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Dramaturgia

en tiempo real

Enrique Mijares
compilación y prólogo

TEATRO DE FRONTERA 34
Universidad Juárez del Estado de Durango
M.A. Rubén Solís Ríos Rector
Lic. Noel Hernández Director de Difusión Cultural
Dr. Enrique Mijares Proyecto editorial Espacio Vacío

Dramaturgia en tiempo real


Primera edición, junio de 2022

© Enrique Mijares, coordinador

isbn 978-607-99607-5-9

Daniel Zetina, desarrollo editorial

Teatro de frontera es un proyecto de Espacio Vacío editorial, del compilador y


los autores, desarrollado por infinita, para su promoción, no puede reprodu-
cirse sin autorización de los representantes de los titulares de los derechos de
autor.

Hecho en México / Made in Mexico


Contenido

Al iniciar la tercera década del siglo XXI, Enrique Mijares, XX • 7

Anima-l, Julio César Andrade Ríos, XX • 17

Lienzo en blanco, Jesús Emmanuel Burciaga, XX • 32

Identificando el duelo del agua, Daniela Guadalupe Castro, XX • 44

Mis dos amores, Daniela Guadalupe Castro, XX • 61

Estrella, Eunice de la Cruz, XX • 72

Dream, Alonso Apolinar Ensaldo, XX • 89

Las barañas, Claudia Isela Gallegos Rangel, XX • 112

Retrato familiar, Brandon René Meraz Ortiz, XX • 126

Espermatogénesis, Brandon René Meraz Ortiz, XX • 140

Los ciclos de la vida, Brandon René Meraz Ortiz, XX • 153

Operación Ángel, Daniel Padilla González, XX • 162

Mortem, Daniel Padilla González, XX • 177

Guía suicida, Juan Fernando Rodríguez Bailón , XX • 191

Mirar por la ventana, Lerny Spriu, XX • 121


AL INICIAR LA TERCERA
DÉCADA DEL SIGLO XXI

Enrique Mijares

El mayor privilegio de la cibernética tercera década del siglo XXI es


hacer coincidir, en tiempo real, diversos espacios, así geográficos como
culturales y anímicos, con un propósito en apariencia concreto y uni-
voco, como es el de realizar un taller de dramaturgia, que producirá
efectos particulares y por lo mismo irradiantes y multifocales, en cada
una de las identidades, únicas e irremplazables, participantes. Si to-
davía en el pasado reciente las generaciones podían medirse con una
escala de treinta años entre sí, en el hoy del tercer milenio es difícil
siquiera considerarlas en función de los vertiginosos avances tecno-
lógicos de la instantánea comunicación digital, de modo que, en una
cala cotidiana, podemos apreciar la diferenciada estratificación gene-
racional, donde los niños enseñan a sus abuelos y a sus padres, la mani-
pulación —incluso desde la acción de las simples yemas de los dedos
pulgares—, para ellos sencilla, de los gadgets cotidianos.
Convocado por la Dirección de Difusión Cultural de la Universi-
dad Juárez del Estado de Durango, el taller de dramaturgia hipertextual
—quince días de sesiones personalizadas para redactar al menos un
texto teatral por cada tallerista— concita, en esta ocasión, no solo los
espacios vitales, domésticos o laborales, de los participantes locales,
sino el hábitat de los residentes en otras entidades —Nayarit y Jalisco,
en este caso—, circunstancia que torna inapropiada la clasificación lo-
cales y foráneos, dado que para la comunicación —eufemísticamente
llamada a distancia—, no existen husos horarios ni límites, fronteras
o demarcaciones geográficas, sino simultaneidad en tiempo real. Así,
Daniela Guadalupe Castro y Daniel Padilla González ‘desde’ Gua-
dalajara; Alonso Apolinar Ensaldo, Eunice de la Cruz y Lerny Spriu,
‘desde’ Tepic; y Claudia Isela Gallegos Rangel, Juan Fernando Rodrí-
guez Bailón, Jesús Emmanuel Burciaga, Brandon René Meraz Ortiz y

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Julio César Andrade Ríos, ‘en’ Durango, conforman la cala en tiempo
presente de la experiencia vívida y aleccionadora, porque nos propo-
ne reflexionar acerca de la dinámica, la duración y la intensidad de los
talleres; acerca de los intereses sociales, est/éticos e ideológicos de los
participantes; acerca de la comunidad convulsa, confinada, pandémica
en que vivimos; en torno a nuestras inveteradas preocupaciones por
entender, aquilatar y poner en práctica la sinergia de la diversidad, el
odio al Otro, la rivalidad entre identidades, las fronteras irreductibles
entre naciones, los enconados discursos entre supremacistas y antirra-
cistas, y el largo etcétera de los temas imperativos y urgentes del pre-
sente hipercultural.
Por un lado, la gama generacional contiene los afanes de los es-
tratos cada vez más remotos en el pretérito cercano, empeñados en
superar los afanes finiseculares de particularizar las identidades de los
personajes, describir sus actividades específicas y, en síntesis, perfec-
cionar sus perfiles individuales, para, en cambio, asumir el anonimato,
no el de la generalización, sino el de la diversidad, donde los lecto-
res/espectadores podemos espejearnos, concertar la interlocución e
intercambiarnos. Por otro, los talleristas de la escala milenial, con el
desenfado de quienes han nacido y abrevado en la híper-conectividad
de los lenguajes cibernéticos globales e instantáneos, crean propues-
tas fragmentarias, desenfadadas y dúctiles, extensos mapas mentales
cuyos segmentos son desprendibles, valen tanto por sí mismos como
en conjunto y en interconexión con otros, presentes o solo aludidos,
e incluso invocados por el lector/espectador, y, por sus características
monológicas, en concordancia con los actuales tiempos de confina-
miento y audacia creativa, son susceptibles de ser cíber-escenificados
por plataformas o in-streaming.

Julio César Andrade Ríos: Anima-l


Entusiasmado por incursionar en las diversas capas o posturas que
ofrecen al cibernauta de hoy los juegos electrónicos y las películas o
series dedicadas a potenciar el terror psicológico de los espectadores
o usuarios, Julio César Andrade interna sus líneas de investigación en
la agonía y la muerte, en los procesos para purgar el alma, para deci-
dir entre la culpa capital y el castigo eterno, y construye un inapelable

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rastreo por las cosmogonías ancestrales relacionadas con la insoluble
duda ontológica: hombre y bestia.
Acuciado por la sospecha, tutelado por nuestro señor el desollado,
Xipe Tótec, y confortado por los armoniosos cantos de Netzahual-
cóyotl, Anima-l indaga en los panteones de los dioses bíblicos, aztecas,
nórdicos y medievales, en busca, si no de una explicación para lo inex-
plicable, al menos de un paliativo para la duda o la certeza de la culpa,
para la sospecha o la confirmación del crimen, para la magnitud o la
benevolencia de la sentencia, para lo radical o liminal del castigo.
El motor de la indagación para Julio César Delgado es, al parecer,
la duda cartesiana entre “el hombre es bueno por naturaleza” de Rous-
seau y homo homini lupus: el hombre es lobo del hombre de Hobbes.
¿Qué delgada frontera separa al ser racional, educado y sociable, de sus
primitivos instintos predadores, criminales y egoístas? ¿Cuáles pulsio-
nes operan en ese trance hipnótico en el que la lucidez se interrumpe
y se instaura el imperio de las sombras? ¿Cómo extirpar, al menos con-
trarrestar, prevenir o paliar las consecuencias de las pasiones salvajes,
violentas, belicosas, mortales, ese signo de Caín que ineluctablemente
empaña las relaciones filiales, amatorias, sexuales?

Jesús Emmanuel Burciaga: Lienzo en blanco


Ejercicio de imaginación, tour de force, tanto de lectura como de esce-
nificación, proeza para el lector/director/actor/espectador, Lienzo en
blanco, de Emmanuel Burciaga, dice lo que calla, importa más lo que
queda entre líneas, lo que pertenece a los códigos del lenguaje no ver-
bal, ese, previo a las palabras, que marca el origen de la comunicación
humana, cuando el hombre primitivo ideó la mímica y el gesto para
pactar las estrategias de la cacería y la recolección de alimentos, y la
mujer plasmó su visión de la naturaleza en las paredes de las cavernas.
Para el oficio de creación que singulariza al arte teatral, importan,
por supuesto, el dispositivo visual, plástico, estético, los recursos so-
noros, los desplazamientos de los personajes; eso, en cuanto a las so-
luciones artísticas propias de la puesta en escena, porque, para efectos
de interlocución, de dialogo entre la escena y la sala, lo primordial es el
contenido ideológico, emocional, físico, el sustento temático del texto
a leer o de la obra a presenciar, y, en este caso, la propuesta de Lienzo en

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blanco se fundamenta en potenciar las voces del silencio, esas profun-
das, insondables, que acompañan de manera abismal a Javi desde su
nacimiento, y las intempestivas, inesperadas, sorpresivas que asaltan a
Tita a causa de un malhadado accidente.
En este lienzo, pañuelo, página, muro en blanco… caben todas las
mudas expresiones del proceso de resiliencia, todos los silencios: ren-
cor, duelo, nostalgia, ausencia, discapacidad, venganza, justicia, duelo,
reflexión, oportunidad, inclusión, arrepentimiento, perdón, reconci-
liación, resurrección, aceptación, asunción, normalización, lección de
vida individual, familiar, amistosa, estudiantil, funcional, ocupacional,
social, profesional.

Daniela Guadalupe Castro: Identificando el duelo del agua y Mis dos


amores
Ejemplo del estrato generacional de reciente cuño, milenial a caba-
lidad, Daniela Castro asume el hipertexto, los códigos del lenguaje
cibernético del siglo XXI, la operatividad del acceso instantáneo a la
memoria hipercultural del presente, para redactar dos textos de impe-
cable, de gozosa actualidad.
Identificando el duelo del agua tiene la consistencia de un panel de
conversación universal, de una aplicación de usos múltiples, de una
torre de Babel digital, evanescente y, no obstante, sólida y eficaz, mul-
tifocal y, sin embargo, directa y contundente, construida por una diver-
sidad de razonamientos que conectan, tanto con la estructura senten-
ciosa y el fragmentario filosofar poético de Yibrán Jalil Yibrán, como
con la verbalización cotidiana de dos supuestas entidades —a) y b),
probables anverso y reverso o, mejor, emblemas de la diversidad que
los seres humanos somos, que la propia autora es— quienes razonan
consigo mismas y se auto-proveen de consejos, dichos, pensamientos,
fórmulas, agudezas y preceptos personales… que se agavillan para tra-
tar de entender la razón de la existencia, el desamor, la deconstruc-
ción de la realidad, la pérdida y el duelo, la esperanza, la superación, la
resiliencia ante la perdida de dirección o ante el fracaso, la constante
búsqueda de sentido, el reencontrarse consigo misma, la catarsis, el
análisis ontológico retrospectivo y proactivo…
Mis dos amores es una pieza inefable e impoluta, que habla del amor,
la pareja, la maternidad, la familia… no esa familia nuclear que hace

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tiempo quedó descontinuada por engañosa, por ser un sepulcro blan-
queado, corroído y putrefacto por dentro, sino una familia ejemplar
del futuro, de meticulosa ciencia ficción, pulcramente acomodada en
una burbuja, translúcida e iridiscente, que permite admirar su perfec-
ción. No ocurre nada perturbador durante todo el mullido transcurso
de la acción, la realidad es idílica, el sueño cumplido de una joven, col-
mada tanto por la emoción conyugal, como por el arrobo materno…
sin embargo, el estatus sublime no impide que los lectores/espectado-
res, tal vez muy en el fondo de nuestra suspicacia, percibamos una falla
minúscula en la construcción, un error mínimo, sí, aunque fatal que
nos lleva también a temer su inminente fractura y posterior desplome.
Es esa duda subcutánea y silente, pero pertinaz, lo que mantiene todo
el tiempo en suspenso la tragedia.

Eunice de la Cruz: Estrella


Mediante una estructura heredada de esa costumbre de origen oriental
que siglos después cristaliza en la piñata de la tradición navideña, con
sus siete puntas simbolizando los siete pecados capitales de que habla
la religión católica, pero que en rigor son siete reflejos de la conducta
humana, la obra teatral de Eunice de la Cruz es un heptaedro, cada una
de cuyas caras es un espejo aguzado e irradiante que, con su prisma
de azogue, observa así las sombras como los destellos de un realidad
cruda y hostil y al mismo tiempo poética y filosófica.
Estrella contiene siete relatos que, en conjunto, sea cual sea el or-
den de su lectura o puesta en escena, estallan hacia todos los rumbos
de la apropiación y la toma de postura personal e intransferible. Car-
mín, Frijolito, Cola de Pez sobre moño estilo Gibson, Jade, Julieta, El vuelo,
Estrella: siete monólogos interiores con la densidad de un perfil múlti-
ple e intercambiable con el público. Siete textos de teatro poético bre-
ve, cada uno de los cuales es susceptible de ser escenificado de forma
independiente, inclusive a través de plataforma, porque su formato de
corta extensión, desarrolla una idea compleja y reclama, por ende, una
observación concienzuda del lector/espectador.
Carmín: en una situación inversa al uxoricidio, la hija, que vive en
una rutinaria situación de violencia intrafamiliar, es testigo de la muer-
te del padre a manos de la madre, a quien, en algún proceso judicial

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se denominó ‘autoviuda’. Frijolito: una crítica de la discriminación por
el color de la piel que termina en feminicidio. Cola de Pez sobre moño
estilo Gibson: la joven se prepara todo el tiempo para hacer realidad el
sueño del príncipe azul, una ilusión que invariablemente termina en
pesadilla, donde ella se convierte en una sirena que naufraga en las sá-
banas revueltas de una realidad anodina. Jade: un himno al paisaje, la
naturaleza, el equilibrio ecológico. Julieta: la imagen contra el tiempo;
imitando a Edipo, la mujer que envejece se pincha los ojos para escapar
a la decadencia. El vuelo: bombardeada por la rutina, las convenciones
familiares, educativas, sociales, desnuda, la joven emprende el vuelo
a través de la ventana. Estrella, la discriminación, el odio a causa de la
diversa preferencia sexual.

Alonso Apolinar Ensaldo: Dream


El American way of life, el American dream, lo que se espera encon-
trar al ‘otro lado’, el sueño que se desea realizar más allá de la frontera,
el muro que nos separa de la felicidad completa, la quimera que hará
posible el regreso para contar una historia de éxito, los bolsillos llenos
de billetes verdes, la cuatro puertas de lujo y el sonido de banda retum-
bando por todo el pueblo.
Nadie sueña el fracaso, ni siquiera en las más absurdas pesadillas
se piensa en la muerte por agua en el fondo del río Grande, en la muer-
te por fuego bajo el sol de Arizona, en la muerte por frío en la noche
estrellada del desierto, en la muerte por tierra sepultado en la arena. Si
se analizaran las desilusiones, los fracasos, las decepciones, las frustra-
ciones… tal vez nadie empeñaría sus pobres pertenencias ni saldría al
camino ni montaría en la Bestia ni contrataría los servicios de un coyo-
te artero ni osaría atravesar la malla fronteriza con la mirada al menos,
mucho menos saltaría el muro.
Sin embargo, bajo la consigna aquella de que quien no arriesga no
gana, Benjamín sucumbe a la tentación de experimentar su propia odi-
sea, de recibir en carne propia los balazos de los minute men y de sentir
cómo envuelve su cadáver la bolsa fúnebre del retorno al hogar, al fin
de cuentas, allí está su madre, aguardando su retorno en San Pedro de
los Aguajes, para hacer realidad la leyenda de El niño perdido, para
ejemplificar la parábola del hijo pródigo.

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Claudia Isela Gallegos Rangel: Las barañas
Desapariciones, ausencias. desencuentros, desesperación, rastros bo-
rrosos, búsquedas infructuosas, hallazgos mínimos, muertes anuncia-
das… esa es la agenda aciaga de Juan, el periodista que durante los
siete días de la semana, los treinta días del mes, los trescientos sesenta
y cinco días del año, sale a buscar, en esa maleza de señales confusas,
en esa baraña de pistas falsas, la nota que le pide su empleo y que cada
vez con mayor acuciosidad le exige, más que su sentido del deber, su
solidaridad con quienes se han convertido en rastreadores de la deses-
peranza, su compromiso social con las causas de los desposeídos… y
sí, también su propias pérdidas a causa de la desaparición forzada de
sus familiares.
El texto de Claudia Gallegos habla de esa jungla de huellas invisi-
bles, esa maraña de voces inaudibles, ese laberinto de túneles sin fondo,
de fosas clandestinas, de barrancas ocultas, de panteones prohibidos y
cárceles apócrifas que, con sus ‘barañas’ apocalípticas, mantienen so-
focado el planeta entero con estadísticas apabullantes, que su texto,
Las barañas, solo alcanza a bocetar, y en el que se juntan entrañables
y dolorosas coordenadas: la Plaza de Mayo bonaerense, el orfanatorio
español posfranquista, el campo lodoso cubano, las montañas cusque-
ñas, el desierto chihuahuense, el río Santa Lucía, la sierra de Gamón,
el ejido tamaulipeco La Bartolina, las innumerables paneles pegados
a las paredes con los rostros fotográficos de los que, sin esperanza de
hallarlos, se buscan eternamente.

Brandon René Meraz Ortiz: Retrato familiar, Espermatogénesis (la


vida: de la verga para adentro) y Los ciclos de la vida
Más que álbum, carpeta, archivo, galería, colección, muestra, catálogo
o reunión de selfies festivas, Retrato familiar, de Brandon Meraz, es una
puesta en escena en plataforma, un cíber-teatro en el que las ventanas
escupen simultáneamente monólogos del desencanto, escenas breves
de disfuncionalidad, de naufragio cotidiano, porque las piezas del rom-
pecabezas no embonan en el tablero de los convencionalismos, de las
fórmulas prestablecidas, de las conductas socialmente aceptadas, de ese
paradigma mental que únicamente existe en la utopía denominada fa-

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milia nuclear, y que en la vida cotidiana se desarrolla con la parsimonia
del fracaso, el pantano de la desilusión, los desgarramientos de la infide-
lidad, los alaridos de las discusiones, el llanto silencioso de la derrota.
La gran aventura biológica o fisiológica, sexual, erótica, amatoria,
reproductiva, acerca de las 72 horas de vida de un espermatozoide, es
relatada por Esperma, personaje sui géneris que emite su discurso des-
de dos dimensiones contrastantes: sesuda conferencia científica y, a
la vez, jocoso monólogo cotidiano. De nueva cuenta el teatro se con-
vierte en aula abierta, Espermatogénesis es una informada disertación
y, al mismo tiempo, una gozosa charla de anatomía sexual, de higie-
ne, de reproducción humana, que bien puede escenificarse frente a un
efervescente auditorio de estudiantes, acosados por la curiosidad en el
despertar de su adolescencia.
Por su parte, Los ciclos del agua, de Brandon Meraz, nos recuer-
da que los seres humanos estamos hechos a imagen y semejanza de la
vida que respiramos, aire y calor, polvo y agua, que somos reflejo de la
naturaleza que habitamos y que nos habita, carne en permanente com-
bustión, y que el amor no es sino reflejo de ese pronóstico del clima
que nos anuncia tanto días soleados de temperatura agradable, como
meteoros calamitosos, calentamiento global, deshielo de los glaciares
que creíamos eternos, huracanes e inundaciones catastróficas. Síntesis
del individuo, simbiosis entre su naturaleza y sus afectos.

Daniel Padilla González: Operación Ángel y Mortem


Fantasía divina o divertimento electrónico espiritual postmilenium,
Operación Ángel es una buena oportunidad para reflexionar acerca del
comportamiento, en la que se amalgaman los recursos tradicionales
del auto sacramental y el entretenimiento cibernético a base de juegos
virtuales y aplicaciones sociales, para analizar las dudas ontológicas
que asaltan a los inminentes futuros padres, respecto al hijo que está a
punto de nacer y al que no saben cómo habrán de guiar en la realidad
cotidiana, valores, conducta, espiritualidad, educación… que tanto a
su vástago como a ellos les espera, en un mundo en el que los códigos
de lenguaje tienen su sede principal en la palma de la mano.
Mortem, por su parte, es un artificio paródico acerca de las magnas
reuniones internacionales que los nuevos señores feudales de la políti-

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ca y la economía suelen realizar de tanto en tanto. Los representantes
del Norte, Centro y Sur del continente americano constituyen el eje
del polémico conciliábulo, teniendo al patriarca asiático como testigo
presencial a distancia, toda vez que, a causa de la sospecha por riesgo
de contagio, se ha decidido aislarlo en la torre más alta del edificio par-
lamentario. Por similar razón, todos los participantes portan antifaz, lo
que los hace semejantes a señores feudales en plena mascarada, y tam-
bién misteriosos ladrones embozados repartiéndose el botín mundial.

Juan Fernando Rodríguez Bailón: Guía suicida
No se trata de un directorio turístico o de un listín telefónico, ni de una
guía del ocio, con sugerencias para elegir el espectáculo a presenciar o
la galería a que se desea asistir el próximo fin de semana. La lectura de
la Guía suicida, de Fernando Rodríguez Bailón, implica asomarse a las
zonas más sombrías de los seres humanos, especialmente adolescentes
y jóvenes, cuyo espíritu está contaminado por el dolor, el fracaso, el
desarraigo y la autodestrucción. Algunos de sus pasajes recuerdan la
ola de suicidios que, mediado el siglo decimonónico, concitó la lectu-
ra de Las flores del mal, de Charles Baudelaire, en específico, la última
sección, “La muerte”, en la cual, el llamado poeta maldito, con la espe-
ranza de encontrar una salida, aspira al reposo final, al viaje definitivo,
el de la muerte. Así, Guía suicida es una visita a una hipotética clínica
de la psiquis, donde son analizadas las dolencias del espíritu y los tras-
tornos de la voluntad que, de manera cotidiana, producen en el mundo
una cifra alarmante de suicidios juveniles.
Al igual que la mayoría de los textos incluidos en este volumen,
Guía suicida está construida con una estructura fragmentaria que,
por eso mismo, admite diversas rutas de lectura, diversa selección de
segmentos para la escenificación e incluso, realizar la transmisión por
plataforma de alguna o algunas secciones elegidas con la finalidad cí-
ber-teatral emergente a raíz del confinamiento.

Lerny Spriu: Mujer viendo por la ventana


Bucear en las profundidades de una mente brillante implica encontrar
fantasmas al acecho, seres desconocidos dispuestos a sofocar toda es-
peranza de redención y, no obstante, propiciadores de catarsis insos-

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pechadas, de refugios anhelados, de aspiraciones a la tranquilidad en
el silencio. Leticia, cuyo nombre significa alegría, gozo, felicidad, vive,
por contraste, un monólogo interior interminable, habitado por temo-
res y consejas, por mandamientos atávicos de observancia rigurosa,
mientras se limita a mirar por la ventana, concentrada en el horizonte
a la distancia, el punto donde se tocan el océano y el mar, un beso de
agua líquida y gaseosa.
La famosa pintura de Dalí ilustra magistralmente la abstracción
contemplativa de esa mujer que se recuenta, una y otra vez, la bio-
grafía azarosa donde las muertes por propia mano parecen el delirio
de una enferma mental y, sin embargo, son tan vívidas que rebasan la
criminalidad para proponernos, en cambio, una reflexión de ruptura
hacia la doble moral y los valores establecidos, hacia el fingimiento y
la crueldad de una sociedad en donde la cotidianidad de las familias
está supeditada al abuso patriarcal y al machismo de las relaciones en
el maltrato. El eje de la reflexión se mantiene en el péndulo irrefrenable
entre la tradición paralizante y la liberación del pensamiento.

Coda
Los resultados obtenidos —catorce textos reunidos en este volu-
men— nos hacen meditar en relación a los códigos de lenguaje que
constituyen nuestro universo cultural, instantáneo, masivo, cibernéti-
co, y que constituyen el instrumento colosal, herramienta o utensilio
sine qua non de toda interlocución, cuyo ejercicio fluctúa en un arco
de péndulo que va de la abstracción y el ensimismamiento, a la gozosa
cíber-comunicación de Babel, para hacer patente su fervorosa filiación
al teatro —en esta edición para ser leído—, que no oculta, sin embar-
go, su vocación irrestricta a oficiar un arte destinado tanto al convivio
efímero de la escena, como a la huella indeleble en el ánimo del espec-
tador a través de la plataforma del llamado híper-teatro o cíber-teatro
de hoy.

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ANIMA-L

Julio César Andrade

Anima-l: Polvo… no deja ver… Después de una gran batalla, extir-


pando el corazón de lo que se ama, una rosa marchita y los pétalos
secos, eso destruye un corazón… Voy caminando en el valle de
la muerte, solo, buscando el perdón. Son muchos muertos… La
admiran y dan su vida gustosos, un suspiro en cada uno de ellos,
asfixiados, desangrados…
Camino y, a cada paso, es más pesado. Estoy aturdido, el polvo se
hace más denso, la respiración es difícil, el piso se llena de san-
gre, calor seco… y los olores son insoportables. Los cuerpos se
acumulan, apilados, como si la geometría sagrada los quisiera así.
Llegaron uno a uno, cayeron…
Aquí comienza el camino, aunque el final llega sin advertencia…
Manos, piernas, cabellos, orejas, dientes, sangre que apesta y ma-
rea… Gritos… alguien vivo. Mirar y morir, una respiración, un
aliento apestoso amarga el ambiente. ¡He!, ¿quién anda ahí?
Tiemblo sin control, no es de frío, es miedo, la piel y los cabellos se
erizan… ¡No estoy solo!
Xipe Tótec: Eh, tú que hablas, abre los ojos, estamos juntos, estoy
herido, aquí sigo… Ábrelos, te observo, hablas para ti mismo.
Anima-l: Tengo miedo. Gritos y llanto me aturden. Salpicado de san-
gre, muerte, llanto, suplicas, huesos quebrados… Dicen que, si lo
ves a los ojos, te atrapa, se apodera de ti… Es cuando comienza a
desollarte sin que mueras.
Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra. Nezahualcóyotl1
1
Este y los siguientes poemas citados.

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Xipe Tótec: ¡Confía, abre los ojos para que te desengañes, vamos,
hazlo!
Anima-l: Mis piernas están dormidas, tiemblo, hace frío, no puedo
abrirlos…
Xipe Tótec: ¡Que los abras, te digo!
Anima-l: Veo el piso… borroso… deja que mi vista se acostumbre.
Xipe Tótec: Cálmate, respira hondo, no pasa nada.
Anima-l: Tus pies, nadie más… ¿Qué pasó con…? ¿Y los cuerpos?
El olor a sangre desapareció, no hay nada, no pareces real… Ya te
veo…
Xipe Tótec: Observa mis ojos, no pasa nada, es mentira lo que dije-
ron.
Anima-l: Me falta el aire, no respiro, estoy inmóvil.
Oscuro.
Xipe Tótec: Siente en carne propia, todo el dolor que provocas…
Tienes sueño, pero no logras dormir… ¡Siente cómo te arranco la
piel…! ¡Siente el frío…! Desangrarte es siempre lo mejor.
Anima-l: Lloro… grito… Respiro la sangre que recorre mi cuerpo…
Los cuerpos apilados encima y por debajo de mí. Los olores féti-
dos… La des-carnación… Sin ojos, sin dientes, sin lengua… des-
membrados… ¡Es horrible!
Luz.
Xipe Tótec: No te duermas, todavía no comenzamos… ¿Lo sien-
tes…? ¡Ey!, abre los ojos, Debes ver más allá que mis ojos… ¿Qué
te es familiar en ellos?, dímelo, para que mueras o para que vivas…
Tú decides.
Anima-l: Tus ojos profundos, tus mejillas, boca, cejas… Eres…
Xipe Tótec: Ves la maldad contenida dentro de ti, eres tú quien te
haces daño, quien te quitas la vida… Cierra los ojos hasta que
se te detenga el corazón… hasta que veas tu reflejo en el último
aliento… Observa cómo realmente eres: toda la maldad a quien le
temes, siempre eres Tú.
Anima-l (Grito de terror): ¡No…! No estamos aquí, es otra dimen-
sión… locura… apenas si logro verte… No hay ventilación, ni
luz, ni medicina… No hay nadie, estoy solo, tengo frío, miedo…
No se escucha nada, solo el silencio…

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Un reflejo viene hacia mí, una persona, su mano en el aire me sa-
luda… ¡Hola…! No distingo su rostro… está muy oscuro… es
u-n-a-s-o-m-b-r-a.
Xipe Tótec: No hablas, no te mueves. Sí, soy una sombra… tu som-
bra que nunca te deja, que conoce tus secretos, que por las noches
te cobija… ¿Me temes…? No lo sé. Dices verme en un reflejo, eso
está raro, porque no hay aquí ningún reflejo. Hay tal oscuridad que
puedo estar en cualquier parte… Te voy a permitir hablar, pero
eso no significa que te puedas mover.
Anima-l: En el restaurant estoy siempre al mediodía, cuando la som-
bra es mínima y el sol alumbra a plomo… Abajo quedas tú… y
aplasto tu sombra mínima y entonces tú no existes.
Quema, la luminosidad me ciega, el calor me abrasa… Estoy
amontonado entre cadáveres, me aplastan, no puedo moverme,
mis manos están tiesas, siento pesadez…
Xipe Tótec: ¿Dices que me aprisionas? Iluso, no dura tanto el sol del
medio día… De inmediato la tarde comienza a aparecer, y yo te
cubro de sombras, y entonces conversamos. El viento del ocaso
ayuda a que sientas cómo te invade mi presencia… la débil luz,
los escasos reflejos, las sombras se conjugan… Yo creo tus mons-
truos, tus gritos, tus voces, tus miedos… el terror.
Anima-l: Rechinar de muebles viejos, llantos, pasos, lamentos, som-
bras, respiraciones, apariciones, medicamentos, cefalea, vértigo,
parálisis del sueño, percepción de presencias imaginarias, alari-
dos… balbuceos…
Xipe Tótec: Caminar descalzo al medio día, por la arena del desierto,
no es suficiente para expiar tus pecados, aunque tu piel se quede
en cada uno de esos rastros, sin agua y sin comida, cuarenta días y
cuarenta noches, sin descanso, no basta. Ya lo hicieron una vez…
Tú lo soñaste alguna vez: estás aquí, no por lo que hiciste, sino por
cómo lo hiciste, por cómo terminó.
Anima-l: Mis padres no dejaban que saliera a jugar con mis vecinos…
Camino por el desierto, encuentro un tronco seco tendido en me-
dio de la nada, me siento para tratar de descansar, me adentro en
mis pensamientos y ellos me responden: puedo pensar como si
dentro de mí existieran diferentes individuos, puedo ser uno de

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ellos un día y al otro día cambiar, o ser varios en el transcurso de
un mismo día, de pronto no recuerdo lo que hago, cada uno de
ellos tiene control sobre mí. Al enterarse, mis padres me llevan
al médico, al psicólogo, al psiquiatra… estudios, medicamentos,
más laboratorios y más medicamentos… me internan. Más en-
fermeras, más doctores, camas en cuartos sin ventanas ni puertas,
atado de brazos… mucho tiempo después me dejan libre.
Xipe Tótec: Tus pensamientos y tú cometieron un crimen, se te juzga
aunque no recuerdes la sangre ni esa montaña de cadáveres des-
carnados, que, aunque los creas imaginarios, son reales… ¿los ves?
Por eso vas a morir.
Anima-l: Madre mía, intercede ante tu hijo. Apiádate de mí, yo no
hice lo que dicen.
Así, echando de menos tus cantos,
me he venido a afligir,
solo he venido a quedar triste,
yo a mí mismo me desgarro.
Xipe Tótec: ¡Silencio! No mereces hablar… ¿Me ves ahora en algún
reflejo? La oscuridad definitiva llega pronto, espero paciente.
Con esta daga abro tu pecho… Tu corazón es mío, lo ofrendo por el
descanso de tus victimas. Sin embargo, sigues vivo, siente cómo se
desangra tu pecho… Nadie te salva, sufre mientras mueres lenta-
mente… Estamos en el desierto, es mediodía, habla cuando estés
listo.
Anima-l: ¡No…! Mi lugar de tranquilidad está siendo profanado. En
adelante ya nada será igual… Ahora solo existe el dolor.

Anima-l: Estamos en el centro del desierto, tú y yo en mi lugar sagra-


do convertido en caldero, con el sol siempre en el cenit, sin que se
pueda discernir si te aplasto o tú me aplastas. En medio de la luz
que cae a plomo, tú, como sombra que eres, casi no existes.
Como es arriba es abajo,
como es frío es fuego.
¿A dónde iremos
donde la muerte no exista?

20
Más, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.
Aún los príncipes a morir vinieron,
los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.
Xipe Tótec: Yo sigo aquí, tu corazón en mis manos, recién extirpado,
latiendo todavía, trata de escucharlo en la poca vida que te resta, ca-
mina en el desuello, deja la piel en la arena, descárnate… y muere…
Oscuro. Latido del corazón que se apaga poco a poco.

Anima-l: Fuego eterno… expiación, ánimas desconocidas, fantasmas,


ángeles o demonios, silencio, tristeza, recuerdos, llanto, dolor pro-
fundo, calor extremo y frío congelante, intermitentes, humedad…
Me miras, me sonríes… el calor de tus ojos me abrasa. La luz que
irradias llena de paz el lugar. Tú me buscas, entre tantos… te fijas
en mí. Eres bella, todos te aman, te admiran… Tú y yo encontra-
mos un momento para vernos… Huir parece imposible ante la
multitud que nos observa. Nos miramos… tomo tu brazo… un
beso es la señal para escapar… Ellos nos buscan infructuosamen-
te. Tenemos que ser discretos… los colibríes son nuestros men-
sajeros.
Nadie en jade,
nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado.
Todos nos iremos
allá, de igual modo.
Nadie quedará,
conjuntamente habrá que perecer,
nosotros iremos así a su casa.
Cierro los ojos un momento… al abrirlos, estoy en medio de una
montaña de cadáveres descuartizados, hay sangre, gritos de angus-
tia… Tú estás inmóvil, dormida con los ojos abiertos mirando al
infinito, el vestido desgarrado, tu pecho herido… Las lágrimas res-
balan por tus mejillas…

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Peste: Es triste contemplar la muchedumbre que camina dando vuel-
tas, esperando, en círculos, sus despojos llevan miles de años ca-
minando, buscando el perdón, mirando al infinito, hasta donde se
pierden las miradas…
Ella está ahí, esperando el castigo para quien la dejó postrada así. No
recuerda con certeza quién o quiénes le quitaron la vida, intuye
que fue alguno de entre esa montaña de cadáveres que te persigue,
alguien que está ahí, junto a ella, mientras los olores y la sangre
están frescos todavía…
Anima-l: Eres hermosa aun sin vida… Nadie te busca, nadie te en-
cuentra… Te amo más que a mí mismo, en los campos de flores
por los que caminas, donde tu aroma es delicado y, en el lago tran-
quilo donde te bañas, el agua te hace flotar en la superficie… Todo
es bondad en tu compañía.
Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando
nos vamos a su casa.
Peste: ¡Calla, no te compadezcas! No mereces compasión… Siente
en cada tajo el castigo por los crímenes que cometiste. Después
de que te arranque la piel y te extraiga el corazón, debes caminar
entre las llamas eternas, hasta que todo tu ser sea incinerado. Tus
vísceras serán el alimento de los perros… Pero tus ojos los guar-
daré para el final,
Anima-l: ¡No, no lo hagas! Resistamos, ya pronto se termina el cas-
tigo. El tiempo se acaba, nos lleva a su trampa, nos matará, nos
deshará… ¡Despierta! Ya vienen con la medicina para hacernos
dormir más. ¡Resiste! No abras la boca…
Peste: ¡Grita cuanto quieras! Nadie te escucha ni te salva. Dame tus
ojos y camina ciego por ahí: el fuego eterno te espera. Nada que-
dará de ti, ni piel, ni carne o nervios, ni huesos… Mira por dónde

22
caminas, abajo de ti hay un lago al que puedes caer, observa tu re-
flejo, fíjate bien en los detalles. ¿Ves cómo cambia tu rostro? Todos
esos cambios eres tú… Son tus manos impregnadas con la sangre
de tu amada. Es tu ropa desgarrada mientras peleabas contra esa
montaña de cadáveres, a quienes descuartizaste, no por defender-
la a ella, sino para evitar que te atraparan.
¡Camina! No detengas el paso, sigue avanzando por la superficie
del lago hasta que llegues al fuego eterno, donde voy a arrancarte
los ojos, con mis manos, para que no se deshagan, y, cuando tus
huesos estén calcinados, te los pondré en las cuencas vacías para
que sigas observando tu castigo.
Anima-l: ¿Se acordará de lo que hicimos? Es el único que sigue dor-
mido, tenemos que esperar a que abra los ojos… Estará cansado,
asustado… es probable que no entienda lo que está pasando.

Anima-l: Que frío siento el aire que toca mi piel, tan gélido como na-
vajas que cortan mi cuerpo, y hacen que tiemble sin control. Mis
piernas y mis brazos están congelados, no puedo extenderlos.
Heimdall: Hermosa vista, la tormenta todo lo vuelve blanco y lo
blanco siempre es puro, es el color de lo bueno y de lo glorioso.
Esperaba que llegaras para purificarte, para tenerte cerca y some-
terte a una prueba más. Tendrás una sola oportunidad de contes-
tar, no podrás hacer ni decir nada, excepto lo que se te pregunte o
te corresponda hacer… Todo esto, claro, si antes no te congelas.
Anima-l: Recuerdo haber estado recluido en una cárcel muy antigua,
había varias personas trabajando en las caballerizas… La veo, pa-
rece un sueño, hay neblina, ella pasa corriendo por la calle, voy tras
de ella hasta salir de la ciudad, me detengo a contemplar el paisaje,
montañas cubiertas de vegetación, el torrente del río circula en el
fondo del cañón, un corcel negro pasa a galope, su respiración es-
tremece la tierra, detrás viene otro caballo, un velo largo cubre al
jinete, quien trae una hoz en la mano izquierda… alcanzo a distin-
guir su mirada fria y su sonrisa de muerte…
Heimdall: Menos plática, tenemos el tiempo limitado. Probable-
mente piensas que hablar de otra cosa es una buena distracción

23
para que no sientas frio… Te advierto que mientras tú sigues per-
diendo el tiempo, la temperatura desciende a cada momento.
Anima-l: Después de correr varios kilómetros encuentro de nuevo
el camino. Es un lugar desconocido. La lluvia cae, es tan copiosa
que pierdo de vista a la joven de mis sueños… Una serpiente gi-
gante me ataca… Dos perros bravos me atacan… Una repentina
tormenta de nieve… Todo se congela en un instante, las personas
se convierten en estatuas de hielo… No veo nada.
Heimdall: Tú mismo eres ya una estatua de hielo, si presiono con
fuerza cualquier parte de tu cuerpo, puedo arrancarte un pedazo,
hacerlo polvo de hielo… En algún momento tendré que hacerlo,
dejarte limpio, blanco, listo para renacer de nuevo… porque todos
merecen una segunda oportunidad
Anima-l: Hace frio, no siento mis dedos ni mis pies. Nos traen a la
morgue…
No podemos estar muertos, estamos a mitad del tratamiento, fal-
tan medicinas, la cirugía es mañana.
Le bajó la presión, la temperatura ambiental es menos 15 grados,
si lo congelamos aguantará otro día, trae quemaduras por el frio,
las piernas… que no muera…
Está bien, dime qué tengo que hacer.
Heimdall: ¿Cuánto tiempo la amaste? Contesta esta pregunta y te
dejo salir.
Anima-l: No le digas… ¿Qué le importa…? Es un preguntón… Nos
quiere hacer caer en su trampa… ¿Para qué quiere saber?
Muy poco, la amé muy poco tiempo.
Heimdall: La respuesta siempre debe ser: la amé mucho y durante
mucho tiempo… Lo siento, no pasas la prueba. Ahora tienes que
permanecer aquí toda la eternidad… Y no creas que cambia el cli-
ma y te descongelas, aquí siempre es invierno, siempre hace frio,
siempre hay tormentas de nieve y siempre baja la temperatura…
Te advierto, ten cuidado con los osos, ellos pueden convertirte en
polvo de hielo, en escarcha…

24
Anima-l: Vísceras… águilas… No muere… Desfibrilador… El co-
razón… Aquel brazo… Ha perdido mucha sangre… Tiene vista
al mar… Comida eterna… Se regenera gradualmente… Ilumina-
ción…
Nirvana: La eternidad es mucho tiempo, y nada a la vez. Si se tiene
la suerte de ser humano, el tiempo no existe, vivir o morir forman
parte de lo mismo, la vida sin muerte no es vida, así que si mue-
res vives, y si vives tienes que morir. Es tan complicado que no
necesita explicación, ya que depende de la dimensión en que te
encuentres, trasciendes o te quedas donde mismo, sin recordar,
sin abrir los ojos.
Anima-l: Con el nacimiento comienza la vida, uno va pasando prue-
bas a cada momento y de cualquier índole. Nos hicieron libres
para pensar y libres para vivir… ¿Por qué tenemos que pasar prue-
bas? ¿Por qué no nos dejan ser y hacer lo que queramos?
Nirvana: Naces con los ojos cerrados, la luz te ciega, tienes que
acostumbrarte poco a poco a ver, cada vez duras más con los ojos
abiertos. Es así la vida, tienes que aprender a ver, a entender cada
cosa que aprendes para que puedas prepararte a que no te duela,
para salir adelante. Prueba y error, nadie te obliga a hacerlas, pero
si no, no aprendes, esa es la libertad. ¿Te quieres quedar dormido
para siempre o quieres despertar en esta vida?
Anima-l: ¿Cómo puedo despertar, si mis sueños son de sangre, son de
muerte, si le he quitado la vida a lo que más amaba, si he mancha-
do mis manos de sangre, si he corrompido mi alma por segar esa
vida inocente?
Lloró de arrepentimiento, he aprendido a estar solo desde que ella
se fue, busco la muerte de mil maneras.
Recuerdo su último aliento, veo sus ojos que me miran tristes y
asustados, preguntándome en silencio: ¿por qué…? En mi men-
te está presente a cada instante, cómo se le fue apagando la vida,
mientras las lágrimas bañaban sus mejillas…
No me arrepiento, no cambiaría nada de ese momento, lo volvería
a hacer. Me sentí como un dios al quitarle la vida y ver cómo se
desvanecía lentamente en mis brazos.
Nirvana: No hay bueno ni malo, todo es relativo al punto de vista que
lo veas.

25
Desde una perspectiva lo sientes sublime, único, magnifico, her-
moso, bello, lo disfrutas al máximo. Desde otro lado, es terrible,
asesinas, quitas una vida, dejas un cuerpo sin alma, a una familia
sin hija, encarnas la maldad, eres un error.
Es lo mismo en una guerra: ¿quién es el bueno y quién es el malo?
Unos a otros se matan entre sí. Quien gana se autonombra bueno.
El perdedor es el malo. Muertos, desolación, huérfanos, viudas,
llanto, la calamidad llena de angustia los corazones, la desconfian-
za se apodera de todos. Ya nadie cree en el amor. La locura llega en
diferentes colores.
No me corresponde juzgarte, ya vendrá quien te pida cuentas, el
verdadero juez, el implacable verdugo. Esa será la balanza, lo que
el bien y el mal consideren hacer contigo.
Anima-l: ¿Cuánto más tendré que esperar? ¿Cuánto tiempo me lle-
vará purificarme, trascender y regresarle a ella la vida, para tenerla
nuevamente conmigo?
Nirvana: No existe tiempo o medida, somos eternos, la conciencia es
infinita, así como la tuviste a ella en esta vida, la volverás a ver en
otra, se buscarán mutuamente. Tal vez en una próxima existencia
ella sea quien te quite la vida. Nada se sabe por adelantado. Naces,
creces, te reproduces, mueres… y vuelves a empezar… Hasta que,
en algún momento, trasciendes, en algún momento abres los ojos,
caminas a otra dimensión, a otro plano. Eso solo depende de ti… La
sangre derramada la traerás contigo siempre. Cada una de las veces
que te toque vivir, la mancha, la culpa, los recuerdos, estarán con-
tigo. La conciencia, aunque tú no lo recuerdes, siempre estará ahí.
Anima-l: Me has dado paz… Ahora sé que la volveré a ver, sé que la
amaré por siempre, sé que ella y yo nos volveremos a encontrar…
Gracias…

Anima-l: Inframundo viene por nosotros, es el verdugo, es el final, lo


destruirá, las montañas lo aplastarán.
Son cuatro años, son nueve años. Es el lugar del descanso final.
No pertenezco. Es asesino… se nos va, RCP, norepinefrina, resu-
citación, oxígeno…

26
Es el infierno, lo reclama, quiere juzgarlo…
No tengo escapatoria, llegó el final, los crímenes se tienen que pa-
gar…
Mictlantecutli: Maldito despojo, te lo aclaro antes de empezar:
cuando se ama de tal manera a una mujer, se le da el corazón, la
confianza, el amor, el respeto… no le quitas la vida. He visto tu
caminar en los diferentes planos y dimensiones, conozco lo que
haces, lo que dices, no lograrás trascender por más que busques,
nadie te perdonará, así se lo pidas a los dioses, no te salvarán.
Anima-l: Nadie conoce mi andar ni lo que hice, ni yo mismo lo sé.
Algunas partes de esta vida no las viví conscientemente, otras se
me fueron de las manos.
Fuimos todos, unos dijimos y otros hicimos, siempre cuidándonos
unos a otros. Las manos se ensucian… y se limpian lavándolas,
así sucede con los pecados, se borran con el arrepentimiento…
Fuimos, vinimos, acuchillamos, torturamos, amamos, comimos,
golpeamos, sh, silencio, dejemos que él hable.
Mictlantecutli: Eres tú quien está siendo juzgado, no cualquiera
de tus pensamientos, porque todos los inventaste, son uno… Así
como sentiste amor, rabia, gozo por matar, violar y descuartizar,
así espero que sientas cada uno de los pasos que andarás en este
camino de nueve años de expiación… Si crees que el tiempo no
existe, lograré que estos nueve años te parezcan una eternidad, te
haré sufrir mil veces más de lo que hiciste sufrir a tus victimas.
Anima-l: ¿De esa forma seré perdonado de mis pecados y podré vol-
ver a ser un alma nueva?
Mictlantecutli (Ríe): Ya te lo he dicho: llevarás la mancha de la
sangre por la eternidad. No creas que vas a librarte del castigo,
Cumplidos los nueve años, si vuelves a cometer el mismo crimen,
estaré esperándote y entonces serán dos manchas. La libertad de
escoger es tuya. No es una prueba de vida, esto es la muerte, y pue-
des morir para siempre.
Anima-l: Me hicieron creer que puedo cambiar, que puedo trascen-
der.
Siempre nos mienten, siempre nos dejan esperando… Las nubes
están negras, relámpagos y truenos, se cae el cielo, nos electrocuta,
el corazón se detiene, morimos…

27
Mictlantecutli: Aquí yo decido si vives o mueres. Has caminado
por el fuego eterno, el fuego quema tu cuerpo, deshace los hue-
sos… quema el alma, sin alma no hay nada… se le conoce como
la segunda muerte.
Anima-l: Estoy arrepentido, busco la salvación, deseo arreglar las co-
sas, no quiero morir, no quiero desaparecer, te suplico, ayúdame
por favor
No supliques, no te arrastres, eres más fuerte, la medicina funcio-
na, RCP, el corazón se escucha, se va deteniendo, se escucha fuer-
te, no sé, cumplamos.
Mictlantecutli: Cuando comprenden que aquí la muerte es de-
finitiva, lloran, gritan, piden perdón, prometen ser buenos… En
nueve años te das cuenta quién, de los que dejaste en la tierra, se
acuerda de ti… Si no hay nadie que te quiera, si te olvidaron, mo-
rirás, no hay vuelta atrás, aquí tienes que seguir caminando solo
para adelante.
Anima-l: ¿Si quiero vivir, si me arrepiento…?
RCP, lo estamos perdiendo, más norepinefrina, masaje directo, se
nos muere, lo perdemos, es un sueño…
Despierta, nos están asustando, no debimos matarla, fue un error.
Se siente bien, su carne sabe bien… Pilas de cadáveres, descuarti-
zados, descarnados, sin ojos.
Mictlantecutli: Aquí empieza tu camino, todo por lo que viviste y
lo olvidaste. Creíste que creando pensamientos, otras partes de ti
te librarían del castigo. Es aquí donde comienza realmente tu vida,
si la conservas, al llegar al fuego, lo atravesarás sin que te consuma.
Muchos peligros vas a encontrar en el camino, nada que no puedas
superar.

Anima-l: ¿Qué es esta luz que me ciega? ¿Ustedes quiénes son? No


distingo ninguno de sus rostros.
Xipe Tótec: Tiene tiempo en coma. Hemos estado esperando a que
despierte. Usted está acusado de homicidio en primer grado.
Como oficial de policía, tengo que avisar a mis superiores que us-
ted acaba de despertar y ahora podrá enfrentar un juicio justo. Si
me permite, haré la llamada.

28
Anima-l: Espere, no entiendo nada… ¿De cuál homicidio me habla?
No recuerdo nada de eso, no entiendo por qué usted, por qué us-
tedes creen que yo lo hice… Eso es imposible.
Xipe Tótec: Toda la evidencia, analizada durante meses, apunta en
su contra. Usted recibió un fuerte golpe en la cabeza, ha estado
en coma desde entonces, los testigos dicen que parecía poseído,
un conocido suyo declaró que si no lo hubiera visto no lo creería,
que usted sería incapaz de hacerlo. En el cuerpo de la joven encon-
traron su ADN. Los medios lo señalan como el protagonista del
mayor asesinato múltiple que se haya efectuado en la ciudad. Solo
están esperando su recuperación para trasladarlo a la prisión.
Anima-l: La recuerdo junto a mí, sus ojos fijos en los míos. Íbamos a
casarnos… Yo no sería capaz de hacerle daño… me cuesta creer
esa historia…
Xipe Tótec: No diga más… lo que diga puede ser usado en su contra.
Peste: Debe ser triste para usted saber que nadie vino a visitarlo. Como
necesitábamos el consentimiento de algún familiar para realizar al-
gunos procedimientos quirúrgicos, no tardamos en enterarnos de
que usted no tiene ningún pariente cercano, pero es un hombre
precavido, lo dejó todo por escrito ante notario y su seguro facilitó
la atención clínica del lamentable estado en que fue ingresado…
lo más delicado: fisura y derrame intracraneal, además de costillas
rotas y múltiples heridas de arma punzocortante… perdió mucha
sangre… su recuperación es un verdadero milagro.
En esa pelea murieron más de treinta personas, su novia entre
ellas. Se cree que usted no actuó solo, que alguien le ayudó, sin
embargo, no hay pistas de sus posibles cómplices, las cámaras de
seguridad no registran a nadie más… Usted es el único asesino.
Nadie se explica cómo lo hizo.
Anima-l: No sé de qué me habla. Nunca he peleado, nunca he tenido
un arma en mis manos
Peste: Existen varias leyendas en la ciudad… Cuentan que, hace mu-
chos años, existió un animal… otros relatos aseguran que era un
hombre de instintos muy primitivos… bueno, humano o bestia…
atacaba sin aviso, los descuartizaba, los devoraba y hasta aseguran
que se bañaba en la sangre de sus víctimas. Algunos pobladores

29
se organizaron para darle cacería, lo atraparon y lo trajeron arras-
trando al pueblo… y cuando pensaron que no se levantaría… lo
hizo… y los eliminó a casi todos… los sobrevivientes fueron a
buscar ayuda a los pueblos vecinos… acudieron muchos, y esta
vez, sí lo mataron, lo desollaron, le arrancaron el corazón y lo
descuartizaron… entonces sucedió algo insólito: algunos no pu-
dieron resistir el impulso antropofágico… y bebieron su sangre
y comieron su carne… La conseja popular asegura que, en algún
momento de la vida, los descendientes de aquellos caníbales se
convierten en animales y…
Heimdall: Basta de supersticiones y de inventos. Cuando hay otros
misterios cotidianos e inmediatos por resolver, por ejemplo: el día
que te declararon muerto, yo creo que el sistema de refrigeración de
la morgue se descompuso, porque cuando el camillero te colocó en
la plancha, siendo que, máximo en dos horas los cadáveres agarran
una rigidez que los quebramos si los movemos mal, tú comenzaste
a moverte, temblabas sin control y decías, porque yo te escuché
decirlo, decías que tenías frio. Les hablé a los doctores, te llevaron
a piso, a un cuarto tibio, con compresas térmicas, alguien dijo que
no había pulso, RCP… Varias veces corriste el riesgo de morir y
mira: aquí estás despierto y conversando como si nada… Al doc-
tor que te declaró muerto lo despidieron… era buen hombre…
Anima-l: Quedé congelado, suspendido en la nada, esperando a que
los osos me convirtieran en polvo de hielo, en escarcha, como me
lo advirtió el dios del arco iris de la mitología nórdica… vagando
en el desierto, los pies descarnándose al caminar bajo el sol abra-
zador del mediodía… atónito al verla a ella en una montaña de
cadáveres, los ríos de sangre y el olor fétido…
Nirvana: Estuviste expuesto a estados febriles y a neumonías extre-
mas, a complicaciones próximas al desahucio y a sucesivas resuci-
taciones cardiopulmonares, no obstante, tu cerebro no sufrió da-
ños significativos, por lo que, de un momento a otro comenzarás
a recordar los crímenes que cometiste y estarás listo para declarar
ante las autoridades.
Anima-l: En terapia intensiva, durante el coma inducido, al influjo de
las alucinaciones recorrí lugares inexistentes… no estoy muerto,

30
nadie quiere hacerme daño, tal vez iré a la cárcel, lograré salir ade-
lante, tendré tiempo de recuperar la salud y la memoria…

Mictlantecutli: ¿Eso es lo que crees, que todo fue un sueño? Te di-


mos la oportunidad de recordarlo todo. Aunque no lo reconozcas,
eres culpable de múltiples hechos criminales. Treintaicinco esta
vez. Y aún faltan las anteriores. Tu juicio no termina hoy. No llevas
una mancha sino muchas… Y como no eres capaz de reconocer tu
conducta asesina… a partir de hoy.
Anima-l: Espera, esperen, sí, soy un delincuente, me arrepiento, quie-
ro vivir…
Aceptémoslo, no nos salvaremos, sufriremos el castigo, seremos
los primeros en morir para redimirnos… cuánta sangre, estamos
solos, nos precipitan a la oscuridad…
Mictlantecutli: No hay retorno. Los nueve años de expiación co-
mienzan ahora… La eternidad es un castigo sublime. Arrastra tu
cuerpo como gusano… aliméntate de la carroña que encuentres a
tu paso, entre espinas, entre animales. Ya no vivirás como Ánima,
ahora eres un Anima-l herido, desangrándote sin cesar… El agua
no saciará tu sed, tendrás hambre y sed eternas, tus heridas se pu-
drirán, tu cuerpo será carne muerta, morirás mil veces en las gue-
rras inútiles, caminarás entre montañas de cadáveres y te alimen-
tarás de carne humana corrompida, verás a la muerte venir por ti,
te cortará, te aniquilará… recordarás todos tus errores, sentirás el
terror, la desolación, la muerte que cada una de tus victimas pa-
deció… recorrerás el camino del Mictlán, solo para recordar que
no perteneces ahí… transitarás por el sendero de las llamas en
busca de la segunda muerte, donde el arrepentimiento arde hacia
dentro… lo quieres, lo deseas, no lo ganaste… Entonces olvidarás
todo, tu mente quedará en blanco y volverás a empezar… la próxi-
ma vez sé mejor…

31
LIENZO EN BLANCO

Jesús Emmanuel Burciaga Jiménez

1
Con Tita y Javi de más de veinte años
Dalia: Hablas muy poco, hija, cada vez menos. Con el tiempo, tu voz
se ha venido degenerando, ahora suena como una guitarra desafi-
nada, da risa, sí, pero… por el contrario: me da gusto que todos
hemos perfeccionado el lenguaje de señas.
Jorge: Qué rápido pasa el tiempo. Cuántos cambios para superar, tan-
to ustedes, Tita y Javi, como nosotros, tus papás y los de Javi. Aho-
ra, ustedes son dos jóvenes estudiantes a punto de terminar una
carrera juntos, ¡solo les faltan dos semestres!

