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HISTORIA DE JERUSALÉN

CAPITAL DE PALESTINA

Jerusalén es tal vez la ciudad más famosa de todo el mundo. Para casi la mitad de la
humanidad es la Tierra Santa, un lugar sagrado y digno de peregrinación. Es una urbe en la que las
tres religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e Islam) convergen y en la que han convivido
catorce siglos en paz y armonía, desde el año 638 d.C. ―año en el que el Califa Omar Ibn Al Jattab
recibió las llaves de la ciudad― hasta 1948, fecha en la que se dio inicio a la ocupación judío-sionista
de Jerusalén.

Su fundación
Los jebuseos, tribu árabe cananea, fundaron la ciudad hace casi 5.000 años, por el año 3000 a.C.,
llamándola Jebús. 500 años más tarde, sus fundadores, los jebuseos, le cambiaron el nombre a Ur-
Salem ―Ciudad de la paz o ciudad del dios Salim―, que dio origen al nombre árabe Urshalim que
significa Bait Al Maqdis (Casa de lo Sagrado).

Invasiones y conquistas

Periodo egipcio: El ataque, asedio y control de las fuerzas del Faraón comenzaron en el siglo XVI
a.C. y terminaron en el siglo XIV

Periodo judío: En el año 977 o el 1004 a.C. el rey David (la paz y las bendiciones de Dios sean con
él) tomó el control de la ciudad, edificó en ella su palacio, construyó murallas para protegerla, le
cambió en nombre a Ciudad de David (Ir David)y la declaró capital del reino unificado de Israel. De
los 5.000 años de antigüedad que tiene Jerusalén, el periodo judío es de tan solo 73 años: cuarenta
durante el reinado de David, y los treinta y tres restantes bajo el mando de su hijo Salomón.
Hacia el año 922 a.C. el reino se dividió en dos, Jerusalén pasó a ser la capital de Judá y Samaria fue
la capital de Israel.

Periodo babilonio: En el 586 a.C. Nabucodonosor II conquistó Jerusalén y destronó al último rey
de Judá, Sedequías, y ordenó que los judíos fueran llevados a Babilonia. En el año 538 a.C. el rey persa
Ciro II permitió que los judíos que quisieran volvieran a Jerusalén, pero ya no como gobernantes o
dueños de la ciudad.

Periodo persa: Este periodo se extendió desde el año 537 al año 333 a.C.

Periodo griego: Alejandro Magno conquistó en el año 333 a.C. Tras su muerte, Judá y Jerusalén
quedaron bajo el dominio de la dinastía ptolemaica. En el año 198 a.C., el Imperio Seléucida tomó el
control de la ciudad liderado por Antíoco III.

Periodo romano-bizantino: En el año 63 a.C. el general romano Pompeyo el Grande tomó a


Jerusalén y la hizo parte del Imperio Romano. Entre los años 66 y 70 d.C. hubo levantamiento de los
judíos, el cual fue aplastado por el gobernador romano Tito, quien destruyó gran parte de la ciudad.
Posteriormente, los judíos iniciaron una revuelta en el año 115 y luego en el 132 d.C., logrando tomar
el control de la ciudad; sin embargo, el emperador Adriano apagó esta rebelión, destruyó la ciudad y
expulsó a todos los judíos que en ella residían. Luego ordenó reconstruirla y llamarla Aelia Capitolina.
Los cristianos obtuvieron el poder y el control de la ciudad una vez lograron el reconocimiento del
Impero, después de que se firmara el Edicto de Milán (Edictum Mediolanense) y gracias al impulso
que les dio el emperador Constantino I, quien luego de establecer Constantinopla (Estambul en la
actualidad) como la capital de su imperio, les construyó en el 326 d.C. la Iglesia del Santo Sepulcro en
Jerusalén.

Regreso de los persas: En el año 614 d.C. los sasánidas junto con los judíos asediaron la ciudad
casi un mes, entraron a la ciudad y masacraron a decenas de miles de cristianos que residían en
Jerusalén. Dominaron la ciudad hasta que en el año 629 las tropas del emperador Heraclio la
recuperaron.

El Viaje Nocturno (Al Isra’ wal Mi’rayy) : El Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de
Dios sean con él) estuvo en Jerusalén en el año 621 d.C.

El periodo islámico: Después del domino de los cananeos, fundadores de Jerusalén, el periodo
islámico ha sido el más largo de la historia de la ciudad. Esta era inició cuando el patriarca Sofronio I
le entregó, en el 638 d.C., en persona las llaves de la ciudad al segundo Califa de los musulmanes,
Omar Ibn Al Jattab. Al recibir la ciudad estableció el famoso Pacto de Omar, en el cual aseguraba a los
cristianos y judíos residentes en la ciudad libertad religiosa, respeto por sus vidas y la protección del
gobierno islámico de la ciudad y los templos que en ella había.

Bajo el Islam, Jerusalén fue un ejemplo vivo de convivencia interreligiosa, por lo que se considera a
este periodo como el más próspero y ejemplar jamás vivido en Jerusalén, pese a que se vivieron
periodos de discordia motivados por las luchas de poder en el Estado.

Las cruzadas y el reino de Jerusalén: La hegemonía islámica duró hasta el año de 1917, año en el
cual fue invadida por el imperio británico. No podemos obviar que, durante esos catorce siglos, hubo
momentos en los que el control de los musulmanes se perdió. En el año de 1099 Jerusalén fue
conquistada por Godofredo de Bouillón, quien logró cumplir con la orden del papa Urbano I de lanzar
una cruzada para “recuperar” Jerusalén. Su conquista fue sangrienta e injusta, fueron asesinados más
de setenta mil musulmanes, las banderas católicas se impusieron sobre los ortodoxos, y hasta los
judíos fueron expulsados junto con los pocos sobrevivientes de aquella masacre. Tras la batalla de
Hattin en 1187, Salah Ad-Din Al Ayubi (Saladino) recuperó la ciudad, abrió sus puertas para que los
musulmanes y judíos que fueron expulsados por los católicos regresaran, permitió que los invasores
francos, que habían colonizado la ciudad luego de haber masacrado a su población, regresaran a sus
países de origen, y restableció el derecho de los cristianos ortodoxos de permanecer en la ciudad y
alzar sus banderas nuevamente.

Mandato británico: Tras la derrota de los otomanos en 1917, la Sociedad de Naciones otorgó el
territorio de, Transjordania e Irak a los británicos. Su mandato duró hasta 1948.

Invasión y ocupación judío-sionista: Pese a que en 1917 el gobierno británico hizo público su
apoyo al establecimiento de un Estado para los judíos europeos en (la famosa

declaración de Balfour) y que los judíos poco a poco comenzaron a llegar como refugiados desde
mucho antes, en 1948 se anunció la creación del Estado sionista de Israel. La ciudad fue dividida en
dos partes, una para los palestinos y la otra para los judíos sionistas. Finalizada la guerra de los seis
días en 1967, Israel se adjuntó toda la ciudad y el resto del territorio palestino.
En la actualidad Jerusalén se encuentra bajo el control de la ocupación judío-sionista. No es la capital
de Israel. Contradictoriamente, los países que aceptaron la ocupación y la construcción de Israel como
Estado, se mantienen firmes en las resoluciones de la ONU y demás organizaciones internacionales,
no han reconocido a Jerusalén como su capital. Bajo la ocupación israelí de Jerusalén se ha violado
todo tipo de derechos básicos de sus ciudadanos palestinos, en especial de los que son musulmanes, lo
cual no quiere decir que a los cristianos no se los haya tratado con la misma injusticia. No se les
permite moverse con libertad, entrar y orar en sus lugares santos cuando quieran… hay una represión
religiosa y racial al mejor estilo nazi. Pues con la idea de que son la raza suprema (el pueblo elegido)
han reprimido a todo un pueblo que lo único que quiere es vivir en paz y libertad.

