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Actualidad de la filosofia politica y otros ensayos tee Oy tetra e tre ea nt ee ACTUALIDAD DE LA FILOSOFIA POLITICA Y OTROS ENSAYOS IVAN DAR{O ARANGO UNIVERSIDAD ast DE ANTIOQUIA Tnstituto de Filosofia ~\COLECCION] ibellus Arango, Ivan Dari Actualidad de la filosofia politica y otros ensayos / Ivén Darfo Arango. -- Me- dellin: Editorial EAFIT, Universidad de Antioquia. Instituto de Filosofia, 2018 176 p, 21cm. ~ (Coleccién Libellus) ISBN 978-958-720-501-5 1. Filosofia politica. I. Tit. II. Serie 320.01 cd 23 ed. A662 : Universidad EAFIT- Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarria Villegas ACTUALIDAD DE LA FILOSOF{A POLITICA Y OTROS ENSAYOS PRIMERA EDICION: JUNIO DE 2018 © IVAN DARIO ARANCO © INSTITUTO DE FILOSOFIA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA © EDITORIAL EAFIT CARRERA 49 No. 7 SUR - 50 TEL. 261 95 23, MEDELLIN http://www.eafit.edu.co/fondoeditorial Correo electrénico: fonedit@eafit.edu.co DISENO DE COLECCION Y DIAGRAMACION: Alina Giraldo Yepes EDITOR: Felipe Restrepo David CREDITOS GUARDA: 537977785, Oshutterstock.com ISBN: 978-958-720-501-5 Universidad EAFIT | Vigilada Mineducacién Reconocimiento como Universidad: Decreto Numero 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la Reptblica de Colombia Reconocimiento personeria juridica: Namero 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernaci6n de Antioquia Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educaci6n Nacional hasta el 2026, mediante Resolucién 2158 emitida el 13 de febrero de 2018 Prohibida la reproducci6n total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propésito, sin la autorizaci6n escrita de la editorial AGRADECIMIENTOS Debo reconocer que encontré un apoyo constante de mis compafieros del Consejo del Instituto de Filosofia de la Universidad de Antioquia, durante todo el proceso de reali- zacion de este trabajo. Las conversaciones con mis colegas Francisco Cortés y Andrés Saldarriaga siempre han sido muy estimulantes. Agradezco al Comité Editorial de la Universidad EAFIT, por la generosa acogida de mi libro y también al escritor Feli- pe Restrepo David, de la misma Editorial, quien se ocupé con lucidez de revisar y ordenar los ensayos que componen este texto. Ademis, le agradezco a Luis Germén Sierra, de la Bi- blioteca Carlos Gaviria Diaz de la Universidad de Antioquia, sus indicaciones sobre el valor moral de la gran literatura. He podido entender que la rectitud, antes que una cualidad moral es un valor estético, lo cual confirma la idea de Wittgenstein, segtn la cual la ética es la estética de la vida. Guardo un profundo sentimiento de gratitud con mi hi- jo Santiago, pues en los momentos de mayor dificultad con este proyecto, sus palabras fueron mi brijula para seguir adelante. Finalmente, le doy las gracias a la sefiora Luz Maria Hernéndez y a mi esposa Socorro Gutiérrez, quienes con su ayuda paciente digitaron el manuscrito, especialmente del ensayo inédito, “Actualidad de la filosoffa politica”, texto principal. CONTENIDO INTRODUCCION... 9 PARTEI 1, ACTUALIDAD DE LA FILOSOFIA POLITICA . 15 Las preguntas de la filosofia politica 15, La pregunta por el régimen politico La pregunta por la legitimidad politica .... La pregunta por la democraci La pregunta por la educacién. PARTE II y . LA FILOSOFIA POLITICA DEL DOCTOR CARLOS GAVIRIA... 101 3. EL DEBATE DE IDEAS EN LA UNIVERSIDAD .. 4. NOTAS SOBRE ALGUNAS POLEMICAS DE ROUSSEAU 5. ¢UNA CONSTITUCION HACE POSIBLE LA DEMOCRACIA?... 133, 6. EL CURSO BASICO DE FILOSOFIA POLITICA PARTE IIL 7. LOS LIBROS ESENCIALES ..... 145 8. NUESTROS AUTORES PREFERIDOS....... 155 g. LACIUDAD EN LA POESIA DE JOSE MANUEL ARANGO........ 159 BIBLIOGRAFIA..... .. 167 ORIGEN DE LOS ENSAYOS..... 175 INTRODUCCION Asi como las buenas costumbres requieren leyes para conservarse, también las leyes, para ser observadas, exigen buenas costumbres Maquiavelo Estos ensayos buscan la respuesta de la filosoffa politica a la pregunta: “éCémo educar para la democracia?”, que era el tema de la Gltima conferencia del doctor Carlos Gaviria, el 11 de mar- zo de 2015, en el Gimnasio Moderno de Bogota. Se trata de una pregunta compleja que requiere la respues- ta de diferentes disciplinas que van desde la sociologfa histéri- cay la ciencia polftica, hasta la antropologia cultural y el dere- cho comparado. La complejidad de esa pregunta se debe al estado de anomia que nos tiene postrados, segtin el diagnésti- co del doctor Gaviria, desde los afios noventa, y que consiste en la dificultad que tenemos para interiorizar normas, lo que exige preguntarnos por nuestras costumbres politicas y nuestras formas de sociabilidad a través de la historia. La filosoffa politica se ocupa de examinar los motivos de obediencia a la autoridad politica y a las leyes: motivos que pue- den ser elevados, cuando se trata de una sociedad sana, 0 -9- pueden ser bajos cuando la sociedad es corrupta, para emplear las distinciones de Nicolas Maquiavelo, quien es el fundador de la filosofia politica moderna. En las discusiones de filosofia politica es comtin apoyarse en las teorias del contrato social para fundamentar los dere- chos humanos 0 para aclarar el acuerdo tacito que sirve de base al Estado de derecho. El problema de tales teorfas es que no examinan las costumbres y la corrupcién politica como lo ha- cen Nicolas Maquiavelo, Etienne de La Boétie o Alexis de Tocqueville, quienes no las emplearon porque se ocuparon més de las virtudes puiblicas que de los derechos individuales. Aunque los autores mencionados pusieron en lo mas alto la virtud civil y el espiritu puiblico, ellos conocian los im- pedimentos irracionales que inhiben el ejercicio de esas capacidades: entre esos impedimentos, la credulidad frente al poder es el que més facilmente puede replegar a los individuos en sus fantasias para abandonar la esfera publica y dejar que el gobernante corrompa las iniciativas ciudadanas. ‘Temas que estan muy desarrollados por Maquiavelo y La Boétie y que permiten un andlisis de las costumbres politicas en la perspectiva de la filosofia moral, sin desconocer la uti- lidad de la sociologfa histérica, tal como aparece en el libro EI poder politico en Colombia, de Fernando Guillén Martinez, donde establece el concepto de “subordinacién cémplice”, ca- racteristico de nuestra historia colonial y republicana que coincide con el de “servidumbre voluntaria”, desarrollado por Etienne de La Boétie, a partir del andlisis del poder, propio del enfoque fenomenolégico. Ahora bien, lo m4s importante de este enfoque consiste en distinguir la credulidad frente al poder de la mera ignorancia: -10- sencillamente debido a que el poder representa, ni mas ni me- nos, la unidad de la comunidad politica y no es inicamente la garantia de los derechos individuales, como ha sostenido la tradicién liberal, la cual no deja ver los motivos irraciona- les de la obediencia, que s{logran desentrafiar Maquiavelo, La Boétie y Tocqueville. Sin tales motivos, no se podria explicar el estado de anomia que nos tiene postrados, segtin sostenfa el doctor Gaviria. En nuestras discusiones académicas de ética y politica siempre nos referimos a la autonomia moral, la legitimidad democratica, la justicia social, los procedimientos de la deli- beracidn ptiblica y a otras banderas que representan nuestros més altos ideales, pero muy poco nos ocupamos de los obs- tAculos que impiden alcanzar esos propésitos. El andlisis de Maquiavelo, a partir de la experiencia vivida de la relaci6n polftica, ayuda a conocer esos obstdculos, que normalmente estén arraigados en la credulidad y las cos- tumbres de los pueblos. Sin los estudios de Claude Lefort, la filosoffa de Maquiavelo hubiera permanecido a la sombra de su ciencia politica y su aparente neutralidad valorativa. Lefort renov6 la filosoffa politica reciente a partir de sus estudios sobre Maquiavelo, La Boétie y Tocqueville. No cabe duda de que las fantasfas del individualismo moderno han sido descubiertas por la gran literatura, es- pecialmente por Ja literatura francesa del siglo x1x. Por esa raz6n, ha sido preciso dedicar uno de los ensayos de este libro al conocimiento moral que alcanzan algunas obras clasicas, que aqu{ consideramos los libros esenciales y es que el enfo- que fenomenolégico de la filosoffa politica esté mas cerca “A4- de las costumbres que del derecho, el cual es més propio del enfoque contractualista de las teorias de Hobbes, Locke o Kant y més recientemente de Jhon Rawls y Jiirgen Habermas. El enfoque fenomenolégico no pretende reducir la re- lacién politica de mando y obligacién a algo més inteligible como seria un acuerdo para legitimar la autoridad. La relacién politica es la base, no tnicamente para establecer las garan- tias individuales, sino para entender las costumbres de los pueblos. EI hilo conductor de estos ensayos estd en el argumen- to del primero de ellos, que busca repensar la democracia: no tanto como forma de gobierno, sino como forma de sociedad o como cultura politica de la sociedad civil, lo que exige mas atencién sobre las costumbres que sobre los derechos indivi- duales. Esta investigacién no corresponde al enfoque liberal y tampoco al enfoque marxista, porque es necesario entender el poder como poder de convencimiento y persuasién antes que como la mera dominacién de clase, y est4 més cerca de Maquiavelo que de Marx. Ae PARTE I 1, ACTUALIDAD DE LA FILOSOFIA POLITICA Las preguntas de la filosofia politica Las preguntas basicas de la filosoffa politica son las siguientes: —cCuAl es el mejor régimen politico? (Leo Strauss). —éPor qué debemos obedecer la autoridad politica? (Isaiah Berlin). —¢Cémo se define el concepto de lo politico? (Carl Sch- mith). Estas tres preguntas aparecen acompajfiadas por los nombres de tres grandes filésofos politicos del siglo xx, en el precioso articulo “Para un mapa de la filosoffa politica” de Norberto Bobbio.’ Se trata de un articulo de nueve paginas y es una muestra de la precisién y la claridad que son pro- pias de los textos del gran filésofo italiano. Sin embargo, es necesario hacer algunas aclaraciones frente a las valoracio- nes que Bobbio realiza de esas preguntas y de esos tres gran- des autores. 