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Las manos del bebé.

¿Hay algo más fascinante que ver como esas


manitas gordezuelas y llenas de hoyitos, empiezan a abrirse, entrelazan
sus dedos en tu pelo, te tocan la cara, empiezan a coger objetos o sus
pies, los observan y llevan a la boca? El bebé, cuando nace, está
replegadito sobre sí mismo, también sus manos y dedos y, poco a poco,
igual que ocurre con las ramitas de una planta, se va desplegando y
abriendo.

Al principio, la mayor parte del tiempo, las manos están cerradas y el


bebé puede abrirlas de vez en cuando, haciendo como una especie de
abaniqueo con sus deditos. Pasado el primer trimestre, cuando empieza
a voltear y a apoyar parte del peso de su cuerpo en sus antebrazos y
manos, el tiempo que estas permanecen abiertas es mayor y comienza a
agarrar cosas con intención. Cuanto más explora el suelo, gatea y trepa,
más va preparando sus manos para la manipulación de los objetos.

No es casualidad que sea alrededor del año, y cuando el bebé ha adquirido


estas habilidades motoras, cuando comienza a señalar y a sacar el dedo
índice para explorar y meterlo en cualquier agujerillo que se encuentre (los
preferidos, los de los enchufes, claro). También es en este momento cuando
comienza a hacer la pinza para agarrar trocitos de comida y objetos
pequeños. Asimismo, empieza a pasar las páginas de los cuentos, coge un
objeto en cada mano y los entrechoca, juega y empieza a ensayar con la
cuchara.

Y, poco a poco, mientras más va madurando en habilidades motoras, libera


la marcha y gana en equilibrio y coordinación, las habilidades
manipulativas básicas van perfeccionándose hasta alcanzar, alrededor
de los cinco o seis años de edad, todos los movimientos que tenemos los
adultos.

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