sensaciones agridulces.
—Bueno, resulta que desde hace un mes el café normal me sabe un poco
insípido —confesó y al entenderlo todo me hizo sonreír a mí—. Y este
restaurante está a punto de perder una estrella por no ofrecérmelo tal cual
espero —añadió fingiendo una exigencia altanera que me hizo negar.
Pero al estar ahí frente a mí, recordando mi café y soltando una amenaza
vacía contra el restaurante, solo me hizo verlo como un hombre común y
corriente buscando una excusa para entablar una amistad conmigo.
—¿Quieres acompañarme a la barra? —ofrecí e hice un gesto con mi
barbilla para indicarle por dónde estaba.
—Por supuesto que quiero —aceptó y tras sonreírle me di la vuelta para que
me siguiera.
—Listo, señor Vander Werf, su café tal cual lo pidió —dije al poner la taza
frente a él luego de formar, con un molde y la nuez moscada, un trébol de
cuatro hojas y sonrió de lado.
Había notado que tenía una mirada bastante característica, pues así
tuviera el rostro medio inclinado hacia abajo, solo alzaba la mirada, logrando
parecer peligroso o pícaro según el caso lo mereciera.
—¿Afecta eso con la estrella que desea quitarle al restaurante? —lo evadí
y bufó divertido.
—Demasiado, todo está en tus manos —aseguró y cogí una taza para
servir un café para mí.
—Así que fue a ti al que arrastraron aquí para celebrar que te embaucaron
en alguno de sus negocios —inquirí en tono de broma.
—No, para nada. Aunque si te soy sincera y directa, igual o más que tú, lo
único que espero es no estarte dando una idea equivocada al aceptar estar aquí
y acompañarte con un café —dije y le sonreí sarcástica—. Porque en serio no
es mi intención, Aleph —señalé.
—No sé…de que haya salido a buscarte con la excusa del café y de que
hayas notado que solo quería escapar —comentó encogiéndose de hombros y
negué.
Aleph miró mi gesto alzando una ceja y negó riendo, pero segundos
después cogió su taza y brindó conmigo.
Lo admiré por unos segundos notando que cuando sonreía sus ojos se
cerraban y se le formaban unas pequeñas arrugas en los rabillos, borrando de
su expresión la rudeza y haciéndolo lucir como un tipo joven que era capaz de
disfrutar los pequeños detalles de la vida, incluido un café.
Ya me había explicado que llevaba una vida bastante solitaria debido a sus
viajes constantes.
Solté tremendo suspiro cuando volví a mis días con Izan, pensando en su
sonrisa traviesa, sus palabras subidas de tono y sus toques pecaminosos, pero
quise llorar cuando también viajé a su mirada fría y su capacidad de asesinar
sin sentir remordimiento alguno.
—Más que duro, doloroso —confesé—. Hace poco corté con mi chico y no
ha sido fácil, Aleph. Lo amo y lo extraño como loca, pero también pienso en
que separarnos es lo mejor —acepté con tanta facilidad, que me sorprendí.
Pero una vez más comprendí lo que pensé la primera vez que me crucé con
Aleph, él me hacía sentir de alguna manera llena de energía y una tranquilidad
que solo se lograba tener con una persona a la que ya tenías años de conocer y
ni yo entendía cómo logré eso con ese hombre cuando siempre era cuidadosa
con las personas que dejaba que se acercaran así a mí.
Y no entendía, en serio que no, lo que ese hombre tenía que me hacía
confiarle cosas que jamás le hubiera confesado a un extraño, pero Aleph lo
conseguía fácil. Así que le hablé un poco de lo que pasé con Izan, omitiendo su
nombre y muchas otras cosas, modificando lo que vivimos con el pelinegro
para que pudiera ser una historia contable sin arriesgar nada o exponer a
alguien.
¡Joder! En serio, no es que imaginara una boda, hijos o mascotas con él,
pero sí pensé en que lo nuestro sería duradero y romperíamos las reglas
juntos, demostrando que no se necesitaba tiempo de convivencia para que
nuestro amor fuera verdadero.
—No te tortures así, Essie Black —pidió y quise llorar cuando me llamó
así.
¡Carajo!
Era mi nombre, pero Izan lo hizo tan suyo al llamarme de esa manera
cuando estuvimos juntos, que escucharlo de otro hombre y de una forma tan
íntima no se sintió bien.
—Gracias por tus palabras, Aleph —dije sincera y me puse de pie al ver la
hora en mi reloj.
Y yo me sentía cómoda.
—Solo dime Essie —pedí con amabilidad—. Me gusta más cómo suena mi
nombre a secas —añadí y me miró comprensivo.
Volví a ver hacia atrás cuando sentí la sensación en mi nuca de que alguien
me observaba y no me equivoqué, Aleph seguía de pie donde lo dejé, viéndome
y cuando se percató de que lo caché, sonrió e hizo una despedida hacia mí muy
única de su parte, pues se llevó dos dedos a la sien derecha con la palma al
frente y el brazo en posición perpendicular al suelo, muy al estilo militar,
aunque sin ponerse firme, y negué en respuesta para luego sonreírle.
____****____
No era de mi agrado servir de mal tercio con nadie, pero Oliver insistió como
nunca hasta el punto de ir a mi apartamento a sacarme a rastras para que fuera
a cenar con él y Arthur. Su chico había conseguido que le montaran una
exposición en uno de los museos importantes de Londres y querían celebrarlo
yendo a un restaurante de lujo y, casi asesiné a mi amigo cuando vi que la
reservación la tenían en The Shard, el rascacielos que solo con dos visitas se
convirtió para mí en lo mejor y peor de la ciudad.
Ya habían pasado dos semanas desde mi charla con Aleph y tres días
después Erick me comentó que el chico le había pedido ayuda para conseguir
mi número telefónico, añadiendo también que le dijo que me preguntara a mí
si no había problemas con que se lo diera y no lo vi ni lo tomé a mal, así que le
di mi permiso para que se lo pasara si volvía pedírselo.
Yo estaba frente a ellos, así que daba la espalda a donde sea que Arthur
señaló, pero apreté los palillos entre mis manos solo con la simple mención
del nombre del pelinegro.
—No, no…no discutan por favor —supliqué y me llevé las manos a la boca
como si estuviera rezando y Oliver me observó apenado.
Yo solo rogué para que bajaran la voz y no hicieran que Izan se percatara
de su presencia y con ellos también de la mía. Y menos si estaba acompañado.
Y Oliver quiso seguir alegando, mas no se lo permití, solo me puse de pie y sin
volver a ver detrás de mí los besé y comencé a irme. Alcanzando los escalones
de inmediato, ya que estábamos en el segundo piso dentro del restaurante,
pero justo cuando giré para tomarme del pasamano, la mirada me traicionó y
miré hacia donde Arthur había señalado antes.
Y sí, era Izan quien estaba en unas mesas atrás, acompañado de una
pelinegra que le tomaba la mano en ese momento mientras él le limpiaba algo
de la mejilla y si mi corazón se había hecho pedazos antes, en ese instante esos
pedazos explotaron al imaginar que a lo mejor la vida le jugó una mala pasada,
o su hermano, y Helena vivía en realidad y volvió a los brazos de su amado en
cuanto tuvo la oportunidad.
Miré una vez más para todos lados y comencé a caminar, no quería llegar
a mi apartamento porque sabía que al encerrarme sería para pensar más en lo
que vi y necesitaba dejar de sentir ese dolor que me quemaba el pecho, así que
deambulé por todas las calles aledañas al rascacielos, dándole toda mi
atención a las tiendas, galerías o restaurantes, aunque por más que lo
intentaba, la imagen de Izan con esa chica me torturaba a fuego lento.
—No, Iz… —Abrí los ojos enormes al darme cuenta de lo que diría, de
cómo lo llamaría y sentí tremenda vergüenza— No te preocupes —me
apresuré a decir y me di un golpe en la cabeza, Aleph solo se quedó en silencio
escuchándome—, la verdad es que solo necesito estar sola para pensar un
poco.
—No, cariño. Nada que te ponga así puede ser una tontería —zanjó y negué.
Miré para otro lado y traté de respirar porque en serio no deseaba montar un
espectáculo—. Háblame, Estrellita. No me dejes de lado, soy tu hermano y quiero
estar para ti cuando más me necesites. Te prometo que no le diré nada a nuestros
padres —pidió y prometió a la vez.
Respiré profundo.
Dasher una vez me dijo que tenía un corazón de piedra porque así me doliera
lo que me pasaba, nunca soltaba más allá de unas cuantas lágrimas y me reí al
pensar en que sí lloraba a mares y lo comprobé con Izan.
—Lo dejé, Dasher…corté con él por ciertas cosas que no supe manejar ni
entender, por situaciones que se salieron de mis manos. Eso pasó hace un mes
y poco más, pero no me había dado la oportunidad de sufrir esta ruptura como
en este instante porque de cierta manera mantuve una esperanza —dije y lo vi
llevarse una mano a la frente para masajearse.
—¿Qué te quitó esa esperanza? —inquirió con la voz ronca y me quedé viendo a
un punto en específico en la calle hasta que mi mirada se volvió borrosa.
—Lo acabo de ver con otra chica y ni siquiera sé si son algo o solo son amigos,
o es una prima, tía, que se yo… —me quejé.
—Sé lo que estás sintiendo, nena y no te voy a mentir con que ya pasará, porque
según entiendo, ese hijo de puta no solo ha sido tu primer amor sino también el que
creías tu indicado y solo te vi as… —Se quedó en silencio de pronto y lo miré con
sorpresa—. Olvídalo —pidió y negué.
—Por supuesto que no, Dasher. Termina de hablar —exigí y negó— ¡Dasher!
—advertí.
—No quiero hablarte de antes, cariño —zanjó y negué—. Porque cuando abres las
puertas del pasado, el futuro puede cambiar —Lo miré incrédula—. Y tú te fuiste a
Londres precisamente porque no querías a nadie hablándote de lo que sucedió y ya
no recuerdas, solo estoy respetando tus deseos.
—Tus preguntas me dan miedo —confesó y lo miré con ganas de sacarlo por la
pantalla y ahorcarlo, cosa que lo hizo reír.
—Sí, Essie. Lo estuviste y ese cabrón también te hizo llorar como estás llorando
ahora por este otro —aseguró y la sorpresa me dejó helada.
—Es porque nunca se lo confesaste, incluso cuando te vio llorar por ese cabrón —
aseguró y me pareció increíble, ya que mamá era la persona en quien más
confiaba—. De hecho, esa vez fue la primera en la que confiaste en mí. No sé si
porque te amenacé con ir a tu escuela y darle una paliza a cada chico que fuera
cercano a ti o porque en realidad querías contármelo, pero me obligaste a hacerte
un juramento de sangre antes de confesármelo, Estrellita —soltó y me reí, lo hice
de verdad, disfrutando por primera vez de que me hablaran de quién fui.
—Sí, nos hicimos más cercanos después de eso y tras demostrarte que jamás
traicionaría tu confianza —aseguró.
—Con gusto, nena. Pero vete a casa y te voy contando todo —Asentí de acuerdo y
tomé un taxi justo cuando uno iba por donde me encontraba y cuando Dasher
se aseguró de que me subí y me hizo mandarle mi ubicación, comenzó a
hablarme de mi primer amor del pasado.
Lo conocí cuando solo tenía trece años, justo cuando entró a mi escuela y,
aunque no íbamos al mismo salón sí coincidimos en el equipo de matemáticas;
según Dasher, le confesé que mi conexión con ese chico fue instantánea, pero
nos mantuvimos como amigos durante dos años, los mejores amigos para ser
exacta.
Aunque casi al cumplir mis quince yo ya sentía algo más por él, sin embargo,
viví el amor cliché de los libros, ese donde los mejores amigos se aman, mas
no se dicen nada por temor a joder la amistad y me reí porque lo que para mí
era tierno, lindo y mágico, para mi hermano fue su peor pesadilla.
—Por favor, Dasher. No me digas que lo encontré en la cama con otra —dije
divertida.
—¡Puf! Hubiera querido que reaccionaras así entonces, Essie. Porque en ese
momento te rompiste y esto que él no te debía nada —comentó y negué—. Lo
peor de todo es que después de eso, en lugar de alejarte de él le permitiste que te
explicara cómo se sentía y terminaron siendo novios. Sin embargo…—La voz de mi
hermano cambió de pronto a una triste y fruncí el ceño.
—Estabas muy enamorada de él, Essie, locamente enamorada como se está a esa
edad. Él era tu primer amor y tú el suyo, pero ambos dependían de sus padres y los
de él decidieron mudarse de país. Yo ya vivía acá en Virginia Beach cuando te
confesó que se iría y en tu arranque de enojo le pediste a nuestros padres que te
dejaran venir a visitarme para aprovechar las vacaciones. Ellos no supieron la
verdadera razón de que quisieras venir y yo te dejé sola en un momento duro para
ti —soltó y su voz se quebró.
Dasher soltó un sollozo y yo solo apreté los ojos para que mis lágrimas cayeran
libres sabiendo lo que no se atrevía a decirme y viendo su dolor cuando
comenzó a llorar.
Siempre escuché a escondidas que mis padres decían que Dasher cambió
mucho desde que pasó lo del atentado donde perdí la memoria, que veían que
él se echaba la culpa de todo y se lo adjudicaron a que sucedió cuando estuve
bajo su cuidado. Yo nunca le encontré la lógica a eso porque nadie era más
culpable que el malnacido que disparó esa arma y me robó la vida, pero justo
en ese instante entendí el verdadero trasfondo de que mi hermano se sintiera
así.
—No te culpes más por algo que no hiciste, Dasher y piensa que si ese día nos
hubieras acompañado como Aiden planeó, a lo mejor nuestros padres habrían
llorado la muerte de dos hijos y eso no sería justo.
—Lo sé, Essie y te juro que si ese hijo de puta que te dañó siguiera con vida, me
dedicaría día y noche a encontrarlo para hacerle pagar el que te robara los
sueños —juró y lo miré con sorpresa.
—Papá lo asesinó hace unos años —confesó y me quedé sin habla por varios
minutos.
—No, Dasher. Solo me siento mal por la satisfacción que siento al saber eso —
confesé—. El gozo que me provoca darme cuenta de que papá asesinó a ese
malnacido no debe ser normal —añadí.
—Lo es para la chica que merecía que la vengaran —señaló con convicción y le
creí.
Y por alguna razón que no entendí, ese nombre resonó en mi cabeza hasta
provocarme jaqueca.
CAPÍTULO 21
Corté la llamada con mi hermano y me fui directo a la cocina por un vaso con
agua y en busca de mis medicamentos, me apreté la cabeza luego de beberlos y
cerré los ojos con fuerza tratando de respirar profundo y rogando para que el
dolor disminuyera, pero me preocupé cuando en lugar de eso el aire comenzó a
faltarme y el dolor de cabeza aumentó. Sentí que la saliva se me estaba
poniendo rala y tragué con dificultad.
Luna maulló con dolor en cuanto lo pisé y le pedí perdón, pero lo dejé ahí
sin poder mimarlo, ya que me urgía llegar a la habitación y conseguir el aceite
de lavanda.
Ese nombre me lo decían una y otra vez en mi cabeza, era mi voz. Miré
para todos lados tratando de enfocarme en algo, intentando aferrarme a la
realidad. Logré poner un poco de aceite en mi mano y lo restregué en mi
pecho, cuello y cerca de mis orejas. Vi mi libro de Ladrón de Recuerdos en la
mesita de noche y lo tomé para ojearlo y encontrar mi parte favorita.
—¡No, no, no, no! ¡Déjame por favor! —supliqué cuando sentí que me
agarraron de los hombros y me arrastraron dos pasos.
Me aferré a mi libro, era mi cable y no quería soltarlo. Luna maulló de
nuevo de forma intensa y traté de concentrarme en él.
Apreté los ojos con fuerza y choqué con la isla dejando caer el libro y
buscando a tientas el móvil y cuando lo encontré me recosté en la pared más
cercana y comencé a arrastrarme hasta llegar al suelo.
—¡Essie!
—¡Joder, Essie! No, no hay ningún Demian. Escúchame, nena. Estás en casa,
voy para ahí. Solo concéntrate en mí, ¿sí? —suplicó.
—¿Essie, qué te gusta hacer? Cuéntamelo, cariño —volvió a pedir con súplica
y apreté los ojos.
—Eso es, Essie. Así, respira conmigo —pidió y comencé a oír los golpes de
sus respiraciones profundas—. Ves qué fácil es… eso, nena, así. Lo haces bien,
continúa —me animó al escucharme.
—No, Essie. No digas ese nombre. Mejor háblame de la receta que más difícil
ha sido para ti —pidió.
Vi el móvil y lo tiré.
—Demian Sellers, Demian Sellers. No, no, no, no. No me robes mis
recuerdos, por favor —lloré—. No quiero oscuridad, no quiero oscuridad. Por
favor, te lo suplico, no me lo robes —dije una y otra vez.
Luna maulló más fuerte y sentí que rozó mis piernas. Veía todo oscuro,
borroso.
—¡Ya, nena! ¡Ya! Respira, por favor, respira. Aférrate a mí —Era la misma
voz del teléfono—. Hazlo conmigo —pidió y sentí su pecho subir y bajar.
—Eso, así es. Continúa así —me animó y con cada respiración que daba
más me llenaba los pulmones de ese olor tan rico que usaba.
—Me llamaste, Essie. Estabas aterrada y decías cosas que no entendí, pero
imaginé que habías entrado en un ataque de pánico. Mientras hablábamos le
pedí a Erick tu dirección y me la dio cuando le dije que algo te pasaba y
necesitaba venir a ayudarte —explicó y sin pensarlo puse las manos en sus
rodillas.
—Bien, me voy entonces —dijo y presioné las manos en sus rodillas para
no permitir que se pusiera de pie.
—No, Aleph. Te llamé por error y me da mucha vergüenza haberte sacado
de la cama en esas fachas tan indignas para un empresario como tú —dije en
broma y se mordió el labio inferior mientras reía. Negando, con la cabeza
echada hacia atrás y presionada a la pared—. Pero me alegra que seas tú quien
esté aquí —acepté y me miró.
—¿Quieres acompañarme con un té? —le ofrecí siendo eso lo menos que
podía hacer después de que me apoyara en una situación bastante difícil.
—Ya has hecho mucho por mí, Aleph —le dije y negó.
Pero accedí y tras decirle dónde estaba todo se puso de pie y me ayudó a
mí a hacerlo. Me mareé un poco por el dolor de cabeza que sentía y con su
apoyo me senté en uno de los taburetes de la isla, recargué los codos ahí y me
llevé las manos al rostro para restregarlo y buscar el alivio de alguna manera.
—No tenía un ataque desde hace mucho. Dos o tres años quizá, ya no lo
recuerdo bien —comenté y escuché cuando tomó la tetera, encendió la estufa
y luego la llenó de agua.
Mi cabello estaba suelto y sin poder evitarlo gemí cuando metió sus dedos
entre las hebras y comenzó a masajear con la presión justa… ¡Dios! Se sentía
demasiado bien y sus movimientos aliviaban el dolor de inmediato.
Porque no pude abrir más los ojos, me quedé ahí disfrutando de las
atenciones de mi nuevo amigo y me entregué de lleno a los brazos de Morfeo.
CAPÍTULO 22
Me desperté tarde a la mañana siguiente y todo gracias a la llamada insistente
de Oliver. Tenía puesta la ropa de la noche anterior y las mejillas se me
sonrojaron porque lo único que recordaba era a Aleph dándome un masaje y yo
perdiendo la conciencia en su pecho.
¡Perfecto!
Entraría tarde al trabajo, las clases del curso de ese día ya las había
perdido por la hora en la que reaccioné, así que mejor ni me quejaba. De hecho,
Oliver me llamó porque no me vio pasar por su Café y eso lo preocupó, sobre
todo por la manera en la que me fui la noche anterior y por no haberle
respondido ni sus mensajes ni llamadas.
Me debes un té.
Decidí marcarle para darle las gracias por lo que hizo por mí y también
para saber cómo llegué a la cama, cosa que imaginaba, pero igual necesitaba
escucharlo de su boca para avergonzarme, preocuparme y asegurarme de que
no volviera a pasar.
—No, tu gato me ayudó. Él te cogió de las piernas y yo de los brazos. Fue una tarea
bastante complicada —aseguró y me reí.
—Me estoy riendo de las estupideces que pregunto y las que tú me respondes,
así que imagino que sí —dije sincera y se quedó en silencio tras reír, así que
continué—. Ya no pude decirte nada anoche, pero en serio muchas gracias,
Aleph. Ahora mismo soy muy feliz por haberte llamado a ti y no a mi hermano.
Con lo exagerado que es, el pobre se habría muerto de la preocupación por no
poder ayudarme —informé.
—A mí me alegra que así fuera por error, me hayas llamado para poder
ayudarte —aseguró.
—De hecho, creo que se pondrá feliz. Le ha tocado crecer solo con chicos y se sigue
rodeando solo de ellos, así que, hacer una amiga de su mismo sexo le vendrá como
aire fresco —aseguró.
Hubo una ocasión en la que Dasher me dijo que era raro que hablara tanto con
mi gato y hasta me ofreció llevarme un diario para que mejor escribiera en él
como una chica normal. Me reí de su comentario y negué, era un tonto en
muchas ocasiones.
Así que tras analizarlo mucho y pegar un fuerte suspiro, me prometí que no
me agobiaría más por haber amado con tanta intensidad y tan rápido, a un
chico que perdí de manera fugaz tal cual llegó.
—¿Dalia? —dije cuando me bajé del Uber que me llevó a casa y la encontré
fuera del edificio de mi apartamento.
—¡Dios, amiga! Creí que no llegarías nunca —dijo y corrió hasta abrazarme.
Comenzó a darme besos en las mejillas y la aparté como pude. Ella bien sabía
que le huía a sus mimos, pero con más razón me los daba, y ya teniéndola ahí
frente a mí no pude negarme a su invitación. Esa tarde había analizado más
que mi situación amorosa y entendí que era tiempo de dejar de esconderme.
—¿Cómo vas con Filippo? —le dije y su carita ilusionada me lo dijo todo.
—¡Joder, cariño! Ese tipo me tiene flipando, te lo juro. Es tan rudo y tierno a la
vez… ¡Ostias! Tiene esa combinación perfecta que nos vuelve locas —aseguró y
me reí.
Me fue inevitable no perderme por unos segundos entre mis recuerdos con él.
Cerré las piernas de forma instintiva cuando ese recuerdo llegó a mi cabeza y
negué.