1 Norberto Bobbio, Teoria general de la politica, trad. Antonio de Cabo, Madrid, Trotta, 2003. -15- La pregunta de Leo Strauss es también la pregunta ori- ginal de la filosoffa politica, tal como la plantearon Platon y Anstételes y también otros autores como Cicerén o Santo Tomas. Segtin Bobbio, esa pregunta se puede perder en la utopia; es decir, puede conducir a la concepcién de un régimen politico puramente ideal, que no es posible realizar en la prac- tica, y, por lo mismo, es divergente de la ciencia politica, que se ocupa ante todo de la descripcién de los hechos politicos. La segunda pregunta corresponde a la forma como los au- tores modernos se preguntaron por los motivos que nos llevan a respetar y a legitimar la autoridad politica: esos motivos son diferentes para fildsofos politicos como Thomas Hobbes o Jean-Jacques Rousseau, a quienes es frecuente comparar: comparacién que aparece en el célebre articulo de Isaiah Berlin, “éExiste atin la teoria politica”, en el que la teoria de Hobbes es considerada impropia en principio porque esta basada “en una incomprensién de lo que entendemos por motivo, propésito, valor, personalidad y demés cosas por el estilo”. Es sorprendente que Berlin, en esta comparacién, esté dispuesto a destacar la superioridad de la explicacién de la obligacién politica, tal como aparece en Rousseau, senci- llamente porque comprende mejor lo que entendemos por motivo, propésito, valor, etc. Es sorprendente porque Isaiah Berlin en su articulo, “Dos conceptos de libertad”, habia ? Isaiah Berlin, “éExiste atin la teorfa politica?”, en: Conceptos y categorias, trad. Francisco Gonzalez, México, Fondo de Cultura Econémica, 1983, p. 267. 1b- destacado la claridad del concepto de libertad como ausencia de coacci6n, tal como aparece en Hobbes. Ese mismo con- cepto de libertad, entendido como lo entiende Rousseau, es decir, como obediencia a la voluntad general 0 a la autoridad legitima, ya no es claro para Berlin. Seguin él, se presta para ser manipulado o retorcido y para que la libertad sea cambia- da por democracia o por igualdad y el valor primordial de la libertad sea escamoteado. Puede decirse que Bobbio ha ilustrado de manera ini- gualable las dos primeras preguntas de la filosofia politica, con las obras de Leo Strauss y de Isaiah Berlin, pues ambos autores insisten en esas preguntas y las tienen como el hilo conductor de sus anilisis de los problemas morales y politicos del hombre moderno; por ejemplo, Strauss considera que la pregunta por el mejor régimen politico ha sido abandona- da poco a poco por los autores modernos, quienes se ocupan de asegurar intereses, olvidando la pregunta por el todo que es la comunidad polftica, entendida en términos organicos, don- de los derechos de cada uno se entienden a partir de sus obligaciones con la comunidad. Berlin encuentra que entre los autores modernos existen diferentes motivos para legitimar la obediencia politica y que esas diferencias dan cuenta de la riqueza del pensamien- to moral y politico, después de que Maquiavelo rompié con el monismo moral, cuando demostré que habia por lo menos dos sistemas de valores, o de perfeccionamiento moral, que eran incompatibles entre si y que por lo mismo no es posi- ble ajustar diferentes fines o propésitos de la vida en comin en una escala Gnica que corresponda a la jerarquia entre A7- tales valores, como la entendia Strauss apoyado en Platén y Aristételes, para quienes el mejor régimen politico no es la democracia, cuyo fin es la libertad, sino la aristocracia, cuyo fin es la virtud 0 la excelencia de cada uno, dependiendo de su naturaleza. Ahora bien, el problema de Strauss esta en que las vir- tudes estan jerarquizadas porque la sabiduria y el valor se esperan de pocos, mientras que la justicia y la moderacién se esperan de todos. No se necesita erudicién para saber que Berlin discute con Strauss, en lo concerniente ala naturaleza de la filosoffa politica. Para Berlin, “Strauss era un pensador prudente, honrado y profundamente riguroso... tuvimos mu- chas conversaciones y él intenté convertirme, pero no pudo Ilevarme a creer en valores eternos, inmutables, absolutos, verdaderos para los hombres en todos los lugares y en to- dos los tiempos, en la Ley Natural dictada por Dios y cosas por el estilo”.> Esa Ley Natura, para Strauss determina la jerarquia que existe, tanto en el cosmos como en la comunidad, entre lo que esta arriba y lo que naturalmente esta abajo: el mejor gobierno es el gobierno de los mejores, de aquellos que se han formado en la sabidurfa porque han tenido el tiempo para formar el cardcter o la virtud que son propios de quienes deben dirigir el orden polftico: “El régimen es la forma de vida como convivencia, el modo de vida de la sociedad yen 8 Isaiah Berlin, En didlogo con Ramin Jahanbegloo, trad. Marcelo Cohen, Madrid, Amaya, 1993, p. 52 la sociedad, porque ese modo de vida depende principalmente del predominio de un tipo determinado de seres humanos”.* Mas adelante, Strauss afirma que “los clasicos rechazaban la democracia porque pensaban que la meta de la vida humana no radica en la libertad, sino en la virtud. La libertad como ideal comporta muchas ambigiiedades porque es libertad, tanto para el bien como para el mal. La virtud, normalmente, surge solo a través de la educacién, es decir, a través de la for- maci6n del caracter y la creaci6n de habitos, lo cual requiere posibilidad de tiempo de ocio, tanto por parte de los padres, como de los hijos”.5 Lo cierto es que mientras Strauss parte de la desigualdad natural entre los hombres, Berlin, como es propio de los libe- rales, acepta unos presupuestos igualitarios, para averiguar las expectativas o los motivos que tienen los hombres frente a la autoridad politica: expectativas normales de garantfas, ya sea de seguridad, de participacion o de condiciones de vida digna. Berlin, ocupado en estudiar la legitimidad del poder politico, aclara que existe el pluralismo valorativo hasta en la forma de validar la obediencia frente al Estado, en funcién de los valores 0 los propdsitos que esa autoridad esta dispuesta a promover o a priorizar. No se trata para él de una legitimidad pura 0 ideal, sino relativa a las diferencias propias entre los sectores socia- les. Bobbio considera que “describir las diversas pautas de “Leo Strauss, “Qué es filosoffa politica?”, en: Resurgimiento de la teoria politica en el siglo xx, trad. Armando de la Cruz, México, Universidad Nacional Aut6noma de México, 1999, p. 126. 5 Ibid. p. 129. -19- legitimacién posibles o realmente aplicables en los diversos re- gimenes, es tarea de la ciencia politica’. Existe entonces con- vergencia entre la filosofia politica, como la entiende Berlin, y la ciencia politica Otro aspecto que permite comparar las perspectivas de Strauss y de Berlin esta en la interpretacion que ellos hacen sobre la originalidad de Maquiavelo. El acierto de Norberto Bobbio es mas significativo de lo que él mismo pudo pensar, cuando escogié al conservador Leo Strauss y al liberal Isaiah Berlin como los modelos de dos formas muy distintas de plantear las preguntas fundamentales de la filosofia politica. Lo que Bobbio no hace es sacar las conclusiones que se siguen de contrastar los enfoques de estos dos grandes fildsofos politicos, que ademés eran grandes historiadores del pensa- miento politico y que encontraban en Nicol4s Maquiavelo al fFundador del pensamiento politico moderno. Aunque es evidente que entendieron en forma diametralmente opuesta la ruptura que se produce en la tradici6n como resultado de la obra del gran florentino. Strauss considera que Maquiavelo separé la politica de la moral para hacer de la politica una técnica de acceso y control del poder: segtin él, la obra de Maquiavelo es una critica de la religién y de la moralidad. Lo que no dice Strauss es que en Maquiavelo la moral es civil, no est4 concebida en los términos cristianos de la abnegacion y la humildad, pe- to es una moral con el valor civil como su expresién més alta; es una moral porque se ocupa de los propdsitos més altos de la vida en comin. En este punto, Berlin tiene toda la razon cuando afirma lo siguiente: “como la de Aristételes 0 Cice- r6n, la moralidad de Maquiavelo era social, no individual. -20- Pero es una moralidad no menos que la de ellos, no una region amoral més alla del bien y del mal”. Ademiés, Berlin insiste en que el pluralismo valorativo encuentra en Maquiavelo sus bases, pues es el primero en demostrar la incompatibilidad entre la ética cristiana y la ética politica, que él cree mds apropiada para el florecimiento de las capacidades humanas. Es extrafio que Strauss pase por alto tantas paginas en las que se aprecian las preocupaciones puramente morales de Maquiavelo, a partir de la distincién clara entre un orden politico corrupto y un orden politico sano, temas que apare- cen en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, mas que en EI Principe. La objecién més sencilla a la interpretacién de Strauss sobre Maquiavelo, que en muchos aspectos es forzada, est4 en la refutacién del prejuicio aristocratico por parte del florentino: un prejuicio que viene desde Platén y Aristéte- les, pero que era propio también del humanismo civico de los cancilleres florentinos Coluccio Salutati y Leonardo Bruni. Tal prejuicio consistia en creer que la nobleza tenia la moderacién que le permitfa gobernar con sabiduria a los diferentes sectores del pueblo, el cual se inclinaba hacia los excesos y los abusos cuando tenfa algtin poder de decidir por s{ mismo. Maquiavelo se encarga de desmentir esa supuesta moderacién de los patricios romanos y de la nobleza en ge- neral, cuando asegura que “los hombres no parecen poseer ® Isaiah Berlin, “La originalidad de Maquiavelo”, en: Contra la corriente, trad. Hero Rodriguez, México, Fondo de Cultura Econémica, 1983, p. 117, -24- con seguridad lo que tienen, si no conquistan de nuevo al- go mas”.’ La grandeza de Roma no se explica por la moderacién de la nobleza. Segtin Maquiavelo, Roma logré encontrar las instituciones que le permitieron al conflicto entre las clases expresarse sin destruir el Estado: instituciones como el tribuno del pueblo o la acusacién publica hicieron la gran- deza de la reptiblica durante mas de trescientos afios. Al comienzo de los Discursos escribe: “Yo digo que quienes con- denan los tumultos entre los Nobles y la Plebe atacan aquellas cosas que fueron la primera causa de la libertad de Roma’. Este es el hilo conductor para la interpretacion de la originalidad de Maquiavelo realizada por Claude Lefort. En este punto se puede apreciar la afinidad entre las lecturas de Lefort y de Berlin, pues ambos aciertan en destacar la impor- tancia del conflicto en el pensamiento de Maquiavelo y en no creer que se trata de un pensamiento libre de moralidad, como creyé en forma extrafia Leo Strauss, quien se apoya en la siguiente afirmacién de El Principe: “[...] hay tanta diferen- cia entre cémo se vive y como se debe vivir, que quien deja lo que se hace por lo que se deberia hacer, aprende més bien su ruina que su preservacién”.® Lo primero que se piensa al leer este famoso pasaje es que se trata de la opinién de un cinico, ajeno a cualquier escrapulo moral, porque deja de lado el deber sin ninguna consideracién. 