Alegar que un pueblo tiene derecho de usurpar una tierra, de expulsar, encarcelar, asediar, bloquear y
asesinar sistemáticamente a otro (el de los goyim y las shiksas como peyorativamente se refieren a los
no judíos) porque se cree el elegido de Dios, el pueblo superior, contradice el más mínimo sentido de
justicia.

Por donde se analice la situación, no existe argumento alguno que pueda apoyar la idea de que
Jerusalén sea o deba ser la capital de Israel. Revisemos nosotros mismos algunos de ellos y saquemos
nuestras propias conclusiones:

1. Jerusalén fue fundada por los judíos”: Ya vimos que no es así, fueron los jebuseos, es decir,
los árabes cananeos, quienes la fundaron (hace más de 5000 años – 2000 años antes de que David la
conquistara-). Así que, si la fundación de la ciudad le da derecho a algún pueblo de nombrar a
Jerusalén como su capital, pues este derecho les pertenece exclusivamente a los palestinos,
verdaderos descendientes de los cananeos (sus fundadores).

2. Adán fue creado allí, en esa tierra, y vivió en ella toda su vida: Adán (la paz y bendiciones
de Dios sea con él) fue el primer ser humano, el padre de la humanidad, así que, como uno más uno es
dos, entonces Jerusalén le pertenece a todo el mundo, no solo a los judíos, como ellos pretenden.

3. Jerusalén fue heredada a Sem: Como lo menciona la Biblia, Noé bendijo en el altar a su hijo
Sem, lo que indicaba que le estaba dejando en herencia esa tierra. Sem NO es el padre de los judíos
nada más, también es el padre de los árabes. Así que en el caso que este argumento sea válido, pues
los árabes tienen el mismo derecho sobre Jerusalén.

4. “Jerusalén ha sido la capital de Israel por 3.000 años”: Históricamente, como ya se


mencionó, Jerusalén fue la capital del reino unificado de Judá e Israel únicamente 73 de sus más de
5.000 años de existencia. Este ha sido el único periodo histórico “legal” en el que

Jerusalén fue aceptada por las naciones como capital de Israel.

Los musulmanes nunca han pretendido exclusividad sobre Jerusalén y sobre Tierra Santa. Fueron
ellos a lo largo de la historia los que permitieron la libertad de culto y de credo en la tierra. No han
cerrado lugares santos para otras religiones, es más, han sido los encargados de proteger los
santuarios y demás sitios de adoración de cristianos y judíos. Un ejemplo de ello es que, por siglos,
dos familias musulmanas han sido las encargadas de guardar las llaves de la Iglesia más sagrada de la
cristiandad, la iglesia del Santo Sepulcro. Ellos sagradamente abren y cierran sus puertas según
dispongan las autoridades eclesiásticas que manejan la iglesia.
Jerusalén y sus alrededores es la Tierra Santa, es santa y sagrada para los musulmanes, Dios dijo en el
Corán: {Glorificado sea Quien transportó a Su Siervo durante la noche, desde la
mezquita sagrada (la de la Meca) a la mezquita lejana cuyos alrededores bendije
(Jerusalén), para mostrarle algunos de Mis signos. Él todo lo oye, todo lo ve} [Corán
17:1]. Fue la primera Quibla (dirección hacia la que se dirige el musulmán en sus oraciones).

Desde que los musulmanes se hicieron cargo de Jerusalén y Tierra Santa, establecieron reglas de
armonía y convivencia jamás vistas en la historia de esta tierra. Pactaron con judíos y cristianos lo
necesario para que cada quién pudiera practicar con libertad su credo y para que todos juntos
protegieran esta ciudad.

¿QUIÉN ES EL DUEÑO REAL DE JERUSALÉN?

Todo Estado-nación cuenta con una narración sobre sus orígenes, transmitida tanto por la cultura
oficial como por la popular; entre tales historias nacionales, sin embargo, pocas han sido tan
escandalosas y controvertidas como lo es el mito nacional israelí.

El muy conocido relato de la tierra prometida, de la diáspora judía y su reivindicación de una


continuidad cultural y racial del pueblo judío hasta el día de hoy, resuenan más allá de las fronteras
de Israel. Pese a su abusivo empleo para justificar el asentamiento de judíos en y el proyecto del Gran
Israel, se han realizado muy pocas investigaciones académicas sobre su exactitud histórica.

Estos días los medios de comunicación y las redes sociales rebalsan de imágenes y mensajes:
“Jerusalén capital de ”, “Jerusalén capital de Israel”, banderas, cruces y juramentos por uno y el otro
lado saturan nuestros cerebros, dejándonos en un estado de confusión cuando no de manipulación
mental del grado más bajo…

El conflicto israelí se origina en 1947, cuando los refugiados sionistas ―introducidos en la región de
desde inicios del siglo XX― dan un golpe de estado y declaran un “Estado de Israel” encima de las
casas y huertos de la población originaria y árabe de. Hasta el día de hoy este “Estado” no ha dejado
de crecer a costa de sus vecinos.

El sionismo es una ideología política que predica el derecho especial (histórico o teológico) del pueblo
hebreo, judío o israelí para tomar para sí el territorio palestino y tierras adyacentes entre el Nilo y el
Eufrates ―casi todo el Medio Oriente― con derecho soberano y exclusivo por encima de los
habitantes árabes y no árabes que pueblan la zona desde hace miles de años…

El sionismo no es sinónimo de judaísmo. No todos los judíos son sionistas, y no todos los sionistas
son judíos, pues hay muchos cristianos evangélicos que sirven a los propósitos políticos del sionismo
desde una interpretación extremista y parcializada de la Biblia o desde las prebendas generosas del
sionismo israelí para sus pastores…

Un agravante del sionismo es que es la versión hebrea del nacionalismo europeo de la era moderna.
Alega supuestos “derechos místicos” de unas “naciones” con lazos comunes y “místicos” (volkgeist)
sobre unos territorios específicos que son su “espacio vital” (liebensraum). Israel incluso tiene
“colchones de seguridad” y “muros de separación” a costa del territorio de sus vecinos. Esto es
obviamente una versión oriental del nazismo y las “fronteras móviles” de la raza aria.
En el caso hebreo, Dios, Jesús o el Espíritu Santo “otorgan” a la nación hebrea soberana potestad para
gobernar todas las tierras entre el Nilo y el Eufrates o el Jordán… esto es un detonante seguro para el
conflicto pues, en ese contexto, Dios Todopoderoso no toma en cuenta que estos territorios están
poblados por otros pueblos arábigos o semíticos similares a los israelíes bíblicos y de mucha
consanguinidad común…

Los sionistas entran en bajo la complicidad del gobierno inglés y alegando buscar refugio entre los
árabes de la persecución europea (o cristiana) en su contra. El plan era crear un Estado de gente
europea que sirviera a los intereses de Inglaterra, luego EEUU en la zona, y hasta ahora va viento en
popa.

El Islam no se opone a la presencia de gente judía en Tierra Santa, al contrario, los musulmanes
siempre protegieron y acogieron a los judíos cuando estos eran perseguidos por los cristianos en
Europa; Marruecos y Turquía son prueba evidente de ello.

