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La Sombra

se
Disipa

La Sombra III
Por: Lily Cerda
Derecho de Autor

La Sombra se Disipa© 2020 por Liliana Cerda.

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Sinopsis
El señor Conall Olson desde su llegada de América,
descubre que en su mansión existe una sombra, que cada
noche ronda el ala Este, en su afán por encontrar la verdad,
conoce a una hermosa joven, la cual fue la pupila de su padre.
La señorita Colette Hall al no saber de su benefactor, el
señor David Olson viaja a la ciudad de Swanage para saber de
él, en su visita a las oficinas de los abogados, que remiten cada
mes su manutención conoce al hijo del caballero, al señor
Conall Olson, con su encuentro la joven recibe una dolorosa
noticia, de que su benefactor se había marchado en el carruaje
de la muerte.
Este encuentro entre los dos jóvenes es casual y normal,
para el señor Conall Olson fue reconfortante conocer a una
dama que su padre quería como una hija, más, para la señorita
Hall ese encuentro hizo que naciera en su interior una ilusión.
Al transcurrir el tiempo, el señor Olson continua su amistad
con la señorita Hall, la muchacha al entender, que ella es
indiferente al caballero, se aleja de él.
Esa fue la chispa que faltaba para que el joven se sintiera
perdido, así que desesperado comienza a buscarla, sin saber el
joven señor Olson que la señorita Hall era la dama que
disiparía la sombra de su corazón.
Tabla de contenido

La Sombra
se
Disipa

Derecho de Autor

Sinopsis

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI

fin
Capítulo I

Las temperaturas a finales de febrero, estaban tornándose


más frías, ya los árboles estaban en su totalidad, cubiertos de
nieve, la campiña se veía desolada, ya que el hermoso follaje
verde que vestía las praderas en esos momentos, se veía
desierta, pues, había perdido su tonalidad natural, ahora
estaban de un color marrón y cubierto de un manto blanco.
La señorita Colette Hall decidió esa tarde, preguntar al
señor Smith por el señor Olson, ya que hacia más de cuatro
meses que no tenía noticia del caballero, aprovechó la ocasión,
cuando el abogado fue a visitarla, acompañado de su esposa:
—Señor Smith ¿Cómo está el señor Olson?
Ella deseaba que la pregunta fuera casual, pues no quería
que el abogado pensara que estaba interesada en el joven
caballero, todo quedó al descubierto, ya que, al formular la
pregunta, la muchacha sin querer se ruborizó:
—El señor Olson está bien, siempre que nos visita,
pregunta por su bienestar, últimamente no nos visita con
regularidad, hace unos días le enviamos una invitación para
cenar con nosotros este fin de semana y ha aceptado.
La señora Smith aprovechó la ocasión para manifestar, en
voz alta:
—También deseamos que usted nos acompañe, así mismo,
deseamos invitar a la señora Bianca Hill.
La señorita Hall muy feliz de que le extendieran la
invitación declaró:
—Le extenderé la invitación a la señora Hill, aunque con
los dolores en su pierna, y las frías temperaturas, tendrá que
hacer un gran esfuerzo.
—Nosotros estamos pensando en que ustedes se pueden
quedar esa noche en nuestra residencia, así el viaje no será una
molestia para ustedes.
—Hablaré con la señora Hill.
El señor Smith indicó:
—Será una cena sencilla entre nosotros.
La señora Smith aprovechó para preguntar:
—¿Podemos contar con su asistencia?
—Creo que por mi parte no hay ningún inconveniente, si
para este fin de semana, la nieve me lo permite.

Cuando los esposos Smith entraron en el carruaje, el


abogado comentó a su esposa:
—Ross que fue eso de invitar a las damas para esa cena, se
suponía que era únicamente para el señor Olson.
—Lo sé cariño, pero usted no se dio cuenta que la señorita
Colette siente algo por el caballero.
—De mi parte no vi nada.
—Ustedes los caballeros no se fijan en la simpleza,
¿recuerda que ella se puso colorada cuando hizo la pregunta?
—Sí, pero que tiene eso que ver con que le agrade el señor
Olson.
—Es muy sencillo, la señorita Colette, se sintió
avergonzada de preguntar por el caballero, pues eso denota
que le hace falta y que piensa en él, que se preocupa de que no
la ha ido a visitar, lo extraña.
—¿Todo eso, quiere decir un simple sonrojo del rostro?
—Sí, todo eso y más, señor Smith.
—¿Ahora que hice para que se enoje?
—Dejemos la conversación, usted nunca cambiará.
—No se comporte de esa forma mi dulce aroma, venga a mi
lado, no deseo ver su hermoso rostro mal humorado y
engruñado.
—Pues, en ese caso, debe hacer que, el señor Olson acuda a
nuestra residencia, para esa cena.

*******
La señorita Colette estaba preparando sus cosas, ya que, se
había cambiado a la nueva residencia, ella ahora vivía en la
cabaña que estaba próximo al establo, pues, no le gustaba vivir
en la residencia con las demás jóvenes, ella participaba de
todas las actividades, le enseñaba a tocar el piano y a tejer, al
finalizar el día deseaba estar sola, prefería vivir aislada.
Cuando desempacaba los papeles de su pequeño despacho,
se encontró otro sobre amarillo, se recordó que ese era el que
el señor David Olson le indicó, que lo guardara muy bien, por
esa razón lo guardó en la caja donde tenía los recuerdo de su
familia. Tomó el sobre y lo colocó en un lugar más visible,
pues, se le entregaría ese fin de semana al señor Olson, sonrió
al pensar que lo volvería a ver.
Dos días después, estaba la señorita Colette junto a la
señora Bob, arreglando un vestido:
—Ese vestido está adecuado para una cena.
—No lo sé, creo que es muy llamativo.
—Ja, no lo es, usted es una muchacha joven, aunque ahora
que lo pienso, usted a cambiado mucho, desde la primera vez
que nos vimos, ahora es usted una dama más comedida,
recuerdo que cuando llegó a nuestra humilde cabaña, con
aquellos baúles, cavile que era hija de un Rey, con sus manos
sedosas y su capa tan costosa, ahora dice usted que este simple
vestido es ostentoso, en verdad que ha cambiado.
—Las circunstancias pueden cambiarnos, hoy podemos
tenerlo todo, mañana podemos despertar sin nada, lo único
seguro que tenemos es la muerte y cuando ella toque a nuestra
puerta, debemos tener ese pasaje al cielo, sellado por el
Espíritu Santo, de otra manera, ella nos llevará al tormento
eterno, las pocas vicisitudes que pasemos en esta vida, no se
comparan con las que tendrá aquel que no pone su fe en Cristo
Jesús.
—Estoy de acuerdo con usted señorita Colette.

*******
Ese sábado, estaba la señorita Colette en la residencia de
los esposo Smith, ya a la mesa.
El señor Olson no había hecho acto de presencia, cuando se
escuchó unos pasos, ella sin saber se puso nerviosa.
Al abrir la puerta del salón del comedor, estaba el señor
Olson vestido impecablemente con un frac negro y camisa
blanca, su porte esbelto, acentuaba perfectamente su figura.
El recién llegado, saludó a los esposo Smith y a la hermana
del caballero, cuando se aproximó a ella, le indicó:
—Que agradable sorpresa es encontrarla aquí, señorita
Hall.
—Lo mismo digo, señor Olson.
La joven le extendió la mano, él muy galante depositó un
beso en ella, más se giró de inmediato al decir:
—Disculpen mi retraso, es que su invitación coincidía con
una reunión que tengo con otros caballeros, por esa razón,
únicamente participaré brevemente de la cena.
En el semblante de la señorita Colette se reflejó, la
desilusión.
El señor Olson fue colocado al lado de la señorita Hall, así
que ella aprovechó, cuando estaban cenando, para decirle:
—Encontré el otro sobre que su padre me entregó.
—¿Otro sobre dice usted?
—Sí, se me había olvidado, pues lo guarde con mis
pertenencias familiares y al cambiar de residencia lo he
encontrado.
—Ya comprendo, ¿Lo trajo con usted?
—Sí, está en la recámara que me asignaron.
—¿Se quedará esta noche en el pueblo?
—Sí.
La conversación finalizó, pues la hermana del señor Smith
deseaba la atención del señor Olson y preguntó:
—Señor Olson tengo entendido que su sobrina es la
prometida del futuro heredero al condado.
La señorita Colette se tensó, al escuchar esa noticia.
—Así es mi prima es, bueno, creo que esa información es
correcta.
—Según dicen que el caballero es muy apuesto.
—No le podría afirmar esa parte, puedo corroborar que toda
la familia del Conde de Dorset posee rasgos elegantes y finos.
La conversación finalizó, cuando la puerta del salón del
comedor se volvió abrir, era un caballero que acompañaba al
señor Olson, este al verlo, se puso de pie de inmediato.
—Si me disculpan, he de retirarme por un momento,
retornaré en breve.
Expresó las últimas palabras, mirando a la señorita Hall.
Ella asintió con la cabeza, para expresarle que tendría el
sobre a su regreso.
El señor Olson formó una reverencia colectiva y salió de la
estancia, acompañado del caballero.
Los caballeros no salieron por la puerta principal, se
escurrieron por la puerta de la servidumbre, se colocaron una
capa negra, que los cubría por completo, salieron a la
callejuela trasera, dónde los esperaba un carruaje, de esa
forma, evadieron a los caballeros que vigilaban al señor Olson,
que estaban en la parte del frente de la residencia del abogado.
Cuando los caballeros ingresaron a la vieja fabrica
abandonada, una parte estaba iluminada, ellos caminaron en
esa dirección:
En esa parte estaban los caballeros, entre ellos, el
magistrado de Dorset y el señor Reitz, los restantes eran fuerte
funcionarios de Scotland Yard e igualmente, otros cuatro
caballeros que eran colaboradores fiables.
—Buenas noches señor Olson.
—Buenas Noches caballeros.
—Dejaremos la formalidad a un lado, pues, no tenemos
mucho tiempo, le diré que en estos meses, nuestros agentes
infiltrados en Hillside House han hecho un excelente trabajo,
ya poseen la sincronización de los desembarque, también, han
descubierto, algunos caballeros del área, que forman parte del
contrabando, así mismo, tenemos los nombres de algunos
otros pueblerinos que están involucrados, tenemos una lista de
lo que necesitamos saber, es quienes son los caballeros
adinerados y nobles de la región que están vinculados con los
delincuentes, de la misma manera, precisamos de más tiempo,
para saber a quienes son entregadas las armas y si en verdad
hay armas en el trafico, pues no hemos encontrado ninguna,
así mismo, requerimos de una lista de negocios que son los
que suplen la mercancía, llámese alcohol, telas, tabaco, u otros
productos.
—¿Cómo obtendrán toda esa información sus agentes?
—Son damas y caballeros, entrenados, para comportarse de
manera tal, que obtengan la información, saben conducirse
para hacer pesquisas, por otro lado, no hemos podido conocer
el nombre del caballero que es el jefe de la operación, este
caballero es astuto y escurridizo, nadie habla de su identidad.
—Eso es absurdo.
—No lo es, ese caballero es como una serpiente, sabe todo
y cada movimiento de las personas, nadie sabe de él y aunque
sus secuaces saben su identidad no se atreven a revelarla, pues,
él no piensa dos veces en quitar del medio a quienes no
obedecen sus órdenes.
—Entonces, debe ser un caballero sanguinario.
—Más que eso, todos le temen pues no duda en quitar del
medio a su propia sangre.
La sala se quedó de pronto callada.
El joven señor Olson aprovechó para preguntar:
—¿Qué sabe del Shadow?
—Como usted pensaba, es una estrategia para mantener
alejados de Hillside House a los intrusos, formar una historia
mística ayuda al jefe a que nadie desee visitar la propiedad y
más, cuando ese fantasma, era el antiguo dueño, que toca una
música infernal.
—¿Saben quién es el caballero que se hace pasar por la
sombra?
—Se lo pondré fácil señor Olson, el fantasma de su
mansión le gustan las doncellas.
Todos los caballero rieron a carcajadas, más el señor Olson,
se mantuvo impoluto con el comentario.
—Eso quiere decir que sabe su identidad.
—Así es, debemos mantenerlo en secreto hasta que todos
los demás eslabones caigan en su respectivas anclas, una cosa
más señor Olson, estamos en el medio de la investigación,
deseamos que usted continúe al margen, únicamente fue
invitado esta noche para que entienda que estamos trabajando.
—Sí, comprendo señor Stinsford.
—Muy bien, eso es importante, ahora caballeros tenemos
que tener un evento para que Hillside House este desierta.
El señor Reitz tomó la palabra.
—Mi suegro, cumple años a principio del próximo mes, es
decir, en una semana y media, hablaré con mi esposa, para que
organice una cena a su nombre e invite a todas las familia del
señor Olson, así mismo, que use algunos de la servidumbre.
—Es una excelente idea, de esa forma, tendremos tiempo
de buscar más pruebas.
Al finalizar la reunión, el señor Olson retornó a la
residencia de los señores Smith, de la misma manera que salió,
de forma clandestina.

*******
Ya la familia Smith y la señorita Hall estaban compartiendo
el té en otro salón, cuando el caballero retornó, comentó:
—Espero no haberme perdido de algo importante.
El señor Smith contestó:
—Le participo, que las damas aquí presentes se han tomado
la libertad de disfrutar a plenitud de la velada.
—En tal caso estoy satisfecho.
La señora Smith indicó a su cuñada:
—Querida vamos por más galletas.
Las damas se marcharon del salón.
Cuando salieron a una distancia prudente la señora Smith
comentó a su cuñada:
—Berta debe ayudarme.
—¿En que Ross?
—Lo que sucede es que el señor Olson y la señorita Hall,
bueno, ya usted sabe.
—En verdad no sé nada.
—Querida esos dos se interesan él uno por el otro.
—De verdad, no me había dado cuenta, que romántico.
—Por esa razón necesito su ayuda.
—Cuente con ella.
El señor Olson comentó al abogado:
—Esta tarde pasé a visitar al señor Phelps.
—Ahora que usted lo menciona tengo varios días que no se
de él.
—Toqué varias veces a su puerta y nadie me contestó.
—Ese caballero es muy despistado, por otro lado, muchas
veces se marcha a visitar a su tío el clérigo.
—Pues, eso debe ser que está en Wareham.
La señorita Hall aprovechó que los caballeros hablaban,
para disculparse un instante e ir por el sobre amarillo, que le
tenía que entregar al señor Olson.
Las tres damas ingresaron casi al mismo tiempo al salón.
La señorita Hall aprovechó que el señor Olson estaba
mirando por la ventana para aproximarse:
—Señor Olson este es el sobre que le hablé.
—Muchas gracias.
El caballero lo tomó e inmediatamente lo introdujo en su
chaleco, acto seguido, indicó:
—Me gustaría invitarla a Hillside House para que conozca
a mi prima Elina Olson.
La joven se consternó, ya que eso implicaría estar próximo
a su familia.
—No sé que responder, señor Olson.
—Únicamente será una visita, claro está, cuando la
temperaturas estén más cálidas.
—Muchas gracias, lo pensaré.
—Hablando de otra cosa ¿Cómo esta la señora Bob y sus
nietas?
—Ellas están muy bien, usted debe estar al corriente, una
de las nietas de la señora, se comprometió con el señor Phelps.
—¿El contable?
—No, con el clérigo.
—Oh es verdad, los caballeros son familia y poseen el
mismo apellido.
—La joven conoció al clérigo cuando este fue a visitarnos,
para ponerse a nuestras órdenes.
—¿El Clérigo las visitó?
—Así es, creí que usted lo había enviado.
—En verdad no he conversado mucho con el eclesiástico.
—¿Qué extraño? El caballero indicó que ustedes, es decir,
su familia, eran parte de sus feligreses.
El señor Olson no refutó las palabras del eclesiástico, sino
que cambió de tema al preguntar:
—¿Es más amplia la nueva residencia?
—En verdad sí, ahora somos menos que al principio.
—Menos, dice usted.
—Sí, algunas de nuestras muchacha han contraído nupcias
y otras han encontrado empleo de institutriz, eso nos agrada
sobre manera, pues es un arduo trabajo tener a tantas jóvenes a
nuestro cargo.
—¿Cómo han conseguido empleo?
—Por medio del clérigo, es impresionante las personas que
conoce, cuatro de nuestras jóvenes, las han contratado con
lujosos sueldos, como institutriz.
—Me alegro por ellas.
La conversación finalizó, cuando la señorita Smith se
aproximó con unas galletas:
—Pruebe estas galletas señor Olson son deliciosas.
—Gracias.
La dama no se marchó, sino que continuó diciendo:
—Señor Olson es usted un caballero muy elegante, desde
luego debe tener algunas damas que estén suspirando por
usted, ¿No es así señorita Hall?
La joven se ruborizó de manera tal, que el señor Olson
descendió el rostro, para no avergonzar más a la dama.
La señorita Smith no se quedó así, sino que continuó:
—Es tan romántico escribirse cartas a escondidas y estar al
pendiente de la otra persona en medio de una cena, aunque
estemos rodeados de personas, le diré que eso no es
impedimento para estar al pendiente del objeto de nuestra
devoción.
La señorita Colette Hall deseaba en ese preciso momento
desaparecer. Por otro lado, el señor Olson estaba sin entender
porque la hermana del abogado, hablaba de esa forma.
La señorita Colette Hall en un momento de desesperación,
indicó:
—Permiso, voy por un poco de agua.
—Oh no querida, hágale compañía al caballero, le buscaré
el agua.
La dama se marchó sin esperar respuesta.
El señor Olson la vio marchar, en seguida observó a la
señorita Hall, estaba tan ruborizada, parecía que su rostro de
un momento a otro iba a estallar, fue cuando comprendió todo
y aquel reconocimiento le llenó el corazón de alegría.
El señor Smith salvó la situación, al aproximarse a ellos,
preguntó:
—¿Señor Olson se marcha usted esta noche?
—No, me quedaré en el pueblo.
—Deduzco que tiene donde alojarse.
—En verdad deseaba hacerlo en la residencia del contable,
es decir mi residencia, más como nadie me recibió, creo que lo
haré en la posada.
—Nada de eso, no tenemos una mansión, esta residencia
consta con varias recámaras de huésped, usted puede alojarse
con nosotros.
—En ese caso, se lo agradezco, voy a indicar a mi cochero
que traiga mis pertenencias.
—Muy bien, asunto resuelto, permiso pondré todo en
orden.
Cuando el señor Olson salió del salón amarillo, la señorita
Hall aprovechó para decir:
—Buenas noches, me retiro a mí recámara.
Fue la señorita Smith que preguntó:
—Tan pronto, no esperará que retorne el señor Olson para
despedirse.
—En verdad no, despídame usted de él.
La joven avergonzada, formó una reverencia colectiva y se
marchó.
Los esposo Smith no se percataron de lo que había echo la
hermana del abogado.
El señor Olson fue alojado en una recámara en el primer
nivel, por cierto, muy acogedora.
El caballero estaba preparándose para dormir, cuando
recibió una nota debajo de su puerta.
La abrió y esta decía, en unas letras irregulares:
Lo veo en el salón amarillo.
La señorita Hall.
La señorita Hall de igual forma, recibió una nota debajo de
su puerta:
La veo en el salón amarillo.
El señor Olson.
La señorita Hall miró dos veces la nota, aquellas letras no
parecían de un caballero tan educado como el señor Olson,
más quien era ella para saber el carácter de las personas, por la
forma que escriben.
El señor Olson esperó un momento, antes de salir al pasillo,
todo estaba a oscura, así que tomó un candelabro, como ese
salón estaba en esa planta no le fue difícil llegar, la estancia
estaba a oscuras, únicamente las pocas brazas de la chimenea
dejaban ver un poco de luz, así que entró y aguardó por la
dama, esta vez, un poco nervioso, al estar al corriente que ella
poseía un poco de interés hacia su persona.
La señorita Colette estaba alojada en la primera recámara al
ascender las escaleras, por esa razón, no le fue difícil bajar,
con un candelabro en la mano caminó al primer piso y al salón
amarillo, al abrir la puerta, se sintió cohibida al ver al señor
Olson poniendo más leños a la chimenea.
El señor Olson caviló que la dama se había arrepentido de
asistir, después de convocarlo a una reunión clandestina, en
ese mismo momento, escuchó la voz de la dama.
La señorita Hall habló primero:
—Dirá usted señor Olson.
El caballero miró asombrado a la dama y respondió:
—En verdad deseaba saber, que es lo que usted, desea
decirme.
—No, fue usted que me envió esta nota.
La dama sacó una nota del bolsillo de su vestido, él se
aproximó y la tomó, eran las mismas letras de la nota que él
poseía.
—A mí también me enviaron una nota similar.
El caballero sacó la nota y eran las mismas letras.
—Al parecer que alguien quiere reírse a costa nuestra.
Indicó, la señorita Hall avergonzada.
Enseguida se escuchó un chasquido de cierre y el caballero
fue de inmediato a la puerta, efectivamente, alguien la había
cerrado desde el otro lado.
—Al parecer que no sólo desean reírse de nosotros.
—¿Ahora que haremos?
—Creo que continuar poniendo leños, no creo prudente
llamar a voces, pues, si nos encuentran encerrados en este
salón, de seguro que habrá consecuencias futuras.
La muchacha descendió el rostro avergonzada, pues,
comprendió con claridad lo que implicaban las palabras del
caballero, así que con parsimonia se dirigió al sofá que estaba
próximo a la chimenea, y tomó asiento.
El joven señor Olson comprendió que estaba siendo muy
rudo con la dama, todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor
lo mantenía alerta, así que respiró profundo, se aproximó a la
chimenea y la atizonó con el metal, que estaba a un lado, a
continuación, con más tranquilidad tomó asiento donde estaba
la joven y dijo:
—Creo que debemos esperar.
Y al mirarla le sonrió.
La señorita Colette le devolvió la risa, más, no muy
convencida.
Los dos se quedaron en silencio, observando como las
llamas de la chimenea cobraban vida.
—¿Cómo conoció a mí padre?
—Sabe, no le he comentado la verdad a las personas que
me rodean, la verdad es que soy hija de un noble.
—¿Hija de un noble?
—Sí, en mi segunda temporada social, un llamado caballero
me, bueno ya sabe, estaba en una fiesta y habían tantas
personas que me sentía sofocada, salí al jardín y ese caballero
me atacó, no recordé nada, pues, de la impresión me desmallé,
mi hermano mayor me encontró, ya que estaba al pendiente de
mí, para no hacer la historia larga, el caballero me chantajeó y
bueno, caímos en su trampa, gracias a un amigo de mi
hermano, salimos del problema, pero cuando mi padre se
enteró, me desheredó.
—Nunca me imaginaría que usted ha pasado, por tanto.
—Ese fue el principio, de tenerlo todo de la noche a la
mañana me encontré en una institución que decía que ayudaba
a señoritas necesitada, en verdad, las explotaban, nos
levantaban a la cuatro de las mañana y hasta las ocho de la
noche, no descansábamos, en ese lugar no se aprende nada,
pues, el tiempo que toman para leer el Libro Sagrado es
cuando ya una no posee fuerzas, en vez de escuchar la verdad,
se aborrece, ya que las personas que se dicen ser seguidoras de
Dios se comportan como verdugos, sin compasión o amor.
—¿Eso le sucedió a usted?
—Sí, odié a esas personas y a su vestimenta de piedad,
aborrecí su creencia, más después conocí a su padre, el señor
Olson me enseñó el verdadero Dios, aquel que se demuestra
con nuestras vidas. Fue cuando comprendí, muchas de las
personas que se dicen ser creyentes, están ciegos en sus
creencias, ritos y según sus propias opiniones, tienen una vida
santa, más, están muy alejados del verdadero Dios.
—Por eso decidió hacer un hogar donde las damas
encontraran lo que usted buscaba.
—Sí, su padre me ayudó y también la señora Bianca Hill,
en verdad, las dos teníamos el deseo, ella por ser más mayor
de edad, es el rostro que decide, más en verdad soy quien
administra.
—Al verla nadie cavilaría que usted nació siendo noble.
—¿Por qué lo dice? Por mi falta de modales, o por mi
apariencia.
—No mal interprete mis palabras, es por su coraje, su
decisión, perseverancia, una dama como usted, únicamente las
conocí en América, aquí conocí a una con esas características
y es la esposa de un amigo.
—Gracias por sus halagos, más no siempre actué de esa
manera, Dios permitió todo lo anterior para reforzar mi
carácter, y para que dejara de ser la joven remilgada y cobarde
que antes fui.
—Sabe, usted posee toda la razón, Dios permite situaciones
fuertes en nuestras vidas para mejorarla.
—Al parecer que usted también a pasado por cambios.
El señor Olson se quedó callado por un momento, en
seguida expresó:
—Sí, llegué de América creyendo que lo peor era haber
perdido a mi padre, sin entender que ese era el comienzo de un
largo camino de angustia, sabe, encontré que Hillside House
está siendo usada, como un almacén para los contrabandistas,
allí desembarcan todas clases de cosas y lo guardan para ser
enviados a otras parte del país.
La muchacha lo miró, más no comentó nada:
—No sé porque lo comparto con usted, esa es una fuerte
carga que tengo sobre mis hombros, saber que la residencia
que mi padre amó como hogar, es usada para guardar armas,
municiones, alcohol y todo lo que esos barcos clandestinos
traen de Francia, nadie ve ni dice nada, es como si todos están
participando de ello.
—El miedo paraliza señor Olson.
—¿El miedo dice usted?
—Sí, tal vez muchos de ellos no participan del
contrabando, se quedan callados por el miedo.
—Usted posee toda la razón.
—Sabe, cuando la señora Bob y sus nietas llegaron a
nuestra residencia, estaban muy cautelosas, recuerdo una frase
que la señora Bob me dijo, el verdadero amor echa fuera al
temor, muchacha, usted ama de verdad a Dios, pues ya no es la
muchacha tímida e insegura que conocí, eso mismo le digo a
usted señor Olson, si su amor por Dios es genuino, usted no
tendrá temor, no es que se enfrente a esos contrabandista usted
sólo, recuerde que Hillside House es su residencia, le
pertenece es de su propiedad, es a la vez morada de un hijo de
Dios, todos los que están bajo su techo deben saber que esa
también es la morada y la residencia de Dios.
—¿Cómo hacer algo así señorita Hall?
—Muy sencillo, póstrese delante de su Dios y derrame sus
preocupaciones a Él, verá, que los cielos se abrirán, lo que es
imposible para los hombres, Dios al mando y con el control, lo
permitirá de forma tan natural que todos se asombrarán.
El señor Olson giró el rostro hacia la señorita Colette y le
sonrió, esta vez la muchacha le devolvió la sonrisa franca y
sincera.
—¿Ese es su verdadero nombre?
—Colette sí, Hall fue el apellido que me dio su padre,
cuando supo que me buscaban, por esa razón me envió al
campo a esconderme.
—¡Colette es un nombre hermoso!

