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Causa n° 8249
VEREDICTO
En la ciudad de Quilmes, el 3 de octubre de 2022, se reúnen los jueces
integrantes del Tribunal en lo Criminal nº 2 del Departamento Judicial Quilmes,
Félix Gustavo Roumieu, Rodrigo Gabriel Bagini y Pablo Eduardo Pereyra, con el fin
de dictar veredicto en la causa n° 8249, seguida a Elvio Reinaldo Benítez por la
presunta comisión del delito de abuso sexual con acceso canal, agravado por la
convivencia preexistente y por haber sido el encargado de la guarda de la víctima
(art. 119, párrafos 3º y 4º, incisos b y f, CP).
De acuerdo con el sorteo, en la votación los jueces deberán observar el
orden siguiente: Pereyra – Roumieu – Bagini.
A continuación, los jueces resolverán las cuestiones previstas en el artículo
371 del Código Procesal Penal.
1. Existencia de los hechos y participación del imputado
El juez Pereyra dijo:
Las pruebas presentadas por la fiscalía en el juicio demuestran que, en varias
oportunidades, durante marzo de 2014, en el domicilio ubicado entre las calles Los
Hornos, Lourdes y del Valle, de Florencio Varela, el imputado Elvio Reinaldo
Benítez, en varias ocasiones, penetró con su pene la vagina de Micaela Ailén
Sánchez, quien tenía 9 años en aquel entonces. Concretamente, cuando quedaba a
cargo de la niña, el imputado la llevaba a la cocina, donde tiraba un colchón al suelo,
luego la desvestía, le tocaba sus pechos y su vagina y, finalmente, la penetraba por
esa vía. También, en ocasiones, la obligaba a que le succionara el pene. Para que
Micaela accediera a todo esto y no lo contara, el imputado la amenazaba, diciéndole
que iba a matar a su madre. También aprovechaba la situación de poder que
ostentaba frente a la víctima, no solamente por la diferencia de edad, sino
fundamentalmente porque era su padrastro, convivía con ella y además quedaba a
cargo de su guarda cuando la madre de la niña no estaba.

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Esta reconstrucción de los hechos se sustenta, en primer lugar, en el relato


de la propia víctima. Micaela Sánchez, ya con diecisiete años, dijo en el debate que
Elvio Benítez era su padrastro. Contó que ella vivía con sus hermanos Axel y Brisa,
su madre y su padrastro. Dijo que, en una oportunidad, cuando su mamá se había ido
a “tener a su hermanito Benjamín”, ella había quedado en la casa quinta de la calle
Lourdes con su padrastro, Elvio Benítez. Dijo que él aprovechaba esa situación y la
violaba. Aclaró que esto pasaba todas las noches en las que su mamá no estaba,
porque había quedado internada.
Contó Micaela que ella solía estar con su hermanito Axel y que Elvio
Benítez siempre encontraba una excusa para enojarse con su hermano y echarlo para
que se fuera a dormir. Dijo que cuando esto sucedía, su padrastro llevaba el colchón
de la pieza a la cocina, luego la recostaba a ella y le empezaba a tocar las tetas y la
vagina. Contó que después empezó a subirse arriba de ella y a penetrarla por la
vagina. Dijo que Benítez también le metía los dedos. Aclaró que todo eso pasó la
primera noche y que la segunda noche se repitió, pero en esa ocasión también “hizo
que le tocara los huevos o que le chupara”. Dijo que como ella no quería hacerlo,
Benítez le decía que iba a matar a su mamá. Aclaró que ella se asustaba, porque
recordaba que una noche, cuando estaban discutiendo, Benítez había tomado a su
mamá del cuello.
Dijo Micaela que después volvió su mamá y él dejó de hacerle todo eso,
pero luego volvió a hacerlo cuando su mamá regresó al hospital. Aclaró que en esta
segunda oportunidad su mamá quedó internada como quince días y Benítez
aprovechaba cada día para llevar el colchón a la cocina y tocarla o penetrarla. Dijo
que esto pasó todas las noches, hasta un día antes de que su mamá regresara. Dijo
también que en esa oportunidad Benítez la amenazó nuevamente y le dijo que si
contaba algo iba a matar a su madre.
En cuanto a su decisión de contar lo que había ocurrido, Micaela recordó
que en una oportunidad, cuando su madre y Benítez iban a estar juntos nuevamente,
ella ya tenía doce años y decidió contarle a su mamá que Elvio la violaba. Dijo que

