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LA RESURRECCIÓN

Dios creó a los seres humanos como una unidad compleja de cuerpo y alma. En este siglo, la
muerte física resulta en la separación del cuerpo de la persona de su alma. Sin embargo, este
estado no dura para siempre. Todos están destinados a una resurrección del cuerpo adecuada
para su destino eterno. Dado que la mayoría de las personas mueren físicamente antes del
regreso de Jesús, se suele referir a la resurrección como una salida de la tumba. Los que han
muerto y han sido sepultados, “serán despertados” un día. Es una resurrección física del
cuerpo. Jesús afirma esta misma verdad: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora
cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán
a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”. Juan
5:28- 29

A. LA RESURRECCIÓN DEL CREYENTE Los creyentes en Dios están destinados a la


resurrección del cuerpo. Una de las figuras bíblicas más tempranas,
Job, expresó confianza en la resurrección: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se
levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a
Dios”. Job 19:25-26 Job sabía que su “piel” sería “deshecha” (muerte física), pero que
esto no sería el fin. Su “Redentor” pondría sus pies en la tierra y, al final, Job vería “a
Dios” en su “carne”. La resurrección física es real y se produce por el Redentor. La
resurrección implica que el cuerpo vuelve a la vida y se reúne con el alma. Cuando explica
el arrebatamiento de la iglesia en 1 Tesalonicenses 4:13-18, Pablo declara: “traerá Dios
con Jesús a los que durmieron en él” (1 Ts. 4:14), en referencia a las almas de los
cristianos fallecidos que están en el cielo. Por tanto, en el momento del arrebatamiento,
Dios traerá a las almas de los cristianos ya muertos y las unirá a sus cuerpos resucitados (1
Ts. 4:16). Dado que el destino final de los creyentes es la nueva tierra, los cuerpos
resucitados son perfectamente adecuados para la vida eterna en la nueva tierra, que ya no
experimentará maldición, decadencia ni muerte. Y quienes vivan en ella tampoco sufrirán
estas cosas. El creyente tiene mucho por lo que esperar ansiosamente.
B. LA RESURRECCIÓN DE LOS INCRÉDULOS
Las Escrituras proporcionan menos detalles respecto a la naturaleza del
cuerpo de resurrección de los perdidos, pero es posible sacar algunas
conclusiones. Daniel 12:2 afirma que los no salvos “serán despertados…
para vergüenza y confusión perpetua”. Los incrédulos experimentan una
resurrección corporal tangible. Como vimos en Daniel 12:2 y Juan 5:28-29,
salen de la tumba. Por tanto, el cuerpo que murió y fue enterrado es el
mismo que sale de la sepultura. Ha sido resucitado, pero la persona es la
misma, de modo que existe una correspondencia exacta.
En segundo lugar, el cuerpo de resurrección de los no salvos es adecuado
para experimentar el lago de fuego. Así como los creyentes recibirán un
cuerpo para vivir en la nueva tierra (Ap. 21:1–22:5), que es un lugar real, los
no creyentes recibirán un cuerpo apropiado para sufrir el lago de fuego, que
también es un sitio real. Apocalipsis 20:15 declara: “Y el que no se halló
inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. En Isaías 66:22-
24 se explica este tipo de paralelo entre creyentes e incrédulos; se
describen primero las condiciones de la nueva tierra para los creyentes
(66:22-23) y, a continuación, para los no salvos (66:24): “Y saldrán, y verán
los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano
nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre”.
Esto indica una existencia tangible para los perdidos.

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