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¿Son éticamente justificables los


zoológicos?
Gustavo Ortiz Millán

Ética animal: fundamentos teóricos y dimensión práctica, Editorial de la Pontificia Universidad


Comillas de Madrid, Madrid

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUT ÓNOMA DE MÉXICO M A Y R A V I A N E Y G Ó M E Z N A R A N J O


Vianey Naranjo

Conservación de especies ex sit u


Andyfer Gonzalez

Animales en caut iverio Cost a Rica


Melany Calderon
CAPÍTULO 16

¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES


LOS ZOOLÓGICOS?
Gustavo Ortiz-Millán
Universidad Nacional Autónoma de México, México

1. INTRODUCCIÓN

Recientemente los zoológicos han sido objeto de intenso debate y mu-


chos se preguntan si son éticamente justificables. Para tomar una postura al
respecto y poder evaluar éticamente su existencia, es necesario conocer y
analizar críticamente los argumentos que se dan tanto a favor como en con-
tra de ellos. En este texto presentaré los cuatro argumentos principales so-
bre los que se basa la discusión en torno a los zoológicos. Se nos dice que
son valiosos porque: 1) son lugares de recreación, 2) porque cumplen una
función educativa, 3) porque hacen investigación y, finalmente, 4) porque
hacen trabajo de conservación, es decir, protegen y reintroducen en vida
libre especies en riesgo de extinción. Cada uno de estos argumentos ha sido
criticado por quienes se oponen a los zoológicos. Revisaré brevemente al-
gunos de los argumentos centrales tanto a favor como en contra sobre cada
uno de estos puntos. Tras hacer un balance de estos argumentos, podemos
concluir que hay fuertes razones para tomar una postura escéptica frente
a estos cuatro argumentos que justifican la existencia de los zoológicos.
Finalmente concluyo que si aceptamos la atribución de derechos a los ani-
males —particularmente los derechos a la libertad y a la vida—, entonces
la respuesta a la pregunta que motiva este artículo es que los zoológicos no
son éticamente justificables.
Antes de comenzar, hay que hacer algunas precisiones conceptuales y
definir lo que entendemos por zoológico. Un zoológico es una institución

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ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

que exhibe animales en cautiverio al público con propósitos recreativos,


educativos, de conservación y de investigación. En ocasiones estos luga-
res también crían animales. Si los entendemos de este modo, entonces los
zoológicos son una institución relativamente reciente en la historia de la
humanidad. Hoy en día hay más de 1.200 zoológicos registrados en la Aso-
ciación Mundial de Zoológicos y Acuarios (WAZA, por sus siglas en inglés),
con alrededor de un millón de animales vertebrados, que reciben unos 700
millones de visitantes cada año (WAZA, 2005). Estos datos no incluyen los
zoológicos que no están registrados ante la WAZA y que probablemente no
cumplen con sus lineamientos.
Hablaré aquí sobre zoológicos, pero todo lo que diga sobre ellos puede
extenderse también a los acuarios. Aunque tienen problemas específicos
dependiendo del tipo de animales que manejan, no hay diferencias signifi-
cativas entre los argumentos a favor y en contra de unos y otros.

2. RECREACIÓN, TURISMO Y EDUCACIÓN

El público que asiste a los zoológicos los identifica como lugares de


recreación. Tradicionalmente, la gente ha llevado a su familia al parque
zoológico el fin de semana, en vacaciones o días libres para pasar el día
o hacer turismo. La gran mayoría de los visitantes ven su experiencia en
el zoológico como una actividad social con fuertes beneficios de cohesión
familiar. Dos terceras partes de los visitantes a zoológicos son familias y la
razón principal para visitarlos es hacer una «salida familiar» (Cain y Meritt,
2007). Muchos zoológicos se presentan a sí mismos en su publicidad y en
sus páginas web como lugares de recreación, dado que, en muchos casos,
ya sean instituciones públicas o privadas, dependen de los ingresos así ge-
nerados. Muchos, incluso explícitamente, organizan fiestas de cumpleaños,
bodas, congresos, así como oportunidades para interactuar con los anima-
les, montarlos o alimentarlos, entre otras muchas actividades que ofrecen.
Diversas ciudades han fomentado, como parte de sus políticas turísti-
cas, la creación de zoológicos, los cuáles se han convertido en uno de los
principales atractivos turísticos, especialmente para familias con niños. En
algunos casos, entre el 60 y el 75% de los visitantes son gente que no vive
en la ciudad en la que se localiza el zoológico y que están haciendo turismo
(Cain y Meritt, 2007). De hecho, el turismo constituye una de las principales
razones para promover la creación de zoológicos. Sin embargo, el que los
zoológicos constituyan un atractivo turístico no puede servir de base para
su justificación ética, porque hay otras muchas formas de atraer turistas a
una ciudad que no implican el cautiverio de los animales.
Algunos estudios muestran que mucha de la gente que asiste a los zoo-
lógicos para llevar a la familia o para hacer turismo no se interesa espe-

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¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

cialmente por los animales. Un estudio sociológico, realizado por Edward


Ludwig, mostró que:

Para la mayoría de la gente, la mayoría de los animales no son lo suficiente-


mente interesantes como para ponerles atención más que de manera fugaz.
De hecho, es probable que la mayoría de los animales sean vistos de pasada
a menos que el animal haga algo para detener al espectador (Ludwig, 1981,
p. 314).