2
Tita niña: Igual que un lienzo en blanco… El silencio es relajante,
apacible, amigable… También estresante, desesperante, atemori-
zante… Mis papás pelean, los oigo hasta mi cuarto, me aturden.
Falta dinero, tiempo, comunicación, amor. No me avisaste, no pa-
gaste, no fuiste… no llegaste, no te acordaste… Hablan de mí, los
escucho hasta en mis sueños. Soy una carga, un problema, un gasto
para ellos. Quisiera que dejaran de discutir. Me siento triste… ellos
también lo están… Quisiera ser Javi, no escuchar nada como él.

3
Jorge: La vida cambia en segundos, por un momento de impruden-
cia. Hay muchas etapas en el proceso: negación, impotencia, culpa,
miedo… es difícil alcanzar la aceptación. No, ella es muy cuidado-
sa. Tita no puede haber ido distraída. Mi hija es fuerte, más de lo
que yo creí. Dios le da ángeles que la acompañan. El tiempo pasa
rápido, aunque parezca lento. Tita está mejor, nosotros también.
Aunque me cueste creerlo, todo sucede por alguna razón. Juntos
tenemos que aceptar la realidad. Aprender a vivir buscando el lado
bueno de la mala experiencia.

32
4
Tita: ¡Es lunes, Javi! ¡Me gusta! ¡Honores a la bandera! Marchas y
cantos marciales. Historia, héroes, batallas, efemérides. ¡Tuve
el privilegio de leerlas una vez! Estaba orgullosa. Siempre pon-
go atención en las clases. Esa semana hubo revisión de tarea. En
Ciencias Naturales saqué diez. En cambio, a ti nadie te elige, Javi.
Todos te rechazan como si no existieras. La escuela es un constan-
te esfuerzo para ser aceptados, para no ser diferentes, para perte-
necer al grupo… ¡Ya sé! Tú y yo vamos a trabajar en equipo en la
guía para el examen. ¡Maestra, yo elijo a Javi!

4
Dalia: Noventa segundos dura en cambiar un semáforo. En minuto y
medio cambió la vida de mi niña. Todo pasa en instantes. Cada no-
che me lo pregunto: ¿ella se va a acostumbrar a vivir en esa condi-
ción o hubiera preferido no abrir sus ojos, cerrarlos para siempre?
Luego me arrepiento. Eso no es lo que hace una madre… Por eso
lo callo. Amo mucho a mi niña… y saber que su vida estará llena
de obstáculos, de temores… de silencio… impotencia, culpa…
A veces me atrevo a pensarlo, aunque nunca lo diré. El amor más
profundo es el que deja libre… ¿Sería mejor que Tita no hubiera
despertado del coma? La quiero tener siempre junto a mí… Prote-
gerla… No sé si soy egoísta al aferrarme a ella. Los pensamientos
me lastiman el alma. Nunca lo diré, aunque me apena sentirlo. De-
jarla libre también es un gesto de amor, aunque incomprendido.
El sacerdote dice que Dios la dejó aquí por alguna razón… Pen-
samos divorciarnos, no hay amor ni ilusión entre nosotros, todo
es opaco, frío, silencioso. Si no nos atrevimos a decirlo antes…
ahora ya es imposible: Tita es prioridad. Ya no nos vemos como
pareja, somos compañeros de dolor, compartimos la casa, somos
dos desconocidos que compartimos el dolor de nuestra hija. Ya no
nos amamos… creo que nunca lo diremos, tenemos que ser más
fuertes frente a Tita…

33
5
Tita: Enséñame cómo se dice hola. ¡Ah…! Así se saludan los soldados.
Sol da dos. ¡Qué bien marchas, Javi! Veo que estás contento, que
te hago sentir bien hablando contigo. Mira, así se marca el paso.
Media vuelta… Flanco izquierdo… Flanco derecho… Romper la
formación… No te preocupes por ellos, no me importa que nos
vean, es mi recreo especial. Los de sexto se burlan de ti desde el día
que, en la orden de firmes, no bajaste la mano. Te imitan. Se ríen.
Hacen como si saludaran a la bandera. Sí, ya me he fijado… ahora
estás muy atento cada lunes, no quieres que te vuelva a pasar…
Yo tampoco quiero que se burlen de ti. Enséñame más señas. Bue-
nos días… Gracias… Colores… Los días de la semana. ¡Lunes…!
¡Honores a la bandera! Me gusta comunicarme así contigo. Pode-
mos estar lejos y saludarnos sin gritar. Podemos hablar en señas
cuando no queramos que nos entiendan. Ahora estás muy rápido,
Javi. Tus ojos expresan también, no necesitas mover los labios para
decir que te gusta mi compañía. Yo también me divierto mucho
cuando estoy contigo. Aunque a veces me molesta sentir que nos
observan. ¡Ciencias naturales! Me maravilla que los árboles bro-
ten de una semilla. Paciencia, cuidados diarios… ¡La maravilla de
la germinación! ¡Trajiste el frasco, Javi! Yo tengo el algodón y las
semillas.

6
Dalia: Trato de entender sin conseguirlo. No lo acepto… De seguro
se trata de otra niña, Alguien debe haberse confundido… Estoy
paralizada… No comprendo cómo llegué aquí, niego en mi inte-
rior que esté pasando esto. ¿Por qué a ella? ¿Por qué a mi hija?
Tita nunca ha lastimado a nadie. Me niego a aceptarlo. Hace unas
pocas horas todo estaba bien… Miedo, negación, culpa… No soy
capaz de imaginar a mi hija de otra manera, todo es un mal sueño:
papeles, formas, responsivas. No quiero firmar, me niego a creerlo,
quiero verla, confirmar por mí misma si es ella o no, puede ser otra
persona con el mismo uniforme, a mí me ha pasado, la he confun-
dido entre sus compañeras.

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7
Tita: Me encantó el desfile, Javi, aún recuerdo cada momento, gracias
por acompañarme. Supe dónde estaban por la manta que hiciste.
Sí, un poco, pero vale la pena, estaban todas las escoltas, también
las grandes de secundaria y hasta de universidad. No te imaginas
mi satisfacción, mi orgullo… Tanto esfuerzo, tanta paciencia…
dieron un bello fruto que siempre voy a recordar. Sí, me saludaron
dos abanderadas; una de ellas me habló y me regaló un broche…
¡lo voy a usar este lunes en los honores!

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Jorge: Cuando Tita despierta, no sabe lo que pasó… No responde a
los estímulos sonoros. Lo único que quiero es que sea un efecto
pasajero, una reacción a causa de los golpes. El médico nos dice
que nuestra niña tiene una lesión en el lóbulo temporal… que per-
dió el oído para siempre. Quisiera quitarle el dolor, ayudarla de
alguna manera… soy tan poca cosa, no puedo hacer nada, solo
esperar… siento impotencia, ¿Qué puedo hacer, Tita? ¿Atrapar
al culpable, hacer que él sienta el mismo dolor que tú? Eso no te
regresaría la salud… No serviría de nada. Una parte de mí pide
revancha, aunque yo sé que no soy así. No puedo hacer nada, ni
siquiera rezar, lo intento, me cuesta hacerlo, me siento hipócrita,
nunca lo he hecho, trato de ser fuerte, estoy muerto en vida.

9
Dalia: Desde aquí se ve muy bien.
Jorge: No te entendí, Javi, ¿me lo puedes escribir…? Claro que sí,
Javi, la manta está muy bonita… a Tita le va a encantar.
Dalia: Extiéndela, Javi, para que ella la vea…
Jorge: Yo también estoy nervioso, Javi, creo que más que Tita.
Dalia: Ella está muy tranquila y feliz…
Jorge: Ya la alcanzo a ver, ¡trae la bandera! ¡Adiós, abanderada! Tita…
te amo, hija…
Dalia: ¡Adiós, Tita! ¡Qué bonita te ves! Hija, aquí esta Javi… ¡te amo!

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Tita: Extraño las risas, la voz de mi mamá… Los ruidos más mínimos
son líneas hundidas en el lienzo de mi memoria: grillos, aves, avio-
nes, puertas, campanas, el timbre de la escuela, la voz de papá, mis
canciones favoritas. Aunque la música no me ha dejado por com-
pleto, todavía la puedo imaginar, oigo canciones en mi interior.
Había sentido este silencio antes, mi cuerpo estaba sumergido de-
bajo del agua, y yo no lograba salir, no existía un fin, quería nadar,
salir a la superficie, pero no podía.
Estoy aislada, lejana, trato de comprender lo que dicen, veo cómo
mueven sus labios, no logro entender, es muy difícil, me desespe-
ro, siento miedo, incertidumbre… ¿Siempre va a ser así? ¿Ya no
podré escuchar nunca? Grito fuerte, lloro… no escucho nada…
ni mis propios lamentos.
Mis ganas de cantar siguen intactas, pero ya no podré hacerlo
como antes. Necesito escuchar con atención, hacer mucho esfuer-
zo para seguir la música. Me siento mutilada… No puedo dormir,
el silencio me asfixia, y cuando por fin duermo, me resulta muy
difícil despertar.
La voz de mi pensamiento me acompaña, se quiebra al hablar, está
triste… No me imagino la vida así. Para Javi es más fácil, él no
conoció la belleza de los sonidos, está acostumbrado a vivir en si-
lencio… Yo extraño el más mínimo ruido… menos el sonido de
las peleas… No las quiero escuchar… Desde que salí del hospital
siento que mis papás pelean más. No los oigo, pero los percibo, los
veo, los imagino gritando, insultándose… Poco a poco comienzo
a recordar el accidente.

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Dalia: Vamos a apoyar a Tita… Solo son martes y jueves… Cuando
cambie turno, yo puedo pasar por ella.
Jorge: No voy a cambiar mi descanso más tarde, solo porque la maes-
tra de escolta la invitó.
Dalia: Tita no va a darte problemas, te va a esperar sin hacer ruido,
mientras termina su tarea.
Jorge: No puedo usar la empresa de guardería, aunque no me lo di-
gan, todos lo van a notar.

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Dalia: A nuestra hija siempre le ha llamado la atención estar en la
escolta, tiene aptitudes, se pone a marchar jugando cuando vamos
a comprar la despensa.
Jorge: ¿Cuánto nos va a costar? Hay que comprar uniformes y zapa-
tos… ¿Cómo vez si hablo con la maestra para que invite a alguien
más?

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Tita: Me encanta el circo, Javi, ese es muy especial, luces, colores, mu-
chos personajes.
Había músicos que tocaban canciones en botellas, no los escucha-
ba, pero percibía sus vibraciones.
Cuando la música es fuerte comienza desde la planta de mis pies
una vibración, que me dice el ritmo, se sienten hormiguitas, ese es
el sonido, Javi. No, nadie lo notó, pensaron que yo podía escuchar.
¿Dónde lo has sentido…? Tienes razón, aunque en el circo es más
fuerte, la madera hace muy clara la vibración.
Hay algo especial en ese circo, un hombre de guantes y cara blan-
ca, no habla, solo hace movimientos, al verlo pensé en ti, en cómo
nos comunicamos tú y yo… Él estaba solo con el silencio, eso bas-
tó para que, al menos para mí, él fuera el mejor acto.
Hace muchas cosas sin hablar, inventa una flor, una caja, un espe-
jo… Yo aprendí a hacer algo, mira… ¿qué es?
Sí, qué padre, ¿verdad? La lanza al público y todos se la regresan…
Aunque en realidad no existe… todos la vemos con la imagina-
ción. Luego, a señas, pidió un voluntario… A que no adivinas
quién pasó…
¡Claro que yo! No necesitamos palabras, jugamos frente a todos,
todavía siento los aplausos… Mi papá nos tomó una foto. Aquí la
traigo, mira, es muy gracioso, ¿verdad? También me enseñó a jugar
a la cuerda… ¿quieres ver?
Así no, Javi, cuando la cuerda invisible pase por abajo, tú debes
saltar… ¿Listo? ¡Una! ¡Dos! ¡Tres…!
Justo así, no dejes de saltar. Ahora más rápido… ¡Tú puedes, Javi!

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Tita: Me siento tranquila, el silencio ya no me asusta como antes, aho-
ra me acompaña a todos lados, ahora sé que ya siempre será así y
he comenzado nuevamente a ser feliz.
No sé lo que hablan mis papás, pero veo que ahora están conten-
tos, ya se toman de la mano como antes.
Me gustan los eventos cívicos, los honores a la bandera, los can-
tos marciales, la banda de guerra, las guardias… ¡La escolta!, la
manera en que las integrantes marchan como si fueran una misma
persona, sus uniformes son muy bonitos…
La maestra de física quiere hablar conmigo… ¿Me va a regañar? Yo
siempre hago su tarea… Dice que ve capacidades en mí: coordina-
ción, fuerza, flexibilidad… para formar parte de la escolta… Me
sentí tan contenta al escucharla… dice que va a entrenar a niñas de
cuarto grado, y me invita a participar… ¡me siento feliz!
A mi papá no le gusta gastar en cosas innecesarias, no creo que
algún día me deje.

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Jorge: Nunca te he dicho lo que siento por ti, hija mía… cuántas ve-
ces te tuve y no te dije que te amo, lo mucho que me siento orgu-
lloso de ti, lo feliz que me hiciste cuando llegaste a mi vida, no lo
hice cuando podía, ahora no me puedes escuchar.
Me atormento pensando qué habría pasado si yo hubiera estado
ahí… Siento rabia hacia el conductor y coraje hacia mí… yo me-
recía terminar así, no tú, mi pequeña hija.
Motocicleta de modelo reciente invade el carril escolar para aho-
rrase el semáforo… El impacto la arrastra seis metros, la llanta de
atrás alcanza su cabecita.
Hombre con casco, difícil reconocerlo, las cámaras del boulevard
registran su escape, a contra flujo, hacia los callejones del parque,
se pierde de vista en segundos.
¿Qué habría pasado? ¿Yo lo habría detenido, alcanzado…? ¿Lo ha-
bría puesto en tu lugar, hacer que él recibiera el dolor por ti? No
hice nada, Tita, por capricho, por no molestar a otros, a quienes
ni siquiera les importa mi vida… Te dejé sola… Todo ocurrió en

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un momento. Tú habías decidido llegar sola a mi trabajo para no
darme molestias, y yo lo acepté… Yo tengo la culpa de todo.
Yo debería estar postrado en una cama de hospital, sin escuchar,
no tú. Quisiera poder morir en tu lugar, pero eso sería más co-
barde dejándote sola, con tu dolor físico y mental. Tus ojitos me
dicen que tienes miedo, igual que yo. Las autoridades dicen que
van a buscar al culpable… yo quisiera ayudarlos a atraparlo, a en-
carcelarlo… pero, ahora lo importante eres tú. Quiero que superes
la hospitalización, que esta angustia pase, que pronto estés mejor.

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Tita: Voy mejorando poco a poco, parece un día normal, de pronto
cambia, se hace inolvidable.
Saca tu libreta, Javi, vamos a platicar… Verte me pone muy feliz…
Quiero contarte tantas cosas, Gracias por venir, Javi, por acompa-
ñarme, por ser mi amigo…
No oigo nada… ni un solo ruido… cuando mastico percibo al-
gunas vibraciones… Ya me siento mejor, tomo menos medicina.
Gracia, Javi, no era necesario… Claro que la recuerdo, la germina-
mos antes de mi accidente, está más grande y tiene hojas nuevas,
qué bueno que la seguiste cuidando. La tendré en mi cuarto, la voy
a cuidar hasta que esté más desarrollada y podamos plantarla en la
escuela.
Todavía no lo permite el doctor, hasta que me acostumbre a mi
nueva situación, Mientras tanto, la maestra me manda las tareas…
Ya sé que vieron las tablas, del cinco y del seis, ¿verdad?
Sí, ¡pregúntame…!
¡Veinticinco!
Fácil… ¡diez!
Yo te pongo una… ¿cuánto es seis por siete?
Muy bien, Javi, eres bueno en matemáticas…
¿No has visto a las niñas de la escolta?
Diles que yo también las extraño… En unos días, mi mamá me
va a llevar al parque a caminar para mejorar el equilibrio… ahí las
puedo ver entrenar.
A ti también te puedo ver ahí, eres el primero en ser invitado.

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No hay escolta de hombres en la escuela, Javi, no me hagas reír que
me duele.
No te creas… gracias, me siento feliz.
Qué bonito abecedario, gracias, Javi, ya quiero aprender.
Me hiciste olvidar la tristeza y darme cuenta de algo: ¡también
puedo imaginar mi risa! ¡Igual que imagino mi voz! Como un re-
cuerdo…
¿Dos preguntas? ¿Por qué? ¿Para qué…?
¿Qué significa esa frase…? No la entiendo…
Adiós, Javi, gracias por venir, estoy contenta, es la primera vez en
mucho tiempo que puedo sonreír.

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Dalia: Cada día me siento mejor, comienzo a asimilar la realidad, me
da gusto que tú y yo estemos bien, distanciarnos solo empeora las
cosas.
Jorge: También yo lo he notado… No quiero que pase lo mismo que
con mi hija… Hay tantas cosas que no le dije y que ahora no las
puede escuchar. Quiero decirte que te admiro… más de lo que ya
lo hacía, estás luchando un día a la vez, igual que yo.
Dalia: Este dolor es una oportunidad para ser fuertes, para estar jun-
tos y caminar paso a paso.

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Tita: El momento llegó, estoy lista para regresar a la escuela… Aun-
que los lunes siempre me han gustado, este nunca lo voy a olvi-
dar… Soy diferente… Me siento nerviosa… pero quiero verlos…
Hola, Javi… Bien… estoy mejor… me desacostumbré a levantar-
me temprano… Gracias, qué bonito globo… Sí, por favor, estoy
nerviosa, acompáñame, no quiero entrar sola…
Están formados para los honores, todos tienen un globo… Qué
hermosa se ve mi escuela con tantos colores… Mira, Javi, nues-
tro salón tiene una manta de bienvenida… Todos sabían que hoy
regresaría a clases, veo su alegría, están felices de verme, de saber
que estoy viva y que voy a seguir estudiando aquí. Sus aplausos
los percibo como lluvia en la sed que tenía mi corazón, necesitaba

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verlos, estar aquí. Sé que ahora soy diferente, aunque parezca la
misma, y que voy a ser feliz.
Mi planta creció mucho en este tiempo, es tan fuerte como yo, la
traje para trasplantarla…
Es extraño sentir el silencio en mi escuela, porque sé que siempre
está llena de sonidos… ahora los imagino… puertas que abren y
cierran, el timbre, niños corriendo en el recreo, balones, las risas,
la banda de guerra. Ahora me resulta más difícil aprender, debo
poner el doble de atención… La maestra es paciente, me ayuda
a comprender… Javi también, siempre está conmigo, me ayuda a
estudiar, me conoce muy bien.
No es el océano pacífico, Javi, llegaron por el otro lado.
Un año más… en 1492.
No recuerdo exactamente…
¡Tienes razón, ese día fue! ¡Somos un buen equipo!

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Tita: No me pasa nada, Javi, todo está bien.
Sí… tal vez hay algo…
Está bien… te cuento: atraparon a alguien parecido.
No sabemos todavía… lo están interrogando.
En una pelea…
Por sus huellas saben que ha cometido delitos antes.
Me dijo mi mamá.
Llamarán a los testigos a declarar y van a comparar los videos.
Gracias, Javi, pienso lo mismo, que todo va a estar bien.
¿Platicamos de otra cosa, por favor?

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Tita: La maestra me invitó a ser abanderada porque mis compañeras
me eligieron. No escucho a la sargento, pero no importa, me sé
de memoria el recorrido: integrar escolta, tomar distancia, paso al
frente, saludar, recibir bandera, todas las demás permanecen quie-
tas, firmes, cubriendo a la abanderada… Paso redoblado.
Estoy feliz, Javi, voy a entrenar mucho para que el desfile nos salga
muy bonito. Lo voy a hacer para que lo veas.

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Tita: Ya quiero volver a la escuela, papá. Dijo el doctor que en pocos
días puedo regresar, Javi está en mi salón y puedo trabajar con él.
Me está enseñando lenguaje de señas.
Jorge: Sí, hija, la próxima semana puedes ir a la escuela.
Tita: Gracias, papá… por todo este tiempo que mi mamá y tú han
estado cuidándome. Me gusta ver que pasan más tiempo juntos.
Mira, ayer dejaron este papel en la puerta, es del circo que llegó a
la ciudad… Te quiero pedir que nos lleves a verlo.
Jorge: Sí, Tita, iremos al circo el fin de semana.
Tita: Qué emoción, la vamos a pasar muy bien, me siento feliz de que
vayamos los tres, juntos, en familia… vamos a disfrutar mucho ese
momento.

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Tita: Esfuerzo, tiempo, disciplina, paciencia, apoyo, empatía, lucha,
sueños, realidad… Cuántas cosas he aprendido en este poco tiem-
po… Aquí estoy, todavía no lo creo, soy la abanderada, mis com-
pañeras me eligen, me cuidan, me guían, estamos felices, comple-
tas, no somos una escolta más, somos únicas, diferentes porque yo
estoy aquí.
Siento la vibración de los pasos al marchar, me guían, cada paso es
un latido, mi corazón está feliz, aquí estoy, viva, me quedé por una
razón, lo he logrado, disfruto cada momento al máximo. Emoción,
alegría, orgullo de mi escuela, mi bandera, también de mí.
Ojalá los momentos como este duraran para siempre, aunque pase
el tiempo y sea grande recordaré este día.
Muchas veces me he preguntado por qué me pasó este accidente
a mí… tal vez sea mejor decir ¿para qué? A eso se refiere Javi con
¿por qué? y ¿para qué? Ahora comienzo a tener varias respuestas
que me hacen sentir bien.
El desfile avanza, vamos muy bien…
Mi familia está aquí, apoyándome…
Estoy segura de que este también es el sueño cumplido de Javi.
El silencio es igual que un lienzo en blanco.
Estresante, desesperante, atemorizante, misterioso, relajante, apa-
cible… el silencio…

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22
Con Tita y Javi de más de veinte años
Dalia: Buena decisión, hija, su escuela primaria es el mejor lugar para
que ambos hagan su servicio social. Caminar por sus pasillos, ver
a sus antiguos maestros, recordar cada experiencia que pasaron
ahí… Y ahora ayudar, compartir…
Jorge: El árbol sigue ahí, Javi, ahora llena de sombra el patio. Recuer-
do que ustedes lo plantaron. Con el paso del tiempo, su paciencia
ha dado bellos frutos.
Dalia: Qué bueno que los recibieron bien. Que sus maestros los re-
cuerdan.
Jorge: Aunque terminen su servicio pueden continuar ahí, ser acti-
vistas.
Dalia: Claro que cuentan con nuestro apoyo, los vamos a acompañar
para traducir las sesiones iniciales.
Jorge: Gracias a ti, Javi, por acompañar a mi hija todo este tiempo.
Dalia: Nueva aventura, nuevo comienzo.
Jorge: Lienzo en blanco: es un buen nombre para la fundación.
Dalia: La iniciamos cuatro personas, estoy segura de que pronto se-
remos muchos más.

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IDENTIFICANDO EL DUELO DEL AGUA

Daniela Guadalupe Castro Arias

Muerte
a): Cada semana recorres un camino. Hay un vacío alrededor, una le-
janía que parece no existir. Ese verde campo infinito. Al llegar a tu
destino esperas que todo vaya mejor, pues ya estás con conoci-
dos… pero no te sientes en confianza. Una persona no tuvo más
elección que deshabitar tu vida. No puedes resistir el impacto, te
hace falta su cariño y compasión. Buscas en cada rincón su presen-
cia; inconvenientemente, su rostro nunca se deja ver. Localizas en
tu interior su herencia y prefieres recorrer ese vacío de nuevo, con
tal de llegar al lugar que no conoces, en el que puedes respirar tran-
quilamente. Sin estar alerta ni preocuparte por el día que sigue.

Inseguridad
a): Caminas para distraerte, hay policías alrededor, pero no te sientes
segura. Cada paso que escuchas te pone tensa. Masajeas tus hom-
bros que se han vuelto piedras. Sabes que nadie puede darte esa
seguridad que solo tú eres capaz de crear. Tus amigos y tu familia
preguntan cómo estás, y no puedes hablar sin que se escape una
lágrima. Los recuerdos te acechan; esos que pasaron hace no más
de una semana, parecen de años atrás. No olvidas esas risas con tus
hermanos, esos abrazos de amigos y esos besos. Quieres decirles a
todos que estás bien, pero no logras engañarte a ti misma.

Ayuda
b): Espero que alguien abra y me saque de ahí… solo hay un cerrojo
por dentro y yo fui quien lo cerré. ¿Cómo puedo esperar que al-
guien me ayude si ellos no saben que estoy fugitiva? Pienso que
sí sé pedir auxilio, pero descubro que solo las nubes me escuchan,
esas inconstantes que seguido me muestran su versión oscura.

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Soltar
a): A media noche despiertas, no te dejan dormir, tratas de no escu-
char… no te dejan de hablar esas emociones que no logras contro-
lar. Te han explicado que son controlables, sin embargo, tus senti-
mientos, que no fueron causados por una simple situación, tienen
una intensidad más profunda. Llegaron de muy lejos, de un lugar
que no recuerdas. Intentas identificarlo y solo pierdes el tiempo.
Estallas, no quieres que te pregunten por qué. Esos ojos hinchados
revelan el pasado que habías guardado. Todo lo que observas está
distinto. Has liberado tu corazón y ahora puedes reconocer lo que
en realidad quieres: disfrutar lo que haces a cada momento del día:
desvelarte por pasión, desear que cada segundo dure más y que las
personas que admiras siempre se queden cerca.

De culpa a empatía
a): Comienzas, nada es como esperabas. Te sientes feliz desde el prin-
cipio, aunque no asimilas el por qué. No ha transcurrido más de
un día, sabes que vas a pasar mucho tiempo sin las personas que
le dieron agua a tu corazón sediento. Tratas de extrañarlas… es-
tás distraída. Inevitablemente, te llega ese sentimiento de culpa.
El ruido te interrumpe, gritas y tus palabras se pierden. Tu mente
gira, te marea la emoción. Algunos están ansiosos por conocer-
te… Hay alguien que piensa diferente, otra niña. Ella te recuerda
tu pasado y no recibes el consuelo que esperas. Tratas de entender,
no puedes creer el trato que llega. Pasado un tiempo, logras esa
empatía, percibes que ella ha sido lastimada y no sabe que tú le das
el espacio de soltarse, aunque sí lo haga.

Duda de tus decisiones


b): Aunque me talle los ojos, no logro quitar esa neblina. Insisto varias
veces… viene por su propio interés. Pienso si en otro sitio habrá
una experiencia igual a la mía. O si los que están enfrente me están
viendo ahora. Presionada, cultivo más. Las semillas que me pon-
go, crecen sin ser vistas. Creo que son pisoteadas por la gente que
cruza, que moldea la tierra.

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Presión a proteger
a): Hay un momento en el que te detienes a pensar si el compromiso
que has hecho de visitar las estrellas fue una buena idea. Otra vez
te detienes. Tu cabeza no deja de dar vueltas. No encuentras el
manual que puede guiar tu camino. Te gustaría que el tiempo no
pasara, porque hay necesidades que debes cubrir. Te sientes pre-
sionada porque no quieres lastimar a aquellos que dependen de
ti. Hay momentos en los que te quedas en un lugar que está ilumi-
nado, mientras tú solo ves oscuridad. Estás tan acorralada que tu
alma no sabe qué hacer. Aunque le digas que todo va a estar bien,
no te cree, porque tu mente sabe que, en realidad, no estás segura.
Tratas de disfrutar en dónde estás, caminas, sientes el aire fresco,
tratas de calentar tus manos frías, sonríes en tus fotos, no logras
olvidar que esa soñada aventura se ha vuelto la pesadilla de una
noche eterna.

Anti-sociedad
a): El verdadero riesgo se aproxima. Tienes dos opciones y la deseable
puede llegar a ser la peor, por el peligro de estar sola, lejos de la
población, en una vivienda llena de desconocidos. De todas for-
mas, terminas eligiendo la que sobresale. La sociedad te observa
y no crea un juicio en tu contra. Sin embargo, tú eres la que lo
hace. Esperas mucho de ti, te da miedo no ser la mejor ante las
cuatro amables personas que han llegado. No te queda claro lo que
te quieren decir. Empiezas a cambiarte, te ves en el espejo con-
fundida… no te reconoces. Esas transformaciones llegan como la
lluvia de Irlanda: constante y sin avisar. La nueva tú puede volver a
sentir cariño. No descifras cómo estos desconocidos se volvieron
tu familia. Embolsada en esta nueva realidad, tu origen te ve a lo
lejos, preocupado y arrepentido. Los que te motivaron a irte, aho-
ra te extrañan.

Esfuerzo
b): Monto esta ilusión y la hago real. Aprendí a saltar y ya no lo dejo
de hacer. Durante toda mi infancia practiqué. En mi adultez me
muestro. Consigo suficiente alimento y me alejo. Doy espacio a

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que la gente vaya a donde quiera. Muchas veces los acompaño y
otras, los veo irse. Me acuesto y veo los planetas. Escucho las oscu-
ras campanas y mis dientes se descubren. Mi sangre se relaja.

Independencia
b): Quiero ser independiente, fundar mis propias etapas, olvidar todo
aquello que se espera de una persona: graduaciones, trabajo, aten-
ción. Me estoy viendo en este momento y no puedo aceptar el he-
cho de que mi organismo ha cambiado. Lo he alimentado solo de
inquietudes. Revuelvo suciedades y las tapo con perfume.

Economía
a): El dinero no está a tu favor. Te ha dejado sola. Volviste a confiar
en él y huyó. Su compañía duró menos de lo que tenías planeado.
Analizas la razón por la que se iría así. Tus gastos sobrepasaron tus
ingresos. No entiendes cómo, porque no dejabas de contar esos
grandes billetes. Cuando menos lo necesitas, es fiel, y, cuando lo
quieres más que nunca, se hace ausente. Te sorprende que tus se-
res queridos no respondan por ti. Tú deseabas ese boleto de regre-
so a casa, pero no tenías suficiente. Ellos dicen que te ayudan en
las buenas y en las malas. ¿Qué tan mala debe ser la situación para
que se considere mala?

Auto-superación
b): Me inscribí a retos innecesarios. No sé por qué los demás se eno-
jan conmigo, cuando yo soy la que me expongo. Mi carne es la
que se acerca al ardor. Recibo apoyo de los que me rodean porque
quieren que llegue a donde mi vista se dirige. Escalé la primera
vez y acampé lejos de la cima. Ahora, la cumbre se acerca… Y me
detengo a beber.

Abandono
a): Tú quieres llegar a ser libre. Estás en un lugar desconocido, un con-
tinente lejano, donde no conoces a nadie. Te da frío, te sientes sola,
aunque hay alguien a tu lado, alguien que te ofreció apoyo, pero
no contabas con que no persistiría. Recibiste promesas y ánimos
que se desvanecieron con facilidad. Te confunde el abandono, eres

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digna de ser acogida. Buscas las razones por las cuales una persona
de gran corazón podría desentenderse de ti. No puedes abrir los
ojos, aunque la vista del paisaje sea increíble. Te acechan los sen-
timientos, ese coraje que llevas dentro sin saber cómo manejarlo.
Hay veces que quieres que salga, y otras, deseas someterlo. Exiges
estar molesta con alguien sin que encuentres culpables. Estás se-
gura de que tú accediste a ascender todo el recorrido que has he-
cho hasta ahora. Las horas de la noche no son suficientes. El día es
tranquilo, pero no hallas tu tranquilidad. Esa paz que solías tener,
se ha ido. Al salir de tu hogar, esa normalidad se evaporó.

Anti-sociedad
b): Recibo algo que no cualquiera me puede dar. Una visión. Llevaba
mucho tiempo sin dormir y queriendo despertar. Llego a decep-
cionarme mucho de mí, lo admito. Me maquillo para ocultar mi
cansancio. Madrugo y me quedo viendo al cielo. A consecuencia
de ello, quiero convertirme en una persona a la cual yo admiraré,
sin importar lo que los demás opinen.

Distracciones
b): Llego corriendo a este lago, con una adrenalina que no puedo ne-
gar. He llegado hasta aquí con mucho esfuerzo. Creando potencia
y encaminada en mi inteligencia. Extraño hablar conmigo misma.
La vida me ha llenado de muchas distracciones, pendientes, de-
beres, pasatiempos y pasiones. Solo quiero que se detengan por
completo, al menos por un instante. Recuerdo cómo era hace
unos años, mi ser diferente del pasado. Veo ese reflejo borroso en
el agua, esa no soy yo. Yo he cambiado.

Inseguridad
b): Estoy en una cuerda floja, mis brazos no saben dónde sostenerse.
Empiezo a desconfiar tanto, que volteo atrás, más de lo que debe-
ría. Reflexiono en cómo fue que dejé ir mi convicción. No recuer-
do cómo es vivir con certeza. Me siento tan incompetente que me
dan ganas de cuestionar a esos viajeros alegres. Rondando de un
edificio a otro. Subiendo hasta el último piso, sin temor a volar.

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Sin oportunidades
a): Sigues pensando si habrá valido la pena dejar todo atrás. Estás se-
gura de que fue la mejor opción. Las otras alternativas eran las co-
modidades que extrañas ahora. Escuchas que tus amigos te cuen-
tan lo felices que están, estudiando, desarrollando sus talentos,
haciendo lo que tú, al principio, querías. Ya no puedes regresar,
sé lo mucho que lo deseas… de alguna manera resistes. Respiras,
observas a tu alrededor. Este es el momento que antes imaginas-
te, para el cual creaste diferentes escenarios, bajando del aire y
pateando el fuego. Ahora estás en la función, la ves de cerca…
Observas de nuevo, te llega una ambición de alcanzar cada espa-
cio que ves en el mapa. Piensas que tu corazón te llevará lejos, a
cada esquina del planeta. Quieres que corra, pero está herido…
ha sido destrozado por la persona a quien le tienes más confianza,
la que siempre está ahí… Tú.

Adaptación al entorno
a): Tu instinto te invita a socializar. Ahora convives diferente, te quedas
pensativa, analizas y observas. Cuestionas las diversas opiniones.
Alguno coincide contigo, aunque nunca por completo. Al princi-
pio juzgas, luego vuelves a aprender a adaptarte. Aunque quieras,
el entorno no se va a adecuar a ti, la naturaleza funciona por sí
sola. Pensaste que tu esencia cambiaría, no obstante, se mantiene,
los demás la conocen pero no te la dicen. Te encaminas a lo que
quieres ser. Crees que la humanidad cambia… en realidad estás
tan enfocada que creas una ilusión a tu alrededor.

Empezar de nuevo
a): Aceptas que esa felicidad que tienes no es constante, nunca dura
por siempre. Vas a dejar a esas personas pronto. Tu alma se des-
anima. Has regresado al principio. Tal vez vas a ser encerrada de
nuevo. Te sometes a la misma situación, ahora con gusto. Sabien-
do las consecuencias que esto implica, sientes seguridad de pensar
que tu mente es capaz de retener esos momentos especiales. Te da
tristeza que solo tú vayas a ser la que se quede con recuerdos.

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Economía
b): Yo decido qué tan grande es la condición y qué tanto me puedo re-
primir. El problema es cómo me ve la sociedad. Me hace creer que
nunca va a ser suficiente. Esta crisis no debería durar por siempre,
cada vez necesito más. Pido y no recibo. Mi espalda está adolorida
y ya no quiero volver a donde mismo.

Trabajo
b): Sí es el mejor, pero la responsabilidad tiene una magnitud im-
presionante. Logro sobrellevarlo y alentarme. Uso la creatividad
que no tengo. Cocino lo que me falta. Y lanzo ese cariño que ne-
cesito. No espero respuestas, solo suspiro pensando que nunca
va a acabar.

Inocencia
a): Se acerca alguien a ti. No puedes mantener la seriedad, pues esa
niña dispersa sus risas. Una persona que no sabe nada de ti, no
tiene idea del combate interno que estás viviendo, sin embargo, es
capaz de conectar sus sentimientos contigo. Se siente en confianza
de abrazarte, sin comprenderte. Goza de tu compañía y, sin hablar,
expresa su alegría. Ella es custodiada, no es autosuficiente, aun así,
su alma es libre. Envidias su inocencia, deseas tener libertad, re-
conoces que ella no va a ser quien te enseñe cómo obtenerla. Te
quedas tranquila porque ya empezaste a buscarla.

Adaptación al entorno
b): Me coquetea lo común. A veces lo abrazo y le doy una oportuni-
dad, sin embargo, lo que siempre me llama es lo más innovador
y a la vez, clásico. Observo el panorama de mi vida, estudio las
fotografías e imagino desenlaces. Mis dedos se dejan llevar por el
agua, la cual es fuerte cuando quiere. Unas escamas rozan mi piel
y se alejan con determinación.

Decepción
b): Me llegan aprobaciones que nunca pedí. No entiendo por qué no
fueron tan significativas para mí, viniendo de esa autoridad. Mi
desobediencia le parece grata y mis aventuras, envidiables. De

50
repente, le importan mis opiniones y desea que le explique. Mi
cabeza da vueltas y no logra detectar quién me habla. Todo es di-
ferente, e igual a como lo recuerdo.

Enfermedades sin cura


a): Te detienes a pensar si algún día encontrarás la solución. Esa enfer-
medad que padeces, no la sientes. Quisieras cambiar papeles con
esa persona que sí la vive, pero no la suelta. Lloras, intentas ayudar,
y no sabes qué decir. Contemplas cómo cambia sus planes, cayén-
dosele cada cabello de su alegría.

Desamor/ruptura
b): ¡Escucha! No solo somos tú y yo hablando. No entiendo lo que
me quiere decir. Deseo tener la capacidad de conversar con clari-
dad. Me habla en otro lenguaje. Me pregunto si, al llegar al lugar
que sacó la mejor versión de mí, vendría o se alejaría más. Trato
de predecir mi sentir, pero nunca es como espero. Quiero abarcar
todo… nunca puedo.

Empezar de nuevo
b): Empiezo de nuevo, me cuestiono en qué parte del camino voy y me
doy cuenta de que ya solo estoy dando rodeos. Digo que me gusta
estar ocupada, sin embargo, una pequeña parte de mí desea ese
suspiro. Las actividades me aplastan y, a medianoche, se revelan
mis verdades.

Auto-superación
a): El resto crea su criterio. Escuchas sus convicciones, te das cuenta
de que piensan como antes tú pensabas. No logran entender lo
que ahora entiendes. Les explicas que la vida es más simple de lo
que uno cree y compartes ese gozo que se puede alcanzar a tener.
Muestran comprensión, no obstante, tú notas que necesitan ex-
perimentar la misma travesía para discernir. A corta edad tomaste
la decisión que cambió tu ser y tus objetivos llegaron a ser muy
ambiciosos. Te emocionas y a veces te frustras. Son difíciles de al-
canzar, pero mantienes la calma porque ahora puedes confiar en ti.
Ves los obstáculos como desafíos emocionantes.

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Duda de tus decisiones
a): No duermes y tienes más energía. No comes y te da menos ham-
bre. El efecto no tiene lógica. Te carcome esa necesidad de com-
prenderlo todo. Buscas y no encuentras la razón. Te sorprende tu
llanto. Se construyen impedimentos, una pared que no te deja ver
más allá. Cruzas los brazos, crees haber llegado a una meta… des-
confías de que sea el momento de frenar. Sobre piensas, tu aliento
se escapa junto con tu energía. Imaginas llegar más lejos, capturas
cada momento y resumes tus conclusiones.

Silenciada
b): Humecto mi piel, pero el hambre es insaciable. Esa incapacidad de
comunicarme trastorna mis ideas. Necesito salir, bajar esa monta-
ña, agarrándome fuerte y deseando que el suelo no me lleve. Mi
identidad calla, y mis amistades se alejan.

Sin oportunidades
b): Regresaría a mis tierras en un parpadear de ojos, con tal de contem-
plar esas caras que no puedo dejar de ver. Tener momentos en los
que no necesite pensar. Ningún acto me hace sentir igual, y jamás
sé cuándo aplaudir. Cada paso iba a ser impecable, pues hice una
investigación profunda. Todas las escalas tenían su historia. Aho-
ra floto, buscando a dónde conducir y aunque fuerce la vista, no
alcanzo a ver.

Dudar de tu fortaleza
b): Dudo de mi fortaleza. Resisto los golpes, me involucro en los erro-
res de los demás. Me aplastan mis actividades. Sospecho que soy
sobrevalorada; me pregunto lo que ven en mí cuando no compar-
to mi conocimiento. No logro distinguir cuándo tengo más o me-
nos fatiga. Me tratas de motivar, pero no quiero convertirme en
alguien más.

Silenciada
a): Tratas de narrar lo que tu corazón te dice, aunque no es claro. No
has vivido nada parecido antes. No estás segura si esa felicidad que

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te llega de repente es real. Tu esperanza vuelve a nacer cada vez
que te asomas a la ventana. Tu mirada ve más allá, tu imaginación
crea su propia voluntad. Te encuentras en un entorno desconoci-
do y agradable. Te hace suspirar y sueñas. Al no estar segura de si
es que ya te encuentras en un sueño, vuelves a percibir tu contexto.
Estableces tu silencio. No tienes otra opción más que guardarte y
esperar. En ese lugar, donde parece que estás sola, todos te escu-
chan. Hablas, pero no te entienden.

Dilema de sentimientos
a): Buscas tu llamado, expresas tu sentir… tus ideas no trascienden.
¿Por qué no te das a entender, si fluyen tanto cuando estás tú sola?
Tú no quieres ser la única que ve el significado, te gustaría que al-
guien más lograra pensar igual que tú. Seguido creas contradic-
ciones, te determinas a dejar de fabricarlas, no obstante, en cada
situación, tus sentimientos se desorientan. Recibes apoyo de ti
misma y los demás son capaces de darse cuenta. Te das tiempo de
analizarte, ya que te has equivocado varias veces por no hacerlo.
Te ríes, tratando de esconder lo que en verdad sientes, pese a que
cada error provocó algo negativo.

Adicciones
b): Me alcanza a jalar, una y otra vez. Observo que solo soy yo quien
es atraída por este imán. Me entristece ver cómo el entorno me
observa, juzgando y con lástima. Rompo las leyes de equilibrio
que no me dejaban descansar. Me cansa tardar en hacerlo. Recibo
preguntas simples acerca de mi estado y miento. Me ahogo en mis
penas… mi pierna tuvo la suficiente fuerza para quebrar el vaso.

Enfermedades sin cura


b): Puedo hablarle, aunque sé que no va a retener mis palabras. En-
vío señales y no las ve. Me desbarata la idea de que no desee mi
presencia. Tantas memorias juntos, alegrías compartidas y aún así,
quiere cruzar el desafío por sí solo. Lo entiendo, sin embargo, mi
energía se perturba de gran manera.

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Decepción
a): Tus gustos se empiezan a dividir. Muchas veces no sabes qué crees,
o qué deberías creer. Eres influenciada, tal vez mucho o tal vez
poco. Tus acciones te definen, te desarrollas, progresas. Sin em-
bargo, regresas a ese lugar que te vio nacer. Confundes tus hogares,
no sabes a dónde perteneces. Te preguntas si dependes de un lugar
o de una persona. Detectas que, a media carrera, te marchaste, y
regresas al inicio. Te decepcionas de ti misma, no consigues creer
que retornaste. Toda esa ruta que te llevó a ser una persona que
admirabas, se esfumó. Te enojas, chocas con el viento que viene en
tu contra. Sabes que no lo puedes culpar porque tienes claro que
los trayectos terminan.

Ayuda
a): Desconsolada y sola, hablando con tus pensamientos, crees que al-
guien te puede levantar. La gente que ves no es tu gente, no la reco-
noces. Ellos cambiaron y tú también. Sin embargo, te dan la mano,
tu acercas la tuya… nunca haces contacto. Es la ayuda que querías,
la que deseas recibir cada vez que despiertas. Dudas en adoptar
esa calidez, porque, en el momento en que tomes esa mano, tam-
bién admites que no lograste, por ti misma, superar tus aflicciones.
Te niegas a rendirte, aunque no tengas cura. No dejas de pensar si
en el futuro te sentirás decepcionada de liberarte ahora. Puedes
estar encerrada un poco más. En esa situación tan complicada para
la cual no hayas la puerta de salida.

Perfeccionismo
a): Intentas distraerte, cada vez tienes menos paciencia. Deseas atra-
vesar todos los límites, pero no te sientes satisfecha de lo que eres,
quieres ser suficiente para conseguir tus objetivos. Comprendes
que tu perfeccionismo es consecuencia de tu baja autoestima. No
dices lo que en realidad piensas. Posiblemente, te da miedo lasti-
marte al exponerte. El agua fría endurece tus músculos, tu cabeza
hierve. Tus labios se mueven… no dicen nada, no traducen eso
que navega en tu océano.

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Independencia
a): No existe el bienestar completo. Sin embargo, empiezas a entender
que puedes superar cualquier inconveniente. Te alimentas solo de
experiencias, moviéndote de un lado a otro. Tu cultura resplan-
dece y se moldea. Tu gran carácter ahora lo usas a tu favor. Los
adultos te dicen palabras sabias; tú crees que ya eres adulto… ves
a tu alrededor y no te convences. Ese cambio de ciclo va a ocurrir
cuando tu mente deje de depender; en el momento que le abras
la puerta y la liberes. Administrando el enfoque de tus placeres, y
alejando tu atención de ese conjunto de luces y matrices, empiezas
a crear tu propio relámpago.

Muerte
b): No quiero recordar eso que trato de superar. Desconfío de cada
latido. Me pone nerviosa esa fecha que nunca llega en el momento
indicado. Me vuelvo alérgica a las flores y a esos llantos penetran-
tes. Manejo, pero no logro identificar cuándo cambiar de carril. La
esmeralda no es suficiente motivación para avanzar.

Desamor/Ruptura
a): Corres y corres. No llegas al lugar que quieres. No aterrizas, porque
no logras identificar lo que realmente deseas. Tratas de recordar
cómo eran tus sentimientos antes, e intentas replicarlos, pero no
tienes éxito. Esa persona que se volvió parte de ti se encuentra a
distancia. Si fuera terrenal, tendría solución; sin embargo, la clave
de la ruptura fue la lejanía intelectual. Se baja el volumen de la mú-
sica, tu corazón deja de bailar. El sueño que solías tener era irreal y
fantástico. Ahora está en tus manos, y tiemblas. No estás segura de
que sea tan perfecto como te contaron. Tratas de no compararte,
aunque es inevitable. No entiendes cómo los demás disfrutaron
esto que tú no soportas. Ellos intentan explicarte que es normal
y que todo va a estar bien. Tratas de atender consejos, y tu cabeza
no deja de hablarte.

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Esfuerzo
a): Te propones varias metas. Algunas las alcanzas a ver cerrando los
ojos del alma. Vuelves a fijarte, muchos instrumentos y competi-
dores cambiaron. Tienes un entendimiento que sobrepasa el pro-
medio. Te elevas, porque soltaste ese peso extra que no te dejaba
seguir. Otro día, tal vez regreses a recogerlo. Empezaste por tu lado
débil, estando caído, tu lado fuerte te ayudó a seguir. Subes, subes
y subes… de repente, te detienes. Te recargas, logras sostenerte,
sin descanso, sin alimento y sin aliento. Se empaña tu imaginación,
tu creatividad improvisa y te ayuda a salir de ese pozo.

Abandono
b): Cedo, es un acto de comprensión. Mi linaje está determinado a
convencerme, quiere cumplir mis sueños, aunque no esté en sus
posibilidades. Encuentra un trayecto, al cual me someto. Aquél
que, al cruzar los mares, me cambia la vida. Volviéndose un descu-
brimiento inesperado. Empiezo a empacar mis temores.

Salir del círculo vicioso


b): Todos nos atoramos en ese círculo. Yo seré diferente, yo podré atra-
par ese vagón y descansar en la cima. La velocidad no importará.
Esa nieve constante quiere deprimirme y mi sonrisa se opone. Me
preguntan si disfruté este largo sufrimiento y mi respuesta siempre
es sí. Y no por tolerar heridas, sino por la satisfacción de haberlas
cerrado. Me enamoré de mi pasado y me comprometí con mi fu-
turo.

Soltar
b): Desconecto los cables, aplasto mi flojera y prendo mi pasión. Des-
carto la mediocridad. Me vuelvo egoísta de mi locura. Cada vez
que me leo, quiero cambiar cosas. Creía que iba a estar decepcio-
nada, no obstante, me sorprendieron las palabras que me llegaron.
Al lograr callar mi mente, el ecosistema se enchufó conmigo. Me
llegó un hambre insaciable por aprender.

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Presión a proteger
b): Haría cualquier cosa por salvaguardar a los que me necesitan. No
puedo negar que me ha dejado sin respiración, quiero ver más
allá, pero estoy atada. Mi mente registra lo positivo y mi núcleo,
lo negativo. Lo único que quiero es escaparme, recargarme en esos
brazos y quejarme. Sin embargo, tal vez nunca llegue a tener sufi-
ciente motivación para conseguirlo.

Dilema de sentimientos
b): Ese dilema de sentimientos es constante. Gritó cada vez que llega.
Después identifico lo que quería decir y que mis réplicas no fue-
ron acertadas. Desvío mi mirada para concentrarme en lo que mi
boca formula. Dejó para después la reparación del daño que causé.
Suben y bajan las razones. A veces sospecho si no era yo la que
hizo lo correcto.

Dudar de tu fortaleza
a): Estás satisfecha de tus decisiones. Esas que cambiaron el rumbo de
tu viaje. Los retos no dejan de llegar, sin embargo, tu espíritu ha
creado un escudo. Eres más fuerte, aunque no lo veas. El público
empieza a admirarte, tú quieres conocer la razón real. Quizás no-
tan que encontraste la llave. Esa que abre mundos, que empatiza y
te ayuda a seguir. Seguir avanzando, aunque no siempre sea hacía
adelante.

Reflejo de mi interior
a&b): Te das cuenta de que, si quieres llegar, avanzas más rápido. ¿Ima-
ginas si el día durará más horas, o si la semana tuviera más días? Te
pones esos lentes que afinan tu visión. Examinas tu elemento, de-
jas atrás la comodidad; no sufres tanto porque ya lo has hecho…
Donde ahora estoy, hace frío… hay calor en mi interior. Estoy can-
sada… logro seguir. Mi mirada ya no ve hacia abajo, solo quiero
ser yo misma. Y seguir aprendiendo de mi reflejo.

57
Soledad
b): Me gustan las complicaciones y me aburre lo perfecto, me repito.
En realidad, me gustaría ser la dueña de mis hechos, decidir cada
cosa que pasara, controlar cada impulso que tengo y acompañar-
me de quien tanto pienso. Constantemente espero esa correspon-
dencia que intenté causar. No recibo las consecuencias. Tengo sed
de conocer los sentimientos que, ahora, no son solo míos.

Salir del círculo vicioso


a): El trabajo te absorbe, quieres un descanso. Piensas si será mejor
descansar o continuar. Si descansas, tal vez pierdes mucho de lo
que has juntado hasta ahora. Todas esas desveladas, frustraciones
y sudores habrán sido en vano. Vas y vienes, no sabes cuándo dejar
de dar vueltas. Quieres entrar en esa realidad que todos viven, y de
la que tratan de escapar. Sueñas en tener una diferente, creada por
ti misma. Reflexionas en cómo podrías empezar.

Inocencia
b): Supongo que sí estaba tranquila. Solo que no me calentaba la luz
que me llegaba del sol. Confundía inocencia con necedad. Tra-
to de cuidar lo que aprendo y, a la vez, los libros que leo no son
suficientes. Me molesta mostrarme ingenua, me gustaría calcular
cómo restar la ignorancia.

Adicciones
a): Escuchas y hablas con diferentes idiomas. Examinas tu euforia y
muchas veces prefieres mantener el silencio, dejando a un lado
esas tormentas que nublan tu voz. Vous examinez votre euphorie et
vous préférez souvent vous taire, laissant de côté ces tempêtes qui obs-
curcissent votre voix. Confías en tu sentir, ya que tus emociones no
mienten; sólo la mente lo hace. Tratas de no perderte, deseas man-
tener la humildad que buscas. Cerchi di non perderti, vuoi mantenere
quella umiltà che tanti cerchi. Deseas algún día entender qué impli-
ca tener sencillez. Sie mochte eines Tages verstehen, was Einfachheit
bedeutet. Tú haces pausas para controlar tu revelación. Você faz
uma pausa para controlar sua divulgação. Rodeas ese hoyo al cual

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puedes caer, esa adicción que no deja de perseguirte. You surround
that hole to which you can fall, that addiction that does not stop cha-
sing you. Alcanzas a verlo y no te detienes. あなたはそれを垣
間見るとあなたは止まらない。(Anata wa sore o kaimamiru
to anata wa tomaranai). Espontáneamente lo saltas, esperando no
hundirte. Léim tú go spontáineach air, ag súil gan dul faoi.

Dirección
b): Me frustra no encontrar respuestas, por eso hago preguntas per-
sonales a quienes necesitan ser escuchados. Me pongo más de un
designio y me entretengo. Hospedo corazones y deslizo minerales.
Ejercito mi memoria y me cuento historias. Disfruto relatar expe-
riencias simples de manera exagerada, observando las reacciones
de cada quien.

Soledad
a): La curiosidad, a veces te ayuda, otras, te perjudica. Has llegado a
este nuevo lugar por el anhelo de conocer. Ahora, la soledad es la
que te motiva. Tus pensamientos ya se acostumbraron a que los
escuches. Te preguntas si vas a ser la culpable de que tu corazón no
vuelva a resistir el siguiente destrozo. Llega a tu cabeza la certeza
de que ya no vas a regresar a la que eras antes, antes de que todo
empezara, antes de que fueras influenciada. Ahora tomas esta de-
cisión por tu cuenta. Te impulsa tu mente, junto con tus emocio-
nes. Las complicaciones ya no te retaban lo suficiente.

De la culpa a la empatía
b): Quiero llorar, pero no tengo lágrimas disponibles. Sigo avanzando
y nadie me detiene. La culpa no dura mucho; tenemos una cerca-
nía especial. Exprimo mis pensamientos y algunos problemas se
resuelven por sí mismos. La pasión intensa me da descanso. Me
vuelvo vagabunda de mis culpas. Me graniza esperanza.

Perfeccionismo
b): La incertidumbre no se aleja… y en mi locura encontré la libertad
y la seguridad que da el que le entiendan a uno, pues quienes nos

59
comprenden esclavizan algo de nosotros. No me da miedo que me
conozcan. Lo extrovertido me motiva y el bastón me estorba. Se
quiere escapar de mi pecho y aventajar la carrera. Lo aprisiono,
pero no lo encierro. (Yibrán Jalil Yibrán).

Trabajo
a): Piensas si mereces esta guerra de sentimientos que no acaba, qui-
zás no. La vida no se enfoca en el itinerario que has completado,
sino en cómo vas a reaccionar con cada nuevo reto que te lanza. Ya
aceptaste el hecho de quedarte, aunque tu cuerpo sienta el estress.
Tal vez tendrías más paz si regresaras. Madrugas, laboras duro y
sin parar, terminas cansada al final de esos cortos días. Cada vez, te
sientes mejor, y tu gente no entiende por qué. Tú no sabes cómo
explicarles que dos personas llenas de inocencia lograron consolar
tu alma. Esos dos pequeños se convierten en el mejor trabajo que
has tenido.

Dirección
a): Llevabas tanto tiempo apresurándote, ahorrando y viajando, que
no consigues asimilar esta vida tuya tan distinta. Te nutren las en-
señanzas que muchas veces tú misma creas. No alcanzas a resolver
esos dilemas que cruzan sin detenerse. Quieres creer que será me-
jor no encontrar las respuestas. Te concentras y permaneces co-
nectada con tu interior. Te dice opiniones, memorias, te aconseja
qué hacer y cada vez esa conexión es más fuerte. Algún día llegarás
a donde quieres, pero ten cuidado porque es fácil perderse. Has
identificado que te pierdes si no tienes claro tu propósito; lo que
no sabes es que tú misma puedes dártelo.

