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DONES DE REVELACIÓN
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por medio de su Espíritu Santo a base de revelaciones, sueños o visiones.
Esto significa que el conocimiento, dado de manera sobrenatural por
revelación de Dios, no se obtiene por medios ni esfuerzos humanos. El
conocimiento de este tipo no se recibe debido a un estudio humano, ni por
información transmitida en secreto de una persona a otra. Sólo es el
conocimiento que el Espíritu Santo les revela a quienes han recibido este
don.
En 1 Samuel 9 vemos a que Saúl salió a buscar las asnas perdidas de su
padre. Cuando no pudieron hallarlas, se acercaron al vidente Samuel para
consultarle y él dijo de inmediato: "Y de las asnas que se te perdieron
hace ya tres días, pierde cuidado de ellas, porque se han hallado" (1
SamueI 9:20). Aun antes de esta conversación, Samuel ya sabía -no sólo
que Saúl andaba buscando las asnas- sino también que ya las habían
encontrado. Esta fue palabra de ciencia.
Este don también obró grandemente en la vida de Elíseo, según vemos en
2 Reyes 6:8-12. “Entonces uno de los siervos dijo: No, rey señor mío, sino
que el profeta Elíseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las
palabras que tú hablas en tu cámara más secreta.” Este conocimiento
maravilloso no era obtenido gracias a ninguna red de inteligencia humana,
sino que Dios lo revelaba en persona a Eliseo mediante este don del
Espíritu Santo.
En Hechos 5, Ananías y su esposa Safira se pusieron de acuerdo y
vendieron sus posesiones. Trajeron cierta parte de las ganancias y la
pusieron a los pies de los apóstoles, como si fuera todo el precio de lo
vendido. Estaban convencidos de que nadie conocería su mentira. Sin
embargo, Pedro dejó al descubierto la situación.
Un don como la palabra de ciencia nunca es del tipo de conocimiento que
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el hombre puede poseer por sí mismo y usarlo tan a la ligera como el agua,
pero el Espíritu de Dios es su dueño, y lo manifiesta según se necesite, por
medio del vaso que él escoja.
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con el cual Salomón hubiera nacido. En contraste con la sabiduría total que
los humanos pueden usar libremente cuando quieran, Dios manifiesta la
palabra de sabiduría de acuerdo con una necesidad concreta y en un
momento y lugar para su gloria.
En Mateo 22:15-22, los fariseos estaban seguros de tener una forma de
enredar a Jesús. En presencia de algunos romanos, le preguntaron si le
era legal a un judío darle tributo al César. Pensaron que era una trampa
perfecta, pero el Maestro les dio una respuesta con la que era imposible
atraparlo. Era una palabra de sabiduría, hablada por el poder del Espíritu
para resolver el tema en cuestión.
Cuando vemos a Jesús resolviendo problemas tan difíciles uno tras otro
por medio de palabras de sabiduría, nos sentimos sobrecogidos de respeto
y amor. Puesto que este mismo Señor es nuestro Salvador viviente,
cualquiera que sea la dificultad a la que nos enfrentemos, debemos
buscarlo a él y evitar el sentirnos descorazonados.
Cuando nos encontremos con una barrera infranqueable, Dios nos
permitirá superar con facilidad la dificultad y resolver el problema,
dándonos la maravillosa sabiduría de su Espíritu Santo.
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que es el espíritu del hombre quien se manifiesta en las palabras, y hay
que distinguirlo del Espíritu Santo y del espíritu de Satanás. Discernimos
los espíritus por la manifestación del Espíritu Santo, al juzgar si ese espíritu
procede de DIOS, o si es alguien hablando por el espíritu del hombre o por
el de Satanás.
En 1 Juan 4:1, el apóstol escribe sobre la importancia del discernimiento de
espíritus: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si
son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo." En
estos últimos días, a menos que uno tenga el don de discernimiento de
espíritu, se expone al peligro de ser confundido. A menos que seamos
capaces de discernir con rapidez a quienes entran entre nosotros con
espíritus de seducción y doctrinas de demonios, y oponernos a ellos, el
rebaño de creyentes débiles puede ser muy dañado.
En 1 Reyes 22 se relata una escena donde Acab, el rey de Israel, estaba
hablando con Josafat, rey de Judá, a fin de preparar una guerra; Dios le
mostró al profeta Micaías las cosas ocultas que estaban sucediendo en los
cielos, y así él llegó a la conclusión de que las palabras de los
cuatrocientos profetas que lo rodeaban, procedían de espíritus de
mentira, engañando a los reyes.
Los que no tienen el don de discernimiento de espíritus no pueden
distinguir qué profecías son ciertas. De igual manera, no debemos creer
toda profecía de manera incondicional, sino discernir si procede realmente
del Espíritu Santo, o si procede de espíritus malignos, o bien de la carne.
Todas las manifestaciones espirituales deben ser probadas a través del
don de discernimiento de espíritus, puesto que mientras más las
experimentemos, más atentos debemos estar a la posibilidad de que
aparezcan espíritus de mentira y falsificación.
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En Hechos 8, encontramos que muchos escucharon el evangelio,
recibieron salvación, sanidad y fueron bautizados en las aguas. Cuando
Pedro y Juan y oraron con aquellos nuevos cristianos para que recibieran
el bautismo en el Espíritu Santo, hubo un mago llamado Simón, que trató
de comprarle la unción a Pedro. Aunque Simón ya se había bautizado en
agua y en apariencia, era un creyente fiel, el apóstol lo vio a través del
discernimiento de espíritus, y se le reveló con claridad su naturaleza real:
"Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás" (v. 23).
Por medio del don de discernimiento, la verdad interna de Simón quedó
revelada.
En Hechos 16, cuando Pablo y Silas estaban en Filipos. “...Estos hombres
son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.
Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se
volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas
de ella. Y salió en aquella misma hora” (vs. 16-18).
Exteriormente, esa jovencita parecía ayudar a la obra del evangelio con lo
que proclamaba en alta voz, pero Pablo fue alertado sobre la realidad de
que se trataba de una trampa del diablo, así que echó fuera al espíritu de
adivinación.