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Causa n° 8249
VEREDICTO
En la ciudad de Quilmes, el 3 de octubre de 2022, se reúnen los jueces
integrantes del Tribunal en lo Criminal nº 2 del Departamento Judicial Quilmes,
Félix Gustavo Roumieu, Rodrigo Gabriel Bagini y Pablo Eduardo Pereyra, con el fin
de dictar veredicto en la causa n° 8249, seguida a Elvio Reinaldo Benítez por la
presunta comisión del delito de abuso sexual con acceso canal, agravado por la
convivencia preexistente y por haber sido el encargado de la guarda de la víctima
(art. 119, párrafos 3º y 4º, incisos b y f, CP).
De acuerdo con el sorteo, en la votación los jueces deberán observar el
orden siguiente: Pereyra – Roumieu – Bagini.
A continuación, los jueces resolverán las cuestiones previstas en el artículo
371 del Código Procesal Penal.
1. Existencia de los hechos y participación del imputado
El juez Pereyra dijo:
Las pruebas presentadas por la fiscalía en el juicio demuestran que, en varias
oportunidades, durante marzo de 2014, en el domicilio ubicado entre las calles Los
Hornos, Lourdes y del Valle, de Florencio Varela, el imputado Elvio Reinaldo
Benítez, en varias ocasiones, penetró con su pene la vagina de Micaela Ailén
Sánchez, quien tenía 9 años en aquel entonces. Concretamente, cuando quedaba a
cargo de la niña, el imputado la llevaba a la cocina, donde tiraba un colchón al suelo,
luego la desvestía, le tocaba sus pechos y su vagina y, finalmente, la penetraba por
esa vía. También, en ocasiones, la obligaba a que le succionara el pene. Para que
Micaela accediera a todo esto y no lo contara, el imputado la amenazaba, diciéndole
que iba a matar a su madre. También aprovechaba la situación de poder que
ostentaba frente a la víctima, no solamente por la diferencia de edad, sino
fundamentalmente porque era su padrastro, convivía con ella y además quedaba a
cargo de su guarda cuando la madre de la niña no estaba.
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hasta ese momento no se lo había contado a nadie porque tenía miedo, pero después
se había animado a contárselo a sus amigos y a su tía.
Contó que siempre usaba muchos pantalones y calzas, como cinco
aproximadamente, para que si Benítez la violaba nuevamente le costara más trabajo
hacerlo.
Lo dicho por Micaela coincide con el relato su madre, Laura Sosa. Esta
testigo contó en el debate que conoció al acusado a los quince años y entablaron
relación que duró poco. Dijo que luego de unos diez años se volvieron a encontrar y
convivieron como pareja aproximadamente durante cinco años.
Aclaró la testigo que los hechos comenzaron el 21 de marzo de 2014,
cuando ella había ido al Hospital de Florencio Varela a tener a Benjamín, que es hijo
de ella y de Elvio Benítez. Dijo que en esa ocasión estuvo tres días en el hospital y
que días después debió estar nuevamente internada por espacio de quince días,
porque se le había complicado una infección derivada del parto.
Contó que su hija Micaela, de nueve años, en esas dos oportunidades había
quedado en su casa, al cuidado de Elvio Benítez, quien era su pareja en ese momento.
Aclaró que en la casa también habían quedado sus hijos Axel, de cinco años, y Brisa,
de dos años.
Dijo que cuando regresó a su casa, después de los quince días de
internación, no notó nada extraño, porque solían vivir en un ambiente muy hostil y
porque Benítez era muy violento.
Aclaró que la casa donde vivían en aquel momento era una quinta ubicada
en las calles Lourdes, Del Valle y Gral. Hornos, de Florencio Varela. Describió que
la casa era bastante grande y tenía un pasillo con un baño al fondo y dos habitaciones,
con una puerta corrediza que separaba la cocina-comedor y el living.
Recordó que un fin de semana, cuando Micaela ya tenía doce años, se había
ido a la casa de sus abuelos paternos y, cuando regresó, mientras iban caminando la
notó extraña. Dijo que, una cuadra antes de llegar a la casa de Benítez, Micaela la
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tomó fuertemente del brazo y le dijo que tenía algo que contarle. Dijo que en esa
oportunidad Micaela le contó que Benítez le había tocado la cola.
Contó la testigo que antes de que le contara todo esto, Micaela tenía
conductas que le llamaban la atención, porque se ponía mucha ropa, como tres o
cuatro pantalones juntos, pero nunca le llegaba a decir por qué. Dijo que después de
la denuncia Micaela le explicó que se ponía los pantalones porque creía que, si volvía
a pasarle lo mismo, el imputado iba tardar en quitarle la ropa.