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hasta ese momento no se lo había contado a nadie porque tenía miedo, pero después
se había animado a contárselo a sus amigos y a su tía.
Contó que siempre usaba muchos pantalones y calzas, como cinco
aproximadamente, para que si Benítez la violaba nuevamente le costara más trabajo
hacerlo.
Lo dicho por Micaela coincide con el relato su madre, Laura Sosa. Esta
testigo contó en el debate que conoció al acusado a los quince años y entablaron
relación que duró poco. Dijo que luego de unos diez años se volvieron a encontrar y
convivieron como pareja aproximadamente durante cinco años.
Aclaró la testigo que los hechos comenzaron el 21 de marzo de 2014,
cuando ella había ido al Hospital de Florencio Varela a tener a Benjamín, que es hijo
de ella y de Elvio Benítez. Dijo que en esa ocasión estuvo tres días en el hospital y
que días después debió estar nuevamente internada por espacio de quince días,
porque se le había complicado una infección derivada del parto.
Contó que su hija Micaela, de nueve años, en esas dos oportunidades había
quedado en su casa, al cuidado de Elvio Benítez, quien era su pareja en ese momento.
Aclaró que en la casa también habían quedado sus hijos Axel, de cinco años, y Brisa,
de dos años.
Dijo que cuando regresó a su casa, después de los quince días de
internación, no notó nada extraño, porque solían vivir en un ambiente muy hostil y
porque Benítez era muy violento.
Aclaró que la casa donde vivían en aquel momento era una quinta ubicada
en las calles Lourdes, Del Valle y Gral. Hornos, de Florencio Varela. Describió que
la casa era bastante grande y tenía un pasillo con un baño al fondo y dos habitaciones,
con una puerta corrediza que separaba la cocina-comedor y el living.
Recordó que un fin de semana, cuando Micaela ya tenía doce años, se había
ido a la casa de sus abuelos paternos y, cuando regresó, mientras iban caminando la
notó extraña. Dijo que, una cuadra antes de llegar a la casa de Benítez, Micaela la

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tomó fuertemente del brazo y le dijo que tenía algo que contarle. Dijo que en esa
oportunidad Micaela le contó que Benítez le había tocado la cola.
Contó la testigo que antes de que le contara todo esto, Micaela tenía
conductas que le llamaban la atención, porque se ponía mucha ropa, como tres o
cuatro pantalones juntos, pero nunca le llegaba a decir por qué. Dijo que después de
la denuncia Micaela le explicó que se ponía los pantalones porque creía que, si volvía
a pasarle lo mismo, el imputado iba tardar en quitarle la ropa.
Dijo la señora Sosa que Micaela recibió asistencia psicológica hasta 2020
“por el tema de la pandemia” y que el uso de mucha ropa lo mantuvo hasta los quince
o dieciséis años aproximadamente.
En relación con el imputado, la testigo contó que era una persona con la que
no se podía hablar, pues era violento y todo tenía que ser como él lo decía. Agregó
que la violencia a la que las sometía era verbal, psicológica y también física. Dijo que
una vez llegó a ahorcarla hasta dejarla sin respiración. Aclaró que esto ocurrió frente
a Micaela.
Yésica Gasparini, tía de Micaela, contó frente al tribunal que ella estaba en
su casa cocinando, cuando la mamá de Micaela llamó a su marido llorando y le contó
que Elvio Benítez había manoseado a su hija.
Contó que ella se quedó con Micaela y, al otro día, cuando se levantaron, le
dijo a la niña que iban a ir al médico y a la policía. Dijo la testigo que en ese
momento, antes de ir al médico, Micaela le contó que Benítez no solamente la había
tocado, sino que también la había violado.
Dijo la testigo que Micaela le había contado que los abusos tenían lugar en
la pieza de la mamá. Aclaró también, a preguntas de la defensa, que primero Micaela
le había dicho que Benítez la había violado y luego ella le había preguntado si “le
había metido eso”.
También declaró en el debate la licenciada en psicología Laura Caminos,
quien asistió durante varios meses a Micaela a raíz de los abusos denunciados.

