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se
Disipa
La Sombra III
Por: Lily Cerda
Derecho de Autor
La Sombra
se
Disipa
Derecho de Autor
Sinopsis
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
fin
Capítulo I
*******
La señorita Colette estaba preparando sus cosas, ya que, se
había cambiado a la nueva residencia, ella ahora vivía en la
cabaña que estaba próximo al establo, pues, no le gustaba vivir
en la residencia con las demás jóvenes, ella participaba de
todas las actividades, le enseñaba a tocar el piano y a tejer, al
finalizar el día deseaba estar sola, prefería vivir aislada.
Cuando desempacaba los papeles de su pequeño despacho,
se encontró otro sobre amarillo, se recordó que ese era el que
el señor David Olson le indicó, que lo guardara muy bien, por
esa razón lo guardó en la caja donde tenía los recuerdo de su
familia. Tomó el sobre y lo colocó en un lugar más visible,
pues, se le entregaría ese fin de semana al señor Olson, sonrió
al pensar que lo volvería a ver.
Dos días después, estaba la señorita Colette junto a la
señora Bob, arreglando un vestido:
—Ese vestido está adecuado para una cena.
—No lo sé, creo que es muy llamativo.
—Ja, no lo es, usted es una muchacha joven, aunque ahora
que lo pienso, usted a cambiado mucho, desde la primera vez
que nos vimos, ahora es usted una dama más comedida,
recuerdo que cuando llegó a nuestra humilde cabaña, con
aquellos baúles, cavile que era hija de un Rey, con sus manos
sedosas y su capa tan costosa, ahora dice usted que este simple
vestido es ostentoso, en verdad que ha cambiado.
—Las circunstancias pueden cambiarnos, hoy podemos
tenerlo todo, mañana podemos despertar sin nada, lo único
seguro que tenemos es la muerte y cuando ella toque a nuestra
puerta, debemos tener ese pasaje al cielo, sellado por el
Espíritu Santo, de otra manera, ella nos llevará al tormento
eterno, las pocas vicisitudes que pasemos en esta vida, no se
comparan con las que tendrá aquel que no pone su fe en Cristo
Jesús.
—Estoy de acuerdo con usted señorita Colette.
*******
Ese sábado, estaba la señorita Colette en la residencia de
los esposo Smith, ya a la mesa.
El señor Olson no había hecho acto de presencia, cuando se
escuchó unos pasos, ella sin saber se puso nerviosa.
Al abrir la puerta del salón del comedor, estaba el señor
Olson vestido impecablemente con un frac negro y camisa
blanca, su porte esbelto, acentuaba perfectamente su figura.
El recién llegado, saludó a los esposo Smith y a la hermana
del caballero, cuando se aproximó a ella, le indicó:
—Que agradable sorpresa es encontrarla aquí, señorita
Hall.
—Lo mismo digo, señor Olson.
La joven le extendió la mano, él muy galante depositó un
beso en ella, más se giró de inmediato al decir:
—Disculpen mi retraso, es que su invitación coincidía con
una reunión que tengo con otros caballeros, por esa razón,
únicamente participaré brevemente de la cena.
En el semblante de la señorita Colette se reflejó, la
desilusión.
El señor Olson fue colocado al lado de la señorita Hall, así
que ella aprovechó, cuando estaban cenando, para decirle:
—Encontré el otro sobre que su padre me entregó.
—¿Otro sobre dice usted?
—Sí, se me había olvidado, pues lo guarde con mis
pertenencias familiares y al cambiar de residencia lo he
encontrado.
—Ya comprendo, ¿Lo trajo con usted?
—Sí, está en la recámara que me asignaron.
—¿Se quedará esta noche en el pueblo?
—Sí.
La conversación finalizó, pues la hermana del señor Smith
deseaba la atención del señor Olson y preguntó:
—Señor Olson tengo entendido que su sobrina es la
prometida del futuro heredero al condado.
La señorita Colette se tensó, al escuchar esa noticia.
—Así es mi prima es, bueno, creo que esa información es
correcta.
—Según dicen que el caballero es muy apuesto.
—No le podría afirmar esa parte, puedo corroborar que toda
la familia del Conde de Dorset posee rasgos elegantes y finos.
La conversación finalizó, cuando la puerta del salón del
comedor se volvió abrir, era un caballero que acompañaba al
señor Olson, este al verlo, se puso de pie de inmediato.
—Si me disculpan, he de retirarme por un momento,
retornaré en breve.
Expresó las últimas palabras, mirando a la señorita Hall.
Ella asintió con la cabeza, para expresarle que tendría el
sobre a su regreso.
El señor Olson formó una reverencia colectiva y salió de la
estancia, acompañado del caballero.
Los caballeros no salieron por la puerta principal, se
escurrieron por la puerta de la servidumbre, se colocaron una
capa negra, que los cubría por completo, salieron a la
callejuela trasera, dónde los esperaba un carruaje, de esa
forma, evadieron a los caballeros que vigilaban al señor Olson,
que estaban en la parte del frente de la residencia del abogado.
Cuando los caballeros ingresaron a la vieja fabrica
abandonada, una parte estaba iluminada, ellos caminaron en
esa dirección:
En esa parte estaban los caballeros, entre ellos, el
magistrado de Dorset y el señor Reitz, los restantes eran fuerte
funcionarios de Scotland Yard e igualmente, otros cuatro
caballeros que eran colaboradores fiables.
—Buenas noches señor Olson.
—Buenas Noches caballeros.
—Dejaremos la formalidad a un lado, pues, no tenemos
mucho tiempo, le diré que en estos meses, nuestros agentes
infiltrados en Hillside House han hecho un excelente trabajo,
ya poseen la sincronización de los desembarque, también, han
descubierto, algunos caballeros del área, que forman parte del
contrabando, así mismo, tenemos los nombres de algunos
otros pueblerinos que están involucrados, tenemos una lista de
lo que necesitamos saber, es quienes son los caballeros
adinerados y nobles de la región que están vinculados con los
delincuentes, de la misma manera, precisamos de más tiempo,
para saber a quienes son entregadas las armas y si en verdad
hay armas en el trafico, pues no hemos encontrado ninguna,
así mismo, requerimos de una lista de negocios que son los
que suplen la mercancía, llámese alcohol, telas, tabaco, u otros
productos.
—¿Cómo obtendrán toda esa información sus agentes?
—Son damas y caballeros, entrenados, para comportarse de
manera tal, que obtengan la información, saben conducirse
para hacer pesquisas, por otro lado, no hemos podido conocer
el nombre del caballero que es el jefe de la operación, este
caballero es astuto y escurridizo, nadie habla de su identidad.
—Eso es absurdo.
—No lo es, ese caballero es como una serpiente, sabe todo
y cada movimiento de las personas, nadie sabe de él y aunque
sus secuaces saben su identidad no se atreven a revelarla, pues,
él no piensa dos veces en quitar del medio a quienes no
obedecen sus órdenes.
—Entonces, debe ser un caballero sanguinario.
—Más que eso, todos le temen pues no duda en quitar del
medio a su propia sangre.
La sala se quedó de pronto callada.
El joven señor Olson aprovechó para preguntar:
—¿Qué sabe del Shadow?
—Como usted pensaba, es una estrategia para mantener
alejados de Hillside House a los intrusos, formar una historia
mística ayuda al jefe a que nadie desee visitar la propiedad y
más, cuando ese fantasma, era el antiguo dueño, que toca una
música infernal.
—¿Saben quién es el caballero que se hace pasar por la
sombra?
—Se lo pondré fácil señor Olson, el fantasma de su
mansión le gustan las doncellas.
Todos los caballero rieron a carcajadas, más el señor Olson,
se mantuvo impoluto con el comentario.
—Eso quiere decir que sabe su identidad.
—Así es, debemos mantenerlo en secreto hasta que todos
los demás eslabones caigan en su respectivas anclas, una cosa
más señor Olson, estamos en el medio de la investigación,
deseamos que usted continúe al margen, únicamente fue
invitado esta noche para que entienda que estamos trabajando.
—Sí, comprendo señor Stinsford.
—Muy bien, eso es importante, ahora caballeros tenemos
que tener un evento para que Hillside House este desierta.
El señor Reitz tomó la palabra.
—Mi suegro, cumple años a principio del próximo mes, es
decir, en una semana y media, hablaré con mi esposa, para que
organice una cena a su nombre e invite a todas las familia del
señor Olson, así mismo, que use algunos de la servidumbre.
—Es una excelente idea, de esa forma, tendremos tiempo
de buscar más pruebas.
Al finalizar la reunión, el señor Olson retornó a la
residencia de los señores Smith, de la misma manera que salió,
de forma clandestina.
*******
Ya la familia Smith y la señorita Hall estaban compartiendo
el té en otro salón, cuando el caballero retornó, comentó:
—Espero no haberme perdido de algo importante.
El señor Smith contestó:
—Le participo, que las damas aquí presentes se han tomado
la libertad de disfrutar a plenitud de la velada.
—En tal caso estoy satisfecho.
La señora Smith indicó a su cuñada:
—Querida vamos por más galletas.
Las damas se marcharon del salón.
Cuando salieron a una distancia prudente la señora Smith
comentó a su cuñada:
—Berta debe ayudarme.
—¿En que Ross?
—Lo que sucede es que el señor Olson y la señorita Hall,
bueno, ya usted sabe.
—En verdad no sé nada.
—Querida esos dos se interesan él uno por el otro.
—De verdad, no me había dado cuenta, que romántico.
—Por esa razón necesito su ayuda.
—Cuente con ella.
El señor Olson comentó al abogado:
—Esta tarde pasé a visitar al señor Phelps.
—Ahora que usted lo menciona tengo varios días que no se
de él.
—Toqué varias veces a su puerta y nadie me contestó.
—Ese caballero es muy despistado, por otro lado, muchas
veces se marcha a visitar a su tío el clérigo.
—Pues, eso debe ser que está en Wareham.
La señorita Hall aprovechó que los caballeros hablaban,
para disculparse un instante e ir por el sobre amarillo, que le
tenía que entregar al señor Olson.
Las tres damas ingresaron casi al mismo tiempo al salón.
La señorita Hall aprovechó que el señor Olson estaba
mirando por la ventana para aproximarse:
—Señor Olson este es el sobre que le hablé.
—Muchas gracias.
El caballero lo tomó e inmediatamente lo introdujo en su
chaleco, acto seguido, indicó:
—Me gustaría invitarla a Hillside House para que conozca
a mi prima Elina Olson.
La joven se consternó, ya que eso implicaría estar próximo
a su familia.
—No sé que responder, señor Olson.
—Únicamente será una visita, claro está, cuando la
temperaturas estén más cálidas.
—Muchas gracias, lo pensaré.
—Hablando de otra cosa ¿Cómo esta la señora Bob y sus
nietas?
—Ellas están muy bien, usted debe estar al corriente, una
de las nietas de la señora, se comprometió con el señor Phelps.
—¿El contable?
—No, con el clérigo.
—Oh es verdad, los caballeros son familia y poseen el
mismo apellido.
—La joven conoció al clérigo cuando este fue a visitarnos,
para ponerse a nuestras órdenes.
—¿El Clérigo las visitó?
—Así es, creí que usted lo había enviado.
—En verdad no he conversado mucho con el eclesiástico.
—¿Qué extraño? El caballero indicó que ustedes, es decir,
su familia, eran parte de sus feligreses.
El señor Olson no refutó las palabras del eclesiástico, sino
que cambió de tema al preguntar:
—¿Es más amplia la nueva residencia?
—En verdad sí, ahora somos menos que al principio.
—Menos, dice usted.
—Sí, algunas de nuestras muchacha han contraído nupcias
y otras han encontrado empleo de institutriz, eso nos agrada
sobre manera, pues es un arduo trabajo tener a tantas jóvenes a
nuestro cargo.
—¿Cómo han conseguido empleo?
—Por medio del clérigo, es impresionante las personas que
conoce, cuatro de nuestras jóvenes, las han contratado con
lujosos sueldos, como institutriz.
—Me alegro por ellas.