La gente tiende a detenerse cuando los animales son alimentados, hacen


ruido, imitan la conducta humana o cuando hay cachorros. De otro modo,
según Kreger (1998, p. 378), la gente se detiene entre 30 segundos y dos
minutos en cada exhibidor, que no es tiempo suficiente para leer los letre-
ros. La indiferencia de la gente hacia los animales, afirma Ludwig, también
tiende a desincentivar a los empleados del zoológico, a algunos de los
cuales ni siquiera les gustan los animales (véase Davey, 2006 y Dunlap y
Kellert, 2004).
Aunque se suele citar la recreación y el turismo como parte de la justifi-
cación para la existencia de zoológicos, desde los años 1970, la actitud de la
gente hacia esta institución ha cambiado y ha habido mayor preocupación
por el bienestar de los animales en cautiverio, por eso los zoológicos se han
visto obligados a presentarse, cada vez más, como instituciones educativas,
de investigación y conservación para justificar su existencia. Ni la recrea-
ción ni el turismo constituyen argumentos lo suficientemente fuertes para
mantener cautivos a miles de animales, frecuentemente en condiciones de
bienestar cuestionables, sobre todo porque hay actualmente muchas otras
formas de recreación que no tienen los problemas de justificación moral
que tienen los zoológicos.
Muchos enfatizan el carácter educativo de los zoológicos. Se argumenta
que, dado que cada vez más gente vive en ciudades, se ha perdido la co-
nexión con animales silvestres y los zoológicos ofrecen una buena oportu-
nidad para que la gente conozca directamente a los animales y aprenda so-
bre la naturaleza. Además, dada la gran destrucción del hábitat de muchas
especies en todo el mundo, los zoológicos ofrecen una de las pocas opor-
tunidades para ver algunos animales cuyos hábitats ya no existen. Por eso,
los zoológicos ponen cada vez más énfasis en su aspecto educativo (Patrick
et al., 2007). Asimismo, han incrementado sus herramientas pedagógicas de
modo que ahora usan cada vez más tecnologías de la información, videos
y pantallas interactivas que permiten al visitante tener una experiencia más
rica. Sin embargo, es probable que sean pocos los zoológicos que cuentan
con este tipo de herramientas educativas y que la mayor parte de la in-
formación que reciben los visitantes provenga de los letreros explicativos
colocados junto a los exhibidores. Muchos zoológicos tampoco cuentan con

311
ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

personal suficiente para hacer visitas guiadas, a pesar de que se ha visto


que estas visitas mejoran el aprendizaje en los visitantes.1
Sin embargo, a pesar del gran énfasis que ponen los zoológicos en la
educación y de la creciente literatura sobre su rol educativo, hay poca evi-
dencia que demuestre que las visitas al zoológico o incluso la interacción
directa con animales mejoran el conocimiento de los visitantes sobre bio-
logía o asuntos relacionados con la conservación. Tampoco hay evidencia
de que las visitas a los zoológicos tengan un mayor impacto educativo en
los visitantes que otros medios de información sobre animales, por ejem-
plo, programas educativos de televisión sobre animales silvestres. Si alguien
puede aprender más sobre una especie animal o sobre biodiversidad a tra-
vés de un documental de National Geographic o de Animal Planet que en
una visita al zoológico, entonces el peso del argumento educativo a favor de
los zoológicos pierde fuerza. ¿Por qué hay que tener cautivos a millones de
animales para aprender cosas que bien podríamos aprender de otros modos
que no impliquen su cautiverio? Hay modos alternativos de educación so-
bre los animales: visitas a museos de historia natural o páginas de Internet
con datos acerca de animales silvestres, entre otras. No obstante, quienes
defienden a los zoológicos argumentan que, aunque todo esto puede ser
verdad, este tipo de interacciones son «impersonales, vicarias y voyeuristas»
(Patrick y Tunnicliffe, 2013, p.  179) —aunque podría decirse que igual-
mente voyeurista es la visita al zoológico. Son imágenes bidimensionales,
nos dicen, reducidas en tamaño, que no provocan interacciones emotivas
o afectivas de primera mano. Con todo, hay formas de conocimiento sobre
los animales que sí implican un conocimiento de primera mano, como las
visitas al campo encaminadas a conocer su hábitat de maneras no invasi-
vas ni perjudiciales para ellos, como sucede con el turismo ecológico no
invasivo. Desafortunadamente, carecemos de estudios que muestren que
se puede aprender más a través de estas otras opciones que de una visita
al zoológico; pero esa es una investigación que precisamente deben hacer
los zoológicos, para demostrar que se aprende más a través de ellos que de
otros medios. Como afirman Moss y Esson (2013), la carga de la evidencia
sobre el rol educativo de los zoológicos recae sobre sus hombros:

1
Eric Jensen evaluó los resultados, entre niños de 7 a 15 años, relativos al aprendizaje
sobre biología y conservación de visitas guiadas y no guiadas por un educador en el Zoológico
de Londres. «El 41% de las visitas guiadas por un educador y el 34% de las visitas no guiadas
resultaron tener aprendizaje relacionado con la biología de la conservación. Los cambios
negativos en el entendimiento de los niños sobre los animales y sus hábitats fueron más
prevalentes en las visitas sin guía» ( Jensen, 2014, p. 1004). De hecho, estos números sugieren
que en ambos casos el impacto educativo es bajo.