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MIS DOS AMORES

Daniela Guadalupe Castro Arias

a): Pasa la única vez que no pienso, no planeo. Mis sueños tienen claro
que lo quieren, mi despertar está ocupado. Me encuentro conec-
tada con la naturaleza, a un nivel que nunca imaginé. El sol me en-
candila y sigo los rayos. Camino sin parar, veo transcurrir el agua.
Cuando estoy sola, pienso en todas las cosas que le quiero contar.
Sin embargo, al acercarse a mí, me quedo sin palabras. Nado en
mis emociones y bebo tranquilidad. Lo único que hago es mor-
derme los labios y abrazarlo, sin miedo a quedarme dormida en
ese amarillo atardecer. Confío en mí misma, estoy segura, alcanzo
a ver que soy capaz de sostenerlo en mi vida. El azul claro abunda
en nuestra expresión, y dentro de mi habitación.
Tengo ocupaciones y deberes, los rayos truenan, el agua explota.
Corro sin sentido, lo veo enfrente de mí y, cuando su lengua hace
contacto conmigo, me derrito. Mi cerebro deja de funcionar. Me
hablan pensamientos que no son míos. Percibo cada gota desva-
necerse. Veo mi futuro y mi pasado al mismo tiempo. Siento que
me voy hacia atrás. Me repite sus palabras y no lo entiendo. Lo
acerco cada vez más a mí, agarrando su cinturón de honestidad.
Desabrocho su dureza y conozco su persona. El fuego de las ve-
las hace una parte y, la música de nuestro amor, la otra. Se ven las
siluetas rondar por toda la morada, haciendo malabares. El piano
sobresale en su canto, y toca cada una de las teclas, sin importar el
color. El ritmo de nuestros corazones se coordina, salta en orden.
Se derrite la cera, se derrama por el lugar. Me quedo viendo, las
flamas cambian de figuras y combinan tonalidades, hay veces que
son naranja como un mango a punto de caerse de su rama, y, otras,
se convierten en un rojo pasión. Me deslumbra el oro que se funde
en nuestros cuerpos, aquel por el cual pagamos un precio y no hay
manera de regresarlo.

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Le digo que controle sus instintos, pero deseo lo opuesto. Se me
congelan las manos y mi cabello se alisa. Mi vista se pierde, lo
único que alcanzo a ver es a él. Ese hombre desabrocha mi sensi-
bilidad y me entrego por completo. Me caen copos de nieve y se
desmaquilla mi superficie con cada uno de ellos. Me resbalo en
sus brazos y me abraza su calor. Penetra profundamente mi alma.
La neblina cubre nuestra fogata y crea sentimientos que nunca
antes había tenido. Me cuesta caminar y mis piernas se entierran,
cada uno de mis pasos conlleva esfuerzo. Mi mirada se acorta, mis
párpados aumentan de peso. Mi respiración se agita y me exalta
percibirlo. Hago señales con mis manos y se las comparto. Vemos
juntos el final de la figura que vestí. Me pierdo, lo veo escondido
y huyo de un animal de gran pelaje, él, que llega en los momentos
menos oportunos; cuando no hay tranquilidad ni rumbo. Entro
a una cueva en la que solo él y yo nos encontramos, donde me
siento segura. Desconocemos la oscuridad que nos rodea. Distin-
go, claramente, su perfil. Predominan sus detalles. Me olvido de
los peligros y riesgos que están afuera, recuerdo que me encanta
lo que le hace ser él; sus pensamientos, su sonrisa, su carácter. Su
personalidad brilla y embona conmigo.
En ese espectáculo de luces, lo veo a lo lejos, a varias personas
de distancia. Lo analizo y no lo reconozco. Siempre había estado
cerca, sin embargo, mi enfoque no estaba listo para contemplar-
lo. Tengo una pequeña referencia de él, tal vez lo he visto antes,
pero mis recuerdos están perdidos. A diferencia de antes, esta vez
no disfrutamos de apoyo ni aliados. No existe alguien que sepa
de nosotros. Normalmente, converso de todo lo que conlleva una
persona. Identifico detalles importantes y rechazo lo que no me
interesa. En esta ocasión, no tengo tiempo de estudiar la situación,
ni de crear posibles conceptos de su carácter. No tengo a quién
contarle. Decido narrarle nuestra historia solo a él. Noto que tarda
en tomar mi mano. Esa noche el tiempo estaba de nuestro lado.
Nos trasladamos de era y ocupa cada espacio de mi universo. Me
asomo a la ventana, dentro del verde campo veo gente quejarse,
frustrados por decisiones ajenas, o alegrarse por razones inexpli-
cables. Capturamos el momento, decidimos quiénes queremos ser

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y le cantamos a los pájaros que cruzan cerca de nosotros y nos res-
ponden con una rutina que alegra al cielo. Nos sorprenden nues-
tras voces, cada nota se dirige al mismo destino. El que me recoge
de la soledad.
Cada vez que me acerco a él, se eleva. Creo inalcanzable llegar a su
altura; pero él lo enmienda, cargándome a este nuevo horizonte. Se
suspende el viento, los colores se revuelven y termina dominando
el ámbar. Vemos las aves pasar, unas son pequeñas y otras se alejan.
Las observamos irse, mientras nuestras alas se abrazan. Tenemos
una conexión que no nos imaginábamos. Cada momento del día
tiene sentido. Me relaja cada rama que me roza; cada hoja que cae
es por una razón. Sin esfuerzo, nos seguimos y no nos detenemos.
Ese gran verde se reseca, y se camufla en la ciudad. Hablamos sin
rumbo y nos comprendemos. En lo alto que sobresale del bosque,
escalamos un pino del cual tememos caer. Me da seguridad pensar
que él me sostiene con firmeza. Tomo su brazo y él escribe nuestra
historia. Expongo mis verdades, me observa y las guarda.
Calentamos los metales de nuestro caminar. Nos encerramos,
pero somos vistos. Los diamantes reflejan mi intimidad y el tiem-
po no tiene freno. Resguardo su asiento, trato de distraerlo. Avan-
zamos, más dormidos que despiertos. La brisa sopla y provee el
oxígeno que me falta. Inclino mi empuje y me hago consciente.
Me lastima el peligro, me tranquiliza su voz. Nos dirigimos al ran-
cho de nuestras ilusiones. Donde el ganado nos nutre y las pieles
nos cubren. Amarro mi impulso y dejo que se acerque. Lo pierdo
de vista, ladeo mi cabeza y sonrío. Recargado en la reja, me recibe
y cabalgamos el amanecer. Alejándonos del establo que nos daba
fortaleza.
Descubro este anhelo de conocer cada pieza de su esencia. El aro-
ma que le impregna, siempre es el mismo. El perfume de su piel
abunda en mi vestido. Este hombre es el primero que aparece en
mi familia. Ellos lo admiran y me felicitan al verlo crecer junto
conmigo. Tratan de que me sienta apenada y esperan verme abru-
mada, pero me da confianza mi acompañante. Él sabe qué decir;
su espontaneidad los conquista. Su fragancia se queda conmigo, y
se revuelve con mi aroma. Esta mezcla es olfateada por mis alrede-
dores y llama la atención hasta de los que no me conocen.

63
Bailamos y reímos todas las noches, viendo las burbujas volar, jun-
to con nuestros deseos. Se infla mi delicadeza y él logra tocarme
sin romperme. Me dejo llevar por el aire y su inocencia me persi-
gue. Crece cada vez más, revolotea de un lado a otro y con un sus-
piro se aleja. Su violeta rodea mi entorno, me sacude al moverse,
alcanza un profundo púrpura que combina con el cielo. Chupo
la espuma y envolvemos el líquido que se crea en el humo de mis
ideas. El lento paso de la vida se acerca a mí, dejando un rastro de
baba. Su caparazón me nubla la vista e inflo el manantial de mi
personalidad. Se llena con esperanzas y nuevos sueños. Despla-
za esas grandes colinas de incontables distancias y el volcán hace
erupción cada vez que nos ve juntos. Los grises restos abundan y
pinchan los problemas que siguen con aire.
En un verde alrededor, me encuentro alejando las abejas del po-
len, me acuesto con la mirada hacia lo alto y le agradezco al mundo
mi actualidad. Invariablemente, junto con él encontramos qué ha-
cer. Su creatividad y conexión con la naturaleza me asombran. Lo
observo deambular en nuestro huerto, acomodando cada jardín
de mi espíritu. Se dedica a barrer la tierra que me sobra y planta se-
millas en mí. A la vez que pasa el tiempo, cada una de ellas va fruc-
tificando nuestra pasión y floreciendo los colores de mi escasez.
Mi porvenir me estremece, no quiero adelantarme, mi mente no
deja de hacer planes. Tantas aventuras por hacer con mi mano de-
recha. Subir y bajar en cada feria de mi conocimiento. Me siento
libre cuando estoy con él. No logro entender por qué otros se es-
clavizan. Nunca me vuelvo a sentir sola. Nos acercamos el uno con
el otro, para resistir los grandes giros y lograr llegar a apreciar la
vista. Me dedico a lavar mis defectos, él me quita la tela y demues-
tra que me ama aunque esté desaseada.
Nos sentamos, platicamos de todos los temas posibles. Queremos
separarnos y no podemos. Le digo que se vaya, pero se acerca más.
Lo empujo y me abraza. Me debilita su determinación. Le interesa
mi ser y hace reportes de mis jornadas. Trato de ser discreta, pro-
tejo mi interior. Aunque su llave me abra con facilidad, mantengo
la cordura. Monto el caballo blanco, mientras corremos juntos a
nuestra galaxia. Enlaza en su boca una rosa pura, que nos mantie-

64
ne unidos. Ningún pétalo se desprende, solo saboreo su suavidad
y cuido de las espinas. Veo las ondas de la tierra que relajan mis
oídos. Trotamos a la meta, aquella contraria de la competencia. Ya
que nosotros creamos una nueva.
Él me hace la pregunta, de previa planeación. Yo estoy preparada
con varias posibles respuestas. Cuando su voz deja de escucharse,
encanta mi hablar y expreso lo más profundo de mi padecimiento.
Recibo medicina de su diligencia. Le contesto con certeza, ya que
de ninguna manera cambiaría de opinión. Estoy feliz de que me
haya preguntado, mi paciencia dura más de lo que creo. Sin tener
mi respuesta clara, sé lo que voy a decir.
Ahora, yo le digo el hecho, que ocurrió inesperadamente. Uno que
cambiaría nuestras vidas por completo. Me emociona, me asusta.
Dejamos ir nuestros planes y creamos nuevos. La casa de mi cora-
zón necesita otro cuarto. Naturalmente nos conectamos y, ahora,
nuestra unión se hace visible. Un arcoíris se empieza a formar en
mi interior y siento la gama de tonos moverse.
Ansío los cambios que no veo. Lo espero por nueve meses. Las
emociones saltan y patean mi vientre. Todas las personas me no-
tan diferente, pues no puedo ocultar esto que llevo dentro. Mi es-
cenario no deja de ensayar el vals de las mariposas. La ilusión de
verlo me quita el sueño. Nunca encuentro el lado indicado para
acostarme, termino abrazando las nubes. Muerdo el algodón de
mi superficie. Le doy menos importancia a lo externo, entiendo
que una persona es parte de mí. Él vaga por encima de mi mon-
taña; no lo puedo sacar de mi mente. Quizá porque no lo intento.
Le muestro mis melodías favoritas, aquellas que fueron concurri-
das en mi infancia y reacciona emocionado al escucharlas. Cada
periodo checamos si todo marcha a nuestro favor. Me quedo in-
quieta con imaginar ese día que deseo que pase, me llena de te-
mor. Cierro los ojos por imaginar la consecuencia de un desgarre
maternal, pero él me ayuda a abrirlos de nuevo, porque va a valer
la pena.
Él y yo eliminamos el suspenso. Me preparo y descubro su mas-
culinidad. En la soledad, le doy caricias y conversamos. Me da se-
ñales de su personaje. Mis antepasados se conmueven y no dejan

65
de preguntarme por él. Nuestra vivienda se vuelve un conjunto de
celebraciones. Todos nuestros conocidos desean venir a vernos.
Les comparto la dirección de mi adoración.
Llega el día, se me va el aliento y trato de tranquilizarme. Le pido
un minuto para asimilar lo que está pasando. Me aflige la fricción.
Sudo y grito. Cuento cada grano de arena en mi cama, alejo las
piedras que me hacen preocuparme. Aflojo la pecera que conlleva
el pez tan esperado, todas las barreras se van rompiendo poco a
poco. La marea sube y las olas se derraman. Mientras naufrago en
el Pacífico, un delfín me dice que todo está bien y besa mi mano.
Lloro y mis hormonas estallan.
El fruto de mi oasis se queda quieto. Me tranquiliza su contacto
con mi piel. Me revela que mi verdadera historia comienza aquí.
Suspiro escuchando nuestros corazones. Orgullosa de su logro, le
hablo y sé que me entiende. Los dos sabemos que vamos a empe-
zar una aventura juntos. Acaricio cada esquina de su cuerpo. Com-
partimos miradas infinitas. Intenta decirme algo, pero prefiere
mantener el silencio. Sin dejar de pensar en él, retrocedo. Mi amor
me lleva, se vuelve el piloto de mis decisiones. No hay palabras
para abarcar lo que siento. El aire fresco llega a mi tez. Sus caricias
se deslizan y dejo de tener frío.
Todo es nuevo. Mi corazón no deja de palpitar. Lo veo y me emo-
ciono. Lo beso y sonrío. Le entrego todo mi ser. No quiero que
acabe este momento. Me molesta que el tiempo vaya tan rápido,
quiero sostenerlo en mis brazos y peinar sus cejas. Se me queda
viendo y transmite amor. Llegó la perfección que creí imposible.
Lo que me dice, hace sentido con mi sentir y de una forma u otra,
nos damos a entender.
Cada salida que hacemos llena mi corazón. Me encanta cómo
aprecia cada detalle que le hago. Lo mejor es que no lo hago por
quedar bien con él, sino porque ya no hallo más maneras de ex-
traer todo este amor que llevo dentro. Mis manos rodean su cara,
no quiero dejar de besarlo. Me pregunto cómo él es real. Mi mano
se recarga en su cuello y mis ojos no sueltan los suyos.
Me angustia el ruido de nuestro alrededor. Hay sonidos que no
paran, discusiones que no cambian. Entonces, decido que lo

66
único que llega a ser importante es cobijarlo y arrullarlo con mi
amor. Nunca creo que le he dado suficientes besos, al tenerlo jun-
to a mí; siempre puedo darle más. Me entusiasma que sea tan pa-
recido a mí, y a la vez, me aterra.
Pensé que todo iba a ser perfecto, no medí las dificultades. Ahora
entiendo por qué no cualquiera resiste. Trato de asimilar que esta
carrera nunca va a acabar. Ya no duermo y mi cabeza da vueltas.
Mi independencia se esfuma. Creo entenderlo, pero siempre me
sorprende. Me gustaría retener cada momento en mi memoria, su-
pongo que hay cosas que son mejor olvidadas. Nuestras peleas me
dan ternura. Hago una lista de conversaciones y resolvemos cada
aspecto. No soy capaz de desarmarlo de mi rompecabezas de vida.
Los dos trabajamos duro por seguir adelante, enfocándonos en
cada día que transcurre. Acomodamos nuestros horarios, con tal
de vernos un instante. Las ocupaciones nos chupan, pero logra-
mos romper la esponja absorbente para juntar nuestro cariño. Mi
descanso corre, huye de mí. Quiero llorar y no puedo. Mi alegría
calla mi tristeza.
Veo nuestras fotos, las admiro e imagino estar en cada uno de esos
momentos, de nuevo. Me siento presionada, quiero ser la mejor
para él. Se hace una gran incertidumbre considerar los aspectos
positivos y negativos de cada una de mis decisiones. Me siento
culpable de no ser capaz de filtrar la adversidad. Y me asusta que
se vaya a ver afectado por eso.
Se distrae y, de repente, nos deja de importar el entorno. Se enfo-
ca en lamer mis senos. Me acaricia y me da escalofríos. Observo
a los demás que están en la misma situación que yo, sin embar-
go, no logro encontrar la similitud. Conmigo es tan diferente, mis
hombres me motivan a ser mejor y nuestros enojos nunca llegan a
dañar nuestro afecto. No somos capaces de excluirnos de nuestros
planes. Quiero repetir todas mis aventuras con él y enseñarle mi
verdadera identidad.
Me arrebata mi futuro y me alegra. Me saca de la soledad que
suelo vivir, dentro de la catástrofe. La tecnología nos separa, nos
vacunamos de amor y nuestros anticuerpos luchan por nosotros.
Después de tanto tiempo de no hacer contacto, nos vemos. Me

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sorprende lo cómoda que me siento con él. Lo abrazo y sin be-
sarlo, nuestros dedos se entrelazan. Escucho sus opiniones y me
muestra su hogar.
Él es todo lo que quiero. Amo que dependa de mí, así como yo de-
pendo de él. Me siento tranquila porque comprobé que yo no era
capaz de controlar mi pasión. Solía pensar que yo era la que tenía
que encontrarlo; sin embargo, los astros se alinearon. Dejamos a
un lado lo que la sociedad exige. Constantemente olvidamos lo
que deberíamos decir, solo actuamos con honestidad. Los come-
tas se dedican a orbitar mi universo. No reconozco lo mundano,
mis dos estrellas son tan especiales que iluminan mi atardecer.
Nos importa tanto su bienestar que nos dejamos llevar. Tenemos
desafíos importantes y necesarios de resolver pronto. Abrazo su
espalda y siento fortaleza. Buscamos soluciones en un lugar don-
de no vemos límites. Arrojamos barajas al suelo y saltamos hacía
ellas. Cada una nos propone un nombre diferente. Nos perdemos
en los laberintos de nuestros mundos, y encontramos una flor del
desierto, que fructifica nuestro pensamiento y madura a través del
que cargamos.
La naturaleza me llama, escucho su gemido y desconfío. Surfeamos
en el mar de ideas. Descansamos juntos y nuestros sueños se vuel-
ven uno mismo. Él lee cada letra de mis placeres y se acomoda. Nos
suspendemos en el silencio, la luz del faro crea nuestra calidez. Mis
labios se resecan. Y creamos un mundo, el cual anhelamos dejar de
herencia.
Nos llueve inesperadamente. Usamos cada gota para hidratar-
nos. El diluvio parece tan diminuto; lo que me perturba son los
tormentos que puede crear mi imaginación. Ya no quiero seguir.
Quiero que mi futuro sea ahora y mi presente se desvanezca. Huir
dentro de mi cultura y disfrazarme de viajes. Sus lágrimas me des-
baratan y me convencen a hacer cualquier deseo que tenga.
Esos cristales nos ayudan a ver más de cerca. Observo que busca
dedicarme más tiempo y me conmueve. Lo desvisto y sin bañar-
nos, acampamos en nuestro sentir. Limpiamos nuestros corajes y
le coloco un nuevo pañal. Nos humedecemos con la misma crema.
Y encontramos esa correspondencia que se esconde.

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Logramos olfatear nuestros problemas, le pongo alcohol a mis he-
ridas y con nuestras palmas, las desmoronamos. Lo nutrimos con
la esperanza de mis entrañas. Fumamos los diferentes sabores de
nuestros riesgos. Me hago adicta de mi enfermedad, quiero creer
que no va a ser para siempre. Crece mi riqueza y el dinero escasea.
Me lleno de cariño por las personas que más amo.
Su sonrisa se vuelve contagiosa. Nuestro alrededor nota el esfuer-
zo que hemos hecho hasta ahora y su suave rostro me da gozo. Es
muy difícil para mí separarme de él. Me deja de importar lo que es
un comportamiento apropiado y me dejo ser yo misma. Quiero
enseñarle mis conocimientos y crearle una ventaja para su trayec-
toria.
Puedo ver claramente, pongo atención a sus intereses y pago mis
deudas. Me gotean las manos al pensar en la luna que se crea cada
noche. El plano está torcido, vibra al recargarme. Mi vida ya no me
deja hacer planes certeros. Se fertiliza mi vista, me ejercito, corro
con sentido y no me muevo de lugar. Al centro de mi poblado des-
ciende mi mirada, me confundo y prefiero preguntarle su opinión.
Soy grabada con diferentes pupilas, él le da importancia a lo que le
expreso. La cafeína de mi sangre le devuelve la confianza.
Me abstengo de fiarme de la suerte. Piso ese trébol, que fue difícil
de encontrar. Lo exótico nos llama la atención. Puedo ir más allá
de lo que mi imaginación alcanza. A veces me hablan cuando es-
toy conectada con mis pensamientos y no logro desactivarlos. Los
recuerdos me llegan tiempo después, choco al escucharlos. Tengo
el poder de recrear nuestras conversaciones. No sé qué decir y me
enojo. Me pregunto cómo él puede expresar sus emociones con
precipitación. Me bloqueo y lo necesito más que a cualquier otra
persona. Me estresa no poder hacer lo que quiero, deseo que nues-
tros hechos no tengan consecuencias.
Me detengo y pienso cómo es que llego aquí, si merezco esta au-
toridad. Me gusta analizar lo que está bien y mal. Muchas veces
no me importa la conclusión. Ahora, me doy cuenta de que tengo
que estar segura, ya que esta persona cree todo lo que le digo. Es
increíble la confianza que me tiene, me admira y no me encuentra
defectos. Está seguro de que yo le doy lo mejor de mí.

69
Ya no sé de dónde más puedo sacar energía, él me despierta mis
ganas de amar, y aunque no pueda salir de su cuna, me da los bra-
zos. Llovizna polvo blanco, elimino lo rojo. Me agradece con un
burbujeo que me hace recordar mi pasado. Los bombones que
abundan en su cara me endulzan la vida. El azúcar de su corazón
queda perfecto con mi café de cada día.
Veo que detecta la manera en la que le hablo. Sabe si estoy feliz,
enojada o triste. No me necesita decir nada. Con su tacto, me arre-
gla. Al recargar su cabeza en mi hombro emana un suspiro de paz
que cambia el transcurso de mi jornada. Reflexiono y entiendo
que él merece mi esfuerzo. Rechazo varias ofertas y mi currículum
se enriquece.
Lo veo y no quiero quitarle su puesto que desempeña muy bien.
Es claro en lo que deseamos ver en él y le explica con amabilidad
cómo puede lograrlo. Lo educamos juntos llenos de placer, no in-
tentamos esconder nuestras travesuras. Las risas nunca faltan, pero
sí los lugares a los que queremos llevarlo. Nos impresiona ver esto
tan extraordinario.
No piensa dos veces lo que me quiere decir. Si pasa por su cabeza,
sale por su boca. Esa bondad que expresa no es de este mundo. Es-
toy enamorada de él. Y supongo que él de mí, porque soporta cada
terremoto de complicaciones. Siempre me regreso a buscarlo, giro
y me doy cuenta de que él ya está a mi lado. Siempre está ahí.
Ansío extraer la leche de mis creencias. Nuestro legado nos ha
dejado hábitos, los cuáles recreamos. Nos detenemos a pensar si
queremos repetir todos. El núcleo de mi ser está garapiñado de
tradiciones. Reflexionamos que lo más importante es su bienes-
tar, entonces dejamos aquellas que le causen alegría e inventamos
nuevas. Salimos de nuestro origen y exploramos culturas. Tene-
mos una nacionalidad mezclada de sentimientos.
Nuestra casa de hielo no resiste nuestro fuego. Los recuerdos nos
acechan y no podemos romper nuestro vínculo triangular. Cada
esquina tiene su propósito, nos volvemos equiláteros. Aprove-
chamos lo agradable y acortamos la controversia. Las peleas se
vuelven debates, y el moderador nos da esperanza de llegar a las
soluciones.

70
Él es mi interminable romance. La filosofía no tiene suficientes
dilemas para comprendernos. Empezamos solo él y yo. En vez de
salir, entramos al bosque de anhelos. Aspiramos a nadar en el lago
sin límites, donde sus rizos se desenredan y nuestros pijamas se
hunden. Corremos en el mismo carril y nos detenemos en la mis-
ma cereza. Lo atamos a nuestra sangre y dejamos que fluya la suya.
Vemos la película de nuestra vida mientras el chocolate está listo.
Estallan nuestras emociones y nos dejamos llevar. Hojeamos mo-
mentos inolvidables y borramos los pesados. Chocamos nuestras
tazas y regamos nuestra alegría. Truena el coraje y liberamos la pa-
loma. Ella no sale de nuestro hogar, solo nos rodea, creando paz en
cada uno de nosotros.
Cada año se vuelve más elaborado. Y los ladrillos, más pesados.
La construcción no acaba y diseñamos otro espacio. Se repite la
historia. La nieve llega y se derrite mi sudor. Las burbujas truenan
y llueve alegría. Los mares se estabilizan y entablamos noticias.
Nos lo repetimos y no lo creemos. El azul de nuestras vidas, es
salpicado por un pastel rosado. Nuestra familia cada vez está más
completa. No nos imaginamos llegar a donde estamos ahora. Lle-
go al hospital que sana mis heridas y ahora son tres suturas las que
unen mi corazón.

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ESTRELLA

Eunice de la Cruz

CARMÍN
Silencio
En el hueco detrás de mis costillas
Hay silencio
Shhhhhh
Nubarrones plomizos
Opacan la estampa de un animal famélico
El animal soy yo
Tengo frío
El silencio se hace más agudo
Estridente
Como si le hubieran cosido los labios a la vida
En el hueco detrás de mis costillas
Hay una casa abandonada
Con fantasmas que acechan bajo la escalera
En el quicio de sus puertas
Me juzgan con sus ojos muertos
¿Quién eres?
No soy los errores de otros
No soy sus palabras huecas
Ni sus ridículos lineamientos
¿Quién eres?
Apenas un instante
De niña quería ser otra cosa
Una rama florecida
Una ola
Un pájaro
Y no una paleta tirada en la banqueta
¡Ya la chupó el diablo!
Se te mete en las entrañas
Pasan de largo los zapatos en la acera

72
Para evitar que se les suba
También
El diablo a horcajadas
Y así vamos por la vida
Todas lambrusqueadas
Polvorientas
Manoseadas
Qué asco
Desde pequeñas se nos dice
Que es mejor protegerla
En su empaque reluciente
Para que no pierda valor
Para que conserve su belleza
Aunque el calor la convierta dentro
En un caramelo chicloso y poco apetecible
Cualquier cosa es mejor a tener que presentarte
En el trabajo
En la escuela
Con la familia
Con el pretendiente
Soy fulanita y ya me chupó el diablo
¿Y que tiene eso de malo?
Que no son formas
Ni maneras de andarse presentando
¿Qué van a decir de una?
Que no es muchacha seria
Ni decente
Ni se preocupa por el honor de la familia
Hay que poner en alto el apellido
¡Chingo a mi padre entonces!
Se chingó el día que llamé a la policía
Llamé seis veces porque no llegaban
Tardaron exactamente
3 horas
12 minutos
37 segundos
Mamá casi no se movía

73
Estaba recargada contra la pared de la cocina
Con el sartén en la mano todavía
El mismo que usaba
Para cocinar hot cakes los domingos
En ese momento la deliciosa mezcla de huevos
Leche
Harina y mantequilla
No se cocinaba en su interior
Había en vez
Gotitas carmín que escurrían de su circunferencia
Carmín
Me gusta esa palabra
La aprendí la semana pasada
Carmín
Del francés carmin (kaʁmɛ̃)
Y quizá del mismo origen que carmesí
Nombre masculino que significa
Materia de color rojo encendido
Pintalabios
Rosal silvestre cuyas flores son de color carmín
Flor del carmín
La cabeza de mi padre echó raíces en el suelo
Un racimo le brotó de la mollera
Luego otro
Otro
Otro más
La cocina entera se inundó de flores
Nunca vi nada más hermoso salir de esa cabeza
De esa cabeza
Nada más hermoso
Vi surgir

FRIJOLITO
La hija del nopal vive en una casa de interés social
Tiene los ojos pequeños
La nariz chata y los labios gruesos
No le gusta mirarse en el espejo

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Porque es toda de color café
Ella prefiere el rosa
Le gusta el helado de fresa
El alfajor y las malvas
Al tercer día de nacida su papá la conoció
Porque no había sido varón
Parece un frijol
Dijo
Y así se le quedó
Frijolito no tiene las mejillas sonrosadas de su madre
Escuchaba en casa
Tampoco tiene las benditas y rosadas
Manos de la abuela
Que Dios la tenga en su santa gloria
Sabe que no se parece
A las mujeres que salen en las revistas
Ni a las niñas felices de los comerciales
No se parece en nada a aquello que llaman
Bueno
Bonito
Exitoso
Eso la pone triste
Casi todas las veces
Y llora en silencio lágrimas de chocolate amargo
Que vuelve a lamer siempre
Frijolito odia las albercas
La playa
El calor
No le gusta mostrar ni un poco de ese cuerpo café
Prefiere el invierno
Se cubre entonces hasta la cabeza
Con prendas gruesas
En distintos tonos de rosa cada vez
Camina erguida por las calles
Y se sienta a ver jugar a los otros niños en el parque
Para no ensuciar su verdadera piel
Es rara

75
Es muy rara
Dicen los que la conocen
También los que apenas la han visto
Así que papá la llevó al psicólogo
Para que la arreglara
Ella nunca quiso hablar de su desgracia
De la mala suerte de haber sido niña
Una niña de color café
Que un día tuvo que volver sola a su casa
Con la mochila a cuestas
Con apenas unas monedas
Que puso en la mano del chofer
De un transporte público cualquiera
Una niña que encontraron doce días después
Despeinada
La falda desarreglada
La cara vuelta al lodo de una zanja
Un frijolito que apenas germinaba
Se asfixió bajo la bota de una sombra
De un fantasma
Y regresó a la tierra en una tarde rosácea
Rodeada de flores de malva

COLA DE PEZ SOBRE MOÑO ESTILO GIBSON


San Antonio, please…
Que el amor llegue a este corazón sincero
Que aparezca mi alma gemela
Para que no se me vaya a ir el tren
Que sea respetuoso
Generoso
Muy generoso
Y abierto
Que sea noble
Justo
Y de buen corazón
Un ser humano lleno

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De dulzura
Bondad
Dedicación
Entrega
Y fidelidad
Dispuesto a dar
Dinero
Y a recibir
Amor
Te imploro que me traigas
A la persona que me complemente
Toda toda
Todita completa
Amén
Lección primera
Del manual de la “mujer ejemplar”
Cola de Pez sobre moño estilo Gibson
El Gibson o Pompadour 
Un peinado popular a comienzos del siglo XX
Como la inequidad de género
Este estilo elegante
Mezclado con unas trenzas tipo cola de pez
Le darán un toque bohemio pero sofisticado
Como quien dice: virginal
Aunque no lo parezca
Es uno de los peinados para bodas
Más fáciles de hacer
Me hubiera gustado verme vestida de novia
En un vestido amplio
Muy amplio
De color blanco
¿Blanco nuclear?
¿Blanco óptico?
¿Blanco nieve?
¿Blanco ostión?
¿Blanco perla?

77
¡Blanco hueso!
¡Excelente decisión!
Ahora
Separe el cabello en tres secciones
Una
Dos
Tres
Dejando más pelo en la parte de atrás
A mí me hubiera gustado bailar el vals
Hacer el brindis con Champagne
Ya de perdida con un caguamón helado
Después
Haga dos trenzas de cola de pez
Una a cada lado
Por aquello de que llegue el hombre
A querer montarla por detrás
Hay que facilitarle las riendas
Para que no se le vaya a enojar
Luego
Ate el pelo de la sección del centro
Con una goma
Y enróllelo
Engánchelo con horquillas
Para crear un moño Gibson
No vaya a ser que aquél
En un arranque frenético
Le amarre el cabello alrededor del cuello
Y se le boten los ojos
Y se le salga la lengua
Para terminar
Coloque bien las trenzas sobre el moño
Para que no se muevan
Ahora
Sus piernas
Como una cola de pez
Despeinando la red de sábanas

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Con motivos de naturaleza muerta

JADE
Acaba de salirle una manchita
Al lado izquierdo de mi corazón
Es oscura
Pequeña
Como semilla de manzana
Y duele
Como una espina de tuna sobre la palma
Ojalá no eche raíces
Ni crezca en árbol por la madrugada
Así
Si despierto
No tendré que sentir sus ramas
Atravesándome la garganta
Fundirme en árbol
Ser un árbol
Quiero ser un árbol
De un bosque secreto
Impenetrable
Y parir
Cada cierto tiempo
Manzanas meditabundas
Limones lacados
O ciruelas cantarinas
Quizá sea un cerezo
Siempreflorido y Nuncamuerto
Uno azul neón de frutos rutilantes
De esos que no existen
Quiero ser un árbol apacible
Adornarme con nidos las hojas
Danzar la sinfonía de los vientos
Y en silencio penetrar la tierra
Un árbol ser
O volcán

79
De fuego
Corazón de piedra
Verde
Antiguos son los pasos
La sangre que me nutre
Antiguas también mis penas
De lágrimas mordientes
Crece en mí la sabiduría del árbol
Del viento que me llama
Por mi verdadero nombre
Jade
Cultivo el canto de las aves
Descubro los secretos de la tierra
En mi costado danza un río
Se vuelca en un mar impredecible
Mis ojos aprendieron a nadar
Ancestrales
Anfibios
Brasas que avivan
En las profundidades del océano incipiente
Acuden a mí los peces
Para besar el musgo de mis piedras
Y mi falda se viste de nácar
Y de carey
Volcán de piedra
Corazón de fuego
Dios bendice el murmullo de la vida
floreciendo en mí

JULIETA
Te preparas para el viaje
Para no volver
Entras a la regadera
Te tallas la espalda
Afilas tu lengua con la esponja
Descamas la dermis muerta de rabia

80
Que se ha vuelto insípida
Restriegas tus ojos con jabón
Te arrancas las uñas
Escarbando los restos de esa historia
Tu historia
Enjuagas con saliva tu inocencia
Lames las heridas infectadas de ingenuidad
Y aún estás sucia
Puedes sentir las costras de su esencia
Incrustadas aún dentro de la nariz
La mugre de su hipocresía
La mancha que se expande por tus huesos
El recuerdo de haberte revolcado
En la inmundicia del mismo lodo
Ayer se te murió la valentía
Hoy no eres más que un retazo
Cualquier trapo de cocina
Y te lastimas el alma
Porque te sientes percudida
El olor a viejo te persigue
Y ya la naftalina no hace efecto
Cuando te tragan en vida las polillas
Empacas el cepillo carcomido de tu infancia
El jabón de tus ilusiones
El rastrillo sin filo de las esperanzas
El shampoo y el acondicionador que anuncian
“Nada más que lágrimas”
Echas las horquillas ya sin puntas del pasado
Algunas fotografías sin rostros ni desencantos
Hasta el fondo las pantaletas percudidas
Y entre ellas
Cuidadosamente colocada
Una vieja Biblia de reproches apolillados
No dejas ni un cerillo
Vacías los rincones
Como si anularas

81
De cada agujero y grieta
Tu propia existencia
Dejas el sitio mugriento y desolado
Tal como lo encontraste
Con el costal de tus trastos a cuestas
Te detienes en el umbral
Y saboreas una última bocanada
De abandono y alquitrán
Luego un paso
Lágrima
El otro
Escalofrío
El que le sigue
Un eco
¡Corre Julieta y no mires atrás!
Vuelves la cabeza
Para ver tus sueños
convertidos en estatuas de sal
Sales a la calle
La tarde muere lentamente
Abres la lente
Enfocas
Disparas
Tomas la panorámica de los coches
Flash
ISO
En movimiento de la gente que no te mira
Disparas a las palomas soñolientas
Congelas las reminiscencias de sol
En las torres de la catedral
Suspendes en una sola toma
El agua de la horrible fuente principal
Sacas un espejo de tu bolsa
Te tomas una fotografía
El rostro descompuesto
Las bolsas grises bajo tus ojos

82
La mueca de tus labios finos
El alma encarcelada
En una imagen que no ha de perdurar
Caminas entre adoquines
Tomas una varilla huérfana
En el centro de la ciudad
Y furiosa
Arremetes contra el cristalino
Gritas
Te retuerces
Escurre de tus mejillas
Un jardín de rosas carmesí
Finalmente te observan
Eres ahora tú
Quien no los ve

EL VUELO
Lo entenderás cuando seas grande
Me dijeron tantas veces
Ahora soy grande
Papá insiste en que consiga un trabajo
Mi hermano me reprocha
No haber elegido a un “buen hombre”
Todavía
Y mi madre me exige nietos
Como si en ello se le fuera la vida
Supongo que soy grande
Porque mis “amigas”
Las cuales
Hace tiempo no me intereso en frecuentar
Sitúan sus conversaciones
En importantes temas de actualidad
Como:
Recetas de cocina:
No importa si el arroz se pega
Tú cocina en zapatillas

83
Estilos de crianza:
La chancla ya pasó de moda
Lo de hoy son los verdugones emocionales
Adiestramiento marital:
Si no te publica en Facebook
Es porque te engaña
Tips de belleza:
Cómo quitarse cinco años de encima
Sin pasar por prostituta
Y otras curiosidades
Entonces llega la náusea
Siempre me supe un poco más valiosa
Que un trofeo de pared
Colgado en el estudio de mis padres
Hace un año que terminé la carrera
Mis padres dicen
Que pierdo el tiempo leyendo
Hubo un momento
En que me interesé en la ecología
No hubo más resultados que la lástima general
Así sucedió también con las artes
Y una incipiente empresa de beneficencia
Sin fines de lucro
Por supuesto
A final de cuentas tuve que abandonarlo todo
Para convertirme en una persona productiva
Como dice mi padre
En alguien que aporte algo valioso a la sociedad
Ser adulta
Generar ingresos
Pagar impuestos
Llevar una casa como es debido
Comprar un auto
Conseguir marido
Tener hijos
Que a su vez

84
Algún día
Habrán de convertirse en gente de bien
En la sala de espera
Las manecillas avanzan lánguidamente
Sobre la carátula del reloj
Repaso en mi mente las técnicas de la entrevista
Observo detenidamente
A la fauna de oficina
Mientras espero oír mi nombre
Pienso en ese estilo apresurado
Insípido
Automático
En que otros abordan la vida
El tiempo se ha vuelto una moneda paupérrima
Siento el insistente segundero del reloj
Trazándome la cara
Por fin me llaman
Un fulano
Con una horrenda corbata azul marino
Me espera
Me acomodo en la única silla
Frente al escritorio de segunda
Comienzo a responder a las preguntas
Elaboradas
Por el individuo de ojeras pronunciadas
Y de cabello oscuro
Marca “Just for men”
La tarde sepia anuncia a los faroles de la calle
Esta noche no habrá luna
Sonrío ampliamente desde hace media hora
Me duelen las comisuras de los labios
El sujeto abre la boca desmesuradamente
¿Cuál es su experiencia?
Siento el alivio de una llama
Trepándome en la cabeza
El rostro hecho una mueca

85
Tartamudeo
Hago referencia al clima
El calor es insoportable
Me quito el saco
Me abanico con las manos
Erguida sobre la silla
Respondo a la pregunta del fulano
Que me observa desconcertado
Mientras me arranco con desesperación
La blusa
La falda
Las medias
La ropa interior
Los zapatos
Me trepo de un salto al escritorio
Extiendo los brazos
Y por primera vez emprendo el vuelo
A través
De la ventana
Vuelo

ESTRELLA
Tenía once años
Cuando me infesté de mariposas
Corría por el patio de la escuela
Cuando por descuido
Me tragué una de color azul
La descubrí tímida después
Revoloteándome en la panza
Pero no le puse atención
Depositó huevecillos en mi corazón
Dicen que lo peligroso
Es cuando migran a la cabeza
Entonces ya no hay salvación
La primera vez que me llamaron puta
Fue cuando me encontraron

86
Rellenando el brassiere con papel higiénico
En uno de los cubículos del baño
Me sorprendieron frágil
En mis ojos se respiraba el miedo
La culpa
De no haber revisado el seguro de la puerta
Juan tomó el espejo
Que descansaba en el tanque del retrete
Y lo estrelló en el suelo
Cientos de astillas luminosas
Reflejaron la luz de las lámparas de halógeno
Del techo
Parecían estrellas
Consumiéndose a miles de millones de kilómetros
Después de esas y otras historias
Que son como un nudo en los huevos
Abandoné la escuela
Ahora me llamo Estrella
Estrella caminante
Estrella envuelta en llamas
Estrella seminal
Dejo caer mis tacones en la noche
Como colillas de cigarro en las banquetas
Iluminando la pasarela de las calles
Visitando los refugios anónimos
Para los closeteros y precoces
Para los casados en armonía clerical
Para los mayates
Maricones
Chichifos
Para los sádicos
Que nunca se descubren
Hasta que ya te tienen los dedos
Ensartados en la garganta
A punto de arrancarte la quijada
Y te gritan que no eres mujer

87
Que no eres mujer de a deveras
Que no eres más que un pinche joterete
Todo eso mientras te penetran
Esos son los que deberían de morirse
Ensartados en los palos de las escobas
A esos deberían de matarlos
A esos y no a nosotras
No me gustan los funerales
Y este mes ya vine a tres
Dicen que a Cassandra la mataron
Por ofrecida
Por perra
Por mala vida
Pero eso dicen al final de todas
Y digo que no quiero
Que me he cansado
Que tengo tres semanas
Sin limpiarme las orejas
Para ver si se me tapan
Y entonces no escuche nada
Y exponga una sonrisa
Y asienta con la cabeza
Y ponga los ojos fijos en ningún lugar
Por eso repito mucho mi nombre
El que me corresponde
El de a deveras
Estrella
Para brillar con fuerza
Para no perderme en el infinito
En un agujero negro
En el centro de la nada
Aquí ya no queda nada

88
DREAM

Alonso Apolinar Ensaldo

La noticia
Benjamín: Madre, no se me hiso llegar al otro lado, me quedé en el
muro. Verá, madre, yo anduve presumiendo que iba a ser millo-
nario, que sería jefe, que al escuchar mi nombre se pondrían de
pie en los dos lados de la frontera y que el día de mi muerte sería
un acontecimiento importante. ¿Se imagina lo que van a pensar
y a decir si se dan cuenta de cómo terminé? No me deje quedar
mal, hágame un funeral en grande, que yo tenga camisa de seda y
ataúd de madera fina, que suene la banda tres días seguidos, que
mi entierro resuene desde el novillero hasta Santiago. Cúmplame
con eso, madre, para que no me digan mentiroso y para que María
Elena vea que no le eché mentiras, que sí le iba a cumplir. Usted
sabe que nunca le he pedido nada. Madre, ahí le encargo.
Ester: Comadre, le tengo noticias… de su hijo.
Aurora: ¡Mi hijo! ¿Dónde está para abrazarlo? ¿Dónde estás, mijo?
¡Pásale, ven a abrazar a tu madre!
Ester: Espérese, déjeme decirle, comadre… Su hijo está allá afuera…
Lo trajeron… Lo trajeron muerto. A su muchacho lo mataron los
gringos cuando llegó a la frontera, ni siquiera alcanzó a brincar el
muro, le aventaron los balazos desde el otro lado.
Aurora: ¿Te digo algo, mijo? Esas palabras se me pegaron como sa-
litre en el corazón. Desde que tu abuelo construyó esta casa yo
la sentí como algo muy mío, aquí crecimos, aquí aguantamos los
calores que convierten en comal el empedrado de la calle. Aquí
también he vivido muy a gusto lo que luego dicen que se llama
felicidad. Desde entonces, la humedad ha estado en la pared de la
entrada, por más que se le hacían arreglos, nunca se le pudo ganar,
se metió más profundo entre los adobes, igualito que aquellas pa-
labras haciendo mella dentro de mí, cuando me dieron la noticia
de que te trajeron muerto. Entonces me di cuenta de que yo soy

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esta casa, fue cuando, a través de estas ventanas, que son como
ojos gastados por la humedad, vi que te trajeron en una bolsa ne-
gra. Ese bulto que dejaron ahí nomás a la entrada, eras tú.
Benjamín: Sí, madre, yo me doy cuenta enseguida de que estoy de
regreso. Usted se queda callada. No dice nada por largo rato, pero,
por entre lo oscuro de mi envoltorio, yo sé que estoy en casa, con
usted.
Pollero: Cuando yo les diga, corren para abajo de la loma y de ahí se
van a trepar por la parte del muro que está marcada con pintura, de
ahí en adelante van solos, ¿you know? ¡Córranle, cabrones!
Benjamín: Corro sin poder sacudirme la noche que no me deja ver la
pendiente. No traigo mi mochila porque me la roban cuando me
quedo dormido esperando la camioneta del pollero. Solo llevo la
bolsita de comida que me regalan las Patronas en las vías del tren.
Corro con ganas, igual que, cuando de niño, juego a ganarle al ca-
ballo de mi tío, el gordo, en la fiesta de la parroquia. Mientras corro
cuesta abajo, por dentro voy gritando: ¡Te voy a ganar la carrera,
pinche migra! Corro hasta que dejo de sentir las piernas, hasta
que las piernas no pueden sostenerme. Siento que algo caliente
me atraviesa el pecho, mientras me revuelco entre espinas y la are-
na se me mete en la boca ahogando mi grito. No logro ver nada.
Hay mucho ruido, sirenas, voces distorsionadas. Todo es ruido y
oscuridad.

The news
Reportero: En Estados Unidos, la Cámara de Representantes aprue-
ba un  paquete de medidas antiinmigrantes  que fijan  castigos
mayores contra indocumentados y cortan los fondos para las lla-
madas “ciudades santuario” que rechacen cooperar con las auto-
ridades fronterizas. De igual manera, autoriza la contratación de
doce mil quinientos efectivos de inmigración armados, para for-
mar parte de la llamada fuerza de deportación. Por su parte, Méxi-
co crea su propia patrulla fronteriza. Es una aportación del gobier-
no federal al muro estadounidense: “No pagaremos el muro, pero,
en cambio, lo vigilaremos solidariamente desde el lado mexicano.”
USA: Listen well, the order is to eliminate all those Latin animals.

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¡Go home beaners!
¡Go away fucking plague! ¡Go away from here!

Las olas del mar


Benjamín: Se apaga el estruendo. Sé que estoy en casa. Reconozco lo
fresco de las paredes, mientras tu silencio me acaricia la garganta
muda.
Aurora: Ya estás en tu casa,
las olas del mar
repiten tu nombre con este cantar.
Tu cuna de palma se mese de a poco,
te mojo los labios con agua de coco.
Mis ojos te miran cual dulce besar.
Tus ojos se cierran,
te vas a soñar.
Ya estás en tu casa,
las olas del mar
repiten tu nombre con este cantar.

Un sueño
Mosca: Come on Benjamín, sal de ese pozo de desechos tóxicos.
¿Qué prefieres, ver cómo te haces viejo respirando esa bazofia, o
atreverte a salir del fondo de esa torre hundida y hacerte hombre?
Just Do it Benjamín, no vale la pena limpiar el muladar en el que
vives, no vale la pena hacer espacio en un lugar que devora corde-
ros y vomita caldo de miseria, para luego tragar su vómito y repetir
un ciclo perpetuo. ¿Qué necesitas? Del otro lado del muro lo hay
todo. Únicamente depende de ti que te apoderes de la antorcha de
la libertad.
Comisariado Ejidal: El progreso ha llegado a nuestro pueblo con el
alumbrado público, la pintura de la comisaria, los potreros nuevos,
la nueva flotilla de pangas para la cooperativa y la fiesta patronal
más grande que nunca en nuestra historia, es gracias a un hombre
que ha sabido honrar con sus acciones a padre y madre, un triun-
fador en el país vecino, pero que no se ha olvidado de su gente, es
un ejemplo de valentía y de orgullo para todos nosotros y el día de

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hoy, para nuestro beneplácito, está de regreso con nosotros. ¡Bien-
venido, Benjamín, hijo pródigo de San Pedro de los Aguajes!

El rifle
Benjamín: Siempre he tenido sueños que me dicen cosas. Yo les nom-
bro mis sueños secretos. Ellos me hacen saber lo que va a pasar
y yo puedo aprovecharme de eso. Siempre tengo cuidado de no
contarle a nadie sobre ello. Hoy, muy temprano, abro los ojos, el
sueño de anoche es uno de mis anhelos secretos, me ha dado la
noticia de mi vida nueva. Cada vez que sabía de los que se iban
al norte, yo sentía mucho miedo de pensar lo que les pasaría. Se
dicen muchas cosas sobre la migración que son pura mentira. Que
allá no hay dinero para la gente de fuera. Que viven peor. Que ba-
tallan por un plato de comida y por un momento de tranquilidad.
Otros dicen que, al contrario, que las cosas terribles que uno escu-
cha, son puros cuentos para espantar, inventos para evitar que el
mundo se brinque el muro, porque al ser tantos, ya no alcanzaría
para todos, de manera que, al enfrentar un peligro tan grande, los
cobardes ya no buscarían el éxito reservado para los valientes. Solo
ellos, los audaces, los temerarios, estarán del otro lado, porque son
los únicos que merecen la gloria. Por eso, porque quiero ser uno
de esos valientes que enfrentan los riesgos, a nadie le cuento mi
sueño secreto.
Hoy, muy temprano, tomo el rifle de cacería, el mismo con el que
muchas veces me hago al monte para traerle a mi madre, bichos
que convierte en una fiesta a la hora de la comida… y se lo llevo a
don Pascual, el dueño de la cooperativa.
Don Pascual: Es lo que puedo fiarte por el rifle, Benjamín.
Benjamín: Es muy poco, don Pascual, no sea así.
Don Pascual: ¿Qué te parece si mejor te ofrezco trabajo en la coope-
rativa? Te conviene más tener un trabajito seguro conmigo.
Benjamín: No se ofenda, don Pascual… Yo voy a irme al otro lado
porque quiero progresar. Luego vendré a visitarlo para demostrar-
le que voy a triunfar en grande.
Don Pascual: Mira, muchacho, te voy a comprar el rifle a ese precio,
solo porque hace años yo se lo vendí a tu padre y porque quiero

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ayudarte, pero no creas que me interesa. Hace unos días compré
buenas armas, automáticas y semiautomáticas nuevecitas, para
tener con qué responderle a los que se andan entrometiendo en
nuestra zona de pesca. Uno se puede hacer de las armas que le per-
mitan sus billetes y sin moverse del pueblo, aquí llegan a ofrecer a
cada rato.
Benjamín: Acepto el dinero que es mucho menos del que creí. Al en-
tregarle el rifle no dejo de recordar a mi padre el día en que me
lo dio y que me hizo prometerle que lo tendría siempre conmigo,
para cuidar la casa y procurar alimento en tiempos difíciles. Mi pa-
dre nunca iba a imaginar qué tan duros se pondrían estos tiempos,
donde ya no alcanza para comer ni para decir que uno vive bien.
Ahora se necesita demostrar que uno vale sobre los demás y eso
solo se consigue con dinero, mucho dinero y con el poder que a
uno le da ese dinero.

Estirpe bélica
Jefe: Veinte millones de armas que hemos metido al país en lo que va
del reciente periodo, no son suficientes, nuestros proveedores del
otro lado, nos están exigiendo que, de inmediato, elevemos la can-
tidad, de lo contrario, le van a pasar el negocio a otro grupo. Empe-
zamos controlando el 80% de la distribución. ¿Y ahora qué? ¿Nos
vamos a quedar de brazos cruzados? ¿Se dan cuenta que eso ya se
los venía diciendo a ustedes desde hace tiempo y no han hecho
nada? Van a responderme con resultados… ¿Me oyeron? Tene-
mos que mantener el control de las plazas del Pacífico, del Centro,
del Golfo y del Sur. No se los vamos a dejar en bandeja de plata, a
los que quieren aprovecharse de la situación. Quiero resultados.
Encargado de plaza: De acuerdo, jefe, cuente con que lo vamos a ha-
cer. Autorícenos a ponerles un alto, como sea necesario, a los que
están trayendo armamento del otro ladeo del charco. Ya tenemos
detectado todo su manejo. Lo meten por la frontera sur y los jefes
del gobierno no nos echan la mano, porque dicen que quieren ver
cuál grupo les deja más billetes.
Jefe: Ustedes no se metan en dimes y diretes con la parte del gobierno.
Ellos también quieren que se aumente la venta. Si no es con unos,

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será con otros. Ellos son los primeros en valerles setenta chinga-
das las leyes, referéndums y protocolos sobre las armas. Ustedes
ocúpense en lo suyo. ¿Qué pasó con los ejidatarios que se estaban
animando con las autodefensas? ¿Con los contactos en las peni-
tenciarías? ¿Y con los dos nuevos cárteles? Ahí es donde tienen
que meterle ganas. Y si no hay demanda, ustedes se la inventan
para que no les quede de otra y nos compren. No me vengan a de-
cir que no saben cómo se mueve el negocio, carajo. Quiero reporte
la semana próxima y al que no dé el ancho, va para afuera.
Escolta: Jefe, se cumplieron sus órdenes de eliminar a los dueños de
los antros que no querían pagar piso, se puso dura la cosa, pero ya
no hay problema.
Jefe: ¿Y por qué no viene mi hijo a darme el reporte? Fue a él a quién
dejé encargado de ese asunto.
Escolta: Lo mataron, jefe, le descargaron una nueve milímetros. Mu-
rió como digno hijo suyo.

Preparando el viaje
Benjamín: Me retiro de la casa de don Pascual, veo de reojo el rifle por
última vez. De alguna manera me disculpo con mi padre por rom-
per la promesa. Aprieto el puño con los billetes… ¡tengo dinero
para iniciar mi viaje!
Una opción para llegar al otro lado, es anotarme con los que vie-
nen cada seis meses a acarrear gente para el trabajo pasando la
frontera. Pero esos ya se fueron la semana pasada. No quise ano-
tarme entonces porque tenía miedo. Ahora es diferente. Además,
mi propósito no es trabajar en el campo. Yo pienso en grande, ya lo
he visto en mi sueño secreto. Antes de hablar con mi mamá, voy a
contarle a Marielena lo que he decidido hacer.

Debo ser
Marielena: ¿Eso es lo que quieres? ¡Lárgate entonces, pero no me
digas que vas a regresar y que te vas a casar conmigo! ¿Cómo espe-
ras que te crea que volverás? Estar allá es caer en la tentación de un
mundo muy diferente. Yo sé que vas a cambiar, y no te reprocho
que aspires a ser alguien importante, lo que no puedo aceptar es

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que te mientas, al decirme que vas a regresar para casarte conmigo,
porque yo no merezco creer en una promesa que no vas a poder
cumplir. No me importa que triunfes en el otro lado, yo no te voy
a esperar.
Benjamín: Voy a regresar al pueblo como un gran señor, te voy a de-
mostrar a ti y a todos, que no soy un cobarde ni un mediocre y te
haré saber que mis palabras son ciertas cuando nuestra boda sea
más grande que la fiesta patronal.
Al dirigir mis pasos lejos de ahí, siento un agujero en el corazón por
donde el aire me atraviesa de lado a lado, en ese orificio voy a po-
ner el beso de Marielena como parte de mi equipaje. Siento miedo
de sus palabras, pero ella no sabe de mi sueño secreto. Debo ser
valiente.

El pozo
Benjamín: Dicen que hace mucho había más peces que agua en los
ríos. Los árboles se cargaban de frutos y el mar era bueno con la
gente del pueblo. Pero llega la modernidad, los grandes hoteles, la
industria, las plazas comerciales. Despojan a la gente de sus tierras.
Dividen los terrenos, que ahora valen su precio en moneda extran-
jera. Ponen alambrados en las playas y al pueblo no le queda nada.
Ya no es posible permanecer aquí y vivir a tientas. Nos han sumer-
gido en un pozo lleno de marcas comerciales y de emblemas cor-
porativos. Por mucho tiempo pedimos ayuda y nuestras voces les
suenan peligrosas a los otros. Desde entonces, todos los que pasan
arrojan al pozo ventas nocturnas y ofertas de temporada, para ta-
parnos la boca, para hundirnos en la inmundicia y alejarnos de la
luz, hasta hacerla apenas un puntito que habita en el recuerdo de
unos cuantos. Por eso hago mis pasos al norte, dicen que el pozo
del otro lado es más grande y al final te das cuenta de que también
guarda inmundicia, aunque su olor sea distinto. No es fácil pasar la
frontera, en el borde hay una mosca que lo sobrevuela y se alimen-
ta de los restos reciclables que cada hora caen en él. Ha comido
tanto, que el insecto se ha vuelto monstruosamente grande. Baja
al pozo, desliza su hocico sobre los bordes y, en un parpadeo, se va
volando. Cada día regresa a revisar su trampa. La he observado.