—Essie, yo…
Pero le conté sobre mis días entre esas cocinas y sobre algunas anécdotas
divertidas que tenía con mis compañeros. Ella me habló de cómo marchaban
las cosas en Joddy’s sin mencionar a los dueños y me dijo que algunos
compañeros me enviaban sus saludos, ya que sabían que éramos amigas.
—¿No te molesta si le digo a Filippo dónde estamos para que se nos una? Es
que me está preguntando —informó tras ver su móvil y la vi con los ojos
entrecerrados— Por favor, cariño. Me gustaría que compartieras con él para
que lo conozcas mejor, ya que la otra vez no fue…no fueron las mejores
circunstancias —dijo y me quedé seria.
No quería recordar nada de esa vez y estando ahí con Dalia me di cuenta de que
también por eso la había evitado, porque verla me hacía pensar en situaciones
que me dañaron.
«Sigue adelante, Essie. Deja el pasado atrás como ya lo hiciste antes», me dije
y respiré profundo.
—Jamás te haría eso, Essie. Sé lo mucho que te sigue doliendo la situación con
Izan, yo solo busco hacerte parte de mi felicidad —explicó y me sentí mal por
haberla acusado así.
—Bien, lo siento y olvidemos lo que dije. Invita a Filippo si deseas —la animé y
de inmediato se puso de pie para llegar a mí y abrazarme.
Negué y tras eso la vi teclear en su móvil con una rapidez increíble, luego
seguimos charlando de cosas triviales hasta que veinte minutos después la vi
saludar a alguien a lo lejos. Ni siquiera me giré para saber de quién se trataba,
solo alcé la mirada cuando aquel chico rubio llegó a nuestra mesa y saludó a mi
amiga con un beso de pico.
—En serio creí que no te vería hoy —comentó Dalia cuando estábamos
comiendo.
—Lo sé, yo también lo creí. Imaginé que saldría más tarde del hangar, pero el
jet ya estaba listo cuando llegamos, así que Izan y su acompañante pudieron
irse pronto —informó él y tomé el vaso de mi bebida para dar un trago antes
de atragantarme con la comida.
Dalia abrió los ojos en reproche hacia él y en otra ocasión me hubiera reído de
lo cómico que ambos se vieron con los gestos que compartieron.
—Izan y la chica pelinegra bastante guapa que lo acompañaba anoche en un
restaurante chino —les dije a ambos y mi pobre amiga no alcanzó a beber nada
para poder bajarse la comida.
Filippo por su parte solo carraspeó y se limpió los labios con su servilleta.
—Bueno, resulta que fui a ese restaurante con Oli y Arthur y tuve la dicha de
verlos, aunque no creo que ellos me vieran a mí —les dije. Filippo miró hacia
otro lado sintiéndose incómodo y me compadecí de él—. Pero bien, eso ya no
importa. No estamos aquí para hablar de otras personas —los animé y con eso
Dalia entendió que estaba dando por zanjada esa conversación—. Mejor
cuéntame qué te parece Londres, Filippo. ¿Te gusta o preferirías estar en
Italia?
—La primera vez que nos conocimos no sentí que te cayera tan mal —me dijo
tan pronto como Dalia se nos perdió de vista.
—Así que Izan te lo dijo todo —dedujo sorprendido y miré en dirección del
baño para asegurarme de que Dalia no nos sorprendiera.
—Lo hizo y odio lo que estás haciendo, Filippo. Mi amiga no se merece que
juegues con sus ilusiones así. No es necesario que la enamores para
investigarla —espeté en voz baja.
—Ahora entiendo por qué Izan su… —Lo vi apretar la mandíbula antes de
terminar lo que sea que iba a decir y negó con fastidio— Me caes bien, Essie, te
lo juro que sí y admiro que seas tan directa y no te vayas por las ramas, pero
ten cuidado con tus deducciones porque no te imaginas el daño que puedes
causar con una palabra equivocada que sueltes —señaló y lo miré sin
entender.
—No estoy con Dalia por investigar nada, Essie. Me gusta de verdad y no le
pedí que saliéramos hasta que toda la situación se aclarara precisamente para
evitar estas acusaciones —confesó y, aunque me tomó por sorpresa, también
sentí tremendo alivio.
—Solo fue María la pentita, ni Paulo ni Dalia ni los demás Montés tienen idea
de lo que esa escoria hizo —aseguró con asco y por inercia me recosté en mi
silla, cerré los ojos y solté el aire que ni yo sabía que estaba reteniendo.
—¡Joder! He pasado todas estas semanas con el alma en un hilo creyendo que
en cualquier momento me avisarían que mi amiga había desaparecido y luego
la encontrarían desmembrada en algún lugar —confesé.
—Hubieras podido averiguarlo solo con una llamada, Essie o con un mensaje
—señaló y lo miré entendiendo lo no dijo— y te habrías y nos habrías
ahorrado muchas angustias —añadió y tragué con dificultad.
Sintiendo que el corazón me dolió y se me aceleró como loco sin saber bien la
razón o presintiendo que Filippo quiso decirme algo importante, pero se lo
tragó por respeto a su amistad con Izan.
CAPÍTULO 23
Negué, cerré los ojos solo por unos segundos y respiré profundamente. Esa
sensación que me provocaba Izan cada vez que lo veía, cuando escuchaba
hablar de él o se me mencionaba, era arrasadora y no siempre la soportaba.
—Amo a tu amigo, lo sigo haciendo a pesar del tiempo que tenemos separados
y de que posiblemente él ya está feliz con alguien más, pero créeme cuando te
digo que no soy de las que vuelve por una humillación una segunda vez,
Filippo —zanjé con el corazón desbocado.
—¡Joder con esos baños! Por poco y me he mojado el culo —espetó Dalia
llegando de pronto.
Filippo me miró con una ceja rubia alzada, esperando a que le respondiera
y negué. Era momento de zanjar ese tema y evitar tantas taquicardias.
Dalia notó nuestra expresión y preguntó qué pasaba, pero les dije a ambos
que me sentía feliz de verlos a ellos felices, porque sí, se les notaba que
estaban ilusionados el uno con el otro, sin embargo, si seguíamos
compartiendo quería que fuera por la amistad que tenía con Dalia y con él por
ser su chico, no más.
Les dejé claro que buscaba un nuevo comienzo y necesitaba cerrar ciertos
ciclos, así que estaría agradecida con ellos si colaboraban. Filippo negó y
sonrió irónico, pero fue mi momento de observarlo con una ceja alzada y
segundos después asintió de acuerdo. Dalia por supuesto que me apoyaba y me
alentó a tirarme a todos los tíos de la ciudad si eso quería. Me reí por la cara de
sorpresa de Filippo al escuchar tal cosa y más lo hice cuando le preguntó si ella
haría eso si las cosas entre ellos se torcían y mi amiga sin temor a nada asintió.
Rato más tarde Dalia pidió que fuéramos a un club, ya que tenía mucho
tiempo que no iba a uno a bailar y alegó que en serio necesitaba hacerlo, pero
Filippo nos dejó claro que no podía acompañarnos y, aunque yo no entendí la
razón, mi amiga sí, así que con eso me bastó.
Extrañaba a su tía, así que la tuve que ver llorar y lo hice junto a ella. Tal
vez María se ganó su muerte y podía verlo y entenderlo después de semanas,
jugó con la mafia sabiendo las consecuencias y no le importó arriesgar a su
familia.
Pero no lamenté esa muerte por María, lo hice por el daño y pérdidas que
ocasionó tras ella.
Quiero ser un caballero contigo y para eso sería recomendable ir por usted,
bella dama.
¡Auch! Eso me dolió, pero me alegra que me aceptes así. Igual pasaremos por ti a
las cuatro.
Alcé una ceja incrédula pero también divertida por lo que acababa de
responderme y negué. No me esperaba eso para ser sincera.
El día estaba siendo fresco, así que intuí que por la tarde se volvería más frío y
decidí vestirme un poco más formal de cómo estaba acostumbrada, terminé
alaciándome el cabello y noté que ya me había crecido un poco más abajo de
los hombros.
Aleph fue el primero en verme —ya que ella me daba la espalda— y le dijo algo
a la chica señalándome a la vez con su barbilla para que me observara.
Ella seguía riendo, incluso con sus ojos verdes. Tenía unos labios gruesos
pintados de rojo, la nariz respingona y un lunar cerca de la comisura derecha
de su boca.
—¡Madre mía! Perdona mi emoción —dijo todavía riendo lo que me hizo reír a
mí— Soy Renee —se presentó y me tendió la mano queriendo controlar así su
euforia.
Renee nos apuró para subir al coche luego de eso, alegando que su escritora
favorita estaría en la feria y quería ser de las primeras en llegar para poder
tomarse muchas fotos con ella.
Ella y Aleph parecían hermanos. Él, el hermano mayor obligado por sus padres
a llevar a su hermanita a la feria y ella una hermanita bastante caprichosa con
tal de sacarlo de quicio.
Me reí en serio al verlos gastarse bromas, aunque admito que también sentí
nostalgia al pensar en Dasher; me habría encantado recordar mi infancia con
él, ya que la diferencia de nuestras edades era igual a la de Renee y Aleph.
—Te lo juro, Essie. Tienes que leerla, sé que te encantará su nuevo libro y
quisiera decirte de qué se trata, pero no quiero hacerte spoiler. Merece la pena
que sufras, rías, grites y llores con cada una de sus páginas —explicó
mostrándome que en serio era fan de esa escritora.
Íbamos de camino, a punto de llegar a la feria. Ella iba como copiloto, aunque
sentada de lado para poder verme. Aleph era el conductor y en varios
momentos lo caché viéndome por el retrovisor, era una mirada de disculpas
por su amiga, pero también de diversión.
Al llegar a la feria Renee fue quien abrió mi puerta como toda una dama y
Aleph la miró rendido y negando. La pobre de verdad demostraba una emoción
que me parecía increíble.
—No seas tonto, no se trata de la edad sino de la pasión que los escritores
logran despertar en nosotros. —le dije y me miró un tanto avergonzado—
¿Has leído alguna vez? —inquirí.
Aleph miró hacia algunos stands que nos rodeaban y sonreí en mi interior.
Había muchas personas comprando sus libros, Renee ya estaba en la fila
esperando su turno y yo me dejé guiar por él, ya que era quien sabía en dónde
estaba el stand destinado para mi libro favorito.
—¿Y para eso era necesario decirle que soy hermosa? —cuestioné y tosió.
Todos tenían una dedicatoria y descubrí cinco diferentes. La chica que nos
atendió dijo que podía escoger la que más me gustara y pensé en que lo habría
hecho así, aunque no me lo dijera.
Sobre todo cuando tenía en mis manos uno con una dedicatoria que me
estremeció.
Sin poder evitarlo llevé el libro a mi pecho y cerré los ojos tratando de respirar
pausado y así evitar que mis lágrimas salieran.
—Ya he pagado por el libro. Si gustas vamos a otros stands o en busca de Renee
antes de que vuelva loca a esa pobre mujer —aconsejó y asentí.
—Ya me lo has pagado —aseguró y alcé una ceja sin entenderle— ¿Me dejarás
ver tu dedicatoria? —preguntó ignorándome y le di el libro para que leyera.
No sé si mi reacción fue tan impactante como la de él, pero fui capaz de sentir
su dolor, una agonía que mostraban sus ojos incluso cuando sonreía. Y era la
misma que muchas veces vi también en los de Izan.
—Para ser sincero contigo, me han olvidado más veces de las que te imaginas
—confesó—. He sido bastante… fugaz en la vida de muchas personas. Creo que
nací para eso.
De forma inevitable Izan llegó a mi cabeza, ese pelinegro llegó a mi vida para
desestructurar todo el orden de las cosas. Era casi como si desde que recuperé
la memoria me hubieran formado para vivir todo de nuevo de forma ordenada,
paso a paso. En secuencia de los números.
Pero cuando conocí a Izan fue como si del uno me salté al cinco de una vez,
luego al diez y después al veinte. Viví con él un amor tórrido, apasionado,
impactante, apremiado y lleno de una adrenalina que me abrumó porque me
hizo experimentar todas esas cosas de una vez, sin darme pausa.
Por lo mismo tuve una confianza increíble de decirle todo cuando apenas lo
conocía e incluso sin estar juntos, pensaba en que seguía siendo capaz de
confesarle mis secretos sin temor a que los usara en mi contra y sé que él
también conmigo, me lo demostró al hablarme del mundo al que pertenecía,
aun sabiendo que yo podía huir, se arriesgó y no se equivocó.
Porque hui.
Aleph en ese momento era como Oliver o Dalia, confiaba en ellos, pero había
algo que no me dejaba entregarme a ojos cerrados y a lo mejor era porque en
lugar de desestructurar, mantenían mi vida estructurada.
En orden, en calma.
—En serio, gracias por todo, chicos. Me he divertido demasiado con ustedes —
Le dije a Aleph y Renee cuando me bajé del coche.
Habíamos ido a cenar luego de dar muchas vueltas por la feria, cuando con
Renee nos compadecimos del aburrimiento evidente de Aleph. Por momentos
él se alejó de nosotras para tomar algunas llamadas y en esos instantes
aprovechaba para conocer más de su amiga.
Por esa razón se sintió emocionada de conocerme, su vida era entre hombres y
tener amigas le resultaba bastante difícil con el poco tiempo que tenía para
ella.
—Por favor, dime que esta no será la última vez que nos veremos. En serio
necesito una amiga y no es fácil que cualquier chica me caiga tan bien como tú
—dijo Renee y negué—. Te prometo que no me sentiré mal si me pones un
paro porque soy muy cansona.
—Y cuenta con que te lo tendrá que poner muchas veces —le dijo Aleph y ella
lo miró mal.
—Ya tienes mi número telefónico, así que llámame y quedamos para salir
luego —le dije y ella sonrió feliz.
Caminé con Aleph a mi lado y me sorprendí cuando siguió conmigo hasta que
llegué a la puerta de mi apartamento.
—Tú también tienes mi número de móvil, así que llama cuando tu agenda
tenga un chance libre para eso —le dije.
—Será pronto —advirtió y opté por abrir la puerta para no verlo al rostro.
—Muy bien, entonces nuevamente gracias por todo, por mi libro incluido —
añadí y dio un paso hacia atrás para comenzar a irse.
—No era necesario decirle a Renee que eres hermosa, Essie. Lo hice solo
porque quise recalcar esa verdad —respondió al fin mi pregunta y bufé una
risa—. Hasta pronto.
Toda la orilla del lado de adentro de su muñeca estaba roja, un rojo pálido
parecido al de la sangre.
La tenía protegida con gasas, pero hizo un mal movimiento y eso provocó
que volviera a sangrar. Me ofrecí a limpiarlo y ponerle gasas limpias, aunque
se negó diciendo que tenía que irse porque todavía debía resolver algunos
asuntos con respecto a su trabajo.
Le sonreí y le dije que tuviera más cuidado, luego nos despedimos, pero al
entrar en mi apartamento mantuve una espinita que no me dejó estar
tranquila hasta que abrí mi laptop y tecleé su nombre.
No encontré nada.
Lo único que me salía era información sobre una empresa naviera con su
apellido, era bastante famosa e importante, pero solo daban la información
básica, la dirección dónde se encontraba, teléfonos y datos históricos como
cuándo se fundó y cosas así.
Esos dos parecían sacados de un libro y Filippo era como el cabrón que al
fin había encontrado su karma en mi amiga.
—Me encantaría, pero no puedo salir. ¡Carajo! Estoy que me tiro de los pelos
por la desesperación que me provoca este encierro —se quejó y fruncí el ceño.
La verdad era que la chica me caía muy bien y de cierta manera sentía que
su vida era un poco como la mía y no solo en lo solitario.
—Es aquí, señorita Black —dijo el hombre y lo miré con sorpresa cuando me
llamó por mi apellido, aunque no debía mostrarme así sabiendo que Renee
tuvo que decirles.
Estaba vestida con un short de mezclilla negro, roto hasta dejarle ver las bolsas
y una camisa azul marino. Usaba el cabello suelto y natural y no tenía zapatos
puestos, lo que me permitió ver sus pies blancos y sus uñas pintadas de negro.
—Lo siento por eso —dijo y negué—. Ven —pidió y me tomó de la mano.
Tras eso cogió mi bolso y lo dejó en una mesa delgada del recibidor y me
condujo a la sala donde había arreglado la mesa de centro con frutas, jamones,
quesos, bebidas, frituras, de todo. Tenía música suave y me invitó a sentarme
en un sofá grande junto con ella.
—Sé que soy muy exagerada, Essie, pero no creas que actúo de esta manera
con todo el mundo y de hecho, soy bastante reservada y hasta seria. A muchas
personas les caigo mal porque les parezco tosca o engreída y la verdad no me
importa, ya que se merecen que sea así con ellos. Pero contigo soy así de…
linda o intensa como quieras verlo, porque no sé, a veces siento como si te
conociera desde hace mucho tiempo, como si fuimos amigas en vidas pasadas
—explicó y me reí.
—Supongo que Aleph tiene razón al decirme que te rodeas solo de chicos y por
lo mismo adoptas esa postura engreída —le dije y asintió.
—Me cuesta creer que en este tiempo todavía existan personas que midan la
inteligencia de una mujer por el color de cabello o las curvas —bufé.
Seguimos hablando con Renee de muchas cosas y bebiendo a la vez. Ella era
tan apasionada como yo por los libros y muy sola además. Por eso mismo me
confesó que le encantaba perderse entre historias ficticias, ya que con ellas
conseguía la libertad que no tenía en la realidad.
Rato más tarde nos habíamos terminado dos botellas de vino y me encontraba
descalza y bailando junto a ella cuando salió una canción que nos gustaba a
ambas. Renee parecía comenzar a relajarse entre copas de vino y luego buscó
algo más fuerte, robando de la colección de Aleph una bebida que parecía
hecha de alcohol puro.
Pasé de eso e hice cara de asco solo con el olor. No me sentía borracha ni
achispada, solo relajada y bastante divertida con las tonterías que soltaba
Renee. En un momento dando terminó besándose con una manzana,
jurándome que ya había olvidado cómo hacerlo porque no había estado con un
chico desde hacía mucho tiempo.
Me reí y con torpeza le seguí el ritmo. Renee era muy energética, espontánea y
hasta sencilla. Una mujer golpeada por la vida, pero que aun así seguía
viéndole el lado bueno y disfrutando de los pequeños momentos.
Animada por la chica terminé moviendo las caderas, recordando cuando Abby
me enseñó a hacerlo, y bailándole mientras ella estaba sentada en el sofá
riendo, gritándome piropos y aplaudiendo. Con Renee estaba divirtiéndome
demasiado, dejando atrás muchas cuestiones de mi vida y gozando como debía
hacerlo una chica de mi edad.
—¡Puta madre, Aleph! ¿¡No se suponía que llegabas hasta dentro de dos días!?
—bufó ella y Aleph la miró con una ceja alzada.
—¡Madre mía! —dije, pero me reí sin poderlo evitar—Siento mucho haber
irrumpido en tu casa —añadí.
—Por hoy no es mi casa según veo sino de esta loca —dijo y señaló a Renee.
Nos miramos por unos segundos y nos volvimos a sonreír, luego tomé mi copa
y me senté en el sofá al lado de Renee, comenzamos a charlar y a reírnos. Yo
paré de beber y solo vi cómo poco a poco la rubia iba achispándose cada vez
hasta ponerse borracha.
Negué divertida y comprobé que sin zapatos yo era todavía más baja que él.
—Creo que me sé manejar con esta —dijo y me tomó de las manos para que las
pusiera en sus hombros mientras él llevó las suyas a mi cintura, manteniendo
una distancia prudente para no pisarme.
«You were good to me», sonaba con su melodía tan pausada pero delicada.
—No va a estar bien si esa persona no quiere y me frustra que se comporte así
—bufó y sus ojos se volvieron brillosos—. Y sabes qué es lo más gracioso de
todo esto… —Callé para que hablara— Que puedo obligar al mundo a que haga
lo que se me antoje menos a… menos a esa persona —Tragué con dificultad
cuando dejó escapar una lágrima.
Fue solo una, pero suficiente para estremecerme de pies a cabeza porque me
hizo sentir su impotencia, su tristeza y dolor.
—No te des por vencido, Aleph. Ten fe en que esa persona será capaz de
reaccionar a tiempo.
—Es que tiempo es lo que menos hay, Essie y esto me supera porque he sido
un hijo de puta, un egoísta, la peor mierda que existe y lo seguiría siendo con
tal de ver bien a los míos. Pero pesan más mis errores y seré condenado por
eso siempre —alegó.
—¿Esa persona alguna vez ha visto al hombre que me dejas ver a mí? —quise
saber y asintió.
Nunca se me había acelerado el corazón con él, pero en ese momento lo hizo y
me dio miedo soltar el aire retenido porque si lo hacía tendría que volver a
respirar y eso significa inspirar su fragancia, algo que no me convenía.
—¿Qué…qué te detiene? —solté y abrí los ojos un poco más por la sorpresa que
me causó mi propia pregunta.
—No sería correcto —aseguró, pero se acercó más hasta que sentí que su nariz
rozó la mía.
El vientre se me contrajo por los nervios, puse una mano en su pecho y la que
todavía tenía en su hombro la apreté.
Ninguno cerró los ojos y cuando me separé nos vimos de una forma diferente a
cómo nos habíamos estado viendo en el tiempo que llevábamos
conociéndonos, o al menos yo lo hice.
Sabía a alcohol y a menta, una mezcla que ayudó a que las sensaciones que
me estaba provocando me embriagaran.
—Sí, Essie. Sabes a cielo para mí, algo que podré probar solo en tu boca —
aseguró y me reí, mordiéndome el labio en el proceso.
El pilar era ancho y nos cubría al estar detrás de él, así que no nos vio
juntos y con lo borracha que estaba ni se enteró de que nos sorprendió. La
chica solo se puso a bailar al vernos y con Aleph nos reímos.
Renee era graciosa y espontánea en sus cinco sentidos, pero borracha era
todo un caso, insoportablemente linda, empalagosa y muy sincera. Seguimos
disfrutando y las miradas con Aleph se volvieron más intensas y constantes, él
era muy fácil de leer y a leguas se notaba que quería volver a besarme.
—Gracias por todo —le dije a Aleph al verlo llegar detrás de mí.
Me miraba serio pero no molesto. Era más como si fuera una bestia
estudiando a su presa.
—Sé que eres una mujer independiente, capaz de tomar sus decisiones,
pero no te arriesgues por dejar claro un punto. Porque créeme que lo entiendo
y no trato de imponerme, Essie —aseguró y me acarició la mejilla—, solo
quiero asegurarme de que llegues bien —susurró y cerré los ojos ante su
caricia.