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¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

Los zoológicos y sus organismos de acreditación se encuentran entre la es-


pada y la pared. Durante muchos años, se han promovido con confianza
como proveedores de educación, particularmente con respecto a la conser-
vación de la biodiversidad; tal vez incluso utilizaron esta función educativa
como justificación de su existencia. Debido a esto, la carga de la evidencia
del impacto educativo recae directamente sobre los hombros de los zoológi-
cos. Sin embargo, la investigación realizada hasta ahora (y hay una cantidad
sustancial) claramente no ha sido aceptada universalmente como una de-
mostración efectiva del impacto positivo de los zoológicos. De hecho, las
críticas revisadas por pares de los últimos años […] sugieren que esta cues-
tión está aquí para quedarse. Lejos de los objetivos educativos estratégicos y
las declaraciones de misión, encontramos evidencia que sugiere que los or-
ganismos de acreditación y algunos zoológicos hacen públicas afirmaciones
causales sobre los zoológicos y su impacto educativo positivo. Mientras más
grandes sean las afirmaciones, mayor será la base de evidencia requerida
para apoyarlas (Moss y Esson, 2013, p. 17).

No basta que los zoológicos afirmen que están haciendo una labor edu-
cativa, tendrían que darnos evidencias que muestren su impacto educativo
positivo y su superioridad con respecto a formas alternativas de aprendizaje
acerca de los animales.
El carácter educativo de los zoológicos no debe consistir simplemente
en dar información a los visitantes, sino en promover actitudes y valores
positivos hacia los animales y la naturaleza, es decir, en promover una ética
ambiental adecuada. En ese sentido, algunos críticos de los zoológicos han
argumentado que, de hecho, los zoológicos tienen un impacto educativo
negativo. Por ejemplo, Robert Sommer (1972) ha argumentado que muchos
zoológicos tienden a perpetuar estereotipos de animales en la gente, sobre
todo en los niños, como por ejemplo que los lobos son feroces o, podría-
mos añadir, que las hienas son depredadores cobardes y burlones o que
los osos perezosos son perezosos (u otras formas de antropomorfización
que no ayudan a la comprensión de la conducta animal). De este modo, «a
pesar de que tengan excelentes intenciones, incluso los mejores zoológicos
pueden estar creando estereotipos animales que no sólo son incorrectos,
sino que en realidad van en contra de los intereses de la preservación de la
vida silvestre» (Sommer, 1972, pp. 27-28).
Aunque la situación ha cambiado desde que Sommer escribió esto, mu-
chos zoológicos no hacen mucho para cambiar los estereotipos con los que
la gente llega a ver a los animales. En todo caso, si hay un mensaje implícito
en los zoológicos es el de que es correcto encerrar animales si eso se justi-
fica con una excusa (por ejemplo, que se hace con propósitos educativos o
de conservación). Refuerzan la idea de que los animales existen para servir
a los seres humanos y no como individuos conscientes con intereses pro-
pios. Perpetúan la idea de que los animales son inferiores porque los huma-
nos podemos controlar sus vidas y encerrarlos para servir a nuestros fines.

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ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

3. INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

Una de las razones más comúnmente citadas a favor de la existencia


de los zoológicos es que en ellos se realiza investigación científica. Según
Stoinski et al. (1998) 88% de los zoológicos de Estados Unidos realizan
algún tipo de investigación; 75% de ellos hacen investigación en reproduc-
ción, 85% en etología y 59% en temas de conservación. Otros temas en los
que se investiga en los zoológicos son fisiología general, bienestar animal,
manejo de poblaciones, domesticación, taxonomía, genética, patología, nu-
trición, identificación, biotecnología, bancos de biomateriales, entre otros
(Wharton, 2007). Sin embargo, en 1997, sólo 41% de 220 zoológicos euro-
peos a los que se les invitó a participar en una encuesta sobre investigación,
respondieron diciendo que sí la hacían (Nogge, 1997). Además, no todos
los zoológicos hacen investigación en todas las áreas. Es muy probable que
muchos zoológicos que se encuentran en países en vías de desarrollo ha-
gan poca o ninguna investigación.
Pocos zoológicos tienen contratado personal de tiempo completo dedi-
cado a hacer investigación. Mientras que muchas industrias dedican del 3
al 5% de su presupuesto a la investigación, los zoológicos no alcanzan ni
siquiera esa cifra (Wharton, 2007, p. 182). El costo de mantener un zoológi-
co es muy alto y dedicar dinero a la investigación es un lujo que pocos se
pueden dar. Gran parte de la investigación que se hace en los zoológicos
es en buena medida financiada por otras instituciones, como universidades,
instituciones privadas de investigación o agencias gubernamentales, no por
los zoológicos. En aquellos zoológicos que tienen personal dedicado a la
investigación, muchos de ellos realizan investigación fuera del zoológico,
por ejemplo, aquellos que hacen investigación en temas de conservación.
Sin embargo, otro tema importante es el de qué tan válida y útil es la
información que se obtiene en los zoológicos. Algunos críticos argumentan
que el diseño experimental de la mayoría de las investigaciones realizadas
dentro de los zoológicos carece de rigor científico y pocas veces se reporta
en publicaciones arbitradas ( Jamieson, 2004). El problema consiste en que
se suelen estudiar poblaciones muy pequeñas y frecuentemente se carece
de un grupo de control que se encuentre en circunstancias similares a las
del grupo al que se estudia. Esto hace que la información obtenida no sea
significativa.
Buena parte de la investigación que se realiza en zoológicos se hace en
temas de etología, es decir, de conducta animal. Sin embargo, se ha afirma-
do que no hay mucho que aprender de animales silvestres en cautiverio y
bajo condiciones no naturales, por ejemplo, en las que no interactúan con
otras especies, en las que no tienen que procurarse su propio alimento o en
que no pueden desarrollar muchos de sus comportamientos naturales. Se