El Islam no se opone a que haya un país con el nombre de Israel, pues para los musulmanes Israel es
el nombre de un Profeta de Dios y no tiene nada de malo el nombre ni las banderitas con la estrella de
David, otro Profeta de Dios reverenciado por los musulmanes.

El problema básico es la imposición de un régimen racista que discrimina a los demás habitantes de
Tierra Santa al puro estilo del apartheid sudafricano o la Alemania nazi. El problema es el engaño de
negar la afiliación de los habitantes originarios a la tierra que los vio nacer y crecer durante miles de
años desde tiempos del neolítico. El problema es expulsar de sus casas y perseguir con violencia a los
habitantes originarios de la Tierra Santa…

El Islam no está contra el judaísmo ni contra el pueblo hebreo, pero no puede quedarse callado ante la
opresión racista y la imposición injusta de un régimen racista sobre un pueblo y unas tierras que no lo
autorizaron ni les complace.

La visión islámica hacia la capitalía de Jerusalén siempre fue distinta al nacionalismo moderno.
Mientras el nacionalismo moderno presenta a una sola nación “racial o cultural” como “legítima
dueña o soberana” sobre un territorio, el Islam establece en la Sharía la obligación de las autoridades
de proteger y respetar los derechos de cualquier pueblo que se establezca en Tierra Santa, respetando
las leyes y el derecho de los demás habitantes.

La visión sionista enmarcada en el nacionalismo moderno del siglo XIX y XX, la ideología que nos
llevó a las dos guerras mundiales, es racista y discriminadora. Expulsa de forma violenta a los
propietarios de la tierra inventando impuestos y multas pesadísimos para luego confiscar las casas de
quienes no puedan pagar, siendo que la tierra no es propiedad del régimen sionista.
Aquí tenemos algunos ejemplos de la violencia verbal y la falacia en la que incurren publicaciones
sionistas y que luego promueven la violencia física y material contra los árabes musulmanes y
cristianos y otras comunidades:

“Israel siempre le ha pertenecido exclusivamente a los judíos, es el único pueblo indígena que existe
de esa tierra… Los judíos son el único pueblo para quienes la tierra de Israel fue su único reino
nacional en la historia… Por casi diecinueve siglos los judíos han sufrido a manos del mundo y el 98%
de todo ese sufrimiento se provocó en nombre de Dios, de Jesús y de la iglesia”
Respecto a la ciudad misma de Jerusalén o Al Quds, se agregan muchas más falacias, chantaje
emocional y violencia verbal contra las demás comunidades que comparten Jerusalén desde mucho
antes que exista siquiera Israel. Si aún tienen paciencia para más de tales falacias, les presentamos
más ejemplos

“El mundo no combate contra los judíos sino contra la persona a la que están entregados los judíos en
devoción: Dios… Los palestinos son una farsa… lejos de que la presencia israelí sea ilegal, los judíos
son los únicos propietarios de la ciudad según el derecho internacional, la verdad histórica y la
justicia natural…”

Incluso la comunidad cristiana armenia teme, con pocas excepciones, que la ciudad de Jerusalén pase
a ser la capital de Israel pues eso los sometería a más ataques de parte de los judíos ortodoxos y otros
sionistas.

La visión musulmana mayoritaria, a su vez, es multicultural, universal e inclusiva.

Desde la llegada de los musulmanes árabes en el siglo VII d.C. la Sharía islámica gobernó Jerusalén
con espíritu cosmopolita y de reconocimiento a los derechos humanos.

Los musulmanes dieron un estatus especial a la ciudad y le retornaron su nombre luego de que fuese
cambiado a la fuerza por los romanos poco después de la expulsión de los judíos fuera de por casi dos
mil años.

Se emitió un llamado a los judíos del mundo para retornar a y muchos lo hicieron de hecho. Se le dio
un reconocimiento legal a cada comunidad religiosa monoteísta y se les asignó un espacio de la
ciudad para que puedan vivir según sus usos y costumbres (así lo dispone la Sharí islámica).

Para ello, se les dio autonomía administrativa y civil que tanto los judíos como las distintas iglesias
cristianas gozaron por siglos, mientras duró la práctica de la Sharía islámica a nivel estatal. En 1918,
Sherif Hussein, el guardián de los lugares islámicos sagrados de Arabia, escribió que los judíos
afluyendo a eran “exiliados volviendo a su sagrada y amada tierra patria”. En marzo de 1919, el Emir
Faisal escribió: “Les daremos a los judíos una sincera bienvenida a casa”.

David (la paz sea con él) declaró que Jerusalén fuese su capital, pero eso no lo hace fundador de la ciudad ni
mucho menos dueño de la misma. La Biblia, en cualquiera de sus versiones, y los libros de
historia establecen claramente que el pueblo jebuseo ―parte de los cananeos arábigos
muy anteriores a la existencia de Israel― eran los pobladores originales de Jerusalén y
que siguieron viviendo allí por mucho tiempo después de que los israelíes se fueron.

En este contexto, vemos cómo los musulmanes, a pesar de ser el poder dominante sobre Jerusalén
desde el 641 d.C., dividieron la ciudad en cuatro distritos o cuarteles: uno musulmán, uno judío y dos
cristianos ―separados, pues los cristianos latinos eran enemigos de los griegos―.
El Islam ya propuso desde hace siglos la solución para Jerusalén: respeto a la humanidad y derechos
de todas las comunidades que pueblan la ciudad, autonomía para los cristianos, los judíos y los
musulmanes dentro de sus distritos, para poder realizar con libertad sus ritos y ceremonias civiles y
religiosas.

El modelo de convivencia exitosa establecido por los musulmanes logró convertir a Jerusalén en una
ciudad ejemplar en derechos y libertades religiosas. Un ejemplo de esa convivencia es el hecho de
que, hasta el día de hoy, sean dos familias s, árabes y musulmanas, las que custodien las llaves de uno
de los lugares más sagrados de la cristiandad, la Iglesia del Santo Sepulcro. Ellos siguen hasta la fecha
abriendo y cerrando las puertas de la iglesia según lo indiquen las comunidades cristianas que la
utilizan.

El problema de Jerusalén ya fue solucionado desde hace siglos por el Islam: convivencia, autonomía,
trato justo y respeto a los derechos humanos. Si se recurre a la solución musulmana hoy en día, no
sería problema que exista un Estado llamado Israel ni que tenga la estrella de David por signo, pues
para la población de tal Estado y sus vecinos la estrella de David dejaría de ser signo de imperialismo,
opresión y racismo como lo es hoy en manos

del extremismo sionista.

El objetivo del sionismo en su versión moderada y progresista se puede lograr de un modo pacífico,
conviviendo con los árabes originarios en igualdad de condiciones, sin crear colonias ilegales en
tierras usurpadas a los campesinos palestinos.

Puede ser el hogar nacional de los judíos si estos representaran una alternativa de progreso y justicia,
y sin lugar a dudas destacarían entre las dictaduras o estados sectarios vecinos.

HISTORIA DEL PATRIARCA ABRAHAM


LA HISTORIA DE LA FE

Los cristianos y los judíos conocen la historia de Abraham a partir del libro del Génesis de la Biblia
Hebrea. Los capítulos 12 al 49 tratan sobre Abraham y sus descendientes hasta la tercera generación.
Esta narrativa es fundamental en el recuento de la “historia” de Dios en relación a la humanidad,
como lo son los capítulos memorables de la Biblia que conducen hasta Abraham.