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Contó la perito que intervino en el marco de un programa de atención y


prevención del maltrato y el abuso infantil. Aclaró que trabajó con Micaela durante
ocho meses, desde agosto de 2017, hasta abril de 2018.
Esta psicóloga contó que había observado en la niña indicadores de mucha
timidez, inhibición, dificultad para relacionarse y muchos temores. Recordó que
Micaela le hacía referencias a muchas pesadillas que tenía y a que solía despertarse
con mucho temor de que la persona que la había agredido regresara a su casa y le
pasara algo a su madre.
Contó que Micaela en una primera instancia le había dicho solamente que le
había pasado algo feo con su padrastro, pero con el correr de los encuentros había
logrado relatar las situaciones ocurridas, cuando su mamá se encontraba embarazada
y había quedado internada para tener a su hermanito
Aclaró que la niña le había contado que esta persona llevaba el colchón a la
cocina y, como ella no quería hacer nada, empezaban las amenazas. Destacó que
Micaela siempre sostuvo el mismo discurso, acompañando su relato con vergüenza,
temor, angustia y llanto. También aclaró que no había observado en la niña
indicadores que permitieran apreciar fantasía en su relato ni influencia de terceras
personas.
A través de la copia del DNI de la víctima, agregado en la hoja 3 del
expediente en papel, queda acreditado que Micaela, al momento de los hechos, tenía
nueve años, pues allí figura nació el 20 de diciembre de 2004, mientras que los
abusos sexuales tuvieron lugar a partir del 1 de marzo de 2014.
En el informe médico agregado en las hojas 5 a 8 figura, por último, que
Micaela, al momento del examen tenía, a nivel de la vagina, una defloración de
himen de antigua data.
El imputado decidió declarar sobre el final del debate.
Lo primero que hizo fue aclarar que el día de nacimiento de Benjamín era el
cumpleaños de Laura. Dijo que ese día, a eso de las cinco o seis de la tarde, se fue a
la casa de su hermano y Laura lo llamó porque se sentía mal. Dijo que él se

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movilizaba en un Fiat Duna y la pasó a buscar. Recordó que le dijo a Laura “prepará
tu bolsito que voy”. Dijo que a los diez minutos o media hora ella se empezó a sentir
peor y entonces “agilizaron”. Contó que preparó los bolsos y llevó a Laura al
hospital, aproximadamente a las ocho y media. Dijo que allí se quedó un rato largo,
hasta la medianoche o más tarde, hasta que llegó la madre y le dijo que fuera a su
casa, pues los chicos estaban solos. Contó que regresó a su casa, guardó el auto, vio
que los chicos estaban durmiendo y se puso a ver la televisión hasta que se durmió.
Dijo el imputado que al otro día se levantó, los chicos seguían durmiendo y
aprovechó para llevarle a Laura las cosas que ella le había pedido el día anterior.
Contó que pasó un rato por lo de su hermano, como siempre, y luego regresó a su
casa. Aclaró que en ese momento los chicos ya estaban levantados.
Dijo que Laura se internó el sábado a la noche y que el domingo fueron a
comer a la casa de su hermano con los chicos. Agregó que el lunes había sido feriado
y que él tenía su empresa, con peones.
Contó el imputado que luego dejó a los niños en su casa y fue hasta el
hospital. Aclaró que ese día regresaron. Mencionó que Benjamín, al nacer, tuvo un
“tirón” en el ombligo y el médico le dijo que no era necesario hacer una revisión
urgente.
Cuando se instó al imputado para que centrara su relato en los hechos
denunciados, respondió que Laura nunca estuvo internada todo el tiempo que ella
mencionó. Dijo que no existieron esos quince días de internación.
En cuanto a su relación con Laura, la madre de Micaela, el imputado contó
que no era una relación suave, sino áspera, pero que sólo se trataba de discusiones
que no llegaban a ser graves. Dijo que era verdad que él era como un militar, porque
solía hablar con firmeza, pero que nunca había sido una persona violenta.
En cuanto a la secuencia relatada por Laura sobre un supuesto ahorcamiento,
dijo que él la había tomado del cuello, pero sólo la había amenazado, porque ella no
era una mujer fácil de tratar y esbozaba palabras muy hirientes.

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A partir de esta declaración del imputado, el defensor consideró en su