7 Nicolas Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, trad. Roberto Raschella, Buenos Aires, Losada, 2003, p. 68 ® Nicolés Maquiavelo, El Principe, trad. Helena Puigdoménech, Barce- ona, Altaya, 1993, p. 61. Pero no es eso lo que se encuentra en EI Principe. Lo que aparece una y otra vez son los dilemas morales que se imponen ante el principe, cuando se admite que siempre es preciso elegir porque no se pueden tener todas las cualidades: “puesto que no se pueden tener todas ni observarlas plenamente, ya que las cosas de este mundo no lo consienten [...]”.? La moral de Maquiavelo no es la moral del deber, es cierto; pero es la moral de los dilemas que impone la acci6n, no Gnicamente al principe, sino al individuo corriente, como puede verse claramente hasta en La Mandrdgora, la comedia donde Maquiavelo expresa en una forma tnica la tension entre la esperanza y la decepci6n, en las palabras de Callimaco al comienzo del acto cuarto."” Ahora bien, aunque Berlin y Lefort coincidan en sefialar la riqueza moral del conflicto en la obra de Maquiavelo, lo cierto es que lo entienden en forma muy distinta. Para Berlin se trata de la incompatibilidad entre la ética cristiana de la ab- negaci6n y la ética politica de la virtud civil; incompatibilidad que es evidente en varios pasajes de los Discursos, que Berlin trae en su famoso articulo, “La originalidad de Maquiavelo”. Ademis, trae las precisiones donde el florentino aclara que tal abnegaci6n es solo una interpretaci6n de la iglesia roma- na y noes el mansaje original del fundador del cristianismo. En los Discursos, en el segundo libro, Maquiavelo escribe: “Y, aunque parezca que el mundo se ha afeminado y el cielo 9 Ibid., p.62y p. 95. "© Nicolés Maquiavelo, La Mandrdgora, trad. Helena Puigdoménech, Madrid, Tecnos, 2008, p. 49. -23- se ha desarmado, sin duda ello nace mas de la vileza de los hombres, que han interpretado nuestra religion segtin el ocio y no segtin la virtud”."’ La lectura de Berlin es rica en indicaciones que permiten entender el esfuerzo de Maquiavelo para retomar y actualizar la virtud de los romanos en un mundo cristiano, indiferente alos asuntos publicos, que por lo mismo permite el gobierno de los pillos y los fanfarrones. Aunque el articulo de Berlin es necesario para entender la originalidad de Maquiavelo, no tiene la profundidad del articulo, “Maquiavelo y la veritd effectuale” de Claude Lefort, donde la conflictividad es entendida en el interior del Estado, entre dos deseos incompatibles: el de los que gobiernan y el de los que son gobernados. Este hilo conductor de la lectura esté anunciado con toda claridad en El Principe, y esta por todas partes en los Discursos. En la primera obra, escribe Maquiavelo, sobre la base de la lectura de Lefort: “[...] en todas la ciudades existen estos dos tipos de humores: que nacen del hecho de que el pueblo no quiere ser dominado ni oprimido por los grandes y en cambio los grandes desean dominar y oprimir al pueblo”.”? Cuando Lefort establece este principio organizador de las ideas politicas de Maquiavelo, uno se pregunta con sorpresa por las razones que tantos intérpretes tuvieron para concen- trar su atenci6n en otros aspectos, que resultan secundarios a la luz del andlisis de Lefort. 4 Maquiavelo, Discursos, op. cit., p. 217. 2 Maquiavelo, El Principe, op. cit., p. 38. -2h- Pienso que Lefort se apoyé en el enfoque fenomenolégico que habia aprendido de su maestro Maurice Merleau-Ponty y por esa raz6n logré captar el aspecto mas directamente vivido de la experiencia polftica de Maquiavelo, para encontrar- lo también en la base de su pensamiento mas fundamental. Lefort es un caso aparte dentro del panorama de la filosofia politica del siglo xx porque no se interes6 por las teorias del contrato social: las teorfas de Hobbes, Locke, Rousseau o Kant, en las que se apoyan grandes filésofos como John Rawls o Jurgen Habermas. Lefort no se siente cautivado por la deduccién, por las pretensiones deductivas de las teorfas, porque no cree nece- sario apoyarse en una situacién inicial, prepolitica, para fundamentar en un acuerdo la legitimidad del dominio politico. Para Lefort, la relacién politica es el dato primor- dial. No encuentra necesario postular una situacién previa, ideal, para derivar desde allfla autoridad politica, condiciona- da por las expectativas, los motivos 0 los términos del pacto social. Para Lefort la autoridad politica no se fundamenta en un acuerdo, porque es ella la que fundamenta los valores de la sociedad, pues representa, ni mds ni menos, la unidad de la comunidad. Lefort esta més cerca de Strauss que de Berlin cuando se pregunta por el mejor régimen politico en su lectura de Ma- quiavelo, y no por las disposiciones morales que estarian en la base de un pacto fundamental: disposiciones racionales 0 motivos como el interés o las necesidades, morales 0 materia- les, que los individuos esperan ver reconocidos por el Estado. Lefort aprecia la nocién de “politeia” o constitucién, tal como Leo Strauss la trae de los griegos, para preguntarse por ot el régimen politico como el aspecto mas importante de las relaciones sociales. Pero el régimen, como dice Leo Strauss, comprende todo un conjunto que estamos acostumbrados a separar comprende la forma de vida de una sociedad, su gusto moral, su forma politica, y el espiritu de sus leyes. Cuando se pregunta por el régimen politico se pregunta por un conjunto ético-politico en el que estan incluidas las costumbres y las preferencias valorativas de una sociedad. Precisamente lo que hicieron Maquiavelo y Tocqueville cuan- do realizaron contrastes entre dos tipos de orden politico: la sociedad corrupta y la sociedad sana, en el caso de Maquiave- loo entre el Antiguo Régimen y la democracia, como lo hizo Tocqueville. La pregunta por el régimen politico examina las conse- cuencias éticas que tiene el régimen sobre la sociedad, mas que las condiciones sociales de dicho régimen. Precisamente, desde esta perspectiva, que va de arriba hacia abajo, es que estos autores son tan lticidos para examinar la corrupci6n; porque desde Platén se sabe que la corrupcién es algo que se transmite de arriba hacia abajo. La otra perspectiva, la que se ocupa de la legitimidad, examina los motivos de la obe- diencia a la autoridad; es decir, las condiciones sociales del régimen o los argumentos en favor de unos u otros propésitos comunes, que la sociedad espera encontrar reconocidos como garantias por parte del Estado. La originalidad de Lefort est4 en su impresionante inter- pretacién de Maquiavelo, que le permite entender la divisién constitutiva de toda sociedad, division de dos deseos: el deseo de los que gobiernan y el deseo de los que son gobernados. -26- Ademas, entender el caracter simbélico del poder politico porque representa la unidad de la comunidad politica, lo que significa que el poder no es Gnicamente dominacién © coaccion, sino también persuasién o convencimiento: dos ptincipios que apartan a Lefort de la teorfa marxista de la his- toria, en la que se habia formado desde su primera juventud. Tal teorfa de la historia no permitia entender el cardcter irreductible de lo politico a términos econdémicos 0 sociales. Para el marxismo, la esfera juridico-politica depende de la esfera econémico-social y esta llamada a ser absorbida o re- suelta por el desarrollo de las fuerzas productivas, o fuerzas sociales, hasta que el Estado deje de ser un aparato de do- minacion politica para pasar a ser un 6rgano de caracter administrativo del conjunto de las actividades productivas. Es la interpretacion de Maquiavelo la que le permite a Lefort responder a la pregunta por la definicién de lo politico, en una forma més profunda y convincente que la respuesta de Carl Schmitt, en su famoso libro El concepto de lo politico, libro que Bobbio considera como el paradigma de la tercera pregunta fundamental de la filosoffa politica y que busca definir el concepto de lo politico. Tanto para Carl Schmitt como para Claude Lefort es pre- ciso definir lo politico antes de estudiar el poder del Estado; y para definir lo politico es preciso entender la conflictividad que caracteriza la actividad politica. Para Schmitt, esa conflictividad se define por la relaci6n entre amigos y enemigos, tal como aparece en el ambito militar, como si la politica fuera la continuacion de la gue- rra por otros medios. Pero, la realidad es lo contrario, como e297. lo indicé Raymond Aron, en su estudio sobre Clausewitz: es la guerra la que es una continuacién de la politica por otros medios, porque no se hace la guerra para obtener victorias, sino para alcanzar unos objetivos politicos Es la politica la que explica la guerra y no al contrario. Por esa razon, la definicion del concepto de lo politico se establece a partir del conflicto entre adversarios, como lo define Lefort. Es el conflicto basico entre los propésitos de los gobernados y los gobernantes, lo que caracteriza la division constitutiva de toda sociedad. Solo en situaciones extremas, la sociedad se une como un solo hombre para enfrentar al enemigo exterior, como ocurrié durante el periodo nazi, que en forma tan clara aparece caracterizado por el libro El concepto de lo politico, de Carl Schmitt. Las diferencias frente a los propdsitos de la vida en comtin son tan profundas, que un propdsito tan anhelado como la seguridad es entendido en forma diferente por los distintos sectores sociales: para algunos, la seguridad es seguridad social antes que cualquier otra cosa. Para otros, si la seguridad es ilegal o se obtiene por medios privados, es una terrible inse- guridad. Unicamente en situaciones extremas se suprimen las diferencias entre los sectores sociales, para unirse ante un peligro exterior. Se sabe con certeza que ese es el medio mis Util que emplean los dictadores para obtener la adhesién de la poblacion y es crear la permanente amenaza de un ene- migo exterior. Frente a tal amenaza, no caben las diferencias internas, propias de la vida politica de la sociedad. La definicién de lo politico de Claude Lefort, como condicién de posibilidad de las actividades politicas, es una definicién que resulta de los -28- principios sobre el cardcter irreductible de la esfera politica, tal como él los aprende de Maquiavelo, lo que le permite concluir que es falso fijarse como horizonte del conflicto social la idea de una sociedad sin clases y sin Estado: tal utopfa es sencilla- mente absurda y lo nico que hace es extremar los conflictos con el propésito de encontrar una solucién final imposible. Por lo anterior, puede considerarse falsa la teoria de Marx, cuando sostiene que la disyuncién del orden politi- co y la sociedad civil es producto de la ideologia burguesa, pues la realidad histérica demuestra que el poder politico, desde la época de Maquiavelo, no puede incorporarse al con- junto de las actividades de la sociedad como se hacia en el mundo feudal con la