*******
La señora Smith estaba inquieta, así que su esposo le
preguntó:
—¿Qué le ocurre Ross?
—Es que deseo tanto que el señor Olson se fije en la
señorita Hall.
—Eso será imposible.
—¿Por qué dice usted eso?
—Pues el caballero viajó a Londres y al retornar nos
comentó que deseaba vender todo su patrimonio.
—Es decir que desea irse.
—Sí Ross, el señor Olson desea volver a América y todo
indica que dejó a alguien esperando por él.
—¡Oh no!
—Porqué se incorpora, ¿Para dónde se dirige?
—Oh Charles, encerramos al caballero junto a la señorita
Hall en el salón amarillo.
—¿encerramos?
—Sí, su hermana y …
—¿Ross que han hecho?
—No se preocupe, voy a quitar la aldabilla.
—Vaya pronto, hágalo de manera tal, que nadie se de
cuenta.
—Retorno de inmediato.
—Hablaremos de esto Ross.
La señora Smith tomó un candelabro y descendió las
escaleras con prontitud, fue al salón amarillo y con un sonido
fuerte, quitó la cerradura, rápidamente se perdió en el pasillo.
El señor Olson se quedó mirando la puerta y comentó:
—Al parecer que nos han liberado.
—¿No sé quien pudo hacer esto?
—Quien lo haya hecho se lo agradezco.
Los dos sonrieron.
La señorita Colette Hall se puso de pie y fue por su
candelabro, este poseía una diminuta vela, así que comentó:
—Será mejor que me retire, buenas noches señor Olson.
—Buenas Noches Colette.
Ella sonrió y salió del salón amarillo con destino a su
recámara.
El señor Olson se quedó un tiempo más analizando la
conversación que había tenido con aquella joven.
Capítulo II

El señor Olson muy de mañana, fue a visitar la residencia


del señor Phelps, tocó varias veces, un joven con ropa de
jardinero, salió de la parte trasera, le indicó:
—¿Busca al señor Phelps?
—Sí, joven.
—Pues el caballero se marchó del pueblo hace tres días,
despidió a mi madre y a los demás que le servíamos, me
encargó que cuando el dueño apareciera, le entregara la llave.
—Dice usted que se marchó.
—Sí, fue de manera apresurada, no nos dijo más,
únicamente se marchó.
—¿Le dijo para dónde se marchaba?
—No, únicamente me indicó que entregara las llaves al
señor Olson.
—Pues soy el señor Olson, más es muy extraño que se
marchara sin avisarme.
—No sé más, esa tarde el señor Phelps, recibió una visita
de dos caballeros que se veían que eran bandoleros, por su
forma de vestir.
—Comprendo, ¿su madre trabajaba para el señor Phelps?
—Sí, era la cocinera y mis hermanas las doncellas.
—¿Viven muy lejos de aquí?
—En verdad ellas todavía se alojan en la pequeña cabaña
que está próximo a los establos, no saben a donde ir.
—Pues dígale, ¿Cuál es su nombre?
—Robert James, señor.
—Pues dígale a su madre que la espero en el despacho que
era del señor Phelps.
—¿La volverá a contratar?
—Ya veremos joven James.
—Voy ahora mismo por ellas.
—Primero debe entregarme las llaves.
—Oh sí, señor Olson.
El joven buscó el manojo de llaves y se las entregó al señor
Olson, este vio marchar al muchacho.
El señor Olson abrió la puerta, encontró, la residencia
pulcra, todo en su orden, caminó, abrió varios ventanales,
dejando entrar la luz, continuó caminando y recapacitando en
su mente, que había hecho que el señor Phelps se marchara de
aquella manera, sin decirle nada, al abrir la puerta del
despacho, encontró la respuesta a su pregunta, todo los papeles
estaban en el suelo, parecía que habían derribado todos los
libros y también, la mesa de caoba y la silla.
Escuchó pasos, así que se apresuró a salir del despacho, al
salir al pasillo, se encontró con una señora de contextura
fuerte.
—Buenos días caballero, me indicó mi hijo que usted desea
hablar conmigo.
—Así es ¿señora?
—Señora Filis James.
—Vamos a la cocina, creo que estaremos mejor en esa
estancia.
—Como guste, señor.
Los dos caminaron a la cocina, al llegar estaban también
dos jovencitas y un señor mayor asimismo el joven que había
conocido al llegar.
—Buenos días —saludó el señor Olson.
Todos se incorporaron al verlo entrar y saludaron con una
reverencia.
—Está debe ser su familia señora Filis James.
—Así es señor Olson, ellas son mis hijas, mí hijo y mi
padre.
—Tengo entendido que ustedes trabajaban para el señor
Phelps.
—Sí, el caballero nos despidió de un momento a otro, nos
indicó que debíamos abandonar la cabaña que utilizamos, para
este fin de semana.
—Ya veo, ¿Poseen otro empleo?
—No señor, en verdad no tenemos a donde ir, pues mi
esposo era pescador en Wareham, en el pueblo costero vecino,
una noche sufrió un accidente y murió, nosotros nos quedamos
tranquilo, cuando el señor Phelps se mudó en la residencia y
nos contrató para servirle.
—¿Cuánto hace de la muerte de su esposo?
—Dos meses señor.
—¿Cuáles son las funciones que desempeñaban para el
señor Phelps?
—Mi padre era el mayordomo, mis hijas eran las doncellas,
mi hijo hacia de lacayo y también cuidaba del jardín y una
servidora era la cocinera con ayuda de mi sobrina.
—¿Dónde está su sobrina?
—Juzgo que se marchó con el señor Phelps.
—¿Cree que se marchó con el caballero?
—Sí, pues no la hemos vuelto a ver posteriormente de la
partida del señor Phelps.
—Comprendo, puede usted conseguir una ayudante para la
cocina.
—Sí usted desea, puedo buscar una, si no son muchas las
personas que serviremos, me puedo apañar sola.
—Entonces está bien, únicamente me servirán a mí y creo
que es por el día de hoy, tengo un carruaje y los palafreneros
necesitan de igual forma almorzar, así que es necesario que
tomen sus puestos desde este momento.
—Sí, señor Olson.
—¿Hay comestibles en la despensa?
—No mucho, lo suficiente para preparar un delicioso
almuerzo.
—Muy bien, tome estas libra y envié por lo necesario,
ahora los dejo, para que trabajen.
El señor Olson salía de la cocina, llamó al joven señor
James:
—Necesito de su ayuda.
Entre el muchacho y el señor Olson colocaron la mesa y la
silla en su posición, también, apilaron los papeles que estaban
en el suelo.
Posteriormente, el señor Olson se dirigió al despacho de los
abogados y puso al tanto a los caballeros de la marcha del
señor Phelps, los abogados quedaron sorprendidos por la
actuación de su amigo.
Con tantos contratiempos ocurriendo a su alrededor, el
señor Olson se olvidó del sobre que guardaba en sus
pertenencias.

*******
La señorita Hall esa mañana despertó un poco tarde, al
descender encontró que los caballeros se habían marchado, así
como la hermana del señor Smith.
Al estar la señora Smith, únicamente con la dama le
comentó:
—Hay señorita Hall, discúlpeme por lo que ocurrió anoche.
La joven se asombró, al darse cuenta que la responsable del
encierro en el salón amarillo, era su amiga:
—¿Usted fue que nos citó?
—Sí y también le coloqué la cerradura.
—¡Oh Ross, en que estaba pensando!
—Perdóneme, es que deseaba con toda mi alma que el
señor Olson se fijara en usted.
—Las cosas no siempre salen como deseamos, Ross.
—Veo que el caballero le habló de la dama que lo espera en
América, en verdad no sabía que el caballero tenía el corazón
comprometido, lo siento señorita.
La señorita Hall se compungió al escuchar aquello, a su
pesar indicó.
—No es nada Ross, gracias a Dios que no pasó a mayores.
—Usted se merece un buen caballero señorita Hall, uno que
la cuide y la proteja, como mi esposo, aunque ha veces es muy
regañón, es un buen proveedor, sabe, lo único que lo detuvo en
poner el grito al cielo cuando hablamos de lo que hice, fue
saber que estoy en la dulce espera.
—¿De verdad Ross?
—Sí señorita, ya usted sabe, no es fácil tener dentro de una
a otra persona creciendo, muchas veces, me dan deseos de
llorar, reír o cantar, anoche cuando hablé de lo ocurrido con mi
esposo, tenía ganas de llorar mucho, pues en verdad quería al
caballero para usted, ya que ustedes hacen buena pareja.
—No hablemos más del tema Ross, muchas veces nosotros
deseamos algo que creemos bueno, más Dios tiene algo mucho
mejor para nosotros.
—Así espero que sea, en cuanto a usted.
Esa tarde, la señorita Hall se despidió de su amiga.
De camino a su residencia, llevaba un nudo en su garganta,
pues, saber que el corazón del señor Olson le pertenecía a otra
dama, la entristeció, ya que guardaba la esperanza de que
después de aquella plática, el caballero abriera su corazón ante
ella, las cosas serían diferente, una vez más se había
equivocado.

*******
El señor Olson antes de marchar a Wareham, pasó por la
residencia del señor Smith a despedirse de la esposa y también
de la señorita Hall:
—Buenas tardes, señora Smith.
—Buenas tardes, señor Olson, creí que se había marchado.
—No, es ahora que dispongo hacerlo, pero antes deseaba
despedirme de usted y de la señorita Hall.
—Es mucha distinción de su parte, siento informarle que la
señorita Hall se marchó al campo, creo, porque recibiría visita
de un conocido, sabe señor Olson, confío en Dios que ese
caballero sea la persona que Dios tiene para la dama, pues, no
es fácil pasarse la vida cuidando de jóvenes, que de una
manera u otra, tomaron sus decisiones, y al finalizar es la
señora Bianca Hill y la señorita Hall quienes tienen que
enfrentar la vida por ellas.
—Usted posee toda la razón.
—No me gusta hablar mucho, la señorita Hall debe pensar
en tener su propia familia, no lo cree usted.
—Sí.
—Sabe, confío en Dios que el caballero que visitará a la
señorita Hill esta semana, se gane su corazón, entiendo, que
ella tenía los ojos en un caballero imposible, más gracias a
Dios que se marchó con los ojos abiertos.
Sin saber porque, al señor Olson no le gustó aquella
declaración, así que se quedó callado.
—Bueno no le quito más su tiempo, aunque el viaje a
Wareham no es muy lejos, es mejor que se marche antes de
que anochezca, ya que los caminos son peligrosos.
—Así es señora Smith, gracias por su hospitalidad.
—No faltaba más, usted es un gran amigo de mi esposo,
siempre a la orden.
—Gracias una vez más.
El señor Olson se despidió de la señora Smith.
Al subir a su carruaje, recordó que la señorita Hall recibiría
un amigo del pasado, y no le agradó, dejó que el carruaje
comenzar su camino, cuando pasaba por el frente del despacho
de los abogados, hizo que se detuvieran, se desmontó e indicó:
—Nos quedaremos en Swanage esta noche, vayan a la
residencia y comuníquenselo al mayordomo.
—¿Desea que volvamos por usted señor Olson?
—No, le pediré al señor Smith que me traslade.
El palafrenero que él sabía, que lo estaba vigilando, se
quedó desconcertado, más no tuvo otra opción que de acatar
sus ordenes.
Cuando el carruaje comenzó la marcha, el señor Olson
entró en la oficina de los abogados y le pidió al señor Smith un
carruaje de alquiler.
El caballero le respondió:
—Usted puede usar el nuestro, nosotros pediremos uno
cuando marchemos.
—Tal vez retorne tarde.
—No hay problema, señor Olson.
El señor Olson tomó el carruaje que les ofrecieron los
abogados y acto seguido, se marchó al campo.
Cuando el carruaje se detuvo, estaba al frente de la
residencia de las señoritas hijas de Dios, y no sabía con que
excusa estaba presentándose ante la señorita Hall.
Tocó a la puerta y una señora mayor la abrió:
—Buenas tardes caballero.
—Buenas tardes, busco a la señorita Hall.
—La señorita Hall está en su cabaña, ella vive próximo a
las caballerizas.
—Muchas gracias.
El señor Olson subió al carruaje, se dirigió a las
caballerizas.
Un anciano los recibió.
—Buenas tardes, donde puedo encontrar a la señorita Hall.
—Esa es su residencia.
—Gracias.
El anciano lo detuvo:
—Un momento caballero, usted no puede presentarse en
esta propiedad, sin una autorización anticipaba.
—Soy el señor Olson, el caballero que es responsable de la
propiedad.
—Lo siento señor Olson, tenemos unas reglas que no se
pueden pasar por alto, la señorita Hall no debe recibir visita de
caballeros, sin una debida compañía.
—¡Comprendo!
El señor Olson retornó a su carruaje, antes de subir,
distinguió a un caballero alto, fornido, el cual salía de la
mansión principal, se dijo, que ese debió ser el caballero que
estaba visitando a la señorita Hall, así que, subió a su carruaje
con un poco de desconcierto, se marchó mirando así atrás
como quien pierde algo muy querido.
Ya era muy entrada la noche, cuando el señor Olson llegó a
Wareham, pues al retornar a Swanage, decidió que se
marcharía aquella noche, y así lo hizo.