—Si te quedarás más tranquilo, acepto que alguien de los que trabaja para
ti me lleve a casa —dije y alzó una ceja.
—No soy una pequeña tonta, Aleph Vander Werf —respondí con el mismo
tono irónico que él usó antes— y puedo pasar por alto muchas cosas, pero he
notado a la gente que te sigue cuando nos hemos visto antes, así que sé que no
caminas solo —declaré y en ese momento sonrió con orgullo.
—No sé cómo me verás después de esto, pero mereces que sea sincera
contigo, ya que odio que me mientan en la cara y no haré lo mismo con nadie
—sentencié y apretó la mandíbula borrando todo rastro de diversión en su
rostro—. El primer beso que nos dimos me encantó y me hizo sentir cosas que
no creí que fuera capaz de sentir por nadie más que mi ex, sin embargo, la
segunda vez que me besaste lo hiciste con delicadeza, como si estuvieras
implicando sentimientos y no estoy dispuesta a que creas que puedes ir por
ese camino conmigo.
De nuevo estaba siendo voraz y en ese momento más pasional, así que me
vi correspondiéndole en un santiamén. Sus labios medianamente gruesos eran
suaves, fuertes sin ser brutales y pesados. Nos devoramos el uno al otro hasta
que no pudimos controlar las embestidas de nuestras lenguas y los toques de
nuestras manos; estábamos perdiendo contra nuestros deseos y dejándonos
llevar por el frenesí que nos provocábamos. Tanto así, que permití que tocara
mis piernas y que viajara dentro de mi vestido hasta acercarse a mis nalgas.
—Izan… —jadeé sin poder contenerme y me alejé, pero para ese momento
Aleph ya se estaba apartando de mí como si hubiésemos hecho un
cortocircuito— ¡Oh mierda! —chillé avergonzada y aterrorizada.
Yo no merecía ser torturada así con los recuerdos de un hombre que había
dejado de ser parte de mi vida y al cual intentaba olvidar. No era justo ni para
mí ni para nadie que quisiera acercarse a mí.
—Aleph, yo… —Se llevó las manos a la nuca y miró hacia el techo,
negando.
____****____
Comencé a contarles del chico que conocí en el Café meses atrás y cómo lo
encontré de nuevo en el restaurante de Erick, les hablé de Renee y de que
habíamos ido a una feria de libros —cosa que los puso celosos cuando
mencioné la palabra nueva amiga— y lo que me llevó a terminar en la casa de
ese chico la noche anterior.
Les fui totalmente sincera al decirles que no sentí atracción por Aleph
hasta lo que despertó en mí estando en su ático y no negué que desde un
principio me pareció un hombre guapo e interesante, pero nada más. Y cuando
llegué al punto de lo que hicimos y cómo lo llamé, me maldije por no haberles
tomado un pantallazo para inmortalizar sus reacciones.
—¡Me. Cago. En. La. Puta, tía! —fraseó Dalia y me tapé el rostro.
—Lo sé, sé que soy una maldita por eso —me reproché y Oliver negó.
—No, amor. Cometiste una cagada, sí y no vamos a negarlo. Pero no eres una
maldita, simplemente todas estas emociones siguen siendo nuevas para ti y
acostumbrarse a ellas no es fácil. ¡Mierda! Si yo cometo errores con Arthur y mira el
tiempo que tenemos juntos.
—¡Oh, vamos hombre! Que no se niega que tú cometes errores, pero no vas
llamado a Arthur con el nombre de otro tío, que esa es la peor cagada del mundo
¡Joder! —alegó Dalia y me mordí el labio para no hacer un puchero.
Mi amiga lo ignoró.
—A lo que voy es, a que te estás estancando con un tío que, no te diré que ya
deberías haber superado, pero no merece la pena que sigas recordando. Cortaron,
Essie. Su relación acabó y no eras ni su esposa ni él está muerto, aún, como para
que le guardes luto.
—¿Cómo que aún? Eso estuvo demás —se quejó Oliver y asentí de acuerdo—
, pero la víbora tiene razón, amor. Ya vimos que Izan siguió con su vida, así que no
es justo que sigas guardándote para él. Eres joven, mereces vivir, dejar ir y
experimentar lo que deseas. Pero sobre todo, tienes que llamar a ese hombre
misterioso y pedirle disculpas. Y si sabe lo que aún pasas por tu ex, te entenderá.
—¿Tú crees?
—¡Puta madre, Dalia! ¡Te odio, maldita! Pero esta vez tienes razón —
concedió Oliver y, ya que estaba en la isla, crucé mis brazos por encima de la
superficie y recosté la cabeza en ellos para no verlos.
Pero no era una cobarde, así que tras respirar profundo y medio acomodarme
el cabello, abrí la puerta y encontré a Aleph detrás de ella. Iba recién duchado y
con su fragancia fresca y especiada un poco más intensa en ese momento, me
observó serio y yo con vergüenza.
—Essie… —me llamó Aleph y le alcé una mano para que esperara.
—¡Puta madre! —bufé en un susurro y me giré hacia Aleph
completamente pálida luego de ver por la mirilla de quién se trataba.
Me llevé las manos al pecho tratando de que mi corazón no latiera tan rápido y
me delatara, negando y esa vez creyendo que iba a morirme de un paro.
Me llevé las manos unidas hacia la boca, como si fuera a rezar, y traté de
no reírme, pero me fue imposible, aunque dejé de hacerlo cuando el timbre
volvió a sonar.
—Por favor —pedí moviendo las manos cerca de mi boca para que viera la
súplica.
—Está bien, Essie, pero esto me lo pagarás caro —señaló y lo miré con
sorpresa—. Por favor, muéstrame en dónde me esconderás —pidió irónico
antes de que le dijera algo y con la mano le señalé el closet.
—¿Pero qué haces aquí? ¿Por qué no me avisaste que vendrías? ¿Dónde
está Abby? —cuestioné al separarme de él e invitarlo a pasar.
—No te gusta que tenga amigas que me hagan vivir cosas que tú ya
viviste, hermanito —señalé y negó— ¿Sabes qué? En lugar de meternos en una
conversación que nos hará discutir antes de siquiera disfrutar de nuestro
reencuentro, mejor vamos a desayunar que muero de hambre y no he tenido
tiempo de comprar nada —pedí.
No quería que Aleph estuviera tanto tiempo escondido, así que era mejor
irnos pronto.
—Tengo mucha hambre, Dash. Y también ya sabes que debo tomar mis
medicamentos a la hora indicada y no puedo hacerlo sin comer —expliqué.
—Bien, piensa en eso la próxima vez que te vayas de fiesta con esas
amigas —dijo irónico y rodé los ojos.
Pero ambos nos reímos y salí antes que él del apartamento cuando abrió la
puerta para mí.
Solo cuando estuve afuera del edificio sentí que respiré tranquila y
entrelacé mi brazo con el de mi hermano para dejarme guiar por él hacia un
coche que estaba aparcado al otro lado de la calle, imaginando que lo alquiló
para esos días que estaría conmigo. Abrí la puerta para meterme, pero me
quedé mirándolo con el ceño fruncido cuando detuvo de abrir la suya y se
quedó mirando hacia otro coche cercano.
Me asusté al reconocer que era de Aleph, pero me obligué a fingir que todo
estaba bien, dejando de lado a mi paranoia jugándome mal.
—Hola a ti, rubio guapo —le dijo a él y sonreí divertida cuando con toda la
confianza del mundo, Renee llegó al lado de mi hermano y le dio un beso igual
que el mío.
Pero creo que fue un poco más escandaloso, ya que Dash tuvo que poner el
dedo índice en su oreja y moverlo para aliviar el dolor que le provocó el
arrebato de mi amiga.
—¡Mierda! Para estar tan cruda como pareces, soportas bien este tipo de
sonidos —se quejó él y mi amiga lo miró con el ceño fruncido cuando se sentó
en la silla libre a su lado.
—Si sabes que los besos de saludo solo es tocarse las mejillas y soltar el
beso al aire, ¿cierto? —inquirió mi hermano y Renee apretó los labios para no
reírse al ver la seriedad con la que Dasher le intentaba explicar eso— Y con un
sonido suave, Renee. Nada de ensordecerlo a uno —siguió Dasher
Mi hermano la miró con el ceño fruncido, sin poder creer que le soltara un
insulto sin pena ni gloria.
—Renee, por favor —le dije sin poder aguantar más la risa y Dasher me
miró incrédulo y negando.
—Ya, hombre. Lo siento, Dasher. La verdad es que para mí esos besos son
muy hipócritas, entonces yo soy de las que, o besa bien o no besa. Y cuando
suenan más fuerte es cuando más me gustan porque me hacen sentir que me
los dan con ganas —explicó ella e hizo cada gesto que pudo para demostrar
también con ellos lo que decía—. Así que trato de que sientan lo mismo —
añadió.
—Yo solo siento que no te puedo escuchar bien porque me has dejado
hecho mierda el tímpano —se quejó Dasher molesto y estallé en carcajadas.
No podía más y sobre todo al ver a Renee indignada por lo que le dijo mi
hermano.
Desde un principio supe que tener a esos dos juntos no sería buena idea,
algo que también me sucedía con Dalia, puesto que mi hermano era muy serio
y hasta gruñón cuando se veía rodeado de personas muy directas y
espontáneas como Dalia o demasiado locas, extrovertidas y sin miedo a las
consecuencias como Renee. Pero ahí estábamos, compartiendo con mi nueva
amiga y riéndonos a escondidas por la cara de pocos amigos de Dasher.
Al menos no a mí.
____****____
—Te sentó bien estar con tu hermano, te veo más relajada —señaló y le
sonreí.
—Siéntate, te tengo que contar lo que pasó cuando recién llegó —le dije y
obedeció de inmediato.
Dalia negó y se descoció de la risa por todo lo que le estaba diciendo y por
supuesto que su humor negro la hizo jugarme bromas que me dieron ganas de
tirarle de los pelos, pero al final terminé riéndome con ella.
—¡Joder, cari! Es que en serio, ese tipo debe traerte muchas ganas como
para soportar que luego de que lo llames por el nombre de Izan, lo escondas en
tu armario. Amiga, te negabas tanto a las relaciones que cuando decidiste dar
ese paso, fuiste a arrasar con todo —celebró y negué.
—¡Ya! No digas nada más sobre eso porque me muero de pena y no quiero
encontrarme con él hoy y recordar eso.
—¡Ah! Así que por eso te estás poniendo tan bella —señaló y sonreí tímida
viéndola por el espejo.
—Ajá, así como yo quiero que Filippo me invite a su casa solo para ver
pelis. —ironizó e hice un gesto de derrota ante ella— ¿Dónde se verán?
—Se llama Aleph Vander Werf y vive en el edificio místico del centro de
Londres —le dije.
—Lo siento, es solo que Filippo me pide que nos veamos —dijo y la miré
extrañada.
—¿Me dijiste que se llama Aleph Vander Werf? ¿El heredero de la naviera?
—preguntó y asentí con una sonrisa— ¿Has estado antes en su casa?
—Sí, Dal. Fue cuando lo llamé por el nombre de Izan. Te lo dije antes, a ti y
a Oli —le recordé.
—Solo necesito verme con Filippo, creo que le pasa algo importante y
quiere decírmelo —explicó—. Cuídate, amiga y avísame por favor —repitió y
fruncí el ceño.
Dalia estaba actuando rara y esperé que no pasara nada grave con Filippo,
sobre todo al verla marcharse como alma en pena.
CAPÍTULO 27
El edificio místico, ubicado en una zona exclusiva, uno de los lugares más
misteriosos del centro de Londres y no hablaba de terror ni nada de eso, me
refería más a los rumores que existían sobre él. Había personas que decían que
ahí vivía parte de la familia real, otros que también indicaban que albergaban a
políticos y famosos, por lo mismo la seguridad era tan extrema como la que
existían en la casa blanca de Estados Unidos.
Así que jamás me imaginé volviendo a ese edificio y esa vez con los nervios a
flor de piel.
—Señorita Black, por aquí por favor —me pidió el mismo hombre de la otra
vez.
Y no necesité claves.
Apreté los puños cuando un tin avisó que habíamos llegado al piso indicado y
un escalofrío me recorrió el cuerpo entero.
—Parece como si hubiese servido alguien de A piece of Heaven —le dije con
una sonrisa al ver que la forma en la que adecuaron cada cosa en el plato era
tal cual como Erick exigía.
—¿Tanto poder tiene, señor Vander Werf? —inquirí burlona y Aleph sonrió
haciendo un ademán con la mano para que comiera.
—Mi amiga Dalia se rio igual que tú cuando le conté sobre eso, aunque
también al añadir que tuve que esconderte en mi closet para que Dasher no te
viera —añadí y me miró con una ceja alzada.
—No hay secretos entre tú y ella, según parece —dijo con tranquilidad y,
aunque asentí, pensé que sí le guardaba algunos.
—No los hay, a pesar de que a veces quiero matarla por sus opiniones tan
directas —admití.
—Lo hice esta tarde, a veces me gusta mantener ciertas cosas solo para mí, de
alguna manera siento que de esa forma controlo mi vida como quiero y no
como otros quieren, pero bueno… me dio una explicación muy válida para que
le hablara un poco de ti, aunque tampoco le dije tanto, solo tu nombre y dónde
vives, ya que luego su novio le pidió que se vieran y no pudimos seguir
hablando.
—Vaya manera que tienes de bajarle el ego a un hombre, Essie. Eres única —
aseguró, pero ese única fue entonado de una forma tan especial, que sentí que
pudo acariciarme solo con unas palabras.
Y no quería que él pensara que estaba haciendo las cosas por lástima, porque
no era así, pero desde que pasó lo que pasó con Aleph y luego de tener que
esconderlo en mi closet, algo cambió en mi forma de verlo. Ya no era más ese
amigo con el que me sentía tranquila sino más bien un hombre interesante que
estaba logrando despertar en mí cosas que creí imposibles.
—No me siento para nada orgullosa de lo que hice la primera vez que estuve
aquí —admití de pronto y fui capaz de escuchar cuando él soltó el aire,
sabiendo que había llegado el momento de hablar.
Cerré los ojos solo un segundo y fui capaz de vernos de nuevo devorándonos la
boca como si no hubiera un mañana.
—Essie, no…
—Lo sigo amando y creo que de alguna manera lo amaré siempre como se ama
al primer amor, pero, aunque quisiera estar con él, no podemos y te
agradecería que no preguntes la razón —advertí con súplica—. Simplemente
quiero seguir adelante, Aleph, merezco vivir mi vida y experimentar lo que
quiera sin que los fantasmas de mi pasado se interpongan.
Aleph no tenía idea de que en serio los míos sí eran fantasmas del pasado, ya
que solo me quedó eso y no recuerdos, pero tampoco iba a explicárselo.
Me llevó hacia una de las paredes de vidrio tintado y me dejó ver la ciudad.
Lucía preciosa con todas las luces encendidas, casi como si estuviera viendo un
cielo estrellado del lado contrario.
—Yo también lucho con mis propios demonios, Essie. Me privo de lo que deseo
por pensar en alguien más y aún así soy juzgado de egoísta —confesó y
recordé el momento del beso, cuando me dijo que no era correcto lo que hacía.
Ambos estábamos uno al lado del otro y en ese momento se giró para quedar
de frente y lo imité.
—Porque sabía que no me conformaría solo con un beso, Essie, porque tiendo
a querer, a desear lo que no es para mí y en tus ojos siempre he visto que
sigues amando a otro. Así que no deseaba arriesgarme de esa manera, pero lo
hice y no me equivoqué —Contuve la respiración cuando me acarició la
barbilla con un solo dedo—. Te besé y ahora quiero volver a hacerlo, necesito
hacerte el amor y demostrarte que también puedes encenderte de pasión en
los brazos de otro y no me importa si eso me hace un hijo de puta —Me mordí
el labio y fruncí el ceño en el instante que se acercó a mí y me alzó la barbilla—
. Me he cansado de dejar lo mejor para los demás y conformarme con lo que
toca y no con lo que de verdad quiero —añadió hablando sobre mi boca.
Ese roce logró que mis labios se entreabrieran y puse una mano en su pecho
sin saber si quería alejarlo o terminarlo de unir a mí.
—Aleph… —jadeé y nos miramos a los ojos— No quiero hacer el amor contigo
—le dije y antes de que pensara otra cosa seguí hablando—, en realidad, no
quiero mezclar sentimientos, pero sí deseo que me hagas arder entre tus
brazos —admití y su mirada se volvió voraz, como si se tratara de un cazador.
—¡Ah! —gemí cuando llevó una mano a mi nuca y enterró los dedos en mi
cabello, tomando un poco de él sin provocar daño y haciendo que echara la
cabeza hacia atrás.
—Dime que sí, Essie —suplicó y me mordió el labio inferior, tirando de él con
fuerza y provocándome un pinchazo que en lugar de dolerme ahí, me dolió en
la entrepierna.
Gemí cuando metió las manos dentro de la falda de mi vestido y acarició mis
piernas hasta arrastrarse cerca de mi centro.
—No pares —le exigí cuando dejó de besarme y me observó como dándome la
última oportunidad para retractarme.
Eché el torso hacia atrás y me apoyé con las manos en la mesa para verlo.
Aleph subió más el vestido hasta dejarlo en mi cintura y se lamió los labios al
ver mi braguita de encaje negro.
—¡Hmm! ¡Joder! —susurré, cerrando los ojos, mordiendo mis labios y girando
un poco el cuello al deleitarme con las sensaciones que me provocó el roce de
su dedo pulgar sobre mi coño.
—Me vuelven loco tus gestos —aseguró él y abrí los ojos para verlo, sonriendo
de lado de paso.
—Si haces a un lado mis bragas y tocas directamente, te volveré más loco con
los que me provocarás —dije y sonrió.
—¡Mierda! Así —confirmé y gemí cuando subió de arriba hacia abajo y luego
en círculos.
Mis caderas comenzaron a buscar los roces de aquel dedo y pronto necesité de
más fricción, sobre todo cuando Aleph bajó las copas de mi vestido con la
mano libre y acarició mis pechos dándome doble placer.
—Me correría solo con lo que me provocan tus gestos —admitió y lo miré con
intensidad.
Busqué más fricción, pero también su boca, tiré de su camisa para que llegara
más cerca y lo besé con ímpetu, jadeando en sus labios y demostrándole
cuánto me gustaba lo que hacía. Y no pude controlar mis gemidos cuando se
metió una de mis tetas a la boca y chupó el pezón con destreza, siendo suave
pero intenso, moviendo la lengua de forma perfecta.
—No, Essie. Ese primer orgasmo me lo voy a tragar completo —fue todo lo
que dijo y enseguida bajó hasta apoyarse en una rodilla y meter el rostro en
mis piernas para encontrar mi coño.
—Puta madre —bufé y lo cogí del pelo cuando con la punta de la lengua buscó
mi clítoris sin abrir mis labios.
Gemí fuerte cuando lo chupó y ayudado por sus dedos abrió mis labios para
tener un mejor acceso, grité cuando mamó mi botón con fuerza y con cuidado
introdujo un dedo en mi vagina. Me descontrolé por completo y abrí las
piernas dándole mayor comodidad, cogiendo su cabeza a la vez y suplicándole
así que no dejara de hacer lo que hacía porque estaba a punto de explotar en mi
clímax.
Nunca pensé que necesitara tanto del sexo como en ese instante, al tener a ese
hombre comiéndome el coño como si se tratara del mejor platillo del mundo.
—¡Para, Aleph! —supliqué y me miró sin entender— Para, por favor. No
quiero correrme así por muy placentero que sea. Te necesito dentro de mí —
exigí y lo cogí de la camisa para encontrarme con su boca.
—Me necesitas dentro de ti —repitió con la voz ronca y ambos tragamos con
dificultad cuando llevé las manos a su cinturón y lo desabroché junto al
pantalón para luego meter la mano dentro del bóxer y sentir su erección.
Mi boca estaba abierta y sin vergüenza alguna me mordí los labios en un gesto
descarado que le indicó lo que sentí al palparlo.
Me abrí de piernas para darle más acceso y apoyé un pie en la silla cercana para
tener otro apoyo. Aleph me tomó de la cintura y tiró de mí hacia la orilla de la
mesa, con una mano guio su polla a mi entrada y no dejó de observarme
mientras se introducía en mí.
—¡Hmm! —gemí.
Su saliva y mis fluidos me tenían húmeda, aun así fue delicado y se introdujo
con cuidado hasta que llegó al fondo.
—Córrete para mí, pequeña perversa —pidió y envolví las piernas en sus
caderas, impidiendo que saliera más de lo debido.
—¿Quieres que vayamos a comer algo? —ofreció Aleph tras salir del
cuarto de baño y negué.
—Esta noche iré a cenar con mis amigos y sus parejas, ¿te gustaría unirte?
—propuse y sentí su sorpresa.
—¿En serio me quieres llevar a una cena de ese tipo? —dijo y lo miré con
el ceño fruncido.
—No tiene nada de malo, Aleph. Que ellos vayan con sus parejas
sentimentales no significa que yo me vea forzada a llevar una, simplemente
pensé en tener compañía para cuando a ellos les dé por darse mimos y yo no
sepa qué hacer —expliqué y contuvo una risa.
—Veo que le huyes a las salidas públicas —señalé con una ceja alzada y
negó.
Arqueé la espalda en ese instante y levanté más las pompas para que se
sacara el bóxer, rocé mi nariz con la suya y jugué con sus labios. Me
encontraba desnuda, así que solo era necesario que se pusiera el preservativo
para comenzar a balancearme en esa parte de su anatomía que se estaba
convirtiendo en mi favorita.
—Así que prefieres irte con tus amigos antes que quedarte conmigo. —
dijo y gimió al final cuando me senté por completo en su erección y me moví
de adelante hacia atrás— ¡Mierda! —bufó y sonreí de lado.
Arrastró las manos de mis nalgas hacia mis caderas y las posó luego en mi
cintura para tratar de controlar mis movimientos. Me mordí el labio con
picardía y usando mis piernas como palanca seguí con el deslizamiento de
adelante hacia atrás. Jadeando y gimiendo de vez en cuando para demostrarle
que no solo lo torturaba a él de esa manera tan deliciosa.
Puse mis manos sobre la suyas y miré hacia el techo, estirando mi cuello
para darle acceso cuando lo tomó sin dañarme. Flexionó sus piernas y
comenzó a tomar el control de los movimientos, cambiándolos a su manera y
penetrándome con pericia hasta la empuñadura.
—Joder, Essie. Follas de maravilla —confesó cuando logró sentarse y
comenzó a besar mi cuello, mamando también pezones mientras yo me
empalaba a mi antojo.