iglesia catdlica a la cabeza de ese orden politico orgdnico, donde la unidad estaba dada de arriba hacia abajo como se relaciona la cabeza con los miembros superiores y los miembros inferiores, en forma jerarquica. La filosofia politica de Lefort introduce cambios en el mapa de Norberto Bobbio, tal como lo presentamos al comienzo de este capitulo. La pregunta por el régimen, ya no es la pregunta de la filosofia politica como la entendieron Platén y Aristoteles, una pregunta que ya ten{a la respues- ta de antemano, al asegurar que el mejor régimen era el go- bierno de los mejores, con un evidente prejuicio aristocratico, que Maquiavelo se encargé de desmentir al sefialar que la grandeza de Roma no se explicaba por la moderacion de los patricios, sino mas bien por el lugar que la reptiblica sana le abre al conflicto entre las clases, sin destruir el Estado. Maquiavelo habfa descubierto que la division era esencial a la vida politica de la sociedad. Lo que antes era entendido como producto de las malas intenciones de los disociadores -29- y los alborotadores, ahora se acepta como el rasgo mas cons- titutivo del caracter politico de la vida social La pregunta de los antiguos va a ser ahora la pregunta de autores modernos como Maquiavelo, Etienne de La Boétie y Alexis de Tocqueville, tan modernos como Hobbes, Rousseau o Marx, pero con otro enfoque sobre la relacion entre el poder y la sociedad. Enfoque que podriamos llamar fenomenoldgico para distinguirlo del enfoque racionalista propio de las teorias del contrato social 0 de la teorfa de la historia de Marx, que tienen la pretensién de hacer deducciones a partir de unos principios basicos de caracter general: ya sea el acuerdo en el origen de la sociedad politica o la solucién final al conflicto entre las clases, que seria la emancipaci6n de la humanidad. Tanto los principios que estan en el origen, como los que estan al final se postulan para estilizar o para desconocer el cardcter irreductible de lo politico. Caracter que nunca pier- den de vista los autores en los que se apoya Claude Lefort. Si buscamos una conclusién de lo anterior, con el pro- posito de aclarar nuestra situacién en Colombia, tenemos que aceptar nuestra ignorancia de las bases conceptuales de la democracia, pues no entendemos la disyuncién entre el orden politico y la sociedad civil, una disyuncién que explica el carActer activo, politico, de las iniciativas que provie- nen de las diferentes organizaciones de la sociedad. Para nosotros, inicamente el Estado tiene cardcter politi- co, mientras la sociedad es pasiva y es modelada desde arriba, sin la intervencién critica de las asociaciones que constituyen la riqueza, la pluralidad y el capital social de la sociedad civil moderna. Nosotros pasamos de la idea jerarquizada de la Co- -30- lonia a Ja idea marxista de la dictadura del proletariado, que ha pretendido dividir toda la sociedad mediante la enemistad entre los ricos y los pobres. ‘Tenemos una concepcion premoderna del orden politico: a partir de la herencia catdlica, con una cabeza que conduce, apoyada en los miembros superiores, y que retine ala sociedad bajo la forma de una comunidad o una iglesia. Cuando esta concepcién entré en crisis, la inconformidad se orienté ha- cia el marxismo, que también tiene una concepcién mono- litica del orden politico, el cual est4 llamado a intervenir la sociedad burguesa, que es el reino del egoismo y las desi- gualdades. Pero con una intervencién que ponga fin a las desigualdades y a las diferencias mediante una organizacién total, centralizada y vertical, de las actividades propias de la sociedad civil. Tenemos una inmensa dificultad para aceptar las dife- rencias y por ello reducimos el conjunto de los sectores sociales a dos clases: los ricos y los pobres, para mantener el esquema simplificado de una jerarquia, en la que los inte- reses estarfan escalafonados, mediante una forma rigida de dominacion, ya sea colonial o marxista. La cultura de los derechos, tan caracteristica de las so- ciedades més civilizadas, encuentra enormes dificultades entre nosotros. Cualquiera que se exprese en términos de sus derechos es percibido como un disociador, que busca crear la inconformidad. El unanimismo, el conformismo y la autosatisfacci6n forjan actitudes morales entre nosotros que nos impiden entender la riqueza y la diversidad del mun- do moderno. Es facil poner a pensar a nuestra gente en blanco y negro, sin matices, y dispuestos a la intolerancia. -34- La pregunta por el régimen politico Maquiavelo es considerado ante todo como el autor de El Principe, un librito brillante de ciento veinte paginas dedi- cadas a examinar la influencia que ejerce el poder politico sobre el conjunto de la vida social. El andlisis que realiza es el modelo de la pregunta por el régimen politico porque per- mite entender las condiciones bajo las cuales el Estado puede considerarse corrupto o sano. Desde el comienzo de El Principe, Maquiavelo compara los males del cuerpo con los males del Estado, para afirmar que “la tisis, al principio es facil de curar y diffcil de diagnos- ticar, pero con el paso del tiempo, resulta facil de conocer y diffcil de curar”.'’ Esta es la perspectiva de Maquiavelo para examinar la corrupci6n que ha invadido a Italia y que la man- tiene dividida frente a Francia y Espana, dos potencias que se repartian el control politico de la peninsula después de roto el equilibrio de poder de los estados italianos tras la muer- te de Lorenzo, el Magnffico, y la eleccién del papa Alejan- dro VI, en 1492, precisamente el afio del descubrimiento de América. Para los historiadores y los politélogos, E/ Principe es un libro fundamental porque est4 enteramente referido a la situacién politica del afio 1513, cuando Juan de Médicis es elegido como el papa Leén X y Lorenzo de Médicis, nieto de Lorenzo el Magnffico, gobierna Florencia, después de la cai- 8 Maquiavelo, E/ Principe, op. cit., p. 12. -32- da de la reptiblica para la que Maquiavelo habia trabajado con fervor desde 1498 hasta finales de 1512. Fecha en la que los espafioles habjan atacado la fortaleza militar de Florencia y habian facilitado el regreso de los Médicis al gobierno de la ciudad con el apoyo del papa Julio II. Los historiadores encuentran un sinntmero de indica- ciones en el libro sobre la situacién politica y social de Italia, Francia y Espafia, principalmente, pero también de contrastes entre estas grandes naciones y la debilidad y la corrupcién de la peninsula itdlica, que es la obsesion de Maquiavelo. Lo que explica la necesidad de un principe nuevo: sin duda el hi- lo conductor del libro, desde un punto de vista histérico, pues tanto Francia como Espaiia ya eran naciones unidas con gran poderfo militar, precisamente lo que Italia no tenia, debido a las rivalidades entre Milan y Venecia, al norte; Florencia y los Estados Pontificios, al centro, y Napoles, al sur; cinco esta- dos que estuvieron en equilibrio hasta finales del siglo xv, cuando los conflictos internos los debilitaron y los dejaron expuestos al control exterior. Maquiavelo se queja con frecuencia de la influencia de la iglesia romana porque no era lo suficientemente fuer- te para dominar a Italia, pero sf para influir en las potencias extranjeras con el fin de que intervinieran cuando alguno de esos estados se fortalecia frente a sus vecinos. Con la eleccién del papa Leén X y con el poderfo militar de la iglesia después de los papas Alejandro VI y Julio II, Ma- quiavelo estaba convencido de que los Médicis podfan liderar la unificacion de Italia; un convencimiento que se desvanece muy pronto porque en 1515 se consolida el dominio de ~33- Francia sobre Milén y de Espafia sobre NApoles: “habia pasado ya el tiempo en que se podia mantener la ilusién de que un vastago de la casa de los Médicis podia resolver la crisis italiana”."* La informaci6n histérica es necesaria para poder apreciar EI Principe, pero es insuficiente: inicialmente, cuando se lee el libro se esta frente a un bosque de hechos histéricos y po- Ifticos que impiden una comprensién bAsica del propésito de tantas paginas de admiracién por hombres como César Borgia, el hijo del papa Alejandro VI, o como Fernando, el Catélico, quien logré la unificacién de Espafia con la toma de Granada, paginas de un realismo y una frialdad, que podria creerse que son escritas por un cinico, sin ningtin escriépulo moral frente a la politica y la guerra. Ahora bien, es necesario entender que Maquiavelo era secretario de la Cancilleria de Florencia y estaba en contacto permanente con situaciones de amenaza, no solo de franceses y espafioles, sino también de los estados italianos, pero en particular los Estados Pontificios, liderados por César Borgia, quien habja emprendido una campafia militar de expansion hacia el norte, que habfa sido exitosa porque logré pacificar territorios hundidos en la anarqufa y en el delito. En varias ocasiones, en 1502 y 1508, Maquiavelo mantuvo conversa- ciones con César Borgia, que le permitieron ver el prodigio de la virtud que necesitaban los italianos. Esa virtud no era otra * Corrado Vivanti, Maquiavelo, los tiempos de la politica, trad. Maria Teresa Navarro, Barcelona, Paidés, p. 130. -34- que la determinacién, precisamente la virtud que los grandes de Florencia no tenfan. Siempre Maquiavelo va a reprocharles a los poderosos de su patria la politica de esperar el apoyo del tiempo y de la fortuna. Los capitulos centrales del libro, donde se aprecia la mayor concentraci6n e intensidad, los capitulos V1 y XIX, se ocupan con detalle de establecer las condiciones de un prin- cipe nuevo para un orden politico nuevo; en esos capitulos queda claro que la virtud del principe nuevo consiste en no esperar nada de la fortuna, excepto la ocasién para actuar. Se refiere a aquellos que llegaron a principes por su propia virtud: “y examinando sus acciones y su vida, se ve que no obtuvieron de la fortuna nada ms que la ocasién, que les pro- porcion6 la materia sobre la cual plasmaron la forma que mejor les parecié [...]”.!° A la luz de esta indicaci6n puede pensarse que César Borgia, a quien dedica el capitulo vil, se apoyaba en la fortuna de ser el hijo del papa Alejandro VI, porque cuando su padre murié al poco tiempo pierde su poder frente al nuevo papa Julio II, quien habja sido su enemigo. Son Fernando, el Catdlico, o el propio Julio II, quienes mejor se aproximan al ideal del principe nuevo, que tantas paginas ocuparon a Maquiavelo, porque sencillamente esta convencido de su necesidad ante la corrupci6n de las costum- bres que él encontraba en Italia, debido a la falta de religion: “esta provincia, a causa de los malos ejemplos de la corte romana, ha perdido toda devocién y toda religion y, asi, se % Maquiavelo, E/ Principe, op. cit., p. 23. -35- producen infinitos desdrdenes porque, asi como donde hay religion se presupone todo bien, alli donde falta se presupone lo contrario”.!