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Conozco su plan de vuelo. La próxima vez que aparezca le voy a
amarrar las patas con una soga larga, la mosca volará y no se dará
cuenta de que me ha jalado para el otro lado. Aunque es posible
que sus ojos de barras y estrellas me miren y termine con su lengua
alrededor de mi cuello, o en el fondo del pozo llamado frontera.

Las Patronas
Benjamín: Una semana de viaje. Tengo hambre. Aunque no camino,
me muevo a gran velocidad. No sé dónde estoy. Me aferro con to-
das mis fuerzas a los fierros salientes del lomo de la bestia. Cientos
de hombres y mujeres junto a mí, tendidos igual que yo. Otros col-
gados en los costados, como quien se aferra a la última esperanza.
No sé si avanzo o retrocedo. Trayecto caprichoso en los rieles que
hieren los campos, para que la bestia los surque frenética, cargada
de parásitos que se alimentan de ilusiones, de sueños de libertad.
Mi atención ya no está en el dolor de mis manos ni en la falta de
circulación de mis piernas a causa del esfuerzo que hago para no
caer al abismo, ese constante manchón de colores con fantasmas
de montes y poblados que va desgarrando el monstruo ferrovia-
rio. Solo pienso en el hambre que me quema las entrañas. Voces
anuncian: “¡Las Patronas!” Es un conjuro al que la bestia sucumbe
y ralentiza su estrépito, ahí están ellas, han vaciado todo el miedo
de sus ojos para llenarnos de caricias, para alentarnos con sus pa-
labras:
Patronas: La soledad está en el descuido.
La soledad es distracción de la presencia.
Estamos aquí para decirle no a la soledad,
para cobijarte con la tibia piel de tu tierra,
para que en este violento instante
friccionemos dulcemente nuestro corazón con el tuyo,
para que tu alma sepa que no hay soledad.
Benjamín: Entonces, con sus brazos de madreselva, entregan pródi-
gas el alimento que nos permite seguir cabalgando al lomo de la
bestia. Mujeres cupaimas, mujeres árbol de la vida que, en un sus-
piro, desaparecen ante mi mirada.

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La noche
Benjamín: El sol va quedando detrás. Frente a mí la noche, que no es
la misma en la que celebran su orgía los cocuyos. Esta noche huele
a encierro. Un vaho de incertidumbre me penetra por todos los
poros. Camino hacia las fauces de una mosca. La dirección de mis
pasos los marca la noche. Hay un silencio concertado en todos los
que hemos logrado bajar de la bestia y seguir la ruta. Llego hasta la
esquina grafiteada donde un coyote es el último eslabón antes de
salir de este pozo de miseria. El cansancio teje un lecho de cemen-
to junto al poste de luz ambarina. Camino hacia la noche.

Reflejo
Yo: En el umbral,
en la fisura de un canto y un grito.
Estatuas rotas de glorias pasadas.
Sueños pintados de negro.
Persigo la claridad
que se confunde entre la duda y el silencio.
Aquí me pierdo.
Frente a mis ojos estoy yo mismo.
Soy múltiples espejos confrontados.
Soy millones de sentencias
que esféricamente me inundan.
Millones de reflejos míos,
que al mirarse entre sí
se multiplican infinitamente.
No quiero mirarme más.
Me voy a deshacer de estos espejos.
Con el ardor de mis puños
voy a convertirlos en astillas diminutas.
Otro Yo: Tus ansias de escapar te han jugado en contra cuando las
incontables astillas sustentadas en el espacio han creado un cos-
mos. Las galaxias de cuerpos-espejo te describen de maneras
insospechadas. ¿A dónde vas? No hay manera de escapar de tu
propio reflejo. Anda, haz por huir y solo conseguirás sumergirte
profundamente en este espacio de ti mismo. Observa tus miradas,

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tus fragmentos y tus destellos que se pierden en la sombra, solo
para internarte en nuevas fuentes de luz insondable.
Yo: ¡Atrás, esbirro de la muerte! Vuelve a tu caverna, donde cuerpos
sin latidos como el tuyo, yacen por debajo de los sueños justos.
Aleja de mí tu espada, que maldito es aquel que levanta el filo de
su acero contra quien vive mirando el horizonte.
Escúchame y obsérvame, no soy yo quien te intimida. La furia te
impide sentir el miedo que te causas. La hoja de esta espada no es
de nadie sino tuya. No es contra nadie sino contra ti mismo.
Debo embarcarme al amanecer.
Debo salir para ser otro,
para dejar en el muelle al que soy ahora.
Me voy de mí, para salvarme.
Quiero ser ese otro detrás de mi reflejo.
Al otro lado de la línea seré más alto.
Seré más fuerte.
más rápido.
Al otro lado de la línea mi lógica despertará,
mis esfuerzos van a revivir
en favor del trabajo y la disciplina.
Al otro lado de la línea
saldré de este capullo de cadenas,
de la apatía que me impide volar.
Voy a revelarme como lo que soy,
un canto de razón
ante la incredulidad y el abandono.
Otro Yo: Las astillas te hablan a gritos.
Te llaman con susurros cortantes.
Las respiras.
Se absorben en tus pulmones.
Viajan en tu sangre
hasta llegar a tu corazón.
Solo eres tú
en tus células de espejos contrapuestos,
en tu irrenunciable identidad.
Quien no se reconoce al verse,

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queda mutilado
de pies,
manos
y alas.
No hay vuelo,
no hay nada más allá de la línea
que no esté ya dentro de ti.
Más allá de la línea no hay nada.
Nada.

La rendija
Benjamín: Subo a una camioneta de carga, junto con otras quince per-
sonas. Mi rostro queda aprisionado entre una espalda y una puerta
de tablas fisuradas. Por una rendija, mi ojo derecho ve el pozo que
poco a poco dejo atrás. Pasan horas entre el vapor de hiel que nos
envuelve en el hocico de la mosca. Mi ojo derecho me dice que
ya está por finalizar el ajetreo, me muestra una serie de enormes
barrotes metálicos en hilera. Es el muro. El borde del pozo.

El muro de por medio


Zarandeado: Mis pasos se imprimen en la arena. La tarde va siendo
desplazada por la noche. Aún no se sumerge el sol en el océano. El
muro frente a mí. La cerca metálica oxidada, interpuesta entre las
dos partes de una misma playa. Voy al encuentro de la descono-
cida más importante de mi vida, a la que me he dedicado entera-
mente desde que estoy de este lado de la frontera. No sé qué le diré
al verla, al conocerla. ¿Qué puede ser más elocuente que la mirada
de sus grandes ojos en los que me pierdo cada vez que miro su
retrato? En un momento como este, cuando mis zapatos se cubren
de arena al caminar, me lleno de preguntas y de recuerdos. Yo pro-
vengo de una familia pobre, muy pobre. Una madre abandonada
por un hombre que solo se mencionaba de vez en cuando. Cua-
tro hermanos y yo, teníamos que arreglárnoslas para sobrevivir.
Comíamos lo que fuera, lo que podíamos conseguir con nuestras
propias manos sin gastar dinero: pescado, camarones, jaibas, al-
mejas, ostiones, mangos, guanábanas, cocos, papayas, plátanos, en

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fin, teníamos que conformarnos, no había más. No fui a la escuela,
me la pasaba trabajando en las huertas para obtener algo de dinero
y llevárselo a mi mamá, “Usted no se preocupe, mamá, cuando sea
grande voy a ganar mucho dinero para que se compre un vestido y
mucha comida.” Tendría yo diez años entonces. Cuando me hice
adolescente, quise cambiar de aires, conocer mundo. Me fui a bus-
car la vida a la ciudad, a un par de horas de mi casa. Me dio ride
un camionero que venía a comprar fruta. Realmente no me im-
presionó el lugar, era como mi pueblo, pero mucho más grande y
con automóviles. En ese lugar conocí a don Virgilio. Era dueño de
un restaurantito y me contrató como mesero. Entonces, mi mamá
se pudo comprar un vestido con el dinero de mi primer sueldo.
Tiempo después, al ver cómo me interesaba por la preparación de
los alimentos, don Virgilio me enseñó a cocinar. Le tengo mucho
agradecimiento, porque eso me ha dado para que mi familia pueda
vivir. Uno no importa, lo que vale es que la gente amada esté bien.
El pescado zarandeado es mi especialidad. Para preparar el pesca-
do zarandeado se necesita un buen pargo, mantequilla, sal de ajo
y pimienta al gusto, jugo de limón, salsa picante, cilantro picado,
cebolla en rodajas, mayonesa, salsa de soya, mostaza, una hoja de
vástago y el aderezo secreto. Cada persona que lo prepara tiene su
propia receta y esa no se comparte. Ya con todos los ingredientes,
se lava bien el pescado. Se coloca un trozo de papel aluminio entre
dos parrillas para asar. Se acomoda el pescado sobre el papel alu-
minio con la piel hacia abajo, para barnizarlo con la mantequilla
y sazonarlo con sal de ajo, pimienta y jugo de limón. En un tazón
mediano se mezcla la salsa picante y la salsa de soya. Se barniza el
pescado con esta mezcla y luego se le unta un poco de mayonesa y
de mostaza. Se distribuye encima del pescado el cilantro y los aros
de cebolla y se cubre todo con la hoja de vástago. El pescado se
pone en las parrillas para colocarlas sobre las brasas de mangle con
la hoja de vástago hacia abajo. Ya en la lumbre, se voltea constante-
mente por diez minutos, de aquí le viene el nombre de zarandeado,
luego se retira la hoja de vástago para dejar que el pescado se dore
sobre las brasas durante veinte o veinticinco minutos. El resultado
es un platillo que sabe a gloria, el que lo prueba no lo olvida jamás.

100
Estoy seguro de que mi facilidad para la cocina me valió para que
Leucosia, la que es ahora mi esposa, me hiciera caso y fuera mi
novia. Al probarlo vi en sus ojos una promesa de amor que hasta
hoy ha cumplido con creces. Leucosia es el nombre de una sirena
que significa pureza, un nombre perfecto, porque esa es la parte
que ella representa en mi vida. Un día, don Virgilio cerró el ne-
gocio para irse a vivir con su nueva esposa extranjera: “Me dieron
mi nacionalidad y la voy a aprovechar”, dijo. Y me invitó a trabajar
en su nuevo restaurante en el país vecino, a lo que yo accedí. Fue-
ron días muy complicados. Mi boda repentina. Despedidas. Tener
que cruzar solo al otro lado. Caminar cinco días por el desierto.
Pasar angustias al estar escondido en la cocina por miedo a la mi-
gra. El negocio ha sido un éxito, se encuentra muy bien ubicado y
el pescado zarandeado es una sensación. ¿Y cómo no lo va a ser,
comiendo lo que se come comúnmente por acá? De acuerdo, el
norte es como le dicen, ‘el primer mundo’, pero a su pueblo le dan
de comer basura. Toxicidades en porciones gigantescas envueltas
en empaques coloridos. Nada comparado a mi receta especial de
pargo. De verdad que hago que los clientes se enamoren del res-
taurante. Las cosas parecían ir bien. Fui una vez a mi patria luego
de que me entregaron mi green card. Ver a mi mujer, a mi madre y
a mis hermanos es un recuerdo que me hace seguir de pie. Luego
todo salió mal: Nuevas medidas antiinmigrantes. Cancelación de
los permisos laborales. Persecución de indocumentados. Otra vez
a mi cocina escondite. Me quedé atrapado de este lado. Uno se ve
en la indecisión ¿Qué se debe hacer? ¿Dejar la fuente de ingresos
que me ha permitido tener una vida sin penas económicas para mi
familia, o estar con ellos a sabiendas de que en mi país no encon-
traré las oportunidades para vivir dignamente? Tomé una decisión
inmediata cuando Leucosia me dio la noticia de que sería padre.
Me quedé de este lado a seguir trabajando. Hoy, mi pequeña Leu-
cosita va a cumplir dos años. Hoy la veré en persona por primera
vez. No puedo salir de este país y mis Leucosias no pueden entrar,
por eso mi primer encuentro con mi hija será a través de las rejas
del muro. Debemos arreglárnoslas como podamos.
Muro de piedra.

101
Muro metal.
Cerca clavada con odio de sal.
Te yergues sobre cosas muertas,
ignorando los frutos de humanas huertas.
Te mantienes ausente de la vida
que germina entre tus fracturas yertas.
Muro de piedra.
Muro metal.
Puerta que cierra la mano del mal.
Germina la vida entre el cielo y el mar.
Entre tus fracturas yertas,
nace el verbo amar.

Último esfuerzo
Benjamín: Cumplidas dos horas se detiene el vehículo. Hay que se-
guir a pie. La noche está en su más honda obscuridad. Camino
en el desierto, formo parte de un rebaño de ciegos confiados a un
lazarillo sin escrúpulos. Siento palpitar el triunfo que me espera
del otro lado de la línea. Estoy hecho para el éxito, solo debo hacer
un último esfuerzo.
Pollero: Cuando yo les diga, corren para abajo de la loma y de ahí se
van a trepar por la parte del muro que está marcada con pintura, de
ahí en adelante van solos, ¿you know? ¡Córranle, cabrones!

Uno
Uno: Uno está gris, permanentemente gris.
Uno llega al trabajo en el cual es explotado por un miserable sa-
lario mínimo, rodeado de otros que tienen la mirada opaca y no
paran de hablar de cosas que no causan el menor interés, uno finge
escucharlos mientras piensa en la jubilación que nunca obtendrá a
causa de los contratos trimestrales que la empresa obliga a firmar.
Uno regresa por la noche a la casa donde antes vivía con la esposa,
quien fue interponiendo miles de pretextos que terminan por dis-
frazar la infidelidad y el abandono.
Uno enciende el televisor y mira la programación llena de vidas
perfectas.

102
Uno termina ebrio, hundido en un pozo que se abre en el centro
de la sala a media madrugada pensando en lo conveniente que su
hija esté grande y haya hecho su vida para que no tenga que lidiar
con la imagen deplorable de su padre.
Precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
a un amor que lo engañó…
¡Vacío ya de amar y de llorar
tanta traición!
Uno se encuentra al día siguiente con la noticia de que sigue vivo
y debe regresar al trabajo sin saber cuál es el sentido de repetir la
rutina del día anterior.
Uno sale a la calle sin afeitar, con aliento a desaliento.
Uno espera en la parada de autobús, con la necesidad de que ese
día el transporte público esté en huelga y de esa manera no quede
más que caminar, llegar tarde y evadir las tareas laborales al perder
la posibilidad de entrar a causa de otro retardo.
Uno ve con rencor que el autobús llega puntual a la cita y no hay
más remedio que abordarlo.
Uno revisa el celular y se encuentra con cientos de mensajes de los
acreedores que exigen se les liquiden sus adeudos con la amenaza
de desalojo, orden de juicio civil y de encarcelamiento.
Uno siente esos reclamos como planchas de cemento impidiendo
la respiración.
Uno mira por la ventanilla descubriendo la imagen de la calle llena
de gente desconocida que lleva prisa, que va tragando un insípido
desayuno comprado en cualquier esquina llena de basura, de pe-
rros callejeros y semáforos descompuestos.
Uno está apretujado entre desconocidos multiformes, en medio
del sonido de la radio que, como consigna, pone el chofer a todo
volumen.
Uno sabe que el lugar de trabajo está cada vez más cerca y que el
momento de introducir el tarjetón en el reloj checador es inmi-
nente, igual que la mecha de un cartucho de dinamita que hará
implosión en la boca para no decir lo que piensa frente al jefe in-
mediato.

103
Uno siente de pronto el impulso de escapar, de improviso se des-
pierta el instinto de dignidad que creía perdido, el corazón da
señales de que sigue en su lugar y una idea aparece como última
esperanza.
Uno desciende del autobús frente al trabajo, hace las cosas rutina-
rias, pero lo opaco de la mirada se ha tornado una grieta por donde
se filtra la única alternativa posible de escapar.
Uno sabe los movimientos del personal y aprovecha que, en el área
común, el jefe se permita largo rato para desayunar y para conven-
cer, con bromas estúpidas y regalos baratos, a alguna secretaria, de
ir al motel a la hora del almuerzo.
Uno entra a su despacho y sustrae el dinero de la caja chica, firma
el único pase de salida del que dispone cada día y que le autoriza
treinta minutos fuera de la empresa.
Uno sale a la calle respirando con dificultad y esforzándose por
parecer normal.
Uno toma un taxi para dirigirse a la casa de su hija, con la inten-
ción de despedirse, antes de escapar al norte.
Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias.
Sabe que la lucha es cruel y es mucha
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina…
Uno llega hasta el domicilio donde ella aparece, abrazándolo a
uno, ahogada en llanto, con el cuerpo moreteado y la boca san-
grando, y confiesa que su marido la golpea diariamente y que esta
vez juró matarla, antes de quedarse dormido en la recámara.
Uno se lleva a su hija de inmediato, con lo que trae puesto.
Uno llega a la central de autobuses, compra dos boletos con desti-
no a la ciudad fronteriza más cercana.
Uno siente el agradecimiento de su hija, en forma de silencioso
abrazo, durante el trayecto.
Uno se dedica, al llegar y después de comer algo en los puestos
callejeros, a preguntar por los polleros, por los coyotes, quienes,
como fauna carroñera, merodean las inmediaciones en espera de
presas. No tardan en aparecer.

104
Uno se desprende de casi todo el dinero robado de la empresa,
para pagarle a un pollero, y la espera de la noche se hace más inter-
minable que la jornada laboral.
Uno recibe la indicación de subir a una camioneta de carga, junto
con otros quince desconocidos.
Uno no suelta de la mano a su hija y, luego de varias horas de com-
partir entre los desconocidos el agua y la poca comida, llega al lu-
gar donde hay que descender, caminar envueltos en la obscuridad,
y obedecer las indicaciones del pollero.
Uno observa los rostros desencajados de mujeres, hombres y va-
rios niños, que centellean cuando las linternas los hacen aparecer
fugazmente en la noche helada.
Uno se está congelando, pero le da a su hija el ligero chaleco, con
el sello de la empresa bordado en la espalda, que es el único abrigo
con el que cuenta.
Uno no sabe cuánto tiempo ha pasado caminando en el desierto,
porque, al cruzar la línea, no hay diferencia entre el cielo de un
lado y otro de la frontera.
Uno escucha la orden de detenerse y guardar silencio en la total
obscuridad.
Uno siente el corazón como el andar del reloj checador a punto de
explotar.
Uno va arrastrándose entre espinas
y en su afán de dar su amor,
sufre y se destroza hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón…
Uno escucha la voz del pollero gritando que llega la migra, y mo-
tores y luces de varias camionetas desgarran de pronto la noche.
Uno corre desorientado en cualquier dirección, hasta topar contra
una piedra que se cimbra y socava un pozo bajo sus pies.
Uno se sumerge en ese pozo donde encuentra el retrato de la espo-
sa infiel y la sala iluminada por un televisor, que transmite imáge-
nes de empresarios que capturan personas a las siete de la mañana
y, con un grillete en el tobillo, para asegurarse de que volverán, les
permiten salir a las siete de la tarde, hacia calles infinitas llenas de
desconocidos con miradas grises.

105
Uno regresa al desierto al escuchar la voz de su hija que, en un
alarido, maldice y llora.
Uno se pone de pie y descubre a la distancia las camionetas de la
migra con los faros encendidos, dispuestas en medio círculo, y, al
centro, ve a su hija que está siendo atacada por los agentes fronte-
rizos.
Uno se acerca viendo cómo ríen, mientras la golpean y penetran
su vagina sangrante.
Uno no tiene la posibilidad de pensar, en su cabeza solo existe el
deseo de salvarla.
Uno machaca con una piedra el cráneo del agresor más inmediato.
Uno se da cuenta de que ya todo es inútil, que los asesinos se han
tragado el último aliento de su hija.
Uno está preso en la cárcel de un país que presume ser la primera
potencia del planeta y desea no haber nacido, pero no para evitar
estar detrás de las rejas, sino para nunca haber tenido una hija a la
cual no iba a poder mantener a salvo en un mundo de cazadores
de mujeres.
Uno ve con un asco igual de profundo que el pozo del desierto, la
charola en que le ofrecen la última cena.
Uno es declarado criminal por el asesinato de uno de los oficiales
de migración que violaron y mataron a su hija.
Uno forma parte de la información televisiva de los noticieros que
circundan el globo terráqueo.
Uno es exhibido como ejemplo, para justificar el cierre de la fron-
tera y el castigo con todo el peso de la ley a los inmigrantes ilegales.
Uno es sentenciado a la pena de muerte, pero uno sabe que ya
está muerto desde antes de concebir siquiera la idea de cruzar la
frontera.
Uno está tan solo en su dolor…
Uno está tan ciego en su penar…
Pero un frío cruel
que es peor que el odio
—punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor—
maldijo para siempre y me robó…
toda ilusión…

106
¿Qué día es hoy?
Benjamín: El frío ancla sus garfios voraces en mis huesos.
Mis lágrimas huelen a sangre.
La bolsa de plástico negro en la que me han introducido, es una
sentencia helada.
Me trasladan en una camioneta con rótulos oficiales.
El olvido pende de un hilo sobre mí.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último septiembre?
¿Qué día es hoy?
Solían gustarme los viernes,
tenían un sol diferente,
una brisa aromada de guayaba dulce.
Aurora del viernes.
Luz coronando la montaña,
caricia solar cubriéndola
desde la cima hasta encontrar oquedades
donde germinaban promesas.
¿Cuánto ha transcurrido desde el último septiembre?
¿Cien años?
¿Un instante?
El sol aquí no existe.
El insomnio eterno apuntala mis parpados.
¿O acaso estoy dormido?
Manos golpetean los costados del vehículo,
voces inciertas crujen,
luego se alejan.
Mi nombre se diluye.
Quiero salir de aquí.
Despertar.
Tengo tanto frío.
No quiero desaparecer.
Mi corazón está desecho,
estoy tan cansado,
mis ojos se ahogan
en el veneno de esta obscuridad oxidada.

107
El hilo está a punto de romperse.
No quiero desaparecer.
Cuando despierte…
será viernes en la montaña,
alzaré la voz tan fuerte
que mi nombre va a retoñar
en la memoria de mi pueblo
y volaré alto sobre el palmar
haciendo llover mi canto.

Sniper
Pollero: ¡Córranle, cabrones!
Benjamín: ¡Corro con las fuerzas que me quedan! ¡Corro para esca-
par del pozo!
Sniper 1: Camuflados y armados, salimos a patrullar la región más
temida por los migrantes: el desierto. Somos un grupo civil que
vigila la frontera desde hace años. Nuestra iniciativa surge al ver
lo insuficientes que han resultado las medidas gubernamenta-
les, en materia de protección y vigilancia de nuestra frontera sur.
Independientemente de cuál sea la situación diplomática entre
nuestro país y el resto del mundo, nosotros seguiremos en activo,
localizando, deteniendo y asesinando a ese número creciente de
migrantes ilegales.
Al inicio, nuestro grupo estaba compuesto por treinta tiradores,
actualmente somos más de trescientos elementos, armados y or-
ganizados, dispuestos a cubrir y proteger seiscientos quilómetros
de frontera. Nuestro siguiente objetivo será ampliar dicha exten-
sión para tener mayor control en la enorme línea divisoria.
Sniper 2: Es una maldita invasión a nuestro territorio. Puedes cons-
truir un muro de veinte pies de alto, pero ¿qué lograría? Solo de-
tendría a los migrantes durante cinco segundos. Se requiere un
buen equipo de inteligencia para estar siempre un paso adelante y
hombres a pie de tierra para hacerse cargo del problema. En nues-
tras operaciones la tecnología es de suma importancia, hemos ins-
talado cámaras infrarrojas en los senderos y rutas de acceso, las
escondemos en la maleza y las reubicamos constantemente, esto

108
nos permite controlar la actividad de la zona. Contamos con ar-
mamento de última generación, basta ver el rifle que utilizamos en
la cacería: El Impact Tac W-200 Intervention es un fusil de fran-
cotirador, de cerrojo cien por ciento fabricado en el país, diseñado
para interdicción de objetivos a larga distancia. Es alimentado por
un cargador extraíble de 7 balas. Dispara munición .408 C-T .375.
Esta belleza es capaz de ofrecer una precisión sub-MDA en distan-
cias de hasta 2.500 yardas, tiene un peso de 31 libras, una longitud
de 1.187 mm, su cañón tiene una longitud de 30”, munición .408
C-T (10X77) con un magnífico calibre 10 mm. Ladies and gentle-
men, con ustedes ¡The finger of god!
Sniper 3: My name is Randon Foley, formo parte del grupo más com-
pacto de integrantes, quienes habitamos una casa muy cerca de
la frontera, ahí resguardamos vehículos y municiones y también
planificamos nuestras líneas de acción. He servido en dos guerras,
tengo vasta experiencia en operaciones militares y soy experto en
seguir rastros. Mi responsabilidad consiste en llevar grupos de vi-
gilantes hacia las montañas o senderos, previa labor de inteligen-
cia. En el equipo de reconocimiento tenemos misiones con do-
cenas de elementos bien equipados con armas, perros y drones.
Literalmente, nos sentamos a esperar a las ratas ilegales por largas
horas hasta descubrirlos. Este es un gran juego de las escondidas.
Sniper 1: Nos llaman racistas antiinmigrantes, solo estamos protegien-
do nuestro país y veremos cuánto más podremos hacer. Si quieren
que se termine el problema es muy sencillo: ¡Que ya no vengan!
¿Que cómo financiamos nuestro equipo de élite? Vendiendo The
finger of god… el dedo de Dios, a los países tercermundistas.
Sniper 2: Se reclutan permanentemente voluntarios patriotas, los
cuales deben pasar por un examen de habilidades. Se espera que
los iniciados, al aprender los principios básicos de puntería y do-
minar las técnicas elementales de estabilidad, puedan apuntar ha-
cia el objetivo de manera firme en cualquier posición.
Sniper 3: Una posición sentada puede ser cómoda para algunos, pero
incómoda para tiradores que sufren de dolor de cadera. Si eres
diestro, tu “mano disparadora” será la derecha y tu mano izquierda
será la “no disparadora”, y viceversa.

109
Benjamín: Corro sin poder sacudirme la noche que no me deja ver
la pendiente. No traigo mi mochila, porque me la roban cuando
me quedo dormido esperando la camioneta del pollero. Solo llevo
la bolsa de comida que me regalan las Patronas al pasar sobre la
bestia.
Sniper 1: La dominancia ocular es un factor importante, cada tirador
deberá identificar cuál es su ojo dominante. Apoya la culata firme-
mente contra el hombro del lado del que vas a disparar. Respira
suavemente.
Benjamín: Corro con ganas, igual que, cuando niño, juego a ganarle al
caballo de mi tío el gordo, en la fiesta de la parroquia.
Sniper 2: Relaja tu cuello y deja caer naturalmente tu mejilla sobre la
carrillera. Relaja tu cuerpo.
Benjamín: Mientras corro cuesta abajo, por dentro voy gritando ¡Te
voy a ganar la carrera, pinche migra!
Sniper 3: Enfoca tu mirada, controla tu respiración. Aprieta el gatillo
con un firme apretón de manos, como si acabaras de cerrar un ne-
gocio. Presiona suavemente el gatillo.
Benjamín: Corro hasta que dejo de sentir las piernas. No puedo sos-
tenerme. Siento que algo caliente me atraviesa el pecho, mientras
me revuelco entre espinas y la arena se me mete en la boca. Todo
es ruido y oscuridad.

El niño perdido
Aurora: Tu última voluntad también fue la mía. Desde que me hicis-
te saber tu deseo, en mi pecho se hizo una herida que debía cicatri-
zar con el funeral más grande jamás visto en el pueblo. ¿Para qué
las dos vacas? ¿Para qué las cinco gallinas del corral? ¿Para qué la
medallita de oro que me regaló tu abuelo el día de mi primera co-
munión? ¿Para qué el caballo, si no para tu camisa de seda, tu pan-
talón de lino y tus botas negras como espejo de obsidiana? ¿Para
qué estos techos que no se comparan con el féretro de caoba con
tu rostro tallado en todo lo amplio de la tapa, ni con el camino de
flores desde la iglesia hasta la casa que te vio nacer? Hice traer tan-
tas flores a tu funeral, que, en pleno septiembre llegó la primavera.
¿Para qué estas paredes, si a cambio, la gente del pueblo pronunció

110
tu nombre con respeto, al brindar mil veces en tu honor? ¿Para
qué estas puertas y ventanas, si la música resonó incesantemente
tres días con sus noches, convirtiendo el viento en cantos de un
para siempre? La herida ha cerrado y la cicatriz entre mis senos es
tu imagen de cuando niño. ¿Para qué mi corazón si no para sacar-
lo de mí pecho y poder alcanzarte y estar juntos sin fin? Te fuiste
para ser alguien y ahora sabes que siempre lo has sido todo. Te me
perdiste, mijo, te perdiste en la tiniebla de un instante, pero, al ir a
buscarte, escuchaste mi voz. Mi niño perdido se ha reencontrado.
En este vaivén somos raíz y viento, somos espuma que desaparece
y renace en cada ola del mar.

111
LAS BARAÑAS

Claudia Isela Gallegos Rangel

Hasta que vuelvas detengo el tiempo…


Juan: Viajar, vivir sin centro, dormir en cualquier parte para escapar
de mis propias vivencias… Llego a la oficina después de meses
fuera … el café de la rutina, intento despertar… cubículo peque-
ño de trabajo, sentimientos ahogados por el mar de la objetividad
en la noticia periodística… Frente al ordenador… es tiempo de
vaciar el banco de información: barañas de recuerdos, ojos de ra-
bia, palabras silenciadas, los rostros de la desesperación, de la des-
esperanza, manos impacientes por abrazar a sus ausentes, voces
de la añoranza, cuerpos calcinados, rompecabezas óseos que, al
armarlos en la memoria, son el mismo ser querido que deja una
silla vacía en su hogar.
De Tamaulipas traigo sentimientos que no sé cómo lograré escri-
bir… Es difícil comenzar, casi imposible permitir que el canal de
la escritura devuelva la vida a mis investigaciones… al sentimiento
y al dolor, grabados en dispositivos digitales, que me acompañan
a todos lados… Consigo darle titulo a la nota principal: Nidia, la
madre buscadora, encuentra la muerte el 10 de mayo…
Espantosa coincidencia… Nidia… la conocí como voluntaria en
una criba, junto con dos antropólogos, en el ejido la Bartolina.
Desde ese día la tengo en el pensamiento sin que la pueda olvidar.
La estuve esperando durante horas mientras terminaban de cribar
cinco costales de tierra…
Nidia: Juan, venga… mírela… qué bella mi niña… Hija, ven a cono-
cer al señor Juan, es periodista, él me ayudó a encontrarte, me dio
el rumbo para llegar aquí, ven, salúdalo…
Juan: Las profundidades del río El Nacimiento, muestran el rostro de
ambas, madre e hija, su transparencia asfixia.
¿Qué hago tan lejos? ¿Por qué ya no encuentro las palabras para
trasmitir un hecho que está plagado de sentimientos? ¿Así tiene

112
que terminar la búsqueda de una madre, encontrándose con su
hija, ambas aliviando el alma en la muerte?
Mi trabajo continúa… redactar otra nota, una más, cubrir, inves-
tigar, publicar… la información es siempre la misma: búsqueda,
encuentros a veces, desencuentros casi siempre… huesos peque-
ñitos… juntos hacen un esqueleto colectivo de apegos al cuerpo
recordado, a la imagen ausente.
Apegos difíciles de despegar… que regresan a mí porque están
adheridos a mi memoria… Doña Elba tuvo que abandonar la bús-
queda de sus hijos en el desierto de Chihuahua y cruzó la frontera,
sin maletas, con recuerdos vivos que persisten en su memoria.
Doña Elba: Veo la casa, evoco la realidad, y me confundo.… es que
me gusta recordar mi casa, que yo tenía esto, que yo tenía aque-
llo… simplezas… Fíjese, Juan, le voy a platicar: andaba yo buscan-
do una blusa amarilla que tenía… una blusa amarilla… ¿Dónde la
dejé…? Por más esfuerzos que hice no la encontré… ¡Luego me
acordé de que eso era en mi otra casa y que me echo a llorar! En
ocasiones lloro por esas cosas simples… por mis hijos ya no lloro
casi nada, por ellos ya no lloro casi nunca.
Lo único que quisiera es estar en paz con mis hijos en la eternidad,
pero no, me tocó estar fuera de casa y morir en vida.
Juan: Doña Elba, figura delgada, ojos hundidos, su voz sacude mi ob-
jetividad y de inmediato, el cardumen de historias que me habita,
sacude mis pensamientos con el recuerdo de Martina, la viejecita
incrédula sobre las desapariciones y secuestros.
Martina: Los secuestros y las desapariciones son para gente de di-
nero… como yo soy gente pobre, a mí eso nunca me va a pasar…
No crea… muy ricos, muy ricos, pero pobres de ellos… un hijo
siempre duele.
Juan: Todo puede pasar en esta ciudad, Martina, tenga cuidado con su
chamaco, el diablo no descansa.
Martina: Disculpe que lo moleste, Juanito, necesito su ayuda, me di-
cen que usted me puede aconsejar… Fíjese que unos marines se
llevaron a mi hijo para el paraje la Bartolina, dicen que por ‘halcón’.
Ayúdeme con sus contactos a llegar donde está él.

113
Juan: También a Martina le ayudé como pude… Al paso de cuatro
años, los voluntarios le entregan restos óseos… Martina los recibe
y percibo una sensación de alivio en las arrugas de su rostro.
Mi pensamiento está habitado por meses recorriendo fosas y ates-
tiguando hallazgos y desilusiones… la Bartolina en Matamoros,
Hiera en Ciudad Mante y San Fernando, donde los huesos de los
desaparecidos están debajo de los cañaverales, en el espesor de la
huasteca tamaulipeca, en los ríos que dan al mar y entre los mato-
rrales de Reynosa.
Poco a poco llego a mi origen, mamá viene a mí en cada respiro, la
escucho fuerte en la soledad de mi cubículo. Regreso, con su voz,
al día en que ocurrió el mayor cambio en mi vida.
Mamá: Juanito, ven acá… Tranquilo, te voy a llevar donde tu tía Águe-
da… Deja de llorar, papá regresa pronto, va a encaminar a los sol-
dados.
Juan niño: Mi papá no quiere ir, ya se les escapó a los soldados…
madre, vámonos con él.
Mamá: Silencio, hijo, ven acá, duerme, desde mañana tú serás el hom-
bre grande de la casa.
Juan: La obsesión por encontrar la nota periodística se convierte en
el pequeño triunfo de cada mañana, la familiaridad con que me
enfrento al infortunio de los demás, la forma natural en que me
acerco a las tragedias ajenas, lograr apaciguar a medias mi sufri-
miento añejo.
Mis notas y mi pequeño espacio de trabajo no son nada, lo que
realmente me habita son las voces en lo profundo de mi mente, las
tengo grabadas en mi pensamiento, las escucho en todas partes a
donde vaya, no solo cuando estoy en el cubículo de la redacción.
Las desapariciones forzadas, el crimen organizado, las fosas, la in-
seguridad, la búsqueda desesperada y muchas veces inútil, eso es
lo que mueve gran parte de mi vida.
No me veo en los espejos, cepillo a ciegas mi cabello enmaraña-
do de recuerdos funestos, de pensamientos negativos y realidades
amargas. Viajo, me encierro a escribir, cargando siempre conmigo
una mochila invisible de búsquedas inútiles.
Veo la vida a través de los descansos laborales de los demás, que no
existen para mí, a través de la lente, en las luces del amanecer, en la

114
luna amarilla y redonda, en las nubes borrascosas, en los distintos
tonos de verde de una sola hoja del árbol de la muerte.

Tenía el alma fuera de lugar


Juan: Desde la ventana de mi apartamento fotografío una y otra vez
al río Santa Lucía… Salgo a caminar a Chipinque para pensar en
mí… Desaparezco de mi cuerpo para tratar de encontrar las voces
de la calma. Hay un niño dentro de mí que canta, a veces fuerte, a
veces quedito, la canción de David Aguilar.
Juan niño: Fueron a buscarlo todos juntos
y nomás no estaba por aquí ni estaba por allá.
Desde pequeño se fugaba sin saber a dónde ir.
Tenía el alma fuera de lugar.
Juan: Cargar maletas de historias comunes en lugares diversos, con
una sola finalidad: encontrar lo perdido. Hablar con uno mismo
no es fácil. Buscar y no encontrar, hallar en las profundidades de
ese diálogo interno al niño perdido… Yo soy mi niño perdido, me
perdí desde que papá desapareció. Lleno ese vacío al escribir una y
otra vez la nota de las desapariciones forzadas, la nota cotidiana de
una pandemia mundial. Me resigno pensando que todo lo que es
tuyo, que todo lo que a ti te pertenece, más tarde o más temprano
vuelve a ti…

Hasta que el apego me alcance


Juan: Hay historias cotidianas que vienen a mí porque significan mis
propias ausencias.
Juan niño: Era como todos, pero nadie como él,
pues qué curiosidad con la curiosidad
Y en este mundo, donde todo te pudiera enloquecer,
se escucha tras el viento una canción…
Emma: Abuelo, abuelo, ven…
Abuelo: Memita, ya creciste mucho, tan linda muchachita.
Emma: Abuelo, debes regresar con mi abuelita… todos estamos tris-
tes.
Abuelo: Mi muchachita, necesitas ayudarme a regresar.

115
Emma: No sé cómo ayudarte…
Abuelo: Es fácil: anota tus sueños y platícale a tu papá lo que sueñas.
Emma: No creo que eso sirva… Nadie me cree que platico contigo, el
otro día que te vi en tu mecedora, les grité: Papá, abuelita, salgan
a recibir a mi abuelito… Cuando se asomaron… solo vieron que
el viento se mecía.
Abuelo: Memita, pon atención: estoy vivo, encerrado no sé bien dón-
de… me tratan bien, seguido me dan agua y como un pan de vez
en vez.
Emma: Papá salió, con otros, a buscarte rumbo a la sierra de Gamón,
donde un señor vio que te subieron a una troca y tomaron rumbo
allá… Lo hizo los primeros años de que te llevaron… ahora ya
nadie va con él. Mi abuela decidió poner una cruz donde encon-
traron tú bicicleta.
Abuelo: Es complicado esperar que yo regrese. Tú confía y pon aten-
ción… tú ya me encontraste… He esperado tanto tiempo que al-
guien me encuentre… aunque sea en sueños.
Emma: Ven, abuelito, dame un abrazo… no me sueltes… te extraño
cada instante. Ese paseo tuyo en bicicleta ha sido largo, dejaste un
hueco en mi corazón apachurrado.
Abuelo: Tranquila, estoy aquí, voy a donde tú vayas… Cada vez que
me pienses siente mi presencia. Ayúdame a encontrar mi cuerpo,
sigue las pistas de tus sueños y cuéntale a tú papá. Verás que pron-
to me encontrarán.
Emma: Eso intento, trato de aprisionar cada momento… No me suel-
tes… y no demores tanto tú regreso, en Navidad haces falta en
casa.
Abuelo: Dile a tu papá que encuentre mi cuerpo, que le dé cristiana
sepultura y que honre mi memoria.

¿Qué viento te llevó tras las calles sin luz?


Juan: En el jardín de las ausencias brotan historias de búsqueda y de
añoranza. Se guarda el recuerdo hasta que los ausentes aparezcan,
mientras mi niño sigue cantando…
Juan niño: Ay… mi pobre niño, ¿dónde estás?,
¿qué viento te llevó tras las calles sin luz?

116
Y pasaba el tiempo sin haber una señal
y fueron a buscar a otro lugar.
Caridad: Nada pesas, Flora, amiga liviana, hoja del árbol de otoño.
Mercedes: A cavar y seguir hasta el horizonte, chica… nos huele la
policía, debemos llegar a punta de San Judas, donde las balsas.
Tomá unas varas gruesas y empezamos. Estate tranquila, Flora, la
hoja de otoño llega suave a la tierra.
Caridad: Vamos, Flora, anímate, has llegado a buen puerto.
Mercedes: Te vamos a arreglar de acuerdo con la ocasión, mira dón-
de estás, al fin te encontramos, irás con nosotras a la ‘Yuma’. Segui-
mos las tres juntas.
Caridad: La tierra es blanda, Flora, en una nada vas a sentir el frescor
del agua en tu cuerpito.
Mercedes: Flora, deja limpiar tu rostro.
Caridad: Mercedes, corta unas ramas y haz la cruz.
Mercedes: Flora, cariño, ya casi terminamos, te vas a ir fresca y libre,
sin culpas. Estamos haciendo lo planeado, dejaremos aquí tu cuer-
po y a seguir igual, rumbo al mar.
Caridad: Mijita, que te tiraste con la guagua andando, mira que pro-
testar por oxígeno para mamá. Luego de mes y medio buscándote,
Flora, te encontramos.
Mercedes: Estate tranquila, Flora, llevas contigo el relicario de la vir-
gen de la Misericordia.
Caridad: Mercedes, pará de llorar, mujer, se cumplió, encontramos
a Flora y le dimos un buen lecho. Trae hojas y ramas para tapar
aquí, el hoyo no es profundo, con esto dificultaremos el paso a los
carroñeros. La carne se pudre, el cuerpo de Flora más rápido que
tarde estará en la digestión de los pajarracos.
Mercedes: Clarito se oyen ladrar los perros y el crujir de las hojas, los
patrulleros están cerca.
Caridad: Es tiempo, el cansancio acaba por ganarme, la patrulleros
llegan.
Mercedes: Andá, Caridad, a escondernos.
Caridad: ¡Corramos, escondernos no sirve! Sigamos al horizonte,
todo está cuadrado: somos mariposas amarillas y negras nacidas
del estiércol.

117
Si está vivo o si está muerto
Juan: Ser corresponsal periodista me lleva a investigar en diversos
países, en distintas culturas y en similares caminos, andados por
familiares que quieren encontrar a sus desaparecidos.
Juan niño: Lo buscaban en el fuego,
lo buscaban en el mar,
Ni triste por aquí, ni alegre por allá.
Vamos a ver en la azotea
o en el sótano y salir al mundo
para ver si fue a jugar.
Nora: Así lo dice la dictadura: ‘¡Déjenlas a esas lloronas viejas locas, ya
se van a cansar!’ Argentina entera lo escucha. ¡Pelotudos, mienten,
no me voy a cansar de buscarlo! Lo esperé nueve meses, lo ama-
manté con el dulce fluido de amor de mi carne. Es mis manos y
mis ojos, es mi aliento… ¡ Jamás me cansaré de buscarlo!
La locura es cómoda para salir de la realidad… Cuando la deses-
peración invade mi ser, la locura toma el turno de encontrar a mi
hijo: un plato de comida calentita lo aguarda en casa, una charla
en la mesa, las sonrisas en los rostros de sus hermanos, lo espe-
ran muchas noches buenas en familia, mis brazos impacientes por
abrazarlo… acariciar su frente… Angustia, dolor, tristeza, esperar
respuestas, querer saber dónde está, rogar por mi hijo… esa es mi
locura…
Florencia: Soy la llorona de la Plaza de Mayo, cada jueves me verás o
sabrás que mi presencia incomoda sin verme… Me debes a mi hija
y a mi nieta, devuélvemelas… Resisto y busco… Voy a cambiar
mi nombre, a desaparecer mi identidad, para esconderme de los
militares…
Lloro todos los días, con coraje y miedo permanente. Vivo des-
pierta porque me toca esperar… Buscar respuestas me hace salir
a donde el destino me alcancé. Las lágrimas son el río de mi espe-
ranza.
Nora: Solo quiero saber dónde está mi hijo, si está vivo o está muerto.
Patricia: Si morir en el mar es mi destino… que así sea. No pararé
hasta encontrar a mis hijos.
Nora: Vienen a mi mente las frases que les escuché hace décadas, gri-
tos, desesperación, añoranza… Preguntamos por nuestros hijos,

118
somos las abuelas que perdimos a nuestros hijos y buscamos a
nuestros nietos, somos las abuelas detectives.
Patricia: Pasamos el pesado tiempo buscando el rastro que todavía
no desaparece, el último aliento para encontrar a nuestros hijos.
Nora: Estamos al final del camino, más perdidas que un turco en la
neblina.
Patricia: ¿Vos sentís que no hay logro? Aguantame un cacho, tenemos
suerte de seguir vivas, luchando incesantemente por los nuestros
y para lograr que otras madres y abuelas regresen con sus nietos.
Florencia: Identidad por medio de la restitución a nenés nacidos en
cautiverio.
Nora: Cincuenta años después, secas de llorar, cansadas de esperar,
los que parimos siguen sin estar en casa,
Florencia: De mañana, presiento el regreso de mi hija; a mediodía, me
desilusiona una muerte no prevista; por la tarde, vuelvo a sentirla
en casa… En la noche, entrada en mis sueños, ella me abraza, des-
pierto, siento que está viva. Somos las locas mirando un futuro de
anheladas apariciones… madres, abuelas y bisabuelas resistiendo
por la vida de nuestros desaparecidos.

Nunca voy a perder la esperanza de encontrarte


Juan: España… madres penando en los orfanatos por sus niños des-
aparecidos.
Juan niño: Tiempo que la gente no buscaba más que a él,
pues qué curiosidad con la curiosidad.
Y en este mundo donde es fácil
que se apague toda fe
se escucha tras el viento una canción.
Enfermera: Mi madre vivió en este sanatorio, ahora en ruinas. Co-
midos por las ratas, los papeles vuelan por doquier. Las paredes
corroídas son testigos de los secretos que guarda celosamente este
lugar: identidades robadas, niños desaparecidos, madres migran-
tes que supuestamente no soportaron el parto… En mi mente per-
siste la imagen de la desolación: el rostro de las madres cuando les
muestro un niño congelado como si fuera su hijo muerto.
Mi madre, a cambio de un techo y mal comer, lavaba los pisos, la-
boraba hasta la madrugada en el taller de costura, era asistente en

119
la sala de partos y se encargaba de limpiar los rastros, de elaborar
las cartas de defunción y de mostrar el niño fallecido y congelado,
a las ingenuas madres. La recompensa de mi madre consistió en
obtener la tarjeta roja que le autorizaba a mantenerme a su lado.
Ahora yo he tomado su lugar, elaborando cartas iguales para enga-
ñar a distintas mujeres parturientas.
Sigo el camino de mi madre, acallando mis remordimientos, mien-
tras el archivero guarda la ausencia de los niños robados, el dolor
de las madres por sus hijos desaparecidos, en apariencia muertos.
Monja: No debe haber cuestionamiento frente a los designios del
Señor.
Enfermera: Disculpe usted, en seguida termino de elaborar las cartas
para esas madres inconsolables.
Monja: La firma debe ser igual a la de los papeles de ingreso al sanato-
rio… y no olvides la fecha y el nombre completo de la madre que
firma cada carta.
Madre X: Llevo algo en mis entrañas que me impide quererte.
Hijo sin identidad N: Sé que no quieres saber nada de mí, que qui-
zás seas prostituta o hayas sido obligada a darme en adopción, tal
vez eras menor de edad cuando me concebiste. Lo que todavía no
descubro es la sensación que me provocará no saber quién me en-
gendró y quién me dio la vida.
Madre X’: Pobrecito niño que ahora vas a nacer.
Hijo sin identidad N’: Tal vez eras de familia pobre y opositora al
régimen franquista. Probablemente te dijeron que morí, aunque
jamás te entregaron mi cuerpo o, por lo menos, el registro de mi
defunción.
Madre X’’: Si supieras lo triste que me pongo cuando pienso lo que
hicieron contigo.
Hija sin identidad N: Me robaron de tus brazos y estoy registrada
como hija biológica de mis padres adoptivos.
Madre Y: Si algún día te enteras de que tu madre no te quiso, espero
que me puedas perdonar.
Hija sin identidad NN: Mi desaparición de tu vida es legalizada por
una carta apócrifa. Soy una niña perdida del franquismo, que re-
clama respuestas, quiero saber quién es y dónde está mi madre.

120
Madre Y’: Hijo mío, no te puedo guardar junto a mí.
Hijo sin identidad NN’: He sido adoptado y devuelto cuatro veces,
tengo cuatro apellidos diferentes.
Madre Y’’: No es obligada por mis padres ni a causa de problemas
económicos, sino porque no te quiero.
Hija sin identidad NN’’: Nunca voy a perder la esperanza de en-
contrarte.

No me olvides, falto yo
Juan: Hay fotografías frías, de ojos sin sueños, rostros pegados a las
paredes congeladas de las oficinas de la justicia…
¿Has visto a…?
Sexo: Masculino.
Edad: 19 años.
Estatura: 1.70 cm.
Ojos: Medianos, café oscuro.
Cabello: Lacio, castaño oscuro.
Nombre: Othón Montantes García.
Se extravío en la localidad de Parral, Chihuahua,
el 12 de mayo de 2004,
a la edad de 14 años.
Juan niño: Ni colgado de una nube
o dibujando en un cristal,
amando por aquí,
llorando por allá…
No se le vio por el pasado porvenir,
ni había para él ningún lugar…
Othón: He crecido cinco años desde entonces, eso que aún no me
sale bien el bigote. Los ministeriales me tienen hasta los 19 años
y en todo este tiempo nadie ha respondido la pregunta: ¿Has vis-
to a…? Estoy atrapado entre tantas fotografías… Primero me
llevaron a la sierra, a cuidar de otros chamacos, dientes de leche.
Después, fui controlador del orden mientras empaquetaban an-
fetaminas… Algo sale mal, yo protesto y, de pronto, mis manos
están frías… Permanezco en esta oficina plagada de fotografías de
desaparecidos: ¿Has visto a…?

121
La mayoría de las imágenes se la pasan pegadas en las paredes o en
las vidrieras de este lugar sin las mínimas ganas de querer platicar
con alguien…
¿Tú cómo te llamas?
Alejandra: Yo también hablo muy poco y nunca con extraños.
Othón: Si nunca hablas con extraños, cómo es que tu cara está en
¿has visto a…?
Alejandra: Salí a la escuela, papá no me acompañó, estaba en cama,
tenía varios días con un dolor en el riñón. No alcancé el camión…
una mujer que yo había visto un par de veces rondar por el vecin-
dario, se ofreció llevarme a la secundaría… Así fue como se desvió
mi camino hasta aquí.
Othón: Y ahora andan nuestros familiares, los tuyos y los míos, ron-
dando los caminos por donde alguna vez anduvimos tú y yo.
Alejandra: Buscando a ciegas, porque de nosotros no queda ningu-
na señal.
Othón: A donde yo quería ir era al gabacho, a juntarme con mi her-
mano mayor, para ayudarle a reunir el dinero suficiente para termi-
nar la casa de mi madre. Ahora vago sin rumbo en este lugar, siento
frío y no tengo ninguna esperanza de que alguien me reconozca o
pueda dar razón de dónde encontrarme a mí o a lo que queda de
mis restos mortales. No tengo futuro ni libertad, ni alguien que
me recuerde. Solo me acompaña el olvido de los que alguna vez
me quisieron.
Alejandra: El olvido llega cuando te dejan de recordar.
Othón: Recordar, vacío y frío son lo mismo para mí.
Alejandra: Yo no estoy sola, por el cristal puedo ver todos los días a
mi papá… Asómate, es el del chaleco rosa.
Othón: Tu papá por fin te encontró, gracias a ¿has visto a…?
Alejandra: Sí, bueno, una parte, mi tibia izquierda. Mi papá convive
con la gente de aquí, plática con el vigilante, con la mujer de la lim-
pieza, discute con los ministeriales. En la organización de Madres
Buscadoras, él es el único hombre. Tal vez si pudiera sentirme, si
pudiera percibir mi espíritu, él sabría que ha llegado el momento
de irse a casa.
Othón: No se resigna a aceptar lo poco que se ha encontrado de ti.

122
Alejandra: No les cree a los ministeriales, nunca se da por vencido,
hasta duerme aquí, le dicen Don Diamantina, porque ahora le ha
dado por regar diamantina rosa por dónde camina en la búsqueda
de su hija.
Othón: Es tiempo de ir a casa, eso extraño, la familia, la convivencia,
las risas, los abrazos que mi madre me daba, las tardes de futbol…
Quiero volver a casa, de lo contrario tengo miedo de que hasta los
recuerdos más pequeños se me olviden.
Alejandra: Los recuerdos no se olvidan, basta nombrarlos, tráerlos
siempre contigo.
Othón: Cierro los ojos, trato de entrar en los pensamientos de mamá,
de papá y de mis hermanos, lo intento una y otra vez, y de pronto
me congelo.
Alejandra: Ese frío paralizante ocurre cuando ellos están muertos o
te han olvidado… Lo mismo me sucede cuando pienso en mamá,
estoy segura de que ella no me piensa ni me extraña. Nos aban-
donó a papá y a mí, por andar en su organización pro derechos
humanos, seguido salía a Chiapas, hace años no sé de ella.
Othón: Lo bueno es que tu padre está cerca de ti… Háblale, ve con
él, hazle sentir tú presencia.
Alejandra: Papá, escucha, estoy aquí, descansa, la búsqueda ya ter-
minó.
Papá: Justo en este momento siento que estoy cerca de encontrarte,
que estás cerca… Hace diez años que te fuiste, que desapareciste
por mi culpa… Sueño con encontrarte… El otro día, cuando en-
tré a tu cuarto, clarito escuché que preguntabas:
Alejandra: ¿Qué, papá, ya no me vas a buscar? ¿No que me quieres
tanto?
Papá: Al recordarlo se me cierra la garganta… La angustia es mi com-
pañera desde tu desaparición, sueño contigo, sueño que me ha-
blan los policías y me dicen que te encontraron.
Alejandra: Ya regresé, papá.
Papá: No descansaré de buscarte, aunque me tumbe el desánimo.
Alejandra: Para tu tranquilidad, te digo, que ya soy polvo de diaman-
tina, llevado por el aire que despeina tu esperanza.

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Las leyes del Sendero Luminoso
Juan: El Sendero, en Perú, hizo montañas con los desaparecidos.
Juan niño: La verdad es que en el fondo
no se hallaba ya ni él
Pues qué curiosidad
con la curiosidad.
Gloria: Gabriel, ve donde el campo de choclo, cuando vengas, traes
agua.
Gabriel: Voy en un rato más, madre… Rumbo a la plaza hay una es-
cuela donde aprendes a trabajar y te pagan.
Gloria: Ponme cuidado, eres el jefe de familia, algo tienes que hacer
para ayudarme con el hambre de tus hermanos.
Gabriel: Lo sé, vuelvo pronto.
Gloria: Su vuelta está a la espera… Mi hijo es tragado por la montaña
del Cuzco, lo vi salir con mucho ánimo… Todavía no lo veo entrar.
Gabriel: Me llamo Gabriel Huarcaya Garay, tengo 14 años, quiero
entrar a la escuela popular y unirme con ustedes a luchar.
Camarada Pablo: Se ve que no estás bien comido, necesitas alimen-
tarte, muchacho, para poder levantar piedras. Aquí te daremos te-
cho y comida. Sábete de una vez, que hay razones de sangre para
luchar… ¿Sabes usar el machete?
Gloria: En el diario de la sierra dan la lista de los desaparecidos, ahí
aparece el nombre de mi hijo, igual que hace dos años apareció
el nombre de mi esposo… Él salió a una reunión con la Junta de
Campesinos… y lo tragó la montaña.
Juan niño: En este mundo donde es fácil
que se apague toda fe
se escucha tras el viento una canción…
Martha: Sigo los caminos que anduviste… Las montañas son tes-
tigos de que sigo en tu búsqueda… Tengo conmigo la fotografía
que logré rescatar… Hay testigos…
Manuel: Solo en fotos me ves… la punta del cuchillo es el encuentro
con mi muerte. Acéptalo, desde el momento de mi desaparición,
no debes pensar más en mi vida…
Martha: La ausencia no se acepta, faltas tú… y sobra tierra para sem-
brar nuestro sustento.