La conversación finalizó, cuando la señorita Smith se
aproximó con unas galletas:
—Pruebe estas galletas señor Olson son deliciosas.
—Gracias.
La dama no se marchó, sino que continuó diciendo:
—Señor Olson es usted un caballero muy elegante, desde
luego debe tener algunas damas que estén suspirando por
usted, ¿No es así señorita Hall?
La joven se ruborizó de manera tal, que el señor Olson
descendió el rostro, para no avergonzar más a la dama.
La señorita Smith no se quedó así, sino que continuó:
—Es tan romántico escribirse cartas a escondidas y estar al
pendiente de la otra persona en medio de una cena, aunque
estemos rodeados de personas, le diré que eso no es
impedimento para estar al pendiente del objeto de nuestra
devoción.
La señorita Colette Hall deseaba en ese preciso momento
desaparecer. Por otro lado, el señor Olson estaba sin entender
porque la hermana del abogado, hablaba de esa forma.
La señorita Colette Hall en un momento de desesperación,
indicó:
—Permiso, voy por un poco de agua.
—Oh no querida, hágale compañía al caballero, le buscaré
el agua.
La dama se marchó sin esperar respuesta.
El señor Olson la vio marchar, en seguida observó a la
señorita Hall, estaba tan ruborizada, parecía que su rostro de
un momento a otro iba a estallar, fue cuando comprendió todo
y aquel reconocimiento le llenó el corazón de alegría.
El señor Smith salvó la situación, al aproximarse a ellos,
preguntó:
—¿Señor Olson se marcha usted esta noche?
—No, me quedaré en el pueblo.
—Deduzco que tiene donde alojarse.
—En verdad deseaba hacerlo en la residencia del contable,
es decir mi residencia, más como nadie me recibió, creo que lo
haré en la posada.
—Nada de eso, no tenemos una mansión, esta residencia
consta con varias recámaras de huésped, usted puede alojarse
con nosotros.
—En ese caso, se lo agradezco, voy a indicar a mi cochero
que traiga mis pertenencias.
—Muy bien, asunto resuelto, permiso pondré todo en
orden.
Cuando el señor Olson salió del salón amarillo, la señorita
Hall aprovechó para decir:
—Buenas noches, me retiro a mí recámara.
Fue la señorita Smith que preguntó:
—Tan pronto, no esperará que retorne el señor Olson para
despedirse.
—En verdad no, despídame usted de él.
La joven avergonzada, formó una reverencia colectiva y se
marchó.
Los esposo Smith no se percataron de lo que había echo la
hermana del abogado.
El señor Olson fue alojado en una recámara en el primer
nivel, por cierto, muy acogedora.
El caballero estaba preparándose para dormir, cuando
recibió una nota debajo de su puerta.
La abrió y esta decía, en unas letras irregulares:
Lo veo en el salón amarillo.
La señorita Hall.
La señorita Hall de igual forma, recibió una nota debajo de
su puerta:
La veo en el salón amarillo.
El señor Olson.
La señorita Hall miró dos veces la nota, aquellas letras no
parecían de un caballero tan educado como el señor Olson,
más quien era ella para saber el carácter de las personas, por la
forma que escriben.
El señor Olson esperó un momento, antes de salir al pasillo,
todo estaba a oscura, así que tomó un candelabro, como ese
salón estaba en esa planta no le fue difícil llegar, la estancia
estaba a oscuras, únicamente las pocas brazas de la chimenea
dejaban ver un poco de luz, así que entró y aguardó por la
dama, esta vez, un poco nervioso, al estar al corriente que ella
poseía un poco de interés hacia su persona.
La señorita Colette estaba alojada en la primera recámara al
ascender las escaleras, por esa razón, no le fue difícil bajar,
con un candelabro en la mano caminó al primer piso y al salón
amarillo, al abrir la puerta, se sintió cohibida al ver al señor
Olson poniendo más leños a la chimenea.
El señor Olson caviló que la dama se había arrepentido de
asistir, después de convocarlo a una reunión clandestina, en
ese mismo momento, escuchó la voz de la dama.
La señorita Hall habló primero:
—Dirá usted señor Olson.
El caballero miró asombrado a la dama y respondió:
—En verdad deseaba saber, que es lo que usted, desea
decirme.
—No, fue usted que me envió esta nota.
La dama sacó una nota del bolsillo de su vestido, él se
aproximó y la tomó, eran las mismas letras de la nota que él
poseía.
—A mí también me enviaron una nota similar.
El caballero sacó la nota y eran las mismas letras.
—Al parecer que alguien quiere reírse a costa nuestra.
Indicó, la señorita Hall avergonzada.
Enseguida se escuchó un chasquido de cierre y el caballero
fue de inmediato a la puerta, efectivamente, alguien la había
cerrado desde el otro lado.
—Al parecer que no sólo desean reírse de nosotros.
—¿Ahora que haremos?
—Creo que continuar poniendo leños, no creo prudente
llamar a voces, pues, si nos encuentran encerrados en este
salón, de seguro que habrá consecuencias futuras.
La muchacha descendió el rostro avergonzada, pues,
comprendió con claridad lo que implicaban las palabras del
caballero, así que con parsimonia se dirigió al sofá que estaba
próximo a la chimenea, y tomó asiento.
El joven señor Olson comprendió que estaba siendo muy
rudo con la dama, todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor
lo mantenía alerta, así que respiró profundo, se aproximó a la
chimenea y la atizonó con el metal, que estaba a un lado, a
continuación, con más tranquilidad tomó asiento donde estaba
la joven y dijo:
—Creo que debemos esperar.
Y al mirarla le sonrió.
La señorita Colette le devolvió la risa, más, no muy
convencida.
Los dos se quedaron en silencio, observando como las
llamas de la chimenea cobraban vida.
—¿Cómo conoció a mí padre?
—Sabe, no le he comentado la verdad a las personas que
me rodean, la verdad es que soy hija de un noble.
—¿Hija de un noble?
—Sí, en mi segunda temporada social, un llamado caballero
me, bueno ya sabe, estaba en una fiesta y habían tantas
personas que me sentía sofocada, salí al jardín y ese caballero
me atacó, no recordé nada, pues, de la impresión me desmallé,
mi hermano mayor me encontró, ya que estaba al pendiente de
mí, para no hacer la historia larga, el caballero me chantajeó y
bueno, caímos en su trampa, gracias a un amigo de mi
hermano, salimos del problema, pero cuando mi padre se
enteró, me desheredó.
—Nunca me imaginaría que usted ha pasado, por tanto.
—Ese fue el principio, de tenerlo todo de la noche a la
mañana me encontré en una institución que decía que ayudaba
a señoritas necesitada, en verdad, las explotaban, nos
levantaban a la cuatro de las mañana y hasta las ocho de la
noche, no descansábamos, en ese lugar no se aprende nada,
pues, el tiempo que toman para leer el Libro Sagrado es
cuando ya una no posee fuerzas, en vez de escuchar la verdad,
se aborrece, ya que las personas que se dicen ser seguidoras de
Dios se comportan como verdugos, sin compasión o amor.
—¿Eso le sucedió a usted?
—Sí, odié a esas personas y a su vestimenta de piedad,
aborrecí su creencia, más después conocí a su padre, el señor
Olson me enseñó el verdadero Dios, aquel que se demuestra
con nuestras vidas. Fue cuando comprendí, muchas de las
personas que se dicen ser creyentes, están ciegos en sus
creencias, ritos y según sus propias opiniones, tienen una vida
santa, más, están muy alejados del verdadero Dios.
—Por eso decidió hacer un hogar donde las damas
encontraran lo que usted buscaba.
—Sí, su padre me ayudó y también la señora Bianca Hill,
en verdad, las dos teníamos el deseo, ella por ser más mayor
de edad, es el rostro que decide, más en verdad soy quien
administra.
—Al verla nadie cavilaría que usted nació siendo noble.
—¿Por qué lo dice? Por mi falta de modales, o por mi
apariencia.
—No mal interprete mis palabras, es por su coraje, su
decisión, perseverancia, una dama como usted, únicamente las
conocí en América, aquí conocí a una con esas características
y es la esposa de un amigo.
—Gracias por sus halagos, más no siempre actué de esa
manera, Dios permitió todo lo anterior para reforzar mi
carácter, y para que dejara de ser la joven remilgada y cobarde
que antes fui.
—Sabe, usted posee toda la razón, Dios permite situaciones
fuertes en nuestras vidas para mejorarla.
—Al parecer que usted también a pasado por cambios.
El señor Olson se quedó callado por un momento, en
seguida expresó:
—Sí, llegué de América creyendo que lo peor era haber
perdido a mi padre, sin entender que ese era el comienzo de un
largo camino de angustia, sabe, encontré que Hillside House
está siendo usada, como un almacén para los contrabandistas,
allí desembarcan todas clases de cosas y lo guardan para ser
enviados a otras parte del país.
La muchacha lo miró, más no comentó nada:
—No sé porque lo comparto con usted, esa es una fuerte
carga que tengo sobre mis hombros, saber que la residencia
que mi padre amó como hogar, es usada para guardar armas,
municiones, alcohol y todo lo que esos barcos clandestinos
traen de Francia, nadie ve ni dice nada, es como si todos están
participando de ello.
—El miedo paraliza señor Olson.
—¿El miedo dice usted?
—Sí, tal vez muchos de ellos no participan del
contrabando, se quedan callados por el miedo.
—Usted posee toda la razón.
—Sabe, cuando la señora Bob y sus nietas llegaron a
nuestra residencia, estaban muy cautelosas, recuerdo una frase
que la señora Bob me dijo, el verdadero amor echa fuera al
temor, muchacha, usted ama de verdad a Dios, pues ya no es la
muchacha tímida e insegura que conocí, eso mismo le digo a
usted señor Olson, si su amor por Dios es genuino, usted no
tendrá temor, no es que se enfrente a esos contrabandista usted
sólo, recuerde que Hillside House es su residencia, le
pertenece es de su propiedad, es a la vez morada de un hijo de
Dios, todos los que están bajo su techo deben saber que esa
también es la morada y la residencia de Dios.
—¿Cómo hacer algo así señorita Hall?
—Muy sencillo, póstrese delante de su Dios y derrame sus
preocupaciones a Él, verá, que los cielos se abrirán, lo que es
imposible para los hombres, Dios al mando y con el control, lo
permitirá de forma tan natural que todos se asombrarán.
El señor Olson giró el rostro hacia la señorita Colette y le
sonrió, esta vez la muchacha le devolvió la sonrisa franca y
sincera.
—¿Ese es su verdadero nombre?
—Colette sí, Hall fue el apellido que me dio su padre,
cuando supo que me buscaban, por esa razón me envió al
campo a esconderme.
—¡Colette es un nombre hermoso!
*******
La señora Smith estaba inquieta, así que su esposo le
preguntó:
—¿Qué le ocurre Ross?
—Es que deseo tanto que el señor Olson se fije en la
señorita Hall.
—Eso será imposible.
—¿Por qué dice usted eso?
—Pues el caballero viajó a Londres y al retornar nos
comentó que deseaba vender todo su patrimonio.
—Es decir que desea irse.
—Sí Ross, el señor Olson desea volver a América y todo
indica que dejó a alguien esperando por él.
—¡Oh no!
—Porqué se incorpora, ¿Para dónde se dirige?
—Oh Charles, encerramos al caballero junto a la señorita
Hall en el salón amarillo.
—¿encerramos?
—Sí, su hermana y …
—¿Ross que han hecho?
—No se preocupe, voy a quitar la aldabilla.
—Vaya pronto, hágalo de manera tal, que nadie se de
cuenta.
—Retorno de inmediato.
—Hablaremos de esto Ross.
La señora Smith tomó un candelabro y descendió las
escaleras con prontitud, fue al salón amarillo y con un sonido
fuerte, quitó la cerradura, rápidamente se perdió en el pasillo.
El señor Olson se quedó mirando la puerta y comentó:
—Al parecer que nos han liberado.
—¿No sé quien pudo hacer esto?