314
¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

podría objetar que los estudios de etología sí aportan conocimiento sobre


el comportamiento de animales en cautiverio, para beneficio de ellos, y que
este conocimiento se utiliza para establecer parámetros para poder compa-
rar a estos animales con sus congéneres en vida libre. Obviamente, si los
animales no estuvieran cautivos, no sería necesario generar conocimiento
en la materia. Otros han afirmado que se pueden investigar temas diferentes,
como el de la domesticación o de conductas que no se podrían manifestar
en vida libre. Es posible que muchos zoológicos (sobre todo aquellos que
tienen más espacio para reproducir más aproximadamente las condiciones
naturales de vida de los animales) puedan generar datos más confiables. No
obstante, es más probable que se pueda generar información mucho más
precisa estudiando a los animales en su hábitat natural, donde están más en
contacto con sus depredadores o sus presas, según sea el caso.
Otros tipos de investigación (por ejemplo, de anatomía o patología) que
se realizan en los zoológicos tienen tres propósitos principales ( Jamieson,
2004, p. 170): 1) mejorar las condiciones de los zoológicos para optimizar
las condiciones en que viven y se reproducen los animales, 2)  proveer
modelos animales que nos ayuden a entender enfermedades humanas y
animales, y 3)  incrementar nuestro conocimiento sobre los animales. Sin
embargo, aunque el primer punto suene loable, eso sería innecesario si
animales silvestres no se mantuvieran en cautiverio en zoológicos. Como
afirma Jamieson, «si no hubiera zoológicos, no habría necesidad de mejo-
rarlos» (2004, p. 170).
Sobre si los animales de zoológico nos pueden ayudar a entender enfer-
medades humanas, habría que recordar que el grueso de la investigación
que se realiza con animales se hace con animales de laboratorio (como
ratones, primates, gatos o perros) y no con animales silvestres como los
que encontramos en un zoológico.2 Cuando se usan animales silvestres, esta
investigación no se hace en zoológicos, sino en laboratorios. Es difícil mani-
pular tigres, leones, jirafas o rinocerontes para llevar a cabo procedimientos
a veces invasivos. Adicionalmente, es difícil extrapolar los resultados de una
investigación llevada a cabo en una especie animal a los seres humanos,
dadas las muchas diferencias entre especies. En realidad, son pocos los
animales en los que se puede hacer investigación y cuyos resultados sean
útiles para los seres humanos.
El tercer fin mencionado sobre la investigación con animales de zoológi-
co es incrementar nuestro conocimiento sobre los animales del zoológico.
Sin duda, buscar el conocimiento es un fin valioso, pero el conocimiento
por el conocimiento mismo no es valioso si no tiene una finalidad práctica.
Los directamente implicados en los beneficios de ese conocimiento son los

2
Véase cap. 15. El uso de animales en experimentación biomédica.

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ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

animales mismos, puesto que este conocimiento nos ayudaría a mejorar


su salud y su bienestar, pero si millones de ellos que están en cautiverio
encuentran comprometido su propio bienestar precisamente por encontrar-
se en esa situación, entonces habría razones para dudar del valor de ese
conocimiento.

4. CONSERVACIÓN

La conservación de especies en peligro de extinción y de sus hábitats


es para muchos la principal función de los zoológicos hoy en día. La Aso-
ciación de Zoológicos y Acuarios (AZA, por sus siglas en inglés) define
los zoológicos como centros de conservación que son responsables de la
salud del ecosistema y de la supervivencia de especies. Uno de los requisi-
tos para pertenecer a la AZA es la realización de trabajo de conservación.
231 zoológicos en todo el mundo son miembros de la asociación. Según su
Reporte Anual de Conservación y Ciencia para el año 2015, los miembros
de la AZA invirtieron $186 mil millones de dólares ese año en proyectos
de conservación en 121 países, y se beneficiaron 700 especies, 188 de las
cuales se encuentran en peligro de extinción y 39 están amenazadas (AZA,
2015).
Muchos de los defensores de los zoológicos los presentan como moder-
nas arcas de Noé que tratan de conservar tantas especies como sea posible,
sobre todo ante la perspectiva de la devastación de ecosistemas en todo el
mundo, del calentamiento global y del acelerado ritmo de desaparición de
especies. Se suelen citar como ejemplos de especies que habían desapare-
cido en vida libre y que sólo lograron salvarse gracias a su reintroducción
a partir de ejemplares de zoológicos al órix de Arabia, al bisonte europeo,
al hurón de patas negras y al caballo silvestre de Mongolia, entre otros. Al-
gunos zoológicos tienen actualmente biobancos que preservan el material
genético de especies amenazadas, por si éstas llegaran a extinguirse. Los
planes de supervivencia de especies en peligro de extinción de algunas
asociaciones de zoológicos contemplan la protección de entre 500 y 900
especies (Dunlap y Kellert, 2004, p. 211).
Sin embargo, muchos críticos de los zoológicos dudan que su contri-
bución a la conservación de especies sea significativa. Los programas de
reintroducción exitosos, como los que he mencionado, son raros: son muy
costosos, usualmente tienen pocas probabilidades de éxito y requieren un
hábitat natural viable, y precisamente la principal causa de la extinción de
especies es la destrucción de sus hábitats por causas antropogénicas (la
cacería, el calentamiento global, la destrucción de selvas y bosques para
extender la agricultura, etc.). Los zoológicos no pueden proteger más que