Los relatos del Génesis contienen detalles que contradicen las historias coránicas de los profetas,
como decir que Noé era alcohólico y que trató a su hijo de forma injusta. El relato del diluvio, tal y
como está en la Biblia, es repetitivo y contradictorio (debido a las fuentes de la Biblia actual, que son
tardías), y los detalles de cómo ocurrió contradicen la evidencia científica. Sin embargo, podemos
extraer la esencia de su mensaje en aquellas cosas que no contradicen al Corán. En su mayor parte,
las aleyas coránicas del siglo VII complementan las narrativas bíblicas, mucho más antiguas. En las
páginas del Génesis se encuentra una narrativa larga y conectada respecto a Abraham y su familia. El
material adicional en el Corán y el hadiz (del que aquí apenas mostramos la superficie) llena registros
faltantes en la Biblia, generalmente con un enfoque distinto y con información correctiva.
Antes de Abraham

La Biblia inicia revelando el trabajo y la intención de un Creador responsable por el origen de los
humanos ―en dos géneros biológicos― con capacidad reproductiva conjunta, a través de la cual se les
ordenó que proliferaran su presencia y participación en la tierra (Génesis 1:27-28). Antes del
advenimiento de la humanidad, Dios había “generado” (Génesis 2:4), es decir, hecho, formado y
modelado el lugar de residencia del ser humano, y los diversos órdenes naturales de las estructuras
físicas y metafísicas que sustentan la vida ―según un plan creado a Su orden (Gén. 1:1-25; 2:4-18)―.

El origen de una compañera para el hombre (Adán) se describe como estrechamente relacionado con
una “costilla” tomada divinamente de su cuerpo, en lugar de a partir de los elementos de la Tierra
―como había sido el procedimiento con la creación de las criaturas anteriores―. La mujer (Eva) es
presentada como satisfaciendo la necesidad de Adán de una ayudante y compañera, de modo que esta
pareja se convertiría en “una carne” en el matrimonio (Gén. 2:18-24).

De acuerdo tanto al Corán (2:31-33) como a la Biblia (Génesis 2:19-20), Adán fue llamado por Dios
para decir los nombres de las criaturas creadas antes que él. Cuando se trató de su esposa, Adán la
llamó Eva (“viviente”) como la “madre de todos los seres vivos” (Gén. 3:20), indicando un parentesco
común, a partir de entonces, para la humanidad. Cuando Eva quedó embarazada de Caín, reconoció
la fuerza generativa operando en su cuerpo como el poder del Señor (Gén. 4:1). Entre los hijos e hijas
generados por Adán (Gén. 5:4), la Biblia solo registra los nombres de tres hijos.

Las genealogías eran importantes para la narrativa hebrea (Génesis capítulos 4-5), que registró los
nombres y generaciones de la descendencia sucesiva, aunque por lo general se limitó a los hombres
que conducían, en cadena ininterrumpida, a la siguiente persona recta memorable, aquellos que
“encontraron el favor de Dios” y que “caminaron con Dios”:

– El hijo y el nieto de Adán: Sety Enós

– “Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a
invocar el nombre de Jehová” (Génesis 4:26).

– Enoc, 7ta generación después de Adán a través de Set

– “Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e
hijas… Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:22, 24).

– Noé, 10ma generación después de Adán a través de Set

“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová… Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones;
con Dios caminó Noé… Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia…
toda carne había corrompido su camino sobre la tierra… Dijo, pues, Dios a Noé: … Hazte un arca… Y
he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu
de vida debajo del cielo… Mas estableceré mi pacto contigo… Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo
lo que Dios le mandó” (Génesis 6:8-22).
Siete generaciones se enumeran para el primer hijo de Adán, Caín, y ninguna para Abel, el segundo
hijo, que cayó víctima del primer asesinato; y la línea de Set, el tercer hijo, nos lleva a Noé. Después
de Noé, su progenie continuó a través de tres hijos: Sem, Cam y Jafet.

En los días de Noé, un evento geológico catastrófico causó un diluvio, que se extendió por un año
(Gén. 7:6, 11-12; 8:13-14) y devastó a la humanidad con excepción de Noé y tres de sus hijos, junto
con sus cuatro respectivas esposas (Génesis 8:16). Ellos sobrevivieron en una especie de barco cuyo
diseño Dios les había enseñado. En acción de gracias, una vez en tierra firme, Noé construyó un altar
a Dios y ofreció múltiples sacrificios animales (Gén. 8:20), a la usanza de su época.

Las generaciones de la humanidad ―desde Adán y Eva, a través de su tercer hijo Set― continuaron a
través de los tres hijos de Noé (Gén. 10:1) y sus esposas; estas familias proliferaron y se expandieron
por toda la Tierra (Gén. 10:32). Después del diluvio hubo una alianza establecida por Dios con Noé,
su familia y sus descendientes: además de la vegetación dada anteriormente como alimento (Gén.
1:29-30; 2:9), ahora la carne de los animales le estaba permitida a los humanos para que comieran
(Gén. 9:2-3). Pero la carne con su sangre todavía estaba prohibida (Gén. 9:4). Del mismo modo,
tomar vidas humanas (“derramamiento de sangre”) era una ofensa grave, y se tenía que responder a
Dios por dicho pecado (Gén. 9:5). Una vez más, se les ordenó a los humanos reproducirse, poblar y
administrar la Tierra.

La humanidad aprendió lecciones a lo largo del camino: la astucia seductora del adversario de la
humanidad ―capaz de disfrazarse incluso de serpiente (Gén. 3:1, 13-15)―; los peligros de la ira que
lleva al asesinato (Gén. 4:3-8); el lastre de la embriaguez y la necesidad de la modestia y de cubrir el
cuerpo (Gén. 9:23; 2:25); las consecuencias de la arrogancia humana (Gén 11:1-9). Del lado positivo
está la lección de que Dios está complacido con los humanos por su comportamiento justo (Gén. 6:9).

No existen manuscritos originales de ningún libro bíblico que sirvan para contrastar la información
que conocemos a partir de las traducciones actuales, y existe mucha evidencia de que todos los libros
bíblicos han sufrido adulteraciones de diverso tipo, por lo que la información del Génesis no es 100%
confiable. Pero, teniendo al Corán como guía, podemos extraer de allí la información más plausible.

La historia de Abraham en la Biblia

A medida que las generaciones se sucedían una tras otra y se dispersaban geográficamente, la décima
generación después de Noé a través de su hijo mayor Set vio el nacimiento de Abram ―luego llamado
Abraham― (en árabe, Ibrahim), al oriente de, en Ur de los caldeos, en algún lugar dentro de la zona
de la Media Luna Fértil, no muy lejos del lugar al este de Turquía donde el arca de Noé descansó
después del diluvio.