Dijo la señora Sosa que Micaela recibió asistencia psicológica hasta 2020
“por el tema de la pandemia” y que el uso de mucha ropa lo mantuvo hasta los quince
o dieciséis años aproximadamente.
En relación con el imputado, la testigo contó que era una persona con la que
no se podía hablar, pues era violento y todo tenía que ser como él lo decía. Agregó
que la violencia a la que las sometía era verbal, psicológica y también física. Dijo que
una vez llegó a ahorcarla hasta dejarla sin respiración. Aclaró que esto ocurrió frente
a Micaela.
Yésica Gasparini, tía de Micaela, contó frente al tribunal que ella estaba en
su casa cocinando, cuando la mamá de Micaela llamó a su marido llorando y le contó
que Elvio Benítez había manoseado a su hija.
Contó que ella se quedó con Micaela y, al otro día, cuando se levantaron, le
dijo a la niña que iban a ir al médico y a la policía. Dijo la testigo que en ese
momento, antes de ir al médico, Micaela le contó que Benítez no solamente la había
tocado, sino que también la había violado.
Dijo la testigo que Micaela le había contado que los abusos tenían lugar en
la pieza de la mamá. Aclaró también, a preguntas de la defensa, que primero Micaela
le había dicho que Benítez la había violado y luego ella le había preguntado si “le
había metido eso”.
También declaró en el debate la licenciada en psicología Laura Caminos,
quien asistió durante varios meses a Micaela a raíz de los abusos denunciados.
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movilizaba en un Fiat Duna y la pasó a buscar. Recordó que le dijo a Laura “prepará
tu bolsito que voy”. Dijo que a los diez minutos o media hora ella se empezó a sentir
peor y entonces “agilizaron”. Contó que preparó los bolsos y llevó a Laura al
hospital, aproximadamente a las ocho y media. Dijo que allí se quedó un rato largo,
hasta la medianoche o más tarde, hasta que llegó la madre y le dijo que fuera a su
casa, pues los chicos estaban solos. Contó que regresó a su casa, guardó el auto, vio
que los chicos estaban durmiendo y se puso a ver la televisión hasta que se durmió.
Dijo el imputado que al otro día se levantó, los chicos seguían durmiendo y
aprovechó para llevarle a Laura las cosas que ella le había pedido el día anterior.
Contó que pasó un rato por lo de su hermano, como siempre, y luego regresó a su
casa. Aclaró que en ese momento los chicos ya estaban levantados.
Dijo que Laura se internó el sábado a la noche y que el domingo fueron a
comer a la casa de su hermano con los chicos. Agregó que el lunes había sido feriado
y que él tenía su empresa, con peones.
Contó el imputado que luego dejó a los niños en su casa y fue hasta el
hospital. Aclaró que ese día regresaron. Mencionó que Benjamín, al nacer, tuvo un
“tirón” en el ombligo y el médico le dijo que no era necesario hacer una revisión
urgente.
Cuando se instó al imputado para que centrara su relato en los hechos
denunciados, respondió que Laura nunca estuvo internada todo el tiempo que ella
mencionó. Dijo que no existieron esos quince días de internación.
En cuanto a su relación con Laura, la madre de Micaela, el imputado contó
que no era una relación suave, sino áspera, pero que sólo se trataba de discusiones
que no llegaban a ser graves. Dijo que era verdad que él era como un militar, porque
solía hablar con firmeza, pero que nunca había sido una persona violenta.
En cuanto a la secuencia relatada por Laura sobre un supuesto ahorcamiento,
dijo que él la había tomado del cuello, pero sólo la había amenazado, porque ella no
era una mujer fácil de tratar y esbozaba palabras muy hirientes.
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verdad. Pero sólo se limitó a decir eso, sin intentar siquiera profundizar al respecto o
aportar algún dato que permitiera refutar lo dicho por las testigos de cargo.
Las meras referencias del imputado, por ende, no son suficientes en este
caso para poner en dudas lo que contaron en forma elocuente la víctima y su madre,
de modo que no hay ninguna razón seria para pensar que la testigos traídas por las
partes acusadoras hayan mentido acerca de las dos internaciones que dieran ocasión a
los abusos sexuales.
Tampoco estoy de acuerdo con lo que plantea la defensa en relación con la
posibilidad de que el relato de Micaela ha sido alterado por las preguntas sugestivas
de su madre o de Yésica Gasparini.
Para empezar, no debemos olvidar que el relato de la víctima se encuentra
corroborado empíricamente, en buena medida, por las evidencias físicas de las
penetraciones sexuales halladas en su vagina por el médico forense. En relación con
esto último hay que aclarar que, si bien el análisis del forense se produjo tres años
después, Micaela seguía siendo una niña de tan sólo doce años cuando se practicó ese
estudio, en el que se constató que tenía una defloración en el himen de antigua data.