Con Aleph de alguna manera me sentía como una princesa siendo adorada por
su príncipe, era casi como si él me hubiera desflorado y me estuviera
enseñando todo sobre el sexo. A veces se comportaba así, como si entre sus
brazos tuviera a una niña inexperta y no a una mujer que le gustaba que la
follaran duro. Imagino que como decía él, mi carita inocente no dejaba ver a la
chica perversa en mi interior.
____****____
—A ver, tía. No comiences con mentiras que bien sabemos que esta pillina
con suerte y nos menciona —señaló Dalia y ambas rieron.
Filippo se puso de pie cuando Renee se le acercó y fue muy frío con ella,
pero a Renee le dio igual y minutos más tarde todos nos habíamos metido en
una charla muy amena. La rubia se acoplaba de maravilla a las locuras de Oli y
Dalia, así que dejé de preocuparme por eso. Con el italiano las cosas se nos
daban bien después de todo y le agradecía que dejara de lado cómo y por quién
nos conocimos, para concentrarse en un nuevo comienzo conmigo gracias a
mi amiga.
Esa vez Dalia había escogido un restaurante en el que ciertos días también
funcionaba como una pista de baile, y dado que Filippo se negaba a ir a los
clubes, ese lugar le quedó como anillo al dedo.
—Con tu nuevo amigo entonces —dijo y miré hacia donde Dalia bailaba
con Oliver.
Luego tendría que hablar con ella, ya que Filippo podía ser su novio, pero
eso no significaba que tenía que decirle los secretos que yo le confiaba.
—Es raro que Aleph Vander Werf no pueda hacer un espacio para la
diversión, cuando es el dueño del tiempo y puede disponer de él cómo mejor le
place —dijo sarcástico y lo miré con el ceño fruncido.
—No considero que seas un hombre que se vaya por las ramas, Filippo. Así
que si deseas decirme algo, solo hazlo y ya. Ya que veo que conoces mucho de
Aleph —zanjé y negó.
En ese momento pensé en todas las preguntas que Dalia me hizo antes
sobre Aleph y comencé a intuir que a lo mejor no fueron por simple curiosidad
y sí porque Filippo le pidió que las hiciera. Aunque no lograba entender la
razón, ya que estaba descartado que lo hiciera solo por informarle a Izan o
algo por el estilo.
—De ninguna manera, Filippo. Si vas a decir algo, dilo bien y no a medias —le
exigí y negó viendo hacia donde Dalia bailaba con Oliver.
—No alcancé a ver lo que ninguno escribió, pero luego de lo que me dijiste
la otra noche, persuadí a Dalia para que me lo contara. Izan no llegó a donde lo
citaste porque jamás recibió tu mensaje, como tú tampoco recibiste el suyo.
Así que tomé mi bolso y me marché. Mi mente estaba nublada y odié que
todo lo que me planteé después de ese día comenzara a derrumbarse; sentía
como si Filippo acababa de destruir todas mis metas y arruinó lo que ya había
logrado, decepcionándome de mí misma al pensar que no avancé porque quise
sino porque me obligaron a hacerlo y no era justo.
—Dime algo, Essie. ¿Esa noche querías verlo para tratar de solucionar
algo entre o ustedes o solo para dejar claro que no querías seguir de novia de
un mafioso? —preguntó y me tomó por sorpresa.
Recordé que en ese momento solo quería explicarle mis miedos a Izan,
que nos comprendiéramos sin tener que odiarnos o creernos lo peor el uno
para el otro, pero no pensaba en que volviéramos a ser novios, ya que me
sentía demasiado apegada a él y me dio miedo.
—No es tan fácil como piensas —le dije—. En ese momento se me vino
todo encima, Filippo. Me enamoré de él con una rapidez increíble, me enteré
de lo que su familia es y luego me tocó asesinar para poder sobrevivir y de
pronto Izan llegó con la noticia de que estaba implicado en la muerte de… —
Me quedé en silenció y con brusquedad me limpié una lágrima que se me
escapó— Tú y él nacieron en este mundo, Dalia igual, así que no pretendas que
alguien que lo conoce de pronto entienda y vea todo como lo ven ustedes,
porque esto no es como descubrir que tu novio es parte de la realeza o algún
actor famoso. Así que no te atrevas a juzgarme por haber tenido miedo —le
exigí y lo vi con la intención de decirme algo.
—¡Chicos! ¿¡Pero qué está pasando!? —dijo Dalia saliendo del restaurante
y Renee la seguía.
Con Filippo nos miramos por unos largos segundos. Ninguno de los dos se
atrevía a dar una explicación.
—Me voy —les avisé al considerar que ya había sido suficiente por esa
noche—. No me siento bien y quiero irme a casa.
—Vale, cariño, pero dime qué sucede. ¿Qué os ha pasado para que luzcáis
así? —Filippo endureció la mandíbula y yo negué ante la pregunta de mi
amiga.
—¿Quieres que me quede contigo esta noche? —se ofreció Renee cuando nos
subimos al Uber y negué.
—Me he estado acostando con Aleph desde hace un par de semanas, así
que me dirijo a su ático, ya que no tengo ganas de ir a casa y darme la
oportunidad de pensar en cosas que no quiero —solté y ella se quedó pálida al
escucharme.
Y durante un par de minutos no pudo decir nada y creo que tampoco
estaba respirando.
—Por favor, Renee. No digas nada —volví a pedirle y solo tragó con
dificultad.
—Gracias por darme mi espacio —le dije a Renee antes de bajarme del
coche y ella asintió.
Recorrí el pasillo del recibidor hasta entrar en la sala y justo cuando llegué
ahí vi a Aleph bajando los escalones desde la segunda planta. Usaba un
pantalón de pijama y una camisa blanca y lisa, iba descalzo y lucía muy
relajado. Me gustaba verlo así y no solo como el hombre de negocios que
siempre me mostraba.
Mi corazón estaba acelerado desde lo que Filippo me dijo y ese gesto por
parte de Aleph me puso peor.
Sus ojos verdes lucían soñolientos y cuando sonrió me hizo verlo de una
forma que no lo hice antes, aunque quise gritar de furia en cuanto en mi mente
sus ojos se volvieron marrones y sus cejas rubias de color negro.
Esa era la primera vez que me quedaba en su casa a dormir, ya que nunca
me lo permití en otras ocasiones, dejando claro de esa manera que nada de lo
que pasara entre nosotros era debido a algo sentimental. Pero esa noche
quería demostrarme a mí misma que podía seguir adelante sin importar lo que
pudo, o no, haber pasado si Filippo hubiera hablado a tiempo.
El sol ya había salido y estaba en su punto más alto, así que imaginé que ya
eran al menos las diez de la mañana.
Me asustó su reacción y decidí saber qué sucedía, pero cuando salí de la cama
y me acerqué a la puerta escuché que golpeaban la principal en el piso de abajo.
Lo hicieron con violencia y miré hacia toda la recámara para encontrar algo
con qué defenderme en caso de ser necesario.
Pero no por miedo sino más bien por la sorpresa al reconocer aquella voz.
Sin pesarlo más salí de la habitación y corrí por el pasillo hasta alcanzar
los escalones. Varios hombres se encontraban abajo con sus armas
desenfundadas y no me importó ni siquiera la poca ropa que usaba o el peligro
al que iba a enfrentarme, necesitaba llegar abajo y ver con mis propios ojos si
mis oídos o mi mente se equivocaron.
Me llevé las manos a la boca sin poder creer lo que estaba viviendo. La
respiración se me cortó al ver a aquel chico después de tanto tiempo, vestía
todo de negro, estaba solo un poco más delgado y su piel más blanca. Pero su
corte de cabello era el mismo, su aura era exactamente como la recordaba, sin
embargo, su semblante no era la del tipo bromista o pícaro que yo conocí.
—Esto no puede estar pasando, Essie —dijo permitiendo que sus lágrimas
salieran y me rompió el corazón de nuevo—. Dime por favor que no te
atreviste a tanto, hijo de puta —suplicó viendo a Aleph.
—¿Qué está pasando, Izan? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué actúas
así? —pregunté, negándome a creer que fuera del tipo posesivo
que no permitían que una chica que estuvo con ellos antes, hiciera
su vida con alguien más.
—Essie…
—Que te lo diga él, imagino que tiene las bolas para hablarte
con la verdad antes de que tú encajes todo —retó a Aleph y este
negó.
____****____
Cuando llegué a mi apartamento, descalza y vistiendo solo una
camisa que apenas me cubría el culo, me tiré sobre la cama y me
permití llorar para liberar las emociones que se me acumularon en
el camino. El recuerdo de Izan golpeando a Aleph y luego
apuntándole dispuesto a matarlo no me abandonaba, pero más
pensé en lo que fui capaz de hacer para impedirlo.
Tras lamerme las heridas por eso y por las palabras de Izan en el
ascensor y su dolor, decidí que ya no me lamentaría más porque
analicé que no era mi culpa estar en el medio de los Gambino, al
contrario, fui solo una víctima más de sus mierdas y sin
pretenderlo me vi envuelta en sus malditos juegos. Así que ni
siquiera le preguntaría a Dalia o Renee por ellos, no seguiría más
por esa línea.
—Por favor, dime que ya se han ido —le supliqué a Juliana horas
más tarde.
—Lo siento, Essie, creo que debemos esperar un rato más —Bufé
en respuesta y tiré la toalla de manos sobre la enorme isla.
Tras eso le avisé a Juliana que iría al baño porque no soportaba las
ganas de orinar y al encontrar ocupado el del personal del
restaurante, decidí irme al de los clientes. A duras penas alcancé a
llegar sin mearme en el pantalón y me prometí que hablaría con
Erick para que no volviera a contar conmigo en algo inesperado,
ya que lo consideré un abuso.
Había escuchado a Filippo antes dar ese saludo así que sabía que
me decía hola, asentí con una sonrisa y carraspeé antes de hablar.
Era la chica que estaba con Izan semanas atrás y de cerca se veía
más hermosa. Llevaba el cabello negro en una coleta alta muy
estirada y brillaba de una forma increíble por lo lacio que lo tenía.
Izan decía que me llamaba así por mi cabello, pero justo en ese
momento lo dudé. El mío no lucía tan brillante como el de ella.
—Nos alegra mucho que te gustara todo lo que has probado —dije
siendo cortés y me dio una enorme sonrisa.
—Erick está alardeando con un plato que hiciste tú, así que
necesito que todos te conozcan.
—Amor, tienes que robarle esta chef a Erick —dijo Lorenza hacia
Aleph y me quedé en shock.
¡Mierda!
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Le cogí esa mano con la que me tomaba, pero le ensarté las uñas con
fuerza y le di una sonrisa fingida a los presentes.
—Bueno, Essie. Ya que eres novia de Izan y por lo tanto, supongo que también
de confianza, me presento ante ti, mi nombre es Santino Costello —dijo el
señor de forma educada y se acercó a mí para tomar mi mano y besar el dorso
de ella.
—Y si eres novia de mi hijo, ¿por qué te presenta hasta ahora con la familia? —
preguntó a quien ya reconocía como Joddy y miré a Izan con ironía— ¿Será
que eres solo un pasatiempo?
—Madre, ten más respeto por Essie —se apresuró a decir Izan y yo me limité a
sonreír y negué.
—Me encanta cuando eres así de sincera, amore —dijo él con ironía y le sonreí
sin gracia.
Y juro que no quería dañar a Lorenza porque al verla ahí tan amable y tratando
de ser neutral, comprobé que solo era una víctima más, pero odiaba que esos
dos quisieran seguir manipulando todo a su antojo, así que de alguna manera
traté de hacerles sentir lo que yo sentía.
Y me refería a Joddy.
—Así es, mi señora. Essie se refiere a las maravillas que hace en la cocina. A
veces le encanta jactarse de eso —explicó el susodicho y negué.
—Bien, creo que ya estoy sintiendo cierto drama en esto y saben lo mucho que
me molesta —dijo el señor Santino y todos se pusieron serios—. Essie, en
serio me encanta haberte conocido y, ya que los presentes se están olvidando
de algunos modales, quiero tener el honor de presentarte a mi esposa Acilia
Costello —dijo y la otra señora que lucía más amable me dio un asentimiento
como saludo—. Ya conociste a Lorenza, nuestra sobrina y esposa de Aleph —
señaló y le sonreí a la chica.
—Y bueno, ella es tu futura suegra, Joddy Gambino, si es que lo tuyo con Izan
sigue tan serio como lo vemos —A la señora Gambino le regalé una sonrisa
amplia y sé que ella sí vio mi burla implícita.
Y siempre respeté a las personas, sobre todo a las mayores, pero si había algo
que mamá me heredó en mis dos vidas, es que no podía contenerme cuando
sentía que me querían tratar con la punta del pie.
—¡Créelo! Mis tíos van juntos, yo voy con Aleph e Izan no se puede ir solo, a
parte. Joddy no podrá acompañarnos y mientras nuestros hombres están en
reuniones de negocios, nosotras podemos conocernos más —alegó
emocionada.
—Cariño, si ella no quiere ir. No tenemos por qué obligarla —le susurró Aleph.
Bufé burlona y miré a Izan, en serio me estaba costando mucho no decir todo
lo que picaba en mi lengua.
—Vas a tener que extrañarme, amore. Porque tengo mucho trabajo y no puedo
acompañarte por más que desee —le dije a Izan.
—Por supuesto que puedes, Erick no tendrá ningún problema con eso. ¿Cierto,
Erick? —zanjó el señor Costello y apreté mis molares entre sí, estrujándole los
dedos a Izan de paso.
—¡Dios! Pero qué intensos son ustedes, no hay ningún problema en que no
vaya —bufé tratando de controlar la molestia.
—Eh, creo que esto se está saliendo de control. Así que voy a retirarme con mi
novia —avisó Izan y me miró pidiéndome que lo siguiera.
Solo me di la vuelta y marché hacia mi casillero para tomar mis cosas y por
supuesto que Izan me siguió, pero traté de contener todo lo que deseaba
gritarle hasta que estuvimos solos.
—No hablaremos de esto ni aquí ni en ninguna otra parte porque me voy sola
—aclaré y bufó.
—O tomas tus cosas y caminas por tu propio pie o te cargo, Essie Black. No me
tientes en este momento porque no creas que es de mi agrado meterte en esta
mierda —bufó.
—Muévete, Essie —fue todo lo que dijo y dio un paso hacia mí.
Me negué a hablar con él durante todo el camino y solo pensé una y otra vez en
lo que acababa de pasar. En cómo fingimos, en ese hombre que trató de decir
algo y en la frialdad que Santino quería ocultar con su rostro y palabras
amables. También pensé en la emoción de Lorenza y en el descaro de Aleph.
—Si pones un pie de nuevo dentro de mi casa, que sea porque me vas a hablar
con la verdad, Izan. Si no piensas hacerlo, por favor vete a la mierda y déjame
en paz —pedí antes de bajar de su coche cuando llegamos al edificio de mi
apartamento.
Lo escuché bufar, pero también oí cuando cerró la puerta del coche y caminó
detrás de mí. Y por muy cabrones que creyera a los hermanos Gambino, al
menos tenía la certeza de que Izan siempre me fue sincero con las cuestiones
de su familia.
—Bien, por mí que se enteren y así que le den su merecido a Aleph, ya que me
importa una mierda la falta que cometió ante la mafia, pero me repugna que
me usara como lo hizo —largué y rio sin gracia.
—¡Ese es el puto problema, Essie! ¡Que el castigo no será solo para Aleph, van
a querer dañarte a ti porque el hijo de puta no pudo contenerse! —espetó con
ironía.
—¡Yo no sabía que él era casado! No tienen por qué dañarme —grité.
—Te lastimarán para dañarlo a él y castigarlo de esa manera, Essie. Así que
siento mucho haber tenido que fingir que éramos novios, pero en ese
momento fue lo único que se me ocurrió.
—¡Tus padres pueden tener poder, Essie, pero nosotros somos la maldita
mafia, entiéndelo! ¡Joder! —gritó— Ese puto guardaespaldas es un vendido
por eso los Black no tienen una jodida idea de con quién te has estado
revolcando.
Le giré el rostro de una bofetada cuando me gritó lo último con asco y hasta yo
me asusté de mi reacción, pero también me aterroricé cuando me confesó tal
cosa.
—No me reproches lo que hice con tu hermano porque yo no sabía quién era,
tú y yo terminamos, Izan, te fuiste y créeme que siento mucho haber follado
con Aleph, pero no porque creo que estuvo mal sino por el engaño en el que fui
envuelta —aclaré y me tomé la cabeza porque me sentía frustrada, pero
también asustada.
—Tienes razón en eso —concedió—. No me debías nada, así que no tengo por
qué tocar ese tema contigo, lastimosamente te quise alejar de toda mi mierda
y no pude. Y nunca te he mentido con respecto a mi familia o a la mafia. Así
que te suplico que si no piensas irte, entonces ayúdame a demostrar que no
tienes ni tuviste nada con Aleph. Y no lo hago por él, lo hago por ti —aclaró
más tranquilo—. Y no te confundas con eso de que yo te hice parte de mi
maldito juego, porque bien sabes que no es así.
Negué harta de eso, pero tenía razón. Al fin y al cabo Izan se fue luego de que
termináramos y no me buscó más.
—Puedo hablar con mis padres y decirle que ese imbécil los ha traicionado —
señalé refiriéndome al guardaespaldas.
—El problema ahora mismo es que Costello está aquí y eso significa que hay
más personas de la mafia a nuestro alrededor, tus padres no alcanzarían a
hacer nada antes de que te dañen —explicó.
Él seguía de pie.
Ambos miramos a Luna cuando maulló y llegó cerca de nosotros, luego vimos
atentos la comodidad que encontró en el sofá individual. Mi gato era ajeno a lo
que pasaba, vivía en su mundo sin preocuparse más que de tener comida y
agua, o leche.
—¿A qué hora es el vuelo? —pregunté al fin, creyendo que era mi mejor
jugada.
—Prepara tu maleta y te irás conmigo ahora mismo a mi penthouse —Lo miré
y al ver que estaba hablando en serio solo negué.
____****____
Luna viajó conmigo, al principio pensé en dejarlo con Oliver, pero Izan insistió
en que lo llevara a su penthouse aprovechando que Nube estaba allí junto con
Joanne y sentí emoción al volver a ver a la ama de llaves junto a la gata. Como
al principio, viajamos en silencio, aunque en ese momento analicé mejor las
cosas y sentí escalofríos al estar de nuevo en aquel coche que nos defendió de
los asesinos que la mafia utilizó para deshacerse de Izan.
Era obvio que había enviado a reparar el coche entero, ya que lucía como si
jamás sufrimos ningún atentado, pero incluso así llegó un momento en que
deseé hacerle preguntas estúpidas sobre las reparaciones solo para
deshacerme del silencio incómodo que nos embargó.
—Después del atentado vendí la casa en Castle Combe, ya que dejó de ser
mi secreto. Cuando padre murió nos heredó un ático y un penthouse en este
edificio. El ático era para mí, pero Aleph y Lorenza… —Se quedó en silencio al
analizar lo que diría y sonreí irónica.
—Dime las cosas como son, Izan. No te detengas solo porque piensas que me
vas a dañar —le pedí y me miró durante unos segundos.
—Aleph y Lorenza se casaron, así que les cedí el ático como regalo de
bodas, ya que es más espacioso y yo no necesitaba de un lugar tan grande.
El penthouse me quedó perfecto —explicó y asentí.
—¿Por qué el día que llegaste al ático, Lorenza no estaba contigo? —quise
saber.
En efecto, estaba un poco más delgado, pero eso hacía sus facciones más
marcadas y maduras, aunque sus labios no estaban tan rosados como los
recordaba, sin embargo, seguía siendo el tipo… Sacudí la cabeza antes de
seguir en esa línea y agradecí llegar pronto al piso donde estaba su penthouse.
Y como me lo dijo antes, era más pequeño, pero igual de elegante que el ático
de Aleph.
—¡Jo! Esto me ha tomado por sorpresa —le dije a Izan y solo asintió serio.
—¡Por Dios! ¡Essie, qué maravilla verte de nuevo! —saludó Joanne saliendo de
la cocina.
Ella era la única persona del entorno de Izan que me hacía sentir como alguien
normal y lo necesitaba mucho en ese momento.
Rato más tarde la vi cansada y le pedí que se fuera a la cama, ya que no era
necesario que se quedara conmigo, al principio se negó, pero insistí mucho y
terminó por obedecerme. Yo me quedé sentada en el taburete de la isla,
pensando y mirando el fondo de mi taza ya vacía.
El penthouse también tenía dos pisos, pero a diferencia del ático, la planta de
arriba solo mostraba tres habitaciones y desde la sala se veía el barandal de
protección y las puertas de cada una.
—¿Vas a salir? —me atreví a preguntarle antes de que subiera los escalones y
se detuvo.
—Sí, tengo algunas cosas que hacer antes de irnos mañana —respondió.
—Desde aquí puedes indicarme qué habitación es y así te ahorras subir los
escalones —le dije y subí uno de ellos solo para no sentirme tan pequeña
frente a él.
—Es el último —dijo señalando con la mano y miré hacia donde indicó—. Te
veré en la madrugada —añadió hablando bajo, pero lo sentí más cerca de mí y
sin pretenderlo cerré los ojos.
Había algo en ese tono que usaba que era capaz de ponerme muy nerviosa y me
maldije por no controlarme, pero a Izan no le importó, ya que cuando volví a
abrirlos se había ido y solo escuché la puerta cerrarse.
Justo a las tres y media decidí bajar a la cocina para beber otro té y
calmarme. Sufriría de una tremenda jaqueca por no dormir, pero esa fue
misión imposible.
—Tomaré una ducha rápida y nos vamos —fue todo lo que dijo al verme
con mi bolsa de viaje en el hombro.
—Te preparé un té, por si necesitas relajarte —le dije cuando íbamos en el
ascensor.
Negué y decidí no decir nada porque era muy temprano para comenzar a
discutir, aunque me vi tentada a lanzarle el té caliente por idiota. Lo escuché
bufar y por el espejo también lo vi tratando de esconder una sonrisa burlona.
Le respondí tal cuál él lo hizo al ver mi deseo: bufé y sonreí. Algo que lo
hizo alzar una ceja y negar, pero no siguió averiguando nada.
—Prepárate para las malas caras que verás porque los hemos hecho
retrasarse —dijo y vi que ya eran las cuatro y treinta.
—En este viaje vamos a tener que hacer cosas que no nos agradarán,
Essie, así que desde ya discúlpame por si tengo que estar muy cerca de ti —dijo
y me puse nerviosa.
—¿Estuviste con alguien hace unas horas? —solté y me miró con sorpresa
por unos segundos.