° En este punto, es preciso tener presentes las indicaciones de los historiadores del pensamiento de Maquiavelo, para tener un hilo conductor que ayude a entender mejor un li- bro tan enigmético como EI Principe, que es una obra de ocasi6n, pero permanece como una de las cumbres del pen- samiento politico de todos los tiempos. Ese hilo conductor consiste en saber que cuando Ma- quiavelo encuentra la ocasién para escribir en pocos meses El Principe, suspende sus Discursos sobre Tito Livio en el capitu- lo xvit, capitulo donde establece la imposibilidad para que una ciudad corrompida pueda llevar una vida republicana, pues se hace preciso inclinarla hacia la monarquia o el prin- cipado: “para que los hombres a quienes las leyes no pueden corregir por su insolencia, sean de algtin modo frenados por una potestad casi regia”.” Es esta la situacién de Italia que exige la intervencién de un principe nuevo para la creacién de un orden politi- co nuevo, lo que abre las puertas a la fortuna porque “todo innovador tiene como enemigos a cuantos el viejo orden © Maquiavelo, Discursos, cap. x, op. cit., p. 93. Ibid., p. 111. Es Federico Chabod, quien inicialmente indicé que antes de El Principe, Maquiavelo habia escrito los primeros diecio- cho capitulos de los Discursos. Federico Chabod, Escritos sobre Magquiavelo, trad. Rodrigo Ruza, México, Fondo de Cultura Econé- mica, 1994, p. 217. -36- beneficia y como tibios defensores a aquellos que la nuevas leyes beneficiarfan [...]”.18 Para uno de los mas grandes intérpretes de Maquiavelo, la clave para entender E/ Principe est en “su gran originalidad, que consiste en haber estudiado la politica en condiciones de ilegitimidad”, porque las estructuras del comportamiento tradicional sobreviven a la adquisicién del territorio por el nuevo principe.’ En este punto, no puede olvidarse que para Maquiavelo la politica es convencimiento y persuasion antes que coaccién; es cuando falla la persuasién que es preciso acudir a la fuerza. Pero la crueldad tiene un limite que no puede ser sobrepasado y es el mayor de todos los peligros para el gobernante, que consiste en ser odiado por su pueblo, lo que significa estar perdido, segtin repite en varios capitulos. Maquiavelo asegura que los pueblos son volubles y que es facil convencerles de algo, pero es dificil mantenerlos conven- cidos. Esta afirmacién la ilustra con los ejemplos de Moisés, Ciro, Teseo y Romulo, pero a la vez sefiala el caso del fraile Jerénimo Savonarola que se hundié, dice, tan pronto como la multitud empezé a no creer en él. En El Principe dice que el fraile no tenia los medios para hacer creer a los incrédulos. Pero en los Discursos se refie- re a su falta de coherencia al incumplir una ley, que él habia propuesto. 18 Maquiavelo, El Principe, op. cit., p. 24. 9 J.G.A. Pocock., El momento maquiavélico, trad. Marta Vasquez, Ma- drid, Tecnos, p. 252. -37- La virtud, como la entiende nuestro autor, es firmeza y determinacion, pero también es coherencia frente a la ley, lo que impide el uso de medios extraordinarios cuando la situacion no los exija o los justifique. Sobre el poder de con- vencimiento del fraile, Maquiavelo escribe lo siguiente: “Nadie diria del pueblo de Florencia que es ignorante y rus- tico, pero Fray Girolamo Savonarola lo convencié de que él hablaba con Dios. No quiero juzgar si eso era verdad 0 no, porque de un hombre de su talla debe hablarse con respeto”.”° Maquiavelo asegura que fueron infinitos los que cre- yeron en el fraile sin haber visto nada extraordinario como para que le creyeran. Se refiere a algo que él mismo observé cuando tenja veinticinco afios y que es muy significativo para entender la naturaleza del poder politico, y particularmen- te lo que el poder politico representa dentro de la vida social, que es percibido con absoluta claridad por nuestro autor y que generalmente hoy pasamos por alto, pues creemos que el poder politico es derivativo de otra esfera que lo determina. Pero el estilo de la autoridad politica es el aspecto mas importante de las relaciones sociales, aseguraba Raymond Aron, quien dirigié la tesis de doctorado de Claude Lefort, dedicada a Maquiavelo, y que lo ocupé durante quince afios: quizés la lectura mas profunda que se ha hecho sobre el ge- nio de Florencia, sencillamente porque establecié la base de la que dependen los diferentes temas tratados en textos que tienen un evidente cardcter inaugural. 20 Maquiavelo, Discursos, op. cit., p. 91. -38- Las diferentes ideas sobre la necesidad, la virtud 0 la for- tuna no son las ideas que ordenan los andlisis de Maquiavelo. Esas ideas eran propias de los discursos de la época: “Solo se hacen operativas una vez reconocida la divisién constitutiva de Ia ciudad, de toda sociedad politica; una vez reconocido el problema que plantea y examinadas las respuestas que le son aportadas por los diferentes tipos de régimen’”.”” De esa divisién inherente a la sociedad politica entre los propdsitos de quienes gobiernan y los propésitos de quie- nes son gobernados se desprenden los diferentes temas de los textos de Maquiavelo, con una coherencia que es mas evidente en los Discursos que en El Principe porque en este libro la necesidad de la situacién concreta pesa mas que en el caso de los Discursos, donde se trata de la formacién de una comunidad politica virtuosa, que garantice la vida civil, gracias a la libertad politica. Cuando Maquiavelo afirma que los florentinos que creyeron en Savonarola no eran ni ignorantes ni risticos, lo que dice es que la creencia hace parte de la relaci6n po- Iftica, en una forma natural porque el poder politico tiene un lugar predispuesto dentro de la vida social y es el lugar que representa la unidad de la comunidad: precisamente el lugar que corresponde al dicho popular “mande, bien o mal, pero mande”, lo que muestra en forma inmediata el caracter simbélico del poder politico, sin el cual una sociedad estaria en el vacio; seria amorfa, desprovista de instituciones y se hundirfa en Ja anarqufa o en la informalidad. 21 Claude Lefort, “Maquiavelo y la verité effectuale”, en: El arte de escribir y lo politico, trad. Esteban Molina, Barcelona, Herder, p. 263. -39- Esto explica la importancia que tiene la majestad del poder en los andlisis de Maquiavelo, cuando se refiere a los pe- ligros de las conjuras, pues de la parte del principe esta la majestad del poder y de las leyes, y por parte del conjurado no hay sino miedo, recelos y temor al castigo.” Antes sefialé que las indicaciones histéricas son necesa- rias para entender a Maquiavelo y especialmente E/ Principe, que obedece a la situacién particular de Italia en el afio 1513, con la llegada de los Médicis al papado: indicaciones necesa- rias pero insuficientes porque se requieren ademas precisio- nes filosdficas, debido a que la perspectiva de Maquiavelo no es familiar para nosotros. El acercamiento realista frente a la relacién politica entre el que manda y el que obedece no tiene para nosotros la vivacidad y la profundidad que tenfan para Maquiavelo. Hoy no captamos lo que el poder politico representa, ni las creencias de la sociedad frente a la posicién del gobernante. Estos aspectos han quedado eclipsados por las reclamacio- nes de garantias, que es la forma natural de referirnos al poder, después de la Revolucién Francesa. Esa concepcién racionalista oculta la imaginaci6n y la fascinacién que ejerce el poder politico en forma natural, entre todos y no inicamente entre los ignorantes y los risticos, como indicaba Maquiavelo cuando escribia sobre el fraile Savonarola, quien reempla- 26 a los Médicis en el gobierno de Florencia, debido al poder de sus prédicas. 2 Maquiavelo, El principe, op. cit., p. 76. -40- Una lectura racionalista de Maquiavelo nos ofrece la Fria neutralidad valorativa del padre de la ciencia politica, como se cree ingenuamente. O extrafias lecturas, que recopila Isaiah Berlin en su brillante articulo sobre la originalidad de Maquiavelo, donde trae opiniones diferentes sobre la crueldad en El Principe, como la de Bertrand Russell, quien aseguraba que era un manual para pandilleros; o la de la iglesia roma- na, cuando sostenfa que se trataba del socio del diablo en el delito. Tales lecturas han impuesto una imagen equivocada de uno de los mds grandes fildsofos politicos, que tuvo la ma- yor influencia sobre filésofos como Etienne de La Boétie o Jean-Jacques Rousseau. El enfoque contractualista de la filosofia politica, después de Hobbes y Locke, comienza por examinar las disposicio- nes morales que permiten pensar en un acuerdo capaz de legitimar la autoridad politica; disposiciones, como los inte- reses o las necesidades, que conducen a justificar el poder en funcién de las garantias de seguridad individual. En Maquiavelo la relacién politica no esta sometida a este tratamiento contractualista, segtn el cual se intercam- bia obediencia por seguridad individual, que es lo propio de las teorfas de Hobbes, Locke y de la tradicién liberal. Para nuestro autor, existen unas predisposiciones morales ante lo que el poder representa, no tanto en términos de garantias individuales, sino de unidad de la sociedad polftica o de se- guridad colectiva; esto permite tener presente el bien comin y la importancia de las leyes y las costumbres: es un enfo- que en el que los derechos no ocultan las costumbres porque las leyes protegen valores comunes, como la estabilidad y la “Ot seguridad, no tanto intereses, que es lo primero para el enfo- que racionalista o contractualista. En palabras de Maquiavelo: “[...] asf como las buenas costumbres requieren leyes para conservarse, también las leyes, para ser observadas, exigen buenas costumbres”.** Que las leyes para ser observadas necesitan buenas costumbres es una afirmacién que se encuentra también en Rousseau y en Tocqueville; en el ultimo capitulo del segundo libro de El Contrato Social, Rousseau se refiere a una ley que no se graba ni sobre m4rmol ni sobre bronce, sino en el coraz6n de los ciudadanos: se refiere a las costumbres, a los habitos, y, sobre todo a la opinién, de las que depende el éxito de todas las demas leyes. También Tocqueville, en el capitulo Ix del primer volumen de La Democracia en América, afirma que si en el curso de su obra no ha logrado hacer sentir al lector la importancia que atribuye a los habitos, las opiniones y a las costumbres en el mantenimiento de las leyes, ha fallado en el objetivo princi- pal que se propuso al escribirla.