alegato que había quedado cuestionado el contexto de los abusos sexuales relatado
por las testigos de cargo. Puntualmente se refirió al fragmento de la declaración del
imputado donde negó que la madre de la víctima haya quedado internada por quince
días luego del nacimiento de su hijo.
A su vez, sostuvo el defensor que, dentro de la casa, al momento de los
supuestos abusos, había otras personas menores de edad, quienes no han sido citadas.
Por otro lado, planteó que tanto Micaela, como su madre y la psicóloga
dijeron en el debate que la denuncia la había hecho la víctima por miedo a que su
madre regresara con Benítez. A partir de ello, planteó la posibilidad de que la
denuncia haya sido inventada para evitar que su madre y Benítez volvieran a estar
juntos, especialmente frente a la prueba que sugiere que el imputado era una persona
violenta.
También planteó el defensor que las preguntas que, en un principio, se le
habían hecho a la víctima para indagar sobre los supuestos abusos sexuales habían
sido sugestivas. Sostuvo el defensor, en cuanto a esto, que no se había hecho ninguna
evaluación para poder determinar la injerencia de terceros en la construcción del
relato de la niña.
Por último, el defensor consideró que el relato de Micaela tenía problemas
de coherencia, por cuanto Yésica Gasparini había contado en el debate que la víctima
le había dicho que los abusos habían ocurrido en la pieza de su madre, mientras que
en el debate Micaela había contado que ocurrían en la cocina.
A criterio del defensor, todas estas razones llevarían a una duda razonable
sobre la existencia de los hechos.
No estoy de acuerdo con los planteos del defensor.
Tanto la víctima, Micaela Sánchez, como su madre, Laura Sosa, contaron en
el debate que parte de los abusos sexuales tuvieron lugar cuando la señora Sosa había
estado internada en marzo de 2014, primero por el nacimiento de uno de sus hijos y
luego por una infección derivada de ese parto.

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Laura Sosa contó específicamente que su hijo Benjamín nació el 1 de marzo


de 2014. Dijo que en esa oportunidad estuvo tres días en el hospital y luego regresó a
su casa. Contó que una semana después debió ser internada nuevamente por una
infección vinculada con el parto y permaneció en el hospital durante quince días. La
testigo contó que durante esos quince días sus hijos Axel, de cinco años, Brisa, de
dos años, y Micaela, de nueve años, quedaron al cuidado del imputado Elvio Benítez.
Dijo que cuando regresó no notó nada extraño en Micaela, hasta que ella le contó lo
que había ocurrido.
Lo que contó la testigo Sosa coincide, como se puede ver, con el relato de la
víctima, quien dijo en el debate que los abusos sexuales tuvieron lugar en varias
ocasiones, primero cuando su madre había ido a tener a Benjamín y luego cuando su
madre había regresado al hospital y había quedado internada durante quince días.
La víctima y Laura Sosa, por otra parte, dieron cuentas circunstanciadas de
los hechos narrados por ellas. Las dos describieron coincidentemente un mismo
contexto y con un caudal de información que revela que las dos dijeron la verdad,
pues no sólo mencionaron lo de los quince días de internación, sino que además
contaron, desde sus diferentes vivencias, todo lo que había ocurrido antes, durante y
después de esa franja de tiempo.
El imputado, en cambio, cuando declaró en el debate, tan sólo deslizó que
Laura no había estado internada, sin ningún otro aditamento. No se explayó al
respecto ni tampoco dio ninguna explicación. Simplemente se limitó a decir que su
pareja no había estado en el hospital durante esos quince días.
He advertido durante la declaración del imputado, por otro lado, una actitud
poco acorde con su situación, desprovista de un mínimo grado de emotividad y
carente de matices, llamativos factores que se suman a un relato que estuvo más
enderezado a destacar aspectos inesenciales de su vida personal, que a desvirtuar la
concreta imputación que se le dirige, dejando en evidencia su intención de no abordar
el eje central del problema. Fue sólo a instancias del tribunal para que se centrara en
los hechos que el imputado sostuvo que lo dicho por la víctima y por su madre no era

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verdad. Pero sólo se limitó a decir eso, sin intentar siquiera profundizar al respecto o
aportar algún dato que permitiera refutar lo dicho por las testigos de cargo.
Las meras referencias del imputado, por ende, no son suficientes en este
caso para poner en dudas lo que contaron en forma elocuente la víctima y su madre,
de modo que no hay ninguna razón seria para pensar que la testigos traídas por las
partes acusadoras hayan mentido acerca de las dos internaciones que dieran ocasión a
los abusos sexuales.
Tampoco estoy de acuerdo con lo que plantea la defensa en relación con la
posibilidad de que el relato de Micaela ha sido alterado por las preguntas sugestivas
de su madre o de Yésica Gasparini.
Para empezar, no debemos olvidar que el relato de la víctima se encuentra
corroborado empíricamente, en buena medida, por las evidencias físicas de las
penetraciones sexuales halladas en su vagina por el médico forense. En relación con
esto último hay que aclarar que, si bien el análisis del forense se produjo tres años
después, Micaela seguía siendo una niña de tan sólo doce años cuando se practicó ese
estudio, en el que se constató que tenía una defloración en el himen de antigua data.
A esto se deben sumar otros tantos indicadores que también nos remiten
directamente a los abusos sexuales sufridos por la víctima, tales como sus pesadillas,
sus temores y también lo que hacía con sus prendas de vestir, según sus propias
referencias, las de su madre y también las de la piscóloga Laura Caminos.
Todos estos aspectos fueron destacados también en el informe victimológico
de la licenciada en psicología, María Soledad Maiztegui, incorporado por lectura
(hojas 85/87). La perito describió que Micaela presentaba un discurso claro,
coherente y con un vocabulario acorde, según lo esperado para su edad. Dijo que la
niña había puesto en palabras los episodios de abuso, con un relato cargado de
expresiones de vergüenza, incomodidad e inhibición. Destacó que la niña le había
contado que tenía pesadillas en las que aparecía Elvio -en referencia al imputado- y le
decía que se la iba a llevar, por lo que ella corría y él mataba a su madre. También

