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Las fiestas patronales de Santo Domingo en el siglo XX eran grandes eventos que duraban varios días e incluían misas, juegos pirotécnicos, bailes, desfiles, competencias deportivas y una feria con comida y juegos. Los sacerdotes dirigían los eventos religiosos mientras que la comunidad se preparaba con sus mejores ropas y contribuciones culinarias. Aunque era un evento que involucraba a toda la población, las familias más pudientes solían protagonizar los bailes y reinados de belle
Descripción original:
Santo Domingo de Heredia. Costa Rica.
La Tradición de los festejos en un pueblo cafetalero de Costa Rica. Siglo XX.
Por: Marta Zamora González
Las fiestas patronales de Santo Domingo en el siglo XX eran grandes eventos que duraban varios días e incluían misas, juegos pirotécnicos, bailes, desfiles, competencias deportivas y una feria con comida y juegos. Los sacerdotes dirigían los eventos religiosos mientras que la comunidad se preparaba con sus mejores ropas y contribuciones culinarias. Aunque era un evento que involucraba a toda la población, las familias más pudientes solían protagonizar los bailes y reinados de belle
Las fiestas patronales de Santo Domingo en el siglo XX eran grandes eventos que duraban varios días e incluían misas, juegos pirotécnicos, bailes, desfiles, competencias deportivas y una feria con comida y juegos. Los sacerdotes dirigían los eventos religiosos mientras que la comunidad se preparaba con sus mejores ropas y contribuciones culinarias. Aunque era un evento que involucraba a toda la población, las familias más pudientes solían protagonizar los bailes y reinados de belle
Para quienes tenemos memoria de la segunda mitad del siglo XX en
adelante, las fiestas de Santo Domingo estaban llenas de referencias que llegaban a nosotros a través de abuelos, abuelas y el resto de familiares. Siempre añorando la grandiosidad de aquellos festejos de finales del siglo XIX,de inicios de siglo XX, e incluso, hasta ya cercanos los años 1950´s. Los bailes, los grandiosos juegos de pólvora, los recurrentes partidos de futbol en la plaza, en lo que hoy es el parque. En fin, tantas historias que se contaban y se dejaron de contar. Recordemos que estamos haciendo referencia a los festejos patronales, al famoso día de Santo Domingo de Guzmán, en el que rigurosamente había que estrenar vestuario para ir a misa, con el cuello engominado y los zapatos nuevos y duros, como solían ser antes los zapatos. En aquellos años, en Santo Domingo, se estrenaba en Navidad y en día del Santo Patrono. Para eso se ahorraba todo el año; luego esa mudada, se convertía en la ropilla de dominguear por muchos meses. Al ser una festividad religiosa, la figura del sacerdote, era muy relevante, pues, era él quien debía aprobar y dirigir todo el evento, que duraba varios días. Fueron los años, en que figuras como el Padre Benito Sáenz, el padre Francisco Mendoza y el padre Ricardo Salas eran protagonistas. Quizá el último de aquellos sacerdotes icónicos del pueblo domingueño, fue el muy apreciado padre Antonio Sobrino. Había turno, con casuchas hechas de tablones divididas, en donde habían ventas de comidas, en las que las mejores cocineras del pueblo, ofrecían ollas de su plato estrella, para ser vendido en porciones, a favor de la tesorería de la Iglesia. Sopas, picadillos, ollas de carne, estofados, pozoles, pan casero, biscocho… y muchos platos más, ofrecían un menú criollo exquisito. Ni gaseosas ni Mc Donald´s, eran parte del menú. Por dulces, melcochitas y gofios. En el turno, habían también juegos de fortuna, como bingos, rifas y premios por algunas habilidades. Todo era muy simple, nada de Montañas rusas o Tagadas. Eso llegó después. Con suerte, había un salón de espejos mágicos, en que nos reíamos de nosotros mismos al vernos distorsionados por altos o por gordos. Se organizaban carreras de cintas a caballo, en las que había que tener la habilidad de insertar algún palito en una argolla diminuta. Juegos masculinos, que le permitía a los jóvenes varones, lucir sus habilidades ante las damitas domingueñas y algunas otras visitantes. Porque las fiestas, eran también la oportunidad de conseguir novia o novio para muchos. Se organizaban hermosos bailes, con reinados incluidos; en los que participaban las muchachas de la sociedad pudiente. Las misas, eran también un evento especial en esos días, pues, se llegaba a ellas con sus mejores galas. Los juegos de pólvora eran memorables y un tema que siempre fue orgullo de aquellos domingueños. Los pueblos vecinos, solían decir que en Santo Domingo, todo lo celebraban con bombetas. A cargo del herediano Eusebio Chaverri, la pirotecnia era uno de los eventos estrella. Hace 100 años, durante los días de fiestas, llegaban a Santo Domingo trenes expresos desde San José y Heredia, camiones y automóviles. Algunos incluso se quedaban a dormir, en casas de amigos, familiares o en el Hotel de don Ramón Bolaños. Doce novillos bravos habían sido traídos desde la Hacienda Taboga de don Julio Sánchez Lépiz, para las corridas de toros. ¿Y la música?… las bandas de Alajuela, Heredia y Cartago también se hacían presentes, sumadas a las locales. El 12 de agosto de 1922, por la noche, se anunciaba que en el Mercado habría retreta, mascarada y cine. Terminado esto, pasarían luego al baile de la Colombina en el establecimiento de don Domingo Chacón. Una vieja nota de prensa de 1893, hace unos 129 años, decía que los festejos domingueños tenían gran renombre y prestigio en el país; incluso para esa fecha, con algo de tristeza se afirmaba, que ya no eran lo mismo.
Si…las fiestas de Santo Domingo eran memorables, de una u otra manera
todos participaban: embelleciendo sus casas, limpiando los jardines y haciéndose un vestido para estrenar, comiéndose algo rico o sólo mirando el evento pasar. Porque sería injusto, casi infame no mencionar, que una gran parte del pueblo, fue sólo un espectador pasivo, detrás de alguna ventana o arrecostado a algún árbol torcido.. También Santo Domingo fue un pueblo muy clasista en aquellos años y por eso, las reinas de belleza, nunca fueron las hijas de alguna familia humilde, aún cuando fueran más bonitas y agraciadas, que la que tenían con qué vestirse mejor. Con sus contrastes, entre el galmour de los bailes y algún borracho que arruinaba la noche, que lo hubo y muchos… las fiestas eran esperadas por todos. Hace 100 años, empezaban así:
¨Las fiestas han comenzado con entusiasmo indescriptible; todos nos proponemos de esta vez gozar hasta que Dios nos lo permita.¨