*******
El cumpleaños del Conde, ocurrió lo que todos menos
esperaban, la señorita Elina Olson y Lord Mylon Howell
dieron un espectáculo apasionado al Conde y al señor Olson,
en ese mismo momento, la pareja puso fecha, para el enlace a
finales del mes de Abril.
Al día siguiente del cumpleaños del Conde, el señor Reitz
se aproximó al señor Olson:
—Conall ¿le ocurre algo?
—No, porque lo pregunta.
—Ha estado usted muy ensimismado, e incluso ayer el la
fiesta lo vi retraído.
—Es que recibí otro sobre, que le pertenecía a mí padre, en
el hay muchas notas que escribe en diferentes días antes de
morir, en una habla que la avaricia empaña la razón y que el
odio pesa más que la sangre. También escribió, que maldito es
aquel caballero que confía en otro caballero, y así muchas
notas, no encuentro ningún sentido.
—No se angustie, ya estamos avanzando mucho, falta poco
para que todo se aclare, creo que eso no es lo que en verdad lo
tiene melancólico.
—Usted tiene razón, es una dama.
—¡Por fin encontró una dama!
—No lo creo, más bien especulo que en estos momentos
debe estar ya comprometida, y si no lo está, debe estarlo muy
pronto.
—Y usted que ha hecho, le declaró sus sentimientos.
—Ese es el problema, que no sé lo que siento, ella posee la
capacidad de que puedo hablarle con franqueza, puedo confiar
mis temores y preocupaciones, me examino y al final me digo
que no sé que en verdad siento.
—¿Por qué dice usted que debe estar comprometida?
—Una amiga me informó que ella recibiría la visita de un
caballero y viajé a su residencia, al no tener una dama de
compañía no la pude ver, advertí al caballero que la estaba
visitando, era en verdad muy elegante.
—¿Qué sintió al ver al caballero?
—No lo puedo decir, no sé porque sentí, un sentimiento tan
vil por un caballero que no conocía.
—Se lo diré mi buen amigo, porque su mente sabía que
perdería a la dama por él, y esa no es cualquier dama.
—¿Usted cree Blaker?
—Sí amigo, dígame ahora que siente al sentir que la ha
perdido.
—No sé, es como una sensación de pérdida, de soledad, no
comprendo ya que la señorita Hall siempre ha sido una
conocida.
—La señorita Hall sin usted advertir, ni darse cuenta, se ha
apoderado de su corazón.
—¡Eso es imposible!
—Puede ser, declare a su amigo, ¿ha visitado a la dama
posteriormente de saber que lo vigilan?
—No, no deseo que le hagan daño.
—Pero, aun así, hizo lo posible por verla.
—Para mí sorpresa estaba invitada a la cena que tenía de
coartada, para ir a la reunión pasada.
—Es decir, que la dama es conocida de los señores Smith.
—Sí.
—¿Qué sintió cuando la vio en la cena?
—Si le soy sincero, nada, más cuando retorné y una dama
insinuó que ella me veía con otros ojos, ese descubrimiento me
agradó sobremanera, ya que estos meses sin verla…
—Termine la frase amigo.
—Blaker deseaba verla.
—Muy bien, esa es la respuesta, usted deseaba ver a la
dama y ya no se engañe más, ya sabe el porqué.
—Sí ya lo sé, en verdad dentro de mí lo sabía, no deseaba
admitirlo, pero ya es muy tarde.
—¿Quién se lo dijo? Nadie le ha informado de ella, ¿por
qué especular?
—Usted posee toda la razón, me marcho a Swanage.
—¡Recuerde lo que ocurre en su mansión!
—Amigo, no puedo hacer nada, debo irme ahora antes de
que anochezca, pues debo viajar en otro carruaje que no sea el
mío.
—Tome el nuestro, los palafreneros son confiables.
El señor Olson sonrió y de inmediato salió sin despedirse
de los demás, se dirigió a las caballerizas.
Un sentido de esperanza, llenó el corazón del señor Olson,
cuando iba de camino.

*******
Esa mañana la señorita Hall estaba en las caballerizas,
hablando con el anciano que cuidaba los caballos:
—Gracias señorita, la untura me ha mejorado los dolores.
—Debe usted mantenerse caliente, aún las temperaturas no
están para caminar sin la capa.
—A mi edad ya todo molesta señorita.
Cuando de pronto se escuchó la llegada de un carruaje.
La señorita Hall al junto del mozo de cuadras salieron, ya
que no esperaban a ningún visitante.
El señor Olson descendió del carruaje y el rostro se le
iluminó, al encontrarse con la dama, que era la dueña de sus
pensamientos en todo el camino:
—¡Señor Olson, que sorpresa!
El recién llegado formó una reverencia.
—Buenas, señorita Hall.
La dama de pronto cambió su semblante de sorprendida al
de preocupación:
—¿Ocurre algo señor Olson?
—No, sólo pasaba a saber como estaban.
El rostro de la dama se suavizó e indicó:
—En tal caso, vayamos dentro, la señora Bianca Hill me
espera para almorzar, así usted nos acompaña.
—No deseo importunar.
—Nada de eso, acompáñeme.
La joven emprendió el camino, se giró para decir al
anciano:
—Le voy a enviar un poco de té.
—Es usted muy amable señorita.
El señor Olson recordó al anciano, era el mismo que no le
permitió visitar a la dama, sin una adecuada compañía.
De camino a la residencia, él aprovechó para preguntar:
—¿Está usted bien? ¿Ninguna novedad?
El señor Olson esperaba que la dama le informara de su
compromiso o de que poseía un pretendiente, más ella
respondió:
—Estoy muy bien señor Olson, fíjese que un sobrino de la
señora Hill nos visitó, vino con la intención de contratar
algunas de las damas más adultas para que fuesen institutrices
de un internado que posee en Bath, para nuestro asombro seis
de las jóvenes se marcharon y únicamente nos quedamos con
cuatro damitas.
—Es impresionante la noticia.
—Así es, la señora Hill está maravillada con Dios y
también con su sobrino, ya que ella está un poco cansada.
Ellos llegaron a la entrada de atrás y una anciana los
recibió:
—Señora Bob, ¿cómo está?
—Bien señorita, saludos caballero.
—Señora Bob, este es el señor Olson.
La dama se sorprendió por lo joven del caballero:
—¡Bendito sea Dios! Pero es usted un joven caballero, creí
que era más mayor.
—Las apariencias engañan señora Bob.
—Oh, joven no he tenido la oportunidad de darle las
gracias.
—No debe hacerlo, recuerde que una hoja de un árbol no se
mueve sino es la voluntad de Dios, es a Él que debe darle las
gracias.
—En tal caso, ya se la he dado muchas veces.
Los tres sonrieron.
—Señora Bob el señor Olson compartirá la mesa con
nosotras.
—Pues me marcho a poner todo en orden, pero antes,
entréguenme su gabán.
—Gracias.
La anciana se marchó, con las prendas a cuesta.
Ellos continuaron caminando, se escucharon voces en una
de las estancias, más ellos siguieron de largo, se encontraron
con otra anciana y está formó una reverencia.
La joven comentó:
—Señora Setter este es el señor Olson, nos dirigimos a
saludar a la señora Hill.
—Saludos señor, los escoltaré con la señora Hill.
La anciana continuó con ellos, cuando llegaron a unas
puertas dobles, la señorita Hill dio un toque pequeño, se
escuchó una dulce voz decir:
—Entre, querida.
La joven ingresó al salón, en seguida de saludar a la dama
comentó:
—Señora Hill tenemos un invitado.
El señor Olson ingresó al salón.
Al ver a la dama se quedó asombrado, está de igual forma,
preguntó incrédula:
—¿Conall?
—¡Señora Bianca!
La señorita Colette fue que se sorprendió por la
familiaridad que los dos se trataban:
—Caramba muchacho, ya no eres flacucho y pequeño, se
ha convertido en todo un caballero.
El señor Olson sonrió.
—Venga, aproxímese, que ya mi vista no es la de antes.
El caballero obedeció, la anciana le dio un fuerte apretón, el
cual fue devuelto por el caballero:
—Usted posee el porte de su padre, la elegancia de su
madre, en verdad que es una alegría verlo.
—Lo mismo digo señora Bianca.
—Vamos a sentarnos un momento, tenemos que ponernos
al día.
—Así es, en verdad no cavilé que era usted la señora
Bianca Hill.
—En el tiempo que lo cuidaba a usted no era Bianca Hill,
sino Barnert, me enlacé y cambie de apellido.
—Ahora comprendo.
—Su padre me constató para que fuera la dama de
compañía de la dama aquí presente, desde ese día he estado a
su lado.
El señor Olson comprendió que la señora Hill no deseaba
hablar nada de su pasado, así que él expresó:
—Cuanto me alegra saber que usted está bien, cuénteme de
Ian.
—Ian es un caballero temeroso de Dios, trabaja como
administrador de un internado de niños, está haciendo muy
bien su trabajo, siempre nos visita, ¿No es así Colette?
La muchacha asintió con la cabeza, la anciana prosiguió:
—Hace unas semanas que nos visitó, contrató a seis de las
jóvenes nuestras para que trabajen en el internado.
—Tal vez, pueda verlo en una de esas ocasiones que la
visita.
—De seguro que vendrá pronto, no es así Colette.
—Puede ser, señora Hill.
La puerta se abrió, la señora que los escoltó, indicó:
—El almuerzo está listo.
—Ya vamos señora Setter —. Indicó la señorita Colette.
El señor Olson escoltó a la señora Hill, estaba al pendiente
de la señorita Colette.
El señor Olson dio gracias por los alimentos:
—Gracias Dios, por la provisión que nos das, gracias,
asimismo, por las personas que con amor la prepararon y
quienes trabajaron para suplirla, de igual manera désela a
todos en este día especialmente a sus hijos, en nombre de
Jesús, gracias.
En el almuerzo, participaron en la conversación las dos
señoras Setter, la señora Bob y sus nietas, la señora Hill y la
señorita Colette.
El almuerzo fue sencillo, muy nutritivo, la conversación en
la mesa era en torno a las vivencias del señor Olson en
América.
La señorita Colette Hall no estaba muy animada en la
conversación, en cambio, las nietas de la señora Bob en
especial, la menor, habló en demasía, ya que estaba
deslumbrada con el caballero.
Al finalizar el almuerzo, el señor Olson comentó a la
señorita Hall:
—¿Tiene tiempo para que hablemos?
Ella se sorprendió por la pregunta, indicó:
—Desde luego, tenemos que tener una dama que nos
acompañe.
—No se diga más muchacha, acompáñenme, estaré
presente en lo que ustedes traban el asunto.
El señor Olson acompañó a la señora Bianca Hill y a la
señorita Hall, al mismo salón donde estaban la dama al
principio de su visita.
La señora Hill al entrar, caminó a la chimenea y tomó su
canasta de bordado e indicó:
—Vayan a ese diván, creo que no los podré escuchar.
Los jóvenes obedecieron.
Los dos se quedaron de pronto callados.
Fue la señorita Hill que indicó:
—¿Usted dirá señor Olson?
—Sí, es que bueno, deseo invitarla para las nupcias de mi
prima la señorita Elina Olson.
—¿Cuándo será?
—A finales de este mes, es que me gustaría que conociera a
mi prima.
—Lo pensaré, pues como usted sabrá, me es difícil
presentarme en festejos por temor a que alguien me reconozca.
—¿Por qué?
—Porque cuando su padre me envió a este campo, fue por
la razón de que unos caballeros me buscaban.
—¿Quiénes la buscaban?
—No lo sé, es posible que el caballero que deseo hacerme
daño, que al final lo desterraron a América, más en pocos
meses retornó siendo el esposo de una Baronesa viuda.
—Comprendo.
—Por otra parte, está mi familia, no deseo que mis
hermanos sean puestos a un lado por mi padre, por el hecho de
tener comunicación conmigo.
Se formó el silencio, hasta que el señor Olson preguntó:
—Tengo entendido que un amigo la visitaría.
—Oh sí, el señor Bonnet, estuvo con nosotras una semana,
hace unos días que retornó.
—Le permitieron quedarse en la mansión.
—Oh no, él usa en la residencia que antes vivíamos
nosotras, es decir cuando vivía con Ross.
—Fue la visita del caballero, cómo usted esperaba.
—Mucho más de lo que esperaba, nos ayudó con la
contabilidad, nos comentó, que, en vez de tener un hogar para
señoritas, un trabajo para nosotras agotador y a la vez
frustrante, porque mejor, no transformábamos la residencia de
las hijas de Dios, en un albergue para damas mayores, que no
poseen familias o recursos.
—Esa es una gran idea.
—Sí, nosotras nos pusimos a solicitar de Dios su guia, en
menos de dos semanas, seis de las diez jóvenes que teníamos,
contando a las nietas de la señora Bob, se marcharon, en
cambio, recibimos la visitas de las hermanas Setter, dos
antigua ama de llaves, que por la edad no pueden continuar
trabajando, así como, la llegada de la señora Martell y la
señora Rette.
La señorita Hill de pronto se quedó callada, tomó aliento y
prosiguió:
—Quería preguntarle a usted sobre este cambio de planes,
es decir, como es usted el dueño de la mansión y de la antigua
residencia, ¿cuál es su parecer?
—Todo lo que usted desee hacer es su decisión con estas
propiedades, no me pertenecen, está y la antigua residencia le
pertenecen a usted, ese fue el legado que mi padre le dejó.
—A la razón, podemos usar la otra residencia.
—Usarla o venderla, usted es la que toma la decisión, todo
está a su nombre.
—Gracias.
El señor Olson se sintió de pronto incómodo, así que
comentó:
—Deduzco que la visita del caballero fue de bendición para
ustedes.
—Sí, es que él está pasando por la misma situación,
posteriormente de trabajar toda su vida como mayordomo,
ahora al envejecer está solo, por esa razón le permitimos
quedarse en la residencia que era nuestra, ahora la comparte
con otro anciano que usted conoció en las caballerizas, es
difícil envejecer sin familia.
—¿Dice usted envejecer?
—Sí, el señor Bonnet posee más de sesenta años.
—No entiendo, el caballero que vi cuando la visité hace
unas
semanas atrás, no era el señor Bonnet.
—No sé, a quién se refiere.
—Es que el mismo día que usted retornó de la residencia
del señor Smith, comparecí a despedirme, me indicaron que no
podía verla, ya que no tenía la compañía adecuada.
—¿Fue usted el caballero que se presentó a visitarme ese
día?
—Sí, antes de subir en el carruaje, observé a un caballero
alto y fornido, con el pelo rojizo, advertí que el caballero salió
de esta parte.
—Ese debe ser el sobrino de la señora Hall, el señor Ian
Barnert.
—Ese es Ian.
—Sí, en esos días no poseíamos suficiente damas mayores,
en verdad esa semana fue un caos, preparar a las jóvenes para
salida a su nuevo trabajo, al mismo tiempo, la visita del señor
Bonnet.
La preocupación en el corazón del señor Olson no se
disipó, más bien se acrecentó, al saber que el caballero
distinguido que vio salir aquella vez, era el sobrino de la
señora Hill. Por la insistencia de la anciana en referirse al
caballero y que la señorita Colette participara en la
conversación, indicaba que el señor Bonnet estaba interesado
en la joven.
El señor Olson se puso de pie incómodo.
La señorita Hall lo observaba:
—Señorita Hall puedo visitarla mañana.
—Creo que no hay problemas señor Olson, ¿Es por algo en
especial? ¿Entendió lo que le entregué en el sobre?
Esa fue la excusa adecuada, para su próxima visita, así que
respondió:
—Esa es la razón, deseo enseñarle las notas de mí padre,
para que usted me ayude, no comprendo mucho.
—Está bien, como usted desee.
—Gracias, ahora debo retirarme.
El señor Olson se despidió de la señora Bianca Hill, al
despedirse de la señorita Hall, tomó su mano y depositó un
beso en ella, a continuación, salió a toda prisa del salón.
La señorita Colette se miró la mano, en seguida al caballero
que con prontitud salía de la estancia.
La señora Bianca preguntó:
—¿Volverá a visitarla?
—Sí, mañana.
—Creo que pronto perderemos a nuestra administradora.
—Oh no señora Bianca, el caballero tiene su corazón
comprometido en América.
—No lo creo señorita Hall, ese muchacho apareció a verla a
usted.
—Lo dudo señora Hill, el señor Olson pondrá en venta su
patrimonio, para marcharse a América.
La anciana caminó con su bastón a la puerta, al pasar por el
lado de la señorita Hall, indicó:
—Si ese caballero se marcha a América, lo hará con usted
del brazo.
La señorita Colette se ruborizó, a la vez, las palabras de la
señora Hill le dieron alegría y felicidad.
Capítulo III

El señor Olson retornó esa noche a Hillside House.