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apuntó que Micaela le había hecho saber que su padrastro la había amenazado en
varias oportunidades, diciéndole que “si lo contaba, iba a matar a su madre”.
La perito explicó que los gráficos realizados por la niña eran claros y, a
partir de ellos, se podían observar indicadores de conflicto y la necesidad de Micaela
de aislarse, con el fin de resguardarse. También consignó que Micaela le había
contado que se vestía con más de dos pantalones por lo que le había ocurrido, porque
tenía miedo. También observó en la niña indicadores de angustia, ansiedad y
agresividad.
Sobre la base de todo esto, la perito concluyó que Micaela Sánchez
presentaba un discurso claro y coherente, preciso, con consistencia interna y sin
contradicciones. También concluyó que los indicadores conductuales y emocionales
hallados eran compatibles con los hechos denunciados.
Todo esto coincide con mi apreciación acerca de la credibilidad del relato de
Micaela. La joven contó en el debate todo lo que le tocó vivir en esas ocasiones, con
detalles, apreciaciones propias y expresiones de sentimientos que no dejan lugar a
dudas de que los hechos denunciados realmente los sufrió. No hay nada en su relato
ni en el resto de la prueba de la acusación que permita siquiera suponer que lo
denunciado por Micaela haya sido producto de una confusión ni mucho menos un
intento malicioso de evitar que el imputado regresara con su madre.
Aun cuando Claudia Sosa o tal vez Yésica Gasparini, en su momento, le
hayan hecho a Micaela preguntas un tanto sugestivas acerca de los abusos, en ambos
casos ello ocurrió cuando la víctima ya tenía doce años e incluso en contextos en los
que ella les estaba contando lo que había ocurrido. En el caso de Yésica Gasparini,
por ejemplo, la testigo dijo que le preguntó a Micaela si Benítez le había metido el
pene, pero aclaró que lo hizo después de que Micaela le había dicho que Benítez la
había violado. En cuanto a la madre de la víctima, dijo en el debate que, cuando
Micaela se disponía a contarle lo que había ocurrido con su padrastro, como le
costaba decírselo ella le preguntó si él la había tocado, a lo que la niña le respondió
que sí y luego le contó con detalles todo lo que había ocurrido.

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Por lo tanto, si bien en los intercambios que tuvieron lugar entre Micaela
con su madre y luego con su tía mediaron ciertas preguntas sugestivas -nada que no
sea esperable en este tipo de contextos-, no se advierte nada en el tenor de dichas
conversaciones que lleve a suponer que lo dicho por la víctima, a sus doce años, haya
sido un relato instalado por un interrogatorio altamente sugestivo.
Tampoco es suficiente para poner en crisis el testimonio de la víctima la
supuesta contradicción proveniente de lo dicho por ella y por la testigo Yésica
Gasparini, quien en un fragmento de su relato recordó que Micaela le había contado
que los abusos habían ocurrido en la pieza de su madre. La víctima declaró en el
juicio con toda claridad que los abusos solían tener lugar en la cocina, sobre un
colchón que el imputado llevaba desde su pieza hasta ese lugar. Lo mismo le había
contado a su madre y también a la psicóloga Laura Caminos, tal como ellas mismas
lo aclararon en el debate. El detalle relativo al lugar específico de los abusos, por lo
tanto, no necesariamente pudo haberlo captado o recordado literalmente la testigo
Gasparini al momento de escuchar la versión de su sobrina. Un detalle semejante, por
otra parte, especialmente para un familiar, no formaba parte del contenido esencial de
una noticia tan impactante.
Es por todas estas razones que no encuentro nada en los planteos de la
defensa ni en la declaración del imputado que me lleve razonablemente a descreer de
las versiones de la víctima y de su madre. Estos testimonios, más el resto de la
prueba ya analizada, no dejan lugar a dudas de que los hechos existieron y también
demuestran de manera contundente que Elvio Reinaldo Benítez ha sido su autor.
El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
2. Eximentes
El señor juez, Pablo Pereyra, dijo:
No encuentro eximentes ni tampoco han sido alegadas por las partes.