Volví a respirar hondo y solté el aire con lentitud para no cometer esa
locura.
—No, Izan. Eres libre, es tu vida y puedes estar con quién quieras y
perdona la pregunta, no es de mi incumbencia.
Y no dijo nada, solo calló el resto del camino hasta que llegamos al hangar
donde ya los señores Costello y los recién casados nos esperaban, junto a otro
grupo de hombres y el personal del jet privado.
Al salir del coche me fui al maletero para tomar mis cosas, aunque Izan solo
me dejó coger el bolso de viaje, alegando que él llevaría lo demás.
—Es extraño que te hayas tardado tanto en llegar, Izan, justo cuando uno
de mis hombres ha desaparecido —soltó el señor Costello como saludo.
—¡Por Dios, Izan! Sí, somos damas, pero hacemos lo mismo con nuestros
esposos, ¿cierto, tía? —dijo Lorenza cortando la tensión que se formó.
—Cariño, Essie tiene razón, no hay por qué ventilar las intimidades —
comentó Acilia y le agradecí.
Santino nos miró serio por unos segundos, midiéndonos. Luego de eso
con la barbilla nos pidió que nos sentáramos en los asientos de al lado.
Imbécil insensible.
En ese instante sentí que nos observaban y por puro instinto alcé la vista y
encontré a Aleph viéndonos, su mirada gélida y expresión ruda me dio a
entender que escuchó lo que su hermano propuso. Lorenza iba recostada en su
hombro y lucía igual de cansada que yo.
Irónico.
—Esto es muy incómodo —susurré regresando mi atención a Izan.
No quería estar a solas con él con la frialdad que me trataba cuando nadie
nos veía, pero la toleraba más que la incomodidad de estar rodeada de esas
personas. Y volví a sentir la mirada de Aleph en nosotros, era casi como dagas
clavándose en nuestras espaldas y más cuando caminé de la mano de Izan,
pero lo ignoré.
—Puedo jurar que le acabas de sonreír como un total cabrón —le dije a Izan en
un susurro y se giró.
Estaba serio y negó. Tras eso caminó hacia mí y se puso en cuclillas para
que quedáramos a la misma altura.
Entendí por qué estaba hablando así y miré a mi alrededor, notando justo
en una esquina una luz roja titilando. Era una cámara bastante sofisticada y la
conocí solo porque vi una igual en casa de mis padres.
Nos estaban vigilando tal cual advirtió Izan y con sutileza asintió para
confirmarme que no me equivocaba.
____****____
Cuando salí del baño Izan estaba esperándome y respiré hondo tras
asegurarle que estaba lista para salir. Los ojos de nuestros acompañantes
estuvieron puestos en nosotros en cuanto nos vieron llegar y solo me limité a
sonreírle a Lorenza cuando nos vimos. Al estar en nuestros asientos nos
pusimos los cinturones y minutos más tarde el jet comenzó a descender.
Parecía como si Izan estuviera tan feliz de tenerme con él, que no quería
apartarse de mí, aunque solo los dos sabíamos, bueno también Aleph, que
estábamos fingiendo.
—Al quedarte sola, Lorenza te buscará. Algo me dice que tiene sus
sospechas, así que cuida muy bien lo que dirás —susurró en mi oído. Lo hizo
como si estuviera diciéndome algo pícaro y me obligué a morderme el labio.
—No es eso, lo que pasa es que Izan en serio lo hace trabajar doble. Aquí
entre nosotras, tu chico es el rebelde de la familia y no sigue… ciertas reglas
que debería —me dijo.
Si bien yo no sabía nada de ella, me sentí muy mal porque entendí que su
marido no la tenía alejada solo por lo difícil que se volvieron las cosas después
de la muerte de su padre. Lo hizo por estarse revolcando conmigo.
—De verdad espero que sí, Lorenza. Es muy cruel por parte de tu esposo
que te tenga alejada estando recién casados —comenté.
—Estoy hablando con Essie de lo cansada que han sido nuestras noches —
le dijo con picardía y vi que el imbécil se tensó, yo solo me obligué a sonreír y
tras eso le di un trago a mi vino—, pero también de lo bien que comienzan a
marchar las cosas, así que se me ocurrió que podríamos ir a una cena de
cuatro.
—No…
—Lorenza, no creo que sea prudente hacer esto. Ya que sabes que las
cosas con Izan no están bien y no quiero ocasionar ningún problema estando
aquí —dijo Aleph.
—Concédeme esto así sea una vez —le pidió ella a Aleph y este negó—. A
lo mejor no lo sabes, Essie, pero Aleph e Izan fueron muy unidos antes y deseo
que vuelva a ser así.
—No creo que una cena de cuatro ayude a eso, créeme —le dije sin pensar
y Aleph alzó una ceja.
¡Mierda!
¡Joder! Me repugnaba estar en esa situación, pero tenía que controlar más
lo que diría, ya que no me convenía insinuar nada que a la larga solo me
acarrearía problemas a mí.
O al seductor.
CAPÍTULO 32
Estaba incrédula por su tono exigente. Podía ser el Don de su familia, un capo
de la mafia siciliana y manejar mucho poder, pero para mí seguía siendo un
bastardo sin vergüenza y sin respeto alguno. Un maldito egoísta que quería
hacer todo a su antojo, sin importarle a quién dañaba o a quién usaba.
Así que bufé varias maldiciones cuando se fue y bebí mi vino de un sorbo
para luego coger otra copa de la charola que habían dejado en una mesita. Salí
hasta llegar a uno de los bordes del catamarán y admiré la vista del océano.
Venecia era una de las ciudades de Italia que siempre deseé conocer, pero
cuando pensaba en hacer un viaje hacia allí, me imaginé haciéndolo en plan
romántico o con mi madre en una aventura solo de chicas como ella solía decir
cuando nos poníamos a soñar despiertas.
Vestía todo de blanco, con una camisa que dejaba transparentar los
tatuajes de su pecho y brazos; usaba unas gafas negras para protegerse del sol,
el cabello se le desordenaba de un lado a otro a causa de la velocidad, pero todo
eso le dio un toque irreal.
Miré hacia el frente y tragué con dificultad cuando mi mente se fue por
otro lado, como si Izan me hubiera propuesto algo indecente, pero sabía que
no era así. Él me estaba demostrando y dejando muy claro que no buscaba
nada de intimidad conmigo después de comprobar que estuve con su
hermano.
«Le has entregado lo que deseé que solo fuera para mí».
Desde que volvimos a encontrarnos había sido así, era como si el chico del
que me enamoré solo hubiese sido un espejismo o, como si lo asesiné el día
que decidí dejarlo por pertenecer a la mafia en el instante que me mostró la
clase de asesino que podía ser.
Y menos mal el viaje no fue muy largo esa vez, ya que estaba descubriendo
que el estómago se me revolvía al navegar o solo eran las náuseas que me
seguía provocando verme en esa situación.
Y no dudé de nada de lo que Lorenza contó, ya que así lo mío con Aleph hubiese
sido solo sexo, también noté que era un tipo romántico. Me lo demostró en los
momentos tranquilos después de nuestros encuentros o incluso en los
instantes en los que me tomó con delicadeza.
Pero no podía ser tan ingenua y pretender que los demás actuaran y
respetaran como trataba de hacerlo yo.
—Te quiero listo a las siete en punto de la noche, ya que irás con Donato a
resolver algo —dijo Aleph cuando estábamos en la recepción del hotel
recibiendo las tarjetas de nuestras habitaciones.
—No vine aquí para hacerte los mandados, así que no cuentes conmigo —
zanjó Izan y agradecí que Lorenza estuviera en ese momento con Acilia.
—Pues entonces con más razón ve y resuélvelo tú, ya que anoche solo
estaba tratando de limpiar la cagada que tú hiciste, Aleph —largó Izan entre
dientes.
—Tú no sabes manejar a Santino, Izan. Puedo limpiar mis cagadas solo,
pero, aunque te crezca el ego con lo que diré, solo confío en ti para que te
ocupes de esto mientras yo entretengo a Costello y que así no se entere del
paradero de su soldato.
—¡Y una mierda con mi ego, imbécil! No habría hecho nada de esto si no
te hubieras metido con…
Izan llegó hasta rato más tarde, no nos dirigimos la palabra porque era
claro que no estábamos en el mejor de nuestros momentos, pero al verlo
prepararse y vestirse de negro intuí que al final de todo, iría con Donato a
hacer lo que sea con esa mujer.
Yo me había duchado antes de que llegara, pero solo me quedé con una
bata puesta. En ese instante estaba en la cama, viendo sus movimientos.
Pero mientras estábamos ahí en silencio, pensé de nuevo en cómo llegó esa
madrugada, en la acusación de Santino Costello y en que Izan me usó como
tapadera para cubrir lo que en realidad estaba haciendo. También analicé sus
palabras cargadas de desdén cuando le pregunté si había estado follando con
alguien.
Dalia me dejó claro que Izan no era ninguna blanca paloma, incluso él mismo
lo hizo la noche que me confesó lo de María, pero me era difícil o mejor dicho
imposible, ver al verdadero Izan Gambino.
Odiaba que hablara así, me dolía que fuera tan frío y no solo conmigo sino en
la forma de expresarse hacia los demás.
Pero ese era Izan Gambino y sería mejor para mí si lo aceptaba de una buena
vez.
—No es necesario que la mates, posiblemente la chica solo quiere huir lejos y
olvidarse de todo —le dije y sonrió sin gracia, haciéndome sentir como una
ingenua.
Ya corría peligro con las sospechas y mientras más personas sabían, más me
acercaba al conteo final de mi existencia y eso me aterró.
—Créeme que no estamos para ser blandos con nadie, Essie y ahora mismo
corres tanto peligro, que la única manera de ponerte a salvo es matar a
Donato, pegarle un tiro al hijo de puta de Aleph y luego darme uno yo —soltó
con furia y no pude contener las lágrimas—. No me voy a detener con esa chica
y no me importa si esto solo me hace quedar más como un monstruo
despreciable frente a tus ojos —zanjó.
—Cuando pasó lo de María, ¿también fue por mí? —me atreví a preguntar—
¿O fue solo porque los traicionó?
—A María no la asesiné con mis propias manos porque le prometí esa dicha a
una amiga, pero si te sirve para que me odies de una buena vez y te sea más
fácil digerir lo que soy, nunca me vi en la necesidad de matar a nadie yo mismo
hasta que llegaste a mi vida —confesó y contuve la respiración.
—¿Y qué te asegura que Lorenza no sepa ya lo que pasó y solo está jugando
conmigo a ser la amiga dulce? —le dije— ¿La matarás también a ella? —quise
saber y se alejó para tomar una chaqueta de cuero.
Me miró y sin decir nada llegó a su maleta y sacó un especie de USB, una luz
verde ya titilaba del aparato y lo vi mover algo que hizo que el parpadeo
aumentara.
Jadeé y lo miré con sorpresa, lo último que esperaba es que quisiera estar de
esa manera conmigo o que yo aceptara si quería estarlo.
—Hay cámaras, Essie, recuérdalo. Tú no estás aquí solo porque dije que eras
mi novia —susurró en mi oído cuando me tomó del cuello.
—Es solo para que imaginen que estamos jugando y así no lean mis labios —
aseguró.
—Lorenza Costello es hija del hermano de Santino, pero su madre era la hija
del capo de los N’dragheta —confesó dejando de lado su maniobra y recordé
que esa era la mafia calabresa.
Fue insoportable lo que me estaba haciendo sentir en ese momento con sus
toques y confesiones.
—Así que Aleph está con la única mujer que es capaz de mantener la paz entre
ambas organizaciones, Essie. Ya que después de la muerte de sus padres, la
existencia de Lorenza logró que ambos capos cedieran y trabajaran de la
mano, pero incluso así ha habido ciertos altercados que solo se consiguen
controlar gracias a la intercesión de mi dulce cuñada —ironizó.
—Por eso dijiste que ella posee el poder de dos imperios —recordé y gimió un
sí que me estremeció de la cabeza hasta los pies.
—Shhh, calma, pequeño Ónix —me consoló—. Por esto mismo es que estoy
consiguiendo el tiempo necesario para que Darius se entere de una buena vez
que algo raro pasa contigo —admitió y me quedé estupefacta cuando habló de
mi padre.
Y para ser completamente sincera conmigo misma, por mucho que odiara a
Aleph por lo que me hizo, tampoco quería que corriera peligro de muerte.
—Porque a estas alturas, los únicos que pueden ayudarme a protegerte son tus
padres, Essie y créeme cuando te digo que Aleph corre menos peligro con ellos,
que con la mafia. Y así pienses lo contrario en este momento, por mucho que
odie a ese hijo de puta, no lo dejaré caer —aseguró y lo miré con sorpresa.
Fruncí el ceño y lo miré con la intención de que me dijera algo más, pero en ese
momento tocaron la puerta y vi el reloj de números grandes en la mesita de
noche, eran las siete exactas y se me hizo un nudo en la garganta porque me
daba miedo lo que Izan haría.
Eran las once de la noche y me quedé viendo a la puerta, rogando para que Izan
volviera sin problemas y no me atreví a salir solo para que pudiera ser creíble
que estaba con él si alguien preguntaba.
Y pegué tremendo respingo cuando tocaron justo a las once y media, corrí
hasta la puerta para abrir, aunque me detuve en seco cuando encontré detrás
de ella al otro Gambino.
—Ya nos has metido en suficientes problemas, Aleph. No busques más porque
no te perdonaré que me pusieras en esta situación —me atreví a decirle y
negó.
—Pero luego se dio todo lo demás, tu ataque de pánico, el viaje a la feria con
Renee, tu visita a casa y tu beso —susurró y me acunó el rostro.
—Tú sabías que yo fui la novia de tu hermano —le reclamé y aparté sus manos
de mi rostro.
Traté de zafarme de su agarre, pero me cogió de la cintura para retenerme.
—Sí, Essie. Lo sabía y sabes qué es lo peor y lo que me hace más hijo de puta —
zanjó y se pegó a mí.
—Qué puto descaro, Aleph. —dije con asco— ¿Acaso no te bastó con matar a
Helena? —pregunté con odio y lo golpeé en el pecho.
No me gustó esa propuesta porque eso significaba que estaba sola y que el
cabrón de Aleph había aprovechado el tiempo que me fui para buscar a Essie, y
juré que si era así, no tendría más consideraciones con él porque ya me había
hartado.
En los último días había asesinado a sangre fría, me peleé con mi mejor
amigo hasta el punto de enviarlo a un hospital y me estaba deshaciendo de
personas inocentes solo por proteger el culo de Aleph y para librar a Essie de
un destino que no merecía, ya que por muy herido que me sintiera de haber
descubierto que se estaba acostando con mi hermano, era capaz de entender
que no me debía fidelidad y que ella nunca supo en la cama de quién se metió
hasta que yo se lo dije.
Había soltado algunas lágrimas al decirme todo aquello, así que se limpió
con brusquedad y caminó hacia una mesita lateral del sofá, cogió un folder
amarillo y me lo entregó. Negué y maldije en mi interior presintiendo que todo
se acababa de ir a la mierda.
Y no me equivoqué.
Pero la que más me preocupó fue una donde Essie estaba saliendo del edificio,
vestida solo con la camisa de aquel hijo de puta justo el día que la encontré con
él. Mi expresión le dijo todo a Lorenza y la escuché maldecir.
—Jamás te mentí con lo que pasó entre Essie y yo, estábamos separados,
lo estuvimos durante un par de meses y fue cuando se cruzó con Aleph, pero
ella no sabía quién era él y menos que estaba casado, te lo juro —le expliqué
desesperado y ella negó asqueada.
—No te ha dicho nada porque conoce nuestro mundo, Lorenza y sabe que
de nada le servirá ser sincera contigo. La culparán por meterse en la cama de
un hombre casado y la castigarán incluso cuando solo es una víctima más —
aclaré.
—Lo siento por los Gambino, pero no dejaré que ese malnacido juegue así
conmigo. Aleph se metió con la mujer equivocada y no me refiero a la tuya.
—No me puedes pedir que lo piense, Izan —me reprochó dándose cuenta de
mi estado—. Has estado a punto de morir y he estado a tu lado rogando para
que sobrevivieras un día más mientras tu maldito hermano se revolcaba con
esa puta.
—Porque nos hemos apoyado y porque no te quiero dañar es que estoy aquí
hablando contigo y no con mi tío para pedirle que haga pedazos a ese par de
traidores —zanjó herida.
—Te juro que Essie ha querido alejarse de nosotros, pero tu tío nos obligó a
traerla. Ella no quiere saber nada de Aleph y está igual de asqueada que tú por
lo que hizo —expliqué y me llevé una mano al pecho.
Me miró con odio, pero sabía que no estaba dirigido hacia mí.
—Cálmate —pidió al ver que eché la cabeza hacia atrás y llegó hasta mí.
Corrió para conseguir lo que le pedí y saqué del bolsillo de mi pantalón una
pequeña bolsa de píldoras para coger dos y metérmelas a la boca. Últimamente
tenía que cargarlas para emergencias como esas.
—Y una mierda que me ama —reprochó irónica—. Para él solo soy la mujer
que le da el poder que tanto ha deseado. Aleph no es más que una persona
avara a quien le importo un carajo y me está haciendo lo único que le pedí que
no me hiciera, Izan —Lloró y maldije—. Solo le pedí que no me usara, que no
se aprovechara de mi amor por él y míranos… mírame —sollozó y tiré de su
mano para abrazarla.
Mi gesto solo hizo que llorara más, pero también comprendí que lo necesitaba.
Por mucho tiempo Lorenza se negó a las relaciones sabiendo que su posición
la hacía el blanco fácil de los tipos que querían dominar el poder de la Cosa
Nostra y los N’dragheta, y tuvo la suerte de que ni su tío ni su abuelo la
obligaron a casarse con alguien que ellos le impusieran con la condición de que
supiera escoger a su marido. Y era testigo de su ilusión cuando conoció a Aleph
y más cuando él comenzó a cortejarla y que tanto Santino como Orazio
estuvieran satisfechos con su relación.
Así que no la juzgaba por querer lo peor para ese traidor, ya que tuvo la
oportunidad de retractarse si no estaba seguro de seguir con Lorenza, pero su
ambición lo cegó.
Pero era de la única manera que podría salvar a Essie y conseguirle una última
oportunidad a ese cabrón de mierda que a la vida se le antojó ponerme como
hermano.
—En efecto, eres un imbécil —dijo y salió de mi abrazo, pero estaba sonriendo
y le limpié las mejillas.
Nunca lo hizo por amor hacia ella, sino por amor, respeto y fidelidad hacia la
mafia, ya que eso era todo lo que a Aleph siempre le importó.
—No diré nada sobre Essie, pero no te prometo lo mismo para tu hermano a
menos que él me convenza de que no volverá a fallarme. Y créeme cuando te
digo que esta vez no se enfrentará a la tonta enamorada —aseguró y me puse
de pie.
Jamás vi a una mujer con tanta seguridad como la que manejaba Lorenza en
ese momento y sabía que no mentía. Ella siempre fue una mujer de armas
tomar que solo cedió ante el amor y la ilusión que le provocó el mismo cabrón
que la estaba haciendo sufrir y sentirse miserable en ese instante.
—¿Qué pasará si Santino pregunta la razón de irme con Essie así de pronto?
Me fui de su suite sin decir nada más, Rinaldo seguía afuera y solo nos
miramos con seriedad. El imbécil tenía la misma sonrisa de suficiencia para mí
que cuando entré, era como si de esa manera me prometía que se vengaría por
lo que le hice, pero siempre le demostré que no le sería fácil. Imagino que se
regodeaba por la confianza que Aleph le tenía, misma que creía que no era para
mí solo porque no nos llevábamos bien desde hacía unos años.
No obstante, así odiara a Aleph, sabía que confiaba más en mí que en otra
persona, incluso cuando siempre le dije a la cara que en el momento que
tuviera la oportunidad, lo haría pagar por todo el daño que me hizo y me
seguía haciendo.
Pero en ese momento no estaba para pensar en nada de eso, simplemente traté
de confiar en la palabra de Lorenza y, aunque quería creerle porque nunca me
falló, era consciente de que desde ese instante tendría que actuar con rapidez.
Aunque una vez más, al entrar a la suite en la que me quedaba con Essie, deseé
tener las bolas suficientes para deshacerme de Aleph yo mismo.
—¿Qué mierda contigo? —fue todo lo que dije antes de irme sobre él.
CAPÍTULO 34
Miré a Aleph asustada y negué, era posible que tanto él como Izan intentaran
decirme las cosas como más les convenía, pero odiaba que me vieran de idiota.
Aleph incluso más después de cómo me mintió y ocultó que era casado.
—Yo también estoy harto de vivir así, Essie. Por mucho tiempo solo deseé
ser un hombre poderoso, salir de las sombras de los hijos de puta que creyeron
que solo nací para estar bajo el mando de alguien más y lo conseguí hasta que
tú llegaste —zanjó hablándome con orgullo e impotencia en ese momento.
—No me digas nada de eso, que yo mejor que nadie sé lo que tengo en
juego y lo que perderé por haberme acostado contigo —gruñó—. Pero me
besaste aquella vez, Essie y te convertiste en mi caída en ese instante —añadió
y alcé la barbilla.
—¿Cómo puedes ser tan cínico? —le reproché— Tú no amas más que tu
poder, Aleph. Te casaste con Lorenza y por lo que veo únicamente la estás
usando cuando a leguas se nota que ella te ama. Y tienes el descaro de decir que
te has enamorado de mí —me burlé—. Tan Don, tan poderoso, tan hijo de puta
y cometió la estupidez de enamorarse como un adolescente de la ex de su
hermano, la chica que solo lo hará caer incluso cuando yo caiga contigo —
seguí.
—No estoy defendiéndolo, solo necesito que pares —aclaré al saber que se
refería a eso.
—Cuando te dije que Essie estaba en Londres, fue para que me ayudaras a
protegerla y contrario a eso la expusiste, Aleph. Así que no me reproches nada,
porque no me dejaste otra opción.
—Me has vendido, Izan —le reprochó Aleph y dejó caer sus lágrimas. Me
alejé de él solo cuando estuve segura de que no intentaría nada—. Lo has
hecho cuando yo solo he buscado protegerte y entiendo que estés herido por
haberme acostado con Essie, pero joder…
—¿Me has protegido? ¿Lo dices en serio? —gritó Izan— ¿Así que solo
cuidabas de mi chica mientras yo luchaba por mi vida en un puto hospital? ¿Es
eso lo que hacías? —ironizó.
