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1. INTRODUCCIÓN
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¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?
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Eric Jensen evaluó los resultados, entre niños de 7 a 15 años, relativos al aprendizaje
sobre biología y conservación de visitas guiadas y no guiadas por un educador en el Zoológico
de Londres. «El 41% de las visitas guiadas por un educador y el 34% de las visitas no guiadas
resultaron tener aprendizaje relacionado con la biología de la conservación. Los cambios
negativos en el entendimiento de los niños sobre los animales y sus hábitats fueron más
prevalentes en las visitas sin guía» ( Jensen, 2014, p. 1004). De hecho, estos números sugieren
que en ambos casos el impacto educativo es bajo.
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No basta que los zoológicos afirmen que están haciendo una labor edu-
cativa, tendrían que darnos evidencias que muestren su impacto educativo
positivo y su superioridad con respecto a formas alternativas de aprendizaje
acerca de los animales.
El carácter educativo de los zoológicos no debe consistir simplemente
en dar información a los visitantes, sino en promover actitudes y valores
positivos hacia los animales y la naturaleza, es decir, en promover una ética
ambiental adecuada. En ese sentido, algunos críticos de los zoológicos han
argumentado que, de hecho, los zoológicos tienen un impacto educativo
negativo. Por ejemplo, Robert Sommer (1972) ha argumentado que muchos
zoológicos tienden a perpetuar estereotipos de animales en la gente, sobre
todo en los niños, como por ejemplo que los lobos son feroces o, podría-
mos añadir, que las hienas son depredadores cobardes y burlones o que
los osos perezosos son perezosos (u otras formas de antropomorfización
que no ayudan a la comprensión de la conducta animal). De este modo, «a
pesar de que tengan excelentes intenciones, incluso los mejores zoológicos
pueden estar creando estereotipos animales que no sólo son incorrectos,
sino que en realidad van en contra de los intereses de la preservación de la
vida silvestre» (Sommer, 1972, pp. 27-28).
Aunque la situación ha cambiado desde que Sommer escribió esto, mu-
chos zoológicos no hacen mucho para cambiar los estereotipos con los que
la gente llega a ver a los animales. En todo caso, si hay un mensaje implícito
en los zoológicos es el de que es correcto encerrar animales si eso se justi-
fica con una excusa (por ejemplo, que se hace con propósitos educativos o
de conservación). Refuerzan la idea de que los animales existen para servir
a los seres humanos y no como individuos conscientes con intereses pro-
pios. Perpetúan la idea de que los animales son inferiores porque los huma-
nos podemos controlar sus vidas y encerrarlos para servir a nuestros fines.
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3. INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
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Véase cap. 15. El uso de animales en experimentación biomédica.
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4. CONSERVACIÓN
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No sólo no fomentan su conservación, sino que el 59% de los reptiles y 73% de los
anfibios mencionados en la base de datos ISIS (International Species Information System) de
zoológicos estadounidenses de 2003 fueron capturados de vida silvestre. 21% de los mamíferos
y 37% de las aves también lo fueron (Baker, 2007, p. 145). De hecho, ocasionalmente, los
zoológicos necesitan tomar animales de vida libre para propósitos de conservación, para
mantener la diversidad genética de una especie.
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No voy a justificar aquí la teoría, sino que remito al lector a Regan (2016) y Rachels
(1997).
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David DeGrazia (2011) propone una evaluación caso por caso, de modo que se puede
así justificar el confinamiento en los zoológicos de algunas especies de animales, pero no de
otras. Esto lo hace a partir de cinco diferentes criterios para evaluar moralmente el cautiverio
de los animales: 1) que sus necesidades básicas estén satisfechas, 2) que tengan una vida
que, en comparación, sea similar a la que tendrían en vida libre, 3) que no se les genere daño
innecesario, 4) que tengan una vida que valga la pena vivirse y 5) un criterio de respeto de
los animales. DeGrazia no piensa que cada uno de estos criterios esté igualmente justificado
ni que pese igual, son criterios independientes y en competencia que no siempre ofrecen una
misma respuesta a la hora de evaluar el confinamiento de los animales.
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En muchos países, como México, la legislación impide que los zoológicos capturen
animales en vida libre para incluirlos dentro de su colección. Sin embargo, muchos animales
provienen de donaciones o han sido confiscados de circos o de gente que los ha adquirido
de forma ilegal.
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animales en jaulas de concreto con barras de acero, para dar paso a exhibi-
dores que tratan de reproducir el hábitat natural de los animales, muchos se
encuentran en lugares con condiciones climáticas para las que los animales
no están adaptados. Además, los animales suelen pasar dos terceras partes
de sus vidas encerrados en casas de noche, mientras el zoológico está ce-
rrado. Las casas de noche suelen ser jaulas que carecen de cualquier tipo de
enriquecimiento ambiental. Sin la estimulación ambiental o interacción con
otros miembros de su especie, la vida de los animales de zoológico suele
ser aburrida y llevarlos a desarrollar ansiedad o depresión y finalmente
conductas estereotípicas, como la de los felinos que van y vienen dentro
de su exhibidor, la de los elefantes que menean la cabeza sin cesar o la de
los osos polares que compulsivamente se echan a nadar en círculos (véan-
se Swaisgood y Shepherdson, 2005, así como los artículos compilados en
Mason y Rushen, 2006). Son casos de neurosis causada por confinamiento.
Esto lleva a algunos animales a mostrar conductas agresivas que en vida
libre no tendrían. Esto muestra que los intereses vitales de los animales se
ven afectados por el cautiverio.
Al afirmar que el cautiverio de los animales puede tener efectos negati-
vos en su bienestar no quiero dar la impresión de que la libertad es valiosa
para los animales porque les permite obtener otras cosas que son valiosas
para ellos, como el bienestar. Si esto fuera así, entonces los humanos po-
dríamos seguir usando a los animales y manteniéndolos cautivos siempre y
cuando ellos estuvieran bien y no sufrieran. El interés de los animales por
la libertad no está subordinado a su bienestar; ellos tienen un interés directo
en la libertad en la medida en la que se les daña cuando la interferencia
humana en sus vidas les impide hacer lo que quieren hacer.7
La situación del derecho a la vida en los zoológicos es tanto o más grave.
Los programas de reproducción tienden a crear un superávit o un exceden-
te de animales que posteriormente los zoológicos no pueden mantener.
Para un zoológico, basta con tener un solo macho que pueda reproducirse
con las hembras de la manada. Tener más de uno puede crear rivalidades y
problemas dentro del grupo, además de que representa un gasto de man-
tenimiento. Sin embargo, en vez de dejar de reproducir a los animales, los
zoológicos los reproducen porque la contracepción puede implicar riesgos
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El tema del interés de los animales en la libertad ha sido desarrollado ampliamente
por Giroux (2016). Ella argumenta en contra de una concepción positiva de la libertad
(entendida como una versión sofisticada de la autonomía) según la cual los humanos podrían
saber mejor que los animales qué es lo que está en su mejor interés y mantenerlos bajo
su dominio. Esto sucede cuando se subordina la libertad al bienestar. En cambio, Giroux
argumenta que tanto bajo una concepción negativa como bajo una concepción republicana
de la libertad, los animales tienen un interés directo en ser libres y que ese interés debe
protegerse reconociendo su derecho a la libertad.
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6. CONCLUSIONES
Agradecimientos
7. REFERENCIAS
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