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DEL POSMODERNISMO PERIODISTICO AL INDELIBLE

ESTILO PROPIO

DE ROSA MONTERO EN SUS PRIMERAS TRES NOVELAS

Por Maria Achitenei

maria_achitenei@yahoo.com

Rosa Montero es lo que yo llamo un autor omnisciente, o sea, ella no sólo nos

revela todo sobre los caracteres que ha creado, sino también, por medio de estos

caracteres , nos revela a nosotros, a cada uno de sus lectores, unos rasgos de nosotros

mismos que antes ignorábamos tener. Es una conocedora tan minuciosa del ánima

humana, que parece una investigadora usando lentes, escudriñando los menores

detalles del ser humano.

Quizás fuera por su talento de periodista que está reflejándose en la novela, o

porque yo fuera tan aficionada a su escritura, o ambas, pero no leo una de sus páginas

sin preguntarme cómo ha adquirido tantos conocimientos del universo femenino.

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Hay que notar, literariamente, que en sus primeras novelas, hay siempre:

• un personaje del mundo literario, una escritora, de ese modo el texto adquiere

conciencia de sí mismo, que es un rasgo determinantemente posmodernista;

• el lenguaje coloquial – maravillosamente empleado – que resulta en un intento

de relacionar el mundo literario con lo que en verdad ocurre en el Madrid

detrás de las luces, todo narrado con un matiz lúdico (rasgo posmodernista);

• la certitud de que una lectora se reconozca en los más íntimos rincones del

carácter femenino que casi siempre es el personaje principal;

• alusiones posmodernistas en igual cuantidad con detalles periodísticos;

Así es que en Crónica del desamor:

“Piensa Ana que estaría bien escribir un día algo. Sobre la vida de cada día,

claro está. Sobre Juan y ella.” (p.10)

Por si fuera poco solamente una intención, más adelante tenemos un análisis

de lo que va a salir, para que el lector exclame sobre el estilo: ¡Sí, es posmodernista!:

“Para escribir un libro así, se dice Ana con desconsuelo, sería banal,

estúpido e interminable, un diario de aburridas frustraciones.” (p.13)

La ironía de Rosa Montero resulta bastante literaria, es decir, padece de la

amargura entrañable; es por eso que su estilo se caracteriza por una visión subjetivo-

realista de la vida, con detalles periodísticos que conquistan las más secretas esquinas

de la fantasía. Su estilo resulta milimétrica y detalladamente exacto y carece de

cualquiera vaguedad:

“ex compañero alcohólico, palizas familiares, penuria, económicas,

dos hijos, ex amante suicidado, toda una biografía melodramática que pese a

ser real semeja invento” (p.20)

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A veces, el talento de Rosa Montero se materializa en una metáfora que todos

los que han vivido un período dictatorial la conocen y reconocen como un estado de

alma general de aquella época:

“(…) el país sudaba frío miedo” (p.22)

El tema general de los libros de Rosa Montero es la relación entre la

individualidad y la pluralidad, la complejidad de todo lo que una mujer vive: desde el

anhelo de tener un hombre siempre a su lado, de intentar la pareja otra y otra vez hasta

adquirir la felicidad – al miedo de quedarse embarazada sin quererlo o la básica

soledad al no sentirse querida:

“ese mundo que durante tres años fue plural” (p.31)

El carácter principal de Crónica del desamor sí escribe un libro, empezando

con la descripción de un gesto cualquiera, un detalle diminuto que:

“puede ser un buen comienzo para ese libro que ahora está segura de

escribir, que ya no será el rencoroso libro de las Anas, sino un apunte, una

crónica del desamor cotidiano, rubricada por la mediocridad de ese nudo de

seda deshecho por la rutina y el tedio.” (p.246, final)

Aunque encontramos en sus obras a cada paso rasgos característicos del

posmodernismo, de vez en cuando nos sorprenden sus metáforas diminutas pero

poderosas y exactas:

“fue una sorpresa despertarme ese lunes con la ansiedad atravesada en el

estómago a modo de caracol mal digerido.” (p.10,La función Delta)

O, más allá:

“remozaré mi casa y la limpiaré así de la melancolía del recuerdo”

(p.45, La función Delta)

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Raramente ocurre que Rosa Montero escriba unas líneas en el tono hipnótico

del realismo mágico hispanoamericano que sólo el idioma castellano permite:

“ese olor de miedo que Hipólito dejó en mi casa.” (p.89, La función Delta)

Dentro de la misma novela, La función Delta, una muchacha enamorada-

Engracia- se deja tragar por el pantano que está cerca de la casa de su amado y

también de la casa de uno de los personajes de la novela, Ricardo, el amigo de la

protagonista, Lucía. Es Ricardo el que recuenta después la historia y dice que de

hecho, todo le ocurrió a su hermana y que su hermana era Engracia. Pero Ricardo no

tuvo hermanas. Ya por fin es Elena, el personaje de la película de Lucía, el mismo

personaje de la novela Crónica del desamor que se deja tragar por el pantano. Así que

la historia resulta como un laberinto jugoso, como una banda de Möbius, volviendo en

el mismo momento, pese a cualquier camino que tomamos.