A su llegada todo estaba en silencio, y a oscuras, el portero
no estaba en la puerta, fue el mayordomo que le abrió.
Así que le preguntó:
—¿Todo bien señor Gill?
—Sí señor, aunque algunos de los nuevos empleados no se
encuentran bien, le he dado la noche libre.
—¿Están enfermos?
—Sí, algo les ha caído mal, el señor Cohen está que no se
puede levantar del canapé, todo es extraño, únicamente los
nuevos sirvientes están indispuestos.
—Envié por el galeno.
—El caballero dice que no es necesario.
—Iré a visitarlo.
—No es necesario señor, él está durmiendo, su esposa le
preparó una infusión para que descanse.
—Mi tío está en la mansión.
—No señor, el señor Ducan envió a decir que estaría en el
pueblo y que su hija y dama de compañía se quedarían en la
mansión del Conde.
Los dos caminaban al pasillo donde estaban las escaleras
para ascender al ala Norte, cuando el mayordomo indicó:
—¿Le envío, una bandeja y un poco de vino a sus
aposentos?
—Sí, por supuesto, también mándeme a Vernal.
Cuando el mayordomo pasó por su lado, le entregó una
nota en la mano.
El señor Olson con tranquilidad ascendió las escaleras y se
dirigió a su recámara.
Entró y cerró su puerta, abrió la nota esta decía:
—No debe ingerir el postre esta noche y debe cerrar muy
bien la puerta al acostarse.
Dobló el papel y lo echó a las llamas de la chimenea.
Al cenar, hizo lo que le indicó el mayordomo, en seguida,
tomó un baño y despidió al joven Vernal, cerrando la puerta
detrás de que saliera el muchacho.
El señor Olson se quedó al pendiente de cualquier ruido, su
mente lo transportaba al campo de Swanage, al rostro de la
señorita Colette, por más que deseaba estar alerta, su mente lo
traicionaba, hasta que se quedó dormido.
La noche transcurrió sin ninguna novedad.
Al otro día, el señor Olson se marchó al campo de
Swanage.
Las visitas a la joven fueron cada vez más frecuentes, ya no
necesitaba una excusa para verla, cada mañana de esas dos
semanas, el caballero se marchaba a ver a la señorita Hall, ya
todos en la residencia se estaban acostumbrando a sus
audiencias.
Al llegar esa mañana, el anciano mozo de cuadra, le indicó
que la señorita Hall estaba visitando al señor Bonnet, así que
él decidió encontrarla.
Cuando llegó, divisó un caballo amarrado a un lado y
sonrió, debía ser de la dama, colocó el suyo a su lado, pues
decidió ir a caballo, ya que las temperaturas estaban cada día
más cálidas.
Tocó y un anciano le abrió:
—Buenos días, soy el señor Olson, busco a la señorita Hall.
—Adelante muchacho, la dama está disfrutando de una
tisana.
El señor Olson sonrió y entró a la pequeña residencia,
caminó detrás del anciano a una estancia no muy lejos, al
hacerlo, la vio mirando por los ventanales, se veía hermosa
con ese traje de montar verde.
—Señorita Hall, este caballero pregunta por usted.
Al girarse, se sorprendió al ver al señor Olson tan
temprano, se alegró de su presencia y con una sonrisa le
comentó:
—Buenos días señor Olson.
El joven caballero no sólo formó una reverencia, sino que
se aproximó a la dama y tomando su mano, depositó un beso
en ella.
La muchacha se ruborizó, pues sintió el contacto de los
labios del caballero en su piel, ya que no usaba guantes.
El señor Bonnet en cuanto fue presentado al recién llegado,
indicó:
—Voy por una taza de infusión para el caballero.
El anciano salió de la estancia y cerró la puerta detrás de sí,
sin percatarse que no era adecuado dejarlo a solas.
Los dos se quedaron callados, hasta que la señorita Colette
indicó:
—Se recordó de traer las notas de su padre.
—¿Las notas dice usted?
—Las que estaban en el sobre amarillo, las que me comentó
que no comprendía.
—Oh esas notas, sí, es que siempre las olvidaba.
Del bolsillo de su chaleco, sacó el sobre y se lo entregó.
La señorita Colette Hall tomó asiento y el caballero lo hizo
a su lado.
Ella sacó las notas, no eran muchas, diez, las leyó, eran
como parte de proverbios, que significaban.
Leyendo las notas los encontró el señor Bonnet.
Entregó la taza al señor Olson y el caballero disfrutó de la
infusión.
La señorita Hall expresó:
—Todos son proverbios escritos con las palabras de su
padre.
—Eso mismo cavilé cuando los leí.
El señor Bonnet preguntó:
—¿Son importante para usted?
—Las notas son un sobre dejado por mí, padre antes de
morir.
—¿Se la dejó a usted?
—En verdad no, se la entregó a la señorita Hall para que se
lo guardara.
—¿Me las permitiría leer?
—Sí.
El anciano tomó asiento próximo a ellos y tomó las notas,
las leyó y al finalizar indicó:
—Cada una posee un numero.
—¿Un número dice usted?
—Sí en la parte de atrás, hay otros papeles con ellas.
—No que recuerde.
La señorita Hall recordó el sobre grande e indicó:
—Ahora recuerdo que era un sobre grande y este que era
pequeño.
—¿Dónde está el otro sobre?
Fue el señor Olson que contestó:
—Lo tengo en el pueblo.
—Pues, los dos deben estar relacionados.
—Ese sobre sólo tiene facturas.
—Lo chequeó por el otro lado.
—No.
El anciano miró el sobre que estaba descansando en la falda
de la dama.
—¿Me lo permite?
La señorita Hall le pasó el sobre, el anciano lo miró muy
detenidamente, acto seguido, indicó:
—Hay algo escrito dentro, al parecer que este sobre fue
echo a mano, en cuanto le escribieron por dentro lo cerraron,
¿puedo desmantelarlo?
—Sí.
El anciano se marchó, dejando el sobre a un lado, al
retornar trajo un abre cartas con él, introdujo la parte filosa por
el borde y abrió con cuidado los tres lados cerrados, al girarlo
se lo entregó al señor Olson:
—Son las letras de mí padre.
—¿Qué dice?
—Hillside House es una guaridas de ladrones, cuatro
familias son las responsables de que mi hogar sea madriguera
de malhechores, me he presentado al señor Sewell, al señor
Ruiz y al señor Grimes, los tres caballeros, me acusaron de
chiflado, estoy seguro de su participación y de sus complot
para quitarme la mansión, e incluso, la muerte del arquitecto
que estaba remodelando el ala norte, no fue un accidente, pues
han amenazado al nuevo arquitecto Francés, por esa razón el
caballero se ha marchado sin previo aviso, esos caballeros
tienen mucha influencia.
Tengo que proteger a mi familia, en especial a Ducan que
es tan despistado, gracias a Dios que mi sobrina Elina está
lejos.
El señor Olson no continuó leyendo en voz alta, sino que
leyó para él:
El contable de ellos me entregó todas las facturas que
demuestran la participación de esas familias en el negocio del
contrabando, además de la participación de Lord Clark y de
Lord Marbell, el Baronet de Sexset y de su hijo, como la
implicación de Conde de Harmatán en Escocia, es a él a quién
se les entregan las armas, ese noble se está preparando para
combatir con los demás Clanes a Inglaterra.
Así mismo hay muchas familias con poder en la zona que
pertenecen a esos rufianes, entre ellos está….
El señor Olson se puso de inmediato de pie:
—Debo llevar esta carta a un amigo.
La señorita Hall se puso de pie e indicó:
—No puede ir usted solo.
—Estaré bien.
—No es buena idea que se marche solo, le acompaño.
—Es que vine en caballo.
—También vine en caballo, el señor Bonnet puede tomarlo
y acompañarlo.
—Creo que me recuerdo como cabalgar, y desde aquí a la
residencia de las hijas de Dios, no es mucho el trayecto, voy
por mi capa y mi sombrero.
La señorita Hall miró al señor Olson y en voz temblorosa le
expresó:
—¿Se cuidará?
—Se lo prometo.
Ella impulsivamente fue y se aproximó a él.
El señor Olson la atrajo a su pecho y la abrazó.
La señorita Hall devolvió el abrazó diciéndole:
—Regrese a mí bien.
El señor Olson, levantó la barbillas de la muchacha y le dijo
mirándola a los ojos:
—Regresaré a usted, para estar a su lado.
En ese instante ingresó el señor Bonnet, el anciano se hizo
que no los miró abrazados e indicó:
—Lo espero a fuera.
El señor Olson se separó de la señorita Hall, más cuando se
marchaba retornó, tomó la mano de la muchacha y la besó con
vehemencia, levantó la vista y con su mano acarició el rostro
de la señorita Hall, con repetición volvió a besar su mano.
A continuación, salió sin mirar atrás.

*******
El señor Olson y el señor Bonnet llegaron a la mansión del
Conde de Dorset.
Pidieron al mayordomo hablar con el señor Reitz, el
caballero estaba con la esposa, ya que esa mañana la dama no
se sentía bien.
—Buenas tardes Conall.
—Blaker, este es el señor Bonnet.
—Ya conocía al caballero, como estas Thomas.
—Bien Blaker.
El señor Olson echó un vistazo a los dos caballeros, como
buscando una explicación, fue dada por el anciano:
—Nos conocimos pues soy agente de Scotland Yard, mi
retiro de hace poco fue una estrategia, ya que precisamente de
ser el mayordomo del internado de los cuáqueros me retiré, esa
era mi cuartada para estar al pendiente de la situación en
aquella ciudad.
—Ahora comprendo como obtuvo la información.
—Así es joven amigo, no todo lo que percibimos es,
muchas de las cosas que vemos no son reales.
—Eso también lo comprendo.
—Vamos al asunto que nos compete —. Indicó el anciano.
—Usted tiene razón, mire Blaker lo que encontramos.
El señor Olson le entregó el sobre amarillo donde estaba
escrita la carta de su padre.
El señor Reitz se sorprendía al leer, al finalizar indicó:
—Esta es toda la información que necesitamos.
—No Blaker, aquí hay más.
El señor Olson le pasó el otro sobre amarillo:
—Todas estas facturas indican quienes son los demás
integrantes del contrabando, hay algo que usted debe saber.
—¿Qué ocurre Conall?
Fue el señor Bonnet que expresó:
—Su suegro es quien envía las armas a Escocia.
—¿Qué? ¡Eso es imposible!
—Hay muchas personas del pueblo involucrada en esto,
mire usted.
—¡Qué! Pero este caballero estaba en la reunión.
Esta vez el joven señor Conall comentó:
—Sí, ellos están al tanto de que mi servidumbre los
investiga.
El señor Blaker declaró con amargura:
—Están creando un teatro a nuestros agentes.
—Así es, una triste comedia.
—¿Cómo consiguió todo esto?
—Mi padre había investigado todo.
—Su padre, el señor David Olson.
—Sí.
—Eso quiere decir que su muerte no fue un accidente.
El joven señor Olson se sorprendió por lo dicho por su
amigo.
El señor Bonnet intervino:
—Muy bien, ahora debemos ser sabios y actuar, ya que los
malhechores saben que lo están vigilando, hay que tener otra
estrategia.
—¿Qué sugiere usted Bonnet?
—Usaremos mis hombres, los pondré en posición
adecuadas, como forman parte del pueblo, simplemente tengo
que ponerlo sobre aviso.
—Un momento, ¿sus hombres?
—Así es señor Olson, soy el verdadero magistrado de
Scotland Yard, el señor Stinsford es mi señuelo, ahora le
suplico que no se lo comente a nadie, a además era mi plan
aproximarme a usted por medio de la bella señorita Hall, más
todo se ha adelantado.
—¿Cómo supo de ella?
—Vivo en la sombra señor Olson, investigo a quien deseo y
tomo mi tiempo.
El señor Olson se quedó de pronto callado.
Los caballeros se miraron y asintieron al mismo tiempo,
como si se entendieran sin palabras, el señor Olson preguntó:
—¿Qué pasará con el Conde?
—Hablaremos con él ahora mismo, le daremos dos
opciones, dependerá de él su futuro.
—No comprendo.
—¿Desea acompañarnos?
—Si me lo permiten.
—Pues, vamos.
El Conde estaba en su despacho, cuando ingresaron los tres
caballeros, el señor Reitz no presentó al más anciano, en
cambio expresó:
—Milord deseamos hablar con usted.
—¿Ocurre algo Blaker, señor Olson?
—Sí Milord.
Los caballeros ingresaron al despacho del Conde.
El señor Bonnet cerró la puerta por dentro y preguntó:
—¿Hay alguien más con usted?
—No, quien es usted.
El anciano, ya no encorvado, se movió con agilidad al otro
salón, lo investigó, acto seguido retornó y expresó:
—Seré breve Conde de Dorset, sabemos que es usted el
encargado de transportar las armas que traen de contrabando
de Francia hacia Escocia, ahora bien, necesitamos saber si está
de nuestra parte o de parte de los contrabandistas.
El Conde al principio se sorprendió al ser descubierto, más
después que escuchó expresó:
—En verdad formaba parte del transporte, ya no lo hago,
salí de eso hace un año, por esa razón me marché con mí
familia un tiempo a Londres y envié a mi hijo a América, por
temor a que tomaran represaría, llegué a un acuerdo, ellos
continuaban usando el emblema del Condado en las carretas
para transportar la mercancía, en cambio, no le harían nada a
mí familia.
—¿Por eso buscaban a su otra hija?
—¿Qué dice usted?
—El cabeza de los contrabandista, busca a su otra hija la
más pequeña para tenerla, por sí usted no cumplía con el trato.
—¿Dónde está mi hija?
—Ella está a salvo, ahora díganos porqué salió de la
organización.
—El señor David Olson me advirtió de lo que tramaban, al
mismo tiempo me habló de Jesús, comprendí que no podía
continuar viviendo en mi vieja manera de vivir, así que, intenté
hacerlo por las buenas, uno de los nobles que está en el
contrabando, deseaba a mi hija más pequeña, así que viaje a
Londres para llegar a un acuerdo, al marcharme, entre mis
hijos y el caballero aquí presente, urdieron un plan y pusieron
al descubierto al caballero, cuando eso ocurrió, fue un
problema mayor, pues cuando venía de camino hacia aquí,
recibí una misiva de un amigo del caballero, que me indicaba
que mi hija menor pagaría por la deshonra del caballero, así
que para protegerla, la desterré de mi vida, no todo salió como
creía, alguien la escondió, ella nunca llegó a Bath.
Fue el señor Bonnet que tomó la palabra:
—Esos caballeros que usted envió, nunca la llevarían a
Bath, era su encomienda venderla a un prostíbulo.
—¿Cómo lo sabe?
—Porque uno de ellos trabaja para nosotros, así que el
señor Reitz entró en escena, llevó a la joven a un sitio seguro,
cuando estaba cuidando de otra misión la joven fue sacada de
allí por el padre del señor Olson.
—¿David cuidó de mi hija?
—Así es, la ha cuidado hasta ahora, bueno, ahora la cuida
su hijo y creo que será para toda la vida.
Los caballeros miraron al joven Conall, el cual estaba
estupefacto escuchando la historia.
El señor Reitz preguntó:
—¿Su señorita Hall es en verdad la señorita Howell?
—No lo sabía Blaker.
—Usted no sabía que la dama es mí hija.
—No Milord, ella me explicó lo ocurrido en su pasado, no
mencionó el nombre de sus familiares y como ustedes nunca
mencionaron la existencia de otra dama, cavilé que ella era
hija de otra familia noble.
—¿Mi hija es su prometida?
—Aún no Milord.
—¿Cómo que aún no?
El señor Bonnet interrumpió la conversación.
—Creo Conde que tenemos mucho más de que discutir que
saber si la dama es prometida de este caballero, así que ahora
mismo deseo dos cosas suyas, primero ¿Dónde esconde esas
carretas con su emblema? Segundo ¿Quién es el jefe mayor?
—Las carretas están en la residencia del señor Grimes en el
pueblo y en verdad no conozco al cabecilla, en el tiempo que
estuve en el grupo sólo lo llamaban jefe.
—Lo vio usted.
—No, más algunos caballeros se reunieron una noche para
analizar la forma de enviar las armas, entre ellos estaban el
señor Sewell, el señor Ruiz, el señor Grimes, el nuevo clérigo
del pueblo, el señor Phelps, el galeno, el herrero y el
fontanero, esos eran los caballeros más importantes, eso hace
ya dos años, no sé ahora quienes otros están involucrados.
—¿Podemos contar con su ayuda?
—Sí, estoy de su parte, aunque al final tenga que enfrentar
la justicia.
—No tendrá que hacerlo, usted ayúdenos a saber cuando es
el próximo cargamento, de limpiar su nombre me encargaré.
—No es muy difícil de averiguar, creo que el día que mi
hijo se enlaza es un día perfecto para mover las armas.
—¿Cuándo es eso?
—Pasado mañana.
—Es verdad, su hijo se enlaza con la prima del señor
Olson.
—Sí, todos los del pueblo y también nobles están invitados
para la ceremonia.
—Esa es una coartada perfecta, para mover una muy grande
cantidad de armas.
—Necesitamos que usted continúe como sin nada,
cualquier cosa dígaselo a su yerno.
—¿Y mi hija cuando la podré ver?
—Muy pronto, ella está a salvo, no es así señor Olson.
El caballero asintió con la cabeza.
El Conde caminó hacia él e indicó:
—¡Cuide de ella!
—Con mi vida Milord.
El Conde hizo una mueca de sonrisa, apretando el hombro
del señor Conall Olson.

*******
El señor Olson deseaba advertir a su tío de lo que ocurría,
no lo hizo, ya que el señor Bonnet le indicó que no hablara con
nadie del asunto. Su tío esos días se había quedado en Hillside
House, pues estaba preparando las nupcias de su hija.
La señorita Elina Olson se la pasaba en la Mansión del
Conde, ya que se decidió que era mejor celebrar las nupcias en
High House y además redujeron a familiares y amigos cercano
las invitaciones, claro está, únicamente los esposos Reitz lo
sabían, ya que fueron ellos los encargados de enviar las
invitaciones hacía algunas semanas.
El señor Olson esos dos días se la pasaba encerrado en el
despacho de su padre por dos razones, cavilando que haría
ahora que sabía que su Colette era la hija menor del Conde y
segundo, preguntándose que en verdad le había ocurrido a su
padre y a su prima. El caballero por recomendación del señor
Bonnet no había visitado a la dama, simplemente le envió una
nota, explicándole que estaba bien y que pronto la visitaría.

*******
La señorita Colette Hall, estaba impaciente esa tarde, no
había sabido nada del señor Olson o del señor Bonnet.
La muchacha se había pasado el día muy angustiada,
caminaba de un lado al otro, la señora Hill observaba a la
joven:
—¿Qué la inquieta querida?
—Nada señora Hill.
—Para no ser nada, usted si continua caminando de esa
forma hará que esa parte del salón posea un desnivel, venga
cuénteme que le ocurre.
La señorita Hall caminó hacia donde la anciana bordaba e
indicó:
—No sé nada del señor Olson.
—¿Eso la inquieta?
—Sí, es que no sé si está en peligro.
—No lo creo, ese caballero posee una huestes de ángeles
que lo protegen, además, que gana usted con preocuparse,
vaya mejor antes su Dios y deposite a su amado en sus manos.
La muchacha se ruborizó por la franqueza de la anciana:
—Oh estoy equivocada al decir que el señor Olson es el
dueño de su corazón.
—No lo está señora Hill.
—Muy bien, una dama valiente, entonces dígame, ¿Por qué
cree usted que está en peligro?
—Porque él, bueno, el conoce de algo que otras personas
no saben.
—Su acertijo es bueno, más soy muy anciana para
descifrarlo.
—No me haga caso, es simplemente presentimiento.
—Con más razón de ponerle atención.
—Es que mañana es las nupcias de su prima, él me invitó,
en la nota que me envió, no me refiere nada de asistir al
evento.
—Ahora comprendo, está preocupada con otra forma de
inquietud.
—Creo que sí.
—¿Un poco de celos?
—Tal vez, estoy preocupada de que conozca a alguien más
bella, joven y adecuada para él.
—Usted siendo la hija de un noble, es más que adecuada
para el señor Olson.
—¿Usted lo sabe?
—Sí querida, el señor David Olson me refirió su historia,
por dos razones, una para que la cuidara y a la otra, para que
siempre recordara su posición.
—Usted nunca me lo comentó.
—No hacia falta, cuidaba de usted sin necesidad de
expresarlo.
—Me siento avergonzada por no ser sincera con usted.
—No debe sentirse de esa forma, cada uno guarda secretos
que no deseamos que se divulguen, muchos de ellos
vergonzosos, usted simplemente se guardó su pasado, de la
misma manera que guardo el mío.
—Sí, lo sé.
—Ya ve, cada una guardamos un secreto.
La señorita Hall se quedó meditando en las palabras de la
señora Hill, pues ella sabía que en el pasado de la dama el
señor David Olson fue muy importante para ella, ya que la
anciana al no recibir noticias del caballero, se veía impaciente,
más mantenía la calma, la fortaleza de la dama se vinieron a
bajo cuando supo de la muerte del caballero, ella desde ese día
no era la misma, se había consumido y muchas veces la había
escuchado llorar, ella no sabía que había ocurrido entre ellos,
más lo que fuera, había sido muy fuerte.
La señorita Colette Hall se quedó todo el día pendiente a la
llegada de algún carruaje, eso no ocurrió.
Esa noche la muchacha fue de rodillas a su creador y pidió
que cuidara a su amado y que lo trajera con bien a su lado,
acto seguido se acostó, pensando en sus últimas palabras, que
la expresó como una promesa:
—Regresaré a usted, para estar a su lado.
Capítulo IV