—Así que Essie no sabe de tu mal. —notó Aleph y lo miré para que
comprobara que no— ¿Nunca te ha dicho que puede ser un hijo de puta
asesino y arrebatar vidas sin remordimiento, pero no es capaz de robar un
corazón para él?
—Bien sabes que no te veo así y lo que quiero decir —se defendió él—.
Nunca me manché las manos con la sangre de nadie hasta que este imbécil se
cruzó en tu camino de nuevo.
Miré a Izan y él negó. Aleph no solo habló con reproche sino también con
dolor.
Tragué con dificultad al ver su pecho, justo debajo del pectoral izquierdo
encontré una incisión pequeña y fina que ya estaba cicatrizando, pero que me
confirmó todo.
—¿Y qué le has ofrecido tú? —pregunté sin dejar de mirar a Izan y este
negó satírico.
Pagarle a esa familia significaba que dejaran morir a su ser amado y que
escogieran el dinero antes que la vida de esa persona. Y conseguirlo de alguien
que le sobrara era robarlo del cuerpo de ese pobre diablo que no estaba
dispuesto a venderlo por las buenas.
Y aprendí de él.
—Le pediré a Donato que los ayude, salgan como si solo fueran a dar un
paseo —dijo Aleph aceptando todo y el cuerpo me comenzó a temblar.
—Escapa, Aleph. Lorenza te ama, pero está herida —le advirtió Izan a su
hermano y lo miré.
—Ve a ponerte ropa adecuada, Essie y prepárate para lo que se viene porque
desde el momento en que lleguemos al aeropuerto de Marco Polo, van a
cazarnos y tendremos que sobrevivir hasta llegar a Florencia.
—Filippo está movilizándose para llegar lo más cerca posible de Marco Polo y
Donato está preparando todo para que tengamos un yate a nuestra disposición
en unas horas —dijo cuando estábamos afuera y comenzamos a caminar por
las calles como si solo éramos una pareja en excursión conociendo la belleza
que poseía Venecia.
Mi cabeza era un caos y no solo por pensar en los problemas en los que estaba
metida sino también por todas las cosas inconclusas que me rodeaban. La
enfermedad de Izan, las palabras de Aleph y la duda de que fuera parte de mi
pasado me tenían muy mal y si callaba era solo porque necesitaba sentirme a
salvo para poder enfrentarme a todo ello y no quería preocuparme por eso en
ese instante y que me distrajera.
Si me acosté con Aleph fue porque sentí atracción física hacia él y si lo seguí
haciendo fue porque me gustó y no solo su manera de follarme sino también
cómo me trató y la paz que me hizo sentir, pero todo eso se esfumó cuando
descubrí el infierno que cargaba a sus espaldas.
—También siento repugnancia por lo que me hizo —le dije con seguridad y
nos miramos a los ojos por unos segundos.
—Me encantaría perderme contigo un rato —dijo Izan en tono pícaro y alcé
las cejas, pero al ver a parte de la tripulación entendí por qué lo hizo.
Izan maldijo al verme en ese estado y sobre todo porque no podía ayudarme,
ya que era quien tripulaba, pero no le di importancia y cuando el vómito cesó
me fui hacia el baño para lavarme la boca y di gracias al cielo el encontrar
pasta dental. Tras eso rebusqué algo de beber en el pequeño refrigerador de la
cocina y cogí dos botellas con agua para llevarle una a Izan.
Tragué con dificultad y mi piel se erizó cuando dijo eso. Izan lucía tan sano y
fuerte que nunca imaginé que estuviera pasando por algo así.
—Tuve que buscar otras alternativas hasta que cuando viajé a Italia por la
muerte de papá, me enfrenté a algunas complicaciones que me hicieron ir al
hospital —Recordé su ataque luego del atentado que sufrimos y me estremecí
al pensar que pudo haber muerto en ese momento—. Mi médico de cabecera
propuso algo y lo intenté, aunque lo que pasó con nosotros al volver a Londres
influyó de cierta manera para que mi cuerpo rechazara el aparato que usaron
en mí. Y con esto no trato de decir que seas culpable de nada, Essie,
simplemente intento explicarte mi proceso —aclaró y asentí.
—Sigo apoyando lo que propone Aleph —dije y bufó para luego sonreír con
ironía.
—Si fueras tú la que necesitara ese corazón, te juro por mi vida que se lo
arrancaría con mis propias manos a alguien —declaró y la respiración se me
aceleró igual que mis latidos— o pagaría todo lo que tengo para que nadie se
negara a que tomaras el lugar de la persona que sigue en esa lista de espera,
Essie, pero no soy capaz de hacerlo por mí y lo que dije antes es cierto, nunca
quise asesinar a nadie. Me obligaron o me vi en la necesidad, sin embargo, no
es algo que he hecho por placer.
Me tragué las lágrimas al escucharlo y lo odié por pensar así, por ser tan
egoísta cuando se trataba de él, pero también lo entendí porque estando en mi
lugar, no me importaba quien tuviera que morir para que Izan siguiera
viviendo, aunque era consciente de que jamás le arrebataría la oportunidad a
alguien para que siguiera viviendo si fuera yo la que necesitara de un corazón.
—¿Por qué nunca me dijiste lo que tenías? —quise saber rato más tarde de
sumirnos en un silencio que si bien no era incómodo, sí se volvió doloroso.
Cuando conocí a Joddy la vi como una mujer seria y hasta petulante, pero
también noté el amor por sus hijos, así que me extrañó mucho que se refiriera
a ella como la persona que lo hizo sufrir el mayor rechazo de su vida.
—¡Joder, Essie! Creí que te diría esto en otras circunstancias, porque te juro
que pensé en hacerlo, pero no así.
—Dime lo que sea, Izan, por favor. Porque te aseguro que estoy a punto de
volverme loca con todos los misterios que te envuelven a ti y a tu hermano —
supliqué.
—Nací en Canadá, Essie. Por mis venas no corre la sangre de Alonzo y Joddy
Gambino, ellos no son mis padres biológicos —confesó y mi rostro fue bañado
por la sorpresa.
Sí, noté que su acento no era italiano, pero lo relacioné siempre a que se crio
lejos de Italia, no porque no tenía nada que ver con ese país, así que, que me
confesara eso me provocó una sensación que no podía explicar.
—Así que, no te dije nada porque no quiero que me veas con lástima y menos
que te obligues hacer cosas que no quieres solo porque crees que ya voy a
morir, pequeño Ónix —señaló y sonreí.
Quise creerle, pero algo en mi interior me dijo que no era la mala recepción e
inevitablemente pensé en Aleph.
—¡Joder! —bufé.
Me llevé las manos a la cabeza y negué.
Quería matar a ese cabrón por todo lo que me hizo, pero quería hacerlo yo
misma y no que otra persona lo hiciera y menos si su destino iba a ser igual
que el de María. Y nada tenía que ver el que sintiera algo por él sino en la
empatía.
—Vamos a llegar pronto a una estación de gas, cuando estemos ahí le pediré a
alguien que me preste el móvil si el nuestro aún no funciona y avisaremos para
que nos encuentren pronto.
—Tenemos que llamar a papá —le dije tras lo que me avisó y él asintió.
—Ese hijo de la gran puta nos ha vendido —gruñó y si no lloré fue solo porque
no era el momento para eso—. Vamos a tener que abandonar este coche —
avisó.
Justo íbamos pasando por una zona donde se veía más población y cuando
encontramos un pequeño restaurante, Izan no dudó en detenerse. Revisamos
nuestros móviles y comprobamos que estaban muertos.
—Déjalo aquí —pidió Izan y sabiendo que no nos servían para nada y que
posiblemente nos rastrearían por medio de ellos, lo lancé sobre el tablero.
Nos bajamos del coche y casi corrimos al interior del restaurante, Izan me
pidió actuar normal e hice todo lo posible para conseguirlo. Pero no me estaba
resultando fácil y veía con desconfianza a las personas que estaban ahí. Izan le
dijo algo en italiano a una mesera y ella muy amable sacó su móvil.
—Filippo, soy Izan. Dime qué carajos está pasando porque mi móvil no
funciona —Se quedó en silencio y noté que perdió el color del rostro.
—¡Mierda! —bufó Izan y sentí que iba a comenzar a llorar— Métete al sistema
de mi móvil y encuentra un número telefónico registrado con las letras PDA,
dile que llamas de mi parte y que hemos sido descubiertos. Voy a tener que
conseguir otro coche y trataré de acercarme lo más que pueda al punto donde
acordamos —dijo y cortó la llamada.
—Según Filippo, todo se ha ido a la mierda. Lorenza no dijo nada, pero Rinaldo
escuchó todo y le informó a Santino —soltó.
Hijo de puta era un adjetivo que me quedaba corto, por supuesto que sí. Y de
hecho, con el pasar de los años solo me fui ganando ese y más apelativos que
constataban lo despreciable que era. Y no me sentía orgulloso de ello, pero era
mi realidad y ya había aprendido a sobrellevarla y no me lamentaría de nada.
Fue suficiente el tiempo que pasé renegando por la vida y educación que
me tocó desde que era niño, como para seguir en lo mismo. Quejarse era de
perdedores y yo dejé de ser uno desde el instante en que sobreviví a mi propio
infierno.
La pequeña una vez más demostró que podía cambiar mis objetivos
personales a su antojo.
Ya que sí, Lorenza Costello era la reina de dos mundos, una mujer
hermosa de pies a cabeza que me cautivó como nadie más lo hizo antes de ella,
pero no se debió solo a la atracción física lo que me llevó a convertirla en mi
esposa sino también a lo que representaba para mí, para la mafia siciliana y mi
posición como sottocapo.
—¡Por supuesto que no! Sobre todo porque yo soy la única que te daría lo
que tanto anhelabas, ¿no?
—Te quiero, Lorenza, me gustas y era fácil para mí estar contigo. Jamás
fuiste un sacrificio si es lo que estás pensando —aclaré.
—Pero por lo visto esa zorra te cautivó más que el poder que tanto
deseabas, ¿cierto? —zanjó y respiré hondo. No le diría nada por tratar así a
Essie.
No me hizo sentir una escoria el engañar a una mujer que me amaba y menos
mentirle a la chiquilla que como Lorenza lo dijo, me embrujó. Ninguna de ellas
tenía nada que ver con el remordimiento en mi interior, ya que ese solo era a
causa de haberle fallado a mi hermano cuando le prometí que nunca volvería a
dañarlo después de arrebatarle a la niña que amaba.
Lo hice porque esa noche ella se había vestido tan perfecta para mí sabiendo
que estaría presente y solo fue necesario invitarla a una copa y a dar un paseo
en el jardín para que ambos termináramos confesándonos todo lo que
queríamos hacernos y decidimos no esperar más incluso cuando Lorenza
quería evitar que la creyera fácil.
—Así que esta chica al fin ha superado a Helena —le dije a Izan en nuestra
plática luego de que sospechara que algo me ocultaba con el trato que hizo con
Graziana Mancuso.
—Sí, Aleph. Essie Black Stone ha superado a Helena con creces —confesó y
sentí que me ahogaría con mi propia saliva al escuchar claro el nombre de la chica.
En ese instante fue Izan quien puso una mano en mi pecho tal cual yo lo hice antes
con él.
Y a diferencia de su corazón que vivía acelerado por su enfermedad, el mío lo hizo
por escuchar sobre Essie y eso logró que Izan se riera como un cabrón sabiendo que
reaccionaría tal cual lo imaginó.
—¿Por qué me dijiste sobre Essie el otro día? —inquirí luego de que nos
quedáramos solos en la mesa especial que decoraron para la familia en la fiesta de
mi boda.
Lorenza bailaba en ese instante con Orazio, su abuelo materno, el capo de los
N’dragheta y Santino lo hacía con Joddy.
—Porque ella iba conmigo el día que me emboscaron. Hice un trato con
Graziana para que me ayudara a ocultar su identidad y que nadie se enterara de
que estaba en la ciudad. Pero mi maldito corazón comenzó a darme problemas de
nuevo y si tenía que ausentarme de Londres por un tiempo, esperaba que supieras
esconder mi secreto para que no la dañaran.
Lo miré con sorpresa, aunque no debía porque sabía que Izan haría todo lo que
estuviera en sus manos para proteger a esa chica, incluso confiármela a mí.
Pero no pude contenerme, tenía que verla y terminé haciendo más que
eso.
—No es solo porque se trate de ella, lo haría también por ti si fuera el caso
—aseguré.
—Ella es Helena.
—¿No es tu nombre?
—No, es solo un apodo que tu hermano me puso por lo mucho que me molesta
que me compare con la mujer que supuestamente hizo caer a Troya.
—¡No! No fue por ella y les aconsejo a ambos que lean bien antes de sacar esas
conclusiones.
—¡Bien! No te molestes, me voy a corregir. Hermano, te presento a Essie Black
Stone, mi Helena.
Corrí tomada de su mano cuando me guio hasta los coches más lejanos del
restaurante y en cuanto me di cuenta de lo que haría, cuidé de que nadie nos
viera para que abriera y pusiera en marcha el auto que estábamos robando,
puesto que el que Donato dejó para nosotros era seguro que sería rastreado por
medio del GPS que tenía.
—Vaya habilidad la tuya —me burlé y a pesar del mal momento sonrió.
—Cuando era adolescente aprendí ciertos trucos gracias a las amistades que
conseguí —explicó y negué—. No vamos a poder avanzar mucho en este
coche, Essie, porque el dueño lo reportará en cuanto no lo encuentre, así que
tendremos que parar en otro restaurante para hacer un cambio —satirizó.
—¡Mierda! En qué momento pasé de ser la chica aburrida que sufría por su
amnesia a una que se convirtió en la novia de un mafioso, terminó en la cama
de un Don para al final tener que robar coches para sobrevivir y esto sin
agregar que también me volví asesina —ironicé.
No diría en voz alta lo que era obvio, pero agradecí que él también lo notara.
¡Joder!
Siempre me consideré una mujer que podía estar con el hombre que quisiera,
pero no una que ocasionara tantos desastres. Ya que así no lo haya buscado, fui
la causante de que de nuevo, dos hermanos se enemistaran y de que una mujer
sufriera, puesto que era consciente que Lorenza me odiaría, maldeciría mi vida
y me desearía todo el mal del mundo incluso al ser sabedora de que era su
esposo el que nos mintió a ambas, quien nos usó de la manera más vil que
existe.
Su esposo.
¡Dios mío! Qué incómodo era pensar que durante semanas me convertí en la
otra, en el segundo plato de un hombre que me trató como si fuera el primero
y que en su momento me hizo sentir como única.
«Qué bien fingías, Aleph», pensé y negué a la vez.
Y a lo mejor no era momento para ser negativa, pero tampoco para seguir
confiando después de cometer tantos errores por creer que todas las personas
que se acercaban a mí eran leales. Aunque seguía creyendo en Izan y esperaba
no estar cometiendo un error con ello porque en ese instante mi vida estaba en
sus manos.
—Sé que es difícil saber quién es tu aliado en este momento, Essie, pero en lo
personal soy de los que confía en pocas personas y Filippo es una de ellas —
aseguró y asentí.
No nos miramos, pero la tensión era palpable y hasta visible en ese momento.
—No voy a negar que quise matarlo, pero también comprendo que lo hiciera.
Él solo cumplía órdenes y decidió evitarme cualquier cosa que me afectara más
en ese momento —explicó.
—¿Fue Aleph quien ordenó echar abajo los servidores de los móviles? —
pregunté, aunque la respuesta fuera obvia.
—Sí y para ser sincero contigo, no sé si lo hizo por protección o por conseguir
algo para su beneficio, ya que según lo que me explicó Filippo, tú y yo nos
estábamos escribiendo en ese instante y a menos que Aleph tenga algún tipo
de poder, él no podía saber que nos escribiríamos —explicó y asentí de
acuerdo.
—Me sorprende que después de todo, no lo culpes por eso sin analizar nada
antes —dije y rio.
—Yo sé de las cosas que es capaz, Aleph, Essie, pero tampoco lo voy a culpar
porque llueva o deje de llover —aseguró.
Pero al final la comparación no estuvo tan fuera de lugar incluso cuando los
motivos que tuvimos y teníamos para actuar como esa pareja de asesinos
famosos, eran muy distintos a los de ellos.
—¿Qué color quieres esta vez? ¿Azul, negro, rojo o… rosado? —inquirió,
señalando los coches aparcados en el estacionamiento.
Negué incrédula. Sobre todo por ironizar cuando señaló el auto rosado.
—¿Entonces?
Se apresuró cuando dije eso y así como antes, me quedé vigilando para avisarle
si alguien se acercaba. El corazón se me iba a salir por la garganta y rogaba en
mi interior para que no nos descubrieran y permitieran que llegáramos a
Florencia antes de que la gente de Santino nos alcanzara.
—Sé que me dijiste que eres adoptado, pero cuando me hablaste de tu historia
con Aleph, pude intuir que antes tú y él tuvieron una buena relación, ¿siempre
se vieron como hermanos de sangre? —me atreví a preguntar.
—Me crié en una casa hogar, Essie. Mi madre me dejó allí al no poder conmigo
y menos cuando supo de mi enfermedad —dijo al fin y tras ellos cogió aire.
Era como si pensar en eso le doliera aún y lo entendía. No debía ser fácil crecer
sabiendo que tu propia madre te abandonó, incluso si ella pensó que era lo
mejor.
—Mi crianza fue buena, jamás diré lo contrario. Me cuidaron y educaron, pero,
aunque me sentía bien, veía a otros niños ser adoptados y llegué a querer eso.
Deseé experimentar la emoción y la felicidad de que una familia me quisiera
como su hijo. Sin embargo, nadie quería a un chico con un enorme problema
en el pecho. Así que fui rechazado por varias parejas gracias a mi padecimiento
—Quise hundirme en el asiento por la vergüenza que sentí al hacerlo hablar de
eso.
—Pasé años con esa ilusión, pero cuando cumplí trece la rebeldía de la
adolescencia llegó a mi vida y me obligué a pensar que no necesitaba a
ningunos padres adoptivos para que me amaran y velaran por mí. Comencé a
creerme autosuficiente y hasta le pedí a mis tutores que ya no me ofrecieran
para ser hijo de nadie y solo les supliqué que no me sacarán de la casa hogar
hasta que pudiera valerme por mí mismo.
—¡Oh, por Dios! —exclamé y me reí junto a él por esa anécdota, pero de
inmediato mamá llegó a mi cabeza.
Me era muy fácil imaginarla diciéndole algo así a alguno de sus chicos
en Pequeño Ángel.
—En ese momento no entendí qué era eso, Essie, aunque fui feliz por la
seguridad que me hizo sentir. Luego de eso comencé a ir a una escuela normal,
pero sufrí de mucho bullying cuando mis compañeros se enteraron de que era
huérfano y vivía en una casa hogar. Ya sabes lo cruel que podemos ser a veces
en esa etapa —Negué cuando excusó a sus agresores.
Abrí los ojos demás cuando me confesó lo último. Y no era difícil creer que
Aleph hiciera algo así, pero igual sorprendía comprobarlo.
—Al siguiente día Aleph volvió. Lo hizo porque él también sabía que los chicos
querrían vengarse de mí y quiso dejarles claro que no se desharían de él tan
fácil si seguían jodiéndome. Tenía dieciocho años entonces y durante dos
semanas se dedicó a cuidar a un niño de trece.
Carraspeé sin saber qué decir, pero entendiendo que esos dos sí se veían como
hermanos de sangre a pesar de no serlo e incluso luego de tantas cosas turbias
que habían pasado entre ellos.
—Nos hicimos amigos y con el pasar de los días le confesé que era huérfano y
vivía en una casa hogar. Y creí que iba a rechazarme como lo hacían los demás,
pero fue todo lo contrario. Me dijo que en muchas cosas le recordaba a él y que
no me abandonaría como creía. Y me prometió que haría todo lo que estuviera
en sus manos para sacarme de la casa hogar y darme una familia.
—Y lo cumplió —aseguré.
—Y no sabía que Aleph había tenido algo que ver, ya que fingió no saber nada
cuando le conté que había una pareja interesada en mí. Simplemente me deseó
suerte y desapareció por unos días.
» El día que salí de la casa hogar tuve sensaciones agridulces porque pasé años
allí y ya los veía a todos como mi familia, pero me animaron a que viviera y
disfrutara de mi nuevo comienzo y no mirara hacia atrás. Les obedecí y me
marché con mis nuevos padres quienes organizaron una cena de bienvenida a
su hogar y me encontré en su casa con la mayor sorpresa… Aleph era el
invitado especial esa noche, no yo y fue en ese momento que comprobé que me
había cumplido su promesa.
«Mi puto héroe, mi mejor amigo», me había dicho entre llantos en Castle
Combe.
—Aleph fue el hermano que la vida me dio y por esa razón una vez te dije que
lo amaba más que a mis padres y lo seguiría haciendo si nada de lo de Helena
hubiera pasado.
Tragué con dificultad cuando tocó ese tema y pensé en lo que Aleph me dijo en
la suite.
—Entiendo que lo que hizo con tu novia fue cruel, pero después de saber tu
historia me es inaudito pensar que una relación tan bella como la de ustedes,
se haya jodido así por una chica —solté tanteándolo y lo vi sonreír irónico.
Mi corazón se volvió loco y no entendí la razón. Sobre todo cuando Izan soltó
el aire que había retenido.
Hablar con Aleph me dejó con muchas dudas referente a Helena y si no le había
dicho nada a Izan es porque el momento no lo permitió hasta en ese instante.
—Sí, Essie. Lo estuviste y ese cabrón también te hizo llorar como estás llorando
ahora por este otro.
—Es porque nunca se lo confesaste, incluso cuando te vio llorar por ese cabrón. De
hecho, esa vez fue la primera en la que confiaste en mí. No sé si porque te amenacé
con ir a tu escuela y darle una paliza a cada chico que fuera cercano a ti o porque en
realidad querías contármelo, pero me obligaste a hacerte un juramento de sangre
antes de confesármelo, Estrellita.
—Sí, nos hicimos más cercanos después de eso y tras demostrarte que jamás
traicionaría tu confianza —aseguró Dasher.
—Háblame de él —supliqué.
—Con gusto, nena. Lo amabas en secreto y él a ti, pero no se decían nada para no
perderse de ninguna manera. Sin embargo, él trató de continuar su vida resignado
a que tú solo podías ser su amiga y entonces, por cuestiones de la vida lo
encontraste con otra chica cuando él estaba en una situación que odié que me
confesaras.
—¡Puf! Hubiera querido que reaccionaras así entonces, Essie. Porque en ese
momento te rompiste y esto que él no te debía nada. Lo peor de todo es que después
de eso, en lugar de alejarte de él le permitiste que te explicara cómo se sentía y
terminaron siendo novios. Sin embargo…
—Sigue, Dash.