En aquellos días, Taré decidió emigrar al oeste con sus dos hijos, Abraham y Najor, y con su nieto Lot
y su nuera Sara, que era esposa de Abraham. Taré se estableció en Harán (Turquía) donde se quedó
hasta el fin de sus días, en lugar de continuar a su destino en Canaán (, Gén. 11:31). Sin embargo, el
Señor le habló a Abraham y le ordenó que siguiera adelante hasta la tierra de los cananeos (Gén. 12:1-
10), prometiéndole a Abraham que su descendencia finalmente tomaría control de ese territorio,
ahora habitado por pueblos peligrosos.
Para conmemorar la aparición de Dios en Siquem, Abraham construyó allí un altar de adoración a su
Señor, y erigió otro lugar de adoración a Dios en la región montañosa (Gén. 12:8) en tránsito hacia el
Neguev, donde encontró condiciones de hambruna y se vio presionado a dirigirse a Egipto. Allí,
Abraham se hizo rico en ganado, esclavos, plata y oro antes de regresar al norte de Canaán, a
instancias de su Señor, y establecerse en Hebrón ―donde erigió otro altar a su Señor y vivió allí
pacíficamente―. En esta etapa de su vida, Abraham estaba construyendo “altares” conmemorativos
para marcar los lugares donde había estado espiritualmente conectado con su Señor. Más tarde
construiría un templo o casa de oración, en un lugar seguro para el asentamiento.

Para entonces, Lot se había separado de su tío Abraham ―debido a la necesidad de cada uno de tener
extensas tierras de pastoreo―, y se encontró en medio de tribus en guerra, convirtiéndose en
prisionero de guerra junto con su pueblo, y sus posesiones fueron tomadas como botín de guerra.
Entonces, Abraham y sus aliados fueron en persecución, recuperaron el control de Lot, su pueblo y
sus bienes, e hicieron alianzas con los gobernantes del área (Génesis, capítulos 13-14).

Más adelante, Abraham recibió otra visión (Gén. 15) garantizándole seguridad y protección. En ese
momento, Abraham era anciano y su esposa permanecía estéril, una situación lastimosa para un
hombre rico y de su estatus. En respuesta al deseo de Abraham de tener un hijo biológico para que lo
heredara, la visión de Dios no solo le prometió un hijo, sino una bendición universal que llegaría a la
humanidad a través de un número incontable de descendientes de Abraham.

Respecto a estas historias bíblicas, el Corán nos recuerda las experiencias de Bani Israil (los Hijos de
Israel), corrigiendo el registro bíblico donde es necesario, confirmando incidentes instructivos
adicionales, y reorientando a la humanidad hacia su guía final.

Abraham y Arabia

Es notable que los textos bíblicos no parecen sugerir que Abraham se haya aventurado alguna vez a la
Península Arábiga, si bien las fuentes islámicas nos dicen que la estructura de la Kaaba, en La Meca,
fue construida originalmente por Abraham como lugar para adorar a Dios.

La Biblia hebrea no lo niega, pero resta importancia a la paternidad de Abraham sobre Ismael
después de que tomó a Agar, la sierva egipcia de Sara, como segunda esposa, de acuerdo con la
práctica de su época.

De hecho, esta unión se hizo a petición de Sara, con la intención de que Agar le pudiera dar a
Abraham el hijo que ella aparentemente jamás tendría. La Biblia hebrea registra el amor de Abraham
por su primogénito, cuya madre era Agar, y registra la promesa de Dios a Abraham de que Ismael
también sería bendecido y proliferaría en la Tierra (Gén. 17:20). Esto fue además de la promesa
inicial, aún no cumplida, de que Sara llevaría más tarde el segundo hijo de Abraham, y que su
simiente proliferaría y sería fuente de bendición para todos los pueblos (Gén. 17:1-7, 19).

Los eruditos bíblicos reconocen que sus textos han sido construidos a partir de múltiples fuentes que
abarcan varios siglos, y que se componen de perícopas (unidades textuales) independientes que
cubren el mismo evento. La Hipótesis Documenta explica cómo estas perícopas de fuentes separadas
(que cubren eventos a lo largo de milenios) no necesitan ordenarse en orden cronológico ni son un
recuento completo de eventos, necesariamente registrados, lo suficientemente importantes como
para escribirlos en su totalidad.
A diferencia de la Biblia, el Corán se compone de segmentos revelados al Profeta Muhammad en un
período de 23 años, en La Meca y en Medina, que fueron progresivamente organizados según
instrucciones divinas, y que a la muerte del Profeta ya estaban registrados tanto oralmente como por
escrito, y se han mantenido intactos, por lo que no proceden de múltiples fuentes textuales, como los
libros bíblicos ―cuyas versiones originales desaparecieron hace muchos siglos ―, sino que provienen
de una única fuente original y divina.

¿Es una sorpresa para los judíos y los cristianos que mucho de la historia de Abraham ―y quizás de
Moisés― haya tenido lugar en el Hiyaz, en lugar de en la actual y que, de hecho, esta geografía
alternativa es en realidad sugerida por un estudio de nombres de lugares como se han registrado en la
Biblia hebrea? Muchos de estos nombres antiguos no están confirmados por los hallazgos
arqueológicos en, ni por nombres actualmente existentes allí, ni por la disposición de la tierra. El
difunto Kamal Salabi, un erudito cristiano árabe de la Universidad Americana de Beirut, ha anotado
que los nombres bíblicos a menudo no se encuentran en la moderna, y que los nombres que se
asocian a lugares palestinos pueden exhibir una clara disparidad en las distancias físicas entre ellos,
en total contravía con lo que se describe en el texto bíblico.

La investigación del profesor Salabi sobre los nombres geográficos en el Hiyaz y el Asir árabes,
aunque no es exhaustiva en su reseña de 1985, sí encuentra coincidencias mucho mejores en nombres
y relaciones geográficas que en si la Kaaba actual está en el mismo lugar donde Abraham reubicó a
Agar e Ismael, ¿qué piensa el lector de la Biblia? ¿Llegaron Abraham, Agar e Ismael allí después de un
largo viaje desde Hebrón en? ¿O Agar simplemente puso a Ismael en su espalda y partió (a pie) por
cuenta propia, solo con un odre de agua, para vagar por el desierto de Beerseba? (Génesis 21:9-21)
¿O, posiblemente, su traslado lejos del Hiyaz vino en fecha posterior?

La misma pregunta debe hacerse acerca de la ubicación geográfica de “la tierra de Moriah” (Gén
22:2), a donde viajó Abraham con “su único hijo” en sumisión a lo que entendió como la voz de Dios
llamándolo. Fue allí que se le pidió a Abraham que abandonara la vida del hijo a través del cual se le
prometió una miríada de descendientes.

O con respecto a la ubicación de Shur, donde vagó Moisés con su pueblo, o del Monte Sinaí, donde
Moisés recibió la Ley de Dios después de un largo viaje por el desierto (Éxodo 15:22-40:38), luego de
escapar de la opresión en Egipto. Una vez más, el profesor Salabi ubica estos lugares en la costa
occidental y las tierras altas de la Península Arábiga, como los puntos de la historia temprana de los
profetas hebreos.

Siendo árabe, Muhammad desciende étnicamente de Abraham a través de su primogénito Ismael. Y


siendo judío, Jesús es étnicamente descendiente de Abraham a través de su segundo hijo, Isaac, y
luego a través de segundo hijo de este, Jacob (llamado también Israel), y más adelante en ese linaje, a
través de Aarón, el hermano de Moisés y María.