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¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

a una parte insignificante de las miles de especies que están en peligro de


extinción. Según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conserva-
ción de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés), de las 44.838 especies
evaluadas, 16.928 se encuentran amenazadas de extinción (IUCN, 2017).
Sin embargo, de estas especies, en 2008 la AZA tenía sólo 114 planes de
reproducción (Planes de Supervivencia de Especies o SSP, por sus siglas en
inglés) para especies amenazadas (Margodt, 2010, p. 12).
Son pocos los casos de animales en cautiverio que pueden ser reintrodu-
cidos en vida libre: muchos sólo conocen el cautiverio y no están prepara-
dos para los desafíos de su liberación en hábitats naturales. Por ejemplo, es-
tos animales suelen no tener miedo a los humanos porque se han habituado
a ellos y, al ser reintroducidos en vida libre, suelen acercarse a poblaciones
humanas en busca de comida o refugio, como se ha visto que sucede con
orcas liberadas. Se les tiene que enseñar a los depredadores, por ejemplo, a
cazar, porque esta conducta no es instintiva, sino aprendida. De hecho, es
muy difícil, si no es que casi imposible, liberar animales de muchas espe-
cies, incluyendo especies amenazadas como elefantes, osos polares, gorilas,
orangutanes, tigres y chimpancés. En general, los zoológicos no reprodu-
cen animales con la intención de reponer las poblaciones amenazadas.
Menos del 30% de las especies que tienen los zoológicos se encuentran en
la Lista Roja de la IUCN como especies amenazadas; en algunos casos, las
colecciones de los zoológicos no llegan a tener ni un 10% (Zimmermann y
Wilkinson, 2007, p. 307). En otras palabras, la mayoría de las especies que
tienen los zoológicos no están amenazadas (no son vulnerables ni están en
vías de extinción).
Dentro del porcentaje de especies amenazadas que tienen los zooló-
gicos, la mayor parte de sus programas de reproducción están enfocados
a mamíferos (52.62%) y a aves (35.62%). Reptiles, anfibios, peces e inver-
tebrados ocupan el 12% restante. Sin embargo, no parece haber ninguna
razón ecológica para esta distribución. Según los datos de la Lista Roja de
la IUCN, el número de especies de anfibios amenazadas (32.5%) excede a
los mamíferos (23%) o a las aves (12%) (Stuart et al., 2004, p. 1783). No sólo
están más amenazados los anfibios, sino que el costo para su conservación
es mucho menor que el que se destina a cualquier gran mamífero. El di-
rector de Amphibian Ark, Kevin Zippel, comentó a Scientific American que
los anfibios son «absolutamente vitales para sus ecosistemas» y que «por el
precio de mantener a un solo elefante en cautiverio por un año, cerca de
US $100.000, podrías pagar por la habilidad técnica y las instalaciones para
salvar a una especie entera de anfibios» (citado por Margodt, 2010, p. 16). Es
decir, los zoológicos tienen un marcado favoritismo hacia los mamíferos y
las aves, que son más carismáticos y probablemente atraen a más visitantes,
que hacia anfibios o invertebrados, que no suelen ser tan atractivos al públi-

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ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

co, incluso cuando sería más efectiva y menos costosa su conservación.3 La


motivación para mantener y reproducir grandes mamíferos en zoológicos
no es ecológica, sino que tiene que ver con los intereses económicos de
los zoológicos (muchos de ellos instituciones privadas que dependen de
sus ingresos para su supervivencia), así como de lo que perciben como las
preferencias de los visitantes y sus valoraciones estéticas. Esto ha llevado
a algunos críticos de los zoológicos a sostener que «la conservación que
hacen los zoológicos es, en primer lugar, acerca de la conservación de los
zoológicos mismos, no acerca de conservar especies amenazadas» (Mar-
godt, 2010, p. 17).
Las probabilidades de éxito de los programas de reintroducción de espe-
cies son muy bajas. Según Beck (1995, p. 156), de 145 proyectos que libe-
raron animales criados en cautiverio para restablecer o reforzar poblaciones
naturales, sólo un 11% tuvieron éxito. Esto se debe a distintas razones, pero
Paul Dolman et al. (2015) han argumentado que, a menos que los animales
en la naturaleza estén protegidos, la reproducción en cautiverio no será
significativa. Cuando una especie está en peligro de extinción en la natu-
raleza, no siempre es una buena idea establecer una población de cría en
cautiverio, porque sin conservación in situ no tiene sentido la reproducción
ex situ, o sea, en cautiverio.

La cría en cautiverio puede ofrecer una última oportunidad cuando las


especies se enfrentan a una extinción inminente, pero en última instancia
depende del restablecimiento de una población en estado silvestre. Esto ha
resultado exitoso para algunas especies de alto perfil, pero en muchos casos
no lo ha sido. Los programas pueden fallar por muchas razones, incluyendo
los retrasos en el logro de la cría exitosa, el fracaso en la construcción de
una población autosustentable, la domesticación y la pérdida de la diver-
sidad genética, y un pobre desempeño después de las liberaciones en la
naturaleza. La cría en cautiverio puede reducir la motivación y los recursos
para la conservación en el medio silvestre, con consecuencias desastrosas.
(Dolman, 2015)

En muchos casos, es más complicado y costoso mantener y reproducir


animales en cautiverio que proteger sus hábitats y buscar los medios para
que se mantenga una población que se pueda reproducir en vida libre. Por
otro lado, criar animales en cautiverio bajo el pretexto de que se les rein-

3
No sólo no fomentan su conservación, sino que el 59% de los reptiles y 73% de los
anfibios mencionados en la base de datos ISIS (International Species Information System) de
zoológicos estadounidenses de 2003 fueron capturados de vida silvestre. 21% de los mamíferos
y 37% de las aves también lo fueron (Baker, 2007, p. 145). De hecho, ocasionalmente, los
zoológicos necesitan tomar animales de vida libre para propósitos de conservación, para
mantener la diversidad genética de una especie.