—Quien lo haya hecho se lo agradezco.
Los dos sonrieron.
La señorita Colette Hall se puso de pie y fue por su
candelabro, este poseía una diminuta vela, así que comentó:
—Será mejor que me retire, buenas noches señor Olson.
—Buenas Noches Colette.
Ella sonrió y salió del salón amarillo con destino a su
recámara.
El señor Olson se quedó un tiempo más analizando la
conversación que había tenido con aquella joven.
Capítulo II
*******
La señorita Hall esa mañana despertó un poco tarde, al
descender encontró que los caballeros se habían marchado, así
como la hermana del señor Smith.
Al estar la señora Smith, únicamente con la dama le
comentó:
—Hay señorita Hall, discúlpeme por lo que ocurrió anoche.
La joven se asombró, al darse cuenta que la responsable del
encierro en el salón amarillo, era su amiga:
—¿Usted fue que nos citó?
—Sí y también le coloqué la cerradura.
—¡Oh Ross, en que estaba pensando!
—Perdóneme, es que deseaba con toda mi alma que el
señor Olson se fijara en usted.
—Las cosas no siempre salen como deseamos, Ross.
—Veo que el caballero le habló de la dama que lo espera en
América, en verdad no sabía que el caballero tenía el corazón
comprometido, lo siento señorita.
La señorita Hall se compungió al escuchar aquello, a su
pesar indicó.
—No es nada Ross, gracias a Dios que no pasó a mayores.
—Usted se merece un buen caballero señorita Hall, uno que
la cuide y la proteja, como mi esposo, aunque ha veces es muy
regañón, es un buen proveedor, sabe, lo único que lo detuvo en
poner el grito al cielo cuando hablamos de lo que hice, fue
saber que estoy en la dulce espera.
—¿De verdad Ross?
—Sí señorita, ya usted sabe, no es fácil tener dentro de una
a otra persona creciendo, muchas veces, me dan deseos de
llorar, reír o cantar, anoche cuando hablé de lo ocurrido con mi
esposo, tenía ganas de llorar mucho, pues en verdad quería al
caballero para usted, ya que ustedes hacen buena pareja.
—No hablemos más del tema Ross, muchas veces nosotros
deseamos algo que creemos bueno, más Dios tiene algo mucho
mejor para nosotros.
—Así espero que sea, en cuanto a usted.
Esa tarde, la señorita Hall se despidió de su amiga.
De camino a su residencia, llevaba un nudo en su garganta,
pues, saber que el corazón del señor Olson le pertenecía a otra
dama, la entristeció, ya que guardaba la esperanza de que
después de aquella plática, el caballero abriera su corazón ante
ella, las cosas serían diferente, una vez más se había
equivocado.
*******
El señor Olson antes de marchar a Wareham, pasó por la
residencia del señor Smith a despedirse de la esposa y también
de la señorita Hall:
—Buenas tardes, señora Smith.
—Buenas tardes, señor Olson, creí que se había marchado.
—No, es ahora que dispongo hacerlo, pero antes deseaba
despedirme de usted y de la señorita Hall.
—Es mucha distinción de su parte, siento informarle que la
señorita Hall se marchó al campo, creo, porque recibiría visita
de un conocido, sabe señor Olson, confío en Dios que ese
caballero sea la persona que Dios tiene para la dama, pues, no
es fácil pasarse la vida cuidando de jóvenes, que de una
manera u otra, tomaron sus decisiones, y al finalizar es la
señora Bianca Hill y la señorita Hall quienes tienen que
enfrentar la vida por ellas.
—Usted posee toda la razón.
—No me gusta hablar mucho, la señorita Hall debe pensar
en tener su propia familia, no lo cree usted.
—Sí.
—Sabe, confío en Dios que el caballero que visitará a la
señorita Hill esta semana, se gane su corazón, entiendo, que
ella tenía los ojos en un caballero imposible, más gracias a
Dios que se marchó con los ojos abiertos.
Sin saber porque, al señor Olson no le gustó aquella
declaración, así que se quedó callado.
—Bueno no le quito más su tiempo, aunque el viaje a
Wareham no es muy lejos, es mejor que se marche antes de
que anochezca, ya que los caminos son peligrosos.
—Así es señora Smith, gracias por su hospitalidad.
—No faltaba más, usted es un gran amigo de mi esposo,
siempre a la orden.
—Gracias una vez más.
El señor Olson se despidió de la señora Smith.
Al subir a su carruaje, recordó que la señorita Hall recibiría
un amigo del pasado, y no le agradó, dejó que el carruaje
comenzar su camino, cuando pasaba por el frente del despacho
de los abogados, hizo que se detuvieran, se desmontó e indicó:
—Nos quedaremos en Swanage esta noche, vayan a la
residencia y comuníquenselo al mayordomo.
—¿Desea que volvamos por usted señor Olson?
—No, le pediré al señor Smith que me traslade.
El palafrenero que él sabía, que lo estaba vigilando, se
quedó desconcertado, más no tuvo otra opción que de acatar
sus ordenes.
Cuando el carruaje comenzó la marcha, el señor Olson
entró en la oficina de los abogados y le pidió al señor Smith un
carruaje de alquiler.
El caballero le respondió:
—Usted puede usar el nuestro, nosotros pediremos uno
cuando marchemos.
—Tal vez retorne tarde.
—No hay problema, señor Olson.
El señor Olson tomó el carruaje que les ofrecieron los
abogados y acto seguido, se marchó al campo.
Cuando el carruaje se detuvo, estaba al frente de la
residencia de las señoritas hijas de Dios, y no sabía con que
excusa estaba presentándose ante la señorita Hall.
Tocó a la puerta y una señora mayor la abrió:
—Buenas tardes caballero.
—Buenas tardes, busco a la señorita Hall.
—La señorita Hall está en su cabaña, ella vive próximo a
las caballerizas.
—Muchas gracias.
El señor Olson subió al carruaje, se dirigió a las
caballerizas.
Un anciano los recibió.
—Buenas tardes, donde puedo encontrar a la señorita Hall.
—Esa es su residencia.
—Gracias.
El anciano lo detuvo:
—Un momento caballero, usted no puede presentarse en
esta propiedad, sin una autorización anticipaba.
—Soy el señor Olson, el caballero que es responsable de la
propiedad.
—Lo siento señor Olson, tenemos unas reglas que no se
pueden pasar por alto, la señorita Hall no debe recibir visita de
caballeros, sin una debida compañía.
—¡Comprendo!
El señor Olson retornó a su carruaje, antes de subir,
distinguió a un caballero alto, fornido, el cual salía de la
mansión principal, se dijo, que ese debió ser el caballero que
estaba visitando a la señorita Hall, así que, subió a su carruaje
con un poco de desconcierto, se marchó mirando así atrás
como quien pierde algo muy querido.
Ya era muy entrada la noche, cuando el señor Olson llegó a
Wareham, pues al retornar a Swanage, decidió que se
marcharía aquella noche, y así lo hizo.
*******
El cumpleaños del Conde, ocurrió lo que todos menos
esperaban, la señorita Elina Olson y Lord Mylon Howell
dieron un espectáculo apasionado al Conde y al señor Olson,
en ese mismo momento, la pareja puso fecha, para el enlace a
finales del mes de Abril.
Al día siguiente del cumpleaños del Conde, el señor Reitz
se aproximó al señor Olson:
—Conall ¿le ocurre algo?
—No, porque lo pregunta.
—Ha estado usted muy ensimismado, e incluso ayer el la
fiesta lo vi retraído.
—Es que recibí otro sobre, que le pertenecía a mí padre, en
el hay muchas notas que escribe en diferentes días antes de
morir, en una habla que la avaricia empaña la razón y que el
odio pesa más que la sangre. También escribió, que maldito es
aquel caballero que confía en otro caballero, y así muchas
notas, no encuentro ningún sentido.
—No se angustie, ya estamos avanzando mucho, falta poco
para que todo se aclare, creo que eso no es lo que en verdad lo
tiene melancólico.
—Usted tiene razón, es una dama.
—¡Por fin encontró una dama!
—No lo creo, más bien especulo que en estos momentos
debe estar ya comprometida, y si no lo está, debe estarlo muy
pronto.
—Y usted que ha hecho, le declaró sus sentimientos.
—Ese es el problema, que no sé lo que siento, ella posee la
capacidad de que puedo hablarle con franqueza, puedo confiar
mis temores y preocupaciones, me examino y al final me digo
que no sé que en verdad siento.
—¿Por qué dice usted que debe estar comprometida?
—Una amiga me informó que ella recibiría la visita de un
caballero y viajé a su residencia, al no tener una dama de
compañía no la pude ver, advertí al caballero que la estaba
visitando, era en verdad muy elegante.
—¿Qué sintió al ver al caballero?
—No lo puedo decir, no sé porque sentí, un sentimiento tan
vil por un caballero que no conocía.
—Se lo diré mi buen amigo, porque su mente sabía que
perdería a la dama por él, y esa no es cualquier dama.
—¿Usted cree Blaker?
—Sí amigo, dígame ahora que siente al sentir que la ha
perdido.
—No sé, es como una sensación de pérdida, de soledad, no
comprendo ya que la señorita Hall siempre ha sido una
conocida.
—La señorita Hall sin usted advertir, ni darse cuenta, se ha
apoderado de su corazón.
—¡Eso es imposible!
—Puede ser, declare a su amigo, ¿ha visitado a la dama
posteriormente de saber que lo vigilan?
—No, no deseo que le hagan daño.
—Pero, aun así, hizo lo posible por verla.
—Para mí sorpresa estaba invitada a la cena que tenía de
coartada, para ir a la reunión pasada.
—Es decir, que la dama es conocida de los señores Smith.
—Sí.
—¿Qué sintió cuando la vio en la cena?
—Si le soy sincero, nada, más cuando retorné y una dama
insinuó que ella me veía con otros ojos, ese descubrimiento me
agradó sobremanera, ya que estos meses sin verla…
—Termine la frase amigo.
—Blaker deseaba verla.
—Muy bien, esa es la respuesta, usted deseaba ver a la
dama y ya no se engañe más, ya sabe el porqué.
—Sí ya lo sé, en verdad dentro de mí lo sabía, no deseaba
admitirlo, pero ya es muy tarde.
—¿Quién se lo dijo? Nadie le ha informado de ella, ¿por
qué especular?
—Usted posee toda la razón, me marcho a Swanage.
—¡Recuerde lo que ocurre en su mansión!
—Amigo, no puedo hacer nada, debo irme ahora antes de
que anochezca, pues debo viajar en otro carruaje que no sea el
mío.
—Tome el nuestro, los palafreneros son confiables.
El señor Olson sonrió y de inmediato salió sin despedirse
de los demás, se dirigió a las caballerizas.
Un sentido de esperanza, llenó el corazón del señor Olson,
cuando iba de camino.
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Esa mañana la señorita Hall estaba en las caballerizas,
hablando con el anciano que cuidaba los caballos:
—Gracias señorita, la untura me ha mejorado los dolores.
—Debe usted mantenerse caliente, aún las temperaturas no
están para caminar sin la capa.
—A mi edad ya todo molesta señorita.
Cuando de pronto se escuchó la llegada de un carruaje.
La señorita Hall al junto del mozo de cuadras salieron, ya
que no esperaban a ningún visitante.
El señor Olson descendió del carruaje y el rostro se le
iluminó, al encontrarse con la dama, que era la dueña de sus
pensamientos en todo el camino:
—¡Señor Olson, que sorpresa!
El recién llegado formó una reverencia.
—Buenas, señorita Hall.
La dama de pronto cambió su semblante de sorprendida al
de preocupación:
—¿Ocurre algo señor Olson?
—No, sólo pasaba a saber como estaban.
El rostro de la dama se suavizó e indicó:
—En tal caso, vayamos dentro, la señora Bianca Hill me
espera para almorzar, así usted nos acompaña.
—No deseo importunar.
—Nada de eso, acompáñeme.
La joven emprendió el camino, se giró para decir al
anciano:
—Le voy a enviar un poco de té.