La prueba suprema de Abraham: el texto coránico

Los rituales del Hayy (peregrinaje islámico) son antiguos, y conocemos sus prácticas gracias a las
instrucciones dadas por el Profeta Muhammad a sus compañeros y transmitidas a través de ellos.
Uno de los rituales del Hayy recuerda la preparación voluntaria de Abraham para sacrificar a su
único hijo a Dios, en una cultura en la que nada podía ser más valioso para un hombre que su familia,
en especial su primogénito. Entonces, veamos los relatos de este evento, primero el coránico:
{Dijo [Abraham]: “Emigraré a donde mi Señor me ordene. ¡Él me guiará! ¡Oh, Señor mío! Concédeme
un hijo justo”. Le anuncié que le daría un niño sensato. Cuando [Ismael] alcanzó la pubertad,
[Abraham] le dijo: “¡Oh, hijito mío! He visto en sueños que te sacrificaba; dime, qué opinas”. Le dijo:
“¡Oh, padre mío! Haz lo que te ha sido ordenado; encontrarás, si Dios quiere, que seré de los
pacientes”. Cuando ambos se resignaron, y [Abraham] lo echó sobre la frente [a Ismael para
sacrificarlo], lo llamé: “¡Oh, Abraham! Has cumplido con lo que viste [en tus sueños]. Así recompenso
a los que hacen el bien”. Esa fue una dura prueba. Pero lo rescaté [a su hijo, ordenando a Abraham
que sacrificara en su lugar un cordero] e hiciera una gran ofrenda, y dejé su historia [como
enseñanza] para la posteridad. ¡Que la paz sea con Abraham! Así es como recompenso a los que
hacen el bien. Él era uno de Mis siervos creyentes. Lo albricié con [el nacimiento de] Isaac, quien
sería un Profeta virtuoso. Lo bendije a él y a Isaac, y decreté que en su descendencia hubiera quien
obrara el bien y quien fuera abiertamente [incrédulo e] injusto consigo mismo} [Corán 37:99-113].

Un carnero apareció en el momento en que Dios le dijo a Abraham que ya había cumplido con los
requisitos del mandato visionario. El animal sustituto fue sacrificado y ofrecido en holocausto por
Abraham e Ismael, en lugar de ser el propio hijo el sacrificado (Génesis 22:12-13). Este sacrificio
sustituto del carnero es conmemorado en el ritual final del Hayy, cuando se sacrifica un animal y su
carne es proporcionada para alimentar a los necesitados. Hoy día, la carne del Hayy es conservada y
suministrada a los necesitados por todo el mundo.

Hay que tener en cuenta que el primogénito de Abraham, Ismael, fue el progenitor del pueblo árabe, y
el ancestro del Profeta Muhammad. El pueblo de Muhammad sabía que Abraham e Ismael son parte
de su historia genealógica. Las revelaciones celestiales dadas a Muhammad servirían para restaurarle
a su pueblo su herencia ancestral y llevarlo a sus raíces ilustres. Ahora estaban siendo honrados con
un sucesor profético de Moisés y Jesús, a través de otro descendiente de Abraham, un hombre de
entre su propia gente.

Esto, a su vez, les informaría que tenían un legado mucho más digno de alabanza que el de competir
entre ellos mismos para ensalzar los nombres de sus familias en actos de coraje y destreza exhibidos
en saqueos como su forma de vida. Como había sido el caso con cualquier grupo que recibía un nuevo
Profeta, su gente temía rechazar los viejos ídolos y la estructura de poder existente, las costumbres de
sus ancestros que les eran familiares. Abraham fue lo suficientemente sincero y valiente como
“pensar por sí mismo” o “pensar fuera de la caja”, como diríamos hoy día, y aceptó el desafío de
confiar en la guía del único Dios que existe, independientemente de la herencia religiosa y cultural
que uno pueda tener.

Tal prueba de confianza máxima y completa en Dios ―incluso ante la apariencia de rechazar la razón
y las expectativas humanas normales― se da a aquellos que están listos para ello, después de haber
pasado por una serie de pruebas cada vez mayores, como fue el caso de Abraham.

La prueba máxima de Abraham según el texto bíblico

A continuación, el relato de la Biblia hebrea concerniente a la prueba de Abraham:

Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham!”; “Aquí estoy”, respondió.
Y Dios le ordenó: “Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria.
Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré”. Abraham se levantó de
madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y
su hijo, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado.
Al tercer día, Abraham alzó los ojos y a lo lejos vio el lugar. Entonces les dijo a sus criados: “Quédense
aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos
junto a ustedes”. Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre su hijo; él, por su parte, cargó
con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos. Isaac, le dijo a Abraham: “¡Padre!”;
“Dime, hijo mío”. “Aquí tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”.
“El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios”, le respondió Abraham. Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después
ató a su hijo y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su
hijo, pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el cielo: “¡Abraham! ¡Abraham!”. “Aquí
estoy”, respondió. “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño”, le dijo el ángel.
“Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo. Abraham alzó
la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó el carnero y lo
ofreció como holocausto, en lugar de su hijo. A ese sitio Abraham le puso por nombre: “El Señor
provee”. Por eso hasta el día de hoy se dice: “En un monte provee el Señor”. El ángel del Señor llamó
a Abraham por segunda vez desde el cielo, y le dijo: “Como has hecho esto, y no me has negado a tu
único hijo, juro por mí mismo que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia
como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las
ciudades de sus enemigos. Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán
bendecidas por medio de tu descendencia”. Abraham regresó al lugar donde estaban sus criados, y
juntos partieron hacia Beerseba, donde Abraham se quedó a vivir. (Génesis 22:1-19).

Los versículos del Génesis retratan a Abraham con la misma disposición para obedecer la guía de
Dios con que es retratado en el Corán, como ya se citó anteriormente. Sin embargo, el relato bíblico
sugiere que Abraham no le admitió abiertamente a su hijo lo que pretendía hacer con él, incluso lo ató
y lo puso encima de la madera que estaba lista para ser encendida, sin darle explicación. ¿Acaso en
ese momento Abraham previó que Dios le proporcionaría una salida? ¿Acaso Abraham estaba
abrumado y quedó en estupefacto asombro por la forma en que terminó este drama, lo que aumentó
su confianza en Dios?

Gran parte de la narración de Abraham menciona a Beerseba, un área inhóspita del desierto (Gén.
21:12, 21:31; 22:19). Ese fue el lugar al que Abraham regresó después de haber concluido la prueba
suprema: “Abraham regresó al lugar donde estaban sus criados, y juntos partieron hacia Beerseba,
donde Abraham se quedó a vivir”. (Génesis 22:19).

Nos preguntamos de nuevo: ¿dónde estaban ubicados Abraham y su primogénito durante este
evento? ¿Estaban acaso en el sitio del Monte del Templo, en Jerusalén, como lo dice la tradición
judía, y luego viajaron desde ahí a Beerseba?

¿O el evento del sacrificio tomó lugar mucho más al sur, en el valle de La Meca, lejos de los ojos de
Sara? El texto bíblico continúa con el siguiente registro: “Ismael vivió ciento treinta y siete años. Al
morir, fue a reunirse con sus antepasados. Sus descendientes se quedaron a vivir en la región que está
entre Javilá y Sur cerca de Egipto, en la ruta que conduce a Asiria. Allí se establecieron en franca
oposición a todos sus hermanos” (Gén. 25:17-18)”. También menciona: “Abraham volvió a casarse,
esta vez con una mujer llamada Cetura. Tuvo hijos con ella… Abraham entregó todos sus bienes a
Isaac. A los hijos de sus concubinas les hizo regalos y, mientras él todavía estaba con vida, los separó
de su hijo Isaac, enviándolos a las regiones orientales” (Gén. 25:1-6).
¿Tema sin resolver?

Otro tema de interés ―fuera del conocimiento promedio de judíos, cristianos y musulmanes― es este:
¿Quién era el “Hijo del Sacrificio”?