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El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:


Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
3. Atenuantes
El señor juez, Pablo Pereyra, dijo:
Como atenuantes, valoro que el imputado no tenía condenas previas.
También valoro a su favor, tal como lo ha planteado el defensor, el tiempo
que el imputado ha estado sometido a este proceso. Para este análisis no importa
centralmente si el Estado ha sido diligente o no en la tramitación del caso. Razonable
o no, el padecimiento adicional que conlleva la extensión de un proceso durante
varios años no deja de ser un factor a tener en cuenta al momento de imponer una
pena ajustada al caso concreto.
En cambio, no puedo compartir la propuesta del acusador particular para que
se valore, como atenuante, la presunción del buen concepto vecinal del imputado.
Todo elemento del que se pueda derivar una circunstancia potencialmente
capaz de aumentar o disminuir el reproche por la comisión de un delito debe estar
debidamente acreditado. El principio in dubio pro reo es una regla que impide que se
valore en contra del imputado algún extremo que no se encuentre probado con la
debida certeza. Pero de esto no se sigue que el juez pueda incurrir en la ficción de
declarar existente un hecho que, de acuerdo con las reglas previstas en los artículos
209 y 210 del CPP, jamás podría tenerlo por acreditado (véase, en el mismo sentido,
TCP, Sala II, causa n° 18.807, “Saucedo, Daniel Hernán”). De otro modo, por las
mismas razones que menciona el acusador particular, en la sentencia cabría valorar,
por el solo hecho de que fueran solicitadas, la innumerable cantidad de calidades que
podrían imaginarse y luego presumirse en el imputado, no solamente referidas a su
relación con los vecinos, sino a cualquier aspecto de su vida personal, profesional o
social, mientras no se haya probado lo contrario.
El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:

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Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.


El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
4. Agravantes
El señor juez, Pablo Pereyra, dijo:
Como agravantes, dentro de lo requerido por la fiscalía, valoro las
siguientes:
a) La extensión del daño psíquico a la víctima, derivado de los abusos
sexuales. En el debate quedó en evidencia el impacto que los hechos denunciados
tuvieron en la psiquis de Micaela quien, varios después, se mostró frente al tribunal
absolutamente afectada. Además quedó demostrado que Micaela debió realizar
durante varios meses un tratamiento psicológico para abordar las secuelas psíquicas
de los abusos, puestas de manifiesto en sus pesadillas, en sus temores, en su angustia
y en sus sensaciones que la llevaron durante años a vestirse con varios pantalones, en
la creencia de que ello podría ayudarla frente a nuevos ataques sexuales.
b) Las dificultades físicas y psíquicas que la edad evolutiva de la víctima y
su concreta posición frente al imputado le generaban para resistir los ataques
sexuales.
En el caso se conjugaron una serie de factores que permiten dimensionar
hasta qué punto la niña estaba impedida de reaccionar eficazmente frente a los
abusos.
Por un lado, los abusos tuvieron lugar cuando Micaela tenía nueve años, es
decir, varios años menos que los que menciona el artículo 119 del CP en su primer
párrafo. Esta edad representa una importante diferencia en términos evolutivos, tanto
en lo que respecta a la madurez psíquica de la niña, como a su desarrollo físico e
intelectual, con las consiguientes posibilidades de respuesta frente a los ataques
sexuales.
A esto se debe sumar que la niña debió enfrentarse a las agresiones sexuales
de una persona que ostentaba respecto de ella una posición de poder, pues ocupaba el

