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Con ello no nos referimos específicamente al verso, ni a los efectos visuales que en
algunos poemas se pretende alcanzar distribuyendo el texto en la hoja, sino a formas de
decir las cosas, a métodos para variar el modo común de usar el lenguaje.
Conviene aclarar que todas las obras literarias están escritas con un lenguaje fuera de lo
ordinario o alejado de lo común, no sólo en verso sino también en prosa. Pero aun así el
uso de recursos literarios le imprimen un sello único, singular, a la obra; algo
que forma parte del estilo de cada escritor.
Metáfora o símil. Consiste en sustituir un referente por otro con el que existe un
vínculo de semejanza, estableciendo una comparación entre ellos a partir de un rasgo
común, o definiendo una a partir de la otra. Cuando esto ocurre mediante un nexo (un
“como”, por ejemplo), hablaremos de símil; cuando no, de metáfora. Por ejemplo: “El
rubí de tus labios” es una metáfora, pues compara los labios de alguien con rubíes en
base a su color rojizo; lo mismo “Tus labios rojos como rubíes”, que vendría siendo un
símil dada la presencia del “como”.
Anáfora. Se trata de una repetición al inicio de dos o más frases, que produce un efecto
melódico o enfático respecto a lo dicho, usualmente asociado a la intensidad de un
sentimiento. Por ejemplo: “Esa noche caminamos a lo largo del sendero. Esa noche
comprobamos que no había nadie al final”.