Con base en el texto coránico, el musulmán dirá que claramente fue Ismael, ya que algunas aleyas
después de la visión y el sacrificio, en el relato coránico (37:99-109), se le anuncia a Abraham ―que
era anciano― la albricia de que tendrá “otro” hijo, y menciona a Isaac por su nombre (37:112-113),
siendo esa una recompensa por hacer lo correcto y ser un siervo creyente (37:110-111). Sin embargo,
notamos que Ismael no se menciona por su nombre en el texto de la visión y el sacrificio en el Corán
(37:99-111).

Con base en el texto bíblico, el judío dirá que claramente fue Isaac, ya que su nombre aparece cinco
veces dentro de la narrativa (Gén. 22, verses 2, 3, 6, 7, y 7 nuevamente).

De hecho, ningún musulmán ni cristiano niega la afirmación bíblica de que Dios hizo con Abraham
un pacto relacionado con Isaac. El Corán celebra sin reservas a Isaac, Jacob, José, Moisés, Aarón,
etc., así como a su ancestro Abraham, reconociéndolos a todos ellos como profetas de Dios, hombres
rectos y ejemplos para la humanidad. Así que la virtud de Isaac nunca es puesta en duda por los
musulmanes.

Sin embargo, uno no puede evitar observar algunos datos curiosos dentro del pasaje bíblico de la
visión y sacrificio (Génesis 22). El hijo es mencionado como “el niño” (versículos 5, 12), “tu hijo”
(versículo 2), “su hijo” (v. 9), “él” (vs. 2, 10, 12) o “aquel” (v. 2), de manera normal y aparte de
identificar al hijo por su nombre. Pero la frase enfática “tu único hijo” aparece tres veces (versículos 2,
12, 16). Sin duda, algo ha sido agregado al texto de esta narración bíblica:

– O bien “Isaac” fue agregado cinco veces para reemplazar ejemplos de “él” o “aquel” ―pronombres
que, originalmente, pudieron hacer referencia a Ismael―, lo que pudo haberse hecho para evitar un
posible malentendido con respecto a la identidad de quien es descrito como “tu único hijo”, con lo
que se habría introducido una contradicción en el relato, como ya se explicará.

– O “tu único hijo” fue agregado para indicar que Isaac debía ser considerado el primogénito de
Abraham, lo que querría decir que Ismael no era considerado un hijo legítimo. En dicho
escenario, “Isaac” fue originalmente parte del texto, y se está haciendo una afirmación errónea en
relación a que Ismael habría sido un hijo falso.

Una de estas dos opciones de corrupción al texto debió ocurrir, ya que hay una contradicción en
atribuir el título de “único hijo” a Isaac. Incluso si uno fuera a argumentar que Agar era una esposa
“falsa” de Abraham, ¿cómo se podría afirmar que Ismael fue un hijo “falso”? ¿Acaso el ADN miente?
Y más al grano, ¿acaso Dios miente? Sí, Isaac era el único hijo de Sara, pero según la Biblia Dios le
estaba hablando a Abraham cuando se refería a su “único hijo”.

¿Habría algún motivo para que el último redactor del texto del Génesis menospreciara a Ismael?
Sabemos que Sara estaba celosa de Agar.
Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su
hijo Isaac. Por eso le dijo a Abraham: “¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava
jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac”. Este asunto angustió mucho a Abraham porque
se trataba de su propio hijo. Pero Dios le dijo a Abraham: “No te angusties por el muchacho ni por la
esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. Pero también
del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es hijo tuyo” (Génesis 21:9-13).

Está bastante claro en el documento general del Génesis que Ismael fue el primogénito de Abraham y
nació 14 años antes que Isaac. Abraham tenía 86 años cuando nació Ismael (Génesis 16:15) y 100
años de edad cuando nació Isaac (Génesis 21:5). Entonces, si el segundo hijo de Abraham, Isaac,
fuera llamado el “único hijo” de Abraham, ¿cómo es que el primer hijo de Abraham, Ismael, no
cuenta como hijo? ¡Ismael fue el “único hijo” de Abraham durante 14, antes de que naciera Isaac! El
relato del Génesis reconoce la paternidad de Abraham sobre Ismael y la filiación de Ismael a
Abraham (Gén. 21:11-13), a pesar de que, según la Biblia, Sara se sale con la suya: “Pero Dios le dijo a
Abraham: ‘No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu
descendencia se establecerá por medio de Isaac. Pero también del hijo de la esclava haré una gran
nación, porque es hijo tuyo’”(Génesis 21:12-13).

Es muy poco probable que el texto hebreo hubiera sido adulterado mucho después por manos hostiles
que querían reclamar el centro de atención para Ismael, justo bajo las narices de los eruditos hebreos
que descendían de Isaac. Más bien, sospecho que fue Isaac el que fue agregado para identificar
retroactivamente al “Hijo del Sacrificio” como el hijo de Sara, el que está en la línea genealógica del
pueblo judío.

La crisis retratada en el texto de la visión y sacrificio (Génesis 22) es que el anciano Abraham tiene
un único hijo en ese momento, y ese único hijo claramente es Ismael. Ahora, Dios le había
prometido a Abraham que Él bendeciría de gran manera a la humanidad a través de su progenie, en
especial los profetas bíblicos.

En ese momento no había segundo hijo, es decir, Isaac. Por lo tanto ―en la mente del anciano
Abraham, en esa época y bajo esas circunstancias― matar a su único hijo equivaldría a eliminar la
posibilidad de la progenie necesaria para cumplir la promesa que Dios le había hecho. Al final, de
manera realista, ¿se revertiría la esterilidad de Sara, incluso después que ella se hiciera más anciana?
No era un final probable para esa historia. Pero Dios le había hecho una promesa, y Abraham dejó
que Él cumpliera Sus propósitos…

Ahora, supongamos que Dios no se había quedado con el cuchillo elevado de Abraham, ¿él habría
seguido sacrificando a su único hijo, Ismael? Recordemos que Dios le proporcionó a Sara un hijo 14
años después, lo que significa que el hijo prometido y el pueblo judío todavía no habían nacido. Y si el
“Hijo del Sacrificio” fuera Isaac, el segundo hijo, entonces Abraham habría tenido a su primogénito
vivo, a través de quien podría haber sobrevivido su linaje, lo que habría vindicado la confianza de
Abraham en la promesa de Dios sobre su progenie.

Entonces, ¿por qué era necesario que la prueba suprema de Abraham hubiera tenido lugar con el
primogénito de Abraham, Ismael, mucho antes de que naciera Isaac? No conozco ningún indicio de
ello en Génesis 22 ni en Corán 37, pero consideremos esto: El sacrificio de niños humanos era
practicado por los pueblos en esa área en aquella época. Quizás hay más historia de la visión y
sacrificio de la que ha sido registrada en Génesis 22.
Recordemos la prohibición contra el derramamiento de sangre de otros humanos (Gén. 9:5) en
general. Quizás esta era una lección para Abraham de que la vida humana no debe ser tomada en
sacrificio, independientemente de si esa vida era la del hijo de la promesa de Abraham o la de
cualquier otro hijo de cualquier otro padre.

Es cierto que el texto del Génesis ha ubicado la perícopa del nacimiento de Ismael (21:1-7) por delante
de la perícopa de la expulsión de Agar e Ismael (21:8-21), ambas seguidas de la perícopa de la visión y
sacrificio (22:1-19). Uno tiene la sensación de que ambos hijos están vivos en el momento de la
prueba suprema de Abraham. ¿Pero estos hechos están ordenados de manera cronológica, o su orden
está pensado para minimizar una vergüenza con respecto a Ismael ―por parte de los redactores
posteriores del texto― y para afirmar los derechos de Sara sobre Agar?