* Tocqueville aclara que con las costumbres no se refiere tnicamente a los hdbitos del corazén, sino a las opiniones y a las ideas en que se forman los hdbitos del espiritu: tal diferencia entre el coraz6n y el espfritu es la diferencia en- tre creencias y opiniones, pues las primeras corresponden a predisposiciones morales, mientras las opiniones y las ideas 2% Maquiavelo, Discursos, op. cit., p. 108. * Alexis de Tocqueville, La Democracia en América, trad. Eduardo Nolla, Madrid, Trotta, 2010, p. 527. -42- se expresan generalmente mediante argumentos 0 razo- namientos. En Maquiavelo existe una perspicacia sin parangon cuando percibe aspectos irracionales tanto en las creencias como en las costumbres, y es por lo que el poder le sugiere a la imaginaci6n. Lo que corresponde a la primera parte de su afirmaci6n, citada més arriba, y es que las buenas costumbres requieren leyes para conservarse. Se trata de una influencia ms dificil de precisar por lo que se hace necesario volver a la base establecida por Lefort en su interpretacion de la obra de Maquiavelo, base que se compone de dos partes: una, la division inherente a toda sociedad politica; y otra, el cardcter simbélico del poder politico, que responde de una forma determinada al problema que conlleva necesariamente la division de dos humores 0 deseos contrapuestos en la vida de toda ciudad 0 sociedad politica. Tal divisién puede quedar encubierta, y la sociedad es corrupta; o puede ser descubierta y ofrecer formas de ventilar los conflictos, y la sociedad es sana. En este punto escribe Maquiavelo: “no hay nada capaz de hacer una reptblica tan firme y estable como organizarla de modo que la altera- cién de los humores que la agitan tengan una salida ordenada por las leyes”.* Varias veces se refiere a la necesidad que tienen las ciu- dades de encontrar formas para que se puedan desahogar los humores malignos que se forman entre los ciudadanos, lo que exige modos ordinarios de acusar, para evitar las calumnias 25 Maquiavelo, Discursos, op. cit., p. 74. -43- y las facciones que conducen a la corrupcién y a la ruina del Estado: “Los hombres son acusados ante los magistrados, los pueblos o los consejos; en cambio, son calumniados en las plazas y en los portales”. La corrupcion, las calumnias, las facciones y los odios se producen cuando no existen escenarios publicos: “Si en Flo- rencia hubiera existido un procedimiento para la acusacién a los ciudadanos y para castigar a los calumniadores, no habrian sucedido los escdndalos que siguieron”.”* Ahora bien, es cierto que sin formas de ventilar los con- flictos o de permitir el desahogo de los humores malignos, se extienden las calumnias y la corrupcién. Por esta razon, Rousseau considera que la superioridad de una reptiblica so- bre una monarquia esté en que “la voz publica nunca eleva a los primeros puestos, sino a hombres notables y capaces, que los desempefian honradamente; mientras en las monar- quias los que hacen fortuna suelen ser enredadores, bribon- zuelos e intrigantes”.”” Una afirmaci6n que parece copiada de los Discursos de Maquiavelo, pues en la misma pagina afia- de que “el pueblo se equivoca mucho menos en esta eleccién que el principe”. Aparte de la corrupcién de las costumbres como con- secuencia de la falta de procedimientos para ventilar los conflictos, existe otra forma de corrupcién ms insidiosa y dificil de tratar, y consiste en el ocio, los juegos y la distraccién de los ciudadanos ante los asuntos ptiblicos, lo que los afsla % [bid., p. 79. 2” Jean-Jaques Rousseau, El Contrato Social, trad. Maria José Villaverde, Madrid, Tecnos, 1992, p. 72. unos de otros y los conduce a vivir rodeados de fantasias: “bajo el tirano, han sido totalmente despojados de la libertad de obrar, de hablar y casi de pensar, y permanecen aislados en sus fantasias”.”* Etienne de La Boétie es el primer gran lector de Ma- quiavelo y merece un comentario aparte, pues desarrolla el andlisis fenomenolégico de las creencias que hacen parte de la relaci6n politica. Creencias y fantasias que se observan més claramente a la luz de indicaciones de El Principe, co- mo la siguiente: “Todos ven lo que pareces pero pocos sienten lo que eres y esos pocos no se atreven a oponerse a la opinién de la mayoria que tiene ademés el poder del Estado que los protege [...]”. El poder esté hecho de la aceptacién de los stibditos, quie- nes estan predispuestos a aceptar que alguno ocupe el lugar o el sitio ya dispuesto “por haber respondido a la demanda ya formulada por el pueblo’, segtin la aclaraci6n de Claude Lefort en su articulo, “El nombre de Uno’. Las fantasfas son de dos tipos: una es natural, y es propia de todos, por el sitio que el poder tiene, debido a su cardcter simbélico y es que representa la unidad de la sociedad politica; se trata de una credulidad bdsica y en cierta forma inevitable. Otro tipo de fantasfas son consecuencia del ocio, los juegos y las distracciones que son la forma més profunda de crear la corrupcién y la obsequiosidad de los cortesanos que rodean al gobernante. % Etienne La Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria, trad. Pedro Lomba, Madrid, Trotta, 2008, p. 41. -45- Es precisamente a esta clase de corrupci6n a la que se refieren repetidamente Maquiavelo y La Boétie porque pro- mueve la pasividad y la imaginacién en el pueblo, y consigue que el poder sea todo y la sociedad, enteramente maleable, sea reducida a un rebafio bajo la conduccion del pastor. El ocio y la pasividad son la condicién de posibilidad de las fantasias que encierran a los individuos en su ima- ginacién y que hacen que el poder aparezca como un cuer- po que incorpora a todos y fascina con el solo nombre de Uno; tal pasividad habia sido creada por la iglesia romana con el precepto que ha dado a entender “que esta mal decir mal del mal de los prelados, y que esté bien vivir bajo su obediencia y, si cometen errores, dejar que los castigue Dios”. Un precepto que esta basado en la fantasia de la maldad natural del hombre, una fantasia que apoya el principio del orden propio de cualquier forma de autoridad, porque nada es peor que la anarquia que se produce como consecuencia de la maldad sin freno y sin ley. La concepcién aristocré- tica de la oposicién entre la maldad del hombre natural y la moderacién de los grupos dirigentes ha sido refutada por Maquiavelo.* No existe un grupo que sea el depositario de la ley y el orden, lo que existe es la necesidad de regular el conflicto en- tre los diferentes sectores sociales, conflicto que Maquiavelo aclara en el capitulo v, al comienzo de los Discursos, quizds el capitulo mds importante porque ofrece la gufa para la > Maquiavelo, Discursos, op. cit., p. 325. 30 Serge Audier, Machiavel, conflit et liberté, Paris, J. Vrin, 2005, p. 224. 46 comprensién del libro. Allf se demuestra que los mayores tumultos son causados por los poderosos “porque el temor a perder genera en ellos los mismos deseos de quienes quie- ren conquistar, por cuanto los hombres no parecen poseer con seguridad lo que tienen, sino conquistan de nuevo algo més’. Se deja de lado la concepcién aristocrdtica de una su- puesta moderacién de la nobleza y se considera que es en la oposicién del pueblo a los abusos donde esté el resorte de la ley y de la regulacion del conflicto: “La idea de la ley se disocia entonces de la idea de medida; no resulta ya ne- cesariamente de la intervencién de una instancia razona- ble. La ley se revela ms bien ligada a la desmesura del deseo de libertad [...]”.! En este punto Lefort opone dos deseos constitutivos de la ciudad: el deseo de tener de los poderosos y el deseo de ser libres o de no ser oprimidos, que es propio del pueblo y que causa mayor estabilidad como garantia de la vida civil. El encierro de los ciudadanos en sus fantasfas privadas crea la mayor corrupcién debido a que su pasividad e indiferencia ocasionan la desaparicién del bien comtin, que es lo propio de la vida civil o republicana, y es la condicién de “los tiempos dorados, donde todos pueden tener y defender la opinién que quieren”, segtin el ideal més alto para Maquiavelo. Tiempos contrarios a aquellos en que “se ver4 premiar a los calumniadores’. El bien comin esté ante todo en la existencia de la esfera ptiblica, donde los ciudadanos pueden reconocerse y poner 31 Claude Lefort, “Maquiavelo y la verité effectuale”, op. cit., p. 237. -47- sus opiniones en comtin, lo que les permite abandonar la oscuridad de la conciencia solitaria, donde nada saben de sus relaciones reciprocas. En Maquiavelo el bien comin no est definido en los estrechos términos de la seguridad de la vida privada, como la entendia Hobbes en su Leviathan. Es Rousseau quien ha heredado el pensamiento republicano del florentino cuando escribe: “prefiero los peligros de la libertad a la paz de la ser- vidumbre”, o cuando afirma que “también en los calabozos se vive tranquilo”. De lo anterior puede concluirse que existe una falla en la lectura de Leo Strauss, que busca establecer la primera ola de la modernidad en el pensamiento politico de Maquiavelo y Hobbes, porque ambos, segtin él, reducen y simplifican el horizonte moral de la accion humana cuando ponen la segu- tidad y la prosperidad en el punto més alto de la asociacién politica. Lo anterior vale para Hobbes, pero no vale para Maquia- velo, por lo que se hace necesario pensar en dos corrientes del pensamiento politico moderno: una que comienza con Maquiavelo y sigue con la filosoffa de la democracia de Rousseau y Tocqueville; y otra que comienza con Hobbes y Locke, sigue con Kant y termina con las teorfas de John Rawls y de Jiirgen Habermas. La pregunta por la legitimidad politica Las teorias del contrato social buscaron establecer los dife- Tentes motivos que nos disponen a obedecer 0 a legitimar la -48- autoridad politica. Sin embargo, tales teorfas han sido criti- cadas por su cardcter abstracto, segtin sostienen diferentes filésofos, con buenos argumentos. Leo Strauss, por ejemplo, realiza un contraste entre la filosoffa politica cldsica y las modernas para concluir que las filosofias politicas modernas tienen un punto de partida abstracto, como en efecto lo es el estado prepolitico de un es- tado de naturaleza, que las conduce a conclusiones también abstractas como son el contrato social o la voluntad general. Antes de Strauss, en la época de la Revolucion Francesa, Joseph de Maistre consideré que la soberania del pueblo es el resultado de un supuesto acuerdo entre individuos inde- pendientes, que no existen en la realidad, sino que son pro- ducto de la raz6n individual, contraria a la raz6n nacional, que es la que existe y esté apoyada en creencias profundas como la obediencia y el patriotismo. Isaiah Berlin, al contrario de Leo Strauss, considera que “el contrato social es un modelo que hasta en nuestros dfas ayuda a explicar algo de lo que los hombres sienten que anda errado cuando un politico declara que toda una clase de la poblacién queda fuera de la comunidad, sin derecho a los beneficios conferidos por el Estado y sus leyes”.