En Temblor sin embargo, las metáforas del genitivo del realismo mágico

aparecen recurrentemente:

“Las brumas del olvido menudeaban” (p.152)

“el aire vibraba el mudo lamento de la derrota” (p.153)

“el magma de la inexistencia” (p.98)

“la niebla del olvido les entumecía los músculos”

Temblor es una leyenda escrita con parágrafos inspirados en los estilos

literarios de las últimas tres décadas del siglo veinte, pero generalmente manteniendo

un hilo narrativo propio de Rosa Montero, extraño, con algunas oraciones

periodísticas, exactas:

“La práctica de la caza, en la que se había hecho experta, fue un aporte

sustancial a su existencia.” (p.135)

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o definiciones precisas, u oraciones que suenan como definiciones que resultan tan

verdaderas que uno acaba por preguntarse si las había encontrado o aún estudiado

antes:

“la belleza es la mezcla de lo hermoso y lo terrible” (p.16)

que también ocurre en las tragedias. La novela no carece de lenguaje poético:

“Después el sol se hundió en las nieblas de un horizonte líquido y

descendieron las tinieblas” (p.16)

Temblor es una obra fantástica, por unos cuantos rasgos: es una obra llena de

símbolos, de leit motivos, esteriotipes lingüísticos, el mito de la (micro)creación,

la regeneración del hombre y de la humanidad, el tema del laberinto de Talapot,

con tan sólo un detalle científico fantástico: la acción ocurre en un porvenir posguerra

nuclear en la tierra.

Veo a Temblor como una situación marca, un intento de plantear problemas

humanos y de resolverlos dentro de un mundo donde reina la dictatura. Rosa Montero

quiere construir un carácter femenino que contrabalance la larga serie de héroes

masculinos de la literatura mundial. Así que empieza con la iniciación según el

modelo de Lazarillo de Tormes, una educación dura y penosa que exige sacrificios.

La novela describe un mundo extraño donde solamente las mujeres pueden

acceder a los puestos superiores, un mundo matriarcal debido al escasearse el número

de los partos y de ese modo las mujeres adquieren la superioridad. En este mundo no

hay luz eléctrica, ni otros objetos de técnica y el simple mencionar de estas cosas

remotas es tabú. El paisaje desolado pertenece a un mundo del futuro infértil que va

borrándose, después de que nuestra civilización hubiera desaparecido a causa de un

accidente nuclear, un fallo técnico o un sabotaje, o como consecuencia de una guerra

nuclear. Sobrevivieron sólo los que estaban en el espacio cósmico en el momento de

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la catástrofe que había fundido todo en la superficie del planeta, dejando una cosecha

de vidrios resplandecientes que mas tarde se llamarán ‘cristales’ y adquirirán gran

papel en la acción de los que quieren apoderarse del mando del planeta basándose en

los prejuicios de la gente. Sólo que, fragmentos de este mundo empiezan a borrarse, a

desvanecerse al olvido. Es precisamente Agua Fría, la heroína de la novela, quien,

después del aprendizaje en Talapot, emprende un camino largo, adquiere experiencia,

se vuelve más sabia, más generosa y más fuerte, anda hacia el borde de la muerte y

conoce el amor y va a salvar el mundo también con un sacrificio, el de su marido Zao.

Temblor es un libro cuyo hilo épico-narrativo se asemeja a la banda de

Möbius, único, logrado, labrado, tallado y hermoso, una obra maestra sobre como el

poder absoluto hace que el mundo acabe envenenado; sobre como la gente puede ser

atrapada por los prejuicios; es el símbolo del poder humano sobre otros seres

humanos; es un símbolo del eterno deseo humano de perdurar, de vencer, de

conquistar; una reflexión sobre la vida y la muerte, tan pulcra como el recuerdo que

nace dentro de la mente del lector de La función Delta cuando, al final, Lucía,

justamente antes de morir, mezcla los rasgos principales de todos los hombres que ella

ha amado durante su vida, mostrando que acaso, sólo el sentimiento de amor perdura

y es aún más importante que las historias que vivimos.

Bibliografía:

• Rosa Montero, Crónica del desamor, Plaza & Janés Editores, Barcelona,

1995;

• Rosa Montero, La función Delta, Plaza & Janés Editores, Barcelona, 1995;

• Rosa Montero, Temblor, Seix Barral, Barcelona, 1994.

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