124
Manuel: Muerte y Verdad: es el fin. Ausencia y Búsqueda: es la muer-
te… Son las leyes de la montaña, las leyes del Sendero Luminoso.
Martha: Veo en la foto cómo me sonríes… En mis pensamientos te
carcajeas… La muerte así… es gas, es aire, es nada… Necesito tú
cuerpo para ver la verdad de la muerte.
Manuel: Voltea a lo alto de la montaña, abre los ojos, ve cómo en esos
árboles te abrazo, cómo en el río te hablo y cómo, en el color de las
flores, te beso.
Juan: Habitan en mi mente desgracias que marcan mi infancia, se ha-
cen rutina, se hacen costumbre y moldean mi personalidad. Busco
y no encuentro, ando como loco, sin Dios y sin Diablo, buscando
caminos que un día me llevarán al encuentro… de lo perdido.
Juan niño: Ay… mi pobre niño, ¿dónde estás?
¿qué viento te llevó tras las calles sin luz?
Y pasaba el tiempo sin haber una señal…
Y fueron a buscar a otro lugar.

125
RETRATO FAMILIAR

Brandon René Meraz Ortiz

El desayuno
El Hijo (Niño): Despierto para encontrar a mi madre haciendo el
desayuno y me dice que le pregunte a mi padre cómo quiere sus
huevos.

Los huevos
El Padre: Más que a mi propia vida.

El idioma de las aves


El Hijo (Niño): Responde y yo río. Mi padre y mi madre se besan
todo el tiempo, pequeño, corto, besos que luego se posponen para
nunca realizarse. Silban por toda la casa, un sonido y saben qué es
lo que el otro quiere decir. Pienso que imitan aves y así, uno de mis
sueños es aprender todos los silbidos de las aves y qué significa
cada uno. Cierran sus ojos, fuerte para decir te quiero. Mi madre
los cierra con tal fuerza que, cuando los abre, mi padre ya no está
frente a ella. Ahí se queda, cerrando los ojos para ver si vuelve. Día
tras día después del trabajo, que se convierte en una rutina: traba-
jar para sobrevivir, dormir para olvidar, llorar cuando no se puede
más, despertar para repetir, silbando te quieros al viento, porque
las aves emigran, y lo que en el pasado son besos, hoy solo es otra
lengua muerta, justo al lado del latín. Yo nunca aprendo a silbar.

La vida en San Miguel


La Madre: Cuando niña, todos trabajan en la casa, en el seguro, en la
maquila. El que no aporta no come, cada quien compra lo suyo, na-
die puede agarrar de los demás. Mi madre lleva una tortillería, ven-
de, no vende, cierra, el dinero siempre escasea. Lava ropa ajena en
el río por una miseria… la de la gente pudiente del rancho. Come-
mos tortillas con sal. En días no comemos. La escuela queda lejos,

126
pero voy siempre. Entre mi madre y mis hermanas se aseguran de
que la termine. Mi padre nunca está presente, de vez en cuando vie-
ne, se lleva a alguno de mis hermanos, busca a mi madre de rancho
en rancho, la deja embarazada y luego se va de nuevo. Mi madre
nos persigue por la casa con un leño, una manguera, lo que tenga
a la mano. Yo me escondo en un rincón donde sé que no me va a
alcanzar. En las fiestas vende tamales que tenemos prohibido pro-
bar. A los últimos les metemos piedras, para reírnos de la gente rica.
Hay señores que vienen a ofrecernos juguetes, ropa, comida, pero
mi madre siempre los rechaza, los tira al río donde lavamos la ropa
de los demás, mi madre nunca acepta ayuda de nadie, no confía ya.
Con el tiempo, una de sus amigas nos invita a quedarnos en la ciu-
dad. Ella acepta. Yo inicio la preparatoria.

La regadera que no sirve


El Hijo ( Joven): De la regadera de mi madre solo emana agua helada
o bullendo. Yo, que soy muy sensible a los extremos, prefiero no ba-
ñarme en sus aguas. Ella no sabe mojarse en la tibieza de un abrazo.

La vida triste de ciudad


La Madre: Me despierto temprano para recoger la casa, lavar la ropa
de mi madre y mis hermanos e ir a la escuela, es lo menos que pue-
do hacer. Cuando llego, como sola, lo que encuentre, lo que me
pueda preparar. No hay nadie más en casa. Mi madrina y mi her-
mana me llevan a Hidalgo para comprar ropa barata, a mi madre
nunca le gusta lo que elijo, lo que me pongo, lo que llevo puesto.
Tengo un gallo como mascota y ella lo vuelve caldo. Nunca logro
complacer a mi madre.

Abrazar para tapar las goteras


El Hijo (Niño): Eventualmente, los pasos de ella se marchitan, sus
ojos se pierden, ya no canta por las tardes ni baila por la sala. Dor-
mir es todo lo que hace, excepto las noches por las que despier-
ta para llorar en silencio. En noches como aquella despertamos
para abrazarla, pero cualquier intento es fútil, la próxima noche
será igual. Con el tiempo, se convierte en apenas un susurro de las
voces que solo Dios sabe qué dirán en su cabeza, siempre ensimis-

127
mada, siempre molesta, siempre callada. Durante mucho tiempo
la odio por no preocuparse por mí.
El Hijo ( Joven): Tiempo después, me doy cuenta de que no se pre-
ocupa ni por ella.

El deber ser de la vida


El Padre: Cuando joven, entre mis hermanos y yo vendemos dulces
en la preparatoria, nos dedicamos a hacer jugarretas, derrapar en
las canchas. Compramos alcohol y lo rellenamos con agua para
después rifarlo entre mucha gente. Mi padre viaja con su banda, a
las playas, a fiestas grandes, toca las canciones que le piden los chi-
canos, esas que estaban en inglés y sabe Dios quién tradujo y ahora
todos cantamos. Mi padre toca en otras ciudades, a otras mujeres.
Se tarda un tiempo, pero siempre regresa, mi madre siempre lo re-
cibe de brazos abiertos, pues es la cruz que le toca cargar. Cuando
saludamos a mis abuelos, les besamos la mano y no se nos permite
interrumpir las conversaciones de los adultos. Comemos todos los
días a la misma hora, cuando todos hemos llegado, siempre en la
misma mesa. Mi madre sola es quien cocina, no se sienta hasta que
se asegura que tenemos lo que necesitamos. Cuando acabamos
ella recoge y lava nuestros platos, ninguno de nosotros le ayuda.
Mi padre se enoja si ella no le ofrece el café y el pan de la tarde, o si
no lo deja dormir lo suficiente. Una buena madre tiene que saber
cocinar, mantener la casa y complacer a su marido. Con el tiempo,
mi padre deja la banda y trabaja en un taller mecánico. De vez en
cuando le ayudamos.

Reflejo de una infidelidad.


El Hijo (Niño): Se mira al espejo y repite, con tus palabras, toda la
amargura que solo tú pudiste darle, despreciando el cuerpo que
no supiste amar.
El Padre: Ya estás vieja.
El Hijo (Niño): Los últimos años tiene que esconderse en el baño
para cambiarse, por miedo a que la veas. Odia el cuerpo que tú no
pudiste amar.

128
El cuerpo que te aguanta por años, que pare tus hijos, que te lava,
plancha y cocina, siempre sin rechistar, que te aguanta hasta que
ya no puede más.
Qué se encarga de tu casa todos esos años que no estuviste en ella,
que cría, peina, baña y amamanta a tus muchachos, solo para que
puedas verlos cuando llegues.
Pide silencio para cuando estés, mi madre no vive feliz, vive con
miedo de que un día llegues, nos veas y decidas ya no estar con
nosotros.

Frutos lejanos del esfuerzo


El Padre: La carrera que elegí estudiar demanda muchísimo tiempo,
el trabajo igual. Si quiero llegar a ser un médico bien pagado, debo
de estudiar durante años, buscar universidades, pasar exámenes
de admisión, materias filtro. Y así lo hago, durante años me dedico
a presentar el examen para médico cirujano, luego termino por re-
signarme con pasar a médico familiar, lejos de mi familia.

Llorar para sobrevivir


El Hijo (Joven): Escucho a mi madre llorar, noche tras noche, cuando
la oscuridad llena la casa y los sueños de mis hermanos flotan en el
lugar, solo entonces se permite llorar. Por las mañanas debe ser fuer-
te, ir a trabajar para traer a casa el pan de cada día. Cocina, no cocina,
nos habla, no nos habla, duerme al llegar del trabajo, despierta para
llorar. Tiene que regresar a trabajar porque tiene todas las fechas en-
cima; tiene que regresar a la casa: tiene todas las tristezas encima.
Por años va y viene, apenas sé si ha terminado, me gusta pensar que
sí, hasta que la encuentro encerrada en el carro, llorando porque la
casa es demasiado chica, por la cruz que le toca cargar, por todo lo
que dejas atrás, por todo lo que ella tiene que dejar atrás.
Rompe las fotos de los álbumes… alcanzo a rescatar algunas. Si yo
recuerdo apenas qué era de la vida antes de mis padres, ¿qué será
de mis hermanos?

La foto llorona del sauce inmóvil


La Madre: Pasa cuando termino la carrera, unas semanas después, la
prueba da positiva, yo estoy muy emocionada, pero no sé cómo

129
vaya a reaccionar él. Se la entrego y durante días se hace el silencio.
Cuando vuelve, decidimos que nos vamos a casar.
En las fotos de la boda nadie sonríe, ni siquiera nosotros. Posamos
todos como la nueva familia que somos, bajo las ramas de un viejo
sauce llorón.

Heteronorma
El Hijo (Niño): Caminando en la montaña con mi padre, donde los
pinos pueden guardar nuestros secretos, me dice…
El Padre: Yo sé cómo te llamas entre tus amigas, que siempre son mu-
jeres, y sé bien cuáles son tus preferencias en la vida. Y está bien.
Espero que encuentres una pareja que te quiera y seas muy feliz.
Pero yo nunca te voy a aceptar.

Deber ser de una familia


La Madre: Cuando me embarazo, mi madre termina viviendo con-
migo. Ya está vieja.
Me caso por la criatura en mi vientre, para que no nazca fuera del
matrimonio o sin un padre.
A mi madre nunca le gusta lo que elijo. La casa está en obra negra
y en temporada de lluvias se inunda. Mi ahora esposo y mi madre
nunca terminan de pelear. Él trabaja por las noches y apenas está
presente durante el día. Mi madre cuida de mi hijo cuando esta-
mos trabajando. También contratamos una niñera para que recoja
la casa. Al despertar, hago el desayuno de mi familia, aunque nun-
ca se me ha dado bien cocinar.

Prescindible / Desprendida
La abuela: A mí me corrieron de mi casa cuando supieron lo del se-
ñor. Una muchacha del rancho me dice que, en aquella casa, tiene
unos zapatos para mí, que si no quiero írmelos a probar. Cuando
entro, solo está aquel viejo que cierra la puerta y ya no me deja
salir. Cuando regreso, mi padre ya no me quiere en la casa, ya todo
el pueblo lo sabe.

130
Las mujeres de verdad
El Padre: Tenemos un vecino a quien apodamos ‘el señor telaraña’,
porque para todo tarda, parece que en las coyunturas tuviera esas
redes que le impiden el movimiento. No sirve para nada el don in-
útil. Su esposa, en cambio, es la mujer maravilla, es ella quien hace
la mecánica del carro, trabaja, se levanta temprano para llevar a los
niños a la escuela, prepara la comida, ella sí es una mujer de verdad.

Afeminado
El Hijo (Niño): Cuando es Navidad, pido una muñeca como con las
que juego con mi prima cuando vamos a su casa. Mi padre se mo-
lesta de las poses ‘poco masculinas’ que hago para las fotos. Para
molestarme, me llama por el femenino de mi nombre. Yo quiero
tener el cabello largo como el de mi prima, porque se puede pei-
nar de diferentes maneras y es muy suave. Mi padre quiere que le
ayude con la mecánica del carro… yo prefiero ver la televisión por
las tardes con mi abuela.

Homofobia
El Padre: Antes de ir a la preparatoria, voy en bicicleta hasta el río Tu-
nal y regreso para las clases, en una ocasión, se poncha, y la única
persona que puede ayudarme, es un jotillo que me saca mucha pla-
tica. Yo me apuro a reparar mi bicicleta, no vaya a ser que termine
queriendo otra cosa. Uno no puede hacer confianza de esa gente.

Proteger al menos válido


La abuela: Nadie ve por el pobre niño, cuando ella le quiere pegar,
yo me le pongo enfrente para que no le haga nada. Hay que ver
cuánto no hace por aquel hombre. Él nomás llega a acostarse.
Cuando el niño no les hace caso, no hacen más que magullarlo.
Pobrecito mijo, ya nadie lo quiere, cuando yo me muera, me lo voy
a llevar conmigo.

Nacimiento del nuevo comienzo
El Hijo (Niño): Tenemos juntos cinco años, cuando lo traen a casa.
Ella pasa el día encerrada con él, mi padre acostado a su lado, to-
dos le hablamos al vientre, se lo tentamos cuando se mueve.

131
Cuando nace, camina rápido, unos meses más y ya está jugando
con los carros que mi padre suele coleccionar, esos que nunca me
ha dejado agarrar. Por las tardes, lo observamos tocar la guitarra,
sabe sacar canciones a puro oído. Al niño le gusta pasear en auto y
ayudarle a papá. Jugamos fútbol los tres, pero yo no soy tan bueno.
Cuando mis padres no están, soy yo quien le debe enseñar a asear-
se, dormimos ya en la misma habitación.

Vida fuera de la familia


El Padre: Nos vemos durante las vacaciones. Como las comidas que
nos ofrecen en el hospital. Con mi sueldo de interno rento un apar-
tamento junto con mis compañeros, y lo que me sobra se lo mando
a mi familia. Los pacientes me buscan hasta en mi celular personal,
no siempre es para asuntos de trabajo, enfermedad o medicina.

El llamado de la paternidad
La Madre: Cuando entro al nuevo trabajo, ya tengo dos hijos y un
esposo que estudia en otro estado. Primero viene los fines de se-
mana; luego, se alarga a cada quincena; al final, tenemos suerte
si lo vemos alguna vez cada tres meses. Sus llamadas, al principio
constantes, se distancian una de otra… nos distanciamos uno del
otro. Me pide que le pase a los niños, siento su falta en la casa.
Cuando así lo precisa, le mando dinero, pues, a fin de cuentas, yo
soy quien está trabajando. Luego, las llamadas solo son para gritar.

Gritos por ayuda


El Hijo ( Joven): Mi madre nunca ha aprendido a lidiar con su tris-
teza, siempre le ha molestado expresarla, intenta ocultarla a gritos,
con enojo, durmiendo, no quiere hablar, tiene trabajo, no tiene di-
nero… Por eso, cuando llevo tiempo enterrado en la cama de su
tristeza, mi madre entra al cuarto a gritarme. Es la única manera
que conoce de soportar el dolor.

Como un restaurante
El Padre: El mundo de las relaciones es como estar en un restaurante
y pedir siempre tu platillo habitual, es bueno, sí, y te gusta. Pero si
ves otros deliciosos platillos pasar hacia mesas que no son la tuya,

132
¿tú no pedirías lo mismo para variar? Uno no sabe si le va a gusta
hasta que lo prueba.

El otro hijo
La Madre: Me di cuenta un día que mi hijo había llevado a su herma-
no pequeño con su abuela paterna. Cuando regresa, me dice que
en aquella casa había otro niño, como de su edad, si acaso un año
más chico.
El Hijo (Niño): Me dijo que mi papá también era su papá, mamá.
La Madre: Y que su abuela los había hecho que jugaran juntos. Cuan-
do el padre llega se lo reclamo. Él está cansado, por supuesto, pero
cómo no iba a responder lo que le estaba cuestionando: Es otro
hijo, por Dios, ten la decencia de aceptar que me has engañado.
Mi madre se mete y se entera de todo. Nadie en la familia, ni si-
quiera yo, se lo perdonamos.

Comer rabias
El Hijo (Niño): Cuando entras al cuarto, tengo una semana sin pro-
bar bocado, en huelga de hambre hasta que alguien lo note. Es uno
de tus días buenos. Saliste a comer con la que ahora llamas ‘tu fa-
milia’ y, cuando llegas, me ofreces un plato de lo que han comido,
como si no llevaras una semana sin hablarme, inconsciente de lo
que me pasa a mí, como si no estuviera dolido, enterrado, encerra-
do. Una semana después de todo, me ofreces la dichosa comida.
Yo la rechazo. Los susurros suben… y se sostienen a gritos, gritos
incomprendidos que solo esperan a que el último termine para vo-
ciferar más fuerte… y que terminan en portazos. Unos minutos
después, decido dejar de contestar. Estoy cansado, ¿qué energía he
de tener si llevo días dormido, atragantándome en tu odio, entre
platos sin lavar y ropa a medio comer? Entras junto con el fantas-
ma de tu madre y un pedazo cilíndrico de madera entre las manos,
haciendo un presente de tu herencia de generaciones esclavas de
la angustia. Te tomo por la muñeca, las lágrimas queman mi cara
ante tal acto de desobediencia.
El Hijo ( Joven): Este ciclo de violencia termina conmigo, me digo.
Ella no vuelve a tocar a mis hermanos.
La Madre: Suéltame, me estás lastimando.

133
Páginas de citas
El Hijo (Niño): Cuando mi padre vuelve de donde ha estado, pasa el
día recostado, utilizando mi computador para cosas de su carrera.
Cuando me acerco a él para pedirle que jugáramos juntos, observo
nombres y fotos de mujeres. Él la cierra rápidamente. Me regaña
por entrar sin tocar.

Correo no deseado
La Madre: Los mensajes llegan por las noches, o muy temprano por
las mañanas. Es su celular, sí, pero quien los escribe es ella. Me
describe, en pocas palabras, la noche anterior, en ocasiones lo re-
dacta justo cuando acaba de pasar. Aterra mis noches, me arruina
los días. Cuando él vuelve para ver a sus hijos, le reprendo… Él no
quiere hablar, está cansado del viaje, no tiene tiempo para mis dra-
mas, me dice, a gritos, que si no estoy de acuerdo que me baje del
coche. Su manera de arreglar las cosas es comprarme un celular
nuevo. Yo me quedo callada, él es el padre de mis hijos.

El pilón / Familia estable


El Padre: A la tercera la concebimos justo cuando aceptan mi cambio
cerca de la ciudad de mis hijos. Ahora podremos ser una familia,
podré venirlos a ver los fines y los feriados, tendremos una casa
propia, sueldos estables, todo lo que, se supone, debe de poseer
una familia.

Los ecos de la tristeza


La Madre: Esa Navidad la paso sola en urgencias. Me estoy aliviando
del parto. A la bebé no me dejarán verla hasta dentro de tres días,
que sus signos se estabilicen.
Cuando regresamos a casa, no para de llorar, llora con tristeza, llo-
ra con rabia. La amamanto, pero no quiere, su chillido se escucha
por todos los rincones de la casa.
La niña nunca está tranquila. Yo nunca estoy tranquila. El trabajo
me la arranca de los brazos cuando apenas empieza a caminar.

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Juegos de guerra
El Hijo (Niño): Intento protegerla del campo de guerra que se ha
vuelto la casa desde hace años… es un territorio hostil para al-
guien así de pequeña. Mientras en la cocina vuelan vasos, se quie-
bran los platos, nos encerramos en el cuarto para ayudarle con su
tarea. Cuando mi madre intenta alcanzarnos, damos vueltas alre-
dedor de la mesa, esquivando los saleros, dando vuelta a los pasi-
llos. Ella lo ve todo como un juego.

La llegada de la vejez
La abuela: El tiempo no perdona, y con él dejo de caminar. Prime-
ro paulatinamente, me ayudo de un bastón, una andadera, hasta
que un día, intentando arreglar el jardín de la casa, caigo sobre mi
cadera, que se rompe como si de una copa de cristal se tratase.
Ahí permanezco durante lo que parecen horas, gritando todos los
nombres de los familiares por los que rezo, noche tras noche antes
de dormir, rezos que repito una y otra vez, por si alguna noche
ceso de hacerlo.
Mis últimos años los paso postrada en la cama del odio que hice
fermentar en mi hija, gritándole desde la cama a ella, a mis nietos,
a los vecinos, a quien quiera que me pueda oír.
El Hijo (Niño): Cuando mi abuela nos grita, mi madre nos dice que
no le hagamos caso, que ya está senil, que aprenda a quedarse ca-
llada, a no molestar, a no moverse.
La abuela: Tengo sed, tengo hambre, no me puedo levantar.
El Hijo ( Joven): Me arrepiento muchísimo de cómo tratamos a la
abuela.
La abuela: Ninguno de mis gritos es escuchado.

Dios primero
El Hijo ( Joven): Mi abuela muere la madrugada después del día de
mi cumpleaños. Unas horas antes… me daba veinte pesos a es-
condidas.
La abuela: Tenga, mijo, no le diga a su mamá que se los di.
El Hijo ( Joven): Cuando se la llevan en la ambulancia por la ma-

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drugada, le rezo a su Dios que no sufra mucho. Ella ya se quería ir
desde hace tiempo.

El dolor
El Hijo (Niño): Lo más valiente que puedo hacer en las noches que
me duelen las rodillas, porque estoy creciendo, es bajar las oscuras
escaleras para llegar hasta su cuarto. Ella siempre tiene su lámpara
encendida y nunca duerme sin antes rezarle a todos sus santos y
a todos sus muertos. Yo le cuento de mi dolor y ella me unta un-
güentos, para después arroparme y dejarme dormir con ella.
El Hijo ( Joven): Hoy, cuando la vida me duele, porque estoy cre-
ciendo, lo más valiente que hago es ir a buscarla, bajar los párpados
a oscuras para contarle mi dolor, a fin de que me deje dormir con
ella y con todos sus santos y con todos sus muertos.

La pérdida
La Madre: Luego del divorcio, dormimos todos en la misma cama
gigantesca que permanece en el cuarto que solía ser de mi madre y
aún tiene muchas de sus cosas. Las noches frías de enero, las pasa-
mos todos arropados bajo el mismo edredón.
Antes de que él se vaya, recién acabamos de comprar un comedor,
cuadrado, de ocho sillas y una pantalla plana, a pagos cortitos por
tiempo indefinido. Así, a plazos cortos, duramos un tiempo pagan-
do la tele, el comedor, la cama, la casa, el auto, la vida. Así, a plazos
cortitos.

Él siempre ha sido una buena persona


El Hijo (Niño): Una televisión y un comedor, porque eso es lo que
significa una familia contigo, las tres santas comidas al día, ver la
televisión por las tardes y salir al parque los domingos. Hoy, ya
nadie ve la tele que compraste, ni come en el comedor que dejaste,
sin embargo, aún te vemos y vamos al parque los domingos. Cuan-
do la gente me habla de ti, y la buena persona que eres, yo sonrío,
y me repito a mí mismo: mi padre es un buen tipo, mi padre es un
buen tipo, mi padre es un buen…

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Carta al padre
El Hijo ( Joven): Padre, me hace feliz, incluso orgulloso que hayas
formado una nueva familia, aun cuando llamas chaparra a tu nue-
va esposa, como a mi madre, cuando solías quererla, pero, por fa-
vor, no cometas los mismos errores que cometiste con ella.

El hombre de la casa
El Hijo (Niño): Mi padre nos deja con el cascarón de una madre. Se
va y me deja a cargo de dos muchachos lo suficientemente jóvenes
como para no saber qué pasa en realidad, y con una mujer dema-
siado triste como para cuidar de los tres. Tomo a mi madre de la
mano mientras caminamos, como alguna vez hizo ella conmigo,
miro a ambos lados, antes de cruzar con mis hermanos.
Así sobrevivimos un tiempo, comiendo de las migajas de su amor.
Trastes sucios en la cocina, queso añejo y hongos en el refrigera-
dor, fruta podrida, comida echada a perder.

Ya no hay qué comer en el refrigerador


La Madre: ¿Por qué ya nadie se lo come?
El Hijo ( Joven): Preguntas. Ya nadie quiere comer de tu hiel y es a
mí a quien más le duele ver tu situación. Mis hermanos han apren-
dido a ya no escuchar tus gritos… para ellos siempre has sido así,
pero yo sé que hubo un tiempo donde la casa no dormía en depre-
sión, ni los ecos de los gritos llenaban el vacío, porque no había
vacío.
La niebla de tu memoria nos nubla a todos. Mientras tu cielo oscu-
rezca, el nuestro seguirá sin sol.

Sistema Solar
El Hijo (Niño): Para mí, mi madre es como el sol. En ocasiones me
despierta por las mañanas, el resto del día, por lo menos un techo
nos separa.

La confesión
El Hijo ( Joven): Cuando le digo a mi padre, su mirada luce confun-
dida. Sus cejas se juntan demasiado. Intento explicarme, pero su

137
mirada me pesa. Cuando termino me dice que está bien. Que sigo
siendo su hijo. Que aún me quiere.

Reciprocidad
El Hijo (Niño): Por las noches, mientras los sueños de la familia
inundan la casa, mis lágrimas corren y se persiguen entre sí. Nadie
abraza mis goteras para ver si dejo de llover.
El Hijo: ( Joven): Comprendo que eres una mujer herida y te cuesta
expresar tus sentimientos, pero a mí me duele, como hijo, carecer
del abrazo de una madre.

Violencia intrafamiliar
El Hijo (Niño): Grítame, pégame, moléstate, haz algo, cualquier
otra cosa sería mejor que este silencio que me aplasta e imposibi-
lita. Dime que me odias, no te agrado, no me aguantas, cualquier
cosa. Han sido ya años de soportar las mismas miradas de desa-
probación, los gritos por cosas nimias, los silencios por las cosas
importantes, la casa limpia y la conciencia sucia. Los escapes y los
abusos, los comentarios pasivo agresivos y las actitudes insopor-
tables. A ser sincero, estoy cansado de esta casa, de ti y de nuestra
costumbre de actuar como si el techo no se nos estuviera cayendo
encima, las paredes agrietadas y el baño que jamás funciona, las
tuberías rotas, el agua que jamás calienta, las llaves que no dejan de
llorar y yo, que ya no puedo, porque todo se ha vuelto costumbre.
Y no siento que nadie debería de acostumbrarse a las condicio-
nes pésimas en las que llevamos esta relación. La astilla hace daño,
pero nos molesta más sacarla que esperar a que gangrene. Estoy
cansado de querer crecer fuera de esta casa y que las raíces me due-
lan para arrancarme; de que cada vez que me vean hacer algo por
mi bien, se me reprenda, porque todos debemos de vivir hundidos
bajo la misma mierda. Ya no. Porque estoy harto, cansado, hundi-
do y asfixiado, no me queda de otra.

El perdón
El Hijo ( Joven): Lo siento, pero diferimos en la vida que queremos
para mí, para empezar, no traeré la pareja que esperas a casa, es

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muy probable que nunca me case o que logre tener algún hijo de
mi sangre… sería egoísta. No ejerceré de doctor, contador o si-
quiera abogado, las tres carreras que me podrías ofrecer por la pe-
queña fe que tienes en las demás. Para poder vivir, necesito dejar
de sobrevivir a tu lado. Mi imagen me pertenece, y siento mucho
que no te agrade. No puedo seguir con una persona que me mira
con desprecio cada vez que me miro al espejo antes de salir. Nunca
logro complacer a mi madre. Que si mi ropa muy llamativa, qué
si mi cabello muy largo, el de mi hermana muy corto, mi cabello
muy teñido o el de mi hermano a medio teñir. Si a ti no te gusta tu
vida, no hay nada más que yo pueda hacer, pero no hagas que por
ello a mí me deje de gustar la mía. Si tú no te dedicas a algo que te
guste, no me intentes culpar a mí por intentarlo. Puedo sentir tu
decepción en los hombros y no me gusta cargar con pesos que ni
siquiera son míos, así que me voy sin mochila, el viaje es largo y
cargar contigo sería demasiado, ya he soportado un buen tiempo
así y dudo que mis piernas resistan otro paso bajo la gravedad de
tu juicio. Qué daría yo porque, en lugar de esta pesantez, fueras
un apoyo y caminaras a mi lado en este largo tramo de la vida. Los
siguientes pasos serán difíciles y no tenerte ahí, me hará añorarte
muchísimo, pero sé que, si te llevase conmigo, sería caminar des-
calzo el camino.

La necesidad de huida
El Hijo ( Joven): Durante mucho tiempo odié a mi padre por irse,
y acaso me odio al hacer lo mismo. Las paredes se caen y las tazas
se rompen. No puedo tomar los pedazos del suelo y llamarlos mi
hogar.

El hijo
El Hijo (Niño y Joven): Soy el hijo de la tristeza de mi madre y la
rabia de mi padre.

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ESPERMATOGÉNESIS
—la vida: de la verga para adentro—

Brandon René Meraz Ortiz

Esperma: Al inicio estamos en el abdomen, en algún tipo de huevo


que quién sabe cómo llegó ahí. Yo creo que se lo han de haber
comido muy duro, con todo y cáscara, porque nunca se deshizo…
Bueno, de hecho, somos dos, aunque del ‘otro’ nomás me llegan
chismes: Que si Lupita aquello, que si Manuel lo otro… Yo ni caso
les hago, que al cabo que ni los conozco. Ahí dentro estaba reca-
lientito, ni de broma quería salir… de pronto, antes de nacer, que
nos echan pa fuera.
Conferencista: Los testículos se forman en el abdomen durante el
desarrollo fetal. En los últimos dos meses, a través de un conducto
en forma de tubo en la ingle, el canal inguinal, los testículos des-
cienden, gradualmente, desde el abdomen hasta el escroto.
Esperma: Bueno, a medias, ni afuera ni adentro, ¿saben?, porque nos
quedamos encerrados en una bolsa, así como para el mandado,
toda arrugada, porque aquí nadie plancha, que dizque porque se
queman.
Conferencista: El escroto es el saco que se encuentra debajo del
pene y contiene los testículos, el epidídimo, la parte inferior del
cordón espermático, y las estructuras asociadas que producen, al-
macenan y transportan el esperma junto con las hormonas mas-
culinas.
Esperma: El lugar estaba alrededor de dos grados más frío, pero nos
dijeron que, si queríamos vivir, teníamos que mantenernos ahí.
Cuando está helando, de puro titiritar, la bolsa se contrae para
mantenernos tibios, en esos tiempos parecemos cacahuates, todos
arrejuntados. ¡En tiempo de calor se alarga tanto! Todo aquí den-
tro tiembla y se balancea, yo siempre tengo miedo de que se em-
piecen a caer los edificios o que, en una de esas, una de las pelotas
se caiga para empezar a rebotar en el suelo. Parece que el mucha-

140
cho este no trae calzones de tanto que saltamos aquí dentro. Yo
me formé en el huevo izquierdo, al que le dicen Juan, sabe por qué.
Los del huevo derecho eran todos cholos, no podías pasar por allá
porque rápido te atacaban, sí, violentos, por eso, yo me quedé en
el huevo izquierdo, total, era el más calientito, y el que colgaba me-
nos, los otros ya estaban más alejados de la mano de Dios y bueno,
de otras manos también, pero qué voy a saber yo de manos, si no-
más soy un esperma, es más, si ni español sé, no entiendo cómo la
gente luego piensa que voy a poder andar gritando ‘ay, mi manita’.
Les repito: ¡no tengo manos! Pero bueno, así las cosas.
Conferencista: Es normal que un testículo esté ligeramente más
grande o que cuelgue más que el otro, no es un síntoma de cáncer
testicular.
Esperma: Ustedes tranquilos y yo mitocondrioso.
Conferencista: Estudios recientes han descubierto que el testícu-
lo izquierdo y el derecho tienen diferentes maneras de regular su
temperatura. El izquierdo está más caliente que el derecho. Cuel-
gan a diferentes niveles porque reciben suministro de diferentes
vasos sanguíneos, los cuales difieren en longitud.
Esperma: De donde soy, hay aproximadamente 250 edificios, en ellos
nos formamos y vivimos. De ellos siempre salen gentes nuevas,
bueno, bocetos de gentes, porque, que tú digas gente, gente, no
somos.
Conferencista: Los túbulos seminíferos, son pequeños conductor
de entre 150 a 250 micrómetros de diámetro y de 30 a 70 centí-
metros de largo, que se hallan dentro de los testículos,​quienes se
encargan de producir espermatozoides y la hormona testosterona.
Esperma: Como todos, yo comienzo siendo un simple espermatogo-
nio, una célula similar al resto de células ordinarias, pegado a la
pared del túbulo, dividiéndome en células iguales por medio de
mitosis. En aquellos momentos me acuerdo que todavía estaba
completito, si vieran por lo que me han hecho pasar, les cuento…
Conferencista: La mitosis es la manera en la que se lleva a cabo la
multiplicación de la gran mayoría de las células. El ADN se duplica
y reparte equitativamente entre dos nuevas células genéticamente
idénticas. Estas se van reproduciendo de manera exponencial, de
una salen dos, de dos cuatro y de cuatro dieciséis.

141
Esperma: ¡Como la canción! En fin, yo vivo re a gusto, pegado a la
pared de aquel tubillo… Pero allá dentro, la gente no deja de re-
producirse. Y eso que ellos no tienen sexo, nomás se van separan-
do así, como si nada, se parten en dos y de repente ya hay cuatro
Juanes y seis Franciscos. De esa manera, es que me despego de la
pared, pues ya no hay suficiente espacio para el resto. Poco a poco,
me acerco a lo que llaman ‘la luz del túbulo’.
Conferencista: La cual es la parte más interna.
Esperma: De luz no hay nada allá adentro… salvo cuando al jovenci-
llo este, le duele o se le hincha una bola y, con todo el miedo y la
vergüenza del mundo, ¡rojísimo como tomate!, corre al urólogo…
Nomás ahí es cuando nos apuntan a todos con una lámpara, como
cuando a uno lo para la policía.
Conferencista: Si un hombre se masturba con frecuencia en poco
tiempo, su aparato puede inflamarse en lo que se llama un edema:
la hinchazón en el escroto, el eje del pene o el prepucio.
Esperma: De repente, me desalojan del túbulo, que porque ya estoy
grande.
Conferencista: El espermatogonio es la célula más grande del ciclo
de la espermatogénesis.
Esperma: A partir de ahí comienzo a diferenciarme. Cambio mien-
tras aprendo cómo independizarme… Ya estoy diferentón. Sigo
completo, claro, pero ahora, si me ven por la calle, me dicen es-
permatocito primario, me imagino que algo tendrá que ver con la
escuela, así que me inscribo para terminarla.
Conferencista: Un espermatocito primario es una célula ovalada,
que se considera la más grande del epitelio o pared seminífera. Po-
see 46 cromosomas y duplica su ADN en el proceso de interfase.
Por su parte, los cromosomas son estructuras que se encuentran
en el centro o núcleo de las células. Transportan fragmentos largos
de ADN, el material genético que contiene toda la información
necesaria para formar el cuerpo humano.
Esperma: Para la inscripción, me piden cuatro copias de mi informa-
ción, dos de mi madre y dos de mi padre. Como voy tarde, salgo
corriendo y a mitad de la cuadra, me tropiezo con una proteína
muy larga, que, muy amable, me ayuda a recoger mis papeles, solo
que ya no los sé acomodar por padre y por madre.

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Conferencista: La meiosis es la forma específica por la cual, los
óvulos y los espermas se dividen. Consta de cuatro fases.
Esperma: Yo inventé una mnemotécnica para no olvidarlas: ‘Enton-
ces el PROfe dijo METeTELO ANA’. ¡El libro a la mochila, claro
está! No sean mal pensados.
Conferencista: Profase, Metafase, Anafase y Telofase.
Esperma: Sí, claro, eso mero.
Conferencista: En la Profase, la cual es la primera, se condensan
los cromosomas, rompen sus estructuras largas y se vuelven más
compactos. Estos mismos cromosomas, que están organizados
por pares, una parte materna y otra paterna, se ‘aparean’.
Esperma: ¡Como tus papás! Y pueden durar meses o hasta años, apa-
reándose dentro de ti.
Conferencista: Creando así cuatro copias de s-í mismos, dos de
cada cual, que luego intercambian sus partes y se sitúan en el mis-
mo lugar del cromosoma, pues tienen la misma estructura, aun-
que diferente información.
Esperma: Al llegar a la institución, me pasan por encima, un meca-
nismo, al que le dicen meiosis y que es un proceso re doloroso. Ya
entiendo por qué a la gente no le gusta terminar la secundaria. Y es
que, el mentado mecanismo me agarra y me rompe el núcleo, que
es como mi cráneo, luego me aplasta hasta que mis cromosomas
estén en el centro. Ya aplastado, me alargan, para agarrar forma de
balón de fútbol americano. Me siento como chichi en mamogra-
fía… y en esas me traen por horas.
Conferencista: Sigue la metafase. En esta, la célula rompe su núcleo
para alinear los cromosomas condensados en el ecuador. Luego,
toma una forma ovalada, que la deja preparada para la siguiente fase.
Esperma: ¡Que me meten un tubo! Qué te digo uno, ¡uno no! ¡varios!
Ya quería yo vomitar… pero luego me acordé de que ni boca ten-
go… y se me pasó la arcada.
Conferencista: Durante el anafase, los pares se separan y, a través
de los microtúbulos, se desplazan hacia ambos extremos del huso
mitótico.
Esperma: Y que empiezan a chuparme y a jalarme. Mis cromosomas
se separan, un par a cada esquina, parezco ojo de cabra, la cabeza
me duele bastante, me estiran como chicle.

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Conferencista: El último paso de la meiosis es la telofase. Los cro-
mosomas separados, son envueltos cada uno por un nuevo núcleo,
luego se divide el citoplasma.
Esperma: El mecanismo me alarga tanto, que termina rompiéndome
por la mitad. Como los tubos chupan la información que traía
mezclada, una mitad queda con un cerebro y la otra con otro cere-
bro. Estoy espantadísimo viendo mi otra mitad, que me mira igual,
aunque ya para nada es igual a mí. Obvio, yo soy más guapo. Esta-
mos muy diferentes, yo me quedo con los genes buenos, y esa otra
célula está rete fea.
Conferencista: Los espermatocitos secundarios son células con
veintitrés cromosomas dobles, cuarenta y seis en total, como to-
das las células humanas, pero diferentes a ellas, pues se han recom-
binado con la mitad del volumen de los espermatocitos primarios
más cercanos a la luz.
Esperma: Estoy saliendo de la secundaria, mareado de tal magulle,
que ya hasta estaba entendiendo por qué le decían ‘la luz’ a ese lu-
gar… y yo pensando que la tal Luz, era mi prima Lucero. Cuando,
de repente, que me agarran otra vez: ¡Bola de montoneros! Por
más que les gritaba que me soltaran, que ya no quería estudiar, me
volvieron a romper.
Conferencista: La segunda meiosis toma menos tiempo y termina
sin un replicamiento de ADN. Las células resultantes, llamadas cé-
lulas haploides, poseen todavía los mismos 23 cromosomas, aun-
que ya no se organizan por pares.
Esperma: Total que, para no hacérselas larga, de cuatro copias que
traía, que se me mezclan y se me parten a la mitad, me quedo con
dos copias. Después, de esas dos copias, me quedo nomás con
una. Al final, del uno que era al principio, ya somos cuatro y ningu-
no nos parecemos, porque todos traemos información diferente.
La escuela aquí, es horrible, no se la recomiendo a nadie. Pasamos
por espermatocitos secundarios y nos graduamos de espermátidas
aquí mismo.
Conferencista: La espermátida es la primera célula haploide mas-
culina que resulta de la división de los espermatocitos secunda-
rios. A consecuencia de la meiosis, cada espermátida contiene

144
solo la mitad del material genético presente en el espermatocito
primario original.
Esperma: De los cuatro que somos, uno está rete feo, otra es mujer y el
otro, como que el mecanismo sí terminó de atontarlo, porque ese
no alcanzó a terminar la secundaria.
Conferencista: Una mutación genética suele conllevar que una de
las copias de un gen en concreto no desempeñe bien su función.
Para que una persona desarrolle una enfermedad genética, deberá
tener una mutación genética en ambas copias del mismo gen, la
materna y la paterna. Esto determinará que el organismo no dis-
ponga de copias funcionales de ese gen en particular.
Esperma: Ya espermátidas, los tres que quedamos, salimos a buscar
trabajo al epidídimo, maduramos bien, bajamos de peso, todo eso
que hace la gente cuando ya está realizada.
Conferencista: El proceso mediante el cual las espermátidas se
transforman en espermatozoides maduros, es la espermiogénesis,
que sucede en el epidídimo, un tubo estrecho y alargado, situado
en la parte posterior de la gónada.
Esperma: Somos todos redondos, pero como lo redondo no es para
nada atractivo, lo primero que hacemos es practicarnos una lipo-
succión en la cabeza, para tener los pómulos tan marcados como
para cortar diamantes. También nos hacemos la lipopapada, para
que se nos note un cuellazo.
Conferencista: En la fase de Golgi se sintetizan las enzimas necesa-
rias para la formación del acrosoma, que está presente en la punta
de la cabeza del esperma. En el otro extremo, se desarrolla la re-
gión del cuello del esperma, que se llena con numerosas mitocon-
drias, organelos responsables de la energía celular.
Esperma: La punta de nuestra cabeza se llama acrosoma, dicen que
es para ir a tocarle y perforarle a no sé quién. Sobre esta punta o
acrosoma nos ponemos un casco y ahí guardamos el adeene que
nos quedó… ¡No vaya a ser que nos quieran partir otra vez!
Conferencista: Durante la fase de la tapa, el aparato de Golgi rodea
el ADN condensado en el núcleo y forma la tapa acrosomal.
Esperma: Siento algo atorado en el cuello, como si hubiera tragado y
se me hubiera ido por otro lado, ya me iba a hacer yo la maniobra

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de Heimlich con una silla cuando me volteo a ver atrás y sorpresa
que me llevo: ¡Tengo cola! No sé cómo la gente dice que no veni-
mos del chango, si yo me la paso desplazándome con la cola de un
lado a otro, hasta parece que tengo lombrices, o más bien dicho,
que soy una lombriz, aunque una muy cabezona. ¡Me refiero a la
lombriz, ¿eh?! En el cuerpo tenemos mitocondrias que nos dan
fuerza para poder mover la cola, sí, muy recio, como si estuviéra-
mos bailando reggaetón.
Conferencista: En la fase de formación de la cola, uno de los cen-
triolos, presente al medio de la espermátida, inicia el alargamiento
y da como resultado la formación de la cola de la esperma.
Esperma: Al final, un tal Sertoli, me hace una cirugía plástica. La deja
barata, el compa, y, para no hacerle el feo, queriendo que no, acep-
to. Esa es mi etapa de maduración.
Conferencista: Esta etapa final, es en la que el exceso de citoplas-
ma de la espermátida es fagocitado por las células de Sertoli cir-
cundantes en el testículo. Las células de Sertoli, llamadas así en
honor a su descubridor, el fisiólogo italiano Enrico Sertoli, están
ubicadas en los túbulos seminíferos y, durante la espermatogéne-
sis, brindan soporte estructural y metabólico a las células.
Esperma: Ahora sí… ¡ya somos espermatozoides maduros y fun-
cionales! Luego de un tiempo como adulto en la ciudad, me doy
cuenta de que, al igual que en cualquier otra criadilla, no nomás
estamos la clase obrera, también está toda la familia del Sertoli ese,
y la de Leydig, que vienen siendo como los políticos de por acá,
por eso los nombres tan de caché. Las de Sertoli nos dan despen-
sas, que para que estemos bien nutridos y crezcamos bien. Las de
Leydig, que viven a las afueras de los túbulos, se encargan de man-
darnos camiones de testosterona, para ponernos bien fuertes.
Conferencista: Las células de Leydig tienen forma redonda o po-
ligonal, con un núcleo central, y, por orden de la hipófisis, son
las encargadas de producir testosterona, la hormona sexual mas-
culina.
Esperma: Esos camiones también se van para todos lados, pues el Ley-
dig ese se quiere lanzar para gobernador, y ayudan al muchacho
este, a ganar masa muscular, o sea, que tenga voz de hombre, que

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esté peludote y con granos, esto último sepa para qué lo querría,
pero bueno, quién es uno para juzgar, total, de política yo nunca
he entendido bien.
Conferencista: El eje hipotálamo-hipófisis se encarga de secretar
las hormonas necesarias para la espermatogénesis y la secreción
de testosterona. El hipotálamo, ubicado en la parte central de la
base del cerebro, regula el funcionamiento de la hipófisis por me-
dio de pulsaciones.
Esperma: Eso, siempre y cuando el puberto este, no se agarre a ma-
tarnos, porque, de los mil que nos formábamos por minuto, él,
en cinco, se corre de 200 a 300 millones. ¡Deja la ciudad vacía! Y,
pues, el Leydig y el Sertoli, no tienen más remedio que enfocarse
en generar más, porque no hay gobernador si no hay a quien go-
bernar.
Conferencista: Pulsaciones lentas estimulan la liberación de hor-
monas folículoestimulantes, que, a su vez, producen el funciona-
miento de las células de Sertoli para la espermatogénesis. En tan-
to que, pulsaciones rápidas favorecen la liberación de hormonas
luteinizantes, las cuales indican producir más testosterona. a las
células de Leydig
Esperma: Eso dicen las malas lenguas, porque aquellos están más arri-
ba, en el cerebro. Y, aunque el escroto parezca un cerebro, así, rosa-
dito, unas que otras veces más moreno, y haya quienes presuman
pensar con él, yo nunca he tenido el gusto de andar por allá.
Conferencista: Cuando es suficiente para el cuerpo, la testosterona
retorna al hipotálamo y a la hipófisis, donde inhibe la secreción de
hormonas. Por otro lado, las células de Sertoli secretan también
una sustancia llamada inhibina, que, como su nombre lo indica,
inhibe la secreción del otro tipo de hormonas.
Esperma: ¡Y ahí es cuando les vale verga! ¡No, no hay por qué preo-
cuparse! ¡La verga vale mucho! ¿Qué sería de nosotros sin la gran
verga? Bueno, ni tan ‘gran’ en este muchacho, pero la lucha se le
hace. Verga es verga, por donde la veas.
Conferencista: El tamaño de un pene erecto no está correlacionado
con su tamaño de pene flácido. A veces, un pene de tamaño medio
puede parecer pequeño, debido a que hay piel adicional a su alre-

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dedor. A este se le llama pene enterrado y se puede resolver con
una cirugía.
Esperma: Ya pasado el tiempo en tanta paja, de lo platicado quiero
decir, nuestro muchacho ha encontrado una chica con la que sale
mínimo dos veces a la semana. Parece soldado, porque nomás de
verla iza la bandera. Despeina la cotorra. Abre el paraguas. ¡Que la
trae bien paraguas, pues! La estructura frente a nosotros se levanta
como torre de marfil siempre que estamos con ella.
Conferencista: Una erección es el endurecimiento del pene, que
ocurre cuando el tejido, similar a una esponja, que se encuentra
dentro del pene, se llena de sangre. En general, las erecciones ha-
cen que el pene se agrande y se separe del cuerpo.
Esperma: La primera vez que pasa estamos todos dormidos. Nadie ve
el riesgo en el que estamos esa noche. El muchachote acaba de ce-
nar un cereal con leche, como cualquier otro día, cuando se va a la
cama. Durante ese sueño húmedo pierdo a muchos de mis herma-
nos, con los que yo había crecido, con los que me había desarrolla-
do. En la sábana yacen mis hermanos muertos, los hijos crudos de
este rufián. La cama… parece que se le ha volcado encima el cereal
de la cena, y luego se pone dura, la sábana, digo, porque aquella
otra cosa, luego luego se vuelve a dormir. A la mañana siguiente,
este compa, por primera vez, lava solito las sábanas: ¡Hasta raro se
le hace a su mamá! Más sospechoso no se pudo haber visto.
Conferencista: Los sueños húmedos ocurren durante la pubertad,
cuando el cuerpo empieza a producir más testosterona. Usual-
mente, se producen durante los sueños que contienen imágenes
sexuales, y consisten en la eyaculación o liberación por el pene,
mientras el joven está durmiendo, del semen, ese líquido lechoso
que contiene los espermatozoides. Algunos jóvenes se despier-
tan durante el sueño húmedo, otros siguen durmiendo. Aunque
puedan sentirse avergonzados o hasta culpables por tenerlos, no
los pueden controlar ni evitarlos. La mayoría de los jóvenes los
experimentan en algún momento durante la pubertad e incluso
algunas veces en la adultez. Es totalmente normal.
Esperma: Ahora que estos dos tienen tiempo de novios, y ya andan de
manita sudada, pero no en la otra manita, sino en los genitales del

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otro o de la otra, vieran qué masacre. Hace unos días me encontré
con uno de mis amigos que pensaba que ya había perdido y que
le pregunto: ¿Y tú, Ernesto? Es un nombre hipotético, ¿eh?, por
aquello de conservar el anonimato. ¿Qué no te habías ido ya para
el otro lado?
Ernesto: Pues sí, ya ves, aquí nomás, persiguiendo el sueño vaginia-
no. Figúrate que ya iba yo, corriendo como todos los demás, cuan-
do me topé con un teatro al aire libre.
Esperma: ¿Cómo así, Ernesto? No sería que tuviste un sueño húmedo
dentro del sueño húmedo de este muchachote.
Ernesto: Te lo juro, el lugar era viscoso, sí, tal como como nos lo han
prometido, pero algo no me terminaba de cuadrar, en los rinco-
nes había huesos pequeños, acomodados en media luna, como si
fueran asientos… Al acercarme, lo que encontré… ¡eran residuos
de comida, iugh! Además, en el fondo, había un pedazo, grande
y pegajoso, de carne que no dejaba de succionar… ¡Yo, por eso,
mejor me regresé!
Conferencista: La eyaculación retrógrada ocurre cuando, durante
el orgasmo, el semen ingresa a la vejiga en lugar de salir expulsado
al exterior del pene. Aun cuando se llega al clímax, es posible que
no haya semen o que la cantidad eyaculada sea muy poca. Esto se
conoce como orgasmo seco.
Esperma: ¿Qué le voy a andar creyendo yo al Ernesto este, si siem-
pre ha sido bien mentiroso? Yo creo que ni siquiera se asomó a la
ventana el condenado. Mejor espero a que me toque a mí, o hasta
que a mí me toquen, o, más bien dicho, hasta que toquen al ado-
lescente este.
Conferencista: La eyaculación es, en la fase final de la respuesta se-
xual, el conjunto de fenómenos neuromusculares que condicionan
la progresión del esperma y su expulsión por la uretra del pene.
Esperma: Entonces, por andar de bocón, me toca mi turno. La torre
se eleva, como cualquier otro día que salimos con la chica, aun-
que hoy es diferente, puedo sentirlo en mi colita. Esta vez, más
que una torre, la estructura parece un cañón palpitando, listo para
disparar. Adentro, los músculos se empiezan a contraer y salimos
disparados. Junto con mis hermanos, abandonamos el epidídimo

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para correr, vivos y llenos de entusiasmo, por un tubo del calibre
de un spaghetti.
Conferencista: El conducto deferente es un canal firme, que trans-
porta los espermatozoides desde el epidídimo hasta la parte pos-
terior de la próstata y se une a una de las dos vesículas seminales.
Esperma: De tan rápido que vamos, nos empiezan a echar porras. De
un tubo similar, empieza a llegar comida dulce, de modo que, si
nos cansamos, podemos agarrar cualquier cosa de ahí para repo-
ner energías y seguir moviéndonos para adelante.
Conferencista: Las vesículas seminales son glándulas productoras
del 60 % del volumen del líquido seminal, que, apoyado por el lí-
quido de la próstata, que contiene azúcar como fuente de energía
para el esperma y, durante el orgasmo, ayuda a transportarlo fuera
del cuerpo del hombre.
Esperma: ¡Veo la luz! Ahora sí es luz de verdad. Mientras mi cuerpo
se abate con el de mis hermanos, me siento como una bala en un
rifle, bueno, en una pistola, bueno, en un revolver pequeñito… El
hecho es que puedo sentir cómo estoy a punto de ser disparado.
Conferencista: Durante la erección, la uretra, que es el conducto
de la orina y también de la salida del semen, se convierte en un
canal recto. El pene contiene dos cámaras, llamadas cuerpos ca-
vernosos, llenas de un tejido esponjoso, las cuales ocupan el largo
del órgano, y están rodeadas por una membrana, llamada túnica
albugínea, que ayuda a concentrar la sangre en los cuerpos caver-
nosos y, con ello, a mantener la erección. Cuando los músculos del
pene se contraen para parar el flujo de entrada de la sangre y abrir
el flujo de salida de los canales, la erección se revierte.
Esperma: De pronto, oscuridad de nuevo. Un momento estás aden-
tro, al otro afuera y, al siguiente, vuelves adentro. La vida es un
mete-saca de emociones orgásmicas.
El primer trayecto, en esta nueva aventura, es incierto, veo cómo
mis compañeros van muriendo uno a uno, primero los que van
a la orilla, luego, la proximidad de la muerte va adentrándose en
nosotros y corremos despavoridos.
Conferencista: El pH de la vagina es demasiado ácido para permitir
la vida de un espermatozoide, por lo que, al permanecer el tiempo

150
suficiente en contacto con ella, las células haploides mueren, el sis-
tema inmune se encarga de destruirlas, pues son células extrañas
para el organismo.
Esperma: Al ser testigo de que unos cuerpos blancos del sistema in-
mune se comen a los demás frente a mis ojos, no puedo hacer más
que huir y tratar de no ser atrapado. El líquido seminal que nos
aventaron antes de salir, aunque entorpece nuestros movimientos,
nos ayuda a mantenernos unidos, así, juntos, como un gargajo,
avanzamos poco a poco a través del intrincado terreno hostil, cu-
yas paredes se mueven, empujándonos cada vez más adentro…
¡Ni manera de regresarme, como había dicho el tal Ernesto!
Conferencista: Durante el orgasmo femenino, la vagina, el cuello
uterino y el útero se contraen de manera rítmica, succionando la
eyaculación dentro del útero.
Esperma: Una vez dentro de esa cueva viscosa, nuestras reservas co-
mienzan a escasear, el líquido en que viajamos se vuelve cada vez
menos espeso y menos abundante, hasta que se acaba. Entonces
nos toca avanzar a oscuras, por aquel lugar del que no habíamos
escuchado sino leyendas increíbles.
Nado, o me impulso como puedo, a tientas, hasta que doy con una
pared, y me apoyo en ella para seguir avanzando. Mis amigos hacen
lo mismo. Nos unimos para no perdernos en esa cueva pegajosa.
Conferencista: El útero o matriz es el órgano de la gestación, el
mayor del aparato reproductor femenino, tiene forma de pera, es
muscular, hueco, está situado en la pelvis, precede a las trompas de
Falopio y antecede al cérvix y a la vagina.
Esperma: El miedo se transforma en asombro cuando arribamos a la
parte superior de aquellas cavernas: un bosque de algas móviles
se presenta ante nosotros. Es el reto final. A lo lejos se alcanza a
escuchar, a oler, el canto del tan aclamado óvulo.
Conferencista: En el siguiente tramo, las paredes de las trompas de
Falopio están recubiertas de filamentos que arrastran el óvulo ha-
cia el útero.
Esperma: Muchos de mis hermanos se pierden en el bosque. Yo sigo
mis instintos y atiendo las señales que manda el óvulo, intentando
llegar a él. Cuando creo que lo he perdido, aparece de pronto fren-
te a mí, gigantesco, colosal.