El día de las nupcias estaban todos ajetreados, no sólo por


el casorio, sino que, mientras se celebraba la unión, los
detectives de Scotland Yard se presentaron en las residencias
de los señores Sewell, encontraron en su sótano gran parte de
la mercancía, al mismo tiempo, otro grupo de detectives se
presentaron en la residencia del señor Ruiz y otros en la del
señor Grimes, en ese lugar hallaron una gran cantidad de
armas, otro grupo de Scotland Yard se presentaron donde
estaban guardados las carretas que esa noche partirían hacia
Escocia.
Todo los operativos al conjunto, fueron planeados por el
Magistrado general de Scotland Yard, el señor Bonnet.
El caballero estaba de encubierto por dos años pasando por
unos de los mayordomos de la institución de los cuáqueros, ya
que al ser un lugar de gran tamaño podía pasar desapercibido,
en el mismo pueblo de Wareham, pues estaba rodeado de
caballeros que trabajaban bajo sus ordenes, fue en esa
institución que conoció del caso de la hija del Conde de esa
región. No fue difícil para él, saber el paradero de la joven
noble, fue de esa forma que se aproximó a ella y en la
distancia cuidaba por su bienestar.
La ceremonia fue muy rápida, la pareja ya estaba en la
mansión del Conde:
La nueva Lady Elina Howell preguntó:
—¿Dónde está mi padre?
—De seguro que retornó con Conall.
—Tampoco veo a mí primo.
—No se preocupe, todo está bien, de seguro que pronto
llegaran.
*******
El señor Ducan viajaba en compañía de su sobrino desde la
pequeña iglesia a la residencia del Conde.
El señor Conall debía hablar con su tío, de lo que sucedía:
—Tío ahora que estamos solos quería informarle que
mientras se estaba enlazando Elina, los agentes de Scotland
Yard irrumpieron en las residencias de algunos caballeros
acomodados de este pueblo, que formaban parte del
contrabando.
El señor Ducan Olson se sorprendió, más, se quedó callado:
—Así mismo, apresaran al clérigo y a varios caballeros
más, así como su ayudas de cámaras el señor Macbean.
—¿Qué tiene que ver Macbean con esto?
—Percibía que usted no sabia nada, el señor Macbean es de
nacionalidad Irlandesa e Inglesa, más era muy buen músico en
sus tiempo.
—Va, el señor Macbean no sabe tocar ningún instrumento.
—Pues lo hace muy bien, es él que se hace pasar por mi
padre haciendo creer que es su fantasma.
—Conall eso es imposible, ese caballero es muy noble y
honrado.
—Hay tío usted no sabe lo malo que puede llegar hacer un
caballero.
—No sé que hacer Conall, siempre lo he tratado como a un
hijo.
—No se preocupe tío, si se molesta su salud puede
empeorar.
—¿Conall dónde esta el señor Macbean?
—En una residencia que poseen los detectives.
—Tengo que verlo, no puedo creer que el señor Macbean
sea capaz de una cosa tan horrible.
—Está bien tío, lo llevaré a verlo.
El señor Conall dio dos golpes en el techo del carruaje y
este se detuvo, cuando uno de los palafreneros se aproximó, el
caballero le indicó que se dirigieran a esa dirección.
Cuando llegaron varios detectives le salieron al paso al
carruaje, los dos caballeros se desmontaron.
Uno de los detectives indicó:
—No pueden entrar.
—Soy el señor Conall Olson y este es mi tío el señor
Ducan, deseamos ver al señor Bonnet.
Los caballeros se miraron e indicaron:
—El señor Bonnet está preparando otro asunto.
En ese momento se aproximó el señor Stinsford:
—Señor Conall Olson, ¿En que le puedo ayudar?
El caballero se aproximó mirando de reojo al acompañante
del señor Olson:
—Señor Stinsford este es mí tío el señor Ducan Olson.
—Señor Ducan Olson —el magistrado formó una
reverencia, cosa extraña.
—Mí tío desea hablar con el señor Macbean, pues no cree
que el caballero se haya comportado de la manera que le narré
hace un momento.
—El señor Macbean no ha querido hablar, está confinado a
una habitación solo.
El señor Ducan Olson tomó la palabra:
—Deseo hablar con él, no puedo creer que se haya
comportado de esa manera, después de tratarlo por todos estos
años como a un hijo, Dios es mi testigo que siempre lo traté
con cariño y respeto, nunca le faltó nada para que ahora me
digan que él forma parte de eso que llaman contrabando.
El señor Stinsford indicó a uno de los detectives que los
llevaran a ver al recluso, el señor Ducan Olson indicó:
—Conall, hijo, deseo ir sólo, tal vez le pueda sacar algo
más.
—Es una buena idea tío, pregunte al caballero ¿Cual es el
nombre de su jefe?
—¿Todavía no se la ha dicho?
—No.
—Pues eso le preguntaré.
El señor Ducan Olson se marchó en compañía de un
detective, mientras el señor Conall Olson se quedó
acompañando al señor Stinsford.
—No estaba enterado de todo este despliegue de caballeros,
fue hace unos minutos que me enteré de todo.
—¿El señor Bonnet no se lo comunicó?
—No, en verdad no le conozco, me envió a buscar, creo
que cuando finalice su reunión, hablaremos de lo próximo que
haremos para detener los demás caballeros.
El señor Conall Olson se quedó callado, pues el caballero
no estaba enterado de que ya todos los implicados directos
estaban capturados, sólo los terciarios eran los que estaban aun
en libertad.
No pasó mucho tiempo para que su tío retornara con el
rostro afligido:
—Vámonos Conall, es triste lo que un caballero puede
hacer por las cosas materiales.
—¿Habló con él?
— Está tan avergonzado que no se levantó de la cama, me
escuchó callado sin decir una palabra, recostado, pues está
herido.
El rostro de su tío afligido y enrojecido por el esfuerzo
realizado, le llevó a decir al joven:
—Está bien tío vamos, tenemos que asistir al almuerzo de
celebración de la nupcias de Elina.
—Oh es verdad, debo estar con mi querida hija, pase buen
día señor Stinsford.
—Buenos días caballeros.
El señor Conall miró la congoja en el rostro de su tío.
Al caminar al carruaje, cuando llegaron su tío le indicó:
—Conall no es molestia para usted decirle a los
palafreneros que pasen primero a Hillside House, pues debo
buscar un regalo para mí hija.
—Está bien tío, tenemos tiempo para despedirnos de los
esposos cuando lleguemos.
—Gracias hijo.
En el camino, el señor Ducan únicamente miraba por la
ventana del carruaje, perdido en sus cavilaciones.
El joven señor Conall Olson sentía lástima de ver a su tío
tan triste y acongojado por causa de la concupiscencia y la
maldad del hombre.
—No se aflija tío, usted está enfermo, cada cual debe
asumir sus consecuencias de sus actos, por más que usted
quiera al señor Macbean como a un hijo y cuidara del
caballero, eso no fue suficiente para que él buscara sus propios
intereses.
—Conall hijo usted es muy joven para saber de las
necesidades del ser humano, no es que esté defendiendo la
forma de proceder del señor Macbean, usted no sabe nada de
la necesidad, usted nació con todo en sus manos, propiedad y
fortuna, no todos son afortunados como lo es usted, no es que
defienda al caballero.
—Tío hay muchas maneras de ganarse la vida
honradamente, sin la necesidad de dañar a otros.
—Conall sabe usted quienes son los que dicen que
contrabandear es malo, los que están en el poder, los que
poseen todo, no desean que los más humildes se ganen el pan,
desean tenerlo siempre debajo de sus pies, las normas y leyes
son hechas por los ricos y poderosos para aplastar a la masa
pobre, oh dígame usted, cuándo ha escuchado una ley que sea
para la masa trabajadora, y si hay una, entonces introducen
diez que abole a la buena.
El joven se quedó un momento cavilando:
—Conall usted es bueno y justo, mire hijo las autoridades
no están para cuidar los intereses de los mas desprovistos de
bienes, están para cuidar los intereses de la masa privilegiada,
¿Es que usted no se ha dado cuenta?
—¿Pero tío el contrabando tampoco ayuda?
—Ayuda más que lo que hacen los Reyes, les da trabajo a
los pueblerinos, trae prosperidad al pueblo.
—No tío, trae pobreza, maldad, denigración social,
caballeros vagos y borrachos, muchacha mancilladas y
prostitución, eso es algunas de las consecuencias del
contrabando, oh es que usted no se ha fijado en el pueblo de
Wareham.
—Eso no es verdad Conall.
El carruaje llegó a las tierras de Hillside House, más, no
tomó la entrada principal, se desvió por un costado, se
detuvieron un momento y después continuaron.
El señor Conall Olson no advirtió el cambio, ni que se
detuvieron, ya que estaba ocupado hablando con su tío.
—Tío es que usted es un caballero pasivo, amante de las
personas, por esa razón mira las cosas de ese punto de vista.
De pronto, el señor Ducan Olson comenzó a reír de manera
extraña.
El carruaje en esos momentos se detuvo y los dos
palafreneros abrieron la puerta.
El señor Ducan le ordenó:
—Tomen a este estúpido y amárrenlo en el sótano.
—Jefe los detectives están en el otro lado.
—¿Jefe? —preguntó el joven Conall.
Una sonrisa diabólicamente extensa, cubrió el rostro de su
tío:
—Usted es un idiota al igual que su padre.
Después miró a los dos palafreneros:
—Llévenselo, me encargaré de él después.
—Pero Jefe y los detectives.
—Nadie sabe de este lugar, aquí estaremos a salvo hasta la
noche, nos marcharemos a Francia en mi barco, que nos espera
anclado en el puerto, nadie sospecha de mí.
—¿Y que haremos con este?
—No los llevaremos, en alta mar, le daremos comida a los
tiburones.
—Jjajaja.
Los caballeros se marcharon con el señor Conall.
Colocaron al joven en una roca, amarado por la mano y los
pies, de donde se podía escuchar las olas chocando con los
alcantarillados, así como una fuerte brisa que se introducía por
el borde de las paredes rocosas que estaba a su izquierda.
Uno de los caballeros salió por una de las rendijas e indicó
al entrar:
—Del otro lado se puede ver que hay varias embarcaciones.
—De seguro que deben ser de los policías.
—Creo que estamos perdidos, nos atraparán.
—Nada de eso el jefe conoce todos estos pasadizos como la
palma de su mano.
—Es verdad al igual que Macbean.
El señor Ducan Olson entró a la cueva y les indicó a sus
dos hombres:
—Vayan a vigilar.
Cuando los caballeros se marcharon, su tío buscaba en la
misma cueva algo, hasta que hizo un hoyo en un lado y sacó
un cofre.
El semblante de su tío cambió desde el momento que sonrió
de manera diabólica, parecía otra persona.
El señor Conall únicamente lo observaba.
El señor Ducan se estaba hartando, de que su sobrino lo
observara de esa manera, así que dijo:
—Todo este tiempo estuve contrabandeando sin que nadie
lo supiese, llegó usted y estropeó todo.
—No creo que fuera el primero en estropearlo.
—Es verdad, la primera fue mi propia hija, Sarah, esa
estúpida se veía con un joven a escondidas mío, por esa razón
encontró la mercancía, le dije que no lo comentara con nadie,
pero como una tonta enamorada se lo dijo a su enamorado, el
cual, era hijo de un detective, a pocos días comenzaron las
visitas de policías por la zona, fue cuando me enviaron a decir
que mi propia hija me había delatado, ese fin de semana para
desgracia de ella , el muchacho y ella se iban a marchar a
escondidas en un bote, y bueno usted conoce lo demás de la
historia.
—No comprendo tío.
—Ve usted, es tan ingenuo que su mente no le permite
hacer conjeturas, pues se lo diré, ya que no le queda mucho
tiempo de vida, su prima, es decir mí hija fue ahogada antes de
marcharse de mí lado y a continuación tirada al mar para que
creyeran que se ahogó.
—¿Usted la envió a ahogar?
—No, corrección, la asfixie con mis propias manos.
El señor Conall Olson se quedó pasmado con la confesión
de los desvaríos de su tío, este se reía como un loco al ver su
expresión.
—Hay sobrino, su rostro en estos momentos es un poema,
me gusta sacarlo de sus casillas y ver el dolor, horror y
turbación reflejada en su semblante, así que continuaré mi
disertación. Sabe su padre una tarde me llamó para explicarme
lo que estaba ocurriendo en Hillside House, el puritano de mi
hermano, estaba indagando mucho por eso tuve que
deshacerme primero del viejo mayordomo, en seguida del
contable y por último de ese amigo de él que era bien
mezquino, el señor Bartlett.
—Pero usted me dijo que iba a visitar al caballero.
—Es que remplacé al viejo por uno de mis hombres, así
podía usar su propiedad, cuando las armas fueran de camino a
Escocia, ya sabe usted una forma de ser precavido, cosa que
usted nunca lo será, en fin, como le comentaba, David vino
hablarme de todas las pruebas que había recopilado, así que no
tuve otra opción que quitarlo del medio, le di con un madero
en la cabeza y posteriormente hicimos creer que fue un
accidente, claro está, el galeno del pueblo es uno de mis
caballeros, así que en menos de dos días, mi hermano estaba
descartado, para entonces, ya estaba poniendo todo en orden
para comprarle Hillside House, pues claro, con la mansión con
un fantasma nadie quería vivir en ella, todo estaba saliendo
según mis planes, hasta su llegada.
—¿Usted nunca me avisó de la muerte de mí padre?
—No le envié a decir nada, para qué, David estaba bien
muerto y hacerlo únicamente haría que deseara retornar, más
no conté de que el idiota del señor Wexford se encontrara con
usted, si lo hubiese sabido el viejo cotillero se habría quedado
en Wareham para siempre.
El señor Conall Olson comprendió que las vidas de las
personas para su tío, ya no tenía ningún valor, se entristeció a
un más, al percibir hasta donde había caído su concupiscencia.
El señor Ducan Olson continuó buscando otro cofre,
después de un momento lo encontró, colocándolo junto al
primero.
—Sabe Conall, todo esto no hubiese ocurrido si su padre
me hubiese ayudado con un poco de dinero, ya que me hubiese
quedado en Londres con mi vida desenfrenada, pero no, el
bueno de David Olson deseaba rescatarme de mi vida, me
envió a este mugroso pueblo y a los pocos días, conocí lo del
contrabando, para aquella época, sólo era de tela, más, pronto
cambie el negocio, me hice amigo de los Franceses y poco a
poco busqué más que contrabandear, hasta que encontré las
armas y el alcohol, esos dos productos, cambiaron mi visión y
comencé a tener más dinero que David, cómo no podía tenerlo
todo a mí nombre, puse una parte a su nombre y pagaba a los
socios con ese dinero, le hacia facturas en el despacho de su
padre, hasta que el anciano contable se dio cuenta, lo quite del
medio y continúe, pero al escuchar la leída del testamento de
David, que no había dejado nada a mí nombre, desee volver a
revivirlo para matarlo de nuevo, ese era mí dinero, no de él,
pero nada, tuve que llenarme de paciencia y hacerme el buen
hijo de Dios, y a la mierda todo, deseaba ponerlo a usted loco,
así que cada noche le echaba a su vino láudano, después usted
se aparece con la servidumbre, los cuales eran detectives
encubiertos.
—¿Cómo lo sabía?
—Hay Conall el dinero es la llave de todo y más, si son
caballeros como el señor Stinsford avariciosos, oportunistas y
lujuriosos, así que permití que usted trajera a la dulce familia
Sue, de la cuál, disfrutamos mucho mis caballeros y claro está,
de vez en cuando visitaba la recámara de la dulce señorita Sue,
diciéndole lo malo que me sentía después de estar a su lado y
que no me consideraba un caballero de Dios, ella me
consolaba diciendo que todo acabaría, si la convertía en mí
esposa, así se lo prometí, más que es una promesa en los labios
de un mentiroso y estafador.
—¿Ustedes sabían todo?
—Desde luego, sabe, una cosa me sorprendió saber, que
usted me ocultó a la señora Bob y a sus hijas, eso fue una
buena jugada, creo que un punto a su favor.
—¿Usted lo sabía también?
—Le seré sincero, al principio no lo sabía, pero al darme
cuenta de la tranquilidad del mayordomo y su hijo, su
comportamiento era sospechoso, así que envié a vigilarlo a
usted, y para mí sorpresa, descubrieron donde está la dama que
desea mi buen amigo Lord Clark, ese caballero está
obsesionado con la bella hija del Conde.
—No se atreva hacerle daño.
—Muchacho con la maldad no se juega, cuando
descubrimos el hogar de las hijas de Dios, sabés encontré otra
fuente de dinero.
—¿Qué está diciendo?
—Sus protegidas me dan mucho dinero en Londres, no
todas ya que ese tal señor Barnert fue más rápido y les dio
empleo a las demás muchachas, nosotros conseguimos tres de
ellas las cuales son muy, como decirlo, fructíferas.
—¿Qué quiere decir tío?
—Hay Conall, el clérigo del pueblo es un caballero, como
decirlo para no ofender a Dios que tiene en su fila a un
caballero como él, y que se hace llamar su representante;
bueno, el señor Phelps es un caballero que hace unos años lo
cambiaron de parroquia, por mancillar a una joven y no
enlazarse con ella, como la familia del caballero posee fortuna,
pagaron a la joven, ella se quedó callada, más el señor Phelps
no encontraba colocación como caballero eclesiástico que es,
así que moví mis contactos en Londres y enviaron al caballero
como nuevo Clérigo de Wareham, claro está, después que el
antiguo renunciara a su puesto.
—¿Qué tiene que ver el clérigo con las damas?
—Mucho, el señor Phelps se presentó a la señora Bianca
Hill y a la joven señorita Hall, mejor dicho, a Lady Howell,
explicándole a las damas que necesitaba de las señoritas para
ser institutrices para familias conocidas, las muy estúpidas le
facilitaron tres, nosotros convenimos que fuéramos sacando a
las bellas muchachas, poco a poco, así que nos conformamos
con esas tres, no contábamos que nos la quitarían las damas así
de fácil.
—No comprendo tío.
—Pues esas familias que necesitaban institutrices era una
Madame en Londres, ahora dos de ellas son amantes de
caballeros de la aristocracia y poderosos, ellas nos informan de
lo que va ha pasar, en cambio la otra es un dolor de cabeza.
—¡Oh No!
—Ya ve usted sobrino, que la maldad se puede vestir de
bondad.
—¡Es usted horrible!
—Jjajaja, Jjajaja, horrible será cuando se presente Lord
Clark por la bella señorita Hall.
—Eso no ocurrirá.
—Usted no podrá hacer nada en pocas horas estará con su
padre.
—Tío recapacite, todavía está a tiempo.
—A tiempo para qué, para pedirle a Dios perdón, para qué
Conall, para qué, sabe he disfrutado muy bien mi vida, cada
comida, cada bebida, cada bella joven, pero lo que más he
disfrutado es pasar de incógnito a todos, hacía maldad, mataba
e incluso ultrajaba, más nadie me conocía, sólo el señor
Macbean y esos dos idiotas que están allá fuera, que siempre
los tenía a mi lado, sabía que ninguno de los tres hablarían,
hoy no estaba seguro de que Macbean permaneciera callado,
así que me dije, cerrémosles la boca.
—¿Cómo le cerró la boca?
—De la única forma que sé, lo asfixie, él estaba herido
acostado, no se preocupe no hice mucho esfuerzos, pues había
perdido mucha sangre.
—¡Es usted un monstruo!
—Soy lo que deseo ser, un caballero poderoso, temible y a
la vez invisible.
—Sí nadie sabe de su existencia, entonces, como hacia
negocios.
—Oh no, todos creen que soy el señor Ducan Olson el que
por temor a que el jefe le haga daño a su única hija y sobrino,
hace lo que sea para protegerlo, esa es la fachada que he
vendido y usted me ha ayudado con ella.
El señor Conall Olson descendió el rostro abatido, toda
aquellas confesiones le habían dolido en lo más hondo de su
ser, así que como un niño no pudo detener las lágrimas, que
salieran por su mejillas.
Su tío advirtió que el caballero estaba abatido y se burló de
él:
—No me diga que le tiene miedo a la muerte, no es usted
un caballero que teme a Dios y que además tiene vida eterna,
no se preocupe que lo ayudaré a saber si es usted un inmortal,
pronto dejará a este mundo.
De pronto se escucharon movimientos en la parte de afuera,
varios disparos.
El señor Ducan se aproximó de inmediato a su sobrino, con
un fuerte tirón lo apeó de la roca y el señor Conall cayó al
suelo, pues tenía amarrado sus pies.
Se escucharon pasos por el túnel y pronto entraron seis
caballeros en la cueva, entre ellos el señor Bonnet y el señor
Reitz.
El señor Ducan al verse rodeado, tomó a su sobrino por la
camisa y le apuntó a la cabeza, acto seguido dijo con
sarcasmo:
—Veo viejo mayordomo que me engañó.
El señor Bonnet expresó:
—Usted nos engañó a todos.
Eso hizo que en el semblante del señor Ducan Olson se
transformara con una sonrisa de satisfacción.
—¿Cómo me encontraron?
—No fue muy inteligente de su parte asfixiar al señor
Macbean, y su segundo error consistió en continuar el camino
hacia esta parte, sin pedirles a sus secuaces que cerraran el
camino con troncos y palos, este se quedó abierto cuando
salimos detrás de usted.
—¿Ustedes no sabía quien era?
—No, más el señor Stinsford al ser apresado, comentó para
que creyéramos que estaba investigando, que usted era uno de
los voceros del jefe, así que el señor Reitz ato cabos y ya ve
dimos con el jefe.
—No es tan fácil, pónganse a un lado o mataré a mi
sobrino.
—Ya no tiene escapatoria señor Ducan, su barco que estaba
anclado en el puerto de Poole Harbour está confiscado, sus
compañeros encarcelados, si su pensar es marchar a Escocia le
comunico que ahora mismo el ejercito de la Reina es que
posee el control del clan Mackenzie, el Conde en estos
momentos está de camino a ver a la Reina.
—A mi no me importa a quienes tienen, pónganse a un lado
o me llevare a la muerte a Conall.
Los caballeros se pusieron a un lado.
El señor Ducan caminó arrastrando a su sobrino al lado de
la cueva, donde estaba una apertura, de donde entraba una
corriente de aire, al llegar al lugar, arrojó al joven a un lado y
salió por la apertura, más cuando los caballeros corrieron para
alcanzarlo escucharon un disparo.
Todo ocurrió tan rápido, que el señor Conall no entendió
nada, hasta que el señor Reitz retornó a su lado y desatando
sus ligaduras, le comentó:
—Su tío se mató.
El joven después de ser desatado se quedó en la misma
posición, pues los acontecimientos le trajeron pesar a su vida.

