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Pequeños Monstruos del Subsuelo, la nueva microficción de

Mairym Cruz-Bernal

Por Ana María Fuster Lavín

“no tienen ombligo. no fueron nacidos.


ya estaban creados. embrujados.
salidos de mí.”
Mairym Cruz-Bernal
(fragmento del microtexto, Madre, pág. 55)

Hoy celebramos estos textos, salidos de la madre mayor, naturaleza, mujer,


escritora, poeta, Mairym Cruz Bernal nos invita a leer estos emaljungas, o
pequeños monstruos del subsuelo, surgidos del vientre tinta e intelecto de
Mairym. Y nos reta a:

Conocer y conocerse, en especial conocernos, para liberarnos de vendas –


muchas autoimpuestas, como ocurre en nuestra isla--, indagar en uno mismo
desde el silencio hasta el estallido; escribir para detonar la llamarada; abrir la
página en blanco y llenarla de raíces para que el lector beba de nuestros
misterios. Así Mairym nos convoca a surgir desde el subsuelo donde, “nadie
sabe nada hasta que se revela, o rebela” (pág. 66). Revelar, según la RAE es en su
primera acepción “Descubrir o manifestar lo ignorado o secreto”; y, en su
quinta,
“Dicho de Dios: Manifestar a la humanidad sus misterios”(https://dle.rae.es/
revelar); en cambio rebelar nos lleva a
“Sublevar, levantar a alguien haciendo que falte a la obediencia debida”(https:
//dle.rae.es/rebelar?m=form). He aquí algunas claves para adentrarnos en el
submundo, abonarnos y solidificar nuestras raíces y retoñar.

Sin embargo, ¿qué buscamos en este submundo de las palabras? ¿Cuál


es el corazón de la vida? Acaso el acto de escribir es el propio espejo o tan solo
somos una autoinvención. Es decir, el escritor es una vida reinventada, a modo
del pequeño dios vallejiano, uno que se crea así mismo y a los distintitos
mundos que le rodean. Eso parece plantearnos la escritora Mairym Cruz Bernal.
Pero, ¿en qué creer? Esta la poeta, --además, educadora, editora, traductora,
columnista y ensayista puertorriqueña que presidió el PEN-Puerto Rico (2008-
2012) y actualmente es su vicepresidenta-- nos confiesa “ni siquiera creo en mí”,
siendo su espejo de palabras el paraíso de esta diosa no creyente en
convencionalismos sociales, religiosos, políticos, siquiera tiene fe en esta
unidimesionalidad terrenal, tampoco en la impuesta celestialidad.

En este libro (San Juan, Ed. Lúdika, 2022) todos podemos ser esos pequeños
monstruos del subsuelo descritos por Mairym (graduada de psicología Loyola
University y con maestría en creación literaria) y para este reto empleó como
estructura o género literario la minificción, tan comentada y analizada en la
actualidad, pues como expresa en la contraportada del destacado narrador
Emilio del Carril: “Mairym Cruz Bernal, en su oficio de letras, gusta rebasar
fronteras y experimentar nuevos estilos”, huir de la zona de confort y atreverse
a romper cadenas y crear.
Al leerla, transitamos por sus páginas a modo de un puente de
comunicación creativa y provocadora --de la también tallerista nacida en San
Juan de Puerto Rico (1963)-- que conecta al escritor con el lector (y viceversa).
Puente que no está exento de retos intelectuales y sensoriales, al fin de cuentas
esta es otra de las característica del microrrelato, minificción o microcuento. Se
trata de breves textos de naturaleza narrativa y ficcional, que empleando un
lenguaje preciso y conciso, a veces lírico, se sirve de la elipsis para contar una
historia sorprendente, libre de detalles, descripciones y otros maquillajes
ambientales. Donde cualquier palabra innecesaria es gula, donde los silencios
nos alimentan, nos hablan, nos seducen:

“…se sirvió silencio de cena. …¿si no tuvieras palabras, me hubieras hecho el


amor?...” (pág. 78)

Tal como ocurre en Pequeños monstruos del subsuelo, en el microrrelato los


personajes deben revelarse por sus acciones (actos que incluyen pensamientos y
reflexiones) más que por sus caracterizaciones y la condensación temporal es
fundamental. Veamos el microrrelato Diario de una mala temporada, en la página
79:

“se marchó. ella entró en la habitación para dispersar el polvo. debajo de la


alfombra encontró cicatrices de todos los tamaños. comenzó a saber quién era él, aquel
día.”
Definitivamente, el lector de la microficción no puede quedarse leyendo
como quien ve la espuma de una ola arribando tímidamente la orilla; por el
contrario, tiene ser activo y meticuloso, para no ahogarse en la incertidumbre.
Mucho más en el caso de leer esta publicación de Cruz Bernal, sus
intertextualidades, referentes literarios e históricos, el lirismo. Y es que el
microcuentista (que nuestra autora alcanza a plenitud) requiere emplear
emplea sus destrezas para seducir, enganchar y provocar en pocas palabras,
igualmente estricto debe ser el lector que debe degustar cada imagen, cada
truco y convulsionar casi sofocado. Porque los microcuentos nos tienen que
jamaquear sin explicar qué ocurrió: el escritor así pasa el batón al lector. El
microrrelato, por lo tanto, crea la intensidad suficiente para retar al lector hasta
convertirlo en su cómplice. En este libro terminamos siendo cómplices y
personajes de los distintos mundos, monstruosamente hermosos.

