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Universidad de San Carlos de Guatemala

Facultad de Ciencias Económicas


Escuela de Estudios de Postgrado
Curso: 204AF Gestión del Talento Humano
Sección G

¿Qué es el Ser Humano? ¿Qué es Ser Humano? ¿Qué nos hace humanos?

Royston Wellinton Ruano Ramón


Carnet 201404931
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Introducción

El presente ensayo tiene como objetivo presentar las apreciaciones personales


relacionadas con el tema del ser humano entendido desde la dimensión de su conjunto,
su acción y los elementos atribuibles derivados que le hacen ser humano. Estas
apreciaciones sustentan el por qué el ser humano debe abordarse desde una dualidad
(material e ideológica), cómo su accionar le permite trascender y ser humano, así como
cuáles elementos le hacen ser humano. Finalmente, se plantea la conclusión y
recomendación de este tema a manera de transmitir un mensaje ideológico fundamentado
que motive a averiguar más sobre este asunto.
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Al referirse al ser humano, usualmente es asociado a dos fuentes de pensamiento


predominantes dentro de la sociedad: una concepción derivada del materialismo y otra
desarrollada por el idealismo. A partir de estas perspectivas se puede obtener una
comprensión más integral del ser humano.
La primera fuente hace referencia que el hombre, como conjunto, es producto de un largo
proceso evolutivo de la materia. Esta materia, desarrollada en un alto grado, permitió la
existencia de la vida vegetal y animal en la tierra. Precisamente del reino de los animales,
específicamente de los primates, el hombre deviene acorde a la enseñanza que ha sido
inculcada en los centros educativos como forma de comprender qué es el ser humano
mediante su origen. Esto da a entender que el hombre guarda una relación cercana con
los animales, los cuales, al compararlos, poseen características sensoriales e instintivas
similares, especialmente con los mamíferos. Ejemplo de ello, es que, al nacer, el humano
es alimentado mediante mama, es vulnerable y depende de los cuidados de sus
progenitores durante varios años hasta antes de ser capaz de valerse por sí mismo.
La segunda fuente adopta diferentes creencias sobre el origen y la definición del ser
humano. Dentro de esta corriente predomina la idea que el hombre es producto de la
creación de una o varias deidades superiores e invisibles en un momento no determinado
de la existencia. Según esta concepción, su procedencia sobrenatural le permite ir más
allá del mundo visible o material, a través de una esencia inmortal dada al hombre por
medio del alma. Esta última es la que le provee de entendimiento y las derivadas
capacidades y características atribuibles al ser humano.
Es por medio de esta dualidad que se puede obtener una idea de la complejidad que
representa la definición del ser humano. Por ello, ambas perspectivas guardan una
relación de contrariedad y complemento a la vez, debido a que proveen de elementos
inherentes que sirven para identificarlo y comprenderlo. Tales elementos son: cuerpo,
razón y alma. La combinación de estos elementos, al menos de forma teórica, integran un
concepto más preciso de lo que es el ser humano.
De la interrelación de estos elementos, se derivan las demás cualidades que se observan
o intuyen en el hombre. Por ejemplo, el cuerpo reacciona a los estímulos del medio
ambiente, por lo cual envía información al cerebro, el cual da una respuesta inconsciente
o consciente ante el estímulo. Por otra parte, esa parte inmaterial y racional se combinan
para la reflexión y manejo de emociones, así como la determinación de lo que se
considera justo e injusto, verdadero o falso y demás contradicciones a las cuales se
enfrenta diariamente durante su existencia. Gracias a estos elementos, el hombre tiene la
capacidad suficiente para buscar los medios que le permitan cumplir su impulso primario,
es decir, la lucha constante por sobrevivir en el entorno que lo rodea.
Es precisamente ese primer impulso el que genera movimiento en el hombre. Cuando el
ser humano actúa, es precisamente su accionar el que lo hace humano. Esto es así
porque todos los seres vivos tienen elementos físicos y vitales que los integran y hacen
actuar. Sin embargo, la acción del hombre se caracteriza por una transformación
constante de su entorno y de sí mismo, lo cual le ha permitido la transición de una especie
desarrollada de los primates al ser humano.
En ese orden, es mediante los efectos que causan sus diferentes acciones que el hombre
ha ido desarrollando cualidades que le fueron distinguiendo más y más del resto de las
especies o seres de la tierra. Desde los orígenes del hombre, este adopta una necesidad
de asociarse con otros para sobrevivir, lo cual lo caracteriza como un ser social. A medida
que se asociaba con otros grupos más grandes y con diferentes características, se fue
desarrollando la habilidad comunicativa hasta que surgió uno de los más importantes
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logros de la humanidad: la creación del lenguaje. Es gracias a la creación del lenguaje