*******

Estaban de camino en un carruaje los señores Bonnet, el


señor Reitz y el señor Olson, este último recordó lo que su tío
le había confesado:
—El clérigo del pueblo es parte de los hombres de mi tío,
así como el galeno —. El joven señor Olson le narró lo que su
tío le había dicho y le explicó también lo que hizo el caballero
religioso con las jóvenes que sacó de la residencias las hijas de
Dios.
—Me encargaré del caballero, más, hay algo que debemos
hablar antes de hacer nuestras diferentes tareas, lo que ocurrió
en la cueva debe quedar así, si los caballeros que continúan
contrabandeando en Londres, saben que el jefe está muerto,
buscarán a otro para que sea su cabecilla, a nosotros nos
conviene, es decir a Scotland Yard que el jefe continúe vivo,
¿Comprende Conall?
—Sí.
—Por esa razón diremos en nuestros infórmenos que no
pudimos capturar al jefe y que su tío murió, tratándolo de
proteger a usted de una bala.
—Pero eso es mentira.
—Señor Olson, no podemos sacar lo que sucedió en esa
cueva al aire, nosotros necesitamos buscar las demás cabezas
del contrabando, no sólo en Dorset sino también en Londres,
pues ahora sabemos que esos caballeros no sólo traen
mercancía de Francia, sino que están prostituyendo a jóvenes
damas, y otros crímenes horrendos que usted no deseará
escuchar.
—Señor Bonnet haga lo que usted considere que es lo
mejor, más no me llame a declarar, ya que diré la verdad.
—Comprendo señor Olson.
El señor Reitz tomó la palabra al decir:
—Tenemos a Lord Clark detenido, en su residencia se
encontraron una gran cantidad de armas, así como a Lord
Clifford, ya que esos caballeros intentaban contrabandear la
mercancía a América con ayuda de los Franceses.
—No sabía de ese problema.
—Esa fue unas de las razones que viajé a América para
seguirle los pasos a los caballeros, más, nunca cavilamos que
estos estaban involucrados en el contrabando de está zona.
El señor Conall Olson respiró profundo, pues estando Lord
Clark detenido, la señorita Hall estaba a salvo.
En ese momento el señor Bonnet indicó:
—La versión de los hechos es que el señor Ducan le salvó
la vida, mientras, el jefe huía, con algunos de sus hombres.
—No puedo decir esa versión.
—No se preocupe señor Olson, diremos que usted estaba
inconsciente.
El señor Conall Olson se dijo que aún las personas con
buenas intenciones y con la ley de su parte, son intrigantes,
engañadoras y encubridoras.
Todo ese día, el señor Conall Olson se quedó callado y
taciturno.
El señor Bonnet al día siguiente, se presentó en la mansión
del Conde y llamando a los esposos Howell Olson, le
comunicó su versión de los hechos.
Lady Elina Howell no se marchó a su tiempo de miel, sino
que, acompañada de su esposo, asistieron esa tarde, para
participar del entierro de su padre.
La dama con gran dolor le dijo, adiós a su progenitor.
El señor Conall Olson de igual manera compareció, más se
quedó a un lado callado y retraído.
Las autoridades capturaron al clérigo y también a su
sobrino, el caballero que fue contable del señor Olson, ya que
este se marchó del pueblo de forma misteriosa y la causa de
esa desaparición, fue que en un arranque de rabia había
golpeado a una doncella en la cabeza, la dama quedó sin vida,
así que el caballero pidió ayuda a su tío, este le envió dos
secuaces que se hicieron cargo del cuerpo, más, el señor
Phelps era muy débil de carácter y le atormentaba lo que había
hecho, por esa razón, se marchó a Londres sin decir nada a
nadie.
Al capturar al clérigo este caviló que era por lo que su
sobrino había hecho y sin escuchar sus delitos, explicó al señor
Reitz lo que sucedió con su sobrino y la doncella, le declaró
donde estaba ahora el caballero escondido.
Fue de esa manera que los males comenzaron a salir poco a
poco a la luz.
El pueblo de Wareham de pronto se había quedado desierto,
muchos de los caballeros con dinero y tierras, fueron
encarcelados por participar del contrabando, las pertenencias y
las tierras de ellos fue traspasadas a la corona, los pueblerinos
que sólo eran trabajadores de descargar la mercancía, no
fueron involucrados, más, poco a poco esas familias fueron
inmigrando del pueblo, ya que no había trabajo adecuado para
continuar viviendo la vida que habían tenido por medio del
contrabando.
La desolación llegó al pueblo de Wareham cuando la
sombra se desvaneció.
Capítulo V

La señorita Hall estaba impaciente en el jardín de la


mansión de las hijas de Dios, caminando de un lado al otro,
perdida en sus cavilaciones, ya que no había recibido noticias
del señor Olson en todos esos días, además, la boda de su
sobrina había transcurrido el día anterior, el caballero no hacía
acto de presencia.
De pronto se escucharon los cascos de los caballos y un
hermoso carruaje hizo la entrada.
La señorita Hall se alegró y con prontitud caminó unos
pasos para saber si era el señor Olson que la venia a ver.
La puerta del carruaje fue abierta por uno de los
palafreneros y desmontaron el escalón, de inmediato observó
como un vestido a rayas asomaba por la puerta, fue al levantar
la vista que vio a una dama con una capa blanca que descendía
del carruaje, no pudo verle el rostro.
La señorita Hall se encaminó a ese lugar y cuando la dama
se giró, la muchacha comenzó a correr hacia ella, fundiéndose
en un fuerte abrazo con su hermana.
—¡Oh Brid que alegría!
—¡Mi querida hermana!
Las damas se abrasaban y besaban.
Cuando las dos se calmaron, Lady Bridget Howell expresó:
—Tanto tiempo separadas y usted, estaba tan cerca.
—¡Oh Brid ya estamos juntas! Entremos para calentarnos.
—Espera Colette no he venido sola.
En ese momento, unas botas bien pulidas salían del
carruaje, en poco instante se materializó un caballero delante
de los ojos de la muchacha:
—¡Padre!
El Conde con el rostro compungido, se coloco de rodillas:
—Le imploro su perdón, hija mía.
La muchacha corrió a su lado y abrazándolo en la misma
posición le decía:
—Padre no tiene que pedir perdón, ya hace mucho que le
perdone, no sólo a usted también a mi misma.
Padre e hija se abrazaron.
Lady Bridget Howell se unió a ellos.
La alegría inundaba la residencia de las hijas de Dios, esa
mañana se escuchaban las risas y las charadas de los que
estaban en el salón amarillo de esa residencia.
La señora Bob indicaba:
—Sabía que el rostro de la señorita Hall me era conocido,
pues es la viva imagen de su madre.
—¿Conoció usted a mi madre señora Bob?
—Desde luego hija, si en mis tiempos fui la doncella
personal de su madre, en la mansión del Conde, para decir
verdad, comencé mis funciones cuando sus padres se
enlazaron.
—¿Quién diría que años después usted cuidaría de su hija?
—Esa no es la verdad, si quien cuidó de nosotras fue usted.
La alegría continuó todo ese día en la residencia de las hijas
de Dios.
El Conde anheló que su hija retornara a High House, más,
la dama comentó que no podía dejar sola a las ancianas.
Las demás damas salieron dejándolos a ellos a solas.
La señorita Hall deseaba preguntarle a su hermana, por el
señor Olson, así que indagó,
—Me comentaron que Mylon se enlazó, ayer.
Fue el Conde que respondió:
—Oh sí, deseábamos invitarla, más los detectives creyeron
que usted estaba a salvo aquí.
—¿Detectives?
—Sí hija, en la mansión Hillside House estaban
contrabandeando mercancía de Francia, gracias a Dios que
encontraron a la mayoría de los culpables y están detenidos.
A la joven muchacha esa información la intranquilizó, así
que sin rodeos preguntó:
—¿Y Conall cómo está?
El Conde y Lady Bridget Howell se miraron,
comprendiendo por la angustia de ella, que estaba sufriendo
por el caballero:
—Hermana, el señor Conall Olson está bien, más como
comprenderá con todos esos acontecimiento en su mansión y
en su familia, el caballero está un poco retraído.
—Deseo verlo, Bridget.
Fue el Conde que interrumpió.
—Colette hija debe darle tiempo al caballero, pues en el
enfrentamiento con los malhechores su tío, el señor Ducan dio
su vida para salvar la de su sobrino Conall.
—¿Él está bien?
—Sí hija, esta tarde es el entierro del señor Ducan, debe
darle tiempo para que saque ese dolor.
La señorita Hall se quedó de pronto en silencio.
El Conde miró a su otra hija y está tomó la palabra:
—Colette hermana, el señor Conall está bien, de seguro que
cuando pasen todos estos acontecimientos, él vendrá a
visitarla.
La muchacha asintió con la cabeza.
Transcurrió dos semana y el caballero no fue a la residencia
de las hijas de Dios.

*******
El señor Conall Olson con ayuda del señor Reitz pusieron
una gran comitiva de caballeros, buscando a las damas que el
clérigo había vendido a la Madame, ulteriormente de una
semana, dieron con dos de ellas, las jóvenes estaban tan
endrogadas que no sabían quienes eran, los detectives las
llevaron a una residencia y contrataron a una enfermera de la
cruz roja para que las cuidaran, el galeno las visitaba
periódicamente.
Las damas poco a poco se recuperaron y le comunicaron
que la otra joven había muerto, fue de esa forma que cuidaron
de las damas hasta que estaban recuperadas para viajar a
Dorset.
Las damas que contrató el sobrino de la señora Hill, el
señor Barnert estaba muy bien y haciendo sus funciones como
institutrices.
El señor Conall Olson deseaba con todas sus fuerzas visitar
a la señorita Hall, o mejor dicho a Lady Colette Howell, más,
ahora las cosas habían cambiado, su vida había tomado otro
rumbo y aunque los sentimientos que albergaba por la dama
eran profundos, no eran tan fuerte como para poner a un lado
su desdicha de sentirse en cierta manera responsable de todo lo
sucedido, muy dentro de él, estaba luchando con los
sentimientos de culpa, que le impedían ser feliz, así que le
escribió una carta.

Para Lady Colette Howell.


Distinguida señorita.
La presente es para informarle que estoy bien, gracias a los
tiernos brazos de nuestro Señor Jesucristo quien ha estado
siempre a mí lado en estos momentos de angustia.

Milady los cambios transcurrido en mi familia y en mi


vida, me hacen recapacitar en mí futuro, sé que le informé que
deseaba regresar para estar siempre a su lado, mis perceptivas
han cambiado y por esa razón le pido perdón, perdone a este
caballero que con poca prudencia hizo que una dama como
usted, poseyendo un corazón compasivo y tierno tuviera
ciertos sentimientos esperanzadores de un futuro junto, de lo
cual en estos momentos lo veo incierto.

Permítame explicarle porqué es incierto, pues le diré que


después de ver lo que el contrabando hizo a las familias del
pueblo de Wareham, me veo en la obligación de resarcir lo
malo, deseo que esta población renazca de las cenizas, que del
dolor nazca esperanza y alegría, soy testigo de las condiciones
de vida que vive el pueblo, de la devastación que ha quedado,
de la desolación que tenemos y le diré que para mí no es un
conocimiento abstracto, sabe en estos días me he mesclado
con el pueblo, he observado su vida, he formado parte de su
existencia cotidiana, he sufrido con ellos y he sido testigo de la
lucha que a diario pasan para llevarse un pan a la boca, eso y
muchas de mis observaciones me han llevado a renunciar a la
sociedad, a los banquetes, a las comidas extensas y al vino
costoso.

Lady Colette Howell le he hablado de Dios y ellos me


escuchan con atención, sabe, me siento contento, porque de
este modo he vivido muchas horas alegres con ellos, mientras
al mismo tiempo, conozco su desdicha, se que usted ha de
comprenderme y a la vez perdonarme, más usted es una de
esas cosas que he de renunciar para poder vivir de está
manera, se que usted me entiende.

Espero que el Dios a quien le servimos, traiga paz a su vida


y felicidad.

Siempre suyo:
El señor Conall Olson.

Lady Colette Howell en seguida de leer aquella carta


entendió que el señor Conall Olson no la visitaría y que
además el caballero le ponía fin a su deseo de cortejarla. La
dama con un dolor profundo en su alma, continuó su vida y
cuando escuchaba hablar a algunos de sus familiares del
caballero, justificaba su comportamiento defendiendo cada
uno de sus procederes. Para la dama el comportamiento del
señor Olson era loable y aunque de noche lloraba por su
ausencia, de día se comportaba con normalidad.
Mas para los habitantes de High House era notorio que la
joven Lady sufría por el caballero.

En las semanas siguientes, de su desaparición en el pueblo


y vivir entre ellos, el señor Conall Olson retornó, contrató a un
batallón de caballeros para limpiar los alrededores de Hillside
House, así mismo, limpiaron la entrada y los entornos de la
playa, en un mes la mansión Hillside House se veía diferente,
tanto en la parte de afuera como en la de adentro.

El joven señor Olson comenzó a comprar terrenos que


estaba en venta a sus alrededores, llegando a poseer casi todo
el terreno adyacente a sus tierras, acto seguido, comenzó a
contratar granjeros para que trabajaran la tierra, así mismo,
reconstruyó el muelle, fabricó grandes almacenes, para ser
usados por los pescadores, a principio de agosto ya Wareham
era muy diferente al pueblo fantasma que unos meses atrás era,
muchos tenderos se mudaron con sus familias al pueblo,
nuevos terratenientes compraron tierras.
El señor Conall Olson se había convertido en el defensor
del pueblo, usando gran parte de su amplia fortuna para
restaurar las viviendas de los campesinos y jornaleros.
Más el caballero todavía luchaba con el remordimiento.

*******

A finales de la recolección de los frutos, se celebró una


gran fiesta en la mansión del Conde.
Lady Colette Howell poseía la esperanza de que el señor
Olson asistiera, el caballero no hizo acto de presencia.
Los que sí asistieron fueron los esposos Smith
acompañados del sobrino de la señora Hill, el señor Ian
Barnert.
El caballero fue muy galán con Lady Colette Howell.
La dama mantenía su distancia, ya que su corazón
pertenecía a otro caballero.
Su amiga la señora Ross Smith le comunicó en cuanto
retornó de su segundo baile, con el señor Barnert:
—Ese caballero es muy insistente.
—En verdad lo es.
—Sí la invita a bailar un tercer baile, está declarando
abiertamente su interés en usted.
—No deseo ser grosera, más, no lo permitiré.
—Pues en ese caso, debe usted desaparecer de la sala, ya
que, me he fijado que habla con el caballero mirándola a usted.
—Usted me conoce Ross, ese caballero no me interesa.
—Lo sé querida, así que será mejor que nos escondamos.
—¿Pero y el señor Smith?
—No se preocupe, él ya me conoce.
Las dos damas se marcharon a la biblioteca y sentándose
las dos muy cómodamente, se dispusieron a charlar:
—Cuénteme Colette que pasó con el señor Olson y usted.
Lady Colette Howell se quedó callada al principió,
necesitaba hablar con alguien de los pesares de su corazón:
—El caballero me envió una carta expresándome en sus
palabras que…
—¿Qué?
Lady Colette Howell reconsideró, he indicó:
—Que ayudaría a reconstruir Wareham.
—No le habló de amor.
—No, únicamente de la necesidad del pueblo.
—El señor Conall Olson en verdad que está haciendo un
buen trabajo.
Lady Colette Howell cambió de tema:
—Y mi sobrino ¿cómo está?
—Cada día más grande y carpetozo, el señor Smith está
feliz con nuestra segunda espera.
—¿Está usted en espera Ross?
—Sí querida.
La noche transcurrió de aquel modo, las damas se
escondieron hasta que la música finalizó.
Lady Colette Howell volvió aparecer en el salón y al lado
de su padre despidió a los invitados.
Su hermana, la señora Reitz comprendió que su hermana se
había ausentado del salón porque no deseaba que el señor
Barnert la invitara a un tercer baile, de esa forma demostrara
su interés hacia ella.
Cuando la dama estaba con su esposo le preguntó:
—Blaker ha hablado con Conall.
—Lo he visto muy poco cariño.
—Amor, Colette sufre por él.
—Ya lo sé, más no se que le ha ocurrido, es como si
deseara rehacer todo lo malo que su tío hizo, es como si
quisiera recompensar a la humanidad.
—Conall está perdido.
—No cariño, si lo escucharas como les habla a las personas
de la salvación a través de Jesús, sabrías que está en su sano
juicio.
—Entonces, por qué rehúye a la felicidad.
—No lo sé, esa parte no la comprendo.

*******
Unas semana transcurrió sin que el señor Reitz hiciera el
esfuerzo de visitar a su amigo.
Un día estaba el señor Olson caminando por la playa,
cuando se encontró con el nuevo magistrado de Dorset:
—Caramba Reitz son dichosos los ojos que lo pueden ver.
—Esa misma frase usaría para usted mi buen amigo.
—Hay mucho trabajo que hacer.
—Ya me he dado cuenta.
Se formó el silencio.
El detective comentó:
—El Conde se quedó esperando su presencia en la velada
que organizó para celebrar el cumpleaños de Lady Colette
Howell.
El señor Olson se tensó al escuchar el nombre de la dama,
la que ocupaba cada uno de sus pensamientos en esos días.
—Más no se preocupe, fue tantas las personas que
asistieron que pronto se olvidó de su desplante y cuando un
caballero muy elegante se presentó y captó la atención de
todos los presentes, invitando varias veces a bailar a la futura
cumpleañera, haciendo así notorio su admiración por ella, pero
dejemos de hablar de cotilleos de salón, cuénteme, como es
eso que va ha construir un nuevo muelle.
El señor Conall Olson no pudo hablar mucho, sólo expresó:
—Únicamente esta en plano.
En ese momento, una dama al otro lado de la playa levantó
la mano. El detective de inmediato expresó:
—Le dejo Conall, mi esposa me espera, cuídese y espero
visitarlo pronto.
El joven caballero observó, como su amigo se alejaba con
grandes pasos, llegaba hasta su esposa e hijo y los abrazaba,
esa imagen se le quedó en su memoria, cuando retornó de
vuelta.
La señora Reitz le preguntó a su esposo, cuando lo abrazó:
—¿Le hizo saber lo que ocurrió?
—Desde luego cariño, y venga a darle un abrazo de oso a
su esposo y usted también hijo.
Los tres se abrazaron felices.