318
¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

troducirá puede desviar esfuerzos y recursos para protegerlos en vida libre.


Los animales criados en cautiverio presentan una serie de problemas
que no tienen los animales en vida libre. Entre los principales problemas se
encuentra la falta de diversidad genética. Incluso si se recurre a ejemplares
de otros zoológicos, las poblaciones de animales en cautiverio suelen ser
pequeñas; un grupo genético (genetic pool) reducido obliga a cruzar a indi-
viduos genéticamente relacionados y llega un punto en el que la endogamia
hace difícil la reproducción y la supervivencia de los animales. Esta es una
de las causas por las que la mortalidad infantil en animales en cautiverio
es mucho mayor a la de los mismos animales en vida libre. Boakes et al.
(2007) investigaron los efectos de la endogamia en 119 poblaciones de zoo-
lógicos (que abarcaban 88 especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios),
y mostraron que la depresión endogámica para la supervivencia neonatal
fue significativa en las 119 poblaciones. Adicionalmente, si se están reintro-
duciendo con propósitos de conservación a individuos que provienen de
estos programas de reproducción, esto arroja dudas acerca de sus posibili-
dades de adaptación y supervivencia.

5. CAUTIVERIO Y DERECHOS ANIMALES

Hay otra línea argumental en torno a la justificación moral de los zoo-


lógicos que se centra en el valor moral y en los derechos de los animales.
Quiero discutir aquí la justificación moral de los zoológicos a partir de la
teoría de los derechos de los animales.4 Parto del supuesto de que los ani-
males tienen ciertos derechos. Es obvio que no tienen derechos que derivan
de arreglos políticos o sociales de los humanos, como el derecho al voto o
al matrimonio, pero hay derechos que los seres humanos tenemos, y que
dadas las similitudes entre las capacidades físicas y cognitivas de humanos
y animales, no podemos justificadamente negárselos a estos últimos si se
los reconocemos a los primeros (Rachels, 1997). Los derechos a la vida y
a la libertad se encuentran, sin duda, entre los derechos que compartimos
humanos y animales. Si los seres humanos tenemos un derecho a la vida
es porque ésta constituye un interés fundamental para seres que tienen
conciencia de su propia existencia, y particularmente de aquellos que tie-
nen la capacidad de planear y anticipar su propio futuro. Sobre la misma
base podemos atribuir a los animales el derecho a la vida. Si los humanos
tenemos derecho a la libertad es porque, sin él, nuestros intereses se verían
dañados de manera significativa; la libertad nos permite realizar nuestras

4
No voy a justificar aquí la teoría, sino que remito al lector a Regan (2016) y Rachels
(1997).

319
ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

capacidades y conducir nuestras vidas según nuestros planes. Para que un


individuo tenga un interés en la libertad «no se necesita más que el que la
interferencia de otras personas le causen daño al impedirle que haga lo que
quiere» (Giroux, 2016, p. 33). El cautiverio de los animales es una violación
a su derecho a la libertad. Por definición, «cautiverio» es la privación de la li-
bertad y es una idea definitoria de los zoológicos como los hemos conocido
tradicionalmente. Estos dañan los intereses vitales de los animales al mante-
nerlos en cautiverio. Habría que matizar esta afirmación reconociendo que
distintas especies tienen diferentes intereses vitales según sus necesidades:
el interés del león por una vida en libertad que le permita desarrollar sus
capacidades no es el mismo que el de un folívoro, que necesita menos es-
pacio para desarrollarlas. Ambos tienen derecho a la libertad, aunque sus
necesidades de libertad sean diferentes.5
A los animales que se encuentran en cautiverio se les ha quitado la opor-
tunidad de comportarse de manera natural. Se les sustrae de su hábitat na-
tural, se les separa de sus manadas y se rompen vínculos importantes para
ellos, se les impide interactuar con miembros de otras especies, a veces
incluso con los de su misma especie, o se les obliga a vivir en grupos so-
ciales anormales (como sólo machos o sólo hembras), se obliga a especies
solitarias a vivir en grupo o en densidades que generan conflictos sociales,
se les impide procurarse su propia comida y, en general, se les impide rea-
lizar las conductas que llevarían a cabo en sus hábitats naturales. Por eso,
incluso en los zoológicos con las mejores condiciones, se viola el derecho
a la libertad de los animales.
Adicionalmente, el cautiverio va asociado con diversas patologías, tanto
físicas como psicológicas, que desarrollan los animales de zoológico. La
mera exhibición de los animales al público les genera estrés (Davey, 2007),
por no mencionar su captura,6 traslado y manejo dentro del zoológico.
Incluso a pesar de que muchos zoológicos han dejado de exhibir a los

5
David DeGrazia (2011) propone una evaluación caso por caso, de modo que se puede
así justificar el confinamiento en los zoológicos de algunas especies de animales, pero no de
otras. Esto lo hace a partir de cinco diferentes criterios para evaluar moralmente el cautiverio
de los animales: 1) que sus necesidades básicas estén satisfechas, 2) que tengan una vida
que, en comparación, sea similar a la que tendrían en vida libre, 3) que no se les genere daño
innecesario, 4) que tengan una vida que valga la pena vivirse y 5) un criterio de respeto de
los animales. DeGrazia no piensa que cada uno de estos criterios esté igualmente justificado
ni que pese igual, son criterios independientes y en competencia que no siempre ofrecen una
misma respuesta a la hora de evaluar el confinamiento de los animales.
6
En muchos países, como México, la legislación impide que los zoológicos capturen
animales en vida libre para incluirlos dentro de su colección. Sin embargo, muchos animales
provienen de donaciones o han sido confiscados de circos o de gente que los ha adquirido
de forma ilegal.