—Es usted muy amable señorita.
El señor Olson recordó al anciano, era el mismo que no le
permitió visitar a la dama, sin una adecuada compañía.
De camino a la residencia, él aprovechó para preguntar:
—¿Está usted bien? ¿Ninguna novedad?
El señor Olson esperaba que la dama le informara de su
compromiso o de que poseía un pretendiente, más ella
respondió:
—Estoy muy bien señor Olson, fíjese que un sobrino de la
señora Hill nos visitó, vino con la intención de contratar
algunas de las damas más adultas para que fuesen institutrices
de un internado que posee en Bath, para nuestro asombro seis
de las jóvenes se marcharon y únicamente nos quedamos con
cuatro damitas.
—Es impresionante la noticia.
—Así es, la señora Hill está maravillada con Dios y
también con su sobrino, ya que ella está un poco cansada.
Ellos llegaron a la entrada de atrás y una anciana los
recibió:
—Señora Bob, ¿cómo está?
—Bien señorita, saludos caballero.
—Señora Bob, este es el señor Olson.
La dama se sorprendió por lo joven del caballero:
—¡Bendito sea Dios! Pero es usted un joven caballero, creí
que era más mayor.
—Las apariencias engañan señora Bob.
—Oh, joven no he tenido la oportunidad de darle las
gracias.
—No debe hacerlo, recuerde que una hoja de un árbol no se
mueve sino es la voluntad de Dios, es a Él que debe darle las
gracias.
—En tal caso, ya se la he dado muchas veces.
Los tres sonrieron.
—Señora Bob el señor Olson compartirá la mesa con
nosotras.
—Pues me marcho a poner todo en orden, pero antes,
entréguenme su gabán.
—Gracias.
La anciana se marchó, con las prendas a cuesta.
Ellos continuaron caminando, se escucharon voces en una
de las estancias, más ellos siguieron de largo, se encontraron
con otra anciana y está formó una reverencia.
La joven comentó:
—Señora Setter este es el señor Olson, nos dirigimos a
saludar a la señora Hill.
—Saludos señor, los escoltaré con la señora Hill.
La anciana continuó con ellos, cuando llegaron a unas
puertas dobles, la señorita Hill dio un toque pequeño, se
escuchó una dulce voz decir:
—Entre, querida.
La joven ingresó al salón, en seguida de saludar a la dama
comentó:
—Señora Hill tenemos un invitado.
El señor Olson ingresó al salón.
Al ver a la dama se quedó asombrado, está de igual forma,
preguntó incrédula:
—¿Conall?
—¡Señora Bianca!
La señorita Colette fue que se sorprendió por la
familiaridad que los dos se trataban:
—Caramba muchacho, ya no eres flacucho y pequeño, se
ha convertido en todo un caballero.
El señor Olson sonrió.
—Venga, aproxímese, que ya mi vista no es la de antes.
El caballero obedeció, la anciana le dio un fuerte apretón, el
cual fue devuelto por el caballero:
—Usted posee el porte de su padre, la elegancia de su
madre, en verdad que es una alegría verlo.
—Lo mismo digo señora Bianca.
—Vamos a sentarnos un momento, tenemos que ponernos
al día.
—Así es, en verdad no cavilé que era usted la señora
Bianca Hill.
—En el tiempo que lo cuidaba a usted no era Bianca Hill,
sino Barnert, me enlacé y cambie de apellido.
—Ahora comprendo.
—Su padre me constató para que fuera la dama de
compañía de la dama aquí presente, desde ese día he estado a
su lado.
El señor Olson comprendió que la señora Hill no deseaba
hablar nada de su pasado, así que él expresó:
—Cuanto me alegra saber que usted está bien, cuénteme de
Ian.
—Ian es un caballero temeroso de Dios, trabaja como
administrador de un internado de niños, está haciendo muy
bien su trabajo, siempre nos visita, ¿No es así Colette?
La muchacha asintió con la cabeza, la anciana prosiguió:
—Hace unas semanas que nos visitó, contrató a seis de las
jóvenes nuestras para que trabajen en el internado.
—Tal vez, pueda verlo en una de esas ocasiones que la
visita.
—De seguro que vendrá pronto, no es así Colette.
—Puede ser, señora Hill.
La puerta se abrió, la señora que los escoltó, indicó:
—El almuerzo está listo.
—Ya vamos señora Setter —. Indicó la señorita Colette.
El señor Olson escoltó a la señora Hill, estaba al pendiente
de la señorita Colette.
El señor Olson dio gracias por los alimentos:
—Gracias Dios, por la provisión que nos das, gracias,
asimismo, por las personas que con amor la prepararon y
quienes trabajaron para suplirla, de igual manera désela a
todos en este día especialmente a sus hijos, en nombre de
Jesús, gracias.
En el almuerzo, participaron en la conversación las dos
señoras Setter, la señora Bob y sus nietas, la señora Hill y la
señorita Colette.
El almuerzo fue sencillo, muy nutritivo, la conversación en
la mesa era en torno a las vivencias del señor Olson en
América.
La señorita Colette Hall no estaba muy animada en la
conversación, en cambio, las nietas de la señora Bob en
especial, la menor, habló en demasía, ya que estaba
deslumbrada con el caballero.
Al finalizar el almuerzo, el señor Olson comentó a la
señorita Hall:
—¿Tiene tiempo para que hablemos?
Ella se sorprendió por la pregunta, indicó:
—Desde luego, tenemos que tener una dama que nos
acompañe.
—No se diga más muchacha, acompáñenme, estaré
presente en lo que ustedes traban el asunto.
El señor Olson acompañó a la señora Bianca Hill y a la
señorita Hall, al mismo salón donde estaban la dama al
principio de su visita.
La señora Hill al entrar, caminó a la chimenea y tomó su
canasta de bordado e indicó:
—Vayan a ese diván, creo que no los podré escuchar.
Los jóvenes obedecieron.
Los dos se quedaron de pronto callados.
Fue la señorita Hill que indicó:
—¿Usted dirá señor Olson?
—Sí, es que bueno, deseo invitarla para las nupcias de mi
prima la señorita Elina Olson.
—¿Cuándo será?
—A finales de este mes, es que me gustaría que conociera a
mi prima.
—Lo pensaré, pues como usted sabrá, me es difícil
presentarme en festejos por temor a que alguien me reconozca.
—¿Por qué?
—Porque cuando su padre me envió a este campo, fue por
la razón de que unos caballeros me buscaban.
—¿Quiénes la buscaban?
—No lo sé, es posible que el caballero que deseo hacerme
daño, que al final lo desterraron a América, más en pocos
meses retornó siendo el esposo de una Baronesa viuda.
—Comprendo.
—Por otra parte, está mi familia, no deseo que mis
hermanos sean puestos a un lado por mi padre, por el hecho de
tener comunicación conmigo.
Se formó el silencio, hasta que el señor Olson preguntó:
—Tengo entendido que un amigo la visitaría.
—Oh sí, el señor Bonnet, estuvo con nosotras una semana,
hace unos días que retornó.
—Le permitieron quedarse en la mansión.
—Oh no, él usa en la residencia que antes vivíamos
nosotras, es decir cuando vivía con Ross.
—Fue la visita del caballero, cómo usted esperaba.
—Mucho más de lo que esperaba, nos ayudó con la
contabilidad, nos comentó, que, en vez de tener un hogar para
señoritas, un trabajo para nosotras agotador y a la vez
frustrante, porque mejor, no transformábamos la residencia de
las hijas de Dios, en un albergue para damas mayores, que no
poseen familias o recursos.
—Esa es una gran idea.
—Sí, nosotras nos pusimos a solicitar de Dios su guia, en
menos de dos semanas, seis de las diez jóvenes que teníamos,
contando a las nietas de la señora Bob, se marcharon, en
cambio, recibimos la visitas de las hermanas Setter, dos
antigua ama de llaves, que por la edad no pueden continuar
trabajando, así como, la llegada de la señora Martell y la
señora Rette.
La señorita Hill de pronto se quedó callada, tomó aliento y
prosiguió:
—Quería preguntarle a usted sobre este cambio de planes,
es decir, como es usted el dueño de la mansión y de la antigua
residencia, ¿cuál es su parecer?
—Todo lo que usted desee hacer es su decisión con estas
propiedades, no me pertenecen, está y la antigua residencia le
pertenecen a usted, ese fue el legado que mi padre le dejó.
—A la razón, podemos usar la otra residencia.
—Usarla o venderla, usted es la que toma la decisión, todo
está a su nombre.
—Gracias.
El señor Olson se sintió de pronto incómodo, así que
comentó:
—Deduzco que la visita del caballero fue de bendición para
ustedes.
—Sí, es que él está pasando por la misma situación,
posteriormente de trabajar toda su vida como mayordomo,
ahora al envejecer está solo, por esa razón le permitimos
quedarse en la residencia que era nuestra, ahora la comparte
con otro anciano que usted conoció en las caballerizas, es
difícil envejecer sin familia.
—¿Dice usted envejecer?
—Sí, el señor Bonnet posee más de sesenta años.
—No entiendo, el caballero que vi cuando la visité hace
unas
semanas atrás, no era el señor Bonnet.
—No sé, a quién se refiere.
—Es que el mismo día que usted retornó de la residencia
del señor Smith, comparecí a despedirme, me indicaron que no
podía verla, ya que no tenía la compañía adecuada.
—¿Fue usted el caballero que se presentó a visitarme ese
día?
—Sí, antes de subir en el carruaje, observé a un caballero
alto y fornido, con el pelo rojizo, advertí que el caballero salió
de esta parte.
—Ese debe ser el sobrino de la señora Hall, el señor Ian
Barnert.
—Ese es Ian.
—Sí, en esos días no poseíamos suficiente damas mayores,
en verdad esa semana fue un caos, preparar a las jóvenes para
salida a su nuevo trabajo, al mismo tiempo, la visita del señor
Bonnet.
La preocupación en el corazón del señor Olson no se
disipó, más bien se acrecentó, al saber que el caballero
distinguido que vio salir aquella vez, era el sobrino de la
señora Hill. Por la insistencia de la anciana en referirse al
caballero y que la señorita Colette participara en la
conversación, indicaba que el señor Bonnet estaba interesado
en la joven.
El señor Olson se puso de pie incómodo.
La señorita Hall lo observaba:
—Señorita Hall puedo visitarla mañana.
—Creo que no hay problemas señor Olson, ¿Es por algo en
especial? ¿Entendió lo que le entregué en el sobre?
Esa fue la excusa adecuada, para su próxima visita, así que
respondió:
—Esa es la razón, deseo enseñarle las notas de mí padre,
para que usted me ayude, no comprendo mucho.
—Está bien, como usted desee.
—Gracias, ahora debo retirarme.
El señor Olson se despidió de la señora Bianca Hill, al
despedirse de la señorita Hall, tomó su mano y depositó un
beso en ella, a continuación, salió a toda prisa del salón.
La señorita Colette se miró la mano, en seguida al caballero
que con prontitud salía de la estancia.
La señora Bianca preguntó:
—¿Volverá a visitarla?
—Sí, mañana.
—Creo que pronto perderemos a nuestra administradora.
—Oh no señora Bianca, el caballero tiene su corazón
comprometido en América.
—No lo creo señorita Hall, ese muchacho apareció a verla a
usted.
—Lo dudo señora Hill, el señor Olson pondrá en venta su
patrimonio, para marcharse a América.
La anciana caminó con su bastón a la puerta, al pasar por el
lado de la señorita Hall, indicó:
—Si ese caballero se marcha a América, lo hará con usted
del brazo.
La señorita Colette se ruborizó, a la vez, las palabras de la
señora Hill le dieron alegría y felicidad.
Capítulo III
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El señor Olson y el señor Bonnet llegaron a la mansión del
Conde de Dorset.
Pidieron al mayordomo hablar con el señor Reitz, el
caballero estaba con la esposa, ya que esa mañana la dama no
se sentía bien.
—Buenas tardes Conall.
—Blaker, este es el señor Bonnet.
—Ya conocía al caballero, como estas Thomas.