*******
Dos días después:
El joven señor Olson estaba divagando por la playa,
perdido en sus cavilaciones, cuando de repente miró donde
había estado la familia de su amigo Blaker, vio a la dama
objeto de sus pensamientos, sentada en una silla de madera,
pintando, dándole la espalda, en ese momento no sabía que
hacer, si ir a su lado, o correr a toda prisa, se decidió por lo
primero.
Se veía hermosa de perfil, concentrada en su pintura,
cuanto deseaba él, aproximarse a ella y abrazarla por detrás, de
manera tal, que nunca más la dejaría ir, cerró los ojos para
luchar contra aquel sentimiento, cuando una manita le agarró
del pantalón:
—¿Tío estas aquí?
Era la hija de Blaker, la mayor que poseía tres años.
—Hola princesa.
—Ven tío estoy con tía Co.
La niña hizo que Lady Colette Howell advirtiera la
presencia del caballero, así que se levantó y fue por la niña:
—Coly no moleste al señor Olson.
El deseaba sonreírle y sin más abrazarla, sólo indicó:
—Ella no me molesta.
Lady Colette Howell estaba muy turbada, así que
simplemente dijo:
—Pues la dejo con usted.
La muchacha un poco turbada caminó a su silla, tomó
asiento, pues la impresión de ver al caballero la había dejado
sin fuerzas, así que trató de continuar pintando, sus manos le
templaban.
Fue cuando escuchó en su espalda.
—Es muy bello como ve el acantilado.
—Cada cual ve las cosas diferentes.
Se formó el silencio y la pequeña Colette se marchó a
reunirse con sus padres, en ese momento el caballero indicó:
—Ya está grande la hija de Blaker.
—Sí que lo está.
Lady Colette Howell se puso de pie y comenzó a recoger
sus cinceles.
El señor Olson la observaba callado.
Ella finalizó de ponerlos en la pequeña caja e iba a coger la
pintura, cuando sintió una mano en su muñeca, se quedó
inmóvil:
—He estado, perdido.
Ella cerró los ojos al decir:
—¿Ya encontró el camino señor Olson?
—Sí Colette, mi camino es usted.
—Creo, que ese era su pasado.
—No, es mi presente y futuro.
—Ya es muy tarde, señor.
—¿Por qué? Ya ese caballero del baile, le hizo olvidar a su
antiguo pretendiente.
—Nunca tuve un antiguo pretendiente.
—No, entonces dónde me deja a mí.
—Usted nunca me declaró su amor, únicamente me hizo
una promesa que al poco tiempo desmintió.
El señor Olson se quedó callado.
Lady Colette Howell tomó su caja de cincel y su pintura,
sin mirar al caballero hizo una reverencia y dijo:
—Buenas tardes señor Olson.
El joven la vio marchar sin decir o hacer nada.
El señor Conall Olson retornaba a Hillside House con el
animo decaído, ya que caviló que la hermosa señorita Hill, su
señorita Hill perdonaría todos su desplantes y correría a sus
brazos con sólo decirle que ella era su futuro, eso no había
ocurrido, sabía y sentía que la había perdido, y una vez más se
sentía el culpable de todo.
Al llegar el mayordomo le indicó:
—Señor Olson, Lord Mylon Howell está esperándolo en el
salón amarillo.
—Gracias señor Gill.
El señor Olson al ver a su amigo, fue de inmediato y se
dieron un abrazo de caballeros.
—¿Cómo ha estado amigo?
—Muy bien, un viaje de miel muy largo, más muy
necesario.
—Sí, ya creí que no volvería a verlos y Elina cómo está.
—Ya más recuperada, sabés que ella posee una fe arraigada
en su corazón que la ayuda a mantener la vista en Dios.
—Eso es lo mejor.
Lord Howell denotó que su amigo estaba muy decaído, así
que cambió de tema al tomar asiento en el diván al frente de
él:
—Al llegar a Wareham no lo conocía, parece un pueblo
totalmente diferente, las calles están llenas de campesinos y
los muelles de pescadores, me contó un pajarito que mucho del
cambio se debe al esfuerzo que usted a realizado.
—Sólo estoy dándole al pueblo lo que en verdad le
pertenece.
—Mucho cuidado amigo denoto en su voz un poco de
culpa.
—Ya no guardo ese sentimiento en mi corazón, en verdad
me fue muy duro deshacerme de él.
—Más no del todo, ya que se ha alejado de las personas que
lo aprecian.
—Es muy sencillo amigo, no deseo dañarlos.
—Déjeme entenderlo Conall, usted cree que puede dañar a
las personas que ama, no comprendo.
—Es complicado Mylon.
—Me gusta escuchar las cosas complicadas.
El señor Conall Olson se quedó un momento callado.
El mayordomo ingresó con dos lacayos, estos sirvieron el té
y colocaron una bandeja de pasteles a un lado, posteriormente
se marcharon.
El señor Olson al finalizar su taza de té comentó:
—Después de lo que ocurrió con los maleantes del
contrabando y demás me sentí culpable de lo que había
pasado, así que traté de resarcir al pueblo de lo malo que…
Lord Howell finalizó:
—De lo malo que su tío había hecho.
El señor Conall observó a su amigo sorprendido, así que le
inquirió:
—¿Le contó Blaker lo que ocurrió en verdad?
—No, fue Elina.
—¿Elina?
—Sí, ella antes de las nupcias escuchó una conversación de
su padre con el señor Macbean, esa fue la razón de que ella se
quedó alojada en High Hause.
—¿Qué fue lo que escuchó Elina?
—Su padre hablaba con Macbean del cargamento, le
ordenaba que todo se llevara a cabo el día de su boda y que
después se encargara de usted.
El señor Olson se sorprendió.
Lord Howell continuó:
—Elina estaba asustada, además no sabía a quién decírselo,
pues, no deseaba decírmelo para que no enfrentara a su padre,
así que habló con mi padre y lo puso al tanto de lo que había
escuchado.
El señor Conall de pronto descendió la vista a su plato.
—Elina supo en esa conversación que su padre era el jefe,
así que cuando dieron la noticia de que él se había interpuesto
para salvarlo, ella sabía que esa versión no era la verdadera,
así que antes de marcharnos, se encerró con Blaker y nuestro
amigo no tuvo otra alternativa que de hablarle con franqueza.
—¿Por qué no acudió a mí?
—Eso mismo le pregunté, más su respuesta fue, que usted
desde que ella llegó de Francia la veía como una desconocida,
que tal vez todo había pasado por el tiempo que estaban
distanciados, por esa razón no poseía la suficiente confianza
de decírselo.
—Me he comportado de forma egoísta todo este tiempo,
estaba enfuscado en la sombra, después en los contrabandistas
y luego en tratar de resolver las cosas a mi modo.
—Y al parecer que eso no ha cambiado.
El señor Conall Olson miró asombrado a su amigo al
preguntar:
—¿Por qué lo dice?
—Pues es muy sencillo, primero trata de remediar los males
que según usted fueron causados por su tío, se adueñó de ellos
y se sintió culpable por ellos, ahora que según usted los ha
resuelto, ahora trata de reavivar al pueblo, más se olvidó de
vivir Conall, se olvidó que usted no es Jesús, el único que
puede llevar los pecados de la humanidad es Él, nosotros no
podemos ni somos capaces de hacerlo.
—Nunca me creí se Jesús.
—Tal vez eso es lo que usted cree amigo, sabe, comprendí
que dentro de nosotros hay un enemigo que nos conoce muy
bien, está siempre al asecho y nos hace ver las cosas
distorsionadas, cuando somos hijos de Dios estamos
caminando en su camino, más dentro de nosotros está esa vieja
naturaleza, ella está en nuestra mente y nos hace querer actuar
pecaminosamente.
El señor Conall se quedó mirando a su amigo, esté
prosiguió:
—Sabe esa naturaleza está dentro de nosotros, se aprovecha
de cualquier debilidad para tomar el control, y aunque hemos
sido salvos por la gracia de Dios, ella está siempre alerta para
hacernos actuar y pensar impíamente. Sentirnos culpable es
una de sus artimañas, lo que hay dentro de nosotros que nos
hace sentir culpa, remordimiento, resentimiento y toda carga,
es la naturaleza carnal.
—Mylon no sabía que esa actitud estaba en contra de Dios,
más bien me sentía que estaba haciendo lo correcto.
—Se sentía haciendo lo correcto, entonces estaba
obedeciendo a Dios.
—Estaba compartiendo su palabra, conviviendo y
escuchando a los del pueblo, estaba ayudando.
—¿Estaba obedeciendo a Dios?
—Estaba supliendo las necesidades del pueblo, dando
trabajo y ayuda dando a los pobres.
—Conall ¿Estaba obedeciendo a Dios con todas esas
acciones?
El señor Conall Olson se quedó meditando un largo rato
hasta que contestó.
—En parte, pues hacia todas aquellas cosas no porque él
deseara que lo hiciera, ni motivado por su amor, lo que me
motivaba en ese momento era el sentimiento de culpa, me
sentía culpable de la maldad que mi tío hizo.
—Hay algo más Conall usted lo sabe bien.
El señor Conall Olson miró a su amigo fijamente, como
buscando una respuesta a su pregunta, después descendió el
rostro y unas lágrimas salieron por su mejilla, después otra y
otra, hasta que se que joven señor Conall se derramó en llanto,
su amigo se puso de pie y con pasos lentos salió de la estancia
dejando al señor Olson derramando su dolor.
Poco tiempo después, el señor Conall se colocó de rodillas
y en voz alta dijo:
—Dios mío, «Reconozco tu gran poder; nadie puede
impedirte llevar a cabo tus planes. Tú preguntas quién soy yo,
que siendo un ignorante he puesto en duda tu sabiduría.
Reconozco que he dicho cosas que no alcanzo a comprender,
cosas que son maravillosas y que en realidad no conozco. Tú
dijiste: “Ahora yo voy a hablar, y tú me vas a escuchar”. Lo
que antes sabía de ti era lo que me habían contado, pero ahora
mis ojos te han visto, y he llegado a conocerte. Así que retiro
lo dicho, y te ruego me perdones». Esa fueron las palabras de
Job y ahora son mis palabras delante de usted, cuan insensato
fui, reconozco que usted posee gran poder, y aquí estaba,
tratando de ser como usted, que insensato fui, perdoname Dios
mío, perdona mi presunción, perdona mi arrogancia y orgullo,
nada soy sin usted.
El señor Conall se puso de pie, limpio su rostro con su
pañuelo y se encaminó pensativo a su despacho, tomó asiento
y tomando el Libro Sagrado lo abrió y leyendo en el salmos 1
se regocijó en gran manera, su Espíritu se vivificó y su alma
alabó a su Dios.
El señor Conall Olson tomó una hoja de papel y comenzó a
escribir:

Wareham 1846
Señorita Colette Hill
Permítame saludarla, muy apreciada dama:
Los motivos de estas líneas son para que usted comprenda
las razones y luchas que en estos meses he tenido y, para que
usted al final tome una decisión al respecto, se que mi
proceder no tiene perdón, si únicamente he de conformarme
con algo, que sea con su amistad.
Comenzaré por describir los acontecimientos desconocidos
para usted. A finales de Abril en las nupcias de mi prima Elina
con su hermano, descubrí que el jefe de la banda de
contrabandista era mí tío, se que se sorprenderá, como lo hice
aquella vez, las confesiones que escuché de sus labios me
aterrorizaron y a la vez me sentí culpable de todo aquel mal
que fue causado por mi ignorancia, al principio me sentí
culpable, después, me dije que debía enmendar el mal, como
se ha dado cuenta en esa etapa me desligué de todos e incluso
de usted, pues me sentía culpable de lo que había sucedido y
alejándome de usted, me infringía un castigo duro y fuerte, ya
que usted en ese momento representaba mi felicidad. Así lo
hice, le escribí aquella carta y acto seguido, comencé hacer lo
que creía que era lo correcto, ahora comprendo que estaba
actuando mal. Pues en vez de ir a Dios y pedir su guia,
comencé a actuar a mí manera, con un deseo interno de
resarcir los malos procederes de mí tío, y que en vez de que
saliera nuestro apellido por los males causados, saliera a
relucir por el bien hecho, ya ve usted, mi ayuda siempre tuvo
la motivación del orgullo, y la auto complacencia.
Al finalizar la reparaciones, compras y demás imposiciones
que me hice me encontré vacío y continuaba con la misma
culpa, fue cuando me detuve, tomé mi Libro Sagrado y busqué
en Dios una respuesta a mis desvaríos, la encontré en Juan 16:
5 al 15 específicamente en el 7 sabe, Jesús sabía que sus
discípulos no podían vivir la vida nueva en sus propias
fuerzas, sabía que sin contar con el poder del Espíritu Santo
fracasarían en la vida y en su tarea, pues al mirar hacía atrás
descubrí que había fracasado, ya que no me dejé llevar de la
guia del Espíritu, sino que escuché la voz de mi vieja
naturaleza, y aunque se escuchaba bien y adecuada, no era la
manera correcta, ya que tomé en mis manos la solución al
problema, cómo poseía los medios me dispuse a cumplir el
objetivo y me olvidé de lo que Dios deseaba hacer con esas
personas, y así mismo con mi persona.
Ahora creo que es demasiado tarde para reanudar una
relación que como usted misma me expresó, nunca comenzó,
más ahora he de suplicarle que me permita tenerla como
amiga, aunque le diré será muy difícil para mí, pero saberla
feliz y dichosa, será razones suficientes para vivir.
Se despide de usted un caballero que de verdad deseó
volver a usted para no separarse más.
Lady Colette leía una y otra vez la carta, al principio creyó
que era una manera de congraciarse con ella y que todo
volviera hacer como antes, pero al continuar leyendo
descubrió que el señor Conall Olson únicamente deseaba su
amistad, más al finalizar con esa frase que sabía de memoria,
comprendió que los sentimientos hacia ella no habían
cambiado, eso la llenó de satisfacción y alegría.
Capítulo VI
El señor Conall Olson atendió muy gustoso la invitación de
su amigo Lord Mylon Howell para que esa noche lo
acompañara a cenar.
Se vistió muy adecuadamente y con sumo esmero:
—Señor Conall espero que le vaya bien.
—Así mismo lo espero Vernal.
—Usted debe ponerse esa corbata, es nueva y además la
compró para una ocasión importante.
—Pues me pondré esa corbata Vernal, ya que hoy es muy
importante para mí.
El joven ayuda de cámara con satisfacción, ayudó a su
señor a colocarse la chalina.
—¿Vernal como están sus hermanas?
—Ya mi hermana mayor, María está más feliz, creemos que
a olvidado al párroco, mi abuela opina que le está poniendo
atención al nuevo galeno, el caballero visita mucho a la
residencia de las hijas de Dios y bueno, mi hermana menor
está muy entusiasmada con el sobrino de la señora Hill.
—¿Sobrino de la señora Hill?
—Sí señor, según me comentó mi abuela, el señor Barnert
hace una semana que envía flores a Martha, y la ha visitado,
dos veces.
El señor Olson no comentó nada, más tenía entendido que
el caballero estaba pretendiendo a Lady Colette Howell.
—A su padre le agrada esas futuras alianzas.
—Oh sí señor, ya que el señor Barnert le fue heredado el
internado de jóvenes, por el antiguo propietario, el caballero
necesita una esposa para que lo ayude con todas las funciones.
—Pero eso no es suficientes motivos para elegir a una
señorita como esposa.
—No lo sé señor, lo que si sé es que el caballero debe estar
muy interesado en Martha, para hacer ese viaje, dos veces a la
semana.
—Sí que debe estarlo Vernal.
El señor Conall Olson se dijo que esa noche averiguaría si
el caballero estaba aún interesado en Lady Colette Howell.