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rol de autoridad paterna dentro del seno familiar conviviente y, además, quedaba a
cargo del cuidado de Micaela y de sus hermanos menores cuando la madre de ellos
estaba ausente.
Y por si esto fuera poco, Micaela debió soportar también las amenazas que
Benítez le dirigía para que no se resistiera ni tampoco contara lo que había ocurrido.
Todas estas circunstancias configuran medios alternativos de comisión de
los abusos sexuales que contempla el artículo 119 del Código Penal y, por lo tanto,
ya tienen incidencia a nivel de la tipicidad de las conductas atribuidas a Benítez. No
obstante, lo que corresponde valorar en este ítem no es la mera existencia de cada
una de esas circunstancias de modo general y abstracto, sino la intensidad con la que
se han manifestado en el caso, ya sea por su peso individual –como en el caso de la
edad de la víctima-, o bien, por la sumatoria de factores que, en conjunto,
condicionaron en mayor medida las posibilidades físicas y psíquicas de la víctima de
reaccionar frente a los abusos sexuales.
Así, por ejemplo, si bien constituyen elementos del tipo básico del delito de
abuso sexual, en el caso se conjugaron diversos medios comisivos alternativos, como
el uso de amenazas, la edad de la víctima y también la posición de poder en la que el
imputado estaba respecto de la niña, por su sola condición de adulto. También se
conjugaron en el caso otras dos circunstancias que individualmente tornaban
aplicable la escala de pena más grave prevista en el párrafo cuarto del artículo 119,
tales como la convivencia preexistente con la niña y la guarda que el imputado tenía
a su cargo (incisos b y f).
Todas estas circunstancias son típicamente relevantes, pero en la medida en
que cada una de ellas tiene potencialmente la entidad necesaria para determinar, por
sí misma, un extremo de la calificación jurídica de los hechos, la sumatoria de tales
circunstancias pasa a formar parte de un elemento que va más allá de la tipicidad y
que permite en este caso dimensionar, dentro de la agravante requerida por la fiscalía,
los condicionamientos tanto físicos como psíquicos a los que debió enfrentarse la
víctima cuando sufrió los abusos sexuales.

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El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:


Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
5. Calificación jurídica de los hechos
El señor juez, Pablo Pereyra, dijo:
La ausencia de consentimiento válido del sujeto pasivo que requieren los
abusos sexuales del artículo 119 se encuentra dada en este caso, como vimos, por la
edad de la víctima, pero también por la relación de dependencia y autoridad que
existía entre ella y el imputado. Sin perjuicio de ello, lo más grave y determinante en
este aspecto ha sido la violencia psicológica que el imputado ejercía sobre Micaela
para consumar los abusos, a quien la amenazaba, diciéndole que iba a matar a su
madre.
En cuanto a los extremos del tercer párrafo del artículo 119, quedó
demostrado que el imputado, en varias ocasiones, introdujo su pene en la vagina de la
víctima, con lo cual quedaron configurados los accesos carnales de tipo penal de
violación.
Finalmente, quedó demostrado no solamente que el imputado convivía con
la víctima de nueve años, sino que además aprovechaba, para consumar los abusos, la
guarda que Laura Sosa le confería mientras estaba internada en el Hospital de
Florencio Varela.
En cuanto a esta concreta situación fáctica, existe general acuerdo en la
doctrina en punto a que la guarda a la que se refiere el inciso "b” del artículo 119 del
Código Penal debe ser interpretada en forma amplia, comprensiva de toda persona
que de hecho tenga el cuidado y el gobierno de un menor, cualquiera sea la
circunstancia que haya originado esa situación (confr., por todos, De Luca, Javier y
Casariego, Julio López, en Baigún, David y Zaffaroni, Eugenio Raúl, "Código Penal.
Análisis doctrinal y jurisprudencial", Hammurabi, Buenos Aires, 2008, p. 563, y

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Creus, Carlos - Buompadre, Jorge Eduardo, "Derecho penal. Parte especial". Tomo 1,
Astrea, Buenos Aires, 2007, p. 200).
Por todas estas razones, considero que los hechos atribuidos a Elvio
Reinaldo Benítez deben ser calificados como abuso sexual con acceso carnal,
agravado por haber sido el encargado de la guarda de la víctima y por la situación de
convivencia preexistente (art. 119, párrafos 3º y 4º, incisos b y f, CP).
Finalmente, hay que aclarar que los abusos sexuales relatados por la víctima
han sido varios, pues, según ella, ocurrieron en varias oportunidades, tanto la primera
vez que su madre estuvo internada, como después, durante la segunda internación.
Esta precisión, sin embargo, no fue dada en ningún momento por las partes
acusadoras, quienes se limitaron a afirmar que los abusos habían sido reiterados y en
concurso real. Por lo tanto, para evitar eventuales cuestionamientos desde el punto de
vista de la defensa en juicio, corresponderá establecer, a los fines de esta sentencia,
un concurso real de dos hechos, que es la expresión mínima que contempla el
artículo 55 del Código Penal y que determina una escala penal que abastece, en
abstracto, los requerimientos de pena de las partes acusadoras.
El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
6. Pena a imponer
El señor juez, Pablo Pereyra, dijo:
En virtud de lo resuelto en las cuestiones anteriores, considero adecuado que
el imputado Elvio Reinaldo Benítez sea condenado a la pena de catorce años de
prisión, accesorias legales y costas, por haber sido autor penalmente responsable del
delito de abuso sexual con acceso canal, agravado por las situaciones de guarda y de
convivencia preexistente con la víctima, dos hechos en concurso real (arts. 45, 55 y
119, párrafos 3° y 4°, incisos b y f, CP), cometidos en Florencio Varela, en marzo de
2014, en perjuicio de Micaela Ailén Sanchez.