—Bien Blaker.
El señor Olson echó un vistazo a los dos caballeros, como
buscando una explicación, fue dada por el anciano:
—Nos conocimos pues soy agente de Scotland Yard, mi
retiro de hace poco fue una estrategia, ya que precisamente de
ser el mayordomo del internado de los cuáqueros me retiré, esa
era mi cuartada para estar al pendiente de la situación en
aquella ciudad.
—Ahora comprendo como obtuvo la información.
—Así es joven amigo, no todo lo que percibimos es,
muchas de las cosas que vemos no son reales.
—Eso también lo comprendo.
—Vamos al asunto que nos compete —. Indicó el anciano.
—Usted tiene razón, mire Blaker lo que encontramos.
El señor Olson le entregó el sobre amarillo donde estaba
escrita la carta de su padre.
El señor Reitz se sorprendía al leer, al finalizar indicó:
—Esta es toda la información que necesitamos.
—No Blaker, aquí hay más.
El señor Olson le pasó el otro sobre amarillo:
—Todas estas facturas indican quienes son los demás
integrantes del contrabando, hay algo que usted debe saber.
—¿Qué ocurre Conall?
Fue el señor Bonnet que expresó:
—Su suegro es quien envía las armas a Escocia.
—¿Qué? ¡Eso es imposible!
—Hay muchas personas del pueblo involucrada en esto,
mire usted.
—¡Qué! Pero este caballero estaba en la reunión.
Esta vez el joven señor Conall comentó:
—Sí, ellos están al tanto de que mi servidumbre los
investiga.
El señor Blaker declaró con amargura:
—Están creando un teatro a nuestros agentes.
—Así es, una triste comedia.
—¿Cómo consiguió todo esto?
—Mi padre había investigado todo.
—Su padre, el señor David Olson.
—Sí.
—Eso quiere decir que su muerte no fue un accidente.
El joven señor Olson se sorprendió por lo dicho por su
amigo.
El señor Bonnet intervino:
—Muy bien, ahora debemos ser sabios y actuar, ya que los
malhechores saben que lo están vigilando, hay que tener otra
estrategia.
—¿Qué sugiere usted Bonnet?
—Usaremos mis hombres, los pondré en posición
adecuadas, como forman parte del pueblo, simplemente tengo
que ponerlo sobre aviso.
—Un momento, ¿sus hombres?
—Así es señor Olson, soy el verdadero magistrado de
Scotland Yard, el señor Stinsford es mi señuelo, ahora le
suplico que no se lo comente a nadie, a además era mi plan
aproximarme a usted por medio de la bella señorita Hall, más
todo se ha adelantado.
—¿Cómo supo de ella?
—Vivo en la sombra señor Olson, investigo a quien deseo y
tomo mi tiempo.
El señor Olson se quedó de pronto callado.
Los caballeros se miraron y asintieron al mismo tiempo,
como si se entendieran sin palabras, el señor Olson preguntó:
—¿Qué pasará con el Conde?
—Hablaremos con él ahora mismo, le daremos dos
opciones, dependerá de él su futuro.
—No comprendo.
—¿Desea acompañarnos?
—Si me lo permiten.
—Pues, vamos.
El Conde estaba en su despacho, cuando ingresaron los tres
caballeros, el señor Reitz no presentó al más anciano, en
cambio expresó:
—Milord deseamos hablar con usted.
—¿Ocurre algo Blaker, señor Olson?
—Sí Milord.
Los caballeros ingresaron al despacho del Conde.
El señor Bonnet cerró la puerta por dentro y preguntó:
—¿Hay alguien más con usted?
—No, quien es usted.
El anciano, ya no encorvado, se movió con agilidad al otro
salón, lo investigó, acto seguido retornó y expresó:
—Seré breve Conde de Dorset, sabemos que es usted el
encargado de transportar las armas que traen de contrabando
de Francia hacia Escocia, ahora bien, necesitamos saber si está
de nuestra parte o de parte de los contrabandistas.
El Conde al principio se sorprendió al ser descubierto, más
después que escuchó expresó:
—En verdad formaba parte del transporte, ya no lo hago,
salí de eso hace un año, por esa razón me marché con mí
familia un tiempo a Londres y envié a mi hijo a América, por
temor a que tomaran represaría, llegué a un acuerdo, ellos
continuaban usando el emblema del Condado en las carretas
para transportar la mercancía, en cambio, no le harían nada a
mí familia.
—¿Por eso buscaban a su otra hija?
—¿Qué dice usted?
—El cabeza de los contrabandista, busca a su otra hija la
más pequeña para tenerla, por sí usted no cumplía con el trato.
—¿Dónde está mi hija?
—Ella está a salvo, ahora díganos porqué salió de la
organización.
—El señor David Olson me advirtió de lo que tramaban, al
mismo tiempo me habló de Jesús, comprendí que no podía
continuar viviendo en mi vieja manera de vivir, así que, intenté
hacerlo por las buenas, uno de los nobles que está en el
contrabando, deseaba a mi hija más pequeña, así que viaje a
Londres para llegar a un acuerdo, al marcharme, entre mis
hijos y el caballero aquí presente, urdieron un plan y pusieron
al descubierto al caballero, cuando eso ocurrió, fue un
problema mayor, pues cuando venía de camino hacia aquí,
recibí una misiva de un amigo del caballero, que me indicaba
que mi hija menor pagaría por la deshonra del caballero, así
que para protegerla, la desterré de mi vida, no todo salió como
creía, alguien la escondió, ella nunca llegó a Bath.
Fue el señor Bonnet que tomó la palabra:
—Esos caballeros que usted envió, nunca la llevarían a
Bath, era su encomienda venderla a un prostíbulo.
—¿Cómo lo sabe?
—Porque uno de ellos trabaja para nosotros, así que el
señor Reitz entró en escena, llevó a la joven a un sitio seguro,
cuando estaba cuidando de otra misión la joven fue sacada de
allí por el padre del señor Olson.
—¿David cuidó de mi hija?
—Así es, la ha cuidado hasta ahora, bueno, ahora la cuida
su hijo y creo que será para toda la vida.
Los caballeros miraron al joven Conall, el cual estaba
estupefacto escuchando la historia.
El señor Reitz preguntó:
—¿Su señorita Hall es en verdad la señorita Howell?
—No lo sabía Blaker.
—Usted no sabía que la dama es mí hija.
—No Milord, ella me explicó lo ocurrido en su pasado, no
mencionó el nombre de sus familiares y como ustedes nunca
mencionaron la existencia de otra dama, cavilé que ella era
hija de otra familia noble.
—¿Mi hija es su prometida?
—Aún no Milord.
—¿Cómo que aún no?
El señor Bonnet interrumpió la conversación.
—Creo Conde que tenemos mucho más de que discutir que
saber si la dama es prometida de este caballero, así que ahora
mismo deseo dos cosas suyas, primero ¿Dónde esconde esas
carretas con su emblema? Segundo ¿Quién es el jefe mayor?
—Las carretas están en la residencia del señor Grimes en el
pueblo y en verdad no conozco al cabecilla, en el tiempo que
estuve en el grupo sólo lo llamaban jefe.
—Lo vio usted.
—No, más algunos caballeros se reunieron una noche para
analizar la forma de enviar las armas, entre ellos estaban el
señor Sewell, el señor Ruiz, el señor Grimes, el nuevo clérigo
del pueblo, el señor Phelps, el galeno, el herrero y el
fontanero, esos eran los caballeros más importantes, eso hace
ya dos años, no sé ahora quienes otros están involucrados.
—¿Podemos contar con su ayuda?
—Sí, estoy de su parte, aunque al final tenga que enfrentar
la justicia.
—No tendrá que hacerlo, usted ayúdenos a saber cuando es
el próximo cargamento, de limpiar su nombre me encargaré.
—No es muy difícil de averiguar, creo que el día que mi
hijo se enlaza es un día perfecto para mover las armas.
—¿Cuándo es eso?
—Pasado mañana.
—Es verdad, su hijo se enlaza con la prima del señor
Olson.
—Sí, todos los del pueblo y también nobles están invitados
para la ceremonia.
—Esa es una coartada perfecta, para mover una muy grande
cantidad de armas.
—Necesitamos que usted continúe como sin nada,
cualquier cosa dígaselo a su yerno.
—¿Y mi hija cuando la podré ver?
—Muy pronto, ella está a salvo, no es así señor Olson.
El caballero asintió con la cabeza.
El Conde caminó hacia él e indicó:
—¡Cuide de ella!
—Con mi vida Milord.
El Conde hizo una mueca de sonrisa, apretando el hombro
del señor Conall Olson.
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El señor Olson deseaba advertir a su tío de lo que ocurría,
no lo hizo, ya que el señor Bonnet le indicó que no hablara con
nadie del asunto. Su tío esos días se había quedado en Hillside
House, pues estaba preparando las nupcias de su hija.
La señorita Elina Olson se la pasaba en la Mansión del
Conde, ya que se decidió que era mejor celebrar las nupcias en
High House y además redujeron a familiares y amigos cercano
las invitaciones, claro está, únicamente los esposos Reitz lo
sabían, ya que fueron ellos los encargados de enviar las
invitaciones hacía algunas semanas.
El señor Olson esos dos días se la pasaba encerrado en el
despacho de su padre por dos razones, cavilando que haría
ahora que sabía que su Colette era la hija menor del Conde y
segundo, preguntándose que en verdad le había ocurrido a su
padre y a su prima. El caballero por recomendación del señor
Bonnet no había visitado a la dama, simplemente le envió una
nota, explicándole que estaba bien y que pronto la visitaría.
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La señorita Colette Hall, estaba impaciente esa tarde, no
había sabido nada del señor Olson o del señor Bonnet.
La muchacha se había pasado el día muy angustiada,
caminaba de un lado al otro, la señora Hill observaba a la
joven:
—¿Qué la inquieta querida?
—Nada señora Hill.
—Para no ser nada, usted si continua caminando de esa
forma hará que esa parte del salón posea un desnivel, venga
cuénteme que le ocurre.
La señorita Hall caminó hacia donde la anciana bordaba e
indicó:
—No sé nada del señor Olson.
—¿Eso la inquieta?
—Sí, es que no sé si está en peligro.
—No lo creo, ese caballero posee una huestes de ángeles
que lo protegen, además, que gana usted con preocuparse,
vaya mejor antes su Dios y deposite a su amado en sus manos.
La muchacha se ruborizó por la franqueza de la anciana:
—Oh estoy equivocada al decir que el señor Olson es el
dueño de su corazón.
—No lo está señora Hill.
—Muy bien, una dama valiente, entonces dígame, ¿Por qué
cree usted que está en peligro?
—Porque él, bueno, el conoce de algo que otras personas
no saben.
—Su acertijo es bueno, más soy muy anciana para
descifrarlo.
—No me haga caso, es simplemente presentimiento.
—Con más razón de ponerle atención.
—Es que mañana es las nupcias de su prima, él me invitó,
en la nota que me envió, no me refiere nada de asistir al
evento.
—Ahora comprendo, está preocupada con otra forma de
inquietud.
—Creo que sí.
—¿Un poco de celos?
—Tal vez, estoy preocupada de que conozca a alguien más
bella, joven y adecuada para él.
—Usted siendo la hija de un noble, es más que adecuada
para el señor Olson.
—¿Usted lo sabe?
—Sí querida, el señor David Olson me refirió su historia,
por dos razones, una para que la cuidara y a la otra, para que
siempre recordara su posición.
—Usted nunca me lo comentó.
—No hacia falta, cuidaba de usted sin necesidad de
expresarlo.
—Me siento avergonzada por no ser sincera con usted.
—No debe sentirse de esa forma, cada uno guarda secretos
que no deseamos que se divulguen, muchos de ellos
vergonzosos, usted simplemente se guardó su pasado, de la
misma manera que guardo el mío.
—Sí, lo sé.
—Ya ve, cada una guardamos un secreto.