—Estabas muy enamorada de él, Essie, locamente enamorada como se está a esa
edad. Él era tu primer amor y tú el suyo, pero ambos dependían de sus padres y los
de él decidieron mudarse de país.
—Lo supo luego de que nos hicimos amigos en la escuela a la que inscribieron
los Gambino, mejores amigos en realidad —aceptó y mi piel se erizó tras el
escalofrío que me recorrió la espina dorsal.
—Essie…
—En que soy capaz de dominarlo todo si me lo propongo, pero fácilmente puedo
caer al abismo si doy un paso en falso.
Sacudí la cabeza y me limpié las lágrimas con fuerza al recordar nuestra cena
en The Shard.
—Tú eres mi Helena, Essie —respondió Izan al fin y juro que ya no estaba
respirando en ese momento.
Él era parte de mi pasado y de pronto su sorpresa por la primera vez que nos
vimos, su dolor al ver mis cicatrices, la historia de Helena y su sufrimiento por
ella así como la rapidez con la que dijo amarme tuvo sentido.
Para Izan fue fácil enamorarse de mí porque yo siempre fui la mujer que amó,
yo…era Helena y si era así entonces…
—¡Oh por Dios! —grité justo en el instante que choqué contra el tablero del
coche y escuchamos una explosión en la parte de atrás.
Ni siquiera sentí cuando Izan me quitó el cinturón. Solo quería correr y por
donde quiera que veía encontraba a hombres encañonándonos e Izan estaba
desesperado por sacarme al ver que las llamas ya nos estaban alcanzando.
Grité cuando me tiraron del cabello y luché por zafarme de los tipos que me
apresaron hasta que vi casi en cámara lenta a varios de ellos llegar a Izan y lo
cogieron en cuanto intentó llegar a mí y lo golpearon con garrotes policiales.
—¡Izan! —grité desesperada al ver que los malditos lo cogieron de los brazos y
comenzaron a darle puñetazos en el pecho— ¡Izan! ¡No! —seguí tratando de
zafarme.
—Al fin podré hacerte pagar, maldito bastardo —le dijo un hombre que
reconocí como Rinaldo.
Me había despertado minutos atrás. Tenía una bolsa de tela en la cabeza que
no me dejaba ver más que manchas a mi alrededor y me ahogaba con mi
propia respiración, sobre todo con el miedo que no me abandonaba.
Estaba sentada en una silla de metal, con un pie amarrado en cada pata de ella
y las manos en los apoyabrazos. Mi sentido del oído se intensificó tratando de
escuchar cada ruido por muy mínimo que fuera y la piel se me volvió más
sensible, ya que el roce de mis amarres se sentía como si me rajaran la piel con
hojas de afeitar. Me encontraba alerta a todo a mi alrededor, pero a la vez
intentaba perderme para no ser consciente de que posiblemente estaba
viviendo los últimos minutos de mi vida, aunque concentrarme en esas
oraciones no me resultaba mejor.
—¡Oh por Dios! —jadeé cuando abrió algo más y de inmediato los chillidos se
hicieron más intensos junto a unos siseos que me daba miedo llegar a
identificar.
Volví a gritar cuando sentí cosas peludas por mis pies y otras resbalosas.
—¡Dios mío! ¿¡Qué has hecho!? —le pregunté al hombre en cuanto volvió a
cerrar la puerta.
El tipo caminó hacia un lado para que lo viera y luego dirigió su vista al suelo
dentro de la jaula donde yo me encontraba. Grité al ver muchísimas tarántulas
y ratones, pero más lo hice en cuanto identifiqué a las víboras peleando entre
ellas para cazar su comida. Los otros animales luchaban por sobrevivir
mientras las serpientes se movían de un lado a otro para poder comer.
Los ratones se escondían por mis pies y chillé frenética cuando las víboras
llegaban cerca para atraparlos. Me removí como loca intentando huir, cosa que
hizo que el tipo riera a carcajadas.
—¡No lo sabía! ¡Joder! ¡No sabía que estaba casado! —grité— ¡Mierda! —solté
en cuanto me fui hacia atrás con la silla y esta quedó empotrada a los barrotes.
Lo hice al querer huir cuando una víbora saltó hacia mí siguiendo a un ratón.
No iba a creerme jamás, para la mafia yo era una vil traidora sin respeto
alguno por la familia y lloré de impotencia porque no merecía ser castigada así
cuando también fui una víctima de las mentiras. Pero perdería mi tiempo al
insistir y se reirían más al asegurar que solo lo negaba por miedo a mi castigo.
—Mira cómo juegan mis mascotas —alabó eufórico y señaló a las serpientes.
Grité de nuevo al ver a una acercándose justo cuando el ratón se escondió por
mis pies en el momento que la silla regresó a su lugar y me obligó a tocar el
suelo con las plantas de ellos.
—¡Joder, no! —chillé con todas mis fuerzas cuando se lanzó a mí como la
depredadora que era y gemí al sentir sus colmillos clavados en mi pie.
Entonces grité y negué al ser consciente de qué tenía metido en la boca ese
hombre.
—Así pagan los infieles en nuestra familia —se regodeó el tipo y gozó al
verme llorar.
Solo supimos que Aleph se había quedado con los Costello y que nos
descubrieron antes de poder llegar a Florencia, así que al ver a ese cadáver y
tras la declaración de ese tipo solo pude pensar en él y comencé a llorar.
¡Jodida mierda!
Me usó, me mintió, fue un cobarde, pero no merecía ese final. Tenía que pagar,
estaba de acuerdo con eso y deseé verlo miserable por poco hombre, mas
nunca quise que terminara así. ¡Dios mío! Aleph no podía acabar de esa
manera.
—¡Basta! ¡Déjame! —le grité al tipo cuando llegó detrás de mí por la parte de
atrás de la jaula.
Había metido la mano por los barrotes y me cogió del pelo para obligarme a
ver hacia arriba.
La sangre cayó de lleno en mi rostro al estar en esa posición, las gotas eran tan
espesas que dolían cuando me golpeaban. Los animales a mis pies se
inquietaron y lucharon entre ellos con más fiereza hasta que me mordieron de
nuevo y las tarántulas comenzaron a subir por mi cuerpo.
Utilicé todas mis fuerzas para lograr que ese maldito me soltara y justo cuando
lo logré me dejó caer al suelo. Gruñí de dolor, pero más de terror en cuanto
más tarántulas me buscaron y solo pude cerrar la boca para que no se metieran
en ella. Estaba en una pesadilla y sentí en mi pecho el ataque de pánico que
comenzó a apoderarse de mí y esa vez no iba a lograr contenerlo con
respiraciones pausadas ni la fragancia a lavanda.
Y cuando al fin mi corazón no dio para más, rogué para no volver a despertar.
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Jadeé por la falta de aire que la frialdad del agua me robaba y solo pude
encogerme para protegerme un poco. La piel se me estaba poniendo roja y los
huesos comenzaron a dolerme incluso más de lo que ya me dolían por las
mordeduras y picaduras de las víboras y tarántulas. Lo peor de todo es que a
esos tipos no les importaban mis ruegos. Esos cabrones no pararían, al
contrario, escuchar que me quejaba solo los inspiraba a seguir dañándome, así
que opté por acurrucarme y rogué para que el dolor de cabeza que me provocó
el agua hielo y el golpe de ella, me desvaneciera de nuevo.
Pero no lo hizo y durante un largo rato vi cómo el agua destilaba roja por mi
cuerpo, hasta que el temblor me hizo sucumbir en el suelo y no sentí más mis
extremidades.
A duras penas logré tirar de la sábana que colgaba de una cama pequeña y
contuve las ganas de vomitar cuando el hedor a orines que desprendía me
inundó la fosas nasales. En ese momento solo me importaba arroparme con
algo seco y calmar mi frío. Me mecí y me abracé a mí misma, pensando en todo
y nada a la vez. Los espasmos me sacudían y por momentos rogaba en voz alta
para que papá me encontrara y en otros pedía morir con rapidez.
Pasé así un buen rato hasta que logré dormirme y desperté cuando de
nuevo unas voces se acercaron y estuve a punto de llorar hasta que una de ellas
llamó mi atención. Era femenina y la reconocí de inmediato.
—Ahora mismo me importa una mierda lo que creas de mí, Lorenza, pero
incluso así te digo que jamás fue mi intención meterme con tu marido. Desde
el momento en que supe que Aleph me mintió me alejé de él y no fue por
descubrir que era casado sino por saber que era hermano de Izan, así que es
obvio que si desde un principio hubiera sabido que era tu esposo o el de
cualquier otra mujer, lo habría mandado al carajo porque no soy ese tipo de
mujer.
—Perfecto, eres una mujer leal. —dijo y comenzó a aplaudir con burla.
Apreté mis molares y la miré con odio— ¿Pero qué pasó cuando me conociste,
Essie? Porque me viste de idiota en ese momento al decidir callar.
Como mujer me indignaba que pensara de esa manera, pero cada quien se
mataba como quería y ese ya no era mi problema.
La miré con sorpresa cuando sacó una llave de sus tetas y comenzó a
caminar hacia la puerta de la celda. No supe qué pensar y me preparé por si su
intención era entrar para terminar con mi vida.
Sobre todo cuando abrió la puerta de la celda. Mis ojos nublaron por las
lágrimas al saborear la libertad y me contuve solo porque ella podía estar
jugando conmigo y torturándome de esa manera, así que di dos pasos hacia
atrás en cuanto entró.
—Hazlo ahora, es de la única manera en que creerán que todo fue parte de
tu hazaña, ayudada por Izan, quien te espera a unas cuadras de este almacén.
—Apresúrate —pidió.
—¿Era Aleph el tipo con el que me torturaron? —quise saber y ella solo
sonrió en respuesta.
Seguí las indicaciones que me dio y con cada paso apresurado recordé todo
lo que viví en ese lugar, volví a sentir el terror y el dolor, así como el asco, pero
no me detuve y no me importó ir semidesnuda. Quería mi libertad y la estaba
consiguiendo, así que no paré hasta que llegué a la puerta de metal y en cuanto
se abrió la luz del sol me cegó.
Segundos después entendí que nada podía ser tan fácil y menos con la mafia,
lo hice justo cuando varios coches se estacionaron afuera del lugar y varios
hombres salieron al verme a punto de escapar. Corrí sin pensar en las
secuencias y alcancé a esconderme detrás de un basurero en cuanto más
coches llegaron e iniciaron una balacera.
Con cuidado evalué el cuerpo del tipo y maldije al ver que tenía que
exponerme mucho para alcanzar su arma. Pero respiré hondo tratando de
obtener el valor suficiente con el aire, ya que así tuviera que arriesgarme, era
mejor tener algo con que defenderme a estar solo escondida y esperando
porque llegaran a protegerme.
Me asusté porque tenía que correr al menos unos diez pasos y él debía
tener una excelente puntería para hacerme llegar el chaleco sin que tuviera
que exponerme de nuevo.
—¡Ni te atrevas a terminar eso, maldito cabrón! —lo corté, sacando con él
el miedo y la frustración que sentía en ese instante.
Pero sabía que no tendría el tiempo para protegerse a él mismo, así que
con el chaleco cogí también el arma del tipo y disparé.
—¡Puta madre! —repetí una y otra vez mientras me apoyé en una rodilla y
comencé a disparar a todo aquel imbécil que se atrevió a subirse al contenedor
para atacar a Izan desde arriba.
Era irónico que mientras él apoyaba a su hermano, yo cubría su punto
ciego y agradecí que cuando me terminé todas las balas del cargador, Izan ya
era consciente que lo habían descubierto y debía protegerse así mismo.
Esos diez pasos eran los más difíciles que di en mi vida, incluso peores que
cuando aprendí a caminar de nuevo o decidí vivir sola, pero en cuanto
arranqué supe que ya no había vuelta atrás y solo seguí hasta que alcancé a
Aleph y me tiré sobre él para meterlo detrás del coche.
—¡Lo hiciste, pequeña! —alabó y me cogió del rostro para que lo viera—
¡Vamos a salir de aquí, Essie! ¡Te vamos a sacar de aquí! —aseguró.
Lo miré incrédula.
—Vine aquí por ti, Essie. Lorenza estará bien si hiciste tu trabajo con ella.
—aseguró y quise replicar— ¡Estará bien, Essie, te lo prometo! ¡Lorenza está
con su gente, nosotros no, debemos salir de aquí y ponerte a salvo, entiéndelo!
—¡Es tu mujer, tu esposa, Aleph! ¡No puedes irte y dejarla aquí! —me
indigné.
—¿¡Quieres odiarme más de lo que ya lo haces!? Te daré otro motivo: vine
aquí por ti no por Lorenza y me iré contigo, Essie. Así que más vale que lo
tengas claro porque solo me expuse a que me corten la polla y me la metan en
la boca por ti, pequeña —zanjó desesperado y me solté de su agarre con
molestia.
—Lo sé y pretendo que sigas viviendo sin importarme que sea solo para
odiarme, así que piensa en eso, en vivir para maldecirme por el resto de
nuestras vidas y salgamos de aquí —ordenó.
—El contenedor donde está Izan es nuestra meta, Essie. Tenemos que
alcanzar a llegar hasta allí —dijo y miré con horror hacia donde el pelinegro
estaba.
—No, nena, te juro que vas a vivir —Negué frenética y comencé a llorar.
Aun así fui capaz de ver cuando una bala impactó en la pierna de Aleph y
luego otra en el brazo donde sostenía el subfusil y cayó al suelo. Intenté
detenerme y vi hacia atrás con horror porque no podía levantarse y la tortura
que recibí por su culpa llegó a mi cabeza de inmediato.
Decidí hacerlo, corrí con los ojos llenos de lágrimas, pero luego sentí que el
tiempo se detuvo y cometí el error de ver hacia atrás. Aleph estaba tratando de
coger el subfusil para defenderse, pero no podía y rio irónico sabiendo que
había llegado su final.
Y no lo escuché más, solo hice lo que jamás se debía hacer en la vida que
era retroceder.
Aleph negó y miró incrédulo lo que estaba haciendo, pero no tuvo tiempo
de decirme nada, ya que solo llegué a él, me tiré a horcajadas sobre su cuerpo y
tomé el subfusil presionando el cargador que no pudo terminar de poner.
—Y estoy a punto también de matar por ti, maldito imbécil. —fue todo lo
que dije en el momento que coloqué el soporte del subfusil en mi hombro y
apunté a mi primera víctima— Fuego —susurré y sentí a Aleph tomarme de la
cintura para estabilizarme.
La adrenalina hizo su último efecto en mi cuerpo y me llenó tanto, que
tras el primer disparo siguieron otros. Me metí de lleno en mi papel, dejando
que el instinto me guiara y solo busqué uno a uno a mis objetivos.
Justo en ese momento me sentí protegida solo con verlos y deseé correr
para abrazar a papá.
Iba con los zapatos en la mano y no podía creer que estuviera en medio de
esa locura, Filippo iba detrás de ella, con su arma en mano cuidando de su
espalda.
—¡Cálmate! —pedí.
—Tu padre y su hermana vienen de una familia con poder, tanto bueno
como malo, amor, pero esta vez tuvimos que recurrir a otros recursos —soltó
y la miré sin entender.
«Hogar», eso fue todo lo que imaginé al estar entre sus brazos.
No lo estaba, pasé por mucho, pero ya me encontraba a salvo, así que con
eso tenía suficiente.
—No tengo nada que perdonarte, amor —aseguró y me metió entre sus
brazos de nuevo.
Papá me dejó al ver que Dasher se había ido hacia Aleph y alcancé a ver
cuándo mi hermano lo levantó de la camisa dispuesto a golpearlo. Izan llegó a
defenderlo y mi padre lo cogió y comenzó a golpearlo.
—¿¡Qué está pasando!? —dije e intenté correr hacia ellos, pero un hombre
me detuvo.
Miré cómo loca de un lado a otro. Papá golpeando a Izan y mamá a Aleph.
La gente que estaba con mi familia era menos en comparación a los que
estaban con los Gambino y temí que otra masacre se desatara. Sobre todo
cuando papá dejó de golpear a Izan y otro tipo retuvo a Aleph.
Todo lo que vi en ella siempre fueron risas y bromas, pero nunca esperé que de
su boca saliera una amenaza mortal, y no estaba jugando. Incluso amenazando
con un taco sabía que nada en ella era una broma.
¿Qué estaba pasando? ¿Cómo mi vida se fue por la borda en cuestión de
segundos? No lo sabía.
Mentira, sí lo sabía.
—¡Maldito hijo de puta! No te alcanzará la vida para que pagues lo que has
hecho —gritó mamá.
Quise acercarme a ellos, pero el hombre de antes hizo más fuerte su agarre en
mí. Lo que mi madre acababa de decir me hizo pensar en que ya sabían todo, el
por qué dejé de hablarles o la razón por la que estuve desaparecida tanto
tiempo y me aterré. Era absurdo, ya que tomé la decisión de decírselos yo
misma para que lo entendieran y supieran de mi boca, mas debí imaginar que
siendo papá quien era y teniendo la familia que tenía, era cuestión de tiempo
para que descubrieran en todo lo que me vi envuelta.
—Pasa que estos dos se van a arrepentir de haberse acercado a ti —dijo papá al
fin y mi corazón se detuvo cuando le quitó el seguro a su arma.
—¡No! —grité.
Y no sé cómo carajos hizo Aleph para zafarse, pero logró desviar el disparo que
iba para su hermano.
¡Jodida mierda! Ese infierno no acabaría nunca y menos cuando papá apuntó a
Aleph y de pronto más gente llegó.
Corrí hacia mis padres, mis tíos, mi hermano, Aiden y Sadashi nos rodearon,
pero Donato y Filippo estaban cerca y ellos apuntaron a papá.
—¡Díselo, hijo de la gran puta! —exigió papá a Aleph y este lo miró negando—
¡Díselo! —repitió y lo vi llorar.
—¿Aleph? —dijo mamá viéndome indignada— Este bastardo no nació con ese
nombre —soltó con asco.
«Helena no murió».
—No, no, no, no, de ninguna manera —dije y miré a Izan—. Dime que no es
cierto —supliqué y solo lo vi apretar la mandíbula.
Le arrebaté el arma a mi padre y con toda la fuerza del mundo me fui sobre
Aleph hasta hacerlo caer al suelo y cuando estuve sobre él puse la pistola en su
cabeza, justo en el mismo lugar donde yo tenía la cicatriz.
—Dime que no es cierto —le exigí entre lágrimas y sus ojos se inundaron con
las suyas— ¡Dime que eres Aleph Gambino! —rogué.
—Aleph —rogué.
—¡No! ¡No, no, no! —lloré y presioné con fuerza el arma en su frente.
Y solo supe que fue papá quien me arrancó de ese tipo hasta que me metió
entre sus brazos y me abrazó fuerte con la intención de borrar mi dolor. Deseé
con todo mi corazón que fuera así de fácil, que mi pesadilla terminara con el
gesto protector de mi padre, pero era imposible.
Sentirlo solo me hizo comenzar a llorar por la impotencia más cruel que
alguna vez experimenté y ni la tortura logró quebrarme con tanta magnitud
como me quebré en ese momento.
—¡Te odio! —le grité y cogí polvo y piedras pequeñas del suelo para
lanzárselas al pecho y el rostro— ¡Te odio, te odio por haberme matado aquel
día! ¡Por haberme arrebatado todo lo que fui! ¡Te odio por arrancarme la vida!
¡Los sueños! ¡Mis metas! ¡Todo! ¡Te odio, maldita mierda nacida de la mierda!
—grité con tanta furia que supe en ese momento que nunca fue necesario
apuntarlo con un arma.
—Que bien finges, bastardo —ironicé, usando el insulto que mis padres
utilizaron contra él y negó.
—Estrellita —me llamó papá y me hizo verlo, negó y no entendí por qué.
—Pequeña, yo no…
—El día que esta mierda mató a tu novia —terminé por él cuando se
quedó en silencio.
—¿Por qué hablan como si para ustedes no es sorpresa ver a este imbécil?
—preguntó Dasher y todos lo observaron.
Él negó y cerró los ojos para que sus lágrimas cayeran y no le estorbaran para
mirarme.
—No es solo culpa de este cabrón el que hayas pasado por todo esto —dijo
y lo miré sin entender.
—Hace cuatro años nos vimos envueltos en una situación que puso en
peligro a Daemon y Rahsia —comenzó a decir papá, mencionando al hermano
gemelo de Aiden y a su novia—. Y para protegerlos y deshacernos de los
enemigos que tanto nos habían jodido la vida, tuvimos que aliarnos con
nuestra peor pesadilla —confesó y con la barbilla señaló hacia donde estaba
Demian.
Papá era excelente en su puntería, así que entendí que a lo que se refirió en
realidad fue a que deseó haber fallado por primera vez hacia donde dio y no a
donde apuntó.
—¡Sí, debí! ¡Pero no soy tan mierda como tú, hijo de puta! —se defendió
papá—. Lo hice así porque le dejé la opción a la vida de llevarte al fin al
infierno o darte una segunda oportunidad y qué imbécil fui.
—El peor de todos —le reprochó tío Elijah, demostrando que era la
primera vez que escuchaba tal cosa.
—Claro que opinas así. Lo haces porque siempre has sido un hijo de puta
amado por sus papis —se burló Demian de él.
—Laurel…
—Para ti es muy fácil criticar, LuzBel, ya que naciste en una cuna de oro y
desconoces el infierno en el que tus cuñados nacimos —siguió hablando
Demian con burla y negué.
—Tienes toda la razón, llegó la hora de acabar con toda la mierda —dijo tío
Elijah y con agilidad sacó un arma.
—Tienes suerte de que sea una mujer de palabra, maldito cabrón —gruñó
ella.
—Les aconsejo que comiencen a hacerse la idea de que aquí solo se han
encontrado con un Don de la mafia, ¿capisci? —siguió Aleph hablando con
burla y miró a tía Isabella con diversión— ¿Qué crees que diría Enoc? Su
consentida liderando el lado bueno y su bastardo conquistando el mundo
oscuro —Jadeé al escuchar eso y busqué a Dasher con la mirada.
Sadashi negó hacia ella y con una leve señal de barbilla le indicó que
mirara a nuestro alrededor. Estaban llegando más personas y al ver que
todavía no habían comenzado a disparar, intuí que eran parte de la mafia que
apoyaba a Aleph.
—No me siento, soy demasiado grande, LuzBel. Y solo porque has llegado
aquí para apoyar a tu familia te irás vivo —largó.
—No solo vine a apoyar a mi familia, imbécil. Tenía que venir a rescatar a
mi sobrina de la mierda en la que la metiste.