A esto se deben sumar otros tantos indicadores que también nos remiten
directamente a los abusos sexuales sufridos por la víctima, tales como sus pesadillas,
sus temores y también lo que hacía con sus prendas de vestir, según sus propias
referencias, las de su madre y también las de la piscóloga Laura Caminos.
Todos estos aspectos fueron destacados también en el informe victimológico
de la licenciada en psicología, María Soledad Maiztegui, incorporado por lectura
(hojas 85/87). La perito describió que Micaela presentaba un discurso claro,
coherente y con un vocabulario acorde, según lo esperado para su edad. Dijo que la
niña había puesto en palabras los episodios de abuso, con un relato cargado de
expresiones de vergüenza, incomodidad e inhibición. Destacó que la niña le había
contado que tenía pesadillas en las que aparecía Elvio -en referencia al imputado- y le
decía que se la iba a llevar, por lo que ella corría y él mataba a su madre. También
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apuntó que Micaela le había hecho saber que su padrastro la había amenazado en
varias oportunidades, diciéndole que “si lo contaba, iba a matar a su madre”.
La perito explicó que los gráficos realizados por la niña eran claros y, a
partir de ellos, se podían observar indicadores de conflicto y la necesidad de Micaela
de aislarse, con el fin de resguardarse. También consignó que Micaela le había
contado que se vestía con más de dos pantalones por lo que le había ocurrido, porque
tenía miedo. También observó en la niña indicadores de angustia, ansiedad y
agresividad.
Sobre la base de todo esto, la perito concluyó que Micaela Sánchez
presentaba un discurso claro y coherente, preciso, con consistencia interna y sin
contradicciones. También concluyó que los indicadores conductuales y emocionales
hallados eran compatibles con los hechos denunciados.
Todo esto coincide con mi apreciación acerca de la credibilidad del relato de
Micaela. La joven contó en el debate todo lo que le tocó vivir en esas ocasiones, con
detalles, apreciaciones propias y expresiones de sentimientos que no dejan lugar a
dudas de que los hechos denunciados realmente los sufrió. No hay nada en su relato
ni en el resto de la prueba de la acusación que permita siquiera suponer que lo
denunciado por Micaela haya sido producto de una confusión ni mucho menos un
intento malicioso de evitar que el imputado regresara con su madre.
Aun cuando Claudia Sosa o tal vez Yésica Gasparini, en su momento, le
hayan hecho a Micaela preguntas un tanto sugestivas acerca de los abusos, en ambos
casos ello ocurrió cuando la víctima ya tenía doce años e incluso en contextos en los
que ella les estaba contando lo que había ocurrido. En el caso de Yésica Gasparini,
por ejemplo, la testigo dijo que le preguntó a Micaela si Benítez le había metido el
pene, pero aclaró que lo hizo después de que Micaela le había dicho que Benítez la
había violado. En cuanto a la madre de la víctima, dijo en el debate que, cuando
Micaela se disponía a contarle lo que había ocurrido con su padrastro, como le
costaba decírselo ella le preguntó si él la había tocado, a lo que la niña le respondió
que sí y luego le contó con detalles todo lo que había ocurrido.
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Por lo tanto, si bien en los intercambios que tuvieron lugar entre Micaela
con su madre y luego con su tía mediaron ciertas preguntas sugestivas -nada que no
sea esperable en este tipo de contextos-, no se advierte nada en el tenor de dichas
conversaciones que lleve a suponer que lo dicho por la víctima, a sus doce años, haya
sido un relato instalado por un interrogatorio altamente sugestivo.
Tampoco es suficiente para poner en crisis el testimonio de la víctima la
supuesta contradicción proveniente de lo dicho por ella y por la testigo Yésica
Gasparini, quien en un fragmento de su relato recordó que Micaela le había contado
que los abusos habían ocurrido en la pieza de su madre. La víctima declaró en el
juicio con toda claridad que los abusos solían tener lugar en la cocina, sobre un
colchón que el imputado llevaba desde su pieza hasta ese lugar. Lo mismo le había
contado a su madre y también a la psicóloga Laura Caminos, tal como ellas mismas
lo aclararon en el debate. El detalle relativo al lugar específico de los abusos, por lo
tanto, no necesariamente pudo haberlo captado o recordado literalmente la testigo
Gasparini al momento de escuchar la versión de su sobrina. Un detalle semejante, por
otra parte, especialmente para un familiar, no formaba parte del contenido esencial de
una noticia tan impactante.