La señorita Hall se quedó meditando en las palabras de la
señora Hill, pues ella sabía que en el pasado de la dama el
señor David Olson fue muy importante para ella, ya que la
anciana al no recibir noticias del caballero, se veía impaciente,
más mantenía la calma, la fortaleza de la dama se vinieron a
bajo cuando supo de la muerte del caballero, ella desde ese día
no era la misma, se había consumido y muchas veces la había
escuchado llorar, ella no sabía que había ocurrido entre ellos,
más lo que fuera, había sido muy fuerte.
La señorita Colette Hall se quedó todo el día pendiente a la
llegada de algún carruaje, eso no ocurrió.
Esa noche la muchacha fue de rodillas a su creador y pidió
que cuidara a su amado y que lo trajera con bien a su lado,
acto seguido se acostó, pensando en sus últimas palabras, que
la expresó como una promesa:
—Regresaré a usted, para estar a su lado.
Capítulo IV
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El señor Conall Olson con ayuda del señor Reitz pusieron
una gran comitiva de caballeros, buscando a las damas que el
clérigo había vendido a la Madame, ulteriormente de una
semana, dieron con dos de ellas, las jóvenes estaban tan
endrogadas que no sabían quienes eran, los detectives las
llevaron a una residencia y contrataron a una enfermera de la
cruz roja para que las cuidaran, el galeno las visitaba
periódicamente.
Las damas poco a poco se recuperaron y le comunicaron
que la otra joven había muerto, fue de esa forma que cuidaron
de las damas hasta que estaban recuperadas para viajar a
Dorset.
Las damas que contrató el sobrino de la señora Hill, el
señor Barnert estaba muy bien y haciendo sus funciones como
institutrices.
El señor Conall Olson deseaba con todas sus fuerzas visitar
a la señorita Hall, o mejor dicho a Lady Colette Howell, más,
ahora las cosas habían cambiado, su vida había tomado otro
rumbo y aunque los sentimientos que albergaba por la dama
eran profundos, no eran tan fuerte como para poner a un lado
su desdicha de sentirse en cierta manera responsable de todo lo
sucedido, muy dentro de él, estaba luchando con los
sentimientos de culpa, que le impedían ser feliz, así que le
escribió una carta.
Siempre suyo:
El señor Conall Olson.
*******
*******
Unas semana transcurrió sin que el señor Reitz hiciera el
esfuerzo de visitar a su amigo.
Un día estaba el señor Olson caminando por la playa,
cuando se encontró con el nuevo magistrado de Dorset:
—Caramba Reitz son dichosos los ojos que lo pueden ver.
—Esa misma frase usaría para usted mi buen amigo.
—Hay mucho trabajo que hacer.
—Ya me he dado cuenta.
Se formó el silencio.
El detective comentó:
—El Conde se quedó esperando su presencia en la velada
que organizó para celebrar el cumpleaños de Lady Colette
Howell.
El señor Olson se tensó al escuchar el nombre de la dama,
la que ocupaba cada uno de sus pensamientos en esos días.
—Más no se preocupe, fue tantas las personas que
asistieron que pronto se olvidó de su desplante y cuando un
caballero muy elegante se presentó y captó la atención de
todos los presentes, invitando varias veces a bailar a la futura
cumpleañera, haciendo así notorio su admiración por ella, pero
dejemos de hablar de cotilleos de salón, cuénteme, como es
eso que va ha construir un nuevo muelle.
El señor Conall Olson no pudo hablar mucho, sólo expresó:
—Únicamente esta en plano.
En ese momento, una dama al otro lado de la playa levantó
la mano. El detective de inmediato expresó:
—Le dejo Conall, mi esposa me espera, cuídese y espero
visitarlo pronto.
El joven caballero observó, como su amigo se alejaba con
grandes pasos, llegaba hasta su esposa e hijo y los abrazaba,
esa imagen se le quedó en su memoria, cuando retornó de
vuelta.
La señora Reitz le preguntó a su esposo, cuando lo abrazó:
—¿Le hizo saber lo que ocurrió?
—Desde luego cariño, y venga a darle un abrazo de oso a
su esposo y usted también hijo.
Los tres se abrazaron felices.
*******
Dos días después:
El joven señor Olson estaba divagando por la playa,
perdido en sus cavilaciones, cuando de repente miró donde
había estado la familia de su amigo Blaker, vio a la dama
objeto de sus pensamientos, sentada en una silla de madera,
pintando, dándole la espalda, en ese momento no sabía que
hacer, si ir a su lado, o correr a toda prisa, se decidió por lo
primero.
Se veía hermosa de perfil, concentrada en su pintura,
cuanto deseaba él, aproximarse a ella y abrazarla por detrás, de
manera tal, que nunca más la dejaría ir, cerró los ojos para
luchar contra aquel sentimiento, cuando una manita le agarró
del pantalón:
—¿Tío estas aquí?
Era la hija de Blaker, la mayor que poseía tres años.
—Hola princesa.
—Ven tío estoy con tía Co.
La niña hizo que Lady Colette Howell advirtiera la
presencia del caballero, así que se levantó y fue por la niña:
—Coly no moleste al señor Olson.
El deseaba sonreírle y sin más abrazarla, sólo indicó:
—Ella no me molesta.
Lady Colette Howell estaba muy turbada, así que
simplemente dijo:
—Pues la dejo con usted.
La muchacha un poco turbada caminó a su silla, tomó
asiento, pues la impresión de ver al caballero la había dejado
sin fuerzas, así que trató de continuar pintando, sus manos le
templaban.
Fue cuando escuchó en su espalda.
—Es muy bello como ve el acantilado.
—Cada cual ve las cosas diferentes.
Se formó el silencio y la pequeña Colette se marchó a
reunirse con sus padres, en ese momento el caballero indicó:
—Ya está grande la hija de Blaker.
—Sí que lo está.
Lady Colette Howell se puso de pie y comenzó a recoger
sus cinceles.
El señor Olson la observaba callado.
Ella finalizó de ponerlos en la pequeña caja e iba a coger la
pintura, cuando sintió una mano en su muñeca, se quedó
inmóvil:
—He estado, perdido.
Ella cerró los ojos al decir:
—¿Ya encontró el camino señor Olson?
—Sí Colette, mi camino es usted.
—Creo, que ese era su pasado.
—No, es mi presente y futuro.
—Ya es muy tarde, señor.
—¿Por qué? Ya ese caballero del baile, le hizo olvidar a su
antiguo pretendiente.
—Nunca tuve un antiguo pretendiente.
—No, entonces dónde me deja a mí.
—Usted nunca me declaró su amor, únicamente me hizo
una promesa que al poco tiempo desmintió.
El señor Olson se quedó callado.
Lady Colette Howell tomó su caja de cincel y su pintura,
sin mirar al caballero hizo una reverencia y dijo:
—Buenas tardes señor Olson.
El joven la vio marchar sin decir o hacer nada.
El señor Conall Olson retornaba a Hillside House con el
animo decaído, ya que caviló que la hermosa señorita Hill, su
señorita Hill perdonaría todos su desplantes y correría a sus
brazos con sólo decirle que ella era su futuro, eso no había
ocurrido, sabía y sentía que la había perdido, y una vez más se
sentía el culpable de todo.
Al llegar el mayordomo le indicó:
—Señor Olson, Lord Mylon Howell está esperándolo en el
salón amarillo.
—Gracias señor Gill.
El señor Olson al ver a su amigo, fue de inmediato y se
dieron un abrazo de caballeros.
—¿Cómo ha estado amigo?
—Muy bien, un viaje de miel muy largo, más muy
necesario.
—Sí, ya creí que no volvería a verlos y Elina cómo está.
—Ya más recuperada, sabés que ella posee una fe arraigada
en su corazón que la ayuda a mantener la vista en Dios.
—Eso es lo mejor.
Lord Howell denotó que su amigo estaba muy decaído, así
que cambió de tema al tomar asiento en el diván al frente de
él:
—Al llegar a Wareham no lo conocía, parece un pueblo
totalmente diferente, las calles están llenas de campesinos y
los muelles de pescadores, me contó un pajarito que mucho del
cambio se debe al esfuerzo que usted a realizado.
—Sólo estoy dándole al pueblo lo que en verdad le
pertenece.
—Mucho cuidado amigo denoto en su voz un poco de
culpa.
—Ya no guardo ese sentimiento en mi corazón, en verdad
me fue muy duro deshacerme de él.
—Más no del todo, ya que se ha alejado de las personas que
lo aprecian.
—Es muy sencillo amigo, no deseo dañarlos.
—Déjeme entenderlo Conall, usted cree que puede dañar a
las personas que ama, no comprendo.
—Es complicado Mylon.
—Me gusta escuchar las cosas complicadas.
El señor Conall Olson se quedó un momento callado.
El mayordomo ingresó con dos lacayos, estos sirvieron el té
y colocaron una bandeja de pasteles a un lado, posteriormente
se marcharon.
El señor Olson al finalizar su taza de té comentó:
—Después de lo que ocurrió con los maleantes del
contrabando y demás me sentí culpable de lo que había
pasado, así que traté de resarcir al pueblo de lo malo que…
Lord Howell finalizó:
—De lo malo que su tío había hecho.
El señor Conall observó a su amigo sorprendido, así que le
inquirió:
—¿Le contó Blaker lo que ocurrió en verdad?
—No, fue Elina.
—¿Elina?
—Sí, ella antes de las nupcias escuchó una conversación de
su padre con el señor Macbean, esa fue la razón de que ella se
quedó alojada en High Hause.
—¿Qué fue lo que escuchó Elina?
—Su padre hablaba con Macbean del cargamento, le
ordenaba que todo se llevara a cabo el día de su boda y que
después se encargara de usted.
El señor Olson se sorprendió.
Lord Howell continuó:
—Elina estaba asustada, además no sabía a quién decírselo,
pues, no deseaba decírmelo para que no enfrentara a su padre,
así que habló con mi padre y lo puso al tanto de lo que había
escuchado.
El señor Conall de pronto descendió la vista a su plato.
—Elina supo en esa conversación que su padre era el jefe,
así que cuando dieron la noticia de que él se había interpuesto
para salvarlo, ella sabía que esa versión no era la verdadera,
así que antes de marcharnos, se encerró con Blaker y nuestro
amigo no tuvo otra alternativa que de hablarle con franqueza.
—¿Por qué no acudió a mí?
—Eso mismo le pregunté, más su respuesta fue, que usted
desde que ella llegó de Francia la veía como una desconocida,
que tal vez todo había pasado por el tiempo que estaban
distanciados, por esa razón no poseía la suficiente confianza
de decírselo.
—Me he comportado de forma egoísta todo este tiempo,
estaba enfuscado en la sombra, después en los contrabandistas
y luego en tratar de resolver las cosas a mi modo.
—Y al parecer que eso no ha cambiado.
El señor Conall Olson miró asombrado a su amigo al
preguntar:
—¿Por qué lo dice?
—Pues es muy sencillo, primero trata de remediar los males
que según usted fueron causados por su tío, se adueñó de ellos
y se sintió culpable por ellos, ahora que según usted los ha
resuelto, ahora trata de reavivar al pueblo, más se olvidó de
vivir Conall, se olvidó que usted no es Jesús, el único que
puede llevar los pecados de la humanidad es Él, nosotros no
podemos ni somos capaces de hacerlo.
—Nunca me creí se Jesús.
—Tal vez eso es lo que usted cree amigo, sabe, comprendí
que dentro de nosotros hay un enemigo que nos conoce muy
bien, está siempre al asecho y nos hace ver las cosas
distorsionadas, cuando somos hijos de Dios estamos
caminando en su camino, más dentro de nosotros está esa vieja
naturaleza, ella está en nuestra mente y nos hace querer actuar
pecaminosamente.
El señor Conall se quedó mirando a su amigo, esté
prosiguió:
—Sabe esa naturaleza está dentro de nosotros, se aprovecha
de cualquier debilidad para tomar el control, y aunque hemos
sido salvos por la gracia de Dios, ella está siempre alerta para
hacernos actuar y pensar impíamente. Sentirnos culpable es
una de sus artimañas, lo que hay dentro de nosotros que nos
hace sentir culpa, remordimiento, resentimiento y toda carga,
es la naturaleza carnal.