Estos breves e intensos textos, que componen esta publicación, son


íntimos y confesionales, característica del estilo a lo Cruz-Bernal, pero a su vez
conversan con las microficciones de la fantasía social –muy humana- como
Cortázar (con sus cronopios y famas; Mairym con sus emaljungas) o Emilio del
Carril (y sus entregas del Reino de la Garúa), la ironía y humor perverso de Ana
María Shua (como sus Cazadores de letras o Fenómenos de circo, entre otros), y,
además, Mairym indudablemente intertextualiza con sus propios poemarios
(como La hija hereje, Ensayo sobre las cosas simples o Cielopájaro nuestro, entre
otros). Al fin de cuentas, la misma escritora sentencia: “la patria del poeta es su
lengua”, donde podemos prescindir hasta del propio cuerpo, lo importante es
volar, “si no sabes volar pierdes el tiempo conmigo” escribió Girondo, pero en
el caso de Cruz Bernal es un vuelo metafísico desde el yo, hacia nuestra patria-
naturaleza, hacia el otro, hacia un nuevo yo .

“veamos cómo es volar siendo una sombra. primero se agiganta. es la mancha


que oscurece el amazonas, manos de maremoto. selva donde caminan los que he sido.
entonces pesan los pies. la sombra adquiere el peso de su cuerpo.” (La confesión, pág.
39)

El peso del cuerpo y de la innegable poesía también está reflejada en la


cuidada publicación, diseñada y maquetada por B-Poetry en Colombia
(www.burdelianaspoetry.com) con reproducciones de hermosas pinturas (óleo
sobre tela) del pintor colombiano Sergio Trujillo Béjar en las distintas secciones
del libro. Así, Pequeños monstruos del subsuelo está dividido en un preludio
a modo de presentación y autoficción de la autora y sus motivaciones literarias,
y seis mundos (o partes: Pequeña historia del mundo/ Un amante para cada día
de la semana/Emaljungas/Peine rojo/Mi turno de impostora/Habitantes del
planeta); en el que va rompiendo códigos sociales, códigos de género, códigos
orgánicos, lingüísticos y emocionales, para reconstruir un mundos y la propia
esencia del ser (humano y monstruo) desde sus cimientos con convicciones
sólidas intelectuales, apalabradas, amatorias sin perder jamás el poder del
erotismo salvador.
“lo importante es enraizarnos, comenzar bordeando el ombligo con la lengua, soplar
un océano en la saliva compartida, porque el eros es nacernos, ineludibles. lo importante
es crecerte de abajo hacia arriba, como todo buen amor.” (pág. 147)

A través de este universo de microrrelatos y microrreflexiones, Mairym


Cruz Bernal ficcionaliza tanto su yo como la sociedad misma para desnudarlos
de lo innecesario y poner la palabra en la esencia misma de la sociedad, del ser
humano. Donde los propios personajes asumen ser creados por la diosa-
escritora: “me duele esta mujer que nos inventa”, se lamenta el Emaljunga, uno de
los pequeños monstruos que habitan este hermoso libro a modo de una nueva
mitología del submundo o de la propia ciudad que nos habita recorrida por la
palabra de la poeta Mairym Cruz Bernal. Pues un mundo que olvide jugar con la
palabra, sencillamente jugar, está condenado a la tristeza, a marcar fronteras
hasta dividirse tanto que no podremos alcanzar la mano (humanidad) del otro.

“solo juego a que olvido. freud decía que la tristeza del hombre radica en que
hemos dejado de jugar […] jugar con las palabras, pensar que no hay fronteras en los
países, que las miradas pueden acariciar, jugar a que tú no estás allá, que eres yo, otra
ficción que nos podría unir a humanidad, que la luz es el tejido de un dios que nos
cuida. […] jugar a que un beso salve el instante de extravío, hermosa palabra esa:
mestizaje. jugar a que somos todos los colores”. (Travesura, pág. 141)

Microtextos líricos de suspenso sicológico, míticos, antropológicos que, a modo de


rompecabezas, van formando ese cofre de sabiduría, de metaliteratura y de vida
compuesta de pasiones, reflexiones, locura, muerte y renacimientos humanos y
monstruosos; donde va deconstruyendo desde ese yo creador “sin brújula escribo, pero
escribo para no matar” —siempre mujer, siempre poeta— y su entorno familiar y social
hasta el propio origen de la bondad y, en especial, de la maldad, en estas pequeñas
fábulas fantásticas que nos obligan a leerlas y reflejarnos en ellas. Al fin de cuentas,
todos somos pequeños monstruos del submundo y tenemos que abonar nuestras raíces
para revelarnos y rebelarnos.
Para adquirir el libro puede escribir a mairymcb@hotmail.com

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