151
Conferencista: El óvulo libera prostaglandinas, una familia de me-
diadores celulares, con efectos diversos que, además de guiar al es-
perma hacia el óvulo, pueden también inducir el trabajo de parto
durante las últimas semanas de gestación.
Esperma: Al verle, hago una reverencia, el óvulo me observa, ni dócil
ni sumiso, me mira de reojo… En ese momento me decido a em-
bestir.
Conferencista: Los azúcares más externos del óvulo son penetrados
y fagocitados por los espermas por medio de su acrosoma. Por su
parte, es el óvulo, por medio de ciertos mecanismos, quien decide
qué espermatozoide es el más apto para penetrar su membrana.
Esperma: Entonces sucede, de entre todos los que nos encontramos
intentándolo, el óvulo me permite entrar, sus paredes se cierran
tras de mí y arrancan mi cola; en este momento, eso ya no me im-
porta, pues ya no la necesitaré más.
Conferencista: Al ocurrir la fertilización, el óvulo se fusiona y com-
bina material genético con el esperma, creando así, de nuevo, un
conjunto completo de ADN cromosómico, con 23 pares de cro-
mosomas.
Esperma: Todo esto te lo cuento yo, que viví, durante 72 horas, una
aventura que, en otras circunstancias, sería inolvidable. Solo que
las mórulas no tenemos voz ni memoria. No somos más que una
simple célula en reproducción… A partir de ahí ya no recuerdo
nada…

152
LOS CICLOS DE LA VIDA

Brandon René Meraz

Protagonista: ¡No quiero ver a nadie! Ni a ellos ni a sus estereotipos


de amor, sus adeptos, sus normas sociales, ni su doble moral. Me
puedo desprender de todo eso.
Agua: Sucede cada milenio… Él se calienta tanto, que debemos retor-
nar a los periodos glaciares. Los ríos perecen, los lagos duermen
bajo mantos de hielo, burbujas congeladas en su camino hacia la
superficie. Los animales hibernan, duermen o perecen; las plan-
tas hacen lo posible por no terminar igual. Islas de materia sólida
recorren milímetro a milímetro el globo hacia los polos, donde se
funden con sus hermanas. Campos de líquido endurecido yacen
sobre los llanos, valles y mesetas, mientras los desolados sobrevi-
vientes duermen en las cuevas.
Protagonista: La profundidad de este inmenso vacío es tan presen-
te, que, como un espejo, se refleja en mis palabras. No volveré a
necesitar de nadie… ¡Por siempre!
Agua: El hielo es nuestra forma más densa, compacta. Cerrada al diá-
logo. La estructura cristalina perfecta, con la misma distancia en-
tre cada una de nosotras. Traslúcido por excelencia, deja ver su
interior, tan profundo, que se reflejan a sí mismos quienes lo saben
apreciar. De astillas afiladas que cortan al tacto. De copos tan pe-
queños, que se deshacen entre los dedos.
Protagonista: De nuevo las pesadillas… No abandonan mi ensue-
ño, las noches en vela, los insomnios, las reflexiones de mediano-
che.
Agua: A la intemperie, invisible a simple vista, el glaciar guarda en
su interior los restos criogenizados de un pasado remoto. Escar-
cha, granizo, nieve, compactados durante milenios, esconden los
secretos difíciles de contar, de antiguos navíos devorados por la
tormenta.

153
Protagonista: Me desvelas tú. Eres todo lo que pasa por mi cabe-
za… Mi único y mayor problema.
Agua: La ventisca cubre todo a su paso, flagela a quienes alcanza, la-
cera los suelos, sepulta la flora, con el persistente golpe del viento
y de la nieve.
Amor: Pretenderás realizarte sin esto,
sin necesitar de cosa similar,
por tu incontenible anhelo
de jamás requerir ayuda.
El hielo se posará sobre tu hombro,
con la firmeza rotunda de su tacto,
bajo la ventisca mental de tu recuerdo
y el frío del haberle esperado tanto.
que te quemará hasta los huesos,
con los alfileres de su aspereza,
que verán tus sueños consumidos.
Intentando adivinar sus intenciones
solo encontrarás las tuyas,
jugando con la madeja
que se hacen tus ilusiones.
Agua: Por sólido que parezca, el glaciar deja pasar radiaciones, vibra-
ción, sonido… Los cantos de ballenas lejanas que pasan a través
de las partículas. Melodías que podrías escuchar si aguzaras lo su-
ficiente tu oído.
Amor: Aunque por los inviernos se deja ver poco, caliente o frío, el
amor sigue ahí; aun cuando, congelado, ya no sale al encuentro de
nuevos cauces, todavía calienta las tardes para quienes lo beben en
infusión.
Protagonista: Esperándote, vivo las frías noches de enero, junto a
fogones que siguen ateriendo mi existencia. Cuando caen las plu-
mas de marzo, sé que en abril nacerás tú.
Amor: Si la vida son ciclos que corren como los ríos, ¿Por qué el afecto
no puede ser como el agua? Alta e inalcanzable, como las nubes
venideras, siempre de paso, que se revuelven al pasar el viento,
llueven de vez en vez, bajan por las mañanas a practicarle el amor
al rocío y se alejan por las tardes, nieblas de paisajes claros, gotas

154
diminutas que flotan en al aire, lloviznas que sosiegan el sonido y
forman ríos que al secarse forman caminos en sus cauces.
Agua: De su interior surgen esferas de viento y de vapor, donde el
bromuro se condensa y la presión las vuelve volátiles. Sus centros
arden, incluso cuando la piel se congela. Los sólidos se subliman y
emergen los ríos de entre las rocas, formando la Pangea eterna que
destruye la cruel armonía del estado gélido.
Amor: Frío en los icebergs, caliente en los geiseres. En todos los esta-
dos, en todas las naciones. Sólido, líquido, gracioso, burbujeante
desde sus calderos, risas de vapor que escapan por bocas sólidas
y calientes. Átomos que buscan chocar contra átomos, puentes,
energías, escapes y brumas sobre los grandes lagos. Capas de agua
sobre capas de agua. El sentimiento se crea a sí mismo: una gene-
ración espontánea de emociones.
Protagonista: Los golpes del viento me empujan hacia ti. Días ven-
tosos donde todas las rosas apuntan hacia el norte. Cualquier brú-
jula moral o social es inútil. Eres tú donde debo estar. La marea de
tu cintura se me escapa de las manos, rozas mis playas como quien
acaricia la periferia de la inmensidad con un solo dedo.
Agua: Al contacto del calor del astro, del deshielo gradual, las grandes
masas se rompen y flotan de nuevo sobre el mar. Viajan por las
corrientes de la superficie y por los ríos submarinos, hasta llegar
al fondo, donde bulle la presión del calor, en el centro de la tierra.
Protagonista: Háblame húmedo al oído. Donde tocas, me bullen
manantiales en las manos, nacen relámpagos de mis entrañas y de
mis cuerdas vocales brota el trueno. Roja mi piel al primer hervor,
cruje a la tenue caricia de tu mirada. Nuestros pies desnudos pi-
san tibios vahos, trepan por los vapores del inhóspito ecuador y
la viscosa lengua que los saborea. Buscan mis palmas tu melena.
Borbollón caliente de ideas que se inclinan para besarse.
Amor: Estoy en todos los lugares del universo, en la panspermia, en
los cristales incrustados en antiguas rocas que viajan a kilómetros
luz, en la llegada de la vida al planeta por medio de meteoros, sen-
tidos y emociones, que se impactan sobre los cuerpos marítimos.
Protagonista: Tu cuerpo de agua… ningún otro me ha hecho sentir
tan triste como el tuyo. Tengo océanos continentales atrapados en
el pecho, ríos caudalosos que nunca encontraron salida al mar.

155
Amor: Le buscarás con la mirada,
en las calles y los pasillos,
al final de las escaleras.
Le descubrirás en partes de ti,
en los restos de antiguas nevadas,
le encontrarás en tu esencia,
en sus inmarcesibles ideas.
Y susurrarás con fuerza su nombre,
en forma de versos soltados al viento,
para quién quiera escucharlos,
incluso sin necesidad de oírlos.
Susurrarás amores y desamores,
caminos que convergen,
se encuentran y se van
suplicando cruzarse,
con quien fuese tu amor de verdad.
Protagonista: Más que preocuparte, ocuparte del otro; completar-
te con aquello que siempre te faltó. Ese alguien que te cuide, que
siempre esté ahí, te cure, te proteja de todos y de todo; te extraiga
de lo superfluo, te envuelva en su frío manto, y, bajo este, con cari-
cias y mordiscos, haga correr la sangre de tus dedos a tus mejillas,
con la sensación de la flor que es arrancada por un niño, para po-
der admirarla en privado; copo de nieve derritiéndose entre tus
dedos, preciado objeto que cae al vacío. Un vacío tan grande como
el que deja la persona amada y que yo guardo en mi interior.
Amor: Nos hacen creer que cada uno de nosotros nace por la mitad, y
que la vida solo tiene sentido cuando encuentras a quien te falta.
No nos enseñan que nacemos enteros, que nadie en la vida merece
cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de completar lo que
no tiene. Que, a lo largo de la vida, crecemos por nosotros mismos.
Agua: Líquido que inunda las playas, alimenta los esteros, hace cre-
cer los humedales, que sigue a los cuerpos celestes e inalcanzables,
que guardan en su interior la misma materia solidificada.
Protagonista: Soy el océano, acaricio la arena en espera de que al-
gún día, sea este mismo polvo quien busque mi oleaje. Susurro
canción del enamorado en las galerías de las conchas milenarias,

156
para que la lleves a las grandes ciudades y la escuches cuando la
necesites.
Amor: Inundo las ciudades, corro por las alcantarillas, beso las ban-
quetas fuera de los restaurantes, desciendo por el concreto de las
colinas. Maloliente, malsonante, broto por las llaves a torrentes, de
personas comunes, de personas corrientes. En algunas viviendas
dejo de llegar a las doce, en otras, acarreado en cubetas.
Agua: En los veranos llena de huracanes las casas, lo arrastra todo a
su paso, los autos, las fotos, los muebles, emerge por las ventanas
y por los resumideros. Intentan detenerle con costales de arena.
Todo inútil. La líquida pasión encuentra siempre abierto el cami-
no a su paso.
Protagonista: Tantos son los males de este querer que nos inunda
el juicio, que no hay afectos más crueles que los de mi tierra. Así
aprendo también, que hay amores que quitan.
Amor: El sentimiento no intenta poseer, no pretende apropiarse. Ese
juego del ‘te quiero, me quieres’, no siempre coincide con él. El
querer expresa deseo de pertenencia, no amor.
Agua: También hay quienes otorgan, que conectan archipiélagos, fun-
dan bosques, alimentan pasiones, forman hogares. El agua espera,
como quien calienta la tetera y olvida prepararse el café; el agua se
evapora, se consume, se marcha, como quien, en un despiste, tira
la taza con un té.
Protagonista: Te espero tanto que, como todo buen náufrago, no
encuentro la carcasa que solía reforzarme. Todo tipo de algas crece
dentro de mí, y enormes huiros emanan de mi piel. Algas verdes,
rojas, pardas… extienden sus láminas fuera de mí, en busca de ti.
Agua: Los líquidos son tristes. Atraídos al centro de la tierra, se man-
tienen en la búsqueda de lo más bajo, dispuestos siempre a escon-
derse, sin importarles caer en lo más grave por la Gravedad.
Amor: Yo soy el amor que no se atreve a decir su nombre.
Protagonista: Mis dedos desaparecerán en protozoarios, saldrán
peces de mis ojos y mis pulmones serán arrecifes. ¿Para qué me
sirven las manos si jamás te van a alcanzar? Detesto haber apren-
dido de memoria tus facciones, tus sonrisas… y, aun así, nunca
haber tocado tu rostro.

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Agua: Gotas imperfectas, jamás dos iguales, millones de ellas en el
espacio, absortas en la roca, no hay lugar donde no lleguen.
Protagonista: Mi corazón te lo dejo a ti, de igual manera, jamás
aprendí cómo utilizarlo.
Amor: El agua que se estanca se pudre, el amor no está hecho para
quedarse.
Protagonista: Quisiera encontrar tu latitud y longitud con mi as-
trolabio, abriéndolo y cerrándolo, subir hasta el tuyo al mediodía,
observarte en él a todas horas y explorar cada una de tus intrinca-
das rutas marítimas.
Agua: Exhalación de un mundo excitado. Caliente, errante, fluye con
las corrientes, encuentra los cauces a su paso. Brota de las grietas,
emana de lo profundo.
Protagonista: Midamos a palmos nuestras pieles. Si el rey medía
con pies su territorio, ¿por qué no medimos con lenguas nuestros
cuerpos? Orgasmos líquidos derramados uno sobre el otro, goces
mojados de tez seca. El color del placer.
Agua: Nubes calientes cargadas de espesa llovizna. Lluvias que caen
sobre montañas para formar ríos lechosos de nieve. Nieve caliente
que derrite con su tacto mojado.
Protagonista: Podría dibujar un mapa de los lugares que me duelen
cuando estás aquí: aquí, aquí… y es que tenemos esa extraña ma-
nía de colocar fuentes donde nunca surge el agua.
Amor: Hay quienes hielan, quienes queman… que de los tibios no se
hable, porque se presumen los peores.
Protagonista: En ocasiones, no hay suficientes estrellas en el cielo
para desear que estuvieses lejos. O que, por lo menos, cuando es-
tuvieses, estuvieras conmigo.
Amor: Amar no es dolor, ni vacío, ni sufrimiento.
Protagonista: Quisiera enterrar la cara entre tus baches, inhalar tu
olor… como quien hunde la cara en un lago y respira agua.
Amor: Es verdad que puede guiarte a muchos males si no es bien ad-
ministrado, pero al llegar a ese punto, es otro quien se hace pasar
por él, que no está presente en ninguno de estos malestares.
Protagonista: Quizás en algún punto del recorrido, cruzamos la lí-
nea entre afecto y sufrimiento.

158
Amor: No dependerás de otros más que de ti mismo.
Agua: Afluentes que crecerán para arrasar todo a su paso. Pasos que se
reandarán en círculos. Círculos que formarán espirales. Espirales
que arrancarán las casas desde sus cimientos, pieza por pieza.
Protagonista: Soy consciente de la importancia de tu tiempo… y
por eso te dejo libre.
Amor: ¿Qué es lo que te sucede? ¿Cómo te atreves a hablar de piezas,
cuando he sido yo misma quien ha recogido las tuyas para que tus
manos no se corten? Justo después de todas las promesas que has
hecho, sobre aquello que has logrado gracias a mí ¡Yo te amé cuan-
do nadie más deseaba hacerlo! ¡Me convertí en el sueño de todas
tus noches! ¡En el manto que te abrazaba!
Protagonista: Cuando uno se enamora, promete lo imposible.
Agua: Nubes de cirrocúmulos preceden a las tormentas. El granizo se
arremolina. Los polos apuestos se atraen. Se atormentan. La tierra
intenta calmarlos, las nubes se descargan. La luz rompe los cielos.
El grito quiebra el silencio.
Amor: Malagradecido. Infame. Inmoral. Embustero. Sinvergüenza.
Malviviente. Amargo. Mentiroso. Infiel. Falso. Apático. Inepto. In-
útil. Desinteresado. Insatisfecho. Innecesario. Indiferente. Nimio.
Inexpresivo. Insensible. Desapegado. Insensato. Indeciso. Posesi-
vo. Impasible. Sordo. Ciego. Mudo. Anáfico. Celoso. Desdichado.
Engaño. Estafa. Fraude. Suplicio.
Agua: Tormenta mortal al tacto. Curvas que matan y palabras que en-
cadenan. La electricidad recorre todo el cuerpo. Primero sientes
el calor, un olor a carne quemada emana de tu cuerpo. Se deshilan
los tejidos. Se dañan los órganos. Comienzan las convulsiones. Se
pierde el control, el conocimiento. Las lesiones causan discapaci-
dades. El corazón deja de latir. La respiración se detiene. Su paso
siempre deja una marca. Hematomas ramificados. La descarga
golpea siempre el punto más elevado.
Protagonista: No he de pertenecer a alguien, sino a mí mismo.
Podrás encerrarme, pero la voz interior seguirá llamando a quien
siempre esté ahí, en la necesidad.
Amor: Existe ya algún sentir, que, apenado de su causa, no logra pro-
nunciar su nombre. Hay también otro, más valiente, más soberbio,

159
que hiere y se marcha, dejando un vacío. Haz de quitar la pena al
primero y la malvada soberbia al segundo, para discernir al verda-
dero.
Protagonista: Mi amor no trata de querer, sino de admirar.
Amor: Te observará su par de luciérnagas iridiscentes,
estrellas del Ródano de tus recuerdos.
Cada momento entonces te apreciará
y te sentirás dichoso, pues no serán sus ojos,
sino su alma quien te mirará,
haciéndote dudar de tus anteriores afirmaciones.
¡Abrid las puertas y los tejados!
Dejad al Amor pasar,
viene con los pies mojados
a nuestra humilde morada habitar.
Agua: Luego de la tormenta, vuelve siempre la calma.
Protagonista: Si todos los caminos me han de llevar a tu encuentro.
No podría escapar de ti.
Agua: Hay quienes tientan los amores antes de zambullirse, otros
se tiran clavados sin importar temperaturas. El amor es un senti-
miento para todo temple.
Protagonista: El verdadero no hiere como ustedes han hecho. El
verdadero no mata. Él nace en nuestro centro, planta sus raíces en
nuestras entrañas, llena los vacíos con los que nuestro cuerpo ha
nacido, circula por sangre, pulmones, cerebro y corazón, comple-
ta nuestro ser una vez que se ama a sí mismo. Entonces, encuen-
tra por dónde salir y lo hace por ojos, oídos, manos, pies, boca…
Todo un ser convertido en bondad, simplicidad, apoyo… Sus raí-
ces se convertirán en troncos si sabemos cuidarlo, de sus ramas
nacerán flores.
Amor: Si realmente aprecias a una flor, déjala vivir, no la arranques
del lugar donde floreció, aprende a valorar su vida y deja que ella
te ayude a valorar la tuya. Superarte, mejorarte. Ser, de todo y por
todo, su complemento. Nunca intentes ser quien le complete, por-
que ya hemos nacido completos.
Protagonista: No sabía que tenía sed hasta que conocí el agua.

160
Agua: El ojo del huracán llora desde dentro. Encerrado en la calma,
lloviendo en el desierto. Vida no le queda, mas sigue el ciclón su-
friendo.
Protagonista: Paso tanto tiempo en el estero de tus ideas, que
aprendo cómo respirar agua y construir raíces en el lodo incierto.
Si en el planeta es tanto océano y tan limitado suelo ¿por qué el
interés por algo que hay tan poco?
Agua: El vapor del agua escapa para jamás unirse de nuevo al humo,
las cenizas y el anhídrido carbónico que antes formaron el papel.
Protagonista: ¡Cenizas! Al final, todo se reduce a cenizas. No po-
drá volver a sentir la sangre en sus mejillas, ni la sensación de una
muerte súbita, ¡Ya no está! ¡Se ha ido! Le han enviado en un tran-
vía con destino a las estrellas.
Amor: El Protagonista de nuestra historia, para amarse realmente,
tuvo que matar su Vergüenza, que tanto amaba. Aprendió a amar-
se a sí mismo, luego de innumerables noches en su no tan solitario
encierro.
Protagonista: Cuando te marchas, plaño cascadas de agua dulce,
porque no las hay de salada, y las guardo en bolas de cristal que ya
no predicen el futuro y, al llenarlas, me quedo en ellas, aprendo a
nadar en esas peceras de llantos de olvido azucarado y cristalino.
Tu silencio es mi alimento, tu existencia mi tormenta. Aprendo a
nadar en las aguas de tu indiferencia, de tu rencor y del daño que
nos hemos hecho. Uno no sabe lo sucia que está el agua hasta que
la cambia por una nueva.
Amor: En aquellas turbias noches, Cupido decide morir a causa de
una de sus flechas, enamorándose de un mortal. Un extraño en-
cuentra a su otra mitad en sí mismo, superando la vergüenza que
le atormentaba. Una persona se mata en la espera de un amor que
nunca llega, otra, con pena, pero sin avergonzarse de sus palabras,
confiesa sus sentimientos, y alguna más está ahí para escucharlas.
Protagonista: Soy como ellas. Tú no quieres que me quede.
Agua: Sucede cada milenio, él se calienta tanto, que es necesario retor-
nar a los periodos glaciares.

161
OPERACIÓN ÁNGEL

Daniel Padilla González

Ángel (Coloca enormes fichas, cada una con un nombre, intentando for-
mar un bloque, su celular suena con insistencia): ¡Esperen! ¡Me des-
concentran! Podría colocar a David y Salma, que son los padres,
como pilares de Leo, que todavía no ha nacido y, por lo tanto, iría
abajo, entre el limbo y los vivos… y yo aquí, arriba, su ángel pro-
tector. (Al celular que vuelve a sonar): ¡Ya voy! (Al público): Lo que
me faltaba, los arcángeles son demasiado insistentes. Este no es
un momento apropiado… mis protegidos están furiosos, piensan
que todo el tiempo me la vivo jugando. (Los arcángeles Gabriel y
Josué aparecen en la pantalla que se enciende de pronto. Ángel tira la
ficha por la sorpresa y destruye el bloque que estaba formando). ¡Ar-
cángeles! Se adelantaron, nuestro acuerdo fue que, al finalizar la
Operación Ángel, veríamos mi puntuación para resolver si merez-
co graduarme o no graduarme como Ángel de la Guarda.
Gabriel: No contestas nuestros llamados celestiales.
Josué: ¡Estabas jugando bloques! Es inútil que trates de ocultarlo, pe-
queño angelillo, todos empezamos alguna vez con este juego.
Gabriel: Necesitas ayuda profesional, no eres capaz de hacerlo solo.
Josué: Esta operación está destinada a fracasar. Te trajimos un carga-
dor… (se lo entrega a través de la pantalla): No queremos que te
quedes sin batería, tiene adaptador universal.
Ángel (Se lo devuelve): Gracias, puedo pasar de nivel sin su ayuda. Les
ruego que me disculpen si he sido algo distante con ustedes, les
aseguro que estoy listo para alcanzar la mejor puntuación…
La puntuación se muestra en la pantalla.
Josué: De acuerdo al marcador, tu puntaje es demasiado bajo.
Gabriel: No solo no te alcanza para convertirte en Ángel Guardián,
sino que quedarías muy lejos de ser una potestad.
Josué: Te recuerdo que tú mismo propusiste este juego. 

162
Gabriel: Hoy estudiamos tu propuesta en el Consejo de Patronos
Alados. Ya sabes, este modelo colegiado con el que nos despedi-
mos del autoritarismo celestial, el famoso: ‘Dios así lo quiso’.
Josué: Tenemos serias dudas respecto a elegir Ángeles de la Guarda a
través de videojuegos. No podemos dejar a la ligera la estabilidad
de los humanos.
Gabriel: Así que queremos proponerte un nuevo pacto.
Josué: Es muy ambicioso competir en un videojuego para ser procla-
mado con el rango de uno de nosotros. Tú eres un ángel reproba-
do, seamos realistas, necesitas estudios, experiencia… (El bloque
Ángel se parte en dos bloques más pequeños).
Gabriel: Venimos a ofrecerte la posibilidad de ser… (Gira los dos pe-
queños bloques que ahora muestran nuevos nombres): un Querubín
o un Serafín.
Ángel: Yo soy quien ha estado haciendo méritos aquí, en la tierra,
eso tiene mayor importancia que su vaga solución teórica. Señalan
mis errores y pierden de vista mis cualidades… (Se pone un casco
de piloto de carreras): Hagamos más rápido este asunto: los reto a
unas carreras.
Josué: No existen las competencias entre ángeles, todos volamos al
mismo rumbo.
Gabriel: No buscamos quién quiere ser el mejor, trabajamos en equi-
po.
Josué: Me parece que estás dejando de ser espiritual y te estás convir-
tiendo poco a poco en un ser humano.
Ángel: ¡En sus marcas…!
Josué: Recuerda la fábula de la liebre y la tortuga…
Ángel: ¡Listos…!
Josué: Te damos este contrarreloj… (imagen en la pantalla), en él apa-
rece tu tiempo restante…
Gabriel: Ni un minuto más, ni un minuto menos… Los tiempos de
Dios son perfectos.
Ángel: De nada les valdrá limitarme con tiempo regresivo. Los ángeles
no necesitamos contar los minutos, nosotros no festejamos cum-
pleaños, venimos de la eternidad, no hay un inicio y no tenemos fin.
Gabriel: Te recuerdo que estamos en la tierra… Aquí no puedes evi-
tar medir el tiempo.

163
Josué: Que empiece la carrera si así lo has decidido. (Él y Gabriel se
ponen sus cascos de piloto).
Gabriel: Estamos preparados, somos profesionales al volante de la
situación.
Josué: Listos… no se trata de llegar primero, sino de saber llegar.
Ángel: ¡Fuera…! Aquí necesito aplicar un buen turbo. (Acelera, apa-
ga la pantalla).
La pantalla se enciende de inmediato con ambos arcángeles al volante.
Gabriel: Estamos aquí aunque trates de evitarnos…
Josué: Te seguimos viendo y escuchando, aunque apagues la tecno-
logía.
Gabriel: Por más que conduzcas rápido, no escaparás del problema.
Ángel: ¡Aquí viene una curva muy cerrada! Debo mantener firme el
volante si quiero lograr el mejor puntaje y ser el mejor Ángel Guar-
dián.
Gabriel: ¡Desacelera! ¡Empiezas a derrapar!
Josué: ¡Estás quemando llanta, tus palabras se quedan en el asfalto…!
Derrape de coche, colisión, sonido estrepitoso y letrero de game over.
Josué: Esta puntuación queda en cero.
Gabriel: Esta vez pasamos por alto el accidente y no te restamos pun-
tos.
Josué: En los niveles finales, esto dejará de ser una práctica.
Gabriel: El Todopoderoso sabe para qué hace las cosas y por qué te
mandó en esta operación.
Josué: No le hemos querido informar oficialmente de tu puntuación
tan baja, y aún te quedan varias pruebas por superar.
Gabriel: Pronto vas a llegar al nivel donde las letras tienen movi-
miento (Proyección dinámica de las palabras: amor, mora, roma e
imagen).
Josué: Lo que amor pudiera ser mora, no se pierde en Roma… Eso,
mi querido Ángel, es una ¡Imagen! ¡Oh, cielos, por poco doy un
spoiler! Aunque dudo que llegues tan lejos.
Gabriel: Una última actualización… (Señala el contrarreloj). Recuer-
da que el tiempo, aquí en la tierra…
Ángel: No quiero ser grosero, si no les importa: Adiós… necesito
prepararme para mis próximos niveles… ¡Operación Ángel está
por comenzar! (Apaga la pantalla).

164
No entiendo por qué le dan tanta importancia a ganar. Y me ponen
tiempo límite, ¡no soy un ser humano, soy un ángel…! Si pudiera
detener el tiempo o alentarlo, ¿Por qué tuve que faltar a la clase de
viajes en el tiempo…? ¡Bien podría crear un multiverso…! No, la
humanidad no está lista para eso.
Se proyectan en el aire Gabriel y el contador de tiempo.
Gabriel: Josué se reporta ausente, está algo irritable porque ha sido
un día laborioso, la gente está demasiado agresiva, problemas den-
tro de casa, estamos algo ocupados con una pandemia, espero lo
entiendas.
Ángel (Armado de espada y escudo): A la orden, su altísima celestiali-
dad… no soy grosero ni te estoy atacando, solo defiendo mis ob-
jetivos de manera clara, directa y justa. (Le hace frente al dragón
gigante que aparece de pronto): ¡Yo seré el ganador en esta contien-
da…! (Lucha un poco… pero es quemado y se retira de la contienda):
Tienes razón, Gabriel, las llamas me sobrepasan, este contrincan-
te es demasiado para mí. Estuvo mal no ir a clases en la escuela
celestial, saltarme las reglas, evitar los estudios. Ojalá me pudiera
reiniciar, como un videojuego, para volver a retarlos, los juegos me
apasionan, tal vez a la próxima podría derrotarlos.
Gabriel: Yo creo en ti, Ángel, todavía estás a tiempo de conseguir una
buena marca. Admito que no eres un ángel normal, nos has dado
varias sorpresas: cuestionas, debates, argumentas. Eres un rebelde
demasiado inteligente, en un lugar incomprendido.
Ángel: Quiero ganarme el privilegio de ser el Ángel de la guarda de
Leo, el hijo de Salma y David, que está por nacer y que todavía no
sabe que existo. ¿Por qué este sentimiento protector es tan fuerte
aquí abajo, en la tierra? Me duele tanto, que siento ya no poder
más.
Gabriel: Por eso operamos desde el cielo. Es el riesgo que asumiste
al permanecer tanto tiempo aquí abajo. Debes pensar, reflexionar,
ser inteligente, adecuarte a las circunstancias, resolver sobre la
marcha. No es el coraje en tus acciones ni la habilidad en tu arma
lo que te hará vencer a tu enemigo.
Ángel vuelve a luchar con el dragón hasta que lo derrota, se apropia del
cofre dorado que el dragón custodiaba y lo abre…

165
Ángel: Está vacío.
Gabriel: Busca en el fondo: ¿La ves? Es la esperanza, tan pequeña
que no se distingue a simple vista, pero su riqueza te proporciona-
rá el mejor puntaje. (Señala el reloj digital): Te espera el próximo
nivel. Recuerda que, conforme avances, las pruebas a vencer serán
más complicadas, si quieres lograr la victoria. (Desaparece).
David: ¿Qué juegas… calabozos y dragones? No tienes que ser tan li-
teral en nuestra protección, Yo esperaba a un Ángel de la guarda
tranquilo y calladito, pero tú vienes armado y con escudo…
Ángel se quita los aditamentos de caballero.
Si ves a Salma le dices que la estoy buscando, espero que eso sí
puedas hacerlo bien. 
Ángel: Sé inteligente, David, deja de moverte por toda la casa y es-
pérala aquí un momento. No estés como en esos juegos de plata-
formas que avanzas, avanzas y avanzas, y cuando llegas al final de
la torre, te dicen que tu princesa está en otro castillo. A veces la
mejor opción es detenerse y esperar.
Música: inicio de otro juego.
David: ¿Qué es eso? ¡No! ¡No más juegos!
Ángel: Son las etapas de Operación Ángel. Esta se llama Réflex, re-
gistra nuestros movimientos… Espero que estés listo para los de-
portes extremos, incluso el baile… No es mi fuerte, pero podemos
intentarlo.
David: Nuestra vida era más feliz y tranquila cuando no los veíamos.
¿Por qué no permaneciste invisible y silencioso? Prometiste que,
haciendo un cierto puntaje de buenas acciones en nuestra vida,
te graduarías de Ángel, regresarías al cielo y nos dejarías en paz…
¡¿Cuántos puntos te hacen falta?!
Ángel: Hasta ahora todo ha sido práctica, entrenamiento para ser el
mejor Ángel de la guarda de tu hijo. Soy consciente de que mis
acciones no han sido las mejores: mezclé información indebida en
el juego de cocina; intervine, a través de Salma, en el juego de roles
de pareja… y, por mi culpa, se fue de la casa… Prometo que eso
no se volverá a repetir.
David: Resulta difícil creer que quieres ayudarnos y protegernos. Todas
las veces que haces algo, fallas, intentas remediarlo y vuelves a fallar.

166
Nosotros solo queremos un Ángel de la guarda para Leo que está
por nacer. ¿Por qué tanta preocupación en hacer cosas perfectas? 
Ángel: Ahora, cuando más puntos debo hacer, te pido una última
oportunidad, Trata de ser el espejo de lo que yo haga. 
La música sube de intensidad. Ambos se colocan frente a frente. Imitan
sus movimientos.
David: Es como los patos tirándole a las escopetas. 
Los sonidos indican quién gana los puntos.
Ángel: En el cielo, mientras estudiaba y me reprobaban, no me di
cuenta de que fui yo quién me reprobé a mí mismo, porque no
era consciente de que estaba equivocado. Ahora, solicité que me
mandaran a la tierra para tener la oportunidad de recuperarme y
demostrar que estoy listo para graduarme como Ángel de la guar-
da… Si falló, me puede pasar lo mismo que al último Ángel caído,
al que le aplicaron el código 616.
La música sube de intensidad y el ámbito se tiñe de rojo. Dejan de imi-
tarse, el letrero de pause se proyecta.
David: Tenía entendido que se trata del código 666.
Ángel: Es un error común. El código 616 viene del papiro 115, una es-
pecie de copy paste de aquella época… del Apocalipsis de San Juan.
Regresan la música y el marcador de Reflex.
David: ¡Vas a seguir perdiendo puntos si no te concentras! ¿A quién
más le quieres demostrar que eres el mejor?
Ángel: ¡A Gabriel y a Miguel!, ellos obtuvieron el mérito de ser arcán-
geles. De Josué, tengo mis dudas de que lo haya logrado. Si la Ope-
ración Ángel no funciona, me van a regresar a párvulos y empezaré
desde cero, y por más que me esfuerce, solo aprobaré para ser un
Ángel, así como lo oyes, solo un ángel de tantos.
David: No me queda ni la menor duda de lo complicada que es la vida
allá arriba… Por eso todos, en este vacío terrenal, tenemos miedo
de morir.
Ángel: Allá arriba todo es maravilloso. Estás equivocado, el problema
es que todos los seres humanos tienen miedo de vivir. A ustedes
les está pasando lo mismo, cuando nazca Leo, tú y Salma no quie-
ren ser una madre y un padre de tantos, buscan ser los mejores,
los únicos para él, pero están tan aterrorizados en buscar la per-

167
fección, que se les olvida que lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Sonido de puntaje máximo.
David: ¡Otra vez lo volviste a hacer!
Ángel: No, David, no es una pelea.
Música del próximo nivel, ambos toman instrumentos de esgrima.
David: ¡Esto va por Leo: en guardia! Porque no me convences de án-
gel, voy a defender a mi familia y te voy a ganar. (Recibe una estoca-
da y pierde puntos).
Ángel (Pregunta al cielo): ¿También lo puedo perder…? Qué injusta
es la vida aquí abajo.
David: ¡Mentiroso! ¡Mirón! ¿Desde cuándo has estado espiando en lo
profundo de nuestros sentimientos? Entraste y leíste nuestros cora-
zones. Que seas un ser celestial no te da derecho a husmear en las
personas, como si nuestra alma fuera un libro abierto esperando an-
siosamente en una biblioteca. (Nuevo pinchazo y pierde más puntos).
Ángel: Los ángeles sabemos que, si vamos a entrar al corazón de una
persona, debemos hacerlo con mucho cuidado. (Estocada a Da-
vid). Es una gran responsabilidad lo que vamos a descubrir. Por
eso tu corazón está protegido por tu pecho y custodiado por tu
cerebro. (Nueva estocada). Si no te gusta lo que pasa, protégete,
confronta, defiéndete… o huye de ahí, con valentía o con cobar-
día, pero no te quedes paralizado por el miedo.
David: Lo hiciste con Salma, cuando ella pidió un buen angelito para
nuestro hijo. Ella no realizaba esa plegaria para ti, ni te conocía, era
una oración que no te correspondía, Dios decidiría y nos enviaría
al mejor ángel… Todo lo que está pasado es absurdo: ver ángeles,
jugar con ellos, entender las pruebas a que te someten, tu puntua-
ción, los niveles. Todo esto es una locura. 
Ángel (Da una estocada final y gana la partida): Yo no he entrado en
tu corazón, David. Si tú no quieres, no hay poder celestial que te
obligue a hacerlo. Hay cosas que se pueden leer sin estar dentro
del corazón de la persona, por ejemplo, a través de tu mirada can-
sada, Salma tampoco puede entrar a tu corazón, pero sí lee tu espí-
ritu a través de tus ojos.
Proyección de la mirada de David.
Mírate, eso es lo que ella lee de ti.

168
David: Selma y yo lo tenemos claro. Ella es el amor de mi vida, nos
apoyamos, nos damos nuestro espacio, somos felices. Entiendo
que salió para relajarse un momento y eso está bien, porque confío
en ella y sé que pronto regresará. Los malentendidos y confusio-
nes entre nosotros se incrementaron cuando apareciste tú. Es la
primera vez que llegamos a este grado de discusión.
Ángel: Esa es la razón de anticiparme al nacimiento de Leo. Ustedes
deben fortalecerse como padre y madre, de lo contrario, serían
como un barco de papel en plena lluvia torrencial, cuando debiera
ser de acero puro… lo siento, este no es un ejemplo perfecto, digo,
el Titanic y el Concordia se hundieron… A lo que me refiero es
a que tuve la oportunidad de leer los planes divinos de ustedes
como pareja. Es por eso que debo cumplir un ultimátum celestial.
Solo te pido: déjame ayudarles a ti y a Salma.
David: Genial, todo empezó con: ‘Hola, mucho gusto, soy su ángel y
quiero ganarme su confianza para ser el guardia oficial de su próxi-
mo hijo’. Ahora resulta que nosotros somos parte de la evaluación
y hasta competimos entre nosotros… Yo no quiero que pierdas, lo
hago por Leo… También me siento evaluado y quiero, para ser el
mejor papá, tener el puntaje máximo.
Suenan alarmas futuristas.
Ángel: La dificultad de los niveles se incrementa… Es momento de
la estrategia ‘código blanco de conciencia’, color que se utiliza para
identificar enfermedades endémicas o epidémicas, o cuando los
policías entran en acción. Es nuestro turno. (abre su tableta y pro-
yecta el mapa del juego entre el cielo y la tierra).
David: Eso suena muy hostil, a que se trata de una guerra y no veo que
lleguen las armas, ni enemigos en la lejanía.
Ángel: Esa es la estrategia. Tenemos 2 seres humanos: Salma y David;
uno en camino: Leo, y llevamos 3; un ángel los custodia: yo, que
me encargo de mover las piezas: 4 en total.
David: Salma se siente agotada por la carga espiritual que soporta,
además de la física, Tienes razón: entremos de lleno a la estrategia.
Ángel: Distribuir recursos: energía, felicidad, tranquilidad, evadir el
estrés.

169
David: Todo un sistema de teatro en casa, con proyección holográfica
en el aire. Tienes convertido nuestro hogar en un cuarto de jue-
gos… ¿Y qué significa ese indicador de tiempo?
Ángel: Nada… simples protocolos arcangelicales. (Minimiza la ima-
gen del reloj): Nuestra misión consiste en…
David: En saber si serás un buen Ángel de la guarda para nuestro hijo.
Suena error y les resta puntos.
Ángel: Coincido, ese es el objetivo final. Debo demostrar mis cua-
lidades de guardián: cuidar a su hijo, guiarlo, aconsejarlo a través
de su subconsciente, comunicar sus peticiones al Todopoderoso,
acompañarlo día y noche. Pero antes, hay alguien más importante.
David: No hay nadie más importante que nuestro hijo.
De nuevo suena el error. Ángel reinicia los recursos.
Ángel (Reinicia el juego): ¡Me descuentan puntos si repites la respues-
ta! Entiende: los hijos son prestados, no son tuyos.
David: Eso significa que Salma y yo debemos estar preparados para
que nada le falte: ‘¿Qué te gustaría comer hoy?’ ‘Es importante
que te abrigues porque hace frío’. ‘¿Qué te dicta tu corazón?’ ‘Ade-
lante, sal sin problemas, sabes que te puedes divertir’. Brindarle
estabilidad para que, poco a poco, Leo vaya tomando sus propias
decisiones.
Suena una alarma crítica.
Ángel: ¡Te estás acabando mis puntos en tonterías y vamos a perder!
Eso que dijiste son cosas materiales que acabarán en la basura y en
el olvido. Debes distribuir tus esfuerzos en algo útil.
David: Vivir junto a él, no pisar su camino ni decidir por mi hijo. Solo
acompañarlo, que sepa que nosotros no le podemos resolver su
vida, pero siempre estaremos para él.
Campana de logro y recuperación de puntos.
¡¿Eso significa que tengo otra oportunidad?!
Ángel: ¡Ganamos cuando usaste el nosotros! La distribución de es-
fuerzos y recursos, y compartir la misión haciendo equipo con Sal-
ma nos dio la ventaja. El pequeño Leo aprenderá a contribuir con
ustedes.
Nuevamente se suman puntos a favor de Ángel.

170
Planificarlo es fácil: observamos, dividimos, administramos, equi-
libramos… Lo duro va a ser ponerlo en práctica. No tarda en lle-
gar una de las pruebas más difíciles para ti.
David: ¿Cuál es?
Ángel: Eso es lo extraño, nunca había llegado tan lejos, pero sí había
escuchado hablar de ella. Ah, mira, ahí está.
Se proyectan las palabras: AMOR, MORA, ROMA e IMAGEN.
David: ¡Es un juego de palabras! En cuanto nos den la indicación, lo
vamos a resolver: ¡Por Leo!
Ángel: No estés tan confiado. Esos arcángeles son bastante astutos.
Bueno, al menos fui finalista. Estoy satisfecho de haber llegado
hasta aquí… les deseo lo mejor a Salma y a ti, espero que un día
coincidamos en el cielo.
David: ¡Tú te quedas! Y te quedarás para ganar. Haz memoria, tienes
que recordar alguna pista que los arcángeles hayan mencionado.
Ángel: Dijeron algo así: ‘las letras tienen movimiento, el amor puede
ser mora y no se pierde en Roma, eso es una… ¡Imagen! (Teclea en
su tableta y las palabras mencionadas crecen).
David: Amor, Roma y Mora tienen algo en común… ¡Son las mismas
letras!
Ángel: ¡Un anagrama!
David: Por lo tanto, Imagen podría ser una palabra secreta, por ejem-
plo: ¡Magia! No, eso no funciona, estoy utilizando una ‘a’ de más y
me sobran una ‘e’ y una ‘ene’. Ni cerca de resolverlo.
Ángel: Tal vez se trata de un enigma… ¡Claro! ¡Enigma!
Un torbellino de palabras en la pantalla. Las letras de IMAGEN cam-
bian de lugar y forman la palabra ENIGMA.
David: Resolvimos el acertijo, lo lograste.
Ángel: No, el cielo no deja las cosas tan a la ligera. Mi aspiración es
graduarme como Ángel de la Guarda. Esto apenas abre la puerta
del último nivel de Operación Ángel.
Se proyecta la pregunta: ¿Qué llega cuando los pensamientos dejan de
doler?
David: ¿Qué llega cuando los pensamientos dejan de doler? Esta adi-
vinanza sí está difícil.

171
Ángel: Hay muchas posibilidades… ¡Lo tengo! Los pensamientos te
dejan de doler ¡cuando conoces la respuesta!
Sonido prolongado de error.
David: Salma es la respuesta.
Ángel: No lo digas tan fuerte que me la pueden contar por otro fallo
y, como es la última respuesta, directo al game over.
David: Me refiero a que tal vez Salma sepa la repuesta, ella es muy in-
teligente y le gustan este tipo de adivinanzas.
Ángel: Recuerda que debemos actuar con estrategia. Salma salió de
aquí sumida en una profunda tristeza y podría regresar igualmente
triste, con miedo o enojada. O tal vez peor: con una mezcla de
las tres. Vamos a tratar de recuperarla para que nos ayude en este
acertijo final. Habla tú con ella y yo te escoltaré, operando desde la
central celestial (Señala la proyección).
David: Qué fácil, me mandas al frente… ¿Dónde quedó aquello de
‘nuestra estrategia es nosotros, los cuatro’? Este no es un buen mo-
mento para abandonarme.
Ángel: Los siguientes niveles los vas a superar tú solo. Es como an-
dar en bicicleta: después de unas cuantas caídas, estás listo para la
acción. (Explica con la proyección): Ustedes son pareja, ella es tu
media naranja.
David: Si se trata del cliché más famoso, ya se me amargó el momento:
En ninguna parte veo a una naranja y a un limón caminando jun-
tos por la vida.
Salma entra sin llamar la atención.
Ángel: No me interrumpas, que lo tengo memorizado y puedo per-
der el hilo de mi idea. (Cambia diapositiva). Aquí estás tú y aquí
está Salma, cada uno tiene su vida, sus alegrías, sus deseos y sus
preocupaciones. Leo los pondrá a prueba como padres. Por lo tan-
to, es erróneo el ejemplo de la media naranja, así no es el amor aquí
en la tierra, (Realiza cálculos virtuales): Aquí está el error: mitad y
mitad no dan uno. Dividir a una persona a la mitad, produce una
paradoja de codependencia… (Desaparece mientras habla). 
Salma (Sin prestar atención al acertijo): Si las cosas estuvieran mejor te
diría: qué milagro. Todo ha sido tan irreal, tan problemático, que
más que obra de Dios, yo la titularía ‘su ausencia’.

172
David: Si algo te preocupa, tienes que seguir dando pasos, no tomarlo
a la ligera.
Salma: Qué temerario… ¿Es un acto de fe, de magia o de malabaris-
mo? No quiero arriesgarme, no me siento lista, prefiero tomarme
más tiempo.
David: Tú siempre lo has podido todo, eres grande, por eso me ena-
moré de ti. No es momento de dudar o de ser precavida. Anímate
a jugar, como en los viejos tiempos.
Salma: Ya no se trata de mí solamente. Ahora cargo a alguien que to-
davía no conoce la vida, a quien todo le va a sorprender, entusias-
mar o atemorizar. No es tiempo de jugar a la aventurera… Por eso
mi anhelo de encomendarlo a un buen Angelito de la guarda.
David: Ahora que tocas el tema… Le he estado dando vueltas al asun-
to ese del Ángel de la guarda que queremos para Leo. Es algo que
no nos toca elegir a nosotros. Tú, en un principio, deseabas de co-
razón que todo saliera perfecto. Yo, no sé si es un tema en el que
no me he querido involucrar porque es algo que ignoraba. Al prin-
cipio sentí tanta insistencia de tu parte, que el asunto me abrumó.
Lo siento, no estaba listo.
Salma: Yo también creo que te he presionado demasiado. Esperaba
tanto de ti… creo que se me pasó la mano. Perdón, a mí también
me da miedo no cumplir mis expectativas de madre. 
David: Querer conocer al Ángel de la guarda de nuestro hijo antes de
que naciera, nos ha impedido disfrutar del embarazo. También es
mi culpa, me faltó apoyarte y comprenderte más.
Salma: Estoy agotada… iré a descansar… Leo está como loco y eso
que hoy no he comido chocolate… Se me está poniendo dura la
panza.
David (Observa la adivinanza): Tal vez nos está pidiendo un último
esfuerzo.
Salma: Nos pide descansar, que paremos un rato, que no corre prisa.
La adivinanza se actualiza: Para entender que los pensamientos dejan
de doler, hay que volverlos a recordar.
David: Para entender que los pensamientos dejan de doler, hay que
volverlos a recordar.
Salma: Recordar cuando nos conocimos también puede ser un buen
descanso.

173
David: Lo que más me enamoró de ti fue que me preguntaras: ‘¿Cómo
estás?’ Recuerdo que en nuestra primera cita, afuera del café, vi-
mos pasar a unos novios amorosos, después, a una pareja de recién
casados, y, en poco menos de una hora, a un par de ancianitos to-
mados de la mano… Entonces tu volteaste y me dijiste…
Salma: ‘Estoy viendo mi vida pasar. Esto va en serio, podemos formar
una familia o puedes regresarte de donde viniste’.
David: Entonces, yo me paré y me fui… Pero algo o alguien me im-
pulsó a regresar, una voz interior que me decía: sigue adelante, no
seas bruto, no la dejes ir, es una gran mujer, no te des por vencido.
Salma: Me dijiste que habías ido a buscar algo de tomar… Fue un de-
talle muy lindo que me hizo sentir querida, descubrir tu corazón y
conocerte tal cual eres realmente. 
David: Eso fue lo difícil de comprender para mí. Me sentí raro… La
gente no se tomaba el interés ni el tiempo para conocerme. Me
puse nervioso, como si no te mereciera. Hasta ese momento yo era
de la idea de que el hombre buscaba y decidía con quién casarse…
¡Tú cambiaste todo eso!
Salma: Me satisface que te hayas dado cuenta. Tienes razón, no nos
podemos dar por vencidos, quiero ser mamá, me gusta lo que he-
mos logrado, tengo un esposo que me ama, un hijo por venir y la
fortuna de haber conocido a quien será su Ángel de la guarda. 
Ángel (Desde la central celestial vía imagen digital): Si tuvieran la opor-
tunidad de volver a nacer y elegir algo que quisieran cambiar de su
pasado, díganlo ahora y en este momento lo modificaré.
Salma: No se me ocurre nada para corregir.
David: Por nada del mundo, porque me estaría perdiendo de todo este
presente. El pasado es el pasado y me gusta como ocurrió.
Ángel: Me alegra… porque no tengo esos poderes.
David: Estamos enamorados de nuestra vida. (Suspira profundamente
y vuelve a leer el acertijo): ¿Qué llega cuando los pensamientos de-
jan de doler?
Salma (Observa su panza… Reflexiona): Los pensamientos dejan de
doler cuando llega el perdón.
La repuesta se anota en el holograma: EL PERDÓN. Suena la música
triunfal del videojuego. Salma y David se besan.

174
Ángel (Regresa en vivo): ¡Lo logramos! El enigma ha sido revelado.
(Mira a la pareja que ha quedado congelada en el abrazo). Es un
momento perfecto… Lo que ellos menos necesitan es hablar…
(Al público): ¡Sssh! Dejemos que sus corazones conversen entre
ellos. Espero que los mensajeros celestiales no lleguen a interrum-
pirlos…
Trompetas triunfales: los arcángeles aparecen tele-transportados por
sendos hologramas. Ángel intenta escapar. Salma y David siguen con-
gelados.
Josué: Con el poder que me confiere el mismísimo Dios, porque soy
el único que tiene derecho a hablar con él: ¡Game over!
Ángel: ¡Concédanme cinco minutos más! ¿Sí…? ¿Qué les cuesta? Si
me dejan jugar un nivel más estoy seguro de lograrlo…
Josué: Agotaste hasta el último segundo de tu tiempo en la tierra.
Aquí no tenemos la eternidad para cumplir nuestro trabajo. 
Gabriel: Debemos reportarle al Supremo los resultados de la Opera-
ción Ángel, que tú estabas encargado de cumplir.
Josué: Tu proyecto quedará registrado como una buena intención. Ya
sabes… la vida está llena de buenas intenciones, lástima que los
logros sean cada vez más escasos.
Ángel: Entiendo: no conseguí graduarme como Ángel guardián…
Gabriel: Puedes considerar ser Querubín o Serafín. Lo más que po-
demos conseguirte es que pertenezcas al grupo de Trono. 
Ángel: Da igual si me quieren incluir en el reparto de una pastorela…
No se preocupen, regresaré con ustedes al cielo. Lo único que les
pido es que me permitan despedirme de esta hermosa pareja y de
su hijo nonato. Les prometo ser breve. 
Gabriel: No veo ningún inconveniente.
Josué: Iré solicitando luces verdes en la ruta de regreso. Más tarde, la
tarifa se vuelve dinámica… No sé qué está pasado en el mundo
que hay tantas subidas al cielo a esta hora. Tal vez un nuevo pico
de la pandemia. (Revisa su celular).
Ángel (A Salma y David que siguen congelados en el abrazo): Salma,
David, veo que tienen la fórmula perfecta… ya no me necesitan,
ustedes solos lo lograron, yo sobro en esta operación. Descuiden,
estoy seguro de que les enviarán al Ángel de la guarda que ustedes
y su hijo merecen, no un aprendiz reprobado como yo.

175
Salma: Gracias al cielo, estoy segura de que tú eres el mejor y más pre-
parado para cuidar a nuestro hijo… (Se queja de un dolor intenso):
¡Ay, Leo está por nacer!
Josué: ¿Gracias…? ¿Ella dijo gracias…?
Gabriel: Debe tratarse de un error… Ya habíamos actualizado la se-
guridad… ¿Cómo es imposible que alguien entrara a nuestro sis-
tema y realizara cambios…? ¿Quién estará arriba controlando el
master central?
Ángel (Revisa su tableta celestial que proyecta estrellas en el aire): Nadie
ha jackeado ningunos controles maestros. Aquí aparece que noso-
tros, Salma, David y un servidor, terminamos satisfactoriamente el
último nivel y eso desactivó el cerco visual y auditivo.
Josué (Al control maestro): A sus órdenes, señores jueces, gracias por
localizarnos… No será necesario, nosotros podemos subir por
nuestra cuenta en cualquier momento… Bien, si así lo desean, po-
demos continuar transmitiendo desde aquí abajo.
Gabriel (A Salma y David): Tranquilos, no queremos causar una con-
moción, podemos explicarlo. Sabemos que hoy en día no existen
emociones fuertes para ustedes, ya nada les asombra, debe ser cul-
pa de las películas de acción y de las series policiacas. ¿Contamos
con su discreción para que este malentendido quede en familia…?
David: Al principio, confundí a Ángel con un vendedor de seguros de
gastos médicos mayores… era algo totalmente lógico. Luego, no
le quedó otra opción que confesarnos su Operación Ángel como
una opción para graduarse. Sí, él es todo un ángel, no necesaria-
mente alado como antes de la ciber-tecnología nos lo imaginába-
mos. Él nos explicó la extraordinaria estructura universitaria que
tienen en el cielo. Verlos en acción pedagógica a ustedes, sus sino-
dales, firmes, concienzudos, magistrales, haciendo lo mejor para
nuestro hijo Leo… nos tranquilizó su coherencia. Y ser testigos de
que Ángel logró la mejor puntuación, bueno, a decir verdad, Salma
y yo le ayudamos, nos llena de confianza de que nuestro hijo ten-
drá el mejor Ángel guardián.
Ángel: Leo está listo para nacer y quiere conocernos. (Sale, acompa-
ñado por Salma y David).
Los arcángeles quedan congelados en la pantalla, viéndose uno al otro
desconcertados… Segundos incómodos después, la imagen se oscure-
ce… FIN.

176
MORTEM

Daniel Padilla

Román (Con antifaz): ¡Atención! Damos inicio a la esperada primera


reunión cumbre entre los cuatro grandes reinos del orbe.
Suena trompeta gloriosa.
Entra Néstor, también con antifaz; todos los personajes lo portan.
Al Norte, con los castillos más altos, extensas tierras divididas en
50 fracciones y la confianza depositada en un dios económico, X
Néstor, poderoso monarca del reino de Nastoria.
Néstor: Dios bendiga nuestro reino.
Trompeta gloriosa de nuevo.
Entra Elián.
Román: Al Centro… el soberano Elián VII, del reino de Liten.
Elián: ¡Viva nuestro reino!
Román: Dos patriarcas presentes, dos patriarcas ausentes. (Sale).
Nueva trompeta gloriosa; precipitado regreso de Román.
Entra Strago.
Román: Desde las profundidades del Sur, donde predomina la espe-
sa selva, proliferan las hierbas alucinógenas y se caracteriza por la
euforia de sus trepidantes carnavales, su majestad Strago del reino
de Sureza.
Strago: ¡Larga vida a Suruz, nuestro reino!
Román: Tres reyes presentes, uno ausente. (Sale).
Strago (Consulta constantemente su celular): Señores, su política re-
sulta extraña, confrontar ideas entre bufonas es un vil circo.
Néstor: Al parecer, su excelencia gusta de escuchar detrás de las cor-
tinas.
Strago: No temo represalias, no hay como el buen futbol para entre-
tener a las masas, ese ha sido el verdadero circo durante las peores
crisis que hemos vivido. Les invito a ser más cercanos con su pue-
blo, sus voces son la verdadera dictadura.