*******
Para su sorpresa al llegar esa noche, únicamente observó a
los esposos Reitz y su prima y esposo:
—Qué alegría que aceptaras nuestra invitación.
—Lo mismo siento Elina, es decir Lady Elina.
—Nada de formalidades esta noche, estamos entre familia.
—Como lo desees.
El señor Conall recibió una copa de vino de las manos de su
amigo el señor Blaker, este le dijo:
—Su acompañante esta noche se ha retrasado.
—¿Mi acompañante?
En ese mismo momento, se abrió la puerta del salón
ambarino e hizo su entrada Lady Colette, vestida de forma
muy elegante, su vestido era de un azul intenso, haciendo
juego con sus ojos, su cabello estaba recogido en uno de esos
peinados modernos, que dejaban una parte suelta, este caía
hasta su cintura como una cascada de trigo. Esa noche ella
estaba deslumbrante.
El señor Blaker comprendió que su amigo se había quedado
pasmado mirando a su cuñada, así que lo ayudó sacándolo del
trance:
—Oh, ya apareció su acompañante.
Ella se dirigía hacia él, con su manera alegre y suelta:
—Buenas noches señor Conall, esta noche me impusieron
la tarea de ser su acompañante.
—Buenas noches Lady Colette Howell.
—Bueno amigo, solo por esta velada dejaremos las
formalidades a un lado, usted para mí será Conall y para usted
seré Colette.
El joven señor Olson asintió con la cabeza y al escuchar al
mayordomo decir que la mesa estaba servida cada caballero
tomó su acompañante.
El señor Olson la miraba sin saber que hacer o decir, fue la
joven quien indicó:
—Me acompaña al salón del comedor.
—Oh sí, perdone mi torpeza.
Ella le sonrió.
El se desvaneció al instante.
Él levantó su mano para que ella se asiera del codo, así lo
hizo la dama.
De inmediato que los dos sintieron la a cercanía, se
turbaron.
La pareja comenzó a caminar a pasos lentos.
El señor Olson posó su otra mano encima de los dedos de
su pareja como quien se hace dueño, y a la vez temeroso de
perderla.
En voz muy baja le dijo:
—Está usted encantadora.
La muchacha se ruborizó por el alago, pero no se quedó
callada al decir:
—Sabía que sería su acompañante esta noche y me esmeré
en mi atuendo.
—Usted siempre es hermosa.
—Sí me viera al despertar no diría lo mismo.
—Verla al despertar sería un sueño.
Los dos se ruborizaron al entender que reguardaban esas
palabras.
Las parejas entraron al salón del comedor y cada caballero
tomó asiento al lado de su acompañante, el señor Conall imitó
a sus amigos.
Lord Mylon Howell dijo:
—Esta noche es muy especial para nosotros, por esa razón
decidimos hacer esta cena, lamentamos mucho que el Conde
esta noche la tenía comprometida, más nos insistió en que
celebráramos nosotros, que él de la misma manera lo haría, así
que, demos gracias a Dios por los alimentos:
—Gracias Dios por las provisiones que usted permite que
esta noche compartiéramos con nuestra familia, y gracias
también, porque nos bendice en aumentar la familia en
número, en nombre de Jesús amén.
La primera en ponerse de pie y exclamar:
—¡Seré tía, felicidades hermano y Elina!
La señora Reitz y su esposo se pusieron de pie y felicitaron
a la pareja.
Lady Colette no reaccionó tan rápido, pues cuando su
hermano iba a dar gracias por los alimentos, su acompañante
el señor Olson le tomó su mano entre las de él y ese gesto, la
turbó de tal forma que no escuchó muy bien la plegaría, más
ahora al escuchar a su hermana felicitar a su hermano y
cuñada, los imitó.
El señor Conall hizo lo propio y felicitó a los futuros
padres.
Todos con alegría disfrutaron de la cena. Esta fue animosa
y toda la conversación giró entorno al nuevo integrante o la
nueva princesa.
El señor Olson aprovechó el momento cuando estaban
disfrutando del postre, y que los demás estaban hablando entre
ellos, para preguntarle a su acompañante:
—¿Leyó mi carta?
—Sí.
—Entonces cual será su veredicto, podemos ser amigos.
—Tal vez podamos hablar más tarde de ello.
—Perdóneme si estoy un poco impaciente, más decláreme
si usted le ha dado al señor Barnert alguna esperanza.
—El señor Barnert nunca ha estado interesado en mí.
—Pero me dijeron que él bailó con usted dos veces en el
baile de su cumpleaños.
—Así fue, y creo que bailaría tres veces si me hubiese
encontrado, el señor Barnert muchas veces no es consciente de
las normas, así que con ayuda de una amiga me escondí, pero
las verdaderas intensiones del caballero, fueron siempre que lo
escuchara, él me creía su confidente y bueno hasta cierto punto
lo fui.
—¿Su confidente?
—El caballero estaba locamente enamorado de la señorita
Martha, por dos veces se le declaró a la muchacha, más ella
estaba reacia a sus pretensiones, ya que tenía en su cabeza a
otro caballero que según su análisis era un mejor partido.
—Entonces, el señor Barnert siempre estuvo interesado en
la señorita Martha.
—Sí, gracias a Dios que la muchacha entró en razón al
darse cuenta de que el otro caballero no le ponía ninguna
atención, así que ayer se decidió y bueno es algo confidencial,
más le dio el sí al señor Barnert, esta noche se hará público el
compromiso en la cena.
—Vaya, cuan errado estaba, creí que era usted la dama que
le interesaba al señor Barnert.
En ese momento Lord Mylon se puso de pie e indicó:
—Continuaremos hablando en el salón azul, pues esta
noche los caballeros disfrutaremos de la compañía de las
damas.
Lady Colette miró a su hermana y las dos sonrieron al
mismo tiempo.
El señor Conall las observaba, y al verlas sonreír se dio
cuenta del parecido de las hermanas, el mismo color de pelo,
los mismos brillantes ojos azules y el mismo cutis blanco y
rosado que las hacía ver muy hermosas, cómo no se dio cuenta
antes, se dijo que tal vez fue la notable personalidad de su
Colette, desenvuelta, franca y audaz, sumado a un carácter
dulce y noble, adornado con una inteligencia extrema, hacia
única a su Colette.
La joven volvió a su lado cuando los caballeros se
dispusieron a escoltar a sus parejas, el señor Conall le sonrió e
hizo lo mismo.
Entraron al salón azul y las puertas que daban al jardín
estaban abiertas, entraban una aroma a rosa y a jazmín.
El señor Conall no dijo nada, sino que continuó caminando
con su acompañante al balcón, deteniéndose en la barandilla y
girándose para mirar de frente a la joven:
—¿Dígame usted cual ha sido su resolución después de leer
mi carta?
—Creo Conall que está usted muy desesperado en saber si
somos amigos, pero el hecho de que esta noche sea su
acompañante, no le dice algo.
—Últimamente nos soy bueno en reconocer las señales.
—Una vez fui como usted.
Lady Colette se giró y mirando al cielo comentó:
—Una vez creí que una promesa dada por un caballero era
perpetua, pero me equivoqué.
En ese momento el señor Conall se aproximaba más a ella y
pasaba su mano por su cintura, acercando su dorso a la espalda
de ella, le dijo en voz ronca:
—Esa promesa, así como su rostro son la causa de mis
desvelos, de mi angustia e insatisfacción.
Se aproximó más y puso su cabeza tan cerca a la de ella, al
decir:
—Mi cuerpo la añora, mi mente la evoca, cada parte de mi
ser la extraña, me fue fácil renunciar a todo, más no he podido
renunciar a usted, por eso le escribí esa carta.
Lady Colette Howell deseaba escuchar toda la confesión,
así que cerró sus ojos al preguntar:
—¿Por qué se alejó Conall?
Cuando él escuchó su nombre pronunciado de aquella
manera, perdió la poca cordura que tenía, tomo la otra mano
que tenía libre y giró el rostro de la muchacha hacia él y con
ansias reprimida se apoderó de sus labios.
Ella poco a poco se giró, quedando de frente al caballero y
con las mismas ansias, dejó que el señor Conall saboreara su
ser.
Los dos participaron de la danza del beso, los dos soñaban
con estar de esa manera, cada uno en su forma, se aferró al
otro.
El señor Conall perdió el norte y el sur, ya no existía punto
de referencia para lo que sentía, así que poco a poco la apegó
más a él.
—Oh amor, no puedo controlarme.
—¡Conall!
Los enamorados se aferraban uno en el otro, sus labios
comenzaron a moverse, como si la música de la pasión los
hiciera bailar por la emoción.
—Conall si continuamos así no podremos ser amigos.
—Ya no deseo su amistad, la quiero a usted para mí.
—Conall debemos hablar.
—Sí debemos hablar.
Pero los labios de él volvieron a apoderarse de los de ella,
hasta que se quedó sin aliento:
—Creí que no la tendría más entre mis brazos.
—Nunca estuve entre sus brazos.
—Tal vez no físicamente, pero cada día estaba, con ayuda
de mi imaginación.
—Debemos hablar Conall, se que en la carta me explicó
muchas cosas más no me dijo nada de nosotros.
—Usted posee toda la razón.
—Ahora debemos entrar, de seguro que nos están echando
de menos.
—Antes deseo pedirle que nos veamos mañana a las once
en la playa, en el lugar donde pintas ahora.
—¿Cómo sabe usted dónde pinto ahora?
—Porque la observo de lejos.
Ella sonrió y él depositó un beso fugas en sus labios.
Lady Colette se sonrojó al ingresar al salón, pues caviló que
todos los presentes se darían cuenta de que estaban haciendo,
para su sorpresa, la estancia estaba casi vaciá, a excepción del
señor Reitz, todos se habían marchado.
El caballero se les aproximó y explicó:
—Todos los demás se marcharon, ya que Lady Elene no se
sentía bien, su esposo la acompañó y mi esposa fue a la cocina
por algún brebaje, para mejor el malestar de la dama y bueno
me he quedado para esperarlos.
—Muchas gracias cuñado, voy también a subir a ver a
Elene.
Lady Colette se giró, formó una reverencia a los caballeros
y salió de inmediato.
El señor Conall Olson la observó marchar, suspirando, ya
que no le permitió darle un beso en la mano.
El señor Reitz le comentó:
—Vaya muy despacio con ella.
El señor Conall miró a su amigo y le preguntó:
—¿Por qué Blaker?
—Porque usted la desechó, mi cuñada Colette posee un
temple fuerte, creí que era mi esposa quien más se parecía al
Conde, más ahora al ver el comportamiento de mi cuñada,
creo que me equivoqué, ella se muy entregada, de forma tal
que se da por completo, más cuando es herida toma sus
propias medidas para no ser lastimada, por eso se lo digo
amigo, debe usted reconquistarla con detalles, no se apresure a
declararle su amor, pues puede ser que lo rechace.
El señor Conall se quedó callado a las palabras de su
amigo, se despidió de él y cuando viajaba en su carruaje con
destino a Hillside House analizó las palabras del señor Reitz y
comprendió que eran sabías, así que se recostó hacia atrás y
comenzó a pensar como la reconquistaría, más bien como la
enamoraría, ya que nunca antes lo había hecho.
Al día siguiente un poco antes de la hora de su encuentro, el
señor Conall fue a la pequeña caverna, donde Lady Colette
pintaba el despeñadero, colocaron una mesa redonda dos silla
y sobre ella un mantel con dos copas y dispusieron al lado,
otra donde colocaron una canasta, con frutas y queso, así como
un vino.
Los lacayos se despidieron del señor Olson con una sonrisa.
El joven caballero esperó que la dama llegara, para sorpresa
del señor Olson, escuchó el galope de dos monturas, al ver a
Lady Colette estaba acompañada de su hermano, él se quedó
aturdido, no esperaba que ella asistiera a su cita acompañada,
más se recriminó al instante al pensar de esa manera.
Cuando los hermanos desmontaron, el señor Conall los
saludó.
Lord Mylon miró hacia la pequeña caverna y distinguió la
mesa, así que dijo:
—Voy a dar un paseo, retorno en un momento.
El señor Olson agradeció a su amigo en silencio.
Lady Colette observó la mesa desde su posición y expresó:
—Lo acompaño Mylon.
El caballero se sorprendió por la reacción de su hermana, al
ver lo que le esperaba, así que dijo:
—No seamos descortés con Conall, quédese usted.
Lady Colette asintió con la cabeza y como una niña
obediente, se giró al señor Conall.
El joven se desilusionó de inmediato al ver la reacción de la
muchacha a su sorpresa, así que dijo:
—Sí desea podemos dar un paseo.
Ella asintió con la cabeza, así que el señor Conall le
extendió el brazo para que lo tomara, ella más calmada lo hizo
y comenzaron a caminar en silencio.
Llegaron a donde estaban unos árboles que daban sombra y
se detuvieron, fue cuando ella comentó:
—No deseo importunarlo con mi actitud, pero no creo estar
preparada para que todo ocurra rápido.
—Comprendo Colette.
—No, usted no lo comprende, usted simplemente se me
aproximó una vez, me hizo una promesa y se marchó, me dejó
a un lado para hacer lo que usted creyó lo correcto, esta vez
quien no sabe si es lo correcto es mi ser, estoy confundida,
muy confundida, usted aparece de la nada, comienza a hablar
con palabras bonitas y me besa como si fuera su propiedad,
como si debería estar esperando por usted todo este tiempo, de
una forma callada, amándolo en silencio, pues no se lo
permitiré.
Lady Colette se marchaba, pero el señor Conall le tomó el
codo al decir:
—Perdóneme he sido un tonto, no debí actuar de aquella
forma, no debí alejarme de usted.
—Ya es demasiado tarde.
Ella se soltó de su mano y comenzó a caminar de regreso
donde estaba su montura.
El señor Conall recapacitó un momento y en seguida
comenzó a caminar detrás de ella:
—La amor Colette, la amo con todo mi corazón.
Ella se giró con cólera en su mirada al decir:
—¿Cuándo lo descubrió señor Olson? Ayer.
Ella continuó su camino.
—No, lo descubrí cuando estaba usted en el despachó de
mis abogados, cuando volvió en sí, esos bellos ojos azules me
miraron y me cautivaron, cuando íbamos a su residencia en el
campo y escuché aquella declaración de salvación que usted le
daba al señor Smith, me encariñe con su vehemencia, al ver su
corazón compasivo la admiré, más, aquella noche cuando nos
quedamos atrapados, en el salón amarillo de la residencia de
los señores Smith, la amé.
Ella detuvo la marcha y se volvió a girar al decir:
—Cuando me envió esa carta, me hizo la dama más
desdichada, así que creo que ya estamos a la par señor Olson,
continúe su camino que continuaré el mío.
Caminó más de prisa en busca de su montura, más al llegar
al lugar observó que su caballo, como el de su hermano no
estaban.
El señor Conall llegó a su lado y con voz ronca le expresó:
—No puedo continuar con mi vida, pues no veo un futuro
sin usted, no me pida que me aleje porque no me marcharé, me
quedaré a su lado aun cuando usted me lo impida.
—No haga las cosas más difíciles señor Olson.
—Ya lo hice, me empeciné en alejarme de la única persona
que en verdad me ha amado, ahora ella se niega a reconocer
que me ama.
La muchacha se giró para hablar, pero él fue más rápido, la
tomó por la cintura y el cuello y buscó sus labios.
Lady Colette al principio se reusó, pero el fuego que
contenía aquel beso, la quemó, poco a poco, dejó que la pasión
con que el caballero la inundaba, le llenara su cuerpo también
y se aferro a el señor Olson.
—Déjeme que le demuestre cuanto la amo Colette.
La volvió a besar apasionadamente.
La señorita Colette esta vez se abrazó al cuello del
caballero y con consentimiento dejó que los labios de él
reconocieran su ser.
Cuando no poseían aliento él detuvo el beso, pero no dejó
de abrazar y colocando su frente en la de ella le dijo:
—Deme la oportunidad de demostrarle, cuanto la amo.
La muchacha sonrió al decir:
—Con besos.
Esa solo palabra le dio el permiso de volver a ternala entre
sus brazos y con pasión se apoderó del cuello de la muchacha
y en seguida de sus mejillas hasta llegar a sus labios.

La pasión era embriagadora entre los dos, que no se


percataron que no estaban solos, hasta que escucharon una voz
detrás de ellos preguntar:
—¿Qué sucede aquí?
El joven se separó de su amada, más no la dejó escapar, la
mantuvo a su lado, abrazándola por la cintura.
Los dos jóvenes se encontraron con el Conde y con Lord
Mylon, quien sonreía de manera traviesa:
—Mi Lord permítame explicarle —. Indicó el joven con
voz entrecortada por la pasión.
—Será mejor que lo haga señor Olson.
—Pues, deseo enlazarme con su hija.
—Cómo es eso, sin cortejar a mí pequeña, desea enlazarse.
—Es que verá usted, tenemos muchos meses separados y
bueno, creo que no podría esperar un cortejo.
—¿Cómo es eso de que tienen unos meses separados?
—Mi Lord, desde hace dos año que conocí a su hija, en ese
tiempo era la señorita Hall, más, amaba a la dama, deseaba
serla mía, al surgir todo lo que ocurrió me sentí in merecedor
de su amor y me alejé de ella, fue un gran error, pues, todos
esos meses fueron de auto tortura para mí, ya que me creí
culpable de las actuaciones de otros, así que, como penitencia
decidí alejarme de todos los que amaba y también de la única
dama que me haría feliz, al final comprendí que cada cual es
dueño de sus actos y de sus consecuencias, y que si en algo
fallé, Cristo cargó con mi culpa, así que Dios me ha dado una
segunda oportunidad de encontrarla, de hacerla mía.
—Caramba muchacho, duró mucho en despertar.
—Así es Mi Lord.
—Pues nada, ya que esta muestra de cariño es demasiado
para unos amigos, le doy mi consentimiento de cortejar a mi
hija menor.
El señor Conall formó una reverencia y expresó:
—Gracias Mi Lord.
Lady Colette Howell no respondió con palabras, descendió
el rostro al suelo y entrelazó su mano a la de él.
El Conde formó una sutil reverencia y se marchó de la
playa, acompañado de su hijo y diciendo en voz baja:
—Hizo un buen trabajo, hijo.
—Creí que Colette se reusaría.
—Que va, ella simplemente se lo estaba poniendo difícil.
—¿Usted cree padre?
—Claro, ya verá usted que esos dos se enlazarán lo antes
posible.
—Pues mi hermana no estaba muy convencida.
—Si el joven Olson le da un beso más, como aquel, de
seguro que el enlace será para el próximo fin de semana, ese
muchacho está solo y necesita de una dama como Colette que
lo ama en demasiá.
La pareja de enamorados aprovechó que estaban solos y
volvieron a unir sus labios, con ardor y pasión.
—¡Colette la amo!
—Señor Olson es verdad lo que le dijo a mí padre.
—Cada una de las palabras, mí amada.
—Pero…
—Suu.
La silencio colocando sus labios sobre los de ella.
Cuando el señor Olson visitaba a su prometida, siempre
estaban rodeados de personas, el caballero únicamente podía
admirarla de lejos, el atractivo de la muchacha era solo uno de
los muchos encantos que estremecía de pasión al joven, para el
señor Olson, Lady Colette Howell era la única dama sin
comparación, con su hermana se sentía distinto, pensaba en la
señora Reitz con mucho cariño, en su amistad no había ni una
sombra de sentimiento; al principio su admiración no era sino
el cálido reconocimiento de una dama fuerte y tenaz, al pasar
el tiempo, la consideró como una hermana, en cambio, lo que
sentía por la hija menor del Conde de Dorset se escapaba de su
cordura, deseaba compartir cada hora del día con ella y pasar
las noches del mismo modo, en su compañía.
Una tarde el joven señor Olson le comentó a su prometida:
—Colette si, bueno, si mi deseo es volver a América, usted
me acompañaría.
Al recordar la muchacha las palabras de la señora Hill,
cuando le dijo: Si ese caballero retorna a América lo hará con
usted del brazo.
El joven al verla sonreír la miró fijamente al preguntarle:
—¿Le causa alegría mi proposición?
—Sí, mucho.
—Me gustaría saber la razón mi amada.
—Pues, cuando estuvimos juntos en la residencia de los
Smith, alguien nos encerró, en verdad fue Ross.
—Creo que siempre lo supe, más nunca le he dado las
gracias por ello.
Su prometida rio al decir:
—En ese tiempo creí que su corazón estaba ocupado.
—No me diga, ¿Qué la llevó a pensar de esa forma?
—Su actitud, además creía que la dama vivía en América.
—Jajaja. Sabe cuando usted se marchó fui detrás de usted,
ya que una dama muy astuta puso en mi mente la posibilidad
de que la perdería.
—¿Ross hizo eso?
—No diré nombre, más, esa misma tarde me presenté en la
mansión para verla y bueno, no tenía nada planeado, lo que sí
sabía era que no la deseaba perder, el anciano de las
caballerizas me impidió visitarla sin una compañía adecuada,
así que con desilusión volví a mí carruaje, pero antes de
montar, advertí a un caballero alto y fuerte, con el pelo color
rojizo, así que especulé que ese era el caballero que le haría la
visita y al instante sentí que la había perdido, retorné a
Wareham esa noche, en todo el camino me sentía solo y
desdichado, más mi estado de animo no mejoró en toda
aquella semana, la noche del cumpleaños de su padre, parecía
un alma en pena, era tal mi dolor que hasta mi amigo Blaker
supo que algo estaba mal conmigo.
—¿Por qué dice que hasta Blaker se dio cuenta?
—Pues, su cuñado es un caballero que no se entremete en
las vidas de los demás, a menos que estos estén, al borde de un
precipicio.
—¿Entonces usted estaba al borde de un precipicio?
—Creo que ya me había lanzado en él.
—¿De verdad Conall?
—Sí mi amada, al sentirme que la había perdido comprendí
cuanto la amaba.
—¿Usted nunca me declaró sus sentimientos?
—Creo que estaba esperando el momento adecuado, pero al
ocurrir lo de mi tío, me acobardé.
—Si lo de su tío no hubiera ocurrido, usted se hubiese
declarado en ese tiempo.
—Sí, y estoy seguro que ahora usted sería la señor Olson,
más mi tío tendría una arma fuerte por donde atacarme, en mi
pensar creo que Dios dispuso todo y que usted me dará el sí a
su tiempo.
—Usted está muy seguro señor Olson, de que le daré el sí.
Y así fue, dos mese después, Lady Colette Howell se
convirtió en la señora Olson, con la alegría y la felicidad de
una dama enamorada.
Los señores Olson se marcharon a hacer un viaje por
América.
La señorita Martha Gill se enlazó dos meses después, con el
señor Barnert y la pareja se hizo cargo del internado. Dios los
bendijo con dos caballeritos y una damita.
La señorita Mary Gill se enlazó con el nuevo galeno del
pueblo, y tuvieron una larga descendencia de cinco damitas y
un hijo.
El joven señor Vernal con ayuda del señor Olson, se
marchó a Oxford, retornando a Wareham como el párroco del
pueblo y enlazándose con la sobrina de la señora Nell, la
anciana que una vez fue, la dama de compañía, de Lady Elina
Howell.
Cuatro años después Lord Mylon Howell se convirtió en el
Conde de Dorset, ya que su padre una noche se marchó a su
recámara y en la quietud de su alcoba, el carruaje de la muerte
fue en busca de su cuerpo, su alma se presentó delante de su
creador y disfrutó de la delicia de estar en su presencia.
Los Condes de Dorset fueron bendecidos con un caballerito
y dos bellas niñas.
El señor Reitz fue nombrado el señor magistrado de Dorset,
pasando hacer, un señor respetado por todos. Dios bendijo su
unión y llegaron a la familia dos bellas princesas y dos
caballeritos, los cuales mantenían muy ocupados a la pareja.
La señora Hill se ocupó por muchos años de la residencia
de las hijas de Dios, donde muchas ancianas encontraron un
hogar, la señora Bob se quedó con su amiga al frente de la
institución hasta que Dios la envió a buscar, unos meses
después partió su amiga la señora Hill a reunirse con ella, para
esa época, ya Dios había puesto en el corazón de la señorita
Smith ayudar con la administración del refugio, y fue la
hermana del abogado, el señor Smith y su esposa quienes se
hicieron cargo de la administración. Cabe aclarar, que la
señorita Smith nunca contrajo nupcias y se quedó cuidando del
albergue.
Los señores Smith fueron bendecidos con dos caballeritos y
una damita.
Cinco año después los esposos Olson viajaron a Inglaterra
para vivir otra vez en su país junto a sus familiares y amigos:
—Conall dirán que nosotros no perdimos tiempo.
—En verdad amor, que no lo hemos perdido, ya tenemos
tres fruto de nuestro amor y otro viene en camino.
Lo dijo poniendo su mano en el vientre de su esposa.
—Conall fue feliz en América.
—Sí mi amada, he sido muy feliz, no por estar en un lugar
determinado, si no por estar a su lado.
—¿De verdad Conall?
Se acercó un poco más a ella y dijo en un murmullo:
—Qué le parece si nos fugamos, más esta vez usted tendrá
que decirme hacía donde iremos.
—Pues, es muy fácil señor Conall, le diré, tome a nuestros
hijos y fuguémonos a Wareham.
—Jajaja. La amo preciosa mía, eso era lo que deseaba
escuchar.
El señor Conall descendió el rostro y no sólo besó los
labios de su esposa sino también sus ojos.
Ella le susurraba, disfrutando cada beso:
—Conall no estamos solos en cubierta.
—Pues si no se marchan serán testigos de nuestro amor.
Dos semanas después, una amplia comitiva de ocho
carruaje llegaba a la mansión de Hillside House.
La señora Olson se sorprendió al ver el jardín que se
extendía, a cada lado del camino de entrada, una hermosa y
sorprendente fuente estaba colocada al final en forma de una
rotonda, y al hacer el giro, los carruajes se detuvieron en una
emplazada techada.
—¿Conall que ha ocurrido?
—Antes de marcharnos, la envié a remodelar para usted.
—Conall, pero se ve muy majestuosa, mucho más que las
mansiones de Londres.
—Un palacio para una reina.
Una pequeña de pelo rubio le tomó la mano y dijo:
—Un palatio mío.
—Sí mi princesa Corolyn, un palacio para mis princesa y
para el príncipe que viene en camino.
Y así fue, un caballerito vino a completar la felicidad de la
pareja, más un año después, llegaron dos gemelas a la familia
y fue en aumento, hasta que los esposos Olson tuvieron siete
hijos y estos con alegría, gritos, alborotos y regocijo, disiparon
algún recuerdo de que, por aquellos pasillos, alguna vez
paseaba una sombra.
La alegría, el amor y la fraternidad convirtió a Hillside
House en la mansión más visitada por la comunidad de
Wareham y sus alrededores.
El amor disipó cualquier recuerdo de la sombra.

“ En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa


fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el
que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. 1 Juan 4:18
Querido lector que el amor de Dios en su vida, eche fuera
cualquier temor.
Os querré siempre y para siempre.
L.C

fin

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