que los hombres adquirieron una cualidad innata de comunicarse, lo cual permitió un
acelerado incremento de las habilidades cognitivas en el cerebro y la noción de su propia
existencia.
A medida que fue transcurriendo la historia, el hombre, como un ente creador y curioso,
se propuso a develar los diferentes misterios e inquietudes que representaba la vida al ser
este capaz de reflexionar y llevar su pensamiento a niveles más profundos. Por ejemplo,
los primeros planteamientos sobre la creación derivaron de muchas creencias
sobrenaturales y de origen mitológico, lo cual le daba al hombre cierta satisfacción al
tener una idea que calmara su incesante curiosidad.
Asimismo, la necesidad de sobrevivir en ambientes desafiantes y peligrosos, hizo que la
capacidad creativa e inventora del hombre se pusiera al servicio de sus necesidades. En
este caso, la creación del lenguaje mismo, la comunión con otros de su especie para
protegerse de los depredadores y el establecimiento de lugares, más o menos
permanentes, para vivir.
Conforme el tamaño de la población crecía, surgieron otras necesidades derivadas de la
cotidianidad y retos que implicaba la vida en sociedad. Como eran más las necesidades
que había que cubrir, ocurrió otro fenómeno social que cambió la dinámica de las
sociedades existentes: la división social del trabajo. Este fenómeno le dio a la humanidad
la noción de trabajo y de quién debería hacer ese trabajo. De esto se deriva la primera
noción de productividad que la humanidad tuvo en la edad antigua. Muestra de ello, es la
separación de las tribus ganaderas, los oficios separados de la agricultura y, por último, la
creación de los mercaderes (EcuRed, 2019).
Gracias a la división del trabajo, el ser humano ideó otra característica inherente en su
pensamiento y creencias: la idea de la propiedad de mercancías, tierras y personas. En
ese sentido, este cambio cualitativo de considerar todo lo que estaba en el entorno como
algo natural y dado para todos, ahora era visto como un privilegio que solo algunos creían
merecer sobre otros. Por lo tanto, esa distinción entre el que debe tener y del que no, creó
una característica, con connotación negativa, en la acción del hombre: unos prevalecen
más que otros mediante la propiedad privada y la acumulación de la misma (riqueza).
Es en esta etapa del ser humano en que su actuar lo llevó a un grado de desarrollo en el
cual sus libertades individuales y su aparente igualdad de condiciones tuvo un cambio
radical debido a que de ahora en adelante los grupos crearían dos elementos destinados
a regular la acción y comportamiento del hombre, así como proteger los intereses de
quienes dominaban a los que menos poseían, es decir, nace el estado y el derecho
(Etecé, 2021).
Desde acá, la igualdad inicial que tenían los hombres, tanto en su pensamiento como en
sus posesiones, tomó un nuevo significado del cual sufrimos hasta nuestros días: la
naturaleza nos concibe por iguales, pero la sociedad y el régimen en el que vivimos
determina nuestra posición como miembros de una determinada clase o estrato social.
Con la sociedad configurada de esa forma, las necesidades básicas fueron distorsionadas
a tal punto que incrementaron los deseos en el proceder de la vida del hombre, porque
conforme su idea de grandeza aumentaba, también lo hacía su actuar con vistas a
obtener más de los otros miembros de su sociedad. En consecuencia, al no ser
suficientes los recursos o poder que satisficiera dichos deseos, el hombre buscó el
dominio sobre otros pueblos o grupos, de manera que la creación de conflictos, de
diferente naturaleza, ha sido una invención eminentemente humana.
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Entonces, los conflictos de los cuales se ha tenido registro llevan intrínsecamente el


