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Si bien se ha demostrado que actividades como la tala y la urbanización pueden tener gran
impacto en la vida silvestre, el estudio realizado por científicos de las universidades de Sydney y
de Deakin, en Australia, muestra que eventos episódicos como la caza, la actividad militar y el
ocio pueden desencadenar cambios aún mayores en el comportamiento animal.
“Es vital que entendamos la dimensión del impacto que los humanos tienen sobre otras especies
animales”, resalta el autor principal, el doctor Tim Doherty, ecólogo de vida silvestre de la
Universidad de Sydney. “Las consecuencias del cambio en el movimiento de los animales pueden
ser profundas y conducir a la reducción de la aptitud animal, menores posibilidades de
supervivencia, tasas más bajas de reproducción, aislamiento genético e incluso la extinción local”.
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Así, las alteraciones episódicas obligan a 35 por ciento de cambio general en el movimiento
(aumento y disminución), las modificaciones del hábitat obligan a una variación de 12 por ciento,
y los aumentos promedio en el movimiento de animales fueron de 70 por ciento.
El estudio apunta a una restructuración global de los movimientos de animales causados por la
perturbación humana, con impactos potencialmente profundos en las poblaciones, las especies y
los procesos de los ecosistemas.
“El movimiento es fundamental para la supervivencia de los animales, pero puede verse
interrumpido por perturbaciones humanas”, relata el doctor Doherty. “Los animales adoptan
mecanismos de comportamiento para ajustarse a la actividad humana, como huir o evitar a los
hombres, viajar más lejos para encontrar comida o parejas o hallar un nuevo refugio a fin de evitar
a los humanos o los depredadores”.
Efectos colaterales
En algunos casos, la actividad humana forzó la reducción en el movimiento de los animales
debido al mayor acceso a los alimentos en los lugares humanos, la capacidad reducida para
moverse de un hábitat modificado o las restricciones de movimiento por barreras físicas.
“Además del impacto directo en las especies animales, hay efectos colaterales”, advierte. “El
movimiento de animales está vinculado a procesos ecológicos importantes como la polinización,
la dispersión de semillas y la renovación del suelo, por lo que el movimiento de animales
interrumpido puede tener impactos negativos en todos los ecosistemas”.
El estudio señala que podría ser más fácil reducir el impacto de las perturbaciones episódicas
administrando cuidadosamente ciertas actividades, como la caza y el turismo, en áreas silvestres,
especialmente durante los periodos de reproducción de animales.
Reducir los impactos negativos de la actividad humana en el movimiento de animales será vital
para asegurar la biodiversidad en un mundo cada vez más dominado por los humanos. “Se
necesitan más investigaciones para comprender mejor el impacto de la modificación del hábitat en
el movimiento de animales en partes del mundo en rápido desarrollo”, reconoce.
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La investigación compiló y analizó 208 estudios separados sobre 167 especies durante 39 años
para evaluar cómo la perturbación humana influye en el movimiento de los animales. En más de
un tercio de los casos, los animales se vieron obligados a realizar cambios que incrementaron el
movimiento en más de 50 por ciento.
Las especies incluidas en el estudio van desde la mariposa naranja Abaeis nicippe, de 0.05
gramos, hasta el gran tiburón blanco, de más de 2 mil kilos. Se cubrieron 37 especies de aves, 77
de mamíferos, 17 de reptiles, 11 de anfibios, 13 de peces y 12 de artrópodos.