320
¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

animales en jaulas de concreto con barras de acero, para dar paso a exhibi-
dores que tratan de reproducir el hábitat natural de los animales, muchos se
encuentran en lugares con condiciones climáticas para las que los animales
no están adaptados. Además, los animales suelen pasar dos terceras partes
de sus vidas encerrados en casas de noche, mientras el zoológico está ce-
rrado. Las casas de noche suelen ser jaulas que carecen de cualquier tipo de
enriquecimiento ambiental. Sin la estimulación ambiental o interacción con
otros miembros de su especie, la vida de los animales de zoológico suele
ser aburrida y llevarlos a desarrollar ansiedad o depresión y finalmente
conductas estereotípicas, como la de los felinos que van y vienen dentro
de su exhibidor, la de los elefantes que menean la cabeza sin cesar o la de
los osos polares que compulsivamente se echan a nadar en círculos (véan-
se Swaisgood y Shepherdson, 2005, así como los artículos compilados en
Mason y Rushen, 2006). Son casos de neurosis causada por confinamiento.
Esto lleva a algunos animales a mostrar conductas agresivas que en vida
libre no tendrían. Esto muestra que los intereses vitales de los animales se
ven afectados por el cautiverio.
Al afirmar que el cautiverio de los animales puede tener efectos negati-
vos en su bienestar no quiero dar la impresión de que la libertad es valiosa
para los animales porque les permite obtener otras cosas que son valiosas
para ellos, como el bienestar. Si esto fuera así, entonces los humanos po-
dríamos seguir usando a los animales y manteniéndolos cautivos siempre y
cuando ellos estuvieran bien y no sufrieran. El interés de los animales por
la libertad no está subordinado a su bienestar; ellos tienen un interés directo
en la libertad en la medida en la que se les daña cuando la interferencia
humana en sus vidas les impide hacer lo que quieren hacer.7
La situación del derecho a la vida en los zoológicos es tanto o más grave.
Los programas de reproducción tienden a crear un superávit o un exceden-
te de animales que posteriormente los zoológicos no pueden mantener.
Para un zoológico, basta con tener un solo macho que pueda reproducirse
con las hembras de la manada. Tener más de uno puede crear rivalidades y
problemas dentro del grupo, además de que representa un gasto de man-
tenimiento. Sin embargo, en vez de dejar de reproducir a los animales, los
zoológicos los reproducen porque la contracepción puede implicar riesgos

7
El tema del interés de los animales en la libertad ha sido desarrollado ampliamente
por Giroux (2016). Ella argumenta en contra de una concepción positiva de la libertad
(entendida como una versión sofisticada de la autonomía) según la cual los humanos podrían
saber mejor que los animales qué es lo que está en su mejor interés y mantenerlos bajo
su dominio. Esto sucede cuando se subordina la libertad al bienestar. En cambio, Giroux
argumenta que tanto bajo una concepción negativa como bajo una concepción republicana
de la libertad, los animales tienen un interés directo en ser libres y que ese interés debe
protegerse reconociendo su derecho a la libertad.

321
ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

médicos, porque algunos animales pueden volverse infértiles si no se repro-


ducen y porque, dado que los privan de buena parte de sus comportamien-
tos naturales, es importante dejar que se reproduzcan y críen a sus cacho-
rros (Parker 2017) —que además es una forma de mantener genéticamente
robusto al grupo de animales de esa especie.
Lo anterior crea excedentes (mayormente machos) y los zoológicos tie-
nen tres soluciones para deshacerse de ellos. La primera es que suelen tener
programas de intercambio con otros zoológicos, para evitar estos problemas
y también posibles endogamias. Pero el cambio de zoológico de un animal
rompe las relaciones sociales dentro del grupo, crea inestabilidad social y
genera tensiones para el animal transferido. Algunos animales terminan pa-
sando por varios zoológicos durante su vida. Además, muchos zoológicos
ya no necesitan más machos de especies que están sobrerrepresentadas. La
segunda solución para los animales excedentes es venderlos a individuos,
instituciones privadas (que no siempre tienen las condiciones necesarias
para el mantenimiento del animal) o a clubes de cazadores (HSUS, 2017).
La tercera es matar (culling) o someter a «eutanasia» a animales mayormente
sanos, pero inútiles para los programas de reproducción (son «genéticamen-
te innecesarios») y costosos para el zoológico. Robert Lacy (1995), del Par-
que Zoológico de Chicago, ha defendido esta opción, argumentando que
eso es preferible a mandarlos a zoológicos de calidad inferior, donde los
animales la pasarán mal. La Asociación Europea de Zoológicos y Acuarios
no publica información sobre el número de animales sanos que se matan,
pero su director ejecutivo, Lesley Dickie, estima que se matan entre 3.000 y
5.000 animales en los zoológicos europeos al año (Barnes, 2014). Tan sólo
el Zoológico de Copenhague (donde su suscitó el caso de la «eutanasia»
de la jirafa Marius en 2014), mata entre veinte y treinta animales al año,
habitualmente antílopes, renos, cabras, pero también leones, tigres, cebras
y osos (Parker, 2017). Aunque los zoológicos de Estados Unidos prefieren
el traslado de los animales, los reglamentos de la AZA también permiten la
matanza y es una práctica común, sobre todo entre animales poco carismá-
ticos (Parker, 2017). La reintroducción en vida libre suele no contemplarse
en casos de animales excedentes porque éstos con frecuencia no se adap-
tan, pero sobre todo porque es muy costosa para el zoológico y porque en
muchos casos han desaparecido sus hábitats naturales. En cualquier caso,
la matanza de animales sanos en zoológicos no es justificable éticamente si
se reconoce su derecho a la vida.
El reconocimiento de los derechos de los animales es incompatible con
la existencia de los zoológicos. Se objetará que los derechos pueden ser
limitados cuando hay otros derechos en conflicto o cuando hay fuertes
razones de utilidad social. Pero ni el entretenimiento, la educación, la in-
vestigación ni la conservación que se realizan en los zoológicos justifican