177
Néstor: Disculpe, su ilustrísima, ¿es usted el primero en la sucesión
genealógica de su dinastía familiar?
Strago: Yo soy la voz de mi reino, represento lo que mi pueblo nece-
sita, aunque no me crean: un pajarillo bajó y me susurró al oído las
palabras de mi difunto padre Strovag.
Néstor: Dejemos volar nuestra imaginación por un momento, una
vez que firmemos este pacto de paz, usted estará obligado a here-
dar su nombre y colocar una numeración sucesiva a sus virtuales
herederos al trono.
Strago: Un sentimiento locuaz, no sacrificaré millones de milita-
res por un simple nombre, porque valen más mis habitantes, que
portan orgullosamente el nombre de Suroz. En nuestra patria ca-
recemos de un número que intente gobernarnos; nuestra gente,
nuestro territorio, nuestras raíces no pueden ser reproducidas. Mi
sangre no acepta más de un nombre a cargo del orden, a diferencia
de sus réplicas devaluadas de sucesivos intentos fallidos en Liten,
y de sus constantes fracasos en Nastoria.
Néstor: Mi curiosidad ha quedado satisfecha.
Elián: Caballeros, por primera vez, nos conocemos frente a frente, es-
tudiamos nuestros nombres, nuestras respectivas regiones y nues-
tro peculiar estilo de vida… Henos aquí, detrás de un antifaz, que
nos cubre con pudor a ser expuestos.
Néstor: Mi pensamiento dicta mis estrategias, la diplomacia de una
máscara es lo que nos ayuda a tener cercanía.
Strago: Vil pedantería, protocolos que nos permiten exhibir nuestras
fastuosas pieles de falsedades, cuando nuestra gente, ahogada por
ríos desbordados, calcinada por bosques incendiados, sofocada
por un clima de extremas temperaturas nunca antes experimenta-
das, se pregunta: ‘¿Dónde quedó nuestro hogar?’
Néstor: Ese, justamente, es uno de los temas que hemos de abordar
en esta magna reunión. Apuesto que ninguno de nosotros imaginó
que algún día tendríamos que darnos cita, acompañados de nues-
tras reales familias, para este encuentro, donde deberemos redactar
y firmar un pacto universal de paz. Sabemos que el reino del Sur
se caracteriza por su fuerza y arraigo, gracias, gracias por salir de
tus regiones más profundas y brindarnos la oportunidad de coinci-
dir. Estamos convencidos de que nuestros pacíficos hermanos del

178
Este, serán excelentes mediadores, los más cercanos, para la firma
de este pacto. Nobles Strago y Elián, hoy, cuando el Este está siendo
devastado por la calamidad y el confinamiento a causa de una en-
fermedad sangrienta… Nobles Elián y Strago, debemos voltear a la
necesidad. Esta noche, el Norte, a quien yo represento, promueve
una buena causa, bajar nuestras armas y unir nuestros lazos.
Se repite la trompeta y entra Román.
Román: ¡Todos presentes!
Strago: Aceptamos reunirnos en una negociación justa, sin caballe-
ros ni testigos, ni nadie cercano al soberano convocante, para fir-
mar un acuerdo universal de paz… y aquí solo veo a tres de los
cuatro mandatarios invitados. ¿Acaso es usted el representante del
ausente señor del Este?
Román: Yo, lord Román, canciller y embajador de Nastoria, seré un
simple intermediario, encargado de plasmar por escrito el perga-
mino por la paz.
Strago: Estimo que esto pone en ventaja al anfitrión dominio del
Norte.
Néstor: Les empeño mi palabra de que Román está aquí para ejercer
exclusivamente las funciones que le dicta su función de canciller…
Elián: ¡Exijo…!, corrijo: Strago, señor del Sur y yo, señor del Oeste:
¡Exigimos la presencia o, en su caso, la representación del dignata-
rio del Este…! Para que podamos celebrar con tranquilidad nues-
tra reunión.
Román: El supremo señor de Ocres, por su salud y por nuestra seguri-
dad, ha sido aislado en la torre más alta de este edificio.
El mandatario restante se proyecta en una pantalla gigante.
Escuchen con atención, desde las lejanas tierras del Este, donde
nace el sol, se levantan infinitas murallas y se enciende pirotecnia
festiva, conocido como el dragón dormido, se extiende el territo-
rio donde reside la mayor riqueza cultural y la privilegiada diversi-
dad climatológica y geográfica, dividida en 32 regiones: desiertos
y junglas, montañas y valles, el rey de Ocres, aunque sus eminen-
cias crean que sus ojos los engañen, él está presente a través de El
Ducto, la última ciber-adecuación a nuestro sistema de comunica-
ción a distancia. La única desventaja es que nosotros lo podemos

179
ver, pero no escuchar. El programa todavía está en fase de perfec-
cionamiento.
Elián: Si la corriente del aire tiene una sola dirección, eso actuaría en
detrimento del peso de sus palabras. Él también tiene derecho de
réplica.
Del Ducto cae un pergamino.
Román: El arribo de documentos manuscritos es la estrategia provi-
sional del sistema… (Lee el pergamino): Ruego disculpen mi omni-
presencia, si mi salud fuera ideal, celebraría esta reunión a su lado.
Estoy conforme con mi aislamiento. Les invito a tener fe en mis
palabras escritas. Papel y pluma en mano, ataco y me defiendo más
que con un sable y un escudo, y confío en que la decisión que recae-
rá en ustedes, será por el bienestar de nuestros pueblos en ruinas.
Elián: Los Liten accedemos a su pliego petitorio.
Strago: Me resulta difícil compartir con alguien a quien no puedo
tocar, mas no quiero demorar mi regreso… (Consulta constante-
mente su celular): También los Suroz seguimos en busca de este
tratado.
Elián: En nuestras respectivas regiones padecemos hambruna incon-
trolable, buscando justicia, nuestra gente sale a las calles, protesta,
se levanta en armas. Excelente X Néstor de Nastoria, ahora, cuan-
do somos azotados por una extraña pandemia, te pedimos que nos
digas: ¿de qué va este anhelado pacto de paz al que nos has con-
vocado?
Néstor: En principio, recordar al extinto imperio de Roma.
Elián: Es difícil olvidar la tiranía que, una y un millón de veces, los
poderosos han ejercido contra nuestros antepasados, y siguen
ejerciendo contra nuestros débiles contemporáneos.
Strago: Es también inolvidable que los pueblos sometidos, cansados
de vivir bajo el yugo, siempre se han levantado en armas y han he-
cho caer a sus opresores, hasta que los bellacos suplican piedad.
Elián: Son cicatrices profundas, que no han sanado y que seguimos
desahogando en disputas. Recordar las heridas no hace justicia
frente a la esclavitud milenaria. Exijo respeto, solo el pasado acep-
ta la sumisión del recuerdo.
Néstor: Es una victoria conseguida por nosotros, sus libertadores, y
regalada a ustedes como inicio de sus reinos autónomos, aunque

180
en algunos de ellos, el ejercicio del poder sea un misterio. No soli-
citamos gratitud, ni cargar una penitencia sobre sus hijos. Es me-
nester buscar la reconstrucción del reino cuya caída provocamos
nosotros mismos, sin olvidar nuestra razón de existir con nuestras
diferencias. A nosotros, el reino del Norte, que hemos tenido la es-
trategia para derrocar a un imperio, también nos será fácil aplastar
a gobiernos menores.
Strago: Yo no encuentro en sus palabras una invitación para firmar
la paz. Ustedes alardean de llamarnos a una celebración pulcra,
presumen sus paredes de oro, sus vitrales de diamantes, sus pisos
de mármol pulido, alaban su mediación como salvadores nuestros,
como quienes proclamaron la paz en el pasado y escribieron una
historia cuya certidumbre se ha venido tergiversando al paso de
las generaciones. Les recuerdo que en su bello reino no existe la
armonía, que viven un desorden que fingen tener bajo control.
Néstor: Nuestra intención es y ha sido siempre, ayudarlos, velar por
su bienestar. Sin duda, el soberano Elián recuerda la incursión de
conquista y rapiña que los bárbaros hicieron en sus tierras, y no
olvida que nosotros, los Noros, llegamos a tiempo para, a cambio
de un pequeño trozo territorial que los Liten no necesitaban, su
norte, que ahora es nuestro sur, salvar multitud de vidas de su pue-
blo honesto y trabajador. Ambos hicimos lo adecuado y justo. Para
nosotros no fue un regalo, nos vendieron esa pequeña extensión
de terreno al pequeño precio de 15 millones y, por nuestra cuenta,
ofrecimos patrullar de forma permanente su frontera, delimitada
en parte por un río, un lindero natural que no podemos ni debe-
mos borrar del mapa.
Elián: Siendo justos, solo 68,000 pesos, y que el dato quede para la
historia.
Strago: Aprovechas la debilidad de un pueblo en crisis para invadir
los dominios de los Liten y, como agradecimiento, les arrebatas sus
tierras, con el amañado argumento de que son extensiones natura-
les casi desiertas y sin habitantes. Al rico le corresponde todo lo que
incremente su fortuna y al pobre lo que sobra. En esa lógica no hay
justicia. En mi reino, las riquezas se reparten de manera equitativa.
Elián: Fue una petición de Nastoria para retribuirle el favor recibido.

181
Néstor: Es sencillo confundir las palabras, la diferencia entre exigen-
cia y retribución viene del acto noble de cedernos tierras como
obsequio.
Strago: Necios oídos los suyos. Elián babea por un apoyo disfrazado.
Néstor se vanagloria de ser un salvador. ¿Cuánto tiempo debemos
esperar la caída de una respuesta por escrito, para conocer si Ocres
calla y otorga con su silencio? No cabe duda: ¡Somos el jardín tra-
sero del reino de Nastoria! ¡Su basurero!
Cae un pergamino.
Román (Lee): El honor ha sido callado, nuestra bandera es el silencio.
No fue una invasión, sino una defensa natural mientras los agricul-
tores de Elián exploraban sus propias tierras.
Strago (A Elián): Y fueron tus propios ojos los que no te engañaron.
Elián: Nastoria me alertó de intrusos enemigos.
Néstor: Sea el motivo que fuere, los límites fueron violados.
Elián: ¿Por qué tendríamos interés en invadirlos? No queremos robar
su algodón.
Néstor: Invito a los Suroz a cambiar sus pieles por nuestras bellas
vestimentas, a despertar de la prehistoria y seguir adelante, hacia
el futuro.
Strago: Y después querrá transportarme en lo que llaman vehículos
híbridos, aislados de la naturaleza, sin disfrutar de una buena ca-
balgata al aire libre.
Cae otro pergamino. Strago consigue arrebatarlo de manos de Román.
Puedo sentir las manos que escribieron en este frío trozo de per-
gamino, reconozco la firma del rey. ¡Es cierta la teoría del ducto!
Sin embargo, me niego a construirlo en mi reino. Son inventos que
solo distraen a nuestros pueblos con su fanatismo asombrado.
El rey de Ocres proyectado, reacciona.
Néstor (Recupera el pergamino y lo entrega a Román): Lea pronto, que
rompe la naturaleza de un rey ausente y su única vía es lo escrito.
Román (Lee): ¡Mi profeta cumplió su misión! ¡Dos grandes aves
derribaron los castillos gemelos! ¡Ascendió al poder, el primer
monarca de raza negra! Aunque nos llamen el dragón dormido:
¡Somos la primera potencia económica mundial! Si aún creen que
mis inocentes experimentos con líquido hemático enferman a sus

182
habitantes, estoy dispuesto a desnudarme frente a ustedes y dete-
ner esas calumnias.
Cae su antifaz por el ducto.
Strago: ¡¿Es este el pacto de paz que debemos firmar?! ¿Chismorrear
con cantos de calle como juglares pueblerinos? ¿No les preocupa
que la altura de nuestras coronas, se precipite en la decadencia más
abyecta? Yo visto pieles. Tú presumes adornos de oro y diamantes.
Tú llenas tus armarios con una mezcla de joyas y pieles de anima-
les exóticos. ¡Desgarremos todos nuestras vestiduras, que la mier-
da apesta por igual! (Se quita su antifaz). Estoy de acuerdo con el
reino de Ocres, ahora, los inocentes sangrientos son los aliados de
la peste oscura, que nos está exterminando sin piedad. ¡Basta de
protocolos y elegancias! Hablemos como personas vivas, no como
pergaminos históricos, viejos y arrugados.
Elián: Yo opino que la clave de la paciencia, es estar en paz.
Strago: Yo solo vengo a firmar el tantas veces mencionado y nunca
clarificado pacto de paz y regreso a mi castillo. (Consulta su celular).
En la proyección, el rey de Ocres se sienta en su trono virtual.
Néstor: El soberano de Ocres permanecerá en aislamiento el tiem-
po suficiente, hasta saber que está libre de alguna enfermedad. De
ser necesario comerá en la calle. (Se quita el antifaz): Me sumo
a tu invitación, Strago, espero que me perdones por no haberte
responda con la misma brusquedad tuya, lo siento, soy fanático de
mantenerme sereno. Ahora que se abre el diálogo y la confianza
entre nosotros, te revelo que siempre soñé un buen matrimonio
pactado entre nuestros hijos.
Strago: Que me devoren las lombrices antes de celebrar ese arreglo
contigo.
Elián: Hablan de sus descendientes como si fueran piezas de ajedrez.
(Se quita el antifaz) Mi esposa y yo sentimos que la vida nos ha
dado la espalda haciéndonos difícil procrear. Eso significa que
nuestra permanencia en el poder corre el peligro de que cualquier
hijo ilegitimo y sin ascendientes nobles ascienda al trono de Liten.
Néstor: Te obsequio mi capa en señal de solidaridad… (Se la quita y
la entrega a Elián) Y contra el destino que te arranca la posibilidad
de procrear un heredero. Ten fe… pronto llegará el nuevo capítulo
que reescriba tu historia.

183
Strago: Palabras demasiado bellas para ser desinteresadas. Un regalo
de terciopelo que pesa los suficientes quilates, exige un favor de
regreso.
Néstor: Como no pudiste soportar que tu hija fuera la primera mujer
al mando en tu reino, puesto que gobernar es una situación difícil
de superar por una hembra en estos tiempos bélicos.
Strago: Una desgracia para la que, por el momento, no puedo tener
control. No obstante, la profecía me pide esperar un poco más,
para anunciar la llegada de un hijo varón. Entonces, yo celebraré y
ustedes temerán. Que mi esposa Arjona se olvide de que parió una
hembra y se disponga a darme un vástago con fuerza viril y mano
firme para gobernar después de mí.
Néstor: Una heredera mujer estorbaba a tu proyecto… enfurecis-
te tanto que te deshiciste de ella. Luego, como no podías cargar
con la penitencia por haber hecho desaparecer a tu primogénita,
te desquitaste arrancando vidas injustamente en tu propio reino
Ahorcas, degüellas, envenenas… Estás tan acostumbrado a sacri-
ficar criaturas, que has perdido la cuenta. ¿Cómo te declaras des-
pués de cobrar la vida de todas esas doncellas?
Strago: Inocente… libre de culpa… no culpable, si lo prefieres. No
todas las víctimas murieron, mi esposa Arjena protegió a la última,
que ahora me sirve para distraer mi naturaleza.
Elián: Encuentro estremecedor el modo en el que admites haber vis-
to pasar por tus manos la sangre de tantas victimas dentro de tu
propio reino. ¿Su sufrimiento acallaba el tuyo? ¿Te aterrorizaba
pensar que tu sucesor pertenecería a otra familia? ¡Deja de sacrifi-
car jóvenes inocentes! Estoy dispuesto a darles refugio en mi rei-
no, para que gocen de la vida que merecen.
Strago: ¡Son sangre sucia! Yo debo velar por la pureza de mi gente.
¡Ustedes no tienen derecho de venir a enjuiciarme! Escuchen con
atención…
Cae otro pergamino.
Román (Lee): Estamos en serios problemas, mis inocentes amigos
sangrientos han cobrado hasta el momento más de 8 millones de
vidas. El reino del Norte dice tener la cura para colgarse la medalla.
El reino del Sur permanece incrédulo a pesar de tener la muerte
frente a sus ojos.

184
Néstor: Nuestras propuestas quedarán plasmadas en el documento
que, si estamos de acuerdo, debemos redactar como resultado de
esta magna reunión. Con nuestra firma garantizaremos que nues-
tros respectivos pueblos vivirán en paz.
Strago: La paz solo se conquista al cabo de una batalla sangrienta,
cuando hueles el sudor de la muerte del enemigo, que ha quedado
tendido en el campo, mientras tú te levantas victorioso.
Elián: El mundo padece enfermedad y hambre, fatiga y desencanto,
nuestros vasallos están sufriendo. Yo los invito a replantearnos la
manera pacifica de convivir en estas tierras, unidos en torno al
mismo fuego del hogar y compartiendo el suelo, el agua y el aire.
Strago: Ese fue el conflicto entre Ocres y Nestoria, cuando este ul-
timo reino, desde sus altas torres, atento a la mirada de su celoso
vigía, dictó el veredicto de la venganza contra el reino de Oriente.
Néstor: Sabemos que su intensión es invadir nuestro espacio. Así
que, para protegernos, levantemos murallas tan altas que todos
ustedes estarán obligados a someterse al escrutinio de nuestras
miradas… y nosotros tendremos el control absoluto de negarles
o permitirles la entrada.
Strago: Tales restricciones no garantizarán la seguridad de nuestros
reinos, sino que solo provocarán miedos y resentimientos.
Néstor: ¿Por qué no hablamos de frente y dejamos de encajarnos da-
gas en nuestras espaldas?
Elián: Ya no hay máscaras que nos impidan ver las falacias y las argu-
cias del otro. Yo les pido que actuemos con coherencia y respeto.
Néstor: Antes de pactar la paz, debemos empeñarnos en fortalecer
nuestra unión, en concentrar nuestros recursos, y en que nuestros
reinos tengan el mismo valor y similar representación.
Strago: Prefiero que mi moneda tenga el mismo valor que la tuya.
Elián: Hay que considerar la diferencia de los metales que las respal-
dan. El oro es el patrón de la moneda de Nastoria. El acero sostie-
ne sólido y resistente el billete de Sureza. Y la plata es el sustento
de mi economía, un punto intermedio y equilibrado entre el brillo
del metal áureo y la férrea resistencia del acero. Me pregunto si
podemos fundir los tres metales y compartir una misma moneda.
Nos llamaríamos la Unión Trirreinal o Tripartita.

185
Néstor: El oro nunca perderá su brillo, observa, querido Elián, el res-
plandor que portas en el atuendo que acabo de regalarte.
Strago: Mi acero no perderá su resistencia, como el de tu espada,
joven Elián.
Elián: Pensemos en el beneficio que nos reportaría el intercambio
justo de recursos. Si todos pagáramos con la misma moneda, evi-
taríamos los malentendidos.
Strago: ¡Eso equivaldría a un secuestro económico! Mis recursos de-
penderían de la distancia que me tomaría para llegar a otros reinos
a adquirir los satisfactores que requieren mis industrias.
Néstor: El tratado de paz que les propongo es un pacto de libre in-
tercambio comercial de los productos característicos de nuestras
regiones: alimentos, atuendo, herramientas, transporte, armas…
Perdón, olvidaba que estamos reunidos para hablar de paz.
Strago: Mi gente se debe a su tierra, nacimos en ella y moriremos en
ella. Exigimos que se respete nuestro territorio.
Néstor: También el agua es un asunto que n os atañe a todos. Los ríos
de que disponemos corresponden a nuestros cuatro reinos, y son
vitales para la pronta cura de quienes padecen la enfermedad de
los inocentes sangrientos.
Strago: Primero las monedas y los metales, ahora el agua, que, por
ley de vida, nos ha regalado la naturaleza. ¡Escucho renacer el
imperialismo romano! Eres un golpista, que quieres aprovechar
nuestra alianza para tus intereses personales. Todo esto es un en-
gaño. Exijo dignidad, igualdad, cooperación entre nuestros reinos.
No me importa el nombre que ustedes decidan darle al pacto de
paz. Estoy de acuerdo y me pronuncio en favor de firmarlo. No sin
antes declarar que quien se dice dignatario de Nastoria, es falso y
representa un serio peligro para nuestras tierras. Lo sostengo y lo
repito: ¡Néstor, eres un impostor!
Néstor: Exijo respeto. Mi sangre ha sido elegida por los dioses. En
esta reunión no podemos caer en insultos y descalificaciones. Bien
podemos discrepar radicalmente, pero, ante todo, te conmino a
que me respetes como persona…
Román: ¡¿Por qué no te callas?!
Cae un pergamino. Elián se apresura a recogerlo.

186
Elián (Lee): Con la verdad no se ofende, pero si duele. Caras vemos,
coronas no sabemos.
Strago: Mi gente huye de mis tierras, escapa a Nestoria en busca de
ese sueño que le han vendido como una utopía. He acudido a esta
mesa de negociaciones en busca de una solución y, a cambio, me
han pisoteado. Así que me reservo el derecho de responder a acu-
saciones de cualquier tipo.
Néstor: Estás en el derecho de reservar tus palabras, sin embargo, eso
jamás limpiará la sangre de tus manos.
Strago: ¿Y eres tú, quien tiene teñidas en sangre sus espadas, el que
presume de mostrar sus manos limpias, y que, en lo profundo de
tu conciencia, con la excusa de que Ocres invadía Elián, intervinis-
te una llamada de auxilio que nadie pidió?
Néstor: Defenderé a todos los justos, resguardaré a los necesitados.
Tales son mis divisas.
Strago: Di mejor, que esas son tus necesidades. Nosotros tenemos
el agua que te da de beber y los brazos que levantan tus cosechas.
Néstor: No es de aliados llegar a última hora.
Strago: Yo corro los riesgos que nadie corre, al amenazar los muros
de tu castillo.
Néstor: Nuestros hermanos del Oeste y del Oriente sufren de ham-
bre y de nuevas enfermedades, por lo tanto, te anuncio que invadi-
ré tu reino del Sur, para llevarles comida y medicamentos.
Elián: Por más bárbaros que los del Sur aparenten ser, solo buscan
el bien, defienden y están de lado de su pueblo, no son gente que
mienta, incendie y huya. Te pido que retires tus acusaciones con-
tra ellos.
Néstor: Firmas y te vas.
Elián: Miren esta cicatriz, es la respuesta de una víctima de mi reino,
alguien inocente que ofreció posada a un enfermo sangriento del
Oeste. Mi gente, mi pueblo, mi reino no está a favor de que yo
participe en este pacto de paz. No lo solicitaron, lo gritaron, lo de-
mandaron, se unieron en una sola voz para exigírmelo.
Strago: No entiendo entonces tu persistencia en venir aquí.
Elián: Vengo porque me interesa negociar el bienestar para mi gente.
Quiero ser el portavoz de sus necesidades.

187
Strago: Estás haciendo un buen trabajo, mi amigo, no bajes la guardia.
Néstor: Yo les aconsejo tener cuidado con los piratas vestidos de se-
ñores. Cada vez es más común la usurpación de la autoridad. El
poder es tan tentador, que una vez que lo pruebas es muy difícil
dejarlo. Nuestras tierras vivirían pacíficas si los bárbaros del Sur
fueran más conciliadores, más negociadores, si bajaron su tono de
voz.
Strago: Cada palabra tuya, cada acusación que profiere tu boca me
acerca más a lo que desde que llegué sospecho y ahora me propon-
go descubrir. Sí, lo mantengo, tú no gobiernas Nastoria. ¡Tú eres
un impostor! Te conmino a que depongas ese antifaz y muestres
tu verdadera cara de charlatán.
Román: ¡Mientes en cada palabra! ¡Yo no escribiré eso en este pacto!
Cae un pergamino. Néstor se apresura a tomarlo.
Néstor: Están en libertad de elegir, lo que aquí decidamos marcará el
rumbo de la historia. (Entrega el pergamino a Strago).
Strago (Lee): No ha sido fácil llegar hasta aquí, los viejos prejuicios
eran obstáculos para avanzar en nuestras negociaciones de paz y
de concordia, sin embargo, los hemos superado y con ese propósi-
to estamos aquí.
Néstor: Sabias palabras que deben quedar escritas en el pergamino
de paz que esta noche firmaremos. Les aseguro que pueden estar
tranquilos, recibirán apoyo y protección de nuestra parte, a cam-
bio del agua que nosotros necesitamos y ustedes poseen de sobra
y, por lo tanto, no les significará ningún sacrificio.
Strago: Elián, todavía estás a tiempo de unirte a nuestra protección
o a traicionarnos.
Elián: Los Liten no tomamos ningún partido. Agradecemos que
nuestros amigos del Norte, se muestren fraternales con nosotros y
nos compartan sus ideas. Acompañamos a nuestros hermanos del
sur, les garantizamos que no están solos y que cuentan con todo
nuestro apoyo. Creo que coincidiremos en que estamos aquí para
resolver las crisis de salud que afectan tanto a los reinos del Este
como a los reinos del Oeste.
Néstor: ¡Elijan! ¿Cuál es su postura? Deben manifestar claramente si
estan a favor o en contra de alguno de nosotros.

188
Strago: Ganarán un enemigo o un aliado… Eso es lo justo.
Elián: Que sea justo, no significa que deba suceder de esa manera.
Si no respetan mi postura neutral, tendré que retirarme. La única
posibilidad que tengo de permanecer es que respeten mi decisión.
No cambiaré de parecer, todos cuentan con mi apoyo.
Strago: Claro, tienes que cumplir la que consideras tu deuda históri-
ca. Si no suscribes este pacto perderías el favor del vecino reino de
Nastoria. Ni siquiera creo que tengas agallas para retirarte. Amigos
y enemigos a la vez… (Golpea con su guante el rostro de Elián): Bo-
fetada con guante blanco para retarte a responder en el campo del
honor o a poner la otra mejilla que necesita una cicatriz.
Néstor: Las victorias en la guerra, las conquista el más fuerte.
Elián: Si todos empeñamos nuestra palabra y prestamos un juramen-
to de mutuo respeto y confianza ante nuestras coronas, estoy se-
guro de que encontraremos el punto medio para acercarnos a la
reconciliación, y entonces, todos viviremos en paz y justicia.
Una fuerte ventisca repentina apaga las antorchas. Román vuelve a
encender las llamas. Néstor está muerto.
¡El patriarca de Nastoria ha muerto! Este magnicidio perpetrado
en la oscuridad, rompe nuestras negociaciones de paz y anuncia el
inicio de una nueva guerra.
Strago: Te equivocas, el canciller ha sido quien ha muerto. (Señala a
Román, quien toma la corona del cadáver y la pone sobre sus sienes):
Yo los invito a saludar al verdadero patriarca del Norte: ¡Larga vida
al rey!
Román (Ya sin el antifaz, como el verdadero Néstor): Entiendan mi estra-
tegia, no podía dar la cara, necesitaba de un peón que exaltara los
ánimos y diera la vida por mí. La muerte de mi canciller confirma
que mi teoría era cierta: a mayor provocación un asesinato pesaría
sobre nosotros. Con la oscuridad siendo cómplice, todos son sos-
pechosos… Culpar al explosivo Strago del Sur es lo más eviden-
te… También resulta sospechoso Elián, el supuesto mandatario
neutral y equilibrado, incluso el supremo señor de Ocres, a quien
vemos en la imagen y que, por su salud en riesgo y por nuestra segu-
ridad, permanece aislado en la torre más alta de este edificio, bien
pudo aprovechar la oscuridad para venir hasta esta sala y poner fin
a la vida de quien se consideraba el mandatario de este reino.

189
Elián: Tampoco tú estás libre de esas acusaciones.
Román: Concuerdo, perspicaz Elián, pero te ruego que tengas en
cuenta que ha sido uno de mis lacayos quien ha muerto, un miem-
bro a mi servicio, dispuesto como carnada para morir en mi lugar.
Ahora que estamos tranquilos, podemos concertar la paz entre
nosotros y la concordia entre nuestros reinos.
Strago: No es fácil alcanzar el acuerdo de paz en un día, no es así de
sencillo, no es un pacto que se suscriba en algún pergamino o se
acuerde en palabras y se espere que surta sus efectos de inmediato.
La paz ha de trabajarse de forma cotidiana, de construirse gradual-
mente, solo en la constancia y el esfuerzo común ha de encontrar-
se la paz permanente.
Román: Insisto en que retomemos el camino, les ruego que hagan un
esfuerzo por retomar el ritmo de las negociaciones. Los he escu-
chado con atención todo este tiempo, y les aseguro que he enten-
dido sus peticiones. Los invito a quedarse y unirnos en el único
propósito de alcanzar la paz y vivir en concordia. Por lo contrario,
si abandonan esta sala sin firmar el acuerdo, seré únicamente yo
quien escriba la historia.
Elián: Tu propuesta es incongruente, la historia la narra quien obtie-
ne la victoria y la utiliza para decir la verdad, no para reforzar el
ego de un poderoso o para incrementar el dominio de una nación.
Cae un último pergamino.
Román (Lee): Que esta nueva oportunidad de negociar nos brinde…
Strago: ¿Por qué no terminas de leer? ¿Qué te detiene?
Román: No distingo lo que dice, debe ser porque está escrito en el
idioma del Oriente.
Elián (Lee): Que esta nueva oportunidad de negociar nos brinde es-
peranza. ¡Es esperanza lo que necesitamos para negociar la paz!
No me explico por qué te resulta tan difícil de entender…

190
GUÍA SUICIDA

Juan Fernando Rodríguez Bailón

VACÍO
Suicida: Es hora de terminar con esto. Abrir los brazos… volar hacia
el horizonte… ser libre.
Serotonina: Las aves aletean hacia la libertad.
Adrenalina: Se elevan en las nubes. Descienden hacia el piso.
Serotonina: Son dueñas de su destino. Silban.
Adrenalina: Danzan en el aire. Vuelan completamente libres.
Serotonina: Sin cadenas. No existen barreras. No hay límites.
Suicida: Deseo ser un ave. Quiero volar. En las nubes envolverme.
Desaparecer. Abrir mis alas. Descender a la tierra y remontar el
vuelo. Silbar ante las maravillas. Aletear sin límites. Volar con dig-
nidad.
Noradrenalina: Caminas hacia la orilla del acantilado. Puedes ver
el abismo.
Melatonina: Te posas al filo del precipicio. Extiendes tus alas ima-
ginarias.
Suicida: El vacío me llama, recita innumerables poemas de amor que
vibran dentro de mis fibras nerviosas.
Adrenalina: La brisa te espera.
Noradrenalina: La libertad te aguarda.
Melatonina: Vuelo planificado.
Noradrenalina: Salto inesperado.
Suicida: El viento recorre mi cara. Momentos de libertad. Preparado
para remontar mi camino.
Melatonina: No eres un ave.
Suicida: Aleteo, caída en picada. Las emociones a flor de piel. La me-
jor sensación. Escalofríos recorren mi cuerpo. Puedo sentir. Res-
pirar. Siento vivir en plenitud.
Melatonina: No tienes alas.

191
Suicida: Todo es surrealista. No hay principio. No existe final. Re-
monto el vuelo. Sensaciones eternas. Felicidad permanente. Emo-
ción. Estado de alerta. Excitación. Planear en caída libre.
Serotonina: No puedes volar.
Suicida: El suelo se aproxima, no puedo remontar. La nada me abra-
za, me protege entre su manto invisible, contiene mis miedos. Las
plumas de mis alas se desvanecen en el pensamiento. Mi cerebro
golpea las paredes óseas de mi cavidad craneal. A punto de estallar,
la sangre sube a mi cabeza, la presión me impide regular la respi-
ración. Mi visión se torna negra, puedo sentir el vacío. El exceso
de aire asfixia cada parte de mi cuerpo. Caída interminable. No
puedo volar.

Melatonina: Los suicidios de adolescentes ocurren después de una


situación estresante: un conflicto familiar o un divorcio, proble-
mas escolares, fin de un noviazgo, la muerte de un ser querido.
Suicida: De nuevo el sueño que relata mi final, el instante de mi re-
cuperación y mi caída, el que convierte la tempestad en calma y
la serenidad en tormenta. Un momento fugaz de tranquilidad, en
el que no hay nada, el sonido aguarda expectante a que el silen-
cio cese. Después del estruendo de los cañones se anuncia que la
guerra termina, que el soldado puede descansar. Todo es perfecto,
encuentro paz en el vacío, no quisiera despertar nunca más. Me
siento afortunado por tener su compañía… Nadie está. Nada es
real. Siempre es igual: las mismas palabras, los mismos gestos, la
misma incomodidad. El permanente temor a ser encontrado. El
pánico de que alguien me encuentre sonriendo en la oscuridad.
Aquí no hay nadie esperando.
Melatonina: La depresión es un fenómeno neurológico en el que
el cerebro se va progresivamente desconectando del entorno, no
solo de las cosas sino de las sensaciones.
Suicida: Hace un par de años, para tratar de valerme por mí cuen-
ta, me fui de casa. Quería probar suerte, liberarme de esa rutina
infernal, de ese averno que los ilusos llaman hogar, familia, seres
amados… Intentaba ser libre, ser feliz. Vivir con dignidad, vivir
en plenitud.

192
Dopamina: La persona deprimida no tiene ilusión o esperanza para
hacer las cosas que antes le emocionaban.
Suicida: Si el entorno se adapta a mis necesidades, ¿para qué quiero
más? No lo merezco.
Melatonina: Cuando la depresión se agrava, el enfermo se desinte-
resa de su entorno, todo le da igual, le parece insulso, anodino.
Suicida: Para ser exactos, han pasado dos años y tres meses desde
que me fui de mi casa, desde entonces no hablo con mi familia.
No, no exagero, mudarme sin revelar mi destino significó desapa-
recer cualquier medio de comunicación. Fue como si el simple
hecho de irme, eliminara los lazos consanguíneos y ellos me hu-
bieran olvidado, igual que yo los olvido ahora que he decidido
quitarme la vida.
Serotonina: La depresión va más allá de sentir tristeza o tener el áni-
mo bajo, significa dejar de sentir, aniquilar todo afecto.
Suicida: Es lo mismo que mirar alrededor y notar que todos respiran
normalmente y que yo soy el único asfixiándome, sin vislumbrar
un futuro ni encontrar soluciones a mis problemas. Es un juego
diabólico cuya dinámica consiste en ser el carcelero y el prisionero
al mismo tiempo.
Serotonina: Los síntomas o signos de advertencia no siempre son
evidentes y cambian de persona a persona.
Adrenalina: Los pensamientos suicidas persistentes tienen distintas
causas.
Serotonina: Con frecuencia, son el resultado de sentimientos que
no se logran afrontar.
Adrenalina: Cuando una situación nos parece abrumadora.
Serotonina: Cuando, en medio de una crisis, creemos que no hay
esperanzas ni futuro.
Adrenalina: Entonces suponemos que el suicidio es nuestra única
solución viable.
Serotonina: Nuestra única salida.
Suicida: No sé qué estoy haciendo, no encuentro razones para seguir
adelante.
Serotonina: Desaparece el deseo de vivir.
Adrenalina: No se encuentran razones para continuar viviendo.

193
Serotonina: Se descarta el deseo de aferrarse a un fin último más allá
del dolor o sufrimiento.
Melatonina: En 2020, ocurrieron 7 818 fallecimientos por lesio-
nes auto-infligidas en el país, lo que representa 0.7% del total de
muertes en el año y una tasa de suicidio de 6.2 por cada 100 000
habitantes.
Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-
citación para ti.
Proyección:
Después de varios meses de consideración, he elegido la muerte
con el fin de escapar de la terrible situación de desgracia en que
me encuentro.
Adolf Hitler.
CV:
El 30 de abril de 1945, en la Cancillería del Reich, a punto de reci-
bir la inminente llegada de las tropas soviéticas, Adolf Hitler, líder
del Partido Nacionalista Obrero Alemán, mejor conocido como
nazi, y su esposa, Eva Braun, se suicidaron. Braun muerde una cáp-
sula de cianuro y Hitler se quita la vida de un disparo.
Durante toda su vida, Hitler fue asociado a una infinidad de tras-
tornos mentales: histeria, psicopatía, megalomanía y esquizofre-
nia paranoide. Su personalidad, caracterizada por rasgos para-
noides, lo llevaba a mostrar conductas de desconfianza hacia la
percepción de las personas sobre su reputación, y lo llevaban a
reaccionar rápidamente con enfado o a contraatacar. De igual ma-
nera, se hacía presente en su personalidad un rasgo del trastorno
esquizotípico, caracterizado por creencias extrañas que influyen
en el comportamiento, por ejemplo, su fe paranoica en que había
sido elegido, por Dios y por el destino, para liberar al pueblo ale-
mán de la supuesta amenaza de los judíos.
Suicida: Querido Führer, tal vez tengas razón. Esta es ‘mi lucha’, este
es mi momento de dejar el mundo atrás, olvidarme de todo y aca-
bar con mi vida.
Adrenalina: Esta es la fase crítica, en la que un intento de suicidio
puede concretarse en muerte.

194
Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-
citación para ti.
Proyección:
De acuerdo a nuestra política de brindarle lo último en sangre y
entrañas a todo color a nuestros televidentes, el Canal 40 les ofre-
ce otra primicia. Ustedes están a punto de ver, aquí y ahora, un
intento de suicidio felizmente consumado.
Chris Chubbuck.
CV:
Christine Chubbuck, reportera estadounidense, recordada por
suicidarse mientras presenta, en vivo y en directo, su programa de
noticias en televisión, lucha contra la depresión y las tendencias
suicidas durante toda su vida. Su familia asegura que, por miedo
a que fuera despedida, nunca comentaron con la gerencia de la
estación televisiva en la que laboraba, la falta de relaciones perso-
nales de Chris, como causantes de su depresión y sus progresivos
trastornos neurológicos.
En el año de 1970, intentó quitarse la vida con una sobredosis de
pastillas y frecuentemente hacía referencias al evento, lo cual es
atribuido al fenómeno de la rumiación. La madre atribuía la de-
presión a la falta de relaciones íntimas e interés sexual, lo cual es
característico del trastorno de la personalidad esquizoide.
Serotonina: En 1970 ya había intentado suicidarse con una sobre-
dosis de medicamentos.
Noradrenalina: Planificó su suicidio entrevistando y transmitien-
do cápsulas informativas sobre el tema en su programa.
Serotonina: Incluso bromeaba con su editor acerca de quitarse la
vida durante la transmisión.
Noradrenalina: En primicia, a color, en televisión abierta, la acla-
mada presentadora Christine Chubbuck toma un revolver con su
mano izquierda y en plena transmisión jala del gatillo. ¿Como bo-
rrar de la memoria de los televidentes tal suceso?
Suicida: ¿Me recomiendan acercarme a Dios o es mejor borrar de un
tiro en la cien aquello que prolifera en mi cerebro sin sanar?

195
Serotonina: La espiritualidad es un camino para combatir la insatis-
facción humana y contribuir a la felicidad. Un disparo en la cien es
un camino sin retorno.
Suicida: La verdad nunca he sido creyente. Desde que me persiguen
sin descanso estas ideas de muerte, me pregunto si realmente exis-
te un ente divino capaz de resolver mi fascinación por la idea de
morir por mi propia voluntad. Si ese ser omnipotente puede sal-
varme, ¿por qué tengo la certeza de que soy un error de Dios? ¿No
se supone que todos somos creados a su imagen y semejanza? ¿Por
qué nadie está en el aislamiento y en la soledad como yo, ni nadie
se siente en el absoluto abandono como yo?

Melatonina: Alrededor de 800,000 personas se quitan la vida cada


año. El suicidio es la tercera causa de muerte entre los jóvenes.
Noradrenalina: Un gran porcentaje de las personas que se quitan la
vida sufren de enfermedades mentales.
Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-
citación para ti.
Proyección:
Llamen al doctor Horder.
Sylvia Plath.
Sylvia Plath: 84 títulos publicados. Cuatro palabras: Llamen al
doctor Holder. Abre el gas del horno y todo termina.
CV:
“La libertad no sirve para quienes no saben cómo emplearla”.
Sylvia Plath, escritora y poeta, Premio Pulitzer póstumo por sus
Poemas completos, autora de La campana de cristal, relato autobio-
gráfico publicado bajo el seudónimo Victoria Lewis. En su primer
intento de suicidio, agosto de 1953, ingiere pastillas para dormir
hurtadas a su madre. Poco después de cumplir treinta años, el 11
de febrero de 1963, deja dormidos a sus dos hijos Frieda y Nicho-
las, mete la cabeza en el horno y se suicida.
Desde los primeros ocho años de vida, Silvia Plath experimentó el
primer golpe doloroso que impactaría severamente su salud men-
tal, la muerte de su padre, pérdida de la que jamás pudo recuperar-

196
se. Años más tarde, fue diagnosticada con depresión severa, la cual
se desarrolló en una patología mayor, trastorno bipolar también
conocido como depresión maniaca. Intentó suicidarse en más de
una ocasión, lo que provocaría que fuera hospitalizada recibien-
do terapia de electroshock; su recuperación fue canalizada con la
publicación de su libro La campana de cristal, novela que relata de
manera ficticia sus anécdotas biograficas. Al llegar a la edad de 30
años se suicida, tomando como factores su depresión crónica, su
inestabilidad emocional y el amorío de su esposo.

GAS
Suicida: Dentro de cuatro paredes veo pasar mi vida envuelta en sole-
dad. Los nombres se van, solo dejan un incesante eco. Los recuer-
dos provocan dolor, se quedan colgados en los clavos punzantes
del cerebro. La memoria del tacto habla, los muros nunca olvidan.
Melatonina: Las preguntas se multiplican.
Suicida: ¿Qué me espera en el mundo exterior si dentro ningún futu-
ro aguarda ser domado? ¿Qué resta dentro de mí cuando no hay
esperanza de sanar? ¿Alguien recuerda que existo, que sigo espe-
rando que me vean y que me escuchen?
Melatonina: Las respuestas permanecen calladas.
Suicida: Silencio y soledad. No estoy en ningún plano de realidad.
Detecto olores que me provocan náusea, imágenes que me pro-
ducen mareos. Los accidentes no son coincidencias, por eso me
aseguro de que no haya fuego. No puedo mantener la mente en
blanco, pensamientos recurrentes, preguntas agobiantes, las dudas
existenciales rasgan mis cavidades craneales buscando escapato-
ria., me producen angustia, frío y desolación.
Melatonina: El aire deja de ser invisible. La percepción de los sen-
tidos produce espectros grises e intangibles que cobran vida ame-
nazante.
Suicida: La debilidad se apodera de mi cuerpo. El aire se vuelve ne-
gro, espeso, impenetrable. El vacío tiene olor, puedo saborearlo.
Las paredes se encogen, puedo penetrarlas, se vuelven líquidas, mi
cuerpo se agiganta. El viento pesa, arremete, no puedo frenarlo
ni sostenerlo, ni siquiera tengo fuerzas para pedir ayuda. Las imá-

197
genes permanecen suspendidas en el tiempo, ignoran mi sufri-
miento. Soy invisible. No tengo color. Pierdo el aroma. Dejo de
ser yo. No soy aire. Ni fuego. Solo ausencia. El gas se apodera de
mis pulmones, invade mi cabeza. Mi cerebro se intoxica. Los men-
sajes electroquímicos pierden regulación, enloquecen, se tornan
ininteligibles, se apagan, enmudecen. No puedo ver. No logro pen-
sar. Aunque parezca una incongruencia, cierro los ojos. Oscuridad
y silencio. ¡Aléjate, sueño eterno! ¡No es tu turno todavía! ¡Solo
quiero dormir! ¡Aléjate! Somnolencia… Silencio… Vacío… Es-
truendo intermitente del despertador…

Serotonina: La tasa de suicidio es más alta en el grupo de entre 18 y


29 años. 10.7 decesos auto-provocados por cada 100 000 jóvenes.
Suicida: Diagnóstico: Depresión. Me inmovilizo. Evito tener contac-
to con otros seres humanos. No salgo a la calle. No voy a traba-
jar. Ni siquiera me asomo a la ventana. Mi mejor rutina consiste
en pasar de la cama al sofá. Dejo de comer. Descuido mi aspecto
y desatiendo mi higiene. El diagnóstico se acrecienta: depresión
mayor, mi estado de ánimo desciende en picada, pierdo peso de
manera alarmante, no logro dormir. ¿Todo es culpa mía? ¿Por qué
no puedo ser igual? ¿Cuándo lograré hacer algo para no sentirme
así? ¿Cómo asumir una vida digna? ¿Cuál es la fórmula para no
resultar decepcionante, impotente, inútil ante mis propios ojos y
ante los demás? ¿Será verdad que el final se acerca y está ya cruzan-
do la esquina?
Melatonina: El pensamiento suicida es un fenómeno complejo en el
que influyen innumerables factores de riesgo: biológicos, psicoló-
gicos, sociales, económicos, culturales.
Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-
citación para ti.
Proyección:
Mamá, lo siento y te amo. Yo quería hacer demasiado. A pesar de
que vivo, no estoy realmente viva. No quiero que nadie se sienta
decepcionado. Es bueno tener dinero… yo quería hacer dinero.
Lee Eun-ju

198
CV:
Lee Eun-Ju, actriz surcoreana, reconocida por protagonizar la exi-
tosa película Taegukgi. La familia señala que su suicidio se debe
a graves episodios de depresión y  enfermedades mentales: “ella
había estado sufriendo de insomnio debido a las escenas de des-
nudos que había realizado para la película La carta escarlata”. La
noche del 22 de febrero de 2005, un par de días después de su
graduación en la universidad, Lee Eun-ju comete suicidio en su
departamento, cortándose las muñecas y ahorcándose.
Según declaraciones de sus familiares, Lee Eun-ju sufría de graves
episodios de depresión, la cual se caracteriza por pensamientos re-
currentes de muerte, e insomnio, atribuido al trauma provocado
por la escena de desnudos realizada para un filme en el que parti-
cipó.
Suicida: Recientemente me ascendieron en mi empleo y todos a mi
alrededor querían asegurarse de recordarme lo feliz que debía sen-
tirme. Las personas se alegran cuando algo así les pasa, cuando
las ascienden o las felicitan en el trabajo… Yo no puedo siquiera
sonreír, siento presión, que todo se escurre entre mis dedos y no
puedo detenerlo.
Serotonina: A quienes sufren depresión suicida les provoca rabia el
hecho de perder el control anímico y no ser capaces de disfrutar
los sucesos favorables o de por lo menos mostrar algún interés.

NAVAJA
Suicida: La voz que sale de mi boca resulta insuficiente para expresar
mi sentir.
Serotonina: Debes escuchar en tu interior el fluido tibio que ansías
comunicar.
Dopamina: Escucha el mar de sangre espesa que bulle dentro de ti, la
verdad sobre tu vida aguarda oculta.
Noradrenalina: La necesidad de expresarte se hace insaciable.
Melatonina: Tus venas palpitan, ansían despertar tu curiosidad, ten-
tar tu voluntad.
Adrenalina: Gritan. Nadie las escucha. Ellas hablan solo para ti.
Melatonina: Son palabras que esperan ser interpretadas, Acerca tu
oído, te seducirán.

199
Suicida: ¿Me hablan…? No puedo oírlas.
Serotonina: Tus venas imploran expresarse Aúllan desesperadas.
Berrean. No quieren permanecer calladas
Suicida: Sigo sin escucharlas, Son sangre de mi sangre.

Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-


citación para ti.
Proyección:
Vivir sin hacer nada, envejecer lentamente, es una agonía, es ver
desgarrarse el propio cuerpo. Todo esto me ha llevado a pensar
que, como artista que soy, debo tomar una decisión.
Yukio Mishima
CV:
Yukio Mishima, novelista, ensayista, poeta, dramaturgo, guionis-
ta, crítico, ​considerado uno de los más grandes escritores de Ja-
pón del siglo XX. El 25 de noviembre de 1970, Mishima y cua-
tro miembros de su milicia se infiltraron en una base militar en el
centro de Tokio, tomaron al comandante como rehén e intentaron
incitar a las Fuerzas de Autodefensa a revocar la Constitución de
1947. Tras el fracaso de su iniciativa, se suicidó mediante harakiri.
Adrenalina: Toma la hoja. Usa el filo. Clava la cuchilla. Desliza la
navaja.
Serotonina: No lo hagas. Te vas a desangrar. Puedes provocar un
daño irreversible.
Suicida: La daga recorre el mapa de mi piel. Pasea por las cicatrices
que guardan heridas anteriores, por las marcas que esperan ser
abiertas. Le hablo a mi corazón, le pido que controle mis impul-
sos, que me deje escucharlo, que me dé las respuestas… Venas
abiertas, ahora puedo oírlas, sus palabras entonan canciones es-
pesas, melodías tibias, ritmos rojos, cosquilleos victoriosos en mis
brazos, escalofríos… El torrente fluye, pierdo fuerza, se debilita
mi voluntad. ¡Detente, sangre, quiero que pares! Caigo en el char-
co a punto de ebullición, mi cuerpo se desintegra en la solución
toxica. Mis brazos no se mueven, venas abiertas, la sangre no se
detiene. No lo hace…

200
Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-
citación para ti.
Proyección:
No importa lo que hagas por ellos, nunca te van a agradecer. Te
critican porque predicas, porque oras, porque ayudas al necesita-
do. La gente siempre olvida lo que haces por ellos. El ministerio
duele, hace daño, vives en soledad y depresión constante. Nadie
se interesa por su pastor, ni por lo que le pueda suceder o sufrir. Si
te enfermas dirán que estás en pecado, Al final, nadie está para el
pastor. A nadie le importa su vida ni sus necesidades.
Julio Cesar da Silva.
CV:
Julio Cesar da Silva, pastor evangélico y presidente de las asam-
bleas de Dios en Brasil. Su cuerpo fue encontrado ahorcado con
una cuerda en el balcón de su casa, un condominio de lujo en un
suburbio elegante de la ciudad.
Melatonina: Isaías 53: el Salvador es despreciado y desechado, heri-
do y afligido; Él lleva a cuestas nuestros dolores y está herido por
nuestras transgresiones.
Adrenalina: El 5% de la población alrededor de los 10 años, declara
que alguna vez ha pensado en suicidarse.
Suicida: El concierto de música clásica me transporta lejos de mis
pensamientos, cada textura melódica me transporta hasta un lugar
cuya calma termina convirtiéndose en un sentimiento de angustia
que atenaza mi garganta y provoca que contenga la respiración. En
el interior de mi cabeza resuena una sentencia: ¡de aquí no sales!
La angustia se convierte en placer: ¡de aquí no sales! En mí surge
de pronto el deseo de gritarle a la pianista: ¡escucha mi llanto! Ella
no deja de tocar. ¡Nadie siente mi dolor! Nadie nota mi presencia.
¡De aquí no sales! Me dejo caer: ¡de aquí no salgo! La muerte me
invita a bailar, la música me envuelve: ¡Tómame entre tus brazos,
bailemos!
Serotonina: Tienes que verle el lado bueno a la vida, mejorar tu sa-
lud cardiovascular.
Adrenalina: Debes expresar tus sentimientos, explotar, dejarlos
fluir. Implotar puede resultar perjudicial para tu salud mental.

201
CUERDA
Suicida: ¡No me entienden! Me miro al espejo, el reflejo me habla
susurrando, leyendo mi sentencia de muerte.
Melatonina: Las rígidas esposas reprimen tus pulsiones.
Suicida: ¡Mírenme! Merezco un premio de actuación, interpreto a
una persona que desconozco, un personaje inédito.
Dopamina: Afronta la tempestad de tus actos, tu sentencia de muerte.
Suicida: Caigo al pozo oscuro, sin fondo, y me pregunto si alguna vez
terminará mi caída.
Noradrenalina: Descansa en el profundo y angustiante vals de tu
agonía.
Suicida: Me alejo de la luz, me voy volviendo sombra. La oscuridad
me envuelve.
Serotonina: Busca un mundo sin dolor donde vuelva a brillar el sol.
Suicida: Querida soga, escucho que me llamas. Por fin vamos a coin-
cidir. Cada día he deseado sentir tu contacto con mi piel, con-
trastar tu textura asfixiante a la columna lisa de mi cuello, solo
imaginarlo me provoca escalofríos. Estoy condenado a vivir en la
frontera, entre el frágil equilibrio del limbo y la inacción, sin tenta-
tiva de retorno. Hamácame entre las fibras de la vida y la muerte,
entre el Eros de un amor no correspondido y el Thanatos que me
niega sus encantos.
Serotonina: ¿Qué pasa si no quieres morir porque te das cuenta de
que la vida no es tan efímera como la percibes? La vida es vivir
miles de vidas. La muerte solo es un bache en el camino.

Melatonina: Después de los accidentes y los homicidios, el suicidio


es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 24 años.
Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-
citación para ti.
Proyección:
De nuevo siento que voy a enloquecer. Y no puedo recuperarme
esta vez. Así que voy a hacer lo que me parece lo mejor que puedo
hacer. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida
Virginia Woolf.

202
CV:
Virginia Woolf, escritora británica, precursora del feminismo y
figura clave del modernismo literario del siglo XX. Autora de no-
velas: Fin del viaje, Noche y día, y El cuarto de Jacob. Su condición
mental, las dificultades para intimar y una posible transmisión he-
reditaria del trastorno, se atribuyen a varios factores, entre ellos,
el abuso sexual que sufrió a corta edad, por parte de sus medios
hermanos. Sufrió enfermedades mentales a lo largo de su vida.
Mostraba conductas irritables y tenía episodios de manía en que
hablaba sin cesar consigo misma y manifestaba un desprecio hacia
los hombres. Su estado empeoró cuando sus padres y hermanas
fallecieron, provocando que ingresara a un centro psiquiátrico. El
29 de marzo de 1941, rellenó los bolsillos del vestido con piedras
y se zambulló en el río Ouse.
Suicida: ¿Quién de ustedes no han sentido el deseo de revisar el obi-
tuario y leer su nombre en él?
Melatonina: Busca el constante susurro de la arena movediza atra-
pándote lentamente.
Suicida: ¿Nunca han tenido la sensación de que el aire deja de ser aire
y se convierte en alquitrán?
Dopamina: Siente las ardientes cadenas esclavizándote a la era eterna.
Suicida: Si supieran lo que puede llegar a sufrir una persona de cual-
quier edad por estar deprimida, entenderían lo que es intentar ca-
minar con una bola de plomo de 10 toneladas en su interior.
Adrenalina: Camina sobre el ansioso filo de la muerte esperando
cortar tu piel.

AGUA
Dopamina: Las nubes son tus espectadoras, tu público. Es hora del
espectáculo, tercera llamada. El mar se agita. Dos pasos más para
el acto final.
Melatonina: La marea sube. Imposibilita tus pasos.
Suicida: Caminar sobre arenas movedizas. Cerrar los ojos. Sentir que
la playa se termina. Las olas danzan su furia contra mí.
Serotonina: Nada es real si no lo puedes sentir. Tu percepción está
herida. Abre los ojos. Averigua lo que se avecina.

203
Suicida: Camino sobre clavos al rojo vivo. La arena muerde mis plan-
tas. Cada paso arde sin que el mar lo alivie.
Noradrenalina: Tu realidad se torna tangible, una existencia de ca-
dáveres con vida.
Suicida: Anhelo que el sol brille en la costa, no logro visualizar las
huellas de mis pasos, no recuerdo el camino de regreso.
Melatonina: No puedes renacer ni volver a comenzar. Pesados, tus
pies se hunden en la arena del fondo marino, el agua salada te cu-
bre por completo, la superficie es cada vez más lejana.
Suicida: Espera, una canción más… ya casi termina esa melodía. Dé-
jame escuchar Break on through to the other side.
Serotonina: El agua te envuelve, impide tus movimientos.
Suicida: Solo unas notas más.
Melatonina: Las nubes se vuelven negras. La tormenta es inminente.
Suicida: Vamos, bailen conmigo, terminemos la canción.
Melatonina: Te sumerges, el agua te cubre.
Suicida: No me escucho, mi voz se ahoga.
Adrenalina: La marejada se apodera del silencio.
Suicida: El sol ya no existe. El agua se enturbia. No puedo respirar. Mi
cuerpo deja de flotar. Ya no respiro. No hay oxígeno. Me hundo en
la marejada. Fluyo como el tiempo entre los dedos. En la profun-
didad no hay nada, vacío puro. Trato de flotar hacia la superficie.
Mis brazos no responden. Imposible nadar. Me hundo. Hay rocas
atadas a mis pies, fuerzas que me lastran a la profundidad. Impo-
sible salir.
Adrenalina: La tempestad te azota sin compasión. Es el instante de
la cuenta regresiva, de revisar, imagen tras imagen, el flujo de tu
vida; de ver pasar frente a los ojos de tu memoria, la película veloz
y silenciosa de tus recuerdos.
Suicida: Mis pulmones se inundan, son un par de recipientes a punto
de reventar, un par de globos habitados por el oleaje de la asfixia.
Suplico que la marea me lleve, que borre mi pasado, que elimine
mis sentimientos de derrota, que la pleamar me arrastre a su reino
hundido en la indiferencia.
Serotonina: No existe luz en el arrecife, no hay vida real.
Dopamina: No encuentras vida. Descubres muerte.

204
Melatonina: No hay nada, excepto soledad.
Suicida: No puedo ver en la oscuridad submarina. Estoy sumergido,
sin esperanza, hasta el fondo del océano. No hay esperanza. Es el
final de todo. Está bien. Lo acepto, Nada pasa. Soy uno con el mar.
Serotonina: El océano arroja lo que no le pertenece y lo deposita so-
bre la arena. No más lluvia. Cesa la marejada. El oleaje está en paz
Suicida: Vuelvo a respirar. El oxígeno es un viento intenso recorrien-
do mi tráquea, hinchando mis pulmones.

Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-


citación para ti.
Proyección:
Querido mundo, me despido porque estoy aburrido. Siento que
ya he vivido suficiente. Te dejo con tus preocupaciones en esta
dulce cloaca. Buena suerte.
George Sanders.
CV:
George Henry Sanders, actor británico ganador del Oscar por su
interpretación en el filme Eva al desnudo. Sufrió tres golpes impor-
tantes en su vida: la muerte de su hermano, de quien tuvo que dis-
tanciarse por culpa del alcoholismo, el fallecimiento de su madre y
el de su tercera esposa a causa del cáncer óseo. Fue diagnosticado
con depresión mayor, lo cual fue motivo de su seguimiento psi-
quiátrico durante un prolongado periodo de tiempo, el cual no fue
de ayuda, ya que su estado era tan severo que no pudo redirigirse
y provocó que atentara contra su vida. El fracaso financiero lo dis-
tanció del mundo y comenzó a sufrir los estragos de la demencia.
A los 65 años, enfermo, solo y cansado de la vida, se suicidó ingi-
riendo cinco frascos de Nembutal.
Suicida: ¡Quiero morir! ¡No existo para nadie! ¡A ninguno le impor-
to! No hay futuro ni persona alguna esperándome. ¿Será que ha
llegado el momento de acabar con mi vida, dejar todo atrás y li-
brarme del dolor? ¡Que termine aquí la decepción del bueno para
nada! ¡Se acabaron los problemas! ¡Perdón por todo el mal que
hice a mi familia, a mis amigos, a mis amores! Ya no les ocasionaré
ningún problema.

205
VENENO
Melatonina: Escucha a la serpiente parlanchina, incitándote a beber
su amargo veneno.
Adrenalina: Al año, hay muchas más tentativas de quitarse la vida,
que suicidios llevados a cabo.
Suicida: Grandiosa idea, ingerir raticida en cantidad suficiente para
asegurarme de que todo termine, el miedo, la ansiedad, el total
desencanto de vivir.
Serotonina: ¿En serio estás planeando consumir veneno para deme-
ritar nuestro trabajo y hacer fracasar nuestro esfuerzo por mante-
ner tu equilibrio anímico? Yo soy un eficaz neurotransmisor, pue-
do incluso fungir como hormona para influir en tu estado anímico,
en tu apetito y en tu digestión.
Dopamina: ¿Así que necesitabas algo fuerte para sustituirme, algo in-
orgánico para potenciar tu producción de placer y después matar-
nos poco a poco en la dependencia?
Suicida: Permanezco inmóvil ante la expectativa de morir, ante el
miedo al sufrimiento, ante la expectativa de los efectos degradan-
tes. Sobrevivir al daño intestinal, a los riñones afectados, a los tras-
tornos cardiovasculares. Comienzan a atormentarme pensamien-
tos de riesgo y de consecuencias negativas. No sé si todavía estoy a
tiempo para arrepentirme…
Noradrenalina: Actúo como neurotransmisor y como hormona,
pero, al encontrarme en niveles bajos, los únicos síntomas que se
hacen presentes son la impulsividad sin sentido, la hiperactividad
caótica, la falta de atención.
Dopamina: Más del 90 por ciento de casos relacionados con suicidio
se asocian a trastornos psiquiátricos.
Melatonina: Mi desempeño consiste en la producción de tu sueño,
sin embargo, la falta o disminución de mi producción hormonal
puede generarte obesidad, diabetes u otras enfermedades crónicas.
Adrenalina: Mi función como hormona de respuesta a situaciones
de estrés, me hace responsable de que tu organismo sea capaz de
responder ante cualquier situación de alarma, por ejemplo, la que
se produce al ingerir por ‘accidente’ una sustancia nociva.

206
Suicida: ¡Urgencias!
Melatonina: Nadie es culpable de experimentar una depresión. No
debe avergonzarte padecer los síntomas de una enfermedad neu-
rológica.
Suicida: ¡Hospital! ¿Con qué cara pude mentirles a los doctores acer-
ca de los 35 miligramos de raticida en mi estómago? Enema. Lava-
do intestinal, Regreso a casa. ¡Vaya experiencia vergonzosa! Pero
eso no fue todo, me prescriben terapia de choque. Diez días de
incapacidad ingiriendo pastillas antidepresivas y control psiquiá-
trico durante dos semanas… ¡Terapia psiquiátrica como en cual-
quier enfermedad mental!

Melatonina: Es raro que un niño se quite la vida, sin embargo, du-


rante la adolescencia la tasa de suicidios y de intentos de suicidio
crece enormemente.
Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-
citación para ti.
Proyección:
Por favor, trata de entender mi muerte. Yo no estaba hecho para
vivir más tiempo. Estoy enormemente cansado, decepcionado y
triste. Estoy seguro de que cada día que pase, estas sensaciones de
fracaso me irán matando lentamente. Entonces… prefiero acabar
de una vez.
Andrés Caicedo.
CV:
Andrés Caicedo, escritor colombiano, su principal obra: ¡Que viva
la música! Lideró diferentes movimientos culturales en la ciudad
vallecaucana como el grupo literario Los Dialogantes. Su cuento,
Los dientes de caperucita, le gana el reconocimiento intelectual. Fiel
a la idea de que vivir más de 25 años es una insensatez, trastorno
esquizotípico causado por creencias que influyen en el compor-
tamiento y que no concuerdan con las normas culturales, decide
suicidarse, lo intenta un par de veces, hasta que, en marzo de 1977,
ingiere 60 pastillas de barbitúricos para acabar con su vida.

207
Suicida: Nada sirve. No más terapia. No más hospitales. No más fe.
¡Dios no está aquí! ¡Dios se marchó sin despedirse, me abandonó
hace mucho tiempo! Dios… déjame morir, llévame… Debo de-
jar de hablarle a la nada, de aferrarme, de llorar lo que no fue. Es
momento de terminar con todo… ¿Bueno…? Hola… Estoy bien.
Estoy viendo a la muerte de frente y ya sé qué debo hacer, no pue-
do ignorarla más, debo dejar de vivir en el temor, si dejo de mirarle
a los ojos, me apuñalará sin compasión. He perdido la noción de
vivir, las ganas de continuar. Estoy bien, mamá.

Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-


citación para ti.
Proyección:
Hace demasiado tiempo que no me emociono escuchando o
creando música. Me siento increíblemente culpable. Se me ha aca-
bado la pasión. Recuerden que es mejor quemarse que apagarse
lentamente. Paz, amor y comprensión.
Kurt Cobain
CV:
Kurt Cobain, cantante, músico, compositor, integrante de la ban-
da Nirvana que conoció el éxito en los 90’s con temas como Smells
Like Teen Spirit. Durante su matrimonio, acusado de violencia y
consumo de drogas y alcohol, fue ingresado de urgencia al hospi-
tal por atentar contra su vida. El 8 de abril de 1994, su cadáver fue
encontrado en su residencia en Seattle, el método utilizado para
suicidarse: un disparo en la cabeza.
Durante los últimos años de vida, Kurt Cobain luchó contra la de-
presión y una severa adicción a la heroína, lo cual atribuía a las
ideas recurrentes de muerte. En su carta de suicidio menciona una
disminución de motivación e interés en las cosas que antes solían
apasionarle, dicho cambio de conducta es común de la depresión
mayor.
Suicida: Una vez que la pasión ha terminado, dejo que la luz se des-
vanezca. He encendido el fuego porque es mejor quemarme que
apagarme lentamente. Mi lucha me suplica a gritos que genere bri-
llo en la oscuridad. Ya no sé si es mejor la cura o el dolor.

208
Dopamina: Realizar ejercicio físico modera los niveles de estrés en el
cerebro.
Melatonina: Una buena regulación de horas de sueño ayuda a tu
estado anímico.
Noradrenalina: Cuidar tu alimentación equilibra tu estabilidad
emocional.
Suicida: ¡Déjenme! ¡No sé qué más hacer! Nadie me escucha, na-
die me ve, ninguno escucha mi dolor. Tal vez me deje caer. ¡Vean
cómo caigo! ¿Nadie nota que voy en picada hacía el abismo? No
es mi decisión despertar y ver mi piel tornándose azul. No lo he
decidido yo. Dejen de culparme.

Dopamina: ¡Feliz cumpleaños! El correo ha traído una tarjeta de feli-


citación para ti.
Proyección:
Hoy cumplo 67 años. 17 más de los 50. 17 más de los que yo que-
ría o necesitaba. No logro comportarme de acuerdo a mi avanza-
da edad. Aburrido, insufrible, insoportable. No soy divertido para
nadie.
Hunter S. Thompson
CV:
Hunter S Thompson, escritor reconocido por crear el periodismo
‘gonzo’, que elimina la división entre objetividad y subjetividad.
Autor de los artículos irónicos: The Kentucky Derby is Decadent
and Depraved, Fear and Loathing in Las Vegas y Song of the Sausage
Creature. Su hijo encuentra su cadáver con un disparo auto-infligi-
do en la cabeza.
Thompson experimentaba gerascofobia o miedo irracional a en-
vejecer. Debido a la fractura de pierna y cadera, unos meses antes
de su muerte, su estado anímico decayó, provocándole una fuerte
depresión y una extraña fascinación por las drogas y las armas de
fuego.
Suicida: ¡La depresión no tiene edad! ¡Nadie imagina lo que es per-
der todo sentido de ilusión!
Noradrenalina: Observa el vaivén del hilo eterno, que espera bailar
una pieza clásica contigo.

209
Suicida: Ninguno sabe lo que significa despertar de pronto en una
realidad distorsionada a la que se le ha desvanecido el brillo y el
color.

ARMA DE FUEGO
Melatonina: El riesgo de suicidio se incrementa cuando los niños y
los adolescentes tienen acceso a armas de fuego en el hogar. Casi
el 60% de los suicidios en Estados Unidos, son cometidos con un
arma de fuego.
Suicida: Letalidad infalible. Sin vuelta atrás, sin ningún arrepenti-
miento. Busco el interruptor para apagarme, para borrar los fraca-
sos. Una despedida memorable. Dejar tras de mí la historia de una
persona que arruinó cada oportunidad; tropezó innumerables ve-
ces y todo lo perdió tratando de alcanzar la gloria. Una joven pro-
mesa que extravió las ganas de sentir y se extinguió para siempre.
Adrenalina: Encuentra la solución.
Dopamina: Tienes que pensar en algo efectivo.
Noradrenalina: Ahora tienes la respuesta en tus manos.
Suicida: Dirán que me rendí. Que no luché.
Serotonina: Eso no debe importarte, cada quien debe lidiar sus pro-
pias batallas.
Suicida: Murmuran. Mi presencia les molesta. Hablan mal de mí, me
juzgan. Cuentan cómo he desperdiciado cada oportunidad que se
me brindó. Acechan mis pensamientos. Comentan mis errores,
mi incapacidad para recuperarme del fracaso. ¿Qué hice mal? ¿Por
qué me prescriben la pena de muerte? ¿No he dejado de cometer
errores? ¿No pude cumplir sus expectativas? ¿No logré satisfacer-
les a nivel profesional? ¿No soy la persona que esperaban? ¿No
supe ser feliz? ¿Les he fallado? ¿Me he fallado? ¿No sé cómo seguir
adelante?
Melatonina: Los espectadores festejan, aplauden tal acto de justicia.
Se dan cuenta de que la historia está por llegar al punto culminan-
te, al desenlace largo tiempo esperado.
Suicida: El arma se posa contra mi cien.
Serotonina: El uso de un arma de fuego es una opción irreversible.
Nadie vendrá a rescatarte esta vez. Encontraran tu cadáver y ya

210
no habrá método de rescate ni reanimación posible. Tu cerebro se
habrá apagado para siempre.
Suicida: Dedos firmes accionan el gatillo. Fuerte estallido. La nube de
humo brota del arma. Al influjo de una inexistente ráfaga de viento
mi cabello se agita, el rostro se desfigura, la boca se desgarra hacia
un lado y la cabeza se sacude. Mi cuerpo resbala, pesado, sin vio-
lencia. Los pensamientos guardan silencio, sus voces enmudecen,
se apagan. Al fin estoy en paz.
Noradrenalina: Durango es el noveno estado del país con el mayor
registro de suicidios, 7.15% por cada 100 mil habitantes.

211
MIRAR POR LA VENTANA

Lerny Espriu

Mujer: Deja al niño, lo lastimas.


—¡Que se haga hombre!”
Trato de detenerlo. ¡No puedo alcanzarlo!
—Yo lo llevo, no me ayudes…
Es mi grito entrecortado por las lágrimas.
Horas sin tiempo en mi afán de escapar de mí misma, del paraíso
que dura unos momentos… Cuando me inyectan… transito del
infierno al purgatorio.
¡Mi marido goza mi dolor! Suspendido de un brazo, levanta al
niño, lo hace volar, lo adelanta a su zancada. Lo arroja a la entrada
cuando oye crujir los frágiles huesos de su brazo. Lo tiene fractu-
rado. Alguien me pregunta:
—¿Dónde está su marido?
—No lo sé.
La ambulancia se lleva a mi hijo. Sus gritos me laceran el alma.
Que nada me detenga, que se vayan los fantasmas. Necesito libe-
rarme de las amarras que me han atado siempre. El mar… veo ca-
brillear su superficie… me espera para arroparme en su tibio abra-
zo, en su camino de luz…
¡Voy a partirle el corazón a mi marido! Estoy alerta, esperando al
hombre cruel. Tengo la daga en mi mano, la que era de mi padre y
que ha estado colgada en la pared todo este tiempo. En mi mente
hay una idea fija, repetida, insistente: ¡Darle muerte! No le temo
a sus manos, a su fuerza. Debo matarlo para aliviar mi dolor, para
desahogar mi rabia.
Entre flores y arroz llego hasta el coche, una mano recia me las-
tima, me empuja, muere el encanto, la máscara cae. ¿Quién es el
desconocido con el que acabo de casarme?
La daga se desvanece entre mis manos. En su lugar siento, frío, el
metro de hierro que mi madre usa para medir y cortar la tela con

212
que nos hace la ropa a mí y a mis hermanos. El metal vibra, se sacu-
de, como la lanza de San Jorge clavándose en el lomo del dragón,
la misma que estoy a punto de asestar de lleno en la cabeza de mi
padre.
—Nunca te oímos llegar, papá, siempre nos sorprendes, tu mano
recia rompe nuestro sueño.
Ese sigilo suyo, como si quisiera sorprendernos en alguna falta,
despierta mi rabia concentrada, el odio acumulado durante toda
mi infancia.
—Mis hermanos lloran cuando tú sonríes, con esa sonrisa irónica
que detesto y que se dibuja en tus labios siempre que estampas tus
nudillos en mi frente.
El metro de fierro es mi respuesta. Salto por la ventana, soy el án-
gel vengador blandiendo la espada de la justicia hasta asestarla en
la cabeza paterna, soy Juana de Arco escuchando las voces de la
libertad. El cuerpo de mi padre amortigua mi caída. Le veo a mis
pies, disfruto su muerte, mi venganza da resultado.
—¿No dices tú, papá, que los niños no piensan, que solo actúan?
¿Qué quieres ocultar detrás de todos esos cerrojos? ¿Para qué te
sirven todos los candados? ¿Cuáles son tus objetos más preciados
que no quieres que veamos? ¿Por qué tienes tanto miedo de que
descubramos tus secretos, papá? Nos obligas a seguir tus duras re-
glas, tu orden escrupuloso. Mamá calla, jamás te contradice, no
se atreve, está sujeta a tu servicio, obligada a la obediencia ciega
como una hija tuya más.
Soy dueña de las llaves del reino, desearía que el patriarca cruel me
viera tomarlas para gozar su expresión de incredulidad, de terror,
porque estoy a punto de conocer lo que guarda con tanto celo en
su estudio, su sancta sanctorum. Pero él ya no puede impedir que
pise su santuario. Ya no puede hablar. Ya no puede ejercer su san-
ta voluntad sobre mí. Está muerto. El que a hierro mata a hierro
muere.
Flores y arroz. Llega la decepción cuando una mano recia me em-
puja dentro del coche con voz soez.
—Entra de una vez, mula torpe, y prepárate a recibir lo que te es-
pera. Sí, no te sorprendas, soy el mismo, solo que debía fingir hasta
tenerte segura.

213
Debo recuperar mi libertad, la que me arrebatan los machistas
irredentos que la vida me ha deparado. Niña sin infancia. Seis años
internada con las monjas. Las más grandes se apartan, no juegan
conmigo, estoy sola. Quiero volver a casa, jugar con mis herma-
nos, con mis primas. Nunca las veo. Mi mamá me visita algunas
veces, me cuenta que la Kity tuvo cuatro gatitos. No los conocí.
Los regalaron. Nadie se fija cuánto sufren las madres cuando se
llevan a sus pequeños, buscándolos sin cesar, dando vueltas y vuel-
tas, llorando, hasta que aceptan que nunca volverán. Imagino a la
pobre Kity. Para consolarme, mamá me enseña las fotos… Son bo-
litas de algodón, brillan. Las madres separadas de sus hijos nunca
pueden llorar, los ojos y el alma están secos. Se iluminan cuando
distinguen un rayito de esperanza. Vuelven a apagarse cada noche.
—Hago lo que me dices, papá, le tapo la boca a la niña para que no
llore. Ya no se mueve. Se pone azul. Se ve muy linda… Se la llevan
como tú ordenas, la desaparecen, la olvidan. Pero ella regresa sin
que tú te des cuenta. Ella crece conmigo, tu vergüenza, como tú la
llamas, crece conmigo, ya va a cumplir siete años.
No sé cómo describir mi alegría. Estoy violando el espacio sagra-
do de mi padre, su cuarto polvoriento, sin ventilación. Hollar su
refugio me llena de entusiasmo. El rey ha muerto. Soy libre para
disponer de sus tesoros. ¡Forros de piel! ¡Las grandes colecciones
editoriales! ¡La Torah en hebreo! ¡El Corán con letras de oro! ¡La
Biblia en latín!
—¡Ábrete, te voy a usar!
Las palabras son rayos que lo atraviesan todo. No puedo soportar-
lo, odio su voz, su olor. Con una a mano me domina, me ahoga,
me penetra, se complace dejándome las huellas de su perversión
alrededor del cuello. No puedo maquillar el dolor, el asco.
¿Cuántas horas nos tuvo parados frente a su mecedora, sin pro-
testar, sin movernos, sin quejarnos, oyéndole recitar pasajes in-
comprensibles…? ¿En hebreo? ¿En latín? ¿En árabe? ¡Vacaciones
que no tuvimos! ¡ Juegos que nunca jugamos…! Sonrisas que se
perdieron entre los tesoros bibliográficos que mi padre iba acumu-
lando en su vida…

214
—Papá, ¿pones el disco de Cri-Crí que me regalaron mis tíos?
—Cuando termine la 5a. Sinfonía. ¡No se interrumpe a Beetho-
ven!
Obedecer sus gritos es parte de mi formación. Luego de escuchar
a Beethoven hasta el final, mi padre pone una o dos canciones de
mi disco… cuando ya no tengo ganas de oírlo.
Nunca más volver atrás. Que nadie me detenga, ni siquiera los
fantasmas del pasado. Un día voy a liberarme de las ataduras del
pasado. El mar me llama, quiero arroparme bajo su tibio abrazo,
caminar por sus caminos de luz…
Por no pagar la colegiatura a tiempo, me sacan de la clase. Las
monjas me llevan por todos los salones… Esa manera tienen ellas,
de exhibirme ante todo el colegio. Me da mucha vergüenza…
—¿Puedes venir mañana a pagar?
—No me molestes. No hay tiempo, ni dinero. ¡Que esperen!
Imagino su gesto de aburrimiento, ese fastidio de quien oye mu-
chas veces lo mismo, sin sentido, sin valor alguno, mientras no
deja de saludar a los demás con esa sonrisa suya que nunca tiene
para mí.
La convivencia familiar engendra desdén. Sobrevivir es un proble-
ma que va del tedio al auténtico tormento. Los seres humanos bus-
can lo divino, miran hacia adentro, tienen su verdad única. Ellos
no conocen el peso de las palabras, no saben el valor que tiene el
silencio.
No quiero sufrir por más tiempo esa tortura… Envuelta en un sa-
rape salgo a la carretera. Un camión de redilas se detiene… Me
dan café, me animan… Esos hombres recios, hechos en el dolor,
se conmueven al verme, me llevan a mi casa. La mano rasposa, de
hombre trabajador, oprime suavemente la mía, me deja una pasti-
lla rosada, pequeñita.
Le hago una carta a la madre superiora, con la firma de mi padre.
Ella queda encantada.
“Distinguida Directora del Colegio Hermanas de María. Reveren-
da Madre Lucero de Jesús Franco Palomares. Muy distinguida se-
ñora mía: Me dirijo a su fina atención, excusándome por distraerla
de sus múltiples deberes, para suplicarle se digne brindarme unos

215
días más para poner al corriente mi cuenta por los gastos inhe-
rentes a la educación de mi hija Leticia Eugenia, toda vez que mis
altas responsabilidades en el trabajo no me han permito hacerlo
personalmente, lo cual es mi deseo, para tener el honor de besar
su mano. Hasta entonces, me despido respetuosamente. Héctor
Antonio Toledo Ruíz. Licenciado y Doctor en Filosofía.”
Firmo con un garabato y río con ganas de mi travesura.
Corro hacia el patio de atrás, hasta el cuartito del chofer. ¡La habi-
tación prohibida! Siento el saludo fraternal de Emilio… Me siento
segura entre sus brazos. Él me besa la frente, me mira, besa mis
labios. Siento muy raro. Algo me pasa… cosquillas… pero sin reír.
Emilio me vuelve a besar. Se me salta el corazón al escucharlo.
—Es amor. Ahora tienes que guardar el secreto, si no, tengo que
dejar de verte. Las monjas no cuentan con ningún hombre que las
cuide, así que no van a permitir que tú lo tengas. Nos vemos a las
seis, el servicio se va, las monjas se reúnen a rezar, hazlo bien, si
nadie se da cuenta te puedo hacer muy feliz, te voy a enseñar a ser
mujer…
Emilio me atrae con suavidad hacia él. Desliza sus manos entre
mis piernas para acercar nuestros sexos. Algo me hierve dentro…
Al regresar del kínder me quedo un rato en el jardín. Los gigan-
tescos nogales dejan caer sus frutos, nueces redondas, pelotitas de
madera que se multiplican cubriendo el suelo por entero.
Dejan de importarme las calificaciones, las monjas, las colegiatu-
ras vencidas, no dejo de observar el reloj, avanza lento, la una, hora
del comedor. Despierto en la noche contando las horas que faltan
para estar en brazos de Emilio.
—No digas nada… Mejor sí, diles que ya estás bien, que fue un
malestar pasajero. Si tienes que vomitar, hazlo donde nadie te
vea. Tengo que resolver unos problemas, espérame un poco… te
prometo que me caso contigo. Para que veas que es cierto, voy a
traerte el vestido de novia de mi hermana, creo que sí te va quedar.
Cuando ya tenga todo arreglado con un sacerdote que es mi ami-
go, nos vemos en la iglesia. La puerta de atrás no tiene llave, por
allí puedes salir. En cuanto estemos bendecidos por la iglesia, el
sacerdote les comunicará a tus padres nuestro enlace.

216
¡Oigo las campanas echadas al vuelo! “La soberbia es un pecado
grave, muy grave”, dice el señor cura. “Orgullo desmedido”, leo en
el diccionario… Sin embargo, no puedo dejar de sentirme vani-
dosa, engreída, incluso pedante e inmodesta, cuando me veo re-
flejada en el espejo portando el vestido de novia de la hermana de
Emilio.
Las palabras de mi padre son precepto divino, nunca las olvido, las
asimilo como el medio más eficaz para juzgarlo cuando llegue mi
turno. Puedo ser implacable, porque eso lo heredé de él.
Emilio no regresa. Otro chofer viene a reemplazarlo, pero ni si-
quiera le dirijo la palabra, porque si Emilio se entera de que hablo
con él se va a enojar conmigo.
Papá me encierra en el desván. Para él ya no soy su hija, para él
estoy muerta. No me deja salir, aunque mis hermanos me acompa-
ñen. Ya tengo dieciséis, soy bonita, joven, tengo derecho a vivir. Ya
le he dicho que él no tiene de qué preocuparse, si alguien pregunta
diré que no soy su hija, que soy la sirvienta, que aquí trabajo.
¡Emilio no llega! Vuelvo a sentir angustia, náusea… Vomito un
par de veces, me dan una purga, quieren que le diga a mi papá que
me lleve al doctor. Veo el susto en la cara de Emilio.
Arañas que de tan blancas parecen transparentes. Sus cuerpos son
como canicas grandes, gordas. Nos observan con sus ojos saltones.
La superficie de la mesa está llena de ellas, y una nube de telarañas
cubre por completo la pequeña ventanita en el refugio secreto de
mi padre. Me dispongo a salir corriendo, pero mi hermanito no se
mueve. Lo cargo, está sudando con los ojos muy abiertos.
—¿Dices que soy altanera y presuntuosa, papá? ¿Cómo le llamas
a lo que haces conmigo? Tu engreimiento y tu autosuficiencia son
mi herencia. ¿De qué te espantas? ¡Maldigo la hora en que me en-
gendraste! No me acaricies, prefiero tus golpes. ¿Ya olvidaste que
por las noches te vuelves un gusano y te arrastras hasta mi cama
para meter tu mano entre mis piernas? ¿Ya no recuerdas que me
amenazaste con matar a mi madre si le decía todas las veces que tú
visitabas mi cama?
—Dile, si quieres, nadie, ni siquiera tu madre te creerá, todos sa-
ben que eres una niña desquiciada.

217
—Papá, no me cortes el pelo, otra vez no, te prometo que voy a
rezar mucho para ser mejor, voy a ser como mi mamá, siempre ca-
llada, obediente, silenciosa. No voy a decir nada. ¡Con el cuchillo
no! Me duele. El rizo se hace solo.
Su mirada es burlona, su mano recia me lastima al cortarme el ca-
bello casi al rape, mientras dice dulcemente, sin levantar la voz:
—Eso es vanidad. Así empiezan a prostituirse las mujeres.
—No tuve la culpa de ser mujer, yo no lo pedí, mi mamá dice que
ella tampoco… Mamá, ¿qué es prostituirse?
¡Aquí está! Eureka. Lo he encontrado. El testamento que mi padre
guarda celosamente en la caja de metal.
“Yo, Héctor Antonio Toledo Ruíz, dejo como herederos de mi for-
tuna y propiedades, que en seguida enumero, a mis hijos Julián y
Antonio Toledo Fonseca, los cuales han probado ser hombres de
bien, casados dentro del orden social y como manda nuestra Santa
Madre Iglesia; en el entendido de que ambos, de común acuerdo,
deberán pasar a su hermana Leticia Eugenia Toledo Fonseca, la
pensión que consideren suficiente para sustento personal y man-
tenimiento de la casa paterna, debiendo permanecer limpia y or-
denada mientras en ella viva; perdiendo todo derecho en caso de
que desee abandonarla.”
Cerca de la entrada hay un gran barril, tan alto como yo, copeteado
de nueces de castilla. Una mujer, con vestido humilde y zapatos
rotos, se acerca por la verja y alza la voz para llamar a la abuela que
se transforma en gato, quien sale, hablan…
Casas, edificios… millones en propiedades que no soñamos, un
Hotel en Vallarta… ¿Y a mí me encadena mi padre a esta casa?
¿No le basta con haberme esclavizado toda mi vida? ¿No resulta
suficiente castigo hacerme escuchar únicamente la música que él
quería oír? ¿No basta con que haya gastado mi juventud siendo su
criada, su enfermera, su diversión libidinosa?
—¿Sabes qué, papá…? Sí, es cierto, heredé tu generosidad y tu
amor filial y ahora voy a ayudarte a tener una muerte azul, una
muerte hermosa, como la que me obligaste a darle a mi hija. Solo
que tú no podrás regresar como ella, que vive junto a mí y siempre
me acompaña.

218
¡Callen esas voces! No quiero oírlas, me perforan los oídos, me
laceran el alma. No me queda otra salida que rendirme. Y, porque
no quiero que me castiguen, me digo al oído un consejo sutil, una
estrategia de supervivencia:
—Tranquila, Leticia. Es mejor que no luches o se hará necesario
tomar otras medidas. ¿Qué prefieres: dormir un poco o que te aten
a la cama?
“Leticia Eugenia podrá optar por recibir el veinte por ciento del
total de mis propiedades, y quedará libre para escoger su lugar de
residencia, únicamente en caso de que acepte ser obliterada para
llegar pura a su creador.”
—¿Hasta dónde llegas en tu fanatismo de servir a un Dios mons-
truosamente cruel? ¿¡Castrar a tu hija!? ¿Mutilar la obra sabia del
Señor?
Quemo el testamento ante los ojos aterrados de mi padre. El docu-
mento de papel lacrado arde, se pone rojo, naranja, negro… mien-
tras su rostro alcanza el hermoso color azul de la asfixia.
Son las seis y Emilio no llega. Me siento ridícula, parada frente
al espejo, con un vestido cuya blancura se ha marchitado, se ha
vuelto amarillento, y de una talla grande, enorme… para mí que
soy una niña. A lo mejor entiendo mal y la cita es a las siete… Emi-
lio nunca llega. No estoy triste… defraudada sí, enojada… muy
enojada. Una niña no sabe que el erotismo no es amor sino solo
sensualidad socializada.
Del encierro de la escuela, a la cárcel de mi casa. De niña a mujer,
a hija vergüenza y deshonra de la familia. No vuelvo a salir. Ence-
rrada, incomunicada, viendo crecer mi panza.
—Oigo cuando le dices a mis hermanos que quieres dormirnos
para siempre a mi hija y a mí. Estoy sola, papá, puedes recluirme
en un sótano, pero soy más libre que tú. Yo puedo volar, en mi
imaginación voy y vengo a donde quiero. Tú estás preso, no pue-
des librarte de mí, me hiciste fuerte y ahora yo puedo controlarte,
nunca podrás deshacerte de mí y de mi pequeña hija azul.
Me caso con David sin estar enamorada. Mi papá lo escoge para
mí, estoy segura de que hicieron un acuerdo financiero. No me
importa, si de esa manera salgo de mi cárcel. Boda rápida. Iglesia

219
triste y sin flores. El joven que siempre me ve, que nunca me habla,
que no se atreve a acercarse, canta el Ave María durante la breve
ceremonia. Su voz y su figura de seminarista de ojos negros, hacen
que por mis mejillas ruede una lágrima.
Si lo observo con atención, el doctor Erik tiene los mismos ojos
negros que el joven seminarista que canta el Ave María en mis
sombríos esponsales. Tengo que atraparlo. No voy a permitir que
otra enfermera quiera quitármelo.
¡Vaya sorpresa! Las cosas que encuentro buscando el testamento.
Qué difícil me resulta no juzgar a mi padre. Pornografía… Pre-
servativos… ¡Así que también él es humano! ¿Dónde lo guarda?
¡Una caja, tres chapas, una cadena! Aquí debe estar. Un sobre la-
crado. Este debe ser.
Estoy a punto de saber si, al final, pensaste en mí y me hiciste jus-
ticia.
Entiendo que no puedo seguir con lo mismo. Tengo que olvidar,
ser sensata, necesito dormir. No puedo con la carga de mis pensa-
mientos. Si no fuera por el doctor Erick, educado, galante, ya me
habría largado hace mucho tiempo de este sanatorio.
Me siguen los fantasmas, me ofrecen protección, apoyo, me rega-
lan sonrisas, se alejan sin importarles mi abandono. En ocasiones
lloro sin un solo grito, sin una lágrima, porque al final tengo que
aceptar las cosas como son, verlo todo con una sonrisa. Día y no-
che, como la Kity, busco por los rincones y entonces ella, mi niña
azul, la que mi padre dice que es su vergüenza, asoma y me sonríe.
En ocasiones me llama por mi nombre y me dice mamá.
—El paciente se alteró mucho, doctor. Tuve que inyectarlo. Prác-
ticamente se me fue encima. Ese es el problema con mi papá, la
locura senil lo vuelve muy hostil y hasta es violento a veces…
—Tenemos un acuerdo, Leticia. Para ti, soy Erick. Doctor para los
demás.
Los fantasmas me observan, nos observan. Los oigo murmurar.
Viven conmigo. Quiero callarlos, pero no lo logro, son empecina-
dos, más fuertes, más recurrentes. Los fantasmas están más vivos
que yo, que ni muerta lograré silenciarlos. Compartimos el encie-
rro, pero los fantasmas vuelan, van y vienen cuando les da la gana.

220
Ninguna inyección los detiene ni los hace guardar silencio.
Al cuarto de juguetes, son las siete, nos espera La Hora Azul. Un
pequeño gran radio de baquelita, regalo sorpresa de mi madre, a
escondidas, oculto para que mi padre no lo sepa. Doble emoción.
Doble pecado.
—“¿Quién es el que anda ahí? Es Cri-Crí, es Cri-Crí. ¿Y quién es
ese señor…?
La mano de papá arranca el pequeño aparato de radio, lo estrella
contra el piso y se marcha sin decir una palabra. Ver el regalo de mi
madre hecho pedazos, enciende mi pasión. Cojo el metro de metal
como respuesta a mi adrenalina sublevada y salto por la ventana
para alcanzarlo en mi caída y derribarlo de un golpe en su frente.
¡Fulminado!
—¡Mataste a tu papá!
Nada me detiene, mi padre es un fantasma del pasado. Por fin he
logrado liberarme de las amarras que me han atado a su sombra y
no pienso volver atrás nunca más. Nunca más.
Oigo lejano el grito de mamá, escandalizado, tal vez, no sé, quizás
sea mejor decir aliviado. Ella luce fascinada, lo ve tendido, no lo
toca siquiera. ¿Se siente vengada por todos esos años de maltrato?
Su hija la acaba de librar del dictador…
Todavía fascinada por mi audacia, obedezco a mi madre. Tenemos
que huir. Alcanzamos al tren. Tres cuadras nos separan de la liber-
tad, qué largas me parecen, angustiosamente largas. Nos sonríe la
estación, nadie nos sigue. Es el último tren, tren de las ocho, va-
mos a casa de mis abuelos, y a mí me parece el camino directo a la
felicidad, a la seguridad.
—¿Por qué no dices nada, mamá?
Me mira, reza, solo reza. Me asusta la abuela, la madre de papá,
todos afirman que se convierte en gato para vigilarnos y que, en
este momento debe estar viendo a su hijo tirado en un charco de
sangre y con el metro de hierro incrustado en la frente.
—No tengas miedo, mamá. Aunque esa señora esté convertida en
gato, ¡al tren no puede entrar! No nos puede alcanzar. El tren no
se detiene.

221
Ahí están mis abuelos, ellos no permitirán que nadie me toque,
son fuertes pero dulces. Recios pero amables. Mi abuelita Maye
me da consejos sabios. Ella asegura que nada es pecado, ni subir al
columpio, ni dar vueltas y vueltas en el gran volantín.
Los niños de la cuadra nos invitan a la matiné del Cinelandia,
enorme cuarto oscuro donde La Pequeña Lulú cuenta sus histo-
rias y Popeye el Marino siempre gana. El radio de mi abuelito es
tan enorme que es más alto que yo, y en él, Cri-Crí nos cuenta sus
aventuras. Aquí podemos oírlo fuerte, no a escondidas. Cantamos
sus canciones en voz alta. No hay puertas cerradas. Maye nos rega-
la un ángel de la guarda a cada uno. Podemos sonreír.
Entro a primero, me falta poco para cumplir los seis. Mis herma-
nos al Kínder. Todos a estrenar uniformes y mochilas.
Alguien está golpeando con fuerza la puerta en casa de mis abue-
litos. Mi grito de terror alerta a Maye que va a abrir armada con
un palo. ¡Ahora es mi papá el que corre…! ¡¿Entonces… no está
muerto?!
Vuelve la angustia. Median las órdenes judiciales, los abogados…
Nos obligan a regresar a vivir con él en casa de sus padres. ¡Los
odio! Mi madre afirma que juzgar a los demás es pecado, que no
emita juicios de valor acerca de mi padre, que tome en cuenta que
él fue formado con las leyes estrictas de la Torah, el libro sagrado
que maneja su vida.
—Mamá, tú dices que la Torah es mala, que esclaviza, que en-
ferma, que es igual que el Corán… Que cada acción, cada pen-
samiento, todo está escrito allí, programado como un mandato
inapelable… ¿Y quieres regresar?
—“La oposición, es más grave que matar. No luchéis con ellos jun-
to a la Mezquita inviolable, si ellos no lo hacen. Mas si os atacan,
matadlos, esta es la recompensa de los incrédulos.”
Papá sólo quiere retenernos a su lado para cumplir con el rabino. A
mí quiere mantenerme pura, para ser entregada como esposa de su
Dios a los catorce. Él considera que la mujer solo es objeto para la
reproducción, y que si procrea hijos varones, será mejor calificada.
—”¡Vosotros que creéis, temed a Dios como debe ser temido y no
muráis sin estar sometidos!”

222
Vuelta a mis miedos. El gato negro que es la abuela paterna, son-
ríe, nos vigila desde la azotea. Nos levantamos al alba para oír la
oración, hincados, tiritando, buscamos calor juntando nuestros
cuerpos, mientras papá reposa en su cama calientita.
—”Dicen los judíos: Los cristianos no tienen fundamento. Y di-
cen los cristianos: Los judíos no tienen fundamento; pero… ¡Am-
bos leen el libro!”
¿Cómo puedo odiar tanto, siendo tan pequeña? Otra vez en la cár-
cel colegial. Como papá me tiene miedo, me interna a los seis. Eso
sí, habiendo hecho la primera comunión. Aquí estoy, entre dos
fuerzas, una abierta, otra escondida. Trato de entender. Las con-
fesiones son mi primer problema. ¡No puedo llegar sin pecados a
confesarme! Así que divido los pecados para cumplir:
—Me acuso, padre, de no fornicarás, no hurtarás y no desearás
la mujer de tu prójimo… Ah, y de haberle dicho mentiras al con-
fesor.
La penitencia impuesta la rezan mis hermanos, en deuda conmigo
porque les digo qué pecados les tocan.
La noche conduce a los fantasmas a mi cuarto. No puedo buscar
amparo con mamá… ella no me cree, así que no me atrevo a de-
cirle lo que me pasa. Mamá no ve fantasmas, aunque ellos estén
danzando en la habitación, y tampoco puedo mostrárselos, por-
que dice que estoy loca.
Mi abuelo paterno nunca está, se va en el primer tren y regresa en
el último.
—¡Lo hace para no ver a la bruja!, dice mamá.
Ella que no cree en los fantasmas, sí ve, en cambio, cómo la abuela
paterna, su suegra, se convierte en gato.
La casa es muy grande, con nogales tan altos y tan juntos que ta-
pan la luz y todo huele a humedad.
Ahí está el cuarto, prohibido para todos, donde mi papá pasa las
horas. ¡La puerta sin candado! Mi oportunidad para ver lo que hay
dentro. Cuarto casi vacío, excepto una mesa alta y un banco. Algo
se mueve en la cubierta. Mi hermanito pone sus manos en el bor-
de, se para de puntas para ver… ¡Son arañas!

223
¿Así que el hijo de la mujer que se transforma en gato negro y son-
riente, se encierra en esa habitación oscura a platicar con las arañas
blancas, juega con ellas y pasa horas ahí sentado…?
Mi hermano y yo guardamos el secreto. Yo vuelvo al internado. Mi
hermano permanece enfermo mucho tiempo, sin que nada logre
aliviarlo. Yo sé qué tiene, es por reacción a las arañas blancas de mi
padre, pero ninguno de los dos decimos nada. Yo no me enfermo,
pero las sigo soñando durante mucho tiempo.
La humilde visitante tiene el propósito de recoger las nueces y lle-
várselas para venderlas en la calle, y muestra el viejo monedero
que trae escondido bajo la blusa. Abriendo desmesuradamente
sus ojos amarillos y su sonrisa sardónica de gato, la abuela se burla
de la propuesta, abre la alcantarilla y voltea el barril para que las
nueces rueden dentro en cascada. La mujer se aleja callada, digna,
mientras deja caer sus lágrimas. Me siento avergonzada, corro ha-
cia adentro de la casa, me asusta ser nieta de esta abuela cruel…
Cumplo once, mamá hace un pastelito, abre el piano para tocarme
las mañanitas, todo rápido, que no lo vea mi papá; que está leyén-
dole a la abuela hasta que duerma. Antes no puede regresar.
Él dice que celebrar y cantar es pecado… Al apagar las velitas pido
un deseo, que guardo para mí.
Judíos y cristianos unidos en un sincretismo que hace mucho
daño.
Papá afirma tener la verdad:
—“El Mesías permanecerá a la derecha del padre, hasta que sus
enemigos sean hechos su escabel, en el Reino del Milenio. Cual-
quier otro evangelio es anatema y merece condenación.”
Horas sin tiempo en mi afán de escapar de mí misma, del paraíso
que dura unos momentos… Cuando me inyectan… transito del
infierno al purgatorio.
Atrás de papá, mamá hace señas y nos guiña un ojo, restándole
importancia a la diatriba paterna. Ninguno de los dos cede.
No tienes conciencia de tu poder. Yo hago esfuerzos para dominar
mi rebeldía, retengo las palabras en la lengua porque me arrepien-
to a tiempo de pronunciarlas. Tú descargas los golpes con tu sonri-
sa irónica, con tu palabra, con tus grandes manos. Ante ti, yo estoy
totalmente indefensa.

224
Pienso ganar la libertad si, junto a un marido, encuentro mi propio
hogar. Lejos de los padres que me dan la esclavitud en vida bajo
sus rigurosos preceptos.
Mi noche de bodas… lloro la ausencia del caballero que soñé des-
posar.
—¡Me lastimas, me asfixias!
—¡Aprende a ser mujer!
El dolor se repite en cada movimiento durante largas horas. Final-
mente, el hombre se cansa… me deja en paz.
Un baño tibio. Una taza de te con la pastilla que me deja en la
mano ese buen samaritano. Cierro los ojos, el agua me acaricia
suavemente, las burbujas me cubren y se elevan conmigo. La for-
ma de los objetos cambia según los mire, el jabón se alarga para
alcanzarme, para acariciarme… Lo hago a un lado para sentir la
inmensidad de la vida que me rodea. Un gran insecto encuentra a
su pareja, danza a su rededor, realiza su cortejo erótico en el aire.
La envuelve con sus alas.
Disfruto las alucinaciones, temo desintegrarme frente a la intensa
realidad en mi mente. La pequeña ventila es suficiente para permi-
tirme huir. Sombras cercanas, rostros angustiados, seres encade-
nados sin que puedan alejarse. Un abrazo cálido me eleva por un
camino de luz. La mano que hila historias fabulosas, la mano de mi
abuela me protege. Entro en calma.
Horas después vuelvo a la realidad. El frío me despierta, desnuda,
tendida en un sofá mojado.
No puedo desprenderme de la experiencia vivida. No quiero olvi-
darla, porque entonces tendría que resignarme a ser objeto de uso.
Aspiro a que alguien me regale una rosa, un verso. Sueño con el
joven que canta el Ave María en la iglesia.
Otra vez los prejuicios, el miedo al qué dirán:
—“El hombre es lo que la mujer quiere que sea.” “La mujer es cul-
pable, si no sabe llevar al marido.” “Un divorcio es vergüenza de la
familia.”
Tres noches de calma, celebrando la ausencia del marido incle-
mente, la delicia de no verlo más. Enclaustrada para que nadie
sepa que la luna de miel se hizo hiel. El cuarto día escucho el ruido
suave de la puerta, los pasos lentos, sigilosos del marido que fin-

225
ge estar compungido. Los perdones… Las lágrimas… No olvido,
finjo hacerlo.
—¡Déjame, solo déjame! Vivimos el infierno de la peor soledad, la
soledad en compañía. Embarazada… No nos quieres…. Sádico…
Cruel… Déjanos.
—Nunca. No lo sueñes. Mi moral no lo permite.
Consulto el diccionario. “Moral: ciencia que enseña las reglas que
se deben seguir para hacer el bien y evitar el mal.”
—Tú no tienes un padre que te enseñe el significado de esa pala-
bra, tampoco una madre que te haga respetarla.
Somos un tejido de mentiras entrelazadas. Él habla de orfandad,
de lucha solitaria, de proyecto de vida familiar y entonces apare-
ce su madre. Mentira que estuviera muerta. Así me entero de que
mi marido es hijo de una prostituta que no lo abandonó, sino que
fue encarcelada al cruzar la frontera. Desearía entender su dolor, la
rabia que lacera sus entrañas. Nos usamos mutuamente. Tampoco
yo digo la verdad. No le amo, solo quiero vivir.
Me prohíbe buscar ayuda.
—El embarazo es algo natural, no tienes por qué exhibirte frente
a un médico.
Llegado el momento, me lleva a consulta con un tío suyo que es
médico. Es notorio su disgusto al examinarme. No hablan en mi
presencia, pero los escucho:
—¿Eres ignorante o sádico? ¿No te has dado cuenta de que su hi-
men no está roto? ¿Cómo puede aguantarte esa mujer? La criatura
también está en peligro, la voy a intervenir.
—A mí me gusta así, es como estrenarla cada noche.
La cabeza de mi bebé parece un piloncillo con la cara aplastada. Se
incrementa mi angustia… En unas semanas sus huesitos vuelven
a su lugar. Es fuerte para vencer a la muerte. Está sano… Tiene a
su madre con él.
Años resistiendo, luchando por construir un hogar, guardando las
apariencias de un matrimonio feliz. En secreto sueño con matar-
lo, quiero ver cómo agoniza y despertar feliz, aliviada, sonriente al
verlo sorprendido, extrañado, disgustado, pisoteando las camisas
“Golden Arrow”, que yo compro y plancho para él.

226
Voy a la farmacia, junto valor para preguntar:
—¿Tiene algo para no embarazarse?
—Qué vergüenza, una joven decente pidiendo algo que es solo
para mujeres públicas…
Me siento mal cuando llega el momento…
—¡Te esperas, voy a entrenar!
Tengo dolores muy fuertes, sangro, voy sola al hospital, nadie fir-
ma la responsiva, la cinta con un número, duermo, nace una niña.
No la reconozco.
—¡Es tuya, muchacha!
Veo un ser pequeñito, anémico, amarillo… Diez horas después,
apareces… Le cambian la sangre, todo tarde, demasiado tarde.
Se la llevan empaquetada… Ignoro dónde queda. Su carita amari-
lla aparece entre mis fantasmas. No me habla, solo me mira… Se
va…
—¡Déjame tocarte, déjame abrazarte y darte del amor que no co-
nozco! Puedo inventarlo.
Nunca me escucha… Siento el vacío y las lágrimas congeladas que
no pueden rodar.
Cuando hay amor, no hay miedo, el miedo ahuyenta al amor.
¡La casa paterna y mi dulce hogar… son dos cárceles…! Bien pue-
do soportar otra reclusión con barrotes de acero o con camisa de
fuerza y somníferos.
No pude consumar su muerte. Me falta fuerza para zafar la daga,
atorada en el botón de cuero de su chamarra. Mi firmeza lo hace
temblar. ¡Disfruto viéndole hincado, llorando, suplicante…
—¡Hago lo que quieras… no me mates! ¡Por favor, no me mates!
Cegada por el miedo o por la inexperiencia, no me doy cuenta de
que ese machismo, las vejaciones a que me somete y esa actitud
agresiva, son un disfraz para ocultar su pequeñez. Me río de mi
cobardía. ¿Por qué no le dejé al salir de la iglesia? ¿Temor al qué di-
rán? ¿Guardar las apariencias? La familia me borra, pago un precio
muy alto por una felicidad que solo vive en mi imaginación. Años
de martirio, depresión, humillaciones, sin ilusión…
Ya no quiero vivir, pienso en la muerte. Me da fuerza un recuerdo;
nada importa si regreso a mi cárcel paterna, ignorada, muerta para

227
el mundo, conociendo el infierno… ¡Ahí están mi pequeña niña
azul y mi pequeña niña amarilla, esperándome! Mis dos fantasmas.
La llave en mis manos. Papá la tiene siempre de compañía, como
una lápida que debe cargar. Encuentro dentro el buen vino de
papá… Voy a beberlo frente a él, saborearlo por primera vez,
hacerle sentir en carne propia… ¡Esas sorpresas que nos dan las
uvas!
Erick… ya no voy a decirle doctor porque se forma una barrera
entre los dos. Quiero que Erick me acaricie con manos suaves. Me
encanta su sonrisa franca, el brillo de sus ojos. El deseo me envuel-
ve. Su boca, su lengua me recorre. Es ángel y demonio en conjun-
ción sagrada. No hay más fantasmas, se van, le respetan, le temen.
Erick… Erick… Mi mano le acaricia, mi mano manchada, vieja,
arrugada… Erick se diluye entre mis dedos.
Las pastillas me dan placer… Me asusta verlo repetido, estiro la
mano para saber cuál es Erick en esa galería de fantasmas. ¡Papá no
me deja en paz! Mis piernas se tornan elásticas, se estiran hasta el
fondo del pozo. Puedo aplastarlo para que no salga. Veo a mis dos
abuelas. La madre de mi padre es una bruja que adopta la figura de
un gato que sonríe. Que no me vea, no quiero oírla.
—Maye, abuelita, abrázame, me gusta sentirte cerca, inventa
cuentos para mí, háblame del Dios que nos protege a todos. ¿Por
qué hay dioses malos que no nos quieren? ¿Por qué contigo nada
es pecado y con ellos todo son prohibiciones? No dejes que nos
lleven… No te vayas, dame la mano… ¡No te pierdas en el pozo!
No quiero hundirme contigo.
Echo a volar… Me atrapan los fantasmas en cuanto llego al techo.
Me hacen volver, me amarran, juegan con mi cuerpo… ¡Déjenme
sola…!
Ansia de trascender, es el único deseo de mi alma.
Soy diferente, por eso estoy condenada a la soledad.
Inocencia, candor, miedo, fanatismo, dioses malos, buenos, crue-
les, necesitados de sacrificios. Quiero vivir, conocer quién soy,
dejar que el tiempo pase, sonreír, sentir el amor que le doy a mis
pequeñas amarillo y azul, inolvidables.
Somos distintos y peligrosos el uno para el otro. Por años temo
que, en cualquier momento, papá me aplaste bajo sus pies, sin de-

228
jar nada de mí. Cada quien a su modo, por razones propias, ni mi
madre ni mi padre se dan cuenta de que una palabra cariñosa, una
sonrisa clara, tomarnos de la mano, una mirada dulce… hubieran
podido despertar en mí el afecto que quisieran.
La vida es una guerra incesante, donde el arma mejor es el amor,
un afecto que ellos no conocen. Como están hechos de ruido, solo
pueden tratarme con furia iracunda.
Está oscuro, tengo miedo, oigo ruidos, veo fantasmas. Me sacan de
la cama, abren el balcón y me dejan afuera, en camisón. Cierran
la puerta tras de mí. Dejo de llorar. El terror me congela. No lo-
gro entender sus métodos educativos. El daño está hecho. Nunca
puedo establecer la relación justa entre su lógica y mis miedos. El
momento de verme afuera, helada, tragada por la noche.
Sigo teniendo miedo cuando aparece la visión aterradora… Verlo
llegar, sacarme de la cama, lanzarme al vacío de la noche. Es el co-
mienzo de la sensación de nulidad que me domina. ¿Es tan difícil
regalarme una sonrisa, un poco de apoyo que allane el camino?
Desde su silla mi padre domina al mundo, su opinión es la correc-
ta, la única; cualquier otra es absurda, exagerada, insensata, amo-
ral. ¿Olvidaré esa silla algún día?
Mi padre despotrica contra los judíos, los sirios, los árabes… Mis
tíos, mis abuelos, mis maestros, nadie queda a salvo, todos son
musulmanes e indígenas; excepto él y sus progenitores. Asume el
poder de los tiranos, cuyo derecho se funda en la persona, no en
la razón.
Todos mis pensamientos, mis sueños independientes, llevan des-
de el principio el peso de su veredicto. Basta una alegría en mi
rostro por cualquier causa, para ver reflejada en su rostro una risa
irónica, un meneo de cabeza en señal de reprobación, su golpetear
los dedos contra la mesa.
Dicta preceptos para levantarse, para comer, para bañarse. Leyes
inalterables a las que nos obliga, pero que él no cumple.
Mi mundo dividido. Yo en mi soledad, esclava, con leyes inven-
tadas para mí. Mi padre en el suyo, gobernando, dando órdenes,
enojado por nuestro incumplimiento, esclavo de su fanatismo.
Un tercer mundo: Mamá, construyendo fantasías para sobrevivir,

229
vengándose de tu madre, su suegra, convirtiéndola en bruja, en
gato negro que nos espía. Sin medir que el terror se hace hábito
en sus hijos.
No es posible exigirle a papá que demuestre un afecto que segu-
ramente no ha vivido. Hijo de una madre seca, sin alegría ni lágri-
mas, obligada por una costumbre judía a casarse a los doce años
con su tío, para no mezclar la sangre; vestida de luto toda la vida;
observando las reglas a que fue sometida desde su nacimiento.
Decálogos para ser obedecidos solamente por mujeres: Siete años
de luto por la madre, siete por el padre, seis por un abuelo, cinco
por un tío, se suman los hermanos, los primos, los padrinos, los
amigos y hasta el rabino… Años a cumplir completos, terminar
un periodo e iniciar el otro. Las niñas, a los diez, visten de negro,
un luto que algunas solo se quitan cuando mueren. Los hombres
guardan luto… ¡en el corazón!
Tu verdad interior, solo tú la conoces, abuela. Eres cruel, por ven-
ganza dejas de sentir tu corazón. Odias al mundo, enlutada siendo
niña, usada para engendrar, como lo mandan los cánones sagra-
dos. Mujer castrante.
Cuántas veces oigo repetir a Papá:
—“La mujer que camina sola, es capaz de llegar a lugares que na-
die ha visto antes.”
No cabe duda que el dolor es el mejor entrenador, gracias a él me
he convertido en la mujer que soy, valiente, fuerte, independiente.
No tengo que seguir a mis fantasmas, veo la salida, se ensancha
para darme paso. El mar color violeta frente a mí, las nubes forman
figuras, juegan con el azul del cielo. Veo a la Kity rodeada de sus
hijos… El agua brilla, no se mueve, aguarda por mí, para llevarme
con los míos.
Nada me detiene, se fueron los fantasmas. Me libero de las ama-
rras que me han atado siempre. El mar me espera, me arropa en su
tibio abrazo, en su camino de luz… Nunca más volver atrás, nunca
más.
La sonrisa y el silencio son armas poderosas, destruyen… constru-
yen… La distingo en los rostros de los médicos, de los enfermeros,
en el cura que me bendice a través de la ventana. La esquizofrenia,
dicen, es como la lepra sin llagas. Nos hace vivir desesperadamen-
te aislados, amargados, solitarios.
El doctor Erick y la enfermera observan a la mujer que mira por la
ventana, a través de la ranura en la puerta.
Enfermera: Véalo usted mismo, doctor. Leticia no muestra ninguna
mejoría. Posee gran resistencia al dolor. Duerme en exceso, aun-
que puede permanecer impasible e inmóvil día y noche, la mayor
parte del tiempo de pie frente a la ventana, mirando el mar… Es-
pera paciente, aunque a veces muestra agresividad y angustia, con
el pulso agitado. De apariencia dócil y tranquila, es capaz de enfu-
recerse y vencer a tres enfermeros. Cuando se siente agredida es
peligrosa. Su corazón es fuerte, sus pulmones amplios, la piel tersa,
las extremidades normales. Mira al cielo y al mar constantemente.

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Bajo el auspicio de la Dirección de Difusión Cultural de la Univer-
sidad Juárez del Estado de Durango, el Proyecto Editorial Espacio
Vacío inaugura en 1996 su colección Teatro de Frontera, con la pu-
blicación del libro Jesús González Dávila, que contiene, entre otros,
el texto emblemático de este autor: Las perlas de la virgen. Desde
entonces, los títulos de Teatro de Frontera han estado dedicados a
difundir la obra de dramaturgos destacados por su producción fron-
teriza —no solo desde el punto de vista geográfico, sino temático,
ideológico y estilístico—, entre ellos: Antonio González Caballero,
Víctor Hugo Rascón Banda, Manuel Talavera, Ángel Norzagaray,
Virginia Hernández, Conchi León y Marco Pétriz; así como la pro-
ducida por nuevos creadores en los talleres de Dramaturgia Virtual
e Hipertextual impartidos por Enrique Mijares en diversas institu-
ciones culturales y educativas del país; es el caso de Dramaturgia en
tiempo real, Teatro de Frontera 34.
Dramaturgia en tiempo real
se editó en junio de 2022
en el taller de infinita en Querétaro, México,
con la fuente Arno pro en 11, 12.5 y 15 puntos
Diseño editorial: Daniel Zetina.
Cuidó la edición: Enrique Mijares.
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