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La pena de prisión que propongo, a mi juicio, es proporcional al injusto de


los hechos y a la culpabilidad del imputado en cada uno de ellos, en función de lo
que ya se analizara al tratar las cuestiones relativas a las agravantes y atenuantes.
Si bien numéricamente podría decirse que se han valorado la misma
cantidad de agravantes que de atenuantes, en este caso las agravantes, en su
magnitud, tienen mucho mayor peso que las atenuantes, pues permiten apreciar la
considerable gravedad que han tenido los distintos hechos, que no tiene punto de
comparación con los perjuicios concretos sufridos por el imputado, derivados de un
proceso penal extenso, que en parte serán compensados por la vía que contempla el
artículo 24 del Código Penal, ni con el hecho de que no tenga condenas previas, aun
cuando esta circunstancia, como dije antes, deba tener cierta incidencia en la
determinación de la pena, dentro de una perspectiva preventivo especial.
Es por tales razones que entiendo que la pena seleccionada en este caso es
una adecuada síntesis entre las agravantes y las atenuantes valoradas, frente a la
elasticidad de una escala cuyo máximo llega, por efecto de las reglas del concurso
real de delitos, hasta los cuarenta años de prisión o reclusión.
Finalmente, en cuanto al abogado que ha intervenido en representación de la
particular damnificada, sobre la base del valor, mérito y calidad jurídica de las
labores desarrolladas, junto con los resultados obtenidos, considero que corresponde
fijar sus honorarios en la suma de pesos equivalentes a 100 jus (arts. 1, 15 y 16, ley
14.967).
El señor juez, Félix Gustavo Roumieu, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
El señor juez, Rodrigo Gabriel Bagini, dijo:
Adhiero por sus fundamentos al voto del juez Pereyra.
En conformidad con el resultado de la votación que antecede, este tribunal,
por unanimidad,
RESUELVE:

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1) Condenar a Elvio Reinaldo Benítez, DNI 25.205.108, a la pena de catorce


años de prisión, accesorias legales y costas, por haber sido autor penalmente
responsable del delito de abuso sexual con acceso canal, agravado por las situaciones
de guarda y de convivencia preexistente con la víctima, dos hechos en concurso real
(arts. 45, 55 y 119, párrafos 3° y 4°, incisos b y f, CP), cometidos en Florencio
Varela, en marzo de 2014, en perjuicio de Micaela Ailén Sanchez.
2) Regular los honorarios profesionales del abogado Damián Flores
Ortigoza (T. IV, F. 238, CAQ) en la suma de pesos equivalente a 100 jus, más el
porcentaje que corresponde a los aportes previsionales, por su labor desarrollada en
autos como representante de la particular damnificada (arts. 1, 15 y 16, ley 14.967).
3) Hacer saber a las partes que los fundamentos de este veredicto, junto con
la sentencia y la resolución de las demás cuestiones pertinentes, quedarán a su
disposición a partir del 6 de octubre de 2022. A partir de esa fecha comenzarán a
correr los plazos recursivos.
4) Notifíquese y, una vez firme, cúmplase con las notificaciones al Registro
de Condenados por Delitos contra la Integridad Sexual (ley 13.869).

REFERENCIAS:

Funcionario Firmante: 05/10/2022 21:34:46 - BAGINI Rodrigo Gabriel - JUEZ

Funcionario Firmante: 05/10/2022 22:06:23 - PEREYRA Pablo Eduardo -


JUEZ

Funcionario Firmante: 06/10/2022 08:04:51 - ROUMIEU Felix Gustavo -


JUEZ

Funcionario Firmante: 06/10/2022 08:21:49 - SANTA CRUZ Angel David -


SECRETARIO

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238801195005519442

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TRIBUNAL EN LO CRIMINAL Nº 2 - QUILMES

NO CONTIENE ARCHIVOS ADJUNTOS

Registrado en REGISTRO DE SENTENCIAS el 06/10/2022 08:23:29 hs.


bajo el número RS-109-2022 por SANTA CRUZ ANGEL DAVID.
Registrado en REGISTRO DE REGULACIONES DE HONORARIOS el
06/10/2022 08:26:34 hs. bajo el número RH-44-2022 por SANTA CRUZ
ANGEL DAVID.

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