—Mylon no sabía que esa actitud estaba en contra de Dios,
más bien me sentía que estaba haciendo lo correcto.
—Se sentía haciendo lo correcto, entonces estaba
obedeciendo a Dios.
—Estaba compartiendo su palabra, conviviendo y
escuchando a los del pueblo, estaba ayudando.
—¿Estaba obedeciendo a Dios?
—Estaba supliendo las necesidades del pueblo, dando
trabajo y ayuda dando a los pobres.
—Conall ¿Estaba obedeciendo a Dios con todas esas
acciones?
El señor Conall Olson se quedó meditando un largo rato
hasta que contestó.
—En parte, pues hacia todas aquellas cosas no porque él
deseara que lo hiciera, ni motivado por su amor, lo que me
motivaba en ese momento era el sentimiento de culpa, me
sentía culpable de la maldad que mi tío hizo.
—Hay algo más Conall usted lo sabe bien.
El señor Conall Olson miró a su amigo fijamente, como
buscando una respuesta a su pregunta, después descendió el
rostro y unas lágrimas salieron por su mejilla, después otra y
otra, hasta que se que joven señor Conall se derramó en llanto,
su amigo se puso de pie y con pasos lentos salió de la estancia
dejando al señor Olson derramando su dolor.
Poco tiempo después, el señor Conall se colocó de rodillas
y en voz alta dijo:
—Dios mío, «Reconozco tu gran poder; nadie puede
impedirte llevar a cabo tus planes. Tú preguntas quién soy yo,
que siendo un ignorante he puesto en duda tu sabiduría.
Reconozco que he dicho cosas que no alcanzo a comprender,
cosas que son maravillosas y que en realidad no conozco. Tú
dijiste: “Ahora yo voy a hablar, y tú me vas a escuchar”. Lo
que antes sabía de ti era lo que me habían contado, pero ahora
mis ojos te han visto, y he llegado a conocerte. Así que retiro
lo dicho, y te ruego me perdones». Esa fueron las palabras de
Job y ahora son mis palabras delante de usted, cuan insensato
fui, reconozco que usted posee gran poder, y aquí estaba,
tratando de ser como usted, que insensato fui, perdoname Dios
mío, perdona mi presunción, perdona mi arrogancia y orgullo,
nada soy sin usted.
El señor Conall se puso de pie, limpio su rostro con su
pañuelo y se encaminó pensativo a su despacho, tomó asiento
y tomando el Libro Sagrado lo abrió y leyendo en el salmos 1
se regocijó en gran manera, su Espíritu se vivificó y su alma
alabó a su Dios.
El señor Conall Olson tomó una hoja de papel y comenzó a
escribir:
Wareham 1846
Señorita Colette Hill
Permítame saludarla, muy apreciada dama:
Los motivos de estas líneas son para que usted comprenda
las razones y luchas que en estos meses he tenido y, para que
usted al final tome una decisión al respecto, se que mi
proceder no tiene perdón, si únicamente he de conformarme
con algo, que sea con su amistad.
Comenzaré por describir los acontecimientos desconocidos
para usted. A finales de Abril en las nupcias de mi prima Elina
con su hermano, descubrí que el jefe de la banda de
contrabandista era mí tío, se que se sorprenderá, como lo hice
aquella vez, las confesiones que escuché de sus labios me
aterrorizaron y a la vez me sentí culpable de todo aquel mal
que fue causado por mi ignorancia, al principio me sentí
culpable, después, me dije que debía enmendar el mal, como
se ha dado cuenta en esa etapa me desligué de todos e incluso
de usted, pues me sentía culpable de lo que había sucedido y
alejándome de usted, me infringía un castigo duro y fuerte, ya
que usted en ese momento representaba mi felicidad. Así lo
hice, le escribí aquella carta y acto seguido, comencé hacer lo
que creía que era lo correcto, ahora comprendo que estaba
actuando mal. Pues en vez de ir a Dios y pedir su guia,
comencé a actuar a mí manera, con un deseo interno de
resarcir los malos procederes de mí tío, y que en vez de que
saliera nuestro apellido por los males causados, saliera a
relucir por el bien hecho, ya ve usted, mi ayuda siempre tuvo
la motivación del orgullo, y la auto complacencia.
Al finalizar la reparaciones, compras y demás imposiciones
que me hice me encontré vacío y continuaba con la misma
culpa, fue cuando me detuve, tomé mi Libro Sagrado y busqué
en Dios una respuesta a mis desvaríos, la encontré en Juan 16:
5 al 15 específicamente en el 7 sabe, Jesús sabía que sus
discípulos no podían vivir la vida nueva en sus propias
fuerzas, sabía que sin contar con el poder del Espíritu Santo
fracasarían en la vida y en su tarea, pues al mirar hacía atrás
descubrí que había fracasado, ya que no me dejé llevar de la
guia del Espíritu, sino que escuché la voz de mi vieja
naturaleza, y aunque se escuchaba bien y adecuada, no era la
manera correcta, ya que tomé en mis manos la solución al
problema, cómo poseía los medios me dispuse a cumplir el
objetivo y me olvidé de lo que Dios deseaba hacer con esas
personas, y así mismo con mi persona.
Ahora creo que es demasiado tarde para reanudar una
relación que como usted misma me expresó, nunca comenzó,
más ahora he de suplicarle que me permita tenerla como
amiga, aunque le diré será muy difícil para mí, pero saberla
feliz y dichosa, será razones suficientes para vivir.
Se despide de usted un caballero que de verdad deseó
volver a usted para no separarse más.
Lady Colette leía una y otra vez la carta, al principio creyó
que era una manera de congraciarse con ella y que todo
volviera hacer como antes, pero al continuar leyendo
descubrió que el señor Conall Olson únicamente deseaba su
amistad, más al finalizar con esa frase que sabía de memoria,
comprendió que los sentimientos hacia ella no habían
cambiado, eso la llenó de satisfacción y alegría.
Capítulo VI
El señor Conall Olson atendió muy gustoso la invitación de
su amigo Lord Mylon Howell para que esa noche lo
acompañara a cenar.
Se vistió muy adecuadamente y con sumo esmero:
—Señor Conall espero que le vaya bien.
—Así mismo lo espero Vernal.
—Usted debe ponerse esa corbata, es nueva y además la
compró para una ocasión importante.
—Pues me pondré esa corbata Vernal, ya que hoy es muy
importante para mí.
El joven ayuda de cámara con satisfacción, ayudó a su
señor a colocarse la chalina.
—¿Vernal como están sus hermanas?
—Ya mi hermana mayor, María está más feliz, creemos que
a olvidado al párroco, mi abuela opina que le está poniendo
atención al nuevo galeno, el caballero visita mucho a la
residencia de las hijas de Dios y bueno, mi hermana menor
está muy entusiasmada con el sobrino de la señora Hill.
—¿Sobrino de la señora Hill?
—Sí señor, según me comentó mi abuela, el señor Barnert
hace una semana que envía flores a Martha, y la ha visitado,
dos veces.
El señor Olson no comentó nada, más tenía entendido que
el caballero estaba pretendiendo a Lady Colette Howell.
—A su padre le agrada esas futuras alianzas.
—Oh sí señor, ya que el señor Barnert le fue heredado el
internado de jóvenes, por el antiguo propietario, el caballero
necesita una esposa para que lo ayude con todas las funciones.
—Pero eso no es suficientes motivos para elegir a una
señorita como esposa.
—No lo sé señor, lo que si sé es que el caballero debe estar
muy interesado en Martha, para hacer ese viaje, dos veces a la
semana.
—Sí que debe estarlo Vernal.
El señor Conall Olson se dijo que esa noche averiguaría si
el caballero estaba aún interesado en Lady Colette Howell.
*******
Para su sorpresa al llegar esa noche, únicamente observó a
los esposos Reitz y su prima y esposo:
—Qué alegría que aceptaras nuestra invitación.
—Lo mismo siento Elina, es decir Lady Elina.
—Nada de formalidades esta noche, estamos entre familia.
—Como lo desees.
El señor Conall recibió una copa de vino de las manos de su
amigo el señor Blaker, este le dijo:
—Su acompañante esta noche se ha retrasado.
—¿Mi acompañante?
En ese mismo momento, se abrió la puerta del salón
ambarino e hizo su entrada Lady Colette, vestida de forma
muy elegante, su vestido era de un azul intenso, haciendo
juego con sus ojos, su cabello estaba recogido en uno de esos
peinados modernos, que dejaban una parte suelta, este caía
hasta su cintura como una cascada de trigo. Esa noche ella
estaba deslumbrante.
El señor Blaker comprendió que su amigo se había quedado
pasmado mirando a su cuñada, así que lo ayudó sacándolo del
trance:
—Oh, ya apareció su acompañante.
Ella se dirigía hacia él, con su manera alegre y suelta:
—Buenas noches señor Conall, esta noche me impusieron
la tarea de ser su acompañante.
—Buenas noches Lady Colette Howell.
—Bueno amigo, solo por esta velada dejaremos las
formalidades a un lado, usted para mí será Conall y para usted
seré Colette.
El joven señor Olson asintió con la cabeza y al escuchar al
mayordomo decir que la mesa estaba servida cada caballero
tomó su acompañante.
El señor Olson la miraba sin saber que hacer o decir, fue la
joven quien indicó:
—Me acompaña al salón del comedor.
—Oh sí, perdone mi torpeza.
Ella le sonrió.
El se desvaneció al instante.
Él levantó su mano para que ella se asiera del codo, así lo
hizo la dama.
De inmediato que los dos sintieron la a cercanía, se
turbaron.
La pareja comenzó a caminar a pasos lentos.
El señor Olson posó su otra mano encima de los dedos de
su pareja como quien se hace dueño, y a la vez temeroso de
perderla.
En voz muy baja le dijo:
—Está usted encantadora.
La muchacha se ruborizó por el alago, pero no se quedó
callada al decir:
—Sabía que sería su acompañante esta noche y me esmeré
en mi atuendo.
—Usted siempre es hermosa.
—Sí me viera al despertar no diría lo mismo.
—Verla al despertar sería un sueño.
Los dos se ruborizaron al entender que reguardaban esas
palabras.
Las parejas entraron al salón del comedor y cada caballero
tomó asiento al lado de su acompañante, el señor Conall imitó
a sus amigos.
Lord Mylon Howell dijo:
—Esta noche es muy especial para nosotros, por esa razón
decidimos hacer esta cena, lamentamos mucho que el Conde
esta noche la tenía comprometida, más nos insistió en que
celebráramos nosotros, que él de la misma manera lo haría, así
que, demos gracias a Dios por los alimentos:
—Gracias Dios por las provisiones que usted permite que
esta noche compartiéramos con nuestra familia, y gracias
también, porque nos bendice en aumentar la familia en
número, en nombre de Jesús amén.
La primera en ponerse de pie y exclamar:
—¡Seré tía, felicidades hermano y Elina!
La señora Reitz y su esposo se pusieron de pie y felicitaron
a la pareja.
Lady Colette no reaccionó tan rápido, pues cuando su
hermano iba a dar gracias por los alimentos, su acompañante
el señor Olson le tomó su mano entre las de él y ese gesto, la
turbó de tal forma que no escuchó muy bien la plegaría, más
ahora al escuchar a su hermana felicitar a su hermano y
cuñada, los imitó.
El señor Conall hizo lo propio y felicitó a los futuros
padres.
Todos con alegría disfrutaron de la cena. Esta fue animosa
y toda la conversación giró entorno al nuevo integrante o la
nueva princesa.
El señor Olson aprovechó el momento cuando estaban
disfrutando del postre, y que los demás estaban hablando entre
ellos, para preguntarle a su acompañante:
—¿Leyó mi carta?
—Sí.
—Entonces cual será su veredicto, podemos ser amigos.
—Tal vez podamos hablar más tarde de ello.
—Perdóneme si estoy un poco impaciente, más decláreme
si usted le ha dado al señor Barnert alguna esperanza.