° Se trata, segtin Berlin, de un modelo o una analogia del acuerdo politico con un contrato, que es la garantfa de los de- rechos de las partes por el Estado: es precisamente a cambio de esa garantia que los hombres estan dispuestos a obedecer la autoridad politica y a reconocerle el derecho a mandar. ® Isaiah Berlin, “Existe atin la teoria politica?”, op. cit., p. 260. -49- Ahora bien, Isaiah Berlin afirmaba que le interesaban mas los criticos que los defensores de las ideas en las que él crefa.* Estaes la actitud mas apropiada para examinar las teorfas del contrato social, pues se repiten en forma dogmatica, como si aseguraran el fundamento Ultimo del Estado de derecho y la democracia. Es preferible examinar un “anticontrato social”, como De la soberania del pueblo de Maistre, para apreciar las fisuras que pueden presentar tales teorfas, en especial la de Rousseau, que Maistre considera como la conclusién légica de las teorfas anteriores de Hobbes y Locke. Joseph de Maistre se ocupa de sefialar las contradicciones de El Contrato Social y en forma puntual se ocupa del capitu- lo vil, del libro 11, sobre el que afirma lo siguiente: “Rous- seau ha escrito un capitulo sobre el legislador, donde todas sus ideas se contradicen de la manera més intolerable” * Las afirmaciones de Rousseau sobre las cualidades ex- traordinarias del legislador y sobre su funcién dentro del Estado le permiten concluir a Maistre que el principio de autonomia, propio del individuo moderno y de la soberanfa del pueblo, es un principio falso, por lo cual las teorfas del contrato quedarian reducidas al absurdo. Lo que hace Maistre es tomar afirmaciones de Rousseau y ponerlas en contra de los principios basicos de Fl Contrato % Isaiah Berlin, En didlogo con Ramin Jahanbegloo, op. cit., p. 260. ‘Joseph de Maistre, De la souveraineté du peuple, un anti-contrat social, Paris, Presses Universitaires de France, 1992, p. 112. -50- Social, afirmaciones como estas: “serfan precisos dioses para dar leyes a los hombres”, en el capitulo sobre el legislador; o: “si hubiese un pueblo de dioses, se gobernaria demo- craticamente. Pero un gobierno tan perfecto no es propio de hombres”, en el capitulo sobre la democracia, en el li- bro 111. Tales afirmaciones ponen en contradiccién a Rousseau consigo mismo, segtin lo pretende Maistre sin advertir que el pensamiento de Rousseau es un desarrollo de las ideas de Maquiavelo sobre la participacion politica del pueblo y sobre la virtud civil, que es la virtud mas alta para ambos autores. En este punto es preciso hacer un paréntesis sobre el hilo conductor de la filosoffa polftica moderna: si ese hilo se trae a partir del individualismo y del contractualismo de Hobbes, es necesario reconocer que Rousseau parece retroceder hacia las concepciones antiguas, cuando acude a la grandeza de los fundadores de naciones como Moisés, Licurgo o Solén. Sin embargo, si se tiene presente la influencia de Maquiavelo se pueden entender diferentes afirmaciones de Rousseau sobre la importancia de la religion para buscar persuadir al pueblo o sobre las cualidades del legislador, un educador que tni- camente pretende convencer al pueblo, sin desconocer sus costumbres, convencerlo del valor que tienen los principios del derecho politico. Ahora bien, segtin los principios del derecho politico, el pueblo es el soberano, el pueblo no gobierna ni puede gober- nar, pero participa de las iniciativas legislativas, todo lo cual supone su car4cter polftico, lo que constituye la grandeza de la Roma republicana, segtin Maquiavelo. -54- No puede perderse de vista que en los capitulos centrales de E/ Contrato Social aparece citado Maquiavelo directamente en italiano: tanto en el capitulo 111 como en el capitulo vi, del libro 11, aparecen citas del gran florentino para aclarar la definicién de la voluntad general y la funcién del legisla- dor. Sobre este ultimo tema, Rousseau cita a Maquiavelo, quien escribe: “nunca ha habido un organizador de leyes ex- traordinarias para un pueblo que no recurriera a Dios, porque de otro modo esas leyes no serfan aceptadas; por cuanto son muchas las cosas buenas conocidas por un hombre pruden- te, que en sf no tienen razones evidentes como para poder persuadir a los otros”. Para comprender el enfoque del pensamiento de Ma- quiavelo y Rousseau es necesario entender que ellos buscan promover la virtud civil, es decir, la libertad politica, por enci- ma de las garantias de seguridad para los intereses individua- les, que es el propésito de las teorfas contractualistas de Hobbes y Locke, que sf son puramente individualistas. Por esa raz6n, el contrato como lo propone Rousseau es més una metéfora, si se entiende que el fin del contrato es establecer Ja asociacién politica antes que establecer el go- bierno, como era el caso de Hobbes y Locke. Estas son las palabras de Rousseau, que definen clara- mente el propésito central de su libro: “Antes de examinar el acto mediante el cual un pueblo elige un rey, habria que examinar el acto mediante el cual un pueblo se convierte en %* Nicolas Maquiavelo, Discursos, op. cit., p.91. a6" tal pueblo, porque, siendo este acto necesariamente anterior al otro, es el verdadero fundamento de la sociedad”. El fundamento de la sociedad est4 en la asociacién que es el pueblo, entendido en su dimensién politica, que lo en- frenta al gobierno y debido a tal oposicién es un contrapoder, por las cautelas y la vigilancia que le son propias frente a la corporacién gubernamental. Es cierto que el gobierno representa la unidad de la naci6n, por su caracter simbélico, pero no encarna tal unidad, por- que en tal caso quedaria anulada la oposicion entre el pueblo soberano y el gobierno, o entre el poder constituyente y el poder constituido.3” Actualmente, es en la constitucion y en la declaracién de los derechos fundamentales donde queda establecida la sobe- rania del pueblo y las instituciones que permiten su expresi6n. Elarticulo de George Zenkert es muy claro cuando relaciona la teorfa rousseauniana con los desarrollos del derecho cons- titucional: él es quien aclara el caracter metaférico del contra- to en Rousseau, al compararlo con las teorfas de Hobbes y Locke, pero no menciona la influencia de Maquiavelo, que es sin duda el punto de partida del ginebrino y de sus criti- cas a la tradicién liberal. No aclara que la mejor garantia a las libertades civiles es la libertad politica o la virtud civil. En la época de la Revolucién Francesa, un autor basico del liberalismo va a aclarar, después de una larga experiencia % Jean-Jacques Rousseau, E/ Contrato Social, op. cit., p. 13. ” Georg Zenkert, “Rousseau y el concepto de soberania popular”, en: Areté, nim. 2, 2000. -53- politica, que las garantias constitucionales son insuficientes, sin el derecho a la oposicion, que es propiamente la libertad politica.® Ahora bien, retomando el argumento central, puede de- cirse que el principio de autonomia no se debilita si se acude a la religion como apoyo al propésito politico de promover la virtud civil, como era el caso entre los romanos, tan ad- mirados por Maquiavelo y Rousseau. También Tocqueville encontré en América una solidaridad entre el cristianismo y la democracia, pues los puritanos aprobaron las ideas de la igualdad de derechos y la libertad de participacién en los asuntos ptblicos. Es claro que la legitimidad democrdtica se apoya en el consentimiento libre de los ciudadanos, pero ese consenti- miento libre de prejuicios autoritarios requiere educacién publica, y por ello precisamente es por lo que se requiere el convencimiento mediante la divulgacién de los principios del derecho politico. La funcién del legislador consiste en po- ner en sintonja las costumbres con los principios de la demo- cracia, los cuales establecen la unidad politica en la voluntad general del pueblo y no en sus aspectos étnicos o culturales. Para los filésofos conservadores, el principio de autono- mia del hombre moderno es producto de un racionalismo arrogante, que pretende desconocer la herencia de la tradici6n cultural de los pueblos, acudiendo a las abstracciones de un estado de naturaleza o un contrato social como las premisas de donde se deduce la soberanfa del gobernante, en el caso de 3 Benjamin Constant, Del espiritu de conquista, trad. Macial Lopez, Madrid, Tecnos, 1988. -54- Hobbes, o del pueblo en el caso de Rousseau. Tales autores conservadores tienen razones para dudar del racionalismo Ilevado a la moral y a la politica. Sin embargo, lo que no pueden desconocer es la crisis de autoridad de la iglesia romana en la época de Maquiavelo o de la monarquia en la época de Rousseau: un vacio de auto- ridad tan grande, que era preciso encontrar nuevos motivos de obediencia a la ley. En la bGsqueda de nuevos motivos de obediencia a la autoridad es cuando se encuentra que la autoridad es ante todo convencimiento y que el pueblo espera ser convencido © persuadido, porque cree en forma natural que la ley es necesaria como garantfa de las libertades. Ahora bien, la ley se apoya en el reconocimiento de la igualdad entre los miembros de la comunidad politica, Gnicamente como miembros de tal comunidad. Es en ese contexto donde surge el interés por las ideas republicanas de los romanos, de la Florencia de Maquiavelo y la Ginebra de Rousseau. Es extrafio que Claude Lefort no se refiera a la obra de Rousseau, quien es considerado el padre de la democracia mo- derna: Gnicamente en el articulo “Focos del republicanismo’, aparecen algunas pocas observaciones sobre la influencia de Maquiavelo en el pensamiento republicano de Montesquieu y Rousseau. La explicacién de tal ausencia podria ser la siguiente: el pueblo es considerado por Rousseau como una persona moral, que tiene autodeterminaci6n o voluntad propia, la voluntad general, la cual se forma a partir de la participacién de los diferentes sectores sociales en la deliberacién publica. -55- Es lo que dice Rousseau cuando se refiere a la suma de las pequefias diferencias, que es distinta a la simple mayoria o suma aritmética de los votos. Esa idea del pueblo como persona moral no aparece en Maquiavelo, quien lo defi- ne por la sola resistencia a la opresin, que es negatividad pura, segtin las palabras de Lefort. Tal resistencia es colectiva y es también diferente de la libertad negativa, o ausencia de coaccién, que es individual y corresponde a la concepcién liberal de la libertad. Ahora bien, la afinidad temperamental y social entre Maquiavelo y Rousseau es evidente, porque ambos admiran la democracia 0 el amor a la ley, como se practicé en sus ciu- dades, en Florencia y en Ginebra. Ese amor a la ley es para ambos la virtud civil y es la base moral de la reptiblica, que ellos consideran el orden politico legitimo, porque el gobier- no tiene como propésito el bien comtin, lo que permite la