—Y te lo agradezco y en este momento no te lo digo con burla. Cometí un
error con ella y me arrepiento de muchas cosas, menos de volver a acercarme
y…
—¡Qué puto descaro tienes! —lo cortó mamá— Y agradece que estamos
aquí, porque si estuvieras fuera de tu campo de juegos, yo misma te haría pagar
por lo que le has hecho a mi hija.
—Ya pagué lo que tenía que pagar, Laurel —aseguró él y me reí de eso—.
Hicimos un trato con Aiden, tu marido tuvo la oportunidad de acabar con mi
vida y no lo hizo, así que tomé mi oportunidad y me alejé de todos porque así
como ustedes me aborrecen, yo no tenía la intención de seguirlos jodiendo con
mi existencia. Les hice una promesa y traté de cumplirla desde entonces y no
tienen ni una puta idea de cómo me torturé noche a noche pensando en que
solo debía conformarme con saber que reaccionó.
—Porque me dejé seducir por el destino cuando me crucé con ella de nuevo
solo para torturarme un poco más y te has dado cuenta —le dijo—. Solo quise
verla una vez más de cerca, solo quería asegurarme que no me verías con odio
así fuera porque no me conocías —señaló hacia mí y negué—. Y el diablo sabe
cuanto me quise alejar luego de verte en la cafetería, pero el hijo de puta jugó
conmigo y me hizo volver a tenerte cerca en el restaurante de Llanerch.
—¡Aleph! Más gente de Costello está llegando, tenemos que salir de aquí
—dijo la rubia a la que Izan se refirió como Graziana y todos nos alertamos.
—Algún día espero poder contarte mi versión —me dijo entonces y negué.
—Le ruego a ese mismo destino que te cruzó conmigo, que te aleje para
siempre de mí, Demian. Porque así te haya conocido como Aleph, sigues
siendo el ladrón de mi recuerdos y por ti conocí el odio y solo tú te lo mereces.
Así que por mí, muérete imbécil —dije.
—No debiste volver por mí, pequeña —me recordó con tristeza y lloré.
—Te lo regalé cuando cumpliste quince años —siguió y sentí una punzada
más fuerte en la cabeza que casi me envió al suelo.
—Ella es Helena.
—¿No es tu nombre?
—No, es solo un apodo que tu hermano me puso por lo mucho que me molesta
que me compare con la mujer que supuestamente hizo caer a Troya.
—¡No! No fue por ella y les aconsejo a ambos que lean bien antes de sacar esas
conclusiones.
—Lo sé.
—¿Cómo lo llamarás?
—Luna.
—¿Luna?
—¡Sí! Y no te burles.
—Tú me diste a Luna —logré decir mientras los veía y tras eso me desvanecí.
_______________________________
Adoro quando entra in modalità figlio di puttana: Amo cuando se pone en modo
hijo de puta
EPÍLOGO
{Aleph}
Años atrás…
Sufrimiento total y el castigo que merecía por las mierdas que hice. Pero sobre
todo por el peor pecado que cometí en mi vida: provocar lágrimas y agonía en
un rostro que me regaló sus mejores sonrisas.
Aunque cuando abrí los ojos y vi esa luz blanca y cegadora, y escuché el
molesto bip de las máquinas conectadas a mi pecho, intuí que mi castigo me lo
darían en vida.
Fruncí el ceño al no entender nada, pues lo último que recordaba era haber
servido de escudo para David Black.
«¡Ha despertado!»
El odio que me enfundaron hacia mi familia paterna fue como un veneno que
recorrió cada célula de mi cuerpo hasta pudrirme incluso el alma y siempre
busqué las maneras de dañarlos, esa era la misión de mi vida, la razón por la
que mi madre me parió y sabía que no podía parar hasta conseguir lo que mi
progenitora deseaba, pero conocer a Izan fue el principio de mi caída, ya que
en cuanto ese chico llegó a mi existencia descubrí que cuidar de otra persona
que me necesitaba requería de más valentía de la que usaba para tirar del
gatillo y matar a alguien.
Pero no fue hasta que me presentó a la chiquilla que lo tenía loco, que mi
camino tomó otro rumbo.
Cuando la conocí y supe de quién era hija vi una oportunidad para joder a los
que creía mis enemigos, pero ver a Izan tan feliz y entusiasmado con ella me
hizo conocerla mejor y descubrir que solo era una inocente que se ganaba con
facilidad a cualquiera que la tratara. Mi cuñadita listilla como la apodé y la
miraba así, ya que desde un principio Izan le dijo que éramos hermanos.
Izan Gambino, gracias a que Alonzo y Joddy lo adoptaron por petición mía, se
convirtió en una especie de luz en mi vida, lo veía como a mi propio hermano,
de hecho, había muchas cosas en él que me recordaban a mí. Ser despreciado
por su propia madre sobre todo. Aunque de alguna manera el chico corrió con
mejor suerte al ser abandonado en una casa hogar donde tuvo aprecio a pesar
de todo, yo en cambio viví con la esperanza de que algún día mi madre me
amara, pero contrario a eso, me odió cada vez más.
Era como si las cadenas de la miseria que siempre me retuvieron al lado de los
Black se hubieran roto y me liberaran de algo que me negué a ser liberado por
mucho tiempo al creer que no era correcto ni justo. Al pensar que no podía ser
malagradecido con las personas que me criaron y educaron a su manera.
—Vives para morir y después de esta vida no hay devoluciones, así que disfruta de
todo lo que puedas y ama hasta que te quedes sin corazón —Sonreí al escuchar a
Essie decirme eso.
Era una niña de dieciséis años en ese momento, dándole consejos a un tipo de
veintitrés y me causó mucha gracia. Ambos nos encontrábamos esperando a Izan
mientras él nos compraba un helado. Y no era inteligente de mi parte dejarme ver
con ellos, pero ambos podían volverse un dolor de trasero cuando se proponían algo
y querían pasar tiempo en familia.
Algo irónico para mí siendo sincero, pero de vez en cuando me gustaba ceder a los
caprichos de esos dos.
—A ver, pequeña sabionda. No puedo amar si no tengo corazón —le dije y negó
mostrando su desacuerdo.
Habíamos llegado a ese tema luego de joderla porque la escuché suspirar como una
completa y loca enamorada de Izan cuando lo vio irse hacia el local de los helados.
Tras eso se metió en una de sus charlas que parecían como de una psicóloga o una
persona que ya había recorrido mucho camino y hablaba desde su experiencia.
«Dicen que soy un alma vieja», me había dicho una vez y a veces lo creía.
—Física y lógicamente, todos tenemos corazón porque fuimos creados con uno —
aseguró y me embobé con su rostro inocente. Fruncía la nariz cuando se
concentraba mucho y se ponía un dedo en la sien, como si eso le ayudara a pensar
mejor.
Y no la miraba con malicia, era muy bella y no lo negaría, pero era una niña y no
tenía nada de atractivo a mi manera de verla, además de que hubiese sido enfermo
de mi parte fijarme de esa manera en una chiquilla que a parte de ser menor de
edad, era la novia de mi hermano.
—¡Mierda! Entonces no amaré nunca —le dije haciendo que rodara los ojos.
Pasar el rato con Essie e Izan me hacía sentir como una persona normal y con ellos
entendí lo que Alonzo siempre me dijo: los Black y Sellers solo me usaban para su
beneficio, me criaron como una máquina de ejecución que solo merecía golpecitos
en la cabeza como un puto perro cuando hacía las cosas tal cual lo querían y
cuando no, me daban patadas en el costado y demostraban su asco hacia mí.
Y solo cuando Izan me miraba como si fuera su puto héroe es que creía en
realidad que nací para liderar, no para ser el subordinado de nadie, pero decidí
tomar las riendas de mi vida cuando fue muy tarde; cuando la cagué como el
peor de los miserables y destruí a las únicas dos personas que me importaban
en la vida.
—¡Hijo! ¡Al fin! —exclamó Alonzo Gambino cuando entró a la habitación junto
a su esposa y me sacó de mi miseria.
Eran mis padrinos y no porque mi madre los haya escogido o David Black, el
hombre que sirvió como única figura paterna en mi vida, pero que en lugar de
enseñarme a jugar a la pelota, me instruyó desde los once años para que fuera
su mayor ejecutor en la asociación delictiva que lideró junto a su hermano
Lucius Black hasta que este último fue asesinado.
—Tuve que haberte abortado, es que en serio no sirves para nada, pedazo de
mierda —me gritaba mi madre mientras me golpeaba.
Solo tenía ocho años en ese momento y llegué golpeado a casa luego de que unos
niños molestaran a una compañera y yo me metiera a defenderla. Uno de ellos me
empujó, pero no fue nada grave para mí y me sentí satisfecho al ver que no
siguieron jodiéndola. Sin embargo, cuando llegué a casa vi que mi mejilla tenía un
morado, me lo hice al chocar en el casillero donde me tiraron aquellos chicos,
madre me lo vio y cuando traté de explicarle la razón, solo le importó y molestó que
no me hubiera defendido.
—Mami, pero dejaron de molestar a mi amiguita —le dije, creyendo que ese era
motivo suficiente para que se sintiera orgullosa de mí.
—Me importa un carajo esa chiquilla. Lo que necesito es que dejes de ser un
imbécil, chiquillo bastardo. Demuestra que no te parí por gusto —exigió y solo me
encogí en mi lugar cuando alzó una regla de madera que usaba para castigarme.
En ese momento no entendía por qué si hacía cosas buenas, según yo, ella siempre
me castigaba. Lo hizo así siempre y los cardenales en mi cuerpo se convirtieron en
mis primeros tatuajes, ya que siempre mantenía uno que otro en mi cuerpo.
—¡Demian! ¿Qué te pasó, cariño? —me preguntó Joddy días después. Habían
llegado de visita a casa de David.
Eran mis padrinos porque así lo quisieron ellos al conocerme cuando solo tenía
cinco años y mi madre junto a David Black lo permitieron, ya que Alonzo era uno de
sus socios más poderosos y les convenía complacerlo en todo.
Sin embargo, esa noche le sugirieron a David que me llevara con él un tiempo; no
entendí por qué, pero el viejo obedeció. En su casa no me trataron mejor, a
excepción de Bianka, mi tía materna, aunque su marido le pidió que dejara los
buenos tratos conmigo porque me echaría a perder. La mujer obedeció y solo me
consentía a escondidas, según los demás.
—¡Joder, chaval! ¿¡Qué mierdas haces aquí!? —preguntó uno de los hombres de
David y me asusté.
El tipo era bastante despreciable y las chicas le tenían miedo, pues cada vez que lo
veían huían de él como si se tratara de un fantasma. Yuliya sobre todo.
—Ya verás cómo querrás haberte escondido mejor ahora que le diga al jefe dónde
te he encontrado —se burló y negué asustado.
Él y todos los demás sabían que si daban una queja de mí sería para que me
destrozaran la espalda a golpes y al parecer ese tipo era el que más lo disfrutaba.
Así que sin saber que el arma estaba cargada la alcé y la apunté hacia su cabeza.
—Ni que tuvieras las bolas para tirar de ese gatillo —se burló y las manos me
comenzaron a temblar al ver que seguiría su camino—. Y ya verás lo que pasará
luego de que el jefe te castigue —me amenazó.
Grité antes de tirar del gatillo y grité aún más al verlo caer al suelo. Le había dado
en la cabeza y cuando cayó debajo de él comenzó a formarse un charco de sangre
espesa.
Mis gritos fueron escandalosos, tanto, que más hombres llegaron y maldijeron al
ver a su compañero tirado. Las chicas buscaron mis gritos y ambas se abrazaron al
ver la escena y comenzaron a llorar en silencio. Yo también soltaba mis lágrimas,
aunque mi respiración acelerada no me permitía llorar con sollozos.
Solo quería a mi familia de nuevo y si ese hombre hablaba se irían al diablo mis
planes. Pero no quería matarlo, eso jamás.
Tenía el arma en mi mano, así que era obvio lo que había pasado, aun así me
obligó a decirle lo que hice y por qué. Me esperaba lo peor porque lo merecía, esa
vez sí cometí algo por lo que me gané todos los golpes del mundo, pero me quedé de
piedra al ver que solo comenzó a reírse y me felicitó.
¿Por qué me felicitaba si acababa de asesinar a uno de sus hombres? Hubiese sido
accidente o no, le quité la vida a alguien y David me lo celebraba.
Sin embargo, así haya pasado por noches de traumas a causa de eso, conseguí lo
que menos imaginé: mamá al fin se sintió orgullosa de mí y todavía recordaba el
abrazo que me dio, el beso que depositó en mi mejilla y lo bien que me trató luego
de eso.
Entonces mi mente infantil lo comprendió todo al revés, ya que lo que me
enseñaban en la escuela que era bueno, en realidad era malo para mi familia. Y a
mí me importaba mi madre y tío David, no la escuela.
Y vaya decepción la que se llevó al comprobar que solo fui un traidor que cayó
en lo más despreciable para ella: el amor.
—Rony trabaja para mí, Demian, siempre ha sido así —aseguró Alonzo y lo
miré con sorpresa.
Rony era el tipo que según pensé, se cambió a mi bando en el momento que vio
que las cosas se pusieron color mierda tras un complot en el que participé,
pero en ese instante intuí que no fue solo por eso.
—Él logró escapar tras el ataque, pero volvió porque le ordené que se
asegurara de que tú salieras del almacén, te encontró tirado sobre el cuerpo de
David, recibiste diez disparos, pero aún tenías pulso así que te sacó de allí y
ayudado por más de mi gente lograron llevarte a un hospital y estabilizarte
hasta que te pudimos trasladar a mi territorio —confesó y lo miré con ironía.
—Me mantuviste con vida solo para deshacerte de mí con tus propias manos
—le dije y él sonrió.
Y sabía que el castigo de ese italiano me haría desear la muerte más miserable
antes que su tortura.
—Podrías dejarme a solas con él, amor mío —le pidió Alonzo a su esposa,
hablándole en su idioma natal.
Ella asintió y nos dejó de inmediato, no sin antes darme un beso en la mejilla.
Y admito que me cohibía siempre que Joddy actuaba así conmigo. De alguna
manera me hacía sentir débil y como un completo marica.
—Sé por qué has hecho esto —dijo Alonzo cuando estuvimos solos y lo miré—
y como siempre te lo he dicho, lejos de decepcionarme me enorgulleces,
Demian. Eres el hijo que siempre he deseado y, aunque ame a Izan, él nunca
accederá a ser el Don de mi familia y menos después de lo que pasó con esa
chiquilla —confesó y negué cuando habló de Essie.
—Me sorprende más que le llames familia a los Black, mi querido ahijado, a
que los hayas traicionado —soltó—. Y como te repito, sé que te aliaste con los
Grigori y Sigilosos solo por reivindicarte con Izan, tu verdadera familia —
soltó.
No se equivocaba, aunque tampoco sabía todo lo que me hizo caer con esos
imbéciles y esperaba que no se hubiera enterado de que Izan también nos
ayudó, ya que lo puse en peligro al permitir que me ayudara con su magia
tecnológica y con eso dejé que Sadashi supiera de él.
—E imagino que lo hiciste bien para que te dejaran vivir —añadió Alonzo y reí
irónico.
—Sé que no suplantará a Noche, pero igual puedes amarlo —le dije a Essie cuando
le regalé a ese gato negro.
Por accidente atropellé a su gato llamado Noche y lo maté. ¡Mierda! Sentí más pena
por ese animal que por las personas que asesiné a lo largo de mi vida y odié verla
llorar tan desconsolada.
Izan había comprado a una pareja de gatitos para el cumpleaños quince de Essie, él
se quedó con la hembra y ella cogió al macho, pero escogió el nombre de ambos:
Nube y Noche. Y la chica entendió que nunca quise deshacerme del felino, aunque
igual me miró con odio y lo que me hizo sentir fue lo más horrible que experimenté
alguna vez.
—De verdad lo siento, pequeña. Nunca quise dañar a Noche —aseguré y suspiró
profundo.
—También lo sé, Demian. Más bien perdóname tú por cómo te traté ese día —dijo
y negué.
—No tienes por qué pedirme perdón —aseguré—. Merecía más que eso, de
hecho —añadí y negó.
—Jodida mierda, qué bueno que en eso mi madre no pensó como tú y hubiera sido
Demiana en todo caso —señalé y comenzó a reírse al verme anonadado al
imaginarme con ese nombre.
Y entendí su punto, de verdad que sí, pero seguía agradeciendo el tener un nombre
masculino, aunque llamarme Damiana no me hubiese quitado la hombría. Pero sí
que hubiera crecido más traumado de lo que ya estaba.
Y su risa me contagió, así que negué y la acompañé. Esa chica en serio que era
única y comprendí mejor por qué Izan se empeñó en hacerme conocerla.
—Explícate mejor, porque si así como escoges nombres les das significado,
entonces no sé si quiero que seas mi Luna —le dije y sonrió divertida.
—¿Alguna vez Izan te ha dicho por qué le puse Nube a su gatita? —preguntó y
negué— Una vez en el descanso entre clases nos fuimos hacia el campo de fútbol
porque él tenía un entrenamiento luego —comenzó a explicar y la miré atento—
, el sol estaba tan brillante que dañaba al punto de lo desesperante y a parte de eso
hacía un calor insoportable, entonces de pronto una enorme nube cubrió al sol y
sentimos un alivio tremendo que hasta jadeamos de gozo. Izan me dijo que yo le
causaba el mismo efecto que esa nube. Aseguró que estar conmigo lo protegía de
sus días agobiantes, ya que muchas veces se sentía como si estuviera expuesto a la
luz del sol, una tan dañina, que solo quería encontrar protección y yo se la daba.
—Creí que le escogiste ese nombre por el color —dije al recordar a la gata blanca.
—Mi gatito se llamaba Noche porque era negro como el cabello de tu hermano,
pero también porque la noche es mi tiempo preferido después del otoño. No te
puedo explicar con palabras lo que siento cuando el sol se oculta porque es algo
inefable, pero sí puedo decirte que, aunque sé que puede ser peligroso, también la
noche se asocia con la pasión.
Me removí un poco incómodo cuando dijo eso último y carraspeé. Pero la chiquilla
no le dio importancia y siguió.
—Te tiene completamente loca —le dije al escucharla hablar con tanta pasión
sobre Izan.
Y también para no sentirme tan mierda por haberle arrebatado a ese gato que
significaba tanto para ella. Sin embargo, lo que me explicó que significaban esos
nombres de verdad me abrumó y por primera vez en la vida no tuve el valor
suficiente para preguntar por qué escogió el nombre de Luna.
—Así que te aculillas —dijo y la miré sin entender, pero se rio de mí—. No tienes
valor de preguntarme por qué Luna y por qué yo soy tu Luna —siguió y tragué con
dificultad—. O bueno, lo somos junto a Izan —se corrigió.
—Vives en una noche constante, Demian. Y a diferencia de lo que significa para mí,
sé que para ti solo es el momento en que tus demonios aprovechan para atacarte y
odias eso, aunque lo afrontas porque también eres valiente y no quieres que el
miedo te venza y solo cuando estás conmigo e Izan, te sientes iluminado. Somos
como la luna que ilumina un poco tu camino.
—No te niegues a aceptar que somos esa luna que te guía al camino que sabes que
es el correcto. No tengas miedo —susurró y con toda la confianza del mundo se
recostó en mi hombro.
—Tengo más miedo de ser como un lobo y que la luna solo se convierta en mi
debilidad —admití y eso logró que me viera a los ojos.
—Sabemos que Darius Black posee un tiro preciso, Demian —dijo Alonzo y lo
miré—, así que te disparó en puntos donde sabía que tendrías una posibilidad
para sobrevivir y no se equivocó, te ha dado una oportunidad para que
renazcas y espero que la tomes, pero esta vez siendo más inteligente —añadió.
—Los Vigilantes han desaparecido al fin, padrino y es seguro que los socios de
David ya saben que todo es gracias a mi traición. Así que si no terminas tú con
mi renacimiento, lo hará alguien más, ya que jodí muchos planes —le recordé y
lo vi sonreír.
—A los Vigilantes los manejaba yo, hijo —se jactó—. Así que nadie a parte de
Rony, tú o yo sabemos lo que hiciste. Y bueno, lo saben también los Grigori y
Sigilosos, pero sé que ellos no hablarán de esto. Su misión era acabar al fin con
sus mayores enemigos y les has ayudado, así que es momento de aprovechar
tu muerte —dijo y lo miré sin entender.
—Ya estoy mayor para que me adoptes, padrino —señalé y se rio de mí.
—No sería adopción, Demian. Solo te ofrezco un nuevo comienzo como parte
de mi familia. Un cambio de identidad, un apellido de poder y un imperio que
estoy dispuesto a poner a tus pies. Únicamente te ofrezco la oportunidad de
obtener el lugar que siempre mereciste —añadió.
—Porque siempre te hemos visto como un hijo, uno al que tuvimos que dejar
en manos de unos ineptos e imbéciles solo porque legalmente tenían más
derecho sobre ti que nosotros —me recordó y no lo dudé.
—Y porque soy agradecido con las personas que son fieles a mí como tú,
Demian, ya que si todavía mantengo mi poder y sigo siendo un capo de la Cosa
Nostra y el Don de los Gambino, es gracias a ti —añadió y me tensé.
Yuliya llegó a mi cabeza en ese momento, la primera mujer por la que caí bajo
y por la que irónicamente, también ascendería como nunca imaginé.
Tragué con dificultad y los miré a ambos cuando Alonzo abrazó a su mujer.
—No esperen que los llame como padre o madre —dije tras unos minutos y
ambos sonrieron.
En ese momento dejé de ser Demian Sellers, un pobre diablo que creció lleno
de envidias y odio. Un subordinado al que el mundo trató como perro.
Y dejé que naciera Aleph Gambino, un líder que afianzó su propio poder, un
miserable que logró hacer y deshacer a su antojo; un hijo de puta que
conseguía todo lo que se proponía y que se creyó invencible y poderoso,
olvidándose que en su interior seguía habitando un lobo.
Y cuando su Luna volvió para iluminar sus noches oscuras, descubrió que esa
vez ya no era una niña que lo haría flaquear. Al contrario, se encontró con una
Helena renacida de la oscuridad que con una simple sonrisa lo hizo perder su
imperio más codiciado.
Una mujer que no se conformaría solo con hacerlo caer como el ladrón más
buscado, sino también una que le haría entregar su corazón como una ofrenda
para obtener su perdón.
Demian Sellers una vez tuvo a su Luna. Aleph Gambino en cambio encontró a
una Helena tan sensual como peligrosa.
Continuará…
Final