Independientemente de la posición tomada por el lector, la conclusión es que Abraham escuchó la


orden visionaria de Dios y confió en que Dios cumpliría Su promesa, a pesar del resultado desastroso
de causa y efecto que normalmente se esperaría si Abraham fuera a matar a su único hijo en
obediencia a la visión. El Hayy islámico celebra la certeza de Abraham en la bondad y credibilidad de
su Señor.

HISTORIA DE HERODES
SU APARICIÓN HISTORICA

Jesús, la paz sea con él, era judío y los judíos no celebraban sus cumpleaños, de hecho registraban las
fechas de muerte de las grandes personalidades, no sus fechas de nacimiento.

Esa es una de las razones por las que se desconoce la fecha de nacimiento de Jesús, la paz sea con él.
En la Biblia se lee: “Vale más el día en que se muere que el día en que se nace” (Eclesiastés 7:1). Esto
porque aunque una persona nazca con talentos especiales, aún no ha hecho nada con ellos. Mientras
que a su muerte, se celebran las hazañas que haya hecho en vida.

Por otra parte, la vida no comienza en el momento del nacimiento sino en el de la concepción.

La celebración de los cumpleaños está relacionada con el ego y la vanidad, es el día en que la persona
considera que tiene derecho a ser el centro de atracción y a que le complazcan en todo. En antiguas
religiones paganas, el día del cumpleaños era el día en que se llevaban a cabo rituales mágicos para
que la persona fuera protegida durante el siguiente año.

Se aplaudía y se hacía ruido con diferentes instrumentos para alejar a los malos espíritus.

Los griegos ponían pasteles y cirios encendidos en el templo de Artemis para celebrar su cumpleaños,
el detalle del pastel lo tomaron de la tradición repostera Persa y las velas representaban la luz de la
diosa lunar. El círculo de velas encendidas tenía que ver en otras culturas con rituales de protección
contra los malos espíritus, y también con la creencia de que las velas en círculo tenían el poder de
conceder deseos.
En la Biblia, los dos cumpleaños referenciados son el del faraón (Génesis 40:20-21) en el que el
copero fue restablecido a su trabajo y el panadero fue ahorcado, siguiéndose la interpretación de un
sueño por parte de José. Y el de Herodes (Mateo 14:6-11), en el que el rey cortó la cabeza de Juan el
Bautista para cumplir el deseo de la hija de Herodías.

En Job 1:4-5, algunos consideran que lo que celebraban los hijos de Job eran sus cumpleaños. Job
celebraba holocaustos después de aquellas fiestas para purificar a sus hijos temiendo que hubieran
pecado, lo que nos muestra que no era una celebración aceptada en el judaísmo. Jesús, la paz sea con
él, no celebraba su cumpleaños y los primeros cristianos no tenían una fiesta para celebrar el
aniversario de su nacimiento.

Los egipcios sólo celebraban el cumpleaños de los varones de la realeza. Y el que Herodes celebrara
su cumpleaños, no era más que una de las muchas afrentas contra la religión y tradición judaicas que
le convirtieron en blanco de las críticas de su pueblo y de las denuncias del Bautista.

Los alemanes medievales hablaban de un gnomo que daba regalos adicionales a los niños que se
portaban bien, y hasta principios del siglo XX vendían muñecos que representaban al gnomo
barbudo. Los romanos adoptaron la celebración de los cumpleaños, e incluso llegaron a establecer la
costumbre (vigente hoy día) de convertir los cumpleaños de personalidades importantes en fiestas
nacionales.

Después que Jesús, la paz sea con él, dejó este mundo, surgieron diferentes grupos de nazarenos o
judíos reformados, seguidores del Mesías. De acuerdo a los estudiosos del evangelio Q y otros
eruditos bíblicos, estas primeras comunidades no se llamaban cristianas ni tenían la concepción del
Cristo, pues no tenían la doctrina de la resurrección ni de la salvación por la sangre, sino que se
esforzaban en seguir la sunna (ejemplo o tradición) de Jesús, la paz sea con él.

Eran comunidades judías que celebraban la pascua y el sábado. Pero Pablo de Tarso (Pablo Apóstol
para los católicos) llevó a Grecia y Macedonia su propia concepción de lo que había sido el mensaje de
Jesús la paz sea con él. La visión particular de Pablo se mezcló con la filosofía y la cultura helenas y
dio origen a una forma de cristianismo que sería más adelante adoptada por el emperador
Constantino como la religión del Imperio.

En efecto, la multiplicidad de culturas, tradiciones y religiones que había en Roma, con especial
influencia de la religión persa de Mitra y la religión egipcia de Isis, hacían que Roma perdiera unidad
e identidad. Para subsanar ello, se había intentado establecer una religión oficial que sirviera de
soporte a la unidad del imperio.

La religión de Mitra había fracasado, pues era una religión que se basaba en rituales secretos,
comunidades pequeñas donde la mujer era excluida, y no había sido posible establecerla como una
gran religión imperial.

Se intentó también establecer el dogma de la divinidad del emperador. Templos a los emperadores
habían sido construidos en un intento por darle al César romano el mismo carácter divino de los
faraones egipcios, sin éxito.
Constantino vio en el cristianismo heleno de Pablo y los intelectuales griegos y macedonios que lo
siguieron, la oportunidad perfecta para establecer la religión imperial que Roma necesitaba. De modo
que Constantino estableció que parte de los impuestos se dedicaran a la construcción de iglesias para
la nueva religión, y a partir de allí, el cristianismo comenzó a construirse a imagen y semejanza de
Roma.

Con los siglos, se construyeron iglesias cada vez más monumentales y llenas de imágenes y
decoraciones lujosas, como compete a una religión imperial. La celebración de la eucaristía, que tomó
muchos elementos de la eucaristía de la religión de Mitra, se hizo cada vez más elaborada y compleja.
Las comunidades cristianas primitivas, todas ellas judías, fueron perseguidas y exterminadas, así
como las sectas derivadas del cristianismo, en particular los gnósticos.

La idea de la Trinidad, que comenzó a surgir en el siglo II por influencia de las trinidades romanas,
persas y egipcias, se convirtió en el primer gran debate divisor de la Iglesia Romana. Los seguidores
de Arrio negaban la consustancialidad del Padre y el Hijo y aseguraban que el Hijo era creado
mientras el Padre era no-creado. Esto llevó a Constantino a inventar el concepto del Concilio
Ecuménico y a pedir que se convocara el primero de ellos, el Concilio de Nicea, en el año 325.

En ese concilio se cambió la fecha de la pascua cristiana para que no coincidiera con la judía
(haciéndola coincidir con la celebración pagana de la primera luna llena de primavera, los griegos la
celebraban con pan y vino), se estableció el credo y se escogió, de entre más de 100 evangelios y
protoevangelios escritos en el primer siglo, los cuatro que hoy están en la Biblia cristiana
(curiosamente, uno de esos cuatro es un evangelio gnóstico: el de Juan).

En ese concilio se declaró al arrianismo como herejía y se le comenzó a combatir. Detalle interesante
es que Constantino, fundador de la Iglesia de Roma como la conocemos hoy, fue pagano toda su vida,
hasta que en su lecho de muerte decidió abrazar el arrianismo (siempre se dice que se hizo cristiano,
pero no nos cuentan que no se hizo trinitario sino unitario).

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