participacion ciudadana. Lefort cita el famoso pasaje donde Rousseau se refiere a Maquiavelo, en estos términos: “Fingiendo dar lecciones a los reyes, se las ha dado y muy grandes a los pueblos. E/ Principe de Maquiavelo es el libro de los republicanos”. Un pasaje que aparece unas pocas paginas después de referirse en forma muy elogiosa a Montesquieu, quien “ha considerado la virtud como el fundamento de la reptiblica, pero no ha visto que la autoridad soberana es siempre la misma y es el principio de todo Estado bien constituido”. No hay duda de que la investigacién de Rousseau sobre los principios de la legitimidad politica no aparece ni en Ma- quiavelo ni en Montesquieu, pero tampoco hay duda de que les debe mucho a estos grandes autores politicos, a quienes considera genios. El problema esté en que Rousseau aporta 5b- un racionalismo moral que viene de Descartes y va a ser de- sarrollado por Kant; ese racionalismo ha sido considerado dogmitico y es extrafio al conjunto de observaciones que son la base de autores con una curiosidad histérica y socioldgica como son Maquiavelo y Montesquieu. Sin embargo, en la teorfa de la legitimidad de Rousseau subsiste una oposicién que no tiene solucién y que hace pensar en la division constitutiva de toda sociedad, tal como es establecida por Maquiavelo. La dualidad entre el pueblo soberano y el gobierno no tiene solucién, porque todo go- bierno tiende en forma natural a usurpar la soberania, que es el principio politico del pueblo, llamado a legitimar 0 des- ligitimar al gobierno. Tal autonomia del pueblo puede ser desconocida por el gobierno, que tiene los medios para ha- cer pasar su interés parcial como si se tratara del interés gene- ral; sobre todo en casos de inseguridad, cuando es la unidad de la naci6n la que puede estar amenazada. Por encima de las observaciones sociales, el propdsito de Rousseau est en fijar o establecer el principio de legitimidad de los gobiernos, sin importar su forma, y tal principio esta en la soberanfa del pueblo y en el conjunto de cautelas y garantias que debe tener frente a cualquier gobierno. El enfoque de Maquiavelo y Lefort es fenomenoldgico; pues para ellos la relaci6n politica no se puede analizar en al- go més evidente, como por ejemplo un acuerdo que le sirva de fundamento. La relacién de mando es lo més evidente, es lo primero. Toda la dificultad est4 en examinar la forma como la relaci6n de mando se ocupa de la divisién inherente de la sociedad entre dos humores o deseos, que distinguen a los que desean poder de los que desean ser libres y no quieren 57 ser oprimidos, que es para ambos el dato primordial de la filosoffa polftica antes que un supuesto acuerdo fundamental. Lo més comin en filosofia politica es fundamentar en el sujeto trascendental el principio de autonomia: se trata, segun el enfoque kantiano, de examinar la constitucidn del “yo”, para encontrar una parte superior que seria la razon y una parte inferior que serfan las inclinaciones sensibles que es preciso conducir y orientar hacia fines 0 propdsitos comu- nes que tinicamente la raz6n puede definir; luego se trata de distinguir una raz6n instrumental de la raz6n prdctica o de la raz6n comunicativa. Tal enfoque es apasionante, como también lo es examinar la forma como esté constituido el “yo”, o como estan dis- puestos los diferentes motivos de la accién. Pero este enfo- que no es apropiado para definir las bases conceptuales de la democracia, porque la discusién sobre los méviles de la accion humana depende del escenario institucional, donde se refuerzan unas u otras disposiciones morales. Debido a lo anterior, puede afirmarse que la pregunta moderna por la legitimidad politica no permite abandonar la pregunta clasica por el régimen politico, porque es el regimen el que establece los escenarios institucionales, donde tie- nen lugar los desarrollos de las diferentes disposiciones morales. Ahora es preciso retomar el paréntesis indicado antes, sobre el hilo conductor de la filosofia politica moderna: si es Hobbes el punto de partida de la modernidad, es necesario definir inicialmente los méviles de la accién; y entre esos miéviles o motivos destacar aquellos que impulsan a obedecer la autoridad: ante todo, el miedo a morir violentamente y el -58- deseo de vivir una vida tranquila, con la seguridad garantizada por el poder de un tercero. Pero existe otro hilo conductor que viene desde la filoso- fia politica de Maquiavelo y que no pretende deducir el poder politico de un acuerdo apoyado en los motivos més profundos que impulsan a obedecer tal poder de mandar. Sin embargo, la filosoffa politica de Maquiavelo ha quedado eclipsada por el desarrollo del liberalismo y por la enorme influencia de la economia en la representacién que tenemos de la accién humana, de sus motivos y sus intereses. Es preferible afirmar que la filosoffa politica de los Dis- cursos ha quedado eclipsada por el tratamiento instrumental del poder, tal como aparece en EI Principe, donde se insiste mis en las formas de dominacién que en el caracter institu- cional o simbédlico del gobierno: se insiste mds en la eficacia del poder que en los escenarios donde tiene lugar la puesta en escena de la relaci6n de mando. Relacién que puede re- conocer o desconocer la divisién constitutiva de la sociedad politica; precisamente lo que se refiere al estilo de la autori- dad politica, que es el aspecto ms significativo de las relacio- nes sociales y que condiciona las formas de legitimar el poder, porque si se desconoce o se oculta la division constitutiva de la sociedad, la legitimidad del poder se busca a través de medios sobrenaturales o tradicionales, bien sea por el origen divino del gobierno o por el carisma del gobernante. Cuando se reconoce la divisién de la sociedad, como la divisi6n de dos deseos que se oponen, la legitimidad es democratica, segtin la filosoffa de Maquiavelo. Es cuando el pueblo o la sociedad civil delibera sobre los propdsitos de la vida en comtn y sobre su prioridad dentro de las funciones del gobierno. -59- La filosofia de Rousseau esta situada en un cruce de cami- nos: por un lado conduce a la ética kantiana porque es claro que en su libro Emilio o de la educacién Rousseau examina la autodeterminacién o el autocontrol como el rasgo que me- jor expresa la libertad de la voluntad, tal como la entienden Descartes, Kant y el racionalismo moral que sirve de base a la idea de la autodeterminacién democratica. Pero la filosofia de Rousseau también conduce a la fi- losofia de la democracia de Alexis de Tocqueville, filosofia que se ocupa de los escenarios institucionales como la con- dicién de posibilidad para la expresién de una u otra disposi- cién moral, pues él hace contrastes entre las diferentes formas de entender la virtud, dependiendo del régimen politico. La filosofia de Rousseau es una continuacién del pensa- miento politico de Maquiavelo, porque es asi como mejor puede entenderse el nticleo o el propésito central de su obra, propésito que busca fundamentar la unidad de una naci6n en la soberania del pueblo, cuando para esa época el pueblo se referia a la canalla o a los sectores mAs bajos de la sociedad. Nada mejor que comparar la idea del pueblo en dos au- tores politicos tan influyentes como Voltaire y Tocqueville; el primero escribe: “Entiendo por pueblo el populacho que solo tiene sus brazos para ganarse la vida. Me parece esencial que haya pordioseros ignorantes”.” ‘Tocqueville, por su parte, escribe: “En América, el princi- pio de la soberan{a del pueblo no esta escondido o es estéril 3? Voltaire, Francois Marie Arouet, Sarcasmos y agudezas, trad. Fernando Savater, Barcelona, Edhasa, 1994, p. 136. como en ciertas naciones; esta reconocido por las costumbres, proclamado por las leyes; se extiende con libertad y alcanza sin obstdculos sus tiltimas consecuencias”.° El principio de autonomia aparece con claridad cuan- do se reconoce la oposicién o la division constitutiva de la sociedad politica entre los propésitos de los gobernantes y los propésitos de los gobernados, que es el gran aporte de la filosoffa politica de Maquiavelo, porque permite identifi- car el cardcter politico del pueblo y entender que es ese ca- racter, mas que las tradiciones culturales, el que finalmente define su identidad y su unidad. Es sobre esa base institucional, sobre la divisién consti- tutiva de toda sociedad politica, como se entiende mejor la autodeterminacién del pueblo frente al gobierno, y, por otra parte, la capacidad moral de autocontrol o autonomia que tienen los individuos que componen la asamblea deliberativa, que es el pueblo soberano. Kant retoma a Rousseau en su ética critica, pero “Kant no es propiamente un autor democratico”, como demuestra Bobbio. Kant es un autor liberal en su concepcién del Estado y del derecho porque “segdn Kant, para poder considerar que un Estado se ajusta al principio del consentimiento, no es necesario que este se haya manifestado de hecho mediante los procedimientos caracteristicos de la forma democratica de gobierno”.*’ © Alexis de Tocqueville, La Democracia en América, op. cit, p. 191. 4) Norberto Bobbio, “Kant y las dos libertades”, en: Estudios de historia de la Filosofia: de Hobbes a Gramsci, trad. Juan Carlos Bay6n, Madrid, Debate, 1991, p. 203. -61- El verdadero precursor de Rousseau es Maquiavelo, como el verdadero continuador de su obra politica es Tocqueville, por la insistencia de los tres en los escenarios institucionales donde tiene lugar la relacién de poder. La pregunta por la Democracia Noes posible plantear siquiera la pregunta por la democracia, sin aclarar antes la importancia y la complejidad que tiene la sociedad civil en el ordenamiento de las sociedades modernas. El marxismo deja un vacio entre las relaciones econémi- cas de produccién y las estructuras de poder. Precisamente, en ese vacio estan situadas las organizaciones sociales 0 formas de vida civil como las asociaciones, las confederacio- nes, las iglesias, las instituciones educativas y los medios de comunicaci6n. En esa esfera intermedia, entre la economia y la organizaci6n del poder, se encuentran los escenarios de la democracia, la cual es preciso distinguir del sistema representativo. No es extrafio que un autor politico como Alexis de Toc- queville sea frecuentemente comparado con Marx: compara- ci6n que aparece inicialmente en Raymond Aron y en Francois Furet y ms recientemente en John Keane, quien afirma lo siguiente: “Marx explica las relaciones de poder de la sociedad civil en términos de fuerzas y relaciones de produccién ante todo. La complejidad institucional de la sociedad civil es, por tanto, ocultada”.” 2 John Keane, Democracia y sociedad civil, trad. Antonio Escohotado, Madrid, Alianza, 1992, p. 84. -62-

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