322
¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

la limitación de los derechos fundamentales de los animales. Sobre todo


porque hemos visto que estas justificaciones suelen no ser sino la expresión
de buenas intenciones sin una base sólida que las fundamente.
Es evidente que los zoológicos no van a desaparecer de la noche a la
mañana, pero hay modos en que se pueden transformar para que los ani-
males que ahí viven estén mejor. Lo primero es que exista legislación más
rigurosa que impida la destrucción de los hábitats naturales de muchas
especies de animales. En segundo lugar, los zoológicos deberían buscar
modos de enviar a sus animales excedentes a santuarios o a lugares donde
puedan integrarse a programas reales de conservación. Los zoológicos tam-
bién deben dejar de comprar animales e incluso de venderlos a laborato-
rios, coleccionistas privados o ranchos cinegéticos, como sucede en algunos
zoológicos (Clifton, 1988).
Sobre todo, deben dejar de extraer animales de vida libre, como sucede
con reptiles, anfibios y la fauna marina (por ejemplo, las orcas y los delfines
que se usan en acuarios). Finalmente, debemos buscar el modo de que los
zoológicos se conviertan en parques ecológicos o en santuarios. Un san-
tuario es una instalación a la que se lleva a los animales para que vivan y
estén protegidos durante toda su vida; a diferencia de los refugios de ani-
males, los santuarios no buscan colocarlos con individuos o instituciones,
sino mantenerlos hasta su muerte natural. Un ejemplo de un zoológico
que está cumpliendo el rol de santuario es el centro de rescate de primates
Monkey World, en el Reino Unido, donde se encuentran muchos primates
que habían sido abusados en circos o laboratorios. El Santuario de Elefantes
en Tennessee también ha recibido elefantes de circos y zoológicos; los ele-
fantes cuentan ahí con varios cientos de hectáreas de bosques y pastizales
en los que pueden vivir el resto de su vida en libertad. Hay muchos otros
santuarios similares registrados ante la Federación Global de Santuarios de
Animales, una organización sin fines de lucro, fundada en 2007, que certifi-
ca los santuarios, los centros de rescate y de rehabilitación de animales en
todo el mundo.
Cada vez son más los santuarios de animales y progresivamente se pre-
sentan como una alternativa viable para la transformación de los zoológicos
y para la conservación de fauna silvestre, sobre todo en aquellos casos en
los que se han perdido sus hábitats naturales. La idea cobrará más fuerza
cuando la gente que visita los zoológicos empiece a reconocer los derechos
de los animales y empiece a preguntarse si es correcto mantener a miles de
animales cautivos, cuestione las razones que comúnmente dan los zoológi-
cos, deje de asistir a ellos y empiece a apoyar la idea de los santuarios. Estos
deben ser lugares donde los animales tengan la oportunidad de ejercer sus
derechos a la libertad y a la vida. Habremos empezado, entonces, a reparar
una deuda histórica que tenemos con los animales.

323
ÉTICA ANIMAL: FUNDAMENTOS EMPÍRICOS, TEÓRICOS Y DIMENSIÓN PRÁCTICA

6. CONCLUSIONES

En este capítulo he revisado los cuatro principales argumentos en torno


a la justificación ética de los zoológicos. Se ha afirmado que se justifica su
existencia porque son lugares de recreación, que tienen una función educa-
tiva, de investigación y de conservación. Tras hacer un balance y revisar la
evidencia tanto a favor como en contra de estos argumentos, podemos con-
cluir que los argumentos a favor de la existencia de los zoológicos no son
sólidos en ninguna de las cuatro áreas mencionadas. En cambio, hay fuertes
razones morales para cuestionar su existencia y favorecer modelos alterna-
tivos, como son los santuarios animales, donde se respeten los derechos de
los animales. En este texto he sostenido que si aceptamos la atribución de
derechos a los animales —particularmente los derechos a la libertad y a la
vida—, entonces la respuesta a la pregunta que da título a este capítulo es
que los zoológicos no son éticamente justificables.

Agradecimientos

Agradezco los comentarios de Lorena Jiménez, Adriana Cossío y de los


editores y revisores de este libro a una versión anterior de este ensayo.
Asimismo, agradezco el financiamiento, a través de una beca PASPA, de la
Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM.

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