deseo de dominio de unos sobre otros mediante el uso del poder (otra concepción
humana) con la finalidad de demostrar supremacía. Por tanto, el apego a los deseos es
otra de las acciones humanas.
Al tener un marco de referencia como especie evolucionada, dotada de razón y alma, así
como ser el producto de nuestras propias acciones, de ello deviene aquello que nos hace
humanos, específicamente las necesidades, deseos y medios que nosotros mismos
creamos para satisfacerlos.
Según Max-Neef et al. (1991), las necesidades que el ser humano contemporáneo, ha
tenido y otras que ha creado por sí mismo desarrollo, pueden identificarse como la
necesidad de subsistir, sentirse protegido, recibir afecto, desarrollar entendimiento,
participar en su sociedad, ser creativo, percibir un sentido de identidad propia y, por
último, creer en la noción que es un ser libre.
Como se aprecia en el texto precedente, las necesidades humanas son más complejas de
comprender y, más aún, de satisfacer en comparación con las necesidades de los otros
seres del planeta. Sumado a esto, la cultura juega un papel fundamental en la forma que
se establece el grado de satisfacción que se desea alcanzar y los medios ideales para
lograrla. De forma general, se dice que estas necesidades, independientemente del país
donde se viva, son más o menos iguales. Sin embargo, la cultura que es inculcada en
cada uno de esos lugares hará que sean percibidas y entendidas de diversas maneras
entre una y otra sociedad.
Por ejemplo, al hablar de la necesidad de subsistir, se intuye la acción de alimentación y
búsqueda de refugio, como dos elementos básicos imprescindibles por sí mismos para
sobrevivir. En cambio, la forma en que es posible alimentarnos y refugiarnos varía según
sean los medios disponibles para ello y/o la manera que se desea satisfacer, conforme a
lo aprendido dentro del entorno económico-social en el que se viva.
Muestra de ello son los habitantes de los Estados Unidos de Norteamérica. Es sabido que
en este país se goza de abundancia de bienes y servicios que permiten satisfacer el
hambre y el frío, lo cual los coloca en una posición que les brinda opciones para atender
los deseos relacionados con estas necesidades. Es decir, la persona tiene hambre y dada
la capacidad de adquisición sea de pizza, pollo o hamburguesas, esta persona se
encuentra ante alternativas que le demandan decisión. Estas alternativas aumentan su
deseo de buscar el mejor satisfactor posible mediante el estímulo dado por la existencia
de esas opciones.
En cambio, un habitante de Guatemala, que sobrevive en condiciones económicas de
pobreza, difícilmente tendría opciones reales para satisfacer su deseo de alimentación
mediante un menú diverso. Es más, encuentra dificultad para cubrir la necesidad básica
de alimento y refugio. En consecuencia, esta persona deberá conformarse con lo que
fuere capaz de adquirir. Por tanto, será capaz de alimentarse, más no nutrirse, y guardará
cierta insatisfacción al carecer de alternativas.
Al realizar ejercicios y observaciones similares hechos con la necesidad de subsistencia,
se encuentra que a medida que se fuerza a necesitar más, automáticamente, las
personas son forzadas a desear más. Conforme estos dos elementos humanos vayan
creciendo, así irá creciendo la demanda de satisfactores. En consecuencia, se deriva otro
elemento que nos hace humanos: la constante insatisfacción de la realidad presente que
incita a realizar cambios a ritmo acelerado.
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Al reflexionar sobre los fenómenos económicos de la globalización que se han suscitado


desde el siglo pasado, muestra como la búsqueda del crecimiento y desarrollo económico
ha creado problemas que, a su vez, se perciben como necesidades que tienen que ser
satisfechas lo más pronto posible. Ese sentido de urgencia hace que el ritmo de vida se
acelere cada vez más. Por ello, la era actual del conocimiento demanda mayor exigencia
a los humanos para proveer satisfactores a la gran mayoría de masas. En consecuencia,
nos hace humanos el hecho que busquemos más rápidamente lo que necesitamos y
deseamos.
Por otra parte, las emociones juegan un papel determinante en la acción del ser humano.
Si bien el humano goza de razón y conciencia de sí mismo, estos dos elementos se ven,
muchas veces, subordinados a las emociones básicas, a saber, felicidad, tristeza, miedo e
ira (Simeng et al., 2019). Esto es así porque a medida que nos enfrentamos a diversas
situaciones de la cotidianeidad, especialmente, aquellas que concentran un alto grado de
incertidumbre, la persona reacciona a través de sus emociones como un mecanismo de
adaptación para afrontar esa situación.
Por ejemplo, ante un trabajo que es asignado, con una serie de condiciones diversas, la
persona tiende a primero responder a ese estímulo mediante una de las emociones
básicas indicadas. Posterior a su reacción emocional, empezará a buscar alternativas
para atender dicho trabajo de la mejor forma posible, lo cual hará que el pensamiento
racional tome cierto control temporalmente. En consecuencia, el humano antes que
razonar, siente y percibe. Es este sentir y percibir lo que condiciona, desde el nacimiento
hasta la muerte, la manera de adaptarse al entorno con ayuda de la razón.
Por último, el hombre mismo genera un autoconcepto en el cual su definición, sobre
aquello que le hace ser humano, se basa en sus mismas creencias. Por ejemplo, el hecho
de nacer, pertenecer a una familia, reflexionar sobre la vida y actos propios, aspirar al
paraíso, reproducirse y morir, son algunos de los elementos que lo convierten en ser
humano. Por tanto, somos producto de nuestras creencias.
Así, se concluye que el ser humano, ser humano y lo que nos hace humanos se origina y
deviene del origen mismo como especie, su elementos conformantes, su acción y las
consecuencias inagotables de esa acción mediante el impulso dado por la necesidades,
deseos y emociones.
Es recomendable que se vuelva a colocar al humano como un ser pensante, sensible y
cambiante para que pueda comprenderse de mejor manera. Quizá una mejor
comprensión permita que la sociedad enfrente la vorágine de la vida actual que lleva poco
a poco a la decadencia humana.
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Bibliografía

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https://doi.org/10.3389/fpsyg.2019.00781

Universidad Complutense Madrid. (2022). Biblioguia de citas en estilo APA, 7ª edición.


Biblioteca. https://biblioguias.ucm.es/estilo-apa-septima/referencias

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