Es por todas estas razones que no encuentro nada en los planteos de la
defensa ni en la declaración del imputado que me lleve razonablemente a descreer de
las versiones de la víctima y de su madre. Estos testimonios, más el resto de la
prueba ya analizada, no dejan lugar a dudas de que los hechos existieron y también
demuestran de manera contundente que Elvio Reinaldo Benítez ha sido su autor.
El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
2. Eximentes
El señor juez, Pablo Pereyra, dijo:
No encuentro eximentes ni tampoco han sido alegadas por las partes.
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rol de autoridad paterna dentro del seno familiar conviviente y, además, quedaba a
cargo del cuidado de Micaela y de sus hermanos menores cuando la madre de ellos
estaba ausente.
Y por si esto fuera poco, Micaela debió soportar también las amenazas que
Benítez le dirigía para que no se resistiera ni tampoco contara lo que había ocurrido.
Todas estas circunstancias configuran medios alternativos de comisión de
los abusos sexuales que contempla el artículo 119 del Código Penal y, por lo tanto,
ya tienen incidencia a nivel de la tipicidad de las conductas atribuidas a Benítez. No
obstante, lo que corresponde valorar en este ítem no es la mera existencia de cada
una de esas circunstancias de modo general y abstracto, sino la intensidad con la que
se han manifestado en el caso, ya sea por su peso individual –como en el caso de la
edad de la víctima-, o bien, por la sumatoria de factores que, en conjunto,
condicionaron en mayor medida las posibilidades físicas y psíquicas de la víctima de
reaccionar frente a los abusos sexuales.
Así, por ejemplo, si bien constituyen elementos del tipo básico del delito de
abuso sexual, en el caso se conjugaron diversos medios comisivos alternativos, como
el uso de amenazas, la edad de la víctima y también la posición de poder en la que el
imputado estaba respecto de la niña, por su sola condición de adulto. También se
conjugaron en el caso otras dos circunstancias que individualmente tornaban
aplicable la escala de pena más grave prevista en el párrafo cuarto del artículo 119,
tales como la convivencia preexistente con la niña y la guarda que el imputado tenía
a su cargo (incisos b y f).
Todas estas circunstancias son típicamente relevantes, pero en la medida en
que cada una de ellas tiene potencialmente la entidad necesaria para determinar, por
sí misma, un extremo de la calificación jurídica de los hechos, la sumatoria de tales
circunstancias pasa a formar parte de un elemento que va más allá de la tipicidad y
que permite en este caso dimensionar, dentro de la agravante requerida por la fiscalía,
los condicionamientos tanto físicos como psíquicos a los que debió enfrentarse la
víctima cuando sufrió los abusos sexuales.
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Creus, Carlos - Buompadre, Jorge Eduardo, "Derecho penal. Parte especial". Tomo 1,
Astrea, Buenos Aires, 2007, p. 200).
Por todas estas razones, considero que los hechos atribuidos a Elvio
Reinaldo Benítez deben ser calificados como abuso sexual con acceso carnal,
agravado por haber sido el encargado de la guarda de la víctima y por la situación de
convivencia preexistente (art. 119, párrafos 3º y 4º, incisos b y f, CP).
Finalmente, hay que aclarar que los abusos sexuales relatados por la víctima
han sido varios, pues, según ella, ocurrieron en varias oportunidades, tanto la primera
vez que su madre estuvo internada, como después, durante la segunda internación.
Esta precisión, sin embargo, no fue dada en ningún momento por las partes
acusadoras, quienes se limitaron a afirmar que los abusos habían sido reiterados y en
concurso real. Por lo tanto, para evitar eventuales cuestionamientos desde el punto de
vista de la defensa en juicio, corresponderá establecer, a los fines de esta sentencia,
un concurso real de dos hechos, que es la expresión mínima que contempla el
artículo 55 del Código Penal y que determina una escala penal que abastece, en
abstracto, los requerimientos de pena de las partes acusadoras.
El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
6. Pena a imponer
El señor juez, Pablo Pereyra, dijo:
En virtud de lo resuelto en las cuestiones anteriores, considero adecuado que
el imputado Elvio Reinaldo Benítez sea condenado a la pena de catorce años de
prisión, accesorias legales y costas, por haber sido autor penalmente responsable del
delito de abuso sexual con acceso canal, agravado por las situaciones de guarda y de
convivencia preexistente con la víctima, dos hechos en concurso real (arts. 45, 55 y
119, párrafos 3° y 4°, incisos b y f, CP), cometidos en Florencio Varela, en marzo de
2014, en perjuicio de Micaela Ailén Sanchez.
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REFERENCIAS:
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238801195005519442
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