—El señor Barnert nunca ha estado interesado en mí.
—Pero me dijeron que él bailó con usted dos veces en el
baile de su cumpleaños.
—Así fue, y creo que bailaría tres veces si me hubiese
encontrado, el señor Barnert muchas veces no es consciente de
las normas, así que con ayuda de una amiga me escondí, pero
las verdaderas intensiones del caballero, fueron siempre que lo
escuchara, él me creía su confidente y bueno hasta cierto punto
lo fui.
—¿Su confidente?
—El caballero estaba locamente enamorado de la señorita
Martha, por dos veces se le declaró a la muchacha, más ella
estaba reacia a sus pretensiones, ya que tenía en su cabeza a
otro caballero que según su análisis era un mejor partido.
—Entonces, el señor Barnert siempre estuvo interesado en
la señorita Martha.
—Sí, gracias a Dios que la muchacha entró en razón al
darse cuenta de que el otro caballero no le ponía ninguna
atención, así que ayer se decidió y bueno es algo confidencial,
más le dio el sí al señor Barnert, esta noche se hará público el
compromiso en la cena.
—Vaya, cuan errado estaba, creí que era usted la dama que
le interesaba al señor Barnert.
En ese momento Lord Mylon se puso de pie e indicó:
—Continuaremos hablando en el salón azul, pues esta
noche los caballeros disfrutaremos de la compañía de las
damas.
Lady Colette miró a su hermana y las dos sonrieron al
mismo tiempo.
El señor Conall las observaba, y al verlas sonreír se dio
cuenta del parecido de las hermanas, el mismo color de pelo,
los mismos brillantes ojos azules y el mismo cutis blanco y
rosado que las hacía ver muy hermosas, cómo no se dio cuenta
antes, se dijo que tal vez fue la notable personalidad de su
Colette, desenvuelta, franca y audaz, sumado a un carácter
dulce y noble, adornado con una inteligencia extrema, hacia
única a su Colette.
La joven volvió a su lado cuando los caballeros se
dispusieron a escoltar a sus parejas, el señor Conall le sonrió e
hizo lo mismo.
Entraron al salón azul y las puertas que daban al jardín
estaban abiertas, entraban una aroma a rosa y a jazmín.
El señor Conall no dijo nada, sino que continuó caminando
con su acompañante al balcón, deteniéndose en la barandilla y
girándose para mirar de frente a la joven:
—¿Dígame usted cual ha sido su resolución después de leer
mi carta?
—Creo Conall que está usted muy desesperado en saber si
somos amigos, pero el hecho de que esta noche sea su
acompañante, no le dice algo.
—Últimamente nos soy bueno en reconocer las señales.
—Una vez fui como usted.
Lady Colette se giró y mirando al cielo comentó:
—Una vez creí que una promesa dada por un caballero era
perpetua, pero me equivoqué.
En ese momento el señor Conall se aproximaba más a ella y
pasaba su mano por su cintura, acercando su dorso a la espalda
de ella, le dijo en voz ronca:
—Esa promesa, así como su rostro son la causa de mis
desvelos, de mi angustia e insatisfacción.
Se aproximó más y puso su cabeza tan cerca a la de ella, al
decir:
—Mi cuerpo la añora, mi mente la evoca, cada parte de mi
ser la extraña, me fue fácil renunciar a todo, más no he podido
renunciar a usted, por eso le escribí esa carta.
Lady Colette Howell deseaba escuchar toda la confesión,
así que cerró sus ojos al preguntar:
—¿Por qué se alejó Conall?
Cuando él escuchó su nombre pronunciado de aquella
manera, perdió la poca cordura que tenía, tomo la otra mano
que tenía libre y giró el rostro de la muchacha hacia él y con
ansias reprimida se apoderó de sus labios.
Ella poco a poco se giró, quedando de frente al caballero y
con las mismas ansias, dejó que el señor Conall saboreara su
ser.
Los dos participaron de la danza del beso, los dos soñaban
con estar de esa manera, cada uno en su forma, se aferró al
otro.
El señor Conall perdió el norte y el sur, ya no existía punto
de referencia para lo que sentía, así que poco a poco la apegó
más a él.
—Oh amor, no puedo controlarme.
—¡Conall!
Los enamorados se aferraban uno en el otro, sus labios
comenzaron a moverse, como si la música de la pasión los
hiciera bailar por la emoción.
—Conall si continuamos así no podremos ser amigos.
—Ya no deseo su amistad, la quiero a usted para mí.
—Conall debemos hablar.
—Sí debemos hablar.
Pero los labios de él volvieron a apoderarse de los de ella,
hasta que se quedó sin aliento:
—Creí que no la tendría más entre mis brazos.
—Nunca estuve entre sus brazos.
—Tal vez no físicamente, pero cada día estaba, con ayuda
de mi imaginación.
—Debemos hablar Conall, se que en la carta me explicó
muchas cosas más no me dijo nada de nosotros.
—Usted posee toda la razón.
—Ahora debemos entrar, de seguro que nos están echando
de menos.
—Antes deseo pedirle que nos veamos mañana a las once
en la playa, en el lugar donde pintas ahora.
—¿Cómo sabe usted dónde pinto ahora?
—Porque la observo de lejos.
Ella sonrió y él depositó un beso fugas en sus labios.
Lady Colette se sonrojó al ingresar al salón, pues caviló que
todos los presentes se darían cuenta de que estaban haciendo,
para su sorpresa, la estancia estaba casi vaciá, a excepción del
señor Reitz, todos se habían marchado.
El caballero se les aproximó y explicó:
—Todos los demás se marcharon, ya que Lady Elene no se
sentía bien, su esposo la acompañó y mi esposa fue a la cocina
por algún brebaje, para mejor el malestar de la dama y bueno
me he quedado para esperarlos.
—Muchas gracias cuñado, voy también a subir a ver a
Elene.
Lady Colette se giró, formó una reverencia a los caballeros
y salió de inmediato.
El señor Conall Olson la observó marchar, suspirando, ya
que no le permitió darle un beso en la mano.
El señor Reitz le comentó:
—Vaya muy despacio con ella.
El señor Conall miró a su amigo y le preguntó:
—¿Por qué Blaker?
—Porque usted la desechó, mi cuñada Colette posee un
temple fuerte, creí que era mi esposa quien más se parecía al
Conde, más ahora al ver el comportamiento de mi cuñada,
creo que me equivoqué, ella se muy entregada, de forma tal
que se da por completo, más cuando es herida toma sus
propias medidas para no ser lastimada, por eso se lo digo
amigo, debe usted reconquistarla con detalles, no se apresure a
declararle su amor, pues puede ser que lo rechace.
El señor Conall se quedó callado a las palabras de su
amigo, se despidió de él y cuando viajaba en su carruaje con
destino a Hillside House analizó las palabras del señor Reitz y
comprendió que eran sabías, así que se recostó hacia atrás y
comenzó a pensar como la reconquistaría, más bien como la
enamoraría, ya que nunca antes lo había hecho.
Al día siguiente un poco antes de la hora de su encuentro, el
señor Conall fue a la pequeña caverna, donde Lady Colette
pintaba el despeñadero, colocaron una mesa redonda dos silla
y sobre ella un mantel con dos copas y dispusieron al lado,
otra donde colocaron una canasta, con frutas y queso, así como
un vino.
Los lacayos se despidieron del señor Olson con una sonrisa.
El joven caballero esperó que la dama llegara, para sorpresa
del señor Olson, escuchó el galope de dos monturas, al ver a
Lady Colette estaba acompañada de su hermano, él se quedó
aturdido, no esperaba que ella asistiera a su cita acompañada,
más se recriminó al instante al pensar de esa manera.
Cuando los hermanos desmontaron, el señor Conall los
saludó.
Lord Mylon miró hacia la pequeña caverna y distinguió la
mesa, así que dijo:
—Voy a dar un paseo, retorno en un momento.
El señor Olson agradeció a su amigo en silencio.
Lady Colette observó la mesa desde su posición y expresó:
—Lo acompaño Mylon.
El caballero se sorprendió por la reacción de su hermana, al
ver lo que le esperaba, así que dijo:
—No seamos descortés con Conall, quédese usted.
Lady Colette asintió con la cabeza y como una niña
obediente, se giró al señor Conall.
El joven se desilusionó de inmediato al ver la reacción de la
muchacha a su sorpresa, así que dijo:
—Sí desea podemos dar un paseo.
Ella asintió con la cabeza, así que el señor Conall le
extendió el brazo para que lo tomara, ella más calmada lo hizo
y comenzaron a caminar en silencio.
Llegaron a donde estaban unos árboles que daban sombra y
se detuvieron, fue cuando ella comentó:
—No deseo importunarlo con mi actitud, pero no creo estar
preparada para que todo ocurra rápido.
—Comprendo Colette.
—No, usted no lo comprende, usted simplemente se me
aproximó una vez, me hizo una promesa y se marchó, me dejó
a un lado para hacer lo que usted creyó lo correcto, esta vez
quien no sabe si es lo correcto es mi ser, estoy confundida,
muy confundida, usted aparece de la nada, comienza a hablar
con palabras bonitas y me besa como si fuera su propiedad,
como si debería estar esperando por usted todo este tiempo, de
una forma callada, amándolo en silencio, pues no se lo
permitiré.
Lady Colette se marchaba, pero el señor Conall le tomó el
codo al decir:
—Perdóneme he sido un tonto, no debí actuar de aquella
forma, no debí alejarme de usted.
—Ya es demasiado tarde.
Ella se soltó de su mano y comenzó a caminar de regreso
donde estaba su montura.
El señor Conall recapacitó un momento y en seguida
comenzó a caminar detrás de ella:
—La amor Colette, la amo con todo mi corazón.
Ella se giró con cólera en su mirada al decir:
—¿Cuándo lo descubrió señor Olson? Ayer.
Ella continuó su camino.
—No, lo descubrí cuando estaba usted en el despachó de
mis abogados, cuando volvió en sí, esos bellos ojos azules me
miraron y me cautivaron, cuando íbamos a su residencia en el
campo y escuché aquella declaración de salvación que usted le
daba al señor Smith, me encariñe con su vehemencia, al ver su
corazón compasivo la admiré, más, aquella noche cuando nos
quedamos atrapados, en el salón amarillo de la residencia de
los señores Smith, la amé.
Ella detuvo la marcha y se volvió a girar al decir:
—Cuando me envió esa carta, me hizo la dama más
desdichada, así que creo que ya estamos a la par señor Olson,
continúe su camino que continuaré el mío.
Caminó más de prisa en busca de su montura, más al llegar
al lugar observó que su caballo, como el de su hermano no
estaban.
El señor Conall llegó a su lado y con voz ronca le expresó:
—No puedo continuar con mi vida, pues no veo un futuro
sin usted, no me pida que me aleje porque no me marcharé, me
quedaré a su lado aun cuando usted me lo impida.
—No haga las cosas más difíciles señor Olson.
—Ya lo hice, me empeciné en alejarme de la única persona
que en verdad me ha amado, ahora ella se niega a reconocer
que me ama.
La muchacha se giró para hablar, pero él fue más rápido, la
tomó por la cintura y el cuello y buscó sus labios.
Lady Colette al principio se reusó, pero el fuego que
contenía aquel beso, la quemó, poco a poco, dejó que la pasión
con que el caballero la inundaba, le llenara su cuerpo también
y se aferro a el señor Olson.
—Déjeme que le demuestre cuanto la amo Colette.
La volvió a besar apasionadamente.
La señorita Colette esta vez se abrazó al cuello del
caballero y con consentimiento dejó que los labios de él
reconocieran su ser.
Cuando no poseían aliento él detuvo el beso, pero no dejó
de abrazar y colocando su frente en la de ella le dijo:
—Deme la oportunidad de demostrarle, cuanto la amo.
La muchacha sonrió al decir:
—Con besos.
Esa solo palabra le dio el permiso de volver a ternala entre
sus brazos y con pasión se apoderó del cuello de la muchacha
y en seguida de sus mejillas hasta llegar a sus labios.
fin